Historia Crítica No. 64

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La Revolución Rusa (octubre de 1917): impacto en Europa y América Latina

Facultad de Ciencias Sociales · Departamento de Historia ISSN 0121-1617 · e-ISSN 1900-6152

Abril – junio 2017


N° 64 · Abril – junio 2017

Universidad de los Andes · Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Historia Bogotá, Colombia


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Acerca de la revista Historia Crítica tiene como objetivo publicar artículos inéditos (en español, inglés y portugués) de autores nacionales y extranjeros que contribuyan al estudio de la Historia y al de las Ciencias Sociales y Humanas, para una mejor comprensión de los entornos sociales, políticos, económicos y culturales del pasado y del presente. En este sentido, busca fortalecer la investigación histórica, la reflexión académica y la elaboración de balances actualizados, que permitan construir diálogos en la comunidad académica nacional e internacional. La Revista es una publicación trimestral, (enero-marzo, abril-junio, julio-septiembre y octubre-diciembre) que se publica al inicio de cada período señalado, creada en 1989 y financiada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia). Las secciones de la Revista son las siguientes: •

Carta a los lectores o Presentación del Dossier informa sobre el contenido del número y la pertinencia de los temas tratados.

Dossier reúne artículos que giran alrededor de una temática específica, convocada previamente por el Equipo Editorial.

Tema abierto incluye artículos sobre variados intereses historiográficos, distintos a los que reúne el dossier.

La Revista cambia la estructura de presentación de sus secciones en los números que son exclusivos de Tema abierto, donde no aparece la sección de Dossier. Historia Crítica en algunas ediciones incluye la sección Traducción que contiene artículos publicados en idiomas distintos al español, inglés y portugués. Palabras clave: historia, ciencias sociales, ciencias humanas, investigación, historiografía, balances historiográficos. Historia Crítica declara que, todos los artículos que se reciben son sometidos a la herramienta de detección de plagio; los contenidos que se publican en la versión digital son de libre acceso y se pueden descargar en formato PDF, HTML y en versión e-book; los autores deben manifestar que el texto es de su autoría, inédito, y que respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros; en cuanto a los evaluadores, deben señalar en el formato de evaluación que no tienen conflicto de interés con los autores y temas sobre los que van a conceptuar.


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Tabla de contenido Carta a los lectores · 9-10

Artículos dossier: La Revolución Rusa (octubre de 1917): impacto en Europa y América Latina Presentación: los estudios sobre la Revolución Rusa de 1917 en América Latina · 13-26 Renán Silva, Universidad de los Andes, Colombia La Revolución Rusa de 1917: dilemas e interpretación · 27-38 Hugo Fazio Vengoa, Universidad de los Andes, Colombia La Revolución Rusa de octubre de 1917 y los comienzos del régimen comunista: aspectos de la recepción pública y la dinámica política en Portugal (1917-1926) · 39-60 Ernesto Castro Leal, Universidade de Lisboa, Portugal Bolcheviquismo isleño: Rusia y la Tercera Internacional en los imaginarios revolucionarios puertorriqueños, 1919-1936 · 61-80 Sandra Pujals, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras El encuentro de la izquierda cubana con la Revolución Rusa: el Partido Comunista y la Comintern · 81-100 Víctor Jeifets · Lazar Jeifets, Universidad Estatal de San Petersburgo, Rusia La Internacional Comunista y los comienzos del Secretariado Sudamericano a través de la sistematización regional del proceso de bolchevización · 101-118 Víctor Augusto Piemonte, Universidad de Buenos Aires, Argentina

Tema abierto La política chilena en la postguerra del Pacífico: poder, influencia y relaciones con Ecuador · 121-139 Claudio Tapia Figueroa, Universidad Técnica Federico Santa María, Chile ¿Cuántos somos? Una historia de los censos civiles y de la organización estadística en Colombia en la primera mitad del siglo XX · 141-160 Victoria Estrada Orrego, Universidad Nacional de Colombia Políticas editoriales


Table of Contents Letter to readers · 9-10

Thematic Articles: The Russian Revolution (October 1917): Impact in Europe and Latin America Presentation: On the studies about the Russian Revolution of 1917 conducted in Latin America · 13-26 Renán Silva, Universidad de los Andes, Colombia The Russian Revolution of 1917: Dilemmas and Interpretation · 27-38 Hugo Fazio Vengoa, Universidad de los Andes, Colombia The Russian Revolution of October 1917 and the Beginning of the Communist Regime: Aspects of its Public Reception and Political Dynamics in Portugal (1917-1926) · 39-60 Ernesto Castro Leal, Universidade de Lisboa, Portugal Island Bolshevism: Russia and the Third International in Puerto Rican Revolutionary Imaginaries, 1919-1936 · 61-80 Sandra Pujals, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras The Encounter between the Cuban Left and the Russian Revolution: The Communist Party and the Comintern · 81-100 Víctor Jeifets · Lazar Jeifets, Universidad Estatal de San Petersburgo, Russia The Communist International and the Beginnings of the South American Secretariat through Regional Systematization of the Bolshevization Process · 101-118 Víctor Augusto Piemonte, Universidad de Buenos Aires, Argentina

Open Forum Chile’s Post-War Policy in the Pacific: Power, Influence and Relations with Ecuador · 121-139 Claudio Tapia Figueroa, Universidad Técnica Federico Santa María, Chile How Many Are We? A History of Civil Censuses and Statistical Organization in Colombia in the First Half of the 20th Century · 141-160 Victoria Estrada Orrego, Universidad Nacional de Colombia Editorial Policies


Lista de conteúdos Carta aos leitores · 9-10

Artigos dossiê: A Revolução Russa (outubro de 1917): impacto na Europa e na América Latina Apresentação: Os estudos sobre a Revolução Russa de 1917 na América Latina · 13-26 Renán Silva, Universidad de los Andes, Colômbia A Revolução Russa de 1917: dilemas e interpretação · 27-38 Hugo Fazio Vengoa, Universidad de los Andes, Colômbia A Revolução Russa de Outubro de 1917 e os primórdios do regime comunista: aspectos da recepção pública e da dinâmica política em Portugal (1917-1926) · 39-60 Ernesto Castro Leal, Universidade de Lisboa, Portugal Bolchevismo islenho: Rússia e a Terceira Internacional nos imaginários revolucionários porto-riquenhos, 1919-1936 · 61-80 Sandra Pujals, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras O encontro da esquerda cubana com a Revolução Russa: o Partido Comunista e a Comintern · 81-100 Víctor Jeifets · Lazar Jeifets, Universidad Estatal de San Petersburgo, Rússia A Internacional Comunista e o início do Secretariado Sul-americano por meio da sistematização regional do processo de bolchevização · 101-118 Víctor Augusto Piemonte, Universidad de Buenos Aires, Argentina

Tema aberto A política chilena pós-guerra do Pacífico: poder, influência e relações com o Equador · 121-139 Claudio Tapia Figueroa, Universidad Técnica Federico Santa María, Chile Quantos somos? Uma história dos censos civis e da organização estatística na Colômbia na primeira metade do século XX · 141-160 Victoria Estrada Orrego, Universidad Nacional de Colombia Políticas editoriais



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Carta a los lectores Octubre de 1917 es una fecha recordada por una serie de hechos políticos que marcarían el curso de la historia del mundo, en el contexto de la Primera Guerra Mundial: la Revolución Rusa y la creación de la Internacional Comunista [la Komintern]. La experiencia soviética ha formado parte desde entonces de las referencias de los grupos socialistas en todo el mundo, con sus postulados formales de justicia e igualdad social, con sus principios críticos de las sociedades capitalistas, y fue durante mucho tiempo bandera de los movimientos sociales en los cinco continentes. Para Historia Crítica, este número temático, La Revolución Rusa (octubre de 1917): impacto en Europa y América Latina, es la oportunidad no sólo para conmemorar el centenario de la Revolución de Octubre, sino también para reflexionar sobre un acontecimiento histórico, social, político y cultural que continúa siendo un problema de inmenso interés histórico e historiográfico. Los artículos que presentamos, más allá de sus propios valores de análisis, cuya afirmación o negación corren por cuenta del lector, ponen de presente la trascendencia de la Revolución Rusa de 1917 para el siglo XX, aunque aquí sólo damos cuenta de un fragmento de ese impacto e influencia, a través de la consideración de los casos de Portugal, Puerto Rico, Cuba y algunos países de Sudamérica (Argentina, Brasil, Chile y Uruguay), en los años inmediatamente siguientes a la toma del poder por los sóviets. Los artículos, leídos en su conjunto, tienen la virtud de presentar de manera particular, pero a su vez general, las complejas relaciones entre los movimientos sociales en ascenso a principios del siglo XX y su intento de control y “administración” por parte de los comunistas soviéticos, a través de la Internacional Comunista. Esto significó que las formas más extendidas de socialización en las versiones modernas del socialismo, las elaboradas en el marco de los análisis propuestos por Marx sobre el capitalismo y la revolución obrera, se fueran procesando en el marco del comunismo soviético y de lo que por mucho tiempo se llamó el “marxismo-leninismo”; una particular codificación teórica de los principios de acción que intentaba universalizar el Partido Comunista de la URSS, a partir de su propia experiencia y, de manera cada vez más visible, en función de sus propios intereses en el campo internacional. Remitiéndonos a otras secciones de la Revista, presentamos en Tema abierto dos artículos. El primero, de Claudio Tapia Figueroa, sobre la política chilena de postguerra del Pacífico y las relaciones con Ecuador. La política externa y el reordenamiento del territorio chileno como consecuencia de la guerra del Pacífico (1879-1883), que se vivió durante el proceso de construcción de fronteras y la consolidación de Estados después de las guerras de independencia en el siglo XIX, se presentan aquí en el escenario de las relaciones políticas y diplomáticas con Ecuador. El tránsito de un discurso fuerte y desafiante desde la estrategia militar a uno moderado con vínculos diplomáticos es el tema central de este artículo, que realiza un recuento de los mecanismo de disuasión empleados por el Gobierno chileno —considerado, por demás, como una potencia regional en América del Sur— para favorecer las relaciones económicas, políticas y jurídicas con Ecuador. Para el autor, tras el análisis de correspondencia, tratados bilaterales y compendios de discursos presidenciales, es claro el rol que adquieren dentro del discurso diplomático chileno las relaciones con los Estados paravecinos, que se concretaban en importantes vínculos y tratados bilaterales en las décadas siguientes a esta guerra. El segundo artículo es de autoría de Victoria Estrada Orrego y trata sobre los censos civiles y la organización estadística en Colombia en la primera mitad del siglo XX. La autora analiza la


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Carta a los lectores

producción, la organización y el uso de estadísticas demográficas, consideradas herramientas científicas fiables para la construcción de políticas de ordenamiento y buen gobierno, y los problemas que enfrentó el Estado colombiano en su implementación en los censos de 1905, 1912 y 1918. En estos registros, que podían tener variables diferentes de acuerdo a los intereses del Gobierno de turno, buscó cuantificar la población masculina con el derecho al voto, estado civil, propietarios que sabían leer y escribir, además del número de leprosos, la importancia de la vacunación, los orígenes o el color de piel, algunos de estos elementos asociados a la construcción de Estado-nación de la Constitución de 1886. A través del estudio de estas variables, la autora identifica además algunas de las dificultades enfrentadas por el Estado en la realización y el procesamiento de los censos, desde poco personal calificado, insuficientes máquinas tabuladoras, hasta la participación de grupos políticos, que llevan a cuestionar cifras y datos que al parecer no coincidían con las propias particularidades de la población y del territorio colombiano. Por último, el Equipo Editorial da la bienvenida como directora de la Revista a la profesora Muriel Laurent, directora del Departamento de Historia, y agradece al profesor Camilo Quintero el apoyo dado en las labores editoriales en estos dos años de dirección. María Cristina Pérez Editora


Dossier



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Presentation: On the studies about the Russian Revolution of 1917 conducted in Latin America❧ Renán Silva

Universidad de los Andes, Colombia doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit64.2017.01 Abstract: The fundamental idea developed within this paper —he result of a thorough study of the recent bibliography on the relationships between the Komintern and Latin America— is that there exist new conditions, following the dissolution of the Union of Soviet Socialist Republics (USSR), in an attempt to approach, upon less passionate and less compromised bases, from the standpoint of the political parties, the history relevant to analyze the political cultures in Latin America during the XX Century. Keywords: historiography (Author); Latin America, Russian Revolution, 1917, political cultures (Thesaurus).

