Revista Historia Crítica No. 55

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N° 58 · Octubre – diciembre 2015

Universidad de los Andes · Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Historia Bogotá, Colombia


Traducción al inglés · Carol O’Flynn, caroloflynn@hotmail.com Traducción al portugués · Roanita Dalpiaz, ro_popa@hotmail.com Corrección de estilo · Guillermo Díez, gudieztecher@yahoo.com Equipo Informático · Claudia Vega Diseño de Arte y Diagramación · Víctor Gómez Imagen de portada · Tierra Páez, 2015. Camilo Andrés Gómez Contreras · ca.gomez11@uniandes.edu.co Portafolio: https://www.behance.net/Gombou Impresión · Panamericana formas e impresos S.A. Distribución · Siglo del Hombre Editores Cra 32 No 25-46 · Bogotá, Colombia · PBX (571) 337 77 00 · www.siglodelhombre.com Suscripciones | Librería Universidad de los Andes · Cra 1a No 19-27 Ed. AU 106 · Bogotá, Colombia Tels. (571) 339 49 49 ext. 2071 – 2099 · http://libreria.uniandes.edu.co Canjes | Facultad de Ciencias Sociales · Universidad de los Andes · Cra. 1a Este No. 18A – 10 Ed. Franco, piso 6, oficina 617 · Bogotá – Colombia · Tel [571] 3394949 Ext.: 3585 publicacionesfaciso@uniandes.edu.co · http://publicacionesfaciso.uniandes.edu.co Páginas del número · 224pp. Formato · 19 x 24.5 cm Tiraje · 300 ejemplares Periodicidad · Trimestral ISSN 0121-1617. Min. Gobierno 2107 de 1987 eISSN 1900-6152 Precio · $ 30.000 (Colombia) * Las ideas aquí expuestas son responsabilidad exclusiva de los autores. * El material de esta revista puede ser reproducido sin autorización para uso personal o en el aula de clase, siempre y cuando se mencione la fuente. Para reproducciones con cualquier otro fin es necesario solicitar primero autorización del Comité Editorial de la revista.


Acerca de la revista Historia Crítica es la revista de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). Cumple con sus lectores desde su creación en 1989. La revista Historia Crítica tiene como objetivo publicar artículos inéditos de autores nacionales y extranjeros, que presenten resultados de investigación histórica o balances historiográficos, así como reflexiones académicas relacionadas con los estudios históricos. La calidad de los artículos se asegura mediante un proceso de evaluación interno y externo, el cual es realizado por pares académicos nacionales e internacionales. La revista cuenta con la siguiente estructura: un director, un editor, un gestor editorial, un comité editorial y un comité científico, que garantizan la calidad y pertinencia de los contenidos de la revista. Los miembros de los comités son evaluados anualmente en función de sus publicaciones en otras revistas nacionales e internacionales. Historia Crítica contribuye al desarrollo de la disciplina histórica en un país que necesita fortalecer el estudio de la Historia y el de todas las Ciencias Sociales, para la mejor comprensión de su entorno social, político, económico y cultural. En este sentido, se ha afianzado como un punto de encuentro para la comunidad académica nacional e internacional, logrando el fortalecimiento de la investigación. El público de la revista Historia Crítica está compuesto por estudiantes de pregrado y posgrado y por profesionales nacionales y extranjeros, como insumo para sus estudios y sus investigaciones en académicas, así como por personas interesadas en los estudios históricos. Palabras clave: historia, ciencias sociales, investigación, historiografía. Las secciones de la revista son las siguientes: La Carta a los lectores y Presentación del Dossier informa sobre el contenido del número y la pertinencia del tema que se está tratando. La sección de Artículos divulga resultados de investigación y balances historiográficos. Esta sección se divide en tres partes: • El Dossier reúne artículos que giran alrededor de una temática específica, convocada previamente por el Equipo Editorial. • En Tema abierto se incluyen artículos sobre variados intereses historiográficos, distintos a los que reúne el dossier. • El Espacio estudiantil publica artículos escritos por estudiantes de pregrado, maestría y doctorado adscritos a diversas universidades. Si el tema del artículo corresponde con el del dossier, se ubica como último artículo del mismo; si no es el caso, se ubica al final del Tema abierto. • Las Reseñas y los Ensayos bibliográficos ponen en perspectiva publicaciones historiográficas recientes. • Los Notilibros ofrecen una breve descripción de publicaciones recientes de interés para el investigador. Adicionalmente, la revista puede evaluar la pertinencia de incluir traducciones de artículos publicados en el extranjero en idiomas distintos a español, inglés o portugués, así como transcripciones de fuentes de archivo con introducción explicativa. La Revista somete todos los artículos que recibe a la herramienta de detección de plagio. Todos los contenidos de la Revista son de libre acceso y se pueden descargar en formato PDF, HTML y en versión e-book en nuestra página web: http://historiacritica.uniandes.edu.co


La revista hace parte de los siguientes catálogos, bases bibliográficas, índices y sistemas de indexación: Publindex - Índice Nacional de Publicaciones Seriadas Científicas y Tecnológicas Colombianas, (Colciencias, Colombia), desde 1998. Actualmente en categoría A1. Sociological Abstracts y Worldwide Political Science Abstracts (CSA-ProQuest, Estados Unidos), desde 2000. Ulrich’s Periodicals Directory (CSA-ProQuest, Estados Unidos), desde 2001. PRISMA - Publicaciones y Revistas Sociales y Humanísticas (CSA-ProQuest, Gran Bretaña), desde 2001. Historical Abstracts y America: History &Life (EBSCO Information Services, antes ABC-CLIO, Estados Unidos), desde 2001. HAPI - Hispanic American Periodical Index (UCLA, Estados Unidos), desde 2002. OCENET (Editorial Oceano, España), desde 2003. LATINDEX - Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal (México), desde 2005. Fuente Académica, Current Abstracts, EP Smartlink Fulltext, TOC Premier, Academica Search Complete, SocINDEX (EBSCO Information Services, Estados Unidos), desde 2005. RedALyC - Red de Revistas Científicas de América Latina y El Caribe, España y Portugal (UAEM, México), desde 2007. DOAJ - Directory of Open Access Journal (Lund University Libraries, Suecia), desde 2007. Informe académico y Académica onefile (Estados Unidos), desde 2007. CLASE - Citas latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades (UNAM, México), desde 2007. DIALNET - Difusión de Alertas en la Red (Universidad de La Rioja, España), desde 2007. CIBERA - Biblioteca Virtual Iberoamericana/España/Portugal (German Institute of Global and Area Studies, Alemania), desde 2007. SciELO - Scientific Electronic Library Online (Colombia), desde 2007. CREDI - Centro de Recursos Documentales e Informáticos (Organización de Estados Iberoamericanos, España), desde 2008. HLAS - Handbook of Latin American Studies (Library of Congress, Estados Unidos), desde 2008. LAPTOC - Latin American Periodicals Tables of Contents (University of Pittsburgh, Estados Unidos), desde 2008. Social Sciences Citation Index - Arts and Humanities Citation Index (ISI-Thomson Reuters, Estados Unidos), desde 2008. SCOPUS - Database of abstracts and citations for scholarly journal articles (Elsevier, Países Bajos), desde 2008. LatAm -Estudios Latinamericanos (International Information Services, Estados Unidos), desde el 2009. SciELO Citation Index (Thomson Reuters–SciELO), desde 2013.

Portales Web: http://www.lablaa.org/listado_revistas.htm (Biblioteca Luis Angel Arango, Colombia), desde 2001. http://www.cervantesvirtual.com/portales/ (Quórum Portal de Revistas, Universidad de Alcalá, España), desde 2007. http://sala.clacso.org.ar/biblioteca/Members/lenlaces (Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO, Argentina), desde 2007. http://www.historiadoresonline.com (Historiadores OnLine - HOL, Argentina), desde 2007.


Tabla de contenido Carta a los lectores · 8-9

Artículos Tema abierto Eduardo Valenzuela A., Universidad de Chile/ École des Hautes Études en Sciences Sociales, Francia Kerigma: preguntas teóricas en torno a la primera evangelización de América (Antillas, 1510-Nueva España, 1524) · 13-32 Santiago Paredes Cisneros, Universidad de los Andes, Colombia La política del resguardo entre los indios páez del pueblo de Toboyma (gobernación de Popayán), 1650-1750 · 33-55

Isidro Vanegas, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia Los inicios del Régimen Democrático en la Nueva Granada: la noción y sus dilemas (1790-1830) · 57-75 Miranda Lida, Universidad Católica Argentina-CONICET El grupo editor de la revista Nosotros visto desde dentro. Argentina, 1907-1920 · 77-94 Alberto Pena-Rodríguez, Universidad de Vigo, España SINTONÍA DE COMBATE. La propaganda del Rádio Club Português en la Guerra Civil española (1936-1939) · 95-115 Hernán Venegas Valdebenito, Universidad de Santiago de Chile, y Diego Morales Barrientos, Universidad de Santiago de Chile El despliegue del paternalismo industrial en la Compañía Minera e Industrial de Chile (1920-1940) · 117-136

Espacio estudiantil Adriana Peña Mejía, Institut d’études politiques de Paris, Francia Historia de la escultura moderna y de los viajes culturales de artistas colombianos a París después de 1945 · 139-154

Traducción Zacarías Moutoukias, Université Paris Diderot (Paris VII), Francia Dependencias temporales y cambios institucionales en la América hispánica a fines del siglo XVIII e inicios del siglo XIX · 157-178

Reseñas Ana Pérez, Universidad de los Andes, Colombia Earle, Rebecca A. España y la independencia de Colombia, 1810-1825. Bogotá: Ediciones Uniandes/ Banco de la República, 2014 · 181-183 Josep Simon, Universidad del Rosario, Colombia Medina, Eden. Revolucionarios cibernéticos: tecnología y política en el Chile de Salvador Allende. Santiago de Chile: LOM Ediciones, 2013 · 184-187 Notilibros · 191-193 Políticas editoriales · 198-202


Table of Contents Letter to readers · 8-9

Articles Open Forum Eduardo Valenzuela A., Universidad de Chile/ École des Hautes Études en Sciences Sociales, France Kerygma: Historical Questions on the First Evangelization of America (Antillas, 1510-New Spain, 1524) · 13-32

Santiago Paredes Cisneros, Universidad de los Andes, Colombia The Indigenous Reservation Policy among the Páez Indians in the Town of Toboyma (Governorship of Popayán), 1650-1750 · 33-55 Isidro Vanegas, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia The Beginnings of the Democratic Regime in New Granada: The Notion and the Dilemmas Involved (1790-1830) · 57-75 Miranda Lida, Universidad Católica Argentina-CONICET The Editorial Group of Nosotros Magazine as Seen from the Inside. Argentina, 1907-1920 · 77-94 Alberto Pena-Rodríguez, Universidad de Vigo, Spain SINTONÍA DE COMBATE. Rádio Club Português Propaganda in the Spanish Civil War (1936-1939) · 95-115

Hernán Venegas Valdebenito, Universidad de Santiago de Chile, y Diego Morales Barrientos, Universidad de Santiago de Chile The Deployment of Industrial Paternalism in the Compañía Minera e Industrial de Chile (1920-1940) · 117-136

Student Space Adriana Peña Mejía, Institut d’études politiques de Paris, France History of Modern Sculpture and Cultural Journeys of Colombian Artists to Paris after 1945 · 139-154

Traduction Zacarías Moutoukias, Université Paris Diderot (Paris VII), France Temporary Dependencies and Institutional Changes in Spanish America in the Late 18th and Early 19th Centuries · 157-178

Book Reviews Ana Pérez, Universidad de los Andes, Colombia Earle, Rebecca A. España y la independencia de Colombia, 1810-1825. Bogotá: Ediciones Uniandes/ Banco de la República, 2014 · 181-183 Josep Simon, Universidad del Rosario, Colombia Medina, Eden. Revolucionarios cibernéticos: tecnología y política en el Chile de Salvador Allende. Santiago de Chile: LOM Ediciones, 2013 · 184-187 Book Notes · 191-193 Editorial Policies · 203-207


Lista de conteúdos Carta aos leitores · 8-9

Artigos Tema aberto Eduardo Valenzuela A., Universidad de Chile/ École des Hautes Études en Sciences Sociales, França Kerigma: perguntas teóricas sobre a primeira evangelização da América (Antilhas, 1510-Nova Espanha, 1524) · 13-32

Santiago Paredes Cisneros, Universidad de los Andes, Colômbia A política da reserva entre os índios páez do povoado de Toboyma (governação de Popayán), 1650-1750 · 33-55

Isidro Vanegas, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia O começo do Regime Democrático na Nova Granada: a noção e seus dilemas (1790-1830) · 57-75 Miranda Lida, Universidad Católica Argentina-CONICET O grupo editor da revista Nosotros visto de dentro. Argentina, 1907-1920 · 77-94 Alberto Pena-Rodríguez, Universidad de Vigo, Espanha SINTONÍA DE COMBATE. A propaganda do Rádio Club Português na Guerra Civil espanhola (1936-1939) · 95-115 Hernán Venegas Valdebenito, Universidad de Santiago de Chile, y Diego Morales Barrientos, Universidad de Santiago de Chile A implantação do paternalismo industrial na Compañía Minera e Industrial de Chile (1920-1940) · 117-136

Espaço estudantil Adriana Peña Mejía, Institut d’études politiques de Paris, França História da escultura moderna e das viagens culturais de artistas colombianos a Paris depois de 1945 · 139-154

Tradução Zacarías Moutoukias, Université Paris Diderot (Paris VII), França Dependências temporais e mudanças institucionais na América hispânica no final do século XVIII e início do XIX · 157-178

Resenhas Ana Pérez, Universidad de los Andes, Colômbia Earle, Rebecca A. España y la independencia de Colombia, 1810-1825. Bogotá: Ediciones Uniandes/ Banco de la República, 2014 · 181-183 Josep Simon, Universidad del Rosario, Colômbia Medina, Eden. Revolucionarios cibernéticos: tecnología y política en el Chile de Salvador Allende. Santiago de Chile: LOM Ediciones, 2013 · 184-187 Notilivros · 191-193 Políticas editoriais · 208-212



Carta a los lectores Desde 2009 la revista Historia Crítica entrega a sus lectores tres números anuales que comprenden artículos de Dossier y de Tema abierto, recibidos en sus convocatorias como resultado de investigaciones históricas rigurosas, innovaciones teóricas y debates siempre actuales en la disciplina. En la búsqueda de ampliar estos espacios, de continuar creando vínculos académicos en diferentes geografías y de ofrecer a nuestros lectores una mayor continuidad, la Revista asume un nuevo reto en su periodicidad publicando cuatro números anuales. Este número de Tema abierto es resultado de esta apuesta, conformado por siete artículos que presentan variados intereses historiográficos de académicos vinculados a instituciones en Chile, Colombia, Argentina, España y Francia. Esta edición abre con el artículo de Eduardo Valenzuela A. sobre el concepto teológico de kerima, para, así, analizar parte del proceso misional que se dio en las Antillas y en Nueva España a inicios del siglo XVI. Con este objetivo, el autor discurre en los escritos de Pedro de Córdoba y en algunas de las obras registradas por Bernardino de Sahagún, que reflejan el desafío que implicó para la Iglesia la evangelización en el Nuevo Mundo. A continuación se incluyen dos artículos que indagan sobre los procesos históricos de la gobernación de Popayán y de la Nueva Granada, territorios que en la actualidad se enmarcan dentro de las fronteras de la República de Colombia. Santiago Paredes trabaja las políticas del resguardo de indios páez —en la actualidad, designados indios nasa—, destacando las formas territoriales instituidas por los nativos, las autoridades y otros pobladores, así como las prácticas de organización legisladas por la Corona española que repercutían en la gobernación de Popayán y se hacían cumplir por las autoridades locales. Por su parte, Isidro Vanegas examina la instauración del régimen democrático de la naciente república de Nueva Granada entre 1790 y 1830, ocupándose de aquellos escritos que evocan la soberanía popular y revelan las ilusiones y los temores presentes en los discursos de personajes reconocidos como Jorge Tadeo Lozano, Vicente Rocafuerte, José María Salazar y Simón Bolívar mismo. En esta ocasión se publican artículos que además tienen por objeto de estudio las revistas y la radio. En el primer caso, Miranda Lida ofrece una reconstrucción del grupo editor de la revista argentina Nosotros —como de la propia historia de la publicación seriada—, detallando el desarrollo experimentado entre 1907 y 1920 en su estructura por la creación de una Sociedad Cooperativa, la gestión del poeta Rafael Obligado y los debates políticos e ideológicos de sus integrantes tras la Primera Guerra Mundial (1914) y la Revolución Rusa (1917). Y en el segundo, Alberto Pena-Rodríguez se cuestiona la función propagandista de la emisora portuguesa Rádio Club Português (RCP) en la Guerra Civil española, destacando las técnicas de campaña promocional que tenían como fin vituperar el gobierno democrático español con la contratación de locutores franquistas y la emisión de programas que exaltaban actos heroicos, el desenlace de ciertos combates o las proclamas anticomunistas. También se cuenta con el artículo de Hernán Venegas Valdebenito y Diego Morales Barrientos, que se enmarca en el paternalismo industrial de las minas de carbón del distrito de Lota-Coronel, en el sur de Chile. Los autores indagan las políticas y prácticas de la Compañía Minera e Industrial de Chile para organizar la familia obrera, crear una cultura minera y colaborar en el ascetismo de los espacios de trabajo, que pueden consultarse a través de las publicaciones periódicas El Minero, El Sur, La Jornada, La Opinión y La Rejión Minera. En la sección Tema estudiantil, la Revista publica el trabajo de Adriana Peña Mejía, quien reflexiona sobre los viajes culturales realizados por los


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Carta a los lectores

artistas colombianos Eduardo Ramírez Villamizar, Edgar Negret y Feliza Bursztyn a París después de culminada la Segunda Guerra Mundial, en 1945. Y la Revista culmina con la traducción del artículo “Dependencias temporales y cambios institucionales en la América hispánica a fines del siglo XVIII e inicios del siglo XIX” de Zacarías Moutoukias, de la Universidad de París-Diderot (Francia), que desde el estudio de los procesos de independencia analiza las trayectorias institucionales, al mismo tiempo que detalla los dispositivos y los procesos de movilización en estas sociedades. Además, el Equipo Editorial aprovecha esta presentación para dar la bienvenida al Consejo Editorial de la Revista a las profesoras Carmen Bernand de la Université Paris Ouest Nanterre La Défense (Francia) y Florencia Mallon de la University of Wisconsin (Estados Unidos), e invita a nuestros lectores a consultar los números publicados en 2015 y las próximas convocatorias en la página web de la Revista: http://historiacritica.uniandes.edu.co.


Dossier



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Kerigma: preguntas teóricas en torno a la primera evangelización de América (Antillas, 1510-Nueva España, 1524)❧ Eduardo Valenzuela A.

Universidad de Chile/ École des Hautes Études en Sciences Sociales, Francia doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit58.2015.01

Artículo recibido: 16 de marzo de 2015/Aprobado: 05 de agosto de 2015 /Modificado: 10 de agosto de 2015

Resumen: Este artículo tiene como objetivo desarrollar una reflexión teórica en torno a la naturaleza del primer anuncio del cristianismo en América, a partir de un análisis de los ciclos de evangelización temprana en las Antillas y Nueva España. Para ello, se propone el uso del concepto teológico kerigma con el fin de relevar una fase del proyecto misional que constituirá el filo cortante de la lucha entre la nueva fe y los antiguos cultos locales. Tomando como punto de inicio el concepto de kerigma, el presente estudio abordará la Doctrina para todos los indios de Pedro de Córdoba (1510-1521) y los Coloquios de los Doce Apóstoles (1524), registrados por Bernardino de Sahagún como obras fundacionales de los ciclos de evangelización en las Antillas y Nueva España, y, al mismo tiempo, como la textualización de las primeras formas de predicación en cada territorio. Se concluye que las características del desafío misional americano implicaron la necesidad de establecer una base pre-catequética y pre-cristológica, como filo cortante de la evangelización en cada experiencia misional analizada. Palabras clave: Antillas, Nueva España, catolicismo (Thesaurus); evangelización, misiones, siglo XVI (palabras clave autor).

Kerygma: Historical Questions on the First Evangelization of America (Antillas, 1510- New Spain, 1524) Abstract: This article aims to develop a theoretical reflection on the nature of the first announcement of Christianity in America, based on an analysis of the cycles of early evangelization in the Antilles and New Spain. For this purpose, it proposes the use of the theological concept kerygma in order to highlight a phase of the missionary project that would constitute the cutting edge of the struggle between the new faith and the old local cults. Taking kerygma as its starting point, this study deals with Pedro de Córdoba’s Christian Doctrine for the Instruction and Information of the Indians (1510-1521) and the Colloquia of the Twelve Apostles (1524) recorded by Bernardo de Sahagún, as foundational works in the cycles of evangelization in the Antilles and New Spain, and simultaneously, the transformation of the first forms of preaching in each territory into texts. It concludes that the characteristics of the missionary challenge in the Americas involved the need to establish a pre-catechetical and pre-Christological basis, as the cutting edge of evangelization in each missionary experience analyzed. Keywords: Catholicism (Thesaurus); Antilles, New Spain, evangelization, missions, 16th century (author’s keywords). ❧ Este artículo forma parte de la tesis doctoral realizada en cotutela entre la Universidad de Chile y el Labora-

toire d´Anthropologie Sociale (LAS) de la École des Hautes Études en Sciences Sociales (Francia), titulada “Les anges déchus du Nouveau Monde: universalisme et démonologie dans la conquête ontologique des cultes américains (XVIe siècle)”, y que se encuentra actualmente en elaboración. El presente estudio no contó con financiamiento adicional.


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Kerigma: preguntas teóricas en torno a la primera evangelización de América (Antillas, 1510-Nueva España, 1524) Eduardo Valenzuela A.

Kerigma: perguntas teóricas sobre a primeira evangelização da América (Antilhas, 1510-Nova Espanha, 1524) Resumo: Este artigo tem como objetivo desenvolver uma reflexão teórica sobre a natureza do primeiro anúncio do cristianismo na América a partir de uma análise dos ciclos de evangelização precoce nas Antilhas e na Nova Espanha. Para isso, propõe-se o uso do conceito teológico kerigma a fim de revelar uma fase do projeto missioneiro que constituirá o determinante da luta entre a nova fé e os antigos cultos locais. Tomando como ponto de partida o conceito de kerigma, este estudo abordará a Doctrina para todos los indios, de Pedro de Córdoba (1510-1521), e os Coloquios, dos Doze Apóstolos (1524), registrados por Bernardino de Sahagún como obras fundacionais dos ciclos de evangelização nas Antilhas e na Nova Espanha, e, ao mesmo tempo, como a textualização das primeiras formas de pregação em cada território. Conclui-se que as características do desafio missioneiro americano implicaram a necessidade de estabelecer uma base pré-catequética e précristológica como determinante da evangelização em cada experiência missioneira analisada. Palavras-chave: Antilhas, Nova Espanha (Thesaurus); catolicismo, evangelização, missões, século XVI (autor de palavras-chave).

Introducción

E

l presente estudio surge a partir de una mirada continental a los ciclos tempranos de la evangelización americana, y de la toma de conciencia de que el objetivo final de este proyecto —la cristianización de las comunidades indígenas— estuvo antecedido por un conjunto de esfuerzos tendientes al establecimiento de un cimiento pre-cristológico que constituirá el núcleo de la acción misionera temprana en el Nuevo Mundo. Dicho de otro modo, bajo la idea de que la documentación de estas fases iniciales —y muy especialmente el seguimiento de los primeros textos pastorales de cada territorio— entrega valiosa información sobre las prioridades que tuvieron los misioneros en estas etapas iniciales, y de cómo la naturaleza de los sistemas religiosos locales incidió sobre la producción de una respuesta misional capaz de hacer frente al desafío de la conversión de los cultos locales. Gran parte de esta reflexión es deudora de los debates de la teología misionera de mediados del siglo XX y su reflexión en torno a los conceptos de evangelización, pre-evangelización y kerigma, por lo que se dedicarán en este artículo algunas líneas a esta problemática, con el objetivo de evidenciar los caminos que se han transitado para producir el modelo teórico con el que se abordará la documentación a lo largo de este estudio. En el análisis de los primeros esfuerzos misionales en América, aquí se centrará la atención en dos obras fundacionales de la evangelización americana: la Doctrina cristiana para instrucción e información de los indios a manera de historia, articulada por Pedro de Córdoba para el área antillana, y los Coloquios de los Doce Apóstoles, recopilados por Bernardino de Sahagún. En términos generales, se podrá decir que la evangelización es una obra en curso, sin un término manifiesto y consustancial a la expresión del cristianismo, pero ciertamente resulta difícil imaginar las ciudades virreinales, a mediados del siglo XVIII, siendo escenario de una evangelización en el mismo sentido de lo que puede observarse para los territorios sujetos a misión en la primera mitad del siglo XVI. Aunque conceptos como evangelio o evangelizar son frecuentemente asociados a


Hist. Crit. No. 58 · Octubre - diciembre · Pp 13-32 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152 doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit58.2015.01

los cuatro libros del Nuevo Testamento llamados “evangelios”, lo cierto es que estas voces eran de uso común entre los primeros cristianos, antes incluso de la redacción misma de los escritos neotestamentarios1. El euangelion (del griego εὐ, “bien” y αγγέλιον, “mensaje”) es la Buena Nueva que anuncia al Dios revelado en Jesucristo, una noticia que los misioneros habrán de difundir a todas las naciones del mundo. En torno a los años cincuenta, la teología francesa comenzó a reflexionar sobre las distintas etapas que conforman la prédica cristiana con miras a la conversión, estableciendo una distinción clara entre una foi de la conversion, identificada con el concepto de evangelización como primer anuncio del cristianismo a comunidades no-cristianas, y una foi de connaissance, asociada a la instrucción profunda de la catequesis2. Para esta nueva corriente teológica, la evangelización estaría restringida a esta primera etapa bajo el nombre técnico de kerygma, una voz sobre la que se volverá más adelante. En lo concreto, el hecho de que esta primera fase no se exprese a partir de la introducción de una doctrina ni como una profundización de la fe, sino como un evento destinado a promover la conversión3, constituye un antecedente central para aproximarse a la empresa de la cristianización de una comunidad humana, bajo el entendido —central para esta investigación— de que se trata de un proceso secuencial constituido por distintas etapas. Esta distinción, compartida por figuras eminentes como Rétif y Liégé, será también desarrollada por el teólogo italiano Domenico Grasso, quien esta vez propondrá una triple distinción en torno a la transmisión del mensaje evangélico, integrando la homilía como la tercera y última fase de la cristianización4, modelo triple que puede ser observado con claridad en la Iglesia primitiva5. En el contexto del Congreso Misionero de Bangkok en 1962, el teólogo Alfonso Nebreda comenzó a evidenciar la existencia de una fase de preparación que antecedería a la presentación de Jesucristo y los sacramentos; un momento de la acción misional que tiene por objeto iniciar a las personas en la realidad del Evangelio y propiciar su aceptación6. Para el autor, los esfuerzos ya no necesitaban concentrarse en distinguir la catequesis del kerigma —algo plenamente logrado por la escuela francesa—, sino transitar desde el kerigma hacia el estudio de las condiciones humanas que predisponen a las comunidades al mensaje, es decir, desde la evangelización a una pre-evangelización7. En su perspectiva, los jesuitas habrían desarrollado en Japón un método de evangelización completamente diferente a los desplegados en India, Filipinas y, por cierto, el Nuevo Mundo, siendo ésta la primera experiencia de pre-evangelización de la historia8. Este nuevo modelo se basaba en la división de la instrucción misional en dos partes, esto es, el uso de catecismos para introducir estos contenidos fundacionales y el posterior uso de una Doctrina netamente 1 Joseph Gevaert, Primera evangelización. Aspectos catequéticos (Madrid: Central Catequística Salesiana, 1992), 11. 2 Antonin Marcel Henry, “Le kérygme dans le ministère de la parole”, en L´annonce de l´evangile aujourd´hui, ed., Antonin Marcel Henry (París: CERF, 1962), 88. 3 Antonin Marcel Henry, “Le kérygme”, 89. 4 Domenico Grasso, “Il kerigma e la predicazione”, Gregorianum 41 (1960): 424-450. 5 Alonso Nebreda, Kerygma in Crisis (Chicago: Loyola University Press, 1965), 42. 6 Joseph Gevaert, Primera evangelización, 36. 7

Alonso Nebreda, Kerygma in Crisis, 65. Existen, sin embargo, antecedentes previos. Ejemplos de ello son la obra de André Rétif, Foi au Christ et Mission d´après les Actes de Apotres (París: s/e., 1953), o el trabajo de Pierre-André Liégé, “Évangélisation”, Catholicisme IV (1954): 755-764.

8 Alonso Nebreda, Kerygma in Crisis, 99.

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Kerigma: preguntas teóricas en torno a la primera evangelización de América (Antillas, 1510-Nueva España, 1524) Eduardo Valenzuela A.

cristológica9. Guiados por el sentido común, señala Nebreda, hombres como Alessandro Valignano habrían iniciado la pre-evangelización del Japón a partir de tres temáticas centrales: la inmortalidad del alma humana, la salvación y la noción de un Dios Creador que da forma al mundo y a sus partes10. Como se verá, la temática identificada por Nebreda fue implementada, de hecho, cerca de veinte años antes de la fundación de la Compañía misma. El mismo año que Nebreda defendía su pre-evangelización en Bangkok, el teólogo François-Georges Dreyfus sintetizaba en el título de un artículo una pregunta desafiante, que se vuelve evidente al abordar los materiales neotestamentarios, en especial los escritos ligados a la acción apostólica de Pablo: ¿es el primer anuncio del cristianismo exclusivamente cristológico?11. Para el autor, la respuesta dependía en gran medida del depositario de este Primer Anuncio: cuando la proclamación se dirigía a las comunidades judías, el núcleo del mensaje estaba centrado en kyrios, es decir, en Cristo; mientras que la prédica kerigmática en el contexto pagano exigía, ante todo, una conversión a Theos, al Dios Creador12. No se trata, por cierto, de negar la existencia de un mensaje cristológico a las audiencias paganas, sino de señalar la necesidad de situar este mensaje dentro de un anuncio más vasto y global que comienza, en un contexto de evangelización ad gentes, con la inevitable proclamación del Dios Creador13. Como ha expuesto con claridad James Dunn, dentro del Nueva Testamento no existiría un único kerigma sino un conjunto de distintos kerygmata, los cuales representarían las distintas formas adoptadas por el mensaje apostólico, en virtud de los distintos contextos que exigieron su adecuación14. De hecho, la primera gran constatación de la existencia de diferentes formas del kerigma se evidencia al contrastar los contenidos del mensaje proclamado por Cristo y los distintos kerygmata apostólicos. La comparación del kerigma de Jesús con la proclamación presente en los Hechos de los Apóstoles evidencia notoriamente la divergencia de los contenidos; mientras que Jesucristo proclama el Reino de Dios, Lucas anuncia a Jesucristo mismo como el centro del kerigma, presentando como prueba de Fe su resurrección y demandando una respuesta a esta proclamación15. En el contexto de la prédica apostólica, el proclamador se ha vuelto el proclamado16. La carta de Pablo a la comunidad cristiana de Tesalónica, una de las menciones más antiguas (50-51 d. C.), ejemplifica con claridad las dos esferas de la evangelización señaladas por François-Georges Dreyfus en su reflexión sobre el kerigma: la conversión al Dios vivo y verdadero, creador del cielo y de la tierra, y el anuncio de su hijo y su pasión (1 Tesalonicenses 1: 9-10). 9 Alonso Nebreda, Kerygma in Crisis, 99. 10 Alonso Nebreda, Kerygma in Crisis, 100. 11 François-Georges Dreyfus, “Le kérygme est-il uniquement christologique?”, en L´annonce de l´evangile aujourd´hui, ed., Antonin Marcel Henry (París: CERF, 1962), 55-65. 12 François-Georges Dreyfus, “Le kérygme est-il”, 62. 13 François-Georges Dreyfus, “Le kérygme est-il”, 63. 14 James Dunn, Unity and Diversity in the New Testament: An Inquiry into the Character of Earliest Christianity (Londres: SCM Press, 1990 [1977]), 16. Antecedentes de esta propuesta pueden verse en: Y. B. Trémel, “Du kérygme des apôtres a celui d´aujourd´hui”, en L´annonce de l´evangile aujourd´hui, ed. Antonin Marcel Henry (París: CERF, 1962), 33; y más temprano aún, en la obra de Clarence Tucker Craig, “The Apostolic Kerygma in the Christian Message”, Journal of Bible and Religion XX: 3 (1952): 182. 15 James Dunn, Unity and Diversity, 21. 16 Rudolf Bultmann, Theology of the New Testament. With a New Introduction by Robert Morgan (Waco: Baylor University Press, 2007 [1951]), 33.


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Aunque ambos elementos se encuentran indisolublemente ligados, lo cierto es que el mensaje contiene dos núcleos plenamente diferenciados, dos conceptos que deben ser presentados a una comunidad humana que desconoce no sólo la realidad que encarna Jesús, sino también el relato de la creación del monoteísmo hebreo. Aunque la disociación entre Dios Padre y Jesucristo pueda parecer vana en una perspectiva teológica, la práctica misional en el ambiente pagano evidencia claramente la necesidad de un tratamiento distintivo, como queda retratado en un pasaje de la Primera Epístola a los Corintios: “Acerca, pues, de las viandas que se sacrifican a los ídolos, sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios. Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él” (1 Corintios 8: 4-6)17.

La variabilidad que existe en la tematización de este kerigma es la prueba inequívoca de que la proclamación se adapta a distintas audiencias, eligiendo cuáles serán los elementos constituyentes de este primer anuncio a partir de una toma de conciencia sobre las características del componente religioso preexistente y de las necesidades inherentes a su conversión. Es, de alguna manera, un recurso situacional, condicionado por las circunstancias que exigieron su proclamación y, por ende, difícilmente simplificable a una fórmula fija que pueda ser aplicada a los diferentes contextos, sin exigir ningún cambio o modificación18. Sin embargo, los contenidos de los diversos kerygmata, aun con sus variabilidades y particularismos, evidencian un rasgo común: por sobre la introducción de elementos nuevos a los esquemas religiosos preexistentes se encuentra la necesidad de promover la renuncia a estos antiguos órdenes (metanoia), en pos de la adquisición de una nueva “totalidad de sentido”19. Así, los cambios inducidos por este Primer Anuncio implican no sólo la transformación del ser —para este contexto, del ser humano— sino muy especialmente de los vínculos del ser humano con las distintas esferas de su existencia, la redirección de las normas de aprehensión de la realidad, aquello que James McDonald ha dado en llamar “orientación del mundo”20. Se trata de una transformación profunda que opera en un nivel ontológico, impulsando un conjunto de transformaciones que impactaran en las estructuras cosmológicas, en sus modelos de interrelaciones sociales y en los fundamentos epistemológicos que sostienen sus teorías de alteridad21, es decir, en los sistemas de integración de la experiencia que permiten estructurar de manera selectiva el flujo de la percepción y organizar así los regímenes existentes y sus propiedades ontológicas22.

17 La fórmula de José de Acosta, la distinción entre Dios y “el mismo Jesucristo, mediador de Dios y de los hombres”. De procuranda indorum salute (Madrid: CSIC, 1984), Lib. I, Cap. VII, 145. Subrayado del autor. 18 James Dunn, Unity and Diversity, 12. 19 Enrique Dussel, Historia general de la Iglesia en América Latina, t. I (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1983), 291. 20 James McDonald, Kerygma and Didache. The Articulation and Structure of the Earliest Christian Message (Cambridge: Cambridge University Press, 1980), 127. 21 Philippe Descola, “Más allá de la naturaleza y de la cultura”, en Cultura y Naturaleza. Aproximaciones a propósito del bicentenario de la independencia de Colombia, ed., Leonardo Montenegro (Bogotá: Jardín Botánico de Bogotá José Celestino Mutis, 2011), 87. 22 Philippe Descola, Par-delà nature et culture (París: Gallimard, 2005), 363.

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La búsqueda de esta sustitución de los regímenes existenciales no es una posibilidad, sino un imperativo. El mensaje de Cristo y su instrucción doctrinal —la catequesis— sólo pueden asentarse sobre un depositario que haya renunciado a su otra vida y esté dispuesto a regenerarse a partir de este nuevo conjunto de parámetros existenciales. En lugar de intentar desarticular cada uno de los vínculos relacionales que los receptores del mensaje poseen con el mundo y sus entidades —los lazos del indígena con las aves—, las retóricas desplegadas en el kerigma buscarán impactar directamente en los modos de identificación —lo que las aves son—, esperando a partir de esta operatoria incidir sobre la elaboración de nuevos vínculos entre las comunidades regeneradas por la conversión y el mundo. De ahí que buena parte de los esfuerzos de la prédica kerigmática se centren en el uso de recursos antiidolátricos, para refutar los sistemas de creencias locales y lograr su absorción dentro de la historia escatológica universal. Si se han dedicado algunas páginas a esta reflexión, levantando los instrumentos teóricos a partir de la misionología, es porque la reflexión teológica tiene un rol fundamental en la integración de la experiencia americana en el concierto de la evangelización universal, a partir de la inclusión de este paganismo americano en el conjunto de las expresiones idolátricas de las naciones, una idea sostenida por hombres relevantes de la teología americana como Bartolomé de las Casas, Bernardino de Sahagún y José de Acosta. Como se observará, estos antecedentes determinarán en gran medida las dinámicas del Primer Anuncio del cristianismo en América, tanto en el plano de las prioridades que establecerán los misioneros en su prédica temprana como en los mecanismos desplegados para la supresión de los contravalores de dichos sistemas religiosos.

1. Una historia a manera de doctrina: el Sermón de fray Pedro de Córdoba Exiguos fueron los frutos del primer decenio de esfuerzo misional en las Antillas. Durante los primeros años de este ciclo evangelizador no existió un plan meditado sobre la evangelización indígena, ni un respaldo institucional serio que permitiese sostener dicha empresa23, sino un conjunto de iniciativas individuales, algunas de enorme importancia en el terreno de la comprensión de los sistemas religiosos locales —como los informes de Ramón Pané—, pero que nunca llegaron a articular una experiencia misional coherente24. El ermitaño catalán Bernardo Boil, “hombre de letras y buena vida”, en palabras de Jerónimo de Mendieta, Vicario Apostólico de las Indias, amigo personal del papa Alejandro VI, colaborador cercano de los Reyes Católicos, era, desde todo punto de vista, el hombre llamado a convertirse en el motor de la empresa de evangelización en América. Pese a contar con “plenísimo poder de la Silla Apostólica para todo lo que se ofreciese”25, facultades inusualmente amplias concedidas por la bula Piis Fidelium para llevar adelante la empresa evangelizadora, lo cierto es que Boil era ante todo un diplomático con un

23 Esteban Mira Caballos, Las Antillas Mayores, 1492-1550 (ensayos y documentos) (Madrid/Fráncfort: Vervuert Iberoamericana, 2000), 249. 24 Se cuentan en esta primera partida el catalán Bernardo Boil, primer Vicario Apostólico de las Indias Occidentales; los franciscanos Juan Pérez de la Rábida, Rodrigo Pérez, Antonio de Marchena, Juan de la Deule, Juan Tisín; los mercedarios Jorge de Sevilla, Juan Solórzano y Juan Infante, y el hieronomita (jeronimiano) Ramón Pané. Pedro Borges, El envío de misioneros a América durante la época española (Salamanca: Universidad Pontificia, 1977), 478. 25 Fray Gerónimo de Mendieta, Historia Eclesiástica Indiana (México: Porrúa, 1980), Lib. I Cap.VI.


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nutrido currículum26. El retrato de Mendieta sobre este activo rol político de Boil es especialmente ilustrativo: “Estuvo fray Buil dos años en la Isla Española, y lo más de este tiempo se le pasó en pendencias con el Almirante, y no (según parece) por volver por los indios y procurar su libertad y buen tratamiento”27. Se trata de un período que, en la fórmula de Fidel Fita, puede ser descrito como un momento de “orfandad de la Iglesia Antillana”28. La articulación efectiva de una nueva doctrina, capaz de hacer frente al desafío de esta nueva evangelización ad gentes, surgirá a partir de las experiencias misionales de los frailes dominicos y de su figura central: fray Pedro de Córdoba. Éste es el inicio de la misión como función profético-evangelizadora, un hito definido por el propio Enrique Dussel como “el hecho de mayor importancia en la historia de la evangelización de todo el continente”29. La rapidez con que Pedro de Córdoba y su comunidad iniciaron su prédica evangelizadora es sorprendente. Tan sólo un día después de su arribo a la ciudad de Concepción de la Vega, y tras haber celebrado misa para un auditorio predominantemente hispano, Pedro de Córdoba pidió a los asistentes que enviasen a la iglesia a todos sus indios de servicio para comenzar de inmediato su acción misionera a una comunidad indígena que, en palabras de Bartolomé de las Casas, no “había oído la palabra de Dios”. Sentado en una sencilla banca, y asistido por lenguaraces (intérpretes), Pedro de Córdoba decidió iniciar este primer contacto sin exponer los Mandamientos o los Pecados Capitales, sin intentar el aprendizaje de las oraciones básicas, e incluso obviando aspectos vitales del dogma cristiano como el misterio de la Trinidad, sino que sencillamente “comenzóles a predicar desde la creación del mundo, discurriendo hasta que Cristo, hijo de Dios se puso en la cruz”30. Como ha señalado Miguel Ángel Medina, esta experiencia en Concepción de la Vega proporcionó una nueva perspectiva sobre las expresiones de la obra misional y un conjunto de decisiones que la comunidad dominica antillana buscará proyectar hacia las futuras misiones en el Nuevo Mundo. Siguiendo el ejemplo del Sermón de Concepción de la Vega, los predicadores debían dar una imagen de pobreza y devoción para ganar así la confianza de las audiencias indígenas; la prédica debía realizarse, tan pronto fuese posible, en la lengua de los naturales, y disminuirse al mínimo el uso de intérpretes que pudiesen modificar sus contenidos, los cuales no se reducían a la simple introducción de recursos mnemotécnicos, sino que implicaban la exposición de ideas extensas y de desarrollo cambiante. Por sobre todo, la comunidad dominica comprendió que el formato de la prédica debía ser “a manera de historia” y de acuerdo con los contenidos que se han señalado, haciendo uso extensivo de prédicas y sermones kerigmáticos como filo cortante de la penetración misionera en cada territorio31. 26 Boil había sido compañero de Fernando el Católico durante sus años de formación en la Corte aragonesa, y se transformó con los años en su secretario y consejero real, Comisario de Guerra en 1479, y capitán de las galeras reales en el conflicto surgido en Cerdeña con el marqués de Oristán. Actuó incluso en contextos de mediación internacional, contando en 1502 con facultades para confirmar o negar las negociaciones de Felipe el Hermoso con Luis XII, en torno a la llamada “Paz de Lyon”. Álvaro Fernández de Córdova Miralles, Alejandro VI y los Reyes Católicos. Relaciones político-eclesiásticas (1492-1503) (Roma: Università della Santa Croce, 2005), 63. 27 Fray Gerónimo de Mendieta, Historia Eclesiástica Indiana, Lib. I, Cap.VI. 28 Fidel Fita, “Primeros años del episcopado en América”, Boletín de la Real Academia de la Historia XX (1892): 261-300. 29 Enrique Dussel, Historia general de la Iglesia, 304. 30 Juan Pérez Tudela y Emilio López Oto, eds., Obras escogidas de Fray Bartolomé de las Casas (Madrid: BAE 9596, 1957), Vol. II, Cap. LIV, 198. 31 Miguel Ángel Medina, comp., Doctrina cristiana para instrucción de los indios por Pedro de Córdoba. México 1544 y 1548 (Salamanca: Editorial San Esteban, 1987), 50.

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Se estima que a partir de 1510, y como fecha límite 1521, se produjo la textualización de esta prédica fundacional, posiblemente a partir de un conjunto de sermones que la comunidad dominica produjo en las Antillas bajo la iniciativa de Pedro de Córdoba32. Desde esta perspectiva, no se trataría de una obra concebida como una totalidad y elaborada por un autor, sino la síntesis de un conjunto de experiencias misionales de una comunidad religiosa, el acopio de experiencias orales y la refundición de retazos escritos de aquellos registros, que con toda certeza se produjeron y no llegaron hasta la actualidad a manos de los historiadores33. Como lo recuerda Rudolf Bultmann, ésta fue, de hecho, la manera en que los Evangelios mismos tomaron forma34. El fruto de este trabajo será la producción, copia y circulación del llamado Manuscrito Antillano, primer texto evangelizador americano y síntesis de las experiencias y los intercambios de una comunidad misionera que transitaba a tientas, en ausencia de algún texto organizador35. Esta obra, que más tarde será conocida como Doctrina cristiana para instrucción e información de los indios a manera de historia, proveerá el primer esquema de evangelización para América y contendrá en su interior algunos de los principales recursos retóricos que se verán operar en otras prédicas tempranas textualizadas. Se trata de una obra particular, a medio camino entre un Sermón o Coloquio centrado en el relato del génesis, concebido para ser predicado en distintos contextos misionales, pero estructurado bajo una tematización catequética, y una Doctrina, fuertemente apelativa, casi dialógica, que, contra la habitual unicidad de sus contenidos, introduce temáticas ajenas al catecismo y suprime otras fundamentales, en una modalidad expositiva que no centra sus esfuerzos en la memorización de contenidos, sino en la comprensión de la estructura general en la que están insertos. El puntal de entrada en la obra de Pedro de Córdoba será el establecimiento de una narrativa cosmogenésica, pre-catequética, y en directa correspondencia con el esquema desplegado intuitivamente en los sermones de Concepción de la Vega. Vulnerando el canon de elaboración de una doctrina catequética, el texto interviene los contenidos libremente para dar fuerza a la proclamación de las verdades fundamentales del dogma, y lo hace a partir de una exposición persuasiva, rica en referencias, comparaciones y ejemplos obtenidos durante los trabajos misionales de la comunidad dominica, un conjunto de sermones adaptados al contexto de evangelización americano y reunidos en un único texto que habrá de servir como guía a las misiones futuras36. Se presentará al Dios creador, “que es uno solo”, que no padece “mal, ni enfermedad, ni dolor ni fatiga, ni hambre, ni sed […]”, y por cuyo mandato “se mueven los cielos y sale el sol y la luna”37, creador del lugar deleitoso que los padres, por encargo de este Dios, traen al Nuevo Mundo para quienes sean “buenos cristianos”38, y de un infierno “en medio de la tierra” donde acuden las almas de los malos cristianos, y donde habitan los antepasados de los indios misionados39. 32 Miguel Ángel Medina, Doctrina cristiana, 54. 33 Una experiencia similar para el contexto novohispano en: Jaime González Rodríguez, “La difusión manuscrita de ideas en Nueva España (siglo XVI)”, Revista Complutense de Historia de América 18 (1992): 89-116. 34 “As more and more exact and stable formulas grow out of the kerygma and gradually crystallize into creeds, so there develops out of the kerygma the literary form: Gospel”, en Rudolf Bultmann, Theology of the New Testament, 86. 35 María Graciela Crespo, Estudio Histórico-Teológico de la Doctrina cristiana para instruccion e información delos indios por manera de historia de Fray Pedro de Córdoba, OP (Pamplona: Universidad de Navarra, 1988), 27. 36 Miguel Ángel Medina, Doctrina cristiana, 54. 37 Miguel Ángel Medina, Doctrina cristiana, f.3r, 202. 38 Miguel Ángel Medina, Doctrina cristiana, f.1v, 199. 39 Miguel Ángel Medina, Doctrina cristiana, f.2r, 200.


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La preponderancia de la temática genésica queda manifestada en los Artículos de la Fe. Mientras que el tercer artículo —“Saber y creer que Dios es Hijo”— es liquidado en sólo una línea40, el artículo que se ocupa de la creación —“5° art. Saber y creer que Dios es creador”— se desarrolla a lo largo de numerosos folios, incluyendo en este relato tanto la creación de un mundo ex nihilo como el origen de las cosas “sin entendimiento ni sentido”, como plantas, animales, elementos y cuerpos celestes; se describe la naturaleza espiritual de los ángeles, su rebelión y caída, así como el origen de los demonios en el mundo; son presentados Adán y Eva, de quienes “descienden todas las gentes del mundo”, y se aborda extensamente la naturaleza de un alma humana que, a diferencia del animal, no muere41. Como intuitivamente lo supieron los misioneros desde un inicio, sólo tras el establecimiento de estas bases existenciales sería posible presentar coherentemente la doctrina cristológica. Tanto los contenidos de la doctrina antillana como sus recursos retóricos y sus canales de transmisión están intrínsecamente ligados al desafío de la evangelización americana. Por medio de la prédica kerigmática se desplegará un proyecto de refundación ontológica, a la luz de la sustitución de los relatos cosmogónicos, y con ello, el establecimiento de un nuevo parámetro en las dinámicas de identificación y vinculación de los indígenas con las entidades del mundo, y con el mundo mismo. Como apunta Medina, Pedro de Córdoba y la comunidad dominica rápidamente comprendieron que los sistemas religiosos locales no se estructuraban en función de un conjunto de dogmas o verdades fundamentales, sino a partir de un relato mítico42 que entregaba las claves de su organización ontológica. Si la Doctrina de Pedro de Córdoba no se ciñe a las directrices del Concilio de Tortosa (1429), ni al sumario y rígido catecismo —o, con mayor propiedad, cartilla— del cardenal Cisneros (1498), ni a la Breve y muy provechosa doctrina de lo que debe saber todo christiano de Hernando de Talavera43, es porque los instrumentos doctrinales producidos en el contexto de la evangelización de los Pueblos con Ley no resultaban adecuados para el caso americano o, si se prefiere, para esta fase de la evangelización americana44. La solución de una evangelización “a manera de historia” parecía, pues, evidente. Esto no significa, sin embargo, que la solución dominica para el problema de la conversión de los naturales sea completamente inédita. Unos dieciséis años antes de la llegada de Pedro de Córdoba y sus correligionarios a La Española, el hieronomita Ramón Pané iniciaba sus esfuerzos por sintetizar las estructuras religiosas de los indígenas de Macorís. De origen catalán y llegado a La Española en la segunda expedición de Colón, en 1493, al fraile de San Jerónimo le había sido mandatado por el Almirante Colón elaborar informes sobre los sistemas de creencias de los indígenas locales, proyecto que finalizará en 1498, dando origen a la Relación acerca de las antigüedades de los indios. La obra se organiza a partir de dos ejes temáticos plenamente distinguibles: una primera 40 Lacónicamente: “El tercer artículo es creer que es Hijo como es dicho”, en Miguel Ángel Medina, Doctrina cristiana, f.5r, 207. 41 Miguel Ángel Medina, Doctrina cristiana, f.5r-9v, 207-215. 42 Miguel Ángel Medina, Doctrina cristiana, 94. 43 Josep-Ignasi Saranyana, “Principales tesis teológicas de la ‘Doctrina Cristiana’ de fray Pedro de Córdoba, OP”, en Actas del I Congreso internacional “Los Dominicos y el Nuevo Mundo” (Sevilla: Editorial Deimos, 1990), 324. 44 La dificultad para aplicar la experiencia peninsular como referente de la Doctrina de Pedro de Córdoba ha sido expresada por diversos autores, ver: Pedro Borges, Métodos misionales en la cristianización de América, siglo XVI (Madrid: CSIC, 1960), 27; María Graciela Crespo, Estudio Histórico-Teológico, 27; Josep-Ignasi Saranyana, “Principales tesis teológicas”, 329. Miguel Ángel Medina, Doctrina cristiana, 25; Luis Resines Llorente, Catecismos americanos del siglo XVI (Salamanca: Junta de Castilla y León, 1992), 24.

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parte (capítulos I-XI) que narra la creación del universo y el origen del género humano, y una segunda (XII-XXIV) que aborda las creencias y los ritos taínos, incluidas las prácticas de los especialistas religiosos —behiques— y el culto a los ídolos locales o cemíes45. Este orden expositivo, así como algunas incongruencias en la obra misma, han llevado a los especialistas a pensar que cada eje temático correspondería a un informe distinto, redactado de forma independiente y refundido más tarde en un solo texto46. Más aún, Jiménez Lambertus sostiene que los contenidos registrados por Pané en su trabajo en terreno —especialmente aquellos de la primera tematización— habrían sido articulados en función del esquema veterotestamentario47, partiendo de la creación del mundo taíno para luego abordar la creación del hombre. Esta estructura utilizada por Pané para encastrar las informaciones obtenidas en las extenuantes jornadas etnográficas determinó, a su vez, la propia labor misional del ermitaño de San Jerónimo, logrando conversiones al cristianismo sin presentar a Cristo. En sus palabras: “Los primeros cristianos en la isla Española fueron, pues, los que arriba hemos dicho, a saber, Naboría, en cuya casa había decisiete persona, que todas se hicieron cristianas con darles solo a conocer que hay un Dios, que ha hecho todas las cosas, y creo el cielo y la tierra, sin que otra cosa se discutiese ni se les diese a entender, porque eran propensos a creer fácilmente. Pero con los otros hay necesidad de fuerza y de ingenio, porque no todos somos de una misma naturaleza”48.

Una pregunta, de tantas posibles: ¿Pudo Pedro de Córdoba utilizar los informes de Pané como fuente para elaborar sus tratados? Aunque la Relación de Pané llegó a España con Colón en 1500, se tiene muy poca información sobre su trayectoria posterior. Sin embargo, se conoce que el manuscrito fue visto por Pedro Mártir de Anglería, quien lo resume en su De orbe novo decades (lib. 9, caps. 4-7)49. Por su parte, Fernando Colón lo incluye íntegramente en la obra dedicada a los viajes de su padre, conocida con el nombre de Historie del S.D Fernando Colombo. Quizás el vínculo más cercano sea el de Bartolomé de las Casas, quien tuvo acceso a la obra, por los pasajes que reproduce en su Apologética Historia Sumaria. Aunque estas tres fuentes podrían haber estado al alcance de Pedro de Córdoba durante la elaboración del Manuscrito Antillano, ninguna de ellas fue asequible a la comunidad dominica en el sermón fundacional de Concepción de la Vega (1510), donde ya estaban fijados los lineamientos de la prédica. La obra de Pedro Mártir fue impresa en Sevilla por Cromberger en 1511; la de Fernando Colón no verá la luz hasta 1571, y la obra del joven encomendero Bartolomé de las Casas no existía siquiera como proyecto. Los contenidos de la Doctrina de Pedro de Córdoba —y, con toda certeza, varias de las copias del Manuscrito Antillano— estarán presentes en los distintos circuitos de la expansión misional en el contexto caribeño: el primer ensayo misional en la costa de la actual Venezuela, a cargo de Anto45 Silke Jansen, “En busca del original perdido: la relación acerca de las antigüedades de los indios de Ramón Pané y sus re-traducciones al español”, en La traducción a través de los tiempos, espacios y disciplinas, eds., Silke Jansen y Martina Schrader-Kniffki (Berlín: Frank & Timme GmbH, 2013), 51. 46 Abelardo Jiménez Lambertus, “Las dos partes de la Relación acerca de las antigüedades de los indios de Fray Ramón Pané”, Boletín del Museo del Hombre Dominicano 18 (1983): 141-146. 47 Abelardo Jiménez Lambertus, “Las dos partes de la Relación”, 143. 48 Ramón Pané, Relación acerca de las antigüedades de los Indios (México: Siglo XXI, 2004), 55. 49 Silke Jansen, “En busca del original perdido”, 50.


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nio Montesinos, Francisco de Córdoba y Juan Garcés50; una difícil expedición a Chiribichí (Santa Fe) en 1515, y una tercera misión conjunta de dominicos y franciscanos en 1521 a los mismos territorios, la cual será uno de los últimos ensayos de evangelización pacífica en la zona antes de optar por los territorios sujetos por las armas de la conquista51. La síntesis de esta prédica de anuncio, elaborada por la comunidad dominica antillana bajo el impulso de Pedro de Córdoba, no tardará en llegar a Nueva España.

2. Los doce apóstoles de Nueva España Los frutos de la prédica antillana, condensados en la doctrina impulsada por Pedro de Córdoba y registrados en el llamado Manuscrito Antillano, llegarán a México en 1526 de la mano de Domingo de Betanzos, en la primera expedición dominica a Nueva España. Desde su inicio, la misión había sido concebida como una empresa autónoma respecto a la comunidad dominica antillana, que otorgó a Tomás Ortiz el vicariato de Nueva España para ejercerlo sin someterse a las directrices de las autoridades de las Islas. Como señalará desde Roma el Procurador General de la Orden, Vicente de San Geminiano, se estipulaba “principalmente, que no se someterán al Vicario General de las Islas del cual quedan separados, quedando sometidos al Provincial de Bética”52. Con estas advertencias, se propuso que la misión original —compuesta de ocho religiosos53— se detuviese en La Española para sumar misioneros a su comitiva y completar en doce el número de evangelizadores apostólicos54. Los misioneros desembarcaron en el puerto de Veracruz el 23 de junio de dicho año, ingresando a la ciudad de México un mes más tarde. El apostolado de los Doce dominicos llegó a un fin anticipado. Enfermedades como la modorra y otros episodios accidentales obligaron a Tomás Ortiz a volver a la Península, junto a otros frailes, reduciendo drásticamente la comunidad de los primeros dominicos en Nueva España. Curiosamente, los temores de Vicente de San Geminiano sobre la incidencia de la comunidad Antillana en la misión a Nueva España se hicieron realidad, pues aunque la expedición legalmente no quedó bajo la jurisdicción de las Islas, el Vicario de Nueva España será, paradójicamente, una figura emblemática de las experiencias misionales antillanas: Domingo de Betanzos. Los otros dos miembros de la comunidad serán el también isleño Vicente de las Casas y Gonzalo Lucero, el único proveniente de España55. 50 Antonio Larios Ramos, “La expansión misional de la Orden por América”, en Actas del I Congreso internacional “Los Dominicos y el Nuevo Mundo” (Sevilla: Editorial Deimos, 1990), 138. 51 Antonio Larios Ramos, “La expansión misional”, 139. 52 Daniel Ulloa, Los predicadores divididos. Los dominicos en la Nueva España en el siglo XVI (México: El Colegio de México, 1977), 91. 53 Los procedentes de España fueron: el Vicario Tomás Ortiz, Vicente de Santa Ana; Diego de Sotomayor; Pedro de Santa María; y Justo de Santo Domingo, todos sacerdotes profesos del Convento de San Esteban; Pedro Zambrano, sacerdote; Gonzalo Lucero, diácono; y Bartolomé de Calzadilla, hermano lego de la Provincia Bética. Pedro Fernández Rodríguez, Los dominicos en el contexto de la primera evangelización de México, 1526-1550 (Salamanca: Editorial San Esteban, 1994), 95. 54 Procedían de La Española los sacerdotes Domingo de Betanzos, Diego Ramírez y Alonso de las Vírgenes, además del novicio Vicente de las Casas. 55 Robert Ricard, La conquista espiritual de México. Ensayo sobre el apostolado y los métodos misioneros de las órdenes mendicantes en la Nueva España de 1523-24 a 1572 (México: Editorial Jus, 1947), 91.

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A diferencia del novicio Vicente de las Casas o de Gonzalo Lucero, quien no poseía experiencia misionera en América, Betanzos no sólo contaba con el conocimiento adquirido durante doce años en los proyectos de evangelización pacífica impulsados por la Orden de Predicadores56, sino que había participado personalmente en la recolección de los sermones y escritura de la Doctrina de Pedro de Córdoba57. Si el Manuscrito Antillano sintetizaba la fórmula de prédica kerigmática explorada por Pedro de Córdoba y la comunidad dominica en las Antillas, es evidente que Betanzos —accidental fundador de la comunidad dominica en Nueva España— llevase consigo los frutos escriturales de las labores misioneras en las Antillas —sus “manuales de trabajo cotidianos”, en la fórmula de Robert Ricard58— y que esperase sustentar las labores de evangelización de su comunidad a partir de sus experiencias misionales en las islas, buscando la manera de introducir dicha obra en la esfera misional novohispana59. Lo que posiblemente no esperaba Betanzos fue la positiva recepción que tuvo la obra en el contexto novohispano. Desde su ingreso a Nueva España en 1526, el manuscrito y sus posibles copias se mantendrán vigentes hasta 154460, fecha en la que serán llevados a imprenta por el franciscano Fr. Juan de Zumárraga, bajo el nombre de Doctrina cristiana para instrucción e información de los indios a manera de historia, y, sólo cuatro años más tarde, será traducida al náhuatl, y nuevamente impresa61. El uso de sermones kerigmáticos como puntal de entrada de la evangelización a las comunidades de Nueva España no necesitó, sin embargo, esperar la llegada de la solución antillana. No sólo porque la prioridad de los dominicos no fue la inmediata puesta en marcha de una expansión misional, sino más bien el establecimiento y aumento de su debilitada comunidad religiosa62, en especial por el hecho de que el uso de recursos kerigmáticos en el contexto novohispano había comenzado, al menos, dos años antes de la llegada de Domingo de Betanzos a Nueva España. Bajo el impulso de la bula Exponi nobis nuper fecistis u “omnímoda” de Adriano VI, el 13 de mayo de 1524 desembarcó en San Juan de Ulúa la esperada comitiva de los doce misioneros franciscanos, conocidos a la postre como “los Doce Apóstoles”63. Su importancia es gravitante en el escenario novohispano, al punto de considerarse su llegada como el fin de los esfuerzos misionales sin regla y el inicio de la organización eclesiástica en Nueva España64. 56 Pedro Fernández Rodríguez, Los dominicos en el contexto, 63. 57 Adolfo Robles, “Una aproximación a Domingo de Betanzos. A propósito de su carta de 1540”, en Actas del II Congreso internacional “Los Dominicos y el Nuevo Mundo” (Salamanca: Editorial San Esteban, 1990), 233. 58 Esta categoría incluiría las Doctrinas (Catecismos), los Sermonarios y Confesionarios, en oposición a textos traductológicos como Léxicos, Gramáticas y Vocabularios. Robert Ricard, La conquista espiritual, 134. 59 Pedro Henríquez Ureña, La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo (Barcelona: Red Ediciones, 2012 [1936]), 32. 60 Miguel Ángel Medina, Doctrina cristiana, 100. 61 Para una discusión comparativa entre ambas ediciones, ver: Luis Resines Llorente, Catecismos americanos, 101-105. 62 Pedro Fernández Rodríguez, Los dominicos en el contexto, 110. 63 Integraron este grupo Fr. Martín de Valencia, Fr. Francisco de Soto, Fr. Martín de Jesús o de la Coruña, Fr. Juan Suárez o Juarez, Fr. Antonio de Ciudad Rodrigo, Fr. Toribio de Benavente (Motolinia), Fr. García de Cisneros, Fr. Luis de Fuensalida, Fr. Juan de Ribas, Fr. Francisco Jimenez, Fr. Andrés de Córdoba, Fr. Juan de Palos. Robert Ricard, La conquista espiritual, 89. 64 Mariano Cuevas, Historia de la Iglesia en México, t. I (México: Patria, 1946), 163. Robert Ricard, La conquista espiritual, 79. Georges Baudot, La pugna franciscana por México (México: Alianza Editorial Mexicana, 1990), 25.


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Las pláticas sostenidas por los Doce Apóstoles con algunas de las principales autoridades indígenas en la ciudad de Tenochtitlan, e iniciadas el mismo año de 1524, constituyen una muestra particularmente estereotipada de lo que se ha presentado como prédica kerigmática. Publicados en torno a 1564 por Bernardino de Sahagún a partir de diversos “papeles y memorias” rescatados de los conventos, los llamados Coloquios de los Doce65 han sido objeto de largos debates en torno al valor histórico de sus contenidos como reflejo de la primera evangelización de México66. Por parte de este artículo se comparte la idea que sostiene Ana de Zaballa sobre la posibilidad de que Sahagún, a partir de su profundo conocimiento sobre los sistemas religiosos locales, haya introducido adiciones que aumentaron la especificidad del esquema básico de la prédica temprana67, núcleo de prédica kerigmática que sería retratado precisamente por uno de los Doce Apóstoles: “lo primero que fue menester decirles, fue darles a entender quién es Dios, uno todopoderoso, sin principio ni fin, criador de todas las cosas, cuyo saber no tiene fin, suma bondad, el cual crió todas las cosas visibles y invisibles, y las conserva y da ser […] ya esto declarado, y la inmortalidad del ánima dábaseles a entender quien era el demonio en quien ellos creían, y como los traía engañados; y las maldades que en sí tiene, y el cuidado que pone en trabajar que ningún ánima se salve”68.

Este esquema continuó siendo utilizado, con adaptaciones locales, en las labores misionales posteriores, y es por esto que Bernardino de Sahagún afirma en su Historia general haber sido “testigo de vista” de la “doctrina cristiana que los doce primeros predicadores predicaron a esta gente indiana”, pese a haber arribado a Nueva España en 152969. Bartolomé de las Casas, Luis de Cáncer, Rodrigo de la Adrada y Pedro de Angulo seguirán un esquema similar en el complejo escenario de la penetración misional hacia la región de Tezulutlán en 1537, elaborando cantos que debían exponer, en secuencia, “la creación del mundo, la caída del hombre, su destierro del paraíso”70. El propio Betanzos, tras asumir la conducción de la comunidad dominica en Nueva España, había instruido “que enseñasen nuestros frailes de una manera: apoyándolos muy bien en los principios de nuestra Fe y dándoles a entender, cómo había un solo Dios hacedor de todo lo criado, para que

65 Coloquios y doctrina cristiana con que los doce frailes franciscanos, enviados por el papa Adriano VI y el emperador Carlos V, convirtieron a los indios de la Nueva España. En lengua mexicana y Española. El documento fue descubierto por Fr. Pascual Saura en el Archivo Secreto Vaticano y publicado por Fr. José María Poú y Martí, en el volumen III de la Miscellanea Francesco Ehrle (1924). Para este estudio utilizaremos la edición de Miguel León-Portilla, Coloquios y doctrina cristiana: los diálogos de 1524. Dispuestos por fray Bernardino de Sahagún y sus colaboradores (México: UNAM, 1986). 66 Un análisis de las principales discusiones en torno a la autenticidad de los Coloquios, en: Jorge Klor de Alva, “La historicidad de los coloquios de Sahagún”, Estudios de Cultura Náhuatl 15 (1982): 147-184. 67 Ana de Zaballa Beaxcoechea, Transculturación y misión en Nueva España. Estudio histórico-doctrinal del libro de los “Coloquios” de Bernardino de Sahagún (Pamplona: Universidad de Navarra, 1990), 57-58. 68 Toribio de Benvante de Motolinia, Historia de los indios de la Nueva España (México: Editorial Porrúa, 1969), Trat. I, Cap. IV, 24. En el mismo documento, Motolinia señala que en esta prédica fue necesario dar a entender a los indígenas quién era Santa María, pues “diciendo este nombre pensaban que nombraban a Dios, y (a) todas las imágenes que veían llamaban Santa María”. 69 Jorge Klor de Alva, “La historicidad de los coloquios”, 157. 70 Antonio de Remesal, Historia general de las Indias Occidentales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala, t. I (Madrid: Atlas, 1964), 227-229.

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olvidasen las imaginaciones de la gentilidad y reliquias de su idolatría”71. Proclamar la existencia de un Dios único creador era, en el contexto de esta primera evangelización de América, declarar la caducidad de los sistemas religiosos locales, y el punto de inicio para el despliegue de los mecanismos de refutación de los cultos locales. Y en esto, la prédica tendrá un rol fundamental. Como recordará el Vicario de los Doce Apóstoles, Martín de Valencia, los misioneros de esta primera era se empeñaban en probar “la ceguedad e yerro de sus ritos y cerimonias, haziendoles muchos sermones por las plazas y mercados”72. Iban, en suma, como “el gran predicador y maestro de predicadores San Pablo, à cuya imitación el mesmo nos llama”73. Éstos son, probablemente, los contenidos de la “instrucción previa” que Robert Ricard detecta en los primeros estadios de la evangelización novohispana, un conjunto de prácticas pre-catequéticas sobre las que existiría muy escasa información documental, una idea que no se puede sino compartir74. Para el autor, el único documento que señala la tematización de esta primera evangelización es, precisamente, el registro de los Coloquios de los Doce Apóstoles75, un escrito que no es sino la expresión textual de una mecánica evangelizadora que debe privilegiar el establecimiento de un conjunto de coordenadas ontológicas antes de aterrizar en las dificultades de una teología cristológica compleja. De ahí que sea importante volver a los Coloquios. Sahagún organizó el texto a partir de dos libros; el primero, de treinta capítulos, registra “todas las pláticas, confabulaciones y sermones que hubo entre los doce religiosos y los principales señores y sátrapas de los ídolos”; el segundo, perdido, contenía el “catecismo, que es la doctrina cristiana”, a partir de veintiún capítulos destinados a los adultos, y ya en esta división temática se observa la distinción que aquí se ha propuesto entre instrumentos de evangelización de primera fase (kerigmáticos) y segunda fase (catequéticos). Mientras que estos últimos son dispensados a aquellos que ya han aceptado la conversión, los contenidos kerigmáticos son concebidos por Sahagún como el inicio formal de las pláticas. Pese a la similitud entre la solución dominica aplicada a las Antillas y la franciscana en Nueva España, existen diferencias. Mientras las divinidades locales —presentes en los ídolos o bajo formas incorpóreas— son excusadas en la doctrina cordobiana, el Coloquio de los Doce Apóstoles presenta por primera vez a las divinidades indígenas como “enemigos” del hombre. Sus nombres son también señalados: “Tezcatlipuca”, “Quezalcoatl”, “Vicilubuchtli”. Al mismo tiempo que los ídolos antillanos o cemíes, meticulosamente descritos por el ermitaño Ramón Pané en sus informes a Colón, están ausentes en el esquema textual del sermón de Pedro de Córdoba, las imágenes de las divinidades mexicanas son calificadas como “muy negras, muy 71 Agustín Dávila Padilla, Historia de la fundación y discurso de la provincia de Santiago de México de la orden de Predicadores, por las vidas de sus varones insignes y casos notables de Nueva España (Bruselas: Casa de I. de Meerbeque, 1625), Lib. I, Cap. XXI. 72 “Carta de Fray Martin de Valencia, custodio, y de otros religiosos de la orden de San Francisco, al Emperador Don Carlos, refiriéndole el resultado de sus misiones en la Nueva España y los grandes servicios del obispo electo Fray Juan de Zumárraga-Guatitan, 17 de noviembre de 1532”, en Cartas de Indias, t. I (Madrid: BAE, 1974), 56. 73 Agustín Dávila Padilla, Historia de la fundación, Lib. I, Cap. XXI. 74 “La administración del bautismo era precedida, por tanto, en todo caso de una instrucción previa, más o menos sumaria, más o menos rápida, según las circunstancias. Por desgracia, tenemos mucho menos datos acerca de esta enseñanza previa, que acerca del catecismo que seguía a la recepción del bautismo”. Robert Ricard, La conquista espiritual, 189. 75 Robert Ricard, La conquista espiritual, 189.


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sucias, muy asquerosas”, y sus características extrapoladas a la condición de las propias divinidades76. Como Jerónimo de Mendieta apuntará años más tarde, no había necesidad de detenerse en las formas materiales y cultuales adoptadas por la idolatría antillana, pues “todo era poco en respecto de lo que se hallo en la tierra firme de Nueva España”77. Una prueba evidente de la influencia que ejercerá el clima idolátrico novohispano sobre la proclamación kerigmática es la suerte del propio manuscrito antillano en tierras mexicanas. Pese a la rapidez con que fue adoptada y la vigencia que tuvo desde 1526 hasta su impresión, la doctrina cordobiana trasplantada por Betanzos exigía ajustes. La adaptación del Manuscrito Antillano a la contingencia idolátrica mexicana será obra del propio Betanzos y la comunidad dominica novohispana —bajo el patrocinio de Zumárraga—, y verá la imprenta en torno a 1544, bajo el nombre de Doctrina cristiana para instrucción e información de los indios a manera de historia. En este sentido, podría decirse que tanto los Coloquios registrados por Sahagún como la Doctrina Cristiana de 1544 constituyen textos reformados, surgidos a partir de un núcleo oral de predicación sencillo, basado en las temáticas que se han expuesto a lo largo de este estudio, que luego adquieren mayor profundidad a partir del despliegue de nuevos mecanismos para evidenciar la falsedad de los cultos locales. Estas reformas de la doctrina antillana, conocidas como “adiciones mexicanas”, constituyen los esfuerzos hechos por Betanzos y la comunidad dominica novohispana para adecuar los materiales antillanos al desafío de la evangelización mexicana78. Como cabría esperar, poseen una especificidad mucho mayor que la doctrina cordobiana, al nombrar divinidades locales —“Uicilobos”, “Tezcatepuca”—, formas materiales específicas de los cultos locales —“teucales”, “cues”— y algunas prácticas rituales concretas, como el derramamiento de sangre en honor de los dioses. La depuración de los recursos antiidolátricos no sólo se expresa en la especificidad que éstos adoptan, sino muy especialmente en la radicalización de los postulados contenidos en la solución antillana, sobre todo aquellos vinculados a la introducción de contenido demonológico. La pregunta que se hizo a los documentos antillanos puede aplicarse también al contexto novohispano: ¿En qué medida los recursos kerigmáticos desplegados en los Coloquios constituyen una creación original de los Doce Apóstoles franciscanos? Aunque la instrucción dada a Fr. Martín de Valencia, líder de los Doce Apóstoles, no contenía ninguna información sobre la naturaleza de la doctrina que debía aplicarse a América, ni la forma de dispensarla79, a juicio de Jorge Klor de Alva, los “doce” hicieron uso de la experiencia de los distintos diálogos apologéticos y sermones espirituales hechos antes de 1524, lo que, según el autor, permite explicar que la tematización de los Coloquios fuese tan bien conocida por Cortés80. En el prólogo de los Coloquios, Sahagún expone algunas de las fuentes de información con que contaban los misioneros para iniciar la confutación de las ontologías locales: los datos provistos por Cortés y la soldadesca, la relación hecha por los franciscanos que precedieron a los

76 Miguel León-Portilla, Coloquios y doctrina cristiana, Cap. IV, C. 77 Fray Gerónimo de Mendieta, Historia Eclesiástica Indiana, Lib. I, Cap. VII. 78 Juan Guillermo Durán, Monumenta Catechetica Hispanoamericana (siglos XVI-XVIII), vol. 1 (Buenos Aires: Pontificia Universidad Católica Argentina, 1984), 209. 79 Fray Gerónimo de Mendieta, Historia Eclesiástica Indiana, Lib. III, Cap. IX. 80 Jorge Klor de Alva, “La historicidad de los coloquios”, 154.

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Doce, y la escasa pero significativa experiencia de los propios misioneros desde su arribo81. Habían tenido oportunidad de ponerse al corriente. Tras su arribo a San Juan de Ulúa el 13 de mayo de 1524, Martín de Valencia presidió la llamada “Primera Junta Apostólica”, una reunión dedicada a estudiar los pasos seguidos por los primeros misioneros, a teorizar sobre el desafío de la conversión de los naturales y, posiblemente, a planificar los pasos que seguiría la evangelización de Nueva España82. Los tres franciscanos flamencos convocados a la reunión —Fr. Juan de Tecto, Fr. Pedro de Gante, Fr. Juan de Ahora— contaban con una breve pero intensa experiencia misional. Desde fines de 1523 habían estado activos en Texcoco, aprendiendo el náhuatl, convirtiendo algunos niños hijos de los caciques locales, pero, por sobre todo, observaban y analizaban las formas de la idolatría local, información que será fundamental para preparar las entrevistas que llevarán adelante los Doce Apóstoles en Tenochtitlan83. De los otros dos miembros de la Junta Apostólica —Pedro Melgarejo y Diego Altamirano, los “frailes de las islas”, como los llamará Mendieta— se dice que no contaban con mucha experiencia misional en Nueva España, pese a haber estado operativos desde comienzos de 152184. ¿Es posible que estos dos frailes antillanos hayan conocido la síntesis que llevaban adelante los dominicos dirigidos por Pedro de Córdoba? Es una alternativa que no podría descartarse. La propia expedición de los Doce Apóstoles tuvo que detenerse breve tiempo en La Española, ocasión en la que Christian Duverger cree que habrían tomado contacto con los dominicos antillanos y con Pedro de Córdoba mismo, quien ya había sido investido como inquisidor de las nuevas tierras descubiertas85. Por otro lado, la similitud que Medina detecta entre la Instrucción de la orden que se a de tener en la Doctrina de los naturales, redactada por Jerónimo de Loaysa para el área andina, y las temáticas desarrolladas en la Doctrina cordobiana evidenciaría, para el autor, la presencia de los sermones antillanos en el principio mismo de la institucionalización de la Iglesia en los Andes86. Sin embargo, la propuesta de investigación en la que se inserta este breve estudio no centra sus esfuerzos en dilucidar circuitos de influencias textuales a partir de este tipo de referencias, sino en proponer la existencia de un conjunto de elementos que propiciaron la emergencia de

81 “Aviendo descansado estos siervos de Dios algunos días y aviendo tomado noticia de [las] costumbres y ritos ydolatricos que estos gentiles tenían, en parte por la relación del Señor Governador y otros españoles, en parte por relación de otros tres o quatro religiosos de Sanc Francisco que antes avían llegado, en parte por vista de ojos comenzaron en el negocio para que avían venido”, Bernardino de Sahagún, Coloquios y doctrinas cristiana con que los doce frayles de San Francisco enviados por el papa Adriano VI y por el Emperador Carlos V convirtieron a los indios de Nueva España, en Juan Guillermo Durán, Monumenta Catechetica, Prologo, f.27r, 155. 82 Luis Resines Llorente, Catecismos americanos, 222. La reunión convocó a cinco misioneros, aparte de los Doce Apóstoles franciscanos: Juan de Tecto, Pedro de Gante, Juan de Aora, y “dos frailes de las islas”, que posiblemente hayan sido Pedro Melgarejo y Diego Altamirano. 83 Añade en el mismo lugar: “La misión de los flamencos, obedeció más a motivaciones personal que a un plan bien determinado; fue una acción individual y no institucional”. Christian Duverger, La conversión de los indios de Nueva España: con el texto de los Coloquios de los Doce de Bernardino de Sahagún (1564) (México: FCE, 1996), 31. 84 En el mismo lugar, añade: “sin embargo, la acción misionera de estos frailes nos parece insignificante: actúan como hombres de confianza de Cortés y se entregan más a los placeres de la diplomacia secreta antes que a las obras de evangelización”. Christian Duverger, La conversión de los indios, 23. 85 Christian Duverger, La conversión de los indios, 221. 86 Miguel Ángel Medina, Doctrina cristiana, 69.


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respuestas misionales similares en los ciclos de evangelización tempranos de diversos territorios87. Es un hecho religioso de América la existencia de cultos insertos en la historia global del paganismo, lo que propicia la emergencia de un programa de evangelización que comienza en el momento mismo en que los misioneros son enfrentados a un contexto de evangelización ad gentes.

