Historia Crítica No. 48

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N° 48

Septiembre - Diciembre 2012

Revista del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes BogotĂĄ, Colombia


Tabla de contenido Carta a los lectores

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Artículos Tema Abierto Sergio Paolo Solano D., Universidad de Cartagena, Cartagena, Colombia Roicer Flórez Bolívar, Universidad de Cartagena, Cartagena, Colombia “Artilleros pardos y morenos artistas”: artesanos, raza, milicias y reconocimiento social en el Nuevo Reino de Granada, 1770-1812 Cristián Garay, Universidad de Santiago de Chile, Santiago, Chile Las carreras armamentistas navales entre Argentina, Chile y Brasil (1891-1923) Diego P. Roldán, Universidad Nacional de Rosario, Rosario, Argentina Difusión, censura y control de las exhibiciones cinematográficas. La ciudad de Rosario (Argentina) durante el período de entreguerras José Roberto Álvarez Múnera, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, Colombia Holstein: la nodriza de los antioqueños Manuel de Jesús Jiménez Montero, Colegio de Postgraduados, Puebla, México; Benito Ramírez Valverde, Colegio de Postgraduados, Puebla, México, y Juan Pablo Martínez Dávila, Colegio de Postgraduados, Veracruz, México Construcción de territorios en Donoso, Panamá. Período 1970-2008 Rodrigo Santofimio Ortiz, Universidad de Caldas, Manizales, Colombia Antonio Gramsci y la sociología clásica decimonónica Carlos Rojas Cocoma, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Entre cristales y auras: el tiempo, la imagen y la historia Espacio estudiantil Fernanda Muñoz, Universidad del Valle, Cali, Colombia Perspectiva microhistórica de una experiencia social: los padres de familia de San Rafael (Pasto) y la escuela liberal caucana, 1876 Memoria e historia: entrevista con François Hartog Reseñas Jorge Luis Aparicio, Universidad del Valle, Santander de Quilichao, Colombia Paredes Cisneros, Santiago. Algo nuevo, algo viejo, algo prestado. Las transformaciones urbanas de Barbacoas entre 1850 y 1930. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Artes, 2009 Luis Fernando Castillo Herrera, Liceo Bolivariano Julio Bustamante, Caracas, Venezuela Torres, Ana Teresa. La herencia de la tribu (Del mito de la Independencia a la Revolución Bolivariana). Caracas: Editorial Alfa, 2009. Gustavo A. Bedoya S., Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia Dosse, François. La marcha de las ideas. Historia de los intelectuales, historia intelectual. Valencia: Universitat de València, 2007.

Notilibros Índices cronológico/ alfabético de autores/ temático Acerca de la revista Normas para los autores

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Table of Contents Letter to readers

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Articles Open Forum Sergio Paolo Solano D., Universidad de Cartagena, Cartagena, Colombia, and Roicer Flórez Bolívar, Universidad de Cartagena, Cartagena, Colombia "Artilleros pardos y morenos artistas": artisans, race, militias, and social recognition in the New Kingdom of Granada, 1770-1812 Cristián Garay, Universidad de Santiago de Chile, Santiago, Chile Naval arms race between Argentina, Chile and Brazil (1891-1923) Diego P. Roldán, Universidad Nacional de Rosario, Rosario, Argentina Dissemination, censorship, and control of film screenings. The city of Rosario (Argentina) during the interwar period José Roberto Álvarez Múnera, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, Colombia Holstein: the wet nurse of Antioquia Manuel de Jesús Jiménez Montero, Colegio de Postgraduados, Puebla, México Benito Ramírez Valverde, Colegio de Postgraduados, Puebla, México, and Juan Pablo Martínez Dávila, Colegio de Postgraduados, Veracruz, México Construction of territories in Donoso, Panama. The period between 1970 and 2008 Rodrigo Santofimio Ortiz, Universidad de Caldas, Manizales, Colombia Antonio Gramsci and nineteenth-century classical sociology Carlos Rojas Cocoma, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Between crystals and auras: time, image and history Student Space Fernanda Muñoz, Universidad del Valle, Cali, Colombia Micro-historical perspective of a social experience: parents of San Rafael (Pasto) and Cauca’s liberal school, 1876 Memory and history. An interview with François Hartog Book Reviews Jorge Luis Aparicio, Universidad del Valle, Santander de Quilichao, Colombia Paredes Cisneros, Santiago. Algo nuevo, algo viejo, algo prestado. Las transformaciones urbanas de Barbacoas entre 1850 y 1930. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Artes, 2009 Luis Fernando Castillo Herrera, Liceo Bolivariano Julio Bustamante, Caracas, Venezuela Torres, Ana Teresa. La herencia de la tribu (Del mito de la Independencia a la Revolución Bolivariana). Caracas: Editorial Alfa, 2009. Gustavo A. Bedoya S., Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia Dosse, François. La marcha de las ideas. Historia de los intelectuales, historia intelectual. Valencia: Universitat de València, 2007.

Book Notes Chronological index/ alphabetical of authors/ thematic About the journal Submission Guidelines

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Lista de Conteúdos Carta aos leitores

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Artigos Tema Aberto Sergio Paolo Solano D., Universidad de Cartagena, Cartagena, Colombia, e Roicer Flórez Bolívar, Universidad de Cartagena, Cartagena, Colombia “Artilheiros pardos e morenos artistas”: artesãos, raça, milícias e reconhecimento social no Novo Reino de Granada, 1770-1812 Cristián Garay, Universidad de Santiago de Chile, Santiago, Chile As corridas armamentistas navais entre a Argentina, o Chile e o Brasil (1891-1923) Diego P. Roldán, Universidad Nacional de Rosario, Rosario, Argentina Difusão, censura e controle das exibições cinematográficas. A cidade de Rosario (Argentina) durante o período de entreguerras José Roberto Álvarez Múnera, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, Colombia Holstein: ama-de-leite dos antioquenhos Manuel de Jesús Jiménez Montero, Colegio de Postgraduados, Puebla, México Benito Ramírez Valverde, Colegio de Postgraduados, Puebla, México, e Juan Pablo Martínez Dávila, Colegio de Postgraduados, Veracruz, México Construção de territórios em Donoso, Panamá. Período 1970-2008 Rodrigo Santofimio Ortiz, Universidad de Caldas, Manizales, Colombia Antonio Gramsci e a sociologia clássica do século XIX Carlos Rojas Cocoma, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Entre cristais e auras: o tempo, a imagem e a história Espaço Estudantil Fernanda Muñoz, Universidad del Valle, Cali, Colombia Perspectiva micro-histórica de uma experiência social: os pais de família de San Rafael (Pasto) e a escola liberal caucana, 1876 Memória e história. Uma entrevista a François Hartog Resenhas Jorge Luis Aparicio, Universidad del Valle, Santander de Quilichao, Colombia Paredes Cisneros, Santiago. Algo nuevo, algo viejo, algo prestado. Las transformaciones urbanas de Barbacoas entre 1850 y 1930. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Artes, 2009 Luis Fernando Castillo Herrera, Liceo Bolivariano Julio Bustamante, Caracas, Venezuela Torres, Ana Teresa. La herencia de la tribu (Del mito de la Independencia a la Revolución Bolivariana). Caracas: Editorial Alfa, 2009. Gustavo A. Bedoya S., Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia Dosse, François. La marcha de las ideas. Historia de los intelectuales, historia intelectual. Valencia: Universitat de València, 2007.

Notilivros Índices cronológico/ alfabético de autores/ temático Sobre esta Revista Normas para os autores

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Carta a los lectores

Carta a los lectores Este número de Historia Crítica presenta ocho artículos de tema abierto. Todos ellos de gran interés para investigadores e historiadores de América Latina, pero también para quienes están interesados en reflexiones teóricas e historiográficas. Sergio Paolo Solano y Roicer Flórez Bolívar analizan las estrategias de negociación y búsqueda de reconocimiento social de los artesanos en Cartagena a finales del período colonial. Este trabajo presenta la milicia como un espacio que permitió a los artesanos articular una conciencia alrededor de aspectos raciales, gremiales y militares. A partir de un problema completamente diferente —la construcción de territorio en Donoso (Panamá)—, Manuel de Jesús Jiménez, Benito Ramírez y Juan Pablo Martínez también analizan un proceso histórico de negociación de reconocimiento social y económico entre los campesinos de la región y los gobiernos panameños durante las últimas décadas. En este caso los autores concluyen que, como respuesta a las intervenciones del Estado de corte desterritorializante, ha surgido un movimiento campesino con una propuesta propia de uso del territorio. El trabajo de Cristián Garay sobre la carrera armamentista entre Argentina, Chile y Brasil (1891-1923) propone una perspectiva metodológica basada en el análisis regional, en oposición a los estudios de caso y a los enfoques binacionales que han predominado en las investigaciones sobre armamentismo. Por su parte, José Roberto Álvarez estudia las exposiciones de ganado Holstein a mediados de siglo xx en La Ceja (Colombia). El autor sostiene que el propósito de estas ferias no se restringía a la exhibición y venta de animales, sino que se convirtieron en espacios de articulación de actividades relacionadas con la industria lechera, desde el mejoramiento genético de bovinos y la producción pecuaria hasta la venta de suministros y las organizaciones gremiales. Diego Roldán investiga los cambios provocados por la difusión del cine en los discursos y las prácticas sociales en la ciudad de Rosario (Argentina) durante el período de entreguerras. Así como Roldán evidencia la multiplicidad de agendas políticas que compiten alrededor del cine, y la capacidad de acción de los sujetos para resistir o limitar la efectividad de los dispositivos de disciplinamiento, Fernanda Muñoz — en el artículo de espacio estudiantil— también da cuenta de iniciativas de algunos grupos sociales para resistir y poner al servicio de sus intereses ciertas políticas gubernamentales. Específicamente, Muñoz analiza la actuación de los padres de

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Carta a los lectores

familia en una localidad del suroccidente colombiano durante la reforma escolar de 1870, para tratar de conciliar los valores derivados de sus creencias religiosas y la importancia dada a la educación moderna. Además de los artículos temáticos, en la sección de investigación incluimos dos trabajos que reflexionan sobre problemas teóricos e historiográficos de las Ciencias Sociales. Por un lado, Carlos Rojas cuestiona el uso restringido que los historiadores han hecho de las imágenes al limitarlas a su papel de documentos y propone una historia de las imágenes que incluya la temporalidad como condición epistemológica de la disciplina. Por otro lado, Rodrigo Santofimio traza un mapa de los debates y aportes que Antonio Gramsci hizo a la sociología, entendiéndola como una filosofía de la praxis. Este trabajo puede leerse como un capítulo del diálogo entre sociología e historia, o como una historia intelectual del pensamiento de Antonio Gramsci frente a la herencia de la sociología decimonónica. Con ocasión de la próxima visita de François Hartog a la Universidad de los Andes, el profesor Renán Silva hizo una entrevista a este historiador francés que ha tenido un gran impacto en la historiografía contemporánea. Ofrecemos este documento a los lectores como invitación a conocer su obra y como posibilidad para profundizar en sus reflexiones sobre la historia y la memoria. Antes de cerrar esta carta a los lectores queremos hacer una mención de reconocimiento a Jaime Borja, profesor del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, quien estuvo como director de Historia Crítica hasta el pasado mes de julio. Su paso por la revista contribuyó a fortalecer los aspectos académicos y editoriales de la publicación, y en el futuro inmediato Jaime Borja continuará con la coordinación del dossier “‘Re-flexionar el pasado’. Teoría e historiografía” que se publicará en el primer número de 2013. Desde agosto el profesor Ricardo Arias Trujillo, director del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, asumió la Dirección de la Revista. Sea esta la oportunidad para presentar un saludo de bienvenida al nuevo director y a dos colegas historiadores que desde ahora nos acompañarán en el Comité Editorial; ellos son Max S. Hering Torres, profesor de la Universidad Nacional (Bogotá, Colombia), y Adriana María Alzate Echeverri, profesora de la Universidad del Rosario (Bogotá, Colombia).

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Tema Abierto


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“Artilleros pardos y morenos artistas”: artesanos, raza, milicias y reconocimiento social en el Nuevo Reino de Granada, 1770-1812Ï En memoria de Winston “Willy” Caballero Salguedo, gran amigo y gallardo descendiente de esta gente de color

Sergio Paolo Solano D.

Profesor Asociado de la Universidad de Cartagena (Cartagena, Colombia). Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad del Atlántico (Barranquilla, Colombia) y miembro del grupo de investigación Frontera, Sociedad y Cultura en el Caribe y Latinoamérica (Categoría A1 en Colciencias). Entre sus publicaciones recientes se encuentran: “Oficios, economía de mercado, hábitos de consumo y diferenciación social. El artesanado en Colombia, 1850-1930”, en Trabajo, trabajadores y participación popular. Estudios sobre México, Guatemala, Colombia, Perú y Chile, siglos xvii y xix, coord. Sonia Pérez (Barcelona-México: Anthropos/Universidad Autónoma Metropolitana, 2012), 101-132; “Trabajo, ‘gente de bien’ y nación en Colombia durante el siglo xix”, Boletín Americanista 62 (2011): 219-239; y en coautoría con Roicer Flórez Bolívar, Infancia de la nación. Colombia en el primer siglo de la República (Cartagena: Pluma de Mompox, 2011). ssolanod@unicartagena.edu.co

Roicer Flórez Bolívar

Profesor Asistente de la Universidad de Cartagena (Cartagena, Colombia). Historiador de la misma universidad y Magíster en Historia de la uptc (Tunja, Colombia). Miembro del Grupo de investigación Frontera, Sociedad y Cultura en el Caribe y Latinoamérica (Categoría A1 en Colciencias). Ha publicado recientemente: “El retorno de la política: la ‘nueva’ historia política sobre el Caribe colombiano en el siglo xix. Tendencias, rumbos y perspectivas”, en Historia social del Caribe colombiano, eds. José Polo y Sergio Paolo Solano (Medellín: La Carreta/Universidad de Cartagena, 2011), 239-272; y “Liberalismo, ciudadanía y tradición en la Nueva Granada (Colombia) durante la primera mitad del siglo xix. Rupturas y continuidades”, Tempo 16: 32 (2012): 163-192. rflorezb@unicartagena.edu.co

Artículo recibido: 27 de abril de 2012 aprobado: 19 de junio de 2012 modificado: 10 de agosto de 2012 doi: 10.7440/histcrit48.2012.02

❧Ï Artículo resultado del proyecto de investigación Artesanos, trabajo, estilos de vida y reconocimiento social en Cartagena 17501830, que cuenta con el respaldo institucional de la Universidad de Cartagena (Cartagena, Colombia).

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“Artilleros pardos y morenos artistas”: artesanos, raza, milicias y reconocimiento social en el Nuevo Reino de Granada, 1770-1812

“Artilleros pardos y morenos artistas”: artesanos, raza, milicias y reconocimiento social en el Nuevo Reino de Granada, 1770-1812 Resumen Este artículo analiza las relaciones entre la condición racial, la vida militar y política y el reconocimiento social logrado por los artesanos del Nuevo Reino de Granada entre 1770 y 1812. Demuestra la capacidad de negociación de los artesanos con el poder y otros sectores sociales, y las alianzas que establecían aprovechando las desavenencias entre autoridades civiles y militares. Sostiene que la milicia ayudó a que los artesanos articularan una conciencia que involucraba los aspectos raciales, gremiales y militares, permitiéndoles mejorar su posicionamiento social y al mismo tiempo mostrarse como vasallos ejemplares. Palabras clave: Nuevo Reino de Granada, artesano, raza, milicia, movilidad social.

“Artilleros pardos y morenos artistas”: artisans, race, militias, and social recognition in the New Kingdom of Granada, 1770-1812 Abstract This article analyzes the relationship between races, military and political life, and social recognition achieved by the artisans of the New Kingdom of Granada between 1770 and 1812. The article demonstrates the artisans’ ability to negotiate with authorities and other social sectors, and the partnerships artisans established by taking advantage of the rifts between civilian and military authorities. We argue that militias helped the artisans to articulate awareness which involved racial, sector, and military issues, enabling them to improve their social position and simultaneously present themselves as exemplary vassals. Key Words: New Kingdom of Granada, artisan, race, militias, social mobility.

“Artilheiros pardos e morenos artistas”: artesãos, raça, milícias e reconhecimento social no Novo Reino de Granada, 1770-1812 Resumo Este artigo analisa as relações entre a condição racial, a vida militar e política e o reconhecimento social alcançado pelos artesãos do Novo Reino de Granada entre 1770 e 1812. Demonstra a capacidade de negociação dos artesãos com o poder e outros setores sociais, e as alianças que estabeleciam aproveitando as desavenças entre autoridades civis e militares. Sustém que a milícia ajudou que os artesãos articulassem uma consciência que envolvia os aspectos raciais, gremiais e militares, permitindo-lhes melhorar seu posicionamento social e ao mesmo tempo mostrar-se como vassalos exemplares. Palavras-chave: : Novo Reino de Granada, artesão, raça, milícia, mobilidade social.

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Sergio Paolo Solano D. - Roicer Flórez Bolívar

“Artilleros pardos y morenos artistas”: artesanos, raza, milicias y reconocimiento social en el Nuevo Reino de Granada, 1770-1812 Presentación

Usualmente las relaciones entre las reformas militares borbónicas y los sectores subordinados se han estudiado en tres dimensiones: el proceso institucional y los contextos que originaron el sistema de milicias disciplinadas; los vínculos entre la condición racial y la militarización de la sociedad1; los logros que alcanzaron negros y pardos gracias al fuero militar2. Luego se empezó a analizar la transformación de las milicias disciplinadas en ciudadanía armada durante el proceso de Independencia3. Los tres primeros aspectos se han investigado como resultado de las iniciativas de las autoridades interesadas en fortalecer el sistema defensivo y el uso dado a las milicias por las gentes de color para ganar espacios en la sociedad colonial. El último tema ha sido visto como un efecto de la crisis de 1808, y de las iniciativas de la gente del común que presionaron a las élites llevándolas a asumir decisiones radicales. En los tres primeros aspectos ha predominado la idea que las élites blancas negociaron y controlaron tanto la creación como el curso posterior de este sistema militar auxiliar, que utilizaban acorde con sus intereses4. En tiempos más recientes las indagaciones sobre las milicias disciplinadas se han interesado en: 1) repensar las relaciones de las reformas borbónicas con las instituciones del viejo orden de los Habsburgo; 2) estudiar las relaciones entre milicianos de color y el Estado; 3) estudiar las características socioocupacionales de quienes las integraban. Sobre el primer aspecto Federica Morelli sostiene que las milicias del período borbónico obedecían a una vieja tradición expresada en instituciones locales como el Cabildo y en milicias organizadas en momentos de peligros externos, la que se fortaleció en Latinoamérica a partir de 1769, cuando se modificó el sistema defensivo de

1 Juan Marchena, Ejército y milicias en el mundo colonial americano (Madrid: mapfre, 1997), 190-210; Santiago Suárez, Las milicias: instituciones militares hispanoamericanas (Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1984); Christon Archer, El ejército en el México borbónico, 1760-1810 (México: fce, 1983); Allan Kuethe y Juan Marchena, eds., Soldados del Rey. Ejército borbónico en América colonial en vísperas de la Independencia (Valencia: Universitat Jaume i, 2005). 2 Lyle McAlister, El fuero militar en la Nueva España (1764-1800) (México: unam, 1982).

3 Víctor Gayol, “Las milicias nacionales en la construcción del Estado nación en España e Hispanoamérica, siglo xix: hacia un balance historiográfico”, en Las milicias del rey de España. Sociedad, política e identidad en las monarquías ibéricas, coord. José Ruiz (Madrid: fce/Red Columnaria, 2009), 460-480. 4 Allan Kuethe, “Las milicias disciplinadas en América”, en Soldados del Rey, 110-111; Juan Marchena, Ejército y milicias, 179-189.

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“Artilleros pardos y morenos artistas”: artesanos, raza, milicias y reconocimiento social en el Nuevo Reino de Granada, 1770-1812

las colonias, involucrando de forma más organizada a la población5. Esto daba márgenes para que se dejara en manos de las autoridades locales la iniciativa de crear milicias en momentos difíciles. Respecto al segundo campo de estudio, Ben Vinson iii se ha preguntado sobre las dinámicas institucionales y sociales creadas por el encuadramiento de esa población en el servicio miliciano en Nueva España. Muestra que, pese a los altibajos, existió una tendencia creciente hacia el mejoramiento de la imagen de los milicianos pardos y morenos. También señala que los nexos entre milicianos y las instituciones dependieron de los contextos poblacionales, de los servicios prestados, de las necesidades de la defensa, de los conflictos con los blancos y de los esfuerzos de comunidades de cimarrones para integrarse al orden colonial. El indicador que emplea para medir esas relaciones es el de los grados de autonomía y jerarquía de la oficialidad de color durante los siglos xvii y xviii, como también la exoneración del pago de tributos. Ha señalado el papel de mediadores de los milicianos entre el Estado y el resto de la población de color6. Ese vínculo sirvió para que las milicias fueran factor fundamental en el desarrollo de una conciencia racial, pues al otorgarles un estatus especial con relación al resto de sus congéneres de igual condición y de otras condiciones, se percataron de que era un grupo que compartía un mundo que se debatía entre los elementos de la inclusión y la exclusión determinadas por la discriminación racial7. Sobre el tercer aspecto existe interés en estudiar los efectos de las milicias entre la gente de color. Un trabajo de síntesis destaca que aquéllas reforzaron su organización jerárquica al alistarse por intereses materiales y para integrarse a la sociedad colonial8. Otro ensayo ha estudiado las condiciones materiales y sociales de estos milicianos en Santiago de Cuba, señalando que quienes se alistaron fueron miembros de la élite parda, pequeña y mediana propietaria de esclavos y de bienes raíces9. Para el caso mexicano Juan Ortiz ha analizado los cambios de las representaciones raciales de la gente de color de la zona costera del golfo de México a partir de la prestación del servicio miliciano10.

5 Federica Morelli, “¿Disciplinadas o republicanas? El modelo ilustrado de milicias y su aplicación en los territorios americanos (1750-1826)”, en Las milicias del rey, 417-436. 6 Ben Vinson iii, “Los milicianos pardos y la relación estatal durante el siglo xviii en México”, en Fuerzas militares en Iberoamérica siglos xviii y xix, coord. Juan Ortiz (México: El Colegio de México/El Colegio de Michoacán/Universidad Veracruzana, 2005), 47-60. 7 Ben Vinson iii, “Los milicianos pardos y la construcción de la raza en el México colonial”, Signos Históricos 2: 4 (2000): 87-106. 8 George Andrews, Afro-Latinoamérica 1800-2000 (Madrid: Iberoamericana/Vervuert, 2007), 84-85.

9 José Belmonte, “El color de los fusiles. Las milicias de pardos en Santiago de Cuba en los albores de la Revolución Haitiana”, en Las armas de la nación. Independencia y ciudadanía en Hispanoamérica (1750-1850), eds. Manuel Chust y Juan Marchena (Madrid: Iberoamericana/Vervuert, 2007), 37-51.

10 Juan Ortiz, “Las compañías milicianas de Veracruz. Del ‘negro’ al ‘jarocho’: la construcción histórica de una identidad”, Ulúa 8 (2006): 9-29.

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Sergio Paolo Solano D. - Roicer Flórez Bolívar

Otro novedoso acercamiento al tema se realiza combinando el mundo racial y el laboral. Una conclusión que se extrae del ejercicio que hizo Ben Vinson iii basado en un padrón de 1792 de milicianos de la ciudad de Puebla (México) es que el 94% eran artesanos, y aunque la diversidad de oficios no los llevaba a tener una identidad gremial11, sí ofrecía la posibilidad de valorar las formas del trabajo manual que estaban más allá de las labores no calificadas. Esto se colige cuando conocemos la experiencia de Santiago de Chile, donde artesanos de color negociaron con la monarquía el logro de privilegios, actuando como un cuerpo social que se distinguía de la plebe. En 1760 solicitaron permiso al virrey Amat para formar una milicia de gente de “su misma esfera” que les permitiera distinguirse de los milicianos negros y pardos, y parecerse a los milicianos artilleros pardos que habían logrado privilegios gracias a que el Virrey pertenecía a ese cuerpo de armas. Una vez aprobada, se costearon sus uniformes y fornituras. Al frente de estas compañías se colocaron capitanes pardos12. Colombia ha sido aventajada en los estudios de las instituciones militares del siglo xviii y comienzos del xix (características de las reformas militares borbónicas, las milicias, los beneficios que reportó el fuero militar para los sectores subordinados y los ejércitos de la Independencia) gracias a las investigaciones de Juan Marchena, Allan Kuethe y Clément Thibaud13. Sin embargo, el tema aún se presta para mayores exploraciones que permitan ver con más detalles, por ejemplo, los vínculos entre los sectores subalternos y el Estado y la sociedad colonial, o la capacidad de negociación que alcanzaron importantes franjas de los primeros, las aspiraciones que construyeron y cuáles eran sus expectativas en el momento de las crisis de 1808 y de la Independencia. Ateniéndonos a este contexto historiográfico, en este artículo nos preguntamos sobre qué tipo de relaciones se dieron entre los artesanos, la raza, la vida miliciana, y cómo aquéllos hicieron de esta última un mecanismo para la búsqueda del reconocimiento social en los años comprendidos entre 1770 y 1812. Aunque pueda pensarse que se trataba de una relación obvia en el mundo laboral urbano neogranadino dominado por estos trabajadores14, o que esta categoría socioocupacional se diluía 11 Ben Vinson iii, “Las compañías milicianas de pardos y morenos en la Nueva España. Un aporte para su estudio”, en Población y estructura urbana en México, siglos xviii y xix, eds. Carmen Blázquez, Carlos Conteras y Sonia Pérez (Veracruz: Universidad Veracruzana/Instituto Mora/unam, 1996), 239-250. 12 Hugo Contreras, “Artesanos mulatos y soldados beneméritos. El batallón de infantes de la Patria en la guerra de independencia de Chile, 1795-1820”, Historia 44 (2011): 51-89.

13 Juan Marchena, La institución militar en Cartagena de Indias en el siglo xviii (Sevilla: Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1982), 409-462; Allan Kuethe, “The Status of the Free Pardo in the Disciplined Militia of New Granada”, The Journal of Negro History 56: 2 (1971): 105-117; Allan Kuethe, Reforma militar y sociedad en la Nueva Granada 1773-1808 (Bogotá: Banco de la República, 1993); Óscar Munévar, “El irrespeto a la real justicia. El estamento militar en Cartagena de Indias”, en De milicias reales a militares contrainsurgentes. La institución militar en Colombia del siglo xviii al xxi, eds. César Torres y Saúl Rodríguez (Bogotá: Editorial Universidad Javeriana, 2008), 203-219; Clément Thibaud, Repúblicas en armas: los ejércitos bolivarianos en la guerra de independencia en Colombia y Venezuela (Bogotá: Planeta, 2003), 39-105.

14 Un listado de 1783 muestra que el 70% de milicianos de Santa Fe de Bogotá eran artesanos. Archivo General de la Nación (agn), Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, t.18, ff.51r.-71v.

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“Artilleros pardos y morenos artistas”: artesanos, raza, milicias y reconocimiento social en el Nuevo Reino de Granada, 1770-1812

en las raciales, creemos que la pregunta es pertinente por motivos históricos y metodológicos: 1) Por el protagonismo que tuvieron los artesanos en la integración de las milicias urbanas de color en toda Latinoamérica15. 2) Por la función de la vida miliciana en el desarrollo de formas de conciencia grupal basadas en criterios raciales y estamentales, que sirvió para demandar de las autoridades, de las élites y de otros sectores sociales reconocimiento social, lo que a su vez implicaba ser buenos vasallos y buenos vecinos. 3) En razón de las transformaciones sufridas por las milicias en el contexto de la lucha por la Independencia, y en especial el surgimiento de la ciudadanía en armas que caracterizó la vida política durante la primera mitad del siglo xix, en la que los artesanos fueron su más acabada expresión. 4) Por el destacado papel social y político desempeñado por los artesanos desde finales del siglo xviii, en la lucha por la Independencia y durante el siglo xix. La principal razón metodológica tiene que ver con la necesidad de tener una imagen de la tardía sociedad colonial del Nuevo Reino de Granada que integre algunas formas de movilidad social que, si bien no llevaban a hacer parte de las élites, sí producían diferenciaciones sociales con relación a los sectores más bajos de la población, para así aminorar las consecuencias negativas de la condición racial16. La idea que organiza nuestra reflexión señala que al tiempo que los artesanos de color aprovecharon las milicias para entablar una relación directa con la monarquía, también las convirtieron en un espacio institucional en el que libraron pequeñas batallas en procura del reconocimiento social. Toda la marginación anterior, que llevó a verlos como gente problemática, en parte logró modificarse tanto por las necesidades militares de la monarquía en un contexto de continuas guerras con otros imperios como por las presiones de este sector social que supo aprovechar las desavenencias entre las autoridades civiles y militares para alcanzar algunos privilegios. Aunque los resultados no siempre les fueron favorables, esas contiendas les sirvieron a los artesanos para medir fuerza, acumular experiencias, desarrollar conciencia de grupo y tomarles el pulso a las distintas situaciones en las que forcejeaban con las élites, las autoridades civiles y militares y el ejército profesional formado por blancos. En este sentido, la milicia se constituyó en la mejor escuela para el surgimiento de una conciencia racial parda y para la participación política de los artesanos, y en ella empezaron a comprender de mejor forma las diferencias sociorraciales y la necesidad de luchar por alcanzar privilegios que los distanciaran de los sectores plebeyos de la población, y que en alguna medida cerraran ciertas brechas que los alejaban de situaciones privilegiadas.

15 Juan Ortiz, “Las guerras napoleónicas y la defensa de la Nueva España en la provincia de Veracruz, 1793-1810”, en Población y estructura urbana en México, 213-222.

16 Sergio Paolo Solano, “Raza, liberalismo, trabajo y honorabilidad en Colombia durante el siglo xix”, en Sergio Paolo Solano y Roicer Flórez, Infancia de la nación. Colombia en el primer siglo de la República (Cartagena: Pluma de Mompox, 2011), 23-68.

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El arco temporal estudiado va desde la creación de las milicias disciplinadas (1773) hasta que se transformaron y/o fueron desplazadas por nuevos cuerpos de milicianos, llamados guardias patriotas durante los años de la Independencia. Entre esos años hubo continuidades y rupturas, y para el decenio de 1810 se fue aminorando el factor racial como único criterio de la organización miliciana, y se incrementó la participación de los milicianos en todo lo relativo a la res publica de las ciudades y de las provincias donde existieron, por medio de la ciudadanía armada. El artículo está organizado en cuatro partes. En la primera señalamos las características de la sociedad, resaltando que en la ubicación de los individuos en la jerarquía social intervenían la raza, los oficios y el estilo de vida. En la segunda presentamos algunas características y el proceso de movilidad social que experimentan los artesanos como consecuencia de las reformas militares. La tercera parte muestra las iniciativas de estos trabajadores para crear compañías milicianas, los contextos en que éstas se formaron y las vicisitudes que vivieron. La cuarta parte expone ejemplos sobre los desafíos que fueron planteando los milicianos artesanos, sus logros y limitaciones. Por último, concluimos con algunas reflexiones sobre la transformación de las milicias de gentes de todos los colores en guardias patrióticas durante los primeros años de la Independencia.

1. Configuración sociorracial y artesanos en Cartagena En el siglo xviii Cartagena de Indias se contaba entre los puertos más importantes del

Imperio español. Los beneficios que sacaba del tráfico comercial y de su condición de centro militar, de la trata de esclavos y de capital de la provincia homónima fueron modificando su vida social y política, en especial su configuración sociorracial, concediendo un lugar destacado a los oficios manuales de importancia capital para el mantenimiento de su sistema defensivo y urbano. Aunque existía una élite blanca dedicada al comercio, la ganadería, la alta oficialidad del ejército, y a ejercer cargos públicos, fueron los negros y pardos quienes definieron el mundo social de la ciudad colonial. Una idea de su configuración sociorracial la da el cruce de los datos del censo de 1777 (sólo registró la condición racial del 43% de la población empadronada) con los del cuadro resumen del mismo padrón para toda la provincia que presentó al año siguiente el Gobernador. De sus 13.654 habitantes, los negros y pardos, tanto libres como esclavos, constituían el 68,2% (49,3% de pardos, mulatos y negros libres, y el 18,9% de esclavos), y los blancos representaban el 31,2% del total17. Además del trabajo en el campo y en la pesca, los subordinados libres también se ocupaban en las obras de construcción, en la marinería, en trabajos no calificados (jornaleros), en el

17 agn, Sección Mapas y Planos, Fondo Mapoteca 7, ref.: 1353, f.21r. María Aguilera y Adolfo Meisel, Tres siglos de historia demográfica de Cartagena de Indias (Cartagena: Banco de la República, 2009), 9-54.

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transporte y en diversas labores artesanales, y los oficios, al lado de la condición racial y de otros factores, eran un elemento importante de clasificación social18. Según el mencionado censo, y los de artesanos de cuatro de los cinco barrios de la ciudad efectuados en 1779-1780, estos trabajadores constituían el grupo socioocupacional más significativo por su peso en la población económicamente activa (pea). Como puede verse en la tabla 1, que suma los padrones de artesanos más el de Getsemaní de 1777, en la ciudad había un total de 772 artífices, que representaban el 34,7% de la pea19. Tabla 1: Artesanos en barrios de Cartagena en 1777-1780* Barrios Habitantes Artesanos

San Sebastián 1617

Santo Toribio 3133

La Merced 1609

Santa Catalina 3220

Getsemaní

Total

4075

13.654

110

193

74

215

181

773

% de artesanos en el barrio

6,7%

6,2%

4,6%

6,8%

4,4%

% artesanos en la pea

4,9%

10,6%

3,6%

11,2%

8,1%

34,7%

* Excluimos a los pulperos, pescadores, labradores y hortelanos que aparecen en los censos de artesanos de 1780. El padrón de 1777 no especificó la ocupación de muchos hombres, por lo que la cifra del total de Getsemaní y de la ciudad debe ser un poco mayor a la registrada en la tabla. Fuente: agn, Fondo Miscelánea, t.31, ff.148r.-154v. y t. 41, ff.1014r.-1015v.; Fondo Censos Varios Departamentos, t.6, ff.259r.-260v. y 615r.-619v.; Censos Varios, t.viii, ff.75r.-134v.

Las posibilidades de movilidad social ofrecida por los oficios eran limitadas por la condición racial, pues ser clasificado como pardo y/o mulato o negro significaba que un conjunto de normas sociales y legales impedían acceder a los privilegios de las élites20, estando imposibilitados, por ejemplo, para ingresar a la educación superior y a cargos elegibles como alcaldes pedáneos y cabildantes, que requerían la pureza de sangre y ganarse la vida con un trabajo no manual. Además, pese a que desde mucho tiempo atrás los artesanos de color lograron

18 Sergio Paolo Solano, “Trabajo, ‘gente de bien’ y nación en Colombia durante el siglo xix”, Boletín Americanista lxi: 62 (2011): 219-239; Pilar López-Bejarano, “Dinámicas mestizas. Tejiendo en torno a la jerarquía, al trabajo y al honor. Nueva Granada, siglo xviii”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos (2008): [En línea], url: http://nuevomundo.revues.org/ index19263.html. Consultado el 12 de marzo de 2012.

19 La pea la calculamos corrigiendo la deficiencia del censo de 1777, que sólo tabuló los oficios del 57% de la población en condiciones de trabajar y no especificó las ocupaciones de 1.053 hombres en edad para hacerlo, es decir, un total de 2.224 personas. 20 Aline Helg, Libertad e igualdad en el Caribe colombiano 1770-1835 (Medellín: Banco de la República/eafit, 2011), 185-193.

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dominar todos los oficios, ciertos contratos les continuaron vedados por la misma condición racial y porque las autoridades se reservaban el nombramiento de quienes los ocupaban. Era el caso de los cargos más importantes en el dispositivo técnico y de construcciones del sistema de defensa de Cartagena de Indias conocido como las Reales Obras, que contaba con su tren de artesanos formado por maestros mayores, maestros y oficiales, en labores que comprendían armería, herrería, fundición, carpintería, calafatería, carpintería de ribera. En ese sistema sobresalían las maestranzas de artillería y de la marina, y los talleres de armas de las tropas de infantería (Regimiento Fijo), controlados por las autoridades militares. La maestranza de la artillería era la más completa e importante porque concentraba gran número de herramientas: los aparatos para carpintería, herrería, fundición y armería. Les seguía en importancia la maestranza de la marina, construida en 1750 con dispositivos para carenar y calafatear embarcaciones21. Y luego estaban los talleres de armería de los batallones del Regimiento Fijo, a los que se les nombraron maestros armeros a partir de 1775. Todas esas maestrías eran desempeñadas por menestrales de origen español, al igual que otras maestrías mayores en las que se ejercían peritajes sobre asuntos públicos y judiciales, a las que se accedía por elección del Cabildo de la ciudad22. Otra limitación que afrontaban los artesanos de Cartagena era que muchas de las necesidades de defensa de la plaza eran suministradas desde España (armas, uniformes, herramientas), tal como se lee en varios listados elaborados por las comandancias de los diversos cuerpos de defensa sobre lo que se debía traer de la metrópoli y lo que existía o se podía producir en Cartagena23. Pese a estas limitaciones, para la segunda mitad del siglo xviii los artesanos de color se beneficiaron de las políticas de mejoramiento del sistema defensivo de Cartagena, en especial de los enganches laborales en las distintas obras de defensa de la plaza, la adecuación del puerto, las refacciones de los barcos y de las armas, todo esto estimulado por las continuas guerras con Inglaterra (1739, 1756-1763, 1779-1784, 1795-1797, 1804-1807) y Francia (17931795)24. Sastres (que aprovechaban la confección de uniformes para las milicias, mas no para el ejército), talabarteros y zapateros (que proveían los correajes y cartucheras a la infantería), carpinteros y herreros (las cureñas de los cañones eran de primera necesidad), los

21 agn, Milicias y Marina, t.8, ff.212r.-218v.; t.62, ff.530r.-539v.; Miscelánea, t.132, f.100r.

22 Información sobre los artesanos españoles en Cartagena en: agn, Miscelánea, rollo 22, ff.486r.-498v.; Milicias y Marina, t.18, f.940r.; t.31, ff.970v.-972r.; t.62, ff.151r.-154v.; t.3, f.854r.; Censos varios departamentos, t.viii, f.618r.; Archivo General de Indias (agi), Contratación, legajo 5520, expediente 2, R.7, ff.1r.-14v.; Archivo General de Simancas (ags), Secretaría Despacho de Guerra, leg.7073, exp.17, ff.93r.-103v.; leg.7238, exp.18, ff.123r.-128v. 23 ags, Secretaría Despacho de Guerra, leg.7256, exp.14; leg.7058, exp.11; leg.7060, exp.24; leg.7241, exp.31. 24 agn, Milicias y Marina, t.3, ff.822r.-860v.

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especialistas en la reparación de embarcaciones (carpinteros de ribera, calafates, herreros, oficiales de maestranzas)25 y armeros representaban el grupo más sobresaliente y acomodado entre los menestrales de esta ciudad. La jerarquía entre los oficios y sus ejercitantes se expresaba en los jornales y en el nivel de vida. Verbigracia, entre 1775 y 1802 los jornales de los maestros mayores de las maestranzas de artillería (armeros, carpinteros, herreros), de la marina (carpinteros de ribera, calafates) y de los talleres del Regimiento Fijo (armeros y herreros) estaban alrededor de un promedio de 15 reales. Carpinteros, albañiles y patrones de embarcaciones percibían jornales de 8 reales. Canteros, carreteros, peones, y los guardias de los almacenes, sólo ganaban entre 3 y 4 reales al día26. Las cifras muestran que en las maestranzas y en los talleres de armas del Regimiento Fijo trabajaba el sector privilegiado de los artesanos, pues sus actividades estaban estrechamente relacionadas con la defensa de la ciudad y con el transporte comercial interoceánico27.

2. Artesanos, milicias y fuero militar

Fue en esta trama social que operaron las reformas militares emprendidas en 1773. La condición de plaza fuerte hizo de Cartagena uno de los principales objetivos de la reestructuración del sistema defensivo: reparación de baluartes y murallas, aumento del pie de fuerza del ejército y reorganización de los cuerpos de milicianos auxiliares. Aunque el alistamiento militar había sido corriente para los sectores subordinados, a partir de aquel año se dotó a las milicias de la organización implementada en España desde 173428. En 1773 se crearon seis compañías de voluntarios blancos y cuatro compañías de voluntarios pardos. Las primeras contaban con 530 plazas, incluida la oficialidad. Las milicias pardas estaban compuestas por 350 plazas, incluidos los oficiales. Por esos años los pardos sólo podían alcanzar los grados de capitanes, subtenientes, sargentos y cabos; la oficialidad superior era blanca29. En 1778 el gobernador Juan Pimienta las reorganizó, debido a los problemas que presentaba la separación racial entre la gente de color, las dificultades para completar los batallones de milicianos blancos y la logística de armas y vestuarios30. Seis años después de concluida la 25 agn, Milicias y Marina, t.60, ff.196r.-200r.

26 agn, Milicias y Marina, t.31, ff.970r.-971v.; t.62, ff.151r-154v.; t.8, ff.606r.-610v.; t.5, ff.129r-133v.

27 agn, Fondo Causas Civiles de Bolívar, t.xix, ff.895v. y 917r.-923v.; Julián Ruiz, “Medio ambiente urbano en Cartagena de Indias: un juez y dos herreros”, en Orbis Incognitvs: avisos y legajos del Nuevo Mundo: homenaje al profesor Luis Navarro García, vol. 1, coord. Fernando Navarro (Huelva: Universidad de Huelva, 2007), 137-153; agn, Censos Varios Departamentos, t.6, f.618r.; ags, Secretaría Despacho de Guerra, leg. 7073, exp.17, ff.93r.-103v. 28 Allan Kuethe, “Las milicias disciplinadas”, 101-127. 29 agn, Milicias y Marina, t.2, ff.482r.-490v.

30 agn, Milicias y Marina, t.40, ff.154r.-165v.

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guerra con Inglaterra (1779-1784), nuevamente fueron reorganizadas, y en 1794 recibieron una nueva reestructuración31. La presencia de una oficialidad veterana no originaria de Cartagena impidió que la élite local controlara los cuerpos milicianos de color, marcando una diferencia con lo que sucedió en otras latitudes32. En 1794 el Regimiento Fijo contaba con 1.178 plazas entre oficiales y soldados. Del total de esa cifra, sólo el 6% era originario de Cartagena y un 3% era nativo de Santa Marta. El 26% era oriundo de España y el 62,3% era del interior andino, la mayoría de Santa Fe y Tunja, según afirmó Manuel Marcelino Núñez, testigo de la época33. De la cifra de los cartageneros, sólo 8 eran oficiales (3 sargentos y 5 cabos)34. En este sentido, las élites criollas no pudieron hacer de las milicias de color un mecanismo para ejercer presión sobre las autoridades del Nuevo Reino de Granada, y como contrapartida los milicianos de color aprovecharon esa situación para sustraerse a los controles del poder civil, que usualmente era ejercido por los criollos35. Para negros y pardos, pertenecer a las milicias representó una posibilidad de quitarse de encima el estigma que los calificaba como gente refractaria al orden, y el acceso al privilegio del fuero militar. Fueron los artesanos el grupo que sacó mejor provecho de esta posibilidad, entre otras razones porque se requería autoproveerse del uniforme. Un grueso número de éstos se alistó en batallones de pardos (varios tipos de mulatos y mestizos) y de morenos (hijos de padres negros libres). Si comparamos un informe de 1773, cuando apenas se empezaban a crear las milicias de pardos, que señala la existencia de 286 milicianos36, con el registro que aparece en la tabla 2, se concluye que la totalidad de esa milicia estaba integrada por artesanos, lo que iba en contravía de la composición socioocupacional de los ejércitos profesionales de América, cuyos soldados eran campesinos en su mayoría, tanto de España como de las distintas colonias, en los que los artesanos sólo representaban el 11,3% del total, y los campesinos, el 52%37.

31 Reglamento de milicias disciplinadas de infantería y dragones del Nuevo Reino de Granada, y provincias agregadas a este virreinato (Madrid: Imp. de la Viuda e Hijos de Marín, 1794).

32 La reforma del sistema de milicias de color de Veracruz en 1797 por parte del virrey Branciforte permitió que la élite local blanca controlara las milicias. Juan Ortiz, “Las guerras napoleónicas”, 218.

33 Manuel Núñez, “Exposición de los acontecimientos memorables relacionados con mi vida política, que tuvieron lugar en este país desde 1810 en adelante, por Manuel Marcelino Núñez”, en El sitio de 1815. Una hazaña colectiva, comp. Moisés Álvarez (Cartagena: Alcaldía de Cartagena/Universidad de Cartagena, 2011), 94; agn, Milicias y Marina, t.27, ff.301r.-368v. 34 agn, Milicias y Marina, t.2, ff.35r.-40v.; Allan Kuethe, Reforma militar y sociedad, 409-413.

35 Federica Morelli, “¿Disciplinadas o republicanas?”, 417-436; Allan Kuethe, “Flexibilidad racial en las milicias disciplinadas de Cartagena de Indias”, Historia y Cultura 2 (1994): 179. 36 agn, Milicias y Marina, t.57, ff.482r.-490v.

37 Juan Marchena, Ejército y milicias, 184-185.

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Tabla 2: Artesanos milicianos en barrios de Cartagena, 1777-1780

Milicianos Milicianos pardos

Barrios

San Sebastián 33

Santo Toribio 137

La Merced 37

Santa Catalina 82

Getsemaní

Totales

---

289

Milicianos blancos

11

9

1

19

---

40

Milicianos negros

10

15

1

7

---

33

Matriculados en la marina Artesanos no milicianos Total artesanos

3

15

2

---

---

20

53

44

38

142

---

277

110

220

79

250

181

840

Fuente: agn, Miscelánea, t.31, ff.148r.-154v. y 1014r.-1015v.; Censos varios departamentos, t.6, ff. 259r.-260v y 615r.-619v.; Censos Varios, t.viii, ff.75r.-134v.

Los listados de artesanos de los barrios de Santo Toribio, San Sebastián, Nuestra Señora de La Merced y Santa Catalina evidencian las relaciones entre las ocupaciones, raza y milicias. En San Sebastián y La Merced el 52% de los artesanos pertenecían a las milicias; en Santo Toribio la cifra era del 75%. De esta alta tendencia se exceptuó Santa Catalina, con un 43% de artesanos milicianos. La mayoría de los que no pertenecían a esa institución estaban por debajo de los 15 años o por encima de los 45 años, edades establecidas para quedar exentos de prestar el servicio38. Como anotó Aline Helg, más que una alternativa individual, ese alistamiento expresó una estrategia de grupo39. En efecto, en una sociedad que excluía legalmente a mulatos, zambos, pardos y negros de las ocupaciones y cargos más distinguidos, la milicia les ofreció una de las pocas vías hacia el reconocimiento y la diferenciación social. En especial, las prerrogativas ofrecidas por el fuero militar concedido en 1773 como una política de la Corona que mostraba a los hombres de color la importancia de la reforma, para así asegurar el buen desempeño en el cumplimiento de los objetivos militares. Entre los privilegios otorgados por el fuero estaban algunas exenciones fiscales, porte de insignias iguales a las de los oficiales del ejército del mismo rango, dispensa de pena de azote o vergüenza pública, exoneración de prisión por deudas o embargos, dispensa del ejercicio de cargos públicos y el derecho a portar armas defensivas. Sin embargo, el fuero representó una paradoja para el orden colonial porque en una sociedad regulada y reglada por el Estado que había consagrado representaciones, prácticas

38 agn, Milicias y Marina, t.40, f.156r.

39 Aline Helg, Libertad e igualdad, 191-192.

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y normas de exclusión para las gentes de color, ahora era una institución estatal, el ejército, la que brindaba oportunidad a los artesanos de ir rompiendo ese tegumento que los apartaba y discriminaba. Las gentes libres de color aprovecharon el desequilibrio en las relaciones de poder que fortaleció a los militares en desmedro de las autoridades civiles, y sacaron partido de las necesidades de los militares por convertirse en el centro gravitacional de la sociedad. Las conquistas de mejores posiciones sociales se hicieron evidentes con relación a las autoridades civiles, usualmente miembros de las élites criollas, como también respecto a los militares blancos que vieron surgir algunos elementos de igualación en lo tocante a la prestancia y los capitales simbólicos que devenían de la condición militar. El resultado fueron continuas pugnas entre el poder civil y el militar40. También hubo pugnas entre los militares del Regimiento Fijo y los milicianos pardos, pues los primeros temían la pérdida de privilegios o tener que compartirlos con estos últimos.

3. Las compañías de “artilleros pardos y morenos artistas”

Los constantes conflictos suscitados por el fuero a los milicianos en desmedro del poder civil llevaron a las autoridades del virreinato y de la monarquía a dar respuestas recelosas, antes que una solución tajante, y aconsejaron a las autoridades aplicar la decisión de acuerdo con las circunstancias, cuidándose de no causar disgustos entre los milicianos41. Esto evidencia que el servicio miliciano de las gentes de color suscitaba miedo a la monarquía, que, unido a las necesidades de defensa, la obligaban a negociar. Esa posibilidad de transar fue la que permitió que en 1773 los artesanos organizaran dos compañías de artillería, en las que cruzaban la raza, las ocupaciones y el estatus, y a las que llamaron compañías de milicias “[…] de pardos y morenos artilleros artistas voluntarios […]”. La iniciativa no era novedosa en cuanto a lo que tenía que ver con la creación de cuerpos armados en momentos de defensa de Cartagena, pues desde tiempo atrás el Cabildo también había organizado milicias de gentes de color para repeler ataques de enemigos externos o para enfrentar enemigos internos, como eran los casos de los indios no reducidos. También la élite comercial de la ciudad creó la “compañía de cadetes blancos mercaderes”, aprobada por el virrey Guirior, y justificada con los argumentos de que sus ocupaciones demandaban estar al frente de los negocios, y dada la importancia del tráfico comercial para el imperio. Sin embargo, el curso de las compañías de mercaderes y de artilleros artistas fue opuesto, pues a comienzos de 1774 se suprimió la prerrogativa a los comerciantes de tener su propia compañía, por los desmedros que causaba a las jurisdicciones militar y civil42.

40 Óscar Munévar, “El irrespeto a la real”, 203-219. 41 agn, Milicias y Marina, t.2, ff.234r.-235v.

42 agn, Milicias y Marina, t.31, ff.21r.-22v.; t.2, ff.184r.-186v.; t.59, ff.888r.-972v.; t.68, ff.87r.-102v, y 226r.-232v.

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La iniciativa para crear las compañías de artesanos artilleros la tomó en 1773 Casimiro José Jinete, maestro mayor de pintura, de condición parda, que contaba con 40 años de edad y residía en el barrio Santa Catalina, donde tenía su taller. Miliciano desde 1750, era un hombre que vestía “de capa y sombrero”, según lo describió un oficial de su taller43. Elegido maestro mayor de su oficio por el Cabildo de la ciudad y sabiendo leer y escribir, a comienzos de 1773 envió una solicitud al gobernador de la provincia que muestra las decisiones de sectores de artesanos identificados en torno a la condición racial y un estilo de vida cuyas piedras angulares eran la decencia y la respetabilidad: “Casimiro José Antonio Jinete, Maestro Mayor del Arte de Pintores […] que siempre ha vivido con positivos deseos de emplearse en el servicio de Su Majestad […] acreditando su lealtad

y amor al Soberano con demostraciones de fiel vasallo. Y como al presente se trata […] del arreglo de milicias provinciales, y formación de compañías se le ha proporcionado oportuna

ocasión para manifestar su deseo ocurriendo a la benignidad de v. e. para que se una y forme una lúcida compañía, titulada de Artilleros Artistas Voluntarios, pardos de buena estatura, aplicación

y decencia, los que con esta decisión se hallan muchos y están prontos a seguir, dignándose

v. e. concederle al suplicante, el mejor acomodo, y señalar el uniforme que deban usar los oficiales, sargentos, cabos y soldados, de pardos artilleros […] en la que se ha de incluir seis cadetes o soldados distinguidos, hijos de pardos decentes […]”44.

Esa capacidad de negociación de los artesanos se debió a: 1) El aprovechamiento de que en ese año la Corona dio estatus al cuerpo de artilleros de Cartagena, desglosándolo de la infantería y organizando dos compañías de artilleros veteranos. 2) Las características del sector en que prestaban sus servicios, y los sacrificios que aportaban en defensa de una plaza fortificada cuya estrategia militar dependía en buen parte de la artillería. Además, los herreros, fundidores, armeros y carpinteros estaban encargados de la creación, mantenimiento y refacción de armamentos y sus aparejos. 3) Su importancia también era valorada por sus jefes, pues la alta oficialidad del cuerpo de artillería estaba familiarizada con la herrería, fundición y carpintería45. 4) Porque en medio de las continuas fricciones entre la oficialidad de los cuerpos de infantería y artillería, la de ésta podía controlar una milicia sin intromisión de los comandantes de infantería, lo que a su vez sacaba a los artesanos artilleros de una jurisdicción que no les otorgaba las prerrogativas que si hallaban con la oficialidad del cuerpo armado en que prestaban sus servicios.

43 Información sobre Casimiro Jinete en agn, Milicias y Marina, t.28, ff.282r.-335v.; t.6, f.617v. 44 agn, Milicias y Marina, t.67, ff.277r.-279v. Énfasis de los autores. 45 agn, Milicias y Marina, t.1, f.992v.

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Casimiro Jinete recogía el querer de muchos de sus congéneres de los oficios al decir que en la aspiración de crear las compañías de artilleros artistas “se hallan muchos y están prontos a seguir”. Ese comportamiento de cuerpo también estaba presente cuando peticionaba que infantes descendientes de artesanos ingresaran a las milicias de artillería para que aprendieran lo relacionado con el uso de esas armas, prolongando una práctica común de este grupo socioocupacional de vincular a sus hijos a sus oficios desde temprana edad en condición de aprendices46. Esas compañías de artilleros pardos y morenos continuaron existiendo hasta los inicios de la Independencia bajo la protección del comandante de artillería Domingo Esquiaqui, aunque padeciendo las vicisitudes propias de una entidad que gozaba de muchos enemigos. Los criterios de las autoridades nunca fueron uniformes sobre qué hacer con ellas. Al poco tiempo de estar organizadas, D. Esquiaqui tuvo que escribir al gobernador de la provincia de Cartagena y al Virrey para que a los oficiales pardos se les pagaran sus sueldos y se les reconociera el respeto que estaba estipulado en el Reglamento de Cuba47. En junio de 1789 el virrey Gil Lemos se refería de forma positiva a ellas, a propósito de los trabajos de Esquiaqui: “estableciendo dos compañías de artilleros milicianos a quienes instruyó perfectamente (como lo acreditó en el tiempo de la última guerra) cuyo importante cuidado no ha merecido de sus sucesores que abandonaron la instrucción de aquellos buenos soldados y artistas, tanto más útiles cuando eran menos gravosos a la Real Hacienda […]”48. Años después, en 1794, el Gobernador propuso agregarlas a la infantería, pero el comandante de los batallones milicianos se opuso aduciendo que aquéllas estaban bien instruidas en los ejercicios, tanto a la voz como a son de caja, que pronto iniciarían el tiro al blanco, y lo que más nos interesa, anotó que no debían integrarse porque “abrazaron voluntariamente aquella facultad, vistiéndose uniformemente a su costa, ya porque son todos carpinteros y herreros, oficios muy convenientes a la recomposición de cureñas, y para hacerlas”49. En los años 1790 Esquiaqui inició una campaña de defensa de los artesanos milicianos. En 1795 escribió al gobernador de la provincia de Cartagena que el Virrey había ratificado que “las dos compañías de Milicianos Artilleros Artistas de esta Plaza […] continúen en los mismos términos que hasta aquí, al cargo y dirección de los respectivos comandantes veteranos de artillería”. Agregó que tenían aprobación real desde 1774, que “han seguido manifestando su amor al Real

46 agn, Milicias y Marina, t.17, f.161r.; t.65, ff.1071r.-1076v. Algunos rasgos de los artesanos oficiales pardos de estas compañías surgen de cruzar la información consultada por Juan Marchena (La institución militar, 377-378), correspondiente a los años 1776, 1780 y 1784, con la de los censos de artesanos de los barrios de Cartagena realizados en 17791780. 47 agn, Milicias y Marina, t.31, ff.617r.-625v.

48 ags, Secretaría Despacho de Guerra, leg.7242, exp.8, f.5r.

49 agn, Milicias y Marina, t.31, f.29v. Énfasis de los autores.

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servicio y a la patria, como fue público en toda la antepasada guerra contra Inglaterra desde el año de 1779 hasta el de 1783 […] y últimamente en las expediciones del Darién en donde se sacrificaron pereciendo con honor en las fatigas muchos de estos fieles vasallos de Su Majestad, abandonando a sus familias […]”. Solicitaba Esquiaqui al Gobernador que intercediera para que el Virrey ordenara que “estas compañías de Artilleros y Libres Artistas Voluntarios de color gocen de aquellas gracias concedidas en el citado reglamento de La Habana para que así declaradas puedan tener, y obligarse les tengan uniformes los oficiales y vestuarios los artilleros, como gozan las demás milicias de color del batallón de pardos”50. En 1806 Esquiaqui nuevamente las incluyó en un informe dirigido al gobernador civil y militar de Cartagena51. Su existencia también expresaba la presencia de un “espíritu de cuerpo” entre los artesanos de color, ahora favorecido por el servicio miliciano. Una disputa judicial de 1773 entre las autoridades civiles y militares que tuvo a Jinete como uno de sus protagonistas nos informa cómo funcionaba esa conciencia de grupo. La querella se suscitó por problemas relacionados con el fuero militar, cuando uno de los alcaldes ordinarios de Cartagena ordenó aprehender a Florencio Sanmartín, oficial de platería de 24 años de edad y miliciano pardo de los artilleros artistas, por incumplimiento de una deuda. Pese a que todavía no estaba en vigencia el fuero consagrado en los reglamentos de milicias de Cuba y de Puerto Rico, los milicianos pardos y morenos conocían y leían esa normatividad. Por eso Sanmartín pidió al alguacil que lo llevara donde Jinete, con la excusa de prestarle dinero para saldar la deuda, pero con el real propósito de determinar con sus compañeros de oficios y milicianos si la justicia civil tenía potestad sobre los hombres en armas. En el taller de pintura decidieron ir a casa del comandante Esquiaqui, quien notificó al alguacil la condición de miliciano del denunciado. Jinete partió con el alguacil y en su taller exigió a un oficial de sastrería y miliciano de su compañía “sacase el Reglamento de La Habana y se lo leyese [al alguacil] quien dijo sabía lo que contenía porque lo había visto en casa del Señor teniente […] donde se había manuscrito un reglamento […]”52. El alcalde ordinario empezó un pleito argumentando que ni Sanmartín ni el resto de milicianos disfrutaban de fuero militar, lo que era cierto pues las autoridades superiores del Nuevo Reino de Granada no habían ordenado la entrada en vigencia del reglamento de milicias de Cuba expedido en 1769, que también regiría a las milicias del Nuevo Reino de Granada. En consecuencia, el alcalde concluyó que Sanmartín tenía que pagar con cárcel el incumplimiento de la deuda con un notable de la ciudad. En horas de la noche fue apresado en su vivienda. Como el alcalde supuso que detrás de todo esto estaba Esquiaqui, prolongó las averiguaciones pues sentía que estaban comprometidas

50 agn, Milicias y Marina, t.8, f.733r. Énfasis de los autores. 51 agn, Milicias y Marina, t.61, f.984v.

52 agn, Milicias y Marina, t.28, ff.291r.-291v. y 300v.

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su autoridad y su dignidad por el escándalo público que se había suscitado53. Como consecuencia de esta disputa, Esquiaqui y el gobernador de la provincia solicitaron al Virrey que se aplicara el fuero a los milicianos pardos, y el 10 de septiembre éste lo ordenó para evitar más conflictos54. Los elementos sustantivos del pleito revelan varios aspectos de la visión política de y sobre los artesanos. Dejan ver la capacidad de los maestros para movilizar a sus congéneres de oficios y milicianos para que intervinieran como testigos a favor de Sanmartín. También muestran que por vez primera los pardos y negros libres compartían unos espacios institucionales que iban mucho más allá de la vida cotidiana y del trabajo. Y eso obligatoriamente alteró la perspectiva de la mirada de los de arriba, habituados a ver a las gentes de color como un problema por sus formas de vida. Y también modificaron la autopercepción que esta gente tenía de sí misma. En este sentido, los milicianos comenzaron a aparecer ante el Estado como una comunidad que tenía la doble condición de la identidad del color y la de los oficios, y fungieron como mediadores entre la alta oficialidad militar blanca y las gentes del común. Pero sobre todo evidencian la capacidad de los artesanos para aprovechar los conflictos entre los sectores dominantes y las autoridades para sacar provecho e ir produciendo pequeñas fisuras en un orden social y político que les era adverso. Y por encima de todo esto, dejan ver la existencia de una conciencia de grupo que también articulaba el elemento racial y el del estatus que daba ser miliciano artillero. En efecto, cinco trabajadores (maestros de sastrería, platería y escultura, y dos oficiales de sastrería y pintura) acudieron y testificaron a favor de Sanmartín y Jinete. Todos eran pardos y milicianos artilleros de la compañía de la que era capitán este último. Para ellos, el fuero militar constituyó un importante logro, pues además de dar prestigio y distinción, los colocaba aparte del resto de la sociedad en distintos grados, con derecho a ser juzgados por tribunales militares, en vez de cortes ordinarias, otorgándoles algunas inmunidades corporativas que limitaban la autoridad del Cabildo y de los alcaldes y jueces ordinarios55. Además, se enorgullecían de haber tenido parte activa en el logro del fuero. Las declaraciones del alguacil son significativas al decir que era conocido “lo que se vanaglorian públicamente los tales milicianos artilleros de no estar sujetos a otro más que a su comandante”56. La situación originó inconformidad en ciertos sectores gubernamentales y en franjas de la sociedad que pensaban que el fuero volvía insolentes y altivos a los hombres de color. El alcalde ordinario al que venimos aludiendo escribió al Virrey que en tan corto tiempo los milicianos pardos y morenos,

53 agn, Milicias y Marina, t.8, ff.286r.-287v.

54 agn, Milicias y Marina, t.30, ff.199r.-201v.; t.65, ff.391r.-393v.; t.12, ff.329r.-337v.

55 Allan Kuethe, Reforma militar y sociedad, 110; Aline Helg, Libertad e igualdad, 185-193. 56 agn, Milicias y Marina, t.28, ff.291r-v. y 300v.

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“[…] han escandalizado a esta ciudad […] entre los negros, zambos y mulatos […] habiendo

ostentación soberbia del dicho fuero militar burlan y mofan de las justicias reales, con manifiesto desprecio, y sonrojoso desaire de su recomendable autoridad y respeto; descu-

briéndose al mismo tiempo bastante complicidad en el tal hecho por parte del capitán de dicho artillero, Casimiro Jinete”57.

4. Las batallas por el reconocimiento: conciencia racial, gremial y miliciana

Al encontrarse compelida hacia los márgenes de la sociedad, debido a su condición racial, y al mismo tiempo al querer ser parte de ésta y lograr algunos privilegios de reconocimiento, la oficialidad miliciana artesanal no se propuso abanderar un proyecto de igualdad absoluta para el resto de los sectores subordinados. Aquella aspiración les exigió aceptar el marco de referencia general establecido por normas y valores del poder colonial, pero al mismo tiempo desafiar algunos de los elementos que los marginaban. Fue en esta encrucijada que las milicias disciplinadas desempeñaron una importante función al permitirles a los milicianos diseñar estrategias desde adentro de la misma institucionalidad del Estado para luchar por alcanzar algunos privilegios dentro de un orden social formado por una jerarquía de prerrogativas distribuidas de forma asimétrica entre algunos sectores sociales. No eran exigencias planteadas por milicianos de cualquier condición, debido a que el reglamento que los regía ordenaba que la oficialidad de color estuviera formada por hombres que mostraran que gobernaban sus comportamientos por la urbanidad y la subordinación, y con “caudal bastante para sostener la decencia del empleo”58, es decir, en condiciones económicas de llevar el rango con dignidad y estar bien presentados con uniformes que tenían que autoproveerse. En consecuencia, eran los artesanos los que cumplían con esos requisitos, y de ellos partieron las iniciativas que reclamaban el reconocimiento social. A lo largo de dos siglos habían aprendido que sus conquistas dependían de lo que Antonio Annino ha llamado “el principio del ‘reconocimiento’ mutuo, de un interés, por un lado, y de la fidelidad, por el otro”59. Desde tiempo atrás ese sector se venía abriendo un espacio en la sociedad colonial, y más que plantearse acciones contestatarias desde el otro margen, sus miembros se fueron integrando bajo la doble condición de buenos vecinos y fieles vasallos, lo que no significaba que dejaran de ver con aversión la discriminación racial, social y laboral.

57 agn, Milicias y Marina, t.28, ff.286v.-287v.

58 Reglamento de milicias disciplinadas del Nuevo Reino de Granada, 28; Reglamento para las milicias de infantería y caballería de la Ysla de Cuba (Lima: Imp. de la Real Casa de los Niños Expósitos, 1793), 60; agn, Milicias y Marina, t.65, f.1072r.

59 Antonio Annino, “Presentación” de Cuerpo político y pluralidad de derechos. Los privilegios de las corporaciones novohispanas, coord. Beatriz Rojas (México: cide/Instituto Mora, 2007), 9-12.

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Se puede establecer una tipología de las demandas de los artesanos milicianos en aquellas colonias en las que la defensa en buena medida recaía sobre las gentes de color. De una fase inicial en los siglos xvi y xvii para que se les permitiera la prestación del servicio miliciano60, luego pasaron a solicitar acceso a rangos de oficialidad intermedia. Más tarde le apuntaron al fuero militar y para finales del xviii reclamaban el acceso a los símbolos y rituales de la oficialidad blanca, y la extensión de algunos de estos logros a miembros de su grupo61. Este último propósito es clave para entender lo que estaba sucediendo en las relaciones entre los artesanos y las milicias, y el grado y tipo de conciencia con los que arribaron a las crisis de 1808 y de la Independencia. Lo que denota ese periplo es que sus contiendas las libraron desde los terrenos de la institucionalidad y de los marcos normativos de la sociedad colonial. En algunos casos esas pugnas podían involucrar a todos los milicianos; en otras ocasiones, sólo a sus oficiales; y en todos los casos implicaban a las autoridades militares. A veces ganaban; muchas veces perdían. Pero lo importante es que los milicianos artesanos pardos y morenos medían sus fuerzas con las instituciones y las élites, en procura de sus aspiraciones tanto de distanciamiento con relación a los sectores plebeyos de la sociedad como de aminoramiento de las distancias sociales con relación al sector que estaba situado en el ápice de la pirámide social. Para lograrlo, reclamaban ser fieles vasallos, cumplidores de sus deberes, llevar una vida decente, y al mismo tiempo reconocían sus condiciones de subordinados. Los casos de enfrentamientos con otros sectores privilegiados que veremos a continuación muestran que lo que se puso de presente el último cuarto del siglo xviii fue una continua negociación. También revelan que las autoridades se vieron obligadas a negociar al ser conscientes de que las gentes libres de color constituían una pieza clave en la defensa del imperio. Asimismo, las necesitaban para poner límites al campo de negociaciones con los criollos notables, sustrayendo a las gentes de color de la esfera del poder civil y pasándolas al militar. En efecto, ya sustraídos en varios aspectos de la potestad de las autoridades civiles ejercidas por las élites y los individuos prestantes de la ciudad, los milicianos pardos y morenos del xviii disputaron para que se les permitiera usar la simbología y realizar los rituales que caracterizaban a la jerarquía militar blanca. El primer frente de batalla fue lograr unas relaciones de respeto

60 En 1630 el Rey ordenó a las autoridades militares de Cartagena no aceptar soldados mestizos y mulatos en las compañías del presidio. En 1643, 1648, 1649, 1652 y 1653 volvió a ratificar esa orden. Pero ya en 1655 solicitó al gobernador de Cartagena que le informara si era conveniente crear una compañía de mulatos oriundos de esta ciudad. Roberto Arrázola, comp., Documentos para la historia de Cartagena, vol. iii (Cartagena: tecnar, 2007), 104-105, 193-195, 211, 223-224; y vol. iv, 132-133. 61 agn, Milicias y Marina, t.46, ff.492r.-580v.

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entre los oficiales blancos y pardos. Éste era un punto clave, pues si el fuero militar les sustraía de muchas disposiciones de la justicia ordinaria, dentro de lo militar seguían enfrentando menoscabos y maltratos por parte de oficiales y soldados blancos. Dada la alta posición social que ocupaba la oficialidad blanca en la sociedad colonial, y por la misma naturaleza de la jerarquía dentro de la institución militar, los desafíos planteados por los oficiales pardos y morenos tocaban aspectos muy sensibles del orden colonial. Por eso, en 1779 la oficialidad blanca de los batallones de pardos de Panamá expresó su descontento por la decisión del gobernador interino de esa provincia de reglamentar en términos respetuosos las relaciones entre oficiales pardos y los oficiales y soldados blancos. Aquéllos se habían quejado al Gobernador por los maltratos que recibían de estos últimos, y reclamaban poner fin a los ultrajes. El problema, que venía de tiempo atrás, se agudizó a partir de 1773, cuando se concedió el fuero a los milicianos y oficiales de color. En ese entonces Joseph Pérez Dávila, recién llegado a Cartagena para organizar las milicias disciplinadas de esa plaza, apoyó la exigencia de que entre ambos sectores de oficiales se diera una relación mediada por expresiones de sumisión (los pardos y negros tenían que quitarse el sombrero al dirigirse a cualquier soldado blanco). Pero sus continuos enfrentamientos con otros mandos militares y el trabajo de organización de las milicias llevaron a que en 1779, en calidad de gobernador interino de Panamá, ordenara reducir esa expresión de subordinación sólo para lo relacionado con la prestación del servicio, único aspecto en el que debían relacionarse. Esta decisión molestó a los oficiales blancos, en especial la orden de que los oficiales pardos sólo debían descubrirse la cabeza en lo relacionado con el servicio militar, y que en la calle y plazas los blancos debían responder con cortesía, urbanidad y “política” el saludos de aquéllos. La oficialidad blanca demandó que las expresiones de subordinación de los pardos no sólo debía ser con los soldados blancos cualquiera que fuera el rango de éstos, sino con cualquier blanco: “Esto es querer violentar el buen orden de las gentes y aumentar paja a las injustas pretensiones de los pardos que aspiran a salirse de la esfera de su nacimiento a que deben estar

sujetos. La subordinación, cortesía y respeto es la base fundamental que ha de conservar

el buen orden de estas milicias, para evitar que se atrevan los pardos con sus respectivos

superiores […] por falta de corrección que les haya hecho conocer las diferencias que hay de unos a otros”62.

Años después, en 1789, nuevamente los oficiales pardos elevaban consultas para guardar luto por la muerte del rey Carlos iii en iguales términos que lo hacían los oficiales del Regimiento

62 agn, Milicias y Marina, t.40, ff.668r.-687v.

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Fijo. El virrey del Nuevo Reino informaba al Consejo de Indias que “engreídos los oficiales pardos con las insignias y charreteras de oro que se le han tolerado, aspiran en ser iguales en todo a los oficiales del ejército”. Luego de varias consultas el Consejo de Indias dictaminó, “[…] que el luto que deben llevar los oficiales pardos por muerte del Rey, reina, príncipe o princesa, sea un lazo negro sobre la cucarda encarnada del sombrero […] pero que no se les conceda en lo sucesivo insignia ni distinción que los confunda con los del ejército”63. Pese a esta última prohibición, el 19 de abril de 1797 el virrey Mendinueta remitió al Rey “las solicitudes de los oficiales pardos para que se les permita llevar las divisas que los del ejército; dice se los ha concedido provisionalmente, y pide Real aprobación”64. Madrid respondió que “s. m. no aprueba, ni desaprueba, y […] que espera […] del propio jefe [el virrey] dispondrá los ánimos de aquellos individuos a que admitan con gusto, luego de que la paz se haga, la uniformidad y constitución que para aquellos se halla prescrita”65. En defensa de su actuación, Mendinueta escribió nuevamente a Madrid que su decisión obedeció a solicitudes escritas de los oficiales pardos que querían asimilar sus estatus con el de los oficiales de color de otras colonias. El argumento de Mendinueta para ceder a la petición fue que en Cartagena no había la suficiente cantidad de blancos para formar un ejército que excluyera a las castas de color, y que a éstas había que estimularlas para la prestación del servicio66. Mendinueta también anotó que cuando los milicianos de Cartagena se desplazaron a Santa Fe de Bogotá a sofocar el levantamiento de los Comuneros (1781), el coronel José Bernett asintió que utilizaran esas insignias para infundirles ánimos y respeto entre la población del interior. El éxito que lograron en aplastar la revuelta comunera les subió la autoestima y al parecer continuaron usando algunos símbolos de sus respectivas jerarquías de oficialidad. Sin embargo, prosiguió Mendinueta, la entrada en vigencia del Reglamento de milicias del Nuevo Reino de Granada en 1794 acabó con esas prebendas, causando malestar entre la oficialidad parda, a la que culparon de algunos pasquines que circularon en Cartagena67 en 1794. El colofón de este cruce de cartas fue que para finales de 1798 desde Madrid se aconsejó al virrey Mendinueta que “atendiendo el Rey a la altivez característica que suelen demostrar los tales pardos espera que aquel jefe con su acostumbrada prudencia, vuelva a establecer, traigan o usen aquellos de las divisas estipuladas en el reglamento que rige a semejantes cuerpos”68. 63 agn, Milicias y Marina, t.2, ff.234r.-v.