Los estudios sobre la Revolución Rusa de 1917 en América Latina Resumen: La idea central que atraviesa el presente texto —producto de un estudio cuidadoso de la bibliografía reciente sobre el problema de las relaciones entre la Komintern y América Latina— es que existen nuevas condiciones, luego de desaparecida la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), para abordar, sobre bases menos pasionales y menos comprometidas en términos partidistas, una historia que resulta significativa para el análisis de las culturas políticas latinoamericanas en el siglo XX. Palabras clave: América Latina, historiografía (Thesaurus); Revolución Rusa, 1917, historiografía, culturas políticas (Autor).

Os estudos sobre a Revolução Russa de 1917 na América Latina Resumo: A ideia central presente neste texto —produto de um estudo cuidadoso da bibliografia recente sobre o problema das relações entre a Komintern e a América Latina— se refere a que existem novas condições, após o desaparecimento da União das Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), para abordar, sobre bases menos apaixonantes e menos comprometidas em termos partidários, uma história que resulta significativa para a análise das culturas políticas latino-americanas no século XX. Palavras-chave: América Latina, historiografia, Revolução Russa (Thesaurus); culturas políticas, 1917 (Autor).

❧ In preparation of the text here in the authors have considered the usual literature upon the problem, and pri-

marily the most recent works performed in Latin America as they were able to consult new archives made available to researchers, after the dissolution of the USSR.


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Presentation: On the studies about the Russian Revolution of 1917 conducted in Latin America Renán Silva

A real heritage worth researching The paragraphs below do not intend to characterize what has been written in recent years —say, from the dissolution of the USSR— by historians about the Russian Revolution of 1917 and its impact in Latin America, in times of the International Communist [the Komintern].1 A very difficult task, partly because the materials and the analysis continue to grow, without having available a comprehensive study to group and characterize such studies and to propose some paths to follow to continue with the task.2 It does not intend to characterize the set of texts on the topic published in the current edition of Historia Crítica, in the form of a dossier to join many others that have been produced and those which will continue to be produced in the next few months. All within the framework of a new anniversary of the October Revolution, considering next October will be the commemoration of its first century. The real purpose of this article is to remember that such Revolution, which does not really convey much, if any, to most of Young citizens of today’s world, continues to be an issue of the outmost historical and historiographical interest, since it is a fact of fundamental importance for the XX Century. This from the standpoint of the forces that nurtured and shaped the past century, since it was a trial for a political organization which was not comfortable when new institutions were fostered and imposed upon the wide territory of the former Russian Empire. It was also —and for the first time in recent history of mankind, and resembling the great monotheist religions— an attempt to convert the world to its creed, with the purpose of fostering a world revolution against any type of previous political order. To accomplish the aforementioned, there was an attempt to create, with relative success, an international political party, headed by Moscow (the International Communist, created in 1919 by Lenin himself and the group of leaders that supported him), even if at the end the practical successful results for the societies that attempted such a change were not that many.3

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The bibliography on the International Communist is extensive and repetitive. A critical and valuable perspective, even if some years have already gone by, is the one written by Pierre Broué, Histoire de l’Internationale Communiste, 1919-1943 (Paris: Fayard, 1997). More specifically for Latin America, there is a short book by Manuel Caballero, La Internacional Comunista y la revolución latinoamericana, 1919-1943 (Caracas: Alfa, 2006 [1986]). Every official document from the Conferences held by the International Communist was published by Cuadernos Pasado y Presente and Editorial Siglo XXI between 1973 and 1984.

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In our countries, we do not find many documents similar to the North American handbook, therefore it is difficult to update the bibliographic status of a research problem. Then of course, there are none of such documents for a problem such as Latin America and the International Communist. However, there is a very important work instrument: Lazar Jeifetz, Victor Jeifetz and Peter Huber, La Internacional Comunista y América Latina, 19191943. Diccionario biográfico (Moscú/Ginebra: Instituto de Latinoamérica de la Academia de Ciencias/Institut pour l’Histoire du Communisme, 2004).

3 For a history of synthesis on the USSR in the XXth Century, cf. Robert Service, Historia de Rusia en el siglo XX (Barcelona: Crítica, 2001 [1997]). A discussion on the first quarter of the XX Century in Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX (Barcelona: Crítica, 1995 [1994]), Chapters I-VII. An overview of the communist idea in the XX Century may be found in François Furet, El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX (México: FCE, 1995). And if the reader considers the excellent dissertation by Furet to be sort of unilateral, the same may be balanced with the book by Eric Hobsbawm, Cómo cambiar el mundo. Marx y el marxismo 1840-2011 (Barcelona/Buenos Aires: Crítica, 2011), which knowingly weaves the history of Marxism and communism.


Hist. Crit. No. 64 · Abril-junio · Pp 13-26 · ISSN 0121-1617 · e-ISSN 1900-6152 doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit64.2017.01

The 1971 Revolution turned out to be transcendental for the political culture, guiding the social movements in Latin America, not because the communist alternative had that many successes within its national societies, but because the feared “Moscow Whisper” became an ideological principle, followed by a significant and numerous groups of workers, greater than those actually accepted by the conservative version as part of the national histories of these countries and even if these are less than the assertions by left wing versions.4 The importance of the “Moscow Whisper” —an expression coined after the times of the Komintern— is connected to the fact that the Russian Revolution of 1917 coincided in time with the first social movements of anti-capitalist nature raising in the region, as well as with the beginning of the first socialist and anarchist preaching these societies learned about. Such preaching was mostly inspired by the European socialism and anarchism, and, later on, by the Soviet Revolution, whose actual organizational and ideological influence will express itself after 1925 when the great wave of the first anticapitalistic social movements rose and reached its greater peaks. Then a less radical and “spontaneous” new cycle and the integration process of Popular Fronts of the struggle against fascism began. Fronts in which this initial subsuming of protests from social forces were experiencing the modern industrial world; these were mostly against the commodity export and transportation sectors and certain other sectors that were emerging within the functions of the State broadening framework and, clearly amid the first intellectual modern middle classes that the society knew about.5 The truth is that, both in the realm of ideology as well as in that of social movements, Soviet communism became a reality in Latin America —even if there is still disagreement in terms of its real dimensions and its true influence —and ever since, many have been the testimonies of the main actors of the process6 —the same happens to the number of testimonies by opponents. It is a process that marked the culture of society, and which created a tradition which would not only shaped the modern protest throughout the XX Century, but which would also have imposed a version of its “prehistory,” after the Soviet version of social struggles and its verdict upon the history of previous social movements. These were subsequently disqualified (in general, under the alternate nicknames of “petit-bourgeois,” “adventurers,” “opportunistic”) since such movements did not follow the model of socialist struggles that Moscow and the International Communist had coded; a

4 A summary dissertation and without prejudice on Latin American politics for most part of the XX Century, even if it does show unequal emphasis according to the countries, in Alan Angell, “La izquierda en América Latina desde c. 1920,” in Historia de América Latina. 12. Política y sociedad desde 1930, published by Leslie Bethel (Barcelona: Crítica, 1997), 76-95. 5 Regarding the aforementioned, big matrixes must be introduced. The appearance of nuclei of modern workers, forms and rates of industrialization, previous or contemporary capital cumulation processes, migration of European workers to Latin America, literacy rates, consolidation of new middle classes, advancements in higher education and the implementation of formal democracy institutions are phenomena which resulted in an intense unequal development in Latin America. For example, the Chilean and Argentinian Communists do not resemble much of those from Andean societies such as Ecuador and Colombia, or to those from societies directly intervened by the United States, who depended directly and exclusively from plantation economies, as was the case of most of Central America. 6 For example, in Colombia, the testimony of living in Moscow in times of the International Communist, of the worker’s and popular leader, Ignacio Torres-Giraldo, Cincuenta meses en Moscú (Cali: Universidad del Valle, 2005). But the analysis could be expanded when consulting the complete archive: Alfonso Rubio and Viviana Arce, Inventario General. Fondo Documental Ignacio Torres Giraldo (Cali: Universidad del Valle, 2014).

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Presentation: On the studies about the Russian Revolution of 1917 conducted in Latin America Renán Silva

model which was imposed thereon, under the form of “Twenty one Conditions,” which, according to the International Communist of 1920, any social movement or political struggle should fulfill to be part of the “correct line” of a “well oriented” struggle in favor of the “future society.” The initial two decades of relationships between the Communist Party of the USSR and the “brotherly” parties in Latin America —most likely from 1919 and 1939, with certain extensions—, including in that range the forgotten and explosive world of Central America7 —from which only Mexico is remembered as its revolutionary dynamics had greater and more complicated source— gave origin to a vision of the “revolutionary process,” which was swapped down the path into a heavy inherited burden for social movements and into a straitjacket for those historians who tried to read and tell the story, a vision that had at least three distinctive features.8 It firstly allowed the initial monopoly of the “authorized word” by the actors of the process, who at a later stage recalled the battles in which they had participated. In turn it fostered the creation of an “enlarged”, unilateral and idealized image of the role of communist parties among the social movement to the detriment of other political forces (liberalism itself, socialist organizations which were not ascribed to the Soviet communism and anarchy-syndicalist groups, if any).9 Secondly, it allowed for a sustained monopoly of the interpretation of the social struggles by the communists in the XX Century. Protected by the power of the ideological disclosure of the International III, they managed to impose a vision of social evolution, of its limitations and likelihoods in our societies, thus preparing an analysis where the correctness of the endeavors by local communist leaders would always shine under the tutelage of Moscow. In a nutshell, this is the third great inheritance that has come to us: the Komintern —The International Communist— established and imposed a framework for problems interpretation within its great lines and for the whole XX Century, which should be approached and discussed by those interested in a social change from a practical point of view and from an intellectual standpoint. In such a way, all of the “Marxist interpretations” of society and, to a great extent, most part of the interpretation of other social sciences that were born at the beginning of the XX Century, ended up to be framed within such interpretation framework, characterized by a definition coined to a great extent, from the Asian reality, according to which the history of these societies was composed by three different stages: colony, semi-colony and neo-colony (the latter term became normal later on, once the International Communist had already disappeared), a scheme which seemed to be true (in fact, a valid scheme for very precise moments for some of these societies).