Conclusiones En este artículo se ha querido iniciar una discusión en torno a dos propuestas que se encuentran estrechamente vinculadas. Por un lado, intentar la visibilización de una fase de la expansión del cristianismo en América que no sólo tendría existencia como un concepto surgido de la misionología de mediados del siglo XX, sino que podría ser identificada en contextos privilegiados de evangelización de contacto, como es el proyecto de evangelización del llamado Nuevo Mundo. Se trataría de la proclamación de un núcleo de verdades religiosas que antecede a la formación doctrinal cristológica y que, de acuerdo con lo expuesto en este estudio, estaría presente en los inicios de los esfuerzos misionales coordinados en las Antillas y Nueva España. Tanto el Manuscrito Antillano, elaborado por la comunidad dominica bajo la conducción de Pedro de Córdoba, como los Coloquios, que registran los diálogos sostenidos por los Doce Apóstoles franciscanos en México, expresan la preocupación de los evangelizadores de la primera hora por desplegar un kerigma basado en la proclamación de un Dios Creador, único y verdadero, de un mundo y una nueva jerarquía de componentes, de una noción de alma exclusivamente humana, así como de una etiología de las divinidades que articulan los cultos locales. No se trata únicamente de una respuesta asociada a los circuitos de influencia que, como se observo aquí, podrían establecerse entre la primera evangelización de las Antillas y la de Nueva España. Textos como la Instrucción de Gerónimo de Loaysa (1545)88 y la posterior Plática para todos los Indios de Domingo de Santo Tomás (1560)89 muestran que distintos escenarios de evangelización están produciendo sus propios recursos kerigmáticos, respondiendo a los desafíos de la evangelización con una flexibilidad imposible para la rígida estructura del mensaje catequético. Si el kerigma constituye el filo cortante de la evangelización, es precisamente porque gran parte de los esfuerzos de esta fase estarán concentrados en el enfrentamiento con los sistemas religiosos locales, en la necesidad de refutar los principios organizadores de los cultos a partir de un desplazamiento ontológico que comienza con la narración de un nuevo mito de origen y culmina con un nuevo relato del hombre, virrey de la creación. La evangelización, desde esta perspectiva, puede ser entendida ante todo como un proyecto de transformación.

87 Eduardo Valenzuela, “Un dios, un mundo, un alma: formas del primer anuncio en la prédica kerigmática temprana. El caso andino (1532-1545)”, en Un nuevo mundo para el Nuevo Mundo. Aproximaciones teóricas en torno a la evangelización temprana de América. Ciclo de conferencias, Bogotá-Colombia, Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), octubre 20-24, 2014. Registro audiovisual. 88 Gerónimo de Loaysa, “Instrucción de la orden que se a detener en la Doctrina de los naturales, 1545”, comp. Rubén Vargas de Ugarte, Concilios Limenses, t. II (Lima: Tipografía Peruana, 1951), 54. 89 Domingo de Santo Tomás. Grammatica o arte de la lengua general de los Inidios de los Reynos del Peru. Nuevamente compuesta, por el Maestro fray Domingo de S.Thomas, dela orden de S.Domingo. Morador de los dichos Reynos (Impreso Valladolid por Francisco Fernandez de Cordoua, Impressor de la M.R año de 1560). [Edición facsimilar].

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Kerigma: preguntas teóricas en torno a la primera evangelización de América (Antillas, 1510-Nueva España, 1524) Eduardo Valenzuela A.

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❧ Eduardo Valenzuela A.

Candidato a Doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Chile y en Antropología Social y Etnología por la École des Hautes Études en Sciences Sociales (Francia). Licenciado en Historia y Magíster en Historia (mención Etnohistoria) por la Universidad de Chile. Entre sus publicaciones se encuentran los textos “Infiernos deshabitados: fronteras ontológicas y estrategias de traducción en léxicos y vocabularios coloniales (Andes siglos XVI-XVII, Chile siglos XVII-XVIII)”, en Fronteras: procesos y prácticas de integración y conflicto (siglo XVI-XIX), eds., Valentina Favarò, Manfredi Merluzzi y Gaetano Sabatini (México: FCE, 2015); y “Las fronteras del entendimiento en la frontera mapuche. Brujería, justicia y traducción cultural en Chile durante el siglo XVIII (Chile, siglo XVIII)”, Manuscrits. Revista d´Història moderna 32 (2014): 109-128. DOI: http://dx.doi.org/10.5565/rev/manuscrits.44. eduardo.valenzuela@ehess.fr


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La política del resguardo entre los indios páez del pueblo de Toboyma (gobernación de Popayán), 1650-1750❧ Santiago Paredes Cisneros Universidad de los Andes, Colombia

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit58.2015.02

Artículo recibido: 03 de marzo de 2014/ Aprobado: 08 de agosto de 2014/ Modificado: 11 de septiembre de 2014

Resumen: Este artículo esboza la configuración espacial del resguardo que la Corona otorgó a los indios páez del pueblo de Toboyma en 1663 y estudia la ampliación de sus linderos durante el siglo XVIII. El trabajo está fundamentado principalmente en el análisis de documentación colonial, donde se ha rastreado información geográfica implícita, así como en la reconstrucción de las lógicas territoriales de los indios, de las autoridades y de otros pobladores. Aquí se muestra que, en contraste con otros grupos nativos asentados en el Nuevo Reino de Granada y en la gobernación de Popayán, el siglo XVIII constituyó un período de fortalecimiento para algunos resguardos páez, debido a la articulación de las políticas de la Corona con prácticas nativas de expansión territorial y a las características de la tenencia de la tierra en la provincia ocupada por los indios. Palabras clave: tenencia de la tierra (Thesaurus); resguardos indígenas, indios páez, indios nasa, siglo XVII, siglo XVIII (palabras clave autor).

The Indigenous Reservation Policy among the Páez Indians in the Town of Toboyma (Governorship of Popayán), 1650-1750 Abstract: This article sketches the special configuration of the indigenous reservation the Crown granted to the Páez Indians of the town of Toboyma in 1663, and studies the expansion of its boundaries during the 18th century. The work is based mainly on the analysis of colonial documentation, tracing the geographical information implied in it, as well as on the reconstruction of the territorial logics of the Indians, of the authorities, and of other inhabitants. Thus it shows that, in contrast with other native groups dwelling in the New Kingdom of Granada and within the governorship of Popayan, the 18th century constituted a period of strengthening for some Páez reservations, due to the articulation of the Crown’s with native practices of territorial expansion, and to the characteristics of land tenure in the province occupied by the Indians. Keywords: land tenure (Thesaurus); indigenous reservations, Páez Indians, Nasa Indians, 17th century, 18th century (author’s keywords).

A política da reserva entre os índios páez do povoado de Toboyma (governação de Popayán), 1650-1750 Resumo: Este artigo esboça a configuração espacial da reserva que a Coroa outorgou aos índios páez do povoado de Toboyma em 1663 e estuda a ampliação de seus limites durante o século XVIII. Este trabalho está fundamentado principalmente na análise de documentação colonial, na qual se investigou informação geográfica implícita, bem como na reconstrução das lógicas territoriais dos índios, das autoridades e de outros povoadores. Aqui, mostra-se que, ao contrário de outros grupos nativos assentados no Novo Reino de Granada e na governação de Popayán, o século XVIII constituiu um período de fortalecimento para algumas reservas páez devido à articulação das políticas da Coroa com práticas nativas de expansão territorial e às características da posse da terra no território ocupado pelos índios. Palavras-chave: reservas indígenas, índios páez, índios nasa, posse da terra, século XVII, século XVIII (autor de palavras-chave). ❧ Este artículo es resultado del proyecto de investigación denominado Geografías del nombre. Nuevo Reino de

Granada, siglos XVI-XVIII. El proyecto fue financiado por la Vicedecanatura de Investigaciones y Posgrados de la Facultad de Ciencias Sociales (Centro de Estudios Sociales e Internacionales —anterior CESO—) y por la Vicerrectoría de Investigaciones de la Universidad de los Andes (Colombia), y se desarrolló como parte de una investigación colectiva, junto con los profesores Marta Herrera Ángel y Santiago Muñoz Arbeláez.


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La política del resguardo entre los indios páez del pueblo deToboyma (gobernación de Popayán), 1650-1750 Santiago Paredes Cisneros

Introducción

A

mediados del siglo XVIII varios resguardos ubicados en territorio de la gobernación de Popayán y el Nuevo Reino de Granada fueron objeto de pugnas entre indios, mestizos y autoridades. En términos generales, los resguardos habían sido asignados a los grupos nativos para que estos tuvieran tierras comunales para sus cultivos y ganados1. Son varios los estudios que han analizado el proceso en el cual los indios perdieron tierra, debido al remate parcial o total de sus resguardos, con el argumento de que la población nativa había disminuido y de que sus posesiones debían suplir la necesidad de tierras de mestizos y blancos2. Esa tendencia, como se plantea en este artículo, contrasta con la que se presentó entre algunos indios páez. La mayor parte de los resguardos páez fue titulada dentro de la provincia de Páez, su territorio originario, en jurisdicción de la gobernación de Popayán, y otros estuvieron en jurisdicción de la gobernación de Neiva, adonde migraron algunos grupos páez durante la pri-

1 Marta Herrera Ángel, Poder local, población y ordenamiento territorial en la Nueva Granada. El corregimiento de naturales en la provincia de Santafé. Siglo XVIII (Bogotá: Archivo General de la Nación, 1996), 58, y Marta Herrera Ángel, “Historia y geografía, tiempo y espacio”, Historia Crítica 27 (2004): 171-173. En los diferentes territorios americanos bajo control de la Corona, las tierras comunales estuvieron sujetas a procedimientos específicos asociados con su reconocimiento, tramitación y delimitación. La política del “resguardo” fue aplicada primordialmente en provincias del Nuevo Reino de Granada y de la gobernación de Popayán. Sobre el tema pueden consultarse Jaime Salcedo Salcedo, “Los pueblos de indios en el Nuevo Reino de Granada y Popayán”, en Pueblos de indios. Otro urbanismo en la región andina, coord. Ramón Gutiérrez (Quito: Ediciones Abya-Yala, 1993), 179-203, y Marta Herrera Ángel, “Ordenamiento espacial de los pueblos de indios: dominación y resistencia en la sociedad colonial”, Fronteras de la Historia 2: 2 (1998): 93-128. La especificidad de esa política en los dos ámbitos jurisdiccionales señalados motiva a mirar los resguardos páez en ese contexto. 2 Las investigaciones que tratan este problema son abundantes. Por ejemplo, Juan Friede, El indio en lucha por la tierra. Historia de los resguardos del macizo central colombiano (Bogotá: Ediciones Espiral, 1944), 28-40 y 48-97; Orlando Fals Borda, “Indian Congregations in the New Kingdom of Granada: Land Tenure Aspects, 1595-1850”, The Americas 13: 4 (1957): 343-344, DOI: dx.doi.org/10.2307/979439; Magnus Mörner, “Las comunidades de indígenas y la legislación segregacionista en el Nuevo Reino de Granada”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 1 (1963): 63-88; Víctor Daniel Bonilla, Siervos de Dios y amos de indios. El Estado y la misión Capuchina en el Putumayo (Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, 1968), 33; Margarita González, El resguardo en el Nuevo Reino de Granada (Bogotá: El Áncora Editores, 1992 [1970]), 91-133; Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia I. 1537-1719 (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1997 [1973]), 253-265; Juan Friede, Los chibchas bajo la dominación española (Medellín: La Carreta, 1974), 255-267; Tomás Gómez, “Indiens et terre en Nouvelle-Grenade (15391843). Les resguardos: structures de protection ou spoliation déguisée?”, Caravelle. Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien 28 (1977): 11-31; Abelino Dagua, Misael Aranda y Luis Guillermo Vasco, Guambianos. Hijos del aroiris y del agua (Bogotá: Editorial Los Cuatro Elementos/Fundación Alejandro Ángel Escobar/Fondo de Promoción de la Cultura del Banco Popular, 1998), 258; Marta Herrera Ángel, Poder, 63-64; Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar. Ordenamiento espacial y control político en las Llanuras del Caribe y en los Andes Centrales Neogranadinos. Siglo XVIII (Bogotá: ICANH/Academia Colombiana de Historia, 2002), 95-107, y Diana Bonnett Vélez, Tierra y comunidad. Un problema irresuelto. El caso del altiplano cundiboyacense (Virreinato de la Nueva Granada), 1750-1800 (Bogotá: ICANH/Universidad de los Andes, 2002), 21-35 y 39-42.


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mera mitad del siglo XVII3. Los resguardos fueron titulados y delimitados desde mediados del siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII y se caracterizaron porque, por lo general, los caciques solicitaron la demarcación de sus tierras ante las autoridades. La titulación de resguardos se enmarcó en un proceso de recuperación de tierras ancestrales, que ha sido abordado por autores como Mariano Sendoya, María Teresa Findji, José María Rojas y Joanne Rappaport, cuyos estudios se centran en la eficiente capacidad de negociación de los caciques frente a las autoridades hispanas y sus comunidades4. Algunos documentos de archivo sugieren que esos aportes pueden enriquecerse al considerar que la política del resguardo dependió de factores adicionales a la actividad de los caciques. Por ejemplo, los indios tuvieron que negociar constantemente con propietarios españoles para consolidar sus tierras, como ocurrió con los nativos del resguardo de Toboyma, otorgado en 1663 en territorio de la provincia de Páez5 (ver el mapa 1). A partir del análisis de documentos relativos a esa concesión es posible ver que los indios se movilizaron frecuentemente para hacerse a nuevas posesiones, entre las cuales había tierra realenga y una parte de la hacienda Itaybe, próxima al resguardo6. La hacienda Itaybe correspondía a una merced de tierra otorgada por el gobernador de Popayán en 1638 a un capitán de la guerra contra los pijaos, y entre sus dueños y los indios se produjeron varios litigios, en especial, en la primera mitad del siglo XVIII7. En este artículo se propone que el período comprendido, aproximadamente, entre 1650 y 1750 trajo consigo el fortalecimiento de la política del resguardo entre algunos grupos páez. La estructura de la tenencia de la tierra en la provincia de Páez, donde las mercedes de tierra a españoles fueron escasas, creó un ambiente propicio para que los indios ocuparan de forma casi exclusiva ese territorio. Después de la entrega del resguardo a mediados del siglo XVII, los naturales de Toboyma se asentaron en espacios que trascendían los linderos de sus tierras hasta que en 1745 lograron legalizar varias ocupaciones de hecho8. Como se sustentará a lo largo del artículo, la política del resguardo se articuló con las particularidades de la tenencia de la tierra en Tierradentro, con las prácticas de apropiación espacial de los nativos, así como con su organización sociopolítica.

3 Ambas gobernaciones estuvieron bajo la administración secular y eclesiástica de autoridades asentadas en las ciudades de Santa Fe y Quito. Al respecto, pueden consultarse Jaime Arroyo, Historia de la Gobernación de Popayán, 2 vols. (Bogotá: Ministerio de Educación Nacional/Biblioteca de Autores Nacionales, 1955 [1907]), t. II, 53-54 y 119-120; Peter Marzahl, Town in the Empire. Government, Politics, and Society in Seventeenth-Century Popayán (Austin: University of Texas Press, 1978), 8-11; Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia II. Popayán, una sociedad esclavista. 1680-1800 (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1997 [1979]), 21-23, y Marta Herrera Ángel, Popayán: la unidad de lo diverso. Territorio, población y poblamiento en la provincia de Popayán, siglo XVIII (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2009), 23-84. 4 Mariano Sendoya, Toribío. Puerto Tejada (Popayán: Talleres Editoriales del Departamento, 1960), 29-41; María Teresa Findji y José María Rojas, Territorio, economía y sociedad páez (Cali: Universidad del Valle, 1985), 37-49; Joanne Rappaport, “History, Myth, and the Dynamics of Territorial Maintenance in Tierradentro, Colombia”, American Ethnologist 12: 1 (1985): 30, DOI: dx.doi.org/10.1525/ae.1985.12.1.02a00020, y Joanne Rappaport, The Politics of Memory. Native Historical Interpretation in the Colombian Andes (Durham: Duke University Press, 1998 [1990]), 49-60. 5 Archivo Histórico de Tierradentro (AHT), Belalcázar-Colombia, Tierras de los ocho pueblos de la parroquia de Toboyma de la antigua provincia de Páez, ff. 9r-12v, y Archivo Central del Cauca (ACC), Popayán-Colombia, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, f. 11v. 6 ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, ff. 1r-20v. 7 ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, ff. 9v-10r, y AHT, Tierras, ff. 22r-25v y 116r-119r. 8 AHT, Tierras, ff. 22r-25v y 116r-119r, y ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, ff. 17v-20r.

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Mapa 1. Resguardo de Toboyma y hacienda Itaybe, 1700. Ubicación del área de estudio

Fuentes: la base cartográfica fue tomada de Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Atlas básico de Colombia (Bogotá: Instituto Geográfico Agustín Codazzi, 1996), 30. La información relativa a los límites jurisdiccionales y de la provincia de Páez se basa en Marta Herrera Ángel, Popayán, 7 (Mapa 1) y 151 (Mapa 13). Para la ubicación de los pueblos se tomaron datos de Joanne Rappaport, The Politics, 5 (map 3).

Para analizar las dinámicas alrededor del resguardo de Toboyma se abordarán tres puntos: primero, se esbozarán algunas características de la tenencia de la tierra en la provincia de Páez; segundo, se describirán brevemente las características del resguardo y de la hacienda Itaybe, así como los intereses de nativos y españoles alrededor de esas tierras; tercero, se analizará el proceso de ampliación del resguardo.

1. La tenencia de la tierra en la provincia de Páez Los páez han estado asociados, principalmente, con el territorio denominado Tierradentro o provincia de Páez. En términos generales, se trata del territorio enmarcado por el Nevado del Huila, al norte, el


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Páramo de Guanacas, al sur, la vertiente occidental de la Cordillera Central, al occidente, y por el río Negro, al oriente. El nombre “provincia de Páez” figura de forma frecuente en el registro de algunos cronistas, aludiendo al grupo que habitó mayoritariamente ese territorio, los páez, y a la unidad cultural a ellos atribuida por las huestes castellanas en el siglo XVI9. Ese territorio constituyó un obstáculo para el establecimiento del orden colonial en el Alto Magdalena, y allí se libraron varias guerras en contra de indios rebeldes, como los pijaos, los turibíos y los páez, desde mediados del siglo XVI hasta la primera década del siglo XVII10. Por otra parte, fue un territorio inexpugnable por su topografía, como anotaron algunos funcionarios que lo transitaron11. Las características de los páez y la topografía dificultaron la consolidación de una población de españoles que funcionara como cabecera de ese territorio. Así, varios asentamientos fueron fundados y abandonados durante la segunda mitad del siglo XVI12. Es importante fijar la mirada en la suerte que corrieron las ciudades de San Vicente de Páez y Segovia La Nueva, los últimos dos asentamientos españoles en la provincia de Páez, pues de su situación se desprenden importantes relaciones entre los nativos y la apropiación de la tierra. Una expedición militar, en cabeza de Domingo Lozano, que salió de la ciudad de Ibagué (población adscrita al Nuevo Reino de Granada) llevó a la fundación, en 1563, de la ciudad de San Vicente de Páez13, el asentamiento de mayor duración que los españoles fundaron en Tierradentro. Fue abandonado en 1571, debido a los constantes ataques de los pijaos y los páez14. La última ciudad fundada en la provincia de Páez, Segovia La Nueva, data de 1579, y siguió a una expedición contra los indios comandada por Sancho García del Espinar, gobernador de Popayán15. Por lo general, las incursiones militares contra población nativa llevaban a fundar una población, lo cual legitimaba a las huestes frente a la Corona16. A las nuevas poblaciones se les fijaban términos y jurisdicción, es decir, el territorio que caía bajo su control militar y político. Tanto en el sitio del asentamiento como en los términos se repartían “mercedes de tierra” para los capitanes y para el resto de las huestes, quienes se convertían en vecinos o habitantes permanentes de la

9 Pedro Cieza de León, La crónica del Perú (Madrid: Dastin, 2000 [1540-1550]), 157; Pedro Aguado [fray], Recopilación historial, 4 vols. (Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de Colombia, 1956 [1581]), t. II, 499, 502, 510 y 522, y Pedro Simón [fray], Noticias historiales de las conquistas de tierra firme en las Indias Occidentales, 9 vols. (Bogotá: Ministerio de Educación Nacional, 1953 [1626]), t. V, 22-23 y 293. 10 Jaime Arroyo, Historia, t. I, 316-319; Juan Friede, Los quimbayas bajo la dominación española. Estudio documental (1539-1810) (Bogotá: Talleres Gráficos del Banco de la República, 1963), 157-169; Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia I, 16-18, 22 y 27, y Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia II, XX-XXI. 11 Archivo General de Indias (AGI), Sevilla-España, Quito, 56 A, N. 14, f. 23r, y ACC, Colonia, Civil II-Tributos, 8, sig. 4293, f. 25r. 12 Pedro Simón, Noticias, 177-180; Mariano Sendoya, Caloto ante la historia, 2 vols. (Cali: Imprenta Departamental, 1975 y 1977), t. I, 34-44, y María Teresa Findji y José María Rojas, Territorio, 18-21. 13 Mariano Sendoya, Caloto, t. I, 24-27. De acuerdo con Arroyo, la fundación de la ciudad fue en 1562. Jaime Arroyo, Historia, t. II, 127-128. 14 Jaime Arroyo, Historia, t. II, 127-128; David González, Los paeces o genocidio y luchas indígenas en Colombia (Medellín: Editorial La Rueda Suelta), 1977, 41, y María Teresa Findji y José María Rojas, Territorio, 18-19. 15 AGI, Quito, 16, R. 8, N. 24, bloque 2, ff. 39r-39v y 73v-77r; Jaime Arroyo, Historia, t. II, 146; David González, Los paeces, 46, y María Teresa Findji y José María Rojas, Territorio, 19-20. 16 Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia I, 5, y Jaime Salcedo Salcedo, Urbanismo hispano-americano. Siglos XVI, XVII y XVIII. El modelo urbano aplicado a la América española, su génesis y su desarrollo teórico y práctico (Bogotá: Centro Editorial Javeriano, 1996), 83.

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nueva población17. Una vez hecha la fundación, los habitantes escogían a las personas de más capacidad para conformar el cabildo18. En el caso de la ciudad de Segovia La Nueva, la documentación remite a diferentes aspectos de su fundación. Inicialmente, el poblado se asentó en la parte sur de Tierradentro, en el sitio Las Salinas de Guanaca, pero algunos de sus moradores pidieron que la ciudad fuera trasladada a la parte norte de la provincia, donde los ríos eran menos caudalosos, y los vecinos dispondrían de más tierras19. La ciudad, fundada en enero de 1579, fue reasentada en el mes de septiembre del mismo año en el sitio donde había sido fundada la ciudad de San Vicente de Páez20. A grandes rasgos, los términos de esa ciudad, que quedó en jurisdicción de la gobernación de Popayán, comprendieron un amplio territorio entre los ríos Cauca y Magdalena21. Los documentos, además, proporcionan información sobre la constitución del cabildo pero no contienen datos relacionados con mercedes de tierra22. La ciudad fue abandonada en 158123. De acuerdo con Jacques Aprile-Gniset, la ciudad fue trasladada a la vertiente occidental de la Cordillera Central en 1581, cuando tomó el nombre de Nueva Segovia de Caloto24. Según Jaime Arroyo, en su asentamiento definitivo, de 1588, los términos de la ciudad estuvieron comprendidos entre el río Cauca y los ríos Ovejas y Bolo, que desembocan en el Cauca. El otro límite fue el filo de la Cordillera Central. Además, la provincia de Páez quedó formando parte de la jurisdicción de la ciudad de Caloto25. De paso, la consolidación de Caloto implicó reconfigurar la jurisdicción que había sido demarcada para Segovia La Nueva. Al indagar sobre mercedes de tierra, difícilmente se logra identificar que haya existido ese tipo de concesión dentro de la provincia de Páez. En su obra sobre Caloto, Sendoya transcribió el “apuntamiento” de entrega de tierras de la ciudad que se fundó en 1588. En él se describe que el teniente de gobernador de la ciudad y el gobernador de Popayán entregaron a los vecinos de la nueva población algunas mercedes de tierra, entre las cuales había solares, huertas y estancias. Las mercedes se ubicaron por fuera de la provincia de Páez26, y algunas se entregaron a vecinos de Buga, Cali y Popayán27. Resulta llamativo que los vecinos de Caloto no ocuparan tierras en la provincia de Páez y, al parecer, su relación con los páez se basó en otro tipo de conexiones. Por ejemplo, Sendoya sugiere que, cuando se repartieron mercedes de tierra a los vecinos de Caloto en 1588, las autoridades indicaron que esperaban que los indios de la provincia de Páez se trasladaran a trabajar en las mercedes entregadas por fuera de Tierra17 Recopilación de leyes de los reynos de Las Indias, 4 vols. (Madrid: Ivlian de Paredes, 1681), t. II, Libro IV, Título V, Leyes I, VIII, IX y XI, ff. 88r y 89r, t. II, Libro IV, Título VII, Leyes I, VII, XI, XIII y XIV, ff. 90v-92v; Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia I, 202-204, y Jaime Salcedo Salcedo, Urbanismo, 58-59 y 93-104. 18 Recopilación, t. II, Libro VI, Título VII, Ley XIX, f. 93r. 19 AGI, Quito, 16, R. 8, N. 24, bloque 2, ff. 55r-60r. 20 AGI, Quito, 16, R. 8, N. 24, bloque 2, ff. 73v-77r, y Mariano Sendoya, Caloto, t. I, 35. 21 AGI, Quito, 16, R. 8, N. 24, bloque 2, ff. 76v-77r. 22 AGI, Quito, 16, R. 8, N. 24, bloque 2, ff. 43r-43v. 23 Jaime Arroyo, Historia, t. II, 146; David González, Los paeces, 47, y Mariano Sendoya, Caloto, t. I, 35. 24 Jacques Aprile-Gniset, “Caloto, siglo XVIII”, en La ciudad colombiana, Jacques Aprile-Gniset (Cali: Editorial Universidad del Valle, 1997), 73. 25 Jaime Arroyo, Historia, t. II, 148; Mariano Sendoya, Caloto, t. I, 36 y 74, y Marta Herrera Ángel, Popayán, 95. 26 Mariano Sendoya, Caloto, t. I, 44-51. 27 Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia II, XXI.


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dentro28. Desde esa perspectiva, la provincia de Páez constituyó una jurisdicción anexa a la jurisdicción de la ciudad de Caloto, a la cual facilitó la apropiación de mano de obra. Más adelante, en los siglos XVII y XVIII, la relación de los páez con Caloto parece haber sido tangencial. Findji y Rojas han planteado que el asentamiento definitivo de Caloto se consolidó debido las explotaciones auríferas en la jurisdicción de esa ciudad a finales del siglo XVII29. El interés por el mineral condujo a que, en el siglo XVIII, la jurisdicción de la ciudad de Caloto concentrara un entorno de explotación de oro y de actividad agropecuaria basadas en el trabajo esclavo30. De acuerdo con Marta Herrera Ángel, la jurisdicción de Caloto aglutinó un alto número de poblados habitados por libres y mestizos vinculados con las actividades productivas de esa jurisdicción. En tal escenario, los mineros de Caloto se interesaron en el control de esa población durante el siglo XVIII31, lo cual muestra que la vinculación entre Caloto y los páez parece haber sido débil. En un rastreo sistemático, Germán Colmenares identificó las primeras mercedes concedidas a capitanes de conquista en la gobernación de Popayán. Sólo una de ellas, en el llano de Tunibío, concedida en 1573, estuvo localizada en cercanías al territorio páez, en la vertiente occidental de la Cordillera Central32. Las demás mercedes cercanas a esta provincia fueron entregadas por los gobernadores de Popayán a finales del siglo XVI y comienzos del siglo XVII, y se encontraban en las jurisdicciones de las ciudades de Popayán, Buga y Caloto33. Más adelante, durante el siglo XVII y a comienzos del siglo XVIII, las divisiones, las compras y los ajustes de otras tierras detectadas por Colmenares nunca tocaron a la provincia de Páez34. Una de las pocas mercedes que han podido ser identificadas fue la hacienda Itaybe, en la parte sur de Tierradentro35, cuyas características se abordarán más adelante. Cabe anotar que, además de lo relativo a las mercedes de tierra, la indagación sobre Tierradentro tampoco ha arrojado datos acerca de ocupaciones de hecho, un mecanismo usado por españoles y otros pobladores para apropiarse de la tierra, y a través del cual terminaba por legalizarse una posesión36. La ausencia de mercedes abre varios interrogantes relativos a la apropiación de la tierra en la provincia de Páez. Colmenares sugirió que en la gobernación de Popayán, las mercedes de tierra principalmente se concedieron como premio a quienes habían participado en expediciones contra indios rebeldes de la Cordillera Central, en especial, después de 1570 y durante el siglo XVII. Esas mercedes, por lo general, quedaron alejadas de los indios encomendados. Por ejemplo, algunos capitanes de esas expediciones fueron premiados con tierras en jurisdicción de la ciudad de Popayán y en la jurisdicción de la ciudad de Caloto. De tal forma, siguiendo con el argumento de Colmenares, en la gobernación de 28 Mariano Sendoya, Caloto, t. I, 47. 29 María Teresa Findji y José María Rojas, Territorio, 29. 30 Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia II, 109-113, y Germán Colmenares, “Castas, patrones de poblamiento y conflictos sociales en las provincias del Cauca, 1810-1830”, en Varia. Selección de textos, Germán Colmenares (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1998 [1986]), 103. 31 Marta Herrera Ángel, Popayán, 175, 185 y 192-193. 32 Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia II, 158. 33 Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia II, 156-158, y Jacques Aprile-Gniset, “Caloto”, 75. 34 Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia II, 172-185. 35 AHT, Tierras, ff. 116r-119r. 36 Cabe anotar que, durante el período colonial, los españoles intervinieron esporádicamente en Tierradentro a través de dos concesiones. Primero, el camino de Guanacas, al sur de la provincia, administrado a partir de 1628. AGI, Quito, 146, N. 24, “quaderno primero” y “quaderno segundo”. Segundo, la extracción de sal, establecida en la década de 1750 en algunos lugares de la provincia. ACC, Colonia, Judicial II-Civil, 23, sig. 10673, ff. 1r-26v.

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Popayán resultó frecuente que quedaran separados los espacios ocupados por los indios encomendados y aquellos correspondientes a las mercedes de tierra37. Se configuró así una relación en la cual los vecinos, a lo largo del período colonial, sacaron a los indios páez de la provincia para que trabajaran en las haciendas que poseían en la vertiente occidental de la Cordillera Central38. La situación de la provincia de Páez también lleva a reflexionar sobre las razones que condujeron a los españoles a abandonar ese territorio. Las fuentes relativas a la fundación de ciudades permiten ver que existieron recursos de interés. Así, al fundar por primera vez la ciudad de Segovia La Nueva (1579), Sancho García del Espinar indicó que se trataba de un hecho importante, por cuanto podría sustentarse esa tierra “muy rrica en oro y plata”39. Aparte de los ataques de los indios, debe considerarse la poca utilidad que pudo haber representado la topografía de Tierradentro para la ganadería extensiva40. La ausencia de un poblado español en la provincia de Páez condujo a que los nativos fueran la población mayoritaria en ese territorio, como muestra un expediente escrito en 1771, relativo a la doctrina entre los páez, en el que el obispo de Popayán se quejó ante el virrey del Nuevo Reino de Granada sobre diferentes aspectos. Entre otros, indicó la necesidad de un juez secular para el control de la provincia41. Uno de los principales reclamos del obispo fue sobre la falta de doctrineros. Afirmó que los que se consiguieran debían estar en capacidad de comunicarse con los indios, “porque en aquellos pueblos no habita español ni mestizo, y todos son naturales”42. De esta forma, la provincia de Páez se había consolidado como un territorio de población mayoritariamente nativa. A partir de lo descrito es posible tener una idea general sobre la tenencia de la tierra en la provincia de Páez. Los intentos de los colonos de Popayán por fundar una ciudad en el territorio páez en el siglo XVI concluyeron con el asentamiento de Caloto en un sitio menos expuesto a los ataques de los indios rebeldes. Además, para los españoles fue posible sustraer la mano de obra de los páez sin necesidad de asentarse en sus tierras. Cuando las autoridades comenzaron a titular los resguardos durante la segunda mitad del siglo XVII, las tierras de la provincia de Páez habían estado poco expuestas a la presencia de vecinos que habitaran en ellas de modo permanente.

2. El resguardo de Toboyma y la hacienda Itaybe Los nativos de Toboyma y los dueños de la hacienda Itaybe se encontraban asentados al sur de Tierradentro. Quizás, donde ha quedado mayor evidencia sobre su localización es un mapa de 1745 (ver la imagen 1). El mapa fue elaborado por un oficial de la gobernación de Popayán, con el fin de verificar los linderos de la hacienda Itaybe. En el mapa, que es un dibujo en planta, quedaron registrados los hitos topográficos, como ríos, quebradas y lomas, que el oficial identificó en su recorrido y que designó por sus nombres. En la imagen del mapa que se presenta en este artículo se han incluido algunos textos para facilitar su lectura, así como líneas punteadas para indicar la ubicación del pueblo y de la hacienda.

37 Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia II, 186. 38 Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia II, 188-189, y Joanne Rappaport, The Politics, 45. 39 AGI, Quito, 16, R. 8, N. 24, bloque 2, f. 40v. 40 Marta Herrera Ángel, comunicación personal, Bogotá, 8 de marzo de 2013. 41 Archivo General de la Nación (AGN), Bogotá-Colombia, Colonia, Curas y Obispos, 21, 46, D. 43, ff. 977r-979v. 42 AGN, Colonia, Curas y Obispos, 21, 46, D. 43, f. 977v.


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A pesar de que estaban separados por un relieve pronunciado, como anotó el funcionario que elaboró el mapa43, los dueños de Itaybe y los nativos habían visto colisionar permanentemente sus intereses. En parte, esta imagen estática oculta la gran cantidad de conflictos que involucraron a las tierras plasmadas en el mapa, los cuales se analizarán más adelante. En especial, la situación de los páez del pueblo de Toboyma parece haber sido dinámica, a raíz de los procesos de apropiación de la tierra desencadenados por la titulación del resguardo entre los naturales. Las tierras del resguardo fueron concedidas en 1663 al cacique Pedro Gueyomusa por el gobernador de Popayán, Luis Antonio de Guzmán44. De acuerdo con el título, el resguardo quedó conformado por una porción de tierra entre los ríos La Simbala, La Salina y Páez (ver el mapa 2). Aparte de los hitos topográficos empleados en la delimitación, la documentación relativa al resguardo de Toboyma proporciona escasa información sobre sus dimensiones. Si se toma un mapa contemporáneo y se efectúa un cálculo tentativo, el área del resguardo habría sido de 50 km2. Por otra parte, en el título puede leerse que las tierras eran entregadas para que el cacique pudiera tener labranzas y ganados45. Imagen 1. Ubicación del pueblo de Toboyma y de la hacienda Itaybe, 1745

Fuente: ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, ff. 13r-13v.

43 ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, ff. 3r y 10r. 44 AHT, Tierras, ff. 11r-12v, y ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 19, sig. 8383, ff. 3v-5v. 45 ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 19, sig. 8383, f. 4r, y AHT, Tierras, f. 11r.

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Las tierras del resguardo se encontraban separadas del pueblo de indios de Toboyma. El pueblo había sido fundado en 1652 por una comisión conformada por funcionarios de las gobernaciones de Popayán y Neiva. Allí quedaron congregados los indios sujetos al cacique Pedro Gueyomusa, quienes habitaron en inmediaciones de la quebrada La Simbala y la loma Medina de Las Torres antes de la fundación del pueblo46. Es decir, los nativos quedaron congregados en un asentamiento diseñado para adoctrinarlos y facilitar la exacción de sus tributos. Según información recopilada por las autoridades eclesiásticas de Popayán en 1729, el pueblo tuvo “en sircuito mas de seis leguas”47. Por lo tanto, además del resguardo, el asentamiento contó con un área de un radio aproximado de 4 km a su alrededor48. Si se tienen en cuenta la ubicación del pueblo y la del resguardo conferido en 1663, existió una distancia aproximada de 6 km entre los dos espacios. Esta estructura espacial no fue excepcional. Para otros resguardos otorgados en jurisdicción del Nuevo Reino de Granada, las tierras útiles, en algunas oportunidades, quedaron aisladas del asentamiento donde debían residir los indios49. El de Toboyma fue, junto con el resguardo del pueblo de indios de Íquira (gobernación de Neiva), titulado alrededor de 1659, uno de los primeros resguardos entregados a grupos páez50. La fundación de pueblos y la asignación de resguardos entre los páez se entrecruzaron en el tiempo y resaltan por sus diferencias, por ejemplo, con los resguardos entregados en las provincias de Santa Fe y Tunja. En esas provincias, el proceso de congregar a los indios en pueblos antecedió al proceso de delimitar las tierras de resguardo. Las congregaciones fueron ordenadas y ejecutadas, en su mayoría, a mediados del siglo XVI, y más adelante, a finales de ese siglo, los resguardos comenzaron a ser asignados51. Además, su tramitación fue iniciativa de oficiales reales52, a diferencia de los resguardos páez, solicitados principalmente por los caciques, como parece fue el caso del resguardo de Toboyma, cuyo cacique adelantó las diligencias de titulación ante las autoridades. Por su parte, las tierras de la hacienda correspondían a una merced de tierra otorgada en 1638 por Juan de Borja, gobernador de Popayán, a Andrés de Zúñiga Moreno, vecino de la ciudad de Popayán y capitán en la guerra que los españoles libraron contra los pijaos y los páez a comienzos del siglo XVII53. De acuerdo con el título de merced y otros documentos del siglo XVII, la hacienda quedó entre el río Negro de Narváez, el río Páez y la loma Medina de Las Torres. En términos 46 AGI, Quito, 56 A, N. 14, ff. 37r-38v. 47 AHT, Tierras, f. 118r. 48 El término “circuito” se refiere al ámbito comprendido por una circunferencia o a la circunferencia misma. Real Academia Española, Diccionario de la lengua castellana, 3 vols. (Madrid: Editorial Gredos, 1984 [1726-1739]), t. 2, 356. Por otra parte, la legua es una medida itineraria de distancia que marca el recorrido que una persona efectúa durante una hora. Si bien esa medida es variable y depende del tipo de terreno, la distancia que mide la legua ronda los 5.572 m. Julio Casares, Diccionario ideológico de la lengua española (Barcelona: Editorial Gustavo Gili., 1971 [1959]), 506. La legua tuvo un equivalente aproximado de 4.200 m en la gobernación de Popayán durante el siglo XVIII. Marta Herrera Ángel, Popayán, 37 (nota 32). Si se acepta la distancia de 4.200 m, el “circuito” del pueblo de Toboyma equivaldría a 25.200 m (6 x 4.200). Para conocer el radio es necesario efectuar el siguiente cálculo: el perímetro (p) = 2 x p x r (radio). Así, p (25.200 m) = 2 x p x r. Al despejar el radio, r = 25.200 m/2 x p = 4.010,7 m. 49 Sobre este problema, véanse, por ejemplo, Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia I, 234, 236-237 y 247, y Marta Herrera Ángel, Poder, 60-61. 50 AGN, Colonia, Resguardos de Antioquia, Cauca y Tolima, 53, 1, D. 4, f. 214v. 51 Marta Herrera Ángel, “Ordenamiento”, 98-106; Marta Herrera Ángel, “Historia”, 172-173, y Marta Herrera Ángel, Ordenar, 161-172. 52 Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia I, 231-232, y Diana Bonnett Vélez, Tierra, 28-29. 53 AHT, Tierras, ff. 116r-119r.


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Mapa 2. Resguardo de Toboyma y hacienda Itaybe, 1667. Ubicaciones y linderos aproximados

Fuentes: la base cartográfica se tomó del mapa que las autoridades de la gobernación de Popayán elaboraron en 1745, durante un litigio entre los nativos de Toboyma y los dueños de la hacienda Itaybe. ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, ff. 13r-13v (mapa inserto). La reconstrucción de los linderos del resguardo se basó en datos de AHT, Tierras, ff. 9r-12v, y ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, f. 11v. Los linderos de la hacienda fueron elaborados de acuerdo con información de AHT, Tierras, ff. 23r, 27v-28r, 29r y 38v, y ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, ff. 9v-10r. Los términos del pueblo de Toboyma se han tomado de AHT, Tierras, f. 118r.

generales, la documentación del siglo XVIII contiene los mismos linderos54. La hacienda se ubicó en una zona llana y tuvo una extensión aproximada de 80 km2, si se emplean la ubicación de los ríos y la topografía actuales (mapa 2, antes citado). Aparte de lo descrito, entre el resguardo y la hacienda hubo tierra realenga, es decir, tierra de propiedad de la Corona55. La hacienda, donde se desarrollaron principalmente actividades vinculadas con la cría de ganado vacuno56, permaneció en manos de vecinos, desde su adjudicación hasta finales del siglo XVIII57. La documentación consultada sugiere varios pleitos entre los dueños de Itaybe y los indios de Toboyma. A grandes rasgos, puede verse que hubo dos períodos de litigios. El primero se ubica entre 1650 y 1659, y el segundo corresponde a la primera mitad del siglo XVIII, entre 1714 y 1745. En general, la información alude a que los indios se asentaban por fuera de las tierras de su resguardo (en tierra realenga) y, en algunos casos, ocupaban porciones de la hacienda Itaybe. Inconformes con la situación, los dueños de la hacienda iniciaban las acciones legales conducentes 54 AHT, Tierras, ff. 23r, 27v-28r, 29r y 38v, y ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, ff. 9v-10r. 55 AHT, Tierras, f. 22r. 56 AHT, Tierras, ff. 23v, 33v-35v, 42v-43r, 82r, 92r, 94v y 105r-114v, y ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, f. 9r. 57 ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, ff. 8r y 9v-10r, y AHT, Tierras, ff. 16v, 18v-19r, 22r-26v, 31r-31v, 41v-42r, 51r, 53v-68v y 74v-105r.

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a expulsar a los indios58. Por su parte, los indios argumentaban que las tierras donde estaba la hacienda habían sido de sus antepasados y que les pertenecían desde “tiempo ynmemorial”59. Como se mostrará más adelante, los indios asistían a las diligencias convocadas por las autoridades, reclamaban la posesión de las tierras que ocupaban y se valían de testigos, entre ellos funcionarios y pobladores españoles, que declaraban a su favor. Si bien los litigios se dieron en dos momentos diferentes, estos parecen estar vinculados con dinámicas de mayor alcance. De ahí que pueda decirse que el interés por apropiarse de la tierra en inmediaciones del resguardo y de la hacienda fue una constante, tanto por parte de los españoles como de los nativos. En este sentido, la información de archivo relativa a la hacienda Itaybe devela que sus propietarios requerían tierras para sus ganados. Así, en un historial recopilado por los dueños de la hacienda en 1729 puede verse que la producción de ganado fue en aumento desde mediados del siglo XVII hasta comienzos del siglo XVIII60. En el caso de los nativos, el interés en torno a la tierra parece haber estado motivado por razones similares. Algunos documentos sugieren que entre los naturales de Toboyma, la cría de ganado estaba bien establecida a mediados del siglo XVII y durante el siglo XVIII61. El interés continuo de los nativos en torno a la tierra queda en evidencia, también, al considerar la temporalidad de la entrega de resguardos a los páez. Los nativos estuvieron solicitando a las autoridades de forma regular la titulación de resguardos desde la segunda mitad del siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII (ver el cuadro 1). El movimiento por las tierras estuvo asociado, en parte, con la consciencia de “vasallos directos del rey” que los páez adquirieron desde mediados del siglo XVII, como consta en algunos documentos relativos a encomiendas de aquellos asentados en la gobernación de Neiva62. La condición de los páez como beneficiarios legítimos de las concesiones de la Corona hizo parte de los argumentos de los nativos para solicitar tierras de resguardo, como han mostrado Sendoya, Findji y Rojas63. A grandes rasgos, los resguardos se extendieron sobre la totalidad de Tierradentro y, en algunos casos, por fuera de ese territorio. Los anteriores señalamientos apuntan a pensar que los litigios entre los nativos y los dueños de Itaybe parecen ser la expresión de un prolongado proceso de apropiación de la tierra en la parte sur de Tierradentro. También, que los hacendados y los indios se movían con relativa holgura sobre tierras que habían quedado sin ser adjudicadas.

3. El proceso de ampliación del resguardo Desde mediados del siglo XVII, los dueños de Itaybe venían quejándose sobre la intromisión de los indios de Toboyma en la hacienda. Tanto Andrés de Zúñiga Moreno como Juan Gallardo, los primeros dueños, culparon a los indios de invadir sus tierras y solicitaron a las autoridades que los desalojaran64. Los indios miraban la situación desde una perspectiva diferente. En 1667 pidie58 AHT, Tierras, ff. 1r-7r, 15r-28r, 32r-37v, 46r-68v y 116r-121v, y ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, ff. 1r-20v. 59 AHT, Tierras, ff. 9v y 19v-20r; ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 19, sig. 8383, f. 2v, y ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, f. 16v. 60 AHT, Tierras, ff. 60r-60v, 66r y 85v-114v. 61 AGI, Quito, 56 A, N. 14, ff. 37r-38r, y AHT, Tierras, ff. 1v y 7r. 62 AGI, Quito, 56 A, N. 14, ff. 21v-22v, y AGN, Caciques e indios, 62, D. 11, ff. 136r y 139r. 63 María Teresa Findji y José María Rojas, Territorio, 41-44 y 49, y Mariano Sendoya, Toribío, 29. 64 AHT, Tierras, ff. 32r-32v, 36r y 46r-50r.


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ron a Diego de Inclán Valdez, visitador general de la gobernación de Popayán, la ampliación del resguardo otorgado en 166365. Durante la diligencia, el cacique Carlos Gueyomusa afirmó que, además del resguardo, él y sus sujetos ocupaban tierras cuya posesión pretendían legalizar66. El documento no proporciona datos sobre la ubicación de los sitios indicados por el cacique, que se encontraban en inmediaciones del río Páez, pero deja ver que en el siglo XVII los indios comenzaban a movilizarse para incorporar nuevas tierras en su resguardo. Cuadro 1. Cronología de titulación de los resguardos páez, siglos XVII-XVIII

Año

Pueblo de indios

Adscripción jurisdiccional (gobernación)

1659

Íquira

Neiva

1663-1667

Toboyma

Popayán

1679

Tálaga, Tóez y Vitoncó *

Popayán

1680

Pisimbalá

Popayán

1696-1700

Pitayó, Jambaló, Pueblo Nuevo, Caldono y sitio de Quinchaya *

Popayán

1700-1701

Tacueyó, San Francisco y Toribío *

Popayán

1701-1702

Jambaló **

Popayán

1708

Vitoncó

Popayán

1735

Toribío **

Popayán

1736

Guanacas y Topa *

Neiva

1745

Ambostá

Popayán

1746

El Retiro

Neiva

Notas: el cuadro ha sido elaborado con información relativa a una parte de los títulos de resguardos páez. No ha sido posible localizar títulos de los resguardos de pueblos como Suyn, Avirama, La Caldera y Chinas. Por otra parte, el título de Vitoncó de 1708 es excepcional en el conjunto de la documentación consultada. Primero, es un escrito redactado, aparentemente, por el encomendero del pueblo, a diferencia de los demás títulos, producidos por oficiales reales. Segundo, porque, si bien alude a las tierras comunales de ese pueblo, trata más sobre el territorio que para la fecha controlaba el cacique Juan Tama y Calambás en la provincia de Páez, así como en los pueblos de Paniquitá, Pitayó y Quinchaya, ubicados en la vertiente occidental de la Cordillera Central. * Resguardo entregado a un conjunto de pueblos. ** Resguardo producto del deslinde de un resguardo mayor. Fuentes: Íquira: AGN, Colonia, Resguardos de Antioquia, Cauca y Tolima, 53, 1, D. 4, f. 214v. Toboyma: AHT, Tierras, ff. 1r-119v. Tálaga, Tóez y Vitoncó: AGN, República, Ministerio de Gobierno, 60A. 30.10.1.1, ff. 201r-203r. Pisimbalá: ACC, Colonia, Civil I-Encomiendas, 2, sig. 2862, f. 2v. Pitayó: AGN, República, Ministerio de Gobierno, 60A. 30.17.2.2, ff. 39r-50r. AGN, República, Ministerio de Gobierno, 60A. 30.1.2.2, ff. 14r-17r. Jambaló: Mariano Sendoya, Toribío, pp. 29-31. María Teresa Findji y José María Rojas, Territorio, pp. 41-47. Vitoncó: AGN, República, Ministerio de Gobierno, 60A. 30.10.1.1, ff. 4v-6r. Toribío: AGN, República, Ministerio de Gobierno, 60A. 30.51.4.9, ff. 89r-90r. Mariano Sendoya, Toribío, pp. 31-37. Guanacas y Topa: AGN, República, Ministerio de Gobierno, 60A. 30.11.1.1, ff. 4v-13v. Ambostá: ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, f. 19v. El Retiro: AGN, Colonia, Resguardos de Antioquia, Cauca y Tolima, 53, 1, D. 11, f. 313r.

65 AHT, Tierras, ff. 9r-10v; ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 19, sig. 8383, f. 2r, y ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, f. 11v. 66 AHT, Tierras, f. 9v.

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La documentación asociada con los pleitos del siglo XVIII es más explícita sobre las tierras ocupadas por los nativos y permite ver en detalle la dinámica de transformación del resguardo. En 1729, Diego González de la Sotta denunció la intromisión de los páez de Toboyma en sus tierras67. En particular, informó que los naturales edificaron una capilla en la loma Medina de Las Torres, en tierras de la hacienda. Asimismo, González de la Sotta afirmó que los nativos pretendieron conservar la capilla “diciendo q[ue] tenian pueblo” en el lugar. Así, el hacendado indicó que algunos indios habitaron en un poblado, “q[ue] entonces llamaron San Joseph”68. Según el expediente, en la loma también hubo una salina beneficiada por los indios, conocida con el nombre de Atombo69. De esta manera, además del poblado y la capilla, los nativos extraían sal en algún lugar de la loma, como se muestra en el mapa 3. Dentro de los procedimientos relativos al litigio entre Diego González de la Sotta y los nativos de Toboyma, las autoridades efectuaron una “vista de ojos” en el alto de Juanillo. La vista de ojos consistía en una inspección ocular en la cual las autoridades recorrían y describían un territorio, por lo general, con motivo de un litigio. La vista se efectuaba en compañía de testigos y de las partes interesadas. En el reconocimiento sobresalieron varios pedazos de tierra ocupados por los nativos, cuando Cristóbal Francisco de Moriones Montenegro, cura de la ciudad de La Plata (encargado de conducir la diligencia), interrogó al cacique Jacinto Gueyomusa. El cacique afirmó tener ocupada la loma Xsitocue con vacas de leche, ovejas y caballos70. Xsitocue era tierra realenga y no hacía parte del resguardo otorgado a los naturales71. Además, se trataba de un espacio adicional a la salina y al poblado que los indios ocupaban en Medina de Las Torres. En un litigio de 1745, entre los nativos y Ana Beatriz González de la Sotta, se surtió también una vista de ojos. Según el expediente que las autoridades elaboraron, los indios de Toboyma, sujetos por entonces a la cacica Clara Gueyomusa, habían sobrepasado los linderos de Itaybe y tenían sus rocerías en tierras de la hacienda72. Aunque la información sobre los cultivos de los indios en la hacienda es escueta, el expediente arroja información sobre la presencia de los nativos en Xsitocue, como había ocurrido en el litigio de 1729. Así, algunos españoles que actuaron como testigos afirmaron “tener de publica voz” de que los caciques de Toboyma “poseyeron las referidas tierras de Xsitocue teniendo en el un ato de vacas, como tambien una estancia”73. Cabe anotar que Xsitocue fue también pretendida por los dueños de Itaybe, quienes durante el siglo XVIII intentaron extender su hacienda sobre esa loma74. Además, en el litigio de 1745 los nativos reclamaron tierras realengas adicionales a la loma Xsitocue. Por ejemplo, Cristóbal Enrique Mañosca, protector de naturales del gobierno de Popayán (el oficial encargado de representar los intereses de los indios), solicitó al gobernador amparar a los páez en las tierras de La Mesa de Guadualejo y Potrerillos. El protector de naturales indicó que

67 AHT, Tierras, f. 3r. 68 AHT, Tierras, ff. 118v-119r. 69 AHT, Tierras, ff. 7r-7v, 9v y 117v-118r. 70 AHT, Tierras, ff. 1v y 7r. 71 ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, ff. 10r-10v. 72 ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, ff. 8r-12r y 18v. 73 ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, f. 10v. 74 AHT, Tierras, ff. 27v-28r, y ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, ff. 16r y 17r.


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Mapa 3. Resguardo de Toboyma y hacienda Itaybe, 1729-1740. Tierras ocupadas por los indios. Ubicaciones y linderos aproximados

Fuentes: la información sobre los asentamientos en la loma Xsitocue procede de AHT, Tierras, f. 7r, y ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, f. 10v. Los datos sobre los asentamientos en la loma Medina de Las Torres se han tomado de AHT, Tierras, ff. 7r-7v, 9v, 19r, 20v, 26r, 117v-118v y 119r-119v, y ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, ff. 10v, 11v y 18v. La evidencia sobre los asentamientos localizados entre la Mesa de Guadualejo y la quebrada Potrerillos corresponde a ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, f. 16r.

en esos sitios los indios tenían “sus chacras de mais y coca”75. Según el expediente, los sitios de Guadualejo y Potrerillos estaban por fuera de los linderos del resguardo y de la hacienda. De tal forma, los nativos ocuparon varios sitios por fuera de su resguardo durante la primera mitad del siglo XVIII. Algunos asentamientos se ubicaron en la hacienda Itaybe, donde los indios tuvieron un salar, una capilla, un poblado en la loma Medina de Las Torres y una zona de cultivo. Otros asentamientos de los naturales tocaron tierra realenga, pues habían establecido un hato y una estancia en Xsitocue y poseían zonas de cultivo en la Mesa de Guadualejo (mapa 3). Por tanto, la información de los litigios permite hacerse una idea general sobre los asentamientos que los naturales tuvieron por fuera de las tierras que la Corona había otorgado para su resguardo. Es llamativo que en los documentos no se anotaran datos sobre la actividad de los nativos de Toboyma dentro del resguardo. Sólo se ha identificado un dato sugerido por Ysidoro de Castillo y Horozco, cura del pueblo de La Sal, en 1745. El cura indicó que los indios páez de La Sal usaban las tierras del resguardo de Toboyma como un resguardo propio. Este pueblo había quedado fundado dentro del resguardo de Toboyma, con autorización de sus caciques, alrededor de 168576. Es decir, los nativos de Toboyma parecían subutilizar su resguardo, aprovechaban zonas que al parecer eran

75 ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, f. 16r. 76 ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, f. 14r.

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más favorables para sus cultivos y habían cedido sus tierras a los indios del pueblo de La Sal77. Un aspecto común a los litigios es que proporcionan pocos detalles sobre su cierre. Este hecho sugiere que los pleitos quedaron sin solución definitiva. En la documentación de 1745 figura una decisión a favor de los páez. En contra de los intereses de la dueña de la hacienda, el gobernador reconoció que las tierras ocupadas por los indios les habían pertenecido desde “tiempo ynmemorial”, al tiempo que indicó que los nativos requerían mayor cantidad de tierras fértiles. Así, el gobernador entregó a los naturales las tierras de La Mesa de Guadualejo, Potrerillos, Xsitocue, la mesa del río Páez y Nengasú. Adicionalmente, los indios conservaron el derecho a cultivar en Itaybe. Por otro lado, los páez de La Sal fueron beneficiados con la tierra que había pertenecido al resguardo de Toboyma78. Al final del litigio, los linderos quedaron como se expresa en el mapa 4. De acuerdo con lo anterior, los indios de Toboyma reconfiguraron en 1745 los linderos que la Corona había otorgado a sus antepasados en el siglo XVII, mientras que los del pueblo de La Sal quedaron con un resguardo propio. En el proceso, los caciques Gueyamusa se habían consolidado como litigantes eficientes, pues consiguieron redefinir el territorio que ocupaban en Tierradentro a partir de los pleitos que sostuvieron con los dueños de Itaybe79. Como se mencionó al comienzo del artículo, la legalización de las posesiones de los indios y la ampliación de su resguardo contrastan con la tendencia generalizada en el Nuevo Reino de Granada y en la gobernación de Popayán, pues en esos territorios, por lo general, las tierras de los indios fueron rematadas a mediados del siglo XVIII. El fenómeno respondió, por un lado, a que la provincia de Páez quedó sin ocupantes españoles, por las razones descritas al comienzo. Por otro, a las estrategias que los indios desplegaron para incorporar nuevas tierras en su resguardo. El proceso invita a profundizar en las prácticas de apropiación espacial de los páez. A través de documentación adicional es posible ver que, después del litigio de 1745, los indios consolidaron un asentamiento dependiente del pueblo de Toboyma, como figura en una numeración, o conteo de población, elaborada en 1751. En ese documento figura que después de registrar a los indios

77 Debe tenerse en cuenta que los indios de Toboyma pertenecieron a una de las encomiendas que aún rendían frutos en el siglo XVIII. La encomienda estaba compuesta, además de Toboyma, por los pueblos de Nátaga, Íquira, El Hobo, El Paso y El Retiro, en la gobernación de Neiva. AGI, Quito, 174, exp. 5, ff. 29r, 56r-57r y 62r-62v; AGN, Encomiendas, 32, D. 21, ff. 579r-580v, y AGN, Curas y obispos, 21, 8, D. 1, ff. 27v-28r. Es posible que la necesidad de tierras respondiera a que los indios requerían obtener y vender diversos productos, con el fin de cumplir con los tributos, que, para el caso de Tierradentro, debían reportarse en metálico. Archivo Nacional del Ecuador (ANE), Quito-Ecuador, Popayán, caja 31, 1703-1704, exp. 7, f. 52r. 78 ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, ff. 16v y 18v-19v. 79 La posesión de documentos legales, así como la participación en litigios en torno a las tierras de resguardo, no fueron extrañas a los páez. María Teresa Findji y José María Rojas, Territorio, 41-44; Joanne Rappaport, The Politics, 54-54, y Joanne Rappaport y Tom Cummins, Beyond the Lettered City. Indigenous Literacies in the Andes (Durham: Duke University Press, 2012), 142-151. La capacidad de algunos indios para desenvolverse como litigantes e intermediarios entre las sociedades nativas y los oficiales reales estuvo asociada con complejas dinámicas de asimilación de la cultura hispana durante el período colonial. Véanse, por ejemplo, Frank Salomon, “Shamanism and Politics in Late-Colonial Ecuador”, American Ethnologist 10: 3 (1983): 413-428, DOI: dx.doi.org/10.1525/ ae.1983.10.3.02a00010; Steve J. Stern, Peru’s Indian Peoples and the Challenge of Spanish Conquest. Huamanga to 1640 (Madison: The University of Wisconsin Press, 1993 [1982]), 158-173 y 179-183; Karen Spalding, Huarochirí. An Andean Society under Inca and Spanish Rule (Stanford: Stanford University Press, 1984), 209-238; Yanna Yannakakis, The Art of Being In-between. Native Intermediaries, Indian Identity, and Local Rule in Colonial Oaxaca (Durham: Duke University Press, 2008), 33-39, 52-56 y 107-130, y Santiago Muñoz Arbeláez, Costumbres en disputa. Los muiscas y el imperio español en Ubaque, siglo XVI (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2015), 163-193.


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Mapa 4. Resguardo de Toboyma y hacienda Itaybe, 1745. Asentamientos de los indios después del litigio con Ana Beatriz González de la Sotta. Ubicaciones y linderos aproximados

Fuentes: los linderos del resguardo de Toboyma y del resguardo de La Sal han sido elaborados de acuerdo con información de ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, ff. 18v-19v. La ubicación del poblado de San Joseph de Itaybe se basa en datos de AHT, Tierras, ff. 19r, 20v, 26r, 118v y 119r-119v, y ACC, Colonia, Civil II-Tributos, 8, sig. 4293, ff. 76r-76v. La información sobre las zonas de cultivo en tierras de la hacienda Itaybe se ha tomado de ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, f. 18v.

del pueblo, los oficiales pasaron a contabilizar a los indios de Toboyma “que se pueblan en San Joseph de Ytaybe”80. Los funcionarios que registraron la numeración no indicaron la localización de San Joseph pero el nombre del lugar conduce a pensar que se trataba del mismo asentamiento denunciado por Diego González de la Sotta, “San Joseph”, en 1729. Cabe anotar que ese poblado no aparece en numeraciones efectuadas anteriormente en Toboyma81. Los datos de la numeración aluden a una población relativamente numerosa. Así, las autoridades registraron a 78 personas como habitantes de San Joseph. Mientras tanto, en el pueblo de indios de Toboyma fueron registradas 432 personas82. Es decir, en comparación con el pueblo de Toboyma, San Joseph contaba con una población considerable, aproximadamente 18% de la que fue registrada en el pueblo. Además, de acuerdo con la numeración de 1751, los pobladores de San Joseph eran nativos de Toboyma. Algunos documentos adicionales refuerzan esa idea. Por ejemplo, en una numeración efectuada en el pueblo de Toboyma en 1745 han podido ser identificados 80 ACC, Colonia, Civil II-Tributos, 8, sig. 4293, ff. 74r y 76r. 81 Se han consultado numeraciones de 1719 y 1745. ACC, Colonia, Civil I-Tributos, 17, sig. 2908, ff. 1r-6r, y ACC, Colonia, Civil II-Tributos, 8, sig. 4093, ff. 60r-67v. 82 ACC, Colonia, Civil II-Tributos, 8, sig. 4293, ff. 74r-76v.

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seis indios (sujetos a la cacica Clara Gueyomusa), quienes, junto a sus parentelas, fueron apuntados posteriormente en la numeración de 1751 como habitantes de San Joseph y sujetos a la misma cacica. Es decir, esas personas ya no aparecían como pobladores de Toboyma sino de San Joseph83. Desde esa perspectiva, el reasentamiento de población había servido a los indios para reafirmar la posesión sobre nuevas tierras, en este caso, una parte de la hacienda Itaybe. Lo anterior contrasta con la perspectiva historiográfica alrededor de las tendencias migratorias de los páez. Por ejemplo, Findji y Rojas han propuesto la posibilidad de que los páez prehispánicos se dividieran y migraran una vez los espacios reservados para la pesca y la caza se volvían insuficientes para alojar a aquellos grupos que habían aumentado de tamaño84. De acuerdo con Joanne Rappaport, los caciques páez se trasladaron a la vertiente occidental de la Cordillera Central, así como al valle de Neiva, a finales del siglo XVI y durante el siglo XVII. En los dos territorios se generaron nuevos cacicazgos a partir de la división de grupos85. Según Quiroga, en el paso del siglo XVII al XVIII, la práctica de los españoles de separar a los indios de su lugar de origen, con el fin de otorgar encomiendas, condujo a su “desarticulación territorial”86. Algunos títulos de encomiendas apuntan a pensar que las migraciones páez podrían concebirse como estrategias de los indios para hacerse a nuevas tierras. En 1619, el gobernador de Popayán otorgó título de encomienda a Cristóbal de Mosquera y Figueroa, vecino de la ciudad de Caloto. A Mosquera se le entregaron, entre otros grupos, el cacique de la Tercia parte de Páez, sus sujetos y “los yn[di]os mitimaes que ubiere”87. En el documento no es claro el significado de “mitimaes”, pero este tipo de anotación es poco común en otros registros de la región. El término se refiere a la población reasentada por las autoridades inca, ubicada de forma rotativa en el acceso a recursos estratégicos. Los mitmaq cumplieron diversos roles como colonos, y su figura se insertó en el sistema colonial88. Aunque sería aventurado indicar que los mitimaes páez cumplían las funciones descritas, las prácticas contemporáneas del grupo apuntan en esa dirección. En su estudio sobre la territorialidad nasa (páez), Laura Ramírez indaga acerca de los indígenas del resguardo de Mosoco, quienes, después de la avalancha del río Páez en 1994, se trasladaron a un asentamiento localizado en el municipio de Morales (departamento del Cauca). El tránsito de la comunidad fue un proceso conflictivo ante el escenario de que los migrantes perdieran contacto con Tierradentro. No obstante, 83 ACC, Colonia, Civil II-Tributos, 8, sig. 4093, ff. 65r-65v, y ACC, Colonia, Civil II-Tributos, 8, sig. 4293, ff. 76r-76v. 84 María Teresa Findji y José María Rojas, Territorio, 21. 85 Joanne Rappaport, The Politics, 45-46. 86 Marcela Quiroga Zuluaga, “La encomienda entre los pueblos de la Provincia de Páez en el siglo XVII”, Fronteras de la Historia 15: 1 (2010): 100-102. 87 AGI, Quito, 55 A, N. 36, bloque 2, f. 2r. Énfasis del autor. 88 Las características de los mitmaq han sido ampliamente discutidas. Véanse, por ejemplo, John V. Murra, “El control vertical de un máximo de pisos ecológicos en la economía de las sociedades andinas”, en Formaciones económicas y políticas del mundo andino, John V. Murra (Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1975 [1972]), 59-115; R. T. Zuidema, “Hierarchy and Space in Incaic Social Organization”, Ethnohistory 30: 2 (1983), 50, DOI: dx.doi.org/10.2307/481241; Frank Salomon, Native Lords of Quito in the Age of the Incas. The Political Economy of North Andean Chiefdoms (Nueva York: Cambridge University Press, 2007 [1986]), 124-134; María Rostworowski, Historia del Tahuantinsuyu (Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1992 [1988]), 221-224, y Thierry Saignes, “Indian Migration and Social Change in Seventeenth-Century Charcas”, en Ethnicity, Markets, and Migration in the Andes. At the Crossroads of History and Anthropology, eds. Brooke Larson, Olivia Harris y Enrique Tandeter (Durham: Duke University Press, 1995), 170-172.


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de acuerdo con Ramírez, los nasa de Tierradentro y “Tierrafuera” siguen vinculados, por ejemplo, a través del intercambio de sus productos, cuya oferta se amplió, por las condiciones climáticas de los dos poblados. Además, los indígenas se conciben como una sola comunidad que habita un territorio extendido89. Estas prácticas de reasentamiento e intercambio, además de recordar el rol de los mitimaes, remiten a las de los indios de Toboyma, a los distintos sitios que ocupaban, así como a la variedad de productos (sal, agua, coca, maíz y ganado) que tenían a su disposición. Así, tanto en el período colonial como en la actualidad, los páez han tendido a ampliar sus territorios y a optimizar sus recursos a través de población trasplantada.

Conclusiones El resguardo de los nativos de Toboyma fue otorgado en 1663 por oficiales reales de la gobernación de Popayán. El proceso de apropiación de las tierras del resguardo no se limitó a la diligencia de mediados del siglo XVII. Al contrario, la política del resguardo entre los páez se articuló con circunstancias específicas que conducen a mirar el problema de acuerdo con una complejidad mayor que la que establecen los trámites de titulación y la capacidad de negociación de los caciques de Tierradentro. A diferencia de otros territorios administrados por las instituciones castellanas en la gobernación de Popayán y el Nuevo Reino de Granada durante la segunda mitad del siglo XVI, la provincia de Páez constituyó una barrera para la consolidación del orden colonial, debido a sus condiciones topográficas y a la irreductibilidad de los nativos. Además, la ausencia de un poblado de españoles limitó las mercedes de tierras que, usualmente, se repartían a los vecinos dentro de la jurisdicción de los poblados de españoles. En el siglo XVII, como resultado, las huestes se habían apropiado de la fuerza de trabajo de algunos páez, mas quedaron al margen de apropiarse de sus tierras. De tal forma, la tierra de la provincia de Páez estuvo controlada principalmente por la población nativa, que fue mayoritaria durante el período colonial. Por otra parte, la política del resguardo entre los nativos de Toboyma se entrecruzó con prácticas nativas de apropiación de la tierra. Entre 1650 y 1745, las autoridades registraron que los nativos ocupaban tierras de la hacienda Itaybe, una de las pocas posesiones de españoles dentro de la provincia de Páez, así como tierra realenga. Por un lado, la existencia de población de Toboyma en asentamientos y áreas de cultivo en sitios diferentes al pueblo y al resguardo conduce a pensar que las prácticas de los indios se insertaron en una larga tradición de control territorial. Asimismo, que la migración y la diseminación de asentamientos, más allá de atomizar a la comunidad, implicaron una ampliación del territorio. Por otra parte, el caso permite ver a los páez como hábiles litigantes, conscientes de sus posibilidades para hacerse a nuevas tierras a través de una política diseñada por la Corona. De esta forma, los páez de Toboyma transformaron la política del resguardo en un mecanismo de expansión territorial. La presión de los nativos de Toboyma para legitimar la ocupación de asentamientos por fuera de su resguardo condujo a que en 1745 las autoridades de la gobernación de Popayán sustituyeran las tierras que la Corona había otorgado a los indios. Por otra parte, los páez del pueblo de La Sal consiguieron que las autoridades les entregaran el resguardo que hasta entonces había pertenecido 89 Laura Astrid Ramírez Elizalde, “¿Irse, quedarse o llevar el territorio a cuestas? El proceso de reorganización territorial nasa después del terremoto de 1994 en Tierradentro, Cauca”, mecanografiado. Texto presentado en el taller de investigación Umbra, Bogotá, 2013, 8-10, 12-13 y 16.

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al pueblo de Toboyma. De tal forma, en un período en el cual las autoridades presionaban por disolver las tierras comunitarias de varios grupos nativos del Nuevo Reino de Granada y Popayán, algunos indios páez transformaron y ampliaron los linderos de sus resguardos. En parte, el fenómeno respondió a la habilidad de los caciques para litigar y a que comprendían las posibilidades que les daba la política del resguardo. Además, a que esa política se entrecruzó con un conjunto de prácticas relativas a la configuración y apropiación del territorio que terminaron por redefinirla. Es de anotar que el control que los páez ejercieron sobre su territorio provincial, así como la ampliación de su resguardo, resultan excepcionales, si se considera la sistemática usurpación de tierras que a lo largo del período colonial experimentaron los grupos nativos en varias jurisdicciones administrativas bajo el dominio de la Corona.

Bibliografía Fuentes primarias Archivos: 1. 2. 3. 4.

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Documentación primaria impresa: 6. 7. 8. 9. 10.

Aguado, Pedro [fray]. Recopilación historial, 4 volúmenes. Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de Colombia, 1956 [1581]. Cieza de León, Pedro. La crónica del Perú. Madrid: Dastin, 2000 [1540-1550]. Real Academia Española. Diccionario de la lengua castellana, 3 volúmenes. Madrid: Editorial Gredos, 1984 [1726-1739]. Recopilación de leyes de los reynos de Las Indias, 4 volúmenes. Madrid: Ivlian de Paredes, 1681. Simón, Pedro [fray]. Noticias historiales de las conquistas de tierra firme en las Indias Occidentales, 9 volúmenes. Bogotá: Ministerio de Educación Nacional, 1953 [1626].

Imagen: 11.

Mapa elaborado por autoridades de la gobernación de Popayán durante un litigio entre los indios de Toboyma y los dueños de la hacienda Itaybe, 1745. ACC, Colonia, Judicial I-Civil, 20, sig. 8448, ff. 13r-13v.

Fuentes secundarias 12.

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La política del resguardo entre los indios páez del pueblo deToboyma (gobernación de Popayán), 1650-1750 Santiago Paredes Cisneros

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❧ Santiago Paredes Cisneros Investigador del grupo Umbra: espacio, sociedad y cultura (Categoría A en Colciencias). Arquitecto de la Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales, Magíster en Historia y Teoría del Arte y la Arquitectura de la misma universidad, sede Bogotá, y Doctor en Historia de la Universidad de los Andes (Colombia). Entre sus publicaciones recientes se encuentran el libro Algo nuevo, algo viejo, algo prestado. Las transformaciones urbanas de Barbacoas entre 1850 y 1930 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2009) y el artículo, en coautoría con Marta Herrera Ángel y Santiago Muñoz Arbeláez, “Geographies of the Name: Naming Practices among the Muisca and Páez in the Audiencias of Santafé and Quito, 16th-17th Centuries”, Journal of Latin American Geography 11: 2 (2012): 93-117, DOI: dx.doi. org/10.1353/lag.2012.0025. santiagopc@yahoo.com

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Los inicios del Régimen Democrático en la Nueva Granada: la noción y sus dilemas (1790-1830)❧ Isidro Vanegas

Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit58.2015.03

Artículo recibido: 26 de febrero de 2014/ Aprobado: 25 de julio de 2014 /Modificado: 30 de julio de 2015

Resumen: El régimen democrático colombiano tiene una larga historia, cuyos rasgos se hacen más difíciles de precisar, debido a la ausencia de comparaciones con otros tipos de comunidad política. Este artículo se ocupa de hacer un seguimiento, entre comienzos de la década de 1790 y el año de 1830, al lenguaje y las encrucijadas subyacentes a las distintas maneras de evocar la forma de gobierno fundada en la soberanía popular. La forma como fue nombrada la democracia hace parte de su historia misma, pues revela tanto las ilusiones como los temores que la rodean, y permite un acercamiento a las dificultades que no cesan de obstruir su camino. Palabras clave: Colombia, democracia, monarquía, régimen político, república (Thesaurus).

The Beginnings of the Democratic Regime in New Granada: The Notion and the Dilemmas Involved (1790-1830) Abstract: The democratic regime has a long history in Colombia, with traits that are difficult to define due to the lack of comparisons with other types of political community. This article aims to trace the language used and the underlying conundrums involved in the different ways of evoking the form of government based on the sovereignty of the people from the early 1790s to the year 1830. The nomenclature used to refer to democracy forms part of its own history, since it reveals both the hopes and the fears surrounding it, and permits an approach to the difficulties that continue to obstruct its path. Keywords: Colombia, democracy, monarchy, political regime, republic (Thesaurus).

O começo do Regime Democrático na Nova Granada: a noção e seus dilemas (1790-1830) Resumo: O regime democrático colombiano tem uma longa história, cujos traços se fazem mais difíceis de determinar devido à ausência de comparações com outros tipos de comunidade política. Este artigo faz um seguimento, entre o começo da década de 1790 e o ano de 1830, da linguagem e das encruzilhadas subjacentes às diferentes maneiras de evocar a forma de governo fundada na soberania popular. A forma como foi nomeada a democracia faz parte de sua história em si visto que revela tanto as ilusões quanto os receios que a rodeiam e permite uma aproximação às dificuldades que não deixam de obstruir seu caminho. Palavras-chave: Colômbia, democracia, monarquia, regime político, república (Thesaurus).

❧ Este artículo es resultado del proyecto de investigación “La Revolución Neogranadina: un estudio compara-

tivo” (SGI 1407), financiado por la Dirección de Investigaciones de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia-UPTC, convocatoria 017-2013


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Los inicios del Régimen Democrático en la Nueva Granada: la noción y sus dilemas (1790-1830) Isidro Vanegas

Introducción

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ada es más tentador que ver en la democracia que conocemos el régimen natural de la especie humana. Todos hacemos esto espontáneamente, no sólo porque el hábito nos la ha convertido en ‘lo nuestro’, sino también porque tenemos el sentimiento vago y fuerte de que toda la historia pasada de Europa, o de Occidente, conducía a ella”1. El filósofo Pierre Manent llama así la atención sobre el anclaje tan profundo de la democracia, que, arrastrándonos a ignorar los demás regímenes políticos que ha conocido la humanidad, erige ante la misma democracia una barrera intelectual que dificulta aún más el conocimiento de su naturaleza y sus problemas. Los atributos del régimen democrático desarrollado en Colombia se desvanecen también porque su contrastación con otras formas de comunidad política ha sido escasamente ensayada. Aunque este recurso no sea pertinente sólo en este caso, una vía para avanzar en la comprensión de la democracia consiste en rastrear la manera como desde las coordenadas propias del orden monárquico en el que estuvo inscrito el Nuevo Reino de Granada surgieron referencias a un nuevo orden, y cómo éstas se fueron transformando en medio de las luchas políticas generadas justamente por los nuevos principios. Tal indagación debe partir constatando que el término democracia fue —al menos durante el período comprendido entre comienzos de la década de 1790 y el año de 1830, del cual se ocupa este artículo— indisociable de la cuestión de las formas de gobierno, una perspectiva propia de la filosofía política clásica de amplia resonancia en la experiencia intelectual y cívica de los neogranadinos. La perspectiva de las formas de gobierno o regímenes políticos alberga el supuesto de que es a partir de una determinada comunidad política que se establecen los caracteres de la vida social. Desde el punto de vista de los hombres de letras del período de las grandes revoluciones de Occidente, esas formas de gobierno o regímenes portan unas virtualidades intrínsecas, en el sentido de que predisponen la emergencia de un cierto tipo de hombre y de vínculo social, así como el establecimiento de un determinado tipo de relación entre el poder y los ciudadanos. Esto es así porque se considera que la sociedad constituye una unidad dentro de la cual la producción material, el arte, la ciencia y las leyes no pueden existir como ámbitos separados regidos por lógicas peculiares2. La perspectiva de las formas de gobierno, de ser tan central en las dos décadas anteriores y posteriores a la Revolución de 1810, fue abandonada de manera progresiva hasta ser completamente olvidada en la actualidad. Y aunque se trató de un hecho común a Occidente3, ese abandono, en lugar de restarle pertinencia a esta manera de entablar la indagación, puede, por el contrario, hacerla fructífera, en la medida que invita a pensar uno de los grandes cambios acaecidos en la manera de nombrar y experi1 Pierre Manent, Tocqueville et la nature de la démocratie (París: Gallimard, 1982), II. 2 Una aproximación a esta cuestión y a su importancia a finales del siglo XVIII y durante las primeras décadas del siguiente, en Isidro Vanegas, La Revolución Neogranadina (Bogotá: Ediciones Plural, 2013), 218-234. 3 Dominique Schnapper escribió que en el siglo XIX el pensamiento sociológico había sido fundado “invirtiendo la idea, heredada de la tradición filosófica, de la primacía del régimen político sobre la organización económica y social”, en La communauté des citoyens (París: Gallimard, 1994), 27. En un sentido similar, Pierre Rosanvallon observa cómo en la Francia del siglo XIX un sector importante de intelectuales busca las claves del nuevo orden en lo sociológico y la sociología, postergando el vector de lo político, La démocratie inachevée. Histoire de la soveraineté du peuple en France (París: Gallimard, 2000), 120-121.


