Historia Crítica No. 41

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Carta a los lectores

Carta a los lectores En esta ocasión, el anuncio central a los lectores de Historia Crítica es relativo al cambio en la dirección de la revista, ocurrido recientemente. Tras cinco años y medio y la edición de catorce números de la revista, ya era justo dejar la orientación de esta tarea editorial en nuevas manos, las de mi colega Camilo Quintero Toro. Obviamente, no sin algo de melancolía cierro esta página, pero lo hago sobre todo con gran satisfacción por los logros alcanzados durante este tiempo. Tal vez una forma de medir los cambios y las novedades sea sencillamente comparar la revista 29 con la 41. Sin orden cronológico y sin reparar en la importancia relativa de unos y otros, resaltaría aspectos como la corrección de estilo, el cambio en el diseño, la inclusión en varios sistemas de indexación, el mejoramiento de la versión online, el paso a tres ediciones anuales, el aumento en la recepción y publicación de artículos de autores extranjeros, el incremento numérico del equipo de trabajo y de los comités de apoyo. Pero no quiero repetir aquí ni el pequeño recuento que hice en noviembre de 2009 ni el balance completo de la revista que hizo Jorge Orlando Melo con ocasión de los veinte años de Historia Crítica. Ambos documentos están disponibles para consulta en la dirección electrónica http:// historiacritica.uniandes.edu.co/index.php?ac=noticias. Tampoco puedo dejar de agradecer a todas las personas que me han acompañado a lo largo de estos años, y en particular a quienes han estado más que otras a mi lado y de quienes he aprendido mucho: Marta Herrera y Martha Lux. Al cabo de

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este recorrido, mi mayor orgullo es tal vez el de haber resistido tantos años contra vientos y mareas, y darme cuenta de que la revista es ahora más conocida y reconocida. Historia Crítica es hoy una publicación rigurosa y consolidada, cuyo equipo editorial se organizó y cuyo funcionamiento es algo menos artesanal de lo que alguna vez fue. Finalmente, esta gran satisfacción no significa que no haya más nada que hacer con respecto a la revista. Entre lo que se me ocurre señalar están básicamente tres temas. El de la versión electrónica, que es un asunto amplio y a la vez un gran desafío, en el que ubico lo relacionado con la indexación de las revistas online como tales. Igualmente, es necesario seguir consolidando la calidad de los textos gracias al compromiso de los evaluadores y de los comités de la revista. Y por último, el ‘factor de impacto’, en el que apenas está entrando Historia Crítica y que consiste básicamente en que los artículos sean citados en otras revistas indexadas. Seguramente hay muchas otras cosas que ignoro y que Camilo y su equipo descubrirán en los próximos meses y años. Le deseo pues a mi sucesor que emprenda con ánimo y energía este nuevo reto, y que pueda acumular también satisfacciones fruto de una labor exigente en la que podrá poner su sello. Muriel Laurent

Es un placer para mí entrar a formar parte del equipo de Historia Crítica. No es un secreto para nadie que desde hace varios años la importancia de la revista ha crecido sustancialmente nacional e internacionalmente. Los índices y bases de datos en los que se encuentra hoy en día han posicionado a Historia Crítica como una de las revistas de ciencias sociales más importantes en América Latina. Buena parte de este reconocimiento se debe al trabajo que ha realizado Muriel Laurent en los últimos años como directora, así como a la labor de su excelente equipo editorial, del que debemos destacar la labor de Martha Lux y el trabajo de apoyo que durante mucho tiempo brindó Marta Herrera.

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Asumo mi posición de director con mucho entusiasmo y con el ánimo de enfrentar nuevos retos y lograr nuevos propósitos. Le deseo mucha suerte a Muriel en sus nuevos proyectos. En este número la revista presenta un dossier sobre bicentenario, cuya coordinación estuvo a cargo del profesor Jairo Gutiérrez Ramos, quien lo presenta a continuación. En el espacio de artículos libres tenemos dos textos. En primer lugar está un escrito de Marco Antonio León León sobre las diferentes visiones del trabajo corporal en Chile a lo largo del período comprendido entre 1750 y 1850, y su influencia en la formación de ciertos aspectos de la estructura social chilena a finales de la colonia y comienzos del período republicano. El artículo se titula “De la compulsión a la educación para el trabajo. Ocio, utilidad y productividad en el tránsito del Chile colonial al republicano (1750-1850)”. En segundo lugar y como parte del espacio estudiantil presentamos un texto que busca entender la manera como se empezaron a regular las actividades ganaderas, a medida que se consolidaba el crecimiento urbano e industrial en Medellín en el primer cuarto del siglo xx. Este artículo, escrito por Mauricio Alejandro Gómez Gómez, lleva por título “Legislación e higiene veterinaria: Medellín, 1913-1926”. Esperamos que los lectores disfruten este número de la revista. Camilo Quintero Toro

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En memoria de Ignacio Abello

En Memoria de Ignacio “Nacho” Abello

(Bogotá, 10-4-1943 – Bogotá 27-3-2010) La mémoire est dans le coeur Madame de Sévigné

Corrían los vientos de agosto, hará pronto ya 17 años, cuando de repente un señor sonriente, elegante, amable y bonachón tocó a la puerta de mi oficina en la casita rosada, la del Departamento de Historia en la Universidad de los Andes. Se presentó con tono decidido y me estremeció de calidez con su franco apretón de manos. Sin preámbulos me dijo que quería que dictara algunas sesiones de clase en su curso. Salimos al patio a tomar un café y entre el balanceo de los árboles y el cielo azul del páramo me remontó, con su palabra animosa y brillante, hasta los confines del África, a la región de los Grandes Lagos. Fue tal su audacia y acierto geográfico que olvidé el café, el viento de agosto y la tarde de cielo azul. Quería que relatara a los estudiantes el conflicto que por entonces desangraba a Ruanda y a Burundi. Pretendía a toda costa que les explicará por qué los Hutus y los Tutsis se habían visto envueltos en los horrores que habían dado lugar a las masacres que teñían de sangre los diarios franceses, belgas e ingleses. Anhelaba que los jóvenes uniandinos comprendieran la convergencia entre historia, cultura, política y violencia trayendo a las aulas la historia de África: los sucesos contemporáneos de su tormentosa vida política y los contornos de la cultura de los pueblos otrora colonizados por Bélgica. Su estremecedora visión de uno de los sucesos más atroces de la historia contemporánea de ese continente fue el inicio de un diálogo que se prolongó casi dos décadas. Poco a poco comprendí porque este hombre inconfundible que se había formado en la escuela de leyes y era doctor en filosofía de Lovaina se interesaba por el África de los Grandes Lagos y sus infortunios. Su humanismo

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iba más allá de la erudición que regalaba generoso a sus amigos, colegas y estudiantes. “Nacho” Abello era un humanista no sólo por su versada ilustración sobre la filosofía y la historia llamada universal sino ante todo porque cultivaba la cultura del espíritu, porque reflexionaba sobre la belleza y sobre el bien y el mal. La cultura animi, como decía, cuando se refería a los Antiguos. La cultura que sirve para comprender, nombrar y transformar lo cotidiano, tanto en lo privado como en lo público. Nacho fue un filósofo singular. Su pasión por los autores europeos es conocida por todos y todas quienes tuvimos la suerte de ser sus colegas, amigos y estudiantes y siempre, de algún modo, sus alumnos. Nietzsche y Foucault fueron interpretados por su pluma gracias a la exquisita y sutil extravagancia de quien lee en lengua original e interpreta con la sabiduría desenfadada y jovial de un páramuno-caribeño. Todo lo anterior adobado con ese don excepcional que poco nos asiste a los académicos: el de la humildad y generosidad respecto al conocimiento. Cualidades de excepción, que se combinaron en su pluma y su palabra con la intención de tropicalizar el conocimiento foráneo trayéndolo por sinuosos senderos, al territorio de nuestra realidad nacional. Hay muchos “Nachos” que llevamos en el corazón. El que querían los estudiantes y el que querían las estudiantes, el “Nacho” de Bruno y el de Muriel, el de sus hijos, el de los colegas de Humanidades y el de los colegas de Ciencias Sociales, que es el mismo pero distinto, el de los amigos de la casa de La Calera con los whisquicitos de los sábados por la tarde con la chimenea encendida, el de los primos caribeños. Yo quiero cerrar estas páginas recordando también al “Nacho” que desde principios del nuevo siglo se dedicó a pensar, a escribir y a discutir acerca de la cultura en el país que se inauguró después del cambio constitucional de 1991. Cultura y carnaval, cultura, ciudad y memoria, cultura teoría y gestión, hacer visible lo invisible, violencias y culturas, conceptos básicos de administración y gestión cultural son apenas algunos de los títulos y reflexiones que vinculan a Nacho, al profesor Abello, con el debate contemporáneo sobre la diversidad cultural, la gestión cultural y los retos del multiculturalismo de Estado. En estos textos nos enseñó acerca de la trama en filigrana que se teje entre la cultura y la historia sin cuya comprensión la primera aparece carente de armonía, singularidad y peso específico. Desde la Antigüedad

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clásica, pasando por los avatares del medievo lleva al lector hasta las puertas del pasado prehispánico americano para fraternizarlo con la compleja reflexión que vincula a Cronos con la formación de la identidad histórica y cultural de los pueblos. Sin pretensiones historicistas y con un tono de charla de tarde bajo el sol, animada por su espíritu gozoso, nos enseñó que la gestión cultural en Colombia adolece y precisa de un uso político de la historia y de una decidida incorporación de la filosofía al campo de las políticas culturales. Y no sólo de una reconstrucción acontecimental cronológica desvinculada de las exigencias ontológicas de los seres humanos y de las culturas. Ni mucho menos abstraída de los requerimientos jurídicoconstitucionales actuales. En Hacer visible lo invisible sugirió nuevas cavilaciones sobre el espinoso argumento que supedita historia y memoria a las políticas públicas en cultura. Su disertación refinada sobre la diversidad cultural incorporó una visión sensible, discreta y comprehensiva de la perspectiva filosófica la cual hizo extensiva al diálogo con la ciudad apuntalando la convergencia de memoria y espacio. Violencias y culturas es a todas luces un estudio original por la inteligente y sofisticada manera como disertó sobre la dimensión política de la cultura y al mismo tiempo acerca de la dimensión cultural de la violencia. Haciendo uso de sus muy queridos Nietzsche y Foucault, “Nacho” nos indicó, sin pretensiones, que las políticas culturales en Colombia y en América Latina y el Caribe requieren de la consolidación de laboratorios de investigación y de producción de conocimiento multidisciplinar que funcionen al margen de las coyunturas políticas y ministeriales de nuestros países. Dicho de otro modo, “Nacho” nos ha dejado entre muchos otros, el legado de poner en marcha una reflexión seria sobre las políticas de la memoria en Colombia, América Latina y el Caribe que sirva de sustrato a las políticas culturales en la región. Y porque no para honrar su memoria, la tarea de imaginar y crear la Cátedra Nacho Abello de cultura, filosofía y políticas culturales.

Luz Adriana Maya Restrepo Profesora Asociada Departamento de Historia Universidad de los Andes

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Presentación del dossier sobre el Bicentenario

Presentación del dossier sobre el Bicentenario

Jairo Gutiérrez Ramos Sociólogo de la Universidad Autónoma del Caribe, Barranquilla, Colombia. Magíster en Historia y Doctor en Historia por la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, Colombia. Profesor Titular de la Escuela de Historia en la Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, Colombia. Sus intereses investigativos son la historia social y la historia política. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: con Armando Martínez, Manuel Chust, eds., Una independencia, muchos caminos. El caso de Bolivia (1808-1836) (Castellón: Publicacions de la Universitat Jaume I, 2008), y “La Constitución de Cádiz en la provincia de Pasto, Virreinato de la Nueva Granada, 1812-1822”, Revista de Indias LXVIII: 242 (enero-abril 2008): 207-224. jagura50@gmail.com 1. La que aquí se publica es una versión actualizada y traducida al español del artículo que apareció en la compilación editada por Anthony McFarlane y Eduardo Posada Carbó bajo el título Independence and Revolution in Spanish America: Perspectives and Problems (Londres: Institute of Latin American Studies, University of London, 1999), 69-83.

En medio de la profusión bibliográfica que caracteriza las celebraciones o conmemoraciones históricas, para la revista Historia Crítica ha resultado muy satisfactoria la amplia acogida que tuvo la convocatoria de este dossier, dedicado al Bicentenario de las independencias americanas. La mejor prueba de ello es la sustanciosa selección que hoy se publica, que cubre aspectos tan diversos e interesantes como la panorámica visión comparativa que nos ofrece el infatigable historiador norteamericano David Bushnell, y que bien podríamos considerar como un inmejorable marco general de referencia de los que le siguen. Esta edición se compone de tres artículos sobre distintas dimensiones del proceso emancipador en la Nueva Granada, dedicados al estudio de las complejas y volátiles experiencias políticas de la Primera República, y el poco trajinado asunto de la salubridad y la alimentación de los combatientes en la guerra de independencia; una presentación acerca de la relación entre el discurso político y la cultura popular en el periódico El Investigador, publicado en el Perú en tiempos de la independencia; y el aporte de la investigadora sobre México Mirian Galante, quien se ocupa de dilucidar las peripecias del liberalismo en relación con el problema de la representación política, durante el tránsito entre el antiguo y el nuevo régimen político en México, en los años comprendidos entre 1821 y 1835. Ninguna entrada mejor para este dossier que el artículo del profesor David Bushnell1, gracias al cual podemos contar con un estupendo marco general de referencia, en él que examina la que considera la única experiencia histórica compartida por todo el

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hemisferio americano, así cada país o conjunto de ellos la hayan vivido en circunstancias y condiciones diferentes: la ruptura de los lazos coloniales con las potencias europeas hegemónicas en un lapso de menos de medio siglo. La descolonización casi simultánea de los territorios americanos dependientes de Inglaterra, Francia y España constituye, a juicio del autor, un escenario inmejorable para analizar, desde una perspectiva panorámica y comparativa, no sólo las colonias independentistas, sino a aquellas que optaron por la no independencia. Y es que, pese a sus notorias diferencias, las antiguas colonias americanas compartían un proceso interno de crecimiento social, económico y cultural que favoreció el surgimiento de un sentido de identidad y de un complejo de intereses locales que se contraponían a la política imperial de sus metrópolis europeas. No obstante, no parece compartir el profesor Bushnell la difundida tesis de que las independencias americanas formaron parte de las “Revoluciones Atlánticas”. Con la fina ironía que lo caracteriza, manifiesta sus dudas acerca de la homogeneidad de los diversos procesos revolucionarios que en este amplio manto se pretenden cobijar, pues, aparte del común empleo de la violencia y la retórica revolucionarias, no se debe olvidar que, antes que emular a la Revolución Francesa, la mayoría de los líderes latinoamericanos más bien buscaban distanciarse del modelo parisino y de sus excesos. De hecho, a Bushnell le resulta difícil sostener que los movimientos americanos de independencia se puedan inscribir todos en un mismo ciclo histórico de revoluciones que “comenzó en las afueras de Boston en 1775 y culminó en Ayacucho en 1824, pasando casualmente por París entre una y otra de estas dos fechas”. Es posible, por supuesto, encontrar semejanzas en los orígenes de la inconformidad colonial americana, tanto en el Norte como en el Sur, pero también notorias diferencias. Y así, señalando con agudeza unas y otras, Bushnell nos plantea conclusiones tan provocadoras como la de señalar el carácter eminentemente conservador de la revolución norteamericana, como quiera que ésta tenía como objetivo político preservar derechos tradicionales, así éstos formaran parte de tradiciones e instituciones “liberales”. O la anotación de que, en el fondo, los gobiernos autonomistas establecidos en la América española a partir de 1810 no hicieron nada distinto de lo que hacían al mismo tiempo los gobiernos peninsulares que se oponían a la ocupación francesa. La dimensión social de las revoluciones independentistas americanas se constituye en aspecto central del ensayo de Bushnell. En este sentido, compara tanto a las bases sociales que soportaron las fuerzas de uno y otro bando, como el alcance de los cambios sociales ocurridos. Y en este aspecto su conclusión es contundente: comparada con las demás, la revolución haitiana no tiene rival en cuanto a su significado social. Y si se mira la dirección del cambio social en la América española, es posible sostener

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que fue comparable al de la angloamericana. La principal diferencia consistiría en los puntos de partida, si se considera que, tanto social como políticamente, las colonias inglesas se encontraban mucho más cerca que las ibéricas de los objetivos del liberalismo burgués. A éstas, concluye Bushnell, la guerra de independencia les trajo algo más de lo que ya tenían; a América Latina le trajo algo muy diferente, aunque mezclado todavía con elementos del pasado. Las azarosas peripecias políticas de la construcción del nuevo orden republicano en la Nueva Granada son examinadas por Ana Catalina Reyes Cárdenas en su artículo “El derrumbe de la primera República”. En este artículo se describen los ingentes esfuerzos realizados por las élites criollas para organizar un nuevo orden político en medio de los intensos y turbulentos acontecimientos políticos y militares, los cuales enmarcaron el difícil tránsito del antiguo orden monárquico a los tempranos intentos por construir la república. Además de mostrar la complejidad de estos esfuerzos, pretende la autora mostrar cómo, a pesar de ellos, la fragmentación de la soberanía en múltiples y enfrentados poderes locales y provinciales, y el apetito burocrático de las élites criollas hicieron posible el fracaso de la primera República en la Nueva Granada, incluso antes de que se iniciara la reconquista española. De hecho, la reconquista de la Nueva Granada fue facilitada por la debilidad militar y el caos político que reinaban y por la indiferencia de buena parte de la población, que incluso vio con beneplácito el arribo de las tropas peninsulares. En el período considerado (1810-1815), los múltiples conflictos internos expresan las tensiones entre un orden local fuerte, un orden provincial débil y un orden nacional apenas esbozado. A todo lo anterior habría que agregar que, hacia 1812, la mayoría de las provincias estaban en bancarrota, mientras que las élites criollas, ávidas de nuevos ingresos y de reafirmar su prestigio como nuevo patriciado republicano, erosionaban aún más las exangües finanzas provinciales, lo que generó un clima de incertidumbre y desconfianza en los últimos años de la primera República. En esas circunstancias, las élites fueron incapaces de imponer el orden y garantizar la unidad y la defensa de la naciente república. Por su parte, Roberto González Arana y Edwin Monsalvo dedican su artículo a describir con detalle el incierto camino que recorrió la Junta de Cartagena de Indias, entre 1810 y 1812, en su intento por mantener la gobernabilidad en medio de la crisis política en que estaba sumida la monarquía española. A juicio de los autores, la junta cartagenera mantuvo su lealtad al Consejo de Regencia y a las Cortes de Cádiz hasta el momento en que éstas la desconocieron como gobierno legítimo, y rechazaron sus aspiraciones de igualdad de representación, libertad de comercio y reconocimiento de la junta provincial. Ante ello, la Junta de Cartagena tomó la decisión de

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declarar la independencia absoluta de España en noviembre de 1811. Pese a ello, la Constitución del Estado de Cartagena, expedida en junio de 1812, estableció que, en caso de que Fernando VII recuperara el poder, el “Estado libre e independiente” de Cartagena, aceptaría volver a ser parte de la monarquía hispánica, aunque con algunas condiciones. No se trataba, opinaban los constituyentes, de un paso atrás, sino del reconocimiento de que las desavenencias de los cartageneros habían sido con las Cortes del reino, y no con el rey. Entretanto, el Estado de Cartagena sería gobernado bajo la forma de una república representativa. Abel Fernando Martínez Martín y Andrés Ricardo Otálora Cascante nos proponen un examen de los problemas de alimentación y salubridad afrontados por los ejércitos realistas e independentistas en la fase final de la guerra de independencia en la actual Colombia. El artículo procura describir la precaria ración de los combatientes en tres momentos y en tres escenarios distintos de la guerra: la campaña de los llanos de Venezuela, el sitio de Cartagena, y la marcha a través de la Cordillera de los Andes en la campaña de Boyacá de 1819, utilizando para ello como fuente primordial descripciones y diarios militares. Los padecimientos ocasionados, la escasez de alimentos o los cambios bruscos en la dieta habitual de los combatientes, así como las inusuales y adversas condiciones geográficas y ambientales, la falta de vestimenta adecuada parta las variables condiciones climáticas, las deficiencias sanitarias y las inevitables enfermedades tropicales, terminaron por erosionar los cuerpos y la moral de los combatientes, a tal punto que, según los autores, la combinación de estos factores adversos causó en las tropas beligerantes mayor número de bajas que las heridas de guerra. El historiador Daniel Morán dedica su artículo al estudio de la sociedad y la cultura popular peruanas en los críticos años de 1813 y 1814, recurriendo al discurso político de carácter social difundido a través del influyente periódico El Investigador del Perú. Sus ejes de reflexión los constituyen la prensa, los espacios públicos y las redes de comunicación. Mediante el estudio sistemático de este periódico, el autor advierte el temor o el prejuicio de la élite virreinal con respecto a la supuesta peligrosidad de las clases populares, así como su interés en controlar a este difuso conglomerado social en medio de la crisis que convulsionaba al mundo hispánico. De su análisis de El Investigador, Morán infiere que este periódico representó claramente la asociación entre prensa, poder político y dominación social, y por tanto los intereses de la autoridad colonial encarnada en el virrey Fernando de Abascal. Estratégicamente, el periódico difundió un discurso crítico con respecto a aquellas instituciones que se oponían al virrey, como el Cabildo, la Audiencia y la Inquisición, al tiempo que pregonaba el peligro que podía representar el pueblo. Según el autor, el periódico utilizó el discurso de la peligrosidad del pueblo para sofocar cualquier intento de conspiración por parte de la propia élite,

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pero además propagó la creciente enemistad entre indios y negros como un medio para impedir una eventual alianza entre estos potenciales perturbadores de la paz social. El temor al pueblo, concluye Morán, sería un indicio claro de la existencia de una incipiente cultura y acción política popular en el Perú en tiempos de la independencia. Cierra este dossier el artículo de Mirian Galante titulado “El primer liberalismo mexicano y la encrucijada de la representación: reflejar la nación, gobernar al país (México, 1821-1835)”, en el cual se estudia la incidencia del liberalismo gaditano, sus polémicas parlamentarias y sus contradicciones políticas en la configuración del incipiente e igualmente contradictorio liberalismo mexicano, durante el período crítico de transición entre el antiguo y el nuevo régimen político. Su objetivo principal, según su autora, consiste en explicar cómo se entendían los sistemas representativos a comienzos de la vida independiente, y al mismo tiempo plantear su estrecha relación con una definición múltiple del liberalismo, entendido como el nuevo lenguaje político que cimentaría el nuevo Estado independiente. En su opinión, el primer liberalismo mexicano estuvo fuertemente influido por el proceso de consolidación del principio de soberanía popular y de las prácticas de representación originadas en la crisis monárquica de 1808. El artículo plantea, además, que los políticos de la década de los veinte y los treinta identificaron los sistemas liberales de gobierno y los sistemas representativos, pero nunca los confundieron con la democracia, a la que rechazaban taxativamente. En México, como en buena parte de las recién creadas naciones hispanoamericanas, el crucial asunto de la representación política ocupó buena parte de los debates parlamentarios y periodísticos, enzarzados en dilucidar los acuciantes dilemas planteados por las urgencias políticas del día: ¿Centralismo o federalismo? ¿Parlamentarismo o presidencialismo? ¿“Anarquía” o “despotismo”? ¿Sufragio universal o restringido? ¿Representación regional o nacional? No obstante, a juicio de la profesora Galante, en México se pusieron de manifiesto desde un comienzo los pilares conceptuales que soportarían las distintas propuestas políticas para la fundación del nuevo país: la necesidad de construir un orden político sobre principios que garantizaran la prevención de un posible abuso de poder, y la consideración de que estos principios debían ser los liberales, apuntaban necesariamente al establecimiento de un sistema de gobierno representativo, aunque no necesariamente democrático. En pocas palabras, en el desarrollo de sus argumentos este artículo se ocupa, en primer lugar, de algunos de los asuntos relativos a estas cuestiones, y que fueron objeto de debate en el proceso constituyente mexicano de 1824. En segundo lugar, se tratan las críticas a la tendencia “ampliadora” del cuerpo político que comenzó con el proceso emancipador y se concretaron en la Constitución de 1824. Y finalmente, se argumenta

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que la revuelta de 1828 bien puede considerarse el detonante del viraje hacia un nuevo momento político, proclive a consolidar propuestas políticas restrictivas de la ciudadanía y la representación. En definitiva, según concluye la autora, los actores políticos mexicanos implicados en la construcción del nuevo país nunca confundieron sistema representativo con democracia. Y aunque físicamente no forme parte del cuerpo del dossier, la perspicaz reseña crítica de Marcela Echeverri al libro de José 2. José María Portillo Valdés, Crisis María Portillo Valdés, Crisis atlántica. Autonomía e independencia en atlántica. Autonomía e independencia 2 la crisis de la monarquía hispana , constituye el mejor colofón para en la crisis de la monarquía hispana (Madrid: Fundación Carolina, Centro este acercamiento de Historia Crítica al estudio del proceso indede Estudios Hispánicos e Iberoameripendentista americano. canos, Marcial Pons Historia, 2006).

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Las independencias comparadas: las Américas del Norte y del Sur

Artículo

recibido: 12 de enero de 2010; aprobado: 18 de enero de 2010.

Las independencias comparadas: las Américas del Norte y del Sur

Comparing Independence: North and South America

Resumen

Abstract

A fines del siglo xviii y comienzos del xix la mayor

In the late 18th century and early 19th the greatest

parte de las Américas se independizó de las

part of the Americas became independent of

potencias europeas. Existían siempre motivos de

European powers. There were numerous reasons

descontento, pero en cada caso sucesos acaecidos

for discontent but in each case European events

en Europa contribuyeron al estallido revolucionario.

contributed to the outbreak of revolution. The

La transformación política y social que produjo el

political and social transformation produced in

movimiento en Angloamérica fue de una relativa

Angloamerica was relatively moderate whereas

moderación, mientras que el haitiano fue producto

the Haitian revolution produced deep social as

de un cambio profundo tanto político como social.

well as political change. In the Spanish colonies,

En las colonias españolas, escenario de la lucha

scene of the longest military struggle, and in lesser

militar más larga y en menor grado en el Brasil, el

degree Brazil, the change in political system was

cambio de sistema político fue más abrupto que en

more abrupt than in Angloamerica and the social

el caso de la América inglesa, mientras el alcance

changes uneven but not insignificant.

social resultó desigual pero no despreciable.

David Bushnell

Palabras clave

Key Words

Independencia, Estados Unidos, Haití, colonias

Independence, United States, Haiti, Spanish

españolas, Brasil, Europa.

colonies, Brazil, Europe.

Magíster y Doctor en Historia, de la Universidad de Harvard, Estados Unidos. Profesor emérito de la Universidad de la Florida, Gainesville, Estados Unidos. Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de Historia. Entre sus publicaciones se encuentran: Simón Bolívar: Liberation and Disappointment (Nueva York: Longman, 2003); “Francisco de Miranda and the United States: The Venezuelan Precursor and the Precursor Republic”, en Francisco de Miranda: Exile and Enlightenment, editado por John Maher (London: Institute for the Study of the Americas, 2006), 7-21; Simón Bolívar, proyecto de América (Bogotá: Universidad Externado, edición revisada [2002] 2007) y Colombia, una nación a pesar de sí misma, de los tiempos precolombinos a nuestros días (Bogotá: Planeta, edición revisada y actualizada [1996] 2007). dav@theriver.com

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La noción de una “historia común” de las Américas, que en Estados Unidos tuvo su apogeo hace medio siglo más o menos1, ha pasado hoy día definitivamente de moda salvo en la retórica de la oea y cosas así. Pero si realmente el hemisferio alguna vez compartió una experiencia histórica común, bien puede sostenerse que fue a fines del siglo xviii y comienzos del xix, cuando una colonia americana tras otra rompieron los lazos que las unían a una potencia europea. La comunidad de experiencia parecía obvia a los contemporáneos que aclamaban las hazañas de tal o cual Washington del Sur, que a su turno estaba reproduciendo las de ese “Bolívar (o San Martín) del Norte”. Es verdad que no todos aceptaban la validez del paralelo referido, e historiadores posteriores han destacado una gama amplia de diferencias. Pareciera, sin embargo, que los distintos movimientos de independencia tuvieron por lo menos lo suficiente en común como para hacer factible una comparación, en Ï Este artículo tiene su origen en la la que la identificación de las diferencias y de las similitudes podría ponencia dictada en un simposio contribuir a una mejor comprensión de todos los movimientos. de la Universidad de Londres, cuyas actas después se publicaron en el Cabe advertir, desde luego, que el fenómeno de la independentomo Independence and Revolution cia no abarcó el hemisferio entero. No sólo había en todas partes in Spanish America: Perspectives and Problems, comps. Anthony McFarlane personas y grupos que apoyaban la continuación del vínculo coloy Eduardo Posada Carbó (Londres: nial, sino que en algunos casos importantes ellos tuvieron éxito. El Institute of Latin American Sudies, 1999). Debido a que esta versión tiene Canadá británico no siguió el ejemplo de sus vecinos inmediatos, y modificaciones menores se solicitó la Cuba y Puerto Rico se convirtieron en bases inexpugnables de apoyo aprobación para su republicación al Institute of Latin American Studies a las fuerzas realistas que luchaban en tierra firme. Las Antillas (ilas) y de acuerdo a su nueva razón francesas sintieron uniformemente el impacto de los eventos revosocial al Institute for the Study of the Americas (isa), cuya directora actual lucionarios ocurridos en París, pero al fin y al cabo sólo Haití llevó es la profesora Maxine Molyneaux. a cabo exitosamente su propia revolución. Tampoco abrazaban 1. Una compilación de textos pertinentodavía la independencia las Antillas británicas ni holandesas, ni tes es el tomo de Lewis Hanke, Do las danesas (es decir Islas Vírgenes) ni mucho menos la Antillita the Americas Have a Common History? A Critique of the Bolton Theory (New sueca, o sea la isla de San Bartolomé, mejor conocida como St. York: Knopf, 1964).

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Barthélemy desde su traspaso definitivo a Francia en 1877 —aun cuando todas estas posesiones resultaron afectadas profundamente por los movimientos de independencia de otras colonias—. El Canadá fue blanco militar de los revolucionarios de la Nueva Inglaterra, mientras que algunas pequeñas islas antillanas se volvieron prósperos centros de abastecimiento de patriotas y realistas sudamericanos indiscriminadamente. Las Antillas fueron cuna además de varias figuras eminentes de las causas emancipadoras, como Alexander Hamilton, el mago de las finanzas norteamericanas, quien era oriundo de St. Kitts, y el almirante venezolano Luis Brión, de origen curazaleño. Por otra parte, una perspectiva comparativa hasta la no independencia de ciertas colonias podría arrojar cierta luz sobre los demás casos, y cuando menos plantea interrogantes sugestivos. Por ejemplo, ¿qué habrá tenido en común Canadá con Cuba, o Puerto Rico con Jamaica, como para resistir la tentación de la independencia? Pero un solo ensayo no puede abarcarlo todo; por ahora habrá que dejar estas especulaciones de lado. Algo que tenían en común casi todas las colonias americanas era un proceso interno de crecimiento social, económico y cultural, que en mayor o menor grado creaba un sentido de identidad propia distinta de la de la madre patria, y un complejo de intereses locales (las más de las veces relacionados con el comercio exterior) que en alguna parte chocaban con la política imperial. Estas tendencias no excluían necesariamente la continuación de un apego, a veces bastante fuerte, a la monarquía tradicional, pero indudablemente alentaban el sentimiento a favor de algún tipo de autonomía limitada dentro del imperio (tal como de hecho poseían ya las colonias inglesas), y hacían más factible la aceptación de una opción independentista al llegar el momento de decisión. Otro rasgo común, aunque de intensidad variable e importancia controvertible, fue la presencia de las corrientes de pensamiento político y social convencionalmente agrupadas bajo el rubro de la Ilustración. A este respecto, claro está, las colonias inglesas se interesaban menos en la Encylopédie francesa que en los conceptos de derechos individuales y gobierno limitado, que absorbían de obras como las del inglés John Locke; y aún más en sus propias tradiciones políticas, más que en las destilaciones hechas por filósofos franceses. Las autoridades intelectuales citadas por reformistas y revolucionarios de América Latina eran, por el contrario, mayoritariamente francesas. En el caso específico de la América española, ciertos estudiosos pretendieron minimizar el impacto de la Ilustración, subrayando 2. Sobre el caso específico de la Nueva en su lugar la influencia residual del pensamiento católico tradiGranada, véase la obra de Rafael cional de la escuela de Francisco Suárez2. Sin embargo, el nombre Gómez Hoyos, La revolución granadina de 1810. Ideario de una generación y de de éste brilla casi por su ausencia entre los autores citados por una época, 1781-1821, 2 vols. (Bogotá: publicistas de la época de la independencia, y lo más probable Editorial Temis, 1962).

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es que las fórmulas suarecianas de soberanía popular y demás servían más bien de refuerzo subconsciente para la recepción de nuevas ideas popularizadas por las revoluciones angloamericana y francesa3. Los ejemplos de esas dos revoluciones constituyeron en sí mismos otra forma de influencia política compartida, aun cuando los angloamericanos, por haber tomado la delantera, no pudieron recibir la influencia de revoluciones posteriores, sino que ejercieron influencias mutuas entre ellos mismos, de colonia a colonia. Pero en Latinoamérica, el hecho de que las colonias inglesas del litoral norteamericano se habían sacudido ya el yugo imperial se citaba con frecuencia mucho mayor que las meras palabras de Franklin o Jefferson en justificación de su propio esfuerzo por hacerlo4. En un sentido aún más amplio, se ha sostenido también que los movimientos americanos de independencia pertenecieron todos a un solo “ciclo” histórico de revoluciones, que comenzó en las afueras de Boston con la batalla de Lexington-Concord en 1775 y culminó en Ayacucho en 1824, pasando casualmente por París entre una y otra de estas dos fechas5. Es debatible, por supuesto, hasta qué punto se hayan parecido en el 3. Hay un listado de autoridades citafondo estas revoluciones, aparte de su empleo de la violencia y das en David Bushnell, “El ‘modelo’ la retórica revolucionarias. Y en lo que se refiere a la Revolución angloamericano en la prensa de la emancipación: una aproximaFrancesa, en particular, la mayoría de los líderes latinoamerición cuantitativa de su impacto”, canos buscaban afanosamente distanciarse del modelo parisino apéndice a la obra de Javier Ocampo López, La independencia de los Estados con sus excesos de anticlericalismo y guillotina, a lo menos en Unidos de América y su proyección sus declaraciones públicas. Es más, denunciaban a veces ellos en Hispanoamérica: un estudio de la independencia de Colombia a través que las malignas influencias francesas se hubieran transmitido de la folletería (Caracas: Instituto precisamente a través de la madre patria6. Panamericano de Geografía e Historia, Comité de Orígenes de la Sin embargo, llegaban también de la madre patria repercusioEmancipación, 1979). nes de la renovación intentada por los liberales de la península 4. En el volumen que acaba de citarse, mientras luchaban en contra o, en algunos casos, a favor de la véanse no sólo el apéndice, sino también el texto de Javier Ocampo. intervención napoleónica. A este respecto, dentro del “ciclo” refe5. Tal como se desprende del mismo rido de revoluciones es destacable un “subciclo” de reformismo título, ejemplifica este enfoque la ibérico, que involucraba a Portugal y Brasil además de a España y a importante compilación dirigida por María Teresa Calderón y Clément la América española, y cuyo punto culminante fue la adopción de Thibaud, Las revoluciones en el mundo la Constitución Española de 1812. La carta referida conllevó todo atlántico (Bogotá: Taurus, 2006). un programa de innovaciones liberales, y aunque su aplicación en 6. Véase, por vía de ejemplo, el ensayo de Manfred Kossok, “La imagen de América resultó limitada, no fue despreciable, ya que tuvo vigencia Robespierre en Latinoamérica (1789temporal en gran parte de México, en Perú y en algunos sitios peri1825)”, en La revolución en la historia de América Latina: estudios comparatiféricos del imperio: en la plaza central de San Agustín de Florida vos (La Habana: Editorial de Ciencias se levanta un monumento a la Constitución que no conmemora la Sociales, 1989), 209-218.

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de Filadelfia (como sin duda imagina la inmensa mayoría de turistas norteamericanos que se toman el tiempo de mirarlo), sino la de Cádiz7. Entre los propósitos del liberalismo metropolitano, portugués al igual que español, no figuraba darles independencia a las colonias, pero sembró confusiones entre los defensores del nexo imperial a la vez que se alentaban esperanzas de cambio en la relación con la madre patria, cuya insatisfacción vino a fortalecer el sentimiento independentista del lado americano. Por otra parte, las colonias tanto de Norteamérica como del Sur se habían visto afectadas, a pesar suyo, por las medidas de las potencias metropolitanas —motivadas por la agenda del despotismo ilustrado o simplemente por las rivalidades coloniales—, tendientes a estrechar su control sobre las dependencias americanas. En la América inglesa las medidas adoptadas eran sobre todo fiscales, por ejemplo el impuesto de papel sellado y los derechos sobre el té que decretó el Parlamento en Londres para compelerles a los angloamericanos a pagar una mayor cuota de los gastos de la defensa imperial. En la América española también hubo nuevos impuestos, incluso la extensión del estanco del tabaco a colonias adicionales, mientras se apretaba el control administrativo mediante el sistema de intendentes e innovaciones afines. Todo esto lo resumió John Lynch en su expresión (tan repetidamente citada) de una “segunda conquista” de la América por España8. El Brasil experimentó algo similar con las reformas pombalinas; Saint-Domingue, o sea el Haití francés, se afectó menos aunque no fuera sino porque el gobierno metropolitano durante los años inmediatos anteriores a 1789 tenía otras preocupaciones más graves y más cercanas. En las trece colonias inglesas que se convirtieron a la postre en Estados Unidos, las medidas fiscales fueron de verdad el factor detonante de toda la serie de eventos que culminó en la independencia. El problema fundamental no consistía en el monto (bastante moderado) de los nuevos impuestos, sino en su fuente de origen, ya que los decretó el Parlamento metropolitano y no las asambleas coloniales, que de acuerdo con la “constitución no escrita” del imperio británico poseían el exclusivo derecho de gravar con impuestos a los habitantes colo7. Se destaca la importancia del ciclo niales. Siempre había habido ciertas excepciones a la regla, tales ibérico en otro volumen colaborativo, dirigido por Jaime E. Rodríguez como los derechos de aduana, cuyo propósito (se argumentaba) (él mismo uno de sus abanderados consistía menos en extraer recursos fiscales que en la reglamentaeminentes), Revolución, independencia y las nuevas naciones de América ción del comercio imperial, algo que hasta en Boston se aceptaba (Madrid: Fundación MAPFRE, 2005). como función legítima de las autoridades en Londres. Por consi8. John Lynch, Las revoluciones hispaguiente, cuando el gobierno británico, exasperado por las violentas noamericanas 1808-1826 (Barcelona: Ariel, 1976), 15, en cuya nota de pie protestas coloniales, abandonó su intento de 1765 de introducir el de página le atribuye autoría del impuesto del papel sellado en las colonias americanas, creyó poder concepto a David Brading.

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decretar unos nuevos derechos de aduana —todos ellos prontamente derogados menos el del té— sin desatar un conflicto similar. Sin embargo, en esto había calculado mal. La mismísima moderación del derecho sobre el té contribuyó a la ira de los coloniales, porque en su concepto dejaba ver la esperanza del gobierno de que el impuesto realmente se cobrara en vez de evadirse por medio del contrabando, lo que significaba a su turno que el propósito final no era sino reunir fondos para el tesoro. El resultado fue la Boston Tea Party (o “Tertulia de Té de Boston”) de diciembre de 1773, en la que se arrojaron cargamentos de té a la bahía. Esto provocó una reacción fuerte del gobierno metropolitano —comprensible pero otra vez mal calculada— en forma de los llamados “Actos Intolerables”. Éstos incluyeron desde el cierre del puerto de Boston hasta la concesión de privilegios a los recién conquistados canadienses franceses, cuya religión católica romana les parecía una abominación a los bostonianos de la época. De allí en adelante se deterioró rápidamente la relación entre las colonias y la madre patria hasta desembocar en el primer conflicto armado en Lexington en 1775, y un año después en la declaración de independencia hecha en Filadelfia. Por la importancia primordial en el caso angloamericano de la cuestión fiscal, un observador hostil habría podido interpretar los eventos que impulsaron a las trece colonias a declarar la independencia como un simple conflicto entre evasores de impuestos y el tesoro imperial. Sin embargo, los angloamericanos rebeldes tenían perfecta razón al aseverar que no únicamente el dinero estaba en juego. Aun cuando se hubieran pagado religiosamente todos los nuevos impuestos, su impacto en la vida material de los habitantes habría sido insignificante. Por consiguiente, el conflicto giraba sobre todo alrededor de una cuestión de poder político, de una percepción de amenaza a los derechos acostumbrados de autogobierno local —amenaza que, de haberse concretado plenamente, habría podido abonar el terreno para otros ataques más serios en el futuro—. En todo caso, una vez superada la amenaza mediante la acción revolucionaria, esos derechos tradicionales —consistentes en el requisito del consentimiento de los gobernados para la imposición de gravámenes fiscales— fueron codificados en el texto de las constituciones nacional y estaduales. Mas aparte del mero hecho de ser escritas y del establecimiento de una novedosa unión federal, tales constituciones guardaban una notable semejanza con el sistema de gobierno de que gozaban antes las colonias bajo el control no muy estricto del Parlamento en Londres y de la corona británica. En este sentido, la revolución angloamericana fue básicamente conservadora en sus objetivos políticos, aunque conservó, eso sí, algunas instituciones “liberales”. En ninguna otra parte del hemisferio comenzó el movimiento de independencia como respuesta directa e inmediata a medidas específicas del gobierno metropolitano,

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pero siempre unos sucesos europeos determinaron el inicio de la lucha. Exactamente como en las colonias inglesas, se daba un proceso reactivo que en un principio no buscaba la separación —sólo la resolución de agravios concretos—, pero que más tarde o más temprano se transformó en un movimiento independentista. El primer caso fue el de Saint-Domingue, como subproducto del estallido de la Revolución Francesa. Los hacendados blancos montaron una campaña de agitación buscando evitar la posible adopción en París de medidas favorables a los esclavos y a los libres de color, y estos dos grupos por su parte presionaron para que en efecto se adoptasen tales medidas y para que, una vez adoptadas, la población colonial blanca no lograra evadirlas. Los agentes despachados desde la Francia revolucionaria muy pronto perdieron el control de la situación en la colonia, y también lo perdieron los plantadores blancos, a pesar de la intervención a su favor de fuerzas procedentes de las cercanas colonias británicas9. Toussaint l’Ouverture, como jefe de los esclavos rebeldes, aceptaba la formalidad de una lealtad a Francia, mayormente cuando las autoridades revolucionarias de París aceptaron la abolición de la esclavitud; pero a la larga un regreso a la intransigencia, incluso con restablecimiento de la esclavitud del lado metropolitano, hizo inevitable la independencia plena de Haití. Así como Napoleón debió cargar con la culpa del final rechazo de cualquier transacción que hubieran aceptado los haitianos, él también merece la culpa (o es acreedor al agradecimiento) por haber detonado, sin quererlo, el proceso revolucionario en las Américas española y portuguesa, por su intento de asir el control de las respectivas potencias metropolitanas. En el Brasil se demoró el desenlace por la decisión de la Corte portuguesa de refugiarse en Río de Janeiro; la crisis definitiva estalló sólo cuando la Corte regresó a Lisboa y los brasileños no quisieron perder la autonomía de hecho de que habían gozado mientras Río de Janeiro era capital del entero mundo portugués. Las colonias españolas de Sudamérica salvo el Perú también lograron una autonomía de hecho —a veces bien efímera por cierto— gracias a la invasión napoleónica a la península ibérica, erigiendo sus propias juntas provisionales para gobernar en nombre del cautivo Fernando VII; e Hidalgo trató por lo menos de hacer algo parecido en México. Los eventos de la América española no fueron la culminación de una escalada de controversia pública sobre agravios coloniales, como en las colonias inglesas, pero la seriedad y la índole de 9. Tanto la intervención británica como otras intervenciones en el los agravios hispanoamericanos pueden inferirse sobre la base conflicto son el tema de David de la rapidez con que las juntas de 1810 adoptaron sus medidas Patrick Geggus, Slavery, War and Revolution: The British Occupation of correctivas. Abriendo los puertos al comercio de potencias amigas, Saint Domingue (1793-1798) (Londres: se demostró, desde luego, el descontento con las restricciones al Oxford, 1982).

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comercio impuestas anteriormente por la política imperial, por más que el efecto de tales restricciones haya sido amortiguado por las muchas excepciones especiales y por la tolerancia del contrabando. Nombrando a hispanoamericanos para los puestos más importantes —y practicando aun una discriminación en contra de los peninsulares en los nombramientos— se dio satisfacción a la ambición de los criollos de mayores oportunidades burocráticas. Con la abolición de la Inquisición, de la trata de esclavos y del tributo de indígenas, las juntas americanas hicieron gala de su propia ilustración social y cultural: los indígenas en lugar del tributo tendrían ahora que pagar otros impuestos que antes no pagaban, pero tributo en fin era una palabra de mala resonancia. Y mediante la creación de asambleas de elección popular y la adopción de algunas constituciones escritas rudimentarias, los hispanoamericanos se dieron un aparato de gobierno limitado y representativo en lugar del seudoabsolutismo, ahora tan pasado de moda, del antiguo régimen español10. En todo este plan de reformas los nuevos gobiernos hispanoamericanos no hacían nada (con excepción de la apertura de los puertos y la abolición de la trata de esclavos) que no hicieran igualmente en la misma madre patria los gobiernos de la resistencia antinapoleónica. Es más, el primer paso de la transición del absolutismo al gobierno representativo fue dado desde España cuando la Junta Central de Sevilla invitó a los hispanoamericanos a elegir a algunos de ellos mismos para tomar asiento en la Junta; y la Constitución de Cádiz de 1812 tuvo por objeto convertir el imperio español entero en una monarquía constitucional. Como han hecho ver el profesor Timothy Anna y otros estudiosos, la constitución española fue recibida con regocijo por muchos americanos11, y una figura como el notable humanista Andrés Bello —quien había sido agente en Londres de los revolucionarios vene10. Sobre el caso argentino en partizolanos, los primeros en abandonar el pretexto de obediencia a cular, con mención de paralelos con FernandoVII— vaciló durante largos años antes de abandonar su medidas de los liberales epañoles, véase el primer capítulo de mi obra propia esperanza de una resolución pacifíca del conflicto entre Reform and Reaction in the Platine España y América sobre la base del monarquismo constitucional12. Provinces (1810-1852) (Gainesville: University of Florida Press, 1980). Por varios motivos no resultó posible una solución del tipo que 11. Fue “aclamada […] con entusiasmo” anhelaba Bello. En primer lugar, la representación ofrecida a los por los criollos de la ciudad de americanos tanto en la Junta Central como después en las Cortes México, según Timothy Anna (The Fall of the Royal Government in Mexico fue a todas luces inadecuada, ya que no guardaba relación con la City [Lincoln, Nebraska: University of población de los territorios de ultramar. Un obstáculo aún más Nebraska Press, 1978], 108). fundamental fue el hecho de que ni siquiera los liberales españoles 12. Antonio Cussen, Bello and Bolívar: Poetry and Politics in the Spanish se mostraron dispuestos a otorgarles a los territorios americanos American Revolution (Cambridge: un grado significativo de autonomía interna. Venezuela, como ya Cambridge University Press, 1992).

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queda notado, fue la primera de las ex colonias en darse cuenta de que lógicamente no había sino una salida posible, que era la declaración de independencia (adoptada en Caracas en julio de 1811); pero antes se había desatado la lucha armada, desde 1809 en los casos de Quito y el Alto Perú, y eventualmente cubrió casi todo el continente. Ya en la década de 1820 pudo verse por fin establecida una fila completa de gobiernos independientes desde México a Buenos Aires, todos ellos salvo en el Paraguay de tipo ostensiblemente constitucional representativo. A diferencia de lo que sucedió en la América inglesa, el nuevo orden político de la América española —y también la Portuguesa, aunque en Brasil en menor grado por la retención de la monarquía— significó un rompimiento brusco del sistema político preexistente. Incluso cuando su intensidad era variable según la región, el conflicto en la América española fue el más largo y, con excepción de Haití, el más brutal y tenaz de las guerras americanas por la independencia. La batalla decisiva se libró en Ayacucho, unos quince años después de que hubieran sonado los primeros tiros; escaramuzas esporádicas y guerras de guerrillas continuaron algún tiempo más y cayeron las fortalezas realistas del Callao en el Perú y San Juan de Ulúa en México sólo en 1826. En diferentes ocasiones el conflicto se había caracterizado por medidas tan extremas como la guerra a muerte declarada por Bolívar y las ejecuciones en masa de patriotas neogranadinos por orden de Morillo. La guerra de independencia angloamericana, por el contrario, duró sólo seis años, de la batalla de Lexington-Concord hasta la de Yorktown, u ocho años si consideramos como fecha final la del tratado por el cual la Gran Bretaña reconoció formalmente la independencia de sus ex colonias. Hay que notar además que si la fecha terminal de la lucha en la América española también es la de la firma de tratados de paz y amistad, entonces continuó allí hasta la década de 1830 para México y Nueva Granada, y aún más tarde para algunos otros países. Tampoco se sintió compelido nunca Jorge Washington a declarar una guerra a muerte. El único índice de ferocidad que sobresalió en la lucha angloamericana fue la proporción de habitantes coloniales que finalmente pararon al exilio voluntario o involuntario: un cinco por ciento quizás de la población total (y un porcentaje aún mayor de la población blanca), lo que equivale a un éxodo superior al causado o por la Revolución Francesa o por la de la América española13. La accesibilidad geográfica del Canadá como lugar de refugio 13. Keith Mason, “The American para los perdedores fue naturalmente un importante factor expliLoyalist Diaspora and the Reconfiguration of the British cativo de la cantidad de exiliados angloamericanos. Por otra parte, Atlantic World,” en Empire and Nation: la breve duración de la guerra en la América inglesa se explica sobre The American Revolution in the Atlantic World, comps. Eliga H. Gould y Peter todo por la masiva ayuda extranjera que recibieron los revolucioS. Onuf (Baltimore: Johns Hopkins narios —de Francia, de España y aun de Holanda—, lo que marca University Press, 2005), 240.

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otro obvio contraste con la situación de las colonias rebeldes de la América española, ya que ninguna potencia extranjera le declaró la guerra a España para aliarse con ellas. Recibieron un flujo intermitente de soldados extranjeros voluntarios o mercenarios (según el punto de vista), además de los materiales de guerra que vendieron o por efectivo o a crédito los comerciantes particulares, pero esta ayuda no oficial no guarda comparación ninguna con el aporte militar del ejército real francés que luchó al lado de Washington en el continente norteamericano ni de la flota francesa (previamente abastecida en La Habana) que hizo posible la victoria culminante en Yorktown, impidiendo que refuerzos británicos llegasen a tiempo al campamento del jefe realista. Unicamente en la revolución haitiana hubo un grado igual o mayor de internacionalización, estando España una vez más alineada (por lo menos brevemente) con los revolucionarios en contra de otra potencia europea. Pero en este caso las distintas intervenciones extranjeras tendían a cancelarse unas a otras, y en todo caso contribuyeron muy poco al resultado final. Tampoco intervinieron directamente potencias extranjeras en la guerra brasileña de independencia, cuya breve duración fue debida primordialmente a la enorme disparidad de recursos entre la colonia rebelde y la madre patria. A lo sumo, los buenos oficios de la diplomacia británica a favor de una resolución rápida del conflicto, que se daba entre un cliente tradicional europeo de Inglaterra y un potencial estado-cliente sudamericano, tuvieron necesariamente algo que ver con la voluntad portuguesa de inclinarse ante lo inevitable14. Para el estudio comparativo de las revoluciones, estos detalles militares y diplomáticos revisten sin duda menor interés que el contexto social, con referencia tanto a las bases sociales de las fuerzas de un lado y otro, como al alcance de los cambios sociales ocurridos, fueran estructurales o de otro tipo. Y huelga decir que la revolución haitiana no tiene rival en lo que a significado social se refiere. Con unas excepciones menores, se dio nítidamente una división de fuerzas sociales, de esclavos rebeldes contra los plantadores blancos y los petits blancs o “pequeños blancos”, consistiendo la principal ambigüedad en el papel decisivo de los libres de color, que se sentían agraviados por el orden prerevolucionario, pero vacilaban en hacer causa común con los esclavos, entre otras razones por su sentimiento de superioridad frente a ellos. El desenlace también fue nítido en Haití, en cuanto fue la primera nación del Nuevo Mundo que abolió totalmente la esclavitud y que de paso abolió (aun contra los deseos de jefes como Toussaint l’Ouverture) la economía de plantaciones. En comparación con un cambio social tan radical, la independen14. Neill Macaulay, Dom Pedro: cia política de Haití parece de importancia sólo incidental. The Struggle for Liberty in Brazil and Portugal, 1798-1834 (Durham: En Angloamérica, el cambio neto social parece haber sido de University of North Carolina Press, una magnitud bastante similar al político; obviamente no hubo ni 1986), 181-185.

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de lejos una transformación tan impresionante como la de Haití. La independencia política, como ya se ha mencionado, en el fondo reafirmó y amplió la autonomía de hecho existente aun antes de 1776. Con respecto al impacto social, una cuestión preliminar que necesita plantearse es hasta qué punto había diferencias significativas entre los grupos que luchaban en pro o en contra de la independencia: patriots y tories, en terminología angloamericana. Existe una impresión popular en Estados Unidos de que los enemigos de la independencia eran básicamente los británicos y unas tropas mercenarias alemanas que ellos habían contratado, pero en realidad había fidelistas nativos pertenecientes a cada estrato social, desde esclavos negros hasta terratenientes aristócratas, y la causa de la Gran Bretaña obtuvo por cierto el apoyo de muchos de los indígenas no asimilados que vivían más allá de la frontera de asentamientos blancos. Fuera o no que los naturales se dieran cuenta de que uno de los terribles abusos denunciados en la Declaración de la Independencia norteamericana fue el intento de las autoridades en Londres de suspender la migración de colonos blancos a unas vastas regiones del interior del continente, no es sorprendente que si tuvieran que decidirse por uno u otro bando generalmente preferían ayudar a los agentes de un rey lejano y no a los vecinos inmediatos que venían arrebatándoles espacio vital15. Pero si dejamos de lado a los indígenas —quienes en última instancia desempeñaron un papel marginal en el conflicto— y también por el momento a los esclavos negros, al hablar del origen social de los bandos contendientes hay que hacer unas distinciones entre las colonias del norte y del sur. En el norte, la crema de la crema de la oligarquía comercial tendía a abrazar la causa del régimen colonial, fuera por un miedo instintivo al cambio, por sus vínculos con intereses comerciales británicos o hasta por un factor religioso, si es que eran anglicanos, miembros de la iglesia oficial de la madre patria, frente a las sectas disidentes que eran mayoría en todas las colonias desde Pensilvania hacia arriba. Sin embargo, si en el norte la cúspide de la pirámide social era realista, los grupos intermedios, tanto de negociantes 15. Sobre la actitud de los indígenas, como profesionales, así como el clero puritano y una pluralidad del véase Barbara Graymont, The Iroquois in the American Revolution (Syracuse: resto de la población —consistente en granjeros y artesanos sobre Syracuse University Press, 1972) y todo— eran patriotas. Reitero que se trata de una simple pluralidad, James H. O’Donnell, Southern Indians in the American Revolution (Knoxville: porque ninguna facción gozaba del apoyo de una mayoría absoluta University of Tennessee Press, 1973). y un número indeterminado pero sin duda alto de los habitantes no 16. Robert Middlekauf, The Glorious querían comprometerse con una ni con otra16. Cause: The American Revolution 17631789 (Nueva York: Oxford University En las colonias sureñas, por el contrario, la cúspide de la piráPress, 1982), 549-555, ofrece una mide la ocupaban los miembros de una aristocracia terrateniente visión global de los realistas, quienes en su estimación constituían la y esclavócrata, es decir, los Washington y Jefferson y otros de quinta parte más o menos de la menor renombre que exactamente como los Bolívar venezolanos población colonial total.

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asumieron la jefatura de la causa patriota. Siendo ellos las personas que de hecho controlaban los órganos de gobierno locales, buscaban salvaguardar su posición política contra intromisiones de la metrópoli. Como agroexportadores vieron la posibilidad de quitarse de encima una reglamentación imperial del comercio que no constituía un estorbo grave pero sí molesto. Los principales comerciantes de los puertos del sur también se inclinaban al lado patriota, pero se daban naturalmente excepciones, y un buen número de agricultores del interior se decidieron —al igual que los indígenas cuyas tierras iban usurpando— a identificarse con el convenientemente distante Jorge III más que con los grandes plantadores que dominaban los gobiernos locales o con los comerciantes a quienes estaban adeudados. El otro grupo social importante, por lo menos en el sur, era el de los esclavos, que en general continuaban arando y cosechando o dedicados a oficios domésticos o urbanos exactamente como antes del conflicto. En la historiografía norteamerica hasta años recientes esta circunstancia había parecido tan natural e inevitable que suscitaba pocos comentarios. Desde una perspectiva hemisférica, sin embargo, sí llama la atención el hecho de que ni patriotas ni realistas trataron de aprovecharse sistemáticamente del servicio militar de los esclavos, tal como haría después Boves en contra de Bolívar y Bolívar contra Morillo, o San Martín en su campaña a través de los Andes de Mendoza a Chile. Del lado de los patriotas, o patriots, en un principio hasta se trató de prohibir el reclutamiento de soldados negros. Después se dieron casos, aunque no masivos, de participación militar de esclavos y de negros libres a favor tanto de los patriotas como de los realistas, y el último gobernador británico de Virginia hizo brevemente del reclutamiento de esclavos una pieza clave de su estrategia. Mas él pronto abandonó el intento por contraproducente, por las airadas protestas aun de virginianos realistas: el favor de los dueños pesaba más que la posible colaboración de los esclavos17. Salvo la reducida participación de los esclavos y el papel marginal aunque principalmente probritánico de los grupos indígenas, no es fácil identificar pautas consistentes de alineamiento de elementos sociales en la guerra de independencia angloamericana. Lo que puede decirse de brocha gorda sobre una región no es aplicable necesariamente a otra, y por otra parte las diferencias entre estratos sociales eran menos nítidas que en otras partes del mundo occidental por aquellos años. Recuérdese, a este respecto, el asombro de Francisco de 17. Robert Middlekauf, The Glorious Miranda, mientras viajaba por el litoral norteamericano, al obserCause, 556-557. var la relación de compañerismo descomplicado entre empleadores 18. Francisco de Miranda, The Diary y empleados (tratándose de empleados blancos por supuesto)18. of Francisco de Miranda: Tour of the United States, 1783-1784 (Nueva York: La angloamericana era una sociedad sin obispos ni títulos de Hispanic Society of America, 1928), nobleza, y aun cuando era notable la brecha en cuanto a estilo por ejemplo, 82-83.

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material de vida y hasta algunas pretensiones culturales entre plantadores de Carolina del Sur y granjeros asentados en la frontera de Pensilvania, tenían en común en la mayoría de los casos la condición de terratenientes. En las colonias inglesas de Norteamérica casi todos los miembros de la población blanca o poseían tierras o podían razonablemente soñar con hacerse poseedores, trasladándose a la frontera para este propósito en caso necesario. Prevalecía una situación algo similar con respecto a la educación popular, habiendo alcanzado las colonias de Nueva Inglaterra un nivel de alfabetismo casi universal, y las demás colonias un nivel superior por lo menos a la generalidad de los países europeos. La sociedad en su conjunto, en fin, había internalizado los valores del sentido común práctico, del trabajo personal y de la acumulación de riqueza que ensalzaba en sus escritos Benjamín Franklin. Por lo tanto, así como Tulio Halperín Donghi se refiere a la Argentina como un país “nacido liberal”19, podría decirse que Estados Unidos es una nación “nacida burguesa”. No todos eran burgueses en sentido estricto en su función económica, y los plantadores del sur, aunque practicaban una agricultura comercial de exportación, usaban un sistema de trabajo precapitalista. La victoria definitiva de una burguesía capitalista en Estados Unidos vendría después de la magna guerra civil de mediados del siglo xix. Pero el espíritu de la sociedad y la ideología predominante ya eran bastante favorables a tal desenlace20. ¿Produjo el conflicto cambios significativos en la estructura de la sociedad? Por cierto que sí, según la escuela de opinión que ejemplifica (y que resume en su título) la obra de Gordon Wood, The Radicalism of the American Revolution21. La tesis de Wood sostiene que la sociedad prerevolucionaria 19. Tulio Halperín Donghi, “Argentina: era controlada por las oligarquías coloniales terratenientes Liberalism in a Country Born y comerciales, y que lo que emergió al término de la lucha fue Liberal”, en Guiding the Invisible Hand: Economic Liberalism and the State in por primera vez un orden social realmente democrático. Es que Latin America, comps. Joseph L. Love los sectores populares de granjeros independientes y artesanos y Nils Jacobsen (Nueva York: Praeger, 1988), 99-116. que militaron en los ejércitos revolucionarios y dieron también 20. Un sugestivo análisis de esta cuessu apoyo a la causa de otras muchas maneras habrían tomado tión es el ensayo de Allan Kulikoff, literalmente en serio la retórica igualitaria de la Declaración de “Was the American Revolution a Bourgeois Revolution?”, en The Independencia y exigido exitosamente una participación verdaTransforming Hand of Revolution: dera en el proceso político. Uno de los resultados fue una mayor Reconsidering the American Revolution as a Social Movement, comps. ampliación del sufragio, a medida que un estado tras otro (no Roland Hoffman y Peter J. Albert todos) derogaban restricciones al derecho del voto, que había (Charlottesville: University Press of Virginia, 1996), 58-89. sido bastante generalizado aun antes de la revolución gracias a 21. Gordon Wood, The Radicalism of the la distribución tan amplia de la propiedad raíz, y ahora alcanAmerican Revolution (Nueva York: zaba o se aproximaba al ideal del sufragio universal de varones, Knopf, 1992).

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siempre tratándose de varones blancos, ya que los negros libres no obtenían siempre el mismo privilegio22. Otro resultado fue una serie de medidas que eliminaban rasgos del orden colonial tales como las iglesias oficiales (anglicanas en el sur, puritanas en el norte) o como la ley de primogenitura en los lugares donde existiera. Hasta se vieron los comienzos de abolición de la esclavitud: durante o poco después de la guerra varios estados acabaron con la institución de una vez o adoptaron el principio del vientre libre, que más tarde se emplearía como método gradualista de emancipación en la América Española. Típicamente, los estados abolicionistas eran los que casi no tenían población esclava, como Massachusetts; los de vientre libre, los estados como Nueva Jersey, donde no existía una esclavitud masiva pero la institución tenía la importancia suficiente como para que la voz de los dueños tuviera un peso relativo en la política estaduales. Donde no se hizo nada al respecto fue, obviamente, en los estados del sur, donde la esclavitud desempeñaba un papel económico y social de primer orden —aunque cabe añadir que la misma constitución federal de 1789 fijó una fecha límite para la importación de esclavos23—. Otras numerosas reformas de tipo democrático o hasta “radical” en términos de su época podrían detallarse, y no faltaban oligarcas iracundos a quienes horrorizaba la ola de demagogia fiscal y de otra índole tan característica de la política interna de los estados en los años inmediatos de posguerra. Esperaban ellos que la creación en 1789 de un gobierno federal fuerte sería el antídoto adecuado para tales excesos. La adopción de la constitución nacional significó también la formación de un mercado común continental, otro factor que contribuyó al despegue de una sólida burguesía capitalista. Sea como fuere, las consecuencias sociales y económicas de la revolución angloamericana, aunque no despreciables, tampoco son comparables con las de la Revolución Francesa o de la haitiana, que vendrían poco después, ni de las grandes revoluciones del siglo veinte. Precisamente por la existencia aun antes de la revolución de un igualitarismo social relativo e ideario predominante de signo burgués, los cambios sociales no representaron una ruptura abrupta con el pasado, sino que se dieron diferencias de grado mayor o menor, lo mismo que los cambios políticos. 22. Clinton Williamson, American En la América española el contexto social era bastante más Suffrage: From Property to Democracy, 1760-1860 (Princeton, Princeton complicado. Con respecto al alineamiento de fuerzas sociales, University Press, 1960), capítulos pareciera que los comerciantes importadores y exportadores — 6 y 7. con excepción natural de los agentes de casas mercantiles de 23. William M. Wiecek, The Politics of Antislavery Constitutionalism in Cádiz— en su mayoría apoyaban el movimiento de independencia. America, 1760-1848 (Ithaca: Cornell Lo mismo puede decirse de los terratenientes, cuya producción University Press, 1977).

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agropecuaria se destinaba a mercados exteriores, como en Venezuela y el Río de la Plata, y de los abogados y demás profesionales al servicio de los grupos referidos. Hasta qué punto podrían estos elementos denominarse “burgueses” es una cuestión muy distinta y altamente discutible, pero así puede denominarse su meta ulterior de ampliar y profundizar conexiones con el mercado del Atlántico Norte. Sin embargo, los independentistas no habrían ganado la guerra sin obtener la colaboración de propagandistas clericales, de terratenientes no dedicados a la exportación (en especial en colonias como la Nueva Granada donde el comercio exportador revestía menor importancia) y de miembros de las clases populares por lo menos en calidad de carne de cañón. El clero, por su parte, parece haberse alineado a favor o en contra de la independencia de acuerdo con los mismos patrones que los no clérigos de similares orígenes sociales y regionales. En cuanto a los hacendados no agroexportadores, no tenían por razón de su función económica motivos obvios para abrazar la causa de la independencia, pero esto no quiere decir que por regla general necesariamente prefirieran la causa realista. Los elementos populares fueron reclutados también, claro está, por los revolucionarios, e igualmente por los enemigos de la revolución a veces con mayor éxito. Aunque la preferencia fundamental de los indígenas en las colonias españolas era sin duda apartarse del conflicto para que criollos y peninsulares luchasen entre sí, cuando no tuvieron más remedio que participar lo hicieron con mayor frecuencia a favor de los realistas. Esto lo hicieron tanto porque las áreas de masiva población indígena como el Perú permanecían la mayor parte del tiempo bajo el control realista, como por los mismos motivos que determinaron la predilección espontánea de los iroquois y otros grupos naturales de América del Norte por los británicos. En algunos casos entraron en juego además factores particulares regionales, como en la provincia neogranadina de Santa Marta, donde los indígenas (pero no sólo ellos) abrazaron la causa fidelista24. El éxito de fuerzas irregulares realistas en el reclutamiento de negros esclavos y pardos libres en contra de la Segunda República Venezolana es otro ejemplo bien conocido de apoyo popular a los enemigos de la independencia, aun cuando no tan familiar quizás como el ejemplo del apoyo masivo ofrecido a Miguel Hidalgo por los sectores populares en México central. Pero en fin, tal como se desprende de estos dos casos opuestos, no hay una sola fórmula que pueda relacionar el origen social con el alineamiento a favor de patriotas o realistas en la América española en su conjunto. Después de todo, en Cuba aun los hacendados agroexportadores y 24. Steinar A. Saether, “Independence comerciantes afines eran sólidamente realistas. and the redefinition of Indianness around Santa Marta, Colombia, 1750Algunos historiadores han sostenido que la alianza inevitable 1850,” Journal of Latin American Studies de revolucionarios burgueses o quizás protoburgeses con sectores 37:1 (febrero 2005), 55-80.

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del clero y con terratenientes más tradicionales condenó el movimiento de independencia de la América española a ser una “revolución incompleta”, revolución que logró una mayor apertura al comercio mundial pero dejó de eliminar los privilegios corporativos enquistados y otros rasgos del régimen colonial que eran obstáculos al desarrollo capitalista liberal25. Mejor dicho, se dio un comienzo de eliminación de semejantes obstáculos incluso cuando los logros principales se demorarían hasta las revoluciones liberales de mediados del siglo. Entre las medidas adoptadas durante la guerra o inmediatamente después figuraron reformas tales como la abolición de los mayorazgos, en casi todas partes; también en casi todas partes los primeros pasos hacia la abolición de la esclavitud; la adopción general de condiciones económicas, en lugar de las anteriores étnicas o estamentales, en lo que se refiere al acceso a la participación política y a las profesiones de mayor prestigio; y una miscelánea de decretos para la conversión de las tierras comunales de indígenas en propiedad privada. Estos últimos decretos, en verdad, quedarían letra muerta en la mayoría de los casos por varios decenios, y tampoco fue un cambio muy significativo para un pardo tener ahora el derecho de asistir a la universidad si él ni siquiera sabía leer. En cuanto a la esclavitud, la norma latinoamericana se parece notablemente a la de los Estados Unidos: donde la institución era insignificante, como en Chile, se abolió sin más ni más; donde tenía una importancia moderada o sólo en algunas provincias, como en la Gran Colombia, se optó por el sistema gradualista del vientre libre; donde tenía una importancia básica en la economía, como en la Cuba todavía española, no se hizo nada. Tampoco se hizo nada en el Brasil imperial, donde la existencia de la esclavitud a gran escala confería a la sociedad un sesgo más conservador que en casi cualquiera de las nuevas repúblicas, pero donde algunas otras innovaciones, como la tolerancia religiosa, se aceptaron casi sin problema. En el caso de la esclavitud, en la América española independiente, los decretos de manumisión probablemente hicieron menos por acelerar la decadencia de la institución que por los efectos de la lucha militar, que conllevó el reclutamiento de esclavos para servir en uno u otro bando —después de lo cual nunca podrían devolverse a la condición anterior—, sin decir nada de las múltiples oportunidades que les proporcionó la confusión de la guerra para escaparse. De modo algo similar, el servicio militar fue un mecanismo de movilidad social ascendente para muchos hombres libres de origen social humilde o mediano; mientras que los préstamos forzosos y confiscaciones de bienes significaron una movilidad descendente para otros, en particular para los realistas perdedores. El exilio voluntario o 25. Véase, por ejemplo, Manfred involuntario de muchos de los derrotados creaba naturalmente Kossok, La revolución en la historia, una apertura de la que se aprovecharon tanto hispanoamericanos 139-140 y pássim.

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emprendedores como extranjeros recién llegados. Todas estas instancias de movilidad social ascendente o descendente (o hacia o desde afuera) no significaron necesariamente un cambio profundo de la estructura social, ya que los movimientos en un sentido determinado tendían a equilibrarse con movimientos inversos. Sin embargo, así no ocurrió del todo, porque la sociedad que emergió de la lucha resultaba un poco más abierta que la colonial, y no sólo por la adopción de unas cuantas reformas como la eliminación de los mayorazgos o por las repercusiones sociales de la lucha misma. Entre otros varios factores, las formas de gobierno representativas y constitucionales que se adoptaron —más novedosas en América Latina que en Angloamérica— ensancharon por sí mismas las oportunidades de empleo de sectores sociales intermedios. La élite burocrática de la colonia tardía no era capaz de ocupar todos los puestos establecidos, y el resultado fue que unos ambiciosos advenedizos de regiones antes marginadas o de sectores sociales también marginales pudieron acceder a una parte del poder político formal26. Y en fin, hay que tener en cuenta la ampliación de la participación popular mediante elecciones más o menos regulares. En casi todas partes, el sufragio era bastante más restringido que en los Estados Unidos, pero las elecciones probablemente tuvieron mayor significación en el proceso político global de lo que convencionalmente se ha imaginado, contribuyendo así a una temprana politización de mucha parte de la población. A este respecto no debe pasarse por alto la experiencia de regiones en que tuvo vigencia brevemente la Constitución Española (Quito, Perú, Nueva España), donde se dieron también elecciones y votaron muchos indígenas aun cuando a los pardos se les negaba la ciudadanía27. Algo menos novedoso era el control que en última instancia seguía ejerciendo en las nuevas repúblicas (o en la nueva monarquía del Brasil) una clase alta relativamente pequeña, cuyos intereses se vinculaban generalmente a la agricultura de exportación o, según la región, a latifundios de tipo tradicional. Esta clase alta no era exactamente la misma que antes, pero como consecuencia del hecho político de la independencia había tomado en sus propias manos ciertas funciones decisorias y administrativas antes pertenecientes a una monarquía distante y sus agentes en América. Semejante logro sin duda importaba más 26. Sobre el caso específico de la Nueva Granada, véase Víctor Manuel Uribe que la simple necesidad de compartir el poder republicano con Urán, Vidas honorables: abogados, unos cuantos conciudadanos. Así y todo, en una perspectiva comfamilia y política en Colombia, 1780-1850 (Medellín: eafit, y Bogotá: Banco de la parativa es posible sostener que la dirección del cambio social en República, 2008). la América española —y en la América portuguesa, aun cuando el 27. Para el caso de Quito, ver el artículo Brasil no ha recibido en este ensayo la atención que merece— fue de Jaime Rodríguez, “La antigua provincia de Guayaquil durante la época comparable a la de Angloamérica, y quizás inclusive que el grado de de la independencia (1809-1820)”, innovación fuera un poco mayor. La principal diferencia consistía Procesos 14 (1999), 18-26.

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en los puntos de partida, porque tanto social como políticamente las colonias inglesas ya se habían acercado mucho más que las ibéricas a las metas del liberalismo burgués. Para aquellas, la guerra de independencia en último análisis les trajo algo más de lo que ya tenían; para América Latina, trajo algo diferente, aunque todavía mezclado con otras cosas acostumbradas.

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Artículo recibido: 2010; aprobado: 12 de abril de 2010; modificado: 10 de mayo de 2010.

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de enero de

El derrumbe de la primera república en la Nueva Granada entre 1810 y1816

The collapse of the first Republic in New Granada between 1810 and 1816

Resumen

Abstract

Este artículo describe los múltiples esfuerzos

This article describes the multiple efforts under-

realizados por las élites criollas para organizar un

taken by Creole elites to organize a new political

nuevo orden político en la Nueva Granada entre

order in New Granada between 1810 and 1816. It

1810 y 1816. Se intentará apreciar la complejidad

takes into account the complexity of these efforts

de estos esfuerzos y mostrar cómo, a pesar de

and shows how, nonetheless, the political frag-

ellos, la fragmentación política en múltiples sobe-

mentation into numerous local sovereignties, the

ranías locales, el peso de las identidades y los pro-

weight of local identities and projects, as well as

yectos locales, así como los apetitos burocráticos

the bureaucratic appetites of Creole elites, paved

de las élites criollas, allanaron el camino al fracaso

the way for the failure of the first Republic in New

de la primera república en la Nueva Granada, aun

Granada even before the reconquest.

antes de la reconquista.

Palabras clave

Key Words

Primera república, Nueva Granada, ciudades,

First Republic, New Granada, cities, villas, provinces,

villas, provincias, juntas de Gobierno, burocracia,

juntas de gobierno, bureaucracy, corruption, war.

corrupción, guerra.

Ana Catalina Reyes Cárdenas

Historiadora y Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Doctora en Historia de América Latina de la Universidad Pablo de Olavide en Sevilla, España. Profesora asociada del Departamento de Historia de la Facultad Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional de Colombia, Medellín, Colombia. Directora del Grupo Historia, Territorio y Poblamiento en Colombia (Categoría A en Colciencias). Sus temas de investigación son la configuración del espacio y los patrones de poblamiento en la Nueva Granada durante los siglos xviii y xix, al igual que los procesos de transición entre el mundo colonial y el republicano en la Nueva Granada y en la región Andina. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: “La revolución de los cabildos y las múltiples autonomías locales en el Nuevo Reino de Granada”, en Historia que no cesa. La independencia de Colombia, 1780-1830, editado por Pablo Rodríguez Jimenez (Bogotá: Universidad del Rosario, 2010), 47-62; “Balance y perspectivas de la historiografía sobre la independencia en Colombia”, Revista Historia y Espacio 33 (2009): 5-20; “El miedo a la plebe: participación popular en la primera República. Nueva Granada, 1810-1816”, en Seminario Internacional Etnia, color y clase en los procesos de Independencia de los países andinos (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2008). acreyes@unal.edu.co

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El derrumbe de la primera república en la Nueva Granada entre 1810 -1816 Ï “Esta Junta Superior ve con el más profundo sentimiento que la discordia se va extendiendo por todo el Reino y que lo amenaza la completa anarquía. Las provincias se han separado de las provincias, los lugares se van separando de los lugares, todos quieren ser independientes, y en breve cundirá el mismo espíritu en cada uno de los individuos. Entonces disueltos enteramente los vínculos sociales, no se conocerá otra ley que la del más fuerte, retrocediendo el Reino al estado bárbaro e infeliz de los primeros habitantes del globo […]”1.

1. L os retos de la nueva república Entre los años 1810 y 1815 sucedieron tantos acontecimientos que al intentar reconstruir la cronología de los hechos politicos que sacudieron a la Nueva Granada se tiene la sensación de estar en medio de un gran turbión. Una cadena de sucesos vertiginosos desfilan ante los ojos del investigador, que apenas alcanza a dimensionar su importancia cuando es atroÏ Este artículo es el resultado de la pellado por otro: instalación de colegios electorales, congresos, investigación realizada para la tesis federaciones y proclamación de numerosas constituciones2. doctoral, presentada a la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España, en Todo esto en medio de la efervescencia de la prensa, los bandos el mes de noviembre de 2009. y la proliferación de panfletos, pues la libertad de imprenta y 1. “Pronunciamiento de la Junta Prola necesidad de crear una opinión pública favorable a los divervincial de la Provincia de Antioquia. 26 de diciembre de 1810”, citado en sos proyectos políticos hicieron que ésta irrumpiera como actor Roberto Tisnes, Don Juan del Corral determinante de la república. (Bogotá: Biblioteca Banco Popular, 1980), 64. Mas no sólo se vivió una intensa actividad política. El retumbar 2. Entre 1810 y 1815 se promulgaron las de tambores de guerra, el alistamiento y el desfile de tropas fueron siguientes constituciones: Antioconstantes entre los años de 1811 y 1815. En la Nueva Granada se quia, 1811, 1812, 1815; Cartagena, 1812, 1814; Cundinamarca, 1811, movilizaron las tropas y las milicias, no sólo contra los peligros 1812, 1815; Socorro, 1810; Mariquita, de las provincias realistas y una posible reconquista, sino que 1815; Mompox, 1812; Neiva, 1812, 1815; Timaná, 1810; Pamplona, 1815; también se enfrentaron provincias, ciudades, villas y parroquias. Popayán, 1814; Provincias Unidas, El enfrentamiento entre el Congreso de las Provincias Unidas y el 1811, 1814, 1815; Tunja, 1811. Ver: Manuel Antonio Pombo y José de Cundinamarca se intensificó, hasta llegar a una situación en Joaquín Guerra, ed., Constituciones de que la guerra y el sometimiento militar del contendor aparecieron Colombia, vol. 1-4, Carlos Piedrahíta (estudio preliminar y anexo) (Bogotá: como la única vía para resolver el conflicto político. Biblioteca Banco Popular, 1986).

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Todos estos acontecimientos dan cuenta de la dificultad del tránsito del antiguo orden monárquico a los primeros intentos por construir una república. En estos años, las élites de la Nueva Granada pusieron su empeño en concretar una realidad política, social y económica nueva. Intentaron darle vida a un Estado y a una nación que respondiera a lo que ellos imaginaban: el amanecer de la civilización en América. Numerosas fórmulas políticas, editoriales, escritos y discursos dan cuenta de la efervescencia intelectual de la época, pero todos estos esfuerzos ideológicos y gramaticales no lograron conjurar las soluciones militares que se repitieron en distintos escenarios del antiguo Virreinato. La lógica de la guerra y la solución militar se impusieron una y otra vez sobre los discursos y la pluma. Para entender el fin de la primera república resulta clave el entrecruzamiento entre los acontecimientos americanos y los que ocurrieron en la Península. Tanto los esfuerzos militares de los patriotas como los esfuerzos políticos por crear un nuevo orden sucumbieron ante el cambio de situación política en la península ibérica. En 1814, Napoleón fue derrotado en la Península gracias al apoyo militar inglés. Fernando VII regresó al poder el 8 de mayo de 1814, con el claro propósito de restaurar la monarquía absoluta y el antiguo régimen. Mediante un decreto de esa fecha y apoyado por los sectores más conservadores, declaró “nulos y de ningún valor ni efectos” la Constitución de Cádiz y los demás promulgados desde 1812, restableciendo así la monarquía absoluta y el derecho divino de los monarcas. Con la Restauración se habilitó nuevamente el Tribunal de la Inquisición y se reprimió a los liberales y afrancesados3. El 10 de mayo de 1814, el Rey mediante un manifiesto, invitó a los americanos a deponer su rebeldía. Al tiempo envió ejércitos expedicionarios con el objeto de restaurar la monarquía en América y pacificar las colonias. Pascual Liñan recibió el encargo de pacificar la Nueva España y Pablo Morillo el de pacificar Venezuela y la Nueva Granada. La reconquista americana era inminente, y los días de la primera república neogranadina estaban contados. Sin embargo, los neogranadinos, enfrascados en múltiples diferencias y luchas entre facciones y concentrados en la tarea de gobernar la naciente república, no lograron dimensionar el peligro que se cernía sobre la república de papel. La reconquista militar de América ha sido presentada por la historiografía clásica como una obra del terror y del poder militar de España contra América. Sin embargo, hoy, los pocos estudios que sobre el tema 3. Juan José Morales Ruiz, “Fernando existen permiten pensar que esta reconquista fue posible, al menos vii y la masonería española”, Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea en la Nueva Granada, por la debilidad militar, el caos político 3 (2003). En: http://hispanianova. que reinaba y por la incertidumbre generalizada que creaba una rediris.es (septiembre 29 de 2009).