64 ags, Secretaría Despacho de Guerra, leg.7067, exp.27, ff.154r.-155r. 65 ags, Secretaría Despacho de Guerra, leg.7070, exp.37, f.244r.

66 ags Secretaría Despacho de Guerra, leg.7069, exp.36, f.317r.-323r.

67 ags, Secretaría Despacho de Guerra, leg.7069, exp.36, f.317r.-323r. 68 ags, Secretaría Despacho de Guerra, leg.7068, exp.39, f.282r.

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Esas batallas en torno a los símbolos y rituales de distinción militar se trasladaron a otros frentes. En 1791 un capitán pardo y carpintero de oficio, un cirujano de la tropa de guarnición y un pintor, también pardos y vecinos de Portobelo, demandaban del Virrey echar atrás la prohibición establecida por el gobernador de esa provincia para que sus mujeres no usaran vestidos de seda y adornos de plata, oro y piedras preciosas, y en especial las sayas de terciopelo que la autoridad consideraba atributo exclusivo de las mujeres blancas69. El Gobernador los reconvino y les tomó declaración por haberse dirigido a la máxima autoridad del Nuevo Reino de Granada. Los milicianos pardos nuevamente se quejaron al Virrey y éste demandó del Gobernador que le informara lo que estaba sucediendo, y que no procediera contra ellos, manteniéndolos en sus cargos. En la queja al Virrey señalaban que elevaron una representación al Gobernador “suplicándole nos declarase la libertad, en que debía restituirse a nuestras consorte, hijas y demás mujeres pardas para el uso de las insinuadas sayas por ser así conforme a lo ordenado por Vuestra Excelencia […] negó dicho permiso, y facultad previniéndonos que no se luciere novedad en la observancia del día, ni se usase de las tales sayas”70. Pidieron al Gobernador que les restituyese el derecho a las pardas de usar sayas de terciopelo, mientras que el Virrey dispuso orden definitiva al respecto, pero les fue negado. Algo parecido sucedió en Valledupar en 1807, cuando Calancio González, artesano (tejero) y miliciano pardo, convenció a su madre y una amiga de que asistieran a las misas vistiendo saya y mantón y usando abanico, prendas que se consideraban de uso exclusivo de las mujeres blancas. Al ser reconvenidas para que no usaran esas indumentarias, el mencionado artesano nuevamente las convenció de que, acompañadas de otras pardas, se presentaran ante el alcalde ordinario con una representación en la que se preguntaban las razones para que no vistieran de esa forma. En el escrito se argumentaba que las pardas estaban “seguramente impuestas, que podemos usar este traje en las funciones de la iglesia permitido a la decencia de las personas que tienen con qué gastarlo”. El Alcalde remitió el caso a los tribunales militares, y el miliciano González y ambas mujeres fueron detenidos, y al final se retractaron y aceptaron que vestirse así representaba una forma de insubordinación y de querer asumir un estatus que no les correspondía71. En 1804 Tomás Morales, carpintero y subteniente de milicias pardas de Cartagena, entabló pleito contra el comerciante don Francisco Pacheco porque éste demandó verbalmente a la esposa de aquél por escándalo público. Debido a que la esposa de Morales se negó a declarar si su marido no estaba presente, el Alcalde ordenó que la encarcelaran. Morales entabló pleito aduciendo que el fuero militar cobijaba a toda la familia, y en consecuencia, que la demanda

69 agn, Fondo Policía, t.2, ff.461r.-467v. y 516r.-539v. 70 agn, Policía, t.2, ff.518r.-519r.

71 agn, Policía, t.8, ff.198r.-232v.

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de Pacheco debió instaurarse ante la justicia militar. El Alcalde le respondió que las esposas de oficiales pardos no disfrutaban de fuero. El pleito fue a segunda instancia al gobernador de la provincia, y Morales también demandó nulidad pues se violaban los procedimientos, dado que quien debía tener conocimiento del caso era el Virrey. Al final, el alcalde ordinario se vio obligado a dejar en libertad a la esposa de Morales, Pacheco tuvo que pagar las costas del proceso y el Virrey dio la razón a Morales en lo tocante a que las esposas de los oficiales milicianos de color también estaban cobijadas por el fuero militar72.

Epílogo

La relación de los artesanos milicianos de color con el Estado fue muy importante si se tiene en cuenta que la sociedad colonial estaba ordenada y jerarquizada desde y por el poder. Las normas legales establecían el marco general de las identidades, la ubicación de los distintos sectores sociorraciales en la jerarquía social, y en consecuencia, determinaban los márgenes de posibilidades de movilidad. Esas identidades asignadas desde el poder marcaban las relaciones en la vida cotidiana tanto con las instituciones como con otros sectores sociorraciales. En la triple condición de espacio de sociabilidad, de centro de las disputas entre las autoridades civiles y militares, y de escenario de continuas desavenencias con los soldados y oficiales blancos, la milicia rápidamente se politizó. Gracias a estas condiciones los milicianos de color articularon de mejor forma la conciencia sobre la desigualdad racial, pues en las disputas simbólicas planteadas por pardos y morenos la oficialidad blanca vio amenazados sus privilegios y demandó de las autoridades mano firme para someter a aquéllos a la total subordinación. La estrategia de estos últimos fue la de ser y mostrarse como leales y buenos vasallos y defensores de los intereses de la Corona, lo que les permitía ganar cierta protección de la altas autoridades. Fue gracias a estos contextos y a la utilización de esos recursos que los artesanos de color hicieron del servicio miliciano la mejor escuela para la participación en política y un medio para comprender de mejor forma las diferencias sociorraciales y la necesidad de luchar por alcanzar la igualdad. Los sucesos de la crisis de la monarquía (1808) y de la Independencia, al tiempo que profundizaron esos aprendizajes, también innovaron los mecanismos de participación en política de los artesanos milicianos. Esas crisis afectaron a las milicias de color por la pérdida del Rey como principal referente de cohesión y de autoridad, y su reemplazo por juntas de gobierno que se abrogaron el principio de la soberanía. A su vez, los gobiernos locales se vieron sometidos a agudas luchas de facciones por el poder, y a las presiones políticas de los sectores medios y bajos de la población. Esto último llevó a que las decisiones políticas de los milicianos de color

72 agn, Milicias y Marina, t.38, ff.671r.-685v.

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dependieran, además de factores como la raza y la ocupación, también de la pertenencia a redes sociales y políticas a las que estaban adscritos en la vida cotidiana de sus localidades. Entre 1810 y 1811 los criollos depusieron a las autoridades peninsulares y concentraron todo el poder en las diferentes provincias del Nuevo Reino de Granada, atribuyéndoles a los alcaldes ordinarios funciones civiles y militares. Durante estos sucesos las milicias pardas fueron sobrepasadas por lo que se ha llamado el ciudadano armado, gracias al aparecimiento en la vida pública de los sectores más bajos de la población, que presionaban con medidas de fuerza. La consecuencia más visible que resaltamos es que si durante el tránsito entre los siglos xviii y xix los artesanos habían conformado las milicias de gente de color, ahora múltiples sectores plebeyos emergieron en la vida política armada. Por ejemplo, el Cabildo de Cartagena formó dos batallones cívicos (Voluntarios patriotas y Conservadores de los augustos derechos de Fernando vii) bajo el control de los alcaldes, compañías que se organizaron según los tradicionales criterios raciales73. Poco después, y para reforzar la seguridad del Cabildo, el Alcalde creó el batallón de Lanceros de Getsemaní74. Estas medidas transformaron las milicias disciplinadas en patrióticas, integradas por vecinos no sustraídos de los avatares de la política diaria. Como la máxima oficialidad de los pardos y morenos eran blancos, y como aquéllos sólo podían lograr los grados de capitán, sargento 1° y 2° y cabo 1° y 2°, una de las exigencias planteadas por los milicianos patriotas el 11 de noviembre de 1811 era que en los cuerpos de pardos los oficiales fueran de esa condición sociorracial75, lo que muestra la centralidad que había alcanzado la combinación de la conciencia racial, miliciana y artesanal. Viejos artesanos milicianos que se habían retirado con grados de cabos, capitanes y sargentos, se colocaron al frente de esos batallones, gracias a que en esos cuerpos de patriotas la oficialidad fue elegida por sus integrantes76. Los viejos artesanos pardos (Pedro Romero, Pedro de Medrano, Ramón Viaña, Martín Villa, Nicolás Delfín, y otros empleados) fueron los que aportaron los mandos de las guardias patrióticas. Ya para 1812 desapareció la organización de milicias basada en distinciones raciales, y la Constitución de ese año consagró la existencia de los cuerpos de

73 “Edicto por el cual el Cabildo de Cartagena excita a los habitantes de la ciudad a procurar la unión, a que respeten y obedezcan a las Autoridades, y ordena la formación de dos batallones”, en Documentos para la historia de la provincia de Cartagena de Indias, hoy Estado Soberano de Bolívar, en la Unión colombiana, comp. Manuel E. Corrales, vol. 1 (Cartagena: Alcaldía de Cartagena/Universidad de Cartagena, 2011), 147-149.

74 José García de Toledo, “Defensa de mi conducta pública y privada contra las calumnias de los autores de la conmoción del 11 y 12 del presente mes [1811]”, en Documentos para la historia, 609-610. 75 José Urueta y Eduardo G. de Piñeres, Cartagena y sus cercanías (Cartagena: Alcaldía de Cartagena/Universidad de Cartagena, 2011 [1884-1912]), 756. 76 Manuel Núñez, “Exposición de los acontecimientos”, 95.

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patriotas que se habían creado en febrero de 181177. Para 1814 habían desaparecido las Guardias Patrióticas y se crearon las Guardias Nacionales.

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77 “Constitución política del Estado de Cartagena de Indias”, en Documentos para la historia, 816.

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Cristián Garay

Profesor del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile (usach) (Santiago, Chile). Licenciado y Magíster en Historia por la Universidad de Chile (Santiago, Chile), Doctor en Historia por la uned (Madrid, España) y Doctor en Estudios Americanos con mención en Relaciones Internacionales por la Universidad de Santiago de Chile (usach) (Santiago, Chile). Ha publicado recientemente: “La imaginación territorial chilena y la Apoteosis de la Armada de Chile 1888-1940. Otra mirada a los límites ‘naturales’”, Enfoques. Ciencia Política y Administración Pública ix: 15 (2011): 75-95, y “La larga marcha del estatismo. La resistencia a la Misión Klein-Saks 1955-1958”, en Reformas económicas e instituciones políticas: la experiencia de la Misión Klein-Saks en Chile, ed. Juan Pablo Couyoudmdijan (Santiago: udd/Facultad de Gobierno, 2011), 165-206. cristian.garay@usach.cl

Artículo recibido: 5 de julio de 2011 aprobado: 13 de enero de 2012 modificado:

11 de junio de 2012

doi: 10.7440/histcrit48.2012.03

Ï Este artículo es resultado de la investigación “El Tratado de 1904 y las Relaciones Internacionales de Chile y Bolivia”, financiada por la Universidad de Santiago de Chile a través del Proyecto dicyt–usach 030794gv.

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Las carreras armamentistas navales entre Argentina, Chile y Brasil (1891-1923) Resumen La perspectiva bilateral ha obstaculizado una visión de conjunto del problema de la competencia naval sudamericana entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Con base en una percepción del poder duro, la competencia naval no se interpreta como un episodio restringido al caso chileno-argentino o al argentino-brasileño sino como una determinación política regional inducida por la creencia de que ello aumentaría las expectativas de éxito en el sistema internacional. Esa búsqueda de prestigio concluyó por razones culturales en la década del veinte, por el wilsonismo, el descrédito de la vía de la seguridad colectiva tras la Primera Guerra Mundial y el clima pro-desarme en el mundo. Palabras clave: Historia latinoamericana, paz, seguridad internacional, carrera de armamentos, control de armamentos.

Naval arms race between Argentina, Chile and Brazil (1891-1923) Abstract The overview of the issue of South American naval competition between the late nineteenth and early twentieth century’ has been hindered by a bilateral perspective. Based on a perception of the hard power, naval competition is not interpreted as an episode restricted to the case of Chile-Argentina or Argentina-Brazil, but as a regional political determination induced by the belief that naval competition would increase the chances for success in the international system. This search for prestige ended in the 1920s due to cultural reasons, Wilsonianism, the path of collective security being discredited after World War I, and the global pro-disarmament climate. Key words: Latin American history, peace, international security, arms race, arms control.

As corridas armamentistas navais entre a Argentina, o Chile e o Brasil (1891-1923) Resumo A perspectiva bilateral tem obstaculizado uma visão de conjunto do problema da competência naval sul-americana entre finais do século XIX e começos do XX. Com base em uma perspectiva do poder duro, a competência naval não se interpreta como um episódio restringido ao caso chileno-argentino ou ao argentino-brasileiro, mas sim como uma determinação política regional induzida pela crença de que isso aumentaria as expectativas de sucesso no sistema internacional. Essa busca de prestígio concluiu por razões culturais na década de vinte, pelo wilsonismo, o descrédito da via da segurança coletiva depois da Primeira Guerra Mundial e o clima em prol do desarmamento no mundo. Palavras-chave: História latino-americana, paz, segurança internacional, corrida de armamentos, controle de armamentos.

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Las carreras armamentistas navales entre Argentina, Chile y Brasil (1891-1923) “Sólo se habla de armamentos, de acorazados y pertrechos bélicos, dependiendo, al parecer, la salud de la nación de la contratación de empréstitos que permitan invertir millones en la adquisición de blindados, cañones y elementos de combate”1.

Introducción: el equilibrio como tema

Una tradición nacional en las historiografías regionales ha descrito las competencias armamentistas en claves bilaterales, aisladas del proceso de equilibrio de poder sudamericano. En este caso, dicha cuestión alude al hecho de que tanto la historiografía chilena como la argentina han hablado de la carrera armamentista entre ambos países sin mencionar a Brasil o sin conectar unas con otras2. Esta interpretación reductivista no se compadece con el hecho de que la competencia fue un instrumento de ascenso internacional. Argentina fue el primero en usarlo contra Chile y luego contra Brasil en una secuencia interrumpida por la postulación fallida del pacto abc, como un medio de canalizar las capacidades bélicas de los tres países. En este sentido, la Guerra del Pacífico cambió la valoración estratégica del medio naval, debido a que hasta hacía poco —piénsese en la Guerra de la Triple Alianza— incluso Brasil y Argentina estaban estructuradas sobre marinas fluviales, antes que océanicas. La disputa chilena-peruana por el dominio del mar colocó para argentinos y brasileños el acento en el papel de las Armadas en el equilibrio de poder sudamericano. Al abordar una cuestión teórica precedente se plantea la pregunta por ¿qué es una carrera armamentista? En forma breve, puede decirse que una carrera armamentista es una competencia entre dos o más contendores que se perciben como amenazados para alcanzar un nivel de seguridad a través de la adquisición de armas y equipos. Para un actor puede ser un objetivo alcanzar la superioridad, y para otro, la equiparidad, o bien ambos pueden estar empeñados en obtener la ventaja. La paradoja es que las carreras armamentistas suelen ser estériles, ya que, de acuerdo con el Dilema de Seguridad, se resuelven en una competencia que es tan intensa e incontrolable que los equipos y armas adquiridos se vuelven insuficientes para procurar la seguridad,

1 “La Paz Armada”, El Diario Ilustrado, Santiago, 2 de abril, 1902.

2 Una presentación preliminar de este tema en Cristián Garay “Una carrera armamentista. La competencia naval entre Argentina, Chile y Brasil 1891-1922” (ponencia presentada en el seminario Una Dimensión de la Seguridad Regional: Armamentismo, Gasto e Inversión en Defensa, Santiago, Chile, 13 de enero de 2010).

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y pueden generar un gasto tal que terminan incentivando un enfrentamiento como el que ocurrió entre Chile y Argentina entre 1895 y 1902. El otro problema teórico es que se suele confundir el equilibrio militar con la noción de equilibrio de poder. La adquisición de armas y equipos responde, según los conceptos examinados, a una categoría que un autor militar español ha denominado el equilibrio de fuerzas en presencia, y que es distinto al concepto de equilibrio3. El equilibrio militar consistiría en la compensación de armas y equipos existentes, hasta lograr la capacidad de confrontar en igualdad de condiciones, al menos, al eventual competidor. Pero el equilibrio de poder es otra cosa. Aunque existen muchas definiciones, se podría decir que es la forma como se reparte el poder en el sistema internacional, de modo que resulte adecuado para mantener los privilegios de algunos actores en detrimento de otros, sin perjudicar ni afectar el estatus y supervivencia de los Estados con menos poder en él4. Cuando el equilibrio se rompe del todo, surgen la absorción, la guerra y la derrota. El equilibrio de poder no supone un reparto equitativo o justo del poder, sino que consagra cierta limitación a la acumulación de éste. De ahí las virtudes “morales” que algunos han atribuido al equilibrio, especialmente entre los tratadistas ingleses del siglo xix. Pero desde nuestra perpectiva, con una mirada más escéptica, no atribuimos a dicho equilibrio ningún sentido moral, sino que reconocemos la existencia de una política tal cual es, la realpolitik. En ese sentido, el equilibrio opera como un mecanismo regulador de las relaciones de poder, y en ciertos momentos construye constelaciones de alianzas escritas y no escritas, para limitar el poder, obtener la seguridad y potenciar la capacidad más allá de los propios medios. Estos elementos nos permiten proponer como hipótesis de trabajo que la carrera armamentista en América del Sur se dio de la mano de los tres países que podían bregar por la superioridad militar, y que ésta perdió su utilidad cuando el equilibrio militar no fue capaz de comprender el cambio del poder internacional. De modo que el equilibrio militar, al fin de cuentas, terminó siendo rehén del cambio de equilibrio: si Argentina se impuso frente a Chile, se frustró ante Brasil. Para entender esta cuestión hay que precisar que el equilibrio de poder supone en sí mismo una disparidad en la distribución del poder militar, que es sólo un fragmento del poder nacional en juego. Nadie pensaría, por ejemplo, que el equilibrio o paridad militar entre Chile y Bolivia sería significativo para la paz en América del Sur y ni siquiera necesario, porque las capacidades de Bolivia no amenazan a Chile. Lo mismo se puede decir de Paraguay y Uruguay. De modo que

3 Fernando de Bordeje Morencos, Diccionario militar estratégico y político. Guía para el lector (Madrid: Editorial San Martín, 1981). 4 Cristián Garay Vera y José Miguel Concha, “La alianza entre Chile y Bolivia entre 1891 y 1899. Una oportunidad para visitar la teoría del equilibrio”, Enfoques. Ciencia Política y Administración Pública vii: 10 (2009): 205-234.

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los equilibrios militares se deben ver en el juego de la distribución internacional del poder, y sólo amenazan este equilibrio general cuando se desorbitan de la capacidad interna de un Estado, es decir, cuando se adquiere tal cantidad de poder militar que se convierte en amenaza para el equilibrio político, o cuando induce a una confrontación militar. Los enfoques bilaterales han predominado en la interpretación del sistema internacional sudamericano5, desconectando los casos de la configuración y estabilización del equilibrio de poder regional que duró hasta fines del siglo xx. El origen es fácil de prever. Al ser estudios de conflictos fronterizos, de historia diplomática, ha sido fácil centrarse en enfoques bilaterales. Esta falencia es estructural a todas las perspectivas que la desagregan convencionalmente en sus partes chileno-argentina y brasileño-argentina, sin darle jamás un significado común. Sin embargo, la competencia naval argentina es un fenómeno de mediano plazo, centrado en la obstrucción del ascenso de Brasil como potencia naval.

1. La primera fase: Argentina-Chile

Primero que todo, hay que advertir que el tema de la competencia naval es parte de la competencia política chileno-argentina acentuada tras la Guerra del Pacífico. Pablo Lacoste, por su parte, hace notar que en la época la noción de potencia militar implicaba una serie de conceptos culturales, como el vigor de la raza, el prestigio de las naciones y, sobre todo, la convicción de que en el terreno naval “la seguridad del Estado era directamente proporcional a su flota de guerra. La disponibilidad de una armada poderosa era, sin duda, un tema clave de la época”6. Un testimonio de esta línea de pensamiento se encuentra en el diputado conservador Malaquías Concha, en 1900, cuando defiende la instalación del servicio militar: “Los gobiernos más retrógrados concluirán por comprender que el choque de dos ejércitos sobre un campo de batalla, se reduce en ultimo análisis, al choque de inteligencias. La

lucha elimina despiadadamente a las sociedades más ignorantes y retrogradas. La primera medida de seguridad es la instrucción”7.

Para iniciar la carrera naval Argentina requirió apoyo externo y lo encontró en 1896 en el rey Humberto i de Italia, quien ordenó a los astilleros Ansaldo y Orlando construir cruceros de más de 7.000 toneladas. Además, los acorazados Garibaldi y Varese ondearon bandera argentina, y se

5 Como excepción destacamos a Seward W. Livermore, “Battleship Diplomacy in South America, 1905-1925”, The Journal of Modern History 1: 16 (1944): 31-48. 6 Pablo Lacoste, La imagen del otro en las relaciones de la Argentina y Chile (1534-2000) (Santiago de Chile: fce, 2003), 315.

7 “Discurso del Diputado Dn. Malaquías Concha en la discusión del Servicio Militar Obligatorio (Sesión del 23 de julio de 1900)”, El Ferrocarril, Santiago de Chile, 25 de julio, 1900.

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inició la construcción del Pueyrredón y del Belgrano. De acuerdo con Lauro Nono y Fabián Brown, ese año “La supremacía naval chilena quedó anulada”8. De todas maneras, si en 1895 la escuadra chilena todavía superaba a la argentina, en 1898 se consigna la equiparidad con el conteo de las naves y del tonelaje realizado por el almirante argentino Juan A. San Martín9. De cierta manera, en 1898 empezó propiamente la carrera armamentista. En Chile se encendieron las alarmas, debido a que el pedido de cuatro cruceros de la clase Garibaldi suponía un cambio profundo en el balance de fuerzas con Argentina. Y ante la perspectiva de una nueva adquisición chilena, el presidente Roca advirtió a Subercaseaux, el embajador chileno en Buenos Aires, que “la Argentina estaba dispuesta a contrabalancear cada adquisición naval chilena con la compra del doble de barcos de guerra que el gobierno de Santiago decidiera incorporar”10. A la compra de la Chacabuco por Chile, Argentina respondió con la adquisición de dos naves de la clase Garibaldi, más grandes y rápidas que las anteriores: el Rivadavia y el Moreno. La diplomacia chilena intentó moverse en el mercado de buques sin mucho éxito, tratando de comprar los defectuosos y desfasados cruceros de la clase Indiana a Estados Unidos, pero no le fueron vendidos. En 1898, el Gobierno chileno usó sus reservas de oro y ordenó la compra de dos buques de 11.000 toneladas, que fue superada al instante por Argentina con dos pedidos de 15.000, y seis destructores de la clase Nembo. Con ello la superioridad naval argentina era manifiesta. A esto se unía el deseo de bolivianos y peruanos de incluir a Argentina como un eventual aliado en un conflicto, de lo que resultó también el alineamiento tripartito en la Conferencia Panamericana de México (1901-1902), que intentó introducir un arbitraje obligatorio respecto de conflictos armados pasados y futuros, y que fue bloqueado por las diplomacias chilena y colombiana11. En Chile cundía la alarma. El ex embajador chileno en La Paz, Abraham König, transcribió en su diario el 11 de mayo de 1898: “Carlos Walker publica un reportaje en La Tarde en que habla de que es preciso prepararnos para la guerra y que hasta vendería la Plaza de Armas para ello si fuese necesario. Esto, y la compra de buques de la Armada, hace que tengan lugar sesiones secretas en

8 Lauro Nono y Fabián Brown, Riccheri, el Ejército del siglo xx (Buenos Aires: Editorial María Girlhanda, 1999), 124.

9 Juan A. San Martín, “Nuestra Marina al iniciarse la segunda presidencia del General Julio A. Roca”, Boletín del Centro Naval 637 (1957): 435-469. Otros autores sugieren que la escuadra argentina en 1898 era superior tanto en tonelaje como en poder de fuego, si se agregaba el recién llegado Pueyrredón. Ver Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, Tomo vii (Buenos Aires: cari /Nuevo Hacer, 1999), 45. 10 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 45.

11 Sobre la sintonía entre Santiago y Bogotá, Mauricio E. Rubilar Luengo, “Guerra y diplomacia: las relaciones chilenocolombianas durante la guerra y postguerra del Pacífico (1879-1886)”, Universum 19: 1 (2004): 148-175.

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la Cámara de Diputados los días 3 y 4 de junio”12. Por su parte, el ministro de Hacienda, Zañartu, reconocía que “ha encontrado cerradas las puertas en Europa para contratar un empréstito”, con el fin de seguir comprando armas y buques13. Para sortear la dificultad, el Ministro contrató con el Banco de Tarapacá un préstamo de 400 mil libras, y como esto derrumbaba el crédito de Chile en el exterior, se disimula la situación declarando que se trataba de una operación interior, y no de un empréstito. Dos días después se reunió el Senado chileno y trató sobre los pactos con Perú y Bolivia. En esta circunstancia, y potenciando su situación, Argentina apostó por apoyar las demandas de Perú y Bolivia para contrastar el poder bélico chileno. Argentina contactó a Alemania y adquirió ingentes cantidades de fusiles —el famoso Mauser argentino—, ametralladoras y cañones. El sentido de estas adquisiciones está magníficamente expuesto en una carta del coronel Pablo Riccheri dirigida al presidente Roca, fechada en Karlsruhe (Alemania) el 29 de octubre de 1895: “hoy más que nunca la Patria necesita plata, y más plata para completar sus armamentos”14. Hacia 1899 la carrera armamentista entre Chile y Argentina empezaba a afectar financieramente a ambas naciones15. En la disyuntiva Chile trató de compensar el esfuerzo argentino, pero siempre a destiempo y con adquisiciones que minaron su capacidad de competir con el vecino. En ese momento aconteció el problema de Puna del Desierto, cuando Bolivia entregó el territorio que supuestamente iba a ser ocupado por Chile a cambio de congelar las reclamaciones argentinas por Tarija. Pero el inconveniente entre Chile, Argentina y Bolivia estuvo a punto de degenerar en conflicto y a duras penas se solucionó. A ojos argentinos, en “1901, Chile reinició la carrera armamentista con la compra de seis cazatorpederos y la creación de la Guardia Nacional. La Argentina contestó con la sanción de la Ley del Servicio Militar Obligatorio. A fines de año, las relaciones alcanzaron el mayor grado de tensión”16. Esto además se dio por el incremento de los incidentes fronterizos entre 1899 y 1900, los reclamos por la fundación de San Martín de los Andes y la ocupación del lago Lácar, y en 1901, las incursiones policiales argentinas en Última Esperanza. Incluso, tras el Abrazo del Estrecho en 1899 entre los presidentes Errázuriz de Chile y Roca de Argentina, se temía la guerra cuando ya las cajas de ambos

12 Abraham König, Memorias íntimas, políticas y diplomáticas de don Abraham König. Ministro de Chile en La Paz, comp. Fanor Velasco (Santiago: Imprenta Cervantes, 1927), 26. 13 König, Memorias íntimas, 26.

14 Citado por Rosendo Fraga, La amistad Roca Riccheri a través de su correspondencia (Buenos Aires: Círculo Militar, 1996), 236. 15 Mario Barros Van Buren, Historia diplomática de Chile 1541-1938 (Santiago: Editorial Andrés Bello, 1990), 577-578. 16 Lauro Nono y Fabián Brown, Riccheri, el Ejército, 120.

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países estaban al borde del colapso17. Y fue esta escalada la que provocó la derrota de los maximalistas tanto en Argentina como en Chile. La situación era evidente para los más lúcidos en ambos lados de la frontera pero la prensa “patriotiotera” de uno y otro lado no cedía a razones. La carencia de respaldos para nuevos créditos produjo que en “marzo de 1902, se sumaron otros actores que ejercerían decisiva influencia en las negociaciones de paz: las bancas Baring y Rothschild. La primera fuerte en Buenos Aires y la segunda, en Santiago de Chile”18. La oposición de los banqueros al conflicto tuvo tal fuerza que terminaron presionando al Gobierno inglés para que detuviera las compras de buques. Sin el crédito y sin el apoyo de Gran Bretaña el resultado fueron los compromisos de 28 de mayo, también llamados Pactos de Mayo, que consagraron la superioridad naval argentina. Esto no fue gratis: Buenos Aires reconocía la esfera del Pacífico como el área de influencia chilena19. Esta negociación perjudicó las aspiraciones irredentistas de Perú y Bolivia y da un nuevo giro, necesariamente más amistoso, a sus relaciones con Chile, que emergíó con la capacidad de dirimir sus problemas sin el fantasma de Argentina en los “asuntos del Pacífico”. Para ese entonces la competencia naval había superado con creces las capacidades financieras y estratégicas de ambos países. Chile era el país que tenía más tonelaje por habitante y Argentina estaba en otro lugar destacado por encima de Gran Bretaña, dueña de la primera flota del globo. Ocupaban el 6º y 7º lugar en tonelaje entre las diez grandes flotas, contabilizando entre ambos un total de 39.000 toneladas. Pero ninguno desarrolló industria ni tecnologías propias20. La banca británica cerró el ciclo de las intimidaciones, pues atemorizada por el default de ambos Estados presionó más el partido de la paz en cada país, para negociar y firmar el Tratado de 1902, que contenía cuatro partes: 1) el Acta Preliminar, 2) el Tratado general de Arbitraje, 3) la convención sobre Limitación de Armamentos Navales y 4) el acta de arbitraje sobre los hitos demarcatorios en terreno. En el Acta Preliminar, Chile afirmó su derecho a expansiones sancionadas por tratados, en contra de Argentina, que la rechazaba de modo expreso e incondicional. En cuanto a la Limitación de Armamento Naval se estipuló su cumplimiento en el plazo de un año, prohibiéndose adquirir embarcaciones por cinco años. Las disposiciones de limitación

17 En 1890 diez años de carrera desataron una crisis económica, la Crisis Baring, llamada así por la crisis de Baring Brothers. Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 47, y Roberto Dante Flores, Gran Bretaña entre Argentina y Chile. Su influencia económica (1879-1999) (Buenos Aires: Ediciones Cooperativas, 2008), 185-190. 18 Lauro Nono y Fabián Brown, Riccheri, el Ejército, 123.

19 Lauro Nono y Fabián Brown, Riccheri, el Ejército, 123. Desde luego, esto rebate la interpretación de estos autores, que afirman que la paz era producida por el armamentismo argentino. La guerra, no la paz, era el objetivo de Riccheri. En Chile ocurría algo similar. 20 Pablo Lacoste, La imagen del otro. Ello no era imposible; Chile, por ejemplo, desarrolló una industria ferrocarrilera de avanzada.

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naval consagraban la superioridad naval oceánica de Argentina21. El cierre de la competencia trae también la delimitación naval y ésta se cumple inexorablemente, pese a los temores expresados en la prensa chilena de un aprovechamiento argentino. Por ejemplo, una crónica realizada en noviembre de 1903 afirmaba: “Dícese que el ministro de marina se opone al traspaso hasta que Chile no venda los acorazados que construye en Inglaterra”22, y posteriormente se informa que se firmó el contrato de venta de los acorazados Rivadavia y Moreno, y en caso de que Chile no vendiera el suyo, Argentina estaría dispuesta a comprarlo sin romper el equilibrio23.

2. Un interludio de cooperación, el abc

La firma del Tratado de 1902 tenía de parte de Argentina otro interés adicional: el de aislar a Brasil, que incrementaba su poderío internacional bajo la mano del Barón de Rio Branco, en cierta alianza con Estados Unidos. Chile buscaba también crear una entente sudamericana abc que pudiera contestar a la creciente influencia estadounidense. Tras la eclosión belicista y nacionalista en Chile dominaba el partido de la paz y americanista, y en 1903 presentó ante el Gobierno argentino un texto para crear “alianzas internacionales, de la necesidad de acuerdos entre las republicas sudamericanas para defenderse contra posibles agresiones, y de un concepto o acuerdo de las potencias regionales para mantener la paz en el continente”24. En este contexto surgió el tema del apoyo a Colombia, debido a la crisis de Panamá. Para La Prensa de Buenos Aires el interés de Chile por Colombia surgía del rechazo de Ecuador al establecimiento de una alianza categórica contra Perú, y recordó supuestas divergencias entre el Ecuador de Leónidas Plaza y Chile25. Esa idea motivó el envío de un crucero chileno a la crisis de Panamá en 1903 y también la respuesta de Washington de impedir toda acción naval en contra de la revuelta separatista. Los diarios recogieron la advertencia: “Washington, 11. - el crucero Boston ha recibido orden de dirigirse a Buenaventura. Su comandante lleva instrucciones para significar a las autoridades

21 Se argumenta que la reducción fue mal negociada, ya que la flota chilena, muy dispareja, podía deshacerse de varios cruceros rápidos (Prat, O’Higgins, Zenteno, Pinto y Errázuriz) con 23.200 toneladas, y conservar los dos acorazados nuevos y una flota que navegara a 22 nudos, que aunque más liviana en tonelaje era más potente que la argentina. Pero ello nos parece imposible de negociar en forma aceptable para Argentina. Véase, Rodrigo Fuenzalida Bade, La Armada de Chile. Desde la alborada al sesquicentenario (1813-1968). vol. 4. Desde el comienzo de la Guerra Civil (1891) hasta el sesquicentenario de la Marina (1968) (Valparaíso: Editorial Revista de Marina, 1988). 22 “Venta de acorazados”, El Mercurio, Valparaíso, 13 de noviembre, 1903, 5. 23 “Venta de acorazados”, 3.

24 Anexo a la memoria de 1903, Min. de rr.ee. y de Culto de Bolivia, La Paz, 1903, 233, citado por Robert Burr, By Reason or Force. Chile and the Balancing of Power in South America, 1830-1905 (Los Ángeles: University of California Press, 1967), 256. 25 “Diplomacia chilena (Telegrama de Buenos Aires)”, El Mercurio, Valparaíso, 11 de noviembre, 1901, 3.

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colombianas que es completamente inútil que piensen enviar fuerzas a Panamá, pues los Estados Unidos les impedirán desembarcar”26. El fracaso de la maniobra chilena de respaldar a Colombia en ese trance, ampliamente descrita por Emilio Meneses, fue consecuencia de las estipulaciones del Tratado de 1902 que redujeron el poder naval chileno e incentivaron la cooperación entre los entonces rivales sudamericanos27. No obstante, el tema de la proyección del poder naval más allá del horizonte vecinal persistió. En 1903 Gregorio Santa Cruz, teniente 1° de la Marina, presentó una memoria con el título de La Defensa Naval del País, donde sostenía: “No puede, en realidad, existir problema más interesante que el de su defensa naval para un país como Chile que tiene 2,500 millas de litoral marítimo, a lo largo de los cuales hallamos centros de producción tan valiosos como la zona salitrera y puertos como Valparaíso, Talcahuano, Lota, Valdivia y Punta Arenas”28. Desvelado por la cuestión de Panamá, pensaba en una base que permitiera una proyección en todo el Pacífico Sur: “[…] insinúa la idea de que la apertura del Canal de Panamá producirá una alteración completa en las condiciones estratégicas de nuestro país, por lo cual cree que debiéramos entrar en una arreglos con alguna nación amiga para obtener un punto de apoyo en el Pacífico Equinoccial”.

“Un puerto en las Galápagos serviría […] admirablemente este propósito y nos ayudaría a ser más efectiva nuestra defensa en el Pacífico, aumentando nuestro radio de acción”29.

La búsqueda de un equilibrio a toda costa se concretó en el Tratado “secreto” Abadía MéndezHerboso entre Colombia y Chile, motivo por el cual se interpeló al Ministro de Relaciones Exteriores en el Congreso del primer país. En efecto, el conservador colombiano Miguel Antonio Caro pidió, en medio de la discusión en el Senado sobre la ratificación del Tratado del Canal y la crisis de Panamá, que se conociera el informe “acerca de un tratado celebrado entre Colombia y Chile, por el cual se arreglaban los límites entre Colombia y Ecuador”30. El Ministro de Relaciones

26 “Estados Unidos impedirá todo ataque a Panamá. Notificación a Colombia”, El Mercurio, Valparaíso, 11 de noviembre, 1903, 4.

27 Emilio Meneses, El factor naval en las relaciones entre Chile y los Estados Unidos (1881-1951) (Santiago: Ediciones Pedagógicas Chilenas s.a./Hachette, 1989), 101-110. 28 “La Defensa Naval del País. Una memoria del Teniente Santa Cruz. Bases de Operaciones para la escuadra”, El Mercurio, Valparaíso, 12 de noviembre, 1903, 5.

29 “La Defensa Naval del País”, 5. Efectivamente, el Gobierno chileno buscó establecerse en las islas Galápagos en un acuerdo de venta con Ecuador, Ferenc Fischer, “¿La Guantánamo del océano Pacífico?”, en El modelo militar prusiano y las Fuerzas Armadas de Chile 1885-1945 (Pécs: University Press, 1999), 71-87. 30 “Chile y Colombia. Tratado secreto. Interpelación al gobierno en el Senado”, El Mercurio, Valparaíso, 15 de noviembre, 1903, 4, tomado de El Relator, Bogotá, 19 de septiembre, 1903.

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Exteriores colombiano respondió incómodo que existían tratados secretos entre otros países como Francia y Rusia, pero eludió reconocer como verdadero el texto chileno-colombiano publicado en París, Londres y otras capitales31. Consistente con esta visión, en 1908 el Canciller chileno propuso a su par argentino, Estanislao Zeballos, la firma de un tratado de este tipo con una cláusula de alianza defensiva y otra de limitación de armamento naval, que fue rechazado por Buenos Aires para no incluir a Brasil. Pero en 1914 los tres países actuaron en la crisis mexicana a petición de Estados Unidos en las Conferencias del Niagara Falls32. Como consecuencia de lo anterior, en mayo de 1915 se firmó el Tratado del abc para solucionar problemas no previstos por acuerdos anteriores. El tratado no fue ratificado en la Cámara de Diputados argentina ni en la chilena. Brasil lo ratificó pero no lo aplicó. El fracaso se puede explicar de varias maneras. Una de ellas, que la pretensión de ser un eje de poder fue demasiado para los tres países, y especialmente para Argentina, que trataba de contrabalancear a Chile con la inclusión de Perú. Tampoco Brasil, seguro de su poder, se esforzaba mucho, y por eso en la historiografía brasileña chocan dos interpretaciones: “de um lado, Bueno e Ricupero, que não o identificam como expressão de uma política contrária aos eua; de outro, Bandeira, que vê no projeto uma tentativa de resistir à penetração dos eua na América do Sul”33. Más específicamente, “A partir dessas leituras, torna-se plausível a hipótese de que o projeto de 1909 contem-

plava o estabelecimento de uma hegemonia compartilhada entre o Brasil, a Argentina e o Chile sobre a América do Sul: ao abc caberia, portanto, desempenhar o papel de garante da

ordem na região. […] Tampouco se sustenta a idéia de que representava uma tentativa de limitar a penetração imperialista no subsistema sul-americano, pois, na verdade, limitavase a complementar os tratados bilaterais de arbitramento”34.

En abril de 1922 el diplomático chileno Bertrand Matthieu insistió ante el presidente Alessandri en reflotar la idea de un desarme y de paso aliviar la deuda externa35. En 1923 Chile insistió en el tema, pero fue desechado por el presidente Marcelo T. de Alvear, quien manifestó que podía despertar susceptibilidades en países más pequeños. Alessandri quería un liderazgo moral para América Latina, pero su discurso cayó en el vacío de una Argentina a la que no le

31 “Chile y Colombia. Tratado secreto”, 4.

32 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 54-55.

33 Guilherme Frazão Conduru, “O subsistema americano, Rio Branco e o abc”, Revista Brasileira Política Internacionais 41: 2 (1998): 78. 34 Guilherme Frazão Conduru, “O subsistema americano”, 79.

35 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile (amre), Fondo Histórico General. Correspondencia de Matthieu a Barros, N. 73, Washington, 12 de abril de1922, y Barros a Matthieu, N. 54, Santiago de Chile, 18 de abril de 1922.

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interesaba el asunto, y de un Brasil que, inquieto por las aparentes señales de simpatía chilena por Argentina, se inclinaba por aliarse con Estados Unidos36.

3. La segunda fase: Argentina-Brasil

Al igual que la génesis de la competencia argentina, la brasileña se inició con la constatación de que el poderío naval chileno y argentino era mayor que el propio y se acrecentó con la humillación provocada por el Caso Panther37. En 1904 Brasil encargó tres acorazados del tipo Dreadnoughts de 12.000 a 15.000 toneladas, tres cruceros, seis cazatorpederos, tres submarinos, y navíos auxiliares38. En 1905 Argentina decidió responder al reto, y en marzo del año siguiente anunció sus compras: “Confirmase el rumor de que los nuevos acorazados serán de 14 mil toneladas. El gobierno propónese además adquirir 10 destroyers de 400 toneladas y del maximum de andar conocido con éxito. Estos costarían 70 mil libras esterlinas cada uno”39. En 1906 ya se preveía el fin de las limitaciones navales con Chile y, por tanto, Argentina se sentía liberada para competir con Brasil40. Así se inició la segunda carrera. Para la perspectiva argentina, ella fue consecuencia natural del desafío brasileño y de la expansión del poder del canciller Rio Branco41. Una nueva fase se inició con el encargo de Brasil hacia 1908 de dos acorazados, dos cruceros, diez destructores y tres submarinos. Y que eran consecuentes con otros aspectos de un “plan de política exterior que tuvo por objetivo el engrandecimiento brasileño. Otros aspectos de este plan fueron la expansión territorial, el estrechamiento de las relaciones con el gobierno de Estados Unidos, el ascenso de las misiones diplomáticas brasileñas al nivel de embajada y la obtención del primer cardenal sudamericano”42.

36 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 78-79; Frederic W. Granzert, “The Baron do Rio Branco, Joaquim Nabuco, and Growth of Brazilian-American Friendship, 1900-1920”, hahr 22 (1942): 432-451; y Francisco Fernando Monteoliva Doratioto, “A Política Platina do Barão do Rio Branco”, Revista Brasileira da Política Internacionais 43: 2 (2000): 136.

37 En 1905, durante una visita del cañonero alemán Panther, marineros de ese país bajaron a un puerto brasileño a detener a unos desertores alemanes. No se pudo impedir la violación del territorio, y aunque mediante gestos diplomáticos se solucionó el incordio, quedó en claro la falta de poder para impedir el hecho. José Joffily, O caso Panther (Río de Janeiro: Editora Paz e Terra, 1988). 38 Francisco Fernando Monteoliva Doratioto, “A Política Platina”, 137.

39 “Los nuevos acorazados”, Diario Ilustrado, Santiago, 13 de marzo, 1906, 2.

40 “La adquisición de buques”, Diario Ilustrado, Santiago, 2 de marzo, 1906, 2. 41 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 119-120.

42 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 119. En 1905 la legación en Washington se transforma en Embajada e inmediatamente el diario afín a Zeballos, La Prensa, se alarma por este hecho, ver Amado Luiz Cervo y Clodoaldo Bueno, História da Política Exterior de Brasil (Brasilia: Instituto Brasileiro de Relações Internacionais/Editora da Universidade de Brasilia, 2002).

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En 1908 parecía que la guerra sobrevenía de manera inminente y Brasil evaluaba su propia defensa insatisfactoriamente. A esta maniobra de fortalecimiento se opuso el canciller argentino Estanislao Zeballos, alentado por el presidente Figueroa Alcorta. Este último afirmaba: “no podemos permitir que otro país sudamericano nos aventaje en poder naval. Ningún sacrificio nos debe detener”43. Paradójicamente, ahora Argentina planteaba como tesis la equivalencia naval, cuando en 1902 consagró la de la superioridad naval frente a Chile. Ese año el Congreso argentino denunció el Acta de Limitación Naval con Chile para rearmarse ante Brasil. En 1909 Rio Branco dio un golpe maestro: presentó a Puga Borne un tratado de cordial entente que, aunque abandonado casi al instante, precipitó a los argentinos a una relación amistosa, so pena de un entendimiento brasileño-chileno. En marzo de 1911 el presidente argentino Sáenz Peña envió a su agente Ramón J. Cárcamo para poner fin a la carrera armamentista, quedando ambos comprometidos en un acuerdo de caballeros a renunciar a un tercer acorazado. De todas maneras, el argentino rechazó la propuesta de Rio Branco de incluir en la paridad naval a Chile, argumentando que ello ofendería al Perú44. La consecuencia natural de esta competencia era que Argentina pretendía impedir a Brasil la equiparación con su flota, una aspiración que para los observadores externos era inviable. En 1910 Argentina solicitó, para responder en un conflicto con Brasil, dos nuevos acorazados tipo Dreadnoughts, el Moreno y el Rivadavia, que llegaron en 1915. Sobrepasado el equilibrio naval, el Gobierno de Chile ordenó el Plan del Centenario, y en 1910 encargó dos acorazados a Inglaterra, de los cuales sólo se concreta el acorazado Almirante Latorre pero con demora porque primero participa en la Primera Guerra Mundial45. Respecto del segundo, como coincidió con la Primera Guerra Mundial, nunca se fabricó, pero en compensación Reino Unido entregó una partida de buques y submarinos a bajo precio, dándose Chile el lujo de desechar la incorporación de un portaaviones a la flota. Entregado a Chile en 1922, el Almirante Latorre se incorpora de lleno como el último gran acorazado de la región, el único super Dreadnoughts. Afortunadamente, por la demora en llegar y porque no le siguieron nuevas adquisiciones ni de Chile ni de los restantes países, no fue origen de una nueva carrera naval.

43 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 119.

44 Francisco Fernando Monteoliva Doratioto, “A Politica Platina”, 141.

45 Juan Ricardo Couyoumdjian, “El Programa Naval del Centenario y el Acorazado Latorre”, en Actas del iv Simposio de Historia Marítima y Naval Iberoamericana (Madrid: Instituto de Historia y Cultura Naval, 1999), 199-221.

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4. El desguace, el desarme, la desidia

La Primera Guerra Mundial produjo un cambio no sólo en el mercado de buques, sino en la valoración social de las adquisiciones navales. Era impensable lo que le transmitía el embajador chileno, Irarrázabal, a su gobierno en 1914, a propósito de la supuesta venta del Almirante Latorre: “El Ministro de la República Argentina me ha manifestado anoche confidencialmente que su Gobierno desea vender buques actuales porque han resultado malos y desea encargar otros mejores a Inglaterra”46. Con todo, en 1914 los escarceos de Chile, Argentina y Brasil por encontrar un acomodo a su rivalidad se plasman en la idea del abc y su intervención conjunta en el conflicto mexicanoestadounidense47. La idea de una cooperación naval en el abc se discutía intermitentemente sobre todo en relación con Brasil. El diario chileno El Porvenir de Santiago de Chile comentó acerca de la firma del Tratado de Navegación entre Chile y Brasil, firmado el 10 de enero de 1896, que era la fórmula para avanzar en una flota combinada, “pudiendo [Chile y Brasil] disponer en cualquier momento, además de sus buques de línea, de 30 ó más cruceros de guerra con tripulaciones y personal de oficiales adiestrados”48. En una carta del Ministro a la legación en Brasil, éste pone de relieve el peligro de guerra y que ha sostenido una conversación “[…] con Embajador Brasil i el Ministro de la República Argentina sobre conveniencia de que en estos momentos i para evitar guerra desastrosa nuestros respectivos Gobiernos ofrezcan inmediatamente sus buenos oficios sobre bases que conciliasen amor propio nacional tres contendientes [Estados Unidos y los líderes mexicanos Carranza y Huerta] i antes de que se produzcan situaciones irrevocables”49.

En este panorama se entiende el rechazo a un artículo periodístico del general Jorge Boonen sobre la influencia del transandino por Salta (Argentina), cuando insinuó que el abc debía ser con Bolivia, y no con Brasil50. El tema empieza a circular en la Cancillería chilena. Este panorama

46 “Telegrama 22, al Ministro de Chile en el Brasil”, 13 de mayo de 1914, en amre, Fondo Histórico General, vol. 472: Telegramas cambiados con la Legación en Brasil, s/f.

47 Cristián Guerrero Yoacham, Las Conferencias del Niagara Falls: la mediación de Argentina, Brasil y Chile en el conflicto entre Estados Unidos y Méjico en 1914 (Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello, 1966). El punto de vista brasileño en: Guilherme Frazão Conduru, “O subsistema americano”, 59-82. 48 “Notas Sudamericanas”, El Porvenir, Santiago, 9 de noviembre, 1898.

49 “Telegrama 11, del Ministro de Relaciones Exteriores al Embajador en Brasil”, 24 de abril de 1914, en amre, Fondo Histórico General, vol. 472: Telegramas cambiados con la Legación en Brasil, s/f. 50 Por este hecho el Ministro comunicó que “A causa de este incidente, Gobierno acordó prohibir en lo futuro publicaciones de esta índole a funcionarios civiles o militares, sin que estuvieran previamente visados por superior responsable”. “Telegrama 25, del Ministro de Relaciones Exteriores al Embajador en Brasil”, 22 de mayo de 1914, en amre, Fondo Histórico General, vol. 47: Telegramas cambiados con la Legación en Brasil, s/f.

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global explica la insistencia de Chile para tratar con Brasil y Argentina una limitación naval. Hay motivos de toda índole, pero principalmente económicas, expresados en telegrama a nombre del Ministro al Embajador chileno en Río de Janeiro: “Sabe v.s. [Vuestra Señoría, el Embajador en Brasil] no hemos colocado aún empréstito pagar segundo Dreadnougth i las perspectivas de pronta colocación no son halagüeñas.

Rentas aduaneras últimos semestres han disminuido considerablemente i baja precio salitre hace temer no podrá verificarse remate terrenos salitreros. Tomando todos estos

antecedentes en consideración, Consejo de Ministros acordó ayer sondear opinión Argentina i Brasil para una entente de limitación de armamentos, en la idea de conservar un Dreadnougth cada país. Hemos creído conveniente esplorar [sic] previamente Gobierno Brasil, para cuyo efecto he manifestado a Lorena Ferreira que Gobierno desearía saber

confidencialmente si Brasil estaría dispuesto a aceptar en principio idea limitación arma-

mentos navales tres Repúblicas abc, poniéndose de acuerdo con Chile previamente i en seguida entenderse ambos con la Argentina. Agregué sugería esta idea en vista situación financiera difícil tres países i manifestaciones opinión pública”51.

La misiva contestaba a una nota manuscrita, del 8 de junio, un mes antes, en que el embajador chileno transmitía al canciller Müller de Brasil acerca de que “[…] desearía saber confidencialmente si Gobierno Brasil estarían dispuesto aceptar en principio idea limitación armamentos”52. Pero en octubre todo era menos auspicioso. En vísperas de una Conferencia Panamericana en noviembre de 1914, a la cual Estados Unidos anunciaba su inasistencia por la Guerra Europea, y México no tenía gobierno reconocido, Brasil y Argentina sugirieron la suspensión del evento53. En este nuevo escenario, la mirada del embajador Salinas fue escéptica, sobre todo considerando que el canciller brasileño no había siquiera contestado la propuesta. El triangulo chileno-argentino-brasileño fue el eje central de esta disputa, que llegó en su primera fase a situar a fines del siglo xix a las escuadras chilena y argentina entre las diez mayores del mundo, y al cual entra a tallar, a comienzos del siglo xx, la brasileña. Desde el

51 Añadía como colofón que si Brasil no aceptaba, no se insistiese en la idea. “Telegrama 43, del Ministro de Relaciones Exteriores al Embajador en Brasil”, 9 de julio de 1914, en amre, Fondo Histórico General, vol. 472: Telegramas cambiados con la Legación en Brasil, s/f. 52 Nota manuscrita de Embajador confirmando al Ministro, texto original Villegas por el Ministro de Relaciones Exteriores a Embajador en Brasil al de carta al Canciller Müller, en “Telegrama enviados por el Ministro de Brasil al Canciller”, 8 de junio de 1914, en amre, Fondo Histórico General, vol. 472: Telegramas cambiados con la Legación en Brasil, s/f.

53 “Telegrama 67, Salinas a Embajador en Brasil”, 5 de octubre de 1914, en amre, Fondo Histórico General, vol. 472: Telegramas cambiados con la Legación en Brasil, s/f.

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punto de vista de los actores estatales, la doctrina del equilibrio sirvió para ratificar el ascenso de Argentina y luego de Brasil en el escenario regional. El hecho de que se incurriera en una competencia naval tenía que ver con la pretensión —frustrada, de Chile primero, y de Argentina después— de reducir la cantidad de atributos de poder. La tensión naval terminó tan abruptamente como había empezado. Así como en su inicio era una búsqueda de prestigio, hacia 1920 el militarismo venía en descenso. En 1923, durante la v Conferencia Panamericana de Santiago de Chile, los Estados accedieron a tratar el tema del desarme, que era la lógica consecuencia del armamentismo. Ello, y el cambio relativo de poder en Chile, vino a comprometer la amistad imperecedera entre Río de Janeiro y Santiago de Chile, pues se pasó de la “estrecha amistad” o de “amistad sin parangón” a las dudas, cuando en la v Conferencia Internacional Americana, realizada en Santiago, la delegación chilena cuestionó el rol de Brasil en los programas de desarme y concordó una limitación de tonelaje de los navíos por cinco años, pese a que Brasil “reservava-se libertade de ação quanto aos navios defensivos e à defesa da costa”54. Esto en el marco de la Tesis xiii, que pregonaba la limitación o reducción de los gastos militares y navales en el continente. Con esta implosión, los países del abc seguían cada cual su propio camino, las más de las veces bajo el paraguas estadounidense, y otras desafiantes, como Argentina.

Conclusiones

Como se dijo al principio, el equilibrio de poder es mucho más que el equilibrio militar. En el caso de los ejemplos descritos, podemos ver cómo Argentina, Chile y Brasil desarrollaron sendos instrumentos militares a partir de sus desafíos bélicos. Se puede observar que el triunfo chileno en 1879 sobre Perú y Bolivia alarmó de tal manera a Argentina, que esta última concentró sus esfuerzos en obtener, primero, la equiparidad y, luego, la superioridad de sus medios (sobre todo navales) ante Chile. En 1902 se procedió al desarme, dado que la explosión de recursos financieros en ambos países se hizo insostenible no sólo para éstos sino principalmente para su acreedora principal, la banca británica. Pero esta serie no concluyó, y a pesar de que hubo un interludio en que estos medios militares respaldaron la presión conjunta del abc en 1914 para generar un polo de poder regional, la carrera se reanudó con Argentina empeñada en limitar el poder de Brasil. En este caso, se ve que la carrera armamentista fue usada como un medio de control para obtener equilibrio político con Chile, pero fracasó con Brasil. Ningún discurso del equilibrio militar podía inhibir el ascenso de Brasil a situaciones de mayor poder, y menos limitar su potencial futuro. En el largo plazo Argentina no pudo sostener su idea de un aparente equilibrio militar y naval que aplicó luego de superar el equilibrio con Chile.

54 Luiz Cervo y Clodoaldo Bueno, História da Política, 202.

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Respecto del rol del proceso, si bien Chile tenía aspiraciones de potencia media55, y su primer ascenso ocurrió al desplazar a Perú, su fracaso en la competencia naval con Argentina cambió su idea de una flota disuasiva y dio paso a una más realista de tipo defensivo56. El primer ciclo se cerró con el desarme naval contenido en algunos artículos de los Pactos de Mayo (1902) entre Chile y Argentina, que también incluían la separación de las áreas de influencia en el Pacífico para el primero, y en el Atlántico para el segundo. Finalmente, ambas carreras armamentistas argentinas no tuvieron por fin la estabilidad regional, sino alterar el statu quo existente, y se disolvieron porque el ambiente anexo al belicismo despareció en 1918. A partir de ahí se explica la prevalencia del Desarme, que, con un sentido positivo de contribuir a la construir de un mundo pacificado, dio origen a una etapa de completo desentendimiento en el sector defensa y que en Chile, particularmente, dio paso a una completa indefensión y a la búsqueda más tarde del subsidio estadounidense para poder garantizar su seguridad.

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55 Empleamos el concepto aplicado a la realidad de fines del siglo xix, cuando Chile y Argentina tenían la octava y la novena flota mundial. Luis V. Pérez Gil, “Las potencias medias en el sistema internacional. Estudio de un modelo histórico: España en el primer tercio del siglo xx”, Anales de la Facultad de Derecho 1: 18 (2001): 215-240.

56 En este sentido véase: Fernando Wilson Laso y Rodrigo Moreno, “Evaluación de la capacidad táctica del Acorazado Almirante Latorre con relación a los Dreadnoughts en el Cono sur de América”, Archivum 2-3 (2001): 29-33; Emilio Meneses, El factor naval; Emilio Meneses “Coping with the Decline, Chilean Foreing Policy during the Twenthieth Century 1900-1972” (Tesis de Doctorado en Relaciones Internacionales, Universidad de Oxford, 1988); William Sater, Chile and the United States: Empires in Conflict (Atenas y Londres: The University of Georgia Press, 1990). Y en una perspectiva de largo plazo, Joaquín Fermandois, Mundo y fin de mundo. Chile en la política mundial 1900-2004 (Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2005).

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Investigador asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, en el nodo cesor de la Unidad Ejecutora en Red Investigaciones Sociohistóricas Regionales, y profesor adjunto de la carrera de Historia de la Universidad Nacional de Rosario (Rosario, Argentina). Doctor en Humanidades y Artes por la Universidad Nacional de Rosario (Rosario, Argentina). Ha publicado los libros Del ocio a la fábrica. Sociedad, espacio y cultura en Barrio Saladillo 1873-1940 (Rosario: Prohistoria, 2005); La sociedad en movimiento. Expresiones sociales, culturales y deportivas durante el siglo xx (Rosario: La Capital/Prohistoria Ediciones, 2006) y Chimeneas de carne. Una historia del frigorífico Swift de Rosario 1907-1943 (Rosario: Prohistoria, 2008), y una veintena de artículos en revistas científicas argentinas y extranjeras. diegrol@hotmail.com

Artículo recibido: 12 de diciembre de 2011 aprobado: 5 de marzo de 2012 modificado:

5 de julio de 2012

doi: /10.7440/histcrit48.2012.04

Ï La investigación en que se basa este artículo fue financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina. El autor reconoce la lectura crítica efectuada por diversos colegas; entre ellos: Dra. Monserrat Lunati, Lic. Miriam Moriconi, Prof. Cecilia Pascual, Dr. José Tranier y Dr. Darío Barriera. Agradece también los arbitrajes anónimos de Historia Crítica que ayudaron a repensar algunos tramos del texto.

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Difusión, censura y control de las exhibiciones cinematográficas. La ciudad de Rosario (Argentina) durante el período de entreguerras Resumen Este artículo analiza la difusión del cine en la ciudad de Rosario (Argentina) durante el período de entreguerras, concentrándose en la construcción de discursos, prácticas y relaciones culturales. El trabajo explora las representaciones de distintos agentes sobre el cine y las estrategias de disciplinamiento social y cultural planteadas sobre las películas y el público. La censura y los dispositivos disciplinarios son estudiados a la luz de sus formas de producción y reproducción en el espacio social urbano intentando (r)establecer su historicidad sociológica. Palabras clave: : Argentina, cultura, censura, control social, industria cultural.

Dissemination, censorship, and control of film screenings. The city of Rosario (Argentina) during the interwar period Abstract This paper analyzes the distribution of cinema in the city of Rosario (Argentina) during the interwar period, focusing on the construction of cultural discourses, practices and relations. The paper explores representations, made by various agents, of cinema and the strategies of social and cultural discipline set regarding the films and the audience. Censorship and the disciplinary mechanisms are studied in light of their forms of production and reproduction in the urban social space, trying to (r)establish its sociological historicity. Key words: Argentina, culture, censorship, social control, cultural industry.

Difusão, censura e controle das exibições cinematográficas. A cidade de Rosario (Argentina) durante o período de entreguerras Resumo Este artigo analisa a difusão do cinema na cidade de Rosario (Argentina) durante o período de entreguerras, concentrando-se na construção de discursos, práticas e relações culturais. O trabalho explora as representações de diferentes agentes sobre o cinema e as estratégias de disciplinamento social e cultural apresentadas sobre as películas e o público. A censura e os dispositivos disciplinares são estudados à luz de suas formas de produção e reprodução no espaço social urbano tentando (r)estabelecer sua historicidade sociológica. Palavras-chave: Argentina, cultura, censura, controle social, indústria cultural.

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Diego P. Roldán

Difusión, censura y control de las exhibiciones cinematográficas. La ciudad de Rosario (Argentina) durante el período de entreguerras Introducción

La historia social y cultural, dedicada a estudiar los fenómenos urbanos de la “Argentina moderna” produjo variados avances en el conocimiento de la cultura de los sectores populares, las transformaciones de entreguerras y las culturas urbanas1. Un conjunto de textos escritos en las últimas dos décadas muestra a Buenos Aires como el epicentro de una serie de fenómenos que tangencialmente narran la masificación de prácticas sociales, culturales y políticas2. Más recientemente, puede mencionarse la emergencia de una historia sociocultural del cine en Argentina. Concentrada en las “modernidades” fílmicas3, la intervención del Estado en las producciones nacionales4 y el cine documental5 y sociopolítico del país6, sus avances esbozan el establecimiento de un fructífero campo de estudios con fronteras difusas y potenciales perspectivas transdisciplinarias. Posiblemente debido a las prioridades de las grillas historiográficas y de los estudios culturales, quizá menos transitada permanece la historia social o la sociología histórica de las exhibiciones y los consumos cinematográficos. Este artículo se propone trabajar sobre ese terreno descentrando la perspectiva de la Capital Federal argentina para abordar el pasado y las prácticas socioculturales de una ciudad de provincia durante el período de entreguerras.

1 Leandro Gutiérrez y Luis Alberto Romero, Sectores populares, cultura y política. Buenos Aires en la entreguerra (Buenos Aires: Sudamericana, 1995); Luis Alberto Romero y Francis Korn, comps., Buenos Aires/entreguerras. La callada transformación (1914-1945) (Buenos Aires: Alianza Editorial, 2006); Adrián Gorelik, La grilla y el parque: espacio público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936 (Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, 1998).

2 Julio Frydenberg, Historia social del fútbol. Del amateurismo a la profesionalización (Buenos Aires: Siglo xxi, 2011); Laura Malosetti-Costa y Marcela Gené, Impresiones porteñas. Imagen y palabra en la historia cultural de Buenos Aries (Buenos Aires: Edhasa, 2011). Para otros países de Latinoamérica, algunos trabajos han efectuado estudios que integran los diversos aspectos de la sociedad: Daniela Bouret y Gustavo Remedi, Escenas de la vida cotidiana. El nacimiento de la sociedad de masas 1910-1930 (Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental/clahe, 2009) y Santiago Castro-Gómez, Tejidos oníricos. Movilidad, capitalismo y biopolítica en Bogotá (1910-1930) (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javierana, 2009). 3 Florencia Garramuño, Modernidades primitivas. Tango, samba y nación (Buenos Aires: fce, 2007). 4 Clara Kriger, Cine y peronismo. El Estado en escena (Buenos Aires: Siglo xxi, 2009).

5 Irene Marrone y Mercedes Moyano Walker, comps., Atrapando la realidad. Crisis social y boom documental en los años 60´ y 90´ en Argentina (Buenos Aires: Biblos, 2011). 6 Ana Laura Lusnich y Pablo Piedras, Historia del cine político y social en Argentina (1896-1969) (Buenos Aires: Nueva Librería, 2010).

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Rosario es el observatorio escogido, una ciudad bisagra entre la pampa y el litoral. Su puerto fluvial modernizado por inversores franceses, su posición estratégica en una vasta red ferroviaria construida por empresas británicas, su calidad de receptora de una fuerte inmigración italiana y española y un gran número de firmas comerciales y bancos extranjeros la instalaron como la segunda ciudad de la República. Desde fines del siglo xix fue la escolta de Buenos Aires. Como si se tratara de un proceso irrefrenable, la documentación censal narró la conquista de esa posición demográfica y el desarrollo paralelo de la urbanización7. Rosario carecía de un pasado colonial; era el fruto de la modernización reciente. Hija de la novedad, la ciudad recibió los adelantos técnicos con gran expectativa. La proyección de imágenes móviles cautivó a los habitantes a comienzos del siglo pasado. Muy tempranamente se advirtieron las potencialidades pedagógicas del cine. El nuevo dispositivo reproductor de la imagen y el movimiento permitiría en teoría una instrucción velocísima. En 1902, los redactores de El Campo y el Sport aseguraban: “[…] lo que aprovechará más el cinematógrafo será la enseñanza de artes y oficios”8. Casi al mismo tiempo, las autoridades locales especularon acerca de sus potenciales influencias sobre los espectadores. Bajo esa presunción, y para la difusión de un mensaje específico, los miembros del municipio estimularon ciertos usos instrumentales del cinematógrafo, generalmente en lugares al aire libre9. La Revolución de Mayo, considerada una de las primeras realizaciones nacionales, fue dirigida por Mario Gallo en 1909 y ejemplificó con eficacia esta tendencia; además, evidenció la perdurable propensión del primer cine argentino a la inspiración histórica10. Exhibiciones deportivas, circenses y fílmicas, algunas de estas últimas protagonizadas por La Revolución de Mayo, enmarcaron las conmemoraciones patrióticas del Centenario11. Todos estos espectáculos tenían un comprobado influjo sobre las concurrencias populares y masivas12.

7 El Primer Censo Provincial de la ciudad de Santafé, 1887 (Buenos Aires: Peuser, 1888), arrojó la cifra de 50.914 habitantes; el Primer Censo Municipal (1900), 112.461; el Segundo Censo Municipal (1906), 150.686; el Tercer Censo Municipal (1910), 192.278; el Tercer Censo Nacional (1914), 222.592, y el Cuarto Censo Municipal (1926), 406.469. Algunas de estas estadísticas son exageradas; el censo de 1926 sobrestimó el número de habitantes, y pese a no haber sido oficializado, determinó los cálculos aproximados de los Anuarios Estadísticos de la ciudad hasta 1943, cuando se publicó la cifra de 518.517 habitantes. En 1947, el Censo Nacional afirmó que Rosario tenía 467.000 habitantes.

8 “El porvenir del cinematógrafo”, El Campo y el Sport 31: 783 (1902): 55.

9 Durante el Centenario se proyectaron películas en las inmediaciones de la Refinería Argentina de Azúcar y en el Predio de la Sociedad Rural. 10 Los títulos de las primeras películas de Mario Gallo son esclarecedores en este sentido: El fusilamiento de Dorrego, La Revolución de Mayo, Güemes y sus gauchos y Nobleza gaucha. Florencia Garramuño, Modernidades primitivas, 211.

11 Isidro Quiroga, Memoria presentada al Honorable Concejo Deliberante por el Intendente Municipal Dr. Isidro Quiroga. Correspondiente al año 1910 (Rosario: Talleres de la Biblioteca Argentina, 1910), 85-91. 12 Con relación a las atracciones socioculturales modernas en París, que incluían al cine, véase: Vanessa Schwartz, Spectacular Realities. Early Mass Culture in fin-de-siècle Paris (Berkeley: University of California Press, 1999), 177-199.

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En las primeras décadas del siglo xx, las figuras iluminadas recorrían un variado arco de espacios: desde el parque central, pasando por pequeños teatros hasta alcanzar a los cafés con biógrafos13. Los contextos de proyección, los deseos del público y la brevedad de los carretes requirieron algunos complementos. Canto, música, acrobacias, danza, recitados y otras performances reforzaron las presentaciones, a veces prologando la sesión, produciendo interés entre los espectadores, y otras, apuntalando su sentido. Un conjunto de prácticas que los historiadores del cine denominan “sistema de atracciones mostrativas”14 era el componente inicial de la seducción cinematográfica. Pero, al mismo tiempo que el cinematógrafo garantizaba una concurrencia numerosa, el sentido de las proyecciones no siempre quedó claramente definido. Recursos externos como la música, los discursos y las narraciones fueron empleados para enmarcar la escena y fijar el sentido de las imágenes. Los funcionarios locales estaban convencidos de los estímulos imitativos irradiados por el cine. Habitualmente atendidos por camareras, los cafés con biógrafos fueron clasificados por el municipio como refugios de voyeristas y prostitutas. Se sospechaba que la venta de favores sexuales completaba los magros ingresos de las meseras. Las autoridades dispusieron para ellas el régimen de inspección vigente para las pupilas de los lenocinios15. Las jóvenes empleadas en los cafés con biógrafos fueron sometidas a los controles de la Asistencia Pública; aunque no se establecieron vigilancias sobre las películas, se afirmó que su procacidad era casi pornográfica16. Los fundamentos de la disposición presentaban un enlace directo entre el film y las prácticas de la sala, entre lo que se veía en la pantalla y lo que se iniciaba entre las mesas y terminaba, por lo general, en los cuartos de la planta alta o en alguna zona más o menos retirada y poco iluminada del local17. Si la proyección de películas como las de Gallo, durante las efemérides patrióticas, podían elevar el patriotismo, también, las películas inmorales eran capaces de inocular la lujuria. En ambos casos, los espectadores quedaban cautivos de los poderosos efectos de la pantalla. Las autoridades quisieron alentar un tipo de exhibiciones y proscribir las otras. Al comenzar la década de 1910, la intendencia fue facultada para clausurar las salas ediliciamente “peligrosas”, y poco después, para prohibir las representaciones “indecorosas”. El público debía ser preservado tanto de las imágenes obscenas como de la ausencia de ventilación,

13 Los biógrafos eran cabinas de proyección de películas breves.

14 Tom Gunning, “The Cinema of Attraction[s]: Early Films, Its Spectator and the Avant-Garde”, en The Cinema of Attraction Reloaded, ed. Wanda Strauven (Ámsterdam: University of Amsterdam Press, 2006), 381-387.

15 María Luisa Múgica, Sexo bajo control. La prostitución reglamentada. Rosario 1900-1912 (Rosario: Universidad Nacional de Rosario Editora, 2001), 98. 16 Archivo Municipal de Rosario (amr), Fondo Digesto Municipal, 1901-1903, 303-304.

17 Una detallada descripción de estas escenas para el caso de Buenos Aires en John King, El carrete mágico. Una historia del cine latinoamericano (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1994), 17-18.

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y protegido mediante salidas de emergencia adecuadas y materiales ignífugos18. Un lustro más tarde, y en gran parte debido a la baratura de las entradas, el cine amplió considerablemente su público. Los asistentes se convirtieron en un asunto preocupante. Mujeres, niños y hombres de pocos recursos económicos y culturales, según los sectores letrados, serían presa fácil para el canto de sirenas de la pantalla. Entre ellos prosperarían los “peores” efectos del cine; era necesario protegerlos de algunas escenas. Estos argumentos tutelares estaban basados en la creencia acerca de la eficacia mimética del cinematógrafo, en su capacidad para reproducir la realidad y, a la vez, incidir sobre la conciencia la conducta de los espectadores19. Un grupo de notables conformaría la Comisión de Censura y tendría la prerrogativa de decidir respecto a quiénes podían exponerse a esas influencias. Tres intervenciones normativo-discursivas diseminaron las consecuencias prácticas de esta perspectiva. En la década de 1910 se criticó al cine como una forma cultural “degenerada” y contraria al “buen gusto”, propio de otras performances artísticas (teatro y ópera). Diez años más tarde se censuraron algunos filmes policiales, debido a su potencial relación mimética, analógica y automática en el encadenamiento contenido-recepción-comportamiento. Pocos años después, alrededor de 1926, se expidió una serie de disposiciones que tendían a controlar la conducta del público en las salas. Una parte considerable de la exhibición fílmica en Rosario cayó bajo la regulación de estas tres fórmulas. Este artículo se propone analizar localmente la construcción

18 “Mensaje del d.e. dando cuenta que en cumplimiento de la ordenanza N° 47 ha clausurado los cinematógrafos que no se hallan en las condiciones prescritas” (Rosario, 13 de diciembre, 1912), en amr, Fondo Expedientes Terminados del Honorable Concejo Deliberante, t.1, f.95.

