Historia Crítica No. 44

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Tema Abierto

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Mayo-Agosto 2011 Precio $30.000


N° 44

Mayo - Agosto 2011

Revista del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes BogotĂĄ, Colombia


Tabla de contenido Carta a los lectores

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Artículos Tema Abierto Camilo Alexander Zambrano, Universidad de Ciencias Aplicadas, Colonia, Alemania Encomienda, mujeres y patriarcalismo difuso: las encomenderas de Santafé y Tunja (1564-1636) Santiago Garrido, Universidad Nacional de Luján, Buenos Aires, Argentina, Alberto Lalouf, Universidad Nacional de Entre Ríos, Buenos Aires, Argentina, y Hernán Thomas, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, Argentina Veleros y vapores, velocidad y engaño. Análisis socio-técnico de las transformaciones en la navegación marítima en el proceso de abolición del comercio atlántico de esclavos (siglo xix) Irina Podgorny, Investigadora en el Archivo Histórico del Museo de La Plata, CONICET, Buenos Aires, Argentina Fronteras de papel: archivos, colecciones y la cuestión de límites en las naciones americanas José Trinidad Polo Acuña, Universidad de Cartagena, Cartagena, Colombia Los indígenas de la Guajira y su articulación política al Estado colombiano (1830-1880) Edwin Cruz Rodríguez, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia El federalismo en la historiografía política colombiana (1853-1886) Martha Lux, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Nuevas perspectivas de la categoría de género en la historia: de las márgenes al centro Nicolás Cuvi, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Quito, Ecuador “Dejen que el diablo haga lo demás”: la promoción de productos complementarios en América Latina durante la década de 1940 Espacio estudiantil Valentina Orellana Guarello, Pontifica Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, Chile Código Postal 9409 y la Guerra de las Malvinas. Entre la correspondencia de los soldados-hijos y la carta a un soldado desconocido Reseñas Sonia Milena Pineda Rodríguez, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia Schuster Cordone, Caroline. Le crépuscule du corps. Images de la vieillesse féminine. Fribourg: Infolio, 2009. Renán Silva, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Distancias, fronteras e intercambios culturales: Lawrence Levine. Highbrow/lowbrow: The Emergence of Cultural Hierarchy in America. Cambridge: Harvard University Press 1988 / Lawrence Levine. Culture d’en haut, culture d’en bas. L’émergence des hiérarchies culturelles aux États. Paris: Éditions La découverte, 2010. Gabriel Cabrera Becerra, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, Colombia Melo, Joaquim. SPI. A política indigenista no Amazonas. Manaus: Governo do Estado do Amazonas, Secretaria de Estado da Cultura, 2009. Marco Palacios, El Colegio de México, Ciudad de México, México, y Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Betancourt Mendieta, Alexander. Historia y nación: tentativas de la escritura de la historia en Colombia. Medellín: La Carreta Editores E.U., Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Coordinación de Ciencias Sociales y Humanidades de la UNAM, 2007. Notilibros Acerca de la revista Normas para los autores

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Table of Contents Letter to readers

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Articles Open Forum 10-31 Camilo Alexander Zambrano, Universidad de Ciencias Aplicadas, Colonia, Alemania The encomienda, women, and diffuse patriarchy: the encomenderas of Santafé and Tunja (1564-1636) 32-54 Santiago Garrido, Universidad Nacional de Luján, Buenos Aires, Argentina, Alberto Lalouf, Universidad Nacional de Entre Ríos, Buenos Aires, Argentina, and Hernán Thomas, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, Argentina Sailboats and steamboats, speed and deception: A socio-technical analysis of the transformations in maritime navigation in the process of abolishing the Atlantic slave trade during the nineteenth century 56-79 Irina Podgorny, Investigadora en el Archivo Histórico del Museo de La Plata, CONICET, Buenos Aires, Argentina Paper frontiers: archives, collections, and the question of limits in nations of the Americas 80-103 José Trinidad Polo Acuña, Universidad de Cartagena, Cartagena, Colombia The indigenous people of the Guajira and their articulation with the Colombian state (1830-1880) 104-127 Edwin Cruz Rodríguez, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia Federalism in Colombian political historiography (1853-1886) 128-156 Martha Lux, Universidad de los Andes, Bogotá Colombia New perspectives on the category of gender in History: from the margins to the center 158-181 Nicolás Cuvi, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Quito, Ecuador “Let the devil do the rest”: The promotion of complementary products in Latin America during the 1940s Student Space Valentina Orellana Guarello, Pontifica Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, Chile Postal code 9409 and the Falklands War. From correspondence to soldier-sons and a letter to an unknown soldier Book Reviews Sonia Milena Pineda Rodríguez, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia Schuster Cordone, Caroline. Le crépuscule du corps. Images de la vieillesse féminine. Fribourg: Infolio, 2009. Renán Silva, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Distancias, fronteras e intercambios culturales: Lawrence Levine. Highbrow/lowbrow: The Emergence of Cultural Hierarchy in America. Cambridge: Harvard University Press 1988 / Lawrence Levine. Culture d’en haut, culture d’en bas. L’émergence des hiérarchies culturelles aux États. Paris: Éditions La découverte, 2010. Gabriel Cabrera Becerra, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, Colombia Melo, Joaquim. SPI. A política indigenista no Amazonas. Manaus: Governo do Estado do Amazonas, Secretaria de Estado da Cultura, 2009. Marco Palacios, El Colegio de México, Ciudad de México, México, y Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Betancourt Mendieta, Alexander. Historia y nación: tentativas de la escritura de la historia en Colombia. Medellín: La Carreta Editores E.U., Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Coordinación de Ciencias Sociales y Humanidades de la UNAM, 2007. Book Notes About the journal Submission guidelines

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Carta a los lectores

Carta a los lectores Esta carta a los lectores es un buen motivo para dar bienvenidas y para escribir un breve adiós. En primer lugar quiero darle la bienvenida a Manolo Garcia Florentino como nuevo miembro del comité científico de la revista. El Profesor Florentino hace parte del departamento de historia de la Universidade Federal de Rio de Janeiro en Brasil y es especialista en historia de la esclavitud en las Américas y en África. En Historia Crítica nos complace mucho tenerlo como nuevo miembro de la revista y esperamos que su presencia nos ayude en nuestro nuevo proyecto de fortalecer los vínculos con la academia portuguesa y brasilera. También es un placer informarle a los lectores que desde el mes de junio de este año asumirá la dirección de la revista Jaime Borja. Hace un par de años tuvimos la fortuna en el departamento de historia de la Universidad de los Andes de recibir al profesor Borja como nuevo miembro en la planta de profesores. Ahora me alegra saber que asume la posición de director de Historia Crítica trayendo consigo toda su experiencia académica. Le deseo a Jaime lo mejor. Así mismo, quiero darle la bienvenida a Luz Ángela Núñez quien desde julio de este año asumirá la labor de editora de la revista. La experiencia académica de Luz Ángela también ayudará a continuar con la excelente labor que hasta este momento ha desarrollado Martha Lux. Martha deja la revista para convertirse en la nueva coordinadora-editora de publicaciones de la Facultad de Ciencias Sociales aquí en la Universidad de los Andes. Durante varios años

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Carta a los lectores

Martha fue uno de los pilares más importantes de la revista y el lugar privilegiado que tiene Historia Crítica en la academia colombiana y latinoamericana hoy en día responde en buena medida a su labor. Como director tengo una enorme gratitud con Martha y su gran trabajo. Finalmente aprovecho entonces esta oportunidad para decirle adiós a la dirección de la revista. En el tiempo que asumí esta labor pude enriquecerme como persona y como académico. También, tuve la fortuna de tener el apoyo de un gran equipo de trabajo y, a título personal, aprovecho para agradecerles nuevamente todo el apoyo que me brindaron en este tiempo.

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Encomienda, mujeres y patriarcalismo difuso: las encomenderas de Santafé y Tunja (1564-1636)

Artículo recibido: 8 de abril de 2010; aprobado: 6 de septiembre de 2010; modificado: 30 de enero de 2011.

Encomienda, mujeres y patriarcalismo difuso: las encomenderas de Santafé y Tunja (1564-1636)

The encomienda, women, and diffuse patriarchy: the encomenderas of Santafé and Tunja (1564-1636)

Resumen

Abstract

Este artículo aborda el tema de las encomenderas

This article examines the topic of encomenderas

en la historiografía colombiana, mostrando los

(women encomienda-holders) in Colombian histo-

sucesos que las evocan, el gesto que las silencia y

riography, showing the events that evoke them, the

cómo las recupera la historia. A continuación ana-

gesture that silences them, and how history recupera-

liza la participación social, económica y política de

tes them. Then it analyzes the social, economic, and

las mujeres en el Nuevo Reino durante el período

political participation of women in the New Kingdom

colonial. En la tercera parte, ligada estrechamente

of Granada during the colonial period. In the third

a la anterior, el artículo vincula la participación de

section, which is closely tied to the previous, the

las mujeres en la Colonia con un desenvolvimiento

article links the participation of women in colonial

específico de la historiografía colombiana, que no

society to the particular way that Colombian histo-

logra orientar, como sí lo hace la latinoamericana,

riography has developed: contrary to Latin American

el aporte central de las mujeres criollas y espa-

historiography, it has not managed to reorient the

ñolas de la élite del matrimonio a la encomienda.

focus on the central contribution of elite Creole and

Así, con este viraje sobre la participación, la última

Spanish women from marriage to the encomienda.

parte del artículo propone indagar la procedencia

Following this reexamination of their participation,

del título de encomendera y realizar un análisis

the last part of the article investigates the origins of

socioestadístico de las encomenderas de Santafé y

the title of encomendera and undertakes a social-

Tunja entre 1564 y 1636.

statistical analysis of the encomenderas of Santafé and Tunja between 1564 and 1636.

Camilo Alexander Zambrano

Palabras clave

Key Words

Encomienda, encomenderas, patriarcalismo, perío-

Encomienda, encomenderas, patriarchy, periods of

dos de titulación, matrimonio.

entitlement, marriage.

Historiador de la Universidad Nacional de Medellín (Medellín, Colombia), y Magíster en Historia de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). Miembro del grupo Historia Colonial de la Universidad de los Andes (Categoría B2 en Colciencias). Actualmente realiza una pasantía de investigación en la Universidad de Ciencias Aplicadas (Colonia, Alemania) sobre traducción y comunicación multilingüe. camiloalex00@gmail.com

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Camilo Alexander Zambrano

Encomienda, mujeres y patriarcalismo difuso: las encomenderas de Santafé y Tunja (1564-1636)Ï

Introducción La literatura anterior al advenimiento de la Nueva Historia en Colombia sobre las encomenderas procede de cuentos, memorias y ensayos históricos. El primero de ellos se encuentra en El Carnero, escrito alrededor de 16371 por el criollo santafereño, Juan Rodríguez Freyle. En aquel relato, el mencionado autor trata de forma moralista, cómica y misógina la muerte de doña María de Vargas, encomendera del pueblo de indios de Toca. Según el escritor de esta novela picaresca, los celos del marido desencadenaron su furia hasta el punto de que éste cometió el uxoricidio2. El segundo lleva por título La bella encomendera3, perteneciente a un “desconocido” articulista de la revista El Repertorio Colombiano, José Caicedo Ï Este artículo es producto de la investigación realizada en Rojas, donde al mejor estilo de la novela de Rodríguez Freyle, cuenta la Maestría en Historia de la Universidad de los Andes nuevamente el asesinato de la encomendera. El último cuento, “La (Bogotá, Colombia), 2005-2008. 4 encomendera de Bogotá” , escrito ya en el siglo xx por Raimundo No contó con financiación para su realización. Rivas y publicado en la revista mensual Santafé y Bogotá, relata con 1. Juan Rodríguez Freyle, El Carnero un estilo muy coloquial y romántico el papel que jugó la encomen(Caracas: Biblioteca Ayacucho, dera de Bogotá, doña Jerónima de Orrego y Olalla en la construcción 1979), 46. de la carretera de Occidente, que bordeaba la hacienda El Novillero 2. Juan Rodríguez Freyle, El Carnero (Bogotá: Ediciones Universales, en Techo. Con estos relatos se dio inicio a un personaje social de la 1995), 197-202. narrativa colombiana. 3. José Caicedo Rojas, “La bella encoEn cuanto a la historia económica y social de Colombia, o Nueva mendera”, El Repertorio colombiano 10:5 (1884): 474-494. Historia, ésta cuenta con una abundante literatura sobre el estu4. Raimundo Rivas, “La encomendera de Bogotá”, Santafé y Bogotá 1:5 (1923): 251-278.

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5. Para tener un panorama sobre la historiografía de las encomiendas, ver: Guillermo Hernández Rodríguez, De los Chibchas a la Colonia y a la República (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1949); Darío Fajardo Montaña, El régimen de la encomienda en la provincia de Vélez: (población indígena y economía) (Bogotá: Uniandes, 1969); Juan Friede, “De la encomienda indiana a la propiedad territorial y su influencia sobre el mestizaje”, Anuario colombiano de historia social y de la cultura 4 (1969): 35-62; Juan Villamarín, “Encomenderos and Indians in the formation of colonial society in the sabana de Bogotá, Colombia, 1537 to 1740” (PhD, Brandeis University, 1972); Alonso Valencia Llano, “Las rebeliones de los encomenderos”, Historia y espacio 14 (1991): 33-51; Julián Bautista Ruiz Rivera, Encomienda y mita en Nueva Granada en el siglo xvii (Sevilla: Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1975); Guillermo Ramón García-Herreros, “Encomiendas en el Nuevo Reino de Granada durante el Periodo presidencial del Doctor Antonio González”, Universitas Humanistica 5 y 6:1 (1973): 134-225; Germán Colmenares, Historia Económica y Social de Colombia 1537-1719 (Bogotá: Universidad del Valle, 1973); María Ángeles Eugenio Martínez, Tributo y Trabajo del Indio en la Nueva Granada (De Jiménez de Quesada a Sande) (Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1977); Jorge Orlando Melo, Historia de Colombia (Bogotá: Editorial La Carreta, 1977); Margarita González, “La hacienda colonial y los orígenes de la propiedad territorial en Colombia”, Cuadernos Colombianos 3:12 (1979): 569-590; Luis Enrique Baquero, Encomienda y vida diaria entre los indios de Muzo: (1550-1620) (Santa Fe de Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1995); Hermes Tovar Pinzón, Marta Herrera Ángel y Luis Enrique Rodríguez Baquero, Territorio, población y trabajo indígena: provincia de Pamplona siglo xvi

dio de la encomienda5, pero ya no basada en los relatos o en las encomenderas, sino en las estadísticas, en los informes de los diferentes actores políticos y en las causas judiciales. En estos estudios se afianza la idea de la encomienda como una institución6 social, política y cultural colonial. Ahora bien, después, en la década de 1980, debido a conflictos de tipo epistemológico surgidos en la década inmediatamente anterior, la encomienda fue relegada a la historia de tipo estructural, y los focos de las unidades de análisis de la historiografía se mudaron en “una saludable dispersión teórica y metodológica”7, que hizo posible la inclusión, nuevamente, de sujetos como las mujeres en la escritura de la historia8. Además, como lo señala un autor, las vidas de éstas, tanto las del común como las de la élite del Nuevo Reino, eran más interesantes social y culturalmente que la política económica de la Corona9. 1. Patriarcalismo difuso: el caso del Nuevo Reino Luego de esta revisión historiográfica, se pretende mostrar que la condición de posibilidad de la presencia de las encomenderas en el Nuevo Reino se dio principalmente, por la orientación del orden social colonial temprano hacia una organización difusa de la autoridad. Es decir, la participación de mujeres espa(Santafé de Bogotá: Centro de ñolas y criollas en el entramado social, Investigaciones de Historia cultural y económico de la colonización Colonial, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica y hispánica del Nuevo Mundo es concomiFondo Mixto de Promoción de la Cultura y las Artes del tante con la erosión del patriarcalismo Norte de Santander,1998). en las relaciones de poder. 6. Jorge Orlando Melo, HistoEn efecto, es un supuesto que la riografía colombiana: realidades y perspectivas (Medellín: organización patriarcal de conquista y Seduca, 1996), 33. colonización (vínculo de sumisión de 7. Jorge Orlando Melo, Histolos funcionarios reales hacia la Corona) riografía colombiana, 129. mantenía el orden político y social del 8. Jorge Orlando Melo, Historiografía colombiana, 116. Nuevo Reino. Sin embargo, en el mundo 9. Constanza Toquica, “¿Hisrural de la Santafé colonial estas relaciotoria literaria o Literatura nes patriarcales eran ambiguas, como se Histórica? Entrevista con Antonio Rubial García”, Fronteras de la Historia 5 (2000): 122.

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puede apreciar en los problemas suscitados en los distintos niveles de la organización social, es decir, la conformación de los linajes, las diferencias entre encomenderos y la autoridad real o “civil”, los intereses contrapuestos que mediaron entre los encomenderos y las autoridades eclesiásticas y, en los pleitos entre los encomenderos y la población indígena. Para demostrar dicha hipótesis haremos uso de las Fuentes Documentales para la Historia del Nuevo Reino de Granada, recolectadas por Juan Friede, y de fuentes secundarias. Basándose en las cartas enviadas a la Corona y las que ésta enviaba a las autoridades coloniales españolas, se mostrará el carácter difuso del ejercicio de la autoridad en la ciudad. Si bien la ciudad de Santafé es un foco crucial para observar la evolución y visión de las relaciones de mando entre tales autoridades coloniales, esto también está articulado con las diferentes ciudades coloniales y con el mundo rural del momento, al menos de aquellos territorios que abarcaban la jurisdicción de la Real Audiencia. La metodología empleada para demostrar estas relaciones de mando patriarcal difuso está basada en el análisis de la combinación de las relaciones entre los grupos sociales dominantes a los que hacen referencia las fuentes. Es decir, focalizamos un grupo social, que para nuestro caso serán los encomenderos, y establecemos relaciones con los puntos de vista asumidos por los demás grupos sociales que emergen de la documentación sobre determinado conflicto social, donde esté involucrada la autoridad. En 1563 el oidor y visitador general del Nuevo Reino, el licenciado Angulo de Castejón, redactaba un informe sobre el estado económico, social y religioso de las tierras que había observado a su paso por el Nuevo Reino. En él encontraba que los encomenderos abusaban de los indios en la medida en que no estaban interesados en mantener curas doctrineros en sus encomiendas, sino que los expulsaban de las mismas según su conveniencia. Esto era, sin duda, preocupante para la Corona, cuya política debía controlar la codicia de los encomenderos en la explotación de los indios y propiciar su vida en policía, es decir, en la salvación de las almas de los idólatras muiscas. Como esto no se lograba, el oidor propuso asignar la competencia de remoción o asignación de una doctrina a un funcionario real. Por lo tanto, en este asunto se veía a los encomenderos ejercer una autoridad sobre los curas doctrineros, que éstos no reconocían y buscaban en los funcionarios de la Corona, y al mismo tiempo el entrecruzamiento entre los poderes civiles y eclesiásticos (la ausencia de una línea precisa que diferenciara al poder civil del eclesiástico). He aquí, pues, uno de los factores de la autoridad colonial en funcionamiento. Por un lado, la autoridad privada y, por el otro, la autoridad del Estado colonial. Ambas entran en contradicción y ejercen un movimiento de polaridad

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de la conducta normativa de sus miembros. En la encomienda, la figura es cercana y ejerce su autoridad en los márgenes de ésta, mientras que en la Real Audiencia la ejercía el Rey y, por lo tanto, era distante e imaginaria10. Con la llegada del presidente Venero de Leiva, esta contradicción entre los encomenderos y las políticas de la Corona se vio afectada, pues los encomenderos incumplieron las retasas del oidor Angulo de Castejón. En este sentido, el imperio de la “libertad individual” con la que se procedía en el Nuevo Reino estaba olvidando el temor a Dios y al Rey, que eran los principios morales previstos para los súbditos de la Corona en tanto figuras paternas en la formación de la autoridad. En una carta enviada a la Corona en 1564 Venero de Leiva informaba lo siguiente: “Como este Reino y su república y todas sus gobernaciones están en la libertad que cada uno quería vivir sin sujetarse a ley ni cédula de Vuestra Majestad ni aún al temor de Dios, y ahora para hacerlas guardar hemos tocado en todos los estados desde los oidores y oficiales, religiosos y encomenderos, hasta los soldados y mercaderes y todos los demás que en este distrito viven […]”11.

Los diferentes grupos o “estados” sociales, según el presidente Venero de Leiva, no acataban las leyes de la Corona en cuanto a su contenido social, en especial lo concerniente a la prohibición de la práctica del servicio personal12. A esto se sumaba que el 25 de abril de ese mismo año el alcalde mayor de Santafé, absorbido totalmente por la autoridad privada de los encomenderos, repro10. Juan Friede, Fuentes docuchaba las conductas de los visitadores y oidores, afianzando con ello mentales para la historia del la desobediencia a la voluntad de los funcionarios reales y su dispoNuevo Reino de Granada (fdhnrg) (Bogotá: Banco Popular, t.V, sición para obedecer los propósitos del recién llegado presidente 1976), 60. Venero de Leiva. Por ejemplo, con respecto a las visitas, este observa11. Juan Friede, fdhnrg, t.V, 117. dor es más agudo que los oidores, o al menos no tan lisonjero como 12. Germán Colmenares, Historia Ecoellos, pues en primer lugar dice que las visitas sirven para que los nómica y Social, 148-149. El asunto del servicio personal de los indios visitadores y sus criados se enriquezcan (estos últimos como falsos es recurrente en los estudios sobre la encomienda. Ningún alguaciles mayores de visita y escribanos). Además argumentaba que autor da por sentada la efectiva sin delitos los visitadores no tendrían paga. Por ello el visitador busprohibición de este servicio por parte de los encomenderos; sin caba lenguas o intérpretes mestizos o indios, continuaba el alcalde, embargo, fueron los controles a las que él pudiera hacer desvariar y así incriminar a los encomenimpuestos por las visitas y la mita urbana los que hicieron dismideros a pagar penas de hasta dos mil y tres mil pesos13. En agosto nuir el uso del servicio personal. de ese mismo año, el presidente ya informaba al Rey sobre otro tipo Sobre la mita urbana ver: Julián Vargas Lesmes, La sociedad de de libertades que los encomenderos se tomaban con las sucesiones Santa Fe colonial (Bogotá: cinep, 1990), 85-119.

13. Juan Friede, fdhnrg, t.V, 155-162. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 10-31


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de encomienda. Según él, el fraude consistía en que los encomenderos que no estaban casados se desposaban con indias, mestizas o mujeres de más o menos suerte, como la Recopilación de Las Leyes de Indias lo exigía, las que después reclamaban la segunda vida de la encomienda. Esto sugiere que algunas encomenderas de las que no tenemos suficiente evidencia documental fueron indias. Sin embargo, el presidente Venero de Leiva no especificó a cambio de qué servicios los encomenderos se desposaban con esas mujeres, ya que no eran beneméritas, según las ordenanzas reales. En todo caso, el proyecto monogámico que defendía el patriarcalismo del presidente tenía falencias de las que la retórica patriarcal de la Corona no da muestras14. Para 1566, los excesos de los encomenderos hacían que dos vecinos de Santafé le informaran a la Corona sobre los intereses de éstos en la administración de justicia de sus encomendados y de los inconvenientes que esto causaba a los indios. El testimonio muestra la forma como los encomenderos ampliaban su margen de actividades de las encomiendas hasta el cabildo, que se encargaba de la justicia ordinaria y dejaba a los indios bajo su control. Continuando con esta reiterada desobediencia de los encomenderos, pero trasponiéndola al propósito religioso de la encomienda, el arzobispo de Santafé, fray Luis Zapata, exponía al Rey el 20 de agosto de 1573: “[…] al presente, en toda esta tierra no hay pueblo de indios cristianos, ni aún indio que lo sea, y es lástima de ver la doctrina que se tiene en los indios y las confusiones y estorbos que hay para haberla y ocasiones para que nunca la haya. Porque si como prelado la quiero entablar, los que gobiernan o la Audiencia Real no dan calor ni favor; los frailes pretenden sus opiniones y privilegios; los encomenderos sus libertades. Todos dicen ‘justicia’; ninguno la quiere ver ni guardar”15.

En 1577, fray Pedro de Aguado se sumaba a estas opiniones y retomaba los puntos de vista del oidor y visitador Angulo de Castejón sobre las relaciones entre los encomenderos y los doctrineros de las encomiendas. Sin embargo, Aguado agregaba un elemento interesante que el oidor hacía una década no había incluido en su carta de información al Rey: la obediencia del cura doctrinero a los intereses económicos de los encomenderos en la doctrina. En términos del fraile, los encomenderos hacían que la prédica se hiciera a su gusto 14. La retórica patriarcal a la que aludimos se refiere a la formación y no a la de Dios. Ese gusto consistía en que los curas doctrineros se de un discurso por parte del dedicaban a criar caballos, a prestar las iglesias para guardar puerEstado colonial sobre la relación entre la encomienda, la familia y cos, caballos, maíz o pan, y a ser crueles castigadores con los indios, la autoridad. “poniéndolos a trabajar para su amo, antes que servir a Dios”16. 15. Juan Friede, fdhnrg, tomo 7, 256.

16. Juan Friede, fdhnrg, tomo 7, 142-151. hist. crit. No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 10-31

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Además de los excesos o libertades de los encomenderos, el fraile los acusaba de querer tener los matrimonios de sus indios en los límites de su encomienda y de permitir el amancebamiento. Por último señalaba que los indios eran ocupados por los encomenderos durante todo el año en el trabajo y no en la doctrina17, exceso confirmado por las autoridades coloniales. En este mismo año, el mencionado arzobispo de Santafé remitió otra carta al Rey, en ella, la emprende nuevamente contra los encomenderos; pero esta vez contra los de Tunja por no pagar los diezmos. Además, añadía en su carta que las doctrinas de Tunja tenían religiosos pobres y que sus iglesias se construían con paja. Por lo visto, la imposibilidad de obtener un cambio en el control de los encomenderos sobre la encomienda por parte de la élite seglar y regular eclesiástica, hizo que las quejas se dirigieran al “medio material” de las doctrinas, a las iglesias doctrineras y a las obligaciones de los encomenderos con el clero, es decir, a los pilares de su emergente economía. Ahora bien, si las relaciones entre los encomenderos y la evangelización no atravesaban un buen momento, la Audiencia había logrado establecer una solución frente a la libertad de los encomenderos para cobrar las tasas (la cantidad de tributo debido por los indios a sus encomenderos) y hacer uso del servicio personal. Para Colmenares, la aceptación por parte de los encomenderos esta tasa no se modificó hasta 159418. Por otro lado, en los autos de visita de Andrés Egas de Guzmán (1595-1596), el abuso de los encomenderos estaba relacionado con el aumento de las fanegas de sembradura que autorizaba la tasa y no directamente con los servicios personales. Esto condujo al licenciado Andrés Egas de Guzmán a tasar a los indios individualmente, para que su disminución estuviera incluida en la tasa y los encomenderos no trataran de manipularla19. Inmediatamente los encomenderos objetaron la medida. Para ellos tales acciones eran extremas y terminarían acabando con el comercio y las labores que los indios estaban haciendo para ellos desde la última tasación. En este caso, la Audiencia entró en razón y decidió modificar la tasa del licenciado Egas de Guzmán, sobre la base de la remuneración que los indios recibi17. Juan Friede, fdhnrg, tomo 7, rían para su propio beneficio20. Finalmente, la situación descrita 142-151. anteriormente no se modificó hasta la visita del licenciado Juan de 18. Germán Colmenares, La provincia de Tunja en el Nuevo Reino de Valcárcel en 1636, cuando la tasación fue individual o por cabeza21. Granada (Santafé de Bogotá: Tercer Hasta el momento, las tensiones entre los funcionarios reales Mundo Editores, 1997), 107. y los encomenderos habían terminado en tambaleantes arreglos 19. Germán Colmenares, La provincia, 108-109. jurídicos. El caso extremo de ejercer justicia contra los encomen20. Germán Colmenares, La provinderos a cambio de su vida no aparece en la literatura consultada cia, 111.

21. Germán Colmenares, La provincia, 112. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 10-31


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al respecto. Sin embargo, en el capítulo xvii de El Carnero, la novela de Juan Rodríguez Freyle, se narra un episodio funesto en el que un encomendero recibió la pena a la horca. Según Freyle, la construcción del puente de San Agustín fue responsable de la muerte del encomendero Alonso Gutiérrez Pimentel, pues indignado con la orden de la Audiencia para disponer de sus indios, “dejóse decir no sé qué libertades contra el oidor”, el licenciado Luis Henríquez. Esto fue informado al Real Acuerdo por el oidor, y terminó en una causa o pleito jurídico que sentenció la pena de muerte22. Un aspecto al que no se ha hecho mención, es la relación entre los encomenderos y la ciudad de Santafé. Para el historiador urbano de la Colonia, Julián Vargas Lesmes, los excesos de autoridad de los encomenderos fueron enfrentados por la ciudad y sus vecinos en los años noventa, basados “en el derecho a usufructuar a los indígenas mediante la extensión del alquiler, institución que se llamó mita urbana”23. Como veníamos analizando, los funcionarios reales, los vecinos y el clero demandaban un control efectivo sobre las encomiendas, mientras Lesmes propone que la disponibilidad de la fuerza de trabajo de los indios no es exclusiva de los encomenderos, sino de la naciente ciudad de Santafé. Esto agregaría entonces el último elemento presentado hasta aquí, con respecto a los conflictos de autoridad en Santafé y en Tunja, pues los procesos son similares en ambas ciudades. Como se ha podido apreciar, si bien se restringía el acceso de las mujeres españolas y criollas a los dominios jurídicos y políticos de la sociedad colonial, en tanto no podían llegar a mantener cargos ni en la milicia ni en la justicia, la caracterización difusa de esta sociedad sobre la autoridad permitía una participación de las mujeres en los intersticios que abría para ellas la baja concentración del poder en una sola figura masculina dominante. En efecto, este fenómeno fue la condición de posibilidad de la de emergencia de una historiografía colonial sobre las mujeres, precisamente aquella enfocada en el matrimonio y en la familia, como se expondrá a continuación. 2. La participación de las mujeres en la sociedad colonial del Nuevo Reino: del matrimonio y la familia a la encomienda

Precisamente la condición difusa de la autoridad colonial lleva a los historiadores, a partir de la década de 1980, a investigar una multiplicidad de temas vinculados con la participación de las mujeres durante la Colonia. Para el caso de Antioquia, la historiadora Beatriz Patiño Millán realizó un estudio sobre el crimen y las mujeres24. Por su parte, la antropóloga Susy Bermúdez incursionó en la

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22. Juan Freyle, El Carnero, 227. 23. Julián Vargas, La sociedad, 87-88. 24. Beatriz Patiño Millán, “Las mujeres y el crimen en la época colonial. El caso de la ciudad de Antioquia”, en Las mujeres en la historia de Colombia, Vol. 2, ed. Magdala Velásquez Toro (Bogotá: Norma, 1995), 77-119.

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25. Suzy Denise Bermúdez Quintana, Análisis de trabajos históricos sobre la mujer latinoamericana durante los periodos de la Conquista y la Colonia (Bogotá: Uniandes, 1986). 26. Pablo Rodríguez Jiménez, “Las mujeres y el matrimonio en la Nueva Granada”, en Las mujeres en la historia de Colombia, Vol. 2, 204-240; Pablo Rodríguez Jiménez, “El mundo colonial y las mujeres”, en Las mujeres en la historia de Colombia, Vol. 3, 72-102; de José Ignacio Avellaneda Navas: Los compañeros de Federmann: cofundadores de Santa Fe de Bogotá (Bogotá: Academia de Historia de Bogotá, 1990); La Expedición de Sebastián de Belalcazar al mar del norte y su llegada al Nuevo Reino de Granada (Santafé de Bogotá: Banco de la República, 1992); La jornada de Jerónimo Lebrón al Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Banco de la República, 1993); La expedición de Alonso Luis de Lugo al Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Banco de la República, 1994); La expedición de Gonzalo Jiménez De Quesada al Mar del Sur y la creación del Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Banco de la República, 1995). 27. Isabel Cristina Bermúdez, Imágenes y representaciones de la mujer en la Gobernación de Popayán (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, 2001); Karen B. Graubart, “Weaving and the construction of a gender division of labor in early colonial Peru”, American Indian Quartely 24:4 (2000): 546; Jorge Augusto Gamboa, El precio de un marido: el significado de la dote matrimonial en el Nuevo Reino de Granada. Pamplona (1570-1650) (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2003); Luisa Accati, “Hijos Omnipotentes y Madres peligrosas”, en Historia de las mujeres en España y América Latina, Vol. 2, coords. Ortega M., Lavrin A. & Cantó, P. (Madrid: Cátedra, 2005), 63-104.

historiografía sobre las mujeres de la Conquista y la Colonia con un análisis de los trabajos históricos realizados para esos períodos25. Por el lado de los historiadores, Pablo Rodríguez y Julián Vargas se encargaron de develar dicha participación en la historiografía colombiana. El primero con publicaciones sobre el papel de la mujer en la institución matrimonial, tanto desde la norma como desde la desviación. Por su parte, el último indagó sobre la presencia de las mujeres en las relaciones económicas y sociales en el espacio doméstico colonial. En la década siguiente, el historiador José Ignacio Avellaneda mostró la participación de mujeres ibéricas en las jornadas de Quesada, Lebrón, Lugo, Federman y Belalcazar26. Sin embargo, en 1995, con la publicación de los tres tomos de Las mujeres en la historia de Colombia, se evidenció la consolidación del aporte social y cultural de las mujeres durante la Colonia. Para el siglo xxi, el análisis de la participación se interesa por la presencia de la mujer en la imagen, en las representaciones, en la sexualidad y en las prácticas simbólicas27. Ahora bien, el propósito de estos estudios es mostrar una participación central de la mujer de la élite colonial en el ámbito reproductivo: el matrimonio y la familia. En efecto, estos estudios resaltan que las mujeres españolas, en términos cuantitativos, no tuvieron una notoria participación en el proceso de conquista y asentamiento español en el Nuevo Mundo28, pues el hombre era el conquistador y el colonizador. En 28. Suzy Denise Bermúdez cuanto al matrimonio, éste se basa en Quintana, Análisis de trabalos condicionamientos sociales de las jos históricos sobre la mujer latinoamericana durante los uniones. En primer término, el matriperiodos de la Conquista y la monio durante la Colonia se establecía Colonia (Bogotá: Uniandes, 1986), 12; Pablo Rodríguez como una estrategia del ascenso social. Jiménez, “Las mujeres y el matrimonio en la Nueva Se realizaban principalmente por conGranada”, en Las mujeres en veniencia29, según el consenso paternal30 la historia de Colombia, Vol. 2, 210-212. y de esta manera el amor o el consenti29. Susy Bermúdez, Análisis miento de los cónyuges no era decisivo de, 25. a la hora de contraer nupcias. Esto con30. Jaime Humberto Borja, “Sexualidad y cultura femenina en la Colonia”, en Las mujeres en la historia de Colombia, vol. 3, 61.

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dujo al matrimonio entre “iguales”. Las mujeres criollas y españolas concebían a sus maridos en pie de igualdad, cuando aquellos eran españoles con educación, posición y cargos públicos31, ubicándolos como el grupo de pretendientes predilectos en la escala social matrimonial. Con respecto al margen de edad entre los cónyuges, se destacó la tendencia de una diferencia amplia entre españoles y españolas, siendo éstas menores que ellos. Como consecuencia se daba una viudez temprana y la posibilidad de varios matrimonios32. Estos factores llevaron a la práctica del matrimonio endogámico33. Ahora bien, con relación a los medios y ya no a los condicionamientos, el matrimonio de españolas y criollas sólo era posible en los términos impuestos por el catolicismo34. En este sentido, el matrimonio era una doctrina y una disciplina bajo el control de la Iglesia. Los contrayentes, entonces, debían asumir en primer término su unión como un sacramento y en segundo lugar como un contrato35. En el aspecto económico de la institución del matrimonio, se resalta la realización de una boda como la posibilidad del acrecentamiento de los patrimonios36. En cuanto a los mecanismos políticos activados a través de las alianzas matrimoniales, se contaba con el aseguramiento del “manejo del poder local” y la creación de un “monopolio del poder público y el beneficio de encomiendas”37. Con respecto a las investigaciones sobre la familia colonial que son relevantes para este estado de la cuestión, hay las relativas a la participación de las mujeres españolas y criollas en la vida doméstica. Esta participación se dio en la administración y en la producción agropecuaria: en la 31. Julián Vargas, La sociedad, 126. organización y manejo de los indios de mita (es decir, el alquiler 32. Susy Bermúdez, Análisis de, 27. general de la fuerza laboral indígena) y en la explotación del cultivo 33. Ana María Bidegaín, “Control del trigo y la cría de ganado. Ahora bien, con relación a los elementos sexual y catolicismo”, en Las mujeres en la historia de Colombia, sociohistóricos de la vida doméstica de las familias de estas mujeres, Vol. 2, 134; Pablo Rodríguez, “Las la participación se desarrolló, como lo señala Julián Vargas Lesmes, mujeres y el matrimonio en la Nueva Granada”, en Las mujeres en en el marco del lujo y del boato: “[…] los principios de su posición social, con un estilo de vida que intentaba demostrar la mayor opulencia y ostentación, base del reconocimiento social y la diferenciación con los otros sectores de la población, expresada igualmente en un tren de vida al estilo mediterráneo, en una época en que la conformación de la sociedad española se produjo dentro del ámbito de un auge económico tal vez sin precedentes en la historia colonial”38.

la historia de Colombia, Vol. 2, 217; Susy Bermúdez, Análisis de, 12.

34. Ana María Bidegaín, “Control sexual y catolicismo”, en Las mujeres en la historia de Colombia, Vol. 2, 133-134. 35. Pablo Rodríguez, “Las mujeres y el matrimonio en la Nueva Granada”, en Las mujeres en la historia de Colombia, Vol. 2, 206-210. 36. Julián Vargas, La sociedad, 126. 37. Julián Vargas, La sociedad, 126. 38. Julián Vargas, La sociedad, 134.

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Desde una perspectiva antropológica, los análisis centran sus enfoques sobre la dualidad de las imágenes, los símbolos y las representaciones de estas mujeres como vírgenes y castas o como lascivas y malvadas39. Según la tradición judeocristiana, ellas eran Evas o Marías. Así, mientras las españolas y criollas mantenían un control sobre su sexualidad con la constante vigilancia de la Iglesia40, sus padres o sus esposos gozaban del “manejo permisivo de la libertad sexual masculina”41. En esta aproximación la Iglesia católica y la Corona española son señaladas como los principales poderes encargados de controlar las diferencias en el manejo del cuerpo entre los sexos, en especial de las mujeres españolas. Sin embargo, las posibilidades que brinda para las mujeres una autoridad difusa en las relaciones de poder coloniales, no pueden verse reducidas a un rol central en la familia y en el matrimonio. Por ello, es importante pensar en su participación en la Colonia a través de su vínculo con una institución con un grado mayor de complejidad. Es decir, la presencia de las encomenderas hace necesario sobrepasar el límite de participación de las mujeres de la élite del matrimonio y de la familia hasta una configuración social como la encomienda. Así ocurrió, efectivamente, en otras latitudes de América Latina. En la década de 1980 fue publicado el libro del historiador Luis Martín, Las hijas de los conquistadores. Mujeres del Virreinato de Perú, en el que se dedicaba un acápite a las encomenderas. En la década siguiente, la historiadora venezolana Ermila Troconis escribió un libro titulado Indias, esclavas, mantuanas y pri39. Susy Bermúdez, Análisis de, 23; meras damas, en el que hay menciones específicas a encomenderas. Jaime Humberto Borja, “SexuaPor otra parte, la historiadora española Josefina Muriel dedicó un lidad y cultura femenina en la Colonia”, en Las mujeres en la estudio voluminoso a Las mujeres de Hispanoamérica, época colonial, en historia de Colombia, Vol. 3, 50-60. donde también se mencionaban. Finalmente, para esta última década 40. Isabel Cristina Bermúdez, Imágese encontraron varios textos que correspondían a nuestra materia: nes y representaciones, 93. el de la historiadora Karen Graubart, cuyo título es Weaving and the 41. Magdala Velásquez, “Aspectos históricos de la condición sexual construction of a gender division of labor in early colonial Peru y la tesis de la mujer en Colombia”, en doctoral de María Teresa Condés Palacios, “La capacidad jurídica de Voces Insurgentes, ed. María Cristina Laverde y Luz Elena Sánchez la mujer en el derecho indiano”. (Bogotá, Editora Guadalupe, 1986), 189. En el plano jurídico, el último estudio muestra cómo las enco42. María Teresa Condés Palacios, “La menderas aparecen en las normas del derecho indiano a través de las capacidad jurídica de la mujer en leyes de sucesión42. Ahora bien, en cuanto a la actuación económica el derecho indiano” (Tesis doctoral, Universidad Complutense de de las encomenderas los estudios incluyen las innovaciones agrícoMadrid, 2002), 217-262. las (tales como la introducción del trigo a América, particularmente 43. Luis Martín, Las hijas de los conal Perú), la administración de grandes haciendas, la implantación quistadores. Mujeres del Virreinato de Perú (Barcelona: Casiopea, de un régimen de tributos43 y la construcción de obrajes44, fábricas 2000), 57-65. 44. Karen B. Graubart, Weaving and the construction, 546. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 10-31


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y compañías45. Se asume, entonces, sobre la base de estos estudios, que las encomenderas ejercen una participación de polifuncionalidad en la generación de la riqueza, que en algunos casos las lleva a efectuar inversiones en asistencia social46, especialmente en los casos de encomenderas viudas47. Como complemento a dicha actuación social, ellas configuran vínculos sociales con sus parientes, sus amistades y sus sirvientes para el mantenimiento de su estatus social48 que, en un caso, el de la “Quintrala”, desembocó en sadismo49. Sin embargo, el ambiente sociocultural de conflicto generado por dichos vínculos convierte a las encomenderas en el blanco de embrujos y de hechizos50. Por último, en el estudio de Luis Martín se hace mención a la característica reiterativa sobre los enlaces matrimoniales: la conveniencia de los padres51. En este contexto las encomenderas adquieren pleno sentido, ya que los juristas, en parte humanistas y teólogos, plantean un acercamiento a la situación jurídica de aquellas con respecto a un 45. Ermila Troconis de Veracoechea, Indias, esclavas, mantuanas y posible acceso a la propiedad de bienes, del cual la encomienda, en primeras damas (Caracas, Alfadi tanto fuente de tributo, es un caso particular. Sin embargo, hasta Ediciones, 1990), 30-34. aquí no hemos indagado por el reconocimiento jurídico sobre la 46. Luis Martín, Las hijas, 70. propiedad que tenían las mujeres en el siglo xvi y la relación de éste 47. Josefina Muriel, Las mujeres de Hispanoamérica: época colonial con la posesión de una encomienda en manos de una mujer espa(Madrid: Editorial mapfre, 1992), 52. ñola o criolla. Así pues, la pregunta que guiará este apartado será la 48. Luis Martín, Las hijas, 65-67. siguiente: ¿cómo y por qué, desde el punto de vista de la legislación, 49. Luis Martín, Las hijas, 72-73. La tienen las mujeres acceso a la posesión de encomiendas? más famosa de estas mujeres fue la encomendera doña Catalina de Para el siglo xvi, las normas contenidas en las Siete partidas los Ríos y Lisperguer, temida y y en las Leyes de Toro52 eran el punto de referencia para comodiada por sus contemporáneos y conocida con el sobrenombre de prender el grado de reconocimiento legal de las mujeres ibéricas la “Quintrala”. 53 y criollas en la posesión y administración de bienes . El derecho 50. Estela Susana Noli, “Indios común, que permeaba a ambas legislaciones, asumía que las mujeladinos del Tucumán colonial: los carpinteros de Marapa”, res eran vasallos libres o libertas. Según esto, las encomenderas Antropología e historia 12:1 (2001): 139-172. eran entonces mujeres libres. Sin embargo, esa libertad estaba 51. Luis Martín, Las hijas, 68-69. sometida a los intereses de su grupo social, cuyos derroteros no 52. Ismael Sánchez Bella, Alberto De permitían la participación de dichas mujeres en las instituciones la Hera y Carlos Díaz Rentepolíticas de las provincias y los reinos. Además, en el ámbito de ría, Historia del Derecho Indiano (Madrid: mapfre, 1992), 297. la religión, esa libertad era restringida con mayor celo por la cor53. Pilar Gonzalbo Aizpuru, Familia y poración eclesiástica, evidentemente misógina en su estructura Orden Colonial (México: El Colegio 54 y funciones, basadas en la adoración a la Santa Madre Iglesia . de México, 1998), 61. Para los hombres de la península, el derecho común asignaba el 54. Luisa Accati, “Hijos Omnipotentes y Madres peligrosas”, Historia de las mujeres en España y América Latina, Vol. 2, 81.

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estado de libertad o de siervo. Tanto hombres como mujeres —al momento de su nacimiento— tenían asignado un status natural de libertad o servidumbre que correspondían a unos derechos civiles y familiares o privados55. Dentro de este marco de los derechos de las mujeres, establecidos consuetudinariamente, estaba la dote, que durante los siglos xvi y xvii fue de vital importancia56. Este reconocimiento legal consistía en recibir de su familia una cantidad de bienes aportados al matrimonio57. En la investigación del antropólogo Jorge Augusto Gamboa58, se expande el concepto de la dote hacia las relaciones simbólicas. Así la dote, como texto social, construye y reproduce este derecho de las mujeres ibéricas y criollas. Por lo tanto, este precedente legal es la condición para entender el hecho de que las encomiendas pudieran pasar a manos de mujeres libres, como se ha dicho anteriormente. La manera como se efectuó dicho tránsito, de la expansión de un reconocimiento legal, relacionado con el orden social, desde lo que era la dote para el matrimonio hasta la sucesión de una encomienda, estuvo condicionada por los vínculos económicos domésticos. Tanto la encomienda como la dote estaban hechas para soportar la familia, pero más que la familia, era la economía doméstica, es decir, el capital inicial con el que contaba una pareja de élite al querer establecer un hogar. Además, la dote y la encomienda eran intercambiables, pues ésta última podía entregarse en la forma de aquella al marido, que disponía de este tipo especial de dote, después de realizada la ceremonia católica del matrimonio. Esto nos lleva a pensar que la dote y la posesión por sucesión de una encomienda dan muestra de la cada vez mayor participación social y económica de las mujeres ibéricas y criollas en la configuración de su sociedad. Si bien ellas no hacían las normas, ello no significaba que éstas no les dieran reconocimiento jurídico y, por encima de todo, no las excluyeran de la intervención en la economía y en la sociedad colonial al asignarles la titularidad de una encomienda. Además, la legislación aceptaba que los bienes parafernales les pertenecieran a las esposas, así como su administración59. En términos generales, las normas canónicas y castellanas para las mujeres estaban cir55. Ismael Sánchez, Historia del cunscritas a los actos de la familia, el matrimonio y la casa60. Tanto Derecho, 298. el patriarcalismo de la Iglesia como el de la legislación castellana 56. Pilar Gonzalbo, Familia y Orden, 71. confluían en la importancia de dominar el matrimonio61, pero tam57. Pilar Gonzalbo, Familia y Orden, 71. bién, debido a la presencia de una autoridad difusa, reconocían la 58. Jorge Augusto Gamboa, El precio de un marido, 38-41. participación de las españolas y las criollas en un ámbito más com59. Pilar Gonzalbo, Familia y Orden, 72. plejo que aquel: la encomienda. 60. Pilar Gonzalbo, Familia y Orden, 72. 61. Pilar Gonzalbo, Familia y Orden, 70. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 10-31


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Basándose en los datos de los anexos de fuentes primarias, publicadas por los estudios, de índices catalográficos del Archivo General de la Nación (Bogotá)62 y de algunos relatos, se encontraron los nombres de cuarenta y cinco mujeres españolas y criollas que fueron titulares de pueblos de encomienda en los términos de las jurisdicciones de Santafé y Tunja entre 1560 y 1635. Ciertamente fueron más, pero dado que algunas de las fuentes consultadas omitían una referencia cronológica sobre la tenencia de los pueblos de encomienda, se las dejó por fuera del análisis. Por lo que se puede observar en el análisis realizado, entre estas señoras del tributo se contaban veinticinco en Santafé y veinte en Tunja. Ahora bien, si tenemos en cuenta que en Tunja, según la visita anónima63, había ciento once encomiendas, mientras en la de Santafé había cincuenta y ocho, la cifra obtenida para la cantidad de las encomenderas de esta última jurisdicción nos lleva a concluir que existió un grado mayor de actuación social y económica, dada la relación de la mitad del número total de encomiendas en manos de mujeres para Santafé, y una quinta parte para Tunja. Es decir, la participación de los encomenderos en Tunja fue predominante, mientras en Santafé fue variada. Sin embargo, contrasta esta diferencia del grado en la actuación social y económica con la relativa homogeneidad de la concentración de encomiendas en manos de mujeres, pues aquella es un poco mayor en Tunja que en Santafé, como se muestra a continuación. Mientras 62. La valiosa información de en Santafé veinticinco encomenderas estuvieron vinculadas a veinlos catálogos se refiere a los nombres de las encomenderas tiocho pueblos de encomienda, en Tunja veinte de estas señoras y al topónimo del pueblo de su propiedad. Entre los catálogos e tuvieron nexos con treinta y uno. Es decir, en promedio cada encoíndices del Archivo General de mendera en Santafé tenía 1,12 pueblos de indios de encomiendas, la Nación (agn) que se consultaron se encuentran: Encomienmientras en Tunja aquel cada una poseía en promedio 1,55. das, Caciques e Indios, Visitas, En efecto, ese contraste entre la homogeneidad relativa y el Dotes, Mortuorias y Testamentos y Notarías. mayor grado de participación social, especialmente en la forma63. Según la visita anónima de 1560 ción de alianzas matrimoniales, reside en la tendencia general para transcrita por el profesor Hermes la clase encomendera del Nuevo Reino de un pueblo de indios para Tovar, los pueblos de encomienda estaban agrupados por ciudades cada uno, y en la diferencia específica de la localización de la Real en las que los encomenderos debían tener su vecindad. Por Audiencia en Santafé, en la que Juan Rodríguez Freyle ubica una ello, este agrupamiento de los suspicaz voluntad de dominio de las mujeres en las decisiones del pueblos de encomienda alrededor de una ciudad sugerido por la gobierno del Nuevo Reino, entre las que se encontraba, principalvisita mencionada nos servirá mente, el acceso a los dominios de las sucesoras de encomiendas. Así de apoyo territorial para saber si una encomienda pertenece a los el juez-visitador de la Real Cancillería o Real Audiencia de Santafé, términos de una u otra ciudad. Juan Bautista Monzón —encargado de su control administrativo y Anónimo, “Visita de 1560”, en Hermes Tovar Pinzón, ed. No hay caciques ni señores (Barcelona: Sendai Ediciones,1988), 75-120.

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judicial— amenazó al padre de doña Jerónima de Orrego, el capitán Antón de Olalla, con quitarle los tributos de sus encomiendas si su hija, heredera de la encomienda, no se casaba con el hijo del oidor: “La agitación social producida por esta unión conyugal y las tretas que prepararon el enlace, ocupan numerosos pliegos informativos depositados hoy en el Archivo Histórico de Indias. Consta allí la queja del padre de doña Jerónima de que el visitador Monzón, padre del ambicioso galán, le amenazó varias veces con suprimirle los tributos de los indios encomendados si no consentía en que su hija se casara con Monzón el muchacho: ‘El visitador dice que los dos mozos concertaron el matrimonio entre ellos. Esto no es cierto, pues Monzón lo venía preparando desde el camino; y así y con otras personas que trataron de hacer creer a los padres de doña Jerónima que Monzón era de otra condición, deudo de duques y de grandes de España […]’”64.

64. En la versión de El Carnero editada por E. Restrepo Tirado aparece una nota de pie de página donde cita los Documentos de la Real Audiencia, p. 119. Con este texto aludo a la diferencia entre Tunja y Santafé en lo que tiene que ver con el papel de las mujeres en la encomienda. Es decir, no es casual que Rodríguez Freyle le preste atención a un asunto de corte político y deba mencionar una mujer que tiene relación directa en la sucesión de una encomienda, cuya situación geográfica y económica la hacen presa fácil de los juegos del poder. 65. Son los años límites entre los que una mujer era registrada por una autoridad colonial como titular de una encomienda, esto es, como sucesora legítima de la merced de ésta. Los años de la titularidad no se encuentran en un documento específico de registro donde las autoridades coloniales los asentaran. Por ello, los años asignados a la titularidad de las encomenderas son cifras que proceden de un corpus heterogéneo.

Después de las relaciones mencionadas entre las encomenderas y los pueblos de indios, cabe detenerse en las relaciones de tenencia que surgían entre ellos durante el intervalo de titularidad. De los cincuenta y nueve pueblos de indios, tres estaban vinculados entre sí por lazos de parentesco65. El primero de ellos era el pueblo de Ubaté, donde madre e hija, doña Leonor y doña Adriana, respectivamente, fueron encomenderas; el segundo de ellos era Subachoque, que también pasó de madre a hija, doña Catalina Siliceo y doña Francisca Arias, respectivamente; por último, estaba el pueblo de Tenjo, donde el parentesco era de abuela, Florentina de Escobar, a nieta, Isabel de Vera. En efecto, Santafé muestra tener una notoria cohesión social de los linajes en este período, ya que los tres pueblos aludidos pertenecen a sus términos. La única vía que tenía una española o criolla para obtener el título de una encomienda en los siglos xvi y xvii era la sucesión. Como se desprende la legislación, estas mujeres eran sucesoras a la encomienda por ser hijas o mujeres habidas en legítimo matrimonio católico66 de encomenderos que tenían su encomienda en primera vida. Sin embargo, en el caso de las esposas de encomenderos que habían dejado descendencia, y ésta no estaba por encima de la mayoría de edad, la cual se adquiría a los veinticinco años para ambos sexos, la sucesora a la encomienda era la madre del heredero

66. Pilar Gonzalbo, Familia y Orden, 39-43. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 10-31


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legítimo y se denominaba como la curadora de los bienes del hijo o hija menor a su cargo. Por ello, tanto las viudas como las hijas de los encomenderos fueron las frecuentes herederas de las mercedes reales que otorgaba la Corona para establecer su política de colonización en el territorio muisca y panche. En términos generales, las condiciones de viudez67, curaduría o tutoría y consanguinidad (de padre a hija) aparecen en jerarquía notoria para estas señoras del tributo. Las viudas hacen la mayoría, mientras las hijas y las curadoras o tutoras son la excepción entre las encomenderas. En este sentido, las encomenderas de las dos ciudades coloniales aludidas configuraron matrimonios cuya infertilidad o alta mortalidad impidieron la formación de una descendencia legítima numerosa y, por lo tanto, el favorecimiento de la participación social en la economía colonial. Volviendo a nuestro asunto, relacionado con el intervalo de titularidad de los pueblos de encomienda que van desde dos años en adelante, las encomenderas muestran un abigarrado panorama (ver gráficos 1, 2 y 3).

Gráfico 1: Intervalo de titularidad por parte de las encomenderas en los pueblos de indios de Tunja68

67. Pablo Rodríguez Jiménez, “El mundo colonial y las mujeres”, en Las mujeres en la historia de Colombia, Vol. 3, 96. 68. En efecto, un mismo pueblo pudo tener varios períodos de posesión, como se puede observar en ésta y en la siguiente gráfica.

Fuente: Datos elaborados por el autor con base en bibliografía secundaria y fuentes de archivo69.

La oscilación de los períodos de titularidad para las encomenderas de la jurisdicción de Tunja varió desde los tres hasta los cincuenta y cuatro años en los pueblos de la jurisdicción de Tunja con un promedio de titularidad de 22,9 años, que reflejaba una aproximación plausible de lo que era una vida según

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69. María Ángeles Eugenio Martínez, Tributo y Trabajo del Indio; Juan Villamarín, “Encomenderos and Indians”, apéndice i; Darío Fajardo Montaña, El régimen de la encomienda; J. Michael Francis, “Población, enfermedad y cambio demográfico, 1537-1636. Demografía histórica de Tunja: una mirada crítica”, Fronteras de la Historia 7 (2002): 15-95; Julián Bautista Ruiz Rivera, Encomienda y mita; agn, Bogotá, Sección Colonia, Fondos Encomiendas, Caciques e Indios y Visitas; Archivo General de Indias (en adelante AGI), Sevilla-España, Santa Fe.

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las cuentas de la Corona para las sucesiones de encomiendas. Para los veintitrés pueblos de encomienda con intervalos de titularidad, catorce resultan por encima de veintitrés años de titulación, trece de los cuales son de viudas; el resto de los pueblos, ocho en total, se encontraban por debajo de los veintitrés años. Así, esta cifra singular para los años de titularidad nos da un estimativo de la edad en la que las encomenderas podían haber sucedido en la encomienda, teniendo en cuenta una expectativa de vida de sesenta y cinco años para las señoras del tributo70. En efecto, esta edad podría estar entre los veintidós y los cuarenta y dos años, un rango nada despreciable para darnos una idea de la edad en la que una mujer del tributo podía quedar viuda. Gráfico 2: Intervalo de titularidad por parte de las encomenderas en los pueblos de indios de Santafé

70. Aunque los estimativos para establecer la expectativa de vida para una encomendera no son documentados por ningún estudio, existe una cifra de setenta y cinco años para los indios de Firavitoba en 1619. Ver Julián Bautista Ruiz Rivera, Encomienda y mita, 112-114. 71. María Ángeles Eugenio Martínez, Tributo y Trabajo del Indio; Juan Villamarín, “Encomenderos and Indians”, apéndice i; Darío Fajardo Montaña, El régimen de la encomienda; J. Michael Francis, “Población, enfermedad. Julián Bautista Ruiz Rivera, Encomienda y mita; agn Sección Colonia, Fondos Encomiendas, Caciques e Indios y Visitas; agi, Santa Fe. 72. Horst Pietschman, El Estado y su evolución al principio de la colonización española de América (México: Fondo de Cultura Económica, 1989), 154.

Fuente: Datos elaborados por el autor con base en bibliografía secundaria y fuentes de Archivo71.

Para la ciudad de Santafé, el gráfico 2 no presenta un quiebre tan pronunciado como el obtenido para Tunja. Entre los veintitrés pueblos de Santafé con período de titularidad mayor a dos años, éste varía entre tres y sesenta y ocho años con promedio de 18,9 años de titularidad por encomienda. Este promedio da la idea de que existía una mayor dinámica en la sucesión de los pueblos de encomienda en Santafé, que se vinculaba con la incidencia de la localización de la Real Audiencia y la rotación de los funcionarios reales del gobierno burocrático indiano72, en el que las reglas de otorgamiento de mercedes de encomiendas eran renovadas cada

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vez que la Corona efectuaba la rotación. Entonces, una vida de titularidad de la encomienda era menor en Santafé que en Tunja. Ahora bien, en continuidad con los pueblos de indios de las encomenderas de Tunja, once de ellos fueron heredados por viudez, siete por consanguinidad y cinco por curaduría. Por último, es interesante observar que los pueblos de indios con los mayores intervalos de titularidad (Tenjo, Susa y Subachoque) fueron pueblos cuya sucesión se dio por consanguinidad (de padre a hija). Para finalizar el análisis de los intervalos de titularidad de los pueblos de encomienda de las señoras del tributo, se elaboró un gráfico de los años que cubre el período, en función del número de encomenderas. La inclusión de dicho gráfico en el análisis establece una periodización de la delimitación cronológica escogida. En esta distribución de intervalos de tenencia, la obtención de los años de mayor y menor confluencia de encomenderas, tanto viudas y curadoras como de hijas, emergen mediante un corte transversal año por año de las barras. Esta operación da un máximo de confluencia de quince encomenderas en 1600, y un mínimo de cuarto entre 1611 y 1613, 1622 y 1626 y en 1635 en la delimitación cronológica de este estudio. Gráfico 3: Frecuencia del número de encomenderas

Fuente: Datos elaborados por el autor con base en bibliografía secundaria y fuentes de Archivo73

El gráfico 3 muestra la drástica caída en el número de encomenderas después de 1600, cuando la curva llega a su máximo valor (quince encomenderas) sin una notoria recuperación posterior. La interpretación del gráfico alude a los cambios de generación

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73. María Ángeles Eugenio Martínez, Tributo y Trabajo del Indio; Juan Villamarín, “Encomenderos and Indians”, apéndice i; Darío Fajardo Montaña, El régimen de la encomienda; J. Michael Francis, “Población, enfermedad”; Julián Bautista Ruiz Rivera, Encomienda y mita; agn Sección Colonia, Fondos Encomiendas, Caciques e Indios y Visitas; agi, Santa Fe.

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de los encomenderos. En efecto, el historiador Germán Colmenares, en su estudio de historia social y económica de la provincia de Tunja, divide las generaciones de la siguiente forma: la primera de ellas estaba constituida por los conquistadores que recibieron las mercedes de encomienda por los servicios prestados a la Corona; la segunda apareció después de la presidencia de Venero de Leiva, alrededor de 1564; y la tercera hizo su entrada en los comienzos del siglo xvii74. De este modo, la curva observada en el gráfico cubre la segunda y la tercera generaciones de encomenderas. En la segunda, como lo anota el mencionado autor, la constitución de linajes75 tuvo una profunda incidencia, que se mantuvo a lo largo del siglo xvii con una intensidad comparativamente menor. En principio, el linaje remitía tanto a las alianzas matrimoniales entre los encomenderos como a los méritos (limpieza de sangre, legítimo matrimonio, fidelidad, etc.), que debían corresponder con el poseedor de una encomienda. Esta última característica está estrechamente vinculada con las viudas-encomenderas, debido a su ausencia de descendencia, y por ello, de linaje, si consideráramos sólo la primera acepción. Así, la segunda generación de la que hicieron parte las encomenderas estaba inmersa principalmente en la formación del linaje. Para la tercera generación de encomenderos, las señoras del tributo fueron desplazadas de su participación en la conformación de los linajes, por un suceso propio de la masculinidad colonizadora: la guerra contra los pijaos76. En esta disminución de la participación social y económica de las encomenderas jugó parte la política del presidente Borja, al “recompensar con encomiendas a quienes habían intervenido en las guerras contra los pijaos”77.

74. Germán Colmenares, La provincia, 25-26. 75. Germán Colmenares, La provincia, 24-25. 76. agn Colonia, Encomiendas, t.30, documento D.17, f.700v; Encomiendas, t.13, D.23, f.456v. Presidente Juan de Borja y Armendía, Santafé, 21 de mayo de 1608. 77. Germán Colmenares, La provincia, 27. 78. Pablo Rodríguez, “El mundo colonial y las mujeres”, en Las mujeres en la historia de Colombia, Vol. 3, 73, nota al pie 2.

Conclusión Con este panorama geográfico y estadístico de las encomenderas se llena un vacío historiográfico, dado los estudios sobre las mujeres en la Colonia se han centrado, para las mujeres españolas y criollas, en el papel general que el matrimonio desempeñó en las alianzas78 entre la élite encomendera y la perpetuación de su dominación del tributo indígena. Sin embargo, ahora vemos cómo las mujeres participaron de la titularidad de las encomiendas con la excepcional vigilancia de un padre o esposo que las trataba como menores de edad: “La mujer necesita del varón no sólo para engendrar, como ocurre con los demás animales, sino incluso para gobernarse: porque el varón es más perfecto por su razón y más

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fuerte en virtud”79. Además, la notoria concentración de viudas en la composición social de las encomenderas lleva a cuestionar los roles moralistas que los frailes divulgaban sobre las mujeres80. Así, en vez de vida hogareña, de rezos y de sumisión, observamos unas mujeres que durante largos intervalos (hasta sesenta y ocho años) fueron titulares de encomiendas, lo que las obligaba a organizar las doctrinas para sus indios y a pagar los estipendios y, sobre todo, a depender de los tributos de los pueblos de los que eran titulares.

79. Tomás de Aquino, Contra Gentiles, III, qu. 123, citado por Jaime Humberto Borja, “Sexualidad y cultura femenina en la Colonia”, en Las mujeres en la historia de Colombia, Vol. 3, 47. 80. Pablo Rodríguez, El mundo colonial, 73-75.

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Artículo recibido: 4 de mayo de 2010; aprobado: 10 de septiembre de 2010; modificado: 11 de octubre de 2010.

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Veleros y vapores, velocidad y engaño. Análisis socio-técnico de las transformaciones en la navegación marítima en el proceso de abolición del comercio atlántico de esclavos (siglo XIX)

Sailboats and steamboats, speed and deception. A socio-technical analysis of the transformations in maritime navigation in the process of abolishing the Atlantic slave trade during the nineteenth century

Resumen

Abstract

En este artículo analizamos el proceso de co-construcción de los

This article analyzes the process of co-constructing the systems

sistemas de navegación marítima, el diseño naval y el comercio

of maritime navigation, naval design, and the Atlantic slave trade

esclavista durante el siglo XIX en el Atlántico. Para este propósito,

during the nineteenth century. To do so, it reconstructs the complex

se reconstruyen las complejas relaciones entre actores, artefactos,

relations between actors, artifacts, states, institutions, scientific and

estados, instituciones, conocimientos científicos y tecnológicos,

technological knowledge, ideologies, and the techno-productive

ideologías y sistemas tecno-productivos involucrados en el proceso.

systems involved in this process. From the end of the eighteenth

Desde fines del siglo XVIII, la legitimidad del comercio transatlántico

century, the legitimacy of the transatlantic slave trade was increa-

de esclavos fue crecientemente cuestionada. En 1807, el gobierno

singly questioned. In 1807, the British government – representing

británico —para la época, el país con mayor participación en la trata—

the county with the greatest participation in the trade at the time

declaró unilateralmente su abolición. Simultáneamente, comenzó

– unilaterally abolished it. Simultaneously, it started actively perse-

a desarrollar una activa política de persecución del comercio

cuting slave traders and promoted the abolition of the trade among

esclavista y de promoción de la abolición en el resto de los países

the countries still involved. In this new scenario, transformations

involucrados. En el nuevo escenario, ocurrieron transformaciones en

occurred among the heterogeneous elements tied to the slave trade,

el conjunto de elementos heterogéneos vinculados en el tráfico de

as well as the kinds and ways of interaction between them. To over-

esclavos, así como en los tipos y los modos de interacción entre los

come mono-causal and deterministic explanations of technological

mismos. Para superar las explicaciones deterministas, monocausales

development, the theoretical and methodological approach we use

del desarrollo tecnológico, utilizaremos un abordaje teórico-meto-

is constructivist. This allows us to identify new relations, reconstruct

dológico constructivista, que permite identificar nuevas relaciones,

new processes, and generate new explanations.

reconstruir nuevos procesos y generar nuevas explicaciones.

Palabras clave

Key Words

Trata de esclavos, barcos esclavistas, abolición, navegación

Slave trade, slave ships, abolition, maritime navigation, technology.

marítima, tecnologías.

Santiago Garrido

Especialista y Magíster en Ciencias Sociales con mención en Historia Social de la Universidad Nacional de Luján (Buenos Aires, Argentina) y profesor en Historia de la misma universidad. Investigador del Área de Estudios Sociales de la Tecnología y la Innovación (IEC-UNQ) y becario del Instituto de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología, Universidad Nacional de Quilmes (Buenos Aires, Argentina), (IEC-UNQ)/Becario CONICET. Publicaciones recientes: “Tecnología, Territorio y Sociedad. Producción de biodiesel a partir de aceites usados”, Íconos 37 (2010) 75-86; y con Alberto Lalouf y Hernán Thomas, “Instalación de destiladores solares en el noreste de la provincia de Mendoza - transferencia vs. adecuación socio-técnica”, Avances en Energías Renovables y Medio Ambiente 14 (2010): 12.33-12.39. santiagomgarrido@gmail.com

Alberto Lalouf

Magíster en Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Universidad Nacional de Quilmes (Buenos Aires, Argentina). Profesor en Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de Entre Ríos (Buenos Aires, Argentina), e investigador del Área de Estudios Sociales de la Tecnología y la Innovación, Universidad Nacional de Quilmes (Buenos Aires, Argentina), (IEC-UNQ). Sus publicaciones recientes son: con Hernán Thomas, Mariana Versino y Alberto Lalouf, “La producción de tecnología nuclear en Argentina. El caso de la empresa INVAP”, Desarrollo Económico 47: 188 (2008): 543-575. alalouf@unq.edu.ar

Hernán Thomas

Licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Luján (Buenos Aires, Argentina), y Doctor en Política Científica y Tecnológica de la Universidade Estadual de Campinas (Campinas, Brasil). Director del Área de Estudios Sociales de la Tecnología y la Innovación, Universidad Nacional de Quilmes (Buenos Aires, Argentina), (IEC-UNQ). Publicaciones recientes: “Los estudios sociales de la tecnología en América Latina”Iconos. Revista de Ciencias Sociales 37 (2010): 35-532; y con Guillermo Santos y Alberto Lalouf, “Las viruelas preocupan a las autoridades de Buenos Aires: un análisis de los problemas atribuidos a las epidemias de viruelas y sus modos de solucionarlos durante la segunda mitad del siglo xviii”, Eä. Revista de Humanidades Médicas & Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología 1: 3 (2010). Publicación electrónica. thomas@unq.edu.ar Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 32-54


Santiago Garrido, Alberto Lalouf y Hernán Thomas

Veleros y vapores, velocidad y engaño. Análisis socio-técnico de las transformaciones en la navegación marítima en el proceso de abolición del comercio atlántico de esclavos (siglo xix)Ï Introducción Desde sus inicios en el siglo xvi, el comercio de esclavos a través del Atlántico fue una actividad en continua expansión que alcanzó su pico durante el siglo xviii. Sin embargo, su legitimidad fue crecientemente cuestionada, sobre todo en Gran Bretaña, el país con mayor participación en el comercio para la época. Tras diversos intentos fallidos, en 1807 los abolicionistas británicos consiguieron que el Parlamento prohibiera la trata. Esta decisión significó un cambio profundo en la dinámica del comercio marítimo de esclavos. La corona británica había suprimido el tráfico, pero no estaba dispuesta a entregar el negocio que acababa de abandonar a comerciantes y marinos de otras nacionalidades. En consecuencia, desplegó un conjunto de estrategias para evitarlo. A partir de la ampliación de las investigaciones históricas, las caracterizaciones del sistema de producción basado en el empleo de mano de obra esclavizada como obsoleto y poco rentable han sido cuestionadas, sin embargo, la esclavitud continúa vinculada a la idea de atraso tecnológico. Si bien existe un reconocimiento general acerca de que nos referimos a una institución que atenta contra la digÏ El presente artículo es producto nidad humana, la esclavitud en sí no ha sido retardataria de los cambios del proyecto de investigación “De la producción de esclavos tecnológicos, por el contrario, en ocasiones ha favorecido la emergencia o a la producción de bienes. La construcción socio-técnica de consolidación de importantes innovaciones. sistemas de producción basados En el presente trabajo analizamos las transformaciones experien mano de obra esclavizada (África-América, entre los siglos mentadas en el comercio transatlántico de esclavos en el marco del xvi y xix)” financiado con fondos proceso de abolición iniciado a comienzos del siglo xix. Para este fin, aportados por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (PICT N° 13698) de Argentina.

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exponemos las características específicas que tuvo esta actividad durante el siglo xix, luego de la abolición británica, y reconstruimos distintas dinámicas problema-solución para el comercio marítimo de esclavos a lo largo del período. Para superar las explicaciones usuales de estos procesos —en general, deterministas—, en el artículo se utilizará un abordaje teórico-metodológico constructi1. Por ejemplo, Henry Gemery y vista, que permite identificar nuevas relaciones, reconstruir nuevos Jan Hogendorn, “Technological Change, Slavery, and the Slave procesos y generar nuevas explicaciones. Trade”, en The Imperial Impact: Studies in the Economic History of Africa and India, eds. Clive Dewey y Anthony G. Hopkins (Londres: The Athlone Press, 1978), 243-258. Con relación a los armamentos y tácticas militares, Osarhieme B. Osadolor, “The Military System of Benin Kingdom, c.1440-1897” (Tesis doctoral, Doctorado de Filosofía, Universidad de Hamburgo, 2001) y Geoffrey Parker, La revolución militar. Las innovaciones militares y el apogeo de Occidente 1500-1800 (Barcelona: Crítica, 1990).