7 Rodolfo Cerdas-Cruz, La hoz y el machete: La Internacional Comunista, América Latina y la revolución centroamericana (San José: EUNED, 1986). 8 For example, Communist Party of Colombia, Treinta años de lucha, 1930-1960 (Bogotá: Ediciones Paz y Socialismo, 1960), chronicle written by and official Commission of the Communist Party and embraced by many of the subsequent chronicle writers as “the true story.” Also, Medófilo Medina, Historia del Partido Comunista Colombiano. Book I (Bogotá: Editorial Colombia Nueva, 1980), for a disciplined, applied, not boulder chronicle, as was the rule for those written before the dissolution of the USSR by followers and associates to such political formation. 9 Even the shortest documentary exercises upon this issue, discussed the idea that the “prehistory” is important. For example, for Colombia, Diego Jaramillo, Las huellas del socialismo. Los discursos socialistas en Colombia, 1919-1929 (Popayán: Universidad del Cauca, 1997); likewise, Sergio Grez Toro, Historia del comunismo en Chile. La era Recabarren (1912-1924) (Santiago: LOM Ediciones, 2011), which deals with the Chilean society, most likely the first and most comprehensive implementation of the communist idea.


Hist. Crit. No. 64 · Abril-junio · Pp 13-26 · ISSN 0121-1617 · e-ISSN 1900-6152 doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit64.2017.01

This is a scheme that determined many of the revolutionary intervention forms that took place during the XX Century in Latin America, long after the International Communist became just a blurred memory. An observation that is valid even for those opposing the usual political practice of the communist parties in the region, including the same interpretation framework, even extracting different and extremist consequences in favor of workers, the military or populist in general, as it continues to be true up to this date. It means that the “revolutionary theory” of the International Communist continued to be the base that revel groups would use to interpret the world: most likely they didn’t know but very little about its existence. In the specific field of the newly born social sciences, very tightly linked to “Marxism” from the beginning, — introduced as a fortunate strategy to perform a concrete analysis of society, in contrast to the pure “lyric” approaches that had dominated the XIX Century —, most of them were branded early on with that same interpretation framework, which was at the same time a very limited and schematic analysis of the social life and the history of these societies. This is not to say that social sciences did not have any other forms of expression — as proven by the history of sociology in the cases of Argentina, Uruguay and Chile. The fact is that, in the realm of their disclosure and the socialization of their analysis of the new university student’s generations the loudest in the political scenario of the intellectual middle classes, —such was the interpretation with the greatest disclosure and acknowledgement.10

A history without documentation Building a social and political history on the relationships between the Latin American societies and the Russian Revolution of 1917 has not been an easy task due to several reasons, among which it is impossible to leave aside the absence of relevant archives and documents to perform such a task. This is done through the prism of the encounter between the national communist parties and the III International Communist. Of course, we are referring to local archives, which, at least in the field of the testimonies of social actors and of the press branded as left wing, are multiple and revealing, even if most part of such sources are still unpublished in a way that could help researchers, analysts and policy decision makers with their task.11 Rather we refer specifically to the

10 The idea of the “general framework for interpretation” is presented in a summarized, but correct way, in Manuel Caballero, and it is one of his most fertile ideas. Caballero, La Internacional comunista, 19. In the case of Colombia, Mario Arrubla, Estudios sobre el subdesarrollo colombiano (Medellín: Editorial Oveja Negra, 1972) —but the essays included in the work were written at the earliest 60’s. The author, who practices a structural “orthodox” Marxist analysis, true to the best of Book I of El capital, devotes his work to Che Guevara, and had translated and achieved to publish La revolución traicionada by León Trotsky, without generating any analytical question due to such diverse orientations. 11 For example, the important documentation collected in José María Rojas, La estrategia insurreccional socialista y la estrategia de contención del conservatismo doctrinario. La década de los años veinte (Cali: CIDSE/Universidad del Valle, 1989). It is also worth mentioning that the first thirty years of the XX Century in Latin America are extremely rich in terms of periodical publications, primarily press, many of which were of popular and socialist nature. For example, for Colombia Isidro Vargas Useche, who emphasized on the issue in Todas son iguales. Estudios sobre la democracia en Colombia (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2010), 223268. Likewise, the dissertation by Luz Ángela Núñez-Espinel, El Obrero Ilustrado. Prensa obrera y popular, 1909-1929 (Bogotá: Universidad de los Andes/CESO, 2006), again for the case of Colombian.

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international archives kept and managed by the Soviet Communist Party in Moscow and which turn out to be one of the main sources to rebuild the problem. Throughout the XX Century such repertory of documents was kept under the control of Soviet authorities, only allowing historians who expressed total affinity towards the communist regime, to consult such documents. It is very difficult to expect a critical examination regarding the events under study, and much less, a bold interpretation moving away from the canonic or ritual explanations built upon the interests of the “Soviet Nation.” On the other hand, access to such documents was under surveillance and limited, which, even by those who kept conformist opinions adapted to the “order of speech” imposed by the USSR, meant that a very big portion of such archive remained beyond any likelihood of being retrieved. Therefore, there was a combination of documental reserve and subjugation to official interpretations that communism had given upon itself; at the end these were imposed as the dominant vision of the relationships between the USSR and Latin America during those two fundamental decades of formation of the modern political culture in the region, decades going from the beginning of 1920 to the beginning of 1939: the formal date of commencement of World War II and the practical disappearance of every ideal of a world communist revolution led by the USSR. The subsequent period would be one of crude political realism, much more demanding for communist parties in Latin America of a disciplined attitude towards the political displacement of Soviet leaders. Therefore, leaders had to use a good portion of their time justifying the policies in the USSR, by using the most incredible “dialectic maneuvers,” while in the dominant front of the scene, after World War II had ended and the so called Cold War begun, everything seemed as a battle between the Central Intelligence Agency (CIA) and the Committee for the Safety of the State (KGB, as per its acronym in Russian).12 From such an old school type of political analysis, —which is not the core of this article — and that sort of not imaginative historiography, today it is difficult to find pieces to be rescued — even if such pieces do exist — and it would be much better to assume such “historical archeological” work as a study of what happens to a discipline such as History when it leaves its critical perspective aside and takes the path of apology and the disguise of truths, which resulted in a well-established “evidence” to a certain extent, for which all of the existing public documents at the time were more than enough proof.13 Likewise, from the above, histories of the social movements and worker’s parties, communist parties arose; these were always sweet apologies of a history of interests, ambitions, struggles, presented in the best possible “Hegelian” style, though not very imaginative, as simple uninter-

12 The process of the unknown history prior to the Bolshevization and dominance of the socialist movement by the communist parties in favor of the Soviets was not the exception to finding resistance, partly erased by the work of communists themselves, due to the imposition of their correct line. Jaramillo, Las huellas del socialismo, chapters 2 and 3. 13 The issue with the archives was not absolute. From the 30’s, and continuously until the 90’s, the sector of dissidents and that of the “repentant” started to question the partial and informal character of most part of the documents and analysis available to understand the origin of socialism and the development of its early stages; the existence of a “socialist reality,” different from the idealized, through the dominant information. Among the enxtensive literature, for example, Fernando Claudín, La crisis del movimiento comunista. Book I: De la Komintern al Kominform (Madrid: Ruedo Ibérico, 1978), even if the context of Claudín is not the same as the context in Latin America.


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ested discussions around “right ideas” and “ideologic positions,” which, purportedly, did not seek anything different from the victory of the “final cause,” and which did not “touch” the realm of material interests of the struggles between the bureaucracies of the communist parties and inside the “Father Party” in particular. A sort of political game by which communist leaders in Latin America abided early on; leaders who embraced the learnings on whom to support in the struggles among the different fractions inside the Communist Party of the Soviet Union (CPSU); such support somehow depended upon their survival as dominant bureaucrats in their relevant national communist organizations. A picture that was not easy to read, particularly after Lenin’s demise, turning into a coded and mysterious universe while Stalin was in office, forcing Latin American official communist leaders, who were already nicely settled in their positions, to opt for the simple path of leaning under the shadow of unquestionable dominant groups in the political arena, describing themselves as never taking the path of supporting any of the dissident processes known in Central-Eastern Europe. On the contrary, they rapidly and informally expressed their rejection by using the same qualifiers as the leaders of the CPSVU used for those same episodes.

A documentation without history After 1990, for reasons simply imposed by “history” — the dissolution of the USSR and of the so called “popular democracies” — and in a gradual but swift manner, and in a process that has not come to an end yet, the archives were opened after been closed for the longest time,14 and new possibilities of investigation that did not exist before, were created. To the extent that many European and Latin American societies have today either new interpretation works on the issue of the relationships between the International Communist and such societies of countries, and/or those having documental complications that have made a myriad of information circulating that previously missed the specialized reader, and the public opinion of course, who could eventually be interested in such processes.15 The intent is not to say that there was not any type of documentation before 1990 to study the issue of the disclosure of communist ideals in Latin America. In fact, many political history works prove us wrong. Such documents are complementary, or primary files — according to the type of issues — and currently available for researchers; it opens a scenario in which it is possible to advance in the construction of new research enquiries and the production of new interpretations, moving away from the respectful formalism and the traditional dogmatism that, for many decades

14 The works by Robert Service, a devoted British specialist on the Russian history of the XX Century, on its revolutions at the beginning and the end of the XX Century, on communism, and on the great leaders of the events of 1917, are proof of the benefit the new archives provide. In every prologue of its recent works, the author explains such new conditions of the archive work. For example, Lenin. Una biografía (Madrid: Siglo XXI, 2001); Stalin. Una biografía (Madrid: Siglo XXI, 2006); and Trotsky. Una biografía (Bogotá: Ediciones B/Grupo Z, 2009). 15 Further consultation: Olga Ulianova and Alfredo Riquelme, eds., Chile en los archivos soviéticos, 1922-1991. Book 1: Komintern y Chile, 1922-1931 (Santiago: Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 2005); and Klaus Meschkat and José María Rojas, comps., Liquidando el pasado. La izquierda colombiana en los archivos de la Unión Soviética (Bogotá: Taurus, 2009). On Spain, the documented book by Antonio Elorza and Marta Bizcarrondo, Queridos camaradas: la Internacional Comunista y España, 1919-1939 (Barcelona: Planeta, 1999) is quite enlighting.