Hist. Crit. No. 58 · Octubre - diciembre · Pp 57-75 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152 doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit58.2015.03

mentar la democracia. Es de advertir aquí que el rastreo de las alusiones inaugurales a la democracia en la Nueva Granada toma como referencia los términos por entonces utilizados para referirse a ella, y que provenían del saber filosófico. Eso significa que este seguimiento no se restringirá al término democracia, sino que cobijará otros como gobierno popular, gobierno democrático, poliarquía, república democrática, república popular, o simplemente república, con los cuales también se designaba el régimen político cuyo soberano es el pueblo. El uso de este último bien merece una digresión preliminar. República fue un término que para Platón, y para diversos filósofos posteriores, significó, no un tipo de comunidad política particular, sino la polis ideal, irrealizable para los hombres. Posteriormente, y en esto hizo una contribución importante Cicerón, por república vinieron a entenderse las diferentes formas de gobierno que podían procurar al pueblo una legislación común y que por lo tanto podían procurarle en alguna medida la justicia4. Una corriente fundamental del pensamiento político del siglo XVIII produjo otro viraje fundamental: con república sólo venía a ser designada la democracia. A este cambio se puede aproximar observando dos diccionarios españoles. En el Diccionario de Autoridades, de 1737, república tiene tres significados básicos. El primero, “la causa pública, o el común o su utilidad”, y por extensión, así “se llaman también algunos Pueblos”. El segundo remite a las formas básicas de gobierno, por lo cual indica que “en cada una de las tres formas de República Monarquía, Aristocracia y Democracia, son diversos los gobiernos”. El tercer significado alude al “gobierno del público”, y precisa que, “hoy se dice del gobierno de muchos, como distinto del gobierno Monárquico”5. Por contraste, república en el Diccionario castellano de Esteban de Terreros, de 1788, queda reducida a una sola y específica forma de gobierno: “se llama la que tiene un gobierno popular”, el cual en este diccionario, al igual que en el de la Academia, es sinónimo de “democracia”6. Por supuesto que esta contracción de las acepciones sólo fue una tendencia, pues el término continuó siendo utilizado de diversas maneras. Pero lo que importa aquí es subrayar que el Nuevo Reino de Granada también estuvo concernido por el cambio que acabo de mostrar, pues desde que se enunciaron referencias más o menos sistemáticas a las formas de gobierno —en la década de 1790—, democracia fue sinónimo de “república”, con todo lo que este tipo de comunidad política evocaba. La trayectoria de la utilización de los términos con que fue nombrado el régimen democrático es, por lo tanto, una parte fundamental de su propia historia, pues revela ciertos temores e ilusiones que la acompañan desde su advenimiento. Ayuda a comprender cómo la fecunda fragilidad de la democracia participa de la dificultad siempre renaciente para definirla de manera satisfactoria, como lo advierte el historiador Pierre Rosanvallon7.

1. Un régimen precario y extravagante Aunque aparentemente lejana del ámbito para el cual escribió Gaetano Filangieri, a la Nueva Granada de finales del siglo XVIII también podía aplicársele, aunque de manera restringida, la idea que consignó el napolitano en un libro que tuvo una difusión importante en la América española: 4 Simone Goyard-Fabre, “République”, en Dictionnaire de philosophie politique (París: PUF, 2003), 657-661. 5 Real Academia Española, Diccionario de la lengua castellana, t. V (Madrid: Imprenta de la Real Academia Española, 1737). 6 Aquí los ejemplos citados no dejan duda: “Las Repúblicas más florecientes de la antigüedad fueron las de Atenas, Roma, y Esparta, las demás se arruinaron en sí mismas consumidas con guerras civiles”. Esteban de Terneros, Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes, t. 3 (Madrid: Imprenta de la viuda de Ibarra, 1788). 7 Pierre Rosanvallon, “La historia de la palabra ‘democracia’ en la época moderna”, Estudios Políticos 28 (2006): 9-22.

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“Hay diversas especies de gobiernos, en cuya enumeración y definición no me detengo, porque la idea que de ellos tienen aun los hombres menos instruidos basta para conocer su naturaleza. Todos saben cuán diverso es el gobierno popular del aristocrático, y nadie ignora los infinitos espacios que separan la república de la monarquía”8. En la etapa ocupada por los reinados de Carlos III y Carlos IV, en efecto, los neogranadinos cultivados intelectualmente estuvieron familiarizados con la temática de las formas de gobierno, su naturaleza y los fundamentos de su clasificación, a través de los escritores antiguos y modernos, de los filósofos, los literatos y los publicistas. En 1789 el estudiante del Colegio del Rosario Martín Piñeres, bajo la dirección del catedrático de derecho público Martín del Águila Hurtado, defendió conclusiones sobre “los estados monárquico, democrático, aristocrático y sociedades civiles”9. Asimismo, en 1795 Antonio Nariño indicó en su defensa que “toda la Europa culta sabemos que sigue distintas formas de gobierno”, revelando en su alegato un conocimiento detallado del carácter de cada una de ellas. Para ilustrar sus atrevidas incursiones en el tema, Nariño lanzó algunas alusiones a Heineccio, quien le había dado un lugar central al asunto de las formas de gobierno en sus Elementos de derecho natural, libro que, como el mismo acusado arguyó, en un momento dado fue texto de estudio en los colegios de la monarquía española. El santafereño allí también dejó ver que conocía la Enciclopedia, cuyos lectores podían acceder a la caracterización de las diversas formas de gobierno, y se trasluce que sabía algo de Montesquieu10. Al Espíritu de las leyes, de hecho, aluden con cierta familiaridad varias veces en el Papel Periódico de Santafé de Bogotá11, y es justamente en esta publicación donde se ve una más amplia y sistemática mención de la problemática de los regímenes políticos. El redactor del Papel Periódico, Manuel del Socorro Rodríguez, mostró un amplio conocimiento de dicho tema, sobre todo a partir de autores de la Antigüedad, pero individuos de la república de las letras como éste, que conocían los diversos regímenes, se limitaron a considerar la monarquía y la democracia. La restricción de la cuestión a una oposición entre estos dos tipos de comunidad política debió mucho seguramente a las revoluciones norteamericana y francesa, que con sus respectivas mutaciones del poder soberano desafiaron implícitamente el orden monárquico español, cuyos adalides reaccionaron concentrándose en contraponerla al gobierno donde el pueblo, en uno u otro grado, ha sustituido al príncipe como fuente última de la autoridad. Aquella familiaridad con la cuestión de las formas de gobierno no fue concomitante, sin embargo, con un debate sobre el tema ni concitó entre algún grupo de neogranadinos el deseo de recusar la monarquía. Incluso Nariño, cuando fue acusado por la Real Audiencia de mantener unos “sentimientos contrarios a la actual forma de gobierno”, los cuales lo inclinarían a adoptar el “sistema republicano con arreglo a leyes de los Estados Unidos”, respondió afirmando ser “enteramente contrario a semejantes ideas subversivas del buen orden”, y esforzándose en demostrar que había sido un vasallo leal12. 8 Gaetano Filangieri, La science de la législation, t. 1 (París: Chez Dufart, 1799 [1780]), 106. La versión en español en Ciencia de la legislación, t. 2 (París: Librería Española de Lecointe, 1836), 173-174. 9 Renán Silva, Universidad y sociedad en el Nuevo Reino de Granada: contribución a un análisis histórico de la formación intelectual de la sociedad colombiana (Bogotá: Banco de la República, 1992), 124-125. 10 “Escrito presentado por el reo D. Antonio Nariño”, julio de 1795, Santafé de Bogotá, en Archivo General de Indias (AGI), Sevilla-España, Fondo Estado, leg. 56A, doc.3, ff.19v-21r, 25v-26v. Guillermo Hernández de Alba, El proceso de Nariño a la luz de documentos inéditos, t. I (Bogotá: Presidencia de la República, 1984), 298-299. 11 “Sigue la materia del nº anterior”, Papel Periódico de Santafé de Bogotá, Santafé, 28 de noviembre, 1794, 917918; “Sigue el apéndice”, Papel Periódico de Santafé de Bogotá, Santafé, 1 de julio, 1796, 1485. 12 Guillermo Hernández de Alba, El proceso de Nariño, t. I, 278-281.


Hist. Crit. No. 58 · Octubre - diciembre · Pp 57-75 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152 doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit58.2015.03

Tal monarquismo —si pudiera designarse así una actitud que remite, no propiamente a una escogencia, sino a un hábito de pensamiento avalado por el tiempo y los más diversos géneros de autoridad— refuta la creencia de la historiografía patriótica en una vocación republicana inexorable que habría antecedido a la revolución de la década de 1810. A los neogranadinos, al igual que a todos los súbditos del orbe español, les resultaba impensable el horizonte de extraer su experiencia personal y colectiva del orden instituido por el poder monárquico; de ahí que las formas de gobierno distintas a la que experimentaban como propia compartieran la imagen de un mundo lúgubre. En el Papel Periódico, por ejemplo, escribieron que aunque la democracia fuera “el sistema gubernativo más próximo a degenerar en la Acosmia (o libertinaje y revolución popular)”, resultaba igualmente innegable que la aristocracia y la oligarquía se convertían con mucha facilidad en “tiranía y despotismo”. Allí, no obstante, los ataques se concentraron en la democracia, gobierno de cuyo carácter vicioso creían encontrar confirmación tanto en la Antigüedad como en la Francia contemporánea, pareciéndoles intrínsecamente desgraciada su naturaleza: “terrible constitución”, “viciosa constitución”, “precaria y miserable constitución”, son las expresiones que encuentra el bayamés Manuel del Socorro Rodríguez para definir los atributos consustanciales al gobierno popular13. Calificativos que resultan importantes, puesto que ponen de manifiesto la idea según la cual cada forma de gobierno porta una moralidad propia y tiende a crear un tipo de relación particular entre la sociedad y el poder, y entre los miembros mismos de la sociedad. Democracia y sus equivalentes no fueron, pese a todo, vocablos muy utilizados. De hecho, hasta el momento se han encontrado pocas definiciones de esta forma de gobierno. Si “lo que toda la multitud de los ciudadanos decreta por voto común, se tiene por la voluntad de toda la Ciudad o República”, se llama gobierno “popular o democrático”, dice Nariño citando a Heineccio. Y otra cita de Nariño, pero esta vez de santo Tomás, apenas indica que democracia es “el poder del pueblo, en cuanto los Príncipes pueden ser elegidos de entre el Pueblo”14. Para el cura santafereño Felipe de Vergara, por su parte, “Gobierno Republicano” o “república” se reduce a que, “en lugar de obedecer el Pueblo a uno, obedece a muchos; los cuales si no se adunan, todo lo vuelven fandango”15. Esa exigüidad de alusiones sin duda tiene que ver con un rasgo central del orden monárquico español que cobija a los neogranadinos y el cual éstos vindican: ante dicho orden es preciso detenerse reverentes, puesto que es inopinable16, en el sentido de que contiene unos arcanos que no se pueden penetrar sin poner en riesgo algo valioso para el buen orden. En el Río de la Plata el deán Funes captó este fenómeno cuando afirmó: “Los reyes de España bajo cuyo cetro de acero hemos vivido tenían la verdad: el que se hubiese atrevido a proferirla hubiera sido tenido por un mal ciudadano, por un traidor”17. 13 “Sigue la disertación”, Papel Periódico de Santafé de Bogotá, Santafé, 24 de octubre, 1794, 878; “Fin de la disertación”, Santafé, 12 de diciembre, 1794, 935. 14 “Escrito presentado por el reo D. Antonio Nariño”, julio de 1795, Archivo General de Indias, Estado, leg. 56A, doc.3, ff.20r, 26v. 15 Felipe de Vergara, Consulta de Doña Ángela Isidra del Campo a Don Felipe de Vergara, y su respuesta sobre ¿si en Santafé de Bogotá será, o no lícito cenar la Noche buena, y cenar buñuelos y pescado? (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1993 [1799]), 25. 16 Inopinable: “Lo que no se puede ofrecer a la imaginación o al pensamiento”, “se toma también por lo que no está en opiniones, u no las admite”, en Real Academia Española, Diccionario de la lengua castellana, t. IV (Madrid: Imprenta de la Real Academia Española, 1734). 17 Gregorio Funes, Ensayo de la historia civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán, t. I (Buenos Aires: Imprenta de M. J. Gandarillas, 1816), X.

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Si de la democracia casi no se hallan demarcaciones conceptuales, en cambio si se encuentra algo más de alusiones a sus rasgos, que siempre son prevenciones o impugnaciones de ella, que nos permiten aproximarnos indirectamente a los rasgos que se le atribuyen. En efecto, se considera que la democracia no puede amalgamarse con el bien común, la pública felicidad y la moral. El “Sistema Republicano jamás ha producido una sólida felicidad a ningún Pueblo de la tierra”, escribieron en el Papel Periódico18.Y allí mismo se afirma que la virtud, las “riquezas morales” —las cuales serían la verdadera fortuna de un Estado y por ende de una sociedad—, difícilmente pueden encontrarse en un “sistema republicano”19. Manuel del Socorro Rodríguez no puede tomarse en serio por lo tanto a Montesquieu, cuando éste plantea que “la virtud es el gran principio en que estriba el edificio de la Democracia”20. Para el editor y bibliotecario bayamés, la constitución del “sistema republicano” lleva implícitas tanto una guerra exterior perenne que hace a todo hombre un soldado como un desorden interno constante y una vocación por el desenfreno y la licencia. “La historia de todos los Imperios nos ha hecho ver que regularmente han sido suaves y benéficos los sucesores de los Reyes injustos; pero jamás nos ha presentado un ejemplar de que el gobierno Republicano haya dejado de producir guerras intestinas, recíprocas sospechas, cábalas y maquinaciones”, se lee en el Papel Periódico. A estos vicios se añade, según él, un estado de intriga permanente, que es el terreno ideal para el florecimiento de las habilidades oratorias de los demagogos, por lo que el pueblo en la democracia resulta apenas el juguete de los intrigantes, de los oradores exaltados, de los maquinadores que lo utilizan y lo movilizan para sus fines personales, aunque esos hombres que azuzan al pueblo sean a la vez juguete de las pasiones populares21. En el gobierno popular, subraya el editor del Papel Periódico, no son los hombres virtuosos y amantes del bien público los que sobresalen, sino los intrigantes, los ambiciosos y los egoístas. En la democracia se desprecia y se relega a los mejores ciudadanos, en quienes el mérito y la virtud son perseguidos, mientras que se premia la capacidad de intrigar y de corromper. En ella, además, los hombres se desgarran unos a otros, queriendo cada uno devenir rey22. En esto radica, precisamente, una de las desventajas principales e insuperables del gobierno democrático respecto a la monarquía, dice Manuel del Socorro Rodríguez: en que nunca “una nave está más bien gobernada con muchos timones que con uno solo, o que dos centros tengan igual virtud en medio de un globo”23. El mismo publicista subraya un temor sustancial frente a la democracia: se trata de una forma de comunidad política en la que todos los vínculos sociales son precarios, en la que los hombres y las familias, unidos armoniosamente en la monarquía a través de la figura del monarca, quedan librados a la incertidumbre. La observación es hecha sobre todo a propósito del “nuevo régimen” instaurado en la Francia revolucionaria, del cual se ofrece un comentario que el editor del Papel Periódico no dudaría en suscribir: “lo más importante y digno de notarse es que todo lo que antes era fijo, ha venido a ser momentáneo, incierto, y sin consistencia. [...] en el nuevo régimen todo es precario y extravagante”24.

18 “Fin de la disertación”, Papel Periódico de Santafé de Bogotá, Santafé, 12 de diciembre, 1794, 933. 19 “Sigue la materia del nº anterior”, Papel Periódico de Santafé de Bogotá, Santafé, 5 de diciembre, 1794, 931. 20 “Sigue la materia del nº anterior”, Papel Periódico de Santafé de Bogotá, Santafé, 28 de noviembre, 1794, 917-918. 21 “Fin de la disertación”, Papel Periódico de Santafé de Bogotá, Santafé, 31 de octubre, 1794, 885-892. 22 “Fin de la disertación”, Papel Periódico de Santafé de Bogotá, Santafé, 12 de diciembre 1794, 934-940. 23 “Sigue la materia del nº anterior”, Papel Periódico de Santafé de Bogotá, Santafé, 5 de diciembre, 1794, 931. 24 “Fin de la disertación”, Papel Periódico de Santafé de Bogotá, Santafé, 31 de octubre, 1794, 886.


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La repugnancia de los neogranadinos hacia la democracia, o cuando menos su desinterés, puede ser cuestionada arguyendo que entre ellos hubo quienes, antes de la ruptura revolucionaria, leyeron las constituciones de Estados Unidos o los pensadores de la Ilustración y de otras tradiciones intelectuales proclives a tal forma de gobierno. Así fue, pero es preciso tomar dos precauciones para no sucumbir a los equívocos propios de cierto tipo de relato del acontecimiento revolucionario. La primera consiste en advertir que quienes durante los años anteriores a la Revolución Neogranadina leyeron textos políticos no lo hicieron en absoluto en clave revolucionaria. Esto es posible comprobarlo en los itinerarios intelectuales de quienes se convertirán en revolucionarios en su momento, como el catedrático y funcionario virreinal José Joaquín Camacho, a quien sólo la Revolución hará un lector que usa sus lecturas como herramientas para alterar el orden monárquico, para incitar y movilizar a sus conciudadanos hacia la arena política25. Una segunda precaución debe ser tomada ante la supuesta filiación democrática de los ilustrados franceses. El hecho de que autores como Rousseau hubieran tenido en Francia lectores entre grupos de las más diversas extracciones sociales y sensibilidades políticas habla de cómo esa Ilustración, que la Revolución Francesa moldea a posteriori, no era de por sí democrática26. De hecho, en la Francia anterior a su revolución, la democracia no era para nada el horizonte de quienes deseaban algún tipo de cambio político27. Pero tampoco ese era el anhelo del grueso de los colonos angloamericanos, ni siquiera cuando comienzan a enfrentársele con las armas a su metrópoli28. Para que esa sociedad adquiriera una voluntad republicana generalizada e inflexible fue de importancia capital el panfleto de Thomas Paine, Common sense, que treinta años después va a tener un rol similar en la Costa firme.

2. El debate sobre la democracia y su advenimiento Mientras que en la sociedad monárquica no tuvo lugar nada que pueda ser considerado como un debate acerca de la forma de gobierno, la revolución de la década de 1810 acarreó una multiforme movilización intelectual y política en torno a la cuestión, que constituye por sí misma un indicio del cambio de régimen político que estaba en camino de operarse. Con la Revolución Neogranadina, entonces, democracia pasó de ser un término polémico utilizado para reafirmar la excelsitud del gobierno monárquico, a ser una palabra empleada para designar el régimen político que, afortunadamente, estaba emergiendo de los pliegues del orden antiguo. Pero el anhelo de instituir una democracia no fue algo súbito, una vez desatada la crisis monárquica en 1808. Se necesitó que la dinámica revolucionaria hubiera avanzado mucho para que los novadores neogranadinos optaran por designar como democrática la nueva forma de gobierno que ellos más o menos intuitivamente, más o menos consensuadamente, comenzaron a proyectar una vez se profundizaron las ambigüedades respecto al poder monárquico29. 25 Armando Martínez, Isidro Vanegas y Daniel Gutiérrez, comps., Joaquín Camacho: de lector ilustrado a publicista republicano (1807-1815) (Bogotá: Universidad Externado, 2011), 21-36. Lo mismo se puede decir en este punto de Francisco José de Caldas, de Camilo Torres, de José María Salazar, por citar algunos líderes revolucionarios. 26 Roger Chartier, Les origines culturelles de la Révolution française (París: Le Seuil, 1990), 121-124. 27 Patrice Gueniffey, “Les républicains avant la république”, en Histoires de la Révolution et de l’Empire (París: Perrin, 2011), 89-123; Timothy Tackett, Par la volonté du peuple. Comment les députes de 1789 sont devenus révolutionnaires (París: Albin Michel, 1997). 28 Pauline Maier, “The Beginnings of American Republicanism, 1765-1776”, en The Development of a Revolutionary Mentality (Washington: Library of Congress, 1972), 99-117. 29 Isidro Vanegas, “De la actualización del poder monárquico al preludio de su disolución: Nueva Granada, 18081810”, en En el umbral de las revoluciones hispánicas: el bienio 1808-1810, ed. Roberto Breña (México: El Colegio de México/CEPC, 2010), 365-397.

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Aquella timidez inicial de los revolucionarios para darle un nombre al “nuevo” régimen, que revela cómo fue de arduo el rompimiento con la monarquía y con la nación española, contrasta con la decisión que mostraron en su abandono del monarca como fuente última de la autoridad, que pasó a serlo con creciente nitidez el pueblo soberano, sobre todo desde 1811. Ésta fue una sustitución evidente incluso en la Constitución de Cundinamarca de ese año, tenida por monarquista pero que estipulaba que el rey era sólo un magistrado del nuevo régimen político, el cual en un aparte fue definido como un “Gobierno representativo”. Esto significaba, como lo planteó un publicista en 1812, que el rey podía ser expulsado del ordenamiento constitucional sin que por ello se alterara la forma de gobierno, pues “nuestro Gobierno, o Constitución no se destruye porque se Gobierne por un Presidente, o por un Rey, ni porque se llame Monarquía, o República, siempre que subsista la Soberanía del Pueblo, y el Gobierno Representativo”30. Con la radicalización de la Revolución, la monarquía se convertiría en la precisa antítesis de un régimen fundado en la soberanía popular, que en esta tensión fue ganando densidad y firmeza. Así, en un periódico de Medellín escribieron que por contraste con el “régimen monárquico” — donde prevalecen “la adulación, el terror y los vicios que nacen desde el trono y se propagan en todo el cuerpo de la sociedad”—, en el sistema republicano “cada mortal parece una divinidad” pues tiene el campo propicio para “la gloria, el renombre, la virtud”31. Una forma de gobierno popular o democrática apareció como especialmente contrapuesta a “monarquía déspota”, a que vino a quedar reducida la monarquía española, para irritación de los monarquistas neogranadinos que durante la Reconquista dirían que la democracia que se había ensayado era la síntesis de todos los desvaríos y todas las calamidades de la Revolución. Así lo pregonó en 1816 un cura en un sermón consagrado a celebrar el suceso de las armas reales en la restauración del Nuevo Reino: “una Poliarquía es como un volcán que siempre vomita fuegos, y estragos, y que jamás reposa aunque pasen los siglos, que es una continua insurrección del Pueblo, que en ella el mérito es más peligroso que el delito; que la violencia, y la intriga ocupan el lugar de la Justicia; que ella es el Domicilio de la ingratitud, y el capricho”. Una poliarquía, añadió, es “el teatro de las mudanzas, y catástrofes, la palestra de los celos, y la envidia, el lugar enemigo de la seguridad, y fortuna, la Patria de la revolución, y una disposición perpetua para la más cruel tiranía”32. Los monarquistas, empero, habían contrapesado muy poco la labor de los notables de la mayoría de centros urbanos, tendiente a instituir alguna variante de gobierno democrático. Como líderes revolucionarios, éstos creyeron que tal era la vía necesaria para materializar objetivos laudables como el cultivo de la virtud, la abolición de los títulos y las distinciones, el disfrute de la libertad, el respeto de los derechos del hombre, la prosperidad que veían arraigada en la república angloamericana33. 30 Anónimo, El Montalván (Santafé: Imprenta de Don Bruno Espinosa, 1812), VIII. 31 “Concluyen las reflexiones sobre el estado actual de España”, Gazeta Ministerial de la República de Antioquia, Medellín, 4 de diciembre, 1814. 32 Nicolás de Valenzuela y Moya, Oración gratulatoria y parenética pronunciada el día 10 de Septiembre de 1816 en la Parroquial de la Ciudad de Neiva, ante el Consejo de Guerra del Ejército Expedicionario, y solemne concurso en acción de gracias por el feliz éxito de las Armas Reales en la reconquista del Nuevo Reino de Granada (Santafé: Imprenta del Superior Gobierno, 1817), 22. 33 El Explorador 1, Santafé de Bogotá, 1814; Juan Nepomuceno Camacho, “Cundinamarca. Observaciones del ciudadano que las suscribe sobre federación, pasadas al Poder Ejecutivo”, Gazeta Ministerial de Cundinamarca 171, Santafé de Bogotá, 12 de mayo, 1814.


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Pero el ideal no fue, en absoluto, una democracia pura o directa, como llegó a temerlo el publicista peninsular José María Blanco White, quien temió igualmente que los americanos estuvieran tentados por monarquías puras. Según él, Francia había emprendido en los últimos veinte años dos proyectos igualmente “monstruosos aunque opuestos entre sí”, los cuales habían tenido a la América Española por “apéndice”. El primero, “trastornar al mundo entero con más furor y fanatismo que los Árabes, llevando en una mano la espada y en la otra la declaración de los derechos del hombre, con el objeto de sembrar al universo de Repúblicas puramente democráticas”. El segundo, que seguía su curso en ese momento, “reducir directa o indirectamente, a una sola monarquía despótica a la Europa entera”. Contra los temores de Blanco White, los neogranadinos pensaron casi sin esfuerzo en formas de gobierno atemperadas, aliviadas en lo posible de los defectos que desde la Antigüedad se habían creído consustanciales a sus formas puras. Sin embargo, es extraño encontrar aquí quienes aborrezcan las “repúblicas democráticas” como sí las aborrecía el editor de El Español, según él mismo lo manifestó34. Los líderes neogranadinos conocían bien los males propios de un gobierno simplemente democrático, un gobierno en que se hiciera a la “hez del pueblo árbitra de los intereses del Estado”, como lo declaró el cartagenero José Fernández Madrid, quien presentó el catálogo de las insalvables calamidades de tal tipo de régimen. En los “Gobiernos Democráticos”, escribió, “el tumulto, el desorden y las facciones serán la consecuencia precisa; el padre de familia abandonará los negocios domésticos, el labrador dejará el campo, y el artesano su oficina para venir a perder el tiempo disputando asuntos de Gobierno: la sociedad estará agitada de continuas convulsiones: no habrá paz, quietud, ni confianza, ni subordinación: será ajada la magistratura, y en una palabra, todas las ruedas de la máquina política discurrirán al acaso sin armonía ni concierto”. También alertó Fernández contra la “popularidad tumultuaria”, la licencia y el desenfreno propios de la democracia35. Prevenciones similares había manifestado algunos meses atrás el rionegrero José María Salazar, quien había exhortado a los miembros del Cabildo de Mompós a huir de las “turbulencias democráticas”, que, trayendo bienes como la igualdad, al mismo tiempo propiciaban la anarquía y la “licencia desenfrenada”36. En la “democracia pura”, escribieron por otro lado, estaban en ciernes tanto “los furores ciegos y el desenfreno de las pasiones” como el deseo de los hombres de “gobernarse, darse leyes y juzgarse por asambleas ciegas, en que los perversos y los ignorantes llevan constantemente la voz y dan el tono”37. Estas prevenciones no contenían un rechazo al principio del gobierno popular, sino una reticencia a la democracia simple y sus desbordes, siendo numerosos los hombres públicos que alegaron que la democracia contenía también diversos ideales, los cuales en general prevalecieron sobre los temores, hecho que es perceptible en la escasez de voces de repudio o desdén por la democracia, a la cual, además, es inusual que aludan rodeándola de expresiones que denoten aprensión o que enfaticen sus defectos. Así, durante la eclosión juntista de 1810, en Mompós se jactan del “espíritu democrático” que ha reinado en las asambleas de ciudadanos. Meses más tarde, en un periódico san34 “Conversaciones americanas sobre España y sus Indias. Conversación 1ª. Ventajas de la Resistencia de España para la Europa y América”, El Español XXV, Londres, 30 de mayo, 1812, 12. 35 “Continúan las reflexiones sobre nuestro estado”, El Argos Americano 8, Cartagena, 5 de noviembre, 1810. 36 Manuel Ezequiel Corrales, Documentos para la historia de la Provincia de Cartagena de Indias, hoy Estado Soberano de Bolívar, t. I (Bogotá: Imprenta de Medardo Rivas, 1883), 198. 37 “Variedades”, Argos de la Nueva Granada 25, Tunja, 28 de abril, 1814.

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tafereño, elogian las “virtudes militares, cívicas y democráticas” de Francisco de Miranda, mientras que el Congreso de las Provincias Unidas impugna un cabildo abierto organizado por el gobierno de Cundinamarca calificándolo de “mezcla torpe de los estamentos de monarquía a que aspira, y de las formas democráticas que intentan destruir”38. Y en 1813, Jorge Tadeo Lozano desprecia la Constitución de Cádiz como un ordenamiento monstruoso que ha “adoptado la democracia en unión de una Monarquía despótica”. Los temores que se observan en los revolucionarios son sobre todo respecto a la “democracia absoluta” o “democracia rigorosa”, la cual, escribieron, “arrastra a todos los desórdenes de la anarquía”39. En este sentido, no se sabe de un solo neogranadino que haya defendido un tipo de gobierno en que el pueblo fuera a la vez legislador y magistrado. De manera que si alguien habla de gobierno democrático o popular a secas, pocas palabras más adelante habla de lo mismo recurriendo a la expresión gobierno representativo40. Los líderes revolucionarios, pues, se inclinaron hacia una “moderada democracia” —como definió el gobierno de Antioquia el ideal para la Unión41— o hacia un “gobierno democrático representativo”, en lugar de un “gobierno puramente popular”, o democracia pura, según la contraposición que hizo un periódico santafereño. Aquella era la única clase de gobierno en la que, según su punto de vista, podía encontrarse la libertad y en la que los propios hombres labraban su felicidad, pues todo en él “depende del arbitrio de los mismos individuos que forman la sociedad, o de sus representantes legítimamente nombrados”. En Cundinamarca, se agregaba, tal “es el gobierno que hemos abrazado por la espontánea voluntad del pueblo”42. Las denominaciones “gobierno representativo” o “popular representativo” fueron adoptadas, por lo tanto, de manera amplia cuando se quiso designar la nueva comunidad política que se deseaba instituir en el Nuevo Reino. Casi todas las constituciones del período revolucionario definieron con una u otra expresión la forma de gobierno acordada para sus provincias y para la reunión de éstas. Y tales denominaciones las usaron de manera corriente también los publicistas en la prensa y los papeles públicos, así como las diversas juntas y el Congreso de las Provincias Unidas, en actos administrativos y proclamas43. Una tan rápida y generalizada utilización de la designación gobierno representativo no deja de ser sorprendente, habida cuenta de la naturalidad con que fue empleada sin que nadie se 38 Manuel Ezequiel Corrales, Documentos para la historia, t. I, 219. Además del escrito de José Acevedo Gómez, en Semanario Ministerial del Gobierno de la Capital de Santafé en el Nuevo Reyno de Granada, suplemento al 6, 21 de marzo, 1811. Guillermo Hernández de Alba, Archivo Nariño, t. IV (Bogotá: Presidencia de la República, 1990), 191. 39 Jorge Tadeo Lozano, Discurso que ha de pronunciar en la apertura del Serenísimo Colegio Electoral de Cundinamarca el C. Jorge Tadeo Lozano, Brigadier de Ejército, y representante del Distrito de Chocontá, (Santafé de Bogotá: s/e., 1813), 14; “Siguen los principios de economía política”, Diario Político de Santafé de Bogotá 41, 15 de enero, 1811. 40 “Cundinamarca. Carta de un ciudadano de esta Provincia a un amigo suyo, pasada por el Ciudadano Pedro Ronderos al Supremo Poder Ejecutivo con el objeto de que se publique, y mandada a publicar”, Gazeta Ministerial de Cundinamarca 171, Santafé de Bogotá, 12 de mayo, 1814. 41 “Confederación con Venezuela”, Argos de la Nueva Granada 28, Tunja, 19 de mayo, 1814. 42 “El Cortesano al Campesino”, El Observador 13 y 14, Santafé de Bogotá, 29 de julio y 19 de agosto, 1814. 43 El acta de federación de las Provincias Unidas y las constituciones de Tunja, Antioquia (1812), Cundinamarca (1812), Pamplona (1815) y Antioquia (1815) instituyen un tipo de gobierno “popular representativo” o “popular y representativo”. Las de Cartagena y Neiva (1815), una “república representativa”. La de Mariquita, un “gobierno doméstico y representativo”. El proyecto de Constitución para Popayán prevé un gobierno “representativo constitucional”.


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molestara, en un principio, en ofrecer una definición de tal tipo de gobierno. Su entusiasta adopción podría entenderse como una prolongación de la denominación elaborada por ciertas autoridades peninsulares, como el Consejo de Regencia o la Junta Superior de Cádiz, que a comienzos de 1810 exhortaron a los americanos a la unidad utilizando la voz “gobierno representativo” para designar a la Suprema Junta cesada o la misma junta gaditana cuyo ejemplo instaban a seguir44. Pero documentos como esos de la Península le daban un alcance modesto al término “gobierno representativo”, sin querer en absoluto invocar un nuevo régimen político, mientras que los neogranadinos asociaron “gobierno representativo” a ciertas nociones densas como soberanía popular, división de poderes, derechos de los ciudadanos. En un periódico de Cartagena, por ejemplo, asociaron el gobierno democrático que manifiestan haberse dado a la “voluntad general del pueblo” representado en el poder legislativo. Y en el Argos de la Nueva Granada el “sistema representativo” fue relacionado con el derecho natural y la soberanía del pueblo45. Desde la perspectiva de los impulsores de un nuevo régimen, el gobierno representativo permitía una decantación del pueblo susceptible de intervenir en la escena política, como lo planteó la Junta de Santafé en 1811 cuando argumentó que una región que alegaba ser provincia no debía ser admitida en el Congreso del Reino porque en su mayor parte estaba compuesta “de Indios y Ciudadanos pasivos, con quienes jamás se ha contado en ningún Gobierno representativo”46. La confianza de los revolucionarios neogranadinos en el gobierno representativo que sintetizaba el nuevo orden debía mucho al entusiasmo de la mayor parte de ellos por las instituciones norteamericanas, particularmente, por la obra de Thomas Paine47. Una de las ideas de Paine que atrajo su atención fue la inviabilidad de la democracia en “sociedades dilatadas”, lo que reforzó la creencia de que el “sistema federativo” constituía la solución a los defectos de los gobiernos populares, pero también a los de las monarquías, que era una respuesta a los peligros de la anarquía y del despotismo. Con el término “sistema federativo” podían remitir a la articulación deseable entre las distintas provincias, en cuanto Estados federados o confederados, o asimilarlo a una forma de gobierno inédita en la tipología corriente48. La instauración de un régimen político nuevo entusiasmó a los neogranadinos comprometidos con los cambios revolucionarios porque el pensamiento político en que se inscribía ese movimiento suponía que tal mutación casi automáticamente haría entrar a la sociedad en un proceso de regeneración. Pero también hubo espacio para la prudencia. Alguien escribió en 1816: “Los 44 Manuel Ezequiel Corrales, Documentos para la historia, t. I, 39 y 45. 45 El Efímero de Cartagena, 1 y 5 de septiembre, 1812; “Variedades”, Argos de la Nueva Granada 25, Tunja, 28 de abril, 1814. 46 “Concluye el Extracto de las dos representaciones sobre la necesidad de conservar la integridad de las Provincias del Reino”, Semanario Ministerial del Gobierno de la Capital de Santafé en el Nuevo Reyno de Granada, Santafé de Bogotá, 7 y 28 de marzo, 1811. 47 Thomas Paine, La Independencia de la Costa Firme justificada por Thomas Paine treinta años ha (Filadelfia: Imprenta de T. y J. Palmer, 1811). El Common sense y los demás textos, traducidos allí por el venezolano Manuel García de Sena, fueron recibidos con entusiasmo en la Nueva Granada. Véase, por ejemplo, la carta de Antonio Arboleda a Camilo Torres, Bogotá, noviembre 20 de 1811, en Archivo Histórico Javeriano (AHJ), Bogotá-Colombia, Fondo Camilo Torres, carpeta 14, ff.83r-84v. 48 “Breve refutación de un papel del Presidente de Santafé intitulado Razones y primeros fundamentos de política que manifiestan que para haber verdadera federación en el nuevo Reino de Granada es indispensable que se organice en Departamentos, y que estos no pueden ser más ni menos que cuatro”, El Argos Americano 38, Cartagena, 17 de junio, 1811.

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hábitos antiguos, y las preocupaciones de un tiempo inmemorial, no se borran con una ley, o con una Constitución democrática. Esta es la obra lenta de los años, y de la ilustración”49.

3. Un experimento en busca de justificación En 1824 el estadounidense Francis Hall escribió que la “forma de gobierno establecida por una nación que, como Colombia, emerge de un estado de degradación política para entrar al campo no probado de la existencia nacional, no puede considerarse sino como un experimento que el tiempo debe justificar o corregir”50. En una primera etapa del período colombiano (1819-1830), los líderes independentistas generalizadamente creyeron que el experimento de la república democrática representativa iba sin duda por buen camino. En un segundo momento, una parte de ellos previó su fracaso, por lo que incluso llegaron a proyectar su reemplazo por una monarquía. En efecto, durante la etapa de las grandes movilizaciones militares contra España, las más diversas voces brindan algún tipo de aval al régimen de la soberanía popular. El Correo del Orinoco, en un artículo de comienzos de 1819, elogia al gobierno de Brasil por permitir en su territorio la instalación de una colonia de suizos que califica como “una población de gente democrática, activa e industriosa”51. Al año siguiente un teniente de milicias de Ubaté recomienda a un cura como individuo “afecto a nuestro liberal sistema Republicano” desde 181052. El Cabildo de Maracaibo, al declararse independiente de España en 1821, automáticamente declara que “se constituye en República democrática”53. Incluso Bolívar, durante el Congreso de Angostura (1819), elogia la opción tomada por Venezuela de instituir una “república democrática”, y añade que un “gobierno republicano ha sido, es y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios”. No obstante, tendía a asimilar democracia a “democracia absoluta”, la cual, por asociarla a una “absoluta libertad”, no le merecía muchos elogios, pues le resultaba un tipo de gobierno extremadamente débil. Los atributos decisivos de un buen tipo de gobierno, creía Bolívar, eran “poder, prosperidad y permanencia”, y dudaba de que tal democracia pudiera garantizarlos54. La voluntad de instituir un régimen fundado en la soberanía popular fue por lo tanto generalizada en el Congreso Constituyente realizado en Cúcuta en 1821. El diputado Manuel Campos declaró allí que la “voz pública clama por la democracia; los pueblos la anhelan porque desean la libertad”, mientras que Diego Fernando Gómez y Francisco Soto, entre otros, designaron el 49 “Variedades. Breves observaciones sobre el sistema político de la Nueva Granada”, Correo de la Nueva Granada 15, Santafé de Bogotá, 16 de enero, 1816. 50 Francis Hall, “Colombia: su estado actual, en relación con clima, suelo, productos, población, gobierno, comercio, ingresos, manufacturas, artes, literatura, costumbres, educación y atractivos para la emigración” [1824], en Santander y la opinión angloamericana, comp., David Sowell (Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de la República, 1991), 14. 51 “Colonia de suizos en el Brasil”, Correo del Orinoco 23, Angostura, 20 de marzo, 1819, 1. 52 “Certificación expedida por Fernando Cárdenas”, 20 de abril de 1820, en Museo de la Independencia (MI), Bogotá-Colombia, carpeta Biblioteca de la Quinta de Bolívar, t. 2, f.16r. 53 Cristóbal Mendoza y Francisco Javier Yánez, comps., Colección de documentos relativos a la vida pública del Libertador, t. 2 (Caracas: Imprenta de Devisme Hermanos, 1826), 217-218. 54 Luis Horacio López, A los colombianos: Proclamas y discursos, 1812-1840 (Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988), 80, 85, 91-92.


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gobierno de su predilección como “democrático y representativo”. Pero estas apelaciones a la democracia no significaban que el término hubiera dejado de suscitar temores, pues se le siguió asociando a democracia absoluta, oclocracia y maltrato a los mejores ciudadanos. Por ello, y sin que se hubiera procedido a una discusión específica, primó la cauta voz del mismo diputado Campos, quien había sugerido que debía “alejarse la voz Democracia al tiempo de la sanción del primer artículo fundamental de la Constitución”, que definía el régimen político para Colombia, el cual quedó sintetizado en la fórmula de gobierno “popular representativo”55. Se trataba de una designación llamada a desincentivar las pretensiones que pudiera tener el pueblo sociológico de tomar un rol de primera importancia en el modelamiento de la comunidad política. No obstante, la democracia representativa instituida en la Constitución de Cúcuta concitó elogios muy diversos, pues parecía resolver satisfactoriamente los más arduos dilemas de la organización política. El guayaquileño Vicente Rocafuerte definió a aquélla como la “moderna democracia”, que, iniciada por los estadounidenses, era connatural a toda la América, donde ella se instalaba sin ningún traumatismo, a diferencia de Europa, donde sólo podría arraigar luego de incontables padecimientos. Rocafuerte creía que aquel gobierno “sublime” era el único que se adecuaba a la ilustración de su tiempo y era el único que podía generar la prosperidad56. Y es muy significativo que Antonio Nariño, que como presidente de Cundinamarca había sido hostil a un gobierno popular representativo, ahora lo elogie intensamente diciendo que él culmina el camino tortuoso que la humanidad había recorrido para encontrar la organización política ideal. El gobierno representativo es el “gobierno de la razón, porque sus principios están fundados en ella”, afirma. E invirtiendo completamente su antigua posición, viene ahora a contradecir a Montesquieu al decir que el gobierno representativo “es el gobierno de todos los países, de todos los climas; es igualmente estable en las pequeñas como en las grandes poblaciones, en los gobiernos federados como en las repúblicas indivisibles; es el único que puede llenar todos los fines de la asociación”57. A muchos hombres públicos el gobierno representativo les resulta el único adecuado, pues responde al universalismo de la razón y permite a la república poner a su cabeza a los más aptos, y tomar las decisiones más maduras, todo ello sin vulnerar el principio de que en última instancia la soberanía le pertenece al pueblo58. Algunos ven el gobierno representativo como un régimen mixto, pero es más común tal vez concebirlo como un tipo nuevo, particular, de régimen político. En cualquier caso, la monarquía concita un rechazo profundo, como lo expresa un periódico de Medellín: “Ni la desigualdad de fortunas, ni el espíritu de nobleza, ni el influjo eclesiástico que alegan los monarquistas contra las instituciones de Colombia, son razones de peso que puedan hacer vacilar un momento a un republicano firme en sus principios, e incapaz de doblar la rodilla y quemar incienso delante de un monarca”59. 55 Congreso de Cúcuta, 1821, Libro de Actas (Bogotá: Banco de la República, 1971), 58, 60, 71. 56 Vicente Rocafuerte, El sistema colombiano, popular, electivo y representativo es el que más conviene a la América independiente (Nueva York: Imprenta de A. Paul, 1823). 57 “Discurso en la instalación del Congreso de Cúcuta”, en Guillermo Hernández de Alba, Archivo Nariño, t. 6, 75-76. 58 “Aforismos políticos”, El Fósforo 13, Popayán, 24 de abril, 1823, 7; “Sentimientos de un ciudadano en favor de la forma del Gobierno Colombiano”, El Eco de Antioquia 2, Medellín, 12 de mayo, 1822; “Carta de Páez”, 26 de enero de 1822, en Ernesto Restrepo Tirado, Archivo Santander, t. 8 (Bogotá: Águila Negra Editorial, 1916), 80. 59 “Continúan los sentimientos sobre la forma del Gobierno Colombiano”, El Eco de Antioquia 6, Medellín, 9 de junio, 1822.

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Esta generalizada convicción en el destino republicano de Colombia va a enfriarse a mediados de la década de 1820, al tiempo que se cierra el ciclo de las grandes movilizaciones bélicas, y los militares —particularmente los venezolanos— se muestran inquietos por el lugar que la república les va a dar en reconocimiento de sus sacrificios. El primer cuestionamiento de envergadura al régimen popular representativo instituido por la Constitución de Cúcuta provino de Antonio Leocadio Guzmán y José Antonio Páez, quienes instaron a Bolívar a coronarse. El caraqueño rechazó la propuesta, aunque lo hizo avalando las razones que alegaban para pretender la ruptura del orden constitucional, y además, presentándose como el hombre insustituible para impedir que la república se sumergiera en el caos60. Bolívar replicó a las sugestiones monárquicas de este momento, no mediante la vindicación de la Constitución vigente, que nunca le agradó mucho, sino proponiendo, en su Constitución boliviana, una forma de gobierno mixta en la que los elementos republicanos, aristocráticos y monárquicos quedaban en un equilibrio precario e inarmónico. Con su Constitución pretendía darle a Colombia un gobierno enérgico que evitara la fragmentación, y llegó a creer que ella sería recibida por todos, “como el arca de la alianza y como la transacción de la Europa con la América, del ejército con el pueblo, de la democracia con la aristocracia y del imperio con la república”. Como una síntesis afortunada que habría resuelto simultáneamente tanto la demanda de los aristócratas, de un “gobierno permanente, sólido y fuerte”, como la de los demócratas, de una “igualdad sobre toda cosa”61. La recepción de la Constitución boliviana no estuvo a la altura de las ilusiones de su autor, salvo quizá por los groseros ditirambos de Antonio Leocadio Guzmán, quien escribió que en toda su historia la humanidad no había conocido “una producción de igual importancia ni de un valor igual”, por tratarse además de un fruto de la voluntad de Dios. Pero en los dos venezolanos eran similares no sólo sus expectativas con el texto. En los respectivos discursos que redactaron para justificar aquella Constitución, no son unos determinados defectos, graves e irreparables, que hubieran llevado al fracaso a la república colombiana los que explican la propuesta de introducir grandes novedades en el régimen político, pues si le achacan defectos es sin mucha convicción, aludiendo vagamente al caos y a la debilidad gubernativa. Lo que en su pluma justifica los cambios es un enfoque prospectivo derivado de la simple constatación teórica de que una república democrática, incluso en su versión representativa, lleva a la anarquía, con lo que se cae en un mal tan grave como la tiranía, que es consustancial al gobierno monárquico62. En adelante, y hasta la muerte de su caudillo, los bolivarianos verán condiciones que justifican la adopción de una monarquía y ayudarán a veces también a crearlas. Bolívar, quien tantas veces se había reclamado como republicano, había tenido una actitud sinuosa hacia la democracia, al menos desde el Manifiesto de Cartagena (1812), de modo que hacia el final de su vida, atenazado por su hipersensibilidad a las tensiones sociales, por su compromiso 60 “Motivos de la insurrección de Valencia y Caracas”, La Bandera Tricolor 2, Bogotá, 23 de julio, 1826; “Cartas de Bolívar a Páez”, 6 de marzo y 8 de agosto 1826, en Doctrina del Libertador, comp., Manuel Pérez Vila (Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1976), 188-189, y Daniel Florencio O’Leary, Memorias del General O’Leary, t. 24 (Caracas: El Monitor, 1883), 241-244. 61 Guillermo Hernández de Alba, Cartas Santander-Bolívar. 1825-1826 (Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de la República, 1990), 206-207. 62 Simón Bolívar, “Discurso analítico del proyecto de Constitución para Bolivia”, mayo de 1826, en Doctrina del Libertador, 195-204; Antonio Leocadio Guzmán, Ojeada al proyecto de Constitución que el Libertador ha presentado a la República Bolívar (Caracas: Imprenta de Devisme Hermanos, 1826), espec. 3-15.


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con sus antiguos compañeros de armas, por su ansia de gloria y por las presiones de la diplomacia anglo-francesa, fue dominado por aquellas viejas reticencias. En 1829, en un momento en que sus opositores lo denunciaban por monarquista, Bolívar le escribió a O’Leary: “Yo no concibo que sea posible siquiera establecer un reino en un país que es constitutivamente democrático, porque las clases inferiores y las más numerosas reclaman esta prerrogativa con derechos incontestables, pues la igualdad legal es indispensable donde hay desigualdad física, para corregir en cierto modo la injusticia de la naturaleza. Además, ¿quién puede ser Rey en Colombia?”63. Su resistencia al trono es menos de principios que de oportunidad, por lo que sutilmente alienta el proyecto monarquista, que encontró su más agudo defensor en el cartagenero Juan García del Río, para el cual en los “sistemas puramente democráticos” todo es agitación e inestabilidad, y abren paso a una independencia que desecha “todo freno”. García del Río, como el mismo Bolívar, no deseaba una monarquía absoluta —en la que no veía sino “silencio y sueño” y el hombre caía en la servidumbre—, sino una monarquía constitucional64. Las simpatías hacia la enmienda del régimen popular representativo fueron significativas, aunque no como para borrar los últimos escrúpulos de Bolívar. Incluso José María Salazar, que le era cercano, aunque fue sensible a los temores respecto a la debilidad de la unión colombiana, se le distanció en cuanto a sus reparos a la república representativa. Salazar escribió que, siendo la forma de gobierno la cuestión fundamental que se le presentaba a un pueblo que se emancipaba, tal cuestión había sido zanjada hacía mucho tiempo cuando la “voluntad general” se había pronunciado por un gobierno popular representativo. El cual, por lo demás, era idóneo para darle a la sociedad orden, en lugar de “la confusión y la licencia” propias de las antiguas democracias65. Pero durante esta etapa la vindicación más decidida de la forma de gobierno popular representativa sin duda la hicieron los liberales o santanderistas, en especial Vicente Azuero, quien reafirmó las bondades de la democracia representativa o “gobierno representativo puro”, el único que, según él, participaba de “todas las buenas cualidades de la monarquía, de la aristocracia, y de la democracia”66. Y mientras que desde la perspectiva de García del Río poco importaba el tipo de gobierno siempre y cuando pudiera garantizar una “libertad sabia y duradera”, Azuero pensaba que sólo un gobierno popular representativo podía garantizar la libertad y los demás bienes a que tenían derecho a aspirar los ciudadanos. Tras la muerte de Bolívar, esta discusión en torno a las formas de gobierno quedó definitivamente clausurada, en el sentido de que prácticamente nadie abogará por un tipo de gobierno distinto a la democracia representativa. Tan insólitas serán las voces que reclamen una “democracia pura” como las que defiendan una “monarquía”, aunque se escucharán elogios a algunos elementos de uno u otro régimen político, y se expresarán censuras a los rivales políticos por considerarlos comprometidos con dichas formas de gobierno.

63 Carta de Simón Bolívar, 13 de septiembre de 1829, en Doctrina del Libertador, 256. 64 Juan García del Río, Meditaciones colombianas. Meditación IV (Bogotá: Imprenta de J. A. Cualla, 1829), 10-18. 65 José María Salazar, “Bosquejo político de la América antes española”, s/f., 1827c, en Biblioteca Nacional de Colombia (BNC), Bogotá-Colombia, Sala Daniel Samper Ortega (SDSO), fondo Pineda 484, f.250v; José María Salazar, Observaciones sobre las reformas políticas de Colombia (Filadelfia: Imprenta de Guillermo Stavely, 1828), 9-10. 66 Vicente Azuero, “Continúa el paralelo entre el gobierno monárquico constitucional i el gobierno republicano puro, con relación a Colombia”, Gaceta de Colombia 549, Bogotá, 30 de octubre, 1831.

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Consideraciones finales En este artículo se ha tratado de mostrar de qué manera se hizo referencia a los regímenes políticos o formas de gobierno, cuál fue el lenguaje utilizado para ello, cuáles las encrucijadas subyacentes, y de qué manera ese debate participó en la deconstrucción del régimen monárquico español en la Nueva Granada y en la instauración de un nuevo orden. Pero es pertinente preguntarse por el sentido actual que podrían tener la recuperación de los términos y las preocupaciones de los hombres del inicio de la historia democrática colombiana. Un lenguaje y unas inquietudes que, en el marco del pensamiento político predominante, parecen caducos. La centralidad que tuvo la perspectiva de las formas de gobierno en la etapa inaugural de nuestro régimen político le impuso una impronta indeleble a la sociedad colombiana. Les dio a los hombres públicos de la Nueva Granada la convicción, que perduraría durante gran parte del siglo XIX, de que la república legada por la revolución de la década de 1810 albergaba las claves del destino de la comunidad política nacional. Una creencia que no diluyó, sino que por el contrario acentuó la diferenciación de las valoraciones que los actores políticos elaboraron sobre el carácter, los riesgos y los desafíos del orden democrático. Esquemáticamente, se podría decir que unos trataron de llevarlo a sus últimas consecuencias, mientras los otros trataron de expurgarlo de sus elementos más desestabilizadores. La tensión fue intensa pues lo que estaba en juego no era simplemente la regulación de las instituciones políticas, sino ante todo el establecimiento del marco global en que debía desarrollarse la experiencia humana. Con el tiempo, nadie se reconocerá involucrado en un debate sobre las formas de gobierno, pero la cuestión seguirá viva, o bien porque se busque vaciar a la democracia de atributos que le son esenciales, o bien porque se impugne la existencia misma de algo que pueda ser llamado democracia, y se busque el advenimiento de otro régimen político que, se cree, alcanzaría todo aquello que los fundadores de la república prometieron hace dos siglos, y mucho más. De cualquier manera, vale la pena cuestionar la inclinación a definir la democracia colombiana por su presunta juventud y exotismo, pues así todo puede estar comenzando de cero y sus déficits quedan avalados por una aparente inexperiencia.

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❧ Isidro Vanegas Profesor de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia, Magíster en Historia Contemporánea y Doctor en Historia de la Universidad París I Pantheon-Sorbonne (Francia). Integrante del grupo de investigación Asociación: Centro de Estudios Regionales, Región (Categoría A1 en Colciencias). Ha publicado los libros La Revolución Neogranadina (Bogotá: Ediciones Plural, 2013) y El constitucionalismo fundacional (Bogotá: Ediciones Plural, 2012); y los artículos “Apóstoles del pueblo. El carácter de los liderazgos revolucionarios en Colombia, 19241930”, Historia y Sociedad 25 (2013): 45-77; y “Patriotismo o universalismo proletario. El lugar del mundo en el obrerismo y el socialismo colombiano, 1904-1930”, Historia y Memoria 7 (2013): 269-332. isidrovanegas@yahoo.fr

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El grupo editor de la revista Nosotros visto desde dentro. Argentina, 1907-1920❧ Miranda Lida

Universidad Católica Argentina-CONICET doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit58.2015.04

Artículo recibido: 06 de marzo de 2015/Aprobado: 30 de junio de 2015/Modificado: 06 de julio de 2015

Resumen: La revista cultural Nosotros, fundada en Buenos Aires por Alfredo Bianchi y Roberto Giusti, ocupó un lugar indisputado en la cultura argentina de la primera mitad del siglo XX. Este trabajo ofrece una reconstrucción de su grupo editor en el período transcurrido entre 1907 y 1920, desde una perspectiva de historia social e intelectual. Aquí se plantea que la institucionalización del grupo editor en torno a una Sociedad Cooperativa fue decisiva para su crecimiento como revista y editorial, así como la gestión del poeta Rafael Obligado, puesto que Nosotros no tardaría en proyectarse como un prolífico sello editor. Bajo el influjo de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, la revista atravesó intensos debates políticos e ideológicos que pusieron en jaque la cohesión del grupo editor y amenazaron su continuidad. Sobre la base de un variado abanico de fuentes (correspondencias, colección completa de la revista y memorias de época) se reconstruye aquí la historia de la revista. Palabras clave: Argentina, ideología, historia cultural, debate, revista (Thesaurus).

The Editorial Group of Nosotros Magazine as Seen from the Inside. Argentina, 1907-1920 Abstract: The cultural magazine Nosotros, founded in Buenos Aires by Alfredo Bianchi and Roberto Giusti, occupied an undisputed place in Argentine culture during the first half of the 20th century. This article offers a reconstruction of its editorial group in the period between 1907 and 1920, from a perspective of social and intellectual history. It suggests that the institutionalization of the editorial group around a Cooperative Society was decisive in its growth as a magazine and publishing house, as was its management by the poet Rafael Obligado, since Nosotros would soon become a prolific publishing label. Under the influence of World War I and the Russian Revolution, the magazine went through intense political and ideological debates that undermined the cohesion of the editorial group and threatened its continuity. The history of the magazine is reconstructed here on the basis of a wide variety of sources (correspondence, a complete collection of the magazine, and memoirs from the period). Keywords: Argentina, cultural history, debate, magazines (Thesaurus); ideology (author’s keywords).

O grupo editor da revista Nosotros visto de dentro. Argentina, 1907-1920 Resumo: A revista cultural Nosotros, fundada em Buenos Aires por Alfredo Bianchi e Roberto Giusti, ocupou um lugar indisputado na cultura argentina da primeira metade do século XX. Este trabalho oferece uma reconstrução de seu grupo editor no período entre 1907 e 1920 a partir de uma perspectiva de história social e intelectual. Aqui, propõe-se que a institucionalização do grupo editor em volta de uma Sociedade Cooperativa foi decisiva para seu crescimento como revista e editorial, bem como a gestão do poeta Rafael Obligado visto que Nosotros não demoraria em se projetar como um prolífico selo editorial. Sob o estímulo da Primeira Guerra Mundial e da Revolução Russa, a revista passou por intensos debates políticos e ideológicos que puseram em xeque a coesão do grupo editor e ameaçaram sua continuidade. Sobre a base de um variado leque de fontes (correspondências, coleção completa da revista e memórias de época), reconstrói-se aqui a história da revista. Palavras-chave: Argentina, ideologia, debate, revistas (Thesaurus); história cultural (autor de palavras-chave). ❧ Artículo elaborado con el apoyo económico de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y

del CONICET, Argentina (2013-2014).


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El grupo editor de la revista Nosotros visto desde dentro. Argentina, 1907-1920 Miranda Lida

Introducción

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a revista literaria y cultural Nosotros, fundada en 1907 por Roberto Giusti y Alfredo Bianchi, ocupa un lugar indisputado en la cultura argentina de la primera mitad del siglo XX. Suele destacársela en numerosos estudios sobre revistas culturales, historia de la literatura argentina y de la crítica literaria, así como en distintos trabajos provenientes de la historia intelectual1. Así, se ha planteado que Nosotros ha sido clave para la profesionalización del campo literario e intelectual, y para el nacimiento y el desarrollo de la literatura argentina en la primera mitad del siglo XX. Se ha puesto de relieve también cómo esta revista sirvió de eslabón decisivo entre las diferentes generaciones literarias de la escena local —las que se formaron en las últimas décadas del siglo XIX y estaban todavía activa en el novecientos, la del Centenario y la de los años veinte—, puesto que fue un punto de encuentro y un espacio de sociabilidad para los hombres de letras a través de sus célebres “banquetes”2. Este artículo procura iluminar una cuestión hasta ahora poco explorada: las estrategias que utilizaron los fundadores para conformar y darle continuidad al grupo editor de la revista. Entender el funcionamiento del grupo editorial es una manera más de explicar en qué consistió Nosotros en la Argentina de la primera mitad del siglo XX. La revista debió afrontar dificultades financieras y administrativas de todo tipo; tanto es así que durante sus primeros años no pudo sostener sino a duras penas la regularidad en su publicación: no faltaron sucesivas irregularidades e interrupciones que pusieron a prueba su supervivencia. Entre 1910 y 1911, por ejemplo, Nosotros dejó de editarse durante casi un año. En 1912, sin embargo, la revista dobló la apuesta, puesto que multiplicó la cantidad de secciones y se lanzó decididamente a la publicación de libros. Las novedades editoriales llegaron acompañadas, a su vez, de una completa reconfiguración del grupo editor: se estableció una “sociedad de hombres de letras” que adoptó la forma de una Cooperativa (cada miembro se suscribía voluntariamente, previo pago de una cuota anual), cuya misión sería sustentar y prestigiar una publicación que carecía de subsidios que la sostuvieran. En las propias palabras de Roberto Giusti: “En 1912, ante una crisis semejante, resolvimos convertirla en sociedad cooperativa contando con el patrocinio ilustre del poeta Rafael Obligado, el cual accedió a presidirla. Con tal transformación administrativa, y la reducción del formato, nació ese año con el número 43 la Nosotros más recordada y difundida, elegantemente impresa en excelente papel por la Compañía Sudamericana de Billetes de Banco, hasta el 1918, y desde entonces hasta el último número, por la bien equipada imprenta de Antonio Mercatelli [...] A fines de 1934, ya disuelta desde hacía tiempo la cooperativa, nos vimos forzados a decir ‘basta’”3.

1 Fernanda Beigel, “Las revistas culturales como documento de la historia latinoamericana”, Utopía y Praxis Latinoamericana 8: 20 (2003): 105-115; Clara Alicia Jalif de Betrancou, “Aquellos años 30: ‛Nosotros’ en la encrucijada intelectual y política”, Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas 14: 2 (2012): 73-92. 2 Sobre este tema, véase: Jorge B. Rivera, “La forja del escritor profesional (1900-1930). Los escritores y los nuevos medios masivos”, en Historia de la literatura argentina, t. III (Buenos Aires: CEAL, 1985): 361-384; Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, Ensayos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia (Buenos Aires: Ariel, 1997); Verónica Delgado, El nacimiento de la literatura argentina en las revistas literarias 1896-1913 (La Plata: Universidad Nacional de La Plata, 2009); Carolina E. López, “La revista Nosotros y la voz de quienes escriben. La forja de una identidad”, Historia y Espacio 41 (2013): 39-53; Andrea Pasquaré, “Giusti y la revista Nosotros (1912-1930): crítica, política e intervenciones literarias en la formación del campo cultural argentino”, Revista Eletrônica da ANPHLAC 12 (2012): 112-142. 3 “Texto de Roberto F. Giusti”, en Alfredo Roggiano, “Roberto F. Giusti y la revista Nosotros”, Revista Iberoamericana XXII: 44 (1957): 291.


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La formación de la cooperativa le dio estabilidad a la revista, que pronto llevaría adelante dos de sus empresas más características e influyentes: el lanzamiento de encuestas periódicas, a través de las cuales daría amplia visibilidad a las letras argentinas, y la celebración de banquetes y comidas de diferente calibre, según los casos, para agasajar a los escritores, nacionales o extranjeros, “fuesen o no fuesen escritores de su grupo”, recalcó Manuel Gálvez en sus memorias4. “La redacción ha de ser una tertulia. Eso fue Nosotros en sus mejores tiempos [...] se prolongó en comidas alegres y en banquetes serios pero no aburridos”5, continúa Giusti. En tal sentido, este artículo analiza la conformación y transformación del grupo editor y se detiene, en especial, en analizar los cambios en su composición a lo largo del período comprendido entre 1907 y 1920, desde la fundación de la revista hasta el fallecimiento de quien fuera el primer director de la cooperativa, el poeta Rafael Obligado. La conformación de la cooperativa editorial de Nosotros fue una experiencia plural para la sociabilidad de los hombres de letras que se vio tensionada a su vez por los conflictos políticos e ideológicos que le tocó atravesar a la revista en ese período: la ampliación de la democracia en Argentina, el estallido de la Primera Guerra Mundial y el advenimiento de la Revolución Rusa. Así, pues, este trabajo se nutre de herramientas metodológicas provenientes de la historia social, pero sin dejar de lado el propósito de constituir un aporte a la historia intelectual y política del período considerado. La cooperativa se vio desafiada por una coyuntura política signada por la radicalización ideológica, que amenazaría con corroer la cohesión interna del grupo editor. Para salvar a la revista y su plural grupo editor del riesgo de disgregación se creó una cooperativa declaradamente “apolítica”, algo difícil de sostener en momentos de creciente polarización. Nosotros, de hecho, se vio tentada de seguir el camino que había propuesto en Francia el grupo Clarté, liderado por Henri Barbusse, que predicaba el compromiso político del intelectual. Se mostrará que en este período el grupo editor de la revista Nosotros transitó dos etapas nítidamente diferenciadas. La primera, de 1907 a 1911, estuvo signada por contratiempos previsibles en una revista que fue fundada gracias a la iniciativa de dos estudiantes universitarios, que la sacaron adelante con diversos apoyos, incluso de intelectuales de renombre como José Enrique Rodó o Rubén Darío, pero sin un grupo editorial que los respaldara. El grupo se terminó de conformar entre 1911 y 1913, cuando la revista fue relanzada luego de un largo período de casi un año. Acá apareció como novedad significativa la creación de una sociedad cooperativa de hombres de letras de la más variada extracción (tanto en lo literario como en lo intelectual, y por añadidura, lo político), con el respaldo de Obligado, miembro conspicuo de las letras argentinas desde la década de 1880. Obligado ayudó a amalgamar una sociedad cooperativa que se destacó por su pluralismo (intelectual, estético, ideológico), y con su prestigio la revista no sólo logró superar sus dificultades financieras, sino además posicionarse como una de las principales revistas de letras en lengua española en toda Hispanoamérica.

1. Contexto de fundación y primeros tiempos: la llegada de Rafael Obligado Roberto Giusti y Alfredo Bianchi todavía eran estudiantes en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires cuando fundaron Nosotros, pero la revista no fue, sin embargo, un órgano estudiantil. La Facultad, fundada en 1896, contaba con un centro de estudiantes que había lanzado un primer Boletín en 1906, y en 1908 comenzaría a publicar Verbum, la revista estudiantil

4 Manuel Gálvez y Beatriz Sarlo, Recuerdos de la vida literaria, vol. I (Buenos Aires: Taurus, 2002), 316. 5 "Texto de Roberto F. Giusti”, 298.

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de más larga data en la primera mitad del siglo XX —ambas publicaciones contarían con la activa colaboración de Giusti y Bianchi—. Nosotros fue pergeñada como revista con el único propósito de que funcionara como órgano periodístico de circulación abierta, en absoluto restringida a los claustros universitarios: tiraría en principio unos mil ejemplares, aunque muchos de ellos se distribuirían “gratuitamente a escritores de ambas Américas”6. Las reuniones preparatorias para su lanzamiento se realizaron en conjunto con Emilio Becher, colaborador y crítico de La Nación, en cuya oficina nació la revista, con la colaboración de Alberto Gerchunoff y Roberto Payró, también columnistas en el mismo diario. La sola enumeración de nombres y espacios es sugerente: Nosotros bebería parte del prestigio de las páginas culturales del diario que albergó a Rubén Darío en su visita a Argentina en 1893, pero al mismo tiempo sería una empresa de jóvenes que no se sentían deudores con respecto a la generación modernista que los precedió. Esos pocos años que los separaban del movimiento modernista fueron significativos. En 1907, cuando la revista Nosotros salió a luz, no quedaba en pie ninguna revista cultural en Buenos Aires (la precedieron La Biblioteca, El Mercurio de América e Ideas, entre otras, pero ninguna de ellas logró perdurar)7. Nosotros vendría a llenar ese vacío. El modelo que emularon fue de origen francés (la Revue des Deux Mondes, o bien, el Mercure de France), revistas que comenzaban a resultar cada vez más influyentes en Hispanoamérica desde los últimos años del siglo XIX. En particular, cabe destacar el hecho de que el Mercure de France incluyera a partir de 1897 una columna de crítica literaria focalizada en la producción hispanoamericana (latinoamericana, por un lado, española, por el otro, y también en lengua portuguesa)8. Los responsables de la columna hispanoamericana de la publicación gala resultaron sumamente influyentes en la cultura de su tiempo. Así, no puede ser soslayado el dato de que Nosotros se interesara por atraer a sus páginas a Eugenio Díaz Romero, redactor de la columna hispanoamericana en la célebre revista francesa y creador de El Mercurio de América, que se publicó entre 1898 y 1900. De tal manera que puede afirmarse que Nosotros aspiraba a ser, como dijo el propio Giusti años después, una revista cultural de vocación americanista, de acuerdo con el modelo de las revistas decimonónicas francesas: “Si se mira la cubierta del primer número, se verá que un gallardo atleta con la cabeza ceñida de laureles y empuñando en la izquierda una trompeta heroica, sostiene en la derecha nada menos que el globo terráqueo con el hemisferio de las tres Américas [...] Ella entrañaba el propósito de [...] vincular en las páginas de la revista a los escritores de América Latina. [...] Un género de publicaciones, las cuales tuvieron auge, y algunas vida gloriosa, en el siglo XIX y a principios del presente [...] Este tipo de publicación amplia, ecléctica, acogedora, en cuyas páginas alternan por colaboración espontánea la prosa con el verso, colección de ensayos y artículos de diferente extensión sobre las más variadas cuestiones concernientes a la cultura en general, presentada y en formato de libro y por consiguiente cara y de circulación limitada”9.

6 El público de la revista, agrega, se encontraba concentrado en “profesores y maestros, profesionales, artistas plásticos y en general las personas cultas habían visto siquiera alguna vez un número de Nosotros”. En Manuel Gálvez y Beatriz Sarlo, Recuerdos de la vida, 322. 7 Verónica Delgado, El nacimiento de la literatura. 8 Geoffrey Ribbans, “Las primeras crónicas iberoamericanas del Mercure de France (1897-1902)”, Revista Iberoamericana XLII: 96-97 (1976): 381-409; Liliana Samurovic Pavlovic, “Enrique Gómez Carrillo, redactor de ‘Lettres espagnoles’ en el Mercure de France (1903-1907)”, Revista Iberoamericana XXXIII: 63 (1967): 71-84. 9 “Texto de Roberto F. Giusti”, 284-294.


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Pero no se trataba de una simple copia de las revistas francesas. Así lo reconocería la propia Mercure de France, que en 1914 elogió a Nosotros por su capacidad de sostener criterios estéticos y literarios autónomos e independientes, a diferencia de la Revue Sudaméricaine, que lanzó en París el poeta Leopoldo Lugones, y se volvió al parecer un vulgar remedo de las revistas francesas10. La pronta incorporación de colaboraciones provenientes de toda América Latina (desde Rodó hasta Darío, entre muchos otros nombres) afianzó la revista, que a poco de andar recibió además una elogiosa carta de Miguel de Unamuno, asiduo colaborador de La Nación11. La inclusión de distintas secciones dedicadas a la producción literaria francesa, española, portuguesa, catalana, italiana e hispanoamericana no tardará en llegar, así como la ampliación del número de sus colaboradores locales, que provenían tanto de la literatura como de las ciencias sociales, el derecho, historia, plástica, entre otros (Coriolano Alberini, Rómulo Carbia, Ricardo Rojas, Manuel Gálvez, Alberto Dellepiane, Mario Bravo, Martín Malharro, José Ingenieros, entre otros). Las páginas de crítica literaria y artística de la revista se caracterizaban por conservar el buen tono en el trato con los autores, pero sin gestos de complacencia para con la producción de los amigos y colaboradores de la casa, de todas maneras. La revista procuró afianzar por distintos caminos su presencia en el campo cultural. Así, organizó su primer banquete —o “demostración”— en honor del español Vicente Blasco Ibáñez, de visita en Argentina en 1909. Y se lanzó a la publicación de sus primeros libros, de autores argentinos básicamente, que solían encontrar en aquel momento pocos canales para la publicación de sus obras (Ricardo Rojas, por ejemplo, hizo publicar en París El país de la selva, y también acudiría a prestigiosas editoriales españolas como Sempere, y no era un caso aislado). En sus primeros años, el proyecto editorial de Nosotros no fue más allá de la publicación de unos pocos títulos, que salieron editados sin sello alguno y se vendieron (incluso se obsequiaron) entre los suscriptores de la revista, cuyo número no iba más allá de algunas pocas centenas. Pero en 1911 Nosotros publicó “Nuestros poetas jóvenes: revista crítica del actual movimiento poético argentino”, una antología de poesía compilada por Giusti que se volvería clásica: fue el inicio de una larga serie de títulos que la revista sacaría a luz en los años subsiguientes. Para 1920, de hecho, Nosotros llevaba publicados cuarenta títulos, todos ellos originales. Entre ellos se destacaron las primeras ediciones de importantes títulos de Manuel Gálvez, como “El solar de la raza” y “La maestra normal”, de 1913 y 191412. La revista sufrió discontinuidades en su publicación, en especial entre 1909 y 1912: perdió su regularidad mensual, e incluso desapareció largos meses de la escena; así, por ejemplo, dejó de publicarse entre mayo de 1910 y marzo de 1911, en plena vorágine suscitada por las visitas ilustres del año del Centenario, cuyo frenesí de conferencias y ágapes no pudo acompañar. Las estrecheces financieras se hicieron sentir, agravadas por el hecho de que en 1909 el Congreso nacional le negó un subsidio a la revista, solicitado a instancias de Antonio Argerich13. En palabras de Giusti: “Hará gracia al lector de referirle los aprietos financieros por que pasamos, los obstáculos materiales que hubo que vencer —empezando por la indiferencia de los libreros y la informalidad de

10 En este sentido, Nosotros insinuó que habría sido más valioso que Lugones fundara una revista en Buenos Aires de la talla de La Biblioteca de Paul Groussac, en lugar de ir a París a “disfrazarse de franceses”. “La Révue Sudaméricaine”, Nosotros, Buenos Aires, julio, 1914, 113-114. 11 Nosotros, Buenos Aires, noviembre, 1907, 271-272. 12 Gálvez afirmó que a pesar de llevar el sello de Nosotros, las ediciones fueron costeadas por el autor. Manuel Gálvez y Beatriz Sarlo, Recuerdos de la vida, 403. 13 “Nuestro segundo aniversario”, Nosotros, Buenos Aires, julio y agosto, 1909, 266.

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muchos agentes—, las vanidades, incomprensiones, envidias que nos salieron al paso, los sectarismos políticos y literarios de todo color que pretendieron aprisionarnos”14.

En 1911, cuando la revista reapareció luego de largos meses de silencio, recuperó bríos, justo en un momento en el que las revistas literarias y culturales parecían ganar algo de terreno en Buenos Aires, gracias a la aparición de Atlántida, dirigida por David Peña, y Renacimiento, a cargo de Florencio César González, con la colaboración de Manuel Ugarte y Alfredo Palacios. Coincidió con un momento de efervescencia en las letras y la cultura argentinas, bajo el influjo del Centenario. El Centenario consagró a Lugones como “poeta nacional”, gracias a sus versos en tono nacionalista, oportunamente reunidos en su libro Odas seculares, aparecido en mayo de 1910, de tal manera que Nosotros no podía eludir su figura, a la que someterá a incesante crítica: le salió al paso con ataques nada sutiles, bajo la pluma del propio Roberto Giusti15. La crítica a Lugones no era novedosa en la revista: lo juzgaba artificioso, helenista, barroco y europeizante, si bien cabe recalcar que Giusti no fue sino elogios para con Odas seculares, a la luz del Centenario16. Éste es el contexto en el que Nosotros preparó dos importantes novedades que verían la luz en 1912: por un lado, el lanzamiento de encuestas sobre variadas temáticas de interés cultural, a través de las cuales la revista procuraba volverse influyente en la opinión; y, por el otro, la recomposición del grupo editor, en pos de transmitir la imagen de que se trataba de una revista que gozaba de amplios consensos en las letras argentinas, lo cual derivaría en la conformación de una cooperativa editorial. Ambas cuestiones se encuentran, de un modo u otro, vinculadas con la polémica entre Giusti y Lugones, y son decisivas para comprender las transformaciones que sufrió el grupo editorial de Nosotros en los años que transcurrieron entre 1911 y 1913, según se observará enseguida. Las encuestas de la revista, que se sucedieron durante décadas y se convirtieron en una suerte de sello identitario de la publicación, le dieron enorme visibilidad a Nosotros en la opinión pública; tanto es así que la prensa de interés general solía informar sobre ellas. Proponían un tema y convocaban a reputadas firmas de la cultura argentina, incluso hispanoamericana, para verter su opinión al respecto —en general, las opiniones se publicaban en varias entregas sucesivas—. El lector accedía así a un abanico de opiniones nunca coincidentes que servía de vidriera, además, para hacer relucir los nombres de los invitados, halagados por el hecho de haber sido convocados a participar. En noviembre de 1912 Nosotros lanzó su primera encuesta bajo la consigna: “¿la mujer es más culta que el hombre?”. La revista siempre demostró preocupación por la formación de la mujer y alentó su dedicación al arte y las letras, al tiempo que condenó las actitudes moralizantes y conservadoras del catolicismo, que Nosotros denunciaba por su grado de “mojigatería”17. Más importante aún, a continuación, en diciembre de 1912, Nosotros ensayó una nueva encuesta bajo la consigna “¿cree usted en la existencia de una literatura verdaderamente nacio14 “Texto de Roberto F. Giusti”, 291. 15 Roberto Giusti, “Leopoldo Lugones y su obra”, Nosotros, Buenos Aires, abril, 1911, 226-231. Giusti incluso polemizó con uno de los redactores de Nosotros, Juan Mas y Pi, que mostró una actitud condescendiente con Lugones. 16 Al respecto, Verónica Delgado, “Giusti crítico de Lugones en Nosotros (1907-1911)”, Orbis Tertius 4: 8 (2001): 1-12. Una interpretación más matizada en Roberto F. Giusti, Nuestros poetas jóvenes. Revista crítica del actual movimiento político argentino (Buenos Aires: Casa Albasio, 1911), 34-51. 17 Un ejemplo en Ricardo Rojas, “La hoja de parra. A propósito del desnudo en el arte”, Nosotros, Buenos Aires, mayo-junio, 1908, 299-305. (La Iglesia católica solía alentar medidas de censura contra desnudos artísticos).


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nal?”. La propuesta, sugerente y polémica, reflejaba una inquietud recurrente en las páginas de la revista, remozada y alentada en esta oportunidad por el compromiso de los escritores Manuel Gálvez, Rafael Obligado y Álvaro Melián Lafinur (todos ellos colaboradores de la revista, y más tarde miembros de la “Cooperativa Nosotros”, de la que se tratará más adelante) de compilar una antología de prosa y verso argentinos, en la que también colaboraría Giusti. Meses atrás, Nosotros había declarado a Martiniano Leguizamón, Roberto J. Payró y Enrique Larreta como los principales exponentes de la “novela nacional”18. De entre todos ellos, el preferido parece ser Martiniano Leguizamón, erudito cultor del criollismo y del nacionalismo literarios, si bien en clave “antimoreirista”19. Dice Nosotros respecto del autor de Calandria: “La campaña iniciada hace ya varios años a favor del nacionalismo literario ha tenido en Don Martiniano Leguizamón el más constante y convencido de sus defensores. Si la semilla no ha fructificado como era dable esperar, no es culpa de quienes la ofrecieron. París sigue siendo para los escritores americanos la Meca de sus mejores sueños […] Contra esta tendencia ha luchado siempre Martiniano Leguizamón. […] Su ansia por una literatura verdaderamente argentina le llevó a veces al elogio de obras medianas, pero ‘olientes de patria’ […] Siente que el cosmpolitismo invasor nos está llevando todo […] Leguizamón completa la obra de Sarmiento, que continuaron Gutiérrez, González, Groussac, Obligado”20.

Así, no pudo sino verse sacudida cuando en mayo de 1913, y ante el prestigioso público del Teatro Odeón, foro de los conferencistas más prestigiosos del Centenario, Leopoldo Lugones consagró a su vez al Martín Fierro, de José Hernández, como “poema nacional”. Casi automáticamente, Nosotros preparó su propia encuesta en torno del Martín Fierro a fin de poner a prueba los dichos de Lugones, que encontraron fuerte ratificación, casi por unanimidad. Tanto Ricardo Rojas como Manuel Gálvez y Martiniano Leguizamón, tres figuras muy respetadas en las páginas de Nosotros en esta época, cultores a su vez del criollismo y el nacionalismo literarios, lo suscribieron sin vacilar. La consagración del Martín Fierro invocada por Lugones, ratificada a su vez por Nosotros, dejó a la revista firmemente posicionada: si la literatura argentina tenía su obra paradigmática en el célebre poema de José Hernández (equivalente en su significación a la Chanson de Roland o El Cantar del Mío Cid, se dijo en su oportunidad), tendría también su revista por excelencia, a saber, Nosotros, que pulsó con fuerza su tecla nacionalista, pero sin provocar un abandono de sus valores latinoamericanistas. En este mismo sentido, Miguel de Unamuno le escribiría a Giusti con elogios acerca de Nosotros: “La labor de ustedes tiene que ser dar personalidad espiritual a la patria argentina. Y esto es más necesario donde las continuas avenidas de gentes extrañas, de emigrantes, tienden a romper la unidad de carácter espiritual. La unidad de ustedes habrá de ser unidad de integración, no de homogeneidad, y por eso más difícil”21.

18 Nosotros califica de “novela argentina”, puede verse en Las divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira, de Roberto Payró, consúltese en “Letras argentinas”, Nosotros, Buenos Aires, noviembre, 1911, 417. 19 Sobre la reacción antimoreirista en el criollismo de Obligado, y también Leguizamón, véase Adolfo Prieto, El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna (Buenos Aires: Siglo XXI, 2006), 175-176. 20 Martiniano Leguizamón, “Páginas argentinas, por Martiniano Leguizamón”, Nosotros, Buenos Aires, noviembre, 1911, 410-411. 21 “Carta de Miguel de Unamuno a Roberto Giusti”, Salamanca, 10 de octubre de 1909, en Academia Argentina de Letras (AAL), Buenos Aires-Argentina, Fondo Archivo Epistolar de “Roberto Giusti”, carpeta Miguel de Unamuno.