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1. Los estudios sobre esclavitud y tecnología En el conjunto de trabajos que han abordado desde distintas disciplinas el análisis de los sistemas de producción basados en mano de obra esclavizada, la cuestión tecnológica ha sido estudiada sólo parcial y periféricamente. Por su parte, en la historia de la tecnología prácticamente se ha dejado de lado el estudio de las tecnologías vinculadas con la producción basada en mano de obra esclavizada. En el caso específico del tráfico de esclavos, el abordaje más frecuente de la relación entre trata esclavista y tecnología es el análisis de la influencia de la adopción de tecnologías europeas en el espacio africano1. Otros autores, como Eric Williams y Joseph Inikori, estudiaron los vínculos entre la revolución industrial y el capitalismo con el comercio transatlántico de esclavos africanos. Estos autores subrayan el impulso que significó el comercio marítimo de esclavos en la producción industrial y la construcción naval, pero no profundizan demasiado en los cambios tecnológicos asociados a este tipo de comercio2. A partir de la publicación de la obra de Philip Curtin, The Slave Trade: a Census3, se inició un extenso debate académico en el que la discusión sobre los cambios en el diseño y la construcción de las embarcaciones adquirió cierta relevancia. Dado que en algunos estudios cuantitativos se sostenía que hacia finales del siglo xviii la mortalidad entre los cautivos transportados en los barcos esclavistas había disminuido, distintos autores se dedicaron al análisis de tales cambios4 y en algunos casos tomaron en cuenta los “factores tecnológicos” que podrían haber incidido en la disminución de la mortalidad. En este sentido, las transformaciones en la construcción naval y las técnicas de navegación5 y el desarrollo de prácticas para prevenir enfermedades como la viruela (vacuna) y el

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escorbuto (dieta de cítricos)6 fueron vinculados con la reducción en el número de muertes producidas en el pasaje intermedio. Por otra parte, existen pocos trabajos dedicados al análisis de las características técnicas de los barcos esclavistas; entre ellos, un artículo de Garland y Klein acerca del cálculo del tonelaje de desplazamiento7 y otro de Walter Minchinton, en el que se establece una tipología para las embarcaciones de bandera inglesa utilizadas en la trata durante el siglo xviii8. Existe asimismo un libro del historiador brasileño Jaime Rodrigues9, quien contrastó las imágenes pictóricas de buques esclavistas con otras fuentes, poniendo atención en algunos cambios tecnológicos puntuales que fueron incorporados en ese período. Finalmente, en el libro Slave Ship. A Human History10, Marcus Rediker enfocó el análisis del barco esclavista como escenario de relaciones y conflictos entre tratantes, marinos y esclavos. En el segundo capítulo de este texto, “The Evolution of the Slave Ship”, Rediker describió las características técnicas de las embarcaciones a partir de una serie de relatos y tratados escritos durante el período 1745-180111. En los estudios mencionados, las explicaciones acerca de los procesos de cambio tecnológico oscilan entre aquellas en las que se los presenta como resultado de transformaciones sociales —por ejemplo, en la legislación— y las que —en ocasiones, implícitamente— plantean que responden a una dinámica autónoma de desarrollo, en el que las nuevas generaciones de artefactos, reemplazan “naturalmente” a las precedentes por ser más “modernos” o “mejores”. 2. Un enfoque teórico alternativo Las concepciones deterministas, sociales o tecnológicas, son predominantes entre los estudios históricos, en general, y en los trabajos sobre la historia de la esclavitud, en particular. Las explicaciones derivadas de estos enfoques presentan las limitaciones propias de los abordajes encuadrados en disciplinas únicas, que reducen la complejidad de los procesos de cambio tecnológico con una perspectiva monocausal. Para superar tales limitaciones, los cambios en las técnicas de navegación y el comercio transatlántico de esclavos serán analizados desde una perspectiva socio-técnica, transdisciplinar, basada en la triangulación de conceptos de distintos campos del conocimiento12. Desde esta perspectiva, no es posible considerar a los artefactos y sistemas como meros derivados de la evolución

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13. Wiebe Bijker, Of Bicycles, Bakelites, and Bulbs. Toward a Theory of Sociotechnical Change (Cambridge: The MIT Press, 1995). 14. Wiebe Bijker, Of Bicycles, Bakelites, 276-277. 15. Desde el enfoque analítico desarrollado en el artículo, el funcionamiento de los artefactos tampoco es una cualidad propia de los mismos, sino que está socio-técnicamente construido. Véase Wiebe Bijker. Of Bicycles, Bakelites, y Hernán Thomas, “Estructuras cerradas versus procesos dinámicos: trayectorias y estilos de innovación y cambio tecnológico”, en Actos, actores y artefactos. Sociología de la tecnología, coords. Hernán Thomas y Alfonso Buch (Bernal: Editorial de la UNQ, 2008), 217-262. 16. El concepto de co-construcción es una adaptación de la noción de coevolución propuesta por Nathan Rosenberg para analizar el proceso simultáneo en el que se producen cambios tecnológicos al mismo tiempo que se establecen normativas legales. El empleo de co-construcción apunta a evitar las connotaciones evolucionistas o deterministas tecnológicas que pueden atribuirse al concepto de coevolución. Para otros ejemplos del uso del concepto, véase Ariel Vercelli y Hernán Thomas, “La co-construcción de tecnologías y regulaciones: análisis sociotécnico de un artefacto anti-copia de Sony- BMG”, Espacios 28: 3 (2007): 5-30 y Santiago Garrido, Alberto Lalouf y Hernán Thomas, “Navegación marítima, construcción naval y trata de esclavos entre los siglos xviii y xix. Análisis socio-técnico de un proceso de co-construcción de artefactos y sociedades”, ponencia presentada en las xi Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia, Tucumán, (2007).

tecnológica (determinismo tecnológico) o simples consecuencias de los cambios económicos, políticos o culturales (determinismo social), sino como resultados de la dinámica de procesos de constitución de ensambles socio-técnicos13. Dentro de un ensamble socio-técnico es posible identificar distintos marcos tecnológicos en interacción. Las dinámicas internas de los ensambles pueden estar determinadas por las relaciones planteadas entre los marcos tecnológicos que los componen. Los ensambles socio-técnicos pueden presentar diferentes configuraciones: aquella en la que existe un marco tecnológico dominante; aquella en la que existe una disputa entre dos o más marcos tecnológicos con diferentes propuestas de solución para los problemas identificados; y aquella en la que no se puede reconocer un marco tecnológico predominante y se observa que los actores adoptan distintas soluciones para resolver los problemas14. Los marcos tecnológicos son conjuntos de elementos que se producen en la interacción de los sujetos con las tecnologías y de los sujetos entre sí. Este es un concepto teórico-analítico —pertenece al plano del analista, no surge de la acción voluntaria de los actores o de su percepción ni es una propiedad intrínseca de los artefactos—, con el que se intenta dar cuenta de la complejidad del objeto de análisis. Un marco tecnológico es heterogéneo, puesto que no se refiere exclusivamente a un dominio cognitivo o social. Entre los componentes de un marco tecnológico se encuentran tanto los criterios de funcionamiento de los artefactos15, como valores culturales, tanto objetivos de los actores como teorías científicas, como conocimiento tácito. En la medida en que los artefactos no son considerados como instrumentos aislados y que las relaciones de determinación entre las tecnologías y las sociedades se entienden como simultáneas y recíprocas, las dinámicas de innovación y cambio tecnológico se conciben entonces como procesos socio-técnicos de co-construcción16. Las alteraciones en alguno de los elementos heterogéneos constitutivos de un ensamble socio-técnico generan cambios tanto en el sentido y funcionamiento de una tecnología como en las relaciones sociales vinculadas. En el período que se abarca en este artículo, el comercio transatlántico de esclavos pasó a desarrollarse principalmente como una actividad ilegal, lo que significó que los artefactos, sistemas, actores e instituciones vinculados con la trata enfrentaron un nuevo escenario.

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Al analizarlo desde un enfoque constructivista, socio-técnico, y explicar el proceso de co-construcción en el que tecnologías y sociedades se configuran mutuamente, es posible componer un cuadro más complejo y comprensivo de los procesos socio-históricos que el que permiten los abordajes disciplinares usuales17. 3. Un nuevo escenario para la trata transatlántica El proceso de abolición de la trata por parte del gobierno británico tuvo lugar a través de una serie de campañas públicas y de debates en el Parlamento. En ambos terrenos, los partidarios de la continuidad del tráfico y los abolicionistas contraponían sus argumentos. Los primeros subrayaban la importancia económica del comercio de esclavos y la influencia positiva que tenía la trata en la consolidación y mantenimiento del poderío naval británico. Entre los segundos, se hallaban quienes caracterizaban al comercio de esclavos como una actividad inhumana, y quienes, basándose en las ideas de Adam Smith, cuestionaban la rentabilidad relativa del sistema de producción basado en el empleo de mano de obra esclavizada18. Entre otras consideraciones, Smith planteaba que el mantenimiento de los esclavos era administrado generalmente por un dueño negligente o un capataz descuidado, en cambio, un trabajador libre administraba personalmente su manutención en su propio interés, utilizando parte de su paga. Por lo tanto, incluso si los salarios eran altos, en el largo plazo representaba un costo inferior al de reemplazo de un esclavo incapacitado19. Por otra parte, en opinión de Smith, si bien el trabajo de un esclavo parecería costar sólo su mantenimiento, en el fondo “Una persona que no puede adquirir ninguna propiedad no puede tener ningún interés sino comer tanto y trabajar lo menos posible”20. En consecuencia, la productividad de su trabajo, por fuerza, sería menor que la de un trabajador libre. Los debates se extendieron desde fines 17. En el campo de los estudios sociales de la tecnología del siglo xviii hasta el año 1807, fecha en que existen otros trabajos en los los partidarios de la supresión del comercio que se utilizaron abordajes sociotécnicos para el análide esclavos finalmente consiguieron imposis de las transformaciones ner su postura en el Parlamento. A partir producidas en la navegación marítima. Entre ellos, cabe destacar los de John Law, “Technology and Het

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erogeneous Engineering: The Case of Portuguese Expansion”, en The Social Construction of Technological Systems: New Directions in the Sociology and History of Technology, eds. Wiebe Bijker, Thomas P. Hughes y Trevor Pinch (Cambridge: The MIT Press, 1987), 111-134; el de Frank W. Geels, “Technological transitions as evolutionary reconfiguration processes: a multilevel perspective and a case-study”, Research Policy 31: 8-9 (2002): 1257-1274. En el primer caso, Law utiliza el abordaje actor-red para el análisis del desarrollo de las innovaciones tecnológicas que le permitieron a los navegantes portugueses aventurarse en alta mar en el Atlántico y luego llegar por mar a la India. En el segundo, Geels desarrolla un enfoque multinivel para el análisis de lo que denomina transiciones tecnológicas, para lo cual usa como caso de referencia el cambio en los sistemas de propulsión naval, de la vela al vapor. Dadas las limitaciones de espacio, no es posible extenderse aquí en la discusión de estos enfoques, para el caso de la teoría del actor-red véase Hernán Thomas “Estructuras versus procesos”, 226-232 y para el caso del enfoque multinivel véase Adrian Smith, “Translating Sustainabilities between Green Niches and SocioTechnical Regimes”, Technology Analysis & Strategic Management 19: 4 (2007): 427-450, y Audley Genus y Anne-Marie Coles, “A Critique of Geels’ Multi-level Perspective of Technological Transition”, ponencia presentada en la International Summer Academy on Technology Studies, Graz, (2007). 18. Hugh Thomas, La trata de esclavos. Historia del tráfico de seres humanos de 1440 a 1870 (Barcelona: Planeta, 1998), 522. 19. Adam Smith, An Inquiry into the Nature And Causes of the Wealth of Nations (Edimburgo: Thomas Nelson and Peter Brown, 1827), 33-34. 20. Smith, Adam, Wealth of Nations, 159.

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del 1º de mayo de ese año, ningún ciudadano británico podía involucrarse en las operaciones comerciales del tráfico esclavista. La perspectiva de que el abandono unilateral de la trata por parte de Gran Bretaña significara simplemente su reemplazo por otra potencia competidora condujo a la aceptación de los argumentos abolicionistas, pero acompañados de una dinámica política orientada a evitar que los comerciantes de otra nación reemplazaran a los británicos en el dominio de esta actividad. En consecuencia, la corona británica comenzó a establecer acuerdos diplomáticos con distintos gobiernos de Europa —y posteriormente de África y América—, mediante los cuales los firmantes se comprometían a terminar también con la trata. Bajo estas condiciones, la necesidad de asegurar el efectivo cumplimiento de los acuerdos y de combatir los intentos de violación por parte de tratantes independientes, favoreció que la construcción naval y la navegación marítima ocuparan un lugar de privilegio en la configuración del ensamble socio-técnico del comercio transatlántico de esclavos durante el período que siguió a la abolición británica. La característica principal de este nuevo ensamble fue la disminución progresiva de los espacios geográficos y político-jurídicos para el comercio legal. En este escenario, los distintos grupos de actores interesados en mantener activo el tráfico y aquellos decididos a combatirlo fueron redefiniendo sus objetivos y los problemas a resolver. Al mismo tiempo, para cada caso, fueron experimentando posibles soluciones a partir de las tecnologías disponibles y de las innovaciones producidas en el período. 4. Dinámicas problema-solución en la persecución del tráfico de esclavos La prohibición de la trata por parte de Gran Bretaña y Estados Unidos —dos de las naciones con mayor participación en el comercio marítimo de esclavos para la época—, no alcanzaba, en principio, a los comerciantes y marinos de otras nacionalidades. Con el avance de las negociaciones iniciadas por la corona británica se fue transformando la relación que existía entre los estados europeos y la trata. En algunos casos, comenzaron a perseguir la actividad y a desarrollar estrategias en este sentido, mientras que en otros, buscaron preservar parte del negocio aunque fuese en menor escala. 4.1. Soluciones organizacionales Como parte de la implementación de su política de persecución del tráfico de esclavos, el gobierno británico estableció en Sierra Leona el Cuartel General Anti-trata y el Tribunal del Almirantazgo, para coordinar las operaciones y llevar a cabo los diferentes procesos judiciales contra los comerciantes de esclavos de origen inglés. Asimismo, crearon allí una colonia

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para radicar a los esclavos liberados por las patrullas21. Muchos propietarios de barcos ingleses intentaban violar la prohibición: navegaban bajo la bandera de otro país, portaban documentación falsa que ocultara su verdadera nacionalidad, de modo que las patrullas británicas apostadas en las costas africanas debían intentar interceptar e inspeccionar cualquier buque sospechoso. En algunos casos, estas acciones derivaron en conflictos diplomáticos. En consecuencia, la corona británica firmó tratados con otros países para controlar el comercio de esclavos22 y en el Congreso de Naciones de Aquisgrán de 1818, el canciller británico propuso la creación de una fuerza de policía internacional en las costas africanas. Esta iniciativa fue rechazada por la mayoría de los ministros de relaciones exteriores por considerarla un medio mediante el cual Gran Bretaña justificaría su dominio de los mares, basado en un argumento moral23. Las autoridades británicas continuaron entonces con la realización de pactos bilaterales con distintos países. Antes de comenzar la tercera década del siglo xix, ya se habían establecido tribunales mixtos en Sierra Leona, La Habana, Río de Janeiro y Paramaribo, donde se juzgaba a los acusados de practicar la trata ilegal. La tarea se simplificó parcialmente a partir de la emancipación de las colonias hispanoamericanas24. Iniciada la década de 1820, el tráfico de esclavos africanos se redujo casi exclusivamente a los embarques con destino a Cuba o Brasil. A pesar del éxito relativo de las políticas británicas de ampliación de los compromisos abolicionistas y del aumento del número de buques destinados a patrullar el litoral en ambas márgenes del Atlántico, el comercio de esclavos se siguió desarrollando activamente hasta pasada la mitad del siglo xix. Además de una cierta permisividad o complicidad por parte de algunas autoridades estatales, los 21. El gobierno de Estados Unidos hizo lo propio con la fundación británicos tuvieron dificultades para establecer un bloqueo naval efectivo de Liberia. en las costas africanas. 4.2. Soluciones de la construcción naval A partir de la declaración de la abolición del tráfico de esclavos, el gobierno de Gran Bretaña comprometió parte de sus fuerzas navales en el combate contra el comercio ilegal. Los capitanes y las tripulaciones de las patrullas antiesclavistas, comenzaron a identificar diversos problemas que dificultaban el cumplimiento de su misión. Buena parte de los éstos estaban relacionados con las características de los barcos utilizados tanto por los tratantes como por sus perseguidores. Las características geográficas y climáticas de las costas africanas resultaban desfavorables para el establecimiento de un bloqueo eficaz;

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22. En 1817 se firmó el primer acuerdo anglo-luso que establecía la finalización del tráfico de esclavos al norte de la línea del ecuador, y al poco tiempo se firmó un tratado similar con la corona española que limitaba las operaciones del comercio de esclavos a los mares y territorios ubicados al sur del paralelo 10º norte.

23. Hugh Thomas, La trata de esclavos, 586-587. 24. En poco más de diez años, entre 1810 y 1821, en Argentina, Venezuela, Colombia y Chile se dictaron leyes que declaraban la libertad de vientres. Asimismo, el gobierno revolucionario mexicano de 1810 estableció la abolición de la esclavitud en su territorio.

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una multitud de bahías y calas servían como refugio para los tratantes que se ocultaban de los buques de la armada británica. Estos accidentes costeros dominantes en África occidental obligaban a las patrullas a mantenerse a cierta distancia del litoral, puesto que el calado de sus barcos era demasiado grande para acercarse a la orilla. Utilizando naves de menor calado, los tratantes disponían, en consecuen25. Hugh Thomas, La trata de esclacia, de tiempo y espacio suficiente para evadir la acción de las fuerzas vos, 587. antiesclavistas. Por otra parte, los vientos que soplaban con rumbo oeste 26. El barco de rueda era un tipo de diseño equipado con dos grandes o sudoeste, es decir hacia las costas, eran infrecuentes, lo que limitaba aún ruedas con paletas dispuestas más la posibilidad de intercepción25. helicoidalmente a ambos lados del casco. Este tipo de embarcaA partir de las primeras décadas del siglo xix, la navegación marítima ción fue ampliamente utilizado en la navegación fluvial y es muy experimentó un cambio significativo con la aparición de los barcos a reconocido por su empleo en el vapor. Desde de la década de 1820, se fueron suministrando buques a vapor río Mississippi. —de rueda26— a las patrullas del escuadrón británico en África occidental. 27. Henry Yule, The African Squadron Vindicated (Londres: James RidgEstas embarcaciones podían maniobrar más fácilmente en aguas costeras way, 1850), 9. y no estaban limitadas por la dirección del viento para desplazarse, sin 28. Martin Lynn, “From Sail to embargo, los veleros continuaron predominando en las costas africanas. Steam: The Impact of the Steamship Services on the British Los capitanes del escuadrón británico criticaban el alto consumo de Palm Oil Trade With West Africa, combustible de los vapores y la escasez de puntos de aprovisionamiento de 1850-1890”, The Journal of African History 30: 2 (1989): 227-245; carbón, así como el deterioro que producía la caldera en los cascos de madera, Daniel R. Headrick, “The Tools of Imperialism: Technology and the amén del peligro que representaba cargar con uno de estos dispositivos en Expansion of European Colonial estructuras fácilmente inflamables. Por otra parte, cuando los barcos de vela Empires in the Nineteenth Century”, The Journal of Modern de los tratantes podían aprovechar vientos de popa, eran capaces de escaHistory 51: 2 (1979): 231-263. par hasta de los vapores, que aceleraban más lentamente27. Los constructores 29. El ingeniero francés Paucton navales fueron modificando los vapores, incorporaron calderas tubulares — fue el primero en proponer el reemplazo de los remos por hélicon menor consumo de carbón—, fabricaron barcos con cascos de hierro28 y ces —a las que en su tratado de reemplazaron la propulsión con ruedas laterales por hélices posteriores29. 1768, Theorie de las Vis d’Archimede llamó ptéphores— y Sarlos Las fuerzas navales de distintos países incorporaron los vapores de hélice a Dallery, mecánico de Amiens, construyó un pequeño vapor de sus dotaciones, y éstos adquirieron reputación de ser más rápidos y maniobrados hélices en 1803. John Bourne, bles que los de rueda. Además, su costo de producción era semejante al de un A Treatise on the Screw Propeller: With Various Suggestions of velero y podían ser de mayor tamaño sin pérdida de velocidad30. Hacia mediaImprovement (Londres: Longman, dos del siglo xix, para los oficiales del escuadrón británico de África occidental, Brown, Green, and Longmans, 1852), 9-13. la propulsión a hélice fue considerada como la solución a los problemas que 30. John Bourne, Treatise on Screw planteaba la navegación a vapor para poder concretar la captura de barcos Propeller, 186. esclavistas31. En lo que respecta a las técnicas de navegación, la generalización 31. Christopher Lloyd, The Navy del sistema de establecimiento de la longitud mediante observaciones lunares y and Slave Trade: The Suppression of the African Slave Trade in the Nineteenth Century (Londres: Routledge, 1968), 122-129.

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uso de cronómetros —que continuó optimizándose a lo largo del siglo xix32— parece haber sido determinante para que no se las mencionara entre las dificultades que enfrentaban los marinos encargados de la persecución del comercio ilegal de esclavos. La identificación de problemas y la búsqueda de soluciones realizadas por los grupos de actores preocupados por terminar con el comercio transatlántico de esclavos durante el siglo xix tuvo una relación directa con las prácticas desarrolladas por los tratantes. De este modo, se puede identificar un proceso co-construcción de problemas y soluciones del que participaron grupos que representaban intereses absolutamente opuestos. 5. Dinámicas problema-solución para evitar la captura por parte de las patrullas anti-trata Los objetivos de los tratantes y otros actores que participaban del comercio transatlántico de esclavos cambiaron a partir de 1807. La meta principal ya no era trasladar el mayor número de esclavos en las mejores condiciones de venta posibles; la preocupación por la cantidad y la calidad fue disminuyendo en la medida en que aumentaban las restriccio32. David Thomson, Lunar and nes, y fue reemplazada por la necesidad de evitar las patrullas antiesclavistas. Horary Tables, for New and Concise Paralelamente, la emancipación de la mayor parte de las colonias españolas en Methods of Performing the Calculations Necessary for Ascertaining the América incidió en el comercio esclavista y limitó el número de destinos posiLongitude (Londres: Padbury Allen bles para el comercio. Por otra parte, cuando la trata pasó a ser una actividad and Co., 1831); Edward Jennings, Hints on Sea-Risks, Containing Some ilegal, el precio de los esclavos en América aumentó, lo que compensaba las Practical Suggestions for Diminisheventuales pérdidas producidas por naufragios o la intercepción por parte de ing Maritime Losses Both of Life and Property (Londres, 1843); las patrullas antiesclavistas. James Gordon, Lunar and Time Tables, Adapted to New, Short, and En el nuevo escenario, los tratantes explotaron los resquicios que ofreAccurate Methods for Finding the cían los acuerdos contra la trata que se firmaban entre los distintos países Longitude by Chronometers and Lunar Distances (Londres: James o bien asimilaron poco a poco sus prácticas con aquellas vinculadas al conImray, 1849); Thomas Summer, A trabando. En consecuencia, las principales dinámicas problema-solución New and Accurate Method of Finding a Ship’s Position at Sea (Boston: se configuraron en torno a la búsqueda de estrategias para evitar la capThomas Groom and Co., 1851). tura por parte de las patrullas antitrata. 5.1. Soluciones organizacionales Los conflictos armados entre los estados europeos —y sus manifestaciones en el plano de la guerra naval— disminuyeron tras el fin de las guerras napoleónicas. Asimismo, la presencia de las patrullas del escuadrón de África occidental, cuyos capitanes estaban autorizados a interceptar y abordar cualquier navío sospechoso para cumplir con su tarea de control, desalentó la práctica de la piratería33. De este modo, los comerciantes de

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33. David Eltis, Economic Growth and the Ending of the Transatlantic Slave Trade (Nueva York: Oxford University Press, 1987), 131. Sin embargo, aún en 1819, las autoridades portuguesas en Brasil sostenían la necesidad de organizar convoyes para el comercio marítimo, debido a los peligros que enfrentaban los buques mercantes. Manolo Florentino, Em Costas Negras: Uma historia do trafico Atlântico de escravos entre a África e o Rio de Janeiro (séculos XVIII E XIX) (San Pablo: Companhia das Letras, 1997), 142.

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esclavos ya no temían ser atacados por las naves de guerra de una potencia enemiga, por corsarios o por piratas, sino ser interceptados por las patrullas e incriminados como tratantes ilegales. Los acuerdos firmados por distintos estados a lo largo del siglo xix fueron reduciendo el espacio de acción para los tratantes de esas nacionalidades, por este motivo, desarrollaron prácticas para burlar los controles. Por ejemplo, los capitanes de buques originarios de países que habían suscrito convenios de abolición, cambiaban la bandera de su nave y adulteraban su documentación para simular su origen. No solamente falsificaban los registros del barco, sino también los de su carga. Un alto porcentaje de las naves que arribaban a los puertos de brasileños desde las costas africanas declaraban que viajaban sólo con lastre. Las autoridades británicas sospechaban que estas embarcaciones habían realizado operaciones de trata y que habían descargado esclavos en puertos clandestinos antes de llegar a Río de Janeiro o a Bahía34. En otras ocasiones, los capitanes de los barcos esclavistas optaron por hundir su propio buque antes de ser abordados por una patrulla antitrata. Dado que en la medida en que las restricciones al tráfico crecían, los precios de los esclavos aumentaban la pérdida de un barco y su carga podía compensarse en un viaje posterior. En opinión de algunos capitanes que patrullaban las costas africanas, el negocio esclavista era rentable aunque solo un barco pudiera escapar y vender su carga35. En lo que refiere a la obtención de financiamiento para las operaciones, parece no haber sido una tarea difícil durante la etapa del comercio ilegal. Los principales financistas de estas actividades fueron los plantadores, quienes seguían demandando mano de obra esclava. Estos empresarios tenían acceso irrestricto al crédito para obtener los recursos necesarios para solventar las costosas transacciones36.

34. Thomas F. Buxton, The African Slave Trade and Its Remedy (Londres: J. Murray, 1840), 19-20. Durante los primeros nueve meses del año 1837, arribaron sesenta y seis barcos al puerto de Río de Janeiro desde la costa de África. En cincuenta y cinco casos, los capitanes declararon que sólo cargaban lastre (Jane Elizabeth Adams, “The Abolition of the Brazilian Slave Trade”, The Journal of Negro History 10: 4 (1925), 621). 35. Henry Yule, African Squadron Vindicated, 11.

5.2. Soluciones de la construcción naval Hasta el momento de la abolición, la trata transatlántica de esclavos era una de las actividades del comercio marítimo en general. De este modo, en muchas de las dinámicas problema-solución correspondientes a estas operaciones había problemas compartidos para los que, en cada caso, los barcos y diseños navales más recientes fueron aceptados en general como formas de solución adecuadas. Durante el siglo xix, los barcos a vapor representaban la tecnología más reciente disponible, sin embargo, su empleo en el comercio transatlántico de esclavos fue limitado. Para los comerciantes esclavistas, el empleo de los vapores para el tráfico ilegal de esclavos presentaba algunas restricciones: en primer lugar, como había pocos lugares de abastecimiento de

36. David Eltis, Economic Growth, 156. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 32-54


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carbón en las costas africanas, resultaba difícil proveerse de combustible. De intentarlo, las patrullas antiesclavistas podían prever más fácilmente el derrotero de los buques esclavistas y mejorar sus chances de capturarlos. Otro problema que presentaban los primeros vapores era su alto costo, sobre todo si se corría el riesgo de ser interceptado por una patrulla antiesclavista que podía expropiarlo37. Además, debido a la columna de humo que producían, los vapores, eran relativamente más fáciles de detectar para los barcos de las patrullas38. Por otra parte, el uso de barcos de vapor para transporte de esclavos presentaban otra desventaja: el espacio disponible bajo cubierta estaba limitado por la instalación de las calderas y de su depósito de combustible —elementos ausentes en un velero—, lo que restringía la capacidad de alojamiento para cautivos y provisiones. La escasa utilización de este tipo de buques para el tráfico de esclavos puede inferirse asimismo a partir de la siguiente cifra: de ciento cincuenta casos de contrabando de esclavos juzgados por la comisión mixta anglo-brasileña de Río de Janeiro, solamente en uno se menciona el empleo de un barco a vapor39. Sin embargo, algunos tratantes realizaron viajes para transportar esclavos con este tipo de naves, sobre todo hacia Cuba y Brasil, las regiones en las que más tardíamente se declaró la abolición definitiva de la trata40. A mediados del siglo xix, en pleno período de la abolición, un comerciante de esclavos de La Habana, llamado Julián Zulueta, había conformado una flota de barcos a vapor dedicados al tráfico esclavista, que en algunos casos llegaban a transportar más de mil esclavos41. La cons37. David Eltis, Economic Growth, 275-276. trucción de estos buques se realizaba principalmente en Estados Unidos, 38. Cabe suponer asimismo, que aunque existían astilleros en las costas brasileñas donde se construyeron en el caso de las patrullas, la barcos a vapor utilizados en la trata. Un funcionario británico con destino posibilidad de ser detectados prematuramente por sus en Río de Janeiro relató que los vapores eran construidos en Ponta da Areia, potenciales perseguidos también y que los mismos podían transportar hasta un millar y medio de esclavos42. puede haber sido considerado un problema. Con estas relativamente escasas excepciones y debido a las dificultades identi39. Jaime Rodrigues, De costa a costa, 144. ficadas por los tratantes, el comercio transatlántico de esclavos se siguió realizando 40. Aparentemente, los buques en mayor medida con veleros. Sin embargo, bajo las nuevas circunstancias debían a vapor fueron considerados ser más rápidos y ágiles que los que se habían utilizado durante la trata legal. adecuados para el tráfico en la Bahía de Benín debido a que los Durante el siglo xix, los tipos de buques más utilizados en las costas bravientos dominantes en la región sileñas fueron de diseño similar a los que se utilizaron hasta finales del siglo eran demasiado suaves para que un velero pudiera alcanzar altas xviii. En las listas de barcos apresados por las patrullas de la comisión mixta velocidades. David Eltis, Economic anglo-brasileña, es frecuente la mención de distintas variantes de bergantines Growth, 276. y escunas (schooners) con un desplazamiento medio de ciento treinta toneladas. 41. Hugh Thomas, La trata de esclavos, 766. Las embarcaciones más grandes entre las registradas no superaban en ningún 42. Jane Elizabeth Adams, Abolition caso las doscientas cincuenta toneladas43. El uso de barcos de bajo calado Brazilian Slave Trade, 632.

43. Jaime Rodrigues, De costa a costa, 147-148. hist. crit. No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 32-54

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como los mencionados permitía a los tratantes navegar cerca de las costas africanas y ocultarse en las numerosas bahías y calas de la región. Por otra parte, a diferencia de los grandes buques de las patrullas antiesclavistas, —en su mayoría fragatas que habían participado de las guerras napoleónicas—, el uso de barcos de escaso tamaño dificultaba su 44. Jane Elizabeth Adams, Abolition Brazilian Slave Trade, 626. detección visual en alta mar. Asimismo, un velero pequeño resultaba en 45. Robert Conrad, “The Contraband una menor pérdida económica en caso de resultar capturado44. En este Slave Trade to Brazil, 1831-1845”, mismo sentido, algunos tratantes utilizaron barcos viejos, que eran hunThe Hipanic American Historical Review 49: 4 (1969): 619. didos al llegar a su destino —para eliminar pruebas— o eran empleados 46. Ralph D. Paine, The Old Merchant como señuelos, para atraer la atención de las patrullas mientras los barcos Marine. A Chronicle of American cargados de esclavos escapaban45. En el caso particular del comercio de Ships and Sailors (New Haven: Yale University Press, 1921), 189. Cabe esclavos con Cuba se distinguió la incorporación de un nuevo diseño de señalar que el diseño del casco reducía la capacidad de carga, velero que fue el más utilizado en las operaciones de la trata en la isla. sobre todo si se compara con Estas nuevas embarcaciones, denominadas clíperes, se habían comenzado los barcos esclavistas del siglo xviii. Sin embargo, el alto precio a construir en Estados Unidos a comienzos del siglo xix. de los esclavos en el período de Los clíperes eran capaces de desarrollar gran velocidad debido al ilegalidad de la trata compensaba la reducción en el número de diseño de su casco, alargado y relativamente estrecho, que ofrecía una cautivos transportados. AA.VV., menor resistencia al avance. Estos veleros podían alcanzar altas veloci“Reports on the Slave Trade from Lords and Commons, 1848-1849”, dades, lo que indujo a definir como “carrera” a la competencia comercial The Edinburgh Review, Año XCIL, CLXXV (1850), 253; Maturin entre británicos y norteamericanos en el tráfico de té desde China46. La Ballou, History of Cuba or Notes velocidad de los clíperes no se debía exclusivamente a la forma de sus casof a Traveler in the Tropics Being a Political, Historical and Stadisticos, sino también a la configuración de su arboladura y velamen. Estos cal Account of the Island from its veleros contaban con tres y hasta cuatro palos con varias velas. En algunas First Discovery to the Present Time (Boston: Phillips, Sampson and ocasiones, los mástiles eran montados con una cierta inclinación hacia Company, 1854), 186; William popa para aprovechar mejor el impulso del viento47. Reade, Savage Africa Being the Narrative of a Tour in Equatorial, Los astilleros del puerto de Baltimore experimentaron una importante Southwestern and Northwestern Africa (Nueva York: Harper and expansión en sus actividades, sostenida gracias a la trata de esclavos. En la brothers, 1864), 241. etapa del comercio ilegal, los tratantes encontraron en el clíper un barco 47. Lance Davis, Robert Gallman y capaz de eludir a las patrullas antiesclavistas sobre la base de la velocidad Karin Gleiter, Pursuit of Leviathan. Technology, Institutions, Productivy la maniobrabilidad48. La mayor parte de los clíperes construidos en los ity, and Profits in America Whaling, Estados Unidos fue producida en astilleros privados y estaba orientada 1816-1906 (Chicago: University of Chicago Press, 1997), 271-273. a satisfacer la demanda generada por el comercio esclavista cubano, lo 48. David R. Murray, Odious Comque provocaba la indignación de muchos ciudadanos norteamericanos49. merce: Britain, Spain and the Estas embarcaciones no sólo eran reconocidas por sus cualidades mariAbolition of the Cuban Slave Trade (Cambridge: Cambridge Univerneras, también eran admiradas por sus condiciones estéticas. Theodore sity Press, 2002), 185.

49. Maturin Ballou, History of Cuba, 186. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 32-54


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Canot, tratante de origen francés, dejó una vívida imagen del impacto que le provocó haber observado por primera vez a los clíperes utilizados para el comercio marítimo de esclavos en el puerto de La Habana: “[…] mi ojo náutico y mi interés fueron impactados por las prolijas formas de las velas de los afilados barcos tratantes, que, al mismo tiempo se congregaban en La Habana. Eran algo fascinante para mi mente por su belleza (...). Esos audaces barcos tratantes, con sus cascos de flecha y mástiles muy inclinados se apoderaron de mi imaginación […]”50. Esta admiración se extendía también a los integrantes de las patrullas británicas que debían atrapar a los buques esclavistas. Uno de los principales responsables de la persecución de este tipo de actividad, el comodoro Charles Hotham, expresaba en 1850 que los clíperes eran embarcaciones de hermosa construcción51. Asimismo, los capitanes de los navíos del escuadrón de África occidental expresaban su impotencia al enfrentarse a estos veloces veleros, y planteaban que los buques esclavistas eran capaces de escapar hasta de los barcos a vapor52. El mismo Hotham destacaba que estos vele50. Theodore Canot, Captain Canot, Twenty Years of African Slaver ros sacrificaban fortaleza y durabilidad para obtener mayor velocidad, y (Nueva York: Brantz Mayer, que ningún sloop del escuadrón a su mando era capaz de alcanzar un barco 1854), 60. 53 esclavista bien preparado . 51. Christopher Lloyd, Navy and Slave Trade, 34. A pesar de la incorporación de este tipo de barcos, en ocasiones la 52. Henry Yule, African Squadron velocidad y la agilidad no eran suficientes para evitar la captura. Por Vindicated, 9. este motivo, los tratantes desarrollaron estrategias orientadas a ocultar 53. Christopher Lloyd, Navy and la finalidad de los viajes esclavistas, por ejemplo, en el recorrido hacia Slave Trade, 34. El juicio favorable acerca de las cualidades mariÁfrica, intentaban no transportar cadenas, grilletes y otros equipamienneras de los barcos empleados por los tratantes se expresó tamtos específicos obviamente relacionados con la trata. En algunas ocasiones bién en que algunos de los barcos se construía a último momento una entrecubierta para transportar a los capturados fueron incorporados al escuadrón. Hugh Thomas, La esclavos, y ésta podía desmontarse rápidamente en caso de necesidad54. trata de esclavos, 647. Como contramedida, el Almirantazgo británico instruyó órdenes en las 54. Jaime Rodrigues, De costa a costa, 150. cuales se enumeraban los principales indicios que identificaban a un barco 55. Con los que se podría construir preparado para transportar esclavos; escotillas abiertas con redes, divisiouna segunda cubierta. nes en las bodegas, exceso de tablones de repuesto55, cadenas, grilletes o 56. Reino de Gran Bretaña-Almirantazgo, Instructions for the manillas, una caldera de tamaño superior al de las necesidades de la tripuGuidance of Her Majesty’s Naval 56 lación . Asimismo, la existencia de una gran cantidad de provisiones o de Officers Employed in the Suppression of the Slave Trade: Employed in the recipientes para agua era una prueba de que un barco estaba por realizar Suppression of the Slave Trade (Lonuna operación vinculada al comercio de esclavos. En el acuerdo anglo-espadres: T.R. Harrison, 1844), 204. ñol mediante el cual la corona española se comprometía a finalizar con el 57. Reino de España-Gobierno, Tratado entre Su Majestad la Reina comercio de esclavos, se consignaban los mismos elementos distintivos para de España y Su Majestad el Rey del determinar si un barco mercante era utilizado para la trata57. Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda, para la abolición del tráfico de esclavos (Madrid: Imprenta Real, 1835), 17-22.

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En ocasiones, ni siquiera la descripción minuciosa de los equipamientos resultó eficaz para la detección de un buque esclavista. Tal es el caso del Wanderer, equipado en Long Island con unos grandes tanques de agua: puesto que conservaba el lujoso equipamiento que permitía seguir llamándole yate —espejos, vitrinas, biblioteca, cuadros y alfombras de Bruselas, así como cortinas de damasco—, su tripulación consiguió ocultar su inminente empleo como transporte de esclavos a los miembros de una patrulla británica que lo abordó en las costas de África58. Otro método de engaño era el empleado por los capitanes esclavistas que ocultaban la capacidad de sus barcos para realizar viajes transatlánticos. Los buques cargaban mástiles y velas adicionales para poder cruzar el Atlántico, que eran montados cuando la embarcación se encontraba lejos del alcance de las patrullas antiesclavistas que operaban en las costas americanas y se desmontaban al regreso, para aparentar que los esclavos que transportaban no venían de África59. Pero, independientemente del ingenio puesto de manifiesto para continuar con el comercio en condiciones de ilegalidad, que involucró el desarrollo de soluciones de diversa índole, hacia la segunda mitad del siglo xix, la progresiva desaparición de los sistemas de producción basados en el trabajo de esclavos tanto en Cuba como en Brasil acarreó el fin del tráfico transatlántico de esclavos. Conclusiones En las explicaciones deterministas tecnológicas del comercio transatlántico de esclavos se plantea que, en su desarrollo, se fueron incorporando cambios tecnológicos que lo hicieron más rentable y eficiente. En lo que refiere a las embarcaciones empleadas en la trata, este proceso se presenta como una trayectoria de simple evolución desde las carabelas del siglo xv hasta los veloces e hidrodinámicamente refinados clíperes del siglo xix. Paralelamente, en la gran mayoría de los trabajos desarrollados que analizan el desarrollo del sistema capitalista mundial se reconoce la importancia del comercio transatlántico de esclavos en este proceso. Sin embargo, los cambios tecnológicos que se produjeron en el marco de esta actividad no recibieron la misma atención que las trans58. Hugh Thomas, La trata de esclaformaciones producidas en la industria o la agricultura. Por otra parte, el vos, 759-760. surgimiento de nuevos artefactos o formas de producción recibieron una 59. Este tipo de práctica podía realizarse debido a que, aunque mayor atención que los cambios en la organización y la comercialización. estaba prohibido el tráfico transatlántico, era legal comerciar con sujetos que hubieran sido esclavizados antes de la abolición. Además, en lugares como Brasil o Cuba, no se había establecido la libertad de vientres, por lo que los hijos de esclavos que nacían eran propiedad de los amos de sus madres. Jaime Rodrigues, De costa a costa, 150.

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Para evitar este tipo de reduccionismos, en este artículo se propuso un análisis socio-técnico de estos procesos, lo que permite superar la consideración de tecnología y sociedad como entidades independientes. De este modo, es posible ofrecer nuevas explicaciones en las que lo social, lo tecnológico, lo geográfico, lo económico y lo cultural son parte de una misma unidad de análisis: lo socio-técnico. En este sentido, en la reconstrucción del ensamble socio-técnico del comercio transatlántico de esclavos en su etapa de ilegalización, es posible mostrar de qué manera los elementos heterogéneos que lo componen —embarcaciones, accidentes geográficos, depósitos de carbón, carpinteros navales, comerciantes, formaciones estatales y relaciones socio-económicas, entre otros—, fueron transformándose como resultado de un proceso sociotécnico de co-construcción. Hasta comienzos del siglo xix, las plantaciones que poseían algunos estados europeos en sus colonias de América operaban con mano de obra africana esclavizada, abastecida por tratantes que eran promovidos, amparados y/o financiados por los gobiernos, transportada en barcos de carga general, de tonelaje medio, propulsados a vela, sometidos a algunas regulaciones específicas y armados con cañones para contrarrestar la amenaza de las naves de guerra de los países enemigos y piratas. En este sentido, hacia 1750 una fragata de bandera inglesa, con rumbo al África, no era una simple embarcación cargada con mercancías para el intercambio. En su diseño, en el armamento con el que contaba, en la documentación que respaldaba las acciones del capitán se expresaba —entre otros elementos— el régimen legal vigente para el comercio de esclavos, las circunstancias socio-políticas del momento y la capacidad de Gran Bretaña para proveerse de madera. Al mismo tiempo, la disponibilidad de la fragata —y del conjunto de embarcaciones mercantes y de guerra— sostenía en parte la existencia material y simbólica de la sociedad británica de la época. Es decir, Gran Bretaña y la fragata se co-construían simultáneamente. A partir de la primera década del siglo xix, con la independencia de las colonias y la progresiva abolición de la trata, algunos estados europeos y americanos mantuvieron plantaciones que operaban con mano de obra africana esclavizada, abastecidas por tratantes/contrabandistas. La mano de obra era transportada en barcos veloces, de poco calado, maniobrables o “descartables”, propulsados a vela, con bandera o documentación apócrifa, perseguidos por patrullas que incorporaron vapores a hélice en su dotación, en un espacio geográfico cada vez

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más limitado por los tratados bilaterales entre países que ya no combatían entre sí, sino que cooperaban en cierta medida para la persecución del tráfico. Entonces, en la década de 1830, un clíper de bandera portuguesa con rumbo al África tampoco era un simple barco. En su diseño, en la documentación (falsa) que portaba su capitán inglés, en el depósito de agua de un tamaño superior al que teóricamente necesitaba la tripulación para abastecerse durante el viaje se plasmaba el conjunto de restricciones para la trata y algunas de las transformaciones tecnológicas —de todo tipo— orientadas a superarlas. De forma simultánea, la presencia en el Atlántico de unidades navales enviadas a interceptarlo denotaba el cambio de signo en la sociedad británica de la época. Nuevamente, Gran Bretaña y el clíper se co-construían simultáneamente, esta vez, en tensión. La abolición de la trata por parte de la corona británica no acabó de inmediato con el tráfico, pero alteró sustancialmente la dinámica de una actividad comercial que durante tres siglos había tenido una expansión continua. A partir de entonces, la lucha por la supresión del comercio negrero dejó de librarse bajo la forma de campañas de opinión y debates parlamentarios, para expresarse materialmente en las aguas del océano Atlántico. En la configuración del nuevo ensamble socio-técnico fue relevante el cambio de posición de los estados involucrados en el tráfico, que fueron dejando de ser garantes o promotores del comercio —según los casos y las épocas— para pasar a ser aliados de los grupos abolicionistas. Un rol prominente le cupo al gobierno británico, que dedicó considerables esfuerzos militares y diplomáticos para que la prohibición del comercio transatlántico de esclavos se cumpliera de forma efectiva. Bajo las nuevas condiciones legales, los comerciantes que intentaron continuar sus operaciones, redefinieron los objetivos y los problemas a resolver. Ya no era prioritario transportar una gran cantidad de esclavos en el menor tiempo posible, sino trasladar tantos cautivos como se pudiera, sin ser interceptado por las patrullas antiesclavistas. Por otra parte, algunas cuestiones percibidas como problemas hasta aquel momento, como el cumplimiento de la legislación que regulaba la cantidad de esclavos que estaba permitido cargar por tonelada de desplazamiento del barco que los transportaba, desaparecieron cuando el tráfico pasó a ser ilegal. Asimismo, si bien el accionar de las patrullas representaba un problema para los tratantes, al mismo tiempo redujo considerablemente los peligros relacionados al accionar de piratas o corsarios. Esta situación fue favorecida por la disminución de los conflictos navales entre los países europeos. En consecuencia, a partir de los cambios producidos en el comercio transatlántico de esclavos durante el siglo xix, puede identificarse un ensamble socio-técnico que se diferencia del ensamble preexistente en lo que refiere a los elementos que conforman los marcos tecnológicos y en la predominancia relativa del marco tecnológico de la construcción naval (véase tabla 1).

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Tabla 1: Ensamble socio-técnico del comercio transatlántico de esclavos a partir de 1807 Marco tecnológico de la Construcción Naval - Construir barcos más rápidos y ágiles. Objetivos

- Construir barcos difíciles de detectar en alta mar. - Velocidad, aceleración y maniobrabilidad. - Resistencia al avance en el agua.

Problemas

- Escasez de puntos de aprovisionamiento de carbón en África.

Marco tecnológico de las Técnicas de Navegación

Marco tecnológico de las Técnicas Organizacionales

- Hacer los viajes - Realizar operaciones transatlánticos más comerciales para las previsibles y seguros. patrullas antitrata.

- Perfeccionamiento del establecimiento de la longitud en alta mar.

- Realizar operaciones comerciales ilegales sin ser capturados.

- Traza de humo de las calderas.

Soluciones

- Cascos con mejores cualidades hidrodinámicas.

- Ocultamiento de la naturaleza del tipo de comercio que se pretendía realizar durante el viaje.

- Arboladura con los mástiles inclinados hacia popa.

- Atribución del registro del barco a una nación donde la trata fuera considerada legal.

- Entrecubiertas y mástiles desmontables.

- Destrucción de evidencia. - Embarque y desembarque en lugares de difícil identificación y/o acceso.

- Sistemas de camuflaje. Conocimientos aplicados Conocimiento Tácito

Artefactos

- Hidrodinámica

- Astronomía

- Arquitectura naval

- Física y matemática - Técnicas de navegación transmitidas durante los viajes transatlánticos.

- Construcción naval desarrollada por carpinteros. - Clíper - Goleta

- Manuales

- Geografía

- Prácticas comerciales evasivas. - Documentación comercial y de registro falsas. - Embarcaciones en el límite de su vida útil.

Fuente: Los autores del artículo elaboraron esta tabla a partir de las fuentes primarias y secundarias que utilizaron en el texto y que se encuentran referenciadas en la bibliografía final.

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Entre los marcos tecnológicos que pueden identificarse en el comercio transatlántico de esclavos, desde sus inicios en el siglo xv, tienen especial relevancia los que se refieren a las técnicas de navegación, las técnicas organizacionales y las técnicas de construcción naval. El desarrollo de las técnicas de navegación alcanzado a finales del siglo xviii fue aprovechado en el comercio marítimo y las marinas de guerra durante el siguiente siglo. A lo largo del siglo xixm se realizaron diversos ajustes y adaptaciones en los métodos que se habían adoptado para el establecimiento de la longitud en alta mar. Sin embargo, en la medida en que los actores involucrados en la trata ilegal de esclavos percibían como problemáticas una serie de situaciones ante las cuales las técnicas de navegación no fueron consideradas como soluciones adecuadas, su relevancia en el ensamble socio-técnico de la trata ilegal es relativamente baja. Asimismo, si bien se pueden identificar dinámicas problema-solución para el caso de las patrullas contra la trata en las que se combinan soluciones organizacionales y de construcción naval, las primeras se presentan subordinadas a las segundas. La firma de acuerdos internacionales para eliminar la trata de esclavos sólo era sustentable a partir de la creación de patrullas antitrata en las costas africanas y americanas, formadas por embarcaciones que se consideraba debían presentar características tales que les permitieran dar caza a las empleadas por los tratantes. Para los tratantes, la necesidad de recurrir a soluciones de tipo organizacional, como la disponibilidad de documentación falsa, resultaba funcional solamente en el caso de ser interceptados. En general, se trataba de evitar esta situación indeseada recurriendo al empleo de embarcaciones adecuadas desde el punto de vista del diseño y construcción. Por lo tanto, la predominancia del marco tecnológico de las técnicas de construcción naval se verifica tanto en el caso de los grupos interesados en la supresión de la trata, como en el de los tratantes. En este sentido, desde los astilleros se ofrecieron soluciones a los problemas percibidos por ambos grupos sociales relevantes. En ocasiones, los problemas eran formulados de forma similar — velocidad y maniobrabilidad, emisión de humo— y en otros casos, resultaban exclusivos de alguno de los grupos —las dificultades de los tratantes para abastecerse de combustible. Hasta el momento de la abolición, y en la medida en que las necesidades de la trata solían coincidir con las del comercio marítimo en general, el comercio transatlántico de esclavos se había desarrollado gracias a la utilización de los barcos de diseño más reciente disponibles. A comienzos del siglo xix, este tipo de diseño era identificado con los clíperes —que también se usaron para transportar té, pasajeros y correo; tareas en las que su alta velocidad también era considerada una ventaja. Las cualidades específicas de los barcos utilizados por los tratantes fueron consideradas la causa fundamental de su éxito cuando lograban evitar a las patrullas antitrata. Esta situación se modificó con la aparición de los buques a vapor. Los actores involucrados en la navegación marítima en general les atribuyeron el carácter de ser las embarcaciones más

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modernas, valoraron positivamente sus características y extendieron su empleo. Por el contrario, en opinión de los tratantes, algunas de sus cualidades no resultaban adecuadas a las condiciones que presentaba el comercio de esclavos en tanto actividad ilegal. El juicio negativo sobre su gran tamaño, alto costo y menor aceleración y maniobrabilidad resultaron en la construcción del no funcionamiento de los vapores para la trata. Resulta significativo que la atribución de buen funcionamiento conferida a los clíperes por los tratantes era compartida por miembros de los grupos abolicionistas —que lamentaban que los buques a vapor con los que contaban las patrullas antitrata no pudieran competir en términos de velocidad con los veleros de los tratantes— y por los oficiales de la marina británica —que incorporaron algunos buques esclavistas capturados a sus patrullas. Estas interpretaciones ponen en cuestión las usuales explicaciones deterministas tecnológicas acerca del desarrollo de los artefactos. Si los buques a vapor eran ampliamente reconocidos como los barcos más modernos, deberían haber estado en condiciones de imponer su superioridad ante los artefactos comparativamente más anticuados, los veleros. Sin embargo, en lo que refiere al período de la trata ilegal, resulta claro que, por una parte, el empleo de la tecnología más reciente no resultó suficiente para alcanzar el objetivo que se proponían los actores interesados en acabar con el tráfico y, por otra, los actores interesados en continuar con la trata rechazaron, en general, el empleo de la tecnología considerada como más moderna en favor de las características de una preexistente, que encontraban más adecuada para sus propósitos. La trata transatlántica ilegal continuó desarrollándose de manera cada vez más limitada hasta que la desaparición de los mercados compradores de esclavos en América terminó con la demanda, lo que sentó las condiciones para el cese definitivo de esta actividad. Las sociedades americanas con plantaciones mantuvieron un número decreciente de mano de obra esclavizada, principalmente nacida en América. Durante el resto del siglo xix, muchos de los barcos que cruzaron el Atlántico desde África cargaron sus bodegas con materias primas producidas en el continente por mano de obra local… esclavizada.

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Fronteras de papel: archivos, colecciones y la cuestión de límites en las naciones americanas

Artículo recibido: 27 2010; aprobado: 25 de enero de 2011; modificado: 14 de marzo de 2011.

de septiembre de

Fronteras de papel: archivos, colecciones y la cuestión de límites en las naciones americanas

Paper frontiers: archives, collections, and the question of limits in nations of the Americas

Resumen

Abstract

En este artículo se analizan algunas prácticas

This article analyzes various intellectual practices

intelectuales que se van anudando al uso de los

tied to the use of public and private documents in

documentos públicos y privados en la práctica de

the practice of history in Argentina over the second

la historia en la Argentina de la segunda mitad del

half of the nineteenth century. Starting from the

siglo XIX. Partiendo de la “cuestión de límites”, se

“question of limits,” this essay analyzes the work

analiza el trabajo de los bibliófilos Manuel Ricardo

of bibliophiles Manuel Ricardo Trelles and Juan

Trelles y Juan Martín Leguizamón; ambos preten-

Martín Leguizamón, both of whom tried to histori-

dían reconstruir históricamente la unidad territorial

cally reconstruct the territorial unity of Argentina.

de la Argentina. Muestra cómo ese trabajo se arti-

It shows how this work lies at the crossroads of

cula en el cruce de las prácticas de los anticuaria,

antiquarian studies, History, and Natural History.

la historia y la historia natural.

Irina Podgorny

Palabras clave

Key Words

Historia de los archivos, estudios de límites, anti-

Archive histories, studies of limits, antiquarianism,

cuarios, Argentina, siglo xix.

Argentina, nineteenth century.

Antropóloga y Doctora en Ciencias Naturales por la Universidad Nacional de La Plata (Buenos Aires, Argentina). Investigadora en el Archivo Histórico del Museo de La Plata, CONICET. Profesora de Historia de la Ciencia en la Maestría Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Universidad Nacional de Quilmes (Buenos Aires, Argentina). Research Fellow del Instituto Max Planck de Historia de la Ciencia (Berlín, Alemania), 2009-2011. Algunas de sus últimas publicaciones son: en coautoría con Maria Margaret Lopes, El desierto en una vitrina. Museos e historia natural en la Argentina, 1810-1910 (México: Limusa, 2008); la edición con Nisia Trndade, Dominiche Miranda y Wolfgang Schäffner, número especial revista História, Ciências, Saúde -Manguinhos con el tema “Caminos, comunicaciones y ciencias”, 15: 3 (2008); El Sendero del tiempo y de las causas accidentales. Los espacios de la prehistoria en la Argentina (Rosario: Protohistoria Ediciones, 2009); Los viajes en Bolivia de la Comisión Científica Italiana (Santa Cruz de la Sierra: Fundación Nova, Biblioteca Cruceña, 2011). Ha publicado en revistas como Osiris, Science in Context, Redes, Asclepio, Trabajos de Prehistoria, Journal of Spanish Cultural Studies, entre otras. Actualmente, dirige la colección “Historia de la ciencia” en la Editorial Prohistoria de Rosario. podgorny@retina.ar

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Irina Podgorny

Fronteras de papel: archivos, colecciones y la cuestión de límites en las naciones americanasÏ Introducción El mundo de los archivos, con sus papeles, pergaminos y estanterías, ha pertenecido tradicionalmente a los universos de la historia, el derecho, las ciencias políticas y la administración estatal. La antropología y la arqueología, por otro lado, se asociaron a los espacios de los museos, la colección, el campo, la excavación y el viaje, a los cacharros y huesos ordenados en series y culturas. Las prácticas de estas disciplinas, sin embargo, generarían mucho más que fragmentos y ruinas: para aparecer como objetos científicos, fue necesaria su transformación en papel. El temor ante la falsificación o mezcla generó la adopción de Ï Este trabajo se escribió durante distintos procedimientos para evitar el descontrol de las antigüedades en el una estadía en el Instituto Max Planck de Historia de la Ciencia espacio del museo y la colección. La arqueología moderna surgiría ligada a la (Departamento 3, Prof. Hans-Jörg Rheinberger, Berlín, Alemania). “medialización” de los monumentos y de las cosas a través de planos, fotograAgradezco la ayuda de su servicio fías, esquemas, diagramas, cuadros y dibujos. Estas “antigüedades portátiles” de préstamo interbibliotecario y la buena disposición de Ellen Garske —la mayoría de las veces inscriptas en un sustrato de papel— servirían para y Ruth Kessentini. Es resultado de hacer circular un mundo aparentemente inmóvil, para asegurar que las cosas la investigación pict 32111 y del pip-conicet 0116 “El comercio de llegaran respetando un orden; además, daba la posibilidad de reconstruir un datos y artefactos en la cultura panorama bastante cercano de la vida en el pasado1. Y si bien estas “antigüedade las ciencias de los Siglos xix y xx”. Este manuscrito se enriqueció des portátiles” ayudaban a garantizar el traslado, no siempre colaboraban con con las lecturas de Diego Aufiero, María É. Blasco, Máximo Farro, la incorporación de las cosas en los depósitos de los museos. Por el contrario, el Susana García, María Margaret arribo de colecciones, fotos, protocolos y planos requirió de mecanismos para Lopes, Alejandro Martínez y de dos evaluadores anónimos, cuyos registrar e inventariar que no siempre existieron, el descontrol se trasladó al comentarios agradezco. interior de los museos. El diagnóstico surge paralelamente a la llamada entropía Está dedicado a Cornelia Vismann, in memoriam. de los archivos2: el desorden provocado por la llegada constante de nuevos datos 1. Irina Podgorny, “Medien der y la dificultad de su procesamiento. Los acervos, además de acrecentarse por el Archäologie”, Archiv für Medienmero envejecimiento de los expedientes, se modifican con el surgimiento de geschichte 3 (2003): 167-79; “Antigüedades portátiles: transportes, nuevas naciones, disolución de organismos, conquistas, revoluciones y guerras. ruinas y comunicaciones en la En este sentido, las prácticas de la antropología, la arqueología y la historia se arqueología del siglo xix”, História, Ciências, Saúde -Manguinhos 15: 3 emparentarán también en la búsqueda de un sistema de almacenaje, transporte (2008): 577-95. 2. Peter Burke, “Commentary”, Archival Science 7 (2007): 391-7. hist. crit. No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 56-79

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y circulación dentro de los espacios destinados a conservar los materiales de ese saber. Como varios historiadores señalan, la historia de los museos, las bibliotecas y los archivos se empieza a reunir con la historia de las prácticas que los modelaron y que, a su vez, se generaron gracias a ellos3. Los archivos nacieron como un espacio de la administración, ligados a la figura del archivero. El siglo xix sería testigo de la transformación de los archivos en dispositivos que permitían hacer circular los papeles a través de repertorios y coordenadas espaciales consensuadas. Lo mismo ocurriría con las colecciones de los museos, que, como los archivos y bibliotecas, debieron adoptar modos de mover las cosas en función de la posibilidad de un público cada vez más grande y del aumento potencial de las colecciones a acumular. En el caso de los países americanos, la constitución de los nuevos Estados y jurisdicciones políticas significaría la reorganización de 3. Margaret Hedstrom y John King, los archivos coloniales, proceso paralelo a la definición de las fronteras entre los “Epistemic Infrastructure in the países que resultaban de la disolución del orden colonial. Para muchos actores Rise of the Knowledge Economy”, en Advancing Knowledge and the de esta historia, las fronteras y los archivos formarían una unidad vinculada, asiKnowledge Economy, eds. Brian mismo, con cierto afán de coleccionar la totalidad de los fragmentos del pasado. Kahin y Dominique Foray (Cambridge: MIT Press, 2006), 113-34. La historia, la anticuaria y la historia natural confluirían en esa dirección. 4. La historiografía ha dedicado En este artículo analizaremos algunas de las prácticas intelectuales que se numerosos trabajos a los métodos de López y Mitre y a su relación van anudando al uso de los documentos y a la constitución de archivos públicon los documentos. Ver por cos y privados en Argentina durante la segunda mitad del siglo xix, donde la ejemplo, el estado de la cuestión en las obras de Fernando Devoto compilación de documentos se combinó, en muchos casos, con la colección y Nora Pagano, discutidas en el de los objetos más diversos y el interés por la arqueología y la antropología artículo de Sergio Mejía, “Las historias de Bartolomé Mitre: americanas. Partiendo de la “cuestión de límites”, este artículo mostrará el operación nacionalista al gusto de los argentinos”, Historia Crítica trabajo emprendido por los bibliófilos y anticuarios Manuel Ricardo Trelles 33 (2007): 98-121. Sobre Quesada, y Juan Martín Leguizamón en aras de reconstruir la unidad territorial del el libro de Paulo Cavaleri, La restauración del Virreinato. Orígenes del país. Trelles y Leguizamón no ostentan la responsabilidad de ser los hacedonacionalismo territorial argentino res de la historia argentina4, ya que no ocupan los lugares centrales que la (Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, 2004). historiografía otorgó a Bartolomé Mitre, Vicente F. López, Vicente Quesada 5. Pablo Buchbinder, “Vínculos o Andrés Lamas. Este artículo procura mostrar el orden de la información privados, instituciones públicas donde se inscriben sus prácticas de tráfico e intercambio de cosas y papeles, y reglas profesionales en los orígenes de la historiografía que, sin dudas, incluye también a este grupo más renombrado. Más allá de argentina”, Boletín del Instituto las representaciones del pasado surgidas de esas investigaciones, este trabajo de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” 13 (1996): apunta a reflexionar sobre las prácticas ligadas a la circulación, recopilación 59-82; Raúl A. Molina, Misiones argentinas en los archivos europeos e intercambio de documentos y objetos, cuyo estudio, iniciado en los trabajos (México: Instituto Panamericano de varios bibliógrafos y continuado en los de Ray Thomas, Raúl A. Molina y de Geografía e Historia, 1955); Jack Ray Thomas, “The Role Pablo Buchbinder5, puede ayudar a entender el lado colectivo y los sistemas of Private Libraries and Public de transmisión y constitución del conocimiento. Archives in Nineteenth-Century Spanish American Historiography”, The Journal of Library History 9: 4 (1974): 334-51.

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1. Espacios del saber Los archivos, esos edificios o aposentos erigidos bajo la autoridad del Estado para la conservación de los documentos y las actas, surgen ligados a la vigilancia atenta de los archiveros, garantía de su autenticidad. En el marco del mundo ibérico y las reformas ilustradas del siglo xviii, los archivos generales empezaron a vincularse con una administración unificada y, también, con la escritura de la historia. De allí surgirían las iniciativas del Archivo General de Indias de Sevilla (1785) y el Archivo General de Chapultepec (1792), enlazados a la política general del reino y a un patrón determinado para la recolección de papeles antiguos y modernos6. La iniciativa virreinal novohispana propendía por establecer una red de archivos según las dependencias administrativas y la edad 6. Nicolás Bas Martín, Juan Bautista de los documentos: separando los de más de treinta años y reuniéndolos Muñoz (1754-1799) y la fundación del en un repositorio general para mejorar los servicios asegurados por los Archivo General de Indias (Valencia: Conselleria de Cultura, Educació papeles vivos7. Estas iniciativas no se desvinculan de las motivaciones i Ciència, 2000) y Manuel Romero históricas, entendidas como herramientas políticas y unidas al proyecto Tallafigo, “Archivística hispana y novahispana (años 1790-1793): de escritura de la Historia del Nuevo Mundo (1793), constituidas como Del Archivo General de Indias al Archivo General de Chapultepec”, respuesta a las campañas de los escritores ingleses contra el pacto de Boletín de la ANABAD 44: 4 (1994): familia de los Borbones y, en particular, a la Historia de América del esco81-107. cés William Robertson8. El Archivo de Indias y de Chapultepec se plantea 7. Manuel Romero Tallafigo, Archivística hispana, 88. así como repositorios de las pruebas del derecho español a los territo8. En 1755, la Real Academia de la rios americanos y de las fuentes de esa historia. Estos archivos generales Historia de Madrid (establecida de fines del siglo xviii están identificados con su organizador: la obra en 1738) había obtenido el cargo y los emolumentos para actuar de recopilación de, entre otros, el cosmógrafo de Indias Juan Bautista como “Cronista Mayor de Indias”. Muñoz; él y Fray Manuel de la Vega en México comparten este celo y la Se dispuso que allí se guardaran y recopilaran las historias, relafamiliaridad de los miembros de algunas órdenes religiosas con las prácciones, informaciones, memoriaticas necesarias para descifrar, transcribir y conservar los documentos. les, libros y papeles necesarios para cumplir con este encargo. El derecho administrativo de comienzos del siglo xix consolidó al archivo Vicente Quesada, “La biblioteca de la Real Academia de la Historia como herramienta de los procedimientos públicos y de la estadística9. Será a en Madrid. Manuscritos sobre partir de la segunda mitad del siglo xix que los archivos se justificarán por su América”, Revista del Río de la Plata 10 (1875): 296. utilidad general y como herramienta de los historiadores. Con la confluencia 9. Johann L. Klüber, Oeffentliches y recombinación de categorías administrativas e historicistas, surgieron esas Recht des Teutschen Bundes und nuevas disciplinas en las cuales, en forma de manuales y cátedras, se consoder Bundesstaaten 2, Enthaltend das Staatsrecht Teutscher Bundesstaaten 10 lidarían las prácticas para la lectura de la letra antigua . La numismática, la (Frankfurt: Andrea, 1817), 429-30. arqueología y la paleografía necesarias por igual para los notarios, archiveros 10. Cornelia Vismann, Akten. Mediy estudiosos de las ciencias diplomáticas, formaron el núcleo de la anticuaria entechnik und Recht (Frankfurt: Fischer, 2000). 11 del siglo xix, en la que el texto no podía desligarse de la materialidad . Así, 11. José Gonzalo de las Casas, “El colector”, Anales de la Paleografía Española 1 (1857): vii-xiv.

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12. En el sentido de. 13. Peter Burke, Commentary, 391-3; Bruno Latour y Emilie Hermant, “Ces réseaux que la raison ignore: laboratoires, bibliothèques, collections”, en Le Pouvoir des bibliothèques. La mémoire des livres en Occident, eds. Marc Baratin y Christian Jacob (París: Albin Michel, 1996), 23-46; Raúl Molina, “La influencia de los pleitos de límites en la cultura histórica”, Misiones argentinas, 75-126. 14. Santiago Torres Bernárdez, “The ‘Uti Possidetis Juris Principle’ in Historical Perspective”, en Völkerrecht zwischen normativem Anspruch und politischer Realität. Festschrift für Karl Zemanek zum 65. Geburtstag. eds. Konrad Ginther et al. (Berlín: Duncker & Humblot, 1994), 417-37. 15. Carlos Parodi, The Politics of South American boundaries (Londres: Praeger, 2002); Paul Dickens, “Argentine Arbitrations and Mediations with Reference to United States Participation Therein”, HAHR 11: 4 (1931): 464-84; Paulo Cavaleri, Restauración. Para América del Sur rige el año 1810, para América Central se aplica el año de 1821. Los festejos de los bicentenarios olvidaron que la adopción de 1810 fue un proceso bastante complicado. Juan de Dios Gutiérrez Baylön, “La explicación de la fecha del bicentenario ante el Derecho internacional México y la doctrina uti possidetis”, Revista digital Praxis de la Justicia Fiscal y Administrativa 4 (2010), http:// www.tfjfa.gob.mx/investigaciones/ pdf/explicaciondelafechabicentenario.pdf (10/9/2010). 16. Rudolf Opfermann, “Archive”, en Handbuch der Architektur, 4. Teil: Entwerfen, Anlage und Einrichtung der Gebäude. 6. Halbband: Gebäude für Erziehung, Wissenschaft und Kunst. 4. Heft: Gebäude für Sammlungen und Ausstellungen (Stuttgart: Kröner, 1906), 4-53. 17. Adolf Meyer, Über Museen des Ostens der Vereinigten Staaten von Nord Amerika, 2 Reisestudien. (Berlín: Friedländer, 1901), 7; Irina

en la historia del siglo xix se reunirían tradiciones monacales, administrativas, litigantes, judiciales, patrimoniales y comerciales, no como superación de períodos anteriores, sino como formas del saber sedimentadas en su uso. Los archivos modernos emergen como instrumentos para la resolución de litigios y repositorio de las evidencias, escrituras, derechos de propiedad de la Iglesia y de la Corona. En América, transformados en nacionales, republicanos o imperiales, no perderán esa función: los tratados de límites, mapas, informes, serán recopilados por los políticos-historiadores de las nuevas repúblicas, y su uso se consolida como “arma” de un litigio (sensu12 Burke) más que como fuente de un relato desprovisto de enemigos13. La historia americana se conectaría con la búsqueda de los títulos para probar los derechos territoriales adquiridos según el principio de uti possidetis14. Recordemos: las nuevas repúblicas adoptaron las unidades administrativas españolas para fijar las convenciones de las nuevas entidades políticas y el año 1810, como fecha de validez de los decretos metropolitanos para América del Sur15. Delimitar esas unidades a través de los fragmentos documentales constituyó el desvelo de varios anticuarios. Los archivos fueron dotados de un sistema y un orden espacial para garantizar el acceso a los documentos: hacia fines del siglo xix, los repertorios y los catálogos se combinaron con la construcción, el diseño y patentes de estanterías y dispositivos para colocar e identificar esa masa documental que se empezaba a abrir a la consulta16. Los espacios de circulación de personas y papeles se asimilaron a los de las oficinas y a los depósitos de mercaderías. Los museos, por su parte, empezaron a pensarse como un almacén moderno, donde se controlaran los movimientos de las piezas a través de los papeles y de un cuerpo de burócratas dedicado a la enorme tarea de crear un sistema de registro que posibilitara el movimiento y la localización de los objetos. Allí se fue adoptando el sistema de tarjetas de acceso a la información (cards)17: finos cartones de un tamaño determinado que contenían la información necesaria para llegar, mediante el número de entrada, a cada objeto a través de las actas (listas, correspondencia), al libro de inventario o al fichero (descripción, localidad). El recorrido científico por las colecciones del Podgorny, El sendero del tiempo y de las causas accidenmuseo no se hacía en las salas, sino a tratales. Los espacios de la prehistoria en la Argentina (Rosario: Prohistoria, 2009), 88-93.

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vés del sistema de inventario y de registro, que le daba sentido y utilidad. La administración de los archivos y museos como grandes almacenes no es ajena a las actividades de sus promotores, ligados familiarmente al comercio y acostumbrados a llevar libros contables, mantener el orden en los depósitos y garantizar el movimiento de las mercancías de manera redituable. El museo moderno surgiría, en realidad, de esta combinación entre la cultura europea de los secretarios, la administración de los objetos de los grandes almacenes18 y la cultura material propia del inventario del mundo natural: en sus trabajos sobre Linneo, Staffan Müller-Wille ha mostrado la innovación aparejada por el uso de estas “tarjetas” o “fichas” en el sistema de clasificación19. Las fichas, como piezas combinables y sueltas, permiten agregar la nueva información que se va produciendo: los museos, las colecciones, los archivos, las bibliotecas las fueron adoptando en un lapso de más de cien años. Sin ellas, los museos simplemente acumularían pruebas asesinadas20. Es decir, a comienzos del siglo xx, los objetos de los museos y los documentos de los archivos debían insertarse en un sistema que permitiera su movilidad dentro de la colección para conservar intacta su capacidad de testimonio sobre su contexto original. O, como establecían las Ordenanzas del Archivo de Indias de 1790, ser coordinados y reducidos a índices claros y metódicos. Esta no siempre lograda burocratización del museo y del archivo respondía a la necesidad de liberarlos de sus guardianes y evitar que las cosas se volvieran a perder en el mar del pasado. Como relata Vicente Quesada en su visita al Archivo de Indias21, a casi cien años de haberse dispuesto la adecuación entre el orden espacial e inventario, dar con los documentos seguía dependiendo del enorme empeño del archivero, dado que solo una parte ínfima de la selva de papeles estaba clasificada. Las Ordenanzas, propias del espíritu del “derecho de archivo”, no habían contado con el devenir de la historia española, y tampoco con la apertura de los fondos a los sucesores de los derechos de la corona a los territorios americanos, deseosos de dar con los títulos que los confirmaran22. Hasta fines del siglo xviii, los archivos tenían como destinatario casi exclusivo al príncipe y a sus funcionarios autorizados, prerrogativa que el derecho público expresaba de la siguiente manera: “Solo el Regente ostenta el derecho de archivo (jus archivi), la competencia de poseer archivos públicos y de habilitar su vista, así como de autentificar los documentos que allí se guardan”23. En 1875, fecha de la visita

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18. Bernhardt Siegert y Joseph Vogl, Europa. Kultur der Sekretäre (Berlín: Diaphanes, 2001). 19. British Society for the History of Science, Carl Linnaeus Invented The Index Card. ScienceDaily, (2009, June 16) (http:// www.sciencedaily.com­/ releases/2009/06/090616080137. htm, (17/6/2010). 20. Irina Podgorrny, “La prueba asesinada: el trabajo de campo y los métodos de registro en la arqueología de los inicios del siglo xx”, en Saberes locales: ensayos sobre historia de la ciencia en América Latina, eds. Frida Gorbach y Carlos López Beltrán (México: Colegio de Michoacán, 2008), 169-205. 21. Vicente Quesada, “Sevilla. El archivo general de Indias”, Revista del Río de la Plata 9: 36 (1874): 658-92. 22. Vicente Quesada, “Sevilla. El archivo”. En cada párrafo destacaba la imposibilidad de cumplir con la misión de explorar los archivos españoles en seis meses, según el espíritu de sus instrucciones que, por su parte, reconocían que no se trataba de una comisión ex profeso y que además de estar limitada en el tiempo, no contaba con suficientes recursos. Más allá de ello, el problema de la falta de coordinación de los documentos era real. Quesada invitaba a que el catálogo se realizara con el concurso económico de todas las naciones americanas, incluyendo Brasil y Estados Unidos, no como gesto simbólico, sino de utilidad práctica y aplicación concreta. 23. “Dem Regenten allein steht das Archivrecht (jus archivi) zu, die Befugniß, öffentliche Archive zu haben, ihnen öffentliches Ansehen zu verleihen, und für die darin aufbewahrten, an sich unverdächtigen Urkunden, die Rechtsvermuthung der Aechtheit zu verordnen”, Johann, Öffentliches Recht, 430.

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24. Luis Martínez García, “El archivo de Simancas en el Antiguo Régimen: secreto, patrimonio, justificación y legitimidad real”, Boletín de la ANABAD 49 (1999): 77-116. 25. Simon Schaffer, “Newton on the beach. The Information Order of Principia Mathematica”, History of Science 47: 2 (2009): 243-76. 26. En Buenos Aires, la iniciativa de establecer un Archivo General data de 1821, en el marco de la liquidación de las estructuras políticas de la década de la Revolución y la búsqueda de un nuevo orden administrativo y jurisdiccional. Como consecuencia, quedaron disponibles numerosos fondos documentales de las instituciones eliminadas, necesarios para la continuidad de la administración y base del “Archivo General de la Provincia de Buenos Aires”. Las guerras civiles oscurecerían esta iniciativa: el archivo y el Museo Público, establecido en fecha similar, seguirían funcionando de manera aún poco estudiada. Cabe destacar que la historiografía, a pesar de haber surgido condicionada por este proceso, aún nos debe un recuento de los archivos americanos que muestre el pasaje de la administración colonial a la nacional y la reorganización de los cuerpos documentales según los cambios administrativos tardocoloniales y los de los períodos posteriores a la Independencia. Deben destacarse los estudios promovidos en la década de 1950 por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia sobre las misiones americanas en los archivos europeos, serie en la que se inscribe el trabajo de Molina citado anteriormente. Pablo Buchbinder Vínculos privados, 59-82; Temístocles Cézar, “Varnhagen em movimento: breve antologia de uma existencia”, Topoi 8: 15 (2007): 159-207; Fernando Devoto, “La construcción del relato de los orígenes en Argentina, Brasil y Uruguay: las historias nacionales de Varnhagen, Mitre y Bauzá”, en Historia de los intelectuales en América Latina, ed. Jorge Myers (Buenos

de Quesada, las copias debían ser autorizadas oficialmente por el Ministerio de Ultramar, de quien entonces dependía el Archivo de Indias. Y aunque ya actuaba según las modificaciones de hecho introducidas por las reformas liberales de la segunda mitad del siglo, la llegada de los americanos en busca de títulos territoriales exhibió una organización que no terminaba de ajustarse a los nuevos tiempos24. Meta soñada o proyecto concluido, el almacén del museo y del archivo pretendía superar las prácticas de quienes, más allá de repertorios e inventarios, planteaban su trabajo en un terreno donde se entretejía lo público y lo privado con los destinos de las provincias y las naciones americanas. 2. Historia, anticuaria e historia natural “No sé lo que el mundo pensará de mis trabajos; pero para mí tengo que no he sido mas que un niño que se divierte a orillas de la mar y encuentra ya una piedrecilla tosca, ya una conchita mas agradablemente variada que las demás, mientras que el gran Océano de la verdad se estendía inexplorado ante mi vista”. Isaac Newton. (Portada, Revista del Archivo General de Buenos Aires, dirigida por M. R. Trelles, 1, 1869)

Con esta frase atribuida a Newton25, Manuel Ricardo Trelles (1821-1893) iniciaba en 1869 la publicación de la Revista del Archivo General de Buenos Aires, del que estaba a cargo desde 185826. Trelles, miembro de una familia de comerciantes porteños y antiguo estudiante de jurisprudencia en la Universidad de Buenos Aires, se había dedicado en su juventud a la historia natural y las lenguas nativas. Coleccionista de objetos indígenas, minerales, animales disecados, monedas y viejos impresos, para 1853 había compilado “una colección de voces americanas” y otra de voces quichuas27. Su amigo Juan María Gutiérrez, rector de la Universidad de Buenos Aires, le señalaba: la utilidad de la obra era grande pero “no la podía hacer un solo individuo”28. Trelles, al Aires: Katz, 2008), 269-89; Eugenia Roldán-Vera, The evocar a Newton, comparaba los archivos con British Book Trade and Spanish el gran océano de la verdad y a la investigación, American Independence. Education and Knowledge Transmiscon una actividad de coleccionista, movida sion in Transcontinental Perspecpor una pulsión conservada desde la infancia. tive (Londres: Ashgate, 2003). Pero, como aconsejaba Gutiérrez, esa colección 27. Rodolfo Trostiné, Manuel Ricardo Trelles. Historiador de estaba lejos de ser una empresa solitaria: la Buenos Aires (Buenos Aires: Ferrari, 1948), 16-20.