19 Una larga trayectoria, articulada alrededor de reinterpretaciones y desplazamientos semánticos, rodea al concepto de mímesis en la filosofía, la teoría estética y los estudios culturales. Desde la Poética de Aristóteles y el Tercer libro de la República de Platón, pasando por la perspectiva pictórica renacentista, las formas del teatro isabelino, las reflexiones sobre la novela de Henry James, hasta alcanzar el estudio de Percy Lubbock, The Craft of Fiction (Londres: Jonathan Cape, 1921), y el clásico de Erich Auerbach, Mimesis. La representación de la realidad en la literatura occidental (México: fce, 2006), el concepto de mímesis ha fundado una especie de tradición crítica interpretativa, no exenta de conflictos y discontinuidades. Vinculadas al realismo literario del siglo xix, las posiciones miméticas plantearon la idea de un narrador ausente de la narración, un punto de vista objetivo capaz de captar una realidad de la que sólo participaba como espectador, como si se tratara de un testigo invisible, alejado de la acción y que no dejaba ningún tipo de huellas o trazas en el relato. Era el discreto artífice de una trama que se contaba a sí misma. En el siglo pasado, la orientación mimética en el análisis y la producción fílmica postuló que narrar equivalía a mostrar; esa analogía produjo artificialmente un observador invisible. A su vez, la cámara y el micrófono fueron sometidos a equivalencias antropomórficas, se convierten en ojos y oídos mecánicos. El espectador fue considerado como una prolongación de esos instrumentos oculares y acústicos, un prisionero del efecto perceptivo, a veces exagerado, de las operaciones del montaje o la expresividad de los actores. Para Eisenstein, por ejemplo, esa expresividad era la base de lo que denominó “montaje de atracciones mostrativas”, que administrado con destreza y basado en las certezas de una psicología pavloviana era teóricamente capaz de actuar sobre el sistema nervioso del espectador y producir un condicionamiento conductual. Sobre estas cuestiones ver: David Brodwell, La narración en el cine de ficción (Barcelona: Paidós, 1996), y André Gaudreault, From Plato to Lumière: Narration and Mostration in the Literature and Cinema (Toronto: University of Toronto Press, 2009).

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histórica y el despliegue relacional de ese triple dispositivo y explicar algunas de las razones de su incesante reproducción, a pesar de su comprobada ineficacia.

1. Difusión y percepción

Al iniciarse la década de 1910, La Capital estimó preocupante la preferencia del gran público por las exhibiciones cinematográficas, frente al teatro de gran nivel. Los rosarinos escogían “espectáculos anodinos, que como el cinematógrafo […] congregan a la gente hasta hacerse imposible el acceso a las salas […]”20. En poco tiempo, el cine se había diseminado socialmente, pero en ese movimiento había decaído culturalmente o al menos había perdido su potencial pedagógico. “La difusión del cinematógrafo como espectáculo eminentemente popular es bien notoria, ya sea por el carácter del mismo, de más fácil comprensión o por la baratura con que es ofrecido al público”21. Según los cronistas, las funciones se habían perfeccionado: “[l]os apreciables progresos de la cinematografía, han hecho más interesantes las exhibiciones”. La novedad y ciertos artificios, como los “espeluznantes dramones policíacos, los exagerados melodramas de cursi romanticismo y episodios cómicos”22, mantenían en vilo a un público incauto. Con estas transformaciones, también, el espectáculo alcanzó un tono más familiar: “a un café cinematógrafo, al que diariamente concurren familias, a parte de las matinées acuden numerosos niños a solazarse en las inocentes distracciones del biógrafo”23. Las mujeres y los niños eran el principal segmento del público. Olvidados y distantes quedaron aquellos prostibularios cafés con biógrafos que reunían a hombres solitarios y que las camareras atendieron tan sólo una década atrás. Esa conversión casi puritana de las salas fue el fruto de un proceso complejo del que aún quedan algunas huellas tenues. La ordenanza de impuestos de 1914 asedió a los pequeños exhibidores. El propietario del cine-bar “La Plata”, cuyo nombre evidencia una alteración contundente de la antigua dupla de café con biógrafo, requirió la recategorización fiscal de su local. Ubicado lejos del centro, “en un barrio de gente trabajadora y pobre”24, ese cine no podía ser incluido dentro de la primera categoría que englobaba a los grandes salones céntricos, que atraían a un público decididamente menos humilde. El municipio desestimó la primera presentación de ese

20 “Los teatros y el público. Un nota lamentable”, La Capital, Rosario, 30 de junio, 1910, 6.

21 “Espectáculos cinematográficos. Inspección necesaria”, La Capital, Rosario, 8 de febrero, 1916, 7. 22 “Espectáculos cinematográficos”, 7.

23 “El clandestinismo”, La Capital, Rosario, 9 de mayo, 1914, 5.

24 “Solicitud de reducción de impuesto a Cinematógrafo en la calle La Plata 792” (Rosario, 22 de junio, 1915), en amr, Expedientes Terminados del Honorable Concejo Deliberante, octubre 1915, t.125, f.213.

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recurso25, pero meses después, cuando los reclamos se multiplicaron, accedió a una reconsideración de impuestos26. Con ese gesto, el municipio daba a entender que admitía la diferencia existente entre las salas de la ciudad. Estas solicitudes y la nomenclatura de los locales indican la popularización del cinematógrafo. Al mismo tiempo que se diversificaban el público y las salas, los films se hacían más largos y las atracciones mostrativas fueron integradas a un sistema tendencialmente narrativo27. Esto ocurría con escasos desfases respecto al centro del universo cinematográfico: Estados Unidos28. Algunos datos contextuales permiten explicar esa sincronía. Luego de la guerra de 1914, los precios de alquiler y venta de las películas descendieron. Un mercado europeo casi cerrado y la integración de productoras, distribuidoras y exhibidoras estadounidenses contribuyeron a ese desplome de los costos. La flamante industria norteamericana cubría los gastos de producción y obtenía beneficios abundantes en su extenso mercado interno. En esas condiciones, exportar a América Latina, concretamente a Argentina, Brasil y México, era poco oneroso, y la rentabilidad de esta operación no radicaba tanto en los beneficios monetarios como en la formación y consolidación de mercados y la desarticulación de potenciales competidores29. Una nueva expectativa económica se apoderó de los empresarios. Ante la paulatina institucionalización del cine, los inversores habilitaron locales más amplios y mejor equipados. Entre 1910 y 1925, los cafés con biógrafos o cinematógrafos y los cines-bares fueron suplantados por salas exclusivamente dedicadas a la proyección fílmica. Respecto a sus antecesores, morfológicamente asimilables a los nickelodeon americanos, estos escenarios constituyeron discontinuidades arquitectónicas. El estilo de los nuevos edificios puede dividirse en dos variedades. La primera estaba formada por los denominados Palaces, que colocaban al alcance de un público potencialmente masivo la sofisticación de los teatros decimonónicos. Los estilos de arquitecturas exóticas provenientes del norte de África, India y China componían la segunda, que enmarcaba de manera inmejorable algunos paisajes proyectados en la pantalla. A veces, el éxito de los pequeños cinesbares promovió su demolición y la posterior construcción de los “palacios de la proyección”.

25 “No ha lugar al pedido de retaza impositiva del Cine-Bar La Plata” (Rosario, 23 de septiembre, 1915), en amr, Expedientes Terminados del Honorable Concejo Deliberante, octubre 1915, t.125, f.216.

26 “Dueños de Café con Cinematógrafo ubicados en Pichincha 142, La Plata 792 y Alvear 2291 solicitan retaza de impuestos” (25 de septiembre, 1915), amr, Expedientes Terminados del Honorable Concejo Deliberante, abril-mayo 1916. El ajuste en la tasa sobre diversiones públicas fue efectuado de acuerdo con la Ordenanza N° 9, sancionada el 31 de mayo de 1915. 27 Sobre esta transformación y la discusión teórica que supone con la categoría de cinéma des premier temps ver: André Gaudrealt, “Del cine primitivo a la cinematografía de atracción”, Secuencias: Revista de Historia del Cine 26 (2007): 10-28.

28 Tom Gunning, Griffith and the Origins of American Narrative Film: The Early Years at Biograph (Urbana: University of Illinois Press, 1991). 29 John King, El carrete mágico, 25-27.

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Así ocurrió con el Café y Cine La Plata y su sucesor el Palace La Plata Cine30. Además, nuevos capitales procedentes de Buenos Aires renovaron la plaza. Casi al promediar los años 1920, Max Glucksmann, el conocido empresario austríaco del medio radial, discográfico y cinematográfico —con inversiones en numerosos países de América Latina—, abrió el Cine Palace Theatre de Rosario. Por largo tiempo, el salón fue uno de los más imponentes31. La prosperidad del negocio quedó acreditada en 1932, cuando Glucksmann, por entonces propietario del primer cine sonoro de la ciudad, apareció listado como el tercer mayor contribuyente del municipio32. Mucho antes de esa consagración tan plena, La Capital advertía acerca de los peligros implícitos en la deriva comercial y masiva del cine que —aunada a la competencia de los empresarios y a la búsqueda de entretenimientos sencillos y la insuficiente cultura del público— malograban ese espectáculo. Si bien el tono familiar de las exhibiciones fue bien recibido, se reprochó el carácter aparentemente anodino de las representaciones. Los redactores enfatizaban una “necesaria” intervención: “las autoridades municipales […] tienen el deber de impedir que esos espectáculos inconvenientes produzcan malos efectos en el público que los frecuente”33. Ante el éxito comercial del cinematógrafo y los comentarios acerca de su escasamente afortunada deriva cultural, el municipio no pudo permanecer indiferente; primero intentó controlar los contenidos de las cintas y luego impartir normas de conducta hacia el público.

2. La formación de la comisión de censura

Reglamentar la proyección de los films, intentando mantener los temas dentro de un ámbito arbitrariamente definido como “cultura saludable”, fue una tarea a la que se consagraron algunos agentes socioculturales. Los contenidos de las exhibiciones fílmicas fueron objeto de especial vigilancia y control. Para tratar de impedir la propagación de “vistas obscenas”, la Inspección Pública comenzó por examinar algunas cintas, pero antes hizo lo propio con las salas34. Formada en 1913, la Comisión de Inspección de los locales cinematográficos estuvo abocada a fiscalizar la edilicia de los establecimientos. Los mayores problemas radicaban en la ventilación de los locales, las salidas de emergencia y los materiales ignífugos de la cabina

30 Sidney Paralieu, Los cines de Rosario. Ayer y hoy (Rosario: Editorial Fundación Ross, 1996).

31 “Nomina cines de Rosario” (Rosario, 1° de septiembre, 1924), en amr, Expedientes Terminados del Honorable Concejo Deliberante, t.208, t.1 de septiembre, 1924, f.46.

32 “Lista de diez más importantes contribuyentes”, en amr, Expedientes Terminados del Honorable Concejo Deliberante, julio-agosto 1932, t.293, f.4315. 33 “El cinematógrafo. Un espectáculo que degenera”, La Capital, Rosario, 16 de febrero, 1916. 34 amr, Fondo Digesto Municipal, 1911, 458.

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de proyecciones e instalaciones anexas35. Altamente combustibles, las bobinas mantenían la alerta ante un posible siniestro. La censura construyó un discurso más específico sobre el cine en 1914, que incidía sobre las proyecciones y cuyo primer campo de aplicación fueron los informativos de la guerra europea. A criterio de los funcionarios locales, esas imágenes poseían dos inconvenientes remarcables. Primero, exaltaban extranjerismos que el Estado argentino deseaba desterrar de la población inmigratoria, muy importante en Rosario36. Segundo, cuando esas fibras se activaban, las proyecciones ocasionaban disturbios en la sala. Una psicología que imaginaba masas emotivas y capaces de conjeturar analogías descontroladas fue puesta a la orden del día. La escenificación del conflicto precipitaba su reproducción entre la concurrencia. Los atributos miméticos de los films que reponían escenas de la guerra fueron juzgados culpables de las grescas entre los espectadores. Hasta la firma del Tratado de Versalles, en 1918, la guerra europea adoptó todas las señas de un tema tabú para las exhibiciones locales37. Entre el film y la realidad y entre la guerra y los espectadores, los censores infirieron una relación directa. Para ellos, uno y otro campo se solapaban, formaban una homogeneidad indiferenciada38. Sin embargo, las dificultades no fueron precipitadas tanto por la aproximación mostrativa a las acciones bélicas, por las imágenes crudas, sino que antes derivaban del tratamiento narrativo, de las intervenciones de los carteles, muchos de ellos escritos en idiomas extranjeros y sobreimpresos a los cortes de la proyección. A veces, cuando las secuencias no venían acompañadas de ningún mensaje discursivo, era la platea la que tomaba la palabra39. La popularización del cine indujo el refinamiento y el reforzamiento de los mecanismos de intervención. El nivel cultural del espectáculo fue asimilado a los atributos morales de los contenidos proyectados. La censura salvaguardaría el “buen gusto” de la exhibición, eliminando las “desviaciones y exaltaciones” de la moral y el comportamiento. En esos fragmentos discursivos, los componentes morales y protoestéticos del juicio se enmarañaban en el momento de calificar al cine.

35 La Comisión estaría integrada por el Sub-Inspector General (Emilio Peralta Lescano); el Jefe de Sección Profilaxis (Dr. Julio B. Valdez), el Jefe de la Sección Alumbrado del Departamento de Obras Públicas (dop) (D. José Ignacio Otero) y el miembro del hcd Ing. Héctor Thedy. amr, Digesto Municipal, 1913, 406. 36 En 1906, sobre una cifra total de 150.686 habitantes, el 41,2% eran extranjeros. Segundo Censo Municipal de Rosario (Rosario: Talleres de “La Capital”, 1908 [1906]), 53.

37 “Prohibiendo la exhibición de vistas cinematográficas y representaciones de toda obraque pudiera originar desórdenes en los teatros y cafés cantantes, etc.” (12 agosto de 1914), en amr, Fondo Digesto Municipal, 1914-1916, 298. 38 Las diferencias entre cine y realidad no aparecieron en el horizonte de reflexión de los agentes censores. Albert Laffay, Logique du cinéma (Masson: Paris, 1964), 15-30. 39 Sidney Paralieu, Los cines, 45.

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Las regulaciones se prepararon en 1916 y fueron formalizadas tres años después. En la producción de esos dispositivos, la intervención de los católicos fue relevante. Los representantes de la Iglesia mostraron una actitud ambivalente respecto al cine40, entendieron que era muy provechoso utilizarlo con fines evangelizadores. Pero al mismo tiempo consideraron que convenía hacer de ese uso un monopolio para controlar completamente los contenidos. En sus cavilaciones acerca de qué podía verse en la penumbra de los cines, los católicos hallaron varios puntos de contacto y diálogo con los liberales laicos. Entre ambos, las valoraciones positivas diferían, pero las aversiones fueron convergentes41. No obstante, los partidarios del reformismo liberal prefirieron omitir las referencias teológicas en su cruzada argumental en pro de resguardar la “moral social”. Según su propuesta de creación, la Comisión de Censura cinematográfica estaría formada por cuatro “vecinos respetables” y el secretario de la intendencia. Este grupo se aseguraría de revisar las películas destinadas a la proyección pública, que serían facilitadas por los introductores y los exhibidores que se autoabastecieran. La comisión clasificó al público en un sistema binario que discernía la aptitud para el visionado. Una película con escenas “inconvenientes” podía ser interpretada con mayor discernimiento por una especie de élite social, económica y cultural de varones adultos. De forma simétrica, se construyó otra categoría de público, un conjunto que se encontraba —temporal o permanentemente— privado de juicio y que era muy sensible a las proyecciones: niños, mujeres, y otros sujetos en situación de “minoridad”, definidos todos ellos por su posición sociocultural. Como el mayor número de espectadores provenía de esos grupos, inspeccionar el contenido de las películas fue una forma de tutelar el consumo de imágenes móviles42. Las cintas también fueron clasificadas. Básicamente se las agrupó por género o temática; lo más relevante para establecer parámetros de discriminación eran los contenidos. Quedaron prohibidas por la comisión las películas que “ofendan la moral y las buenas costumbres, y las que por ser inmorales contengan actitudes o leyendas incultas o groseras”43. El plano de la mostración fílmica comenzaba a ser complementado por la narración, una producción de sentido adicional diseñada para guiar la decodificación del auditorio. Este segundo relato, añadido por un narrador o maestro de ceremonias a la secuencia de imágenes también mereció la atención de las autoridades, aunque su control resultó casi impracticable, debido a la variabilidad e

40 Para un estudio sobre la relación ambigua entre el cine y la Iglesia ver: Roland Cosandey et al., Une invention du diable? Cinéma des premier temps et religion (Lausana: Presses de l´Université Laval, Editions Payot, 1990). 41 Una coincidencia similar se dio entre protestantes y liberales laicos en Estados Unidos de Norteamérica, Gregory Black, Hollywood censurado (Madrid: Cambridge University Press, 1999), 16-19. 42 “La comisión de Censura de cintas cinematográficas. Fundamentos a su creación” (Rosario, 29 de mayo de 1916), en amr, Expedientes Terminados del Honorable Concejo Deliberante, junio 1916, t.1, f.179.

43 “Proyecto de ordenanza para reglamentar la exhibición cinematográfica”, en amr, Expedientes Terminados del Honorable Concejo Deliberante, diciembre 1916, t.135, ff.401-403.

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improvisación de las performances. No sólo lo que se veía, sino también lo que se escuchaba podía ser objeto de vigilancia. Las funciones fueron separadas según el género de la película, el horario de la proyección y la edad de los asistentes. En las matinés, destinadas a niños y mujeres, no podían exhibirse films “inmorales, trágicos, dramáticos, policiales, pasionales o románticos”. Se trató de proscribir “las películas cuyo argumento pueda excitar vivamente la imaginación o la sensibilidad de los niños y que no sean moralmente instructivas”44. A pesar de su complejidad y relativa precisión, el proyecto no tuvo un destino afortunado. Junto con las diatribas periodísticas contra el “cine popular y paulatinamente degenerado”, el nombramiento de la Comisión de Censura fue aplazado. La crisis económica, derivada de la Gran Guerra, ralentizó temporalmente el desarrollo de las exhibiciones cinematográficas. En esas condiciones, formar una institución para la censura pareció prematuro a las autoridades. Tres años después la situación se había modificado. En 1919 se restablecieron las condiciones para instalar una comisión de censura. La industria cinematográfica y el poder adquisitivo de la población habían reiniciado las condiciones de difusión y expansión del consumo de las imágenes móviles. El patrocinador de la organización censora fue un católico militante, exalumno del colegio salesiano de la ciudad y miembro activo del Círculo Católico de Obreros. Bartolomé Morra argumentó sobre la mímesis fílmica y la emulación psicosocial, y con iguales dosis de vehemencia y convicción aludió a cierto mecanicismo y automatismo conductual. “[…] la representación del cine tiene efectos en el espectador, si uno se entrega a la con-

templación de historias sublimes termina por adoptar conductas sublimes, si en cambio nos regodeamos con narraciones morbosas en las que se cometen toda suerte de atrocidades hacia la comisión de las mismas se encaminará nuestra conducta. Y a este poder diabólico de la representación, se añade la falta de vergüenza de los actores […]”45.

La pantalla se comportaba como un pedestal sagrado o como un amplificador diabólico del que convenía excluir las escenas de la “mala vida”. Allí, eran soberanos los efectos miméticos de la representación y el público formaba una especie de tabula rasa cultural, con consumos simbólicos por entero pasivos. El mensaje era reforzado por los espectadores, quienes no conseguirían asumir una actitud crítica ni desplegar alguna estrategia para evadirse o cuestionar el verosímil46.

44 “Proyecto de ordenanza”, ff.401-403.

45 “Censura cinematográfica” (Rosario, 30 de septiembre, 1919), en amr, Fondo Versiones Taquigráficas del Honorable Concejo Deliberante, ff.675-679. Énfasis del autor. 46 Empleamos aquí este concepto en el sentido en que lo hacen Roland Barthes et al., Lo verosímil (Buenos Aires: Editorial Tiempo Contemporáneo, 1970).

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Podía ser el cine una “expresión sublime”, atenta a conquistar la gracia católica; pero utilizada de forma inconveniente, lo que equivale a decir, para irradiar contenidos “inmorales”, era pasible de transformarse en una “maquinaria infernal”. “Demoníaco” o “angelical”, el poder de la representación de esa industria se mantenía ambivalente. Para controlar el espectro abierto por los extremos de esa duplicidad, se hizo necesario fiscalizar los contenidos. Los argumentos dieron en el blanco y la Comisión de Censura quedó finalmente constituida en 191947. Las especificaciones respecto a sus tareas y alcances, la clasificación de los films, de las funciones y el público, replicaron la reglamentación que fue diferida tres años atrás.

3. Bajo el imperio del realismo

En la década de 1920 la concurrencia a los cines se incrementó. La magnitud del fenómeno hizo reflexionar a los funcionarios sobre la posibilidad de establecer un impuesto a las entradas48. Nuevos atractivos, como la musicalización orquestal de los entreactos, y ocasionalmente durante la proyección (fundamentalmente la ejecución de tangos), sostuvieron en alza esa tendencia49. A pesar de la mayor afluencia de público, no todas las películas fueron habilitadas. Por dos veces, una en 1921 y otra en 1922, se prohibió la proyección de El Crimen de Azul, basado en un hecho de sangre muy comentado por los periódicos porteños y que adquirió amplia trascendencia nacional. La Comisión de Censura aconsejó su reprobación, “debido a la excitación que su acerbo realismo podía ocasionar”50. Sin haber visto la película, los concejales la consideraron una “estafa”. No se opusieron tanto a la exhibición de imágenes cruentas, a las formas de un realismo visceral; al contrario, aseguraron que la cinta no mostraba nada de lo ocurrido; dijeron que “aparece una fotografía del paraje donde se cometió el suceso y unos retratos de manera que se trata de explotar el nombre sensacional del asesinato”51. La censura se ejecutó por “falta de realismo”, por no estar la película a la altura del hecho. Realidad y relato se disociaban, la construcción fílmica difería de las impresiones del asesinato, además, construidas por otras narraciones, en este caso, las de la prensa popular y sensacionalista. El supuesto interés del público por un realismo exacerbado era compartido por los concejales que, también, deseaban ver “policiales realistas”;

47 amr, Fondo Digesto Municipal, 1919-1920, 554-559.

48 “Impuesto al cinematógrafo” (Rosario, 11 de marzo, 1921), en amr, Expedientes Terminados del Honorable Concejo Deliberante, Complementario de Archivo, 1921, t.283, ff.33-34. 49 “Los films parlantes y sus antecedentes”, La Capital, Rosario, 28 de enero, 1930, 5.

50 “Causas por las que se permitió la exhibición de la Cinta El Crimen de Azul en el Cine Moderno de esta Ciudad” (Rosario, 12 de mayo, 1922), en amr, Expedientes Terminados del Honorable Concejo Deliberante, mayo 1922, t.1, f.121. 51 amr, Diario de Sesiones Honorable Concejo Deliberante, 24.

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poco parecía importar la tutela de un espectador “sin discernimiento”. Las valoraciones de la Comisión de Censura Cinematográfica y de la mayoría del Concejo Deliberante diferían, sus puntos de vista se bifurcaban, pero el efecto sobre la película fue el mismo: prohibirla. A fines de los años 1920, los juicios vertidos sobre la proyección de policiales se especificaron. Así lo acreditó la discusión sobre El horrendo crimen de la Calle Bustamante de 1929. El film no podía ser objeto de censura por su simple participación en un género ni por la exageración realista anunciada en el título; debían reunirse más elementos para discernir. La película fue prohibida, pero el debate suscitado resultó sintomático. Algunos policiales, especialmente los extranjeros, podían producir “efectos menos nocivos” en los espectadores, entre los que se destacaba la aversión por el crimen. Un film realizado de acuerdo con lineamientos específicos lograría concientizar al auditorio de la necesidad de defender a la sociedad de “los violentos habitantes de los bajos fondos”52. Esta cualidad era más frecuente entre las películas importadas, preferentemente las hollywoodenses, debido a que eran el efecto de un doble proceso de censura y autocensura que regía a la industria en Estados Unidos53. Los policiales aceptables debían producir la identificación del espectador con la víctima, evitando cualquier simpatía o compasión por el criminal. Sin mediación, el acto cometido (crimen) se transfería al sujeto de la acción (criminal). La víctima era representada como alguien corriente y sobre todo inocente. Entonces, dos procesos metonímicos se ponían en marcha. El primero identificaba al criminal con una aberración social, una parte minoritaria y corrompida de la sociedad que la acción combinada de la Policía y la justicia debía extinguir. La víctima se convertía en un paradigma, una representación de cualquier punto de la sociedad, incluido el espectador. En cambio, los policiales censurables transformaban en “héroes” o “víctimas de la sociedad” a los criminales o a los hombres y mujeres de “mala vida”. Estas cintas generarían una identificación inconveniente entre el espectador y el criminal. Los censores especulaban con los poderes de la representación; para ellos la exposición fílmica bordeaba la capacidad de producir criminales entre el público. Ese ensamblaje entre la mimesis del formato y la emulación de la concurrencia disparó las inspecciones de los cafés con camareras y las prohibiciones sobre las vistas de la Guerra de 1914; ese mismo umbral de inteligibilidad se mantuvo firme y continuó obrando, aunque con leves desplazamientos, en las posteriores interdicciones de películas que incluyeran escenas de sensualidad y violencia. El público fue objeto privilegiado de la preocupación y la tutela de las autoridades. Según ellas, las películas eran mercancías que difundían el “vicio”, la “pornografía” y las “costumbres licenciosas”. Todas prácticas capaces de ocasionar un daño irreparable y que podían

52 “El fomento del vicio”, La Capital, Rosario, 9 de junio, 1929, 5. 53 Gregory Black, Hollywood censurado, 42, 72 y 121.

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“comprometer sobre todo en la juventud la estabilidad de los sentimientos tan sagrados como son los de decencia, el pudor y la moral”54. A pesar de estas precisiones argumentales y procedimientos prácticos, la censura no fue una tarea demasiado simple. En los años 1920 y 1930, las casas distribuidoras fueron empujadas a poner sus novedades a disposición del público a gran velocidad. En un solo día, la misma copia de un film fraccionada en partes se proyectó hasta en ocho salas; lo nuevo alimentaba al cine y el cartel variaba incontrolablemente. Durante 1934 se exhibieron casi ochocientas cintas, el 95% de las cuales habían sido producidas en Hollywood. Esa velocidad de circulación y sustitución de los films entorpeció las tareas de fiscalización de sus contenidos. Muchas veces, la Comisión de Censura debió basarse en los dictámenes de su homóloga de Buenos Aires, a raíz de que usualmente las películas se presentaban al público antes que a ella. Incluso, algunas cintas fueron prohibidas después de varias semanas de exhibición y de ser consagradas como éxitos de taquilla. Casi siempre, la censura se desplegó con demora e ineficacia55.

4. Prohibido fumar y llevar sombrero

Al promediar los años 1920 comenzó a reglamentarse el comportamiento en las salas. Aparentemente el cine no sólo era un espectáculo malogrado debido a las proyecciones, a la selección del cartel, sino que también el comportamiento de los espectadores producía molestias y entorpecía el curso normal de las funciones. Lentamente, las prácticas de los espectadores fueron constreñidas: el hábito de fumar fue el primero en reprimirse. Esta interdicción no reparaba aún en los problemas de salud del fumador o de su entorno inmediato. Si bien había una cuestión higiénica y otra vinculada a las relaciones de género, el asunto poseía un sentido bastante distinto del actual. El cine como atracción de sala cautivó fundamentalmente al público femenino. En 1920, “la salida de los cines provocaba el desfilar de una numerosa concurrencia femenina que llega a congestionar el tránsito por las aceras”56. Socialmente se consideraba de buen tono que los hombres fumaran fuera de la vista de las mujeres. Si ellas se entregaban a esos placeres eran consideradas como “excesivamente sofisticadas o de vida ligera”57, alejadas de su por entonces casi excluyente rol de madres58. Los vicios y los placeres eran tolerados en dosis regulares entre los hombres, pero quedaban estrictamente

54 “El fomento del vicio”, La Capital, Rosario, 9 de junio, 1929, 5.

55 “Distribuidores de Films. Solicitan derogación de gravámenes exigencia de inscripción de las empresas alquiladoras” (Rosario, 15 de abril, 1934), en amr, Expedientes Terminados del Honorable Concejo Deliberante, Complementario de Archivo (Prescripción Reglamentaria), marzo 1939, t.1, ff.421-426. 56 “Aspectos urbanos. La calle Córdoba”, La Capital, Rosario, 12 de abril, 1920, 7.

57 Donna Guy, Sexo peligroso. La prostitución legal en la Argentina 1875-1955 (Buenos Aires: Sudamericana, 1994), 185.

58 Marcela Nari, Políticas de la maternidad y maternalismo político. Buenos Aires, 1890-1940 (Buenos Aires: Biblos, 2004).

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vedados a las “mujeres decentes”, era la expresión de una de las aristas de la dominación masculina59. Según los contemporáneos, niños y mujeres carecían de todo criterio, y fumar delante de ellos era inapropiado porque la imitación sería inevitable. La justificación racionalizadora de esas inhibiciones no tardó en aparecer60, y la prohibición del cigarrillo quedó vinculada a la tuberculosis61. Paralelamente, se subrayó la necesidad de construir salivaderas en las salas de espectáculos públicos, unas canaletas ubicadas al borde de las butacas por las que circularía agua permanentemente. En esos sumideros, bastante improbables en razón de los contratiempos y los costos que suponía su construcción, la concurrencia “escupiría ordenadamente”. Fumado sin filtro, el tabaco propiciaba un esputo que poseía altas concentraciones bacilares; detener la propagación de la tuberculosis y cuidar las economías de los exhibidores dictaminó la prohibición del fumar. Con esta medida no se pretendía evitar el empeoramiento de las condiciones respiratorias de los enfermos, sino impedir que salivaran produciendo un fluido corporal tan indecoroso como contaminante62. Una de las primeras campañas de higienización de las salas se inició en 1926. Por entonces, había treinta cines en la ciudad, que en pocos años pudieron acoger entre seiscientos y mil doscientos espectadores63. La difusión del espectáculo comportó la ampliación y diversificación del público, hecho que, como se anticipó, obtuvo su contraparte arquitectónica en la cantidad y variedad estilística de los edificios64. Un año después de la cruzada higiénica, se prohibió taxativamente usar sombreros y fumar en las salas. El gorro fue proscrito, debido a la falta de urbanidad implícita en conservarlo puesto dentro de espacios cerrados65. También esta normativa fue recubierta de justificaciones menos arbitrarias, como la visibilidad de la pantalla de los espectadores ubicados en las filas posteriores. Ambas medidas, aparentemente tan lógicas como aceptables, arrancaron airados reclamos entre el auditorio de los todavía extraoficialmente llamados “cines populares”. A pesar de las multas que gravitaban sobre las infracciones y de sus justificaciones, los propietarios alegaron que sería imposible hacer cumplir la ordenanza sin el concurso de la Policía:

59 Pierre Bourdieu, La dominación masculina (Barcelona: Anagrama, 2000), 108-109.

60 Una relación analógica puede forjarse entre la prohibición de este hábito y los modales en la mesa, véase: Norbert Elias, El proceso de civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas (México: fce, 1987), 201-215. 61 Diego Armus, La ciudad impura. Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-1950 (Buenos Aires:Edhasa, 2007), 188. 62 “Espectáculos públicos”, en amr, Diario de Sesiones del Honorable Concejo Deliberante, 13 de abril de 1923, 87.

63 “La Sociedad de Exhibidores Cinematográficos del Norte solicita modificación del artículo n° 37 de la ordenanza general de impuestos” (Rosario, 16 julio, 1932), en amr, Fondo Expedientes Terminados del Honorable Concejo Deliberante, abril 1933, t.300, ff.943-946. 64 Sidney Paralieu, Los cines, 63-65.

65 En las bibliotecas populares se prohibió permanecer en el salón de lectura con sombrero desde 1920. Reglamento de la biblioteca del Concejo Municipal de Mujeres (s/d, 1926), 3.

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“No se puede cumplir las ordenanzas respecto al uso del sombrero y el fumar en la

sala, puesto que nuestro público en su mayoría trabajadores, no nos hace caso, a pesar de todos los avisos prohibitivos colocados en las salas, no quieren desprenderse de esa

costumbre tan antigua y arraigada entre ellos, tampoco nosotros estamos dispuestos a sostener incidentes con ellos, ni a correr el riesgo de serias consecuencias para nuestras vidas, debido a la clase de elementos con los que tenemos que tratar”66.

Cuando se estrenó la placa con el aviso restrictivo, el público se mostró incómodo y reaccionó protestando. Durante largos minutos se oyeron “silbidos y pateos prolongados” y las mujeres comenzaron a fumar desafiando a los encargados para que les quitaran el cigarrillo de la boca. Hacer observar la ordenanza sería imposible sin el concurso de la fuerza pública, y el intento de desalojar a los fumadores podía provocar otras incidencias. Los empresarios solicitaron al municipio la derogación de la disposición. El pedido tuvo éxito. Con arreglo a la categoría del cine, las autoridades establecieron un sistema diferencial para el comportamiento del público. Dentro de los “cines populares” se permitió usar sombrero y fumar, siempre y cuando hubiera extractores de aire y se colocaran carteles visibles sobre la entrada con la leyenda: “Cine Popular”67. Los espectadores no pudieron ser sustraídos por completo de sus hábitos, unas formas de hacer que los agentes disciplinarios caracterizaron como “vicios” y “desviaciones”. Por otra parte, los dueños de los cines no querían enemistarse con el público, ni cargar con la responsabilidad y las derivaciones de su control. Finalmente, los funcionarios locales prefirieron etiquetar negativamente algunas salas, y no imaginar otras soluciones68. La diferenciación y el estigma fueron las tácticas de control indirecto ejercidas por el municipio sobre las exhibiciones fílmicas.

5. Quédense sentados, quietos y callados

La ubicación del público en los cines resultaba inquietante. En contra de la reglamentación tempranamente arbitrada para desalojar la sala en caso de siniestro, numerosos espectadores se apostaban en los pasillos entorpeciendo la circulación; algunos aprovechaban esas locaciones para entregarse a “conductas licenciosas”. La Capital denunció elípticamente esos comportamientos “lascivos”; detallarlos, describirlos con más pormenores y detenimiento, era para los redactores una incitación, una especie de publicidad del vicio. Al parecer, la “obsesión femenina” por el cine no se

66 “Comunicación de los empresarios de cines populares” (Rosario, 16 noviembre, 1927), en amr, Expedientes Terminados del Honorable Concejo Deliberante, octubre 1928, t.257, f.2745. 67 “Comunicación de los empresarios”, f.2750.

68 Sobre el proceso de etiquetación social sigo el planteamiento de Howard Becker, Outsiders. Hacia una sociología de la desviación (Buenos Aires: Siglo xxi, 2009), 195-225.

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restringía al magnetismo del star system; también ocupaban un lugar importante los placeres carnales dispensados entre las sombras. Roberto Arlt anotó críticamente esta tendencia en El amor brujo, publicado por primera vez en 1932. En esas páginas, por momentos muy críticas respecto a la cultura y los hábitos de la clase media argentina69, Arlt afirmó que el cine era “deliberadamente ñoño con los argumentos de sus películas, y depravado hasta fomentar la masturbación de ambos sexos”70. El comportamiento del público fue problematizado en los cines barriales. Esas salas eran ocupadas mayoritariamente por “elementos populares”; sus “faltas” consistían en aligerarse de ropas, quitarse el calzado, fumar, comentar las películas, reproducir los diálogos, arrojar objetos e insultar a la pantalla y a otros circunstantes. Estas prácticas reforzaban la “etiqueta de populares” exhibida en los accesos a esos cines. “El abuso en el aligeramiento de ropas por parte de los hom­bres, con el pretexto de las altas

temperaturas, da lugar a que se ofrezcan espectáculos indecorosos. Descalzos algunos, los más en camisa o en pijamas y muchos con camisetas caladas sin mangas, permanecen en

las salas fumando, salivando y arrojando los puchos a otros espectadores, aprovechando los instantes en que el salón que­da a obscuras al realizarse la proyección de las películas.

Palabras obscenas se cruzan de fila a fila, se inician conversa­ciones que lejos de ser picarescas son inmorales, en alta voz, para que las escuchen las señoras y niñas que asisten al

espectáculo y el salón concluye por quedar envuelto en humo, respirándose una atmósfera desagradable, que el hacinamiento de tantas perso­nas, la deficiente ventilación y las altas temperaturas convierten en una tortura que no puede soportarse”71.

Los cambios en el formato y en la tecnología incidieron parcialmente en la irrupción de esos comportamientos. Durante el período dominado por el sistema de atracciones mostrativas, las proyecciones eran introducidas y comentadas por animadores o narradores y la velada era amenizada con música en vivo72. Cuando el cine viró hacia el sistema de integración narrativa perdió, paulatinamente, esos componentes. El público fue compelido a desarrollar otras aptitudes para decodificar el sentido de la proyección. Primero debió abocarse a la lectura de carteles, y luego a la audición de la banda de sonido, que incorporó diálogos o narración. A comienzos de la década de 1930, Max Gluksmann fue el introductor de los aparatos para reproducir películas sonoras en el Palace Theatre de

69 Sobre la clase media en Argentina ver el trabajo pionero de Ezequiel Adamovsky, Historia de la clase media argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919-2003 (Buenos Aires: Planeta, 2009). 70 Roberto Arlt, El amor brujo (Buenos Aires: Losada, 2000), 28.

71 “Comportamiento indecoroso en los cines”, La Capital, Rosario, 13 de enero, 1937, 7.

72 “Proyecto del edil de Sactis sobre lo que deben abonar los cines, cines teatros y teatros que tengan orquesta permanente” (Rosario, 15 de abril, 1932), en amr, Expedientes Terminados del Honorable Concejo Deliberante, mayo 1932, t.3, f.3624.

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Rosario73. Al difundirse esta novedad, muchos espectadores quedaron desconcertados y se aferraron a su gusto por el formato de un cine que privilegiaba las atracciones mostrativas. Posiblemente, a la no del todo aceitada asimilación de esas transformaciones obedecieron muchos de los comentarios y duplicaciones de los diálogos producidos en las salas74. Cuando irrumpió el sonido, en los primeros años de la década de los treinta, la ausencia de doblajes y subtítulos estimuló transitoriamente el desarrollo de un cine nacional75. Uno de los problemas de la industria fílmica extranjera de los talkies fueron los subtítulos. La mayoría estaban colmados de errores ortográficos, algunas copias no los tenían y frecuentemente el maestro de ceremonias o narrador comentaba el guión arbitrariamente. Cuando Hollywood volvió a la carga con las primeras películas dobladas, las voces de los dobladores mexicanos o los cubanos no recibieron el favor del público argentino. Auditorios poco dispuestos a comprender las diferencias regionales de entonación del español encontraron aquellos acentos un tanto ridículos. Un intelectual de la talla de Jorge Luis Borges expresó estas cuestiones sin ocultar una indignación algo paranoide. Integró al doblaje a un imaginario museo teratológico y anunció que la sustitución no sólo alcanzaría a las voces sino también a las figuras76. Las conductas reñidas con el “espectador moderno”, el cinéfilo soñado por la prensa, no sólo afectaban a las salas barriales, las que habían sido declaradas oficialmente de índole popular y en las que se podía fumar con el sombrero puesto. También los grandes cines céntricos franqueaban el acceso a grupos que perturbaban el curso del espectáculo con intervenciones abruptas y aparentemente injustificadas. Esas conductas fueron atribuidas por los periodistas a la afirmación de una “masculinidad mal comprendida”. Se trataba de una definición de género similar a la imperante en los espectáculos futbolísticos masificados77, donde la conducta del individuo se afirmaba a partir de los códigos del grupo. Esta forma de presentación grupal pública78 no sólo ofrecía una incomodidad al resto del auditorio. Sus cultores ponían en juego unas prácticas distintivas en espacios sociales alternos, donde esas formas de comportamiento estaban proscritas. A menudo, esas tácticas de la identidad operaban como una coraza defensiva frente a la intervención de gestos tan sutiles como

73 “Max Glucksmann solicitando permiso para instalar un aparato de cine sonoro en Rosario” (Rosario, 2 de octubre, 1929), en amr, Expedientes Terminados del Honorable Concejo Deliberante, diciembre 1929, t.274, f.4646.

74 Abel Richard y Rick Atman, eds., The Sounds of Early Cinema (Bloomington & Indianapolis: Indiana University Press, 2001). 75 Florencia Garramuño, Modernidades primitivas, 212.

76 Jorge Luis Borges, “Sobre el doblaje”, Sur 128 (1945): 88-90. Ver también Gonzalo Aguilar y Emiliano Jelicé, comps., Borges va al cine (Buenos Aires, Libraria, 2010), 69-88. 77 “Culto a Ganímedes. Notas de incultura”, La Capital, Rosario, 7 de agosto, 1933, 5.

78 Erving Goffman, La presentación de la persona en la vida cotidiana (Buenos Aires: Amorrortu, 1981), 125.

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agraviantes: miradas displicentes, muecas de burla, desprecio e indiferencia79. Esas acciones intempestivas y reñidas con los códigos de comportamiento aceptable eran un indicador de la ocupación masificada del cine, de la presencia de grupos diversos en la sala. Eran una incrustación que desestructuraba las reglas de un juego social que algunos agentes no dominaban, y en un espacio social que los interpelaba segregativamente. Un ensayo, también, capaz de mostrar que el orden normativo no puede conocer ni conjurar todas las posibilidades y grietas de los juegos sociales que intenta vigilar. Mediante denuncias y reconvenciones, las planas de los periódicos instaban a las autoridades a reprimir esas expresiones, que en ámbitos regidos por protocolos tácitos resultaban inconvenientes y molestas. No desaparecieron sin embargo los “comportamientos inadecuados”, apenas si pasaron algo más inadvertidos, a veces naturalizados o segregados a la esfera de los “cines populares”. La mayor parte del tiempo los simulacros disciplinarios fueron doblegados por un conjunto de circunstancias convergentes: el crecido número de cines, la cantidad de asistentes, la complicidad de las penumbras y los acomodadores, y los pocos recursos humanos y materiales del municipio para afrontar inspecciones minuciosas y sostenidas. El ascenso del cinematógrafo prosiguió en los años 1940, aunque con algunas ralentizaciones. Los Anuarios Estadísticos de Rosario acreditaron que se vendían entre cuatro y cinco millones de entradas en 1940 y 1941, respectivamente. El cine se consagraba como uno de los entretenimientos masivos que mayor atención concitó en la Rosario del período de entreguerras, y cuyo control, que nunca fue sencillo pero siempre preocupante, se hacía más y más difícil.

Conclusiones

Las páginas anteriores intentan mostrar algunos puntos y aristas, accesibles al análisis historiográfico, del complejo poliedro de la construcción social y cultural de la proyección fílmica en una ciudad argentina, a lo largo del período de entreguerras. Concentrado en las formas que adoptaron las normativas y los controles sobre los cines, las cintas y el público, el artículo ensaya un ejercicio de reconstrucción de un conjunto de relaciones sociales y culturales marcadas por cierta asimetría. Los agentes que pretendían intervenir sobre las vistas proyectaron sus temores y esperanzas en la representación fílmica, atribuyéndole capacidades para orientar la conducta. Quienes entendieron a la letra como la cifra de toda la cultura, desarrollaron una cautela algo desproporcionada ante la novedad de las imágenes móviles. Junto al cinematógrafo se difundieron sus hipotéticos

79 Diego P. Roldán, “Imágenes, juegos, rituales y espacios. Las interacciones socioculturales entre élites y sectores populares durante la entreguerras. La incultura en Rosario (Argentina)”, História 28: 2 (2009): 683-714.

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poderes hipodérmicos80. La amplia circulación de películas, acompañada de la devoción del público femenino e infantil, alertó a los censores. En la afluencia de espectadores y la etiquetación de contenidos “inconvenientes”, se asentó la legitimidad sociocultural del control; ambas condiciones eran el producto de la convergencia de dos supuestos. Por un lado, el envilecido gusto de un público culturalmente discapacitado y, por otro, la avidez de divisas de distribuidores y propietarios de salas. La censura podía recortar de las cintas contenidos de “incidencia negativa” y, al mismo tiempo, sostener “criterios pedagógico-estéticos”. Primero se juzgó a las películas “moralmente”; la evaluación del cine como medio cultural dependió ante todo de su valor moral-educativo. Asimismo, el control recayó sobre el auditorio e intentó constreñir sus comportamientos. Esa “domesticación” corrió paralela a la censura. Si el espectador adoptaba la pasividad implícita en quitarse el sombrero, mantenerse en silencio, sentado y sin fumar quedaba a merced del verosímil fílmico; la actitud reposada del cuerpo incrementaba la proyección afectiva del espectador, su identificación con la imagen81. Esos cuerpos dóciles eran incapaces de descargar, en forma de movimiento o lenguaje, las sensaciones de ansiedad, angustia, tensión, tristeza, etc., provocadas por las imágenes y el relato. Si las figuras no guardaban “criterios morales”, ese espectador corporalmente disciplinado sería una presa fácil de la carga imaginaria del cinematógrafo82. Igualmente, si los contenidos irradiados eran “convenientes”, el espectador también era efectiva y decisivamente influido por ellos, aunque de manera opuesta. Entonces, el efecto mimético del cine y su capacidad hipodérmica coincidirían con las intenciones de la Comisión de Censura. En estas operaciones no se dividió al film del público; proyección y recepción no formaron cada uno un sistema clausurado. Los censores, lejos de mantener la escisión entre difusión y consumo, entre proyección y visionado, se preocuparon por controlar los dos términos de esa relación y dispusieron reglamentos capaces de producir efectos convergentes. No obstante, las dificultades y, en suma, la ineficacia de las regulaciones en el corto plazo fueron muy evidentes. La censura cinematográfica estuvo rodeada de una pesada aura de ineficacia, de impotencia e ineptitud. Entonces, su repetición posiblemente estuviera asociada a un ritual de producción y reforzamiento de la diferencia social y cultural. Durante la primera mitad del siglo xx, en Rosario ese “ritual” de la censura fílmica estableció un sistema de clasificaciones y posiciones asimétricas, que distinguió a quienes podían decidir qué debía verse de otros que tenían que aceptar esas decisiones. Entre unos ojos educados y otros incultos, entre hombres portadores de juicio crítico y aquellos que serían incapaces permanentes (mujeres y niñas) o momentáneos

80 Las teorías hipodérmicas de la comunicación —muy influenciadas por el conductismo, la aparición de la sociedad de masas y los nuevos medios de comunicación— postularon en las primeras décadas del siglo xx la eficacia desmedida de los medios para influir en su audiencia. 81 Edgar Morin, El cine o el hombre imaginario (Buenos Aires: Paidós, 2001), 91.

82 Christian Metz, Psychoanalysis and Cinema. The Imaginary Signifier (Londres: The Macmillan Press, 1983), 46-48.

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(niños varones) de desarrollarlo. Utilizando un criterio complementario, los censores clasificaban a los públicos y a los géneros cinematográficos. Pero la censura también fue el indicador de un cambio, de la tendencia hacia la masificación de los entretenimientos, y de las escasas posibilidades de las fórmulas disciplinarias del control para invertir o alterar su dirección.

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Holstein: la nodriza de los antioqueñosÏ

José Roberto Álvarez Múnera

Docente titular de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín, Colombia). Trabajador Social y Magíster en Estudios Políticos de la misma universidad, y candidato a Doctor en Ciencias Sociales de la Universidad de Antioquia (Medellín, Colombia). Miembro de los grupos Territorio y Grupo de Investigación Historia Social (Categoría B en Colciencias). Ha publicado “Incidencia de procesos políticos en la institucionalización y ordenamiento metropolitano del Valle de Aburrá (Colombia), 1950-2007”, Bitácora Urbano Territorial 1: 18 (2011): 9-22. joseroberto. alvarez@gmail.com

Artículo recibido: 21 de octubre de 2011 aprobado: 27 de marzo de 2012 modificado:

23 de abril de 2012

doi: 10.7440/histcrit48.2012.05

Ï El presente artículo hace parte de la investigación “Empresas y empresarios ganaderos en el Bajo Cauca, Magdalena Medio, Norte y Oriente de Antioquia entre 1920-1960: relaciones economía-sociedad-cultura”, que se está realizando para optar al título de Doctor en Ciencias Sociales de la Universidad de Antioquia (Medellín, Colombia). Se llevó a cabo durante pasantía del investigador en el grupo de Historia Empresarial eafit (Categoría A1 en Colciencias) y fue avalada por el Grupo de Investigación en Historia Social (Categoría B en Colciencias). No contó con financiación.

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Holstein: la nodriza de los antioqueños

Holstein: la nodriza de los antioqueños Resumen Este artículo analiza uno de los hechos más relevantes del desarrollo de la industria lechera en el departamento de Antioquia, la Exposición Holstein de La Ceja (1949-1959). Se argumenta que la exposición se convirtió en un mecanismo destinado a la difusión de las mejoras genéticas de las haciendas de la región y de las técnicas de gestión necesarias para su reproducción. Además sirvió para articular efectivamente el nivel genético alcanzado por las haciendas y el mercado; es decir, las necesidades de los distintos hacendados, productores rurales, empresas proveedoras de insumos y entidades gremiales. Palabras clave: Exposición Holstein, empresa agrícola, empresario, industria lechera, ganado vacuno, oriente antioqueño.

Holstein: the wet nurse of Antioquia Abstract This article analyzes one of the most important events in the development of the dairy industry in the department of Antioquia: the Holstein Exhibition of La Ceja (1949-1959). We argue that exhibitions became the means through which the genetic improvements of local farms and the managerial techniques needed for their reproduction of said improvements were disseminated. Also, exhibitions affectively articulated the genetic level reached by the farms with those of the market, i.e. the needs of individual landowners, rural producers, suppliers and union entities. Key words: Holstein exhibition, agricultural enterprise, entrepreneur, dairy, cattle, eastern Antioquia.

Holstein: ama-de-leite dos antioquenhos Resumo Este artigo analisa um dos fatos mais relevantes do desenvolvimento da indústria leiteira no departamento de Antioquia, a Exposição Holstein de La Ceja (1949-1959). Argumenta-se que a exposição se converteu em um mecanismo destinado à difusão das melhorias genéticas das fazendas da região e das técnicas de gestão necessárias para sua reprodução. Além disso, serviu para articular efetivamente o nível genético alcançado pelas fazendas e pelo mercado; isto é, as necessidades dos diferentes fazendeiros, produtores rurais, empresas fornecedoras de insumos e entidades gremiais. Palavras-chave: Exposição Holstein, empresa agrícola, empresário, indústria leiteira, gado bovino, leste antioquenho.

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José Roberto Álvarez Múnera

Holstein: la nodriza de los antioqueños Presentación

En 1948 el municipio de La Ceja gestó un proyecto que fundaría las bases de su desarrollo local y regional, la Exposición Holstein. Con este evento se intentó construir un imaginario en donde desfilaran los ideales de desarrollo de la industria lechera y los avances en la ganadería de selección y de todo lo relacionado con sus procesos productivos. El análisis de este evento es significativo porque, como sostiene Carlos Dávila, en la bibliografía especializada en Colombia no se ha asociado la actividad rural con el desarrollo empresarial. Afirmaba además, que “[…] en la indagación por las peculiaridades de la trayectoria económica y empresarial de las actividades agrícolas, ganaderas y agroindustriales desde el siglo xix se ha constituido en un objeto

legítimo de investigación […] el estudio de los empresarios y las actividades agrícolas ha sido una de las temáticas más renovadoras y promisorias dentro de la historia empresarial reciente”1.

A este reconocimiento se agregan otras líneas de investigación desde las cuales se ha venido avanzando en la comprensión del tema de la ganadería. Los estudios editados por Alberto Flórez Malagón develan en su conjunto una serie de nuevas interpretaciones culturales y ambientales de esta actividad2. En uno de esos estudios Shawn Van Ausdal3 plantea que la historia empresarial es uno de los campos de investigación que ha venido revisando las perspectivas tradicionales de análisis que suelen asociar la ganadería con la alta concentración de tierras en Colombia, con una clase terrateniente poderosa y represiva y con un crecimiento económico atrofiado e irracional. Señala a académicos como Joaquín Viloria y María Teresa Ripoll, al lado de Adolfo Meisel y Gloria Isabel Ocampo4, quienes han contribuido a develar temas tales como actores, redes familiares, estrategias de negocios e historia económica en general, a través de los cuales se percibe la necesidad de avanzar en análisis en los que se presenten las variaciones regionales y las diferencias en la producción ganadera. Coincidiendo con los autores reseñados, en los estudios sobre la ganadería colombiana son limitados los análisis históricos sobre diversas empresas en este sector. La gran mayoría, incluso los de Flórez

1 Carlos Dávila Ladrón de Guevara, “Empresarios, diversificación de inversiones y nexos con la propiedad territorial en cinco regiones colombianas (1880-1930)”, Revista de la Historia de la Economía y de la Empresa 5 (2011): 90. 2 Alberto Flórez-Malagón, ed., El poder de la carne. Historias de ganaderías en la primera mitad del siglo xx (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2008), 441.

3 Shawn Van Ausdal, “Ni calamidad ni panacea: una reflexión en torno a la historiografía de la ganadería colombiana”, en El poder de la carne, 39. 4 Shawn Van Ausdal, “Ni calamidad”, 45.

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Malagón, se refieren a la ganadería vacuna de carne, en otras perspectivas de análisis. Si bien Van Ausdal reconoce que las introducciones de nuevas razas en Colombia implicaron un cambio en los ganaderos de tierras altas al pasar de ganadería de carne o doble propósito a la ganadería de leche5, la preocupación de los investigadores por el desarrollo ganadero en el trópico se concentra en el piso térmico cálido, cuando la ganadería lechera más importante del país se instauró y consolidó en el frío: sabana de Bogotá, Boyacá, Nariño, oriente y norte antioqueños. Por su parte, Stefania Gallini rastrea la aparición de las razas bovinas europeas en Colombia y sus implicaciones ambientales, como el caso que denomina la “cebuización” del hato colombiano6, y si bien señala que un nuevo actor sociopolítico serían las asociaciones de criadores —las cuales desarrollarían una ganadería empresarial encargada de la clasificación e inscripción de los animales en registro de razas, compilados y controlados; estrategia con la que establecerían un monopolio de las razas puras y en el control de las ferias ganaderas7—, no se exponen eventos al respecto. Este artículo presenta un caso en la perspectiva de analizar cómo se avanzó en una empresa rural dedicada a la ganadería genéticamente especializada para la industria láctea en Antioquia. El caso referido es la “Exposición Holstein de La Ceja” (ver imagen 1), evento que jalonó a mediados del siglo xx el desarrollo local y regional de La Ceja, uno de los municipios del oriente antioqueño, región que en general fue ajena a la rudeza de la violencia política que por aquellos años aquejaba a otras regiones del departamento y de Colombia8. En la ganadería lechera, como en toda actividad agraria, existe especialización en su actividad productiva. En la Exposición se pueden observar dos negocios especializados. Uno es el negocio del ganado donde hay importación, mejoramiento, cría, levante y venta de ejemplares Holstein, pues con este evento se impulsó la transición hacia la ganadería especializada o denominada también de selección, que se dedica a la cría de ejemplares puros de determinada raza, en este caso Holstein, para vender genética a otras ganaderías, las cuales adquieren estos ejemplares para mejorar sus crías y su producción. Otro negocio, derivado del anterior, es el de la producción, distribución y venta de leche. Aunque los dos negocios se relacionan, no son necesariamente el mismo: una cosa será negociar con los animales y otra con un producto de esos animales9.

5 Shawn Van Ausdal, “Mosaico cambiante: notas sobre un geografía histórica de la ganadería en Colombia 1850-1950”, en El poder de la carne, 67. 6 Stefania Gallini, “El Atila del Ganges en la ganadería colombiana”, Nómadas 22 (2005): 186-197. 7 Stefania Gallini, “De razas y carne”, en El poder de la carne, 308.

8 Mary Roldán, A sangre y fuego: la violencia en Antioquia, Colombia 1946-1953 (Bogotá: icanh, 2003), 99.

9 Se puede agregar un tercer negocio: el de empresas ofertantes de insumos para estas actividades ganaderas, por ejemplo, Solla s.a., una empresa de alimentos concentrados para ganado lechero que cumplió un papel muy activo en el desarrollo de la Exposición. Vale agregar un cuarto negocio: el de servicios temporales para la atención de las demandas generadas por el evento en transporte, alimentación y hospedaje.

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Imagen 1: “Exposición de ganado holstein en La Ceja, 1950”.

Fuente: Biblioteca Pública Piloto de Medellín (bpp), Medellín-Colombia, Sección Archivo Fotográfico, Fondo Gabriel Carvajal Pérez, 1940-2000, f.015-0440.

En cuanto a esta exposición ganadera, Roy Hora sostiene que este tipo de programas pueden parecer más apropiados para un análisis que tenga por objeto investigar los modos de sociabilidad de las élites locales o regionales y sus relaciones con el poder político, que para una interrogación atenta a su racionalidad desde un punto de vista económico. Sin embargo, en sus estudios devela que tienen una trascendencia mayor, en el sentido de que las exposiciones ganaderas sean entendidas no sólo como el lugar privile­giado de enunciación de las demandas agrarias de cara al poder político, sino también como parte fundamental de las estrategias de extensión técnica y de repro­ducción material de la Sociedad10. Desde esta perspectiva, la Exposición Holstein de La Ceja se convirtió en un mecanismo destinado a la difusión de las mejoras genéticas de las haciendas de la región y de las técnicas de gestión necesarias para su reproducción, además de arti­cular las necesidades de los distintos hacendados, productores rurales, empresas proveedoras de insumos y entidades gremiales. La exposición cumple el papel de la articulación efectiva entre el nivel genético alcanzado por las haciendas y el mercado, motivo por el cual será relevante alcanzar éxito en las mismas. Competir y ganar en la exposición permite un reconocimiento expresado en premios o trofeos, los cuales a

10 Roy Hora, “Un aspecto de la racionalidad corporativa de la sociedad rural argentina: el problema de la agricultura, 1866-1930”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani" 3: 10 (1994): 42.

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su vez distinguen y señalan el valor de la producción, y se concede una publicidad a la hacienda y su propietario que se aprovecha para vender y lograr utilidad11.

1. Generalidades de la Exposición Holstein de La Ceja

La raza holstein, más conocida como Holstein Friesian, tuvo origen en el Reino de Holanda, y junto con el Shorthorn en Inglaterra, el Ayrshire en Escocia y el Alderneys en la isla de Guernsey, son consideradas las razas de producción de leche por excelencia y catalogadas como las “nodrizas de la humanidad”. Su arribo a Norteamérica data del siglo xvii, pero su introducción más notoria fue en el siglo xviii12. Aunque existen noticias de su introducción en Antioquia desde finales del siglo xix, es hacia finales de la década de 1920 cuando se intensifica su importación13. En Colombia las exposiciones de ganado Holstein datan de la década de 1920 y fueron organizadas por iniciativas particulares, sin formalidad reconocida por alguna organización nacional o internacional14. En 1942 se fundó en Bogotá la Asociación Colombiana de Holstein Friesian (achf) para la promoción y desarrollo de esta raza en el país15, con lo cual se da inicio a una nueva etapa en la que se buscaba normativizar la competencia e incluir requisitos que conllevaran el mejoramiento de la raza y de la producción de leche. Este hecho indica que en la sabana bogotana se avanzó inicialmente en este proceso organizativo y empresarial16. En 1945, la capital del país da inicio oficialmente a las exposiciones nacionales, y en 1946 se desplazan tres de sus integrantes a Medellín, Rafael Díaz, Álvaro Muñoz Mariño y José Escalante B., en compañía de los asesores norteamericanos Glen M. Householder y Harvey F. Farrington, ambos de The Holstein Friesian Association of America, con el objetivo de apoyar la organización de la filial de la achf en Antioquia17, la cual se crea el 9 de septiembre de

11 Roy Hora, “Un aspecto”, 45.

12 achf, “Cómo se inició y a dónde va el Holstein en América. Asociación Colombiana de Holstein Friesian”, Holstein Colombiana 10 (1947): 11-13. 13 Eduardo Zuleta Gaviria, “Colombia”, Revista Semanal 183 (1920): 323-324; Pedro Nel Ospina, “Por nuestras tierras: notas de viaje 1919”, Progreso 7 (1926): 104-115; y, achf, “Excelente ha sido la adaptación del Holstein en Antioquia”, Holstein Colombiana 10 (1947): 21-22.

14 achf, “Los primeros años”, Holstein Colombiana 118 (1992): 8.

15 achf, “Asociación Holstein de Colombia 67 años de historia al servicio de la ganadería en Colombia”, Holstein Colombiana 177 (2009): 6-13. 16 Haciendas como El Salitre, Los Laureles, Susaguá, Santa Isabel, El Corso, La Chucua, La Gloria, Ticha, Venecia, La Victoria, El Tejar, Malachi, El Cortijo, El Rabanal, El Cerrito, La Esperanza, Hacienda Olarte, por citar algunas, estaban desde comienzos de los años treinta dedicadas a la producción de leche con vacas Holstein como única raza. achf, “Asociación Holstein de Colombia 67 años”, 7. 17 También se fundan posteriormente filiales en otros departamentos como Valle, Nariño, Boyacá, Santander.

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ese año, y elige una junta que estaría integrada por un conjunto de comerciantes, industriales y ganaderos de la región interesados por diversos motivos en su concreción (ver anexo 1). En ese mismo mes de septiembre de 1946 se efectúa una primera exposición en la ciudad y son jueces de la misma los asesores norteamericanos18. Este evento es consecuencia de uno de los objetivos de la achf, como lo expresa la siguiente afirmación: “Debido a la conveniencia de uni­ficar ciertos servicios, la Asocia­ción nacional se encargará de ex­pedir los certificados de registro de animales puros y la seccional [departamental],

de acuerdo con aquella, se ocupa­rá de promover campañas en fa­vor de la raza, inducir a

sus afilia­dos para que en sus hatos usen solamente toros puros, organizar periódicamente exposiciones y re­mates de animales de la raza, pro­ceden a clasificar por tipo las hembras

mestizas, solicitar del Gobierno y de las entidades ofi­ciales leyes y decretos que tien­dan al desarrollo de la ganadería y la industria lechera, dar ins­trucciones a sus afiliados sobre la

manera de llevar correctamen­te los libros genealógicos de su ganadería, difundir informaciones útiles referentes a las genealo­gías de los animales registrados, preparar, publicar y

distribuir fo­lletos con dicho objeto y, en gene­ral, iniciar y desarrollar campa­ñas en beneficio de los criadores y de la raza Holstein”19.

En este orden de ideas, se creó un gremio ganadero interesado en consolidar un negocio y establecer relaciones con el mercado interno y externo tendientes a favorecer su capacidad operativa y productiva. La primera Exposición en La Ceja fue realizada en agosto de 1949 y ameritó una alta actividad por parte de sus líderes y organizadores. Vale destacar que entre la cabecera de este municipio de Antioquia —ubicado a 41 kilómetros de Medellín— y la carretera principal —hacia el vecino municipio de Rionegro, y que atraviesa un territorio del municipio de Carmen de Viboral—, se ubica el valle de San Nicolás, donde se gestó el primer centro de producción de ganadería tanto de selección como lechera hacia la mitad del siglo xx. En ese territorio, a una altura sobre el nivel del mar entre los 2000 y 2200 metros, se ubicaba un conjunto de haciendas que reflejaban un énfasis productivo en la ganadería lechera. En 1960, Guillermo Vélez afirmaba que la principal fuente de riqueza de La Ceja era la lechería, según él con una producción diaria de 15.000 a 20.000 litros diarios. Este autor ofrece un dato sobre la tenencia de la tierra en función de esta actividad económica, con el cual se deduce que en la región predominaba la pequeña y mediana propiedad. Según sus cálculos,

18 José Escalante B., “La asociación antioqueña de Holstein”, Holstein Colombiana 7 (1946): 21. 19 José Escalante B., “La asociación antioqueña”, 22.

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para la época existían unas 5.000 explotaciones intensivas de ganado Holstein y unas 1000 de ayrshire20. En este contexto, afirmaba: “La Ceja es un lugar excepcionalmente privilegiado para la cría de ga­nado de selección,

para lechería. Ha contado con un equipo humano suma­mente eficiente que, sin reparar en gastos, ha purificado el elemento ganadero con razas finas extranjeras, hasta llegar a

ofrecer un grupo de ha­tos eminentemente calificados. Su ren­dimiento es magnífico, para beneficio de la economía antioqueña y colombiana”21.

Con lo anterior, se puede constatar que La Ceja era el epicentro de la ganadería lechera antioqueña, y por ello, no era extraño que se conjugaran esfuerzos técnicos y políticos para concretar la Exposición, la cual se realizó en una primera etapa entre 1949 y 1959 en forma continua entre los meses de julio y agosto de cada año, con la participación creciente de haciendas ganaderas de la región22. Así se registraba en la prensa regional el origen de este evento: “El Concejo municipal de La Ceja en resolución del 23 de septiembre de 1948 […], interesado en dotar al municipio de un certamen anual que le diera brillo ante propios y extraños

se propuso llevar a efecto una exposición de ganado Holstein, raza que estaba dando

magníficos resultados en la región por su belleza y gran producción de leche, contando

con ejemplares puros y de gran calidad. Para tal fin interesó a la Asociación Holstein de Medellín, que recibió con gran simpatía el llamamiento […]”23.

Nicolás Carmona Bernal escribió una crónica para la primera Exposición en la cual devela su trascendencia, considerando los avances de la ganadería antioqueña, en particular la de la leche, y la necesidad de seguir respaldando su modernización. En ese texto se informaba, además, lo que se esperaba con su realización, a saber: “[…] para las gentes que se rozan con estas actividades no pasa desapercibido el satisfactorio y prometedor de­senvolvimiento que ahora se observa en la ganadería antioqueña.

La introducción de ejemplares de pura san­gre, el mejoramiento de los pastales, la

20 Guillermo Vélez, “Ganadería y agricultura en La Ceja”, en Monografía de La Ceja, dirs. Alberto Upegui Benítez y Jairo Casas Upegui (Medellín: Ediciones Hemisferio, 1960), 50. 21 Guillermo Vélez, “Ganadería y agricultura”, 51.

22 En agosto de 1951 no se realizó por falta de recursos y se solicitó posponerla. Finalmente se efectuó entre el 7 y 8 de diciembre de ese año. “Carta Exposición Departamental de Ganado Holstein, dirigida a Braulio Henao Mejía” (23 de mayo de 1951), en Archivo Histórico de Antioquia (aha), Medellín-Colombia, Secretaría de Gobierno, Fondo Gobernación de Antioquia, vol.588, f.7. 23 José Ángel Uribe, “274 ejemplares habrá en la Feria Exposición de este año”, El Colombiano, Medellín, 8 de agosto, 1956, 8.

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aplicación de métodos científicos en las crías, la modernización de los establos, el

anhelo de dar un permanente impulso y de luchar por la prosperidad de esta indus-

tria, fueron de­talles palpados por el señor Montaña Camacho (gerente de la Asociación Colombiana de Ganaderos), singularmente en su detallada gira por las haciendas del vecino municipio”24.

Luego de once exposiciones continuas25, en 1960 se informó sobre la finalización de este evento26. En 1959 se tuvieron proble­mas serios con la política departamental de precios de la leche im­puesta por el gobernador de aquel entonces, Braulio Henao Mejía. Emilio Olarte Restrepo sostenía al respecto que como resultado de la falta de entendi­miento entre los productores y el Gobierno departamental, muchos ganaderos se vieron en la penosa obligación de liquidar sus hatos, y fue así como se vendió toda su gana­dería, en algunos casos en Venezuela, en otros, en Bogotá y el norte de Antioquia, y sólo se conser­varon las terneras pequeñas y las vacas viejas27. En 1977 retornarían las exposiciones a La Ceja, pero sin el esplendor, la periodicidad y el reconocimiento anteriores. Sobre esto se encuentran registros muy dispersos en la prensa local y regional28.

2. Procesos de interés: importaciones de la raza, organización gremial, empresarios en el negocio de la ganadería de selección y actividades asociadas Desde las primeras décadas del siglo xx, en Colombia fue asunto de interés la importación

de ganado de raza pura29, entre ellos Holstein. Si bien esta raza es de origen europeo, la relación comercial con el exterior se consolidó con Estados Unidos y Canadá, incluida una asistencia permanente de sus asociaciones y técnicos. La Junta Organizadora de la Exposición se encargó año por año de garantizar que la revisión de los animales estuviera a cargo de un juez norteamericano especialista en esta raza, y por ello estableció relación con asociaciones estadounidenses y

24 Nicolás Carmona Bernal, “Exposición de La Ceja”, El Colombiano, Medellín, 5 de agosto, 1949, 2.

25 Aunque se informa que son catorce los certámenes realizados, la investigación sólo registró once. Todo indica que se trocaron las numeraciones del evento en diversos medios, y por esto se produjo la confusión. La numeración tal cual está registrada en El Colombiano a partir de 1957, y no coincide con el orden establecido hasta 1956, que correspondió a la viii. La Feria de 1957 aparece como la x y la de 1958 como la xii.

26 “Se acaban las exposiciones de ganado Holstein en La Ceja” (11 de marzo de 1960), en Archivo Histórico de Medellín (ahm), Medellín-Colombia, Fondo Emisiones Clarín, t.34, f.238. 27 Humberto Olarte Echavarría, “Emilio Olarte Restrepo”, Holstein 114 (1991): 30-33. Esta información se amplió con: Entrevista a Olarte Echavarría, Humberto, La Ceja, 15 de febrero de 2012. 28 Asociación Holstein de Antioquia, Catálogo xiv Exposición de Ganado Holstein, 1977 (Medellín: s/e, 1977), 75-77; María Isabel García O., “Expoholstein 90”, Opinión Cejeña 100 (1990): 10-11. 29 Congreso de la República, “Ley 73 de 1916”, Diario Oficial 15977 (1916): 1722.

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canadienses como estrategia de formación, ampliación del conocimiento sobre esta actividad y adquisición de animales para mejorar y ampliar los hatos lecheros30. En cuanto a la importación de esta raza, uno de los hacendados de la región fue quien se especializó en esa tarea. Así lo relata el siguiente testimonio: “Don Guillermo H. Villa [Echavarría], presidente de la Asociación de Criadores de ganado

Holstein Friesian, de Antioquia, acaba de despachar dos aviones con veintinueve ejempla-

res de ganado Holstein Friesian de pura sangre del Canadá, con destino a Colombia. Cuatro de estos ejemplares vinieron al propio criadero del señor Villa y el resto fue apartado por otros criadores de la localidad antioqueña.

Estos animales fueron comprados después de la excelente impresión que causó a los criadores colombianos el ejemplar Sovereign Supreme vendido por J. M. Fraser de Streetsville,

Ontario, a Herrera Hermanos de Bogotá, después de ganar el Gran Campeonato en la Feria

Real de Invierno de 1949, en el Canadá. En la exhibición que tuvo lugar en Bogotá el año pasado, éste toro recibió mención como Gran Campeón y un hijo suyo mereció un premio especial. En las actuales compras están incluidos dos hijos, trece hijas y un nieto de Sovereign Supreme […]”31.

El Congreso colombiano legisló en 1916 para promover importaciones de la industria pecuaria . Varios empresarios aprovecharon esta situación en Colombia, y para el caso de Antioquia, se constata que Abelardo Ochoa González33 y Carlos Uribe Lince34 fueron importadores directos y atendían la demanda de ganado Holstein de ganaderos como Braulio Mejía Jaramillo, Francisco N. Jaramillo Jaramillo y Emilio Olarte Restrepo. Hacia 1934 este papel para la región lo empieza a liderar la firma Hijos de Vicente B. Villa & Co., empresa de la familia de Guillermo H. Villa 32

30 Un ejemplo de esta relación fue S. B. Hall, quien asistió la Exposición de 1951. Fue presidente de la Asocia­ción Holstein Americana por dos años, juez de las Exposiciones de Palermo (Argentina) por dos años y clasificador oficial de la Asociación Holstein de Estados Unidos. Propietario de la ganadería de Halirose Ranch, donde acu­dieron muchas de las grandes ganaderías del país del norte para la adquisición de sementales. achf, “Gran Exposición se llevó a cabo en La Ceja (Antioquia)”, Holstein Colombiana, 44 (1952): 12.

31 “29 ejemplares de Holstein despachados desde Canadá: Don Guillermo H. Villa hizo el envío”, El Colombiano, Medellín, 24 de febrero, 1951, 9. En las normas técnicas de la ganadería de selección, se debía nombrar el ganado de cada hacienda con un prefijo. Los criadores de ganado de pura sangre lo utilizaban a manera de marca registrada con un doble fin: evitar imitaciones fraudulentas e impresionar a los consumidores o compradores con las ventajas o distintivos que caracterizaban ese ganado. achf, “El por qué de los prefijos”, Holstein Colombiana 8 (1947): 16. 32 Congreso de la República, “Ley 73 de 1916”, 1722.

33 Ministerio de Industrias, “Resolución Nº 31 del 26 de octubre 1928”, Diario Oficial 20981 (1928): 931.

34 Compró una vaca Holstein de nombre Rieckona Bethel, nacida el 3 de junio de 1927, a E. E. Rieck & Nettrour de Coraopolis, Pensilvania (Estados Unidos). La importó el 23 de junio de 1928. “Certificate of Registry The Holstein Friesian Association of America: Registration No. 1170114”, en Archivo personal Emilio Olarte Restrepo (aeor), La Ceja-Colombia.