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characterized any research in the field and which produced as a complement, not to anyone’s surprise, a contrasting pole of historical deformations intended to be taken as selfless research. Now it seems there is a new ground, in which the false and interested appreciations of the “right wing” are not necessarily responded with judgments from the left wing, which are not very accurate or verified, and which only prove the symmetry between dogmas and the lack of love for the truth, but which need to use instruments of historical criticism; this is supported by documents and testimonies, approaching the analysis of the precise conditions and circumstances in which the political phenomena of today is based upon, most of which are not known to us. Many new works — not only in Latin America, of course — are proof of the importance of such document mass that recently became part of the work for historians, and which in the past two and a half decades have modified many of our visions on the role the early USSR played in Latin America in different ways per each country. It has opened a realm of analytical opportunities which must foster the renewal of the contemporary history of our countries. For example, the formation of the modern political cultures in the particular forms in which social movements have risen from the beginning of the XX Century, and the way in which the first socialist movements ended up being a monopoly of the guidance of the Komintern and of the communist parties, who early on imposed the idea of forgetting all of the heritage of the social movement (for example, liberal and socialist heritages), leaving out the vision imposed by Moscow in its “discovery of America,” in the 20’s of the XX Century; the idea was the connection of the same in a real or imaginary manner with the Soviet experience and influence taken as the sole legitimate heritage.16 Thus purportedly — and this Century will be responsible for proving or denying it—, not everything that was done in the past in terms of documents and analysis must be forgotten; and not everything that is under production within the framework of the existence of new open files for consultation, needs to be considered as a great novelty. It is worth thinking upon, as the documents have been renewed, the old frameworks for interpretation have not given in, just the opposite, they have shown great vitality with difficulties for amending, since the simple appearance of new files does not automatically renew the interpretation of an issue, as historians well know.17

New problems, new questions Particularly it should be noted that many of the new works shown in these years include, similar to what happened in the past the agony, the confinement18 and mainly the lack of irony that

16 Klaus Meschkat, “Del socialismo revolucionario al estalinismo en Colombia, 1927-1933,” in Liquidando el pasado. La izquierda colombiana en los archivos de la Unión Soviética, compiled by Klaus Meschkat and José María Rojas (Bogotá: Taurus, 2009), 38-44. 17 Alfredo Riquelme, Introduction to Chile en los archivos soviéticos, 1922-1991. Book 1: Komintern y Chile, 1922-1931, published by Olga Ulianova and Alfredo Riquelme (Santiago: Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 2005), 9, who recalls that it is not only a fact of microfilming, but that there is the need to analyze. 18 The general trend of works on the history of communism in Latin America is to confine itself to the communist environment and party quarrels, or in the defense of its political line, different from its “friends-opponents.” An exception to this confinement may be the work of Hernán Camarero, A la conquista de la clase obrera. Los comunistas y el mundo del trabajo en la Argentina, 1920-1935 (Buenos Aires: Siglo XXI/Editora Iberoamericana, 2007); in its compillation with Carlos M. Herrera, El partido socialista en la Argentina. Sociedad, política e ideas a través de un siglo (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2005).


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Raymond Carr,19 the English historian, stressed in his time and that is felt again, as well as what seemed the greatest impossibility: connecting in real and intelligible terms the history of the early communism in Latin America with the history of these societies, beyond the conventional framework invoking the “rise of social movements,” without clarifying the concrete process of socialization, learning and adopting the “new truths,” without discussing how these new standpoints joined the liberal, socialist and positivist political inheritance and producing “syncretic” forms that remained crouched but acting. All behind the formal discourse that was repeated through the more aligned leaders to Moscow.20 But not only that difficulty of building social history and history of society from a concentrated and specific nucleus of problems seems to exist. Also, the presence of the formalism of political analysis and the lack of boldness to build productive analogies at research’s level are observed in many of the works. Let us give an example: there is no doubt that the Communist Party of the USSR and its leaders organized the Communist International as a large International Church, similar to the Vatican’s, and the episcopal model adopted by the Catholic Church given it good results so far, coincided to what the “brother countries” from the USSR organized. All these within the framework of a strong control through the “episcopal visit,” or the call of Moscow to account for actions undertaken or to receive instructions, and the correspondence (fulfilling the same role as the Cartas Anuas of the Jesuits), whilst resorting to espionage and sabotage of policies not considered to be aligned with the directives issued from the “Center.” It can be said that the analogy is extreme, and I believe it to be true, but this does not leave aside the initial impulse to break with the usual formalist picture, which is simply supported on the “Soviet revolutionary intentions,” without a minimum corroboration of sources, without assuming any ambiguity from the actors involved in the process, taking what almost always are partial testimonies as proven truths, “victims” of their own interest or their own blindness.21 Additionally, in the new works we can observe a great difficulty to move from the political history to the history of political culture, thus not including in the analysis the consideration of complete sections of the study of ideologies and political practices. Therefore, the study of rituals, ceremonials, of how old religious traditions were transposed in the communist imagination and language, or the sociological study of the forms of the “militancy, compromise, rupture” cycle (sometimes including the conversion to the opposite gospel and public apostasy), how at least an outline of the study of the ways of assuming and living the “partisanship” does not exist — for example we do not have good portraits of the “popular and militant communist family”, although there are good presentations of the “intellectual middle-class communist ideology.” All these both in popular groups and intellectual middle-class groups, clarifying social origins, levels of educa19 See, Raymond Carr, Presentation to La Internacional Comunista y la revolución latinoamericana, 1919-1943 (Caracas: Alfa, 2006 [1986]), 18. 20 The radical-artisan heritage of the XIX Century has been mentioned several times. Much less has been mentioned, as done with good judgement by Alan Angell, the positivist heritage, which at the end of the XIX Century addressed social laws and evolutions and stages needed in the life of societies; and other previous and subsequent legacies, added throughout the XX Century. Angell, “La izquierda en América,” 72-131. Moreover, in the early XX Century, communism had to compete with liberal parties in the creation of the vocabulary of the social question in Latin America. 21 The analogy has been proposed several times, for example, by writers such as Octavio Paz or Carlos Fuentes, as recalled by Alan Angell, remembering Fuentes in that respect. Angell, “La izquierda en América,” 73.

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tion, professional composition, eliminating from the analysis all ideological truths that dominated in the past and which made the study of communist militancy and emergence of the so-called “professional revolutionaries;” something very similar to what the literature of socialist realism had promoted finding its complementarity in Latin America in the long tradition of Lives of Saints, current readings since the time of the Hispanic domination. Those found again a broad way of diffusion at the beginning of the XX Century, through illustrated stories — at that time the format of the comic was of great interest to the Church— and education in schools and seminaries.22 There is, of course, space for posing questions upon the previous forms of insertion of socialists and communists into political battles and their way of assuming leadership and authority. These should have been transmitted in a spontaneous manner by the new generations of communists to the next generation, including cultural elements of traditional Spanish American societies of the XVIII Century and first republican century. Those must have taken the form of “living archaisms” when inserted into a type of political action that considered itself as the model of political activity of the future, about which not only a history concentrated on the present of the event must be tried, but brought into contact with previous realities on a long-term scale. We take into account the way to crystallize and “add history” that the command and authority seem to show in some societies of Latin America.23 From another point of view, and as it has been observed, it must be remembered that the establishment of the communist ideal in Latin America corresponds to a phase of soviet communism, in which a long record of disqualifications, condemnations and purges were already the reality of the soviet politics, and a way to deal with “differences” that seemed to have been imposed rapidly in a similar manner in the Latin American environments; this was done in a mild way in the first half of the XX Century and in extreme, radical, tragic and painful ways in the second half on the XX Century, mainly in the field of those who put into practice the idea of the armed struggle. The guerrilla experiences in Peru, Colombia and Central America recall such tragedy of internal persecution, delirium and paranoia, which are some of the worst legacies of the left wing in our countries, and, on which, unlike historical and sociological analysis, testimonial literature and journalistic research abound. To enquire into the genesis of this way of assuming politics and to act within such a framework and referring to the field of Soviet communism and its extensions in Latin America, could be a path of productive analysis, thinking again upon dissimilar legacies that comprise our political culture, and that become a path that serves to abandon the usual tradition limiting research questions to a formalist universe; formalism that, curiously, the militant historian would not admit when

22 These absences are more surprising, since the social history inspired on Marx and social sciences have multiplied examples of analysis of these topics, as observed in the extensive production of Eric Hobsbawm. For example, his analysis of millennialism, urban crowds and sects in Rebeldes primitivos. Estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX (Barcelona: Crítica, 2001 [1959]); or his well-known review of radical artisan and labor traditions in Gente poco corriente (Barcelona: Crítica, 1999 [1998]); or his reflections on the relationships between objectivity and “partisanship,” or even on his own difficulties to write the history of a revolution in Sobre la Historia (Barcelona: Crítica, 1998 [1997]). 23 José María Rojas attempts to in “El liderazgo socialista de los años veinte: una aproximación,” in Liquidando el pasado. La izquierda colombiana en los archivos de la Unión Soviética, compiled by Klaus Meschkat and José María (Bogotá: Taurus, 2009), 45-80, characterize the forms of leadership and direction in the early steps of popular socialism in Colombia, using the well-known typology of Max Weber in this respect.


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related to other societies and political ideology other than his own, apart from the fact that such analysis would also be a way to “liquidate a past” so unremarkable. This renewed study of political cultures on discussion is inseparable from the analysis of the political language that, in the case of the language of comrades, is a highly suggestive subject for the research of ideologies and forms of treatment of reality through words. In principle, it seemed to be a language that tried to copy the terms of designation and classification that the Bolsheviks introduced in Russia in a direct way —Chilean communists will talk of “white terror” for example, designating all dictatorial governments as “fascist” leaving out any analysis, as the compilation and analysis presented by Ulianova and Riquelme show very well; but the case is not an exception—; the copied language that will immediately make its work of deformation of the reality, subjecting it to an interpretation that hardly considered that reality, but which will immediately become an instrument to legitimize “correct speeches and positions,” creating a long tradition of “deforming designation” of reality, which historians have collected without any kind of criticism.24 On the other hand, the return of the global history and varied existing forms of Connected History favors the study of relationships between the Communist International and Latin America, because one of the major issues of researches on the subject is related to its localism and limitation to a specific national society. Indeed, it is not a matter of denying every particularity, but there is no doubt the Soviet politics determined a certain homogeneity of processes, and, above all, it should be considered that the Communist International was not a federation of parties, it was the organization of a world party, led by the Bolsheviks in power, already organized as the Communist Party of the Soviet Union (CPSU) and commanded by a State under construction, which had one strategy and several tactics to extend its project and political institutions around the world, although in the end things have been a memorable fiasco, just as Manuel Caballero warned several years ago and that seems to be forgotten. In a broader scope, the possibility of reconsidering the reactions of the “political establishment” in all its varieties, with respect to the challenge launched by the communists since the beginning of the century is opened. Without the slightest intention of denying the disqualifications, injustices and persecutions lived by communists, socialists, and left-wing people in general in Latin America throughout the XX Century, there is no doubt that magnitude of the challenge itself received by the establishment had an impact upon it. A modest challenge from the practical point of view and actual possibilities, but grown and transfigured from the point of view of the stated purposes and language in which the challenge was launched. Thus, following the Marx of the Communist Manifesto, the Komintern, directly and expressly declared that its ultimate purpose was no other than the abolition from the face of the Earth of every political and social regime other than communism, therefore in strategic terms the “final aim” will have differential tactics, either of “class against class struggle” or the Popular Front. Therefore, it is necessary to know how to establish the relationship between the launched challenge, no matter how inflated it was, and the responses of a relatively weak “establishment,” especially at the beginning of the XX Century. Thus dragged by fear and facing the appearing ghost, at a time at which it has not even finished imposing the order that it constitutionally intended to assume. 24 On the power of “building” the reality by the “legitimate languages” of Marxism and intrinsic authoritarianism see Pierre Bourdieu, “‘El discurso importante’. Some sociological reflections upon ‘Algunas observaciones en torno a Leer el Capital,’” in ¿Qué significa hablar? (Madrid: Akal, 1985 [1970]), 134-151.

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The relatively abundant documentation on some of the strikes of the late twenties in Colombia, for example, shows the importance and weight of rumor and false information, and fear of an unknown opponent, influenced by strange doctrines that came from the “barbaric Russia;” all these at a time filled with uncertainty about new forms of collective labor action, as was the case of the strikes of oil workers in 1928. But the authors who have studied the process seem not manage to connect the forms of fear of the establishment with the magnitude of the challenge posed by labor leaders. Although the documents showing the actions of military social organization planned by the “revolutionary socialism” are known —without the slightest practical possibility—, their decision to make revolutionary propaganda among young soldiers and their attempt to lead a workers’ strike — which simply demanded decent working conditions— to an insurrection that was imaginatively interpreted in the model of what was thought to have been the workers’ revolution in Russia, no attempt was made to present new forms of interpretation of the events, beyond offering related documentary evidence and repeating the same “denunciations” known since the time of the events and that later immortalized by literature; historians continued repeating it without major modifications.25 Therefore, there is a broad research agenda that is now beginning to be addressed. It is hoped that this is the case given in new analytical terms, with the greatest interest in truth, with the least awe for reverential statements a thousand times sanctified and never proven. It is to be hoped that the “historical task” will be performed in the XXI Century with the renewed desire to contradict some of our most deeply rooted university beliefs that are regularly based on the good faith of our desire for social justice; nevertheless they require less to be submitted to the critical file that accompanies our work, regardless of the problem at hand.