28. Rodolfo Trostiné, Trelles, 18. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 56-79


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misma oculta un orden de la información, un andamiaje estructurado sobre la sociabilidad adulta de estos caballeros, ligados a la política, el comercio y unidos en amistad en las aulas de la universidad, el exilio, los salones literarios o los encuentros familiares29. Gutiérrez también había dado instrucciones acerca de cómo armar ese diccionario: acompañando los nombres de animales y plantas con una buena descripción del objeto y añadiéndoles el nombre científico dado por viajeros y naturalistas. Recomendaba ocuparse de “las frases que forman imágenes tomadas de las naturalezas, hábitos y ocupaciones preferentes de nuestro país y sociabilidad”30. Esta lección metodológica acerca de cómo recolectar palabras, imágenes y cosas, muestra la familiaridad con las prácticas de la historia natural en la obra de estos personajes que, por entonces, empezarían a organizar los archivos y repositorios públicos de Buenos Aires. No en vano el antiguo agrimensor Gutiérrez calificaría a Trelles como el “gran naturalista de la zoología bibliográfica”31. Como muchos otros bibliófilos de la Buenos Aires de la segunda mitad del siglo32, Trelles armaría sus colecciones, biblioteca y archivo privados, compartiendo responsabilidades con la organización de distintas instituciones de almacenamiento de información: en 1854, fue elegido secretario de la Asociación Amigos de la Historia Natural del Plata, para ordenar las colecciones e inventarios del Museo Público33; en 1858, fue nombrado director del Archivo General e inició la publicación del Registro Estadístico (1856-1873). Fue sucesor de Vicente Quesada como Director de la Biblioteca Pública entre 1879 y 1884, lanzó su revista (18791882); posteriormente promovería la Revista Patriótica del Pasado Argentino (1888-1892) y, antes, la arriba mencionada Revista del Archivo (1869-1872). 29. Pablo Buchbinder, Vínculos privados, 61-6; Máximo Farro, La Trelles se consideraba consumido por varias manías, entre ellas, el mate y formación del Museo de La Plata. el tabaco, hoy reñidas con los hábitos cultivados en archivos, bibliotecas Coleccionistas, comerciantes, estudiosos y naturalistas viajeros a fines y museos. También sumaba otras, hasta ahora permitidas en esos espadel siglo xix (Rosario: Prehistoria, cios: la numismática, la etnografía y la arqueología, esta última entendida 2009), 25-44; Pilar González Bernaldo, Civilidad política en los como exhumación y estudio de documentos. Al iniciar una nueva sección orígenes de la Nación Argentina. Las en el “Registro Estadístico”, señalaba: sociabilidades en Buenos Aires, 18291862 (Buenos Aires: FCE, 2001). “El título de esta nueva sección [Arqueología], por estraño que parezca 30. Rodolfo Trostiné, Trelles, 19. respecto de un país moderno, sin monumentos de sus primitivos habi31. Rodolfo Trostiné, Trelles, 60. tantes, es, sin embargo, el que cuadra mejor al conjunto de datos que 32. Pablo Buchbinder, Vínculos privaharemos conocer en ella, conservados en verdaderos monumentos, cuyas dos, 61-8; Máximo Farro, Museo de inscripciones no es dado a todos descifrar, como no lo han sido desde La Plata, 25-44. 34 hace considerable tiempo” . 33. Irina Podgorny y M. Margaret Trelles se refería a los documentos de la fundación y establecimiento del Cabildo de Buenos Aires en 1589, tratándolos como inscripciones de tiempos

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Lopes, El desierto en una vitrina. Museos e historia natural en la Argentina, 1810-1890 (México, Limusa, 2008), 75-85.

34. Manuel R. Trelles, “Arqueología”, Registro Estadístico de Buenos Aires, 1863 1 (1864): 121.

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con los que ya no había relación y para los cuales se necesitaba un paleógrafo. La transcripción, el pasaje de la letra antigua del siglo xvi a los tipos de la imprenta del siglo xix transformaba el monumento en documento y lo hacía accesible a la lectura de los contemporáneos. Trelles, a su vez, repetía el viejo tópico asociado a las inscripciones en las piedras: en esos documentos estaba depositada la verdad auténtica de los acontecimientos del pasado. Por otro lado, la numismática representaba “la principal y más interesante parte de la Arqueología”35, que concentraba el conocimiento de la antigüedad: “para apreciar la importancia de esa ciencia basta apercibirse de los ausilios que presta á la mayor parte de las otras. Independientemente de los dos ramos fundamentales de la historia, la geografía y la cronología, abraza también la mitología, la paleografía y la iconografía. Por ella nos han sido transmitidos los nombres y la sucesión de una porción de soberanos, por ella se ha establecido el estado político de diferentes países y muchas localidades y ciudades han sido reconocidas; determinado las datas de los sucesos y sus relaciones: ella fija las posiciones de los lugares, sus relaciones, las divisiones territoriales; disipa en parte las nubes en que han estado envueltas las religiones de los pueblos antiguos; conserva también los rasgos exactos de un gran número de soberanos y de personajes célebres que, sin ella, permanecerían completamente ignorados. Su autoridad es tanto más respetable, cuanto los monumentos en que se apoya son testigos contemporáneos de los hechos que comprueban, testigos que parece han sobrevivido á una larga serie de siglos, y á las revoluciones de los imperios, para transmitir á la posteridad hechos más o menos importantes, de los que no habría podido tener conocimientos por otros medios”36.

35. Manuel R. Trelles, Memoria presentada a la Asociación de Amigos de la Historia Natural del Plata, sobre el estado del Museo y demas relativo á la institución (Buenos Aires: El Orden, 1856), 21. 36. Manuel R. Trelles, Memoria, 21. 37. Nathan Schlanger, “Series in progress: Antiquities of Nature, Numismatics and Stone Implements in the Emergence of Prehistoric Archaeology”, History of Science 48 (2010): 343-369; Diego Aufiero, “El Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades y los estudios numismáticos en Buenos Aires en la década de 1870”, L’Ordinaire Latinoaméricain 212 (2010): 159-182.

Las medallas y monedas, como han estudiado, entre otros, K. Pomian, Gloria Mora y M. Rudwick, han perdido la importancia que disfrutaron en tanto vínculo entre las prácticas de la historia natural y la historia37. Repositorios de inscripciones y de información indirecta sobre las técnicas y modos de trabajo, las medallas exhibían ese doble carácter de monumento y documento, tan caro a los historiadores del siglo xix. Así, Trelles las consideraba una fuente abundante de observaciones. La historia de las bellas artes, su práctica, los diversos estilos, las diferentes épocas revivían en esos numerosos restos de tiempos y de lugares ciertos, como “ventajas que rara vez ofrecen los otros monumentos de la antigüedad”38. Por las monedas se llegaba a los diferentes procederes metalúrgicos, las diversas ligas, el método de dorar, de platear y de plaquear de los antiguos, los metales de que hacían uso y las minas de donde los extraían, los siste-

38. Manuel R. Trelles, Memoria, 21-22. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 56-79


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mas de pesos y medidas, y los cambios introducidos en el modo de contar. Este interés por las técnicas del trabajo escondidas tras las medallas no era particular de Trelles; en su mismo círculo, Gutiérrez, al trabajar sobre la contabilidad de la Imprenta de los Niños Expósitos, solicitaba datos para formarse una idea de los valores de los productos tipográficos, el tiempo que imprimían y el número de brazos contraídos a ella39. Estos cruces entre arqueología, historia natural e historia muestran que las prácticas de estos historiadores se definen en una interacción permanente entre tradiciones filológicas y naturalistas. Sin embargo, Trelles soslayaba dos cosas: como más tarde diría Mitre al afirmar la importancia de la crítica interna y externa de las fuentes, “el metal miente tanto como el papel”40. La paleografía enseñaba que el texto formaba una unidad material con la tinta y el papel, de donde se podía establecer la correspondencia entre texto y sustrato. Las afirmaciones de Trelles expresaban la filosofía de la autenticidad de los documentos, independiente de la crítica, dada por el antiguo derecho de archivo. Esta cuestión define las prácticas de la historia del siglo xix: cómo conferir el carácter de testimonio verdadero a cosas que fueron despojadas de éste a raíz de la ruptura del orden colonial, la dispersión de los documentos y su reunión en nuevos repositorios. Como contracara, los documentos privados, sin valor judicial en el sentido del derecho de archivo, se transformarían en un tipo de evidencia que alcanza esa dignidad por el mero hecho de guardarse en un repositorio oficial. En este sentido, la historia de la conformación de los archivos americanos implica también un estudio acerca de la constitución de la evidencia histórica que, como sugieren las discusiones que veremos en la próxima sección, surgiría estrechamente ligada a ese problema. 3. Archivos, anticuarios y fronteras Pertrechado de esa manera, Trelles hizo frente al desorden provocado por el tiempo o la acción de sus contemporáneos. Desde un saco de monedas juntado a la sans façon durante un viaje por Europa41 hasta el caos del Museo Público, 39. Rodolfo Trostiné, Trelles, 61-62. del Archivo General o de la Biblioteca, poner orden a los documentos y 40. Humberto Burzio, “Mitre Numismonumentos de la historia se transformaría en el móvil de su vida. Como mático”, en Mitre. Homenaje de la Academia Nacional de la Historia en el archivero general y promotor de revistas, muchas solventadas con su cincuentenario de su muerte 1906-1956 propio patrimonio, adoptaría una actitud militante para hacer públicos (Buenos Aires: Academia Nacional de la Historia, 1957), 337. los documentos de los archivos. Coincidiendo con la Guerra del Paraguay 41. Manuel J. de Guerrico le había (1864-1870), Trelles inició la publicación de documentos que permitieran entregado un saco con una testimoniar los derechos argentinos a diversos territorios ubicados en colección de monedas y medallas compradas en Europa. El 16 de las fronteras nacionales y provinciales que aún se estaban configurando. julio de 1868, Trelles devolvía El Gran Chaco, la Patagonia y los territorios de las Misiones comparten 229, clasificadas y catalogadas en un cajoncito, tras retirar 42 piezas para cobrarse el trabajo. Rodolfo Trostiné, Trelles, 99-101.

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ese destino de espacios disputados por parte de la política exterior de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile y Paraguay42, marco en el cual surgiría la llamada “cuestión de límites”. Este problema, definido en el cruce de los asuntos diplomáticos, archivísticos e históricos, se enfrentaba con las tecnologías de recopilación, almacenaje y procesamiento de la información, ya usadas con las monedas y los objetos de la historia natural. En el archivo, Trelles encontró desorden acumulado o, como él mismo diría, el destrozo de aquello que “en otras épocas había sido arreglado por laboriosos empleados”43. Ordenando los documentos en épocas, reparticiones y materias, empezó a descubrir aspectos desconocidos y a detectar los títulos necesarios para cimentar los derechos territoriales de la Nación. De esta manera, desde 1863, empezó a sugerir una lista de documentos coloniales originales y en copias que se debían recopilar en el Archivo de Indias por parte del cónsul argentino en Sevilla, así como libros que publicaban las cédulas coloniales, y que se podían obtener —siempre a través de los cónsules— en Lima y en Barcelona44. Asimismo, estableció una red de intercambio de documentos y de datos con distintos corresponsales, todos preocupados por la misma cuestión. Desde Chile, el embajador Félix Frías (1816-1881) enviaba recortes de periódicos, folletos, copias documentales, comentarios, investigaciones de las “fuentes chilenas originales”, para acumular y popularizar los 42. La bibliografía sobre los problemas de límites es innumerable, títulos argentinos al estrecho de Magallanes y a la Patagonia. De igual remito para ello a las obras ya manera, Frías escribía a Perú y Bolivia en busca de nuevos datos que tamcitadas de Cavaleri y Parodi. Ayala, en vísperas de la Guerra bién transmitiría a Trelles, quien, por su parte, despachaba copias del del Chaco, afirmaba que de las nueve repúblicas formadas de las Archivo General y viejas publicaciones españolas45. Los participantes de la antiguas posesiones españolas en llamada “cuestión de límites” reconocían que se trataba de una discusión América del Sur, ocho tuvieron que definir sus fronteras con entre naciones amigas, aunque, con Paraguay, la amistad cobraría miles de Brasil. Las repúblicas de origen muertos. Los fusiles y los cañones sobraban frente a las armas de papel, es hispánico, constituidas en los límites de algunas secciones decir, esos “buenos títulos que acrediten la propiedad del terreno que se administrativas coloniales, ocupa, o el buen derecho del que se requiere proceder”46. entraron en conflicto a raíz de las fronteras mal o no determinadas. En octubre de 1871, Trelles sostuvo en La Nación de Buenos Aires que la Eusebio Ayala, “Le principe de l’ ‘uti possidetis’ et le règlement cuestión de límites con Bolivia no presentaba dificultades, dado que ambos des questions territoriales en gobiernos habían reconocido el principio de utis possidetis de 1810. Al ocuparse Amérique”, Revue de Droit International (1931): 441- 456. de los límites orientales de Bolivia y analizar los títulos que supuestamente 43. Rodolfo Trostiné, Trelles, 38. comprobaban el dominio de la Argentina sobre las provincias de Tarija, Mojos, 44. Rodolfo Trostiné, Trelles, 46; Chiquitos y el territorio del Chaco, Trelles se dedicaba a recordar la historia de Pablo Buchbinder, Vínculos privala división administrativa del nuevo virreinato del Río de la Plata. Su creación dos, 74-75. en 1776 había producido alteraciones notables en las circunscripciones de los 45. Rodolfo Trostiné, Trelles, 52-53. territorios que, para establecerlo, hubieron de ser desmembrados del antiguo 46. Juan Martín Leguizamón, Límites con Bolivia. Artículos publicados en “La democracia” de Salta (Salta: Imprenta Argentina, 1872), 21.

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virreinato del Perú47. En enero de 1872, Agustín Matienzo, representante de Bolivia en Argentina y suscriptor del tratado de 1865 entre los dos países, respondió vehementemente a los argumentos de Trelles: cuestionaba la manera de plantear el uti possidetis y señalaba que los argentinos consideraban a Bolivia como una desmembración de la Argentina. Matienzo apuntaba al método e insistía en que había que dejar de mirar en los archivos de los reyes para empezar a analizar la voluntad de los pueblos. Así, comentaba: “Cree, en primer lugar, el Sr. Trelles, que los límites han de salir solamente de los archivos del tiempo del coloniaje”; y agregaba: “en un país como América, cuyo principio fundamental es la soberanía popular, no puede averiguarse en los archivos a que nación originaria un pueblo porque su voluntad, asignación y el hecho histórico de su expresión solemne, son el único título que le designa como parte integrante de una nación”. A lo anterior sumaba una frase sobre la relación entre documentos e historia: “es evidente que lo que debe consultarse primeramente es la historia, porque los documentos acerca de límites, que no hayan producido hechos públicos son letra muerta”48. Es decir, los documentos podían existir y ser auténticos, pero de allí a generar hechos, había un largo camino. En ese mismo sentido, Matienzo rebatía el año de 1810 como fecha adoptada por Bolivia en la cuestión de límites, y recordaba que cada nación sudamericana había adoptado una determinada extensión en el momento de proclamar su independencia en una fecha que no debía generalizarse sin 47. Manuel R. Trelles, “Límites borrar las especificidades de la historia49. orientales de Bolivia”, en Refutación hecha por D. Manuel Trelles aceptó el debate, y definió los archivos de modo bastante simiR. Trelles al escrito del Dr. Agustín lar al que se usaba para el territorio: lejos de tratarse de los “archivos de Matienzo sobre la cuestión de límites entre la república Argentina y los reyes” —como los calificaba Matienzo— “esos archivos nos pertenecen Bolivia. (Salta: Imprenta Salteña, abril de 1872). como legado de la madre patria, como depositarios de la historia colonial 50 48. Agustín Matienzo, Límites entre y como conquista de nuestra emancipación” . Asimismo, recordaba que Bolivia y la República de Bolivia (Buelas naciones no podían modificar las reglas usadas en las controversias nos Aires: El Nacional, 1872), 4 y 5. con otras naciones, mencionando que Bolivia había aceptado el uti posside49. Agustín Matienzo, Límites, 5. tis de 1810 en su cuestión de límites con Chile. 50. Manuel R. Trelles, “Límites orientales”, 6. Desde la provincia argentina de Salta, lindera con Bolivia51, Juan Martín 51. La “cuestión de Tarija” remitía Leguizamón (1830-1881) se sumó a la polémica en abril de 1872, al aportar al problema de deslindar si esta documentos de la antigua Provincia del Tucumán. Hijo de un coronel de la provincia, parte del territorio boliviano, había sido alguna vez Independencia, había heredado establecimientos comerciales, incluyendo parte de la jurisdicción de Salta. 52 la iniciativa de una empresa de navegación del Río Bermejo . Iniciado 52. Atilio Cornejo, “Juan Martín en la política provincial en 1863, compartió su tiempo con los estudios Leguizamón: talento salteño, 1830-1881; centenario de su anticuarios, antropológicos y arqueológicos, y se había interesado por las muerte”, Boletín del Instituto de San antigüedades halladas en su área de influencia, el origen del hombre y la disFelipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta 12: 36 (1983): 15-87. 53 cusión darwinista . En el escenario de la cuestión de límites, Leguizamón 53. Carlos G. Romero Sosa, Don Juan Martín Leguizamón (Boceto biográfico) (Salta: Unión Salteña, 1936).

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se correspondió con Frías y Trelles54 y empezó a dar una serie de artículos a la prensa local. En 1872, el Gobierno de la Provincia los reunió en un folleto junto con un artículo de Casiano Goytía sobre la jurisdicción histórica de Salta sobre Tarija, y otro de Mariano Zorreguieta sobre Salta en la época colonial. Leguizamón accedía a documentos de los archivos coloniales y a otros almacenados por sus allegados y, al igual que Trelles, se apoyaría en sus proveedores de datos y documentos, activando redes locales para la recopilación de las evidencias del pasado local, puestas a disposición de sus consocios de la Sociedad Científica Argentina, establecida en Buenos Aires en 1872. Leguizamón fue un firme defensor del monogenismo, combatió el materialismo y envió colecciones antropológicas y arqueológicas a sus amigos de Buenos Aires y a corresponsales de París, obtenidas gracias a su red del mundo de las fronteras y el comercio. Entre otros, Zorreguieta, los curas de los pueblos y otros caballeros ayudaron a recopilar cráneos, momias y objetos de la zona andina, fragmentos de los edificios coloniales, fósiles, medallas españolas y ollas de los indios. Leguizamón actuaba como una suerte de nudo en la red de acopio de objetos de su zona de influencia. Para él, los cráneos, como medallas de otros tiempos, podían ayudar a revelar las claves de las antiguas razas; como monumentos enterrados, quizás permitieran encontrar ese carácter imperturbado, desaparecido de los depósitos de papeles por acción de la historia. Sin embargo, esta empresa también resultó ser una ilusión: la polémica por la antigüedad del hombre en el Plata, la asociación incuestionable entre animales fósiles y restos humanos, volvió a invocar a escribanos y testigos y a generar más actas que certezas. Los cráneos y los huesos pudieron presentarse a testimoniar siempre y cuando algún escribiente sellara su carácter auténtico55. Leguizamón se dedicó a demostrar, por un lado, los derechos argentinos sobre el Chaco; por otro, la antigua pertenencia de la provincia boliviana de Tarija a la jurisdicción de la Provincia de Salta. Contaba en su poder con una cédula que se daba por perdida, por lo menos desde 1825, cuando la provincia de Tarija se separó efectivamente de la jurisdicción salteña. Mientras los escritores bolivianos sostenían que Tarija había dependido solo del obispado de Salta y no había cambiado de jurisdicción56, Leguizamón mostraba que la Real Cédula de 1807 ordenaba que “el intendente de Potosí facilite y remita al de Salta los Autos, Documentos y papeles que existan en su Archivo, respectivos al citado partido de Tarija, así en lo gubernativo, como en lo contencioso”57. El desglose de los archi54. Rodolfo Trostiné, Trelles, VIII; Alicia Poderti, Ricardo Alonso, vos se usaba como prueba de ese cambio jurisdiccional, pero también Archivo Juan Martín Leguizamón. como fuente del descrédito de los títulos. Documentos (1861-1878) (Salta: Consejo de Investigación Universidad Por su parte, en Bolivia se negaban a reconocer la existencia de esta Nacional de Salta, 2000), 2 y 6-11. cédula. Leguizamón transcribía íntegramente los documentos e invo55. Irina Podgorny, El sendero, capítulos 3 y 5. caba testigos: “han sido vistos por infinitas personas de esta ciudad”. 56. Agustín Matienzo, Límites entre. 57. Juan Martín Leguizamón, Límites, 8. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 56-79


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Los territorios y los archivos se habían desgranado durante décadas y nadie podía remitir los segundos como garantía y guardián de la verdad de los papeles. Como en Bolivia se dudaba de su autenticidad, Leguizamón proponía: “nos dicen que él tiene aquí personas de su confianza, si gusta, puede apoderarlas para que le remitan de ellas un testimonio legal. Por nuestra parte tendremos mucho placer en proporcionarlas”58. Leguizamón operaba con “testimonios legales” de documentos obtenidos en otros archivos y recordaba los archivos donde debían existir copias de los documentos reales y virreinales, títulos y pruebas del derecho territorial: Sevilla, Lima, Charcas, Buenos Aires, Chuquisaca. Además subrayaba que “en Buenos Aires deben existir lo mismo muchos otros comprobantes sobre este particular; pues la mayor parte de nuestros archivos fueron llevados allí, en los primeros años de la revolución, por el Sr. Chiclana que era entonces Gobernador de esta Provincia”59. La historia de los archivos mostraba la inestabilidad de las jurisdicciones y la fragmentación territorial a lo largo de la historia. Sin embargo, las últimas disposiciones coloniales servían para constituir un territorio argentino enraizado en los derechos del pasado: el traslado de los archivos de Tarija a Salta proveía ese hecho reclamado por los escritores bolivianos. De esta manera, Leguizamón mostraba que las nuevas naciones también fraguaban realidades que generaban documentos. Bolivia exhibía el mapa de la República como evidencia de sus derechos sobre el Chaco Gualampa, Chaco Austral o Llanos del Manso. Mandado a publicar en 1859 durante la presidencia de José María Linares, había sido levantado y organizado entre 1842 y 1859 por el Teniente Coronel Juan Ondarzal, el Comandante Juan Mariano Mujía y el Mayor Lucio Camacho. Este mapa colocaba el límite sur de Bolivia en la banda izquierda del río Bermejo, el río que los Leguizamón habían intentado explotar para la navegación. La exploración y la colonización de los territorios podían considerarse parte de las instancias que llevaban a constituir derecho territorial. Por eso, este minucioso mapa boliviano servía de prueba, e invocaba, como lo hacía la diplomacia brasileña, los derechos obtenidos en función de los hechos consumados o la posesión efectiva del territorio. Aunque los argentinos planteaban sus derechos en el marco del uti possidetis que requería títulos antiguos, Leguizamón discutía la posesión efectiva. Basándose en comunicaciones personales de sus redes, sacaba a relucir el engaño que había mediado para que los ingenieros militares al servicio de Bolivia levantaran con tanta tranquilidad los datos topográficos del disputado Chaco salteño: en 1846 el teniente gobernador de Orán se dirigía al gobernador de la Provincia de Salta para comentar que se habían presentado tres jóvenes bolivianos que: “habían construido dos pequeñas canoas en las juntas de los ríos Itaú y Tarija en las que bajaron hasta las endereceras de esta ciudad que son 58. Juan Martín Leguizamón, las juntas de los Ríos Zenta y Bermejo. Se presentaron en este pueblo Límites, 15.

59. Juan Martín Leguizamón, Límites, 15. hist. crit. No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 56-79

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como unos viajeros naturalistas presentando también al pueblo una pequeña colección de aves disecadas, con esto sorprendieron la sencilla y buena fe de estos habitantes, recabaron permiso de la Tenencia de Gobierno para continuar su cacería en las inmediaciones de este pueblo y se les concedió, salieron a ella, y con fuga precipitada regresaron a territorio boliviano”60. Luego, en Orán se enterarían que se trataba de los ingenieros a cargo del mapa. Habían recibido trescientos pesos de la caja de Tarija con el objeto de armar las canoas y hacer el reconocimiento del río en la parte expresada, del que no se tenía conocimiento si era navegable. Su aspecto sencillo, acompañados solamente por cuatro peones, dos cajones de aves, la pequeñez y debilidad de las jangadas y “también porque en este país retirado se carece absolutamente de antecedentes en política” hicieron que no se sospechara de los jóvenes Ondarza, Mujía y Camacho. Iban recomendados como practicantes y naturalistas que andaban por las fronteras haciendo observaciones para adelantar su ciencia61. Así, la pose del naturalista viajero que llegaba a los pueblos con colecciones e instrumentos, servía para abrir las puertas de interés estratégico62. La neutralidad e ingenuidad del viajero podía ser real, pero también podía esconder misiones secretas, tapadas por los cueros de aves disecadas en los trópicos. Trelles y Leguizamón también se situaban en ese borde creado entre la neutralidad científica y los intereses de un Estado que, aunque recurriera a ellos, estaba lejos de trazar políticas de instrumentalización de la ciencia y del conocimiento. Leguizamón y Trelles no se consideraban historiadores y, tampoco escritores. Ambos dejarían hablar a los documentos, subordinando la narrativa al orden y a la articulación de los fragmentos que probaban los derechos argentinos a estos territorios en disputa y terminaban fijando el esqueleto del territorio nacional. Sin dudas, aunque en los papeles creían encontrar una legitimidad que el presente no otorgaba, el problema mayor residía en reconstruir el movimiento de las cosas en el pasado: la historia daba 60. Juan Martín Leguizamón, constancia del desplazamiento de los archivos, las jurisdicciones, las fronteras, Límites, 88. las cosas, los cursos de ríos, las lealtades, los nombres y las personas. En ese 61. Juan Martín Leguizamón, marco, la dispersión y el reordenamiento de gentes, lenguas y territorios conLímites, 88. figuran el núcleo de los intereses antropológicos de la Argentina de 1870, cuyo 62. Irina Podgorny, Los Viajes en Bolivia de la Comisión Científica rastro podría seguirse en los papeles, cráneos y objetos del pasado. Como en el Italiana (Santa Cruz de la Sierra: Fundación Nova, 2011). caso de las fronteras, se intentaba ver qué se había desgranado o agregado a las 63. Irina Podgorny, “De la antigüeregiones del Río de la Plata y del antiguo Tucumán. Futuros trabajos deberán dad del hombre en el Plata a la analizar si el ordenamiento en zonas lingüísticas y etnográficas no se vincula distribución de las antigüedades en el mapa: los criterios de con las jurisdicciones de los archivos coloniales y las redes de proveedores de organización de las colecciones antigüedades y documentos de los anticuarios según sus radios de influencia63. antropológicas del Museo de La Plata entre 1897 y 1930”, Hist. cienc. saude-Manguinhos 6: 1 (1999): 81-101.

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Paralelamente, Trelles incursionaba en otras cuestiones y, polemizaba sobre la adscripción de los querandíes a la raza guaraní. Los miembros de la Sociedad Científica empezaron a dibujar dos métodos para la resolución de estos debates: el histórico, que compulsaba los archivos; y el científico, que estudiaba la cuestión desde un punto de vista etnográfico y antropológico. Los anticuarios, que recurrían a los archivos y a la documentación colonial, también encontraron datos útiles para el desarrollo de las ciencias antropológicas. Quienes se embarcaron en los viajes exploratorios recogerían objetos para sus colecciones y el desarrollo de sus intereses científicos. Sin embargo, como argumentamos en este artículo, la distinción entre esos dos métodos oscurece que los personajes de este período actúan en la intersección de distintas prácticas, que condensan procedimientos del comercio, la historia natural, la anticuaria, la jurisprudencia y la historia. Más que opuestos, se trata de prácticas que se van modelando unas a otras, en el intercambio de cartas, de objetos y en el armado y utilización de las colecciones y los documentos. Cuando Trelles inició sus trabajos etnográficos en los archivos, Gutiérrez le deseó que diera con “una mina” para “saber algo positivo sobre la suerte de aquellas parcialidades de indígenas que se repartieron entre nuestros primeros pobladores”64. Para Gutiérrez y Trelles, el carácter físico de los archivos permitía su exploración con las herramientas del naturalista, reconociendo con ello que los útiles del antropólogo y del viajero no eran diferentes a los del trabajo del historiador. Los relatos de los viajeros de fines del siglo xix y la historiografía consolidarían la distinción entre las prácticas del archivo y las de la observación científica. En ese sentido, este análisis quiere ayudar a relativizar la oposición entre conocimiento libresco, atribuido despectivamente al científico de gabinete, y el conocimiento procedente del campo y del viaje. Como recuerdan los trabajos de Marie Noëlle Bourguet65, viajar consiste en observar y tomar notas, combinarlas con el conocimiento extraído de las bibliotecas, los archivos y el conocimiento acumulado —y recombinado— por siglos. 4. Instrucciones y archivos La cuestión de límites entre las naciones sudamericanas, como sabemos, perduró por décadas, en algunos casos llegó a cumplir el siglo de existencia. En 1885, en otro ciclo de debates, los escritores bolivianos señalaron agudamente que 64. Rodolfo Trostiné, Trelles, 44. muchos de los documentos que los argentinos presentaban como prueba 65. Marie-Noëlle Bourguet, “A “habían sido entresacados de los anticuarios de Salta y compilados por Portable World: The Notebooks of los citados escritores. Se conoce, pues, la fuente a que estos acudieEuropean Travellers (Eighteenth to Nineteenth Centuries)”, Intelron, que por cierto no reune la importancia de autoridad y el prestigio lectual History Review 20: 3 (2010): de la autenticidad que corresponde a los documentos extraidos de los 377- 400. 66 archivos públicos y debidamente legalizados” . 66. Antonio Quijarro, Indicaciones para estudiar la cuestión de límites con la República Argentina (Sucre: Imprenta de “La Industria”, 1887).

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67. Irina Podgorny, La prueba asesinada, 175-177. 68. Andrés Lamas, Instrucciones para la adquisición en los archivos europeos de documentos inéditos que puedan ilustrar la historia colonial del Río de la Plata, redactadas para desempeñar una comisión del Gobierno de Buenos Aires por (Buenos Aires, 1873). 69. Irina Podgorny y Wolfgang Schäffner, “‘La intención de observar abre los ojos’: narraciones, datos y medios técnicos en las empresas humboldtianas del siglo xix”, Prismas 4 (2000): 217-227. 70. En la introducción, Gutiérrez comentaba la historia de esa iniciativa: el gobierno de la provincia había dictado un decreto el 24 de febrero de 1872 con el que creaba una comisión compuesta por Mitre, Quesada y el mismo Gutiérrez para dirigir la formación de un “Cartulario de celebridades argentinas” y hacía sacar copias auténticas de las cartas de notables hombres públicos. La tarea se llevaba a cabo con el auxilio de dos escribientes expensados por la Provincia y, además de la correspondencia, contribuía a la conservación y aumento de documentos históricos inéditos de la Biblioteca Pública. Un año después, el gobierno encargaba al director de ésta que, durante el viaje que emprendería por Europa, solicitase copias de documentos coloniales de los archivos y bibliotecas de España. La redacción de las instrucciones fue delegada en Lamas y los informes de Quesada que ya se han mencionado se inscriben en esta misión. Gutiérrez destacaba: “al conocimiento de los hechos, sucede naturalmente la curiosidad por conocer las personas que en ellos influyen y así se comprende como se relacionan la biografía con la iconografía y los museos con los archivos”. Andrés Lamas, Instrucciones, 3.

Así, la anticuaria y la diplomacia —como ciencia de los diplomas, pero también como arte de tratar las relaciones entre países— se enredaban en problemas compartidos con otras disciplinas más o menos hacia la misma época: es decir, cómo interrumpir el continuo asesinato de pruebas en las colecciones y en los archivos sin coordenadas y sin datos certeros de su ubicación y procedencia original, certificada y resguardada por algún nuevo sistema de información67. La conciencia de este meollo se detecta en las “Instrucciones para la adquisición en los archivos europeos de documentos inéditos que puedan ilustrar la historia colonial”, redactadas en 1873 para obtener títulos territoriales incuestionables68. Las “instrucciones”, recordemos, pertenecen al orden de información de los sistemas coloniales, aplicadas para observar y recopilar datos comparables de distintas esferas de la administración, las artes y las ciencias. Adoptadas más tarde por los museos y las sociedades eruditas, por los particulares e instituciones, sobrevivirían como una forma de estandarización para coleccionar datos a distancia y destinadas a comisionados especiales o a las redes de corresponsales reclutadas al efecto69. En esa larga historia se inscriben las Instrucciones que preparó la comisión integrada por Andrés Lamas, Vicente F. López y Juan María Gutiérrez, por encargo del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, para que Vicente Quesada, director de la Biblioteca Pública, recopilara papeles en los archivos que debía visitar durante su viaje a Europa70. Lejos de constituir una ruptura con las prácticas de los anticuarios, éstas ilustran ese pasaje permanente de procedimientos entre la administración y las ciencias, que nos hace reflexionar sobre el carácter burocrático de las prácticas intelectuales de la investigación. Lamas, quien de alguna manera reconocía esta continuidad, recomendaba buscar las “instrucciones” expedidas para los viajes de exploración del Río de La Plata. La búsqueda se guiaba por las sugerencias de Trelles o por los indicios existentes en las copias publicadas por otros investigadores, en particular las de Francisco Adolfo de Varnhagen (1816-1878)71 y la colección de copias hechas por Juan Bautista Muñoz, de las cuales habían abrevado los historiadores modernos españoles, franceses y de habla inglesa. Otros indicios llegaban de las recientes publicaciones de manuscritos de Navarrete, Luis Torres de Mendoza y a las más antiguas

71. Temístocles Cézar, Varnhagen. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 56-79


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de Pedro de Angelis y Woodbine Parish72. Lamas insistía en obtener, con toda la solemnidad posible, copias fehacientes, legalizadas. Se subrayaba la necesidad de adquirir los documentos que serían de mayor utilidad en esos años, es decir, aquellos relativos a los límites generales del Virreinato y a los particulares de las provincias, ya que “las publicaciones hechas sobre esta importante materia han patentizado las dificultades ya internacionales, ya interprovinciales, que pueden originarse por la falta de los indicados documentos”73. Según las instrucciones redactadas por Lamas, también convenía anoticiarse de las colecciones numismáticas existentes para armar una colección americana de medallas y monedas, y de los retratos o bustos relativos a los protagonistas de la historia colonial que pudieran existir, averiguando cómo y cuánto costaría tomarles una copia. Con la cautela propia de quienes sabían que estas iniciativas podían quedar en la buena voluntad del Gobierno sin derivar en un fondo de gastos para cubrirlas, Lamas le recomendaba a Quesada hacer tanto como le fuera posible. Destacaba: lo más necesario sería el estudio de los medios para establecer “un servicio formal y regular para la adquisición sucesiva de copias fehacientes”, y presentar, además, un presupuesto de gastos74. Andrés Lamas terminaba sus instrucciones con ciertas consideraciones acerca de la importancia de los archivos y el estado de los mismos en Buenos Aires. Eran un medio para perpetuar los hechos y derechos de los pueblos y de los individuos, así como para conservar los documentos en los que estaban consignados, pero se transformaban también en el mecanismo para anudar “la cadena no interrumpida de las obligaciones y principios que lo pasado lega al presente y el presente al porvenir”. Citando la ley prusiana de 1822, recordaba: “la buena administración de un Estado descansa sobre la perfecta organización de un Archivo Nacional”75. El estado argentino daba prueba de lo contrario: no solo este archivo no existía, sino que —hablando del archivo general de Buenos Aires— todo se había centrado en los esfuerzos de Trelles, mientras el local se hacía cada vez más insuficiente e inapropiado, el personal era escaso y mal remunerado; el presupuesto destinado a conservación, arreglo y manejo de la masa de papeles, nulo o inexistente. A ello se sumaba su carácter fragmentario; secciones enteras seguían dispersas por las más diversas reparticiones. Esta deplorable situación ponía en riesgo —en palabras de Lamas— la autenticidad de muchas páginas de su historia. Solo la constitución de un verdadero Archivo General serviría para que “las copias 72. Josefa Sabor, Pedro de Angelis espedidas por el archivo, con sujeción a lo que para ello estatuya la ley, y los Origenes de la Bibliografia Argentina: Ensayo Bio-Bibliografico tendrían fuerza probatoria en juicio y fuera de él”76. Con una propuesta (Buenos Aires: Solar, 1995), capíque se escucharía en varias latitudes, Lamas sugería aprovechar el alto tulo 2, 48-52. valor pecuniario de los edificios que ocupaban el archivo, la biblioteca, 73. Andrés Lamas, Instrucciones, 16. el museo y la universidad en el centro comercial de la ciudad, para obte74. Andrés Lamas, Instrucciones, 29. ner, sobre esa base, los edificios especiales que se estaban necesitando. 75. Andrés Lamas, Instrucciones, 36. La cursiva es del original.

76. Andrés Lamas, Instrucciones, 39. hist. crit. No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 56-79

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Los documentos, los libros, los objetos necesitaban fijeza, seguridad y comodidad, si no, el archivo, como los escritores bolivianos sugerían, no dejaría de ser el depósito de las pruebas asesinadas por la historia y el descuido del presente77. Consideraciones finales Los manuscritos del coloniaje y las antigüedades americanas se moverían, gracias a los mismos actores y medios usados en la historia natural, generando una estructura de recopilación de datos con el mismo carácter colectivo que caracteriza al estudio de la naturaleza en la edad moderna. Los archivos y las colecciones públicas de 1880 se irían asentando como resultado de esa circulación, movida por la posibilidad de ser usada como arma en la llamada “cuestión de límites”. Para los anticuarios, los diplomas, cráneos y monedas compartieron ese carácter material que, más tarde, quedó relegado a la arqueología. Existe una abundante literatura que ha intentando mostrar el compromiso de las expediciones científicas y de la antropología con el avance de los estados nacionales. Nadie duda, por otro lado, en plantear que la historiografía del siglo xix emerge en el contexto de creación de naciones, que contribuye con un repertorio simbólico y, en América, con las pruebas para demostrar la legítima extensión territorial y el verdadero rumbo de las fronteras según los derechos provistos por las jurisdicciones coloniales. Menos atención se ha prestado a las prácticas de los bibliófilos, coleccionistas y anticuarios que recurrieron a los archivos para justificar los derechos de las distintas provincias argentinas a los territorios en disputa. Para muchos de ellos, el interés por la antropología nacería allí, en los papeles del archivo y en las redes montadas para recuperarlos, que posibilitaban el encuentro con unos pueblos ya desaparecidos y con las antigüedades halladas en las regiones donde habitaban. Como diría Trelles: “la mayor parte de los documentos que daremos a la luz, contienen datos sobre hechos que no son el objeto principal de que se ocupan, pero que están destinados a rendir servicios evidentes, según el fin que se tenga a la vista al consultarlos […] Todo el que conoce lo que es hacer investigaciones sobre asuntos determinados, sabe que es necesario por lo general practicarlas por senderos tan variados como caprichosos, que solo el tino especial del investigador puede facilitar”78.

77. Irina Podgorny, El sendero, capítulo 3, 75-103. 78. Manuel R. Trelles, “Fundación de esta Revista”, Revista del Archivo General de Buenos Aires 1 (1869): 3-5.

Los senderos erráticos de la investigación constituirían la única posibilidad para navegar por el maremágnum del pasado y articular esos fragmentos en función de una unidad territorial que la misma historia iba construyendo. En ese caos, más descriptivo que metafórico, los anticuarios anclaron su búsqueda, por un lado, en los límites de las

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jurisdicciones coloniales en el año de 1810. Este recorte dio entidad y naturalizó el espacio de indagación histórica. Las antiguas provincias del Tucumán y Buenos Aires, como lo señalaron los autores bolivianos, cobraron mayor importancia a la hora de ordenar el territorio que las mismas jurisdicciones republicanas. Los documentos de las provincias coloniales llegarían por los mismos despachos que las antigüedades y los cráneos, ayudaron sin proponérselo, a consolidar un orden geográfico para la historia remota. Por otro lado, la red de provisión de datos, surgida de los vínculos de amistad familiar o de las relaciones comerciales, definiría un espacio de acción y de acceso a esa evidencia. Las propuestas para establecer un sistema formal y regular para la obtención de copias en los archivos europeos hablan de la conciencia de los problemas que creaba ese mecanismo. Los bibliófilos contaron con la ayuda de escribientes79, gracias a los cuales sus repositorios se poblaron de copias que pudieron circular para volver comentadas y anotadas. Así, las prácticas de la historia y la antropología generaron más papel, más manuscritos, nuevas técnicas para copiar y extraer fragmentos del mar de los archivos80. Copiar los documentos —como la misma ciencia de los diplomas expresaba— significaba lidiar con el carácter material de la escritura de otras épocas. La transcripción de los títulos, el pasaje de la letra antigua a la moderna y de ésta a la impresión facilitó, sin dudas, su lectura y circulación, pero ayudó a olvidar el carácter material de la escritura y a transformar los documentos en mero texto. La inscripción de los monumentos del pasado en un sustrato diferente —el núcleo de la arqueología y, como sugerimos aquí, de la historia moderna— nos hablan también del pasaje del archivo como medio del rey a espacio del historiador. La autenticidad de la evidencia ya no surgiría del control de los delegados del príncipe: se iría trasladando al cuerpo de historiadores, arqueólogos e investigadores y a su pericia en la crítica de las fuentes. Pero como esos cambios no son repentinos ni se dan como fenómenos universales, los escribanos y los testigos seguirían legalizando los documentos y los controvertidos hallazgos de las excavaciones arqueológicas por muchas décadas más. Los archivos argentinos nacieron ligados a la fragmentación de sus fondos. Estos desgloses sucesivos, muchos de ellos descontrolados, fueron anulando la capacidad de conferir autenticidad al documento. Este aspecto será constitutivo de las prácticas de la historia y de las humanidades del siglo xix americano: la transformación de los documentos del archivo en algo cercano al documento privado, 79. Pablo Buchbinder, Vínculos sin valor judicial, pero usado como arma en los litigios de límites. Allí, privados, 61-6. las prácticas de compilación, copia y transcripción conferirán carácter 80. Las investigaciones relacionadas con el proyecto “Knowledge-inde testimonio a cosas que antes no las tenían. Los archivos y los museos the-making” http://knowledgeargentinos, con sus capas de las sucesivas disrupciones pasadas y con in-the-making.mpiwg berlin. mpg.de/knowledgeInTheMaking/en/index.html?language=en (15/6/2010).

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81. Así, al referirse a un libro recién donado a la biblioteca de la Universidad, Gutiérrez decía: “dormirá tranquilo sin sentir el índice de mano alguna curiosa; pero hará su papel como representante de cosas y de ideas que el tiempo ha sepultado en el perpetuo olvido” Rodolfo Trostiné, Trelles, 58.

nuevos desgloses en el horizonte, no ayudaron a cimentar un remanso de confianza. Quizás por eso los bibliófilos y organizadores de bibliotecas e instituciones fueron concientes de estar creando una nueva capa arqueológica, nacida para que, algún día, alguien la descubriese. Legitimada por los años, sería entonces tomada como testimonio confiable de tiempos ya superados81; el optimismo decimonónico, como se sabe, apostaba al lejano porvenir, ese al que Trelles llegaría convertido en una medalla y Gutiérrez, en una colección de cartas, libros y documentos que, finalmente, serviría para continuar articulando arqueológicamente a la historia.

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Artículo recibido: 23 2010; aprobado: 22 de febrero de 2011; modificado: 21 de marzo de 2011.

de abril de

José Trinidad Polo Acuña

Los indígenas de la Guajira y su articulación política al Estado colombiano (1830-1880)

The indigenous people of the Guajira and their articulation with the Colombian state (1830-1880)

Resumen

Abstract

La articulación política de los indígenas de la

The political articulation between the indigenous

península de la Guajira al Estado colombiano en el

people of the Guajira and the Colombian state,

período 1830-1880 se basó en variadas estrategias

during the period 1830 to 1880, was based on a

políticas que incorporaron el reconocimiento de las

variety of political strategies that involved the

autoridades indígenas, alianzas políticas con los

recognition of the indigenous authorities, political

jefes nativos, la designación de curas misioneros

alliances with native chiefs, sending priests and

y el apoyo controlado al comercio nativo-criollo.

missionaries to the region, and controlled support

Tales estrategias muestran que la sujeción nativa

for native-creole commerce. These strategies show

al Estado descansó sobre procesos complejos

that the subjugation of the indigenous people to

que implicaron negociaciones y acomodamientos

the state rested on complex processes requiring

situacionales de ambas partes.

negotiation and accommodation on both sides.

Palabras clave

Key Words

Guajira, indígenas, Estado, Colombia, política.

Guajira, indigenous peoples, state, Colombia, politics.

Licenciado en Ciencias Sociales y Económicas en la Universidad del Atlántico (Barranquilla, Colombia), Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá, Colombia) y Doctor en Historia de la Universidad Central de Venezuela (Caracas, Venezuela). Sus intereses investigativos se centran en la historia rural del Caribe en la transición de los siglos XVIII-XIX. Profesor del departamento de historia de la Universidad de Cartagena. Miembro del Grupo de Investigación “Frontera, Sociedad y Cultura en el Caribe y América Latina (categoría A1 en Colciencias). Algunas de sus publicaciones son: Etnicidad, conflicto social y cultura fronteriza en la Guajira, 1700-1850, Bogotá, Universidad de los Andes/ Observatorio del Caribe colombiano, 2005; “Contrabando y pacificación indígena en la frontera colombo-venezolana de la Guajira (1750-1820)”, América Latina en la Historia Económica 24 (juliodiciembre de 2005): 87-130; “Desde la otra orilla: las fronteras del Caribe en la historia nacional”, en El Caribe en la nación colombiana. Memorias de la X Cátedra Anual de Historia “Ernesto Restrepo Tirado”, comp. Alberto Abello Vives (Bogotá: Observatorio del Caribe colombiano/Museo Nacional de Colombia, 2006), 171-188. josepolo68@yahoo.com

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José Trinidad Polo Acuña

Los indígenas de la Guajira y su articulación política al Estado colombiano (1830-1880)Ï Introducción En su descripción de la Provincia de Maracaibo el coronel Agustín Codazzi anotaba que, “Un corto trecho de 16 leguas casi todo de sabana que separa las Provincias de Maracaibo y Riohacha […] lo poseen los Goajiros que han sabido conservar su independencia a pesar de los esfuerzos que se hicieron en otros tiempos para subyugarlos. Toda la península de la Goajira pertenece exclusivamente a esta nación guerrera; mandada por varios caciques, los cuales suelen estar entre sí en continua guerra, y algunas veces tienen sobresaltado los habitantes de Maracaibo y Riohacha”1. Similar observación, con más detalles, se observa en un informe de 1837 dirigido al gobernador de la Provincia de Riohacha por parte de la jefatura militar de la misma, en la cual se anotaba que los indígenas guajiros, “[…] sólo han aprendido a hacer la guerra tan hábilmente como una nación guerrera, sus costumbres bárbaras en nada difieren, de tal modo que su gobierno puede decirse, sólo tiene por objeto el interior de las familias: nunca se ocupan en conservar un orden público con el ejercicio de una autoridad Ï El artículo es resultado del permanente, y si los trabajos comunes mantienen cierta unión entre proyecto de investigación “La articulación política de las los individuos de la misma parcialidad, es sobre todo para atacar al comunidades indígenas del enemigo con ventaja: no se ve forma alguna de gobierno, ni se usa de Caribe colombo-venezolano con el Estado-Nación. El caso de los los nombres de superior o inferior, demostrándose así la igualdad y la Wayuu en la península de la independencia que en ella reina; pues entre los salvajes sólo el poder Guajira, 1830-1890”, el cual fue financiado por la Fundación para de la riqueza en ciertos casos los sojuzga”2. Las anteriores representaciones sirven para ilustrar tres dificultades que las autoridades de Colombia tuvieron que afrontar para incorporar políticamente los indígenas de la Guajira al dominio territorial estatal a partir de 1830. La primera, la autonomía que los grupos indígenas de

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la Promoción de la Investigación y la Tecnología, del Banco de la República (Bogotá, Colombia), proyecto 2181.

1. El Constitucional de Maracaibo, 71, 1.o de abril de 1838, 3. 2. Archivo General de la Nación, Colombia (en adelante AGN), República, Gobernaciones-Riohacha, legajo 9, ff. 397 r. 1837.

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3. Éste no era un problema nuevo. De hecho, la corona española tuvo que afrontar este desafío en diversas zonas de lo que actualmente es México, Chile y Argentina, entre otros territorios de frontera, donde el control estatal era precario o inexistente y la resistencia indígena muy fuerte.Para el caso de la frontera norte de México véase, entre otros trabajos, a Philip W. Powell, La Guerra Chichimeca (1550-1600) [1975] (México: Fondo de Cultura Económica, 1985); David Weber, La frontera española en América del Norte [1992] (México: Fondo de Cultura Económica, 2000); Robert Jackson, “Una frustrada evangelización: las limitaciones del cambio social, cultural y religioso en los pueblos “errantes” de las misiones del desierto central de Baja California y la región de la costa del Golfo de Texas”, Fronteras de la Historia 6 (2001): 9-36; Ana María Alonso, Thread of Blood. Colonialism, Revolution, and Gender on Mexicos´s Northern Frontier [1995] (Tucson: Universidad de Arizona, 1997). Sobre la frontera del Arauco entre Chile y Argentina puede consultarse a Guillaume Boccara, “Etnogénesis mapuche: resistencia y restructuración entre los indígenas del centro-sur de Chile (Siglos xvi-xviii)”, en Hispanic American Historical Review 79: 3 (1999): 452-461; Leonardo León Solís, “Las invasiones indígenas contra las localidades fronterizas de Buenos Aires, Cuyo y Chile, 1700-1800”, Boletín Americanista 36 (1986): 75-105. 4. José Polo Acuña, “Indígenas, poderes y mediaciones en la Guajira en la transición de la Colonia a la República (1750-1850)”. (Tesis para optar al título de Doctor en Historia, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 2010), 180-190. 5. Wayuu (Waiu) es el etnónimo de gente, indígena de la Guajira. Los que no se consideran nativos son denominados Ali´juna. Miguel Ángel Jusayú y Jesús Olza Zubiri, Diccionario sistemático de la lengua guajira (Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, Centro de Lenguas Indígenas, 1988), 33 y 187.

la zona heredaron del período colonial, la segunda, la imposibilidad de entenderse con una estructura política de mando unificado en los nativos, y la tercera, la inestabilidad que se generaba con los vaivenes de la guerra al interior de estas comunidades3. Había otras dificultad no menos importante: una frontera abierta hacia el mar Caribe en la cual se daban cita contrabandistas procedentes de Jamaica, Aruba, Curazao y Bonaire, entre otras islas caribeñas, quienes traficaban con la venia de los jefes indígenas del extremo norte de la península de la Guajira, donde tenían control sobre los puertos de Bahía Honda, Portete, Puerto Estrella y Taroa, entre otros. Traficaban con ganado, mulas, perlas, tabaco y las armas de fuego que circularon abiertamente en las comunidades indígenas4. Una vez resquebrajada la unión de la “Gran Colombia”, el asunto de la articulación política de los Wayuu5 pasó a ser manejado por los nacientes Estados de Colombia y Venezuela, para quienes la población y el territorio indígena de la Guajira, dada la autonomía que heredaron del período colonial, se interponían en la construcción y reafirmación de sus soberanías. En otras palabras: los nativos guajiros y su territorio no respondieron a las lógicas de construcción y ordenamiento territorial estatal impulsadas desde Venezuela y Colombia, sino a sus propias formas de organización política-territorial. En ese orden de ideas, el problema del control y la incorporación de estos indígenas a los nacientes Estados de Colombia y Venezuela adquiere relevancia en la medida en que el proyecto de construcción del Estado nacional así lo requería: unificación de gentes, territorios y culturas. Tal proceso de incorporación tuvo dos manejos: uno desde Colombia y otro desde Venezuela. Estos, si bien presentaron rasgos similares en sus fines, también se diferenciaron en las estrategias y el manejo de las relaciones con los nativos. En este artículo nos centraremos en las estrategias de articulación política que el Estado colombiano implementó para ganar el apoyo de los Wayuu, como se verá, éste no fue un proceso lineal en el que unos actores sociales eran objeto de decretos, leyes y reglamentaciones que lograban normatizar su pertenencia al conglomerado de la nación. El proceso fue más complejo e implicó, por un lado, mecanismos de resistencia, negociación y adaptación por parte de los indígenas, y por otro, un tratamiento práctico y situacional por parte de las autoridades. Se dio, como sostiene

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Charles Tilly al hacer referencia a otro tipo de procesos, una “dominación indirecta” por parte del Estado a través de negociaciones con los poderes existentes en la región y localidades, los cuales adaptaron la normatividad y la administración a sus necesidades particulares6. En ese sentido, se puede afirmar, como sostiene Judith Butler, que ciertamente los Estados son lugares de poder, pero el Estado no es la única forma de poder, pues hay fuerzas que le disputan territorios y el control de poblaciones7. De esta manera, la construcción de un orden estatal nacional desde Colombia con relación al territorio y las comunidades indígenas de la Guajira se vio matizado por estrategias políticas que incorporaron el reconocimiento de las autoridades indígenas en la fundación de pueblos en territorio étnico, alianzas políticas con jefes de clanes poderosos, la designación de curas misioneros, gratificaciones y el apoyo controlado al comercio de nativos con habitantes de la provincia de Riohacha. Sin embargo, tales estrategias no surtieron efecto de manera uniforme. Éstas fueron más o menos funcionales en el área conocida como Baja Guajira (sur), donde se presentó un marcado mestizaje entre indígenas, blancos y negros desde el siglo xvii, el cual originó alianzas políticas entre hacendados y clanes nativos poderosos. En la zona norte, conocida como Alta Guajira, los resultados fueron quiméricos por la heredada tradición de autonomía que estas comunidades tuvieron con relación a las autoridades y la sociedad de Riohacha. Sus habitantes fueron más proclives a establecer contactos con contrabandistas de Aruba y Curazao que con mercaderes riohacheros; el grado de mestizaje en esta área fue mucho menor que el que se dio en la Baja Guajira8. El artículo está estructurado en cuatro partes. En la primera, se analiza la fundación de los pueblos de El Paso y Soldado como estrategia para contener las incursiones armadas de los nativos ubicados en las rancherías cercanas a Riohacha y las poblaciones circunvecinas de Tomarrazón, Barrancas, Fonseca y Moreno (Mapa 1). En la segunda, se aborda la designación de curas misioneros para El Paso y Soldado y su papel en la sujeción política de los indígenas. En la tercera parte, se estudian las alianzas entre la gobernación de Riohacha y algunos jefes nativos y su función en la pretensión estatal de unificación política de la sociedad indígena. La cuarta y última parte se ocupa de la necesidad de las autoridades de Riohacha de regular el comercio que se realizaba en distintos puntos de la península de la Guajira, con el objeto de controlar el apoyo que los nativos daban a los contrabandistas. 1. La fundación de pueblos en territorio indígena A partir de 1830, el Estado colombiano limitó su presencia en la Guajira al sur de Riohacha; es decir, la ocupación “efectiva” se centró al sur del río Calancala, pues el norte era territorio controlado por los clanes indígenas guajiros (Mapa 1). Sin embargo, este espacio también comenzó a ser

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disputado por los nativos, quienes expandieron su radio de influencia hasta la intersección de caminos claves que comunicaban a Riohacha con Valledupar y Santa Marta. En efecto, los informes gubernamentales señalaban que partidas de indígenas armados “asaltaban” los predios de las poblaciones de Dibulla, Tomarrazón y Barrancas9. Se sabe que a mediados del siglo xix, las prolongadas sequías y el sobrepastoreo empobrecieron los suelos de la Media y la Alta Guajira (norte), lo que obligó a los indígenas a migrar al sur de la península. Esta migración, junto a la expansión ganadera y agrícola criolla, creó un estrechamiento espacial de la población, lo cual ocasionó agudos conflictos10. Una de las primeras disposiciones del gobierno republicano de Colombia para hacer presencia en territorio étnico fue la creación de la parroquia Bolívar en 1827 en el sitio conocido con el nombre de Soldado, para ayudar a contener las incursiones armadas que los indígenas estaban haciendo en los caminos que comunicaban a 9. AGN, República, Indios, 1, ff. 784 Riohacha con los sitios de Guinxijare, Pantanito, Tomarrazón, Camarones, r. 1827. En 1889 todavía persistía esta situación. Véase el Informe Dibulla y Moreno11. Sin embargo, no fue sino hasta 1835 que San Rafael de del Prefecto de la Provincia de Soldado fue convertido oficialmente por las autoridades colombianas en Padilla sobre usos y costumbres de los indígenas Guajiros y Arhuacos un distrito parroquial, e igualmente se constituyó el caserío de El Paso; (Riohacha: Imprenta de Juan B. estas dos poblaciones se erigieron con el objeto no solamente de albergar Ceballos, 1889), 8-9. a los nativos que se iban reduciendo, sino para que incorporaran fami10. Socorro Vásquez y Hernán Darío Correa, “Hacia la construcción de lias de Riohacha12 (Mapa 1). El Paso y Soldado ya tenían antecedentes que la etnohistoria Wayuu. Aspectos de datan de los últimos días del gobierno español, pues desde esa época en los cambios culturales y la reubicación territorial a comienzos de ambos lugares vivían clanes indígenas que interactuaron con mercaderes siglo” (Informe final de investigación presentado al Instituto Colomy tratantes porque sus predios eran pasos obligados del contrabando. En biano de Antropología Bogotá: Soldado, por ejemplo, vivían tres familias riohacheras y una de indígenas, mecanografiado, 1986), 6-7. cuyo jefe era el nativo Marcos. Muerto éste, pasó a tomar la jefatura su 11. AGN, República, Indios, 1, ff. 784 r.-v. 1827. hijo Pablo Gil, quien por un tratado celebrado con el gobernador de la 12. AGN, República, Gobernacionesprovincia de Riohacha se dio a la tarea de reunir a sus parientes en ese Riohacha, legajo 8, ff. 008 r. 1836. sitio, además de algunos granadinos procedentes de Riohacha, Barrancas 13. AGN, República, Gobernacioy Moreno13. De manera que lo que hicieron las autoridades colombianas nes- Riohacha, legajo 9, ff. 725 v. Se sabe que el lugar donde se fue erigir ambos pueblos en lugares previamente habitados por los naticonstruyó el pueblo de San Rafael vos, y que constituían sitios claves para el ejercicio del contrabando entre de Soldado en 1835 fue el mismo sitio conocido como Monte de las provincias de Riohacha y Valledupar. Soldado u Ojo de Caro hacia finales del siglo xviii, pasadizo de mercaderías de contrabando que iban a la provincia de Valledupar. Celestino Arauz Monfante, El contrabando holandés en el Caribe durante la primera mitad del siglo xviii -tomo II (Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1984), 139, 175.

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Mapa 1: Península de la Guajira 1830-1880

Fuente: Mapa diseñado por el autor a partir de ACV (Caracas), Reducción y Civilización de Indígenas del estado Zulia, Caja 136, expediente 27, Pieza II, ff. 285 r.

El Paso, por su parte, se construyó en 1834 con indígenas conocidos como “rinconeros”, que se encontraban viviendo cerca de Riohacha en sitios como Guairamana y El Retiro; su jefe era Basilio Bermúdez, con quien la gobernación de Riohacha estableció un tratado que lo acreditó como capitán del pueblo mencionado14. En 1835, vivían ocho familias indígenas en Soldado y en El Paso se contabilizaron 233 habitantes15. Desde estas dos poblaciones el Estado de la Nueva Granada intentó articular políticamente a los Wayuu instándolos a que abandonaran su vida errante y se establecieran en

14. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 9, ff. 724 r. 1837. 15. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 8, ff. 008 v.1836. hist. crit. No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 80-103

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los dos pueblos. En éstos se construyeron dos escuelas, se designaron dos curas misioneros y dos instructores respectivamente, quienes junto a los capitanes velarían para que en ellas se incrementase día a día el número de niños indígenas que aprendieran las “bondades” de vivir conforme a las leyes del Estado. Igualmente, los capitanes atraerían a otros nativos, entre parientes y aliados políticos, para que se radicasen en las dos poblaciones. Sin embargo, la situación pronto se tornó difícil para las pretensiones del Estado por varias razones. Una, que en la práctica sólo se designó un misionero para Soldado, el cual no había adelantado mayor cosa en materia de religión, pues eran pocos los nativos que asistían a la iglesia ya que el cura difícilmente podía entenderse con ellos en su idioma; un informe subrayaba que aún no se lograba que los indígenas vistieran con ropas adecuadas16. Otra, que los capitanes indígenas Gil y Bermúdez, no lograban la pretendida unidad política entre los clanes más importantes que dominaban el resto del territorio étnico. Es más, dos años después, en 1838, el capitán Pablo Gil intentaba abandonar Soldado argumentando que “[…] cada día sufría atraco en sus bienes, porque la escasez de agua y pastos era tal, que en vez de adelantar su corta hacienda, se había disminuido considerablemente, y que por lo mismo estaba determinado a establecerla en la Goajira”17. Un grupo de vecinos “notables” de Riohacha argumentó en un extenso informe que el capitán Basilio, de El Paso, carecía de poder para sujetar los indígenas que tenía a su cargo, “[…] por lo cual no presta ninguna garantía”18. El mismo informe señalaba que parte de los nativos de ese pueblo se había regresado a la Guajira y Basilio se había quedado sólo con algunos de sus parientes19. Otras dificultades no menos importantes que afrontaron las autoridades era que Soldado y El Paso se habían convertido en un refugio para criminales que afectaba la seguridad en la provincia20. En una ocasión, el alcalde de Soldado fue amarrado y lacerado a fuetazos por parte de una turba indígena, y en 1835, en 16. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 8, ff. 009 r. 1836. inmediaciones de la mencionada población, fueron asesinados dos vecinos 17. AGN, República, Gobernacionesde la parroquia de Barrancas que transportaban dividivi hacia Riohacha21. Riohacha, legajo 9, ff. 781 r.-v. 1838. Ante estas dificultades y presionado por las quejas de algunas perso18. AGN, República, Gobernacionesnas notables de Riohacha, quienes argumentaron una serie de perjuicios Riohacha, legajo 9, ff. 724 v. 1838. ocasionados en sus propiedades por parte de los guajiros, el Ejecutivo 19. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 9, ff. 724 v. 1838. Nacional envió una solicitud a la gobernación de esa ciudad con el objeto Entre los “notables” se enconde que se recabase información sobre el estado real de la provincia, traban hacendados, políticos y comerciantes de la ciudad como incluyendo las poblaciones de Soldado y El Paso. El requerimiento pedía, Miguel Cotes, José María Cataño, además, opiniones sobre lo que se necesitaba para superar los males que Ramón Freyle, José Zuñiga y Manuel Antonio Barliza. aquejaban a la población. Entre estas últimas se menciona la necesidad 20. AGN, República, Gobernacionesde dotar con un cura misionero a El Paso, una guarnición permanente de Riohacha, legajo 9, ff. 403 r. 1837.

21. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 9, ff. 403 v. 1837. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 80-103


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veinticinco hombres para ambas poblaciones, la construcción de iglesias, la designación de un juez o un alcalde para El Paso y la continuación de alianzas con jefes de clanes22. En 1879, cuando el Territorio Guajira ya era administrado por las autoridades centrales colombianas, se consideró inconveniente que la capital estuviese en Soldado, pues este punto se encontraba en los bordes del territorio étnico y distante de los clanes indígenas más poderosos que habitaban la costa, por donde precisamente se daba el mayor contrabando con extranjeros23. En consecuencia, el gobierno propuso trasladar la capital del territorio a un lugar que estuviese en el radio de acción de los nativos, cercano a la costa y en el camino que comunicaba a la Guajira con Riohacha24. La idea era que la nueva capital sirviera de contención para que cesaran el contrabando y “Las exacciones y toda clase de atentados cometidos por los venezolanos de lado de las Guardias […]”25. A renglón seguido, las autoridades colombianas señalaban que “La autoridad nacional en el corazón mismo del Territorio goajiro, tiene también la influencia moral de que la República vecina vea el interés con que la Nación posee en pleno dominio ese territorio que pretende disputarle y el señor secretario sabe muy bien que no hay principio más propio para hacerse a un territorio que atraer sus habitantes por el trato continuo y los medios suaves”26. Diez años antes, en 1869, el gobierno colombiano de la época denunciaba que Venezuela mantenía guarniciones militares en la Guajira sin permiso de Colombia y que sus funcionarios ejercían libremente la autoridad27. Como se observa, hay una preocupación directa del Estado colombiano por vincular el territorio étnico guajiro y articular políticamente sus habitantes con el país “nacional” a través de una intervención en el territorio, 22. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 9, ff. 418 v. 1837. con el objeto de frenar las “incursiones” del vecino Estado de Venezuela. 23. AGN, Ministerio de Relaciones Sin embargo, la pretendida articulación política a través de Soldado y El Exteriores, 12, ff. 504 r. 1879. Paso se malogró porque las poblaciones tuvieron una existencia tortuosa 24. AGN, Ministerio de Relaciones y precaria. El Paso, junto a Menores y Moreno, desaparecería en la década Exteriores, 12, ff. 504 v. 1879. de 1850 y Soldado fue destruido por los indígenas en 1882 en represalia 25. AGN, Ministerio de Relaciones Exteriores, 12, ff. 504 v. 1879. por los abusos cometidos por criollos contra los nativos28. En este último 26. AGN, Ministerio de Relaciones año se hizo un esfuerzo por erigir un poblado, San Antonio de Calancala, Exteriores, 12, ff. 505 r. 1879. a dos millas al oriente de Riohacha en la ribera oriental del mencionado 27. AGN, Ministerio de Relaciones río, pero también fue de efímera existencia29. Como se deduce, al igual que Exteriores, 12, ff. 458 r. 1879. durante el período colonial, la fundación de pueblos en cercanías o en el 28. René de la Pedraja, “La Guajira en el siglo xix: indígenas, concorazón mismo del territorio étnico fracasó porque la presión indígena se trabando y carbón”, Desarrollo y convirtió en una barrera que frenó las pretensiones del Estado por manteSociedad 6 (1981): 344. ner vigilados a los nativos. 29. Jorge Isaac, Estudio sobre las tribus indígenas del Magdalena (Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana 1951), 163.

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2. Misioneros y diocesanos Después del alzamiento armado de 1769 y las vicisitudes de la guerra de independencia, los Wayuu casi no volvieron a tener misioneros en su territorio hasta 1834, año en que se designó a Lorenzo Franza, misionero capuchino, como cura de la parroquia de Soldado, quien se posesionó de su cargo en 183530. Las expectativas de Franza cuando llegó a Soldado no fueron halagadoras, más bien, se observa su desencanto ante lo que él consideró limitaciones y precariedades: lo que alguna vez había sido la iglesia se estaba derrumbando, los indígenas y los mestizos que allí vivían estaban dispersos por caseríos cercanos al pueblo y la cohesión social estaba “desecha”31. Había algo peor según el misionero: el presupuesto del fondo de misiones, establecido por el gobierno central, o no se ejecutaba o sus recursos eran desviados a otro tipo de inversiones. En estas circunstancias comenzó Franza su labor: solicitó doscientos pesos al fondo de gratificaciones para construir una escuela, dotarla de enseres necesarios y el pago de un maestro, tal como lo dejó expuesto el tesorero de la gobernación de Riohacha en 1835: “El doctor Lorenzo Franza, cura de la Parroquia de Soldado, que es eclesiástico de bastante capacidad y juicio, me ha hecho presente cuán interesante sería establecer una escuela allí para enseñar a los indígenas la Doctrina Cristiana, a leer, a escribir por lo menos, y yo creo que este es el medio más seguro de civilizarlos y atraerlos a nuestras costumbres, pero como es difícil montar el establecimiento conforme a la ley, porque ni hay rentas en aquel lugar para el pago del maestro ni los vecinos pueden sufragar para ello, por ser pocos y pobres, me veo en el caso de solicitar al Gobierno de que la suma destinada para fomento y gratificaciones de las tribus de indígenas, se señalen doscientos pesos anuales para compensar de su trabajo al maestro […]”32. Como se deduce de la petición del tesorero, en la práctica las misiones no tenían un presupuesto destinado especialmente para ellas, sino que estaban supeditadas a un fondo que se utilizaba como herramienta política para lograr un acercamiento a los indígenas, las gratificaciones, que quizás era más importante para las autoridades. Para disminuir los costos de la construcción de la escuela, el fraile capuchino debió trabajar con el capitán Pablo Gil, quien velaría para que los indígenas a su cargo cortasen y transportasen la madera al pueblo, además de convencer a los padres para 30. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 7, ff. 009 r. 1836. que llevaran a sus hijos al establecimiento educativo33. En la práctica, las 31. AGN, República, Gobernaciofunciones de Franza se extendieron también a las poblaciones de Moreno nes-Riohacha, legajo 7, ff. 009 y El Paso, pueblos que presentaban un estado similar de precariedad. r.-v. 1836. Muy pronto se develó que el enemigo de las misiones no sólo era la 32. AGN, República, Gobernaciones-Riohacha, legajo 6, ff. 025 falta de recursos: un incendio consumió la casa misional de Soldado, r.-v. 1836.

33. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 6, ff. 026 r. 1836. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 80-103


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donde el cura sostuvo que el fuego “[…] devoraba cuanto hacía mi fortuna que consistía en una regular biblioteca que saqué con bastante dificultad de Europa, con otras obras compradas en la Nueva Granada, mi ropa, algunas alajas, muebles y documentos cuanto había traído conmigo”34. Igualmente, el fuego destruyó los cursos “científicos” que el misionero enseñaría en la escuela, los de predicación, diplomas y credenciales obtenidas en las diferentes misiones donde había estado35. Las primeras pesquisas de las autoridades apuntaron a que fue un acto intencional en el que participaron tanto indígenas como mestizos y zambos que vivían en la población, lo cual quizás tuvo algo que ver con el recelo que éstos tuvieron a la llegada del misionero: “Excelentísimo señor, he tenido una continua lucha con dos clases de hombres [indígenas y mestizos], ambos indomables, exponiendo a deterioración también mi buena salud”36. En efecto, la salud del misionero comenzó a deteriorarse y solicitó al gobernador de la provincia una licencia por dos meses para trasladarse a Santa Marta con el objeto de iniciar un tratamiento médico. Al vencimiento de la licencia, Franza solicitó una prórroga de la misma argumentando que el proceso de curación aún no había terminado37. La gobernación no estaba muy convencida de los argumentos de Franza porque éste no se presentó después de terminada la prórroga de su licencia, por lo cual se le suspendió el sueldo que devengaba38. Ignoramos si Franza regresó o, por el contrario, se quedó en Santa Marta, pero lo cierto es que la misión de Soldado estaba en crisis: el número de indígenas había disminuido considerablemente, el capitán Pablo Gil regresaba al territorio étnico y la asfixia económica se acrecentaba: algo muy parecido a lo ocurrido durante la segunda mitad del siglo xviii con las misiones capuchinas. Las misiones en la Guajira entraron en una suspensión hasta 1868, año en que el padre Rafael Celedón ocupó el cargo de Vicario Foráneo de la iglesia de Riohacha, desde donde se propuso fundar una misión en la Guajira con el apoyo del Vicario Apostólico de Santa Marta, José Romero. Un año después, Celedón se reunió 34. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 7, ff. 009 v. 1836. con la clase dirigente de Riohacha para crear la Junta Misional, la cual consi35. AGN, República, Gobernacionesderó que el sitio más apropiado para ubicar a la misión era Marauyén, situado Riohacha, legajo 7, ff. 009 v. 1836. en el camino que comunicaba a Riohacha con Maracaibo, sobre la margen 36. AGN, República, Gobernacionesderecha del río Calancala39. En este sitio se erigieron una capilla construida Riohacha, legajo 7, ff. 009 v. 1836. en madera, con techo pajizo, y una escuela, donde entraron a estudiar varios 37. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 8, ff. 585 r. 1837. niños indígenas. Sin embargo, la misión de Marauyén no gozó de apoyo 38. AGN, República, Gobernacionesefectivo por las autoridades, se levantó en un sitio inadecuado para su estaRiohacha, legajo 9, ff. 148 r. 1837. blecimiento porque no había agua ni pasto y, como lo anotaba Jorge Isaac, “[…] 39. Carlos Alberto Uribe, Pioneros probablemente contribuyó mucho al mal éxito [de la misión] el defectuoso de la antropología en Colombia: el padre Rafael Celedón, disponible sistema de catequización, de meras predicaciones y ceremonias, lidiándose en http://www.lablaa.org/ con tribus que siempre habían rechazado o recibido con befa y desdén a blaavirtual/publicacionesban-

rep/bolmuseo/1986/bol17/ boc0a.htm (Consultado el 20 de marzo de 2010).