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Echavarría, y de allí su vínculo y reconocimiento en esta actividad35. Más tarde, en los años cuarenta se hicieron las importaciones fuertes tanto de Estados Unidos como de Canadá, y la Caja de Crédito Agrario fue uno los intermediarios36. La importación de esta raza radicaba en su reconocimiento como la de mayores posibilidades de adaptación al medio para pasar de pequeños niveles de producción a otros más altos, y además, porque había sido reconocida como la raza lechera de mayor capacidad productiva. Aun cuando desde finales del siglo xix y comienzos del xx se habían importado pardo suizo, jersey y ayrshire, ninguna logró tanta aceptación ni generó los niveles de organización gremial de la Holstein37. En 1949 una noticia referenciaba el precio de ejemplares puros. En Estados Unidos algunos alcanzaban un valor hasta de US$96.000; entre los que se expusieron en la primera Exposición de La Ceja, algunos valían hasta de US$20.00038. El trasfondo de la achf es una organización que tenía por objeto garantizar que esas importaciones y su descendencia contaran con el registro de cada ejemplar Holstein, para continuar el grado de pureza. Éste se empieza a expedir con la aparición de esta asociación, y su valor demuestra el potencial genético, lo cual da garantía al comprador de su ascendencia. Este reconocimiento significa que ese ejemplar comprado tiene una “sobredominancia genética” capaz de arrastrar, sin importar con quién se cruzara, y mejorar la productividad39. Adquirir un toro con certificado de registro era contar con la posibilidad de reproducir un hato con garantías genéticas. En general, este proceso del registro es a su vez un proceso para clasificar el grado de pureza del ejemplar, lo cual conlleva dos objetivos: la selección de aquellos animales que tienen la habilidad de transmitir características de tipo deseables y la eliminación de aquellos cuya progenie herede características indeseables40. En las exposiciones, la achf establecerá una clasificación de ejemplares machos puros y las hembras puras y mestizas en diversos grupos, según edades del ejemplar. Además de un buen biotipo, que el ejemplar posea una buena producción de leche es un valor agregado. Por eso el registro de producción de leche es importante, asunto que comenzó a medir desde 1951 la Secretaría de Agricultura de Antioquia, con lo cual se puede hacer una

35 Compró un toro Holstein Carnation Model Masterpiece, nacido el 10 de abril de 1934, a Carnation Milk Farms, Carnation, Washington (Estados Unidos), importado el 16 de octubre de 1934. “Certificate of Registry The Holstein Friesian Association of America: Registration No. 697094”, en aeor. 36 achf, “Excelente ha sido”, 22.

37 achf, “Cómo se inició”, 11-12.

38 Bernardo Blair G., “Acto grandioso fue la primera exposición Holstein de La Ceja: ciento veintisiete ejemplares clasificados”, El Colombiano, Medellín, 7 de agosto, 1949, 1 y 6. 39 achf, “Nuestra seccional de Antioquia”, Holstein Colombiana 25 (1950): 37. 40 achf, “Por qué clasificar?”, Holstein Colombiana 35-36 (1951): 3.

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comparación de biotipo y producción41. Mientras que la achf certifica pedigree, la Secretaría certifica productividad. Ambos procesos asociados son los que desfilan en la Exposición de La Ceja, y en medio de ellos, la compraventa de genética. Las exposiciones, más allá de muchos objetivos implícitos, son el espacio en el que se negocia ganado de selección. Por esto, no será lo mismo ocupar el primer o el octavo puesto. Seleccionar un animal con respecto a los demás, lo acredita con un valor diferente en el mercado, y también a sus crías. Este último negocio motiva el de la ganadería de selección como empresa, pues acredita a un hato o criadero y le genera rentabilidad. La inversión en ese ganado se recupera con su venta, o mejor, con la venta de sus crías. En el caso de La Ceja y la región de producción lechera de oriente, en forma paralela a la Exposición se configuró un semillero o una cuna genética que a posteriori se difundiría a otras regiones de Antioquia, en especial al norte. Sólo en 1957 se comenzaron a premiar los ejemplares Holstein nacidos en el país, y en un informe de 1958 se reconoce la superación de esa fase importadora, por cuanto el hato ganadero antioqueño había incorporado esta raza con todas las exigencias técnicas y era capaz de reproducirla en las mismas condiciones, y hasta mejores. Al respecto se comentaba: “‘La exposición con tradición’ tendrá este año la im­portancia suma de que luego de

más de tres años sin importaciones, la mayoría de los grupos puros estarán consti-

tuidos por animales nacidos y criados en el departamento, circuns­tancia ésta que

permitirá observar los adelantos que nuestros ganaderos han obtenido en la crianza de Holstein. Ya, en épocas pasadas empezamos a notar la extraordinaria calidad de

los productos nacionales que en más de una oportunidad compitieron con ventaja con los importados. Y no podía, ser menos dada la calidad de los animales que en una

u otra época se importaron para nutrir los hatos de Antioquia. Resultado de estas im­portaciones ha sido la clase de Holstein antioqueña, cuya fama es indis­cutible en

todo el país, lo que ha hecho que haya una gran demanda por los ganados producidos en esta parte del país […]”42.

El crecimiento de la Exposición fue notorio. En 1949 se organizaron quince grupos y 115 ejemplares; en 1956 fueron los mismos quince grupos, pero 274 ejemplares43; y para 1959 veintiséis grupos y 201 ejemplares44. De los sesenta hacendados que participaron en sus once 41 achf, “El control lechero en Antioquia”, Holstein Colombiana 46 (1953): 38-39.

42 “Todo listo para la inauguración mañana de la xii Exposición de Ganado Holstein”, El Colombiano, Medellín, 24 de julio, 1958, 16. 43 José Ángel Uribe, “274 ejemplares habrá”, 8.

44 Asociación Holstein de Antioquia, Catálogo xiii Exposición de Ganado Holstein, 1959 (Medellín: Bedout, 1959), 107. Historia Critica No. 48, Bogotá, septiembre - diciembre 2012, 252 pp. ISSN 0121-1617 pp 83-109


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ediciones (algunos de forma continua, otros en ciertos años), veintisiete eran del referido valle de San Nicolás y fueron los mayores animadores de la Exposición. Los restantes 33 participantes eran de otras regiones del oriente antioqueño, del valle de Aburrá, y un caso remite a una hacienda del norte de Antioquia (hacienda Ovejas de Antonio Velásquez Restrepo)45. En una caracterización de este grupo, se puede avanzar hacia una visualización de tres conjuntos de empresarios en la ganadería de selección en la Exposición. Por un lado están los grandes inversionistas, promotores de innovaciones y agentes del despegue de esta ganadería que eran ya industriales reconocidos de la élite antioqueña, y que consideraron esta actividad como una inversión atractiva, dado el crecimiento del consumo de derivados lácteos en Medellín46. Estos industriales o comerciantes llegan al oriente antioqueño y al valle de san Nicolás a lo largo de la primera mitad de siglo xx en busca de una residencia de descanso; y en esa vida en el campo, orientan sus intereses e inversiones en forma diferente. Así los describió Gilberto Zapata Lotero: “Su estándar alto de vida le hace construir mansiones lujosas hasta las cuales lleva sus comodidades que en la ciudad ha conquistado y él no quiere perder, así sea momentáneamente. Con criterio similar construye establos, cuartos de leche, depósito para alimentos,

cuarto pica pasto, enfermería y piezas para maternidad. Siembra a cualquier costo pastos de corte, compra o importa animales de alta selección y así edifica las bases para su explo-

tación lechera. Sus terneros se alimentan artificialmente […] y los que no corresponden a la calidad de sus ascendientes, son sacrificados al segundo día de nacidos. La leche en estas

condiciones producida, es generalmente aceptable desde el punto de vista higiénico, no así el económico y del técnico, que, como cuadro es un adefesio”47.

45 Asociación Holstein de Antioquia, Primera Exposición Departamental de Holstein, Catálogo 1949 (Medellín: s/e, 1949), 20; Ciro Pabón Núñez, “Los ganados Holstein criados en La Ceja, son los mejores de Colombia: El ganado frisio y su contribución a nuestra riqueza agropecuaria”, El Colombiano, Medellín, 15 de agosto, 1950, 9; “Ciento ochenta y un ejemplares inscritos para la Exposición de Ganado Holstein en La Ceja”, El Colombiano Medellín, 27 de noviembre, 1951, 13; “Gran interés por los remates de ejemplares Holstein en La Ceja”, El Colombiano Medellín, 14 de agosto, 1952, 12; Asociación Holstein de Antioquia, Catálogo v Exposición Departamental de Ganado Holstein, 1953 (Medellín: s/e, 1953), 88; “Hoy se inicia la vi Exposición Holstein”, El Colombiano. Medellín, 13 de agosto, 1954, 15; achf, “Lista de Expositores-La Ceja”, Holstein Colombiana 52 (1955): 61; José Ángel Uribe, “274 ejemplares habrá en la Feria Exposición de este año”, El Colombiano, Medellín, 8 de agosto, 1956, 8; Asociación Holstein de Antioquia, Catálogo x Exposición de Ganado Holstein, 1957 (Medellín: Imprenta Departamental de Antioquia, 1957), 116; Asociación Holstein de Antioquia, Catálogo xii Exposición de Ganado Holstein, 1958 (Medellín: Imprenta Departamental de Antioquia, 1958), 115; Asociación Holstein de Antioquia, Catálogo xiii Exposición, 107. 46 Francisco Ospina Pérez, “Si Antioquia desea conservar su raza debe ser la mejor ganadería”, Revista Ganadería 1: 1 (1959): 18-19. 47 Gilberto Zapata Lotero, “Economía de la Finca y Técnica de la Producción Lechera”, El Correo, Medellín, 26 de agosto, 1954, 4.

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Según Mesa Díez, para ellos ésta era una ganadería de alto riesgo, en muchas ocasiones con pérdidas, y en otras parecía que “era más una ganadería para mostrar quien tiene la vaca que más leche daba, muy parecido a lo que hoy sucede con las ferias equinas en las que lo importante es tener el caballo más bonito. Era una competencia para mostrar el último modelo, no importaba el costo”. Y afirma “Quien hacía eso era gente muy pinchada y lo importante fue lo que vino después porque con el tiempo favoreció el mejoramiento de la ganadería y propició mayor producción”48. De allí puede entenderse que, si bien la Exposición fue motivada por una afición de acaudalados empresarios, con propiedades en el oriente antioqueño para quienes las haciendas eran sus lugares de descanso, poco a poco se fueron generando cambios e innovaciones en el manejo del hato y se asociaron otros ganaderos. Dentro de ese grupo de empresarios que se integraron al desarrollo de la Exposición, se referencia a los hermanos Alberto y Jaime Echavarría Echavarría, Carlos J. Echavarría Misas, Jorge L. de Bedout Del Valle, José Gutiérrez Gómez. Es decir, un grupo de empresarios fundadores de la Asociación Nacional de Industriales (andi) y de lo que más tarde se llamaría el grupo económico del Sindicato Antioqueño. Un segundo grupo de empresarios es el de profesionales que dedicaron parte de su patrimonio a este negocio. El caso más relevante es el de un grupo de médicos con haciendas lecheras como los exdecanos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, el ya citado Braulio Mejía Jaramillo (1918-1921) y Braulio Henao Mejía (1948-1950), propietario de la hacienda San Sebastián. Ambos fueron reconocidos líderes del desarrollo de esta ganadería en La Ceja e impulsaron permanentemente la Exposición con la presentación de su ganado de selección. Después de 1950, tras la muerte de Mejía Jaramillo, su hijo Pablo Mejía Jaramillo continuó esta labor. Un tercer grupo lo conformaban inversionistas regionales y locales, muchos de ellos dedicados con mayor intensidad a este negocio, que encontraron en éste una posibilidad de desarrollar proyectos empresariales. Algunos ejemplos relevantes son Guillermo H. Villa Echavarría, quien complementario a los antecedentes ya mencionados, fue activo participante en la Feria Exposición Holstein de La Ceja en la década de 1950 e iniciador de la participación antioqueña en la exposición Nacional de Holstein en Bogotá, donde logró importantes reconocimientos49. Caso similar era el de Ernesto Moreno Aristizábal, hijo de Francisco Luis Moreno Ramírez, reconocido comerciante antioqueño, quien se desempeñó como ganadero en ésta y otras regiones del departamento. En la exposición fue muy visible

48 Entrevista a Mesa Díez, Gustavo, Medellín, 5 de septiembre de 2011. 49 achf, “Noticias”, Holstein Colombiana 30 (1951): 35.

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en la competencia por los primeros lugares en machos puros, y su hacienda Xochimilco era una de las ganaderías de selección de mayor reconocimiento (ver imagen 2). imagen 2: Publicidad Hacienda Xochimilco, 1958

Fuente: achf, “Publicidad Hacienda Xochimilco”, Holstein Colombiana 58 (1958): 85.

En este grupo se debe agregar William Gil Sánchez (Medellín, 1914-1964), odontólogo y hombre de negocios50, quien fue el más laborioso empresario de la leche en Antioquia. Hizo parte del grupo que compró la Planta Municipal de Leches en 195551, fue socio fundador en 1957 de la Procesadora de Leches s. a. (proleche)52, y en 1960 fundó Industrial de Leches Ltda. (induleche)53. Fue propietario de dos haciendas en Rionegro, Santa Ana y Torre Lunera, donde desarrolló una ganadería altamente reconocida por su ascendencia genética y por su producción. En 1957 fue el mayor propietario de vacas, con más de 10.000 libras de producción de leche54.

50 En el sector de medios de comunicaciones fue muy reconocida su labor por la fundación de la emisora La Voz de Antioquia; además, fue accionista en empresas textiles y de alimentos en la ciudad. Medellín, Notaría 5ª, “Escritura 5777” (11 de diciembre de 1967), en Archivo Notarial (an) Medellín-Colombia. 51 Notaría 6ª, “Escritura 566” (21 de marzo de 1955), en an.

52 Notaria 3ª, “Escritura 3985” (29 de julio de 1957), en aha, Fondo Notarial, t.3799, ff.235-257. 53 Notaría 5ª, “Escritura 5777”.

54 achf, “Propietarios con vacas de más de 10000 lbs de leche 1957”, Holstein Colombiana 58 (1958): 129.

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Otros casos que se suman a este grupo son los de Jaime De Villa Villa55, Gabriel Arismendi C. , Gonzalo Londoño Ángel57 y Nicolás Sierra Sierra; este último con una trayectoria familiar dedicada al negocio de la ganadería, en especial a la venta de carnes en Medellín. En 1958 fue el más reconocido propietario de vacas mestizas que obtuvieron el campeonato departamental de producción lechera58. Como se ha referido, para cualquier empresario tener animales en la Exposición y alcanzar trofeos era muy importante desde el punto de vista económico, porque si éstos alcanzaban algún reconocimiento tenían mayores valoraciones en el mercado. En general, en los torneos ganaderos la puja por los trofeos en disputa ha sido una lucha por posicionar mejor al empresario frente a los compra­dores que constituyen sus clientes potenciales. Además, era notoria la importancia de la relevancia social que otorgan a los propietarios estas distinciones. Este hecho marca las haciendas, que trascienden hacia un modelo de empresa rural al ofrecer al mercado como producto un ganado de selección con los requisitos más altos de genética y productividad (ver anexo 2). Se carece por ahora de información sobre el tipo de negocios establecidos en torno a las diversas actividades de la Exposición, pero si algún hecho era relevante en esta perspectiva era que se programaba en la agenda, para el último día, la “Venta de Estrellas”, en la cual se disponían entre veinticinco y treinta ejemplares Holstein para comercializar, como se registra a continuación: 56

“A medida que ha ido avanzando el grandioso certamen, viene aumentando el interés y la

expectativa por la venta de estrellas que se celebró ayer a las nueve de la mañana en adelante, después de la exhibición del ganado en los establos, de tal manera que este último

acto de la exposición y culminación de la misma, creyéndose con fundamento que las transacciones serán cuantiosas y superarán en todo a las de los anteriores certámenes que, como se sabe, han sido exitosos en toda forma y siguen siendo motivo de los más elogiosos comentarios por parte de los ganaderos y hombres de negocios de todo el país […]”59.

55 Comerciante y ganadero. Propietario de La Parcela, propiedad ubicada en el municipio de Rionegro. Fue presidente de la Asociación de Criadores de Ganado Holstein Friesian de Antioquia. Activo participante en la Feria Exposición Holstein de La Ceja en la década de 1950. Fue el primer gerente de la Planta Central de Leches Ltda. Notaría 2ª. “Escritura 2000” (31 de agosto de 1955), en an, Medellín-Colombia.

56 Comerciante y ganadero. Propietario de la Hacienda San Bartolomé en el municipio de Rionegro, dedicada al ganado Holstein. Activo participante en la Feria Exposición Holstein de La Ceja en la década de 1950. Asociación Holstein de Antioquia, Catálogo xiii Exposición, 6. 57 Este último, construyó una lechería de ganado Holstein, denominada “Santa Teresa”, con 100 cabezas y una producción de 350 litros de leche diarios. Fue propietario de varias haciendas, en las que tuvo ganado de engorde y de ordeño. Alberto Upegui Benítez y Jairo Casas Upegui, dirs., Monografía de La Ceja (Medellín: Ediciones Hemisferio, 1960), 65. 58 Asociación Holstein de Antioquia, Catálogo xiii Exposición, 61.

59 Hernando Rincón H., “Gran parada y desfile de campeones antier”, El Colombiano, Medellín, 20 de agosto, 1956, 16.

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En el marco de esta actividad se definían un reglamento y un comité para su realización. Sólo para la Exposición de 1951 y la de 1959 se cuenta con datos de la dimensión del valor de los negocios que se realizaban. En 1951 se registran los ejemplares más costosos que se vendieron en el remate del último día (ver tabla 1). Tabla 1: Ejemplares más costosos, Remate (1951) Comprador

Ejemplar

Valor*

Braulio Henao Mejía

Har­den Farms Camden

4.000

Aurelio Llano Posada

Susaguá To­ronja

2.500

Ernesto Peláez

La Canastilla

2.050

Vicente A. Montoya

La Corona

1.650

Ernesto Moreno

Macare­na Matador Maxurca

Ga­briel Jaramillo

Virginia Capitancita

1.350

Ernesto Moreno

La Fortuna

1.350

Gilberto Gómez

Bastian Chip. Rex

1.300

S.D.

Antojo Ala

1.630,9

958

*En pesos colombianos. Fuente: “Con un brillante remate se clausuró la exposición de Holstein ayer en La Ceja”, El Colombiano, 7 de diciembre, 1951, 13.

Y en 1959 se ubica una información más completa de los negocios realizados60. Se indica que en promedio cada ejemplar se vendió a $3.786,00. Para dimensionar este valor, en 1958 un litro de leche costaba $0,63, un galón de gasolina $0,80, el transporte de una tonelada de concentrados de Medellín a un hato de La Ceja $8,0, una caneca lechera $39,0 y un tractor “Ford Diesel” tipo Standard $8.200,0061. El ganado de raza implicó la aparición de varios procesos de inversión. Fue necesaria la estabulación62. La Resolución 154 de 1934 del Ministerio de Higiene planteaba exigencias al respecto y definía que esta construcción en una hacienda requería unas especificaciones que permitieran

60 “Más de 100 mil pesos valieron 29 ejemplares”, El Colombiano, Medellín, 9 de julio, 1959, 4.

61 Federación Antioqueña de Ganaderos, “La Federación Antioqueña de Ganaderos expone al Sr. Presidente de la República la grave situación de la industria lechera”, Revista Ganadería 1: 5 (1961): 21-23.

62 Hace referencia a mantener los ganados en establos. En el caso de la región de estudio, es un modelo semiestabulado, es decir, el ganado pastorea, pero por razones higiénicas el ordeño se hace en el establo.

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a los ganados una adecuada actividad productiva, que Bernardo Blair calificaba como una clínica para controlar el calor, el peso, la sangre, la profundidad, la altura y demás condiciones del ganado de selección63. En la resolución se señalaban las siguientes condiciones: “Artículo 29. Los establos deben reunir estas condiciones: a) Serán construidos de material

[...] b) Tendrán buenas condiciones de luz y ventilación. c) Tendrán piso de material impermeable y drenaje adecuado. d) Tendrán un puntal no menor de dos metros del piso al alero; y e) El techo será de acuerdo con el tipo de leche que se ha de producir.

Artículo 30. Dentro de los establos no podrá existir nada distinto de los útiles propios del

ordeño, ni se permitirá la estabulación ni la entrada de animales de otras especies. Los

depósitos de basura y estiércol se mantendrán herméticamente tapados, y el estercolero y

el basurero, si los hubiere, estarán situados por lo menos a doscientos metras del establo”64.

Del mismo modo, otro negocio asociado fue el de proveedores de medicamentos que incluían servicios de médicos veterinarios y zootecnistas que impulsaron esta profesión hacia la reproducción animal. De hecho, todas las exposiciones contaron con el apoyo de profesionales de este ramo en las comisiones de sanidad, y además hacían presencia empresas distribuidoras de medicina animal que ofrecían sus productos65. Igualmente, aparecieron nuevas formas de alimentación del ganado, como el concentrado. Por esto, llama la atención que Aurelio Llano Posada fuera uno de sus promotores66. Él y Gilberto Soto Londoño fundaron Solla s.a., empresa constituida el 12 de julio de 1948 para comercializar alimento concentrado para ganado de leche (y posteriormente para otros animales). Es decir, se integra a este negocio una serie de proveedores que aprovechan el interés por el ganado de selección para ofrecer productos especializados67. Se suma a este proceso la oferta de medicamentos y de un saber especializado como el de la medicina veterinaria68.

63 Bernardo Blair G., “Acto grandioso fue la primera exposición Holstein de La Ceja: ciento veintisiete ejemplares clasificados”, El Colombiano, Medellín, 7 de agosto, 1949, 6. 64 Departamento Nacional de Higiene, “Resolución Nº. 154 de 1934: por la cual se dictan algunas disposiciones sobre higiene de la leche y sus productos derivados”, Diario Oficial 22530 (1934): 555. 65 Asociación Holstein de Antioquia, Catálogo xiii Exposición, 105.

66 Aurelio Llano Posada (1923-2004). Ingeniero Agrónomo de la Universidad Nacional Sede Medellín, especializado en Nutrición Animal en la Universidad del Estado de Ohio. Cámara de Comercio de Medellín, Cien empresarios, cien historias de vida, http://www.camaramedellin.com.co/site/100empresarios/Home/HistoriasEmpresariales/100Empresari os100historiasdevida/AurelioLlanoPosada.aspx. Nunca participó en la Feria como hacendado o ganadero. 67 Entrevista a Mesa Díez, Gustavo, La Ceja, 5 de septiembre de 2011. 68 Asociación Holstein de Antioquia, Catálogo v Exposición, 47.

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Era tal la importancia de este evento que se vincularon como donantes para los trofeos un amplio número de entidades públicas y empresas que por diversos intereses promovían la Exposición y publicitaban sus productos. Aunque no es perceptible, se puede inferir que la presencia de algunos empresarios significaba su respaldo con aportes económicos para su desarrollo. Un ejemplo es Carlos J. Echavarría Misas, quien representa relaciones con empresas como Coltejer, Locería Colombiana, Pantex, Sedeco, Suramericana de Seguros. Ninguna relación tienen estas empresas con la ganadería, pero manifiestan su compromiso con patrocinios (ver anexo 3).

Reflexiones finales

Con lo presentado se pueden distinguir los valores y prácticas que pretendía instaurar un enclave para el negocio de la ganadería de leche en el oriente antioqueño. Esa instauración viene en consolidación desde principios del siglo xx y tiene varias dimensiones analíticas. En primera instancia, es el resultado de una alianza entre algunos propietarios locales y empresarios del Valle de Aburrá. Se observa una avanzada de desarrollo capitalista que está construyendo otro frente de inversiones que, en lugar de crear otra industria, banca, o comercio, promovieron una ganadería genéticamente especializada. Por eso, lo que desfila en la Exposición es sobre todo un proceso de inversión. Estas consideraciones permiten reconocer un proceso de introducción de esos empresarios del sector urbano al rural o, dicho de otro modo, de su interés por trasladar su experiencia y participación en el desarrollo comercial e industrial a la modernización del sector agrario. Una segunda dimensión es un proceso tendiente a incluir una élite local en ese negocio a través de su participación activa en la Exposición. Es un ejemplo que permite evidenciar la relación de grandes con medianos y pequeños inversionistas, en la cual se percibe, más que resistencias o agresiones, una tendencia a fomentar complementariedades y asociaciones para construir un enclave de producción industrial local con proyección regional. Aparece así un empresariado rural que marcó el destino del desarrollo local e impactó en la transformación de sus realidades sociales y culturales. Y es que en la Exposición se van a encontrar esas élites con las autoridades políticas municipales, departamentales, y hasta nacionales, y con los sectores sociales y de opinión, para afianzar sus relaciones. La tercera dimensión del asunto es que el desarrollo de Medellín requiere de esta industria. Para resaltar una evidencia al respecto, ese interés viene desde finales de la década de 1920, cuando las autoridades de Medellín se propusieron conocer las posibilidades de comercializar leche con el oriente antioqueño69. Desde entonces fueron varios los esfuerzos por abrir caminos que facilitaran la

69 Planta Municipal de Pasteurización de Leche, “Informe del Gerente sobre un viaje a Marinilla, Rionegro y La Ceja en busca de leches para la Planta Municipal. Medellín, marzo 16 de 1928”, en ahm, Medellín-Colombia, Alcaldía, t.210 ff.467-468.

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comunicación entre estos municipios y favorecieran las actividades comerciales; así mismo, coincide este proceso con el esfuerzo por importar un ganado de raza lechera que respondiera más eficientemente a estas demandas70. Todos estos procesos se consolidan para el momento en el cual se da inicio a la Exposición Holstein. Una cuarta dimensión es la referida participación de extranjeros, especialmente norteamericanos, y su papel en el desarrollo de este negocio. El interés de su visita radicaba en la validación social y tecnológica que representaban estos personajes. Después de la Segunda Guerra Mundial su presencia hace parte de los procesos de expansión de los valores de esa sociedad. Un “gringo” a mediados del siglo xx en un pueblo colombiano no es sólo una expresión de prestigio y poder, sino además la búsqueda de apoyos técnicos y conocimientos para respaldar un proceso productivo como éste. Estos procesos se conjugan para afianzar un laboratorio empresarial que a mediados del siglo xx fundó un modelo de gestión apoyado en innovaciones científicas respaldadas por agencias norteamericanas que implicaron inversiones para adquirir, adaptar a la región y difundir una ganadería genéticamente especializada para producir leche. Sus impactos económicos, culturales y ambientales están pendientes de ser considerados en las agendas investigativas de la ganadería colombiana. Anexo 1: Integrantes y perfil empresarial de la primera Junta de achf, Seccional Antioquia (1946) Miembro

Francisco Navarro Ospina

Pablo Mejía Jaramillo

Cargo

Actividades empresariales relevantes

Presidente

Comerciante. Fue miembro del Comité de Cafeteros de Antioquia, aportó capital para la fundación del Fondo Ganadero de Antioquia, comercializador de insumos para ganadería y propietario de Cultivos Promisión, hacienda en el municipio de Envigado, donde se dedicó a la ganadería de selección.

Vocal principal

Comerciante y ganadero. Representaba a su padre Braulio Mejía Jaramillo, exdecano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. Eran propietarios de la hacienda La Virginia, la más tecnificada para esos años en La Ceja. Con una extensión de 220 cuadras, poseía 136 cabezas de ganado Holstein a finales de de la década de los cuarenta.

70 Mauricio Alejandro Gómez Gómez, “Legislación e higiene veterinaria: Medellín, 1913-1926” Historia Crítica 41 (2010): 184-207.

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Miembro

Cargo

Actividades empresariales relevantes

Emilio Olarte Restrepo

Vocal principal

Industrial. Accionista de varias empresas textiles en Medellín, fue el primer administrador de la Compañía Antioqueña de Hilados y Tejidos de Bello (1906). Propietario de la hacienda Macarena, en el municipio de Rionegro, y pionero en la importación de Holstein.

Pascual Jaramillo Jaramillo

Vocal principal

Comerciante. Hijo de Francisco N. Jaramillo Jaramillo, propietario de la hacienda La Siberia, en el municipio de Belmira, norte de Antioquia. Pionero en la introducción del Holstein a esta región.

Guillermo H. Villa Echavarría

Vocal principal

Ingeniero y comerciante. Hijo de Vicente B. Villa, reconocido comerciante de principios del siglo xx en Medellín. Líder en la importación de ganado Holstein a mediados de siglo xx en Medellín. Propietario de la hacienda Normavil, en el municipio de Carmen de Viboral.

Rafael Piedrahíta Duque

Vocal suplente

Industrial y comerciante. Propietario de la hacienda más grande del oriente antioqueño dedicada a la producción de leche, Manzanares, en La Ceja.

Luis H. Villa Echavarría

Vocal suplente

Comerciante. Hermano y socio de Guillermo H. Villa Echavarría.

Vocal suplente

Industrial. Integrante de varias juntas empresariales, entre ellas Fabricato y la Cámara de Comercio de Medellín (ccm). Su familia fue promotora de empresas textiles. En su hacienda Casamia, en Rionegro, desarrolló una ganadería Holstein.

Vocal suplente

Comerciante y ganadero. Hermano de Alejandro Ángel Escobar, quien además de sus actividades empresariales y políticas fue presidente de la achf. Era propietario de la hacienda Arquia, en la vereda El Tablazo, municipio de Rionegro, donde tenía algunos ejemplares Holstein.

Alberto Echavarría Echavarría

Gabriel Ángel Escobar

Fuente: datos elaborados por el autor con base en fuentes primarias y bibliografía secundaria71.

71 Jaime Sanín Echeverri et al., Antioquia tierra de trabajo y progreso (Medellín: Interprint, 1961), 92; Notaría 3ª, “Escritura 2124 del 11 de junio de 1950”, en aha, Notarial, t.3519, f.247; Humberto Olarte Echavarría, “Emilio Olarte Restrepo”, 30-33; achf, “Excelente ha sido la adaptación del Holstein en Antioquia”, 21-22; Notaría 7ª “Escritura 1365. 26 de abril, 1961”, en an, ff.28-29; Notaría 3ª, “Escritura 617 del 26 de febrero de 1920”, en aha, Notarial; t.2732, ff.487-495.

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Anexo 2: Exposición Holstein de La Ceja, participantes que obtuvieron campeonatos (1949-1959)

Año

1949

1950

1952

1953

1954

1955

1956

Nº de ejemplares reconocidos como campeones

Participante

Hacienda

Municipio

Echavarría Echavarría, Jaime

2

El Rodeo

La Ceja

Henao Mejía, Braulio

1

San Sebastián

La Ceja

Mejía Jaramillo, Braulio

1

La Virginia

La Ceja

Echavarría Echavarría, Alberto

1

Casamia

La Ceja

Echavarría Echavarría, Jaime

1

El Rodeo

La Ceja

Mejía Jaramillo, Braulio

1

La Virginia

La Ceja

De Villa Villa, Jaime

1

La Parcela

Rionegro

Echavarría Echavarría, Alberto

3

Casamia

La Ceja

Echavarría Misas, Germán y Carlos

1

Vizcaya

Medellín

Echavarría Echavarría, Jaime

1

El Rodeo

La Ceja

Explotaciones Agropecuarias Ltda.

1

Bracamonte

Envigado

Mejía Jaramillo, Pablo

1

La Virginia

La Ceja

Villa Echavarría, Guillermo H.

1

Normavil

Carmen de Viboral

Mejía Jaramillo, Pablo

3

La Virginia

La Ceja

Sierra Sierra, Nicolás

3

Sierra Blanca

Rionegro

Villa Echavarría, Guillermo H.

3

Normavil

Carmen de Viboral

De Villa Villa, Jaime

1

La Parcela

Rionegro

Gil Sánchez, William

2

Torrelunera

Rionegro

Mejía Jaramillo, Pablo

1

La Virginia

La Ceja

Henao Mejía, Braulio

2

San Sebastián

La Ceja

Villa Echavarría, Guillermo H.

2

Normavil

Carmen de Viboral

Moreno Aristizábal, Ernesto

1

Xochimilco

La Ceja

Henao Mejía, Braulio

1

San Sebastián

La Ceja

Mejía Jaramillo, Pablo

1

La Virginia

La Ceja

Olarte Restrepo, Emilio

1

La Macarena

Rionegro

Villa Echavarría, Guillermo H.

1

Normavil

La Ceja

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José Roberto Álvarez Múnera

Año

1957

1958

1959

Participante

Nº de ejemplares reconocidos como campeones

Hacienda

Municipio

De Bedout Del Valle, Jorge L.

1

Anafélix

La Ceja

Echavarría Echavarría, Juan David

1

Lérida

Medellín

Gil Sánchez, William

4

Torrelunera

Rionegro

Moreno Aristizábal, Ernesto

2

Xochimilco

La Ceja

Olarte Restrepo, Emilio

2

La Macarena

Rionegro

Sierra Sierra, Nicolás

3

Sierra Blanca

Rionegro

Villa Echavarría, Guillermo H.

1

Normavil

Carmen de Viboral

Gil Sánchez, William

2

Torrelunera

Rionegro

Henao Mejía, Braulio

2

San Sebastián

La Ceja

Moreno Aristizábal, Ernesto

2

Xochimilco

La Ceja

Elger Kaemena, Otto

1

Baden Baden

Rionegro

Escobar Restrepo, Raúl

2

Los Álamos

Medellín

Jaramillo J., Gonzalo

1

La Esmeralda

Envigado

López Cuartas, Eladio

1

Helaibara

Rionegro

Olarte Restrepo, Emilio

1

La Macarena

Rionegro

Sierra Sierra, Nicolás

4

Sierra Blanca

Rionegro

Arismendi C., Gabriel

3

San Bartolo

Rionegro

De Bedout Del Valle, Jorge L.

2

Anafélix

La Ceja

Escobar Restrepo, Raúl

2

Los Álamos

Medellín

Gil Sánchez, William

6

Torrelunera

Rionegro

Moreno Aristizábal, Ernesto

1

Xochimilco

La Ceja

Sierra Sierra, Nicolás

4

Sierra Blanca

Rionegro

Fuente: datos elaborados por el autor con base en la publicación achf, Holstein Colombiana, 1950-1959.

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Anexo 3. Patrocinadores viii Exposición Holstein de La Ceja (1956)

Sector que representa

Empresa Alcaldía de Medellín Caja Agraria

Sector público

Gobernación de Antioquia Ministerio de Agricultura Municipio de La Ceja Secretaría de Agricultura de Antioquia Almacenes Primavera Asociación Nacional de Industriales Banco Comercial Antioqueño Banco de Bogotá Banco Industrial Colombiano

Sector privado. Empresas que se proyectan desde la industria y el comercio a la ganadería

Coltejer Compañía Colombiana de Tabaco Droguerías Aliadas Everfit - Confecciones Colombia s. a. Fábrica de Galletas y Confites Noel Locería Colombiana Pantex Sedeco Suramericana de Seguros Asociación Colombiana de Holstein Friesian de Bogotá Asociación Colombiana de Holstein Friesian de Cali Asociación Colombiana de Holstein Friesian de Medellín Cía. Federación Antioqueña de Ganaderos

Organizaciones y empresas con intereses en la ganadería

Comité de Ganaderos de Buga Finca s. a. Fondo Ganadero de Antioquia Hays Farm Limitada Planta Central de Leches Solla Unión de Productores de Leche

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José Roberto Álvarez Múnera

Sector que representa

Empresa Caracol

Medios de comunicación

Radio Reloj Voz de Antioquia Voz de Medellín Cervunión

Promoción y venta

Coca-Cola Manzana Postobón Eduardo Díaz

Sin datos

Ferretería Electra La Estanela

Fuente: “Trofeos, directiva y expositores de la Gran Feria Holstein”, El Colombiano, Medellín, 18 de agosto, 1956, 7.

Bibliografía Fuentes primarias Archivos: Archivo Personal de Emilio Olarte Restrepo (aeor), La Ceja-Colombia. Archivo Histórico de Antioquia (aha), Medellín-Colombia. Fondos: Notarial, Gobernación de Antioquia. Archivo Histórico de Medellín (ahm), Medellín-Colombia. Fondos: Emisiones Clarín, Alcaldía. Archivo Notarial (an) Medellín-Colombia. Biblioteca Pública Piloto de Medellín (bpp), Medellín-Colombia. Sección Archivo Fotográfico, Fondos: Gabriel Carvajal Pérez. Publicaciones periódicas: Diario Oficial. Bogotá, 1916, 1928 y 1934. El Colombiano. Medellín, 1949-1956 y 1958-1959. El Correo. Medellín, 1954. Holstein Colombiana. Bogotá, 1946-1947, 1950-1953, 1955 y 1958. Progreso. Medellín, 1926. Revista Ganadería. Medellín, 1959. Revista Semanal. Medellín, 1920.

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Holstein: la nodriza de los antioqueños

Documentación primaria impresa: Asociación Holstein de Antioquia. Catálogo v Exposición Departamental de Ganado Holstein, 1953. Medellín: s/e, 1953. Asociación Holstein de Antioquia. Catálogo xii Exposición de Ganado Holstein, 1958. Medellín: Imprenta Departamental de Antioquia, 1958. Asociación Holstein de Antioquia. Catálogo xiii Exposición de Ganado Holstein, 1959. Medellín: Bedout, 1959. Asociación Holstein de Antioquia. Catálogo xiv Exposición de Ganado Holstein, 1977. Medellín: s/e, 1977. Asociación Holstein de Antioquia. Primera Exposición Departamental de Holstein, Catálogo 1949. Medellín: s/e, 1949. Asociación Holstein de Antioquia. x Exposición de Ganado Holstein, 1957. Medellín: Imprenta Departamental de Antioquia, 1957. Entrevistas: Entrevista a Mesa Díez, Gustavo, Medellín, 5 de septiembre de 2011. Entrevista a Olarte Echavarría, Humberto, La Ceja (Antioquia), 15 de febrero de 2012.

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Construcción de territorios en Donoso, Panamá. Período 1970-2008Ï Manuel de Jesús Jiménez Montero

Investigador del Colegio de Postgraduados (Puebla, México) y Profesor del Ministerio de Educación (Panamá, República de Panamá). Ingeniero Agrónomo especialista en Producción Vegetal del Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias (La Habana, Cuba), Maestro en Ciencias en Agroecosistemas Tropicales por el Colegio de Postgraduados (Veracruz, México) y Doctor en Ciencias del programa en Estrategias para el Desarrollo Agrícola Regional del Colegio de Postgraduados (Puebla, México). Coautor de “La acción colectiva y los movimientos sociales campesinos en América Latina”, Interciencia 35: 9 (2010): 704-708, y de “Dinámica socioeconómica en la región del norte de Coclé ante la ampliación del canal de Panamá”, Revista Mexicana del Caribe ix: 17 (2004): 67-94. mjimenezm@colpos.mx

Benito Ramírez Valverde

Profesor investigador titular del Colegio de Postgraduados (Puebla, México). Ingeniero Agrónomo especialista en Fitotecnia de la Universidad Autónoma Chapingo (Chapingo, México), Magister en Ciencias en Estadística del Colegio de Postgraduados (Chapingo, México), Master y Ph.D. en Estudios Latinoamericanos en Tulane University (Nueva Orleans, Estados Unidos). Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores de México. bramirez@colpos.mx

Juan Pablo Martínez Dávila

Profesor Investigador Asociado del Colegio de Postgraduados (Veracruz, México). Ingeniero Civil por la Universidad Veracruzana (Veracruz, México), Magister en Ciencias en Estrategias para el Desarrollo Agrícola Regional del Colegio de Postgraduados (Puebla, México) y Doctor en Ciencias en Agroecosistemas Tropicales del Colegio de Postgraduados (Veracruz, México). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México. jpmartin@colpos.mx

Artículo recibido: 10 de octubre de 2011 aprobado: 17 de febrero de 2012 modificado: 4 de junio de 2012

doi: 10.7440/histcrit48.2012.06

Ï Este artículo es producto del proyecto de investigación y la tesis doctoral titulados “Acción colectiva, comunidad campesina y territorio en Donoso, Colón, República de Panamá”, presentada por Manuel Jiménez Montero en el Colegio de Postgraduados (Puebla, México). Los recursos para dicha investigación provinieron de una beca otorgada por la Secretaría de Relaciones Exteriores (sre) del Gobierno de México y del apoyo institucional del Colegio de Postgraduados.

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Construcción de territorios en Donoso, Panamá. Período 1970-2008

Construcción de territorios en Donoso, Panamá. Período 1970-2008 Resumen Este artículo analiza el proceso histórico de apropiación del territorio de los actores sociales involucrados en la región de Donoso, Panamá, durante las últimas cuatro décadas. Se argumenta que en la dinámica regional se destaca el conflicto por el uso de los recursos naturales. Si bien en la década de 1970 se impulsa una propuesta que prioriza el desarrollo agrícola, las sucesivas intervenciones del Estado van a tener un claro corte desterritorializante de las comunidades campesinas. En contrapartida, se gesta un movimiento social campesino que esboza una propuesta propia de uso del territorio. Palabras clave: Panamá, clase campesina, movimiento social, desarrollo rural.

Construction of territories in Donoso, Panama. The period between 1970 and 2008 Abstract This article analyzes the historical process of appropriation of territory by the actors of the region of Donoso, Panama over the last four decades. We argue that under these regional dynamics the conflict over the use of natural resources is highlighted. While in the 1970s a proposal prioritizing agricultural development was developed, later actions by the state leaned towards deterritorializing peasant communities. As a response, an emergent peasant social movement outlined its own proposal of land use. Key words: Panama, peasant class, social movement, rural development.

Construção de territórios em Donoso, Panamá. Período 1970-2008 Resumo Este artigo analisa o processo histórico de apropriação do território dos atores sociais envolvidos na região de Donoso, Panamá, durante as últimas quatro décadas. Argumenta-se que na dinâmica regional se destaca o conflito pelo uso dos recursos naturais. Ainda que na década de 1970 tenha se impulsionado uma proposta que prioriza o desenvolvimento agrícola, as sucessivas intervenções do Estado terão um claro corte desterritorializante das comunidades camponesas. Em contrapartida, executa-se um movimento social camponês que esboça uma proposta própria de uso do território. Palavras-chave: Panamá, classe camponesa, movimento social, desenvolvimento rural.

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Construcción de territorios en Donoso, Panamá. Período 1970-2008 Introducción

El medio rural de América Latina ha visto cambios importantes en los últimos treinta años, los cuales se han reflejado en diversos aspectos tales como la estructura de la tenencia de la tierra, la dinámica de los productos de exportación, la producción dirigida a los mercados nacionales y la situación económica y social de los productores. Los cambios apuntan a una reconfiguración del medio rural, en donde toman primacía las actividades no agrícolas. Coincidente con esta dinámica, en Panamá se viene dando una serie de transformaciones en el nivel de la estructura económica y territorial, que están incidiendo en una nueva diferenciación regional. El énfasis se ha puesto en la zona de tránsito con la ampliación del canal interoceánico, proyecto que tiene previsto cinco años para su ejecución y que inició en septiembre de 2007. No obstante, las propuestas que se implementan incluyen también la potenciación y el establecimiento de nuevas actividades económicas en el medio rural, entre ellas el turismo, la generación de energía a partir de hidroeléctricas y la minería, en las que confluyen intereses nacionales e internacionales de diversos tipos. Durante el establecimiento de estas actividades han cobrado importancia algunas regiones que hasta hace apenas un par de décadas fueron consideradas como zonas atrasadas o marginales respecto al desarrollo del país. Éste es el caso de la región caribeña, y especialmente del distrito de Donoso, en donde se asientan fundamentalmente comunidades campesinas, rodeadas de considerables recursos naturales. Este proceso ha transcurrido cargado de conflictos, toda vez que las comunidades manifiestan que se les ha excluido de la toma de decisiones relacionadas con el manejo de los recursos naturales y con su propio espacio de reproducción. Desde dicho contexto, el presente artículo parte de la premisa de que en el distrito de Donoso se asiste a un proceso de desterritorialización que implica la transformación de territorios de subsistencia agrícola y refugio de comunidades campesinas, en territorios subordinados a la expansión económica transnacional vinculada al sector extractivo minero y energético. El objetivo fundamental es describir el proceso histórico en el que se han construido las perspectivas de apropiación del territorio que han elaborado los actores sociales involucrados en la región, específicamente el Gobierno Nacional y las comunidades campesinas, a partir de las acciones y propuestas explícitas o implícitas que han planteado y desarrollado.

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1. Algunas consideraciones conceptuales frente al territorio

El concepto de territorio ha sido utilizado en diversas instituciones vinculadas al desarrollo rural en las últimas décadas. Para el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (iica) el territorio es considerado como un producto social e histórico, dotado de una determinada base de recursos naturales, ciertas formas de producción, consumo e intercambio, y una red de instituciones y formas de organización que se encargan de darle cohesión al resto de los elementos1, mientras que Schejtman y Berdegué conciben al territorio no como un espacio físico “objetivamente existente”, sino como un conjunto de relaciones sociales que dan origen a —y a la vez expresan— una identidad y un sentido de propósito compartidos por múltiples agentes públicos y privados (aunque dicha construcción implique muchas veces transitar por procesos de conflicto y negociación). Es dicha identidad la que permite dar sentido y contenido a un proyecto de desarrollo de un espacio determinado, a partir de la convergencia de intereses y voluntades2. En las dos definiciones anteriores sobresale la concepción del territorio como una unidad de intereses, de identidad compartida, por encima de los conflictos que subsisten y/o emergen ante una reconfiguración territorial. En ese sentido, Abramovay señala que el énfasis puesto en los elementos cognitivos, culturales y de identidad para el estudio de los territorios escamotea el análisis de los conflictos políticos y de los intereses contradictorios que están en su base. Para él, más que poner el énfasis en un sentimiento general de pertenencia o de identidad, lo importante es dotarse de medios teóricos que estimulen el estudio empírico de los conflictos sociales y de su desenlace por medio de los instrumentos usados por cada uno de sus protagonistas3. En esta perspectiva podemos encontrar posturas como las de Montañez y Delgado, para quienes el territorio y la región son expresiones de la espacialización del poder y de las relaciones de cooperación o de conflicto que de ella se derivan. Según estos autores toda relación social tiene ocurrencia en el territorio y se expresa como territorialidad. El territorio es el escenario de las relaciones sociales, es un espacio de poder, de gestión y de dominio del Estado, de individuos, de grupos y organizaciones y de empresas locales, nacionales y multinacionales4. El territorio es una construcción social y nuestro conocimiento del mismo implica el conocimiento del proceso de su producción. Así mismo, Kollmann señala que los territorios, son medio y resultado de acciones productoras de “ambientes” y, en consecuencia, están sujetos a procesos de cambio tiempo-espaciales

1 Sergio Sepúlveda et al., El enfoque territorial del desarrollo rural (San José: iica, 2003), 69.

2 Alexander Schejtman y Julio A. Berdegué, Desarrollo territorial rural (Santiago de Chile: rimisp, 2004), 54.

3 Ricardo Abramovay, “Para una teoría de los estudios territoriales”, en Desarrollo rural: organizaciones, instituciones y territorios, comps. Mabel Manzanal, Guillermo Nieman y Mario Lattuada (Buenos Aires: ciccus, 2006), 58.

4 Gustavo Montañez y Ovidio Delgado, “Espacio, territorio y región: conceptos básicos para un proyecto nacional”, Cuadernos de Geografía vii: 1-2 (1998): 12.

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constantes. Su conocimiento pasa por la “escucha” de los diferentes actores y la consideración de sus prácticas5. Por su parte, González asume una perspectiva que define el territorio como construcción histórica y social, lo que supone un proceso inacabado, siempre en construcción, de orden cultural, simbólico, económico, político, social; esto quiere decir que examinar el proceso de configuración territorial sitúa no sólo el escenario, sino su existencia real en el marco de un conflicto (que puede ser violento), que está relacionado con su devenir particular6. Para los efectos del presente trabajo se considera al territorio como la construcción social e histórica de un espacio geográfico, producto de la espacialización del poder y de las relaciones de conflicto que de ella se derivan. Se constituye a partir de la apropiación económica, ideológica y política (social) del espacio por los grupos sociales que se dan una representación específica de sus intereses y su historia, para garantizar su reproducción y permanencia en un espacio geográfico determinado. El territorio se caracteriza por una determinada base de recursos naturales, un conjunto de relaciones sociales y una cultura, que se fortalecen a partir de la territorialidad. Territorialidad vendría a ser, entonces, el conjunto de prácticas o relaciones de poder mediante las cuales se expresan las relaciones sociales en el territorio. Son acciones de orden material y/o simbólicas, capaces de garantizar la apropiación y permanencia en un determinado territorio de un grupo social particular. La desterritorialización o desarticulación territorial está referida a procesos de pérdida del territorio de las comunidades campesinas derivados de la dinámica territorial y de los conflictos de poder entre los grupos sociales. Son procesos que se establecen contraviniendo los patrones económicos, sociales, culturales y naturales en un ámbito geográfico determinado, originados hoy día por las fuerzas del capital y del mercado características de la globalización capitalista. Según Mançano, la desterritorialización significa la destrucción del campesinado, a partir de lo cual se genera un proceso en dirección contraria: la reterritorialización, que implica la recreación del campesinado por sí mismo, rompiendo con la lógica y con los principios desterritorializantes. “De la misma manera que algunos movimientos producen y construyen espacios también se espacializan y poseen espacialidades. La producción o la construcción del espacio se da por la acción política, por la intencionalidad de los sujetos para la transformación de sus realidades”7.

5 Marta I. Kollmann, “Una revisión de los conceptos de ‘territorios equilibrados’ y ‘región’. Procesos de construcción y desconstrucción”, Theomai 11 (2005): 5.

6 Adriana González, “Acción colectiva en contextos de conflictividad violenta: una propuesta para su interpretación”, Circunstancia 10 (2006): 46. 7 Bernardo Mançano Fernández, Movimientos socioterritoriales y movimientos socioespaciales. Contribución teórica para una lectura geográfica de los movimientos sociales, 2004. http://www.acaoterra.org/img/pdf/Movimientos-socioterritoriales-y-movimientos-socioespaciales.pdf

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De lo expresado anteriormente se colige que los actores y sujetos sociales están en disputa permanente por la organización y desarrollo del territorio. Para la región de Donoso, desde el Estado panameño se plantea una reorganización del territorio excluyente para los campesinos, al imponerles proyectos que trastocan las relaciones y modos de vida, generando un conflicto territorial al enfrentarse implícita y/o explícitamente dos concepciones de apropiación y construcción territorial; una de ellas, orientada al aprovechamiento de recursos de la región por el Estado y las compañías transnacionales, ha sido valorada como negativa por los campesinos en lo económico, social y ambiental, con el movimiento y el conflicto territorial consecuentes, que replantean las perspectivas del desarrollo agrícola y rural de la región. El análisis del entramado de procesos y relaciones en la apropiación y construcción del territorio de la región de Donoso por los campesinos, el Estado y agentes económicos — desde una aproximación histórica— permite identificar los cambios estructurales en que dichas relaciones se conciben y desarrollan. Pero también, las posibilidades de construcción de una territorialidad campesina incluyente como una vía de desarrollo rural.

2. Metodología de análisis

En el presente trabajo se realizaron entrevistas a dirigentes campesinos de la región de estudio y se consultaron los Censos Nacionales Agropecuarios de Panamá elaborados por la Contraloría General de la República (cgr) correspondientes a 1971, 1981, 1991 y 2001. De igual forma, se obtuvo información respecto de los programas del Gobierno Nacional de 1970 a la fecha, en la Biblioteca del Ministerio de Economía y Finanzas, y en la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero R. Se realizó un total de 10 entrevistas a dirigentes campesinos del Distrito, fundadores de comunidades y/o dirigentes activos de organizaciones actuantes en la región, tales como la Coordinadora Campesina por la Vida (ccpv), el Movimiento de Unidad Campesina (muc) y el Movimiento de Mujeres de la Costa Abajo de Colón (momucac). Las mismas se realizaron en dos períodos: el primero entre febrero y marzo de 2008 y el segundo entre enero y febrero de 2009. Considerando que se trata de reconstruir el proceso histórico que ha dado origen a la situación actual, se estableció una segmentación del período en estudio en tres fases: a) la fase Torrijista (1970-1989); b) la fase de ajuste estructural (1990-1999); c) la fase de auge de proyectos transnacionales (1999-2008). En cada una de ellas se abordan las acciones de los actores sociales, particularmente de los campesinos y del Estado panameño, por la apropiación y construcción del territorio bajo perspectivas de organización territorial antagónicas, que paulatinamente entrarán en conflicto por el dominio y control territorial.

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3. Resultados y discusión 3.1. Características físico-demográficas y antecedentes históricos del Distrito de Donoso

El distrito de Donoso se ubica en la Región Central Caribeña de Panamá, en el norte del país. Se prefiere denotar como caribeña a esta región, con la intención de ubicarla en su contexto geográfico real, el mar Caribe, ya que comúnmente el lenguaje oficial y popular la ha designado como la región del Atlántico panameño. La superficie total de Donoso es de 1.811,44 km2, de los cuales 107,29 km2 (5,92%) corresponden a uso agrícola de subsistencia y 1.293,85 km2 (71,42%) a bosques maduros8. Forma parte de la provincia de Colón y fue fundado oficialmente el 27 de marzo de 1906. La población total para el año 2000 era de 9.671 personas, de las cuales 1.785 mayores de 10 años se dedicaban a la agricultura. De las 1.989 casas existentes 1.701 no tienen corriente eléctrica, en 1.474 se cocina con leña y 919 no tienen agua potable. Según la Autoridad del Canal de Panamá (acp) en esta región, se presenta una estructura económica que genera un ingreso per cápita que es 21 veces menor que el nacional, con una mediana de ingreso de apenas US$66 mensuales9. Existe evidencia histórica de que a la llegada de los españoles en esta región existía una población dedicada a la agricultura, la pesca, la minería y la producción artesanal de herramientas, embarcaciones y enseres domésticos. Cooke y Sánchez destacan que las diferencias ambientales de las vertientes pacífica y atlántica provocaron divergencias en cuanto al desarrollo social y económico de los grupos humanos allí asentados, pero ello también propició relaciones de trueque de productos complementarios, lazos de parentesco y tradiciones compartidas10. Ambas vertientes constituían parte de un mismo tejido sociocultural, cuya interacción era un mecanismo fundamental en el funcionamiento del ambiente humano en el istmo antes de la conquista europea11. En el período de conquista en el Caribe panameño se produjo un despoblamiento momentáneo, debido al sistema de organización de la vida económica introducido por los españoles, el cual se basó en la explotación de los indígenas, sobre todo como trabajadores forzados en el lavado de oro12. Sin embargo, tras el abandono de las minas de oro de aluvión, esta región se

8 Autoridad Nacional del Ambiente de Panamá, “Mapas interactivos”, Portal Nacional del ciisb/bch, 2009. http://www. anam.gob.pa/index.php?option=com_content&view=article&id=46&Itemid=403&lang=es 9 Autoridad del Canal de Panamá, “Informe Final-Recopilación y presentación de datos socioeconómicos de la región Occidental de la cuenca del canal de Panamá”, Canal de Panamá, 2003. www.pancanal.com

10 Richard Cooke y Luis Alberto Sánchez, “Panamá Prehispánico”, en Historia General de Panamá, vol. i, t. ii, ed. Alfredo Castillero (Panamá, Ministerio de la Presidencia, 2004), 25. 11 Guillermo Castro, “El Istmo en el mundo. Elementos para una historia ambiental de Panamá, i”, en Historia General de Panamá, vol. ii, ed. Alfredo Castillero (Panamá, Ministerio de la Presidencia, 2004), 130. 12 Guillermo Castro, El desarrollo del Atlántico panameño: elementos para una estrategia (Panamá: Proesa, 1981), 6.

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convirtió en escenario de la resistencia indígena frente al control político y militar español en expansión. Los “coclés” siguieron hostigando a los españoles hasta mediados del siglo xvii, así como los chánguenas, doraces y “guaymíes”, cuya oposición, avivada por ingleses y mískitos, continuó hasta las postrimerías de la época colonial13. Los grupos indígenas usaron como puntos focales de su resistencia partes de aquellos territorios donde habrían vivido sus antepasados. Ello determinó que toda la vertiente atlántica quedara excluida del reordenamiento colonial y pasara a ser una periferia hostil que rodeaba al nuevo núcleo colonial por el norte. Así, en la región estudiada persistieron formas de ocupación y organización del espacio que abarcaron desde asentamientos indígenas hasta quilombos de negros y cimarrones, cuyas poblaciones presentaron una tenaz resistencia a los intentos de las autoridades coloniales para someterlos a su control. Entre las múltiples expresiones del legado indígena destacan la disposición y la capacidad permanentes de los pobres del interior para establecerse en las montañas en busca de una vida libre de tributos, jerarquías y exacciones. Ese dominio de los espacios marginales revela la presencia de una organización subyacente, que no corresponde a las estructuras del poder estatal. Así, por ejemplo, frente al monopolio del tránsito interoceánico por la ruta del Chagres, nunca dejaron de operar aquellas otras rutas de intercambio entre las vertientes del istmo que ya estaban en uso en el período anterior a la Conquista, y que siguen siendo utilizadas en nuestros días14. Aun cuando la desembocadura norte del río Coclé tuvo un papel importante en el trasiego de mercancías de contrabando con dirección a Natá, en la provincia de Coclé, a finales del siglo xviii e inicios del siglo xix15, sólo hasta las primeras décadas del siglo xx se desarrollaron en la región algunas actividades agrícolas que incidieron en su dinámica económica y poblacional. A principios del siglo xx la población aumentó por las inmigraciones asociadas a la guerra de los Mil Días (1899-1902), la expulsión de campesinos de la Zona del Canal entre 1910 y 1920 y las migraciones campesinas asociadas a la privatización de tierras de la vertiente centro-occidental del Pacífico a partir de la década de 1910. Este último proceso parece haber contribuido, por ejemplo, a la migración de campesinos coclesanos tanto hacia la cuenca alta del río Toabré como hacia la del río Indio16.

13 Richard Cooke y Luis Alberto Sánchez, “Panamá Prehispánico”, 6. 14 Guillermo Castro, “El Istmo en el mundo”, 136.

15 Jorge Kam Ríos, Introducción para el estudio de la independencia de Panamá de España en el siglo xviii (1983), http://www. usma.ac.pa/web/DI/Profesores/JorgeKam/SIGLO%20XIX/Introduccion%20para%20el%20estudio%20de%20la%20 indendepencia%20de%20Panama.pdf 16 Guillermo Castro, “La cuenca que no fue. Una aproximación a la historia ambiental de la región centro-occidental del Atlántico panameño”, en El agua entre los mares. La historia ambiental en la gestión del desarrollo sostenible (Panamá: Editorial Ciudad del Saber, 2007), 93.

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Entre las actividades más importantes de principios del siglo xx destacan la extracción de la tagua o marfil vegetal (Phytelephas sp.), que involucró a comunidades como Guásimo y Boca de Uracillo, desde donde se transportaba dicho producto hasta las desembocaduras de los ríos Indio y Miguel de la Borda, en la década de 1920. Ya para los años comprendidos entre 1938 y 1945, durante la Segunda Guerra Mundial, hubo un fuerte auge en la producción y venta de caucho (Ficus elastica Roxb.) y chicle (Manilkara zapota). Fue hasta la década de 1950, y estimulados por el programa de sustitución de importaciones que se implementó nacionalmente, que se establecieron los primeros hatos de ganado bovino con destino al mercado. Lo particular de todas estas actividades es su carácter extractivo y subordinado a mercados internacionales que crearon su demanda, lo cual se tradujo en una baja incidencia en el desarrollo local. De esta forma, al arribar al período en estudio se encuentra una región en la que predomina la agricultura de subsistencia, y que, dada la “desocupación” agrícola de la tierra, permitió la absorción gradual de nuevos pobladores, arrojados desde la vertiente occidental del lago Gatún y de la vertiente del Pacífico a partir de procesos de concentración de la tierra generados por la actividad económica más intensa que se daba en ella. Podemos afirmar con toda certeza que se trata, hasta ese momento, de una región de refugio indígena y campesino, que se identifica con un pasado mítico de mayor certidumbre, libertad y seguridad17.

3.2. La fase torrijista (1970-1989)

El arribo al poder de los militares con Omar Torrijos a la cabeza, en 1968, dio inicio a una serie de transformaciones nacionales, cuyas repercusiones en el agro significaron por vez primera un planteamiento de desarrollo para el Caribe panameño. Esta propuesta no surgió carente de conflictos, toda vez que en la década de 1970 la sociedad panameña se debatía en torno a profundas contradicciones que se expresaban en el campo en desigualdades respecto a la posesión de la tierra. Hasta ese momento fueron múltiples las expresiones de la lucha por la tierra, entre las que se destacan las Ligas Campesinas que surgieron a finales de la década de 1950 e inicios de los años sesenta. De cara al proyecto por la recuperación del Canal, el gobierno del general Omar Torrijos dio pasos importantes en la constitución de la alianza política que sostuvo su proyecto. Hacia el sector campesino, y más específicamente hacia el sector directamente involucrado en conflictos por la tierra, la propuesta inmediata fue el reparto de tierras y la promoción de las organizaciones campesinas productivas, lo cual dio origen a los Asentamientos Campesinos, Juntas Agrarias y Cooperativas de producción, que tuvieron un papel significativo en la producción de importantes rubros para el país, como el arroz.

17 Guillermo Castro, “La cuenca que no fue”, 97-98.

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En el caso que nos atañe, las propuestas surgieron de manera más pragmática, al calor de lo que entonces se denominó “la conquista del Atlántico”18. La primera expresión programática hacia la región está contenida en el documento “Consideraciones preliminares sobre el proyecto de desarrollo del Atlántico”, elaborado por el entonces Ministerio de Planificación y Política Económica (mippe) en 1971, en el cual se anota que “el General Torrijos convocó a una reunión con representantes de algunos sectores gubernamentales para exponer sus deseos de iniciar la conquista del Atlántico mediante

sistemas viales transístmicos y costaneros, de tal suerte que esa acción acelerara y trasladara la demanda de tierras de las regiones ya colonizadas a la vertiente del Atlántico, logrando así acelerar su desarrollo de manera adecuada y planificada”19.

Entre los objetivos de esta propuesta se incluía “Habilitar y ofrecer áreas vírgenes apropiadas para el desarrollo de actividades agropecuarias y forestales e incorporar a la vida nacional, la dispersa población indígena que reside a lo largo y ancho de los caminos proyectados”20. No existe evidencia escrita de qué ocurrió realmente, pero lo cierto es que ninguno de los caminos que se proyectaron en el distrito de Donoso se construyó, y la propuesta de una “Corporación de Desarrollo del Atlántico” murió en su cuna. Al parecer, lo que primó fue la disposición de organizar rápidamente a la gente en torno a proyectos productivos en determinadas comunidades, las cuales debían fungir como centros o polos de desarrollo en la región. El centro de esa dinámica lo constituyó la ganadería vacuna, que se venía fortaleciendo en la región desde la década de 1940. Al respecto, veamos algunas declaraciones de campesinos. Juan Valdés Alveo, dirigente campesino de la comunidad de Guásimo, recuerda: “En Guásimo en sí, pues en 1972 llegó por primera vez el General Omar Torrijos en un helicóptero y bajó aquí y la pregunta que hizo fue de que si aquí la gente estaba organizada o quería trabajar.

La gente le dijo que no estaban organizados pero sí querían trabajar. De allí él prometió que iba a traer un proyecto, un proyecto ganadero. De ahí mismo siguió él viniendo y después mandó

un teniente que se llamaba Virgilio Ayarza, que fue el que quedó dirigiendo ese proyecto aquí”21.

En la misma línea, Eustoquio Yangüez, habitante de Coclesito, cuenta que “La propuesta de Torrijos fue que él daba trabajo, porque entonces aquí los habitantes del pueblo se quejaron de

18 Guillermo Castro, El desarrollo del Atlántico, 50-64.

19 Ministerio de Planificación y Política Económica de Panamá, Consideraciones preliminares sobre el proyecto de desarrollo del Atlántico (Panamá: Dirección de Planificación y Coordinación Regional, 1971), 1. 20 Ministerio de Planificación y Política Económica de Panamá, Consideraciones preliminares, 2. 21 Entrevista a Valdés Alveo, Juan, El Guásimo, Donoso, 10 y 11 de febrero de 2009.

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que no había plata [dinero]. Entonces él les prometió un proyecto. El proyecto entonces consistió en ganadería, más que nada en ganadería”22. Y sobre el desarrollo de la propuesta, José Valentín González anota: “Empezamos a trabajar y comenzó a llegar más gente y el general Torrijos dijo que todo el que llegara se le diera trabajo. Él fue poniendo todo su proyecto. Trajo ganado y puercos. Siguió el proyecto haciendo casa para cada uno”23. Dicho de otra manera, la práctica antecedió a las propuestas que se diseñaron para la región y el país, toda vez que no sería sino hasta 1974 cuando se plasmaría de manera ordenada el modelo de desarrollo que se ensayaba. Así, el mippe planteaba, en sus Lineamientos del Plan Nacional de Desarrollo 1974-1978, “fortalecer cuatro o cinco polos o centros de crecimiento en el interior del país con el objetivo de dotar a estos centros de facilidades adecuadas de infraestructuras y propiciar un desarrollo regional más equilibrado y racional a través de, entre otros, la programación adicional de planes de colonización”24. Dos años después, el mippe presentó el Plan Nacional de Desarrollo 1976-1980, en el que propuso un “ordenamiento de la propiedad agrícola que permita reagrupar a los campesinos marginados para poderlos incorporar a los sistemas modernos de producción y la incorporación de grandes nuevos territorios nacionales al proceso de producción agropecuario en Darién, Coclé del Norte y el Oeste de Colón [Donoso]”25. Esta propuesta va a persistir en el denominado “Proyecto Especial del Atlántico” (proesa), en 1981, donde se plantea que “en estos sectores, en que desde el punto de vista de la tenencia de la tierra existen suelos

disponibles, donde la ocupación de tierras es insignificante (5% o menos), la creación de servicios como acueducto, escuela y centro de salud provoca en el plazo de unos pocos

años la concentración de un contingente humano numeroso, tradicionalmente marginado de los beneficios del desarrollo”26.

Independientemente de los tropiezos iniciales de la incursión del Estado en la región, se fue consolidando una propuesta de desarrollo que se fundamentaba en tres aspectos centrales: la ampliación de la frontera agrícola por medio de una colonización ordenada, la primacía de las

22 Entrevista a Yangüez, Eustoquio, Coclesito, San José El General, Donoso, 20 de enero de 2009.

23 Entrevista a González, José Valentín, Coclesito, San José El General, Donoso, 22 de febrero de 2008.

24 Ministerio de Planificación y Política Económica de Panamá, Lineamientos del Plan Nacional de Desarrollo 1974-1978 (Panamá: Dirección de Planificación Económica y Social, 1974), 2. 25 Ministerio de Planificación y Política Económica de Panamá, Plan Nacional de Desarrollo 1976-1980. Objetivos, políticas y metas sectoriales. Versión preliminar (Panamá: mippe, 1976), 12. 26 Magali R. de Pacheco, Coclesito: puerta de entrada (Panamá: proesa, 1981), 88.

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actividades agrícolas y el reordenamiento de los asentamientos humanos a través de los Centros de Desarrollo Socioeconómico. Este planteamiento expresaba la concepción de organización territorial del gobierno de Torrijos, basada en la agricultura, en alianza con los campesinos de la región, los cuales aceptaron el proyecto y participaron activamente, aunque ello no se tradujo en expresiones organizadas de las comunidades. Es decir, se manifestó una confluencia del Gobierno y las comunidades campesinas en la apropiación y construcción del territorio, sustentada en el desarrollo agrícola de la región. No obstante, la propuesta se debilitó a partir del cambio de correlación de fuerzas políticas en el nivel nacional desde finales de la década del setenta. Desde ese momento el modelo comenzó a tener sus primeras fisuras, producto de la recesión económica, que asestó un duro golpe a las exportaciones de azúcar27. Luego, con la firma de los Tratados del Canal (TorrijosCarter) con Estados Unidos, en 1977, el Gobierno panameño asumió una serie de compromisos que tuvieron como resultados inmediatos el retorno al sistema de partidos políticos, el llamado “repliegue” de los militares de la vida política, y en términos generales, el inicio de la retirada del Estado panameño de los procesos económicos, principalmente de la agricultura. El golpe más visible a la continuidad de esta propuesta fue la muerte del general Torrijos en julio de 1981, a partir de la cual se hicieron más evidentes diversas contradicciones que subyacían dentro de los militares y las llamadas fuerzas torrijistas, lo cual repercutía en una creciente inestabilidad política28. En síntesis, se puede señalar que el período que transcurre entre 1981 y 1989 —el cual concluye con la invasión militar de Estados Unidos a Panamá, el desplazamiento de las fuerzas torrijistas del poder y el arribo al mismo de fuerzas afines al proyecto estadounidense— se caracterizó por el abandono paulatino de las propuestas implementadas en la década de 1970, lo cual incidió de manera directa en el proyecto que se ejecutaba en la región caribeña, y específicamente en Donoso. A mediados de la década de los ochenta es notorio el abandono de los pequeños y medianos productores agrícolas, debido al proceso de ajuste estructural que se iniciaba ya desde entonces, producto de la crisis de la deuda externa, el cual fue aplazado temporalmente por la fuerza de los acontecimientos, hasta el arribo al poder en 1990 del gobierno de Guillermo Endara. El abandono del proyecto centrado en la agricultura por el Estado panameño mostró la fragilidad y las contradicciones internas del proyecto torrijista, entre las que destaca la débil apropiación de los campesinos de las formas organizativas y de participación y toma de decisiones. En opinión de

27 Marco A. Gandásegui, La fuerza de trabajo en el agro. Experiencia de desarrollo capitalista en Panamá (Panamá: cela, 1990), 302.

28 Guillermo Castro H., “El agua y la tierra en el país del tránsito. Panamá 1903-2003”, en Los tormentos de la materia. Aportes para una ecología política latinoamericana, ed. Héctor Alimonda (Buenos Aires: clacso, 2006), 167.

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Herrera et al., el problema principal que plantea el desarrollo de Coclesito (y la región) es el de lograr que la comunidad pueda sostener por sí misma las ventajas para su desarrollo que se habían derivado de su relación privilegiada con el Estado29. Y en aquel momento esto era una posibilidad muy débil, ya que, a pesar de ser una propuesta coincidente con el interés por la agricultura de los campesinos, fue impuesta desde arriba, desde los sectores gobernantes. El testimonio de los campesinos señala que “En el 86, 87, ya empezaron a sacar los policías, irse los policías, porque mientras ellos estaban allí todo mundo estaba tranquilo, todo andaba bien, pero ya después sí, cuando la agrupación quedó sola ya entonces sí empezó todo mundo a jalar, agarrar y a malbaratar, que fue donde se desbarató totalmente lo que fue la cooperativa”30. Según relatan otros fundadores de comunidades de la región, este abandono de la propuesta degeneró incluso en conflictos dentro de las comunidades, por el reparto de los activos productivos que existían. “La debilidad, vamos a decir, que tuvo fue que Torrijos dijo ‘esto es para ustedes’, enton-

ces la gente se pensaron que cuando Torrijos ya se murió, se fue, ya entonces tenían que

comérselo, porque todo se lo comieron entonces. Aunque yo no lo veo así porque eso era un desarrollo que había que llevar hasta el fin del mundo, que el pueblo eso fuera un solo proyecto, para estar viviendo la gente, y comiendo de allí y trabajando y ganando su tiempo”31.

Sin embargo, esta situación también mostró el enraizamiento de un campesinado con una identidad capaz de movilizarse y plantear, incipientemente, una vía de desarrollo rural. Es así que —frente al retiro del Estado— los campesinos inician un proceso de organización planteando demandas de orden social, económico y político. Tal es el caso de la Unión Campesina Juan Pablo Segundo en Marcha (ucjpsem), creada en 1984; el Movimiento de Unidad Campesina (muc), surgido en 1986, y la Unión Campesina 9 de Junio (aucanj), a partir de 1990, todos con profundas críticas a la gestión gubernamental. Estas organizaciones fueron construyendo paulatinamente una identidad campesina y fundando una vía de desarrollo rural. La ucjpsem surgió inicialmente en oposición a los impuestos que se cargaban sobre las comunidades campesinas en Donoso, y por la titulación de tierras. Son visibles sus vínculos con la dirección de la Iglesia católica en Colón, que se expresan en la relación de sus promotores con los delegados de la palabra (laicos). La ucjpsem promueve la formación de cooperativas de

29 Ligia Herrera, Carmen Miró y Guillermo Castro, Medio ambiente y sociedad en el Atlántico Centro Occidental de Panamá (Panamá: bnp-proesa, 1985), 98. 30 Entrevista a Valdés Alveo, Juan, El Guásimo, Donoso, 10 y 11 de febrero de 2009.

31 Entrevista a Yangüez, Eustoquio, Coclesito, San José El General, Donoso, 20 de enero de 2009.

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producción y comercialización de productos agrícolas, así como la organización comunitaria y la defensa de los derechos campesinos32. El muc, con asentamiento también en la parte norte de Coclé, nace a partir de comunidades campesinas que desarrollan acciones para la toma de tierras (entre otras, la de los proyectos abandonados) y contra las medidas restrictivas que imponía en ese entonces el Instituto de Recursos Naturales Renovables (Inrenare) a la quema de montes (parcelas). Igualmente, se expresaba a favor de un mayor acceso de la población campesina a la salud y la educación, y el fortalecimiento de las organizaciones campesinas. La aucanj tiene entre sus objetivos contribuir al adecuado desarrollo socioeconómico de sus socios, para lo cual realiza actividades de promoción y consolidación del proceso organizativo, asistencia técnica a productores a través de la introducción de tecnologías baratas y adecuadas al medio ambiente, y capacitación en aspectos administrativos y de gestión empresarial. Igualmente, cumple con un claro objetivo político y promueve la defensa de los derechos de los campesinos de la zona de influencia otorgando especial importancia a la población femenina33. El surgimiento de estas organizaciones se explica por el deterioro de la situación económica y social que se registra en la región a partir del “retiro” del Estado. Constituirán la expresión más visible de las comunidades campesinas, que a partir de este momento se convierten en actores frente a la problemática regional, planteándose en un primer momento demandas de orden reivindicativo, que gradualmente evolucionarán hacia la consolidación de la territorialidad campesina de la región.