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tibia adhesión de la población al nuevo orden republicano. De hecho, exceptuando a Cartagena, hubo ausencia de resistencia de buena parte de la población, que vio con indiferencia pero no con beneplácito el arribo de las tropas peninsulares4. Igualmente, estudios como los de Juan Friede y Rebeca Earle ha hecho evidentes que la independencia de la Nueva Granada fue posible por las debilidades del ejército expedicionario. Eran evidentes la carencia de bastimentos y municiones, así como la indiferencia de la Corona ante las reiteradas solicitudes de recursos hechas por Morillo5. En 1810, la crisis política en la península se había acentuado como resultado de los continuos descalabros militares. El control por parte de los franceses de la casi totalidad de la península era un hecho. La Junta Suprema Central Gubernativa del Reino desprestigiada debió renunciar y se le entregó el gobierno a un Consejo de Regencia, nombrado sobre la marcha de los acontecimientos. Los americanos temían ser invadidos por Napoleón, desconfiaban además de las autoridades virreinales tildadas de afrancesadas y ponían en tela de juicio la legitimidad del Consejo de Regencia. Éste, a diferencia de la Junta Suprema Central, que había incluido diputados americanos elegidos en las Indias, no convocó a los americanos a elegir sus diputados en él6. Todos estos hechos precipitaron en la Nueva Granada en 1810 el movimiento de insubordinación de los cabildos, que llevó al derrocamiento de las autoridades virreinales y la conformación de Juntas Autónomas de Gobierno. Las Juntas brotaron por todo el territorio, tanto en las provincias como en las ciudades, villas y parroquias. Hubo una explosión de múltiples soberanías locales que reclamaban el derecho autogobernarse y exigían autonomía. En este período la adhesión de ciudades, villas, parroquias y 4. Juan Friede, La otra verdad. La Indesitios a uno u otro bando obedecía más a los intereses de las élites pendencia americana vista por los espade estas localidades y a la defensa de la autonomía territorial, políñoles (Bogotá: Carlos Valencia Editores, 1979), 47-57. Friede demuestra la tica y económica que a posiciones ideológicas definidas. Algunas debilidad del ejército reconquistador ciudades como Santa Marta, Pasto y Panamá se proclaman defeny la ausencia de interés de España por esta campaña militar. soras del Rey para diferenciarse y liberarse de la tutela de otros 5. Rebecca Earle, Spain and the Indepencentros de poder cercanos que se habían definido como patriotas. dence of Colombia, 1810-1825 (Chicago: Tenían la esperanza de que su adhesión a la corona les permitiera University of Exeter Press, 1999); Brian Hamnett, La política española recuperar su autonomía y obtener mejoras en su estatus y en sus en una época revolucionaria, 1790-1820 privilegios. Panamá había perdido el privilegio de tener su propia (México: Fondo de Cultura Económica, 1986). audiencia en los años treinta del siglo xviii, cuando se estableció 6. Debemos recordar que los americael virreinato de la Nueva Granada. Aspiraba a recuperar su impornos tuvieron una representación de tancia política. Y en efecto, durante la reconquista fue lugar de nueve diputados elegidos por ellos en la Junta Suprema de Gobierno residencia de la Audiencia y del Virrey. Santa Marta en un prinestablecida en 1809 para gobernar en cipio fue patriota, pero su tradicional rivalidad como puerto con la ausencia del rey.

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7. “Actas del cabildo de Pasto, 1809”, en Sergio E. Ortiz, comp., Colección de Documentos, 95. 8. Es además cuestionable hablar de federalismo en un virreinato en que las provincias se caracterizaban por su poca cohesión interna y numerosos conflictos entre ciudades y villas. Ver Juan Carlos Chiaramonte, “Mutaciones del concepto de nación durante el siglo xviii y la primera mitad del siglo xix”, en Nación y Estado en Iberoamérica. El Lenguaje político en tiempos de la Independencia, coord. Juan Carlos Chiaramonte (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2004). “La comparación de independencias Ibero y Anglo americanas y el caso rioplatense”, en Las revoluciones del Mundo Atlántico, coords. María Teresa Calderón y Clement Thibaut (Bogotá: Universidad Externado de Colombia Taurus, 2006). 9. Fueron notables los conflictos intraprovinciales en la provincia de Cartagena, no sólo con la villa de Mompox, que desembocó en un conflicto militar, sino también la rebelión realista de las poblaciones de las sabanas y riberas de Sinú. Se levantaron Tolú, Corozal, Sampues, Sincelejo, Ayapel, Cispatá y Lorica. Igualmente se presentaron múltiples conflictos en la zona del actual Santander. El Socorro, cabeza del nuevo corregimiento, se enfrentó con la villa de San Gil y la antigua ciudad de Vélez. Igualmente, hubo conflictos con las parroquias de Barichara y Charal. Hacia el norte de la región, Pamplona se enfrentó con Girón y con San José de Cúcuta. Los conflictos intraprovinciales de Popayán giraron en torno al enfrentamiento con Pasto, pero también con el nuevo eje político conformado por Cali y las ciudades confederadas. En esta misma provincia se enfrentaron Barbacoas e Iscuandé. Tunja tuvo conflictos con Villa de Leyva, Sogamoso, Chiquinquirá y Muzo, que decidieron adherir a la Junta de Santafé. En Antioquia los conflictos se dieron entre la antigua capital y

Cartagena y la imposición por parte de ésta de un arancel del 12% al comercio deterioraron sus relaciones y la impulsaron a intentar ganar autonomía mediante una diferenciación política con respecto a su rival. Pasto encontró en su adhesión a la causa realista una forma de defenderse del eje político Quito-Popayán que la subordinaba. En este sentido, son claras las representaciones del cabildo de esta ciudad; en ellas se reclamaba a la corona “la residencia de la Real Audiencia en Pasto [...]. La residencia de la mitra; un colegio para estudios mayores, ya que por la rivalidad quiteña las juventudes pobres de Pasto no pueden instruirse para el bien público y de la monarquía”, y se solicitó además “una frontera fortalecida con tropas, puesto que los de Quito han sido siempre nuestros rivales”7. La historiografía tradicional ha presentado el período de 1811 a 1815 como un enfrentamiento entre un proyecto federalista y otro centralista. Sin embargo, esta interpretación hace que se soslayen los numerosos conflictos locales, la fuerza política de las comunidades que definieron bandos, simpatías, apoyos, y que, en muchas ocasiones, llevaron incluso a confrontaciones armadas que dificultaron la consolidación de la primera república. Más que las pujantes villas de Medellín y un conflicto entre centralistas y la ciudad de Rionegro de Arma; federalistas8, lo que expresan estos igualmente con Santa Rosa de Osos y la antigua ciudad de Remedios y múltiples conflictos son las tensiotambién con la parroquia de San José nes entre un orden local fuerte, un de Nare. La Provincia de Quibdó se fracturó en torno a los ejes de Novita, orden provincial débil y un orden Citara y Quibdó. Ver Ana Catalina republicano que intentaba conjurar Reyes Cárdenas, “Ordenamiento Territorial en el Nuevo Reino de Grala desintegración territorial9. nada, 1750-1810”, en Poblamiento El proyecto del Congreso de y Movilidad Social en la Historia de Colombia. Siglos xvi-xx, eds. Ana Cundinamarca, liderado por Antonio Catalina Reyes Cárdenas y Juan David Nariño, si bien quería fortalecer el Montoya (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, Vicerrectonuevo Estado intentando controlar ría de Investigaciones, 2007); “Una la dispersión y fragmentación de Nación o Muchas Patrias Soberanas. Territorios, Identidades e Indepensoberanías locales y unir esfuerzos dencias en el Nuevo Reino de Gramilitares contra un posible atanada. 1780, 1816” (Tesis para optar al título de Doctorado, Universidad que realista, también privilegiaba Pablo de Olavide, Sevilla, España, los intereses de la antigua capital 2009), 153-188 y 273-320.

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virreinal. Se intentaba establecer a Santa Fe como eje y centro político de la nueva república y como centro de la burocracia del nuevo Estado. Este proyecto centralista generaba en las otras provincias neogranadinas desconfianza y temores bien fundados ante la política expansionista del recién creado Estado de Cundinamarca10. Las élites criollas patriotas debieron asumir la difícil tarea de crear un nuevo Estado que reemplazara el antiguo orden colonial. Lo viejo y lo nuevo se entrecruzarían en un duelo de imaginarios entre las ideas antiguas, que tenían peso sobre la mentalidad y la cultura de los hombres de esta época, y la necesidad de crear un orden que se diferenciara del antiguo régimen. Sobre el ordenamiento municipalista y local, sobre el poder de los cabildos, que tenían bajo su control el poder político y la administración de la justicia, había que imaginar nuevas instituciones políticas que hicieran viable el principio de la modernidad política: conformar un Estado en el que los tres poderes —ejecutivo, legislativo y judicial— estuvieran claramente diferenciados. Debían dotar de representación política a los nuevos ciudadanos, darle forma al nuevo poder judicial, crear un nuevo y moderno sistema fiscal y conformar un ejército que defendiera a la nueva Republica. Todas estas tareas debían llevarse a cabo en medio de los conflictos internos, las amenazas de las provincias realistas y de una posible expedición militar de España. En estos años, las élites neogranadinas debieron también, de forma prematura en el contexto hispanoamericano, decidir si conservaban la adhesión a la nación española y a la monarquía constitucional proclamada por las Cortes de Cádiz o si por el contrario se daba el salto hacia una independencia total de la Nueva Granada y se asumía la orfandad de una nueva república sin rey. Debieron resolver qué relaciones mantendrían con Venezuela y lidiar con las vacilaciones de la élite quiteña, que creaba una situación de confusión en la Audiencia de Quito. 2. Tareas

de las

Juntas Supremas

de

Gobierno. Soberanías

locales

y división de poderes

El gran reto para las Juntas Supremas de Gobierno establecidas en las ciudades capitales consistía en constituir juntas provinciales que lograran cristalizar negociaciones entre ciudades, con el fin de fortalecer las provincias y evitar la fragmentación. La tensión entre lo local y lo provincial es clave para entender este período. Construir el orden provincial significaba contar con una capacidad de negociación que tuviera en cuenta la representación equilibrada de las distintas ciudades y las villas en cada Junta Provincial. Mantener la cohesión interna de una provincia,

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10. Con el ánimo de extender y crear el Estado de Cundinamarca, en el año de 1810 la Junta de Santafé le dio el título de villas a las siguientes poblaciones y pueblos de indios: Zipaquirá, Ubaté, Chocontá, Mesa de Juan Díaz, Guaduas, Cáqueza, Turmequé, Tensa, Sogamoso y Chiquinquirá. Igualmente en 1811 permitió la adhesión a dicha junta del cabildo de San Gil y sus parroquias. Ver: Ana Catalina Reyes Cárdenas, “Una Nación o Muchas Patrias Soberanas”, 277-285.


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sin disidencias de sus localidades, implicó en numerosos casos el otorgamiento de gracias, honores, prerrogativas económicas y en la mayoría de lo casos un nuevo estatus en la jerarquía territorial. Numerosas parroquias y sitios se convertirán de la noche a la mañana en villas a cambio de adherir y mantenerse fieles a las juntas provinciales. El mapa de Virreinato se trasformaría de forma acelerada entre 1810 y 181511. La mayoría de las veces el remedio fue peor que el mal, pues la creación de nuevas villas generó rivalidades y luchas por competencias en las provincias. Podemos concluir que las juntas en su mayoría fracasaron en el intento de mantener la unidad en sus provincias. Asimismo, al iniciarse el año 1811 las juntas de Gobierno provinciales eran duramente cuestionadas por la población, que las acusaba de concentrar y abusar de su poder y de excluir a las localidades. Las juntas de Gobierno habían concentrado en ellas los poderes legislativo, ejecutivo y, lo más grave, el judicial. Las juntas tenían el poder de adelantar juicios a los oponentes políticos, confiscar sus bienes e incluso ponerlos presos. A esto hay que sumar que la Junta de Salud Pública que se creó en Santafé tenía la potestad de someter a juicios de purificación, a embargos y a préstamos forzosos a aquellos que consideraba enemigos de los criollos americanos, y que algunas veces incluía entre los purificados a personas del bando patriota que no compartían las orientaciones del Gobierno de turno12. Esta concentración de poderes aparecía como una abominación peor que el poder de la antigua monarquía y contrariaba los principios liberales del nuevo Estado, que descansaba sobre el pilar de la división de poderes. En algunos casos, es importante observar cómo el nuevo orden con sus promesas de igualdad y ciudadanía había logrado permear a sectores populares urbanos, que reclamaban ser tenidos en cuenta en los nuevos espacios y 11. Entre 1810 y 1814 se le concedió órganos de poder. Tanto en la prensa como en pasquines anónitítulo de villa en la zona andina a Zipaquirá, Ubaté, Chocontá, Mesa de mos, los reclamos a las juntas por el exceso de concentración de Juan Díaz, Guaduas, Caquezá, Tumerfunciones hicieron que éstas tuvieran que abordar, como tarea qué, Tensa, Sogamoso y Chiquinquirá, Tocaima, Santa Rosa, Soatá, prioritaria, la conformación de colegios electorales que dotaran Puente Real de Vélez, Barichara, a las nuevas provincias de constituciones y formaran gobiernos San Laureano de Bucaramanga, San Carlos de Piedecuesta, Matanza, divididos en tres poderes. Amabalema, Chaparral y Garzón. En En Cartagena, el periódico El Argos Americano publicó, en abril la zona Caribe, a Soledad, San Roque de Mahates, Barranquilla, Carmen de de 1811, una carta firmada bajo el seudónimo de “Sr. Reformador”, Bolívar y Majagual. Ver: Ana Catalina en que se afirmaba que era una necesidad inaplazable que la Junta Reyes Cárdenas, “Una Nación o Muchas Patrias Soberanas”, 332-417. Provincial de Cartagena asumiera la tarea, dilatada inexplicable12. Archivo General de la Nación mente, de darse una Constitución. Expresaba que si bien la ausencia (agn), Anexo. Purificaciones, tomo 2, de gobierno llevaba a la anarquía, la falta de una constitución tenía ff.183-205.

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a la provincia en “permanente peligro de ser presa de las arbitrariedades de sus mandatarios o de las facciones que dominen la debilidad e inconsistencia del gobierno”. El artículo manifestaba la preocupación por la inquietud que podía generar en el pueblo la ausencia de una Constitución y prevenía sobre la imagen que esta situación podía producir en “las naciones civilizadas”, que verían con absoluta extrañeza una ausencia tal y la concentración del poder en manos de la Junta: “No demos al mundo la idea de que la expulsión de nuestros antiguos mandones y establecimiento de la nueva forma de gobierno ha sido capricho de odio a sus personas […] o de alguna mira de ambición”13. Lo que más preocupaba al autor era la concentración de poderes en la Junta y ponía de manifiesto que la “fuente de arbitrariedad y el despotismo es la reunión de los tres poderes: Deliberativo, Ejecutivo y Judicial”. Recomendaba entonces que la Junta de Cartagena separara esos poderes y adelantara la creación de tribunales e instigaba a la separación del poder jurídico. El autor anunciaba que, sin esta separación, los negocios públicos se verían “entorpecidos” y se cometerían “contradicciones y arbitrariedades”14. A raíz de esa discusión, principios de julio de 1811, los vecinos de Cartagena hicieron una representación a la Junta Provincial de Gobierno15. En dicha representación, manifestaban que: “[Con] miras a mantener la libertad que ha logrado el pueblo de Cartagena y mantener un equilibrio entre poderes se propone urgentemente a la Suprema Junta se forme la constitución provincial, para que separe los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial y que el pueblo sea admitido en las sesiones públicas del primero para recuperar el espíritu público y la confianza”16.

Es interesante anotar cómo en su representación los vecinos de Cartagena, además de pedir la constitución y la separación de poderes, reclamaban el derecho del pueblo a participar en las discusiones de la nueva Constitución, lo cual se explica por la numerosa población de color y la destacada participación de los pardos en la política de la ciudad a partir de 180917. De hecho, este grupo social fue determinante para definir las rivalidades entre

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13. El Argos Americano, n.o 28-29, Cartagena, abril 1 de 1811. 14. El Argos Americano, n.o 28-29, Cartagena, abril 1 de 1811. 15. Las representaciones, como formas de protesta y queja utilizadas durante el gobierno colonial, subsistirían durante la primera República. 16. El Argos Americano no 40, Cartagena, julio 1 de 1811. 17. En Cartagena la proporción de las gentes de colores representaban el 66%, porcentaje al que deben sumarse los esclavos negros que representaban el 7%. Los blancos alcanzaban a representar solo el 12%. A raíz de las reformas borbónicas, algunos pardos y mulatos habían ingresado a las milicias, lo que les había proporcionado movilidad, ascenso social y cierta autonomía al tener fuero militar. También esta ciudad gozaba de un grupo de pardos dedicados a actividades artesanales y que habían alcanzado cierto nivel cultural. Con el tiempo algunos pardos habían logrado una buena posición económica y social e incluso eran propietarios de esclavos. Un caso ilustrativo fue Pedro Romero, el líder político mulato de la primera república. Romero perteneció a las milicias, era artesano y realizó varias solicitudes a la Corona para que su hijo pudiera ingresara a los estudios universitarios; una de sus hijas contrajo matrimonio con un destacado dirigente político criollo y corregidor de Tolú, Ignacio Muñoz. Las condiciones sociales, económicas y culturales les permitió a los pardos tener un papel destacado en la política de la ciudad durante la primera república, aunque esto no implicó, como bien lo ha señalado Aline Helg, que asumieran una posición a favor de la abolición de la esclavitud. Ver Alfonso Múnera, El fracaso de la nación. Región, clase y raza en el Caribe colombiano, 1717-1821 (Bogotá: Banco de la República - El Áncora Editores, 1998); Aline Helg, Liberty and Equality in Caribbean Colombia, 1770-1835 (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2004).


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las facciones patriotas Toledistas y Piñeristas, que controlaron la agitada política de la ciudad en estos años18. La gente del común, si bien no tuvo representación en las juntas, se había movilizado en los procesos de remoción de las autoridades coloniales y tuvo amplia participación en los acontecimientos de esta época. En los núcleos urbanos, en las celebraciones de instalación de nuevos gobiernos, en las ceremonias y procesiones y en la siembra de “árboles de la libertad”, el pueblo participó activamente. A partir de 1810, la continúa proclamación de bandos, los desfiles militares, el llamamiento a formar milicias urbanas, mantenían a las gentes en un estado de expectativa que, aunque no los hacía actores principales, sí los involucraba. Muchas veces la gente del común fue determinante para el triunfo de algunas de las facciones o bandos en pugna. Además, las élites frecuentemente apelaban a la voluntad popular e invocaban la “soberanía del pueblo” para validar sus actuaciones; los motines, la circulación de pasquines, las representaciones y la participación en algunas asambleas legislativas, en que las gentes aplaudían o rechiflaban actuaciones y decisiones de las élites, constituyen un cuadro que desvirtúa la tradicional idea de que los sectores populares urbanos se mantuvieron alejados e indiferentes frente a los hechos que acontecían. En 1811 los vecinos de la villa de Cúcuta estaban inconformes con las actuaciones de la Junta Suprema instalada en Pamplona. A pesar de las lisonjeras promesas que este cuerpo había hecho a Cúcuta de instalar un colegio electoral, con representación de todas las ciudades y villas de las provincias y con el fin de que éste dotara a la provincia de una Constitución, nada de eso se había cumplido. Además, los representantes de Cúcuta se quejaban de que eran insultados y vejados por la Junta Suprema de Pamplona, y ésta 18. Estas facciones se enfrentaron durante la primera república, por su parte difundía rumores de que Cúcuta, para favorecer sus llevando a la ciudad a una inestaredes comerciales, estaba resuelta a unirse con Maracaibo, que se bilidad política permanente. Los toledistas fueron liderados por José había declarado realista y enemiga de Caracas19. Mientras tanto, María Toledo, hacendado y patriota Cúcuta se reunía con los representantes de las localidades bajo su que representaba las posiciones moderadas, garantizaba la estabijurisdicción para ver qué decisiones se tomaban frente a la Junta lidad económica y política de los Provincial de Pamplona. criollos y protegía los intereses de los grandes hacendados y comerciantes. En el Corregimiento del Socorro a finales de 1811, la convocaLos piñeristas, liderados por los hertoria para instalar un colegio electoral provincial recrudeció los manos Germán y Gabriel Gutiérrez de Piñeres, eran partidarios de una enfrentamientos políticos entre Socorro, San Gil y Vélez. El preindependencia total de España y sidente de la Junta de Gobierno del Socorro, José Lorenzo Plata, tenían una actitud más demagógica con los sectores pardos y mulatos quiso desconocer a los representantes de San Gil y Vélez alegando de la ciudad. que habían sido elegidos de manera fraudulenta. Entonces, San 19. La Bagatela, n.o 30, Santafé de Gil declaró su independencia y recibió el apoyo de la parroquia de Bogotá, noviembre 5 de 1811.

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Charalá, perteneciente al Socorro. En medio de mutuas acusaciones y recriminaciones y ante la falta de acuerdos, el conflicto involucró a los vecinos del Socorro y San Gil, que se vieron envueltos en un enfrentamiento armado entre las dos poblaciones. Como parte de las hostilidades, los habitantes de San Gil, según la crónica periodística, atacaron por las armas a los habitantes de las parroquias de Pinchote y el Valle, “ejecutando en la primera la violación del templo y el asesinato de un niño y un anciano”20; además, los soldados de una patrulla armada enviada por Socorro para defender sus parroquias fueron atacados por los vecinos de la parroquia de Charalá mientras tomaban desnudos un baño en el río. A principios de 1811, la provincia de Mariquita decidió adherirse a la antigua capital santafereña y desmembrarse. La razón que adujo fueron los conflictos con la Junta de Gobierno de la villa de Honda, que había reclamado sus poderes sobre la provincia, desconocido los derechos de representación de Mariquita y concentrado en ella los tres poderes, negándose a aplicar la división de poderes y aprovechando su omnipotencia para cometer toda suerte de arbitrariedades21. Lo cierto es que Mariquita estaba resentida con la Junta de Gobierno de Honda desde septiembre de 1810, año en que esta junta aceptó la adhesión a ella de los vecinos de la ciudad de Ibagué, que estaba bajo la jurisdicción de Mariquita. Los vecinos de Ibagué expresaron su propósito al agregarse a la Junta de Honda: “[…] para que se nos gobierne, se nos determine y arregle en nuestros juicios civiles, criminales, políticos y económicos, arreglándose en todo a las constituciones con que hoy gobiernan las provincias de Norteamérica”. Los vecinos de Ibagué afirmaban que Mariquita había elegido representantes al Congreso del reino en una votación, a su juicio, llena de vicios, y que debía declarase nula; así mismo, afirmaban que no se había tenido en cuenta los cabildos de las ciudades de Ibagué y La Palma, con lo que habían cometido un “notable agravio” y habían violado el “derecho natural y de gentes a la hijos de esta provincia, en cuyos cuerpos existe aun reasumida la autoridad desde el instante que fue depuesta arrancada de las manos de los tiranos que con violencia la usurparon”22. En el Estado de Cundinamarca, a fines de 1811, en la recién erigida villa de Chocontá se presentó un motín del pueblo contra el cabildo, con el objeto de impedir la elección de los apoderados de esta villa 20. Gaceta Extraordinaria de Cundinaque debían nombrar a los electores del colegio electoral que se marca, n.o 25, Santafé de Bogotá, instalaría en Santafé. La protesta del pueblo iba dirigida contra enero 18 de 1812. la exclusión de algunos miembros del común que, según los veci21. La Bagatela, n.o 25, Santafé de Bogotá, marzo 12 de 1811. nos, cumplían con los requisitos para ser apoderados, pero a los 22. agn, Archivo Restrepo, “Declaración que el cabildo impedía la posesión. El desorden tomó proporciodel Cabildo de Ibagué. 16 de enero de nes violentas y el Gobierno de Cundinamarca debió enviar una 1811”, rollo 25, ff. 38-39.

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expedición militar compuesta por cuarenta hombres, al mando de subteniente don Manuel Portocarrero23. Este caso ilustra el surgimiento de una conciencia de inclusión política por parte de sectores del común y las resistencias de las “roscas” locales a permitir esta participación. En sentido más amplio, expresa una de las tensiones y dificultades centrales del período: la definición de quiénes, en el nuevo orden, eran ciudadanos, quiénes podían ser elegidos, quiénes podían elegir y con qué mecanismos se debían realizar las elecciones. Otro caso es el de la provincia del Chocó, que había padecido las desmembraciones de Nóvita y Citará y continuos vaivenes políticos. Esta situación había llevado a que ésta se anexara al Gobierno de Cundinamarca, pero el cabildo de Quibdó, el centro urbano principal, oscilaba entre posiciones realistas e independentistas. El 19 de marzo de 1812, la gente del común de Quibdó se amotinó en contra de dos vocales de la Juntajunta, el alcalde ordinario y el protector de naturales. La protesta no pasó a la violencia, gracias a la mediación del cura franciscano José Escarpeta, quien representó al pueblo ante la Junta. Los cargos del pueblo contra los mencionados funcionarios sostenían que impedían la conformación de un colegio constituyente en la provincia y que eran “desafectos a la causa común del reino”24. Lo que desató la movilización del pueblo de Quibdó fue el hecho de que, después de dos años, los vocales no habían permitido la “instalación de un legítimo gobierno, perpetuándose ellos en el mando”. Los vocales, apoyados por el alcalde ordinario, habían usurpado el poder judicial, atribuyéndose funciones de tribunal, e injustamente, afirmaban los vecinos, habían prendido a “cuatro vecinos honrados, entre ellos uno de distinción, cargándolos de cadena, después de haberlos sacado de sus casas desnudos y con violencia solamente porque 23. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, habían manifestado sus deseos acerca de la legítima reunión de la n.o 29, Santafé de Bogotá, noviembre provincia e instalación de un gobierno legal compuesto por los 7 de 1811. representantes de los pueblos”25. 24. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, n.o 49, Santafé de Bogotá, mayo 7 de Otro factor que avivó los conflictos interprovinciales fue la 1812. creación de nuevas circunscripciones electorales denominadas 25. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, o partidos y departamentos. En Antioquia la creación de deparn. 49, Santafé de Bogotá, mayo 7 de 1812. tamentos fue producto de un juego de intrigas entre las élites 26. Santa Rosa de Osos se convirtió locales de las ciudades y villas con mayor poder. Los departamendurante el siglo xviii en el nuevo tos que inicialmente se establecieron fueron los de Antioquia, centro minero que reemplazó las decadentes explotaciones del Medellín, Rionegro y Marinilla, pero la localidad de Santa Rosa de nordeste y el bajo Cauca antioqueño. Osos26, nuevo y pujante eje minero en el norte, protestó contra su Ann Twinam, Mineros, comerciantes y labradores: las raíces del espíritu empreexclusión. Igualmente lo hizo la antigua ciudad de Remedios, en sarial en Antioquia. 1763-1810 (Medellín: el nordeste de la provincia. Ambas localidades amenazaron con faes, 1985).

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separase de la provincia y adherirse al Gobierno de Cundinamarca si no se les otorgaba la categoría de departamentos27. En Cartagena, la política continuó centrada en las disputas, cada vez más exacerbadas, entre las facciones toledistas y piñeristas. En noviembre de 1814, José María García Toledo logró imponerse en el Colegio Electoral, que tenía como encargo la revisión de la Constitución. La ventaja sobre su contradictor de siempre, Gutiérrez de Piñeres, fue apretada y desató una asonada con amplia participación de los mulatos, que apoyaban a Germán Gutiérrez de Piñeres. Este movimiento impidió que se nombrara como presidente de la Cámara Legislativa al toledista Miguel Díaz Granados, y que el líder popular mulato Pedro Medrano, quien tuvo una amplia participación en estos eventos, se perfilara como una figura política clave de este sector de la población. En este escenario jugaron un papel importante los reacomodos de poderes locales de las nuevas villas como ejes políticos y económicos de la provincia. Los representantes de las recién creadas villas de Soledad (1814), San Roque de Mahates y Barranquilla, cabeza del recién creado departamento de Barlovento (1813), lideraron en 1815 la oposición a los piñeristas y propusieron desconocer el Colegio Electoral elegido y formar uno nuevo. Asimismo, propusieron desconocer el nuevo Gobierno de Cartagena, elegido según ellos por la presión de los amotinados. A Barranquilla se sumaron los representantes de los sitios de Sabanagrande, Santa Rosa, Santa Catalina, Villanueva, Arjona y Nuestra Señora de la Concepción de Ternera28. Los cabildos de estas villas denunciaron el “ultraje y vejamen” al que los habían sometido los piñeristas, a quienes no vacilaron en tildar de “bandoleros que intentaban destruir la provincia”29. Denunciaron la ilegitimidad de Colegio Electoral, que se oponía a la “voluntad libre de los pueblos” y declararon que desconocerían la nueva Constitución que se pudiera promulgar en un ambiente de violencia e intimidación30. Por el contrario, las villas del Carmen de Bolívar (1813) y Majagual (1814), que debían su nuevo estatus a los piñeristas, continuarían fieles a este partido. Como hemos podido observar, las guerras entre provincias, los conflictos internos dentro de ellas y los desajustes propios de la instauración de un nuevo orden político proyectaban sobre la Nueva Granada un 27. Archivo Histórico de Antioquia horizonte de caos, inestabilidad y zozobra, que demostraba las (aha), Libros capitulares de Antioquia, dificultades en la construcción de un nuevo Estado y una nueva tomo 650, ff. 125-126. nación, sin contar con identidades colectivas ni nacionalismos 28. agn, Archivo Restrepo, rollo 02, tomo 2, ff. 625-636. previos. Con su lúcida visión, Nariño hizo un cuadro de la situación 29. agn, Archivo Restrepo, rollo 02, tomo de la nueva república: “¿Qué es lo que he adelantado? Nada: el descontento sigue, las corporaciones no quieren reunirse á despachar sus funciones,

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2, ff. 625-636.

30. agn, Archivo Restrepo, rollo 02, tomo 2, ff. 625-636.


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los partidos se mantienen vigentes y acalorados a pesar de los continuos esfuerzos que hago para calmarlos, y el Gobierno en su totalidad vá a disolverse, y nos vamos á ver precipitados en una anarquía espantosa”31.

3. La pobreza de la nueva república y el apetecible manjar de los cargos burocráticos Las actas de instalación de las juntas provinciales evidenciaban el espíritu ilustrado y reformista de las élites criollas. En ellas se expresaba la necesidad de garantizar la felicidad de los pueblos y su progreso. La Junta de Antioquia en su primera proclama hizo explícita la necesidad de garantizar “el aumento de las poblaciones, civilización de los pueblos, fomento de la agricultura y minería, para la más activa circulación del comercio y su prosperidad, para la educación de la juventud para todos los ramos de la policía y demás bastos objetos que sea propuesto regenerar”. De acuerdo con el espíritu de cambio, las juntas decretaron la supresión de estanco sobre el tabaco y el aguardiente, la eliminación de la alcabala, la abolición del tributo indígena y otros impuestos32. Estas medidas, además de su contenido revolucionario y de diferenciación con el antiguo régimen, pretendían también congraciar a las élites y a las nuevas burocracias estatales con las gentes del común. Pero el resultado de la supresión de impuestos, sin que fueran reemplazados por otro tipo de contribuciones, generó consecuencias graves para la economía de las provincias. En 1811 la mayoría de las provincias de la confederación estaban en bancarrota. Alegando el derecho a la soberanía y autonomía, las cajas reales de las distintas provincias se negaron a hacer los trasladados a la Caja de Santafé, a dar cuenta de sus recursos e igualmente dejaron de trasladar el situado fiscal necesario para los gastos militares de Cartagena33. Ante las angustiosas solicitudes de apoyo económico para gastos militares por parte de Cartagena, que estaba rodeada por las fuerzas realistas de Santa Marta, las provincias se mostraron indiferentes, aunque no hostiles. Algunas de ellas fueron de la opinión de que “Cartagena 31. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, era un sepulcro de la población y de las riquezas del interior”34. n.o 54, Santafé de Bogotá, agosto 20 de 1812, 255-256. Llegaron a sugerir incluso la demolición de sus fortificaciones. La 32. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, vieja pugna entre las provincias de Cundinamarca y Cartagena se n.o 54, Santafé de Bogotá, agosto 20 intensificó. Nariño, ante las múltiples críticas que le llovían desde de 1812, 255-256. la prensa de Cartagena por no enviar recursos afirmó que: 33. Adolfo Meisel Roca, “La crisis fiscal de Cartagena en la época de la Independencia. 1808-1821”, Cuadernos de Historia Económica y Empresarial (Bogotá: Banco de la República, 2007).

34. La Bagatela, n.o 4, Santafé de Bogotá, agosto 4 de 1811. Noticias muy gordas.

“Me es indispensable decir una palabra sobre los motivos de no haber mandado situados a Cartagena. Pudiera limitarme a una sola razón: no he mandado dinero porque no lo hay; pero diré también que no lo hay porque Cartagena ha propendido a que no lo haya. Cartagena ha fomentado la desunión de las

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pequeñas provincias a Cundinamarca. Cartagena ha permitido la extracción del oro sin amonedar, con detrimento de nuestro tesoro, y sin la utilidad suya: Cartagena ha recargado de derechos los géneros que han internado para este Estado; y Cartagena finalmente ha querido que le demos, quitándonos los medios de tener que darles”35.

La escasez de las rentas provinciales se debía a la anarquía que reinaba en la Nueva Granada, a la ausencia de rentas por los tributos suprimidos, al desorden en el quinto real, al fortalecimiento del contrabando y a la evasión. Los distintos bandos políticos criollos señalaron a su contrario como responsable de la crisis, inculpándolo de una su desmedida voracidad por ocupar cargos y apropiarse de las rentas en las provincias, dilapidando así los escasos recursos. Prácticas de corrupción como el favorecimiento de “roscas” familiares en el nombramiento de funcionarios, que, incapaces y mal preparados, contribuían al caos y al desorden económico, fueron un síntoma generalizado en la Nueva Granada. Los sueldos e ingresos percibidos por cargos públicos significaban una importante fuente de ingresos para quienes impulsaron la independencia. Además, no hay que olvidar que al inicio de siglo xix las ganancias de los comerciantes neogranadinos estaban sometidas a los difíciles avatares del comercio internacional, pues la pérdida de poder comercial de España frente a Inglaterra, la prohibición por parte de la Corona española del comercio con las Antillas y los Estados Unidos y los altos impuestos a esta actividad tenían profundas repercusiones para las élites neogranadinas. Aunque poseían un estatus social y cultural, algunos de los que impulsaron la independencia carecían de fuentes de ingreso. La mayoría eran abogados prestigiosos, intelectuales y descendientes de familias importantes, pero no necesariamente ricos. Otros eran clérigos afanosos de mejorar su posición después de haber sido reiteradamente desplazados de los mejores cargos por los eclesiásticos peninsulares. De los miembros de la Junta del Socorro, el 33% eran abogados; en la Junta de Cali representaban el 20,5%, en la de Santafé el 35. agn, Archivo Restrepo, “Manifiesto al 34% y en la de Cartagena el 45%, mientras que en la Junta de pueblo de Cundinamarca, Antonio Antioquia el 50% lo componían abogados y clérigos. Alrededor Nariño. Junio 04, 1812”, rollo 04, ff. 419-420. de un 70% de los miembros de las juntas tenían como forma de 36 36. Víctor Manuel Uribe Urán, vida los cargos públicos . “¡Muerte a los abogados! Los abogaSobre este tema se refirió igualmente la Gaceta Ministerial y dos y el movimiento de independencia en la Nueva Granada, 1809-1820”, señaló que muchos de los cargos públicos del nuevo Gobierno Historia y Sociedad 7 (2000): 7-48; republicano estaban siendo asumidos por hombres facciosos que, Víctor Manuel Uribe Urán, Honorable lives Lawyers, Families and Politics, 1780directa o indirectamente, empleaban medios artificiosos, injustos 1850 (Pittsburg: Pittsburgh University y crueles para asumir dichos cargos y que lo único que los motivaba Press, 2000), 47-49.

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eran sus propios intereses o el ánimo de revancha sobre el contradictor, pero en ningún caso el bienestar general. “La primer clase [se refiere a los empleados] es la de los vengativos que maquinan contra aquellas personas á quienes aborrecen, teniendo oculto su odio para perseguir con más seguridad al objeto de sus venganzas. Usan aún de los medios más injustos para procurarse un puesto eminente, a fin de servir á su venganza [...]. La segunda clase de caracteres sujetos á esta debilidad humana, comprende á aquellos hombres soberbios, que llenos de estimación de sí mismos, no pueden resolverse á recibir la ley de otras personas [...]”37.

La voracidad de las élites criollas contrastaba con las exangües finanzas de las provincias. Las juntas de gobierno, los colegios electorales y los nuevos tribunales, sumados a los antiguos puestos de funcionarios, fueron un apetecible manjar para las élites locales, ávidas de nuevos ingresos y de reafirmar su prestigio como el nuevo patriciado de la República. Una de las primeras medidas que tomaron los colegios electorales en las distintas provincias fue asignar una retribución económica a cada uno de los miembros; salarios que oscilaban, en algunos casos, entre mil y dos mil pesos. A esto se sumaban los pagos de secretarios, relatores y otros cargos necesarios para la administración provincial, como los del gobernador, fiscal, los vocales de la sala de justicia y los tesoreros públicos. En una provincia como Tunja, que 37. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, afrontaba una disminución de sus ingresos, los gastos anuales de la n.o 49, Santafé de Bogotá, abril 26 de 1812. burocracia ascendían a la considerable suma $33.000.

Tabla n. o 1. S alarios de los cargos burocráticos en la provincia de Tunja (1811) Al señor gobernador del Estado Al señor teniente de gobernador Al señor representante Al señor suplente A los cinco señores del Senado A los tres señores de la sala de justicia Al señor fiscal Al relator A dos tesoreros públicos A tres secretarios

1.500 1.200 2.000 1.900 9.000 2.400 1.000 600 1.600 1.800

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A los diez señores de la legislatura a $1.000, pero con proporción o regulación al tiempo que empleen en el trabajo Suman

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10.000 33.000

Fuente: Archivo General de la Nación, Sección Colecciones, Fondo Enrique Ortega Ricaurte, serie Patria Boba, caja 325, carpeta 679.

La prensa centralista de la época señalaba que eran los estados confederados, con sus múltiples soberanías y gobiernos, los responsables de la bancarrota de la nueva república: “Los partidarios de las pequeñas soberanías halagan al pueblo con la posesión de mil ventajas: entre nosotros dicen: residirán los tribunales superiores, y el ciudadano no tendrá que concurrir a una capital distante en solicitud de su justicia. Todos los recursos se facilitarán en nuestra provincia, y seremos autores de nuestra felicidad”38. El artículo señalaba, finalmente, éstas eran sólo vagas promesas de unas “soberanías fantasiosas” que apenas tenían con qué sobrevivir, que carecían de personas capacitadas para ejercer los cargos y que daban pie para que los ciudadanos terminaran bajo el dominio de una “fuente de poder emponzoñada”39. Esta última frase era una crítica a lo que el autor denominaba “oligarquías provinciales”, que monopolizaban los puestos burocráticos en cada uno de los nuevos estados. Los dos proyectos políticos, el de la Confederación de Provincias Unidas y el centralista, liderado por Cundinamarca, se recriminarían en repetidas ocasiones el intento de disfrazar con ropajes ideológicos el deseo de apropiarse de las rentas del Estado. Camilo Torres Tenorio, quien lideraba desde 1811 el proyecto de las Provincias Unidas, le escribió con preocupación a su hermano Jerónimo, manifestándole que muchas de las decisiones políticas que estaban tomando las provincias eran producto de los intereses particulares. Igualmente, le explicitaba su temor de que los intereses coyunturales y burocráticos de las élites locales estuvieran impidiendo la búsqueda de fórmulas de unidad del Reino: “Vea usted que perspectiva y cuanto más prudente habría sido el establecimiento de una Junta de Diputados del reino que se pidió y que el orgullo y la ambición de 38. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, n.o 49, Santafé de Bogotá, 12 de mayo mandar con viles intereses de las rentas y empleos impidió”40. de 1812. Ya desde 1810, cuando se discutía la instalación del primer 39. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, Congreso del Reino, convocado por Santafé y al cual Cartagena se n.o 49, Santafé de Bogotá, 12 de mayo de 1812. había negado a asistir, proponiendo como lugar alternativo la villa 40. agn, Archivo Academia Colombiana de Medellín, el abogado Ignacio Herrera, natural de Cali, hizo una de Historia, serie Colección Camilo dura crítica a los que defendían la propuesta de confederación y Torres, carpetas 2-25, ff. 1-10. Las itálicas son de la autora.

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los tildó de “enemigos intestinos”. Su argumento fundamental era que una organización confederada exigía unas tradiciones políticas y una riqueza económica que no existía en la Nueva Granada. Señalaba, así mismo, que esta forma de gobierno sólo era un embeleco para que las principales familias de las provincias pusieran en los puestos más importantes a su parentela y familiares. Contra los gobernantes locales que defendían las soberanías particulares y el sistema federalista afirmó: “Sus muchos miembros son […] otros tantos déspotas que aspiran a la tiranía, que se empeñan en recoger los impuestos del Reino para dominar con ellos a los pueblos, que se distribuyen los empleos, entre los de su familia y que miran con desprecio a los que no han nacido en su suelo. El sistema federativo bien lejos de ser útil en las circunstancias actuales, prepara la ruina absoluta de todos los pueblos. Él no se puede organizar sin una perfecta igualdad en las Provincias, que extirpe los celos y las asegure del poder de otra que aspire a conquistarlas”41.

Reclamaba que la independencia y la consolidación de las provincias pasaban por que cada una de ellas tuviera las rentas suficientes para garantizar la fundación de colegios, academias, talleres, tribunal superior y una tropa arreglada. Demostraba que, con el estado económico de la mayoría de las provincias, era imposible que se emprendieran tareas absolutamente necesarias para el progreso, como la apertura de caminos, la adecuación de ríos para la navegación y la formación de marinas que defendieran puertos y costas. Concluía el autor argumentando que, para lograr el progreso bajo una organización federal de estados soberanos, se tendría que recurrir a muchos impuestos y contribuciones, con lo que la población se vería más esclava y oprimida de lo que estaba bajo el antiguo gobierno colonial42. En 1811, la Junta Provincial de Antioquia se vio precisada a desmentir, a través de un manifiesto público, los pasquines anónimos que circulaban y que denunciaban el supuesto “favoritismo a ciertas familias a quienes se les había concedido los cargos públicos malgastando el erario”43. Según el gobierno provincial, todos los cargos estaban en manos de empleados beneméritos, miembros de las familias “de distintas calidades”, y los sueldos se habían fijado con criterios de ahorro y economía44. En 1813, Nariño, en el discurso inaugural del Colegio Electoral 41. agn, Archivo Restrepo, rollo 05, ff. de Cundinamarca, señaló los peligros que acechaban a la nueva 80-83. Las itálicas son de la autora. república si se continuaba con los modelos de gobierno que desan42. agn, Archivo Restrepo, rollo 05, ff. 80-83. graban a todas las provincias: 43. aha, Libros capitulares de Antioquia, tomo 650, ff. 147-149. 44. aha, Libros capitulares de Antioquia, tomo 650, ff. 147-149.

“Han corrido no obstante, tres años, y ninguna provincia tiene tesoro, fuerza armada, cañones, pólvora, escuelas, caminos, ni casas de moneda: Sólo tienen un número considerable de

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funcionarios que consumen las pocas rentas que han quedado, y que defienden con todas sus fuerzas el nuevo sistema que los favorece [...]. Establecer un sistema de debilidad para formar un cuerpo robusto, es una contradicción, un absurdo y el último de los delirios del entendimiento humano... Nada digo señores que no esté delante de vuestros ojos. El día funesto se acerca en que si no mudamos de conducta, vamos cargados de nuestras bellas constituciones a morir en los cadalsos o en las bóvedas de las Antillas”45.

Ese año, en el periódico La Gaceta Ministerial de Cundinamarca, apareció un interesante artículo tomado del periódico El Observador Colombiano, que al parecer circulaba en Caracas. En él se analizaban “el origen y las causas de la división en que se hallaban las provincias de la Nueva Granada y Venezuela y el desgobierno que reinaba”. El autor empezaba por señalar como causa de la desunión el carácter de los habitantes, su torpe educación y algunos rasgos heredados de los españoles: “Como hijos legítimos de los españoles amamos mucho los empleos, y las distinciones, y nos gusta demasiado vivir de la hacienda pública. No nos queremos convencer de que [...] los empleos libres son una carga muy pesada porque no es agradable merecer el odio y la execración general, cuando no hay talento, y la virtud necesaria para desempeñarlos […]. Así es que esa inmensidad de funcionarios públicos que se han elevado en nuestras provincias presenta hoy el más poderoso obstáculo a que todos se den el ósculo de la paz y se reúnan bajo un gobierno enérgico. Porque es preciso decirlo de una vez, ese enjambre de empleos condecorados con cuantos títulos han visto las repúblicas antiguas y modernas, que cunde por todas partes, y cual una plaga desoladora destruye, y aniquila en lugar de plantar y edificar ¿qué otra cosa hace a pesar de sus buenas intenciones sino preparar los combustibles más propios para una guerra civil?”46.

Continúa el polemista, sin entrar a calificar o descalificar el sistema norteamericano, a afirmar que en la Nueva Granada la teoría de las “soberanías particulares nos ha embriagado demasiado”, y que resultaba un error intentar igualarnos a los Estados Unidos de 45. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, Santafé de Bogotá, junio 28 de 1813. Norteamérica, pueblo que tenía otras tradiciones, otra experienLas itálicas son de la autora. cia política en cuanto al funcionamiento de los Estados desde el 46. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, período colonial. Además, el autor señalaba que no se contaba Santafé de Bogotá, noviembre 4 de 1813. Las itálicas son de la autora. con las virtudes de aquel “pueblo laborioso e ilustrado”47, y con47. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, cluía con escepticismo y pesimismo que los hombres de la Nueva Santafé de Bogotá, noviembre 4 Granada, como los de Venezuela, eran en 1813 más esclavos que de 1813.

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durante el régimen anterior, pues el estado de la justicia era lamentable, por caótico e ineficiente. Lamentaba que los gobernantes se desgastaran en disputas frívolas, mientras no aparecían las reformas que debían hacer felices a los pueblos48. 4. F iesta , poder y armas La incertidumbre y la desconfianza fueron el signo generalizado de los últimos años de la primera república. Es muy probable que la gente del común y amplios sectores de las élites incluso añoraran el antiguo gobierno. El exceso de boato y el ánimo de las mencionadas élites de reproducir, bajo los ropajes del nuevo credo republicano los privilegios de que gozaban las antiguas autoridades coloniales, alimentaban el escepticismo del pueblo. Fue un período marcado por la creación de fiestas patrias y símbolos que representaban el nuevo orden republicano, en el que también resaltaba el papel protagónico y privilegiado del nuevo patriciado integrado por los criollos. El 22 de diciembre de 1810 se instaló el Congreso del Reino en Santafé do Bogotá. A él asistieron los representantes de las provincias del Socorro (presbítero Andrés Rosillo), Neiva (presbítero Manuel Campos), Santafé (Manuel Bernardo Álvarez, antiguo funcionario colonial), Pamplona (Camilo Torres, prestigioso abogado de la Real Audiencia), Nóvita (el abogado Ignacio Herrera) y Mariquita (León Armero). El sastre José María Caballero, perspicaz observador de la época, consignó la instalación del evento en su diario con las siguientes palabras: “El 22 fue la instalación de Congreso; hubo salva general de la artillería y Auxiliar. A 23 fue la misa de gracias con asistencia de toda la Junta y congreso de los que había siete diputados de las Provincias Unidas habiendo hecho presidente del Congreso al señor Manuel Bernardo Álvarez, diputado de esta provincia, y se le hicieron todos los honores como al Virrey; hubo salvas de granaderos, y a la tarde un famoso refresco en el Palacio, toros e iluminación por tres noches”49.

Es de anotar la referencia a que los criollos insistían en verse como la nueva nobleza y en reproducir las formas cortesanas de los antiguos virreyes. El 31 de diciembre se le hizo otro homenaje a don Manuel Bernardo Álvarez, esta vez utilizando nuevas alegorías, propias de la república francesa. La retreta 48. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, Santafé de Bogotá, noviembre 4 que le ofreció el batallón de Guardias Nacionales fue precedida por de 1813. una procesión encabezada por “dos ninfas preciosamente vestidas 49. José María Caballero, Diario de con carro triunfal, con muchas luces y pólvora […]”50. la independencia (Bogotá: Talleres Gráficos Banco Popular, 1974), 82. Las Asimismo, en marzo de 1811 arribó a Bogotá el presbítero itálicas son de la autora. José Cortés Madarriaga, enviado por el Gobierno de Caracas para 50. José María Caballero, Diario de la lograr un acuerdo de apoyo y defensa mutua entre granadinos y independencia, 83.

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venezolanos contra los realistas y para acordar formas de relación entre ambos estados. Madarriaga fue recibido con salvas de artillería, y esa “noche se le ofreció un refresco que costo $400 y al día siguiente una comida de costo $1.000 con mucha suntuosidad y aparato; en la noche se dio una gran música y baile”51. Santafé, como antigua capital del Virreinato, era heredera del ceremonial colonial y ahora, como capital de la nueva república, trató de reforzar su importancia y el prestigio de sus élites con continuas celebraciones que implicaban actos religiosos, desfiles, retretas militares, banquetes, corridas de toros, bailes, alumbrado y fuegos artificiales que, obviamente, estaban a cargo del presupuesto de la provincia. Pero el despilfarro y la ostentación terminaron por indisponer a la gente común. En su diario, Caballero apuntó expresiones que daban cuenta de ese rechazo del pueblo frente al abuso de las élites, no sólo por el aprovechamiento de los cargos públicos, sino también por el derroche de los dineros del erario provincial. A fines de 1814, cuando ya el control político lo detentaba el Congreso de la Unión, José María Caballero se quejaba en su diario de cómo el peligro realista amenazaba por todas partes, mientras los señores del Congreso “se están disputando mandos, empleos y rentas […]”52. Sin poder ocultar su malestar con la celebración del 20 de julio en 1814, criticaba el exceso de lujo y gasto del Congreso. Esa noche, en una nueva sala de baile estrenada en el palacio de gobierno, se celebró un fastuoso baile al que asistieron no sólo las élites patriotas, sino también “carracos” (adeptos al Rey): “Se sirvió un refresco costeado por el estado, que importó $250 con un ambigú que se dio a las doce de la noche. ¡Bueno! Me gusta que bailen, coman, beban y se diviertan a costillas ajenas. Que sabroso será. ¡Oh quién pudiera pero no con lo ajeno!”53. 5. L a república se construye en la guerra Entre 1808 y 1815, las élites criollas tuvieron grandes desafíos. Ante todo, como hombres inmersos en la cultura y los imaginarios del antiguo régimen, debieron abordar el reto de imaginar un nuevo orden político para una república liberal; pero, sin una nación, sin un nacionalismo preexistente, debieron concentrar sus esfuerzos en imaginarla e inventarla apresuradamente, en medio de una avalancha de acontecimientos. Intentaron construir una nueva identidad 51. José María Caballero, Diario de la colectiva que superara los conflictos e intereses locales; tuvieindependencia, 87. Las cursivas son de ron que poner en marcha un nuevo modelo político y territorial, la autora. “cambiar la geografía del reino”, como dijo Nariño, al tiempo que 52. José María Caballero, Diario de la independencia, 62. mantenían la frágil integridad de lo que había sido el Virreinato. 53. José María Caballero, Diario de la Y simultáneamente, los criollos, que se autopercibían como una independencia, 182. Las itálicas son de nueva nobleza republicana, debieron imaginarse cómo integrar, la autora.

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en calidad de nuevos ciudadanos, a los indígenas, negros, zambos, mestizos, mulatos y pardos, una población revuelta a la que siempre habían despreciado. Todas estas inmensas tareas se llevaron a cabo en medio de la inestabilidad económica, enfrentamientos militares entre facciones patrióticas y amenazas de una intervención armada por parte de España. Las élites fueron impotentes para imponer el orden y lograr acuerdos políticos que garantizaran la unidad de la nueva república y su defensa. La confrontación entre el Congreso de las Provincias Unidas y Cundinamarca amenazaba constantemente con una guerra entre provincias. Ante el fracaso de los políticos, nuevos actores irrumpirían en la escena; el espacio político fue suplantado a partir de este momento por los militares que prometían imponer el orden, someter a las provincias desgastadas en los enfrentamientos entre las facciones patrióticas y reconquistar aquellas que se habían declarado leales al Rey. El 29 de noviembre de 1814, el Congreso de la Provincias Unidas decidió declararle la guerra a Cundinamarca y enviar a Bolívar al comando de las tropas que debían someter a este Estado al Gobierno de las Provincias Unidas. El 12 de diciembre de 1814, Bolívar se tomó la ciudad en un asalto que fue descrito como salvaje por la población; al parecer, le entregó a su tropa la ciudad para el saqueo y se acusó a los soldados de violar a las mujeres e irrespetar templos. Las autoridades eclesiásticas de Santafé exigieron la excomunión del general54. El 15 de enero de 1815, después de la victoria de Bolívar, el gobierno del Congreso de las Provincias Unidas se trasladó finalmente de Tunja a Bogotá. Pocos días después, Bolívar partió como jefe de las tropas de la Unión llevándose para el sostenimiento de éstas todos los caudales de la Caja Real y un empréstito forzoso al que fueron sometidos los habitantes de Cundinamarca55. A medida que las tropas de Bolívar avanzaban, se conocieron varias quejas sobre el comportamiento desordenado y abusivo de los soldados. Incluso, el del Congreso de las Provincias Unidas, presbítero Andrés Rodríguez, se vio precisado a intervenir y exigirle a Bolívar ponerle fin a los atropellos contra la población56. Poco antes de que Bolívar marchara hacia Cartagena y se rebelara contra el Gobierno de la Unión en esa ciudad, Juan 54. “Relación de lo ocurrido en esta Provincia en el mes último”, Gaceta de Dios Amador, presidente del Estado de Cartagena, en misiva al Ministerial de Cundinamarca, n.o 175, gobernador de la Provincia de Tunja, le hizo explícitos sus temores Santafé de Bogotá, enero 5 de 1815. y desaprobación frente al comportamiento de Bolívar: 55. Rodrigo Llano Isaza, Centralismo y Federalismo (Bogotá: El Áncora Editores - Banco de la República, 1999).

56. Rodrigo Llano Isaza, “Hechos y gentes de la primera República colombiana. 1810-1816”, Boletín de Historia y Antigüedades 789 (abril de 1995): 501-523.

“Cartagena desde el punto en que vio dirigirse hacia esta Plaza a Bolívar con las armas en la mano no le há considerado más ni debido considerar como General de la Unión, ni con misión de su Gobierno le há visto como un intruso aventurero, Gefe de asesinos é incendiarios devastadores de la Nueva Granada,

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atentador a su libertad, y usurpador de la autoridad Suprema de la Unión. Como á tal le há recibido como a tál le resistirá, y está resuelta á pulverizarla con las bandas infames que le siguen; yá se vá derramando sangre en nuestros encuentros diarios, y si cabe en su impericia militar, o en su arrojo quixotesco el intentar embestir la Plaza en el estado de defensa en que se ha puesto, y de odio y execreción con que sus habitantes están animados á su destrucción, cuente Vuestra Excelencia con que el destrozo será horrible”57.

Estas imágenes sobre la capacidad de destrucción de las tropas tienen que ver con las prácticas de saqueo e incendio empleadas por muchos de los militares venezolanos que comandaron fuerzas en las expediciones, con el fin de someter las poblaciones ribereñas del Magdalena y las de las sabanas de Bolívar. Basta recordar el comportamiento indisciplinado de las tropas del militar venezolano Miguel Carabaño, a quien se le encargó el sometimiento de las sabanas de Bolívar; allí cometieron todo tipo de abusos contra la población, y cuando al militar se le pidieron cuentas por parte del gobierno de la Unión, se rebeló y amenazó militarmente a Cartagena58. En Cartagena, Bolívar se dejó arrastrar por la lucha facciosa entre piñeristas y toledistas, poniéndose del lado de los primeros. Desafió la autoridad del gobierno de Cartagena y se enfrentó con las tropas de la ciudad al mando de Manuel Castillo, a quien derrotó por primera vez el 13 de abril de 1815 en el sitio de Pasacaballos. Después de varias escaramuzas militares entre Bolívar y Castillo, el 15 de mayo se firmó un tratado de “amistad y paz” entre las tropas de Bolívar y las del Congreso. Pocos días después, Bolívar, desilusionado de la política neogranadina, viajó a Jamaica. En 1815 las élites patriotas estaban desprestigiadas en muchas localidades por su abuso de poder e incapacidad para mejorar la situación de la población; ese año, la promesa de progreso y felicidad de los pueblos era más lejana que en 1808. El impacto del proyecto republicano en la población fue muy limitado, e incluso éste fue rechazado por sectores indígenas, mestizos y gentes de color. Los continuos enfrentamientos implicaban levas de población, empréstitos forzosos y abusos de las tropas sobre los civiles, hechos que generaban resistencia frente a los patriotas. En abril de 1816, Camilo Torres, ante los problemas políticos y el avance de la reconquista, renunció a la presidencia del gobierno de las Provincias Unidas. Fue nombrado entonces con poderes dictatoriales el car57. agn, Archivo Restrepo, 5 de abril de tagenero José Fernández Madrid; pero ya era tarde: lo que siguió 1815, rollo 6, ff. 234-235. fue la desbandada de los políticos criollos tratando de salvar aun58. José Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de la República de Colombia, que fuera sus vidas. La primera república sucumbía; las tropas de 10 vol. (París: Librería Americana, Morillo avanzaban por diferentes flancos, y algunas poblaciones 1827), vol. 2, 86-90.

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vieron con satisfacción la llegada de estas tropas que impondrían el orden sobre el caos y la anarquía. Los beneficios de libertad, ciudadanía y soberanía popular prometidas por el proyecto republicano no pasaron de ser, la mayoría de las veces, mera retórica de la prensa, y los que promulgaban constituciones eran acallados por los continuos llamados a la guerra y las confortaciones armadas59. En 1816, el vasto territorio de la Nueva Granada, con sus estados soberanos, sus múltiples soberanías e independencias dispersas, 59. Hermes Tovar Pinzón, “Guerras era el reflejo de una multiplicidad de poderes locales y regionales de opinión y represión en Colombia durante la Independencia (1810que debieron enfrentar el proceso de la reconquista y prepararse 1830)”, Anuario Colombiano de Historia para una etapa de guerra generalizada, de resistencia en la que se Social y de la Cultura 11 (1983): 187-206. forjarían nuevas identidades y sentidos de nación60. Un largo pro60. Clément Thibaud, Repúblicas en armas. Los ejércitos bolivarianos en la ceso de guerras civiles y reacomodos de los poderes regionales guerra de Independencia en Colombia y durante el siglo xix acabaría por dibujar el mapa de la nueva repúVenezuela (Bogotá: Planeta - Instituto Francés de Estudios Andinos, 2003). blica de Colombia.

Bibliografía Fuentes

primarias

Archivos: Archivo General de la Nación (agn), Bogotá. Colombia. Archivo Restrepo, tomo 2, rollos 02-04-06. Archivo Histórico de Antioquia (aha), Medellín, Colombia. Libros capitulares de Antioquia, tomo 650, ff. 125-126. Revistas: El Argos Americano, n.o 28-29, Cartagena, abril 1 de 1811. Gaceta Extraordinaria de Cundinamarca, n.o 25, Santafé de Bogotá, enero 18 de 1812. Gaceta Ministerial de Cundinamarca, n.o 29, Santafé de Bogotá, noviembre 7 de 1811. Libros: Caballero, José María. Diario de la independencia. Bogotá: Talleres Gráficos Banco Popular, 1974. Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de la República de Colombia, 10 vol. París: Librería Americana, 1827, vol. 2.

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Ana Catalina Reyes Cárdenas

Fuentes

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Artículo recibido: 2010; aprobado: 10 de abril de 2010; modificado: 22 de abril de 2010.

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From the Supreme Junta de gobierno to the sovereign state: the independence of Cartagena de Indias (1810-1812)

Resumen

Abstract

Este trabajo describe el camino que recorrió la

This work describes the path followed by the Car-

Junta de Cartagena desde su formación hasta la

tagena Junta from its formation to its declaration

declaración de independencia. Así se muestran las

of independence. It aims to show what factors

condiciones que se dieron, primero para ser creada

conditioned its creation and then the maintenance

y posteriormente para mantener la gobernabilidad

of governability in the midst of the metropolitan

en medio de la crisis política que vivía la metró-

political crisis. As an hypothesis, it suggests that

poli. La hipótesis sugiere que la Junta mantuvo su

the Junta maintained its loyalty to the Council and

lealtad al Consejo y las Cortes hasta el momento

the Courts until the moment in which the latter did

en que estas últimas la desconocieron. Finalmente,

not recognize it. The Cartagena Junta’s decision to

como reacción frente al rechazo de sus peticiones,

declare its independence, therefore, was a reaction

la Junta de Cartagena tomó la decisión de declarar

to the rejection of its petitions.

su independencia.

Roberto González Arana Edwin Monsalvo Mendoza

Palabras clave

Key Words

Independencia, Junta de Gobierno, Cortes de Cádiz,

Independence, Junta de Gobierno, Cadiz Courts,

Estado, Cartagena.

State, Cartagena.

Licenciado en Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Atlántico, Barranquilla, Colombia. Doctor en historia del Instituto de Historia Universal, Academia de Ciencias, Rusia. Profesor Titular del Departamento de Historia y Ciencias Sociales, Universidad del Norte, Barranquilla, Colombia. Miembro del grupo de investigaciones en arqueología, historia y estudios urbanos del Caribe colombiano, Universidad del Norte. Sus intereses investigativos se centran en la historia política de América Latina y la historia del Caribe. Entre sus publicaciones más recientes están, “La Crisis de la can: el caso de los actores internos”, Investigación & Desarrollo 17: 2 (dic. 2009): 350- 367; “El Caribe y su pasado”, en Los mil y un Caribe… 16 textos para su (DES) entendimiento, editores Jorge Elías Caro y Fabio Silva (Santa Marta: Universidad del Magdalena, 2009), 55-64. rogonzal@uninorte.edu.co. Historiador de la Universidad del Atlántico, Barranquilla, Colombia. Magíster en historia de la Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, Colombia, y del Instituto de Historia, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, España. DEA en Historia de América Latina y candidato a doctor en historia, Universidad San Pablo ceu, España. Profesor de tiempo completo, Departamento de Historia y Geografía, Universidad de Manizales, Colombia. Sus intereses investigativos giran alrededor de la historia política del siglo xix, ciudadanía, representación política y elecciones. Algunas de sus publicaciones recientes son, “Ciudadanía y elecciones en el mundo hispánico. Elementos para un debate historiográfico”, Revista Historia Caribe 15 (2009): 159-183; “Juras constitucionales y fiestas cívicas o el tránsito del poder en la Nueva Granada (Colombia 1810-1832)”, en Entre la Colonia y la República. Insurgencias, rebeliones y cultura política en América del sur, compiladoras Beatriz Bragnoni y Sara Mata (Buenos Aires: Prometeo libros, 2008), 293-310. edwinmonsalvo@gmail.com

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I ntroducción El 15 de mayo de 1813 don Tomás José Pacheco, natural de Santa Marta, capitán graduado del cuerpo de patriotas, dueño de cinco esclavos y pardo de color, escribió una misiva con su puño y letra, solicitando a los diputados reunidos en las Cortes —trasladadas ya a Cádiz desde la Isla de León— la carta de ciudadanía que lo convertiría en un individuo con derechos políticos. Lo hizo porque según la Constitución de Cádiz que él mismo había jurado unos meses antes, no reunía los requisitos para ser ciudadano, es decir, estaba excluido de la nación que él había defendido con su propia vida. Según el artículo 5 de la citada Constitución, eran españoles: “Todos los hombres libres nacidos y avecindados en los dominios de las Españas, y los hijos de éstos”, y también: “Los libertos desde que adquieran la libertad en España”. Sobre este tema Manuel Chust sostiene que los diputados americanos explicaron que “este párrafo no se refería a los libertos nacidos en África, sino a los hijos de éstos, con lo cual el artículo retrasaba la obtención de la condición de liberto al menos una generación”1. Los legisladores de Cádiz no entendieron la figura del ciudadano como un individuo que participaba de una nación abstracta2, sino que siguieron percibiendo al ciudadano nacional en función de lazos que lo vinculaban a comunidades concretas es decir, definieron al ciudadano a partir del vecino. Incluso en los mismos debates los diputados distinguían entre el uso del término “ciudadano” para aquellos que tenían derechos políticos, y “naturales” para los

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Ï El presente artículo es resultado del proyecto de investigación “Celebraciones de las independencias en el Caribe Colombiano 1812-1912. Memorias y contramemorias”, financiado por la Vicerrectoría Académica y la División de Investigaciones y proyectos, Universidad del Norte, Barranquilla, Colombia. 1. “San Juan de la Ciénega 15 de mayo de 1813”. Archivo de las Cortes de Madrid. Congreso de los diputados (en adelante acd), Expedientes Generales, legajo 13, número 126. 2. Sobre el moderno concepto de nación ver Dominique Schnapper, La comunidad de los ciudadanos. Acerca de la idea moderna de nación (Madrid: Alianza Editorial, 2001). Aunque los legisladores sí intentaron diferenciar la categoría de vecino y ciudadano, al final no pudieron hacerlo. “La palabra ciudadano no puede ya entenderse en el sentido tan vago e indeterminado que hasta aquí ha tenido. Aunque término antiguo, acaba de adquirir por la Constitución un significado conocido, preciso, exacto. Es nuevo en la nomenclatura legal, y no se puede confundir en adelante con la palabra vecino… La cualidad de ciudadano habilita a todo español para serlo todo en su país, sin que reglamentos, ni privilegios de cuerpos ni establecimientos puedan rehusar su admisión”, dsc, 4 de septiembre de 1811, 1765.


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3. Para la distinción entre vecino y ciudadano ver Tamar Herzog, Vecinos y extranjeros. Hacerse español en la edad moderna, trad. Miguel Ángel Coll (Madrid: Alianza Editorial, 2006), 209. Lo mismo sucedió con el territorio. La ciudad americana se fundó bajo el mismo esquema del municipio moderno, lo que implicaba la jurisdicción sobre un territorio, la elección de los alcaldes y el dominio de la justicia sobre el conjunto municipal. Sobre este último aspecto véase Federica Morelli, Territorio o nación. Reforma y disolución del espacio imperial en Ecuador, 1765-1830, trad. Antonio Hermosa Andujar (Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2005), 191-264. Sobre el uso del vocabulario ciudadano y natural en las cortes ver Marie Laure Rieu-Millan, Los diputados americanos en las cortes de Cádiz (Madrid: csic, 1990), 438. 4. “Constitución Política de la Monarquía española, Cádiz (1812)”, en Antonio Fernández García, La Constitución de Cádiz (1812) y discurso preliminar a la Constitución (Madrid: Clásicos Castalia, 2002). Ha habido una extensa discusión historiográfica, tan amplia como las mismas discusiones de los diputados, sobre el tema de la exclusión de la población de color de los derechos ciudadanos. Dentro de las explicaciones más satisfactorias está el hecho de que si la representación de ambos hemisferios era proporcional, como efectivamente lo fue, la inclusión de la población negra habría significado una mayor representación de los americanos. Sin embargo, es de anotar que la misma carta política abrió una puerta para los derechos políticos, la de la virtud y del merecimiento, porque a decir de García Herreros, uno de los diputados miembros de la Comisión que discutía el tema, “no es el color, ni lo demás sobre lo que se ha declamado, la regla que ha seguido la comisión, ni es el origen solamente, que eso no exige tantas condiciones, sino el destino a que los han aplicado los mismos americanos, el abandono con que los han educado

españoles avecindados que, como en el caso del mencionado José Pacheco, no poseían derecho a voto3. ¿Cómo era posible que a un hombre virtuoso y defensor de los derechos de Fernando VII se le excluyera de sus derechos? La razón era su “origen” africano4. El artículo 18 decía que “Son ciudadanos aquellos españoles que por ambas líneas, traen su origen de los dominios españoles de ambos hemisferios, y están avecindados en cualquier pueblo de los mismos dominios”. Sin embargo, el artículo 22 de la misma Constitución daba la posibilidad de que a los “españoles que por cualquier línea son habidos y reputados por originarios del África, les queda abierta la puerta de la virtud y del merecimiento para ser ciudadanos: en su consecuencia las Cortes concederán carta de ciudadano a los que hicieren servicios calificados a la patria, o a los que se distingan por su talento, aplicación y conducta, con la condición de que sean hijos de legítimo matrimonio de padres ingenuos; de que estén casados con mujer ingenua, y avecindados en los dominios de las Españas, y de que ejerzan alguna profesión, oficio o industria útil con un capital propio”5.

y las malas costumbres, que son una Chavarri, Las elecciones de diputados consecuencia inevitable de aquel”. a las cortes generales y extraordinarias. Véase Diario de Sesiones de las Cortes 1810-1813 (Madrid: Centro de estudios (en adelante dsc), 7 de septiembre de constitucionales, 1988); Miguel Ángel 1811. Véase también Jorge Conde CalGonzález Muñiz, Constituciones, cortes derón, Buscando la nación. Ciudadanía, y elecciones Españolas. Historia y Anécclase y tensión racial en el Caribe Colomdota (1810-1936) (Madrid: Ediciones biano (Medellín: La Carreta Histórica, Júcar, 1978); Jaime Rodríguez, La 2009), especialmente el capítulo independencia de la América española. “Ciudadanía y color”. Sobre el debate Fideicomiso Historia de las Américas historiográfico ver Manuel Chust, (México: Serie ensayos, Fondo de La Cuestión nacional americana en las Cultura Económica, 1996), 82. Cortes de Cádiz (1810-1814) (Valencia: 5. Artículo 22 de la Constitución Política Centro Francisco Tomás y Valiente, de la Monarquía española, Cádiz (1812), uned Alzira-Valencia, Fundación en Constitución Política de la MonarInstituto Historia Social, 1999), 142, quía española, Cádiz (1812). Antonio y “Constitución de 1812, liberalismo Fernández García, La Constitución de hispano y cuestión americana, 1810Cádiz (1812). Lo de virtud y mereci1837”, Boletín del instituto de historia miento nos da una idea del significado Emilio Ravignani 25 (enero-julio 2002); que otorgaba la Constitución a la ciuMarie Laure Rieu-Millan, Los diputadadanía. El resaltado es de los autores. dos americanos en las cortes, 438; Pilar

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Según Manuel Chust, los diputados americanos Leiva, Mendiola y Jáuregui estaban preparados para expresar su desacuerdo con este artículo. Incluso, “los americanos no sólo traían sus intervenciones escritas, sino que se habían puesto de acuerdo para que fueran complementarias”6. Existía por parte de los diputados el temor a “que este tipo de discriminación política pudiera provo6. Manuel Chust, La cuestión nacional, car revueltas de carácter racial”, entre otros, de las compañías de 150. Una interesante aproximación pardos “defensores de innumerables plazas contra los corsarios y que da cuenta de la ideología y las diferencias que dividieron a los 7 contra la insurgencia” . americanos la hallamos en “IdeoloCabe señalar que la Constitución de Cádiz definió al ciudagía del grupo Americano”, en María Teresa, Barruezo León, La participadano como una dimensión conjunta entre el estatus y la práctica. ción americana en las Cortes de Cádiz El primero estaba constituido por un conjunto de derechos que 1810-1814 (Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1986), 313-319. reproducían la sociedad jerárquica, y el segundo abría la puerta 7. Manuel Chust, La cuestión nacional, 152. de la virtud para que se alcanzara la ciudadanía a través de actos 8 8. Para el desarrollo de ambas dimeno prácticas consideradas como valerosas . Por eso en su petición siones de la ciudadanía en los Andes Pacheco mencionó los valores que él reunía: americanos ver Marta Irurozqui, ed. “Mis pequeños sacrificios en defensa de los sagrados derechos de la causa nacional no son ni han sido nunca otra cosa que la indeleble obligación de fidelidad a que como individuo de la generosa España, ha nacido constituido, así es que en mi conducta no veo otra que la del cumplimiento de mis deberes; sin embargo no puedo menos que manifestar a VS los afectos más puros de mi gratitud por el honor que se digna dispensarme en su oficio trece del presente aplaudiendo y congratulándome por la acción del once en las inmediaciones de este pueblo contra los insurgentes de Cartagena y entendiéndose su bondad a pedirme los documentos necesarios que señala el artículo 22 de la constitución […] con el fin de pedir oficialmente a la soberanía en las cortes generales y extraordinarias de la nación los derechos de ciudadano a que por merecidos títulos me he hecho acreedor”9.

Las muestras de lealtad durante los procesos de independencia en Hispanoamérica no son una excepción, aunque la historiografía liberal así lo haya mostrado10. Éstas han hecho sobresalir una perspectiva teleológica de la historia, haciendo suponer en ocasiones la preexistencia de la nación en Hispanoamérica. En otras ocasiones se duda de la veracidad de las manifestaciones de lealtad a Fernando VII de la mayor parte de las juntas conformadas en América entre 1809 y 1810. Pero sobre todo, hay un aspecto

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La Mirada esquiva. Reflexiones históricas sobre la interacción del estado y la ciudadanía en los Andes (Bolivia, Ecuador y Perú). Siglo XIX (Madrid: Biblioteca de Historia de América, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2005), Introducción, 13-40.

9. San Juan de la Ciénaga 15 de mayo de 1813. acd, Expedientes generales, legajo 13, número 126. 10. Para el caso colombiano véase por ejemplo José Manuel Restrepo, Historia de la Nueva Granada, vol. 1 (Bogotá: Editorial Cromos, 1952); José María Quijano Otero, Compendio de la Historia Patria. Librería colombiana (Bogotá: Camacho Roldán & Tamayo, 1910), 5.ª edición; Arcadio Quintero Peña, Lecciones de Historia de Colombia, el nacimiento de la República (Bogotá: Colección Biblioteca del Banco Popular, 1971). Una perspectiva distinta en Jairo Gutierrez Ramos, “La Constitución de Cádiz en la provincia de Pasto. Virreinato de la Nueva Granada”, Revista de Indias LXVIII: 242 (2008): 207-224; Marcela Echeverri, “Los derechos de indios y esclavos realistas y la transformación política en Popayán (Nueva Granada 1808-1820), Revista de Indias LXIX: 246 (2009): 45-72.


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clave en estos estudios, y es la tendencia a resaltar la visión de los “vencedores” y de los actores de las independencias convertidos en “patriotas”, al mismo tiempo que, al parecer, se tiende a invisibilizar la perspectiva de los “perdedores”, aquellos que en algún momento sostuvieron un proyecto monárquico, haya sido éste vernáculo —caso mexicano—, o como en la mayoría de los casos, el simple apoyo al mantenimiento de la tradición de gobierno como ocurrió en Santa Marta, Panamá, Pasto o el Nuevo Reino de Granada. Este trabajo no pretende contar la historia de los perdedores —pues ello no sería posible en tan apretado espacio—, sino plantear el camino que recorrió la Junta de Cartagena entre 1810 y 1811 para mostrar las condiciones que esta tuvo para ser creada y para mantener la gobernabilidad durante la crisis política de la metrópoli. La hipótesis sugiere que esta Junta mantuvo su lealtad al Consejo y las Cortes hasta el momento en que estas últimas la desconocieron como gobierno. Como reacción al rechazo de sus peticiones, la Junta de Cartagena tomó la decisión de declarar la independencia. Para cumplir este propósito nos apoyamos en las comunicaciones que mantuvo la Junta de Cartagena con el Consejo de Regencia y las Cortes. 1. L as noticias de la guerra y la fragmentación de las soberanías Como bien lo ha señalado François-Xavier Guerra, la invasión de los franceses a la Península y la abdicación real en manos de Bonaparte generaron la crisis de la monarquía hispánica11. A partir de estos sucesos, las decisiones tomadas por las autoridades peninsulares —Junta Central, Consejo de Regencia y Cortes- se convirtieron en discusiones permanentes al otro lado del Atlántico, y fueron en definitiva las detonantes de las decisiones tomadas por las provincias ultramarinas. Desde el momento de la abdicación real, “el primer impulso que se dio en España fue de carácter centrífugo; esto es, se formaron juntas regionales con el fin de gobernar a las distintas provincias. Cada junta provincial actuó como si se tratara de un país independiente”12. En América, reacciona11. François-Xavier Guerra, Moderniron de distintas maneras (motines populares, envío de dinero a dad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas. (México: la península, manifestaciones de lealtad al Consejo de Regencia, Editorial MAPFRE, Fondo de Cultura separación total de éste último, proclamación de constituciones). Económica, 1992). Sin embargo, todas tenían como meta la construcción de un Estado 12. Jaime Rodríguez, La independencia de la América española, 82. independiente de Napoleón y casi todas compartían la idea de una 13. Víctor Peralta, “Entre la Fidelidad nación española, aunque diferían en cuanto a los límites de ésta y y la incertidumbre. El virreinato del sus centros de poder13. Perú entre 1808 y 1810”, en 1808. La eclosión juntera en el mundo hispano, A comienzos de 1810, las noticias de la cada vez más inminente coord. Manuel Chust (México: Fondo derrota española llegaron a Cartagena de Indias por dos vías; una, de Cultura Económica, 2007), 138-161.

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la que precisamente había intentado evitar la Junta Central de Sevilla antes disolverse, es decir, la prensa y los pasquines. Así lo evidencia el Síndico procurador de Cartagena, Antonio José de Ayos, en su propuesta del 28 de mayo de 1810 al Cabildo de Antioquia, cuyo fin era crear la Junta Superior de Seguridad y Gobierno para defender a la Nueva Granada. Allí daba cuenta de que la información que llegaba a Cartagena era procedente en su mayoría de gacetas inglesas remitidas desde Jamaica, y éstas describían la difícil situación de la Península y los éxitos de las tropas francesas14. La otra fuente de información, la oficial si se quiere, llegó de manos del Comisario regio enviado por las autoridades peninsulares para garantizar el orden, don Antonio de Villavicencio. Ambas daban cuenta de la disolución el 29 de enero de ese año de la Suprema Junta Central de Sevilla y del traspaso de su poder a un Consejo de Regencia y de la convocatoria a Cortes: “Una serie no interrumpida de infortunios había: desconcertado todas nuestras operaciones desde la batalla de Talavera. Desvaneciéronse en humo las grandes esperanzas que debieron prometerse en esta célebre jornada. Muy poco después de ella el florido ejército de la Mancha, fué batido en Almonacid. Defendíase Gerona; pero cada día se imposibilitaba más un socorro que con tanta necesidad y justicia se debía á aquel heroico tesón que dará á sus defensores un lugar sin segundo en los fastos sangrientos de la guerra. Á pesar de prodigios de valor, el ejército de Castilla había sido batido en la batalla de Alba de 14. Archivo Histórico Antioquia, Tormes y Tamames, y con este revés se había completado el Colonia, Libros capitulares de Antioquia, desastre anterior de la acción de Ocaña, la más funesta y mortomo 649, doc. 10346. Ver también carta de Antonio de Villavicencio a tífera de cuantas hemos perdido”15.

Si este era el panorama que dibujaban las fuentes oficiales encargadas precisamente de mitigar el fuerte pesimismo que se apoderaba de los españoles de ambos hemisferios, ya se puede uno imaginar lo que decían los pasquines y periódicos. En este punto, pocos apostaban por una derrota a los franceses, y en cambio empezaba a verse el nuevo Consejo de Regencia como un aparato al servicio de Bonaparte, o cuando menos como un artilugio para engañar a los americanos y mantenerlos fieles a una esperanza. Ni siquiera Villavicencio, que había sido enviado al Nuevo Reino de Granada a apaciguar los ánimos, parecía muy convencido de la capacidad de resistencia de la península. Fue así como esparció la noticia de la necesidad de conformar juntas provinciales de “vigilancia, observación y defensa”. Éstas deberían sujetarse a una

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Don Miguel de Lardizabal, en la que dio cuenta de la llegada de un bergantín mercante de Puerto Cabello dos días antes de su arribo, y en el que se esparcieron noticias sobre que el gobierno en la península había desaparecido. Cartagena, 28 de mayo de 1810. Revista del Archivo Nacional, tomo ii, n.o 19 (agosto 1938): 153. En esta carta Villavicencio ordena al gobernador realizar la juramentación de la erección del Consejo de Regencia, 173-174.

15. Instrucción para las elecciones por América y Asia. Real isla de León 14 de Febrero de 1810. Xavier de Castaños, Presidente; Francisco de Saavedra; Antonio de Escaño; Miguel de Lardizábal y Uribe, Leyes electorales y proyectos de ley (Madrid: Imprenta Hijos de J. A. García, 1906), 47-55.


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Junta Superior de Seguridad Pública, establecida en Santafé, y todo esto dentro de la más completa adhesión al Consejo de Regencia de España e Indias. La principal preocupación de Villavicencio era “cortar el disgusto que empieza a 16. “Antonio de Villavicencio al gobernador y Comandante de Cartagena hacer entre Europeos y Americanos por pasquines y versos en que de Indias. Cartagena 10 de mayo de se hieren directamente, y cuyo resultado no puede ser otro sino de 1810”, Revista del Archivo Nacional, tomo ii, n.o 19 (agosto 1938): 153. pasar de la pluma a las armas”16. En esta carta Villavicencio ordena Para llevar a cabo este propósito, Villavicencio ordenó al goberal gobernador realizar la juramentación de la erección del Consejo nador de Cartagena convocar a un Cabildo Abierto que se realizó de Regencia. Unos días después se el 22 de mayo de 1810, al final del cual se acordó la creación de un presentó un conato de revuelta en la ciudad porque algunos no aceptaron triunvirato provisional compuesto por dos diputados del cabildo la Junta conformada, ante lo cual en funciones de coadministradores de la República: Antonio de se arrestó a don Francisco Antonio Merlano, secretario de gobierno, y Narváez, el representante elegido el año anterior por el Nuevo se procedió a la juramentación del Reino ante la Suprema Junta Central de España, y que al igual que la Consejo de Regencia para mostrar a los vecinos que se “trataba de un mayoría de americanos no, viajó porque la junta se disolvió antes; establecimiento para su seguridad Tomás Andrés Torres, el primer Prior del Consulado de Cartagena y y bien de la provincia”. “Antonio de Villavicencio a el Virrey del Reino. uno de los más importantes comerciantes de la misma; y el recién Cartagena 20 de mayo de 1810”, llegado gobernador Francisco Montes “para el despacho diario de Revista del Archivo Nacional, tomo ii, n.o 19 (agosto 1938): 156. los negocios”, quedando “reservados los de mayor interés e impor17. “Carta de respuesta del cabildo tancia a todo el ayuntamiento, y al dicho señor Gobernador la de Cartagena de Indias al comisario jurisdicción real ordinaria para la administración de justicia entre regio don Antonio Villavicencio, 23 de mayo de 1810”, en Gabriel Porras partes y las funciones anexas al vicepatronato real”17. Este delicado Troconis, Documental concerniente a los equilibrio de poderes entre el Cabildo y el gobernador de Cartagena, antecedentes de la declaración absoluta de la provincia de Cartagena de Indias legitimado en la Recopilación de leyes de Indias (ley 2, Título 7, libro (Cartagena: Talleres de Artes Gráficas 4.º), no podía mantenerse por mucho tiempo, como en efecto suceMogollón, 1961), 24-25. dió. Por lo pronto, ese mismo día, ese Cabildo abierto promulgó un 18. Bando publicado por el muy ilustre cabildo de esa ciudad de bando relatando el cambio político provisional adoptado y el recoCartagena de Indias, 22 de mayo de nocimiento formal de la soberanía del Consejo de Regencia18. 1810. Archivo General de la Nación, Sección República, Archivo José Manuel La erección de una Junta de Gobierno estaba justificada adeRestrepo, Fondo I, vol. 9, rollo 5, folio 2; más en la similar reacción de las provincias de la Península frente Armando Martínez Garnica, “Las juntas neogranadinas de 1810”, 112-134. a la invasión francesa. Tal decisión política tenía su fundamento en la reasunción de la soberanía por los pueblos —entendidos 19. Sobre los fundamentos teóricos de la generación de la independenen su acepción antigua— justificada en las tesis suarecianas que cias ver José Carlos Chiaramonte, en Cartagena eran conocidas por los notables Juan Fernández “Fundamentos jusnaturalistas de los movimientos de independencia”, de Sotomayor, José María García de Toledo, Vicente Celedonio en Las guerras de independencia en la y Germán Gutiérrez de Piñeres, José María del Castillo y Rada, América española, eds. Marta Terán y José Antonio Serrano Ortega (México: Miguel Diazgranados, Manuel Rodríguez Torices y José María del Coedición El Colegio de Michoacán Real, entre otros, todos egresados del Colegio del Rosario19. Universidad Michoacana de San

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Sin embargo, la adopción de esta inusual forma de gobierno no sólo se debía a los acontecimientos de la Península, sino a la animadversión que algunos miembros notables de la sociedad cartagenera sentían hacia el gobernador Francisco Montes. Éste había sido enviado por la Junta Central a la ciudad de Cartagena muy recientemente, y ante la disolución de dicha Junta por la derrota de las tropas españolas en Sevilla, la legitimidad del cargo del nuevo gobernador se puso en entredicho y se empezó a sospechar de él por afrancesado. Aunado a ello, Montes no tenía la pericia para entender rápidamente las dinámicas comerciales y políticas que se manejaban en la ciudadpuerto, y al parecer empezó a condenar algunas prácticas consideradas por las élites cartageneras como legítimas. Esto se observa si nos fijamos en las declaraciones que ofrecieron los otros miembros del cabildo sobre las actuaciones del gobernador: “[…] en razón de la ineptitud de dicho General [Montes] para toda clase de mando, y principalmente para el político; y aunque en los próximos días de su ejercicio logró ganarse algún aprecio del Ayuntamiento, por el celo y actividad que manifestaba en los objetos del servicio, y más particularmente en el ahorro de las sumas inmensas que el Cuerpo de Marina se había acostumbrado a malgastar en este Puerto, muy pronto dio a conocer, que no podía conducirse en tan plausibles miras, por otras reglas que las de su voluntariedad o antojo, separándose de las que la prudencia, y la justicia, tienen establecidas para su conveniente dirección”20.