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los misioneros católicos”40. Ante estas circunstancias, la misión fue abandonada en 1873, aunque se intentó levantar nuevamente con dos presbíteros de nacionalidad holandesa procedentes de Curazao: Juan Antonio Te-Riele y Fernando Eduardo C. Kieckens. No obstante, este intento también fracasó en 1880, quizás porque la iglesia colombiana vio con sospecha la llegada de los misioneros en cierto contexto de expansión del protestantismo en América41. Nuevamente, las misiones religiosas habían fracasado en su intento por persuadir a los nativos a que se redujeran a población, y de paso también fracasó la colaboración entre la iglesia y las autoridades riohacheras. 3. Alianzas políticas con clanes y gratificaciones Las autoridades de Riohacha consideraron conveniente establecer contactos pacíficos con jefes nativos con el objeto de comprometerlos en alianzas políticas que garantizaran la seguridad de la zona y sobre todo, su lealtad con la República. De esa manera, los acercamientos se hicieron con clanes que estaban dispuestos a colaborar con las autoridades, sólo que esa colaboración pasaba necesariamente por las necesidades políticas, económicas y de defensa de los nativos, como veremos más adelante. Tales negociaciones fueron conducidas por la gobernación de Riohacha en cabeza del gobernador, quien era el encargado 40. Jorge Isaac, Estudio sobre las de buscar un entendimiento con los jefes más poderosos e importantes de los tribus indígenas del Magdalena, 164. Seguramente, Isaac no desconoguajiros. Así, entre 1834 y 1835, la gobernación de Riohacha firmó dos tratació la experiencia que tuvieron las misiones capuchinas durante dos de amistad y alianza política con dos jefes indígenas: Basilio Bermúdez y la segunda mitad del siglo xviii, Pablo Gil42. En ambos casos los jefes se comprometieron a dar cumplimiento a época en que fueron prácticamente expulsadas del territorio los siguientes aspectos claves para las autoridades riohacheras: indígena a raíz del alzamiento a) se establecerían con su familia en los sitios de El Paso y Soldado respecarmado de 1769. tivamente, donde se construirían los pueblos; 41. Vicente Taroncher, “La presencia capuchina en el norte de Colomb) velarían por el buen orden de la población, motivando a que sus nativos bia 1888-1906” (Valencia, 1986), asistiesen a la iglesia y los niños, a la escuela; 3. Texto inédito; Jorge Isaac, Estudio sobre las tribus indígenas del c) se empeñarían en labrar la tierra y criar ganado43. Magdalena, 164. 42. Tanto Basilio como Pablo eran bilingües y tenían relaciones de amistad y compadrazgo con algunos miembros del comercio en Riohacha. Pablo era hijo del jefe Marcos, de quien heredó la jefatura. AGN, República, Gobernaciones-Riohacha, legajo 9, ff. 725 r. 1837. 43. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 5, ff. 306 r. 1835. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 10, ff. 530 r.1835.

La gobernación, por su parte, se comprometió a suministrar en especie y dinero los recursos que se necesitaban para lograr los anteriores puntos, además de pagarles un sueldo mensual a los capitanes por desempeñar las funciones de dirección de los pueblos. Igualmente, prometieron apoyar a los jefes nativos en el establecimiento del orden público con tropas, si fuera necesario en caso de algún conflicto con otros clanes. El capitán Gil, por ejemplo, gozaba de un sueldo mensual de dieciséis pesos asignado en su calidad de capitán fundador y de dieciocho pesos, dos y medio reales por ser capitán del ejército en retiro44.

44. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 10, ff. 530 r. 1837. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 80-103


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En otra oportunidad, se estableció un convenio con el jefe indígena apodado “El Toro”, quien a juicio de las autoridades había demostrado en oportunidades anteriores apego por las leyes de la República. Además, “Toro” había respaldado el orden legal en la Guerra de los Supremos, cuando rechazó la invitación que José Rafael Pimienta le hizo para acometer a las autoridades de la ciudad45. Las alianzas políticas que el Estado estableció a través de las autoridades de Riohacha con los jefes indígenas, se vieron envueltas en una trama de “amistad-enemistad” con los clanes nativos, porque en ellos no existía una unidad política de mando unificado. En ese orden de ideas, las autoridades tuvieron que combatir y a la vez negociar con diferentes jefaturas políticas, algunas cercanas y otras adversas, dependiendo del grado de cercanía o lejanía con los intereses en juego. En una ocasión, por ejemplo, el capitán Basilio Bermúdez se vio envuelto en una guerra con miembros de otro clan por el asesinato de un hermano suyo a manos de otros nativos. Bermúdez, que sabía para qué se había firmado el tratado, le solicitó al gobernador pasar al territorio étnico para dar sepultura a su hermano, y le pidió, además, el cumplimiento de uno de los puntos del tratado: defenderlo a él y su familia en caso de alguna guerra con otro clan46. La gobernación no desconocía esto, sin embargo era muy cautelosa en defender a Basilio abiertamente porque un conflicto entre dos clanes se podía extender a los habitantes criollos de la provincia47. De esta manera, el papel de la gobernación de Riohacha en sus relaciones con los aliados jefes indígenas osciló entre el apoyo y el distanciamiento, dependiendo de si estaba o no en peligro la seguridad de la provincia. En la segunda mitad del siglo xix, una alianza política de trascendencia fue la que las autoridades riohacheras hicieron con el jefe José Dolores, del clan arpushana. Hijo de la jefa Rosa, una de las mujeres más poderosas en el conjunto clanil hacia 1850, José Dolores heredó de su hermano Ortiz, una vez fallecido éste, la jefatura del clan48. Su residencia estaba ubicada en la zona de Carraipía, cercana 45. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 13, ff. 920 v. 1842. a los Montes de Oca; por su riqueza y poder era llamado el “jefe de la sie46. AGN, República, Gobernaciones-Riorra”. Las autoridades riohacheras entablaron un acercamiento con José hacha, legajo 11, ff. 212 r.-v. 1839. Dolores, quien mantenía, además, relaciones de amistad y quizás algún 47. AGN, República, Gobernacionesgrado de parentesco con el general conservador Juan Manuel Iguarán49. Riohacha, legajo 11, ff. 213 r. 1839. Aprovechando esta alianza, las autoridades de Riohacha le encomendaron 48. Fray Atanasio de Soler, “El cacique José Dolores”, Boletín el apoyo a las misiones capuchinas procedentes de Guarero, a las cuales de Historia y Antigüedades 81 ayudó con recursos para su establecimiento; se sabe que cuatro hijos (1915): 568. 50 suyos asistían a la escuela que los misioneros tenían . 49. Sabas Socarrás, Recuerdos de la Guerra de los Mil Días. En las Teniendo en cuenta el poderío de José Dolores, las autoridades de Provincias de Padilla y Valledupar Riohacha vieron la oportunidad para articular políticamente a los Wayuu en el departamento del Magdalena. 1899 a 1902 (Bogotá:Tercer mediante el apoyo a éste contra otros clanes con los que se encontraba en Mundo, 1977), 72.

50. Fray Atanasio de Soler, “El cacique José Dolores”, 570. hist. crit. No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 80-103

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conflicto y que eran poco cercanos a los intereses del gobierno. Dolores había logrado controlar a los grupos nativos de la sierra y hegemonizar su poder en la zona; contaba con los aliados del clan Hipuana, de donde procedía su mujer, y la adhesión de los jefes Caichompa, José María Flórez, Sarapo, Nicolás Tile, Masapur, Pradeiro y Florencia. La meta que se había propuesto era extender su control hacia la costa occidental. En esta última se encontraba una alianza que lideraba el clan Epinayú, al frente del cual se hallaba la jefa Laura Bonivento, con el apoyo de los jefes Petrico, Tupa, Vicentechón, Coyasi y Ramoncito51. Pese a contar con el apoyo gubernamental, Dolores no pudo someter militarmente a los clanes de la costa y se desgastaba en conflictos cortos que implicaron muertes y robos de parte y parte52. Ante esta situación, y temiendo que el conflicto se generalizara sin que Dolores unificara políticamente los clanes, la posición del gobierno fue la conjuración de una guerra que amenazaba con extenderse a toda la Guajira. No obstante, las relaciones entre las autoridades de Riohacha y José Dolores continuaron, al punto que en la Guerra de los Mil días el mencionado jefe fue un apoyo clave para las fuerzas gobiernistas en la zona. Dado que Dolores ocupaba una zona vital de comunicaciones entre las provincias de Riohacha, Maracaibo y Valledupar, las fuerzas del gobierno entraron en negociaciones con él para que se convirtiera no solamente en abastecedor de sus tropas, sino en apoyo militar en la contienda. Entre los jefes que apoyaron a Dolores estaban José María Flórez, de quien se dice era su cuñado y tenía relaciones de parentesco con el general Juan Manuel Iguarán y Caichompa, conocido como Juan Bautista Rosado, quien tam51. José Ramón Lanao Loaiza, Las bién estaba emparentado con el general Iguarán por ser casado con una pampas escandalosas (Manizales: Casa Editorial y Talleres Gráfico prima hermana de éste53. Arturo Zapata, 1936), 67. Las alianzas políticas se retroalimentaron permanentemente con las 52. José Ramón Lanao Loaiza, Las gratificaciones, las cuales se usaron preferiblemente para “premiar” a pampas escandalosas, 69-70. los miembros de clanes que se encontraban viviendo en territorios de la 53. Carlos Eduardo Jaramillo, Los guerrilleros del novecientos (Bogotá: provincia de Riohacha54. Así, se gratificaba a los nativos que dieran inforCerec, 1991), 89. mación sobre los movimientos de los clanes considerados enemigos, a los 54. AGN, República, Gobernacionesque prestaban servicios a la “patria” en diferentes guerras y a los que se Riohacha, legajo 4, ff. 098 v. 1834. establecieran en pueblos. De esta manera, se gratificó al capitán Pablo Gil 55. Fue necesario que la gobernación de Riohacha enviara una circon diez cabezas de ganado vacuno en compensación por haber perdido cular a las diferentes parroquias dos parientes suyos en la guerra que la provincia de Riohacha encabezó para invitar a los hacendados a colaborar con la gratificación en 1830 contra el general Rafael Urdaneta. Gil acompañó a las huestes de del capitán Gil, porque reconoPedro Carujo, las cuales fueron derrotadas en inmediaciones de El Molino cían no solamente su valor en la guerra, sino porque así “[…] por las tropas de José Félix Blanco en 183155. Al capitán Basilio Bermúdez se iría a evitar la obstrucción de se le gratificó en una ocasión con “herramientas, semillas y vestidos para los caminos, los robos y tal vez el rompimiento de una guerra”. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 1, ff. 197 r. 1832.

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los indígenas de su parcialidad”, además de ochenta machetes, cuarenta hachas, treinta azadas y tres piezas de coleta, los cuales sumaron doscientos cuarenta pesos56. En otra ocasión, se gratificó con treinta y dos pesos al jefe Pedro Quinto, quien llegó a Riohacha a visitar al gobernador en compañía de tres jefes más57. Por su participación en el combate de Carazúa, en la Guerra de los Mil Días, en el que Dolores hizo estragos en las fuerzas venezolanas lideradas por el general Dávila, el presidente José Manuel Marroquín le envió cien mil pesos de gratificación, y así selló una alianza que aunque no había logrado el objetivo de unificar políticamente a los Wayuu, sí permitía contar con un aliado permanente en territorio étnico58. La dimensión adquirida por las gratificaciones como un mecanismo del Estado colombiano para granjearse el apoyo y reconocimiento de los clanes se convirtió de hecho en una política pública básica para mantener alianzas con los Wayuu. La representación del comandante de la línea militar Sinamaica-Las Guardias en 1845, del vecino Estado de Venezuela en la zona, ayuda a comprender de mejor manera la importancia de este mecanismo: “Cómo podré de dejar de recompensar a un indio que se desprende de su casa en la Goajira, para venir a esta casa fuerte [de la Guardias] con el único fin de avisarme de algún proyecto maquinado por los enemigos; o el día y hora en que otros se disponen para salir y sorprender y robar este vecindario; ¿de qué manera pueden evadirse o excusarse estos gastos, cuando para alguna salida o persecución contra los coçina [segmento étnico Wayuu dedicado a la guerra] es indispensable tomar y pagar indios que nos dirijan por vías escudadas que aseguren el buen éxito de la operación?, ¿Cómo hará esta comandancia, sin ofrecer gratificaciones concurran a hacer cuerpo en una expedición contra los coçina?”59

56. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 4, ff. 352 v. 1834.

Es posible que las autoridades de Riohacha hayan observado y practicado los rituales de reciprocidad y compensación que rigen la vida social de los guajiros para llevar de mejor manera el trato que se debía tener con ellos. En efecto, sabemos que los conflictos que afectan a los Wayuu están atravesados por estos principios, que se convierten en la médula de su sociedad, ya que influyen en las esferas política, moral, económica y de derecho60. Entre los Wayuu se considera que un agravio u ofensa recibida por una persona tiene que ser compensada o pagada de acuerdo al grado de afectación que se genere; la compensación va más allá de las individualidades para situarse en lo colectivo, en lo público, lo cual implica la participación de parientes en diversos grados61. Quizás este principio de reciprocidad estaba actuando también por fuera de los conflictos para

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57. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 11, ff. 423 r. 1839. 58. Carlos Eduardo Jaramillo, Los guerrilleros del novecientos, 88. 59. Archivo de la Cancillería de Venezuela [ACV], Reducción y Civilización de Indígenas del Estado Zulia, Caja 136, Expediente 27, ff. 78 r. 1845. 60. Eduardo Barrera Monroy, Mestizaje, comercio y resistencia. La Guajira en la segunda mitad del siglo xviii, (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2000), 45. 61. Benson Saler, “Principios de Compensación y el valor de las personas en la sociedad Guajira”, Montalbán 17 (1986): 53-65.

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situarse en todas las dimensiones de la vida cotidiana a través de gestos rituales de amistad. Como sostiene Lévi-Strauss, los intercambios —regalos—, son guerras resueltas en forma pacífica62. Posiblemente las gratificaciones dadas a los jefes indígenas fueron perfectamente calculadas por las autoridades con el objeto de comprometer al clan en su conjunto, en lo que Marcel Mauss llama un sistema de prestaciones totales, porque es todo el clan el que adquiere compromisos, por lo que posee y lo que hace por intermedio de su jefe63. Como se observa, durante el siglo xix las alianzas políticas con los clanes como recurso y estrategia para articular políticamente a los Wayuu, se vieron mediadas en la práctica por los intereses de los clanes, quienes no se convirtieron en meras fichas del proyecto de formación y consolidación del Estado colombiano. Es posible ver que tal articulación también pasó por sus propias necesidades y oportunidades en el contexto de la República. 4. La regularización del comercio y delimitación territorial de la provincia de Riohacha La importancia que fueron adquiriendo los intercambios de bienes entre nativos y vecinos en la provincia de Riohacha, así como las alteraciones del orden público surgidas de su dinámica, obligaron a las autoridades a intervenir en el desarrollo del comercio. Para ello, la gobernación de Riohacha y el gobierno central emitieron reglamentaciones que buscaban “normalizar” y “normatizar” el comercio indígena con los vecinos en la zona, no porque representara un rubro económico de primer orden para la “nación”, sino porque de su buen manejo dependía la estabilización política del área, dada la capacidad de movilización de fuerzas que tenían los indígenas en caso de algún conflicto. La reglamentación del comercio estuvo acompañada por una delimitación del territorio de la provincia de Riohacha, en oposición o diferencia con relación al territorio nativo. En ese orden, el gobernador de Riohacha, Nicolás Prieto, emitió en 1833 un decreto en el que se contemplaban los siguientes artículos y medidas: 1. Empadronamiento por parte de los jefes políticos de los indígenas que se hallaban viviendo en la provincia de Riohacha y que quisieran voluntariamente ser considerados como vecinos; 2. los nativos que no quisiesen ser empadronados deberían desalojar los predios territoriales de la provincia y regresar a la Guajira; 3. los nativos encontrados con armas o sin ellas en la provincia, que no estuviesen empadronados y no tuvieran permiso o pasaporte de la gobernación serían considerados como salteadores y serían juzgados conforme a las leyes del Estado; 4. los nativos empadronados tenían que acatar las leyes del Estado; 62. Claude Lévi-Strauss, Las estructuras elementales del parentesco (Buenos Aires: Paidós, 1991), 107-108.

63. Marcel Mauss, Ensayo sobre el don. Forma y función del intercambio en las sociedades arcaicas (Buenos Aires: Katz, 2009), 77. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 80-103


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5. los indígenas que fueran empadronados no podrían transitar libremente de una parroquia a otra sin el debido permiso de algún juez, en ningún caso podían ir armados; 6. ningún nativo empadronado podía ir al territorio étnico sin pasaporte de la gobernación, al que pasara el río Calancala para internarse en la Guajira sin el debido pasaporte sería borrado y no se le permitiría regresar; 7. las vías habilitadas para los indígenas con el objeto de hacer el comercio serían las bocas del río Calancala, y debían dejar allí sus armas; 8. cualquier nativo que estuviese viviendo en la provincia y que ocultara algún indígena no empadronado sería expulsado de la provincia; 9. los nativos autorizados para hacer el comercio en Riohacha estarían en la ciudad entre las seis de la mañana y las cuatro de la tarde; 10. todo indígena que deseara radicarse en la provincia tendría que presentarse ante los jueces y éstos emitirían un salvoconducto que utilizaría para movilizarse; 11. la distinción entre indígenas empadronados y los que no lo estaban radicaría en el uso de pantalones y camisas por parte de los empadronados; 12. era deber de los ciudadanos delatar a los indígenas que no tuvieran los distintivos ya fuese en salvoconducto o ropa; y 13. en el pueblo de Soldado también se aplicarían tales reglas64. En esta reglamentación se observan una fuerte intención de control social y territorial que implicaba la nominalización de los indígenas que estuvieran dentro o fuera del territorio de la provincia. Así, los nativos podían adquirir la categoría de vecino si decidían vivir en la provincia de Riohacha y no en el territorio nativo, las áreas se diferenciaban claramente sobre la negación de una de ellas65. De esta manera, los que habitaban al sur del río Calancala, es decir en predios de la provincia, eran los que estaban bajo el manto del régimen civil y de policía del Estado, tenían derechos y obligaciones; los que se hallaban al norte del río, estaban por fuera 64. AGN, República, Gobernaciones-Riohacha, legajo 2, ff. 358 r.-359 r. 1833. Diez años más tarde, en 1843, la Cámara provincial arreciaba el control sobre los nativos residentes cerca o en la hist. crit. No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 80-103

ciudad con medidas que intentaban disciplinar y controlar los cuerpos: “Los indígenas goajiros residentes en la ciudad que se encuentren por las calles sin mantas, y los trabajadores en el puerto que están desnudos, y los que hagan sus necesidades de exonerar el vientre en la calle de la marina o en cualquiera otra de la ciudad, serán reducidos a arresto por 24 horas o pagarán una multa por 2 pesos”. Cámara Provincial de Riohacha, Ordenanzas de la Cámara provincial de Riohacha expedidas en las sesiones de 1843 (Cartagena: Imprenta de Francisco de Ruiz, 1843), 76. Biblioteca Nacional de Colombia, Miscelánea, n. o 788. 65. La representación cultural hegemónica, como lo ha mostrado Nathaly Rodríguez, crea nociones y mentalidades en contra de otros colectivos, y ayuda a una fabricación expresa de identidad social y cultural. Nathaly Rodríguez Sánchez, “De fronteras, bárbaros y civilizados. Construyendo nación en Colombia. Unión nacional, ciudadanía y diferenciación 1810-1850”, en Leopoldo Múnera Ruiz y Nathaly Rodríguez Sánchez eds., Fragmentos de lo Público-Político. Colombia siglo xix (Medellín-Bogotá: La Carreta/Universidad Nacional de Colombia, 2009), 135. Por otra parte, la categoría de “vecino” implicó una distinción: eran los habitantes urbanos y rurales que habían establecido su domicilio en algún pueblo con el ánimo de permanecer en él por un determinado tiempo; era el habitante varón de su localidad, católico, de reconocida reputación y miembro de una comunidad política que adquirió deberes, obligaciones y derechos. Para una relación entre los términos de vecino y ciudadano en el período 1750-1850 puede verse a Cristóbal Aljovín de Losada, “‘Ciudadano’ y ‘vecino’ en Iberoamérica, 1750-1850: Monarquía o República”, en Javier Fernández Sebastián dir., Diccionario político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750-1850 (Madrid: Fundación Carolina/Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales/Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2009), 184-185.

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de la “civilización” y ausentes de toda implicación jurídica por parte de las autoridades y las instituciones. Judith Butler sostiene, por ejemplo, que el Estado no solamente tiene una función vinculante con comunidades de diverso origen, sino también excluyente, de destierro y expulsión, que pueden darse por medios emancipatorios (“dejando ir o “liberando”) o a través de prisiones66. En este sentido, la voluntariedad que se observa en el artículo primero no es más que un sofisma que esconde precisamente la voluntad de exclusión plenamente consciente por parte de las autoridades de la provincia. Este decreto emitido por la gobernación de Riohacha también contemplaba tres dispositivos de control social y político que incluían la identificación individual, la tipificación de delitos y distintivos corporales y jurídicos a través de la ropa y el salvoconducto. En efecto, el empadronamiento implicaba la identificación de los nativos en un censo que tenía como objeto “develar” su existencia para el Estado a través de una cifra numérica, la cual permitía conocer su ubicación y familia, entre otros aspectos. Benedict Anderson ha mostrado cómo “La ficción del censo es que todos están incluidos en él, y que cada quien tiene un lugar —y sólo uno— extremadamente claro. Nada de fracciones”67. El empadronamiento, por tanto, actuaría en la consecución de las certezas que el Estado debía tener con relación a los nativos de la Guajira. Por otra parte, la tipificación de los delitos actuaba como complemento de la identificación del indígena, pues si no se encontraba registrado en el censo y ocupaba un lugar que no era su territorio ancestral, se le identificaba como “salteador”, delito que se juzgaba por las leyes del Estado y consecuentemente permitía a éste incorporar, en una fase transitoria, al individuo penalizado para ser “tratado”. De otro lado, el uso de distintivos en pantalones y camisas por parte de los indígenas nos remite, al decir de Foucault, a un tipo de tecnología política del cuerpo que nos recuerda unas relaciones de poder y subordinación, las cuales a menudo son matizadas y hasta ocultadas por la recurrencia al cuerpo vestido como símbolo de la civilización68. Norbert Elias ha mostrado cómo el llamado proceso de civilización ha implicado también la imposición del autocon66. Judith Butler y Gayatri Chakravorty Spivak, ¿Quién le canta al trol de los cuerpos y de las emociones, y en el cual el vestido oculta las Estado- Nación?, 45. partes del cuerpo que nos recuerdan un pasado “salvaje”69. 67. Benecit Anderson, Comunidades Tres meses después de emitidos los decretos por la gobernación, imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo un grupo de ciudadanos miembros de una sociedad que se hacía llamar [1993] (México: Fondo de Cultura Económica, 2000), 231. “Riohacheros defensores de la Constitución y Leyes del Estado”, le remitieron al Presidente Santander una comunicación en la que hacían un análisis 68. Michel Foucault, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión (México: de las relaciones civiles y comerciales entre los indígenas guajiros y los crioSiglo xxi, 1984), 30. llos de la provincia de Riohacha. En ella, los miembros de la Sociedad narran 69. Norbert Elias, El proceso de la cronológicamente los males que los Wayuu habían recibido de los criollos y civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas (México: Fondo de Cultura Económica, 1997), 99-253.

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“[…] animados de los más buenos sentimientos a favor de las tribus de indígenas conocidas bajo el nombre de Goajiros, testigos de sus desgracias, ante Vuestra Excelencia, respetuosamente dicen: Que la sensibilidad padece de un modo extraordinario el contemplar la desgraciada condición a que se hayan reducidas poblaciones numerosas que pudiendo cooperar a hacer más respetable y fuerte el Estado hoy son miembros inútiles y algunas veces perjudiciales por falta de civilización y por carencia de justicia de parte de las autoridades de Riohacha y sus subalternas de la provincia”70. Este documento sorprende por varias razones. En primer lugar, está dirigido al Presidente de la República y no al gobernador de la provincia, lo cual pudiera estar sugiriendo cierto distanciamiento de los miembros de la Sociedad con el manejo de la cuestión indígena por parte del gobernador. En segunda instancia, es interesante el desplazamiento del foco de análisis que hace de la situación, ya que no achaca los males de la provincia de Riohacha al actuar de los indígenas, sino a la provocación ejercida por los criollos, que generaron una reacción violenta de defensa por parte de los nativos71. Este informe incidió para que el Presidente Francisco de Paula Santander emitiera un decreto por el cual se regularizaban las relaciones comerciales, civiles y políticas entre indígenas y criollos. Vale la pena citar el encabezamiento del mencionado decreto, porque contrasta con el que emitió el gobernador de Riohacha: “Vistos los informes de la Gobernación de Riohacha de 7 y 19 de marzo, y 8 de junio del presente año, y la memoria dirigida al Gobierno por la sociedad nombrada “Defensores de la Constitución y Leyes del Estado”, en que se experimentan las dificultades que a cada paso se tocan en las relaciones comerciales y civiles entre los habitantes de la provincia y las tribus Goajiras, y las fatales consecuencias que se experimentan permanentemente, hasta llegar el caso de hacerse una guerra de exterminio […]”72. Por su parte, el encabezamiento del decreto emitido por el gobernador de Riohacha se expresa de la siguiente manera: “1°. Que los robos y depredaciones que con frecuencia cometen en el territorio de la provincia las tribus Goajiras son originados en gran parte en la libertad que tienen de entrar y salir en él, sin respetar nuestras leyes. 2°. Que es necesario hacer entender a los indígenas que vienen a habitar entre nosotros, que serán castigadas las faltas que cometan, según esas mismas leyes.

70. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 2, ff. 901 r. 1833. El acta de instalación y los estatutos de la Sociedad pueden consultarse en este mismo legajo entre los folios 418 r. y 423 v. 71. El documento puede consultarse completo en AGN, República, Gobernaciones-Riohacha, legajo 2, ff. 901 r. a 908 r. 1833. 72. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 2, ff. 896 r. 1833.

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3° Que para el artículo 3° de la ley de 11 de marzo de 1825 me está encomendado de cuidar la seguridad y tranquilidad de los habitantes de la provincia y de sus propiedades; y 4° En fin: que para hacer esta seguridad efectiva, es necesario dictar medidas de policía respecto a los indígenas mencionados, que frecuentan el territorio, y habitan en él […]”73. La comparación del encabezamiento de ambos decretos revela la percepción y orientación que una y otra autoridad le daban al manejo de las relaciones con los indígenas. El gobernador se inclinaba por un tratamiento policivo-punitivo y el presidente, por el contrario, creía más en un trato persuasivo con protección a los indígenas como veremos por los contenidos de este decreto. Éstos, planteaban que: Artículo 1.o La gobernación debía por sí o por intermedio de otra persona de reconocida honradez inspirarles confianza y buen trato a los indígenas, quienes serían tratados como granadinos y sus bienes y personas no sería ofendidos; Artículo 2.o La gobernación debía insistir en hacer uso del manejo de fondos de gratificaciones para ir atrayendo a los nativos a la sujeción; Artículo 3.o Cualquier propiedad tomada por la fuerza a los indígenas sería devuelta en especie o su equivalente indemnización y el juez correspondiente verificaría que así sucediera; Artículo 4.o Los vecinos de la provincia de Riohacha que quisiesen pasar al territorio étnico a negociar con los nativos debían tener un pasaporte expedido por la gobernación; Artículo 5.o El gobernador trataría de impedir por medios prudentes que los nativos viajasen armados, y debía procurar que las autoridades velaran para que no se les maltratara o robara, y se castigara con prontitud a quien cometiera tales faltas; Artículo 6.o A los vecinos que se les haya observado mal comportamiento en el territorio étnico les sería prohibido volver a comerciar allí; Artículo 7.o La gobernación levantaría un empadronamiento de los indígenas que voluntariamente expresaran su deseo de ser considerados vecinos; Artículo 8.o Se señalaban las bocas del río Calancala y la casa de teja en El Salado como sitios de tránsito para el comercio, allí mismo se debían dejar las armas que llevaren consigo; Artículo 9.o Todo trato o contrato con los indígenas tenía que estar vigilado por el jefe político con el objeto de impedir el engaño de los nativos74. Como se deduce, la prudencia, moderación, buen trato y estricta vigilancia de las autoridades de Riohacha para la protección de los indígenas se impuso en el decreto emitido por el Presidente Santander. Los agasajos, las gratificaciones y la amistad eran los fundamentos para mejorar el comercio nativo-criollo y 73. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 2, ff. 538 r. 1833. articular políticamente de manera pacífica a los Wayuu. 74. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 2, ff. 896 r.-898 v. 1833.

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En 1856, el gobernador de Riohacha, actuando como Prefecto del Territorio Guajiro, propuso una reglamentación del comercio por mar y tierra con el territorio mencionado, en ésta se buscaba controlar la extracción de sal en las salinas de El Pájaro. En efecto, el decreto de la gobernación señalaba que cualquier embarcación, grande o pequeña, que circulara por mar hacia la Guajira, debía tener el debido permiso expedido por la gobernación, el cual constaba de una guía de productos y una fianza de quinientos pesos para las embarcaciones grandes y doscientos para las pequeñas, a favor de la gobernación. El horario de carga y movilidad era de seis de la mañana hasta las seis de la tarde, y después, del embarque tenían que pasar por los sitios autorizados por la aduana de Riohacha para corroborar la carga y poder calcular el valor del arancel a pagar75. Con respecto al comercio terrestre, no había mucha novedad con relación a lo estipulado en 1833: se necesitaba el debido permiso de la gobernación para internarse en Territorio Guajiro con el objeto de hacer el comercio; presentar una fianza de doscientos pesos y los permisos no se darían por más de cincuenta días76. El impulso y a la vez control del comercio indígena en la Guajira fue una estrategia que el Estado colombiano desplegó para impedir el contrabando, el mercadeo irregular de los indígenas y la circulación de armamento de guerra por mar y tierra. Con ello, se esperaba incrementar la dependencia de los nativos hacia la ciudad de Riohacha para abastecerse de lo que necesitaban y abandonasen las actividades contrabandistas que realizaban con extranjeros en los puertos de la Alta Guajira. No menos importante era que la pretendida dependencia deviniera en una sujeción política de los guajiros a las leyes del Estado. Sin embargo, el control del comercio no pasó de ser un anhelo, puesto que en la práctica las autoridades no tenían los recursos necesarios para ello: había poco o ningún pie de fuerza en las costas del norte, por donde los indígenas mantenían un activo contrabando con extranjeros, además de una débil aduana que se encontraba en la ciudad de Riohacha77. Conclusiones La formación y consolidación del Estado en Colombia supuso la unificación de gentes, territorios y culturas en torno a un proyecto nacional, en el que las élites vieron la oportunidad de “integrar” a indígenas y afrodescendientes con el objeto de vincularlos al mercado y la sociedad; tal integración partía del supuesto que indios y negros eran iguales ante la ley78. Sin embargo, tal unificación e integración no fue impuesta de manera instrumental a través de normas emanadas por el sistema jurídico y las instituciones del Estado, sino que en no pocas ocasiones tuvieron que ser adaptadas por las circunstancias de la interacción y las prácticas sociales de los grupos implicados. El concepto

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75. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 23, ff. 332 r.-334 v. 1856. 76. AGN, República, GobernacionesRiohacha, legajo 23, ff. 334 v.1856. 77. Muriel Laurent, Contrabando en Colombia en el siglo xix. Prácticas y discursos de resistencia y reproducción (Bogotá: Uniandes/Ceso, departamento de Historia, 2008), 147. 78. Frank Safford, “Race, Integration, and Progress: Elittes Attitudes and the Indian in Colombia, 1750-1870”, The Hispanic American Historical Review 71: 1 (1991): 1-33.

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79. Pierre Bourdieu, El sentido práctico (Madrid: Taurus, 1991), 137-165. 80. Uno de los casos más ilustrativos de negociaciones entre comunidades indígenas y el Estado colombiano se dio en el Cauca a mediados del siglo xix, donde los nativos en no pocas ocasiones obligaron a las instituciones estatales y partidos políticos a comprometerse y respetar sus resguardos y organización política. Lo hicieron redefiniendo, desde sus necesidades, el concepto de ciudadanía sin renunciar a su identidad indígena, y así generaron lo que James Sanders denomina “republicanismo indígena”. James Sanders, “Pertenecer a la gran familia granadina. Lucha partidista y construcción de la identidad indígena y política en el Cauca, Colombia (1849-1890)”, en Claudia Leal y Carl Langebaek comps., Historias de raza y nación en América Latina, (Bogotá: Universidad de los Andes, 2010), 95-133. Similar orientación subyace en Sergio Paolo Solano de las Aguas y Roicer Alberto Flórez Bolívar, “Resguardos indígenas, ganadería y conflictos sociales en el Bolívar Grande, 1850-1875”, Historia Crítica 34 (2007): 92-117. 81. La recurrencia a tratados de amistad con los nativos independientes no fue exclusiva de la Guajira, pues las provincias del Cono Sur en Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe firmaron tratados con los Ranqueles y los Pampas; la provincia de Mendoza acordó una paz con los Pehuenches, y Corrientes hizo lo propio con los Abipones. En México, los representantes de Iturbide firmaron tratados con los Caddos en 1821, y con los Apaches Lipán y los Comanches en 1822. Para una mirada comparativa de las relaciones entre autoridades estatales y grupos indígenas independientes entre 1700 y 1850, véase a David Weber, Bárbaros. Los españoles y sus salvajes en la era de la ilustración (Barcelona: Crítica, 2007), 395-396.

de prácticas sociales, como lo define Pierre Bourdieau, permite mostrar el engranaje de las disposiciones normativas con el accionar de los individuos y grupos sociales desde sus necesidades concretas79. En ese orden de ideas, el presente trabajo ha mostrado de qué manera se intentó desarrollar la articulación política de las comunidades Wayuu con respecto al Estado colombiano en el período 1830-1880, no como un proceso impositivo, sino sobre formas concertadas, adaptadas y acomodadas a dinámicas históricas relacionadas con la construcción nacional y las necesidades de los indígenas80. A la postre, la anhelada articulación tuvo resultados precarios. El Estado colombiano concentró sus esfuerzos en fortalecer a Soldado y El Paso, poblados que bordearon el territorio nativo durante buena parte del siglo xix. Sin embargo, también hay que decir que estos pueblos fueron “erigidos” en lugares donde vivían previamente comunidades indígenas, y que además eran “pasadizos” para el contrabando de mercaderías que iban de la Guajira a Valledupar y viceversa. Allí se nombraron misioneros, alcaldes y capitanes indígenas; con estos últimos la gobernación de la provincia, siguiendo la tradición colonial, estableció alianzas con jefes nativos con el objeto de articular políticamente a las parcialidades no sujetas. Los tratados que hizo la gobernación de Riohacha con jefes como Pablo Gil, Basilio Bermúdez y José Dolores, entre otros, muestran cómo la recurrencia a la mediación fue una estrategia clave para la consecución de la articulación política de los indígenas al Estado colombiano. Sin embargo, otra vez la estructura política descentralizada de los guajiros y la falta permanente de recursos se convirtió en una dificultad para las autoridades estatales en la pretendida unificación de los clanes81. Los misioneros capuchinos y los curas diocesanos fueron desplegados en la Guajira como otro medio “persuasivo” para lograr la sujeción de los nativos a través de los preceptos cristianos, sin embargo, su labor fue limitada en la medida en que no contó con el apoyo de todos los jefes indígenas y la clase política de Riohacha. Precisamente, personajes conocedores de la sociedad indígena guajira como el obispo José Romero, recomendaron nombrar autoridades nativas en los pueblos de misión con el objeto de entenderse de mejor manera con los indígenas, pero a la postre esta idea tampoco dio los frutos esperados. Para complementar estas estrategias, se implementaron las gratificaciones a los nativos, que también fueron compartidas por las autoridades del Estado venezolano. Éstas se convirtieron en un mecanismo

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para establecer acercamientos, alianzas y pactos con los distintos clanes. Se gratificaba por diversas acciones: llegar a comerciar con las poblaciones criollas, avisar sobre contrabando en las costas, alertar sobre los movimientos de las parcialidades consideradas enemigas y desarrollar “espionaje” sobre los movimientos de las tropas del Estado vecino. Las gratificaciones también mostraron cómo las autoridades estatales no solamente tuvieron en cuenta la práctica del ritual de compensación que rige la vida social de los Wayuu, sino también su puesta en práctica para mejorar las relaciones con los nativos. El impulso pero a la vez control del comercio indígena que intentó realizarse por mar y tierra fue una estrategia de las autoridades colombianas para acabar con el mercadeo irregular y el contrabando que se realizaba con extranjeros en las costas del norte de la península de la Guajira. Tales medidas, si bien buscaban incrementar la dependencia de los guajiros hacia Riohacha y así lograr una dependencia y sujeción política a las leyes del Estado, también estuvieron limitadas por la precariedad de los recursos con que se contaba: poco pie de fuerza marítima y una sola aduana ubicada en la ciudad de Riohacha. Los indígenas ubicados en la Alta Guajira siguieron en gran parte sin una sujeción real a las leyes y autoridades del Estado colombiano, en cambio, intercambiaron libremente bienes con contrabandistas de Aruba, Curazao y Jamaica.

Bibliografía Fuentes

primarias

Archivos: Archivo General de la Nación (AGN), Bogotá, Colombia, Sección República, Fondos: GobernacionesRiohacha, Indios y Ministerio de Relaciones Exteriores. Archivo de la Cancillería de Venezuela, Caracas, Venezuela. Reducción y Civilización de Indígenas del Estado Zulia, Caja 136, Expediente 27. Publicaciones periódicas: El Constitucional de Maracaibo, 71, 1 de abril de 1838. Fuentes primarias impresas: Cámara Provincial de Riohacha. Ordenanzas de la Cámara Provincial de Riohacha expedidas en las sesiones de 1843. Cartagena: Imprenta de Francisco Ruiz, 1843.

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Informe del Prefecto de la Provincia de Padilla sobre usos y costumbres de los indígenas Guajiros y Arhuacos. Riohacha: Imprenta de Juan B. Ceballos, 1889.

Fuentes

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El federalismo en la historiografía política colombiana (1853-1886)

Federalism in Colombian political historiography (1853-1886)

Resumen

Abstract

Entre 1853 y 1885 el federalismo fue un principio

Between 1853 and 1885, the governing principle of

de gobierno prácticamente incuestionable entre las

federalism was practically unquestioned by Colom-

élites colombianas. Pese a la abundante historio-

bian elites. Despite the abundant historiography

grafía sobre el período, el significado que los acto-

on the period, what federalism meant to different

res le asignaron y el proceso político en torno a su

actors, and the politics of its institutionalization,

institucionalización no han sido abordados siste-

have not been systematically addressed. This

máticamente. Este trabajo revisa la historiografía

article reviews this historiography searching for

y busca pistas para responder tales interrogantes.

clues with which to answer these questions. It first

Primero describe el vacío historiográfico sobre el

describes the gap in the historiography regarding

problema; luego lo examina en la perspectiva de

the problem. Then it examines the topic from the

la historiografía sobre la formación del Estado; en

perspective of the literature on state formation.

tercer lugar explora las explicaciones más corrien-

Third, it examines the most current explanations

tes sobre la adopción del federalismo; y finalmente

regarding the adoption of federalism. The article

realiza un balance y ofrece algunas perspectivas.

ends with a discussion of where we stand on the question and offers some perspectives.

Edwin Cruz Rodríguez

Palabras clave

Key Words

Historiografía, federalismo, Colombia, radicalismo.

Historiography, federalism, Colombia, radicalism.

Politólogo de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá, Colombia), y especialista en Análisis de políticas públicas de la misma universidad. Magister en análisis de problemas políticos, económicos e internacionales contemporáneos Universidad Externado de Colombia (Bogotá, Colombia). Estudiante del doctorado en Estudios políticos y Relaciones Internacionales Universidad Nacional de Colombia (Bogotá, Colombia). Sus intereses investigativos son las relaciones entre historia y teoría política, historia conceptual e historia conceptual del federalismo en Colombia. Es integrante del grupo de investigación en Teoría Política Contemporánea “Teopoco” de la Universidad Nacional de Colombia (Categoría A1 en Colciencias). Entre sus últimas publicaciones se encuentran: en coedición con Leopoldo Múnera Ruíz, La Regeneración revisitada, pluriverso y hegemonía en la construcción del Estado nación en Colombia (Medellín: La Carreta Editores-Universidad Nacional de Colombia, 2011); “Movimientos indígenas en Bolivia y Ecuador: la lucha por el Estado plurinacional en perspectiva histórica”. Revista Encuentros Latinoamericanos 9 (2009): 16-54; “Identidad y discurso político en los movimientos indígenas: los casos de Bolivia y Ecuador”. Cuadernos de Estudios Latinoamericanos 6 (julio-diciembre de 2009): 61-91. ecruzr@unal.edu.co

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Introducción La Constitución liberal de 1853 dio paso a una dinámica de unificación de las provincias que pronto redundó en la creación de Estados federales soberanos, empezando por Panamá1. Bajo el gobierno conservador de Ospina Rodríguez (1858), el federalismo fue ratificado como ordenamiento constitucional por una convención bipartidista. Al poco tiempo, en 1859, sectores liberales se levantaron contra el gobierno de Ospina por considerar que algunas de sus disposiciones vulneraban la soberanía de los Estados, que reasumieron su soberanía y establecieron pactos de unión federal (1861), luego ratificados en la Convención de Rionegro2. La Constitución de 1863, signada por el exclusionismo liberal, instauró un régimen federal radical acompañado de los más amplios derechos y garantías individuales y la limitación de los poderes del gobierno central para intervenir en los Estados. Esta forma de gobierno estaría vigente hasta 1885, cuando otra guerra civil permitió la instauración de un régimen centralista bajo la Constitución de 1886.

Ï El artículo es resultado del proyecto de investigación “Historia de lo públicopolítico en Colombia Fase II. La consolidación del Estado nacional”, financiado por la Dirección de Investigaciones de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá, Colombia), (código 2020100). El autor agradece los comentarios y orientaciones del profesor Leopoldo Múnera Ruiz a versiones anteriores de este trabajo. 1. La Constitución de 1853 entregó facultades a las provincias para que se dieran su propia Constitución, como lo hicieron las treinta y seis existentes entre 1853 y 1856, con un total sesenta y una Constituciones provinciales. Álvaro Tirado Mejía, Descentralización y centralismo en Colombia (Bogotá: Fundación Fredrich Naumann-Oveja Negra, 1983), 47. El presidente Obaldía sugirió, en marzo de 1855, consolidar las provincias existentes en nueve entidades. Al año siguiente, el acto legislativo que reformó la Constitución en su artículo 12 dejó abierta la puerta a la formación de nuevos Estados. Desde ahí hasta la formación de los nueve Estados soberanos se produjeron debates

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entre provincias para unificarse. A partir de la reunión de provincias, en 1855 se crearon los estados soberanos de Panamá y Antioquia, en 1856 se crearían los de Santander, Cauca, Cundinamarca, Boyacá, Bolívar y Magdalena, y en 1860 el del Tolima. Antonio Pérez Aguirre, 25 años de historia colombiana 18531878. Del centralismo a la federación (Bogotá: Editorial Sucre, 1959), 72. 2. Las leyes nacionales de 1859 promovidas por Ospina contenían el control nacional de las fuerzas armadas y el derecho de inspección de las elecciones estatales, y se consideraron causas de la posterior Guerra. En junio de 1860 la Asamblea de Santander, entonces el órgano más poderoso del Estado, aprobó la propuesta de separarse de la Unión y reasumir su soberanía. Ospina ordenó intervenir el Estado. Posteriormente, el conflicto estalló en Bolívar liderado por el General Juan José Nieto y en el Cauca en cabeza de Mosquera. Frank Safford y Marco Palacios, Colombia: país fragmentado, sociedad dividida (Bogotá: Norma, 2002), 423-427; David Church Johnson, Santander siglo xix. Cambios socioeconómicos (Bogotá: Carlos Valencia Editores, 1984), 168-169; y Antonio Pérez Aguirre, 25 años, 94-95. Ver también: María Teresa Uribe de Hincapié y Liliana María López Lopera, La guerra por las soberanías. Memorias y relatos de la guerra civil de 1859-1862 en Colombia (Medellín: La Carreta Editores, 2008).


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3. Tirado sostiene que hay una “hegemonía liberal” desde 1849 hasta 1885, exceptuando los gobiernos de M.M. Mallarino (1855-57), Mariano Ospina Rodríguez (1857-1861) y Melo (1854). Álvaro Tirado Mejía, El Estado y la política en el siglo xix (Bogotá: El Áncora Editores, 1981), 41. González afirma que en el proceso de formación del Estado las guerras de 1861, 1876 y 1885 estuvieron signadas por la definición del tipo de régimen político, unitario o federal. Fernán González, Partidos, guerras e Iglesia en la construcción del Estado Nación en Colombia (1830-1900) (Medellín: La Carreta Editores, 2006). 4. En 1875, de cara a su postulación presidencial, Núñez prometió a los conservadores una reforma que acentuaría el federalismo, dando mayor autonomía a los Estados sobre las elecciones y asuntos religiosos. Jorge Orlando Melo, “Del federalismo a la Constitución de 1886”, Nueva Historia de Colombia, ed. Álvaro Tirado Mejía (Bogotá: Planeta, 1989), 28. 5. Helen Delpar, “Aspectos del faccionalismo liberal en Colombia: 1875-1885”, El siglo XIX en Colombia visto por historiadores norteamericanos, ed. Jesús Antonio Bejarano (Medellín: La Carreta Editores, 1977), 348-349. 6. El programa del Partido Conservador en 1878 rechazó el federalismo en los siguientes términos: “Nuestro partido, que es decididamente defensor de la unidad nacional, no ha sido federalista ni lo es en su gran masa, por convicción y por temperamento, y considera que la actual federación de Estados soberanos es una verdadera anarquía y conduce a la república fatalmente a la disolución […]”. Fundación Futuro Colombiano, “Programa de 1878”, en El pensamiento del conservatismo colombiano (Bogotá: Fundación Futuro Colombiano, 1986), 26. Se ha sostenido que los conservadores en general y Mariano Ospina en particular no aceptaron

Pese a la “hegemonía liberal” y a la conflictividad que caracterizó el período comprendido entre 1853 y 18863, es sorprendente el acuerdo que existió entre los actores protagónicos del proceso político sobre la pertinencia del federalismo, principio prácticamente incuestionable. Si bien el principal soporte del federalismo fue el ala radical del Partido Liberal, cuando su hegemonía fue cuestionada en 1875, una de las acusaciones de los nuñistas, el federalismo por convicción, sus principales opositores, era que no ressino como una táctica política petaban la soberanía de los Estados, lo que que les permitiera refugiarse en los Estados de las reformas quiere decir que no tenían un desacuerdo liberales nacionales. Frank fundamental con el federalismo4. Empero, Safford y Marco Palacios, Colombia, 412-413. José de la todas las fracciones liberales habían maniVega, La federación en Colombia (1810-1912) (Bogotá: abc, 1952), festado la necesidad de fortalecer el poder 164-165. Varios autores en el del gobierno federal para permitir que intersiglo xix sostuvieron que la aceptación de los conservaviniera en asuntos de orden público de los dores antioqueños del fedeEstados. Si no lo hicieron, fue por la dificulralismo en 1858, en cabeza de Ospina Rodríguez, más que en tad de conciliar diversos intereses en pugna una toma de partido a favor y los excesivos requisitos para la enmienda de esa forma de gobierno se explicaba por consideraciones de la Constitución de 1863. Por su parte, estratégicas para salvaguardar la religión y el conservatismo, ciertas fracciones del Partido Conservador y luego proyectarse nacionalaceptaron el federalismo cuando podían mente. Ver: Miguel Samper, “La protección (extractos) controlar uno o más Estados soberanos [mayo 29 de 1880], Los radicales como Antioquia, y más adelante Tolima del siglo xix. Escritos políticos, ed. Gonzalo España (Bogotá: y Cundinamarca5. Sólo en 1878 el Partido El Áncora Editores, 1984), 28. Justo Arosemena, Constitución Conservador se pronunció explícitamente de los Estados Unidos de Colombia en contra del federalismo, pero los concon antecedentes históricos y comentarios, Havre: Imprenta servadores antioqueños mantendrían una A. Lemale Ainé, 1870, reproposición independiente y favorable hacia ducido en Documentos para la historia del constitucionalismo éste6. Incluso Núñez, pese a su insistencia colombiano 5, ed. Carlos en que las naciones civilizadas iban de la Restrepo Piedrahíta (Bogotá: Universidad Externado de dispersión a la unidad mientras Colombia Colombia, 2005), 36-37. Sin embargo, también es posible hacía lo contrario, no abanderó claramente que el consenso bipartidista en torno al federalismo se explicara por la unificación temporal de las élites luego del golpe de Melo. Francisco Leal Buitrago, Estado y política en Colombia (Bogotá: Siglo xxicerec, 1989), 129.

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el centralismo, sino luego de proclamar que la Constitución de Rionegro había dejado de existir tras la guerra de 18857. Sin embargo, más sorprendente que el acuerdo en torno al federalismo es el cambio súbito hacia el centralismo con la Constitución de 1886. El régimen centralista se impuso inicialmente por una alianza entre liberales independientes —muchos de los cuales habían abanderado el principio federal— y conservadores. ¿Qué fue lo que los hizo cambiar de parecer tan súbitamente? Varios hechos permiten inferir que el federalismo mantenía su fortaleza como principio organizador del gobierno y que, en contraste con su adopción8, no hubo consenso en el momento de abrazar el centralismo: aún en 1886 se presentaban proyectos de Constitución de corte federal9; se discutía la denominación de las entidades territoriales en el seno del Consejo de Delegatarios encargado de redactar la Constitución; delegatarios caucanos como Reyes y Ulloa se oponían a que los Estados pasaran a llamarse Departamentos10; y más adelante, en 1898, las élites antioqueñas y caucanas se oponían a los intentos del gobierno central de dividir los departamentos11. Estos hechos plantean que la discusión sobre el federalismo iba más allá que un “federalismo de papel versus centralismo de papel”12. Explicar estas paradojas, el acuerdo en torno al federalismo y el cambio súbito hacia el centralismo no es posible si no se estudia la forma como los actores históricos del período lo concibieron, le dieron significado y lo experimentaron. Más allá de reducir el federalismo al resultado de las estrategias políticas de los distintos actores o de verlo como una teoría política que se aplica al diseño institucional en forma mecánica, es necesario comprender las concepciones, representaciones, sentidos y significados que los actores dieron al federalismo y la manera como éstos guiaron sus prácticas políticas, influyeron en los conflictos del período y forjaron órdenes institucionales. Ésta es una tarea que no se ha emprendido sistemáticamente en la historiografía colombiana. El presente trabajo revisa la historiografía política del período y busca solución a estos interrogantes. En primer lugar, describe el vacío historiográfico sobre el

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7. Hasta 1885 Núñez había visto la necesidad de moderar el federalismo, introduciendo un principio de solidaridad en el orden público que le permitiera al gobierno de la unión intervenir en los Estados como lo había hecho con la ley de orden público de 1880, pero se inspiraba en la Constitución de Estados Unidos. En consecuencia, seguía siendo federalista. Jorge Orlando Melo, “Núñez y la Constitución de 1886: triunfo y fracaso de un reformador”, Núñez y Caro 1886. Documentos del simposio Núñez-Caro, Cartagena, mayo de 1986 (Bogotá: Banco de la República, 1986), 116. 8. La adopción del federalismo hasta cierto punto supuso un consenso entre los dos partidos tradicionales. Entre 1853 y 1858 los principales cambios tuvieron lugar con Congresos de mayoría conservadora. Manuel Antonio Pombo y José Joaquín Guerra, Las Constituciones de Colombia, tomo iv (Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura colombiana, 1951), 40. 9. Al Consejo de Delegatarios de 1886 se presentaron tres proyectos de Constitución. Los de José María Samper y Sergio Arboleda mantenían en mayor o menor grado el sistema federal, mientras que el de Ospina Camacho retiraba la soberanía de los estados. Manuel Antonio Pombo y José Joaquín Guerra Las Constituciones, 199. 10. Academia Colombiana de Historia, Antecedentes de la Constitución colombiana de 1886 (Bogotá: Plaza y Janés, 1983), 80-101. 11. Jorge Orlando Melo, “Del federalismo a la Constitución de 1886”, Nueva Historia de Colombia, tomo i, ed. Tirado Mejía Álvaro (Bogotá: Planeta, 1989), 58. Luis Javier Ortiz Mesa, “La Regeneración en Antioquia-Colombia 1880-1903. Aspectos políticos”. (Tesis de Maestría en Historia Andina, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Quito: flacso, 1986), 184-210. 12. Marco Palacios, La clase más ruidosa y otros ensayos de política e historia (Bogotá: Norma, 2002), 149.

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13. Alexander Betancourt, Historia y nación (Medellín: La Carreta Editores E.U., 2007), 215. 14. Antonio Pérez Aguirre, 25 años y Los radicales y la Regeneración. Primera parte (Bogotá: Editorial Cromos, 1941); Eduardo Rodríguez Piñerez, El Olimpo Radical (Bogotá: Editorial Incunables, 1986); Lázaro Mejía Arango, Los radicales. Historia política del radicalismo del siglo xix (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2007). 15. Helen Delpar, Aspectos y Rojos contra azules. El Partido Liberal en la política colombiana 1863-1889 (Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1994); Fernán González, “Problemas políticos y regionales durante los gobiernos del Olimpo Radical”, Para leer la política. Ensayos de historia política colombiana, tomo ii (Bogotá: cinep, 1997) 189-208; Luis Javier Ortiz Mesa, et. al. Ganarse el cielo defendiendo la religión (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2002); Gonzalo España, La guerra civil de 1885. Núñez y la derrota del radicalismo (Bogotá: El Áncora Editores, 1985) y Carlos Holguín y el debate de la táctica (Bucaramanga: uis, 2003). 16. José de la Vega, La federación en Colombia, (1810-1912) (Bogotá: abc, 1952). 17. Robert Louis Gilmore, El federalismo en Colombia 1810-1858, 2 tomos (Bogotá: Universidad Externado de Colombia-Sociedad Santanderista, 1995). 18. En los casos de México, Argentina y Brasil, se ha corroborado que existió un “primer federalismo” posindependentista, y un federalismo liberal en la segunda mitad del siglo. El primer federalismo era de influencia gaditana, del liberalismo español y de las tradiciones pactistas que pugnaban por la “soberanía de los pueblos”. En la segunda mitad del siglo xix se dio un

problema; luego lo examina en la historiografía sobre la formación del Estado colombiano; en tercer lugar explora las explicaciones más corrientes sobre la adopción del federalismo; y finalmente realiza un balance y ofrece algunas perspectivas. 1. Un vacío historiográfico En la deficitaria historiografía política sobre siglo xix13 hay un vacío en el abordaje del problema del federalismo para el período en cuestión. La historiografía de corte tradicional sobre el radicalismo14 se ha centrado en el recuento de la evolución de los gobiernos, sin llegar a tomar el federalismo como un problema central que requiera explicación. En la historiografía moderna, la mayoría de las interpretaciones sobre el federalismo en este período se recogen como notas en trabajos dedicados a otros problemas, tales como los partidos políticos, las alianzas entre élites políticas y la guerra, entre otros15. Un temprano estudio que tuvo como eje central el problema del federalismo fue el de De la Vega16, presentado como tesis de grado en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional en 1912. Aunque por sus características podría situarse en la historiografía tradicional, el autor hace una reconstrucción del pensamiento jurídico y constitucional que llevó a la instauración del federalismo, y además rastrea los cambios en cada uno de los procesos constituyentes a lo largo del siglo, basado en fuentes en su mayoría oficiales. Por su parte, Gilmore17 hizo un estudio pormenorizado y rigurosamente documentado de la evolución del federalismo desde la Independencia hasta la Constitución de 1858. Es una exploración centrada en los redescubrimiento del procesos que llevaron a la instauración de la federalismo americano con la lectura de Tocqueville. forma de gobierno federal en las Constituciones Ya no es la “soberanía de de este período que permite encontrar las conlos pueblos” del primer federalismo. Ahora se tinuidades y discontinuidades entre el primer enmarca claramente en las influencias ideológicas de federalismo y el federalismo posterior a la llemediados de siglo: el libegada de ideas liberales, socialistas, anarquistas ralismo, el romanticismo, el socialismo utópico, etc. y románticas en la segunda mitad del siglo Marcello Carmagnani, xix18. Además, el trabajo explora el problema coord., Federalismos Latinoamericanos: México/Brasil/ Argentina (México: El Colegio de México, FCE, 1993).

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durante la primera mitad del siglo xix en todo el territorio nacional. Sin embargo, no llega al período posterior de radicalización del federalismo con la Constitución de Rionegro y la transformación hacia el centralismo, producto del descontento con ésta19. Un solitario esfuerzo interpretativo se encuentra en el estudio de Stoller sobre las ironías del federalismo en la provincia del Socorro20. El autor plantea tres de éstas, que pueden tomarse como hipótesis: contrario a lo que podría pensarse, el federalismo fue enemigo del poder local, del municipio o distrito, en la medida en que favoreció los poderes regionales intermedios, que eran federalistas hacia afuera, pero no hacia adentro; no hay coherencia en la articulación liberalismo-federalismo y conservatismo-centralismo, que comúnmente se plantea; y dado que Bogotá por sus características económicas, políticas y demográficas en el siglo xix no podía imponerse a las regiones, el impulso hacia el centralismo provino muchas veces de centralistas de provincia. En el Socorro estas ironías tuvieron algún asidero, y estuvieron presentes en la conflictividad y la definición 19. Otras publicaciones que tienen el federalismo como eje central, de antagonismos políticos, pero no siempre se explican por los intereses aunque no necesariamente instrumentales de las élites locales y regionales, sino también por fuertes desde una perspectiva histórica, son: Jaime Vidal Perdomo, El imaginarios en torno al federalismo. federalismo (Bogotá: Ediciones Por otro lado, existe una creciente historiografía regional que ha Rosaristas, 1997), que lo aborda desde una perspectiva jurídica explorado distintas problemáticas políticas en los estados soberanos. institucional y reproduce los Empero, más que un análisis de los significados que tenía el federalismo pactos de unión de 1860 y 1861 y la Constitución de Rionegro; y para las élites regionales y los intermediarios políticos, y de los conflictos VVAA, El federalismo en Colombia. Pasado y perspectivas (Bogotá: Unien torno a la forma de gobierno, estos trabajos constituyen historias políversidad Externado de Colombia, ticas regionales durante el período federal, que destacan las pugnas entre 1997), que trae algunos artículos con perspectiva histórica. facciones de las élites políticas en el interior de los Estados soberanos, y 20. Richard Stoller, “Ironías del de éstas con las élites nacionales, su comportamiento y la dinámica de federalismo en la Provincia del alianzas entre élites de distintas regiones y con el poder central, entre socorro, 1810-1870”, Fronteras 2: 2 (1998): 11-32. Para un desarrollo otros. En esta historiografía regional se pueden destacar los trabajos clásimás amplio ver: Richard Stoller, cos de Johnson21, quien describe la gestación del radicalismo en el Estado Liberalism and conflict in Socorro, Colombia, 1830-1870 (Tesis Phd, soberano de Santander, en el período anterior a la Constitución de 1863, Duke University, 1991). y analiza sus ideas políticas sobre temas como el libre cambio y su con21. David Church Johnson, cepción de gobierno mínimo, mostrando que la experiencia política de Santander siglo xix. Cambios socioeconómicos (Bogotá: Carlos los radicales en este estado se constituyó en una especie de laboratorio Valencia Editores, 1984). de lo que sería el federalismo entre 1863 y 1878. Ortíz22 ha estudiado el 22. Luis Javier Ortiz Mesa “Antioquia comportamiento de las élites en Antioquia y ha sostenido que allí se desabajo el federalismo”, Historia de Antioquia, ed. Jorge Orlando Melo rrolló un ideario federal particular ligado a los intereses de sectores de (Medellín: Suramericana de Segula élite conservadora y del clero para proteger su región de las reformas ros, 1988); Luis Javier Ortiz Mesa,

El federalismo en Antioquia 1850 1880 Aspectos políticos (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 1985).

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liberales desde 1851. Dada la economía minera relativamente autónoma de Antioquia, hubo un “autoaislamiento táctico de sus élites pragmáticas”, que la protegió de las crisis políticas y de las guerras civiles del período23. Un estudio similar puede encontrarse en Valencia24 para el caso del Estado del Cauca, donde una poderosa élite entró en pugna no sólo por la oposición entre los Partido Conservador y Liberal, sino en el interior de este último a partir de la emergencia del independentismo 23. Luis Javier Ortiz Mesa, La Regeneen 1875, y mantendría posiciones complejas alrededor de la defensa de ración, 22. la soberanía del Estado durante la Regeneración, como una estrategia de 24. Alonso Valencia Llano, Estado fortalecimiento interno25. soberano del Cauca. Federalismo y Regeneración (Bogotá: Banco de la La escasa historia de las ideas producida para el siglo xix no ha conRepública, 1988). sagrado un estudio a la evolución del significado del federalismo. El 25. En esta perspectiva ver entre otros: estudio clásico de Jaramillo Uribe26, si bien desarrolla las concepciones María Teresa Uribe de Hincapié y Jesús María Álvarez, Poderes y regioque sobre el gobierno y el Estado tenían las élites intelectuales decines: problemas en la constitución de la nación colombiana. 1810-1850 (Medemonónicas, no estudia en su particularidad el ideario federal. El otro llín, Universidad de Antioquia, estudio clásico, el de Gerardo Molina, tampoco aborda el problema 1987); Elías Gómez Contreras, La ciudadanía en el radicalismo (Bogotá: en su particularidad, aunque le dedica algunas líneas27. Al estudiar Universidad Javeriana, 2009); José el ideario liberal sobre el Estado, pone más énfasis en la dicotomía Manuel Rodríguez Pimienta, El radicalismo y su influencia en el estado entre proteccionismo y librecambismo que en la forma de gobierno, soberano del Magdalena (Barranquilla: y caracteriza la discusión como “dejar hacer” contra “socialismo de Universidad del Magdalena-incum, 1989); Janeth Mendoza, Pedro Elías Estado”. Pero el federalismo no es una de sus líneas de análisis. Para él, Ramírez y Rubén Pérez, El Estado soberano de Santander 1857-1886 los radicales estaban imbuidos por el caso de los EE. UU., sin apreciar (Bucaramanga: uis, 2004); J. W. Park, las particularidades históricas de esta sociedad. No tuvieron en cuenta Rafael Núñez and the politics of colombian regionalism 1863-1886 (Baton que antes de organizar el Estado las colonias norteamericanas tenían Rouge and London: lup, 1985); experiencia de autogobierno, que el feudalismo allí había sido precario Pedro Elías Ramírez Bustos, Cultura política y cotidianidad electoral en el y que la coexistencia de varias religiones era un factor de tolerancia, estado soberano de Santander 1857-1886 entre otros. Además, coincide con la tesis tradicional según la cual los (Bogotá: Escuela de Historia, 2002); Olga Yaneth Acuña, “Vicisitudes de radicales llevaron el federalismo al extremo, reconociendo una soberala construcción de ciudadanía en el territorio nacional de Casanare nía primaria a los Estados, lo que tuvo consecuencias negativas para el desde la secesión del estado sobemantenimiento del orden público y, con la descentralización de rentas rano de Boyacá 1863 – 1886”, Boyacá: región y conflicto, eds. Javier Guerrero y las disposiciones constitucionales, dejaron la tarea del desarrollo a y Olga Yaneth Acuña (Medellín: La los estados en primer lugar y sólo en segundo lugar a la nación, lo Carreta Editores, 2008). cual contribuyó a la frustración de proyectos como los ferrocarriles. 26. Jaime Jaramillo Uribe, El pensamiento colombiano en el siglo xix Empero, también señala que el ideario liberal sobre el federalismo no (Bogotá: ceso-Uniandes-Banco de se agotaba en la forma de gobierno, sino que se articulaba con otros la República-Icanh-ColcienciasAlfaomega, 2001). problemas fundamentales de la forma como los liberales concebían lo

27. Gerardo Molina, Las ideas liberales en Colombia, 1849-1959 (Bogotá: tm, 1988), 67-83.

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político, como la libertad; así mismo, que el federalismo se vinculaba con un sentimiento regionalista fuertemente acendrado28. Por otro lado, el estudio de Kalmanovitz29 sobre el ideario federal adolece de graves problemas metodológicos. No se preocupa por comprender la forma como se dio significado al federalismo en la época; por el contrario, usa una teoría neoinstitucional, “la teoría del federalismo desarrollista”, para en forma anacrónica demostrar por qué las instituciones federales fueron ineficaces en el trámite de los conflictos políticos y obstaculizaron el desarrollo económico. Según esa teoría, el federalismo es exitoso para tramitar los conflictos en la medida en que todos los niveles de gobierno tengan limitado el ejercicio de su autoridad y existan instituciones y tradiciones parlamentarias que permitan una negociación entre ellos. Los liberales radicales presenciaron el colapso de las instituciones coloniales, pero dado que impusieron su proyecto por la fuerza, con la Constitución de 1863, no pudieron producir los mecanismos institucionales de negociación necesarios. No sorprende que el federalismo se caracterice por los enfrentamientos militares entre los estados, los peajes, aranceles y trabas al mercado interno, y las restricciones presupuestales tanto del Estado central como de los Estados federales. En suma, concluye el autor, el experimento federalista colombiano fue totalmente opuesto al modelo de desarrollismo federalista30. Éste es un claro ejemplo en el que una 28. “Al hipertrofiar el concepto de categoría analítica y descriptiva deviene en prescriptiva y normativa. Federación, los radicales colombianos reconocían el sentimiento Esta imposición de un “modelo” federal impide cualquier comprensión regionalista que ha habido del significado que los actores históricos dieron al federalismo. siempre entre nosotros y le 2. La historiografía sobre la formación del Estado colombiano Algo similar ocurre con la historiografía sobre la formación del Estado y las instituciones políticas donde, además, el período federalista (1863-1886) es una suerte de anomalía. De acuerdo con Múnera31, la historiografía sobre la formación del Estado se ha caracterizado por un enfoque teleológico y normativo que confunde las perspectivas y conceptos analíticos e interpretativos con categorías prescriptivas. Así, la mayor parte de la literatura establece cánones basados en las experiencias de la formación de Estados en ciertos casos occidentales, tales como la centralización política, el monopolio de la violencia física, la existencia de un mercado interno o la formación de un sentimiento de pertenencia nacional, que aparecen como características necesarias y, en muchos casos, deseables para identificar la existencia

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pagaban el obligado tributo a su filosofía libertaria, porque para ellos decir Federación era decir no sólo libertad de las secciones sino libertad de los individuos”. Gerardo Molina, Las ideas, 122.

29. Salomón Kalmanovitz, “La idea federal en Colombia”, El radicalismo colombiano del siglo xix, ed. Rubén Sierra Mejía (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2006). 30. Salomón Kalmanovitz, “La idea”, 115. 31. Leopoldo Múnera Ruíz, “Génesis del Estado en Colombia: 18101831. El proceso de unificación”, en Fragmentos de lo público-político. Colombia siglo xix, ed. Leopoldo Múnera Ruíz y Nataly Rodríguez Sanchez (Medellín: La Carreta Editores-Universidad Nacional de Colombia, 2009), 11-30.


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32. Hésper Pérez Rivera, El tránsito hacia el Estado nacional (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia-Tercer Mundo, 2007); Arturo Claudio Laguado “La formación del Estado y la nación en Colombia”, Memoria y sociedad, 6: 11 (2002); Margarita Rosa Garrido de Payán, La Regeneración y la cuestión nacional estatal en Colombia (Bogotá: Programa Centenario de la Constitución-Banco de la República, 1983); Marco Palacios, “Las condiciones de la centralización política: a propósito de la Constitución del 86”, Boletín Cultural y Bibliográfico xxiii: 9 (1986). 33. Frédèric Martínez, El nacionalismo cosmopolita. La referencia europea en la construcción nacional en Colombia (Bogotá: Banco de la República-ifea, 2001), 35. 34. Frédèric Martínez, El nacionalismo, 194. 35. Miguel Ángel Urrego, “Problemas teóricos y metodológicos de la historiografía sobre la Regeneración”, Boletín de Historia 10: 19-20 (1993): 22-23. Para la mayoría de la literatura sobre la formación del Estado, el proceso de centralización política empieza con la Regeneración. Humberto Vélez Ramírez, “La Regeneración: ¿algo más que un proyecto político?”, Estudios sobre la Regeneración (Cali: Imprenta Departamental del Valle, 1987), 12. Para Laguado durante la Regeneración puede hablarse de la formación de un Estado moderno con la institucionalización de un ejército más profesional que asegura el monopolio de la fuerza, además instauró un “período de paz”, apaciguó el problema religioso y los conflictos interregionales y creó un banco nacional que garantizó el control del Estado sobre la moneda. Arturo Claudio Laguado, Pragmatismo y voluntad. La idea de nación de las élites en Colombia y Argentina, 1880-1910 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2004), 67. 36. Núñez afirmó en varias oportunidades que el orden constitucional de 1863 había traído anarquía y fragmentación nacional. Ver el Mensaje

de un Estado moderno32. Éste es asumido como una abstracción universal omnipresente y realizable en todas las sociedades. De esa forma, no se estudia el proceso histórico de formación del Estado colombiano, sino que se pretende adecuarlo a una matriz normativa. Se anula la contingencia de las acciones colectivas que llevan a la formación estatal porque se alejan del modelo escogido por el historiador. Por ejemplo, para Martínez33 a lo largo del siglo xix fracasaron los intentos de construir el Estado en Colombia: el neoborbónico de Mosquera (1845-1849), los radicales (1867-1875) y la Regeneración (1878-1900). Fracasaron respecto a un tipo ideal eurocéntrico que fue referente para los actores históricos del proceso, pero que se de Núñez en la instalación confunde con el deber ser del Estado tal como del Consejo de Delegatarios el 11 de noviembre de 1885. lo concibe el autor. Por concluye que la consAcademia Colombiana de trucción de éste fue más una empresa donde Historia, Antecedentes, 35-41. Ver además Rafael Núñez, la retórica sustituyó a la realidad34. Desconoce La reforma política en Colombia así los significados que las élites nacionales (Bogotá: Universidad Sergio Arboleda, 2006) 49-52, 383-387, asignaron a los modelos estatales europeos, el 485-488. Caro hizo lo propio tanto en varios artículos de proceso de resignificación que estos modelos prensa como al recordar el disadquirieron según las necesidades y relaciones curso de Núñez en su mensaje al Congreso de 1898. Miguel de poder locales, y la especificidad de sus proAntonio Caro, Artículos y Discurpios proyectos de Estado. sos (Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana-MinisEl federalismo se ha leído mediado por la terio de Educación Nacional, 1951), 10; Miguel Antonio Caro imagen de nuestro presente, como un estadio “Mensaje presidencial”, en preliminar hacia este presente centralista. La Diario Oficial, No 10715 y 10716 julio de 1898, reproducido en, perspectiva teleológica no se ha preocupado Documentos para la historia del por explicar la “discontinuidad” del federaconstitucionalismo colombiano No. 2, ed. Carlos Restrepo lismo. Para esta literatura, el Estado moderno en Piedrahíta (Bogotá: UniversiColombia es una realidad que empieza con la dad Externado de Colombia, 2000), 324. Estas afirmaciones Regeneración, que hace posible el inicio de un hicieron carrera en la historiografía. Ver por ejemplo: proceso de centralización estatal35. En contraste, Luis Eduardo Nieto Arteta, existe un cierto sentido común, que empezó a Economía y cultura en la historia de Colombia (Bogotá: Banco de construirse desde los discursos de Núñez y Caro, la República-El Áncora Editosegún el cual la Constitución federal de 1863 res, 1996), 361-365; Indalecio Liévano Aguirre, Rafael Núñez habría engendrado el desorden, la anarquía y, en (Bogotá, Compañía Granúltimas, había impedido la unidad nacional36. colombiana de Ediciones: s.f), 95; Gonzalo España, La guerra, 51 y 57; Salomón Kalmanovitz, La idea, 105.

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La Constitución de 1863 consagró un federalismo a ultranza37, libertades absolutas, libre comercio de armas, la prohibición al gobierno central para intervenir en el mantenimiento del orden público interno de los Estados soberanos, y estableció criterios rígidos de reforma que la hicieron prácticamente irreformable38. Estas características se han visto como defectos del orden constitucional federal, pues habrían alentado el enfrentamiento de los caudillos regionales y, a partir de 1875, cuando los liberales radicales vieron cuestionada su hegemonía en los gobiernos de los Estados, que a su vez les aseguraba el gobierno federal, la intervención armada en los estados y la manipulación de las elecciones. Todo ello habría hecho imposible la unidad nacional y fortalecido los obstáculos para la formación de un Estado nacional moderno: enfrentamiento entre caudillos, centralización estatal débil, unidades subnacionales fuertes en moneda, fuerza pública, administración de justicia y aduanas, mercado interno y comunicaciones débiles, etc.39. Aunque el federalismo estuvo presente en los proyectos de Estado de las élites a lo largo de todo el siglo xix, haya sido un ordenamiento casi incuestionable entre 1857 y 1886, aunque en últimas fuera una especie de norma sobre la organización estatal para los constructores de Estado y nación en el siglo xix, la historiografía lo ha construido como una suerte de anomalía40. En suma, la referencia a una categoría de Estado que se impone en forma anacrónica al proceso histórico ha impedido comprender y explicar el significado del federalismo en los proyectos de Estado en contienda en ese período del siglo xix. 3. Las explicaciones Si bien la mayoría de los trabajos no han tomado el federalismo como una variable dependiente, como un fenómeno que se debe explicar, es posible encontrar algunas interpretaciones. Así, la historiografía liberal tradicional explica la adopción del federalismo por dos hechos coyunturales. Pérez 41, para citar sólo un ejemplo, expone el acérrimo federalismo de 1863 porque los estados vieron atacada su autonomía económica, rentística y administrativa por el gobierno conservador de Ospina Rodríguez, y por la intención de los radicales,

37. La soberanía de los estados significaba la potestad para tener su propia constitución, legislación civil propia y una corte suprema de justicia. El Estado central debía guardar neutralidad frente a las alteraciones del orden público en los estados y “en caso de ocurrir diferencias entre dos o más estados, de ser imposible una resolución pacífica, debían someterse a la decisión del gobierno central”. Estaba prohibida la declaración de guerra entre los miembros de la federación y todos los estados debían garantizar los derechos y libertades individuales. Oscar Rodríguez Salazar “La política económica del liberalismo económico y la unificación formal. 1861-1904”, Texto y Contexto 10 (1987): 11. 38. Antonio Pérez, Los radicales, 50; Eduardo Rodríguez, El Olimpo, 61; Helen Delpar, Rojos, 29-30. 39. Arturo Laguado, Pragmatismo, 31-32. 40. El federalismo estuvo en discusión durante todo el siglo xix, tomando diversos significados en los distintos períodos. Con la Constitución de Rionegro “triunfó una tendencia que había existido desde el principio de la nación y que, sólo temporalmente y con dificultad, había sido frustrada en la guerra de 1839-1841”. Malcom Deas, Del poder y la gramática. Y otros ensayos de historia, política y literatura colombianas (Bogotá: Taurus, 2006), 211. En efecto, antes de la Constitución de 1886 el centralismo había sido prácticamente una excepción en el ordenamiento constitucional nacional con las Constituciones de 1821 y 1843, esta última posterior a la Guerra de los Supremos. La Constitución de 1853 se ha caracterizado como “centro-federal” y dio paso a la formación de Estados soberanos a partir de la unión de provincias, que posteriormente ratificarían la Constitución de 1858 plenamente federal. Robert Louis Gilmore, El federalismo, tomo ii. 41. Antonio Pérez, Los radicales, 38.