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Si la revista pudo salir fortalecida de estos debates, fue además porque existía para entonces un grupo editor más compacto que la sostenía. Cuando a fines de 1911 Nosotros, recientemente relanzada, organizó una de sus célebres comidas para conmemorar un nuevo aniversario, no pudo ser soslayada la presencia en el evento de Rafael Obligado. El ya sexagenario poeta, nacido en 1851, autor del Santos Vega, era toda una autoridad en las letras argentinas, reconocido por sus pares como un firme cultor del nacionalismo literario y de un criollismo “de buen gusto”, muy diferente del moreirismo que estudió Adolfo Prieto, además de haber sido el animador del Ateneo establecido en su propia casa en 1892, donde organizó tertulias que alcanzaron una cierta tradición. El Ateneo alentó las artes plásticas, la música y las letras en Argentina, pero terminó por diluirse al cabo de los años, y las tertulias también mermaron notablemente22. Sin embargo, para los escritores jóvenes que despuntaron en el novecientos, entre ellos, Gálvez, Rojas, Giusti y otros tantos nombres próximos al grupo de Nosotros, Obligado era, no obstante toda su parquedad, bastante receptivo al trato con los jóvenes y, en este sentido, más accesible que otros nombres consagrados, como en el caso de Paul Groussac23. Es imprescindible pues detenerse a caracterizar a Obligado para mostrar una de las figuras cuya impronta fue decisiva para el relanzamiento de la revista en 1911, y para el crecimiento editorial que le sucedió de ahí en adelante. Obligado fue uno de los primeros críticos de la influencia de Rubén Darío en las letras argentinas a partir de la década de 1890, en un gesto que revelaba una fuerte inflexión nacionalista y criollista, al menos en un sentido cultural. En sus propias palabras, Darío “no es un argentino, ni es en realidad un americano. Su musa no tiene patria en el continente [...] No quiero yo imitarle en su erudito simbolismo ni derramar aquí la luciente pedrería de su frase”24. Según analizaría esta cuestión Ernesto Quesada en 1920, a la hora del fallecimiento del poeta: “Darío [...] era el polo opuesto de las tendencias literarias que representaba Obligado: con suma elegancia preconizaba el culto de la forma en sí, independientemente del ambiente nacional”. Según Quesada, y continúa la cita, el propio Obligado le habría dicho en alguna oportunidad que: “Una literatura debe ser nacional o no es literatura propia sino mero reflejo de la ajena. La imitación exótica es un disfraz visible, que estos modernistas, en su jerga gálica, llaman pastiche: eso no tiene vida [...] Darío tiene mucho de hermoso, pero busca artificios y afectos postizos, disfrazándose de librea de varios colores, y muda el habla varonil en un delgado tiple afeminado [...] Ha prescindido adrede del color local, del alma nacional, de la idiosincrasia de la raza, del atavismo mental de los nacidos en América: él, americano típico por su cuna, su abolengo, su color, su mentalidad misma tropical...!”25.

22 Sobre Obligado y el Ateneo: Roberto Giusti, “La cultura porteña a fines del siglo XIX: vida y empresas del Ateneo”, en Momentos y aspectos de la cultura argentina (Buenos Aires: Raigal, 1954), 53-89; Joaquín V. González, Intermezzo. Dos décadas de recuerdos literarios (1888-1908) (Buenos Aires: Jackson Inc., 1945), 117-125; Federico Bibbó, “El Ateneo (1892-1902). Proyectos, encuentros y polémicas en las encrucijadas de la vida cultural”, en Sociabilidades y vida cultural: Buenos Aires, 1860-1930, dir., Paula Bruno (Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 2014), 219-250. 23 Manuel Gálvez, “A Groussac, el terrible crítico y polemista, lo considerábamos con harta razón como inaccesible, dados su carácter agrio y difícil y su poca simpatía por los aprendices de escritor”, en Recuerdos de la vida literaria, vol. I (Buenos Aires: Taurus, 2002), 125. 24 Rafael Obligado, “Discurso de presentación de Rubén Darío como conferenciante en el Ateneo”, en Prosas, comp., Pedro Luis Barcia (Buenos Aires: Academia Argentina de Letras, 1976), 329-330. 25 Ernesto Quesada, Rafael Obligado. El poeta, el hombre (Buenos Aires: Coni, 1920), 45-46. Se trata de un opúsculo publicado previamente en Nosotros.


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Nosotros comparte mucho de este espíritu. De ahí las recurrentes críticas a Lugones en sus páginas, a quien se solía considerar uno de los primeros y más fieles seguidores de Darío en Argentina. Y de ahí también la reivindicación que Giusti hacía del poeta Calixto Oyuela, casticista, clasicista e hispanófilo, incluso muchas veces atacado por los modernistas, debido a sus gestos tradicionalistas, incluso conservadores. En carta a Rafael Obligado, Oyuela escribía contra la influencia francesa en la literatura argentina en plena década de 1880, puesto que, declaraba sin ambages, “rechazo el cosmopolitismo”26. Sin embargo, Oyuela era para Giusti un modelo a seguir, en cuanto crítico literario (lo consideraba elegante, ecuánime y dotado de fuertes valores morales), y Obligado era valorable, a su vez, “por su condición de intérprete del alma nacional”. Nacional en un doble sentido, para Giusti: se trata de una “poesía más nuestra, más de nuestra tierra”, es decir, con ingredientes folklóricos autóctonos que le daban color local. Y se trata, además, de un poeta que era capaz de llegar a una amplia diversidad de públicos, desde los elitistas hasta los más populares, puesto que tiene la “rara dicha de conciliarse el doble favor del pueblo y de los espíritus cultos”, es decir, su llegada es nacional27. Giusti reivindicaba a Oyuela y a Obligado a un mismo tiempo, aun cuando la generación bohemia del novecientos, hija del modernismo, se caracterizaría por deplorar a estos poetas, a los que concebía como anticuados, conservadores y tradicionalistas, pertenecientes a una generación anterior ya obsoleta. Contra todas las críticas, Giusti persistió en su defensa de Obligado, incluso cuando la prensa (en especial, el diario Última Hora) recibió con reparos su primer libro, “Nuestros poetas jóvenes”, donde se lo acusó de rechazar a los modernos y preferir a tradicionalistas como Oyuela28. La crítica no era del todo ecuánime, porque Giusti reivindicaba también incontables nombres de las letras posteriores al novecientos. No es casual pues que Nosotros se autodefiniera a sí misma como una revista no sectaria, abierta a todas las generaciones y tendencias literarias. Este fue su más conocido leitmotiv a lo largo de su historia: “hermanar en las páginas de la revista las viejas firmas consagradas con las nuevas ya conocidas y las de quienes habían de hacerse conocer muy pronto. [...] Fue nuestra norma invariable abrir estas páginas a todas las opiniones, a todas las manifestaciones literarias y artísticas”29. La centralidad de la figura de Obligado en Nosotros a partir de 1911 permite explicar a su vez la fuerte presencia que tuvieron en la revista nombres y autores de impronta nacionalista. Manuel Gálvez integró el núcleo editor de Nosotros, a la que se acercó después de 1911, e incluso llegó a encabezar la cooperativa editorial en alguna temporada. La publicación de El solar de la raza por el sello editorial de Nosotros no puede ser minimizada en este punto: la obra de Gálvez alentaba la “espiritualización de la raza a través de las letras y los valores”, algo que la revista decía compartir abiertamente con el autor de la obra. Asimismo, no deberían sorprender la reiterada presencia de Ricardo Rojas en Nosotros y la incorporación de Carlos Ibarguren al núcleo editor de la revista, donde llegaría a presidir la cooperativa años después. Nosotros también dio buena acogida a autores que provenían del campo católico, como Gustavo Martínez Zuviría o Ángel de Estrada, si bien ninguno de ellos llegó a integrar el directorio de la cooperativa editorial. No obstante el acercamiento 26 Calixto Oyuela, “Carta a Rafael Obligado sobre sus poesías”, en Estudios literarios, t. 1, Calixto Oyuela (Buenos Aires: Academia Argentina de Letras, 1943), 25. 27 Roberto Giusti, Nuestros poetas jóvenes, 18-25. 28 Roberto Giusti, “Aristarco y ellos”, Nosotros, Buenos Aires, febrero, 1912, 135-149. 29 La Dirección, “Diez años de vida”, Nosotros, Buenos Aires, agosto, 1917, 518-519.

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al nacionalismo y el catolicismo, la revista preservó, pese a todo, un núcleo editor de composición marcadamente pluralista, dado que Gálvez, Ibarguren y Obligado compartieron espacios y páginas con otros nombres que provenían, ya fuese del radicalismo, o del socialismo: en distintos momentos integraron también el directorio Alberto Dellepiane, Emilio Ravignani, Alberto Gerchunoff, Mario Bravo, Alfredo Palacios, Manuel Ugarte, Coriolano Alberini, entre otros nombres. La revista, por su parte, reivindicaba abiertamente los valores democráticos, tal como quedó en evidencia en la declaración de principios que publicó cuando se sancionó la ley Sáenz Peña, y algo similar hizo también en 1916, cuando Hipólito Yrigoyen accedió a la Presidencia. De tal manera que, a pesar del fuerte influjo de Obligado en esta etapa de la revista, ésta no fue una publicación nacionalista, sino más bien americanista (la incorporación de Ugarte es elocuente) y de espíritu pluralista: “La tendencia nacionalista, propiciada por distinguidísimos hombres de gobierno y de letras, se abre paso enérgicamente y no ha de hallar cerrado ningún espíritu, con tal que no incurra en burdas o cómicas exageraciones. Así, Nosotros ha sido desde su aparición una revista netamente nacional, y más que nacional americana, consciente de la necesidad de forjar sólidos vínculos entre todas las naciones de habla española, para que algún día sean conocidos los libros argentinos y todos nuestros hombres representativos en México y en Bogotá, del mismo modo que lo son en Buenos Aires y Montevideo”30.

Una vez conformada, la cooperativa cumpliría distintas funciones: presidida por un directorio electivo renovable cada dos años, según lo que disponían los estatutos que la regulaban, tendría como principal función conferirle prestigio a la revista, puesto que a partir de 1912 quedó respaldada por un conglomerado compacto y plural de hombres de letras. La noticia de su composición solía aparecer en los grandes matutinos a fines de la década del Centenario, lo cual es revelador de la importancia que la revista había llegado a adquirir en la cultura argentina de su tiempo. De esta manera, las opiniones que sostuviera la revista ya no podrían ser atribuidas a título personal a sus dos jefes de redacción (Alfredo Bianchi y Roberto Giusti), sino que a partir de allí quedaría involucrada la totalidad del grupo editor. Los miembros de la cooperativa, por otro lado, ayudarían —se creía— a mejorar la situación financiera de la revista, puesto que se comprometían a suscribirse por adelantado, así como a obtener suscriptores, canjes en el extranjero con otras revistas, contactos, e incluso también avisos publicitarios. Manuel Gálvez afirma en sus memorias que los miembros del directorio adquirieron acciones de la revista y, en este sentido, contribuyeron también a su financiamiento: “No hubiera renacido [Nosotros], probablemente, a no topar con la generosidad del gran poeta y noble señor don Rafael Obligado, quien consintió el presidir el directorio de la sociedad por acciones que iba a fundarse para editar la revista. Él también se suscribió a algunas acciones. Yo hice lo mismo, y puse una a nombre de mi hijito que entonces tenía un año. Se redactaron los estatutos, se celebró una asamblea de accionistas y se nombró la comisión directiva, de la que yo formaba parte. Más tarde se realizaron otras asambleas para elegir las nuevas comisiones. Y ése fue el único signo de vida de la sociedad, pues jamás se rindieron cuentas ni recibieron los accionistas documento alguno que certificara el ser propietario de sus acciones”31.

30 La Dirección, “Diez años de vida”, Nosotros, Buenos Aires, agosto, 1917, 519. Énfasis de la autora. 31 Manuel Gálvez y Beatriz Sarlo, Recuerdos de la vida, 318.


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Las palabras de Gálvez dejan traslucir, sin embargo, un regusto amargo que sugiere la idea de que habrían existido fuertes sinsabores en el seno de la revista en los años sucesivos. El siguiente apartado, en consecuencia, se concentrará en la evolución de la revista entre 1912 y 1920, para tratar de reconstruir las tensiones producidas en su seno, en un contexto signado por el estallido de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución Rusa. Esta última, en especial, tuvo hondo impacto en la revista y llevó a entorpecer la convivencia de los distintos miembros que componían la cooperativa, tensionados cada vez más por los debates políticos e ideológicos de la hora.

2. Consolidación editorial, no sin tensiones La Primera Guerra Mundial, desencadenada en julio de 1914, tuvo un impacto inmediato en las páginas de la revista y suscitó los primeros conflictos internos entre los integrantes del directorio de la cooperativa editorial. El detonante de las tensiones fue la reacción de Nosotros ante el asesinato de Jean Jaurès, en los inicios de la contienda. Como buena parte del socialismo francés de la hora, Jaurès sostuvo una posición antibelicista y murió a manos de nacionalistas exaltados. Nosotros publicó un escueto comentario sobre su muerte, en claro gesto de condena a la radicalización de la violencia que la guerra estaba suscitando en Europa32. Bastó ese solo párrafo para que Manuel Gálvez, por entonces miembro del directorio, objetara que esa nota no era más que una reivindicación del líder socialista, dado que allí se decía que Jaurès era de “nuestro bando”. Gálvez lo interpretó como una explícita adhesión de Nosotros al socialismo y lo objetó en consecuencia. Cuestionó que los estatutos de la Sociedad Cooperativa Nosotros estipulaban con claridad que la revista debía mantenerse apartada de cualquier “embanderamiento político” y que una declaración de adhesión a Jaurès atentaba contra ese principio, dado que implicaba, desde su punto de vista, alinear tácitamente a la revista con el socialismo. Los directores de Nosotros replicaron, por el contrario, que Gálvez había forzado la interpretación de aquella nota sobre Jaurès, porque no se trataba de una profesión de fe socialista, sino una declaración a favor de la paz y el antibelicismo que Jaurès encarnaba. “¿O está Manuel Gálvez con el otro bando?”, agregó en tono de chanza su respuesta, bajo la forma de una carta abierta33. Era evidente que el episodio, si bien menor, había herido a Gálvez y dañado a su vez su relación con Giusti. Treinta años después, cuando escribió sus memorias, Gálvez todavía recordaría el incidente, al que calificaría de “pequeña mala acción” por parte de Giusti, fruto de su “afán agresivo y politiquero”34. La politización comenzaba a corroer la convivencia dentro del directorio que sostenía a Nosotros. Pero ello no impidió, sin embargo, que pocos meses después el propio Gálvez resultara electo vicepresidente de la cooperativa editorial, que, pese a todo, quería preservar en pie su espíritu tolerante y pluralista. Mientras tanto, Nosotros crecía como revista y editorial. Se vio favorecida, al igual que otras editoriales y colecciones argentinas, por el estallido de la Primera Guerra Mundial. La guerra retrajo el consumo de libros importados, mayormente franceses hasta ahí, y promovió su sustitución por la producción local, así como por la importación de libros españoles (las editoras Maucci y Sem-

32 “Jean Jaurès”, Nosotros, Buenos Aires, agosto, 1914, 218. 33 “A propósito de nuestra nota sobre Jaurès”, Nosotros, Buenos Aires, septiembre, 1914, 313-315. 34 Manuel Gálvez y Beatriz Sarlo, Recuerdos de la vida, 321.

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pere se destacaron en este sentido), de cada vez más amplia llegada a Argentina a partir de 1914. En cualquier caso, la producción editorial en lengua española tendría una considerable oportunidad en esta coyuntura, que, además, se vio favorecida por la propia expansión local del público lector, como consecuencia de la sostenida universalización de la educación, junto con la asimilación de los inmigrantes y sus hijos. Tras la multiplicación de emprendimientos editoriales, como también el sucesivo lanzamiento de diversas colecciones de libros (desde la Cooperativa Editorial Buenos Aires, que comandó Manuel Gálvez, hasta la popular experiencia de La Novela Semanal, al igual que Ediciones Mínimas, la Biblioteca Argentina de Ricardo Rojas y La Cultura Argentina, dirigida por José Ingenieros, entre otras tantas), los autores argentinos ya consagrados y los más jóvenes vieron multiplicarse las oportunidades para publicar (o reeditar) sus obras, en ediciones de más amplias tiradas35. Incluso, La Biblioteca de La Nación, que solía publicar clásicos, comenzó a editar autores noveles como Benito Lynch, con “Los caranchos de La Florida” (1916). También proliferaron en Hispanoamérica nuevas colecciones de libros en español (la biblioteca Calleja, española, es un ejemplo), al igual que la creación de colecciones de autores americanos, que lanzó la casa Maucci, de Barcelona (una de las principales editoriales españolas de la época). En un contexto, pues, altamente favorable para el desarrollo editorial en lengua española, Nosotros llegó a publicar en 1916 once títulos originales en tan sólo un año (con obras de Manuel Gálvez, Arturo Capdevila, Mario Barreda, Ataliva Herrera, Folco Testena, entre otros nombres), lo cual representaba todo un récord para la revista, y pudo también hacerse a una pequeña oficina en la calle Florida (Florida 32, segundo piso). Sin embargo, mientras crecía la edición local de libros, la revista no permaneció ajena a las restricciones que la guerra impuso en Argentina a todas las publicaciones periódicas, como consecuencia de la disminución en los stocks de papel de diario, insumo importado cuyos precios habían aumentado notablemente desde el estallido del conflicto; así, la revista debió achicar su formato y reducir páginas, lo cual fue en desmedro de la calidad gráfica de la publicación. No obstante, ello no mermó el prestigio de la revista. Por el contrario, se incrementó, puesto que durante la guerra la revista alcanzó amplio reconocimiento por parte de la prensa cultural hispanoamericana y francesa: desde el Mercure de France hasta El Mercurio, de Chile; Cosmópolis, de Madrid, bajo la dirección de Gómez Carrillo; la Revue Sudaméricaine, que publicó Leopoldo Lugones desde París, entre otras tantas revistas con las que Nosotros sostuvo canjes de publicaciones, intercambios, correspondencia regular, entre otros. Tuvo también muy buena prensa en el diario La Nación, como atestiguan los elogios que el diario publicó en ocasión del número especial en honor de Rubén Darío, a la hora del fallecimiento del poeta, en febrero de 1916. Por tanto, cuando Nosotros cumplió su primera década, en 1917, el listado de publicaciones que se plegaron a felicitar a la revista porteña fue innumerable36. El clima de festejo en pleno aniversario ocultó por un momento las desavenencias en el seno del grupo editor. Sin embargo, el estallido de la Revolución Rusa y el fin de la guerra lo sacudieron con fuerza, y más si se tiene en cuenta que la acusación de izquierdismo rondaba desde tiempo atrás la redacción. En este mismo sentido, la incorporación a la revista de Mario Bravo, dipu-

35 Margarita Merbilhaá, “1900-1919. La organización del espacio editorial”, en Editores y políticas editoriales en Argentina 1880-2010, dir., José Luis de Diego (Buenos Aires: FCE, 2006), 31-62. 36 “La fiesta de Nosotros”, Nosotros, Buenos Aires, septiembre, 1917, 88-113. Muchos telegramas de adhesión y felicitación pueden leerse en los números subsiguientes.


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tado socialista desde 1913, provocó sonadas reacciones: no faltaron panfletos acusatorios37. Pero la revista se había decantado por los Aliados durante la Primera Guerra Mundial, y una vez que la guerra parecía en camino de concluir con la victoria aliada, no vaciló en adherir, entusiasta, a los catorce puntos predicados por el presidente norteamericano, Woodrow Wilson, de tal manera que puede decirse que se mantuvo dentro del consenso democrático liberal. Sin embargo, apenas terminado el conflicto, reclamó la necesidad de cambios sustantivos de índole política y social, que debían también hacerse sentir en Argentina, sacudida por la Reforma Universitaria, primero, y por la Semana Trágica38. En pocas palabras, hizo oír el reclamo, hasta ahí desatendido, de justicia social, y declamó: “Es menester reaccionar. Una clase estrechamente conservadora pretende seguir gobernando el país con criterios y métodos anticuados, pero se engaña. No lo podrá. Aun concediendo que en 1914 se justificasen sus criterios —que no se justificaban— los cuatro años de guerra han equivalido a un siglo para el progreso humano [...] y han hecho imposible mantenerse tercamente aferrados a las viejas fórmulas. O nuestra clase gobernante transforma su mentalidad volviéndose capaz de comprender la hora que corre o será barrida”39.

El espíritu wilsoniano de Nosotros duró escasos meses. En febrero de 1919 publicó un duro documento soviético, firmado por el comisario para Asuntos Exteriores del gobierno de Lenin, dirigido al presidente norteamericano Wilson, donde expresaba su decepción con la política de posguerra40. Era todo un gesto para una revista que, según sus estatutos, debía dejar a un lado cualquier “embanderamiento político”. No es casual que la encuesta que la revista lanzó a fines de 1918 versara “sobre la hora actual”, y el modo en que debía posicionarse la revista, que, sin embargo, decía sostener su compromiso con evitar cualquier tipo de “parcialidad”41. Ese documento fue el primero de una larga serie de artículos que ilustraban la enorme atracción que la revista sentía por la experiencia revolucionaria. A partir de 1919 proliferaron los trabajos publicados sobre historia de la literatura rusa, así como acerca de las nuevas tendencias estéticas y literarias que emanaron de la Revolución bolchevique. Claro que no fueron las únicas vanguardias estéticas que encontraron buena acogida en Nosotros, en plena posguerra, una época fructífera para el desarrollo de nuevos movimientos estéticos y literarios en toda Europa. En especial, cabe destacar el modo en que se elogió el cambio de sensibilidad que se estaba produciendo en la literatura francesa de posguerra, de la mano de autores que pronto se encontrarán reunidos en el grupo Clarté: Henri Barbusse (el renombrado autor de Le Feu), junto con Anatole France y Romain Rolland, entre otros tantos que adhirieron a esta suerte de “internacional” que luchaba por el compromiso de los intelec-

37 “Noticias de Piquillín”, Nosotros, Buenos Aires, abril, 1914, 112. 38 La Primera Guerra Mundial produjo una creciente oleada de huelgas y conflictos sociales en Argentina. Uno de los episodios más graves fue la “Semana Trágica”, cuando una huelga desencadenada en la ciudad de Buenos Aires en enero de 1919 dio lugar a una batalla campal entre los manifestantes y las fuerzas represivas (el gobierno debió recurrir al Ejército para controlar la situación). 39 La Dirección, “La huelga sangrienta”, Nosotros, Buenos Aires, enero, 1919, 12. 40 “Un importante documento histórico. Nota del gobierno de los Soviets a Wilson”, Nosotros, Buenos Aires, febrero, 1919, 225-235. 41 La Dirección, “Nuestro programa”, Nosotros, Buenos Aires, abril, 1918, 442.

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tuales y por el pacifismo. El llamado no fue desoído por Nosotros, que publicó en sus páginas el primer manifiesto de Clarté y dio extenso seguimiento a las novedades literarias e intelectuales provenientes de Francia. No sin consecuencias, puesto que no faltaron denuncias contra la revista por su adscripción a un grupo abiertamente denunciado como comunista. Según dirá Giusti muchos años después, “yo formé parte de la corriente partidaria del sovietismo”42. Y en agosto de 1919 fue designado secretario de la revista Alejandro Castiñeiras, socialista, cuyo primer libro versaba, a la sazón, sobre Máximo Gorki. En este contexto, parecía más difícil que nunca mantener en pie la cohesión del grupo editor. Una nota que Roberto Giusti y Alfredo Bianchi hicieron publicar en Nosotros a mediados de 1919, y además en los principales diarios, insinúa el alto grado de tensión por el que se atravesaba en la revista: “La mala fe, la insidia y la ignorancia han levantado una atmósfera asfixiante de calumnias que debemos desvanecer de una vez. [...] Nosotros no es sino lo que siempre ha sido: una amplia y alta revista de cultura en que pueden expresar sus ideas los hombres de las más variadas edades, tendencias y credos. [...] Es pues una perversa y grotesca invención el rumor que atribuye a Nosotros no sabemos cuáles tenebrosas maquinaciones terroristas. En el local de la revista, desde hace muchos años, se reúne todas las tardes una animada tertulia de escritores y amigos, los cuales conversan, con las puertas abiertas y como hombres inteligentes, sobre el arte y la vida, y naturalmente, como hombres de su tiempo, sobre los problemas de la hora actual [...] En cuanto al conflicto creado en el seno de la sociedad Nosotros por estos insidiosos rumores, sólo nos corresponde decir que hemos puesto el pleito en manos del presidente de la sociedad, don Rafael Obligado, el ilustre poeta e insospechable patriota [...] y que a su fallo nos remitiremos. Sin duda él no permitirá que se mate traidoramente una revista que algo ha hecho por la cultura argentina”43.

Rafael Obligado fue desde 1912 el protector de la revista, además de un hábil árbitro que lograba darle cohesión a un grupo heterogéneo de hombres de letras. Pero la situación a la que se había llegado se había vuelto más grave que nunca en 1919: la crisis llegó a tal punto que Roberto Giusti y Alfredo Bianchi amenazaron con renunciar a la gestión que, puntualmente, llevaban a cabo desde 1907 en la revista, de la que eran fundadores. Tan sólo se pudo remontar la crisis a través de la designación de un nuevo directorio, que presentaría algunas novedades. Obligado se retiraría de la dirección (como de cualquier otro cargo en el directorio, pero permanecerían en él sus descendientes Carlos y Pedro Miguel Obligado, ambos poetas), que quedaría ahora en manos de Carlos Ibarguren, al que se describió en la revista como “prestigioso universitario, [...] hombre joven, culto y tolerante [...] que sin duda será en la presidencia del directorio lo que la revista necesita en esta época de discusión de todos los valores: una clara conciencia del momento histórico”44. Se trata, por cierto, de un retrato muy apartado del intelectual de perfil nacionalista, corporativista

42 “Entrevista a Roberto Giusti”, en Biblioteca Universidad Torcuato Di Tella (BUTDT), Buenos Aires-Argentina, Fondo Archivo de Historia Oral, carpeta Roberto Giusti. 43 “Dos palabras claras”, Nosotros, Buenos Aires, mayo, 1919, 139-140. También en 1918, las internas suscitadas en el grupo editor de la revista alcanzaron ecos en la gran prensa porteña. Véase en este sentido el incidente suscitado por el conato de renuncia de Alberto Del Solar, en “Con motivo de una renuncia”, Nosotros, Buenos Aires, diciembre, 1918, 642-646. 44 “Dos palabras claras”, Nosotros, Buenos Aires, mayo, 1919, 141.


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y autoritario que se suele leer de Ibarguren para la década de 193045. La designación de Ibarguren en reemplazo del anciano poeta (que falleció en 1920, con gran impacto en las páginas de Nosotros) se fundaba en la idea de que la revista debía estar respaldada y presidida —como hasta ese momento— por alguien de prestigio, no socialista pero sí tolerante, dentro de lo posible, con quienes sí lo fueran a título personal, a fin de no dar la impresión de ser una revista sectaria. Otra novedad importante de mayo de 1919 fue la salida de Manuel Gálvez de cualquier puesto en el directorio de la revista, pero fue en rigor una salida temporaria porque en la década de 1920 Gálvez volvería a ocupar posiciones en el directorio, si bien no en puestos directivos. No obstante ello, y por más tensa que parezca hasta aquí la relación entre Gálvez y Giusti, lo cierto es que este último participó durante largos años en la Cooperativa Editorial Buenos Aires, emprendimiento editorial que fundó Gálvez en 1917 y que se mantuvo activo hasta mediados de la década de 1920. Además, ambos trabajaron en conjunto en la traducción de una obra de Romain Rolland, Clerambault. Historia de una conciencia libre (Buenos Aires, Ediciones Pax, 1921). Que coincidieran en hacer traducir una obra de un autor tan estrechamente vinculado al grupo Clarté es un buen indicador de que la relación entre Giusti y Gálvez no pasaba por tan mal momento, pese a sus ostensibles diferencias, motivadas por sus diferencias políticas. En tal sentido, no bastaría con el apartamiento de Gálvez de los puestos clave del directorio para calmar las aguas en Nosotros. En septiembre de 1920, el propio Giusti hizo publicar en la revista una extensa carta pública, dirigida a Carlos Ibarguren, ya presidente de la cooperativa, donde le presentaba su renuncia indeclinable. Los motivos que adujo son significativos, puesto que entre ellos se destaca la importancia que Giusti les asignaba a los debates políticos de la hora, bajo la onda expansiva de la Revolución bolchevique. Según sus propias palabras, elocuentes por sí solas: “Nosotros, a fin de proseguir cumpliendo la misión para la que nació y que le da derecho a vivir debe ampliar el círculo de su curiosidad e información. Las nuevas corrientes en el arte y en el pensamiento universal han de tener resonancia en sus páginas. Para que Nosotros siga siendo la revista que siempre fue, justo orgullo de la intelectualidad argentina, es necesario que todos los pensadores, escritores y artistas hoy día significativos en el mundo sean debidamente divulgados en sus páginas, de modo que la inteligencia argentina, las letras argentinas, tengan en Nosotros el órgano que los ilustre y estimule, es decir, una revista de vanguardia. [...] Desde otro punto de vista: no concibo en los actuales momentos históricos ninguna publicación apolítica, que no sea de arte puro, y Nosotros por sus estatutos está obligada a serlo, a pesar de su carácter de revista de historia, filosofía y ciencias sociales. Somos testigos del formidable derrumbamiento de una civilización y juzgo imperdonable el silencio por parte de los intelectuales. Hombre de ideas políticas definidas, socialista militante, yo no podría hablar en Nosotros más que en un solo sentido, en el que corresponde a mis sentimientos e ideales, lo cual no se me oculta, aunque los estatutos no me prohibieran hacer política, equivaldría a embanderar abusivamente la revista. Por consiguiente, no siéndome ya posible soportar que los acontecimientos se precipiten en el mundo y en la Argentina sin que yo diga mi palabra de crítica, de indignación, de protesta, de fe, de esperanza, en las páginas de mi revista, renuncio a toda responsabilidad”46. 45 En este sentido, Olga Echeverría, Las voces del miedo: los intelectuales autoritarios argentinos en las primeras décadas del siglo XX (Rosario: Prohistoria Ediciones, 2009). 46 Roberto Giusti, “Carta de Roberto Giusti a Carlos Ibarguren”, Nosotros, Buenos Aires, septiembre de 1920, 5-7. Resaltado del documento original.

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Los estatutos “redactados en una época que ya parece lejanísima”47 eran, según Giusti, un poderoso corset que constreñía a Nosotros y le impedía reconvertirse en una verdadera revista de vanguardia. Cuando la sociedad cooperativa quedó en manos de Carlos Ibarguren, quien tendría a su cargo la tarea de conservarla tal cual había sido hasta ahí y preservar la tradición “apolítica” de la revista, todo hacía augurar que se volvería marcadamente tradicionalista. Sin embargo, la dirección editorial de la revista quedó en la práctica en manos de Alfredo Bianchi, que continuó adelante como editor, acompañado ahora de Julio Noé, crítico literario, discípulo y amigo de Giusti, además de estrecho colaborador en la Sociedad Amigos del Arte en la década de 1920, de tal manera que no era un hombre ajeno a los movimientos de vanguardia de su tiempo. Así, pues, Nosotros no cambió sustancialmente luego de la partida de Giusti en 1920: continuó dándoles lugar a los debates suscitados por la Revolución bolchevique —la revista participó incluso en colectas en beneficio de los “niños pobres” de Rusia—, al mismo tiempo que reforzó su identidad marxista y latinoamericanista, con recurrentes referencias a José Carlos Mariátegui y a Pedro Henríquez Ureña, que no tardará en aproximarse al grupo de Nosotros una vez arribó a Argentina, a mediados de la década de 1920. Y en 1921 acogió a Jorge Luis Borges, que irrumpió en la escena literaria con el ultraísmo; sus primeras colaboraciones en Nosotros fueron el puntapié inicial de las revistas de vanguardia típicas de los años veinte: Proa y Martín Fierro48. Así, pues, la renuncia de Giusti a la dirección no alteró sustancialmente el curso hacia el que la revista ya se estaba encaminando sobre el filo de la década de 1920. Nosotros se conservó en los años veinte en toda su vitalidad, tal como lo puso en evidencia la centralidad que tuvieron sus banquetes para las figuras más importantes de la cultura hispanoamericana. Cabe señalar que, de todas maneras, Giusti no se fue de Nosotros de manera definitiva en 1920, y de hecho continuó colaborando en la revista luego de su sonada renuncia, y su influencia sobre los redactores que quedaron a cargo fue significativa. Por tanto, su renuncia no fue más que un paréntesis que coincidió, no casualmente, con su postulación como candidato a concejal por el Partido Socialista, cargo que ejerció en la ciudad de Buenos Aires entre 1921 y 1926: mientras ejecutó cargos públicos optó por no dirigir formalmente Nosotros. La razón de fondo de su distanciamiento no tuvo que ver tanto con sus ideas políticas o estéticas, sino con el inicio de su carrera en el seno del Partido Socialista y, más tarde, en el Partido Socialista Independiente49.

Conclusión Además de ocupar un lugar relevante en las letras argentinas e hispanoamericanas, Nosotros se destacó por su plural composición en el grupo editor que sostenía la revista. Su pluralismo y su espíritu tolerante con todas las generaciones literarias y todos los movimientos intelectuales fueron su fuerte, pero fueron también al mismo tiempo su “talón de Aquiles”, puesto que la convivencia dentro de la sociedad cooperativa editorial no tardó en volverse tirante, en un contexto signado por la ampliación de la democracia en Argentina, así como la Gran Guerra y la Revolución 47 “Demostración a Roberto Giusti”, Nosotros, Buenos Aires, noviembre de 1920, 387. 48 Jorge Luis Borges, “Ultraísmo”, Nosotros, Buenos Aires, diciembre, 1921, 466-471. 49 Giusti volvería a la escena política en 1928, como diputado por el Partido Socialista Independiente. Ejerció como diputado nacional en los períodos 1928-1930 y 1932 y 1934. Fue además vicepresidente de la Cámara de Diputados en 1933.


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Rusa. La revista había suscripto una declaración de apoliticidad en 1912, cuando se dictaron los estatutos para su cooperativa, en un gesto que tenía mucho en común con diferentes asociaciones civiles que se desarrollaban en la sociedad argentina en aquella época, tales como sociedades de fomento y mutuales. No debió pasar mucho tiempo para que se advirtiera que era una cláusula difícil de cumplir, dadas las vastas transformaciones que se sucedieron en el mundo y en el país en la segunda década del siglo XX. No había transcurrido ni siquiera una década, y ya se tornaba evidente que aquellos estatutos habían comenzado a resultar anacrónicos. Sin embargo, ni siquiera el propio Giusti, sacudido por la Revolución bolchevique y atraído por el espíritu del grupo Clarté, abogó por transformar de raíz la composición básica del grupo editor. En lugar de impulsar una reforma de los estatutos, optó por dar un paso al costado en cuanto tuvo la oportunidad de iniciar una carrera política en el seno del Partido Socialista Argentino. Pero fue sólo una retirada en lo formal, dado que continuaría siendo sumamente influyente en la revista, aun cuando la dirección la ejercieran otros, como lo pone en evidencia la publicación de las iniciativas legislativas que Giusti presentaría en el Concejo Deliberante. Su alejamiento nominal, además, no le impidió tampoco continuar participando en las decisiones editoriales de la revista. De esta manera, pues, Giusti la preservó en su espíritu, al menos en lo sustancial: se preocupó por cuidar que Nosotros no fuera una revista de partido, de facción o de camarilla literaria, sino de todas las tendencias literarias e intelectuales que circularan por Argentina y América Latina.

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❧ Miranda Lida Profesora de la Universidad Católica Argentina y Universidad Torcuato Di Tella (Argentina). Licenciada en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (Argentina), Magíster en Investigación en Ciencias Sociales y Doctora en Historia por la Universidad Torcuato Di Tella. Investigadora Independiente del CONICET. Entre sus publicaciones se destacan los libros Años dorados de la cultura argentina. Los hermanos María Rosa y Raimundo Lida y el Instituto de Filología antes del peronismo (Buenos Aires: Eudeba, 2014), y Monseñor Miguel De Andrea, obispo y hombre de mundo (Buenos Aires: Edhasa, 2013). lidamirand@gmail.com


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SINTONÍA DE COMBATE. La propaganda del Rádio Club Português en la Guerra Civil española (1936-1939)❧ Alberto Pena-Rodríguez Universidad de Vigo, España

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit58.2015.05

Artículo recibido: 03 de marzo de 2015/Aprobado: 07 de julio de 2015/ Modificado: 22 de julio de 2015

Resumen: Este artículo se interroga sobre la función propagandística desarrollada por la emisora portuguesa Rádio Club Português (RCP) en la Guerra Civil española, durante la cual Portugal apoyó el golpe de Estado contra la II República. Los objetivos fundamentales del trabajo son tres: analizar los contenidos radiofónicos de la emisora, investigar su estrategia de propaganda y evaluar su impacto en la opinión pública ibérica. Con este objetivo se emplearon técnicas cualitativas y fuentes históricas diversas, cuyo análisis permite concluir que el RCP planificó una eficaz campaña de propaganda contra el gobierno democrático español que tuvo una gran influencia en el curso del conflicto bélico. El RCP aumentó la potencia de sus emisiones, contrató locutores españoles franquistas y emitió una programación favorable a los rebeldes en el curso de la guerra. Palabras clave: propaganda, radio, Portugal, España, Guerra Civil (Thesaurus).

SINTONÍA DE COMBATE. Rádio Club Português Propaganda in the Spanish Civil War (1936-1939) Abstract: This article explores the role played by the Portuguese radio station Rádio Club Português (RCP) as a propaganda tool in the Spanish Civil War, in which Portugal supported the coup d’état against the Second Republic. The study has three fundamental objectives: to analyze the contents of the radio station’s broadcasts, to investigate its propaganda strategy, and to evaluate its impact on public opinion in Spain. With this objective, qualitative techniques and diverse historical sources were used, the analysis of which made it possible to conclude that the RCP planned an effective propaganda campaign against the Spanish democratic government that had great influence in the course of the armed conflict. The RCP increased the potency of its broadcasts, hired pro-Franco Spanish newscasters, and transmitted program contents favorable to the rebels throughout the course of the war. Keywords: propaganda, radio, Portugal, Spain, Civil War (Thesaurus).

SINTONIA DE COMBATE. A propaganda do Rádio Club Português na Guerra Civil espanhola (1936-1939) Resumo: Este artigo questiona sobre a função propagandística desenvolvida pela emissora portuguesa Rádio Club Português (RCP) na Guerra Civil espanhola durante a qual Portugal apoiou o golpe de Estado contra a II República. Os objetivos fundamentais deste trabalho são: analisar os conteúdos radiofônicos da emissora, pesquisar sobre sua estratégia de propaganda e avaliar seu impacto na opinião pública ibérica. Com esses objetivos, empregaram-se técnicas qualitativas e fontes históricas diversas, cuja análise permite concluir que a RCP planejou uma eficaz campanha de propaganda contra o governo democrático espanhol que teve uma grande influência no curso do conflito bélico. A RCP aumentou a potência de suas emissões, contratou locutores espanhóis franquistas e emitiu uma programação favorável aos rebeldes durante a guerra. Palavras-chave: propaganda, rádio, Portugal, Espanha (Thesaurus); Guerra Civil (autor de palavras-chave). ❧ El artículo es resultado de un proyecto de investigación desarrollado por el grupo de investigación CA1 de la

Universidad de Vigo (España) sobre Los medios de comunicación y la consolidación de la dictadura en Portugal (2012-2014), que contó con el apoyo de la Secretaría de Estado de Educación de España (PRX12/00024/2013).


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SINTONÍA DE COMBATE. La propaganda del Rádio Club Português en la Guerra Civil española (1936-1939) Alberto Pena-Rodríguez

Introducción

L

a Guerra Civil española (1936-1939) es un hito en la historia contemporánea de Europa por sus implicaciones internacionales1 y por la enorme proyección simbólica que tuvo a través de los medios de comunicación modernos, especialmente a través de la radio2. Este artículo se basa en la hipótesis de que la intervención propagandística de la radio portuguesa, en particular el Rádio Club Português (RCP), tuvo una relevancia extraordinaria en la Guerra Civil española y formó parte de una campaña de la dictadura salazarista para ayudar al derrocamiento de la II República en España (1931-1936)3. Esta investigación se nutre de fuentes hemerográficas originales, tanto españolas como portuguesas, documentación diplomática y bibliografía especializada sobre el objeto de estudio. En su desarrollo se utilizan herramientas cualitativas relacionadas con el análisis del lenguaje y el discurso propagandístico para analizar los medios, las técnicas y la estructura de los mensajes. Asimismo, se tienen en cuenta las teorías de la argumentación retórica y la construcción de la realidad, así como los procesos de significación de la comunicación pública y de la interpretación de los hechos noticiables. La propaganda radiofónica cumplió un papel singular durante la Guerra Civil española, como ha explicado Alejandro Pizarroso Quintero4. La radio pasó de ser un simple altavoz musical a utilizarse como arma de combate, según la apreciación de Carmelo Garitaonaindía5. Fue, de hecho, una especie 1 Para comprender la dimensión internacional de la guerra, léase a: Gaynor Johnson, ed., The International Context of the Spanish Civil War (Newcastle: Cambridge Scholar Press, 2009); Enrique Moradiellos García, “La dimensión internacional de la Guerra Civil española”, en La Guerra Civil española, coords. Julián Casanova y Paul Preston (Madrid: Editorial Pablo Iglesias, 2008): 85-122; del mismo autor, “La no intervención: una farsa política y diplomática”, en En el combate por la historia, ed. Ángel Viñas (Barcelona: Crítica, 2012), 221-234. 2

Para un conocimiento general sobre la función de la radio durante la Guerra Civil: Augusto Ventín Pereira, La Guerra de la Radio (1936-1939) (Barcelona: Mitre, 1986). Sobre la historiografía reciente de la Guerra Civil, véase el volumen monográfico “La Guerra Civil” de la revista Studia Histórica. Historia Contemporánea 32 (2014), Ángel Viñas, ed., en el que se analiza la bibliografía editada en lenguas y países diversos del mundo después de 2005. Sobre la intervención de Portugal, en la revista citada, el texto de Alberto Pena-Rodríguez, “La guerra en el contexto lusófono: Portugal y Brasil”, Studia Histórica. Historia Contemporánea 32 (2014): 401-409. Algunos de los trabajos científicos más recientes sobre el caso portugués son: Heloisa Paulo, “Imagens da Liberdade: os exilados portugueses e a luta pela liberdade na Península Ibérica”, Estudos do Século XX 8 (2008): 87-104; Luís Soares de Oliveira, Guerra Civil de Espanha: intervenção e não intervenção europeia (Lisboa: Prefácio, 2008), y Alberto Pena-Rodríguez, O Que Parece É. Salazar, Franco e a Propaganda contra a Espanha Democrática (Lisboa: Edições Tinta da China, 2009).

3 Para comprender las relaciones diplomáticas luso-españolas durante este período pueden leerse las siguientes obras: Hipólito de la Torre Gómez, La relación peninsular en la antecámara de la Guerra Civil (1936-1939) (Mérida: UNED, 1988); Iva Delgado, Portugal e a Guerra Civil de Espanha (Lisboa: Publicações Europa-América, 1980); César Oliveira, Portugal e a II República Espanhola (Lisboa: Perspectivas & Realidades, 1980), y del mismo autor, Portugal e a Guerra Civil de Espanha (Lisboa: Edições O Jornal, 1988). Una relación selectiva de documentos diplomáticos históricos sobre la participación portuguesa en la guerra puede verse en: Secretariado de Propaganda Nacional, Portugal ante la Guerra Civil de España. Documentos y Notas (Lisboa: Edições do SPN, 1939). Para entender la alianza del fascismo ibérico y su proyección internacional, léase también Franquismo y salazarismo en el exterior: de la Guerra Civil a las guerras de África, editado por Juan Carlos Jiménez Redondo e Hipólito de la Torre Gómez para la revista Espacio, Tiempo y Forma. Historia Contemporánea 25 (2013). 4 Alejandro Pizarroso Quintero, “La Guerra Civil española, un hito en la historia de la propaganda”, El Argonauta Español 2 (2005): s/p., consultado el 10 febrero de 2015, <http://argonauta.revues.org/1195>. 5 Carmelo Garitaonaindía, La radio en España, 1923-1939. De altavoz musical a arma de propaganda (Bilbao: Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco/Siglo XXI, 1988).


Hist. Crit. No. 58 · Octubre - diciembre · Pp 95-115 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152 doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit58.2015.05

de trinchera desde la cual ambos bandos en lucha libraron decenas de batallas propagandísticas relacionadas con el curso de los acontecimientos, como la que se desarrolló en la batalla de Madrid6. Se convirtió en un instrumento clave dentro de la estrategia bélica para persuadir a la opinión pública, a los enemigos, o para aumentar la moral de las tropas y los aliados7. Tuvo una influencia crucial en los primeros meses del enfrentamiento, cuando los militares golpistas y el gobierno español necesitaban ganar adeptos y consolidar su posición ideológica y militar. Por su inmediatez y versatilidad, la radio se transformó en un medio de difusión masiva y una caja de resonancia decisiva en la narración bélica, realizada al ritmo de la batalla, tal y como cuenta José Augusto Ventín Pereira8. En el caso de Portugal, que vivió el conflicto como un asunto interno, las emisoras portuguesas no fueron ajenas al conflicto9. El 18 de julio de 1936, cuando estalla la guerra de España tras el golpe de Estado militar fallido contra el gobierno democrático de la Segunda República, el medio radiofónico era ya el canal de comunicación más eficaz para transmitir de forma rápida cualquier noticia informativa10. El sonido de las ondas elevaba cualquier hecho noticiable a la categoría de asunto sensacional, cargado de emoción por la magia implícita del novedoso proceso comunicativo a través del transistor. La música, las noticias, los discursos de contenido político o cultural, las marchas militares o cualquier contenido sonoro se pusieron al servicio de la propaganda desde el primer instante. Tanto el gobierno republicano español como los militares sediciosos, encabezados por el general Franco, emplearon todas las emisoras disponibles para hacer campaña contra sus enemigos. La guerra fratricida española fue también una guerra radiofónica, conocida por los medios de comunicación como la “guerra del éter”11. Una batalla sin cuartel librada por varias emisoras en el espacio ibérico que pugnaron por la victoria en el campo de la propaganda y en el terreno militar12. El papel de las emisoras portuguesas en la guerra de España ha sido objeto de varios estudios previos por parte de otros investigadores, principalmente de César Oliveira (1988), Maria Filomena Abreu (1996), Nelson Ribeiro (2008) y Alberto Pena-Rodríguez (2009). La metodología de las aproximaciones académicas realizadas hasta ahora se basa en la descripción del papel general

6 Véase el trabajo de Javier Cervera Gil, “La radio, un arma más de la Guerra Civil en Madrid”, Historia y Comunicación 3 (1998): 263-293. 7

Para conocer la influencia de la radio como medio propagandístico en sus primeras décadas, léase el estudio histórico de Paul F. Lazarsfeld, Radio and the Printed Page: An Introduction to the Study of Radio and Its Role in the Communication Ideas (Nueva York: Duell, Sloan and Pearce, 1940). Sobre el uso de la radio durante el fascismo es interesante leer el artículo pionero de Phillip V. Cannistrato, “The Radio in Fascist Italy”, Journal of European Studies 2 (1972): 127-154. DOI: dx.doi.org/10.1177/00472441720020020. En el caso del nazismo, véase: Horst J. P. Bergmeier y Rainer E. Lotz, Hitler’s Airwaves. The Inside Story of Nazi Radio Broadcasting and Propaganda Swing (Nueva Haven: Yale University Press, 1997). Y en relación con el empleo de la radio para difundir un discurso de odio y la imagen deshumanizada del enemigo en diferentes contextos históricos, puede leerse a Keith Sommerville, Radio Propaganda and the Broadcasting of Hatred. Historical Development and Definitions (Nueva York: Palgrave Macmillan, 2012).

8 José Augusto Ventín Pereira, La Guerra de la Radio, 37-42. 9

Sobre este tema, el artículo de Nelson Ribeiro, “La radio portuguesa en la Guerra Civil española”, Comunicación y Pluralismo 5 (2008): 35-59.

10 Lorenzo Díaz, La radio en España, 1923-1977 (Madrid: Alianza Editorial, 1997), 94. 11 En el primer texto que se publicó de aproximación a este fenómeno, Maria Filomena Abreu se hizo eco de esta expresión, muy popular durante la guerra: “As rádios portuguesas e a causa franquista. A ‘guerra do éter’”, História XVII: 20 (1996): 30-39. 12 Armand Balsebre, Historia de la Radio en España. Vol. I: 1874-1939 (Madrid: Cátedra, 2001), 373-450.

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de la radio lusa, sobre todo desde una perspectiva política, técnica o ideológica. Sin embargo, todavía no se han publicado aproximaciones monográficas sobre la estrategia militar y el impacto propagandístico que tuvo el RCP en apoyo del ejército sublevado durante los cruciales primeros meses del enfrentamiento, entre mediados de julio y diciembre de 1936. La estructura de este trabajo se divide en seis partes fundamentales, que tratan de analizar algunos de los aspectos más relevantes sobre el RCP y la guerra. Tras una breve aproximación histórica al nacimiento de la emisora portuguesa, el trabajo se centra en el estudio de las campañas de propaganda realizadas durante varios episodios clave del conflicto. Entre las cuestiones principales que este trabajo intentará desvelar a lo largo de los próximos epígrafes están los siguientes aspectos: la programación de la emisora lusa y la estrategia de sus mensajes propagandísticos durante la guerra; las técnicas de persuasión empleadas en sus campañas a favor del fascismo español; su relación con el gobierno del general Franco; su relevancia como instrumento de combate; y el impacto público y mediático de su campaña de propaganda, tanto en España como en Portugal. Para ello, se usará, de forma sistemática, entre otras fuentes impresas, la prensa radiofónica especializada de la época, como las revistas portuguesas Rádio Nacional y Rádio Semanal, o la española Radio Nacional, que publicaron extensos reportajes sobre este acontecimiento histórico. Las descripciones o reproducciones de la prensa sobre los contenidos radiofónicos del RCP son auténticamente reveladoras. Debido a su identificación con los valores del movimiento falangista español, el director del Rádio Club Português, el capitán Jorge Botelho Moniz, se convirtió en uno de los principales propagandistas de la causa del fascismo ibérico contra el gobierno legal de Madrid13. Durante los casi tres años que duró la guerra, el RCP fue el gran altavoz del franquismo, aunque su intervención en el conflicto español fue especialmente decisiva en los primeros seis meses del conflicto. El ritmo de su campaña fue seguido por los periódicos portugueses, que se hacían eco de sus exclusivas noticias del campo de batalla o de sus alegatos contra el gobierno legal español14. Además de emplear locutores españoles en su campaña contra el gobierno republicano, su sede se convirtió en una especie de centro de resistencia de los franquistas15. Con el consentimiento explícito del gobierno de Salazar, que apoyó incondicionalmente a Franco16, las instalaciones del RCP funcionaron como lugar de encuentro entre los agentes fascistas y banderín de enganche para los miles de voluntarios portugueses que se alistaron en el ejército de Franco, conocidos como “viriatos”17. Era la primera vez que una emisora radiofónica era utilizada de este modo para 13 Alberto Pena-Rodríguez, O Que Parece É. Salazar, Franco e a Propaganda contra a Espanha Democrática (Lisboa: Edições Tinta da China, 2009), 84 y ss. 14 Alberto Pena-Rodríguez, Salazar, a Imprensa e a Guerra Civil de Espanha (Coimbra: MinervaCoimbra, 2007), 67-75. 15 Sobre la presencia de locutores españoles en el RCP, véanse los siguientes números de la revista lisboeta Radio Semanal: 12 de septiembre y 28 de noviembre, 1936. 16 Consultar a César Oliveira, Salazar e a Guerra, 140-155. 17 Se cree que los combatientes portugueses que se alistaron en el ejército de Franco rondaron los 10.000 efectivos. Los “viriatos” no formaron una unidad propia, sino que se integraron en las diferentes banderas o brigadas de la Legión Española. Para prestarles asistencia y apoyo logístico, el gobierno de Salazar envió al territorio rebelde la Missão Militar Portuguesa de Observação em Espanha. Sobre el alistamiento de soldados en ambos bandos durante la guerra: James Matthews, Soldados a la fuerza. Reclutamiento obligatorio durante la Guerra Civil, 1936-1939 (Madrid: Alianza, 2013); y Christopher Othen, Franco’s International Brigades: Adventurers, Fascists, and Christian Crusaders in the Spanish Civil War (Nueva York: Columbia University Press, 2013).


Hist. Crit. No. 58 · Octubre - diciembre · Pp 95-115 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152 doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit58.2015.05

derribar al gobierno de otro país. La dictadura portuguesa del Estado Novo18, en apoyo de los insurgentes militares españoles, estimuló y financió una campaña contra la España democrática, que era vista como un peón de la Internacional Comunista y, por lo tanto, representaba un serio peligro para la estabilidad política del Portugal salazarista19.

1. El nacimiento del RCP y el inicio de la guerra de España La emisora del RCP fue fundada en 1928 por el capitán del ejército luso Jorge Botelho Moniz, con la colaboración de Alberto Lima Basto. Ambos construyeron un pequeño emisor en Parede, una localidad cercana a Lisboa, desde donde emitían de forma diaria música y comentarios de política nacional e internacional. Poco a poco, el CT1GL (como era denominada técnicamente) fue ganando audiencia, y en 1931 surgió la idea de organizar un club de socios que pudiese financiar unas mejores instalaciones, con una antena emisora más potente. En los años sucesivos, con la ayuda económica de la propia dictadura salazarista, fue incrementando ostensiblemente su potencia y su calidad de sonido hasta convertirse en la emisora privada más importante de Portugal y una de las más modernas de la península Ibérica20. Ya en 1934, sus emisiones eran escuchadas por onda corta en las colonias portuguesas de África. Y en noviembre de 1936 puso en funcionamiento un potente emisor de 30 kW, que permitía su sintonización en cualquier lugar de la geografía ibérica21. Nada más empezar la Guerra Civil española, entre el 17 y el 18 de julio de 1936, el RCP aumentó considerablemente su programación hasta las catorce horas diarias de emisión. Emitía de forma ininterrumpida desde las dos de la tarde hasta las cuatro de la madrugada22. Jorge Botelho Moniz reaccionó rápidamente poniendo su emisora al servicio del general Franco. Según su propio testimonio, decidió decantarse “[...] por el más débil, por el más atacado, por el que todos desdeñaban [...]”23, frente al “marxismo iberista”, procurando “[...] imitar, en la defensa de los flacos y de los oprimidos, al héroe inmortal de Cervantes”24. El militar luso alegó que las emisoras de Madrid no contaban la verdad de los hechos: “[…] As notícias transmitidas pela rádio ao serviço da ‘frente popular’ eram falhas de verdade na sua quasi totalidade. Aquilo não jogava certo. E como não jogava... comecei a desmenti-las [...] um nunca acabar de desmentidos! [...]”25. Sin embargo, su reacción fue desaprobada por numerosos socios de su radio club, que amenazaron con dimitir si Botelho Moniz persistía en su campaña contra la República española. A pesar de ello, siguió adelante: “[...] Dissemos-lhes que fizessem o que fôsse da sua 18 Sobre el Estado Novo: Luis Reis Torgal, Estados Novos, Estado Novo (Coimbra: Imprensa da Universidade, 2009), y Fernando Rosas, Salazar e o Poder. A Arte de Saber Durar (Lisboa: Edições Tinta da China, 2012). 19 Fernando Rosas, coord., Portugal e a Guerra Civil de Espanha (Lisboa: Edições Colibri, 1998), 23-29. 20 En relación con el papel de los medios de comunicación y la estrategia de propaganda del régimen salazarista en los años treinta, al respecto: Helena Matos, Salazar. A Propaganda, 1934-1938 (Lisboa: Temas & Debates-Círculo de Leitores, 2010), y Margarida Acciaiuoli, António Ferro. A Vertigem da Palabra: Retórica, Política e Propaganda no Estado Novo (Lisboa: Bizancio, 2013). 21 Nelson Ribeiro, A Emissora Nacional nos Primeiros Anos do Estado Novo, 1933-1945 (Lisboa: Quimera, 2005), 99-104. 22 “Jorge Botelho Moniz”, Diário da Manhã, Lisboa, 3 de agosto, 1936, 8. 23 “Portugal y la guerra”, Radio Nacional, Salamanca, 28 de mayo, 1939, 14. 24 “Portugal y la guerra”, 14. 25 “Jorge Botelho Moniz”, 8.

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SINTONÍA DE COMBATE. La propaganda del Rádio Club Português en la Guerra Civil española (1936-1939) Alberto Pena-Rodríguez

vontade. E prosseguimos. Depois vieram cartas de ameaça, do interior e do exterior, contra os directores de Rádio Club e, principalmente, contra mim. Redobramos a violência na nossa acção, sempre na ofensiva /— como manda a boa táctica militar”26. Jorge Botelho Moniz quería demostrar así que su actuación no obedeció a un plan conspirador, confabulado con los golpistas españoles, y descartó que recibiese cualquier tipo de compensación económica o material por parte de los militares rebeldes27. Se afanó especialmente en demostrar que su motivación no era el dinero: “[...] Os serviços como estes não são pagos com dinheiro. Ou se fazem por entusiasmo e com desinterêsse ou não se fazem”, apuntó. No obstante, admitió que el RCP obtuvo donaciones de algunos particulares. Ayudas que, según él, eran siempre repartidas entre el personal de la emisora28. Además de la dimisión de algunos socios del RCP, su parcialidad provocaría críticas desde algunos sectores de la sociedad portuguesa. Algunos de sus directivos recibieron amenazas; se difundió el rumor de que cientos de socios habían abandonado la emisora, y que había sido subvencionada por Franco. Botelho Moniz respondió con cifras estadísticas a las informaciones que hablaban de la dimisión en masa de socios. Según sus cálculos, incluso reconociendo varias decenas de bajas, desde el 18 de julio hasta las seis de la tarde del día 2 de agosto de 1936 se habían producido 2000 nuevas adhesiones, que alcanzaron en aquella fecha los 10.941 socios29. El diario oficial del régimen salazarista, el Diário da Manhã, atacó a los detractores del RCP argumentando que todo eran “calumnias” que servían a los intereses del marxismo. Esta opinión era compartida por la mayoría de la prensa portuguesa. Por ejemplo, Fernando de Souza, el director del influyente diario católico A Voz, veía el apoyo del RCP a los militares insurrectos en España como un “[...] nobilissimo exemplo de coragem cívico e desassombro [...]”30. Para su periódico, la actitud del RCP representaba “[...] o poder da radiodifusão ao serviço da verdade e da ordem”31.

2. La “artillería pesada” del capitán Jorge Botelho Moniz El capitán Jorge Botelho Moniz fue el gran paladín de la campaña urdida desde Portugal contra el gobierno republicano español. Sus apasionadas diatribas radiofónicas a favor de los insurgentes españoles eran similares a las proclamas del general golpista Gonzalo Queipo de Llano desde Radio Sevilla32. El capitán portugués pronunciaba mordaces discursos y crónicas militares con una voz enérgica, calificada por el Diário da Manhã como “artilharia pesada”33. Aunque los estilos radiofónicos de Queipo de Llano y Botelho Moniz se parecían, el tono era diferente, pues en el 26 “Jorge Botelho Moniz”, 8 27 “Portugal y la guerra”, 53. 28 “Jorge Botelho Moniz”, 8. 29 “Jorge Botelho Moniz”, 8. 30 Fernando de Souza, “Exemplo de coragem”, A Voz, Lisboa, 25 de julio, 1936, 1. 31 Fernando de Souza, “Através da imprensa. Concordância louvável de opiniões”, A Voz, Lisboa, 27 de julio, 1936, 1. 32 Las charlas del general Queipo de Llano, en las que hay diversas referencias elogiosas a Portugal y su gobierno, han sido recogidas por Ian Gibson, Queipo de Llano. Sevilla, verano de 1936 (con las charlas radiofónicas completas) (Barcelona: Grijalbo, 1986). 33 “Jorge Botelho Moniz”, 8.


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caso del oficial portugués el estilo era más sosegado; no utilizaba ni el insulto ni la calumnia contra los enemigos con la facilidad y el desparpajo con que lo hacía el general español34. Las charlas del oficial luso estaban cargadas de ironía. El capitán portugués cuidaba que sus apasionadas ofensas no restasen credibilidad a sus tendenciosas informaciones. Desde su “trinchera” radiofónica ridiculiza a los principales líderes militares y políticos del gobierno democrático español, blanco constante de sus burlas. Mientras que los republicanos eran unos “cobardes”, los militares insurrectos eran vistos como unos “héroes”. Los oficiales a las órdenes del gobierno de Madrid Julio Mangada y José Miaja fueron objeto de escarnios constantes. Para denigrarlos, el capitán Botelho Moniz apodaba al general Mangada el “héroe de Navalperal”35, porque siempre daba por conquistada aquella población a través de Unión Radio y, según él, nunca lo conseguía. Del general Miaja se mofaba constantemente por sus supuestos fracasos militares en la defensa de Andalucía y Madrid36. Sus intervenciones radiofónicas fueron maratonianas en los primeros meses del enfrentamiento. Se pasaba días enteros pegado al micrófono arengando a los militares insurgentes. La prensa portuguesa le reconocía una incombustible capacidad para radiar. La revista salazarista Alma Nacional lo describía como “o homem que quasi non dorme, o homem incansável que teve o condão de acordar Portugal, tal é a ardorosa fé que põe no combate de todos os momentos”37. Su dinamismo y el alcance de su emisora lo convirtieron rápidamente en un personaje popular en todo el espacio ibérico38. Sus crónicas militares se referían constantemente a las victorias de los militares rebeldes, aderezadas con comentarios sobre la “eficaz” estrategia del gobierno de Burgos o con testimonios personales de soldados sublevados. Jorge Botelho Moniz leía conmovedoras cartas de oficiales y honraba a los muertos “nacionalistas” recordando sus inestimables contribuciones a la causa franquista39. Así lo hizo, por ejemplo, con el combatiente gallego fallecido en Asturias Antonio Carrero, de cuyos padres recibió una fotografía como agradecimiento por la ayuda del RCP a las tropas que “liberaron” Oviedo40. Informaba también de alistamientos de voluntarios ilustres en las tropas del general Franco, como el del príncipe del trono de Grecia41, y sobre atrocidades y fusilamientos supuestos por parte de los militares republicanos42, a los que niega el derecho a denominarse “leales”: “[...] É precisso —decía— que se deixe de chamar tropas lealistas a estes bandos irregulares que chacinam, incendeiam e destroem por prazer. A ordem reina só nos territórios ocupados pelos nacionalistas; nos restantes reina somente o terror [...]”43. La permanente actividad propagandística del capitán Botelho Moniz desde el RCP fue compaginada con una relevante función en el campo de batalla, como mando de la Misión Militar

34 Véase el libro citado de Ian Gibson. 35 “Portugal y la guerra”, 15. 36 “El capitán Botelho Moniz”, Radio Nacional, Salamanca, 28 de mayo, 1939, 15. 37 “O homem que não dorme”, Alma Nacional, Lisboa, febrero, 1937, 27. 38 “Rádio Club Português”, A Voz, Lisboa, 17 de agosto, 1936, 2. 39 “A situação vista pelo Rádio Club Português”, O Século, Lisboa, 14 de agosto, 1936, 5. 40 “Rádio Club Português”, O Século, Lisboa, 24 de octubre, 1936, 5. 41 “Um príncipe voluntário entre as forças nacionalistas”, Diário de Notícias, Lisboa, 15 de agosto, 1936, 5. 42 “RCP”, Diário de Notícias, Lisboa, 15 de agosto, 1936, 6. 43 “As atrocidades marxistas”, Diário de Notícias, Lisboa, 17 de agosto, 1936, 5.

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Portuguesa en España. Era el responsable de coordinar la asistencia a los varios miles de combatientes portugueses44. En el frente de batalla intercambiaba impresiones con las autoridades insurgentes, que luego utilizaba como fuente de información para escribir sus crónicas de la guerra45. El capitán luso fue invitado varias veces a dirigirse al pueblo español desde las estaciones radiofónicas de Franco46. Y gozó del reconocimiento general en el bando sublevado, como atestigua el reportaje que le dedicó la revista franquista Radio Nacional al finalizar la guerra, que lo describe de forma elogiosa: “El nombre del Capitán Botelho, Presidente del Radio Club Portugués, es tan popular en España que hacer su presentación sería lo mismo que presentar a alguien de la familia, pues con su inteligencia, su patriotismo y su gran amor a nuestra tierra se ganó, y con exceso, el título de español benemérito. Cuantos hemos vivido los días de ansiedad y de certidumbre de la segunda mitad de 1936, no olvidaremos jamás lo que la Causa Nacional debe a la extraordinaria labor de este hombre, entusiásticamente secundada por su colaboradores [...]”47.

3. La programación del RCP durante el conflicto bélico La propaganda del RCP fue la principal sintonía del franquismo durante el conflicto bélico. En su extenso horario de programación desarrolló una campaña trascendental en contra de las “hordas marxistas” de Madrid, según la apreciación de la revista franquista Radio Nacional48. Algunos periódicos consideraban al CT1GL como la emisora que poseía el “noticiario mais largo e pormenorizado”, lo que la convirtió en una fuente de información esencial para agencias y periódicos49. De hecho, por gentileza de Botelho Moniz, el periódico inglés Daily Mail utilizó sistemáticamente los servicios informativos del RCP para comunicar sobre los avances de las tropas facciosas50. Según el Diário de Lisboa, la radio lusa era la mejor fuente informativa de la prensa franquista51. La programación del RCP durante los momentos iniciales del conflicto se concentró en los acontecimientos de España. Sus contenidos se organizaban y se estructuraban al ritmo de la batalla, conforme discurrían los enfrentamientos52. A partir de 1937, cuando los insurgentes ya habían asentado sus posiciones en la mitad oeste de la Península, emitía regularmente tres espacios informativos al día, de entre quince minutos y una hora de duración, que solían comenzar

44 César Oliveira, Salazar e a Guerra Civil, 243-263. 45 Véase, por ejemplo, la serie de crónicas militares publicadas sobre la conquista de Santander en el Diário de Lisboa, Lisboa, 19 de agosto, 1937, 4; 20 de agosto, 1937, 4; 21 de agosto, 1937, 8; 22 de agosto, 1937, 8; 23 de agosto, 1937, 5; y 24 de agosto, 1937, 5. 46 “O imperialismo nacionalista espanhol ameaça a independencia portuguesa?”, Diário de Lisboa, Lisboa, 30 de abril, 1939, 5. 47 “La ayuda de Portugal”, Radio Nacional, Salamanca, 28 de mayo, 1939, 7. 48 “Portugal y la guerra”, 15. 49 Artur Maciel, “General Mola! Presente!”, A Voz, 15 de junio, 1937, 1. 50 Jorge Botelho Moniz, “O que representou o auxilio italo-alemão na guerra e o que representa a amizade desses paises na paz”, Diário de Lisboa, Lisboa, 6 de mayo, 1939, 2. 51 “Notícias da rádio”, Diário de Lisboa, Lisboa, 2 de agosto, 1936, 1. 52 Leopoldo Nunes, A Guerra em Espanha. Dois meses de reportagem nas frentes de Andaluzia e da Estremadura (Lisboa: Sociedade Nacional de Tipografía, 1936), 282-283.


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a las siete, a las nueve y a medianoche53. Para su campaña de propaganda, el RCP contó con un eficaz servicio de informaciones y una compleja red de escucha de emisoras que recogían noticias favorables a uno u otro bando, que eran posteriormente mixtificadas y difundidas con una clara intención propagandística. Durante las emisiones se intercalaban himnos de la Falange Española o militares, y música española con comentarios mordaces y desmentidos a las noticias emitidas por las emisoras leales de Madrid, Barcelona y Valencia, cada cuarto de hora54. Desmentir o desacreditar las informaciones de las radios republicanas fue una de las prioridades propagandísticas del RCP. En la prensa portuguesa hay centenares de pruebas de su frenética actividad. El 22 de julio de 1936, la emisora lusa desmiente que la Academia Militar de Zaragoza hubiese sido destruida, como decía Unión Radio55. Tres días más tarde ataca al presidente de la Generalitat catalana, Lluis Companys, por tratar de tranquilizar a la sociedad catalana sobre la evolución del conflicto, argumentando que casi todas las iglesias de Barcelona, el Hotel Ritz y el Consulado de Italia habían sido incendiados56. También responde con ironía a Radio Rabat, que había informado sobre el alistamiento de un millar de portugueses en el ejército faccioso: “[...] Se de portugueses se tratasse, para combater os comunistas não seriam necessários 1000. Dezassete ou dezoito [...] chegavam perfeitamente para isso, como de costume”, ironizó el locutor del RCP57. Desmiente también que se produjesen deserciones en las filas rebeldes, de acuerdo con las noticias de Unión Radio, y contraataca manifestando que en el bando franquista se estaban alistando cientos de voluntarios58. Ante la noticia de que el director del Museo del Prado había tomado medidas de seguridad contra los bombardeos franquistas, el RCP contesta diciendo que Franco respetaba el patrimonio nacional59. Otro de los contenidos habituales del RCP era la lectura en antena de una selección de noticias y editoriales de la prensa portuguesa y española favorables a los insurgentes60. El 19 de agosto de 1936 comenta uno de los artículos publicados en el diario Abc de Sevilla por José Andrés Vázquez, cronista de la ciudad hispalense, en el que se justifica el apoyo portugués con el argumento de que estaba en juego la “bolchevización” de la península Ibérica61. Además de utilizar de manera sistemática la técnica de la desinformación, con el objetivo de crear confusión en el ejército republicano. Una semana después del golpe militar informó que el general Mola tomaría Madrid el día del Santiago Apóstol62. A principios de agosto de 1936 divulgó el rumor de que el gobierno

53 Véase cualquiera de los números de la revista Radio Nacional. 54 “Jorge Botelho Moniz”, 8. 55 “Radio Aragón”, Diário da Manhã, Lisboa, 22 de julio, 1936, 5. 56 “Os factos desmentem Companys” (editorial), Diário de Notícias, Lisboa, 25 de julio, 1936, 5. 57 “RCP”, Diário da Manhã, Lisboa, 29 de julio, 1936, 8. 58 “Las mentiras de Unión Radio”, El Alcázar, Toledo, 24 de agosto, 1936, 2. 59 “Noticias del RCP”, El Alcázar, Toledo, 2 de septiembre, 1936, 1. 60 Véanse, por ejemplo, los siguientes artículos: “A queda de Badajoz”, O Século, Lisboa, 18 de agosto, 1936, 5; “A guerra de Espanha”, O Século, Lisboa, 30 de julio, 1936, 6. Y también: “Uma referencia ao ʻfundoʼ de o noso jornal” (editorial), Diário de Notícias, Lisboa, 27 de julio, 1936, 5. O en el mismo periódico, véase la información: “As milicias comunistas continuam a cometer barbaridades em Badajoz”, 29 de julio, 1936, 5. 61 “Portugal e Espanha devem salvar a civilização ocidental da invasão bárbara do Oriente” (editorial), Diário de Notícias, Lisboa, 19 de agosto, 1936, 4. 62 “Os regimentos sublevados de Salamanca não irão atacar Madrid por se considerar desnecessário”, Diário de Notícias, Lisboa, 25 de julio, 1936, 5.

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de Madrid se estaba preparando para huir al extranjero63; y denunciaba constantemente las “contradicciones” de los comunicados oficiales que atribuían éxitos militares al gobierno leal, a los que la “speaker” española de Lisboa Marisabel de la Torre de Colomina llamaba “éxitos de papel” fabricados en el Ministerio de la Guerra de Madrid64. Por esas fechas, el CT1GL anunció como “inminente” la conquista de Málaga, que no sucumbiría hasta febrero de 1937; al tiempo que decía que dos tercios del territorio español estaban en poder de los sublevados, lo que era falso65. Todos estos comentarios y desmentidos se mezclaban con un argumento central en la propaganda del RCP: la supuesta alianza del gobierno republicano con el comunismo internacional, basado en la ayuda militar que la URSS concedió a Madrid66. En su estrategia comunicativa, el RCP emitía sin modificar ni contradecir las notas oficiales enviadas por el gobierno de Burgos67. Además, la emisora portuguesa captaba mensajes telegráficos del gobierno de Madrid, que difunde por antena68. Así lo hizo con un supuesto telegrama secreto y cifrado enviado por Indalecio Prieto, ministro de Marina y Aire, en el que daba órdenes para la compra de armamento en París a través de la embajada española69. Por si fuera poco, para irritación del gobierno de Madrid, el RCP reproducía las “charlas” que el general Queipo de Llano emitía por Radio Sevilla comentadas por Jorge Botelho Moniz70. Esta descarada intervención de la radio portuguesa en la guerra fratricida española fue atacada por las emisoras leales españolas. Algunas de ellas intentaron interferirla transmitiendo en su misma longitud de onda, pero sin demasiado éxito71.

4. La radio como trinchera: la propaganda de combate Uno de los primeros episodios en los que el RCP se utilizó como instrumento de combate, para desmoralizar al enemigo o para elevar la moral de las tropas franquistas o conseguir apoyos para éstas, fue durante la insurrección del general Manuel Goded en Barcelona, el 19 de julio de 193672. La emisora intentó entonces conseguir el apoyo popular para el oficial rebelde entre la población catalana73. Los locutores de la estación radiofónica lusa también defendieron con ahínco a los soldados facciosos atrincherados en el Cuartel de la Montaña, cerca de Madrid, donde el general Joaquín Fanjul y otros oficiales rebeldes fueron fusilados por milicias republicanas. Este suceso se usó de manera recurrente como 63 “Rádio Club Português”, Diário da Manhã, Lisboa, 5 de agosto, 1936, 1. Léase también: “O govêrno de Madrid prepara-se para fugir?”, A Voz, Lisboa, 7 de agosto, 1936, 6. 64 “Marisabel de la Torre de Colomina”, El Alcázar, Toledo, 14 de septiembre, 1936, 2. 65 “O general Mola”, Diário de Notícias, Lisboa, 29 de julio, 1936, 4. 66 “RCP”, Diário da Manhã, Lisboa, 26 de julio, 1936, 5. 67 “Radio Club Portugués”, El Alcázar, Toledo, 4 de septiembre, 1936, 3. 68 “Notícias radiofônicas”, Diário da Manhã, Lisboa, 6 de agosto, 1936, 6. 69 “Ourense saúda Queipo de Llano”, Diário de Notícias, Lisboa, 27 de julio, 1936, 4. 70 Artur Maciel, “Buenas noches, senhores!”, A Voz, Lisboa, 6 de febrero, 1938, 8. O también: “Radio Club Portugués”, El Alcázar, Toledo, 19 de agosto, 1936, 2. 71 “Radio Extremadura”, O Século, Lisboa, 17 de agosto, 1936, 5. 72 “General Manuel Goded”, Rádio Nacional, Lisboa, 28 de mayo, 1939, 15. 73 El general Manuel Goded fue capturado por el bando leal y obligado a emitir por radio un llamamiento a la rendición y entrega de las armas de los golpistas. El RCP demostró que se trataba de una acción propagandística de los “marxistas”. Léase a Hugh Thomas, La Guerra Civil de España, vol. 1 (Barcelona: Editorial Grijalbo-Mondadori, 1976), 260-261.


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leitmotiv propagandístico para atribuir a los republicanos una intención genocida contra el pueblo español. El RCP incluso llegó a emitir el sensacional testimonio de un supuesto sargento portugués del Cuerpo de Inválidos del Tercio español, presente en el famoso cuartel cuando se produjo el asalto de las milicias, que describió la “resistencia heroica” de los insurrectos frente a la feroz avalancha de los combatientes leales74. El locutor del RCP narró así el acontecimiento: “[...] Nadie olvidó ni olvidará fácilmente la espantosa tragedia que Rádio Club Portugués reveló, con toda la hediondez del genio rojo, con el fusilamiento en masa de los heroicos defensores del Cuartel, entre los que se encontraban mujeres, niños y ancianos que habían sido tan inocentes que fiaron [sic] en la palabra de los marxistas al ofrecer una rendición condicionada”75.

La versión del RCP no se corresponde con los datos aportados por la historiografía de la Guerra Civil, que sólo incluyen a soldados y falangistas entre los ejecutados en el Cuartel de la Montaña76. Sin embargo, cuando se produce el fusilamiento de centenares de republicanos en Badajoz por parte del ejército franquista entre el 13 y el 14 de agosto de 1936, la radio portuguesa no sólo obvia el asunto, sino que dirá que los habitantes de Badajoz recibieron a sus conquistadores con el grito de “¡Arriba España!”77. Incluso cuando la masacre de Badajoz ensombreció la imagen exterior del bando faccioso, el RCP llamó la atención internacional sobre la situación de numerosos niños huérfanos en aquella capital extremeña, cuyos padres habían sido asesinados por los “rojos”78. Otro de los frentes propagandísticos del CT1GL fue el Alcázar de Toledo, donde varios centenares de soldados, guardias civiles, falangistas y sus familias quedaron cercados por el ejército de Madrid. El RCP animó a los sitiados a resistir y les informó del avance de las tropas de los generales Juan Yagüe y José Enrique Varela hacia aquella posición para liberarlos79. El RCP fue la mejor fuente informativa que tuvieron los asediados a las órdenes del coronel José Moscardó. La radio portuguesa les sirvió para conocer el curso de los acontecimientos y continuar con su resistencia hasta la llegada de las esperadas tropas franquistas. Además, fue una fuente esencial para publicar, dentro de la fortaleza, el mítico periódico El Alcázar80, cuyo redactor principal era Andrés Marín Martín, encargado de recoger taquigráficamente y transcribir las noticias radiofónicas. 74 “Rádio Club Português”, Diário da Manhã, Lisboa, 26 de agosto, 1936, 5. 75 José Mendes Cabeçada, “Uma palestra do sr. José Mendes Alçada no Rádio Club Português”, Rádio Nacional, Lisboa, 28 de mayo, 1939, 15. 76 Léase, entre otros autores clásicos, a Gabriel Jackson, La República española y la Guerra Civil (1931-1939) (Barcelona: Editorial Crítica, 1990), 220. Así como a Hugh Thomas, La Guerra Civil, 269-271. 77 “Noticias del RCP”, El Alcázar, Toledo, 21 de agosto, 1936, 2. 78 “Noticias del RCP”, El Alcázar, Toledo, 16 de septiembre, 1936, 2. 79 El franquista Alberto Risco atribuye al RCP un papel protagonista en su libro de memorias La Epopeya del Alcázar. Relación histórica de los sucesos desde los comienzos del asedio hasta su liberación, 21 de julio a 28 de septiembre de 1936 (San Sebastián: Editorial Española, 1941), 89-99: Esta obra dedica un breve capítulo a contar las peripecias de los rebeldes dentro de la fortaleza mientras escuchaban con ansiedad las “fidedignas” informaciones del RCP. José Augusto Ventín Pereira reproducirá, sin alteración alguna, el testimonio de Risco en su obra citada. 80 El Alcázar, realizado en multicopista, publicó 63 números entre el 26 de julio y el 27 de septiembre de 1936, con una tirada media diaria de 600 ejemplares. Su única fuente de información era la radio, cuyas emisiones se captaban a través de un ingenioso transistor alimentado con las baterías de un camión. En un principio, sólo se podía escuchar a Unión Radio de Madrid, cuyas noticias eran desalentadoras para los sitiados. Pero pronto pudieron sintonizar otras emisoras “amigas”, Radio Milán y Rádio Club Português, que les hicieron cambiar la visión que tenían de los acontecimientos del exterior y elevaron su ánimo para continuar resistiendo.