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25 An important documentation on this point in Rojas, La estrategia insurreccional, second part.


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Presentation: On the studies about the Russian Revolution of 1917 conducted in Latin America Renán Silva

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Service, Robert. Trotsky. Una biografía. Bogotá: Ediciones B/Grupo Z, 2009. Torres Giraldo, Ignacio. Cincuenta meses en Moscú. Cali: Universidad del Valle, 2005. Ulianova, Olga y Alfredo Riquelme, editors. Chile en los archivos soviéticos, 1922-1991. Book 1: Komintern y Chile, 1922-1931. Santiago: Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 2005. Vargas Useche, Isidro. Todas son iguales. Estudios sobre la democracia en Colombia. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2010.

❧ Renán Silva Professor at the Department of History of the Universidad de los Andes (Colombia). Bachelor’s Degree in Sociology by Universidad de Antioquia (Colombia) and PhD in Modern History by Université Paris I Panthéon-Sorbonne (France). The areas in which his research is focused are social, political and cultural history and the epistemology of social sciences. His most recent books are: Cuestiones disputadas. Ensayos sobre Marx, Freud, Foucault, Bourdieu y Bloch (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2016); Lugar de dudas: Sobre la práctica del análisis histórico (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2014), and Cultura escrita, historiografía y sociedad en el Virreinato de la Nueva Granada (Medellín: La Carreta Histórica, 2015). rj.silva33@uniandes.edu.co


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La Revolución Rusa de 1917: dilemas e interpretación❧ Hugo Fazio Vengoa

Universidad de los Andes, Colombia doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit64.2017.02

Artículo recibido: 16 de diciembre de 2016/ Aprobado:11 de enero de 2017/ Modificado: 10 de febrero de 2017

Resumen: Tras un breve repaso de los principales ejes temáticos de la historiografía de la Revolución de Octubre de 1917, el artículo propone un enfoque histórico-social del mencionado acontecimiento. Con este fin se realiza una exposición de las cuatro grandes movilizaciones sociales que prepararon el terreno para que se produjera la revolución en octubre y se destacan la convergencia coyuntural y las divergencias de fondo entre estas movilizaciones y el revolucionarismo político representado por el Partido Bolchevique, divergencia que catalizó buena parte del desarrollo ruso/soviético hasta 1991. Palabras clave: historiografía (Thesaurus); Revolución Rusa, movilizaciones, 1917 (Autor).

The Russian Revolution of 1917: Dilemmas and Interpretation Abstract: Following a brief review of the main themes in the historiography of the October Revolution of 1917, the article proposes a historical-social approach to the that historic event. For this purpose, it describes the four great social mobilizations that prepared the way for the revolution in October and highlights both the conjunctural convergence and the fundamental differences between these mobilizations and the political revolutionism represented by the Bolshevik Party, a divergence that catalyzed much of Russian/Soviet development up until 1991. Keywords: historiography (Thesaurus); Russian Revolution, mobilizations, 1917 (Author).

A Revolução Russa de 1917: dilemas e interpretação Resumo: Após uma breve revisão dos principais eixos temáticos da historiografia da Revolução de outubro de 1917, este artigo propõe uma abordagem histórico-social do mencionado acontecimento. Com esse objetivo, realiza-se uma exposição das quatro grandes mobilizações sociais que prepararam o terreno para que se produzisse a revolução em outubro e destacam-se a convergência conjuntural e as de fundo entre essas mobilizações e o revolucionarismo político representado pelo Partido Bolchevique, divergência que catalisou boa parte do desenvolvimento russo-soviético até 1991. Palavras-chave: historiografia, Revolução Russa (Thesaurus); mobilizações, 1917 (Autor).

❧ Este artículo es resultado de las reflexiones y trabajo investigativo del autor desarrollado en los últimos años. No

contó con financiación para su realización.


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La Revolución Rusa de 1917: dilemas e interpretación Hugo Fazio Vengoa

La Revolución Rusa de 1917: dilemas e interpretación En uno de sus libros más leídos, Apologie pour l’histoire ou métier d’historien1, el gran historiador francés Marc Bloch ofrecía una interesante reflexión sobre las estrechas relaciones que existen entre los distintos intervalos en que generalmente se divide el tiempo en la historia. De manera particular destacaba que la incomprensión del presente es una consecuencia inevitable de la ignorancia del pasado, de la misma manera que no puede comprenderse adecuadamente el pasado cuando se desconoce el presente. He querido comenzar este ensayo interpretativo del octubre ruso de 1917 con esta importante indicación del destacado historiador de los Annales, porque su “dialéctica de los tiempos” constituye un enfoque reflexivo muy sugerente a la hora de evaluar el significado de los acontecimientos históricos, en general, y el que aquí nos interesa, en particular. Atenerme a estas elementales indicaciones “blochianas” me resulta particularmente importante en esta ocasión, ya que me permite introducir matices nuevos a reflexiones que sobre este tema desarrollé en trabajos previos2. De acuerdo con Bloch, para comprender en la actualidad el significado de la Revolución de Octubre de 1917, el acontecimiento debe ser observado y analizado a la luz del devenir ulterior de la sociedad rusa, proceso durante el cual la desaparición de aquella Rusia —que se reconocía como Unión Soviética— brinda importantes claves para la comprensión del acontecimiento germinal que dio origen a dicho proyecto de sociedad. No se requiere mucha imaginación para conjeturar que muy distinta sería la valoración de dicha experiencia histórica si el país de los sóviets todavía existiera. De ser ese el caso, con seguridad, hablaríamos de un acontecimiento del pasado que conservaría sus fosforescencias, que estarían “activas en el presente”. Otro es, sin embargo, el escenario que impera en la actualidad: aquella vieja potencia y su correspondiente subsistema mundial han dejado de existir, lo que ha implicado una “devaluación” de la Revolución de Octubre al rango de importante acontecimiento “pasado”. Ello, obviamente, no desdice de su trascendencia en momentos fundamentales de la historia del siglo XX, pero resulta evidente que carece de elongaciones que la proyecten hasta nuestro presente inmediato, salvo las que puedan subsistir en el recuerdo de aquellas personas u organizaciones que mantienen una filiación ideológica con el octubre ruso y con lo que en su momento representaba. Discurrir una vez más sobre su significado representa un gran interés por varias razones: por una parte, porque es una manera precisa de recapitular una de las más interesantes experiencias históricas de construcción social que conoció el mundo durante el siglo pasado, y de comprender algunos de sus factores de debilidad que condujeron a su trágico desenlace. Por la otra, porque volver sobre este acontecimiento resulta ser un interesante ejercicio historiográfico, puesto que, pese a la disponibilidad de fuentes y archivos nuevos, es sorprendente constatar lo mucho que sobre Rusia y la URSS ya se sabía. Sin embargo, el estudio de la sociedad rusa/soviética y postsoviética actual muestra de modo ejemplar que gran parte de las valoraciones que sobre dicho país se realizaban en el fragor de la competición ideológica y política durante la época de la Guerra Fría no fueron capaces

1 Marc Bloch, Apologie pour l’histoire ou métier d’historien (París: Armand Colin, 1997). 2 Puede consultarse: Hugo Fazio Vengoa, “El octubre ruso de 1917: una aproximación interpretativa”. Historia Crítica n.° 11 (1995): 5-20; Hugo Fazio, Luciana Fazio y Daniela Fazio, Rusia, de los zares a Putin (1880-2015) (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2015).


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de resistir las ráfagas de viento de la historia. Como acertadamente lo sostuvo Tony Judt, este fracaso interpretativo obedeció más a una falta de imaginación que a una escasez de documentación3. A continuación, de manera muy sucinta, expondré un conjunto de consideraciones generales sobre los principales códigos con que ha sido leído este acontecimiento, acompañado de algunas glosas críticas, procedimiento que me permitirá delimitar los contornos del enfoque que más adelante se propondrá. Primera consideración: tanto para los partidarios y simpatizantes como para sus detractores, la Revolución Rusa fue un acontecimiento eminentemente mundial, debido a que nació en el fragor de uno de los grandes cataclismos que sacudió al planeta en las primeras décadas del siglo pasado (la Primera Guerra Mundial), y porque propició la división del mundo en dos sistemas socioeconómicos y políticos irreconciliables: el socialismo y el capitalismo4. Es evidente que dicho acontecimiento ocupó un lugar central en la historia del mundo durante el siglo XX, y sería una equivocación minusvalorar su importancia cuando el sistema socialista ha dejado de existir. Sin duda, grandes páginas del siglo pasado resultarían incomprensibles si se omitiera su existencia. Este énfasis mundializado, sin embargo, ha ocasionado cierta confusión entre su pretendida universalidad y la causalidad eminentemente local que comportó el hecho revolucionario en sí. En realidad, su mundialidad fue una dinámica que avanzó a la par con el siglo XX. En lo que respecta a sus fuerzas motrices, en un comienzo, la revolución fue un acontecimiento intrínsecamente ruso. Sin embargo, sus primeros destellos de internacionalidad se evidenciaron con la proclamación del Decreto de la Paz (el 25 de octubre de 1917), que —junto con los 14 puntos de Woodrow Wilson de enero de 1918— sirvió de preámbulo para un intento de reacondicionamiento del orden mundial5. Subsiguientemente, su internacionalización avanzó de la mano con la aparición de organizaciones radicales de izquierda y con aquellos nuevos imaginarios políticos que auguraban un futuro promisorio para la humanidad, y alcanzó su cénit con la aparición de un subsistema socialista mundial, cuando el orden mundial internacionalizado se transmutó en un sistema mundializado durante la época de la Guerra Fría. Pero de sus resonancias planetarias simplemente no se pueden inferir ni su modo de realización ni su significado. Ello es una historia distinta de la que aquí nos interesa. Segunda consideración: tal como he sostenido en oportunidades anteriores, como resultado del predominio de lecturas políticas o altamente politizadas del acontecimiento, sobre todo durante la Guerra Fría, la mayor parte de los estudios se concentraron en el examen de las actividades desplegadas por los círculos revolucionarios en las principales ciudades —es decir, Petrogrado y subsiguientemente Moscú—, pero escasos han sido los trabajos que se han interesado por analizar los sucesos desde la perspectiva, las prácticas e intenciones de los grandes grupos sociales que fueron participantes directos en la formación y en el devenir del hecho revolucionario6. Llamativa resulta esta omisión cuando uno recuerda que más del 80% de la población estaba conformada por 3 Tony Judt, Cuando los hechos cambian (Barcelona: Taurus, 2015), 80. 4 Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX (Barcelona: Crítica, 1997); Marc Ferro, L’Occident devant la révolution soviétique. L’histoire et ses mythes (Bruselas: Éditions Complexes, 1980). 5 Giuliano Procacci, Historia general del siglo XX (Barcelona: Crítica, 2001), 21. 6 Se pueden consultar: Raphael Abramovitch, The Soviet Revolution (Londres: George Allen & Unwin, 1962); Charles Carbonell, El gran octubre ruso (Madrid: Guadarrama, 1968); Helène Carrère D’Encausse, Lénine. La révolution et le pouvoir (París: Flammarion, 1979); de Robert Daniels, The Conscience of the Revolution. Communist Opposition in Soviet Russia (Boston: Harvard University Press, 1960) y Red October (Londres: MacMillan, 1967).