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en plena Convención de Rionegro, de evitar una dictadura de Mosquera, el caudillo de la guerra de 1860 42. Por su parte, las hipótesis predominantes en la “nueva historia” han explicado el federalismo por dos vías. En primer lugar, como una consecuencia natural del dominio de oligarquías o círculos regionales que se afianzaron durante el período federal. El federalismo era la mejor forma de hacer compatible la dominación de distintas “oligarquías”, “círculos” o caudillos regionales43. Prueba de ello es que con la Constitución de Rionegro cada estado definía su propia ley electoral, lo cual le aseguraba al partido mayoritario la representación en Cámara y Senado, excluyendo al partido minoritario y haciendo virtualmente de la violencia la única forma de producir el cambio político44. Por ejemplo, para Guillén el federalismo se explica porque con el auge de la exportación tabacalera en la segunda mitad del siglo emergieron élites agroexportadoras, a quienes convenía este arreglo institucional para el mantenimiento del poder en sus regiones de influencia: “El poder político de esas élites 42. Mosquera asumía la “soberanía” regionales, monopolizadoras del poder económico surgido del tabaco y del del estado del Cauca en mayo de 1860 por considerar que ciertas comercio exportador e importador, resultó así vigorosamente asegurado disposiciones del gobierno de Ospina habían roto el pacto federal. por la disposición regional autónoma de los recursos públicos como incenAntonio Pérez Aguirre, 25 años, 114. tivos para la formación y enriquecimiento de la clientelas adscritas” 45. Por 43. Alonso Valencia 21; Álvaro eso la crisis económica de los setenta y la caída de las exportaciones planteó Tirado Mejía, El Estado y la política en el siglo xix (Bogotá: El Áncora para esas élites la necesidad de un gobierno central “solvente y dadivoso”, Editores, 1981), 49-50; Gonzalo con el fin de mantener su poder pese a las adversas circunstancias ecoEspaña, La guerra, 54; Humberto Vélez Ramírez, “La Regeneración nómicas. De ahí también que las políticas económicas de la Regeneración y el Gran Cauca. De la autonotendieran a favorecer a estas élites afectadas por la crisis económica: terramía relativa a la desintegración territorial 1860-1910”, en Estado tenientes, grandes exportadores agrarios, comerciantes y banqueros, y los y economía en la Constitución de 1886, ed. Oscar Rodríguez Salazar consiguientes escándalos de corrupción que las caracterizaron. Ello expli(Bogotá: Contraloría General de caría también por qué las élites antioqueñas no tuvieron participación en la República, 1986), 133. el gobierno regenerador, haciendo parte de los conservadores históricos: 44. Fernán González, Problemas, 202; Marco Palacios, “La fragmentación Antioquia, cuya economía descansaba en la economía aurífera, no resultó regional de las clases dominantes tan afectada por la crisis como otras regiones46. en Colombia: una perspectiva histórica”, Revista Mexicana de Sociología En segundo lugar, la adopción del federalismo se ha explicado por la 42: 4 (1980): 1677. imposibilidad de forjar una clase hegemónica nacional que unificara los 45. Fernando Guillén Martínez, La distintos intereses económicos de las clases dirigentes regionales, dado Regeneración. Primer frente nacional (Bogotá: Carlos Valencia Editores, que éstas se encuentran fragmentadas en las distintas regiones y no exis1986), 26. ten condiciones “objetivas” para la formación de una clase hegemónica 46. Fernando Guillén Martínez, La nacional, como la existencia de vías de comunicación o la integración Regeneración, 50-51. nacional por la vía del mercado47. 47. Marco Palacios, “La fragmentación” 1664-1665, 1682; Humberto Vélez, La Regeneración: algo más, 36-37; Francisco Leal, Estado, 148.

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Esta explicación se ha conjugado con aquella que aporta como una de las causas para la adopción del federalismo las barreras geográficas que tendieron a forjar economías regionales y a imposibilitar el desarrollo de un sistema de comunicaciones que facilitara los intercambios económicos48. Para Jaramillo Uribe, los Estados federales no fueron una creación artificial de los radicales, sino que “correspondían a regiones no sólo con su propia geografía, sino con su individual estructura económica y social y sus rasgos culturales propios” 49. Para los radicales el federalismo habría sido el modelo de organización que más convenía al país dada su fragmentación regional50. Como puede verse, la historiografía ha asumido el federalismo como una variable explicativa del “desorden” y la “anarquía” producido por el enfrentamiento entre las distintas “oligarquías”, y favorecido por ciertas disposiciones constitucionales. Estas perspectivas no permiten comprender la evolución de los significados del federalismo ni cómo fue experimentado por los actores históricos de este período o el conflicto entre sus distintos significados, pues derivan de una concepción realista de la política que hace énfasis exclusivamente en los intereses instrumentales, políticos y económicos de las élites. Como afirma Stoller, “ver el tema como la mera instrumentalización oportunista de otras preocupaciones, de otros intereses, conduce fácilmente a la conclusión de que no merece ser estudiado ‘en sí’”51. Si bien el término “oligarquía” fue muy utilizado por los opositores del radicalismo a partir de 1875, es necesario preguntarse por las implicaciones que esa categoría tenía en la forma como los actores del período entendían el federalismo, más allá de su uso estratégico. Asimismo, aunque para los historiadores las distancias geográficas y las dificultades de transporte y comunicaciones son explicaciones “objetivas” para la imposibilidad de centralizar el 48. Marco Palacios, La clase 137; poder, es necesario estudiar si en efecto los actores históricos del período Álvaro Tirado, Descentralización, daban preponderancia a estas dimensiones en sus concepciones del fede45; Jorge Orlando Melo, Del federalismo, 21; Frank Safford y Marco ralismo o si estas obedecían a otros factores.

Palacios, Colombia, 15-34, 413-415.

4. Balance y perspectivas La historiografía del período ha descuidado otros aspectos que contribuirían a tener una explicación más comprensiva de los significados del federalismo y los conflictos que suponía en este período. No se ha estudiado el significado que éste tenía para actores distintos a las élites, como los intermediarios políticos, las clases populares emergentes y la Iglesia. No se han indagado las consecuencias que la construcción racial y jerarquizada de las regiones y de la geografía tuvo sobre la forma como se concebía y experimentaba el federalismo. No se ha cuestionado el lugar común según el cual el federalismo colombiano es una trasposición acrítica del modelo norteamericano.

49. Jaime Jaramillo Uribe, “Regiones y nación en el siglo xix”, Aspectos polémicos de la historia colombiana del siglo xix: memoria de un seminario (Bogotá: Fondo Cultural Cafetero, 1983), 191. 50. Horacio Rodríguez Plata, Aspectos del Radicalismo en Colombia (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 1985), 13. Richard Stoller, Ironías, 14, sostiene que más que por una pugna entre regiones, como sería de esperarse en un “país de regiones”, el federalismo Colombiano se explica por “la manifiesta incapacidad del Estado para gobernar”. 51. Richard Stoller, Ironías, 11.

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52. Marco Palacios, La clase, 105-106. 53. Mario Aguilera Peña y Renán Vega Cantor, Ideal Democrático y revuelta popular (Bogotá: cereciepri-Universidad Nacional de Colombia, 1998). 54. Robert Louis Gilmore, El federalismo, tomo i, 214 cita algunas peticiones a favor del federalismo de provincias y Sociedades Democráticas en el debate constitucional de 1852, aunque no ahonda en el significado que le atribuían. Destaca que “gran parte del ímpetu hacia la reintegración fue suministrado por petición local” Robert Louis Gilmore, El federalismo, tomo ii, 36, y que en la época una de las justificaciones para el federalismo era que “cada individuo es el mejor árbitro de sus propios intereses y cada localidad es el mejor árbitro de sus intereses” (Robert Louis Gilmore, tomo ii, 3). Para Restrepo Piedrahíta, la alocución “poder municipal” era muy popular en el siglo xix, aunque no necesariamente presuponía un entendimiento de federalismo. Carlos Restrepo Piedrahíta, Constituyentes y constitucionalistas colombianos del siglo xix (Bogotá: 1986): 66-67. La idea de federalismo, más que en la experiencia de Estados Unidos estaría acendrada en el sentimiento popular de “gobierno propio”. Así lo presentaba en su historia de la idea federal de 1871 Felipe Pérez, “Estudios históricos. Memoria sobre la marcha de la idea federal en Colombia de 1810 a 1863”, en Diario de Cundinamarca, No. 533, noviembre 1, 1871, reproducido en Documentos para la historia del constitucionalismo colombiano No. 2, ed. Carlos Restrepo Piedrahíta (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2000), 113. Según José María Samper, luego del acto adicional que permitía la creación de Estados, una ley de 1855 decidió preguntar a las legislaturas de las provincias que se manifestaran sobre la conveniencia de la federación. Panamá y catorce provincias más se pronunciaron a favor del federalismo (1.535.741 almas),

Tampoco se han puesto en relación los idearios y concepciones del federalismo con la forma como los actores concebían la construcción de un orden civilizado que limitara los conflictos violentos. No se han explorado las articulaciones del federalismo con la construcción de otros significantes nodales de los proyectos políticos del período como la libertad, la soberanía popular, la república, la democracia, la representación, la ciudadanía, el progreso y la civilización, entre otros, que configuraban una “cultura política” a su alrededor. Finalmente, no se ha indagado sobre la forma como el federalismo era concebido en el interior de los Estados soberanos, que con posterioridad a la Constitución de 1863 podían adoptarlo como forma de gobierno. Con preocupaciones historiográficas distintas, varios trabajos han planteado estas líneas de análisis y posibles variables explicativas de la adopción del federalismo, que de estudiarse contribuirían a la comprensión de los significados que tenía en el período y los conflictos que conllevó. Palacios52 sostiene que la tradición localista hispánica se habría mantenido a lo largo del siglo xix para obstaculizar el proceso de centralización estatal; dicha tradición estaría en la base de la recepción del federalismo, o de un tipo de reivindicación que se articula al gobierno local en las clases populares. Sin embargo, si no se ha estudiado a fondo el significado que el federalismo tenía entre las élites políticas, mucho menos se lo ha hecho en el caso de las clases populares que emergieron a mediados de siglo. Aguilera y Vega53 hacen una reconstrucción de la mentalidad política popular sobre la democracia partiendo de la influencia de la Revolución Francesa y se preguntan cómo los sectores populares utilizaban exprecuatro provincias se pronunsiones, símbolos y conceptos, apropiándolos y ciaron en contra (434.147 resemantizándolos o resignificándolos (pueblo, almas) y cinco no emitieron su opinión (292.092 almas). república, soberanía, libertad, igualdad, fraterEl total de población era nidad), influenciados por doctrinas como el entonces de 2.241.980. José María Samper, “Memoria romanticismo, el socialismo y el anarquismo, histórica sobre el desarrollo que produjeron una “revolución lingüística” del derecho constitucional en Colombia a contar desde desde mediados de siglo. Es de esperar que así el 20 de julio de 1810 hasta la fecha”, en Anales de instrucción como se pronunciaban sobre ello, opinaran pública de los Estados Unidos de sobre las formas de gobierno más allá del repuColombia, tomo 11 No. 10, julio, reproducido en Documentos blicanismo, sobre centralismo o federalismo, para la historia del constituciopero esto no se ha estudiado54. nalismo colombiano No. 2, ed. Carlos Restrepo Piedrahíta (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2000), 289.

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En el mismo sentido, no se ha examinado la forma como uno de los actores centrales de este período, los “mediadores políticos” u “oligarquías regionales”, experimentaron y concibieron el federalismo, más allá de su intención instrumental de dominar parte de su región55. La historiografía se ha centrado predominantemente en las élites, pero como ha resaltado Gómez56, los intermediarios tenían percepciones y concepciones distintas de aspectos como la ciudadanía y es de esperar que también tuviesen sus interpretaciones del federalismo. En fin, hay un enorme vacío en lo que se refiere a la forma como la Iglesia católica, un actor protagónico del período federal, concibió el federalismo. Asimismo, las explicaciones dominantes han descuidado el hecho de que las regiones en el siglo xix se estructuraban alrededor de identidades raciales, religiosas y partidistas57. Aunque la historiografía ha señalado que existían fuertes obstáculos objetivos hacia la centralización que harían deseable un sistema federal, tales como las dificultades de comunicación y transporte o la complejidad de la geografía, no se ha planteado la 55. En este período de la historia forma como los mismos actores históricos colombiana jugaron un papel relacionaban estas realidades con sus condestacado personalidades como: en Cundinamarca, cepciones del federalismo58. Como expone Ramón Gómez y Daniel 59 magistralmente Múnera , las élites de la Aldana; en Antioquia, Eusebio Borrero, Pedro Nel Ospina, segunda mitad del siglo xix, empezando por Marceliano Vélez, Pedro los hermanos Samper y Camacho Roldán, Justo Berrío y Recaredo de Villa; en Cauca, Julián construyeron una geografía humana para Trujillo y Eliseo Payán; en la costa, Santodomingo representar la nación como un ordeVila y Luis Antonio Robles; y namiento jerárquico que iba del centro en Santander, Solón Wilches, entre otros. Entre la limitada andino a la periferia de las fronteras, de historiografía sobre los los climas fríos a los cálidos y de las razas intermediarios políticos en Colombia sobresale el civilizadas a las bárbaras. De esa manera, trabajo clásico de Malcom indios, negros y regiones “periféricas” no Deas, Del poder, 209-233, quien estudia el caciquismo sólo quedaban excluidos de su proyecto o los mediadores justo en el período federal y resalta que de nación, sino que además se constituían el cacique tenía intereses en el principal obstáculo hacia la civilizamateriales como el control de ciertas rentas locales y ción60. No habría que extrañarse del hecho regionales dependientes de la de que justamente representantes de estas administración pública, pero también tenía concepciones hasta cierto punto originales sobre problemas políticos.

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56. Elías Gómez Contreras, La ciudadanía en el radicalismo (Bogotá: Universidad Javeriana, 2009), 56-59. 57. Cristina Rojas, Civilización y violencia. La búsqueda de la identidad en la Colombia del siglo xix (Bogotá: Norma, 2001), 217; Julio Arias Vanegas, Nación y diferencia en el siglo xix colombiano. Orden nacional, racialismo y taxonomías poblacionales (Bogotá: ceso-Universidad de los Andes, 2005), 107. Nancy Appelbaum, “Whitening the Region: Caucano Mediation and ‘Antioqueño Colonization’ in Nineteenth-Century Colombia”, The Hispanic American Historical Review 79:4 (November 1999): 631-667. Éste es un patrón que está presente en América Latina. Ver: Claudia Leal y Carl Langebaek eds., Historias de raza y nación en América Latina (Bogotá: Universidad de los Andes, 2010). 58. Los representantes más destacados de las élites estaban preocupados por la geografía, los liberales Tomás Cipriano de Mosquera, Santiago y Felipe Pérez, J. M. Samper y M. Ancízar redactaron tratados de geografía o corografía, pero también líderes conservadores se preocuparon por el estudio de esta materia de cara a la promoción de “mejoras materiales”. Por eso, sin distinción partidista los gobiernos apoyaron la Comisión Corográfica. Efraín Sánchez, Gobierno y geografía: Agustín Codazzi y la Comisión Corográfica de la Nueva Granada (Bogotá: Banco de la República-El Áncora Editores, 1998), 626-627. 59. Alfonso Múnera, Fronteras imaginadas. La construcción de las razas y de la geografía en el siglo xix colombiano (Bogotá: Planeta, 2005). 60. En particular, la geografía humana de J. M. Samper pretendió atenuar el federalismo constituyendo un centro dominante y “civilizado” en los andes que se definía en antagonismo con los territorios “bárbaros” de frontera. Alfonso Múnera, Fronteras, 106.


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61. Eduardo Posada Carbó, “El regionalismo político en la Costa Caribe de Colombia”, El rezago de la Costa del Caribe Colombiano, eds. Haroldo Calvo Stevensson y Adolfo Meisel (Bogotá: Banco de la República, 1999), 332. Ver también Gustavo Bell Lemus, “Una temprana argumentación a favor del federalismo en la Costa Caribe de la Nueva Granada (A propósito de una carta del General Juan José Nieto al General Francisco de Paula Santander) Huellas 19 (1987): 21 62. Julio Arias, Nación, 38. Para un acercamiento a esta problemática desde una perspectiva jurídica ver: Miguel Malagón Pinzón, “La ciudad de Bogotá, su influencia en el origen del federalismo colombiano y su régimen durante el liberalismo radical” Vniversitas 113 (2007): 259-286. 63. Hasta hace poco esa era también la tesis predominante sobre el federalismo en otros países latinoamericanos. Para Marcelo Carmagnani, Federalismos, 398, el federalismo latinoamericano, aunque es la imagen preponderante, no es una copia del modelo norteamericano a secas y tampoco es un producto autóctono: “[…] es un proceso de tipo interactivo según el cual las propuestas doctrinarias provenientes de otros contextos son reelaborados a la luz de las necesidades y realidades mexicanas, brasileñas y argentinas”. En Colombia la influencia de EE. UU. se manifestó desde el principio. Ver por ejemplo: De Pombo, Miguel, “Discurso Preliminar sobre los Principios y Ventajas del Sistema Federativo” en Constitución de los Estados Unidos de América (Santafé de Bogotá: Imprenta Patriótica, 1811). El texto de Tocqueville fue tempranamente traducido en la Nueva Granada. Ver: La Democracia en América por Alejo de Tocqueville, miembro de la Academia Francesa, traducida al español por Leopoldo Borda, abogado de la República de la Nueva Granada, París, Librería de D. Vicente Salvá, 1842. Editado dos años después de haberse publicado

regiones se articularan luego en contra del proyecto radical. Por otro lado, autores como Posada Carbó61 han enfatizado en el regionalismo como un discurso político que justifica el federalismo, por ejemplo en el caso del caudillo costeño Juan José Nieto. Sin embargo, este hecho no ha sido explorado en relación con el significado que las élites andinas, centrales y regionales daban al federalismo. Asimismo, no se ha estudiado la influencia que podría tener el imaginario de ciudad en relación con los significados del federalismo, teniendo en cuenta que las élites políticas estaban imbuidas en una matriz de pensamiento según la cual la ciudad, además de coincidir con el espacio de la civilización, es el escenario privilegiado para la acción de las élites, mientras el campo es un entorno más próximo a la barbarie y el escenario típico del pueblo62. En general se ha asumido acríticamente que el ideario federal de las élites colombianas era una trasposición del los argumentos que lo habían soportado en el debate constitucional de Estados Unidos y que les llegaron por las lecturas de El Federalista y La democracia en América63. Por ejemplo, Mejía64 sostiene que los radicales, influidos por las lecturas de Tocqueville, relacionaban el gobierno central con el despotismo y creían que la fragmentación del poder evitaría un ejercicio autoritario de éste, garantizando que el gobierno no afectara la vigencia de los derechos y libertades individuales. Además, para los radicales el centralismo propiciaba la toma de decisiones alejadas de la realidad, disminuyendo la eficacia de la acción del gobierno y el control de éste por parte de los ciudadanos, mientras el federalismo en francés. El federalista propiciaba la cercanía del gobierno a la reacirculó por entregas en el lidad, aumentando su eficacia. periódico oficial La Escuela Normal entre 1872 y 1873 Como sostiene Quinche65, todo este ideaal lado de las lecciones de rio federalista anglosajón penetró en las Santiago Pérez que luego se convertirían en el Manual del mentes de los estudiantes del Colegio del Ciudadano. Rosario, que se convertirían en dirigentes 64. Lázaro Mejía, Los radicales, 234-235. políticos radicales, por medio de la lec65. Víctor Alberto Quinche tura de Tocqueville que hacía Florentino Ramírez, “Preparando a los González en sus Elementos de ciencia admiburócratas en el Rosario. Algunos aspectos de la nistrativa (1840); sin embargo, incluso la formación de abogados en adopción de su texto fue cuestionada por la el período radical”, Reporte 56 (Bogotá: Universidad del Rosario-Escuela de Ciencias Humanas, 2004), 9-13.

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publicación de los Principios de administración (1847) de Cerbeleón Pinzón quien, a diferencia de González, no tomaba partido por el federalismo. Por otra parte, aunque no es posible negar de plano la influencia anglosajona, hay elementos más que suficientes para pensar que la adopción de las instituciones federales no se hizo de manera acrítica y que, por el contrario, el tema fue centro de la discusión. Aunque la historia constitucional del período también es escasa, algunos estudios arrojan pistas para pensar la recepción del ideario federal más allá de una trasposición simple. El estudio de Restrepo Priedrahita66, pese a no realizar un análisis del significado del federalismo o de las condiciones que llevaron a su implantación en la mayoría de las Constituciones del siglo xix, ofrece una valiosa información sobre los proyectos constitucionales en varias coyunturas. Particularmente, de esa información y de las discusiones que deja entrever puede inferirse que el significado del federalismo iba más allá que una simple imitación de EE. UU., como se ha asumido67. Algunos autores han sostenido que la adopción del federalismo se explicaría por el ánimo de los radicales de limitar los conflictos bélicos. Para Jimeno68 los radicales estaban convencidos de que, aplicando los principios de federalismo y control de las autoridades, limitando su poder y autorizando a los ciudadanos la tenencia de armas, la violencia sería desterrada. En 66. Carlos Restrepo Piedrahíta, el mismo sentido, para Tirado69 el sistema Constituyentes y constitufederal fue una medida para descentralizar cionalistas colombianos del siglo xix (Bogotá: Fondo de o localizar la guerra y evitar los desastres promoción de la Cultura nacionales que anteriormente se habían del Banco Popular, 1986). presentado, de ahí que en todo el período de 67. Particularmente de la polémica entre Florentino predominio radical no se desatara sino una González y el constitucioguerra de alcance nacional, la de 1876. nalista Antonio del Real en 1852. Carlos Restrepo PieEstudios de casos latinoamericanos han drahíta, Constituyentes, 65. El destacado que en el siglo xix el federalismo debate sobre la adopción del federalismo en relación con no es sólo un principio de organización la influencia norteamericana también se hizo presente en institucional, sino una cultura política la Convención de Rionecapaz de regular derechos y deberes, pargro. No sólo el federalismo norteamericano tuvo influjo ticipación política y presencia social de en Colombia. En el debate los actores; es dinámico y aglutina las constitucional se presentó un proyecto de Constitución que, además del federalismo, consagraba un ejecutivo

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colegiado en forma de dieta, inspirado en la Constitución Suiza, y probablemente obra de Justo Arosemena. Ramón Correa La Convención de Rionegro (Bogotá: Imprenta Nacional, 1937), 110-111, 161-179. Además, los principales promotores anglófilos del federalismo, Florentino González y Manuel Murillo Toro, en varias oportunidades llamaron la atención sobre la necesidad de que la emulación de las instituciones que para ellos eran las más civilizadas, las de los Estados Unidos del Norte, fuera “reflexiva”. Manuel Murillo Toro, “La reforma constitucional”, en La Gaceta Mercantil, No. 57 noviembre 8 de 1848, Obras Selectas (Bogotá: Cámara de Representantes, 1979), 57. Florentino González, “Descentralización gradual de la administración”, en Bandera Nacional, No. 41, 22 de julio de 1838, Escritos políticos, jurídicos y económicos (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1981), 400-406; Florentino González, “Proyecto de Constitución para la Nueva Granada propuesto al Congreso de 1858 por el Procurador General de la Nación”, en Gaceta Oficial, No. 2114, 13 de febrero de 1858, reproducido en Documentos para la historia del constitucionalismo colombiano No. 5, ed. Carlos Restrepo Piedrahíta (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2005), 55-86. Felipe Pérez hizo una comparación de las Constituciones colombiana y norteamericana, sugiriendo una reforma que permitiera la intervención del gobierno central en los asuntos de orden público de los estados, tal como allá se permitía. Felipe Pérez, “Colombia y Norteamérica (comparación de sus Constituciones) (1897), Los radicales del siglo xix. Escritos políticos, ed. Gonzalo España (Bogotá: El Áncora Editores, 1984). 68. Myriam Jimeno Santoyo, “Los límites de la libertad: ideología, política y violencia en los radicales”, en El radicalismo colombiano del siglo xix, ed. Rubén Sierra Mejía (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2006), 186. 69. Álvaro Tirado, Descentralización, 48.


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dimensiones institucionales, de las prácticas políticas y de la cultura política70. Este aspecto tampoco ha sido estudiado en el caso colombiano, aunque en algunos trabajos pueden encontrarse indicios de algo similar71. Finalmente, con la instauración del federalismo la lucha política hasta cierto punto se trasladó hacia el interior de los Estados72. Ello también implicaba una discusión interna sobre las formas de gobierno que se adoptaban a nivel constitucional. Revisando las Constituciones estatales, Moreli73 arguye que una de las más grandes contradicciones del período se produjo entre el orden federal nacional y el centralismo napoleónico que caracterizó los órdenes constitucionales de la mayoría de los estados y opacó el principio federal por la preponderancia de los poderes regionales. Por ejemplo, en Antioquia, de la misma forma como los liberales habían dividido la antigua provincia de Antioquia en tres provincias buscando el control del poder por los liberales de la región, los conservadores, a partir de 1856 y bajo los gobiernos de Rafael María Giraldo y Mariano Ospina Rodríguez, dividieron el Estado en departamentos, cada uno con su prefecto nombrado directamente por el gobernador. De ahí que los liberales criticaran el centralismo con que estaba organizado el Estado, pues establecía el “orden sin libertad”74.

70. Marcello Carmagnani, Federallismos, 10. 71. El federalismo estaba ligado a derechos y libertades individuales, ciudadanía, régimen republicano, democracia y representación. “Un hombre no puede representar treinta mil”, decía J. I. de Márquez. También estaba ligado a progreso y civilización, se consideraba la forma de gobierno más civilizada. Robert Louis Gilmore, El federalismo, tomo i, 35, 209. William Park, Rafael Núñez, 15, también relaciona el federalismo con otros elementos de la cultura política del liberalismo. 72. Helen Delpar, Rojos, 185. 73. Sandra Moreli “La égida del centralismo en Colombia: dos ejemplos históricos”, El federalismo en Colombia. Pasado y perspectivas (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 1997), 111-138. Ver también Richard Stoller, Ironías, 13.

Conclusión Este trabajo mostró que hay un vacío en la historiografía política colombiana en el estudio del federalismo para la segunda mitad del siglo xix. Si bien existe una creciente historiografía regional que se ha encargado de estudiar el desenvolvimiento político en las provincias y estados, los antagonismos y la problemática que acarreó la institucionalización de la forma de gobierno en este período plantea la necesidad de abordar regiones no estudiadas, en la medida que la historiografía disponible se restringe a algunas de ellas, y de ensayar perspectivas que contribuyan a la comprensión de los significados que los actores asignaron al federalismo. La historiografía sobre la formación del Estado ha asumido el federalismo desde una perspectiva teleológica que, al proyectar hacia atrás el modelo de Estado moderno, ha terminado por asociar la existencia del Estado a la forma centralista de gobierno que se instauró a partir de la Regeneración. El federalismo ha quedado reducido a una anomalía, o a la anarquía y la fragmentación nacional presente en los diagnósticos que los regeneradores Núñez y Caro hicieron de aquella época. Así, se ha desconocido el significado y la experiencia de un proyecto de Estado y de una forma de gobierno compartidos, por intereses o convicciones, por las élites liberales y conservadoras.

74. Luis Javier Ortiz, El federalismo, 47, 61. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 104-127


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Por otra parte, las explicaciones más recurrente se han limitado a sostener que la elección del federalismo como forma de gobierno en este período se explica por su funcionalidad respecto a los intereses instrumentales de élites regionales, “oligarquías”, “círculos” o caudillos por mantener su poder, y que sólo se constituyó en una retórica para velar otros intereses al calor de la lucha política. Sin embargo, parece haber suficientes indicios para creer que alrededor del federalismo se tejían significados más profundos sobre aquello que los actores de la época pensaban que debía ser la república, la ciudadanía y la democracia, entre otros. En suma, se plantea el reto de realizar un análisis de las concepciones y significados del federalismo en Colombia, de las relaciones de poder en las que éstos se forman y de la manera como esas concepciones y significados guiaron las prácticas políticas e influyeron en los conflictos y en la construcción de los órdenes institucionales. Para ello será necesario prestar atención a los significados que las élites, los mediadores políticos, los sectores populares y la Iglesia católica dieron al federalismo; las articulaciones entre esas concepciones y otras fundamentales como la república, la soberanía popular, la representación política, la democracia, la ciudadanía, la civilización y el progreso; las relaciones entre las distintas concepciones del federalismo y los clivajes e imaginarios partidistas, regionales, religiosos, clasistas, raciales o racialistas, geográficos y urbano-rurales. Ello permitiría responder cuáles fueron los significados del federalismo que finalmente consiguieron cristalizar en los órdenes institucionales del período y por qué, y por esa vía también comprender por cuál razón el federalismo gozó de tan amplia aceptación y cómo se llegó súbitamente al cambio hacia la forma central de gobierno.

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Artículo recibido: 2 de septiembre de 2010; aprobado: 25 de marzo de 2011; modificado: 1 de abril de 2011.

Martha Lux

Nuevas perspectivas de la categoría de género en la historia: de las márgenes al centro

New perspectives on the category of gender in History: from the margins to the center

Resumen

Abstract

En este trabajo proponemos la pertinencia de utilizar

In this article, we argue that the category of gender

la categoría de género como herramienta conceptual

is a key conceptual tool with which to interpret

para interpretar el significado de la acción emprendida

the significance of actions of men and women in

por hombres y mujeres en los campos de lo cultural,

cultural, social, and political realms of any society

social y político, en cualquier sociedad surcada de

furrowed by relations of power. Although the scope

relaciones de poder. No obstante la amplitud de la

of the notion is wide, our interest is studying how

noción, nuestro interés es estudiar cómo se inscriben

gender relations were inscribed during the demo-

las relaciones de género durante las revoluciones

cratic revolutions at the turn of the nineteenth cen-

democráticas de finales del siglo xviii y principios

tury in New Granada. We seek to demonstrate the

del xix en la Nueva Granada. Buscamos demostrar la

significance of the category of gender to unders-

relevancia de la categoría de género para comprender

tand the constitution of the new social order, since

la constitución del nuevo orden social, ya que se

it was fundamental to both the deconstruction of

encuentra implícita tanto en la deconstrucción del

the colonial order and the reconstruction of the

orden colonial como en su reconstrucción como orden

republican order. We provide a brief overview of

republicano. Presentamos de manera sucinta cómo la

how the category acquired a place within the social

categoría se abrió paso en las ciencias sociales, y nos

sciences. We also spend some time discussing the

detenemos en la relación entre democracia, ciudadanía

relationship between democracy, citizenship, and

y género, refiriéndonos a trabajos que en el estudio

gender, referring to work that, in the study of com-

de comunidades y sus prácticas han permitido señalar

munities and their practices, have highlighted how

cómo las clases populares, excluidas en principio de la

popular classes, which were initially excluded from

ciudadanía, participaron en política negociando con los

citizenship, participated in politics, negotiating

valores locales, regionales o nacionales.

with local, regional, or national values.

Palabras clave

Key Words

Género, Nueva Granada, orden social, poder,

Gender, New Granada, social order, power, demo-

democracia, ciudadanía, hegemonía, dominación,

cracy, citizenship, hegemony, domination, capital,

capital, raza, clase, economía moral.

race, class, moral economy.

Magíster y candidata a doctora en Historia por el Departamento de Historia de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). Editora de la revista Historia Crítica del mismo Departamento. Sus intereses investigativos actuales son la historia de las mujeres, la historia de la cultura política, poder político y su ejercicio. Miembro del grupo de investigación Historia Colonial (Categoría B en Colciencias). Entre sus últimas publicaciones se encuentran: “Las mujeres de la Independencia en la Nueva Granada: acciones y contribuciones”, en Historia que no cesa. La independencia de Colombia, 1780-1830, director académico Pablo Rodríguez Jiménez (Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2010), 163-176; “Las mujeres en las guerras de independencia”, en Historia de la Independencia de Colombia, tomo I, “Revolución, Independencias y Guerras Civiles” (Bogotá: Fundación Bicentenario de la Independencia de Colombia, 2010), capítulo 10; con Margarita Garrido Otoya, “Pueblo/Pueblos. Entre viejos y nuevos sentidos: “Pueblo” y “pueblos” en el mundo iberoamericano, 1750-1850. Colombia - Nueva Granada”, en Diccionario político y social del mundo iberoamericano, director Javier Fernández Sebastián (Madrid: Fundación Carolina, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2009), 1176 – 1175. mlux@uniandes.edu.co Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 128-156


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Nuevas perspectivas de la categoría género en la historia: de las márgenes al centroÏ En este trabajo estableceremos la pertinencia de utilizar la categoría de género como herramienta conceptual apropiada e innovadora, para estudiar e interpretar el significado de la acción emprendida por hombres y mujeres en los campos de lo cultural, social y político, en cualquier sociedad surcada de relaciones de poder. No obstante la amplitud de la noción, nuestro interés investigativo consiste en estudiar cómo se inscriben las relaciones de género durante las revoluciones democráticas de finales del siglo xviii y principios del xix en el Nuevo Reino de Granada, cuando el orden colonial existente se terminaba y se anunciaba uno nuevo de corte republicano. Queremos demostrar la importancia del género para comprender la constitución de todo orden social. Asumimos que un orden se funda sobre prácticas y discursos hegemónicos, y frente a estos discursos y prácticas, la categoría de género no es exterior sino constitutiva. Ilustrando esta idea en relación con el período de transición comprendido entre finales del siglo xviii y principios del xix, señalamos cómo los conceptos de ciudadanía y democracia, centrales en el nuevo orden republicano, no pueden ser captados en toda su complejidad si no incluimos la categoría de género. Esta categoÏ Este artículo es resultado del ría está implícita tanto en la deconstrucción del orden colonial como programa del Doctorado en en su reconstrucción como orden republicano. Historia de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). La hegemonía republicana que se construye en esos años se levanta Agradezco a María Emma Wills, Mauricio Nieto, Pablo Rodríguez sobre los sueños y las propuestas de buen orden y buen gobierno que y dos evaluadores anónimos por comparten entre sí algunos sectores. En esos sueños e imaginaciones su tiempo, comentarios y valiosos aportes realizados al texto. entran nociones de masculinidad, feminidad y poder, que permiten com1. Para el siglo xix neogranadino prender los nuevos roles que se configuran para hombres y mujeres en la historiadora Sarah Chambers el nuevo orden. Por ejemplo, para muchos sectores dirigentes el ciudaescribió un artículo muy sugerente en el que muestra cómo dano virtuoso se relacionaba exclusivamente con una figura masculina, operaba esta percepción sobre mientras las figuras femeninas se asociaban con las madres abnegadas, lo masculino y lo femenino en el imaginario republicano. Sarah C. procreadoras de la naciente gran familia republicana, guardianas de las Chambers, “Masculine Virtues buenas costumbres1. Consideramos que estas asignaciones tan distintas and Feminine Passions: Gender

and Race in the Republicanism of Simón Bolívar”, Hispanic Research Journal (2006): 21-40.

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de lo masculino y lo femenino fueron fundamentales para que emergiera el nuevo orden. En este sentido, el género no se sobrepone, sino que se teje a la categoría de hegemonía —no hay hegemonía que no use las diferencias sexuales para asignar poder2. Con el fin de demostrar que para comprender en su complejidad la construcción de discursos y prácticas hegemónicas y la configuración de un orden social es pertinente incluir la categoría de género, seguiremos el siguiente esquema: primero mostraremos cómo ésta se abrió paso en las ciencias sociales, y en particular los contextos, interrogantes y acciones que crearon las condiciones que le permitieron articularse desde un lugar central y no subordinado a otras categorías como las de clase, raza y generación. Entendemos que el compromiso de hacer visible a las personas sexuadas en la historia pasa por un recorrido en el que se refina la categoría de género e irrumpe en las interpretaciones que buscan comprender la constitución del poder y el orden social. En este mismo acápite presentaremos de manera sucinta la producción académica de aquellos que ayudaron a producir la evolución de la categoría de mujer a la de género, y que promovieron el tránsito de la categoría, de uso exclusivo de feministas y de mujeres estudiando mujeres, a un concepto ubicado en el centro de las ciencias sociales y empleado por historiadores, antropólogos, filósofos y politólogos concernidos por las cuestiones del poder y la construcción de un orden. En esta parte incluiremos a su vez la reflexión que desde la historia del conocimiento científico han hecho algunos académicos, no para retar los límites de la ciudadanía, sino para cuestionar las fronteras desde donde se produce este conocimiento. Luego de esta demostración, en un segundo punto nos detendremos en la relación entre la democracia y la ciudadanía, y el género y la manera como su articulación permite señalar en qué medida, usando el género, un orden social democrático otorga a sus actores posiciones en las jerarquías sociales. También nos referiremos a algunos trabajos que, en el estudio minucioso de comunidades y sus prácticas desde una perspectiva de género, han permitido a sus autores señalar cómo las clases populares, excluidas en principio de la ciudadanía, participaron en política y en mayor o menor medida negociaron con los valores locales, regionales y nacionales. Finalmente presentamos unas conclusiones que recogen los aspectos centrales y comentarios producto de nuestro análisis.

2. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemony and Socialist Strategy. Towards a Radical Democratic Politics (Londres y Nueva York: Verso, 1985), 7-13 y 134-141. Nancy Fraser, Iustitia Interrupta. Reflexiones críticas desde la posición ‘postsocialista’ (Bogotá: Facultad de Derecho-Uniandes, Siglo del Hombre Editores, 1997).

1. El género: la irrupción de una nueva mirada al poder y al orden social En esta primera parte nos proponemos demostrar cómo el género en tanto categoría de investigación y análisis se abre camino en las ciencias sociales, y cuáles fueron las condiciones que le permitieron articularse con otras categorías desde un lugar central. Igualmente, presentaremos las propuestas de algunos pensadores que influyeron en la producción académica de quienes produjeron la evolución de la categoría de mujer

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a la de género. Finalizaremos con las reflexiones académicas de quienes se interrogan sobre la relación entre el poder y el conocimiento; las preguntas por la producción del conocimiento científico y por los espacios desde donde éste se produce y legitima. 1.1. Proyectos colectivos, evolución de perspectivas La resemantización constante del concepto de género no ha ocurrido en el vacío, sino que ha sido producto de cuestionamientos nacidos de las necesidades y de la lectura crítica que unos feminismos tenían sobre las relaciones de opresión y desigualdad, a las que estaban y están sometidas muchas mujeres alrededor del mundo. Las luchas y protestas políticas libradas por las mujeres en múltiples escenarios por la búsqueda de derechos y espacios más democráticos han estimulado la reflexión e investigación académica. A su vez, la producción desde el espacio académico, con su rigor, ha retroalimentado y fortalecido la militancia social3. En lo que refiere a las participaciones, su curso, inconvenientes, avances y retrocesos han sido estudiados por teóricos de los movimientos sociales4, que buscan esclarecer cómo los discursos y prácticas de estos movimientos pueden llevar a la transformación de los discursos5 dominantes y las prácticas basadas en la exclusión. Así, la producción teórica desde la academia y la lucha de los feminismos y su estudio se han nutrido mutuamente, pero son planos de trabajo distintos con recorridos propios. El compromiso de hacer visible a las personas sexuadas en la historia pasa por un recorrido en el que se refina la categoría de género. Queremos ubicar de manera sucinta en qué contextos se dio su evolución. Nos referiremos a los acontecimientos de los años sesenta del siglo xx, que influenciaron a los teóricos y los llevaron a replantearse los viejos paradigmas interpretativos de las ciencias sociales, el liberal, el marxista y los feminismos, en cuyo seno se libraron muchos debates. Hasta esa década las ciencias sociales giraron alrededor de dos tipos de aproximaciones: unas ponían el énfasis en los actores colectivos, las clases sociales, y las otras en los individuos y sus élites. El marxismo no había sido eficiente para concebir a la mujer más allá de un sujeto colectivo históricamente en proceso de construcción. Si bien la pregunta por la mujer fue debatida en los partidos marxistas europeos, no produjo un concepto político del género por dos razones

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3. María Emma Wills, “El marco interpretativo. Por qué incluir no es representar”, en Inclusión sin representación (Bogotá: Editorial Norma, 2007); Chantal Mouffe, El retorno de lo político. Comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia radical (Barcelona: Paidós, 1999); Anne Phillips, Género y teoría democrática (México: unam, 1996). 4. Se puede consultar para el caso latinoamericano a Sonia Álvarez, Evelina Dagnino y Arturo Escobar, eds. Política cultural y cultura política. Una nueva mirada sobre los movimientos sociales latinoamericanos (Bogotá: TaurusIcanh, 2001). Para una comprensión más teórica de los movimientos sociales ver: “Los movimientos sociales y la sociedad civil”, en Jean L. Cohen y Andrew Arato, Sociedad Civil y Teoría Política (México: Fondo de Cultura Económica, 2001), 556-635. 5. Entendemos por ‘discursos’ los enunciados que construyen identidad y otorgan sentido a las acciones en un campo de poder, situando a individuos o colectividades frente a otras identidades en términos de relaciones de simetría y de asimetría. Pierre Bourdieu, Language and Symbolic Power (Cambridge: Harvard University Press, 1991). En lo que refiere a los discursos republicanos, éstos se insertaban dentro de un marco discursivo común en construcción, que reconfirmaba algunas de las relaciones y creencias ya existentes de la sociedad, pero sobre todo introducía y renegociaba nuevos significados. William Roseberry, “Hegemony and the Language of Contention”, en Everyday Forms of State Formation: revolution and the negotiation of rule in Modern México, eds. Gilbert M. Joseph y Daniel Nugent (Durham: Duke University Press, 1994), 355-377.


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básicas: en cuanto a la primera, las mujeres existieron en la frontera entre lo natural y lo social en los escritos de Marx y Engels, y su esfuerzo para una explicación de la posición subordinada de éstas fue evadido con la categoría de división sexual del trabajo, que se encuentra afianzada en la natural heterosexualidad6. La segunda tuvo que ver con que tanto Engels como Marx teorizaron la relación de propiedad como el terreno de opresión de la mujer en el matrimonio, como si la subordinación de la mujer pudiera ser examinada en términos de la relación capitalista de clases, pero no en términos de políticas sexuales específicas entre hombres y mujeres. A pesar de su insistencia en las variables históricas de las formas de familia y de la importancia de la pregunta de la subordinación de la mujer, estos dos pensadores no pudieron historizar ni el sexo ni el género7. Y no lo podían hacer porque ellas no se encontraban ni en su marco de análisis ni en el de referencia. Por su parte, el liberalismo como ideología política desde un principio abogó por la igualdad formal frente al poder jerárquico y hereditario. Se 6. En el texto de Engels sobre el origen de la familia hay una cita que dice: “[…] configuró alrededor de la defensa de los derechos y libertades individuaen un viejo manuscrito redactado por les contra toda forma de opresión estatal, y la necesidad de un sistema Marx y por mí encuentro esta frase: ‘la primera división del trabajo es la político representativo que garantizara que el Estado no infringiera los que se hizo entre el hombre y la mujer derechos del ciudadano. No es lo mismo pensar que deben respetarse para la procreación de hijos’, y continuo diciendo ‘Hoy puedo añadir que los derechos individuales, a pensar que el pueblo tenga el poder, y este el primer antagonismo de clases que último es el sentido original e inmediato de la idea de democracia. La apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el confluencia entre liberalismo y democracia estuvo facilitada teóricahombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la mente por la idea de que todos los hombres tenían un derecho igual a del sexo femenino por el masculino’”. participar en los beneficios del desarrollo social. La teoría democrática Federico Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. (México: liberal no sólo ha construido un conjunto de categorías universalizaPremia Ed. 1989); Donna J. Haraway, doras antagonistas de masculino y femenino, sino que les ha atribuido Simians, Cyborgs, and Women (New York: Routledge, Chapman and Hall, determinadas características que afectan a la categoría social de hom1991), 128, 131, 154 y 158. bres y mujeres como ciudadanos8. 7. Donna J. Haraway, Simians, Cyborgs, Podemos considerar desde el presente que los eventos ocurridos en and Women, 130-140; Eric Hobsbawn, Historia del siglo xx, 1914-1991 mayo de 1968 constituyeron una profunda revolución sociocultural que (Barcelona: Crítica, 2000). marcó el advenimiento de una nueva época histórica9. ¿Pero qué era lo 8. Martha Nussbaum, ‘The Future of Feminist Liberalism’, Proceedings que reivindicaban quienes participaron en esos procesos? La búsqueda and Addresses of the American Philoera por un replanteamiento de la autoridad del Estado y una redefinición sophical Association 74 (2000): 47-79. de las relaciones sociales en todas las escalas y en diversos escenarios: 9. Hugo Fazio, “Los años sesenta y sus huellas en el presente”, las instituciones educativas, las empresas, el sindicalismo e incluso en los Revista de Estudios Sociales 33 vínculos y relaciones de familia10. Hasta los sesenta las relaciones de domi(2009): 16-28. nación tenían sobre todo que ver con aquellas que se construían en el 10. Ignacio Abello, “Los años 60. Del ser o no ser al ser y no ser”, Revista de Estudios Sociales 33 (2009): 61-69.

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ámbito del mercado y tenían como actores de esa dominación las clases sociales o el capital y el trabajo. Lo que hacían los historiadores que pensaban que el conflicto era más que todo lo que dinamizaba una sociedad, era reconstruir dónde estaban las clases trabajadoras y los capitalistas y cómo esas dos influían sobre el Estado y los partidos. A partir de los movimientos sociales no vinculados necesariamente a un mismo origen de clase —pacifistas, ambientalistas, feministas—, esa visión de que los actores de la política y de lo político son las clases sociales, se rompe. Estos nuevos actores colectivos se mueven no alrededor de reclamos contra la explotación, sino a favor de nociones de buen gobierno y buena vida que no se reflejan en la toma de decisiones del Estado o del partidismo. Al argumentar, esos grupos ponen en evidencia que hay otras relaciones de poder más allá de las de explotación, diferentes a las propuestas del marxismo que iluminó hasta ese momento las luchas sociales. ¿Qué ocurre con ese surgimiento de nuevos movimientos sociales? Teórica y filosóficamente los sujetos de la dominación se expanden. El orden ya no está sólo donde se encuentran los capitalistas —dominantes— y los trabajadores —dominados—, sino que es un orden de relaciones no solo de dominación sino también de múltiples subordinaciones. En las relaciones de subordinación hay un actor que toma decisiones y las impone sobre otro actor, y esas imposiciones se fundamentan en concepciones de género, de raza, de generación o de la relación entre sociedad y naturaleza, y sexualidad y política, asumidas como si fueran naturales. La idea no es que los actores cambian, sino nuestra mirada sobre la concepción del orden se modifica. Por una parte, la historia se vio forzada a revisar el pasado; pero por otra, las luchas se volvieron más complejas, con nuevos puntos de discordia, tomando centralidad las luchas por el reconocimiento, incluso en el seno de la Academia. Por eso, cuando se habla de género, la categoría no está vinculada a esos primeros marxismos, sino a todo el paradigma que emergió luego de los sesenta y que reconfiguró la concepción de las subordinaciones y relaciones de poder. Las asimetrías de poder no sólo se construyen en el mercado, sino también en la cultura; se construyen en la política y se fundamentan básicamente en nuestras representaciones del orden11. En esos nuevos contextos las mujeres se organizaron y reclamaron el derecho a disponer de sus cuerpos, cuestionando la maternidad como un destino ineludible para todas, pidiendo la ratificación de la ley sobre el aborto en Francia. A su vez, se cuestionó el tradicional esquema de familia heterosexual con hijos y se 11. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemony and Socialist Strategy. promovieron los foros abiertos donde todos podían participar en la toma de 12. Daniel Cohn-Bendit, Forget decisiones12. El sentimiento generalizado de ser libre llevó a muchos a actuar 68 (París: Seuil, 2008) ; Jeanen vez de esperar. La “esperanza” colectiva —tan propia del cristianismo, que Pierre Le Goff, Mai 68, l´héritage impossible (París: La Découverte, tiene un efecto paralizante en los individuos y en la que se “espera” que algo 2006), citados en Virginie o alguien externo cambie el curso de los acontecimientos— se convirtió en Laurent, “Mayo del 68, cuarenta años después. Entre herencias y controversias”, Revista de Estudios Sociales 33 (2009): 29-43.

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acción y expandió el horizonte de posibilidades para muchos. Sin embargo, esto tampoco significó que los cambios se produjeran de manera inmediata y han formado parte de las luchas que se libran todavía hoy en día en estos espacios, por ejemplo en el terreno académico. Las feministas norteamericanas sostienen en este sentido que, si bien desde 1970 fue ilegal en los Estados Unidos discriminar a la mujer en todos los espacios de participación incluidas las sociedades científicas —que habían defendido vigorosamente la exclusión de las mujeres del campo—, las quejas por discriminación en estos espacios y en los ámbitos educativo y profesional continuaron. Afirman que aunque se han logrado progresos, aún está pendiente evaluar para quiénes y para cuáles grupos sociales se han formulado, y a quiénes han beneficiado los estándares de racionalidad, objetividad y progreso social que iluminan el quehacer científico13. En medio de estos cambios surgieron corrientes feministas que han hecho valiosos aportes a la investigación en ciencias sociales. Si bien en este ensayo no nos proponemos revisar a fondo sus particularidades y aportes, sí podemos señalar unos lineamientos generales, en la medida en que ellas han marcado de manera fundamental el debate y la producción académica. Mientras el feminismo liberal, fundado en reclamos por la igualdad jurídica y de oportunidades, señaló la exclusión de las mujeres de lo público y del mundo de la política y centró sus luchas casi exclusivamente en la búsqueda de avances en cuanto a derechos civiles y políticos, el feminismo 13. “Women as subjects of history radical se centró en la crítica al patriarcalismo para señalar que esa ideología and knowledge”, en Sandra Hardes la que determina las relaciones de dominación en las sociedades, y por lo ing, Sciences from below: feminisms, postcolonialities, and modernities tanto no se trata de incluir mujeres en un orden patriarcal, sino transformar de (Durham: Duke University Press, raíz ese orden14. Por su parte, las marxistas feministas produjeron sus debates 2008), 101-129. a partir de las condiciones materiales de vida como causantes de los conflictos 14. Los trabajos de la segunda ola feminista que se inscribieron en sociales y enfatizaron en las luchas por la igualdad real, sustantiva15. esta corriente radical pueden ser María Emma Wills realiza un análisis de los distintos feminismos y los aporrevisados en Kate Millett, Sexual Politics (Londres: Sphere, 1971) y tes de la corriente feminista democrático-radical, que en su opinión ha realizado en María Emma Wills, “Feminismo y democracia: más allá las más significativas contribuciones para transformar algunas de las discrimide las viejas fronteras”, Análisis naciones de género16. Este feminismo interpela tanto a las liberales como a las Político 37 (1999): 19. marxistas, en la medida en que recoge de las corrientes liberales su adhesión a 15. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, “Socialist Strategy: Where Next?”, principios de pluralismo político, social y cultural, y de las marxistas la neceMarxism Today 25 (1981): 17-22. sidad de repensar las luchas por una mayor justicia de manera articulada. A 16. Para una síntesis sobre las las liberales les señala cómo no hay esencias —no hay una mujer, ni un obrero corrientes centrales del feminismo ver María Emma Wills, “Femini un empresario, sino personas con trayectorias sociales que van asumiendo nismo y democracia: más allá de identificaciones políticas con unas causas y rechazos hacia otras. Al liberalismo las viejas fronteras”, 18-37; Uma Narayan y Sandra Harding, eds. se le critica que asume al individuo como un ser ahistórico, portador de una Descentering the Center. Philosophy razón acultural y asocial. A los marxistas se les critica el supuesto de que un solo for a Multicultural, Postcolonial and Feminist World (Bloomington and Indianapolis: Indiana University Press, 2000), 177-188.

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partido es capaz de expresar los reales intereses de las clases explotadas —el partido comunista—, y se le señala cómo esta asunción los ha llevado por las sendas de los autoritarismos. Tanto los primeros como los segundos asumen que los intereses, ya sea de individuos o de clases, anteceden a la política, y no que se construyen a través de ella, de las luchas que se libran en este campo. Los nuevos actores que emergen en los setenta y que agitan reclamos por nuevos derechos17 confirman que lo social no antecede a lo político, sino que la política tiene que ver con la construcción de las identidades, sus intereses, sus nociones de justicia y buena vida. En este sentido incluyente los órdenes se construyen con contradicciones de clase, género y raza, y tienen sus propias lógicas y especificidades. Estos académicos se han nutrido de debates y trabajos previos a los que nos referiremos en el siguiente acápite, y que en conjunto han permitido que refiriéndose o no directamente al género, se expandiera el campo de la noción para establecer un diálogo con otras categorías. Esta fecha a la que nos hemos referido —y lo que a partir de ella se generó— estuvo estrechamente ligada tanto a la influencia como al respaldo de pensadores y académicos como JeanPaul Sartre, Jacques Derrida, Michel Foucault y Pierre Bourdieu, entre muchos otros. 1.2. Cambio en el enfoque: los conceptos se expanden en contextos complejos Los hechos sucedidos en la década del sesenta mostraban que antes de entender y utilizar las nociones de poder las mujeres ya actuaban de manera relacional con su comprensión. El nuevo lenguaje que se abría camino introducía nuevos conceptos o les otorgaba nuevos significados a los ya existentes, para producir nuevas estructuras de análisis y 17. Entre las exponentes de estas de pensamiento. Nos vamos a referir a algunos académicos que construyeron corrientes que más han aportado sus teorías desde una interpretación nueva de los acontecimientos, porque esto a la discusión tenemos a Chantal Mouffe y Nancy Fraser, El retorno nos permite mostrar que desde la comprensión de los hechos sociales podemos de lo político y Nancy Fraser, Iusticonstruir propuestas explicativas coherentes. En particular, muchos de los intetia Interrupta. lectuales que revolucionaron las ciencias sociales en los sesenta bebieron del 18. Antonio Gramsci, Prison Notebooks. pensamiento del filósofo y político italiano de los años treinta, Antonio Gramsci, 19. Anne Showstack Sassoon, quien desde las cárceles italianas escribió su trabajo Cuadernos de la Cárcel18, texto Gramsci’s politics (London: Croom que contiene un análisis revitalizado del problema de la transformación social Helm, 1980), 225-227. María Emma Wills plantea esta misma en la Europa occidental. Sus propuestas evolucionaron los supuestos marxisidea de Gramcsi y señala que una condición para que germinen tas de democracia, poder y dominación. Este pensador fue claro en señalar organizaciones que den voz/ que la nueva concepción de lo político debía tener en cuenta las realidades debate y participación a grupos es que los sujetos que conforcambiantes, y que el grueso de los ciudadanos debía participar plenamente de man esos grupos se sientan con esta actividad. Propuso que la sociedad debía organizarse de forma tal que sus puntos que discutir y capacidad/ derecho de participar. María miembros pudieran intervenir en política por primera vez, para convertirse en Emma Wills, “El marco interprotagonistas de la historia19. pretativo. Por qué incluir no es representar”, en Inclusión sin representación (Bogotá: Editorial Norma, 2007), 33-78.

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Pero junto a estas propuestas novedosas, queremos resaltar particularmente que Antonio Gramsci nunca planteó problemas abstractos separados de la vida cotidiana, y fue hábil para establecer una relación crítica y dialéctica entre teoría y práctica. Luchó desde su juventud para que la clase obrera adquiriera educación filosófica y cultural como un instrumento de liberación, y señaló desde su realidad que el socialismo era una forma integral de ver la vida, con su filosofía, su fe y su moralidad. Opinaba que la verdadera cultura involucraba la transformación de la realidad, con una mayor conciencia, con la comprensión del valor histórico, la función en la vida y los derechos y obligaciones20. Esta forma de concebir los cambios sociales lo llevaron a proponer con coherencia que la transformación social no es una revolución como acto de insurrección, sino como proceso en el cual la reforma moral e intelectual es parte integral y no una consecuencia21. Para Gramsci el terreno del poder no estaba circunscrito a la economía y a la política, sino que también incluía el de la cultura. Dirigir y dominar implicaba, según él, construir un lenguaje que le otorgara sentido al ejercicio del poder, y que fuese inteligible tanto para dominantes como para dominados. Para Gramcsi la subordinación bajo la democracia es más sutil que bajo el antiguo régimen. En la sociedad democrática, a través de la educación, la Iglesia y los medios de comunicación, se van difundiendo e inculcando unas ideas hegemónicas, y también se abre el camino a una sociedad civil múltiple, compleja, atravesada por diferentes discursos, donde los individuos se encuentran anclados en variadas relaciones de poder, de dominación y de subordinación. Ya directamente relacionados con el pensamiento y los cuestionamientos de los años sesenta, pero en el mismo sentido de contacto con las prácticas cotidianas en relación a una cultura, Pierre Bourdieu y Michel Foucault construyeron sus teorías a partir de lo que veían y vivían, desde la comprensión de las prácticas sociales y las operaciones que les daban su origen. Foucault lo dice clara y reflexivamente en su texto La arqueología del saber: “[…] ¿cómo sucede que en una época determinada se pueda decir algo, y que jamás eso se haya dicho antes? Es, en una palabra, si usted lo quiere, el análisis de las condiciones históricas que nos rinden cuentas de lo que se dice o de lo que se rechaza”22. Ese cómo al que se refiere Foucault es un cambio sustancial, pues supera la descripción del acontecer y desglosa los elementos que le dan sentido a los hechos y entramados sociales, 20. Christine Buci-Glucksmann, Gramcsi and the State (London: Lawrence and siendo desde abajo desde donde se debe analizar la acción, la norma y el orden. Wishart, 1980), 3-10. En el mismo sentido en que Gramsci y Foucault se nutren de los aconte21. Antonio Gramsci, Prison Notecimientos cotidianos para estudiar las sociedades y desde allí plantear sus books. teorías, Pierre Bourdieu propone que los sujetos, dentro de unas coordenadas 22. Michel Foucault, Dits et écrits (París: Gallimard, 1994), 787. temporales y espaciales que abarcan el género, la edad y la jerarquía social, 23. Pierre Bourdieu, “Structures, construyen una determinada forma de vida. Los actores incorporan estas coorhabitus, power: Basis for a denadas literal y figurativamente, de manera que los sujetos viven y producen Theory of Symbolic Power”, en Culture/power/history: A Reader sus luchas no sólo desde sus nociones conscientes y discursivas, sino también in Contemporary Social Theory, desde sus cuerpos y sentidos prácticos, ambos inculcados históricamente23. Nicholas B. Dirks, Geoff Eley, Sherry B. Ortner eds. (Princeton, New Jersey: Princeton University Press, 1994), 155-199.

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En otras palabras, retomando a Foucault, ya no estaríamos mirando el conjunto de elementos sociales, económicos, políticos y de diferencias sexuales externas a partir de las cuales se discrimina a la mujer y se le imponen conductas y formas de vida, sino que miraríamos cómo ellas construyen sus subjetividades femeninas, incorporan en un doble sentido la cultura (cómo se piensan mujeres y cómo se viven, en sus cuerpos, sus deseos, opciones sexuales, erotismos y lúdicas) se resisten y modifican estas condiciones. De qué manera ellas como sujetos que pertenecen a una cultura24 van a actuar. Mientras en el antiguo orden tenemos sujetos más fijos, anclados en circunstancias definidas (las castas, los esclavos), con las revoluciones democráticas se introduce cierta maleabilidad. Por eso para Foucault el poder no sólo implica que unos lo ejerzan, sino los que son sometidos a ese poder, en muchos casos lo incorporan en su piel, en sus sentidos corporales y a la vez, paradójicamente encuentren las maneras de resistírsele25. Así tenemos formas de resistencia a diferentes tipos de poder y la libertad es la consecuencia. La libertad dependiendo de la resistencia y sus formas, se puede ganar, perder o limitar26. Los subordinados resisten, y estas luchas inherentes a un orden social giran alrededor de las categorías centrales sobre las que se erige el orden: ciudadano virtuoso, patria, pueblo27. 24. La cultura está anclada en relacioBourdieu, a diferencia de Foucault, introdujo en su análisis la noción nes desiguales y está diferencialde dominación. Encuentra que está presente en todas las relaciones y mente relacionada con personas y grupos de diferentes posiciones sus diferentes formas dependen del capital social acumulado. El poder sociales que interactúan. En ella tienen presencia múltiples así entendido no está en la riqueza, sino en las relaciones entre ella y el discursos, que ocasionalmente campo de las relaciones económicas, donde se constituye en la forma de se juntan en largas configuraciones sistémicas, pero más que capital. Esto lo lleva a señalar que las estrategias del honor no se borran, y frecuentemente coexisten en la confianza en la reputación es lo único que en un momento dado puede campos dinámicos de interacción y conflicto. Así como el 28 reemplazar el dinero en el mercado económico . Si bien su percepción de concepto de cultura conlleva fragmentaciones, expansiones y la dominación es un poco rígida, introduce unas variables que pueden ser reconstrucciones, así mismo lo interesantes en el camino de su comprensión. Señala que al haber incores para el poder, la dominación y la autoridad. Nicholas B. Dirks, porado como esquemas inconscientes de percepción y de apropiación las Geoff Eley, Sherry B. Ortner eds. estructuras históricas del orden masculino, corremos el riesgo de recurrir Culture/power/history: A Reader in Contemporary Social Theory. para concebir la dominación, a unos modos de pensamiento que son pro25. Michel Foucault, “El sujeto y el ducto de la dominación. Para Bourdieu, debido a que los esquemas de los poder”, Texto y Contexto 35 (abrildominados se han estructurado en la relación de dominación impuesta, junio 1998): 7–24. los actos de conocimiento son actos de reconocimiento de sumisión. 26. Michel Foucault, “Two lectures”, en Culture/power/history, 200-221. Los seres humanos nos movemos en el mundo porque hemos introyec27. Alan Knight, “Weapons and tado mapas de poder que nos permiten ubicarnos frente a otros con mayor Arches in the Mexican Revoluo menor poder de manera adecuada. Hemos incorporado convenciones tionary Landscape”, en Everyday Forms of State Formation. de comportamiento hasta el punto en que las vemos, no como hechos

28. Pierre Bourdieu, “Structures, habitus, power: Basis for a Theory of Symbolic Power”, 180-185.

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históricos, sino como eventos del orden de la naturaleza —las niñas ‘son’ intuitivas. Más que ser producto de una realidad es el resultado de luchas sociales que finalmente culminan en esa noción que luego es incorporada y reproducida de generación en generación hasta el punto que hoy en día nos parece obvia y natural. Esas obviedades, llamadas por Bourdieu el campo de la doxa, sólo se rompen cuando emergen discursos y comprensiones de la realidad que los retan, heterodoxias agenciadas por actores que se sublevan contra la doxa. Son luchas cognitivas a partir de unas interpretaciones opuestas que ofrecen a los dominados la posibilidad de resistencia contra la imposición simbólica29. Esta revisión parcial de nuevos conceptos y lenguajes desarrollados por los académicos que se nutrieron de los acontecimientos es relevante, porque lo que sucedió en términos de investigación social, no fue solamente un cambio de enfoque de producción, desde los hechos y las razones que los motivaron hacia nuevos conceptos y teorías, sino que estimularon que el lente de análisis se enfocara hacia el cuidado del detalle, de la particularidad. En este nuevo marco el género como categoría se nutre y se actualiza. En lo que refiere específicamente a los estudios de género, hay que introducir el trabajo de la historiadora Joan Scott, que produjo un avance fundamental para sacar a las mujeres de los márgenes y colocarlas en el centro del lente histórico, y en el proceso transformar la escritura de la historia. Su propuesta invita a evitar la consolidación de una categoría estática y homogénea y nos recuerda que el individuo en abstracto y la democracia liberal son masculinos. La revolución que prometía igualdad negaba en la práctica la ciudadanía a la mujer. Sus postulados permiten examinar cómo los significados mujer/hombre son discursivamente establecidos, qué contradicciones se encuentran en ellos, qué se excluye y qué se incluye. En este sentido, el género se convierte en una categoría evaluativa de las relaciones de poder y provee un camino para investigar las formas sociales de las diferencias sexuales, entendiendo que las diferencias cambian entre culturas, grupos sociales y en el tiempo. Investigar sobre estos temas es ofrecer nuevas perspectivas para viejas preguntas. El género, al igual que la clase social y la etnia, está presente de manera transversal en todas las relaciones30. El trabajo de Scott dialoga y complementa las tendencias investigativas actuales que enfatizan que son múltiples las diferencias de mujeres y hombres en cuanto a intereses y preocupacio29. Pierre Bourdieu, La dominación nes. Ni el término ‘mujer’ denota una identidad común ni es posible masculina. (Barcelona: Editorial Anagrama, [1998], 2005), 26-56. separar el género de la intersección política y cultural en donde se 30. Joan W. Scott, Gender and the poliproduce31. Ni las mujeres ni los hombres, ni sus relaciones, identidades tics of history (New York: Columbia e intereses son estáticos y inmodificables, sino que son procesuales University Press, 1999), 10, 27, 50, 111, 177-197. y están insertos en unas dinámicas particulares de espacio y tiempo. 31. Anne Phillips, Feminism and Politics (Oxford University Press, 1998), 233-235. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 128-156


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La utilidad de la noción género a diferencia de la de mujer tiene que ver con lo que Chantal Mouffe sostiene al señalar que la deconstrucción de las identidades esenciales es lo que nos permite entender la variedad de relaciones sociales, donde los sujetos no son siempre ni racionales ni transparentes, ni homogéneos en sus posiciones. Comprender esto nos pone a su vez en el terreno de la multiplicidad de las relaciones de subordinación, donde un mismo individuo puede ser dominante en una relación y subordinado en otra. Esto significa, por ejemplo, que una mujer reconocida como blanca y de la élite de inicios del siglo xix mantenía una posición subordinada y dependiente de los hombres de su familia, pero era dominante en relación al grueso de la llamada gente del común32. No queremos cerrar estas reflexiones sin referirnos a los estudiosos de la ciencia y la tecnología, que desde su campo, aún hoy se preguntan por el género, en la medida en que tanto ellas como ellos piensan que las preguntas, la producción y la distribución del conocimiento científico no es ni neutro ni apolítico, ni universal ni progresivo o liberador33. Estas propuestas entienden que los conceptos feministas permitieron resaltar los problemas de la comparación cultural. Conciben la raza, el género y la conciencia de clase como logros políticos que en diferentes sociedades y tiempos han terminado por naturalizarse. La ciencia y la tecnología son para ellas y ellos caminos para reconstruir las políticas sociales y, como consecuencia, sus efectos en los sistemas de mitos y significados que estructuran nuestra imaginación. En la medida en que se conciba el conocimiento como nódulos condensados en campos de poder, se logrará modificar las preguntas, la producción y su diseminación34. Este “poder sensitivo” debe permitir juntar miradas parciales desde diferentes lugares de enunciación. Para este fin el género tiene componentes teóricos, metodológicos y analíticos que permiten examinar instituciones, culturas y prácticas, incluyendo supuestos y creencias culturalmente situadas. 2. Género,

ciudadanía y democracia.

Categorías

fundantes de los nuevos

órdenes hegemónicos

Debido a que estamos argumentando que el género no es una categoría que se agrega a un marco conceptual que pretende abordar la constitución del poder y de los órdenes sociales, sino que es una categoría constitutiva del poder, hemos considerado dos líneas argumentativas: la primera se ha referido al camino abierto por la categoría de género en las ciencias sociales, y cómo se ha producido el tránsito de los márgenes y un papel subalterno a uno cada vez más central en las interpretaciones sobre la constitución del poder y de los órdenes sociales. La segunda, que

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32. Chantal Mouffe, El retorno de lo político. 33. Mauricio Nieto, “¿De quién es la ciencia? Género y raza en la historia de la ciencia”, en Memorias del primer coloquio sobre ciencia, tecnología y cultura, eds. Olga Restrepo Forero y Jorge Charum (Bogotá: Editora Guadalupe, 1996), 67-74, ver p. 68. 34. Donna J. Haraway, Simians, Cyborgs, and Women, 120-195; Sandra Harding, Whose Science? Whose Knowledge? Thinking from Women´s Lives (Open University Press, 1991), 42, 88, 150-156.

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desarrollaremos a continuación, es la relación más precisa y acotada entre género y construcción de ciudadanía y democracia, género y luchas sociales, y clases populares y élites. 2.1. Las luchas alrededor de los significados En la relación género, democracia y ciudadanía, entendemos que el género es una categoría que sirve para señalar cómo todo orden se apropia de las diferencias sexuales y las asocia con roles y espacios vinculados a distintos grados de poder. Historiza las concepciones sobre lo femenino y lo masculino de un orden social e interpreta los arreglos de género como desenlaces contingentes de conflictos entre actores con distintos grados de poder en los campos simbólicos, normativos, económicos e institucionales. Estos desenlaces 35. María Emma Wills, con la asistencia de Viviana Quintero. se cristalizan en pactos constitucionales y jurídicos, y en patrones informales de Memorias de guerra y género. De la comportamiento35. Otra bondad de la categoría que no queremos dejar de señainvisibilidad al reconocimiento de las experiencias de mujeres y disensos lar es su posibilidad de articularse con otras nociones (etnia, clase, generación)36. sexuales en el conflicto colombiano Por su parte la democracia conforma un campo político que cultiva la (1964-2007). Proyecto de investigación, área de género, memorias defensa de los principios de libertad e igualdad, para todos de gran valor y guerra, Grupo de Memoria normativo, y se constituye en el terreno más propicio para la ampliación Histórica-Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación de los derechos ciudadanos. En un orden democrático las personas son (cnrr), junio de 2009. en principio libres e iguales y consienten obedecer a una autoridad en la 36. Joan W. Scott, Gender and the Politics of History; Sandra Harding, medida en que ésta sea producto de la aplicación de unas normas consiWhose Science? Whose Knowledge? deradas las más justas o apropiadas a unas circunstancias históricas37. En Anne Phillips, Género y teoría democrática; Steve J. Stern, La lo que concierne a la ciudadanía, la entendemos como un marco discurHistoria Secreta del Género. Mujeres, sivo polifónico desde el cual se construyen los actores en el nuevo orden. hombres y poder en México en las postrimerías del período colonial En este marco discursivo anida el principio ético-político de igualdad y (México: Fondo de Cultura libertad para todos. Su acotación se convierte en motivo de disputa entre Económica, 1999); George L. Mosse, La imagen del hombre: la actores que le otorgan distintos sentidos38. creación de la masculinidad moderna (Madrid: Talasa, 2001); Sarah En cuanto al poder, éste no es una relación externa que tiene exclusivaChambers, From subjects to citizens: mente lugar entre entidades previamente constituidas. El punto de mutua honor, gender, and politics in Arequipa, Peru, 1780-1854. (Pennsylvareducción entre la objetividad y el poder es lo que podemos entender por nia State University Press, 1999). hegemonía. Entonces, para que exista la hegemonía de un grupo tiene que 37. Alain Touraine, “What does Demochaber unas fuerzas antagónicas que cuestionen las fronteras que los separacy Mean Today?”, International Social Science Journal 43: 2 (1991): ran. En este sentido, la noción de hegemonía muestra la intersección que 249-259, en María Emma Wills, se produce entre el poder, la desigualdad y el discurso, y designa los pro“Feminismo y democracia”, 19-37. cesos que permiten que la autoridad cultural dominante se convierta en 38. Chantal Mouffe, ‘Feminismo, ciudadanía y política democrática objeto de negociación y controversia. Lo anterior implica que debe haber radical’, en Chantal Mouffe, El una variedad de discursos y de lugares discursivos con diferentes posiciones retorno de lo político, 89-12; Pnina Werbner y Nira-Yuval Davis, Citizenship and Social Theory (Londres: Zed Books, 1999).

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y perspectivas desde donde se interpela al discurso dominante y se retan sus fronteras. Nancy Fraser concibe esos espacios alternativos como contrapúblicos subalternos, como escenarios discursivos paralelos donde miembros de grupos sociales subordinados inventan y hacen circular contradiscursos, con el fin de formular interpretaciones de oposición de sus ‘identidades, intereses y necesidades’39. En este orden de ideas, tanto la ciudadanía como el género son categorías sin esencia, multivocales, cuyo significado se encuentra en disputa entre distintos actores con distintos intereses y apuestas políticas. Sus límites son el resultado de arreglos particulares que construyen los mismos individuos y actores colectivos a partir de sus luchas. Tanto la ciudadanía como el género se encuentran históricamente situados en determinados órdenes sociales, que son los que producen sus límites. De manera que el ejercicio de la ciudadanía contiene en sí mismo la realidad social en la que se encuentra inscrito y hace visibles, entre otras, las relaciones de género. Como anunciamos al inicio del ensayo, para entender cómo se introduce un nuevo orden hegemónico nos referimos al Nuevo Reino de Granada en los inicios del siglo xix, porque nos permite demostrar cómo más allá de los discursos que abogan por libertad, democracia e igualdad para todos, las nuevas élites latinoamericanas, al plasmar el orden en constituciones, construyeron los límites de los conceptos ejes del nuevo orden: ‘ciudadanía’, ‘derechos y deberes’, ‘actores políticos legítimos’. Estos órdenes sociales están atravesados por asimetrías de poder, por relaciones de explotación, y simultáneamente por múltiples y heterogéneas relaciones de subordinación, pudiendo ser al mismo tiempo subordinado en una relación (hombre-mujer), pero dominante frente a otros (esclavos, castas)40. El espejo que las élites construyen, que refleja su propia concepción del orden, es el que regula las relaciones sociales. La concentración en códigos y constituciones sucede porque lo que las élites reflejan son sus lugares de imaginación y de enunciación, donde ellas están definiendo quiénes son y sobre quiénes y cómo van a ejercer su dominio. Esto es que quienes se constituyen como élites políticas buscan representarse a sí mismos y definir el juego político que determina los derechos y el 39. Nancy Fraser, Iustitia Interrupta, acceso a cargos y recursos. Así definida, la ciudadanía se convierte en el 14, 205. principio articulador del orden social, alrededor del cual giran las luchas 40. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemony and Socialist Strategy; sociales y políticas y, como parte fundamental de ellas, las de género. Chantal Mouffe, El retorno de lo político, 1999. Esta aproximación de ciudadanía condicionada va en contravía con la definición universal del liberalismo, que afirma que todos los individuos 41. Chantal Mouffe, “Feminismo, ciudadanía y política democrática nacen libres e iguales. Sin embargo, la distinción que el liberalismo elaboró radical” y “Ciudadanía democrática y comunidad política”, en Chantal entre lo público y lo privado fue la base que permitió dejar por fuera a las Mouffe, El retorno de lo político, mujeres, que actuó como un poderoso principio de exclusión y que llevó a 89-127; María Emma Wills hace una buena presentación de cómo que lo privado y lo doméstico se constituyeran como un factor importante se construyen los órdenes sociales para su subordinación41. La asociación que se había hecho de la mujer con en “Inclusión partidista y exclusión cultural en Colombia: pistas para comprender su relación”, Análisis Político 46 (2002): 44-57.