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A través de las informaciones de El Alcázar se pueden conocer cuáles eran los contenidos de la emisora lusa en agosto y septiembre de 1936. Entre otros temas, El Alcázar dedicó un suplemento especial que reproducía íntegro el discurso pronunciado por José María Pemán el 28 de agosto en el RCP81. El prestigioso escritor franquista recuerda en su alocución la soledad de los insurgentes frente a la “agresión marxista” en los primeros momentos de lucha, si no fuera por la ayuda portuguesa, principalmente por el “latido de sangre” de la emisora de Parede82. Una de las emisiones del RCP que más elevaron la moral de los sitiados del Alcázar de Toledo fue cuando habló María Moscardó, hija del comandante que dirigía las operaciones dentro del emblemático fortín. La hija del oficial rebelde animó a su padre a continuar con su numantina resistencia, mientras la locutora española del RCP, Marisabel de la Torre de Colomina, describía a su padre como un héroe83. La campaña de propaganda de la radio lusa para liberar a los “heroicos” defensores del Alcázar se inició a mediados de agosto, cuando todas las agencias informativas creían que el Alcázar ya había sido tomado por el ejército de Madrid. Pero fue la captación de una alocución radiofónica de la líder comunista Margarita Nelken la que alertó al CT1GL sobre la continuación del asedio. Nelken acababa una de sus soflamas animando a los milicianos a conquistar el Alcázar de Toledo84. A partir de entonces, el RCP no cejó de informar sobre la resistencia rebelde en la fortaleza toledana emitiendo incluso programas especiales como “Cinco minutos dedicados aos heróis defensores de Toledo”85. El RCP mantenía contacto periódico con el Cuartel General de Franco y funcionaba como altavoz inmediato de su propaganda. Cuando, por ejemplo, el gobierno de Burgos lanza desde un avión una carta personal del caudillo español dentro de la fortaleza para animar a los sitiados a resistir, la emisora lusa aplaude este hecho y hace un encendido alegato en favor de los “heroicos defensores”. Decía entonces Marisabel de la Torre al micrófono del RCP: “¡Qué orgullo sentirán las mujeres y los hijos de estos héroes de España! Sus nombres serán aprendidos por todos los españoles, y cuando se hable de las atrocidades cometidas por los rojos como obra de compatriotas nuestros, se les contestará lanzándoles los nombres de estos héroes, que son los verdaderos españoles”86. A continuación, el RCP solicita a Franco que envíe desde Sevilla un par de aviones diarios en auxilio de los asediados87. El RCP fue el verdadero forjador del mito del Alcázar, de su leyenda. Algunos de los “héroes” contarían su experiencia a la radio lusa tras su liberación recordando el gran servicio prestado por ésta a su causa88. En un gesto de gratitud, las autoridades rebeldes otorgarían el título de “Hermana Honoraria de la Hermandad del Alcázar” a Marisabel de la Torre89. 81 Suplemento titulado “Don José María Pemán dijo a través del micrófono del Radio Club Portugués”, El Alcázar, Toledo, 29 de agosto, 1936, 1-2. 82 José María Pemán, “Discurso de José María Pemán”, El Alcázar, Toledo, número 34, 29 de agosto, 1936, 2. 83 “María Moscardó”, El Alcázar, Toledo, número 33, 28 de agosto, 1936, 1-2. 84 Leopoldo Nunes, A Guerra de Espanha. Dois meses de reportagem, 283. A partir del 4 de septiembre de 1936, el gabinete del presidente de la República española, Francisco Largo Caballero, aprobó normas de censura sobre la emisión de determinadas noticias que podían afectar la seguridad de la zona leal, como anuncios de asambleas, desfiles de columnas, salidas de convoyes, entre otros. Véase también: Alejandro Pizarroso Quintero, Historia de la propaganda (Madrid: Eudema, 1990), 384. 85 “Os defensores do Alcázar e da Academia Militar de Toledo”, Diário de Notícias, Lisboa, 22 de agosto, 1936, 1. 86 “Noticias del RCP”, El Alcázar, Toledo, 23 de agosto, 1936, 2. 87 “Noticias del RCP”, 2. 88 “RCP”, Diário de Notícias, Lisboa, 10 de octubre, 1936, 5. 89 “É eterna a gratidão dos sitiados a Rádio Club Portugués e á sua locutora espanhola, nomeada ‘Irmá honorária da Irmandade do Alcazar’”, Diário da Manhã, Lisboa, 30 de septiembre, 1936, 8.


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Hubo otros momentos importantes de la guerra en los que el Rádio Club Português trató de influir en el desenlace de los combates, como en la batalla de Bilbao. La emisora hizo una campaña para desanimar a los “rojoseparatistas” de la ciudad del Nervión ante el avance de los sublevados. Acción que repitió en Oviedo volcándose en la defensa del coronel Antonio Aranda, atrincherado en la capital asturiana. Aunque quizás la campaña más intensa fue la campaña que coincidió con la aproximación de las tropas franquistas a Madrid, a principios de noviembre de 1936. El nivel de entusiasmo y apoyo a las tropas sediciosas fue tal que, durante la noche del 15 de noviembre, cuando los franquistas ya habían conseguido apoderarse de parte de la Ciudad Universitaria madrileña, los locutores de la emisora portuguesa no abandonaron su puesto y transmitieron toda la noche sin parar para jalear a los combatientes en su lucha90. En aquellos días de “esfuerzo sobrehumano”, Jorge Botelho Moniz era relevado, en ocasiones, por el locutor portugués Álvaro Jorge. Otro episodio relevante en su función como “trinchera de combate” fue la sangrienta batalla de Teruel, entre diciembre de 1937 y febrero de 1938. Cuando los republicanos consiguieron arrebatar la ciudad a los sublevados, el RCP hizo todo lo posible para contrarrestar el valor propagandístico del éxito militar de sus enemigos. De no ser por la emisora lusa, según la revista Radio Nacional, “[...] se hubiera creado un ambiente propicio a dejar creer que los rojos eran capaces de reaccionar victoriosamente”91.

5. El anticomunismo como argumento propagandístico El CT1GL cubrió en directo y colaboró en la organización de decenas de actos de propaganda anticomunista, entre ellos el gran mitin celebrado en la plaza de toros de Lisboa el 28 de agosto de 1936, promovido por Jorge Botelho Moniz, que propició la fundación de la Legião Portuguesa92. La milicia del régimen salazarista fue creada como reacción a la guerra en España93. El director del RCP hizo propaganda a favor de la militarización de la sociedad lusa para impedir el avance del comunismo en la península Ibérica; convirtió, de hecho, la sede de la emisora en centro de alistamiento para combatir el “marxismo”94. Gracias a la propaganda del capitán Botelho, que incesantemente pedía ayuda para luchar contra los comunistas (léase republicanos) españoles, se alistaron decenas de voluntarios en los banderines de enganche de los fascistas en Portugal95. A través de la Associação de Viriatos, el RCP asumió también la tarea de ayudar a integrar a los excombatientes portugueses en la sociedad portuguesa al finalizar la guerra96. Además de las crónicas y los reportajes de la guerra, los comentarios, opiniones, o la música militar, el RCP emitió 90 “Portugal y la guerra”, 15. 91 “Portugal y la guerra”, 15. 92 Luis Nuno Rodrigues, A Legião Portuguesa. A Milícia do Estado Novo (1936-1944) (Lisboa: Editorial Estampa, 1996), 39-46. 93 “O comício anti-acomunista”, Diário da Manhã, Lisboa, 29 de agosto, 1936, 3. 94 “O grande entusiasmo pela organização da legião cívica contra o marxismo”, Diário de Notícias, Lisboa, 1 de septiembre, 1936, 5. 95 “Telegrama del Cuartel General de Salamanca a la Representación de la Junta en Lisboa”, 3 de diciembre de 1936, en Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores de España (AMAE), Madrid-España, Fondo Embajada de España en Lisboa, R-1111, exp. 5. 96 Jorge Botelho Moniz, “Carta de Jorge Botelho Moniz al Chefe do Gabinete do Ministro da Guerra”, 17 de diciembre de 1941, en Archivo Histórico Militar (AHM), Lisboa-Portugal, Fondo Guerra Civil de Espanha, 1ª división, sección 38ª, caja 57, doc. 13, f.1-2.

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programas específicos de carácter anticomunista. Entre ellos estaba “5 minutos anti-comunistas”, un espacio diseñado por el Secretariado de Propaganda Nacional del Estado Novo que se difundía en las principales emisoras de Portugal. En el programa participaban intelectuales y políticos franquistas o salazaristas que hacían proclamas anticomunistas. En el CT1GL intervinieron destacados miembros del régimen, como el Subsecretário das Corporações, José Luiz Supico97, o el diputado de la União Nacional e ingeniero Cancela de Abreu98. Pero hubo muchos intelectuales salazaristas, como el ingeniero Neves da Costa, Mário Madeira, José Guilherme de Melo e Castro, Adriano Pimenta, José Mendes Alçada, Pedro Botelho Neves, Pedro de Castro e Almeida99, entre otros. Entre todos ellos destacó José Pequito Rebelo, que pronunció una serie de conferencias contra los peligros de la ideología marxista100. En el RCP hubo espacio también para voces religiosas, como la de monseñor António Manuel da Silva Pinto e Abreu, que veía la actividad de la emisora como una cruzada. Según él, la guerra de España era un aviso divino que obligaba a los portugueses a apoyar al franquismo contra el comunismo101. A través de sus micrófonos no faltaron las proclamas anticomunistas de los portavoces de la colonia franquista en Portugal, como los aristócratas marqueses de Quintanar y de Vega de Anzo, o el ya citado José María Pemán. Este último se dirigió a las sociedades española y portuguesa con su discurso titulado “Mensaje a Portugal”, que sería publicado por cabeceras como el Diário da Manhã, A Voz, Diário de Notícias, Radio Nacional y El Alcázar102, que lo elogiaron con calificativos como “legítima glória da latinidade”103 y “uma das maiores glórias da Espanha culta”104. Pemán habló de la destrucción de España por parte de las “hordas marxistas”, que pretendían someter a ultraje al pueblo español, según su argumento105. A su vez, justifica la guerra para defender las ideas 97 José Luiz Supico, “Cinco minutos anti-comunistas”, Diário da Manhã, Lisboa, 31 de agosto, 1936, 3. José Luiz Supico decía que la Segunda República española intentaba crear un “paraíso marxista”. Con el mismo argumento volvería a intervenir en el RCP días después. Véase: José Luiz Supico, “Cinco minutos anti-comunistas”, Diário da Manhã, Lisboa, 2 de septiembre, 1936, 2. 98 Engenheiro Cancela de Abreu, “Cinco minutos anti-comunistas”, Diário da Manhã, Lisboa, 22 de agosto, 1936, 8. 99 Engenheiro Neves da Costa, “Cinco minutos anti-comunistas”, Diário da Manhã, Lisboa, 3 de septiembre, 1936, 3; Mário Madeira, “Cinco minutos anti-comunistas”, Diário da Manhã, Lisboa, 19 de agosto, 1936, 8. Véase también el número del mismo periódico del 6 de septiembre, 1936, 3; José Guilherme de Melo e Castro, “Cinco minutos anti-comunistas”, Diário da Manhã, Lisboa, 7 de septiembre, 1936, 2; Adriano Pimenta, “Cinco minutos anti-comunistas”, Diário da Manhã, Lisboa, 5 de septiembre, 1936, 3; José Mendes Alçada, “Cinco minutos anti-comunistas”, Diário da Manhã, Lisboa, 26 de agosto, 1936, 5; Pedro Botelho Neves, “Cinco minutos anti-comunistas”, Diário da Manhã, Lisboa, 26 de agosto, 1936, 3; Pedro de Castro e Almeida, “Cinco minutos anti-comunistas”, Diário da Manhã, Lisboa, 25 de agosto, 1936, 3. 100 Sus conferencias en el RCP fueron publicadas en el siguiente libro editado por el Secretariado de Propaganda Nacional, Anti-Marx (Confêrencias proferidas no Rádio-Club-Português em agôsto de 1936) (Lisboa: Edição do SPN, 1937). 101 António Manuel da Silva Pinto, “Cinco minutos anti-comunistas”, Diário da Manhã, Lisboa, 25 de agosto, 1936, 3. 102 José María Pemán, “Mensaje a Portugal”, Diário da Manhã, Lisboa, 29 de agosto, 1936, 5; “Soborozíssimo regalo espiritual”, A Voz, Lisboa, 29 de agosto, 1936, 6; “Mensaje a Portugal”, Diário de Notícias, Lisboa, 30 de agosto, 1936, 6; “Mensaje a Portugal”, Radio Nacional, Salamanca, 14 de mayo, 1939, 45; “Mensaje a Portugal”, El Alcázar, Toledo, 29 de agosto, 1936, 1. 103 Diário da Manhã, Lisboa, 29 de agosto, 1936, 5. 104 “José María Pemán”, A Voz, Lisboa, 30 de agosto, 1936, 6. 105 José María Pemán, “Mensaje a Portugal”, El Alcázar, Toledo, 29 de agosto, 1936, 1.


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del absolutismo español frente al liberalismo, reivindicando el regreso de la Santa Inquisición para purificar la “raza” española106. El RCP coordinó también diversas programaciones especiales. El 18 de julio de 1938 cedió parte de su espacio radiofónico a los franquistas con motivo de las celebraciones del segundo aniversario del golpe de Estado. Para conmemorar la fecha, el RCP invitó al embajador del gobierno de Burgos en Lisboa, Nicolás Franco (hermano del general golpista), a hablar por la emisora107. El hermano del caudillo español reconoció la dinámica y decisiva ayuda prestada por Jorge Botelho Moniz al bando rebelde108. Dentro de la política de intercambio entre el franquismo y el salazarismo, la emisora lusa realizó también una amplia cobertura sobre la estancia en Lisboa de una delegación de Falange Española invitada por la Legião Portuguesa a finales de enero de 1938, que incluyó una visita a la sede del RCP109.

6. Apoyo tecnológico y humanitario a la España franquista La alianza del RCP con el gobierno franquista fue más allá de la simple acción propagandística. La emisora lisboeta prestó una relevante ayuda técnica y logística en la reparación, el equipamiento o fabricación de los aparatos radiofónicos necesarios para la puesta en funcionamiento de emisoras al servicio de la causa insurgente. Al inicio de los combates, cuando los sectores rebeldes del norte y del sur de España todavía estaban separados, la radio portuguesa los puso en contacto a través de sus emisiones, informando a cada sector militar insurrecto sobre la situación del otro para evitar que surgiera el desconcierto o el desánimo110. Esta ayuda fue vital para que los jefes del golpe de Estado conociesen con rapidez el resultado de la sublevación en las diferentes ciudades del país para poder afrontar con garantías la conquista del territorio enemigo. El RCP, por tanto, se adelantó a la ayuda prestada por el Ente Italiano per le Audizioni Radiofoniche (EIAR) del gobierno de Mussolini y a la Reichs Rundfunk Gesellschaft (RRG) de Hitler, que colaboraron en la construcción de la Radio Nacional franquista a inicios de 1937111. Entre otras acciones de apoyo técnico, el RCP enviaría a Badajoz un equipo para reparar la emisora de onda corta de la Guardia Civil y Radio Extremadura, dañadas tras los combates con la resistencia republicana112. El equipo técnico del RCP fue recibido con honores, e incluso el director de la prisión local, Miguel Pérez Blasco, los invitó a asistir a interrogatorios de varios presos “marxistas”113. 106 José María Pemán, “Mensaje a Portugal”, 2. 107 Nicolás Franco utilizó los micrófonos del RCP en otras ocasiones. Véase, por ejemplo, Rádio Nacional, Lisboa, 29 de febrero, 1939. 108 A Voz, Lisboa, 19 de julio, 1938, 6. 109 Manuel Álvarez Toledo y Samaniego, “Telegrama del Marqués de Miraflores al Delegado de Prensa y Propaganda”, Manuel Arias Paz, Salamanca, 28 de enero de 1938, en AMAE, R-1111, exp. 6, telegrama 67. 110 “Orense saluda a Queipo de Llano”, Diário de Notícias, Lisboa, 27 de julio, 1936, 4. El comandante de Ourense informa al general Queipo de Llano, a través del RCP, que todo está bajo control. También se le informa de que Cáceres está en manos de los rebeldes. 111 Alejandro Pizarroso Quintero, Historia de la propaganda, 385. 112 “Radio Extremadura”, O Século, Lisboa, 17 de agosto, 1936, 5. 113 “Badajoz pacificada. Relato da viagem dum enviado do Rádio Club Português á capital da Estremadura espanhola”, O Século, Lisboa, 25 de agosto, 1936, 4.

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El RCP organizó también campañas de recaudación de donativos a favor del bando rebelde. Colaboró con las numerosas cuestaciones populares abiertas por instituciones de la colonia española en Portugal y el diario A Voz. Pero, principalmente, destacó por su acción de ayuda humanitaria a la España franquista. La emisora de Parede organizó varias caravanas de ayuda humanitaria para las poblaciones y los soldados del territorio dominado por Franco. Estas caravanas, bautizadas comboios-automóveis, tuvieron una enorme proyección propagandística en las sociedades portuguesa y española. En total, el RCP coordinó el envío de cinco comboios, cuatro de ellos entre octubre y diciembre de 1936, y el quinto, al finalizar la guerra. Todos se dirigieron a los alrededores del frente de Madrid, vía Badajoz, Cáceres y Talavera de la Reina. El cuarto llegó también hasta Salamanca, y el último tuvo como único objetivo Madrid, con la guerra ya acabada114. El RCP estimó en más de seis millones de pesetas el valor de todo el material transportado115. Los camiones iban cargados con todo tipo de enseres donados por los portugueses a través de diversas comisiones creadas en efecto en aldeas, pueblos y ciudades de Portugal116. Los dos primeros comboios, organizados en octubre de 1936, tuvieron un éxito más limitado que los siguientes. El comboio inaugural, dirigido personalmente por el capitán Botelho Moniz con la colaboración de los franquistas Manuel Penedones y el Marqués de Vega de Anzo, salió de Lisboa el 5 de octubre, y estaba formado por un único camión cargado, fundamentalmente, de varias toneladas de ropa117. La mayor parte del material fue desembarcado en Talavera de la Reina. El segundo convoy partió de Lisboa el 23 de octubre de 1936, compuesto por varios camiones que transportaron docenas de toneladas de materiales que incluían los siguientes artículos: cerca de 1800 camisetas, 600 calcetines, 180 bufandas, 89 pares de guantes, 45 mantas de lana, 36 sábanas y otras prendas; 300.000 cigarrillos, 6000 puros, 5000 kilos de café y azúcar, varias cajas de vino de Oporto, entre otros118. La tercera caravana de ayuda a la España franquista estaba integrada por trece vehículos pesados, que se dirigieron también hacia Talavera. En ella participaron treinta personas, con la presencia de Jorge Botelho Moniz, Álvaro Jorge, Luis Aranda y José Covelo. La mercancía reunía varias decenas de toneladas en prendas, mantas, material sanitario y víveres de toda clase. En territorio español, el comboio fue recibido en loor de multitudes119. El cuarto convoy fue el que aportó más ayuda y el que tuvo mayor impacto público entre la población portuguesa y española. Se formó una impresionante caravana compuesta por 410 camiones procedentes de todos los distritos de Portugal, que atravesó la meseta hasta Madrid y Salamanca con un cargamento de centenares de toneladas de víveres120. Este comboio-automóvel 114 Todos estos datos se han recopilado de los periódicos portugueses. Las referencias a cada una de las caravanas son citadas en el desarrollo de este epígrafe. 115 “Os comboios-automóveis del RCP”, Radio Nacional, Salamanca, 28 de mayo, 1939, 17. 116 La mayoría de los camiones empleados en las caravanas fueron cedidos al RCP por particulares y algunas empresas, tanto portuguesas como españolas. 117 “Caravana do RCP”, O Século, Lisboa, 6 de octubre, 1936, 5. 118 “Radio Club Português envia hoje para Talavera de la Reina a 2ª remessa de donativos para os feridos nacionalistas”, O Século, Lisboa, 23 de octubre, 1936, 6. 119 “Agasalhos e material sanitario para os feridos nacionalistas espanhóis”, A Voz, Lisboa, 21 de noviembre, 1936, 1. 120 La cifra es la ofrecida entonces por toda la prensa portuguesa, a la que acompañaban numerosas fotos. Véase, por ejemplo: A Voz, Lisboa, 9 de diciembre, 1936, 1.


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partió de Portugal el día 9 de diciembre, dividido en su inicio en dos sectores. Uno en el norte, con partida de Oporto y con destino a Salamanca y Madrid, y otro en el sur, con salida desde Lisboa, con paradas en Badajoz, Cáceres, Talavera de la Reina y destino final en la línea de guerra de la capital española121. En las cuestaciones colaboraron la prensa portuguesa y miembros de los organismos corporativos del Estado Novo, que difundieron manifiestos de propaganda, arrojados incluso desde aviones sobre las ciudades portuguesas. En la colecta de Oporto participaron prestigiosos intelectuales y autoridades, como el rector de la universidad o el propio alcalde de la ciudad, que contaron con la promoción pública de los principales periódicos de la ciudad, el Jornal de Notícias, el Comércio do Porto y O Primeiro de Janeiro122. El quinto y último convoy, integrado por cerca de 300 vehículos, se realizó el primero de abril de 1939, justo después de la entrada de las tropas franquistas en Madrid. Su cargamento fue donado casi exclusivamente por la colonia española, casas comerciales portuguesas y el Auxilio Social de Falange en Portugal. El jefe del comboio-automóvel era uno de los socios del RCP, el oficial de artillería Rui da Cunha, que iba acompañado en sus funciones del teniente Carlos Botelho. Para elevar el prestigio portugués, el Secretariado de Propaganda Nacional proporcionó numerosas banderas de Portugal para decorar los camiones y entregar en Madrid a diversas autoridades franquistas. Los camiones, que transportaban una media de dos toneladas de víveres cada uno, iban adornados con la frase “Expedición de Portugal al pueblo de Madrid”123. La recepción en la capital española fue multitudinaria. La caravana atravesó la ciudad en dirección a la Puerta del Sol, en medio de los aplausos de la población, que agitaba banderas portuguesas. Según el Diário da Manhã, “[...] as raparigas de Madrid saltavam aos estribos dos camiões e beijavam os seus ocupantes. Vitoriava-se sem cesar: Portugal, Franco, Espanha, Carmona e Salazar [...]”124. El convoy fue recibido en el ayuntamiento por el alcalde de la ciudad, junto al comandante encargado del abastecimiento, Ramón Castejón, y un representante del ejército franquista125. Tras la entrada en Madrid, el cronista del diario oficial del Estado Novo se lamenta de la miseria de los madrileños, mientras elogia la obra humanitaria del Generalísimo126.

Conclusiones A través del análisis de los datos que muestran las fuentes analizadas se puede concluir que el Rádio Club Português fue el gran altavoz del franquismo durante la Guerra Civil española. Gracias al apoyo de la dictadura salazarista, la emisora portuguesa desarrolló una intensa campaña de propaganda y desinformación a favor de los militares golpistas contra el gobierno democrático de la

121 Así consta en el punto 7º de la Circular nº 1 publicada por Jorge Botelho Moniz en la prensa portuguesa, dirigida a todos los participantes del convoy. Véase A Voz, Lisboa, 22 de noviembre, 1936, 6. 122 “Bando precatório”, O Século, Lisboa, 1 de diciembre, 1936, 7. En los manifiestos se apelaba a la generosidad del pueblo portugués, al que se le pedían donativos en víveres, medicamentos o dinero para el socorro de los “nacionalistas”. En el norte, los dos aviones que participaron en la distribución de los manifiestos pertenecían al Aero Club de Oporto, y sus pilotos eran Jorge Novais y Carlos Agrelos. 123 “Segue hoje para Madrid o combóio-automóvel do RCP”, Diário da Manhã, Lisboa, 1 de abril, 1939, 4. 124 “Combóio-automóvel”, Diário da Manhã, Lisboa, 5 de abril, 1939, 1. 125 “Combóio-automóvel”, 1. 126 F. P., Diário da Manhã, Lisboa, 8 de abril, 1939, 1.

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Segunda República en España. Especialmente relevantes dentro de su acción estratégica a favor del golpe de Estado del general Franco fueron la creación y difusión de una programación radiofónica específica para intentar persuadir a la opinión pública ibérica de las virtudes y bondades del fascismo español. El RCP aumentó el tiempo de emisión, incrementó la potencia de sus emisiones y utilizó a locutores franquistas, como la famosa speaker Marisabel de la Torre de Colomina. Durante la guerra de España, el RCP se transformó en la sintonía del combate contra el comunismo y las ideologías “revolucionarias”, en defensa de los valores del fascismo. Durante su “combate radiofónico”, la emisora lusa difundía rumores falsos; desmentía de forma sistemática las informaciones de las radios leales al gobierno de la II República sobre la marcha en los diferentes frentes de la guerra; programaba soflamas de apoyo a los soldados fascistas; emitía músicas e himnos militares del bando insurrecto, y charlas de diversos líderes políticos y militares portugueses y españoles que pretendían animar a las tropas franquistas en su lucha contra los que apoyaban la democracia española. El verdadero artífice de esta campaña sin cuartel librada por el RCP contra la supuesta “invasión comunista” de la península Ibérica fue el capitán del ejército portugués Jorge Botelho Moniz, que ejerció como director y locutor de la emisora durante toda la guerra. El papel del RCP no sólo fue muy relevante en la batalla propagandística contra las emisoras enemigas y el ejército republicano español, a los que atacaba utilizando un lenguaje soez y despectivo; sino que, además, prestó ayuda técnica al gobierno franquista para poner en funcionamiento o reparar estaciones radiofónicas propias en las ciudades conquistadas. En su decidida lucha contra el régimen republicano español, sus instalaciones sirvieron también como centro de alistamiento de combatientes portugueses para las tropas del general Franco, conocidos por la propaganda salazarista como “viriatos”, lo que convirtió la sede del RCP en una especie de centro de resistencia en Portugal. Y para reforzar su imagen de liderazgo en la ayuda al franquismo, el RCP organizó varias caravanas de ayuda humanitaria al bando faccioso español y decenas de eventos anticomunistas, que fueron ampliamente promocionados en su campaña contra la república española. En definitiva, la acción propagandística del RCP fue de extraordinaria importancia, tanto dentro del escenario simbólico de la batalla mediática como por su función como instrumento militar en el contexto bélico.

Bibliografía Fuentes primarias Archivos: 1. 2.

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Diário de Notícias. Lisboa, 1936. El Alcázar. Toledo, 1936. O Século. Lisboa, 1936. Rádio Nacional. Lisboa, 1939. Radio Nacional. Salamanca, 1939. Rádio Semanal. Lisboa, 1936.

Fuentes secundarias 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25.

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32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. 39. 40. 41. 42. 43. 44. 45. 46.

47. 48. 49. 50. 51. 52. 53. 54. 55.

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❧ Alberto Pena-Rodríguez Profesor titular de Historia de la Propaganda en la Universidad de Vigo (España). Licenciado y Doctor en Ciencias de la Información (con mención de Doctor Europeus) por la Universidad Complutense de Madrid (España). Ha sido profesor/investigador invitado en Harvard, California Berkeley, Brown y Coimbra, y Endowed Chair Professor de la University of Massachusetts Dartmouth. Entre sus últimos trabajos se destacan: “Los grandes héroes ibéricos. Salazar, Franco y la Guerra Civil española: prensa y propaganda”, Journal of Spanish Cultural Studies 14: 1 (2013): 36-51, y “Mensaje del verdadero Portugal. Los intelectuales portugueses, la Segunda República española y el fascismo ibérico”, Arbor. Ciencia, Pensamiento y Cultura 190: 766 (2014): 1-12. alberto@uvigo.es

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El despliegue del paternalismo industrial en la Compañía Minera e Industrial de Chile (1920-1940)❧ Hernán Venegas Valdebenito Universidad de Santiago de Chile

Diego Morales Barrientos Universidad de Santiago de Chile

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit58.2015.06

Artículo recibido: 27 de febrero de 2014/ Aprobado: 31 de julio de 2014/ Modificado: 20 de agosto de 2014

Resumen: En el marco del paternalismo industrial se analizan las estrategias de control “extensivo” desplegadas por las industrias mineras del carbón en el distrito de Lota-Coronel, en el sur de Chile. Aquí se estudian las políticas mantenidas por la Compañía Minera e Industrial de Chile para readecuar la familia obrera en la localidad de Lota Alto. Se plantea que la empresa fue eficaz en crear una cultura laboral ordenada y aséptica en la cuenca minera. Estos esfuerzos se dirigieron a disciplinar la mano de obra, y en ello se otorgó especial importancia a las mujeres, por ser las tutoras del hogar y articuladoras de los espacios de “no trabajo” del conjunto de la familia minera. Este trabajo es resultado de un detallado análisis de documentación de la propia empresa, como el periódico La Opinión y reglamentos de la vida cotidiana del pueblo minero de Lota. Palabras clave: Chile, control social, bienestar social (Thesaurus); paternalismo, minas de carbón (palabras clave del autor).

The Deployment of Industrial Paternalism in the Compañía Minera e Industrial de Chile (1920-1940) Abstract: Within the framework of industrial paternalism this article analyzes the strategies of “extensive” control applied by the coal-mining industries in the district of Lota-Coronel in southern Chile. It studies the policies maintained by the Compañía Minera e Industrial de Chile for the purpose of modifying working-class family life in the locality of Lota Alto. It shows how the company was effective in creating an orderly and aseptic work culture in the mining area. These efforts were aimed at disciplining the labor force, and women were therefore granted an especially important role as the tutors of the household and articulators of the ¨non-work” spaces within the miner’s family group. This work is the result of a detailed analysis of the company’s own records, such as the newspaper La Opinión, and regulations governing daily life in the mining town of Lota. Keywords: Chile, social control, social welfare (Thesaurus); paternalism, coal mines (author’s keywords).

A implantação do paternalismo industrial na Compañía Minera e Industrial de Chile (1920-1940) Resumo: No âmbito do paternalismo industrial, analisam-se as estratégias de controle “extensivo” implantadas pelas indústrias mineiras do carvão no distrito de Lota-Coronel, no sul do Chile. Aqui, estudam-se as políticas mantidas pela Companhia Mineira e Industrial do Chile para readaptar a família operária na região de Lota Alto. Propõe-se que a empresa foi eficaz em criar uma cultura corporativa organizada e asséptica na bacia mineira. Esses esforços foram dirigidos a disciplinar a mão de obra e, nisso, outorgou-se especial importância às mulheres por serem as tutoras do lar e as articuladoras dos espaços de “não trabalho” do conjunto da família mineira. Este trabalho é resultado de uma detalhada análise de documentação da própria empresa, como o jornal La Opinión, e regulamentos da vida cotidiana do povo mineiro de Lota. Palavras-chave: Chile, controle social, bem-estar social, paternalismo (Thesaurus); minas de carvão (autor de palavras-chave). ❧ Este trabajo forma parte del proyecto “La Minería Carbonífera. Las estrategias empresariales de bienestar y

control social 1920-1952”, financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondecyt regular No. 1120449). Los autores agradecen la colaboración de los investigadores Enzo Videla B., Eduardo Godoy S. y Oscar Peñafiel A.


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Introducción

L

os estudios sobre el paternalismo industrial han colocado su énfasis en el análisis de las dificultades de los sectores patronales para atraer, retener y fijar una cantidad de obreros suficiente para garantizar el funcionamiento de sus actividades productivas1. En este sentido, el paternalismo habría actuado como una estrategia para gestionar mercados de trabajo caracterizados por la escasez, intermitencia, indisciplina o falta de especialización laboral de los trabajadores2, lo que se constituyó en uno de los problemas más clásicos durante la larga transición del capitalismo industrial en el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, tanto en Europa Occidental como en Estados Unidos y Latinoamérica. Aunque aparentemente la gestión paternalista de la mano de obra no fue mayoritariamente utilizada por los sectores patronales, las expresiones históricas de esta forma de control social3 han remitido a una diversidad de experiencias, tal como lo ha precisado Philip Scranton4. En Chile existen también indicios suficientes para sostener que estrategias paternalistas fueron ensayadas en un amplio espectro de actividades productivas, que fueron advertidas por James Morris al sostener la recurrencia del paternalismo entre los industriales chilenos5. Esta lectura encuentra en la región carbonífera uno de los espacios en que se manifestó con mayor nitidez esta problemática. Por este motivo, su indagación empírica todavía merece la atención historiográfica, en especial porque las formas de disciplinamiento fabril, la construcción de la legitimidad empresarial y el trabajo manufacturero en Chile han sido escasamente estudiados durante la génesis y el desarrollo del sector industrial y minero, en el transcurso de la primera mitad del siglo XX. De allí que el presente artículo tenga por objeto precisar el alcance y desenvolvimiento de diversas estrategias de control empresarial desplegadas sobre la fuerza de trabajo industrial en la región de Arauco, particularmente por la Compañía Minera e Industrial de Chile, que explotó yacimientos en el distrito minero de Lota. 1 Estos problemas han sido destacados en distintos estudios dedicados al paternalismo en Inglaterra, Estados Unidos, España y Latinoamérica. En el caso de industrias textiles: Michael Huberman, “The Economic Origins of Paternalism: Lancashire Cotton Spinning in the First Half of the Nineteenth Century”, Social History 12: 2 (1987): 177-192. DOI: dx.doi.org/10.1080/03071028708567681; Mary Lethert, “Rethinking Paternalism: Power and Parochialism in a Southern Mill Village”, The Journal of American History 83: 3 (1996): 872-902. DOI: dx.doi.org/10.2307/2945643. Respecto a la siderúrgica: Michael David Snodgrass, “The Birth and Consequences of Industrial Paternalism in Monterrey, Mexico, 1890-1940”, International Labor and Working-Class History 53 (1998): 115-136. DOI: dx.doi. org/10.1017/S0147547900013697. Y en cuanto a la industria carbonífera: José Sierra Álvarez, El Obrero Soñado. Ensayo sobre el paternalismo industrial (Asturias, 1860-1917) (Madrid: Siglo XXI, 1990). 2 Una parte de ello ha sido destacada por José Sierra Álvarez, El Obrero Soñado; Jorge Muñiz Sánchez, Del pozo a casa. Genealogías del paternalismo minero contemporáneo en Asturias (Gijón: TREA, 2011), y Pablo López Calle, Del campo a la fábrica. Vida y trabajo en una colonia industrial (Madrid: Catarata, 2010). 3

El empleo conceptual del control social ofrece diversas ópticas de análisis. Dos recuentos de utilidad se encuentran en Tomás Mantecón, “Formas de disciplinamiento social, perspectiva históricas”, Revista de Historia Social y de las Mentalidades 14: 2 (2010): 263-295; y Pieter Spierenburg, “Social Control and History: An Introduction”, en Social Control in Europe 1800-2000, vol. 1, eds. Herman Roodenburg y Pieter Spierenburg (Ohio: Ohio State University, 2004), 1-21.

4 Philip Scranton, “Varieties of Paternalism: Industrial Structures and the Social Relations of Production in American Textiles”, American Quarterly 36: 2 (1984): 235-257. DOI: 10.2307/2712726. 5

James Morris, Las élites, los intelectuales y el consenso: estudio de la cuestión social y del sistema de relaciones industriales de Chile (Santiago: Editorial del Pacífico/Insora, 1967), 19.


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Desde el último tercio del siglo XIX y durante la primera mitad del siguiente, las localidades de Lota y Coronel —situadas en la actual provincia de Concepción, distante a unos 500 kilómetros al sur de la capital (Santiago)— se convirtieron en los epicentros de la extracción de carbón del país. De hecho, en los años treinta concentraban cerca del 90% de la producción de ese combustible y empleaban a más de nueve mil trabajadores, y abastecían el consumo nacional, que se distribuía mayoritariamente en el rubro del transporte naviero, ferroviario, y la producción industrial. De modo que Lota y Coronel se habrían de convertir en distritos vitales para las nuevas estrategias de desarrollo nacional que comprendieron el modelo sustitutivo de importaciones chileno6. La indagación sobre el paternalismo en la minería carbonífera en la región de Arauco ha sido reciente, por lo que el estudio de su génesis y funcionamiento todavía ofrece vacíos que impiden una mejor evaluación histórica. Como punto de partida, se ha identificado en la década de 1920 la puesta en práctica de formas de control contenidas en los incipientes programas de asistencia social de los Departamentos de Bienestar de las principales empresas carboníferas. Dichas intervenciones se habrían complementado con las reformas institucionales y laborales realizadas por el Estado con el objeto de disminuir la radicalización política de los obreros, que en el área de Arauco fue apreciable, al menos entre 1920 y 19277. Época en la que no sólo se cristalizó un importante núcleo de trabajadores organizados al amparo de la Federación Obrera de Chile (FOCh) y el Partido Comunista de Chile (PCCH), sino su capacidad para mantener prolongados conflictos laborales, en los que se destacaron la conocida Huelga Grande de 1920 y los 72 días de paralización de los obreros de Schwager (en Coronel), en el primer semestre de 19238. Sobre esta base, se busca precisar en este artículo algunas de las estrategias que diseñaron las empresas del carbón, en circunstancias que comenzaron a redefinir su intervención en el plano de las relaciones laborales y, por extensión, en los espacios sociales de sus trabajadores. A modo de hipótesis, se sostiene aquí que en la región de Arauco, particularmente en Lota, la Compañía Minera e Industrial de Chile desarrolló una lógica paternalista al reforzarla burocráticamente en la década de 1920, ampliando su impacto en la masa laboral. Según esto, la Compañía promovió el asentamiento a largo plazo de un importante núcleo de trabajadores, con la intención de intervenir los espacios de sociabilidad obrera para asegurar la provisión de un número suficiente de técnicos, empleados y cuadros de obreros calificados, necesarios para el funcionamiento de las faenas industriales, pero también de una cantidad creciente de trabajadores no calificados susceptibles de ser promovidos a tareas más especializadas. En ambos casos, el programa paternalista centraba su 6 La importancia de la industria carbonífera y de los yacimientos de Lota y de Coronel en la economía nacional puede consultarse, entre otros, en: Luis Arancibia, La región Carbonífera considerada en sus aspectos social y minero (Santiago: Imp. Gutemberg, 1921); Octavio Astorquiza y Oscar Galleguillos, Cien años del carbón de Lota: 1852-1952. Antecedentes históricos, monografía y estudios sobre el desarrollo industrial, económico y social de las minas carboníferas de Lota en su primer siglo de vida (Santiago: Zig-Zag, 1952). 7 Hernán Venegas, “Paternalismo industrial y control social. Las experiencias disciplinadoras en la minería del carbón en Chile, Lota y Coronel en la primera mitad del siglo XX”, Amérique Latine Histoire et Mémoire 28 (2014): s/p. <https://alhim.revues.org/5099>. 8 La politización de los sectores del trabajo carbonífero en las primeras décadas del siglo XX puede consultarse en una vasta bibliografía, que se inicia con los primeros historiadores marxistas, con estatus de clásicos en Chile, como Hernán Ramírez Necochea y Jorge Barría Serón. Más recientemente, la trayectoria política de los trabajadores carboníferos puede encontrarse en Sergio Grez, Historia del comunismo en Chile (Santiago: LOM, 2011), 181-193 y Marcelo Valenzuela, “La huelga ‘Grande’ del carbón en Lota, Coronel y Curanilahue de 1920”, Historia Actual Online 32 (2013): 73-89.

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acción en el propósito de fidelizar y disciplinar a los trabajadores en una perspectiva de largo plazo que permitiera la reproducción del mercado de trabajo eficiente y seguro. Para circunscribir el análisis del reforzamiento paternalista, percibido en los principales yacimientos carboníferos del país, se estudian las políticas de familiarización desarrolladas por la Compañía Minera e Industrial de Chile entre 1920 y 1940. Dicha política remite al modelamiento de la sociabilidad obrera a través del asentamiento de familias mineras, con la pretensión de facilitar una creciente moralización de acuerdo con los cánones establecidos por la dirección empresarial. De este modo, las empresas del carbón habrían conseguido un número cada vez más importante de obreros útiles económicamente y más alejados de la actividad sindical y partidista, contrarrestando así lo que fue la experiencia organizativa y radical desarrollada por los mineros carboníferos del golfo de Arauco. Teniendo en cuenta estos aspectos, en una primera sección se discutirán los elementos constitutivos del paternalismo y se analizará la importancia otorgada por los sectores patronales a la “familia” en la tarea de mejorar las condiciones de la reproducción social. Con esto, se espera evaluar el alcance de las estrategias paternalistas de familiarización. A continuación se analizan las políticas de promoción de familias nucleares seguidas por la Compañía Minera e Industrial de Chile en la localidad de Lota Alto, una pequeña villa minera controlada por la empresa, lo cual se contextualiza en un período de transición marcado por el reforzamiento y consolidación del paternalismo industrial en la región de Arauco, en circunstancias en las que había concluido el proceso de concentración de la producción en dos grandes Compañías: Minera e Industrial de Chile y Carbonífera y Fundición de Schwager9. Aunque las estrategias de familiarización cubrieron un abanico amplio de espacios y actores, el presente artículo se sustenta en el análisis de su implementación en Lota Alto. Las fuentes de empresas son de especial utilidad, y, en particular, el periódico La Opinión, porque en sus páginas el Departamento de Bienestar consignó parte significativa de sus políticas, dando a conocer bandos informativos, reglamentos y recomendaciones, y se benefició de la circulación interna que tenía el periódico en el pequeño pueblo minero. Como complemento, se ha utilizado documentación del Archivo de la Empresa Nacional del Carbón (ENACAR)10, donde se ha recopilado la documentación de las empresas del rubro que fueron estatizadas bajo la Unidad Popular en los inicios de la década de 1970. Además, se han examinado los informes de los sucesivos inspectores del trabajo que, desde la ciudad de Concepción, abordaron los problemas laborales de la Región del Carbón en la década de 192011. 9 Hernán Venegas, “Desafíos de la industria carbonífera en Chile. Intervención del sector público en la senda del Estado benefactor. 1920-1940”, Revista de Historia 8: 8 (1998): 151-173. 10 ENACAR fue una empresa estatal creada por la Corporación de Fomento de la Producción —CORFO— en 1974. En ella se reunieron los yacimientos de la antigua Compañía Carbonífera Lota-Schwager, que gestionó hasta 1970 las explotaciones de Lota, Coronel, Curanilahue y Lebu. Bajo la administración estatal, la industria experimentó un largo ocaso, dada la progresiva conversión de la matriz energética nacional —al favorecer la hidroelectricidad—, que concluyó en 1997, cuando, bajo la presidencia de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, fueron cerrados de forma definitiva los piques del golfo de Arauco, a pesar de la oposición de los obreros del carbón. Al respecto, Carlos Sandoval, De subterra a subsole. El fin de un ciclo (Santiago: Quimantú, 2011), 177-202. 11 La Inspección del Trabajo Regional se inauguró en 1921 y fue la primera dependencia regional de la Oficina del Trabajo que, liderada por Moisés Poblete desde Santiago, comenzó a intervenir crecientemente en los conflictos laborales existentes en el país. Al respecto, Juan Carlos Yáñez, La intervención social en Chile y el nacimiento de la sociedad salarial 1907-1932 (Santiago: RIL Editores, 2008).


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1. El control familiar como práctica paternalista El paternalismo industrial se encuentra en diversas modalidades, si se aprecian las diferencias entre el carácter burocrático alcanzado por grandes compañías —como en las de Alfred Krupp, en Alemania, o en las de George Pullman, en Estados Unidos— y el de aquellas Company Town dispersas en Latinoamérica o en colonias industriales, como en el caso español12. En todas estas experiencias los directores de empresa desarrollaron medios para asegurar la reproducción física de sus obreros realizando inversiones en casas y/o habitaciones, economatos, comedores, servicios médicos, de recreo y esparcimiento, diseñando y organizando espacios jerarquizados donde discurriera la sociabilidad obrera. El interés tras el esfuerzo empresarial para diseñar un espacio urbanizado vinculado a la actividad minera estuvo encaminado a regular la vida y el comportamiento de los obreros y sus familias. Para que ello ocurriera, la provisión de servicios y bienes se debía realizar en una transacción donde se reforzaba la diferencia de estatus entre el patrón y los trabajadores, estableciéndose relaciones aparentemente armónicas pero en las que, invariablemente, la figura patronal terminaba dominando13. En este sentido, el paternalismo, fundado en la provisión empresarial de obras sociales —filantrópicas y benevolentes—, constituía una estrategia refinada de control al ampliar la supervisión y vigilancia sobre la vida pública y privada de sus operarios, que incluía aspectos tan íntimos como su respectiva constitución familiar. Es aludiendo a la familia que algunos paternalismos habrían intentado asimilar la jefatura o patrón industrial con la figura de un “padre”, reforzando los lazos de lealtad y autoridad de los trabajadores con este último14. A juicio de Sennett, la estrategia era ambigua porque el propietario industrial estaba permanentemente dispuesto a desconocer sus “responsabilidades”, siendo “cualquier cosa menos líderes amantes, protectores y solidarios de sus empleados”15, al decidir arbitrariamente sobre el reclutamiento, el despido y la distribución de uno u otro servicio hacia sus obreros. Esto porque el acceso a los beneficios de la empresa sólo en parte estaba garantizado por la eficiencia productiva, pues influían de igual manera la aceptación y el cumplimiento de un comportamiento esperado por cada obrero, al establecer normativas proclives a un modelo cultural específico del “buen trabajador” basado en valores como la laboriosidad, la previsión y el ascetismo. Pero la metáfora simbólica relativa a una familia fabril conducida verticalmente por un patrón industrial encuentra en el paternalismo una concreción más específica, puesto que entre su abanico de estrategias de control, las dirigidas a promover y constituir familias obreras modelos ocuparon un lugar de privilegio. Jorge Muñiz calificó estas políticas como “estrategias de familiari12 Véase: Ángela Vergara, “Paternalismo industrial, empresa extranjera y campamentos mineros en América Latina: un esfuerzo de historia laboral y transnacional”, Avances del Cesor X: 10 (2013): 123-127. Y sobre las colonias industriales, Gracia Dorel-Ferré, “La Questió de les colònies industrials: un fenomen discutit de la història industrial de la Catalunya dels segles XIX i XX”, Butlletí de la Societat Catalana d’Estudis Històrics 14 (2003): 97-112. 13 En similar línea: Richard Sennett, La autoridad (Madrid: Alianza Editorial, 1982); Gérard Noiriel, “Du ‘patronage’ au ‘paternalisme’: la restructuration des formes de domination de la main d’oeuvre ouvrière dans l’industrie métallurgique française”, Le Mouvement Social 144 (1988): 17-35. DOI: dx.doi.org/10.2307/3778496; Haia Shapayer-Makov, “Control at the Workplace: Paternalism Reinvented in Victorian Britain”, en Social Control in Europe, 1800-2000, vol. 2, eds. Clive Emsley, Eric Johnson y Pieter Spierenburg (Ohio: Ohio State University, 2004), 70-92. 14 Richard Sennett, La autoridad, 80. 15 Richard Sennett, La autoridad, 56.

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zación”16, que ayudan a comprender un aspecto singular del paternalismo: la disposición patronal a incorporar esposas, madres e hijos en sus instalaciones y programas sociales, tal como sucedió en los pueblos mineros de Potrerillos, Sewell y Lota, en Chile17. En este sentido, los trabajadores y sus familias participaron en forma activa en una comunidad industrial paternalista cuya estructuración pretendía ser total18. La inclusión de familias en recintos fabriles entroncaba con una mirada crítica a los efectos nocivos de la urbanización y proletarización ocasionadas por las transformaciones económicas y sociales que acompañaron al primer industrialismo europeo19. Sin ser el único, Frédéric Le Play (1806-1882) —cuya lectura tuvo una importante difusión en círculos conservadores chilenos20— articuló, como reacción a ese deterioro, un programa de reformas sociales destinado a restaurar y fortalecer los lazos de familias troncales y, con ello, los principios de autoridad, respeto y jerarquías en la base social. Puesto que, según el mismo Le Play, los referentes de la autoridad tradicional como el maestro artesano y el padre de familia se habían deteriorado a lo largo de una parte importante del siglo XIX21. De acuerdo con esto, el mantenimiento de las relaciones familiares en los hogares (padre/hijo, esposo/esposa, madre/hijo) facilitaba una reproducción ordenada de la sociedad porque mitigaba el excesivo individualismo, y con esto, el pauperismo social en que habían caído importantes ciudades europeas. Le Play reflexionó sobre la necesidad de que los empleadores se preocuparan de la reproducción de sus obreros, en la medida que, como autoridades económicas intermedias (los denominó “Autoridades Sociales”), debían asumir la protección de los valores de la autoridad y el prestigio en sus subordinados, asegurando el establecimiento de relaciones armoniosas entre el capital y el trabajo, apuntando a lo que reconocía como la construcción de la paz social. Para ello, las Autoridades Sociales debían utilizar contratos regulares y con un salario estable; además, proyectó la necesidad de unificar el trabajo obrero con las actividades domésticas o rurales y, derivado de ello, la fijación de la familia en una residencia22. En todo esto, el distanciamiento de las madres e hijas del trabajo industrial y manufacturero era fundamental, o, en su defecto, era 16 Jorge Muñiz Sánchez, Del pozo a casa, 148. 17 En el caso de la industria cuprífera nacional, cabe consultar a Ángela Vergara, Legitimating Workers’ Rights: Chilean Copper Workers in the Mines of Potrerillos and El Salvador, 1917-1973 (Tesis Doctorado en Historia, University of California, 2002). Además, Thomas Klubock, Contested Communities: Class, Gender, and Politics in Chile’s El Teniente Copper Mine, 1904-1951 (Durham: Duke University Press, 1998). 18 El carácter totalizador pretendido por las industrias paternalistas en su afán de controlar a sus operarios es planteado por Gérard Noiriel, “Du ‘patronage’ au ‘paternalisme’”, 30. 19 Las discusiones sobre la disolución de la sociedad tradicional por efecto de una nueva fase del capitalismo y el impulso de la nueva economía política en el siglo XIX se encuentran en Fernando Díez, El trabajo transfigurado. Los discursos del trabajo en la primera mitad del siglo XIX (Valencia: Universitat València, 2006). 20 Juan Enrique Concha, Conferencias sobre economía social dictadas en la Universidad Católica de Santiago de Chile (Santiago: Imprenta Chile, 1918). 21 El pensamiento de Le Play sobre la familia obrera puede consultarse en: Alan Pitt, “Frédéric Le Play and the Family: Paternalism and Freedom in the French Debates of the 1870s”, French History 12: 1 (1998): 67-89. DOI: dx.doi.org/10.1093/fh/12.1.67. 22 Síntesis apretada de Frédéric Le Play, L’Organisation du travail selon la coutume des ateliers et la loi du Décalogue. Avec un précis d’observations comparées sur la distinction du bien et du mal dans le régime du travail, les causes du mal actuel et les moyens de réforme, les objectifs et les réponses, les difficultés et les solutions (Tours: Alfred Mame e Hijos, 1895), 133-167.


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necesaria su reglamentación para permitir su inclusión moderada y por breves lapsos de tiempo, tal como lo sugirieron más adelante intelectuales conservadores en Chile, entre los que se destacan especialmente Juan Enrique Concha o algunas integrantes de las primeras generaciones de asistentes sociales formadas en el país. La asociación de los preceptos de Le Play y el funcionamiento de industrias paternalistas han girado en una arista común relacionada con la necesidad de asegurar la reproducción física de las familias obreras como sustento de la armonía social. En particular, al promover lo que fue característica central del paternalismo: reunir en un espacio único fábrica y vivienda obrera. Ello podía resultar económica y políticamente conveniente, puesto que, como lo explicitó el autor francés, los hombres “encuentran en un hogar constantemente habitado por las mujeres, un encanto y un bienestar que reparan sus fuerzas físicas, templan su carácter y hacen más productivo su trabajo”23. En similar sentido se refirió Juan E. Concha, cuando manifestó: “La resignación es una virtud social que se conquista con otra virtud social, la caridad. Si no se atiende y se forma a la mujer del pueblo con esas ideas, ¿Quién podrá, dentro del hogar del pobre, suavizar al marido que viene sofocado por las ideas que oyó en el mitin, en la taberna, en la asociación de que forma parte, en el taller, en el diario, en el folleto, sino sus hijas y su mujer, que le pueden aconsejar la paz, la moderación, la resignación?”24.

De allí que las obras sociales incluidas en el paternalismo industrial tengan menos de filantropía desinteresada y altruista que de interés en intervenir en el accionar de los trabajadores, en la búsqueda constante de conseguir una fuerza de trabajo permanente y disciplinada. En tal forma, la mayor productividad y el apaciguamiento político de los obreros justificaron el progresivo interés por el desarrollo de la institución familiar en las experiencias paternalistas y, puntualmente, el fomento de una configuración de familia nuclear. Más todavía, si se considera que los trabajadores podían mantener familias extendidas como herencia de una reciente vida rural, por lo cual la intervención empresarial dirigida a reformar los lazos familiares de los obreros iba a tomar un carácter de urgencia, en la medida que las políticas de familiarización empresarial buscaban el desarraigo de las formas tradicionales de convivencia y parentesco, en provecho y proyección de una forma de vida y moral burguesas, ligadas al ámbito urbano y moderno. Esto es importante, pues para el sector patronal la inclusión de familias obreras en el dominio industrial implicaba un proyecto de largo plazo, tendiente a asegurar el reclutamiento y la transmisión de los saberes y oficios. Labor que iba a recaer en el espacio doméstico custodiado por mujeres, lo cual explica por qué razón las experiencias de paternalismo industrial desarrollaron planes específicos para moralizarlas en redes de sociabilidad abiertamente masculinizadas, apoyadas en escuelas, iglesias e instituciones de promoción de la juventud, por nombrar algunas instancias desde donde se buscó regular los tiempos y espacios de “no trabajo” de la comunidad industrial25. En dicho marco, algunas experiencias paternalistas crearon Departamentos de Bienestar y forjaron un tipo de admi-

23 Frédéric Le Play, L’Organisation du travail, 165. 24 Juan Enrique Concha, Proyecto de legislación social, 43. 25 El papel de las mujeres en experiencias paternalistas ha sido desarrollado por José Sierra Álvarez, El Obrero Soñado, 112-121; Pablo López Calle, Del campo a la fábrica, 96-100. En el caso chileno, Thomas Klubock, Contested Communities. Class, Gender, 188-220.

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nistración burocratizada26 y con un mejor dominio en la recolección de información, la gestión de recursos y la verificación de los costos de cada acción de la empresa. Estas oficinas se dedicaron a intervenir en el ámbito cotidiano de los trabajadores, permitiendo el acceso a servicios y obras sociales a los operarios que cumplieran con buenas pautas de comportamiento según el género, edad u oficio y tomaran una activa participación en las iniciativas culturales que propiciara la industria a través de sus clubes deportivos, agrupaciones filarmónicas, organizaciones de madres, Boy Scouts, concursos y premiaciones de reconocimiento. En la inauguración de dicho paternalismo cabe dimensionar las estrategias de familiarización de la Compañía Minera e Industrial de Chile, a medida que sus crecientes cuadros obreros y técnicos comenzaron a relacionarse directamente con el Departamento de Bienestar, luego de su instalación en marzo de 1922.

2. El diseño familiar como estrategia de control social en Lota Alto El creciente número de obreros implicados en la explotación carbonífera de Arauco obligó a que las Compañías de carbón emprendieran políticas paternalistas muy selectivas, interviniendo diferenciadamente el conjunto de la mano de obra minera. Así, la Compañía Minera e Industrial de Chile implementó sus principales políticas de control extensivo en Lota Alto27, lugar donde se forjó una sociabilidad laboral regulada verticalmente por las distintas secciones del Departamento de Bienestar, al establecer restricciones en el libre tránsito en sus avenidas y asignar diferenciadamente viviendas, pabellones y casinos entre sus cuadros técnicos, empleados y personal obrero. Perteneciente al Departamento administrativo de Lautaro, la ciudad de Lota tuvo un incremento demográfico de grandes proporciones en las primeras décadas del siglo XX. Pasó de 10.732 habitantes en 1907 a 16.764 en 1920 y a 25.032 diez años más tarde28. De esta población, el recinto particular de la Compañía Minera e Industrial de Chile en 1907 retenía alrededor de 6.000 habitantes, 10.00029 en 1920 y 13.472 en 1930, es decir, algo más de la mitad de la población de toda la ciudad30. Esta abultada población era posible por la convergencia junto al minero propiamente dicho de trabajadores industriales (en cerámica, ladrillos y otras actividades) y un abanico heterogéneo compuesto por mujeres y niños, quienes dieron vida a Lota Alto, recinto privado de la Compañía Minera. Con respecto a la vida familiar, la compañía procuró reglamentar el uso de sus viviendas, so pena de ser excluido de sus instalaciones. Un punto central en ello fue la supervisión de la composición de cada familia obrera, tarea señalada también por el primer inspector regional de la Oficina del Trabajo31, Heraclio Fernández, al señalar que “Se comprende que el patrón, al ofrecer habitación a 26 El paternalismo burocratizado se desarrolló en unidades productivas integradas verticalmente a fines del siglo XIX. Una revisión del concepto en: Philip Scranton, “Varieties of Paternalism”, 239-242. 27 Las políticas de control realizadas por las empresas en espacios ajenos a la producción han sido englobadas como “control extensivo” por Jean-Paul de Gaudemar, “Preliminares para una genealogía de las formas de disciplina en el proceso capitalista del trabajo”, en Espacios de poder, eds. Robert Castel et al. (Madrid: Ediciones de la Piqueta, 1981), 102. 28 Dirección General de Estadística, Resultado del X Censo de la población efectuado el 27 de Noviembre de 1930, vol. I (Santiago: Imprenta Universo, 1931), 46. 29 “La situación actual de la zona carbonífera”, El Sur, Concepción, 17 de diciembre, 1920, 7. 30 “Lota cuenta en la actualidad con 25,780 habitantes”, La Opinión, Lota Alto, 1 de diciembre, 1930, 1. 31 Véase: Juan Carlos Yáñez, La intervención social en Chile, 53-58.


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un obrero, intenta dárselas a él con su mujer y sus hijos y a lo sumo, con su madre; pero los obreros entienden que la concesión abarca toda su parentela por consanguinidad, afinidad, parentesco espiritual hasta relaciones de amistad”32. En la óptica del agente estatal y de los administradores de las compañías mineras, el hacinamiento dificultaba la subsistencia obrera y facilitaba la reproducción de prácticas “antihigiénicas y bárbaras”. Por esto, una solución del problema social y político motivado por la agudización de la protesta obrera no se limitaba sólo a mejores condiciones sanitarias y un número mayor de viviendas, sino que además readecuaba las relaciones de parentesco de los obreros. En este punto, Fernández anotaba a continuación: “Entiendo que esto no puede concluir sino mediante una reglamentación adecuada y cumplida con severidad, haciéndole comprender al obrero, desde el primer momento que el techo que se les da es únicamente para su familia […], o sea, su mujer, sus hijas y, a lo sumo, la madre, si está anciana y desvalida”33. Este plan de reacomodo de la estructura familiar y de las condiciones de uso de las viviendas obreras debía asumirlo directamente la figura patronal implementando un sistema de control que permitiera disminuir tanto como fuera posible las prácticas sociales de reminiscencia agraria, como ocurría en el poblado minero de Puchoco de Schwager, donde existían viviendas donde habitaban “alrededor de 10 personas, no contándose los animales que viven entre los obreros y sus familias”34. A contrapelo de esto, las empresas carboníferas promoverían familias obreras nucleares fundadas en un jefe de hogar y su descendencia inmediata colocando en el horizonte el hogar y a la mujer minera en el centro de la sociabilidad cotidiana de sus operarios. En efecto, las Compañías carboníferas, desde la década de 1920, buscaron irradiar activamente un tipo especial de convivencia y sociabilidad obreras sobre la base de una redefinición del conjunto de las relaciones familiares de sus trabajadores. Así, en Lota Alto el Departamento de Bienestar se permitió observar un tipo específico de mujer como síntesis de las “familias modelo” que promovería y reconocería a la mujer en calidad de dueña de casa y jefa del hogar minero. Como medio de circulación interno de Lota Alto, el periódico La Opinión difundió las distintas actividades y regalías entregadas por la empresa a la comunidad lotina así como los resultados mensuales del concurso de “Casas aseadas” y “Adorno de balcones” que se desarrollaba entre los residentes obreros de Lota Alto35. Con estas últimas premiaciones, el Departamento de Bienestar reconocía a los obreros que guardaban un buen cuidado de las viviendas, mediante un examen de su orden y limpieza36. La visitadora 32 “La voz del Gobierno ante la verdad de la vida en las minas”, La Rejión Minera, Coronel, 23 de febrero, 1922, 5. 33 “La voz del Gobierno”, 5. 34 “La voz de los mineros”, La Jornada, Coronel, 25 de diciembre, 1920, 1. 35 La Opinión fue el periódico oficial de la Compañía Minera e Industrial de Chile entre 1924 y 1975. Se editaba en las oficinas del Departamento de Bienestar tres veces por semana en un inicio, y de forma mensual a partir de los años cuarenta. En sus páginas se dio especial cobertura a las acciones de la compañía y el acontecer local, en detrimento de noticias nacionales e internacionales, con excepción de las crisis económicas y la agitación política “extranjeras”. 36 El Departamento de Bienestar de Lota estuvo constituido por las siguientes secciones: Contratación de obreros; Habitaciones y servicios anexos; Servicio social; Aprovisionamiento; Servicio Médico, Sanidad e Higiene; Escuela, Publicaciones, Biblioteca; Sociabilidad, Deportes y Distracciones; Previsión Social y Accidentes del Trabajo. Es decir, todas las dimensiones en que se podía desplegar la vida de los trabajadores, incluidos los planos relacionados con el trabajo y su tiempo de ocio o recreacional. Sus actividades y funciones en: Octavio Astorquiza y Oscar Galleguillos, Cien años del carbón de Lota, 209-229; María Angélica Illanes, “Ella en Lota-Coronel: poder y domesticación. El primer servicio social industrial de América Latina”, Mapocho 49 (2001): 141-148; Hernán Venegas, “Paternalismo industrial y control social”, 9-10.

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social perteneciente a dicho departamento inspeccionaba periódicamente la población, de lo cual un grupo familiar podía conseguir un estímulo en dinero de 30, 20, 15 o 10 pesos, en circunstancias en las que el salario medio de un minero fluctuaba entre 6 y 8 pesos diarios. Sólo cuando la familia obtenía una buena apreciación de la visitadora, y el jefe de hogar acreditaba una ejemplar asistencia al trabajo, el Departamento del Bienestar entregaba un premio “extraordinario”, consistente en una cocina económica, escritorio o máquina de coser. Ante esta situación, los beneficiados podían regocijarse socialmente de una fotografía familiar en la sección “casa modelo” del periódico La Opinión, un registro que se sumaba a la prolija hoja de vida o “prontuario” de cada trabajador. Más allá de los premios como reconocimiento al buen comportamiento de una familia obrera, su seguimiento permite inferir algunos patrones de la política de asistencia social creada por la empresa carbonífera, puesto que con la indicación de los premios en La Opinión se anotarían sistemáticamente los nombres, cantidad de hijos, trabajo y faena en que se desempeñaba cada jefe de hogar destacado, antecedentes válidos para aproximarse a un perfil estable de la familia obrera idealizada por la industria (ver la tabla 1). Tabla 1. Premios otorgados por la Compañía Minera e Industrial de Chile: 1924-1934

Obreros

Jefa de hogar

406

Esposa/ pareja

41

Madre

8

Otro familiar

Grupos familiares 356 parejas con hijos (88%) 43 parejas sin hijos (10%) 7 parejas con otro familiar (2%) 29 hogares con otros hermanos (71%) 12 hogares sin otro familiar (29%) 4 hijas (50%) 4 hermanas (50%)

Fuente: elaboración propia con base en La Opinión, Lota Alto, 1924-1934.

Éste era un modelo preestablecido de familia destinado a limitar la permanencia de extraños y de familias obreras extendidas, razón por la cual el arribo como morador definitivo en Lota Alto suponía sortear una prolija entrevista con la asistente social dirigida a resguardar la selectividad de los trabajadores favorecidos por el hecho de residir entre los pabellones de la Compañía. Verdadero privilegio a la luz de las lúgubres apreciaciones que hicieron diversos observadores de la realidad carbonífera, en especial de Lota Bajo, una parte de la ciudad que no era controlada por la empresa y donde se ubicaban de manera precaria los trabajadores que no habían sido directamente cubiertos por alguna de sus “obras sociales”, espacios propicios para el desarrollo de actividades que trataban de escapar del control empresarial y que “fomentaban la disolución social”37. El control de los residentes en cada familia minera era vital para mantener el privilegio de habitar gratuitamente alguno de los pabellones construidos en Lota Alto. No por casualidad, el Departa37 A lo largo del período 1910-1940 se publicó una serie de informes que confirmaron las deficientes condiciones de alojamiento en el sector de Lota Bajo. Uno de excepcional riqueza fue emitido por el general de Ejército Jorge Berguño Meneses, en calidad de enviado especial del Presidente de la República. Este último fue publicado en el diario regional. “El informe del general Sr. Jorge Berguño M.”, El Sur, Concepción, 24 de agosto, 1941, 7-8.


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mento de Bienestar, a través de la Sección Habitaciones y Servicios Anexos, se tomó la molestia de censar periódicamente a la población, y, así, corroborar el grado de cumplimiento estricto de los reglamentos. Según ellos, cada familia debía cumplir la normativa sobre las “condiciones de uso de las viviendas”, que indicaba: “Sólo podrán residir en la casa las personas autorizadas, las cuales estarán anotadas en el Censo que se lleva en la Oficina del Bienestar”, y que agregaba a continuación que “Todo cambio, por nacimiento, muerte, persona extraña, etc., deberá avisarse a esta oficina”38. La tarea de supervisar esta disposición quedaba bajo la potestad inmediata del Inspector de Población, quien además cuidaba del mantenimiento que debía tener cada vivienda y patio, así como de hacer cumplir restricciones dirigidas a prohibir negocios particulares en ellas. En caso contrario, el reglamento advertía en un tono poco amable a quienes osaran transgredir sus disposiciones, estipulando que “El que no pueda o no quiera cumplir ese reglamento deberá entregar la casa, para destinarla a otra familia que esté dispuesta a cumplir fielmente esas obligaciones”39. De tal modo, la Compañía minera de Lota estuvo preocupada por igual de la construcción de viviendas y las formas concretas en que iban a ser usadas por sus trabajadores, y estableció como condición prioritaria la presencia de un hogar nuclear. Con ello esperaba propiciar una política de control sobre los trabajadores, porque un obrero “familiarizado” “sería mucho más remiso a cambiar de domicilio y de empresa”40, estabilizándolo como fuerza de trabajo e individualizándolo de relaciones de compromiso y lealtad distintos al dominio de sus respectivas unidades familiares y ligadas a redes de sociabilidad ajenas a la empresa. Pero, ¿por qué la presencia de la mujer fue valorada en cada residencia?, y, en el mismo sentido, ¿cuál era el papel social que debía desempeñar como tutora del hogar minero en la perspectiva asumida por la Compañía Minera e Industrial de Chile? Al respecto, el sociólogo Pablo López ha sostenido que en la tarea de producir un obrero modelo, la mujer era fundamental al liderar el “trabajo de la reproducción”, y, como tal, también estaría sujeta a una suerte de racionalización41. Precisamente, éste sería uno de los focos de atención del Departamento de Bienestar, según se infiere del sistemático material proporcionado por La Opinión, su órgano de difusión desde agosto de 1924. En sus páginas, el periódico instalaría un horizonte utópico, dotando de contenido específico al hogar minero, señalando el papel que en su interior le cabía asumir a la mujer dueña de casa, marcado por una doble preocupación de moralización e higiene en su accionar orientador de los miembros de su familia. Respecto al “hogar modelo”, la clave estaba en que todos sus miembros se responsabilizaran en distintas funciones. Hablándoles a los alumnos de una escuela en Lota 38 Departamento de Bienestar, “Cuidado de las casas que la Compañía concede gratuitamente a su personal”, La Opinión, Lota Alto, 1 de diciembre, 1931, 3. Negrita en el original. 39 Departamento de Bienestar, “Cuidado de las casas”, 3. El Departamento de Bienestar se ocupó de normar el comportamiento de las familias obreras en Lota Alto introduciendo cláusulas específicas en los reglamentos sobre las condiciones de uso de las viviendas cedidas excepcional y arbitrariamente por la Compañía minera en Lota Alto. Así, el Reglamento de Régimen Interno (1934), tras exponer las condiciones de contratación, pago, faltas y multas, aclaraba bajo el acápite “prescripciones de orden, higiene y seguridad” las obligaciones —y no los derechos— que cada obrero debía mantener mientras habitaba las Casas de la Población Particular, nombre sugerente para remarcar una cesión graciosa y transitoria, sujeta a la utilidad económica y productiva de alguno de los miembros del hogar minero. Algo que también afectó a los empleados y personal administrativo residente en Lota Alto, quienes, no obstante algunas ventajas económicas obtenidas sobre el sector obrero, debían tener igual cuidado y apego a un acabado Reglamento de Régimen Interno para Empleados (1934) en lo referente al uso y goce de viviendas “particulares”. 40 Jorge Muñiz Sánchez, Del pozo a casa, 148. 41 Pablo López Calle, Del campo a la fábrica, 79.

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Alto, la primera asistente social del Departamento de Bienestar, Berta de Abadie, señalaría que, en el verdadero hogar: “El padre trabaja para tener cómo mantener el hogar. La madre se preocupa de la buena alimentación y aseo de todos los de su hogar, con todo cariño. Los hijos son obedientes y cariñosos con sus padres [mientras] los hermanos deben ayudarse con amor en todo momento”42. En esta visión, era la mujer quien gestionaba a diario el funcionamiento del hogar como espacio de reunión familiar. Por eso, las tareas y los deberes de la dueña de casa comprometieron un acabado decálogo de labores domésticas en La Opinión43, que abarcaba la cocina, el orden y limpieza de la vivienda. Sin embargo, su trabajo como tutora del hogar debía acompañarse de actitudes: “[…] sus sentimientos de dignidad y honor, esforcémonos porque adquiera el buen gusto de adorar su casa, enseñémosle el manejo correcto de ella, inculquémosle el espíritu de orden, economía y previsión e instruyámosla en ese conjunto de prácticas de urbanidad que hacen de cada obrera una esposa respetuosa, afable, atenta y cariñosa”44. De tal forma, el Departamento de Bienestar se proponía transformar y modelar los fueros más íntimos de las dueñas de casa, planteándose una redefinición psicológica, pues no sólo eran las encargadas de proporcionar un espacio físico ordenado, sino también de crear un “ambiente” familiar confortable y armónico. En esa dirección, La Opinión instalaría como medida adecuada de la labor doméstica femenina un exigente modelo: “¡Ah, si nosotras supiéramos sonreír y ser amables cuando el marido y los niños realmente lo necesitan! ¡Si en vez de ser tan afanosas de muebles y adornos lo fuéramos más de nuestro carácter, para hacer de él la música que amenizara a un hogar social! Los gritos, las palabras duras, las voces airadas no son nada más que turbadores de la paz familiar. Ni los niños, ni siquiera las sirvientes necesitan de estas maneras. El tono suave pero enérgico es el que hace más precisa la autoridad de la dueña de casa”45.

Las labores domésticas femeninas se fundaban en un papel receptivo y contenedor de los potenciales problemas que ofrecía al obrero su trabajo en la mina, mientras a éste se le recomendaba la “destrucción” de toda “preocupación y todo desorden en cuanto apareciese en el hogar”46. Sólo una vez afianzadas dichas relaciones de cordialidad en el seno del hogar minero, sus miembros podrían recluirse y encapsularse con éxito en la esfera íntima de sus familias, quedando ajenos al conflicto social, al acontecer político regional y nacional. Así, en La Opinión se establecería una visión idílica de una familia, donde “después de las tareas de trabajo de los hombres, y estudiantiles de los niños, es la hora de reunión de la familia, empezando por la comida. Con el mismo cuidado con que disponemos la casa para recibir visitas, dispongámosla y dispongámonos nosotras para esta hora. Debe ser una hora de dulce y santa intimidad”47. La alimentación fue un eje central de la vida familiar y una dimensión impostergable de la labor femenina, que fue asistida desde diciembre de 1928 por la sección Economía Doméstica de La Opinión, desde donde se reprodujeron innumerables recetas culinarias de pescado, carne, legumbre, 42 Berta de Abadie, “Ecos de la celebración de la semana del niño”, La Opinión, Lota Alto, 1 de junio, 1928, 3. 43 Referencias sobre la mujer en la región minera en Consuelo Figueroa, Revelación del subsole. Las mujeres en la sociedad minera del carbón, 1900-1930 (Santiago: ICSO/Centro de Investigaciones Barros Arana, 2009). 44 “La felicidad del hogar modesto”, La Opinión, Lota Alto, 19 de julio, 1925, 7. 45 “Hogar”, La Opinión, Lota Alto, 15 de noviembre, 1926, 3. 46 “Decálogo del padre”, La Opinión, Lota Alto, 15 de enero, 1931, 8. 47 “Hogar”, La Opinión, Lota Alto, 15 de septiembre, 1926, 1.


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pasta, arroz, verdura y condimentos, con los cuales preparar estofados, cazuelas, guisos o tortillas sin afectar el presupuesto familiar. En efecto, para que esa hora de “dulce y santa intimidad” fuera posible, la dueña de casa debía ajustar sus expectativas con las posibilidades económicas de su hogar, en coincidencia con los valores del ahorro y previsión, temáticas cruciales para quienes estaban llamadas a gestionar la economía de sus familias al ser las encargadas de “que se reciba la mayor suma de bienestar con el menor gasto posible”48, pues existía el convencimiento de que era posible “Vivir en forma decorosa y económicamente desahogada, cuando se cuenta con pocos recursos”49. Por lo cual se sostuvo en sucesivas ocasiones que: “La cuestión económica se resuelve [...] gastando lo necesario para la vida al presente y economizando lo posible para el futuro. En consecuencia, la base de la economía en el hogar está en el ahorro. Por esta razón, todos los padres deben, sacrificando gastos superfluos [alcohol, por ejemplo], formar a medida de sus recursos un fondo de Ahorro que les sirva para subvenir los gastos imprevistos”50.

Así, la dueña de casa no sólo podía guiarse por las distintas recetas económicas, sino también comprometiéndose en el uso productivo de sus tiempos libres, por ejemplo, en la compostura del vestuario de sus hijos, la reparación doméstica del calzado o las tareas de mayor complejidad como “fabricarse un sillón con respaldo y brazos, todo tapizado” con la ayuda de su marido. Esto era clave “para que cuando llegue el trabajador cansado, después de lavarse o bañarse, pueda descansar cómodamente”51. Pero además una mujer podía ocupar su tiempo en la construcción de cunas para los recién nacidos —operación que se podía aprender en una de las escuelas de la empresa— o, dependiendo de la estación del año, en un paseo familiar a zonas campestres para conseguir yerbas útiles ante futuros malestares estomacales o de otro tipo. Es en ese marco que cabe destacar los artículos utilizados por la Compañía como “premios extraordinarios” para familias de Lota Alto: cocinas “económicas”, y todavía más indicativo, modernas “máquinas de coser”. De tal forma, la preocupación empresarial, luego de propiciar una composición específica del hogar obrero, apuntó a influir en dos dimensiones de la vida familiar: la gestión del presupuesto y el uso adecuado del tiempo “libre” y de descanso de los trabajadores y sus familias. En ambos, las dueñas de casas debían esmerarse, pues “Para llevar debidamente el nombre de madre, hay que saber comprender toda la responsabilidad que se tiene”52, según expuso la asistente social Berta de Abadie ante un auditorio femenino de la Escuela “Isidora Cousiño”. De modo que debían asumir a cabalidad su papel protector del hogar minero, ya que “Una habitación en cuyo aseo diario no se haya dejado un solo rincón ni mueble olvidado: pisos, cielos, paredes, puertas, ventanas, catres, sillas, etc., junto con acusar una dueña de casa hacendosa, cuidadosa y ordenada, constituye uno de los atractivos más poderosos que inclinan al hombre a amar y respetar su hogar”53. A partir de ello, se visualiza que la Compañía convertiría a la mujer dueña de casa en la articuladora de un espacio doméstico atractivo para sus esposos e hijos. Por lo cual, cada uno de los 455 48 “Obligaciones de la mujer”, La Opinión, Lota Alto, 7 de junio, 1925, 2. 49 “La felicidad del hogar modesto”, La Opinión, Lota Alto, 19 de julio, 1925, 7. 50 “Para los padres en el hogar”, La Opinión, Lota Alto, 15 de octubre, 1928, 1. 51 “Arreglo de la habitación”, La Opinión, Lota Alto, 15 de febrero, 1929, 1. 52 “La escuela ‘Isidora Cousiño’ del Establecimiento de Lota, celebró dignamente la semana de la madre”, La Opinión, Lota Alto, 1 de noviembre, 1929, 4. 53 “Aseo de habitaciones”, La Opinión, Lota Alto, 1 de febrero, 1927, 2.

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hogares premiados entre 1924 y 1934 y las otras familias asentadas selectivamente en el recinto de Lota Alto podrían interpretarse como células sociales reguladas y supervisadas por la Compañía, pues su reproducción física estuvo atendida en las más vastas aristas por alguna de las reparticiones de su Departamento de Bienestar. A través de tales hogares, organizados en forma armónica y estable por una dueña de casa, se intentaría limitar la participación de los obreros en relaciones y espacios de sociabilidad que suponían una amenaza al control efectuado por la industria, vinculados a la taberna, el alcohol, las apuestas, los sindicatos y partidos políticos. Con esta finalidad apoyó a las dueñas de casa, otorgando premios como los analizados con anterioridad —de “aseo” y “limpieza”—, y estrechó sus lazos con organizaciones que, como el Centro Femenino “Patria y Hogar”54, desarrollaban clases nocturnas de cocina, presupuesto y charlas educativas, un abanico de jornadas culturales destinado a inmiscuirse en el papel asumido por la dueña de casa en el hogar minero, con la tarea de convertir al espacio doméstico en el centro de la sociabilidad obrera.