Este testimonio da cuenta de la imprudencia de Montes, considerada como una falta grave, pues obligaba a cambiar unas pautas de comportamientos civiles, políticos y mercantiles a los cuales estaban habituados los habitantes de Cartagena. Por esta razón y ante el temor de que el gobernador introdujera más cambios, se empezaron a construir rumores en torno a las afinidades políticas de éste con los franceses, hecho que aumentó las dudas sobre la legitimidad de sus acciones. Montes fue señalado en un pasquín que circuló en la plaza de Cartagena como jacobino y denunciado por presuntas reuniones que realizaba en su casa por las noches: “En el club de los jacobinos/ En que os juntais por la noche/ proferís a troche y moche/ millares de desatinos/ Mas muchos patriotas finos/ Que saben vuestra opinión/ Desarmarán la traición/ A que maldad os inclina/ Pues si vela catalina/ No se duerme Cicerón”21.

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Nicolás Hidalgo - Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2001), 99-122; Sobre los líderes cartageneros ver Adelaida Sourdis, “Ruptura del estado colonial y tránsito hacia la república 1800-1850”, en Historia económica y social del Caribe colombiano, ed. Adolfo Meisel Roca (Bogotá: Ediciones Uninorte- Ecoe Ediciones. 1994), 157-228. Sobre las conexiones entre los abogados cartageneros y otros abogados de provincias distintas, Víctor Uribe Urán, Vidas honorables. Abogados, familia y política en Colombia 1780-1850 (Medellín: Fondo Editorial eafit, Banco de la República, 2008), 166 y 168. 20. Representación de la Junta provincial de Cartagena de Indias sobre los sucesos políticos acaecidos en el Nuevo Reino de Granada, 31 de agosto de 1810. acd, Serie General, legajo 22. En Jairo Gutiérrez Ramos y Armando Martínez Garnica, La visión del Nuevo Reino de Granada en las Cortes de Cádiz (1810-1813) (Bogotá: Academia Colombiana de Historia y Universidad Industrial de Santander, 2008), 34-40. 21. Piezas oficiales relativas al reconocimiento por el Cabildo de Cartagena, del Consejo de Regencia de España, en Documentos para la historia de la provincia de Cartagena de Indias, hoy Estado soberano de Bolívar en la unión colombiana, vol. i, comp. Manuel Eze


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El equilibrio de poderes establecido desde el 22 de mayo en Cartagena entre el gobernador y los coadministradores se rompió muy pronto, precisamente por un problema similar en la villa de Mompox, donde el comandante español mantenía un conflicto con los hermanos Vicente, Germán y Gabriel Gutiérrez de Piñeres. El cabildo de Cartagena fue informado de esto por Villavicencio, quien sugirió el retiro de Talledo. Ante esto, el gobernador Montes se negó e impidió su expulsión, contrariando al resto del cabildo, que tenía relaciones políticas con la facción que lideraba la oposición a Talledo. La situación fue interpretada por el resto del cabildo como un desacato al nuevo modelo de gobierno instalado el 22 de mayo y durante la sesión del 14 de junio siguiente, el comisionado Regio se pronunció contra la pretensión de “mando absoluto” del Gobernador Montes, contrariando la “buena armonía y el acomodamiento a un sistema medio que fuese adaptable y útil al Rey a la Patria en las críticas circunstancias en que se halla este Reino y la metrópoli”. Al final de la reunión del cabildo se acordó la destitución del gobernador22. La destitución de Montes obligó al cabildo a nombrar en su quiel Corrales (Bogotá: Imprenta de Medardo Rivas, 1883), 56-63. Antonio reemplazo al teniente de Rey Blas de Soria, quien se comprode Villavicencio a su llegada a la metió a aceptar el mando político y militar de la plaza y de la ciudad notó la animadversión contra Montes “comensé á oir las quexas y provincia. El ambiente de recelo y sospechas que se vivía desde lamentos qe. Arrancan la opresión y finales de 1809, cuando llegó Montes a la plaza, y comienzos de la tiranía, y observar que los ánimos tocaban ya en la desesperación. El 1810, era inmenso y similar al de casi todas las provincias ultragobernador Don Francisco Montes marinas. Los americanos temían que los peninsulares aceptaran que por su orgullo y grosería se hizo aborrecible desde el principio de su el dominio napoleónico, en tanto que los europeos se hallaban gobierno, era ya sospechoso y criconvencidos de que los americanos estaban a favor de la indeminal a los ojos de estos vecinos. Ya resonaba el grito general contra él, pendencia23, de tal manera que la desconfianza era mutua. La ya se le imputaba infidelidad, ó miras decisión de la Junta de Cartagena parecía poner remedio a este tiránicas: Se le atribuía el proyecto de armar a los europeos contra los hijos problema con una solución salomónica. El hecho de no tomar del país, y para ello había formado una decisión radical inmediatamente, es decir, de desconocer juntas clandestinas, que había acopiado armas útiles solamente para al Consejo de Regencia, se debía a la condición geográfica y ecoesta división funesta”. Cartagena 29 nómica de la provincia que la hacía dependiente del mercado de mayo de 1810. Don Antonio de Villavicencio a Don Francisco Xavier externo y fácilmente atacable por sus costas. Castaño, Revista del Archivo Nacional, Ante una similar petición de Villavicencio, los abogados de tomo ii, n.o 19 (agosto 1938): 176. Santafé pidieron al Virrey Amar la convocatoria a un cabildo para 22. Acta del Cabildo de Cartagena de Indias en el que se leyó el oficio erigir una Junta de Gobierno, igual a la que se había formado ya enviado desde Mompox por don en Cartagena, pero ante la dilación del Virrey, el 20 de julio se Antonio de Villavicencio, 4 de junio de 1810, en Gabriel Porras Troconis, conformó un cabildo extraordinario en el que se erigió una Junta Documental, 28-29. Suprema del Nuevo Reino. Los cartageneros se opusieron a esto, 23. Jaime Rodríguez, La independencia porque a su parecer este poder solamente podía emanar de la de la América española, 91.

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reunión de los diputados de todas las provincias24. Esta junta como las demás, se sujetó al Consejo de Regencia y a Fernando VII, pero sólo durante los tres primeros días, porque el 23 de julio desconoció al primero y asumió la soberanía sólo en nombre de Fernando VII. El 29 de julio de 1810, la Junta de Santafé invitó a las otras provincias a la unión en nombre de lo que los unía: la religión, la patria y el Rey, advirtiendo que la división sería la ruina. El rechazo por la población y las elites a las abdicaciones y las convocatorias a la unión remite a la idea de nación. Ésta, como lo ha señalado Guerra, aparece constantemente durante la época y remite a multitud de significados, algunas veces con un sentido moderno, como el conjunto de los españoles; “en la mayoría de los casos, con una clara connotación de corona o reino, como una comunidad política antigua”25. La Junta de Santafé, por ejemplo, sin usar el término remitía a pensar en que “Nuestros hábitos, nuestras relaciones, nuestros usos, nuestras costumbres, todo es común y todo sufriría el mayor trastorno si no lo sancionase nuestra unión. Trescientos años de fraternidad y de amistad, de enlaces recíprocos de sangre, de comercio y de intereses, y hasta de cadenas y opresión iguales en el peso con que han abrumado nuestras cabezas, son hoy otros tantos motivos para entonar juntos los himnos de la libertad”26.

La idea era clara: constituir un Estado moderno, pero ¿de qué tipo? ¿Monárquico, republicano, federal? Esta fue la discusión que mantuvieron las provincias entre sí. Sin embargo, varias Juntas se negaron a la propuesta de Santafé, entre ellas la de Cartagena, argumentando que tal reunión debería 24. Cfr. Carta de José Ignacio de Pombo realizarse en Santa fe de Antioquia o en la villa de Medellín, y que al comisario Antonio de Villavicencio Cartagena, 10 de septiembre en este Congreso se debería decidir la lealtad hacia el Consejo de de 1810, en José Dolores Monsalve, Regencia, de la cual Cartagena era partidaria. Antonio de Villavicencio, volumen xix, 2 tomos (Bogotá: Imprenta Nacional, 27 Las diferencias entre Santafé y Cartagena eran de vieja data 1920), 318-319. y tenían que ver con que, durante el período colonial, ambas eran 25. François-Xavier Guerra, Modernidad las principales ciudades del reino de la Nueva Granada, y aunque e independencias, cap. iv., “ Dos años cruciales (1808-1809), 121. la primera siempre intentó imponer medidas a la segunda, ésta 26. “Convocatoria a la unión de todas última mantuvo cierta autonomía comercial, facilitada por su las provincias del Nuevo Reino acceso al Mar Caribe y por la distancia con la capital. de Granada firmada por la Junta Suprema de Santafé, 29 de julio de Durante los acontecimientos desatados en 1810 con motivo de 1810”. acd, Serie general, legajo 22, en la invasión napoleónica a la península, se produjo una desintegraJairo Gutiérrez Ramos y Armando Martínez Garnica, La visión, 55-60. ción de la monarquía hispánica. En la Nueva Granada esto vino a 27. Alfonso Múnera, El fracaso de la ser aprovechado por las élites locales para romper el ordenamiento nación (Bogotá: Banco de la República jerárquico colonial, y se tradujo en que dichas élites desconocieron - El Áncora, 1998).

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la autoridad de las ciudades capitales. De esta manera, las numerosas juntas conformadas en 1810 —Cartagena, Cali, Pamplona, Socorro, Santafé, etc.— no reconocieron la supremacía de Santafé, capital del antes virreinato. En consecuencia, a partir de 1810 en la Nueva Granada se hicieron más fuertes las rivalidades entre ciudades, villas y provincias produciéndose unas soberanías fragmentadas28. Para completar la situación, el virrey Amar y Borbón fue despojado de sus títulos y arrestado, con lo cual se acababa el único vínculo que unía a las ciudades del antiguo virreinato con la capital. Aunado a ello, la Junta de Santafé marcó prontamente una distancia con el Consejo de Regencia, decisión que contrastó con las manifestaciones de lealtad de la Junta de Cartagena29. 2. D e las manifestaciones de lealtad al A cta de I ndependencia En la villa de Mompox, adscrita a la jurisdicción de la gobernación de Cartagena, el movimiento se inició el 25 de junio de 1810, obligando al coronel español Vicente Talledo a huir el 2 de julio siguiente. El cabildo extraordinario del 6 de agosto de 1810 proclamó la independencia absoluta de Mompox. Una vez que la junta de Cartagena depuso al gobernador Montes, convocó a los momposinos a unírsele. Pero las rivalidades políticas entre la cabecera de la provincia y la villa de Mompox, aunado a las noticias de la formación de la Junta de gobierno 28. Sobre este concepto ver Antonio Gobierno de Santafé y la convocatoria a un Congreso General de las Annino, “Soberanías en lucha”, en Inventando la nación. Iberoamérica. provincias del Nuevo Reino, hicieron virar los ojos de los mompoSiglo xix, coords., Antonio Annino, sinos hacia la propuesta de Santafé y la separación del Consejo de y Francois-Xavier Guerra (México: Fondo de Cultura Económica, 2003), Regencia, con el cual Cartagena aún mantenía su adhesión, entre 152-184. otras razones debido a la necesidad de comerciar con otros merca29. “Exposición que la junta de la Provincia dos a través del Caribe30. de Cartagena de Indias hace a las demás de la Nueva Granada, relativa al lugar en A raíz de estos hechos, Cartagena comenzó una batalla para que convendría se reuniese el Congreso evitar la separación de Mompox y negarle así a Santafé el deregeneral”. 19 de septiembre de 1810, en Documentos para la historia. cho a ser sede del Congreso del reino. Ejemplo de esta actitud es 30. Armando Martínez Garnica, “Las que el 2 de septiembre, la Junta de Cartagena le propuso a las juntas neogranadinas de 1810”, en demás provincias la reunión del Congreso del reino en la ciudad La independencia en los países andinos: Nuevas perspectivas. Memorias del de Medellín, para impedir con ello que Santafe pudiera “darle primer módulo itinerante de la cátedra órdenes a las provincias, tal como ella lo hacía durante el antide Historia de Iberoamérica (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, guo sistema”31. Ecuador, oei, diciembre 9 al 12 de La Junta Suprema de Cartagena de Indias sufrió una reestruc2003. Bogotá: 2004), 119. turación el 14 de agosto de 1810, mediante la cual reconoció al 31. Isabela Restrepo Mejía, “La soberanía del ‘pueblo’ durante la época de la Consejo de Regencia. El 18 del mismo mes, dictó un reglamento Independencia, 1810-1815”, Historia para la reorganización decretando que Crítica 29 (enero-junio 2005), 107.

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“el gobernador, sus coadministradores, los jueces y demás autoridades de la plaza, continuarían ejerciendo sus funciones con sus mismas atribuciones… reservándose a sí la Suprema Junta las que respecto a todas ellas, y de la provincia ejercían las antiguas superioridades que existían en Santafé, y han caducado por las notorias ocurrencias de aquella ciudad”32.

Un mes después, la Gaceta de la Regencia de España e Indias publicó un edicto en el que se dio cuenta de que el día 24 de septiembre iniciarían los debates de las Cortes: “Excmo. Sr.: El Rey nuestro Señor Don Fernando VII, y en su Real nombre el Consejo de Regencia de España é Indias, ansioso por el venturoso momento de apertura é instalación del augusto Congreso le las Cortes, ha resuelto que se verifique en el día 24 del corriente. De Real orden lo prevengo á V. E. para inteligencia del Consejo, y á fin de que inmediatamente disponga que se haga saber al público por edictos”33.

Sin embargo, estas noticias no llegaron a Cartagena sino a finales del mes de diciembre. Lo que sí había llegado a Cartagena era el Real Decreto del 14 de febrero de 1810, en el cual el Consejo de Regencia conminaba a la concurrencia de los diputados de América, España y Asia para la reunión de las Cortes del Reino En éste, si bien no se hacía una detallada explicación del número de representantes, se dejaba entrever que la representación americana y asiática sería minoritaria con respecto a la de la metrópoli: “Vendrán á tener parte en la representación nacional las Cortes extraordinarias del Reino, Diputados de los Virreinatos de Nueva España, Perú, Santa Fe y Buenos Aires, y de las Capitanías generales de Puerto Rico, Cuba, Santo Domingo, Guatemala, Provincias internas, Venezuela, Chile y Filipinas […] Estos Diputados serán uno por cada capital cabeza de partido de estas diferentes provincias”34.

En medio de ese contexto, el Consejo de Regencia envío al brigadier Joseph Dávila como gobernador de Cartagena, ante lo cual, la Junta de ésta lo rechazó. Acto seguido, dirigió un bando a sus habitantes para informar y a la vez prevenir sobre la situación política. El 9 de noviembre de 1810 el presidente de la Junta de Cartagena informó que en esa ciudad no se recibiría ninguna autoridad de España hasta tanto no se garantizase “por justicia, tranquilidad y presupuesto” la más completa igualdad con las provincias de España. “Le hicimos también presente que para no admitirse nuevos jefes no sólo concurrían estas razones de justicia, y las

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32. Citado en Adelaida Sourdis, Cartagena de Indias durante la primera República 1810-1815 (Bogotá: Banco de la República, 1988), 41. 33. Gaceta de la Regencia, 19 de Septiembre de 1810, n.o 70, p. 694. 34. Real Decreto. Real isla de León á 14 de Febrero de 1810. Xavier de Castaños, Presidente. Francisco de Saavedra. Antonio de Escaño. Miguel de Lardizábal y Uribe. Leyes electorales, 47-55.


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consideraciones de la tranquilidad pública, sino también la absoluta necesidad en que esta Plaza se halla de guardar unión y toda consecuencia con las Provincias del Reino, porque de los situados que envía es que se sostienen las Tropas, Marina, Presidio y demás gastos públicos, a que no alcanzan, ni con mucho, los productos […]. El derecho que tienen los Pueblos, especialmente en tiempos tan críticos como los actuales, de ser gobernados por jefes de su satisfacción, es el mismo derecho natural que cualquiera individuo tiene para preservarse de un mal que recela. Por esto, cuando Don Francisco Montes llegó a dar idea bastante de que, lejos de conservar el orden y tranquilidad del Pueblo de que estaba encargado, intentó sembrar división y discordias peligrosas”35.

Con este documento se ponía al tanto a las autoridades peninsulares —esto es, a las Cortes reunidas recientemente en septiembre de ese mismo año— de la posición política de dicha Junta. Sin embargo, al mismo tiempo se procuró el reconocimiento de ésta y hasta la negociación de algunos aspectos claves para la existencia política de Cartagena como ciudad-puerto. En este momento no existía una división entre facciones realistas y republicanas. En realidad todos eran fieles a Fernando VII, pero había una preocupación por mantener el control de los poderes locales —tal como había sucedido hasta la abdicación real— y por eso el cuidado con las decisiones políticas que se tomaban. En este sentido, lo importante era proteger lo conseguido hasta el momento, es decir, el control de los poderes locales que en una ciudad como Cartagena estaban vinculados al comercio a través del puerto. Por eso la Junta y los comerciantes que la apoyaban no estaban dispuestos a recibir autoridad peninsular alguna. Sin embargo, no se trataba de romper los vínculos con la metrópoli. Aun sabiendo que la decisión de rechazar al nuevo gobernador iba a ser considerada como radical por parte de las autoridades españolas en la 35. Bando impreso dirigido a todos los metrópoli, la Junta decidió explicar las razones de su actuación estantes y habitantes de la provincia de Cartagena por el presidente de la nada más y nada menos que a Fernando VII. ¿No sabían ellos que Junta de Cartagena, José María García estaba secuestrado en Bayona? Por supuesto, pero en el imaginario de Toledo, 9 de noviembre de 1810. acd, Serie general, legajo 22, en Jairo de los miembros de la Junta de Cartagena, Fernando VII continuaba Gutiérrez Ramos y Armando Martídetentando la soberanía a pesar de su cautiverio, y por lo tanto nez Garnica, La visión, 78-85. una explicación tan importante debía ser dirigida a él. Además ¿no 36. Sobre la mascarada de Fernando VII, véase Víctor Mingues, “Un rey encabezaban todos los documentos de la Regencia con una invocaimaginado para una nación invención al mismo rey?36. tada”, en Revolución, independencia y las nuevas naciones de América, Jaime En su explicación sobre la formación de la Junta de Gobierno, Rodríguez (Madrid: Fundación y refiriéndose evidentemente a la ilegitimidad del gobierno MAPFRE TAVERA, 2005), 193-213.

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de Bonaparte, argumentaban que “desde el momento de la gloriosa revolución de España, todos los Pueblos se posesionaron de sus derechos, y detestaron y sacudieron a una voz las leyes de la tiranía y de la opresión”. Fue precisamente este principio —el de la soberanía de los pueblos— por el que las Provincias de España, teniendo autoridades constituidas por los mismos Soberanos, “reformaron al instante sus Gobiernos, constituyendo por sí propias sus Juntas, en quienes depositaron el gobierno civil, y al que subordinaron el militar, de conformidad con las máximas sancionadas por la de Sevilla en su manifiesto apologético de 3 de Agosto de 1808”: y si los pueblos de América —se preguntaron los miembros de la Junta de Cartagena— son una parte integrante de la Monarquía, y tienen los mismos derechos, “han podido, y pueden hacer lo mismo”. Es decir, no se podía juzgar de deslealtad a la Junta de Cartagena cuando ésta no hizo sino emular lo hecho y sugerido por la Junta Central de Sevilla, que no era más que la reasunción de la soberanía por los pueblos. Y también preguntó el manifiesto a Fernando VII: “¿Por qué, pues, Señor, se imprueba al Cabildo de Cartagena una pequeña imitación de las acciones que más en grande, o con mayor extensión han ejecutado frecuentemente los Pueblos de esa misma Península? ¿Por qué, señor, esta humillante y peligrosa diferencia, cuando por la ley 13, título 2° de nuestras Municipales está prevenido que por ser de una Corona los Reinos de Castilla y de las Yndias, conviene que el orden de gobierno de los unos y de los otros sea lo más semejante y conforme que ser pudiere? ¿Habrá de ser, señor, en esa Península virtud, lealtad y patriotismo, que los Pueblos y Ejércitos no admitan los jefes y generales que les destinan los Supremos Gobiernos, y en América obra de facción y de rebelión que los mismos Pueblos, con sobradas 37. “Representación de la Junta de Carsospechas de sus mandantes, quieran intervenir justificada y tagena, dirigida al rey Fernando VII, generosamente en sus operaciones? ¿Con qué más circunspecjustificando su conducta en las circunstancias políticas acaecidas en el ción y honor pudo tratar el Cabildo de Cartagena al gobernador Reino y en esa ciudad, y justificando Montes, cuando le nombró por coadministradores a un genesu orden de no admitir al brigadier Josef Dávila como gobernador de esta ral, representante de este Reino en la Junta Central, y a un provincia. Cartagena de Indias, 20 de regidor español europeo de los más distinguidos créditos tanto noviembre de 1810”, en Jairo Gutiérrez Ramos y Armando Martínez en este Reino, como en esa propia Península”37. Garnica, La visión, 102-116.

Al mismo tiempo que la Junta justificaba sus actuaciones frente a la “máscara de Fernando VII”, reorganizó su gobierno para hacerse más efectivo. Conformó una junta representativa compuesta por diputados de todos los pueblos al estilo de las de España38, para la cual se organizaron elecciones que contaron por primera vez

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38. “Acta impresa de la Junta Suprema de la provincia de Cartagena de Indias organizando el nuevo gobierno y la representación de los departamentos, 11 de diciembre de 1810”. acd, Serie general, legajo 22, en Jairo Gutiérrez Ramos y Armando Martínez Garnica, La visión, 95-101.


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39. “Instrucción que deberá observarse en las elecciones Parroquiales, en las de Partido, y en las Capitulares para el nombramiento de Diputados en la Suprema Junta de la Provincia de Cartagena”. agn, Sección República, Archivo José Manuel Restrepo, fondo xi, rollo n.o 5, vol. 9-14, f. 20, diciembre 11 de 1810. El documento indicaba la manera como debían llevarse a cabo las elecciones. El juez local de cada Parroquia citará el día anterior al señalado para las elecciones, á todos los vecinos del distrito de la Parroquia, blancos, indios, mestizos, mulatos, zambos y negros con tal que sean padres de familia, ó que tengan casa poblada, y que vivan de su trabajo, (pues solos los vagos, los que hayan cometido un delito, que induzca infamia los que estén en actual servidumbre asalariados, y los esclavos serán excluidos de ellas) para que concurran a la Iglesia”. Mientras se realizaban las elecciones la junta estaría compuesta por seis miembros elegidos por Cartagena, tres por los pueblos y los tres restantes por la misma junta. Así “formada la junta al principio de diputados que nombró el pueblo de aquella capital y que se habían asociado al ilustre ayuntamiento, a cuyo celo y actividad se debieron aquellas útiles reformas, era preciso que dicho cuerpo regenerador volviese a las funciones de su ministerio, y que para hacer una representación legitima se nombrasen diputados por toda la provincia, en razón de su población como efectivamente se determino, previniéndose que por cada 20.000 almas o aproximadamente a este numero, se eligiese un diputado para la junta: que por cada diputado se eligiesen cuatro electores, en razón de uno por cada 500 habitantes: que en los distritos de las ciudades y villas se hiciese el nombramiento de electores por mayoría absoluta de los votos de todos sus vecinos, y en los partidos foráneos en que no es fácil reunir aquellos por la distancia de los pueblos, se hiciese por nombramiento de electores elegidos en las parroquias,

con la participación de las castas39, lo cual puede explicarse por la creciente agitación social que venían produciendo los sectores populares en la plaza de Cartagena40. Unos días después llegaron las noticias a Cartagena sobre el comienzo de los debates de las Cortes. A partir de este momento los cartageneros ya no escribieron más a la “ficción” de Fernando VII, sino que tuvieron un ente concreto al cual dar explicación de sus actuaciones y reclamar derechos, como en efecto lo hicieron. Por ejemplo, ante la minoritaria participación de americanos en las Cortes, la Junta de Cartagena expresó lo siguiente: “Pero ahora que aunque sea por la urgencia nos vemos más de dos millones de habitantes de este Reyno representados por solo tres suplentes, [refiriéndose a Domingo Caicedo, el conde de Puñonrostro y José Mexía Lequerica, que fueron elegidos suplentes por residir en España] sin poderes ni instrucciones, no es asequible que renunciemos tácitamente por una llana accesión, ni dejemos de reclamar con la mayor expresión tan precioso derecho, origen y fundamento de todos los otros. Por eso se atreve esta Junta, por sí y a nombre de todas las Provincias de este Reyno, a suplicar a V. M. haga la formal declaratoria de su representación de un diputado por cada

en razón de uno por cada cien vecinos o quinientos habitantes, o próximamente a este número. Regulándose, pues, la población de aquella provincia en 220.000 habitantes, se determinó que se nombrasen doce diputados para componer la junta, 5 por Cartagena y su jurisdicción, dos por Tolú, dos por San Benito, dos por Mompox, y uno por Simiti”. Acta de la Junta Suprema de la Ciudad y Provincia de Cartagena. ff. 15-19. Diciembre 11 de 1810, agn, Sección República, Archivo José Manuel Restrepo, fondo XI, rollo n.o 5, vol. 9-14, f15 v y 16 r. Pero esta decisión tropezó con unos tumultos en Mompox y en Simití que impidieron la realización de las elecciones, así que se dispuso que la misma junta nom-

brase diputados suplentes por cada uno de los cabildos con calidad de ser relevados a medida que se eligiese a los propietarios. De esta manera se nombró, para representar al circuito de Cartagena provisionalmente a: el canónigo don Juan Marimón, a don José Ignacio de Pombo, el doctor Manuel Benito Revollo, don Joaquín Villamil y don Juan de Dios Amador; por San Benito Abad a don Antonio Madarriaga y don Tomás Andrés Torres; por Mompox, a don Cayetano Revueltas y don José María del Real; por Simití, a don Teodoro Escobar, y como secretario inamovible, don José María Benito Revolllo. Documentos para la historia, 182 y 564. 40. 30 de abril 1811. acd, Sesiones secretas de la legislatura 1810-1814.

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cincuenta mil habitantes, excluidos los esclavos, que no tienen persona en lo civil, como una consecuencia natural y precisa de la absoluta igualdad de derechos con las provincias que componen una sola y misma Monarquía, cuyo concepto acaba Vuestra Majestad de ratificar en su decreto de 15 de octubre último”41.

Como vemos, este punto sería clave en las discusiones tanto en España como en América por la representación igualitaria ante las Cortes. Sin embargo, la lealtad hacia las Cortes estaba asegurada, como lo refleja el mismo documento. En otro de sus apartes, se señalaba que luego de discutir sobre la mejor forma de gobierno posible y entendidas las razones políticas que llevaron a la constitución de las Cortes, era necesaria la “unidad nacional”, por lo que se acordó por la mayoría de los votos que “se reconozcan órdenes del congreso de las Cortes como de una soberanía interinaria y supletorias, mientras que por los Principios imprescriptibles de justicia, é igualdad de derechos que se proclaman, se constituyen legalmente, á reserva siempre de nuestro gobierno económico, y administración interior de la Provincia para obrar su felicidad y conservación territorial baxo los principios y maximas que tiene publicadas esta Junta”42.

Pero ¿qué pretendía la Junta Suprema de Cartagena escribiendo a Fernando VII y a las Cortes al mismo tiempo que se reunía con las otras provincias del Nuevo Reino de Granada? Lo que buscaban era negociar, y cuando esto se hace en un ámbito de zozobra es mejor mantener todos los canales abiertos. En su afán por el reconocimiento de una autonomía lograda de facto, la Junta Suprema solicitaba el establecimiento de cuerpos representativos de las Provincias para el gobierno económico y la administración interior con miembros elegidos por el pueblo43. Como vemos, se trata de lograr la aceptación de algo que ya tenían. Pero no era para menos. Todos los intentos de la Junta por lograr el reconocimiento —que llegó incluso a enviar cartas a los diputados Mexía Lequerica y conde de Puñonrostro para que éstos lo pidieran a las Cortes44— buscaban el sostenimiento económico del puerto, que no era el mejor, como lo atestiguó don Ventura Ferrer, contador del ejército de Cartagena: “1°. Con el trastorno del Reino no se envían ya los situados de las provincias a esta plaza, que no puede subsistir sin ellos para cubrir sus crecidos gastos militares, de fortificación y Marina.

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41. “Acta impresa de la Junta Suprema de la ciudad y provincia de Cartagena de Indias acordando acatar las órdenes de las Cortes de Cádiz, 31 de diciembre de 1810”, en Jairo Gutiérrez Ramos y Armando Martínez Garnica, La visión, 123-125. 42. “Acta de la Suprema Junta de Cartagena de Indias. 31 de diciembre de 1810”. agn, Sección República, Archivo José Manuel Restrepo, fondo xi, rollo n.o 5, vol. 9-14. f. 26-27. 43. “Acta de la Suprema Junta de Cartagena de Indias. 31 de diciembre de 1810”. agn, Sección República, Archivo José Manuel Restrepo, fondo xi, rollo n.o 5, vol. 9-14. f. 26-27. 44. Sesiones secretas del 4 de mayo y 11 de julio de 1811. Ver Diario de sesiones de las Cortes durante los días señalados. En la última las cortes dictaminó la disidencia de la Junta de Cartagena. Sin embargo, el 16 de julio aceptaron no incluir a Cartagena en la oferta de mediación inglesa. dsc, 16 de julio de 1811.


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Así es que nos hallamos enteramente exhaustos de caudales, parada totalmente la fortificación, destruida la Marina, y muy en breve las pocas tropas que han quedado serán despedidas como se trata, para pagar los nuevos sueldos que ha concedido esta Junta a varios de sus individuos a quienes ha destinado en dos tribunales que ha formado superiores de Justicia y de Real 45. “Don Ventura Ferrer, contador del Ejército de Cartagena, informa Hacienda y Cuentas, para suplir a la Audiencia y demás que sobre el estado actual de la provincia había en Santafé. de Cartagena de Indias y solicita traslado a la Habana, 25 de enero de 2°. A causa del mismo trastorno no vienen ya repuestos de 1811”. acd, Serie general, legajo 22, en Tabaco de lo interior del Reino, y esta Administración luego que Jairo Gutiérrez Ramos y Armando Martínez Garnica, La visión, 141-145. concluya el que tiene (que será muy pronto) será inútil, y care46. Desde 1790 ya la economía de Carcerá la Real Hacienda de más de cien mil pesos anuales que tagena había dejado de crecer entre producía líquidos y que eran un gran recurso para estas Cajas. otras causas porque la Corona por falta de recursos había suspendido 3°. La cortísima entrada de buques ha disminuido los productos la construcción de fortificaciones de la Aduana, la falta de anises rebaja el corto sobrante que y disminuido sus fuerzas militares. Incluso el edicto de 1789 que producía la Administración de Aguardiente, y la extinción que autorizaba la libre importación de ha hecho la Junta de los reales derechos de alcabala, sisas y licores de Cataluña y Cuba afectó los intereses de los productores de miel composición de tierras, ha producido un déficit anual de veinte y licores de los hacendados de Carmil pesos que no se ha reemplazado con providencia alguna”45. tagena. Aline Helg, “Sociedad y raza en Cartagena a fines del siglo xvii”, en Cartagena de Indias en el siglo xviii, eds. Haroldo Calvo y Adolfo Meisel (Cartagena: Banco de la República, 2003), 319-364.

47. Archivo personal de Fernando Barriga del Diestro, f. 12, d. 3. En Fernando Barriga Del Diestro, Finanzas de nuestra primera independencia. Apuntes económicos financieros y numismáticos (Santafé de Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 1998), 62. Sin embargo la situación de la ciudad no mejoró, si se tiene en cuenta el balance que presentó la tesorería general de Cartagena de Indias en 1814. Ver “Autógrafos de varias personas de gran distinción y elevado carácter oficial. Débil Obsequio de Manuel E. Corrales a la Biblioteca Fernández de Madrid. Febrero 19 de 1889. Reproducción Carvajal S. A. noviembre 1983”, 82. Ver también Salomón Kalmanovitz, “Consecuencias económicas de las independencias en Colombia”, Revista de Economía Institucional 10: 19 (2008II): 209-233.

Y evidentemente la situación económica de la ciudad-puerto era difícil46. La Junta de Gobierno, viendo que los caudales de los situados fiscales no llegaban, recurrió a los préstamos y donativos. Uno de los primeros que se hizo fue al Señor José Casamayor por valor de mil pesos que alimentó las cajas reales para atender las “urgencias del erario”47. El 1.º de febrero de 1811 la Junta de Cartagena le dirigió otra representación a las Cortes en la que exponía las razones por las que no había enviado a sus diputados y las dificultades de su elección; incluso y amenazó con no hacerlo hasta que no se vieran 48. “Dos representaciones de los tres resueltas sus solicitudes48. Se refediputados suplentes del Nuevo Reino de Granada sobre las demandas rían a la instauración de la libertad políticas de la Junta provincial de de comercio, la instalación de una Cartagena de Indias. Cádiz, 19 y 29 de abril de 1811. El Conde de Puñonrosjunta provincial gubernativa y la tro, Domingo Caycedo y José Mexía. representación proporcional en Cádiz, 29 de abril de 1811”. acd, Serie general, legajo 21, n.o 6, en Jairo Gutiélas Cortes, tres aspectos claves rrez Ramos y Armando Martínez para los intereses de la Junta de Garnica, La visión, 163-167.

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Cartagena que fueron defendidos por los diputados Mexía Lequerica y por el Conde de Puñonrostro ante los representantes del Reino reunidos en la iglesia de San Felipe Neri en Cádiz. Sin embargo, no gozaron de aceptación entre los demás diputados, quienes consideraron como una ofensa el rechazo del brigadier Dávila49. Los diputados suplentes Puñonrostro, Caicedo y Mejía recibieron las demandas de la Junta de Cartagena y las defendieron, argumentando en varias proposiciones la necesidad de remediar los peligros “que puedan ocasionar el sistema actual en las provincias de América”, refiriéndose a la representación desproporcional de éstos en las Cortes. Hicieron además especial énfasis en la Junta de Cartagena por la importancia de esta ciudad: “Y después de una breve discusión, se acordó, en vista de las indicaciones hechas por los señores Aguirre y Polo, se dijese al consejo de regencia: que con la mayor brevedad posible remita las noticias y documentos que haya recibido últimamente sobre las providencias tomadas por la junta de Cartagena, y estado en que se hallen aquellos países”50. A favor de la Junta de Cartagena argumentaban que ésta había reconocido al gobierno de las Cortes y que por lo tanto debían atenderse sus reclamaciones. Según algunos diputados, sólo había tres caminos que tomar respecto a la Junta de Cartagena: declararle la guerra enviando tropas que acallen sus representaciones; o incluirla en la mediación que habían ofrecido los ingleses, para que éstos la allanen a lo mismo, desentendiéndose de esta manera las Cortes de sus representaciones; o bien contestar a ellas. Finalmente se optó por la última opción, pues era la mejor manera de corresponder a una Junta que mantiene el reconocimiento a las Cortes51. 49. Sesiones secretas desde el 4 al 15 de Finalmente, el 14 de julio de 1811 las Cortes desconocieron la mayo de 1811. Junta, pero antes recibieron muchas noticias sobre esta ciudad 50. 30 de abril 1811. Archivo de las cortes de Madrid. Congreso de los y provincia, sobre todo de autoridades desterradas por la Junta diputados. Sesiones secretas de la legismisma. Tales informes dieron cuenta del aire de agitación que se latura 1810-1814. vivía, de la radicalidad de las posiciones políticas y sobre todo de 51. “Parecer de la Comisión de diputados encargados por las Cortes para la participación de las castas de color en la política. Un ejemplo proponer la respuesta que se daría de ésta es el informe que envió fray Juan Antonio Díaz Merino, a la representación enviada por la Junta provincial de Cartagena de quien de manera irónica sugiere que, en la carta en la que se invoca Indias. Cádiz, 12 de julio de 1811”. igualdad de representación para la provincia de Cartagena en las acd, serie general, legajo, 21, n.o 6, en Jairo Gutiérrez Ramos y Armando Cortes se utilizaron datos errados sobre la población de la provinMartínez Garnica, La visión, 169-173. cia, publicando el censo con un número de almas, “si almas pueden 52. Hermes Tovar Pinzón, Camilo Tovar llamarse las castas indecentes, de 120 000”. Según el censo de 1778, y Jorge Tovar, Convocatoria al poder del Número. Censo y estadísticas de la Nueva en el que precisamente se apoyaban estos datos, la población total Granada 1750-1830 (Bogotá: Archivo 52 era de 118 378, incluyendo a los libres e indígenas . Pero —señala General de la Nación, 1994), 470-503.

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el fraile— como aun este exceso no llenaba el vacío de las pretensiones de la Junta, colocaron con “sagacidad” otro número con la nota de 220 000 almas, “siendo notorio que el censo de la provincia por los años de 80 del siglo anterior, hecho por el fiscal de la Audiencia de Santa Fe, sólo ascendía a unas 80 o 90.000 almas, y que lejos de haber motivos para un aumento de tanta consideración, ellos mismos se quejan en sus papeles de la decadencia de la población, y todos saben el número considerable de almas que falleció en la desgraciada conquista del Darién, y sobre todo a los que hemos vivido en aquel país nos consta que la Provincia se compone de cien poblaciones, dos más o menos, y que las tres partes no merecen el nombre, aun inclusos todas las castas”53.

Para dicho fraile, el objetivo de agrandar el numero de la población era conseguir una representación igualitaria que no existía. Las castas se utilizaban como un instrumento, pues éstas eran capaces de moverse “únicamente por el interés, igualdad y esperanzas de empleos y distinciones que nunca han tenido”. Por este medio, los miembros de la Junta les hacían concebir esperanzas “de una pronta y verdadera felicidad”54. Una vez rechazadas las propuestas de la Junta de Cartagena y no reconocida su legitimidad, era poco lo que podía hacer. Sin embargo se mantuvo y continuó ejerciendo el gobierno de la ciudad. Pero a finales del año 1811 la agitación popular condujo a que ésta tomase una decisión política que apartaba a la ciudad y provincia del control del gobierno de las Cortes. El 11 de noviembre de 1811, una multitud acaudillada por Gabriel Gutiérrez de Piñeres y apoyada por las milicias de Getsemaní obligaron a la junta a seguir los pasos de Mompox, declarando la independencia “sin sujeción a Rey o Regencia”55. Presionada por la agitación popular, la Junta firmó el acta. En dicha acta se presenta la justificación de las actuaciones 53. “Informe de Fray Juan Antonio de sus miembros, señalando la disposición que éstos habían tenido Díaz Merino, O. P., desterrado de para, a pesar del cautiverio del rey, mantener a la ciudad bajo un Cartagena de Indias, sobre la situación política de dicha ciudad. Cádiz, gobierno justo sometido a la Regencia, aunque a pesar de ello el 28 de agosto de 1811”. acd, Serie gobierno rechazó sus peticiones. general, legajo 22, en Jairo Gutiérrez Ramos y Armando Martínez Garnica, La visión, 173-182.

54. “Informe de Fray Juan Antonio Díaz”. 55. Adelaida Sourdis, “Ruptura del estado colonial y tránsito hacia la república 1800-1850”, 157-228. 56. Acta de independencia de Cartagena. 11 de noviembre de 1811.

“Colocados en tan dolorosa alternativa, hemos sufrido toda clase de insultos de parte de los agentes del gobierno español […] se nos hostiliza, se nos desacredita, se corta toda comunicación con nosotros, y porque reclamamos sumisamente los derechos que la naturaleza, antes que la España, nos había concedido, nos llaman rebeldes, insurgentes y traidores, no dignándose a contestar nuestras solicitudes el Gobierno mismo de la nación”56.

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Luego el documento narra algunas desavenencias con los españoles enviados por las autoridades peninsulares, y dice que no tuvieron otra alternativa que la independencia absoluta. Evidentemente, en estos sucesos los sectores populares jugaron un papel importante, pues ejercieron presión sobre los miembros de la Junta para que firmaran el acta de independencia57. El Argos Americano del 18 de noviembre de 1811 comentó que “la mañana del día 11 se presentó el pueblo en masa delante del Palacio de Gobierno pidiendo con repetidos clamores la declaración de nuestra absoluta independencia”58. C onclusión La razón por la cual los sectores populares participaron no sólo en la proclamación del acta de independencia, sino posteriormente como firmantes de la carta constitucional de Cartagena, aún es tema de investigación en la historiografía59. Sin embargo, se puede establecer a partir de las fuentes consultadas que los miembros notables de las juntas decidieron mantener la lealtad al Consejo de Regencia como una manera de mantener el statu quo de sus negocios y el manejo de la política local. De igual forma, al ver rechazadas sus peticiones de igualdad de representación, libertad de comercio y reconocimiento de la junta provincial, rompieron relaciones con ésta. Para la primera petición, los sectores populares en la ciudad de Cartagena eran claves, ya que el grueso de la población de la ciudad y provincia eran precisamente negros, mulatos, zambos, pardos y toda suerte de castas, que si no se tenían en cuenta a la hora de contabilizar a la población, evidentemente la representación en las Cortes sería minoritaria. El segundo aspecto tenía una gran importancia para las élites locales, cuya principal actividad estaba vinculada al comercio con otras naciones60. Y el último era el reconocimiento de un gobierno que ya estaba conformado, a pesar de que para las cortes éste actuara ilegítimamente. A pesar de haber tomado la decisión de la independencia absoluta a finales de 1811, la carta constitucional que proclamó el Estado de Cartagena (junio de 1812) —tres meses después de la gaditana— matizó la independencia absoluta y sometió al Estado libre e independiente de Cartagena a la condición de que si llegara Fernando VII al trono, ellos volverían, en otras condiciones, a sus manos. No se trataba de un paso atrás, sino del reconocimiento de

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57. Las revoluciones de independencias fueron lideradas por unas élites, aunque evidentemente en algunos casos como Santa Fe y Cartagena hubo participación popular. Los abogados fueron un grupo importante durante estos hechos como lo mostró Víctor Uribe Urán, Vidas honorables, especialmente el Capítulo V “La independencia una revolución desde arriba”. Sobre la participación de los sectores populares, véase Alfonso Múnera, El fracaso de la nación. 58. Citado por Margarita Garrido, “Nueva Granada entre el orden colonial y el republicano: lenguajes e imaginarios sociales y políticos”, en Las independencias hispanoamericanas. Interpretaciones 200 años después, coord. Marco Palacio (Bogotá: Ed. Norma, 2009), 99. 59. Víctor Uribe Urán, Vidas honorables; Alfonso Múnera, El fracaso de la nación. 60. Un aspecto importante y que merecería mayor atención era que hubo una estrecha relación económica entre Cartagena y Cádiz. Ilustra lo anterior el hecho de que durante el siglo xviii se matricularon en el Consulado de Cádiz un total de trece personas nacidas en Nueva Granada, de las cuales diez eran de Cartagena de Indias. Asimismo, hubo gaditanos radicados en Cartagena. Adolfo Meisel Roca, “Entre Cádiz y Cartagena de Indias: la red familiar de los Amador, del comercio a la lucha por la independencia americana”, Cuadernos de Historia Empresarial 12 (julio 2004): 1-30.


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que las desavenencias habían sido con las Cortes del reino y no con la persona del rey. Fueron las Cortes las que “usurpando los derechos del rey” maltrataron a sus provincias. Por ello, la carta constitucional expresó lo siguiente: “Dado el caso de la verdadera y absoluta libertad del rey Fernando, y su restablecimiento absoluto y verdadero al trono de sus mayores, pertenecerá al Gobierno general de la Nueva Granada el reconocer estas mismas circunstancias y sus derechos, y el determinar el modo, términos y condiciones del reconocimiento, sujeto á la revisión y ratificación de los gobiernos federales. Entretanto, el Estado de Cartagena será gobernado bajo la forma de una República representativa”61. 61. Constitución política del Estado de Cartagena 1812, en El pensamiento constitucional hispanoamericano hasta 1830 (Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1961), tomos iv y v.

Por supuesto, cuando éste regresó, no sucedió lo allí señalado. Este tema hace parte de otro capítulo de nuestra independencia. Como dijera Georges Duby: “La historia continúa”.

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“Hambriento un pueblo lucha”. La alimentación en los ejércitos del Rey y del Libertador durante la independencia de Colombia (1815-1819)

Artículo recibido: 15 de enero de 2010; aprobado: 12 de marzo de 2010; modificado: 19 de abril de 2010.

Abel Fernando Martínez Martín Andrés Ricardo Otálora Cascante

“Hambriento un pueblo lucha”. La alimentación en los ejércitos del Rey y del Libertador durante la independencia de Colombia (1815-1819)

“A hungry people fight”: Food in the armies of the King and Liberator during the Independence of Colombia (1815-1819)

Resumen

Abstract

Dentro del análisis de las condiciones de salud de

To analyze the state of health within the armies

los ejércitos de la independencia, es importante

fighting the Wars of Independence, it is impor-

determinar, además de las enfermedades y el

tant to examine food they consumed rather than

aparato sanitario, la alimentación de los ejércitos.

just diseases and sanitary conditions. This article

Este artículo da una perspectiva de la alimenta-

examines the issue of sustenance by exploring pri-

ción a través de las fuentes primarias, en especial

mary sources, especially military descriptions and

descripciones y diarios militares, en tres ambientes

diaries, in three different geographic and ecological

geográficos, ecológicos y temporales diferentes:

regions and moments: the llanos of Venezuela,

los llanos de Venezuela, el sitio de Cartagena y la

the Siege of Cartagena, and the march across the

marcha a través de la Cordillera de los Andes en

Andean cordillera during the Campaign of Boyacá

la campaña de Boyacá de 1819. Estos ambientes

in 1819. These different environments determined

determinaron la provisión, el acceso y el consumo

the provision, access and consumption of food by

de alimentos de los beligerantes.

the warring factions.

Palabras clave

Key Words

Alimentación, guerra de independencia, ejército

Food, Wars of Independence, the Expeditionary

expedicionario de Costa Firme, ejército libertador

Army of Costa Firme, the Liberating Army of New

de Nueva Granada.

Granada.

Doctor en Medicina de la Universidad Nacional de Colombia y Magíster en Historia de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (uptc), Tunja, Colombia. Profesor Asociado de la Escuela de Medicina uptc y Director del Grupo de Investigación Historia de la Salud en Boyacáuptc. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: con Juan Manuel Ospina Díaz, Fred Gustavo Manrique-Abril y Bernardo Meléndez Álvarez, “Antes, durante y después de la visita de la ‘Dama Española’: Mortalidad por Gripa en Boyacá, Colombia 1912-1927”, Varia Historia 25: 42 (2009): 499-517; con Juan Manuel Ospina, y Oscar Fernando Herrán, “Impacto de la pandemia de gripa de 1918-1919 sobre el perfil de mortalidad general en Boyacá, Colombia”, Brasil História, Ciências, Saúde-Manguinhos 14 (2009) 53-81. abelfmartinez@gmail.com Odontólogo, especialista en Antropología Forense y Magíster en Antropología de la Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá. Profesor de cátedra de la Facultad de Odontología de la misma universidad. Pertenece al Grupo de Investigación en Antropología Biológica de la Universidad Nacional. Algunas de sus publicaciones recientes son: con Diana Ramírez y Ricardo Parra, “Identificación de fitolitos en el cálculo dental de individuos prehispánicos del valle del río Cauca, Colombia”, en Matices Interdisciplinarios en Estudios Fitolíticos y de Otros Microfósiles, eds. M. A. Korstanje y M. del P. Babot (Oxford: British Archaeological Reports-BAR International Series S1870, 2008), 209-217; con Abel Martínez Martín, “Institucionalización de la Medicina Legal en Colombia en las primeras décadas del siglo xx”, Salud, Historia y Sanidad 2: 3 (2007): 4-17. arotalorac@unal.edu.co

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I ntroducción Las condiciones de salud de los ejércitos del Rey y Libertador en el periodo que comprende de 1815 a 1819 son parte de los imaginarios de la Nación, pero pocos estudios han partido de una perspectiva diferente a la historia académico-militar. En el espacio geográfico donde combatieron las tropas de los ejércitos regulares defensores de la Monarquía y de la República, en aquella tramoya compleja de diversos climas, paisajes, faunas, vegetaciones y ambientes rápidamente variables, desde el sol de Costa Firme hasta las intensas lluvias y el frío de los páramos, están los recursos, especialmente los alimentarios, con los que deben contar los ejércitos en contienda y aquellos quienes los proveen. Su subsistencia depende de los sembrados, del ganado, del dinero, de los vestidos y del abrigo que les proporÏ Este artículo es resultado del procionan las voces anónimas de los convulsos territorios americanos. yecto de investigación dib 8005039, A través de la alimentación, factor determinante para el man“La Campaña de Boyacá de la Guerra de Independencia en la Nueva Gratenimiento de la salud, que le permite al individuo responder a nada: Perspectiva Bioarqueológica” situaciones de estrés físico, a las enfermedades infecciosas y a la del Grupo de Investigación en Antropología Biológica de la Universidad recuperación de las heridas, se procura dar una perspectiva en Nacional de Colombia, en alianza con tres ambientes geográficos, ecológicos y temporales diferentes: el Grupo de Historia de la Salud en Boyacá de la Universidad Pedagógica los llanos de Venezuela, el sitio de Cartagena de Indias en la costa y Tecnológica de Colombia (uptc). Fue Caribe y la marcha de los ejércitos a través de la Cordillera Oriental financiado a través de una Beca de Investigación por parte del Programa de los Andes en la campaña de Boyacá de 1819. Las descripciones de Apoyo a Grupos de Excelencia del ambiente, del clima y de la alimentación son variadas, y esta 2008 de la Universidad Nacional de Colombia, otorgada al grupo diversidad y profusión en su descripción son una herramienta de Investigación en Antropología invaluable en las explicaciones sobre las condiciones de la salud de Biológica a través de la Facultad de Ciencias Humanas de la Sede Bogotá, los ejércitos de la independencia. durante los años 2008 y 2009.

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1. Manuel Ezequiel Corrales, Documentos relativos a la Independencia de Cartagena (Bogotá: Imprenta de la Luz, 1911); Pedro María Ibáñez, “Morillo en Bogotá”, Revista Moderna 2: 11 (1915), 363-380; Nicolás García, La Reconquista de Boyacá en 1816 (Tunja: Imprenta del Departamento, 1916); Jorge Mercado, Campaña de Invasión del Teniente General Don Pablo Morillo 1815-1816 (Bogotá: Imprenta del Estado Mayor General, 1919); Laura Ullrick, “Morillo’s Attempt to Pacify Venezuela”, The Hispanic American Historical Review 3: 4 (1920): 535-565; Webster Browning, “The Liberation and the Liberators of Spanish America”, The Hispanic American Historical Review 4: 4 (1921): 690-714; A. F. Zimmerman, “Spain and Its Colonies, 1808-1820”, The Hispanic American Historical Review 11: 4 (1931): 460-461; Vicente Lecuna, Crónica razonada de las guerras de Bolívar (New York: The Colonial Press, 1950); Javier Jiménez, Los Mártires de Cartagena de 1816 ante el Consejo de Guerra y ante la Historia, tomo ii (Cartagena: Imprenta Departamental, 1950); Luis A. Cuervo, La Reconquista Española. Campaña de Invasión (Bogotá: ABC, 1950); Leónidas Peñuela Cayo, Álbum de Boyacá, tomos i y ii (Tunja: Imprenta del Departamento de Boyacá, 1968); Lemaitre Eduardo, Cartagena Colonial (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1972); Stephen Stoan, Pablo Morillo and Venezuela, 1815-1820 (Columbus: Ohio State University Press, 1974); Alberto Lozano, Así se hizo la Independencia (Bogotá: Biblioteca Banco Popular, 1980); Javier Ocampo, Los catecismos políticos en la independencia de Hispanoamérica. De la Monarquía a la República (Tunja: uptc, 1988); Adelaida Sourdis, Cartagena de Indias durante la primera República 1810-1815 (Bogotá: Banco de la República, 1988); Miguel Matus, Fray Ignacio Mariño, capellán del Ejército Libertador (Tunja: uptc, 1992); Demetrio Ramos, España en la Independencia de América (Madrid: Mapfre, 1996); Gonzalo M. Quintero Saravia, Pablo Morillo. General de Dos Mundos (Bogotá: Planeta, 2005).

1. V olviendo sobre la independencia Los relatos sobre la guerra durante la independencia de la América hispánica se inician con las memorias de sus participantes, que hacen las primeras descripciones de los sucesos. Entre éstas vale la pena mencionar las de Vawell, O’Leary y Santander, por el lado de la tradicional historia del ejército libertador, y los menos conocidos Sevilla, Arambarri y el propio Morillo, por los soldados del Rey. Además existe una valiosa serie de crónicas de los miembros de la Legión Británica, que se centran en describir los aspectos cotidianos del país, entre los que se cuentan las anónimas de un oficial de la Legión titulada “¡Guerra a Muerte!”, y las del médico James Robinson, ambas publicadas en Londres en los años veinte del siglo xix. Desde los inicios de las conmemoraciones y rememoración de las batallas de este imaginario independentista bañado en sangre de héroes, ha existido abundante historiografía académica1. Sobresalen también algunas obras de historia militar que copan gran parte de la historiografía del sesquicentenario, tales como la de Camilo Riaño y las recopilaciones documentales de Horacio Rodríguez Plata. En los años setenta y ochenta del 2. Margaret L. Woodward, “The Spasiglo xx aparecen una serie de trabanish Army and the Loss of America, jos norteamericanos que analizan 1810-1824”, The Hispanic American Historical Review 48: 4 (1968): 586-607; otros aspectos de la independencia John Woodham, “The Influence en Latinoamérica, enfocados en el of Hipólito Unanue on Peruvian Medical Science, 1789-1820: A derrumbe de la Monarquía absoReappraisal”, The Hispanic American luta: Woodward (1968), Woodham Historical Review 50: 4 (1970): 693-714; Timothy E. Anna, “The Buenos Aires (1970), Anna (1978), Archer (1983), Expedition and Spain’s Secret Plan Reid Andrews (1985) y finalmente to Conquer Portugal, 1814-1820”, The Americas 34: 3 (1978): 356-380; Glick (1991)2, quien explora la relaChriston Archer, El Ejército en el ción entre los estudios científicos México Borbónico 1760-1810 (México: Fondo de Cultura Económica, 1983); ilustrados en los reinos de Indias George Reid Andrews. “Spanish Amey la independencia, línea histórica rican Independence: A Structural Analysis”. Latin American Perspectives ampliamente desarrollada en el 12: 1 (1985), 105-132; Thomas Glick, país. En Colombia vale la pena men“Science and Independence in Latin America (with Special Reference to cionar el trabajo de Colmenares New Granada)”, The Hispanic American (1986) sobre la obra fundadora de Historical Review 71: 2 (1991): 307-334.

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estudios históricos e imaginarios de José Manuel Restrepo, titulada Historia de la Revolución de la República de Colombia3. A partir de la aparición de una obra clave para estos estudios, Modernidad e Independencias, de François-Xavier Guerra, surge una cantidad apreciable de estudios centrados en España y México y un renovado interés por entender el proceso. Estas nuevas corrientes intentan explicar el derrumbe del imperio colonial y emplean el estudio de los actores sociales, abordando un proceso que parece muchas veces vedado tras el mito fundador de la república. La unificación, la reconstrucción de la memoria política y la legitimación de la Nación fue una tarea a la que se avocaron los distintos grupos en conflicto. A través de sus voceros, el nacionalismo hizo uso de una serie de metáforas y símbolos que harían parte de la propaganda de guerra empleada por los beligerantes, la cual fue descrita en trabajos como los de Archer (1983), Guerra (1992), Lommé (1993), König (1994) y Chust (2008)4; seguidos por aquellos en los cuales se analiza el ejército de América, las milicias y los cuerpos armados, así como una serie de trabajos recientes sobre los liberales enviados a América en las expediciones para el restablecimiento de los derechos del Rey: Cuño (2008), Marchena y Chust (2007), Earle (2000), Kuethe (1993) y Marchena (1992)5. Para el área de las actuales Colombia y Venezuela se han realizado trabajos principalmente para la costa Caribe, y existen algunos dedicados a los ejércitos de la República, como el de Thibaud en 20036. Éste, aparte de ser un periodo revolucionario, es un periodo complejo, confuso, que bien valdría la multiplicación de trabajos en campos diferentes con el fin de matizarlo, para lo cual es necesario hacer una etnografía de las fuentes, con el fin de rescatar los testimonios de sus protagonistas. Christon Archer, al hablar sobre la historia militar en la Nueva España, intenta demostrar 3. Germán Colmenares, “La ‘Historia de la Revolución en Colombia’, por cómo, a pesar de que la historiografía José Manuel Restrepo: Una prisión de la guerra se considere abundante historiográfica”, en La Independencia: Ensayos de Historia Social, ed. Germán y hasta excesiva para el periodo de la Colmenares (Cali: Instituto Colomindependencia, necesita de nuevos biano de Cultura, 1986), 7-23; José Manuel Restrepo. Historia de la Revolumétodos que incorporen las ideas y ción de la República de Colombia, tomos 7 los planes de otras disciplinas . iii y iv (Medellín: Bedout, 1969).

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4. Christon Archer, El Ejército; FrançoisXavier Guerra, Modernidad e Independencias. Ensayo sobre las revoluciones hispánicas (Madrid: Mapfre, 1992); Georges Lomné, “Las ciudades de la Nueva Granada: Teatro y objeto de los conflictos de la memoria política (1810-1830)”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 21 (1993): 124-135; Hans-Joachim König, En el camino hacia la Nación. Nacionalismo en el proceso de formación del Estado y de la Nación de la Nueva Granada, 1750–1856 (Bogotá: Banco de la República, 1994); Manuel Chust, 1808. La Eclosión Juntera en el Mundo Hispano (México: Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México, 2007). 5. Justo Cuño Bonito, El retorno del Rey: el restablecimiento del régimen colonial en Cartagena de Indias (18151821) (Castellón: Universitat Jaume I, 2008); Juan Marchena y Manuel Chust, Por la fuerza de las armas. Ejército e Independencias en Iberoamérica (Castellón: Universitat Jaume I, 2007); Rebecca Earle, “‘A Grave for Europeans?’ Disease, Death and the Spanish American Revolutions”, en The War of Independence in the Spanish America, ed. Christon Archen (Wilmington: Scholarly Resourses, 2000), 284-297; Allan Kuethe, Reforma militar y sociedad en la Nueva Granada, 1773-1808 (Bogotá: Banco de la República, 1993); Juan Marchena, Ejército y Milicia en el Mundo Colonial Americano (Madrid: Mapfre, 1992). 6. Clément Thibaud, Repúblicas en Armas. Los Ejércitos Bolivarianos en la Guerra de Independencia en Colombia y Venezuela (Bogotá: Planeta, ifea, 2003). 7. Christon Archer, “Historia de la Guerra: Las trayectorias de la Historia Militar en la época de la Independencia de Nueva España”, en La Independencia de México temas e interpretaciones recientes. Coordinado por Alfredo Ávila y Virginia Guedea (México Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2007), 145-161.


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2. ¡V iva el R ey ! Tras la derrota de Napoleón y una vez reinstalado en el trono, Fernando VII declara nula la Constitución liberal de Cádiz de 1812 y disuelve cualquier forma de monarquía constitucional, retomando la monarquía absoluta. Asentado en el poder, su siguiente objetivo será la recuperación de sus derechos en América. Así, lanza un ejército mal provisto y engañado en una aventura militar desafortunada, fruto de una política militar e imperial en la que la Monarquía comprometía su prestigio, pues intentaba someter los reinos indianos por la fuerza de las armas. Tal política es analizada por los nuevos estudios, que consideran la existencia de un claro desfase entre la extensión territorial de tan vasta Monarquía y las fuerzas efectivas para su defensa8. Esta expedición, la más grande de las treinta enviadas a América entre 1811 y 18199, es también la más grande de las que cruzaron el Atlántico desde 149210, y fue comandada por el mariscal Pablo Morillo, al mando de 12.254 soldados11 y 1.547 marinos de guerra12. En noviembre de 1814, instrucciones secretas fueron dadas a Morillo por el ministro universal de Indias para dirigir su expedición a Costa Firme en lugar de a Montevideo. El nuevo destino no fue revelado a las tropas hasta finales de febrero, cuando estaban en altamar. En ellas se 8. Manuel Chust, 1808, 20. especificaba que la expedición debería hacerse con el menor 9. Margaret L. Woodward, “The Spaderramamiento de sangre posible, siendo el objetivo primario la nish Army”, 589. pacificación de Caracas, la ocupación de Cartagena de Indias y 10. Rafael Sevilla, Memorias de un Oficial del Ejército Español. Campañas contra prestar ayuda al Nuevo Reino de Granada13. Bolívar y los Separatistas de América El oficial expedicionario García Camba deja consignado en sus (Madrid: Editorial América, Sociedad Española de la Librería, 1916), 23. Memorias que una de las razones para que la Expedición cambiara 11. Julio Albi, Banderas Olvidadas. El de rumbo al Oeste y no a Montevideo fue que la navegación sería Ejército Realista en América (Madrid: más corta14, evitando así los estragos de una carencia nutricional Ediciones de Cultura Hispánica, 1990), 147. por falta de vitamina C, conocida como escorbuto, que ya había 12. Gonzalo M. Quintero Saravia, Pablo producido bajas en otras expediciones con destino a Buenos Aires15. Morillo, 247. Sin embargo, Sevilla contradice la argumentación de García sobre 13. Demetrio Ramos. España en la Indeel destino de la Expedición, consignando los temores que produpendencia, 438. cían en la tropa expedicionaria las noticias sobre el ambiente y la 14. Andrés García Camba, Memorias para la historia de las Armas españolas guerra a muerte en la capitanía general16. en el Perú (Madrid: Editorial América, El balance sanitario del viaje del ejército expedicionario que dio 1916), 234. Morillo a sus superiores describe mejor el transcurso de la travesía 15. Julio Albi, Banderas Olvidadas, 141. en altamar, llegando incluso a informar que la Expedición llego a 16. Rafael Sevilla, Memorias, 24. Margarita sin enfermos17. 17. Jorge Mercado, Campaña de Invasión, 79.

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Una vez desembarcó la Expedición en la Costa Firme de Venezuela18, las memorias de los oficiales realistas dejan consignadas las enfermedades que padecieron. Tal el caso de la sufrida por Sevilla, tratada localmente con una mezcla a base de limones y conocida como ‘bicho’19; por su parte, García Camba, enfermó de unas fiebres conocidas como ‘quebrantahuesos’20. Desde su llegada, el ejército expedicionario —y luego pacificador— de Costa Firme se va americanizando, lo que no es gratuito ni voluntario. Ante todo responde a una dinámica importante, en la cual las enfermedades, el ambiente diverso, la deficiente atención sanitaria y la mala alimentación juegan un papel fundamental. Este ejército, por su tamaño y la necesidad de cubrir grandes distancias, se convierte en presa fácil de los enemigos naturales, muriendo más a causa de éstos que por las heridas de guerra. Entre tanto, las guerrillas patriotas, su enemigo principal, se van agrupando, formando los ejércitos regulares de la República, mientras que para los expedicionarios la situación se hace insostenible. En 1819 Morillo 18. El termino Costa Firme o Tierra hace uno de sus últimos llamados al Rey para salvar de la extinción Firme, se utiliza para denominar al a los ejércitos que combatían en nombre de la monarquía española: territorio continental no insular, de la América meridional, que compren“Los soldados de Vuestra Majestad que arrastran tantos peligros, día desde las costas de la Capitanía fatigas y trabajos en estos climas mortíferos, perecen de miseria, General de Venezuela hasta el río Darién. mueren sin recursos en los hospitales y sobrellevan su amarga 19. Rafael Sevilla, Memorias, 45. y penosa existencia con el horror que inspira la dificultad o casi 20. Andrés García Camba, Memorias 21 imposibilidad de cambiar de suerte” . 3. D el O rinoco el cauce se colma de despojos Para 1814 Venezuela era un gran campo arrasado por la intensidad de la guerra a muerte; el país estaba agotado y los ejércitos en contienda se disputaban el control del ganado, principal fuente de sustento de las fuerzas armadas. En junio de 1814, la ración de la guarnición de Caracas consistía en pescado seco, debido a que el ganado de los valles aledaños ya se había consumido, o había sido tomado por alguno de los bandos. El control del ganado fue una preocupación permanente de los expedicionarios, que los obligó a planear múltiples incursiones en los Llanos en busca de estos animales22. Desde que se iniciaron las operaciones, las tropas comieron la ración de campaña, provista obligatoriamente por los ayuntamientos ocupados, encargados de recoger y exigir al vecindario la contribución para su sostenimiento23, apoyando así a los defensores del Rey.

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para la historia, 244. La “BreakBone Fever”, descrita así por el Dr. Benjamin Rush en Filadelfia en 1789, corresponde al Dengue; José G. Rigau-Pérez, “The early use of Breakbone fever (Quebrantahuesos, 1771) and Dengue (1801) in Spanish”. Am. J. Trop. Med. Hyg. 59: 2 (1998): 272.

21. “Carta del General Morillo al Rey. Valencia, 25 de enero de 1819”, en La Batalla de Boyacá, 7 de agosto de 1819, a través de los archivos españoles, comp. Juan Friede (Bogotá: Banco de la República, 1969), 6. 22. Germán Carrera Damas, Boves: Aspectos socioeconómicos de la Guerra de Independencia (Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1972), 143. 23. Antonio Rodríguez Villa, El Teniente General Don Pablo Morillo. Primer Conde de Cartagena, Marqués de la Puerta (1778-1837), Tomo II (Madrid: Editorial América, 1920), 235.


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Ya en Caracas, Morillo, quien mostraba siempre preocupación por tener los bastimentos suficientes en los movimientos de los expedicionarios, dispuso el aprovisionamiento de la tropa que partía a Santa Marta y Cartagena, reuniendo cerca de ocho mil reses24. El Pacificador ordenó el 30 de 24. Jorge Mercado, Campaña de Invasión, 83. junio de 1815 que se acopiaran con destino al ejército treinta mil 25. Esta cantidad equivaldría a una quintales25 de tasajo y las raciones correspondientes de galleta26, tonelada y media de tasajo. menestra27, tocino y aguardiente. Esta orden no pudo llevarse a cabo 26. La galleta ordinaria era un pan por no existir ya rentas suficientes para la compra ni la cantidad de doblemente cocido consumido por los marineros y de ración en reses necesarias para hacer las raciones. El intendente del ejército los ejércitos. En el Tratado de las Arámbarri, agrio contradictor de Morillo, se quejaba del cambio en Enfermedades de la Gente de Mar, se agrega que el bizcocho o galleta es la estrategia militar, al pasar de la guerra irregular, llevada a cabo un pan medio fermentado, en forma por las tropas de Boves hasta 1815, a la organización y estructurade pequeñas tortas, cocido dos veces para quitarle la humedad y evitar la ción de un ejército regular como el llegado de la Península Ibérica, fermentación ácida, reduciéndose que necesitaba muchos más recursos de intendencia, hospitales, a corteza dura, los españoles le agregan salvado a la harina de trigo vestuarios, alimentos y una creciente burocracia militar, impagay levadura. Pedro María González, bles con las exhaustas arcas28. Tal situación contrasta con la riqueza Tratado de las Enfermedades de la Gente de Mar, en el que se exponen sus causas con que la Nueva España, sin lugar a dudas, la joya de la Monarquía, y los medios de precaverlas por el Dr. D. mantenía varios destacamentos de su ejército distribuidos por su Pedro María González, Catedrático del Real Colegio de Cirugía Médica de Cádiz. inmenso territorio en persecución de los insurgentes. Madrid en la Imprenta Real. Año de 1805 Las tropas que quedaron en Venezuela se alimentaban ya en (Madrid: Imprenta Real, 1805), 456. 1817 de chipi chipi en las costas, mariscos que se conseguían fácil27. La menestra estaba compuesta por fríjoles, guisantes, habas y lentejas. mente por la cercanía al mar, y de carne de burro29. La miseria de En el Tratado de las enfermedades, se los pueblos de la Capitanía era lo único que había dejado la guerra describe así: “Son las otras legumbres secas que componen la ración sin cuartel y la táctica de la tierra arrasada que destruye al paso de nuestra gente de mar y por lo de los ejércitos todo lo que pueda serle útil al enemigo. Urdaneta mismo se conocen en la Armada con el nombre de menestras ordinarias”. relata cómo en 1816 sus tropas en los llanos venezolanos estaPedro María González, Tratado de las ban casi desnudas, y hasta el escaso vestido provenía del ganado, Enfermedades. confeccionando ruanas y sombreros de cuero de ganado, para pro28. Francisco Xavier Arambarri, Hechos del General Pablo Morillo en América. tegerse de las lluvias30. Documentos de la Conquista, coloniPáez afirma en sus memorias que hasta la llegada de los legionazación e Independencia de Venezuela, vol. i (Murcia: Publicaciones de la rios ingleses a los Llanos, se comía con la mano y era desconocido el Embajada de Venezuela en España, uso del cuchillo y del tenedor por parte de las tropas patriotas31. Entre 1971), 220-222. los jefes, la situación no era mejor; otro británico, Mr. Hackett, des29. Germán Carrera Damas. Boves, 144. cribe una de las comidas de los jefes patriotas en la isla de Margarita: 30. Rafael Urdaneta, Memorias (Madrid: Ed. América, Biblioteca Ayacucho, 1916), 104-105.

31. José Antonio Páez, Autobiografía (Medellín: Bedout, 1973), 144.

“La cena consiste siempre en pan, pescado, un ron execrable y agua (no había una botella de vino en la isla). La mesa fue colocada bajo un cobertizo en la parte posterior de los restos

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de una casa, y en general, no se consigue reunir más de dos platos, por lo que se emplean cazuelas al efecto. Como hay pérdida de cuchillos y tenedores y no tenemos ninguno, se utilizan generalmente y de preferencia los dedos”32.

Las campañas de 1817 y 1818 en los Llanos fueron de penalidades y sufrimientos por el hambre, las plagas, las cambiantes condiciones climáticas y la fauna tropical. El miedo de que las plagas, las lluvias que anegaban las sabanas, la falta de agua para beber y el hambre diezmaran las tropas expedicionarias, condicionaba los movimientos y la supervivencia33: “No se pude menos que confesar que vivían de milagro. Las plagas, los caimanes, las rayas, los caribes, 32. James H. Robinson - Late Surgeon los tembladores, las culebras y los alacranes, que tanto abundan en in the Patriotic Army, Journal of an Expedition 1400 miles up the Orinoco and aquellos terrenos, eran otros tantos enemigos vivientes de exis300 up the Arauca: with an account of the 34 tencia, a cuyas acometidas sucumbieron no pocos” . country, the manners of the people, military operations, &c (London: Printed La Legión Británica35, que había llegado para reforzar a los for Black, Young and Young. Covent patriotas, también sufrió por el clima, la fatiga y la falta de aliGarden, 1822), 324-325. mento, y en sus primeras operaciones en los Llanos venezolanos 33. “Enrile a La Torre. Cuartel General de Santafé” (s.f.), en Santander y los murieron cerca de cuatrocientos ingleses en 1817. Una de estas priEjércitos Patriotas. 1811-1819, tomo meras operaciones fue la marcha a Maturín, en donde tras días de i, comp. Andrés Montaña (Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de la hambre y sólo comiendo caballos que quedaban abandonados en República, 1989), 163-164. los combates, los legionarios encontraron una manada de cabras, 34. Antonio Rodríguez Villa, El Teniente, cuya carne ingirieron cruda y sin condimentos. Muchos ingleses tomo ii, 54-55. y nativos amanecieron muertos por el “excesivo atracón por la 35. De las expediciones de extranjeros que llegaron a Venezuela entre dieta extrema”36. Desde el comienzo, las tropas legionarias tuvie1817 y 1819, a una en particular se ron problemas con la alimentación; en Margarita sólo encontraron le conoce con el nombre de Legión Británica, la organizada por James caña de azúcar, que consideraban poco apropiada para estómagos T. English, que llegó en 1817 con mil europeos, y empezaron a sucederse motines producidos por el doscientos hombres. Aunque se le ha denominado británica, incluía tamhambre37. La desnutrición produjo en las tropas británicas la apabién irlandeses y algunos alemanes. 38 rición de úlceras y pérdidas dentales . Alfred Hasbrouck, Foreing Legionaries in the liberation of Spanish South AmeEn diciembre de 1818, el Dr. James Robinson, obligado a ser rica (New York: Columbia University director general de hospitales de las provincias libres de Venezuela, Press, 1928), 321. fue delegado por Bolívar para acompañar una expedición hasta 36. Anónimo, ¡Guerra a Muerte! Recollection of a service of three years during the San Fernando del Apure. Allí hizo una detallada relación de los aliWar of Extermination by an officer of the mentos que se consumían en los llanos del Orinoco y describió las Colombian Navy. Unt and Clarke-York Street-Covent Garden. London. 1828. preparaciones dadas a la tropa por los indígenas y la elaboración del (Buenos Aires: Ed. Colombia, 1945), principal alimento de los ejércitos, el tasajo: 94, 100-105. “Teniendo una gran variedad de artículos, no se toman la molestia de cocinarlos por separado, sino que los golpean todos en

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37. Anónimo, ¡Guerra a Muerte!, 51-52. 38. Anónimo, ¡Guerra a Muerte!, 102.


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una sola masa, que siempre comen con los dedos. Estas masas suelen estar formadas por arroz, cebada, plátanos o casabe, o algunas otras harinas, que cuando las hacen, las hierven con el Tasago. Este se prepara de la siguiente manera: cuando la gente mata una res, le cortan los músculos y sus accesorios […]. Una vez separadas las partes, se sala la carne (cuando se tiene sal, y cuando no, deben colgarla fresca) y ponerla al sol para secarla. Cuando estas partes se ponen tan duras como un cordón, se constituyen en el alimento nacional de América del Sur y también de algunas de las islas de las Antillas” 39.

Tan dura fue la campaña de 1818 que volviendo a Angostura, ya en 1819, James H. Robinson narra que tuvo que vender un par de pantalones y dos camisas para obtener un pan en la población de Urbana. Sin embargo, al final no pudo consumirlo por su mal olor, debido a la harina rancia y descom39. James H. Robinson, Journal, 165-166. puesta por los hongos40. 40. James H. Robinson, Journal, 248-249. El ejército libertador de Nueva Granada, fuerza armada 41. El apellido de este oficial del Primer creada en los Llanos para atacar desde allí a las tropas que defenRegimiento de Lanceros Venezolanos en la Legión Británica aparece indisdían la capital del Nuevo Reino, empezó a reunirse en Arauca en tintamente como Vawell o Vowell en febrero de 1819. Su alimentación estaba reducida, la mayoría de las diferentes fuentes consultadas. En este articulo se usa Vawell, ya que la las veces, a un trozo de carne seca sin sal, y no todos los días, fuente utilizada fue la reedición de plátano y yuca. Richard Vawell41, oficial del Primer Regimiento las Memorias de un oficial de la Legión Británica - Campañas y Cruceros durante de Lanceros Venezolanos en la Legión Británica, detalla los padela Guerra de Emancipación Hispanoamecimientos de las tropas en los llanos de Venezuela y Colombia. ricana, hecha para la Biblioteca del Banco Popular en 1974, tomado de Durante aquella campaña, la primera edición de las memorias recolectadas por el historiador venezolano Rufino Blanco-Fombona en Madrid en 1916, valiosa colección de relatos de realistas y patriotas de la independencia en Latinoamérica. Blanco asegura que el autor nunca firmó la edición original en inglés. Sin embargo, en la lista de legionarios británicos bajo el mando de Rook, citada en el trabajo clásico sobre los legionarios extranjeros por Hasbrouck en 1928, aparece con el cargo de capitán como “Robto Vowell” en la guarnición de Angostura el 30 de septiembre de 1818.

42. Richard Vawell, Memorias de un Oficial de la Legión Británica. Campañas y Cruceros durante la Guerra de Emancipación Hispanoamericana (Bogotá: Biblioteca Banco Popular, 1974), 145-147.

“La falta de agua en verano en estas incultas llanuras obliga a menudo a los jinetes a dejar sus cabalgaduras y a llevar las sillas hasta encontrar otra montura. Un ejército que se acerca al agua luego de haber sufrido mucho tiempo de sed, se parece grandemente a un ejército derrotado. Es por extremo difícil en tal ocasión que se observe la disciplina militar, porque todos se salen de filas y se precipitan adelante, con esa mirada salvaje que es uno de los signos característicos de la sed, sin embargo, el agua que en general bebíamos entonces era de color verdoso, llena de insectos y a veces conteniendo cuerpos de caballos y otros animales. Añádase a esto que los toros y los mulos que acompañan al ejército, se echan al estanque al mismo tiempo que los soldados y, se tumban y se revuelcan allí. Compréndase por lo tanto, que importa no llegar de últimos”42.

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Tales eran los alimentos de los combatientes que habían quedado en la Capitanía General de Venezuela tras la guerra a muerte, mucha carne en tasajo, muchas veces sin salar, ausencia del consumo de vegetales; yuca y plátano, ron y galleta ordinaria, que era consumida por los expedicionarios desde que partieron de Cádiz. A pesar de estar mejor aprovisionado en las ciudades de la rica región minera del Bajío mexicano, al norte de la ciudad de México, el Ejército Real de la Nueva España desplegó contra los primeros insurgentes una represión que llevó a su casi total desaparición. Para 1819, las tropas virreinales de México habían ganado la guerra y dispersado hacia las fronteras del sur y los desiertos del norte a los pocos insurgentes. Entre tanto, en el mismo año, las tropas de Morillo luchaban por sobrevivir en los llanos del Orinoco y el Arauca dentro de la guerra a muerte en la Capitanía, que por las cotas de violencia alcanzadas, se podría comparar con la represión contra los insurgentes en la Nueva España. Los mandos de ambos ejércitos, sin embargo, siempre mantuvieron el constante temor a que las zonas bajas terminaran por acabar a las tropas europeas no aclimatadas43. 4. !O h , sí ¡ de C artagena la abnegación es mucha En mayo de 1815 el grueso del ejército expedicionario parte a Costa Firme, y allí la ciudad de Cartagena de Indias se prepara para el sitio que luego iniciaron los ejércitos del Rey. Las autoridades independentistas de Cartagena tomaron la decisión de implantar la política de tierra arrasada. Ordenaron abandonar los pueblos vecinos en caso de invasión y llevar todo cuanto pudiera ser útil. Muchas poblaciones cercanas fueron entonces incendiadas por sus habitantes44. Esta práctica dejó sin provisiones al ejército del Rey, por lo cual se debieron ordenar partidas que recorrían las extensas sabanas en busca de víveres. Los sitiados iniciaron el cerco con una gran escasez de provisiones. En una carta capturada por los soldados del Rey se da un cuadro del crítico estado en que los cartageneros empezaban su encierro en la plaza: “Si en rigor las tropas pueden pasarse sin sueldo, es imposible que subsistan sin su ración. No tenemos almacenes generales ni ningún depósito de víveres, no contamos más que con algunos barriles de Marina pertenecientes a particulares. No se encuentra un grano de maíz, el número de ganados encerrados en esta ciudad se eleva apenas a 500, 43. Christon Archer, El Ejército, 45. de suerte que aun contando algunos caballos, mulas, asnos y 44. Adelaida Sourdis, Cartagena de Indias, 129. perros, apenas podríamos prometernos vivir 40 días […] con 45. Pablo Morillo, Las memorias del una población inmensa, pobre, faltando todo medio de resistir General Pablo Morillo (Bogotá: Gráficas a un enemigo poderoso”45. Margall, 1985), 32.