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campesinos, que nada sabían del socialismo marxista o del bolchevismo, y cuya actuación masiva y decidida en esos cruciales meses de 1917 siguió otros derroteros y persiguió otros objetivos. Una historia social del acontecimiento permite además evaluar de manera muy distinta el papel de la ideología en la historia ruso/soviética, porque demuestra que el hecho revolucionario no representó la aplicación de una doctrina política a la realidad histórica, ya que en la práctica el proceso fue el opuesto: el condicionante social determinó el modelo de sociedad predominante y le asignó un determinado lugar a la ideología. En esta encrucijada se encuentra también uno de los principales nudos de tensión que atravesó la historia de las restantes experiencias socialistas, que se enfrentaron a la imposibilidad de conjugar su propia historicidad con un ideologizado modelo de sociedad que era, en el fondo, más ruso que propiamente socialista o marxista. Tercera consideración: otra insuficiencia frecuente de gran parte de la literatura especializada consistió en la observación temporal acotada del acontecimiento7, con un inicio tardío y un desenlace apresurado, enfoques que las más de las veces comportan una gran fuerza descriptiva, pero una escasa profundidad interpretativa. Sobre el particular, no me cansaré de repetir la pertinente reflexión analógica de Fernand Braudel, cuando escribía: “Conservo el recuerdo de una noche, cerca de Bahía, en que me encontré envuelto por un fuego de artificios de luciérnagas fosforescentes; sus pálidas luces resplandecían, se apagaban, refulgían de nuevo, sin por ello horadar la noche con verdaderas claridades. Igual ocurre con los acontecimientos: más allá de su resplandor, la oscuridad permanece victoriosa”8. De acuerdo con el enfoque y la terminología popularizados por el mencionado historiador, el acontecimiento constituye un tipo de evento que se despliega en la corta duración, pero su significado más profundo se alcanza sólo cuando es analizado dentro de perspectivas temporales y espaciales más dilatadas (las duraciones mediana y larga); es decir, cuando el hecho es decodificado a la luz de la coyuntura histórica y los movimientos de las corrientes subterráneas de la historia, con los cuales el acontecimiento se acopla y constituye muchas veces una de sus más claras expresiones. Por último, otra laguna interpretativa frecuente en los análisis de los fenómenos revolucionarios ha sido la idea de que este tipo de acontecimientos establece una ruptura radical entre el “antes” y el “después”, de lo cual se presume que toda la historia previa llega a su término y que lo nuevo a partir de ese instante representa algo inédito, dando inicio a una etapa que comienza de cero9. Una historia social de la revolución, sin embargo, no puede quedar prisionera de la corta duración; debe propender a un análisis de longue durée, es decir, debe ser un enfoque que se mantenga sensible a los cambios (lo nuevo) pero sin olvidar las permanencias (las continuidades). Sobre el particular, conviene volver a recordar al mismo Braudel cuando aseveraba que “las civilizaciones sobreviven a los sobresaltos políticos, sociales, económicos e incluso ideológicos que, por otra parte, dirigen insidiosamente, y a veces poderosamente. La Revolución Francesa no fue una ruptura total en los destinos de la civilización francesa, ni la Revolución de 1917 en los de la civilización rusa […]”10.

7 Véase, por ejemplo, John Reed, Diez días que estremecieron el mundo (Madrid: Akal, 1983). 8 Fernand Braudel, Historia y ciencias sociales (Madrid: Alianza, 1992), 22. 9 Víctor Serge, El año I de la revolución (Madrid: Siglo XXI, 1972). 10 Fernand Braudel, Écrits sur l’histoire (París: Flammarion, 1969), 303.


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¿Qué fue entonces la Revolución Rusa de octubre de 1917? ¿Cómo leer el acontecimiento a la luz del desarrollo histórico ruso y soviético mismo? Cada vez resulta más evidente que el hecho revolucionario ruso de octubre de 1917 representó la convergencia en el tiempo de cuatro grandes movilizaciones sociales con un radicalismo político e intelectual, el cual en determinados momentos supo y pudo navegar a favor de la marea revolucionaria, pero sin fusionarse con ellas ni doblegarlas. A continuación, pasaré revista de manera breve a estas cuatro grandes movilizaciones revolucionarias. Para facilitar la comprensión de las singularidades de cada una de estas expresiones de rebeldía serán analizadas aisladas unas de las otras, pero, prevengo al lector de que, en los hechos, estaban fuertemente encadenadas, entre otras razones, porque la mayoría de ellas compartía un origen social común: un pasado y un presente con fuerte presencia de vida y de mentalidad rurales. La primera fue campesina. La literatura especializada dedicada a la revolución recuerda siempre que una de las dos primeras medidas adoptadas por el nuevo poder soviético el 25 de octubre (7 de noviembre) de 1917 fue el “decreto de la tierra”, que daba inicio a una vasta revolución agraria a través de la confiscación y nacionalización de la tierra. Sin embargo, conviene señalar de entrada que, más que el inicio de una dinámica nueva, el decreto no fue otra cosa que la sanción legal de un proceso de apropiación espontánea de la tierra por parte de la población campesina, el cual venía en ascenso desde tiempo atrás, y que prácticamente había culminado cuando los bolcheviques11 se hicieron con el poder en la capital12. Para comprender su naturaleza se debe recordar que esta furia campesina comportó elementos comunes a otras rebeliones rurales rusas y extranjeras, pero que al mismo tiempo reprodujo situaciones particulares, siendo estas segundas las que más definieron su perfil y su actuación. Entre los primeros se destaca el hecho de que fue una rebelión espontánea, que careció de un centro de coordinación de sus acciones con la particularidad de extenderse cual llamarada por todo el territorio del imperio. Su principal propósito no era otro que el de modificar las formas de propiedad, pero sin un interés mayor en cuanto a la institucionalidad o la distribución del poder, a menos que afectaran sus demandas inmediatas en torno a la tierra. A esta furia campesina le correspondió un importante papel en la recreación de la situación revolucionaria —enlazando los sucesos de febrero, revolución que depuso al zar, con los de octubre del 17—, debido a que con sus actuaciones emprendidas durante el proceso de apropiación de la tierra desarticuló por completo los resortes políticos y militares del poder estatal en la campiña y redujo a cero las capacidades de actuaciones de quienes deseaban preservar el statu quo. Por último, la rebelión agraria dio origen al surgimiento de una inmensa red de sóviets campesinos elegidos por las asambleas aldeanas o comunales en sustitución de la vieja institucionalidad, lo cual reforzó la autoridad y la legitimidad de las acciones campesinas13. Entre los elementos específicos, particulares a esta experiencia rusa, se encuentra la inmediata reconstitución de las obschinas, es decir, la recomposición de aquellas formas colectivistas no mercantiles ancestrales de organización del campesinado ruso, que estaban siendo eliminadas por los 11 Bolchevique era el nombre de una corriente del Partido Obrero Socialista Ruso, que a partir de 1918 pasó a denominarse comunista. 12 Orlando Figes, Peasant Russia Civil War. The Volga Countryside in Revolution, 1917-1924 (Londres: Oxford University Press, 1989). 13 Véase, Theda Skocpol, Los Estados y las revoluciones sociales (México: FCE, 1985).

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esfuerzos modernizadores del zarismo en el campo. Orlando Figes recuerda que la obschina o mir “testimonia […] la lógica funcional de la autoorganización campesina en la lucha por sobrevivir frente a las duras realidades de la naturaleza y a los poderosos enemigos exteriores, tales como los propietarios de la tierra y el Estado”14. En la recomposición de estas comunidades se encuentra el sentido más profundo de la rebelión campesina, que no era otro que la desarticulación inmediata de las formas capitalistas de tenencia y explotación de la tierra en Rusia. Algunos datos permiten ilustrar la magnitud de este fenómeno: si en 1916, en la parte occidental del imperio, entre el 27% y el 33% de los caseríos campesinos correspondían a tenencias de tipo privado, seis años después estos habían disminuido a menos del 2%. Entre 1916 y 1922, la participación de las formas privadas de tenencia de la tierra se redujo del 19% al 0,1% en la provincia de Samara, del 16,4% al 0% en la provincia de Sarátov, y del 24,9% al 0,4% en la región de Stávropol. Durante más de una década, la obschina se reconvirtió en la forma dominante de organización social y económica en el campo y en el principal instrumento de igualdad social15. Como adecuadamente sostuviera Eric Wolf, en 1917 los bolcheviques obtuvieron el poder, pero la antigua Rusia sobrevivió hasta 1929, cuando se desató la colectivización forzada bajo Stalin16. Lo anterior me lleva a concluir que, para la población del campo, los sucesos de 1917 de ninguna manera representaban una puerta de entrada a una nueva sociedad socialista. En realidad, la suya fue una rebelión antimodernizadora (que se contraponía firmemente a las reformas estimuladas por el zarismo tardío), porque su finalidad principal apuntaba a la destrucción del andamiaje capitalista, la desarticulación de las relaciones mercantiles, la eliminación de los elementos de diferenciación social y la reconstrucción del microcosmos organizativo del campo ruso tradicional. En este sentido, la revolución agraria tuvo como corolario la modificación del carácter social del campesinado en su conjunto, en dirección hacia un mayor igualitarismo17, produciendo una seredniakizatsia (seredniak alude al campesino medio en Rusia) del campo, es decir, una homogenización de la estructura social18. En tal sentido, se puede sostener que esta gigantesca rebelión campesina era claramente disonante con el capitalismo, y también lo sería con el bolchevismo, porque mientras estos últimos anhelaban la construcción de una sociedad nueva (preeminencia del futuro), los campesinos miraban hacia el pasado, buscaban la afirmación y recomposición de sus viejos arraigos. Siguiendo a Reinhart Koselleck —quien realizó una interesante demostración del cambio que supuso el pensamiento ilustrado en el contenido asignado al concepto de revolución, que adquirió el significado de advenimiento de lo nuevo19—, puede decirse que la revolución agraria rusa fue “premoderna”, en la medida en que, más que propender a la creación de nuevas trochas para la modernización del campo ruso, pretendía romper los cimientos del modelo de desarrollo que se venía implantando desde finales del siglo XIX y restablecer de esa manera las formas tradicionales e igualitarias del campesinado ruso. Al respecto, el historiador Moshé Lewin ha sostenido una tesis similar a la que

14 Orlando Figes, La révolution russe 1891-1924: la tragédie d’un peuple (París: Gallimard, 2007), 46. 15 Moshé Lewin, La formation du système soviétique (París: Gallimard, 1987), 286. 16 Eric Wolf, Las luchas campesinas del siglo XX (México: Siglo XXI, 1974), 143. 17 Lewin, La formation, 73 y 286. 18 Andrea Graziosi, L’Urss di Lenine e Stalin. Storia dell’Unione Sovietica 1914-1945 (Bolonia: Il Mulino, 2007), 95. 19 Reinhart Koselleck, Futuro pasado. Por una semántica de los tiempos históricos (Barcelona: Paidós, 1993).