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42. En el mundo antiguo había una división entre el espacio público y expuesto de la polis y el mundo oculto y privado del hogar. El hogar era la familia y la economía con la consiguiente separación de ambas. La nueva categoría de lo social surgió “del interior sombrío del hogar” y salió a la luz de la esfera pública. La privacidad era literalmente un estado de “privación” del que se deseaba escapar. Cuando se teoriza el contrato social lo doméstico se perdió de vista. Anne Phillips, Género y teoría democrática, 38-40. 43. El contrato se caracteriza por la igualdad entre individuos y es contrapuesta a la llamada esfera privada, o el hogar, donde se considera que las personas hacen las cosas por “afectos” naturales. He ahí la importancia de tratar a la familia como una entidad política. Martha Nussbaum, Las fronteras de la justicia: consideraciones sobre la exclusión (Barcelona: Paidós, 2007), 100-120. 44. Se pueden consultar los siguientes textos: Lola Luna y Norma Villareal, Historia, género y política. Movimientos de mujeres y participación política en Colombia, 1930-1991 (Barcelona: Universidad de Barcelona-Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología, 1994); Magdala Velásquez, “Aspectos de la Condición Jurídica de las Mujeres” y “La República Liberal y la Lucha por los Derechos Políticos de las Mujeres”, en Las mujeres en la historia de Colombia, dir. Magdala Velásquez (Bogotá: Consejería Presidencial para la política social, Ed. Norma, 1995); Lola Luna, Los movimientos de mujeres en América Latina y la renovación de la historia política (Cali: Universidad del Valle, 2003); Magdalena León y Eugenia Rodríguez, eds. ¿Ruptura de la inequidad? Propiedad y género en la América latina del siglo xix (Bogotá: Siglo del Hombre, Pontificia U. Javeriana, U. Central, U. Nacionalunam-uncpba, 2005).

lo privado y la naturaleza permitió que se le mantuviera en tal espacio42, dejándola no solamente por fuera del mundo de la política, sino además invisibilizándola al limitar su derecho de expresión y participación, lo que la convirtió en una imagen borrosa y secundaria dentro del espacio familiar43. En estas circunstancias, su incorporación al ámbito de lo público y de la política a nivel nacional se ha producido gradualmente, como respuesta a las largas luchas que se han dado desde diferentes frentes44. Los órdenes hegemónicos se construyen usando las diferencias de género para distribuir poder de manera desigual entre los sexos, distribución que se expresa en desvalorización y subordinación de lo femenino frente a lo masculino en el campo público (porque lo femenino es idealizado en el campo privado: madre no hay sino una. Ese también es un estereotipo). El estatuto social encontró en la diferencia del cuerpo de la mujer la justificación para convertirla en ‘dependiente’, en nombre de las oposiciones tradicionales entre lo interior y lo exterior, la sensibilidad y la razón, la pasividad y la actividad. La paradoja consiste en que son las diferencias visibles entre el cuerpo femenino y el cuerpo masculino las que se convierten en los garantes de significaciones y de valores que concuerdan con los principios de esta visión del mundo. La violencia simbólica no es un acto intelectual deliberado: es el efecto de un poder que ha buscado inscribir de manera duradera en el cuerpo de las mujeres esquemas de percepción, desde donde se espera que ellas respondan (ser abnegada, admirar, respetar, amar)45. Por esto, al incorporar el género a la investigación es imprescindible que desnaturalicemos las concepciones sobre lo femenino y lo masculino, para no repetir lo que Bourdieu nos señala. No obstante, en todo orden social se libran constantemente luchas en los campos simbólico, normativo, económico e institucional, incluido el campo educativo, la prensa y las artes. Todo esto no obstante sus actores no tengan el mismo grado de poder. 45. Pierre Boudieu, La dominación masculina, 53-60. Este Los resultados de estas luchas dispares tema ha sido trabajado en el texto de Mara Viveros, terminan por cristalizarse en los pactos Claudia Rivera y Manuel constitucionales y jurídicos y en los patroRodríguez, comps. De mujeres, de hombres y otras nes informales. Para una comprensión ficciones: género y sexualidad de estos procesos hegemónicos podemos en América Latina (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Tercer Mundo Editores, 2006).

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referirnos a Florencia Mallon, quien definió el concepto de hegemonía como una colección de procesos continuos donde el poder y el significado son contestados, legitimados y redefinidos en todos los niveles de la sociedad, y como resultado final de un proceso hegemónico. Debido a que éstos han contribuido a la emergencia de un proyecto social y moral común, que incluye nociones populares y de la élite de cultura política, los que están en el poder pueden gobernar con una combinación de coerción y consentimiento. Las interacciones complejas entre espacios de conflicto y alianza conllevan momentos de grandes cambios o transformaciones. Así los líderes logran la hegemonía como punto final cuando obtienen el respaldo. Mallon encontró que cuando nos hacemos preguntas por el orden, indefectiblemente estamos hablando de la distribución del poder46. Los pactos constitucionales y jurídicos a los que nos hemos referido continuarán siendo retados en mayor o menor grado por diferentes actores, pero durante este proceso quedan incorporados en el orden social, de tal manera que sus miembros terminan por asimilarlos47. Estos espacios de experiencias de hombres y mujeres son profundamente heterogéneos y no podemos homogenizar la diversidad. 2.2. La ciudadanía republicana y masculina Nos vamos a referir al nacimiento de la república de la Nueva Granada, porque consideramos que esto nos permite señalar cómo los hechos obligan a dialogar los discursos de la nación con los acontecimientos, y en medio de ellos se hace visible la inclusión y la exclusión en relación a las realidades de género en la construcción de la ciudadanía. El propósito inmediato de la Independencia en la Nueva Granada era instituir un nuevo orden político y social, por lo que se habló de libertades, igualdad, derechos y democracia. Sin embargo, el orden que se pregonaba como incluyente no consideró a sus mujeres —como tampoco sucedió en aquellas naciones que en fechas similares estaban en 46. Florencia Mallon, “Conclusiones”, en Peasant and nation: the procesos de revolución e independencias. Este breve recuento busca metomaking of postcolonial Mexico and dológicamente señalar cómo la relación entre ciudadanía y género —el Peru (Berkeley: University of California Press, 1995). género entendido como la totalidad de los habitantes de la Nueva Granada— 47. Joan W. Scott, Gender and the muestra la manera como se puede construir tal desigualdad. politics of history. Las élites de los criollos patriotas con las independencias tuvieron que 48. Para una comprensión de la comasumir la tarea de crear una república que reemplazara el antiguo orden posición y organización familiar en la Colonia y en la República 48 colonial , lo que era un gran desafío debido a que estas élites estaban se puede consultar de Pablo Rodríguez Jiménez, Sentimientos inmersas en la cultura e imaginarios del antiguo régimen. En muy poco y vida familiar en el Nuevo Reino de tiempo lo viejo y lo nuevo se entrecruzaron en un duelo de imaginarios, Granada (Bogotá: Ariel Historia, 1999) y “La familia en Colomentre las ideas antiguas, que tenían peso en la mentalidad y la cultura de bia”, en La familia en Iberoamérica sus hombres y mujeres, y la necesidad de crear un nuevo orden que se 1550-1980, coord. Pablo Rodríguez (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, Convenio Andrés Bello, 2004), 246-289.

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diferenciara del antiguo régimen. Fue necesario imaginar, sin un nacionalismo preexistente, instituciones políticas que hicieran viable el principio de la modernidad política, que incluía: formar un Estado con poderes claramente diferenciados, dotar de representación política al pueblo, haciéndolos ciudadanos, conformar el poder judicial, crear un moderno sistema fiscal y formar y fortalecer un ejército que defendiera a la naciente Nación. Todo esto había que llevarlo a cabo en medio de los conflictos internos, la amenaza de las retomas militares por parte de España y bajo la sombra de las provincias que continuaban siendo bastiones realistas49. En medio de toda esta avalancha de acontecimientos, las élites criollas mantenían una percepción de sí mismas como de una nueva nobleza, ahora republicana. Tenían que imaginarse al gran pueblo y definir los límites de la ciudadanía. Para gobernar y tener opinión y voto como ciudadano había que saber leer y escribir, ser racional (no emocional, es decir, no ser mujer), conocer de los asuntos del mundo (ser cosmopolita)50. Durante esos primeros años que sacudían a la república, en estos contextos y bajo tales circunstancias, ¿cuál y cómo es la evolución del concepto de ciudadano? Someramente podemos señalar que antes de 1808 localmente el concepto no contenía ninguna asociación política más allá del ejercicio público. Incluso personas que criticaban el sistema colonial español lo equiparaban con el término vecino para designar al habitante de la ciudad, al hombre honorable y de riqueza, que gozaba de privilegios, o incluso al súbdito patriota. Después de 1810 el término antes referido a la ciudad, ahora por medio de las connotaciones de igualdad y libertad, fue aplicado a la organización del Estado y reemplazó también al concepto de ‘vasallo’, subrayando el aspecto del habitante y miembro del Estado políticamente participativo51. Durante los primeros días de la revolución, el título de ciudadano apareció muy pronto y cada vez más frecuentemente en discursos públicos y 49. Pablo Rodríguez coord. La independencia de Colombia. Historia que proclamas. Los dirigentes políticos de la Nueva Granada usaban el conno cesa (Bogotá: Universidad del cepto como elemento de solidaridad y de activación. Se dirigían a los Rosario-Celebración Bicentenario, 2010). habitantes de Santafé y de las provincias, no en su calidad de habitan50. José María Caballero, cronista tes, pueblos o vecinos, sino como ciudadanos, concediéndoles el status de de la mal llamada Patria Boba, señala en varios pasajes de su libro individuos libres e iguales. A diferencia de la dependencia colonial, signilos despliegues de ostentación ficaba ahora que ya no eran súbditos bajo tutela, sino miembros iguales de la sociedad criolla. José María Caballero, Diario de la independencia del cuerpo estatal y en condición de defender y salvaguardar sus dere(Bogotá: Talleres Gráficos Banco chos personales y posibilidades. El término aparece así relacionado con Popular, 1974), 62 y 182. declaraciones de libertad e independencia y en favor de los derechos del 51. Francisco Antonio Moreno y Escandón, Indios y mestizos de la pueblo recuperados, que señalaban que se había llevado a cabo una proNueva Granada a finales del siglo xviii funda transformación política52. Sin embargo, en su falta de especificidad (Bogotá: Banco Popular, 1985). aludía, según la parecida concepción del vecino como padre de familia o 52. Manuel Antonio Pombo y José Joaquín Guerra comps. Constituciones de Colombia, tomo i. (Bogotá: Banco Popular, 1986).

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amo de casa independiente, a la persona cualificada por la propiedad y por los intereses económicos. En lo que refiere a las mujeres, tenemos suficientes indicios para proponer que su participación durante los acontecimientos independentistas fue mayor de lo que la historiografía, particularmente la decimonónica, ha documentado53. Incluso en documentos54 que se van recuperando, el llamado de las mujeres como ciudadanas era relativamente corriente: se les llamaba ciudadanas, se autodenominaban ciudadanas y decían que ellas eran ciudadanas madres de ciudadanos de la nación55. Ellas, como parte del cuerpo nacional, fueron llamadas como el grueso de la población a defender al Estado bajo la promesa de cambio y de superar la desigualdad anterior. Pero existió una gran discrepancia entre la retórica y la realidad política. En realidad fue bastante indefinido quienes eran verdaderamente los ciudadanos, así como todo lo concerniente a la especificidad de la ciudadanía, es decir la relación entre derecho ciudadano y la posibilidad de ejercer funciones en el campo político. Esto se puede observar en la revisión de las primeras constituciones, en las que falta el artículo sobre el derecho o sufragio pasivo y activo56. En cambio las constituciones si contenían un catálogo de los deberes del ciudadano, con unos imperativos morales, como la obligación de ser buen hijo, padre, hermano y esposo, de acatar las leyes y de respetar la propiedad ajena57. El uso lingüístico, la ampliación del significado y la definición vaga del concepto de ciudadano buscaban demostrar que el nuevo Estado y su sociedad no se caracterizaban por el otorgamiento de privilegios y de desigual53. Martha Lux. “Las mujeres de dad política, sino que la libertad y la igualdad la Independencia en la Nueva Granada. Acciones y contribude derechos determinarían la vida política y ciones”, en La independencia social de la nación58. de Colombia. Historia que no cesa (Bogotá: Editorial Universidad Cabe mencionar sucintamente que del Rosario, 2010), 163-176. la ideología de la Revolución Francesa 54. Archivo General de la influyó en el pensamiento de los líderes Nación (agn), Bogotá, Colombia, Sección República: de las nuevas naciones en lo que respecta Fondo Peticiones y solicitudes, Legajo 16, Folios 246-261, a la ciudadanía. Estudiosos de estos proce[hoja 250 verso], 27 de agosto sos han señalado cómo la era democrática de 1821, “La ciudadana Maria de Jesus Baes”; Fondo no era a priori favorable a las mujeres. Se Funcionarios Públicos, afirmaba que se las debía excluir de la cosa Legajo 5, Documento recibido en la Secretaría del Interior y de Justicia del Departamento de Cundimanarca. Año 1820, “Yo

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ciudadana Antonia Grot”; Biblioteca Nacional (bn), Fondo Quijano, 261, Las damas de Bogotá al congreso, 1824. Nunca se ha negado por personas sensatas, que nosotras las mugeres como ciudadanas tengamos parte en los negocios públicos”. 55. agn, Sección República, Fondo Peticiones y Solicitudes, Legajo 13. 56. Manuel Antonio Pombo y José Joaquín Guerra comp. Constituciones de Colombia. 57. En la Constitución de Cundinamarca del 4 de abril de 1811, en el punto de “Elecciones primarias, parroquiales o de apoderados”, artículo 3 se menciona “que sean varones libres, mayores de veinticinco años, padres o cabezas de familia, que vivan de sus rentas u ocupación sin dependencia de otro”. En la sección 3 de los Deberes del ciudadano, punto 4 de la Constitución del Estado de Antioquia, del 21 de marzo de 1812 se señala: “Ninguno es buen ciudadano, sino es buen padre, buen hijo, buen hermano, buen amigo y buen esposo”. Jorge Orlando Melo, “Documentos constitucionales colombianos, 1810-1815”. En http://www. jorgeorlandomelo.com/ambi_cele. html (consultada el 31 de marzo de 2011). Constante con sutiles variaciones en las distintas constituciones. La constitución de Cádiz de 1812 introduce el derecho al voto basándose en el número de población. El derecho natural y el derecho histórico se convierten en fundamento del nuevo orden y la nueva representación política basada en la idea de propiedad. Los propietarios serán entonces quienes tienen la capacidad y la independencia de contar con ingreso propio. Alicia Hernández Chávez, “Monarquía-RepúblicaNación-Pueblo”, en Ensayos sobre la nueva historia política de América latina, Siglo xix, coord. Guillermo Palacios (México: El Colegio de México, 2007), 164-165. 58. Hans-Joachim König, En el camino hacia la Nación. (Bogotá: Banco de la República, 1994), 363.


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pública y circunscribirlas en el espacio doméstico. En Francia las mujeres fueron rechazadas, excluidas de los cuerpos armados, del pueblo deliberante, de los comités locales y de las asociaciones políticas. Debido a que ellas no podían estar presentes en las deliberaciones de las asambleas políticas, se presentaban en la tribuna abierta, inmiscuyéndose en la esfera política concreta y simbólicamente. Cuando la Constitución del 24 de junio de 1793 aprobó el voto universal masculino, ellas informaron a los constituyentes de su acuerdo transformando un acto privado en uno público, señalando que si bien “la ley las priva del derecho precioso del voto”, ratificaban la constitución “presentada a la sanción del pueblo soberano”59. Insistieron en los vínculos parentales entre ciudadanos y ciudadanas, pero no los presentaron en singular, aunque se comportaban como ciudadanas, y tomaron posesión del espacio político abierto, dándole vida a la ciudadanía como ser político60. No obstante estas limitaciones y la retórica que urgía a las mujeres a regresar a los roles domésticos, las leyes les dieron nuevas formas de acceso legal y político al Estado, y así se generaron lenguajes y prácticas para criticar las inequidades de género61. ¿Pero cómo concebían a las mujeres granadinas los líderes republicanos, que los llevaron a dejarlas por fuera de la ciudadanía? La historiadora Sarah Chambers62 es aguda cuando nos muestra el imaginario republicano, donde se continuaba asociando lo masculino con las “virtudes” y lo femenino con las “pasiones”. El género y la raza le confirieron significado a estas diferencias, propiciaron la exclusión de las mujeres de la esfera pública y determinaron las cualidades de los hombres para 59. Dominique Godineau, “Filles de ejercer una ciudadanía virtuosa. Los sirvientes y las mujeres en su calila liberté et citoyennes révolutionnaires”, en Histoire des femmes dad económica de dependientes eran “ciudadanos” pasivos. Las pasiones, en Occident iv. Le xix siècle, eds. sin embargo, no eran solamente femeninas, sino que además estaban las Georges Duby y Michelle Perrot (París: Perrin, 2002), 25-44. pasiones de las razas, que podían llevar a la discordia, y los descendien60. Dominique Godineau, tes africanos eran considerados propensos a los desbordamientos. Si bien Citoyennes tricoteuses (París: eran una raza fuerte para ser incluidos como soldados, compartían con Éditions Perrin, 2004). las mujeres la condición legal dependiente y de desigualdad. Estas carac61. Suzanne Desan, The family on trial in Revolutionary France (Berkeley: terísticas daban acceso a la envidia y la venganza que se les atribuía a los University of California Press, 2006), 311-314; Lynn Hunt, Polillamados mulatos y pardos63. Para aquellos que como Bolívar podían pentics, culture, and class in the French sar en la gloria de la nación, existía una “sana” pasión, que era “la fuerza Revolution (Berkley: University of California Press, 2004), 20-23. del amor patrio”. La libertad en su asociación con las llamadas cualidades 62. Sarah C. Chambers, “Masculine Virfemeninas podía deslumbrar como las mujeres, por eso era mejor recurrir tues and Feminine Passions”, 21-40. a las virtudes y al poder de la moral masculina para desarrollar “el espíritu 63. Simón Bolívar, Obras Completas, público, las buenas costumbres y la moral republicana”64. Manuela Sáenz y tomo I (Madrid: Maveco de Ediciones, 1984), 122 y 156. María Antonia Bolívar consideraban que la amistad era una característica 64. Simón Bolívar citado en Sarah C. Chambers, “Masculine Virtues and Feminine Passions”, 32.

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femenina y representaron a los hombres como propensos a la traición de sus compatriotas y capaces de cambiar de partido cuando perseguían sus intereses individuales65. En el caso de la Nueva Granada republicana, la diferencia de género se constituyó en un factor determinante para que las mujeres quedaran representadas sólo a través de sus familiares masculinos. Era un tema que las élites gobernantes al parecer ni siquiera se cuestionaban, porque para ellos las mujeres sí estaban representadas. El hom65. Inés Quintero, La criolla principal. bre como cabeza de familia66 estaba investido de la autoridad para gobernar María Antonia Bolívar, hermana del 67 y para representar sus intereses en el mundo de “afuera” . Las mujeres en Libertador (Caracas: Fundación Bigott, 2005); Pamela Murray, For su exclusión quedaron legalmente en peor situación que los niños varones, Glory and Bolívar. The Remarkquienes al alcanzar la mayoría de edad y tener los méritos necesarios podían able Life of Manuel Sáenz (Austin: University of Texas Press, 2008); convertirse en ciudadanos. Ellas, en cambio, quedaron sumergidas en un Sarah Chambers, “Republican limbo político. El tema de la representación tiene que ver con la construcFriendship: Manuela Sáenz Writes Women into the Nation, ción de la identidad, que requiere para erigirse de una frontera con un otro 1835-1856”, Hispanic American Historical Review 81 (2001): 225-258. distinto. Lo que somos emerge porque hay unos otros diferentes frente a los 66. La familia se asumía como hetecuales nos construimos. El análisis desde la perspectiva de género permite rosexual, y en la construcción de subvertir la concepción cultural de la subjetividad humana como unitaria, la patria/nación se convierte en la analogía perfecta para dar la racional, invariable, además de básicamente masculina. Todos y todas nos vida o atacar la vida en nombre identificamos desde la infancia con algunos de los hombres y mujeres con los de esos afectos extensivos. cuales nos relacionamos, ya sean de nuestra familia o no, y estas identificacio67. Los sistemas políticos no buscan representar grupos previamente 68 nes tienen efectos sobre nuestra propia identidad . no representados. Se necesita que éstos desarrollen un sentido Este recuento donde nos propusimos mostrar la divergencia entre de sus propios intereses y discurso y realidad ha tenido varios propósitos. Nos ha permitido señalar establezcan demandas, basados en el desarrollo de una conciencómo la ciudadanía y el género se interrelacionan de manera estrecha, cia política y un activismo de e identificar que los discursos de libertad e igualdad fueron producidos grupo. Virginia Sapiro,“When are Interests Interestings. The por sujetos republicanos cuyos imaginarios en muchos aspectos seguían Problem of Political Representaanclados en la cultura de antiguo régimen. tion of Women, en Anne Phillips, Feminism and Politics, 161-192.

2.3. Articulación de las categorías de género, raza, clase y las luchas sociales Los trabajos de Sarah Chambers, Steve Stern, Florencia Mallon y James C. Scott han cuestionado la producción de poder y han propuesto una reconceptualización de la relación entre clases populares y élites, no obstante las limitaciones de género, raza y clase69. El estudio cuidadoso de las dinámicas de interacción social muestra unas fronteras expandidas del significado de género —tanto de lo femenino como de lo masculino— en la vida cotidiana de las comunidades estudiadas, y el papel jugado por ellas

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68. Gabriela Castellanos Llanos, Sexo, género y feminismo: tres categorías en pugna (Cali: Universidad del Valle, 2006), 30; Gabriela Castellanos y Simone Accorsi, comps. Sujetos femeninos y masculinos (Cali: Universidad del Valle, 2001), 19. 69. Sarah Chambers, From subjects to citizens; Steve Stern. La Historia Secreta del Género; Florencia Mallon, Peasant and nation; James C. Scott, Los dominados y el arte de la resistencia: discursos ocultos (México: Ediciones Era, 2000).


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en la formación política, construcción de instituciones y relaciones en general. Como lo hemos mencionado, toda sociedad que se constituye construye sus órdenes y sus formas de justicia y autoridad. En esos órdenes se producen discursos que permiten a todos los sujetos pensarse a sí mismos dentro de ciertos límites establecidos, situándose por dentro o por fuera de unas fronteras que les dan o no el acceso a recursos simbólicos, económicos y políticos. A su vez, los actos discursivos cobran sentido dentro de actos discursivos preestablecidos, que como secuencias relacionales de significado se modifican en el tiempo70. Las exclusiones de la ciudadanía y las subordinaciones de género no son estáticas, sino que además de ser múltiples retan constantemente sus límites. La comprensión de los discursos sociales en los que los individuos se insertan y la variedad de discursos que se producen son una puerta de acceso a las sociedades estudiadas que señalan toda su complejidad. Lo que proponemos, de acuerdo con Scott, es que hay que comparar el discurso público de los que ostentan el poder con los de los grupos subordinados, que contienen una crítica al poder, donde se articulan las prácticas y las exigencias de su poder que no se expresan abiertamente. Con estas comparaciones discursivas accedemos a una manera fundamentalmente distinta de entender la resistencia ante el poder y la conducta política de los subordinados71. Las diferencias sexuales, que siempre están presentes en la distribución del poder, llevan a que se establezcan relaciones de jerarquía, de inclusión y exclusión en ciertos espacios. Las comunidades estudiadas por Florencia Mallon en México y en Perú le permitieron mostrar que los intelectuales locales son eslabones entre el centro y las regiones, y que cumplen un papel fundamental en el sostenimiento de la hegemonía y en su transformación. La hegemonía es vista como un discurso agenciado, divulgado, disputado en redes sociales que conectan el centro con la periferia, las comunidades internamente y a éstas con el centro. Los órdenes sociales políticos y culturales, las luchas entre lo viejo y lo nuevo, lo de arriba y lo de abajo, las élites y los dominados se mezclaban en procesos intensos y fluidos72. Las mujeres, no obstante la división de tareas por género, al salir al espacio público para ejercer actividades en comunidad pudieron crear espacios de interacción y cooperación entre ellas. Steve Stern en sus estudios sobre México a finales del período colonial encontró que se fundía la imagen del hombre y el ciudadano. Sin embargo a pesar de la masculinización de la ciudadanía las mujeres se abrieron camino en la política 70. Pierre Bourdieu, “Structures, habitus, power”, 155-160; Ernesto especialmente en situaciones de crisis, extendiendo al espacio público las Laclau y Chantal Mouffe, Hegeprácticas y sensibilidades que se asociaban a lo privado y familiar. En ellos mony and Socialist Strategy. afirmaban sus propias versiones de lo moral y de lo que concebían como 71. James C. Scott, Los dominados y el arte de la resistencia, 5-35. ciudadanía comunitaria, abriendo arenas de autogestión por fuera de los 72. Florencia Mallon, Peasant and horizontes de control73. nation, 63-88. 73. Steve Stern, La Historia Secreta del Género, 287-294, 346 y 357. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 128-156


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Durante las independencias la cultura política se transformó dramáticamente. Las negociaciones sobre la ciudadanía, derechos y obligaciones y sobre las fronteras de inclusión/exclusión fueron temas centrales tanto para las élites como para el pueblo. Pero más allá de medir el compromiso y los grados de participación popular en las guerras de independencia, debemos estudiar los lenguajes y rituales de 74. Pablo Rodríguez, En busca de lo poder del período colonial que continuaron expresándose en las acciones cotidiano: honor, sexo, fiesta y sociedad, siglo xvii-xix (Bogotá: Editorial Guay en las conciencias de los sujetos, sin desconocer que los significados se dalupe, 2002); Margarita Garrido, fueran transformando gradualmente. El honor como bien heredado se con“Honor, reconocimiento, libertad y desacato: sociedad e individuo virtió en una opción que se podía lograr por méritos74, comportamiento desde un pasado cercano”, en Cultura, política y modernidad, Luz que quedaba bajo el escrutinio público. Aun cuando el uso del lenguaje del Gabriela Arango et al., eds. (Bogotá: honor continuaba en apariencia similar, los significados subyacentes mosUniversidad Nacional de Colombia, 1999), 111-121. traban en la República importantes cambios. Los estudios de los artesanos 75. David Sowell, The Early Colomdel siglo xix en la Nueva Granada han señalado la centralidad del honor en bian labor Movement: Artisans el republicanismo popular. En Santafé los artesanos establecieron alianzas and Politics in Bogotá, 1832-1919 (Philadelphia: Temple University políticas con los partidos liberales, pero al ser derrotados fueron desacrePress, 1992). Se puede consultar ditados y se dijo que eran perezosos e ingobernables, negando y dejando igualmente el trabajo de Mario Aguilera Peña y Renán Vega por fuera sus peticiones al calificarlas como no respetables75. Cantor, Ideal democrático y revuelta popular. Bosquejo histórico de la Sarah Chambers, quien ha convertido estos temas en su objeto de estumentalidad política popular en dio, a partir de los resultados de la investigación que realizó en Arequipa Colombia. 1781-1948 (Bogotá: Instituto María Cano, 1991). (Perú) propone que las negociaciones de honor y ciudadanía estuvieron lejos 76. Sarah Chambers, From subjects to de ser abstractas. Para ella las negociaciones cotidianas de la gobernabilicitizens, 40-70. dad permitieron que los líderes locales movilizaran a las masas durante los 77. Drew Gilpin Faust, Mothers of mítines y revueltas. Arequipa mantuvo un grupo importante de artesanos, Invention: Women of the Slaveholding South in the American Civil War pequeños hacendados, vendedoras ambulantes y cerveceros. En esos gru(University of North Carolina pos que se traslapaban, la cultura y la política se interceptaban. Chambers Press, 2004). encuentra que, si bien los intelectuales y élites se ocuparon de articular las 78. Jesse Hingson, “Savages’ into Supplicants: Subversive Women filosofías políticas, las clases populares pusieron su marca especial cuando and Restitution petitions in Córdoba, Argentina during the Rosas lograron transformarse de sujetos en ciudadanos, en una negociación diaria Era”, The Americas: A Quarterly de las normas. Es particularmente aguda en señalar la porosidad de la fronReview of Inter-American Cultural History 64:1 (July 2007): 59-85. tera entre el espacio público y privado, y entre lo doméstico y comunitario76. 77 79. Pamela Murray, “Mujeres, género El trabajo de la historiadora Drew Gilpin Faust sobre las mujeres y política en la joven república del Sur durante la guerra civil entre 1861-1865 en los Estados Unidos, el colombiana: una mirada desde la correspondencia personal del de Jesse Hingson78 sobre Argentina y el de Pamela Murray79 para el caso General Tomás Cipriano de Moscolombiano son ricos en mostrar las estrategias utilizadas por las mujeres quera, 1859-1862”, Historia Crítica 37 (Enero - Abril 2009): 54-71. 80 para adscribir peticiones e intervenir en la vida política . La peculiaridad 80. Alonso Valencia Llano, Mujeres caucanas y sociedad republicana. (Cali: Universidad del Valle, 2001), 142.

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de estas luchas es que no trasgreden los cánones impuestos por el nuevo orden. No son subversoras, sino que, inscritas en el propio lenguaje de la época, buscan reivindicaciones distributivas pero no de reconocimiento. Estas mujeres ya recurrían a una estrategia que Anne Philips81 ha abordado en sus estudios sobre el siglo xx. Éste era el argumento de la virtud como una primera entrada, extendiendo la instancia de la maternidad hasta la esfera pública. Estas mujeres, independientemente de sus peticiones, no parecían desvalidas, sino bastante activas en el mundo de la política. Algunas actuaron como intermediarias, pero también utilizaron el discurso para protestar por los efectos de la guerra en la vida de su familia. Faust propone una economía moral de género que refiere a la posición de las mujeres que consideraban que por su abnegación y sacrificio tenían derecho a recibir protección. Entre la variedad de estrategias discursivas se encontraba el lamento, que encajaba bien con la idea de la mujer como “sexo débil”. En casos extremos modificaban el discurso y hacían una reclamación en tono tajante, aduciendo que merecían ser recompensadas por su servicio a la patria. Sus intereses y resistencias estuvieron inscritos en órdenes sociales cuyo lenguaje expresaba y construía su identidad. Estos autores pertenecen a un nuevo grupo de investigadores que han dejado de lado la visión elitista de la política y del poder que presentaron las élites decimonónicas y que en algunos casos se siguieron reproduciendo82. El ejercicio que hemos realizado ha tenido como propósito mostrar las posibilidades de la noción género para entender a las sociedades, el poder y los sujetos que constantemente se lo disputan. La ciudadanía, los límites que le confieren quienes gobiernan y quienes retan sus fronteras se entrecruzan con variables de raza, clase y género, entre otras. Las dinámicas que se producen en estas intersecciones muestran toda su magnitud durante los cambios de régimen y orden, cuando todo está por imaginarse. Conclusiones El género es una herramienta que da cuenta de las complejidades de las acciones y de la vida de mujeres y hombres en diálogo con otras categorías que permiten mostrar las condiciones y circunstancias bases de las decisiones políticas y de poder. En este sentido, el género está íntimamente ligado con la categoría de hegemonía, pues toda hegemonía utiliza las diferencias sexuales para asignar poder. Estas categorías permiten pensar nuevas formas de construir la realidad o de aproximarnos a realidades pasadas, y ser sensibles a la multiplicidad de factores que se interceptan y confluyen alrededor de unas situaciones y momentos históricos para comprender sus racionalidades. 81. Anne Phillips, Feminism and Politics, 181.

82. Sobre este tema se puede revisar el trabajo de Hilda Sabato, Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas en América Latina (México: Fondo de Cultura Económica, 1999). Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 128-156


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Es imprescindible recordar que toda historia es de hombres y mujeres y de allí la preocupación que han expresado, desde las ciencias sociales, grupos feministas que han buscado resolver las preguntas sobre el género83. La historia como disciplina no puede seguir de espaldas a estas discusiones, porque al hacerlo omite uno de los mecanismos implícitos en la construcción del poder y su asimilación a ciertas categorías sociales. En el siglo xix neogranadino las mujeres fueron parte fundamental de los sectores populares y de las élites, e intervinieron de múltiples maneras en las decisiones de los gobiernos locales, regionales y nacionales84. Las guerras no solamente confrontaron los fundamentos de las identidades de sus hombres y mujeres, sino también que pusieron en relación una serie de categorías: el género, que distinguía dependiente de independiente; la raza, que marcaba la diferencia entre dependiente y libre, superior e inferior; la clase, más sutil y oculta, pero sensible para una sociedad que aun cuando se mostraba democratizante mantenía las distinciones de poder, educación, refinamiento y clamaba por el honor, ya no heredado, sino por los méritos logrados. Si bien las mujeres republicanas no accedieron al voto, salieron a la vida pública y hay indicios de que aprendieron el valor de los vínculos asociativos, noción por demás útil para comprender el alcance y las formas que adoptaron sus luchas. Desarrollaron estrategias de supervivencia en contextos violentos, al parecer renegociando e identificando identidades y objetivos políticos. El estudio de las peticiones que en diferentes contextos de guerra han revisado varios historiadores muestra que aunque las mujeres esgrimieron argumentos de corte legal, los contenidos de sus peticiones contienen formas de resistencia, al tiempo que presentan argumentos que ellas sabían recibirían aproba83. Mara Viveros, Claudia Rivera ción. Si bien no eran ciudadanas iguales a los hombres, apelaron también y Manuel Rodríguez, comps. De al honor, a la familia y al servicio, utilizando a su vez términos políticos mujeres, de hombres y otras ficciones; Luz Gabriela Arango, “Género e claves: justicia, equidad e igualdad. De alguna manera no evidente estaban identidad: ensayos sobre lo femeretando y cuestionando la taxonomía política85. nino y lo masculino”, en Estudios de género e identidad: desplazaLos conceptos género y hegemonía son fundamentales para abordar el mientos teóricos, eds. Luz Gabriela Arango, Magdalena León y Mara estudio de la vida de hombres y mujeres en períodos revolucionarios y de Viveros (Bogotá: TM Editores, U. guerras. La masculinidad y la feminidad son moldeadas profundamente de los Andes, U. Nacional, 1995), 21-37; Gabriela Castellanos Llanos, por las particularidades locales y las normas, y se encuentran constanteSexo, género y feminismo y con mente en proceso de reconfiguración cuando se intenta definir el nuevo Simone Accorsi, comps. Sujetos femeninos y masculinos. orden hegemónico. La politización de la guerra introduce un lenguaje de 84. Florencia Mallon, Peasant and derechos y libertad, y lleva a aquellos que se han abierto espacio como nation; Peter Guardino, The Time clase hegemónica a esforzarse por reordenar la sociedad. of Liberty. Popular Political Culture in Oaxaca, 1750-1850 (Durham: Duke University Press, 2005).

85. Drew Gilpin Faust, Mothers of Invention; Jesse Hingson, “Savages into Supplicants”; Pamela Murray, “Mujeres, género y política en la joven república colombiana…”. hist. crit. No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 128-156


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“Dejen que el diablo haga lo demás”: la promoción de productos complementarios en América Latina durante la década de 1940

Artículo recibido: 5 de abril de 2010; aprobado: 29 de noviembre de 2010; modificado: 9 de marzo de 2011.

Nicolás Cuvi

“Dejen que el diablo haga lo demás”: la promoción de productos complementarios en América Latina durante la década de 1940

“Let the devil do the rest”: the promotion of complementary products in Latin America during the 1940s

Resumen

Abstract

Durante la década de 1940, Estados Unidos ejecutó

During the 1940s, the United States undertook

en América Latina ambiciosos programas para

a series of ambitious programs to exploit raw

explotar materias primas minerales, vegetales y

materials —mineral, vegetable, and animal— in

animales, que requirieron la intervención de todo

Latin America. These programs, which required

su potencial científico, económico y diplomático.

the United States to use all its scientific,

Con estos programas se consolidaron las bases

economic, and diplomatic weight, consolidated

para el imperialismo sobre las materias primas,

the commodity-based imperialism that it has

ejercido por Estados Unidos en la región desde

exercised in the region since the middle of the

la segunda mitad del siglo XX. Este trabajo se

twentieth century. This article focuses on the

concentra en los mecanismos para fomentar la

mechanisms that it employed to promote the

explotación de recursos vegetales e invita a la

exploitation of vegetable resources and reflects

reflexión sobre los impactos que este modo de

on the impacts that this form of intervention

intervenir la naturaleza tuvo en el ambiente y en el

in nature has had on the environment and the

desarrollo agrícola de la región.

agricultural development of the region.

Palabras clave

Key Words

Historia latinoamericana, Historia agraria, Segunda

Latin American history, agrarian history, World War II,

Guerra Mundial, imperialismo.

imperialism.

Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad Católica del Ecuador (Quito, Ecuador). Máster en Comunicación Científica por la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona, España). Doctor en Historia de las Ciencias por la Universitat Autònoma de Barcelona ((Barcelona, España). Profesor Investigador del Programa de Estudios Socioambientales de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO (Quito, Ecuador). Sus intereses giran en torno a la divulgación científica, la investigación de la historia del ecologismo, la ecología y la evolución en América Latina, y la ecología urbana. Algunas de sus publicaciones recientes son: “Los molinos del Censo”, en El Molino y los panaderos. Cultura popular e historia industrial de Quito (Quito: Fonsal, 2009), y El misterioso reloj de Darwin (Quito: Fundación Charles Darwin, 2010). ncuvi@flacso.org.ec

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“Dejen que el diablo haga lo demás”: la promoción de productos complementarios en América Latina durante la década de 1940Ï Introducción Este artículo se articula a partir de dos campos de investigación: la historia de la ciencia, especialmente en sus análisis de la relación ciencia-imperialismo, y la historia ambiental. Asimismo, se concentra en la relación entre dos regiones del mundo: Estados Unidos y América Latina. Los estudios de historia ambiental que abordan la relación Estados Unidos-América Latina tienen una presencia importante en la literatura académica; estas investigaciones se han dedicado a desmenuzar el impacto que estas relaciones han tenido en los paisajes y en las relaciones de producción en América Latina, a nivel de regiones o países. Hay trabajos sobre el banano en Centroamérica1, sobre la agricultura del azúcar y otros productos en el Caribe2, sobre el caucho en Brasil3, entre otras miradas que ilustran cómo Estados Unidos, a través de su política exterior, ha sido protagonista del proceso de transformación de los paisajes de las repúblicas americanas4. Sin embargo, con excepción de un trabajo sobre la actuación de la Fundación Rockefeller en el Perú5, hasta ahora no se ha discutido el impacto de la promoción de productos complementarios desde la década de 1940. En cuanto a la relación ciencia-imperialismo, es necesario anotar que no existe un acuerdo sobre el alcance del término “imperialismo”6: hay planteamientos como el del “imperialismo ecológico”, Ï El artículo es resultado de la investigación realizada para que sostiene que la exitosa expansión de la tesis doctoral, leída en abril Europa hacia América y Australasia fue conde 2009, y titulada “Ciencia e imperialismo en América Latina: la Misión de Cinchona y las estaciones agrícolas

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cooperativas (1940-1945)”. Para llevarla a cabo se contó con una Beca MAEC-AECI del Ministerio de Asuntos Exteriores de España, 2003-2006, y con ayudas de viaje del Centre d’Història de la Ciència, CEHIC, Universitat Autònoma de Barcelona (Barcelona, España) del American Institute of Physics y de la Chemical Heritage Foundation para investigar en archivos de los Estados Unidos, 2006. 1. John Soluri, Banana Cultures: Agriculture, Consumption, and Environmental Change in Honduras and the United States (Austin: University of Texas Press, 2005). 2. Stuart McCook, States of Nature: Science, Agriculture and Environment in the Spanish Caribbean, 1760-1940 (Austin: University of Texas Press, 2002). 3. Warren Dean, Brazil and the struggle for rubber (Cambridge: Cambridge University Press, 1987). 4. Richard Tucker, Insatiable Appetite: the United States and the ecological degradation of the tropical world (Lanham, Maryland: Rowman & Littlefield, 2007). 5. Chris J. Sheperd, “Imperial Science: The Rockefeller Foundation and Agricultural Science in Peru, 1940-1960”, Science as Culture 4: 2 (2005): 113-137. 6. Patrick Wolfe, “History and Imperialism: A Century of Theory, from Marx to Postcolonialism”, The American Historical Review 102: 2 (1997).


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secuencia de los organismos biológicos7; o el “imperialismo verde”, referido a la manera en que la actividad imperial en las zonas tropicales hizo emerger una conciencia ecológica8. Asimismo, tampoco existe un consenso sobre la pertinencia civilize” Berichte zur Wissende tratar a Estados Unidos como un imperio; schaftgeschichte 13: 2 (1990): 69-81; Patrick Petitjean, al comparar esta nación con el imperio briCatherine Jami, y Annetánico, por ejemplo, de inmediato surgen Marie Moulin, eds., Science and Empires: Historical Studies dudas, pues en el caso británico aceptamos about Scientific Development su existencia (incluso hubo instituciones and European Expansion (Dordrecht: Kluwer, 1992); Paolo imperiales), mientras que el oficialismo de Palladino y Michael WorWashington D.C. jamás reconocería que boys, “Science and Imperialism”, Isis 84: 1 (1993): 91-102; actúa de modo imperial. Sin embargo, varios Antonio Lafuente, Alberto Elena y María Luisa Ortega, estudios aluden a una actitud imperial eds., Mundialización de la estadounidense9, por lo cual no resulta desciencia y la cultura nacional (Madrid: Doce Calles, 1993); cabellado usar este marco analítico, aunque Deborah Fitzgerald, “Exportla historia de Estados Unidos carezca de ing American Agriculture: The Rockefeller Foundation instituciones imperiales (a diferencia de las in Mexico”, en Missionarpotencias europeas o Rusia, entre otras). ies of Science. The Rockefeller Foundation and Latin America, El imperialismo se presenta de varias ed. Marcos Cueto (Bloomington e Indianapolis: Indiana formas, entre éstas el campo científico10; University Press, 1994), en este ámbito la historia de la ciencia y la 72-96; Richard H. Drayton, Nature’s Government: Scitecnología ha hecho revelaciones que ilusence, Imperial Britain, and the tran, por ejemplo, cómo las expediciones, ’Improvement’ of the World (New Haven y Londres: Yale jardines botánicos, estaciones agrícolas y University Press, 2000); plantaciones han servido para el control en Michael Osborne, “Acclimatizing the World: A History zonas tropicales11. Algunos autores incluso of the Paradigmatic Colonial Science”, Osiris 15 (2001): han afirmado que “la historia de la ciencia 601-617; entre otros. y el imperialismo es la historia de la cien12. Paolo Palladino y Michael cia”, y añaden que en este proceso resulta Worboys, “Science and Imperialism”, 102. crucial la participación de investigadores 13. Camilo Quintero, “¿En qué del “tercer mundo”, para evitar una historia anda la historia de la cienque únicamente considere visiones desde el cia y el imperialismo?”. poder imperial12. En esta área, sin embargo, 14. Marcos Cueto, ed., Missionaries of Science. The se ha investigado poco13, a excepción de los Rockefeller Foundation and libros Missionaries of Science (donde aparecen Latin America (Bloomington e Indianapolis: Indiana University Press, 1994); Stuart McCook, States of Nature.

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las intervenciones en agricultura y salud realizadas por la Fundación Rockefeller en América Latina) y States of Nature, que aborda la relación entre Estados Unidos y los territorios caribeños14. No obstante, cabe mencionar uno de los análisis más agudos y con mayor impacto realizados sobre el imperialismo estadounidense: Las venas abiertas de América Latina, publicado por Eduardo Galeano en 1971. En este libro se detallan aspectos como la manera como Estados Unidos ejerció el control del ahorro en las naciones para desviarlo hacia sus propias inversiones, los préstamos para intereses propios, la compra de industrias con poca liquidez y usando dineros de préstamo, entre otros temas. Durante décadas, Estados Unidos habría vivido de la importación de capitales producidos en América Latina, donde la pobreza ha ido en aumento, situación que Galeano describe sin tapujos: “América Latina proporciona la saliva además de la comida, y los Estados Unidos se limitan a poner la boca”. En buena medida, tal situación se ha logrado mediante el control al crédito y la tecnología, con ejércitos de tecnócratas, pero siempre teniendo a mano a los marines para salvar las inversiones en caso de alto riesgo15. De todas maneras, Estados Unidos no tuvo atribuciones como los imperios europeos para tomar decisiones; siempre tuvo que negociar. Sin embargo, eso no significa que la relación haya sido equitativa, al mismo nivel, con la misma agencia en ambas partes; en realidad, la nación del norte ponía sus intereses en varios lugares al mismo tiempo, y abandonaba los proyectos que ya no resultaban importantes para sus intereses; las naciones americanas imponían ciertos límites a las actuaciones de Estados Unidos, pero este país poseía un gran poder. Por su parte, las naciones americanas colocaron gigantescas expectativas en esa ayuda externa, aceptando en casi todos los casos las reglas enviadas desde Washington D.C. Unos y otros eran dependientes entre sí, aunque con diferente capacidad de negociación. Sin embargo, de ninguna manera intento desconocer que las élites de las repúblicas latinoamericanas aplicaban el mismo modelo con la población de sus países y que, aunque involucradas en relaciones de poder desiguales con la nación del norte, aprovecharon la situación para favorecer sus propios intereses; durante el período estudiado predominó la modalidad de acumulación primario-exportadora, sin desarrollo industrial, y gasto de capitales en importaciones suntuarias. La burguesía fue incapaz de construir un modelo de sustitución, los ricos fueron cada vez más ricos (comerciantes, banqueros, terratenientes), mientras que los pobres fueron cada vez más precarios. De ello se han ocupado a profundidad los historiadores, y también explica la inequidad e 15. Eduardo Galeano, Las venas 16 abiertas de América Latina (Madrid: inestabilidad en Latinoamérica durante el siglo xx . Galeano ha llamado a Siglo xxi, 2003), 289. 17 estos procesos “subimperialismo” . 16. Eric J. Hobsbawm, Age of El objetivo de este artículo es ilustrar cómo, durante la Segunda Guerra extremes: the short twentieth century, 1914-1991 (Londres: Michael Mundial, Estados Unidos creó una serie de instituciones y un modus operandi para Joseph, 1994).

17. Eduardo Galeano, Las venas abiertas. hist. crit. No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 158-181


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controlar los recursos naturales de América Latina. El artículo está dividido en cinco partes: en la primera parte, constan los antecedentes por los cuales Estados Unidos se decidió a intervenir en los países al sur de su territorio y las estrategias generales para lograrlo. En la segunda parte, me detengo en las formas que usó la nación del norte para explorar las posibilidades agrícolas de los países latinoamericanos, y cómo orientar su desarrollo hacia la producción de productos complementarios a la economía estadounidense. El desarrollo de dos de estos productos, la quina y el caucho, son el tema principal de la tercera parte. En el cuarto acápite exploro el papel de las estaciones agrícolas cooperativas como plataforma ideal para controlar la producción agrícola y promover plantaciones, y las razones por las cuales estas estaciones no tuvieron, en el corto plazo, la eficacia esperada. Finalmente, en la quinta parte ilustro cómo la dependencia y control de la agricultura latinoamericana fue respaldada mediante la capacitación de técnicos en centros de enseñanza diseñados por estadounidenses en países de Centroamérica. 1. Las semillas de la dependencia Hacia 1942, por la emergencia de la guerra y, amparados bajo convenios bilaterales de cooperación, cientos de especialistas estadounidenses llegaron a América Latina. Con la venia y el apoyo de las repúblicas latinoamericanas, fundaron instituciones cuyos objetivos eran, entre otros, extraer materias primas de los bosques y fomentar la ampliación de la frontera agrícola para instalar monocultivos a gran escala. Los productos fomentados fueron aquellos que “complementaban” la economía estadounidense, esto se hizo en una dimensión cuyo impacto podría ser comparable con la llegada de europeos en el siglo xv, o con las estrategias estatales de exportación de materias primas agrícolas, implementadas por las repúblicas americanas a comienzos del siglo xix. Para generar esta situación fue decisivo que América Latina albergara plantas y minerales estratégicos, así como un gran territorio para albergar las nuevas plantaciones. Allí existía, o se podían introducir, más de un centenar de especies maderables, alimentarias, productoras de fibras, medicinales, o con cualidades especiales como el caucho o la balsa. De los 17 ítems estratégicos requeridos por las Fuerzas Armadas de Estados Unidos18, doce estaban en América Latina y solo se requería promover su extracción. De esta manera, la guerra movilizó a Estados Unidos a sondear las posibilidades productivas al sur de su territorio, para lo cual tenía a su favor un gran poder de préstamo y compra, poder bélico, y relaciones diplomáticas más favorables que diez años antes, con 18. Eran los siguientes: antimonio, repúblicas abiertas a adquirir créditos para fomentar el desarrollo de sus cromo, manganeso, níquel, cuarzo, estaño, fibra de manila, territorios. El país del norte comenzó a conceder créditos a países laticaucho, seda, quinina, mica, noamericanos, con fuertes restricciones, para absorber los excedentes y mercurio y tungsteno, aluminio, carbón activado de cáscara desarrollar ciertas líneas de producción, y prometió a estas naciones que de coco, vidrio óptico y lana. se convertiría en el comprador de esos productos. Robert Burnett Hall, “American Raw-Material Deficiencies and Regional Dependence”, Geographical Review 30: 2 (1940): 177-186.

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Parte del plan estadounidense era que los países redujeran las cosechas de productos “no complementarios”. La cosecha de algodón de Perú, por ejemplo, sería adquirida hasta un millón de quintales, y ese país tendría asegurada la venta siempre que mantuviera la superficie cultivada dentro de 155 mil hectáreas, con un premio por cada 1% de reducción del área del cultivo19. En esos años se experimentó con contratos, operaciones de compra exclusiva, bloqueos, monopolios y, sobre todo, se creó dependencia mediante negociaciones bilaterales. Parte fundamental fue la entrega de dinero: entre los créditos para la agricultura, el primero del Export and Import Bank of Washington (Eximbank) fue concedido a Haití en 1939. El crédito fue condicionado a la creación de una entidad para fomentar cultivos, la Société Haitiano Américaine de Développement Agricole (SHADA), la cual sería controlada por personal estadounidense en tanto existiera la deuda. Pero prestar dinero no implicaba garantías y con éste llegaron agrónomos, botánicos, economistas, químicos, expertos en suelos, conservacionistas 19. Manuel Prado y Ugarteche, y forestales20. Procedían de instituciones científicas estadounidenses y lleva“Mensaje del Presidente del ban el paradigma de la agricultura científica, basada en tecnología de punta, Perú, Doctor Manuel Prado y Ugarteche, al Congreso Nacional, en el aprovechamiento extensivo del suelo mediante la implementación de el 28 de julio de 1942”, en http:// monocultivos21 y en la fundación de instituciones de extensión y capacitación. www.congreso.gob.pe/museo/ mensajes/Mensaje-1942.pdf>, El modus operandi aplicado en Haití se replicó en más naciones y con más consultado el 30 de junio de 2007. productos. Hubo préstamos a México, Brasil, Colombia, Uruguay, Cuba, 20. National Archives at ColEcuador, etc. Los países latinoamericanos, extremadamente diversos en lege Park, Maryland (NACP), Recorhjds of the Interdepartsus gobiernos, tenían un interés común: fomentar el desarrollo agrícola. mental and Intradepartmental Committees, RG 353, Records Por lo tanto, daban la bienvenida al dinero y acogían las ideas de funcioof the Interdepartmental and narios como Earl Bressman, de la Office of Foreign Agriculture Relations (ofar) Intradepartmental Committee on Cooperation with the American del United States Department of Agriculture (usda), para quien Latinoamérica Republics, Caja 33. “Interdepartdebía avanzar hacia una nueva era: mental Committee on Scientific and Cultural Cooperation, Sum“An era when hundreds of merchant ships will carry rubber, drugs, fibers, mary of Scientific and Technical oils and herbs from south to north -- and take back increased amounts of Activities, 1939-1949 (varios países). July 1, 1949”. automobiles, tractors, plows, sewing machines, shirts, shoes. Many other 21. Deborah Fitzgerald, “Exporting things will be traded, in that new era when the products of the Americas American Agriculture”. will more nearly complement each other”22. 22. NACP, Records of the Office of Estados Unidos tenía objetivos a corto y largo plazo: de forma inmediata, esa nación quería obtener en América Latina las materias primas estratégicas para ganar la guerra, y debía evitar que los alemanes, japoneses e italianos accedieran a éstas. Sin embargo, también intentaban, en el largo plazo, lograr una complementariedad en la producción de plantas con las naciones tropicales de América,

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Inter-American Affairs, RG 229, Records of the Division of Agriculture General Correspondence (E-136), Caja 1479. “Agriculture in the Americas, Interview with Dr. Earl N. Bressman, Assistant Director, Office of Foreign Agricultural Relations, Presented Thursday, September 11, 1941, 11:39-11:49, over stations associated with the Blue Network of the National Broadcasting Company. Transcrito.


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y venderles tecnología. Por su parte, las naciones latinoamericanas deseaban tecnificar su agricultura y, al mismo tiempo, mejorar sus ingresos, ante lo cual la oferta estadounidense (créditos, asistencia técnica y promesa de compra) resultaba perfecta. Pero, de nuevo: si bien se requerían negociaciones, el poder de decisión casi siempre estuvo en manos de la nación del norte, lo que se refleja en que los proyectos promovidos durante la guerra perdieron impulso cuando Estados Unidos perdió interés, lo que obligó a dejar de lado productos como la quina o el caucho por banano y arroz, entre otros. En contadas ocasiones las naciones latinoamericanas consiguieron ubicar sus intereses en las agendas, y muchas de estas veces, las intenciones quedaron en eso: declaraciones. A continuación relataré cómo ocurrió esa historia durante la primera mitad de la década de 1940. 2. Explorar y conocer para controlar Por todo el continente americano hubo misiones técnicas estadounidenses. En 1940, se hicieron inventarios en busca de oro, manganeso, cromo, bauxita, estaño y otros minerales; en 1942, la Metals Reserve Company se aseguraba el platino de Colombia, el estaño boliviano y el cobre chileno, además del petróleo de todos los países. También se estudiaron los recursos pesqueros del Perú y el Caribe. Para 1944, el número de misiones relacionadas con el desarrollo de recursos naturales en América Latina era “too large to permit complete listing”23. Aquí me ocuparé de algunas misiones relacionadas con productos vegetales. La agricultura científica trasladada a contextos coloniales ha sido un tema abor23. “Agricultural Cooperation in the Americas”, Geographical Review 34: dado por varios autores24; estas aproximaciones, si bien aluden especialmente al siglo 1 (1944): 151-153. xix y comienzos del xx, proveen marcos para analizar las relaciones entre América 24. Por ejemplo: Deborah Fitzgerald, “Mastering Nature and Yeoman: Latina y Estados Unidos a mediados del siglo xx. Por ejemplo, en algunos de estos estuAgricultural Science in the dios se argumenta que la situación de colonialidad empujó a los técnicos europeos a Twentieth Century”, en Science in the twentieth century, eds. buscar nuevas formas de poner a producir los territorios colonizados, basándose en John Krige y Dominique Pestre presupuestos construidos desde el éxito de la revolución agrícola; ante cualquier pro(Amsterdam: Harwood Academic Press, 1997), 701-13; Christophe ducto sembrado localmente (como arroz o cacao), los europeos debían ser capaces de Bonneuil, “Crafting and Disciplinaumentar su producción mediante una administración científica. Ciertamente, este ing the Tropics: Plant Science in the French Colonies”, en Science objetivo se lo logró en más de una ocasión, como en el caso de la quina en Java, donde in the twentieth century, eds. John Krige y Dominique Pestre la agricultura colonial holandesa obtuvo, a fines del siglo xix, una nueva especie a par(Amsterdam: Harwood Academic tir de la Cinchona calisaya: la C. ledgeriana, con prodigiosas concentraciones de quinina. Press, 1997), 77-96; Richard H. Drayton, Nature’s Government; Este esquema de intervención colonial en la agricultura de regiones tropicales tuvo Michael Osborne, “Acclimatizing un importante desarrollo en Estados Unidos desde fines del siglo xix. the World”. Hacia 1940, el Foreign Agriculture Service mandó los primeros técnicos a 25. Berton E. Henningson, “United States agricultural trade and Haití, Ecuador, Colombia y Paraguay como “préstamo”, para dar consejos development policy during World y hacer los primeros inventarios25; los agregados agrícolas asesoraron a los War ii: the role of the Office of Foreign Agricultural Relations” (tesis de Ph.D., University of Arkansas, 1981), 130.

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países en favor de los intereses de Estados Unidos, al tiempo que ganaron experiencia. Por ejemplo, en su primer informe sobre posibilidades agrícolas del Ecuador, de enero de 1940, Atherton Lee presentó datos básicos para colonizar las tierras húmedas del litoral de ese país, y señaló que proveer comida y mejorar la nutrición era básico para tener mano de obra barata26. El norteamericano despotricaba contra el país suramericano, pero manifestaba que debía darse crédito porque ni el gobierno ni particulares desarrollarían los productos requeridos. En más de un sentido, Lee representaba la frustración que vivió la mayoría de técnicos, llevados a las tierras suramericanas por orden estatal, en medio de una situación de emergencia, obligados a sacar el máximo provecho con los recursos disponibles, conscientes que su trabajo tendría un impacto solamente en el corto plazo. Conocer el territorio era clave y por eso otra de las tareas iniciales de los técnicos fue inventariar el potencial de los suelos para apoyar las obras de irrigación, carreteras y programas de colonización. Se planificaba con prisa, países como Ecuador fueron objeto de programas piloto; para Eilif Miller, encargado de los mapas de suelos de ese país en la década de 1940, por lo menos cuatro quintas de la tierra 26. NACP, Records of the Foreign Agriecuatoriana no se usaban intensivamente, como había que hacerlo27. cultural Service, RG 166, Reports from Agricultural Attaches relating Meses después de la llegada de los primeros agregados agrícolas, el to international agriculture conferUnited States Department of Agriculture envió misiones económicas para ences and congress 1931-1950, entry 4A, Caja 14, “Report of A. Lee dar pautas más concretas. La misión a Ecuador fue liderada por Ernest G. to L.A. Wheeler, Director of the OFAR, on “Concerning new crops Holt, especialista en caucho, quien antes de viajar tenía claro que el objefor Ecuador”. 28 tivo era obtener tierra gubernamental en vez de comprarla . La misión 27. Eilif V. Miller, “Agricultural Holt produjo el Ecuadorean Economic Resources Mission Report 1941-1942, Ecuador”, Geographical Review 49: 2 (abril 1959): 183-207. donde constaban las estrategias para la explotación de quina y caucho y 28. nacp, Records of the Foreign Agrila recomendación de crear una Corporación Nacional de Fomento, “libre cultural Service, RG 166, Foreign de interferencia política”, así como una Estación Experimental Agrícola. Agricultural Service Narrative Reports 1920-1941, entry 2, El informe constaba de dos partes pero al Ecuador se le entregaron solo Caja 78, “Extractos de una carta las conclusiones, donde no constaban detalles sobre los programas que de Ernest G. Holt a Walter R. Schreiber, 17 de octubre de 1941”, Estados Unidos consideraba de máxima urgencia (caucho y quina) y que y “Suggested procedure for Mr. Holt and the other members of la nación del norte pretendía apoyar únicamente mientras hubiera guethe Mission accompanying him rra. En el prefacio se aclaraba entre paréntesis: “(The foreword should be as outlined by Dr. Ernesto Molestina - 10/20/41”. excluded from the report submitted to the Ecuadorean Government)”29 y a conti29. National Agriculture Library nuación se explicaba que los programas serían de corto plazo, atenderían (nal), Ecuadorian Economic a intereses estadounidenses y no al desarrollo de una agricultura en el Resources Mission, “Preliminary production plan and cost largo plazo en Ecuador, que era la expectativa del país suramericano. En estimate for large scale rubber Bolivia ocurrió lo mismo, a través de la misión liderada por Melvin Bohan, and abaca production in Ecuador under a national corporation”, Ecuadorian Economic Resources Mission, 1942.

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a partir de la cual se delineó la apertura de la zona de Santa Cruz y se recomendó la creación de la Corporación Boliviana de Fomento. Los ejes de los programas de Holt y Bohan reflejaban los intereses de Estados Unidos: el desarrollo de cultivos complementarios mediante carreteras y el fomento de la migración de fuerza de trabajo a las áreas de frontera agrícola. En el caso ecuatoriano, era necesario estimular la migración de “grupos de indios seleccionados” hacia el actual Santo Domingo de los Tsáchilas, donde por entonces había unos 600 indios que representaban “the most serious problem”, pues no les gustaba la civilización y sería necesario integrarlos de alguna manera al trabajo o establecer una reserva para preservar su modo de vida. Los países latinoamericanos estaban de acuerdo en este tema, así como en pagar los créditos con la venta de los productos complementarios. Los Estados apoyaron este proyecto de fortalecimiento de nuevas regiones agrícolas, e intentaron reproducir el modelo estadounidense, donde con poca gente y mecanización se aprovechó el vasto espacio para la agricultura y la explotación forestal. Los tecnócratas locales seguían la misma línea: en un editorial de 1943 del Boletín del Instituto Botánico de la Universidad Central, en Quito, se decía: “La extensa y fecunda heredad tropical [...] puede transformarse dentro de poco tiempo, en bullicioso colmenar acogedor de los esfuerzos notables de nuestros hombres del agro. Junto con éstos y en afán simbolizador de la fraternidad de los pueblos libres, pueden marchar los técnicos extranjeros portadores del bagaje económico y científico complementario”30. Los países latinoamericanos anhelaban modernizar su agricultura y en eso podían ayudar el dinero y la ciencia estadounidense; en ese momento no importaba demasiado si los proyectos serían de largo plazo; en la coyuntura bélica debían tomar la oferta y esperar que al final de la guerra el interés se mantuviera. Este interés era apoyado por academias, élites, productores y gobiernos; la ideología tecnocrática del desarrollo agrícola estaba presente en la región desde el siglo xix31 y se había consolidado en el siglo xx mediante revistas, centros de enseñanza, asociaciones y estaciones. Las repúblicas americanas aceptaron cualquier propuesta pues así daban un respiro a sus economías; además, en más de una ocasión éstas encajaban con programas propios, como en el Perú, donde existía un gobierno decidido a civilizar la Amazonía, impulsar la migración de campesinos andinos, la agricultura científica, escuelas, campos militares y vías. La ayuda externa serviría para ejecutar un proyecto nacionalista, económico, político y, para acceder a los recursos de la región, incluido el petróleo. 30. “Editorial”, Boletín del Instituto Botánico de la Universidad Central 1: 3-4 (1943). 31. Stuart McCook, States of Nature. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 158-181


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3. El boom de los productos complementarios El caucho fue una de las materias primas estratégicas que más interesó a Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, pues el suministro asiático se encontraba cortado. Este producto adquirió tal dimensión que Henry A. Wallace, vicepresidente de Estados Unidos, afirmó: “El caucho puede producir la tercera guerra mundial”32. Era básico para la guerra, pero extraerlo de las selvas suramericanas era complicado, por lo cual un botánico español radicado en Ecuador sugirió a las agencias estadounidenses: “My advice: pay a premium on the caucho of the Oriente and leave the devil do the rest”33. De esta manera se reavivaron imaginarios y prácticas usuales durante la edad de oro del caucho, a fines del siglo xix y comienzos del xx, cuando en países como Brasil, Colombia, Perú y Ecuador se dieron trágicas formas de trabajo servil, terror y destrucción ambiental. También entonces “el diablo”, o “los diablos”, fueron los encargados de sacar las materias primas de los bosques. La primera gran misión de exploración fue enviada, por lo tanto, con motivo del caucho. En 1940, el Congreso de Estados Unidos destinó 140 millones de dólares para comprar y distribuir caucho y trozos de caucho para fines militares y civiles, mediante la Rubber Reserve Company. También se asignó medio millón de dólares para investigación y fomento de la producción en América Latina, mediante estaciones experimentales agrí32. Diario El Comercio, 9 de octubre colas, y se promovió la investigación de sustitutos y sintéticos. Este fomento de 1942, p. 7. era necesario, pues a comienzos de 1944 Estados Unidos requería 600 mil 33. New York Botanical Garden toneladas de caucho y países como Brasil apenas habían producido 50 mil Archives (NYBG), William C. Steere Papers, 1927-1958, Series toneladas anuales en algún momento34. 8, Caja 7, Folder “Official Papers La investigación del caucho fue encargada al Bureau of Plant Industry del & Correspondence”, “Informe de Leopoldo Gómez para la Rubber USDA, que contaba con apoyo de los gobiernos nacionales35. Exploraron Reserve Company, 1943”. lugares para plantaciones, se entrevistaron con políticos, productores, 34. Harry J. Fuller, “Wartime Rubcientíficos, y definieron sitios para viveros y estaciones experimentales ber Exploitation in Tropical America”, Economic Botany 5 desde donde se repartirían plantas a los campesinos. En pocos años, Estados (1951): 311-337. Unidos contó con el apoyo de catorce repúblicas para la siembra de cau35. NACP, Records of the Forest cho y la reactivación de su cosecha silvestre en lugares como Manaos, ésta Service, RG 95, Records of Central Files of the Forest Research Divi36 tuvo consecuencias directas en las exportaciones . Se llevaron plántulas a sion 1930-1940, entry 117, Caja 16, Latin American Resources lugares donde no era un producto tradicional, como República Dominicana, Project, “Report of United States isla libre de la enfermedad “mal suramericano de la hoja del caucho”; en Department of Agriculture. Survey Party No. I (from Ecuador Colombia, se establecieron tres viveros de Hevea; México firmó un convenio Report - General Statement, pp. para cinco plantaciones de Hevea no menores de 300 hectáreas. La foto 1 1-1; 22-25, Bureau of Plant Industry, Rubber investigation)”. ilustra la primera plantación de caucho en el Ecuador. 36. Walter N. Bangham, “Rubber returns to Latin America”, en New crops for the new world, ed. Charles Morrow Wilson (Nueva York: The Macmillan Company, 1945), 81-108. hist. crit. No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 158-181


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Foto 1: La primera plantación de caucho en el Ecuador, cerca de Santo Domingo de los Tsáchilas (c. 1941)

Fuente: Library of Congress Pictures Room, Washington D.C., Estados Unidos.

Sin embargo, las plantaciones fracasaron por el desarrollo de sintéticos y sustitutos de Hevea y por la reactivación de las plantaciones asiáticas tras la guerra; en lugares como Haití eso significó un desastre, pues para sembrar caucho se arrasaron hectáreas de cultivos alimentarios, y el resultado fue el empobrecimiento de la calidad de vida en esa isla. En el caso de las quinas, cuyas cortezas contienen sustancias como la quinina para prevenir y curar la malaria, antes de la guerra, el 95% de la producción mundial estaba en las plantaciones de Java. Cuando la isla de Java fue ocupada por los japoneses, los estadounidenses fomentaron el cultivo de quina en América Latina, pero, al igual que con el caucho, se desarrollaron antimaláricos sintéticos y la iniciativa tuvo una vida muy corta. En realidad, mientras crecían las plantaciones, se extrajo la mayoría de corteza de los bosques, en cantidades nunca antes vistas: entre diciembre de 1941 y 1947, las agencias de guerra económica de Estados Unidos importaron más de 40 millones de libras (la mayoría proveniente de bosques, pero también plantas jóvenes de plantaciones). La cantidad producida por cada árbol es variable según su especie y tamaño, pero, para estandarizar, se puede asignar un tamaño grande a cada uno (de 10 a 15

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metros), capaces de producir cerca de 100 libras de corteza húmeda (35 libras de corteza seca, aproximadamente)37. Con este cálculo y asumiendo que la corteza exportada fue seca, se puede deducir que esa cantidad fue obtenida de cientos de miles de árboles de quina. Este renovado auge también hizo revivir ciclos previos de explotación en Ecuador y Colombia, que fueron documentados como arrasadores desde el siglo xviii por funcionarios de la Corona española, Alexander Humboldt y criollos ilustrados como Francisco José de Caldas o Eugenio Espejo. El botánico ecuatoriano Reinaldo Espinosa recordó esa década de 1940 así: “Las Cinchona han sido objeto de una explotación sin previsiones para el futuro y a tal punto, que ahora no es fácil dar con porciones apreciables de ellas, si es que no se penetra en lugares casi inaccesibles, y aun en éstos, la explotación ha llegado venciendo todo género de dificultades […] Lo que se había restituído de explotaciones del siglo pasado ha desaparecido en la explotación intensa que tuvo lugar durante la última guerra”38. Las plantaciones se erigieron así en devastadores proyectos de explotación de los recursos naturales e instrumentos de transferencia de tecnología, donde las tradiciones agrícolas locales parecían llamadas a desaparecer. Por ejemplo, entre 1941 y 1942 Estados Unidos distribuyó cerca de 25 millones de semillas y plántulas de caucho en Latinoamérica, de las que se plantaron 15 millones hasta 1944 (alrededor de cinco millones por compañías estadounidenses y el resto en los programas gubernamentales 37. Froelich Rainey, “Quinine acordados con los gobiernos desde Bolivia hasta México)39. hunters in Ecuador”, National Geographic Magazine 89: 3 (1946): En el caso de la quina, hubo un intenso tráfico de semillas para encon341-363, en p. 352. trar las variedades más productivas; las mayores plantaciones estuvieron 38. Reinaldo Espinosa, Estudios botánicos en el sur del Ecuador en Guatemala, donde se desarrolló el hasta entonces más grande vivero (Loja: Imprenta Universitaria, de Cinchona del mundo, con cerca de 15 millones de plantas y el proyecto 1948-1949). de tener 48 millones. En Guatemala, el asunto cobró mayor fuerza cuando 39. Wallace W. Atwood, “Meeting an Emergency in Trade”, Economic la Foreign Economic Administration (FEA) se hizo cargo de un programa que Geography 20: 1 (1944): 1-4. tenía como fin sembrar 300 millones de plantas de quina que saldrían de 40. NACP, Records of the Foreign la finca El Porvenir, donde trabajaban horticultores, forestales, químicos, Economic Administration, RG 169, Records of the Administray donde se instaló uno de los mejores laboratorios de análisis de alcaloides tive Records of the Analysis de quina. Este sitio fue un lugar de entrenamiento del personal que trabaDivision, Historical Monographs Prepared by the Division, entry 40 jaba con Cinchona en todo el hemisferio . Pero el proyecto guatemalteco 145, varias cajas, Sanger, Quintin M., 1944, “Procurement and fue abandonado a fines de 1944; se entregaron semillas a los cultivadores Development of Strategic and para que hicieran lo que quisieran sin promesa de compra. Una vez más, Critical Raw Materials”, Historical Monograph prepared on the Estados Unidos sólo cuidaba sus intereses, perjudicando a una nación que Foreign Economic Administrahabía apostado por una cooperación. En 1949, cuando terminó el acuerdo tion, by the Records Analysis Division (719 páginas y aproximadamente tres mil páginas de material adicional).

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bilateral, el gobierno guatemalteco compró las propiedades y aceptó, además, que Estados Unidos tuviera acceso al material genético y que Guatemala no dejara acceder a otros países al mismo. En Costa Rica, el otro lugar donde hubo grandes plantaciones, sucedió exactamente lo mismo tras la guerra41. Éste es otro ejemplo que ilustra la desigualdad de poder y agencia de las partes en las negociaciones. Otras materias requeridas fueron las maderas: a fines de 1942 se escogió a Ecuador y Costa Rica para las primeras misiones forestales. Se requería material para construir barcos e infraestructuras42, y el Forest Service, el USDA y la Organization for Inter-American Affairs (OIAA) ejecutaron el “Latin American Forest Resource 41. NACP, Records of the Foreign Project”, el cual, a diferencia de misiones como las de la quina, balsa o cedro, Agricultural Service, RG 166, Foreign Agricultural Service Reports estaba encargado de explotar materias para aprovechamiento local y no para from Agricultural Attaches la exportación43. relating to international agriculture conferences and congress Tras la guerra, continuaron los inventarios forestales en otros países, 1931-1950, Entry 4A, Caja 13, que representaron el comienzo del fin de la cobertura boscosa en extensas “Letter from Milton K. Wells, first Secretary of Embassy, a The Seczonas de Suramérica. Lo que desconocían los técnicos de Estados Unidos, retary of State, on “Transmitting educados en las praderas y bosques templados, es la lenta resiliencia de Exchange of Notes with Guatemalan Ministry of Foreign Affairs los bosques tropicales; pero insinuar que dejarlos en pie resultaba valioso with regard to certain assurances on the part of Guatemala con(algo que ya mencionaban los preservacionistas) hubiera sido una herejía. cerning the Future Exploitation of Cinchona on the El Porvenir Plantation”, Guatemala, March 16 1949, The Foreign Service of The United States of America”.

42. NACP, Records of the Forest Service, RG 95, Records of Central Files of the Forest Research Division 1930-1940, entry 117, Caja 16, Latin American Resources Project, “Letter from I.T. Haig to Piler, on ‘Wood for small cargo ships’, October 1 1942”. 43. NACP, Records of the Forest Service, RG 95, Records of Central Files of the Forest Research Division 1930-1940, entry 117, Caja 16, Latin American Resources Project, “Letter from C.R. Wickard to The Secretary of State, December 26 1942”, y “Memorandum of understanding between Forest Service, United States Department of Agriculture, and Office of the Coordinator of InterAmerican Affairs. Latin American Forest Resources. August 1942”.