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En Cartagena se contaba con más armas que manos para empuñarlas y fueron varios los factores que desencadenaron el horror vivido por algo más de dos meses. Por un lado, la escasez de provisiones por parte de sitiadores y sitiados, debido a la guerra contra Santa Marta, que destruyó cualquier aprovisionamiento de alimentos vía terrestre, la misma falta de fondos de los cartageneros que no alcanzaron a llegar de Tunja y de Santafé para la compra de víveres en las Antillas, la decisión de la ciudad de aceptar a todos los inmigrantes de los pueblos vecinos y, por último, la falta de los instrumentos, máquinas y útiles necesarios para realizar el asedio de la plaza fuerte, es decir, el Tren de Sitio, hundido con el buque insignia de la expedición, el San Pedro Alcántara unos meses atrás, sin el cual no existía otra manera de rendir a Cartagena de Indias, que no fuera por hambre. En octubre de 1815 en Santafé, Tomás Montilla le advierte al presidente de las Provincias Unidas de la Nueva Granada que Cartagena no podrá defenderse mucho tiempo y que por fuerte e inexpugnable que parezca, puede ser rendida por el arte del hambre, advirtiendo que la plaza sólo podía contener víveres para subsistir seis meses, pero que no se había hecho su acopio por no tener con qué comprarlos. Advierte además: “No esperemos del clima, de la estación, ni del acaso ventajas precarias: los mosquitos, las aguas y el destino pueden destruir al enemigo […]. El calor que fatiga al sitiador, impide al sitiado la conservación de víveres, que luego se corrompen, motivo poderoso por qué no puede contar Cartagena con grandes depósitos, aun cuando le fuere fácil adquirirlos”46. Lino de Pombo, uno de los sitiados, luego ministro de estado de Colombia, afirma que las dieciocho mil a diecinueve mil personas concentradas en Cartagena tuvieron “que matar, salar, y embarrilar caballos y burros en calidad de reserva, para último recurso alimenticio”47. Finalmente, los expedicionarios atacaron y tomaron el fuerte y la isla de Tierrabomba, cortando el abasteci46. “Tomás Montilla al Presidente miento de pescado, único alimento que les quedaba a los sitiados48. de las Provincias Unidas de Nueva Durante el sitio, el abastecimiento por mar fue casi imposible Granada. Santafé, 13 de octubre de 1815”, en Santander y los Ejércitos debido al riguroso bloqueo; sólo tres pequeñas goletas que traían Patriotas. 1811-1819, Tomo I, comp. carne y harina y dos corsarios con pocos víveres habían cruzado Andrés Montaña (Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de la República, el cerco de la marina real. En octubre, dos bongos armados fueron 1989), 112-113. capturados por los soldados del Rey, en los que se conducían diez 47. Lino de Pombo, “El Sitio de Cartaarrobas de carne salada, setecientos plátanos, seis canastos grangena”, en Cartagena Colonial, 145. des con cacao, treinta y un calderos de fierro, dos cajones de metal 48. Daniel Florencio O´Leary, Memorias, tomo ii (Bogotá: Biblioteca de Autores con platina y cinco cerdos49. Colombianos, 1952-1953), 165. Cartagena de Indias estaba diseñada como una plaza fuerte y 49. Adelaida Sourdis, Cartagena de sus defensas eran círculos concéntricos que pretendían retrasar el Indias, 144.

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avance de los sitiadores para que el clima, el hambre, la sed y las enfermedades fueran diezmando a los sitiadores: “[…] el clima de Cartagena es cálido en extremo; llueve mucho, y el vómito prieto [fiebre amarilla] hace grandes estragos en los forasteros”50. Las difíciles condiciones climáticas tropicales se sumaban a la carencia de alimentos, la destrucción de los sembrados, la falta de ganado, y los mosquitos y animales, que se convirtieron en los otros enemigos de los expedicionarios: “En un país conocido como el más tirano del mundo para la salud europea […] las tropas no tenían abrigo en los campamentos y puestos avanzados con inevitable perjuicio de su salud […]. Se carecía de comestibles, sin haber medio de conducirlos desde el convoy que se hallaba fondeado a larga distancia […]. No había agua que beber en muchos de los puntos que ocupaba la tropa, y era igualmente preciso traerla del convoy con sumo trabajo, mientras se desgajaba el cielo en lluvias de que ni una gota se podía aprovechar por caer en lagos salobres, sucios y hediondos. En todos los parajes en que se hallaba establecida la tropa era atormentada de una insufrible plaga de mosquitos, de culebras y otros animales ponzoñosos de una fetidez que trastornaba los sentidos”51. 50. Juan García del Rio, “Página de Oro

Un hecho curioso es la prohibición estricta del consumo de bananas en el Hospital Militar Expedicionario de Sabanalarga, que hacía parte de la red de hospitales provisionales construidos por los del Rey durante el sitio. Esta prohibición establecía que el personal que las introdujera sería fuertemente sancionado52, lo que recuerda la teoría aerista y circulacionista del siglo xviii53, defendida por Mutis, quien se manifiesta en contra de los platanales, debido a la humedad presente en ellos, cuya putrefacción y proliferación infectaban y corrompían el aire de las poblaciones 54. Mientras que afuera la situación de insalubridad debido al clima y las enfermedades era difícil, dentro de la plaza la situación y la alimentación de los sitiados era desesperada: “El progreso de los estragos del hambre era sumo por falta de alimentos o postración de fuerzas, otros por las enfermedades consiguientes a la mala calidad de la triste ración que se proporcionaba, y prolongando otros su miserable existencia escuálidos, hebetados55 y con hinchazón progresiva en las piernas: carnes y harinas podridas, bacalao rancio, caballos, burros en detestable salmuera, perros, ratas, cueros eran el recurso de la generalidad desvalida; y escasas dosis de arroz

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del sitio de Cartagena de 1815”, en Cómo nació la República de Colombia Segundo Título, comp. Guillermo Hernández de Alba (Bogotá: Banco de la República, 1981), 54.

51. Antonio Rodríguez Villa, El Teniente, 160-161. 52. Rebecca Earle, “A Grave”, 284-297. 53. De acuerdo con la teoría aerista o circulacionista de raíz hipocrática, sostenida por los médicos ilustrados, el aire debía circular y permanecer limpio y libre de miasmas que emanaban de los basureros, los cementerios, los hospitales, los pantanos y los platanales. Esta teoría fue sustituida en la segunda mitad del siglo xix por la teoría microbiológica. América Molina del Villar, “Las practicas sanitarias y medicas en la ciudad de México 1736-1739. La influencia de los tratados de peste europeo”, Estudios del Hombre 20 (2005): 42. 54. Adriana Alzate, Los oficios médicos del sabio. Contribución al estudio del pensamiento higienista de José Celestino Mutis (Medellín: Clío, 1999), 12. 55. Hebetamiento según la rae significa ‘debilitamiento o embotamiento’.


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con camarones secos y chocolate era el de las familias acomodadas que habían salvado algo de las pesquisas domiciliarias”56.

El coronel Rieux, sitiado, afirma: “En la plaza no quedó un solo cuadrúpedo que no se empleara para la subsistencia, las ratas, las hierbas, que jamás persona humana había mirado como útiles para alimento […] los cueros al pelo, las sabandijas, todo es consumido para sustento de aquella desgraciada población”57. En julio de 1819, el gobernador de la provincia de Cartagena, Gabriel de Torres, en memorial enviado a Fernando VII le recuerda el estado en que Cartagena quedó después del sitio: “La mayor parte de las familias pudientes se fugaron de ella, llevándose consigo no solo sus bienes sino también los de muchos infelices […]. Se hallaron cerca de tres mil cadáveres en las calles y en los cementerios de las iglesias a medio enterrar, víctimas de la miseria […]. Un plátano, un puñado de arroz se pagaba a peso de oro, de suerte que a los que sobrevivieron no les quedo otra cosa que los ojos para llorar sus desventuras. Ni un comerciante, ni un labrador, ni un artesano o menestral; todos: o habían emigrado, o perecido […]. A pesar de esto, tuvieron que sufrir los habitantes de esta provincia una contribución de $84.000 y las raciones y gastos del ejército pacificador que acabó por destruir cuanto el torrente de 56. Lino de Pombo, “El Sitio de Cartagena”, en Cartagena Colonial, 152. desgracias posteriores había perdonado”58. 57. Eduardo Lemaitre, Cartagena Colonial, 137. 58. “Memorial de la Provincia de Cartagena de Don Gabriel de Torres a Fernando VII. Cartagena, 15 de julio de 1819”, en Los Ejércitos del Rey 1818-1819, tomo i, ed. Fray Alberto Lee López (Bogotá: Presidencia de la República, 1989), 293. 59. Juan García del Río, “Página de Oro del sitio de Cartagena de 1815”, en Cómo nació la República de Colombia Segundo Titulo, comp. Guillermo Hernández de Alba (Bogotá: Banco de la República, 1981), 63. 60. Manuel Ezequiel Corrales, Documentos relativos a la Independencia de Cartagena (Bogotá: Imprenta de la Luz, 1911), 33. 61. Jorge Mercado, Campaña de Invasión, 116. 62. Lino de Pombo, “El Sitio de Cartagena”, en Cartagena Colonial, 153.

Con el inicio de diciembre vino el fin del sitio de Cartagena. El día 4 de ese mes, más de trescientas personas habían fallecido en las malsanas calles59. En palabras concluyentes de Manuel Ezequiel Corrales: “Toda la ciudad estaba dividida por mitad en un miserable hospital y en un horrendo cementerio”60. Para ese mismo día, las dos terceras partes de los defensores habían muerto y los sobrevivientes estaban “Descarnados y cadavéricos, los centinelas se apoyaban en los muros o rodaban por los suelos y agitándose en convulsiones de calenturiento, deliraban con manjares y comilonas […] no había soldado u oficial que no estuviese hinchado, lleno de gangrena o postrado con el abatimiento extremo que precede a la muerte”61. En la tarde del 5 de diciembre más de dos mil personas se dirigieron hacia los cuarteles del ejército expedicionario62. Ya casi terminado el sitio, Morillo ordenó a sus oficiales prevenir a todos los soldados de no maltratar ni hacer daño a ningún sitiado que no opusiera resistencia:

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“No eran hombres sino esqueletos: hombres y mujeres vivos retratos de la muerte se agarraban a las paredes para andar sin caerse; tal era el hambre horrible que habían sufrido. Veintidós días hacia que no comían otra cosa que cueros remojados en tanques de tenería […] todos los que podían moverse, se precipitaban, empujándose y atropellándose sobre nuestros soldados, no para combatirlos, sino para registrarles las mochilas, en busca de algún mendrugo de pan o de algunas galletas”63.

Esa misma noche algunos cartageneros emigraron rumbo a las Antillas, como cuenta De Pombo: “Esqueleto yo y casi moribundo por efecto de la Disentería i las fiebres, con las piernas hinchadas i pesadas de la rodilla al pie, fui a zambullirme en un camarotito de la goleta que me tocó llevando al cinto algunas onzas de oro i en un bolsillo una libra de chocolate para roer”64. Finalmente, y rendida por hambre, los soldados del Rey recuperaron Cartagena de Indias en nombre de Fernando VII. Los expedicionarios tuvieron entonces que ayudar a los sitiados que habían quedado vivos, compadecidos de su lamentable situación: “Les dieron cuantos artículos de comer llevaban sobre si, los que devoraban con ansiedad aquellos desgraciados, cayendo muchos de ellos muertos así que habían tragado unas cuantas galletas, sino que se improvisó un rancho para todos y sopas para los que no podían venir a buscarlas. Indescriptible es el estado en que encontramos a la rica Cartagena de Indias. El mal olor era insoportable; como que había muchas casas llenas de cadáveres en putrefacción”65.

El testigo inglés de la entrada de los del Rey a Cartagena, Michael Scott, que llegó como prisionero de Morillo, escribió en sus memorias otro cuadro, igualmente deprimente del sitio, asombrándose de lo que vio en la plaza rendida: “Desfilamos al través de lúgubres escombros […] llegamos a la puerta principal, que hayamos también abierta y con el puente levadizo tendido; bajo el arco abovedado vimos a una mujer de aspecto al parecer distinguido, casi en los huesos, y débil como una criatura, recogiendo algunas basuras asquerosas, cuya posesión le había querido disputar un gallinazo. Un poco más adelante, los cadá63. Rafael Sevilla, Memorias, 68, 69. veres de un viejo y dos niños se descomponían bajo el sol, mientras 64. Lino de Pombo, “El Sitio de Cartagena”, en Cartagena Colonial, 154. que atrás de ellos, un desdichado negro ya agonizando, procuraba 65. Rafael Sevilla, Memorias, 69. espantar con una hoja de palmera un grupo de gallinazos […] mas en 66. Michael Scott, “Cuadros de horror vano, que ya los repugnantes pájaros habían devorado, hasta dejar en presenciados por un testigo inglés en esqueleto, el cadáver de uno de los niños. Antes de dos horas el fiel Cartagena a la entrada del Ejército Pacificador, Tom Gringle`s Logesclavo y los cuerpos que piadosamente defendía eran pasto de los Edition. Londres. 1829”, en Cartagena 66 asquerosos gallinazos” . Colonial, 160, 161.

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Aunque Veracruz, el puerto principal del virreinato novohispano, nunca pudo ser sometida al riguroso sitio al que fue sometida Cartagena de Indias. Las guarniciones europeas estacionadas en su fuerte eran atacadas constantemente por la endémica fiebre amarilla, razón por la que Veracruz era conocida y temida en todo el mundo: “El puerto de Veracruz se considera como el sitio principal de la fiebre amarilla, vómito prieto ó negro. Millares de europeos de los que tocan las costas de Mégico en las épocas de los grandes calores, perecen víctimas de esta cruel epidemia”67. Las cifras de muertos de los hospitales veracruzanos68 sobrepasaron por mucho a los casi 3500 muertos reportados en el ejército expedicionario que sitió Cartagena. Cumplida la segunda tarea, los expedicionarios marcharon contra Santafé de Bogotá. Sólo hasta el 3 de mayo de 1816 llegó a la capital la avanzada de la tropa. Fue tal el miedo que inspiró la pacificación en la capital del virreinato, que con la sola voz de la llegada del ejército del Rey se desbandó en pleno el mercado de la Plaza Mayor: “Fue digno de ver como corrían todos del mercado […]. Los perros corrían con la carne, porque todos abandonaron sus mercados […]. Los pulperos cerraban sus tiendas; […] los litigantes se desaparecieron, los gatos volaron, los pollos andaban sueltos por la plaza, los huevos apachurrados […] gritaban, corrían, hubo males de corazón, malparidas, lastimadas y trescientas cosas más. Y en suma lo que vino a ser fue que eran 20 hombres de caballería, que venían del Ejercito nuestro”69.

5. D e B oyacá en los campos Nada más alejado del ejército expedicionario de 1815 que el ejército del Rey de 1819, al que la guerra a muerte en Venezuela, así como las grandes distancias que debía recorrer en persecución de las guerrillas de esta guerra irregular, había desgastado. Las enfermedades, el clima, los asedios, los combates sin cuartel, las deserciones, el hambre y el largo tiempo pasado en lo que se creía una guerra fácil y corta, habían diezmado la tropa y los oficiales. Todo esto fue causa de los rápidos ascensos y el reemplazo por tropas criollas en la mayoría de cuerpos. En 1818, Bolívar lanzó una proclama dirigida al 67. Alejandro de Humboldt, Ensayo pueblo de la Nueva Granada, y afirmó: “Ya no existe el ejército político sobre el Reino de la NuevaEspaña, tomo iv (París: Casa de Rosa, de Morillo. Más de 20.000 españoles han empapado la tierra de 1822), 174. Venezuela con su sangre”70. 68. Christon Archer, El Ejército, 80-82. La diferencia entre los dos ejércitos enfrentados en la provincia 69. José María Caballero, Libro de varias de Tunja en 1819 fue de apenas trescientos hombres. Los dos están noticias particulares, Tomo II (Bogotá: Biblioteca Schering Corporation USA, conformados en su mayoría por soldados venezolanos y neograna1974), 26-27. dinos, siendo minoría los españoles expedicionarios y los ingleses. 70. Daniel Florencio O’Leary, Memorias, En mayo de 1819, Morillo refiere: tomo iii, 118.

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“La suerte del Nuevo Reino de Granada es la que preocupa mi atención y me llena de sobresaltos. No hay más batallones de la Península que el de León en Cartagena y los restos del Aragón Expedicionario en Santafé, no hay ningún cuerpo europeo respetable en el interior, y todo él se halla guarnecido hasta Quito por tropas americanas. Por pronto que yo pueda marchar en su socorro, Bolívar y Santander habrán hecho grandes estragos, y una vez ocupada por ellos la Capital, serán precisamente reforzados por los mismos batallones que ahora sostienen la causa de S.M.”71.

En vísperas del inicio de la campaña de Boyacá, los vecinos del pueblo de Soatá, parroquia ubicada en un cruce de caminos que movilizaba a los ejércitos del altiplano a los Llanos, se quejaban de la grave situación y ruina total en que se encontraba el pueblo, que debía servir de parada obligatoria de los ejércitos reales, a quienes tenían que racionar, además de sostener el Hospital Militar del Rey. La respuesta del gobernador de Tunja no pudo sino aumentar el descontento de los pueblos del partido de Soatá, al solicitar la ampliación de las contribuciones entre los particulares destinadas al sostenimiento y ración del hospital y de la tropa72. Entre tanto, el coronel José María Barreiro, comandante general de la III División del Expedicionario, ordenó en febrero de 1819, una suscripción “voluntaria” en las provincias de 71. “Oficio de Morillo al Ministro de Pamplona, El Socorro y Tunja para el sostenimiento de la tropa73. Guerra. Cuartel General de Calabozo, 12 de mayo de 1819”, en Santander y Adicional a esta voluntaria contribución, en los pueblos cercanos a los Ejércitos Patriotas. 1811-1819, tomo Sogamoso el Ejército Real estableció una contribución semanal de ii, comp. Andrés Montaña (Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de la galletas y pan: “Consistía en el envió semanal de algunas cargas de República, 1989), 174-175. galletas y pan de media libra amasado con harina sin cernir, que los 72. Informe de los Alcaldes del Partido de alcaldes debían remitir al Comisario General […]. Tenían que fijar Soata al Gobernador de Tunja. Tunja, 9 de noviembre de 1818. Archivo Históuna contribución de leche a los dueños de las vacas”74. rico de Tunja (aht) TIV/Vol. 1818/ Igualmente Barreiro advierte al Virrey que el dinero enviado Leg. 503/Fol. 275. no alcanza ante la situación de la III División: “Cantidad que no 73. “Oficio del Virrey Sámano a Barreiro. Santa Fe, 19 de noviemalcanza para condimentar los ranchos, y así en esta época, los ofibre de 1818”, en Los Ejércitos del Rey ciales carecen absolutamente de todo socorro y a la tropa no se le 1818-1819, tomo i, ed. Fray Alberto Lee López (Bogotá: Presidencia de la ha podido suministrar ni un solo cuartillo […]. Ha sido preciso para República, 1989): 97. que no falten del todo las subsistencias, poner a la tropa, incluso a 74. Elías Prieto Villate, “Apuntamientos los oficiales a solo media ración”75. sobre la campaña de 1819”, Repertorio Boyacense 43 (1917): 122. Para llegar al corazón del Reino había que atravesar la Cordillera 75. “Oficio Reservado de Barreiro al Oriental de los Andes, lo que implicaba un ascenso rápido de tres Virrey Sámano. Sogamoso, 23 de mil metros a través del frío paso del páramo de Pisba. En Morcote, marzo de 1819”, en Los Ejércitos del Rey 1818-1819, tomo ii, ed. Fray Alberto Bolívar escribe a Santander sobre la falta de alimentos: “Hoy no Lee López (Bogotá: Presidencia de la comerá esta división y quién sabe si sucederá mañana lo mismo; República, 1989), 31.

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así he determinado hacer alto aquí donde siquiera se encuentran plátanos hasta que tengamos ganados necesarios para la marcha. Usía esperara también en Paya, no es prudente emprender el camino que nos falta sin tener los viveres necesarios”76. Santander afirma que la caballería pasó el páramo de Pisba y llegó a Socha “[…] sin un caballo, sin monturas y hasta sin armas, porque todo estorbaba al soldado para volar y salir del páramo […]. El ejército era un cuerpo moribundo”77. La división inglesa Albión, que salió de Mantecal, contaba con ciento cincuenta hombres a las órdenes del coronel Rook, y cuando llegó a la entrada del páramo ya estaba maltratada y enferma y había sufrido bastantes bajas. Carlos Soublette, le escribió al Libertador el 11 de julio desde Pueblo Viejo: “Los ingleses están medio muertos, pero allá irán; pasado mañana pasarán el Páramo, y en las Quebradas con­taremos los que salgan”78. El 22 de julio llegó Rook a Bonza con su división para incorporarse al ejército. La columna había quedado redu­cida a menos de cien hombres. El padre Gallo narra cómo volvió con el Libertador a los aposentos de Tasco, donde en una pieza acondicionada como hospital recibían alimentos y atención los legionarios79. Richard Vawell relata el paso de Pisba de los Británicos: “El cansancio y el frío, añadidos al estado de debilidad en que se encontraban los soldados faltos de suficiente alimento, empezaron a dar resultados. Era casi imposible impedir que se tumbasen a causa del excesivo sopor que experimentaban”80. Un anónimo oficial inglés describió cómo los nativos aconsejaban el beber abundantemente agua de manantial antes de que empezaran los síntomas producidos por las bajas temperaturas, utilizando la flagelación, es decir, dar latigazos a aquellos que se encontraban próximos a la hipotermia. El beber de los manantiales del páramo y el brandy que llevaban consigo los ingleses se emplearon con éxito en la reanimación de los emparamados, así como una abrigadora ruana, describiendo el empleo de la chicha en los pueblos del páramo: “Esta chicha es la bebida pre76. Camilo Riaño, La Campaña, 150. dilecta de los arrieros. La hacen de maíz molido en proporción de 77. Camilo Riaño, La Campaña, 111. una parte de maíz por cinco de agua; la dejan fermentar, la endul78. Humberto Rosselli, La locura de Epifanio y otros ensayos (Bogotá: Tercer zan con miel y la conservan en tinajas de barro”81. O’Leary relata la Mundo, 1987), 274. aparición de disentería en los llaneros, que atribuye al consumo del 79. Andrés María Gallo, “Páginas Inédiagua fría del paramo82. tas sobre Boyacá”, Boletín de Historia y Antigüedades 140-141 (1919): 524. O´Leary cuenta igualmente cómo el ejército en Socha recibió 80. Richard Vawell, Memorias, 155. la hospitalidad y provisiones de los habitantes del lugar y de los 81. Anónimo, ¡Guerra a Muerte!, 276-79. campos circunvecinos: “Pan, Tabaco y Chicha, bebida hecha con 82. Daniel Florencio O´leary, Memorias, maíz y melado, recompensaron las penalidades sufridas por las trotomo iii, 234. pas”83. Santander dice sobre el ejército patriota antes de llegar a 83. Daniel Florencio O´leary, Memorias, Bonza: “Con una escasa ración y solo con esto, este Ejército todavía tomo iii, 239.

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desnudo y pobre, había sufrido muchas bajas por las enfermedades, por los muertos y heridos de los combates pasados. Era ya un esqueleto en el campo de Bonza”84. El cura Andrés María Gallo narra cómo en los primeros días de julio recibió la noticia de la llegada de Bolívar y las necesidades del ejército y le envió ropa, cobijas, caballos y a sus hermanos. Asimismo, cuenta Gallo: “El Libertador vivía satisfecho y entusiasmado recibiendo al sinnúmero de mujeres que desde los pueblos vecinos venían a traerle víveres y ropa para los soldados; siendo de notar el que todas las mujeres se deshacían de su ropa interior, para hacer camisas para los soldados”85. Después de que las tropas libertadoras pasaron tales rigores en el páramo, la llegada a los fértiles valles que riega el Chicamocha, en donde recibieron alimentos y abrigo, produjo la recuperación de la mayoría de la tropa que se hallaba en los hospitales. A pesar del clima frío (13 a 15 ºC), no te­nían ya que sufrir las heladas temperaturas que hablan dejado atrás y, sobre todo, tenían abrigo, vestido, techo y comida, que los habitan­tes de la provincia de Tunja se apresuraron a ofrecerles, proveyen­do en la convalecencia a las tropas medio muertas. La contribución de los habitantes de la provincia de Tunja fue decisiva para la recuperación del ejército y el buen éxito final. No sólo víveres abundantes, caballos, cobijas, vestidos y hospitalidad les brindaron los pueblos a las tropas libertadoras, sino que muchos hombres ingresaron al ejército. Entre tanto, en el cuartel general de la III División en Tunja, Barreiro escribía al virrey en Santafé, sobre la desesperada situación alimentaria de la III División: “[…] los movimientos en que se hallan todas las tropas y el carecer de fondos con que alimentarlos”86. Desde los Molinos de 84. Francisco de Paula Santander, “El General Simón Bolívar en la campaña Tópaga, el 12 de julio, informa Barreiro el éxito de las tropas del Rey de la Nueva Granada de 1819”, en en el combate sobre el puente de Gámeza: Escritos Autobiográficos (Bogotá: Presi“Gracias por los 10. 000 pesos que remite para la tropa pues todos están miserables y los oficiales hace tiempo que no tienen otro sustento que la sola ración estando la mayor parte desnudos […]. Los indios de estos pueblos se portan perfectamente, están haciendo rogativas por la felicidad de nuestras Armas, acuden a nuestros campos con regalos de huevos, carneros, aguardiente y otras cosas para los soldados y persiguen a los dispersos, no así los vecinos que todos a porfía se han alistado con los rebeldes”87.

El 25 de julio se libró en medio de una fuerte lluvia la batalla del Pantano de Vargas; al anochecer de ese día, en el campo de Vargas, los señores Ignacio y Javier Villate llegaron con tres cargas de papas y mazorcas cocinadas y con ocho salones de oveja, en

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dencia de la República, 1988), 8.

85. Gallo, “Páginas Inéditas”, 525. 86. “Oficio de Barreiro al Virrey Sámano. Tunja, 1 de julio de 1819”, en La Batalla de Boyacá, 7 de agosto de 1819, a través de los archivos españoles, comp. Juan Friede (Bogotá: Banco de la República, 1969), 32. 87. “Oficio de Barreiro al Virrey Sámano, copia del original remitido al Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra en 26 de septiembre de 1819 en los Reservados. Molinos de Tópaga, 12 de julio de 1819”, en La Batalla de Boyacá, 7 de agosto de 1819, a través de los archivos españoles, comp. Juan Friede (Bogotá: Banco de la República, 1969), 74.


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auxilio de los oficiales de la tropa e hicieron candeladas para asar la carne. Al amanecer del lunes 26, mandó el señor Mariño tres reses grandes que fueron sacrificadas y repartidas inmediatamente entre la tropa88. En un rápido movimiento, los patriotas ocuparon Tunja y dejaron a Barreiro a la retaguardia. Esta ocupación puso al ejército libertador en posesión de seiscientos fusiles, un almacén de vestuarios, paño para otros, los hospitales, botiquines y los talleres de artillería89. Entre tanto la III División marchaba a retaguardia del ejército libertador, y no pudiendo impedir la toma de Tunja, la rodeó y marchó en la noche y madrugada bajo la fuerte lluvia y el frío del páramo, queriendo dejar atrás a los patriotas y unirse con las tropas del Virrey en Santafé. Esta rápida marcha hizo que la tropa padeciera de gran hambre. Así, a las dos de la tarde del fatídico —para los del Rey— 7 de agosto de 1819, la cansada división se sentó al lado del puente a orillas del río Boyacá a comer, y no bien se estaba racionando la tropa, tras noches y madrugadas de marcha por los páramos en medio de la lluvia, fatigados, cansados y con ganas de saciar el hambre, cuando cayeron las tropas libertadoras y aprovechando el momento, aniquilaron al ejército del Rey90. C onclusiones La alimentación se convierte en factor decisivo para la salud de las tropas involucradas en las guerras de independencia en la América meridional. Este espacio temporal está marcado por el arribo a la Capitanía general de la expedición de Costa Firme, tropas europeas que pronto se vieron enfrentadas a los factores ambientales, entre ellos el cambio de alimentación e incluso el hambre, lo que decidió el curso que tomó la guerra, en algunos casos, como el sitio impuesto a Cartagena de Indias. Las luchas libradas en los Llanos, dieron una gran ventaja táctica a las tropas patriotas. El conocimiento del ambiente, la geografía y los alimentos proporcionó a los llaneros la superioridad sobre unas tropas expedicionarias 88. Elías Prieto Villate, “Apuntamienque tuvieron que empezar a lidiar con todos estos factores, en espetos”, 90-93. cial con el cambio de alimentación, del cual los europeos no salen 89. Carlos Soublette, “Boletín del Ejermuchas veces bien librados. Desde la llegada del ejército expediciocito Libertador de la Nueva Granada, Tunja 6 de agosto de 1819”, Boletín nario se observa una constante preocupación por conservar la mayor de Historia y Antigüedades 140-141 cantidad de reses posibles y la línea de recursos abierta en las tierras (1919): 486. altas del Nuevo Reino. Por otro lado, la organización como fuerza 90. “Diario Histórico de la División (al margen) Diario Militar. 4 al 7 armada regular de las tropas del Rey produjo un viraje en el curso de agosto de 1819”, en La Batalla de de la guerra y en los elementos necesarios para el sostenimiento de Boyacá, 7 de agosto de 1819, a través de los archivos españoles, comp. Juan los ejércitos, múltiples aspectos que aún deben ser explorados en las Friede (Bogotá: Banco de la Repúdistintas regiones americanas en el marco de su independencia. blica, 1969), 115-119.

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En Cartagena las tropas expedicionarias y los habitantes de la plaza sometida al bloqueo tendrán que acudir a toda clase de elementos, que en circunstancias normales no hubieran consumido. En especial para los sitiados, la falta de alimentos empezará a causar enfermedades y desnutrición. Finalmente, esperando algún tipo de alimento abrirán la puerta de la ciudad al ejército expedicionario, que mientras duró el bloqueo, sufrió también la escasez de comida y provisiones, producto de la guerra en tierra arrasada, en medio de este cuadro desolador, la disentería hará estragos en uno y otro bando y la inadecuada alimentación producirá la mayor parte de las bajas. En 1819, el ascenso al páramo de Pisba —en donde no se podía conseguir nada para comer— y la muerte de los animales de transporte e incluso las ocasiones en las que la tropa se deshizo de sus raciones para protegerse del frío— contrasta con la abundancia que encontraron los patriotas en los valles más templados y abastecidos del altiplano. Las poblaciones de la provincia de Tunja, quienes desde 1816 cargaban con el sostenimiento de los soldados del Rey, recibieron, alimentaron y aprovisionaron al ejército libertador, mientras que un cansado y hambriento ejército real será derrotado en el campo de Boyacá. Los ejércitos reales en Costa Firme y el virreinato de la Nueva España, aunque diametralmente diferentes en la cantidad de recursos y en número, sufren los mismos padecimientos en las zonas bajas debido a las enfermedades tropicales y la falta de alimentos, y luchan por el control de las tierras altas y los fértiles valles, que se convierten en factor clave para la alimentación de la tropa. El ejército expedicionario de Costa Firme se extingue irremediablemente en la guerra a muerte, el triunfante ejército virreinal novohispano, acogido al Plan de Iguala, se transforma de un día para otro en el Ejército Trigarante de la Independencia del Imperio Mexicano. Factores como las enfermedades, el vestido, el ambiente, el aparato sanitario y claro, la alimentación, sostienen la tramoya en la que se representa el teatro de la guerra. Los hechos de armas de la Independencia son llevados a cabo por tropas beligerantes sometidas a un sinnúmero de condiciones que afectan su salud y su vida y que causó un mayor número de bajas en los ejércitos que las heridas de guerra. A pesar de la existencia de varias corrientes historiográficas encargadas de la historia de la guerra, el problema de la alimentación y de la intendencia de las fuerzas armadas regulares —e incluso de las irregulares— que combatieron en América, resulta aún hoy un terreno poco estudiado, lo que contrasta con la abundancia de fuentes en el campo de la historia militar y las memorias de los beligerantes, testigos y actores del hambre, las enfermedades, las epidemias y la muerte que jugaron un papel primordial en el derrumbe de la monarquía absoluta.

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¿Educando a los súbditos? Modernidad y tradición en una época revolucionaria. El Investigador [del Perú] (1813-1814)

Artículo recibido: 7 de diciembre de 2009; aprobado: 25 de abril de 2010; modificado: 5 de mayo de 2010.

¿Educando a los súbditos? Modernidad y tradición en una época revolucionaria. El Investigador [del Perú] (1813-1814)

Educating the subjects? Modernity and tradition in a revolutionary era: El Investigador [of Peru] (1813-1814)

Resumen

Abstract

La historiografía contemporánea sobre la indepen-

Contemporary historiography on independence has

dencia viene priorizando el análisis de la cultura

prioritized the analysis of political culture in the

política, en el paso de las sociedades del antiguo

passage from the societies of the Ancien Régime

régimen a la modernidad política decimonónica.

to nineteenth-century political modernity. This

Este renovado interés tiene en el análisis de la

renewed interest focuses primarily on analyzing

prensa, la configuración de los espacios públicos

the press, the configuration of public spaces, and

y las redes de comunicación como sus principales

networks of communication. This article examines

elementos de reflexión. La presente investigación

the political discourse of the elite and the image

analiza el discurso político de la élite y la imagen

that they constructed of the popular sectors. It

que ésta construyó sobre los sectores popula-

does so by using the daily Peruvian newspaper, El

res, tomando como principal fuente el diario El

Investigador, between the years 1813 and 1814 as

Investigador [del Perú] (1813-1814). La lectura

its main primary source. The systematic reading

sistemática y el análisis de este periódico nos

and analysis of this newspaper allows us to show

permite advertir el temor de la élite con respecto a

the elite’s fear regarding the popular sectors, the

los sectores populares, los conflictos entre Estado

conflicts between Church and State, and the con-

e Iglesia y los conflictos en el interior del aparato

flicts within the state apparatus over the degree to

estatal entre la autoridad central y las autoridades

which authority should be centralized, all of which

inferiores, que reflejan el resquebrajamiento del

reflected the break down of the viceroyal order.

orden virreinal.

Daniel Morán

Palabras clave

Key Words

El Investigador [del Perú], discurso político, socie-

El Investigador [of Perú], political discourse,

dad, cultura popular, independencia, Perú.

society, popular culture, independence, Peru.

Licenciado en Historia por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos del Perú. Estudiante de la Maestría en Historia del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín en Argentina y becario Roberto Carri por el Ministerio de Educación de Argentina. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: Sociedad colonial y vida cotidiana en Lima a través de las páginas de El Investigador [del Perú], 1813-1814 (2007) y “Prensa, difusión y lectura en Lima durante las Cortes de Cádiz, 1810-1814”, en Lima a través de la prensa, comps. Daniel Morán, María Aguirre y Frank Huamaní (Lima: Colección Historia de la Prensa Peruana, 2008), 33-60. aedo27@hotmail.com

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¿Educando a los súbditos? Modernidad y tradición en una época revolucionaria. El Investigador [del Perú] (1813-1814) Ï

I ntroducción “Muy señor mío: los pobres serranos ignoramos mucho; pero así como hago esta confesión, aseguro que no es por falta de voluntad; nuestros deseos se extienden mas allá de lo que se puede pensar de nosotros; y la desgracia es, que quando por una parte se intenta ilustrarnos algo, por otra se entorpece los conductos que nos pudieran comunicar las luces”1.

Esta cita de un artículo publicado en El Investigador [del Perú]2, uno de los periódicos más influyentes de la coyuntura de la crisis del mundo hispano-colonial y de los inicios de la independencia, ejemplifica muy bien la ambigua situación del tratamiento a los sectores populares, la recepción de la Ilustración en Hispanoamérica y los mecanismos de difusión e internalización de las nuevas ideas entre las clases populares, así como de las serias dificultades para su incorporación a la sociedad. El análisis de El Investigador nos revela el carácter políticopedagógico de este medio en un contexto de incertidumbre política generada a partir de la invasión francesa a la península ibérica en 1808. La proliferación de la prensa y los impresos políticos (v. g. folletines, panfletos, pasquines, etc.), junto con las nuevas formas de sociabilidad, al decir de François-Xavier Guerra, abren en el mundo hispanoamericano un “espacio público político” antes inédito3.

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Ï Este texto es resultado del trabajo investigativo que contó con el auspicio académico y económico de la Beca Roberto Carri (2009-2010), del Ministerio de Educación de la Argentina. 1. El Investigador del Perú n.o 96, Lima, 12 de mayo de 1814. En adelante las cursivas de los textos son énfasis nuestro. En el caso de las citas textuales del periódico se ha modernizado el lenguaje. 2. El 1 de enero de 1814 cambió su nombre y pasó a denominarse El Investigador del Perú. 3. François-Xavier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas (Madrid: Editorial MAPFRE, 1992), 227.


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¿Educando a los súbditos? Modernidad y tradición en una época revolucionaria. El Investigador [del Perú] (1813-1814)

En este contexto, las élites ilustradas americanas asumirían la difícil tarea de difundir “las luces” y “la modernidad” entre los diversos grupos sociales del mundo colonial. Los complejos vínculos de estos acontecimientos y procesos, en donde el poder del Estado reproduciría las relaciones de jerarquización y exclusión social para mantener la dominación sobre los sectores populares, demanda estudiar la sociedad, el discurso político de las élites y la imagen que éstos elaboraron de la cultura popular en el tránsito del antiguo régimen a la modernidad política. Por lo tanto, esta investigación reflexiona sobre el discurso político desarrollado por los grupos de poder y las percepciones que tuvieron de la cultura popular a través de El Investigador del Perú en esta agitada coyuntura. 4. Para un análisis de la prensa y las redes de comunicación en la coyuntura de la independencia en Perú, véase: Víctor Peralta Ruiz, “Prensa y redes de comunicación en el Virreinato del Perú, 1790-1821”, Tiempos de América 12 (2005): 113-131 y En defensa de la autoridad. Política y cultura bajo el gobierno del virrey Abascal. Perú, 1806-1816 (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas-Instituto de Historia, 2002); Luis Miguel Glave, “Cultura política, participación indígena y redes de comunicación en la crisis colonial. El virreinato peruano, 1809-1814”, Historia Mexicana 229 (2008): 369-426 y “Del pliego al periódico. Prensa, espacios públicos y construcción nacional en Iberoamérica”, Debate y Perspectivas 3 (2003): 7-30; Daniel Morán, “Prensa, difusión y lectura en Lima durante las Cortes de Cádiz, 1810-1814”, en Lima a través de la prensa, comps. Daniel Morán, María Aguirre y Frank Huamaní (Lima: Colección Historia de la Prensa Peruana, 2008), 33-60. 5. Gustavo Montoya, “Prensa popular y cultura política durante la iniciación de la república. Monárquicos, republicanos, heterodoxos y católicos”, Uku Pacha 10 (2006): 71-88. 6. Daniel Morán, Sociedad colonial y vida cotidiana en Lima a través de las páginas de El Investigador [del Perú], 1813-1814 (Lima: Colección Historia de la Prensa Peruana, 2007).

1. Prensa social y redes de comunicación durante la crisis colonial4 ¿Se puede hablar de una prensa popular para esta coyuntura? ¿Qué significa prensa popular? ¿Es una prensa producida por sectores populares o es una prensa dirigida a sectores populares? Gustavo Montoya en un artículo ha planteado que sí existió una prensa popular en los años que siguieron a la declaración de la independencia hasta su consolidación en 1824. Para Montoya, y a partir del análisis de algunos periódicos con títulos singulares como El Loro, El Loquero y La Cotorra, estableció que “en estos periódicos se publicaron opiniones de carácter político y redactado bajo un lenguaje religioso”5. Además, agrega que por el lenguaje empleado y la temática expresamente vinculada a las clases populares, estos mismos impresos podrían mostrar la cultura política popular. Sin embargo, consideramos que Montoya sobredimensiona la realidad de la prensa. El hecho de que discutan temas sobre el pueblo no los convierte en órganos de expresión de sus intereses y preocupaciones. Aunque sus páginas reflejen imágenes y problemas de las clases populares, no los convierten en prensa popular. Esta denominación todavía estaba en ciernes. Por ello, desde nuestro punto de vista, se trataría de una prensa social porque presenta la trayectoria, la dinámica y el desarrollo de la sociedad peruana. En un trabajo previamente publicado caracterizamos a El Investigador como un periódico social y como el principal medio de prensa social que circuló en el Perú durante los años de las Cortes de Cádiz6. ¿Es posible encontrar en las páginas de El Investigador una incipiente cultura política popular? Se puede advertir en el periódico

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la imagen que la élite y la intelectualidad limeña crearon y difundieron sobre las clases populares. Sin embargo, esta constatación induce a sugerir que la sola enunciación y preocupación por lo popular proyecta como testimonio el surgimiento de una elemental cultura política del pueblo. En un contexto en donde el statu quo no estuviera en juego, sería ilógico que los grupos de poder coloniales se tomaran el tiempo y el esfuerzo de propagar un discurso político que tomara como uno de los temas centrales la genuina problemática de las clases populares. Éste no era el caso de la sociedad colonial que analizamos aquí, pues en plena crisis de la Corona y ante el trastorno político generado en las colonias americanas por los insurrectos, la recurrencia de la élite peruana a lo popular puede verse como una medida necesaria para impedir la insubordinación radicalizada de las clases populares, evitando así un movimiento revolucionario. Un estudio más amplio y con fuentes manuscritas de diversa naturaleza podría probar la existencia de una cultura política popular, que en momentos críticos tuviera diferentes alternativas de solución a sus problemas sociales. Lo que intentamos en este estudio es solamente plantear la inquietud y brindar evidencias parciales para repensar estos interrogantes y tal realidad de lo popular. ¿Qué importancia tuvo El Investigador en la realidad colonial peruana y cuáles fueron las redes de circulación que este impreso utilizó para difundir su discurso político? El diario estuvo en circulación durante dieciocho meses, desde el 1 de julio de 1813 hasta el 31 de diciembre de 1814, publicándose en total quinientos dos ejemplares, más dieciocho suplementos, con una periodicidad diaria, salvo algunos meses de 1814 que salió con un día de por medio7. Esta regularidad adquirió relevancia en un contexto en que otra publicación, El Verdadero Peruano, periódico ilustrado relacionado con la administración colonial, desaparecía del espacio público peruano. En cierto sentido, El Investigador actuó como sucedáneo, aunque quiso presentarse como un periódico imparcial en abierto debate con la Gaceta de Lima y más relacionado con la problemática de la ciudad y de las clases populares. ¿Cómo comprobar la vinculación de El Investigador con la administración colonial? Raúl Porras Barrenechea señaló que el principal promotor del periódico, el clérigo José Joaquín de Larriva, fue “un conspirador de palabra [y un] haragán con sueldo del Estado”8. Una prueba adicional basada en nuestras propias investigaciones es que, cuando el virrey Abascal arriba a Lima en 1806, Larriva manifestó su apoyo incondicional a la máxima autoridad. Incluso, durante los acontecimientos de la invasión francesa de España, la experiencia 7. Daniel Morán, Sociedad colonial, 24-25. de la Cortes de Cádiz y los movimientos insurgentes en las colonias, 8. Raúl Porras Barrenechea, Ideólogos de el creador de El Investigador mostró claramente su total subordila emancipación (Lima: Editorial Milla nación al virrey e incluso llegó a calificarlo como “el hombre de Batres, 1974), 131.

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9. José Joaquín de Larriva, Arenga que en presencia del Excmo. Señor Virey Don José Fernando Abascal, pronunció por la Real Universidad de San Marcos en el besamanos del 27 de diciembre de 1812, el D. D. José Joaquín de Larriva (Lima: Imprenta de los huérfanos, por D. Bernandino Ruiz, 1813), 35-40. 10. Daniel Morán, “Reformistas, fidelistas y contrarrevolucionarios. Prensa, poder y discurso político en Lima durante las Cortes de Cádiz, 1810-1814” (Tesis para optar el título profesional de Licenciado en Historia, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2008), 83-85. [en línea: http://www.cybertesis.edu.pe/sisbib/2008/moran_rl/html/index-frames.html ]. Timothy Anna en su libro La caída del gobierno español en el Perú. El dilema de la independencia (Lima: iep, 2003), ha probado esta conflictividad a partir de fuentes diversas. 11. El Investigador del Perú n.o 1, Lima, 1 de enero de 1814. 12. Archivo Arzobispal de Lima (aal), Serie Comunicaciones, legajo 2, expediente 132 (La Paz, 28 de junio de 1814), 1f. 13. Víctor Peralta Ruiz, “Prensa y redes”: 119-120; y Luis Miguel Glave, “Del pliego”: 16-18. Un estudio pionero que da algunos indicios sobre este argumento es el de Ella Dunbar Temple, “El Investigador, periódico de 1813 a 1814”, en El Periodismo en la época de la emancipación americana (Lima: Instituto Sanmartiniano del Perú, 1936), 1-30. 14. El caso argentino resulta representativo para conocer el estudio de los lenguajes políticos en la coyuntura de la independencia. Al respecto, véase: Noemí Goldman, ed., Lenguaje y revolución: Conceptos políticos clave en el Río de la Plata, 1780-1850 (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2008), y Alejandra Pasino, “El concepto de independencia en el Río de la Plata, 1750-1870”, en XII Jornadas Interescuelas de Departamentos de Historia (San Carlos de Bariloche: Universidad Nacional de Comahue,

la América”9. Igualmente, en el propio discurso del periódico se puede observar la connivencia política de Larriva con Abascal, a partir de sus críticas al Cabildo, la Audiencia y la Inquisición, instituciones que mantuvieron relaciones conflictivas con el virrey10. ¿Qué sabemos de la circulación de El Investigador? El mismo periódico expuso el crecimiento del área de circulación al señalar que “los habitantes de Lima conocen ya los benéficos efectos del Diario […] y los pueblos del reyno claman por su lectura”11. La censura que propició el gobernador y vicario general de La Paz, Guillermo Zárate, debido a las injurias que el diario profería contra la Iglesia y la religión católica, muestra el alcance regional de este periódico12. Víctor Peralta Ruiz y Luis Miguel Glave han desarrollado importantes aportes que indican que la prensa y los impresos políticos, incluido El Investigador, se difundieron no sólo en la capital del virreinato, sino que también llegaron a diversos espacios regionales como Arequipa, Cuzco, Puno, Guayaquil, Maynas, Cuenca, Santiago de Chile, Chuquisaca, Quito, La Plata, Buenos Aires y La Paz13. En síntesis, El Investigador fue un periódico político que captó la problemática social limeña y estuvo vinculado a la élite y las autoridades coloniales. La recurrencia a lo popular en plena coyuntura de crioctubre 2009), 21. Para el caso sis monárquica tuvo como objetivo peruano ver Cristóbal Aljovín, “América-americanismos (1750señalar las funestas consecuencias 1850)”, en Las independencias desde que las reformas liberales gaditalas perspectivas de los actores sociales, comps. Juan Luis Orrego, Cristóbal nas y los sucesos revolucionarios Aljovín y José Ignacio López Soria podían ocasionar a los intereses (Lima: oei-unmsm-pucp, 2009), 237-249, y Francisco Núñez, “El concepto de de la élite y en el comportamiento vecino/ciudadano en Perú (1750político de los sectores populares. 1850)”, Araucaria 17 (2007), disponible en http://institucional.us.es/ araucaria/nro17/monogr17_11.htm. Una obra que examina el moderno lenguaje político ha sido dirigida por Javier Fernández, Diccionario político y social del mundo iberoamericano. Conceptos políticos en la era de las revoluciones, 1750-1850 (Madrid: Fundación Carolina, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2009).

2. I lustración y sociedad : el len guaje político en E l I nvestigador 14 ¿Qué significado tienen los conceptos de ilustración, independencia, revolución y libertad en el contexto en esta época? Examinar estos conceptos es analizar un

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lenguaje político fruto de las experiencias de las Cortes de Cádiz y su proyección al mundo hispanoamericano y al Perú en especial. La politización del espacio público de Lima es un signo de los tiempos. En 1814, en opinión de El Investigador, un habitante de esta ciudad señaló: “Cansado estoy de oír a muchos en los cafés, tiendas, plazas y calles, tratar de asuntos políticos en tono imponente”15. Las conversaciones y el debate político emergen en la medida en que los acontecimientos de la metrópoli y las rebeliones sociales de otras regiones coloniales hacían temer la pérdida de la supremacía limeña y el inicio de la rebelión popular en la capital. En las páginas de El Investigador se hace evidente la utilización de este nuevo vocabulario político cuando se afirma: “La novedad del lenguaje de libertad que alhaga a la mayoría del pueblo, y el temor de las tropas francesas, es lo que hasta ahora ha sostenido a las Cortes”16. En realidad, esta referencia, en opinión del periódico, es una crítica abierta a la forma como las clases populares habrían confundido el significado de este término. Incluso para los mismos investigadores es complejo el análisis exacto de la palabra libertad, pues se sabe que El Investigador tuvo una variación en su discurso político a lo largo de su existencia. El periódico apoyó inicialmente las reformas de Cádiz, y finalmente las desacreditó ante el inminente regreso de Fernando VII al poder. No obstante, podemos sugerir que el concepto ‘libertad’ adquirió el significado de cambios y concesiones a partir de las reformas que la metrópoli aplicó en sus colonias. Entonces, libertad equivalía al disfrute de beneficios dentro de los límites impuestos por España, y en obediencia a la Constitución 15. El Investigador del Perú n.o 116, Lima, liberal gaditana que establecía las mismas leyes, los mismos intere25 de octubre de 1814. ses y los mayores bienes en plena comunidad fraternal17. Por ello, 16. El Investigador del Perú n.o 51, Lima, el periódico buscó persuadir a sus lectores de que con esa libertad 20 de febrero de 1814. concedida por la corona y plasmada en la Constitución de Cádiz, 17. El Investigador n.o 8, Lima, 8 de julio de 1813. los pueblos podían estar en paz social y rechazar cualquier brote 18 18. Por ejemplo, en El Investigador n.o 7, de sedición del orden colonial . Incluso, en palabras El Investigador, de 7 de julio de 1813, se afirma que la una libertad bien entendida significaba que: Constitución de 1812: “Declara a todo “La sociedad se mantendría en buena quietud y armonía deslindando a cada uno sus deberes, corrigiendo los abusos, y castigando severamente en sus jueces, gobernantes y magistrados las repetidas infracciones de la ley, viviríamos ya tranquilos en nuestros hogares, seguros en la dulce compañía de nuestras familias, en pacifica posesión de nuestros bienes y posesiones, libres de enemigos, temores y asaltos, a cubierto de los déspotas y sus excesos […] mudaríamos la condición de baxos y

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español, en uno y otro hemisferio, libre e igual delante de la ley; a la soberanía original en el pueblo; y a la facultad de pensar y de escribir, como una de las primeras prerrogativas del hombre libre […]. Desaparece de igual modo el estanco de las luces, y el de la industria; y se generaliza el principio sacrosanto de la libertad e igualdad política en todas sus atribuciones compatibles con el buen orden, y el carácter y decoro nacional”.


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19. El Investigador del Perú n.o 9, Lima, 9 de julio de 1814. 20. El Investigador del Perú n.o 107, Lima, 2 de junio de 1814. En este número del periódico se agrega: “He recorrido las principales cortes de Europa, he frecuentado y observado detenidamente sus teatros, que tanto influyen en la reforma de las costumbres de las naciones y contribuyen á su ilustración: igualmente he notado que desde que la imprenta libre se asomó en esta capital, sus habitantes se van sacudiendo de muchas preocupaciones que les agobiaban. Y no hay tantos serviles; todos gustan ver la luz y conocer la verdad. [...]. En una nación protegida por una constitución libre debemos todos contribuir al bien de la sociedad. La industria y las bellas artes son de primera consideración”. 21. El Investigador n.o 41, Lima, 10 de agosto de 1813. 22. El Investigador n.o 57, Lima, 26 de agosto de 1813. 23. El Investigador n.o 10 y 57, Lima, 10 de julio y 26 de agosto de 1813, respectivamente. 24. El Investigador del Perú n.o 77, Lima, 4 de abril de 1814. 25. El Investigador del Perú n.o 95, Lima del martes 10 de mayo de 1814. Este concepto de independencia se aprecia también en otros periódicos de la época. Por ejemplo, en El Pensador del Perú 3 de abril de 1815, se observa un doble significado del concepto independencia cuando afirma: “El fantasma de la independencia que había seducido a millares de ilusos e insensatos”, más aún cuando señala que había una “enorme distancia que se advierte entre la verdadera y falsa independencia, hija sola aquella de la sujeción y el deber; y esta otra, furia que saliendo del tártaro, todo lo trastorna y desfigura”. Esta verdadera independencia “hija de la sujeción y el deber” se asemeja al significado atribuido por El Investigador. 26. El Investigador del Perú n.o 109, Lima, 18 de octubre de 1814.

serviles, nos empeñaríamos solamente en nuestro bien común, nos haríamos libres españoles e independientes del tirano […]”19.

En El Investigador se hace uso del concepto ‘ilustración’ para indicar la instrucción y el conocimiento de la verdad20 en abierta oposición a la barbarie, el despotismo y la época de las tinieblas y la opresión21. Ilustrar significa desterrar abusos y guiar a los hombres a la virtud22. En este período el término permite “desnudar” a las personas del “hombre viejo” que hay en ellos y que origina la degradación de la ciudadanía, a partir del aprendizaje y la obediencia de las reformas de las Cortes y las medidas aplicadas por las autoridades coloniales23. En ese sentido, en El Investigador el virrey pedía expresamente que los clérigos se encargaran de “instruir al pueblo sobre sus verdaderos intereses, a fin de hacerle amables las reformas ya hechas, y ponerlo en disposición de apreciar como se merecen las que aún quedan por hacer”24. A partir de estas definiciones podemos deducir que la palabra ‘independencia’ no tenía una connotación de ruptura y separación de la dominación colonial hispánica. En esta coyuntura, tal palabra describía la situación en que los pueblos han aceptado las reformas de las Cortes y disfrutan por ello de una tranquilidad y felicidad sumamente afortunada. Igualmente, el término lleva implícito el respeto que toda persona debe tener hacia el Gobierno, las costumbres, el dogma cristiano, la sana moral y la decencia25. Y serán precisamente los agentes que están destruyendo esta independencia quienes merecen condena por promover la revolución. Así, ‘revolución’ es la subversión del orden establecido, el quiebre de la armonía social y la tranquilidad pública. Es atentar contra la religión y el Estado y fomentar la pérdida del respeto mutuo entre los miembros de la sociedad26. Revolución es caos, desorden, destrucción de la fe cristiana y el establecimiento de la anarquía. Según el periódico, cada agente de la revolución “[…] manifiesta los infundados y escandalosos motivos, de los que apoyan sus detestables designios para enarbolar el estandarte de insurrección. Demuestra su crasa ignorancia, y que merece el más ejemplar castigo su obstinación criminal. ¡Hijos ingratos y alevosos¡ que intentan renovar el llanto de

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la madre patria, y labrarse su ruina por una ceguedad desconocida hasta ahora […] Sublevándose á millares, tanto en el alto como en el bajo Perú, contra su rey y legitimas autoridades, y cometiendo los crímenes más horrorosos y sangrientos, de que es capaz el pueblo más bárbaro de Africa, quando se entrega a la desesperación y al estrago”27.

Este vocabulario político que difunde El Investigador ejemplifica bien los sentidos que la élite le atribuía en una coyuntura específica. Estas mismas definiciones podían adquirir un significado distinto al hacer referencia a otro contexto, espacio y ante un grupo social diverso. Por ejemplo, ¿cómo entendían los rebeldes del Cuzco en 1814 su propio movimiento y qué significado atribuyeron a independencia, ilustración, libertad y revolución? ¿Qué sentido tuvieron en el Río de la Plata estos mismos conceptos? Incluso, en la metrópoli misma y ante la intromisión francesa ¿qué significado tuvieron estas palabras?28. Es claro que el análisis del lenguaje político en este proceso de transformaciones es importante para comprender el pensamiento político de los grupos sociales. En el caso peruano, estos términos, muy corrientes en la prensa y otros impresos, justificaban las reformas, la sumisión a España y el respeto por el pacto colonial. Más aún, se percibe cómo los sectores de élite utilizaron estos conceptos para cuestionar la legitimidad de los revolucionarios, caracterizando además a los grupos populares como actores sociales que debían prestar sumisión y obediencia a la monarquía. 3. L a construcción de lo cotidiano en L ima ¿Qué características tuvo la ciudad de Lima en los albores de la independencia? ¿Qué actividades sociales fueron las más frecuentes en la vida cotidiana? Las fuentes y la historiografía han construido la imagen de Lima como la “Ciudad de los Reyes”, pomposa y con mucha riqueza y esplendor. Sin embargo, los efectos de las reformas borbónicas, la coyuntura de la crisis española y las acciones emprendidas por los ejércitos libertadores hacia el Perú generaron su paulatina crisis y ocaso. Por ejemplo, para el viajero ruso Vasilii Mikhailovicht Golovnin, Lima en 1818 tenía una pobre apariencia, sus calles largas y rectas eran estre27. El Investigador del Perú n.o 133, Lima, chas y sucias, las casas apenas de un piso o dos eran pequeñas, con 11 de noviembre de 1814. balcones pobrísimos y con paredes manchadas o enlodadas. Las 28. Véase Javier Fernández, Diccionario iglesias eran extensas pero bajas y adornadas sin estética ni gusto. político y social. Incluso, la plaza principal de Lima era grande pero insalubre, tenía 29. Estuardo Núñez, ed., “Relaciones de Viajeros”, Colección Documental de la la apariencia de un gran mercado en donde pululaban vendedores Independencia del Perú, tomo xxvii, vol. 29 de alimentos y otras mercancías . 1 (Lima: cnsip, 1971), 153-154.

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30. El Investigador del Perú n.o 4, Lima, 4 de julio de 1814. 31. El Investigador n.o 48, Lima, 18 de octubre de 1813. En otro número del periódico se informó: “Inundación. Ayer a las seis de la tarde soltaron el agua improvisamente, hallándose las compuertas del río que atraviesa el convento de la Concepción cerradas. Las calles que se hallaban en sus inmediaciones se cubrieron de aguas pestíferas que arrastraban las inmundicias que desde algunos días por falta de corriente se hallaban estancadas: algunos vecinos se vieron en la dura necesidad de abandonar sus habitaciones y salvar sus muebles. Otras varias calles se hicieron intransitables, aunque con menos daño. ¿Señor juez de aguas a quien hacer cargo ahora de este descuido?”. El Investigador n.o 13, Lima, 13 de julio de 1813). Ver también Katty Bravo Palma, “Políticas de salubridad pública del visitador general Jorge Escobedo y Alarcón, Lima, 1784-1790” (Tesis para optar el título profesional de Licenciado en Historia, Universidad Nacional Federico Villarreal, 2009). 32. El Investigador del Perú n.o 7, Lima, 7 de julio de 1814. 33. El Investigador del Perú n.o 101, Lima, 22 de mayo de 1814. 34. Archivo General de la Nación (agn), Cabildo, Gobierno de la Ciudad, Higiene y ornato, caja 29, doc. n.o 5 (1779). En este manuscrito se señaló: “Se adbierten las calles de la ciudad en mucho desaceo y desorden. Algunas se hallan de todo punto intransitables, rotas las acequias, deshechos los empedrados, y agolpadas las inmundicias cuyo prospecto y álitos pestíferos incomodan al vecindario, y exponen a mucho riesgo las vidas de sus habitantes [...] causan muchas enfermedades agudas y peligrosas [...] y ymporta pues, remediar este abuso, y también el de que se hechen cuerpos estraños, y aún pexxos muextos en las mismas acequias”. (En este caso particular se han respetado el lenguaje de la época).

En ese sentido, en las páginas de El Investigador se hace una severa crítica a los problemas de higiene y limpieza pública: “En la capital del Perú se hacen nulos vuestros decretos, no hay policía, sanidad, ni nada [...]”30. Por ello, el periódico informaba constantemente de inundaciones, de calles fétidas en donde el agua se encontraba estancada y con restos descompuestos de diversos animales muertos31. A esta realidad se sumaba la ausencia de buenos médicos capaces de controlar las epidemias y enfermedades que ocasionaban esta situación de insalubridad. Por el contrario, se puede advertir la presencia de los “matasanos”, curanderos o simples “charlatanes”, que embaucaban a los limeños con medicamentos de dudosa procedencia y que producían efectos contrarios a los esperados. De ahí que El Investigador señale que en Lima “[…] el que quiere se hace médico”32. Igualmente, sus críticas trasuntan el hecho que en Lima el alumbrado público se encontraba estropeado, lo que propició la presencia en las calles de gente de mal vivir, ociosos y vagabundos que incrementaban la inseguridad ya existente de la ciudad33. Pero, ¿este discurso de El Investigador y del viajero ruso era una constatación únicamente de estos años de crisis? Lima, ad portas de la rebelión de Túpac Amaru (1781), presentaba ya un cuadro deprimente con calles intransitables, acequias y empedrados rotos y llenos de inmundicias, fuentes de enfermedades infecto-contagiosas y respiratorias para sus habitantes34. Es de resaltar la fuerte crítica que se realiza a las autoridades del Cabildo de Lima por no poder controlar ni solucionar estos problemas que son de su competencia. En palabras de El Investigador: “No parece sino que las leyes han callado, los magistrados olvidado los sagrados deberes de su respetable ministerio, y los encargados de la persecución de los malhechores, hecho tregua con ellos, o concediéndoles un par de meses de saqueo general”35. Incluso afirma el periódico: “[…] los jueces de policía, los de aguas, los empleados, y todos los que ejercen cargos públicos se burlan de las quejas del INVESTIGADOR; todos 35. El Investigador del Perú n.o 27, Lima, se desentienden, sacuden los hom27 de julio de 1814. bros, se ríen, y cada día van las cosas 36. El Investigador del Perú n.o 4, Lima, 4 de mal en peor”36. de julio de 1814.

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El discurso crítico del periódico sobre el Cabildo y la Audiencia de Lima se expresa cuando, precisamente, estas instituciones desafiaban las medidas del virrey. Cabe plantear como hipótesis que Abascal y cierto sector de la élite habrían propiciado aquel discurso crítico de El Investigador con el objetivo de contrarrestar las opiniones discrepantes que el Cabildo y la Audiencia tenían con respecto a su autoridad virreinal. 4. L os estereotipos de la violencia popular Carlos Lazo y Javier Tord señalan que durante el dominio colonial en el Perú, “el movimiento social fue una realidad permanente”, el conflicto un hecho cotidiano y la paz social una utopía37. Alberto Flores Galindo advirtió el malestar social y las relaciones conflictivas en la sociedad, pues la violencia era “cosa de todos los días”38. Ante esta realidad, ¿cómo entender el discurso en el que El Investigador hacía evidente y pública la delincuencia y la violencia popular? En primer lugar, este discurso de la violencia popular supuso una abierta y dura crítica al papel desempeñado por el Cabildo y la Audiencia que, en estos momentos de crisis, desatendían el bien público y la corona española al relajarse el control de la delincuencia y la administración de justicia. En múltiples números del periódico se observa: “Los robos cada día se 37. Carlos Lazo García y Javier Tord Nicolini, Hacienda, comercio, fiscalidad multiplican en esta capital […] y en otras muchas partes cometiendo y luchas sociales (Perú colonial) (Lima: además en todas estas los mayores excesos. ¿Qué quiere decir esto? pucp-bphes, ediciones, 1981), 7. Para una visión general de la sociedad Un total descuido de los que deben rondar de noche las calles, y colonial en sus aspectos sociales y sobre todo, que el crimen queda sin castigo”39. económicos ver Carlos Lazo y Javier Tord, “Economía y sociedad en el En segundo lugar, este mismo discurso construyó una imagen Perú colonial: dominio económico”, que calificaba a las clases populares como elementos facciosos y en Historia del Perú, tomo iv, ed. Juan Mejía Baca (Lima: Editorial Mejía de suma peligrosidad para los intereses de la élite y que, ante la Baca, 1980), 339-572, y “Economía y ineficiencia del Cabildo y la Audiencia, podía terminar generando sociedad en el Perú colonial: movimiento social”, en Historia del Perú, un movimiento incontenible del pueblo. En El Investigador se puetomo v, 9-328. den leer diversos testimonios como: “[…] las grandes falanges de 38. Alberto Flores Galindo, La ciudad ladrones asesinos amenazan la tranquilidad pública”, “ferocísimos sumergida. Aristocracia y plebe en Lima, 1760-1830 (Lima: Editorial Horizonte, africanos que andan robando”40 y “toda una ciudad inundada de ladro1991), 118-128. nes”41. Una denuncia común en 1814 señalaba: “[…] entraron en 39. El Investigador n.o 48, Lima, 18 de casa de D. José Manuel Gómez, diez y seis hombres entre blancos y octubre de 1813. negros con el infame objeto de robarle”, ante lo cual el periódico 40. El Investigador del Perú n.o 16, Lima, 16 de julio de 1814. sostuvo que “nadie tiene seguras sus propiedades; los ladrones se 41. El Investigador del Perú n.o 19, Lima, burlan de la justicia perpetrando robos, asesinatos […] falta muy 19 de julio de 1814. poco para estar reducidos al estado natural. La impunidad produce 42. El Investigador del Perú n.o 19, Lima, estos funestos ejemplos”42. 19 de julio de 1814.

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En tercer lugar, el periódico describe cómo en el interior de los mismos sectores populares existían conflictos sociales. Por ejemplo, en julio de 1814, El Investigador informó sobre los ataques y robos que los negros africanos propinaron a los indios: “Ha llegado ya a tanto el desafuero de los malhechores que residen y habitan continuamente las quebradas y cerros de Pampa Grande, que no se pasa día en el que no se cuente algún descalabro en los pasajeros. Y como muchos de estos suceden con los miserables indios, que desde las sierras introducen el abasto a esta capital, a la venida o la vuelta con el fruto de su trabajo, se ignoran, pues se vuelven a sus pueblos a llorar su desgracia, y también a curarse sus heridas, de las que no se sabe su resultado”43.

En otra ocasión, estos sectores agredidos lograron hacer frente a los facinerosos mediante su captura y castigo ejemplar44. La enemistad entre indios y negros, como ha demostrado la historiografía colonial, supuso una barrera difícil de superar para amalgamar a los sectores populares e intentar una acción conjunta. La idea de “divide y vencerás” durante la experiencia colonial encontraría sustento, pues al fragmentar a los grupos populares, se evitó una posible rebelión. El Investigador construyó un estereotipo de violencia popular basado en la figura del negro, porque en la realidad de la costa peruana y urbana este grupo social era numeroso y representó mucha más en el imaginario social que en la realidad una amenaza al patrimonio y la vida de los grupos de poder. Resulta pertinente preguntarnos ¿El Investigador no habría sobredimensionado la dinámica, frecuencia e intensidad de violencia popular? Consideramos que no, pues existen pruebas 43. El Investigador del Perú n.o 23, Lima, 23 de julio de 1814. documentales al respecto. Por ejemplo, Carlos Lazo señala al res44. El Investigador del Perú n.o 133, Lima, pecto el aumento de la vagancia y la delincuencia: “Los robos que 11 de noviembre de 1814. En este entre 1710 y 1730 representaban el 3% de los delitos, pasaron a ejemplar se informó: “[…] un mestizo honrado de Cañete: asegura que los constituir entre 1770 y 1790, el 47% de estos hechos punibles”45. indios de la hacienda nombrada el Y existe la tendencia a un incremento mayor para los años de la Imperial, habían prendido a los salteadores que infestaban esos caminos, de crisis española y el período de la independencia debido a la crisis manera, que se puede hoy transitar de legitimidad y autoridad estatal, así como un relajamiento de las libremente y sin el menor recelo”. instituciones estatales en cuanto al cumplimiento de sus deberes46. 45. Carlos Lazo, “Fases de la reforma borbónica. Perú: 1729-1800”, InvestiEsta caracterización de la violencia popular, a la vez que progaciones Sociales 5 (2000): 52. ducía una fuerte crítica a ciertas instituciones coloniales, dejaba 46. Carlos Aguirre y Charles Walker entrever una importante presencia de negros e indios en el escena(eds.), Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminalidad y violencia en el Perú, siglos rio de la capital e incluso en determinadas regiones. Esta imagen del xviii-xx (Lima: Instituto de Apoyo negro facineroso y criminal nos hace suponer el reconocimiento Agrario, 1990).

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que hizo la élite de la peligrosidad de este grupo en cualquier movimiento social. A pesar de esta construcción negativa de los sectores subalternos, y desde una óptica desde arriba, la incidencia constante de sus acciones en El Investigador no hace sino sugerir la importante participación del pueblo en la coyuntura de la crisis hispana. 5. E l gran miedo : la revolución popular Charles Walker y Sarah Chambers han señalado cómo las clases populares tuvieron activa participación política y varias alternativas para enfrentar los cambios generados por el proceso de independencia y la instalación de la república en el Perú47. De manera análoga, los trabajos de Gabriel Di Meglio y Sara Mata para el Río de la Plata han documentado la activa participación política de la plebe urbana de Buenos Aires y los grupos populares del interior, en el desenlace de los movimientos revolucionarios de independencia48. En ese sentido, en todos estos estudios de la América insurrecta se puede percibir una imagen del pueblo en pugna por incluirse en la arena política y conseguir ganancias a partir de su propia participación como grupo social. Entonces, ¿cómo identificar en las páginas de El Investigador a ese pueblo rebelde que genera miedo en las clases privilegiadas? Al respecto es interesante analizar el impreso “Preocupaciones populares”, incluido en el periódico en julio de 1814 (mirar anexo documental al final del trabajo).. Aquí se hace evidente la relación entre las autoridades y los sectores populares. Así, en apreciación del periódico, el gran culpable de que el pueblo cometiera excesos y se opusiera a las leyes y los cambios —aquellos que las autoridades legítimas buscaban establecer en bien de las propias clases menesterosas—, estaría representado por “las clases privilegiadas, con particularidad del clero”, que precisamente son los que cometen “los abusos” y viven en la opulencia “a costa de los padecimientos y 47. Charles Walker, De Túpac Amaru miseria del pueblo”. Este impreso insiste en que estas clases pria Gamarra. Cuzco y la formación del Perú republicano, 1780-1840 (Cuzco: vilegiadas son las que han lanzado el grito en el cielo, acusando al Centro Bartolomé de Las Casas, legislador que intenta reformar las instituciones sociales. Incluso, 2004), y Sarah Chambers, De súbditos a ciudadanos: honor, género y política en estos poderosos han manipulado la praxis política del pueblo Arequipa (1780-1854) (Lima: Red para el creando desconfianza entre la muchedumbre por las benéficas desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 2003). reformas del gobierno ilustrado. Esta manipulación que induce al 48. Véase: Gabriel Di Meglio, ¡Viva el error del pueblo no sería entonces una abierta y real oposición de bajo pueblo!: La plebe urbana de Buenos estas clases populares a las leyes y reformas, sino el resultado de Aires y la política entre la revolución de Mayo y el rosismo (1810-1829) (Buenos los intereses particulares que la élite impone en el pueblo para que Aires: Prometeo Libros, 2007); y Sara estos estén extraviados, olviden sus propios intereses y luchen por Mata de López, Los gauchos de Güemes. Guerras de independencia y conflicto el privilegio y las prerrogativas de sus mismos verdugos. Por ello, social (Buenos Aires: Editorial Sudel impreso recalca que normalmente cuando el gobierno ilustrado americana, 2008).

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ha intentado modificar la suerte de la nación, nunca ha tenido como enemigo al pueblo. Estas clases populares solamente se han opuesto a los cambios cuando han sido inclinadas al error por el imperio que ejercen sobre la imaginación de los hombres los grupos de poder49. Por lo tanto, podemos encontrar en estas ideas de El Investigador varios puntos de reflexión. Cuando se habla de las clases privilegiadas, especialmente del clero, que inducen al pueblo a estar en contra de las reformas del gobierno ilustrado, estaríamos frente a un discurso de crítica hacia la labor de estos religiosos en la sociedad colonial. Situando este impreso en su contexto se entiende que en 1813 y 1814 el gobierno virreinal estaba propiciando una necesaria reforma eclesiástica y buscando contener los desenfrenos de ciertos miembros del clero, que cada vez más se arrogaban funciones seculares. Incluso, ya para esta época, julio de 1813, en Lima ya se había abolido la Inquisición50. Por ejemplo, en El Investigador de enero de 1814 podemos apreciar severas críticas al clero: “Verdaderamente, causa escándalo y particular desagrado, ver a los religiosos vagos y errantes por las calles, y no menos por las provincias del reyno viviendo libremente, y entregados con descaro a comercios y negociaciones, presentándose en teatros y paseos públicos, a las diversiones mas profanas, cuyo desorden clama por una eficaz y pronta reforma”51.

Y, volvía a señalar el periódico: “La ignorancia de la religión, el atraso de las ciencias, las decadencias de las artes, del comercio y de la agricultura, y la despoblación y pobreza […] provienen en gran parte del sistema de la Inquisición”52. Estos discursos de crítica a las instituciones eclesiásticas, a la vez que permitían la legitimización de una reforma religiosa, justificaban también la abolición de la inquisición y la expropiación de sus bienes y propiedades. En otras palabras, se propiciaban diversos cambios en la relación entre la autoridad política y la religiosa, que databan desde los inicios de las reformas borbónicas y la administración del virrey Amat, intentando que la primera pudiera controlar el desempeño de la última. En el referido texto también se señala que esas clases privilegiadas no eran únicamente los miembros del clero, sino otros sectores 49. El Investigador del Perú n.° 25, Lima, de la élite de Lima e incluso de otras regiones que no coincidían con 25 de julio de 1814. las reformas y discrepaban con el gobierno virreinal. Recordemos 50. Víctor Peralta Ruiz, En defensa, 69-103. que en 1812 se habían producido movimientos rebeldes en Huánuco 51. El Investigador del Perú n.o 2, Lima, 2 y Huamalies, en Cuzco en 1814 empezaría la rebelión de los herde enero de 1814. manos Angulo y Pumacahua, y desde 1810 los revolucionarios de 52. El Investigador n.o 19, Lima, 19 de Buenos Aires mantenían relaciones conflictivas con las fuerzas julio de 1813.

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realistas de Lima. Estas evidencias suponen la existencia de otros grupos sociales que no compartían la política de la Corona. Por ejemplo, el Cabildo y la Audiencia mantuvieron en la coyuntura de las Cortes serias discrepancias con el gobierno virreinal. Estas diferencias entre el régimen y ciertos sectores de la élite y la propia presencia de las clases bajas en el escenario social habrían originado la construcción de la imagen del pueblo “extraviado y peligroso”. Esto con la intención de persuadir a los miembros de la élite opositora a que cerraran filas y salvaguardaran los intereses como clase y estamento social y grupo dominante, ante un posible movimiento revolucionario de las clases populares. Por ello, se insiste en El Investigador que la violencia popular era la transformadora del sistema colonial. Lima se había convertido en la coyuntura de las Cortes de Cádiz en una ciudad insegura y con fuerte presencia de violencia y delincuencia urbana y rural. Robos, asaltos, crímenes, peleas, insultos, intentos de rebeldía, conspiraciones y luchas entre grupos sociales eran evidencias ineludibles para pensar que el pueblo, si bien con pocas o ambiguas pretensiones revolucionarias, acumulaba, sin embargo, fuertes rencillas e insatisfacción de sus intereses o resentimiento social. Entonces, esta imagen negativa y violenta de los sectores populares constituye una representación de la cultura popular que a pesar de ser una construcción desde arriba nos permite advertir ciertas características y acciones del pueblo en estos años. 6. E ducación

y religión :

¿ matrimonio

por conveniencia ?

La

importancia de la edu -

cación popular y la religión en una coyuntura revolucionaria

Desde la invasión francesa a España en 1808 hasta los años de las Cortes de Cádiz y el regreso del absolutismo de Fernando VII en 1814, la autoridad colonial en el virreinato peruano va a estar severamente amenazada por el autonomismo de las otras regiones, los movimientos insurgentes y las consecuencias de las reformas promovidas por la Constitución liberal de 1812. Ante esta situación, las autoridades de Lima, con el apoyo económico del Consulado y aprovechando el temor que la elite tenía de una revolución popular, buscaron recomponer las grietas de la estructura del poder económico-político y mantener la composición social de carácter excluyente y jerarquizado de la sociedad virreinal. En esta recomposición jugó un papel importante la política 53. Véase, por ejemplo: Brian Hamnett, contrarrevolucionaria del gobierno virreinal, materializado en un La política contrarrevolucionaria del fuerte aparato de coerción por las armas, la guerra al enemigo y virrey Abascal: Perú, 1806-1816 (Lima: iep, 2000) y Revolución y contrarrevoluuna forma más sutil de control ideológico basado en la propuesta ción en México y el Perú. Liberalismo, reade educación popular y el respeto por la religión católica. La hisleza y separatismo (México: Fondo de Cultura Económica, 1978); Timothy toriografía ha examinado la vía militar frente a los movimientos Anna, La caída, y John Fisher, El Perú 53 subversivos en América , pero no ha prestado la debida atención borbónico, 1750-1824 (Lima: iep, 2000).

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aún al estudio del ámbito ideo-político de la educación y la religión en dicha coyuntura. Incluso, algunos autores han señalado que la plebe no tuvo ilustración, que ignoró la existencia de la prensa y terminó sin la posibilidad de una educación pública54. En este sentido, ensayamos a continuación una explicación de la dominación social a través de la educación popular y la defensa de la religión. En las páginas de El Investigador se distingue claramente una propuesta de educación popular que las autoridades y los grupos de poder coloniales difundieron para evitar una rebelión en el virreinato y contrarrestar los movimientos sediciosos externos, que en esos momentos asechaban al centro de poder colonial. Así, por ejemplo, se señala lo siguiente: “El interés, la ignorancia y el artífico, sostienen entre nosotros los abusos civiles o eclesiásticos; y como es difícil apoyarlos en razones, se emplean invectivas y medios exagerados para alucinar a los ignorantes […]. Es una locura tratar de convencer a los interesados en los abusos; más directo es el medio de instruir a los que hablan por ignorancia, y a los ignorantes que los escuchan. En un pueblo poco instruido abundan los bribones en razón de los ignorantes […]. Váyanse destruyendo poco a poco la cosecha de abusos, y se irán en proporción disminuyendo los que viven de ellos. Bien lo conocen, y por eso claman, no solo contra las reformas, sino contra la ilustración que las trae consigo. Se debe seguir la misma marcha que la ilustración, a fin de que no perdiendo el pueblo de vista el objeto de las reformas, y conviniéndose de las ventajas que le resultan de ellas, no puedan extraviarlo los artificiosos interesados en el sistema anterior, ni causar desórdenes interesándolo a su favor”55.

Es habitual encontrar en el periódico referencias a la necesidad de la ilustración de la sociedad para acabar con la ignorancia, la desunión, los engaños de los revolucionarios y la anarquía política, y de tal modo acceder a los beneficios supremos que traían las reformas estatales. En agosto de 1813 El Investigador sostenía: “[…] hay cosas que son tanto o más necesarias que el pan, y una de ellas es la ilustración que debe recibir el pueblo en un teatro público, si aquel nutre y fortifica el cuerpo, esta inflama, fortifica, desarrolla e ilumina el espíritu, dirigiéndole por la hermosa senda de la virtud”56. Esta educación no solamente podía brindarse en las escuelas, sino también en los espacios públicos como el teatro, 54. Alberto Flores Galindo, La ciudad en donde entraban en contacto los miembros de la élite y los secsumergida, 123 y Víctor Peralta, En defensa, 27-29. tores populares. 55. El Investigador n.o 50, Lima, 20 de Por otro lado, se hace evidente también la incidencia en El diciembre de 1813. Investigador de múltiples artículos-comunicados, algunos de ellos 56. El Investigador n.o 57, Lima, 26 de enviados desde Jauja, La Paz y Charcas, que saludan las luces que agosto de 1813.

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se difunden a través de la lectura del impreso y el debate generado por esas novedosas informaciones57. Además, el periódico expresa la opinión de los propios “serranos”, que declaran que si bien reconocen su ignorancia por las luces, eso no es por falta de voluntad, porque siempre han manifestado interés por el conocimiento de la situación de la España y los derechos y reformas que en estos territorios de América se estaban estableciendo. En su argumentación existían barreras propiciadas por elementos extraños a los intereses del pueblo que entorpecían la comunicación de la ilustración en los grupos populares58. Por ello, la difusión de las ideas de la ilustración del pueblo tuvo como objetivo “formarlos dignos miembros de la sociedad”59. Se pretendía educar para acallar los impulsos rebeldes de esos sectores sociales y mantener la armonía social del sistema colonial. Por ello, era clara la aseveración de la necesidad de que gente de alta probidad e ilustración tuviera la función de educar al pueblo y pudiera así amoldarlos a los intereses reales, haciendo que su respuesta a las reformas sean pacíficas e incluso celebradas como el logro de sus propios intereses60. A esto se agregó el impulso del virrey, expresamente señalado en El Investigador, de establecer escuelas para la instrucción del pueblo con especial preocupación en la educación de los niños y de las mujeres61. Esta propuesta de educación popular estuvo estrechamente relacionada con el argumento del respeto y la defensa de la reli57. El Investigador del Perú n.o 38, Lima, 7 gión cristiana. Esta última defensa es perceptible en las páginas del de febrero de 1814. periódico. Sin embargo, en apreciación del gobierno, era necesaria 58. El Investigador del Perú n.o 96, Lima, una reforma eclesiástica que permitiera la obediencia irrestricta 12 de mayo de 1814. de la Iglesia al Estado. En primer lugar, existe en El Investigador una 59. El Investigador n.o 53, Lima, 22 de agosto de 1813. fuerte crítica al clero por estar cumpliendo funciones ajenas a su 60. El Investigador del Perú n.o 77, Lima, 4 labor religiosa, como el comercio y los negocios públicos, o andar de abril de 1814. como vagos errantes por las calles y asistiendo a teatros, paseos 61. El Investigador n.o 39, Lima, 8 de y diversiones profanas sin remordimiento alguno62. En segundo agosto de 1813. Para un estudio más amplio y a partir del análisis de lugar, se observa en el periódico la intención de persuadir a sus toda la prensa y los sermones en la lectores de aprovechar las instalaciones de la recientemente abocoyuntura de la independencia, véase Daniel Morán, “Educando al pueblo: lida Inquisición para el establecimiento de escuelas de instrucción Clases populares, cultura política popular. Se mostraba la Inquisición como oscurantismo, frente y hegemonía social durante la independencia del Perú, 1808-1814”, a escuelas populares que se constituían en símbolo de orden e Illapa 5 (2009): 27-44. 63 ilustración de la sociedad . Estas críticas al clero y la inquisición 62. El Investigador del Perú n.o 2, Lima, 2 fueron diligentemente expuestas en El Investigador, porque reprede enero de 1814. sentaban también los intereses particulares de los grupos de poder 63. El Investigador n.o 39, Lima, 8 de agosto de 1813. Un estudio interepara mantener la estabilidad del virreinato. Por una parte, se exigía sante al respecto es Víctor Peralta ante tamaño escándalo y relajación del clero una urgente reforma Ruiz, En defensa, 69-103.

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religiosa y, por otro lado, con la intención de utilizar la riqueza económica de la Inquisición, se buscaba aprovechar sus bienes para sobrellevar los gastos de la guerra contra los revolucionarios, y sus instalaciones para impartir la educación popular. Con todas estas reformas se quería recomponer y afirmar la autoridad civil colonial en las posesiones españolas en América y ayudar a sofocar los movimientos sediciosos que asechaban el poder de la monarquía. Así, en febrero de 1814 El Investigador sostenía: “Desde que los hombres han abandonado la integridad de su conciencia, y han seguido el de la ambición y de la codicia, el mundo todo se halla revuelto y desconocido, a pesar de sus leyes y virtudes […] los que se amaban como hermanos, hoy se miran de enemigos […]. Abandonad de una vez el execrable egoísmo de nuestra perdición, y veréis espumar las victorias de la nación por medio de la recta observancia de las leyes, y por la sólida religión que debemos guardar como verdaderos cristianos. Aquí veréis entonces extender los brazos a la divina providencia, para la paz, tranquilidad y reposo de las naciones. Abominar los malos ejemplos y costumbres, y seréis felices para siempre”64.