3.3. Fase de ajuste estructural (1990-1999)

Esta fase abarca dos administraciones gubernamentales, la de Guillermo Endara G. (1990-1994) y la de Ernesto Pérez-Balladares (1994-1999). Su característica principal es la transformación radical del Estado y la estructura económica, para adecuarlos a las demandas impuestas por las instituciones financieras internacionales mediante los llamados ajustes estructurales. Éste es un proceso que ha sido profusamente documentado en América Latina34, pero en el caso panameño presenta algunas particularidades, dada su condición de país con una estructura orientada al sector servicios y las especificidades de su dinámica política.

32 Autoridad del Canal de Panamá, “Estudio Sociocultural de la Región Occidental de la Cuenca del Canal de Panamá”, Canal de Panamá, 2004. http://www.pancanal.com/esp/cuenca/socio-cultural/index.html 33 Autoridad del Canal de Panamá, “Estudio Sociocultural”.

34 Blanca Rubio, “La vía campesina en tiempos de crisis y globalización” (ponencia presentada en el Congreso de lasa, Guadalajara, 17 al 19 de abril de 1997), 19; Miguel Teubal, “Globalización y nueva ruralidad en América Latina”, en ¿Una nueva ruralidad en América Latina?, ed. Norma Giarracca (Buenos Aires: clacso, 2001), 45-65.

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A partir de la invasión militar de Estados Unidos del 20 de diciembre de 1989, el gobierno de Endara se planteó como tareas inmediatas “restaurar la democracia, restablecer el orden público y fortalecer la economía”35. Teniendo estas prioridades en la agenda política, la propuesta hacia el sector agropecuario se caracterizó por el desmantelamiento del aparato estatal vinculado al sector y la creación de condiciones jurídicas y materiales para la apertura comercial. En esa dirección, se adoptó la “Estrategia Nacional de Desarrollo y Modernización Económica” (conocida también como Plan Ford), con la expedición de la Ley Marco de Privatización, que garantizó la privatización de las empresas estatales vinculadas al sector agrícola. De esta manera, las premisas del “Estado facilitador” y el “libre comercio” que acompañaron el proceso de “vuelta a la democracia” en Panamá tendrían un fuerte impacto en la dinámica política, ya que las medidas planteadas afectaban no sólo a los pequeños y medianos productores, sino también a los grandes productores agropecuarios nacionales. Esto tuvo su expresión más clara en la lucha de los grandes productores (Asociación Nacional de Ganaderos, Sindicato de Industriales, etc.) en contra de la rebaja de los aranceles de importación de productos agrícolas, la cual de una u otra forma obstaculizó la propuesta. A partir de mediados de 1994 el gobierno de Pérez-Balladares asumió con mayor energía la aplicación de los llamados ajustes estructurales, en aparente contradicción con sus postulados nacionalistas, ya que su afiliación política corresponde al Partido Revolucionario Democrático (prd), supuesto heredero de la tradición torrijista. Pérez-Balladares culminó el proceso de privatización de las empresas estatales y dio inicio a los procesos de negociación que condicionaron la participación de Panamá en la Organización Mundial de Comercio (omc) y diversos tratados de libre comercio bilaterales. La propuesta económica de este gobierno se conoció como “Plan Chapman”, el cual argumentaba que “por parte de la omc se busca que Panamá elimine los subsidios y disminuya los aranceles,

como elementos que permitan una mayor competencia en el mercado internacional nacio-

nal, regional y mundial. Esto es un requisito básico para la promoción de exportaciones, ya que contribuye a eliminar el sesgo antiexportador de la economía y aumentar la competitividad global”36.

35 Patricia Pizzurno y Celestino Andrés Araúz, “Los retos de la nueva etapa democrática (1990-1999). Panamá resurge de las cenizas de la invasión”, Historia de Panamá. Panamá en el siglo xx, http://www.critica.com.pa/archivo/historia/ index1.html

36 Diana Campos, “La economía en democracia”, La Prensa, Panamá, 20 de abril, 2004, edición digital http://www.martesfinanciero.com/history/2004/04/20/columna/nacionales/index.shtml

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Al abandono de los proyectos de desarrollo agrícola dirigidos hacia los sectores más pobres del campo —que para el caso de Donoso significó el desmantelamiento de proesa—, en esta fase se sumaron dos iniciativas que impactaron negativamente la agricultura y las formas de vida de la población campesina: los proyectos hidroeléctricos y la minería a cielo abierto. El 6 de mayo de 1993, la Empresa Minera Petaquilla Minerals s.a. inició trabajos de exploración en Donoso y La Pintada. Las reservas de Petaquilla se descubrieron al final de los años sesenta, durante un programa de las Naciones Unidas. La compañía japonesa Mitsui exploró el área durante la siguiente década y la abandonó en 1980. Según dichos estudios, el contenido recuperable del metal contenido en estas reservas suma 9.400 millones de libras de cobre, 1,37 millones de onzas de oro, 24,1 millones de onzas de plata y 131,1 millones de libras de molibdeno37, aunque otras fuentes señalan que el contenido de cobre y oro es el doble de lo planteado por la minera38. A partir de estos resultados, la empresa gestionó con el Estado panameño un contrato con la sociedad Minera Petaquilla s.a., que la facultó para realizar la extracción de minerales metálicos (cobre, oro y otros), en cuatro zonas de 13.600 hectáreas, ubicadas en los corregimientos de San José del General y Coclé del Norte, distrito de Donoso39. El auge de los estudios de la minera dio lugar a diversas reacciones por parte de las comunidades aledañas al proyecto y las organizaciones campesinas presentes en la región (ucjpsem, aucanj, muc), a las cuales se sumaron algunos grupos ecologistas. Éstos cuestionaban la viabilidad del proyecto, la falta de consulta a las comunidades y los posibles impactos negativos en el ambiente. De expresiones a través de comunicados y reuniones locales, las acciones pasaron a convertirse en protestas que exigían el cierre de la mina. Ante este conflicto, la Iglesia Católica intervino como mediador entre la empresa minera y las comunidades campesinas, lo cual culminó con la firma de un “Pacto ético” a mediados de 1997, en el cual Petaquilla Minerals, s.a. se comprometía “al respeto de las disposiciones legales y reglamentarias ambientales, a establecer una reserva agrícola con tierras suficientes y de calidad para reubicar familias afectadas y establecer programas que procuren mejorar la calidad de vida de la región”40. Sin embargo, la salida temporal del conflicto no la dio dicho pacto sino la decisión de la propia empresa Petaquilla de suspender los trabajos de exploración. Esta decisión

37 Ver www.petaquilla.com

38 Ignacio Iriberri, “Petaquilla se pinta de mentiras”, Las Noticias de Panamá 14: 1 (2008). http://www.thepanamanews. com/pn/v_14/issue_01/spanish_opinion_03.html

39 Asamblea Legislativa, “Ley No. 9 (de 26 de febrero de 1997) Por la cual se aprueba el contrato celebrado entre el Estado y la sociedad minera Petaquilla, s. a.”, Gaceta Oficial 23235, 28 de febrero, 1997, 1-67. http://www.asamblea.gob.pa/ APPS/LEGISPAN/PDF_GACETAS/1990/1997/23235_1997.PDF 40 Consejo Nacional para el Desarrollo Sostenible (Conades), Ministerio de la Presidencia de Panamá, Proyecto para actividades prioritarias en la cuenca hidrográfica del Canal de Panamá. Informe de Progreso Anual (Panamá: Conades, 2007).

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se fundamentaba en la baja de los precios del oro y cobre que se dio a inicios de 1999 y que hacía poco rentable la explotación minera41. No bien se barajaban las opiniones respecto de este cierre de operaciones de Petaquilla, cuando la oficina de Proyectos de Capacidad de la acp dio a conocer la urgencia de iniciar el proyecto de ampliación del Canal. El proyecto divulgado inicialmente planteó la creación de tres lagos artificiales por medio de represas: en el río Coclé del Norte, Caño Sucio y río Indio, que inundarían un área total de 10.500 hectáreas. Para legalizar esta propuesta el Gobierno panameño aprobó la Ley 44 del 31 de agosto de 1999, la cual definió los límites de la cuenca hidrográfica en donde se establecerían estos embalses, incluidos los lugares donde se asientan 500 comunidades de los distritos de La Pintada, Penonomé y Donoso. En síntesis, en esta fase concluyen los ajustes estructurales que por diversas razones de orden político se habían venido postergando desde finales de la década de 1980, inaugurando, a su vez, una nueva fase orientada a la apertura de proyectos transnacionales y la privatización de los recursos naturales en la región.

3.4. Fase de auge de proyectos transnacionales: privatización de los recursos naturales (1999-2008)

Esta fase abarca también dos administraciones gubernamentales: la de Mireya Moscoso (19992004) y la de Martín Torrijos Espino (2004-2009). El programa de la presidenta Moscoso para el medio rural se denominó “Plan Panamá Rural 2001-2004”, el cual buscaba “una mayor Competitividad en las relaciones económicas y sociales que posibiliten los máximos beneficios económicos para el productor; Equidad, con énfasis en aquellos que han tenido menos oportunidades y una Nueva Institucionalidad, en donde se concretan los enlaces con los gremios agropecuarios y comunidades rurales”42. Bajo estas premisas, el Gobierno inició proyectos que buscaron readecuar el papel de la agricultura, sin descuidar la relación con los grandes productores. El proyecto más emblemático fue el denominado “Granjas de agricultura sostenible”, inaugurado en noviembre del año 2000, con el cual se pretendía combatir la pobreza en el medio rural43. En Donoso se establecieron veinte de estas granjas, en comunidades pertenecientes a las

41 Maybel Mainez, “Se agrava paralización de la industria minera”, Diario PanamaAmérica, Panamá, 13 de mayo, 1999, edición digital http://www.pa-digital.com.pa/periodico/buscador/resultado.php?story_id=293271

42 Asamblea Legislativa, “Ley 25 (de 4 de junio de 2001) Que dicta Disposiciones sobre la Política Nacional para la Transformación Agropecuaria y su Ejecución”, Gaceta Oficial 24317, 6 de junio, 2001. http://www.asamblea.gob.pa/APPS/ LEGISPAN/PDF_GACETAS/2000/2001/24317_2001.PDF. 43 Marlene Mudarra, “Diez años combatiendo la pobreza extrema”, Diario Crítica en Línea, Panamá, 20 de noviembre, 2000, edición digital http://www.critica.com.pa/archivo/11202000/comuni.html, Consultado el 23 de mayo de 2008.

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vertientes de los ríos Coclé del Norte, Indio, Miguel de la Borda y Caño Sucio44. Estas granjas eran parcelas demostrativas manejadas por el Patronato Nacional de Nutrición, y se concentraron en actividades de transferencia de tecnología, muchas veces alejadas de la realidad inmediata de las comunidades. La gran mayoría dejó de funcionar cuando se suspendió la ayuda externa, como lo ratifica el testimonio de Teodoro Rivas: “El proyecto se anunció que iba a ser una granja sostenible para las comunidades, ya eso no camina así. Se decía que era una granja sostenible para el sustento de las comunidades y de

los que estaban en la agrupación, pero como la gente le perdió la credibilidad a todas las

cuestiones de las granjas, todo mundo ya se fue saliendo, vieron que no era nada rentable lo dejaron, lo abandonaron”45.

En buena parte de las comunidades no hubo un rechazo a este tipo de proyectos, y cuando esto ocurrió fue porque se convirtió en una acción para enfrentar la política gubernamental, el tema de los posibles lagos y la ampliación del Canal. No podía ser de otra manera, si se entiende que dicho proyecto planteaba el desalojo de miles de personas de la región, lo cual creó una situación de incertidumbre en las comunidades. El desarrollo de este conflicto permitió que afloraran las enormes carencias económicas y sociales de la población campesina, las cuales se acrecientan con una débil presencia de las instituciones estatales. Pero esta marginación contribuye a su vez a la consolidación de un mayor sentido de pertenencia a la región y de nuevas formas de organización campesina con las que enfrentan la problemática. Además de las organizaciones existentes en la región, entre finales de 1999 y principios del año 2000 surgieron el Movimiento de Mujeres de la Costa Abajo de Colón (momucac) y la Coordinadora Campesina contra los Embalses (ccce). Esta última agrupaba a un importante número de comunidades que se sentían amenazadas por el proyecto de ampliación. La consigna central que enarbolaron fue “Por el derecho a la vida y la tierra; Sí a la vida, no a la inundación”, y su exigencia central fue la derogación de la Ley 44. Planteaban, además, el rechazo a la presencia de funcionarios de la acp en la región y la suspensión de los trabajos de titulación de tierras, pues para los campesinos significaba la expropiación de los terrenos que habían cultivado por años. La Coordinadora realizó una gran cantidad de comunicados, marchas y manifestaciones en las ciudades de Colón, Penonomé y Panamá, en los que nunca se abandonó la vía del diálogo

44 Autoridad del Canal de Panamá, “Estudio Sociocultural”, 209.

45 Entrevista a Rivas, Teodoro, El Nancito, Donoso, 13 y 14 de febrero de 2009.

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con las autoridades, lo cual se hizo efectivo en varias ocasiones46. De igual forma, buscó el apoyo de diversas organizaciones populares, de grupos ecologistas, y fundamentalmente de la Iglesia católica, quien a través de la Pastoral Social Cáritas viabilizó recursos humanos y económicos para su gestión. El gobierno mireyista fue recurrente en no atender sus demandas, delegando el manejo del conflicto en la acp, la cual, pese a la movilización de las comunidades, continuó con un conjunto de estudios (técnicos, de factibilidad, socioeconómicos, etc.) en el período 2000-2004, subvalorando el potencial de las demandas y propuestas campesinas. Ésta era la situación reinante cuando Martín Torrijos asumió la dirección del país en septiembre de 2004. En su administración la atención de las comunidades campesinas e indígenas se hizo por medio de dos modalidades. La primera fue la creación del Programa de Huertas Orgánicas Agroecológicas “Familias Unidas”, en reemplazo de las Granjas Autosostenibles del gobierno anterior47. La segunda propuesta fue el establecimiento de la “Red de Oportunidades”, un programa de transferencias monetarias condicionadas que, según las autoridades, constituye un esfuerzo del Gobierno Nacional por disminuir la pobreza extrema en el país48. Empero, con la administración de Martín Torrijos se propició un cambio en el manejo del conflicto, ya que el Gobierno asumió su atención directamente. En esta decisión se combinan otros factores, como la incapacidad de la acp de manejar la comunicación con las comunidades y la persistencia de la ccce en su demanda de la derogación de la Ley 44, a la cual poco a poco se fueron incorporando importantes sectores de la sociedad panameña. De igual forma, el resultado de los estudios para la ampliación del Canal mostró que los lagos proyectados eran técnica, ambiental y socialmente improcedentes, por lo cual se asumió la variante de un tercer juego de exclusas, con tinas paralelas para el reciclaje del agua y el aumento del caudal del lago Gatún. Con todos estos elementos, y con la inminente realización de un Referéndum Nacional para la aprobación o no del proyecto de ampliación del Canal, el Gobierno Nacional se comprometió con la ccce a derogar la Ley 44, hecho que se hizo realidad con la aprobación de la Ley 20 del 21

46 Ver: Gustavo A. Aparicio, “Campesinos evitarán trabajos en cuenca hidrográfica”, Diario PanamaAmérica, Panamá, 25 de enero, 2001; Enrique Watts, “Manifestaciones campesinas contra ampliación de cuenca del Canal”, Diario PanamaAmérica, Panamá, 14 de marzo, 2001; Carlos A. Cordero, “Piden derogar Ley 44”, Diario PanamaAmérica, Panamá, 19 de octubre de 2001; en http://www.pa-digital.com.pa/ 47 “Mejorarán nivel de vida de 87 mil familias”, Diario Crítica en Línea, Panamá, 3 de junio, 2005, edición digital http:// www.critica.com.pa/archivo/06032005/nac04.html

48 Ministerio de Salud de Panamá, Proyectos Especiales, Memoria 2007, 83. http://www.minsa.gob.pa/documents/memorias/Proyectos%20Especiales.pdf

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de junio de 200649. Finalmente, el proyecto de ampliación del Canal (modificado) se ratificó en el referéndum del 22 de octubre de 2006, constituyéndose en el resultado parcial de esta pugna que tiene como centro la redefinición del territorio y sus recursos naturales. Sin embargo, no bien había bajado de intensidad el conflicto por los embalses, cuando nuevamente tomó cuerpo una serie de protestas en contra del proyecto minero de Petaquilla, el cual reinició exploraciones en 2005, y la primera fase de la mina, en 2006. Las comunidades y organizaciones en Donoso siguieron desempeñando un papel activo frente a esta nueva realidad y fueron persistentes en su rechazo al proyecto minero. El éxito obtenido en la lucha contra los embalses del proyecto de ampliación del Canal se constituyó en un fuerte estímulo para seguir profundizando en pro de los derechos campesinos. No obstante, esta nueva coyuntura significó también cambios importantes de contenido y forma en la movilización social que se desplegó a partir de entonces. Entendiendo que la lucha contra los embalses había sido superada y que quedaban pendientes múltiples demandas económicas y sociales de las comunidades de la región, la ccce acordó convertirse en Coordinadora Campesina por la Vida (ccpv) en la primera mitad de 2007, “sin temor a las persecuciones, porque estamos convencidos que no podemos callar, son nuestras vidas las que están en peligro, porque nuestras vidas están ligadas a la naturaleza y la madre tierra”50. Así, si bien en esta fase la ccpv se orienta hacia el rechazo al proyecto minero de Petaquilla, entiende que la lucha es de largo aliento. La percepción de los dirigentes campesinos de la región era que los proyectos que se estaban desarrollando no apuntaban a mejorar su situación: “En realidad, como organización nosotros hemos pensado que no vamos a desmayar en la lucha, porque en verdad vemos que los proyectos que han llegado no son ninguna cosa buena, no traen desarrollo a las comunidades, y para pensar que en un año o dos años vamos a tener mejoras eso es mentira, lo que vamos a tener es más destrucción, más desalojos, y quizás más contaminación, que va a venir”51. Aunque no existe una propuesta explícita de las comunidades campesinas de Donoso y de la ccpv en cuanto al desarrollo de la región, resultan muy sugerentes las opiniones que se pueden escuchar entre sus pobladores y dirigentes, envueltos en la problemática en torno al devenir de

49 Asamblea Nacional, “Ley 20 (de 21 de junio de 2006) Que deroga la Ley 44 de 1999, por la cual se aprueban los límites de la Cuenca Hidrográfica del Canal de Panamá”, Gaceta Oficial 25575, 27 de junio de 2006, 3. http://www.asamblea. gob.pa/APPS/LEGISPAN/PDF_GACETAS/2000/2006/25575_2006.PDF

50 Coordinadora Campesina por la Vida, “Comunicado de las comunidades campesinas e indígenas”, Coclesito, 31 de julio, 2007, http://www.redescristianas.net/2007/08/08/panama-empresarios-autoridades-y-obispos-prepotentescoordinadora-campesina-por-la-vida-cebs-comite-pro-cierre-de-petaquilla/ 51 Entrevista a Valdés Alveo, Juan, Guásimo, Donoso, 27 y 28 de febrero de 2008.

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la región. Se expresan en la certeza de la riqueza de recursos naturales de la región y de su desarrollo a partir de la agricultura campesina: “Una de las cosas que yo pienso que hemos logrado entender que ésta es una región

muy rica, que tiene mucho futuro hacia delante. Nosotros los campesinos una de las cosas que tenemos que tener claro, y que hemos ido logrando darnos cuenta, es que

nosotros tenemos la tierra, que es una de las cosas importantes para el sustento de nuestras vidas y para eso vivimos en esta región, que es la que tenemos que producir, porque nuestra región produce y de ese producto que tiene la región cuando nosotros lo cultivamos nos damos cuenta que ahí tenemos nuestra sostenibilidad, la verdadera sostenibilidad que deseamos”52.

Se manifiestan en la decisión de defender a toda costa sus tierras y su patrimonio, como lo declara un morador de la comunidad de San Benito: “Le decimos a ellos: ‘Nosotros queremos tierra por tierra. ¿Por qué no me das setenta

hectáreas de los llanos de Coclé y yo te doy las mías. Porque si trabajas conmigo son mis condiciones’; entonces me dijo que las tierras de aquí tienen un valor y las de allá tienen otro valor: ‘Tienen mucho valor; por eso aquellas tierras no te las pueden dar, porque

aquellas tienen mucho valor’. ¿Y que tienen aquéllas de más? Entonces yo les dije: ‘Ante la

naturaleza el divino Dios las dejó dignas todas. Tú has sido el que ha venido diciendo que lo mío no tiene valor y lo tuyo sí tiene. Y si no tiene valor ¿para qué me las quieres quitar?’, le

dije, porque me he defendido así: ‘Si no tiene valor para qué me la quieres quitar, déjamelas así sin valor y no me las toques y no pases por ellas’”53.

Así, el conflicto generado a partir de las nuevas propuestas de desarrollo que se ensayan en la región ha contribuido de manera decisiva a la consolidación de la territorialidad campesina, que, si bien no toma aún forma corpórea en un programa de desarrollo, está expresada en la certeza de que lo que se está haciendo excluye a las comunidades campesinas, las cuales persisten en su decisión de defender su tierra y su agricultura, de las que dependen sus vidas. El campesinado —a partir del conflicto por el territorio— asume y define una ruralidad que le permita su reproducción social, construyendo una vía de desarrollo, en el sentido planteado por Porto Gonçalves, quien señala que “el devenir de cualquier sociedad, su desarrollo propio, se inscribe dentro de un orden específico de significados, entre los

52 Entrevista a Núñez, Publia, El Jobo de Río Indio, Donoso, 7 de marzo de 2008.

53 Entrevista No. 5, San Benito, Donoso, 19 y 20 de enero de 2008. Se omite el nombre por solicitud del entrevistado.

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que se encuentra el modo en que cada una marca la tierra o, desde el punto de vista etimológico, geo-grafía, vuelve propio, hace común un determinado espacio, adueñándose de él”54.

Conclusiones

Si bien a partir de 1970 hay un esfuerzo del Estado panameño por ejercer el control territorial de esta región, hasta entonces marginal respecto al desarrollo nacional, no menos cierto es que esta decisión confrontará diversos obstáculos, no sólo por el cambio en la orientación y las prioridades de las políticas económicas y sociales en los gobiernos que se sucedieron, sino también por el accionar de las comunidades campesinas que en ella habitan. Se puede afirmar que se trata de un proceso continuo de construcción y deconstrucción del territorio, en el que los grupos locales campesinos aparecen subordinados, pero evolucionando cada vez más hacia posiciones protagónicas y con propuestas propias. En el período 1970-1989, que se ha denominado torrijista, hay una importante intervención del Estado en la región, con una propuesta que impulsa la expansión de la frontera agrícola, que pretendía potenciar la agricultura como eje central del desarrollo, y con un modelo de distribución espacial de la población y la actividad productiva a través de la creación de centros de desarrollo socioeconómico, similares a los polos de desarrollo planteados por la teoría. Su debilitamiento y declive, a partir de mediados de la década de 1980, no hace sino poner de manifiesto las debilidades en las que se sostenía, a saber: el control vertical “desde arriba” del proyecto, el menosprecio por las formas de espacialización de las actividades productivas y sociales generadas por las comunidades, y la escasa generación de formas de organización locales. En una segunda fase (1990-1999), la cual se denominó de Ajuste Estructural, la característica principal vendrá dada por la ejecución de un paquete de medidas tendientes a reformar la economía y el papel del Estado. A partir de esta fase se pasa de un Estado interventor y productor a uno facilitador, que promueve la participación privada en la economía y crea condiciones para el aumento de la productividad y la liberación del mercado al comercio mundial. Hacia la región de Donoso esto se traduce, primero, en la desatención casi total de la misma; luego, en el desmantelamiento de proesa, y finalmente, en la apertura a proyectos vinculados a empresas transnacionales de carácter extractivo. En respuesta a este accionar gubernamental surgen organizaciones campesinas que, por un lado, reclaman la solución de una gran cantidad de problemas sociales y económicos, agravados por el retiro parcial del Estado de la región, y, por el otro, comienzan a gestar un movimiento social que incursiona en demandas de orden territorial frente a las propuestas que se iniciaban.

54 Carlos W. Porto Gonçalves, Geo-grafías. Movimientos sociales, nuevas territorialidades y sustentabilidad (México: Siglo xxi, 2001), 298.

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La última fase (1999-2008), que se ha denominado de privatización de los recursos naturales, se caracterizó por conflictos relacionados con dos importantes proyectos: la ampliación del canal interoceánico y la explotación minera de Petaquilla. En ambos es destacable la participación gubernamental como patrocinador, al intervenir de manera esporádica y delegar el manejo directo del conflicto en los responsables de los proyectos, a saber, la acp y Petaquilla Minerals, s.a. En respuesta a este auge, el movimiento social campesino generado a partir de la ccce se consolida y obtiene un importante triunfo al propiciar el rechazo a la creación de tres embalses que se habían proyectado inicialmente para la ampliación del Canal. Este evento origina significativas modificaciones en este movimiento, que pasa a convertirse en ccpv, redefiniendo sus relaciones e iniciando un proceso de construcción, todavía intuitiva, de una propuesta de desarrollo regional desde la perspectiva campesina. En el ínterin de los cambios producidos en la región se puede observar una participación diferenciada de las personas y comunidades respecto de las propuestas que adelanta el Gobierno en ella. Se da una amplia recepción a los proyectos de asistencia social y con un alto componente agrícola. El rechazo se ha dado contra proyectos que implican cambios radicales en el modo de producción y los asentamientos campesinos. De igual forma, es preciso destacar la manera particular en que las comunidades fueron desarrollando su territorialidad en la región. Aquí no se está hablando de comunidades indígenas que reclaman derechos ancestrales, sino de comunidades campesinas con no más de cuarenta años de asentamiento en la región, que pasan de una incorporación casi pasiva a los proyectos gubernamentales, a una posición crítica de los mismos, con planteamientos que implican una determinación de defender el territorio del que se han apropiado. Aunque parezca paradójico, fue precisamente la intervención estatal —a través de diferentes variantes, o más bien por sus carencias— la que propició este resultado. Queda patente el hecho de que la elaboración de propuestas de desarrollo para el medio rural no puede seguir descansando en prioridades de orden económico y político que no consideren a los sectores sociales arraigados en la región en la que se pretenden implementar. Si las comunidades campesinas, aun con todas sus carencias, han logrado persistir y evolucionar en un espacio determinado ha sido gracias a que han podido generar formas de producción y asociación, de apropiación, que deberían ser consideradas a la hora de diseñar estrategias de desarrollo. En el caso de Donoso, no queda duda alguna de que se está ante un conflicto derivado de la multiterritorialidad. El enfrentamiento continuará, a menos que se ponga en la balanza la rentabilidad económica, social y ecológica de las propuestas que se ejecutan, junto con las propuestas alternativas que surgen desde el discurso del movimiento campesino.

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entrevistas:

Entrevista a González, José Valentín, Coclesito, San José El General, Donoso, 22 de febrero de 2008. Entrevista No. 5, San Benito, Donoso, 19 y 20 de enero de 2008. Entrevista a Núñez, Publia, El Jobo de Río Indio, Donoso, 7 de marzo de 2008. Entrevista a Rivas, Teodoro, El Nancito, Donoso, 13 y 14 de febrero de 2009. Entrevista a Valdés Alveo, Juan, Guásimo, Donoso, 10 y 11 de febrero de 2009. Entrevista a Valdés Alveo, Juan, Guásimo, Donoso, 27 y 28 de febrero de 2008. Entrevista a Yangüez, Eustoquio, Coclesito, San José El General, Donoso, 20 de enero de 2009.

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Antonio Gramsci y la sociología clásica decimonónicaÏ

Rodrigo Santofimio Ortiz

Profesor asociado del Departamento de Antropología y Sociología de la Universidad de Caldas (Manizales, Colombia). Sociólogo de la Universidad de Antioquia (Medellín, Colombia) y Magíster en Análisis de Problemas Políticos, Económicos e Internacionales Contemporáneos, Universidad Externado de Colombia y el Instituto de Altos Estudios para el Desarrollo (iaed) (Bogotá, Colombia). Autor de “Don Bartolomé Lobo Guerrero, tercer arzobispo del Nuevo Reino de Granada (1599-1609), y el proceso de cristianización en la alta Colonia”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 38: 1 (2011): 17-49, y de La izquierda y el escenario político en Colombia. El caso de la Unión Patriótica (up), 1984-1986 (Manizales: Universidad de Caldas, 2011). rodrigo. santofimio@ucaldas.edu.co

Artículo recibido: 1 de noviembre de 2011 aprobado: 12 de abril de 2012 modificado:

doi:

26 de junio de 2012

10.7440/histcrit48.2012.07

Ï Este artículo hace parte de una investigación más extensa sobre la obra de Antonio Gramsci y su aporte a la sociología clásica y contemporánea, culminada durante el año sabático otorgado por la Universidad de Caldas (Manizales, Colombia) entre 2009 y 2010.

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Antonio Gramsci y la sociología clásica decimonónica

Antonio Gramsci y la sociología clásica decimonónica Resumen Este artículo analiza el aporte que Antonio Gramsci hizo a la sociología del siglo xix e incluso a la sociología más contemporánea. El artículo plantea en un primer nivel la discusión acerca del estatus científico de la disciplina; en un segundo nivel, la constitución del orden social (sociedad) y el papel del individuo como filósofo, y en un tercer nivel, la forma como Gramsci expresa la sociología de los hechos sociales “históricos y políticos”. La metodología se apoya en una revisión analítica de los textos del autor y de la crítica a las interpretaciones referidas al pensador.

Palabras clave: Antonio Gramsci, sociología, ciencias sociales, sociología del cambio, filosofía. Antonio Gramsci and nineteenth-century classical sociology

Abstract: This article analyzes the contribution made by Antonio Gramsci to the sociology of the nineteenth century as well as to more contemporary sociology. First, the article reviews the discussion around the scientific status of the discipline; second, the establishment of social order (society) and the role of the individual as a philosopher; and third, the way Gramsci expresses sociology of “historical and political” social facts. The methodology is based on an analytical review of the texts of Gramsci and of the criticism to interpretations refering to the thinker.

Key words: Antonio Gramsci, sociology, social sciences, sociology of change, philosophy.

Antonio Gramsci e a sociologia clássica do século xix

Resumo: Este artigo analisa a contribuição que Antonio Gramsci fez à sociologia do século xix e inclusive à sociologia mais contemporânea. O artigo apresenta, em um primeiro nível, a discussão sobre o status científico da disciplina; em um segundo nível, a constituição da ordem social (sociedade) e o papel do indivíduo como filósofo; e, em um terceiro nível, a forma como Gramsci expressa a sociologia dos atos sociais “históricos e políticos”. A metodologia se apoia em uma revisão analítica dos textos do autor e da crítica às interpretações referidas ao pensador.

Palavras-chave: Antonio Gramsci, sociologia, ciências sociais, sociologia da mudança, filosofia.

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Rodrigo Santofimio Ortiz

Antonio Gramsci y la sociología clásica decimonónica “La sociedad gira sobre sí misma, como un perro que quiere atraparse la cola con los dientes, pero tal apariencia de movimiento no es el desarrollo”1.

Introducción

Tres problemas parecen subsistir acerca de la comprensión plena del pensamiento de Antonio Gramsci (1891-1937) y la sociología. Por un lado, como lo dice Massuco C., para Gramsci “no existe una sociología filosófica que no coincida con la filosofía de la praxis o el materialismo histórico”2; pero, por otro lado, si existe una alusión explícita de Gramsci a la sociología, ello tenía que ver con lo que Gallino denomina sociología positivista, de fuerte influencia en la Italia en la que vivió Gramsci3, a la cual fustigó críticamente como la “filosofía de los no filósofos” y expresión del “evolucionismo vulgar”; en tercer lugar, Gramsci supuestamente no aludió de manera específica a problemáticas y desarrollos analíticos propios de la disciplina en esa época. Sin embargo, ninguno de estos reclamos o formulaciones puede ser concebido categóricamente, a riesgo de enturbiar o negar de forma sistemática un pensamiento poliédrico y sustantivo en el desarrollo del marxismo y, más concretamente, en el materialismo histórico: en efecto, desvirtuar cualquier relación analítica o conceptual de Gramsci con la sociología o, en el mejor de los casos, su asistematicidad y antinomias en relación con un corpus sociológico plantea el riesgo de privarnos de un pensamiento que dotó a la filosofía, a la política y a la cultura contemporáneas de horizontes comprensivos, y del que la sociología no estaría menos exenta de sus aportaciones. Ahora bien, el intentar un esfuerzo en esa dirección no supone necesariamente forzar demasiado los hechos y los presupuestos analíticos en el pensamiento de Gramsci, para desvirtuarlos hacia situaciones no objetivas y carentes de validez heurística: ambas situaciones requieren precisiones y límites que nos permitan reclamar con seriedad lo que el pensamiento de Gramsci de manera objetiva derivó para la sociología y, por supuesto, para otras disciplinas y, en general,

1 Antonio Gramsci, Cultura y literatura (Barcelona: Ediciones Península, 1973), 278.

2 Angiola Massuco Costa, “Aspectos sociológicos del pensamiento de Gramsci”, en Gramsci y el marxismo, eds. Palmiro Togliatti y Galvano Della Volpe (Buenos Aires: Editor Proteo, 1965), 236. 3 Luciano Gallino, “Gramsci y las ciencias sociales”, en Gramsci y las ciencias sociales (Buenos Aires: Ediciones Pasado y Presente, 1970).

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para las Ciencias Sociales4, principalmente en su período de madurez vital y en las condiciones más difíciles de sus años de reclusión5. Este ensayo pretende mostrar que, a pesar de las precariedades y dificultades en las que escribió Gramsci, en especial bajo la vigilancia estricta del régimen fascista, su aporte a la sociología clásica decimonónica y, por qué no, a la sociología contemporánea —más allá de sus supuestos fragmentos distorsionados6, de sus antinomias en el lenguaje, como dice Anderson7, y esbozo vago y en estado embrionario, como apunta Kolakowski8—, fue paradójicamente sustantivo, no obstante que sus críticos y analistas lo conciban como problemático para la comprensión plena de la sociología. En otros términos, pretendemos mostrar que allí donde los críticos y analistas de la obra de Gramsci observaron las limitaciones para asumir una comprensión y un aporte pleno a la sociología, es donde se halla lo más sustantivo y valioso del aporte de Gramsci a la sociología. Esta postura metódica no nos priva de admitir que ciertamente en Gramsci no existe una orientación directa y sistemática a propósito de la sociología, como tampoco la alcanzó para otras disciplinas; hablamos en este caso de la filosofía, la economía, la lingüística y la política. Como sabemos, los propósitos analíticos y de exposición de Gramsci nunca se plantearon esas posibilidades, en el momento en que era determinante la condena que le impondría el régimen fascista; Gramsci, consciente de esa situación, desbrozó en cuatro partes las líneas generales de lo que sería una obra für ewig (para la eternidad), así: “1) Una investigación sobre la formación del espíritu público en Italia en el siglo xix, es decir, una investigación sobre los intelectuales italianos, sus orígenes, su agrupamiento según las corrientes de la cultura, sus diferentes maneras de pensar, […] 2) Un estudio de lingüística comparada. ¡Nada menos! ¿Puede existir alguna cosa más desinteresada que ésa? ¿Más für ewig? Se procuraría, naturalmente, abordar sólo la parte metodológica y

puramente teórica, parte que no ha sido tratada desde el nuevo punto de vista de los neolingüistas contra los neogramáticos […]. 3) Un tercer estudio sobre el teatro de Pirandello y

4 Gallino parece conformarse con la idea de que ciertamente Gramsci no planteó grandes desarrollos analíticos para la sociología pero sí para las ciencias sociales en general. Luciano Gallino, “Gramsci y las ciencias”, 7.

5 Kolakowski dice: “[…] sus interesantes notas de prisión, que constituyen, entre otras cosas, un ensayo de filosofía marxista de la cultura cuya originalidad y amplitud no pueden negarse”, pero, en cuanto a los artículos publicados hasta 1926, antes de su encarcelamiento, “sólo se advierte su significado a la luz de los escritos de prisión. Sin éstos, los artículos en cuestión serían ante todo un material para la historia del movimiento comunista italiano, pero no podrían considerarse como un cuerpo teórico original”, Leszek Kolakowski, Las principales corrientes del marxismo: su nacimiento, desarrollo y disolución. 3 La crisis (Madrid: Alianza Editorial, 1980), 218-219 y 225. 6 Luciano Gallino, “Gramsci y las ciencias”, 7.

7 Perry Anderson, Las antinomias de Antonio Gramsci (Barcelona: Editorial Fontamara, 1978). 8 Leszek Kolakowski, Las principales corrientes, 218-219.

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sobre la transformación del gusto teatral italiano que Pirandello representa y que ha contribuido a determinar […]. 4) Un ensayo sobre las novelas de folletín y el gusto popular en

literatura. La idea me ha venido al conocer la muerte de Séraphin Renzi, primer cómico de una compañía dramática al aire libre y que ofrecía sus dramas sobre esas novelas de folletín

[…] y que me producían placer […] entonces, la representación era doble: la emoción, la pasión desencadenada, la intervención del público popular… ¿Qué piensas de todo eso? En el fondo, si se observa, entre esos cuatro temas existe una idea común: el espíritu popular creador, en sus diferentes fases o grados de desarrollo; ésa es la base de esos temas”9.

Empero, esta acometida, en vez de limitar sus potencialidades, lo empuja a desarrollar otros temas de acuerdo con inquietudes previas a sus años de reclusión, y también de acuerdo con el ritmo de lecturas y cavilaciones que compartía con amigos y familiares. En ese caso, entonces, mostraremos que, allí donde Gramsci supuestamente limitó un desarrollo analítico de la sociología porque se le atravesaba la filosofía de la praxis devela para la sociología un instrumental analítico y metódico insuperable, cuyo núcleo más importante sería el papel del agente social (o de los agentes sociales). Con la supuesta idea del recelo de Gramsci por la sociología al concebirla como la filosofía de los no filósofos, y fundada sobre el evolucionismo vulgar, el pensador estaría alertándonos sobre las implicaciones del apego desmedido y acrítico a los lineamientos metódicos de las ciencias naturales (el positivismo y el evolucionismo). Finalmente, mostraremos que no es tan cierta la idea acerca de que Gramsci no contemplara temas o problemáticas recurrentes de la sociología, pues como lo expresaron Massuco y Gallino, Gramsci alcanzó a vislumbrar algunas temáticas que se planteaban para la sociología ligadas a la orientación ética para la conformación de los grupos sociales (asociaciones), la ambivalencia entre pensamiento y conducta (ideología), sin obviar que también expuso una serie de nociones y conceptos importantes como utillaje analítico en la discusión de la sociología contemporánea10.

1. El positivismo y el evolucionismo en la sociología

En relación con el estatus científico de la sociología, es preciso avanzar en una perspectiva más holística y comprensiva del pensamiento de Gramsci, de la que pretendió formular Gallino, retrayendo la postura de Massuco, al afirmar que para Gramsci no existe una sociología filosófica

9 Antonio Gramsci, Lettres de la prison (París: Éditions Sociales, 1953), 77-79.

10 Angiola Massuco Costa, “Aspectos sociológicos”, 236; Luciano Gallino, “Gramsci y las ciencias”, 29-30.

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que no coincida con la filosofía de la praxis o el materialismo histórico11. En efecto, en el mismo Ensayo popular de sociología, escrito por Bujarin (1921), del que Gramsci, de acuerdo con Massuco y Gallino, derivó el enunciado anterior, emerge también una situación paradójica, dado que Gramsci, al desdoblar la filosofía de la praxis en sociología, expresaba una crítica, en el sentido de concebirla como “la cristalización de la tendencia vulgar […] y consistente en reducir una concepción del mundo a un formulario mecánico, que da la impresión de meterse toda la historia en el bolsillo”12. Este aspecto negativo en la asunción de la sociología en Gramsci se contrasta, no obstante, con un aspecto positivo, por cuanto admite a la sociología sucedánea de la filosofía de la praxis preguntándose: “¿no es acaso [la sociología] un embrión de filosofía?” (filosofía de la praxis). Y se respondía en el sentido de la sociología como “una concepción del mundo, de la cual es un fragmento subordinado, la particular lógica interna de las diversas sociologías, lógica por la cual ésta adquiere una mecánica coherencia”13. Ahora bien, expuesta la paradoja en el sentido de que Gramsci no excluye la posibilidad de una búsqueda sociológica con fronteras limitadas, de carácter empírico, derivada eso sí de la filosofía de la praxis, la cual se convirtió en lo más próximo a una teoría general de la sociedad, a una verdadera y real sociología in nuce, que haya producido el pensamiento marxista, al punto de que muchas de sus formulaciones presentan una neta convergencia y afinidad, hasta de lenguaje, con los resultados más avanzados de la sociología contemporánea14. En ese mismo sentido, y de acuerdo con Kolakowski, si para Gramsci el marxismo no podía concebirse como una teoría cientificista de la realidad social, en consecuencia, no tenía sentido dividirla en aspectos “filosóficos”, “sociológicos” y “políticos”: “la filosofía podía ser sinónima o con la historia o con el proceso social […]”15; así, pues, queda por responder: ¿cuál es su objeto? De acuerdo con Gramsci, ese objeto estaría en la “observación pura de los hechos sociales, o sea de la historia y de la política”, aunque hasta ese momento, dice Gramsci, la disciplina había sido un intento de crear un método de la ciencia histórico-político, dependiente de un sistema filosófico ya elaborado, el positivismo evolucionista, sobre el cual la sociología había reaccionado pero sólo parcialmente. Con ese sustrato de “positivismo evolucionista”, Gramsci observaba que la sociología había derivado en “la filosofía de los no filósofos”, un intento de describir y clasificar esquemáticamente

11 Luciano Gallino, “Gramsci y las ciencias”, 31.

12 Antonio Gramsci, El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce (Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1971), 131; Angiola Massuco Costa, “Aspectos sociológicos”, 242; Luciano Gallino, “Gramsci y las ciencias”, 12. 13 Antonio Gramsci, El materialismo histórico, 132.

14 Luciano Gallino, “Gramsci y las ciencias”, 30-31.

15 Leszek Kolakowski, Las principales corrientes, 233.

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los hechos históricos y políticos, según criterios construidos sobre el modelo de las ciencias naturales: la sociología es, agrega Gramsci, un intento de recabar “experimentalmente” las leyes de la evolución de la sociedad humana, a fin de “prever” el porvenir, con la misma certeza con que se prevé que de una bellota se desarrollaría una encina16. De acuerdo con Gramsci, en la base de la sociología se hallaba el evolucionismo vulgar, “el cual no puede conocer el principio dialéctico del paso de la cantidad a la calidad, paso que perturba toda evolución y toda ley de uniformidad entendida en un sentido vulgarmente evolucionista”17; con esa crítica a la “sociología positivista” Gramsci, por un lado, fustiga no simplemente una dirección estéril o dañosa de los estudios, sino la idea misma de que en la sociedad operen de manera sistemática fuerzas capaces de afirmarse a espaldas de la voluntad humana, verbi gratia, las “leyes estadísticas”18. Por otro lado, la crítica a la sociología positivista que encuentra Gramsci para su tiempo tiene que ver con las explicaciones que se asumían relacionadas con los hechos sociales (históricos y políticos), remitiéndolas a factores biológicos ínsitos en el individuo, o a analogías biológicas aplicadas al “organismo social”19. Para Gramsci, entonces, era evidente que estas posturas expresaban también la pretensión de consolidar tanto antiguos como nuevos prejuicios, así como el interés por “ciertas problemáticas” ligadas a la criminalidad, la raza, que sin duda establecían conexiones centrales y de justificación con las políticas de los gobiernos en esos momentos (colonialismo, nacionalismo, racismo, entre otras). Por último, y contrario a esas posiciones, diría Gramsci, una sociología con pretensiones científicas, es decir, “ciencia de la historia y de la política”, supone construir una nueva recopilación empírica de observaciones prácticas que ensanchen la esfera de la filología tal como ésta es entendida tradicionalmente. Se trataría, por tanto, de establecer para la sociología la “importancia que tienen los hechos particulares verificados y precisados en su inconfundible individualidad”, y ello, por supuesto, no implicaba negarle absolutamente la importancia (utilidad práctica) de identificar ciertas “leyes de tendencia” que, sin duda, aportarían al posicionamiento de la sociología como una disciplina científica, como también “habían servido para algunas ciencias naturales”, pero eso sí, cuidándose de ver únicamente en esas leyes estadísticas los hechos sociales (las grandes masas de la población de manera pasiva), para “favorecer la pereza mental y la superficialidad programática en la acción política”, pues así también se

16 Antonio Gramsci, El materialismo histórico, 131-132. 17 Antonio Gramsci, El materialismo histórico, 132.

18 Luciano Gallino, “Gramsci y las ciencias”, 12-13. 19 Luciano Gallino, “Gramsci y las ciencias”, 13.

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bloqueaban las expectativas del cambio referidas a la “inconfundible individualidad” consciente y crítica a través del “organismo colectivo”, es decir, un “hombre colectivo”20. Si se observa en ese caso, para Gramsci al igual que en la tradición del materialismo histórico, particularmente en Marx, el concepto de carisma, que en la tradición del funcionalismo tiende a sustancializar el papel del individuo (hombre carismático), tiene que ver con la idea del jefe que se expresa en “ideas-fuerza”, con la resultante del “organismo colectivo”, por “coparticipación activa y consciente”, y “copasionalidad”, por experiencia de las particularidades inmediatas en un sistema que se podría calificar de “filosofía viviente”.

2. Los fundamentos en la constitución del orden social y el papel del individuo

En Gramsci el materialismo histórico tiene raíces en la lectura de Antonio Labriola (18431904) y de Benedetto Croce (1866-1952); empero, con relación a este último, Gramsci ataca la interpretación del materialismo histórico como puro canon metodológico de investigación historiográfica, lo que para Gramsci significaba precisamente reducir el materialismo histórico a mero economicismo histórico: “una epistemología que reducía la esfera de las ideas y de la conciencia a epifenómenos, meros reflejos de fuerzas históricas objetivas”21. En su crítica al marxismo que había heredado, Gramsci sostuvo que los términos extremos de la discusión acerca de las dicotomías idealismo versus materialismo, voluntarismo versus determinismo, sujeto versus objeto, entre otras, eran superficiales y desorientadores, y que cualquier teoría viable de la revolución estaba obligada a fusionar (o, en realidad, a trascender) esas polaridades22. La otra discusión de Gramsci respecto al materialismo histórico tiene que ver con el marxismo ortodoxo de la Segunda Internacional, que derivaría en la falsa sensación de seguridad proveniente de que el fluir histórico estaba favoreciendo la revolución. De cara a esa postura del Comintern, la lectura que hace Gramsci, en particular de la Revolución Bolchevique y del papel que Lenin tendrá allí, era de confrontación al cuerpo entero de elaboradas y confiadas predicciones basadas supuestamente en las leyes de El Capital: en ese caso, Lenin y los bolcheviques podían ser definidos como marxistas vivientes, antes que como marxistas abstractos, quienes habían tomado la iniciativa histórica gracias a la acción consciente, y que habían actuado sobre la realidad de la Revolución, en vez de esperar a que maduraran las condiciones materiales23.

20 Antonio Gramsci, El materialismo histórico, 133-135. 21 Antonio Gramsci, El materialismo histórico, 135.

22 Carl Boggs, El marxismo de Gramsci (México: Premia Editora, 1978), 22. 23 Antonio Gramsci, Antología (México: Siglo xxi Editores, 2007), 34.

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En el planteamiento de Gramsci, siguiendo a Marx, sujeto y objeto no existen sino como términos de una relación necesariamente recíproca, cuya realidad está en la praxis. Por consiguiente, el sujeto no es una tabula rasa pasivamente receptiva, pues la sensibilidad o actividad humana subjetiva es la que pone, modela o transforma el objeto, y con esto se va formando a sí mismo. El ejemplo que Marx expone en su discusión contra el materialismo naturalista de Feuerbach tiene que ver con la educación como praxis de la sociedad como una actividad continua del hombre, y, según Gramsci, “la relación entre el maestro y el alumno es una relación activa, de vínculos recíprocos, y por lo tanto cada maestro es siempre un alumno y cada alumno, maestro”24. Así, toda forma social determinada no es más que un momento en el proceso dialéctico de la praxis, la cual, por la contradicción en que entra consigo misma, origina el desarrollo. Los hombres, mientras que en ciertos aspectos son producto del ambiente social, son también, por la inversión de la praxis, sus productores, quienes generan las variaciones; y el desenvolvimiento del mundo, al significar un desarrollo de su oposición consigo mismo, nos impone, agrega Mondolfo, “la tarea de cambiarlo”25. Hombre y realidad se unen en la acción a través de la reciprocidad que se establece entre el conocer y el obrar. Para obrar, dice Marx, es necesario entender la realidad, es decir, tener una conciencia crítica e histórica del mundo, pero, recíprocamente, no se entiende la realidad sino es obrando sobre ella. La famosísima glosa de Marx en su discusión con Feuerbach y toda la filosofía clásica alemana —según la cual “Los filósofos han tratado de interpretar el mundo, pero es necesario cambiarlo”— resuena con insistencia en Gramsci al poner énfasis en el papel del hombre a través de la praxis que subvierte26. Empero no fue propiamente Gramsci quien identificó el núcleo filosófico presente en el materialismo histórico con el término de filosofía de la praxis, dado que este mérito le cabe enteramente a Antonio Labriola, no obstante lo paradójico de su vida política ligada al “moderantismo”, y en Gramsci el concepto, además de recuperar su originalidad, tiende a un uso similar o indistinto con los conceptos de materialismo histórico y marxismo. El traslape en el lenguaje quizá obedeciera a la intención de Gramsci de evadir la censura, y, también, lo que no es menos importante, de establecer para el marxismo una verdadera y propia revolución intelectual que incluyera campos cada vez más amplios y numerosos del saber, en la medida en que fuera capaz de sostener victoriosamente una serie de confrontaciones y batallas que giraban alrededor de la hegemonía de una cultura, de una concepción del mundo27.

24 Antonio Gramsci, El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, trad. Isidoro Flambaun (México: Juan Pablos Editor, 1975), 34. 25 Rodolfo Mondolfo, El materialismo histórico. Bolchevismo y dictadura (Buenos Aires: Ediciones Nuevas, 1962), 20. 26 Rodolfo Mondolfo, Marx y marxismo. Estudios histórico-críticos (México: fce, 1960), 77-78.

27 Leonardo Paggi, Antonio Gramsci. Escritos políticos (1917-1933) (México: Siglo xxi, 1990), 21.

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La filosofía de la praxis plantea, de acuerdo con Gramsci, la afirmación de la unidad entre teoría y práctica, por la cual la formación misma de las concepciones teóricas se produce a través de la acción histórica, así como ésta se desarrolla en la luz y por la luz de las orientaciones espirituales: “Vivir los años ajenos o pretéritos significa asimilar vitalmente los resultados y productos de la actividad de las generaciones precedentes; pero, esto no es posible sino viviendo

vivos los años propios, o sea afirmando las propias exigencias de vida en la acción que supera y transmuta las formas de vida ya logradas”28.

Como se observa, para Gramsci, lo objetivo en la existencia tiene que ver con la forma de la praxis humana: “Todo significado deriva de la praxis y todo está relacionado con ella. Las preguntas y respuestas cobran significación sólo en la medida en que pueden ser integradas en el proceso humano de auto-creación. En este sentido, la historia humana constituye el único límite absoluto del conocimiento”. En consecuencia, Gramsci sostiene la identidad de filosofía e historia: “La única filosofía es la historia en acción, esto es, la vida misma”29; comprender es vivir, pero vivir es superar, es la exigencia que expresa Marx en su discusión con Feuerbach. De esta forma, la filosofía de la praxis como médula del materialismo histórico traduce las relaciones sociales de producción como sociabilidad del mundo humano. Ahora bien, en ese contexto analítico ¿qué constituye para Gramsci la sociedad? El hombre, dice Gramsci, sigue siendo de manera insuperable naturaleza, pero de una naturaleza ya englobada en la sociabilidad-histórica humana y en función de ésta, y aún más (contra todo idealismo), un momento irreductible de la misma. La humanidad, agrega Gramsci, que se refleja en cada individualidad, está compuesta de diversos elementos: 1) el individuo, 2) los otros hombres y 3) la naturaleza. Pero los elementos segundo y tercero no son tan simples como puede parecer. El hombre no entra en relación con los demás hombres por yuxtaposición, sino orgánicamente, es decir, en cuanto forma parte de organismos, desde los más simples hasta los más complejos. Así, el hombre no entra en relación con la naturaleza por el hecho de ser él mismo naturaleza, sino activamente, por medio del trabajo y de la técnica30. La sociedad, entonces, es algo más que la suma de sus componentes individuales, pues de la división del trabajo y de las funciones emerge el hombre colectivo, es decir, la sociedad, relaciones éstas que no son mecánicas, sino activas y conscientes, o sea, corresponden a un grado mayor o menor de inteligencia o comprensión que tiene de ellas el individuo humano. Por eso se

28 Rodolfo Mondolfo, Marx y marxismo, 100.

29 Leszek Kolakowski, Las principales corrientes, 228. 30 Antonio Gramsci, Antología, 438.

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puede decir que cada cual se cambia a sí mismo, se modifica, en la medida en que cambia y modifica todo el complejo de relaciones de las cuales él es el centro de anudamiento. Es decir, la centralidad que considera al hombre en su nexo permanente y activo con la naturaleza (de cuyo complejo desenvolvimiento histórico se desarrolla toda la historia social humana) como el único punto de partida concreto que poseemos para cualquier otra consideración de la realidad; retrayendo a Labriola, Gramsci diría: “de la vida al pensamiento y no del pensamiento a la vida. Del trabajo que es un conocer actuando, al conocer como teoría abstracta”31; Gramsci, como se observa, derivaría de Marx una concepción de sociedad que superaba el marco analítico anterior, basado en la fuerza (Hobbes), contractualista (Locke), y el consenso (Rousseau), que explicaban el origen de la sociedad desde mediados del siglo xvii; así, también ese enfoque le permite a Gramsci superar los problemas del “individualismo metodológico” a la hora de explicar la dinámica social. El otro elemento que se inserta en esta concepción del orden social tiene que ver con el restablecimiento del concepto de relaciones sociales de producción antagónicas, atribuyéndole un valor filosófico a ese concepto, capaz no sólo de plantear una teoría general de la historia, sino también la aprehensión de la dinámica social, que hasta ese momento se comprendía sólo a través del evolucionismo ahistórico y contemplativo en posturas como las de Comte, Spencer, Durkheim, incluso posiciones como las de Weber, no obstante la admisión de este último de la lucha o competencia entre actores32. A Gramsci, por su parte, la evidencia de la subjetividad de los grupos sociales contrapuestos le plantea a ese orden social la imagen de un campo de

31 Leonardo Paggi, Antonio Gramsci, 22-23.

32 Comte aprehende la dinámica social a través de la revolución general del espíritu humano: “El punto de partida, al ser necesariamente el mismo en la educación del individuo y en el de la especie, hace que las diversas fases principales de la primera deban representar las épocas fundamentales de la segunda”, Augusto Comte, Curso de filosofía positiva (Lecciones 1, 2). Discurso sobre el espíritu positivo (Barcelona: Ediciones Orbis, 1980), 28; sobre Spencer, Gramsci dice lo siguiente: “La naturaleza, la evolución, abstracción mecánica e inanimada. El hombre: átomo de un organismo natural que obedece a una ley abstracta como tal, pero que se hace concreta históricamente en los individuos: la utilidad inmediata”, Antonio Gramsci, Antología, 38; Durkheim, en su discusión con Antonio Labriola, sostiene, por su parte, lo siguiente: “Pero esas explicaciones subjetivas carecen de valor, pues los hombres no ven los verdaderos motivos que les hacen actuar. Incluso cuando nuestra conducta está determinada por intereses privados que al afectarnos más directamente, son más fáciles de percibir, no distinguimos más que una pequeña parte de las fuerzas que nos mueven, y no las más importantes […]. Pues las ideas, las razones que se desarrollan en la conciencia y cuyos conflictos constituyen nuestras deliberaciones, dependen casi siempre de estados orgánicos, de tendencias hereditarias y de hábitos inveterados de los que no somos conscientes […] Todo lo que ha sucedido en la historia es obra del hombre, pero sólo muy raras veces fue el resultado de una elección crítica o de una voluntad inteligente”, Émile Durkheim, Las reglas del método sociológico y otros escritos sobre filosofía de las ciencias sociales (Madrid: Alianza Editorial, 2004), 231; finalmente, Weber —al aceptar que la relación social (el orden social) es de lucha, así como de competencia regulada— plantea que la relación social tiene lugar, sin embargo, “tanto entre individuos como entre tipos de los mismos, por las probabilidades existentes de vida y de supervivencia, la denominaremos selección: la cual es selección social cuando se trata de probabilidades de vida de los vivientes, o selección biológica, cuando se trata de las probabilidades de supervivencia del tipo hereditario”; así mismo, Weber alude también al papel de la casualidad en este condicionamiento social y biológico, Max Weber, Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva (Bogotá: fce, 1977), t. i, 31-32.

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fuerzas contrastantes, pero en una situación dada que, según sean su cohesión y su grado de conciencia, convierte en actual un resultado que al comienzo es sólo objetivamente posible. Ha de advertirse, no obstante, que algunos críticos sugieren en esa concepción gramsciana con fuerte anclaje historicista una formulación dudosa y equivocada, la cual, según Althusser, Gramsci habría heredado de Labriola y de Croce, haciendo del marxismo un historicismo absoluto, pero, ¿qué era el historicismo absoluto de Gramsci, de acuerdo con el reclamo de Althusser? Al presentar el marxismo como historicismo absoluto, Althusser dice que Gramsci ponía el acento sobre una determinación esencial de la teoría marxista: su papel práctico en la historia real33. Papi dice que el pensador sardo evitó la posición metafísica de su historicismo —posición ideológica, según la expresión de Althusser34— recurriendo al racionalismo crítico, por cuanto toda posición del pensamiento que expresa y desentraña un orden de experiencia histórica no haría más que expresar el movimiento mismo del pensamiento, que en ninguna de sus objetivaciones establece un significado absoluto, puesto que como racionalidad y teoricidad representa sólo la articulación cada vez más compleja y orgánica de la experiencia en formas idóneas y, por tanto, mantiene abierto el campo de la realidad como búsqueda infinita35. Así, agrega Papi, cuanto más actúa la dimensión de la historia como continua consciencia del límite, esto es, la vida misma como enriquecimiento y nueva historia, movimiento del pensamiento (que Papi denominó para Gramsci racionalismo crítico36), no puede adscribirse a ninguna descripción formal-trascendental, justo porque cada categorización es asumida en un plano de objetividad correspondiente, concretamente, sólo a determinadas fases y a determinados órdenes de la experiencia misma del sujeto, es decir, siguiendo a Kolakowski, para Gramsci, en su caso, el marxismo no era una descripción “científica” de la realidad social de la que podían deducirse normas prácticas para la acción política efectiva, sino una expresión de la conciencia de clase del proletariado y un aspecto y componente de la lucha práctica: “la historia no es nada sino la praxis humana y por tanto incluye la voluntad”37. Pizzorno agrega a la postura de Papi que para Gramsci el problema de la relación entre teoría y práctica, no obstante la afirmación filosófica de su tendencia a la identificación, es planteado en términos sociológicamente verificables, como relación entre dos tipos de actividad, y que vale para ciertos momentos históricos llamados de transición: en tales momentos, agrega Pizzorno,

33 Louis Althusser y Étienne Balibar, Para leer El capital (México: Siglo xxi Editores, 1969), 154. 34 Louis Althusser y Étienne Balibar, Para leer El capital, 154.

35 Fulvio Papi, “La concepción de la historicidad en el pensamiento de Gramsci”, en Gramsci y el marxismo, comps. Palmiro Togliatti y Galvano Della Volpe (Buenos Aires: Proteo Editor, 1965), 166. 36 Fulvio Papi, “La concepción de la historicidad”, 166.

37 Leszek Kolakowski, Las principales corrientes, 229-230.

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la actividad teórica y la actividad práctica tienden a identificarse; ello quiere decir que esta tendencia a la identificación es una variable y que en esos momentos de estabilidad orgánica la actividad teórica tiende a superarse, o sea, a asumirse de manera específica; de acuerdo con Pizzorno, para Gramsci el materialismo histórico es la reconstrucción de una conceptualización científica sistemática que distingue sus categorías y sus “niveles”, en lugar de confundirlos38. Así como lo plantea Boggs, refiriéndose al marxismo de Gramsci, éste nunca concibió el materialismo histórico como “un sistema de pensamiento universalmente válido”, que en lugar de iluminar la historia, “la mistifica, e ignorando las configuraciones únicas que surgen a través de las variaciones en el devenir socio-político”39. Los críticos de la posición del historicismo absoluto en Gramsci también pasan por alto el hecho crucial de que los procesos intelectuales mismos —cualquiera sea su índole— son parte de una historia única y compleja, conformada por particulares tradiciones políticas y culturales, y que tales tradiciones influyen poderosamente sobre la búsqueda científica misma, en la medida en que dan cuerpo a una consciencia humana que reduce el marxismo a dimensiones históricas; para Gramsci, entonces, en cuanto al materialismo histórico, se podría poner énfasis en el segundo término —histórico— y no en el primero, cuyo origen es metafísico. Así, pues, para Gramsci la filosofía de la praxis es historicismo absoluto en cuanto secularización absoluta y terrenidad del pensamiento, un absoluto humanismo de la historia; es siguiendo esta línea como se debe marcar el rumbo de la concepción del mundo. Esta postura significa para Gramsci, de acuerdo con Boggs, el único punto de vista filosófico compatible con el marxismo revolucionario como acervo de conocimiento, ideas y consciencia de un mundo material centrado en agentes transformadores creativos que, no obstante llevar a cabo su actividad humana conformada o “determinada” por las estructuras sociales, emergen como “sujeto”40: aquí es donde aparece la noción de agente social y de su papel en el proceso social; Gramsci comienza preguntándose, entonces: ¿qué es el hombre? “Es un lugar común, que el hombre no puede concebirse sino como viviendo en sociedad,

pero no se infieren de ese lugar común todas las consecuencias necesarias individuales; […] Es verdad que hasta ahora se ha dado a esos organismos supra-individuales una

significación mecanicista y determinista (tanto a la societas hominum cuanto a la societas rerum); […] Hay que elaborar una doctrina en la cual todas esas relaciones sean activas y

38 Alessandro Pizzorno, “Sobre el método de Gramsci (De la historiografía a la ciencia política)”, en Gramsci y las ciencias sociales, 62. 39 Carl Boggs, El marxismo de Gramsci, 27. 40 Carl Boggs, El marxismo de Gramsci. 27.

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en movimiento, dejando claro que la sede de esa actividad es la consciencia del hombre individual que conoce, quiere, admira, crea, en cuanto ya conoce, quiere, admira, etc., y se

concibe no aislado, sino rico en posibilidades que le ofrecen los demás hombres y la sociedad de las cosas, de la cual no puede dejar de tener cierto conocimiento”41.

Más adelante Gramsci agrega:

“El conocimiento es poder en ese sentido. Pero el problema es complejo también en otro aspecto: no basta con conocer el conjunto de las relaciones en cuanto existen en un momento

dado y como sistema dado, sino que hay que conocerlas también genéticamente, en su modo de formación, porque cada individuo es, además de la síntesis de las relaciones existentes,

también la de la historia de esas relaciones: es el resultado de todo el pasado. Se dirá que lo

que cada individuo puede cambiar es muy poco, por razón de sus fuerzas. Eso es verdad hasta cierto punto. Como individuo puede asociarse con todos los que quieren el mismo cambio, si ese cambio es racional y el individuo puede multiplicarse por un número importante de veces y obtener un cambio mucho más radical de lo que a primera vista parece posible”42.

Como se puede observar en esos párrafos in extenso, para Gramsci el hombre presupone relaciones sociales condicionantes, no sólo a través de la historia, sino en el presente, en la medida en que lo que puede cambiar es muy poco, según su propia expresión; no obstante, contrario a las posiciones dominantes de la época acerca del papel del individuo en la sociedad, el materialismo histórico retrae para Gramsci, a través de la filosofía de la praxis, la concepción del hombre como el elemento más importante en la relación, y, además, su conocimiento de esa realidad es un conocimiento activo, que incorpora la consciencia y las necesidades humanas históricamente expresadas mediante la dinámica de la subjetividad creativa; por tanto, las estructuras prevalecientes han de ser transformadas, y no sólo analizadas —reclamo que se le hace al intelectual cientificista, el cual se expresa únicamente a través de un conocimiento instrumental—; deben ser aprehendidas en el tiempo y en el espacio, vistas como partes opuestas y variables del proceso histórico, y no como parte de una especie de orden universal abstracto. Para Gramsci, dice Boggs, la estructura deja de ser fuerza externa que tritura al hombre, asimilándolo y obligándolo a la pasividad, para ser transformada en un medio de liberación, un instrumento para crear una nueva forma ética-política y una fuente de nuevas iniciativas43.

41 Antonio Gramsci, Antología, 439. 42 Antonio Gramsci, Antología, 439.

43 Carl Boggs, El marxismo de Gramsci, 30.

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Gramsci nos devela así la abstracción individual acerca de la contradicción de la estructura como fuerza externa que tritura: “¿Es preferible ‘pensar’ sin tener conocimiento crítico, de manera disgregada y ocasional, es decir, ‘participar’ en una concepción del mundo ‘impuesta’ mecánicamente por

el ambiente externo, o sea, por uno de tantos grupos sociales en que uno se encuentra incluido automáticamente hasta su entrada en el mundo consciente (y que puede ser la

aldea o la provincia, que puede tener origen en la parroquia y en la ‘actividad intelectual’ del cura o del vejete patriarcal cuya ‘sabiduría’ dicta la ley; de la mujercita que ha heredado la sabiduría de las brujas o del pequeño intelectual avinagrado en su propia estupidez e

incapacidad para obrar), o es mejor elaborar la propia concepción del mundo de manera

consciente y crítica y, por lo mismo, en vinculación con semejante trabajo intelectual,

escoger la propia esfera de actividad, participar activamente en la elaboración de la his-

toria del mundo, ser guía de sí mismo y no aceptar del exterior, pasiva y supinamente, la huella que se imprime sobre la propia personalidad?”44.

Gramsci expondría a través de esta reflexión un punto de quiebre de cara al marxismo ortodoxo, y también se lo estaría planteando a la teoría sociológica de ese momento; ello tiene que ver con nuestra interiorización (individualización) y el compendio de las relaciones con los otros y con las cosas, al invocar insistentemente la participación activa de los hombres, comprendiendo este concepto tanto en el nivel individual como a través de la enunciación subjetiva de un grupo social de referencia, en cuanto no se limitan, alude Boggs, a aferrarse a las contradicciones (por ejemplo, la recurrencia del criticismo), sino que se insertan a sí mismos como un elemento de la contradicción, y lo centran, a fin de transformarlo en un principio de conocimiento y, por consiguiente, de acción45. En este punto es preciso anotar las críticas de voluntarismo idealista que no sólo se le achacan a Gramsci, sino también a la tradición del materialismo histórico46. En efecto, en el caso de Gramsci, no se desconoce su fuerte apego en la insistencia en el papel de la voluntad, de la acción o de la subjetividad creativa como él mismo la denomina; sin embargo, al cuestionar el que los hechos y las condiciones sociales no podían ser entendidos como algo externo inmutable o cosificado, planteaba para el individuo la necesidad de asociarse a todos los que quieren el mismo cambio, y si el cambio es racional, el individuo puede multiplicarse un número importante de

44 Antonio Gramsci, El materialismo histórico, 11-12. 45 Carl Boggs, El marxismo de Gramsci, 30.

46 Luciano Gallino, “Gramsci y las ciencias”, 12-13.

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veces y conseguir un cambio mucho más radical de lo que parece posible a simple vista, pues las relaciones sociales son expresadas por diversos grupos de hombres que se proponen mutuamente y cuya unidad es dialéctica, no formal, es decir, la “subjetividad de un grupo social”, cuestionando de paso la noción de subjetividad propia de la tradición idealista e incorporando más bien la noción de una individualidad como la forma de un contenido social, y el modo de conducir el conjunto de la sociedad para forjar una unidad social: “Hay que concebir al hombre como un bloque histórico de elementos puramente individuales y subjetivos, y de elementos de masa y objetivos o materiales, con los cuales el individuo se halla en relación activa”47. En síntesis, el rechazo de Gramsci al determinismo no significaba darle al “impulso vital” o voluntad una dirección arbitraria, sino determinada y concreta, identificando los medios para contribuir a modificar el conjunto de las condiciones concretas, en la medida de los propios límites de potencia y de la manera más fructífera. Este papel transformador correspondería, dice Gramsci, a la actividad del filósofo, que puede ser visto como función de dirección política sólo en cuanto función de la unidad social, pues Gramsci nunca establece una jerarquización entre las profesiones, y menos aún entre las ciencias; ahora bien, si la ciencia ha de concebirse pensamiento político y actividad política, y la filosofía que deviene es, según Gramsci, la filosofía de la praxis —o sea, la individualización de la dialéctica como el instrumento esencial para aferrar la unidad específica del fenómeno social, a fin de constituir una visión del mundo trascendente, en cuanto a los modos de pensamiento establecidos (hegemónicos) de la cultura y la religión—, ha de inferirse, entonces, que no estamos refiriéndonos únicamente a una profesión, en este caso, la del filósofo, sino también a la condición del intelectual históricamente determinado, es decir, un hombre que se ha desarrollado y que vive en ciertas condiciones, en un complejo social particular o totalidad de relaciones sociales, pues para Gramsci es imposible pensar en un intelectual al margen de los procesos sociales, en una especie de torre de marfil; al contrario, subrayaría la necesidad de la relación entre el intelectual y las masas, o si se quiere, entre el intelectual y los grupos sociales subalternos, a través de una relación orgánica, es decir, intelectuales que no se limitarán a describir la vida social desde fuera, de acuerdo con normas científicas, sino que utilizarán el lenguaje de la cultura para “expresar” las experiencias y los sentimientos reales que las masas no podían expresar por sí mismas48. Gramsci, mediante esta postura y este compromiso político del intelectual y las masas, pretendió, dice Boggs, escapar de una concepción autoritaria y jerárquica, propia del leninismo, y

47 Antonio Gramsci, El materialismo histórico, 43.

48 Leszek Kolakowski, Las principales corrientes, 237.

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también cuestionar las actitudes esencialistas o de hipóstasis que traducían las masas en relación con el Partido o la clase social; como intelectual Gramsci fue consciente de esta condición problemática que traducían las masas, diciendo al respecto: “El individuo espera que actúe la organización, aun cuando el no haga nada por sí mismo, y

no piensa que precisamente porque su actitud está muy difundida la organización se torna

necesariamente ineficaz. Más aun, habría que reconocer, puesto que está muy generalizada una concepción de la historia muy determinista y mecánica […] que cada individuo, al

ver que a pesar de su no intervención algo todavía sucede, se siente inclinado a creer que verdaderamente existe por encima de los individuos un ser fantasmagórico: la abstracción

del organismo colectivo, una especie de divinidad autónoma, que no piensa con un cerebro particular, y sin embargo piensa”49.

Finalmente, para Gramsci ese papel del intelectual orgánico le planteaba la posibilidad, más estratégica que política, de incidir en un proceso histórico que se presumía continuo, y también inserto en la existencia cotidiana de las masas, en sus formas de organización, reclamándole allí un sentido de identidad en relación con su luchas del ayer y del ahora, para integrarse en su estilo de vida, lenguaje, incluso en sus propias tradiciones; revolucionarios que trabajaran y vivieran en el mismo ambiente, y no políticos profesionales que buscan el apoyo de la clase trabajadora50.

3. La sociología como ciencia de los hechos sociales “históricos y políticos”

Expuesta la idea acerca de que en el pensamiento gramsciano sí es posible verificar la existencia de una sociología sucedánea de la filosofía de la praxis como teoría general de la sociedad, una verdadera y real sociología in nuce producida por el pensamiento marxista51, es preciso admitir la apuesta, quizá menos enfática, que hiciera Gramsci sobre el recurso a la abstracción heurística de la filosofía (“lógica por la cual aquélla —la sociología— adquiere una mecánica coherencia”52), y que precisaba toda disciplina con pretensiones científicas, asunto que por lo demás fue preocupación de los precursores del discurso sociológico desde Comte y Durkheim hasta autores no contemporáneos de Gramsci como Gouldner, y que más recientemente reclamaba Giddens53.

49 Carl Boggs, El marxismo de Gramsci, 53.

50 Carl Boggs, El marxismo de Gramsci, 58; Leszek Kolakowski, Las principales corrientes, 241. 51 Luciano Gallino, “Gramsci y las ciencias”, 30-31.

52 Antonio Gramsci, El materialismo histórico, 131-132.

53 Augusto Comte, Curso de filosofía; Bernard Lacroix, Durkheim y lo político (México: fce, 1984); Alvin Ward Gouldner, La crisis de la sociología occidental (Buenos Aires: Amorrortu, 1979); Anthony Giddens, La constitución de la sociedad. Bases para la teoría de la estructuración (Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1995).