4. Las estaciones agrícolas y la experimentación en los trópicos Para el establecimiento de plantaciones, fue clave contar con estaciones experimentales agrícolas, las cuales fueron fundadas o fortalecidas durante la guerra, y fueron dirigidas por técnicos estadounidenses. Antes de 1940, en los imperios y colonias, y en las repúblicas independientes, se habían fundado estaciones agrícolas; algunas orientaron su trabajo a la flora económica en general, mientras que otras se concentraron en productos concretos, como caña de azúcar. Éstas eran parte esencial del control del territorio y los gobiernos incluso forzaban su mantenimiento. Al igual que los jardines botánicos (sus predecesores), las estaciones eran centros de investigación al servicio de las plantaciones comerciales, sitios para disciplinar la naturaleza con elementos de pequeños laboratorios para domesticar, clasificar y aclimatar plantas. Entre los pioneros en estaciones agrícolas estaba Estados Unidos, nación que desde 1898 comenzó a instalar estaciones en latitudes tropicales44. El paradigma se difundió con la velocidad de las tecnologías que

44. Stuart McCook, States of Nature, 48. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 158-181


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parecen útiles, y los países latinoamericanos hicieron lo que pudieron para imitar el modelo, pues sus economías estaban basadas en la exportación de productos vegetales. Para la década de 1940, había muchas estaciones de reciente fundación, además de fincas e ingenios donde se hacía experimentación, tal como revelan los informes de viaje de los naturalistas Alcides Carvalho, de Brasil, en 1939 y Víctor Manuel Patiño, de Colombia, entre 1943 y 194445. Además, había estaciones agrícolas de compañías como United Fruit Company, Goodyear, Ford, etc. Durante la Segunda Guerra Mundial, las estaciones agrícolas fueron estratégicas para transferir paquetes de tecnología. La nación norteamericana incluso controló las llamadas “estaciones cooperativas”, establecidas por la OFAR desde 1942 en Tingo María (Perú), El Recreo (Nicaragua), Pichilingue (Ecuador) y el Centro Nacional de Agronomía, en Santa Tecla (El Salvador). Todas fueron dirigidas por estadounidenses, tenían subestaciones e incluían un proyecto de colonización. Su énfasis estaba en plantas como caucho, quina, fibras, plantas insecticidas, medicinales, cultivos, animales de subsistencia, cacao, y productoras de aceite. Entre éstas y otras estaciones hubo un enorme movimiento de material genético; Estados Unidos patrocinaba este tráfico de especies con la colaboración de las autoridades políticas y científicas locales. Los técnicos estadounidenses transportaron material genético por todas las repúblicas, excepto Argentina, Chile y 45. Alcides Carvalho, Viagem aos Centros de Origem da Quineira (CinUruguay, pues sus productos resultaban competitivos y no complementachona spp.) (Bolivia - Perú - Equador rios a la economía estadounidense. - Colómbia) 1939-1940 (Campinas: Fondos Universitarios de En el corto plazo, las estaciones fracasaron por varias razones: desPesquisas, 1944); Víctor Manuel acuerdos entre las partes, incumplimientos, malas infraestructuras y Patiño, Una exploración agrícola en Sur América. Informe rendido a la enfermedades tropicales severas que desilusionaron a los técnicos (el Secretaría de Agricultura y Fomento (Cali: Secretaría de Agricultura y saneamiento de las áreas de colonización fue un compromiso que ninFomento, 1945). guna parte cumplió; por ejemplo, en Ecuador fueron recurrentes los 46. NACP, Records of the Foreign Agricomentarios sobre una mano de obra muy afectada por las enfermedacultural Service, RG 166, Foreign Agricultural Service Reports from des, hospitales sin equipos y la necesidad de asistencia técnica46). También Agricultural Attaches relating to se fracasó en la comunicación con los colonos, a quienes poco interesaba international agriculture conferences and congress 1931-1950, la experimentación, pues querían salud, dinero, educación para sus hijos Entry 4A, Caja 14, “Letter from de y transporte. La no confluencia de intereses entre colonos y estaciones John F. Simmons to The Secretary of State, on “Health and Sanitamuestra hasta qué punto cada parte manejaba su agenda propia. Algunas tion Problems in Connection with the Agricultural Development of personas de la OFAR querían desarrollar productos de subsistencia, en la the Littoral of Ecuador”. Quito, acción más lógica para los colonizadores, argumentando que se requería December 31 1947”, y “A Memorandum of conclusions agreed upon primero alimentar a las poblaciones, mantenerlas sanas y luego cualwith respect to the Cooperative 47 quier otra cosa , pues nadie sembraría cultivos complementarios si no Agricultural Experiment Station in Ecuador, following consultations. tenía alimentos para comer. Pero eso incomodaba en el Congreso de los December 1-12, 1947, in Ecuador”.

47. Berton E. Henningson, “United States agricultural trade”, 191. hist. crit. No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 158-181


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Estados Unidos, pues los créditos habían sido entregados para productos complementarios y, aunque según la OFAR una cosa ayudaba a la otra, los políticos temían a los agricultores estadounidenses y a la competencia48. Las estaciones no respondían a los intereses campesinos y al darse cuenta de esta falta de conexión en 1943 se hizo un estudio en Tingo María; los técnicos de Estados Unidos hicieron lo mismo que los europeos habían hecho: investigar no solo las plantas, sino las sociedades, para controlar el trópico. Averiguaron que los colonizadores no se interesaban por los cultivos complementarios, sino por los cash crops tradicionales y por cultivos y animales de subsistencia. Habían llegado por la tierra y no les interesaba un árbol que produciría en cinco, diez o más años; la estación no les interesaba aunque apreciaban los consejos. En esa misma línea se hicieron estudios de las estaciones de Pichilingue en el Ecuador en 1945, y luego en la de Bolivia49. Sin embargo, el conocimiento adquirido no necesariamente se reflejó en prácticas que aliviaran la tensión: Estados Unidos mantuvo su agenda, sin intención alguna de dar dinero que no redundara en beneficio propio. Este ejemplo ilustra la tensión que emerge cuando un imperio llega a un nuevo territorio e impone sus técnicas para construir un paisaje acorde a sus propias visiones de la productividad e intereses. Para lograrlo, una de las herramientas predilectas durante el siglo xx fue la agricultura científica, no solo en la práctica, sino también en el discurso, diferenciándola de la “otra agricultura”, la “subdesarrollada”, la autóctona. Al construir al otro desde la visión propia es más fácil imponer un modelo diferente. Esta situación ha sido estudiada, por ejemplo, en torno al caso 48. NACP, Records of the Office of Inter-American Affairs, RG de la Fundación Rockefeller y el Perú entre 1940 y 1960: allí se intentó 229, Records of the Division of imponer el paradigma de la ciencia agrícola estadounidense sin siquiera Agriculture General Correspondence (E-136), Caja 1479, “Notes on percatarse (ni tener un interés por hacerlo) en los requerimientos Meeting in Mr. Collado`s Office, y propuestas de los peruanos. El resultado reflejó la tensión entre los April 14 1943. Presents: Rockefeller, Collado, Patton and Peck”. diferentes intereses, sin conseguir la imposición de una norma50. Este 49. Leonard Olen E., Pichilingue: proceso de conversión de los paisajes también tiene fines políticos: finalA Study of Rural Life in Coastal Ecuador (Washington, D.C.: mente, la ciencia de dominar la naturaleza ha servido para encontrar United States Deptartment of formas de dominar y controlar las sociedades51. Agriculture, Office of Foreign Agricultural Relations, 1947); La necesidad de dialogar con las comunidades generó más de un conLeonard Olen E., Cantón Chullpas; flicto; cuando la extensión se volvió prioritaria, los técnicos se dieron estudio económico social en el Valle de Cochabamba, Bolivia, traducido cuenta de que los extranjeros no podían hacerlo, por lo que escogieron por Douglas Moore (La Paz: Mincapacitar allí mismo extensionistas o llevar estudiantes a Estados Unidos isterio de Agricultura, Ganadería y Colonización, 1947). para aprender. Pero estos últimos resultaron casi siempre miembros de las 50. Chris Sheperd, “Imperial élites económicas que no querían meter las manos en el campo, por lo que science”.

51. Richard Drayton, Nature’s Government. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 158-181


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finalmente solo hacían extensión la iglesia y algunas escuelas rurales52. Ésta es una muestra más de lo desarticuladas que estaban las agendas e intereses, en este caso, del proveedor de crédito y asistencia técnica (Estados Unidos), el gobierno latinoamericano, y los campesinos. La capacidad de los especialistas de la OFAR estaba muy lejana de las necesidades de los campesinos alrededor de las estaciones, incluso en lo estrictamente técnico. Se experimentó con muchos cultivos y en tierras de las cuales poco se conocía; había técnicos estadounidenses con experiencia en productos como banano, cacao o caña de azúcar, muy desarrollados en Centroamérica y El Caribe, pero un monocultivo privado era algo muy distinto de una estación agrícola con nuevos productos en un área de colonización reciente. Este desconocimiento fue reconocido por el jefe de las estaciones cooperativas y subdirector de la OFAR, Ross E. Moore, quien llegó a decir que los trabajos eran un “entrenamiento”53. Pero, si bien carecían del bagaje para enfrentar la agricultura tropical y subtropical, lo intentaron “por las urgencias de la guerra”, amparados en la arrogancia del paradigma científico que hizo considerar que en esos lugares la agricultura estaba cincuenta años detrás de la estadounidense y de nada servía cualquier conocimiento tradicional o local; había que introducir cultivos resistentes y productivos, mecanización y selección, y enseñar técnicas modernas a indígenas y campesinos. Un caso de desconocimiento se observa en las prácticas conservacionistas; si bien la “conservación de los suelos” era un discurso común, se desarrolló en las zonas tropicales del litoral Pacífico, Amazonía y Orinoco. Se promovió el desmonte de las selvas pese a que la delgada capa fértil, sumada a las lluvias 52. Berton E. Henningson, “United torrenciales, requieren un alto costo de manejo, poco accesible a los camStates agricultural trade”, 193. Algo similar fue encontrado en pesinos, a quienes luego se culpaba (al igual que a los gobiernos locales) de Rodesia; véase Lynette Schumaker, “A Tent with a View: Colono hacer conservacionismo. nial Officers, Anthropologists, Pero el fracaso de las estaciones y plantaciones asociadas, que crearon and the Making of the Field in Northern Rhodesia, 1937-1960”, amplias zonas de pobreza, no puede achacarse solamente a los inexpertos Osiris 11 (Science in the Field, técnicos extranjeros, o al hecho de que se promovieran cultivos sin futuro 1996): 237-258. como los de caucho o quina. También tuvieron su responsabilidad los actores 53. Berton E. Henningson, “United States agricultural trade”, 190. locales, políticos y técnicos que se negaban a creer que un científico esta54. NACP, Records of the Office dounidense podría equivocarse. Un técnico estadounidense que inventarió of Inter-American Affairs, RG las posibilidades agrícolas de México en 1941 comentó que los productores 229, Records of the Division of Agriculture General Correspondlocales parecían no darse cuenta de que la agricultura es una cuestión de ence (E-136), Caja 1479, “Farming South of the Rio Grande”. largo plazo: “the idea’s got around that plant scientists in the United States are Interview with Mr. J.H. Kemp54 magicians [...] They think we can make crops blossom over night, just anywhere” . ton, Bureau of Plant Industry, USDA. Wednesday, September De todas maneras, si bien las estaciones fueron, en el corto plazo, un 17, 1943, 11:39-11:49 EST, during fracaso para las naciones latinoamericanas (no sirvieron para mejorar la the Department period of the National Farm and Home Hour, over the Blue Network of the NBC. Transcrito.

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agricultura de productos de subsistencia y se abocaron a productos como caucho y quina, que en poco tiempo no resultaron necesarios), los esfuerzos de los estadounidenses sí los beneficiaron a ellos directamente, pues habían logrado acercarlos a esos espacios de producción. Las economías de los países del sur consolidaron los productos complementarios y, paulatinamente, en las siguientes décadas, abandonaron los competitivos; al final, la intención no era beneficiar a los países del sur, sino responder a necesidades estadounidenses, en una dinámica que cobró mayor fuerza tras el auge del “desarrollo” y la “cooperación” que siguieron al llamado de Truman por el desarrollo a fines de la década de 1940, cuando fueron más visibles los verdaderos intereses estadounidenses. Respecto a esto se puede objetar que también había intereses locales por promover productos con un mercado seguro, pero los estadounidenses apostaban a varios lugares y estrategias a la vez, abandonándolas cuando les convenía. No había, por lo tanto, simbiosis entre dos intereses coincidentes. Es decir, no había una verdadera cooperación. 5. Escuelas agrícolas en los trópicos y capacitación en las metrópolis Como se carecía de experiencia y como los técnicos fracasaban al hacer extensión, para lograr el control de los espacios tropicales no bastaba con crear estaciones experimentales y repartir semillas: era necesario capacitar latinoamericanos que fueran capaces de realizar extensión. El control de la producción de materias primas vegetales dependía de la formación de agrónomos convencidos de un paradigma, como lo habían demostrado franceses, británicos y demás poderes coloniales que establecieron, además de centros de investigación, instituciones para el entrenamiento y la capacitación de personas en las colonias55. Esto, además, era una necesidad que concordaba con las de los gobiernos latinoamericanos, y por ello se crearon instituciones como el Zamorano (Escuela Agrícola Panamericana) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (iica). El Zamorano fue fundado por United Fruit Company y comenzó a funcionar en 1943 con 74 estudiantes de siete países y una donación de medio millón de dólares de ufc. Los estudiantes tenían becas completas. Uno de sus mentalizadores y primer director, Wilson Popenoe, lo soñaba como un lugar del cual algunos estudiantes podían pasar a los college de Estados Unidos y luego al iica; estaba situado estratégicamente entre el Colegio de Guatemala y el iica para fomentar intercambios56. Allí se 55. Paolo Palladino y Michael Worboys, “Science and Imperialinstruyó a muchas generaciones de agricultores cuya reputación era recoism”, 97. nocida en todo el continente por “estar al día” (tecnología, productividad, 56. NACP, Records of the Office mejoramiento) y conocer de primera mano el trabajo en el campo. Eran of Inter-American Affairs, RG 229, Records of the Division of los tecnócratas que se encargarían de dominar el trópico con productos Agriculture General Correspondcomplementarios. ence (E-136), Caja 1480, “Letter from Wilson Popenoe to Earl N. Bressman, Antigua, Guatemala, October 13, 1941”.

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Por otro lado, el IICA, sueño de Henry A. Wallace, fue fundado en Turrialba, Costa Rica, en 1942, con el auspicio de la Unión Panamericana, junto a la estación experimental del caucho del USDA. Fue concebido para investigar sobre caucho, quina, frutas tropicales, plantas productoras de aceite, fibras, insecticidas y otros cultivos importantes “en la paz y en la guerra”; era un sitio para realizar estudios de postgrado e investigación, que con el tiempo se convirtió en un centro de gran importancia para la botánica económica. Además de estos centros de formación, otra estrategia para difundir el paradigma modernizador estadounidense en Latinoamérica fue otorgar becas a latinoamericanos para estudiar en Estados Unidos. La idea era que, tras capacitarse, lideraran en sus países la producción de materias primas, la incorporación de tecnologías agrícolas, la extensión y educación agrícola, la irrigación, electrificación y conservación de suelos. Estos eran, sin duda, programas que interesaban a ambas partes, apoyados por el usda y sus agencias. Este tipo de cooperación no solo ocurrió con Latinoamérica; en 1944, China convino recibir asistencia para la agricultura y administración forestal, para lo cual enviaría entre veinte y veinticinco estudiantes a especializarse en Estados Unidos. Para ello, Estados Unidos usaría fondos de lend-lease, para que China comprara equipos agrícolas. La difusión del saber agrícola se mundializó a gran velocidad y para 1946 se publicaban informes de las misiones agrícolas de Estados Unidos a China y Filipinas57. Así, con técnicos, políticos y élites formadas en un paradigma de la agricultura, deseosos de importar tecnología (en forma material e intelectual), se fue consolidando un modelo de explotación de las materias primas de América Latina. Conclusiones El estudio de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina durante la Segunda Guerra Mundial lleva a conclusiones de tipo social, económico, político, diplomático y ambiental. Uno de los primeros aspectos que destaca es la rapidez con la que se consolidó, entre Estados Unidos y América Latina, gracias al crédito y la asistencia técnica, una relación de intercambio desigual. Dicha relación perjudicó la seguridad alimentaria de los países del Sur, al convertirlos en dependientes de las exportaciones de ciertos productos, los “complementarios”, y dejar de lado la producción de otros, los “competitivos”, como el algodón o el trigo. Para consolidar esta dependencia, fue clave la intervención de una gran cantidad de científicos que, apoyados por los diplomáticos y las agencias de guerra económica, delinearon las estrategias de desarrollo 57. China-United States Agricultural para cada nación. Desde Washington D.C. se planificó la penetración en la Mission, Report of the China-United States Agricultural Mission (WashAmazonía peruana, en el Chocó colombiano, en la Costa ecuatoriana, en ington D.C., 1947); Philippineel agro haitiano, entre otros paisajes del continente. Estas planificaciones United States Agricultural Mission, Report of the PhilippineUnited States Agricultural Mission (Washington D.C.: 1947).

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fueron afinadas con los resultados de decenas de misiones de exploración realizadas por botánicos, agrónomos, economistas, etc. A comienzos de la década de 1940, en plena Segunda Guerra Mundial, estos exploradores recorrieron las Américas de punta a punta, e iban decidiendo, con el aval de cada nación latinoamericana, qué sembrar y dónde hacerlo. Para plasmar definitivamente este control sobre las líneas de producción fueron clave las estaciones experimentales agrícolas, asociadas con proyectos de colonización y convertidas en sitios de experimentación y provisión de material genético para las plantaciones. Sin embargo, por la rapidez de la planificación, por el desconocimiento de los técnicos estadounidenses de la agricultura en zonas tropicales, por su falta de atención a las necesidades de los colonos, y por el abandono de los programas de cultivos de emergencia al final de la guerra, entre otras razones, las estaciones agrícolas no tuvieron un impacto positivo sobre la agricultura local en el corto plazo. De todos modos, éstas y otras estrategias consolidaron las relaciones y la dependencia futura en Estados Unidos, que se fortaleció mediante la capacitación de decenas de técnicos latinoamericanos en escuelas agrícolas, creadas ad hoc para educarlos en los paradigmas de la agricultura científica estadounidense. La intervención sobre los recursos vegetales, además, no estuvo limitada al desarrollo de plantaciones alimentadas por estaciones agrícolas. En casos como el del caucho y la quina, si bien se promovieron cultivos de emergencia, fue mayor lo que se extrajo directamente de los bosques, lo cual conduce a reflexionar sobre el coste ambiental de estas actividades. Pensar en los impactos ambientales de las intervenciones sobre los recursos naturales es pertinente dada la crisis global, y permite tener elementos para valorar los costos que no entran en la contabilidad clásica pero que afectan la calidad de vida. Implica otorgar un valor al agua contaminada por actividades petroleras o fumigaciones, la destrucción de selvas, etc. Una razón para interesarse por esta cuantificación es la desigualdad del mundo: el sistema global ha comprometido las economías de la mayoría de países del Sur, que cargan el peso de unas deudas externas que crecen diariamente. Para aliviar esas deudas y tratar de mejorar su calidad de vida, dichas naciones acuden a la naturaleza como fuente de riqueza, generando contaminación y pérdida de biodiversidad, principalmente. Si se otorgara un valor a estos daños, se podría entrar en un sistema que compense a estas naciones que depredan sus recursos con pocos impactos positivos,58 y quizás revertir la situación de degradación. En el caso de la intervención estadounidense en Latinoamérica durante la década de 1940, no solamente se debe pensar en el costo material (tumba de bosques, apertura de frontera agrícola, minería, bases militares, obras), sino además en las consecuencias que tuvo la acogida de un modelo de desarrollo agrícola que requería abrir grandes extensiones de selvas para establecer monocultivos, una dependencia de 58. Joan Martínez Alier, “La deuda ecológica”, Ecología Política 19 (2000): 105-110. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 158-181


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tecnología importada, construir carreteras y fomentar la inmigración. Los programas de desarrollo aumentaron la productividad, construyendo una “segunda revolución agrícola” de la agricultura científica e industrial, orientada a cumplir el anhelo estadounidense de los productos complementarios; eran ambiciosos, pero no imposibles, los esfuerzos de la nación del norte de dirigir las economías de los países del Sur a ciertos productos, y fomentar el abandono de otros. Era posible vender maíz, patatas o tomates a sus tradicionales domesticadores. Concentrados solamente en el impacto sobre los quinares, por ejemplo, las agencias de Estados Unidos, a través de los productores locales, ejecutaron una explotación desmesurada sin cumplir su compromiso de reponer lo cortado, repitiendo el ciclo de explotación insostenible que el imperio Español, primero, y las repúblicas americanas, después, habían ejercido sobre esas plantas. Este coste es mayor al pensar que la obtención de corteza de quina requería, además de destruir árboles, limpiar la vegetación alrededor, hacer caminos de mulas dentro de las selvas y reparar o abrir vías carreteables que facilitaran la entrada de colonos y agricultores, con el impacto para los bosques naturales. Lo mismo sucedía con el caucho, las maderas, etc. En cuanto a la ampliación de la frontera agrícola, se prestó atención solamente a las especies de valor para la exportación. Desde 1941, muchos bosques fueron cortados para plantaciones de caucho, abacá o caña de azúcar, cada vez a un ritmo mayor, y muchas fueron abandonadas tras la guerra. Este proceso dejó una huella importante, no solamente material, sino en la forma de planificar la intervención de la frontera; se sentaron las bases para legitimar el desarrollo sin planificación a detalle, la improvisación y el cortoplacismo. En este proceso, tanto Estados Unidos como las naciones latinoamericanas tenían intereses en común e intereses disonantes. Pero al final, en la mayoría de los casos, se impuso el designio de la nación del norte, una consecuencia más de la idea del “destino manifiesto”. El imperialismo estadounidense en América Latina, consolidado desde la década de 1940, tuvo un importante asidero en el control del dinero, pero también de la tecnología (material y en forma de conocimiento), transferida a cuentagotas para mantener subordinación cultural y económica. Pese a la retórica de décadas, este modelo no ha resuelto los problemas de pobreza. La Segunda Guerra Mundial marcó un cambio en el centro de poder científico sobre América Latina y otras regiones, de Europa occidental a Estados Unidos, y desde entonces se incrementó notablemente la dependencia de tecnología de esa nación, incluida la agrícola. En última instancia, ocurrió como en Asia o África, donde se transfirieron esquemas de desarrollo en “paquetes”, el experto extranjero tuvo un papel preponderante, y se reprimieron esquemas tradicionales agrícolas, que agudizaron la deforestación, malnutrición y erosión, todas estas conse59. Christophe Bonneuil, “Developcuencias del llamado “desarrollo”59. ment as Experiment: Science and State Building in Late Colonial and Postcolonial Africa, 19301970”, Osiris 15 (2000): 1501-1520.

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Gracias a su poder de crédito Estados Unidos consiguió, con la complicidad de las naciones latinoamericanas, marcar el rumbo de extensas zonas de colonización y localizar su tecnología. Si se analiza únicamente la región andina, se ve que fue a partir de la Segunda Guerra Mundial cuando el Ecuador desgarró la Costa, Colombia, el litoral Pacífico, Perú, la Amazonía y Bolivia, la región de Santa Cruz. Ése ha sido el final de esta historia. En plena crisis ambiental global, estos países, todavía abrazados por el imperialismo estadounidense sobre las materias primas, continúan degradando sus selvas, aunque al mismo tiempo se constate, como se constató desde 1940, que algo habrá que hacer por impedir que ello las afecte de forma irreversible.

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Artículo recibido: 3 de 2010; aprobado: 6 de septiembre de 2010; modificado: 23 de septiembre de 2010. mayo de

Código Postal 9409 y la Guerra de las

Postal code 9409 and the Falklands War.

Malvinas. Entre la correspondencia

From correspondence to soldier-sons

de los soldados-hijos y la carta a un

and a letter to an unknown soldier

soldado desconocido Resumen

Abstract

En el presente artículo se estudian las cartas que

This article examines the letters exchanged

durante la Guerra de las Malvinas se intercambia-

between young conscripts and their parents

ron los jóvenes conscriptos con sus padres, y las

during the Falklands War and those that people

que personas anónimas escribieron “a un soldado

anonymously wrote “to an Argentine soldier.”

argentino”. Este evento separador provocó un

The wartime separation generated an extraor-

extraordinario impulso epistolar para, desde una

dinary amount of letter-writing in order to, on

dimensión más íntima, registrar y recomponer las

a personal level, record and recompose the

relaciones suspendidas por la distancia, y para

relationships suspended by distance, and, at the

restablecer espacios de consenso y horizonta-

national level, to reestablish spaces of consensus

lidad a nivel nacional. Describiremos cómo los

and horizontality. In this way, we describe how

actores mínimos y sus relatos privados fueron

individual actors and their private accounts were

conformando una historia microscópica que tiene

giving shape to a microscopic history that has its

sus disensos y acuerdos con aquella más general

dissentions and accords with the history generally

escrita con mayúsculas.

written in capital letters.

Palabras clave

Key Words

Malvinas, cartas, juventud, Nación.

Falkland Islands, letters, youth, Nation.

espacio estudiantil

Valentina Orellana Guarello

Licenciada en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile (Santiago de Chile, Chile). Actualmente cursa el Magíster en Historia, gracias a la beca del conicyt (Santiago de chile, Chile). Entre sus áreas de interés se encuentran la Historia Global a partir de la escritura privada, la historia del anticomunismo en América Latina y la didáctica de la Historia. Entre otros artículos publicados destaca “El cronista literario en la historia: La visión ‘decadentista’ de Hernán Díaz Arrieta (Alone)”, Seminario Simon Collier 2007 (Santiago: Pontificia Universidad Católica de Chile, 2008), 78-103. vlorella@uc.cl

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Código Postal 9409 y la Guerra de las Malvinas. Entre la correspondencia de los soldados-hijos y la carta a un soldado desconocidoÏ La Guerra del Atlántico Sur o Guerra de las Malvinas que enfrentó a Gran Bretaña y Argentina entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, se mantiene en la memoria pública trasandina1. Por ello, la resonancia emotiva de dicha coyuntura es el punto central desde el cual se debe comprender tanto la virulencia del patriotismo propalado por aquel entonces, como la gravitación con que ésta ha permanecido en diversos sectores de la sociedad. En este sentido fue clave la reelaboración colectiva de los testimonios y registros que se llevaron los soldados desde el frente de batalla. Cartas, diarios de vida, memorias e imágenes han sido algunos de los soportes culturales fundamentales en la construcción de diversas representaciones de la causa nacional, al mismo tiempo que han coadyuvado a que se identifique el proceso desde un sello generacional representado por “los chicos de la guerra”2. En este conjunto —por su significado en la experiencia de los soldados y por su riqueza documental— resalta, la relación entre epistolaridad y guerra. De ahí que el foco de nuestro interés sean los vínculos, ideas y emociones presentes en la correspondencia que durante la guerra intercambiaron los “colimbas” con sus familias nucleares, por una parte, y las cartas que tenían por destinatario “a un soldado argentino”, por otra3. A causa de la naturaleza misma de las fuentes, el presente artículo no pretende dar un punto final al debate historiográfico sobre la Guerra de las Malvinas; por el contrario, buscamos darle al bosquejo del conflicto los relieves de sus actores históricos. Esta dimensión analítica nos parece pertinente, pues si bien las ciencias sociales han realizado avances en el estudio de la Guerra del Atlántico Sur, a grandes rasgos, ésta se sigue tratando a partir de dos visiones hegemónicas en las que se exaltan los

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Ï El presente artículo se realizó como resultado del curso “Le pratiche sociali di scrittura e la storia contemporanea. Esperienze di ricerca e di studio”, del profesor Antonio Gibelli, dictado en el Magíster en Historia de la Pontifica Universidad Católica de Chile (Santiago de Chile, Chile) durante el primer semestre de 2009. Agradezco al historiador Gibelli por enseñarnos esta renovada manera de historizar a los sujetos comunes, y a los historiadores chilenos Fernando Purcell y Alfredo Riquelme por sus comentarios al trabajo que aquí se publica. 1. A lo largo del artículo trataremos indistintamente la forma como las ciencias sociales argentinas han llamado a este conflicto: Guerra del Atlántico Sur o Guerra de las Malvinas. 2. Expresión de ello fue la alta difusión que alcanzaron las obras de Dalmiro M. Bustos, El otro frente de la guerra. Los padres de las Malvinas (Buenos Aires: Ramos Americana Editora, 1982); y de Daniel Kon, Los chicos de la guerra (Buenos Aires: Editorial Galerna, 1983). Ambos recopilaron testimonios de los jóvenes que protagonizaron el conflicto, convirtiéndose en éxitos de venta durante la posguerra. 3. Se conocía popularmente como “colimbas” (corre-limpia-barre) a los jóvenes varones mayores de dieciocho años que prestaban el servicio militar en alguna de las tres ramas de las Fuerzas Armadas, pero sobre todo en el Ejército. Luego este concepto se hará extensivo a los soldados de Malvinas.


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4. Frente a ello, nuevas investigaciones han complejizado estos relatos, incorporando elementos metodológicos que ayudan al análisis de las mixturas íntimas, locales y globales que participaron en la Guerra de las Malvinas. Dentro de ellas, especialmente importantes para los alcances de nuestro estudio, han sido los aportes de Vicente Palermo y su obra Sal en las heridas: las Malvinas en la cultura argentina contemporánea (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2007); Federico G. Lorenz a través de dos trabajos, el primero y más copioso, Las guerras por Malvinas (Buenos Aires: Edhasa, 2006) y, el segundo, de gran relevancia para nuestro estudio ha sido el artículo “‘Es hora que sepan’. La correspondencia de la guerra de Malvinas: otra mirada sobre la experiencia bélica de 1982”, Revista Páginas 1 (mayo-agosto 2008); y, por último, el estudio de Rosana Guber, De chicos a Veteranos. Nación y Memorias de la Guerra de Malvinas (Buenos Aires: Ediciones Al Margen, 2009). 5. En cuanto a los embates que representaba nuestra la lejanía de centros en los que se preserva la documentación de nuestro objeto de estudio, han sido superados a través de cartas disponibles en libros e Internet. En relación a las fuentes bibliográficas, esenciales fueron: Dalmiro M. Bustos, El otro frente de la guerra. Los padres de las Malvinas, Buenos Aires: Ramos Americana Editora, 1982; Germán Marcelo Ferrero, ed., Cartas de Malvinas (Córdoba: Editorial Brujas, 2004); y Marcelo Lapajufker, Hay dos cartas sin abrir (Buenos Aires: publicación por el autor, 2007). En relación a las fuentes que obtuvimos de Internet, de singular importancia ha sido el sitio del Centro de Documentación Epistolar (www.cartas.org.ar) en el que se encuentra digitalizada la totalidad de la correspondencia sostenida por Guillermo entre mayo de 1981 y diciembre de 1982, período en el cual este joven de diecinueve años prestó el servicio militar obligatorio y participó de la Guerra del Atlántico Sur. Estas dos últimas

intereses del poder y la búsqueda de legitimidad en cada uno de los bandos en pugna. Así, por una parte, se ha entendido la guerra como el resultado de los intentos de la dictadura militar por encontrar nuevas bases de legitimidad y consenso ante la crítica situación por la que atravesaba el régimen, tanto en el contexto mundial (aislamiento) como nacional (pérdida del control social). Y, por otra parte, ha sido extendida la figura de la usurpación de las islas, motivada por el desgaste de Gran Bretaña como potencia colonialista e imperialista en el contexto de la Guerra Fría4. Ante este panorama, el presente artículo busca aportar desde la subjetividad de actores comunes, cuyas historias mínimas e íntimas fueron plasmadas en tinta y papel. Para sostener tal propósito hemos debido sortear ciertas dificultades que vienen dadas, por una parte, por el carácter privado de la fuente, y por otra, a causa de nuestra lejanía de los centros que han sistematizado en parte su estudio. Es interesante que, en su mayoría, las cartas siguen manteniéndose en los cajones familiares, guardadas como tesoros de una historia íntima que, si bien opera dentro de una más amplia, se mantiene distante de aquella historia oficial cargada de mayúsculas. Lo anterior permite mirar el proceso desde lo microscópico de la experiencia de sus actores sociales, aunque no excluye, claro, que ésta participe y se utilice como registro para ciertas narraciones públicas. Es ilustrativo en cuanto a este fenómeno que las instituciones que más han rescatado su valor documental han sido aquellas ligadas a las demandas de los ex combatientes y a la lucha por los derechos humanos atropellados obras y las fuentes adquiridurante la dictadura de la época5. das por Internet, han resultado decisivas para nuestro Como consecuencia, memoria, registro análisis la posibilidad de privado y discurso público se encuentran tenacceder a su materialidad, pues desde el trazo, la sionados en las cartas de Malvinas. En éstas disposición del espacio, los tachados, los dibujos quedaron congelados los imaginarios, las y recursos caligráficos, la experiencias y percepciones que inundaron a experiencia vivida y percibida se registra en toda su los soldados y sus familias, en particular, y a tensión documental. la sociedad argentina, en general. Y es que las 6. Mateo Niro, “Las pruebas de cartas tienen la capacidad de fijar con cierta vida: cartas que quedaron de la guerra de Malvinas”, inmediatez elementos de la microhistoria Dossier Malvinas, en http:// que la memoria tiende a confundir, selecwww.no-retornable.com. ar/v2/dossier/niro.html. Consultado el 20 de marzo de 2010.

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cionar, omitir u olvidar6. Dicha posibilidad le viene dada por su propia naturaleza, en cuanto experimenta menores mediaciones entre lo vivido y lo narrado que otras —como los testimonios orales, por ejemplo—, dando paso a un registro inmediato y simple, aunque no por ello menos complejo, como lo indican su capacidad de difundir sentido y su carácter performativo. En este marco, los criterios con que el historiador Antonio Gibelli ha analizado a la escritura como práctica de masas en los procesos migratorios y bélicos de los siglos xix y xx, se aplican de sobremanera a la Guerra del Atlántico Sur. Señala el autor: “[…] las formas, las ocasiones y los sujetos de la escritura son muy variados, y responden a una gama bastante amplia de funciones”7. En el caso de los soldados de Malvinas, las cartas operaron como herramientas estabilizadoras en diversos sentidos, muchas veces convergentes: reclamar existencia, fijar la identidad, registrar la memoria para la posteridad, reactualizar los lazos que desde lejos seguían su curso anterior, solicitar favores y encomiendas, y plasmar sus pareceres sobre la guerra8. Por consiguiente, como indica Gibelli, la escritura no tiene como único motor el “asegurar la comunicación a distancia”, sino que además, en su origen importante son “necesidades más profundas e íntimas, de naturaleza psicológica y cultural, y entre ellas, aunque en forma embrionaria, un auténtico impulso autobiográfico y memorialístico”9. A pesar de la precariedad del formato en el que quedó congelada la experiencia de los diversos remitentes y destinatarios, durante la Guerra del 7. Antonio Gibelli, “Emigrantes y soldados. La escritura como práctica Atlántico Sur el intercambio epistolar adquirió proporciones extraordide masas en los siglos xix y xx”, en narias. Las cartas de Malvinas tuvieron una gran difusión, constituyendo ed. Antonio Castillo Gómez, La conquista del alfabeto. Escritura y clases un nuevo soporte a las informaciones que circulaban en la televisión, los populares (Trea: Gijón, 2002), 193. periódicos o la radio. No bastaba con ver el frente, había que leer el relato 8. En cuanto a la escritura epistolar como herramienta para solicitar de sus soldados, aunque no fueran cercanos. Y es que recibir una carta favores y encomiendas bastará de Malvinas se transformaba en un difusor de pertenencia. De ahí se descon señalar para los objetivos de este artículo, que es un rasgo prende que tener un pariente, un conocido o un amigo en Malvinas era sumamente presente en las cartas vivir también la guerra. En caso contrario, había que apelar a alguna otra estudiadas, sobre todo, a raíz de ciertas condiciones del frente — filiación compartida (la vecindad y la nacionalidad, entre otras). Por ello, como el frío y el hambre—, que no el intercambio epistolar se volvió una práctica fundamental durante los previeron ni supieron manejar las Fuerzas Armadas. Así, los soldados setenta y cuatro días que duró la guerra, hasta el punto que incluso “la pedían desde bufandas, calcetines y chalecos a chocolates y whisky, señora del perro salchicha de Lanús Elsa”10 se sintió interpelada a escrientre otros. En este último aspecto, birle a Marcelo, un combatiente de Malvinas. creemos que dichas solicitudes materiales están en parte relacioDurante la Guerra del Atlántico Sur, el bolsón del correo se rebalsaba nadas con las necesidades afectivas por las cartas de amor, amistad y familiaridad y por las que personas de los soldados. comunes —interpeladas por las cúpulas militares, los medios de masi9. Antonio Gibelli, “Emigrantes y soldados”, 199. vos comunicación y las escuelas— enviaron a los jóvenes combatientes 10. Elsa Lanús, “Carta del 27 de abril de 1982”, en Marcelo Lapajufker, Hay dos cartas sin abrir, 117.

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individualizados como “soldado argentino”, “soldado de la patria” o “hermano argentino”. Y es que las cartas no sólo fueron una herramienta para resarcir los vínculos afectivos suspendidos, sino que también constituyeron mecanismos que estrechaban los lazos de una comunidad que se imaginaba como nacional11. En esta línea, fue recurrente escribir desde el parentesco, fuera éste real o imaginado, puesto que se mandaba a los “hijos” de la patria a combatir, mientras sus “hermanos” aguardaban en el continente. Para entonces la técnica de la escritura estaba ampliamente extendida en Argentina, mientras que la comunicación telefónica seguía constituyendo un privilegio de ciertas regiones: “En la guerra de Malvinas hubo una única manera de mantener contacto con el continente: a través de las cartas”12, recuerda Marcelo Lapajufker. Así, la correspondencia se transformó en una experiencia cotidiana del soldado, ello expresado en que desde el 2 de abril de 1982, cuando los argentinos retomaron el servicio postal en las islas, hasta el inicio de los bombardeos el primero de mayo del mismo año, se recibían diariamente cinco mil cartas simples, dos mil certificados y cuatrocientas encomiendas13. Pese a que posteriormente la regularidad de las cartas se vio afectada, la correspondencia siguió llegando y saliendo de las islas, sorteando los embates del bloqueo y las prioridades de transporte. En vista de la envergadura que alcanzó el intercambio epistolar, llama la atención la franqueza y libertad con que las diversas cartas estudiadas se comunicaban. En este aspecto fue decisivo que la censura y el veto 11. Esta campaña epistolar no sólo se promovió dentro de lo que sobre la correspondencia no alcanzaran a constituir prácticas sistemáse entendía como la ‘nación ticas en el transcurso del conflicto, como sí ocurrió durante la Primera argentina’, sino que también trascendió a niveles globales Guerra Mundial, por ejemplo. Lo anterior permitió que las cartas malvimediante la campaña oficial “Cartas al Mundo”. Ésta incitaba neras fueran documentos con menores mediaciones que sus homólogas a los argentinos a escribir cartas en contextos similares, considerando que los mecanismos de disuasión estándar en castellano u otros idiomas que corroboraran que el desde los altos mandos militares resultaron ineficaces, y la filtración y el apoyo a la Guerra de las Malvinas control sobre la correspondencia fueron inusuales. De hecho, los mismos era total en Argentina. También se insistía en que las cartas soldados despachaban en el correo sus cartas, sin presentar su contenido a fueran acompañadas de fotos de un superior. En contraposición, las cartas que enviaban las personas “a un sus remitentes o sus familias, de manera que el conflicto bélico soldado argentino” en Malvinas, sí estuvieron sujetas a mayores restricadquiriera rostros concretos que despertaran cotidianeidad y ciones, toda vez que formaban parte de una campaña bélica más oficial y empatía a nivel internacional. pública, aunque no por ello la censura perdió su carácter artesanal. 12. Marcelo Lapajufker, Hay dos A continuación mostraremos algunas de las relaciones emotivas e cartas, 11. ideológicas presentes en las cartas analizadas, a partir de las contrastan 13. Esto según lo indicado por Federico Lorenz, “‘Es hora que sepan’. por las características de su origen. Así, en una primera instancia indaLa correspondencia de la guerra garemos en la faceta más íntima y sensible del intercambio epistolar de de Malvinas: otra mirada sobre la experiencia bélica de 1982”, Revista Páginas 1 (mayo-agosto 2008): 114.

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Malvinas, ocupado por las cartas que enviaban los soldados a sus padres, mostrándonos algunos rasgos decisivos de cómo fue percibida y registrada la guerra por los “colimbas”. Asimismo, nos concentrarnos en aquellas que fueron escritas desde el otro frente de la guerra, es decir, aquellas que enviaron los padres a sus hijos mientras éstos defendían Malvinas. En una segunda instancia, presentaremos algunos aspectos de las cartas que argentinos enviaron “a un soldado argentino”, éstas pese a responder a una campaña oficial, contienen aspectos interesantes, toda vez que las fronteras de lo público y lo privado fueron sumamente porosas. 1. Cartas entre padres e hijos. La correspondencia entre dos “frentes” de guerra La historia de la Guerra de las Malvinas se construye a partir de varios relatos minúsculos. Y es que mientras miles de argentinos eran bombardeados por informaciones confusas y el anhelo de triunfar, para cientos de familias la guerra tenía un rostro concreto y el peligro de las verdaderas bombas se batía en las islas. La guerra fue vivida de un modo diferente por los padres, familiares y amigos de los soldados, y también por éstos. Los soldados en su mayoría eran jóvenes que tenían entre dieciocho y veinte años de edad, y por lo tanto pertenecientes a las clases de 1962 y 196314. En consecuencia, como bien indica Federico G. Lorenz, la mayoría de ellos había cursado la secundaria a partir de 1976, es decir, el mismo año del golpe militar. Su adolescencia se vio atravesada por la incorporación de la guerra y la violencia política al vocabulario cotidiano15. Sin embargo, ello no implicó para ellos una preparación suficiente para la guerra, puesto que en el mejor de los casos quienes contaban con veinte años al momento de ser convocados habían terminado el servicio militar; en cambio, quienes tenían diecinueve años recién habían ingresado al servicio militar —entre 14. Esta afirmación no se aplica a enero y febrero de 1982—, y en menos de tres meses debieron aprender a la Fuerza Aérea, que presentó utilizar fusiles y sobrellevar el frente de batalla. fundamentalmente personal de cuadros. Tal situación explica, Convocados mediante patrulleros en sus casas o por los telegramas en parte, la desastrosa actuación que llegaron a sus cuarteles en abril de 1982, para estos “colimbas” la de Argentina durante la guerra. De hecho, entre las filas del experiencia de la guerra constituyó uno de los más dramáticos “eventos Ejército se encontraban jóvenes en algunos casos con menos de separadores” de sus vidas. Como describe Quinto Antonelli en I dimenticati dos meses de instrucción. Si a della Grande Guerra. La memoria dei combattenti trentini (1914-1920) (2008), para ello sumamos la superioridad tecnológica y la formación profeel caso de los soldados trentinos durante la Gran Guerra, esta separación sional de los cuadros británicos, de la comunidad provocaba un colapso emotivo y, como consecuencia, se puede entender la asimétrica relación de sus combatientes. la necesidad inmediata de la escritura epistolar. Por esta vía, la letra era 15. Federico Lorenz, Las guerras por llamada a reemplazar al coloquio, a través de un reporte familiar que Malvinas (Buenos Aires: Edhasa, 16 reasegurara los lazos suspendidos . Dicha experiencia adquiere expresivi2006), 34. dad en las palabras que F. F. escribió a sus padres algunas semanas después 16. Quinto Antonelli, I dimenticati della Grande Guerra. La memoria dei combattenti trentini (1914-1920) (Trento: Il Margine, 2008), 12.

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del inicio de la guerra: “Querido papá: nuevamente les vuelvo a escribir. Uds. Dirán que soy media hincha pelotas pero lo que pasa es que no puedo estar lejos de Uds.”17. En la búsqueda de superar dicha separación, la carta constituye un sistema de comunicación en la que el tiempo y el espacio son diferidos. Se trata de un intercambio entre ausentes, en el que la necesidad/seguridad de un destinatario genera ciertas autocensuras. Así, en la mayoría de las cartas estudiadas existe una estructura inevitable al momento de escribir, en la cual se satura al primer párrafo de palabras tranquilizadoras. De esta manera, la carta no sólo se convierte en una señal de existencia, sino también de “estar bien”. Incluso en el intento por demostrarlo, los soldados acudían a reiteraciones e hipérboles como las que F. F. enviaba a su familia, mientras que junto a otros soldados —al igual que todo el mes de abril— cavaban las posiciones, recorrían el terreno y preparaban la defensa a la espera del ataque armado: “Hola familia! Buen día, cómo están? Yo muy bien, no es joda, muy muy bien. Hace más de dos días pero menos de 4 que estoy por escribirles, no crean que estoy en haragán, pero lo que pasa es que rompen las bolas con guardias, limpieza de armamentos y alguna alerta roja (ataque aéreo, correr a los pozos). Mi estado de ánimo supera los 10 puntos y por eso no puedo escribir cosas boludas. Es decir quiero que se imaginen como estoy”18. Existe, entonces, una comunicación digerida, en la que la espontaneidad del mensaje se domestica a través de la escritura, para conferir tranquilidad y seguridad al destinatario. También se trata de traer “más acá” aquello que en términos concretos se encontraba tan distante. Esto explica la necesidad de utilizar reiteraciones y un lenguaje coloquial, casi cómplice —expresado en la frase “lo que pasa es que me rompen las bolas”—, que simulen la idea de “estar ahí”. En consecuencia, la carta asume otros significados más allá de ser un simple canal tecnológico del mensaje: se transforma en el mensaje, en el acto, y de ahí su valor performativo19. Tanto fue así que cuando la madre de Marcelo Lapajufker recibió la primera “señal de vida” de su hijo, la primera carta, se la mostró inmediatamente a su padre y enseguida respondió señalando que recibir una carta, “para nosotros en este momento es mejor que comer”20. No sólo en el frente de batalla se vivía este evento separador. 17. F.F., carta del jueves 22 de abril de 1982, en Dalmiro M. Bustos, El También las familias de los soldados se vieron impulsadas a escribir lo otro frente, 157. que sentían como parte fundamental de sus vidas. Chiquitita, como le 18. F.F., carta del jueves 22 de abril llamaban a la madre de Marcelo, en una carta enviada el 14 de mayo de de 1982. Las cursivas son de la autora. 1982 expresa el impacto cotidiano que tiene esta nueva relación epis19. Mateo Niro, “Las pruebas de vida”. tolar de su hijo con su familia: 20. Chiquitita, Avellaneda, carta del 23 de abril de 1982, en Marcelo Lapajufker, Hay dos cartas, 15.

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“Nunca me imaginé que tuviera que comunicarme con vos a través de hojas de papel y lápiz. Quizás algún día, pero sería mucho más adelante y más alegremente ya que soñabas con viajar; cuando yo sea grande me gustaría […] No te imaginas cuanto te extrañamos y como cambió Norbi pobrecito no sabe lo que hacer con nosotros, aparte ya no tengo que incistirle que te escriba, ya lo hace por su propia cuenta segun le indican sus sentimientos hacia vos. y despues me lo comenta, sabes mamá le mandé telegrama o cartas a Mare”21. A Marcelo sus parientes le pedían que no le contara a su madre todo lo que estaba viviendo. En esta línea, si bien la autocensura por resguardo del destinatario fue uno de los mecanismos que más disuadieron la práctica epistolar en Malvinas desde ambos frentes, mediante una lectura más aguda de las cartas se perciben las fisuras y contradicciones con las que “los chicos de la guerra” percibían el conflicto; una vez pasado el peligro y digerida la experiencia, se podía relatar. Tal es el caso de la carta enviada por un conscripto desde Puerto Isla Malvinas a su mamá en Córdoba, cuando los encuentros armados comenzaron a reventar: “A esta fecha ya habras recibido mis cartas anteriores y con respecto a la ultima la del 29/4/82 No la tomen tan en serio, es que estaba deprimido y aburrido por eso es tan melodramatica. Con respecto al diario que mande en mi primer carta desde aqui. Le faltan cosas que no puse por miedo a angustiarlos, pero ahora que todo paso, les voy a contar: Cuando entramos en la ciudad nos recibieron con disparos, a lo que nosotros respondimos con gran arenga, le Tiramos con un obus y iso pleno impacto en la casa destruyéndolo, se rindieron me ordenan, palpar de armas a prisioneros, cuando estaba haciendo eso intento sacar un puñal pero antes me había dado cuenta y le pegue con la culata del fusil en la cabeza dejándolo inconciente. Despues de eso hubo tiros por todos lados y picaban cerca. Pero en eso momentos no sentis nada, ni miedo, ni emoción, lo unico que sentis es mas amor a tu bandera”22. El combate fue vivido por el conscripto como un momento dramático, que debía traducir desde los códigos en los que había sido formado durante años por el aparato estatal y educacional, y las memorias argentinas compartidas. De este modo, a la espontaneidad y las contradicciones de las primeras palabras, le sigue una fórmula inculcada —el amor a la patria—, para resolver la tensión que le generaba una experiencia desconocida: la guerra23. En este esfuerzo, resulta sugerente observar que el enfrentamiento bélico es un ejemplo de cómo las “ficciones orientadoras” de un

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21. Mamá, Avellaneda, carta del 14 de mayo de 1982, en Marcelo Lapajufker, Hay dos cartas, 145. 22. Carta del 13 de mayo de 1982, en http://membres.lycos.fr/erdosain05/Fotos/malvinas6.jpg. Consultado el 22 de marzo del 2010. Las cursivas son de la autora. 23. Si bien los “colimba” crecieron en un ambiente de violencia y represión, la guerra constituía una experiencia desconocida. No podía ser de otro modo. El enfrentamiento con Gran Bretaña fue la única guerra convencional que tuvo Argentina durante el siglo xx.


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estado-nación “son necesarias para darle a los individuos un sentimiento de nación, comunidad, identidad colectiva y un destino común nacional”24. Se transforman así en constructos racionales que operan en un nivel emotivo, donde “toda narración ha de tener una ‘resonancia’ emotiva tanto como un ‘contenido de verdad’”25. Sólo, entonces, es posible comprender la virulencia que alcanzó la lucha por la supuesta “recuperación” de la soberanía de Malvinas, Sandwich Sur y Georgias Sur, y la forma como sus combatientes “resolvieron” el dolor e incertidumbre en el frente de batalla. La misma estructura tranquilizadora y el mecanismo de decodificación de la experiencia a partir de fórmulas patrióticas se encuentran presentes en las cartas de Víctor Hugo Bertoni a su familia. Singularmente expresivo es el siguiente extracto de una carta que envió el 14 de abril de 1982: “Quérida familia: Espero qué al recibir estas lineas se encuentren todos bien como lo estoy yo. Seguimos, aquí en nuestras queridas ‘Islas Malvinas’, no se sabe cuando nos vamos, pero estoy seguro de qué no nos iremos hasta qué, se aclare todo con los Ingleses, pero pase lo qué pase las islas seguiran siendo nuestras, y mas ahora, qué las defenderemos como buen soldado, qué somos. El 24 a las 14:15 hs hicimos algo, qué fue la primera vez qué soldados del Ejército Argentinos, lo hacen aqui én las islas, yo algo qué no olvidare jamas, eso tan importante es la jura de la ‘Bandera’”26. En esta carta hay varios elementos interesantes para el análisis. En primer lugar, llama la atención el esfuerzo que realizó el autor para expresar su experiencia. Y aunque maneja la técnica de la escritura, incurre en una serie de erro24. Nicola Shumway, La invención de res gramaticales y ortográficos básicos. Aquí, a diferencia de los soldados Argentina (Buenos Aires: Emecé, anteriormente citados, la espontaneidad y la necesidad de expresión del 1995), 14-15. emisor debieron necesariamente lidiar con la ausencia de una técnica 25. Anthony Smith, Nacionalismo, Teoría, Ideología, Historia (Madrid: depurada y para ello acudió a ciertos recursos estilísticos como las mayúsEditorial Alianza, 2000), 102. culas y el subrayado, marcando inflexiones en su relato. En este sentido, 26. Germán Marcelo Ferrero, ed., los conceptos destacados —“Islas Malvinas” y “Bandera”— coinciden con Cartas de Malvinas (Córdoba: Editorial Brujas, 2004), 18-19. El la simbología nacionalista propagada. subrayado es del original. La noción de estar participando de un “hecho fundamental” de su 27. Fabio Gaffarena, “Il fronte delle 27 vida , ilustrativo de una experiencia común a los soldados investigados, parole. Scriture della grande guerra”, en P. Conti, G. Franes evidente en la expresión “fue la primera vez qué soldados del Ejército chini, A. Gibelli eds. Storie di Argentinos, lo hacen aqui én las islas, yo algo qué no olvidare jamas, eso gente comune nell’ Archivio Ligure della Scrittura Popolare (Genova: Università degli Studi di Genova DI.S.M.E.C, 2002), 92.

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tan importante es la jura de la ‘Bandera’”28. De aquí se deduce que el soldado se siente parte de una historia más amplia, entroncada con la trayectoria de la nación. La misma experiencia de sentirse parte de un momento histórico lo impulsa a escribir, no sólo para comunicarse con otros, sino también para no olvidar. Este tercer rasgo, la escritura como “auxilio práctico de la memoria”, es fundamental en las cartas estudiadas29. Por último, un elemento determinante para entender el valor de la escritura epistolar en el frente de guerra viene dado por la “fetichización” de las cartas. Víctor Hugo, al finalizar la carta, cuenta que se alegró porque le escribió su amigo Alberto y de esta manera podía constatar que lo recordaban, que no había desaparecido de su comunidad. En las cartas existe un deseo de acumulación y correspondencia para superar la incertidumbre de la guerra. Funcionan como una herramienta que permite que los vínculos no se corten y como un difusor de identidad y sentido. En el caso de la Guerra del Atlántico Sur, la jerarquía militar puso en práctica una censura limitada dado su carácter artesanal y poco sistemático. De ahí que entre el territorio continental y el frente de guerra se intercambiaran cartas en extremo francas, donde más que el miedo a la represión o al castigo militar se encontraba la autocensura, por consideración al destinatario o para digerir la experiencia. Aunque entre las cartas estudiadas las que fueron censuradas constituyen un número menor, es diciente que incluso en dichas condiciones la crítica a la improvisación de las Fuerzas Armadas y las difíciles condiciones de vida, entre otros, fueran tópicos comunes en la escritura epistolar de Malvinas. Como lo indica la carta del soldado José Luis Hierro a su familia el 7 de junio de 1982: “Me imagino lo preocupados que ustedes estarán por las últimas noticias. Es cierto que los ingleses están muy cerca, pero a mi puesto de combate les juro no me ha venido ninguno a ‘visitar’ y espero no lo hagan. Hay que seguir rezando y pidiendo a la Virgen para que esto se arregle en ‘paz’ y se acabe ya. Cada vez tenemos más ganas de volver cada uno a su casa sea como sea, ganando o perdiendo, pero volver y 28. Fabio Gaffarena, “Il fronte delle parole”, 18. pronto. Al final se nos quedó en el tintero el viaje, pobre papá, tanto 29. Antonio Gibelli, “Emigrantes y juntar y organizar y yo le tiré abajo todo, aunque deslindo responsasoldados”, 193. bilidades en el loco de nuestro presidente y su desvelo de grandeza. 30. Estas palabras las escribió Acá todos, pero todos, lo agarraríamos del fundillo de los pantalones José Luis Hierro una semana antes de morir. La noticia y lo pondríamos como nosotros 55 días en estos pozos. Y yo con él a del deceso se la dio la Cruz Roja Internacional a su padre todos esos patriotas de ciudad que por lo que ustedes dicen allá está en Ginebra nueve meses minado. Acabé el discurso. Ja. Ja. Ja. después. Como José Luis, 649 argentinos murieron en la Espero yo llegar de esto, antes que la carta, así no los preocupo más guerra. José Luis Hierro, carta con esto, pero es hora que sepan lo que pensamos nosotros de Malvinas”30. del 7 de junio de 1982, en http://abc.gov.ar/docentes/ efemerides/2deabril/descargas/guerra/carta_hierro.pdf.

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Las palabras de José Luis muestran agudamente cómo pese a la propaganda oficial propalada por décadas en Argentina y durante meses en los cuadros militares, la individualidad no se disolvía e incluso se podía lanzar desde las cartas los propios pareceres sobre la guerra. Los ánimos de deserción, las críticas a Galtieri y a los “patriotas de ciudad”, se entremezclan con la nostalgia del hogar, el remordimiento del viaje familiar suspendido, con las ironías y “Ja. Ja. Ja.”. Otras tensiones también se pueden observar desde lo que se omite. Así, José Luis eludía mencionar el sustantivo “guerra”, esquivándolo con el uso reiterativo de “esto”. Recurso, este último, muy presente en la escritura epistolar revisada. La pluma crítica de José Luis se debe entender por el momento de su escritura, el más álgido del conflicto —que se inauguró durante los últimos días de mayo—, cuando los ataques nocturnos de los británicos, su concentración del fuego y superioridad tecnológica y numérica resultaban evidentes para los soldados. La crítica y el tono escéptico fueron en aumento a medida que más se acercaba la rendición argentina. Las cartas, entonces, se comenzaron a teñir de la desazón, las dudas y las frustraciones que acompañaran a los soldados en su retorno a casa. Estas experiencias afectivas alcanzaron gran profundidad en los cerca de diez mil soldados argentinos que fueron tomados prisioneros por las fuerzas británicas. Éste fue el caso de Néstor, quien escribió a sus padres el 14 de junio de 1982: “PD: Lamento muchísimo no poder poner Su Hijo Néstor que regresa victorioso pero ya saben más o menos cómo se definió la situación. Es doloroso y triste decirlo pero en un momento determinado del combate pensé en ustedes y supuse que estarían más contentos teniendo un hijo vivo que un héroe muerto. No piensen que fuí cobarde, no podría hacer nada contra tantos invasores que se venían desesperadamente al asalto, sólo Dios sabe por qué no caí en el combate al igual que cayeron casi todos los soldados argentinos que estuvieron en la Trágica ‘Mountain London’ la noche de la gran matanza. Sólo El sabe por qué; agradezcan en todo momento”31. Las palabras de Néstor ilustran de manera conmovedora cómo a la imagen optimista con la que durante las primeras semanas de la guerra se revistió a los soldados y con la que estos mismos se representaron, le siguió otra atravesada por el signo del sacrificio, la inocencia y la falta de albedrío que perdurará hasta nuestros días. Además, hasta qué punto con la derrota se revierte el pasaje a la adultez, cuyo ritual habría sido por semanas la experiencia militar en Malvinas. Con relación a este último aspecto es importante señalar que la guerra fue entendida como una verdadera prueba a la masculinidad de sus combatientes. En las cartas estudiadas, una forma muy común como los padres motivaron a sus hijos fue explicitando que habían dejado el hogar y las comodidades familiares, cambiándolas por la defensa

31. Néstor, carta del 14 de junio de 1982, en Dalmiro M. Bustos, El otro frente de la guerra, 158-159.

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de la patria. Así lo expresó la madre de Marcelo en una misiva enviada el 28 de abril de 1982: “Las Cartas que Recibimos no es de 1 chico de 19 años sino de 1 Hombre que Sabe Bien Donde Tiene Los Pies Puestos en la Tierra”32. Se volvía entonces común asociar lo masculino a ciertas convenciones como la protección, las armas, el arrojo o el no llorar. Éstos, igualmente, se alternaban con una gran preocupación sobre si pasaban frío, hambre o miedo. Sin embargo, con el fin de la guerra, los aspectos viriles y adultos fueron reemplazados por un “infantilización” de los “colimbas”. 2. Cartas “a un soldado argentino”. La tensión entre el discurso público, la escritura privada y el destinatario desconocido

Entre abril y junio de 1982 la figura de los “colimbas” alcanzó singular publicidad, monopolizando las portadas de la prensa y las informaciones de los medios de comunicación. Alzados como baluarte de la patria joven, de la regeneración y del triunfo por la convicción, los soldados argentinos se oponían a la caricatura de una Gran Bretaña vieja y en decadencia, simbolizada por la Primer Ministro Margaret Thatcher. Al mismo tiempo, al ser connotados a partir de símbolos y “virtudes” militares, operaban como un espejo invertido de aquellos “jóvenes descarriados” que participaban de la “subversión” y el “terrorismo”33. En este contexto, escuelas y medios de comunicación promovieron una práctica difundida durante la época de la Gran Guerra: la de las madrinas de guerra que escribían “a un soldado argentino”34. Asimismo, niños, adolescentes, religiosos y particulares interpelados enviaban cartas a soldados desconocidos para acompañarlos. Esta campaña epistolar de carácter simbólico estuvo acompañada de otras más “fácticas” para que la comunidad enviara elementos materiales que sostuvieran la guerra. La alta convocatoria que éstas tuvieron ilustra la profundidad con la que el discurso belicista estrechaba a una comunidad que se imaginaba como nacional a tal punto que quienes asumían el frente más allá de las islas —ya sea a través del envío de bufandas, chocolates o de cartas— compartían junto a los soldados una experiencia única y emotiva, y por lo tanto transversal y cohesiva. Si bien la campaña de escribir a un soldado desconocido tenía como principal destinatario a aquellos jóvenes que no recibían cartas de sus familias, la inmensa cantidad que llegó hizo que otros más afortunados las recibieran también. En esta última situación se encontraba Guillermo, quien no estuvo en el frente de guerra, sino en Río Grande, Provincia de Tierra del Fuego. Hasta ahí le llegaron una gran cantidad de cartas, en su totalidad escritas por mujeres, como la de Lucía, Ana y Mariana, esta última escrita el 24 de abril de 1982: 32. Norby y Chiquitita, carta del 28 de abril de 1982, en Marcelo “Querido soldado que defiendes mi Patria: te escribimos porque sentiLapajufker, Hay dos cartas, 20. mos la necesidad de hacerlo, somos tres chicas argentinas que vivimos

33. Federico Lorenz, Las guerras por, 34. 34. Federico G. Lorenz, “‘Es hora que’”, 114.

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junto a vos y con todo el País, los momentos actuales. Queremos ayudarte para que te sientas bien moralmente, y puedas defender, concientemente de que toda la Argentina está con vos, nuestra querida Patria, a la que tanto amamos. Tenemos la misma edad que vos y podemos comprender lo que estás sintiendo, pero es tu deber como argentino defender lo que es nuestro y que nos pertenece35”. Como se aprecia, este tipo de carta contiene una alta carga nacionalista y, a diferencia de las que se intercambiaban los soldados con sus familias, el punto de arranque no es la afectividad sino el patriotismo. De ahí que más adelante se utilicen conceptos rimbombantes como ‘Argentina, mi país, un gran país fabuloso’. Todo ello formaba parte de un conjuro en el que el desconocimiento y la distancia eran sorteados por una identidad y fórmula compartida: la argentinidad. Esta horizontalidad era reforzada por otro elemento común: la pertenencia a una misma generación. En esta línea, el discurso que identificaba a la juventud con la guerra y los símbolos militares y chovinistas que lo acompañaban habían sido completamente interiorizados por las emisoras. Prueba de ello es que al borde superior de la primera hoja las autoras pintaron los colores de la bandera argentina. Entre los aspectos interesantes que proporciona esta carta debemos indicar, además, el trueque que se produce entre las emisoras y el azaroso destinatario. En esta línea, Lucía, Ana y Mariana proponen: “‘Proteger es querer’. Vos nos proteges y nosotras te queremos”. Hay una sublimación del poder afectivo, al punto que lo equiparan al de las armas. Y es que estas “amigas” evaluaban su afecto como otro mecanismo de protección. De esta manera, sus rezos y llevar al soldado en la mente le conferirían a éste la alegría y el valor necesarios para defender la soberanía. Hay, de cierta forma, una construcción fantástica del soldado de Malvinas, que oscila entre el héroe y el mártir. En esta tensión se establece un vínculo afectivo que permite que lo lejano (la guerra entendida como combate), se vuelva próximo y, en consecuencia, Lucía, Ana y Mariana se transforman en sujetos activos de ésta. Se produce, así, una transacción entre el ritual afectivo y espiritual, por una parte, y la defensa a través de las armas, por otra, que refleja cierto continuismo con la correspondencia de este mismo género intercambiada durante la Guerra de las Malvinas. A diferencia de las cartas “íntimas” enviadas por los soldados a sus familias, las cartas “a un soldado argentino” presentan un discurso más estandarizado, marcado por la argentinidad, el deber ser y la alusión a los símbolos patrios. Sin embargo, dicha estandarización de la estructura del mensaje no evita que 35. Lucía Carlavan, Ana María Carlavan y Mariana Sabater, carta del 24 se trasluzcan ciertos rasgos de sincera emotividad. En algunas cartas, de de abril de 1982, en http://www. hecho, se puede leer la inseguridad y expectación que generaba escribirle cartas.org.ar/images/cartasdeverdad/willicasivaalasmalvinas/ ver-wil-luc-25-04-82-2-gr.jpg. Consultado el 12 de marzo de 2010.

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a un soldado desconocido, toda vez que éste se encontraba rodeado de un aura heroica. La carta enviada por Patricia Caporale el 11 de mayo de 1985 da cuenta de este fenómeno: “Creo que llegado el momento no sé que ponerte. No quiero que esta carta sea como algunas que seguro recibiste anteriormente. Todos decian algo parecido a agradecerte porque luches por la patria porque ella te necesita y cosas similares. Yo te digo que tengas fuerzas para pensar que ellos (te digo “los ingleses”) no pueden con nosotros; detrás de ti está la juventud Argentina apoyandote. Nosotros los queremos sin conocerlos y nos defendemos porque somos una misma generación. No sé cuántos años tendras calculo 18, 19 o 20 años mas o menos”36. Junto con resaltar la existencia de elementos comunes a la carta anteriormente analizada —fervor patriótico, identificación generacional y ritual afectivo—, la carta nos presenta ciertas imágenes con las que se asociaba al soldado de Malvinas. Patricia imaginaba que quien recibiera su escrito tendría entre dieciocho y veinte años. Por lo tanto, como las remitentes anteriores, asumía el discurso público que identificaba al combatiente con la juventud. Además, introduce un elemento muy común en este tipo de cartas: la representación del soldado argentino como una figura mítica cuya acción en la batalla formaba parte de una gran gesta. Como ella, también Lucía y Ana en una carta de respuesta a la que les envió Guillermo, plasmaron por medio de un dibujo los imaginarios sobre el soldado argentino que circulaban: un joven sonriente, sano, amigable y dispuesto. Asimismo, en el contenido de ésta es potente el deseo de correspondencia y reciprocidad por parte de Patricia. Desde el inicio advierte: “No quiero que esta carta sea como algunas que seguro recibiste anteriormente”, acusando los estereotipos con los que otros como ella componen la carta. Pese a este esfuerzo, no puede evitar comunicarse fuera de ellos. Como manera de soslayarlo, incluye informaciones personales e interpelaciones al receptor, como las que al final escribe reiteradamente: “Tambien quisiera que no dejes esta carta con todas las que seguro te hayan mandado porque me gustaria poder saber que haces y como estas. Contestame si podes”. Su deseo es el de no caer en olvido, que el destinatario “real” de su carta le confiera identidad y existencia. Esta misma necesidad de pertenencia o de visibilidad se manifiesta una carta que azarosamente recibió Marcelo Lapajufker bajo el título “Para un Soldado de la Aeronáutica Argentina”: 36. Patricia Caporale, carta del 11 de “Te mando estampillas para que me mandes una carta para que los mayo de 1982, en http://www. cartas.org.ar/images/cartasdevercompañeros de mi Instituto sepan que a mi tambien me mandan cartas dad/willicasivaalasmalvinas/verPerdon por la molestia y wil-pat-11-05-82-1-gr.jpg. Consultado el 12 de marzo de 2010. 37 Gracias” . 37. “Para un Soldado de la Aeronáutica Argentina”, en Marcelo Lapajufker, Hay dos cartas, 50. hist. crit. No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 182-199


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3. Código Postal 9409 y la Guerra de las Malvinas. Algunas consideraciones finales A lo largo de este artículo hemos utilizado los colores y ritmos de aquella historia escrita por la gente común que vivió y plasmó con tinta y papel sus percepciones, experiencias y emociones durante la Guerra del Atlántico Sur. Mediante el estudio de la escritura epistolar, hemos observado la capacidad que tuvo la carta malvinera para difundir sentido e identidad ahí donde las bases se encontraban “desestabilizadas”. Y con esto nos referimos al deseo de los soldados por recomponer las relaciones suspendidas por la distancia y a la necesidad de una sociedad fracturada por encontrar espacios de consenso y horizontalidad. Sin duda, 1982 constituyó el momento más dramático y visible de un largo proceso de entroncamiento del papel de la nación, el patrioterismo y la memoria, por lo que la experiencia de los soldados en el frente y todo el imaginario que la acompañó no pudo escapar de sus lenguajes y representaciones. En consecuencia, a través de las cartas hemos podido aterrizar las formas como la experiencia íntima dialoga, enfrenta y traslapa con los discursos y memorias que circulan en una sociedad. En este proceso, sin embargo, tan fascinante como el grado en que la esfera pública afecta las percepciones íntimas, ha sido la manera como los actores mínimos y sus relatos privados van conformando una historia microscópica que tiene sus disensos y acuerdos con aquella tan narrada desde las mayúsculas. Nuestro análisis se concentró en dos tipos de cartas: por un lado, las que intercambiaron los “colimbas” con sus padres; y por otro, las que personas “anónimas” escribieron “a un soldado argentino”. Ubicadas en las antípodas del material epistolar privado de la guerra, nos han permitido contrastar ciertos elementos decisivos en la práctica de la escritura de masas. En esta línea, hemos postulado que ambos tipos de cartas nacieron de distintos impulsos. Así, mientras las primeras arrancaban del deseo de superar la “separación” traumática de la guerra y resarcir los lazos suspendidos, las segundas lo hacían instigadas por el fervor patriótico, aunque no por ello artificial. Este fenómeno se comprende a la luz de la relación que existía entre el remitente y el destinatario, toda vez que en el caso de las cartas que los soldados enviaban a sus familias había una tensión y preocupación por el destinatario, al que se conocía y extrañaba; en cambio, las cartas “a un soldado argentino” tenían un destinatario azaroso, al que se definió a partir de los imaginarios públicos. Lo anterior no excluye, claro, que en ambos casos existieran deseos de no ser olvidado y de superar la comunicación diferida. No sólo las motivaciones para escribir eran diferentes, sino que también varió la versatilidad del mensaje. En las cartas “a un soldado argentino” encontramos una escritura más estandarizada, que recurre a ciertos clichés sociales y públicos, haciéndose parte de toda una retórica nacionalista

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y belicista. Si bien las cartas de los soldados a sus padres también se insertaron en estos rasgos, llama la atención la diversidad de sus lenguajes y códigos. En esta línea, la familiaridad y la empatía resultaban vitales para el nivel de franqueza con que se expresaba la interioridad de los remitentes. A pesar de dicha versatilidad en las cartas de los “chicos de la guerra” podemos encontrar ciertas funciones comunes: confirmar la supervivencia, reafirmar el “estar bien”, reforzar la memoria y desafiar la distancia, recreando un coloquio que aproximara aquello que se encontraba distante. Y es que frente a un “evento desestabilizador” como la guerra, el soldado se vio empujado a escribir, pues la carta tiene la capacidad de fijar lo inmediato en un material precario. De este modo, la conjunción de temporalidades operaba en el documento al que el soldado le pedía difundir identidad, sentido y compañía. A tal nivel, el intercambio epistolar constituyó un rasgo cotidiano de la vida de los “colimbas” que uno de nuestros protagonistas comentaba a su familia: “[…] aqui nos dan papel y sobre para escribir a la familia, no los pueden dar para escribir todos los dias si no se la pasarian escribiendo todo el dia”38. La atención sobre las cartas no sólo se daba desde el acto de escribir. También los soldados esperaban ser recordados y reintegrados a su comunidad desde la correspondencia. Así, se generó un cierto ánimo de acumulación entre los “chicos de la guerra”, al considerarse que a mayor cantidad de cartas, más queridos eran. Por lo mismo, la correspondencia enviada “a un soldado argentino” se presentó tanto en códigos patrióticos como afectivos, toda vez que no bastaba con compartir la argentinidad o la generación: era necesario tener resortes emotivos comunes. Este elemento permitió que desde el frente o la ciudad, tanto remitentes como destinatarios se sintieran actores de un hecho fundamental que incluía a sus propias biografías dentro de una historia más amplia, pues finalmente desde estos soplos íntimos la historia adquiría sus matices y pulsos cardíacos.

38. Germán Marcelo Ferrero, ed., Cartas de Malvinas, 19. hist. crit. No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 182-199

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Reseñas

Reseñas Schuster Cordone, Caroline. Le crépuscule du corps. Images de la vieillesse féminine. Fribourg: Infolio, 2009, 303 pp.

Preguntarse por el cuerpo desde su historia amplía la comprensión de las representaciones que le otorgamos en la actualidad. La salud y la enfermedad, la belleza y la fealdad o como en el caso de este libro, la juventud y la vejez, cobran un matiz diferente si la mirada histórica descubre ante nosotros formas de ver y de entender en el pasado, similares o no a las nuestras. Cuando nos adentramos en este tipo de reflexión, el cuerpo se revela como mucho más que un objeto de estudio; es, como lo dijo Jacques Le Goff hace algunos años, “el protagonista de un drama”1. Y es que las concepciones, los significados y el valor otorgado que han variado con el paso del tiempo, dejan huellas que nos moldean tanto que hacen de nosotros mismos un documento, como si fuéramos Sonia Milena Pineda palimpsestos. Por eso el cuerpo no debería ser olvidado por el historiador Rodríguez social o cultural, quien con frecuencia deja pasar en sus menudos análisis la Máster en Lengua Española y Literatura entidad de acción de los mismos, lo que le da vida a la palabra hombre. Hispánica por la Universidad Autónoma La tradición historiográfica francesa y específicamente la escuela de de Barcelona (Barcelona, España). Annales han marcado, de cierta forma, la pauta que se debe seguir en Historiadora por la Universidad de este tipo de investigaciones. En Los reyes taumaturgos Marc Bloch se preAntioquia (Medellín, Colombia) y guntó por el significado de un gesto: tocar a los escrofulosos en la Francia Miembro del Grupo de Investigación en e Inglaterra medievales. Más adelante Michel Foucault indagó la relación Historia Social (GIHS) de la misma unientre cuerpo y poder, acuñando un concepto de gran ayuda explicativa versidad (Categoría B en Colciencias). en dicha relación: “tecnología política del cuerpo”2. Y en los últimos mileson10@yahoo.fr treinta años, investigadores como Jacques Le Goff, Alain Corbin, Georges Vigarello, David Le Breton y Arlette Farge —sólo citando a los más conocidos— han aportado a la misma reflexión. Pero sin duda Francia no es la única fuente para este tipo de análisis. Historiadores ingleses, estadounidenses o italianos, filólogos españoles y todos los que no podríamos abarcar en esta corta reseña dan un enfoque a sus investigaciones en donde el cuerpo es el personaje principal del relato. Es el caso de la 1. Jacques Le Goff y Nicolás Truong, tesis doctoral en Historia del Arte de Caroline Schuster Cordone de la Una historia del cuerpo en la Edad Media (Barcelona: Paidós, 2005), 17. Universidad de Fribourg (Suiza), publicada por Infolio en 2009. 2. Michel Foucault, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión (Madrid: Siglo xxi Editores, 2009), 33.