Este persuasivo discurso del periódico dejaba clara la importancia de la religión para la conservación del statu quo. Incluso, en El Investigador podemos advertir la persistencia de ideas providencialistas sobre el desarrollo humano y de todo lo que en el mundo se había creado: “La providencia divina, ella sola es la creadora y conservadora de todos los seres [...]. Esta providencia creadora y conservadora, es tan propia, tan característica, tan esencial a sola la divinidad, que ninguna criatura la tiene, ni la tendrá jamás por perfecta que sea, porque ella es un atributo incomunicable. Dios solo lo creo todo: Dios solo lo conserva todo”65.

Así, el periódico sostenía: “[…] la razón me hace ver que sin religión no puede existir Estado alguno feliz”66, por lo cual era fundamental el respeto absoluto a la religión. Entonces, con esta doble fórmula de dominación ideológica (educación popular y defensa de la religión), y la guerra militar al enemigo, el gobierno de Lima llevó a cabo su política contrarrevolucionaria. Los principales agentes subversivos eran los insurgentes internos y externos que habían conseguido el apoyo de ciertos sectores populares, seduciéndolos y elevando el estandarte 64. El Investigador del Perú n.o 44, Lima, 13 de febrero de 1814. de una supuesta independencia. Por ello resultó imprescindible 65. El Investigador del Perú n.o 8, Lima, 8 la propuesta de educación popular y el respeto a la religión para de enero de 1814. sofocar los ímpetus rebeldes de los pueblos y recomponer así la 66. El Investigador del Perú n.o 77, Lima, 4 autoridad política en el Perú. de abril de 1814.

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C onclusiones Del análisis de El Investigador se desprende que el periódico coincidió con los intereses del gobierno y de la élite limeña relacionados en un contexto político incierto debido a la crisis de la monarquía española. En ese sentido, el impreso tuvo diversos canales de circulación que sobrepasaron la capital del virreinato, Pamela e incluso se llegaron a leer en La Paz, el sur andino y otras regiones de América. Esta circulación resultaría importante como medio de los grupos de poder para difundir sus ideas políticas en una coyuntura revolucionaria. En El Investigador se construyó un discurso de crítica social centrado principalmente en instituciones que mantuvieron rencillas con el régimen: el Cabildo, la Audiencia y la Inquisición, o que no aceptaban la autoridad virreinal como la Iglesia Católica. Además, se creó un estereotipo particular de los sectores populares como individuos de suma peligrosidad y, a la vez, fáciles de inducir por los rebeldes para integrarse a los movimientos de insurrección. Podemos advertir en el periódico la utilización de conceptos modernos para reforzar la tradición al vaciarlos de su contenido revolucionario como independencia, la propia palabra revolución, ilustración y libertad, con el objetivo de romper la naciente legitimidad de los revolucionarios y sus acciones políticas. Esto a su vez permite observar una determinada caracterización de los grupos populares como actores sociales que debían prestar sumisión y obediencia a la autoridad y negarse a colaborar con los facciosos. Se produce también en las páginas de El Investigador la identificación de la violencia popular con la inacción de algunas instituciones públicas encargadas de la ciudad y mostraría además la presencia notoria de negros e indios en el escenario social de Lima. En forma específica, la imagen del negro facineroso y criminal sugiere el reconocimiento que pudo haber hecho la élite de la peligrosidad de este grupo en cualquier movimiento rebelde. A pesar de esta construcción negativa de los sectores subalternos y desde una óptica desde arriba, la aparición constante de sus acciones en El Investigador no hace sino sugerir la importante participación del pueblo en la coyuntura de la crisis hispana. Más significativo aún es el argumento del miedo a la revolución que se va creando y difundiendo en el periódico, rela67. Tal es el caso que sucedió en cionado al contexto histórico del cual forma parte. Entonces, aquel Huamanga en 1813 cuando el propio virrey Abascal tuvo que negociar con temor a la subversión del orden establecido, por el desenfreno y la los indígenas de esa región sobre las criminalidad del pueblo alucinado, que el gobierno buscó propagar, obligaciones que tenían, llegando a convenir en que solamente debían de nos daría indicios de la existencia de una incipiente cultura política pagar tributo a la corona sin necesipopular que, si bien se encontró sujeta a los límites impuestos por dad de hacer efectivo la mita antes impuesta. agn, Campesinado, Derecho los grupos de poder, evidenció la negociación política que podían Indígena, legajo 37, cuaderno 746, ff. 67 tener estos grupos populares ante coyunturas específicas . 5 (1813).

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Esta participación de las clases populares en los movimientos sociales y en el aumento de la violencia explicaría la propuesta de educación popular y el respeto a la religión que El Investigador sostuvo como medida oportuna para contrarrestar las secuelas que todo ello podía ocasionar en el territorio del virreinato. Más aún, el periódico consideró que de “la unión de la Iglesia y el Estado dependía la felicidad del reino”68. Finalmente, a partir de la lectura sistemática y análisis de los quinientos dos números y dieciocho suplementos de El Investigador, podemos señalar la importancia de este periódico limeño en la coyuntura de las Cortes de Cádiz. Además, este periódico es una fuente ineludible para captar la imagen que los grupos de poder tuvieron del comportamiento de los sectores populares en el esce68. El Investigador del Perú n.o 127, Lima, nario de las guerras de independencia. 5 de noviembre de 1814.

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A nexo

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documental

P reocupaciones populares 69 “Impreso. Preocupaciones populares. La oposición que encuentran las nuevas instituciones para su establecimiento, se atribuye generalmente a las preocupaciones. Créese que un errado modo de ver en los diferentes objetos que constituyen la política, ya interna, ya externa de un estado, es la causa legítima de la contradicción que sufren los principios más evidentes de justicia, de orden y de prosperidad pública. Mas, examinada la materia con algún cuidado, ¿se halla tan verdadera la opinión de los que atribuyen a error de entendimiento la no conformidad de los antireformadores? A nosotros nos parece que no. Las preocupaciones, así como el fingido celo religioso de los hipócritas, son un pretexto inventado por la malicia humana para frustrar las miras benéficas que hacia las sociedades han tenido alguna vez aquellos pocos gobiernos ilustrados, que, atentos al clamor de la miseria pública, han aliviado algún tanto la desgraciada condición del hombre social, debida a la tiranía y ambición de sus opresores. En todas las épocas de la sociedad nos habla la historia en este particular, el mismo idioma, si lo queremos entender. Siempre que un pueblo ha pretendido o intentado variar sus instituciones sociales para mejorar de condición; el grito de las clases privilegiadas, con particularidad del clero, que tanto debe a los abusos, se ha levantado contra el legislador o legisladores que han emprendido las reformas. Unos han sido siempre los pretextos, y unos los medios de engendrar en el pueblo aquella funesta desconfianza que tanto perjudica a la causa pública. No es tiempo… La sociedad no está en estado de reportar buenas leyes…(absurdo irritante) las preocupaciones del pueblo se oponen a tal, o cuál medida… he aquí poco más o menos las frases enfáticas que han usado en todo tiempo los que viven del desorden, y los que repiten sin razonar. Pero preguntemos de paso a estos pretendidos sabios, ¿cuál ha sido el estado en que se hallaban aquellas pocas naciones (de que nos habla la historia) que mejoraron su sistema civil y político, luego que tuvieron la fortuna de que un ser benéfico, con autoridad bastante, diese principio a tan grande obra? ¿Cuál era el estado del pueblo griego quando un Solón varió absolutamente la faz de esta memorable sociedad? ¿Cuál la del pueblo Romano, víctima del despotismo de los reyes, de los poderosos y de los ministros de su culto, quando un Bruto, lanzando de Roma al último tarquino, redimió al pueblo de la esclavitud, y lo hizo ser legislador de sí mismo? ¿Cuál el de Lacedemonia, entregado a todos los vicios, quando un Licurgo lo transformo en un pueblo de héroes, alimen69. Artículo extraído del periódico El tados por el honor y las virtudes públicas? ¿Cuál el de la nación Investigador del Perú n.o 25, Lima, 25 de julio de 1814.

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inglesa, destrozada por la avaricia y superstición de sus reyes y poderosos, quando echó los cimientos de su prosperidad y de su engrandecimiento actual? ¿Cuál el de Rusia, quando de un pueblo bárbaro, fanático y errante, lo convirtió el César Pedro en una nación, cuya opulencia y poder ha dado más de una vez sustos á casi toda Europa? ¿Cuál el de Prusia, miserable, despoblada y supersticiosa, quando Federico la hizo el terror de todos sus vecinos, después de lanzar la barbarie y las preocupaciones lejos de su reyno? Sería nunca acabar si hubiésemos de hacer mención de todos los pueblos que respectivamente salieron del yugo de las preocupaciones, en la época misma de su mayor ignorancia, y quando se alegaba el especioso pretexto de las preocupaciones populares. Esos ejemplos prueban que las naciones en tanto son esclavas del error, en quanto la mano poderosa de un gobierno justo y liberal ha querido romper sus cadenas, Dígase si se quiere, y se hablará con verdad, que en todos los pueblos del mundo, en todos los tiempos y circunstancias las clases privilegiadas, o los hombres que han vivido en opulencia a costa de los padecimientos y miseria del pueblo, se han opuesto, por interés, no por error, a la mejora de las instituciones sociales por lo que en ella habían de padecer sus intereses; pero no se diga jamás que la sociedad entera tiene tiempos determinados para reportar buenas leyes, fuera de los quales los hombres rehúsan el bien. La oposición que alguna vez manifiesta el pueblo para el establecimiento de alguna ley sabia, no debe atribuirse a error propio, si es permitido expresarse así. Este error le ha sido inculcado por los individuos de las clases interesadas en sostener abusos, que viéndose amenazados, y contando con las sencillez natural del pueblo, y más que nada con el imperio que ejercen sobre la imaginación de los hombres vulgares ciertos fantasmas inventados por la ambición y la vanidad, procuran extraviarlo para que tome parte en los intereses de sus verdugos, y olvide los suyos propios. Si en la masa del pueblo hubiera esa supuesta propensión al error, nunca, en ningún tiempo le hubiera sido posible a ningún gobierno contrariar sus inclinaciones naturales, dictando leyes y variándolas a su antojo, o según la necesidad, como nos acredita la experiencia. Un gobierno que trata de mejorar la suerte de una nación, jamás siente, ni ha tenido por su enemigo al pueblo entero, que hasta por instinto conoce el bien; sino a los poderosos: y así es, que luego que ha tenido bastante energía para hacer lo que Pedro el Grande quando civilizaba a su nación; las nuevas leyes han producido todo su efecto, y el nuevo sistema ha caminado adelante sin tropiezos. Los pueblos, es verdad, son naturalmente ignorantes, pero nunca preocupados, si el engaño, la seducción y el prestigio no les extravía, alucina y fanatiza. Convengamos pues en que el pueblo nunca se obstina por sí en el error, ni se opone a las saludables reformas bajo el influjo de un gobierno sagaz y enérgico, que sabe

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distinguir sus enemigos, e imponerles silencio: y que el verdadero modo de hacer prosperar un nuevo sistema, es que el que lo ha puesto en práctica, persuada enérgicamente (es decir, con la espada) a los poderosos de toda clase insolentes, que entre atemperarse a las nuevas leyes, o perecer al rigor de ellas, no hay término medio”.

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Artículo recibido: 17 de enero de 2010; aprobado: 17 de marzo de 2010; modificado: 15 de abril de 2010.

El primer liberalismo mexicano y la encrucijada de la representación. Reflejar la nación, gobernar el país (México, 1821-1835)

Mexico’s first liberalism and the crossroads of representation: reflecting the nation and governing the country (1821-1835)

Resumen

Abstract

Este artículo analiza la existencia de distintas

This article analyzes the different conceptions

concepciones sobre la representación política

of political representation at the foundational

en el momento fundacional del México indepen-

moment of independent Mexico. It understands

diente. Para ello se entiende el liberalismo como

liberalism as a heterogeneous and multifaceted

un lenguaje político múltiple y heterogéneo,

political language that was constructed through

construido sobre la retórica de la prevención frente

the rhetoric of preventing despotism. Conceiving

al despotismo. Así, se explica la representación

political representation in broad terms allows new

política de una manera más amplia que permite

elements and variables to be introduced in order

introducir nuevos elementos y variables para su

to study it. The article concludes with a number

estudio. Finalmente, concluye con unas reflexiones

of reflections that point towards a new reading

que proponen una nueva lectura sobre el problema

of the problem of governability in Mexico after

de la gobernabilidad en México después de la

Independence.

independencia.

Mirian Galante

Palabras clave

Key Words

Liberalismo, participación política, gobernabilidad,

Liberalism, political participation, governability,

sistemas políticos, México.

political systems, Mexico.

Licenciada en Historia Moderna y Contemporánea y Doctora en Historia de la Universidad Autónoma de Madrid, España. Trabaja en el en el Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, Madrid, España. Sus intereses investigativos son la historia política mexicana de la primera mitad del siglo XIX tanto desde una perspectiva historiográfica, como desde una específicamente histórica. En la actualidad está trabajando sobre el papel de la justicia en el proceso de institucionalización del Estado a principios de la vida independiente del país mexicano. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: El temor a las multitudes. La formación del pensamiento conservador en México. De la independencia a las Siete Leyes (México: CEPHCIS de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM), 2010; “La prevención frente al despotismo. El primer liberalismo en Nueva España y México, 1808-1835”, Mexican Studies/Estudios Mexicanos 24: 2 (2008); 421-453; “Debates en torno al liberalismo: representación e instituciones en el congreso constituyente mexicano, 1824”, Revista de Indias LXVIII: 242 (2008): 123-152. mirian.galante@cchs.csic.es

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El primer liberalismo mexicano y la encrucijada de la representación. Reflejar la nación, gobernar el país (México, 1821-1835) Ï El Acta de Independencia del Imperio mexicano —aprobado por la Soberana Junta Provisional Gubernativa1 el mismo día de su instalación— expresaba la idea de que la nación mexicana había permanecido sometida por trescientos años a la dominación española, periodo durante el cual había estado sin voluntad propia ni libre uso de su voz. Ahora que era independiente podía ejercer aquellos derechos que eran reconocidos por todas las naciones cultas como inenajenables y sagrados y otorgados por el autor de la naturaleza. Se proclamaba como una nación soberana e independiente de la antigua España, declarando su liberación del “opresivo y ominoso dominio español” y reivindicando su “libertad de constituirse del trabajo fue desarrollado en el modo que más convenga a su feli- Ï Este marco de los proyectos de investicidad, y con representantes que gación que lleva a cabo la autora, recogiendo algunos de los aportes puedan manifestar su voluntad y desarrollados en Mirian Galante, 2 designios” . Unos meses después, “Debates en torno al liberalismo: representación e instituciones en el el 24 de febrero de 1822, Agustín congreso constituyente mexicano, 1824”, Revista de Indias 242 (2008): Iturbide, al inaugurar el Congreso 123-152, y “La prevención frente al Constituyente3, retomó la idea de despotismo. El primer liberalismo en Nueva España y México, 1808-1835”, que la independencia tenía una Mexican Studies/Estudios Mexicanos 24: doble cara: la liberación de la suje2 (2008): 421-453. Se ha podido realizar gracias a un contrato I3P-Doctoción a una fuerza foránea y el fin res concedido por el csic, adscrito al de un sistema de gobierno tiránico. proyecto de investigación “Ciencia y política frente a las poblaciones El presidente de la regencia humanas. Europa y América, siglos identificaba el servilismo con el xix-xx” (HUM2006-10136).

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1. La Soberana Junta Provisional Gubernativa, que se había reunido por primera vez en Tacubaya el 22 de septiembre de 1821, nació con carácter transitorio, con el objeto de detentar exclusivamente el ejercicio de la representación nacional hasta la reunión en Cortes, para lo que contaría con idénticas facultades que las descritas para las Cortes por la constitución de Cádiz (arts. 1 y 2). “Segunda reunión preparatoria en Tacubaya, 27 de septiembre de 1821”, en Historia Parlamentaria de los Congresos Mexicanos de 1821 a 1857, tomo i, pub. Juan Antonio Mateos (México: LVI Legislatura del H. Congreso de la Unión-Instituto de Investigaciones Legislativas, 1997), 66 (en adelante hpcm). 2. “Segunda reunión preparatoria en Tacubaya”, en hpcm, tomo i, 66. El primer aspecto ya se había concretado con la firma del Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba; para iniciar un proceso constituyente, la Junta eligió a cinco regentes —Agustín de Iturbide, presidente, Juan O´Donojú, Manuel de la Bárcena, José Isidro Yáñez y Manuel Velázquez de León— y nombró una comisión que fijaría la convocatoria a Cortes. No fue fácil definir el reglamento que debía seguirse para esta llamada a Cortes, como tampoco llegar a un acuerdo sobre la convivencia de la Junta y de los regentes respetando las potestades de cada uno. En hpcm, tomo i, 71. 3. Tras el proceso electoral y la recogida de los nombramientos de los diputados elegidos por las diferentes provincias, se procedió a la instalación del Congreso Constituyente el día 24 de febrero de 1822, en donde residiría “la soberanía nacional”.


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sistema de dominación extranjera e insistía en que para consolidar la independencia y la libertad civil de la nación había que pensar en un “proyecto nacional”, esto es, en constituir la nación y hacerlo sobre “la libertad y en definitiva los principios liberales”, de los que no había que asustarse porque no implicaban una “tumultuosa democracia”4. Se expresaban en esta secuencia algunos de los tópicos sobre los que se definirán las distintas propuestas políticas para la fundación política del nuevo país. Por un lado, la distinción entre independencia y libertad civil vinculaba a esta última con la necesidad de construir un orden político propio, sobre principios que garantizaran la prevención frente a un posible abuso de poder; por otro, la consideración de que estos nuevos principios debían ser los liberales y la continua insistencia en que éstos no debían confundirse con la democracia remitían al establecimiento de un sistema de gobierno representativo. Aunque el liberalismo mexicano cuenta con una larga y sólida tradición historiográfica5, en los últimos años la confluencia del paradigma cultural y de la nueva historia política ha modificado las perspectivas de análisis y las temáticas de estudio relacionadas con este lenguaje político6. Si el primero 4. Agustín Iturbide, “Discurso ante la ha puesto sobre la mesa la existencia de una tradición cultural y instalación del Congreso”, México, 24 política compartida en todo el territorio integrado por trescientos de febrero de 1822, en hpcm, tomo i, 267. años por la monarquía hispánica, el segundo ha llamado la atención 5. Especialmente significativa ha sido y es en la actualidad la repercusión de sobre la intervención de la sociedad civil en el Estado. En este conlas obras de Jesús Reyes Heroles y de texto, se ha desarrollado el concepto de ‘revolución hispánica’. Éste Charles Hale realizadas en la década de los setenta. Jesús Reyes Heroles, alude a un heterogéneo conjunto de sucesos como el movimiento El liberalismo mexicano (México: fce, juntista, las guerras de independencia frente a Napoleón, el pro1974); Charles Hale, El liberalismo mexicano en la época de Mora (México: ceso gaditano o las emancipaciones americanas, que se desataron Siglo xxi, 1999 [1972]). como consecuencia de la crisis de legitimidad monárquica abierta 6. Sobre la Nueva Historia Política, tras las abdicaciones de Bayona en 1808 y que conllevaron en defiRené Remond dir., Pour une histoire politique (Paris: ed. du Seuil, 1988). nitiva la consolidación en todo este amplio territorio del principio Algunas reflexiones interesantes de soberanía popular y de gobiernos representativos como los úniacerca de su repercusión en la historiografía latinoamericana sobre cos basamentos sobre los que construir un orden político legítimo. el siglo xix en Guillermo Palacios Esta revolución, que ha sido calificada de liberal, fue especialmente (coord.), Ensayos sobre la Nueva Historia Política de América Latina, siglo xix relevante en Nueva España, en donde supuso una importante aper(México: El Colegio de México, 2007). tura de los espacios políticos que permitió la entrada en juego de 7. Entre los trabajos pioneros que actores, conceptos y prácticas políticas que paulatinamente fueron expresaron y alentaron estas transformaciones historiográficas en el socavando el antiguo orden7. ámbito latinoamericanista destaEl proceso de traslación de la soberanía del rey al nuevo sujeto can los de François-Xavier Guerra, Modernidad e independencias (Madrid: político (el pueblo o la nación), el establecimiento de las instituColecciones Mapfre, 1992) y Françoisciones y mecanismos de representación que expresaran dicha Xavier Guerra (coord.), Revoluciones

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soberanía y las tentativas de creación de una constitución que diera solidez normativa al nuevo Estado han constituido algunos de los ejes centrales de la historiografía mexicanista más reciente sobre los primeros años de la construcción del Estado liberal mexicano. Tanto desde una perspectiva teórica como desde una especial atención a las prácticas sociales, el abanico temático de las investigaciones ha ido desde la recomposición del arraigo de dicha revolución liberal en la propia tradición cultural y política de la monarquía hispana hasta el estudio más detallado de los procesos electorales, el análisis de las nuevas sociabilidades o de los procesos de creación de una esfera pública de opinión política, entre otros. En concreto, la centralidad que en el contexto político independiente ocupó la representación8 y el interés actual por la construcción de la ciudadanía han motivado que parte importante de estos estudios se haya dedicado a analizar los procesos implicados en la definición y puesta en práctica de mecanismos de participación política, desde una perspectiva muy heterogénea: la formalización de los derechos políticos en los textos constitucionales, la repercusión social y política de la ampliación o reduchispánicas. Independencias americación del número de mexicanos con nas y liberalismo español (Madrid: Editorial Complutense, 1995); Jaime derecho a votar o a ser elegido, E. Rodríguez O. (ed.), The Indepenlos procedimientos electorales o dence of Mexico and the Creation of the New Nation (Los Ángeles: ucla Latin la configuración territorial de los American Centre, 1989) y Jaime E. distritos electorales, y otras vías Rodríguez O., La independencia de la América Española (México: El Colegio de concienciación ciudadana más de México-fce, 1996). Sobre el estudio heterodoxas, como la violencia de los procesos de intervención de la sociedad civil en la construcción política o la participación en la de la política latinoamericana, con milicia cívica, entre otros9. especial y renovada atención a los procesos electorales: Antonio Este texto se inscribe en este Annino, Marcelo Carmagnani, et al, interés por comprender mejor America Latina: dallo stato coloniale allo stato nazione. América Latina: del Estado cómo se entendían los sistemas colonial al Estado nación (Milán: Franco representativos a principios de Angeli, 1987); Antonio Annino, Luis Castro Leiva, y François-Xavier Guela vida independiente del país. rra, De los imperios a las naciones: IbeAdemás, busca recomponer su roamérica (Zaragoza: Ibercaja, 1994); Antonio Annino (coord.), Historia de estrecha relación con una defilas elecciones en Iberoamérica. Siglo xix nición múltiple del liberalismo, (Buenos Aires: fce, 1995).

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8. Algunos ejemplos significativos del interés por el estudio de la representación política en Nueva España y México, Annick Lempérière, “La representación política en el imperio español a finales del Antiguo Régimen”, en Dinámicas del Antiguo Régimen y orden constitucional, coord. Marco Bellingeri (Torino: Otto Editore, 2000), 55-75; Alfredo Ávila, En nombre de la nación. La formación del gobierno representativo en México (México: Aguilar-Altea-TaurusAlfaguara-cide, 2002); Erika Pani, “Ciudadanos, cuerpos, intereses. Las incertidumbres de la representación. Estados Unidos, 1776-1787-México, 1808-1828”, Historia Mexicana LIII: 1 (2003): 65-114; Jaime Rodríguez O., “La naturaleza de la representación en Nueva España y México”, Secuencia 61 (enero-abril 2005): 7-32. 9. En los últimos tres lustros, la producción sobre estos temas ha sido numerosa y muy heterogénea. Resultaría interminable realizar un detalle pormenorizado de los estudios existentes, aunque puede adquirirse una buena panorámica sobre los focos de interés, así como sobre las perspectivas y las hipótesis de trabajo en obras colectivas que recogen análisis sobre el caso mexicano, como José Antonio Aguilar Rivera y Rafael Rojas, eds., El republicanismo en Hispanoamérica. Ensayos de historia intelectual y política (México: fce, 2002); Hilda Sábato, coord., Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina (México: fce-El Colegio de México, 1999); Marta Terán y José Antonio Serrano Ortega (eds.), Las guerras de independencia en la América española (Morelia: Congreso Internacional Los procesos de independencia en la América española, 1999); François-Xavier Guerra, Annick Lempérière, et al., Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos xviii-xix (México: fce-cemca, 1998); Jaime Rodríguez, coord., Revolución, Independencia y las nuevas naciones de América (Madrid: Fundación Mapfre Tavera, 2005). Asimismo, entre la producción que


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ha atendido de manera específica al caso mexicano, Antonio Annino y Raymond Buve, coord., El liberalismo mexicano (Hamburgo-Münster: ahila, 1993); Enrique Montalvo Ortega, coord., El águila bifronte. Poder y liberalismo en México (México: inam, 1995); Christon I. Archer, ed., The Birth of Modern Mexico, 1780-1824 (Wilmington: Scholarly Resources Inc., 2003); Juan Ortiz Escamilla y José Antonio Serrano, eds., Ayuntamientos y liberalismo gaditano en México (Zamora: El Colegio de Michoacán-Universidad Veracruzana, 2007); Virginia Guedea, coord., La independencia de México y el proceso autonomista novohispano 18081824 (México: unam-Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2001); Josefina Zoraida Vázquez, coord., El establecimiento del federalismo en México (1821-1827) (México: El Colegio de México, 2003); Rafael Rojas, La escritura de la independencia. El surgimiento de la opinión pública en México (México: cide-Taurus, 2003). Algunas valoraciones de la autora sobre estas transformaciones historiográficas en Mirian Galante, “El liberalismo en la historiografía mexicanista de los últimos veinte años”, Secuencia 58 (2004): 160-187 o “La revolución hispana a debate: lecturas recientes sobre la influencia del proceso gaditano en México”, Revista Complutense de Historia de América 33 (2007): 93-112. 10. En esta misma línea, ver Alfredo Ávila, En nombre. Desde un punto de vista teórico, Bernard Manin analiza en profundidad la importancia de la mediación en los sistemas representativos: los define como una forma indirecta del gobierno del pueblo, basada principalmente en que los que gobiernan han sido elegidos a intervalos regulares. Bernard Manin, Los principios del gobierno representativo (Madrid: Alianza, 1998). 11. Sobre la repercusión de la revolución del Parián en el pensamiento político mexicano del momento, y concretamente sobre su vinculación con la proliferación de críticas públicas a la constitución de 1824

entendido éste como el nuevo lenguaje político sobre el que se debe fundar el nuevo Estado independiente. El estudio parte de la asunción de que la conformación del primer liberalismo mexicano estuvo fuertemente influida por el proceso de consolidación del principio de soberanía popular y de las prácticas de representación que se reprodujeron tras la crisis monárquica de 1808. Igualmente se plantea que los políticos, al menos los de la década de los veinte y los treinta, identificaron los sistemas liberales de gobierno y los sistemas representativos, pero nunca los confundieron con la democracia, a la que rechazaban taxativamente10. Propone también una lectura del liberalismo como un lenguaje político múltiple que se construyó principalmente sobre la retórica de la prevención frente al despotismo que, en algunos casos, se asociaba la concentración del poder —sin sometimiento a ley— en una persona y en otros con la misma concentración del poder en la mayoría de la población; a su vez, realiza una lectura de la participación política que no implica exclusivamente a la definición de los sujetos políticos, como viene siendo habitual en la literatura sobre el tema, sino que también tiene en cuenta a la propia arquitectura constitucional del país, a la definición de los poderes políticos y a la relación entre ellos. A partir de aquí ensaya una interpretación acerca de la cuestión de la gobernabilidad en la primera década de vida independiente, que tratará de matizar y complejizar los términos en los que ésta se ha venido presentando historiográficamente. Con el fin de desarrollar estos planteamientos, esta exposición reconstruirá, en primer lugar, algunos de los asuntos que se discutieron en el proceso constituyente mexicano de 1824 y, en segundo lugar, las críticas a la tendencia “ampliadora” del cuerpo político que había comenzado con el proceso emancipador, se había formalizado en el proceso gaditano y había cristalizado con la aprobación de la Carta Magna de 1824. La revuelta del Parián, ocurrida en 1828, podría considerarse como el detonante a partir del cual se expresaron con más claridad y contundencia estas objeciones, produciendo la traslación progresiva del dominio de una noción de representación hacia otra11.

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1. L a ampliación del cuerpo político y los intentos de reducción institucional Las abdicaciones de Bayona en 1808 produjeron una crisis de legi13. Entre los numerosos trabajos timidad de la monarquía que planteó la necesidad de reorganizar el individuales y colectivos que han pacto político, la relación entre rey y reino. El desconocimiento de abordado recientemente la importancia americana en el proceso una autoridad suprema y la desaparición del núcleo de los vínculos gaditano —tanto como agente que políticos afectaron respectivamente a la formación de un sistema ayudó a construir el liberalismo hispano como escenario en el que político nuevo y a la disgregación de la monarquía: la desaparición impactaron fuertemente las delibedel rey en la estructura de poderes dio lugar a una retroversión de raciones y decisiones gaditanas—, cabe destacar, entre otros, aportes la soberanía a los pueblos, movilizando a las instituciones que se como los de Manuel Chust, La cuestión consideraron representantes de la misma. Al mismo tiempo se desanacional americana en las Cortes de Cádiz (Valencia: Fundación Instituto rrollaron iniciativas que trataron de reconstruir el orden político y Historia Social, 1999); Manuel Chust e mantener al mismo tiempo la unidad del territorio, para lo que invoIvana Frasquet, eds., La trascendencia 12 del Liberalismo doceañista en España caban a la lealtad a Fernando VII y al rechazo a la invasión francesa . y en América (Valencia: Generalitat Aunque la mayoría de ellas apelaron a la recuperación de la soberaValenciana, 2004); Manuel Chust, coord., Doceañismos, constituciones e nía por parte de los pueblos, sujetos originarios de la misma, no todas independencias. La constitución de 1812 produjeron similares respuestas políticas. En este contexto se desy América, (Madrid: Fundación mapfre, 2006); Jaime E. Rodríguez O., ed., The envolvieron el movimiento juntista, Divine Charter: Constitutionalism and la convocatoria a elecciones para la Liberalism in Nineteenth-Century Mexico que fueron dando forma a un (Boulder: Rowman&Littlefield PublisJunta Central, primero, y para las proyecto político que cristalizaría hers Inc., 2005). Para una interpretaCortes, después, y el proceso gadicon la constitución de 1835 traté en ción diferente sobre la consolidación mi tesis doctoral. En ella mostraba del republicanismo y los sistemas tano. Este último asentó el campo además cómo este proyecto no constitucionales en América Latina, en el que se definió, construyó y era ni reaccionario ni antiliberal. entre otros, José Antonio Aguilar Esta tesis fue defendida en 2004 y Rivera, En pos de la quimera. Reflexiones puso a prueba un liberalismo “a la publicada en 2006: Mirian Galante, sobre el experimento constitucional hispana”, que aún no dejando satisEl pensamiento conservador en México: atlántico (México: fce-cide, 2000); alcance y significado de una propuesta José Antonio Aguilar Rivera y Rafael fechos a los americanos y les dotó política para el México independiente. Rojas, eds., El republicanismo; Rafael de un bagaje teórico y práctico que De la independencia a las Siete Leyes Rojas, Las repúblicas del aire. Utopía y (Madrid: Universidad Autónoma de desencanto en la revolución de Hispanoposteriormente se reflejaría en la Madrid, 2006), 209-256. He desarroamérica (Madrid: ed. Taurus, 2009). construcción constitucional de sus llado estos argumentos ampliando 14. En Nueva España el desconcierto las fuentes iniciales de la tesis en países respectivos13. generalizado por la crisis monárquica Mirian Galante, “La prevención”. dio lugar a reacciones encontradas En Nueva España, la activación entre el ayuntamiento de la Ciudad 12. Los trabajos de Antonio Annino retórica del principio de soberanía de México y la Real Audiencia que fueron los primeros en apuntar y llevarían a que esta última, temerosa desarrollar la relevancia de los procepopular y el desarrollo de los procede que la creación de una Junta a sos de reapropiación de la soberanía sos de representación de la misma instancias del virrey Iturrigaray despor parte de los pueblos tras los encadenara una revolución, ordenara acontecimientos de 1808, abriendo supondrían un punto de inflexión su sustitución por Pedro de Garibay, con ello una línea de investigación significativo en el desarrollo de reprimiera a los partidarios de las que en la actualidad está realizando reformas y reconociera a la Junta aportaciones muy valiosas para su comprensión de la política14. Central de España como soberana comprender mejor la especificidad Especialmente a lo largo de las hasta el retorno del rey. hispana de la revolución atlántica.

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discusiones gaditanas, la participación americana estuvo orientada primordialmente a impedir la centralización del poder político, a garantizar el sometimiento de su ejercicio a la ley y a fomentar la dispersión de su puesta en práctica para evitar que recayera exclusivamente en manos de los peninsulares. La experiencia gaditana permitió a los representantes novohispanos tomar conciencia de que la estrategia para defender sus intereses no debía reducirse a la reivindicación del incremento del número de sujetos con derechos, sino que tam15. Estas demandas se concretaron a lo bién debía implicar la ampliación y dispersión institucional que largo de las sesiones en reivindicales permitiera una mayor participación (y fiscalización) en la toma ciones de diversa naturaleza, como la ampliación de los sujetos con derede decisiones que afectaban a la Monarquía15. La insuficiencia del chos políticos, la cuantificación de la liberalismo peninsular ante las demandas americanas reorientó representación americana en base a la población, la mayor atribución de las reivindicaciones autonomistas hacia posturas independentiscompetencias al Congreso frente al tas, al tiempo que reforzó el consenso sobre la necesidad de que monarca en cuestiones que podían afectar directamente a América, así México se constituyera sobre los principios liberales. Asimismo, a como en la defensa de medidas tenlo largo del proceso insurgente se había ido consolidando igualdentes a reforzar la descentralización metrópoli-colonias (e incluso en el mente el principio de soberanía del pueblo y la legitimidad de la interior de éstas). Sobre estas inter“representación nacional” como el órgano encargado de ejercer venciones, Manuel Chust, La cuestión nacional, 150-168. Aunque ésta fue la dicha soberanía. La constitución de Apatzingán formalizaba estos tendencia general de los americanos, principios y fijaba el procedimiento mediante el cual debía consties necesario recordar que también los hubo conservadores o ultracontuirse y ejercer su autoridad dicha representación; a pesar de que servadores, como mostró ya María posiblemente la propia situación bélica limitó un tanto el desarroTeresa Berruezo en “Los ultraconservadores americanos en las Cortes de llo práctico de estos postulados, contribuyó a su enraizamiento en Cádiz (1810-1814)”, Revista de Indias el imaginario colectivo16. 177 (1986): 169-198. Como ya se ha apuntado anteriormente, la independencia se 16. A lo largo del proceso insurgente, se pasó de la consideración de que fundó discursivamente sobre la dualidad de la emancipación de la “soberanía emanaba del pueblo, la dominación “extranjera” —española— y de la liberación frente residía en Fernando VII y era ejercida por la representación nacional”, tal y al gobierno tiránico. La retórica de la protección frente a un descomo se expresaba en los “Elemenpotismo17 que impusiera un poder supremo, “sin sometimiento a tos constitucionales circulados por el señor Rayón”, a la supresión de leyes ni a frenos” y capaz de atentar libre e impunemente contra la mediación del monarca y, en los derechos individuales, fortaleció la idealización de los sistemas definitiva, a la identidad entre la fuente originaria y la residencia de la liberales como los únicos que se sustentaban sobre los fundamenmisma, tal y como se formalizaba en tos legítimos del poder político, a saber: “la soberanía del pueblo, la la constitución de Apatzingán. división de poderes, las atribuciones propias de cada uno de ellos, 17. El diputado por Veracruz José M. Becerra definiría el despotismo, la libertad de prensa, las obligaciones mutuas entre el pueblo y el siguiendo a Benjamín Constant, gobierno, los derechos del hombre libre y los medios de defensa como “el resultado de la ausencia de responsabilidad o de la reunión de que se deben proporcionar al delincuente”. Esta forma de gobierno los poderes”. Sesión del 14 de abril de permitía fijar “con bastante precisión y puntualidad los límites de 1824, en hpcm, tomo ii y apéndice, 155.

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cada una de las autoridades establecidas”, combinando en un equilibrio perfecto “la libertad del ciudadano y el supremo poder de la sociedad”18. Se definía como un sistema “moderno” y opuesto al servilismo precedente. En los debates públicos a menudo se identificaron los gobiernos liberales con los representativos19, aunque no todos los actores políticos dotaron a unos y a otros del mismo contenido institucional y referencial. Entre ambos extremos —el temor a la concentración unipersonal y absoluta del poder político y el recelo a que la activación política de la sociedad producida tras la crisis de 1808 derivara hacia una democracia, que se asociaba directamente con la asamblea totalitaria roussoniana— se constru18. José María Luis Mora, “Discurso yeron los discursos liberales del momento, así como las propuestas sobre la independencia del Imperio sobre el tipo de arquitectura política más conveniente para el mexicano”, Semanario político y literario de México, 21 de noviembre de país. Aunque el principio de soberanía del pueblo a estas alturas 1821, en José María Luis Mora Obras resultaba indiscutible, la dificultad estribaba ahora en cómo repreCompletas, tomo i, (México: Conaculta-Instituto Mora, 1994), 112. sentarla y hacerla efectiva. 19. Este mismo autor, unos años Desde el comienzo de la andadura independiente se hizo más tarde argumentaría que el presente en el debate político el reto que supondría llegar a un sistema representativo suponía “la limitación del poder público y su acuerdo acerca de la naturaleza de las instancias que debían refledistribución en los tres principales jar la voluntad del soberano y de su capacidad para convertir ramos, las elecciones periódicas y populares, la libertad de opiniodicha voluntad en actos de poder. Mientras los diputados insistían nes, la de la imprenta y la de la en 1822 en que la nación les había designado como depositarios industria, la inviolabilidad de las propiedades, el derecho de acordar de su potestad plena, lo que les confería el protagonismo en el las contribuciones por los represenentramado de poderes20, los iturbidistas consideraban que esta tantes de la nación y la responsabilidad de los funcionarios públicos”. delegación no había sido igual para todos, ya que la soberana Biblioteca Instituto Mora, México, voluntad del pueblo había querido expresar una gratitud especial Raras, José María Luis Mora, “Ensayo filosófico sobre nuestra a Iturbide por sus servicios a la patria. A su “aclamación” como revolución constitucional”, El Obserrepresentante supremo de la nación, se le unían argumentos de vador de la República mexicana, 3 de marzo de 1830, época 2, 1. tipo instrumental que reforzaban la necesidad de una monarquía: 20. El Congreso era soberano de hecho, en la fidelidad al emperador se disolverían los intereses particomo la nación lo era de derecho, 74. distas; además, su condición permanente (garantizada además Intervención del diputado Fagoaga. Citado en Ignacio Carrillo Prieto, La por el principio sucesorio) y no sujeta a los vaivenes electorales ideología jurídica en la Constitución del evitaría las confrontaciones entre facciones y las situaciones de Estado mexicano, 1812-1824 (México: unam, 1986), 156. 21 vulnerabilidad política en los cambios de poder . Por ello, insis21. Intervenciones de los diputados tieron en la conveniencia de establecer un sistema de gobierno Lanuza y Bocanegra en la sesión del representativo o mixto22 en el que se combinaran dos o más tipos 22 de junio de 1822, en hpcm, tomo i, 582. de los tipos de gobierno existentes (monárquico, aristocrático o 22. Por ejemplo, véase la sesión del republicano-oligárquico, democrático o popular). Este sistema 16 de agosto de 1822, en hpcm, tomo implicaba una comprensión del ejercicio del poder que afectaba i, 781.

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a su expresión institucional y muy especialmente a la separación y control entre los poderes. Asignaba cada uno de los poderes a instancias fundadas en legitimaciones diversas: el ejecutivo se legitimaba en un principio dinástico-hereditario, puesto que recaía en el monarca, y el legislativo en el principio electivo, al reconocer al Congreso como su titular23. A diferencia de los gobiernos moderados, los mixtos no establecían la fiscalización del ejercicio del poder por medio de una regulación constitucional que fijara los límites y contrapesos de un poder frente a otro, sino más bien mediante el reparto de cotas del mismo entre los distintos sectores sociales, cada uno de los cuales contrarrestaría la actuación de los demás24. Esta ausencia de claridad normativa generó disputas permanentes entre el ejecutivo y el legislativo, pues cada institución se consideraba la representante de la soberanía nacional y, por tanto, con preeminencia sobre la otra. La tensión se convirtió en lucha abierta cuando Iturbide arrestó a algunos miembros del Congreso, lo disolvió y nombró una Junta Nacional Instituyente que lo sustituyera. En defensa del Congreso, Santa Anna lideró el levantamiento de Veracruz y promulgó el Acta de Casa Mata el 2 de febrero de 1823, que proponía el fomento del autonomismo regional y una amplia libertad para las diputaciones provinciales. El apoyo incondicional de las dieciocho nuevas diputaciones, que veían en este plan un futuro reconocimiento de sus atribuciones, plantearía tras su triunfo el problema de la adecuación territorial de la soberanía y su representación: Congreso y diputaciones se creyeron representantes exclusivos de la potestad suprema y se atribuyeron respectivamente la dirección política del momento. El problema del reparto institucional (principalmente entre ejecutivo y legislativo) de competencias y la definición de una lógica en la jerarquía de sus atribuciones se complejizaba a partir de aquí con la variable territorial. El Acta Constitutiva de la Federación mexicana trató precisamente de subsanar el peligro de desintegración del Estado 23. Situación más compleja aún cuando en múltiples territorios25. Se trató de una carta fundamental porel propio Iturbide no pertenecía a una dinastía real. que fijó, aunque fuera de manera transitoria, los puntos básicos 24. Desde Montesquieu ésta era una de del pacto político que debían ser respetados por la comisión a la las diferencias fundamentales entre que se le encargaba la elaboración de la Constitución para el país. “gobierno moderado” y “gobierno mixto”, tal y como explica Norberto Precisamente este borrador comenzó a someterse a discusión en el Bobbio, La teoría del gobierno en la hisCongreso el 1 de abril de 1824, dando lugar a algunas de las reflexiotoria del pensamiento político (México: fce, 2002), 135. nes públicas más relevantes sobre la manera de entender y hacer 25. Para entonces, algunas provincias efectiva la representación política. Relevantes no por novedosas, como Oaxaca, Guadalajara, Yucatán sino por la trascendencia de las mismas en la construcción del país. o Zacatecas, aunque con diferente intensidad, ya habían desarrollado En la discusión sobre el preámbulo constitucional se expresainiciativas para convertirse en estaron claramente los límites entre el gobierno representativo y la dos autónomos.

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democracia. Los constituyentes mexicanos coincidían en que el sistema representativo permitía mantener la ficción de que el poder procedía del pueblo y controlar a su vez el nivel y la manera de participación de éste en la toma de decisiones de la comunidad. Había, eso sí, diferencias de matiz importantes. Algunos diputados argumentaron que el ejercicio de la soberanía popular se limitaba a la elección de sus representantes, encargados de formar la voluntad general y legítimos ejecutores de la soberanía. En sus intervenciones insistían en que el pueblo no podía legislar por sí mismo, sino que debía hacerlo a través de aquellos que había elegido. Destacaban que el poder de éstos era incontestable, porque en ellos recaía no sólo el poder completo de cada uno de sus electores, sino la plena autonomía para ejercerlo sin responder a mandatos imperativos o dar cuenta de sus decisiones. Otros diputados subrayaban que no debía olvidarse que el pueblo era el que hacía la constitución, por lo que los representantes eran meros mandatarios que debían “reflejar” (y no formar libremente) la voluntad general. Aquel conservaba el ejercicio de la soberanía, que se actualizaría a través de mecanismos que le permitieran expresar su consentimiento sobre las resoluciones adoptadas por los diputados en el Congreso general. Las legislaturas de los estados, en tanto que legítimas representantes de la voluntad de los pueblos, serían las encargadas de llevar a cabo la fiscalización de sus decisiones26. Aunque todos los diputados asumían que el gobierno representativo implicaba también la conformación de un sistema que limitara la capacidad de acción del poder político, y que consolidara el principio de la separación de poderes como las mejores garantías frente al despotismo, no todos ellos compartían la visión sobre cuál debía ser el entramado de poderes que mejor expresara 26. Esta discusión se canalizó en el estos principios. En torno a cuestiones tan significativas como la debate sobre quién era el verdadero formalización del principio de separación y control entre los poderedactor de la constitución, el pueblo o sus representantes, que tuvo lugar res, la distribución de atribuciones entre las instancias estatales en la primera quincena de abril de y federales o la definición de los sujetos con derechos políticos 1824. Para la revisión de las discusiones constituyentes en el parlamento plenos, los diputados fueron expresando texturas distintas de un se ha recurrido a hpcm, tomo ii y apénliberalismo heterogéneo aún en formación. En las discusiones dice. Representantes de la primera tendencia fueron Santos Vélez (Zacaconstituyentes a menudo se entrecruzaron algunos de estos temas; tecas), José Mariano Marín (Puebla), por ejemplo, el espinoso debate sobre la delimitación de compeJosé María De la Llave (Puebla), José M. Becerra (Veracruz), José Basilio tencias entre el ejecutivo y el legislativo se entreveró con el del Guerra (México); de la segunda, reparto de la soberanía entre las distintas instituciones territoriaManuel Crescencio Rejón (Yucatán), Juan de Dios Cañedo (Jalisco), les, esto es, con la formalización de la relación entre el gobierno Lorenzo de Zavala (Yucatán), Carlos federal y el de los estados. M. Bustamante (México). Intervenciones en uno y otro sentido, en hpcm, Prácticamente desde el inicio de las sesiones constitucionatomo ii y apéndice, 17-21; 48-52 y les se planteó el primero de estos asuntos: fundándose en una 20-24, respectivamente.

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descripción de la situación nacional como caótica e insegura, una comisión nombrada a tal efecto sometió a discusión el dictamen en el que se establecía que la mejor solución ante esta emergencia era que el ejecutivo eligiera un director en quien se “concentrara el gobierno y darle las facultades necesarias para que pudiera obrar con libertad, energía y celeridad”. En aras de la gobernabilidad e incluso, a su juicio, de la propia supervivencia del Estado, esta medida resultaba imprescindible: sólo un gobierno enérgico y eficaz podría frenar esa tendencia disolvente que estaba poniendo en peligro a la federación y que estaba derivando al país hacia el despotismo. Esta propuesta aunaba las ideas de que el ejecutivo debía ser mucho más fuerte que el legislativo, y aquella de que debía imponerse a las legislaturas de los estados, llegando en ocasiones a hacer insinuaciones centralistas que se presentaban como el mejor remedio a la disgregación de la nación y a la multiplicidad de rumbos que estaba tomando cada uno de los estados. El caos nacional podía generalizarse si se dejaba que el Congreso y las legislaturas fueran preeminentes frente al ejecutivo, ya que “la reunión de muchos hombres en congreso no les despoja a éstos de sus pasiones, preocupaciones y parcialidades”27. La refutación del dictamen vino de la mano de aquellos sectores que pensaban que la figura del director, tal y como quedaba definida, podía restablecer el despotismo al estilo de la monarquía precedente. Insistían en que esta medida no podía ser impuesta por el ejecutivo, puesto que la representación recaía de manera conjunta en el Congreso y las legislaturas estatales, por lo que ni el primero (el gobierno) tenía potestad para nombrar al director, ni el segundo (la representación nacional) podía imponerse a las terceras. La concentración del poder en una persona, aunque fuera de manera temporal y regulada legalmente, podía establecer un precedente peligroso. Proponían que, en caso de que la unidad y estabilidad nacional peligraran ciertamente, el mejor mecanismo de defensa era el de fortalecer las instancias y los procedimientos del ejercicio del poder tal y como estaban definidos, y no crear situaciones excepcionales que podían ser difícilmente controlables. Los criterios de eficacia y energía se trataron asimismo de imponer frente al de la garantía en los procedimientos en el debate sobre la iniciativa de leyes contributivas. Esta discusión afectaba directamente al control entre las actuaciones de las distintas instituciones, ya que no sólo fijaba cuál era la instancia que tenía la prerrogativa de hacer esta propuesta fiscal tan relevante, sino también cuál era el procedimiento que había que seguir para su aprobación. El borrador otorgaba al Senado esta facultad, lo que a juicio de sus detractores suponía la simplifica27. El Sol, México, 14 de junio, 1824. En ción de los espacios de control de una decisión vital para la garantía el Congreso también se expresaron ideas semejantes, como hizo el dipude la supervivencia económica del país: el Senado y el gobierno tado Becerra el 14 de abril de 1824. emanaban igualmente de las legislaturas de los estados, por lo que En hpcm, tomo ii y apéndice, 155-157.

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se podía producir fácilmente una connivencia entre ambos de tal manera que el ejecutivo indujera al Senado a hacer una propuesta que sólo sería revisada en una ocasión en el Congreso; por otro lado, si el Congreso era la única instancia con esta potestad, su propuesta estaría sometida a una mayor revisión al tener que ser ratificada por el Senado y por el ejecutivo respectivamente. Se reproducía aquí la competencia entre el Congreso y el gobierno, y entre el poder de la federación y el de los estados. Por último y apelando al buen gobierno se pretendió aprobar una ley restrictiva en el reparto de los derechos políticos pasivos, esto es, una ley que redujera considerablemente el número de mexicanos que pudieran ser elegidos como diputados. Frente a la extensión de los derechos políticos que se había producido desde Cádiz, ahora algunos sectores defendían, vinculando la aptitud política (virtud y formación) a la posesión de una propiedad, una selección más exclusiva de los ciudadanos con posibilidades de participar activamente en política como la mejor garantía para un buen gobierno. La oposición a esta medida se razonó deshaciendo esta identidad (propiedad=virtud) y defendiendo que este razonamiento suponía el descrédito de ciudadanos capaces de desempeñar la función política, por el mero hecho de no contar con un capital significativo28. Aunque para este momento no pudiera hablarse de grupos políticos sólidamente cohesionados en torno a una ideología concreta, podrían establecerse dos tendencias argumentativas: una, más preocupada por la defensa de las libertades y derechos (individuales y territoriales), que en las discusiones solía reforzar al Congreso frente al ejecutivo y a las legislaturas estatales frente al Congreso general. Otra, construida sobre argumentos de eficacia y pragmatismo, casi siempre defendió la primacía del ejecutivo, del Congreso general sobre las legislaturas de los estados y apuntaba, con mayor o menor intensidad, la necesidad de filtrar el reparto indiscriminado de los derechos políticos. La expansión de la conciencia de los derechos propulsada tras las abdicaciones de Bayona hacía difícil la aceptación de un discurso 28. Entre los diputados que se mostraque promoviera la reducción legal de los mismos. Aunque la estrateron recelosos de la proliferación de actores políticos y que apostaron por gia de los sectores más reacios a esta apertura radicó principalmente una concentración y centralización en la defensa de un mayor control y centralización institucional de del poder destacaron José M. Becerra (Veracruz), Tomás Vargas (San las instancias de decisión política, lo que en definitiva suponía la Luis Potosí), José Ignacio Espinosa simplificación de los posibles espacios de participación política, sin (México); entre los que argumentaron en sentido contrario, Juan embargo, sus propuestas no lograron alcanzar el suficiente apoyo de Dios Cañedo (Jalisco), Bernardo como para quedar reflejadas en el texto constitucional. González Pérez de Angulo (México), 2. L a revuelta del P arián y la reorientación de la política La inesperada victoria de Manuel Gómez Pedraza para la presidencia del gobierno en las elecciones de 1828 provocó una fuerte

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Manuel Crescencio Rejón (Yucatán) y C. M. Bustamante (México). Otros diputados defendieron algunas de estas medidas puntualmente, pero en general recurriendo a los razonamientos aquí esbozados.


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reacción de los partidarios de Vicente Guerrero, que acabaría desencadenando el saqueo multitudinario, el 29 de noviembre de 1828, del Parián, símbolo de la élite elegante y lujosa. Aunque como resultado del motín de la Acordada29 el 1 de abril de 1829 el país volvía a tener nuevo presidente, Vicente Guerrero, no sería tan fácil olvidar los tumultos y revueltas vividos en la capital en estas fechas. En general estos acontecimientos provocaron un cierto viraje conservador de la política mexicana, especialmente entre aquellos sectores que vieron en estos sucesos 29. En 1828, tras el triunfo de las elecciones al Congreso de una mayoría un ejemplo de hasta dónde podía llevar la difusión de los presupuesde políticos favorables a Vicente tos filosóficos difundidos por la revolución francesa. Estos políticos Guerrero, se esperaba que la jefatura de Estado recayera también sobre consideraron que los desmanes populares se habían producido por él. Sin embargo, la eficaz campaña una excesiva politización de la sociedad, y muy especialmente por de Manuel Gómez Pedraza en los estados le propició la victoria, lo que la extensión indiscriminada de los derechos políticos. Por ello propilló por sorpresa a los partidarios de pusieron medidas que trataran de restringir el cuerpo político tanto Guerrero. El motín de la Acordada se considera el primer levantamiento en lo que respecta a la definición de los sujetos con derechos como que revocaba a un presidente elegido en lo referente a los procedimientos de toma de decisiones: establepopularmente, socavando los principios legítimos del orden constitucieron el voto censitario y la limitación del acceso a la condición de cional. Una aproximación en Michael diputado en el Distrito Federal y los Territorios; trataron de devaluar Costeloe, La primera república federal de México (1824-1835) (México: fce, los derechos de los estados llegando en algunos casos a defender 1996), 167-216. Sobre sus consecuenabiertamente el centralismo; reivindicaron el fortalecimiento del cias en la configuración política del país, y con planteamientos similares ejecutivo frente al legislativo, ya fuera de manera puramente “insa los que se desarrollan en este trumental” o como objetivo político definido. En general apostaron artículo: Catherin Andrews, “Discusiones en torno a la reforma de la por una política expeditiva más que deliberativa y, en fin, por el constitución federal de 1824 durante establecimiento de una forma de gobierno aristocrática, para lo que el primer gobierno de Bustamante (1830-1832), Historia Mexicana LVI: 1 resultaba imprescindible desestimar el modelo gaditano. (2006): 71-116. A inicios de los años treinta se expresaron voces disconformes 30. Lucas Alamán, “Memoria de la con la ampliación y extensión de los derechos políticos establecisecretaría de Estado y del despacho de relaciones interiores y exteriores, das desde Cádiz. El político guanajuatense Lucas Alamán insistió en leída por el secretario del ramo en la que esta tendencia aperturista había creado un caldo de cultivo en cámara de diputados, el 12 de febrero de 1830, y en la de senadores el 13”, el que se había producido la revuelta del Parián, siendo sus princien Lucas Alamán, Documentos Diversos pales ingredientes la distensión de la libertad de opinión política, (inéditos y muy raros), tomo i (México: Editorial Jus, 1945), 163-241. la generalización de los derechos electorales y la accesibilidad a 31. “Ensayo filosófico sobre nuestra otros derechos cívicos, como la participación en la milicia o el dererevolución constitucional”, en José cho de petición30. En esta misma línea, José María Luis Mora dedicó María Luis Mora, Obras Completas Vol. I, 191. Originalmente este artículo fue especial atención al derecho de ciudadanía y culpó la prodigalidad publicado en El Observador de la Repúcon que se había concedido este derecho incluso hasta a “las clases blica mexicana, México, 3 marzo, 1830, en El Sol, México, 8 de mayo, 1830 y más ínfimas de la sociedad” de hacer fracasar el establecimiento de en Obras Sueltas, José María Luis Mora un sistema representativo en el país31. (París: Librería de Rosa, 1837).

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En su “Discurso sobre la necesidad de fijar el derecho de ciudadanía en la República y hacerlo especialmente afecto a la propiedad”, publicado el 14 de abril de 1830, Mora criticaba que la idea de igualdad que se había extendido entre la población era errónea y muy perjudicial para el país, puesto que implicaba la identificación de la igualdad natural con la igualdad política. Esta idea tan seductora había fascinado al pueblo, provocándole la alucinación “de que para serlo todo, bastaba el título de hombre, sin otras disposiciones que las precisas para pertenecer a la especie humana; de esto ha resultado que todos los miembros del cuerpo social […] han aspirado a ocupar los puestos públicos, pretendiendo que se les hace un agravio por su falta de disposiciones y que éste no es más que pretexto para crear una aristocracia ofensiva de la igualdad”32.

Por el contrario, él opinaba que sólo los que pueden “inspirar confianza” debían tener derechos políticos plenos y consideraba que éstos eran los propietarios. Aun no siendo ésta una idea exclusiva de los sectores más conservadores, sí lo era sin embargo su argumentación. Frente a la consideración de los liberales progresistas que insistían en que la importancia de la propiedad residía en que garantizaba la independencia en la toma de decisiones políticas de su titular, puesto que al no depender su subsistencia de terceros era totalmente libre para adoptar sus propias decisiones políticas y hacer frente a los tiranos, los conservadores combinaban una visión moralizante y utilitaria de la propiedad. Por un lado, defendían que ésta preservaba a su titular de cualquier tipo de corrupción, puesto que le otorgaba las virtudes necesarias para el buen desempeño de la política, entre las que destacaba la del sacrificio en favor de la patria, al ser ellos los únicos que podían sacrificar algo (su posesión) en beneficio del bien común33; por otro lado, el propietario al querer conservar y aumentar su capital34 iba a preocuparse de asegurar el statu quo imperante que le reconocía su derecho sobre tal propiedad, al tiempo que iba a desarrollar acciones orientadas a agrandar su posesión, y que en definitiva favorecerían el desarrollo económico del país35. En este sentido, Alamán era muy explícito al afirmar que la nación debería ser una sociedad al estilo de las compañías comerciales, formada por todos los habitantes de México, pero en la que la capacidad de participación de sus

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32. José María Luis Mora, “Discurso sobre la necesidad de fijar el derecho de ciudadanía en la República y hacerlo especialmente afecto a la propiedad”, en José María Luis Mora Obras Completas, tomo i, 385. 33. Lucas Alamán, “Examen imparcial de la administración del general vicepresidente d. Anastasio Bustamante. Con observaciones generales sobre el estado presente de la república y consecuencias que éste debe producir”, en Lucas Alamán, Documentos, tomo iii, 239. 34. Aquí se habla de capital en sentido genérico. Igualmente cuando Mora se refería a la propiedad no se refería exclusivamente a la territorial, sino también al capital comercial e incluso al intelectual. 35. Mora esperaba que el incentivo de la adquisición de los derechos políticos serviría como acicate para que nuevos sectores sociales se esforzaran en adquirir un capital tal que les hiciera merecedores a ellos también de esos derechos tan estimados. La exclusividad de estos derechos alentaría a la población a emular las virtudes de los propietarios, pero también estimularía el desarrollo económico del país. José María Luis Mora, “Aristocracia”, El Observador de la República Mexicana, México, 22 de septiembre, 1830, 246-247.


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integrantes debía ser proporcional a su contribución en el capital (pecuniario o virtuoso) de la misma36. Sobre el criterio de la propiedad, en el artículo ya citado Mora insistía en la necesidad de diferenciar la condición de elector de la de ciudadano, siendo ésta última el requisito imprescindible para poder disfrutar de la primera. Lo interesante de su propuesta era que asociaba esta distinción a una lógica de soberanías que en gran medida socavaba el orden federal existente desde 1824: siendo la ciudadanía definida por el gobierno federal y la de elector por cada estado, y siendo también obligatorio ser ciudadano para poder ser elector, se establecía la preeminencia del gobierno federal sobre los gobiernos estatales en un asunto que hasta entonces había sido prerrogativa exclusiva de éstos. De esta manera, al hilo de la discusión sobre la ciudadanía se planteaba de nuevo la relación entre los poderes estatales y el federal y más concretamente la prevalencia del último sobre los primeros. Mora sabía que esta idea no podía justificarse en el marco del 36. “[...] si la Sociedad política no es más que una compañía convencional, pacto político imperante en el país y por tanto optó por tratar cada individuo debe representar en de legitimarla a partir de argumentos extralegales de fuerte conesta asociación según el capital que en ella haya introducido”. Alamán tenido historicista: la federación se había construido desde “el reconocía que todos los individuos centro a la circunferencia”, el gobierno federal era el que había tenían derechos iguales, pero no derechos a las mismas cosas. Lucas dado “existencia política a los estados”, ya que la nación mexicana, Alamán, “Examen imparcial”, 239. “única e indivisa”, se había constituido federalmente porque había 37. De esta manera, se explicaría, a decidido organizarse políticamente mediante la “división en estasu juicio, por qué “en México el gobierno federal debe dar [la ley] a dos independientes hasta cierto punto”. En definitiva, concluía los estados”, a diferencia de lo que que las entidades territoriales no eran unidades soberanas (atriocurre en Estados Unidos, donde “los estados dieron la ley al gobierno buto exclusivo de la nación), y por tanto sus instituciones no tenían federal”. José María Luis Mora, “Disvalidez representativa, sino que únicamente eran unidades admicurso sobre la necesidad”, 386-388. Ya en Cádiz se había vinculado esta nistrativas, reflejo de un poder anterior y superior, el federal. Esta comprensión de la soberanía como estrategia retórica justificaba que el derecho de los estados debía exclusiva de la nación con la reducción de los derechos políticos. subordinarse al de la república, y no casualmente aparecía vincu38. Antonio García Orozco, Legislación lada con la restricción de los derechos políticos37. electoral mexicana, 1812-1988 (México: La aprobación de la ley electoral de 12 de julio de 1830, emitida Publicación del Diario OficialSecretaría de Gobernación, 1973), para “las elecciones de diputados y de ayuntamientos del Distrito y 158. Conviene recordar que en este Territorios de la República”38, reflejaba estas críticas, ya que matimomento era el Congreso general el encargado de legislar en el Distrito zaba la tendencia que habían seguido la mayoría de los estados tras Federal y territorios de la República. la Constitución de 1824 al establecer en su artículo 34 la condición 39. Este carácter restrictivo se formude que para poder tener voto activo en las elecciones primarias era lará más detalladamente en la Ley sobre elecciones de 30 de noviembre necesario “subsistir de algún oficio o industria honesta”39. Aunque de 1836. Antonio García Orozco, en principio este apunte pudiera no parecer relevante, lo cierto es Legislación electoral, 162-164.

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que era la primera vez desde Cádiz que se “matizaba” la extensión del voto al no bastar con la condición de natural del lugar para poder disfrutar del mismo. Sobre esta garantía se fundaría posteriormente la defensa del sufragio directo. Si sólo pudiera participar en política la gente con “cualificación” demostrada, ya no había que temer que ésta pudiera actuar de modo irresponsable o perjudicial para el país, por lo que ya no resultaban necesarios los mecanismos correctores de la elección indirecta. Unos días después de aprobarse esta ley, Mora avalaba esta reducción numérica del cuerpo político en un artículo aparecido 40. José María Luis Mora, “Discurso el 4 de agosto de 1830 proporcionando cifras significativas, y vinsobre las elecciones directas”, El culándola estrechamente con la demanda del establecimiento de Observador de la República Mexicana, México, 4 de agosto, 1830; Obras elecciones directas: si en la actualidad se elegía un diputado por Completas, tomo i, 425-435. Cita 426. cada 80.000 almas, de las que únicamente podían votar alrededor Elecciones directas siempre y sólo si “no pueden disfrutar de la voz activa de unas 10.000, con las elecciones directas éstas deberían reducirse sino los propietarios”, 427. Para 40 a tan sólo 200 ó 300 personas, “a lo más” . Esta fuerte disminugarantizar una mayor estabilidad nacional se mostró partidario igualción de las personas políticas consolidaría la creación de un reducido mente de prolongar la permanencia cuerpo separado y superior de la sociedad, que sería el encargado de los titulares de los distintos poderes, reduciendo con ello la frecuencia de ejecutar de manera exclusiva la soberanía del pueblo41. Se trade las elecciones. En el caso del poder taría de una aristocracia, cuya legitimidad no se fundaría sobre ejecutivo esto implicaba una duplicación de su mandato, de tres a seis privilegios heredados o de familia, sino en la demostración de su años, lo que permitiría establecer lo especial valía para la tarea pública, lo que permitía, al menos teóque Mora consideró un “poder conservador”, 441. Por su parte, Lucas ricamente, la incorporación de nuevos actores sociales “hechos Alamán también apostaría por las a sí mismos”. Sobre este grupo social se asentaría un sistema de elecciones directas: “Examen imparcial”, en Lucas Alamán, Documentos, gobierno aristocrático, el del gobierno de los mejores, opuesto al tomo iii, 267-269. democrático y al monárquico que, respetando el principio de tri41. José María Luis Mora, “Aristocrapartición del ejercicio del poder político, otorgaba centralidad al cia”, El Observador de la República Mexicana, México, 22 de septiembre, ejecutivo frente al Congreso. 1830, 241. Los aristócratas, sujetos cuya “virtud”, preparación y condi42. Lucas Alamán, “Examen imparcial”, ción social garantizaban que no iban a cometer abusos, serían los 271. encargados de ejercer una autoridad fuerte que aunara y fuera 43. El Sol, México, 3 de julio, 1829. Unos años después Alamán insistirá en este capaz de imponerse a las voluntades particulares (individuales o aspecto en Lucas Alamán, “Defensa territoriales), para lo que sería necesario consolidar un ejecutivo del ex-ministro de relaciones D. Lucas Alamán en la causa formada fuerte que avalara la vida ordenada en sociedad y, en definitiva, contra él y contra Ex-ministros de 42 la gobernabilidad y estabilidad del país . Porque, como insistía Guerra y Justicia del Vicepresidente D. Anastasio Bustamante, con unas Lucas Alamán, cuando el poder “ejecutivo carece de aquella fuerza noticias preliminares que dan idea que debe gravitar sobre los particulares, e imprimir en todas sus del origen de esta. Escrita por el mismo ex-ministro quien dirige a la providencias el carácter de inmovilidad y permanencia”, desapanación”, 23 de junio de 1834, en Lucas 43 rece la seguridad y con ella los atractivos de la vida en sociedad . Alamán, Documentos, tomo iii, 73-74.

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El guanajuatense era acérrimo defensor de una arquitectura constitucional que formalizara un ejecutivo fuerte, ya que a su juicio la primacía del legislativo resultaba ineficaz y poco pragmática, debido a la lentitud en la toma de decisiones, si éstas debían ser sometidas a la deliberación de muchos, y a que precisamente la diversidad de opiniones expresadas en él podía debilitar la adhesión unilateral a las resoluciones del gobierno44. Por último, los “muchos” podían adoptar posiciones respondiendo únicamente a intereses particulares o haber sido manipulados o, peor aún, corrompidos. Mejor entonces que fueran pocos, eso sí, “los mejores”, los implicados en la toma de decisiones45. R eflexiones finales : repensando la gobernabilidad Los estudios elaborados en los últimos años gracias al auge de la historia política y la historia cultural han abierto, o reabierto en algunos casos, perspectivas poco transitadas en la historia del liberalismo político en Hispanoamérica. Quizá una de las aportaciones más relevantes en este camino tiene que ver con el cuestionamiento de la identidad entre liberalismo y democracia que cierta historiografía reciente, especialmente la de tradición anglosajona, había establecido. Gracias a las investigaciones desarrolladas en el área latinoamericana, se ha puesto de relieve la trascendencia del principio de representación como la clave en torno a la cual poder comprender mejor el proceso de formación y transformación del liberalismo. Este trabajo ha pretendido contribuir a esa recuperación de la variedad de liberalismos que se expresaron en México desde la crisis monárquica de 1808, destacando la versatilidad que la definición teórica y la aplicación práctica del principio de representación alcanzó en cada uno de ellos. Y esto lo ha hecho, mostrando, por un lado, cómo a principios de la vida independiente el liberalismo se fue construyendo sobre la idea de establecer un sistema político que garantizara las libertades y derechos, protegiéndolos frente a un uso despótico del poder político. Podría decirse que la diversidad de texturas de este lenguaje político se expresó principalmente en torno a la identificación de cuál era la amenaza de tiranía para el país: si la retórica independentista la había asociado a la concentración absoluta 44. Lucas Alamán, “Defensa del exministro”, 74. del poder en una persona, la experiencia independentista y con45. Esta fortaleza y capacidad de cretamente la ampliación del cuerpo político que durante ella se maniobra del ejecutivo fue lo que produjo la había concebido prioritariamente como la tiranía de la cautivó la simpatía de Lucas Alamán por el modelo constitucional estamultitud. Esta doble cara del despotismo generó dos fantasmas (el dounidense así como el rechazo del exceso de autoridad unipersonal y las mayorías numéricas, respecmodelo francés y la constitución de Cádiz, en donde el legislativo era tivamente) ante los que se propusieron combinaciones específicas, mucho más fuerte. Lucas Alamán, que tendían bien hacia la necesidad de dejar que una multiplicidad “Examen imparcial”, 270-275.

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de voces en equilibrio reflejara lo que la nación quería, o bien hacia que una autoridad elegida a partir de dicha voluntad tuviera capacidad para dirigir a la nación. Por otro lado, a lo largo de esta exposición se ha desarrollado la idea de que los mecanismos de representación no sólo afectaban a los procesos de selección de los representantes, sino también a la construcción del engranaje institucional y procedimental a partir del cual se debían adoptar las principales directrices para el país. Esta visión abre una perspectiva de trabajo que permite incorporar al estudio de los procesos de participación política nuevas variables que pueden ofrecer matices sobre los sujetos implicados en el gobierno del país y la manera en la que éste es ejercido. La definición del número de actores que dan cuerpo a cada uno de los poderes establecidos, la atribución de competencias a cada uno de estos poderes (por ejemplo, el fortalecimiento de instituciones más decisivas que deliberativas, como por ejemplo, del ejecutivo frente al legislativo) o la capacidad de fiscalización y control entre los poderes son sólo algunas de ellas. En este mismo sentido, tal y como se ha desarrollado en este texto, puede apreciarse una dualidad en torno a la dimensión que debía adquirir la representación en el engranaje de poderes del Estado: una tendencia hacia el fortalecimiento y ampliación del “cuerpo político”, entendido éste en sentido amplio, no sólo por lo que se refiere a un ensanchamiento de los sujetos políticos y sus derechos, sino también en lo que respecta a la definición de los poderes y de su arquitectura constitucional y a los mecanismos establecidos para la toma de decisiones, que sería la imperante en la primera década de construcción del país; una segunda tendencia, orientada a la reducción del cuerpo político, tendría dos expresiones diversas a lo largo del período analizado. En un primer momento apostaría por el debilitamiento institucional de las instancias de deliberación, fortaleciendo con ello a los órganos decisorios compuestos por un número de personas reducido; por la atribución de mayores competencias y responsabilidades a las autoridades federales que a las estatales; y por la simplificación de los mecanismos y procedimientos que permitieran una mayor fiscalización del ejercicio del poder político. Tras la revuelta del Parián, junto con el refuerzo de estas medidas, propondría igualmente la limitación de los derechos políticos. A partir de estos presupuestos, se podría replantear la cuestión de la gobernabilidad en el momento de construcción del Estado mexicano desde una perspectiva diferente. Hasta la fecha, lo más común ha sido pensar que la excesiva politización de la “sociedad” luego de la crisis de 1808, que se expresó en una consideración incluyente de la ciudadanía y en la proliferación de múltiples instancias de representación territoriales (los municipios, pero también las provincias primero y los estados después en el caso mexicano), había constituido la principal amenaza para garantizar

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la gobernabilidad de las entidades emergentes tras los procesos emancipadores latinoamericanos46. Según esta interpretación, la respuesta a este peligro se habría concretado en la progresiva reducción de los derechos políticos a lo largo del siglo xix en el subcontinente. Sin cuestionar la validez de esta perspectiva, por lo que hasta aquí se ha presentado, podría apuntarse que al menos para el período y el contexto estudiados el problema de la gobernanza pudo haberse expresado de manera algo más compleja, ya que pudieron coexistir dos lógicas acerca de cómo conseguir la gobernabilidad para el país. Como se verá, cada una de ellas podría vincularse con una de las tendencias del liberalismo que ya han sido apuntadas. Aunque ambas habrían estado vigentes en el imaginario político a lo largo de todo este período, la convulsión y sobre todo el temor que estalló tras la revuelta del Parián pudieron haber propiciado la progresiva traslación del predominio de la primera fórmula al de la segunda. En cualquier caso, éste no habría sido un proceso unidireccional ni tampoco unívoco. De la misma manera, no constituyeron bloques monolíticos, sino que se habrían influido mutuamente, dando lugar a respuestas combinadas que trataron de aportar soluciones a los problemas acuciantes de la nueva nación. En algunas ocasiones, la gobernabilidad del país se asociaba a la garantía de las condiciones del pacto social sobre el que se había fundado el nuevo Estado, que tal y como se había formulado a lo largo de la independencia, se basaba en los principios liberales de no dominación, y remitían a asegurar la defensa de las libertades y los derechos. El establecimiento de un sistema de poder unipersonal abusivo que pudiera socavar dichos principios podía legitimar la ruptura del pacto social y dar lugar a un nuevo proceso revolucionario. Por ello resultaba sumamente importante construir un sistema garantista de prevención y protección frente a cualquier tendencia despótica del poder político. Desde una des46. Antonio Annino, “Cádiz y la revolución territorial de los pueblos confianza generalizada hacia éste, se apostó por la construcción mexicanos, 1812-1821”, en Historia de una arquitectura política que encontraba en la ampliación del de las elecciones en Iberoamérica, siglo xix, coord. Antonio Annino (Buenos número de actores implicados en el ejercicio del poder y a su vez Aires: fce, 1995), 177-226; “Voto, en la reducción de la potestad de cada uno de ellos; en la proliferatierra, soberanía. Cádiz y los orígenes del municipalismo mexicano”, en ción de instituciones y de procedimientos necesarios para la toma Revoluciones hispánicas. Independencias de decisiones y puesta en práctica de las mismas; y en el fortaleciamericanas y liberalismo español, coord. François-Xavier Guerra (Madrid: Edimiento de los mecanismos de control y fiscalización del ejercicio de torial Complutense, 1995), 269- 292; dicho poder, los baluartes que mejor garantizaban la continuidad “Ciudadanía ‘versus’ gobernabilidad republicana en México. Los orígenes del pacto y, en definitiva, la estabilidad del país. La propia concepde un dilema”, en Ciudadanía política tualización de la soberanía y de la representación tendía a reforzar y formación de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina, coord. este sistema: la soberanía nacional se formaba como un sumatorio Hilda Sábato (México: fce-El Colegio de las soberanías particulares mediante un proceso de delegación de México, México, 1999), 62-93.

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parcial que permitía a éstas la actuación en caso de posibles abusos de autoridad. La representación de dicha soberanía debía ser múltiple: en las legislaturas estatales y el congreso federal, dominando las primeras a la segunda en caso de conflicto. Por su parte, la labor de los representantes estaba igualmente limitada a reflejar lo que la nación quería, no a construir la voluntad de ésta. Por último, el poder político debía realizarse mediante la comunicación entre las instituciones y entre éstas y las personas, ya fuera en clave constructiva —mediante procesos de discusión o deliberación pública, por lo que daban prioridad a los órganos de poder en el que concurrían múltiples actores políticos—, ya en clave fiscalizadora, para controlar que ni unas ni otras cometieran abusos —para lo que fomentaban el establecimiento del equilibrio entre los distintos poderes, mediante la defensa de un sistema de frenos y contrapesos. En otras ocasiones, la gobernabilidad se vinculaba a la capacidad para contrarrestar las tendencias disolventes de la unidad nacional, a saber, la desintegración territorial y la desarticulación social. En este caso se temía que las provincias primero y los estados después alcanzaran cotas de poder que pudieran poner en jaque al Estado; asimismo, que una excesiva exaltación de las libertades y derechos individuales pudiera derivar hacia actitudes revolucionarias que generarían el caos y el desconcierto social y político finiquitando la existencia del país. Desde este punto de vista, la mejor garantía para la gobernabilidad era la consolidación de una autoridad que, legitimada sobre los principios fundadores del nuevo orden, fuera lo suficientemente fuerte como para imponerse y controlar esas tendencias centrífugas. La legitimidad de esta propuesta residía en una comprensión específica de la nación y de su soberanía: sobre una conceptualización de la nación como un ente superior, abstracto y unívoco, con un marcado sentido trascendente, se caracterizaba su soberanía como una e indivisa y se establecía que su voluntad sólo podía ser definida por determinadas personas con características especiales. Si la nación era así, la representación de su soberanía debía ser simple, en una sola instancia (que en el momento Iturbidista era el monarca, pero después sería el Congreso general y no las legislaturas estatales, y tampoco una combinación de ambas). Por su parte, la elección de los representantes debía constituir un acto de selección de los mejores, los más aptos para la política, a los que se identificaba con los poseedores de un capital (monetario o intelectual) que avalaba su buena disposición (moral y formativa) hacia la política. A éstos se les delegaba completamente la potestad soberana, el poder total para querer y decidir por la nación, y la mejor garantía de que el poder sería ejercido dentro de los cánones liberales residía más en la confianza depositada en ellos que en la construcción de un armazón constitucional que así lo garantizara. Por ello, el quid del sistema representativo lo constituía la garantía de la calidad de sus representantes, no la cantidad. La reducción del cuerpo

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político se expresa en estos términos no sólo en la deslegitimación, con mayor o menor intensidad en función de la coyuntura histórica, de la ampliación “desmedida” de los derechos políticos entre los habitantes del país, sino también en la crítica a la proliferación de instancias que, se decía, dificultarían y ralentizarían la adopción y ejecución de las decisiones políticas relevantes para el desarrollo nacional; esta misma “abundancia” institucional podía generar desconcierto acerca de en dónde residía realmente la autoridad, ocasionando un caos que a la larga podría fomentar tendencias disgregadoras en el seno de la comunidad política. De sus formulaciones puede desprenderse una connotación más ejecutiva que deliberativa de la política, centrada en valores como la eficacia y el pragmatismo.

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De la compulsión a la educación para el trabajo. Ocio, utilidad y productividad en el tránsito del Chile colonial al republicano (1750-1850)

Artículo recibido: 2010; aprobado: 21 de abril de 2010; modificado: 28 de abril de 2010. 6

de enero de

De la compulsión a la educación para el trabajo. Ocio, utilidad y productividad en el tránsito del Chile colonial al republicano (1750-1850)

From labor compulsion to education: idleness, utility, and productivity in the transition from the colonial to the republican period in Chile (1750-1850)

Resumen

Abstract

A través de una reconstrucción documental y

Through a revision of primary and secondary

bibliográfica se analiza la coexistencia de ideas,

sources, this article analyzes the coexistence of

creencias y prácticas que conciben el trabajo

ideas, beliefs, and practices that viewed physical

corporal o premecánico, tanto como un cas-

or premechanical labor as a punishment (based on

tigo basado en la utilidad del trabajo forzado,

the necessity of forced labor) as well as a virtue

como una virtud, la cual es preciso incorporar

(which should be incorporated into the customs of

a las costumbres de la población mediante la

a people through education). The article argues not

educación. Este artículo argumenta no sólo que

only that these views paralleled each other, but

dichas visiones fueron paralelas, sino además

also that, at the beginning of the process of Chi-

que en los inicios del proceso de independencia

lean independence, the ideas of Salas, especially,

chileno los planteamientos Egaña, Henríquez y en

but also Egaña, and Henríquez showed a new way

particular el de Salas mostraron una nueva manera

of understanding education for work as important

de entender la educación para el trabajo como

for all classes and how, in this way, intellectual

algo interclasista, donde era posible conjugar el

and physical labor could be brought together to

intelecto y el esfuerzo físico en aras de una pro-

improve productivity in the future. This logic,

ductividad futura. Tal lógica, que podía llevar a una

which could have led towards a social redefinition,

redefinición social, fue descartada por los grupos

was rejected by the oligarchic groups in power

oligárquicos en el poder desde 1830, pues vieron

since 1830 since it threatened their interests.

en ello un peligro a sus intereses.

Marco Antonio León León

Palabras clave

Key Words

Historia social, trabajo, criminalización, educación

Social history, work, criminalization, popular edu-

popular, bajo pueblo, Chile.

cation, lower-class groups, Chile.

Doctor en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Académico de pre y posgrado en el Departamento de Ciencias Históricas y Sociales en la Universidad de Concepción y en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad del Bío Bío, Chillán, Chile. Se ha especializado en la historia social y cultural de Chile y América durante los siglos xix y xx. Entre sus publicaciones se destacan: “Los imaginarios urbanos en la provincia de Ñuble, 1848-1900”, en Cuadernos de Historia 34 (Santiago: Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, 2010), en prensa, y “Discurso modernizador y control social en la provincia de Ñuble (18481900)”, en Experiencias de historia regional en Chile: Tendencias historiográficas actuales, editado por Juan Cáceres (Valparaíso: Pontificia Universidad Católica de Valparaíso-Instituto de Historia, 2008), 55-75. marcoaleon@hotmail.com

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I ntroducción La consolidación del mestizaje racial y cultural, el fortalecimiento de la hacienda como núcleo generador de identidad y poder en las comarcas rurales, la paulatina construcción de nuevas villas, el mejoramiento de las ciudades y el aumento de los habitantes, entre otros aspectos del último siglo colonial, fueron definiendo las características de Chile al momento de iniciar su emancipación1. Ya desde el siglo xviii, la implementación de varios aspectos de las Reformas Borbónicas (incentivo al poblamiento en áreas urbanas, construcción y reparación de obras públicas, necesidad de mano de obra barata y numerosa) había implicado poder disponer de la fuerza de trabajo de una buena parte de los habitantes, tildados de ociosos e improductivos, lo que se convirtió también en Ï Esta investigación es resultado del proyecto n. º 1080192, del Fondo un tema recurrente para las autoridades de las primeras décadas Nacional de Desarrollo Científico y republicanas. El problema delictivo detectado por gobernadores, Tecnológico (fondecyt) administrado por la Comisión Nacional de Investigacorregidores y, después, subdelegados, comenzó a ser abordado ción Científica y Tecnológica de Chile. desde una perspectiva centrada en la ocupación de presos, vagos 1. Dichos procesos históricos han sido y falsos mendigos que, mediante el trabajo forzado, mostraban su estudiados con más detalles en las siguientes obras: Gabriel Salazar, utilidad social. Así comenzó a tomar forma un discurso criminal que Labradores, Peones y proletarios. Formaconsideraba la improductividad un delito, pues el ocio era entención y crisis de la sociedad popular chilena del siglo xix (Santiago: Ediciones dido como la motivación inicial de actividades que terminaban por SUR, 1985). Santiago Lorenzo, Origen alterar el orden social y la propiedad. Bajo tal óptica, los sectores de las ciudades chilenas. Las fundaciones del siglo xviii (Santiago: Editorial populares empezaron a ser redefinidos por la autoridad, pues su Andrés Bello, 1986) y Alejandra Araya pobreza ya no se interpretó sólo como una condición o estado, sino Espinoza, Ociosos, vagabundos y malentretenidos en Chile colonial (Santiago: como una etapa de la vida que podía superarse mediante alguna dibam-lom,

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1999).