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aquí se está presentando, cuando señalaba que “en la medida en que la revolución se apoyaba en los campesinos pobres, los soldados y los obreros, no podía ser socialista en sustancia, pero podía ser una revolución ‘plebeya’, pariente lejana de la revolución socialista”20. La segunda gran movilización social estuvo representada por los sectores populares de las grandes ciudades y de los principales centros industriales y mineros: los obreros. A diferencia de los campesinos, los obreros sí se plantearon desde un inicio la cuestión del poder, tal como quedó demostrado con la veloz reconstitución de órganos de representación: los sóviets, aquellos consejos de coordinación que vieron la luz por primera vez durante la Revolución de 190521. Pero este empeño rápidamente quedó en suspenso de convertirse en una nueva fuente de poder clasista real, como había sido el de 1905, debido a su composición, que contó con una evidente sobrerrepresentación de líderes políticos e intelectuales, y a sus erráticas formas de institucionalización, que los llevó a reconocer la preeminencia de ciertas instituciones estatales tradicionales22. Difirieron también de los campesinos en el hecho de que no se plantearon el tema de la propiedad. Sus reivindicaciones se centraron en mejorar las condiciones de vida y de trabajo: la jornada de ocho horas, y no de doce; un salario mínimo, disponibilidad de agua caliente en las cantinas, la supresión del trabajo infantil, la regulación de los salarios semanales, entre otros. Como bien ha señalado Marc Ferro, sus demandas se orientaban a mejorar las condiciones obreras, y en ningún caso a transformar las existentes relaciones sociales23. Los obreros experimentaron un acelerado proceso de radicalización, y de esa manera contribuyeron también a la creación de una nueva situación revolucionaria. Como una forma de eludir el costo que implicaba la satisfacción de las demandas obreras, los empresarios optaron por la estrategia del cierre masivo de empresas (el lock-out). Los trabajadores, bajo la amenaza del desempleo, respondieron a la ofensiva patronal con la creación de los comités de fábrica, que en un primer momento plantearon la exigencia del acceso a los libros de contabilidad para comprobar los estados financieros y demostrar la sostenibilidad de las empresas. Ante la resistencia de la patronal, los obreros dieron un paso adelante más y decidieron asumir el control de las empresas. Como señaló Ferro: “los comités de fábrica […] no se plantearon proceder al control económico […] serán las circunstancias las que llevarán a tomar en sus manos la dirección total de las empresas […] esta gestión no suponía un verdadero control de la producción ni derivaba de una interpretación revolucionaria del funcionamiento de la industria en una sociedad: los obreros aseguran el funcionamiento de la fábrica y se hacen cargo de ella como forma de presión sobre los patrones”24.

De cierta manera, se puede sostener que los comités de fábrica constituían un símil urbano de la obschina, pues la mayoría de los obreros eran campesinos recién llegados a las ciudades (no debe olvidarse que los albores de la industrialización rusa databan de finales del siglo XIX); su cosmovisión se encontraba marcada por el igualitarismo agrario, y sus reivindicaciones se articulaban sobre los mismos principios que los de los campesinos puros: la repartición justa de las riquezas, basada

20 Moshé Lewin, Le siécle soviétique (Fayard: Le Monde Diplomatique, 1987), 348. 21 Véase, León Trotsky, La Revolución de 1905, 2 vols. (París: Ruedo Ibérico, 1972). 22 Oskar Anweiler, Les soviets en Russie (París: Gallimard, 1975), 130. 23 Marc Ferro, Les origines de la Perestroïka (París: Ramsay, 1990), 21. 24 Marc Ferro, La Revolución de 1917 (Barcelona: Laia, 1975), 160-161.

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en una moral igualitarista25. Sobre el particular, cito a Robert Service, quien acometió una interesante reflexión sobre los vínculos que los obreros y soldados mantenían con el pasado campesino: “Las tradiciones culturales del país también tuvieron su efecto. Tradicionalmente, las comunas de Rusia y Ucrania habían permitido a los campesinos que hablaran abiertamente sobre las cuestiones que tenían importancia para las aldeas, y esta práctica se había trasmitido a muchos obreros industriales que alquilaron su fuerza de trabajo a fábricas no como particulares sino como miembros de grupos de trabajo (arteli); los soldados y los marineros también se organizaron en pequeñas unidades mientras cumplían su servicio militar. Así pues, la aparente ‘modernidad’ de los acontecimientos políticos de 1917 tenía un pasado que se remontaba a siglos atrás”26.

En este sentido, se puede concluir que el gran cometido de esta rebelión de los obreros consistió en que acabó con los remanentes citadinos de la modernización zarista, arribando a una clara convergencia en sus resultados con la revolución agraria, que avanzaba en paralelo. El tercer movimiento lo representaban los soldados, el cual, de modo muy directo, contribuyó a la creación de la nueva situación revolucionaria y, de modo más evidente que los otros, participó en el sentido de debilitar de manera inmediata los fundamentos represivos del sistema. Cabe destacar que su número era sorprendente: en vísperas de febrero de 1917, las Fuerzas Armadas contaban con 10 millones de hombres, de los cuales 7,2 millones pertenecían al Ejército activo. Para 1917 su situación no era nada fácil pues se contaban por millares los muertos y heridos. El radicalismo de los soldados se acentuó luego de que el Sóviet de la capital aprobara el Prikaze N°. 1, el cual transfirió el control de los regimientos de la retaguardia a los sóviets, lo cual facilitó la penetración de las ideas radicales en las filas del Ejército, y supuso el inicio de una decidida acción de rebeldía, la cual desde el mes de marzo comenzó a descomponer el aparato represivo de la vieja Rusia autocrática y acabó con el esquema de verticalidad en el mando27. En el intervalo que separa las dos revoluciones rusas del 17, la de febrero y la de octubre, el tema de la paz fue uno de los más centrales. Las movilizaciones de febrero se iniciaron con grandes manifestaciones de las obreras de la capital bajo la consigna “Pan, Paz y Libertad”, y el primer decreto firmado por el nuevo poder soviético en octubre fue el “Decreto de la Paz”, por medio del cual se ratificaba la exigencia de una paz inmediata. Si bien la consigna estaba en boca de todos los actores sociales y políticos, fueron los soldados sus principales abanderados, lo que los convirtió en una decisiva fuerza revolucionaria en los sucesos del año 17, primero, con su obstrucción al zarismo, y después, con su oposición al Gobierno Provisional, debido a su renuencia a la salida inmediata de Rusia del conflicto bélico. Ahora bien, las dos principales vías a través de las cuales los soldados canalizaron su descontento fueron el apoyo y la identificación de posiciones con las organizaciones más radicales del espectro político, las cuales se declaraban públicamente contrarias a la continuación de la guerra, y la deserción, masivo proceso por el cual los soldados abandonaron las filas del Ejército, movidos por el afán de retornar a sus lugares de origen y sumarse a las revueltas campesinas. Sobre el particular, conviene recordar que los soldados, en su gran mayoría, provenían del medio rural, y también en

25 Wolf, Las luchas campesinas, 114. 26 Robert Service, Historia de Rusia en el siglo XX (Madrid: Siglo XXI, 2000), 55. 27 Anweiler, Les soviets en Russie.


Hist. Crit. No. 64 · Abril-junio · Pp 27-38 · ISSN 0121-1617 · e-ISSN 1900-6152 doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit64.2017.02

ellos era fuerte la cultura comunal, lo que se evidenció en que fueron numerosas las guarniciones que reprodujeron el espíritu organizativo comunal del campo ruso28. La deserción fue tan masiva y veloz, que no es una exageración sostener que hacia octubre de 1917, el Ejército ruso había dejado de existir. Aproximadamente 2 millones de soldados desertaron de las filas del Ejército, armaron al país y “suministraron el carburante”, “sin el cual no hubiera sido posible la guerra civil”29. En síntesis, la importancia del movimiento de los soldados radicó en que contribuyó enormemente al debilitamiento de los aparatos represivos del Estado; su rebeldía paralizó los esfuerzos del Gobierno Provisional por restablecer el orden, pero además su identificación con las organizaciones contrarias a la guerra creó las condiciones militares para que los bolcheviques, con un pequeño golpe de fuerza, se hicieran al poder en el país, y en los años siguientes se convirtieron en el principal destacamento de defensa de la revolución. El último movimiento disruptivo estuvo conformado por las minorías nacionales que exigían el derecho de autodeterminación, es decir, la facultad de ser ellas mismas quienes decidieran su destino. En el fragor del desgobierno que reinaba en 1917, fueron apareciendo, con relativa rapidez, sobre todo en la parte occidental del imperio, poderes e instituciones paralelos de representación de las nacionalidades, los cuales le disputaban el ejercicio del poder al debilitado Gobierno Provisional, y muchas veces adoptaban decisiones que iban en contravía de los órganos centrales. La aparición de estos distintos contrapoderes hizo del Estado ruso un mosaico compuesto por múltiples espacios organizacionales políticos e institucionales nacionales, lo cual inevitablemente entrañaba la profundización del clima de desgobierno que reinaba a lo largo y ancho del decadente vasto imperio. Estos cuatro movimientos entrelazados conformaron el aspecto popular y de masas de la revolución. Sus variadas conexiones convergieron en lo inmediato con un radicalismo intelectual y político, que se convertiría en su aspecto más visible, porque también estaba encaminado a desintegrar el viejo orden de las cosas. La fortaleza de este radicalismo intelectual radicaba en que avanzaba en la misma dirección hacia la cual “tendían las fuerzas vivas de la revolución”, al decir de Ferro. A diferencia de las restantes organizaciones políticas que cuestionaban las actuaciones espontáneas y decididas de los amplios grupos sociales de la sociedad, los bolcheviques y un nutrido grupo de anarquistas captaron rápidamente el sentir de las poblaciones y se declararon abanderados de concederles la tierra a los campesinos, decretar la paz inmediata y sin anexiones, conceder el derecho de autodeterminación de las nacionalidades y establecer el control obrero. Es indudable que el desarrollo de este proceso pudo haber tenido un resultado muy diferente, de no ser por la destacada participación del Partido Bolchevique, organización que fue capaz de identificarse con este conjunto de movimientos revolucionarios. El bolchevique era un partido que había crecido enormemente durante el trascendental año de 1917, y llegó a contar con cerca de 400 mil militantes. Como sugestivamente señala Ferro: “Como los mencheviques y eseristas controlaban los soviets, aparecieron ante la gente como partidos centralizadores por lo que rápidamente se hicieron impopulares. No así los bolcheviques cuya orientación sólo conocían los iniciados: en esa fecha lejos de constituir un grupo monolítico, se escindían en grupos hostiles, como todas las otras fuerzas; pero el público comprobaba

28 Paul Avrich, Kronstadt 1917-1921 (París: Seuil, 1972). 29 Lewin, Le siècle soviétique, 368.

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que su acción iba siempre en el sentido de la desintegración del antiguo orden de cosas, del poder gubernamental, de la autoridad de los soviets. Precisamente en el sentido hacia el cual tendían las fuerzas vivas de la revolución”30.