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Ahora bien, esa sociología que plantea Gramsci, embebida eso sí de filosofía, deberá ocuparse de los hechos sociales “históricos y políticos”; hechos sociales históricos por cuanto se les impone la concepción del materialismo histórico y conciben al hombre como el conjunto de las relaciones sociales (“el centro de anudamiento”), como historia humana y como único límite del conocimiento; además, secularización absoluta y terrenidad del pensamiento: “un absoluto humanismo de la historia”54. Por otro lado, los hechos sociales son políticos, por cuanto se han de asumir como actos reiterados, hábitos sedimentados en presencia de una determinada constelación de factores sociales; uno de ellos, por ejemplo, el homo oeconomicus (diríase también el homo religiosus, el homo faber, entre otros), además de la división entre gobernante y gobernado (“hechos primordiales”), y la presencia de un sistema de valores y de grupos sociales con intereses distintos en el terreno originario de una función de tipo económico o técnico, y, finalmente, los hechos sociales adquieren estatus político porque dentro de esa forma social (llámesele estructura social o complejo social) existen relaciones de fuerza o condiciones objetivas de la acción, porque suponen la homogeneidad, la autoconciencia y la organización alcanzada por los distintos grupos sociales, de los que depende la transformación de las relaciones objetivas en relación propiamente política55. En consecuencia, un hecho social “histórico y político” puede ser el que se refiere a los elementos y a los procesos de la integración societaria; esta asociación era concebida bajo el supuesto de la “espontaneidad naturalista” o instintiva. Gramsci, por su parte, dice que la espontaneidad no existe en su estado puro, pues es universalmente aceptado que los instintos son el fruto de una elaboración cultural de originarias y elementales exigencias de la vida: “en el desarrollo de la mente y la energía de la acción son, al contrario de concebirse como inmediatas y mecánicas, condicionadas por las posibles reacciones personales consentidas históricamente por situaciones ya creadas por el hombre”56 (conciencia humana). No hay entonces, ni para el individuo, ni para la masa, movimientos que podamos considerar espontáneos o de una naturaleza meta-histórica o meta-cultural: “En la extensión de los partidos de masa —dice Gramsci ejemplificando— y su adhesión

orgánica a la vida más intima (económica-productiva) de la masa misma, el proceso de estandarización de los sentimientos populares, de mecánica y casual (o sea, producido

por la existencia en el ambiente de condiciones y de presiones similares), se torna consciente y crítico, es decir, por ‘coparticipación activa y consciente’ por ‘copasionalidad’, por

54 Antonio Gramsci, El materialismo histórico, 43-44. 55 Luciano Gallino, “Gramsci y las ciencias”, 31.

56 Angiola Massuco Costa, “Aspectos sociológicos”, 239-240.

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experiencia de las particularidades inmediatas, por un sistema que se podría calificar de filología viviente”57.

Hay, en cambio, dice al respecto Massuco Costa, “aceptaciones primordiales y tentativas preconscientes de unificación y de ordenamiento de las normas y de los valores así asumidos, que se pueden considerar relativamente espontáneos con relación a ciertas conductas más conscientes y más orgánicamente directas”58, pero ya en esa fase se pueden manifestar energías positivas que, libres de prejuicios, estereotipos, incrustaciones culturales falaces, pueden canalizarse activamente en la historia y contribuir a un progreso real. Es claro en esta posición de Gramsci, respecto a la supuesta “espontaneidad naturalista” con que se asume el análisis de la integración societaria, que persisten allí ciertos niveles de la cultura, pero también ciertos estancamientos (energías amodorradas), de cara a una comprensión de esas asociaciones potenciales, eso sí, para ser activadas y empleadas para fines de trabajos colectivos desde una perspectiva marxista, y además el escenario propicio para ser “incentivadas por activistas y explotadores no desinteresados, que se adueñen de estas energías para sus propios fines individualistas”59. El otro elemento que emerge en la reflexión de Gramsci a propósito de la integración societaria tiene que ver con “la presencia de principios éticos en las formaciones humanas”; en efecto, para Gramsci existe el reconocimiento de la posible función positiva de dichas asociaciones: “No puede existir ninguna asociación permanente y con capacidad de desarrollo, que no se

apoye en determinados principios éticos, impuestos por la asociación misma a sus compo-

nentes para conseguir la cohesión interna y la homogeneidad necesaria para la consecución de su fin. Pero, no por ello estos principios están desprovistos de carácter universal. Así

ocurriría si la asociación fuese un fin en sí misma, es decir, fuese una secta o una asociación para delinquir (me parece que éste es el único caso en que se puede decir que la política y la

ética se confunden, precisamente porque lo ‘particular’ es elevado a ‘universal’). Pero una

asociación normal se concibe a sí misma como una aristocracia, una elite, una vanguardia, es decir, se concibe a sí misma como vinculada por millones de lazos a un agrupamiento

social concreto y, a través de éste, a toda la humanidad. Por consiguiente, esta asociación no se presenta como algo definitivo y rígido, sino que tiende a ampliarse hasta alcanzar los

límites de toda una agrupación social, vista a su vez como entidad que tiende a unificar a toda la humanidad. Todas estas relaciones dan un carácter tendencialmente universal a la

57 Antonio Gramsci, El materialismo histórico, 133-135.

58 Angiola Massuco Costa, “Aspectos sociológicos”, 238. 59 Angiola Massuco Costa, “Aspectos sociológicos”, 238.

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ética de grupo, que debe concebirse como capaz de convertirse en norma de conducta para toda la humanidad”60.

Con esta postura Gramsci no sólo expone una consideración positiva de la agrupación social, sino que también establece una relación crítica con aquella otra “colectividad indiferenciada y caótica”, como la concepción más común a través de la cual los ciudadanos conciben el Estado (asociación a escala nacional), “como una padre eterno que había pensado en todo, que se ocupaba de todo” (la necesidad de un despotismo más o menos aparente de la burocracia sobre esta pasividad de los individuos aislados) y, sin duda, agrega Gramsci, eso explicaría la falta de una verdadera democracia, de una “verdadera voluntad colectiva nacional”, y producto de una elaboración de “la voluntad y de un pensamiento colectivo alcanzado a través del esfuerzo individual concreto”61. Cabe advertirse que las consideraciones éticas en la integración societaria para autores como Comte, y su “física social”, se la dejan a la ciencia, es decir, la ciencia positiva, y en ese mismo sentido, Durkheim fue más escéptico acerca de los límites de asociación con pretensiones éticas; el caso de Weber fue también de escepticismo, el cual deja traducir a través de la figura de la jaula de hierro a que alude Mitzman62; vale la pena agregar, por último, que el papel en la orientación tendencial y ética de las asociaciones implicaba para los intelectuales, según Gramsci, la posibilidad de movilidad de un pensamiento al enriquecerse en el contacto con la realidad creadora de la historia63. El otro punto de inflexión que traduce Gramsci en su apuesta sociológica tiene que ver con su comprensión de la relación entre el grupo y el individuo. Para Gramsci, hasta ese momento existía una “tradición que hacía ver esa relación con un carácter meta-histórico”; por tanto, era necesario “otorgarle”, dice a ese respecto Massuco C., “un significado más crítico, más unitario y comprensivo”64; si partimos, entonces, de una comprensión en esa relación, grupo social-individuo, como se ha creído ver “espontánea” (“pura naturaleza”), allí, dice Gramsci, existe por lo menos una mínima manifestación de una actividad intelectual, por ejemplo, la del lenguaje, por la que se participa implícitamente en “una concepción del mundo”; en consecuencia, se participa en los tantos grupos sociales en que cada uno está implicado desde el nacimiento, pensando de una manera disgregada y ocasional, y, por tanto, “se es conformista de

60 Antonio Gramsci, Cultura y literatura, 91-92. 61 Antonio Gramsci, Cultura y literatura, 92-93.

62 Augusto Comte, Curso de filosofía; Émile Durkheim, La división del trabajo social (Buenos Aires: Akal, 2001); Arthur Mitzman, La jaula de hierro: una interpretación histórica de Max Weber (Madrid: Alianza Editorial, 1982). 63 Antonio Gramsci, El materialismo histórico, trad. Isidoro Flambaun. 64 Angiola Massuco Costa, “Aspectos sociológicos”, 241.

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algún conformismo, se es siempre hombre-masa y hombre-colectivo”65. El problema, entonces, es éste: ¿a qué tipo histórico pertenece el conformismo, el hombre-masa del cual se participa? Aquí, dice Gramsci, emerge una concepción del mundo que no es crítica, no es coherente, sino ocasional y disgregada, se pertenece simultáneamente a una multiplicidad de hombre-masa, y la propia personalidad se forma de manera caprichosa: “hay en ella elementos de hombre de las cavernas y principios de la ciencia más moderna y avanzada; prejuicios de las etapas históricas pasadas, groseramente localistas, e intuiciones de una filosofía del porvenir que será propia del género humano mundialmente unificado”66. Criticar la propia concepción del mundo constituye para Gramsci la posibilidad de tornar esa concepción en consciente: “El comienzo de la elaboración crítica es la conciencia de lo que realmente es, es decir, un ‘conócete a ti mismo’ como producto del proceso histórico desarrollado hasta ahora y que ha dejado en ti una infinidad de huellas recibidas sin beneficio de inventario. Es preciso efectuar, inicialmente, ese inventario”67. Por lo tanto, el hombre-masa se devela, luego del inventario, no sólo en una realidad biológica sino también cultural, y de la relativa filosofía del “sentido común” (conformismo) que lo embarga, da paso a iniciativas creadoras para alcanzar efectos planificados tanto en la societas rerum como en la societas hominum, a través de su propio pensar y hacer, a fin de elaborar una filosofía sana que sea inseparable de la cultura y de todo el progreso científico68. El presente ha de pensarse como un pensamiento elaborado con problemas actuales y no con problemas superados, así, entonces, de un conformismo trastocado a través del pensar crítico que coincide con el “buen sentido” (hecho filosófico), el cual se contrapone al sentido común del hombre-masa, haciendo de la filosofía no un hecho puramente intelectual (como parte de un “genio” filosófico o de una nueva “verdad” que sea patrimonio de pequeños grupos de intelectuales), sino la resultante de la actividad real de cada cual, y es, por ende, una actividad política implícita en el obrar: “En este sentido, el filósofo real no es y no puede ser otra cosa que el político, es decir, el hombre activo que modifica el ambiente, entendido por ambiente el conjunto de las relaciones de que el hombre forma parte”69. Queda por mostrar el otro punto de inflexión que plantea el pensamiento gramsciano respecto a la asunción de la sociología como ciencia de los hechos sociales “históricos y políticos”;

65 Angiola Massuco Costa. “Aspectos sociológicos”, 241. 66 Angiola Massuco Costa, “Aspectos sociológicos”, 241. 67 Antonio Gramsci, El materialismo histórico, 12.

68 Angiola Massuco Costa, “Aspectos sociológicos”, 245. 69 Antonio Gramsci, El materialismo histórico, 37.

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éste se refiere a la distinción que establece Gramsci entre pensamiento y conducta70. En efecto, para Gramsci la conducta específicamente humana era más o menos consciente, en cierto sentido, filosófica, por cuanto todo hombre es un filósofo a su manera, así esta filosofía no la exprese adecuadamente; sin embargo, Gramsci logra percibir una contradicción entre lo que las personas afirman y lo que implícitamente reconocen y reflejan a través de su conducta: “Las personas tienen dos actitudes o conjuntos de estándares conflictivos, los que proclaman y los que expresan en sus actos”71. Esa situación paradójica que, según Gramsci, era más regular que excepcional72 planteaba el siguiente problema: ¿cuál de ellas constituye la verdadera actitud del individuo? Gramsci se inclina claramente a pensar que lo que importa es lo que la gente hace, aun cuando sus palabras traicionen su actos: “Por cuanto concierne a la unidad de la teoría y la práctica, la conciencia real se expresa en la conducta social deliberada, mientras que cualesquiera expresiones en contrario son meramente verbales y ‘superficiales’; no obstante, la resolución en la contradicción entre lo que se ‘afirma teóricamente’ y el ‘obrar práctico’, y que Gramsci resuelve en la unidad de la teoría y la práctica (filosofía de la praxis), no debe llevarnos a pensar inmediatamente que Gramsci hace de la conducta la expresión de una conciencia (pensamiento) absolutamente transparente o el simple reflejo perfecto y cristalino de su posición social y actividad práctica, concepción que se observa en la tradición del marxismo y en particular en Lenin, es decir, la conducta y la conciencia como ‘imagen fotográfica instantánea de la estructura’”73. Para Gramsci, por su parte, esa concepción impedía una formulación seria u objetiva de los problemas concernientes a las prácticas de los grupos sociales. En su lugar, la paradoja situacional de la conducta (divergencia entre los principios “más reales” que los declarados pero no practicados) era para Gramsci la resultante de las tensiones y los conflictos de las diversas concepciones del mundo (Weltanschauungen o cosmovisiones) que expresan los grupos sociales, toda vez que, de acuerdo con Gramsci, no existen grupos sociales sin una concepción del mundo —aunque sea oscura—, que se manifiesta en la acción. Ha de advertirse que, si bien las clases estarían confrontadas directamente, como se observa en la crítica que le formula Kolakowski a Gramsci, es posible

70 Leszek Kolakowski, Las principales corrientes, 229. 71 Leszek Kolakowski, Las principales corrientes, 230.

72 Por ejemplo, “[…] nadie se atiene al catolicismo como norma de vida, aunque se declare católico”, Antonio Gramsci, El materialismo histórico, trad. Isidoro Flambaun, 36.

73 Lenin escribió en los Cuadernos Filosóficos: “La conciencia del hombre no sólo refleja el mundo objetivo, sino que también lo crea”. Gajo Petrovic, Marxismo contra stalinismo: Marx en la primera mitad del siglo xx (Barcelona: Editorial Seix Barral, 1970), 233.

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también aquel escenario en el que no necesariamente existe una lucha frontal entre clases (lucha de clases), pero es más discutible aún la otra fórmula interpretativa que desbroza Kolakowski, sugiriendo que las mismas divergencias en la conducta sean un asunto exclusivo de las normas morales, al querer obligar a las personas a comportarse de forma contraria a sus inclinaciones naturales: interpretación que hace ver las “normas morales” como emergiendo espontánea y naturalmente sin ningún referente histórico y sin soporte sociológico, es decir, no afincadas en actores y/o grupos sociales74. Así mismo, Kolakowski hace ver al hombre como expresión directa de las “inclinaciones naturales” (o instintos), lo que deriva para cierta tradición sociológica en conducta anómica (Durkheim), conducta divergente (Merton) o conducta desviada (Parsons)75, renunciando a la posibilidad de la comprensión del papel de las normas, bien sea como un sistema cultural (Parsons), o como subestructura o dispositivos (mecanismos) de poder (Foucault), no exentos de la participación de los individuos a través de relaciones de poder o “relaciones de fuerza” (Gramsci). Como queda visto, para Gramsci no existen grupos sociales al margen de una concepción del mundo, velada o expresa, así como los modos de los que se sirven una clase y una concepción del mundo que emergen o en declinación, para reafirmar su propia posición hegemónica, pero también una posición de las clases subalternas para expresar su resistencia o contra-hegemonía; además, como lo advierte Gallino, para Gramsci resultaban importantes como principio objetivo en la “observación sociológica”, las “relaciones de fuerza” allí desplegadas por los grupos sociales, es decir, los hechos históricos elementales, conceptualizables, en cuanto representan “la reproducción de situaciones reconocibles más allá de lo mero contingente”, pues lo importante, y la eficacia de una teoría sociológica como la que indirectamente se propuso Gramsci, dependía de su capacidad para establecer lo que haya de reconocible y constante (no como resultado de combinación de factores, sino como factores de primer orden, bien sea de la lucha de clases o no) detrás de la variedad de la apariencia: no por amor de las constantes, sino como premisa necesaria de todo intento de cambiar lo existente76; planteado así, Gramsci no ignoró tampoco la urgencia de un problema como el del significado de la ciencia en la cultura contemporánea, y en particular, el significado de las ciencias sociales.

74 Leszek Kolakowski, Las principales corrientes, 232.

75 Émile Durkheim, La división del trabajo social; Robert King Merton, Teoría y estructuras sociales (México: fce, 1987); Talcott Parsons, El sistema social (Madrid: Revista de Occidente, 1976). 76 Luciano Gallino, “Gramsci y las ciencias”, 30.

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Conclusiones

A la pregunta epistémica de cuál sería el objeto de la sociología que Gramsci tendría en mente (embebida, eso sí, en la filosofía de la praxis), se puede plantear “la observación pura de los hechos sociales”, o sea de la historia y de la política; pero, distinto a lo que plantea el positivismo evolucionista, para Gramsci ello suponía la recopilación empírica de observaciones prácticas, “para establecer la importancia que tienen los hechos particulares en su inconfundible individualidad”77. La filosofía de la praxis, que de acuerdo con Gramsci supone la afirmación de la unidad entre teoría y práctica, traduce las relaciones sociales de producción (trabajo, técnica y antagonismo) como sociabilidad del mundo humano, relaciones sociales que no son mecánicas, sino activas y conscientes, o sea, que corresponden a un grado mayor o menor de la inteligencia o comprensión que tiene de ellas el individuo humano. En Gramsci, contrario a lo que supone la crítica a su historicismo absoluto que le plantea Althusser78, la filosofía de la praxis es historicismo absoluto en cuanto secularización absoluta y terrenidad del pensamiento, un humanismo absoluto de la historia; por tanto, emerge la concepción del hombre como el elemento más importante en la relación, y, además, su conocimiento de esa realidad es un conocimiento activo, que incorpora la consciencia y las necesidades humanas históricamente expresadas a través de la subjetividad creativa; ello lleva a plantear que, si bien la estructura (relaciones sociales de producción) se expresa como fuerza externa que tritura al hombre, así también nuestra capacidad de interiorización (individuación) y el compendio de las relaciones con los otros (societas hominum) y con las cosas (societas rerum) invocan la participación activa de los hombres, sin incurrir eso sí en el voluntarismo, pues esa subjetividad creativa, emplazada a través del intelectual orgánico, se traduce en subjetividad de un grupo social, como contenido social y el modo de conducir el conjunto de la sociedad a forjarse una unidad (bloque histórico). La sociología como “ciencia de los hechos sociales históricos y políticos” —históricos por cuanto conciben al hombre como el conjunto de las relaciones sociales (el centro de anudamiento), como historia humana y como único límite del conocimiento, y políticos porque se adentran en la habitualidad, un sistema de valores, y de grupos sociales con intereses distintos, que adquieren una presunción de fuerza (en condiciones objetivas de la acción y la transformación de las relaciones objetivas)— se ocupará, dice Gramsci, de los procesos de integración societaria, al discutir el supuesto de la “espontaneidad naturalista o instintiva”, y plantear dicha integración como el fruto de una relación cultural de originales y elementales exigencias de la vida;

77 Antonio Gramsci, El materialismo histórico, 133.

78 Louis Althusser y Étienne Balibar, Para leer El capital, 154.

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otro elemento que emerge en Gramsci respecto a su intuición de la sociología tiene que ver con la presencia de “principios éticos en las formaciones humanas”: con esa postura Gramsci no sólo expone una consideración positiva de las agrupaciones humanas, sino que también establece una postura crítica con aquella otra “colectividad indiferenciada y caótica”, como regularmente conciben los ciudadanos el Estado (asociación a escala nacional); ello explicaría, dice Gramsci, la forma de una verdadera democracia, de una “verdadera voluntad nacional”, y producto de una “elaboración de la voluntad y de un pensamiento colectivo alcanzado a través del esfuerzo individual concreto”79. El otro punto de reflexión que expone Gramsci en su apuesta sociológica tiene que ver con su comprensión de la relación entre el grupo y el individuo; para Gramsci, en efecto, existe por lo menos una mínima manifestación de una actividad intelectual, por ejemplo, la del lenguaje, por la que se participa implícitamente en una “concepción del mundo”; en consecuencia, se participa en los tantos grupos sociales en que cada uno está implicado desde el nacimiento, pensando de una manera disgregada y ocasional; para Gramsci, entonces, criticar la propia concepción del mundo (hombre-masa) constituye la posibilidad de tornar esa concepción en consciente, y esto se lograría a través del propio pensar, a fin de elaborar un pensar crítico que coincida con el “buen sentido”, es decir, el acto filosófico como la resultante de la actividad real de cada uno y, por lo tanto, actividad política implícita en el obrar.

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79 Antonio Gramsci, Cultura y literatura, 32.

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Entre cristales y auras: el tiempo, la imagen y la historiaÏ

Carlos Rojas Cocoma

Historiador de la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá, Colombia), Realizador de Cine de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá, Colombia), Magíster en Historia de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia) y candidato a Doctor en Historia de la misma universidad. Miembro del grupo de investigación Prácticas culturales, imaginarios y representaciones (Clasificación A1 en Colciencias). Entre sus últimas publicaciones se encuentran el ensayo “Maria José Arjona, el cuerpo del tiempo”, en vii Premio Nacional de Crítica, Ministerio de Cultura/Universidad de los Andes, Bogotá, agosto de 2012, y “Tradición o revolución: la invención del arte colonial en la historiografía colombiana, en la década de 1960”, Memoria y Sociedad 16: 32 (2012): 50-65. rojascocoma@yahoo.com

Artículo recibido: 3 de octubre de 2011 aprobado: 15 de junio de 2012 modificado: 13 de julio de 2012

doi: 10.7440/histcrit48.2012.08

Ï Este artículo hace parte del proyecto de tesis doctoral titulado “El concepto de experiencia en las imágenes del Orinoco, 1745-1831”, que se adelanta en el Departamento de Historia de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). La investigación contó con financiación de Colciencias.

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Entre cristales y auras: el tiempo, la imagen y la historia Resumen En el siglo XX la historia abordó de múltiples maneras la imagen como documento, pero fueron omitidas las condiciones epistemológicas que ésta ofrecía en su complejidad y que hicieron parte central de la reflexión científica. Uno de los aspectos que la determinan es justamente el que más debería estar involucrado en la reflexión histórica: el tiempo. Desde el pensamiento de Walter Benjamin, Gilles Deleuze y Aby Warburg, es posible sustentar en el anacronismo de la imagen nuevas pistas en la comprensión del pasado. ¿Cómo plantear una historia de las imágenes que involucre la atemporalidad como condición epistemológica de la disciplina? Palabras clave: Tiempo, método histórico, imágenes, historia cultural, epistemología.

Between crystals and auras: time, image and history Abstract During the twentieth century, history approached images as documents in many ways, but omitted the epistemological conditions images offered in their complexity and which became a central part of scientific reflection. One of the aspects which determine an image is, in fact, the one that should be more involved in historical reflection: time. Based on the thoughts of Walter Benjamin, Gilles Deleuze and Aby Warburg, it is possible to find, through the anachronism of images, new clues to understand the past. How can we propose a history of images that involves timelessness as an epistemological condition of the discipline? Key words: Time, historical method, images, cultural history, epistemology.

Entre cristais e auras: o tempo, a imagem e a história Resumo No século XX, a história abordou de múltiplas maneiras a imagem como documento, mas foram omitidas as condições epistemológicas que esta oferecia em sua complexidade e que fizeram parte central da reflexão científica. Um dos aspectos que a determinam é justamente o que mais deveria estar envolvido na reflexão histórica: o tempo. A partir do pensamento de Walter Benjamin, Gilles Deleuze e Aby Warburg, é possível sustentar no anacronismo da imagem novas pistas na compreensão do passado. Como conceber uma história das imagens que envolva a atemporalidade como condição epistemológica da disciplina? Palavras-chave: Tempo, método histórico, imagens, história cultural, epistemologia.

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Carlos Rojas Cocoma

Entre cristales y auras: el tiempo, la imagen y la historia Introducción En el siglo xx, si bien la historia como disciplina abordó de múltiples maneras la imagen

como documento, fueron omitidas las condiciones epistemológicas que la imagen ofrecía en su complejidad y que, como en los siglos xviii y xix, hicieron parte central de la reflexión científica. Debido a la presencia de tendencias tan fuertes y dominantes en las ciencias sociales como el estructuralismo y, posteriormente, el análisis cultural de la representación, la reflexión epistemológica de la imagen por parte de la historia fue una discusión prácticamente puesta de lado. El problema con la imagen es que no se limita únicamente a los valores contextuales, ni su interpretación a un significado. Uno de los aspectos que la determinan es, de hecho, el que más debería estar involucrado en la reflexión histórica: el tiempo. La imagen es una “forma” que frecuentemente se actualiza, que renueva procesos del pasado, que “cristaliza” el tiempo pero también permite la emergencia de aspectos del pasado que, aunque se intente, no quedan relegados en su momento de producción. En ésta, como veremos, el tiempo no es un aspecto interpretativo sino, antes bien, uno de sus aspectos ontológicos. No significa, por ende, que la imagen no hiciera parte de dicha reflexión. Por el contrario, hubo constantes respuestas y perspectivas que, aunque provenientes de una reflexión filosófica antes que historiográfica, permiten reconocer los principios de una historia de las imágenes. Estas reflexiones involucraron la imagen dentro de una reflexión concreta sobre la historia. En el pensamiento de Walter Benjamin, Gilles Deleuze y Aby Warburg, la imagen tuvo un papel preponderante como elemento para comprender la memoria y el tiempo. En estos tres autores, sin ser los únicos ni los pioneros, se articula una reflexión sobre el tiempo, la imagen y la historia, de la cual es posible preguntarnos por ¿cómo plantear una historia de las imágenes que involucre su propia atemporalidad en la condición epistemológica de la disciplina? En años recientes Frank Ankersmit ha propuesto un vuelco hacia la subjetividad del historiador, un regreso a los sentidos, la empiria y la intuición, y el uso de su experiencia del pasado como parte de la escritura histórica1. En su propuesta, como desarrollaremos al final del texto, es posible sustentar en el anacronismo de la imagen una posibilidad de presencia histórica que proporcione nuevas pistas en la comprensión del pasado.

1 Frank Ankersmit, Experiencia histórica sublime (México: Universidad Iberoamericana, 2010).

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1. La pregunta por la imagen

No es fácil definir qué es una imagen2. Menos aún reconocer principios que la definan, o incluso pretender asirla como objeto. Es a la vez un fenómeno, un conocimiento y un aspecto simbólico. Ha sido definida como un producto cultural, como una representación social, como una mediación3 o como un discurso, y ninguna interpretación ha sido más acertada que la otra4. La esfera científica se ha valido desde el siglo xviii5 del uso de la imagen y su reproducción como método de acceso al conocimiento. Todas las ciencias “exactas” en general deben a la reproducción de la imagen la forma en que el objeto de investigación se “estandariza”, se compara, se acumula y se cuantifica. Los precisos instrumentos de medición, las ópticas específicas y los sistemas informáticos conducen al soporte representativo en el cual se apoyan las categorías de interpretación. La objetividad no ha sido nunca una pregunta universal, y en la consolidación del término tienen mucha responsabilidad los dispositivos de reproducción de la imagen, como lo han señalado Lorraine J. Daston y Peter Galison: “Hacer imágenes no es la única práctica que ha servido a la objetividad científica: un arsenal de otras técnicas —incluidos las estadísticas, los ensayos clínicos y los instrumentos autorregistrados— ha sido enlistado para sostener la subjetividad al margen”6. Podríamos decir que el conocimiento científico se cimienta en la información que resulta de representaciones visuales de las que se pueden extraer signos de comunicación estandarizados. De esta apuesta por lo objetivo también hace parte la historia. ¿Qué define, a diferencia de otras áreas y disciplinas, a la historia en su relación con la imagen? La pregunta desborda los objetivos de este artículo. Sin embargo, si tomamos algunos modelos predominantes de la historia cultural, su interpretación se soporta en el uso conceptual de la representación7 y del discurso8. Gracias a éstos, se han definido fórmulas de interpretación

2 “Para afirmar que nuestro siglo xx constituye efectivamente una civilización de la imagen, nos faltan todavía dos órdenes de conocimientos. En primer lugar, lo que podríamos llamar una ‘ontología’ de la imagen: ¿Qué es la imagen? ¿Cuántos tipos de imagen hay? ¿Cómo clasificarlas? ¿Dónde empieza la imagen? ¿Dónde termina?”. Roland Barthes, La torre Eiffel: textos sobre la imagen (Buenos Aires: Paidós, 2009), 81. 3 Hans Belting, Antropología de la imagen (Madrid: Katz, 2007), 16-23.

4 James Elkins, Visual Studies: A Skeptical Introduction (Londres: Routledge, 2003), 5-10.

5 Jean Starobinski, The Invention of Liberty 1700-1789 (Ginebra: Editions d’Art Albert Skira, 1964), 17.

6 Lorraine J. Daston y Peter Galison, Objectivity (Cambridge y Londres: mit Press, 2010), 17. Todas las traducciones incluidas en el artículo son del autor.

7 Louis Marin, On Representation (Stanford: Stanford University Press, 2001); Roger Chartier, El mundo como representación: estudios sobre historia cultural (Barcelona: Gedisa, 1995). 8 Lynn Hunt, ed., The New Cultural History (Berkeley, Los Ángeles: University of California Press, 1989).

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de la fuente no textual, expandiendo el uso documental a fuentes de las más diversas naturalezas. Estos conceptos son sin embargo interpretados desde un panorama muy abstracto, y que muchas veces tiene que vérselas con contradicciones o con definiciones complejas9. Quizás el aspecto más crítico en el estudio histórico de la imagen como representación es que pasa muchas veces por la idea del “significado”, de la “traducción” o de un ejercicio que simplifica la imagen a las posibilidades contextuales de su mensaje. La idea de contexto, si bien ha resultado fundamental para organizar los aspectos históricos de las representaciones, muchas veces simplifica o disminuye el potencial de la imagen a su valor descriptivo o sustentado en el orden espacial y temporal de su producción. El problema, como veremos más adelante, es que la imagen no se limita únicamente a los valores contextuales, ni su interpretación puede restringirse a lo que ésta “significa”10. La esencia de la imagen es justamente su desplazamiento, su carácter dinámico capaz de romper cualquier límite temporal o espacial. Al respecto, dice Susan Buck-Morss: “La verdad de las imágenes es que, en efecto, flotan de manera aislada, moviéndose adentro y afuera de contextos, libres de su origen y de la historia de su proveniencia. La superficialidad

de la imagen, su amovilidad, su accesibilidad: todas estas cualidades vuelven ambigua la cues-

tión de su proveniencia, si no por completo irrelevante. Uno tropieza con una imagen, uno la encuentra sin que ella se haya perdido. Se podría aseverar que ella está más cómoda ‘rodando a lo largo y ancho del mundo’, que una imagen es promiscua por naturaleza”11.

La imagen es un aspecto de naturaleza polisémica12 que opera como un mecanismo de mediación simbólica de la interpretación de un hombre con su sociedad13. Esa interacción trasciende un uso estrictamente documental, pues no es un “objeto” que enuncia exclusivamente el lugar de producción —contexto— desde el cual se remite. Uno de esos aspectos de la imagen, y que abordaremos más adelante, es curiosamente el que más debería estar involucrado en la reflexión histórica: el tiempo. Por ello, vamos a abordar desde tres lugares epistemológicos la reflexión que suscita el encuentro de la imagen ante la historia, los conceptos de supervivencia, aura y virtualidad, a partir de sus gestores respectivos.

9 Louis Marin, On Representation, 256.

10 “[La imagen] no puede definirse como un campo semiológico puro, no se lo puede reducir a una gramática de los signos”. Roland Barthes, La torre Eiffel, 27. 11 Susan Buck-Morss, “Estudios visuales e imaginación global”, Antípoda 9 (2009): 32.

12 Facundo Tomás, Escrito, pintado: dialéctica entre escritura e imágenes en la conformación del pensamiento europeo (Madrid: Machado Libros, 2005); Claude Lévi-Strauss, El pensamiento salvaje (México, Buenos Aires: fce, 1964); Roland Barthes, La torre Eiffel. 13 Aby Warburg, Atlas Mnemosyne (Madrid: Akal, 2010), 3.

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2. La imagen y el tiempo

La apuesta por una interpretación de la imagen ante el tiempo es por esencia anacrónica; es decir, involucra un juego de temporalidades que no se limitan a una estricta cronología, y por el contrario tienden a jugar con las barreras que la historia misma se ha concentrado en definir. La idea de un flujo de tiempo que trasciende las barreras cronológicas y permanece en otros tiempos ha sido parte incluso de la tradición historiográfica. Por mencionar sólo un ejemplo, los estratos del tiempo que sugería Fernand Braudel eran maneras de percibir las duraciones de procesos cuyos sedimentos se sincronizan en un tiempo muy lento, que involucra varias generaciones y que incluso trasciende el peso de los episodios y las coyunturas históricas que transforman un proceso social14. A continuación presentaremos cómo la relación entre la imagen y el tiempo es, de la misma manera, un engranaje de distintas temporalidades.

2.1. Las supervivencias

Dos conceptos que no pueden tener traducción literal del alemán son los que permiten definir la importancia del pensamiento de Aby Warburg en la idea de historia: Pathosformel y Nacherleben. El primero de ellos tiene una traducción que, además de ser compleja, presenta el inconveniente de que fue usado por el mismo autor con referencias distintas. Desde sus primeros trabajos sobre el arte renacentista, la traducción se refiere a unos “motivos accidentales en movimiento”15 o “tipos patéticos”16, para referirse a los detalles de los gestos de las representaciones del cuerpo: la comisura de los labios, la posición de los pies, el ademán de las manos, etcétera. En ellos el autor encuentra las referencias a un tiempo que aparentemente había cesado: la antigüedad pagana. Estas “formas-fórmulas”17 que definen una expresión particular son necesariamente reminiscencias de otros tiempos que se han “filtrado” en sus expresiones involuntarias, anímicas (pathos). La evolución de estos primeros trabajos investigativos irá de la mano de dos aspectos personales en la vida del alemán: el primero es la ambición con la que sus proyectos irán cada vez más abandonando el problema esteticista y se lanzarán a definir lo que él llamará la “ciencia de la cultura”. En el segundo —tras su paso por el hospital psiquiátrico en el que estuvo aislado durante cinco años por esquizofrenia—, Aby Warburg pasó a interpretar

14 Fernand Braudel, La historia y las ciencias sociales (Madrid: Alianza Editorial, 1974), 29. 15 Aby Warburg, El renacimiento del paganismo (Madrid: Alianza Editorial, 2005), 90. 16 Aby Warburg, El renacimiento del paganismo, 198.

17 Georges Didi-Huberman, La imagen superviviente: historia del arte y tiempo de los fantasmas según Aby Warburg (Barcelona: Abada, 2009),172-182.

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estas formas anímicas como “emergencias”18 de la comprensión del hombre con su cosmos, que es como él define al arte en sus últimos proyectos. El segundo concepto, quizás menos “utilizado” en la historia del arte y otras lecturas warburgianas de la historia, es el de Nacherleben, rescatado con mucho rigor por parte de Didi-Huberman. Aunque se puede traducir como “Supervivencias”, el prefijo “super” no hace honor a la condición de trascendencia temporal que conlleva, pues no significa únicamente —en una traducción literal— “más allá” o “encima”, sino que además implica que la vida (Leben) se transmite de una forma elevada, metafísica, o según Didi-Huberman, fantasmagórica. Esta categoría será una pregunta constante a lo largo de toda la obra de Warburg, pues es justamente la esencia, la “enfermedad”19 cuyos síntomas se revelan en las Pathosformeln. Sus cuestionamientos hacia las imágenes, a pesar de estar en perfecta sincronización con la investigación clásica de la historia del arte de su tiempo, debatían los aspectos simbólicos que no correspondían a la época en que eran producidos. Más que entender los “residuos” simbólicos de otras épocas como un aspecto secundario y aparentemente “natural”, Warburg se pregunta por la validez que tienen como emergencia inconsciente de las formas de comprender el mundo: “La época en que la lógica y la magia [...] ‘florecían injertadas de un mismo tronco’ refleja una realidad atemporal [...] residen valores epistémicos hasta hoy infravalorados que nos permiten ahora una crítica profunda de una historiografía cuyo concepto de evolución es puramente cronológico”20. Los detalles, conscientes o no en el momento de su producción, son analizados como manifestaciones de un sistema de pensamiento “simbólico”, lo que él definirá como “iconología”, y que luego Panofsky asumirá dentro de un esquema interpretativo distinto. Es entonces, paralelo y afín a la disciplina de la historia del arte, un estudio por la forma, pero no dentro de los “arquetipos” que la organizan, sino de la “emergencia” de elementos que no corresponden al orden estético y temporal en que fueron creadas las imágenes, en sus aspectos irracionales. Para Warburg, la imagen “formula” una condensación de tiempos que se acumulan bajo la comprensión simbólica del universo. Los tiempos de una imagen se reconocen por los “síntomas” de

18 En Warburg, la presencia de Nietzsche es importante. En primera instancia, por las citas en las que se refiere al Nacimiento de la tragedia, pero después, por el lugar de las “emergencias” de la obra. En el hospital psiquiátrico, además de rehusarse a ser visto por el mismo psiquiatra de Nietzsche, se describe su celda como un espacio decorado con la imagen del célebre pensador. Ludwig Binswanger, La curación infinita: historia clínica de Aby Warburg (Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2007). 19 El uso de expresiones como “síntomas”, “pacientes” y “tratamiento” fue recurrente en Warburg. Una idea psicológica de la imagen fue fundamental para sus preguntas. Aby Warburg, El ritual de la serpiente (México: Sexto Piso, 2004), 60. 20 Aby Warburg, El renacimiento del paganismo, 447.

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detalles anacrónicos que se concatenan y que incluso involucran la mirada de quien la observa, que, como un intruso, se sumerge en el tiempo de los otros21. Tiene razón en parte Didi-Huberman cuando afirma que la propuesta de Warburg es ante todo una filosofía de la historia. Tras una idea práctica alrededor de las “supervivencias” que lo inquietan de la imagen renacentista, está una comprensión del tiempo que, sin oponerse a la cronología más estricta, recibe de forma irracional, a través del gesto y los detalles, una fórmula de tiempo que no se corta con la cronología sino que la rompe, la transgrede, se burla de los límites. Esto, por supuesto, es una lectura entre líneas de la presencia del Nacimiento de la tragedia de Nietzsche, obra de fuerte influencia para Warburg, pero es también la necesidad de entender que la imagen es un objeto de uso, una “técnica” para comprender el mundo que lo rodea, y que acepta elementos que trascienden lo apolíneo de una ideología dominante. La historia de las supervivencias es la historia de lo irracional que permanece, y el vínculo de acceso a esa “sinrazón” es únicamente a través de la imagen. El anacronismo de Warburg no es un espacio atemporal, sino que es el tiempo de lo anímico, del vínculo afectivo que existe con el universo simbólico. Ese aspecto “irracional”, al cual Panofsky deliberadamente renuncia en la interpretación artística22, es la primera confrontación que la imagen incita en el historiador: que el tiempo de ésta no le pertenece a una línea melódica y bien dividida en la evolución de la historia, sino que estamos enfrentados a una armonía de múltiples sonidos, muchos de los cuales comenzaron antes de que la partitura fuera interpretada. Si la imagen no responde sólo a su tiempo de producción, de uso o de lectura, sino que además es una composición de sustratos temporales, acercarse a ella implica jugar con la sincronización de distintas temporalidades y buscar otra forma de pensar la historia.

2.2. Dialécticas

Walter Benjamin (1892-1940) conocía el trabajo de Aby Warburg23. Su mirada siempre filosófica a diversos aspectos de la cultura señalan por qué se sentía atraído por su perspectiva; sin embargo, el suyo fue un pensamiento marginal para la época, y sólo hacia el final de su vida encontró una valoración intelectual, gracias al acercamiento que tuvo a la denominada Escuela

21 Es conocido el viaje de Warburg al Oeste de Estados Unidos a conocer los indios Hopi. Esta “intromisión” es criticada por Freedberg. David Freedberg, “Warburg’s Mask: A Study in Idolatry”, en Anthropologies of Art, ed. Marriët Westermann (Nueva Haven y Londres: Sterling and Francine Art Institute/Yale University Press, 2005), 17. 22 Georges Didi-Huberman et al, Relire Panofsky (Louvre conférences et colloques) (París: Beaux-Arts de Paris, 2001), 69-83.

23 Walter Benjamin escribió en 1932 que la biblioteca de Warburg “llevaba el sello del nuevo espíritu de investigación” porque “llenaba las áreas marginales del estudio histórico con un aliento de vida”, en Susan Buck-Morss, “Estudios visuales e imaginación global”, 4.

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de Frankfurt, y particularmente a su amigo Theodor Adorno. Eso propició, entre otras cosas, que Benjamin fuera subestimado por Panofsky, con quien pretendió establecer inútilmente una comunicación por correspondencia24. Benjamin fue muy prolífico en las temáticas sobre las que escribió: moda, coleccionismo, filosofía, arte, urbanismo, radio, modernidad, juguetes, infancia, fotografía, teatro, revolución, juventud, calles, lenguaje, pasajes comerciales, prostitución, revistas, etcétera. Escribió además sobre diversas épocas y lugares: Niza del siglo xx, Berlín de 1900, París del siglo xix, o el barroco alemán del siglo xvii. Sin embargo, la imagen no fue un tema “más”, un aspecto secundario o pasajero en su investigación. En este autor, “Las imágenes no son impresiones subjetivas, sino expresiones objetivas”25. Al abordarla, surgieron muchos de sus postulados más importantes, y algunos de sus ensayos más conocidos hoy deben su importancia a la vigencia para reflexionar sobre ésta, su reproducción, su ontología y su consumo. Al igual que Warburg, desde la imagen Benjamin acuña en un concepto las formas de orden y comprensión de la historia: el aura. El autor desarrolla este término en varios de sus textos. En principio (1931), la definición emerge al referirse a un aspecto técnico de los retratos fotográficos del siglo xix, en el cual, en el proceso de revelado, se conservaba un halo circular velado de la imagen. Desde acá ofrece el problema temporal de la imagen fotográfica: “¿Pero qué es el aura? El entretejerse siempre extraño del espacio y el tiempo; la irrepetible aparición de una lejanía, y esto por más cerca que se halle”26. A partir de este concepto se preguntará por la transformación de la imagen en los mecanismos de producción que la reproducen técnicamente (1936), por “la necesidad de adueñarse de los objetos en la más próxima de las cercanías, en la imagen, más bien en la copia, en la reproducción”27. La pregunta de Benjamin se produce en el cuestionamiento histórico del auge de dos tecnologías, el cine y la fotografía, que modificaron las formas de hacer visual la representación de la ciudad, de los cuerpos y del lenguaje, a partir de una idea que se renueva por completo: lo original. “El aquí y ahora del original constituye el objeto de su autenticidad. La autenticidad de una cosa es la cifra de todo lo que desde el origen puede transmitirse en ella desde su duración material hasta su testificación histórica [...] lo que se tambalea de tal

24 “La desgracia fue que Benjamin no se dirigiera a Warburg sino a Panofsky. […] recibió de Panofsky una carta que a Benjamin le pareció por lo menos insólita […] ‘fría y cargada de resentimiento’”, en Georges Didi-Huberman, Ante el tiempo (Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2006), 130. 25 Susan Buck-Morss, Dialéctica de la mirada (Madrid: Visor Dis., 1995), 45.

26 Walter Benjamin, “Breve historia de la fotografía”, en Obras completas, t. 2. vol. 2 (Madrid: Abada, 2007), 394.

27 Walter Benjamin, “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”, en Discursos interrumpidos I (Buenos Aires: Taurus, 1989), 19.

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suerte es su propia autoridad”28. A partir de la reproducción técnica, la imagen adquiere una distancia temporal que la atraviesa y la define, que la recompone en una “nueva naturaleza”29. La producción de la imagen, aunque se trate de una reproducción, no es por ende invisible o secundaria a la creación, sino que, por el contrario, es inherente a la misma. Los modos de producción artística adquieren en Benjamin una dimensión más compleja, pues reconoce que la revolución social se produce en las transformaciones que el arte, a través de sus modos de producción, de su técnica, puede identificar y lograr: “El concepto de técnica representa el punto dialéctico inicial a partir del cual es posible superar la oposición estéril entre forma y contenido […]. Abastecer un aparato de producción, sin transformarlo en la medida de lo posible, es un procedimiento sumamente impugnable”30. Esas “transformaciones”, como se refería Benjamin al lenguaje, no se dan en el enunciado, sino en las formas en que éste se transmite: “se comunica en el lenguaje y no mediante el lenguaje”31. Esto le da a la imagen, particularmente la que aparece a través del artificio de la copia, un principio complejo: más que un acontecimiento, es un agente mediador entre una mirada que origina, otra que reproduce (como la fotografía) y otra que la recibe. Esta operación se transmite a través de su aura, su lejanía, su principio de pasado, su historia. Dice Buck-Morss: “No es que el pasado arroje su luz sobre el presente o el presente su luz sobre el pasado, sino que en la imagen (dialéctica) el pasado se une al presente en una constelación”32. En el estudio del lenguaje del drama barroco, Benjamin se preocupa por las formas en que el lenguaje adapta elementos previos y emergen dentro de las nuevas formas discursivas a través de las alegorías: “En la alegoría, la historia aparece como naturaleza en decadencia o ruina, y el modo temporal es el de la contemplación retrospectiva; en cambio el tiempo entra en el símbolo como un presente instantáneo”33. ¿Podemos igualmente hacer una analogía entre la alegoría y el aura? Aunque son dos conceptos con fines distintos, la preocupación en los dos por la aparición “inmediata de una lejanía” refiere a una misma condición: la experiencia de varios tiempos que se cruzan en algo cuyo fin es intensificar el presente. En el aura de la imagen, refiriéndose a la fotografía de los diarios, lo inmediato transforma los sustentos temporales: el hoy se traslada al pasado tan pronto es fijado en la imprenta. Pero, y es ésta la parte interesante, lo azaroso y

28 Walter Benjamin, “La obra de arte”, 21.

29 Susan Buck-Morss, Dialéctica de la mirada, 144.

30 Walter Benjamin, “El autor como productor”, trad. Bolívar Echeverría (Ponencia presentada en el Instituto para el Estudio del Fascismo, París, 27 de abril de 1934), http://www.bolivare.unam.mx/traducciones/El autor como productor.pdf 31 Walter Benjamin, “Sobre el lenguaje en cuanto tal”, en Obras completas, t. 2. vol. 2 (Madrid: Abada, 2007), 146. 32 Susan Buck-Morss, Dialéctica de la mirada, 318. 33 Susan Buck-Morss, Dialéctica de la mirada, 189.

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descuidado de la imagen fotográfica actúan como una emergencia del pasado que constituye la historia no contada: “La fotografía va sacando a la luz [...] los diversos aspectos fisionómicos y esos mundos de imágenes que viven dentro de lo más pequeño, y que son lo bastante interpretables,

como también lo bastante ocultos para haber encontrado su refugio en los sueños que se han vuelto formulables y grandes, hace bien patente que la diferencia entre la técnica y la magia no es sino una variable histórica”34.

En Benjamin el detalle no explica la historia, sino al revés: la historia sobrevive en el anacronismo de los detalles. La emergencia de lo “nuevo”, de donde sustenta él parte de la crisis moderna de la experiencia, opera entre la búsqueda de cambio o “revolución” y la extracción histórica, inconsciente o no, de formas pasadas, y esto sólo se revela en lo que queda lejos del dominio del discurso dominante; de aquí que lo trivial —los detalles de la imagen— resulta fundamental para entender el principio dialéctico de la historia. Al respecto, dice David Ferris: “Privilegiando el detalle, Benjamin señala un aspecto significante que tiene efectos tanto

históricos como filosóficos. Por ejemplo, la historia no se concibe más como una narrativa

maestra en la cual cada detalle puede tener su lugar. En cambio, la historia es entendida como algo que reside en los detalles materiales, cuya existencia trabaja en contra de cualquier linealidad, modelo continuo o desarrollo histórico”35.

2.3. Virtualidades

Contrario a Benjamin, en Gilles Deleuze (1925-1995) la “máquina” es pensada desde una reflexión más conceptual y menos material, que, aunque no es tomada como metáfora, sí se sirve de la idea del aparato técnico para expandir conceptos como el deseo, el cuerpo y el territorio36. Este aspecto, que desarrolla con Félix Guattari, ha sido el más popular y recurrido de sus obras. El trabajo con la imagen fue quizás más austero y, aunque conserve cierta relación, tiene más coherencia con preguntas que atravesaron siempre su propio proceso intelectual como filósofo37. Éste se concentra principalmente en dos temáticas: la pintura y

34 Walter Benjamin, “Breve historia de la fotografía”, 383.

35 David Ferris, The Cambridge Companion to Walter Benjamin (Cambridge: Cambridge University Press, 2004), 6.

36 Gilles Deleuze y Félix Guattari, Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia (Valencia: Pre-Textos, 1988); Gilles Deleuze y Félix Guattari, El antiedipo: capitalismo y esquizofrenia (Barcelona: Paidós, 1985).

37 Zizek realiza una fuerte defensa de la obra de Deleuze que pasó a la sombra ante los trabajos con Guattari. Slavoj Zizek, Órganos sin cuerpo (Valencia: Pre-Textos, 2004).

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el cine, y las preguntas desde las cuales parte, en su condición de filósofo, no son sobre su uso instrumental, o la forma como éstos pueden entenderse en el pensamiento, sino antes bien, sobre cómo el pensamiento tiene algo que aprender de ellos. Dice Deleuze: “Hemos pensado que los grandes autores de cine podrían ser comparados no sólo con pintores, arquitectos, músicos, sino también con pensadores. Ellos piensan con imágenes-movimiento y con imágenes-tiempo, en lugar de conceptos”38. Es importante reconocer en el tema de la imagen la presencia de Henri Bergson en el desarrollo de sus conceptos de memoria, virtualidad39 y tiempo: “La ciencia moderna debe definirse sobre todo por su aspiración a considerar el tiempo como variable independiente”40. En los textos sobre el cine, Deleuze se sirve de los conceptos de Bergson en la interpretación de afectos, acciones y tiempos que el cine produce. Para Deleuze, las imágenes no funcionan como “representación”, un mundo ideal separado de un mundo real, pues él apuesta, opuesto a una dialéctica, a una idea de unidad y de creación41. El problema principal que Deleuze retoma de Bergson siempre fue la memoria, la manera como se produce la relación pasado y presente en la mente humana —y en el cuerpo—, y la forma como se construyen sus recuerdos. Para Deleuze, el tiempo del pasado no desaparece en el tiempo presente, sino que se conserva en su virtualidad: “El pasado no se construye después de haber sido presente sino que coexiste consigo mismo como presente”42. La virtualidad es la esencia de la duración de una experiencia, algo que permanece en un campo potencial en el presente, y se hace real ante su actualización. Aunque suene complejo, ayuda a entenderlo la relación de la memoria y el recuerdo a través de un trauma: aunque la caída del caballo sea un evento del pasado, virtualmente acompaña a quien la vivió, y su virtualidad se actualiza cuando cabalga de nuevo. Virtualidad viene del latín virtus, que significa fuerza o potencia, como la energía potencial de una manzana que no ha caído, o como el árbol que existe en una semilla. Lo virtual es un devenir constante que se actualiza en el tiempo, a veces de forma física. Dice Pierre Lévy al respecto: “Lo virtual no es, en modo alguno, lo opuesto a lo real, sino una forma de ser fecunda y potente que favorece los procesos de creación, abre horizontes, cava pozos llenos de sentido bajo la superficialidad de la presencia física inmediata”43.

38 Gilles Deleuze, La imagen-movimiento: estudios sobre cine 1 (Barcelona: Paidós, 1984), 12. 39 Gilles Deleuze, La isla desierta (Valencia: Pre-Textos, 2005), 38. 40 Gilles Deleuze, La imagen-movimiento, 17.

41 François Dosse, Gilles Deleuze y Félix Guattari: biografía cruzada (México: fce, 2010), 539. 42 François Dosse, Gilles Deleuze y Félix Guattari, 40.

43 Pierre Lévy, Qué es lo virtual (Barcelona: Paidós, 1999), 13.

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Deleuze opone el devenir a la historia porque el devenir no se detiene en el tiempo ni se determina únicamente por su proceso histórico, sino que permanece en su virtualidad, se actualiza constantemente en el presente: “Lo que la historia capta de un acontecimiento son sus efectuaciones en estados de cosas,

pero el acontecimiento, en su devenir, escapa a la historia [...] El devenir no es la historia,

la historia designa únicamente el conjunto de condiciones (por muy recientes que sean) de las que hay que desprenderse para ‘devenir’, es decir, para crear algo nuevo”44.

Ahora bien, es en la imagen, lo que él denomina imagen-tiempo, donde encuentra el filósofo un punto de encuentro entre la imagen “presente” y la imagen del pasado cuya virtualidad aparece: “Este punto de indiscernibilidad lo constituye precisamente el más pequeño círculo, es

decir, la coalescencia de la imagen actual y la imagen virtual, la imagen de dos caras actual y virtual a la vez. […] lo real y lo imaginario, o lo presente y lo pasado, lo actual y lo virtual,

no se produce de ninguna manera en la cabeza o en el espíritu sino que constituye el carácter objetivo de ciertas imágenes existentes, dobles por naturaleza”45.

El uso de la expresión “cristales del tiempo” sirve de referencia a Deleuze para aludir a la manera como se “enhebran” en la imagen el presente y el pasado en un devenir, una realidad que no separa lo virtual y lo real, sino que los articula en una misma coexistencia: “No creo en una especificidad de lo imaginario, sino en dos regímenes de imágenes: un

régimen que podríamos llamar orgánico, el de la imagen movimiento, que opera mediante conexiones racionales y encadenamientos y que proyecta en cuanto tal un cierto modelo de verdad […] por otra parte, un régimen cristalino, el de la imagen tiempo, que opera

mediante reconstrucciones irracionales y reconstrucción de los encadenamientos, un régi-

men que sustituye el modelo de lo verdadero por el poder de lo falso como devenir. […] La labor que yo quería realizar en estos libros sobre cine, no era una reflexión acerca de lo imaginario, sino una operación más práctica: enhebrar cristales de tiempo”46.

“Se ve en el cristal la perpetua fundación del tiempo, el tiempo no cronológico, Cronos y no Chronos. Es la poderosa Vida no orgánica que encierra al mundo”47. Así, presente y pasado se

44 Gilles Deleuze, Conversaciones (Barcelona: Pre-Textos, 2006), 111.

45 Gilles Deleuze, La imagen-tiempo: estudios sobre cine 2 (Barcelona: Paidós, 1987), 98. 46 Gilles Deleuze, Conversaciones, 111.

47 Gilles Deleuze, La imagen-tiempo, 114.

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conservan en un mismo devenir, construyendo una serie de estratos en el tiempo, que, al igual que la reflexión braudeliana, refieren a un tiempo presente que “existe” únicamente en la constante interacción que produce la reflexión de todos sus estratos. “Lo que el cristal revela o exhibe es el fundamento oculto del tiempo, es decir, su diferenciación en dos chorros, el de los presentes que pasan y el de los pasados que se conservan”48.

2.4. La Historia

Seguramente puede cuestionarse la integración del pensamiento de tres autores con una línea de trabajo tan distinta. Las reflexiones de Warburg, Benjamin y Deleuze fueron producidas en contextos distintos y las preguntas que cada autor construyó como intelectual responden a cuestionamientos particulares. Sin embargo, más allá del debate por la imagen, fue el tiempo como fenómeno y como percepción el lugar de reflexión constante en cada autor. En nuestro caso, es con ese cuestionamiento como podemos establecer un punto de partida epistemológico de la Historia. Es la preocupación por el tiempo, por un tiempo que trasciende la noción de sistema o la rígida definición de cronología, la que lleva a estos autores a reconsiderar la idea de Historia, y no al revés. Por eso es que la imagen trasciende la noción de fuente, para constituirse en una cuestión epistemológica. Más allá de organizar la imagen en función de un proceso histórico que la determina, se sugiere justamente que la imagen acumula un tiempo que permanece y que se actualiza y que no se justifica sólo por su lugar de producción. Investigar sobre la imagen siempre nos lleva a ese problema: hay un lugar que la “crea”, un lugar que la “lee” y un lugar que la interpreta, así como hay un lugar del cual la imagen imita, otro del cual produce conciencia de algo, y otro que reproduce fenómenos inconscientes heredados. La imagen, toda imagen, es por esencia una multiplicidad de tiempos, y más allá de resignarse a no poderlos “asir” a todos, ¿no sería mejor atrevernos a plantear una historiografía que pueda operar con ellos? Las propuestas de estos autores, que pueden ser denominadas filosóficas, no se limitan a ofrecer un caos evidente ante el discurso de la imagen, sino que se atreven a formular un método, quizás no de interpretación, pero sí de reconocimiento de los tiempos múltiples. De los aspectos mencionados alrededor de los cristales del tiempo, de las auras o de las supervivencias, podríamos establecer afinidades comparadas, pero con ello omitiríamos lo importante que tiene el reconocimiento del anacronismo en cada postura.

48 Gilles Deleuze, La imagen-tiempo, 135. En 2008 Ruth Ben-Ghiat produjo un interesante estudio sobre los “afectos” de la posguerra italiana a partir del cine del neorrealismo, partiendo desde la interpretación de Deleuze sobre la afección del cine. Ruth Ben-Ghiat, “Un cinèma d’apres-guerre: le néoréalisme italien et la transition démocratique”, Annales. Histoire, Sciences sociales 63: 6 (2008): 1215-1248.

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En todo caso, es posible reconocer fenómenos afines que nos sirven para redefinir la postura epistemológica de la historia ante la imagen. Es evidente que el primer aspecto que se difumina es la relación entre pasado y presente, pues ya no se limita a una oposición entre subjetividad y objetividad, tradicionalmente supuesta entre el historiador y la fuente, respectivamente, sino que tiene que ver con una articulación dinámica de los tiempos, los cuales se organizan ya sea a través de estratos, de “cristales” o de una operación dialéctica de la experiencia ante la imagen. Acá el observador deja de estar detrás del cristal para asumirse él mismo sumergido en uno, y hecho a su vez de otros cristales de tiempo. La percepción es esencial y constitutiva del tiempo de la imagen, y contrario a lo que todo investigador social pretende, es igualmente anacrónica y estratificada. Ahora, y es la parte más difícil de abordar desde la historiografía, es que dicha percepción es en sí misma pensamiento, el pensamiento de la imagen, que trasciende el signo lingüístico y la razón, los esquemas cronológicos y la delimitación física, y se sumerge en escenarios virtuales donde ingresan lugares temporales tradicionalmente ignorados: la memoria, el recuerdo, la inconsciencia e, incluso, el olvido. Es justo el potencial que tiene la imagen para actualizar el pasado, para invocarlo y a la vez darle una forma nueva en el presente, el que reproduce estrategias que nos recuerdan que la historia en lo visual reproduce, además del discurso dominante, las emergencias de lo que pretendidamente se escogió enviar al olvido pero no fue del todo posible. Al referirnos al tiempo, estamos acercándonos a una apreciación delicada, pues éste no se define desde una fórmula historicista del pasado, como las cronologías o el orden de la historia en procesos, sino que, antes bien, opera desde una idea totalmente braudeliana de que el tiempo se orquesta en sincronías y diacronías, las cuales se condensan en los cristales temporales de la imagen. La imagen es un acto de creación pero también es la condensación de un pensamiento simbólico; cumple una función mediadora que no culmina en su visibilidad; tanto en la reaparición de formas (Warburg), en la reproducción técnica (Benjamin), así como en la virtualidad (Deleuze), los tiempos pasados se integran a procesos dinámicos distintos que actualizan el presente constantemente.

3. Mirada, experiencia y subjetividad

La relación entre imagen y mirada involucra una “experiencia histórica” desde la observación, que reclama una presencia necesaria de la subjetividad del historiador. Frank Ankersmit (1945-) hace un llamado de atención al momento en que la Historia se definió como la menos

empírica de las ciencias, que aunque las ciencias modernas sustentaron el conocimiento en su condición de “mirada”, justamente la Historia tenga el acto de ver como el de menos garantía en la interpretación del pasado. Dice el historiador: “la teoría histórica, como ejemplifica la teoría

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hermenéutica, nos presenta el espectáculo asombroso de una teoría que funda una disciplina intencionadamente científica mientras le niega a esta ciencia sus bases experimentales”49. La observación y la experiencia fueron —con el auge del positivismo— algunos de los aspectos que la historiografía rechazó, lo que, según Ankersmit, distanció aspectos como la “sensibilidad”, la “observación”, la “percepción”, y otros aspectos en la escritura de la historia, y posicionó, en cambio, la fuente escrita y la interpretación “objetiva” como las formas de hacer historia. “¿No deberíamos esperar del empirismo la mejor defensa epistemológica de la experiencia, dado que éste busca expressis verbis [expresamente] en la experiencia la fuente de todo conocimiento posible?”50. Lo que pretende el historiador, desde la lectura de Johan Huizinga, es devolver la condición de experiencia subjetiva a la historia. En su texto “Experiencia histórica sublime”51, el autor pasa del análisis de la representación a la experiencia, y se pregunta por la manera en que puede emerger una historiografía producto de una “experiencia directa” con el pasado. Sobre él menciona Luis Vergara: “¿Al leer la Experiencia histórica sublime atestiguamos los comienzos de un […] momento

en el que ‘representación’ cede su sitio a ‘experiencia’? Ankersmit parece creer que tal es el caso: habla de un desplazamiento del lenguaje a la experiencia tanto de la historiografía como en la teoría de la historia con efectos de refuerzo recíproco”52.

Este problema lo retoma el autor bajo el concepto de Ahnung53, con el cual define el aspecto intuitivo y sensible que el historiador debe consolidar no sólo para percibir el pasado, sino además para transmitirlo. Dice Ankersmit “La sugerencia es que con Ahnung experimentamos los objetos del mundo cuando coinciden con lo que normalmente adscribimos a ellos. Es como si tuviéramos que encontrar

nuestra forma en la manera como observamos las cosas alrededor del mundo. [...] La experiencia histórica y su contextualización se excluyen mutuamente, y es ciertamente así que

el culto contemporáneo al contexto ha enceguecido más que todo a la noción misma de experiencia histórica”54.

49 Frank Ankersmit, Historia y tropología: ascenso y caída de la metáfora (México: fce, 2003), 48. 50 Frank Ankersmit, Experiencia histórica sublime, 41.

51 Este texto conoció dos versiones. La primera en inglés, de 2005, y la versión holandesa, de 2007, con una ampliación de estudios de caso, correcciones de redacción y reescritura de sus dos primeros capítulos. La traducción al español de 2010 fue de esta última versión. 52 Luis Vergara, “Introducción” a Historia y tropología de Frank Ankersmit, 17.

53 Este concepto fue traducido de la obra de Huizinga como “intuición” y, como otros conceptos desarrollados en este ensayo, su traducción no abarca la complejidad del mismo. Johan Huizinga, El concepto de la historia (México: fce, 2005), 55. 54 Frank Ankersmit, Sublime Historical Experience (Stanford: Stanford University Press, 2005), 125.

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Ankersmit no se refiere por “experiencia” a una condición científica de la observación, sino que procura una apuesta más “emocional” —“romántica”, si se quiere—, en la que la sensibilidad del historiador sea la esencia de la escritura de la historia. “La ‘Sensación’ […] por otro lado, expresa el más íntimo contacto con la realidad que podemos tener, y acá sujeto y objeto residen en completo equilibrio”55. No es gratuito que para Frank Ankersmit el camino desde el cual pretende “actualizar” el concepto de experiencia surja de las reflexiones estéticas: “Tenemos aún que lidiar con el aspecto de la relación entre la experiencia estética y la experiencia histórica y, más específicamente, con la cuestión de si puede esperarse alguna

ayuda de las formas existentes de la experiencia estética, en orden de profundizar en nuestra búsqueda interna de la naturaleza de la experiencia histórica”56.

Cuando define “experiencia”, lo hace en estrecha relación con la noción aristotélica de “inmediatez de los sentidos”, de acto directo y sin intermediación entre el fenómeno y el cuerpo que lo percibe. Cuando el concepto se articula con la idea de “experiencia de pasado”, la inmediatez invoca una afección del tiempo subjetivo, una relación con el pasado emocional, pues hay una conexión entre la experiencia subjetiva y el pasado histórico57. Aunque el autor no lo propone, el camino queda abierto para llamar a la imagen como “cantera” de esas experiencias de pasado. Esta reflexión sirve de puente para establecer el lazo que une la experiencia histórica con los tiempos de la imagen, pues, justamente, una relación dinámica entre el tiempo del espectador y el del objeto se organiza —usando el concepto de Deleuze— en un mismo conjunto de cristales que integran, en un solo proceso, la mirada, la dinámica que permite entender el devenir de un pasado. Y esta experiencia es capaz de hacer historiografía.

Reflexiones finales

Por su naturaleza, estudiar la imagen implica siempre asumir riesgos en la interpretación, en la significación o en la producción de la misma. Desde el lado de la Historia, las estrategias provenientes de disciplinas autónomas como la historia del arte, de metodologías desarrolladas (como en la historia cultural), o de una lectura transdisciplinar con otras ciencias sociales, han permitido desarrollar amplias investigaciones. Concebir las imágenes como un aspecto de uso, o relegarlas a una función de fuente “para ser leída”, determinó un rol pasivo para su

55 Frank Ankersmit, Sublime Historical Experience, 130. 56 Frank Ankersmit, Sublime Historical Experience, 241.

57 Frank Ankersmit, Sublime Historical Experience, 263-315.

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interpretación y dejó de lado reflexiones más profundas, capaces de desarticular en sí mismas la epistemología de la Historia. En las imágenes hay operaciones que escapan a las definiciones lingüísticas, y que trascienden la simple necesidad de traducción o significación, pues tienen consigo cargas simbólicas complejas. A pesar de que el predominio de métodos de interpretación como la iconología de Panofsky o las propuestas de Peter Burke es usado reiteradamente, el problema de fondo sobre la riqueza ontológica de la imagen quedó pendiente, y desde esas herramientas se anuló cualquier posibilidad de una reflexión que quisiera aproximarse a fondo a dicha dimensión. Buena parte del pensamiento del siglo xx, paradójicamente el siglo donde los avances técnicos difundieron la imagen hasta un nivel jamás visto, produjo un desprestigio de la visión como fenómeno de reflexión epistemológica. De los muchos aspectos posibles para analizar la imagen, y de la vasta bibliografía que es posible encontrar sobre el tema, nos pareció que reflexionar sobre un aspecto particular podía producir un puente en esa brecha producida entre la disciplina histórica y la imagen. Esa brecha es el tiempo. Decidimos dar un giro de 180º e invertir la pregunta: no interesarnos por la forma en que la Historia puede definir algo sobre la imagen, sino, antes bien, abrir la cuestión de si es posible que la imagen afecte en algo la definición de historia. ¿El tiempo de la imagen, un tiempo verdaderamente difícil de definir, puede contribuir a plantear una relación disciplinar distinta de la historia con el tiempo? Esta pregunta no es aleatoria ni novedosa. Para desarrollarla abordamos el pensamiento de tres autores que, desde perspectivas distintas, a lo largo del siglo xx llegaron a reflexiones más o menos similares alrededor del anacronismo de la imagen y su relación con la historia. Desde Aby Warburg, reflexionamos bajo el concepto de Nacherleben, las supervivencias de diferentes estratos en el tiempo que se concatenan en una imagen y se revelan a través de sus detalles: los gestos, la composición, la narración, lo accidental. La creencia de que las fuerzas irracionales no se detienen por las fórmulas temporales estéticas produjo en el autor una reflexión que nos resulta pertinente: la historia del orden simbólico se nos presenta a través de los accidentes que emergen de la imagen. Esa historia no obedece a una cronología ni mucho menos a las normas estilísticas de una época, sino, antes bien, a la necesidad de comprensión del mundo que se ofrece ante la imagen. Ese lugar de historias en plural, de pasados de distintas categorías, y no un gran pasado dominante, fue una reflexión que desarrolló Walter Benjamin a lo largo de su obra. En el lugar del lenguaje, y posteriormente en el lugar de la técnica, el alemán encontró la riqueza para entender los fenómenos dinámicos de la cultura alrededor de las ideas de dominio y revolución, pues para él el pensamiento, aunque fluya en la voz de grandes autores, se ejecuta en el lugar de las prácticas. Una de esas prácticas es la imagen, y de allí la referencia a “imagen dialéctica”, que es la que arrastra y entra en vínculos entre pasados y presentes, que se constituye tanto en la

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mirada como en la reproducción, y que se manifiesta no sólo en lo que reproduce, sino en el aura que la define. La relación pasado-presente adquiere una dinámica siempre que nos referimos a la imagen y a la naturaleza en que ésta es producida. El tercer autor fue Gilles Deleuze, de quien retomamos una cuestión que define parte de sus trabajos filosóficos finales: la idea de imagen-tiempo. Deleuze se pregunta por la memoria, y la manera como ésta es una virtualidad que acompaña constantemente el presente y que, ante la imagen, se actualiza. El autor utiliza la expresión “cristales en el tiempo” para definir la manera en que el tiempo, lejos de quedarse “atrás”, es un ejercicio constante de presente y virtualidad, de devenir, que obliga a abandonar la estática concepción de tiempo que tiene la Historia. Dado que el problema lo estamos planteando desde la Historia y no desde la Filosofía, fue necesario reconocer una historia de las imágenes que se atreviera a incorporar su anacronismo y su relación con el tiempo en la epistemología misma de la disciplina. Para ello, nos acercamos a la relación de la experiencia subjetiva con la imagen, como una bisagra entre la temporalidad, la imagen y la historiografía. Soportados en la propuesta de Frank Ankersmit de la “experiencia histórica sublime”, articulamos su metodología con la reflexión de la imagen y el tiempo, resaltando así el reconocimiento historiográfico de los mecanismos de ida vuelta entre un pasado y un presente, entre el tiempo del sujeto que observa, de las condiciones que en él se afectan, de las relaciones de producción de la imagen y de los diversos estratos o cristales de tiempo que transcurren en la imagen. Estas condiciones hacen posible una escritura de la historia que apuesta por la imagen en toda su dimensión fenomenológica, pues las experiencias que la constituyen se convierten en fundamento para la interpretación del pasado.

Bibliografía Ankersmit, Frank. Historia y tropología: ascenso y caída de la metáfora. México: fce, 2003. Ankersmit, Frank. Sublime Historical Experience. Stanford: Stanford University Press, 2005. Ankersmit, Frank. Experiencia histórica sublime. México: Universidad Iberoamericana, 2010. Barthes, Roland. La torre Eiffel: textos sobre la imagen. Buenos Aires: Paidós, 2009. Belting, Hans. Antropología de la imagen. Madrid: Katz, 2007. Ben-Ghiat, Ruth. “Un cinèma d’apres-guerre: le néoréalisme italien et la transition démocratique”. Annales. Histoire, Sciences sociales 63: 6 (2008): 1215-1248. Benjamin, Walter. “El autor como productor”, traducido por Bolívar Echeverría. Ponencia presentada en el Instituto para el Estudio del Fascismo, París, 27 de abril de 1934. http://www.bolivare. unam.mx/traducciones/El autor como productor.pdf

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Historiadora de la Universidad del Valle (Cali, Colombia). Miembro del grupo Asociación: Centro de Estudios Regionales, Región (Categoría A1 en Colciencias). Actualmente se desempeña como auxiliar de investigación en el proyecto “Buscando el crecimiento económico: factores de mercado, industrialización y desarrollo económico en Cali, 1900-1950” de la Universidad del Valle. Autora de “El ideal del nuevo ciudadano: entre educación moral, religiosa y republicana. Adaptación del Decreto Orgánico de Instrucción pública primaria de 1870 en el Estado Soberano del Cauca”, Historia y Espacio 37 (2011): 213-235. fer020@yahoo.es

Artículo recibido: 31 de octubre de 2011 aprobado: 17 de febrero de 2012 modificado: 13 de junio de 2012

doi:

10.7440/histcrit48.2012.09

Ï Este artículo presenta los resultados de la monografía de grado realizada para obtener el título de Historiadora, titulada: “¿Quién quiere la educación? Proyecto educativo radical y padres de familia en el Estado Soberano del Cauca, 1870-1885” (Universidad del Valle, 2011). No contó con financiación para su elaboración.

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Perspectiva microhistórica de una experiencia social: los padres de familia de San Rafael (Pasto) y la escuela liberal caucana, 1876

Perspectiva microhistórica de una experiencia social: los padres de familia de San Rafael (Pasto) y la escuela liberal caucana, 1876

Resumen: La implementación de la reforma escolar de 1870 en el Estado Soberano del Cauca suscitó la reacción de varios actores sociales. Entre éstos encontramos a los padres de familia de San Rafael (Pasto), quienes actuaron en defensa de sus intereses y creencias. La historiografía colombiana sobre el tema no ha abordado sistemáticamente la relación de estos actores con la reforma; por ello, buscamos visibilizar sus acciones y posiciones, demostrando que no constituían un instrumento pasivo en la lucha por el control político. En definitiva, sus reacciones se direccionaron hacia la consecución de objetivos que los beneficiaran.