3. Familia, trabajadores y reproducción del oficio La multiplicación ordenada de espacios domésticos en Lota Alto y la intervención activa de la Compañía carbonífera sobre un tipo específico de dueña de casa adquirieron importancia no sólo en las tareas inmediatas tendientes a regular el comportamiento de la vida minera, sino en objetivos de más largo plazo al propiciar una reproducción estable de la fuerza de trabajo. En la minería del carbón, la familiarización del trabajo, esto es, la propensión a mantener entre padres e hijos los puestos de trabajo, tiene antecedentes decimonónicos. Lo inhóspito y las duras condiciones laborales derivadas del carácter fronterizo de la región de Arauco hasta finales del siglo XIX explican que sean comunes referencias sobre antiguas familias dedicadas al trabajo carbonífero. Así, El Minero, en una época tardía como 1924, se permitía reconocer en la sección “nuestros veteranos” a familias con largas trayectorias en la zona, tal como ocurrió con Pedro Gatica Inostroza, que se desempeñó en distintos piques de Schwager entre 1859 y 191255. Igualmente ilustrativo fue el caso de Sebastián Espinoza Fernández, nacido en 1851 y con más de cincuenta años en Schwager; tuvo ocho hijos, seis de los cuales trabajaban en 1924 en la misma Compañía56. Sin embargo, la familiarización del trabajo fue cambiando de grado y naturaleza, a medida que avanzó el siglo XX. La Compañía se preocupó de la crianza adecuada de los niños, porque en la calidad de sus primeras experiencias cifraba su futuro comportamiento como madres u obreros. Motivo por el cual mantuvo diversas instituciones de carácter social, como la Gota de Leche, escuelas “Carlos Cousiño” e “Isidora Cousiño” —con una asociación interior llamada “Liga de madrecitas”—, brigadas de Boy Scouts y otras asociaciones intermedias. No obstante, estas insti54 Este Centro tuvo importante cobertura mediática desde su fundación, el 22 de febrero de 1925, pues entre sus tareas se propuso: “1º Hacer activa propaganda a favor del orden social y del adelanto general del pueblo mediante conferencias y reuniones instructivas; 2º Fundación de una Biblioteca que disponga de revistas y obras de interés para los hogares; […] 4º Cooperar al correcto funcionamiento de los servicios de Maternidad, Sala de Mujeres y Sala de niños que instale la Compañía Minera e Industrial de Chile en el Hospital y por las cuales merece la gratitud de las familias […]; 5º Solicitar de la Compañía la creación de una Escuela Elemental en el barrio del Chiflón”. Cita de “Un nuevo progreso para la sociabilidad femenina de Lota”, La Opinión, Lota Alto, 1 de marzo, 1925, 4. Ver también María Angélica Illanes, “Ella en Lota-Coronel”, 146. 55 Carlos Valenzuela, “Nuestros veteranos”, El Minero, Coronel, 3 de febrero, 1924, 1. 56 J. E. de la R., “Nuestros veteranos”, El Minero, Coronel, 10 de febrero, 1924, 1.


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tuciones no podían reemplazar las bondades del hogar, por lo que desde La Opinión se cuidó de perfilar cuáles podían ser las mejores acciones que los padres debían realizar con sus niños, y más específicamente la madre, porque condicionaría la ruta —buena o mala— de sus respectivos descendientes al ser “la modeladora del carácter de sus hijos”57. De allí que se interrogara sobre “¿Qué son los fracasados, sino niños grandes, mal criados, que nunca se acostumbraron a hacer nada difícil, a quienes no se enseñó hábitos de economía o de industria?”58. De acuerdo a ello, propiciar un hogar y fortalecerlo en sus lazos más íntimos estaban en directa relación con la búsqueda de futuros obreros modelos, lo cual comenzaba en las primeras etapas de crecimiento. Una preocupación por la vida de los infantes que se inscribía en un contexto donde existían magras expectativas de vida, dados los riesgos de enfermedades. De allí que el Departamento de Bienestar divulgara un comunicado con dieciocho recomendaciones sobre cómo conservar sano a un recién nacido, promoviendo la alimentación materna por nueve meses; el cuidado en los cambios de temperatura sufridos por los bebés; la necesidad de acudir al doctor de la Compañía, y prestar atención a los llantos, porque “la guagua no siempre llora de hambre”59. Superada la etapa inicial de vida, la madre era la primera instructora y el modelo de sus hijas, y reproducía su propio papel social. Para ello, desde pequeña debía aprender “el arte de escuchar con paciencia; habla sin encolerizarte”, y, de manera similar, aconsejó a las madres convocándolas a acostumbrarse “a ver en tu casa la mejor de las residencias”. Terminaba este decálogo con una afirmación terminante, al sentenciar: “la que no es buena amiga, no será buena esposa, y la que no es buena hija, no será buena madre”60. A partir de esto, la escuela “Isidora Cousiño” podría encauzar con mayor facilidad a las futuras esposas y madres, al completar la instrucción en habilidades —de cocina o presupuesto—, valores —como el equilibrio y ponderación— y comportamientos necesarios para el mantenimiento de los hogares obreros. Importancia similar asumiría el padre, pues para las Compañías su relación con los hijos justificaba buena parte de las estrategias de familiarización desarrolladas desde los años veinte, al asegurar la transmisión de los oficios mineros. En este sentido, no parece casual que los comentados premios de “casas aseadas”, “balcones adornados” y “extraordinarios” se hayan distribuido desigualmente entre los distintos oficios mineros, favoreciendo de modo especial a un segmento crucial de la explotación carbonífera, como los barreteros, obreros que alcanzaban salarios elevados y formados tras largos años de trabajo en el fondo de los piques. En efecto, contabilizados 455 premios entre 1924 y 1934, los barreteros consiguieron 112 (25%), razón por la cual su concesión no sólo dependía de la conformación de una familiar nuclear —padres e hijos— y un prototipo de dueña de casa, sino que, en lo posible, abarcaba a mineros propiamente dichos y, en especial, a trabajadores de mayor especialización, seguidos a distancia por oficios de menor valía (y salario) como el de apir, oficio que obtuvo sólo 38 premios (8%) en una década61. 57 Arbe, “Orden y economía en nuestro hogar”, La Opinión, Lota Alto, 1 de octubre, 1932, 7. 58 “Los derechos del hijo”, La Opinión, Lota Alto, 15 de junio, 1928, 1. 59 “¿Quiere usted que su guagua se conserve sana?”, La Opinión, Lota Alto, 15 de octubre, 1928, 2. 60 Citas en: “Para las hijas de familia”, La Opinión, Lota Alto, 5 de abril, 1925, 1. 61 La noción apir corresponde, dentro de la clasificación de oficios de la minería del carbón, a uno de escasa cualificación y relacionado con tareas de transporte de materiales, rocas y minerales al exterior o superficie de una explotación. Si en el siglo XIX el apir fue la base del movimiento interior de cada mina, durante el siglo XX su tarea se fue complejizando al ser asistido por correas transportadoras, transporte mecanizado y eléctrico.

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La importancia de la experiencia laboral como motor de los trabajos en la minería del carbón lotino explica que la Compañía promoviera abiertamente “la permanencia de los miembros de las familias obreras en su propia localidad”62, pues así el padre, en la práctica, podía prefigurar la vida laboral de su hijo. Esto porque podía transmitirle conocimientos y ofreciendo mayores oportunidades a un operario nuevo de encontrar un preciado puesto de trabajo en algún pique de Lota o de Coronel. Al respecto, la trayectoria de la familia Torres, aunque extemporánea respecto al análisis desarrollado, invita a situar en perspectiva parte del problema familiar que significaba la transmisión de las experiencias laborales. A través de una carta privada, el Jefe del Pique Grande intercedió ante el Jefe del Departamento de Bienestar a favor de Fermín Torres Olate para que “se envíe a esta mina al hijo” pues, a juicio de su padre, “está listo en esa repartición para ser designado”. Para esa época, Fermín Torres Fierro, el joven minero, a sus 18 años no comenzaba su trayectoria laboral en el vacío. Su padre, de 75 años en 1955, había trabajado por más de cincuenta en Lota y estaba “pronto a retirarse”63. Pero además de trabajo, la familia había usufructuado algunos servicios sociales de la Compañía, como la vivienda y ración de carbón para el hogar. El propio Torres Fierro había nacido en Lota Alto en noviembre de 1937, como primero de otros tres hermanos, Juana (15 años), Sergio (8) y Pedro (7), quienes con Rosa Ester Fierro tuvieron como residencia el Pabellón 29, casa 3, en el pueblo de la Compañía minera. Cuando se alistaba el retiro de Torres Olate, el Jefe del Pique Grande estuvo atento a reclutar al hijo mayor de la familia, que, siendo soltero y apto médicamente para comenzar su trabajo como minero, se transformó en heredero laboral de su padre. Por lo mismo, el 3 de noviembre de 1955, Torres Fierro firmó su primer contrato para trabajar como apir en el Pique Grande, con un salario de $368 por jornada regular de ocho horas. Según lo estudiado, se puede plantear que lo sucedido con Torres Fierro es ante todo un punto de llegada, en lo que a estrategias de reclutamiento laboral se refiere, pues la Compañía Carbonífera e Industrial de Lota (1934-1964) gestionó en aquella dirección parte central de sus políticas de intervención social desde que, en la década de 1920, su Departamento de Bienestar arremetiera en un planteo sistemático de asentamiento de familias nucleares en el mundo obrero, dentro de la villa minera de Lota Alto, lugar donde concentró importantes inversiones en viviendas e instituciones sociales para el conjunto de la familia.

Conclusiones La experiencia de la minería del carbón en Chile ofrece uno de los escenarios laborales más importantes de la primera mitad del siglo XX para estudiar el ensayo de formas de control extensivo en tareas industriales. El paternalismo burocratizado instalado por la mayor compañía de carbón permite reconocer un amplio repertorio de estrategias, entre las cuales la intervención del hogar y la familia aparecen como piedras angulares. Dichos esfuerzos no habrían sido exclusivos en la minería carbonífera, si se sigue el cuidado trabajo de Thomas Klubock sobre El Teniente, donde la Braden Company Copper implementó un modelo avanzado de intervención desde 1916 al crear un Departamento de Bienestar para supervisar la sociabilidad de obreros cupríferos, esposas 62 Un viejo lotino, “La tradición profesional”, La Opinión, Lota Alto, 1 de octubre, 1934, 1. 63 “Carta Privada al Jefe de Departamento de Bienestar”, Lota, 26 de octubre de 1955, en Archivo Empresa Nacional del Carbón (ENACAR), Lota-Chile, Sección Departamento de Bienestar Social, Fondo Prontuarios del personal, núm. 27, s/f.


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e hijos, sobre la base de una política sistemática de “domesticación” de la clase obrera, e interferir en una intensa red de clubes sociales que ayudaron a establecer un prototipo de familia “moderna”, dirigida por una indiscutida autoridad patriarcal64. El afán de controlar los espacios fuera de las labores productivas propiamente tales tuvo en la mujer y la familia los principales aliados empresariales. Esta alianza implícita aseguró a las compañías un poderoso instrumento de domesticación y disciplinamiento obrero. La mujer no sólo fue artífice de la vida familiar, sino una activa contenedora de los desbordes morales de los jefes de familia. Así, en la visión de los órganos de difusión de la Compañía, la mujer estuvo llamada a replicar en esta unidad básica los propósitos morales que las propias empresas y sus agentes habían fijado como adecuados para la edificación de la cultura obrera. La Compañía Minera e Industrial de Chile visualizó, a través de su Departamento de Bienestar, la necesidad de asentar en un espacio cerrado y controlado a un número creciente y diverso de trabajadores mineros. La inclusión de familias nucleares (padres e hijos) fue de especial interés, puesto que su promoción ayudaría a desvincular al obrero de espacios de sociabilidad ajenos a la intervención y supervisión empresariales. De este modo, se acrecentó la preocupación por modelar el comportamiento del componente femenino de Lota Alto, ya fueran ellas hijas, esposas o madres, tal como lo atestiguan los registros de La Opinión, voz oficial de la Compañía. A partir de este medio, se ha inferido la particularización del hogar, en la medida que, como célula social del conjunto de la comunidad carbonífera, debía ser lo suficientemente “atractiva” y neutral como para reponer las fuerzas físicas e intelectuales de los obreros luego de su trabajo diario, en similar clave a lo sostenido por Frédéric Le Play para apaciguar el conflicto social y asegurar la reproducción estable y armoniosa de la sociedad industrial. Según esto, la familia y el hogar fueron espacios muy intervenidos por el Departamento de Bienestar, y se observó su funcionamiento principalmente a través de asistentes sociales, Inspectores de Población y centros de organización social, tal como quedó representado por el Centro Femenino “Patria y Hogar”. Sobre esta base, la Compañía intentaría multiplicar, en número y calidad, “obreros modelos”, distinguidos por su alto compromiso laboral y productivo con la empresa, motivo por el cual es importante advertir en la disposición de programas sociales de bienestar una estrategia política de largo aliento destinada a interferir en la proyección política del mundo obrero, al menos en el primer tercio del siglo XX. Otra cosa es si esta política funcionó, cuándo, sobre quiénes o en qué grados, porque, a pesar de los numerosos logros, la capacidad para reprogramar el conjunto de la actividad social y política del mundo obrero estaría más cercana a una utopía empresarial que a una realidad.

64 Thomas Klubock, Contested Communities. Class, Gender, 128-129.

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❧ Hernán Venegas Valdebenito Profesor asociado del Departamento de Historia de la Universidad de Santiago de Chile. Licenciado en Historia, Magíster y Doctor en Historia de la Universidad de Huelva (España). Entre sus últimas publicaciones se destacan los artículos “Paternalismo industrial y control social. Las experiencias disciplinadoras en la minería del carbón en Chile, Lota y Coronel en el siglo XX”, Amérique Latine Histoire et Mémoire 28 (2014): s/p. <https://alhim.revues.org/5099>; “Anticomunismo y control social en Chile, la experiencia de los trabajadores del carbón en Lota y Coronel, a mediados del siglo XX”, Revista de Historia Social y de las Mentalidades 16: 2 (2012): 79-106; y “El cooperativismo minero como alternativa de organización social y económica en los años de la revolución. Atacama 1964-1973”, Tiempo Histórico 5 (2013): 103-127. hernan.venegas@usach.cl

Diego Morales Barrientos

Profesor de Historia y Ciencias Sociales del Departamento de Historia de la Universidad de Santiago de Chile. Licenciado en Historia y Magíster en Historia de la misma universidad. Entre sus últimas publicaciones se encuentran “El negocio de la madera: comerciantes y hacheros de Chiloé, 1850-1875”, Magallanía 42 (2014): 41-60, y los artículos, en coautoría con Hernán Venegas Valdebenito, “Trabajo minero: el rol de los mayordomos en los distritos carboníferos del Golfo de Arauco en Chile (19201940)”, Revista Austral de las Ciencias Sociales 26 (2014): 108-125, y “Trabajo tradicional en la minería Carbonífera: una aproximación a los Mayordomos (1920-1940)”, Diálogo Andino 45 (2014): 85-95. diegobtos@gmail.com


Espacio estudiantil



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Historia de la escultura moderna y de los viajes culturales de artistas colombianos a París después de 1945❧ Adriana Peña Mejía

Institut d’études politiques de Paris, Francia doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit58.2015.07

Artículo recibido: 06 de abril de 2015/ Aprobado: 08 de septiembre de 2015/ Modificado: 16 de septiembre de 2015

Resumen: Este artículo busca comprender de qué manera los viajes culturales realizados por los artistas Eduardo Ramírez Villamizar, Edgar Negret y Feliza Bursztyn a París después de 1945 contribuyeron a la consagración artística de éstos y a la configuración del arte moderno en Colombia. Analizando sus trayectorias plásticas, se exponen las razones que los estimularon a viajar a París en un período en el que Nueva York se convertía en un nuevo centro artístico. De esta investigación se concluyó que la estadía parisina realizada por los artistas colombianos después de 1945 favoreció la aceptación social del arte abstracto, así como la utilización de materiales industriales y de desecho como nuevos referentes plásticos. Se trataría entonces de dos eventos significativos que llevaron al arte moderno colombiano hacia su total renovación. Palabras clave: Colombia, arte moderno, escultura, viajes, escultura (Thesaurus); París (palabra clave del autor).

History of Modern Sculpture and Cultural Journeys of Colombian Artists to Paris after 1945 Abstract: This article seeks to understand the way in which the cultural journeys of artists Eduardo Ramírez Villamizar, Edgar Negret, and Feliza Bursztyn to Paris after 1945 contributed to their dedication to art and to the configuration of modern art in Colombia. Analyzing their trajectories in the plastic arts, it presents the reasons that stimulated them to travel to Paris during a period in which New York was becoming a new world center of the arts. This research led to the conclusion that the time these Colombian artists spent in Paris after 1945 favored both the social acceptance of abstract art and the use of industrial and scrap materials as new plastic referents. It is thus a question of two significant events that led to a total renewal of modern art in Colombia. Keywords: Colombia, modern art, sculpture (Thesaurus); journeys, Paris (author’s keywords).

História da escultura moderna e das viagens culturais de artistas colombianos a Paris depois de 1945 Resumo: Este artigo pretende compreender de que maneira as viagens culturais realizadas pelos artistas Eduardo Ramírez Villamizar, Edgar Negret e Feliza Bursztyn a Paris depois de 1945 contribuíram para a consagração artística destes e para a configuração da arte moderna na Colômbia. Analisando suas trajetórias plásticas, expõem-se as razões que os estimularam a viajar a Paris num período em que Nova York se convertia num novo centro artístico. Desta pesquisa, concluiu-se que a estada parisiense realizada pelos artistas colombianos depois de 1945 favoreceu a aceitação social da arte abstrata, bem como a utilização de materiais industriais e de resíduos como novos referentes plásticos. Tratou-se, portanto, de dois eventos significativos que levaram a arte moderna colombiana à sua total renovação. Palavras-chave: Colômbia, viagens, Paris (Thesaurus); arte moderna, escultura, escultura (autor de palavras-chave). ❧ Este artículo se inscribe dentro del proyecto de investigación Les Arts à Paris après la Libération, concebido por

Thomas Kirchner, director del Centro Alemán de Historia del Arte de París (Francia), y Laurence Bertrand Dorléac, profesora de Sciences Po, París (Francia). Financiado por el Centro Alemán, este documento fue presentado en el coloquio internacional Les arts à Paris après la Libération: Temps et temporalités, el 22 de junio de 2015.


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Historia de la escultura moderna y de los viajes culturales de artistas colombianos a París después de 1945 Adriana Peña Mejía

Introducción

E

ste artículo tiene como principal objetivo comprender de qué manera los viajes culturales realizados por los artistas colombianos favorecieron la configuración del arte moderno en Colombia después de 1945. Al estudiar los viajes culturales surge un sinnúmero de preguntas alrededor de lo que Hervé Fischer ha llamado el “nomadismo cultural”1. Esta categoría de análisis dirige al investigador a las problemáticas subyacentes a la famosa dicotomía “centro/periferia”, que ha sido trabajada hasta la saciedad desde hace unos treinta años2. Teniendo en cuenta la regularidad de los desplazamientos internacionales después de la Segunda Guerra Mundial, aquí se analiza la estadía parisina de tres artistas colombianos como un itinerario adicional en su formación artística: Eduardo Ramírez Villamizar, Edgar Negret y Feliza Bursztyn3. Con base en las trayectorias de estos tres artistas se identificarán primero las motivaciones que los impulsaron a viajar a París; se reconstruirán en un segundo momento sus proyectos artísticos, intentando al mismo tiempo comprender sus estrategias estilísticas. Finalmente se verá cómo la experiencia parisina les permitió consolidarse como artistas modernos y contribuir así a la renovación de la plástica colombiana en las décadas de los cincuenta y sesenta. Estos tres itinerarios llevarán al lector a observar simultáneamente las dos escenas artísticas, colombiana y parisina, que emergieron a su vez dentro de la comunidad latinoamericana de París. Conformada por escritores, cineastas, intelectuales, músicos y artistas, esta comunidad —instalada mucho antes de la guerra— creció rápidamente en la década de los sesenta, con la explosión del “boom latinoamericano”4. Escritores como Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, José Donoso, Guillermo Cabrera Infante, Juan Carlos Onetti, entre muchos otros, participaron de la grandeza de lo que Pascal Casanova llamó La République mondiale des Lettres. Es dentro de este próspero escenario cultural que se formó la comunidad artística colombiana.

1. París: capital de los artistas latinoamericanos Como lo recuerda Walter Benjamin en su libro Paris, la capitale du XIXe siècle, la Ciudad Luz ocupa el espíritu de los intelectuales, escritores y artistas desde hace un tiempo considerable. Los lati1

Hervé Fischer, “Pierre Restany: explorateur des périphéries artistiques”, Mirmanda: Revista de Cultura 2 (2007): 35-40.

2 Este artículo se apoya esencialmente en la tesis de “circulación de formas” del indio Arjun Appadurai, desarrollada en su artículo “How Histories Make Geographies. Circulation and Context in a Global Perspective”, Transcultural Studies 1 (2010): 4-13. DOI: dx.doi.org/10.11588/ts.2010.1.6129. En este texto, Appadurai argumenta que la circulación de formas (personas, libros, periódicos, obras de arte, entre otras) se desarrolla tanto a nivel local como global, gracias a la evolución del transporte aéreo, a la revolución tecnológica y al aumento del flujo de migraciones. Esto permite pensar que la antigua condición de “centro” no es aceptable, por el hecho de verse confrontada a la constitución de múltiples redes de circulación locales, en donde las formas cohabitan y se desplazan rápidamente desde el centro a la periferia, y viceversa, borrando así las fronteras entre los dos. 3 Con respecto a los viajes culturales, ver el libro de James Clifford Routes: Travel and Translation in the Late Twentieth Century (Harvard: Harvard University Press, 1997). 4 Jean-Claude Villegas, Paris, capitale littéraire de l’Amérique latine (Dijon: Éd. universitaires, 2007).


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noamericanos no estarían excluidos de ese grupo al que París cautivó con su impresionante oferta cultural y artística. Es bien conocida la estadía parisina llevada a cabo a comienzos del siglo XX por algunos artistas como Tarsila do Amaral, Joaquín Torres García, Diego Rivera, María Izquierdo, Rufino Tamayo, por citar sólo los más reconocidos. Si la Segunda Guerra Mundial disminuyó de manera notable los viajes transatlánticos, París permaneció en el imaginario de los artistas como el símbolo de progreso y de haute culture5. A finales de los años cincuenta, y sobre todo durante la década de los sesenta, se asiste a la instalación de un grupo importante de artistas latinoamericanos en París, gracias al proceso de industrialización puesto en marcha en algunos países de América Latina y al desarrollo del transporte aéreo comercial. La mayoría de los latinoamericanos establecidos en la ville lumière después de 1945 provenían de la élite cultural y social de los países más ricos, como Argentina, Brasil y Venezuela, este último impulsado por la explotación del petróleo. A diferencia de sus predecesores, que veían en París un lugar de aprendizaje, estos jóvenes establecidos después de la Segunda Guerra Mundial la concibieron como un espacio dentro del cual podían perfeccionar sus conocimientos teóricos y consagrarse como artistas internacionales. Los premios de grabado y de pintura obtenidos por Antonio Berni, en 1962, y Julio Le Parc, en 1966, en la Bienal de Venecia prueban la legitimación artística de los latinoamericanos en Europa a través de la experiencia parisina6. Si es verdad que a lo largo de los años sesenta la ville lumière corrió el riesgo de ser desplazada por Nueva York como centro artístico, nunca perdió validez ante los ojos de los artistas latinoamericanos, quienes aún la percibían como la metrópoli de las artes7. Igualmente, durante este período nuevas relaciones intelectuales y políticas se entretejieron entre la izquierda francesa y latinoamericana, debido a la victoria de la Revolución Cubana, en 1959. Muchos artistas viajaron a París en búsqueda de reconocimiento internacional, pero sólo un puñado de ellos pudo obtenerlo. Dentro de los afortunados se encontraban los argentinos Julio Le Parc, Marta Boto, Horacio García Rossi, Francisco Sobrino; los venezolanos Carlos Cruz-Diez, Alejandro Otero, y los brasileros Lygia Clark y Hélio Oiticica8, todos originarios de países en pleno desarrollo industrial y que trabajaban con estilos artísticos considerados de vanguardia, como el arte cinético, el arte óptico y el conceptualismo. En cambio, los que obtuvieron menos reconocimiento fueron los artistas consagrados particularmente a la figuración y oriundos de países menos industrializados, como en el caso de Colombia.

2. Escena artística de las décadas cincuenta y sesenta Después de la Segunda Guerra Mundial, el arte vivió una nueva reconfiguración geoespacial, en la cual la cuestión sobre la asimilación de las vanguardias extranjeras fue la temática central del debate teórico latinoamericano. La escena artística de la región estuvo condicionada 5 Denis Rolland y Marie-Hélène Touzalin, “Un miroir déformant? Les latinos à Paris depuis 1945”, Les Paris des étrangers depuis 1945 (París: Publications de la Sorbonne, 1994), 284-289. 6 Remitirse al libro de Isabel Plante Argentinos de París: arte y viajes culturales durante los años 60 (Buenos Aires: Edhasa, 2013), y a su artículo “Between Paris and the ‘Third World’: Lea Lublin’s Long 1960s”, Artl@s Bulletin 3: 2 (2014): 47-67. 7 Serge Guilbaut, Comment New York vola l’idée d’art modern (París: Éd Jacqueline Chambon Nîmes, 1983). 8 Damián Bayón, “El estado del arte latinoamericano en Europa”, Plástica Latinoamericana 1: 12 (1984): 35-38.

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por las opiniones emitidas por los críticos de arte de cada país. Aracy Amaral (Brasil), Damián Bayón (Argentina), Jorge Romero Brest (Argentina), José Glusberg (Argentina), Juan Acha (Perú), Juan Calzadilla (Venezuela), Marta Traba (Colombia) y Mario Pedrosa (Brasil), entre otros, fueron las principales personalidades que enriquecieron el debate. Si bien las opiniones diferían en cuanto al estilo artístico por explorar, la mayoría de los críticos coincidieron en promover un arte latinoamericano con personalidad propia y en correspondencia con la evolución artística internacional. En comparación con los años treinta y cuarenta —cuando las corrientes extranjeras como el abstraccionismo fueron recibidas con reticencia a causa del predominio del muralismo mexicano—, después de la guerra las neovanguardias (conceptualismo, informalismo, pop-art, nueva-figuración) fueron mejor aceptadas, apropiadas y personalizadas por los artistas latinoamericanos. Este proceso de citación, como lo denomina Nelly Richard9, se evidenció en los trabajos cinéticos de los venezolanos, en las obras neo-figurativas10 del grupo argentino Otra figuración, en los dibujos informalistas11 de los mexicanos de la Nueva Presencia y en las esculturas pop-art12 de Marisol Escobar. Para los latinoamericanos, las neovanguardias representaban ante todo una fisura dentro del modelo modernista, basado en la esteticidad, apoliticidad y autonomía del arte. Además de crear nuevas formas para vincular el arte con la vida cotidiana del público, las neovanguardias buscaron relaciones alternativas para superar la tradicional dicotomía entre “arte mayor” y “arte menor”, como lo ejemplifica el renacimiento del dibujo y del grabado13. A diferencia de Venezuela o de Argentina, donde las corrientes extranjeras como la abstracción fueron bien recibidas, la escena artística colombiana —dentro de la cual Eduardo Ramírez Villamizar, Edgar Negret y Feliza Bursztyn realizaron sus trabajos— se caracterizó por su hermetismo y su escepticismo frente al arte abstracto. Para algunos críticos como Germán Rubiano Caballero y Marta Traba, el arte moderno colombiano empezó en la década de los cincuenta, cuando el proceso creativo dejó de apoyarse sobre el objeto real para pasar a una lectura de la realidad mucho

9 Nelly Richard, “Chile, Women and Distance par Nelly Richard”, en Beyond the Fantastic: Contemporary Art Criticism from Latin America, comp., Gerardo Mosquera (Londres: Institute of International Visual Arts, 1995), 138-139. 10 La nueva-figuración fue una corriente artística teorizada por los franceses Jean-Louis Ferrier y Michel Ragon en 1961, quienes afirmaron la aparición de una tercera alternativa diferente del arte abstracto y de la figuración realista. En Colombia, artistas como Pedro Alcántara Herrán, Norman Mejía, Carlos Granada y Luciano Jaramillo se acercaron a esta corriente deformando a ultranza las figuras humanas de sus cuadros y denunciando política y socialmente la realidad violenta del país. 11 El informalismo o arte informal fue un movimiento artístico europeo originado alrededor de 1945 y teorizado por el crítico de arte Michel Tapié en 1951, con ocasión de la exposición “Véhémences conforntées”, realizada en la galería Nina Dausset de París. Las obras de Wols, Jean Fautrier, Jean-Paul Riopelle, entre otros, ejemplifican bien esta corriente, que se caracterizó por privilegiar la gestualidad de la mano y experimentar diferentes técnicas y medios para resaltar la materialidad de la pintura. 12 El término pop-art fue acuñado en 1955 por el crítico de arte inglés Lawrence Alloway para hacer referencia al trabajo de un puñado de artistas que enaltecían el estilo de vida y los objetos producidos por la nueva société de consommation. Lo que singularizó el trabajo de Andy Warhol, Jasper Johns, Richard Hamilton, Claes Oldenburg, George Segal, entre otros, fue el rol predominante de las técnicas de publicidad, los dibujos animados y el empleo de imágenes cotidianas. 13 Damián Bayón, América Latina en sus artes (México: Siglo XXI, 1974), 35.


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más poética y subjetiva, como se observaba, según Traba, en las obras de Alejandro Obregón14. En cambio, para otros críticos como Álvaro Medina, el arte moderno colombiano comenzó en la década de los veinte con la expansión de un grupo de artistas interesados en reivindicar la tradición indígena y las actividades campesinas, conocido como el grupo Bachué. Fueron la influencia del muralismo mexicano y la fuerza de los trabajos de Ramón Barba, Hena Rodríguez, Pedro Nel Gómez, Ignacio Gómez Jaramillo, Luis Alberto Acuña, Alipio Jaramillo, las que no permitieron la completa aceptación de la abstracción dentro de la escena artística colombiana. El realismo y, por extensión, la figuración se impusieron en el país como los dos únicos lenguajes plásticos válidos durante los años treinta y cuarenta y comienzos de los cincuenta15. Sin embargo, esta situación fue cambiando a mediados de siglo con los experimentos abstractos de Marco Ospina, Armando Villegas, Guillermo Wiedemann, entre otros. Hacia 1965, Traba publicó un artículo en la revista Art International titulado “Colombia: Year Zero”, en el que celebró la llegada de una nueva generación. El grupo de artistas al que hacía referencia gozaba de una considerable visibilidad nacional, y algunos de ellos comenzaban a ser reconocidos en el extranjero por sus trabajos experimentales: Feliza Bursztyn, Norman Mejía, Luis Caballero, Carlos Rojas, Bernardo Salcedo, entre otros. Para Traba, la renovación del arte colombiano durante la década de los sesenta fue posible gracias al trabajo precursor e innovador realizado diez años antes por los “seis grandes maestros”16. La obra de Alejandro Obregón, Enrique Grau, Edgar Negret, Eduardo Ramírez Villamizar, Guillermo Wiedemann y Fernando Botero significó, para Traba, el final de la dictadura del muralismo y el comienzo del arte moderno colombiano. Para esta crítica de arte, ellos personificaban —al igual que los expresionistas abstractos norteamericanos— una nueva concepción del arte asentada en la subjetividad, el manejo expresivo del color y la utilización original del espacio. La ruptura originada en los cincuenta dio origen, en la década siguiente, a la configuración de una nueva escena artística alrededor de un grupo de jóvenes dispuestos a experimentar las neovanguardias (Santiago Cárdenas, Sonia Gutiérrez, Ana

14 Para mayor información sobre los comienzos del arte moderno en Colombia, remitirse a Marta Traba, Historia abierta del arte colombiano (Cali: Colcultura, 1984); Germán Rubiano Caballero, “Arte moderno en Colombia: de comienzos de siglo a las manifestaciones más recientes”, en Colombia hoy: perspectivas hacia el siglo XXI (Bogotá: Tercer Mundo, 1995), y Álvaro Medina, “El americanismo de los años 40 y la nueva vanguardia colombiana”, El Café Literario 1 (1978): 30-33. 15 Álvaro Medina, Arte colombiano de los años 20 y 30 (Bogotá: Colcultura, 1995), 131-144. Con respecto al arte nacionalista latinoamericano y sus manifiestos, consultar Ivonne Pini y Jorge Ramírez, Modernidad, vanguardias, nacionalismo: análisis de escritos polémicos vinculados al contexto cultural latinoamericano: 1920-1930 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2012). 16 Si bien es cierto que las apreciaciones de Marta Traba varían de acuerdo a la época en la cual fueron formuladas, su labor crítica fue fundamental para la renovación e internacionalización del campo artístico colombiano durante los años cincuenta y sesenta, por dos razones principales. Primero que todo, Traba populariza el arte moderno dentro de la sociedad colombiana a través de la realización de emisiones televisivas, la concepción de cátedras universitarias, la redacción de numerosos escritos y la constitución del Museo de Arte Moderno de Bogotá. Asimismo, logra construir un nuevo horizonte artístico con las obras de los “seis grandes maestros” (Obregón, Grau, Negret, Ramírez Villamizar, Wiedemann y Botero) criticando feroz y ciegamente el muralismo mexicano y sus seguidores colombianos. La victoria de la Revolución Cubana y la interferencia de Estados Unidos en la política latinoamericana endurecen los argumentos de Traba y su posición frente a las neovanguardias. Ver, Seis artistas contemporáneos colombianos (Bogotá: Ed. Antares, 1963), Dos décadas vulnerables en las artes plásticas latinoamericanas 1950-1970 (Bogotá: Siglo XXI, 1973), y “Colombia: Year Zero”, Art International 9: 5 (1965): 16. [Artículo publicado originalmente en la revista Nueva Prensa bajo el título “Replanteamiento desde cero”].

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María Hoyos), a trazar nuevos criterios técnicos (Beatriz González, Álvaro Barrios), a manipular materiales (Feliza Bursztyn, Olga de Amaral) y a enaltecer el grabado y el dibujo (Augusto Rendón, Pedro Alcántara Herrán, Luis Paz, Umberto Giangrandi). A continuación se tratarán entonces los itinerarios de Ramírez Villamizar, Negret y Bursztyn entre Colombia y París, como un ejemplo de los cambios vividos en la escultura moderna en este contexto artístico.

2.1. Eduardo Ramírez Villamizar: encuentro con el arte abstracto geométrico Ramírez Villamizar realizó dos viajes a París, que correspondieron a dos etapas de su carrera artística: el primero, de 1950 a 1952, cuando descubre la abstracción, y el segundo, entre 1954 y 1956, período en el que se interesa por los relieves17. Para Ramírez Villamizar, el viaje a la ciudad europea no era solamente una clase de peregrinaje para actualizar sus conocimientos teóricos adquiridos en la Universidad Nacional de Colombia, donde comenzó a estudiar Arquitectura, sino también para ver personalmente las obras de los grandes maestros europeos, y sobre todo las de Pablo Picasso, a quien admiraba por haber incorporado las artes primitivas dentro de su obra18. Después de haber llegado a París en septiembre de 1950, Villamizar escribe una carta a su amigo y crítico Casimiro Eiger describiendo sus primeras impresiones de la ciudad y sus expectativas profesionales. Villamizar le cuenta su corta visita a las cavas existencialistas, su presencia en ciertas reuniones comunistas, su visita al Musée du Louvre y su emoción al ver en persona los cuadros de Georges Braque y Fernand Léger, obras que había visto reproducidas en los libros19. Lo que más le impresionó fue el taller de Constantin Brancusi, donde pudo observar, por primera vez, esculturas modernas. En la Colombia de entonces, la escultura permanecía aún condicionada por el carácter nacionalista, que privilegiaba la utilización de materiales considerados nobles, entre ellos la madera o el mármol, y la representación de escenas locales, como lo demuestran Campesina que desgrana (1931) de José Domingo Rodríguez y Cabeza de campesina (1941) de Luis Alberto Acuña20. Gracias a las visitas realizadas al taller de Brancusi, el colombiano se interesó mucho más por las formas geométricas y se alejó simultáneamente del expresionismo que venía concibiendo en Colombia, como se expone en su obra Crucifixión (1950). En París descubrió la abstracción y la teoría del uruguayo Joaquín Torres García sobre el “universalismo constructivo”21, que le permitió tiempo después reflexionar sobre la incorporación de elementos precolombinos en sus obras. En 17 Frederico Morais, “Utopía y forma en Ramírez Villamizar”, en Catálogo de exposición Ramírez Villamizar (Bogotá: Museo de Arte Moderno de Bogotá, 1984), 19. 18 Fausto Panesso, Los intocables: Botero, Grau, Negret, Obregón, Ramírez Villamizar (Bogotá: Ediciones Alcaraván, 1975), 102; ver también: María Cristina Laverde Toscano y Álvaro Rojas de la Espriella, “El sueño del orden”, en Así hablan los artistas (Bogotá: Fundación Universidad Central, 1986), 125-138. 19 La carta que Ramírez Villamizar dirige a Casimiro Eiger evoca el primer viaje que el escultor realizó a París, en 1950. Describiendo sus primeras reacciones frente a obras realizadas por los grandes maestros franceses como Édouard Manet y Claude Monet, el colombiano relata su encuentro con sus compatriotas Alejandro Obregón y Jorge Gaitán Durán. “Carta de Ramírez Villamizar dirigida a Casimiro Eiger”, 26 de septiembre de 1950, París, en International Center for the Arts of the Americas (ICAA), Texas-Estados Unidos, Documents of 20th-Century Latin American and Latino Art, Historic archives of Casimiro Eiger at Luis Ángel Arango Library, doc.1133237, s/p. 20 Christian Padilla Peñuela, La llamada de la tierra: el nacionalismo en la escultura colombiana (Bogotá: Fundación Gilberto Alzate Avendaño, 2008), 17-182. 21 Con respecto a su teoría, ver las obras de Joaquín Torres García Universalismo constructivo (Buenos Aires: Ed. Poseidón, 1944), Pintura y arte constructivo. Contribución al Arte de las tres Américas (Montevideo: Asociación de Arte Constructivo, 1946) y Lo aparente y lo concreto en el arte (Montevideo: Asociación de Arte Constructivo, 1948).


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1952, caminando por el Boulevard de Saint-Germain, Villamizar encuentra la galería Denis René, que exponía regularmente las obras de artistas abstractos como Jean Dewasne, César Domela, Max Bill, Auguste Herbin, entre otros. En ese año, el artista visitó de nuevo esta galería para contemplar la exposición del húngaro Victor Vasarely. Este evento marcó significativamente su espíritu al darse cuenta del efecto visual que podían producir las formas geométricas sobre fondos monocromáticos, como demuestra Yllam, de 1952, de Vasarely. Como resultado de estas experiencias, Villamizar da fin a su estilo expresionista y comienza su aventura por la abstracción geométrica, y confiesa más tarde que esta elección procedía de la impresión que le produjeron las obras del húngaro, y de su voluntad de establecer un orden a la realidad caótica, inestable y destructiva de la Colombia de esa época. Para este artista, la abstracción, además de haber sido un nuevo lenguaje plástico para experimentar, fue también un refugio para evadirse de la violenta realidad colombiana22. A su regreso, en 1952, Villamizar encuentra un país desangrado por la guerra y una escena artística obsoleta. Para ese entonces realizó numerosas composiciones abstractas, como Vaso azul (1953), donde intentó, inspirándose en las obras de Vasarely, construir un espacio geométrico sobre un fondo negro. Aunque sus experimentaciones abstractas fueron recibidas con regocijo por algunos críticos como Walter Engel y Casimiro Eiger, para el público colombiano —acostumbrado a obras figurativas de carácter nacionalista— éstas eran incomprensibles. Cansado de la asfixiante condición del país, Villamizar viajó de nuevo a París en 1954, período en el que enriqueció sus trabajos abstractos apropiándose de la sucesión de formas de Fernand Léger, de la búsqueda de espacios continuos de Max Bill, del estudio arquitectónico de Antoine Pevsner y del desdoblamiento de formas que Marcel Duchamp había conseguido en su famosa obra Nu descendant un escalier23. Para Villamizar, se trataba de extraer todos los elementos que le parecían originales de las vanguardias para poder constituir su propio lenguaje estilístico. Su obra Blanco y negro, de 1956, adquirida por el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) (Estados Unidos) ese mismo año, reunió todas sus investigaciones parisinas. Haciendo eco a Hommage à Malevitch de Vasarely, de 1953, donde el húngaro emprendió sus exploraciones cinéticas, Blanco y negro expuso el apego del colombiano por los colores primarios y la idea de poblar la tela con formas geométricas para obtener un orden simétrico24. En 1957, Villamizar regresa a Colombia y prepara una serie de cuadros abstractos, que expone en la Biblioteca Nacional. Para el momento en que llegó de París, el arte abstracto ya despertaba el interés del público bogotano. Las frecuentes exposiciones de Marco Ospina en las galerías El Callejón y Buchholz de Bogotá demostraban la curiosidad por este tipo de arte. El Dorado No. 2 (1957) fue una de las obras que el colombiano expuso en la Biblioteca. Los colores, los volúmenes 22 El escrito de Walter Engel es fundamental para la comprensión de la obra del escultor, puesto que analiza por primera vez, y cronológicamente, los relieves realizados por el escultor. Aquí el autor resalta, además, el manejo arquitectónico del espacio y la manera como Ramírez Villamizar ajustó sus creaciones al espacio arquitectónico del lugar: “El Arte Absoluto de Ramírez Villamizar”, El Espectador: Magazín Dominical, Bogotá, 7 de septiembre, 1964, 13. De igual forma, es importante Casimiro Eiger, “El arte clásico de Eduardo Ramírez Villamizar”, Boletín Cultural Bibliográfico 32: 38 (1995): 32-39, y Marta Traba “Un poder ordenador”, en Seis artistas contemporáneos (Bogotá: Ed. Antares, 1963), s/p. 23 Frederico Morais, “Utopía y forma”, 20. 24 Marta Traba, “Un poder ordenador”, en Catálogo de exposición Ramírez Villamizar (Bogotá: Museo de Arte Moderno de Bogotá, 1984), 21-25. Este texto se publicó por primera vez en el catálogo Seis artistas contemporáneos colombianos.

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y los elementos precolombinos utilizados por Villamizar en esta obra hacían referencia a los trabajos del uruguayo Joaquín Torres García, quien desde 1929 utilizaba símbolos indígenas en sus composiciones abstractas. Otra obra expuesta fue Composición No. 7 (1957), en la que los tonos cálidos de las figuras geométricas sugerían una idea de reposo y de quietud. Si para algunos la adopción del arte abstracto fue un retroceso en la formación artística de Villamizar, para otros, como el crítico Casimiro Eiger, fue una evolución inestimable, puesto que tuvo el mérito de haber “introducido e impuesto casi a la fuerza una nueva visión pictórica, obligando a los críticos y luego al público aficionado a revisar sus conceptos y vibrar al llamado de una nueva forma de belleza”25. Para Eiger, la obra abstracta de Villamizar encarnaba las mutaciones cotidianas que “la vieja Santafé” estaba viviendo a mediados de siglo e ilustraba el desarrollo tecnológico y el crecimiento urbano que conocía en aquel entonces la capital26. Adicional al hecho de haber viajado a Europa, la compra de su cuadro Blanco y negro por el MoMA favoreció el cambio de mentalidad del público colombiano frente a la abstracción geométrica. Prueba de esta transformación es la realización, en 1958, de un mural abstracto en madera, llamado El Dorado, en el nuevo edificio del Banco de la República27. Al mismo tiempo que marcó el pasaje definitivo hacia la escultura, este mural —inspirado en los relieves barrocos de las iglesias coloniales— reafirmó el interés de Villamizar por el pasado colombiano. Sus dimensiones, materiales y formas geométricas escogidos hacen de este mural un evento destacable en la historia del arte colombiano, puesto que fractura la tradición del mural figurativo de carácter nacionalista28. Además, el hecho de que El Dorado haya sido encargado por el Estado evidenció claramente la aceptación de la abstracción como lenguaje plástico oficial. Aprobación que se confirmó un año después, en 1959, con la obtención del gran premio del Salón Nacional de Artistas con su pintura Horizontal blanco y negro, a través de la cual el artista constituyó una clase de máquina geométrica, rítmica y armoniosa, al estilo constructivista de Pevsner. El punto de contacto entre la obra de Pevsner y la de Villamizar converge en la permanente exploración de la pureza. Mientras que el bielorruso la buscaba interrogándose sobre la posibilidad de construir a partir del espacio, el colombiano indagó la pureza en las líneas netas, limpias y frías que delimitaban las superficies, en la relación que éstas tenían con la masa del material seleccionado y en el manejo del blanco, como lo podemos observar en Relieve circular, de 1959. El uso del relieve permitió a Villamizar conducir la línea y escoger libremente las zonas de sombra y de luz. Los primeros relieves del santandereano nacieron, al igual que los de Ben Nicholson, de la idea de jugar con los planos en un espacio determinado. Teniendo como objetivo realizar un arte universal, Villamizar se sirvió de las formas geométricas —excluyendo todo contenido político— para poder crear una obra en la que la repetición y el desplazamiento de las 25 Frederico Morais, “Utopía y forma”, 42. 26 Frederico Morais, “Utopía y forma”, 46. 27 En 1958 se realiza en la Biblioteca Luis Ángel Arango la exposición Pintura abstracta en Colombia, donde participaron Judith Márquez, Luis Fernando Robles, Eduardo Ramírez Villamizar, Marco Ospina, Armando Villegas y Carlos Rojas. En el texto de presentación de la exposición, “La mayor dificultad para que la gente aprecie el arte abstracto”, la crítica de arte Traba advierte de la necesidad de cambiar la mentalidad tradicionalista y de abrir los ojos ante un nuevo lenguaje artístico como la abstracción. Véase: Catálogo de exposición Pintura abstracta en Colombia (Bogotá: Biblioteca Luis Ángel Arango/Banco de la República, 1958), s/p. 28 Camilo Calderón. “Ramírez Villamizar: escultura y abstracción”, en Catálogo de exposición Ramírez Villamizar (Bogotá: Museo de Arte Moderno de Bogotá, 1984), 36-38.


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mismas formas crearan un movimiento paralizado29. Su obra es, en efecto, un ejemplo de innovación y síntesis que personifica una época en la que el desarrollo y la tecnología trasfiguraban el perfil de la sociedad colombiana.

2.2. Edgar Negret: una pequeña temporada en París Ramírez Villamizar no fue el único que renovó la escultura colombiana en los años cincuenta; su amigo Edgard Negret también participó. Después de haber estado en Nueva York, donde pudo experimentar con la lámina de acero, como se observa en Rostro de Cristo (1949), Negret se instaló en París en 195130. Esta obra no es ni abstracta ni figurativa, pues se encuentra inserta entre estas dos corrientes artísticas. Además, si bien no representa un cambio significativo con respecto a los temas utilizados a comienzos de su carrera, perfila la curiosidad de Negret por los metales. Aparte de su carácter simbólico, Rostro de Cristo expone el carácter artesanal del trabajo del artista y el paso hacia una nueva escultura, en la que los planos y las superficies tomaban un valor predominante. Además de visitar el taller de Brancusi y de circular por las calles parisinas con sus amigos venezolanos Jesús Soto y Alejandro Otero, Negret pasó sus días realizando esculturas en yeso, como lo ilustra su Columna conmemorativa de una masacre, de 1953, obra sólida en la que el artista se alejó definitivamente de la figuración. En 1952 asistió a la retrospectiva del escultor Julio González en el Museo de Arte Moderno de la ciudad de París31. Esta exposición, al parecer, llamó su atención, y a partir de ese momento se interesó por la maleabilidad del hierro. Igualmente, visitó la galería Denis René, donde descubrió, como en su momento lo hizo Ramírez Villamizar, la obra de los grandes maestros abstractos, y también la de los jóvenes cinéticos, como Agam, Tinguely, Takis, Le Parc y Trakis32. En París, el colombiano inició su serie Los simétricos (1952-1953), donde se observa un cambio categórico en su técnica, en los materiales utilizados y en el concepto, y se interesa particularmente en la repetición de formas33. A pesar de que Negret comenzó a adquirir un cierto renombre gracias a su participación en el séptimo Salon des Réalités Nouvelles, problemas financieros lo obligaron a detener su trabajo escultórico y a consagrarse a la realización de maquetas en cartón. En 1956, sus bosquejos parisinos se concretizaron a lo largo de su estadía en Nueva York, donde vivió hasta 1963. Sus ideas parisinas se confrontaron con la velocidad y la abundancia de la vida urbana americana produciendo la serie Aparatos mágicos, en la que Negret realizó composiciones planas y geométricas utilizando una cierta gama de colores —azul, blanco, negro y rojo—, como lo demuestra Mapa, de 1960. En la serie Aparatos mágicos sintetizó los volúmenes y atornilló las superficies para crear aparatos estéticamente atractivos. Las obras de esta serie hacen referencia a las máquinas utilizadas en las fábricas o las que hacen posible el movimiento de los carros. El título de este conjunto hace pensar en el carácter racional que opera en las 29 Fausto Panesso, Los intocables, 115. 30 El primer viaje de Negret a Nueva York (1948-1950) fue significativo para su formación artística, puesto que pudo manipular materiales diferentes a los habituales y trabajar con nuevas técnicas como el ensamblaje. Ver Galaor Carbonell, Negret. Las etapas creativas (Medellín: Fondo Cultural Cafetero, 1976). 31 Fausto Panesso, Los intocables, 68. 32 José Hernández, “En palabras de Negret”, Revista Mundo 33 (2009): 62. 33 José María Salvador, “Edgar Negret: de la máquina al mito”, en Edgar Negret: de la máquina al mito, 1957-1991 (Caracas: Centro Cultural El Crisol, 1991), 17-54.

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máquinas y en la propiedad irracional que caracteriza los ritos mágicos34. El empleo de colores fríos y la utilización de láminas de aluminio unidas con tuercas enfatizan aún más la estética industrial, tan apreciada por los escultores internacionales durante ese período. Es este tipo particular de estética la que permitió al colombiano consolidarse como un artista moderno: pasó de ser un escultor tradicional, que privilegiaba temas religiosos —como en sus obras en yeso Ascensión, La mano de Dios o La cabeza de Sebastián—, a un escultor de vanguardia dedicado a enaltecer la vida moderna, como en Sputnik, de 1959, donde conmemora el lanzamiento del satélite ruso. Para la realización de esta última obra Negret usó el tornillo y la tuerca no sólo como elementos funcionales, sino también como partes estéticas de la obra de arte. Gracias a la utilización de estas piezas de construcción, la obra adquirió un nuevo estatus: dejó de ser una entidad sacrosanta para convertirse en un objeto. Al igual que los nouveaux réalistes —a otro nivel—, los objetos cotidianos (tornillos y tuercas) utilizados por Negret condensaron una cultura de recambio, donde el objeto se convirtió por sí mismo en una obra de arte. La utilización de diferentes materiales industriales como el aluminio llamó la atención de los críticos de arte, quienes al unísono catalogaron la obra de Negret como moderna35. En efecto, la lámina de aluminio le permitió una mayor maleabilidad y flexibilidad en el momento de realizar sus obras. Gracias a la finura de la lámina, el proceso creativo de Negret pasó por varias etapas, en las que intervenía directamente la mano del artista. El corte, el refilado y el plegamiento fueron las acciones principales que nutrieron su proceso creativo, como se observa en Edificio, de 1967. En esta escultura, el artista pone en evidencia la resistencia del aluminio y su liviandad, lo que le permitió realizar una composición voluminosa, firme y aparentemente frágil36. Su fascinación por la naturaleza ambigua del aluminio lo llevó a cuestionarse sobre las propiedades de los materiales y sus especificidades. El paso del hierro forjado al aluminio en un corto período demostró su preocupación por experimentar la particularidad de cada material. Su interés por trabajar todo tipo de materiales (yeso, hierro y aluminio) permitió que su obra obtuviera un carácter experimental, donde el gesto de la mano (disímil del de los expresionistas abstractos) facilitó la construcción de máquinas-estatuas variables, movibles y mágicas37.

2.3. Feliza Bursztyn: el descubrimiento de una vocación Bursztyn nació en 1933 en Bogotá, en el seno de una familia judía conservadora que había escapado de Polonia, en el momento en el que el nazismo tomaba fuerza en Europa. A diferencia de Villamizar y Negret, Bursztyn comenzó su formación en el extranjero. En 1954 estudió escultura en el Arts Students League de Nueva York, y dos años después viajó a París para inscribirse en la Académie La Grande-Chaumière, lugar donde el escultor bielorruso Ossip Zadkine enseñaba desde 1946. En 1950, el escultor escribió las siguientes palabras: “Mi clase en la Académie La Grande-Chaumière es una intersección de la juventud internacional que busca el mundo de las nuevas formas. Tengo más o menos treinta alumnos para comenzar, y en cada conferencia crítica que 34 Nicolás Bonilla, “Edgar Negret: mapa”, Libros: textos sobre la colección de arte del Banco de la República, <http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/textos-sobre-la-coleccion-de-arte-del-banco-de-la-republica/ edgar-negret/mapas>. 35 Marta Traba, “Negret”, Seis artistas contemporáneos colombianos (Bogotá: Ed. Antares, 1963), s/p. 36 José M. Salvador, “Edgar Negret: de la máquina al mito”, 40. 37 Jorge Oteiza, “Fabricación del silencio”, Revista Mundo 33 (2009): 49.


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realizo, los viernes de 10h a 12h, hay una multitud de extranjeros que vienen a escuchar lo que tengo que decir”38. Dentro de los extranjeros que siguieron su curso de escultura se encontraban la argentina Alicia Peñalba, el mexicano Manuel Felguérez, la chilena Marta Colvin y, por supuesto, la colombiana. De manera paralela a sus estudios, Bursztyn se sumergió en la comunidad intelectual colombiana de París gracias a su relación amorosa con el poeta Jorge Gaitán Durán. Desde el exilio, éste dirigió la revista cultural Mito, en la que apareció por primera vez un artículo dedicado a las obras de Bursztyn39. Inspirándose en los escritos del Marqués de Sade, Gaitán Durán hizo del erotismo el objeto de su poesía. Este sentimiento resonó en los trabajos de la escultora en los años setenta, como lo comprueba Camas (1974), una de sus instalaciones más controvertidas. Bursztyn decide aquí motorizar varias camas en acero cubriéndolas con sábanas brillantes, para poder sugerir parejas en acoplamiento40. La instalación fue acompañada con música experimental de Jacqueline Novoa, que contribuyó a la creación de un ambiente cinético41. Aparte de insinuar movimientos sexuales, Bursztyn concibió cubrir las camas con sábanas de satín de colores amarillo, azul, rojo, morado y blanco. Adoptando este lenguaje cromático, la escultora construyó un discurso crítico, en el que aludió a las tres principales instituciones constitutivas de la sociedad moderna: Estado, Iglesia y Pueblo42. El año en que las camas fueron expuestas en el Museo de Arte Moderno La Tertulia de Cali (1974), el Frente Nacional terminaba su mandato con deplorables resultados económicos y sociales, a pesar de la bonanza cafetera e industrial. De regreso en Colombia a finales de 1960, Bursztyn utilizó tanto el yeso como el metal para realizar sus esculturas, como se puede percibir en Sin título, de 1960, y Bloque (sin fecha). La primera de sus obras hacía referencia a los lánguidos personajes de Alberto Giacometti y Germaine Richier, y la segunda (Bloque) recordaba las compresiones que el artista francés César Baldaccini realizaba a comienzos de los sesenta sirviéndose de prensas hidráulicas para apilar diferentes piezas de carros. Si el encuentro con la chatarra se realizó una vez estando en Colombia, la idea de recuperar objetos industriales provino muy probablemente de su encuentro con César Baldaccini (en París), quien era un escultor reconocido por recurrir a materiales no convencionales como tubos y balones de plástico43. Con la idea de hacer un uso artístico de materiales destinados usualmente a la reparación de carros, Bursztyn frecuentó regularmente los talleres de mecánica bogotanos para recuperar pedazos de hierro, tornillos, anillos de cobre, láminas de metal y numerosas piezas de recambio, para poder realizar sus esculturas. Una vez seleccionadas por Bursztyn, estas piezas sufrieron diferentes tratamientos y eran finalmente 38 “Carta de Ossip Zadkine dirigida a su amigo André de Ridder en 1950”, Musée Zadkine. Un atelier-musée”, vínculos Accueil, Zadkine, “Son enseignement de la sculpture”, <http://www.zadkine.paris.fr/fr/son-enseignement-de-la-sculpture>. 39 Juan Gustavo Cobo Borda, “Entrevista trunca con Feliza Bursztyn”, Cromos, 8 de marzo, 1983, 18, tomado de: Camilo Leyva Espinel, “Un montón de chatarra”, en “Nota al Pie” (Tesis de Maestría en Historia y Teoría del Arte Moderno y Contemporáneo, Universidad de los Andes de Bogotá, 2008), 11. 40 Beatriz Zuluaga, “Felisa Bursztyn: la mujer de las camas”, Revista Mujer, Bogotá, octubre, 1975, 71. 41 Germán Rubiano Caballero, “Feliza Bursztyn/Escultora”, Escala 1 (1986): 6. 42 Miguel González, “Análisis de la obra de Feliza Bursztyn”, El País, Cali, 25 de septiembre, 1974, s/p. 43 Nicolás Bonilla, “Bloque (sin fecha)”, Libros: textos sobre la colección de arte del Banco de la República, <http:// www.banrepcultural.org/blaavirtual/textos-sobre-la-coleccion-de-arte-del-banco-de-la-republica/feliza-bursztyn/bloque>.

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soldadas en el taller de su casa, a falta de lugares de soldadura en la capital colombiana44. En 1961, Bursztyn presentó sus primeras esculturas en chatarra en la galería El Callejón. Aunque la exposición recibió el apoyo de Traba, ésta no fue muy bien recibida por el conservador público colombiano, quien —acusándola de antiestética— no aceptaba el hecho de concebir una mujer que utilizaba las mismas herramientas que los mecánicos o los obreros45. A pesar de las fuertes críticas, es innegable que esta exposición fue un hito en la historia del arte colombiano del siglo XX, puesto que introdujo la idea de trabajar con materiales de desecho46. A pesar de esto, su obra fue recibida positivamente por los críticos, al pensar que establecía nuevos códigos plásticos y nuevas experiencias visuales; Traba consideró entonces a Bursztyn como la expresión más vanguardista del arte colombiano47. Su originalidad la llevó a ganar el gran premio en escultura del Primer Salón Internacional de artistas jóvenes (Intercol), en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, en 1964, y el del XVII Salón de Artistas Colombianos, con la obra Mirando al norte, en 1965, que hacía referencia a la idea de mirar fuera del país para renovar el campo artístico nacional. En 1968, las críticas del público se endurecieron cuando Bursztyn presentó sus nuevas esculturas, construidas con base en cintas de acero y movilizadas por un motor eléctrico que producía un ruido perturbador. Llamadas Las histéricas, estas esculturas no sólo hacían referencia al estado de sobreexcitación con el que habitualmente los hombres identifican a las mujeres, sino que establecían también una conversación ruidosa e inestable con el espectador, que recordaba los Méta-matics de Tinguely. Ruidosas, movibles y nerviosas, las esculturas de Bursztyn producían movimientos torpes análogos a los que el ser humano realiza en estado de nerviosidad. Las histéricas se constituyeron así en las primeras obras cinéticas presentadas en el país48. El énfasis que Bursztyn hizo en el movimiento y en el sonido resonó en los trabajos realizados por el Groupe de Recherche d’Art Visuel (GRAV), iniciado en 1960 y conformado por los argentinos Horacio García Rossi y Julio Le Parc; los franceses François Morellet, Jean-Pierre Vasarely (Yvaral) y Joël Stein, y el español Francisco Sobrino. Aparte de promover el trabajo colectivo y de utilizar materiales industriales y de desecho, el objetivo del GRAV era superar la relación pasiva del espectador frente a la obra de arte implementando estrategias participativas como la creación de recorridos irregulares, donde el espectador era guidado por señales ópticas o por ruidos49. El trabajo de Bursztyn dialogó igualmente con las esculturas realizadas por Lygia Clark, Helen Escobedo, Marta Minujin y Gertrud Goldschmidt. Estas artistas experimentaron con nuevos materiales como el nailon y el alambre de acero inoxidable, y trataron de incentivar la participación del público a través de la manipulación de las obras, como lo prueban Los bichos de Clark. La manipulación de materiales industriales, la voluntad de movilizar las esculturas y de suprimir la jerarquía entre artista y espectador significaron el gesto de un cambio sin precedentes en la manera de concebir el arte y hacerlo. Estas transformaciones plásticas evidenciaron una importante muta44 Camilo Leyva Espinel, Un montón de chatarra, 32. 45 Maritza Uribe de Urdinola, “En un país de machistas, ¡hágase la loca!”, El Tiempo: Revista Carrusel, 30 de noviembre, 1979, 15. 46 Germán Rubiano Caballero, Feliza Bursztyn escultora, 4. 47 Marta Traba, Elogio de la locura: Feliza Bursztyn y Alejandro Obregón (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1986), 11. 48 Germán Rubiano Caballero, Feliza Bursztyn escultora, 6. 49 Consultar: Anne Tronche, L’art des années 1960, chroniques d’une scène parisienne (París: Éditions Hazan, 2012).


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ción social, donde el crecimiento económico, la democratización de los mass media y el desarrollo tecnológico fueron los principales motores de cambio. Por último, podría decirse que, gracias a su personalidad irreverente y a su obsesión por la chatarra, Bursztyn cambió el mundo del arte colombiano. Su experiencia en París fue un evento revelador, puesto que pudo consagrarse como escultora y frecuentar a los jóvenes artistas que renovaban en esa época la escena artística parisina. Su estadía en la ville lumière le permitió asimismo reflexionar sobre la utilización de diferentes materiales innobles ante los ojos del público y de algunos críticos colombianos. La utilización de la chatarra como el principal material para sus esculturas no procedió solamente de la voluntad de renovar la plástica colombiana, sino también de su interés por provocar una reflexión dentro de la conservadora sociedad bogotana. Sus obras remitían inexorablemente a la crítica de un sistema político que ofrecía a los colombianos desechos y ruinas, en vez de salud, educación y seguridad.

Conclusión La experiencia parisina de Eduardo Ramírez Villamizar, Edgar Negret y Feliza Bursztyn contribuyó innegablemente a la renovación del arte colombiano y, sobre todo, de la escultura en la década de los sesenta y setenta. El viaje a la ville lumière fue un catalizador de ideas para reflexionar sobre su propia identidad y legitimar un nuevo lenguaje plástico —la abstracción— en la escena local. Si para Ramírez Villamizar este lenguaje plástico constituía una clase de refugio donde podía escaparse de la realidad violenta colombiana, para Negret la abstracción forjó el sendero hacia las máquinas, y en cuanto a Bursztyn, el empleo de materiales manipulados habitualmente por hombres encarnaba la idea de liberación femenina y de emancipación social. Las obras de Bursztyn, Negret y Villamizar se desarrollan a lo largo de un período decisivo en la plástica colombiana. Si el común denominador de la trayectoria de estos tres artistas reside en la experiencia francesa y en el hecho de haber trabajado materiales industriales (chatarra, lámina de aluminio, hierro, nailon, entre otros), sus planteamientos críticos variaron. Mientras que Bursztyn denunciaba el caos que se desarrollaba en la sociedad de consumo, Negret, al contrario, exaltaba los avances tecnológicos de esta última, y Villamizar buscaba crear una continuidad entre las expresiones precolombinas y la historia del presente. Los trabajos de Negret, Villamizar y, en menor medida, Bursztyn se inscribieron entonces dentro de un cierto pensamiento modernista, donde la depuración geométrica, la utilización de planos simétricos y la reducción de la gama de colores tomaron una importancia considerable. Además, la obra de los tres colombianos aludió indudablemente a la sociedad industrial que ellos seguramente vieron en París y comenzaron a vivir en Bogotá. Evocando —cada uno a su manera— mutaciones sociales, económicas y políticas ocurridas después de 1945, estos artistas constituyeron un discurso experimental a través de la escogencia de materiales no convencionales y el interés por una cierta “estética industrial”: Bursztyn, sirviéndose del ruido de los motores eléctricos; Negret, llamando a sus esculturas “aparatos mágicos”, y Villamizar, ennobleciendo el plexiglás y el acrílico. Sus obras acentúan el dinamismo de las formas geométricas y recuerdan el ritmo acelerado de la vida moderna: los movimientos enajenados de las chatarras de Bursztyn, la frialdad en las construcciones de Negret y el purismo constructivo de Villamizar lo ejemplifican. Metal y abstracción son, según Ana María Escallón y María Teresa Guerrero, los dos elementos que vinculan las obras de Bursztyn, Negret y Villamizar. El metal es el punto de partida de Negret

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y Villamizar para construir sus obras, y el punto de llegada de Bursztyn. Pero mientras que la abstracción fue el lenguaje que permitió a Negret y Villamizar crear un orden maquinista en sus obras, para Bursztyn fue un medio para entorpecer todo equilibrio50. Al adoptar como lenguaje la abstracción, y como material el metal, los trabajos de estos tres escultores se encuentran entre la perdurabilidad y lo perecedero. El hecho de que sus construcciones estén hechas a partir de tornillos y tuercas sugiere que el proceso creativo es reversible. Sus esculturas pueden ser hechas y deshechas cuantas veces sea necesario, lo que ilustra el quehacer artesanal del artista moderno y la mutabilidad de la obra de arte. La posibilidad de hacer y rehacer cumple un papel central en la vida de cada obra, puesto que pone en juego un conjunto de temporalidades que pueden ser combinadas: destornillar puede ser el comienzo del proceso creativo, el final de éste o su desarrollo. El punto de encuentro de estos tres escultores no radica sólo en la capacidad de ofrecer a los espectadores múltiples lecturas de una única obra, sino también en el hecho de proyectar el desarrollo tecnológico y las transformaciones culturales y sociales que se estaban gestando dentro de la comunidad colombiana durante los años cincuenta y sesenta del siglo XX.

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50 Ana María Escallón y María Teresa Guerrero, Catálogo de exposición Feliza Bursztyn, Edgar Negret y Eduardo Ramírez Villamizar (Bogotá: Museo de Arte de la Universidad Nacional, 1989), s/p.


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❧ Adriana Peña Mejía Candidata a Doctora en Historia del Arte de Institut d’études politiques de Paris (Francia). Magíster en Historia del Arte y Arqueología de la Université Paris-Sorbone (Paris IV) (Francia) y en Mediación cultural: Artes y Públicos de la Université Paris VIII Vincennes Saint-Denis (Francia). Historiadora de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia). adrianapenamejia@gmail.com


Traducci贸n



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Dependencias temporales y cambios institucionales en la América hispánica a fines del siglo XVIII e inicios del siglo XIX❧ Zacarías Moutoukias

Université Paris-Diderot (Paris VII), Francia

Traducción Pilar López Bejarano

Investigadora Independiente (Francia) pilarlb@gmail.com

DOI: dx.doi.org/10.7440/histcrit58.2015.08

Resumen: Este artículo cuestiona la capacidad explicativa de comunes visiones lineales y predeterminadas del cambio social. En su lugar, y sobre la base de un acercamiento minucioso a un estudio de caso, avanza pistas sobre una historia atenta a sus protagonistas, una historia de los actores y de los procesos en la que los cruces, las tramas y sus dinámicas representan el lugar de sus posibles explicaciones. Retomando aspectos políticos y económicos del “proceso de independencia” en el paso del siglo XVIII al XIX, este artículo plantea la necesidad de restablecer trayectorias institucionales de cambio en función de complejos dispositivos y de cambiantes capacidades de movilización; es decir, reconociendo e integrando las aleatorias dinámicas de su propia historicidad. Palabras clave: independencia, América Latina, fiscalidad (Thesaurus); dependencia temporal, enfoque relacional (palabras clave autor).

Temporary Dependencies and Institutional Changes in Spanish America in the Late 18th and Early 19th Centuries Abstract: This article questions the explanatory capacity of common linear and predetermined visions of social change. In their place, and on the basis of a meticulous approach to a case study, it provides clues to a history attentive to its protagonists, a history of the actors and the processes in which the intersections, the plots, and their dynamics represent the place of possible explanations. Resuming the political and economic aspects of the “process of independence” in the transition from the 18th to the 19th century, this article poses the need to re-establish institutional trajectories of change based on complex devices and changing capacities of mobilization, i.e., recognizing and integrating the random dynamics of its own historicity. Keywords: Latin America, taxation (Thesaurus); temporary dependency, relational approach, independence (author’s keywords).

Dependências temporais e mudanças institucionais na América hispânica no final do século XVIII e início do XIX Resumo: Este artigo questiona a capacidade explicativa de visões comuns lineares e predeterminadas da mudança social. Em seu lugar e sobre a base de uma aproximação minuciosa a um estudo de caso, revela constatações sobre uma história atenta a seus protagonistas, uma história dos atores e dos processos nos quais os encontros, as tramas e suas dinâmicas representam o lugar de suas possíveis explicações. Retomando aspectos políticos e econômicos do “processo de independência” na passagem do século XVIII para o XIX, este artigo apresenta a necessidade de restabelecer trajetórias institucionais de mudança em função de complexos dispositivos e de variantes capacidades de mobilização, isto é, reconhecendo e integrando as aleatórias dinâmicas de sua própria historicidade. Palavras-chave: independência, América Latina (Thesaurus); dependência temporal, enfoque relacional, fiscalidade (autor de palavras-chave). ❧ Una versión anterior de este artículo fue publicada con el título “Dépendances temporelles, réseaux sociaux et

changements institutionnels en Amérique Hispanique, fin XVIIIe début XIXe”. En Pratiques sociales, espaces maritimes et pouvoirs dans la monarchie hispanique (XVe-XVIIIe siècles), eds., Michel Bertrand y Jean-Philippe Priotti (Rennes: Presses de l’Université de Rennes, 2010): 21-48.


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Dependencias temporales y cambios institucionales en la América hispánica a fines del siglo XVIII e inicios del siglo XIX Zacarías Moutoukias

Introducción1

L

os estudios sobre la América hispana durante la segunda mitad del siglo XVIII han padecido el futuro condicional de ese período (el desmoronamiento de la Monarquía a inicios del siglo XIX) y al mismo tiempo se han beneficiado de éste. Beneficiado, pues, como bien se sabe, desde el siglo XIX se han buscado en los cambios de aquellos años las raíces de las revoluciones liberales que recorrerían el mundo hispánico, haciendo así de este medio siglo uno de los espacios históricos más visitados en América Latina. Y esto independientemente de los objetivos y de los enfoques de las sucesivas generaciones de historiadores que desde entonces lo han estudiado2. Si el señalamiento parece demasiado banal para insistir en él, no es menos cierto que ese futuro se ha instalado como el “destino eje” de las diferentes evoluciones de los años precedentes, organizando una sintaxis de su temporalidad y una visión correlativa de los procesos históricos. Y ha padecido de tanto examen porque, a fuerza de invocarlo, ha terminado por naturalizarlo; aun en la actualidad, estudios en historia política y económica que están renovando en muchos aspectos la historiografía de sus campos respectivos adolecen de esta percepción lineal de la temporalidad y de una concepción de los procesos como un devenir único, que estructura temarios y tópicos de investigación. Estas visiones han afectado la manera de abordar, entre otros objetos historiográficos, la evolución de los vínculos entre las oligarquías indianas y la Monarquía: la voluntad de centralización regia de esta última y la acción de sus agentes coloniales, las reacciones de aquellas oligarquías y las dinámicas institucionales que articulan las relaciones entre unos y otras; todos estos aspectos han sido tratados e interrogados a partir de perspectivas muy diferentes, en ocasiones contradictorias, aunque en general este tipo de enfoques comparten la misma imagen de las secuencias y de las rupturas. El objetivo de este artículo es examinar, en un primer momento, la lógica de estas visiones lineales de la temporalidad y de los procesos históricos y, en un segundo momento, proponer un esquema no lineal a partir de las dinámicas institucionales de un aspecto central de las relaciones entre oligarquías coloniales y agentes de la Monarquía: la esfera de la fiscalidad.

1. Escala, intriga y narración En su célebre ensayo sobre la escritura de la historia, Paul Veyne descompone el contrapunto entre la idea de proceso y la de acontecimiento, llegando incluso a preguntarse sobre la pertinencia de esta segunda noción (“el acontecimiento no es un átomo”), “¿Cómo descomponer las causas y condiciones del enunciado ‘Jacques no pudo tomar el tren porque estaba repleto?’. Sería necesario 1 NdT: ciertos apartados de la versión original de este artículo no figuran en esta traducción por razones de espacio. En los pies de página se darán las referencias para consulta de quienes se interesen en profundizar en otros ejemplos y discusiones. Es necesario igualmente aclarar que algunos de los temas abordados han conocido desde entonces nuevos desarrollos (como puede ser el tema de los situados); no obstante, dada la argumentación expuesta, esto no afecta la pertinencia de los planteamientos. La traducción ha sido revisada por el autor. 2 No es muy difícil encontrar ejemplos, recientes o antiguos, de trabajos que sobrepasan esta visión lineal de la temporalidad. Esto no contradice la idea de un esquema de la evolución histórica, compartida por diferentes culturas historiográficas, que afecta la organización de sus objetos de estudio.


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enunciar las mil y una maneras de contar este pequeño incidente, como enumerar todas las condiciones necesarias para que uno no pueda tomar el tren, incluida aquella de la existencia misma de los trenes”3. La pregunta, con cierto aire de Joyce, que a inicios de 1970 remitía a una reflexión bien nutrida sobre la explicación en las ciencias sociales, no deja de desconcertar cuando se la yuxtapone a ideas como “cambio institucional” o a otras maneras de significar procesos únicos. Esta imagen de una trama a la vez unitaria y compleja de fenómenos interconectados —cercana en ciertos aspectos a una metanarrativa— está presente en el momento en el que se usan expresiones como “procesos de desarrollo económico” o “el proceso de independencia”. Muy a menudo, estas expresiones sólo constituyen simples atajos o resúmenes anodinos de un contexto restituido por la lógica de una explicación. Estas visiones llevan consigo la representación de un devenir cuya unidad o totalidad se pone como telón de fondo, al tiempo que se las presenta como algo dado por evidente. Pero estas articulaciones no son en absoluto transparentes, o por lo menos es la idea de este texto, en el que se propone examinar cómo cierta idea de proceso afecta la generalización que se puede realizar a partir de observaciones locales. Dos ejemplos permiten ilustrar estas problemáticas. Por un lado, las elecciones municipales de 1813, realizadas en América hispana bajo la Constitución de Cádiz y parte integrante de los grandes temas que conforman el “proceso de independencia”, elecciones que remiten a una supuesta matriz coherente y unitaria de temas y de preguntas: la emergencia de una ciudadanía y el estatuto de los Indios, las visiones políticas del territorio, el contrapunto entre las formas antiguas y modernas de representación, etcétera4. Por otro lado, y en un registro muy diferente, un encadenamiento homólogo que analiza las consecuencias económicas de la independencia, ya sea en una narrativa amplia o en estudios particulares, y donde cada uno, a su manera, cuenta la historia de las relaciones entre la configuración institucional de las sociedades latinoamericanas y su desarrollo económico a largo plazo5. Es importante aquí insistir en lo obvio: los temas y cuestiones que comprenden esos ejemplos se ordenan en una pluralidad de planos y de escalas, situación que no anula el hecho de que se enmarquen en unas lógicas lineales y unitarias. En el caso de la temática de las consecuencias económicas de la independencia, ésta se organiza (desde los primeros trabajos de Coatsworth y las referencias hechas por North hasta los estudios más recientes de Haber) como una comparación entre Estados Unidos y América Latina, que

3 Paul Veyne, Comment on écrit l’histoire (París: Seuil, 1971), 182; véase también de este libro el capítulo VIII. 4

Antonio Annino, “Cádiz y la revolución territorial de los pueblos 1812-1821”, en Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX, editado por Antonio Annino (Buenos Aires: FCE, 1995), 177-226, y Marie-Danielle Demélas-Bohy, “Modalidades y significación de las elecciones generales en los pueblos andinos, 1813-1814”, en Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX, ed. Antonio Annino (Buenos Aires, FCE, 1995), 177-226 y 315-346; ver también Jaime E. Rodríguez, La independencia de la América española (México: FCE/El Colegio de México, 1996).

5

Stephen Haber, ed., How Latin America Fell Behind. Essays on the Economic Histories of Brazil and Mexico, 18001914 (Stanford: Stanford University Press, 1997); John H. Coatsworth, “Notes on the Comparative Economic History of Latin America and the United States”, en Development and Underdevelopment in America: Contrasts in Economic Growth in North America and Latin America in Historical Perspective, eds., Walther L. Bernecker y Hans Werner Tobler (Berlín: Walter De Guyter Inc., 1993), 10-30; Leandro Prados de la Escosura, “Assessing the Economic Effects of Latin American Independence”, Working Paper 3: 12 (2003): 1-56; Leandro Prados de la Escosura y Samuel Amaral, eds., La independencia americana: consecuencias económicas (Madrid: Alianza, 1993); Douglass C. North, Understanding the Process of Economic Change (Princeton/Oxford: Princeton University Press, 2005); Douglass C. North, Institutions, Institutional Change and Economic Performance (Cambridge/Nueva York: Cambridge University Press, 1996).

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intenta explicar el retraso relativo de la segunda respecto al primero6. El proceso así reconstituido y analizado es definido por la comparación misma, cuya pertinencia sólo reposa en el sentido común de una aparente proximidad histórica7. En estos estudios, las explicaciones oscilan, haciendo una gran simplificación, entre las que destacan el papel de las instituciones heredadas de las respectivas metrópolis y aquellas que buscan afinar la cronología de la evolución divergente entre las dos economías. A su vez, estas explicaciones están atravesadas por visiones contrapuestas sobre la evolución institucional: exógenas unas —que subrayan el papel de factores externos como la abundancia o la escasez relativa de factores de producción—, endógenas las otras —que ponen el acento en factores como los derechos de propiedad o la credibilidad de los pactos—. Así, estas explicaciones remiten a temporalidades contradictorias (dinámicas demográficas, inestabilidad institucional) poniendo en evidencia la ausencia de una reflexión sobre el fenómeno institucional mismo8. De ahí la pregunta por la pertinencia de un corte basado en la noción “consecuencias económicas de la independencia”. Más allá de la opinión que se pueda generar sobre estos análisis, es indudable que con ellos se justifica la pertinencia de un edificio desplegado entre la esfera micro de las transacciones, los mecanismos de la construcción imperial y los efectos de su derrumbamiento sobre el orden económico. Cierto, un edificio dispuesto sobre una multiplicidad de planos y de escalas; no obstante, si se hace un acercamiento a las diferentes secuencias históricas locales, la imagen del proceso sobre la que este edificio reposa pierde el naturalismo de un dibujo realista. Toma, por el contrario, la apariencia de una dinámica cubista, con su pluralidad de planos entrecruzados, o la de una intriga que articula diferentes escalas. Se pueden completar estas ideas con el primer ejemplo mencionado, ya que la matriz de preguntas evocada para las elecciones municipales de 1813 se encuentra situada, ella misma, dentro de una trama más amplia de secuencias que también conforman una estructura general de comprensión. Se conoce bien la oposición entre los estatutos de Antiguo Régimen y las concepciones modernas de la nación, dualidad que organiza una secuencia compartida por los principales estudios recientes de historia política sobre la independencia latinoamericana. No obstante su valor, es de señalar que estos estudios no se detienen mucho en las relaciones complejas entre los mencionados estatutos y las dinámicas sociales de las comunidades indias. ¿Se pueden, por ejemplo, separar el proceso electoral y la instauración de nuevas municipalidades de otras evoluciones, o más bien, separarlas de las actitudes de los actores del mundo indígena frente a esas instituciones, o de evoluciones de larga duración, como las que estudiaron Nathan Wachtel y Jacques Poloni-Simard para los Andes del Sur y el Ecuador, respectivamente?9. Si la respuesta es negativa, cabe preguntarse si la capacidad de establecer éste y otros vínculos del 6 John H Coatsworth, Los orígenes del atraso. Nueve ensayos de historia económica de México en los siglos XVIII y XIX (México: Alianza Editorial Mexicana, 1990); Douglass C. North, Structure and Change in Economic History (Londres: W.W. Norton, 1981); Stephen Haber, ed., How Latin America Fell Behind. 7 Leandro Prados de la Escosura, “Assessing the Economic”, 17-19. 8 Un debate sobre el concepto de institución de North, con un intercambio de cartas sobre el tema, puede verse en Geoffrey M. Hodgson, “What Are Institutions?”, Journal of Economic Issues XL: 1 (2006): 1-25. 9 Nathan Wachtel, Le retour des ancêtres. Les Indiens Urus de Bolivie XXe-XVIe siècle. Essai d’histoire régressive (París: Gallimard, 1990); Jacques Poloni-Simard, La mosaïque indienne. Mobilité, stratification sociale et métissage dans le corregimiento de Cuenca (Équateur) du XVIe au XVIIIe siècle (París: Editions de EHESS, 2000); también, Marcelo Carmagnani, El regreso de los dioses: el proceso de reconstitución de la identidad étnica en Oaxaca, siglos XVII y XVIII (México: FCE, 1988).