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2. La bibliografía antes citada y la que se incluirá de aquí en adelante permite apreciar lo señalado. Algunos de estos argumentos se encuentran desarrollados en una investigación preliminar: Marco Antonio León, “Pobreza, pobres y sociedad en Chile. Desde el reformismo borbónico hasta la república conservadora (siglo xviii1870)”, Anales del Instituto de Chile xxvi (2007): 137-206. 3. La problemática aquí abordada ha sido estudiada, para los escenarios históricos aludidos, por los trabajos de Charles Walker, “Civilize or control?: The Lingering Impact of the Bourbon Urban Reforms”, en Political cultures in the Andes, 1750-1950, eds. Nils Jacobsen y Cristóbal Aljovín (Durham: Duke University Press, 2005), 74-95; Juan Carlos Estensoro, “La plebe ilustrada: el pueblo en las fronteras de la razón”, en Entre la retórica y la insurgencia: las ideas y los movimientos sociales en los Andes, siglo xviii, ed. Charles Walker (Cusco: Centro de Estudios Regionales Andinos “Bartolomé de las Casas”, 1995), 257-277; Juan Pedro Viqueira Albán, Propriety and permissiveness in Bourbon Mexico (Wilmington: Scholarly Resources, 1999); y Pamela Voekel, “Peeing on the Palace: Bodily Resistance to Bourbon Reforms in Mexico City”, Journal of Historical Sociology 5:2 (1992): 183-208. 4. Esa sería también una idea que estaría detrás del uso de la mano de obra popular. El desarrollo de este planteamiento en Trabajo, ocio y coacción. Trabajadores urbanos en México y Guatemala en el siglo xix, comps. Clara E. Lida y Sonia Pérez Toledo (México: uam-Miguel Ángel Porrúa, 2001). 5. Marco Antonio León, “pobreza”: 137206. Véase además Claudio Gutiérrez, Revolución y Contrarrevolución. Ideas y políticas sobre educación, ciencias y artes en Chile. 1800-1843 (Tesis para optar al grado de Magíster en Historia, Universidad arcis, 2009).

actividad o trabajo2. Por ende, la pobreza pasaba ahora a ser vista como la consecuencia lógica de la falta de empeño y deseo laboral. Sólo quienes estaban impedidos física o mentalmente podían ser considerados sujetos dignos de recibir la caridad de la Iglesia, las autoridades y los particulares. Ésta fue la distinción establecida entre los verdaderos y falsos pobres. Si bien las sociedades americanas —novohispana y peruana principalmente— recibieron de manera distinta muchos de estos planteamientos, adecuándose los instructivos peninsulares a los intereses de las élites locales3, en un área periférica como Chile hubo en un principio bastante concordancia, al menos en el tema que nos preocupa. Las autoridades entendieron que el discurso criminalizador tenía un fin práctico que consistía en justificar el empleo de mano de obra barata en las obras públicas, redirigiendo el “trabajo para sí” a un “trabajo para otros”4. No obstante, también la obligación de asistir a los necesitados y de promover su educación intelectual y práctica en aras de un progresivo colectivo, encontró asidero en la realidad dieciochesca y en parte del siglo siguiente. De este modo, mientras para algunos la pobreza y los pobres se convirtieron en parte de un problema de policía (en función del orden y de la utilidad urbana), para otros la existencia de la pobreza y los pobres fueron síntomas de un problema moral y económico, superable con una buena orientación por parte de educadores y de los dirigentes del país5. El planteamiento que guía esta investigación es que en ambas formas de percibir este problema el trabajo ocupó un papel preponderante, ya sea como elemento regenerador de malas conductas, trasgresiones, faltas y delitos (utilidad), o como impulsor de un progreso material que terminaría por beneficiar al cuerpo social en su conjunto (productividad). Por ende, la compulsión hacia el trabajo, si bien tuvo una pretensión de castigo y de reacción frente a la peligrosidad de la plebe, fue vista además como algo que debía evo6. Michael C. Scardaville, “(Hapsburg) Law and (Bourbon) Order: State lucionar para convertirse en una Authority, Popular Unrest and the costumbre, un hábito que sólo era Criminal Justice System in Bourbon Mexico City”, en Reconstructing Criposible inculcar a través de una eduminality in Latin America, eds. Carlos cación dirigida hacia la producción6. Aguirre y Robert Buffington

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Mientras la primera forma de ver el tema estigmatizaba las conductas populares, la segunda tenía pretensiones más ambiciosas, tratando de integrar a ricos y pobres. No obstante, esta última propuesta terminó siendo desechada al cuestionar los intereses de la oligarquía que se consolidó en el poder desde 1830. De ahí el carácter clasista del planteamiento utilitario que, con altos y bajos, siguió vigente y retomó fuerza en la segunda mitad del siglo xix cuando se impulsó nuevamente la virtud del trabajo y la educación, ahora con el objetivo de consolidar un modelo de ciudadano obediente y disciplinado que pudiera insertarse con mejores “armas” en las exigencias de una economía capitalista. 1. E l discurso sobre la criminalización del ocio Hace algunos años, el historiador argentino Luis Alberto Romero, uno de los estudiosos sobre la realidad chilena decimonónica, se refería a la “mirada horrorizada” que la élite de Santiago tenía hacia los sectores populares, situación posible de generalizar a otros puntos del país y que, en su opinión, cobraba forma definida hacia las décadas de 1860 y 18707. Tal mirada no era nueva, como veremos, y descansaba en una serie de ideas, creencias, prejuicios y suposiciones que venían elaborándose y discutiéndose con más fuerza y precisión durante el siglo xviii. Las autoridades del reino empezaron a desarrollar una política destinada a asegurar y consolidar un orden social que descansaba, en esencia, en la imposición de los modelos de vida de las élites ciudadanas criollas, que a su vez reflejaban las preocupaciones y temores de sus pares europeos. Entre ellos había ido cobrando fuerza la idea de que la ociosidad era la fuente de todos los vicios. Tal planteamiento encontraba respaldo en las discusiones de los círculos intelectuales del Viejo Mundo, que desde incluso antes del siglo xvii habían comenzado a cuestionar nociones arraigadas como la de considerar a los pobres como (SR Books: Wilmington, 2000), 1-17. seres desdichados merecedores de la caridad cristiana. Una nueva Carlos Aguirre, “Los irrecusables sensibilidad social los consideró más bien parte de un problema datos de la estadística del crimen: la construcción social del delito en la de policía, como sujetos que debían acatar el orden de una ciuLima de mediados del siglo xix”, en dad, una provincia o un estado, para evitar así la perturbación Carlos Aguirre, Denle duro que no siente. Poder y trasgresión en el Perú republicano del orden en el espacio social. Ésta era una concepción que en (Lima, Fondo Editorial del Pedagógico rigor venía gestándose desde el Renacimiento y que terminaba de San Marcos, 2008), 115-138. por crear una visión renovada sobre la pobreza. Al decir de Michel 7. Luis Alberto Romero, “¿Cómo son los pobres? Miradas de la elite e Foucault, “[se] mostrará en el miserable a la vez un efecto de desidentidad popular en Santiago de orden y obstáculo al orden [...] ya no se trata de exaltar la miseria Chile hacia 1870”, Opciones 16 (mayoagosto 1989): 55-79. en el gesto que la alivia, sino, sencillamente, de suprimirla”8. 8. Michel Foucault, Historia de la locura En esta línea de pensamiento, el trabajo se convertía en un eleen la época clásica, vol. i (México: Fondo mento clave para hacer desaparecer dicha miseria, encontrándose de Cultura Económica, 1990), 92.

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una justificación para obligar a los ociosos a hacer uso de su fuerza física, medio aceptable para despojarlos de su inutilidad9. Así, la pobreza y los pobres fueron poco a poco criminalizados, estableciéndose diferencias entre los denominados “verdaderos pobres”, cuyos impedimentos para trabajar eran evidentes por lesiones, mutilaciones o problemas mentales, y aquellos que, pudiendo hacerlo, dedicaban su tiempo al ocio y no a una labor productiva10. De ahí que la ausencia de propiedad y trabajo era la consecuencia lógica de su inactividad11. Sobre las prostitutas, las acusaciones no apuntaban tanto a su ociosidad, sino más bien al hecho de que su trabajo era una grave falta moral al ideal imperante de lo que debía ser una mujer, asociada con los espacios domésticos (la casa) y religiosos (el templo, el convento). Su honra era entonces la que estaba en juego, honra que por lo demás se proyectaba a su familia e hijos12. Para una sociedad que funcionaba de acuerdo con una mentalidad corporativa, esto no era un detalle menor. Sin embargo, las consideraciones morales no estaban 9. Fernando Álvarez-Uría, Miserables presentes sólo en la prostitución, pues la vagancia y la mendiciy locos. Medicina mental y orden social dad falsas eran objetivadas desde un punto de vista similar, lo que en la España del siglo xix (Barcelona: Tusquets Editores, 1983), 21-63. terminaba por catalogar a vagos y mendigos como seres viciosos y 10. Marco Antonio León, Encierro y moralmente deficientes13. corrección. La configuración de un En el siglo xviii el discurso condenatorio de la ociosidad avalasistema de prisiones en Chile (1800-1911), tomo i (Santiago: Universidad Central ría las medidas para la compulsión al trabajo. Los ociosos eran los de Chile, 2003), 79-88. agentes del desorden, opuestos a la población útil o activa que se 11. Marcela Aspell de Yanzi Ferreira, definía por su actividad, que se encontraba debidamente identifi“La regulación jurídica de las formas de vida marginal en Indias”, Revista cada, que ocupaba un lugar determinado en el espacio urbano y Chilena de Historia del Derecho (RChHD) que, por ende, podía ser más fácil de controlar. Era evidente que 16 (1990-1991): 253-268. el carácter itinerante de los habitantes en muchas áreas rurales y 12. Consuelo Figueroa, “El honor femenino: ideario colectivo y prácurbanas terminaba por incomodar a las autoridades y élites locatica cotidiana”, en Perfiles revelados. les. Nada más preciado, entonces, que un asentamiento definitivo Historia de mujeres en Chile. Siglos xviii-xx, ed. Diana Veneros Ruiz-Tagle que permitiera saber con claridad quién era quién y qué hacía con (Santiago: Editorial de la Universidad su vida. Si esta información era desconocida, no costaba mucho de Santiago, 1997), 65-90. esfuerzo vincular a la ociosidad con faltas y delitos. 13. Gabriel Salazar, Labradores, Peones y proletarios, 27. A medida que aumentó la población chilena durante el citado 14. Marcello Carmagnani, El salariado siglo, la gran propiedad (el latifundio) empezó a expulsar a sus minero en Chile colonial. Su desarrollo en excedentes humanos sin que la minería fuese capaz de emplear a una sociedad provincial: El Norte Chico, 1690-1800 (Santiago: Universidad la totalidad del contingente de desamparados. Desde entonces, el de Chile, 1963); Rolando Mellafe, vagabundaje y el bandolerismo crecieron14. No requeridos por las “Latifundio y poder rural en Chile en los siglos xvii y xviii”, en Historia social haciendas y copados los puestos de trabajo en las minas, numerode Chile y América, (Santiago: Editorial sos individuos se allegarán a los poblados provocando desórdenes. Universitaria, 1986), 80-114.

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Así se comprende que aumentaran las sospechas hacia todos aquellos que no tuvieran una residencia definida, pues su vida errante era inmediatamente asociada al delito y al desorden. Como bien lo describe Gabriel Salazar, las autoridades “se vieron así enfrentadas a un problema que, de ser originariamente “moral”, se había hecho luego “criminal”, para concluir planteando un desafío político: cómo resolver el problema de una “super-población relativa” que, por su volumen y desarrollo, aparentaba poseer una dinámica propia mayor que la del proceso de campesinización, que era por entonces el más grande “empleador” del país. Para ello, los representantes de la corona española trataron de “reducir” las masas vagabundas dentro de una red de villas campesinas”15.

El fiscal de Santiago, José Perfecto de Salas, indicaba en 1750 que la política de poblaciones desarrollada hasta entonces no tenía grandes resultados, debido a la reticencia de los campesinos a establecerse en las villas y ciudades. El motivo era que “después de haber mediado dos siglos de vida libre, con facultad de residir los moradores donde han querido, apenas se ha podido conseguir que una de las cuatro partes de ellos se sujeten a vida civil”16. Tales resistencias eran apoyadas por algunos hacendados, deseosos de mantener su control sobre aquella población flotante que colaboraba cuidando ganado o desarrollando otras actividades esporádicas. Gobernadores y otros personeros creían que la propiedad y el trabajo acabarían paulatinamente con aquellas conductas provocadoras de desórdenes sociales, pero no entregaban respuestas adecuadas para garantizar ni una propiedad ni un trabajo estable. Por supuesto, este discurso no se circunscribía sólo a la zona central de Chile. En el norte minero, la situación no era muy diferente. Los bandos de buen gobierno, dictados para la ciudad de Copiapó entre 1743 y 1773, insistían en la imposición de un orden laboral para la población, orden que no debía ser alterado por “las pulperías abiertas a cualquier hora” o por el “grande concurso de gente baldía vagamunda y ociosa que ha venido y se halla al presente en este valle”17. La aparición de burdeles y casas de juego era visto como la consecuencia obvia de la llegada de dichos ociosos y no como un síntoma propio de la sociedad y sociabilidad mineras. La ausencia de normas y vida regulada de mineros y peones provenía de su natural tendencia al ocio18, conducta que reflejaba la

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15. Gabriel Salazar, Labradores, Peones y proletarios, 47. Sobre la situación del campesinado y sus formas de resistencia ante la dominación de los patrones, José Bengoa, El poder y la subordinación. Historia social de la agricultura chilena, tomo i (Santiago: Ediciones SUR, 1988), 57-74. 16. Reproducida en Ricardo Donoso, Un letrado del siglo xviii. El Doctor José Perfecto de Salas, tomo i (Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, 1963), 111. 17. Archivo Nacional de Chile (ANCh), Fondo Varios, vol. 342. Registro de bandos publicados para el buen gobierno de la villa de Copiapó desde 1743 a 1773. El Bando citado es el del 17 de agosto de 1743, fj. 7. 18. Milton Godoy Orellana, “Minería y sociabilidad popular en la Placilla de La Ligua, 1740-1800”, Valles. Revista de Estudios Regionales 4 (1998): 90-94. Pedro Burgos Bravo, “Violencia en el Norte Chico: Los delitos de homicidio y de lesiones en la villa de San Felipe el Real y en el asiento de minas de Petorca (1750-1800)” (Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia, Universidad de Chile, 1995). Jorge Pinto, “La violencia en el corregimiento de Coquimbo durante el siglo xviii”, Cuadernos de Historia 8 (diciembre de 1988): 82.


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falta de capacidad intelectual, condición considerada atávica. Un diputado de minas de Petorca, expresaba bastante bien estas ideas en 1800, al indicar que “los individuos de que se compone la minería del Reino de Chile son de muy limitadas facultades, y la mayor parte de una consumada pobreza”19. Aunque pueda parecer un comentario aislado, refleja sin duda una percepción que iría cobrando fuerza con el paso de los años. Más al sur, en la Araucanía, al igual que en otras áreas del país, el temor de las autoridades frente a las acciones de forajidos, cuatreros e indígenas en armas terminaba por crear un clima de inseguridad e incertidumbre, aparte de reforzar la imagen de estos grupos como seres incivilizados o bárbaros20. En el archipiélago de Chiloé, en tanto, los juicios de los gobernadores respecto del grueso de la población no eran muy diferentes de lo ya visto, 19. Informe del diputado de minas de Petorca, 1800. Citado por Gabriel pues calificativos despectivos como los de ocioso, inculto y supersSalazar, Labradores, Peones y proletaticioso se usaban para denotar la carencia de buenas costumbres, rios, 176. El destacado es nuestro. aparte de la falta de intelecto y tendencia al mal21. 20. Las miradas prejuiciadas hacia la Araucanía y sus habitantes son Si la ociosidad era vista como la principal causa de los delitos, la de antigua data. Un buen recuento peligrosidad que se derivaba de quienes los cometían también era de ellas se encuentra en Holdenis Casanova, “La Araucanía colonial: algo aceptado sin gran discusión. Un año clave en este punto fue Discursos, imágenes y estereotipos 1758, pues el gobernador Manuel de Amat y Juniet no sólo propuso (1550-1800)”, en Del discurso colonial al Pro indigenismo. Ensayos de historia a la Real Audiencia de Santiago, frente al aumento de la criminalilatinoamericana, ed. Jorge Pinto dad, la conveniencia de dividir el tribunal en dos salas, una para los (Temuco: Ediciones Universidad de La Frontera, 1998), 43-84. juicios civiles y otra para los criminales22, sino que además debió 21. Rodolfo Urbina Burgos, Gobierno y hacer frente a la sublevación de los presos de la cárcel de Santiago, sociedad en Chiloé colonial (Valparaíso: en septiembre de 1758, lo que reafirmaba los prejuicios citados y Universidad de Playa Ancha, 1998), 71-73. justificaba nuevas formas de represión y control. Éste fue el origen 22. ANCh, Real Audiencia, vol. 2801, de la Compañía de Dragones en 1760, un cuerpo policial con carácpieza 129. Consulta del señor ter militar destinado a “contener los desórdenes del populacho”23. Presidente Manuel Amat y Juniet a la Real Audiencia de Santiago sobre Ambos episodios muestran un reacomodamiento de las políticas la división de salas para la vista de disciplinarias, encauzadas ya no sólo a castigar físicamente, sino juicios civiles y criminales, mayojunio de 1758. Dicha propuesta sería también a perfeccionar la administración de justicia y los cuerfinalmente rechazada. pos del orden, en la medida que se valoraba cada vez más el uso 23. ANCh, Capitanía General, vol. 723, de mano de obra barata y fiscalizable. Amat y la Real Audiencia fj. 225. Real Orden de 12 de octubre de 1760, aprobando la creación de estaban de acuerdo en que los vicios de la plebe podían y debían la Compañía de Dragones. La frase ser corregidos. Ahí cobraba sentido la compulsión al trabajo como citada es de Vicente Carvallo y Goyeneche, Descripción Histórico-Geográfica remedio al ocio, más aún cuando en esa coyuntura se llevaban a del Reino de Chile, 1796. Colección de cabo diversas construcciones especialmente en Santiago. El jesuita Historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, tomo ix, Miguel de Olivares retrataba bastante bien en su Historia militar, civil (Santiago: Imprenta El Ferrocarril, y sagrada del Reino de Chile esta coyuntura, al afirmar que el ocio era: 1875), 298.

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“…tan perjudicial a la vida civil como a la cristiana, antes con bella alternativa se suceden y causan la virtud al trabajo, i el trabajo a la virtud i mas en la jente de baja esfera criada sin educación, acostumbrada al libertinaje que no conoce ni es conocida de los jueces de los partidos, oculta en su misma pequeñez, es lamentable el ocio i mas los vicios que nacen de el. De esta jente no será exageración afirmar que la mayor parte se mantiene del hurto y que habrá en todo el reino mas de doce mil que no tienen otro oficio ni ejercicio [...] Hai en estos reinos muchísimos de estos vagantes que no se sabe de 24. Miguel de Olivares S. I. Historia militar, civil y sagrada de lo acaecido donde pueden sacar los menores medios para subsistir, porque en la conquista y pacificación del Reino no se les ve el fondo de bienes sobre el haz de la tierra, ni de Chile. Colección de Historiadores de Chile y documentos relativos a la historia alguna loable industria o trabajo”24.

Abundan las referencias sobre el trato aleccionador, mediante la severidad y los trabajos forzados, que merecían los falsos pobres, situación que se hizo bastante común en las décadas finales del siglo25. La figura del corregidor Luis Manuel de Zañartu se hizo célebre no sólo por desarrollar labores para mejorar la conducción de agua desde la quebrada de San Ramón, la construcción de nuevos tajamares en el río Mapocho, de refugios en el camino de Uspallata y del puente de Cal y Canto, sino además por ser uno de los principales impulsores del trabajo forzado. Las mencionadas obras, que tomaron lugar entre los años 1762 y 1780, buscaron utilizar la mano de obra disponible en cárceles y presidios, además de los vagabundos y falsos mendigos que fuesen aprehendidos en la vía pública y que se consideraba que estaban en condiciones de realizar esfuerzos físicos. Esta pena “fue considerada un castigo social, que recaía sobre toda la sociedad plebe”, es por eso que se realizaba en una obra pública y de día, para que fuera observado por toda la comunidad. El castigo se transformaba en la “corrección del delito”, mediante el trabajo, considerado “una virtud de los hombres de bien y un precepto cristiano”26. De ahí que se generalizara su uso y que fuera implementado en otros lugares del país como en la Plaza y Presidio de Valdivia27. La persecución a los juegos como variantes del ocio, o “malentretenimientos”, se explica porque fueron considerados la antesala de disputas, peleas y hasta asesinatos debido a las apuestas y el exceso de alcohol. En 1768 el gobernador Antonio de Guill

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nacional, tomo v (Santiago: Imprenta El Ferrocarril, 1864), 82-83.

25. El estudio más completo sobre este problema desde la perspectiva que nos interesa, la criminalización de las conductas improductivas del bajo pueblo, puede revisarse en la interesante tesis de Loreto Orellana Sánchez, “Trabajar a ración y sin sueldo. Elite, bajo pueblo y trabajo forzado en Chile colonial, 1770-1810” (Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia, Universidad de Chile, 2000). Desde una perspectiva más bien jurídica, el tema es abordado por Javier Barrientos Grandón, “El Juzgado de reos rematados del Reino de Chile (1781-1805)”, Revista de Estudios Histórico-Jurídicos (rehj) xxii (2000): 117-167. Renato Gazmuri, “La elite ante el surgimiento de la plebe. Discurso ilustrado y sujeción social en Santiago de Chile, 1750-1810” (Tesis de Licenciatura en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 2002). 26. Loreto Orellana Sánchez, Trabajar a ración, 7. 27. Pedro Usauro Martínez de Bernabé, La verdad en campaña. Relación histórica de la Plaza, Puerto y Presidio de Valdivia dedicada a Don Ambrosio de Benavides, Capitán General y Gobernador del Reino de Chile, año de 1782. ANCh, Fondo Varios, vol. 307, fjs. 10v-11. En el caso de los mapuches apresados, un acuerdo logrado en el Parlamento de Negrete en 1771 prohibió su empleo en este tipo de trabajos.


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y Gonzaga prohibió las “carreras de patos” en Santiago28, una modalidad hípica que se llevaba cabo en honor a San Juan donde, junto con embriagarse, las personas corrían desaforadamente por las calles atropellado a los espectadores. Años después, en 1773, el gobernador Agustín de Jáuregui consideró a las canchas de bolas como “la causa manifiesta de que la gente de trabajo no se entretenga sino en juegos”, mientras el subdelegado de Rancagua en 1796 expresaba una opinión similar al afirmar que se trataba de “lugares en donde ordinariamente reinan todos los pecados”29. El nexo entre ocio e inmoralidad quedaba claro. Éstos son sólo algunos ejemplos de una sistemática reglamentación de la vida cotidiana, y en particular de la sociabilidad de los sectores populares, que se llevó a cabo con mayor fuerza durante la segunda mitad del último siglo colonial30. Mientras las medidas hacia los pobres “verdaderos” insistían en la caridad y en la necesidad de mejorar instituciones asistenciales como el Hospicio de Santiago, creado en 1802, las percepciones sobre los pobres “falsos” no harán más que volver a ideas ya esgrimidas: su peligrosidad y utilidad. Comentarios como el del subdelegado de Rancagua en 1789, al indicar que el 28. ANCh, Fondo Varios, vol. 321. Bando del gobernador Antonio de Guill y “orgullo y la insolencia de la plebe es incontenible en sus desGonzaga sobre corridas de patos, órdenes”31, o del Cabildo de Santiago a principios del siglo xix, Santiago, 21 de junio de 1768, fjs. 99-99v. diciendo quela plebe era “naturalmente inclinada a toda clase 29. Extracto de Bando de Buen de vicios y de delitos”32, serán recurrentes. Y es que insistir en Gobierno del gobernador Agustín la peligrosidad tenía obviamente una justificación práctica. Ello de Jáuregui, Santiago, 1773, en ANCh, Capitanía General, vol. 688, permitía endurecer la legislación penal que, por lo demás, enfafj. 323v. Carta del subdelegado de tizaba cada vez más las penas de prisión, privación que era la Rancagua al gobernador, diciembre de 1796, fj. 321. antesala del empleo de los reos y la población tildada de ociosa 30. Isabel Cruz, La fiesta. Metamorfosis de en las obras públicas33. lo cotidiano (Santiago: Ediciones Uni¿Cómo se podía modificar este escenario? Dándole una nueva versidad Católica de Chile, 1995); Leonardo León Solís, “Reglamentando dirección al trabajo, no asimilándolo sólo a un castigo forzado, la vida cotidiana en Chile colonial, sino inculcándolo en el resto de los sectores populares como una 1760-1768”, Valles. Revista de Estudios Regionales 4 (1998): 65-66. costumbre más. Ese sería el mejor remedio frente a la proliferación 31. ANCh, Capitanía General, vol. 546, de los delitos y otros males, tal como lo expresaba vehementepieza 6. Carta del subdelegado de mente Juan Martínez de Rozas, futuro miembro de la primera Rancagua al gobernador del reino Ambrosio O´Higgins, Rancagua, 26 de Junta Nacional de Gobierno, en un informe fechado en 1804, al julio de 1789. El destacado es nuestro. indicar que 32. Acta del Cabildo de Santiago de 27 de noviembre de 1805, en Actas del Cabildo de Santiago, tomo xxxvi, pág. 150.

33. Marco Antonio León, Encierro y corrección, tomo i, 109-111.

“la falta cuasi absoluta de la educación pública y privada de la juventud, la imitación y mal ejemplo de los vicios y usos bárbaros de los indios araucanos que tratan con frecuencia, la falta de ocupación y medios de adquirir la subsistencia para los

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que roban por necesidad, que son los menos, y la impunidad y falta de escarmiento con los que delinquen, por la criminal negligencia de los subdelegados y jueces en perseguirlos y procesarlos”34.

Tal juicio refleja una estrategia educativa que trataría de llevarse a cabo en los años siguientes. 2. L a dimensión redentora del trabajo y la educación Hacia fines del siglo xviii, personajes de espíritu filantrópico como Manuel de Salas, José de Cos Iriberri y Anselmo de la Cruz, pensaban que era posible armonizar la riqueza natural de Chile activando su producción agrícola, industrial y comercial, para así poder contrarrestar la miseria de gran parte de sus habitantes35. Más que reiterar juicios despectivos sobre la población, estos autores describían su miseria material y espiritual para luego realizar 34. Copia del informe de don Juan un diagnóstico y plantear posibles soluciones, confiando en las Martínez de Rozas, asesor de la Intendencia de Concepción, sobre el capacidades y voluntad del bajo pueblo para superarse. Era una estado político de la Provincia y los forma de entender el problema criminal a partir de explicaciones medios de extirpar la plaga de vagos, ladrones, etc., que la infestan, año basadas en consideraciones sociales y no sólo morales, a diferen1804. Publicado por María Teresa cia del discurso sobre el ocio. De hecho, Manuel de Salas fue uno Cobos, “La institución del juez de campo en el reino de Chile durante de los primeros en Chile en analizar los vínculos entre la poblael siglo xviii”, Revista de Estudios ción, el trabajo y la educación. En su Representación al Ministerio de Histórico-Jurídicos V (1980): 155. Hacienda, argumentaba que 35. Algunos han sido muy críticos en “no es desidia la que domina; es la falta de ocupación que los hace [a los pobres] desidiosos por necesidad; a algunos la mayor parte del año que cesan los trabajos, y a otros el más tiempo de su vida que no lo hallan. Si como quieren persuadirse algunos indolentes políticos, la agricultura y minas fuesen bastante ocupación para todos, no esperarían a que se les advirtiese, la necesidad y esperanza los llevaría por la mano”36.

Mientras, para Cos de Iriberri, “los diarios robos, la embriaguez habitual, los continuos asesinatos, la prodigiosa multitud de delincuentes de que rebosan las cárceles y presidios, la forzosa impunidad de muchos delitos y la frecuencia de los castigos públicos, son un testimonio irrefragable de esta triste verdad. En vano atribuiremos parte de estos males a fiereza de los habitantes, ni a su indolencia la

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cuanto a las posturas de estos ilustrados chilenos. En la opinión de Sergio Villalobos: “Salas, Cos Iriberri o Cruz, se habían detenido a considerar el estado del bajo pueblo, sin la menor esperanza, a sabiendas que clamaban en el desierto”. Sergio Villalobos, “El bajo pueblo en el pensamiento de los precursores de 1810”, en Estructura social de Chile, ed. Hernán Godoy (Santiago: Editorial Universitaria, 1971), 138.

36. “Representación al Ministerio de Hacienda hecha por el señor Manuel de Salas, síndico de este Real Consulado, sobre el estado de la agricultura, industria y comercio de este Reino de Chile”, en Miguel Cruchaga, Estudio sobre la organización económica y la Hacienda Pública de Chile, tomo iii (Madrid: Editorial Reus, 1929), 152-153.


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otra parte. La pobreza, la falta de recursos, es la verdadera madre que les da a luz, los cría y los fomenta”37.

La postura de ambos indica que no siempre era necesaria la compulsión al trabajo, pues de su diagnóstico se desprende que existía en los sectores populares una necesidad concreta para trabajar, el jornal o salario, cobrando así el trabajo físico un rol clave en el mantenimiento de una parte de la población. Pero era preciso incentivar el trabajo como algo constante, no sólo como un requerimiento coyuntural vinculado a las obras públicas, tarea para lo cual era preciso educar, convirtiendo al trabajo en una costumbre (integrándolo a la cultura) y en un hábito (integrándolo a la rutina). Para lograr lo señalado, se debía primero concebir como parte relevante de la riqueza de un país su disponibilidad de población, que debía ser significativa y estar debidamente ocupada. Ésta era la imagen de una sociedad reordenada según el principio del trabajo productivo. El tema educativo buscó ser implementado a través de iniciativas como las sociedades económicas de amigos del país, establecidas desde 1775 en España con bastante éxito38, planteada por el secretario del tribunal del Consulado, Anselmo de la Cruz en 1807. A través de estas instituciones se buscaba el fomento de la educación popular, una instancia que pretendía reconducir conductas e incentivar las virtudes de la instrucción para el trabajo. Se veía en el trabajo productivo una forma objetiva de ocupación que era capaz de generar riqueza nacional. Por ende, una sociedad ocupada era definida desde el criterio del trabajo productivo, apareciendo como la única forma objetiva de ordenamiento de la sociedad congruente con el fomento de la riqueza y prosperidad. Al parecer de Anselmo de la Cruz, debía entregarse plena confianza a la enseñanza como base del progreso de la vida en sociedad, progreso que requería un orden social y político para desarrollarse a cabalidad:

37. “Tercera memoria leída por el Secretario de propiedad, don José de Cos Iriberri, en junta de posesión de 30 de septiembre de 1799”, en Miguel Cruchaga, Estudio sobre la organización, tomo iii, 263.

38. Ricardo Levene, El mundo de las ideas y la revolución hispanoamericana de 1810 (Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1956), cap. iii. 39. “Sobre la educación popular. Memoria leída en la junta de posesión que celebró el consulado de Chile en 13 de enero de 1808”, en Miguel Cruchaga, Estudio sobre la organización, tomo III, 393.

“[…] he comprendido que el medio más conducente de contener los desórdenes y de que se pueda dar algún fomento a la agricultura, industria, comercio y artes del reino, sea el de proporcionar la educación popular a la porción ignorante, específico, inmediatamente contrario a la barbarie y a la desidia; que cultiva el talento, que dispone al individuo a conocerse a sí mismo, la existencia de un Dios, de una Providencia, la inmortalidad del alma, la de una vida futura, los fundamentos de la verdadera creencia, las relaciones sociales y las familiares con que se forma al útil ciudadano”39.

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Al principio, el objetivo de la creación de riqueza correspondía la reorganización de la sociedad según una estructura ocupacional que garantizara su capacidad productiva. Tales ideas, reflejo de preocupaciones europeas40, eran propicias no sólo para mejorar las condiciones de miseria del bajo pueblo, sino también para reeducar a los individuos tildados de peligrosos: “[…] se meditará el que a los vagos se ocupen en la labranza de los terrenos eriazos y travesías para que sean regables y útiles a ellos mismos por la crianza de aves y animales a que se deben dedicar”41. Los llamados a establecer una educación popular deben ser analizados con cuidado, pues muchas veces no fueron más que 40. Fernando Díez, Utilidad, deseo y virtud. La formación de la idea moderna ejercicios retóricos, aunque se aprecia un grado mayor de convendel trabajo (Barcelona: Ediciones cimiento en personajes como el ya citado Manuel de Salas, Juan Península, 2001). Egaña y Camilo Henríquez, protagonistas del proceso de emanci41. “Cuarta memoria sobre una visita general ecónomo-política leída por el pación chileno y del ideario que le dio legitimidad y respaldo en sus secretario don Anselmo de la Cruz en 42 primeros años . Uno de los puntos de diferencia que se logra desjunta de posesión celebrada en 12 de enero de 1810”, en Miguel Cruchaga, prender de sus análisis es que dicha educación popular vinculada Estudio sobre la organización económica, a lo productivo tímidamente se va ampliando en sus consideraciotomo iii, 421. nes hasta involucrar a la población en su conjunto y no sólo al bajo 42. Un perfil de estos personajes en los siguientes trabajos: Manuel de pueblo. De ellos, quien estableció el vínculo más directo entre la salas, Escritos de don Manuel de Salas y productividad y la educación fue nuevamente Salas, gestor del pridocumentos relativos a él y su familia, 3 tomos (Santiago: Imprenta, Litografía mer establecimiento de carácter técnico en Chile, la Academia de y Encuadernación Barcelona, 1910San Luis (1797), cuyos planteamientos en esta materia son explíci14); Raúl Silva Castro, Bibliografía de don Juan Egaña. 1768-1836 (Santiago: tos hasta fines de la década de 1820. La concepción de la educación Imprenta Universitaria, 1949) y los asociada a la producción generaba un problema y un desafío para Escritos políticos de Camilo Henríquez (Santiago: Ediciones de la Universila época, pues detrás de ella había una clara noción de nivelación dad de Chile, 1960). social, ya que dicha educación, se decía, debía favorecer tanto a 43. Manuel de salas, Escritos, tomo i, los hacendados como a la plebe. Así se desprende de su exposición 250-259. 43 presentada al consulado, en 1805 . Esto no era extraño. La nueva 44. Fernando Díez, Utilidad, deseo y virtud, 42. Que esta redefinición del tradistinción entre clases productivas e improductivas ponía en cirbajo implicase un término paulatino culación un criterio de diferenciación social bien distinto del que de los privilegios era algo ya notorio desde fines del siglo xviii, cuando una articulaba la estratificación de la sociedad jerárquica estamental. real cédula sobre la “honradez de El trabajo desempeñaba aquí un papel relevante en la configuralos oficios” indicaba que “no sólo el oficio de curtidor, sino también todas ción de una estratificación alternativa y crítica en la que el honor las demás artes y oficios de herrero, 44 de los estados claudicaba ante la utilidad de las clases . sastre, zapatero, carpintero y otros a este modo son: que el uso de ellos En los tres personajes aludidos se ve una preocupación sinno envilece la familia ni la persona cera porque la educación tenga una dimensión práctica, útil para de que los ejerce ni la inhabilita para obtener los puestos municipales de la el progreso del país, donde las artes (industria) y las ciencias se República en que los ejercite”. Ricardo encuentren entrelazadas. Pero esta forma de concebir la enseñanza, Levene, El mundo de las ideas, 67.

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en la que Chile debía ser “un gran colegio de artes y ciencias”, al decir de Juan Egaña en su plan de gobierno para 181045, no tuvo mayores consecuencias. Camilo Henríquez también era partidario de que la “población siga entre nosotros los progresos de las luces, de la agricultura, de la industria y de la política”46, dándole valor al trabajo físico e intelectual en un mismo plano. Por ello la instrucción, la ilustración, “necesita de apoyos para sostenerse. Los encontró desde luego en el estudio de las ciencias exactas, ciencias que acostumbran el entendimiento al método, a buscar la demostración, y que le comunican solidez y profundidad. Ellas se hicieron el poderoso instrumento de la razón humana, y la admiración y delicia de los grandes genios”47. Siguiendo este derrotero, Henríquez insistirá después, en un artículo de prensa atribuido a él, sobre la necesidad de implementar las antes citadas sociedades económicas48, cuya existencia es finalmente aprobada por el Senado chileno en enero de 1813. Pero tales sociedades no dieron mayores resultados, tanto por la falta de coordinación entre sus miembros como por la incomprensión hacia una forma distinta de concebir el trabajo y las actividades ligadas a él. Un nuevo esfuerzo por reconstituirlas, en 1821, confirma lo dicho: “Que la causa general de este desorden político proviene en gran parte de la ignorancia y de la falta de estímulo que los ciudadanos de todas las clases y condiciones necesitan para esforzar el ingenio y aplicar los brazos a las tareas que pueden proporcionarles su propio bien y contribuir al de los demás; pero que los naturales del Estado sólo necesitan de buenos guías que les señalen el camino de la felicidad y aparten de él los obstáculos que puedan entorpecer su marcha”49.

45. Citado por Raúl Silva Castro, Fundación del Instituto Nacional (1810-1813) (Santiago: Imprenta Universitaria, 1953), 5. 46. La Aurora de Chile, Santiago, 27 de febrero de 1812. 47. La Aurora de Chile, Santiago, 7 de mayo de 1812. 48. La Aurora de Chile, Santiago, 16 de julio de 1812. 49. Manuel de Salas, Escritos, tomo ii, 446. El destacado es nuestro. 50. A estas conclusiones llega la interesante y contundente investigación de Claudio Gutiérrez antes citada: Revolución y Contrarrevolución.

La búsqueda de esta educación de cobertura más generalizada y ligada a las necesidades productivas del país es la que encuentra resistencia a partir de la década de 1820, en especial por quienes, como la aristocracia y la Iglesia, concebían la educación no como una actividad laboral con proyección futura, sino como una mera contemplación intelectual. La utilidad volvía a imponerse como algo coyuntural y clasista (asociada a lo popular), y no como un bien para el cuerpo social en su globalidad, tal como se había sostenido desde el siglo anterior50. Transformar las costumbres y crear hábitos requería igualmente de tiempo. Las propuestas para mejorar la condición de las clases populares y su “incultura”, pudiendo modelar así sus conductas y costumbres, se plantearon en forma más acentuada desde finales de la centuria dieciochesca. En 1797 el cabildo santiaguino había apoyado la moción para que se enseñara un oficio a muchachos de

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escasos recursos, pues sólo de este modo “podría disminuirse el número de pordioseros y pobres fingidos […] cercenando estas dos clases de pobres, los que restan son muy pocos, y aunque las limosnas sean cortas podrán mantenerse, algunos del todo, como los ancianos, achacosos o inactivos absolutamente por cualquier caso”51. Sin embargo, no hubo mayores respuestas debido a la falta de presupuesto. En todo caso, se mantuvo la idea de que era preciso asociar a ciertas instituciones con la actividad laboral, como ocurrió con las cárceles, dejando a los asilos u hospicios el cuidado de los incapacitados, aunque ello no implicaba que el discurso sobre el trabajo como una virtud enseñable estuviese ausente. Era frecuente que llegaran a Santiago comunicaciones sobre el pésimo estado de los penales, pero nadie solicitaba la creación de hospicios, lo que hablaba de la abundancia de falsos pobres y de la invisibilidad de los verdaderos. A juicio de Manuel de Salas, era necesario cambiar este escenario promoviendo una nueva actitud, como lo indicaba en su introducción al Oficio de la Diputación del Hospicio al gobernador Luis Muñoz de Guzmán (1804): “[…] sólo los trabajos sedentarios y perennes llenaron unos vacíos que trastornaban las sociedades, disminuyeron los cultivadores y criaron consumidores de los frutos que antes embarazaban; tuvieron sobrantes con que cambiar los de otras partes; tuvieron nuevas necesidades que satisfacer; tuvieron esperanzas, costumbres, virtud, educación; y se acabaron la mendiguez y la indigencia”52.

Pero no era fácil inculcar la idea de que el trabajo tenía la capacidad de transformar las condiciones de vida, en especial de los más pobres. Al producirse la crecida del río Mapocho en 1827, que devastaría las poblaciones de Guangualí y El Carmen, se propondría como solución la creación de una villa en San Bernardo con el fin de trasladar allí a los damnificados. Tal iniciativa, sin embargo, haría surgir numerosas dudas sobre el éxito de la medida, pues al entender de Salas “no habría sido difícil con un pequeño socorro restablecer su pérdida a las familias industriosas y trabajadoras, pero era empresa ardua infundir estas virtudes a los miserables acogidos, sin costumbres ni ocupación. Se los ha mirado siempre como un semillero funesto de la inmoralidad: el laberinto de sus habitaciones los ha sustraído a la vigilancia del magistrado, y los delincuentes han encontrado allí siempre su asilo. Era preciso, pues, enseñarles el trabajo, acostumbrarlos a él y colocarlos en un lugar donde pudiesen olvidar sus antiguos hábitos”53.

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51. Acta del Cabildo de Santiago de 22 de agosto de 1797, en Actas del Cabildo de Santiago, tomo XXXVI, 32. 52. “Oficio de la Diputación del Hospicio al Excmo. señor don Luis Muñoz de Guzmán, gobernador y capitán general del Reino, en que se proponen medidas para arbitrar recursos con que sostener el establecimiento”, en Manuel de Salas, Escritos, tomo ii, 320. 53. Manuel de Salas, Escritos, tomo ii, 380.


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Como se ve, aún se entrelazaban contenidos y mensajes heterogéneos al momento de visualizar la capacidad productiva y de trabajo del bajo pueblo. El hospicio justificaba su existencia sólo para unos pocos, pero para el resto la educación podía y debía ser el “principio de la felicidad del pueblo”. A pesar de estas buenas intenciones, que revelaban una mirada más humana al mundo popular y evitaban su criminalización, fueron las visiones utilitaristas las que terminaron por imponerse. Éstas comprendieron que la calificación negativa de las conductas de los grupos populares, en lo moral y lo político, terminaban por legitimar las acciones represivas frente al resto de la sociedad. Los vicios y pecados reiterados en bandos de buen gobierno y otros documentos oficiales se convirtieron en la justificación para insistir en el uso del trabajo forzado como una instancia de castigo ejemplificador. Sin embargo, hubo una excepción a este panorama en la Casa de Recogidas, correccional femenina de origen colonial (1723) que desde temprano incorporó el trabajo en talleres a sus dependencias, asumiendo el desarrollo de una actividad no como un castigo, sino como un medio de rehabilitación. Para 1796 ya contaba con telares, y en 1816 el regidor Rafael Beltrán y su socio Pedro Antonio Casanova propusieron establecer una fábrica de tejidos de lana y cáñamo, empleando mano de obra de esta institución54. Durante los inicios del proceso emancipador en Chile (181054. ANCh, Fondo José Ignacio Víctor Eyzaguirre, vol. 28, pieza 71, fj. 265. ANCh, 1817) y después de él, en la etapa de construcción del Estado y de Fondo Antiguo, vol. 23, pieza 26, fj. invención de la nación republicana (1817-1830)55, se presentaron 336. No hemos encontrado mayores referencias sobre el futuro de este algunos debates sobre el sentido de la reclusión femenina, asoproyecto fabril. ciada ahora a la Casa de Corrección de mujeres, como había pasado 55. El período referido puede ser abora llamarse el recinto desde la década de 1820. En gran medida las dado a través de los trabajos de Sergio Villalobos, Tradición y reforma en discusiones sobre este tema reflejaban, con décadas de desfase, el 1810 (Santiago: Universidad de Chile, programa de reforma y filantropía desarrollado en Europa desde 1961); Simon Collier, Ideas y política de la Independencia chilena. 1808-1833 el siglo anterior, que incluía no sólo a los recintos penales, sino (Santiago: Editorial Andrés Bello, además a aquellas instituciones que prestaban un servicio social 1977); Julio Heise, Años de formación y aprendizaje políticos. 1810/1833 (San(hospitales, casas de huérfanos, asilos, casas de desamparados, tiago: Editorial Universitaria, 1978); etc.). Chile no fue ajeno a este proceso y por ello a los cambios gesAlfredo Jocelyn-Holt, La Independencia de Chile (Madrid: Mapfre, 1992); tados a fines del período colonial, se sumaron en el siglo xix las Leonardo León, “Reclutas forzados y ideas reformistas de quienes deseaban modificar el carácter de los desertores de la Patria: El bajo pueblo chileno en la guerra de la Indepenestablecimientos de reclusión56. Dichas ideas serán también las que dencia, 1810-1814”, Historia 35 (2002): desde 1840, con mayor meditación y sentido práctico, estarán pre251-297; Gabriel Salazar, Construcción de Estado en Chile. 1800-1837 (Santiago: sentes en la configuración del régimen penitenciario. Editorial Sudamericana, 2005). La costumbre hacia el trabajo disciplinado y fiscalizado debía 56. Marco Antonio León León, Encierro forjarse e instalarse en las actividades de la población popular y y corrección, tomo ii, Caps. v y vi.

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en el discurso de las autoridades. Después de un cierre momentáneo, la correccional femenina fue reabierta en 1823 gracias a la insistencia del ya citado Manuel de Salas57, quien redactó su primer reglamento, dándole el nombre de Casa de Labor y Aprendizaje58. Aquí el concepto de trabajo implicaba una clara referencia al género, pues se hablaba de labores de tejido o hilado que constituían, en muchos casos, una extensión de las actividades desarrolladas por las mujeres en sus hogares, por lo normal no encaminadas a generar productos para un mercado mayor. Esta situación se explicaba por las diferencias sexuales que se producían en la asignación de las labores, pues la naturaleza femenina determinaba el lugar, el rol y las tareas de la mujer, asociándosele con la “aguja y la costura”. La idea era lograr que a través de su vinculación con las actividades productivas se obtuviera una utilidad del trabajo de las reclusas. Esta convicción fue asumida por algunos particulares como Joaquín Morel, Nicolás Vigor y Guillermo Porte (entre 1823 y 1824), Santiago Heitz (1833) y Santiago Mardones (1845). Todo con el propósito, según un documento de época, de “para que [la Casa] sea un destino a los delincuentes, y una escuela de labores utiles que inspiren amor a las ocupaciones fabriles i a la virtud [...]”59. Aunque estas propuestas estuvieron encaminadas a crear una nueva disciplina de trabajo y a autofinanciar la casa, dicha expe57. Valentín Letelier (comp.), Sesiones riencia no se tradujo en un progreso para el establecimiento. de los Cuerpos Legislativos (scl), tomo Fueron normales en los años venideros las críticas hacia la vii, 18 de junio de 1823 (Santiago: Imprenta Cervantes, 1887), 211. SCL, administración y el mal estado de las dependencias, además de tomo viii, 26 de agosto de 1823, 64. problemas como la falta de vigilancia hacia la población reclusa y ANCh, Ministerio del Interior, 1818-1830, vol. 45. Informe de Manuel de Salas, el elevado número de fugas. Otro inconveniente fue el deterioro Santiago, 28 de junio de 1824. del recinto, que a pesar del compromiso de los empresarios para 58. “Reglamento de la Casa de Labor arreglar las murallas, tejados y dependencias, no se materializó y Aprendizaje”, en Manuel de Salas, Escritos, tomo ii, 386-390. Un nunca de modo eficiente. En tales circunstancias, el manteniestudio de conjunto en el trabajo de miento del recinto debió seguir a cargo de la Municipalidad de Patricia Peña González, “La Casa de Corrección de Mujeres: Una ‘unidad Santiago, que sólo se vio librada de destinar parte de su presude producción’”, en Mujeres ausentes, puesto en aquellos efímeros intentos por establecer talleres y miradas presentes. IV Jornadas de investigación en Historia de la Mujer, comps. desde 1864 en adelante, cuando la congregación del Buen Pastor Patricia Peña y Paulina Zamorano asumió la dirección de la correccional. El uso de operarios baratos (Santiago: Universidad de Chile, 2001), 109-132. y los mínimos costos siguieron vigentes como criterios para con59. ANCh, Ministerio de Justicia. Expetinuar con la experiencia de los talleres carcelarios, tanto en la dientes particulares, 1823-1838, vol. 1. Penitenciaría de Santiago (1843) como en el resto de los recintos Carta de Joaquín Morel, Nicolás Vigor y Guillermo Porte al Gobierno, Sanpenales, al extenderse la idea de la redención personal a través del tiago, 25 de septiembre de 1823. trabajo (1846)60. La mala infraestructura y la carencia de medios, 60. Marco Antonio León León, Encierro rutinas y costumbres productivas para asumir una educación y corrección, tomo ii, Cap. v.

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para el trabajo conspiraban para evitar que penetrara con plenitud, al decir de E. P. Thompson, la “disciplina del tiempo y de la máquina”, siendo preciso adaptarse a una nueva “ética del trabajo fabril o industrial”61. Junto a estos intentos de concebir el trabajo como una virtud, de insertarlo dentro de las costumbres y los hábitos populares, estaban aún vigentes prácticas heredadas del siglo anterior, que seguían viendo al trabajo con una dimensión utilitaria, pero unida estrechamente al castigo y la humillación. Esto es lo que acontece con el arrendamiento de prisioneros españoles de guerra por el Estado a los particulares, como sucedía en Atacama hacia 182062; el empleo de una importante cantidad de reos en la reparación de calles, puentes y caminos63; el envío forzado de ladrones, vagos y falsos mendigos (u ociosos en general) al servicio de la marina, práctica bien documentada entre 1823 y 1844, aunque es probable que se extendiera más allá de esa fecha64; y el denominado Presidio Ambulante (1836-1846), una suerte de cárcel móvil donde los prisioneros eran transportados en carretas empujadas por animales, recorriendo así distancias considerables con el propósito de utilizar su mano de obra también en trabajos forzados. La exposición al público, la mala comida y la escasa vestimenta provocaron críticas por parte de los contemporáneos y fugas por parte de los reos, quienes por lo demás eran reincidentes y de alta peligrosidad. El fracaso de esta última iniciativa y la influencia de ideas provenientes de Estados Unidos, relativas al trato que debía darse al criminal y a cómo debían ser organizadas las prisiones, llevó a las autoridades chilenas, una vez superadas las consecuencias económicas de las guerras de independencia, a estudiar la posibilidad de implementar en el país un nuevo modelo de cárcel, basado en principios muy diferentes a los existentes desde el período colonial. Durante la década de 1830 se estudió con profundidad el tema y ya en 1843 se optó por el régimen peni61. E. P. Thompson, “Tiempo, disciplina tenciario, que cristalizó en Chile con la creación de la Penitenciaría de trabajo y capitalismo industrial”, en Costumbres en común (Barcelona: de Santiago ese mismo año. El nuevo régimen concibió la prisión Editorial Crítica, 1995), 395-452. como el lugar donde se cumpliría a cabalidad la pena de privación 62. María Angélica Illanes, “Azote, de libertad, no siendo como en el pasado un lugar de tránsito para salario y ley. Disciplinamiento de la mano de obra en la minería de otras penas (prisión cautelar). Para nuestros fines, lo interesante Atacama (1817-1850)”, Proposiciones del modelo penitenciario es que entendió que la prisión debía ser 19 (1990): 94. un espacio de rehabilitación a través de la reflexión en una celda 63. Sergio Grez Toso, De la “regeneración del pueblo” a la huelga general (Sanindividual, la oración, la educación y el trabajo. De ahí la insistiago: dibam, 1997), 224-236. tencia en la creación de talleres para que la reclusión tuviese una 64. Mario Cárdenas G., “Grupos función, y que el aprendizaje de un oficio, una vez cumplida la conmarginados en los inicios de la era republicana: vagabundos, mendigos dena, permitiera al individuo insertarse en una cadena productiva. e indigentes”, Cuadernos de Historia 11 Este ideal de prisión buscó ser extendido más allá de los muros de (1991): 47-61.

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la Penitenciaría al resto de las cárceles del país mediante una circular (1846), pero los problemas de infraestructura, presupuesto y coordinación terminaron afectando lo que en teoría significaba darle al trabajo productivo un sentido más positivo, proyectándolo fuera de los muros de la cárcel, aunque eso no le quitaba su carácter de clase65. Desde el discurso general también se insistiría en que el trabajo podía tener una nueva consideración (y utilidad). La Sociedad Nacional de Agricultura (1838), heredera natural de las sociedades de amigos del país, retomó a través de su periódico El Agricultor el mensaje de Manuel de Salas, de Egaña, de Henríquez y de quienes buscaban entender al trabajo como una costumbre que debía enseñarse, inculcarse y reproducirse. En un artículo publicado en 1842, indicaría que: “La desmoralizacion y los horrores de una revolucion como la que por tanto tiempo ocasionó la guerra de nuestra independencia nacional, influyó altamente en nuestro dictámen, a corromper las masas, y esta corrupción formó en parte, permítasenos decirlo, el carácter de nuestros labradores y jornaleros ¿Qué eran en aquellos tiempos los campos del país?. El teatro mas lamentable donde solo figuraban el pillaje, el asesinato y la mas brutal corrupcion; estos vicios enemigos de la humanidad, como era consiguiente, quedaban impunes y sus perpetreadores paseándose de un estremo a otro de la República, no podían menos de inspirar sus costumbres a la mayor parte de nuestros campesinos”66.

Para entonces el trabajo productivo y la necesidad de mantener a los sectores populares ocupados ya tenían un carácter restrictivo, y no las pretensiones de generalidad que se habían plasmado antes y durante el proceso emancipador en las citadas figuras de nuestra intelectualidad. Asociar el trabajo forzado al castigo, al delito y a la pobreza era ya algo consolidado. C onclusiones Desde mediados del siglo xviii el trabajo fue redefinido en función de su utilidad inmediata para la construcción de obras públicas y para las eventuales necesidades de mano de obra barata y disciplinada. Ello paulatinamente demostró que era necesario cambiar la imagen de una sociedad esencialmente agrícola y con una producción basada en una fuerza de trabajo sin calificación (gañanes, peones). Para esto no sólo era preciso asentar a la población en las ciudades, 65. Marco Antonio León León, Encierro como se había hecho en Chile desde comienzos de ese siglo, sino y corrección, tomo ii, caps. v y vi. Carlos Aguirre, Denle duro, 93-113. también emplear a aquella parte catalogada de ociosa e impro66. Marcos Mena, “La moralización ductiva en construcciones de bien público. Esta nueva manera de de los campesinos”, El Agricultor, mirar la actividad laboral, asumiendo el aumento de habitantes Santiago, febrero de 1842.

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y buscando encauzar así una energía individual que no quería desaprovecharse, terminó concibiendo el trabajo como un castigo y no sólo como una actividad asalariada, idea que encontró respaldo en un discurso criminalizador del ocio que, a lo largo del período, fue logrando más adeptos que detractores. A pesar de ello, hubo voces que vieron el trabajo desde otra perspectiva, como una virtud que debía enseñarse en un proceso lento, pero que a la larga generaría consecuencias positivas para todo el cuerpo social. Ello implicaba entender que debía incorporarse el trabajo a las costumbres de la población, creándose hábitos y rutinas que finalmente ayudarían al progreso del país. Intelectuales como Manuel de Salas, Juan Egaña y Camilo Henríquez, pero en particular el primero, entendieron que transformar el carácter compulsivo del trabajo a uno educativo y centrado en la productividad más que en la utilidad era aún algo posible. De hecho, durante las décadas de 1810 y 1820 (pasando por las guerras de independencia, la reconquista española, el triunfo de los patriotas y los inicios de la organización republicana en Chile), estos planteamientos que veían en la instrucción una posibilidad para surgir en forma individual y colectiva siguieron presentes, aunque debieron coexistir con aquellas posturas que no sólo siguieron concibiendo el trabajo físico como una pena (evadiendo el pago de salarios), sino que además vieron en la educación para el trabajo y la productividad algo que se podía asociar sólo con un determinado sector: los grupos populares. Así, se fue desarrollando un discurso ambivalente que hablaba de una educación para todos, pero que en la práctica significaba que no todos podían tener igual educación, pues las diferentes condiciones sociales marcaban este ámbito. Ya desde la década de 1830 en adelante, éstas fueron las ideas que prevalecieron, mostrándose un compromiso entre los ideales republicanos y las realidades oligárquicas67. ¿Por qué este cambio de posición? Porque las propuestas de los ilustrados antes citados, si bien muchas de ellas podían ser utópicas, apuntaban a lo mismo: en la medida que se enfatizaba una educación productiva que integraba a la élite y los sectores populares en el crecimiento y desarrollo del país (que enlazaba el esfuerzo físico e intelectual), se terminaba por generar una nivelación social que afectaba los intereses de la oligarquía, la misma que precisamente desde fines de la década de 1820 y en la siguiente consolidó su situación como grupo regente. Allí la propuesta de una educación para la producción se circunscribió de manera clara a los pobres, pues su instrucción se vio como un asunto de caridad y como un factor de regeneración de conductas (caso de los reos). La educación laboral se diseñó entonces pensando en los sectores populares, en los jóve67. Marco Antonio León, “pobreza”: 190-195. nes y hombres de las “clases inferiores, las más robustas y las que 68. Claudio Gay, Agricultura chilena, mejor soportan el trabajo”68. Mientras, la educación de vuelo intelectomo i (Santiago: icira, 1973), 132. El tual, especulativa, fue circunscrita a la élite. destacado es nuestro.

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Así se comprende que en años posteriores, durante la segunda mitad del siglo xix, el trabajo físico se asocie fundamentalmente a los grupos populares. Cuando se busque de ahí en adelante impulsar una educación popular, se tenderá a entregar los conocimientos básicos, pero no a propiciar un ascenso social mediante dicha educación. Salvo las iniciativas de algunas escuelas de artesanos, con suerte desigual, seguirá presente con fuerza la idea de que el trabajo 69. Gabriel Salazar, Mercaderes, emprepresta una utilidad coyuntural y que es vinculable sólo con una sarios y capitalistas. Chile, siglo xix (Santiago: Editorial Sudamericana, 2009), 69 parte de la población . Deberá transcurrir más tiempo para que 211-217. Sergio Grez, De la “regeneraesta idea se redefina y matice. ción del pueblo”, Caps. vi, vii y viii.

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Artículo recibido: 8 de abril de 2010; aprobado: 11 de mayo de 2010; modificado: 7 de junio de 2010.

Legislación e higiene veterinaria: Medellín, 1913-1926

Veterinary legislation and hygiene: Medellin, 1913-1926

Resumen

Abstract

Este artículo es una contribución a la historia de la

This article contributes to the history of veterinary

higiene veterinaria y la sanidad de los productos

hygiene and the salubrity of animal-based foods

alimenticios de origen animal en Medellín entre

in Medellin between 1913 and 1926. During this

1913 y 1926. Por aquel tiempo en Antioquia se

period, the agricultural and ranching frontier in

amplió la frontera agrícola y ganadera, mientras

Antioquia expanded and Medellin, with a growing

que Medellín inició su consolidación como polo de

population, started to become a pole of economic

desarrollo económico y poblacional del departa-

development and the principal livestock market

mento y principal centro de comercialización gana-

in Colombia. To assist this process, national,

dera de Colombia. Para dar marcha a este proceso,

departmental, and municipal authorities regulated

las autoridades nacional, departamental y munici-

animal health, veterinary instruction, and encoura-

pal reglamentaron la sanidad animal, la enseñanza

ged the growth of the livestock industry. Primary

veterinaria y el fomento de la actividad pecuaria.

sources, such as correspondence and official

Fuentes primarias como correspondencia y prensa

newspapers, show that the hygienist discourse

oficial dejaron ver que el discurso higienista partió

was initiated by economic and political elites from

de la iniciativa de las élites económicas y políticas

Antioquia and that the sanitary problems regarding

antioqueñas, las cuales resolvieron el problema

meat and milk were resolved in Medellin by having

sanitario de la carne y la leche en Medellín muni-

the city take over the companies charged with

cipalizando las empresas encargadas de proveer

providing these foodstuffs.

estos alimentos.

Palabras clave

Key Words

Carne, control de alimentos, ganado vacuno,

Meat, food regulation, cattle, hygiene, dairy indus-

higiene, industria lechera, Medellín.

try, Medellin.

espacio estudiantil

Mauricio Alejandro Gómez Gómez

Zootecnista e historiador de la Universidad de Antioquia, Medellín Colombia. Estudiante de Maestría en Historia en la misma universidad, becado por haber obtenido el mejor promedio entre los graduados del año de su promoción. Investigador en calidad de estudiante de maestría del proyecto de investigación de mediana cuantía “Vida cotidiana en los asentamientos españoles en la provincia de Antioquia, 1550-1630 (Consumo, religiosidad y civilidad)”. Pertenece al Grupo de Investigación en Historia Social del Centro de investigaciones sociales y humanas de la Universidad de Antioquia http://antares.udea.edu.co/historiasocial/. Sus intereses investigativos se centran en historia social y económica, ganadería y minería e historia colonial. Entre sus publicaciones recientes están: (el primero con Victoria Estrada y Luz E. Velásquez), “La higiene del ganado y la fasciolosis bovina, Medellín y Rionegro, 1914-1970”, Iatreia 19: 4 (2006): 393-407, y “Minería, geografía y sociedad en el río Porce: Amalfi y Anorí entre 1850 y 1900”. Historia y Sociedad, 16, Medellín, enero-junio 2009, 165-186. magogo@une.net.co.

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I ntroducción A finales del siglo xix se formó en Antioquia una élite empresarial producto de diversas actividades económicas, entre ellas el cultivo del café, la construcción del ferrocarril, la tecnificación y explotación de minas y el incremento del comercio1. Dicha élite invirtió en diversos frentes como la industria, actividad que contribuyó a que Medellín, capital de Antioquia, se convirtiera en el principal centro urbano y económico del departamento. La industrialización ayudó al acelerado crecimiento demográfico de ciudad en las tres primeras décadas Ï Este artículo es resultado de una investigación personal financiada del siglo xx, conformado en gran medida por migración campecon recursos propios, que empezó sina. En 1905 esta ciudad tenía 59.815 habitantes que llegaron a ser con el trabajo final presentado al Seminario Historia de la Salud, 70.547 en 1912, creciendo un 17,9%. Para 1918 hubo un aumento dictado por el historiador Jorge intercensal del 12,2%, llegando a 79 146 personas. En 1928 Medellín Humberto Márquez Valderrama en la Universidad Nacional de Colombia, contaba con 120.044 habitantes, es decir que la población creció el sede Medellín. 2 51,7% con respecto al censo anterior . 1. Sobre la formación de la élite empreCon el crecimiento urbano de Medellín se conformó un sólido sarial antioqueña véase: Fernando Botero Herrera, La industrialización mercado para los alimentos provenientes del resto del departaen Antioquia. Génesis y consolidación mento. Por ello se impulsaron otras actividades económicas como 1900-1930 (Medellín: Hombre Nuevo Editores, 2003), 10-33. la ganadería en las subregiones antioqueñas, según sus condiciones agroecológicas: ganado lechero en las zonas altas y frías, y de 2. Constanza Toro, “Medellín: desarrollo urbano, 1880-1950”, en Historia carne y doble propósito en zonas bajas y cálidas, todo con miras al de Antioquia, ed. Jorge Orlando Melo abastecimiento alimenticio de Medellín3. (Medellín: Suramericana de Seguros, 1988), 299. La administración municipal de Medellín jugó un papel pri3. Entre 1870 y 1920 hubo en Antioquia mordial en el proceso de modernización que por aquellos años grandes oleadas de colonización experimentó la ciudad. Para ello intentó cambiar algunas prácticas ganadera en las subregiones del Suroeste, Norte, Bajo Cauca, Norpecuarias de larga tradición en el Valle de Aburrá: abolir la cría de deste y Magdalena Medio. Véase: cerdos en solares, higienizar las caballerizas y las lecherías y prosLiliana González Cardona, El desarrollo ganadero de Antioquia entre 1870 y 1920 cribir el ganado y los equinos sueltos en las calles. Entre 1913 y 1926 (Medellín: idea, 2004), 20.

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la administración municipal consolidó el control y el impulso del consumo de carne en Medellín. El período de estudio comienza cuando en 1913 la Asamblea Departamental de Antioquia ordenó la creación de la Junta Central de Higiene de Medellín, primer organismo estatal encargado de la sanidad, y termina en 1926, año en que el Concejo Municipal de Medellín acordó establecer la planta pasteurizadora de leche. El propósito de este artículo es aportar elementos que permitan comprender la transformación que la élite económica y política antioqueña propició en el sector pecuario entre 1913 y 1926 en Medellín, dirigida a mejorar y controlar las prácticas sanitarias en el consumo de carne y leche. Para ello se tratan tres aspectos que ilustran este proceso. El primero es la legislación (leyes, ordenanzas y acuerdos) sobre medicina urbana que las entidades de control sanitario aplicaron en la ciudad para mejorar la salubridad de las prácticas pecuarias. A continuación se describe parte del fomento ganadero en el departamento de Antioquia. Por último, se aprecian los esfuerzos de la administración municipal por controlar e incrementar el consumo de carne y leche en Medellín. En el ámbito local son pocas las investigaciones históricas acerca de la higiene animal. Estos trabajos aluden a la enseñanza 4. Luis C. Villamil y Eladio Jaramillo, “Anotaciones históricas sobre la de la veterinaria y la zootecnia, el desarrollo de especies e indusbrucelosis”, Revista de la Facultad de trias animales y su impacto en la economía y la ecología, la salud Medicina Veterinaria y de Zootecnia (1985): 32-42; Henry García y Luis G. pública veterinaria y humana, la búsqueda de reportes y la legislaParra, Medicina veterinaria y zootecnia ción sobre enfermedades animales4. en Colombia: trayectoria durante el siglo xx y perspectivas para el siglo xxi (Medellín: Prensa Moderna, Edivez, 2002); Miguel Reyes, Luis C. Villamil y Fernando de la Hoz, La salud pública: tanto humana como animal (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2006). Victoria Estrada, Mauricio Gómez y Luz E. Velásquez, “La higiene del ganado y la fasciolosis bovina, Medellín y Rionegro, 19141970”, Iatreia 19: 4 (2006): 393-407; Jorge Márquez y Víctor García, “La Comisión Sanitaria Municipal de Medellín: surgimiento de un modelo de control higienista”, en Poder y saber en la historia de la salud en Colombia, eds. Jorge Márquez y Víctor García (Medellín: Lealon, 2006), 17-45.

5. “Ley 30 de 1886”, Repertorio oficial, Medellín, 10 de enero 1887, 371. 6. “Junta Central de Higiene”, Revista de Instrucción Pública 21: 3 (1907): 235-242.

1. Órganos de control sanitario y salubridad en Medellín 1.1. Junta Central de Higiene de Medellín, inicio de la medicina de Estado El 20 octubre de 1886, por medio de la Ley 30, se crearon la Junta Central de Higiene en la capital de la república y las juntas departamentales de higiene en las capitales departamentales5. La junta establecida en Bogotá respondía a requerimientos internacionales exigidos a Colombia para vincularse al mercado mundial. Por ello reglamentaba la higiene a nivel nacional y estaba encargada de estudiar y normalizar la salubridad y la higiene públicas, teniendo especial cuidado con enfermedades contagiosas como la lepra, la fiebre amarilla y el saneado de puertos fluviales y marítimos, evitando propagar epidemias6. Debido a la inestabilidad política del país, manifiesta en las guerras civiles de esos años, el interés de las autoridades por la higiene se vio relegado y pasaron veintisiete años hasta la creación de la Junta Central de Higiene de Medellín.

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El vacío dejado por la medicina estatal en el departamento de Antioquia fue ocupado por la Academia de Medicina de Medellín, fundada en 1887, cuyos profesionales emprendieron la transformación del espacio urbano y la vida cotidiana de la ciudad. Los encargados de la salud de Medellín por aquellos años fueron el médico municipal y el médico practicante, quienes por medio de sus actividades e informes mensuales presionaron al concejo para que mejorara la precaria higiene de Medellín7. Asimismo, desde su fundación en 1899 la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín, entidad cívica privada ideada por la élite económica, contaba con un médico encargado de velar por la higiene pública y privada de la ciudad. Entre los doctores que ejercieron este cargo estaban Juan B. Londoño, Francisco A. Araujo y Teodomiro Villa8. Sin embargo, estos esfuerzos eran inútiles, pues se carecía de una legislación local que otorgara autonomía a las instituciones sanitarias9. La medicina de Estado apareció en Medellín en 1913. Este 7. Jorge Márquez y Víctor García, “La tipo de administración estatal de la salud, llamada así por Michel Comisión Sanitaria Municipal de Foucault, se interesa por el cuerpo de los individuos que en su Medellín”, 24-30. conjunto constituyen el Estado, y para ello se vale de la normaliza8. Rodrigo García Estrada, Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín. Cien años ción de la profesión médica y la integración de los médicos a una haciendo ciudad (Medellín: Sociedad organización estatal que recopila la información que ellos transde Mejoras Públicas, 1999), 22. miten10. La Asamblea Departamental, por medio de la Ordenanza 9. Es necesario aclarar que la higiene no fue un asunto ignorado por n.o 10 de 29 de marzo de 1913, creó la Junta Central de Higiene las autoridades de Medellín ni en de Medellín. Dicha junta estaba compuesta por cuatro médicos, tiempos republicanos ni durante la Colonia, pues desde la erección de la un bacteriólogo y un químico, nombrados por el gobernador del Villa de la Candelaria de Medellín en departamento para un período de tres años. Entre sus funciones 1675, en las sesiones del cabildo con regularidad se tomaban decisiones estaba dictar las medidas profilácticas y curativas de enfermedasobre el aseo en las calles, la provides epidémicas y endémicas, como tuberculosis, anquilostomiasis sión de agua, la presencia de animales en la plaza, el abasto higiénico de y enfermedades venéreas. En cuanto a las enfermedades animales, carne en la carnicería, las licencias la junta inició la prevención del carbón bacteridiano, difteria y para ejercer la medicina, la creación de hospitales y las cuarentenas para tétanos, y además exigía certificado de vacunación del ganado que defenderse de epidemias, entre ingresaba al departamento11. otras. Pablo Rodríguez, Cabildo y vida 1.2. Comisión

sanitaria e inspección quinta. Instauración de la me-

Medellín El crecimiento urbano de Medellín a principios del siglo xx convirtió en poco tiempo este pueblo grande en una ciudad que se preparaba para entrar en la modernidad, pero que continuaba albergando arraigadas tradiciones pecuarias. Y precisamente en el ámbito citadino con alta densidad poblacional se alteran las dicina urbana en

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urbana en el Medellín colonial, 1675-1730 (Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1992) 72.

10. Michel Foucault, “Historia de la medicalización”, en Medicina e historia (Washington, Organización Panamericana de la Salud, 1978), 36-58. 11. “Ordenanza n.o 10 de 1913, Junta Central de Higiene de Medellín”, Gaceta Departamental, Medellín, 24 de abril 1913, 3015-3016.


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costumbres humanas, situación que puede llegar a ser perjudicial para la salud. La medicina urbana, según Foucault, no es una medicina del hombre sino de las cosas. Su objetivo es analizar los lugares de acumulación y amontonamiento en donde se pueden incubar enfermedades (caballerizas, chiqueros, mataderos, plazas de mercado, descomposiciones, fermentos) y la circulación de las cosas (aire, agua, animales, personas, medicamentos, alimentos), para organizar las distribuciones y secuencias. Por tanto, la medicina urbana se encarga de la salubridad, es decir, el estado del medio ambiente y sus elementos constituyentes que permiten la salud humana12. Las primeras decisiones sobre medicina urbana en Medellín las tomó la Junta Central de Higiene por medio del Acuerdo n.o 26 de 1913, en el que se establecieron medidas profilácticas obligatorias en lugares de hacinamiento humano como iglesias, velatorios, baños públicos, cantinas, peluquerías, ventas de comestibles, chicherías y escuelas públicas. En cuanto a la salubridad pecuaria se optó por normalizar la circulación de animales vivos y muertos. Por la falta de veterinario, el médico municipal debía examinar el ganado en el matadero público. También se reglamentó el aseo de los matarifes en los puestos de venta, en los cajones de transporte y en los balancines o básculas. Además, se instruía en el aseo de los chiqueros de cerdos, incineración de gallinas muertas por pipita y el impedimento a que los niños se acercaran a los gatos, pues se creía que éstos transmitían la tuberculosis13. La Junta Central de Higiene de Medellín sólo funcionó entre marzo y diciembre de 1913, pues a finales ese año el Congreso expidió la Ley 33, que de nuevo centralizó el control y vigilancia de la higiene en Colombia en el Consejo Superior de Sanidad14. Este consejo debía regular mataderos, carnicerías y productos alimenticios, y atender a la policía sanitaria de los animales. Tal ley también ordenó formar juntas permanentes de higiene en las capitales de los departamen12. Michel Foucault, “Historia de la tos, las cuales llevarían a la práctica las disposiciones y providencias medicalización”, en Medicina e historia (Washington, Organización Panamedel Consejo Superior de Sanidad y promoverían en cada región el ricana de la Salud, 1978), 36-58. estudio de enfermedades tropicales endémicas15. o 13. “Acuerdo n. 26, Junta Central de Así, el 14 de marzo de 1914 se estableció en Medellín la Comisión Higiene de Medellín”, Gaceta Departamental, Medellín, 4 de diciembre Sanitaria, aunque se carecía de empleados y elementos necesarios 1913, 3791. para la salubridad de la ciudad. La comisión estaba integrada por 14. “Ley 33 de 1913, Consejo Superior tres médicos, un químico, un microbiólogo y un veterinario16. de Sanidad”, Gaceta Departamental, Ese mismo año se expidió la Ley 84, según la cual en las capitaMedellín, 16 de diciembre 1913, 3830-3831. les de departamentos se debía nombrar un médico como director 15. “Ley 33 de 1913”. departamental de higiene. En caso de que los departamentos qui16. “Comisión Sanitaria Permanente”, sieran conservar las juntas departamentales de higiene en lugar Gaceta Departamental, Medellín, 24 de del director, lo harían con fondos propios, aunque dependientes marzo 1914, 4189-4190.

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del Consejo Superior de Sanidad, que retomó el nombre de Junta Central de Higiene. Esta junta, con sede en Bogotá, tenía la autoridad para nombrar comisiones sanitarias municipales, permanentes o accidentales, encargadas de hacer cumplir las disposiciones nacionales sobre higiene en los municipios de cada departamento17. La élite de Medellín incorporó la higiene a su discurso modernista, asimilándola a la idea de progreso. El Colombiano en diciembre de 1914 registró la preocupación de quienes consideraban un retroceso la suspensión de las juntas departamentales de higiene: “En asunto de importancia tan trascendental, como científicamente está probado que es la higiene, no debe retrocederse nunca, mucho menos en pueblos como el nuestro que necesita seguir adelante”18. Por otra parte, Pablo García Medina, presidente de la nueva Junta Central de Higiene, en un telegrama dirigido a los gobernadores de departamento en diciembre de 1914 recalcó la conveniencia continuar con las comisiones sanitarias en lugar de las juntas departamentales de higiene, las cuales dependían del presupuesto municipal19. Al parecer un problema a nivel local de la Ley 84 era regirse por las políticas centralistas de Bogotá, pues la Comisión Sanitaria de Medellín se había constituido como una entidad autónoma que regulaba la higiene de la ciudad. Durante los debates sostenidos en el Concejo Municipal de Medellín en enero de 1915, para incluir la Comisión Sanitaria en el presupuesto de rentas y gastos se enfrentaron dos bandos contrarios: uno con mayoría numérica, encabezado por el médico Juan B. Londoño, quien sostenía que en los países avanzados los municipios se encargaban de la higiene; y el otro bando, que prefería suprimir la Comisión Sanitaria en Medellín y regirse por la Junta Central de Higiene de Bogotá. Al final triunfó la propuesta liderada por el doctor Londoño20. El 28 de junio de 1913, mediante el Acuerdo n.o 71 se restableció la Inspección Quinta Municipal. Esta policía sanitaria era la entidad encargada de la medicina urbana en Medellín, contaba con un 17. “Ley 84 de 1914”, Diario Oficial, Bogotá, 25 de noviembre 1914, 1097inspector, un secretario y dos policías que vigilaban el aseo y la 1098. higiene, controlando en especial la circulación de animales y ele18. “La Junta de Higiene”, El Colombiano, mentos como aire, agua y basuras, barrida y deshierba de calles y Medellín, 5 de diciembre 1914, 3. plazas, blanqueamiento de muros, cremación de animales muertos, 19. Pablo García Medina, “Junta Central de Higiene”, Gaceta Departamental, arreglo de cajas de agua y reforma y construcción de aleros y aceMedellín, 7 de enero 1915, 5771. ras21. Según el Concejo de Medellín, dicha inspección se restableció 20. “La Comisión sanitaria”, El Colomcomo respuesta a la necesidad de higiene de la ciudad en la conmebiano, Medellín, 14 de enero 1915, 2. moración del primer centenario de la independencia de Antioquia 21. “Acuerdo n.o 71, Inspección Quinta Municipal”, Crónica Municipal, Medeel 11 de agosto de 1913. Para ese entonces, Jesús María Quijano, llín, 7 de abril 1914, 271. Inspector Quinto, se quejaba del precario estado sanitario de 22. “Aseo e higiene”, El Colombiano, Medellín y pedía que se prohibieran las prácticas antihigiénicas22. Medellín, 15 de julio 1913, 3.

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Una de estas prácticas eran las pesebreras y caballerizas donde se cuidaban los equinos y mulares utilizados para transporte y carga. Vistos como focos de enfermedades, estos establecimientos eran comunes en las calles céntricas de Medellín. Las pesebreras eran casillas de madera con pisos de tierra cubiertos de paja que emanaban malos olores y atraían moscas. Allí los caballos y mulas bebían agua con melaza y eran alimentados con salvado y caña picada; además, sus dueños los hacían herrar y acicalar23. La Junta Central de Higiene, mediante la Resolución n.o 17 de agosto de 1914, resolvió aplicar un estricto reglamento sanitario sobre estos lugares de acumulación, pues “el estancamiento de excrementos de animales, basuras y líquidos en fermentación, son fuentes de emanaciones insalubres y criaderos de moscas y mosquitos. Estos insectos son vehículos de gérmenes productores de infecciones por propagación, como la fiebre tifoidea, disentería, o por inoculación como el paludismo, carbón, etc.”24. Se reglamentó que los locales fueran amplios, ventilados y provistos de suficiente agua para su constante aseo. Además, los propietarios de pesebreras públicas debían obtener un permiso del inspector de policía sanitaria, quien constataba que los muros, paredes, pisos, canoas y bongos para alimentos cumplieran con las especificaciones señaladas en la Resolución n.o 1725. En cuanto a la circulación de animales, en la segunda década del siglo xx caballos, mulas, vacas, cerdos y perros deambulaban a diario por las calles de Medellín. El hecho de que estos animales pudieran transmitir 23. Sobre la higiene en caballerizas, mataderos y carnicerías en Medellín enfermedades a los humanos (zoonosis como rabia, leptospirosis a finales del siglo xix véase: Jorge y toxoplasmosis) alertaba a las autoridades sanitarias de la ciudad. Márquez Valderrama, Ciudad, miasmas y microbios: la irrupción de la ciencia El 24 de agosto de 1912 Joaquín Cano, secretario de la Sociedad de pasteriana en Antioquia (Medellín: Mejoras Públicas de Medellín, pidió al alcalde Agapito Betancur que Editorial Universidad de Antioquia, 2005), 112-122. prohibiera el tránsito de vacas, caballos y perros por las calles de la 24. “Resolución 17 de 1914. Junta Cenciudad, dado el peligro que representaban para los transeúntes26. tral de Higiene”, Gaceta DepartamenAl parecer la petición no fue acatada por el alcalde, pues en octutal, Medellín, 14 de agosto de 1914, 5115-5116. bre de 1915 dicha sociedad solicitó dictar un decreto reglamentario 25. “Resolución 17 de 1914”. sobre tránsito de vacas y propuso también evitar la presencia de perros en la ciudad27. 26. Archivo Histórico de Medellín (en adelante ahm), Fondo Alcaldía, tomo En vista de que la alcaldía de Medellín no dio respuesta a sus 13, f. 11. peticiones, la Sociedad de Mejoras Públicas le solicitó que creara 27. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 13, f. 16. la Sociedad Protectora de Animales, con el fin de evitar el maltrato 28. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 13, f. 22. animal, hecho que se dio el 26 de junio de 191728. Durante sus priSobre reorganización de estatutos de la Sociedad Protectora de Animales, meros años de labores, la Sociedad Protectora de Animales quiso véase: Gaceta Departamental, Medellín, concientizar a la ciudadanía del buen trato debido a los animales: 15 de marzo 1930, 6025-6027.

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formó una cooperativa de cocheros por el bienestar de los caballos; disponía de potreros de propiedad del municipio en los sectores del Poblado y Robledo, donde los equinos y mulares se recuperaban de los abusos de sus dueños; fomentó la vacunación masiva de perros en Medellín; y se opuso a políticas sanitarias municipales tales como el envenenamiento de perros callejeros29. El ganado introducido de otras regiones también representaba un peligro para la salud de los animales. En ocasiones habían provocado epizootias (epidemias en animales), pues Medellín era un poblado rodeado de fincas con algo de ganado. En junio de 1915 se presentó en Medellín un brote de ántrax o carbón bacteridiano (infección aguda causada por la bacteria Bacillus anthracis que afecta animales y humanos, conocida como “peste rayo” por provocar una septicemia de curso rápido, y “carbón” por producir heridas de color negruzco), al parecer transmitido por las reses que llegaban a la feria. El médico Juan B. Londoño, director departamental de higiene, sugirió que el alcalde de Puerto Berrío sólo debía permitir el embarco de ganado vacunado y certificado por la autoridad sanitaria correspondiente30. Un año después, en julio de 1916, el doctor Londoño volvió a alertar al director de la Comisión Sanitaria de Medellín sobre las dimensiones de la epizootia del carbón bacteridiano, que estaba “causando estragos en los animales que se transportan por los trenes y que se cuidan en las pesebreras de Medellín y sus cercanías. Es evidente que las pesebreras son actualmente un foco de propagación del mal, especialmente las que se hallan cerca de la feria”31. Esta vez sí obtuvo respuesta, pues en noviembre de ese año el director de la Comisión Sanitaria, José J. Toro U., introdujo una vacuna contra el carbón, que decía estar “científicamente ensayada”32. Años después, en 1921, el veterinario oficial Clarence Luis Tavares afirmaba que el ganado de levante procedente de la costa sufría de alta mortalidad causada por la coccidiosis (Dyisenteria coccidiosa bovum) o disentería 29. Sociedad Protectora de Animales, roja de los ganados, perjudicando el suministro de carne en buenas “Historia”, (Medellín: página web 33 condiciones higiénicas . institucional, 2009), http://www. sociedadprotectoradeanimales.org/ Es posible que durante estos años con frecuencia se hayan (26 de junio 2009). presentado epizootias, pues entre 1917 y 1921 apareció de forma 30. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 196, f. 120. constante en la prensa publicidad sobre droga veterinaria. No 31. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 196, f. 200. fueron muchos los productos anunciados, y según su ambigua 32. “Comisión Sanitaria”, El Colombiano, promoción, eran preventivos, curativos y con un amplio rango Medellín, 10 de noviembre 1916, 3. de acción, aunque no se especificaba su composición química. El 33. Clarence Tavares, “Dysenteria coccidiosa bovum”, El Colombiano, medicamento más publicitado era el Zarkol, quizás un multivitamíMedellín, 28 de noviembre 1921, 1. nico inyectable promocionado así: “La mortalidad de los ganados 34. “Zarkol”, El colombiano, Medellín, 29 causada por el invierno actual tiene un remedio único: Zarkol”34. de mayo 1918, 3.