Palabras clave: Colombia, reforma educativa, Estado y educación, modernización, padres de familia. Micro-historical perspective of a social experience: parents of San Rafael (Pasto) and Cauca’s liberal school, 1876

Abstract: The implementation of the school reform of 1870 in the Sovereign State of Cauca provoked the reaction of various social actors. Among these we find parents of San Rafael (Pasto), who acted in defense of their interests and beliefs. Colombian historiography on the subject has not systematically addressed the relationship of these actors with the reform; for this reason, we aim to make visible their actions and positions, demonstrating that they were not a passive instrument in the struggle for political control. In short, parents’ reactions were aimed towards achieving goals benefiting them.

Key words: Colombia, education reform, state and education, modernization, parents.

Perspectiva micro-histórica de uma experiência social: os pais de família de San Rafael (Pasto) e a escola liberal caucana, 1876 Resumo A implantação da reforma escolar de 1870 no Estado Soberano do Cauca suscitou a reação de vários atores sociais. Entre estes, encontramos os pais de família de San Rafael (Pasto), que atuaram em defesa de seus interesses e crenças. A historiografia colombiana sobre o tema não tem abordado sistematicamente a relação desses atores com a reforma; por isso, procuramos visibilizar suas ações e posições, demonstrando que não constituíam um instrumento passivo na luta pelo controle político. Em definitiva, suas reações se direcionaram para a consecução de objetivos que os beneficiaram.

Palavras-chave: Colômbia, reforma educativa, Estado e educação, modernização, país de família.

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Perspectiva microhistórica de una experiencia social: los padres de familia de San Rafael (Pasto) y la escuela liberal caucana, 1876 Consideraciones preliminares El siglo xix fue testigo de la eclosión de regímenes republicanos en los territorios recién

emancipados de la Corona española. Una vez independientes, quienes detentaban el poder político en la América Hispana asumieron la función de crear Estados-nación, y se conformaron y confrontaron dos modelos: el “conservador” y católico, y el “liberal” y laico1. Si bien ambos modelos coincidieron en la instauración de regímenes republicanos, el punto angular de discordia se centró en un asunto concreto: ¿Qué hacer con la Iglesia católica?, o mejor, como diría Sol Serrano, ¿Qué hacer con Dios en la República?2 Una fracción, denominada “conservadora”, defendió la supremacía de la Iglesia católica sobre el Estado; buscó la consolidación de un Estado católico que debía preservar y fomentar el catolicismo, donde la Iglesia, además, desempeñaría un rol destacado en la orientación estatal. Y la otra, la “liberal”, proclamó la división entre estas dos potestades, relegando la religión, o mejor, la práctica del culto católico al ámbito privado, suprimiendo además los privilegios de la Iglesia y sujetándola a la autoridad del Estado. En esta dicotomía, la educación desempeñó un papel predominante en cada uno de los proyectos políticos que se implementaron para toda la América hispana3. La educación —el principal instrumento de las élites hispanoamericanas para modelar los ciudadanos que legitimarían el

1 Las divisiones entre estos dos modelos son más difusas de lo que se ha pensado. Por ejemplo, se reconoce que las influencias del liberalismo en Latinoamérica, o mejor, de los “liberalismos”, se extendieron a lo largo de todo el siglo xix; los “conservadores”, más que reaccionarios al liberalismo, formaban parte también de ese pensamiento. Ver Iván Jaksić y Eduardo Posada Carbó, “Introducción. Naufragios y sobrevivencias del liberalismo latinoamericano”, en Liberalismo y poder. Latinoamérica en el siglo xix, eds. Iván Jaksić y Eduardo Posada Carbó (Chile: fce, 2011), 28. Alfredo Ávila, “Liberalismos decimonónicos: de la historia de las ideas a la historia cultural e intelectual”, en Ensayos sobre la nueva historia política de América Latina, siglo xix, coord. Guillermo Palacios (México: El Colegio de México, 2007), 132. 2 Sol Serrano, ¿Qué hacer con Dios en la República? Política y secularización en Chile (1845-1885) (Santiago: fce, 2008), 18.

3 Mónica Quijada por ejemplo, identifica tres tipos de nación construidos durante el siglo xix, en el que la educación desempeñó un papel predominante: la “nación cívica”, la “nación civilizada” y la “nación homogénea”. En el primer tipo, el imaginario de la emancipación tenía una confianza ilimitada en el poder de la educación no sólo para instruir, sino para crear espíritu público, modernizar las mentalidades y formar costumbres; y en la imagen de la “nación civilizada” impuesta mayoritariamente desde mediados del siglo xix, la educación no sólo modelaría una nación de ciudadanos, sino que éstos debían ser “blanqueados” y “europeizados” en la mentalidad y las costumbres. Mónica Quijada, “¿Qué Nación? Dinámicas y dicotomías de la Nación en el imaginario hispanoamericano”, en Inventando la nación, Iberoamérica siglo xix, coords. Antonio Annino y François-Xavier Guerra (México: fce, 2003), 306-315.

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Estado-nación, donde el individuo, y no la religión, sería el fundamento del nuevo orden social— emprendió un largo camino. Desde el inicio de la República, en el territorio conocido hoy como Colombia se establecieron cuatro movimientos de reforma y contrarreforma educativa entre los años de 1821, 1842, 1870 y 18864. Los actores políticos del momento, a pesar de las divergencias en torno al contenido, coincidieron en un aspecto: la necesidad de educar al pueblo5. El caso que nos ocupa precisamente forma parte de una de las reformas más ambiciosas del liberalismo colombiano. Una vez instaurado el régimen liberal a través de la Constitución de Rionegro en 1863, la fracción liberal radical expidió e implementó el Decreto Orgánico de Instrucción pública primaria de 1870 (en adelante, doip), en el que, como señala Aline Helg, por primera vez en la historia de Colombia, se definía la educación como una de las funciones del Estado y como una obligación de los padres para con sus hijos6. Dicho decreto instituía la creación de escuelas normales y establecía la instrucción pública primaria obligatoria, gratuita y neutral en su orientación religiosa7. En este movimiento de unificación de la instrucción pública en toda la nación, la pedagogía inspirada en Pestalozzi, junto con la misión pedagógica alemana, constituyeron algunos medios para alcanzar la unidad nacional8. Ahora bien, dada la autonomía promulgada por la Constitución de 1863, la implementación del decreto nacional debía contar con la aceptación de los estados soberanos. A excepción de los estados de Antioquia y Tolima9, todos los estados, aunque con modificaciones, aceptaron el doip. En el Estado caucano, como en los demás Estados de la Unión, la puesta en marcha del decreto suscitó la reacción de varios actores sociales. Por un lado, se encontraban algunos ministros de la Iglesia católica e integrantes del Partido Conservador, quienes buscaban recuperar el poder

4 Beatriz Elena López Vélez, “Escuela, maestro y población. Siglos xix y xx”, en Independencia, educación y cultura. Memorias del Simposio, comps. Carlos Mario Recio Blanco y Humberto Quiceno Castrillón (Cali: Alcaldía de Santiago de Cali/Universidad del Valle/Instituto de Educación y Pedagogía, 2010), 136.

5 Luis Alfonso Alarcón Meneses, “Construir la República y redefinir el pueblo. El discurso político en los manuales escolares colombianos del siglo xix”, Historia Caribe ii: 7 (2002): 110; Gilberto Loaiza Cano, Sociabilidad, religión y política en la definición de la Nación, Colombia, 1820-1886 (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2011), 319. 6 Aline Helg, La educación en Colombia: 1918-1957 (Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2001), 24.

7 “El Decreto Orgánico de Instrucción pública primaria de 1870”, La Escuela Normal, Periódico Oficial de Instrucción Pública, Bogotá, 7 enero, 1871. El decreto completo se encuentra publicado en los números 1, 2 y 3 del periódico.

8 La pedagogía inspirada en Pestalozzi hacía énfasis en un sistema de enseñanza objetiva cuyo principio consistía en que “las palabras se aprenden por la referencia que ellas hacen a los objetos a los cuales están ligadas por las ideas”. Olga Lucía Zuluaga, Colombia: dos modelos de su práctica pedagógica durante el siglo xix (Medellín: Universidad de Antioquia, 1979), 45 y 96. 9 Aunque después de algunas negociaciones con el Gobierno de la Unión el Estado Soberano del Tolima acepta el doip en octubre de 1871 y comienza a regir en marzo de 1872, el acuerdo inicial se disolvió en 1873 derogando el decreto nacional. Jairo Ramírez Bahamón, Historia social de una utopía escolar. La educación en el Estado Soberano del Tolima, 18611886 (Neiva: Universidad Surcolombiana, 1998), 119.

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que la dirigencia liberal radical les estaba menguando; por otro, los liberales radicales, cuyos integrantes pretendían legitimar el régimen liberal, disminuir los síntomas de dispersión de la Unión e ingresar en la “civilización” por medio de la ejecución de su proyecto educativo. Y por último, los destinatarios de la reforma escolar: la población infantil. En esta oportunidad sólo nos ocuparemos de un aspecto, el público a quien se direccionó el doip, que en última instancia recaía en los padres de familia. Si bien es cierto que la historiografía colombiana ha conocido avances en torno a estudios referentes a la reforma escolar de 1870 o el proyecto educativo liberal radical10, no es lugar común abordar la reforma en relación con los padres de familia. Estos actores han ocupado un papel relegado en la mayoría de los estudios, a pesar de ser uno de los principales agentes involucrados en la implementación de la reforma. La indiferencia hacia la escuela liberal, la pobreza y la adhesión de los padres a uno de los partidos políticos del momento, que actuaban según las prescripciones del conflicto bipartidista, es la imagen general que poseemos sobre estos actores. Esta visión deviene justamente porque los estudios sobre el proyecto educativo liberal radical o la reforma, tienden a enfocar la temática desde una óptica política; en un contexto de confrontación entre diferentes actores (Iglesia, Partido Liberal y Partido Conservador) por el control del poder político, en el cual el público a quien se dirigió la reforma escolar frecuentemente es percibido como pasivo e instrumental. Aunque es innegable que la reforma escolar se inserta en referido contexto, argüimos que el enfoque descrito anteriormente ha impedido ver y considerar las expresiones de los otros actores sociales como manifestaciones de agentes, en este caso padres de familia, con capacidad de acción y elección; decisiones y actitudes que a su vez dependían de contingencias históricas concretas. Nuestro propósito es mostrar —a partir de un estudio de caso— el comportamiento de un actor clave en la aplicación de la reforma: los padres de familia de la localidad de San Rafael11. Indagaremos la manera en que dichos actores se relacionaron con la implementación de la reforma, ubicando sus comportamientos, actitudes y temores frente a una nueva realidad, la

10 Por ejemplo, Alonso Valencia Llano, Estado Soberano del Cauca, Federalismo y Regeneración (Bogotá: Banco de la República, 1988); Jorge Enrique González, Legitimidad y cultura. Educación, cultura y política en los Estados Unidos de Colombia, 1863-1886 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2005); Jairo Ramírez Bahamón, Historia social; Jane Rausch, La educación durante el federalismo. La reforma escolar de 1870 (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo/Universidad Pedagógica Nacional, 1993); Gilberto Loaiza Cano, “El maestro de escuela o el ideal liberal de ciudadano en la reforma educativa de 1870”, Historia Crítica 34 (2007): 62-91; María Victoria Dotor Robayo, La instrucción pública en el Estado Soberano de Boyacá, 1870-1876 (Bogotá: Ministerio de Cultura, 2002); Luis Alfonso Alarcón Meneses, Jorge Conde Calderón y Adriana Santos Delgado, Educación y cultura en el Estado Soberano del Magdalena (1857-1886) (Barranquilla: Fondo de Publicaciones Universidad del Atlántico, 2002).

11 Para la época, San Rafael era una localidad ubicada en el distrito de Tangua, en el municipio de Pasto, del Estado Soberano del Cauca.

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escuela liberal. En esta experiencia social encontraremos no sólo interés por la instrucción de los niños sino diversas posiciones adoptadas por los padres, cuyo eje giró en torno a un propósito concreto: defender sus creencias e intereses, confiriendo así, una interpretación particular a la reforma. Si su posición, benefició o estancó el progreso del proyecto educativo, no representa mayor relevancia. Lo significativo radica en evidenciar que sus actuaciones se direccionaron hacia la defensa de objetivos —espirituales, económicos, sociales o culturales—, sin constituir por ello un instrumento en el conflicto bipartidista. En este proceso, es necesario explicitarlo, los padres de familia se hallaron circunscritos en una tensión constante entre tradición y modernización, entre herencia e innovación12. Por un lado, eran herederos de un pasado en el que la religión católica y la Iglesia ocupaban un lugar preeminente; y por otro, su existencia se enmarcó en un contexto de innovación en el que la educación se abanderaba como la vocera del mundo moderno a través de la cual se alcanzarían la civilización y el progreso. La presencia de la escuela liberal en la vida cotidiana de los padres de familia —atrapados en un vaivén de continuidades y rupturas, a pasos lentos, opacos y no progresivos— fue configurando un nuevo vivir en el que ésta se perfilaba como imprescindible para entrar en las dinámicas de la era moderna. Sin embargo, esta nueva realidad escolar debía competir por un lugar, si acaso modesto, en la cotidianidad de la población cuyas prácticas y cuyos valores tradicionales aún constituían una parte integrante de su existencia. La exposición de esta experiencia social tiene tres intenciones fundamentales. La primera consiste en demostrar, contrario a la visión general, que el público a quien se destinó la reforma escolar sí demandó educación. La segunda busca evidenciar una relación recíproca entre Estado caucano y padres de familia en la instauración y funcionamiento de escuelas oficiales, cuya expresión más concreta sería la cofinanciación de la educación. Y la tercera expone que, debido a la complejidad de la experiencia social, las actuaciones de los padres de familia de San Rafael, como seres humanos, fueron impredecibles. Seguimos el enfoque de la microhistoria italiana y su relación con la historia regional latinoamericana. Esta perspectiva aboga por rescatar a los individuos, sus identidades e historias personales que los hacen únicos, reivindicando el marco regional y local como un gran mosaico

12 Para conocer una reflexión en torno al uso de conceptos como tradición y modernidad desde una perspectiva histórico-conceptual, véase Javier Fernández Sebastián, “Política antigua-política moderna”, Mélanges de la Casa de Velázquez 35: 1 (2005), http://mcv.revues.org/1521. Este autor prefiere referirse a estas cuestiones en términos de herencias e innovaciones.

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donde la composición del diseño es plural y compleja13. Nos interesa exponer la forma en que aquellos padres de familia dieron vida a normas y reglas de juego, cuya ejecución fue configurando formas de un vivir político —no el esperado por la dirigencia liberal—, pero en el que poco a poco se fueron convirtiendo en actores de la comunidad política. Pretenderemos descubrir, detrás de las tendencias generales más visibles, las estrategias sociales desarrolladas por los diferentes actores en función de su posición y de sus recursos respectivos, individuales, familiares, de grupo, etc. A lo largo de la vida humana, parafraseando a Revel, emergen problemas, incertidumbres, elecciones, una política de la vida cotidiana centrada en la utilización estratégica de las reglas sociales14, y esta situación precisamente acaece con los padres de familia de San Rafael.

1. Necesidad y confianza en la educación

La escuela liberal formó parte del proyecto político abanderado por la dirigencia liberal radical, quien por medio de la Constitución de 1863 estableció una nueva organización políticoadministrativa denominada Estados Unidos de Colombia15. La elaboración de esta Constitución nos remite a los problemas que enfrentaba el país en la segunda mitad del siglo xix, y que se propusieron resolver los liberales radicales: el primero hacía alusión a la organización del Estado sobre la base de un modelo republicano y democrático; el segundo se encaminó a organizar la economía nacional en un modelo de desarrollo económico que les permitiera a los habitantes salir de la pobreza e ingresar a la civilización; y el tercero hacía hincapié en la creación de un sistema educativo que incorporara al país en el movimiento cultural, científico y tecnológico del mundo moderno16. La formación de ciudadanos que legitimaran el orden liberal republicano instaurado en el marco constitucional de 1863 requirió los poderes de la educación. Si el pueblo no tenía la

13 Ver: Giovanni Levi, La herencia inmaterial. La historia de un exorcista piamontés del siglo xvii (Madrid: Nerea, 1990); Santiago Muñoz y María Cristina Pérez, “Perspectivas historiográficas: entrevista con el profesor Giovanni Levi”, Historia Crítica 40 (2010): 197-205; Jacques Revel, “Micro-análisis y construcción de lo social”, Anuario del iehs 10 (1995): 125143; Adriana Kindgard, “Historia regional, racionalidad y cultura: sobre la incorporación de la variable cultural en la definición de las regiones”, Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales 24 (2004): 165-176; Sandra R. Fernández, Más allá del territorio. La historia regional y local como problema. Discusiones, balances y proyecciones (Rosario: Prohistoria, 2007); Elsy Bonilla Castro y Penélope Rodríguez Sehk, “El conocimiento científico de la realidad social”, en Más allá del dilema de los métodos (Bogotá: Norma, 1997), 47-76; y John H. Arnold, Una brevísima introducción a la historia (México: Océano, 2003), 83-129. 14 Jacques Revel, “Micro-análisis y construcción”, 130-131.

15 Los Estados Soberanos de Antioquia, Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena, Panamá, Santander y Tolima conformaron la república federal. 16 Jaime Jaramillo Uribe, “Los Radicales”, Credencial Historia 66 (1995): 4-7.

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capacidad y la “virtud necesarias para gobernarse” a sí mismo, la República era imposible. La “idea del Gobierno republicano” entrañaba “la de la capacidad del pueblo para ejercer por medio de la educación la soberanía de que se halla[ba] investido”17. Por ello, los liberales radicales crearon e implementaron el doip en el ámbito nacional, siguiendo así el espíritu de su tiempo: “la difusión de la instrucción primaria, gratuita y universal a través del mundo occidental”18. En 1870 los administradores liberales propugnaban el restablecimiento de la confianza pública, hacían eco del incremento comercial y la prosperidad agrícola; alardeaban del rápido vuelo que emprendía la instrucción pública y de los ventajosos resultados que acarrearían las mejoras materiales19. El llamado de los nuevos tiempos invitaba a la obra civilizadora del siglo xix, cuyo eje central consistía en educar, instruir e independizar a los pueblos, en la “misión cristiana de hacerlos iguales ante Dios y la ley”20. Entre los intelectuales de la segunda mitad del siglo xix, liberales, conservadores o católicos, la idea de Dios no contradecía el progreso tecno-científico; ellos sustentaron la necesidad racional de la idea de Dios y de las ideas morales, legitimando el conocimiento de la ciencia y de la religión al mismo tiempo21. De esta manera, el espíritu de la época, imbuido de un optimismo modernizador, concebía la educación como elemento fundamental en la formación de individuos adaptados a una sociedad dinámica, integrada a los progresos de la ciencia, la técnica, y a los valores de la democracia moderna22. Los reformadores colombianos, conocedores del discurso de la “civilización” occidental, no dudaban de los beneficios que la educación traería a su patria; consideraban que el auge de “las luces de la razón” daría el triunfo a “la ciencia contra la ignorancia y el fanatismo”23. Las escuelas se presentaron en este contexto como el lugar propicio para difundir los postulados del mundo moderno, y por ello, una de las disposiciones del decreto nacional consistió en fundar escuelas en todos los rincones del territorio conocido hoy como Colombia.

17 “Instruccion popular, Educación Americana (Adaptado por la Dirección Jeneral de Instruccion Pública)”, La Escuela Normal, Periódico Oficial de Instrucción Pública, Bogotá, 7 de enero, 1871, 10. 18 Jane Meyer Loy, “La educación primaria en el federalismo: La reforma escolar de 1870”, Revista Colombiana de Educación 3 (1979): 2, http:www.pedagogica.edu.co/storage/rce/artículos/3_obens.pdf. 19 Rafael García, Gaceta Oficial, Popayán, 30 de abril, 1870, 1091-1092.

20 Manuel Quijano, Informe del Secretario de Gobierno del Estado Soberano del Cauca a la convención de 1872 (Popayán: Imprenta del Estado, Director, J. Clímaco Rivera, 1872), 14. 21 Óscar Saldarriaga Vélez, “Gramática, Epistemología y Pedagogía en el siglo xix: la polémica colombiana sobre los Elementos de Ideología de Destutt De Tracy (1870)”, Memoria y Sociedad 8: 17 (2004): 49-51. 22 Gilberto Loaiza Cano, Sociabilidad, religión y política, 332.

23 Óscar Saldarriaga Vélez, “El canon de las ciencias universitarias en la Nueva Granada, 1774-1883”, en Independencia, educación y cultura. Memorias del Simposio, comps. Carlos Mario Recio Blanco y Humberto Quiceno Castrillón (Cali: Alcaldía de Santiago de Cali/Universidad del Valle/Instituto de Educación y Pedagogía, 2010), 172.

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2. Escuela liberal y padres de familia en el Estado Soberano del Cauca

El establecimiento de la escuela pública primaria obligatoria, gratuita y neutral en su orientación religiosa en el Estado Soberano del Cauca emprendió la marcha una vez se instituyeron dos convenios de instrucción pública con el Gobierno de la Unión24. Las modificaciones introducidas en los convenios buscaron defender la soberanía del Estado y atenuar el carácter laico de la reforma escolar25. No obstante, las directrices para la fundación de escuelas públicas conservaban los parámetros del decreto nacional, cuya base atribuía un papel protagónico a los padres de familia. ¿Cómo se establecerían las escuelas? El artículo 255 del doip estipulaba que los habitantes de cada distrito estaban obligados a sostener el número de escuelas primarias necesarias para que recibieran educación gratuita todos los niños de ambos sexos de siete a 15 años de edad. Los distritos serían los encargados de construir y conservar los edificios de sus respectivas escuelas, y en esta labor los habitantes, padres de familia, serían los principales contribuyentes. Además, los padres o guardadores debían hacerse cargo de los útiles de enseñanza de los alumnos26. Estas disposiciones, sin embargo, no fueron las únicas que involucraron a los padres de familia. Evidentemente, la estipulación de obligatoriedad de la escuela pública primaria afectaría de facto la cotidianidad de las familias caucanas, al igual que la idea —difundida por el debate político-religioso— del carácter irreligioso de la escuela pública liberal, aun cuando el decreto estipulaba proporcionar instrucción religiosa según la voluntad de los padres27. El local de la escuela liberal, entonces, representaba una barrera que marcaba distancia con un afuera “todavía tradicional y trascendente con el pasado colonial”28, y un adentro portador y portavoz de la modernización.

2.1. La escuela, entre interés e indiferencia

El interés de los padres de familia en la instrucción de sus hijos se manifestó en la fundación de escuelas o redacción de solicitudes destinadas a obtener la colaboración del ramo de instrucción pública para lograrlo. Como es sabido, la instalación de un plantel educativo dependía, en

24 El primero se estableció en abril de 1872 y el segundo en junio de 1874. Se encuentra en La Escuela Normal, Periódico Oficial de Instrucción Pública, Bogotá, 27 de abril, 1872, 129-130, y Registro Oficial, Órgano del Gobierno del Cauca, Popayán, 10 de octubre, 1874, 2-4.

25 Para mayores detalles sobre esta cuestión véase Fernanda Muñoz, “El ideal del nuevo ciudadano: entre educación moral, religiosa y republicana. Adaptación del Decreto Orgánico de Instrucción pública primaria de 1870 en el Estado Soberano del Cauca”, Historia y Espacio 37 (2011): 213-235. 26 “Decreto Orgánico de Instrucción pública primaria”, La Escuela Normal, Bogotá, 21 de enero, 1871, 36-37. 27 “Decreto Orgánico de Instrucción pública primaria”, La Escuela Normal, Bogotá, 7 de enero, 1871, 5.

28 Juan Carlos Echeverri Álvarez, “Libertad, independencia y educación entre la universalización y la recepción local. El sistema lancasteriano de enseñanza”, en Independencia, educación y cultura, 127.

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primera instancia, del factor financiero. El interés o entusiasmo en pro de la escuela no era suficiente, se requería poseer los recursos económicos para establecerla. En este sentido, los padres de familia y vecinos del distrito del Salado, en Cali, en octubre de 1874 solicitaron al presidente del Estado y de la dirección general de instrucción pública que lo auxiliasen económicamente para sostener la escuela primaria del distrito29. Expresaron que desde hacía años el distrito carecía de una escuela de primeras letras, “no por nuestra [su] culpa”, sino por motivos independientes de su voluntad, pues cuando contaron con las condiciones necesarias fundaron una escuela principal que fueron capaces de sostener, pero que a la fecha, debido a la carencia de recursos, se había extinguido a pesar de los esfuerzos realizados para recuperarla. Por ello, los padres de familia anhelando vivamente que sus hijos recibiesen “la luz bienhechora de la ilustración” pedían que se reconociera la pobreza de su distrito para obtener el auxilio correspondiente del Estado30. Una acción concreta emprendida por los padres de familia a favor de la creación de escuelas se constata en Santander. En julio de 1878, el jefe municipal, Antonio de Mosquera, informaba que en dicho municipio era notorio el “entusiasmo de la clase negra por la instrucción popular”, mientras que los morenos de “Cerro-gordo” y “Quinamayá” se habían asociado para obtener una inscripción voluntaria de dinero destinada a la construcción de una casa de escuela, pidiendo el apoyo, además, de la autoridad para llevar a cabo la idea con el auxilio del trabajo personal de los habitantes de los mismos caseríos31. La asociación destinada a obtener una inscripción voluntaria de dinero nos indica el interés de los padres por el establecimiento de escuelas, que ratifica de esta manera la premisa de cofinanciación de la educación. Otro elemento significativo que nos permite inferir este testimonio se relaciona con el factor racial. Si dichos actores sociales de “clase negra” estaban interesados en la instrucción de sus hijos, era porque vislumbraban la educación como un medio que favorecía su movilidad social, para entrar en las dinámicas de la civilización y el progreso.

29 Reconociendo que por lo menos la cuarta parte de los 157 distritos del Estado Soberano del Cauca eran pobres y sus recursos no alcanzaban para cubrir los gastos que demandaban la fundación y administración de las escuelas, el presidente del Estado caucano, Julián Trujillo, en septiembre de 1873, remitió un proyecto de ley reformatorio de la Instrucción Pública, en donde el artículo sexto disponía auxiliar a los distritos pobres cuyas rentas no alcanzaban para pagar al director de enseñanza primaria. Julián Trujillo, “Mensaje del Presidente del Estado á la Legislatura sobre Instruccion pública”, Registro Oficial, Órgano del Gobierno del Cauca, Popayán, 13 de septiembre, 1873, 3-4. 30 “Subdirección de Instrucción pública, Jefatura municipal de Cali. 1874”, en Archivo Central del Cauca (acc), Sección Archivo Muerto, t.i, paq.128, leg.34, s/f. Contiene treinta y seis (36) firmas, algunos de los nombres de los firmantes fueron: Manuel Antonio García, Rafael Orejuela, Pedro Pablo Salinas, José Joaquin Castillo, Vicente Zarria, Pedro Ramos, Manuel Dolores Lenis, Benjamín Espinosa, José María Perlaza, Francisco Rodríguez, Crisonto Trujillo, Santos Renfijo, Manuel Santos Riascos, Clímaco Salinas, Jose Joaquin Sea, entre otros.

31 “Subdirección de Instrucción pública, Jefatura municipal de Santander” (1877-1878), en acc, Sección Archivo Muerto, t.i, paq.140, leg.65, s/f. Esta labor la encabezaba el moreno Manuel María Guazá del caserío de Cerro-Gordo.

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En contraste con el interés demostrado por la “clase negra” de Santander, el director de la escuela elemental de niños de Magüi, en Barbacoas, informaba que los padres de familia no tenían interés en la instrucción de sus hijos porque “suponen no necesitar por ser de raza negra”32. Ya fuera ésta una consideración de los padres de familia o un juicio del director, lo cierto es que los padres de familia de “raza negra”, como sujetos históricos, asumieron posiciones divergentes en torno a la instrucción pública; así como podían manifestar desinterés por la instrucción de sus hijos, también podían mostrarse entusiastas por la instrucción popular. La premisa de cofinanciación de la educación se reviste de bases sólidas con el siguiente testimonio. En el municipio de Obando, los padres de familia interesados en la instrucción de sus hijos se comprometieron financieramente en el sostenimiento de la instrucción pública auxiliando las rentas municipales; su objetivo era la fundación de un colegio; por ello, se ofrecieron “de forma voluntaria” a contribuir con cuotas por tres años. En el punto quinto de su compromiso declaraban que todos contraían “una obligación civil”, quedando sujetos al cumplimiento de dicho compromiso, sometiéndose a las leyes del Estado y a las ordenanzas municipales, para ser compelidos toda vez que hubiera intención de faltar al compromiso33. El compromiso expuesto en términos de “obligación civil” nos muestra que dichos padres, además de reconocer la autoridad del Estado y sus leyes como juezas rectoras en el incumplimiento de su obligación, con el derecho legal de amonestarlos, tácitamente se representaron como ciudadanos, integrantes, si se quiere, de una incipiente sociedad civil en formación. El interés de los padres de familia caucanos en la educación de sus hijos no se manifestó exclusivamente en la cofinanciación de la educación o en la redacción de solicitudes destinadas a la creación de escuelas; el temor de que sus hijos olvidaran lo aprendido también constituyó otra representación en tal sentido. En agosto de 1880, en Rioblanco, en Popayán, por ejemplo, el inspector local de Instrucción pública primaria, Manuel María Bolaños, informaba que los padres de familia al ver el adelanto de sus hijos, “suplican que no se les dé vacante porque como

32 José del Castillo, “Informe del jefe municipal de Barbacoas correspondiente al mes de agosto de 1882”, El Escolar, Periódico Oficial de Instrucción Pública del Estado Soberano del Cauca, Popayán, 5 de octubre, 1882, 2.

33 Las cuotas ofrecidas voluntariamente fueron: Salvador Herrera, $100; Tomás Burbano, $50; Roberto Rosero, $50; Angel Rueda, $25; Evangelista León, $100; Gabriel Caldas, $25; Joaquin Chávez Chacón, $25, y otros contribuyentes, que alcanzaron la suma de $589; y hasta el vicario Ruperto Bucheli, $25. Salvador Herrera, “Carta oficial del señor Jefe municipal de Obando al señor Secretario de Gobierno, acompañándole copia del acta de compromiso que han contraido varios padres de familia para el sostenimiento de la Instruccion pública”, Registro Oficial, Órgano del Gobierno del Cauca, Popayán, 4 de abril, 1874, 2.

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son indígenas estúpidos34 se olvidan pronto de lo que han aprendido”35. Igualmente, en septiembre de 1881, desde Pitajó, se comunicaba al delegado de Instrucción pública primaria que, “por súplica de los padres de familia”, el director había convenido en seguir impartiendo las tareas escolares durante las vacaciones, “para que los alumnos no olviden lo que han aprendido”36. No obstante, los padres de familia no se mostraron interesados en el establecimiento de escuelas ni en el aprendizaje de sus hijos. El delegado de Instrucción pública del municipio de Buga, por ejemplo, en abril de 1875, informaba que la tarea de “elevar intelectual y moralmente a las masas populares” no era fácil, pues, a pesar de que los distritos de San Pedro, Cerrito y Guacarí disponían de fondos para poner en marcha la escuela, no funcionaba porque carecían de local, y esta situación sólo se explicaba, señalaba el delegado, por la falta de interés37. En el territorio del Caquetá, en 1872, tampoco hubo una aceptación satisfactoria hacia la escuela liberal. Se informaba que aunque se había establecido una escuela en el pueblo de Sibundoy, el Cabildo de indígenas y padres de familia protestaban afirmando que no enviarían a sus hijos a la escuela38. Los habitantes de este territorio aún no percibían el valor social de la educación, y por ello no les interesó la instrucción de sus hijos. Ahora bien, conociendo la diversidad de posiciones entre los padres de familia del Estado Soberano del Cauca hacia la escuela liberal radical, pasaremos a concentrarnos en el caso local de San Rafael (Pasto), cuya experiencia permitirá apreciar lo complejo de la trama social —sus tensiones, variaciones y contradicciones— en torno a una misma cuestión: admitir o rechazar la enseñanza de la escuela pública liberal.

3. Vaivenes del suceso: pasión por educación y religión. Los padres de familia de San Rafael (Pasto) ante la escuela liberal caucana

Entusiastamente, el 19 de febrero de 1876, el delegado del Departamento de Instrucción Pública primaria del municipio de Pasto, José María Navarrete, remitió una comunicación al superintendente general de Instrucción pública primaria de Popayán, acerca del nombramiento

34 Al elaborar sus reclamos, según Jame Sanders, los indígenas empleaban una estrategia retórica en donde se resaltaba su supuesta debilidad o inferioridad; aquí los vemos entonces empleando expresiones en tal dirección para conseguir una respuesta favorable a sus intereses. James Sanders, “Pertenecer a la gran familia granadina. Lucha partidista y construcción de la identidad indígena y política en el Cauca, Colombia, 1849-1890”, Revista de Estudios Sociales 26 (2007): 33. 35 “Pasto, Delegado, 1881”, en acc, Sección Archivo Muerto, t.i, paq.156, leg.58, s/f. 36 “Pasto, Delegado, 1881”, leg.58.

37 Pedro Molina, “Carta oficial del Delegado especial de Instruccion pública del Municipio”, El Escolar, Periódico Oficial de Instrucción Pública del Estado Soberano del Cauca, Popayán, 22 de abril, 1875, 225. 38 Manuel Quijano, Informe del Secretario, 12. Para ver más casos de interés e indiferencia hacia la escuela en el Estado Soberano del Cauca ver Fernanda Muñoz, “¿Quién quiere la educación? Proyecto educativo radical y padres de familia en el Estado Soberano del Cauca, 1870-1885” (Tesis de pregrado en Historia, Universidad del Valle, 2011), 144-183.

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de un preceptor para la localidad de San Rafael y la consiguiente instalación de la escuela. Informaba además sobre el comportamiento asumido por el párroco y algunos vecinos frente a dicho acontecimiento, y especialmente, de la actitud de los indígenas, algunos comerciantes y propietarios del lugar. Observemos en detalle el transcurso de los sucesos. Ante la promesa constitucional del preceptor elegido, Manuel Delgado, de regentar la escuela pública del distrito, los padres de familia presenciando el acto y aceptando el nombramiento “ofrecieron mandar a sus hijos al establecimiento literario”. Algunos vecinos, además, se obligaban voluntariamente a pagar el arrendamiento del local de enseñanza, pues ni la corporación municipal ni el Cabildo habían legislado sobre la materia —no establecieron los medios necesarios para obtener rentas—. Concentrado en la labor de instituir la escuela, el funcionario expresaba: “el Señor Cura y Vicario foráneo, me ayudó muchísimo en el planteamiento de la escuela:

bien, por pertenecer al bando republicano; bien, por ser y haber sido siempre partidario decidido de la educacion popular; en términos que en varias ocasiones exitó a sus feligreses, desde la Cátedra sagrada, en el sentido de que le mandasen a sus hijos, que él se encargaría de enseñarles los primeros rudimentos”39.

La instauración y funcionamiento de una escuela debía contar con dos elementos fundamentales: el Estado —en este caso representado por el funcionario, el delegado— y los padres de familia, quienes al ser los guardadores o acudientes de los niños compartían la responsabilidad y, en últimas, decidían enviar o no sus hijos a la escuela. En la localidad de San Rafael verificamos la confluencia de ambos componentes. En primer lugar, la participación del Estado al ejecutar la medida cuya disposición demandaba la creación de escuelas y la decisión acertada del delegado, al elegir un preceptor que contaba con el apoyo y las simpatías de los padres de familia. Y en segundo lugar, la decisión de los padres de enviar sus hijos al plantel educativo. Contamos así con la fundación de la escuela, su preceptor y el apoyo de los padres al confirmar la asistencia de sus hijos al nuevo establecimiento. Con estos dispositivos, la escuela podía emprender su marcha. La cita anterior corrobora además el despliegue de diferentes posiciones entre los prelados de la Iglesia ante la escuela liberal. Como bien señala Ortiz Mesa, existieron “dos Iglesias” en torno a la reforma escolar: una consideró la reforma como contraria a la tradición católica y se enfrentó a ella; y “algunos pocos”, obispos y clérigos liderados por el arzobispo Vicente Arbeláez, de Bogotá, buscaron evitar enfrentamientos con el gobierno liberal radical haciendo transacciones para que la Iglesia pudiera mantener su influencia en las escuelas, y se le garantizaran

39 “Distrito de San Rafael. Tangüa, Pasto, 19 de febrero de 1876”, en acc, Sección Archivo Muerto, t.i, paq.128, leg.34, s/f.

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las horas de educación religiosa dictadas por sacerdotes y laicos40. En San Rafael, el cura fue favorable a la escuela liberal; no sólo contribuyó a su creación sino que participó activamente alentando a los padres de familia desde la cátedra sagrada para que enviaran sus hijos al plantel educativo41. De esta forma, las acciones de este actor permiten apreciar la convergencia entre tradición y modernización, pues a pesar de representar a una institución tradicional, se mostró entusiasta por la educación popular, una de las premisas del mundo moderno. Resulta significativo, así, enfocar procesos y sujetos históricos a la luz de matices. La relación entre ministros de la Iglesia católica y escuelas públicas, entonces, no siempre fue conflictiva en el período administrado por la dirigencia liberal radical. Se constata alguna participación de sacerdotes católicos en la instauración de escuelas oficiales, y hasta se especulaba acerca de su pertenencia “al bando republicano”; pero necesariamente no se requería formar parte de dicho bando para ser entusiasta de la educación popular; los sacerdotes, independientemente de su adhesión política, enseñaban en las escuelas liberales. De esta manera, además de la confluencia Estado-padres de familia, los ministros del culto católico también desempeñaron papeles significativos en la fundación y funcionamiento de las escuelas; en la mayoría de casos, una respuesta positiva de éstos indicaba reacciones positivas de los padres de familia y, por ende, garantizaría la concurrencia de los niños al establecimiento público. En el proceso de implementación de la reforma escolar, los habitantes de Tangua (distrito al que pertenecía la localidad de San Rafael) demostraron interés especial por la educación de sus hijos. Por ejemplo, el 5 de abril de 1881 se informaba sobre la instalación de una escuela de niñas, que tendría buen éxito “porque estos son pueblos que se han convencido de que la educación es indispensable para ser buenos ciudadanos; i mas que todo de que para formar familias honradas es necesario que la mujer sea educada”42. Y en noviembre de 1881 se informaba que aunque el Gobierno no había fundado una escuela de varones, no por eso dejaba de existir, “pues los padres de familia sostienen una que está bastante adelantada”43. Este distrito, así, sobresalió por su interés en la educación.

40 Luis Javier Ortiz Mesa, Obispos, clérigos y fieles en pie de guerra. Antioquia, 1870-1880 (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia/Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, 2010), 62. Véase también Adriana Santos Delgado, “Conectarse con Dios en la frontera. Impresos católicos y sociedad: la experiencia del Magdalena durante los gobiernos liberales radicales del siglo xix”, Historia y Espacio 37 (2011): 128. 41 Para conocer otras referencias en torno a la favorabilidad de algunos ministros del culto católico hacia la reforma escolar o su participación en la “difusión de las luces” véase Jane Rausch, La educación durante el federalismo, 87-105; Jorge Enrique González, Legitimidad y cultura, 49; Jane Meyer Loy, “La educación primaria”, 6; Jairo Ramírez Bahamón, Historia social, 113.

42 “Informe del Delgado de Pasto, correspondiente al mes de marzo de 1881, Pasto, abril 5 de 1881”, en acc, Sección Archivo Muerto, t.i, paq.156, leg.58, s/f.

43 Miguel Arroyo, “Informe del Delegado de Instrucción Pública Primaria de Pasto”, El Escolar, Periódico Oficial de Instrucción Pública del Estado Soberano del Cauca, Popayán, 10 de noviembre, 1881, 6.

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Los habitantes de San Rafael no fueron la excepción; ellos emprendieron acciones encaminadas a cofinanciar la educación, como colaborar con el alquiler de la casa donde funcionaría la escuela, aumentar la cuota de sueldo del maestro, transportar al director que se haría cargo del establecimiento y llevar a la localidad los útiles de enseñanza. En este sentido, el delegado expresó: “No puedo pasar en silencio el entusiasmo de los indígenas, acaso la raza más desgraciada del género humano, en favor de la difusión de las luces, brindándose espontáneamente, para

ir o mandar traer a Pasto, a su costa, al Director que debiera colocarse al frente del esta-

blecimiento rudimentario, llevándole los vehículos de transporte que se les pidiesen, sin perjuicio de contribuir con un real por mes, para coadyuvar de alguna manera al alquiler de la Casa, y al aumento de la modesta cuota designada al Maestro, obligándose, igualmente, sin

remuneración alguna, a emprender viaje a Pasto con el objeto de conducir los útiles que se destinasen para la enseñanza de los niños que pertenecen a la seccion de San Rafael”44.

El postulado de reciprocidad entre Estado y familia caucana, y la premisa según la cual algunos padres de familia sí demandaron educación, se corroboran, nuevamente, con este testimonio. El llamado “entusiasmo de los indígenas por la difusión de las luces” nos abre el panorama sobre el alcance de la reforma escolar liberal radical; no sólo por llegar hasta localidades apartadas de la cabecera municipal, sino por cobijar a los distintos grupos étnicos que componían el Estado caucano, en este caso indígenas de la localidad de San Rafael, en cuyo imaginario la educación ocupaba un lugar relevante (las acciones emprendidas a favor de la escuela así lo demuestran). Dicha reciprocidad adquiere vigorosidad con la contribución monetaria ofrecida “voluntariamente” por los indígenas, motivada por la esperanza de contar con un plantel donde se educaran sus hijos. Este hecho no es nuevo, como pudimos apreciar en el anterior apartado, e incluso, se presentó en algunos países latinoamericanos45. De diferentes maneras, tanto por parte del Estado como de los padres de familia, la escuela pública tuvo partidarios, y así, de dos manos, pudo emprender su marcha. San Rafael también sobresalió por la actitud de algunos comerciantes y propietarios hacia el plantel educativo: “No sería gracia haceros una especial mención de el empeño de unos pocos ciudadanos comer-

ciantes y propietarios en beneficio de dicho Plantel, por cuanto ellos han salido de la esfera de

44 “Distrito de San Rafael. Tangüa, Pasto, 19 de febrero de 1876”, en acc, Sección Archivo Muerto, t.i, paq.128, leg.34, s/f.

45 Para conocer los casos latinoamericanos véase Sol Serrano, “¿Quién quiere la educación? Estado y familia en Chile a mediados del siglo xix”, en Familia y educación en Iberoamérica, coord. Pilar Gonzalbo Aizpuro (México: El Colegio de México, 1999), 158; María Loreto Egaña Baraona, La educación primaria popular en el siglo xix en Chile: una práctica de política estatal (Santiago: lom Ediciones, 2000), 181; Marta Irurozqui, “La ciudadanía clandestina - Democracia y educación indígena en Bolivia, 1826-1952”, Revista del Centro de Estudios Interdisciplinarios de América Latina y del Caribe (eial) 10: 1 (1998-1999), http://www1.tau.ac.il/eial/index.php?option=com_content&task=view&id=595&Itemid=293.

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lo vulgar, comprenden sus verdaderos intereses, poseen nociones civilizadoras y pertenecen a

otra raza distinta, cuando los miembros de la parcialidad, se hallan sumidos en la mas completa

ignorancia, y tienen desconfianza de todos, porque todos explotan con provecho su sencillez,

y los engañan, como por lo regular sucede con los leguleyos, rábulas o tinterillos políticos y forenses; y por eso su deseo es mas vivo y ardiente por ilustrar su entendimiento, o sea el de sus hijos, para que éstos sostengan sus propios intereses, sin dejarse fascinar”46.

La cita anterior permite verificar de nuevo el deseo de algunos padres de familia de instruir a sus hijos en correspondencia con la necesidad de satisfacer un objetivo específico: que sostuvieran “sus propios intereses” sin dejarse fascinar. La afirmación según la cual “todos explotan con provecho su sencillez” parece indicar falta de conocimiento, del entendimiento que proporcionaban la civilización y, por consiguiente, el mundo moderno. Entonces, para no dejarse engañar ni explotar de los leguleyos, rábulas o tinterillos políticos, portadores de nociones modernas, los comerciantes y propietarios querían y debían adquirirlas. Si deseaban ardientemente ilustrar el entendimiento de sus hijos fue porque entendieron que la defensa de sus asuntos debían hacerla bajo los parámetros abanderados por la república liberal, cuyo primer paso consistía en instruirse. Así, al ingresar en esa dinámica, algunos habitantes de San Rafael iban asimilando y adquiriendo los nuevos valores de la modernización; entre éstos, constituirse en ciudadanos ilustrados. En San Rafael —como en Bolivia y México47— se estaba asumiendo que el analfabetismo limitaba las posibilidades de defender intereses —políticos, económicos o sociales—, y la educación empezaba a reconocerse y aceptarse como sinónimo de progreso y civilización. Retomando los últimos sucesos acaecidos en San Rafael encontramos que el 27 de febrero de 1876 se remitió una comunicación alarmante al superintendente general de Instrucción pública de Popayán, en la que, desconsolado, el delegado informaba haber perdido la esperanza de que los niños se matricularan en las escuelas oficiales como consecuencia de la guerra sistemática emprendida contra éstas; pues aun en las localidades donde se manifestó más entusiasmo por la instrucción popular, refiriéndose a San Rafael, hubo un “cambio tan súbito, cuanto inesperado”. Sólo bastaron ocho días para que se invirtieran los papeles completamente. El inspector local de San Rafael anotó:

46 “Distrito de San Rafael. Tangüa, Pasto, 19 de febrero de 1876”, en acc, Sección Archivo Muerto, t.i, paq.128, leg.34, s/f.

47 En Bolivia, entre los siglos xix y xx, los indígenas elaboraron peticiones de ciudadanía, cuya base se centró en la educación; ellos solicitaron la creación de escuelas porque a través de la educación podían acceder al estatus social necesario, la ciudadanía, para defender sus propiedades de tierra. Véase Marta Irurozqui, “La ciudadanía clandestina”. En la segunda mitad del siglo xx, en México, igualmente, la necesidad de conocer las leyes para defender sus derechos condujo a las comunidades indígenas a pedir una intensificación de la enseñanza educativa. Véase Engracia Loyo B., “En el aula y la parcela: vida escolar en el medio rural (1921-1940)”, en Historia de la vida cotidiana en México, siglo xx: campo y ciudad, t. v, vol. 1, coord. Aurelio de los Reyes (México: El Colegio de México, fce, 2006), 284.

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“[…] a pesar de mis esfuerzos y de algunos vecinos de este Distrito no se ha podido conseguir el que la fundación de la escuela primaria en esta seccion del Municipio fuese una realidad; pues que los padres de familia protestan contra dicho establecimiento: y si uno que otro que no pasan de cuatro han colocado a sus hijos, tampoco consienten en que sean matriculados”48.

El entusiasmo demostrado de manera inicial por la fundación de la escuela primaria de San Rafael se desvaneció con celeridad. La amenaza de excomunión proclamada por algunos prelados de la Iglesia católica logró atizar velozmente la acción de los padres de familia contra las escuelas oficiales. Desde 1875 el presidente del Estado caucano comunicaba que en ese territorio se debían redoblar los empeños a favor de la ilustración del pueblo, pues las dificultades se incrementaban porque el prelado de la diócesis del Cauca ejercía una oposición constante contra los establecimientos de enseñanza costeados por la nación y el Estado; el Obispo de Popayán se negaba a designar maestros de religión para dichos establecimientos y había prohibido a los padres de familia, “bajo las censuras más graves de la Iglesia”, que mandaran sus hijos a las escuelas públicas oficiales49. Los padres de familia, creyentes fervorosos, herederos de una tradición católica, se sintieron totalmente vulnerables ante dicha intimidación; no concebían una existencia fuera del culto católico, apartados de su Dios cristiano y sin los recursos espirituales que les garantizarían la vida eterna. El temor ocasionado por dicha amenaza alcanzó tal grado en la cabecera del distrito de Yacuanquer, por ejemplo, que el 12 de abril de 1876, José María Navarrete informaba sobre la decisión de cerrar la escuela pública de niños porque los padres de familia, tomando con violencia el libro de matrículas, habían borrado sus nombres50. Y es que el espíritu católico y carácter apasionado de los pobladores pastusos era un aspecto bien conocido. En su paso por Pasto, meses antes de desatarse “la guerra de las escuelas”, por ejemplo, el francés Édouard André describió así la situación: “En nuestros días, el espíritu católico y realista de los pastusos subsiste en toda su integri-

dad, y puesto en jaque varias veces al gobierno del estado del Cauca levantando la enseña de la rebelión. Precisamente a mi paso por allí, la revolución considerábase inminente, y los cerebros ardían de impaciencia y coraje contra los liberales”51.

48 “Distrito de San Rafael. Tangüa, Pasto, 19 de febrero de 1876”, en acc, Sección Archivo Muerto, t.i, paq.128, leg.34, s/f.

49 Julián Trujillo, “Mensaje del Presidente del Estado Soberano del Cauca a la Legislatura de 1875 (Continuación)”, Registro Oficial, Órgano del Gobierno del Cauca, Popayán, 3 de julio, 1875. 50 “Distrito de San Rafael. Tangüa, Pasto, 19 de febrero de 1876”, en acc, Sección Archivo Muerto, t.i, paq.128, leg.34, s/f.

51 Édouard André, “América Equinoccial (Colombia-Ecuador)”, en América Pintoresca, t.iii (Barcelona: Montaner y Simon Ed., 1884), 753.

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Ahora bien, más que la asistencia a las escuelas públicas, el meollo del asunto radicaba en la firma del libro de matrículas. En enero de 1876 el superintendente general de Instrucción pública del Estado Soberano del Cauca, Jorge Isaacs, informaba la dificultad para que los padres de familia firmaran el libro de matrícula de sus hijos, pues los enemigos de la educación popular, con el objetivo de impedir la firma, pregonaban que tal acto implicaba inmediatamente la supresión de la enseñanza de la religión católica en los establecimientos públicos, y manifestaban además que todos, los directores y maestros, eran protestantes52. Concentrándonos en el asunto de la asistencia de los “cuatro niños” a la escuela primaria de San Rafael, a pesar de las amenazas y negativa ante la matrícula, este hecho ilustra cierto interés por la instrucción, aunque se hallara más impregnado en algunos padres de familia que en la mayoría de los pobladores. Esta situación, en correspondencia con la registrada en Yacuanquer, representa la autonomía de dichos actores ante la legislación de instrucción pública, pues su accionar no se rigió por las disposiciones legales. Los padres de familia podían aprovechar los beneficios proporcionados por el Estado, en este caso la instrucción de sus hijos, sin verse perjudicados, tanto legal como espiritualmente, al no firmar la matrícula. Al borrar sus nombres o no firmar el libro de matrícula de sus hijos, además de no contrariar la opinión de algunos ministros del culto católico, los padres de familia se liberaban de la sanción contraída frente al posible incumplimiento de su compromiso, y al mismo tiempo sus hijos podían adquirir conocimientos hasta donde ellos lo decidieran y sin temor de verse sancionados53. Siendo la religión católica entonces un elemento esencial en la vida de la mayoría de los habitantes de los Estados Unidos de Colombia y, por supuesto, de San Rafael, su accionar es por completo inteligible; ante las amenazas de excomunión reaccionaron apasionadamente, como lo hicieron una vez a favor de la escuela oficial, sólo que ahora en dirección inversa. El final del suceso comprobó que el accionar de los padres de familia se direccionó hacia la defensa de un interés tradicional, la religión católica; y por ello, sus reacciones deben interpretarse en tal sentido, confiriéndoles márgenes de acción donde se representan como sujetos activos con posibilidades de elección divergentes respecto a las abanderadas por la dirigencia liberal.

52 Jorge Isaacs, “Circular número 39, á los Delegados municipales, acerca de la resolucion número 12, ‛sobre matrículas’”, El Escolar, Periódico Oficial de Instrucción Pública del Estado Soberano del Cauca, Popayán, 13 de enero, 1876, 414-415.

53 La ley 48 de 1875 señalaba al respecto —desde el artículo 54 hasta el 58—: por el acto de matricular un niño en una escuela pública, el padre, acudiente, guardador o responsable legal del niño, contraía el compromiso civil de mantenerlo en ella durante el año escolar. En cada escuela habría un libro de matrículas donde pondría la firma el responsable; en ese libro se especificaría el compromiso del padre, el guardador u otro, consistente en hacer concurrir al niño puntualmente a la escuela durante el año escolar. Los individuos que faltasen al compromiso anterior incurrirían en una multa de diez centavos (10cv) a cincuenta pesos ($50), impuesta por el respectivo alcalde. Véase César Conto, “Aviso Oficial”, El Escolar, Periódico Oficial de Instrucción Pública del Estado Soberano del Cauca, Popayán, 21 de octubre, 1875, 322.

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Consideraciones finales El siglo xix en el mundo occidental fue testigo de la eclosión del mundo moderno con

su mancomunado sistema republicano, donde postulados como soberanía, ciudadanía, progreso, civilización, se enarbolaban como base de la nueva era. La “civilización”, opuesta a la “barbarie”, se identificaba con la cultura escrita, y por ello se hacía necesario alfabetizar la población. La dirigencia liberal colombiana, además de buscar la “civilización” y el “progreso” pregonado por el discurso de la época, requería legitimar el nuevo orden liberal establecido constitucionalmente. En este sentido, reconocieron la necesidad de implantar un sistema educativo general, el doip; el pueblo, “ilustrado”, se convertiría en el nuevo ciudadano del Estado-nación; podría ejercer su soberanía, y así, legitimaría el sistema republicano. En el Estado Soberano del Cauca la ejecución del decreto nacional encontró en la reacción de los padres de familia aspectos positivos y negativos, cuyo desenvolvimiento evidenció la constante tensión entre herencia e innovación. Algunos padres de familia se mostraron interesados en el establecimiento de escuelas públicas coadyuvando financieramente en el sostenimiento o fundación de planteles educativos y remitiendo comunicaciones en las que solicitaban la ayuda del Gobierno estatal para fundar escuelas; también se mostraron interesados en el proceso de aprendizaje de sus hijos, como lo constatan las peticiones de enseñanza en días de vacaciones, pues les preocupaba que sus hijos olvidaran lo aprendido. Sin embargo, no todos los padres de familia reconocieron la necesidad social de educación, que se manifestó en el desinterés hacia las escuelas. El caso de los padres de familia de San Rafael nos permitió apreciar la convergencia entre tradición y modernización. Estos actores —a pesar de mostrarse interesados en la instrucción de sus hijos y de emprender acciones hacia tal objetivo; reconociendo la necesidad de educación para obtener beneficios y defender intereses, quizá de tipo económico, cultural o de posicionamiento social— fueron interiorizando e incorporando en su vida cotidiana algunos preceptos del mundo moderno, que, por constituir un orden en construcción, fueron débiles ante la embestida proclamada por una institución de vieja data, la Iglesia católica. En este sentido, es comprensible que ante las amenazas de excomunión proclamadas por algunos prelados de la Iglesia, los padres de familia, creyentes fervorosos, hubieran decidido actuar en defensa de su religión. La permanencia de sus hijos en las escuelas públicas significaba poner en riesgo la integridad espiritual y terrenal conferida por la religión católica, situación que era inconcebible para la mayoría de la población; así, la solución más lógica dentro de su sistema de creencias consistió en no arriesgarse. En definitiva, evidenciamos el acierto metodológico microhistórico de abordar a los actores sociales con todas sus complejidades y posibilidades de acción. Se demostró que si reducimos la escala de observación de los fenómenos estudiados encontraremos a los sujetos

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históricos actuando en una red de relaciones donde emergen diversas estrategias sociales en función de su posición y recursos respectivos. Desde esta perspectiva, el conflicto aparece como una consecuencia natural de las relaciones sociales, en las cuales cobran relevancia el accidente y el azar históricos. Partiendo de dichas consideraciones, iniciamos la búsqueda de explicaciones más completas, incluso diferentes, de los procesos históricos; con conclusiones provisionales, pero multicausales y complejas.

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Memoria e historia: entrevista con François Hartog doi: 10.7440/histcrit48.2012.10

Renán Silva

Profesor del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). Doctor en Historia por la Universidad de París i, Panthéon-Sorbonne (París, Francia). Miembro del grupo de investigación Sociedad, Historia y Cultura (Categoría A en Colciencias). rj.silva33@uniandes.edu.co

François Hartog (1946) es un historiador francés que, al igual que muchos de sus colegas, estudió en la Escuela Normal Superior de París. Es autor de una destacada tesis doctoral que se convirtió en un libro ampliamente reconocido en el campo de la historia y de la historiografía: Le miroir d’Hérodote. Essais sur la représentation de l’autre1. Alumno de Jean-Pierre Vernant —autor sobre el que ha escrito en diversas ocasiones artículos y análisis— y lector bastante crítico de Reinhart Koselleck. Su trabajo se centra, además de la Grecia antigua, en el pensamiento histórico del siglo xix, como se aprecia en su libro sobre Fustel de Coulanges2. Actualmente François Hartog es director de estudios de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (ehess) en París, y también profesor y conferencista en varias universidades europeas y norteamericanas. Desde hace algunos años ha consagrado su reflexión al problema del tiempo histórico, cuestionando las relaciones y las articulaciones entre el pasado, el presente y el porvenir en las sociedades contemporáneas y pasadas, lo que le ha permitido crear la noción de “régimen de historicidad”, título que lleva precisamente uno de sus libros. Hartog se ha interesado, además, en América Latina, como lo demuestran su seminario en la ehess, los estudiantes que allí se reúnen, así como su presencia en Brasil, Argentina y México. A propósito de la próxima visita del profesor Hartog a la Universidad de los Andes, quisiéramos formularle algunas preguntas relacionadas con la actualidad histórica e historiográfica. A pesar de que no es posible plantear todas las preguntas que suscitan sus trabajos, vamos a abordar algunos problemas relacionados con el presente en nuestras sociedades (en Europa y América Latina). Las preguntas tienen que ver con la memoria, con la función de la historia en la 1 Versión en castellano: El espejo de Herodoto. Ensayos sobre la representación del otro (México: fce, 2003). 2 Le xixe siècle et l´Histoire —Le cas Fustel de Coulanges (París: Presses Universitaires de France, 1988). Otras obras importantes de François Hartog son: Mémoire d’Ulysse. Récits sur la frontière en Grèce ancienne (París: Gallimard, 1996) —con traducción al castellano del fce, 1999—; Régime d’historicité. Présentisme et expériences du passé (París: Seuil, 2003) —con traducción al castellano de la Universidad Iberoamericana, 2007—; Anciens, modernes et sauvages (París: Galaade Éditions, 2005). También dirigió la edición crítica de Vies parallèles de Plutarco y de Histoire de Polibio (París: Gallimard, 2003).

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actualidad y, por supuesto, con el papel del historiador, sus relaciones con el testimonio y, finalmente, el patrimonio. Se trata de interrogantes que están en el centro de las reflexiones de este gran historiador que es François Hartog. 1. ¿Podemos hoy en día hablar de un revival de la memoria?

Bueno, podemos hablar de un revival de la memoria si así lo queremos decir. Pero ante todo lo que sorprende es el carácter inédito y la amplitud del fenómeno del renacer de la memoria. En este sentido, la memoria, el presente y la globalización se encuentran ligados y toman, según los lugares y los momentos, configuraciones diferentes. En Europa, por ejemplo, a mediados de los años 1980, es clara la emergencia del énfasis en los asuntos de la memoria en el espacio público: literatura, arte, museos, filosofía, ciencias sociales, discurso político, le han dado cada vez un lugar más amplio. La cronología, la extensión, las formas diversas del fenómeno, son hoy conocidas y han sido clasificadas. Después de los “treinta gloriosos”, que corresponden en Francia y Europa a los años 1945-1975, el historiador Jean-Pierre Rioux ha arriesgado la expresión “los treinta memoriosos” para caracterizar el fenómeno. Este deslizamiento de la historia a la memoria indica, como nos damos cuenta hoy, un cambio de época. Desde la Revolución Francesa la historia y la memoria, en efecto, han marchado como dos grandes veleros que navegan uno al lado del otro: tanto se alejaban, tanto se encontraban. En conjunto la historia impuso su ley, pues estaba orientada hacia el futuro, se guiaba por las leyes del progreso y la evolución, construyendo cada día el relato del devenir. Pero las grandes crisis que ha atravesado la sociedad han traído, con ritmos variables, impulsos y ascensos de la memoria, de los cuales la historia, en parte, se ha nutrido, transformándolos en historias, primordialmente nacionales. Se perciben tales ascensos e impulsos de la memoria después de 1820, alrededor de 1880, antes y después de 1914, y desde mediados de los años 1970. Pero el fenómeno, alimentado por lo que designo como régimen de historicidad, se ha hecho más complejo. Hasta no hace mucho, el simple enunciado del término “Historia” (con mayúscula) valía como explicación: la “Historia” quiere, juzga, condena… Hoy, aunque de un modo diferente, la memoria se ha transformado en la palabra maestra que dispensa decir cualquier otra cosa: es un derecho, un deber, un arma. Duelo, trauma, catarsis, trabajo de la memoria, piedad, compasión, la acompañan. Hoy, en un cierto número de situaciones, se recurre a ella, no como complemento o como suplemento de algo, sino como reemplazo de la historia. Se la ha constituido como alternativa a una historia que, como se piensa de manera corriente, ha muerto; que es la historia de los vencedores y no la de las víctimas, los olvidados, los dominados, los colonizados, las minorías. Una historia encerrada en la nación, donde los historiadores están al servicio de una “versión oficial”. Y se habla entonces de la memoria como “alternativa terapéutica” frente a un discurso histórico que no habría sido más que una “opresiva ficción”.

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Las críticas a la modernidad y el fenómeno de la globalización han conducido a poner en entredicho la disciplina histórica y a hacer profundas reformulaciones de ella. En medio de una bibliografía creciente, hoy se puede hablar al menos de Connected history, Shared history y Global history; y del lado de los cuestionamientos del discurso histórico, hablamos de los estudios subalternos, de los estudios poscoloniales y de los estudios culturales, desde donde se ha llamado a una “provincialización de Europa”, una perspectiva que ha encontrado su estandarte en el libro de Dipesh Chakrabarty. Vista desde fuera, Europa (pero, ¿qué es esta Europa reducida a unos cuantos rasgos esenciales?) pierde esa excepcionalidad de la que por lo menos desde el siglo xviii ha hecho su “negocio”. Sobre estas bases se ha afirmado la construcción de historias alternativas y se ha expresado a veces el rechazo a la historia, acusada de ser una invención occidental que los colonizadores han llevado en su equipaje. Existen numerosas formas, unas más elaboradas que otras, pero que tienen como rasgo común la pretensión de restablecer, de reencontrar, una línea de continuidad con unos orígenes desaparecidos, cuasiborrados, pero que no dejan de estar ahí. Orígenes hoy en día reencontrados y reconocidos como patrimonio, con trazos que designan una identidad auténtica: “prehispánica”, “precolonial”, “primera”, “autóctona”, etc. Los fundamentalismos religiosos (en particular el Islamismo radical) son, ante todo, la expresión de un rechazo a la historia, inseparable de una manera de estar al mismo tiempo en el presente de la globalización. Los tiempos de los orígenes que se pretende reinstalar no han existido, desde luego, nunca bajo esa forma. Se tiene ahí, desde el punto de vista del tiempo, una manera de hacer coexistir el culto del pasado y el “futurismo”. 2. Teniendo en cuenta ese recurso sistemático a la memoria, ¿se puede decir que se trata del

uso privilegiado que se hace hoy del pasado?

Sí, desde luego. Obsérvese, por lo demás, que hoy se habla más de pasado que de historia. Pasado y memoria van de la mano. Memoria es evocación, convocación, aparición de un elemento del pasado en el presente, y, ante todo, memoria es un uso interesado del pasado. En un momento determinado, cuáles elementos son “seleccionados” y por qué, ése es el interrogante que queda por responder. Pero la memoria permite también escapar del exclusivo presente, salir del “presentismo”, para hacer advenir momentos del pasado, momentos que han permanecido —si se quiere— en el olvido y como parte de un sufrimiento, y que forman parte de un tipo particular de olvido, puesto que de esos acontecimientos, de esas situaciones y de esos personajes no tenemos ningún recuerdo directo, ya que no los hemos conocido. A lo mejor existen algunas trazas inciertas, pero no más. Se trata pues de una memoria que nada tiene que ver con la memoria involuntaria (aquella descrita y vuelta famosa por Marcel Proust), ni con aquella memoria transmitida (comenzando por la memoria familiar). Al

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contrario, es una “memoria encuestadora”, archivística, historiadora, como la ha designado Pierre Nora. Es la memoria que no se tiene, pero que responde a una forma más o menos oscura de insistencia en el pasado, un pasado que no pasa y que golpea a nuestra puerta. ¿Cuántas encuestas de historia oral, cuántas obras literarias se han construido con ese esquema, desde las primeras novelas de Patrick Modiano, a finales de los años 1960, hasta esa obra maestra que son Les Disparus (2006) del escritor norteamericano Daniel Mendelsohn? El libro de Mendelsohn es un largo relato basado en una encuesta que realizó durante años con grupos de padres polacos, gentes que nunca había conocido, puesto que el escritor nació en Estados Unidos, y sus propios padres también. Originaria de una pequeña ciudad de Galitzia (entonces Polonia), su familia fue asesinada por los nazis entre 1942-1944. Era todo lo que sabía el escritor al comenzar su trabajo. Al final sabía mucho más. Cómo y cuándo murieron. Pero también cómo vivieron; con una pregunta de fondo que el escritor no deja de plantearse a todo lo largo del texto: ¿hasta qué punto puede uno acercarse a los muertos? 3. En un trabajo sobre el tema de los usos políticos del pasado en el que usted participó,

Jacques Revel decía algo así como: “Desde luego que tenemos necesidad de memoria, pero también tenemos necesidad de historia” [de análisis histórico]. ¿Qué comentario le merece

esa afirmación? ¿Existe una tendencia de reducción del análisis histórico a las “políticas de memoria”?

Toda la temática de los años 1980 alrededor de la memoria ha desempeñado un papel importante, lo mismo que las definiciones de patrimonio y el tema poderoso de la identidad. Esas nociones son signos que nos ponían de presente que algo había cambiado en nuestras relaciones con el tiempo. La identidad se convertía ahora en una inquietud. ¿Cómo hacer reconocer mi identidad y cómo defenderla? El ascenso de la temática de la identidad va de la mano con las incertidumbres del porvenir. No estoy seguro ya de poder seguir siendo lo que era, si se tienen en cuenta las diversas “amenazas” que pesan sobre mi existencia. Desde luego que eso que yo invoco como “lo que era” es en buena medida una construcción imaginaria. En el centro de todas esas palabras y nociones tan populares en los años 1980 lo que se constata es una incertidumbre sobre el futuro. Un futuro sobre el que se había tenido certeza hasta ese momento, pero que deviene hoy en problemático y que conlleva, casi que por sustitución, el ascenso del presente. Los años recientes han visto multiplicarse por todas partes la puesta en marcha de “políticas de la memoria”. Son, de hecho, opciones de los gobiernos, de instituciones internacionales (como la onu) y de grandes asociaciones. La aparición de numerosas “comisiones de la verdad” y la creación de la Corte Penal Internacional participan en ese ascenso de la memoria y son algunas de sus expresiones más fuertes.

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4. Hace varios años ya, y por relación con sus propios trabajos, Annette Wieviorka habló

de “l’ère du témoin” [“la era del testigo”]. ¿Puede ser válida esa caracterización, más allá del genocidio, para designar una parte grande del trabajo historiográfico actual?

En efecto, desde el proceso de Eichmann en Jerusalén en 1961, testigos y víctimas —es decir, los testigos como víctimas— han salido a plena luz. La autoridad del testigo se encuentra reforzada por su calidad de víctima. En el juicio, durante las declaraciones, el acusado se encuentra frente a algunas de sus víctimas. En efecto, por primera vez unos testigos —es decir, unas víctimas— son llamados a testimoniar, no sobre Eichmann, a quien nunca conocieron, sino sobre eso que habían soportado, sobre sus sufrimientos. Desde entonces un testigo deviene la voz y el rostro de una víctima, un sobreviviente que escucha, pero también una persona a la que se hace hablar, que se graba y que se filma. A este respecto, la iniciativa reciente de mayor amplitud en este campo es la que ha lanzado la Fundación Spielberg, con el objetivo de recoger todos los testimonios de todos los sobrevivientes de los campos nazis, para tener en directo (on line) la verdadera historia de la deportación a través de la voz misma de las víctimas. Obsérvese que en un dispositivo como ése, la mediación del historiador se vuelve no solamente inútil, sino peor: dañina, pues, idealmente, nada debe venir a entorpecer el encuentro directo (cara a cara) entre el testigo y el espectador, que está llamado a ser, a su turno, un testigo del testigo, un testigo delegado (a vicarious witness, como se dice en inglés). 5. Es compleja la situación del historiador en la sociedad. Es un actor social, es un testigo

y es un analista distanciado, al mismo tiempo que no puede escapar al “régimen de historicidad” que le impone su propia sociedad. ¿La historiografía del siglo xxi tiene nuevas formas de

encarar las dificultades del trabajo histórico para que éste intente aún mantenerse como un “relato con pretensión de verdad” (Chartier) y no sólo como un relato?

El hecho de que uno se haya puesto a hablar más de memoria y menos de historia, el ascenso al primer plano de los conceptos de identidad, de conmemoración, de patrimonio, etc., todos esos fenómenos revelan, en resumen, que existen dudas sobre la capacidad de la historia para aprehender concretamente el mundo contemporáneo. Se ha producido eso que llamo la pérdida de la “evidencia de la historia”. Hablar de “Historia” con mayúscula es algo a lo que uno no se arriesga hoy en día. Incluso si no se ha sabido nunca exactamente qué quería decir la expresión, ella dejaba entender que la “Historia” conducía a la humanidad a algún lugar (¡aunque fuera a su pérdida!). La “Historia” era esa potencia al servicio de la cual había que ponerse, pero también esa potencia a nombre de la cual uno era condenado o salvado. Esto ha terminado. El nombre “Historia” permanece, pero ya no creemos en ese significado, aunque no sepamos con qué reemplazar la

palabra. Por mucho tiempo la “Historia” ha sido ese juez último delante del cual uno ganaba o perdía el juicio que determinaba el porvenir. Hoy es, por el contrario, aquello a lo que uno juzga. Ahora la Historia es aquella instancia que tiene que rendirnos cuentas a nosotros.

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Dicho esto, hay que agregar que la “memoria” no puede ocupar el lugar de la historia. Desde luego que tiene un lugar, pero no es el mismo que el de la historia. Todo un conjunto de operaciones dependen en adelante de la memoria o de su magisterio: las relaciones con el pasado en general y, más específicamente, el vasto dominio de los crímenes (recientes o menos recientes) que han sido perpetrados, el lugar reconocido a los testigos, la escucha de las víctimas, la reparación (cuando ésta es posible) de los golpes sufridos, la promulgación de “leyes de memoria”, la puesta en marcha de “políticas de memoria”, la gestión del “deber de la memoria”. Todas ellas tareas considerables. Queda una diferencia entre historia y memoria: su relación con el futuro. La historia —aquella correspondiente al concepto moderno de historia, aquella sobre la cual el mundo se apoyaba desde el siglo xix— miraba el pasado a la luz del futuro. La memoria observa el pasado a la luz del presente. Ésta es una diferencia mayor de punto de vista y de perspectiva, pues en el caso de la historia no se trata de juzgar, sino que resulta preferible apreciar, comprender. Se trata del signo de un cambio de época. 6. Posiblemente, así como se habla de un revival de la memoria, podría hablarse de un resur-

gimiento extremo de la idea de patrimonio. ¿Existen relaciones entre el ascenso de las “políticas de conservación de la memoria” y esa cierta tendencia a constituir en “patrimonio de la humanidad” y objeto de culto todo lo que el homo faber ha producido?

El patrimonio, sobre el cual la sociedad se ha volcado desde los años 1980 —en Francia el año 1980 fue declarado como el año del patrimonio—, se ha convertido en un nombre cuya evidencia es el propio patrimonio. A nombre del patrimonio se hace de todo. Las políticas públicas también le dan un lugar, y en adelante todo parece susceptible de recibir la etiqueta de “patrimonio”. De hecho, patrimonio es una noción para un tiempo de crisis. La preocupación por el patrimonio es una de las expresiones de una crisis del tiempo. En la trayectoria del término patrimonio, uno de los puntos de inflexión ha sido su paso de la esfera de la cultura a la esfera de la naturaleza. Esta operación, jurídica en un primer momento, ha tenido toda suerte de efectos. Se pasa del imperativo de la conservación (previa restauración) a la exigencia de la preservación (en vista de prevenir la degradación) de ese bien inalienable que constituye el patrimonio natural. La unesco ha sido el principal laboratorio de esas transformaciones que, además, han sido inscritas en una serie de convenciones. La Convención de 1972 reunió por primera vez el patrimonio cultural y el natural. Así mismo, el patrimonio se convertía no sólo en una cosa producida por el pasado, sino que se le relacionaba con el porvenir, puesto que el desa-

fío era transmitir a las generaciones futuras no solamente monumentos restaurados, sino un mundo viable; de ahí la invocación, convertida en invocación ritual, de “hacer algo por las generaciones futuras”, con las ambigüedades que arrastra tal expresión, pues, ¿acaso

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decidir por ellas no es de alguna manera un abuso de poder? ¿A partir de nuestro presente (y, en el fondo, por él) ejercer un abuso, como se dice, de posición dominante? Aunque no hacerlo, ¿no es correr el riesgo de dejar a esas generaciones una Tierra que se asemejaría —para tomar un ejemplo de una novela reciente de gran éxito— a la que descubre Cormac McCarthy en La Route?... Es decir, un mundo que después de la catástrofe acaba de morir. Ahí se plantea toda la cuestión de la irreversibilidad de nuestras acciones, y lo que es peor, de todas nuestras inacciones. Se trata de asuntos complejos difíciles de desenredar, por muchas razones, pero en particular por las escalas temporales múltiples y relacionadas que se implican: lo inmediato, lo local, lo regional, lo global, todo a la vez, y en una duración casi sin fin. La realidad de un futuro que puede ser radiactivo en unas decenas o centenas de miles de años es difícil de pensar. Nuestras maneras actuales de actuar en el tiempo y sobre el tiempo no parecen capaces de enfrentar la situación. Apenas si existen las instancias para gestionar tales tipos de tiempo y poner en marcha las políticas necesarias. En fin, los más incapaces de todos, teniendo en cuenta el universo en el que actúan, son los políticos. El comportamiento del Primer Ministro japonés, en el momento de la catástrofe de Fukushima es un ejemplo de antología. 7. Finalmente, ¿cuáles son sus actuales proyectos de investigación, en qué libros trabaja en

la actualidad?