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mismo tipo responde solamente a un problema de escala: ¿pueden esas relaciones revelarse en una variación o en un desplazamiento en dos escalas diferentes?10 Para responder, se puede retomar esta problemática en trabajos que desde el inicio de los años setenta han incursionado en otras escalas de comprensión. Se ha señalado a menudo la dimensión continental o atlántica de los procesos políticos, y esta escala aparece como necesaria para la comprensión de los fenómenos locales11. Es el caso, por ejemplo, del artículo de François-Xavier Guerra y Marie-Danielle Demélas-Bohy sobre las elecciones de representantes americanos para la Junta Central y las Cortes españolas, donde se sintetiza una versión de esta visión de conjunto del proceso de independencia. El desmantelamiento de la Monarquía hispánica es tomado como una implosión producida por la contradicción creada entre la adopción progresiva de formas modernas de representación y la resistencia de los representantes peninsulares a aceptar las evidentes conclusiones sobre el peso que les corresponde a los americanos dentro de esa nación española situada aún entre las dos orillas del Atlántico12. A pesar de las diferencias entre autores, esta historiografía delinea un repertorio bien conocido de problemáticas: la emergencia de nuevas élites en un imperio desgastado por las crisis políticas; la aparición de nuevos actores; la evolución de los imaginarios políticos; el paso de formas tradicionales a formas modernas de representación; las prácticas electorales; el papel de las ciudades hispanas en los nuevos contextos políticos o el de la creación de nuevas municipalidades o de nuevos territorios provinciales por el constitucionalismo gaditano; y, de manera más general, el paso de un mundo de soberanías múltiples y segmentadas a uno de una sola y única soberanía nacional. Y cada una de estas problemáticas se ordena según un modelo de los procesos políticos y del cambio institucional: el de la lenta difusión de la modernidad, entendida como “un conjunto de mutaciones múltiples en el dominio de las ideas, del imaginario, de los valores, de los comportamientos […] es sólo en la expansión de los actores sociales modernos, en la difusión de nuevas formas de sociabilidad y en los 10 Jacques Revel, dir., Jeux d’échelles. La micro-analyse à l’expérience (París: Gallimard/Le Seuil/Hautes Études, 1996). 11 Esta perspectiva está presente en los trabajos que adoptan un punto de vista global —como pueden ser: Tulio Halpering Donghi, Reforma y disolución de los imperios ibéricos: 1750-1850 (Madrid: Crítica, 1985); François-Xavier Guerra, Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas (Madrid: FCE, 1992); Jaime E. Rodríguez, La independencia de la América; José Carlos Chiaramonte, Nación y Estado en Iberoamérica. El lenguaje político en tiempos de las independencias (Buenos Aires: Sudamericana, 2004); José María Portillo, “La Federación imposible: los territorios europeos y americanos ante la crisis de la Monarquía hispana”, y Mónica Quijada, “Las ‘dos tradiciones’. Soberanía popular e imaginarios compartidos en el mundo hispánico en la época de las grandes revoluciones atlánticas”, en Revolución, Independencia y las nuevas naciones de América, ed., Jaime E. Rodríguez (Madrid: Mapfre/Tavera, 2005), 99-122, 61-86—, así como en estudios locales: Tulio Halperin Donghi, Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla (Buenos Aires: Siglo XXI, 1971); Mario Rodríguez, The Cádiz Experiment in Central América, 1808-1826 (Los Ángeles/Londres: University of California Press, 1978); Antonio Annino, “Cádiz y la revolución territorial”, 177-226; Marcela Ternavasio, La revolución del voto. Política y elecciones en Buenos Aires, 1810-1852 (Buenos Aires: Siglo XXI, 2002); Clément Thibaud, “Formas de guerra y mutación del Ejército durante las guerras de la independencia en Colombia y Venezuela”, en Revolución, Independencia y las nuevas naciones de América, ed., Jaime E. Rodríguez (Madrid: Mapfre/Tavera, 2005), 339-364. Sería igualmente necesario recordar la excepción del libro de Eric Van Young, The Other Rebellion: Popular Violence, Ideology, and the Mexican Struggle for Independence, 18101821 (Stanford: Stanford University Press, 2001). 12 François-Xavier Guerra y Marie-Danielle Demélas-Bohy, “Un processus révolutionnaire méconnu: l’adoption des formes représentatives modernes en Espagne et en Amérique (1808-1810)”, Caravelle 60 (1993): 5-57. DOI: dx.doi.org/10.3406/carav.1993.2533.

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imaginarios que estas transmiten, donde se reúnen las condiciones para acceder a la política moderna”13. Por lineal y teleológico, este esquema global del cambio social y político atenúa la percepción de las confrontaciones entre proyectos alternativos y omite la incertidumbre de sus desenlaces. Mientras que si se sitúa el análisis a escala local, es fácil percibir y constatar la multiplicación de dichas confrontaciones a partir de las últimas décadas del siglo XVIII. Con esto no se está negando que buena parte de los estudios que se identifican con este enfoque global llegan a restituir correctamente la complejidad de los conflictos y de las dinámicas locales. El problema es que, por un lado, se tiene una multitud de conflictos locales en España y en América, con desenlaces bastante contrastados, y, por el otro, la “forma global” de un ciclo que estaría dispensando significados específicos a esas diferentes cristalizaciones locales. Lo que queda implícito en esta superposición es que la “forma global” es resultado de un ejercicio que asigna factores retrospectivamente; un ejercicio retórico de retrodicción —para retomar la expresión de Paul Veyne— que transforma el resultado de un proceso en la clave de interpretación de sus dinámicas y en la explicación de sus causas14. ¿Quiere decir esto que la visión lineal es el resultado ineluctable de un relato situado a escala atlántica, que a su vez no sería más que un artefacto del observador? De hecho, cabe formular la misma pregunta frente a enfoques que postulan la idea de una relación directa entre la trama institucional heredada del Imperio hispano y el desempeño económico de los territorios americanos que lo conformaban. En ambos casos, la escala adoptada parecería encontrar su expresión natural en una visión lineal y teleológica de los procesos que cada uno de ellos busca restituir. Y las diferentes dimensiones permanecerían irreductibles entre sí, y cada una de ellas sólo se ocuparía de respetar un imperativo de coherencia con su propio registro narrativo. Sin embargo, este contrapunto entre dimensiones, más que a un juego de escalas, remite a un desplazamiento de intrigas15. Merece la pena detenerse un instante sobre el par de nociones (relato/intriga) que estructura el notable ensayo de Veyne sobre la escritura de la historia. El relato histórico resultaría de una asociación de destrezas y de técnicas que permiten abstraer una particularidad, sobre las infinitas singularidades contenidas en las fuentes. Es así como se dibuja una intriga, una trama bien terrestre y contingente de incidencias, de procesos y de escalas, vinculadas en una disposición que no tiene sentido sino dentro de la perspectiva señalada por sus mismos vínculos. En este sentido, la narración histórica es el resultado de una elección subjetiva —aunque no arbitraria, porque es justificable—, la cual, una vez adoptada, impone el repertorio de tópicos y de secuencias que se deben explicar. En esta construcción, el relato de una intriga oscila entre la descripción y la búsqueda retrospectiva de la buena hipótesis —la retrodicción—, ambas reposando en una combinación siempre específica de conceptualización teórica y narración16. Con estas nociones se puede volver sobre los interrogantes acerca de las relaciones entre los cambios en las sociedades andinas a largo (o muy largo) plazo y las nuevas elecciones municipales constitucionales de 1813-1814. A inicios del siglo XIX, la posición de los actores políticos del mundo indio, así como los mecanismos de movilización política que articulaban sus intervencio13 François-Xavier Guerra, Modernidad e Independencias, 85 y 91. 14 Paul Veyne, Comment on écrit, 176-179. 15 Paul Veyne, Comment on écrit, Cap. VI. Es posible usar la noción intriga, sin necesariamente compartir el conjunto del análisis, en particular aquel que realiza sobre el uso de conceptos y de modelos en la reflexión histórica. 16 Paul Veyne, Comment on écrit, Cap. III.


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nes, se inscribían en una prolongada evolución, ilustrada por los mencionados estudios de Wachtel y Poloni-Simard: en los Andes del Sur de mediados del siglo XVIII, la movilidad y el mestizaje interno del mundo indígena se habían superpuesto a la lógica española de la residencia, con una correlativa redefinición de las jerarquías comunitarias; la segmentación corporativa de las comunidades y sucesivas redefiniciones de la categoría Indios —y en un mismo movimiento, la de Mestizo—. Se trataba, entonces, de una evolución de largo aliento que no podemos encerrar en las llamadas “categorías de Antiguo Régimen”, ya que estas dinámicas imponían una importante redefinición de los estatutos propios del régimen de las tradicionales dos repúblicas, la de españoles y la de indios. A pesar de su pertinencia, estos procesos no son visibles en los análisis sobre las elecciones municipales. Si con frecuencia se hace referencia a las estructuras comunitarias o a ciertos aspectos de las transformaciones de larga duración, dichas referencias no llegan a captar las dinámicas propias de las comunidades, pues solamente se las evoca para ilustrar las dificultades que encuentra el establecimiento de las nuevas formas modernas —fundadas en la soberanía homogénea de un pueblo único— frente a la persistencia de vínculos y de fidelidades de tipo antiguo17. Aquellos procesos tampoco serán visibles si el análisis se limita a combinar el tiempo de lo político con la escala de las evoluciones sociales; e incluso, si se pasa del uno a otro, los dos procesos permanecen igualmente ajenos. La razón es que aquello que los vuelve invisibles o ajenos no es la mayor o menor escala o la distancia con que se los analiza. Dichos procesos quedan simplemente fuera de escena, porque la propia estructura de la intriga no llega a integrar diferentes temporalidades. La aplicación de la Constitución de Cádiz se construye sobre una sola temporalidad: el despliegue, a partir de las élites, de formas hispánicas de la modernidad política; no obstante, esta modernidad no era el destino único y necesario de las evoluciones estudiadas por Wachtel y Poloni-Simard. Entonces, ¿cómo integrar las observaciones de lo local en un esquema global o en una forma de generalización que tenga en cuenta el desenlace incierto de conflictos y confrontaciones? ¿Cómo combinar las escalas en formas de generalización diferentes de las utilizadas en la literatura histórica evocada? Ante las visiones lineales de la historicidad, la noción path dependence es una posible herramienta18. La idea de dependencia temporal, como bien se sabe, conceptualiza los procesos marcados por las indeterminaciones en el inicio de una trayectoria, en la cual los acontecimientos históricos seleccionan uno de los equilibrios o de los desenlaces posibles, que a su vez fijan el repertorio ulterior de evoluciones posibles19. Para los argumentos de este texto, son esclarecedores los términos con los que 17 Marie-Danielle Demélas-Bohy, “Modalidades y significación de elecciones”, 291-314; Federica Morelli, Territorio o nación. Reforma y disolución del espacio imperial en Ecuador, 1765-1830 (Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2005), 113-122; Nuria Sala i Vila, Y se armó el tole-tole. Tributo indígena y conflictos sociales en el Virreinato del Perú, 1784-1814 (Ayacucho: Instituto de Estudios Regionales “Jose Maria Arguedas”, 1996); Luis Miguel Glave, Vida, símbolos y batallas. Creación y recreación de la comunidad indígena. Cuzco, siglos XVI-XIX (México: FCE, 1992), Cap. V. 18 Sobre esta noción, ver: Paul A. David, “Clio and the Economics of QWERTY”, American Economic Review 75: 2 (1985): 332-337; Paul Krugman, Geography and Trade (Lovaina: Leuven University Press/The MIT Press, 1991); Brian Arthur, “Positive Feedbacks in the Economy”, Scientific American 262: 2 (1990): 92-99; Timothy W. Guinnane, William A. Sundstrom y Warren C. Whatley, History Matters. Essays on Economic Growth, Technology, and Demographic Change (Stanford: Stanford University Press, 2004). 19 Avner Greif, “Théorie des jeux et analyse historique des institutions. Les institutions économiques du Moyen Age”, Annales. Histoire, Sciences Sociales 53: 3 (1998): 597-633. DOI: dx.do.org/10.3406/ahess.1998.279686. La formulación dependencias temporales por path dependency retoma la realizada por Jean-Yves Grenier, traductor al francés del texto de Greif.

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Jacques Lesourne formula la dependencia temporal; en ella, “La referencia a ‘la historia’ no remite a la sucesión de acontecimientos del pasado, sino que evoca los procesos por los cuales el tiempo transforma en un pasado único la multiplicidad de futuros posibles. Procesos donde, además del azar y de la necesidad, como en la biología, se expresa la voluntad de los hombres por los proyectos que ellos intentan inscribir en el futuro. El azar, la necesidad, la voluntad, esta trilogía de la creación y de la destrucción, del cambio y de la permanencia, de la adaptación y de la esclerosis”20. La pertinencia de estas ideas en la discusión que se trata de presentar es bastante obvia21. Remite a la importancia de una visión no metafórica de la temporalidad. Es decir, una visión donde el paso del tiempo sea elemento explicativo y no simple espacio donde se organizan linealmente los hechos. El principal mensaje de la trilogía de la creación y del cambio de Lesourne, para los argumentos aquí presentados, es que una imagen de los procesos necesita una visión de la estructura de los actores. La idea de un espacio que hace posible la confrontación de “proyectos” supone, por un lado, la presencia de dispositivos institucionales, y por el otro, la articulación de una trama de relaciones sociales. Si los primeros constituyen el repertorio de soluciones posibles, cada una con sus propios retos, la segunda estructura la acción de los actores, quienes seleccionando proyectos, construyen, reproducen o transforman las configuraciones sociales. En las páginas siguientes se intentará presentar este contrapunto entre los dispositivos institucionales y la acción de los actores.

2. Dependencias temporales y construcciones institucionales Un examen de otro ejemplo (la adopción del libre comercio en Buenos Aires en 1809, en vísperas del proceso político que conduce al Virreinato del Río de la Plata a la independencia) servirá para mostrar cómo las herramientas de la noción path dependency permiten ordenar una multiplicidad de secuencias, o una pluralidad de dinámicas entrecruzadas, propias de todo proceso institucional. Decidida por el último virrey de Buenos Aires, Baltasar Hidalgo de Cisneros, hacia finales del 1809, la “tolerancia provisoria del comercio con extranjeros” respondió a una petición presentada por negociantes ingleses, cuyos barcos anclaban en el puerto. A pesar de la banalidad del origen de esta medida, con ella se iba a modificar profundamente el funcionamiento de la exclusividad comercial castellana, regulada por las reformas de 177622. Pero, para los argumentos del presente artículo,

20 Jacques Lesourne, Economie de l’ordre et du désordre (París: Económica, 1991). 21 En el texto original (correspondiente a las páginas 29-30) se discuten los riesgos de simplificación que existen tanto por parte de historiadores en un uso metafórico del concepto como de los economistas cuando se refieren a la historia en sus modelos. Al respecto: Jean-Yves Grenier, “Du bon usage du modèle en histoire”, en Le modèle et le récit, dirs., JeanYves Grenier, Claude Grignon y Pierre-Michel Menger (París: Maison des Sciences de l’Homme, 2001), 71-102; James Mahoney “Path Dependence in Historical Sociology”, Theory and Society 29: 4 (2000): 507-548; Maurice Aymard y Gilles Postel-Vinay “Développement, croissance et cycle, ou l’histoire en porte-à-faux”, en Les figures de l’irréversibilité en économie, dirs., Robert Boyer, Bernard Chavance y Olivier Godard (París: Éditions de l’EHESS, 1991). 22 Los documentos sobre la historia comercial de Buenos Aires, entre el final del siglo XVIII y los inicios del XIX, fueron tomados de: Documentos para la historia argentina, tomo VII, Comercio de Indias, Consulado, comercio de negros y de extranjeros (1791-1809) (Buenos Aires: Compañía Sud-americana de Billetes de Banco, 1916), 379391; Germán Tjarks, El Consulado de Buenos Aires y sus proyecciones en la historia del Río de la Plata (Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, 1962), Cap. 6. Ver igualmente: Archivo General de la Nación, Consulado de Buenos Aires: Antecedentes. Actas. Documentos, 4 vols. (Buenos Aires: Kraft, 1936-1947); Archivo General de Indias (AGI), Sevilla-España, Sección Gobierno, Audiencia de Buenos Aires, legs. 584 y 585 [Expedientes del Consulado], y legs. 96-99 [Correspondencia de Virreyes].


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interesa ante todo señalar la extrema volatilidad política que rodeó su adopción, así como su permanencia dentro de un contexto político y económico en proceso de transformación. La Junta Central, órgano que encarnó la resistencia a la Armada napoleónica en nombre del rey legítimo, Fernando VII, nombró al virrey Cisneros en reemplazo del elegido dos años atrás por los poderes locales, como salida a la crisis política provocada por la reacción de la ciudad a dos tentativas de ocupación militar británica. Paralelamente, una crisis fiscal no sólo amenazaba con paralizar el Virreinato, sino que con ella se habían suspendido las transferencias fiscales hacia la metrópoli desde 1803. En este contexto, con las autorizaciones comerciales de 1809, Cisneros buscaba nuevos recursos fiscales para corregir los desequilibrios y restablecer las transferencias hacia España, en un momento en el que la ofensiva de la Junta Central y sus aliados ingleses, iniciada hacia el final de 1808, aún no había sido destruida por las fuerzas francesas, o por lo menos así era visto desde Buenos Aires. Las necesidades de las autoridades que resistían la ocupación volvían estos recursos valiosos y prioritarios, frente a toda otra consideración23. No hubo entonces, con la autorización comercial de 1809, ningún desafío al orden político de la Monarquía, a pesar de las significativas novedades que introdujo, en el plano de la economía local, a la reglamentación imperial sobre el comercio colonial. Dicha autorización llegó como resultado de procedimientos que simplemente expresaban la articulación de ese orden y los elementos de la cultura jurídica en que se comunicaban: recurso al derecho y a la obligación de dar consejo, convocatoria a las corporaciones, derecho de presentar quejas y pedidos, proclamación de la medida adoptada como un privilegio temporal justificado por la urgencia de las circunstancias. La medida resultó exitosa: en 1810 las rentas de la aduana doblaron las de 1805. El problema es que, a inicios del mismo año, la autoridad que había nombrado el último virrey desaparece bajo la presión militar de los franceses. La crisis de legitimidad generada por este hecho revirtió los poderes soberanos sobre la ciudad de Buenos Aires. A partir de aquí, las autoridades que se suceden en la ciudad emprenderán un proceso de progresiva construcción republicana. En este contexto, la libertad de comercio fue conservada, al inicio —por lo menos hasta 1812—, como una “tolerancia provisoria”; pero en adelante se irá convirtiendo en un elemento central de la futura reestructuración económica de la región. Gracias a esta reestructuración, un sector basado en las ventajas comparadas de la exportación de productos de la ganadería local no sólo sustituye el sistema basado en la exportación de metales preciosos —propio del monopolio comercial castellano—, sino que va a convertirse en motor de una nueva prosperidad económica que tomará toda su fuerza a partir de 182024. Si se limita a tomar retrospectivamente estas consecuencias como criterio de interpretación, no se tendría ninguna necesidad del path dependency para explicar la medida de 1809: la libertad

23 André Fugier, Napoléon et l’Espagne, 1799-1808 (París: Félix Alcan, 1930); Tulio Halperin Donghi, Guerra y finanzas en los orígenes del Estado argentino (1791-1850) (Buenos Aires: Editorial Belgrano, 1982); Tulio Halperin Donghi, Revolución y guerra; Klaus Gallo, De la invasión al reconocimiento. Gran Bretaña y el Río de la Plata, 1806-1826 (Buenos Aires: A-Z, 1994); Richard Hocouellet, Résistance et révolution durant l’occupation napoléonienne en Espagne. 1808-1812 (París: La Boutique de Histoire, 2001); Jean-René Aymes, L’Espagne contre Napoléon. La Guerre d’indépendance espagnole (1808-1814) (París: Nouveau Monde, 2003); Miguel Artola Gallego, La guerra de la Independencia (Madrid: Espasa, 2007). También sobre este asunto: Michael Costeloe, “Spain and Latin American Wars of Independence: The Free Trade Controversy, 1810-1820”, The Hispanic American Historical Review 61: 2 (1981): 210-212. DOI: dx.doi.org/10.2307/2513829. 24 Tulio Halperin Donghi, “La expansión ganadera en la campaña de Buenos Aires, 1810 -1850”, Desarrollo Económico 3: 1-2 (1961): 57-110. DOI: dx.doi.org/10.2307/3465951.

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comercial que ella evoca simplemente haría parte de un modelo en el que su doble éxito, fiscal y económico, traduciría la racionalidad de los actores que actuaron para adoptarla, dentro de un cuadro institucional destinado a reparar las distorsiones del sistema colonial y a restablecer un equilibrio económico. Otro tanto se puede decir del relato que hace de sí la república desde mediados del siglo XIX, cuya estructura narrativa no difiere del discurso lineal estándar de la modernidad. En estas visiones, aspectos como las discusiones que se dieron en el seno del Consulado de Comercio en los años 1790, en torno a la petición de otras autorizaciones comerciales, serían antecedentes de la situación de 1809 y anticiparían su destino. Este esquema reduce las medidas de 1809 a los límites de una intriga dotada de un futuro único que —sin embargo, y mirando más de cerca— nada permitía entonces predecir25; omite lo esencial de toda dinámica institucional, puesto que no solamente prescinde de los mecanismos de confrontación de proyectos alternativos (cada uno con visiones opuestas de la política y de la economía) sino que, se verá más adelante, no percibe el cambio de reglas de juego y, por lo tanto, los alcances y la conciencia de lo que se podía ganar o perder en medio de la volatilidad política. Como en todo acontecimiento, en la adopción de las libertades comerciales de 1809 se cruzaron numerosas secuencias. Aquí interesan tres de ellas, que evolucionaron con lógicas diferentes. En primer lugar, se tomarán las que estructuran la interpretación que hace el historiador Tulio Halperin Donghi sobre la independencia en el Río de la Plata; éstas son el agotamiento del dispositivo que aseguró el financiamiento de la defensa del Río de la Plata desde el siglo XVII y su articulación con la revuelta y la militarización provocadas por la reacción de la ciudad a las tentativas inglesas de ocupación de la plaza26. En segundo lugar, se hará referencia al contexto en el que partidarios y opositores de las medidas comerciales presentaron sus proyectos respectivos, volviéndolos visibles como soluciones alternativas del momento. Y, en tercer y último lugar, se describirán los mecanismos de movilización política que figuran y reconfiguran las coaliciones de los actores, definiendo a partir de ellas las oportunidades de cada uno de los proyectos en juego. 1. El mecanismo que subvencionaba el conjunto de la administración virreinal en Buenos Aires reposaba en los conocidos situados que funcionaban desde el siglo XVII. En el caso que estudia este artículo, la transferencia de fondos se realizaba desde cajas reales —como la de Lima o la del Alto Perú—, que se beneficiaban de los impuestos a la producción de metales preciosos, y desde la ciudad-puerto se repetía la transferencia de una parte de estos fondos hacia España. El situado de las cajas reales de Potosí, que aseguraba el principal traslado hacia Buenos Aires, implicaba a su vez el funcionamiento de un sistema que articulaba una cantidad de dispositivos, entre los que el tributo indígena ocupaba un lugar considerable, no tanto por su contribución directa a las rentas de las cajas de Potosí, sino por el rol primordial de la participación de las comunidades indígenas en la economía colonial y, por lo tanto, en la extracción de metales preciosos27. 25 Tulio Halperin Donghi también señala el anacronismo que implica ubicar los debates anteriores a 1809 dentro de un proyecto de independencia republicano entonces inexistente. Pero este aspecto supera ampliamente los objetivos de este texto. Revolución y guerra, 129-142; Samuel Amaral, “Del mercantilismo a la libertad: las consecuencias económicas de la independencia argentina”, en La independencia americana: consecuencias económicas, eds., Leandro Prados de la Escosura y Samuel Amaral (Madrid: Alianza, 1993). 26 Tulio Halperin Donghi, Guerra y finanzas, Caps. I y II; Tulio Halperin Donghi, Revolución y guerra, 142-168. 27 Enrique Tandeter, “El eje Potosí-Buenos Aires en el Imperio español”, en Governare il mondo. L’imperio spagnolo dal XV al XIX secolo, eds., Ruggiero Romano y Massimo Ganci (Palermo: Società Siciliana per la Storia Patria, 1991).


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No se trata aquí de describir esta mecánica fiscal de Antiguo Régimen (que llevaría a explicar tanto los factores que afectan el nivel de producción minera —y, por lo tanto, los ingresos tributarios— como los efectos de un sistema de este tipo sobre el conjunto de la economía)28; se trata más bien de señalar la independencia de estos mecanismos de las otras secuencias señaladas, así como el impacto de elementos externos que llegaron a afectar la evolución de la estructura fiscal en su conjunto. Por ejemplo, los conflictos fronterizos con las posesiones portuguesas durante el siglo XVIII, los episodios locales de la Guerra de los Siete Años, la creación del nuevo virreinato (que acompaña la entrada de España en la guerra de Estados Unidos); cada uno de los acontecimientos de esta serie contribuyó a reforzar el dispositivo militar en el Río de la Plata, a aumentar su costo y a intensificar las presiones sobre las cajas encargadas de su sustento. Durante las últimas décadas del siglo XVIII, en la Tesorería de Buenos Aires el situado cubría el 80% de los gastos administrativos y militares. Sin embargo, este equilibrio no paraba de erosionarse por el doble efecto de la evolución interna del mecanismo fiscal y de los impactos externos que ya se mencionaron. En un inicio, los envíos desde Buenos Aires hacia España fueron suspendidos como consecuencia de la derrota naval franco-española de Trafalgar, pero enseguida fue la propia debilidad de las cajas de Buenos Aires la que prolongó esta suspensión, pues, a pesar de que el situado seguía llegando, no cubría hacia 1803 sino el 30% de los gastos. Es en esta trayectoria fiscal que repercuten la militarización y la revuelta provocadas por la reacción de la ciudad a las tentativas de ocupación inglesa en 1806 y 1807. Reacción que a su vez redefine el contexto político en el cual se trataban estos asuntos fiscales. El examen de las mencionadas tentativas de ocupación militar de la ciudad, efectuadas en el contexto de la política impulsada por Inglaterra, pone en evidencia tanto el universo institucional que organiza la ciudad y sus relaciones con la Monarquía como sus posibles vías de insubordinación. Es hecho conocido que la primera de las tentativas militares inglesas contra la Corona española concluye con la ocupación temporal de la ciudad de Buenos Aires, plaza mal protegida por su guarnición y abandonada por la autoridad virreinal, que se repliega hacia el interior. La ciudad cayó rápidamente en manos de los ingleses, en junio de 1806, y enseguida se reconquistó por la acción de fuerzas que combinaron cuerpos permanentes, milicias y cuerpos de milicias recién formados. Estos últimos con importante participación de jefes de las familias notables, generalmente comerciantes. Debe recordarse que las milicias se beneficiaron —desde las ordenanzas de 1730— de la jurisdicción militar al mismo nivel que los otros cuerpos permanentes; posición desde la que los milicianos se integraron plenamente a la dinámica de facciones de la ciudad. Una vez más, no es aquí el lugar para reconstituir esta historia, lo que necesariamente conduciría a nuevas regresiones; en lo que concierne a este artículo, simplemente se muestra la particular combinación de mecanismos institucionales que definen un acontecimiento y estructuran su intriga.

28 Sobre estos temas, ver: Guillermo Céspedes del Castillo, “Lima y Buenos Aires. Repercusiones económicas y políticas de la creación del Virreinato del Plata”, Anuario de Estudios Americanos 3 (1946): 826-840; Tulio Halperin Donghi, “La Revolución y la crisis de la estructura mercantil colonial en el Río de la Plata”, Estudios de Historia Social 2: 2 (1966): 78-125; Enrique Tandeter, Vilma Milletich y Beatriz Ruibal, “Mercado interno de Potosí a fines del siglo XVIII”, en La participación indígena en el mercado surandino. Estrategias y reproducción social: siglos XVI a XX, eds., Olivia Harris, Larson Brooke y Enrique Tandeter (La Paz: Ceres, 1987); Nathan Wachtel, Le retour des ancêtres, parte 2, Caps. III y IV; Steve Stern, “Nuevas direcciones en la historia económica de los Andes. Un diálogo crítico con Carlos Sempat Assadourian”, HISLA 3 (1983): 28-35; Enrique Tandeter, L’argent de Potosí. Coercition et marché dans l’Amérique coloniale (París: Editions de l’EHESS, 1997).

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Fue entonces a un virrey debilitado por su propia actitud a quien el Cabildo le impuso, una vez recuperada la ciudad, la formación de una Junta de Guerra, dirigida por el oficial que había organizado y dirigido la reconquista: Antonio María de Liniers. Ni la actitud del Cabildo ni la respuesta a la crisis militar escapaban a la tradición institucional de los reinos castellanos de Indias. Sin embargo, la nueva Junta de Guerra iba a poner en juego una política de militarización que, por un lado, si bien remitía al mencionado rol de las milicias y traducía completamente la constitución tradicional de la ciudad, por el otro, no cesaba de modificar el juego político e institucional. Cuando en 1807 se da la segunda tentativa de ocupación inglesa, es la ciudad misma la que asume el rol principal de su defensa: su población (incluidos los esclavos), sus cuerpos militares y regimientos fueron los protagonistas del éxito. Una vez asegurada la victoria, la Junta de Guerra sancionó la incompetencia del Virrey y decidió su destitución y nombró en su lugar a Liniers, quien desde la reconquista de 1806 estaba a la cabeza de la Junta; aunque excepcional y acompañada de una importante movilización popular, se puede decir hasta aquí que el gesto permanece todavía dentro de los límites del orden institucional colonial. Paralelamente, se observa que la militarización en este contexto no sólo se inscribe —como a inicios de los años 1760— en el juego de facciones que atravesaba la ciudad, sino que reconfigura profundamente sus relaciones y dinámicas políticas; el fenómeno alcanza dimensiones considerables y produce la emergencia de nuevos actores o la redefinición de nuevas posiciones. Esta situación aparece claramente a inicios de 1809, con el golpe que realizó contra el virrey Liniers una coalición formada por miembros del Cabildo, entre ellos su titular Martín de Alzaga y otros jefes de unidades militares. Desde el año anterior, la tradicional competencia por las gracias que autorizaban el comercio con Brasil había alimentado un lenguaje de contienda entre el Virrey y un grupo de grandes comerciantes que controlaban el Concejo municipal. Si este tipo de confrontación respondía a prácticas bien instaladas y ritualizadas, el contexto internacional y las tentativas de intervención de la Corte portuguesa, recién instalada en Brasil, incidían al mismo tiempo resignificando el juego local. Como ya se dijo, los actores implicados se habían renovado, y fue precisamente la negativa de la mayoría de los jefes de milicias integrados a una coalición la que marcó la derrota del golpe conducido por el negociante Martín de Alzaga, cuya influencia y cuyo prestigio se afirmaban también en su rol central durante la defensa de Buenos Aires29. En este nuevo juego político se preservó la militarización de la ciudad, que causaba grandes gastos y que

29 Sobre la evolución política desde 1760, ver: Zacarías Moutoukias, “Gobierno y sociedad en el Tucumán y Río de la Plata, 1550-1800”, en Nueva Historia argentina, t. II, dir., Enrique Tandeter (Buenos Aires: Sudamericana, 2000), 355-412; Zacarías Moutoukias, “Networks, Coalitions and Unstable Relationships: Buenos Aires on the Eve of Independence”, en The Collective and the Public in Latin America. Cultural Identities and Political Order, eds., Luis Roniger y Tamar Herzog (Brighton: Sussex Academic Press, 2000); Zacarías Moutoukias, “Réseaux personnels et autorité coloniale: les négociants de Buenos Aires au XVIIIe siècle”, Annales. Économies, Sociétés, Civilisations 47: 4-5 (1992): 889-915. DOI: dx.doi.org/10.3406/ahess.1992.279084. Sobre las invasiones inglesas y las acciones de Liniers y Alzaga, así como las relaciones entre la Corte portuguesa en Brasil y el Río de la Plata, ver Tulio Halperin Donghi, Revolución y guerra, 142-168; Carlos Roberts, Las invasiones inglesas del Río de la Plata (1806-1807) y la influencia inglesa en la independencia y organización de las Provincias Unidas (Buenos Aires: Peuser, 1937); Klaus Gallo, De la invasión al reconocimiento; Carlos Segreti, Un caos de intrigas. El Río de la Plata, 1808-1812 (Buenos Aires: Academia Nacional de la Historia, 1997). Y, finalmente, se puede remitir al proceso de Martín de Alzaga, en Archivo General de la Nación (AGN), Buenos Aires-Argentina, Sala IX, 2 leg. 3-4-1 y 23-4-2.


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se buscaba reducir por parte de las autoridades metropolitanas30. Los cuerpos militares creados a partir de 1806 consumían el 31% de las rentas fiscales entre 1806 y 1810 y representaban alrededor del 60% del total de los gastos militares (incluidos los de frontera). Es también a esta situación de crisis fiscal que el nuevo virrey Cisneros busca dar respuesta, a finales de 1809. De la detallada reconstitución de esta secuencia hecha en su momento por Halperin Donghi, se ha elegido presentar una síntesis que acentúa la superposición de conflictos con desenlaces inciertos, al punto de haber desnaturalizado un poco su análisis. Con esta perspectiva se busca subrayar el encadenamiento aleatorio de acontecimientos que cruzan diferentes lógicas sociales e institucionales, en una complejidad donde, sin embargo, es posible distinguir la estructuración pertinente que permite la comprensión de sus intrigas. 2. La otra secuencia mencionada, que se cruza con la apertura comercial de noviembre de 1809, es la articulación de los discursos a favor y en contra de esta medida31. El último virrey y los actores de la ciudad expresaron su conciencia sobre el hecho de tener que optar, excepcional y temporalmente, entre derogar o no un aspecto central del orden legal del comercio atlántico, para responder a una crisis fiscal. Pero el enfrentamiento entre quienes se oponían a la apertura comercial —el titular del Consulado y el representante del comercio de Cádiz— y los partidarios de la medida —el consejo del Consulado, el Cabildo reestructurado después de la crisis de enero de 1809 y el representante de los propietarios y productores rurales— reflejaba también una querella antigua sobre la estructuración de los negociantes en su calidad de corporación. Todo esto repercutía tanto en el funcionamiento de la justicia comercial como en la articulación de sus jerarquías internas. Estas últimas resultaban de la distribución de privilegios como el derecho exclusivo a ser comisionado de los grandes comerciantes de Cádiz. De estos privilegios resultaba un orden de preeminencia que se veía amenazado por la aplicación de rutas alternativas —ya sea la que ya se señalaba con Brasil, con las potencias neutras, o la del momento con Inglaterra—. Enemigos y partidarios de la apertura comercial estaban de acuerdo sobre el carácter excepcional de las circunstancias políticas a las que era necesario responder y sobre la necesidad de producir recursos fiscales. El desacuerdo estaba en la solución: mientras que unos proponían reforzar la prohibición y exclusividad comercial —reacción propia de un imperio que está dejando de existir—, los otros proponían generalizar las libertades comerciales —lo que, de realizarse, significaba la pérdida de su carácter de gracia o privilegio—. Clasificar los argumentos económicos de unos y otros en mercantilistas y liberales traicionaría la articulación que ofrecía este tipo de discursos en la época, menos definidos que la expresión de una dualidad clara y simple. Entre 1796 y 1802, en los debates y conflictos en torno a otras autorizaciones análogas en el seno del Consulado de Comercio, partidarios de propuestas de liberalización —que contradecían incluso las disposiciones reales— reclamaban estas libertades bajo el lenguaje de las recompensas y los privilegios otorgados por la gracia real. Por su lado, los partidarios de las restricciones —tanto en 1796 como en 1809— lo hacían bajo una visión de unidad de los territorios hispánicos que, en cierto sentido, los acercaba a la de los liberales de Cádiz en 1812. 30 Tulio Halperin Donghi, Guerra y finanzas, 73-100. 31 Sobre las líneas que siguen, ver Zacarías Moutoukias, “Las formas complejas de la acción política: justicia corporativa, faccionalismo y redes sociales (Buenos Aires, 1750-1760)”, Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas 39: 1 (2002): 69-102. DOI: dx.doi.org/10.7767/jbla.2002.39.1.69; y Zacarías Moutoukias, “Networks, Coalitions and Unstable Relationships”, 134-157.

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Entonces, ni las opciones de los actores respondían a casillas predefinidas, ni la proyección de los actores respondía a una vía bien definida, ya que la voluntad compartida de preservar la unidad de la Monarquía se acompañó de visiones diferentes sobre la autonomía de las regiones que debían o no beneficiarse de las libertades comerciales32. Se sugirió más arriba que el doble éxito (político y económico) de las medidas de 1809 ha servido para explicarlas. Así, la libertad comercial se habría impuesto por los efectos benéficos sobre la fiscalidad y el crecimiento económico, virtudes que habrían sido anticipadas por los actores. En contraposición, el conflicto bonaerense presentado lleva a constatar que este tipo de registro explicativo lineal no incluye aspectos esenciales en su proceso de adopción. Es evidente que los actores que dominaron la vida política de la ciudad, los grandes comerciantes y los jefes de milicias, buscaron multiplicar sus oportunidades de acción comercial; no obstante, de esta evidencia banal no se pueden deducir estrategias comunes a un grupo de grandes comerciantes, puesto que no solamente cada uno de sus segmentos se situó de manera diferente ante los privilegios comerciales, sino que estos mismos privilegios, ubicados en sus contextos, apuntaron a anticipaciones diferentes en 1808, 1809 o 1810. Con el recurso a una perspectiva fundada sobre la noción dependencia temporal, se llega a diferenciar entre los diseños de los actores y los resultados de sus acciones, y a ambos aspectos, de los mecanismos que aseguraron la adhesión a este resultado o a su reproducción33. Dentro de esta perspectiva, resulta posible pensar que las razones que impulsan a los agentes a participar en acciones que imponen un cierto orden político-institucional se encuentran en otros lugares, y no en los objetivos de este orden. Más aún, que los mecanismos de movilización capaces de asegurar la imposición, la estabilidad y la reproducción de este orden puedan ser a su vez independientes. En otras palabras, que las razones del triunfo de la facción de los partidarios de la libertad de comercio, en detrimento de sus opositores, no estaban ligadas causal y linealmente, ni a las virtudes de la medida, ni a los mecanismos que contribuyeron a perpetuarla. Es por esta razón que solamente la convergencia de una secuencia (“militarización y crisis fiscal”) con otra (“la confrontación de proyectos sobre la estructuración local del comercio atlántico”) no alcanza a explicar las autorizaciones de 1809. Esto nos lleva a la tercera secuencia que se propuso ver: la capacidad de movilización. 3. La decisión del virrey Cisneros sobre las libertades comerciales no significó una simple alternativa a partir de un cálculo de costos y beneficios; incluyó, además, la capacidad de acción en medio de tensiones que ordenaban las cambiantes configuraciones. La composición de una Junta convocada para tratar este asunto —siguiendo un procedimiento corporativo habitual— sorprende por la presencia de siete jefes de guarnición, entre ellos cinco grandes negociantes, y por la ausencia del jefe de

32 Zacarías Moutoukias, “Networks, Coalitions and Unstable Relationships”, 134-157. 33 Sobre esta perspectiva: Friedrich Hayek, “Rules, Perception and Intelligibility” y “The Results of Human Action but Not of Human Design”, en Studies in Philosophy, Politics and Economics (Chicago: The Chicago University Press, 1967), 23-46 y 111-137; Friedrich Hayek, Law, Legislation & Liberty. Volumen 1: Rules and Order (Londres: Routledge & Kegan Paul, 1973). Consúltese también: Franco Ramella, “Por un uso fuerte del concepto de red en los estudios migratorios”, y Zacarías Moutoukias, “Narración y análisis en la observación de vínculos y dinámicas sociales: el concepto de red personal en la historia social y económica”, en Inmigración y redes sociales en la Argentina moderna, comps., María Bjerg y Hernán Otero (Tandil: CEMLA-IHES, 1995), 9-21 y 63-81; Zacarías Moutoukias, “Réseaux et parcours. La construction ordinaire d’un tissu de liens personnels à Madrid”, en Espaces, temporalités, stratifications. Exercices sur les réseaux sociaux, dir., Maurizio Gribaudi (París: Editions de l’EHESS, 1998), 255-288.


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filas de los partidarios de las restricciones, Martín de Alzaga —antiguo titular del Consulado desde 1796, héroe de la defensa de Buenos Aires, principal alcalde del Cabildo y enemigo del comercio con Brasil—, quien se hallaba interno en la Patagonia a causa del golpe fallido de enero de 1809. La composición de esta Junta expresaba entonces nuevos equilibrios políticos, dentro de los que la adopción de uno de los proyectos en competencia, más que una elección simple, estaba reflejando la diferente capacidad de movilización política dentro del juego de facciones. En ciertos análisis, estos mecanismos de movilización política son identificados con el rol de los actores colectivos (comerciantes, grupos políticos, milicianos) y con los llamados vínculos tradicionales. El “juego de facciones” se plantearía, así, como resultado de la segmentación sistemática de los cuerpos sociales que constituían la trama política local. Otra es, sin embargo, la situación que se ha descrito, donde las acciones políticas se comprenden a partir de los vínculos que atraviesan las distintas formas corporativas de asociación. No se entrará aquí en el detalle de esta diferencia explicativa; no obstante, los argumentos aludidos exigen precisar ciertos aspectos, pues es frecuente que se identifiquen las jerarquías políticas y jurídicas —expresadas por las representaciones de un orden político— con los mecanismos de adhesión que sostienen toda movilización política. A pesar de las diferencias regionales, el fenómeno de las facciones está asociado al papel de jefes de grupos de acción más o menos estables o de reconocidos personajes del universo colonial: titulares de oficios, jefes de familias y de importantes parentelas, más en general, señores de otros hombres en diferentes contextos. La mayoría de los jefes militares a los que se ha hecho referencia aquí formaban parte, en efecto, de estos universos sociales. En la estructuración de sus acciones políticas, la historiografía ha señalado también el papel de las solidaridades y de los vínculos llamados tradicionales, como podía ser un origen común en España, relaciones de clientela y fidelidad o dependencias personales, de filiación y alianza dentro de una red de familias emparentadas, etcétera. En esta línea, las familias notables se han llegado a considerar como sólidas unidades corporativas, según una visión bastante común de una conocida y abundante historiografía34. Sin embargo, los mecanismos corporativos o grupales presentados en estos términos supondrían la estructuración del juego político como un sistema de oposición —o de cooperación— entre clanes a partir de linajes, cada uno con sus mecanismos de identificación y de solidaridad, situación que —según se ha visto— no existe en nuestro contexto. Es innegable que los miembros de familias notables de la ciudad tenían plena conciencia del prestigio que les podía otorgar el ejercicio de un cargo eclesiástico, de una magistratura o el comando de una unidad militar, y de cómo ese prestigio repercutía sobre el conjunto de la Casa. Pero si el ejercicio de un cargo se extendía sobre el conjunto familiar, era por los méritos, los servicios a la Monarquía y las recompensas que obtenía un individuo con el que se identificaba un grupo entre todas las personas relacionadas por el vínculo del parentesco. Y esta identificación reconfiguraba —o podía reconfigurar— la memoria genealógica, dando como resultado una estructuración indeterminada de una parentela. Luego, con esto no es posible hablar de un sistema de derechos y de deberes —entre ellos, deberes de protección—, asignados según un conjunto de posiciones, de proximidades reales o simbólicas en relación con un ancestro común. De aquí se deriva que las grandes familias estén a menudo en competencia por todo reconocimiento formal de autoridad, 34 Sobre una crítica al uso no reflexivo de nociones como “familia patriarcal” o “grupo o familia corporativa”: Zacarías Moutoukias, “Familia patriarcal o redes sociales: balance de una imagen de la estratificación social”, Anuario del IEHS 15 (2000): 29-68.

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y que inviertan muchos recursos para adquirirlos, tantos como los que gastan en enfrentamientos por el honor y la reputación que puedan disminuirlos, situación bien conocida y documentada. No obstante, si estos mecanismos cubren a menudo el juego político, no se puede decir que lo estructuren, en el sentido de ofrecerle objetivos y de producir metas; ocurre simplemente que ellos se superponen en la misma medida en la que la acción de estos individuos se ubica en una pluralidad de contextos normativos. No se encuentran entonces elementos que permitan hablar de facciones basadas en linajes claramente delimitados y segmentados. Lo que si se encuentran son coaliciones cambiantes, más o menos estables, en las que la reiteración de las confrontaciones políticas puede generar la forma de una facción, y donde las redes de familias notables constituyen uno de los elementos que les dan estabilidad, aunque no las determinan. En otras palabras, se trata de conjuntos de acción articulados en redes ego-centradas, y cuya estructura determina el acceso a los recursos y las capacidades de movilización. Aún más, en las confrontaciones que llevaron a adoptar las libertades de 1809 en Buenos Aires, la capacidad de quienes apoyaban la medida no dependió solamente de las relaciones entre las coaliciones dentro del Consulado, sino de las relaciones exteriores, incluidas las personas relacionadas con sus miembros (incluso, independientemente de un vínculo directo: los familiares de los familiares, los amigos de los amigos...). La autoridad que llegaron a tener los jefes de caserna o de batallón, instalados a raíz de la crisis de 1806, dependió tanto de una renovada legitimidad como de la estructura de las redes que los ubicaban en relaciones con sus pares y los vinculaban con otros sectores sociales. Si la comprensión de un proceso supone entender la estructuración de los actores que intervienen “por la voluntad de sus proyectos”, como plantea Lesourne, la reconstitución de redes ego-centradas será la que permitirá explicar los mecanismos de mediación política que generaron su unión en coaliciones.

Conclusión: restituir las trayectorias y cruzar las intrigas35 Con el análisis de tres secuencias (la crisis fiscal y la militarización de la ciudad; la confrontación de proyectos alternativos; la capacidad de movilización sobre la base de redes ego-centradas) se llega a una noción de dispositivo que intenta formalizar dos aspectos de las dinámicas institucionales. Por un lado, la existencia de formas simples de estructuración social —como podía ser la asociación entre cuerpos políticos y fueros, o el servicio al Rey y su recompensa—, principios de asociación que hacían parte de los recursos y de las soluciones alternativas de una cultura política. Por otro lado, la combinación de esas formas simples en procesos políticos donde los conflictos y las cooperaciones entre actores imponían la adopción de ciertas formas y la emergencia de otras. En estos cruces se producían, así, secuencias de selección entre combinaciones alternativas, generando cada una su propia dependencia temporal, es decir, constituyendo el sentido de sus acciones

35 En el artículo original (consultar páginas 42-48) se discuten otros textos: John Padgett y Christopher Ansell, “Robust Action and the Rise of the Medici, 1400-1434”, American Journal of Sociology 98: 6 (1993): 1259-1319. DOI: dx.doi.org/10.1086/230190, y Avner Greif, “Théorie des jeux”, 597-633. Así como otro ejemplo de cambio institucional en el que el cruce de intrigas es también base de su comprensión. Se trata de la evolución de la fiscalidad en España y en México durante la segunda mitad del siglo XVIII, aspecto que haría parte, como en el caso de la apertura del comercio en Buenos Aires, de lo que se ha llamado el “proceso de independencia”. Al omitir este apartado se ha conservado en las conclusiones solamente lo que se refiere a los casos incluidos.


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y elecciones en función de su propia historicidad36. En el contexto estudiado, esas combinaciones de formas simples de organización construyeron los desafíos, los objetivos y los proyectos que dieron sentido y definieron lo que estaba en juego en la cooperación y en el conflicto. Sin embargo, no se puede decir que ellas determinen las posibilidades de imponer una combinación particular, pues esta capacidad dependió más bien de los mecanismos específicos de la movilización política, de la capacidad relacional que lograron los actores implicados. Es en esta convergencia donde realmente se delimita un proceso path dependent de construcción institucional, un proceso donde la contingencia forma parte de la evolución del sistema a largo plazo. Se puede resumir esta propuesta planteando que la explicación de los procesos no puede anteponerse a la observación de los actores, sino que debe resultar de ella. Los vínculos personales representan en esta perspectiva tanto el instrumento para observar sus dinámicas como el espacio en el cual se sitúan los mecanismos que las generan. Con ellos se delimita el campo de lo posible en función de sus propias trayectorias. Esta posición contrasta con los ejemplos evocados al iniciar este artículo. Se ha planteado como punto de partida una crítica a visiones lineales y teleológicas de procesos presentados como un plano homogéneo, en el que se encadenan acciones económicas o políticas. Dos grandes temas entraron en discusión. El primero, las transformaciones políticas que se piensan a través de un relato de la modernidad que afecta de manera homogénea las representaciones de los actores, que serían a su vez proyectadas como formas coherentes de acción política. El segundo, los estudios que tratan los vínculos entre contextos institucionales y crecimiento económico, para los cuales el proceso histórico resultaba también teleológico, esta vez por definición, ya que se lo presenta como el movimiento de un conjunto interdependiente de variables guiado por, o impulsado hacia, un objetivo —el equilibrio— que es independiente de las posiciones iniciales y de toda otra posición intermedia de las variables37. Los puntos ciegos de estas aproximaciones invitan a cruzar las intrigas; se acaba de sugerir que los modelos de la dependencia temporal permiten entender e integrar estos cruces, al ordenar una multiplicidad de secuencias dentro de intrigas que abarcan —en un mismo movimiento— desenlaces inciertos de dinámicas locales, así como la forma global de un proceso. Las intrigas así cruzadas obligan a considerar los diferentes futuros inciertos por los que transitaba la acción de los actores, es decir, las condiciones que pueden explicar el sentido de sus elecciones en diferentes momentos de un proceso. En este camino, lo relacional y la historicidad no se reducen a alusiones metafóricas, sino que representan, por el contrario, el lugar mismo donde se conforma la dinámica de cambio estudiada.

36 Consúltese sobre este asunto: Zacarías Moutoukias, “Fenómeno institucional e historia económica: debates para un enfoque renovado”, en La historia económica argentina en la encrucijada. Balances y perspectivas, comp. Jorge Gelman (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2006). Aquí encontramos la noción proceso, propia de la antropología social de los años sesenta y setenta, presente en la expresión “conflict as process”. Puede estudiarse: Fredrik Barth, Models of Social Organization (Londres: Royal Anthropological Institute, 1969); Jeremy Boissevain, Friends of Friends: Networks, Manipulation and Coalitions (Oxford: Basil Blackwell, 1974); Thoden van Velsen, “Coalitions and Network Analysis”, en Network Analysis: Studies in Human Interaction, eds., Jeremy Boissevain y Clyde Mitchell (La Haya: Mouton and Co., 1973), 219-250; Anton Blok, The Mafia of a Sicilian Village, 1860-1960: A Study of Violent Peasant Entrepreneurs (Oxford: Basil Blackwell, 1974). 37 Melvin Reder, “The Tension between Strong History and Strong Economics”, en History Matters. Essay on Economic Growth, Technology and Demographic Change, eds., Timothy Guinnane, William Sundstrom y Warren Whatley (Stanford: Stanford University Press, 2004), 96.

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Bibliografía Fuentes primarias Archivo: 1. 2.

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❧ Zacarías Moutoukias Profesor de Historia Moderna y Contemporánea de la Université Paris-Diderot (Paris VII), (Francia). Licenciado en Historia por la Universidad Nacional de La Plata (Argentina) y Doctor en Historia por la École des Hautes Études en Sciences Sociales (Francia). Profesor invitado de universidades de España, Grecia, México y Argentina. Tiene una amplia trayectoria de investigación en temas relacionados con la historia económica y la historia transnacional de las instituciones y la política en la América española, centrado en tres ejes de análisis: actores, redes e instituciones. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: “Las tramas de la acción política. Crisis fiscal, tolerancia comercial y construcción institucional. Buenos Aires, 1809”, Anuario IEHS 25 (2010): 97-118; “Circulaciones asimétricas: deuda pública y actores locales en Buenos Aires, 1800-1820”, Tiempos Modernos 30 (2015/1): s/p.; “Des liens sociaux à l’ordre politique: réflexions pour une approche relationnelle des institutions”, Caravelle 101 (2013): 111-132; “Cultura política, crisis imperial y conflictos locales: las premisas de la construcción de un orden económico republicano en el Río de la Plata”, Anuario/IHES 25 (2011): 42-68. zacarias. moutoukias@univ-paris-diderot.fr


Rese単as



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Earle, Rebecca A. España y la independencia de Colombia, 18101825. Bogotá: Ediciones Uniandes/Banco de la República, 2014, 250 pp. Ana Pérez

Universidad de los Andes, Colombia doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit58.2015.09

La historia política fue el eje fundamental de la historiografía del siglo XIX en el mundo occidental, que se convirtió en la reconstrucción de hechos de una manera profesional de hacer historia. Al hablar de historia política, indudablemente salen a flote los trabajos del historiador alemán Leopold von Ranke, quien es considerado el autor más representativo del historicismo. Su metodología cambió la forma en que los historiadores examinaban las fuentes documentales, dando pie a la construcción de una historia política con un “método científico” sustentado en fuentes primarias. Esta historia fue construida desde la élite, conmemorando a los héroes de la patria, asunto que dejó en segundo plano la historia social y los subordinados. Si se define la historia política, según los planteamientos del propio Ranke, se trataría de una historia que narra los acontecimientos, batallas, movimientos y líderes o héroes de la patria. No obstante, los historiadores contemporáneos se han inscrito en una renovada historia política que se estructura ahora en torno a la idea de Estado-nación, donde se ven involucrados tanto la élite como los subordinados, y donde ambos son partícipes de los asuntos políticos. En el caso colombiano, en lo que fue la Nueva Granada, la historia política que se ha elaborado desde la primera mitad del siglo XIX se ha documentando y centrado, específicamente, en los procesos de independencia1. Aunque no se puede desconocer que en la actualidad se encuentran varios estudios que van más allá de la descripción de los hechos y se introducen en la búsqueda de hacer conexiones entre lo ocurrido en las antiguas colonias españolas y la Corona española, que originaron la conformación del Estado de Colombia, desde una perspectiva política, vinculada con aspectos sociales, económicos y culturales, bien sea una historia de élite o desde abajo2. Uno de esos trabajos es el que se reseña a continuación, de la historiadora inglesa Rebecca A. Earle, que fue publicado en el año 2000 bajo el título Spain and the Independence of Colombia, 1808-1825 por la University of Exeter Press (Reino Unido), como resultado de su tesis doctoral, cuyo director fue el reconocido historiador Anthony McFarlane. En 2014 se publicó la traducción

1 Sobre este asunto, véase: José Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de la República de Colombia en la América Meridional (Bogotá: Besanzon-Imprenta de José Jacquin, 1858); Constancio Franco V., Rasgos biográficos. Próceres i mártires de la independencia de Colombia (Bogotá: M. Rivas, 1880); David Bushnell, Ensayos de historia política de Colombia: siglos XIX y XX (Medellín: La Carreta Editores, 2006); Anthony McFarlane, Colombia antes de la independencia: economía, sociedad y política bajo el dominio Borbón (Bogotá: Áncora/Banco de la República, 1997); Javier Ocampo López, El proceso ideológico de la emancipación: las ideas de génesis, independencia, futuro e integración en los orígenes de Colombia (Tunja: Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, 1974); Ana Catalina Reyes et al., Historia de la Independencia de Colombia 1808-1830: proceso político, social y cultural de la época (Bogotá: Periódicos Asociados, 2010), entre otros. 2 Como lo denomina Edward Palmer Thompson en: La formación histórica de la clase obrera (Barcelona: Editorial Laia, 1977).


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Earle, Rebecca A. España y la independencia de Colombia, 1810-1825. Ana Pérez

al español del libro, con el título España y la independencia de Colombia, 1810-1825, por Ediciones Uniandes y el Banco de la República (Colombia). Cabe resaltar la importancia de traducir y publicar este tipo de investigaciones para el público hispanoparlante, con el fin de fortalecer las redes académicas y conocer lo que se está produciendo en otros hemisferios. El libro de la historiadora Earle ilustra la caída del Imperio español en el Virreinato de la Nueva Granada, durante la primera mitad del siglo XIX. Su investigación parte de la descripción de la invasión napoleónica al territorio de la Corona española, en 1808, cuando hacen prisionero al rey Fernando VII, hasta el período de la reconquista, que dio como resultado el colapso y la pérdida del territorio de la Nueva Granada. Lo interesante de esta interpretación de lo que fue el proceso de independencia es que aquí se expone cómo y por qué el Imperio perdió esta colonia, no sólo mostrando los intereses de los criollos por tener el poder político del territorio —como se ha venido contando la historia—, sino también dilucidando las falencias de un imperio en decadencia que mostró la falta de unidad administrativa para llevar a cabo una reconquista exitosa, cuyo resultado fue un fracaso total. El libro lo conforman tres partes: la primera se titula “Crisis, 1808-1814”; la segunda, “Reconquista, 1815-1819”, y la tercera, “Colapso, 1819-1822”. En estos tres apartados, la autora realiza un detallado recuento de las estrategias militares y de negociación, demostrando la incoherencia ideológica de los mandos militares y administrativos de la Corona española en América y en la península Ibérica. Asimismo, evidencia los conflictos internos entre las provincias que se declaraban partidarias de los patriotas o, en su defecto, realistas. Casos concretos como, por un lado, las provincias de Cartagena y Santa Marta, y, por el otro lado, la provincia de Pasto, que fue un bastión fuerte de los realistas e hizo resistencia a los ideales republicanos. Estas divisiones afectaron a realistas y a patriotas, debido a las fricciones regionales y a la búsqueda de una autonomía, por lo que la fiabilidad se hizo cada vez más tenue, y la desintegración de ambos ejércitos fue en detrimento. Otros de los motivos relatados por Earle que llevaron al fracaso de recuperar el control político de la colonia fueron las enfermedades y las enemistades personales entre los funcionarios de la Corona. Otro punto por destacar en este libro es el período de la Reconquista, con detalles que muestran no sólo la insuficiencia en número y división personal de las tropas españolas, sino también el afán de conseguir adeptos a la causa de la Corona, describiéndolo como un tiempo en el que las autoridades imperiales aplicaron el castigo más severo a la traición, es decir, la pena de muerte; y al mismo tiempo implementaron un sistema de conciliación e indulto, y de castigo y represión, conocidos durante esa época como “procesos de purificación”. Aunque el mayor objetivo de la Reconquista fue acabar con la insurgencia, lo que muestra Earle es que fue a su vez “su talón de Aquiles”, ya que, apremiada la Corona por cuestiones económicas, no podía suministrar fondos suficientes a sus tropas, teniendo que acudir a la población de la Nueva Granada, creando impuestos y exigiendo grandes cantidades de dinero a los habitantes que se encontraban en procesos jurídicos. Esto hizo que las tropas insurgentes ganaran más seguidores al proceso de independencia, y se demostrara la falta de una estrategia coherente por parte de los españoles para contrarrestar al ejército revolucionario. La autora concluye que “el proceso mediante el cual Nueva Granada obtuvo su independencia fue en sí una ilustración del fracaso de España como poder colonial” (p. 6). El análisis de estos procesos, sin lugar a dudas, es resultado de la búsqueda exhaustiva de la historiadora Earle de fuentes primarias en archivos de España y Colombia, en donde consultó documentos oficiales, cartas, informes de las tropas, procesos judiciales de acusados por traición a la Corona, entre otros. Esta diversidad de fuentes contribuye a que su análisis cumpla con el


Hist. Crit. No. 58 · Octubre - diciembre · Pp 181-183 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152 doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit58.2015.09

objetivo de mostrar cómo se logró en parte la independencia de la Nueva Granada —a partir de los acontecimientos sucedidos tanto en este territorio como en la península Ibérica, y cómo éstos se vinculan produciendo una causa y un efecto (al encontrarse la Corona debilitada política y económicamente, el control de sus colonias se fue atenuando, hasta lograr la independencia)—, y evidencia las falencias y contradicciones de ambos mandos; se muestra que al final ganó aquel bando que mejor supo aprovechar las estrategias militares, lo que se vio reflejado en la batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1819. Así, pues, su metodología permite mirar los hechos de una manera conectada y continua, y es un aporte a la historiografía de la independencia de Colombia, entre otras cosas, por la riqueza de sus fuentes documentales. Después de mencionar a grandes rasgos algunas ideas centrales del texto, no se puede dejar de señalar la ausencia en estas páginas de las discusiones sobre el concepto de nación —aunque el objetivo de la autora no sea analizar dicha noción—, por ser un tema que en las últimas décadas ha cobrado relevancia cuando se investiga el proceso de independencia de las antiguas colonias americanas. Los estudios actuales, además de alejarse de esa idea de hacer historia decimonónica, que vale la pena señalar, han sido útiles y necesarios para entender las genealogías de las naciones. En tanto, de un tiempo para acá se viene debatiendo el concepto de nación no sólo desde la oficialidad, sino también en los grupos subordinados, en trabajos historiográficos europeos y latinoamericanos relacionados con los procesos emancipadores que dieron origen a las nuevas naciones de América Latina y a la descolonización de África3. Uno de los trabajos más citados que trata sobre este concepto es el de Benedict Anderson, titulado Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del nacionalismo, donde define la nación como una “comunidad imaginada”; con esta idea resalta la relevancia de la imaginación y el sentimiento compartido a la hora de inventar el nacionalismo, más que los cambios en el poder y en los recursos4. Esta afirmación encuentra ecos en trabajos historiográficos que quieran modificar la historia decimonónica que se sigue contando, aunque ahora ya no se trata de encontrar la genealogía de una nación, sino de entender cómo, a partir de la crisis colonial, se fueron organizando Estados y naciones. De esta manera, la historia política es actualmente un tema historiográfico renovado, que indaga sobre las relaciones complejas que establecen los hombres con respecto al poder; así, ésta remite hoy al estudio de la vida social del poder en su dimensión pública. Esta concepción incluye aquello que fue el eje de la historia política tradicional, es decir, el estudio de las instituciones del sistema político y sus personajes, pero superado a través de la exploración de las acciones políticas, de las relaciones sociales de poder y de las configuraciones sociales que las sustentan. Este tipo de enfoques no se queda en el estudio de la mera descripción de los hechos históricos, sino que va al análisis y va tejiendo una filigrana que conecta aspectos socioeconómicos y culturales con lo político. 3 Aquí pueden destacarse: María Eugenia Chaves Maldonado, ed., Los “otros” de las independencias, los “otros” de la nación. Participación de la población afrodescendiente e indígena en las independencias del Nuevo Reino de Granada, Chile y Haití (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2015); Agustín Lao-Montes, “Decolonial Moves. Trans-locating African Diaspora Spaces”, Cultural Studies 21: 2/3 (2007): 309-338. DOI: dx.doi. org/10.1080/09502380601164361; Alfonso Múnera, El fracaso de la Nación. Región, clase y raza en el Caribe colombiano: 1717-1810 (Bogotá: Banco de la República/El Áncora Editores, 1998); Florencia Mallon, Peasant and Nation: The Making of Postcolonial Mexico and Peru (Berkeley: University of California Press, 1995). 4 Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del nacionalismo (México: FCE, 1993 [1983]).

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Medina, Eden. Revolucionarios cibernéticos: tecnología y política en el Chile de Salvador Allende. Santiago de Chile: LOM Ediciones, 2013, 356 pp. Josep Simon

Universidad del Rosario, Colombia doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit58.2015.10

Revolucionarios cibernéticos presenta la historia del proyecto Synco, desarrollado en Chile durante el gobierno de coalición de la Unidad Popular, presidido por Salvador Allende. Synco fue una iniciativa innovadora de gestión de la economía nacional mediante los métodos de la cibernética, en un contexto de profundos cambios políticos y económicos. El proyecto surgió de la convergencia intelectual entre el cibernético Stafford Beer y el ingeniero Fernando Flores (con una carrera ascendente dentro del gobierno de Allende), y la colaboración entre ingenieros chilenos y cibernéticos británicos. Beer fue uno de los precursores de la ciencia cibernética, junto a figuras como Norbert Wiener, John von Neumann y Heinz von Förster. Desde los años cuarenta del siglo pasado, la cibernética se estableció como una ciencia de la organización y la gestión, que desarrolló el uso de las computadoras, reflexionó sobre las relaciones entre individuo y máquina, y utilizó analogías entre los sistemas biológicos y sociales. Así, pues, pioneros de la cibernética como Wiener o Von Förster se beneficiaron de sus conversaciones con fisiólogos o biólogos como Arturo Rosenblueth o Humberto Maturana. Synco fue diseñado como un sistema que permitiría recabar datos de producción en tiempo real, diseñar programas estadísticos, construir simulaciones computarizadas de la economía chilena y comunicarse con las fábricas al localizar problemas que afectaran su rendimiento. El proyecto fue considerado relevante en el contexto de transformación de la economía chilena, marcado por un programa de nacionalización de la producción. Se distinguió de otros proyectos, en Estados Unidos y la Unión Soviética, porque su desarrollo no fue militar, como en el primer caso, ni pretendió originalmente establecer un control vertical de la producción, como en el segundo. La vía al socialismo democrático defendida por el gobierno de Allende confluyó en las ideas cibernéticas de Beer, quien, a través de su Modelo de Sistema Viable, se propuso configurar un sistema de gestión que favoreciera la transversalidad en la cadena de mando. Para Beer, la cibernética aplicada a la gestión económica no debería consistir simplemente en reemplazar con computadoras los procedimientos y sistemas de la burocracia tradicional para acelerarlos. Esto no haría más que afianzar sistemas de por sí ineficientes. Por el contrario, el objetivo era transformar las organizaciones mediante estrategias transversales capaces de mutar la estructura del sistema sin destruirlo. Esto concordaba con los propósitos del gobierno chileno de hacer partícipes a los trabajadores en la vida política y económica del país, y en la propia gestión de sus fábricas, facturando un cambio político hacia el socialismo, dentro de un equilibrio democrático. Aunque el proyecto Synco no pudo ser completado, dadas las dificultades políticas y económicas del gobierno de Allende y el golpe de Estado que desembocó en la dictadura de Pinochet, su desarrollo dejó una huella material e intelectual importante. Asimismo fue un proyecto que demuestra que es posible desarrollar sistemas tecnológicos innovadores en países con pocos recursos, como el Chile de los años setenta (sometido al bloqueo económico y político de Estados Unidos).


Hist. Crit. No. 58 · Octubre - diciembre · Pp 184-187 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152 doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit58.2015.10

Medina ha aprovechado la riqueza de los archivos de Stafford Beer, que son pieza angular en la construcción de su narración. Al mismo tiempo, realizó una cantidad ingente de entrevistas a actores implicados en Synco, desplazándose a Chile, Reino Unido, España, Canadá, Argentina y Portugal. Su análisis del proyecto Synco se articula alrededor de tres ejes fundamentales. Primero, se plantea la pregunta que ilustra el clásico ensayo de Langdon Winner “¿Tienen política los artefactos?”1, procediendo a discutir tanto si la tecnología está cargada de política como si la política se puede construir a través de la tecnología. Segundo, en el marco de contribuciones como las de la teoría de la dependencia, analiza cómo Chile, con una cultura científica, tecnológica y económica marcada por la dependencia intelectual y material de Estados Unidos y Europa, fue capaz de producir un proyecto original e innovador. Y, viceversa, cómo un proyecto del calibre de Synco no pudo ser desarrollado en Estados Unidos, la Unión Soviética o Europa. Finalmente, discute la dimensión internacional (o transnacional, para utilizar el término empleado por la autora) que configuró Synco, como un proyecto de colaboración entre profesionales chilenos y británicos. El libro de Medina es una notable adición a la historia de la tecnología en América Latina, y al mismo tiempo una contribución enriquecedora a la historia política contemporánea de Chile. La historia de la tecnología en Latinoamérica ofrece un legado desigual, fagocitado en gran medida por la historia de la ciencia y la historia de la medicina, disciplinas más institucionalizadas. La ductilidad de su identidad hace que sea difícil sintetizar su historiografía, repartida entre las citadas, la historia económica, la historia política, los estudios latinoamericanos o los estudios sociales de la ciencia y la tecnología. No obstante, cuenta con temas tradicionales, como el estudio de la minería en el período colonial, la historia de las empresas o la historia del trabajo industrial. Los estudios sobre la tecnología tuvieron un desarrollo intelectual relevante en los análisis contemporáneos sobre el papel de la ciencia y la tecnología en el desarrollo económico y social, realizados en Latinoamérica entre los años sesenta y setenta, que han tenido continuidad en los actuales estudios sociales de la ciencia y la tecnología, con incursiones puntuales en la historia2. El libro de Medina conecta con esta corriente y con contribuciones internacionales, como el concepto de tecnología criolla o la atención a los usuarios3. Esta línea de estudios cuenta también con temas en vías de consolidación —en perspectiva histórica o sociológica— como el estudio de las infraestructuras y los medios de transporte, o el uso de las tecnologías domésticas4, y una literatura creciente sobre las Tecnologías de la Información y la Comunicación5.

1 Langdon Winner, “¿Tienen política los artefactos?”, en La ballena y el reactor: Una búsqueda de los límites en la era de la alta tecnología (Barcelona: Gedisa, 1987), 35-56. 2 Véase sobre este asunto: Amilcar O. Herrera, ed., América Latina: ciencia y tecnología en el desarrollo de la sociedad (Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1970); Pablo Kreimer, Hernán Thomas, Patricia Rossini y Alberto Lalouf, eds., Producción y uso social del conocimiento. Estudios de sociología de la ciencia y la tecnología en América Latina (Bernal: Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes, 2004). 3 David Edgerton, Innovación y tradición: Historia de la tecnología moderna (Barcelona: Crítica, 2007); Nelly Oudshoorn y Trevor Pinch, eds., How Users Matter: The Co-Construction of Users and Technologies (Cambridge: MIT Press, 2003). 4 Araceli Tinajero y J. Brian Freeman, eds., Technology and Culture in Twentieth-Century Mexico (Tuscaloosa: University of Alabama Press, 2013). 5 María Belén Albornoz, Mónica Bustamante Salamanca y Javier Jiménez Becerra, Computadores y cajas negras (Quito: Flacso, 2012); Anita Say Chan, Networking Peripheries: Technological Futures and the Myth of Digital Universalism (Cambridge: MIT Press, 2014).

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Medina, Eden. Revolucionarios cibernéticos: tecnología y política en el Chile de Salvador Allende Josep Simon

Sin embargo, a pesar de poseer una fundamentación teórica robusta, el trabajo de Medina se distingue por favorecer el relato histórico, frente a las teorizaciones normativas que caracterizan a menudo a los estudios sociales de la ciencia y la tecnología6. La influencia de la sociología de la ciencia es patente, no obstante, en su uso de un estudio de caso puntual, para construir una perspectiva general de la política y la sociedad chilenas a principios de los años setenta. Este proceder habitual en la historia de la ciencia actual, afín a la microhistoria, es una potente herramienta que permite a Medina ofrecer una perspectiva de gran riqueza histórica a partir del análisis de un proyecto que apenas duró tres años, y que en términos estrictamente políticos y técnicos fue un fracaso. Pero esta aproximación tiene otra cara, que en cierto grado limita las posibilidades de establecer un relato geopolíticamente amplio a partir de la narrativa de un caso localizado. El impacto del socioconstructivismo en la historia de la ciencia, la técnica y la medicina consolidó ya hace décadas la idea de que toda producción de conocimiento es local. Esta premisa, gestada en la rebelión contra las viejas historias universales, ha aportado beneficios obvios, pero al mismo tiempo ha contribuido a una comprensión insuficiente de los fenómenos de escala nacional e internacional7. Sobre este terreno, las historias de la ciencia, la técnica y la medicina han reaccionado con retraso y, en general, con falta de solidez a los retos planteados previamente en otras disciplinas para aprehender los fenómenos globales o transnacionales8. Así, Medina ofrece una narración a menudo excesivamente localizada y, en consecuencia, aislada. Su aproximación es sin duda preferible a la de cualquier historia institucional y política clásica. Pero a menudo el lector desearía disponer de una perspectiva más amplia sobre aspectos como las políticas del gobierno de la Unidad Popular, las relaciones internacionales de Chile con Latinoamérica, Europa y el Reino Unido, la política exterior de Estados Unidos o la estructura institucional de la educación técnica y la formación de los ingenieros chilenos. En línea con las tendencias actuales, Medina muestra predilección por el adjetivo “transnacional”. El caso que examina tiene una dimensión nacional (un proyecto político, económico y social chileno) y una gran dimensión internacional (la comunicación y aculturación entre ingenieros chilenos y cibernéticos británicos). El perfil profesional como consultores privados de muchos de los colaboradores británicos de Synco, y el espíritu internacionalista de algunos cibernéticos, son argumentos de peso para considerar la maleabilidad de las fronteras nacionales, pero es más dudoso que los adjetivos “nacional” e “internacional” no sean los más adecuados para caracterizar un caso histórico como éste. Revolucionarios cibernéticos es un excelente ejemplo de circulación y apropiación internacional de conocimiento, pues se trata de una traducción realizada en Chile sólo dos años después de la aparición de Cybernetic Revolutionaries, basado en la tesis doctoral realizada por Medina en 6 Baste reseñar como ejemplo ilustrativo, la omnipresente teoría del actor-red de Bruno Latour. 7 Margaret Jacob, “Science Studies after Social Construction: The Turn Toward the Comparative and the Global”, en Beyond the Cultural Turn: New Directions in the Study of Society and Culture, eds., Victoria E. Bonnell y Lynn Hunt (Berkeley: University of California Press, 1999), 95-120; Josep Simon y Néstor Herran, “Introduction”, en Beyond Borders: Fresh Perspectives in History of Science (Newcastle: Cambridge Scholars Publishing, 2008), 1-23. 8 Erik van der Vleuten, “Toward a Transnational History of Technology: Meanings, Promises, Pitfalls”, Technology and Culture 49: 4 (2008): 974-994; Simone Turchetti, Néstor Herran y Soraya Boudia, “Introduction: Have we Ever been ‘Transnational’? Towards a History of Science Across and Beyond Borders”, British Journal for the History of Science 45: 3 (2012): 319-336; Josep Simon, ed., “Cross-National Education and the Making of Science, Technology and Medicine”, History of Science 50: 3 (2012): 251-256.


Hist. Crit. No. 58 · Octubre - diciembre · Pp 181-183 · ISSN 0121-1617 · eISSN 1900-6152 doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit58.2015.09

Estados Unidos9. La traducción es imperfecta; contiene un cierto número de anglicismos. Más relevante es que el aparato crítico no ha sido adaptado: explicaciones como qué es el realismo mágico o las percepciones complejas y opuestas sobre qué significó el gobierno de Allende para Chile son innecesarias para el lector chileno o latinoamericano. Algunas de las referencias bibliográficas citadas en su versión inglesa fueron escritas originalmente en español o se encuentran disponibles en traducción al castellano. Un mayor trabajo de edición hubiera beneficiado a la obra y a su recepción. El libro cierra con un imprescindible epílogo que expone el legado perdurable del proyecto Synco, a través de su impacto en los actores históricos que participaron en él, y de su supervivencia en proyectos desarrollados posteriormente en Europa y en América Latina, como la implementación del Modelo de Sistema Viable en la Oficina Nacional de Auditoría de Colombia. Cibernéticos revolucionarios constituye una lectura fascinante, de gran provecho no sólo para aquellos atraídos por la historia de la tecnología o la historia política reciente de Chile, sino para cualquier lector interesado en la historia contemporánea de América Latina.

❧ Ana Pérez

Coordinadora Editorial de la Revista de Estudios Sociales (RES) de la Universidad de los Andes (Colombia). Historiadora de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, y Magíster en Historia por la Universidad de los Andes (Colombia). Miembro del grupo de investigación Etnohistoria y Estudios sobre Américas Negras (Categoría C en Colciencias). alperezroma@gmail.com

Josep Simon

Profesor principal de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud (GESCTP) de la Universidad del Rosario (Colombia). Doctor en Historia y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Leeds (Reino Unido). Pertenece al grupo de investigación Estudios sociales de las ciencias, las tecnologías y las profesiones (Categoría A1 en Colciencias). Investigador principal del proyecto Transnational Paradigm? Physics and Pedagogical Innovation in the Americas (1945-1975) de la National Academy of Education (Estados Unidos). josep.simon@urosario.edu.co

9 Eden Medina, Cybernetic Revolutionaries: Technology and Politics in Allende’s Chile (Cambridge: MIT Press, 2011).

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Los árbitros de este número de la revista fueron: María de las Nieves Agesta, Universidad del Sur, Argentina Óscar Almario García, Universidad Nacional de Colombia Octavio Avendaño, Universidad de Chile Manuel Bastias Saavedra, Universidad Austral de Chile María Clara Bernal, Universidad de los Andes, Colombia Mónica Blanco, UNICEN, Argentina Ovidio Cárcamo Hernández, Universidad de los Lagos, Chile Clara Inés Carreño Tarazona, Universidade Estatal Paulista, Brasil William Alfredo Chapman Quevedo, Universidad del Tolima, Colombia Gabriela Dalla-Corte Caballero, Universidad de Barcelona, España Patricia Alejandra Fogelman, Universidad de Buenos Aires, Argentina Paul Gordon, University of Stirling, Reino Unido Carlos Huneeus, Universidad de Chile Julio Alberto Hurrell, Universidad Nacional de La Plata, Argentina Marco Antonio León León, Universidad Bío-Bío, Chile Carolina E. López, Universidad Nacional del Sur, Argentina José Martínez Millán, Universidad Autónoma de Madrid, España Susana Matallana Peláez, Universidad del Valle, Colombia Verónica Murillo Gallegos, Universidad Autónoma de Zacatecas, México Gabriela A. Piñero, Universidad de Buenos Aires, Argentina Xavier Pujadas, Universitat Ramon Llul, España Marcela Quiroga, Universidad Pedagógica Nacional, Colombia Ana Catalina Reyes Cárdenas, Universidad Nacional de Colombia Luis Rincón Rubio, Academia de Historia del Estado de Zulia, Venezuela Francisco Sevillano Calero, Universidad de Alicante, España Robinson Silva Hidalgo, Universidad Austral de Chile Carles Sirera Miralles, Universitat de València, España Marcelo Enrique Valenzuela Cáceres, Universidad de Concepción, Chile Angela Vergara, California State University, Estados Unidos



Notilibros

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Muñoz Arbeláez, Santiago. Costumbres en disputa. Los muiscas y el Imperio español en Ubaque, siglo XVI. Bogotá: Ediciones Uniandes, 2015, 264pp. isbn: 978-958-774-128-5

Costumbres en disputa explora las tensiones que se desataron entre las comunidades muiscas del valle de Ubaque con la puesta en marcha del proyecto imperial hispano y muestra cómo las sociedades nativas a la vez respondieron, redimensionaron y resignificaron la dominación colonial. El libro se enfoca en los términos culturales en que se desenvolvieron las relaciones entre los muiscas, los encomenderos y las autoridades coloniales, lo que le permite mostrar otra cara de la encomienda: una en que no sólo los indios tuvieron que responder y ajustarse a las nuevas exigencias coloniales, sino en donde también los encomenderos tuvieron que entender, aceptar e incluso en algunas formas integrarse en las comunidades nativas. El libro argumenta que encomenderos e indígenas forjaron un orden común, aunque asimétrico y a menudo contradictorio, en el contexto de una batalla por las costumbres en la que la manera como se hablaba, vestía o dormía constituía un acto político.