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En cuanto a la población canina, en junio de 1921, se alertó sobre una “epidemia” de distemper o moquillo en los perros. Según el veterinario Tavares, su lugar de origen fue el circo Santos y Artigas, que había visitado la ciudad por aquellos días35. Tavares describía el distemper como una enfermedad aguda e infecciosa de los animales carnívoros jóvenes, que se manifestaba con fiebre y un fuerte catarro de la membrana mucosa, seguido por neumonía y en la mayoría de los casos aparición de síntomas nerviosos. Para su tratamiento recomendaba gotas, jarabes, baños expendidos en boticas, quinina y estricnina para la debilidad y la parálisis, y ungüento de óxido de zinc para las erupciones. Sin embargo, la mortalidad era bastante alta, pues de los perros contagiados fallecía el 80% de los pertenecientes a razas finas y el 50% de las criollas36. A finales de 1924, un brote de rabia (Lyssavirus) causó conmoción en Medellín. El médico Eduardo Tobón Uribe previno a los medellinenses de tener cuidado en caso de ser mordidos por un perro, un gato o algún animal sospechoso de tener rabia. Para entonces, hacía más de cinco años que no se presentaba ningún caso de hidrofobia, a pesar de ser endémica en Colombia. Tobón Uribe aseguraba que el primer caso reportado fue un “gato rabioso” que había mordido a dos o tres personas y a un niño que ya había muerto. El doctor Tobón reconstruyó así el caso: “[…] el gato cogió una rata infectada de rabia la cual vino hasta nosotros en un fardo o caja de mercancías transportado rápidamente por los ferrocarriles y al devorar su presa el gato se infectó”37. Para prevenir esta zoonosis se sugirió el exterminio de roedores en los trenes. Sin embargo, el pánico cundió en la ciudad. Días después el veterinario Roberto Scharrer dictó una conferencia en la Escuela Superior de Agronomía y Medicina Veterinaria para informar acerca de la verdadera dimensión de la enfermedad y la forma de prevenirla38. Los titulares de prensa no eran menos 35. Clarence Tavares, “Epidemia canina alarmistas. En El Colombiano del 8 de noviembre el médico C. Mejía en Medellín”, El Colombiano, Medellín, M. aconsejaba la aplicación de suero antirrábico39. La expectación 17 de junio 1921, 1. por la llamada epidemia de rabia llegó a su final con la noticia 36. Clarence Tavares, “Epidemia canina en Medellín”. titulada “Contra la hidrofobia”. En este artículo el Laboratorio de 37. Eduardo Tobón Uribe, “La rabia en Higiene de Samper y Martínez hizo algunas indicaciones sobre el Antioquia”, El Colombiano, Medellín, control de la rabia y ofreció sus servicios profesionales, entre ellos 31 de octubre 1924, 1, 8. suministrar píldoras de veneno, empleadas en Bogotá, para matar 38. Roberto Scharrer, “La rabia”, El Colombiano, Medellín, 6 de noviembre perros callejeros40. 1924, 1, 8. En este primer acápite se aprecia la tensión entre la continuidad 39. Leopoldo Vergel, “¿Otro caso de de la tradición y la implantación de la modernidad. Las autorirabia?”, El Colombiano, Medellín, 8 de noviembre 1924, 1. dades sanitarias (Junta Central de Higiene, Comisión Sanitaria 40. “Contra la hidrofobia”, El Colome Inspección Quinta), establecidas como entidades autónomas biano, Medellín, 17 de noviembre por el Concejo Municipal de Medellín, se encargaron de aplicar 1924, 1.

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los correctivos de la medicina urbana en las prácticas pecuarias insalubres de larga tradición en Medellín. Aunque su erradicación no fue inmediata, pues criadores, expendedores y consumidores estaban habituados a ellas sin parecerles nocivas para la salud humana, el discurso higienista que partió de la élite económica y política, considerada como modelo a seguir, fue calando en la población que ansiaba reconocerse como habitante de una ciudad moderna. 2. I mpulso a la actividad pecuaria en A ntioquia 2.1. E scuela de A gricultura T ropical y V eterinaria de A ntioquia En 1911, a través de la Ordenanza n.o 21, la Asamblea Departamental de Antioquia creó en Medellín la Escuela de Agricultura Tropical y Veterinaria, que fue la primera institución de esta clase en Colombia41. Aunque la escuela sólo empezó a funcionar cinco años después, en 1916, su fundación fue una respuesta al crecimiento de la actividad agropecuaria en el departamento y al mercado de los productos derivados, incentivados por el desarrollo urbano de Medellín, cuyos habitantes requerían consumir carne y leche de buenas condiciones sanitarias. La formación de veterinarios y agrónomos profesionales era una necesidad a suplir. En 1914, mediante la Ordenanza n.o 11 se hicieron cambios en el pensum: durante el 41. El veterinario francés Claude primer año se debía estudiar fisiología, zoología, botánica, contaVericel dictó cursos teóricos y prácbilidad, agricultura, horticultura tropical y geología agrícola. En el ticos de veterinaria en el Instituto de Agricultura de Bogotá y en la segundo año agricultura, zootecnia, tecnología agrícola, mecánica Facultad de Medicina entre 1885 y agrícola, construcciones rurales, hidráulica agrícola, patología ani1889. Sólo en 1921 se creó en Bogotá la Escuela Nacional de Veterinaria, mal, patología vegetal, economía rural y estadística de la hacienda. que fue anexada a la Universidad De esta forma, en dos años los estudiantes se graduaban como veteNacional en 1936. Enrique Silveira Prado y José Manuel Makazaga, “Las 42 rinarios con conocimientos básicos de agronomía y zootecnia . primeras escuelas de veterinaria en Se desconocen las razones por las cuales tardó más de cinco América”, Redvet. Revista Electrónica de Veterinaria, 8: 9 (2007), http://www. años el inicio de clases en dicha escuela. A finales de 1914 una veterinaria.org/revistas/redvet (27 periodista de El Colombiano aducía que la Primera Guerra Mundial de junio 2009). estaba contribuyendo a dicho retraso, pues aunque el departa42. “Ordenanza n.o 11 de 1914”, Gaceta Departamental, Medellín, 27 de marzo mento había destinado siete mil pesos de su presupuesto para la 1914, 4209. escuela, la guerra impidió la adquisición de recursos y la contrata43. Lucrecia, “Escuela de Agricultura”, ción de profesores extranjeros de veterinaria y agricultura43. El Colombiano, Medellín, 12 de octubre 1914, 4. La Asamblea Departamental ordenó establecer la Escuela de 44. María Claudia Saavedra, Juan D. Agricultura Tropical y Veterinaria en 1916 como una institución de Montoya y César Lenis, Facultad carácter oficial. La escuela comenzó a funcionar el diez de octubre de Ciencias Agropecuarias. 90 años sembrando futuro. 1914-2004 (Medellín, de ese año bajo la dirección del médico Eduardo Zuleta Gaviria, en Universidad Nacional de Colombia, 44 los predios de Fontidueño en Bello, al norte del Valle de Aburrá . 2004), 33.

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Durante los primeros años de funcionamiento, la escuela recibió constantes críticas que aparecieron en la prensa de la época, obligando a los representantes de la institución a salir en su defensa45. Para ellos los inconvenientes eran causados por el precario local de Fontidueño, que necesitaba reconstruirse. También exponían que: “[…] los estudiantes que formaban el primer año de estudios estaban en su mayoría mal preparados, y algunos de ellos de mala educación”46. La escuela pretendía convertirse en un establecimiento de enseñanza teórica y práctica. En 1920 se dividió en dos establecimientos bajo una sola dirección, la Escuela de Agricultura y Ganadería: Granja Escuela en Fontidueño, que graduaba jefes de cultivos, y la Escuela Superior de Agronomía y Medicina Veterinaria, ubicada en Medellín (Avenida Izquierda n.o 297), que otorgaba el título de agrónomo y veterinario47. Mientras funcionó la Escuela de Agricultura Tropical y Veterinaria se graduaron treinta y cuatro estudiantes como agrónomos y veterinarios. Los primeros datan de 1922, entre ellos estaban Gustavo Cock Uribe, quien obtuvo el título con el trabajo de grado “La tuberculosis de la raza bovina”; Francisco Luis Gallego M. cuya monografía se titulaba “Piroplasmosis en algunas especies animales” y Juvenal Posada, quien realizó una tesis mixta, es decir, con un tema veterinario y otro agronómico, llamada “Fiebre aftosa y semillas”48. A pesar de la marcada inclinación de los estudiantes de la escuela por ejercer la veterinaria, su profesión no era valorada lo 45. “La Escuela de Agricultura del suficiente en Antioquia, pues era difícil introducir una práctica Departamento de Antioquia”, El Colombiano, Medellín, 31 de mayo de curación científica moderna en un sector donde prevalecía la 1918, 1. curación tradicional de animales. Así lo declaraba en 1922 Juvenal 46. “La Escuela de Agricultura”, El Posada, cuando era veterinario de Yarumal: Colombiano, Medellín, 1o de junio 1918, 1.

47. José Gaviria Toro, “Escuela de Agronomía Tropical y Veterinaria”, en Monografía de Antioquia. Medellín en 1923, (Medellín: Imprenta Oficial, 1923), 117-118. Véase además: “Ordenanza n.o 4 de 1920”, Gaceta Departamental, 4 de marzo 1920, 1420. Y ahm, Fondo Alcaldía, tomo 1029, ff. 46-49. 48. Archivo Histórico Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, (en adelante ahun), Diligencias de grado, Facultad Nacional de Agronomía, tomo 2. 49. Juvenal Posada, “La medicina veterinaria”, El Colombiano, Medellín, 7 de julio 1922, 1.

“Día llegará, no lejano por cierto, en que se despertará un gran interés por todo lo que se refiera a la medicina veterinaria, que con tanto desdén se ha mirado hasta el presente. […] La terapéutica se reduce simplemente a la fruta de aguacate, a la pata de grillo y a pañitos de aguasal, y en cuanto al tratamiento quirúrgico, al descuerne de los animales, cuando éstos quizá están muy lejos de dar los síntomas de la huequera, resultando de ello una sangría fatal e inconveniente”49.

Aunque el título que se confería era de agrónomo y veterinario, en sus trabajos de grado los primeros graduandos abordaron en su mayoría temas veterinarios, inclinándose por estudiar enfermedades del ganado que afectaban la provisión de carne en buenas

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condiciones sanitarias. Algunos egresados sólo ejercieron la agronomía, como Federico Drews, quien elaboró una monografía en 1925 llamada “Bosques y su explotación”. Según Drews, a partir de 1926 se exigieron tesis mixtas para graduarse, pretendiendo que los estudiantes incluyeran en sus trabajos temas de agricultura50. La escuela también recibió críticas por su énfasis veterinario. En 1925, Amadeo Lagoeyte, quien había sido veterinario oficial de Medellín, decía que los egresados de la escuela no se consideraban agrónomos, sino veterinarios. Lagoeyte aconsejaba contratar profesores idóneos, pues según él en la escuela no se impartía enseñanza práctica agrícola ni ganadera51. Frente a este ataque, diferentes personalidades de la ciudad salieron en defensa de la escuela, arguyendo discursos modernizadores del sector pecuario. Entre los defensores figuró el doctor Eduardo Tobón Uribe, quien sugirió la construcción de un edificio y recalcó que Colombia como país agrícola debía invertir en la enseñanza agropecuaria52. Más adelante, la escuela se trasladó del centro a la banda occidental de la ciudad en predios ubicados entre el cerro El Volador y el río Medellín, donde la actividad agronómica tomó preponderancia sobre la veterinaria. En 1934 la escuela pasó a llamarse Facultad Nacional de Agronomía. En 1935 era conocida como el Instituto Agrícola Nacional, dependiente del Ministerio de Agricultura y Comercio, y confería el título de Ingeniero Agrónomo53. Hacia 1938 entró a formar parte de la Universidad Nacional de Colombia, nuevamente bajo el nombre de Facultad Nacional de Agronomía54. La formación de veterinarios en Medellín sólo se reanudó en 1962 con el establecimiento 50. ahun, Diligencias de grado, Facultad Nacional de Agronomía, tomo 2, n.o del Instituto de Veterinaria de la Universidad de Antioquia55. 16, Federico Drews, 5 de diciembre La formación de médicos veterinarios en Antioquia brindó un 1925. carácter más sistemático al control de la higiene de la carne para el 51. Amadeo Lagoeyte, “Educación agrícola”, El Colombiano, Medellín, 18 de consumidor. Sin embargo, se aprecia que en las primeras décadas marzo 1925, 3; Y 16 de abril 1925, 3. del siglo xx el médico veterinario tenía un ejercicio profesional téc52. Eduardo Tobón Uribe, “La Escuela nico que equivalía a la inspección de carnes para evitar una posible de Agricultura y Veterinaria”, El Colombiano, Medellín, 24 de abril zoonosis al consumidor, más que para la prevenir y curar las enfer1925, 3. medades del ganado. 2.2. F omento agrícola y ganadero en A ntioquia El discurso predominante en la celebración del centenario de la independencia de Antioquia, en agosto de 1913, fue que esta fecha sería el inicio de una nueva era marcada por la modernización de la región. En este marco se hizo en Medellín la primera exposición departamental agrícola y pecuaria. Según la junta organizadora,

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53. Hermann Oppenheimer, Medellín, 1935, (Medellín: Bedout, 1935), s. p.

54. María Claudia Saavedra, et al., Facultad de Ciencias Agropecuarias, 57. 55. Luis Alberto Aguilar, “Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia”, en Universidad de Antioquia. Historia y presencia, ed. María Teresa Uribe (Medellín: Ed. Universidad de Antioquia, 1998), 505-507.


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dirigida por Arturo Botero M., este evento serviría para fomentar la agricultura y la ganadería en Antioquia. Los días 20 y 21 de agosto se expusieron ganados de carne y leche, caballos, mulas, asnos, cerdos, corderos, cabras, aves de corral, aves ornamentales, perros, abejas y gusanos de seda. También se expusieron productos agrícolas como flores, granos, forrajes y fibras. Dicho evento pretendía estimular la inversión de capital y la movilización de fuerza de trabajo a lugares del departamento con vocación agrícola y pecuaria56. Con las dos primeras exposiciones se logró divulgar las posibilidades para invertir en el sector agropecuario. En la tercera exposición pecuaria y agrícola, realizada en agosto de 1920, el énfa56. “Prospecto de la exposición agrícola y pecuaria de 1913”, El Colomsis de la promoción era la introducción de razas de ganado europeas biano, Medellín, 1o de agosto 1913, 2. productoras de leche (holstein, ayrshire, jersey y guernsey), de 57. “Tercera exposición agrícola y carne (durham, hereford y aberdeen angus) y de doble propósito pecuaria del Departamento de Antioquia”, El Colombiano, Medellín, 5 de (normando, dewon, red pollet y pardo suizo)57. Al parecer, estas agosto 1920, 2. exposiciones lograron que las élites económicas invirtieran en 58. En 1917, el congresista Pedro Nel el campo, pues a partir de 1920 se incrementó la importación de Ospina (presidente de Colombia entre 1922 y 1926), impulsó en el ganado extranjero para mejorar los hatos de carne y de leche58. Senado de la República un proyecto Debido al crecimiento poblacional, Medellín requería una consde ley sobre el fomento ganadero. Su discurso ilustra el interés de la élite tante provisión de productos agropecuarios desde otras partes del económica de la región por colonizar departamento. Por tanto, la Asamblea Departamental de Antioquia con ganadería las zonas cálidas de Antioquia: “Poseemos grandes promulgó el 27 de abril de 1916 la Ordenanza n.o 32, primera en extensiones de terreno, insuperablefomentar la agricultura y la ganadería. El departamento se dividió mente dotadas para el desarrollo de la industria pecuaria: en ellas aúnan en siete zonas para el cuidado de ganado e inspección de carnes. la feracidad de la tierra, relativa bonCada una de estas zonas contaría con un veterinario. Para ello, el dad del clima, las aguas abundantes para los riegos y abrevaderos, los departamento becó cinco estudiantes en la Escuela de Agricultura brazos baratos y ya educados para la Tropical y Veterinaria, y cada distrito tenía la obligación de costear formación de potreros, las altas temperaturas que favorecen el desarrollo el estudio de dos alumnos más. Dentro del fomento se contemplaba de los pastos y la precocidad de los la divulgación gratuita del conocimiento técnico entre agricultores ganados, la rareza de las enfermedades y pestes de éstos y —factor y hacendados. Con este fin, el gobernador de Antioquia, Pedro José decisivo muchas veces en esta clase Berrío, dispuso la Imprenta Oficial para editar el Boletín Agrícola de luchas— la situación geográfica, en virtud de la cual podemos llevar que, bajo la dirección de la Sociedad de Agricultores de Antioquia, en cuatro días nuestros ganados circuló cada mes hasta 1981, llegando a 693 números59. o nuestras carnes a los mercados del Norte América, y en diez a los La principal razón para incentivar la ganadería en el territorio de Europa”, Pedro Nel Ospina, “La antioqueño era que la mayor parte del ganado que se consumía industria pecuaria”, El Colombiano, Medellín, 3 de enero 1917, 1. en Medellín provenía de las sabanas del departamento de Bolívar. 59. “Ordenanza n.o 32 de 1916”, Gaceta En vista de esto, se buscaba movilizar mano de obra y capital a las Departamental, Medellín, 2 de mayo zonas cálidas del Bajo Cauca y Magdalena Medio para incrementar 1916. 7458-7460.

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la producción de ganado de carne60. En 1921 un periodista de El Colombiano declaró la necesidad de establecer haciendas ganaderas productivas en el departamento, pues entre 1913 y 1920 habían llegado a la feria de Medellín 312.698 reses por valor de 13.974.570 pesos, provenientes de dichas sabanas61. El fomento ganadero quería hacer de Antioquia un departamento productor de carne. Esta nueva actividad diversificaría las actividades económicas y activaría subregiones del departamento que aún no estaban insertas a la dinámica economía antioqueña, que en su mayoría estaba en Medellín. Para ello era necesario introducir razas de ganado foráneas, pastos mejorados y técnicas modernas de producción. Era significativa también la formación de médicos veterinarios, quienes establecerían planes sanitarios y controlarían la higiene en subregiones ganaderas modernizando prácticas de curación animal. Todo esto aumentaría el hato de ganado y el número de reses sacrificadas en Medellín. 3. C ontrolar la higiene animal para conservar la salud humana 3.1. P romoción y control del consumo de carne en M edellín Gran parte del ganado que se consumía en Medellín en la segunda década del siglo xx era traído a pie desde las sabanas de Bolívar al norte de Antioquia y embarcado en tren desde el Magdalena Medio. En la feria de ganado se hacía el acopio y la venta; a continuación el ganado se sacrificaba en el matadero municipal y la carne se vendía en la plaza de mercado cubierta. En aquella época el municipio de Medellín adquirió la administración de estos lugares, que estaban en manos de particulares, para asegurar la higiene de la carne consumida por los medellinenses, controlando todo el proceso cárnico al ser el único intermediario entre el ganadero y el consumidor. La idea del Concejo de Medellín de municipalizar y socializar los servicios públicos provenía de la experiencia de Estados Unidos, país que desde 1909 había iniciado este proceso. Así, en 1916 determinó que la feria de ganado, que funcionaba desde 1905 en la calle Maturín del barrio Guayaquil, fuera trasladada a un nuevo predio ubicado en la avenida Los Libertadores, entre las calles Colombia y Ayacucho, cerca del río Medellín. La nueva feria tenía básculas para 60. El ganado traído a pie desde las sabanas de Bolívar (actuales deparpesar ganado, piso de cemento y estaba cercada por verja metálica. tamentos de Córdoba y Sucre) se Contaba además con servicio de agua conducido desde la represa recogía en Montería y pasaba por Cáceres, Valdivia, Yarumal, para de Piedras Blancas al oriente de la ciudad. En cuanto al matadero llegar a la feria de Medellín. Véase: de Tenche, aledaño al cerro Nutibara en la carretera para Belén y Liliana González Cardona, El desarrollo ganadero de Antioquia, 112. que desde 1888 estaba en concesión de la firma Ospina Hermanos, 61. V.V.I., “El negocio del ganado en en mayo de 1911 pasó a ser de propiedad del municipio. Entre 1911 Antioquia”, El Colombiano, Medellín, 8 y 1915 la inspección de reses y carnes estuvo a cargo del veterinario de abril 1921, 1.

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bogotano Manuel Blanquer. Igualmente, la plaza de mercado cubierta de Guayaquil pasó a ser administrada por el municipio en 1917, después de haber sido dada en privilegio a Carlos Coriolano Amador desde su construcción en 189462. El veterinario municipal e inspector de carnes controlaba la higiene de estos tres sitios. Por ello sus solicitudes al Concejo se resolvían con celeridad, pues eran en pro de la salud humana. En 62. Agapito Betancur, La ciudad. Medellín en el quinto cincuentenario de su diciembre de 1915, el veterinario Pedro María Echeverría R. propuso fundación (Medellín: Bedout, 1925), al Concejo Municipal de Medellín nuevas medidas para el servicio 79-83. del matadero, como reformas locativas, incineración de animales 63. Pedro Echeverría, “Informe diciembre 1915”, Crónica Municipal, muertos fuera del matadero, desinfección de pieles y la disposición Medellín, 31 de mayo 1916, 976. de un agente de policía sanitaria que vigilara el sacrificio de ganado 64. En diciembre de 1919 se estableció y venta de carne en fincas y fracciones vecinas a Medellín. Además, el reglamento del matadero público de Medellín; entre los deberes del solicitaba centralizar la matanza de animales en un solo lugar63. veterinario oficial, en cuanto al exaSi bien es cierto que el veterinario hacía un estricto examen men de animales y carnes, se determinó que debía acatar las disposisanitario al ganado que ingresaba al matadero, función principal ciones de la Junta Central de Higiene de su cargo64, el sacrificio clandestino de animales continuaba. La y la Comisión Sanitaria Municipal. Entre sus funciones estaba visitar, al mayoría de las veces se trataba de reses enfermas rechazadas en menos una vez al mes, todas las carla feria de ganados. Así, era necesario restringir el sacrificio del nicerías de la ciudad, informar a la Inspección Quinta las irregularidades ganado sólo al matadero municipal. en ellas encontradas para que ésta las A pesar de existir legislación sobre la prevención de enfermedades hiciera corregir. Semanalmente debía inspeccionar el departamento de por medio de la vacunación, era difícil que se cumpliera en las regiocarnes de la plaza de mercado y dar nes ganaderas. A menudo llegaban animales enfermos al matadero y cuenta al administrador de sus deficiencias. Además debía ir a las carnila probabilidad de consumir su carne era alta. Según el Acuerdo n.o cerías de las fracciones del Poblado, 7 de 1914 del Consejo Superior de Sanidad, era necesario estar alerta La América y Belén cada quince días, y pedir a sus inspectores que hicieran a enfermedades contagiosas como tuberculosis, rabia y carbón en las reformas necesarias de acuerdo a todas las especies animales; fiebre aftosa en bovinos, cabras, ovejas y las disposiciones higiénicas vigentes. Finalmente, cada mes debía rendir cerdos; muermo (Burkholderia mallei), durina (trypanosomosis o sífilis un informe al superintendente de equina) y demás tripanosomiasis (mal de Chagas-Mazza y leishmalas empresas municipales, donde detallara sus labores, en especial el niasis) en las caballos y asnos; y piroplasmosis o babesia en bovinos. registro de los rechazos de ganado e Cuando se tuviera conocimiento de la aparición de alguna de estas inutilización de carnes, consignado con cuidado el nombre del dueño de enfermedades, debía avisarse al alcalde y éste, a su vez, avisaría a la res, sexo, peso en kilogramos y la la Junta Departamental de Higiene para dictar las medidas prevencausa del rechazo. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 1029, ff. 369-372. tivas o curativas necesarias. Una vez confirmada la enfermedad o 65. Carlos Noriega Noriega, “Contriepizootia, se debían tomar medidas como aislamiento, desinfección, bución al estudio de la legislación sacrificio y entierro de los animales infectados65. veterinaria en Colombia” (Tesis veterinario, Universidad Nacional, El consumo de carne proveniente de animales enfermos repre1939), Revista de Medicina Veterinaria sentaba un riesgo para la salud de la ciudadanía. De acuerdo con el 73 (1939): 194-199.

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informe de septiembre de 1918 del inspector de carnes Francisco Pérez Parra se examinaron y sacrificaron 1.031 cabezas de ganado vacuno (97% novillos), en los que se encontraron diversas lesiones y enfermedades que causaron decomisos de vísceras en casi un tercio de ellas. Las enfermedades más comunes eran la miasis cutánea y la distomatosis hepática (Fasciola hepatica). En cuanto al ganado porcino, de seiscientos catorce cerdos examinados y sacrificados, cuatrocientos cuatro (65.8%) presentaban enfermedades como estrongilosis bronquial, quistes verminosos hepáticos, miasis y cisticercosis66. Como se aprecia, el papel que desempeñaba el veterinario en la salud pública era controlar la carne para consumo en ferias, mataderos y carnicerías, donde examinaba el estado sanitario de los animales en pie y declaraba las vísceras decomisadas en los exámenes post mortem. En las zonas ganaderas no había veterinarios ni se cumplían planes sanitarios preventivos; prueba de ello es la alta tasa de descartes y decomisos causados por enfermedades parasitarias. A pesar de la vigilancia del veterinario municipal sobre la higiene de las carnicerías, en 1914 la Junta Central de Higiene, mediante la Resolución n.o 18, permitió la venta de “carnes peligrosas” proveniente de animales afectados de cisticercosis67. De inmediato el administrador del matadero municipal, Ramón A. Yépez, manifestó su preocupación en una carta dirigida a dicha junta por el perjuicio que tal medida causaba en la salud pública68. Otro problema de las carnicerías de la plaza de mercado cubierta era la carencia de agua. Por eso, en 1914 el médico Juan B. Londoño suscribió a la Comisión Sanitaria un memorial redactado por los carniceros de la plaza de Guayaquil, quienes pedían un adecuado suministro de agua potable. La comisión aceptó y mandó que una de las cuatro pajas de agua que requería la plaza “se destine […] para el departamento de los expendedores de carnes en dicha plaza, para que estos aseen bien las mesas de expendio, se aseen a sí mismos y mantengan el indispensable aseo en todo el departamento que les corres66. Francisco Pérez Parra, “Informe ponde en la plaza69”. septiembre 1918”, Crónica Municipal, Cuando en 1917 la administración de la plaza pasó de los parMedellín, 26 de marzo 1919, 1868. ticulares a la municipalidad, se establecieron controles sobre el 67. “Resolución n.o 18 de 1914”, Crónica Municipal, Medellín, 9 de marzo 1918, buen estado sanitario del animal, la asepsia en los locales y la con1555. dición sana de los vendedores. La mencionada resolución sólo fue 68. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 196, f. 149. abolida en 1918, cuando el Concejo de Medellín ordenó al inspector 69. Juan B. Londoño, “Memorial”, de carnes que decomisara las carnes de cerdos que presentaran Gaceta Departamental, Medellín, 24 de julio 1914, 4989. cisticercosis, conocida como granalla o ladrería, y se mandó que el 70. “Decomiso de carnes con granalla”, administrador de la plaza de mercado quitara el letrero que ofreCrónica Municipal, Medellín, 25 de 70 cía: “ venta de carnes peligrosas” . febrero 1918, 1542.

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También la higiene de los carniceros debía controlarse. El 6 de diciembre de 1920, Joaquín E. González A., secretario de las Empresas Públicas Municipales, envió una carta al doctor Jesús M. Duque, director de la Comisión Sanitaria Municipal, para impedir que unos enfermos vendieran carne, y por lo tanto solicitaba a los doctores Duque y Vespasiano Peláez su cooperación en el asunto: “[…] a dos tuberculosos y a dos sifilíticos que se ocupaban de la venta de carne, amparados por los recientes ‘certificados de sanidad expedidos por médicos graduados’ que es lo que exige la ley he tenido que suspenderles con el auxilio del sr. Inspector Quinto la prestación de servicios en la plaza. Un leproso estuvo ocupándose hace algún tiempo en la venta de carne amparado por tales certificados legales de sanidad. Sería mejor que el H. Concejo Municipal no admitiera en las Empresas Pública Municipales otros certificados de sanidad que los que expidieran médicos oficiales”71.

Los esfuerzos del Concejo de Medellín por promover el consumo de carne iniciados a partir de 1911 dieron sorprendentes resultados que se evidenciaron en la década siguiente. Para 1924 la feria de ganados de Medellín era la más importante del país. Ese año se vendieron 113.214 cabezas de ganado por un valor de 4.916.308 pesos. Desde entonces allí se determina el precio del ganado en Colombia. Así lo expresaba Jorge Uribe Misas: “La feria de Medellín es una empresa singular, admirada por todas aquellas personas que nos visitan. Podemos asegurar que es única en su clase en Colombia y quizás en Suramérica”72. El éxito de las políticas adoptadas por el Concejo Municipal de Medellín para promover el consumo de carne se verifica en forma concreta al apreciar las estadísticas de sacrificio y consumo de carne de res y de cerdo de los medellinenses durante el período estudiado, registradas por la Oficina de Estadística Municipal, que desde su creación consideró que la recolección de estos datos era significativa para evaluar el desarrollo de las empresas municipalizadas encargadas de la provisión. En el gráfico n. º 1 se aprecia que el ganado vacuno que llegó al matadero de la capital antioqueña se incrementó un 111.2% entre 1913 y 1926. En 1913 se sacrificaron 10. 606 cabezas de ganado y para 1926 su número llegó a 22.397 reses. Es decir, que el aumento en el ganado sacrificado fue mayor que el crecimiento demográfico de Medellín entre los censos de 1912 y 1928, que fue de 84,1%. En cuanto al ganado porcino sacrificado, el número de cerdos llevados 71. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 197, f. 1. al matadero sólo aumentó el 30.2% (9.261 cerdos sacrificados en 72. Jorge Uribe Misas, “La feria de 1913 y 12.146 en 1926). Medellín en 1924”, El Colombiano, Medellín, 18 de febrero 1925, 1.

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Gráfico n. º 1: Ganado vacuno y porcino sacrificado en el matadero de Medellín, 1913-1926. 25.o00 20.o00 15.o00 Reses

10.o00

Cerdos

5.o00

1926

1925

1924

1923

1922

1921

1920

1919

1918

1917

1916

1915

1914

1913

0

Fuente: Oficina de Estadística Municipal, Anuario Estadístico de Medellín (Medellín: Bedout, 1916-1926).

El gráfico n.º 1 permite ver un decrecimiento del ganado vacuno sacrificado entre 1918 y 1921, con el nivel más bajo en 1920 (13.008 reses), al tiempo que creció el número de ganado porcino llevado al matadero, alcanzando la mayor cantidad en 1920 (13.596 cerdos). Una causa posible de esto son las epizootias de carbón y disentería en bovinos, frecuentes en esos años. El consumo de carne de res en la capital antioqueña creció en forma constante, pasando de constituir el 80% de la carne que se consumía en 1913, al 90% en 1926. En el gráfico n.º 2 se establece una comparación entre los kilogramos de carne de res y de cerdo consumidos por habitante en Medellín por año. Entre 1913 y 1926 el consumo de carne de res por habitante de Medellín pasó de 27.7 a 55.4 kilogramos, lo que significó un incremento del 100%. Esto se explica por el aumento de la oferta de carne bovina, requerimientos nutricionales mayores por el trabajo, alta demanda de carne en los restaurantes de las fábricas y mejoramiento en la calidad de vida de los medellinenses.

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Gráfico n.° 2: Consumo de carne de res y de cerdo por habitante de Medellín, 1913-1926 60,0 50,0 40,0 Res

30,0

Cerdo

20,0 10,0

1926

1925

1924

1923

1922

1921

1920

1919

1918

1917

1916

1915

1914

1913

0

Fuente: Oficina de Estadística Municipal, Anuario Estadístico de Medellín (Medellín: Bedout, 1916-1926).

Se ha creído que en Antioquia predominaba el consumo de carne de cerdo. Sin embargo, se aprecia que era poco, pues en el tiempo estudiado estuvo por debajo de siete kilogramos por habitante al año (6.9 en 1913 y 6.7 en 1926). El bajo número de cerdos sacrificados puede deberse a que la porcicultura en aquellos años no estaba tecnificada y predominaba la cría doméstica de cerdos, por eso no todos eran llevados al matadero. 3.2. H igiene de la leche consumida en M edellín Alejandro Escobar obtuvo el título de agrónomo y veterinario de la Escuela de Agricultura Tropical y Veterinaria de Antioquia en 1924. En su trabajo de grado, titulado “Contribución al estudio de las leches cargadas, como factor epidemiológico en Medellín”, concluyó que la leche consumida en la ciudad era de mala calidad, resultado de la falta de higiene en el ordeño, acopio y transporte, lo que favorecía el desarrollo de microorganismos patógenos, como las bacterias del género Brucella, causantes de la brucelosis73. Para la gerencia de Obras Públicas la inspección sanitaria de la leche en Medellín no garantizaba su higiene. En 1925 propuso que cada semana se analizaran en el laboratorio químico departamental veinte muestras de leche para determinar el grado de adulteración con agua y almidón. No obstante, el procedimiento no fue eficaz, pues debido al gran número 73. Pedro Castro, “Una tesis”, El Colombiano, Medellín, 20 de noviembre de expendedores tardaba hasta ocho meses repetir la inspección a 1924, 1. un mismo lechero, lo que sólo restringía el fraude en parte74. 74. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 262, f. 721.

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Como entonces Medellín no contaba con una planta pasteurizadora, se optó por implantar una estricta vigilancia en la producción de la leche. En 1925, la Comisión Sanitaria Municipal determinó que un veterinario supervisara las lecherías. La idea fue apoyada por las autoridades médicas, motivadas por la tesis de Alejandro Escobar. Dicho veterinario inspeccionaría los hatos y locales de ordeño, haciendo un examen clínico individual del ganado, un examen bacteriológico de la leche y un examen médico de los empleados de las lecherías75. Así, se conformó ese mismo año en Medellín la Policía Sanitaria de Leches, a cargo de un veterinario y un grupo de ayudantes, que visitaban los establecimientos todos los días e informaban de su estado higiénico. El veterinario examinaba las vacas y los ordeñadores. Éstos eran sometidos a la reacción de Wassermann, empleada para determinar el contagio de sífilis76. También se adoptaron medidas inspiradas en el Congreso Internacional de Budapest, donde se sugirió que las municipalidades de las ciudades principales controlaran la leche que se consumía en ellas, y con esto se favorecía la creación de plantas pasteurizadoras. Así, en 1925 la Dirección Nacional de Higiene prohibió la venta de leche sin pasteurizar77. A principios de ese año la municipalidad se interesó en instalar una planta pasteurizadora de leche para que los habitantes de Medellín pudieran consumir leche en perfecto estado sanitario78. Pocos meses después su ejecución ya era una realidad. El 24 de octubre, por medio del Acuerdo n.o 250, Gregorio Agudelo, personero de Medellín, a nombre del Concejo compró a Luis M. Escobar O. y Joaquín Cano, gerentes de la Compañía de Fomento Urbano, un terreno de 596.7 metros cuadrados, ubicado en la calle San Juan por 12.957 pesos, para construir el edificio de la planta pasteurizadora79. Cinco años después, en 1930, era patente que el estado sanitario de las lecherías de Medellín había mejorado. Según informaba el veterinario agrónomo municipal, José Villegas, a la Junta de Asistencia y Salubridad 75. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 196, f. 431. Públicas, llamada Comisión Sanitaria hasta 1926, en Medellín exis76. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 262, f. 722. tían cincuenta y tres lecherías, que gracias a las medidas de control 77. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 262, f. 720. sanitario habían dejado de ser una amenaza para la salubridad 78. José Velásquez, “El peligro de la pública y funcionaban de acuerdo a los requisitos higiénicos, como leche”, El Colombiano, Medellín, 27 de el ordeño de ganado sano, pisos pavimentados con cemento y sermayo 1925, 3. 80 vicio de agua potable para su aseo y bebida de los animales . 79. “Acuerdo n.o 250 de 1925”, Crónica Municipal, Medellín, 6 de noviembre En la década de 1930 la planta municipal de leche de Medellín se 1925, 3693. publicitaba como una empresa higiénica que garantizaba la salud a 80. ahm, Fondo Alcaldía, tomo 214, ff. grandes y chicos, como se aprecia a continuación. 21-22.

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F igura n .° 1: P ublicidad

de la planta municipal de leche

Fuente: El Heraldo de Antioquia, 20 de diciembre 1932, 7.

El resultado de la integración de los sectores políticos y económicos de Antioquia entre 1913 y 1926 alrededor de la legislación sobre higiene animal, el fomento ganadero, la enseñanza de la medicina veterinaria, la municipalización de las empresas encargadas del beneficio y expendio de la carne y la leche, se aprecia en el aumento del consumo de estos productos y el mejoramiento en la calidad de vida de lo medellinenses de aquellos años, comenzando a cambiar tradiciones poco higiénicas y llegando a ser conscientes de la importancia de consumir alimentos controlados por las empresas municipales. C onclusiones Parte del proyecto de la élite económica y política antioqueña por hacer de Medellín una ciudad moderna fue su empeño en fortalecer la ganadería en Antioquia, además y propiciar las condiciones para brindar un abasto de carne higiénica a los medellinenses. Entre estas condiciones se cuentan el cambio de las tradiciones en el consumo de productos de origen animal y el fomento ganadero en el departamento. Como se aprecia, estas iniciativas modernizantes fueron gestadas por la administración municipal de Medellín para controlar la salud de la población, propiciando hábitos higiénicos de consumo. La instauración del discurso higienista impulsado por las élites políticas y económicas de Antioquia y la salubridad en los alimentos de origen animal en Medellín, se inscribe dentro de un proceso mundial de municipalización de los servicios públicos iniciado en Estados Unidos en 1909, y que en Colombia fue adoptado por el Concejo Municipal de Medellín a partir de 1911, siendo esta ciudad pionera en el país. Esta municipalización

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o socialización consistía en que la administración pública de las ciudades capitales se apropiara del manejo y prestación de los diferentes servicios públicos (energía, acueducto, telefonía, tranvía, matadero, feria de ganado, plaza de mercado, planta pasteurizadora de leche), muchos de ellos en poder de particulares, para garantizar un servicio eficiente y controlar la higiene de la ciudadanía. Los médicos, ingenieros y empresarios que integraban el Concejo de Medellín dieron un carácter gerencial a su gestión, privilegiando el proyecto de ciudad sobre sus intereses particulares, lo cual contribuyó a consolidar este proceso en la capital antioqueña81.

81. Sobre este tema véase: Juan Carlos López, “La municipalización de los servicios públicos en Medellín”, Revista Universidad eafit 113 (1999): 71-77. Rodrigo García Estrada, “El Concejo en el tránsito de Villa de la Candelaria a Ciudad de Medellín, 1900-1919,” en El Concejo de Medellín: protagonista del desarrollo de la capital antioqueña 1900-1999, ed. Rodrigo García Estrada (Medellín: Concejo de Medellín, 2000), 39-83.

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Ensayo bibliográfico Mafia: los usos de un concepto polisémico y su aplicabilidad al caso colombiano Ï (A propósito del libro de Diego Gambetta)

Álvaro Camacho Guisado Sociólogo con Magíster y PhD de la Universidad de Wisconsin, Madison, Estados Unidos. Director del Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales (CESO), de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Sus intereses investigativos son la sociología del narcotráfico y la macrodelincuencia, así como los movimientos sociales. Miembro del grupo de investigación “Estado, ciudadanía y conflicto. Configuraciones y dinámicas políticas emergentes en la sociedad colombiana actual”. Entre sus publicaciones se encuentra con Gustavo Duncan, Claudia Steiner, Ricardo Vargas y María Emma Wills, A la sombra de la guerra. Ilegalidad y nuevos órdenes regionales en Colombia (Bogotá: Universidad de los Andes, 2009). alcamach@uniandes.edu.co

No es necesario insistir en que la edición en castellano del libro de Diego Gambetta, La mafia siciliana. El negocio de la protección privada1, originalmente publicado en inglés en 1993, es un hecho de enorme importancia para los lectores de habla hispana, y muy especialmente para nosotros los colombianos. En efecto, los giros que ha asumido el curso de nuestra sociedad en tiempos recientes han puesto la noción de mafia en las bocas de los analistas nacionales. De allí que un libro como éste sea clave para alimentar un sano debate sobre el significado del concepto y, muy especialmente, su aplicabilidad a nuestra situación. Sin embargo, para situar ese debate en un contexto más general, primero trataré de hacer una muy breve reseña del texto de Gambetta, en el que resaltaré dos temas que lo caracterizan. Seguidamente intentaré ubicar el libro en el debate más general sobre la mafia en Italia, y para esto lo compararé con dos textos que han tratado el mismo tema. En una tercera parte me referiré a un intento de comparación entre la mafia italiana y su contraparte en los narcotraficantes colombianos. Y finalmente intentaré presentar mi propio Ï El texto fue presentado con ocasión análisis sobre el tema colombiano. del lanzamiento del libro de Diego Gambetta en el foro de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes en Bogotá, Colombia, que se celebró el 17 de octubre de 2007.

1. Diego Gambetta, La mafia siciliana. El negocio de la protección privada (México: Fondo de Cultura Económica, 2007).

1. El problema general: la confianza El tema que circula en la obra de Gambetta es el de la confianza, sobre el cual ha escrito profusamente. Querría destacar solamente

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el libro Trust, Making and Breaking Cooperation Relations2, considerado hoy día un clásico, y que de alguna manera ha inspirado otros tratamientos del problema de confiar en que otros cumplirán con las reglas existentes. Y me gustaría hacer referencia también a dos textos del mayor interés para nosotros. Uno de ellos es Making Sense of Suicide Missions3; el segundo es escrito con Heather Hamill, Streetwise: How Taxi Drivers establish their Customers4. El primero nos interesa no sólo por la obvia importancia del tema, sino muy especialmente porque en él se incluye un texto de Stathis Kalyvas e Ignacio Sánchez Cuenca, en el que se relata cómo las farc organizaron un plan que consistía en contratar un avión para bombardear el palacio presidencial. Finalmente no resultó porque no encontraron un piloto dispuesto a correr el riesgo, inclusive bajo la oferta de pagarle dos millones de dólares a la familia. Las farc podían asumir el plan porque estaban lejos, en medio de la selva, y por eso no corrían gran peligro. Lo más grave que les podría pasar sería, en caso de éxito, presentarse ante el mundo como unos terroristas consumados, y en caso de que fracasaran serían vistos como unos terroristas fallidos. Pero el piloto no era tan suicida como lo pretendían las farc, y eso sin duda y paradójicamente, jugó a favor de la guerrilla. Y el segundo texto, el de los taxistas, también nos interesa. Debo, con toda la cortesía pero sin mucha insistencia, comentar que si el profesor Gambetta viviera en Bogotá podría fusionar los dos textos en uno: se daría cuenta de que, de hecho, utilizar un taxi en esta ciudad puede ser una misión suicida. Pero quiero volver al tema de la confianza, especialmente para 2. Diego Gambetta, ed. Trust, Making señalar que un libro que circula ampliamente entre nosotros, el de and Breaking Cooperation Relations (Oxford: Basil Blackwell, 1988). de Francis Fukuyama5, publicado originalmente en inglés en 1995, 3. Diego Gambetta, Making Sense of claramente basado en ideas originales de Gambetta, no lo cita. Y Suicide Missions (Oxford: Oxford Uniotro, el de Robert Putnam6, cita el artículo de Gambetta “Mafia: the versity Press, 2005). Price of Distrust”7, pero no el libro que ahora comento. 4. Diego Gambetta y Heather Hamill, 2. E l tema particular : la mafia Lo más importante del libro de Gambetta radica en que realiza una muy prolija investigación y liga con maestría la teoría con la evidencia empírica: la primera lo guía en sus indagaciones y análisis, mientras que la segunda, al tiempo que comprueba la primera, ilustra el funcionamiento de uno de los fenómenos más notables de la historia reciente, no sólo de Italia, sino de países como Estados Unidos, Rusia y Colombia. Más aún, el concepto se ha convertido en un universal, así su utilización no sea siempre correcta.

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Streetwise: How Taxi Drivers establish their Customers (New York: Russel Sage Foundation, 2005).

5. Francis Fukuyama, Confianza. Las virtudes sociales y la capacidad de generar prosperidad (Buenos Aires: Editorial Atlántida, 1996). 6. Robert Putnam, Making Democracy Work. Civic Traditions in Modern Italy (Princeton: Princeton University Press, 1993). 7. Diego Gambetta, “Mafia: the Price of Distrust”, en Trust: Making and Breaking Cooperative Relations, ed. Diego Gambetta (Oxford: Basil Blackwell, 1988).


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Antes de esbozar la tesis central del libro, planteo un punto de vista sobre el tema general: mi impresión, en pocas palabras, es que el concepto de mafia es polisémico, y que si bien se ha desarrollado en Italia, hoy su utilización ha desbordado su origen y significado específico (debo anotar que Gambetta en un apéndice de su libro nos presenta información sobre las etimologías de las palabras mafioso y mafia), y ha sido utilizado para calificar y describir expresiones del crimen organizado (en castellano deberíamos decir “delincuencia organizada”, un concepto más preciso). Hoy es corriente hablar de mafias rusas, chinas, italianas, gallegas, colombianas. Y este carácter polisémico, a la vez que ayuda en las descripciones, atenta contra la finura de los análisis y la precisión conceptual. De hecho, y es sólo un ejemplo, Gambetta es explícito al especificar las diferencias entre las mafias italianas y el crimen organizado. En efecto, al exponer su tesis central, el autor advierte que no se refiere al “uso genérico de la palabra mafia en el sentido de red de corrupción y colusión (por ejemplo, la mafia académica) o de crimen organizado en general (por ejemplo, la mafia rusa, la mafia china)” (p. 25, n. 1; ver esp. p. 18). Esta tesis central es expuesta a la manera de hipótesis y es a su vez una definición: “La hipótesis que desarrollamos aquí es que la mafia es una empresa económica específica, una industria que produce, promueve y vende protección privada” (p. 25). La clave, pues, es la relación entre la oferta y la demanda de protección. Y ésta es, a su turno, producto de la falta de confianza entre los agentes de las transacciones. Pero no es sólo eso, una simple oferta de un servicio especializado: es también un resultado del hecho de que la mafia estimula la desconfianza para crear y ensanchar su mercado. Y esto es posible en una sociedad de mercado en la que además de la desconfianza entre los agentes, las instituciones estatales no funcionan como deberían hacerlo: no pueden garantizar el cumplimiento de las normas que garantizan unas transacciones limpias. Un sociólogo funcionalista (y aclaro que Gambetta no lo es; yo tampoco) diría que la necesidad crea la función. Los mafiosos son, pues, empresarios de la protección y desarrollan su actividad para garantizar transacciones tanto legales como ilegales, para lo cual es preciso que haya una demanda dispuesta a pagar por el servicio. Y si no hay esa demanda, los mafiosos la crean, y para ello pueden recurrir a diferentes prácticas, de las cuales la extorsión no queda excluida. Pero el punto en el que Gambetta es bien enfático es en cuanto a la diferencia entre las mercancías protegidas y la protección como mercancía. Para que la protección sea eficaz es necesario que el mafioso demuestre que sí está en condiciones de prestar el servicio. Y si no logra demostrarlo, no solamente perderá credibilidad y poder, sino que abrirá el campo para que sus competidores lo saquen del mercado. Para esto es necesario que los mafiosos recurran a prácticas como la organización en familias (no se trata, aclara Gambetta, de familias consanguíneas, sino de

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familias mafiosas), las amenazas creíbles, el cumplimiento de los pactos (el honor) y el mantenimiento de un orden, tanto en el interior de las organizaciones como en el contexto social en el que actúan. Respecto de esto último, Gambetta refiere que en “regiones en que la mafia es administrada con eficiencia, los problemas de la ley y el orden, y los riesgos públicos se mantienen bajo control”, y cita el caso de la relativamente baja tasa de sobredosis por drogas en Sicilia que “fue interpretada por un comisario de Palermo como consecuencia de la garantía de calidad que proporcionaba la mafia” (p. 29). Ahora bien, el mantenimiento del orden pasa por una estrategia fundamental de la mafia: su capacidad de ejercer violencia. Aquí debo llamar la atención sobre algo que extrañé en mi lectura: quiero decir que en la definición de la mafia este componente es esencial. En efecto, no parece viable que se pueda organizar una empresa de protección privada sin que la violencia opere, al menos como virtualidad. A veces será necesario recurrir a ella, y, como lo describe el libro, los mafiosos no ahorran en técnicas letales. Pero aunque no sea una necesidad, sí es fundamental la coerción, es decir, que los clientes entiendan que una negativa a aceptar los términos o una falla en el arreglo de protección y la remuneración correspondiente pueden convertirse en una operación suicida. 3. G ambetta y otros textos Creo que es necesario resaltar de nuevo que este libro es una de las más importantes contribuciones a la teorización sobre la mafia, y por esta razón vale la pena intentar un diálogo con otros textos sobre el mismo tema. Me referiré a tres de ellos. En primer lugar, al de Umberto Santino y Giovanni La Fiura, L´impresa mafiosa, el cual es citado por Gambetta en la bibliografía, pero sin referencias en el texto. Para estos autores, “Por mafia no se entiende tanto unas pocas organizaciones criminales, sino un estrato social (‘burguesía mafiosa’), o un conjunto de sujetos provenientes de clases inferiores que se proponen la meta de entrar a ser parte de las clases dominantes, que se sirven de medios violentos e ilegales, de un sistema propio y verdadero para acumular capital y para procurarse oportunidades de inversión además de adquirir y administrar posiciones de poder dentro del sistema de dominación en su conjunto, valiéndose de un código cultural, determinado pero no inmodificable, y gozando de un consenso social relativo, variable según la fase histórica y de los medios utilizados para obtenerlo”8.

Resalta que la mafia es ante todo un mecanismo de ascenso social, de enclasamiento y de acumulación de capital para un grupo

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8. Umberto Santino y Giovanni La Fiura, L’impresa mafiosa (Milán: FrancoAngeli, 1990), 18-19.


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específico de una sociedad. Y es de su naturaleza que su actividad sea violenta, ilegal e histórica. Es así como en su comienzo “premafioso” se trataba de empresas de carácter agrario, en las que los mafiosos (gabelloti) desempeñaban un papel esencialmente parasitario. La novedad de las décadas de los setenta y ochenta estriba en que en ellas se consolidó una nueva versión del fenómeno, la “mafia financiera”, en el sentido que las prácticas ilegales consisten en la organización delictiva de adquisición de grandes masas de capital. Se configura así la “empresa mafiosa” en su forma actual. La diferencia con Gambetta salta a la vista: la mafia es definida por su papel económico y por los mecanismos empleados en el proceso de acumulación de capital y enclasamiento, y no por su carácter de proveedora de protección. Y a partir de esta definición, Santino y La Fiura encuentran la conexión entre las mafias italianas y sus contrapartes en Estados Unidos. Para Gambetta, en cambio, el desarrollo de estas últimas es un proceso independiente. El otro texto es Mafia Business. The Mafia Ethic and the Spirit of Capitalism9. Su autor, quien fue hasta hace poco Director de la Oficina de Control de Drogas y Prevención del Delito de las Naciones Unidas, hizo su trabajo de campo en Calabria y no en Sicilia. La tesis central de Arlacchi puede resumirse así: la mafia italiana ha experimentado una transformación histórica que ha convertido a los mafiosos, de hombres para los cuales el honor y poder eran claves en su papel de mediadores, en empresarios acumuladores de poder. En efecto, en las regiones del sur de Italia en las que predominaba una marcada asimetría entre una estructura mercantil-capitalista y el tradicionalismo de la estructura cultural, se concretó la cuna de la mafia. En tales regiones de transición permanente se desarrolló el comportamiento mafioso y la competencia por el honor y el poder y la capacidad de mediación y prevención de conflictos, tanto en relaciones personales como en transacciones económicas. El período de los años setenta modificó el panorama del sur de Italia y el occidente de Sicilia, en donde habían tenido asiento preferencial las mafias. En particular la intervención del Estado experimentó un fuerte cambio, ya que las grandes inversiones públicas fueron más disruptivas que unificadoras de las regiones, en las que la estructura económica se diversificó, y al ser más heterogénea dejó sin bases reales la actividad mediadora de las mafias. Y esta pérdida de poder, acompañada de la virtual desaparición del criterio de honor —los mafiosos ya habían perdido su legitimidad— fue el resorte que empujó a quienes se veían reducidos a un papel marginal y subordinado a dedicar sus mejores energías a acumular capital, a convertirse en empresarios. 9. Pino Arlacchi, The Mafia Ethic and the La incapacidad del Estado italiano para mantener un monopoSpirit of Capitalism (Londres: Verso, lio sobre la fuerza y la justicia, la creciente competencia debida 1987).

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a la diversificación de la economía y la pérdida del sentido del honor tradicional se tradujeron en que la competencia entre mafias se hizo más violenta. Sin los frenos institucionales y tradicionales, el recurso al asesinato, la extorsión y el fraude caracterizaron este proceso de transformación de las mafias tradicionales en las empresas mafiosas modernas. Aquí también es clara la diferencia con Gambetta: ya no es la protección lo que caracteriza a las mafias, sino más bien la actividad empresarial mafiosa en la búsqueda de acumulación de capital. En una vena relativamente similar a la de Santino y La Fiura, la economía y el enclasamiento se convierten en los elementos definitorios de esas organizaciones. 4. I talia y C olombia El tercer texto es escrito por un amigo ecuatoriano-colombiano-alemán, Ciro Krauthausen, quien luego de hacer su tesis de pregrado en sociología en la Universidad Nacional sobre el narcotráfico colombiano como empresa, viajó a Alemania, donde realizó para su tesis doctoral una investigación en la que compara a las mafias italianas con sus contrapartes colombianas. El título de su libro, Padrinos y mercaderes. Crimen organizado en Italia y Colombia10, me releva de hacer muchos comentarios. Sin duda lo más importante es resaltar, además de las diferencias entre los dos países y fenómenos, sus relaciones. En cuanto a sus diferencias, para el autor éstas consisten en que las mafias italianas se caracterizan porque se rigen por una lógica de poder, mientras las colombianas se mueven ante todo por una lógica de mercado. Si bien las italianas se embarcan en aventuras empresariales, su ánimo principal se encuentra en la conquista de poder para garantizar no sólo protección de negocios, legales o ilegales, sino también una capacidad creíble de extorsión. Las colombianas, en cambio, están más ligadas a la producción y exportación de cocaína. En ambos casos funcionan la protección y la extorsión, pero el carácter de mercaderes es mucho más marcado en las colombianas. Aun así, hay muchas similitudes. Una de ellas se refiere a las que se dan entre el padrino italiano y el capo narcotraficante colombiano: “Tanto en Colombia como en Italia lo decisivo probablemente fue una casi ineludible lógica de poder. A manera de recordatorio: tanto los corleonesi como Pablo Escobar y sus aliados más cercanos solían justificar su superioridad sobre los demás actores ilegales ante todo con el hecho de que ofrecían protección contra las extralimitaciones estatales. La consiguiente centralización distinguió a la Cosa Nostra y al cartel de Medellín respectivamente de la ´ndragheta y 10. Ciro Krauthausen, Padrinos y merla camorra y posiblemente también del cartel de Cali. Pero no era caderes. Crimen organizado en Italia y mera extorsión violenta la que había permitido a Pablo Escobar y a Colombia (Bogotá: Espasa, 1978).

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Toto Riina centralizar sus escenarios de acción e instalarse en la cúspide: los demás narcotraficantes y mafiosos esperaban de ellos protección, orden y seguridad… Ante la inminencia de un fracaso (por la acción del Estado en ambos casos, [ACG]), el grupo de Pablo Escobar y los corleonesi no tuvieron más remedio que la huída hacia delante… esa suicida lógica del poder tanto en Italia como en Colombia parece explicar la desenfrenada violencia que saltó al primer plano con los asesinatos de Giovanni Falcone y Luis Carlos Galán”11.

Y en un terreno más estructural la comparación es relevante: “Algunas impresiones colombo-italianas arrojan indicios de que no es aventurado sospechar semejanzas estructurales entre ambas sociedades. Quien de Colombia llega al sur de Italia encontrará muchas cosas familiares: el descuido de la justicia, que evidencia el deterioro de las instalaciones de los juzgados, por ejemplo, o las muchas recomendaciones necesarias para obtener un puesto de trabajo, el abandono del espacio público y la ineficiencia estatal en la prestación de muchos servicios, la ostentación de la riqueza de algunos cuantos o el apego juvenil al consumo de determinados artículos de marca de renombre mundial. Desde luego, también notará diferencias, en especial en lo que se refiere al mayor bienestar. Quizá a los viajeros colombianos les llame la atención las dificultades que supone movilizarse en transporte público a muchas localidades del sur de Italia: acá casi todos cuentan con automóvil propio y no dependen de los autobuses interurbanos. ¿Qué les resulta familiar a los italianos en Colombia? De entrada, cargan un lastre de prejuicios: incluso los italianos educados suelen tener la impresión de que América Latina se reduce a una acumulación de repúblicas bananeras en las que sanguinarios dictadores reprimen a paupérrimos nativos y combaten a los herederos directos del Che Guevara… Una vez sobre el terreno, sin embargo, es probable que a los italianos les llamen la atención paralelos similares a los que descubren los colombianos en Italia. Sería de desear, por ejemplo, que pudieran visitar una localidad rural en época de campaña electoral. La imagen del jefe local del partido, que recibe a docenas de solicitantes, que promete becas y puestos de trabajo, y que escribe cientos de cartas recomendatorias, debe parecerles familiar. Igualmente las innumerables variantes del comportamiento ilegal y las amplias redes de corrupción”12.

Y en una síntesis de su argumentación nos dice que: 11. Ciro Krauthausen, Padrinos y mercaderes, 320-321. 12. Ciro Krauthausen, Padrinos y mercaderes, 387-388.

“Puesto que parecen especialmente importantes en el crecimiento del crimen organizado, a continuación se destacarán de manera sistemática los siguientes paralelos: en primer lugar,

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la conformación y las características del monopolio estatal de la fuerza, así como del Estado mismo; segundo, la manera como se hace política; tercero, las rápidas transformaciones sociales que han ocurrido tanto en Italia como en Colombia en las últimas décadas; cuarto, la vasta gama de comportamientos ilícitos, que va mucho más allá de la esfera del crimen organizado; y, quinto, la aparente falta de confianza entre las personas”13.

Uno de los puntos más relevantes del trabajo de Krauthausen es la información que aporta sobre las relaciones entre los mafiosos italianos y los colombianos en torno del tráfico internacional de drogas ilícitas. Y en este campo vale la pena traer a cuento dos ideas: por una parte, cuando Gambetta estudia los llamados mercados desordenados — “los enredos de la droga” (pp. 381 y ss.), como los denomina él—, describe el proceso histórico por el cual mafiosos italianos se involucraron en el comercio de heroína, tanto en la protección al trasiego como en el transporte, lo que estrechó sus vínculos con los proveedores y los productores locales como con los distribuidores en el mercado de Estados Unidos. Pues bien, informes recientes de la prensa y la justicia colombiana han dado cuenta de las relaciones comerciales entre uno de los más importantes jefes paramilitares, confeso exportador de cocaína, Salvatore Mancuso, y algunos importadores italianos. De hecho, miembros de una familia italiana han sido arrestados en Sicilia por las autoridades, acusados de ser cómplices de Mancuso en el negocio. No sé si haya alguna coincidencia, pero en Italia, y esto lo documenta Gambetta, ha sido bien conocida la familia Mancuso como mafiosa, e incluso como narcotraficante (p. 381). Uno se pregunta si la sangre llama. 5. Y de C olombia , ¿ qué ? Lo primero que hay que decir al hablar de nuestro país es que el fenómeno más notable que caracteriza la delincuencia organizada es el narcotráfico. Asumo el riesgo de ser repetitivo, pero ya en un texto anterior intenté hacer una caracterización del fenómeno, que por razones de economía expositiva me permito reproducir: “El narcotráfico en Colombia ha tenido múltiples aristas y dimensiones. Se trata, sin duda, de uno de los fenómenos que más ha contribuido a conformar una nueva fisonomía del país en los ámbitos sociales, políticos, económicos y culturales. En lo social ha sido fundamental para transformar la estructura de clases mediante el desarrollo de nuevas fuerzas que irrumpen en el panorama: sectores sociales que han venido conquistando posiciones mediante la adquisición, las más de las veces de manera fraudulenta, de tierras y empre13. Ciro Krauthausen, Padrinos y mercasas. Estos nuevos actores sociales a su vez han dado origen deres, 388.

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a otros actores, los sicarios y los paramilitares, cuya acción criminal ha disparado las tasas de homicidios y desplazamientos forzados de poblaciones hasta hacer de Colombia uno de los países más peligrosos del mundo y a que nos acerquemos a una situación de crisis humanitaria. La expansión regional de la siembra de coca y/o amapola ha sido determinante en la transformación regional del país, fomentando así el proceso de fragmentación social: las nuevas fisonomías que adquieren las regiones en las que se han implantado los cultivos ilícitos son hoy día espacios heterogéneos, receptores y expulsores de población, lo que genera una nueva demografía que quiebra los lazos tradicionales de relaciones sociales y transforma los patrones de vida y consumo. En lo político han establecido formas de dominación que abarcan tanto el control real y formal, mediante la violencia y la corrupción, de espacios regionales como de posiciones en las altas esferas del poder, expresadas en su presencia en el aparato legislativo, bien directamente, bien mediante testaferros sujetos a su voluntad. Sus inmensos ingresos, sus apetitos de poder y control, la defensa de sus intereses y las exigencias de su construcción como actores sociales con pretensiones de legitimidad, los han conducido a destinar ingentes recursos a profundizar el conflicto armado mediante la creación de ejércitos que enfrentan a las fuerzas insurgentes y con ello a extender las confrontaciones armadas a amplias regiones del país. Con ello, a la par con la fragmentación social, el país se aboca a un proceso similar del Estado. El narcotráfico ha contribuido decididamente a desmantelar la justicia, a corromper a la Fuerza Pública y a deteriorar la situación de los derechos humanos de los colombianos. Por todo lo anterior, a pesar de los esfuerzos para extender la soberanía y las instituciones reguladoras del Estado a todo el territorio nacional, los poderes regionales asentados sobre la fuerza retan los intentos de apuntalar una dominación legítima y solidificar un Estado de derecho fundamentado en la democracia y el respeto a los derechos de los demás. En lo cultural el narcotráfico deja su huella indeleble en el país: con su acción los narcotraficantes han contribuido a debilitar las fuentes tradicionales de prestigio y poder, a envilecer tradiciones, a sustituir el razonamiento civilizado por la violencia y la brutalidad. Todo ello contribuye a obstaculizar y distorsionar un proceso de modernización social, política y cultural y a enfrentar a la civilidad con la barbarie. Por último, pero no menos importante en este breve enunciado, el narcotráfico y su correlato el conflicto armado han sido definitivo (sic) en la modificación de los patrones de inserción de Colombia en el panorama internacional. Lo que el presidente Alfonso López llamó en alguna ocasión ‘el Tíbet de Suramérica’ se convirtió, en virtud del narcotráfico, en un caso modélico de inserción internacional conflictiva. A los

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ojos del mundo civilizado Colombia se presenta como una ‘narcodemocracia’, como el único país del Continente que aún tiene una guerra irregular, como una amenaza para el resto de América y/o, como algunos lo proponen, una nación con un Estado al borde del colapso”14.

En ese mismo trabajo realicé un esfuerzo para establecer las diferentes formas de violencia que han caracterizado la actividad asesina de los narcos, y distinguí entre la violencia interna (la llamé inter e intramafias) mediante la cual se eliminaba a la competencia, a soplones, a competidores desleales o incumplidos; la violencia desplegada hacia las barreras que se erigen contra su desarrollo, y que tuvo como víctimas a funcionarios del Estado (policías, jueces, magistrados, dirigentes políticos); la ejecutada contra el campesinado, y que refleja el proceso de expansión rural y acaparamiento violento de tierras. Estas violencias, grosso modo, corresponden a las diferentes etapas por las que ha pasado el narcotráfico, y que se pueden caracterizar como, primero, la de la hegemonía de los llamados carteles (período estudiado por Krauthausen), y que cubre aproximadamente las décadas del setenta al noventa. En esta primera etapa, suficientemente conocida como para prolongarme en su descripción, se originaron dos conceptos claves: el de ‘mafia’, que hoy es de uso corriente, y el de ‘capo’, para referirse a las organizaciones que controlaron el grueso de las actividades de producción y exportación de cocaína y a sus máximos jefes. Una segunda etapa, que va de 1996 a 2000, se caracteriza por el desmantelamiento de los carteles y la fragmentación de sus organizaciones, lo que dio vigencia a los llamados “traquetos”: segundones de los viejos capos ahora convertidos en cabezas de organizaciones más pequeñas, pero no menos violentas. Una tercera, en la que se ha producido una nefasta amalgama entre narcotraficantes y viejas o nuevas organizaciones de autodefensa regional compuestas por propietarios rurales, comerciantes, empresarios del transporte y otros quienes arguyeron que se organizaban para defenderse de los embates de la guerrilla ante la ausencia o incapacidad de hacerlo por parte del Estado. Y una cuarta, durante la que el país ha presenciado la expansión de las organizaciones paramilitares hacia las ciudades, en donde han establecido verdaderas mafias. A estas dos últimas etapas me he permitido llamarlas “la expansión de las paracracias”. 14. Álvaro Camacho Guizado, “De No es necesario entrar en muchos detalles sobre este último narcos, paracracias y mafias”, en En proceso: hay una vasta literatura que describe, analiza y explica la encrucijada. Colombia en el siglo xxi, ed., Francisco Leal Buitrago (Bogotá: el fenómeno, de modo que me limitaré a referirme a un texto de Ceso-Universidad de los AndesGambetta en el que explica por qué la mafia apareció en algunas Norma, 2006), 387-388.

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zonas de Sicilia y en otras no, y que me sirve como base para hacer unos comentarios sobre el caso colombiano. Dice Gambetta: “Las opiniones de cómo y dónde sí apareció la mafia son más dispares, pero el número de hipótesis significativas se puede reducir a tres. La mafia evolucionó en zonas caracterizadas por: 1) conflicto económico sobre la gestión y apropiación de la tierra y de los recursos relacionados; 2) caudales versátiles y numerosas transacciones, como en los mercados urbanos, y 3) conflicto político entre facciones locales, especialmente en conexión con los cambios institucionales efectuados por el Estado italiano entre 1869 y 1890” (pp. 148-149).

Examinemos esta afirmación sociológica para comparar con nuestro caso. Gustavo Duncan15 sostiene que es erróneo deducir la existencia de los actuales señores de la guerra como un simple efecto del narcotráfico. En primer lugar, es necesario remontarse a la violencia de los cincuenta, con la proliferación de ‘pájaros’, bandoleros y guerrilleros que se independizaron de los partidos. En segundo lugar, a la globalización y sus efectos en el debilitamiento del Estado Nación y las nuevas oportunidades de lucro a través de los delitos trasnacionales. En tercer lugar, a la descentralización establecida por la Constitución de 1991, que debilitó los controles sobre el uso de las finanzas locales y precipitó nuevas formas de clientelismo local, que han sido aprovechadas por los grupos armados ilegales en una modalidad que ha sido llamada de “clientelismo armado”. Por su parte, Mauricio Romero16 ubica esta dinámica en los efectos y las reacciones políticas en el contexto de modernización política iniciada en 1982 con las negociaciones de paz entre el gobierno central y las guerrillas, la apertura política que acompañó esos acercamientos, la descentralización y la primera elección popular de alcaldes en 1988 y, finalmente, la Constitución de 1991, incluida la elección de gobernadores. Tanto Romero como Duncan resaltan además el fraccionamiento de las élites locales que, unido a la tradicional desidia y abandono por parte del Estado central, abrió las puertas para que ante la amenaza y excesos por parte de las guerrillas, los propietarios locales optaran por aceptar la acción armada defensiva ofrecida por los paramilitares. De allí a la política de asumir el control real y formal de las regiones sólo había un paso. Éste, sin embargo, no podía darse sin la anuencia de algunos jefes políticos tradicionales, muchos de los cuales 15. Gustavo Duncan, Los señores de la optaron por las alianzas, mientras otros prefirieron ceder sus preguerra. De paramilitares, mafiosos y rrogativas a los nuevos jefes. No se puede olvidar que las regiones autodefensas en Colombia (Bogotá: Planeta, 2006). hoy controladas por las paracracias han sido bastiones tradicio16. Mauricio Romero, Paramilitares y nales del gamonalismo, que se expresa en los liderazgos políticos autodefensas (1982-2003) (Bogotá: Ieprifamiliares heredados y el clientelismo en su forma más cruda. Planeta, 2003).

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A lo anterior habrá que agregar que las regiones de mayor desarrollo del fenómeno se caracterizan por la notoria concentración de la tierra, el ausentismo de propietarios, su utilización en ganadería extensiva y el bajo empleo que generan. Pero más allá de esto, son regiones en las que la historia de adquisición de la tierra por malos manejos de los títulos, la alteración de linderos y más recientemente el despojo y acaparamiento armado han sido sus elementos más notables. Cualquier persona más o menos avisada podrá colegir cuál puede ser el papel del Estado en estas regiones. En lo que respecta a la urbanización del paramilitarismo, el citado Gustavo Duncan ha analizado el proceso ya no como un aparato militar uniformado, sino como un conjunto de organizaciones mafiosas17. Sostiene el autor en primer lugar que “la irrupción de redes mafiosas en las ciudades sólo ha sido posible por el apoyo logístico, militar y financiero recibido por los jefes de las autodefensas desde el campo”. El propósito central sería la expansión del control político y económico de que disfrutan en las diferentes regiones para lograr “el monopolio de la coerción y la protección de una serie de actividades susceptibles al control del crimen organizado como los mercados de abastos, la extorsión, el narcotráfico, y como logro de un nivel superior, la apropiación del poder político en las ciudades”. Ésta es claramente una nueva transformación del proceso: a la conformación de paracracias regionales se agrega la expansión hacia las áreas urbanas, en las que a la par del control de negocios en los que se bordea la ilegalidad y la informalidad, se agrega la práctica de “limpiezas urbanas” como mecanismo de protección de negocios y erradicación de la pequeña delincuencia. Varias ciudades han experimentado el proceso de una manera inequívoca, como lo atestiguan las muertes de jóvenes de barriadas pobres periféricas en las que se supone se asienta con más fuerza esa delincuencia juvenil. Esta práctica es una ilustración de los mecanismos utilizados para penetrar actividades comerciales: se trata de la oferta de protección de negocios amenazados. El caso de Bogotá es ilustrativo: la descripción que hace Bernardo Pérez en “El paramilitarismo en Cundinamarca y Bogotá”18 es bastante reveladora: incluye información sobre la penetración 17. Gustavo Duncan, Del campo a la ciudad en Colombia. La infiltración urbana paramilitar en barrios periféricos de la ciudad mediante la ejede los señores de la guerra (Bogotá: Unicución de “limpiezas sociales”, en las cuales perdieron la vida versidad de los Andes, Documento cede 2005-2, enero de 2005). cientos de jóvenes pobres acusados de ser delincuentes, el control 18. Bernardo Pérez, “El paramilitade comercios minoritarios de ventas de mercancías de contrarismo en Cundinamarca y Bogotá”, bando, repuestos robados de automóviles y otras economías de en Parapolítica. La ruta de la expansión paramilitar y los acuerdos políticos, ed., bazar en las que la circulación monetaria es muy dinámica y en Mauricio Romero (Bogotá: Corporalas cuales el riesgo de la estafa o la trampa es virtual. Allí se han ción Nuevo Arco Iris, cerec, asdi, 2007).

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asentado los paramilitares convertidos en mafiosos, vendiendo protección y realizando extorsiones a granel. A esta descripción puedo agregar un pequeño estudio de caso: Miguel Arroyave era un poderoso proveedor de insumos para el narcotráfico en la región centro-occidental, y entre sus negocios fue consolidando el control de los comerciantes de los sanandresitos, para lo cual, inclusive, se enfrentó con las autodefensas de Martín Llanos. La ventaja de Arroyave era su oferta de protección y cobro de cuentas, en tanto que Llanos se había dedicado a la extorsión pura y simple. Con el propósito de incrementar su área de influencia y a la vez ganar alguna posibilidad de obtener los beneficios de la negociación que se iniciaba entre las auc y el gobierno nacional, Arroyave compró como franquicia paramilitar el Bloque Centauros, que se encontraba en franca debilidad. Con la nueva financiación y mediante la gestión de José Vicente Castaño, gran jefe narcotraficante y paramilitar, este bloque se fortaleció y así Arroyave pudo participar de las negociaciones con el gobierno. Su muerte, a manos de sus propios compañeros, suscitó sendas investigaciones oficiales sobre su pasado, que se mantuvo en silencio durante su vida. Arroyave, al parecer, se había protegido debidamente mediante la penetración en aparatos de policía de la ciudad. En Medellín las ejecutorias de Diego Fernando Murillo, viejo narcotraficante y pistolero al servicio del cartel de Medellín y luego aliado de sus peores enemigos, los pepes, y conocido como Don Berna, el flamante inspector general de las auc, son suficientemente conocidas. Basta leer algunos informes de la revista Semana para despejar cualquier duda sobre la notable influencia que este personaje ha ejercido sobre la delincuencia en esa ciudad. En ciudades de la costa atlántica sucede otro tanto. El reinado de “Jorge 40”, uno de los más conspicuos jefes paramilitares asociados al contrabando de cocaína, y su sistema de extorsiones y eliminación de opositores son reconocidos públicamente. De hecho, la revista Semana ha informado que aún estando en la cárcel Jorge 40 les “vendió” la Costa Atlántica a los Mellizos Mejía Múnera en quince millones de dólares. Los rumores indican que el proceso de toma de posesión de las ciudades por los nuevos capos se inició mediante la ejecución de indeseables y adversarios, las llamadas “limpiezas sociales”, con el fin de apuntalar la nueva hegemonía19. Y en una entrega anterior la revista informa cómo otro de los grandes jefes paramilitares “se tomó a sangre y fuego la Universidad de Córdoba, y asesinó a estudiantes y profesores”20. 19. Semana, n.o 1327, 8 a 15 de octubre de 2007. 20. Semana, n.o 1 de 2007.

6. U n punto final : la conclusión y la política No quiero terminar esta ya larga presentación sin una cita también larga del libro de Gambetta, que es clave para una reflexión

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seria que debería ser indiscutiblemente considerada por quienquiera que se interese por el caso colombiano: “Pero la desaparición de la mafia no es inexorable ni espontánea: sólo la mayor determinación de parte de las autoridades puede llevarla a su fin; en caso contrario, el proceso comenzará otra vez desde el principio. Que esto suceda o no, sin embargo, depende de procesos sobre los que el sociólogo no tiene más control que cualquier otro ciudadano. Depende, por ejemplo, de que la protección que da la mafia en litigios diarios, llegue un día que sea satisfactoriamente dada por los tribunales, cuya ineficiencia en la actualidad es simplemente pasmosa; es decir, depende de si el Estado opta, por fin, por suministrar protección genuina. Sobre todo, depende de si la gama de protección ilegal es reducida por una intervención inteligente; por ejemplo, liberalizando el mercado de la droga, aboliendo el control estatal sobre el precio de los cigarrillos, simplificando y haciendo más transparente el procedimiento para la asignación de contratos públicos, mejorando la legislación antitrust y aplicándola en los mercados de abasto y modificando el proceso electoral para reducir al mínimo la oportunidad de vender votos. Técnicamente, no es un problema insuperable hacer los cambios necesarios” (p. 413).

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Reseñas Quarleri, Lía. Rebelión y guerra en las fronteras del Plata. Guaraníes, jesuitas e imperios coloniales. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2009, 384 pp.

El libro de la antropóloga argentina Lía Quarleri se enmarca dentro de los estudios de los conflictos entre guaraníes e hispanolusitanos, como consecuencia del tratado de límites firmado en 1750 entre Portugal y España. De acuerdo con este pacto, Portugal recibía de España el territorio ocupado por siete reducciones jesuítico-guaraníticas a cambio de entregar Colonia del Sacramento. A pesar de las intenciones de pacificación del acuerdo, éste derivó en una pugna que duró aproximadamente dos años (de 1754 a 1756) entre las fuerzas combinadas de ambos imperios contra la resistencia guaraní. El aspecto más novedoso del estudio es su intención por recuperar la mirada de los pueblos nativos durante la contienda, revisando el tradicional enfoque que interroga acerca del grado de participación de los jesuitas en la misma. De esta forma, los dos ejes articuladores de la investigación serán los siguientes: el primero centrado “en la participación de los guaraníes en los hechos, atendiendo a la diversidad de actitudes y posturas, a las prácticas y comportamientos desplegados, a los sentidos atribuidos a sus acciones, como a la de los otros, y a las ideas expresadas como base argumentativa de la resistencia” (p. 20); y el segundo, relacionado con la interpretación histórica, política, económica y simbólica de la disputa. Para cumplir con este último objetivo, el libro sigue una línea temporal —antecedentes, desarrollo y consecuencias—, y se ubica en un espacio particular: la cuenca del Río de la Plata. La obra consta de una introducción, siete capítulos y un epílogo. El primer capítulo es un estudio sintetizado de la realidad etnohistórica de los guaraníes y las consecuencias de la colonización. El análisis avanza en la relación entre los guaraníes y los primeros europeos que arribaron a la región, lo que desembocó en la fundación de Nuestra Señora de Asunción en 1537. En principio, los pobladores españoles mantuvieron relaciones Virginia Macchi de cohesión y consenso con los lugareños; sin embargo, a los pocos años tal relación se tornó cada vez más violenta. Para reglamentar la Profesora de Historia en la Universisituación, en 1556 se comenzó a asignar mano de obra indígena entre dad de Buenos Aires y doctoranda en los primeros pobladores de Asunción, situación que afectó profundaHistoria uba-conicet, Buenos Aires, Argenmente la cohesión comunal guaraní. tina. virginiamacchi@gmail.com

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El segundo capítulo trata acerca de los modos de la conquista española y portuguesa, y las tensiones existentes entre ambos imperios en el territorio americano. La autora analiza el papel destacado que las órdenes regulares —franciscanos, dominicos, agustinos y mercedarios— tuvieron en la conquista, puesto que funcionaron como “pacificadores” de las poblaciones americanas. Los jesuitas llegaron a la zona paraguaya con el fin de dominar a la población local, que se había tornado cada vez más agresiva, y para mantener a raya el avance lusitano, pues los bandeirantes se dedicaban a capturar guaraníes, los convertían en esclavos y los obligaban a trabajar en las haciendas del sur de Brasil. En estas reducciones se crearon fuertes lazos entre los jesuitas y los caciques guaraníes, quienes mantuvieron su autoridad dentro de la comunidad. Un aspecto importante que la autora destaca de las congregaciones jesuitas es que los religiosos entrenaron militarmente a los nativos para combatir el avance de los cazadores de esclavos. Para la autora, esta situación demarcará dos formas diferentes de “colonialismo fronterizo”: la guarnición fronteriza española y la expedición depredadora portuguesa. En el apartado siguiente, la autora hace un recuento de los antecedentes del conflicto entre las potencias europeas aliadas y los pueblos americanos. A principios de 1750, España y Portugal firmaron un nuevo tratado para definir los límites de sus posesiones en América y Asia. En el territorio que compete al análisis de Quarleri, Portugal obtuvo las tan ansiadas tierras que se extendían desde el río Ibicuy hasta el río Uruguay, y España obtenía Colonia del Sacramento. En el territorio paraguayo las buenas nuevas no fueron bien recibidas, y entre la población guaraní comenzaron a gestarse movimientos rebeldes. Una vez anoticiados los jesuitas, la reacción no fue homogénea, pues algunos volcaron sus simpatías hacia los rebeldes, otros mantuvieron una actitud neutral y una fracción decidió cumplir las normativas a cualquier costo. Es importante, según Quarleri, entender las posturas de los jesuitas, pues el poder político esperaba que fueran ellos quienes llevaran a cabo la impopular medida. En los siguientes tres capítulos la autora da cuenta del conflicto. En el cuarto apartado se analiza cómo la estructura militar defensiva que se había montado en las reducciones fue utilizada por los guaraníes para rebelarse. El siguiente capítulo comienza con un pormenorizado análisis de la declaración de guerra del gobierno colonial hacia las colonias jesuitas, debido a la detención que los miembros de las reducciones hicieron de la expedición demarcatoria que se había enviado. Según la autora, esta manifestación bélica no era ajena a la época, puesto que se enmarcaba dentro de la “violencia institucionalizada”, a través de la cual se expandían o consolidaban los imperios coloniales. Además, en este capítulo la antropóloga analiza las distintas estrategias defensivas de los guaraníes —tales como la creación de

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confederaciones y la incorporación de otros grupos aborígenes—. Pero no sólo le interesa explicar la dinámica bélica guaraní, sino que además se detiene en las formas de encarar el problema desde el bando hispánico: existieron dos políticas distintas, una monárquica y otra local. La primera se centró en edificar defensas en los fuertes y la segunda en la ampliación de la convocatoria de milicianos. El capítulo vi examina largamente el conflicto armado desarrollado entre 1754 y 1756. La crónica de los enfrentamientos culmina con la ocupación que realizó el ejército lusohispano de los territorios misioneros, que para Quarleri marcó “un hito histórico y una modalidad de intervención diferente de los Estados coloniales en sus dominios americanos […] que combinaba un proyecto colonizador con un plan de reconocimiento geográfico y cartográfico” (p. 278). De esta forma, una de las consecuencias más tangibles del conflicto a nivel local fue la pérdida de la autonomía y los privilegios que hasta el momento detentaban los religiosos, pues quedaron sujetos directamente al poder del gobernador y sus ejércitos. En cuanto al virreinato, la llegada en 1756 del gobernador del Río de la Plata, Pedro de Ceballos, fue también clave, pues su primera acción fue subir a territorio misionero, quien comenzó a apresurar la cesión de Colonia del Sacramento una vez confirmada la pacificación de la región paraguaya. Por último, las relaciones entre los imperios comenzaron a cresparse debido a la demora en la entrega de Colonia del Sacramento a España. Finalmente, en 1761 el tratado bilateral se anuló, lo que conllevó a una guerra entre los imperios. En el último capítulo, quizá el más interesante, se analizan los interrogatorios realizados a los guaraníes y cómo se fueron reelaborando los discursos alrededor del “tiempo de la guerra”. Quarleri se centra fundamentalmente en las cartas escritas por los caciques guaraníes al gobernador de Buenos Aires, a los jesuitas y otros líderes indígenas. En este capítulo finalmente se cumple el ambicioso objetivo de la investigadora de recuperar la “mirada” aborigen del conflicto, quitando el foco de los jesuitas. En el epílogo la autora recapitula las distintas conclusiones a las que arribó luego de la elaboración de su extensa investigación. La primera es la especificidad propia de un territorio emplazado como frontera; la segunda, las características particulares de esta organización político-social y religiosa, específicamente las reducciones jesuitas. En tercer lugar, la vinculación entre este espacio único y las nuevas formas de hacer política desde la península, es decir, las Reformas Borbónicas, y cómo estas conllevaron a un fenómeno sin precedentes: la defensa aborigen de un espacio religioso. En conclusión, este trabajo presenta un minucioso análisis de la situación de la gobernación de Paraguay y un pormenorizado estudio del conflicto hispanoguaraní. No obstante, la búsqueda por contextualizar la totalidad de los acontecimientos en el proceso histórico general conlleva a que en gran cantidad de ocasiones el relato se

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complejice en algunos apartes y pierda su centro. Sin embargo, el libro es una válida explicación de las distintas estrategias de los actores del conflicto. Además, amplía el análisis en tanto que hace hincapié en las decisiones situacionales de los guaraníes, que en este trabajo se convierten en un grupo capital del conflicto.