Acabo de terminar dos libros, que deben aparecer en enero de 2013. El primero, que tiene por título Croire en l’histoire, estudia el concepto moderno de historia desde siglo xix hasta el siglo xxi, a través de la cuestión de la creencia en la historia. Hace un momento hablaba de la pérdida de evidencia de la historia. En el siglo xix, la Historia, escrita con mayúscula, se convirtió en una evidencia. Este (nuevo) mundo “histórico” ha sido una representación dominante. Los historiadores, con toda seguridad, pero también los novelistas, los artistas, los filósofos y los políticos la han hecho suya. La Historia ha sido el gran objeto de las creencias de la época moderna. Hoy en día ya no resulta ser así, o en todo caso lo es mucho menos. ¿Pero entonces en qué creemos cuando se invoca la historia, incluso con minúscula, o cuando se prefiere recurrir a la memoria? El segundo es un libro de entrevistas titulado La chambre de veille. Se trata de otra manera de interrogar la coyuntura presente a través de mi propia trayectoria intelectual. Cómo ha avanzado esta interrogación sobre la historia, que es al tiempo la pregunta de una vida.

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Reseñas Paredes Cisneros, Santiago. Algo nuevo, algo viejo, algo prestado. Las transformaciones urbanas de Barbacoas entre 1850 y 1930. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Artes, 2009, 236 pp. doi: 10.7440/histcrit48.2012.11

Jorge Luis Aparicio

Docente contratista de la Universidad del Valle, Sede Regional Norte del Cauca (Santander de Quilichao, Colombia). Comunicador Social de la Universidad del Valle (Cali, Colombia). jorgeluisaparicio@yahoo.com

El libro Algo nuevo, algo viejo, algo prestado. Las transformaciones urbanas de Barbacoas entre 1850 y 1930, del arquitecto Santiago Paredes Cisneros, es una deriva de su tesis de Maestría en Historia y Teoría del Arte y la Arquitectura de la Universidad Nacional, trabajo acreedor de la mención de Laureada por parte de los jurados evaluadores en 2008, elemento que quizá fue decisivo para su publicación en forma de libro al año siguiente. El centro de interés del autor lo constituyen los cambios urbanos en la ciudad de Barbacoas entre 1850 y 1930. Se trata, en efecto, de un tema de vital importancia para el campo de la historia cultural de la sociedad colombiana de finales del siglo xix e inicios del xx. El autor intenta vincular los cambios materiales de la ciudad con los proyectos promovidos por las élites para moldear y modular las prácticas y costumbres relacionadas con las formas de habitar los espacios entre algunos de sus habitantes, especialmente los habitantes pobres. Para el análisis de estas transformaciones urbanas, se llevó a cabo un proceso de revisión, organización y análisis de un conjunto de fuentes documentales, destacándose especialmente el lugar central que en éste ocupa el registro de eventos y ordenanzas de diverso tipo publicados en la prensa oficial y no oficial editada en Barbacoas entre 1859 y 1913. Esta decisión pone de presente la importancia de considerar la prensa como una fuente altamente reveladora para una aproximación a las transformaciones urbanas de Barbacoas entre 1850 y 1930 y, de manera más amplia, a la historia de los procesos de modernización en las llamadas “tierras bajas” de la costa del Pacífico de Colombia en este período. El autor acierta cuando indica, en la introducción, la ausencia en el medio académico colombiano de un trabajo histórico exhaustivo sobre los cambios urbanos de esta ciudadprovincia entre los siglos xix y xx, pues exceptuando los retratos que sobre esta ciudad nos han dejado algunos viajeros, misioneros y empresarios en este período (Miguel Triana, Jorge Brisson, Bernardo Merizalde y Santiago Eder, por ejemplo), y los pocos trabajos que

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constituyen más bien una crónica desproporcionada, apologética y lineal1, es muy poco lo que sabemos sobre este fenómeno. Este aspecto, sin duda, le otorga al libro de Paredes Cisneros un estatuto de novedad y pertinencia, en la medida en que constituye uno de los trabajos con mayor pretensión de sistematicidad para acercarse a la configuración urbana moderna de esta ciudad. Establece, asimismo, un impulso para abrir posibles vetas para futuras investigaciones en el campo de la investigación histórica y, en general, en las Ciencias Sociales. Por este mismo camino, el libro es una contribución más general a la bibliografía sobre los cambios urbanos de “ciudades pequeñas” de Colombia, no en el sentido de extensión geográfica o en número de edificaciones de cemento, sino en relación con la precaria vinculación de sus sociedades a los procesos de modernización. Además, las láminas concernientes a las minas y al casco urbano de esta región que aparecen en el libro (que incluyen grabados, ilustraciones, fotografías y planos) pueden contribuir como un antecedente importante para estudios de arqueología y patrimonio en la actualidad. Los logros que se han mencionado, no obstante, tienden a empequeñecerse frente a una serie de datos, proposiciones y referencias que atraviesan el cuerpo del libro de Paredes Cisneros y que están relacionados, de distintas maneras, con su propia labor de investigador de un fenómeno social desde una perspectiva histórica y, más exactamente, con la escritura del texto (algunas formas de argumentación, uso crítico de las fuentes documentales y presentación y distribución de la información presentada). Habría que señalar que cualquier investigación dentro del campo de la historiografía reclama de sus lectores un examen detenido de la información y de los análisis que suministran sus autores. Sin embargo, a despecho de lo anterior, en las pocas líneas que siguen se comentarán algunos escasos pero reveladores apartes del mismo escrito, que ponen de presente las profundas discrepancias entre la cantidad de información que acopia el autor y el más bien escaso tratamiento al que somete dichas fuentes en varias secciones del libro. Veamos sólo algunos casos. En la introducción, Paredes Cisneros aclara que “las propuestas y los adelantos en materia de higiene, aseo, ornato y comodidad [de las élites locales de Barbacoas] siguen al pie de la letra la noción de Civilización como decantado de la cultura, sustentada por Norbert Elias en su obra Sobre el tiempo” (pp. 19-20, énfasis del autor). Esta afirmación, tal como el autor la enuncia, pareciera deslizarse rápidamente sobre el portentoso análisis del sociólogo e historiador alemán tanto sobre el tiempo como sobre la civilización, en la medida en que no se demuestra ni sustenta su utilidad en un período analizado relativamente corto (80 años), y, más concretamente, con el interés del autor, que son las transformaciones urbanas acaecidas en

1 Por ejemplo, el libro de Gonzalo Guerra Ángulo, Tierra del oro. Reseña histórica de Barbacoas (Pasto: Imprenta Departamental de Nariño, 1980).

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Barbacoas. Habría que recordar que la noción de civilización trabajada por Elias en El proceso de la civilización fue construida y aplicada por el autor con relación al estudio de procesos de larga duración en Europa, y que buscó hilvanar en obras posteriores, tales como Sobre el tiempo, y en los ensayos contenidos en Compromiso y distanciamiento2. En este sentido, se confirma la coherencia de una noción —ahora “utensilio teórico” de numerosos investigadores para explicar los más diversos objetos de investigación— que Elias utilizó a lo largo de su trayectoria académica. Reducir su definición al “decantado de la cultura” (frase por lo demás imprecisa) es también desaprovechar las enormes implicaciones teórico-metodológicas de su aplicación, las cuales no son desarrolladas en toda su extensión y profundidad. En el trabajo de Paredes Cisneros no se hace referencia, en ningún momento, a las posibles transformaciones acaecidas sobre las concepciones del tiempo entre los habitantes de Barbacoas en el tránsito entre el pasado colonial y la sociedad republicana, ni tampoco se alude a un aspecto nodal en el análisis propuesto por Elias, a saber, la idea de que muchos fenómenos considerados como “naturales” e “individuales” tienen un origen de orden social. La cita o referencia a ciertos autores u obras en las investigaciones históricas no está exenta de las convenciones propias de las investigaciones en Ciencias Sociales. En este sentido, citar o señalar a un autor en otro texto debe acompañarse de una discusión sobre la conveniencia y pertinencia de sus ideas en nuestra investigación, así como los posibles distanciamientos, críticas y reparos que se tengan sobre el autor/ texto invocado, en especial cuando los textos citados se distancian de nuestros propios objetos de investigación no sólo por años y espacios, sino por tradiciones académicas, metodologías, archivos y, lo más importante, particularidades de los nuevos problemas en que se plantea su uso. Otro aspecto espinoso en el trabajo de Paredes Cisneros tiene que ver con el tratamiento dado a sus fuentes documentales, en especial a la prensa. Como mencionamos anteriormente, una gran parte del material empírico sobre el que se basa su investigación lo constituyen las publicaciones periódicas, tanto oficiales como privadas (periódicos, registros municipales, revistas, hojas sueltas), editadas en Barbacoas en el período señalado. No obstante, pareciera que en muchos casos las opiniones e interpretaciones publicadas en los registros periodísticos se asumieran como “verdades”, para luego ser consideradas como prueba o testimonio fiel de procesos sociales más generales (siguiendo quizás la vieja creencia de que “la prensa refleja la sociedad”, es decir, asumiendo que los textos periodísticos narran de manera transparente la “realidad”). Ésta es una de las mayores limitaciones del texto de Paredes Cisneros, pues impide apreciar matices de fenómenos y prácticas sociales más amplios y complejos.

2 Norbert Elias, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas (México: fce, 1988); Sobre el tiempo (México: fce, 1989), y Compromiso y distanciamiento (Barcelona: Península, 2002).

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En otros apartes del libro, el texto adolece de problemas sobre los cuales no le queda más al lector que aventurar su posible origen, y que tienen que ver con la ausencia de rigurosidad en el tratamiento de la información suministrada por las fuentes. Un ejemplo: en el primer capítulo del libro menciona el caso —publicado en el periódico El Montaraz— de un “relojero y mecánico brasilero” llamado Alfredo Tupper, como muestra de un fenómeno al perecer aún mayor: los viajeros y trabajadores que pasan por Barbacoas y que en algunos casos se establecen en esta provincia (p. 60). Sin embargo, si se revisan dos ediciones más adelante del mismo periódico, nos percatamos de que el personaje en cuestión, Alfredo Tupper, fue catalogado por los propios redactores como un “perverso farsante”, que “[…] desapareció cuando ni siquiera se repartía esta publicación, el día de su fecha, robán-

dose mil y mas [sic] pesos en unos cuántos [sic] relojes de bolsillo, varias alhajas, algún dinero y hasta la pequeña herramienta que aquí se le facilitó generosamente, para que, mientras le llegaba la que él decia [sic] esperar, pudiendo trabajar en su profesión de relojero y mecánico, una de las muchas que poseia [sic] segun [sic] él […]”3.

De igual manera, si examinamos el anuncio en la cita de referencia que menciona el autor sobre este caso: “Anuncios”, El Montaraz, No. 22, 31 de enero de 1880, p. 90, nos percatamos de que en ninguna parte se menciona la nacionalidad “brasilera” del personaje que anuncia Paredes Cisneros, aspecto que sí se menciona en la cita que transcribimos anteriormente, desde luego, con severas dudas por parte de los redactores. ¿Este aspecto probaría que Paredes Cisneros sí leyó dicha nota pero decidió ignorar la parte que juzgó no conveniente para ilustrar su afirmación? Otro ejemplo: en líneas anteriores del mismo capítulo, el autor sostiene que “Con respecto a la abolición de la esclavitud en 1851, a pesar de que se liberan 16.468 esclavos, las minas siguen siendo explotadas, como puede verificarse en el establecimiento de una casa de fundición en Barbacoas en 1838” (p. 26, énfasis del autor). Como vemos, para el autor un dato suficiente para verificar —esto es, para confirmar— la explotación continuada de las minas de oro posterior a la abolición de la esclavitud en 1851 no es un hecho posterior a dicha fecha, sino un evento (el establecimiento de una casa de fundición del preciado metal) ocurrido trece años antes de decretada la abolición. Fallas del mismo tenor se encuentran en otras secciones del libro. Acerca del material allegado sobre el tema de interés de Paredes Cisneros, hay que mencionar que el autor no explicita al lector cuáles son los criterios para determinar el recorte documental o para insertar una u otra referencia primaria sobre Barbacoas. Así, pues, pese al eventual valor heurístico de las descripciones sobre la geografía y la sociedad de Barbacoas de los personajes

3 “Pepitoria”, El Montaraz, Barbacoas, 6 de marzo, 1880, 97.

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antes señalados al inicio de esta reseña (Triana, Brisson, Merizalde y Eder), Paredes Cisneros prefiere no tenerlas en cuenta en su análisis, sin tampoco exponer las razones de esta decisión. Igualmente, son varios los interrogantes que la lectura del texto suscita en los posibles lectores de la obra, derivados en gran medida de la falta de aclaración de ciertos términos y datos ofrecidos, cuyo significado no contextualiza, u omite alguna clase de aclaración o fuente. Capítulo tras capítulo, el intento por indagar los vínculos entre los cambios sociales y materiales de Barbacoas entre 1850 y 1930 se convierte en un acto de revisión de documentos (principalmente periodísticos), que permiten fijar fechas y datos, y cuya “verificabilidad” (discutible, como hemos visto) es posible confirmar revisando los datos consignados en los pies de página. Algunos lectores pueden desdeñar el pequeño análisis propuesto a los apartes escogidos del libro de Paredes Cisneros. ¿Pueden considerarse las anteriores observaciones “problemas menores”? Lo que he intentado es poner de presente que la investigación histórica —de la que su escritura hace parte fundamental— está regida por una serie de reglas y pactos básicos, cuyo incumplimiento puede ser letal para el conocimiento de las sociedades del pasado y, especialmente, de los problemas que sobre dichas sociedades se plantean los historiadores del presente. Desde luego, sería un error considerar que los descuidos antes anotados con relación a esta producción intelectual son de uso exclusivo de Paredes Cisneros.

Torres, Ana Teresa. La herencia de la tribu (Del mito de la Independencia a la Revolución Bolivariana). Caracas: Editorial Alfa, 2009, 287 pp. doi: 10.7440/histcrit48.2012.12

Luis Fernando Castillo Herrera

Docente en el área de Historia en el Liceo Bolivariano Julio Bustamante (Caracas, Venezuela). Profesor con mención en Geografía e Historia por la Universidad Pedagógica Experimental Libertador – Instituto Pedagógico de Caracas (Caracas, Venezuela). godaigo@hotmail.com

La caraqueña Ana Teresa Torres, Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua, nos presenta esta obra, conformada por tres capítulos: “Fundamentalismo heroico”, “Fractura de la modernidad” y “La Revolución Bolivariana como alegoría nostálgica de la Independencia”, cargada de un contenido extremadamente contemporáneo que genera un interesante debate en torno a la agitada y actual vida política venezolana.

En esta reseña, nos atrevemos a dividir la obra en dos bloques fundamentales; el primero de ellos engloba la reflexión de Torres sobre el impacto de la historia patria y el uso de la misma a lo largo del camino político de Venezuela. En este sentido, la autora busca de manera insistente dar

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con la causa del nacimiento del llamado mito bolivariano y el resquebrajamiento del mito democrático. En el segundo segmento, nos enfocaremos en el análisis de Ana Teresa Torres en torno al surgimiento de la Revolución Bolivariana. La autora plantea que en el pueblo venezolano coexiste un binomio mitológico: el mito bolivariano y el mito democrático. El llamado mito bolivariano nace de un núcleo fundamental, la Independencia. De allí surgieron los héroes que el pueblo aclamó y aclama, de allí emergieron los líderes políticos del siglo xix y son ellos quienes se encargan de mitificar la Independencia teniendo en cuenta su participación en aquella gesta. Hombres como José Antonio Páez, Santiago Mariño, José Tadeo Monagas, y más tarde Antonio Guzmán Blanco, usarán la bandera de la epopeya emancipadora con fines políticos, personalistas y revolucionarios, unificando sus gestiones gubernamentales, no tan eficaces, con la historia patria, valiéndose de un discurso heroico que alimentaba el imaginario colectivo del país. Para la autora, el mito bolivariano no desaparece en los siglos xx y xxi; por el contrario, se diversifica, se amplia y se convierte en una creencia sólida. De esta manera, aparece el libertador Simón Bolívar como el símbolo de una nación, siendo el legendario prócer pilar para los nuevos proyectos políticos, sociales y económicos de Venezuela. El mito bolivariano seduce el imaginario colectivo del país, al punto de formar nuevos paradigmas mitológicos, tales como el mito histórico marxista, el mito cristiano, el mito filosófico, el mito psicoanalítico y el mito socialista. En cada uno de ellos se magnifica la imagen de Bolívar y, según la autora, se impone una historia mítica que impide observar la esencia del pensamiento bolivariano. El mito democrático cumple las mismas funciones del mito bolivariano, es decir, se establece como una esperanza de cambio y progreso, pero no logra satisfacer los deseos y aspiraciones de la colectividad. La autora plantea: “La democracia venezolana ocupó aproximadamente medio siglo xx durante el cual encarnó el imaginario de la modernidad pero, al igual que ocurrió con la Independencia, terminó siendo un mito inconcluso” (p. 133). De esta manera, se plantea en la obra la insatisfacción que terminó dejando el mito democrático, fundamentalmente por el carácter populista de los distintos mandatarios de aquel período de la historia contemporánea de Venezuela, sin contar con el factor de la corrupción que demolió los cimientos de un proyecto democrático que lucía prometedor. Luego de la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958, Venezuela quedaba a las puertas de la democracia; partidos políticos como Acción Democrática y el Partido Social Cristiano (copei) avanzaron portando la bandera democrática y empleando un discurso de integridad y progreso que sustituía al ya agotado discurso heroico del siglo xix. Partiendo de las observaciones y planteamientos de Andrés Stambouli y su obra La política extraviada. Una historia de Medina a Chávez (Caracas: Fundación para la Cultura Urbana, 2005), Ana Teresa Torres establece cuál ha sido la estructura democrática en Venezuela, donde se destacan:

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la integración nacional (1900-1936), la modernización del Estado (1936-1941) y la apertura política (1941-1945); en este sentido, entre 1900-1945 Venezuela se mantenía en un proceso que aún no se podía catalogar como democrático, sino de transición entre el autoritarismo y la renovación o evolución política. Seguidamente, la autora contempla el desarrollismo militar (1948-1958), período donde concluye un régimen dictatorial para enrumbar al país por el camino democrático. El período demócrata, comprendido entre 1958 y 1998, conocido como la Cuarta República, sufrió el desgaste de un discurso populista y aislado de los sectores humildes que terminó drenando sus frustraciones, con el subsiguiente apoyo a un nuevo proyecto político personificado en un militar golpista, el teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías, quien, como lo comenta la autora, fue el responsable de fracturar la modernidad venezolana, al desestabilizar el modelo político establecido desde 1958, donde el binomio Acción Democrática y copei copaba el universo electoral del país. El segundo bloque en el cual hemos dividido la obra encuentra el planteamiento de Torres sobre el origen de la Revolución Bolivariana. Los hechos del 4 de febrero de 1992 son calificados por la autora como el origen político del para entonces teniente coronel Hugo Chávez Frías; para ello emplea obras tales como la de Ángela Zago, La rebelión de los ángeles (Caracas: Editorial Fuentes, 1992), que exponen el impacto que tuvo Chávez en el pueblo a partir de aquella fecha. Para la escritora, el pueblo se identificó con el militar alzado, al mismo tiempo que éste planteaba la supuesta cercanía entre su proyecto y la Independencia venezolana. Con el agotamiento del llamado mito democrático eran necesarios una alternativa política, un proyecto y una visión nuevos del país. En 1992, un grupo de militares se habían levantado en armas durante el gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez; aunque fue un alzamiento fallido y anticonstitucional, el pueblo venezolano vio en aquella revuelta una especie de esperanza. La madrugada del 4 de febrero de 1992 develó a un militar que pasaría del total anonimato a ocupar las primeras páginas de los periódicos nacionales e internacionales; sus palabras luego del fracasado golpe fueron televisadas, y quedó en las retinas de los venezolanos aquel discurso que reflejaba las generalizadas quejas de todo un pueblo: “se le ha atribuido una gran significación al hecho de que sus palabras se transmitieran por televisión en vivo. De los numerosos intentos golpistas ocurridos en Venezuela, esta era la primera vez que el protagonista de un alzamiento fracasado se dirigía directamente al país” (p. 168). De esta manera, la autora ratifica el origen de la Revolución Bolivariana a partir del 4 de febrero de 1992, teniendo en cuenta que ese momento significó el primer acto político de Chávez, quien representaba el descontento nacional. El militar alzado ahora se convertía en héroe, en el paladín de los sectores oprimidos. En la obra reseñada se le cataloga de mesías o héroe, en ocasiones con un sentido sarcástico, pero indiscutiblemente el militar desconocido de 1992 terminaría arrollando la vieja historia política venezolana en las elecciones de 1998: “A juzgar por los resultados

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de la elección presidencial de 1998, el país se inclinó a apoyar el golpe, aunque quizá el hecho mismo del golpismo no era tan importante para la opinión pública, sino las condiciones del héroe y la esperanza que despertó” (p. 177). Torres sostiene en el último capítulo que el discurso de Hugo Chávez termina siendo envolvente y ataviado con los colores de la Independencia, creando una simbiosis entre la historia patria y el nacimiento de la revolución. Para la autora, tanto la imagen como el discurso de Hugo Chávez se han construido en dos vertientes; “[…] el vengador del pueblo y portador de la ira colectiva y, posteriormente, la de redentor que encarna una esperanza” (p. 177). De esta manera, Chávez representó el deseo oprimido contra la clase gobernante el día del golpe de Estado, y al mismo tiempo encarnó la esperanza de renovación y resurgimiento del país tras la victoria en las elecciones de 1998. Finalmente, Ana Teresa Torres expone la manera como durante la gestión de Hugo Chávez la historia de Venezuela ha sido uno de los mecanismos para justificar y avalar la denominada Revolución Bolivariana. Según la autora, el uso constante de la historia en el discurso político es el común denominador del gobierno de Chávez; esto se evidencia en las denominaciones que reciben las misiones1, pero muy particularmente, Torres resalta la manera como son expuestas las campañas presidenciales de Hugo Chávez, al usar los nombres de las distintas batallas que sellaron la Independencia del país; así como el constante recordatorio del antepasado de Chávez, el caudillo Pedro Pérez Delgado, mejor conocido como “Maisanta”. Desde la óptica de la autora, aquello posee varias lecturas; en primer lugar, unificar la historia y el proceso de la Revolución Bolivariana, y en segundo lugar, mantener vivas la lucha y batalla entre clases sociales. Para Ana Teresa Torres, la imagen del Libertador también se ha convertido en el símbolo de la revolución liderada por Hugo Chávez; cada alocución del Presidente se encuentra cargada de los pensamientos y extractos de los discursos del Libertador, moldeando en el imaginario colectivo la idea de que Bolívar, la Independencia y la Revolución Bolivariana forman parte del mismo hilo histórico ideológico. La herencia de la tribu (Del mito de la Independencia a la Revolución Bolivariana) se caracteriza por ser una obra de corte político-histórico, con más elementos políticos que históricos, a pesar de la presencia de algunas herramientas historiográficas. Se evidencian análisis desde el punto de vista crítico-político hasta psicológico. Sin embargo, la principal debilidad que debemos apuntar es el excesivo uso de citas textuales, que por momentos esconden las verdaderas opiniones de la creadora. Pero más allá, es una obra para el debate y que requiere un constante análisis, página tras página.

1 Programas de gobierno destinados a subsanar distintos problemas presentes en el país; abarcan sectores como salud, trabajo y educación. Generalmente poseen nombres alusivos a episodios históricos de la guerra por la independencia de Venezuela.

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Dosse, François. La marcha de las ideas. Historia de los intelectuales, historia intelectual. Valencia: Universitat de València, 2007, 327 pp. doi: 10.7440/histcrit48.2012.13

Gustavo A. Bedoya S.

Profesor de la Universidad de Antioquia (Medellín, Colombia). Magíster en Literatura Colombiana de la misma universidad y Candidato a Doctor en Historia de la Universidad Nacional (Medellín, Colombia). Becario del Servicio Alemán de Intercambio Académico (daad) y miembro del Grupo de Investigación Colombia: tradiciones de la palabra (ctp) de la Universidad de Antioquia (Categoría C en Colciencias). gustavoadolfo00@yahoo.com

El libro de François Dosse debe ser considerado un referente para los estudiosos de la Historia. Sus 327 páginas representan un compendio conciso y acertado de la historia intelectual como práctica historiográfica. Su valor radica, justamente, en la exposición que hace de los conceptos y las pautas metodológicas que los historiadores han utilizado para comprender al intelectual, su entorno y sus ideas. De esta manera, la investigación evalúa los momentos más importantes en la formación del intelectual como objeto de estudio y principio investigativo, logrando establecer la actual fecundidad del concepto en el análisis histórico. El libro está dividido en dos partes: “Historia de los Intelectuales” y “La Historia Intelectual”. Las subdivisiones de la primera parte rastrean las diversas definiciones y características que se han otorgado al intelectual, incluso desde antes del famoso caso Dreyfus, ya que, en términos de Dosse, existieron intelectuales antes de que el término se convirtiera en sustantivo. Véanse, a manera de ilustración, las cercanías y distancias del intelectual con el filósofo-médico de la Grecia antigua, el monje de la Edad Media (por ejemplo, Abelardo), el profesor humanista del Renacimiento, el filósofo del siglo xviii (del tipo Rousseau o Voltaire) y el poeta del siglo xix (el caso ejemplar de Victor Hugo). Dosse llama la atención sobre la dificultad de ofrecer una definición del intelectual que sea estable en el tiempo, aunque concluye que una de sus características principales ha sido el “compromiso” con la crítica, su capacidad de contravenir lo establecido, que lo convierte en una autoridad ética e ilustrada frente a la lógica del poder: el intelectual se define por su práctica de distanciamiento, que le permite conservar su autonomía y un sentido crítico frente a las instituciones de poder. El compromiso político ha sido, igualmente, la característica que los historiadores han utilizado a la hora de estudiar al intelectual; asimismo, esta característica ha sido la piedra angular que ha potenciado las críticas negativas en torno a la figura, ya que, desde su mismo nacimiento, el intelectual ha sido duramente cuestionado: se le ha acusado de elitista y de ineficaz, al poseer un saber universal que no siempre pone al servicio de la acción social;

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también se le ha acusado de ser consejero del Estado, y de dogmático, al responder de antemano desde un sistema de pensamiento, ya sea político o religioso1. De esta manera, concluye Dosse, cuando se habla de intelectual se habla de una noción amplia, polisémica y polifónica, que cambia con las mutaciones sociales de cada época. Es una construcción, y de allí entonces la importancia de no definirlo de antemano: “La historia de los intelectuales no puede limitarse a una definición a priori de lo que debería ser el intelectual según una definición normativa” (p. 34). La segunda parte del libro se concentra en las diferentes maneras existentes en la actualidad de interrogar al intelectual y su producción, por ejemplo, desde la historia cultural, la historia social y la historia de los conceptos. Dosse explica que al lado de la historia de los intelectuales también se ha desarrollado una historia propiamente intelectual; de esta manera, la historia de las ideas (vista como la sucesión cronológica de las influencias de un autor a otro) ha sido reemplazada por una historia intelectual como punto de encuentro, bisagra metodológica de la historia de las ideas, la historia de la filosofía, la historia de las mentalidades y la historia cultural2. Así, la historia intelectual no es considerada un nuevo tipo de historia; es un enlace mediador que explora los intersticios, un campo disciplinario que hace aflorar aspectos no percibidos anteriormente en el estudio clásico, centrado en el perfil biográfico del intelectual. El estudio de la importancia de la figura del intelectual, en las diversas disciplinas históricas, lleva a Dosse a centrarse en nombres y obras de vital importancia en el terreno de la historia cultural. A modo de ejemplo: los aportes de Bourdieu, Certeau, Chartier, Darnton, Foucault, Ginzburg, Guilhaumou, Koselleck, La Capra, Nora, Ory, Pocock, Ricoeur, Sirinelli, Skinner, entre muchos otros. Esta retrospectiva, por la obra de los anteriores estudiosos, le permite establecer la encrucijada entre la pluralidad de enfoques existentes en el diseño de una historia intelectual, así como la proximidad de dicha disciplina con materias tales como la sociología, la filosofía y, por supuesto, la política, la religión y la literatura. Aludiendo a

1 En este sentido, son claves las obras de Julien Benda y Raymond Aron, respectivamente: La trahison des clercs (París: Grasset, 1927) y L’Opium des intellectuels (París: Calmann-Lévy, 1955). En estas dos obras se critica al intelectual que no representa la voz disonante, el intelectual comprometido con algún movimiento político, por ejemplo, la izquierda. Asimismo, Edward W. Said, en Representations of the Intellectual (Londres: Vintage, 1994), ahonda en la visión ética del intelectual y la desacreditación de su oficio cuando lo somete a las direcciones del poder político.

2 Dosse establece que la historia de las ideas como disciplina historiográfica no tuvo tanto éxito entre los historiadores franceses, ya que consideraron que ella instaba al estudio biográfico, individual, y que sometía sus explicaciones a razones políticas. Así, tildaron a la historia de las ideas de impresionista. En esa misma línea de sentido, Annales se oponía a la historia de las ideas al propiciar el derrocamiento de los tres grandes ídolos de la historia tradicional: lo biográfico, lo cronológico y lo político, tal como lo había expuesto François Simiand en “Méthode historique et science sociale. Étude critique d’après les ouvrages récents de M. Lacombe et de M. Seignobos”, Revue de Synthèse Historique (1903): 1-22 y 129-157.

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Cristian Delacroix, Dosse habla de una “indeterminación epistemológica” de la historia intelectual (p. 269), pero independientemente de ello, indica que en la práctica historiográfica ya es tradición el análisis interno de la producción del intelectual, el estudio de su compromiso o de su distanciamiento, y por último, el estudio de las explicaciones externas, es decir, el estudio de las corrientes de pensamiento. Metodológicamente, también está siendo recurrente el estudio del intelectual desde el análisis de la edición o del soporte material de su producción; asimismo, el análisis de las prácticas (incluidas las cotidianas), las representaciones, la apropiación, la lectura, los usos que la sociedad hace de la producción intelectual; también, el análisis de los intermediarios, de la difusión de dicha producción; el estudio de las influencias, de las concepciones, y el análisis de las políticas culturales, etc. Las anteriores prácticas en el estudio historiográfico del intelectual rompen con el énfasis cronológico de los estudios centrados en la vida de un personaje histórico, el cual era representado junto con su obra como un resultado de las condiciones políticas externas. El libro de François Dosse fue publicado, originalmente, en francés en 2003 (París: Éditions La Découverte); su traducción al español en 2007, a cargo de Rafael F. Tomás Llopis, representa la oportunidad, obviamente, de conocer el libro de Dosse para quienes desconocen el francés, o para quienes no tienen acceso material directo a las publicaciones editadas en el extranjero; pero también permite llamar la atención sobre la importancia que está tomando el estudio histórico de la realidad desde la figura del intelectual. La traducción al español marca la activa recepción que el tema está tomando en Hispanoamérica; para no ir muy lejos, en el contexto actual colombiano, ya son diversas las discusiones sobre el intelectual, evidentes, por ejemplo, en la investigación de Renán Silva Los ilustrados de Nueva Granada 1760-1808 (existen dos ediciones en formato libro, Bogotá: Banco de la República, 2002, y Medellín: Fondo Editorial de la Universidad eafit, 2008), que se centra en la configuración de una comunidad intelectual a finales del siglo xviii; el estudio Intelectuales, Estado y Nación en Colombia de Miguel Ángel Urrego (Bogotá: Siglo del Hombre Editores/Universidad Central, 2002), donde se explora la relación del intelectual subordinado a los partidos políticos, y de allí la subordinación del aspecto cultural (la investigación comprende los años finales del siglo xix hasta la Constitución de 1991); el trabajo República Liberal, intelectuales y cultura popular, también de Renán Silva (Medellín: La Carreta Editores, 2005), enfocado en fenómenos tales como la Encuesta Folclórica Nacional (1942), la Radiodifusora Nacional de Colombia y las Ferias del libro (objeto que curiosamente los estudiosos de la literatura han dejado por fuera de sus agendas); el libro Los Leopardos. Una historia intelectual de los años 1920 de Ricardo Arias Trujillo (Bogotá: Universidad de los Andes, 2007), en el que se evalúa el desempeño de un grupo de intelectuales de extrema derecha y se explora el tema del intelectual católico; y el libro Intelectuales y vida pública en Hispanoamérica de Juan Guillermo Gómez García (Medellín: Universidad de Medellín, Universidad Nacional de

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Colombia, sede Medellín, 2011), donde se hace un recorrido desde el siglo xix hasta el xx, a partir de la figura de intelectuales del tipo Bello, Teresa de Mier, Lizardi, Juan María Gutiérrez, hasta Octavio Paz y Gutiérrez Girardot. La investigación de Dosse debe ser pensada como una actualización conceptual y metodológica del tema del intelectual. En últimas, se trata de la evaluación del estado del arte del intelectual como objeto de estudio, expuesto de manera problémica. Prueba de ello se evidencia en las más de 500 referencias bio-bibliográficas sobre el tema, y la misma finalidad de la investigación: demostrar la riqueza del concepto en los estudios históricos que se han sucedido desde principios del siglo xx hasta la actualidad. El libro de Dosse se centra en el estudio que naciones tales como Francia, Estados Unidos y Alemania han hecho en torno al tema del intelectual; sin embargo, en sus páginas finales se dedican algunas pocas líneas al caso de Italia, Bélgica, Inglaterra y Holanda. Es claro que, por la magnitud del objeto, no se le puede exigir la mención al caso ruso, en donde el término intelligentsia fue tan importante para los escritores de principios del siglo xx, pero sobre todo, no se le puede exigir la mención de los casos particulares de España y las naciones hispanoamericanas, en donde ya existen casos de atención, como la investigación de Carlos Altamirano, Historia de los intelectuales en América Latina (Buenos Aires: Katz Editores, 2008 y 2010), y las investigaciones colombianas arriba citadas. La no mención del contexto hispanoamericano no puede ser pensada como una falencia del libro de Dosse; al contrario, debe ser pensada como una invitación a ejecutar este capítulo de la historia intelectual… Por último, no sobra indicar que la presente traducción al español cae en la indiferencia de no indicar cuáles de los materiales reseñados en la investigación tienen ya traducción castellana. Asimismo, la edición cuenta con un problema de digitación recurrente: en lugar de Jauss, se ha escrito Gauss (pp. 169-170).

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Notilibros Herrera Angel, Marta Clemencia y Catalina Garzón Zapata. Archivos y documentos. Transcripciones documentales sobre la Nueva Granada en el periodo colonial. Bogotá: Ediciones Uniandes, 2011, 262 pp. isbn: 978-958-695-681-9. Este libro reúne transcripciones e introducciones de documentos sobre la Nueva Granada en el periodo colonial, elaboradas por estudiantes del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes. En su conjunto, las introducciones y las transcripciones remiten a la complejidad y diversidad de la organización social neogranadina y a la forma como éstas han sido entendidas por algunos de nuestros futuros historiadores, durante su proceso de formación. Las transcripciones, útiles para expertos y profanos, ponen al lector en contacto con materiales de archivo y con las variadas interpretaciones que ofrecen. Las introducciones, por su parte, allanan dificultades que ofrece su lectura, al aclarar aspectos particularmente oscuros de los documentos, ofrecen una interpretación analítica de éstos, y dejan claro que se trata de una aproximación entre las muchas que pueden hacerse. Verdo, Geneviève, Federica Morelli y Élodie Richard, editores. Entre Nápoles y América. Ilustración y cultura jurídica en el mundo hispánico (Siglos XVIII y XIX). Medellín: La Carrera/ifea, 2012, 272 pp. isbn: 978-958-8427-74-4. El objetivo de este volumen es analizar la importancia que tuvo en el mundo hispánico la cultura política y jurídica napolitana de la Ilustración, entre el último tercio del siglo xviii y finales del xix. De manera primordial, si bien no exclusiva, se rastrea la extraordinaria difusión que tuvo la obra maestra de Gaetano Filan-

gieri, Scienza de la legislazione (1780-1791), a lo largo del mundo hispánico. Junto a ello, el libro pretende abrir nuevas pistas para plantear, de modo renovado, tanto la propagación de las ideas ilustradas y liberales como los desafíos que tuvo que enfrentar la modernidad política en Europa del sur, así como en sus extensas prolongaciones americanas. Polo Acuña, José. Indígenas, poderes y mediaciones en la Guajira en la transición de la Colonia a la República (1750-1850). Bogotá: Ediciones Uniandes, 2012, 398 pp. isbn: 978-958-695-740-3. Este libro estudia las relaciones que se establecieron entre las comunidades indígenas de La Guajira con las sociedades y autoridades de las provincias de Riohacha y Maracaibo, en el período 1750-1850. Las relaciones de los nativos con la provincia de Riohacha estuvieron mediadas por una larga trayectoria de contactos, negociaciones y enfrentamientos que se iniciaron desde mediados del siglo xvi, y que para la segunda mitad del siglo xviii habían creado “reglas” de “negociación” que se aplicaban en la resolución de los conflictos entre indígenas y criollos. En la provincia de Maracaibo tal proceso no parece darse sino hasta bien entrada la segunda mitad del siglo xix. Esta orientación diferenciada de las relaciones nativo-criollas posibilitó en gran parte un mestizaje más pronunciado de los indígenas con la sociedad de Riohacha, resultando de ello importantes mediaciones mestizas que se tornaron funcionales para las dos sociedades. En la provincia de Maracaibo, por el contrario, existió durante buena parte del siglo xix la estrategia de detener la expansión de los guajiros hasta el río Limón e incluso reducir su radio de acción mediante la fundación de poblados que en la práctica funcionaron como factorías militares.

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Loaiza Cano, Gilberto. Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación. Colombia 1820-1886. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2011, 470 pp. isbn: 978-958-710-673-2. Este libro, versión parcial de una tesis de doctorado que recibió la mención summa cum laude en 2006, es un examen exhaustivo de la evolución de las principales formas de sociabilidad desde los inicios republicanos (1820) hasta la instauración del proyecto de república católica, mejor conocido como la Regeneración (1886). Durante el siglo xix en Colombia y otros países hispanoamericanos la expansión de las formas de sociabilidad estuvo íntimamente relacionada con las disputas por el control hegemónico del espacio público. Los principales agentes de las prácticas asociativas fueron las elites liberales, la Iglesia católica con sus aliados conservadores y los sectores populares liderados por grupos de artesanos. Esos agentes imprimieron un matiz político-religioso en el conflicto por la definición del Estado-nación. Mc Evoy, Carmen, Mauricio Novoa y Elías Palti, editores. En el nudo del imperio. Independencia y democracia en el Perú. Lima: iep, 2012, 499 pp. isbn: 978-9972-51-350-3. ¿Qué es lo que llevó a miles de hombres, a lo largo de un inmenso territorio, a levantarse y estar dispuestos a matar y dejarse matar por la causa de la independencia nacional? Si este interrogante solo ahora se nos plantea como tal es porque la respuesta a la misma ya no se nos presenta como obvia. Para la historiografía nacionalista el patriotismo no merecía ninguna explicación, era algo cuya causa resultaba inmediatamente evidente. En todo caso, lo llamativo sería su ausencia, como en el caso, supuestamente, de la élite limeña que habitaba en el nudo del imperio. Esta se volvería así en blanco de críticas reiteradas. Está claro que no es esto lo que el presente libro se propone. No se trata aquí ni de destacar el patriotismo de algunos ni de lamentar su ausencia en otros. El desafío es bastante más complejo: cómo fue

que un imperio que a lo largo de tres siglos fue sumamente estable súbitamente colapsó, cómo un régimen político que hasta ese momento parecía incuestionable. Ortega, Francisco y Alexander Chaparro, editores. Disfraz y pluma de todos. Opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2012, 582 pp. isbn: 978-958-761-195-3. Este libro constituye un primer acercamiento a la historia de la publicidad y de la opinión pública en Colombia y más que agotar el tema pretende poner en evidencia múltiples posibilidades de comprensión de la cultura política del periodo. Se trata de una publicación pensada de manera simultánea como un aporte concreto a la historia de la prensa y de la opinión pública en la antigua región grancolombiana y como un análisis crítico del papel desempeñado por las publicaciones periódicas en tanto herramientas privilegiadas de grupos socialmente constituidos y factores de constitución de nuevas identidades sociales —además de su incidencia decisiva sobre nociones como ciudadanía, pueblo, soberanía, censura, libertad, revolución, etcétera—. No debe sorprender, entonces¡ que la mayor parte de los estudios aquí recogidos se centren en la primera mitad del siglo xix. Esto se justifica porque es el periodo menos conocido y porque es el momento en que se sientan las bases de la publicidad moderna en Colombia, la especificidad y los legados de la irrupción de la esfera pública en nuestro país. Remedi, Fernando y Teresita Rodríguez Morales, editores. Los grupos sociales en la modernización latinoamericana de entre siglos. Actores, escenarios y representaciones (Argentina, Chile y México, siglos xix-xx). Córdoba y Santiago: ceh “Prof. Carlos S. A. Se-

greti” /Centro Estudios Culturales Latinoamericanos, 2011, 260 pp. isbn: 978-987-26481-5-2. El volumen comprende 13 trabajos de historiadores de la Argentina, Chile y México que transitan un mismo territorio de indagación, el de

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la historia social, y comparten la preocupación por el estudio de los grandes procesos históricos desde la perspectiva de las experiencias, los comportamientos, las prácticas y las representaciones de los sujetos sociales, colocándose el énfasis en la capacidad creativa y estructurante de la acción humana y focalizando la atención especialmente en los sectores populares, aunque sin descuidar sus relaciones con los demás sectores sociales. Los diversos capítulos comparten un interés privilegiado por rescatar el protagonismo de los de abajo, de los sectores populares y, más aún, de los pobres, los marginados, los excluidos, los asistidos, reivindicarlos como constructores —desde sus lugares— de la sociedad de su tiempo, en vez de concebirlos solamente como destinatarios de prácticas provenientes desde arriba. Las investigaciones pretenden contribuir a la elaboración de un relato histórico menos descarnado de algunas de las grandes transformaciones que marcaron la historia de esos tres países americanos en el viraje del siglo xix al xx y para ello aportan valiosos conocimientos acerca del impacto que aquellas tuvieron en los sujetos sociales y su protagonismo en ese contexto de cambios rápidos, intensos y profundos en que desarrollaban sus existencias. Alvarez Llanos, Jaime. Metiendo mano! Costumbres electorales en el Bolívar Grande 1905-1930. Editorial Universitaria de la Costa educosta/Corporación Universitaria de la Costa cuc, 2011, 300 pp. isbn: 978958-8710-30-3. Este libro explica las tendencias predominantes y distintivas del comportamiento electoral de los habitantes del departamento de Bolívar entre 1905 y 1930, haciendo énfasis en la demostración de la existencia de unas costumbres electorales específicas, como fenómenos socio políticos frecuentes en las relaciones y los juegos de poder que incidieron en el estancamiento de la región Caribe colombiana en ese período. Se aborda el departamento de Bolívar, denominándolo como el Bolívar Grande, porque en el marco cronológico estudiado, pertenecían aún a este departamento los territorios que más adelante se separaron para consti-

tuirse en dos nuevos departamentos, Córdoba (1953) y Sucre (1965). El trabajo enfatizar en la presencia regional, casi generalizada y muy diversa de costumbres trasgresoras de las normas electorales y los principios democráticos. Velásquez Rodríguez, Rafael y Víctor Julio Castillo León. Los Yareguíes: resistencia y exterminio. Barrancabermeja: Gobernación de Santander, 2011, 324 pp. isbn: 978-958-99278-3-0. Esta obra presenta un análisis de la cultura de la etnia Yareguíe que habitó en el vasto territorio del actual Magdalena Medio (Colombia), tratando de develar sus formas de organización social y de resistencia ante la “conquista”. La investigación se apoya en fuentes escritas durante los siglos xvi al xx, conformando un corpus donde predominan las obras de los cronistas Fernández de Oviedo, Aguado, Castellanos, Simón y Fernández de Piedrahita, pero que también hace uso de información de archivo, publicaciones periódicas, registros oficiales y entrevistas. El análisis cubre un amplio espectro cronológico, desde la “conquista” española y la formación de los diferentes cacicazgos en ese periodo, hasta el exterminio definitivo de los últimos aborígenes del Opón y del Carare durante la primera mitad del siglo xx. Los autores sostienen que la causa fundamental del decrecimiento demográfico y el exterminio de los Yareguíes fue la implementación intensiva de una economía extractiva en el Magdalena Medio, orientada hacia la explotación de la tagua y, principalmente, de petróleo. Calvo, Óscar y Mayra Parra Salazar. Medellín (rojo) 1968. Protesta social, secularización y vida urbana en las jornadas de la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Medellín: Planeta, 2012, 174 pp. isbn: 958-42-3239-7. En los días de la invasión de la Unión Soviética a Checoslovaquia que puso fin a la Primavera de Praga, y mientras Chicago, Brasilia y Ciudad de México vivían las protestas y la represión contra estudiantes, la policía política colombiana también trabajaba sin descanso. En 1968,

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agentes encubiertos del Estado informaron que diversos actores sociales preparaban asambleas y manifestaciones, con la idea de llevar sus propias propuestas a los obispos invitados a la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín, en un momento en el que sus voces disidentes podían ser escuchadas en diversas partes del mundo. En 1968, el Papa Pablo vi visitó por primera vez América Latina. En Bogotá y Medellín, el gobierno quería mostrar la cara positiva y moderna de Colombia a invitados, periodistas internacionales, turistas y peregrinos. Las autoridades y los periódicos colombianos se mantuvieron atentos para desmentir las versiones de la prensa internacional sobre los esfuerzos oficiales para maquillar las ciudades y esconder la miseria de la mirada de los visitantes internacionales. En 1968, un público insumiso, disidente, buscó conquistar barrios, calles y plazas de las ciudades para mostrar, con sus acciones, visiones alternativas de sí mismos y de la sociedad, que contestaban abiertamente las representaciones de una sociedad no conflictiva y las miradas pastoriles sobre los pobres emanadas del poder estatal y eclesial. Medellín (rojo) 1968 es una historia de los conflictos sociales, las movilizaciones populares, las pujas políticas y los desafíos simbólicos que acompañaron, muchas veces en las sombras, esta escenificación de Colombia ante el mundo.

Cramer, Gisela y Ursula Prutsch, editoras. ¡Américas Unidas. Nelson A. Rockefeller’s Office of InterAmerican Affairs (1940-46). Frankfurt y Madrid: Vervuert/Iberoamericana, 2012, 316 pp. isbn: 978848-4896-74-6. ¡Américas Unidas! se dedica a una de las empresas más notables en la historia de la diplomacia pública. En agosto de 1940, cuando parecía que la Alemania nazi consolidaría su poder hegemónico en el Viejo Mundo, el gobierno estadounidense estableció una agencia de emergencia encargada de afianzar la lealtad y el apoyo de los pueblos del Nuevo Mundo. Bajo el liderazgo del joven empresario y multimillonario Nelson A. Rockefeller, la nueva Oficina de Asuntos Interamericanos desarrolló vastos programas de propaganda e intercambio cultural que se dirigían tanto a los latinoamericanos como a los mismos norteamericanos, con el fin de crear un clima favorable para la solidaridad y cooperación interamericanas. Los autores reunidos en esta colección interdisciplinar, además de explicar los orígenes y el modus operandi particular de la Oficina Rockefeller, analizan algunos de los programas más representativos en contextos específicos para explorar las promesas y los límites de políticas “suaves” en el manejo de las relaciones internacionales.

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Índices cronológico/alfabético de autores/temático Índice cronológico No. 46: enero-abril de 2012 Dossier: Cuerpo, enfermedad, salud y medicina en la historia Márquez Valderrama, Jorge. Presentación del dossier “Cuerpo, enfermedad, salud y medicina en la historia”, 11-16. Alzate Echeverri, Adriana María. Comer en el hospital colonial: apuntes sobre la alimentación en tres hospitales neogranadinos a finales del siglo xviii, 18-42. Peralta Agudelo, Jaime Andrés. Los cuna y sus saberes médicos. La “ciencia” de los “bárbaros” bajo la mirada del mundo ilustrado, 44-65. García, Mónica. Geografía médica, bacteriología y el caso las fiebres en Colombia en el siglo xix, 66-87. Correa Gómez, María José. Cuerpo y demencia. La fisonomía de la incapacidad en Santiago de Chile (1855-1900), 88-109. García, Víctor Manuel. Accidentes terapéuticos y nuevas prácticas de salud. La medicina colombiana frente a la catástrofe de la vacunación antidiftérica en Medellín, 1930, 110-131. Veneros Ruiz-Tagle, Diana Antonia. Aspectos médicos, legales y culturales tras el trabajo industrial de obreros y obreras en un contexto de modernización. Chile (1900-1930), 132-153. Espacio estudiantil Peláez Marín, Piedad. El cuerpo, la salud y la enfermedad en los esclavos del Nuevo Reino de Granada, siglo xviii, 154-177. Tema abierto Carreño Tarazona, Clara Inés. Búsqueda de nuevas rutas comerciales. Solón Wilches y las redes de poder en García Rovira, segunda mitad del siglo xix, 180-201 Segado Boj, Francisco. Vida y muerte del Espíritu del 12 de febrero. El fracaso del último intento reformista del franquismo en el humor gráfico de la prensa diaria (1974-1975), 202-224. No. 47: mayo-agosto de 2012 Dossier: Construcción estatal y respuestas sociales en América Latina, siglo xix Núñez Espinel, Luz Angela. Presentación del dossier “Construcción estatal y respuestas sociales en América Latina, siglo xix”, 11-15.

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Índices

Cid, Gabriel. Ritos para una nueva legitimidad: ceremoniales constitucionales y republicanismo en Chile (1812-1833), 17-43. Vélez Rendón, Juan Carlos. “Desconductadas costumbres” y “semillas de la discordia”. Prácticas de oposición y resistencia a los jefes políticos en el nordeste de Antioquia (1821-1843), 45-70. Johansson, María Lucrecia. Paraguay contra el monstruo antirrepublicano. El discurso periodístico paraguayo durante la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), 71-92. De Paz Trueba, Yolanda. Alimento, techo, educación y… ¿maltrato? La preocupación por los niños y niñas pobres en el centro bonaerense a finales del siglo xix y principios del xx, 93-114 Espacio estudiantil Jiménez Hernández, Wilson Ferney. El Papel Periódico Ilustrado y la configuración del proyecto de la Regeneración (1881-1888), 115-138. Tema abierto Florentino, Manolo. Uma lógica demográfica elástica: o abolicionismo britânico e a plantation escravista no Brasil (1789-1850), 139-159. Dimas, Adrián Serna y Diana Gómez Navas, El Carmelo: Historia de una antigua barriada bogotana en la cuenca del río Arzobispo (1900-1934), 161-186. Moraga Valle, Fabio. El Congreso de Estudiantes Latinoamericanos de Santiago. Antiimperialismo e indoamericanismo en el movimiento estudiantil chileno (1935-1940), 187-213. No. 48: septiembre-diciembre de 2012 Tema abierto Solano D., Sergio Paolo y Roicer Flórez Bolívar. “Artilleros pardos y morenos artistas”: artesanos, raza, milicias y reconocimiento social en el Nuevo Reino de Granada, 1770-1812, 11-37. Garay, Cristián. Las carreras armamentistas navales entre Argentina, Chile y Brasil (1891-1923), 39-57. Roldán, Diego P. Difusión, censura y control de las exhibiciones cinematográficas. La ciudad de Rosario (Argentina) durante el período de entreguerras, 59-82. Álvarez Múnera, José Roberto. Holstein: la nodriza de los antioqueños, 83-109. Jiménez Montero, Manuel de Jesús; Benito Ramírez Valverde y Juan Pablo Martínez Dávila, Construcción de territorios en Donoso, Panamá. Período 1970-2008, 111-136. Santofimio Ortiz, Rodrigo. Antonio Gramsci y la sociología clásica decimonónica, 137-162. Rojas Cocoma, Carlos. Entre cristales y auras: el tiempo, la imagen y la historia, 163-183. Espacio estudiantil Muñoz, Fernanda. Perspectiva microhistórica de una experiencia social: los padres de familia de San Rafael (Pasto) y la escuela liberal caucana, 1876, 185-207.

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Índices

Índice alfabético de autores Álvarez Múnera, José Roberto (No. 48) Alzate Echeverri, Adriana María (No. 46) Carreño Tarazona, Clara Inés (No. 46) Cid, Gabriel (No. 47) Correa Gómez, María José (No. 46) De Paz Trueba, Yolanda (No. 47) Dimas, Adrián Serna (No. 47) Florentino, Manolo (No. 47) Flórez Bolívar, Roicer (No. 48) Garay, Cristián (No. 48) García, Mónica (No. 46) García, Víctor Manuel (No. 46) Gómez Navas, Diana (No. 47) Jiménez Hernández, Wilson Ferney (No. 47) Jiménez Montero, Manuel de Jesús (No. 48) Johansson, María Lucrecia (No. 47) Márquez Valderrama, Jorge (No. 46) Martínez Dávila, Juan Pablo (No. 48) Moraga Valle, Fabio (No. 47) Muñoz, Fernanda (No. 48) Núñez Espinel, Luz Angela (No. 47) Peláez Marín, Piedad (No. 46) Peralta Agudelo, Jaime Andrés (No. 46) Ramírez Valverde, Benito (No. 48)

Rojas Cocoma, Carlos (No. 48) Roldán, Diego P. (No. 48) Santofimio Ortiz, Rodrigo (No. 48) Segado Boj, Francisco (No. 46) Solano D., Sergio Paolo (No. 48) Vélez Rendón, Juan Carlos (No. 47) Veneros Ruiz-Tagle, Diana Antonia (No. 46)

Índice temático Accidentes del trabajo (Veneros Ruiz-Tagle, No. 46) América Latina (Moraga Valle, No. 47) Antonio Gramsci (Santofimio Ortiz, No. 48) Argentina (De Paz Trueba, No. 47; Roldán, No. 48) Artesano (Solano D. y Flórez Bolívar, No. 48) Auto-reproducción demográfica (Florentino, No. 47) Bacteriología (García, No. 46) Bogotá (Dimas y Gómez Navas, No. 47) Brasil (Florentino, No. 47) Carrera de armamentos (Garay, No. 48) Censura (Roldán, No. 48) Centralización (Vélez Rendón, No. 47) Chamanes (Peralta Agudelo, No. 46) Chile (Correa Gómez, No. 46; Veneros RuizTagle, No. 46; Cid, No. 47) Chocó (Peralta Agudelo, No. 46) Ciencias sociales (Santofimio Ortiz, No. 48) Clase campesina (Jiménez, Ramírez y Martínez, No. 48) Colombia (Alzate Echeverri, No. 46; García, No. 46; García, No. 46; Vélez Rendón, No. 47;

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Índices

Muñoz, No. 48) Comunidad (De Paz Trueba, No. 47) Conflicto político (Vélez Rendón, No. 47) Congresos estudiantiles (Moraga Valle, No. 47) Constitución (Cid, No. 47) Control de armamentos (Garay, No. 48) Control social (Roldán, No. 48) Cuerpo (Correa Gómez, No. 46; Peláez Marín, No. 46) Cultura (Peláez Marín, No. 46; Roldán, No. 48) Demografía de la esclavitud (Florentino, No. 47) Derecho laboral (Veneros Ruiz-Tagle, No. 46) Desarrollo rural (Jiménez, Ramírez y Martínez, No. 48) Difteria (García, No. 46) Educación (Muñoz, No. 48) Empresa agrícola (Álvarez Múnera, No. 48) Empresario (Carreño Tarazona, No. 46; Álvarez Múnera, No. 48) Enfermedad (Peláez Marín, No. 46) Enfermedad profesional (Veneros Ruiz-Tagle, No. 46) Enfermedades mentales (Correa Gómez, No. 46) Epistemología (Rojas Cocoma, No. 48) Esclavitud (Peláez Marín, No. 46) España (Segado Boj, No. 46) Estado (Muñoz, No. 48) Estado-nación (Jiménez Hernández, No. 47) Exposición Holstein (Álvarez Múnera, No. 48) Familia (Carreño Tarazona, No. 46) Filosofía (Santofimio Ortiz, No. 48) Franquismo (Segado Boj, No. 46)

Fronteras coloniales (Peralta Agudelo, No. 46) Ganado vacuno (Álvarez Múnera, No. 48) Gobierno local (Vélez Rendón, No. 47) Guerra (Johansson, No. 47) Historia (García, No. 46; De Paz Trueba, No. 47) Historia contemporánea (Segado Boj, No. 46) Historia cultural (Alzate Echeverri, No. 46; Rojas Cocoma, No. 48) Historia latinoamericana (Alzate Echeverri, No. 46; Garay, No. 48) Historia política (Vélez Rendón, No. 47) Historiografía (Jiménez Hernández, No. 47) Hospitales (Alzate Echeverri, No. 46) Humor gráfico (Segado Boj, No. 46) Iconografía (Jiménez Hernández, No. 47) Imágenes (Rojas Cocoma, No. 48) Industria cultural (Roldán, No. 48) Industria lechera (Álvarez Múnera, No. 48) Infancia (De Paz Trueba, No. 47) Interdicción (Correa Gómez, No. 46) Inversión (Carreño Tarazona, No. 46) Investigación médica (García, No. 46) Juventud (Moraga Valle, No. 47) Medicina (García, No. 46) Medicina legal (Correa Gómez, No. 46) Método histórico (Rojas Cocoma, No. 48) Milicia (Solano D. y Flórez Bolívar, No. 48) Modernización (Veneros Ruiz-Tagle, No. 46; Muñoz, No. 48) Monarquía (Cid, No. 47) Movilidad social (Solano D. y Flórez Bolívar, No. 48)

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Índices

Movimiento estudiantil (Moraga Valle, No. 47) Movimiento social (Jiménez, Ramírez y Martínez, No. 48) Negros (Peláez Marín, No. 46) Nueva Granada (Alzate Echeverri, No. 46) Nuevo Reino de Granada (Peláez Marín, No. 46; Solano D. y Flórez Bolívar, No. 48) Oriente antioqueño (Álvarez Múnera, No. 48) Padres de família (Muñoz, No. 48) Panamá (Jiménez, Ramírez y Martínez, No. 48) Paraguay (Johansson, No. 47) Paz (Garay, No. 48) Período borbónico (Peralta Agudelo, No. 46) Planificación urbana (Dimas y Gómez Navas, No. 47) Población esclava (Florentino, No. 47) Poder político (Carreño Tarazona, No. 46) Políticas de salud (Veneros Ruiz-Tagle, No. 46) Prensa periódica (Johansson, No. 47) Propaganda (Johansson, No. 47) Publicación periódica (Jiménez Hernández, No. 47)

Renovación urbana (Dimas y Gómez Navas, No. 47) República (Cid, No. 47) Resistencia cultural (Peralta Agudelo, No. 46) Rito (Cid, No. 47) Ruta comercial (Carreño Tarazona, No. 46) Saberes médicos (Peralta Agudelo, No. 46) Salud (Peláez Marín, No. 46) Santander (Carreño Tarazona, No. 46) Seguridad internacional (Garay, No. 48) Sensibilidad (De Paz Trueba, No. 47) Siglo xviii (Alzate Echeverri, No. 46) Siglo xix (Cid, No. 47) Siglo xx (Dimas y Gómez Navas, No. 47) Sistema político (Cid, No. 47; Jiménez Hernández, No. 47) Socialismo (Moraga Valle, No. 47) Sociología (Santofimio Ortiz, No. 48) Sociología del cambio (Santofimio Ortiz, No. 48) Tiempo (Rojas Cocoma, No. 48) Trabajo (Veneros Ruiz-Tagle, No. 46) Uso de la tierra (Dimas y Gómez Navas, No. 47)

Raza (Solano D. y Flórez Bolívar, No. 48) Reforma educativa (Muñoz, No. 48)

Vacunación (García, No. 46)

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Acerca de la revista Historia Crítica es la revista del Departamento

de Historia de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). Cumple con sus lectores desde su crea-

Historia y en Ciencias Sociales, así como por personas interesadas en los estudios históricos.

Las secciones de la revista son las siguientes:

ción en 1989.

La revista Historia Crítica tiene como objetivo

La Carta a los Lectores o Presentación del

publicar artículos inéditos de autores nacionales

Dossier informa sobre el contenido del número y

tigación histórica o balances historiográficos, así

La sección de Artículos divulga resultados de

y extranjeros, que presenten resultados de inves-

la pertinencia del tema que se está tratando.

como reflexiones académicas relacionadas con los

investigación y balances historiográficos. Esta sec-

asegura mediante un proceso de evaluación interno

estudios históricos. La calidad de los artículos se y externo, el cual es realizado por pares académicos nacionales e internacionales.

La revista cuenta con la siguiente estructura:

un director, un editor, dos asistentes editoriales,

un comité editorial y un comité científico, que

garantizan la calidad y pertinencia de los contenidos de la revista, son evaluados anualmente en

función de sus publicaciones en otras revistas nacionales e internacionales.

Historia Crítica contribuye al desarrollo de la

disciplina histórica en un país que necesita fortalecer el estudio de la Historia y el de todas las

Ciencias Sociales para la mejor comprensión de

su entorno social, político, económico y cultural. En este sentido, se ha afianzado como un pun-

to de encuentro para la comunidad académica nacional e internacional, logrando el fortalecimiento de la investigación.

ción se divide en tres partes:

El Dossier reúne artículos que giran alrededor

de una temática específica, convocada previamente por el Comité Editorial.

En Tema Abierto se incluyen artículos sobre variados intereses historiográficos, distintos a los que reúne el dossier.

El Espacio Estudiantil publica artículos escritos por estudiantes de pregrado o maestría

adscritos a diversas universidades. Si el tema del artículo corresponde con el del dossier, se

ubica como último artículo del mismo; si no es el caso, se ubica al final del Tema abierto.

Las Reseñas y los Ensayos bibliográficos

ponen en perspectiva publicaciones historiográficas recientes.

Los Notilibros y los Notired ofrecen una

breve descripción de publicaciones recientes y de páginas Web de interés para el historiador.

Adicionalmente, la revista puede evaluar la

El público de la revista Historia Crítica está

pertinencia de incluir traducciones de artículos

y por profesionales nacionales y extranjeros, como

pañol, inglés o portugués, así como transcripciones

compuesto por estudiantes de pregrado y postgrado

insumo para sus estudios y sus investigaciones en

publicados en el extranjero en idiomas distintos a esde fuentes de archivo con introducción explicativa.

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Normas para los autores Versión enero de 2012 Tipo de artículos, fechas y modalidad de recepción • Historia Crítica publica artículos inéditos que presenten resultados de investigación histórica, innovaciones teóricas sobre debates en interpretación histórica o balances historiográficos completos. • Se publican textos en español, inglés y portugués, pero se acepta recibir la versión inicial de los textos en otros idiomas (francés e italiano). En caso de ser aprobado, el autor se encargará de entregar la versión definitiva traducida al español, ya que Historia Crítica no ofrece ayuda para este efecto. • Las fechas de recepción de artículos de tema libre y para los Dossiers se informan en las respectivas convocatorias. • Los artículos deben ser remitidos por medio del enlace previsto para este efecto en el sitio web de la revista http://historiacritica.uniandes.edu.co o enviados al correo electrónico hcritica@uniandes.edu.co • Los demás textos (reseñas, ensayos bibliográficos, entrevistas, etc.) deben ser enviados al correo electrónico hcritica@uniandes.edu.co • Los artículos enviados a Historia Crítica para ser evaluados no pueden estar simultáneamente en proceso de evaluación en otra publicación. Evaluación de los artículos y proceso editorial A la recepción de un artículo, el Comité editorial evalúa si cumple con los requisitos básicos exigidos por la revista, así como su pertinencia para figurar en una publicación de carácter histórico. Posteriormente, toda contribución es sometida a la evaluación de dos árbitros anónimos y al concepto del Comité Editorial. El resultado será comunicado al autor en un período inferior a seis meses a partir de la recepción del artículo. Las observaciones de los evaluadores, así como las del Comité editorial, deberán ser tomadas en cuenta por el autor, quien hará los ajustes solicitados. Estas modificaciones y correcciones al manuscrito deberán ser rea-

lizadas por el autor en el plazo que le será indicado por el editor de la revista (aprox. 15 días). Luego de recibir el artículo modificado, se le informará al autor acerca de su aprobación. El Comité editorial se reserva la última palabra sobre la publicación de los artículos y el número en el cual se publicarán. Esa fecha se cumplirá siempre y cuando el autor haga llegar toda la documentación que le es solicitada en el plazo indicado. La revista se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo. Durante el proceso de edición, los autores podrán ser consultados por los editores para resolver las inquietudes existentes. Tanto en el proceso de evaluación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores. Procedimiento con las reseñas y los ensayos bibliográficos Historia Crítica procede de dos formas para conseguir reseñas. Por un lado, los autores pueden remitir espontáneamente sus reseñas al correo electrónico de la revista. Lo mismo se aplica a los ensayos bibliográficos. Por otro lado, la revista recibe libros a su dirección postal (Cra 1 No. 18 A 10, Edificio Roberto Franco, of. G-421, Bogotá, colombia) previo aviso por correo electrónico, ojala indicando nombres de posibles reseñadores. En este caso, la revista buscará conseguir una reseña del libro remitido. Las reseñas deben ser críticas y versar sobre libros pertinentes para la disciplina histórica que hayan sido publicados en los cinco últimos años. Los ensayos bibliográficos deben discutir críticamente una, dos o más obras. Las reseñas y los ensayos bibliográficos son sometidos a revisión y, de ser aprobados, a eventuales modificaciones. Indicaciones para los autores de textos aceptados para publicación (artículos, reseñas, ensayos bibliográficos y entrevistas) • Los autores recibirán dos ejemplares del número en el que participaron.

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Normas para los autores

Los autores de los textos aceptados autorizan, mediante la firma del ‘Documento de autorización de uso de derechos de propiedad intelectual’, la utilización de los derechos patrimoniales de autor (reproducción, comunicación pública, transformación y distribución) a la Universidad de los Andes Departamento de Historia, para incluir el texto en la Revista Historia Crítica (versión impresa y versión electrónica). En este mismo documento los autores confirman que el texto es de su autoría y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros. En caso de que un artículo quisiera incluirse posteriormente en otra publicación, deberán señalarse claramente los datos de la publicación original en Historia Crítica, previa autorización solicitada a la dirección de la revista.

Presentación general de los artículos • Los artículos no deben tener más de 11.000 palabras (18-22 páginas, aproximadamente) contando las notas de pie de página y la bibliografía. • Letra Times New Roman tamaño 12, a espacio sencillo, con márgenes de 3 cm, paginado y en papel tamaño carta. • Las notas irán a pie de página, en letra Times New Roman tamaño 10 y a espacio sencillo. • En la primera página, debe figurar un resumen en español de máximo 100 palabras. El resumen debe ser analítico (presentar los objetivos del artículo, su contenido y sus resultados). • Luego del resumen, se debe adjuntar un listado de tres a seis palabras clave, que se eligen preferiblemente en el Thesaurus de la unesco (http://databases.unesco.org/ thessp/) o, en su defecto, en otro thesaurus reconocido cuyo nombre informará a la revista. • El resumen, las palabras clave y el título deben presentarse también en inglés. • El nombre del autor no debe figurar en el artículo. • Los datos del autor deben entregarse en un documento adjunto e incluir nombre, dirección, teléfono, dirección electrónica, títulos académicos, afiliación institucional, cargos actuales, estudios en curso y publicaciones en libros y revistas. • En esta hoja, también es necesario indicar de qué investigaciones resultado el artículo y cómo se financió.

Presentación general de las reseñas y de los ensayos bibliográficos Las reseñas y los ensayos bibliográficos deben presentarse a espacio sencillo, en letra Times New Roman tamaño 12, con márgenes de 3 cm y en papel tamaño carta. Las obras citadas en el texto deberán ser referenciadas a pie de página. Las reseñas deben constar de máximo tres páginas y los ensayos bibliográficos tendrán entre 8 y 12 páginas. Reglas de edición • Las subdivisiones en el cuerpo del texto (capítulos, subcapítulos, etc.) deben ir numeradas en números arábigos, excepto la introducción y la conclusión que no se numeran. • Los términos en latín y las palabras extranjeras deberán figurar en letra itálica. • La primera vez que se use una abreviatura, esta deberá ir entre paréntesis después de la fórmula completa; las siguientes veces se usará únicamente la abreviatura. • Las citas textuales que sobrepasen cuatro renglones deben colocarse en formato de cita larga, entre comillas, a espacio sencillo, tamaño de letra 11 y márgenes reducidos. • Debe haber un espacio entre cada uno de los párrafos; estos irán sin sangrado. • Los cuadros, gráficas, ilustraciones, fotografías y mapas deben aparecer referenciados y explicados en el texto. Deben estar, así mismo, titulados, numerados secuencialmente y acompañados por sus respectivos pies de imagen y fuente(s). Se ubican enseguida del párrafo donde se anuncian. Las imágenes se entregarán en formato digital (jpg o tiff 300 dpi y 240 pixeles). Es responsabilidad del autor conseguir y entregar a la revista el permiso para la publicación de lasimágenes que lo requieran. • Las notas de pie de página deberán aparecer en números arábigos. • Al final del artículo deberá ubicarse la bibliografía, escrita en letra Times New Roman tamaño 11, a espacio sencillo y con sangría francesa. Se organizará en fuentes primarias y secundarias, presentando en las primeras las siguientes partes: archivo, publicaciones periódicas, libros. Los títulos deben presentarse en orden alfabético. En la bibliografía deben presentarse en orden alfabético las referencias completas de todas las obras utilizadas en el artículo, sin incluir títulos que no estén referenciados en los pies de página.

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Normas para los autores

Referencias Historia Crítica utiliza una adaptación del Chicago Manual of Style, en su edición número 15, versión Humanities Style. A continuación se utilizaran dos abreviaturas que permiten ver las diferencias entre la forma de citar en las notas a pie de página (N) y en la bibliografía (B): Libro De un solo autor: N Nombre Apellido(s), Título completo (Ciudad: Editorial, año), 45. B Apellido(s), Nombre. Título completo. Ciudad: Editorial, año. Dos autores: N Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s), Título completo (Ciudad:Editorial, año), 45-90. B Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s). Título completo. Ciudad:Editorial, año. Cuatro o más autores: N Nombre Apellido(s) et al., Título completo (Ciudad: Editorial, año), 45-90. B Apellido(s), Nombre, Nombre Apellido(s), Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Título completo. Ciudad: Editorial, año. Artículo en libro N Nombre Apellido(s), "Título artículo", en Título completo, eds. Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s) (Ciudad: Editorial, año), 45-50. B Apellido(s), Nombre. "Título artículo". En Título completo, editado por Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Ciudad: Editorial, año, 45-90. Artículo en revista N Nombre Apellido(s), "Título artículo", Título revista Vol: No (año): 45. B Apellido(s), Nombre. "Título artículo". Título revista Vol: No (año): 45-90.

Artículo de prensa N Nombre Apellido(s), "Título artículo", Título periódico, Ciudad, día y mes, año, 45. B Apellido(s), Nombre. "Título artículo". Título periódico, Ciudad, día y mes, año. Tesis N Nombre Apellido(s), "Título tesis" (Tesis pregrado/ PhD/Maestría, Universidad, año), 45-50, 90. B Apellido(s), Nombre. "Título tesis". Tesis, Universidad, año. Fuentes de archivo N “Título del documento”, (lugar y fecha, si aplica), en siglas del archivo, Sección, Fondo, vol./leg./t., f. o ff. La primera vez se cita el nombre completo del archivo y la abreviatura entre paréntesis. B Nombre completo del archivo (sigla), Ciudad-País, Sección(es), Fondo(s). Entrevistas Entrevista a Apellido(s), Nombre, Ciudad, fecha completa. Publicaciones en Internet N Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Título completo (Ciudad: Editorial, año), información del doi o url (fecha de consulta) B Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s), eds. Título completo. Ciudad: Editorial, año. Información del doi o url Después de la primera citación se procede así: Nombre Apellido, dos o tres palabras del título, 45-90. No se utiliza Ibid, ibidem, cfr ni op. cit. Consulte las “Normas para los autores” en inglés y portugués en http://historiacritica.uniandes.edu.co

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