Ariza Martínez, Juan Sebastián. La cocina de los venenos. Aspectos de la criminalidad en el Nuevo Reino de Granada, siglos XVII-XVIII. Bogotá: Ediciones Uniandes, 2015, 214pp. isbn: 978-958-738-549-6

Durante los siglos XVII y XVIII se presentaron varias querellas ante el tribunal de justicia criminal del Nuevo Reino de Granada, en las que se denunciaba que había personas que ejercían los oficios médicos sin tener títulos que los acreditaran como facultativos en las artes curativas. Por ese entonces, se creía que quienes utilizaban yerbas y conjuros como métodos terapéuticos, por lo general mujeres, debían ser juzgadas como yerbateras-envenenadoras, porque no pretendían curar sino matar a quien consumiera sus preparados. El texto establece que los procesos criminales por envenenamiento constituyen un prisma en el que convergen diferentes problemáticas del período colonial neogranadino, relacionadas con la salud, los oficios médicos, las enfermedades, las creencias mágico-religiosas, el ideal de mujer en la época, la delincuencia, y las dinámicas de las instituciones españolas, entre otras.

Annino, Antonio. Silencios y disputas en la historia de Hispanoamérica. Bogotá: Tauros/ Universidad Externado de Colombia, 2014, 456pp. isbn: 978-958-758-745-6

Desde siempre, las emancipaciones fueron pensadas, representadas y contadas como el proceso que derrumbó al imperio hispánico, la causa prima que puso fin a la larga “decadencia” de la Monarquía Católica. Hubo, por supuesto, muchas lecturas del evento y no pocas disputas. Sin embargo, el esquema básico no cambió: las emancipaciones de las “naciones” del imperio lograron lo que las potencias europeas no habían conseguido. Esta mirada suponía, en primer lugar, la existencia previa de unas “naciones” hispanoamericanas y, en segundo lugar, que la quiebra del imperio y de la monarquía se habría producido desde “afuera” de la Península. Según este relato las Indias destruyeron a España. Nótese que todavía en nuestros días este relato sobrevive en la historiografía peninsular que considera a América precisamente en estos términos. Hoy la cuestión se piensa de manera totalmente opuesta: fue la devastadora crisis desencadenada por las noches de Bayona en marzo de 1808 —la entrega de la monarquía a Napoleón— la que quebró al imperio al desencadenar a su vez un largo proceso de disolución que dio origen a las independencias.


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Notilibros

Pérez Benavides, Amada Carolina. Nosotros y los otros. Las representaciones de la nación y sus habitantes. Colombia, 1880-1910. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2015, 328pp. isbn: 978-958-716-838-9

A partir de los escritos y las imágenes del Papel Periódico Ilustrado, los objetos que conformaron las colecciones del Museo Nacional de Colombia y los informes de las misiones religiosas de finales del siglo XIX y comienzos del XX, se analizan las coincidencias y particularidades existentes entre las diferentes formas de representación, se señalan los énfasis que las caracterizan y los silencios que han propiciado. Adicional a esto, se proponen reflexiones puntuales sobre la incidencia y relación entre dichas representaciones y prácticas políticas, sociales y culturales concretas. En este libro, la autora incursiona en la posibilidad de dar cuenta de historias divergentes sobre la identidad y la diferencia, esas que narran de otra manera las cosas y que nos invitan a inventarnos de nuevo para incluir otras voces y vislumbrar otros caminos posibles.

Fox, James. British Art and the First World War, 1914-1924. Cambridge: Cambridge University Press, 2015, 256pp. isbn: 978-110-710-587-4

The First World War is usually believed to have had a catastrophic effect on British art, killing artists and movements, and creating a mood of belligerent philistinism around the nation. In this book, however, James Fox paints a very different picture of artistic life in wartime Britain. Drawing on a wide range of sources, he examines the cultural activities of largely forgotten individuals and institutions, as well as the press and the government, in order to shed new light on art’s unusual role in a nation at war. He argues that the conflict’s artistic consequences, though initially disruptive, were ultimately and enduringly productive. He reveals how the war effort helped forge a much closer relationship between the British public and their art — a relationship that informed the country’s cultural agenda well into the 1920s.

Parra Salazar, Mayra Natalia. ¡A teatro camaradas! Dramartugia y política de masas en Colombia (1965-1975). Medellín: Universidad de Antioquia, 2015. isbn: 978-958-889-073-9

Al igual que otras prácticas, el teatro fue utilizado como arma de lucha, instrumento básico para la toma de conciencia y preparación ideológica del pueblo, fuerza motriz de la revolución. Actores, dramaturgos, incluso grupos completos, se alinearon con uno u otro proyecto político de izquierda y llegaron, en algunos casos, a convertirse en el brazo legal a través del cual organizaciones clandestinas reclutaron militantes para la guerrilla. En el presente trabajo se emplea el concepto de dramaturgia militante para designar tal fenómeno y el de política de masas para aludir a las orientaciones, métodos y técnicas empleados por las vanguardias políticas y los artistas en un esfuerzo consciente por instruir, movilizar y organizar a distintos sectores sociales para la toma del poder y la transformación social.


Notilibros

Dixon, Thomas. Weeping Britannia. Portrait of a Nation in Tears. Oxford: Oxford University Press, 2015, 456pp. isbn: 978-0-19-967-605-7

There is a persistent myth about the British: that we are a nation of stoics, with stiff upper lips, repressed emotions, and inactive lachrymal glands. Weeping Britannia — the first history of crying in Britain —comprehensively debunks this myth. Weeping Britannia is simultaneously a museum of tears and a philosophical handbook, using history to shed new light on the changing nature of Britishness over time, as well as the ever-shifting ways in which we express and understand our emotional lives. The story that emerges is one in which a previously rich religious and cultural history of producing and interpreting tears was almost completely erased by the rise of a stoical and repressed British empire in the late nineteenth century. Those forgotten philosophies of tears and feeling can now be rediscovered. In the process, readers might perhaps come to view their own tears in a different light, as something more than mere emotional incontinence.

Estanque, Elísio. Classe média e lutas sociais. Campinas: Unicamp, 2015, 216pp. isbn: 978-852-681-272-7

Esse novo livro do sociólogo do trabalho Elísio Estanque é resultado de um amplo projeto de pesquisa que tem como objeto central o estudo das chamadas classes médias. Emblematicamente, ele foi escrito exatamente quando o Brasil foi convulsionado pelas rebeliões de junho de 2013 e seu país, Portugal, fora também sacudido por uma onda de levantes da juventude e da nova geração que configura parcela de sua classe trabalhadora. Elísio Estanque enfrentou essa complexa e controversa temática: estaríamos presenciando a reemergência das tradicionais classes médias na cena social e política desses dois países ou vivenciando o afloramento de novos movimentos sociais com conformações mais aproximadas ao novo precariado vinculado aos serviços? Tomando esse tema como central, Elísio Estanque oferece sua análise. Sua leitura por certo ajudará na compreensão dessa temática crucial de nosso tempo.

Hering Torres, Max S. y Nelson A. Rojas, eds. Microhistorias de la Transgresión. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia/Universidad del Rosario/Universidad Cooperativa, 2015, 486pp. isbn: 978-958-775-440-7

El objetivo del libro es dejar hablar a la transgresión desde su singularidad, no como algo ahistórico, invariable y homogéneo, sino como algo sujeto al tiempo, a su variabilidad cultural, como algo fragmentario y con múltiples perspectivas. Con el acercamiento microhistórico, se busca evidenciar y debatir las conexiones entre las estructuras y las posibilidades de agencia de los individuos. La idea de esta aproximación es partir de lo particular para rescatar redes de significación que posibiliten recuperar prácticas cotidianas, voces silenciadas, espacios de agencia y su tensión con las relaciones de poder. A luz de estos planteamientos el libro integra la reconstrucción de varios casos, por ejemplo, bestialismo, hurto y suicidio en la colonia; rebeldía, prohibición de peleas de gallos y parricidio en el siglo XIX y crímenes en sus diferentes variantes para el siglo XX. El libro es novedoso, porque la atipicidad de los casos de estudio puede develar otras caras de la historia de la transgresión.

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Índices cronológico/alfabético de autores/temático

Índices cronológico/alfabético de autores/temático

Índice cronológico No. 55: enero-marzo de 2015 Dossier: Redes y conexiones en la historia Pérez, María Cristina. Presentación del dossier “Redes y conexiones en la historia”, 8-10. Zubizarreta, Ignacio. Las logias antirrosistas: análisis sobre dos agrupaciones secretas que intentaron derrocar a Juan Manuel Rosas, 1835-1840, 13-17. Schuster, Sven. “The Pursuit of Human Perfection”: Brazil at the Vienna Universal Exhibition of 1873, 19-43. Scapol Monteiro, Michelli Cristine. São Paulo e Buenos Aires: a construção da imagem de origem no século XX, 45-71. Flórez Bolívar, Francisco Javier. Un diálogo diaspórico: el lugar del Harlem Renaissance en el pensamiento racial e intelectual afrocolombiano (1920-1948), 73-100. León Palacios, Paulo Cesar. Arte, política y redes transnacionales: el teatro La Mama en Nueva York y Bogotá, 1961-1972, 101-124.

Espacio estudiantil Muñoz, Fernanda. De tierras de resguardo, solicitudes y querellas: participación política de indígenas caucanos en la construcción estatal (1850-1885), 153-177.

Tema abierto Mauro, Diego. El mutualismo católico en Argentina: el Círculo de Obreros de Rosario en la primera mitad del siglo XX, 181-205.

Zárate Campos, María Soledad y Maricela Gonzáles Moya. Planificación familiar en la Guerra Fría chilena: política sanitaria y de cooperación internacional, 1960-1973, 207-230. Pedemonte, Rafael. Una historiografía en deuda: las relaciones entre el continente latinoamericano y la Unión Soviética durante la Guerra Fría, 231-254.

No. 56: abril-junio de 2015 Tema abierto Jiménez Meneses, Orián. Esclavitud, libertad y devoción religiosa en Popayán. El santo Ecce Homo y el mundo de la vida de Juan Antonio de Velasco, 1650-1700, 8-10. Blasco, María Elida. El devenir de los árboles: ejemplares históricos vinculados a José de San Martín (siglos XIX y XX), 37-60. Traverso, Diego Barría. Rasgos burocráticos en las reformas administrativas en el Chile de la década de 1880, 61-84. Figueirôa Silva, Aline de. O léxico na história do paisagismo no Nordeste do Brasil (XIXXX), 85-111. Castro Leal, Ernesto. Nacionalismo e antiliberalismo em Portugal. Uma visão histórico-política (1820-1940), 113-135. Díaz Freire, José Javier. La experiencia de la modernidad como una experiencia barroca, 137-160.

Espacio estudiantil Aparicio Erazo, Jorge Luis. Modernidad y marimba en la prensa de Tumaco (19091914), 137-160.


Índices cronológico/alfabético de autores/temático

No. 57: julio-septiembre 2015 Dossier: Escuchando el pasado: música y sonido en el entramado histórico y social González, Juan Pablo. Presentación del dossier “Escuchando el pasado: música y sonido en el entramado histórico y social”, 13-17. Díaz Frene, Jaddiel. Música popular y nacionalismo en los campamentos insurgentes. Cuba (1895-1898), 19-36. Santos de Matos, Maria Izilda y Elton Bruno Ferreira. Entre causos e canções: Cornélio Pires e a cultura caipira (São Paulo, 19201950), 37-54. Spener, David. Un canto en movimiento: “No nos moverán” en Estados Unidos, España y Chile en los siglos XIX y XX, 55-94. Kouvarou, Maria. American Rock with a European Twist: The Institutionalization of Rock’n’Roll in France, West Germany, Greece, and Italy (20th Century), 75-94.

Tema abierto Cardona, Patricia. Historia, tradiciones editoriales y sociedad. Las Memorias y el Compendio de José Antonio de Plaza (Nueva Granada, 1850), 97-116. Queirolo, Graciela Amalia. Dactilógrafas y secretarias perfectas: el proceso de feminización de los empleos administrativos (Buenos Aires, 1910-1950), 117-137.

Espacio estudiantil Posada Morales, Juan Esteban. La promesa del capitalismo en Medellín (Colombia, 19391962), 141-160.

No. 58: octubre-diciembre 2015 Tema abierto Valenzuela A., Eduardo. Kerigma: preguntas teóricas en torno a la primera evangelización

de América (Antillas, 1510-Nueva España, 1524), 13-32. Paredes Cisneros, Santiago. La política del resguardo entre los indios páez del pueblo de Toboyma (gobernación de Popayán), 16501750, 33-35. Vanegas, Isidro. Los inicios del Régimen Democrático en la Nueva Granada: la noción y sus dilemas (1790-1830), 57-75. Lida, Miranda. El grupo editor de la revista Nosotros visto desde dentro. Argentina, 1907-1920, 77-94. Pena-Rodríguez, Alberto. SINTONÍA DE COMBATE. La propaganda del Rádio Club Português en la Guerra Civil española (1936-1939), 95-115. Venegas Valdebenito, Hernán y Diego Morales Barrientos. El despliegue del paternalismo industrial en la Compañía Minera e Industrial de Chile (1920-1940), 117-136.

Espacio estudiantil Peña Mejía, Adriana. Historia de la escultura moderna y de los viajes culturales de artistas colombianos a París después de 1945, 134-154.

Traducción Moutoukias, Zacarías. Dependencias temporales y cambios institucionales en la América hispánica a fines del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, 157-178.

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Índice alfabético de autores Aparicio Erazo, Jorge Luis (No. 56) Barría Traverso, Diego (No. 56) Blasco, María Elida (No. 56) Cardona, Patricia (No. 57) Castro Leal, Ernesto (No. 56) Díaz Freire, José Javier (No. 56) Díaz Frene, Jaddiel (No. 57) Ferreira, Elton Bruno (No. 57) Figueirôa Silva, Aline de (No. 56) Flórez Bolívar, Francisco Javier (No. 55) Gonzáles Moya, Maricela (No. 55) González, Juan Pablo (No. 57) Jiménez Meneses, Orián (No. 56) Kouvarou, Maria (No. 57) León Palacios, Paulo Cesar (No. 55) Lida, Miranda (No. 58) Mauro, Diego (No. 55) Morales Barrientos, Diego (No. 58) Moutoukias, Zacarías (No. 58) Muñoz, Fernanda (No. 55) Paredes Cisneros, Santiago (No. 58) Pedemonte, Rafael (No. 55) Pena-Rodríguez, Alberto (No. 58) Peña Mejía, Adriana (No. 58) Pérez, María Cristina (No. 55) Posada Morales, Juan Esteban (No. 57) Queirolo, Graciela Amalia (No. 57) Santos de Matos, Maria Izilda (No. 57) Scapol Monteiro, Michelli Cristine (No. 55) Schuster, Sven (No. 55) Spener, David (No. 57) Valenzuela A., Eduardo (No. 58) Vanegas, Isidro (No. 58) Venegas Valdebenito, Hernán (No. 58) Zárate Campos, María Soledad (No. 55) Zubizarreta, Ignacio (No. 55)

Índice temático Aborto (Zárate y Gonzáles, No. 55) Administración pública (Barria Traverso, No. 56) Afrocolombianos (Flórez Bolívar, No. 55) Agrupaciones secretas (Zubizarreta, No. 55) América Latina (Pedemonte, No. 55; Moutoukias, No. 58) Análisis transcultural (Spener, No. 57) Antiliberalismo (Castro, No. 56) Antillas (Valenzuela, No 58) Argentina (Blasco, No. 56; Mauro, No. 55; Queirolo, No. 57; Lida, No. 58) Arte contemporáneo (León Palacios, No. 55) Arte moderno (Peña, No. 58) Arte sudamericano (Schuster, No. 55) Artesano ( Jiménez Meneses, No. 56) Austria (Schuster, No. 55)

Bibliografía nacional (Cardona, No. 57) Bienestar social (Venegas y Morales, No. 58) Brasil (Schuster, No. 55; Figueirôa, No. 56; Santos de Matos y Ferreira, No. 57) Buenos Aires (Scapol Monteiro, No. 55) Burocracia (Barria Traverso, No. 56) Capitalismo (Posada Morales, No. 57) Cartografía (Posada Morales, No. 57) Catolicismo (Valenzuela, No. 58) Chile (Zárate y Gonzáles, No. 55; Barria Traverso, No. 56; Venegas y Morales, No. 58) Círculos de obreros (Mauro, No. 55) Ciudad histórica (Posada Morales, No. 57) Colombia (Venegas, No. 58; Peña, No. 58) Comercio local ( Jiménez Meneses, No. 56) Construcción de la nación (Schuster, No. 55) Consumo (Posada Morales, No. 57) Control social (Venegas y Morales, No. 58) Cooperación internacional (Zárate y Gonzáles, No. 55) Cornélio Pires (Santos de Matos y Ferreira, No. 57) Crítica literaria (Díaz Freire, No. 56) Cuba (Díaz Frene, No. 57) Culto ( Jiménez Meneses, No. 56) Cultura popular (Díaz Frene, No. 57) Debate (Lida, No. 58) Décimas (Díaz Frene, No. 57) Democracia (Venegas, No. 58) Dependencia temporal (Moutoukias, No. 58) Diáspora (Flórez Bolívar, No. 55) Diferenciación cultural (Aparicio, No. 56) División sexual de tareas (Queirolo, No. 57) Empleadas de oficina (Queirolo, No. 57) Enfoque relacional (Moutoukias, No. 58) Esclavitud ( Jiménez Meneses, No. 56) Escultura (Peña, No. 58) Espacios abiertos (Figueirôa, No. 56) España (Pena-Rodríguez, No. 58) Estado del Cauca (Muñoz, No. 55) Estado-nación (Muñoz, No. 55) Europa (Kouvarou, No. 57) Evangelización (Valenzuela, No. 58) Experiencia barroca (Díaz Freire, No. 56) Festividad ( Jiménez Meneses, No. 56) Fiscalidad (Moutoukias, No. 58) Género (Díaz Frene, No. 57) Globalización (Spener, No. 57) Guerra Civil (Pena-Rodríguez, No. 58) Guerra Fría (Zárate y Gonzáles, No. 55; Pedemonte, No. 55; Kouvarou, No. 57) Harlem Renaissance (Flórez Bolívar, No. 55) Historia (Castro, No. 56; Figueirôa, No. 56; Cardona, No. 57) Historia comparada (Scapol Monteiro, No. 55) Historia cultural (Scapol Monteiro, No. 55; Díaz Freire, No. 56; Lida, No. 58) Historia nacional (Blasco, No. 56)


Índices cronológico/alfabético de autores/temático

Historiografía (Pedemonte, No. 55; Cardona, No. 57) Iconografía (Schuster, No. 55) Identidad nacional (Blasco, No. 56) Identidad política (Castro, No. 56) Ideología (Lida, No. 58) Imaginario (Scapol Monteiro, No. 55) Independencia (Moutoukias, No. 58) Indios nasa (Paredes, No. 58) Indios páez (Paredes, No. 58) Industria de música (Kouvarou, No. 57) Institucionalización (Kouvarou, No. 57) Instituciones religiosas (Mauro, No. 55) Jardines públicos (Figueirôa, No. 56) José Antonio de Plaza (Cardona, No. 57) José de San Martín (Blasco, No. 56) Libertad ( Jiménez Meneses, No. 56) Marimba (Aparicio, No. 56) Medellín (Posada Morales, No. 57) Memoria colectiva (Scapol Monteiro, No. 55; Blasco, No. 56) Minas de carbón (Venegas y Morales, No. 58) Misioneros (Valenzuela, No. 58) Modernidad (Díaz Freire, No. 56) Modernización (Aparicio, No. 56) Monarquía (Venegas, No. 58) Movimiento de protesta (Spener, No. 57) Movimiento social (Spener, No. 57) Mujeres (Queirolo, No. 57) Mundo atlántico (Flórez Bolívar, No. 55) Música (Díaz Frene, No. 57; Santos de Matos y Ferreira, No. 57) Música tradicional (Aparicio, No. 56) Música vocal (Spener, No. 57) Mutualismo católico (Mauro, No. 55) Nación (Cardona, No. 57) Nacionalismo (Castro, No. 56; Díaz Frene, No. 57) Nueva España (Valenzuela, No. 58)

Paleto/Campesino (Santos de Matos y Ferreira, No. 57) París (Peña, No. 58) Paternalismo (Venegas y Morales, No. 58) Pintura histórica (Scapol Monteiro, No. 55) Planificación familiar (Zárate y Gonzáles, No. 55) Población indígena (Muñoz, No. 55) Política (Zubizarreta, No. 55) Política sanitaria (Zárate y Gonzáles, No. 55) Portugal (Castro, No. 56; Pena-Rodríguez, No. 58) Posesión de la tierra (Muñoz, No. 55) Prácticas culturales (León Palacios, No. 55) Prensa periódica (Aparicio, No. 56) Propaganda (Pena-Rodríguez, No. 58) Radio (Pena-Rodríguez, No. 58) Raza (Flórez Bolívar, No. 55; Díaz Frene, No. 57) Redes (Flórez Bolívar, No. 55; Zubizarreta, No. 55) Redes transnacionales (León Palacios, No. 55) Reforma administrativa (Barria Traverso, No. 56) Régimen político (Venegas, No. 58) Relaciones Internacionales (Pedemonte, No. 55) Relaciones políticas (León Palacios, No. 55) República (Venegas, No. 58) Resguardos indígenas (Paredes, No. 58) Revista (Lida, No. 58) Río de la Plata (Zubizarreta, No. 55) Rock’n’roll (Kouvarou, No. 57) Rosismo (Zubizarreta, No. 55) São Paulo (Scapol Monteiro, No. 55) Siglo XIX (Schuster, No. 55) Siglo XVI (Valenzuela, No. 58) Siglo XVII (Paredes, No. 58) Siglo XVIII (Paredes, No. 58) Siglo XX (Flórez Bolívar, No. 55) Teatro La Mama (León Palacios, No. 55) Tenencia de la tierra (Paredes, No. 58) Terminología (Figueirôa, No. 56) Tumaco (Aparicio, No. 56) URSS (Pedemonte, No. 55)

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Políticas editoriales

Normas para los autores Tipo de artículos, fechas y modalidad de recepción

• Historia Crítica publica artículos inéditos que presenten resultados de investigación histórica, innovaciones teóricas sobre debates en interpretación histórica o balances historiográficos completos. • Se publican textos en español, inglés y portugués, pero se reciben la versión inicial de los textos en otros idiomas (francés e italiano). En caso de ser aprobado, el autor se encargará de entregar la versión definitiva traducida al español, ya que Historia Crítica no ofrece ayuda para este efecto. • Las fechas de recepción de artículos de Tema abierto y para los Dossiers se informan en las respectivas convocatorias. • Los artículos deben ser remitidos por medio del enlace previsto para este efecto en el sitio web de la revista http://historiacritica.uniandes.edu.co o enviados al correo electrónico hcritica@uniandes.edu.co • Los demás textos (reseñas, ensayos bibliográficos, entrevistas, etc.) deben ser enviados al correo electrónico hcritica@uniandes.edu.co • Los artículos enviados a Historia Crítica para ser evaluados no pueden estar simultáneamente en proceso de evaluación en otra publicación. • La Revista somete todos los artículos que recibe en sus convocatorias a la herramienta de detección de plagio. Cuando se detecta total o parcialmente (sin la citación correspondiente) plagio, el texto no se envía a evaluación y se notifica al autor el motivo del rechazo. • Todos los artículos publicados cuentan con un número de identificación DOI, que de acuerdo con las políticas editoriales internacionales, debe ser citado por los autores que utilizan los contenidos, al igual que el título abreviado de la Revista: hist.crit.

Evaluación de los artículos y proceso editorial

A la recepción de un artículo, el Equipo Editorial evalúa si cumple con los requisitos básicos exigidos por la revista (normas de citación y presentación formal), así como su pertinencia para figurar en una publicación de carácter histórico (objetivo, marco teórico, metodología, conclusiones y bibliografía). Posteriormente, toda contribución es sometida a la evaluación de dos árbitros anónimos y al concepto del Equipo Editorial. El resultado de las evaluaciones será comunicado al


Políticas Editoriales

autor en un período inferior a seis meses a partir de la recepción del artículo. Las observaciones de los evaluadores, así como las del Equipo Editorial, deberán ser tomadas en cuenta por el autor, quien hará los ajustes solicitados. Estas modificaciones y correcciones al manuscrito deberán ser realizadas por el autor en el plazo que le será indicado por el editor de la revista (aprox. 15 días). Luego de recibir el artículo modificado, se le informará al autor acerca de su aprobación. El Equipo Editorial se reserva la última palabra sobre la publicación de los artículos y el número en el cual se publicarán. Esa fecha se cumplirá siempre y cuando el autor haga llegar toda la documentación que le es solicitada en el plazo indicado. La revista se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo. Durante el proceso de edición, los autores podrán ser consultados por los editores para resolver las inquietudes existentes. Tanto en el proceso de evaluación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores.

Procedimiento con las reseñas y los ensayos bibliográficos

Historia Crítica procede de dos formas para conseguir reseñas. Por un lado, los autores pueden remitir sus reseñas al correo electrónico de la revista. Lo mismo se aplica a los ensayos bibliográficos. Por otro lado, la revista recibe libros a su dirección postal (Cra. 1a N° 18 A-12, of GB417, Bogotá, Colombia) previo aviso por correo electrónico, ojala indicando nombres de posibles reseñadores. En este caso, la revista buscará conseguir una reseña del libro remitido. Las reseñas deben ser críticas y versar sobre libros pertinentes para la disciplina histórica que hayan sido publicados en los cinco últimos años. Los ensayos bibliográficos deben discutir críticamente una, dos o más obras. Las reseñas y los ensayos bibliográficos son sometidos a revisión y, de ser aprobados, a eventuales modificaciones.

Indicaciones para los autores de textos aceptados para publicación (artículos, reseñas, ensayos bibliográficos y entrevistas)

• Los autores recibirán dos ejemplares del número en el que participaron. • Los autores de los textos aceptados autorizan, mediante la firma del ‘Documento de autorización de uso de derechos de propiedad intelectual’, la utilización de los derechos patrimoniales de autor (reproducción, comunicación pública, transformación y distribución) a la Universidad de los Andes Departamento de Historia, para incluir el

texto en la revista Historia Crítica (versión impresa y versión electrónica). En este mismo documento los autores confirman que el texto es de su autoría y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros. • En caso de que un artículo quisiera incluirse posteriormente en otra publicación, deberán señalarse claramente los datos de la publicación original en Historia Crítica, previa autorización solicitada al Equipo Editorial de la revista.

Presentación general de los artículos

Los artículos no deben tener más de once mil palabra (18-22 páginas) con resumen, notas de pie de página y bibliografía, respetando las siguientes especificaciones: • Letra Times New Roman tamaño 12, a espacio sencillo, con márgenes de 3 cm, paginado y en papel tamaño carta. • Las notas irán a pie de página, en letra Times New Roman tamaño 10 y a espacio sencillo. • La bibliografía, los cuadros, gráficas, ilustraciones, fotografías y mapas se cuentan aparte. • En la primera página, debe figurar un resumen en español de máximo 100 palabras. El resumen debe ser analítico (presentar los objetivos del artículo, su contenido y sus resultados). • Luego del resumen, se debe adjuntar un listado de tres a seis palabras clave, que se eligen preferiblemente en el Thesaurus de la Unesco (http:// databases.unesco.org/thessp/) o, en su defecto, en otro thesaurus reconocido cuyo nombre informará a la revista. Cuando una palabra no se encuentre normalizada en Thesaurus, debe señalarse. • El resumen, las palabras clave y el título deben presentarse también en inglés. • El nombre del autor no debe figurar en el artículo. • Los datos del autor deben entregarse en un documento adjunto e incluir nombre, dirección, teléfono, dirección electrónica, títulos académicos, afiliación institucional, cargos actuales, estudios en curso y publicaciones en libros y revistas. • En esta hoja, también es necesario indicar de qué investigaciones resultado el artículo y cómo se financió. • Cuando los contenidos utilizados tengan un número de identificación DOI, éste debe incluirse en el listado de referencias.

Presentación general de las reseñas y de los ensayos bibliográficos

Las reseñas y los ensayos bibliográficos deben presentarse a espacio sencillo, en letra Times New Roman tamaño 12, con márgenes de 3 cm y en papel

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Políticas Editoriales

tamaño carta. Las obras citadas en el texto deberán ser referenciadas a pie de página. Las reseñas deben constar de máximo tres páginas y los ensayos bibliográficos tendrán entre 8 y 12 páginas.

Reglas de edición

• Las subdivisiones en el cuerpo del texto (capítulos, subcapítulos, etc.) deben ir numeradas en números arábigos, excepto la introducción y la conclusión que no se numeran. • Los términos en latín y las palabras extranjeras deberán figurar en letra itálica. • La primera vez que se use una abreviatura, ésta deberá ir entre paréntesis después de la fórmula completa; las siguientes veces se usará únicamente la abreviatura. • Las citas textuales que sobrepasen cuatro renglones deben colocarse en formato de cita larga, entre comillas, a espacio sencillo, tamaño de letra 11 y márgenes reducidos. • Debe haber un espacio entre cada uno de los párrafos; estos irán sin sangrado. • Los cuadros, gráficas, ilustraciones, fotografías y mapas deben aparecer referenciados y explicados en el texto. Deben estar, asimismo, titulados, numerados secuencialmente y acompañados por sus respectivos pies de imagen y fuente(s). Se ubican enseguida del párrafo donde se anuncian. Las imágenes se entregarán en formato digital ( jpg o tiff 300 y 240 dpi). Es responsabilidad del autor conseguir y entregar a la revista el permiso para la publicación de las imágenes que lo requieran. • Las notas de pie de página deberán aparecer en números arábigos. • Al final del artículo deberá ubicarse la bibliografía, escrita en letra Times New Roman tamaño 11, a espacio sencillo y numerada. Se organizará en fuentes primarias y secundarias, presentando en las primeras las siguientes partes: archivo, publicaciones periódicas, libros. En la bibliografía deben presentarse en orden alfabético las referencias completas de todas las obras utilizadas en el artículo, sin incluir títulos que no estén referenciados en los pies de página.

Referencias

Historia Crítica utiliza una adaptación del Chicago Manual of Style, en su edición número 15, versión Humanities Style. A continuación se utilizaran dos abreviaturas que permiten ver las diferencias entre la forma de citar en las notas a pie de página (N) y en la bibliografía (B):

Libro: De un solo autor: N Nombre Apellido(s), Título completo (Ciudad: Editorial, año), 45. B Apellido(s), Nombre. Título completo. Ciudad: Editorial, año. Dos autores: N Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s), Título completo (Ciudad: Editorial, año), 45-90. B Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s). Título completo. Ciudad: Editorial, año. Cuatro o más autores: N Nombre Apellido(s) et al., Título completo (Ciudad: Editorial, año), 45-90. B Apellido(s), Nombre, Nombre Apellido(s), Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Título completo. Ciudad: Editorial, año. Artículo en libro: N Nombre Apellido(s), “Título artículo”, en Título completo, eds. Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s) (Ciudad: Editorial, año), 45-50. B Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. En Título completo, editado por Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Ciudad: Editorial, año, 45-90. Artículo en revista: N Nombre Apellido(s), “Título artículo”, Título revista Vol.: No (año): 45. B Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. Título revista Vol.: No (año): 45-90. Artículo de prensa: N Nombre Apellido(s), “Título artículo”, Título periódico, Ciudad, día y mes, año, 45. B Título periódico. Ciudad, año. Tesis: N Nombre Apellido(s), “Título tesis” (Tesis Pregrado/Maestría/Doctorado en, Universidad, año), 45-50, 90. B Apellido(s), Nombre. “Título tesis”. Tesis Pregrado/Maestría/Doctorado en, Universidad, año). Fuentes de archivo: N Autor, “Título del documento”, lugar y fecha (si aplica), en Siglas del archivo, Sección, Fondo, vol./leg./t., f. o ff. La primera vez se cita el nombre completo del archivo y la abreviatura entre paréntesis, en seguida ciudad y país. B Nombre completo del archivo (sigla), Ciudad-País. Sección(es), Fondo(s).


Políticas Editoriales

Entrevistas: N Entrevista a Nombre Apellido(s), Ciudad, fecha completa. B Entrevista a Apellido (s), Nombre. Ciudad, fecha completa. Publicaciones en internet: N Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s), eds., Título completo (Ciudad: Editorial, año), <http:// press-pubsuchicago.edu/founders>. B Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s), eds. Título completo. Ciudad: Editorial, año. <http:// press-pubsuchicago.edu/founders>. Nota: Luego de la primera citación se procede así: Nombre Apellido, dos o tres palabras del título, 45-90. No se utiliza Ibid., ibidem, cfr. ni op. cit. Consulte las “Normas para los autores” en español, inglés y portugués en http://historiacritica.uniandes.edu.co

Políticas éticas Publicación y autoría:

La revista Historia Crítica hace parte de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Bogotá- Colombia) encargada del soporte financiero de la publicación. Se encuentra ubicada en el Edificio Franco, Of. GB-417. La dirección electrónica de la revista es http://historiacritica. uniandes.edu.co y su correo hcritica@uniandes. edu.co El teléfono de contacto es el 3394949, extensiones 3716. Cuenta con la siguiente estructura: un director, un editor, un asistente editorial, un comité editorial y un comité científico que garantizan la calidad y pertinencia de los contenidos de la revista. Los miembros de los comités son evaluados anualmente en función de su reconocimiento en el área y de su producción académica, visible en otras revistas nacionales e internacionales. Los artículos presentados a la revista deben ser originales e inéditos y éstos no deben estar simultáneamente en proceso de evaluación ni tener compromisos editoriales con ninguna otra publicación. Si el manuscrito es aceptado, los editores esperan que su aparición anteceda a cualquier otra publicación total o parcial del artículo. Si el autor de un artículo quisiera incluirlo posteriormente en otra publicación, la revista donde se publique deberá señalar claramente los datos de la publicación original, previa autorización solicitada al editor de la revista. Asimismo, cuando la revista tiene interés en publicar un artículo que ya ha sido previamente

publicado se compromete a pedir la autorización correspondiente a la editorial que realizó la primera publicación.

Responsabilidades del Autor:

Los autores deben remitir sus artículos a través del enlace habilitado en la página web de la revista o enviarlo al siguiente correo electrónico: hcritica@uniandes.edu.co en las fechas establecidas por la revista para la recepción de los artículos. La revista tiene normas de acceso público para los autores en español, inglés y portugués, que contienen las pautas para la presentación de los artículos y reseñas, así como las reglas de edición. Se puede consultar en: http://historiacritica.uniandes.edu. co/page.php?c=Normas+para+los+autores y en la versión impresa de la revista. Si bien los equipos editoriales aprueban los artículos con base en criterios de calidad, rigurosidad investigativa y teniendo en cuenta la evaluación realizada por pares, los autores son los responsables de las ideas allí expresadas, así como de la idoneidad ética del artículo. Los autores tienen que hacer explícito que el texto es de su autoría y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros. Si se utiliza material que no sea de propiedad de los autores, es responsabilidad de los mismos asegurarse de tener las autorizaciones para el uso, reproducción y publicación de cuadros, gráficas, mapas, diagramas, fotografías, entre otros. También aceptan someter sus textos a las evaluaciones de pares externos y se comprometen a tener en cuenta las observaciones de los evaluadores, así como las del Equipo Editorial, para la realización de los ajustes solicitados. Estas modificaciones y correcciones al manuscrito deberán ser realizadas por el autor en el plazo que le sea indicado por el editor de la revista. Luego que la revista reciba el artículo modificado, se le informará al autor acerca de su completa aprobación. Cuando los textos sometidos a consideración de la revista no sean aceptados para publicación, el editor enviará una notificación escrita al autor explicándole los motivos por los cuales su texto no será publicado en la revista. Durante el proceso de edición, los autores podrán ser consultados por los editores para resolver las inquietudes existentes. Tanto en el proceso de evaluación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores. El Equipo Editorial se reserva la última palabra sobre la publicación de los artículos y el número en el cual se publicarán. Esa fecha se cumplirá siempre y cuando el autor haga llegar toda la documenta-

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Políticas Editoriales

ción que le es solicitada en el plazo indicado. La revista se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo. Los autores de los textos aceptados autorizan, mediante la firma del “Documento de autorización de uso de derechos de propiedad intelectual”, la utilización de los derechos patrimoniales de autor (reproducción, comunicación pública, transformación y distribución) a la Universidad de los Andes, para incluir el texto en la revista (versión impresa y versión electrónica). En este mismo documento los autores confirman que el texto es de su autoría y se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros.

Revisión por pares/responsabilidad de los evaluadores:

A la recepción de un artículo, el equipo editorial evalúa si cumple con los requisitos básicos exigidos por la revista. El equipo editorial establece el primer filtro, teniendo en cuenta formato, calidad (objetivo, marco teórico, metodología, conclusiones y bibliografía). Después de esta primera revisión, se definen los artículos que iniciarán el proceso de arbitraje. Los textos son, en esta instancia, sometidos a la evaluación de pares académicos anónimos y al concepto del equipo editorial, quien se reserva la última palabra de los contenidos a publicar. El resultado será comunicado al autor en un período de hasta seis meses a partir de la recepción del artículo. Cuando el proceso de evaluación exceda este plazo, el editor deberá informar al autor dicha situación. Todos los artículos que pasen el primer filtro de revisión serán sometidos a un proceso de arbitraje a cargo de evaluadores pares, quienes podrán formular sugerencias al autor, señalando referencias significativas que no hayan sido incluidas en el trabajo. Estos lectores son, en su mayoría, externos a la institución y en su elección se busca que no tengan conflictos de interés con las temáticas sobre las que deben conceptuar. Ante cualquier duda se procederá a un remplazo del evaluador. La revista cuenta con un formato que contiene preguntas con criterios cuidadosamente definidos, que el evaluador debe responder sobre el artículo objeto de evaluación. A su vez, tiene la responsabilidad de aceptar, rechazar o aprobar con modificaciones el artículo arbitrado. Durante

la evaluación, tanto los nombres de los autores como de los evaluadores serán mantenidos en completo anonimato.

Responsabilidades editoriales:

El Equipo Editorial de la revista, con la participación de los comités editorial y científico, es responsable de definir las políticas editoriales para que la revista cumpla con los estándares que permiten su posicionamiento como una reconocida publicación académica. La revisión continua de estos parámetros asegura que la revista mejore y llene las expectativas de la comunidad académica. Así como se publican normas editoriales, que la revista espera sean cumplidas en su totalidad, también deberá publicar correcciones, aclaraciones, rectificaciones y dar justificaciones cuando la situación lo amerite. El Equipo es responsable, previa evaluación, de la escogencia de los mejores artículos para ser publicados. Esta selección estará siempre basada en la calidad y relevancia del artículo, en su originalidad y contribuciones al conocimiento social. En este mismo sentido, cuando un artículo es rechazado la justificación que se le da al autor deberá orientarse hacia estos aspectos. El editor es responsable del proceso de todos los artículos que se postulan a la revista, y debe desarrollar mecanismos de confidencialidad mientras dura el proceso de evaluación por pares hasta su publicación o rechazo. Cuando la revista recibe quejas de cualquier tipo, el Equipo debe responder prontamente de acuerdo a las normas establecidas por la publicación, y en caso de que el reclamo lo amerite, debe asegurarse de que se lleve a cabo la adecuada investigación tendiente a la resolución del problema. Cuando se reconozca falta de exactitud en un contenido publicado, se consultará al Equipo Editorial, y se harán las correcciones y/o aclaraciones en la página web de la revista. Tan pronto un número de la revista salga publicado el editor tiene la responsabilidad de su difusión y distribución a los colaboradores, evaluadores y a las entidades con las que se hayan establecido acuerdos de intercambio, así como a los repositorios y sistemas de indexación nacionales e internacionales. Igualmente, el editor se ocupará del envío de la revista a los suscriptores activos.


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Editorial Policies

Instructions for authors Type of Articles, Submission Dates and Guidelines

• Historia Crítica prints previously unpublished articles which present the results of historical investigations, innovations regarding debates on historical interpretation or complete historiographical reviews. • The Journal publishes articles in Spanish and Portuguese, but also accepts drafts in other languages (English, French, and Italian). If the article is approved, the author responsibility to submit the final version inSpanish, as Historia Crítica does not offer assistance in this regard. • Submission deadlines for open topic articles and issue-specific topics will be provided in the corresponding calls for papers. • The articles must be submitted through the link provided in the journal’s website http://historiacritica.uniandes.edu.co or by e-mail to: hcritica@ uniandes.edu.co. • All articles submitted to Historia Crítica in ists calls for paper undergo a plagiarism detection process. When partial (i.e., without the corresponding citation) or total plagiarism is detected, the text will not be considered for evaluation and the author will be notified of the reason for rejection. • Other articles (reviews, bibliographical essays, interviews, etc.) must be sent by e-mail to hcritica@uniandes.edu.co. • The articles sent to Historia Crítica for evaluation cannot be simultaneously in the process of being evaluated by another publication. • All articles published have a DOI identification number which, according to international editorial policies, must be cited by the authors who use the contents, along with the abbreviated title of the journal: hist.crit.

Editorial Policy

Upon receipt of an article, the Editorial Team evaluates it to determine whether it fulfills the basic requirements established by the journal (rules for citation and formal presentation), as well as its relevance for appearing in a publication in the field of history (objective, theoretical framework, methodology, conclusions and bibliography). Afterwards, all contributions are submitted for evaluation to two anonymous peers and the Editorial Committee. The results of these evaluations will be reported to the author no later than six months from the date the article was received. The observations of the


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Editorial Policies

evaluators, as well as those of the Editorial Team, must be taken into account by the author, who will make the requested adjustments. Said modifications and corrections to the manuscript must be submitted by the author within the time set by the editor of the Journal (approx. 15 days). After receiving the modified article, the author will notified if it has been approved or not. The Editorial Team reserves the final word on the publication of articles and the issue in which said articles will be published. This decision will be informed to the author as soon as it is known, provided that the author has submitted all requested documentation within the set times. The Journal reserves the right copy edit the text for minor errors. During the editing process, authors may be consulted by the editors to resolve certain questions. Both during the evaluation and editing processes, e-mail will be the most used means of communication with the author.

Procedure for Reviews and Bibliographical Essays

Historia Crítica has two means of obtaining reviews. In one, authors send in their reviews, and also bibliographical essays, to the journal’s e-mail. In the other, the journal receives books by post (Cra. 1 No. 18 A12, Building Roberto Franco, off. GB-417, Bogotá, Colombia), having previously received notice via e-mail indicating potential reviewers, when possible. In this case, the journal will attempt to find a review of the book. All reviews must be critical and focus on books which are relevant to historical disciplines and which have been published for no more than five years. Bibliographical essays must critically analyze one, two, or more works. Both reviews and bibliographical essays are reviewed and, if accepted, may be subjected to modifications.

Directions for Authors Whose Articles Have Been Accepted for Publication

• Each author will receive two copies of the issue which includes their article. • By signing the “Documento de autorización de uso de derechos de propiedad intelectual” (Intellectual Property Rights Authorization of Use Form), the authors of accepted texts give the History Department of Universidad de los Andes authorization to make use of the proprietary copyright (reproduction, public communication, transformation, and distribution) and include the text in Historia Crítica (electronic and print version). In this document, authors also confirm the

authorship of the article and certify that in writing it they have observed copyright laws. • If an author wishes to include their article in another journal or book in the future, they must request authorization from the director of Historia Crítica, and the article’s original publication in Historia Crítica must be clearly referenced.

General Presentation of Articles

Articles should not have more than eleven thousand word (18-22 pages) with short, footnotes and bibliography page which meet the following specifications. • Articles must not exceed 11.000 words, including abstract, footnotes and bibliography. • Times New Roman, 12 points must be used, and text must be single-spaced, with margins at 3 x 3 x 3 x 3 cm, page-numbered, and in letter- sized paper. • Notes must be footnotes, in Times New Roman, 10 point, and single-spaced. • On the first page there must be an abstract, in Spanish, of at most 100 words. The abstract must be analytical (present the objectives of the article, its content, and its results). • After the abstract, a list of three to six keywords must be included. • Summary, keywords, and title must also be submitted in English. • The name of the author must not appear in the article. • Author information must be included in an additional document and must include name, address, phone number, e-mail, academic titles, institutional affiliation, current position, current studies, and publications in books and journals. • Said page must also indicate what investigation the article is a result of and how it was funded. • When the contents used have a DOI identification number, it should be included in the list of references.

General Presentation of Reviews and Bibliographical Essays

Reviews must be at most three pages long, single-spaced, using Times New Roman, 12 points, with 3 cm margins and letter-sized paper. Bibliographical essays must be 8-12 long, using Times New Roman, 12 points, with 3 cm margins and letter-sized paper.

Editing Rules

• Subdivisions of the body of the text (chapters, subsections, etc.) must be numbered using


Editorial Policies

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Arabic numerals, except the Introduction and the Conclusion, which are not numbered. Terms in Latin and foreign words must be written in italics. The first time an abbreviation is used, it must be placed in parenthesis after the text being abbreviated; afterwards, only the abbreviation must be used. Quotations over four lines long must be placed in long form, between quotation marks, single-spaced, in 11 point font and with reduced margins. There must be a space between each paragraph of the text; these must not be indented. Tables, graphs, illustrations, photographs, and maps must be referenced and explained in the text. They must also be titled, numbered sequentially and accompanied by their respective image notes and source(s). They must be placed immediately after the paragraph where they are announced. Images must be submitted in high quality digital format ( jpg o tiff 300 y 240 dpi). Obtaining the publication authorization of figures which require it is responsibility of the author. Footnotes must be numbered using Arabic numbers. The bibliography of the article must be placed at the end, in Times New Roman, 11 points, single-spaced and count off . It must be organized separating primary and secondary sources. Primary sources must include: files, periodicals, books. Titles must be presented in alphabetic order. The bibliography must contain complete references to all words used in the article, without including titles that are not referenced in the footnotes.

References:

Historia Crítica uses an adaptation of the Chicago Manual of Style, 15th ed., Humanities Style version. Below two abbreviations will be used in order to show the differences between the quotation style in footnotes (N) and in the bibliography (B). Book: Single Author: N First Name Last Name(s), Complete Title (City: Publisher, Year), 45. B Last Name(s), First Name. Complete Title. City: Publisher, Year. Two Authors: N First Name Last Name(s) and First Name Last Name(s), Complete Title (City: Publisher, Year), 45-46. B Last Name(s), First Name, and First Name Last Name(s). Complete Title. City: Publisher, Year.

Four or more authors: N First Name Last Name(s) et al., Complete Title (City: Publisher, Year), 45. B Last Name(s), First Name, First Name Last Name(s), First Name Last Name(s) and First Name Last Name(s). Complete Title. City: Publisher, Year. Article in Book: N First Name Last Name(s), “Article Name”, in Complete Title, eds. First Name Last Name(s) and First Name Last Name(s) (City: Publisher, Year), 45-50. B Last Name(s), First Name. “Article Name”. In Complete Title, edited by First Name Last Name(s) and First Name Last Name(s). City: Publisher, Year, 45-90. Article in Journal: N First Name Last Name(s), “Article Name”, Journal Name Vol: No (Year): 45. B Last Name(s), First Name. “Article Name”. Journal Name Vol: No (Year): 45-90. Press Article: N First Name Last Name(s), “Article Name”, Newspaper Name, City, Day and Month, Year, 45. B Newspaper Name. City, Year. Thesis: N First Name Last Name(s), “Thesis Title” (Undergraduate/Master’s/PhD thesis in, University, Year), 45-50, 90. B Last Name(s), First Name “Thesis Title”. Undergraduate/Master’s/PhD thesis in, University, Year. Archive Source: N “Document Name”, place, date, and other pertinent data (if applicable), in Archive Abbreviation, Section, Fund, vol./leg./t., f. o ff. The first time it is quoted the full name of the Archive is mentioned followed by the abbreviation in parenthesis, followed by City-Country. B Full name of the Archive (abbreviation), City-Country, Section(s), Fund(s). Interviews: N Interview to First Name, Last Name(s), City, complete date. B Interview to Last Name(s), First Name. City, complete date. Internet Publications: N First Name Last Name(s) and First Name Last Name(s), eds., Complete Title (City: Publisher,

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Editorial Policies

Year), <http:// press-pubsuchicago.edu/founders> (date accessed). B Last Name(s), First Name, and First Name Last Name(s), eds. Complete Title. City: Publisher, Year. <http:// press-pubsuchicago.edu/founders>. Note: After the first quotation, proceed as follows: First Name Last Name, two or three words of the title, 45-90. Do not use Ibid., ibidem, cfr. or op.cit. Consult the “Instructions for authors” in Spanish, English and Portuguese on http://historiacritica. uniandes.edu.co

Ethic Guidelines of the Journal Publication and authorship:

Historia Crítica is the journal of the Faculty of Social Sciences at Universidad de los Andes who (Bogotá-Colombia) finances the publication. It is located in the Franco Building, Of. GB-417. The web page of the journal is http://historiacritica. uniandes.edu.co and its e-mail address hcritica@ uniandes.edu.co Contact telephone is 3394999, extension 3716. The structure of its organization is as follows: a director, an editor, an assistant editor, an editorial committee and a scientific committee who guarantee the quality and relevance of the contents of the journal. The members are evaluated annually in relation to their academic production in other national and international journals. The articles submitted to the journal must be original and unpublished and must not be in an evaluation process or have an editorial commitment to any other publication. If the manuscript is accepted, the editors expect that its appearance will precede republication of the essay, or any significant part thereof, in another work. If the author of an article wants to include it in another publication, the details of the original publication must be clearly stated by the journal where it will be published and must be authorized by the editor of the journal. In the same way when the journal is interested in publishing an article that has been previously published it will ask for permission from the editorial charged of the first publication.

Author responsibilities:

Authors must submit their articles through the following link and send them to the following addresses: hcritica@uniandes.edu.co within the dates set by the magazine for their submission. The magazine has instructions of public access for the authors that contain the guidelines for the presentation of the articles

and reviews, as well as editorial procedures which can be accessed in: http://historiacritica.uniandes.edu.co/ page.php?c=Normas+para+los+autores and in all the printed versions of the journal. Although the articles approved by editorial teams take into account criteria of quality, research rigor and the evaluation by peers. The responsibility for the ideas expressed in the article rest upon the authors, as well as his ethical level. The authors must specifically make clear that the essay written by them respects the intellectual property rights of third parties. If they use material which is not their property it is their responsibility to obtain due permission for their use in publication, be it illustrations, maps diagrams, photographs, etc. They also agree to submit their texts to evaluation by two external peers and must take into account their observations as well as those made by the Editorial Team. These should be noted by the author to make the necessary adjustments. The author, in the time limit indicated by the journal editor, must carry out the modifications and corrections of the manuscript. Once the modified article is submitted, the author will be notified of its complete approval. When the manuscripts submitted to the journal are not accepted for publication the editor will notify the author in writing, explaining the reasons why it will not be published. During the editing process, editors may consult the authors to clarify any doubts. Both in the process of evaluation and edition any communication with the authors will be by electronic means preferably. The editorial team will reserve rights regarding the publication of the articles and the issue in which they will be published. The publication date will be observed once the author submits the required documentation within the time frame previously indicated. The journal reserves the right to make minor corrections of style. The authors of approved manuscripts authorize the use of intellectual property rights by signing the ‘Document of authorization of intellectual property rights use’ and the usage of the author’s patrimonial rights (reproduction, public communication, transformation and distribution) to the Universidad de los Andes, in order to include the text in the journal (both printed and electronic versions). In this same document the authors confirm that they are the authors of the text and that intellectual property rights of third parties are respected in the text.

Peer review / responsibility for the reviewers:

Upon receipt of an article, the editorial team evaluates it to see whether it meets the basic requirements stipulated by the journal. The editorial team esta-


Editorial Policies

blishes the first filter, taking into account both format and quality (objective, theoretical framework, methodology, conclusions and bibliography). After this first review, it is decided which articles will begin the arbitration process. At this point, the texts are subjected to anonymous peer review, as well as to assessment by the editorial team, which has the last word regarding which contents will be published. The results will be communicated to the author within a period of six months from the date of receipt of the article. When the evaluation process exceeds this time limit, the editor must inform the author of said situation. All articles that pass the first revision filter will be submitted to an evaluation process by peer reviewers, who can make suggestions to the author, pointing out possibly significant references to the author which have not been included in the essay. These readers are generally externalto the institution and are chosen taking into account they do not have interests that might conflict with the topics they are evaluating. If there are any doubts the evaluator will be replaced. The journal uses a format that contains questions with carefully defined criteria that must be answered by the evaluator about the article. He or she has the responsibility of accepting or refusing the article or approving modifications to it. During this process the journal will under no circumstances reveal the name of the author of the article being evaluated. In the same way the journal protects the identity of reviewers. During the evaluation both the names of the authors as well as those of the reviewers will not be disclosed.

Editorial responsibilities:

The editorial board of the journal composed of scientific and editorial teams, is responsible for defi-

ning the editorial policies so that the journal sustains the standards of a renowned academic publication. These guidelines are constantly reviewed to improve the journal and fulfill the expectations of the academic community. Just as the journal expects editorial norms be to be observed, it must also publish corrections, clarifications, retractions and apologies when needed. The team is responsible for the choice of the best articles to be published after evaluation.This selection will always be based on the quality and relevance of the article, as well as its originality and contributions to the social knowledge. In the same way, when an article is refused, the justification given to the author must take these aspects into consideration. The editor is responsible for the procedure of all the articles submitted to the magazine, and must develop confidential mechanisms during the evaluation process that leads to its publication or refusal. When the magazine receives complaints of any kind the team must answer promptly according to the norms established for publication, and in case the complaint is justified it must make sure the necessary investigation is carried out to solve the problem. When there is a mistake in a published content it must be promptly corrected and announced in the Web site of the journal. As soon as a volume of the journal is published the editor has the responsibility of its diffusion and distribution to contributors, reviewers and institutions with whom exchange agreements have been established, as well as national and international repositories and indexation systems. In the same way the editor will be in charge of sending the journal to active subscribers.

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Políticas editoriais

Normas para os autores Tipo de artigos, datas e modalidade de recepção

• Historia Crítica publica artigos inéditos que apresentem resultados de pesquisa histórica, inovações teóricas sobre debates em interpretação histórica ou balanços historiográficos completos. • Publicam-se textos em espanhol, inglês e português; contudo, aceita-se receber a versão inicial dos textos em outros idiomas como o francês e o italiano. No caso de ser aprovado, o autor se encarregará de entregar a versão definitiva traduzida ao espanhol, já que Historia Crítica não oferece ajuda para esse fim. • As datas de recepção de artigos de tema livre e para os Dossiês são informadas nos respectivos editais. • Os artigos devem ser enviados por meio do link designado para tanto na website da revista http://historiacritica.uniandes.edu.co ou enviados ao e-mail hcritica@uniandes.edu.co . • Os demais textos (resenhas, ensaios bibliográficos, entrevistas etc.) devem ser enviados ao e-mail hcritica@uniandes.edu.co. • A Revista sumete todos os artigos que recebe em seus editais á ferramenta de detecção de plágio. Quando se detecta que um texto foi usado sem a citação correspondente (total ou parcialmente), este não é enviado á avaliação e o autor é notificado sobre o motivo da recusa. • Os artigos enviados à Historia Crítica para serem avaliados não podem estar simultaneamente em processo de avaliação em outra publicação. • Todos os artigos publicados contam com um número de identificação DOI, que, de acordo com as políticas editoriais internacionais, deve ser citado pelos autores que utilizam os conteúdos, assim como o título abreviado da Revista: hist.crit. • Avaliação dos artigos e processo editorial • Ao receber um artigo, a Equipe Editorial avalia se ele cumpre com os requisitos básicos exigidos pela Revista (normas de citação e apresentação formal), bem como sua pertinência para figurar numa publicação de caráter histórico (objetivo, referencial teórico, metodologia, conclusões e bibliografia). As observações dos avaliadores, bem como as da Equipe Editorial, deverão ser levadas em consideração pelo autor, que fará os ajustes solicitados. Essas modificações e correções no manuscrito deverão ser realizadas pelo autor no prazo que será indicado pelo editor da revista (aproximadamente 15 dias). Depois de ter recebido o artigo modificado, o autor será informado sobre sua aprovação.


Políticas Editoriais

• O Equipe Editorial se reserva a última palavra sobre a publicação dos artigos e o número no qual se publicarão, decisão que será comunicada ao autor assim que se tornar conhecida. Essa data se cumprirá sempre que o autor fizer chegar toda a documentação que lhe foi solicitada no prazo indicado. A revista se reserva o direito de fazer correções menores de estilo. • Durante o processo de edição, os autores poderão ser consultados pelos editores para resolver dúvidas existentes. Tanto no processo de avaliação quanto no de edição, o correio eletrônico constitui o meio de comunicação privilegiado com os autores.

Procedimento com as resenhas e os ensaios bibliográficos

Historia Crítica procede de duas formas para o recebimento de resenhas. Por um lado, os autores podem remetê-las ao e-mail da revista. O mesmo procedimento se aplica aos ensaios bibliográficos. Por outro lado, a revista recebe livros no seu endereço postal (Cra. 1 n. 18 A- 12, Edifício Roberto Franco, of. G-421, Bogotá, Colômbia) com aviso prévio por e-mail, de preferência indicando nomes de possíveis resenhistas. Nesse caso, a revista tentará contatá-los ou contatar algum acadêmico interessado em fazer a resenha do livro enviado. As resenhas devem ser críticas e versar sobre livros pertinentes à disciplina histórica que tenham sido publicados nos últimos cinco anos. Os ensaios bibliográficos devem discutir criticamente uma, duas ou mais obras. As resenhas e os ensaios bibliográficos são submetidos à análise de conteúdo e, sendo aprovados, a eventuais modificações.

Indicações para os autores de textos aceitos para publicação (artigos, resenhas, ensaios bibliográficos e entrevistas)

• Os autores receberão dois exemplares do número do qual participaram. • Os autores dos artigos aceitos autorizam, por meio da assinatura do “Documento de autorização de uso de direitos de propriedade intelectual”, a utilização dos direitos patrimoniais de autor (reprodução, comunicação pública, transformação e distribuição) à Universidad de los Andes – Departamento de Historia, para incluir o artigo na Revista Historia Crítica (versão impressa e versão eletrônica). • Caso um artigo queira ser incluído posteriormente em outra publicação, deverão ser citados os dados da publicação original na Historia Crítica, com autorização prévia solicitada à direção da revista.

Apresentação geral dos artigos

• Os artigos não devem ter mais de 11 mil palavras (18 a 22 páginas) contando resumo, as notas de rodapé e a bibliografia. • Deverão estar em letra Times New Roman, tamanho 12, entrelinhas simples, com margens de 3 cm, paginado e em papel tamanho carta. • As notas de rodapé deverão estar em letra Times New Roman, tamanho 10 e entrelinhas simples. • As referências, quadros, gráficos, ilustrações, fotografias e mapas se contam à parte. • Na primeira página, deve conter um resumo em espanhol de no máximo 100 palavras. O resumo deve ser analítico (apresentando os objetivos do artigo, seu conteúdo e seus resultados). • Após o resumo, deve-se inserir uma lista de três a seis palavras-chave, escolhidas preferivelmente no Tesauro da Unesco (http://databases. unesco.org/thessp/) ou, na sua falta, em outro tesauro reconhecido, cujo nome será informado à Revista. Quando uma palavra não se encontrar normalizada num tesauro, deve ser indicado. • Depois do resumo, deve-se anexar uma lista de três a seis palavras-chaves. • O resumo, as palavras-chaves e o título devem estar também em inglês. • O nome do autor não deve figurar no artigo. • Os dados do autor devem ser entregues em um documento anexo e incluir nome, endereço, telefone, e-mail, títulos acadêmicos, afiliação institucional, cargos atuais, estudos em curso e publicações em livros e revistas. • Nesta folha, também é necessário indicar de que pesquisa o artigo é resultado e como se financiou. • Quando o conteúdo usado para ter um número de identificação de DOI, deve ser incluído na lista de referências.

Apresentação geral das resenhas e dos ensaios bibliográficos

As resenhas e os ensaios bibliográficos devem ser apresentados no formato Word para Windows, com entrelinhas simples, letra Times New Roman 12, margens de 3 cm e no tamanho carta. As obras citadas no texto deverão ser referenciadas em notas de rodapé. As resenhas devem constar de no máximo três páginas, e os ensaios, entre 8 e 12 páginas.

Regras de edição

As subdivisões no corpo do texto (capítulos, subcapítulos etc.) devem ir enumeradas com números arábicos, exceto a introdução e a conclusão que não se enumeram. • Os termos em latim e as palavras estrangeiras devem estar em itálico.

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Políticas Editoriais

• Na primeira vez em que se usar uma abreviatura, esta deverá ir entre parênteses depois da fórmula completa; nas seguintes menções, será usada unicamente a abreviatura. • As citações textuais que ultrapassem quatro linhas devem ser colocadas no formato de citação longa, entre aspas, entrelinhas simples, tamanho de letra 11 e margens reduzidas. • Deve haver um espaço entre os parágrafos e estes deverão estar sem tabulação. • Os quadros, gráficos, ilustrações, fotografias e mapas devem aparecer referenciados e explicados no texto. Devem estar, da mesma forma, com títulos, enumerados sequencialmente e acompanhados por suas respectivas legendas e fonte(s). Localizam-se logo após o parágrafo de onde se anunciam. As imagens serão entregues em formato digital ( jpg o tiff 300 y 240 dpi). É responsabilidade do autor conseguir a autorização para a publicação de imagens. • As notas de rodapé deverão aparecer em números arábicos. • Ao final do artigo, deverão estar as referências, escritas em letra Times New Roman, tamanho 11, entrelinhas simples e numerada. Serão organizadas em fontes primárias e secundária, apresentando nas primeiras as seguintes partes: arquivo, publicações periódicas, livros. Os títulos devem ser apresentados em ordem alfabética. Nas referências, devem aparecer todas as obras utilizadas no artigo, sem incluir títulos que não estejam referenciados nas notas de rodapé.

Referências

Historia Crítica utiliza uma adaptação do Chicago Manual of Style, edição número 15, versão Humanities Style. À continuação se utilizarão duas abreviaturas que permitem ver as diferenças entre a forma de citar nas notas de rodapé (N) e nas referências (B): Livro: De um só autor: N Nome Sobrenome(s), Título completo (Cidade: Editora, ano), 45. B Sobrenome(s), Nome. Título completo. Cidade: Editora, ano. Dois autores: N Nome Sobrenome(s) e Nome Sobrenome(s), Título completo (Cidade: Editora, ano), 45-90. B Sobrenome(s), Nome, e Nome Sobrenome(s). Título completo. Cidade: Editora, ano.

Quatro ou mais autores: N Nome Sobrenome(s) et al., Título completo (Cidade: Editora, ano), 45-90. B Sobrenome(s), Nome, Nome Sobrenome(s), Nome Sobrenome(s) e Nome Sobrenome(s). Título completo. Cidade: Editora, ano. Artigo em livro: N Nome Sobrenome(s), “Título artigo”, em Título completo, eds. Nome Sobrenome(s) e Nome Sobrenome(s) (Cidade: Editora, ano), 45-50. B Sobrenome(s), Nome. “Título artigo”. Em Título completo, editado por Nome Sobrenome(s) e Nome Sobrenome(s). Cidade: Editora, ano, 45-90. Artigo em revista: N Nome Sobrenome(s), “Título artigo”, Título revista Vol: N (ano): 45. B Sobrenome(s), Nome. “Título artigo”. Título revista Vol: N (ano): 45-90. Artigo de imprensa: N Nome Sobrenome(s), “Título artigo”, Título periódico/jornal, Cidade, dia y mês, ano, 45. B Título periódico/jornal. Cidade, ano. Tese: N Nome Sobrenome(s), “Título tese” (Tese graduação/PhD/Mestrado, Universidade, ano), 45-50, 90. B Sobrenome(s), Nome. “Título tese”. Tese graduação/PhD/Mestrado, Universidade, ano. Fontes de arquivo: N “Título documento”, lugar y data, e outros dados pertinentes (se aplicável), em Siglas do arquivo, Seção, Fundo, vol./leg./t., f. ou ff. Na primeira vez se cita o nome completo do arquivo e a abreviatura entre parêntesis, e Cidade-País. B Nome completo do arquivo (sigla), Cidade-País, Seção, Fundo (s). Entrevistas: N Entrevista a Nome, Sobrenome (s), Ciudade, data completa. B Entrevista a Sobrenome(s), Nome. Cidade, data completa. Publicações na Internet: N Nome Sobrenome(s) e Nome Sobrenome(s), eds., Título completo (Cidade: Editora, ano), <http:// press-pubsuchicago.edu/founders> (data da consulta). B – Sobrenome(s), Nome, e Nome Sobrenome(s), eds. Título completo. Cidade: Editora, ano. <http:// press-pubsuchicago.edu/founders>.


Políticas Editoriais

Nota: Logo após a primeira citação, procede-se assim: Nome Sobrenome, duas ou três palavras do título, 45-90. Não se utiliza nem Ibid., ibidem, cfr. ou op. cit. Consulte as “Normas para os autores” em espanhol, inglês e português em http://historiacritica.uniandes.edu.co

Guia Políticas éticas da Revista Publicação e autoria

A Revista Historia Crítica faz parte da Faculdade de Ciências Sociais da Universidad de los Andes (Bogotá-Colombia), encarregada do suporte financeiro da publicação. Sua sede se encontra no Edifício Franco, escritório GB-421. A página da Revista http://historiacritica.uniandes.edu.co, e seu e-mail é hcritica@ uniandes.edu.co. O telefone para contato é (57 1) 3394999, ramais 3716. Conta com a seguinte estrutura: um diretor, um editor, um assistente editorial, um comitê editorial e um comitê científico, os quais garantem a qualidade e pertinência dos conteúdos da Revista. Os membros são avaliados anualmente em função de seu reconhecimento na área e de sua produção acadêmica, visíveis em outras revistas nacionais e internacionais. Os artigos apresentados à Revista devem ser originais e inéditos e não devem estar simultaneamente em processo de avaliação nem ter compromissos editoriais com nenhuma outra publicação. Se o texto for aceito, os editores esperam que seu aparecimento anteceda a qualquer outra publicação total ou parcial do artigo. Se o autor de um artigo quiser incluí-lo posteriormente em outra publicação, a revista na qual se pretende publicar deverá indicar claramente os dados da publicação original e possuir prévia autorização solicitada ao editor da Revista. Do mesmo modo, quando a Revista tiver interesse em publicar um artigo já publicado previamente, compromete-se a pedir a autorização correspondente à editora que realizou a primeira publicação.

tigativa e considerem a avaliação realizada por pares, são os autores os responsáveis pelas ideias expressas no texto bem como pela idoneidade ética dele. Os autores devem deixar explícito que o texto é de sua autoria e que nele se respeitam os direitos de propriedade intelectual de terceiros. Se for utilizado material que não seja de propriedade dos autores, é responsabilidade deles se assegurarem de ter as autorizações para o uso, reprodução e publicação de quadros, gráficos, mapas, diagramas, fotografias etc. Além disso, os autores aceitam submeter seus textos às avaliações de pares externos e se comprometem a considerar as observações dos avaliadores bem como as do Equipo Editorial para a realização dos ajustes solicitados. Essas modificações e correções do texto deverão ser realizadas pelo autor no prazo que o editor da Revista indicar. Assim que a Revista receber o artigo modificado, será informado ao autor sobre sua completa aprovação. Quando os textos submetidos à Revista não forem aceitos para publicação, o editor enviará uma notificação escrita ao autor na qual se explicarão os motivos pelos quais seu texto não será publicado pela Revista.Durante o processo de edição, os autores poderão ser consultados pelos editores para resolver dúvidas. Tanto no processo de avaliação quanto no de edição, o correio eletrônico constitui o meio de comunicação privilegiado com os autores. O Equipo Editorial tem a última palavra sobre a publicação dos artigos e sobre o número no qual serão publicados. Essa data se cumprirá sempre que o autor tiver enviado toda a documentação que lhe foi solicitada no prazo indicado. A Revista tem o direito de fazer revisões menores de estilo. Os autores dos textos aceitos autorizam, mediante a assinatura do “Documento de autorização de uso de direitos de propriedade intelectual”, a utilização dos direitos patrimoniais do autor (reprodução, comunicação pública, transformação e distribuição) pela Universidad de los Andes, para incluir o texto na Revista (versão impressa e eletrônica). Nesse mesmo documento, os autores confirmam que o texto é de sua autoria e se respeitam os direitos de propriedade intelectual de terceiros.

Responsabilidades do Autor

Os autores devem remeter seus artigos pelo link habilitado na página web e enviá-los aos seguintes correios eletrônicos: hcritica@uniandes.edu.co nas datas estabelecidas pela Revista para a recepção dos artigos. A Revista possui normas para os autores de acesso público que contêm as pautas para a apresentação dos artigos e resenhas, bem como as regras de edição. Elas podem ser consultadas em: http://historiacritica. uniandes.edu.co/page.php?c=Normas+para+los+autores e na versão impressa da Revista. Ainda que as equipes editoriais aprovem os artigos com base em critérios de qualidade, rigorosidade inves-

Revisão por pares/responsabilidade dos avaliadores

Ao receber um artigo, a equipe editorial avalia se este cumpre com os requisitos básicos exigidos pela Revista. Além disso, estabelece-se o primeiro filtro e leva-se em consideração formato, qualidade e pertinência; depois desta primeira revisão, definem-se os artigos que iniciarão o processo de arbitragem. Os textos são, neste primeiro momento, submetidos à avaliação de pares acadêmicos anônimos e ao

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Políticas Editoriais

conceito da equipe editorial. O resultado será comunicado ao autor em um período de até seis meses a partir do recebimento do artigo. Quando o processo de avaliação exceder esse prazo, o editor deverá informar ao autor a situação. Todos os artigos que passarem pelo primeiro filtro de revisão serão submetidos a um processo de arbitragem a cargo de pares avaliadores, os quais poderão formular sugestões ao autor e indicar referências significativas que não tenham sido incluídas no trabalho. Esses leitores são, em sua maioria, externos à instituição e, em sua eleição, busca-se que não tenham conflitos de interesse com as temáticas sobre as quais devem conceituar. Diante de qualquer dúvida, uma substituição do avaliador será realizada. A Revista conta com um formato que contém perguntas com critérios cuidadosamente definidos que o avaliador deve responder sobre o artigo objeto de avaliação. Ele tem a responsabilidade de aceitar, rejeitar ou aprovar com modificações o artigo arbitrado. Durante a avaliação, tanto os nomes dos autores quanto o dos avaliadores serão mantidos em completo anonimato.

Responsabilidades editoriais

A equipe editorial da Revista, com a participação dos comitês editorial e científico, é responsável pela definição das políticas editoriais para que a Revista cumpra com os padrões que permitem seu posicionamento como uma reconhecida publicação acadêmica. A revisão contínua desses parâmetros garante que a Revista melhore e cumpra com as expectativas da comunidade acadêmica. Assim como se publicam normas editoriais que a Revista espera que sejam cumpridas em sua totalidade, ela também deverá publicar correções,

esclarecimentos, retificações e dar justificativas quando necessário. A equipe é responsável, sob prévia avaliação, da escolha dos melhores artigos para publicação. Essa seleção estará sempre baseada na qualidade e relevância do artigo, em sua originalidade e contribuições para o conhecimento social. Nesse sentido, quando um artigo é rejeitado, a justificativa dada ao autor deverá ser orientada a esses aspectos. O editor é responsável pelo processo de todos os artigos que se postulam à Revista e deve desenvolver mecanismos de confidencialidade enquanto durar o processo de avaliação por pares até sua publicação ou recusa. Quando a Revista receber reclamações de qualquer tipo, a equipe deve responder brevemente de acordo com as normas estabelecidas pela publicação e, caso a reclamação seja coerente, ela deve garantir que se realize a adequada investigação a fim de resolver o problema. Quando se reconhecer falta de exatidão em um conteúdo publicado, a Equipe Editorial será consultada e serão feitas as correções e/ou esclarecimentos na página web da Revista. Assim que um número da revista for publicado, o editor tem a responsabilidade de sua difusão e distribuição aos colaboradores, avaliadores e às entidades com as quais se tenham estabelecido acordos de intercâmbio, bem como aos repositórios e sistemas de indexação nacionais e internacionais. Além disso, o editor se responsabilizará pelo envio da Revista aos assinantes ativos.


H

maestrĂ­a y doctorado en

ISTORIA

Universidad de los Andes / Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Historia Carrera 1 # 18 A - 10 / Tel: 339 49 49 Ext. 2525 / maghist@uniandes.edu.co / http://historia.uniandes.edu.co


G

maestrĂ­a en

EOGRAFĂ?A

Universidad de los Andes / Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Historia Carrera 1 # 18 A - 10 / Tel: 339 49 49 Ext. 2525 / maggeo@uniandes.edu.co / http://historia.uniandes.edu.co


volumen

20 •1 enero junio

2015 :

-

En este volumen: ➻

k a t h e r i n n e g i s e l l e m o r a p a c h e c o : Agricultores y ganaderos de la sabana de Bogotá frente a las fluctuaciones climáticas del siglo xviii a l b e r t o b a r r e r a - e n d e r l e : Contrabandear en la frontera. Relaciones

comerciales clandestinas en la frontera noreste de la Nueva España, 1808-1821

i s m a e l j i m é n e z j i m é n e z : Un virreinato “sin virrey”: el Perú y sus poderes

político-económicos en tiempos del conde de Santisteban (1661-1666)

k a r e n t v i v i a n a p o r t i l l a h e r r e r a : La coartación y el peculio,

c a m i l a b e l é n p l a z a s a l g a d o : Brujos, indios y bestias. Imaginarios

e l e n a d e l r í o p a r r a : Bibliografía médica y sensacionalismo.

f l o r d e m a r í a s a l a z a r m e n d o z a : Vestigios novohispanos en la formación

dos elementos claves en la manumisión de esclavos. Santiago de Cali (1750-1810) de lo maléfico y marginalidad en el Reino de Chile, 1693-1793

El caso de los Discursos medicinales de Juan Méndez Nieto

de un Estado nacional. Celebraciones cívicas en San Luis Potosí, México, en la década de 1820

a l e j a n d r a v e g a y n a t a l i e g u e r r a a r a y a : Fajar/ceñir/envolver. Chumpi y fajas. Objetos y prácticas vestimentarias de indias y guaguas en Potosí y La Plata, siglos xvi y xvii

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53 Bogotá - Colombia

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Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes

julio-septiembre 2015

ISSN 0123-885X · eISSN 1900-5180

Presentación Martha Lux Ana Pérez

Temas Varios Bruno Milanez Rodrigo S. P. Santos Leonardo Güiza Suárez Beatriz Londoño Toro Cristhian David Rodríguez B. Juliana Zuluaga Marcelo de Souza Marques David Caballero Mariscal Sorily Figuera Vargas Andrea Ariza Lascarro Julieta Grinberg Verónica Gómez Urrutia Paulina Royo Urrizola Álvaro Acevedo Tarazona Paola Monkevicius Miguel Ángel López Varas Ricardo Gamboa Valenzuela Mihaela Vancea Álex Boso Martha Cecilia Herrera Carol Pertuz Bedoya

Documentos Jairo Tocancipá-Falla

Debate Luis Sánchez Ayala

Lecturas Miguel Urrutia Sebastián Henríquez Raúl Burgos Pinto

Temas Varios

Dirección: Cra 1a No 18 A-10, Ed. Franco, of, G-417 Teléfono: (571) 339 49 49 ext. 4819 Correo electrónico: res@uniandes.edu.co Suscripciones | Librería Universidad de los Andes | Cra 1ª No 19-27 Ed. AU 106 | Bogotá, Colombia Tels. (571) 339 49 49 ext. 2071 – 2099 | librería@uniandes.edu.co




41 www.revistaprocesos.ec enero-junio 2015 ISBN: 1390-0099

CONTENIDO Dossier: Amazonía Transfronteriza, siglos XVII-XX Las Guyanas holandesas en América Latina (1600-1814) LODEWIJK A. H. C. HULSMAN La expedición de límites de 1750 en la Guayana española: los logros de una tarea que nunca comenzó MIGUEL ÁNGEL PERERA Resistencia india, conciliación y estrategia militar en Quixos durante la primera mitad del siglo XVIII SEBASTIÁN GÓMEZ GONZÁLEZ Comercio, conflictos y alianzas en la frontera luso-española: Capitanía de Río Negro y provincia de Maynas, 1780-1820 CARLOS AUGUSTO BASTOS Y SIMÉIA DE NAZARÉ LOPES Diplomacia transfronteriza en tiempos de revolución:el Alto Río Negro iberoamericano, 1815-1820 ADILSON J. I. BRITO Ferrocarriles hacia el Oriente. Articulación del territorio y construcción nacional a inicios del siglo XX en el Ecuador NATÀLIA ESVERTIT COBES La emergencia del intelectual en América Latina y el espacio público: el caso de Alfonso Reyes, 1927-1939 AIMER GRANADOS DIALOGO CRÍTICO - RESEÑAS - REFERENCIAS - EVENTOS SUSCRIPCIONES

CORPORACIÓN EDITORA NACIONAL Roca E9-59 y Tamayo Quito - Ecuador cen@cenlibrosecuador.org Tel.: (593 2) 255358, fax: Ext. 12 Ecuador: USD 25,76; América: USD 66,08 Europa: USD 78,40; Resto del mundo: USD 96,32

CANJE

UNIVERSIDAD ANDINA SIMÓN BOLÍVAR, SEDE ECUADOR (Centro de Información) Toledo N22-80 (Plaza Brasilia) Quito - Ecuador biblioteca@uasb.edu.ec Tel.: (593 2) 3228085 Fax: (593 2) 3228426





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