Ï Marín Leoz, Juana. Gente decente. La élite rectora de la capital. 1797-1810. Bogotá: icanh, 2009, 276 pp.

Como si faltaran más elementos para dar cuenta de la grave situación de la Corona española en el concierto internacional de la segunda mitad del siglo xviii, la toma de Cuba por parte de Guillermo Sosa Inglaterra en 1762 evidenció la vulnerabilidad militar de los domiInvestigador del Instituto Colombiano nios americanos y aceleró la implementación de reformas que de Antropología e Historia (icanh). garantizaran su efectiva defensa. Bogotá, Colombia. gsosa@icanh.gov.co Simultáneamente, con los cambios que se proyectaron en el ejército y la armada española, otra serie de transformaciones avanzaban. Las razones eran muy variadas: porque le daban continuidad a medidas promulgadas muchos años atrás, porque implementaban en América acciones ya probadas en la península, porque reactivaban otras que habían quedado en suspenso o porque surgían como fórmulas novedosas al servicio de una monarquía, que requería con urgencia cambios que le permitieran hacer frente al avance que experimentaban sus competidores europeos. Las reformas borbónicas, más allá de la diversidad de perspectivas que las caracteriza, de los ciclos que en su implementación se descubren, de la adaptación que de ellas se hizo —de acuerdo a las condiciones de cada reino y cada provincia— y de las interpretaciones que ellas susciten, dieron lugar a una importante dinámica social e implementaron ciertos criterios referentes a la naturaleza del Estado. Aunque se entiendan, en palabras de John Lynch, como una Reconquista1 o como la continuidad en la aplicación de viejas medidas a un continente que la Corona jamás había perdido o que nunca había conquistado plenamente, como para tener que retomarlo, las reformas dieron lugar a situaciones políticas, económicas y culturales de significativa importancia. En ese contexto se sitúa la obra que hoy se reseña. Si bien los años a los que se refiere muestran un declive con relación 1. John Lynch, La España del siglo xviii al impulso inicial dado durante el reinado de Carlos III, ciertos (Barcelona: Editorial Crítica, 1991).

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complejice en algunos apartes y pierda su centro. Sin embargo, el libro es una válida explicación de las distintas estrategias de los actores del conflicto. Además, amplía el análisis en tanto que hace hincapié en las decisiones situacionales de los guaraníes, que en este trabajo se convierten en un grupo capital del conflicto.

Ï Marín Leoz, Juana. Gente decente. La élite rectora de la capital. 1797-1810. Bogotá: icanh, 2009, 276 pp.

Como si faltaran más elementos para dar cuenta de la grave situación de la Corona española en el concierto internacional de la segunda mitad del siglo xviii, la toma de Cuba por parte de Guillermo Sosa Inglaterra en 1762 evidenció la vulnerabilidad militar de los domiInvestigador del Instituto Colombiano nios americanos y aceleró la implementación de reformas que de Antropología e Historia (icanh). garantizaran su efectiva defensa. Bogotá, Colombia. gsosa@icanh.gov.co Simultáneamente, con los cambios que se proyectaron en el ejército y la armada española, otra serie de transformaciones avanzaban. Las razones eran muy variadas: porque le daban continuidad a medidas promulgadas muchos años atrás, porque implementaban en América acciones ya probadas en la península, porque reactivaban otras que habían quedado en suspenso o porque surgían como fórmulas novedosas al servicio de una monarquía, que requería con urgencia cambios que le permitieran hacer frente al avance que experimentaban sus competidores europeos. Las reformas borbónicas, más allá de la diversidad de perspectivas que las caracteriza, de los ciclos que en su implementación se descubren, de la adaptación que de ellas se hizo —de acuerdo a las condiciones de cada reino y cada provincia— y de las interpretaciones que ellas susciten, dieron lugar a una importante dinámica social e implementaron ciertos criterios referentes a la naturaleza del Estado. Aunque se entiendan, en palabras de John Lynch, como una Reconquista1 o como la continuidad en la aplicación de viejas medidas a un continente que la Corona jamás había perdido o que nunca había conquistado plenamente, como para tener que retomarlo, las reformas dieron lugar a situaciones políticas, económicas y culturales de significativa importancia. En ese contexto se sitúa la obra que hoy se reseña. Si bien los años a los que se refiere muestran un declive con relación 1. John Lynch, La España del siglo xviii al impulso inicial dado durante el reinado de Carlos III, ciertos (Barcelona: Editorial Crítica, 1991).

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criterios y pautas de acción gubernamental se mantuvieron y fueron irreversibles. Por otro lado, los sujetos a los que se refiere el libro, antes de ocupar sus cargos en el Nuevo Reino de Granada, fueron artífices directos de las reformas en el campo militar, ámbito específico en el que desarrollaban sus respectivas carreras: conocían la realidad estratégica del Caribe y valoraban en su justa medida la disputa entre España e Inglaterra. Así, de una u otra forma los criterios, normas y acciones respecto al Estado y la sociedad que se fueron decantando durante cerca de un siglo de dominio borbónico, se hicieron presentes en un ámbito relativamente marginal como el del Nuevo Reino, cediendo en algunos casos o adaptándose en otros, a las condiciones locales. La autora centra su atención en la administración del virrey Pedro Mendinueta e indaga acerca de la composición social de las principales instituciones afincadas en la ciudad de Santafé. Se propone reconstruir las plantillas de cada uno de estos cuerpos y definir las estrategias relacionales de sus miembros, todo con el objetivo de aproximarse a la dinámica política y social de la élite santafereña y a sus mecanismos de perpetuación. A través de cinco capítulos, el lector descubre el tipo de entramado social que está en la base del poder virreinal. La Real Audiencia, el cabildo, el palacio virreinal y el cabildo eclesiástico son analizados a la luz de problemas centrales, objeto de atención por parte de la historiografía que trata sobre la naturaleza del imperio español. Al estudiar la composición de la Real Audiencia, relativiza nociones que como “criollización” o “descriollización” han servido para distinguir en Hispanoamérica dos momentos en la historia de este alto tribunal. A diferencia de otros lugares, en el Nuevo Reino fue mínima la compra de cargos de justicia por parte de los criollos, y el predominio de los peninsulares fue constante. Sin embargo, su larga permanencia en los empleos terminaba por integrarlos a la sociedad local. Adicionalmente, la nómina de oficiales subalternos de la Real Audiencia, monopolizada por unas pocas familias criollas, da cuenta de una institución no tan españolizada como se podría creer si sólo se observaran los cargos mayores. El estudio del cabildo muestra un cuerpo compuesto mayoritariamente por neogranadinos, y los pocos peninsulares que ingresan lo hacen después de una larga residencia en la ciudad, de por lo menos quince años. La autora muestra con claridad la lógica que impera en la composición de dicho cuerpo. Existe un núcleo de criollos que se perpetúa en los cargos, ya sea mediante la compra o por la renuncia y sucesiva transferencia de éstos, decidiendo adicionalmente quiénes, entre los nuevos sujetos que se postulan, pueden acceder a una vacante. Al tiempo que se da una renovación en la periferia, el núcleo de beneméritos se mantiene en sus empleos. El virrey contó para su tarea administrativa con una plantilla básica, cuya

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formalización y funcionamiento obedeció al espíritu reformista de los Borbones. De nuevo, nos encontramos con que a pesar de que los cargos más importantes fueron desempeñados por peninsulares, sus trayectorias muestran una larga permanencia en el reino. Para ilustrar este hecho basta observar lo que ocurrió con el secretario de Cámara, el peninsular Ramón de Leyva: tras diecisiete años en el cargo, en 1810 se incorpora a las filas comandadas en Santafé por Antonio Nariño, con quien hace la campaña del sur. A la entrada de Pablo de Morillo en 1816 será apresado y ejecutado por la espalda como señal de que se trata de un traidor al rey. Pero además de que los inmediatos colaboradores peninsulares del virrey terminan más o menos integrados a las realidades locales, un grupo de criollos complementa la nómina y recibe los favores de su jefe. Se trataba de sujetos pertenecientes a las más poderosas familias, que igual que en otras instituciones hicieron del cargo su patrimonio personal y familiar. La autora encuentra que los miembros del Cabildo eclesiástico son mayoritariamente neogranadinos, con una amplia experiencia tras de sí que garantiza la administración de la diócesis y la dota de estabilidad. Por supuesto, todos pertenecen a las familias beneméritas o aquellas de peninsulares radicados desde un tiempo tal que su integración es una realidad. Todo esto la lleva a concluir, contra lo que en algunos trabajos se venía sosteniendo, que no hubo una españolización del cabildo eclesiástico ni enfrentamientos entre los pocos peninsulares que por él pasaron y los criollos, que eran mayoría. Las frecuentes disputas con el obispo no se definieron a partir de una división entre peninsulares y americanos. Por otro lado, los largos periodos de sede vacante otorgaron al cabildo y a sus miembros una libertad adicional. Las reformas borbónicas, al tiempo que buscaban centralizar y racionalizar la acción de los funcionarios, también pretendían que éstos, en las más altas esferas, fueran de origen peninsular. El trabajo de Juana Marín pone en evidencia las limitaciones de tal política, pero también las variantes que utilizó la Corona al poner en cargos de importancia a criollos que le merecían la más alta confianza. Sin embargo, lo que el trabajo que se comenta resalta con mayor vigor es el poder de los criollos santafereños y neogranadinos para permanecer en sus cargos y consolidar su presencia. Esto fue posible mediante un hábil manejo de las relaciones de parentesco, las que constituían la matriz sobre la cual se organizaba el poder en la época estudiada. Por su parte, el factor que dinamizaba dichas relaciones y las ponía al servicio de diferentes intereses era el matrimonio. A través de un adecuado empleo del mismo, las familias criollas descendientes de los primeros pobladores peninsulares actualizaron sus títulos de dominio uniéndose entre sí, y con los peninsulares llegados durante el siglo xviii, que aportaban valores simbólicos y económicos. El trabajo de Juana Marín muestra la intrincada red que, en función de las relaciones de parentesco, las élites

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criollas tejieron en su empeño por conservar su supremacía. Con gran rigor la autora le sigue la pista a estos encadenamientos de poder, auscultando un enorme volumen de fuentes primarias y haciendo evidentes los intereses de grandes propietarios de tierras y de comerciantes ansiosos por formar parte de las más poderosas familias. Gente Decente suscita una serie de preguntas y da pistas acerca de cómo contestarlas. Visto en el largo plazo, ¿cuáles fueron los límites de esas estructuras de poder fundadas en relaciones de parentesco? Algunas respuestas se pueden explorar. La lucha constante por un número limitado de cargos civiles y eclesiásticos, entre las cada vez más extensas redes familiares, debió introducir fisuras y choques que eventualmente condujeron a su parcial disolución. Las relaciones de amistad y aquellas fundadas en orígenes geográficos comunes se dieron simultáneamente con las de parentesco, y aunque subordinadas, pudieron en determinados casos suscitar conflicto; las redes de parentesco tendieron a crecer en un sentido tal que los linajes se cruzaron y el control sobre sus miembros debió ser cada vez más difícil. Esto en cuanto algunos factores que, desde dentro, pudieron haber puesto en peligro la solidez de dichas estructuras seculares. Habría que analizar los factores que desde fuera hicieron otro tanto, por ejemplo, el crecimiento de los intercambios comerciales y sus nuevas formas de operar, la implementación en las nuevas repúblicas de una legislación liberal, una menor influencia de la Iglesia, etc. Lo anterior nos lleva a pensar en lo esclarecedor que sería comparar las estructuras que Gente Decente estudia con las que se dieron a lo largo del siglo xix y verificar en qué medida se trasformaron, qué de ellas permaneció y qué desapareció definitivamente. 2. José Antonio de Torres y Peña, Memorias sobre los orígenes de la IndependenEn el año 1814 el clérigo realista José Antonio de Torres y cia Nacional de José Antonio de Torres y Peña cuestionó firmemente la supuesta rivalidad entre criollos Peña, transcripción, prólogo y notas por Guillermo Hernández de Alba y peninsulares, y se refirió a ella como “una malicia” de última (Bogotá: Kelly, 1960), 49. hora generada por “aquellos americanos que más inmediatamente 3.Georges Lomné, “Una ‘palestra de proceden de los europeos”2. Historiadores como Georges Lomné3 gladiadores’. Colombia de 1810 a 1828: ¿guerra de emancipación o consideran muy polémico afirmar que un enfrentamiento entre guerra civil?”, en Museo, Memoria y criollos y peninsulares fuera el factor que desencadenó el moviNación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, comps. miento independentista, y la obra que reseñamos nos muestra que Gonzalo Sánchez y María Emma por lo menos las estructuras de gobierno eran ajenas a una polariWills (Bogotá: Museo Nacional de Colombia, 2000), 285-312. dad de tal naturaleza.

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Portillo Valdés, José María. Crisis atlántica. Autonomía e independencia en la crisis de la monarquía hispana. Madrid: Fundación Carolina, Centro de Estudios Hispánicos e Iberoamericanos, Marcial Pons Historia, 2006, 318 pp.

Hablar de la “crisis atlántica” para referirse al periodo que hasta hace veinte años era denominado como de las independencias americanas refleja la profunda transformación de esta historiografía. Lo que las narrativas nacionalistas que primaron desde los albores del siglo xix construyeron como el producto de la emergencia autocontenida de identidades rebeldes en lucha por su emancipación, hoy es, incuestionablemente, una historia conjunta de la monarquía hispana. Así, este libro de Portillo Valdés viene a unirse a los trabajos ya clásicos de Jaime Rodríguez y F. X. Guerra, quienes cuestionaron la disposición independentista de las “naciones” americanas, para reconfigurar como punto de partida el orden Marcela Echeverri monárquico, dotador de sentido de los procesos que se desencaAntropóloga de la Universidad de denaron en la Península Ibérica y América durante la invasión Los Andes, Bogotá, Colombia, M.A. napoleónica. El argumento de este trabajo es, pues, que al ritmo en Teoría Política del New School for de los cambios en el lenguaje y las instituciones políticas que Social Research y Ph.D de la New York se materializaron entre 1808 y 1812, los territorios americanos, University, New York, Estados Unidos. antes que la independencia, buscaron acomodarse en una posiProfesora en The City University ción que les garantizara autonomía. Por supuesto, este concepto of New York, Estados Unidos. Sus de autonomía, central para el desarrollo analítico de Portillo, intereses investigativos son el estudio tiene sentido solamente si se ubica dentro del momento de transcomparativo de las revoluciones en el formación de la monarquía en nación. Para este autor, la revisión mundo Atlántico, con énfasis en los de ese episodio implica evaluar los mecanismos de construcción temas de raza, etnicidad, esclavitud y de la nación española sobre la base de principios liberales, argula ley. Sus últimas publicaciones son: mentando que la “mácula originaria” del liberalismo hispano fue “‘Enraged to the Limit of Despair’: su visión colonial de América. La independencia resultó entonces Infanticide and Slave Judicial Strategies como consecuencia de la expulsión de las provincias americanas in Barbacoas 1789-1798”, Slavery & de una “federación negada”, cuando las élites criollas americanas Abolition Vol. 30: n.o 3 (2009): 403-426 vieron sus ideales de autonomía rechazados (p. 103). y “Los derechos de indios y esclavos Gran parte de la investigación de Portillo se base en la revisión realistas y la transformación política de los principios y consecuencias de la historiografía nacionalista. en Popayán, Nueva Granada (1808El capítulo 1 parte de reunir evidencias de la búsqueda, a ambos 1820)”, Revista de Indias Vol. lxix: n.o lados del Atlántico, de “constituciones antiguas” propias de cada 246 (2009): 45-72. cuerpo político para sustentar su interés autonómico. Aunque esto marcela.echeverri@csi.cuny.edu

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tuvo consecuencias positivas en algunos lugares, como en las provincias vascas que lograron probar su carácter “perfecto” y así legitimaron unos fueros propios (“la realización del sueño criollo” [p. 154]), Portillo muestra que en América esto, aparte de ser una simple invención, no tuvo un resultado positivo. Esta narración presupone dos rupturas fundamentales: una a nivel macro entre los reinos americanos y la monarquía. Aquí hay una tensión implícita entre el interés de este autor en ubicar a las Indias dentro de la monarquía y el lugar efectivo que les da en relación con la misma: tradicionalmente marginadas y diferentes, históricamente imperfectas. Por otro lado, se dibuja una separación en el interior de los reinos americanos, cuando los criollos comienzan a producir una histori(ografí)a monstruosa que confunde conquistadores con conquistados, y en últimas resulta en que los americanos sean ellos mismos y no los nativos. La tajante división entre las élites criollas y los demás grupos sociales, en particular los indios, hace que en este libro los últimos aparenten estar por fuera de la polis de la monarquía. Este problema se intentará resolver en el capítulo final del libro, como veremos, aunque parece esencial a su argumento (p. 224). El análisis discursivo que se desarrolla en el capítulo 2 retoma temas clásicos de la historiografía nacionalista y liberal como ‘nación’, ‘pueblo’ y ‘ciudadano’ para darles cabida en los debates a ambos lados del Atlántico. La nación, por ejemplo, aparece como sujeto abstracto por primera vez en la propuesta gaditana, afiliada con una idea novedosa de pueblo que sobrepasa las categorías “reales” de gobierno en ese momento, como eran los pueblos. Por otra parte, en América son los pueblos, múltiples instancias de administración y representación municipal, los que manifiestan su interés de actuar como defensores de la soberanía, generando la ya conocida fragmentación que permite entender mejor los años 1808-1820 americanos que la vieja idea de nación conjunta en lucha por la liberación. Pero Portillo también estudia la emergencia o construcción de la nacionalidad americana, vista no como un tema identitario o cultural (como se pensó en la historiografía nacionalista), sino político. Éste es uno de los aportes más interesantes del libro, pues demuestra que las naciones americanas aparecen ligadas a mecanismos de gobierno como los congresos, que habilitan la negociación entre distintos cuerpos regionales que inicialmente se disputaron la soberanía, en la mayoría de los casos a través de la guerra. Como historia de la negación de una integración equitativa de los territorios y las élites americanas en el proyecto nacional, este libro es ante todo una crítica del liberalismo hispano. Aunque Portillo encuentra múltiples continuidades entre ilustración y liberalismo, precisamente en la disposición de América como colonia y el tono peninsular crecientemente “metropolitano”, las contradicciones de tal postura se vienen a resaltar en el contexto de la invasión napoleónica y la progresión hacia la elaboración de la Constitución de Cádiz. El tercer capítulo del libro ilustra

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el desgarramiento que implicó esta constitución por ser la “actitud [de las Cortes] igualmente despótica que la mostrada por la Central y la Regencia” (p. 139): desde los conocidos conflictos iniciales sobre el número de diputados americanos, hasta el desarrollo de las políticas desde un punto de vista metropolitano, excluyente de las visiones americanas. La reacción de las élites criollas no es menos que una defensa de su orgullo, denunciando la contradicción entre la “pretensión de representación de la nación intercontinental española y con unas deficiencias de representatividad más que notables al tiempo” (p. 135). Y aunque Portillo critica a los criollos por su pretensión de compartir la “tiranía activa” (p. 184) sobre los indígenas y castas como privilegio derivado de su linaje de conquistadores, en realidad el libro permite comprender por qué las élites americanas reaccionaron frente a la deliberada negación de su participación igualitaria en la creación de la nueva Constitución. Dejando claro que “Cádiz empezó, para la mayor parte de la nación española […] como un acto de despotismo” (p. 143), la denuncia de la política interna de los criollos parte del conocido temor de aquellos a la diversidad étnica de las naciones en formación. Las consecuencias de esta visión de las élites, íntimamente atada al legado ilustrado y liberal, es el interés difundido de integrar y homogeneizar a los indígenas dentro de un proyecto de civilización culturalmente sesgado. En este sentido, el cuarto capítulo del libro coincide fuertemente con los trabajos de Bartolomé Clavero, al denunciar la fuente cultural del constitucionalismo1. Resulta sorprendente que Portillo dé este giro hacia la cultura, dado que su análisis de la nación y el nacionalismo se basan, en cambio, en la política. Sin embargo, ésta parece ser la estrategia más radical para continuar con su profunda y tajante crítica del liberalismo. Al introducir el tema de los “indios calzados”, se escenifica la tradición ilustrada, esencialmente contradictoria, porque continuamente extiende la meta de la integración de los indios mientras asevera 1. Bartolomé Clavero, Ama Llunku, Abya su interés de incorporarlos al cuerpo político. Un fenómeno no Yala. Constituyencia Indígena y Código muy distinto al que se ha descrito para siglos anteriores, cuando el Ladino por América (Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, lenguaje católico caracterizaba la evangelización como objetivo a 2000); Bartolomé Clavero, Genocidio y la vez que transformaba los términos ideales de la cristianización Justicia. La Destrucción de las Indias ayer y hoy (Madrid: Marcial Pons, 2002). y creaba nuevos parámetros para juzgar la infidelidad natural de 2. Sergio Serulnikov, Subverting Colonial los indios. Aquí Portillo se apoya en investigaciones recientes que Authority: Challenges to Spanish Rule desde la historia social han demostrado la relación entre la política in Eighteenth-Century Southern Andes (Durham-Londres: Duke University indígena y los parámetros de justicia hispanos, las instituciones Press, 2003); Mark Thurner, From Two legales, antes y durante el proceso revolucionario de Cádiz, para Republics to One Divided: Contradictions of Postcolonial Nation-Making in Andean paradójicamente dar cuenta por primera vez de la dinámica de los Peru (Durham-Londres: Duke Univer2 indígenas como parte de la monarquía . sity Press, 1997).

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Aparecen entonces algunas de las tensiones en el interior de la obra en cuestión. Primero, que Portillo haya elegido disponer a lo largo del libro y en el último capítulo una imagen de los indios como victimizados y objetos de políticas arbitrarias por parte de una España dominante y unos criollos enemigos. Para esto, además de redundar sobre las mismas fuentes historiográficas y debates de las cortes, al introducir brevemente desarrollos de trabajos recientes que ubican a las comunidades de indios en el centro de la historia americana, se ve la carencia en su propia obra de una perspectiva social y local para analizar este aspecto hispano. Segundo, y derivado del primer punto, se revela entonces que al acercarnos a un problema historiográfico como el que tenemos entre manos, es decir, la política americana, su historia en y en relación con la monarquía hispana, es problemático reproducir la visión que solamente tiene en cuenta los discursos de las élites, sus preocupaciones y acciones. En otras palabras, estratégicamente y para elaborar una narrativa que revierta los términos excluyentes de un liberalismo que se quiere denunciar, es necesario partir de otorgarle voz y cuerpo históricos a aquellos grupos que parecen relegados desde una visión euroamericana3. Al descubrir este problema metodológico, la evidencia presentada para hablar de la realidad política americana parece apuntar hacia una dimensión efectivamente historiográfica, pero no necesariamente política. Por ejemplo, el problema sale a relucir, cuando Portillo opone el uso de “ciertas dosis de medidas políticas (indultos, supresión del tributo indígena), encaminadas a atraerse sectores sociales que se disputaban ambos bandos” a lo que sería una actitud de “sinceridad constitucional” (p. 200). Lo que entiende el autor por política está ya profundamente imbricado de la visión constitucionalista, donde la política supuestamente se lleva a cabo a través de representación y negociación textuales. Pero esto sería equivalente a desconocer la práctica e historia de la política local, diversa por lo demás, donde las “medidas políticas” como las mencionadas fueron fundamentales para un proceso de negociación, esencial para conocer los desarrollos del periodo más allá de las pugnas elitistas interatlánticas. La disputa de los bandos por atraer sectores socia3. En la página 224 Portillo denuncia les no es un tema que debe minimizarse ni tacharse como desviado la epistemología de la tradición ilustrada, porque “sin la más mínima de la verdadera política, pues desde otra perspectiva (de historia preocupación por una comprensión, social de la política) aparecería más bien como primordial para o al menos información, historiográfica de las culturas nativas americacomprender la materialidad de los discursos. nas más allá de una serie de tópicos Así, retrospectivamente, volviendo al primer capítulo del libro y estereotipos manejados con más o menos oportunidad, difícilmente que enuncia la configuración de la monarquía desde la visión podía superarse la barrera de ignopeninsular, a la vez que se reproduce una visión colonial típica de rancia que alimentaba la suposición de la inferioridad”, crítica que puede los siglos xviii y xix, no se da cuenta de los mecanismos de “peraplicarse directamente a su perspectenencia” que en la América hispana desarrollaron los múltiples tiva y su metodología en este libro.

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sectores sociales que allí convivían. Me refiero a que, si bien la filosofía política católica produjo una sociedad desigual, estamental, incluso en la práctica política de los grupos que Portillo ve como abusados y marginados, encontramos tradiciones de apropiación y negociación con los mismos principios rectores de la política hispana, para mencionar brevemente sólo una visión alternativa del asunto. Por ello no es suficiente ni acertado intentar segregar la “tradición peninsular” de la americana (p. 90), y utilizar únicamente la visión de las élites criollas para representar la segunda. Sin negar la lucha por “combinar prestigio e influencia social con capacidad política en el gobierno de sus espacios regionales” (p. 95) que llevaron a cabo las élites criollas en América, indagar sobre su necesidad de consolidar vínculos verticales o entre clases con los sectores populares parece ser igualmente relevante y un tema que en este trabajo aparece silenciado. Portillo también utiliza el caso de los africanos para denunciar la idiosincrasia liberal, que les excluye radicalmente de la nación bajo principios clásicos del derecho de gentes (p. 173). Por la breve referencia a este tema, es aparente la efectiva ausencia de los africanos en la historia latinoamericana. ¿Cómo llenar este vacío partiendo mínimamente de una intuición sobre las diversas manifestaciones políticas de los afroamericanos en los distintos momentos de la monarquía? Es decir, si tomamos como fuente única las palabras escritas de los liberales gaditanos y filósofos franceses absolutistas, seguro que permanecemos con una idea de la inmovilidad política de los africanos libres y esclavizados. Pero existen pruebas, aunque es todavía un tema que se debe explorar urgentemente, del uso que éstos mismos dieron a preceptos católicos para defender su humanidad, así como de la importancia del derecho hispano, más tarde liberal, para la identidad política de los africanos en el mundo hispano. Es cierto que el libro de Portillo viene como un conveniente contrapeso a la historiografía reciente que se propone rescatar el liberalismo hispano, muchas veces acríticamente. Y coincido con el interés del autor por complejizar la visión de aquel liberalismo, estudiando la consolidación del lenguaje contractual y representativo en la monarquía de lado de la problemática del colonialismo. No obstante, sugiero que los numerosos conflictos que el libro señala pueden ser comprendidos en mayor profundidad, sobre todo en el ámbito americano, si se exploran los procesos políticos locales protagonizados por sectores sociales no criollos. Al repensar así incluso la sociedad tardo-colonial americana, se podrán entender mejor las consecuencias políticas del proceso político gaditano y de las independencias. Esto incluye dar una mirada a los mecanismos institucionales como las elecciones y la consolidación de partidos políticos para elaborar una historia política y no sólo historiográfica. De esta manera se ampliará el significado de la crisis atlántica.

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Agulhon, Maurice. El círculo burgués. La sociabilidad en Francia, 1810-1848. Buenos Aires: Siglo xxi Editores, 2009, (1º ed. 1977), 207 pp.

Profesor de Historia Contemporánea en la Universidad París i desde 1972 y catedrático de Historia de la Francia Contemporánea en el Collège de France entre 1986 y 1997, Maurice Agulhon es uno de los más importantes especialistas en historia francesa de los siglos xix y xx. Ha sido también un renovador dentro del campo historiográfico, caracterizándose por un enfoque etnográfico a la hora de realizar sus trabajos dedicados al estudio de los ámbitos de sociabilidad. Dueño de una prolífica trayectoria dedicada al estudio de la historia de la cultura y las mentalidades políticas y, particularmente, al problema del republicanismo francés, su nombre es aún hoy relativamente desconocido en el mundo hispano, en parte como consecuencia de la falta de traducciones de sus obras. Por ello, la reciente publicación castellana que Siglo xxi Editores ha realizado de su trabajo El círculo burgués resulta un hecho digno de celebración, si tenemos en cuenta que se trata de un estudio pionero sobre las formas que revistió la sociabilidad francesa durante la primera mitad del siglo xix. Antes de adentrarnos en el contenido de la obra es importante señalar que a Agulhon no le preocupa realizar una definición exhaustiva del término “sociabilidad” ni enfrascarse en discusiones teóricas sobre éste; para él simplemente se trata de una cualidad humana específica que se halla “más allá del individuo singular y más acá de la especie” (p. 31), y que posee una genealogía propia que puede remontarse al siglo xviii, habiendo sido utilizado por figuras tan disímiles como Charles Bonnet y Eugène Lerminier. En el caso de Bonnet, desde una visión naturalista y metafísica propias del siglo xviii, que veía en el hombre un ser que, por su naturaleza, tendía al “estado de sociedad” (p. 32) y cumplía de ese modo con los designios de la caridad divina. Lerminier, por el contrario, desde una posición racionalista clásica del siglo xix veía en la sociabilidad no más que un eslabón en el progreso civilizatorio, que tarde o temprano llevaría al hombre a cumplir con su destino colectivo, entendido éste como la vida en sociedad. En cambio, el objetivo principal del libro reseñado radica en demostrar que el círculo fue la forma típica de sociabilidad burguesa durante la primera mitad del siglo xix en Francia. Estos círculos —que el autor compara como equivalentes galos de los Leandro Carbón clubs ingleses— fueron la forma específica de asociación mediante Historiador e investigador. Universidad la cual las clases medias conquistaron un espacio social que les de Buenos Aires, Argentina. permitió diferenciarse a la vez de los salones aristocráticos y de leandrocarbon@hotmail.com

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los cabarets, frecuentados por los sectores populares. A nivel teórico, El círculo burgués representa el intento de aplicar el concepto de ‘sociabilidad meridional’, acuñado por Agulhon en 1968 en su estudio sobre los Pénitents et francs-maçons de l’Ancienne Provence1, al más amplio contexto nacional francés. Sobre esta base, la obra se divide en dos partes. La primera se dedica a la historia de la institución. Si bien el autor se enfoca en el siglo xix, cuando los círculos se multiplican sin condicionamientos, señala que los orígenes de las reuniones de burgueses datan de la época de Luis XVI, aunque se realizan en un clima de semilegalidad por considerárselas siempre sospechosas de prohijar la disidencia política. No obstante, desde entonces experimentan una evolución y florecen, aunque con diferencias notables: mientras que en París, gran ciudad pletórica de cafés y salones que brindan las condiciones necesarias para la proliferación de reuniones y tertulias, su aparición es tardía, en los pueblos y las pequeñas ciudades del interior, carentes de espacios apropiados para la reunión de nutridos grupos de personas, su aparición resulta temprana y permanece estrechamente ligada a las posibilidades comerciales que la asociación de burgueses facilita. Con todo, el crecimiento de los círculos a nivel nacional no se sucederá sino hasta la década del treinta del siglo xix, mientras que durante el Imperio y la Restauración, éstos no son más que un fenómeno exclusivo de algunas comarcas. Es decir, Agulhon observa que el círculo, en tanto que institución de la sociabilidad burguesa, termina por florecer y multiplicarse en toda Francia bajo el régimen burgués por excelencia, la Monarquía de Julio (1830-1848), reemplaza el sistema de vida social que había existido bajo el Antiguo Régimen. La segunda parte del libro se ocupa del análisis de la institución propiamente dicha. El autor comienza abordando la cuestión del lenguaje. Los círculos, a medida que logran un mayor grado de formalización, desarrollan un lenguaje propio que los diferencia de las sociedades, cofradías y salones. El estatus de miembro deja de tener un sentido en el círculo burgués donde se hablará de “abonados”, designando así a quienes pagan su cuota para mantener el lugar en el que se realizan las reuniones. Se avanza así, de acuerdo con el autor, hacia una colectivización de la vida y de prácticas sociales que en tiempos pretéritos habían sido de índole exclusivamente privadas, tales como la lectura, el ocio, el juego de billar; todas ellas pasan a partir de entonces a formar parte de un ámbito común y se desarrollan en un contexto de relativa igualdad; se trata, en última instancia, de un grupo en el que todos son abonados. Esto marca uno de los rasgos más fuertes del carácter burgués del círculo frente al salón aristocrático. El otro es su condición de espacio de sociabilidad puramente masculino y laico. Si los salones eran 1. Maurice Agulhon, Pénitents et francsmaçons de l’Ancienne Provence. Essai sur parte de una tradición que incluía a las mujeres y en los que la Sociabilité Méridionale (París: Fayard, religión tenía lugar, los círculos romperán con este orden de cosas. 1968).

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Sin embargo, el aspecto más importante del círculo burgués como institución está signado por su relación con la política y la cultura. Con respecto a la primera, Agulhon advierte que si bien el círculo no es esencialmente político, pues en su interior se siguen desarrollando actividades diversas relacionadas con el ocio y el comercio, la política francesa decimonónica tomará las estructuras de la sociabilidad de este ámbito para desarrollarse. Es decir que existe una relación entre lo cívico y lo político. En este sentido, la vida privada, la vida de círculo, permitiría responder a algunos de los interrogantes planteados por la política. En cuanto a la cultura, éste se halla en un escalón intermedio entre la cultura de élite, exclusiva de los salones aristocráticos, y la popular, propia del cabaret. Esta jerarquía marca otra característica específica de una época en la cual “los estadios de la sociabilidad no remitían sólo a niveles sociales sino también a niveles culturales” (p. 144). Como se puede apreciar hasta aquí, Agulhon se preocupa por delimitar cuidadosamente su estudio. Analiza una clase social específica, la burguesía, en un ámbito determinado, el círculo, y con un cronotopo definido, el siglo xix en Francia. ¿Pero cuál es la inquietud que subyace en este trabajo? Creemos que la respuesta a esta pregunta se encuentra íntimamente relacionada con tres cuestiones particulares. En primer lugar, con el problema de la decadencia de la civilización burguesa. El círculo burgués es un trabajo posterior al Mayo Francés, a la Primavera de Praga y a la matanza de los estudiantes de Tlatelolco, todos eventos que sacudieron el paradigma de sociedad imperante. En esa época de cambios y estallidos, Agulhon comienza a plantear el fin de esa forma específica de sociedad que conocemos como “la sociedad burguesa”. Lo que ésta implica, la sanción de conductas específicamente burguesas —es decir un conjunto de normas, reglas, valores y formas de organización—, ya no existe hacia 1970 o existe de un modo completamente diferente. En segundo término, el problema que interesa a Agulhon es el del republicanismo francés. Más exactamente, de dónde surge la conciencia republicana francesa si, como puede apreciar en las fuentes de la época, en las elecciones de 1848 el norte, región en la que se encuentra el corazón industrial, vota mayoritariamente blanco —es decir, a favor de la monarquía— y el sur, donde prima el campesinado, vota rojo —o sea, por el partido republicano. ¿Cómo llega el republicanismo al sur? ¿De dónde surge en una época como la primera mitad del siglo xix en la que no hay grandes sucesos, como los que jalonarán las cinco décadas posteriores a 1848? En otras palabras, ¿qué sucede cuando nada parece suceder? Esta particularidad del período es la que lleva al autor a sospechar que lo que acontece es la construcción de una nueva conciencia política en un nivel micro; a partir de entonces comienza a rastrear en la sociabilidad de círculos y cafés los orígenes de esa conciencia.

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Por último, surge la pregunta por el modelo: ¿es el modelo de sociabilidad burguesa válido para analizar la sociabilidad popular? La respuesta debe contemplar el hecho de que escenario francés posterior a 1968 presenta una realidad totalmente diferente a todo lo que lo había precedido. Hasta entonces la concepción cultural hegemónica era iluminista y pedagógica; dentro de ese marco la cultura de élite era concebida como punto de llegada, es decir, como expresión cultural por antonomasia. El clima posterior al Mayo Francés será completamente diferente. La cultura popular dejará de formar parte, en los estudios académicos, de esa proyección pedagógica y comenzará a avanzarse hacia una concepción que le reconocerá una jerarquía propia, no residual ni derivada de la cultura de élite, generando nuevos enfoques y perspectivas para el análisis. En conclusión podemos aseverar que este trabajo es innovador en al menos dos sentidos. Desde el punto de vista histórico, porque presenta la originalidad de indagar, pues toma como herramientas la etnografía, la sociología y la génesis del republicanismo francés decimonónico. Y desde el terreno de la teoría, debido a que realiza un aporte fundamental al aplicar a la disciplina histórica el término ‘sociabilidad’, hasta entonces circunscripto al ámbito de las ciencias sociales. Como obra, El círculo burgués resultará de particular relevancia para quienes se dediquen al estudio de la historia política y cultural del siglo xix, especialmente en Francia. También podrán hallarla de interés aquellos que consagren sus esfuerzos a la sociología histórica. Y en vista de la escasez de traducciones castellanas que actualmente padece la obra de Maurice Agulhon, este libro se torna de inestimable valor para todos aquellos que, a pesar de no dominar la lengua francesa, deseen acercarse a los problemas que plantea la historia de la cultura y las mentalidades políticas.

Ï Coleman, Bradley. Colombia and the United States: The Making of an Inter-American Alliance, 1939-1960. Kent: Kent State University Press, 2008, 303 pp.

Carlos Camacho Arango Candidato a Doctor en Historia, Univer-

Durante los años cuarenta y cincuenta del siglo xx, Estados Unidos se convirtió en el socio estratégico más importante de Colombia; los momentos claves de este acercamiento fueron la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Corea y la Revolución Cubana. Las tradiciones compartidas por ambos países facilitaron

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sité Paris I Panthéon-Sorbonne, París, Francia. Investigador del Instituto Francés de Estudios Andinos (ifea umifre 17

cnrs-maee),

Bogotá, Colombia.

camachoarango@gmail.com


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Por último, surge la pregunta por el modelo: ¿es el modelo de sociabilidad burguesa válido para analizar la sociabilidad popular? La respuesta debe contemplar el hecho de que escenario francés posterior a 1968 presenta una realidad totalmente diferente a todo lo que lo había precedido. Hasta entonces la concepción cultural hegemónica era iluminista y pedagógica; dentro de ese marco la cultura de élite era concebida como punto de llegada, es decir, como expresión cultural por antonomasia. El clima posterior al Mayo Francés será completamente diferente. La cultura popular dejará de formar parte, en los estudios académicos, de esa proyección pedagógica y comenzará a avanzarse hacia una concepción que le reconocerá una jerarquía propia, no residual ni derivada de la cultura de élite, generando nuevos enfoques y perspectivas para el análisis. En conclusión podemos aseverar que este trabajo es innovador en al menos dos sentidos. Desde el punto de vista histórico, porque presenta la originalidad de indagar, pues toma como herramientas la etnografía, la sociología y la génesis del republicanismo francés decimonónico. Y desde el terreno de la teoría, debido a que realiza un aporte fundamental al aplicar a la disciplina histórica el término ‘sociabilidad’, hasta entonces circunscripto al ámbito de las ciencias sociales. Como obra, El círculo burgués resultará de particular relevancia para quienes se dediquen al estudio de la historia política y cultural del siglo xix, especialmente en Francia. También podrán hallarla de interés aquellos que consagren sus esfuerzos a la sociología histórica. Y en vista de la escasez de traducciones castellanas que actualmente padece la obra de Maurice Agulhon, este libro se torna de inestimable valor para todos aquellos que, a pesar de no dominar la lengua francesa, deseen acercarse a los problemas que plantea la historia de la cultura y las mentalidades políticas.

Ï Coleman, Bradley. Colombia and the United States: The Making of an Inter-American Alliance, 1939-1960. Kent: Kent State University Press, 2008, 303 pp.

Carlos Camacho Arango Candidato a Doctor en Historia, Univer-

Durante los años cuarenta y cincuenta del siglo xx, Estados Unidos se convirtió en el socio estratégico más importante de Colombia; los momentos claves de este acercamiento fueron la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Corea y la Revolución Cubana. Las tradiciones compartidas por ambos países facilitaron

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sité Paris I Panthéon-Sorbonne, París, Francia. Investigador del Instituto Francés de Estudios Andinos (ifea umifre 17

cnrs-maee),

Bogotá, Colombia.

camachoarango@gmail.com


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el proceso y los asuntos internos de cada uno y les dieron forma; los estímulos principales fueron los intereses materiales en juego: estratégicos y económicos. A pesar de tratarse de una relación asimétrica de poder, los gobiernos colombianos desarrollaron estrategias para fijar las condiciones y el ritmo de la cooperación bilateral. Éstas son las ideas de base de Colombia and the United States. The Making of an Inter-American Alliance, 1939-1960. Algunas de ellas aparecían ya en una monografía de David Bushnell sobre el período comprendido entre 1938 y 19421. La síntesis de Stephen Randall2 las confirmó y las extendió. Este libro de Bradley Coleman, historiador del Comando sur del ejército de Estados Unidos, les da una precisión y una fuerza antes desconocidas. En los estudios de la relación de Colombia con Estados Unidos los investigadores han hecho uso de modelos explicativos de la ciencia política o la economía, pero con mucha menos frecuencia han visitado los archivos. El principal mérito de Coleman radica en el tratamiento sistemático de innumerables documentos desempolvados en repositorios de ambos países. Si bien habla de interdependencia (como ya lo hacía Randall) y aun de independencia de cada nación frente a la otra, lo guía menos la intención de disertar sobre la teoría de las relaciones internacionales que el ánimo de sintetizar sus hallazgos en fórmulas. Al calificar su libro como “el recuento más detallado publicado hasta la fecha de las relaciones entre Estados Unidos y Colombia en el tema de seguridad”3, el historiador no está haciendo alarde de erudición, está constatando un hecho. Coleman presta atención tanto al contexto internacional (guerra caliente, guerra fría) como a la política interna de cada país. Tal 1. David Bushnell, El gobierno Santos y vez por estar dirigido al público norteamericano, el libro contiene la política del buen vecino (Bogotá: El Áncora, 1984, primera edición en digresiones sobre asuntos colombianos que desenfocan la imagen inglés 1967). del objeto de estudio: la construcción de la alianza. Así mismo, su 2. Stephen Randall, Aliados y distantes: comprensión de la historia política colombiana no parece del todo Las relaciones entre Colombia y Estados Unidos desde la independencia hasta la coherente: mientras que ve en el gobierno militar la única alternaguerra contra las drogas (Bogotá: cei, tiva política en 19534, veinte páginas más tarde afirma: “La junta no Uniandes, Tercer Mundo, 1992). solucionó los problemas de Colombia, pero mostró cuánto hubieran 3. “The most comprehensive account of U.S. Colombia security relations podido cooperar militares y civiles en un pacto con un líder difepublished to date”, ix. Las traducciorente de Rojas Pinilla”5. nes son nuestras. Más enriquecedor para el lector colombiano es el análisis 4. “In any case, Colombia had no real alternative to a military governde las tensiones y de las contradicciones dentro de la ciudad de ment”, 149. Washington. En contra de lo que muchos asumen o imaginan, no 5. “The junta did not solve the country’s siempre existió acuerdo acerca de la manera como debía desaproblems, but it showed how cooperative a military-civilian arrangement rrollarse el nexo con Colombia. Ni los departamentos de Estado y might have been under a leader other Guerra coincidieron siempre en sus opiniones sobre la pertinencia than Rojas Pinilla”, 169.

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de transferir armamento ni el Congreso dio siempre su aprobación. En otras ocasiones, la oposición a las transferencias militares llegó desde donde menos se esperaba: mientras que en 1959 el embajador en Bogotá apoyaba los pedidos del presidente Lleras, la misión militar desaconsejaba satisfacerlos. Estados Unidos no era un monolito. Las tradiciones compartidas por los dos países fueron la base sobre la que se construyó la relación. A pesar de esto, no siempre fueron garantía de concordia, como lo prueba la persecución de misioneros norteamericanos, cristianos de nacionalidad diferente a la colombiana, durante el periodo llamado la Violencia. Los intereses estratégicos y económicos fueron el motor de la nueva alianza; sin embargo, las prioridades de cada socio no fueron siempre las mismas. Después de la Segunda Guerra Mundial Colombia compartió con los demás países de América Latina la frustración de no gozar de un segundo Plan Marshall. Para alcanzar sus objetivos, los gobiernos colombianos no se limitaron a asumir un papel pasivo: el de Laureano Gómez aseguró la continuidad de la ayuda militar y económica enviando tropas a Corea, mientras que el de Alberto Lleras fue el principal impulsor del cambio en la misión básica del ejército, y por ende, en el tipo de ayuda militar solicitada. El paso del paradigma de defensa externa al de seguridad interna debe más a Bogotá que a Washington. Colombia no era un simple peón. La prosa del autor es clara; el plan general de la obra, cronológico. La narración sigue con juicio los acontecimientos, aunque no lo hace de manera homogénea, y a veces se contrae hasta mostrarnos su evolución hora por hora, como en el capítulo dedicado a Corea. Este acordeón cronológico no ayuda a entender mejor el problema central; y es más bien probablemente el vestigio de investigaciones anteriores del autor, fundidas de manera imperfecta en el nuevo formato. Junto a los repetidos errores de ortografía castellana, éste es el único reparo que se puede hacer a una muy buena labor editorial. El libro se lee con placer y es agradable como objeto. Confiamos en que estos atributos se mantendrán en la traducción al español y en la edición colombiana, que recomendamos llevar a cabo sin tardanza. Los modelos de explicación de las ciencias sociales se suceden unos a otros en el tiempo e inciden en las maneras de escribir la historia. Hace más de cuarenta años David Bushnell calificaba de “pasada de moda” su manera de estudiar las relaciones entre Colombia y Estados Unidos6. Lo mismo podría decirse de Coleman: su aproximación no es innovadora, como tampoco lo son sus tesis. Sin embargo, en este libro aparecen expresadas de manera más vigorosa y nítida que en cualquier otro lugar. Además, el historiador nos da todos los medios para verificar la exactitud de sus afirmaciones, aportando así la mejor prueba de su honestidad 6. David Bushnell, El gobierno Santos y la intelectual. Ésta, por fortuna, no ha pasado todavía de moda. política del buen vecino, prefacio.

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Archila Neira, Mauricio. Idas y venidas. Vueltas y revueltas. Protesta social en Colombia 1958-1990. Bogotá: icanh y cinep, 2005, 508 pp.

El libro, de quinientas ocho páginas de reconstrucción de la protesta social en Colombia entre 1958 y 1990, es una referencia obligatoria para los estudiosos que, desde diferentes orillas disciplinares, teóricas y metodológicas, abordan la conflictividad social. El texto propone abordar el conflicto social a través de categorías de análisis propias del subcampo de los movimientos sociales, ampliando la mirada tradicional desde la lucha de clases anclada en la estructura económica hacia una propuesta abarcadora de la protesta social que deja huella en la prensa escrita. Plantea, entonces, “abordar la explicación histórica de las protestas sociales en Colombia durante la segunda mitad del siglo xx” (p. 37). La estructura argumentativa consta de cuatro partes. En la introducción presenta el balance de las teorías sobre la acción colectiva y las categorías de análisis propias para estudiar la protesta social en Colombia. Posteriormente realiza un excelente recuento histórico de los diferentes gobiernos entre 1958 y 1990, y analiza la situación económica y política, enfatizando sobre todo en la conflictividad social (capítulo 1). En la segunda parte describe y analiza la protesta social a partir de metodologías María Teresa cuantitativas, estudiando los ritmos y modalidades de las luchas Pinto Ocampo (capítulo 2), los actores (capítulo 3) y las demandas (capítulo 4). En la tercera sección presenta explicaciones narrativas sobre las Politóloga y magíster en Estudios protestas, que complementan el ejercicio estadístico sobre las Políticos. Profesora e investigadora demandas. Examina la protesta desde el paradigma de la lucha de del Instituto de Estudios Políticos y clases (capítulo 5), desde los marcos que presentan una sociedad Relaciones Internacionales (iepri) de la civil en mutuo fortalecimiento con el Estado (capítulo 6), desde la Universidad Nacional de Colombia en construcción de identidades (capítulo 7) y desde la justeza de las Bogotá, Colombia. Investigadora del demandas (capítulo 8). Finalmente, concluye con un balance sobre grupo Conflicto e Instituciones en una las protestas en Colombia. perspectiva comparada. Proyecto en La narración analítica muestra una situación intermitente con curso: “Investigaciones entorno a la respecto a la protesta social en Colombia (que impide su análisis a macroestabilidad política y económica partir del marco explicativo de los “ciclos de protesta”), pero caracy la violencia persistente en Colomterizada por tres períodos de conflicto social según el promedio de bia”, financiado por la Universidad acciones de protesta, los temas y los actores. Primero, el periodo Nacional de Colombia. entre 1958 y 1970, con bajo promedio de acciones de protesta y con mariatepi@yahoo.com.mx

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temas como transportes, protesta estudiantil y movilizaciones cívicas contra el alto costo de vida. Segundo, un lapso marcado por fuertes altibajos y con los mayores picos (1971-1979). Finalmente, entre 1980 y 1990, periodo caracterizado por el mayor promedio de protesta durante los años estudiados y con un protagonismo creciente del sector estudiantil. Los protagonistas de estas luchas son, en su orden de visibilización mediática, los trabajadores asalariados, los campesinos y los sectores cívicos con demandas relacionadas sobre todo con necesidades socioeconómicas. Entre las exigencias tenemos, entre otras, tierra, condiciones de trabajo, violaciones de acuerdos o de las pocas leyes que regulan los conflictos sociales, prestación de servicios públicos domiciliarios y transporte e infraestructura. Las zonas de mayor concentración de la movilización fueron la costa atlántica, el centro oriente, la zona cafetera y la costa pacífica. Un primer ejercicio de explicación estadística (capítulo 4) concluye, entre otras cosas, que la dinámica económica (particularmente el costo de vida) está correlacionado con el total de luchas adelantadas y que no hay correlación con los indicadores de ingreso (p. 259). En cuanto al impacto de la acción estatal sobre la protesta se comprueba que las variables de gasto social están altamente relacionadas con las luchas sociales, mientras que los ciclos electorales o la vigencia del estado de sitio no presentan relaciones significativas con éstas (pp. 262-263). Por su parte, las variables de violencia (los delitos contra la vida y la propiedad) están asociados a la movilización (p. 264) por la visión de la protesta como promotora de delitos contra la propiedad y “el peso crítico de la violencia en la motivación de la luchas sociales” (p. 265). La hipótesis central de esta sección es que: “[…] si bien lo económico cuenta en la acción social colectiva en Colombia, las decisiones políticas vertidas en el gasto social y, recientemente, los indicadores de violencia marcan sus ciclos” (p. 268). Profundizando en el ejercicio explicativo realizado de la mano del análisis cuantitativo presentado, Archila avanza en cuatro hipótesis alternativas de la protesta colectiva en Colombia. La hipótesis de la acción colectiva como lucha de clases (capítulo 5) busca “explorar la relación entre partidos u organizaciones de izquierda y los movimientos sociales con el fin de determinar el peso real de la imagen de la lucha de clases en el comportamiento cotidiano de los actores sociales” (p. 274). Tras rastrear las características de las relaciones entre los sectores de izquierda y los movimientos sociales (la sospecha, el descuido, la revalorización, la subordinación y la instrumentalización, entre otros) concluye: “[…] la acción colectiva en Colombia, si bien incorporó parte del imaginario de la lucha de clases, tanto en la forma tradicional, referida a la producción, como en una versión policlasista que incluye también el consumo, no fue la guía de su comportamiento. Ello se debió a que esa lucha de clases se contempló a través del prisma guerrerista

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—sobre la base de enemistades radicales aún con los ‘otros’ cercanos—, práctica que no coincidía con el ejercicio cotidiano de muchos actores y de los mismos militantes de la izquierda social” (pp. 329-330).

Después de considerar los límites de la explicación basada en la lucha de clases, el profesor Archila explora la idea según la cual los movimientos sociales son una expresión organizada de la sociedad civil en mutuo fortalecimiento con el Estado en su función de creador de consenso (capítulo 6). Tras realizar un detallado panorama de las debilidades y fortalezas del Estado, destaca el descuido relativo de la institución estatal hacia lo social, que se traduce en muy pocas reformas para atender a los sectores subalternos y en una precaria institucionalización de sus conflictos (p. 346), producto de una mirada que percibía los conflictos sociales como resultado de factores externos —la Guerra Fría, por ejemplo— o de presión de los grupos armados ilegales. Esto ocasionó una fuerte estigmatización, penalización y represión de la protesta social, que estaba lejos de fortalecer la autonomía de la sociedad civil o del Estado en su función de promotor de consenso y en su capacidad para institucionalizar los conflictos sociales. Una lógica antagónica entre los movimientos sociales y el Estado que dista de la noción de mutuo fortalecimiento es la secuela de este entorno. En cuanto a la construcción de identidades en los proceso de confrontación como explicación de la protesta (capítulo 7), presenta que la lectura de las identidades de clase fue una de las primeras formas de entender los movimientos sociales. Obreros, campesinos, civiles y estudiantes fueron analizados en este código, pero “las identidades tradicionales que parecían afirmarse en un sólido análisis de clase fueron cuestionándolo hasta desbordarlo en la práctica. Su pretendida homogeneidad también se desvaneció en el aire. Otras dimensiones de la vida en sociedad fueron otorgando nuevas identidades que no se reducían a la mera contradicción entre capital y trabajo” (p. 399).

Irrumpieron nuevas identidades (étnicas, de género, medioambientales y culturales) que usualmente surgieron “al abrigo de las demandas inmediatas y materiales, pero con el tiempo las trascendieron, sin descuidarlas” (p. 429). La última explicación a la protesta plantea la hipótesis de la justeza de las demandas. Tras argumentar que los actores sociales son racionales (al poseer intencionalidad en su acción y capacidad de explicación de ésta, que no es reducible a lo meramente instrumental), el profesor Archila considera que las protestas resultan de un marco interpretativo de injusticia donde los reclamos han correspondido “por lo común a demandas lógicas ante condiciones de exclusión o de inequidad” (p. 436). Dicho sentimiento parte de la privación

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relativa de bienes y recursos y de la mediación cultural para “captar la injusticia y, en consecuencia, indignarse” (p. 456) y movilizarse. Concluye con una reflexión sobre los actores sociales y resalta la debilidad de los mismos por su dificultad, entre otras cosas, para trascender de lo particular a lo general y la imposibilidad de hablar de movimientos sociales en Colombia durante el período estudiado (p. 470). Frente a los logros alcanzados por las estrategias de protesta, resalta la ampliación de la democracia y su impacto en la dimensión cultural de la política. En cuanto al contexto, muestra que el desborde de la violencia marcó a los actores sociales en los últimos años estudiados, por lo cual ha sido muy valiente acudir al mecanismo de visibilización estudiado (p. 472). Éstos son los principales argumentos del excelente libro de Mauricio Archila. Sin lugar a dudas, su lectura será estimulante y generará importantes debates sobre varios de los temas que plantea. Por mi parte, propongo abrir el debate teórico sobre la definición de movimiento social para casos de conflicto armado. Según el profesor Archila (y siguiendo Touraine), los movimientos sociales se caracterizan, entre otras cosas, por su vocación de consenso frente a la imposición por la fuerza y la violencia que utilizan otros actores sociales. En sus palabras: “[…] la acción armada es externa a la social, no tanto porque persiga fines políticos (como a veces lo pueden hacer los movimientos sociales), sino por los medios violentos de los que hace uso” (p. 74). Esto contraría una importante tradición teórica sobre la política para la cual la violencia es parte consustancial a la protesta (como fin y como medio). Por ejemplo, la tradición marxista, la mirada de Carl Schmitt y la agenda sobre el conflicto de Tilly, para quienes el Estado no elimina la violencia de la cotidianidad como suponen las interpretaciones liberales. Siguiendo a los Tilly, “Violencia y poder aparecen estrechamente conectados. ¿Debería sorprender esto a alguien? en absoluto. […] muchas interpretaciones sociológicas de la protesta, la conflictividad y la violencia las tratan como si sucediesen fuera de la política normal, o incluso contra la política normal”1, pero lo que ocurre es que la violencia colectiva tiene una estrecha relación con formas pacíficas de la lucha por el poder. En este sentido, abordar de manera sistemática la política de la violencia y la política de la protesta nos permite plantear y resolver preguntas como ¿bajo qué condiciones internas de los movimientos sociales y del 1. Charles Tilly, Louise Tilly y Richard contexto la protesta se torna violenta? ¿Qué explica el aumento de Tilly, El siglo rebelde 1830-1930. Zaragoza: PUZ [1975], 1997, 279. la violencia y sus ciclos dentro de los procesos de protesta? ¿Qué 2. Quienes muestran que los aconteexplica las tácticas represivas del Estado y sus innovaciones a través cimientos violentos de protesta no del tiempo?, todo esto teniendo como base empírica que la violencomenzaban de forma distinta a los no violentos son Charles Tilly, Louise cia no es algo colateral a la protesta, sino un recurso adicional con Tilly y Richard Tilly, El siglo rebelde 2 el que cuentan los inconformes (como ha sido mostrado por Tilly ). 1830-1930, 288.

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Por otro lado, considero que es importante plantear la pregunta referida a qué tanto los esfuerzos organizativos de sectores subalternos, para mantener la noción de trabajo del profesor Archila, deben proyectarse más allá de las coyunturas y particularidades para que logren el status de movimientos sociales. Esto, teniendo en cuenta que, según el profesor Archila, en “Colombia entre 1958 y 1990 hubo persistencia de la protesta pero difícilmente se puede hablar de movimientos sociales como tales” (p. 470). Considero que la rica descripción empírica que realiza el autor claramente contradice esta conclusión, mostrando que los movimientos sociales, como esfuerzos identitarios y organizativos para realizar demandas públicas a diferentes autoridades, sí tienen un lugar en la historia social de Colombia: los sindicatos obreros, los indígenas, las estructuras organizativas campesinas y los movimientos estudiantiles así lo evidencian. La conclusión de Archila puede ser producto de las referencias utilizadas, particularmente la visibilización de los actores por parte de la prensa escrita. Así, el cubrimiento mediático y las rutinas informativas de los medios impresos se caracterizan por la falta de contextualización (con un énfasis en el espectáculo) y por un encuadre de la protesta desde la óptica policial y de los problemas de movilidad. Por ello las diversas dimensiones de la protesta no son captadas por estas fuentes, y las que lo son tienen importantes sesgos. En Colombia han existido y existen movimientos sociales, mirados desde la relativa debilidad producto de factores internos, del contexto y la represión persistente a la que han sido objeto. Finalmente, considero que es importante avanzar en la agenda de investigación desde el análisis de la protesta social, centrada en los actores del conflicto hacia los eventos de la confrontación (siguiendo la agenda planteada por McAdam, Tarrow y Tilly3), y problematizar la noción de que la movilización es costosa. Es necesario ir un poco más allá de la idea de que “algo tenía que impulsar a la gente a incurrir en los costos de participar en una protesta porque no bastaba con que unos cuantos dirigentes la convocaran” (p. 444), 3. Doug McAdam, Sidney Tarrow y Charles Tilly, Dynamics of Contention. y estudiar cómo opera esta relación dinámica entre costos/beneNew York: Cambridge University ficios y cuáles escenarios la determinan. Press, 2003.

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Notiartículos Damos inicio a esta nueva sección en la que se presentan resúmenes, en inglés y español, de artículos publicados durante los dos años inmediatamente anteriores en prestigiosas revistas estadounidenses de Historia. La elección obedece a artículos cuyo tema son los países andinos (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela). Las revistas revisadas fueron Colonial Latin American Review (2009), The Americas (2009) y Hispanic American Historical Review (2008). Esta entrega estuvo a cargo de Mike LaRosa, miembro del Comité Editorial de la revista.

Ï Gužauskytė, Evelina. “Stars of the Sky, Gems of the Earth: Place Names Related to ‘Planets’ and Metals in Columbus’s Diario”, Colonial Latin American Review Vol. 18: n.o 2 (Agosto de 2009): 261-282. Columbus’s naming of lands, rivers and towns was not frivolous: Columbus used his awareness of cartography, alchemical language and Catholic religious traditions to impose names in the New World, and his naming strategy reflects his philosophical desire to harmonize the new and old worlds and a political calculation, a “meticulously designed fiction” created to impress his patrons, the Catholic Monarchs of Spain. El diario de Cristóbal Colón está lleno de nombres propios de ríos, pueblos y lugares que Colón puso según una cierta lógica. Utilizó su conocimiento de la cartografía, el lenguaje de la alquimia y las tradiciones religiosas católicas para imponer nombres propios en el Nuevo Mundo. Su estrategia de nombrar refleja su deseo filosófico para armonizar este último con Europa. Colón era también un hombre altamente político, que usó una “ficción meticulosamente creada” para impresionar a sus patrones, los Reyes Católicos de España. Ï Dueñas, Alcira. “Ethnic Power and Identity Formation in Mid-Colonial Andean Writing”, Colonial Latin American Review Vol. 18: n.o 3 (Diciembre de 2009): 407-433.

Andean educated elites, via the written word, attempted to maintain their ethnic power structures in the wake of the Spanish colonization project. By attempting to reframe preHispanic notions of reciprocity and the European notions of common good and natural rights, Andean critical writing and political action is seen in the work of Jerónimo Lorenzo Limaylla, an Indian noble from the Jauja Province. Limaylla’s writings were uncovered and studied at the Archivo General de Indias (Seville) and the Biblioteca del Palacio Real in Madrid. Utilizando la palabra escrita, las élites ilustradas andinas intentaron mantener sus estructuras étnicas de poder después de la colonización española del siglo xvi. Al tratar de “reenfocar” las ideas prehispánicas de reciprocidad y las ideas europeas de “bien común” y derechos naturales, el trabajo de Jerónimo Lorenzo Limaylla —miembro de la nobleza andina

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de la Provincia de Jauja— se destaca como un buen ejemplo de escritura crítica, cuyo fin era fomentar la acción política. Los escritos de Limaylla fueron recién descubiertos y estudiados en el Archivo General de Indias (Sevilla) y la Biblioteca del Palacio Real de Madrid.

Ï Stanfield-Mazzi, Maya. “The Possessor’s Agency: Private Art Collecting in the Colonial Andes”, Colonial Latin American Review Vol. 18: n.o 3 (Diciembre de 2009): 339-364. This article studies “collectors” of art in the pre-independence Andes, specifically in the city of Puno, Peru. Based on archival research in Cuzco and Puno, Stanfield-Mazzi helps the reader understand some of the possible motives of collectors rather than the traditional focus on production of art. The estate list of María Angela Cachicatari from Puno (dated 1797) is the main document used by the researcher to suggest that art collectors were in fact “powerful agents in the colonial setting”. Este artículo es un estudio sobre los “coleccionistas” de arte durante la época previa a la independencia en los Andes, más específicamente en la ciudad de Puno, Perú. Basándose en investigaciones de archivo en Cuzco y Puno, la autora ayuda al lector a entender mejor algunos de los posibles motivos de los coleccionistas, pues la mayoría de la investigación sobre arte colonial trata de la “producción” del arte. La lista de bienes de María Ángela Cachicatari del Puno (1797) es el documento principal que la investigadora utilizó para sugerir que los coleccionistas eran, de hecho, “agentes poderosos en la sociedad colonial”. Ï Boyer, Patricio. “Framing the Visual Tableaux in the Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, Colonial Latin American Review Vol. 18: n.o 3 (Diciembre de 2009): 365-382. Boyer compares las Casas’s Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552) with what’s known as the “Larguísima” (or the oral account delivered by las Casas at the court in 1542). The 1542 appearance helped shape the Crown’s promulgation of the “New Laws” of 1542 which provided nominal legal protection for the Crown’s colonial “subjects.” By presenting “a visual tableaux of atrocity”, the 1552 text pushed Royal authorities to take stronger action on behalf of indigenous persons who were suffering at the hands of the Spanish colonial project. Boyer hace una comparación entre el texto de Bartolomé de las Casas Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552) con el trabajo que se conoce como la “Larguísima” (el discurso, pronunciado por las Casas en el Corte en 1542). Éste ayudó a convencer a los Reyes Católicos de que promulgaran las Leyes Nuevas de 1542, que proveían de mínima protección legal a los “sujetos” de la Corona. Al presentar “un visual tableau de la atrocidad”, el texto de 1552 obligó a las autoridades reales a llevar a cabo acciones en beneficio de los “sujetos” indígenas, quienes sufrían demasiado bajo el proyecto colonial español.

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Ï Kohut, Karl. “Las primeras crónicas de Indias y la teoría historiográfica”, Colonial Latin American Review Vol. 18: n.o 2 (Diciembre de 2009): 153-187.

El profesor Kohut hace una revisión de las principales ideas de los teóricos históricos españoles del siglo xvi. Más específicamente, el autor compara la obra de Juan Luis Vives, Pedro de Rhua y Juan Páez de Castro con los trabajos de los “cronistas de Indias” del siglo xvi. Leyendo a los cronistas Pedro Mártir de Anglería, Gonzalo Fernández de Oviedo, Bartolomé de las Casas, Francisco López de Gómara, Pedro de Cieza de León y Bernal Díaz del Castillo, el autor ofrece nuevas reflexiones entre la integración de la “teoría” y la “práctica” en la historiografía española del siglo xvi. Professor Kohut revises some of the primary ideas dealing with the historic theory of the Spaniards during the sixteenth century. Specifically, the author compares the work of Juan Luis Vives, Pedro De Rhua and Juan Páez de Castro with the work of the “Chroniclers of the Indies” of the Sixteenth century. Reading the chroniclers of Pedro Mártir de Anglería, Gonzalo Fernández de Oviedo, Bartolomé de las Casas, Francisco López de Gómara, Pedro de Cieza de León and Bernal Díaz del Castillo, the author provides some new reflections concerning the integration of the “theory” and “practice” in Spanish historiography of the sixteenth century.

Ï Zahler, Reuben. “Complaining like a Liberal: Redefining Law, Justice and Official Misconduct in Venezuela, 1790-1850”, The Americas Vol. 65: n.o 3 (Enero de 2009): 351-374. This article, utilizing archival sources from the Venezuelan Archivo General de la Nación shows how change in legal thinking developed during and after independence. The author contends that legal norms changed from mere “Regularization” of Administrative Functions to create social harmony (which was a colonial modus vivendi) to a more reasoned, calm and “liberal” enforcement of written law in the post independence period. However, by about 1850, severe struggle among ruling factions led to civil war and, eventually, authoritarian rule which lasted for more than a century. Utilizando fuentes del Archivo General de la Nación de Venezuela, este articulo muestra los cambios en el pensamiento legal desarrollado durante y después de la época de la Independencia. El autor afirma que las normas legales pasaron de la mera “regularización” de las funciones administrativas para crear armonía social (una práctica importante durante la época colonial), a una posición más razonable, calmada y “liberal”, donde se aplicaron las leyes escritas en la época posindependencia. Sin embargo, aproximadamente en el año 1850 una lucha importante dentro los poderes dominantes de la sociedad conllevó a una guerra civil, que eventualmente produjo una dictadura autoritaria que duró más de un siglo.

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Ï Wiarda, Howard. “The Political Sociology of a Concept: Corporatism and the ‘Distinct Tradition’”, The Americas Vol. 66: n.o 1 (Julio de 2009): 81-106. Political theorist Howard Wiarda offers insight into how he conceptualized “Corporatist” theory during the 1960s and 1970s—a theoretical framework which suggested that significant corporate entities (the Church, the military, the elites) wield tremendous historic and cultural power and must be considered in any serious discussion of Latin American modernization and/or “democracy.” Since the 1970s, scholars have moved on to social and cultural theories and concerns to study Latin America, but this essay provides unique insight into the architect of a theory, the critics of that theory and what remains, today, of corporatist thinking in the fields of Latin American studies, comparative politics or political science. El politólogo norteamericano Howard Wiarda ofrece una perspectiva sobre la conceptualización de la teoría de “Corporativismo”, que se desarrolló durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo xx. Según Wiarda, las poderosas entidades corporativas (la Iglesia Católica, los militares, las élites, etc.) han ostentado un enorme poder histórico y cultural, y por ende, hay que considerarlas en cualquier discusión sobre la “modernización” de América Latina y su democracia. Por supuesto, desde la década de los setentas del siglo pasado, los intelectuales han abandonado el “corporativismo” utilizando teorías socioculturales para estudiar y analizar a América Latina. Ahora bien, este ensayo da una mirada única al desarrollo de una teoría estadounidense que intentaba explicar a América Latina; también expone una discusión franca sobre la crítica de la teoría, y lo que queda hoy del pensamiento corporativista en los campos de investigación de los estudios latinoamericanos, la Política comparada y la Ciencia política.

Ï Mumford, Jeremy Ravi. “Litigation as Ethnography in Sixteenth Century Peru: Polo de Ondegardo and the Mitimaes”, Hispanic American Historical Review Vol. 88: n.o1 (Febrero de 2008): 6-40. The author studies two court cases from sixteenth century Peru, showing the extent to which Andean legal and cultural concepts can emerge within the evolving Spanish domination, structure and legal codes/practices. According to Mumford, Spaniards took greater interest in cases that directly affected their well being (such as a case debating to whom Mitimaes should pay encomienda obligations). Cases that did not directly affect the well being of Spaniards were adjudicated in a less prescient fashion. El autor estudia dos casos jurídicos del siglo xvi en el Perú, que muestran cómo los conceptos culturales y legales andinos pudieron surgir dentro de la estructura del sistema español y los códigos y prácticas legales coloniales. Según Mumford, los españoles tomaron un gran interés en casos que pudieron influir en su bienestar (por ejemplo, un caso sobre Mitimaes y sus obligaciones fiscales a ciertos encomenderos). Los casos que no tenían implicaciones directas en el bienestar de los españoles eran decididos en una forma rápida y sin gran interés por parte de los jueces españoles.

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Ï Durston, Alan. “Native Language Literacy in Colonial Peru: The Question of Mundane Quechua Writing Revisited”, Hispanic American Historical Review Vol. 88: n.o 1 (Febrero de 2008): 41-70. Alan Durston studies 12 alphabetic texts written by native peoples in Quechua. These texts tend to deal with “mundane” matters (mostly petitions and notarial material) rather than the more common “pastoral literature” which was authored by colonial creole Priests. The author laments the fact that so few documents exist in Andean archives (compared to copious documentation in Mesoamerica, written in Nahuatl, Maya and Mixtec). He suggests that the use of the Andean quipu for record keeping explains the dearth of Quechuaauthored “mundane” documents. El Profesor Durston estudia doce textos alfabéticos escritos por nativos que hablaron y escribieron en quechua. Los textos tratan más que todo asuntos “mundanos” (peticiones y materiales notariales), al contrario que la “literatura pastoral” escrita por sacerdotes creoles coloniales. El autor lamenta que sean tan pocos los documentos escritos en quechua que existen en los archivos andinos en comparación con los copiosos documentos que existen en Mesoamérica, escritos en náhuatl, maya y mixteca. Durston sugiere que el uso del “quipu” andino para transacciones de negocios explica la falta de documentos “mundanos” encontrados en los archivos andinos.

Ï Thurner, Mark. “Jorge Basadre’s “Peruvian History of Peru,” or the Poetic Aporia of Historicism”, Hispanic American Historical Review Vol. 88: n.o 2 (Mayo de 2008): 247-283. Andean Historian Mark Thurner offers a detailed study of one of Latin America’s most influential thinkers, Jorge Basadre of Peru. Basadre’s theoretical and intellectual influences are addressed, as well as the fact that his characterization of Peru as “many Peru’s” is still part of contemporary Latin American lexicon. Basadre’s historical thinking on Peru was influenced by “Peruvian” historical and intellectual development including the rise of cultural indigenismo, economic and social Marxism and political Populism. As one of the great thinkers of Latin America, Basadre (who died 30 years ago) is still considered Peru’s “most sagacious and representative historian.” El historiador de los Andes Mark Thurner ofrece un estudio detallado de uno de los historiadores más influyentes de América latina en el siglo pasado, Jorge Basadre del Perú. Las influencias teóricas e intelectuales de Basadre forman la base del artículo de Thurner, al igual que la caracterización de la complejidad de Perú en el trabajo de Basadre, Perú, Promesa y Posibilidad, y cómo esta caracterización todavía influye la historiografía latinoamericana. El pensamiento de Basadre se basa en el desarrollo histórico e intelectual del país, incluyendo el desarrollo del indigenismo cultural, el marxismo económico y social y el populismo político. Como uno de los grandes intelectuales de América Latina, Basadre (quien murió hace treinta años) es todavía considerado el más “sabio y representativo historiador” peruano.

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Ï Escalante Gonzalo, Pablo y Clara García Ayluardo, coords. El México antiguo. De Tehuantepec a Baja California. México: Fondo de Cultura Económica, Centro de Investigación y Docencia Económicas, A.C., 2009, 196 pp. Este libro es una guía bibliográfica y además un conjunto de reflexiones sobre las corrientes, los proyectos y los autores que han construido la historiografía sobre el México antiguo, especialmente en los últimos cien años. En él se pretende dar una idea de lo que ha sido posible reconstruir, de lo que se puede reconocer y explicar del pasado precolombino, con los recursos de la arqueología, la historia, la etnología y algunas otras disciplinas. El autor cuenta que hay regiones cuya historia indígena es como un rompecabezas al que le faltará el ochenta por ciento de las piezas. Hay también algunos momentos y lugares, como la Tenochtitlán de 1519, sobre la que se ha llevado a cabo un buen número de investigaciones. El texto sintetiza las revisiones e interpretaciones más representativas y recientes de temas clave y ofrece, a la vez, una herramienta práctica al reunir las bibliografías más completas para el estudio de los procesos y los problemas de la historia de México. Ï Llanos Vargas, Héctor. El árbol genealógico de nuestras identidades culturales. Bogotá: Grafiwb Impresores & Publicistas, 2010, 297 pp. El texto comprende dos partes complementarias; la primera trata sobre los orígenes genealógicos de los usos, costumbres y el color de la piel de las castas o razas en Colombia, en tiempos coloniales y durante la primera mitad del siglo XIX, y la segunda es un álbum de textosimágenes de los viajeros sobre los colombianos,

que integra escritos a grabados, dibujos, acuarelas y fotografías. El contenido de su obra, lo aborda en la primera parte en tres capítulos y sus bloques temáticos son: El árbol genealógico del Viejo Mundo, El árbol genealógico de las castas del Nuevo Mundo y El árbol de la Libertad. Concluye en una exhaustiva bibliografía sobre la problemática estudiada. Esta obra ayuda a comprender el proceso histórico en el que surgen las modernas identidades culturales de los colombianos, a escala nacional y regional, a partir de la reflexión crítica de los pensamientos, imaginarios y discursos ideológicos de los letrados de tiempos coloniales y de destacados intelectuales, de la primera mitad del siglo XIX. Ï Jaramillo, Mario, Javier Ocampo López, Gustavo Adolfo Quesada, Carlos José Reyes, Clément Thibaud y José Fernando Ocampo. 1810. Antecedentes, desarrollo y consecuencias. Bogotá: Grupo Santillana, Taurus, S.A., 2010, 298 pp. Este libro recoge seis ensayos inéditos, escritos desde diferentes perspectivas analíticas, sobre los antecedentes, el desarrollo y las repercusiones de una fecha crucial en la historia de Colombia y de muchos otros países de América Latina. Sus páginas abarcan el contexto europeo que enmarcó el colapso del imperio colonial español, el contexto americano en que tuvo lugar la lucha por la independencia, los aspectos sociales de la guerra propiamente dicha y las interpretaciones históricas que han tratado de explicar la brecha entre los sueños y la realidad, entre las realizaciones y las frustraciones de una serie de acontecimientos que hace doscientos años cambiaron para siempre el mapa político del mundo. Se trata de una obra polémica que sin duda alguna aporta valiosos elementos de juicio para entender por qué, cómo y a qué precio nacieron las repúblicas americanas.

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del Banco de la República, con el ánimo de recuperar la voz privada que se expresa sobre asuntos públicos. La voz de de quienes durante la historia de Colombia han escrito, contado a sus seres amados lo que ocurre en su interior. Este libro busca que las cartas puedan seguir contando la historia no oficial de éste y de otros países.

Ï Tovar Mora, Jorge Andrés y Hermes Tovar Pinzón. El oscuro camino de la libertad. Los esclavos en Colombia, 1821-1851. Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Economía, 2009, 181 pp. En este trabajo se estudia el proceso de liberación de los esclavos en Colombia, que formalmente se inició en 1821 y que concluyó treinta años después. El contenido del libro está organizado en dos grandes secciones. En la primera, se analizan y describen con detalle las razones políticas, económicas y sociales que llevaron a iniciar el proceso de manumisión en Colombia. En la segunda sección se recopila, sistematiza y examina de manera cuantitativa la evolución e institucionalidad del proceso como factor determinante para explicar el largo período de tiempo que se tardó en liberar a los esclavos colombianos. Se trabajó con una base de datos que evidencia como aproximadamente 50.000 colombianos negros fueron liberados directa e indirectamente gracias al proceso de manumisión. Además, se concluyó que la forma gradual del proceso fue más allá del debate ético, pues constituyó una necesidad presupuestaria. La realidad social, donde los esclavos eran un activo de los amos, hizo imposible que la liberación se diera en pocos años.

Ï Gómez Muller, Alfredo y César A. Hurtado Orozco, ed. Anarquismo y anarcosindicalismo en América Latina. Colombia, Brasil, Argentina, México. La Carreta Editores, 2009, 236 pp. En esta segunda edición de este texto escrito hace treinta años, los autores proponen en un nuevo y extenso prefacio, una reflexión sobre el significado ético-existencial del anarquismo, esto es, sobre la relación entre la crítica anarquista de la cotidianidad y la recreación social de sentido y de valores, más allá de la ideología y de la racionalidad instrumental. Esta reflexión se orienta hacia el esclarecimiento del aporte de un anarquismo renovado para la reconstrucción de la sociedad sobre bases de justicia social, democracia radical y pluralismo cultural, en el marco de un proyecto latinoamericano y mundial de emancipación.

Ï Millán de Benavides, Carmen, ed.

Ï Bosemberg, Luis E., Ralf J. Leiteritz y Tatjana

De usted atentamente. Manual de conservación de car-

Louis, comps.

tas y papeles personales. Bogotá: Pontificia Universidad

Alemania en el siglo XX: Historia, política y sociedad.

Javeriana, Instituto de Estudios Sociales y Culturales-

Bogotá: Departamento de Historia, Ciencias Políti-

PENSAR, Museo Nacional de Colombia, 2009, 113 pp. Este texto forma parte de un colectivo sobre cartas y conflicto del Instituto de Estudios Sociales y Culturales PENSAR, de la Pontificia Universidad Javeriana y del Museo Nacional de Colombia. El proyecto ha participado en la iniciativa cartas de la persistencia de la Biblioteca Luis Ángel Arango

cas y Lenguas y Estudios Socioculturales, Facultad de Ciencias Sociales, Ediciones Uniandes, Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales, CESO, 2009, 313 pp. El presente libro es producto de una iniciativa de tres profesores de la Universidad de los An-

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des quienes consideraron que en las librerías de habla hispana poco había sobre autores alemanes. Este libro no intenta, ni mucho menos, cerrar esa brecha que es inmensa, sino más bien quiere hacer conocer algunos textos que considera importantes para comprender la historia, la política y la sociedad de Alemania en el siglo XX. Los textos incluyen a profesores universitarios, escritores, periodistas y políticos —unos más famosos que otros—, pero con una variedad de propuestas y análisis. Los artículos compilados tratan temas del período de entre guerras mundiales, los diversos desarrollos políticos, económicos y sociales tanto en la República Democrática Alemana como la República Federal Alemana entre 1945 y 1990, y los impactos que estas experiencias representaron para el éxito a mediano y largo plazo en el proceso de la unificación alemana. Se refieren también al cambio que ha sufrido el enfrentamiento con el pasado, tanto con el Tercer Reich como con la RDA.

te, se le reconoce, aún cuando sea de manera más imprecisa e indefinida, como el campo de las relaciones internacionales, y que se propone interpretar como una historia del Presente histórico. En la caracterización de este presente histórico se ha recurrido a la disciplina de la historia, por ser un tipo de conocimiento que pone en evidencia las distintas temporalidades que participan de esta historia global y porque es un saber abierto a las demás ciencias sociales, de cuya comunión surgen enfoques globales, es decir, transdisciplinarios.

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Ï Fazio Vengoa, Hugo, Antonella Fazio y Martha Jaimes, colaboboradoras. El presente histórico. Una mirada panorámica (1968-2009). Bogotá: Universidad de los Andes, Departamento de Historia, Ediciones Uniandes, Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales, CESO, 2009, 184 pp. El libro es producto de una línea de investigación cuyo objetivo principal ha consistido en la elaboración de una perspectiva de análisis nueva para el estudio de la realidad contemporánea, y de modo particular de aquella área de las ciencias sociales que se aglutina normalmente bajo la rúbrica de los estudios internacionales y que, de modo más corrien-

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