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Reseñas

La autora de este interesante libro (aún sin una edición en español) quiso analizar el crepúsculo del cuerpo femenino, es decir, la vejez de las mujeres en la Italia del Renacimiento, o como lo llama ella, en “l’aube de l’époque moderne”. La clara elección del objeto de estudio y de la metodología empleada en la investigación ayudan a una escritura sencilla, clara y en donde los argumentos se van presentando de forma natural y concreta. La mujer vieja suscitó en la autora tres tipos de cuestiones, que son las que a su vez estructuran el libro en tres partes: ¿cuál es la relación o el rol que desempeña la vieja dentro de la sociedad y de la familia? ¿Cómo se representó la senilidad del cuerpo y cuál es el significado de dicha representación? ¿En qué consistió la actitud frecuentemente transgresiva de la vieja frente a la sexualidad y la maternidad? Para responder a estas preguntas la autora privilegió como fuente primaria de información obras pictóricas e iconográficas italianas producidas desde finales del siglo xv hasta comienzos del xvii. Con el propósito de presentar un análisis complejo que diera cuenta de posibles explicaciones a diferentes formas de representación, la autora se apoyó en el conocimiento producido por la historia, la sociología, la antropología, la historia de la medicina y la literatura. Es por eso que el resultado no es un catálogo pictórico que tiene como motivo principal la vieja, sino todo un análisis histórico de las formas de representación de uno de los personajes menos visibles del pasado. Para comenzar el análisis de un cuerpo femenino envejecido, Caroline Schuster señala en la primera parte del libro (Intégration et rôles sociaux) las diferencias de la representación femenina y masculina a través del motivo iconográfico conocido como Degrés des âges (escala de las edades). Allí la autora demuestra cómo los pintores ubicaron el destino de la mujer según la evolución de su cuerpo —elemento que evidenciará a lo largo del libro, haciendo énfasis en los atributos de la decrepitud—, dejando al margen roles profesionales que sí aparecen en la representación masculina. A partir de esta conclusión previsible pero necesaria para introducir la temática indagada, la autora desarrolla el tema central de este apartado, analizando los roles y la integración social y familiar de la mujer vieja bajo las figuras de la madre vieja y abuela, la viuda y la nodriza. Siguiendo pinturas de Santa Ana, retratos de madres y otras más de nodrizas, la autora llega a una conclusión metodológica interesante: una valoración actual de lo que significa la familia ha llevado a que se interpreten erróneamente algunas pinturas que no responden necesariamente a la representación de lazos familiares como aquellas que se creen de abuelo y nieto, por ejemplo. Otros elementos que se deben destacar de este apartado son los análisis que hace de la masculinización de la representación de la vieja y de la relación que se establece entre ésta y la espiritualidad; además de señalar estas características en algunas pinturas, la autora propone explicaciones en donde emerge la cuestión del género en la última edad. Dando por terminado este primer apartado Caroline Schuster evidencia otra conclusión que resume lo analizado hasta ahora:

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“[…] l’une des conséquences majeures de la vieillesse est qu’elle accentue le confinement de la femme dans un rôle social et familial qui la réduit au service des autres. Que cela soit en tant que mère âgée, grand-mère, nourrice ou veuve, les déficiences de la vieillesse —sterilité, disgrâce, infirmités, et autres— amoindrissent progressivement son statut en renforçant l’handicap naturel que répresente la féminité”(p. 84)3. En la segunda parte del libro (Un lent déclin) la autora aborda la representación de la senectud y de la vejez en sí mismas. Siguiendo tratados médicos y una reveladora bibliografía producida en la época que habla sobre longevidad, Caroline Schuster explica la lenta emergencia de una percepción diferente del individuo y de su cuerpo durante el siglo xvi: “[…] la conception naissante d’un ‘corps-outil’: une perception nouvelle qui est un pas significatif vers une progressive réification du corps qui donne à chacun la possibilité d’en disposer au mieux pour entrer en relation avec les autres” (p. 98)4. Aunque el paso epistemológico de la concepción del cuerpo como ser al poseer ya ha sido señalado por otros autores5, la novedad de esta afirmación dentro del libro consiste en las fuentes pictóricas y bibliográficas que la autora aporta para argumentarla. Sofonisba Anguissola, Leonardo da Vinci, Titien y Sor Juana Inés de la Cruz, entre otros, se articulan dentro del relato para argumentar la conciencia emergente sobre el cuerpo y específicamente sobre la vejez. Sin embargo, el grueso de esta 3. “[…] una de las mayores conparte del libro lo constituye el análisis de la pintura La Vecchia de Giorgione secuencias de la vejez es que acentúa el confinamiento de la (1505-1510). Al hacer un estudio minucioso de esta pintura, reconociendo mujer a un rol social y familiar que la reduce al servicio de los el contexto histórico donde se produce pero sobre todo cada detalle estéotros. Que éstas sean en tanto tico de la obra, Caroline Schuster nos enseña a observar los significados del que madre vieja, abuela, nodriza o viuda las deficiencias de la cuerpo representado por un pintor, y de esta forma conduce al lector por vejez —esterilidad, desgracia y posibles explicaciones de la decrepitud alegórica que emerge en dicho siglo. desvalorización, y otros— aminoran progresivamente su estatus La última parte del libro (Transgressions) nos lleva por las representacioy refuerzan el hándicap natural nes de la vieja que la asocian a actitudes socialmente transgresivas. Es, si se que representa la feminidad”. La traducción es mía. quiere, el apartado más divertido del libro porque nos encontramos con vie4. “[…] la concepción naciente de jas lascivas, chismosas, lujuriosas, embarazadas y en general representadas un ‘cuerpo-útil’: una percepción nueva que es un paso significacontroversialmente, incluso para la época actual. El objetivo de la autora con tivo hacia una progresiva cosifieste apartado es señalar las formas más comunes de representar a la vieja cación del cuerpo que da a cada quien la posibilidad de disponer durante el siglo xvi, que tienen raíces clásicas y medievales y que de forma mejor de éste para entrar en significativa continúan hasta el presente. Si bien los dos primeros capítulos relación con los otros”. La traducción es mía. del libro referentes a la lascivia y a las parejas de viejos mal vistas (le couple 5. David Le Breton lo señaló al analimal assorti) son muy interesantes, es el último capítulo sobre la maternidad zar la obra del anatomista André en la vejez o la vieja fecunda el de mayor profundidad analítica. La autora Vesalio para el siglo xvi. David Le Breton, Antropología del cuerpo y modernidad (Buenos aires: Nueva Visión, 2008).

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observa la aceptación o rechazo de la maternidad en la vejez según la madre analizada; las representaciones bíblicas de Lorenzo Lotto y las grotescas de Agostino Veneziano permiten a la autora proponer una buena comparación de dos puntos de vista diferentes sobre la misma temática. El crepúsculo del cuerpo es sin duda un libro pertinente y muy sugerente para la investigación histórica sobre el cuerpo y sobre la vejez. A sabiendas de la intención de abordar una tesis desde la Historia del Arte, la autora va más allá de lo esperado y en un diálogo interdisciplinar armónico, junto con una gama complementaria de fuentes, propone contextos y explicaciones de gran utilidad para comprender la emergencia de la conciencia del cuerpo viejo femenino en el alba de la época moderna. En Colombia hace falta este tipo de investigaciones, y conocer estos libros ayuda a inspirar ideas y preguntas que también nosotros nos podemos hacer.

Ï Lawrence Levine. Highbrow/lowbrow: The Emergence of Cultural Hierarchy in America.

Renán Silva

Cambridge: Harvard University Press, 1988, 306 pp.

Moderna de la Universidad de París I,

Lawrence Levine. Culture d’en haut, culture d’en bas. L’émergence des hiérarchies culturelles aux États.

Pantheón-Sorbonne (París, Francia).

Paris: Éditions La découverte, 2010, 317pp.

de la Universidad de los Andes (Bogotá,

Sociólogo e historiador, Doctor en Historia

Profesor del Departamento de Historia Colombia). Realiza investigaciones sobre

Distancias, fronteras e intercambios culturales

historia política y cultural de los siglos

La reciente publicación en francés —más de veinte años después de su edición inglesa original— de una de las obras mayores del gran historiador norteamericano Lawrence Levine, Highbrow/Lowbrow, puede ser una buena oportunidad de llamar la atención sobre el trabajo de este autor, poco leído en Colombia, aunque desde muchos puntos de vista sus agudas reflexiones en el campo de la historia cultural tienen que ver con temas que hace bastante tiempo son objeto de discusión en nuestro país —en realidad se trata de temas que han llegado a ser tópicos historiográficos internacionales—, sin que se pueda estar

XVIII y el XX. rj.silva33@uniandes.edu.co

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1. A propósito de Lawrence Levine, Culture d’en haut, culture d’en bas. L’émergence des hiérarchies culturelles aux États (Paris: Éditions La découverte, 2010), 317pp –Unis –Préface de Roger Chartier–. Versión original en inglés Highbrow/lowbrow: The Emergence of Cultural Hierarchy in America (Cambridge: Harvard University Press 1988), 306pp. En la edición en francés del libro de Levine se echa de menos las magníficas veintiún ilustraciones


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siempre seguro de que la manera como entre nosotros han sido abordados estos problemas haya sido la más promisoria. Lawrence Levine (1933-2006) fue profesor por muchos años en la Universidad de California y es considerado uno de los pioneros de la “nueva historia cultural” en los Estados Unidos, mucho tiempo antes que esta etiqueta se convirtiera en una moda, que ya hacia finales del siglo xx parecía haber agotado la mayor parte de sus recursos retóricos —el anuncio de su propia novedad y la crítica de los enfoques que se agotaban en la “economía”—–, recursos que habían terminado por convertirse en un énfasis más acentuado que sus propios resultados investigativos. Presentemos el trabajo que reseñamos describiendo brevemente el contenido de cada uno de sus capítulos y epílogo, antes de esbozar alguna crítica hacia el final. El primer capítulo, “William Shakespeare en los Estados Unidos”, es un estudio detallado y ricamente documentado de las formas de circulación de la obra de Shakespeare en el siglo xix en la América del Norte, un tema de indagación que nos recuerda que si la percepción habitual del “arte” y el peso de sus clasificaciones no ahogara literalmente nuestra visión —aplastada por los usos presentes de William Shakespeare, el representante número uno de lo que se puede llamar los clásicos del teatro—, no habría mucho de qué sorprenderse, ante el objeto del capítulo. Es claro para el lector de los análisis de Levine —pero sólo después de conocer tales análisis—, que W. Shakespeare constituía una tradición de las comunidades locales, no sólo por la lengua del dramaturgo y por su propia popularidad en Inglaterra —popularidad que se mantuvo en las colonias—, sino también porque gentes de las más diversas condiciones sociales introducían “restos” del texto shakespereano de manera muy visible en el ámbito de su vida cotidiana, y en las funciones de teatro eran capaces de reconocer su presencia y de parodiar tales textos, para construir con ellos bromas y críticas frente a diversos aspectos de la vida diaria. Además, el ambiente de libertad de los primeros tiempos de la posindependencia, se sumaba a viejas tradiciones igualitarias, lo que resultaba en un ambiente de crítica despreocupada y extendida en el primer siglo republicano en los Estados Unidos. Shakespeare era en los Estados Unidos un autor inmensamente popular, entendiendo aquí por popular su alto grado de difusión entre grupos de posición social diversa y el conocimiento que las gentes corrientes tenían del autor, cuya presencia no era sólo una realidad cotidiana a través de su lectura y de formas variadas de representación de sus obras, sino además una presencia permanente en la literatura más popular de los Estados Unidos en el siglo xix —Levine muestra su presencia por ejemplo en autores como Mark Twain y que trae la edición en inglés. recuerda que en Huckleberry Finn, sus dos personajes principales, Huck y Jim Lawrence Levine es el autor, por conocen el Ricardo III. fuera de otras obras y artículos, de la reflexión pionera sintetizada en Lawrence Levine avanza mucho más allá del plano de la circulación Black Culture and Black Consciousness: y muestra de una manera muy documentada los usos precisos que de Afro-American Folk Thought from Slav-

ery to Freedom (New York: Oxford University Press, 1977) –reedición de 2007, con un nuevo prefacio.

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Shakespeare se hacían, la aparición de trozos fragmentados de su obra en un dispositivo cultural mayor que incluía música, payasadas, bromas, obras de otros autores, en un espectáculo que podía llevar varias horas y ser objeto de atención de públicos diversos por su edad y condición social. Resaltemos por ahora, a partir de este capítulo, la actitud distendida y de poca solemnidad con la que las gentes se enfrentaban a ese clásico que hoy asusta hasta a sus grandes conocedores, y la necesaria pregunta que el texto de Levine sabiamente logra imponer: ¿a partir de cuándo y bajo qué condiciones nuestro venerado Shakespeare llegó a ser ese autor extraño y aterrador del que luego a partir del siglo xx sólo podrán usufructuar en un gran ambiente de solemnidad, en el teatro de butacas caras, públicos “distinguidos” que aparecerán ahora, contra toda evidencia histórica, como los “verdaderos” destinatarios del maestro de la lengua inglesa? El segundo capítulo, “La sacralización de la cultura”, que a su manera, aunque con otra documentación y una suma de nuevos hechos y argumentos, repite el expediente anterior, tiene que ver con los procesos culturales que llevaron a que la ópera —género popular en sus comienzos, si lo hay, como lo había hecho notar Antonio Gramsci— se transformara también en una esfera de distinción y en un producto destinado al consumo de los más ricos, autodeclarados como los más sofisticados. Aquí hay que saber distinguir entre esferas públicas, privadas y domésticas de circulación, y otras formas de circulación popular, como por ejemplo el disco, y formas de circulación socialmente elevadas como las que reproduce el teatro de butacas caras. Es claro que la comunidad italiana siguió cantando en su casa, en el baño y desde la ventana de su hogar fragmentos y arias completas de la ópera italiana, lo que igualmente debería ocurrir en las escuelas en las que había una fuerte presencia de alumnos y de maestros con ese origen territorial. Pero es un hecho que poco a poco, a partir de algún momento del final del siglo xix, la ópera comenzó a independizarse de sus anteriores condiciones de circulación, y otros escenarios y otros usos —los usos distinguidos del gran teatro, ya muy cerca del start system—, se fueron imponiendo. En los renglones iniciales, como lo había hecho con Mark Twain, Levine hace comparecer en la escena de su demostración a una voz literaria mayor: en este caso la de Walt Whitman, quien al final de su vida se refería a su educación juvenil, diciendo que “sin ninguna duda…” había sido “educado a la manera italiana”, una forma de educación que no resultaba ser puramente individual ni excepcional, sino una extendida condición de muchos de los contemporáneos de Whitman en esos años y en los posteriores. La demostración de Levine en este punto es de una inteligencia y sensibilidad mayores. Lo que ha alejado a las gentes corrientes de la ópera en cierto momento en los Estados Unidos no es sencillamente el precio de las entradas a la función, sino el ambiente general con el que se iba cargando el espectáculo en su nuevo “formato”, un cambio de escenario y de público que, como señala el autor, transformaba, al igual que en el caso de Shakespeare, al mismo

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tiempo las modalidades de representación (los trajes, las voces, los movimientos del cuerpo de los actores… el conjunto del dispositivo). Finalmente, a pesar de su arraigo en una comunidad migrante determinada —los italianos— que la sigue cultivando, la ópera adquirirá un nuevo disfraz, profundamente extraño a su anterior ámbito de representación y de disfrute, y nuevas fronteras y distancias culturales se establecerán a partir de una “forma culta” de circulación de la ópera, que nuevas generaciones ya difícilmente reconocerán lo que antes había sido este género musical: una tradición compartida por públicos mucho más amplios que aquellos que la habían llevado cuando llegaron como migrantes y a los que muchas pequeñas y grandes compañías italianas visitaban en una tarea de difusión comercial, que era al mismo tiempo una de enriquecimiento de la memoria de sus orígenes familiares y nacionales. Aquí de nuevo, como a lo largo de todo el libro, Levine impone al lector, por la fuerza de sus demostraciones previas, las preguntas que dan el tono crítico a su obra: ¿cómo y cuándo y a través de qué mecanismos precisos se ha producido ese proceso de expropiación, que es al mismo tiempo proceso de distinción y de separación social —en el sentido de Pierre Bourdieu—? “Orden Jerarquía y cultura”, el capítulo final del libro, reproduce una de las mejores tradiciones de la historia social y de la historia “a secas”: abordar la discusión de perspectiva más teórica, solamente cuando se han considerado casos particulares y se han ofrecido multiplicadas pruebas documentales de una cierta evolución social. Aquí el examen del problema —que nunca abandona la perspectiva histórica y documental— se hace mucho más general y se conecta de manera directa con las perspectivas de la sociología, sin perder nunca su carácter concreto. Se trata de examinar los mecanismos generales puestos en marcha en la transformación de lo que Levine designa como una “cultura pública compartida”, vigorosa aun en la mitad del siglo xix en los Estados Unidos, en dirección de una cultura elitista y excluyente, que ha dejado por fuera del disfrute de bienes culturales enriquecedores a una gran parte de la población. Las demostraciones presentes en los dos capítulos anteriores adquieren aquí toda su fuerza: se trata de un proceso, posible de reconstruir a través del análisis histórico, que a principios del siglo xx ya había logrado producir sus efectos inevitables de naturalización, es decir, ya había logrado que las gentes lo vieran como una situación natural, inmutable y eterna. Al mismo tiempo que avanzaba el proceso de naturalización de eso que Levine llama “bifurcación cultural”, avanzaba el proceso de “sacralización de la cultura”, es decir el proceso por el cual se llevaba al campo de las artes y la literatura una actitud presentada como “seria y profunda” que, como alguna vez lo hizo notar Walter Benjamin, es simplemente el traslado de actitudes religiosas al campo de la cultura, rechazando al “exterior” de ella todo lo que tuviera que ver con la risa y el festejo popular, un proceso que finalmente se vería concretado en máximas del tipo “en los museos no se habla, se guarda absoluto silencio”, máximas con las cuales se ve a la civilidad

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necesaria para compartir en común, copadas por una actitud cultural de clase en la que se agazapa, bajo ciertas formas de la urbanidad, no sólo una actitud contemplativa que reduce el propio placer del arte, sino la exigencia de un comportamiento social que previamente había sido incorporado por modelos educativos presentados como universales, imponiendo una actitud ritual y ceremoniosa, que huye del festejo y que excluye a quien simplemente quiere expresar su admiración y su satisfacción ante esos logros humanos que constituyen las diversas clases de creación artística. Lawrence Levine lleva a fondo el examen de lo que se puede designar de la manera más precisa como las categorías de percepción estética, mostrando su carácter social e histórico. Lo que Levine muestra, como otros autores lo han hecho también —y es imposible no mencionar aquí antecedentes mayores en el campo del análisis cultural que van desde Richard Hoggart a Pierre Bourdieu—, es que las formas de percepción son ante todo modalidades de clasificación social, según una pista de trabajo con la que Durkheim había inaugurado el proyecto de una moderna sociología. Antes de él, Marx había establecido las bases de una crítica histórica de la economía política, al recordar en su crítica de Prudhom que los economistas expresaban las relaciones de producción como “categorías fijas, inmutables y eternas” o, en otras palabras, que los economistas “nos explican ‘cómo se produce en el marco de unas relaciones dadas, pero lo que no nos explican es cómo se producen esas relaciones, es decir el movimiento histórico que las hace nacer’”2. Levine insiste una y muchas veces en el carácter histórico de las categorías del análisis cultural —aunque lo hace mucho menos en su carácter de estructuras objetivas que se imponen como formas de percepción con aire de naturaleza sin historia—; indica incluso su utilidad como modalidades de comprensión, “con la condición de que tengamos siempre en la cabeza cuánto son de humanas y frágiles [tales categorías], cómo son de recientes, cuánto fueron y son porosas”, haciendo notar enseguida la torpeza y anacronismo que se ponen de presente cuando oposiciones como “culto” y “popular”, se trasladan a un pasado en el que no existían, produciendo “malentendidos no solo sobre nuestra historia”, sino sobre “el mundo en cual vivimos nosotros mismos”. Este análisis posiblemente resulte, en el plano de la sociología general, el que mayores enseñanzas puede ofrecer a los historiadores. No hay ninguna duda que oposiciones del tipo alto/bajo, culto/popular han recibido en el análisis histórico un tratamiento doblemente problemático. Por un lado, buena parte de los historiadores de la cultura ha tomado el camino de favorecer uno de los dos extremos de la oposición, luego de que Peter Burke tomara ese atajo, olvidando que el papel del análisis no es el de privi2. Para el análisis de Émile Durkheim, véase por ejemplo “De legiar uno de tales extremos, sino el de disolver lo que constituye una falsa quelques formes primitives de oposición. Por otra parte, no se ha hecho el menor esfuerzo por mostrar el classification”, en Essais de sociologie, ed. Marcel Mauss (París: Édiproceso histórico de formación de esas polaridades y las condiciones histótions de Minuit, 1968), 162-230; ricas a partir de las cuales tales oposiciones se han convertido, en silencio y las palabras citadas corresponden al análisis de Karl Marx, Misère de la philosophie (París: Alfred Costes Éditeur, 1950), 121.

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3. Una notable excepción, entre las poco numerosas excepciones que hay sobre este punto, es la de Roger Chartier, “‘Cultura popular’: retorno a un concepto historiográfico”, en Sociedad y escritura en la Edad Moderna (México: Instituto Mora, 1995), 121-138, en cuyo primer párrafo leemos: “La cultura popular es una categoría académica. ¿Por qué enunciar al comienzo de este ensayo una proposición tan abrupta? Con ella solo quiero recordar que los debates que han surgido alrededor de la definición misma de la cultura popular lo han hecho (y lo hacen) a propósito de un concepto que se propone delimitar, caracterizar, nombrar prácticas que sus autores nunca designan como pertenecientes a la ‘cultura popular’”. Es bajo esa orientación que he tratado —sin mucho eco— de plantear algunos de los orígenes históricos de la noción de cultura popular en Colombia en el siglo xx en República popular, intelectuales y cultura popular (Medellín: La Carreta Editores, 2005), 303 pp., y en Sociedades campesinas, transición social y cambio cultural (Medellín: La Carreta Editores, 2006), 257 pp. 4. La definición de culturas populares autónomas, hoy en día pensadas por lo demás en términos de grupos étnicos, ha ido de la mano con el abandono de la fecunda idea de mestizaje, una noción que no ha hecho sino aumentar sus potencialidades explicativas en la medida en que se ha reunido con concepciones complejas de la causalidad, como las que se derivan de las teorías del caos. Posiblemente sea la obra de Serge Gruzinski la que hasta el presente de manera más radical y fundamentada ha sostenido la idea de mestizaje en el análisis cultural —y no sólo en América latina—. Véase por ejemplo su afirmativo análisis del mestizaje en El pensamiento mestizo (Barcelona: Paidós, [1999] 2000), 364 pp., que tiene como epígrafe de su primer capítulo el verso de Mário de Andrade, “Soy un tupí que tañe un laud”, un tipo de análisis presente también en obras

sin crítica, en categorías del análisis social sobre cuyos orígenes y funciones muy poco se dice, como si, presos del fetichismo de las palabras y sometidos a la lógica de la percepción inmediata de lo que la “realidad” ofrece a nuestra contemplación, los historiadores olvidaran que oposiciones del tipo culto/popular son creaciones académicas e historiográficas y no formas esencialistas ni modos de auto/referencialidad de los propios grupos sociales que con ellas son designados3. Finalmente, la adscripción sin crítica alguna a ese tipo de oposiciones, casi siempre sobre la base de una actitud militante y al tiempo orgullosa de descubrir alteridades que los orígenes en la clase media de la mayor parte de los académicos les impedían por lo menos haber imaginado, ha impuesto la idea de fronteras culturales libres de todas porosidad y ajenas a formas constantes de intercambio y redefinición, lo que ha hecho posible pensar en conjuntos culturales cerrados, posibles de definir de manera autónoma y rebosantes siempre de buena salud y de vigor cultural (aunque en el fondo esta idea de una “cultura popular” autónoma, espontánea y eternamente creativa, choque con la tesis opuesta y sostenida al mismo tiempo de una “cultura dominante” capaz de imponerse y devorar de manera resuelta aquella de las clases sometidas al yugo inflexible de la dominación, un “descuido lógico” que no plantea la menor inquietud a los analistas que toman ese camino)4. Levine es, por el contrario, un historiador de mestizajes y de lo compartido, y sabía bien que la cultura de una sociedad es ante todo “diálogo cultural”, incluso en las condiciones de la explotación y de la desigualdad, y que no hay cultura que no se haga de préstamos y de intercambios y que no se construya como síntesis de elementos convergentes, sobre la base de experiencias históricas que siempre se viven en universos sociales que son relacionales y que no pueden ser comprendidos más que cuando se abandonan las ideas de “pureza” y de fabricaciones culturales “étnicas” siempre idénticas como El Águila y la Sibila. a sí mismas, intocadas por fronteras sociales Frescos indígenas de México (Barcelona: Moleiro Editor, móviles que produce y modifica la historia. [1994] 1994), y que ha tenido El libro de Lawrence Levine se cierra desarrollos extensos en obras como el tomo ii: Los con un apretado epílogo volcado de manera mestizajes, 1550-1640, en directa sobre el presente cultural de los Historia del Nuevo Mundo, eds. Carmen Bernand y Serge Gruzinski (México: Fondo de Cultura Económica, 1993).

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Estados Unidos y en donde el comentario y las opiniones personales del autor parecen ganar terreno sobre los análisis históricos, como acontece a menudo con el periodismo y la llamada “historia del tiempo presente” de tono periodístico, regularmente vapuleada por posteriores sucesos que vuelven a poner de presente todos los peligros de una sociología que se deja someter a la lógica de lo inmediato y lo visible. Es por eso que tal vez el epílogo está dotado de tanta ambigüedad sobre el presente y el futuro cultural de los Estados Unidos —y en general de las sociedades modernas—, en la medida en que Levine observaba a finales de los años ochenta un universo cultural en apertura constante, tanto desde el punto de vista de la forma como del contenido, aunque su centro de referencia lo fue la universidad, un universo sensiblemente cerrado a los grupos mayoritarios de la sociedad, y que fácilmente oculta las tensiones que en la vida social continúan mostrando su carácter de estructuras duras y resistentes al cambio, sobre todo en la dirección de la democracia social y cultural. La opinión nuestra, y nos arriesgamos a presentarla, es que en el epílogo se resaltan algunas dificultades de este gran libro de historia cultural: por una parte, la ausencia de una consideración mayor sobre la “sociedad”, una perspectiva algo menos encerrada en el plano de la “cultura” de lo que parece por momentos este trabajo, o para decirlo en términos menos equívocos, una consideración mayor de las formas estructurales básicas de las sociedades capitalistas; y por otra parte, un examen más detallado de la forma como operan en tal sociedad los mecanismos de reproducción de las diferencias culturales, en tanto diferencias sociales, un problema que no ha encontrado una solución estrictamente democrática ni en el marco de lo que Benjamin llamó “la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” y que la actual revolución de las comunicaciones ha llevado a un punto extremo, ni en el marco de la universalización de la escuela. La dinámica entre extensión y distinción, entre avance colectivo y exclusión, parece seguir siendo la forma rectora de la vida cultural y el principio mismo que organiza las diferencias en el campo de la producción y apropiación simbólicas, como diferencias sociales y de clase. Ni las latas de sopa de Andy Warhol, invocadas por Levine, ni los nuevos currículos posmodernos repletos de asignaturas sobre los “otros” y la “diferencia”, ni la ópera de los grandes teatros retrasmitidas, incluso de manera simultánea, en salas de cine con entradas a mitad de precio, ni los conciertos masivos en Central Park, pueden terminar por sí solos con las barreras a la democratización y al acceso libre a la cultura, aunque sí pueden mantener la esperanza de que tal meta algún día se haga realidad. Tales avances sobre la exclusión cultural desde luego que deben continuar y perdurar, pero los mecanismos más insidiosos de la frontera y diferencia culturales seguirán ahí, porque el dispositivo de base que los organiza y reproduce continúa esperando transformaciones mayores, que son tanto del orden social como del orden individual.

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Roger Chartier ha titulado su Prefacio a la edición francesa de Highbrow/Lowbrow: “Bifurcación cultural y sacralización estética”, un título que hace justicia a dos de las principales “tesis” sobre las que construye Levine su perspectiva en esta obra. Chartier ha querido precisar además el contenido más exacto de la tesis de la “bifurcación cultural” (de cómo el espacio público compartido de la primera mitad del siglo xix en los Estados Unidos se transforma en dirección de un mundo jerarquizado y excluyente en el siglo xx) y ha matizado de esta manera las propias críticas que había expresado sobre esa formulación, lo que no evita que la tesis pueda seguir despertando controversias, incluso más allá de su acompañante, es decir, de la idea de la sacralización de la cultura, que parece una realidad mucho mejor establecida y ha alabado además el espíritu cívico y comprometido del análisis histórico tal como era practicado y enseñado por Levine, advirtiendo desde luego que ese compromiso nunca dejó de estar relacionado con una práctica historiográfica que jamás dejó de buscar la objetividad, el análisis ponderado y atento a los matices, y no se escudó nunca en la militancia ni en sus preferencias políticas para intentar hacer valer una idea como correcta y argumentada. En el prólogo de su libro, Lawrence Levine habla del oficio de historiador y acude para hacerlo, a una de sus referencias mayores, al Métier d’historien de Marc Bloch, una de las fuentes más seguras a las que se puede acudir cuando se trata de pensar en los fundamentos del oficio. Allí cita las palabras con las que Bloch invita al practicante del análisis histórico a no esconder al lector los momentos vacilantes del comienzo de una investigación —e incluso la permanencia de esas vacilaciones—, y el origen muchas veces humilde y convencional de sus trabajos (por ejemplo en este caso la consabida y repetida oposición entre “alto” y “bajo”), para señalar a continuación cuánto hay en el trabajo del historiador de exigencia de autoanálisis y de cambio de concepciones personales largamente arraigadas en la propia “vida ordinaria”, e indica cuál es uno de los grandes remedios para enfrentar ese terreno tan difícil que es el análisis cultural, terreno que, más que las series estadísticas de la economía o el estudio geológico de los suelos, nos pone en tela de juicio a nosotros mismos. Entonces, Levine escribe, refiriéndose a su propio trabajo: “Para evitar este trampa cultural [la que viene de nosotros mismos, de la percepción propia del problema que queremos investigar], había que hacer eso que los historiadores deberían hacer siempre: desembarazarse lo suficiente de su propia identidad cultural, para ser capaces de percibir a Shakespeare como los americanos [del Norte] del siglo xix lo habían percibido, a través del prisma cultural del siglo xix”. En buena medida se trata del gesto propio que funda e identifica el trabajo de los historiadores, aunque modas recientes nos inviten a volvernos hoy más que nunca “seres identitarios”, bien

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sea a partir de nuestras tradicionales identidades, o a través de la asunción forzada de la identidad de otros grupos. Esta actitud tan sólo nos condenará a que el pasado siga siendo para nosotros “un país extraño”, imposible de reconocer, por la distorsión misma a la que desde el principio sometemos nuestro propio esfuerzo de conocimiento, hoy en día casi siempre por consideraciones militantes de “historiadores piadosos”, consideraciones impuestas desde fuera al problema que tratamos de examinar5.

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5. La expresión “historiadores piadosos” pertenece al historiador Germán Colmenares, quien la utilizó en varias oportunidades para referirse a los estudiosos que proyectaban sobre la vida de las clases subalternas de sociedades del pasado sus propios intereses “de clase”, ante la dificultad de poder documentar la presencia de tal tipo de intereses en los grupos que querían estudiar y de los que, con más o menos ruido, se sentían ideólogos y conductores.

Melo, Joaquim. SPI. A política indigenista no Amazonas. Manaus: Governo do Estado do Amazonas, Secretaria de Estado da Cultura, 2009, 336 pp.

Basado en su tesis de Maestría en Antropología de la Universidade Federal do Amazonas (ufam), Joaquim Melo aborda en profundidad la relación del Estado brasileño con las poblaciones indígenas de la Amazonía noroccidental en el período que va desde 1910 hasta 1940. El autor emplea una amplia gama de fuentes documentales, como los informes de los inspectores, leyes, decretos, discursos, y los informes y correspondencia del etnólogo Curt Nimuendajú1. Si bien para 1898 se expidió el Reglamento para el servicio de catequesis y civilización de los indios, fue mediante el decreto 8072 del 20 de junio de 1910 que se creó el Servicio de Proteção aos Índios e localização de Trabalhadores Nacionais, conocido también como spiltn y más tarde como spi. Inicialmente, el organismo dependía del Ministerio del Trabajo, Industria y Comercio, pero bajo el decreto 19433 de 1930 pasó al Ministerio de Guerra. De acuerdo con el artículo primero, la protección de los indios tenía por objeto “prestar asistencia a los indios del Brasil, que vivan aldeados, reunidos en tribus, en estado nómada o mezclados con civilizados” (p. 276). Aunque suele ser conocido por el tema de los indios, el mismo artículo señala como otro de sus objetivos “establecer en zonas fértiles, dotadas de condiciones de salubridad, de manantiales o cursos de agua y medios fáciles y regulares de comunicación, Centros agrícolas constituidos por trabajadores nacionales” (p. 276).

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Gabriel Cabrera Becerra Candidato a Doctorado en Historia y profesor auxiliar en el Departamento de Historia, Universidad Nacional de Colombia (Medellín, Colombia). gcabrerabe@ unal.edu.co

1. Marta Rosa Amoroso, “Nimuendajú às voltas com a história”, Revista de Antropología 44: 2 (2001): 55-72. Refiere que su nombre era Curt Unkel, que nació el 17 de abril de 1883 en Iena (Turingia) y que murió en una aldea Tikuna en el Alto Solimões en 1945. Viajó a Brasil en 1903 y se naturalizó como brasileño en 1922; su nombre adoptivo, Nimuendajú, fue tomado en 1906, año en que lo recibió de los Ñandeva-Guaraní y significa ‘el que vive entre nosotros’. Con múltiples estudios arqueológicos y etnográficos, es reconocido su aporte al conocimiento de los grupos Jê y en especial sus monografías sobre los Apinaye (1939), los Xerente (1942) y los Timbira (1946).


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La protección de los indios involucraba temas como eran la defensa de sus derechos, de sus territorios, el castigo a quienes abusaran de ellos o les explotaran económicamente, evitar las guerras y sostener la paz entre indígenas, mejorar sus condiciones materiales, ofrecer instrumentos y herramientas para trabajar, introducir el ganado si las condiciones lo permitían, brindar educación obligatoria a los hijos consultando la voluntad de los padres y llevar registros o estadísticas de la población india. En cuanto a los indígenas aldeados, se planteaba el reconocimiento de sus tierras y su demarcación, y en caso de encontrarse próximos a un poblado asignar un globo de tierra para su supervivencia. Con respecto a los indios nómadas se planteaba el deber de atraerlos por medios blandos para que se mezclaran con los civilizados (pp. 276-278). De acuerdo con el autor, a comienzos del siglo xx se conocían dos enfoques con respecto al tratamiento que debía darse a los indígenas: el primero de ellos sostenía la idea del indio como obstáculo para el progreso y su necesaria integración a como diera lugar; una segunda postura seguía los derroteros de Cândido Rondon, quien tendió buena parte de la red telegráfica en el interior del país y pacificó múltiples pueblos indígenas, formulando que la integración del indio debía hacerse mediante la persuasión y no con su exterminio; éste último fue, según el autor, el criterio al que obedeció la creación del spi. Según el autor, las ideas de Rondon se inspiraban en la doctrina positivista de Augusto Comte, bajo la cual el término pacificar “significaba retirar al indígena del estado primitivo en que se encontraba, trayéndolo al gremio de la sociedad” (p. 96), y el hecho de que los directores de las inspectorías fueran militares o un ingeniero, era una clara expresión del valor de las ciencias exactas y su papel en la gestión positivista (p. 241)2. Una instrucción interna del spiltn clasificaba a los indígenas en cuatro tipos: a) salvajes que no tenían relación con los civilizados; b) salvajes que ya fueron violentados por los civilizados; c) los que ya viven en la civilización pero aparte de ella; y d) los que viven en mezcla plena con los civilizados (p. 104). Inicialmente el spi fue organizado en trece inspectorías, cuyo número se redujo a diez al año siguiente de su creación (p. 49). El 16 de julio de 1911 se creó la Inspectoría do Amazonas bajo la dirección inicial del ingeniero militar Alípio Bandeira, quien adelantó la pacificación de los pueblos indígenas del río Jauapery. Bandeira criticó la actuación de los misioneros entre los pueblos indígenas que contaban con apoyo económico gubernamental, y su explotación como fuerza de trabajo (p. 78). De acuerdo con el autor, los militares eran considerados los

2. Antônio Carlos Lima, “O governo dos índios sob a gestão do spi”, en História dos índios no Brasil, org. Manuela Carneiro da Cunha (São Paulo: Companhia das Letras, Secretaría Municipal de Cultura, fapesp, 1992), 159. Ofrece una relación de los directores del spi. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 211-215


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“agentes de civilización y de nacionalidad más habilitados para lidiar con los pueblos indígenas y para garantizar su pacificación en los términos concebidos por el gobierno republicano” (p. 74). Bajo la administración de Bandeira se adelantaron varias expediciones, con el fin de proceder a un reconocimiento sobre el terreno. Las expediciones en el interior de la Amazonía fueron hacia el Uatumã, a los municipios de Maués y Borba, al río Madeira y algunos afluentes, al río Negro y Vaupés, al Jauapery y al Autazes. La expedición a los ríos Negro y Vaupés fue encabezada por un ayudante que encontró que los indígenas vivían cautivos de los blancos bajo el trabajo forzado. En todas estas expediciones, además de medidas tomadas en la defensa de los indios, éstos recibieron herramientas y ropas (p. 83). Tras la administración de Bandeira, el cargo de inspector fue ocupado a partir de enero de 1912 por João de Araújo Amora, quien continúo con las expediciones y el reconocimiento de la situación de los indígenas en diversas regiones, llegando a fundar el primer puesto indígena del spi en el río Jauapery, donde su antecesor había iniciado el contacto (p. 128). A partir de 1916 y hasta 1932 el ingeniero Bento Martins Pereira de Lemos ocupó el cargo de inspector del Amazonas. Dos años después del comienzo de su gestión, había sólo dos puestos indígenas, el del río Jauapery y el del río Abacaxys en el bajo Amazonas (pp. 132-134), y para efectos de funcionamiento existían los llamados delegados, quienes no tenían sueldo y trabajaban voluntariamente en la protección de los indios, aunque en realidad eran en su mayoría caucheros y dueños de castañales que necesitaban de la fuerza de trabajo indígena para sus actividades económicas (p. 135). Con el paso del tiempo, dos puestos más fueron atendidos también. El primero de ellos era el Rodolpho Miranda en el río Jamary, un afluente del Madeira fundado por Rondon como colonia en 1914 para la localización de los indios Arikemes, entre otros (p. 145); el otro puesto indígena era Marienê en el río Seruhiny, cerca al municipio de Borba, establecido tras la pacificación de los indios Ipurinas durante la gestión de João de Araújo y que operó intermitentemente debido a los conflictos entre indígenas y la persecución de los blancos (p. 146-147). Entre 1921 y 1925 fueron fundados varios puestos con el ánimo no sólo de protegerlos del trabajo forzado, sino también de impulsar la producción agrícola en ellos (p. 183); otro grupo de nuevos puestos fue fundado entre 1926 y 1932.

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Puestos indígenas del spi en la Amazonía noroccidental brasileña entre 1921 y 1927 (pp. 165-183 y 192-205). Nombre

Localización

Río Gregório

Margen derecha del bajo río Gregório, afluente del río Juruá en el municipio de Sao Felipe, después João Pessoa, hoy Eirunepé.

Río Ariaú

Margen izquierda del río Ariaú, afluente de la margen izquierda del río Andirá en el municipio de Barreirinha.

Emanuel Amarante en el medio Río Maicy

Año de fundación

Población indígena cobijada Canamary, Curina, Bendiapá, Jaminaua y Cachináua.

1921

Maués, Mundurucus.

1921

Pirahans (Mura), Parintins.

Manauaca en el río Tuhiny

Margen derecha del medio río Tuhiny, afluente del río Purus en el municipio de Labrea.

1921

Jamamadys, Apurinãs.

Capitão portátil en el Río Maicy-Mirim

Margen derecha del río Maicy-Miry en el municipio de Manicoré.

1921

Parintins.

Entrepuesto Villa de Boa Vista del Río Branco

Municipio de Boa Vista do Río Branco.

1922

Río Madeirnha

Curso alto del río Madirinha, afluente del río Roosevelt.

1922

Itogapuk.

Manoel Miranda en el río Autaz-Assú

Margen izquierda del Lago Capivara.

1922

Mura.

Río Surumu

Margen izquierda del alto río Surumu, afluente del río Tacutu en el alto Río Branco.

1922

Jaricuna, Macuxi, Uapixana.

Antonio Paulo en el bajo Río Maicy

Margen derecha del bajo río Maicy en el municipio de Manicoré.

1925

Pirahan, Turá.

Yaureté-Cachoeira, en el alto Vaupés.

1927

Medio río Ipixuna

Margen derecha del río Ipixuna, en el municipio Manicoré.

1926

Parintins.

Laranjal

Margen izquierda del río Mari-mari, afluente de la margen izquierda del río Abacaxis en el municipio de Borba.

1929

Mundurucu.

Lago de la Josefa

Margen izquierda del bajo Madeira, abajo del lago de Sampaio y arriba del lago de Miguel en el municipio de Borba.

1928

Mura.

Río Papuri

Margen derecha del alto Papuri en el municipio de São Gabriel da Cachoeira.

1929

Mucura-tapúio, Puçangatapúio, Barasana.

Fuentes del río Querarí

Margen izquierda del río Querarí en el municipio de São Gabriel da Cachoeira.

1929

Río Camanaú

Margen derecha del río Camanaú, afluente del bajo Río Negro.

1928

Entrepuesto del municipio de São Gabriel da Cachoeira.

1928

Río Madeira Alto Río Negro Alto Solimões

Baré, Cuerean, Uianomby. Parintins.

1927 Maués, Mundurucus, Muras. Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 211-215


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En la fundación de los puestos indígenas tuvo una participación importante el etnólogo Curt Nimuendajú, quien en 1921 participó de la pacificación de los Parintins. En las zonas del alto Río Negro y alto Solimões que hicieron parte del segundo ciclo de puestos, Nimuendajú realizó expediciones en 1927 y 1929, y sus relatos fueron publicados años después3. Después de la administración de Martins Pererira y tras su nombramiento como Inspetor dos Estados da Paraíba e Rio Grande do Norte, la Inspetoria do Amazona e Territorio do Acre entró en plena decadencia, debido principalmente a fondos insuficientes e irregulares, a su burocratización y a la falta de personal y de castigo para culpables de los delitos. Para 1933 aún funcionaban quince puestos indígenas (p. 225). La situación de decadencia se mantuvo hasta 1940, cuando el presidente Getúlio Vargas la reinstaló como Inspetoria do Amazonas e Territorio do Acre, proyecto que acompañó con la creación unos años antes del Conselho Nacional de Proteção aos Índios, del que nombró como director a Cândido Rondon (p. 53). Vargas tuvo un gran interés en el futuro de la Amazonía4. Hacia 1946 consiguió materializar lo que la constitución señalaba, al indicar que un 3% de la renta tributaria de la unión se aplicaría en la ejecución del Plano de valorização econômica da Amazonia o pvea, para lo que creó una superintendencia o spvea que perseguía: “a) asegurar la ocupación territorial de la amazonia; b) construir en la amazonia una sociedad económicamente estable y progresista y que sea capaz de, con sus propios recursos, proveer la ejecución de sus tareas sociales y c) desarrollar la amazonia en un sentido paralelo y complementario al de la economía brasileña” (p. 55). Vargas tuvo también una preocupación por la salida de objetos o colecciones etnográficas hacia museos de Europa y Estados Unidos, y constituyó en 1933 el Conselho de Fiscalização das expedições Artísticas e Científicas no Brasil, que se encargaría de otorgar las licencias, fiscalizar las actividades de las expediciones y resolver aspectos relacionados con la exportación de materiales, la participación de brasileños, etc. (pp. 227-228). A partir de 1940, la Inspetoria do Amazonas e territorio do Acre pasó a la dirección del Mayor Carlos Eugênio Chauvin, y su trabajo se enmarcó 3. Curt Nimuendajú, “Reconhecien la nueva visión de la colonización que perseguía la integración de los mento dos rios Içána, Ayarí e Uaupés. Relatório apresentado ao pueblos indígenas bajo el cultivo de la tierra. Serviço de Proteção aos Indios do Amazonas e Acre, 1927”, Journal Sin lugar a dudas, este libro da una visión de la política indigenista de la Societé des Américanistes Noubrasileña adelantada durante la primera mitad del siglo xx a través de los velle Serie, xxxix (1950): 125-182. trabajos del spi. El texto incluye un nutrido número de fotografías de los 4. Carlos Alberto Casas Mendoza, Nos olhos do outro: nacionalismo, puestos indígenas y mapas que detallan la ubicación de los grupos indígeagências indigenistas, educação e nas y algunas de sus actividades. Adicionalmente, se incluye un importante desenvolvimento, Brasil-México (1940-1970) (Tesis de Doctorado apéndice documental que reúne la normativa y discursos relacionados con en Ciencias Sociales, Univerla creación y actividades del spi. sidade Estadual de Campinas, 2005), 23. Anota que esta iniciativa se conoce como la ‘marcha para el oeste’.

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Betancourt Mendieta, Alexander. Historia y nación: tentativas de la escritura de la historia en Colombia. Medellín: La Carreta Editores E.U., Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Coordinación de Ciencias Sociales y Humanidades de la UNAM, 2007, 296 pp.

Este libro de Betancourt debe figurar en cualquier bibliografía latinoamericana y debe ser de lectura obligada en los cursos de historiografía colombiana. Es el tipo de texto ágil y crítico del que había urgencia en Colombia en una la disciplina que, como abunda el autor, ha consolidado la fase de profesionalización. Betancourt parte en buena medida del ejercicio abierto y paciente que Jorge Orlando Melo asumió durante años: presentar periódicos balances historiográficos orientados por el rigor y la ecuanimidad. Pero este trabajo, que es también riguroso y ecuánime, es mucho más Marco Palacios ambicioso, inquisitivo y abarcador. Profesor e investigador del Centro de Sin pretender erudición ni enciclopedismo, Betancourt ilustra sus Estudios Históricos de El Colegio de tesis mediante un recorrido sucinto por las grandes líneas del desarrollo México (Ciudad de México, México) y de la historiografía colombiana (“los marcos metodológicos e institucioprofesor asociado de la Facultad de nales”), concentrándose en elementos significativos de la producción de Administración de la Universidad de los historiadores más reconocidos. En semejante viaje, Betancourt suele los Andes (Bogotá, Colombia) mpaladetenerse en la obra de muchos otros historiadores, politólogos, ecocios@colmex.mx nomistas y sociólogos que también han contribuido al desarrollo de la disciplina, con las limitaciones ya mencionadas, y se esmera en considerar los principales trabajos propiamente historiográficos del país. No habrá lugar a perderse en un texto que, para el caso, es sencillo como puede serlo la línea recta. En seis capítulos cubre la formación de la disciplina. En el siglo xix, Restrepo, Posada Gutiérrez, Groot, Henao & Arrubla, inventan, por así decirlo, una historia nacional que arrancaría en la misma Independencia. Sigue la parábola de la Academia Colombiana de Historia, con liberales del estilo de López de Mesa, que resulta clave en la primera profesionalización de la disciplina. De este hito sigue la aparición de los “revisionistas”, que introducen explícitamente dimensiones sociológicas por un lado, Nieto Arteta el más importante, y por otro aparecen los actores populares, verbigracia en Los Comuneros de Arciniegas. El Frente Nacional ofrece el marco de la siguiente etapa: un nuevo revisionismo que se explaya en un tratamiento menos afable a los héroes epónimos de los dos partidos: Bolívar y Santander. En este revisionismo

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aparecen esquemas como el popular de pueblo-oligarquía de Liévano Aguirre y proyecciones de tono menor, marxistas en diferentes versiones que, más o menos, de Antonio García a Nicolás Buenaventura sacaron a la superficie la pertinencia de la lucha de clases. El siguiente episodio se refiere a la “Nueva Historia” (así bautizada por un poeta, subraya el autor), fenómeno que implantó definitivamente un sustituto profesional e idóneo de la Academia Colombiana de Historia. Aquí se destaca la voz de Jaramillo Uribe y de dos de sus principales discípulos, Colmenares y Melo, quienes, sugiere el autor, pese a sus avanzados métodos, no logran escribir una historia que reconstruya el pasado nacional como una obra inclusiva. En un primer plano, la “Nueva Historia” se dedicó de lleno a explorar las bases materiales de la modernización del país a partir de la estructura colonial, al precio de dejar invisible a “la nación”. En un plano quizás más profundo las notas institucionales dominantes de esta nueva fase del desarrollo de la disciplina son un huir del presente, dejar pendiente el tema de la nación, encerrarse y no dialogar ni con otras disciplinas ni entre los historiadores. “En Colombia los distintos modos de escritura de la historia no han sostenido una confrontación dialéctica, ni se han expresado sus diferencias a partir de los parámetros de las comunidades académicas” (p. 75). Así, algo impopular, enclaustrada disciplinar y geográficamente, y poco dispuesta a crear ambientes de crítica interna y diálogo, la historiografía colombiana, siempre (y no sólo ahora) ha estado en mora de replantear, recoger, debatir y salir al mundo. No cabe duda de que semejante diagnóstico, así como los remedios propuestos, serán quizás objeto de controversia, aunque si el autor está en lo correcto, tal controversia habrá de ser oblicua y algo apagada. A riesgo de parecer indecoroso y aprovecharme de una reseña para controvertir críticas a mi trabajo, quisiera decir que, a mi parecer, Betancourt no entendió la tesis central del ensayo La clase más ruidosa (1982). Allí señalé que la incapacidad del “cachaco conquistador” de cumplir su cometido civilizador hegemónico lo llevó a la ilusión, y luego a la simulación, al arribismo y a la impostura radical con un altísimo costo social, político y cultural y en desmedro de la integración de una nación moderna. Dicho esto, sintetizo: Historia y nación entra a la columna de los activos de la historiografía colombiana.

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S ección Q uiroga

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Ï Calvo Stevenson, Haroldo y Adolfo Meisel Roca, eds. Cartagena de Indias en el siglo xvi. Cartagena: Banco de la República, 2010, 318 pp. El volumen recoge los trabajos y comentarios que se presentaron en el vi simposio sobre “La Historia de Cartagena: la ciudad en el siglo xvi”, actividad organizada por el área cultural del Banco de la República, que se llevó a cabo en septiembre de 2006. El siglo xvi es el siglo de la ocupación española, de la fundación de la ciudad de Cartagena y de los primeros momentos como enclave urbano sostenible con dos procesos distintivos: 1. El primer contacto entre los europeos y las poblaciones nativas y sus consecuencias en distintos ordenes; 2. El rumbo del emplazamiento español que se da sobre un asentamiento indígena. El libro además de estudiar la evolución de la institución de la encomienda, analiza el colapso demográfico de la población indígena, lo que llevó al tráfico de esclavos traídos del África bajo el asiento portugués y al establecimiento de la flota de galeones. En el siglo xvi la ciudad sufrió el asedio de piratas y corsarios lo que la llevó a convertirse en fortín militar y urbe amurallada. Ï Lepore, Amadeo. A impulso de una rara resolución. Mercado y empresa en Europa. La empresa González de la Sierra en el comercio gaditano entre los siglos xviii y xix. Cádiz: Publicaciones de la Universidad de Cádiz y la Cámara del Comercio, 2010, 476 pp. Este texto supone un buen avance para el estudio del comercio gaditano. Rompe el esquema de la cronología entre el antes y el después de la existencia de la Casa de Contratación. Ofrece originalidad temática al centrar el estudio en el análisis económico y contable de una firma comercial –Agüerra y González de la Sierra-, en un periodo de tiempo de siglo y medio. Además del gran interés que encierra el archivo consultado debido a la riqueza y variedad de sus fondos, así como a la continuidad de las in-

formaciones que contiene. Se consultaron cerca de ochocientos libros de naturaleza contable y patrimonial, además de trescientos expedientes, con una amplia colección de documentos sobre todos los aspectos de la actividad empresarial. Este trabajo es de interés no sólo para la historiografía española, sino que ofrece valiosa información sobre el comercio internacional bajo el primer capitalismo. Ï Morán, Daniel y María Aguirre. La educación popular en los tiempos de la independencia. Lima: Colección Historia de la Prensa Peruana, No. 3. 2011, 114 pp. El estudio de las clases populares en los procesos de independencia en América Latina viene siendo revalorado como un campo de investigación central para comprender mejor a las sociedades de antiguo régimen en su tránsito a la modernidad política. Dentro de esa tendencia historiográfica, este libro que cuenta con un estudio preliminar y un extenso anexo documental, busca explicar la propuesta de educación popular que las élites y los grupos de poder intentaron plasmar a partir de la difusión de la prensa política durante la coyuntura independentista en el Perú. En ese sentido, se observa que dicha propuesta de instrucción popular fue utilizada tanto por los realistas como por los patriotas, para evitar focos revolucionarios o contrarrevolucionarios que al final defendían, más que a la monarquía o la república, el respeto del orden social y la legitimidad de la autoridad política. Ï Loaiza Cano Gilberto. Sociabilidad, religión y política en la definición de la Nación. Colombia 1820-1886. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, Colección Bicentenario del Centro de Estudios en Historia, 2011, 470 pp. Durante el siglo xix en Colombia y otros países hispanoamericanos la expansión de las formas de sociabilidad estuvo íntimamente relacionada con

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las disputas por el control hegemónico del espacio público. Los principales agentes de las prácticas asociativas fueron las élites liberales, la iglesia católica con sus aliados conservadores, y los sectores populares liderados por grupos de artesanos. Esos agentes imprimieron un matiz político-religioso en el conflicto por la definición del Estado-nación. Este libro, versión parcial de una tesis de doctorado que recibió la mención summa cum laude en 2006, es un examen exhaustivo de la evolución de las principales formas de sociabilidad desde los inicios republicanos (1820), hasta la instauración del proyecto de república católica, mejor conocido como la Regeneración (1886).

urbanos de Buenos Aires, Rosario y Córdoba, enfocándose en la también próspera y conflictiva campaña bonaerense y su gente. En ese escenario la institución familiar, la educación de los niños y niñas de escasos recursos, la atención de la salud, se transforman en elementos claves para hacer evidente cómo ciertos sectores de la élite bonaerense pensaron la estabilidad social y política. Sirve también para repensar los lugares desde donde sus mujeres alcanzaron a ejercer una influencia y un lugar de relevancia colectiva. La autora restituye experiencias de mujeres que perteneciendo a distintos niveles sociales, hicieron política o se presentaron ante la justicia local buscando la restauración de un orden que consideraban se había alterado.

Ï Ortiz Mesa, Luis Javier. Obispos, clérigos y fieles en pie de guerra. Antioquia, Ï Pérez González, Juliana. 1870-1880. Bogotá: Universidad Nacional de Colom- Las historias de la música en Hispanoamérica (18762000). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, bia, 2010, 410 pp. Facultad de Ciencias Humanas, 2010, 172 pp. Esta obra muestra el liderazgo que tuvo la Iglesia catóLa historia de la música en Colombia y en Latinolica antioqueña en Colombia entre 1870 y 1880, y su inamérica ha sido un tema muy pocas veces tenido cidencia en la guerra civil de 1876-1877, a la cual le imen cuenta por los historiadores profesionales. Este primió un carácter de cruzada religiosa. El texto ofrece texto pretende recoger, a partir de una larga y miinterpretaciones y amplia documentación primaria nuciosa búsqueda y selección de material bibliosobre la trayectoria de obispos, miembros del clero y gráfico procedente de distintos países de América laicos, con roles durante y después de la guerra civil; y Latina, una síntesis del modo en que la música ha da cuenta detallada de la composición de la institución sido historiada en Hispanoamérica, desde el siglo eclesiástica durante esa década en el contexto de los xix hasta nuestros días. Se documentan los vaivenes conflictos universales entre Estado liberal y la Iglesia, culturales, institucionales, académicos y sociales asociada al conservadurismo. Es un libro de interés que han marcado el desarrollo de la disciplina —la para los historiadores y para estudiosos de las relaciohistoria de la música—, fundamentales para entennes entre el Estado, la iglesia y la sociedad en América der los desarrollos paralelos de la disciplina en los Latina. Representa una contribución a la bibliografía diferentes escenarios latinoamericanos. sobre las guerras civiles del siglo xix en el país. Ï De Paz Trueba, Yolanda. Ï Gómez Gutiérrez, Alberto, ed. Mujeres y esfera pública. La campaña bonaerense entre La expedición helvética. Viaje de exploración científica 1880 y 1910. Rosario: Prohistoria Ediciones 2010, 172 pp. por Colombia en 1910 de los profesores Otto Fuhrmann y Eugène Mayor. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, Este trabajo se aleja de los lugares y experiencias más profusamente estudiadas como los centros COLCIENCIAS, Asociación Colombiana para el Avance de

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la Ciencia, Embajada de Suiza, Fondo Cultural Suizo, 2011, 486 pp. Este libro aporta a la historiografía nacional, debido a que si bien se ha estudiado tanto la Expedición Botánica del siglo xix, así como la Comisión Corográfica del xx, la Expedición Helvética es prácticamente desconocida. El texto será de valor no sólo para historiadores de la ciencia, sino también para quienes se interesan en la historia social de inicios del siglo xx. Las fuentes utilizadas son los minuciosos relatos de los viajeros suizos durante sus breves, pero densas visitas a estas tierras.

de significados que a este término le han sido asignados. Posteriormente, el autor desarrolla su visión de la globalización a partir de las transformaciones espaciales y temporales que experimentan las sociedades contemporáneas. Por último, se examina la pertinencia y los alcances de la globalización a partir del observatorio de la historia global.

Ï Arias Trujillo, Ricardo. Historia de Colombia contemporánea (1920-2010). Bogotá: Ediciones Uniandes, 2011, 202 pp. La historia de Colombia de la que trata el libro comienza en los años veinte del siglo pasado y se extiende hasta nuestros días: la historia de un siglo en el que el país ha conocido profundas transformaciones. En esos años, Colombia dejó atrás muchos de los rasgos coloniales que aún la caracterizaban cuando celebró su primer centenario de la Independencia. A partir de entonces, el país adoptó un rostro más moderno, es decir, más urbano, más secular, con mayor movilidad social, con un Estado menos débil y con un capitalismo más desarrollado. En ocasiones, los cambios se tradujeron en mejoras notables para el conjunto de la población; en otras, crearon nuevas complicaciones o agudizaron viejos problemas. Ï Fazio Vengoa, Hugo. ¿Qué es la globalización? Contenido, explicación y representación. Bogotá: Ediciones Uniandes, 2011, 144 pp. El texto tiene como próposito ofrecer un marco de aproximación al concepto de la globalización. Para tal efecto, el autor comienza precisando las particularidades que encierra este término a la luz de otras nociones similares, como la internacionalización, la mundialización, etcétera. Enseguida, examina la manera como la globalización ha sido interpretada por las distintas ciencias sociales, procedimiento que permite develar la multiplicidad

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Acerca de la revista

Acerca de la revista Historia Crítica es la revista del Departamento de

Las secciones de la revista son las siguientes:

Historia de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). Cumple con sus lectores desde su creación en 1989. La revista Historia Crítica tiene como objetivo

Ï La

carta a los lectores

o

presentación del dossier

informa sobre el contenido del número y la perti-

publicar artículos inéditos de autores nacionales

nencia del tema que se está tratando.

y extranjeros, que presenten resultados de inves-

Ï La sección de artículos divulga resultados de inves-

tigación histórica o balances historiográficos, así

tigación y balances historiográficos. Esta sección

como reflexiones académicas relacionadas con

se divide en tres partes:

los estudios históricos. La calidad de los artículos

El

se asegura mediante un proceso de evaluación

una temática específica, convocada previamente

interno y externo, el cual es realizado por pares

por el Comité Editorial.

académicos nacionales e internacionales.

En

La revista cuenta con la siguiente estructura:

dossier

reúne artículos que giran alrededor de

tema abierto

se incluyen artículos sobre varia-

dos intereses historiográficos, distintos a los que

un director, un editor, dos asistentes editoriales,

reúne el dossier.

un comité editorial y un comité científico, que

El

garantizan la calidad y pertinencia de los con-

estudiantes de pregrado o maestría adscritos a

tenidos de la revista, son evaluados anualmente

diversas universidades. Si el tema del artículo cor-

en función de sus publicaciones en otras revistas

responde con el del dossier, se ubica como último

nacionales e internacionales. Historia Crítica contribuye al desarrollo de la dis-

espacio estudiantil

publica artículos escritos por

artículo del mismo; si no es el caso, se ubica al final del Tema abierto.

ciplina histórica en un país que necesita fortalecer

Ï Las reseñas y los ensayos bibliográficos ponen en per-

el estudio de la Historia y el de todas las Ciencias

spectiva publicaciones historiográficas recientes.

Sociales para la mejor comprensión de su entorno

Ï Los notilibros y los notired ofrecen una breve de-

social, político, económico y cultural. En este sen-

scripción de publicaciones recientes y de páginas

tido, se ha afianzado como un punto de encuentro

Web de interés para el historiador.

para la comunidad académica nacional e internacional, logrando el fortalecimiento de la investigación.

Adicionalmente, la revista puede evaluar la

El público de la revista Historia Crítica está com-

pertinencia de publicar traducciones de artículos

puesto por estudiantes de pregrado y postgrado y

publicados en el extranjero en idiomas distintos

por profesionales nacionales y extranjeros, como

del español, así como transcripciones de fuentes

insumo para sus estudios y sus investigaciones en

de archivo con introducción explicativa.

Historia y en Ciencias Sociales, así como por personas interesadas en los estudios históricos.

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Normas para los autores

Normas para los autores versión febrero de

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Tipo de artículos, fechas y modalidad de recepción — Historia Crítica publica artículos inéditos que presenten resultados de investigación histórica, innovaciones teóricas sobre debates en interpretación histórica o balances historiográficos completos. — Se publican textos en español y portugués, pero se acepta recibir la versión inicial de los textos en otros idiomas (inglés, francés e italiano). En caso de ser aprobado, el autor se encargará de entregar la versión definitiva traducida al español, ya que Historia Crítica no ofrece ayuda para este efecto. — Las fechas de recepción de artículos para los Dossiers temáticos se informan en las respectivas convocatorias. — La revista recibirá los artículos de tema libre durante todo el año sin necesidad de convocatoria — Los artículos deben ser remitidos por medio del enlace previsto para este efecto en el sitio web de la revista http://historiacritica.uniandes.edu.co o enviados al correo electrónico hcritica@uniandes.edu.co — Los demás textos (reseñas, ensayos bibliográficos, entrevistas, etc.) deben ser enviados al correo electrónico hcritica@uniandes.edu.co — Los artículos enviados a Historia Crítica para ser evaluados no pueden estar simultáneamente en proceso de evaluación en otra publicación. Evaluación de los artículos y proceso editorial A la recepción de un artículo, el Comité editorial evalúa si cumple con los requisitos básicos exigidos por la revista, así como su pertinencia para figurar en una publicación de carácter histórico. Posteriormente, toda contribución es sometida a la evaluación de dos árbitros anónimos y al concepto del Comité Editorial. El resultado de las evaluaciones será comunicado al autor en un período inferior a los seis meses a partir de la recepción del artículo. Las observaciones de los evaluadores, así como las del Comité editorial, deberán ser tomadas en cuenta por el autor, quien hará los ajustes solicitados. Estas modificaciones y correcciones al manuscrito deberán ser realizadas por el autor en el plazo que le será indicado

por el editor de la revista (aprox. 15 días). Luego de recibir el artículo modificado, se le informará al autor acerca de su aprobación. El Comité editorial se reserva la última palabra sobre la publicación de los artículos y el número en el cual se publicarán, decisión que será comunicada al autor tan pronto ésta se conozca. Esa fecha se cumplirá siempre y cuando el autor haga llegar toda la documentación que le es solicitada en el plazo indicado. La revista se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo. Durante el proceso de edición, los autores podrán ser consultados por los editores para resolver las inquietudes existentes. Tanto en el proceso de evaluación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores. Procedimiento con las reseñas y los ensayos bibliográficos Historia Crítica procede de dos formas para conseguir reseñas. Por un lado, los autores pueden remitir espontáneamente sus reseñas al correo electrónico de la revista. Lo mismo se aplica a los ensayos bibliográficos. Por otro lado, la revista recibe libros a su dirección postal (Calle 18 A n° 0 – 33E, Bogotá, Colombia) previo aviso por correo electrónico, ojala indicando nombres de posibles reseñadores. En este caso, la revista buscará conseguir una reseña del libro remitido. Las reseñas deben ser críticas y versar sobre libros (o artículos) pertinentes para la disciplina histórica que hayan sido publicados en los cinco últimos años. Los ensayos bibliográficos deben discutir críticamente una, dos o más obras. Las reseñas y los ensayos bibliográficos son sometidos a revisión y, de ser aprobados, a eventuales modificaciones. Indicaciones para los autores de textos aceptados para publicación (artículos, reseñas, ensayos bibliográficos y entrevistas) — Los autores recibirán dos ejemplares del número en el que participaron. — Los autores de los textos aceptados autorizan, mediante la

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Normas para los autores

firma del ‘Documento de autorización de uso de derechos de propiedad intelectual’, la utilización de los derechos patrimoniales de autor (reproducción, comunicación pública, transformación y distribución) a la Universidad de los Andes Departamento de Historia, para incluir el texto en la Revista Historia Crítica (versión impresa y versión electrónica). En este mismo documento los autores confirman que el texto es de su autoría y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros. — En caso de que un artículo quisiera incluirse posteriormente en otra publicación, deberán señalarse claramente los datos de la publicación original en Historia Crítica, previa autorización solicitada a la dirección de la revista. Presentación general de los artículos y reseñas Los artículos no deben tener más de 18 páginas con notas de pie de página, respetando las siguientes especificaciones: — Deberán presentarse en letra Times New Roman tamaño 12, a espacio sencillo, con márgenes de 3 x 3 x 3 x 3 cm, paginado y en papel tamaño carta. — Las notas irán a pie de página, en letra Times New Roman tamaño 10 y a espacio sencillo. — La bibliografía, los cuadros, gráficas, ilustraciones, fotografías y mapas se cuentan aparte. — En la primera página, debe figurar un resumen en español de máximo 100 palabras. El resumen debe ser analítico (presentar los objetivos del artículo, su contenido y sus resultados). — Luego del resumen, se debe adjuntar un listado de tres a seis palabras clave, que se eligen preferiblemente en el Thesaurus de la Unesco (http://databases.unesco.org/ thessp/) o, en su defecto, en otro thesaurus reconocido cuyo nombre informará a la revista. — El resumen, las palabras clave y el título deben presentarse también en inglés. — El nombre del autor no debe figurar en el artículo. — Los datos del autor deben entregarse en un documento adjunto e incluir nombre, dirección, teléfono, dirección electrónica, títulos académicos, afiliación institucional,

cargos actuales, estudios en curso y publicaciones en libros y revistas. — En esta hoja, también es necesario indicar de qué investigaciones resultado el artículo y cómo se financió. Presentación general de las reseñas y de los ensayos bibliográficos Las reseñas y los ensayos bibliográficos deben presentarse a espacio sencillo, en letra Times New Roman tamaño 12, con márgenes de 3 cm y en papel tamaño carta. Las obras citadas en el texto deberán ser referenciadas a pie de página. Las reseñas deben constar de máximo tres páginas y los ensayos bibliográficos tendrán entre 8 y 12 páginas. Reglas de edición — Las subdivisiones en el cuerpo del texto (capítulos, subcapítulos, etc.) deben ir numeradas en números arábigos, excepto la introducción y la conclusión que no se numeran. — Los términos en latín y las palabras extranjeras deberán figurar en letra itálica. — La primera vez que se use una abreviatura, esta deberá ir entre paréntesis después de la fórmula completa; las siguientes veces se usará únicamente la abreviatura. — Las citas textuales que sobrepasen cuatro renglones deben colocarse en formato de cita larga, entre comillas, a espacio sencillo, tamaño de letra 11 y márgenes reducidos. — Debe haber un espacio entre cada uno de los párrafos; estos irán sin sangrado. — Los cuadros, gráficas, ilustraciones, fotografías y mapas deben aparecer referenciados y explicados en el texto. Deben estar, así mismo, titulados, numerados secuencialmente y acompañados por sus respectivos pies de imagen y fuente(s). Se ubican enseguida del párrafo donde se anuncian. Las imágenes se entregarán en formato digital de buena calidad. Es responsabilidad del autor conseguir y entregar a la revista el permiso para la publicación de figuras que lo requieran. — Las notas de pie de página deberán aparecer en números arábigos. — Al final del artículo deberá ubicarse la bibliografía, escrita en letra Times New Roman tamaño 11, a espacio sencillo y

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Normas para los autores

con sangría francesa. Se organizará en fuentes primarias y secundarias, presentando en las primeras las siguientes partes: archivo, publicaciones periódicas, libros. Los títulos deben presentarse en orden alfabético. En la bibliografía deben figurar las referencias completas de todas las obras utilizadas en el artículo, sin incluir títulos que no estén referenciados en los pies de página. Referencias Historia Crítica utiliza una adaptación del Chicago Manual of Style, en su edición número 15, versión Humanities Style. A continuación se utilizaran dos abreviaturas que permiten ver las diferencias entre la forma de citar en las notas a pie de página (N) y en la bibliografía (B): Libro: De un solo autor: N- Nombre Apellido(s), Título completo (Ciudad: Editorial, año), 45. B- Apellido(s), Nombre. Título completo. Ciudad: Editorial, año. Dos autores: N- Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s), Título completo (Ciudad:Editorial, año), 45-90. B- Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s). Título completo. Ciudad:Editorial, año. Cuatro o más autores: N- Nombre Apellido(s) et al., Título completo (Ciudad: Editorial, año), 45-90. B- Apellido(s), Nombre, Nombre Apellido(s), Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Título completo. Ciudad: Editorial, año. Artículo en libro: N- Nombre Apellido(s), Título artículo, en Título completo, eds. Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s) (Ciudad: Editorial, año), 45-50. B- Apellido(s), Nombre. Título artículo. En Título completo, editado por Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Ciudad: Editorial, año, 45-90.

Artículo en revista: N- Nombre Apellido(s), Título artículo, Título revista Vol: No (año): 45. B- Apellido(s), Nombre. Título artículo. Título revista Vol: No (año): 45-90. Artículo de prensa: N- Nombre Apellido(s), Título artículo, Título periódico, Ciudad, día y mes, año, 45. B- Apellido(s), Nombre. Título artículo. Título periódico, Ciudad, día y mes, año. Tesis: N- Nombre Apellido(s), Título tesis (tesis pregrado/PhD/ Maestría, Universidad, año), 45-50, 90. B- Apellido(s), Nombre Título tesis. Tesis, Universidad, año. Fuentes de archivo: N- Siglas del archivo, Sección, Fondo, vol./leg./t., f. o ff. (lugar, fecha y otros datos pertinentes). La primera vez se cita el nombre completo del archivo y la abreviatura entre paréntesis. B- Nombre completo del archivo (sigla), Ciudad-País, Sección, Fondo, vol./leg./t. Entrevistas: Entrevista a Apellido(s), Nombre, Ciudad, fecha completa. Publicaciones en Internet: N- Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s), eds., Título completo (Ciudad: Editorial, año), http:// press-pubsuchicago.edu/founders (fecha de consulta). B- Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s), eds. Título completo. Ciudad: Editorial, año. http:// press-pubsuchicago.edu/founders. Nota: Luego de la primera citación se procede así: Nombre Apellido, dos o tres palabras del título, 45-90. No se utiliza ni Ibid. o ibidem, ni op. cit.

Historia Critica No. 44, Bogotá, mayo-agosto 2011, 240 pp. issn 0121-1617 pp 222-224


Tabla de contenido 7-8

Carta a los lectores Artículos Tema Abierto Camilo Alexander Zambrano, Universidad de Ciencias Aplicadas, Colonia, Alemania Encomienda, mujeres y patriarcalismo difuso: las encomenderas de Santafé y Tunja (1564-1636) Santiago Garrido, Universidad Nacional de Luján, Buenos Aires, Argentina, Alberto Lalouf, Universidad Nacional de Entre Ríos, Buenos Aires, Argentina, y Hernán Thomas, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, Argentina Veleros y vapores, velocidad y engaño. Análisis socio-técnico de las transformaciones en la navegación marítima en el proceso de abolición del comercio atlántico de esclavos (siglo xix) Irina Podgorny, Investigadora en el Archivo Histórico del Museo de La Plata, CONICET, Buenos Aires, Argentina Fronteras de papel: archivos, colecciones y la cuestión de límites en las naciones americanas José Trinidad Polo Acuña, Universidad de Cartagena, Cartagena, Colombia Los indígenas de la Guajira y su articulación política al Estado colombiano (1830-1880) Edwin Cruz Rodríguez, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia El federalismo en la historiografía política colombiana (1853-1886) Martha Lux, Universidad de los Andes, Bogotá Colombia Nuevas perspectivas de la categoría de género en la historia: de las márgenes al centro Nicolás Cuvi, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Quito, Ecuador “Dejen que el diablo haga lo demás”: la promoción de productos complementarios en América Latina durante la década de 1940 Espacio estudiantil Valentina Orellana Guarello, Pontifica Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, Chile Código Postal 9409 y la Guerra de las Malvinas. Entre la correspondencia de los soldados-hijos y la carta a un soldado desconocido Reseñas Sonia Milena Pineda Rodríguez, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia Schuster Cordone, Caroline. Le crépuscule du corps. Images de la vieillesse féminine. Fribourg: Infolio, 2009. Renán Silva, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Distancias, fronteras e intercambios culturales: Lawrence Levine. Highbrow/lowbrow: The Emergence of Cultural Hierarchy in America. Cambridge: Harvard University Press 1988 / Lawrence Levine. Culture d’en haut, culture d’en bas. L’émergence des hiérarchies culturelles aux États. Paris: Éditions La découverte, 2010. Gabriel Cabrera Becerra, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, Colombia Melo, Joaquim. spi. A política indigenista no Amazonas. Manaus: Governo do Estado do Amazonas, Secretaria de Estado da Cultura, 2009. Marco Palacios, El Colegio de México, Ciudad de México, México, y Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Betancourt Mendieta, Alexander. Historia y nación: tentativas de la escritura de la historia en Colombia. Medellín: La Carreta Editores E.U., Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Coordinación de Ciencias Sociales y Humanidades de la UNAM, 2007. Notilibros Acerca de la revista Normas para los autores

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