Si el bolchevismo finalmente triunfó fue porque supo montarse en la cresta de esa marea revolucionaria y encauzar este proceso hacia unos determinados fines. Hacia mediados de 1917, las principales consignas de los bolcheviques —las cuales Lenin había anunciado en sus famosas y polémicas “Tesis de Abril”, pronunciadas luego de su regreso al país, el 3 de abril de 1917— se resumían en el traspaso de todo el poder a los sóviets, la firma inmediata y sin condiciones de la paz, el establecimiento del control obrero, la transferencia de la tierra a los campesinos y el reconocimiento del derecho de autodeterminación nacional. El programa, que no era socialista en su esencia, no difería un ápice de las populares exigencias de los campesinos, obreros, soldados, y de las minorías nacionales. Por ello, si finalmente una pequeña organización política pudo tomarse el poder en la vasta Rusia fue porque era prácticamente el único partido que actuaba en la misma dirección que las fuerzas de cambio. Sólo se requirió un pequeño golpe de fuerza para que los restos del andamiaje de la vieja sociedad se desmoronaran. Para el 25 de octubre se tenía prevista la inauguración del Segundo Congreso de los Sóviets. Con la ocupación de algunos lugares estratégicos, y una movilización de los bolcheviques y otras fuerzas afines, se quebró el viejo orden y se consumó la revolución. Como bien ha sostenido David Priestland, la Revolución de Octubre no fue una “revolución bolchevique”, sino “una insurrección bolchevique en el seno de una revolución popular radical, cuyos valores fueron respaldados durante un breve período por los bolcheviques”31. Pero, como se ha señalado, no fue el radicalismo intelectual lo que determinó la calidad del proceso. Este estaba determinado por las acciones desarrolladas por el radicalismo popular, el cual nunca pensó ni actuó en términos de socialismo, pero sí de destrucción de todo aquello que estaba marginando a las grandes clases del desarrollo de Rusia. De esta contradicción nació la tensión que atravesaría gran parte de la historia soviética: entre la pretensión política e intelectual de construir una nueva sociedad y la inclinación popular por apegarse a lo tradicional y erradicar todo aquello que significara desigualdad y diferenciación social. Un abismo infranqueable separaba las revueltas populares de los bolcheviques. Mientras la mayor parte de los socialistas rusos, incluidos los bolcheviques, se declaraban claramente modernos y sostenían una defensa a ultranza de los valores de la razón, la ciencia, el progreso, la educación y la libertad individual, el grueso de los movimientos sociales que catapultaron a los bolcheviques al poder afirmaba todo lo contrario. Por otra parte, la feliz connivencia entre los bolcheviques y el radicalismo popular logró sobrevivir y reproducirse gracias a la anuencia de los revolucionarios rusos de darles un cariz institucional a las principales demandas sociales; los decretos de la paz y de la tierra se promulgaron el mismo 25 de octubre de 1917, a los que posteriormente se sumarían la aprobación del decreto que reglamentaba el control obrero y la declaración de los derechos de los pueblos. Es decir, en sus primeros años el nuevo poder mantuvo dichos compromisos. Una vez finalizó la guerra interna, la adhesión social de la que había gozado el régimen comenzó a desvanecerse, y la supervivencia del régimen se

30 Ferro, La Revolución de 1917, 426. 31 David Priestland, Bandera Roja. Historia política y cultural del comunismo (Barcelona: Crítica, 2010), 102.


Hist. Crit. No. 64 · Abril-junio · Pp 27-38 · ISSN 0121-1617 · e-ISSN 1900-6152 doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit64.2017.02

logró mediante la autonomización de la alta política de la sociedad, lo que se convertiría en un rasgo inmanente del sistema soviético hasta cuando sobrevinieron la Perestroika y el Glasnost de Mijaíl Gorbachov, que pusieron en jaque dicha autonomización llevándose por delante todo el sistema.

Bibliografía 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31.

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La Revolución Rusa de 1917: dilemas e interpretación Hugo Fazio Vengoa

❧ Hugo Fazio Vengoa Decano de la Facultad de Ciencias Sociales y profesor titular del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes (Colombia). Historiador de la Universidad Amistad de los Pueblos (Rusia), Magíster en Historia por la Universidad Nacional de Colombia y Doctor en Ciencia Política por la Université Catholique de Louvain (Bélgica). Miembro del Grupo de Historia del Tiempo Presente (Categoria C en Colciencias). Entre sus publicaciones más recientes se encuentran, en coedición con Luciana Fazio Vargas, El presente del Medio Oriente: una lectura en clave histórica (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2016), y, en coautoría con Luciana Fazio y Daniela Fazio, Rusia, de los zares a Putin (18802015) (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2015). hfazio@uniandes.edu.co


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A Revolução Russa de Outubro de 1917 e os primórdios do regime comunista: aspectos da recepção pública e da dinâmica política em Portugal (1917-1926)❧ Ernesto Castro Leal

Universidade de Lisboa, Portugal doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit64.2017.03

Data de recebimento: 25 de maio de 2016/ Data de aceitação: 24 de outubro de 2016/ Data de modificação: 11 de novembro de 2016

Resumo: Que impacto político-ideológico teve a recepção em Portugal da Revolução Russa de Outubro de 1917? Que representações foram transmitidas sobre a Rússia soviética pelos primeiros viajantes políticos e intelectuais portugueses? Estas são as perguntas e os objectivos que o artigo pretende resolver. Quanto à metodologia, após a revisão da bibliografia, foca-se a investigação na análise crítica de fontes bibliográficas primárias (textos políticos e textos literários) e nalgumas dinâmicas históricas. Como conclusão geral, verificase o confronto de políticas de memória (comunismo, anticomunismo) e, nas obras dos primeiros viajantes, a divulgação de novas vivências pós-revolucionárias (símbolos, política, educação, espiritualidade, sociedade). Palavras-chave: Portugal, Rússia, comunismo (Thesaurus); memória colectiva, revolução (Autor).

La Revolución Rusa de octubre de 1917 y los comienzos del régimen comunista: aspectos de la recepción pública y la dinámica política en Portugal (1917-1926) Resumen: ¿Qué impacto político-ideológico tuvo la recepción en Portugal de la Revolución Rusa de octubre de 1917? ¿Qué representaciones se transmitieron acerca de la Rusia soviética por los primeros viajeros políticos e intelectuales portugueses? Estas son las preguntas y los objetivos que el artículo pretende resolver. En cuanto a la metodología, luego de la revisión de la bibliografía, la investigación se enfoca en el análisis crítico de fuentes bibliográficas primarias (textos políticos y textos literarios) y en algunas dinámicas históricas. Como conclusión general, se averigua la confrontación de políticas de memoria (comunismo y anticomunismo) y, en las obras de los primeros viajeros, la difusión de nuevas vivencias postrevolucionarias (símbolos, política, educación, espiritualidad, sociedad). Palabras clave: Portugal, Rusia, comunismo, memoria colectiva, revolución (Thesaurus).

The Russian Revolution of October 1917 and the Beginning of the Communist Regime: Aspects of its Public Reception and Political Dynamics in Portugal (1917-1926) Abstract: How did the Russian Revolution of October 1917 affect the political and ideological mentality in Portugal? What images of Soviet Russia were transmitted by the first political and intellectual travelers? These are the questions that this article aims to solve. With respect to methodology, after a review of the

❧ O presente artigo é resultado de uma investigação independente do autor, que não solicitou financiamento para

a sua realização.


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A Revolução Russa de Outubro de 1917 e os primórdios do regime comunista Ernesto Castro Leal

bibliography, the study focuses on a critical analysis of primary bibliographical sources (political and literary texts) and on certain historical dynamics. By way of conclusion, it shows the confrontation between politics of memory (communism, anticommunism) and the dissemination of new, postrevolutionary experiences (symbols, politics, education, spirituality, society), in the works of the first travelers. Keywords: Portugal, Russia, communism, collective memory, revolution (Thesaurus).

Introdução Os tempos e os modos de percepção dos grandes acontecimentos internacionais, junto das opiniões públicas nacionais, configuram instrumentos significativos na construção das representações culturais e políticas sobre povos, civilizações e culturas. Constituiu facto exemplar para a reconstrução de imaginários políticos, incluindo para Portugal, a forma de recepção da Revolução Russa de Outubro de 1917, processo político de ruptura civilizacional que teria consideráveis repercussões ideológicas, culturais e geopolíticas na Europa e no mundo1. Recordou Eric Hobsbawm que a “Revolução de Outubro produziu de longe o mais formidável movimento revolucionário organizado na história moderna”2, e escreveu Ralf Dahrendorf que “A batalha [entre sistemas] recua […] talvez até à Revolução Russa, de 1917, ou, na verdade, até à publicação do Manifesto Comunista, em 1848. É a batalha entre comunismo e capitalismo, entre uma comunidade socialista e a democracia liberal”3. A polarização entre comunistas (“vermelhos”) e anticomunistas (“brancos”), que se traduziu em guerra civil no antigo Império Russo, donde emergiu a partir de 30 de dezembro de 1922 a União das Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), vincando o carácter federal da União e a nova identidade soviética sobreposta às antigas identidades (russa, ucraniana, georgiana, uzbeque, tártara, e outras), reflectir-se-ia mundialmente na guerra da propaganda, no debate ideológico e na organização política, recordando a anterioridade verificada após a Revolução Francesa de julho de 1789. René Rémond sistematizou essa lógica comparativa transnacional: “À semelhança da revolução de 1789, a revolução soviética modificou um país, transformou-lhe as estruturas e estabeleceu uma ordem política e social. Como a revolução de 1789, também o alcance do acontecimento ultrapassa de longe o quadro nacional, da França ou da Rússia. A mesma dualidade: significado nacional, dimensão internacional. As analogias estendem-se às relações diplomáticas entre o país que é o berço da revolução e os seus vizinhos. Tal como a revolução francesa a partir de 1792, também a revolução soviética foi banida pela Europa civilizada”4.

Este artigo analisa de forma original aspectos da recepção em Portugal da Revolução Russa de Outubro de 1917, a partir de telegramas oficiais, enviados pelo representante diplomático português no Império Russo ( Jaime Batalha Reis); interroga —por meio de uma amostra de textos políticos publicados em periódicos e livros— o confronto de políticas de memória sobre comunismo e anticomunismo; por fim, examina a visão dos primórdios da URSS transmitida em textos 1 Marc Ferro, A Revolução Russa de 1917 (Lisboa: Dom Quixote, 1972); E. H. Carr, Historia de la Rusia Soviética. La Revolución Bolchevista (1917-1923). Volume I. La conquista y organización del poder (Madrid: Alianza, 1985). 2 Eric Hobsbawm, A Era dos Extremos. Breve história do século XX, 1914-1991 (Lisboa: Presença, 1996), 64. 3 Ralf Dahrendorf, Reflexões sobre a Revolução na Europa (Lisboa: Gradiva, 1993), 44. 4

René Rémond, Introdução à História do nosso Tempo. Do Antigo Regime aos nossos dias (Lisboa: Gradiva, 2003), 331.


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literários pelos primeiros viajantes políticos e intelectuais portugueses, como José Carlos Rates em 1924, César Porto em 1925, e Herlander Ribeiro e Carlos Santos em 1926. Quanto à metodologia, após a revisão da bibliografia sobre a temática, foca-se prioritariamente o olhar na análise crítica de “fontes bibliográficas primárias” (textos políticos e textos literários) e em dinâmicas políticas, dado que a recepção da Revolução de Outubro em “fontes primárias hemerográficas” portuguesas já teve uma vasta divulgação5. Utiliza-se um referencial teórico devedor das problemáticas da história das ideias e da história política, para justificar a coerência da estrutura formal e da argumentação ao longo do artigo. O objectivo principal é contribuir para aumentar o conhecimento crítico sobre o impacto político-ideológico que a Revolução de Outubro teve em Portugal, entre 1917 e 1926, principalmente no campo anarquista e anarcossindicalista, donde saíram os militantes intelectuais e operários que lançaram as bases da organização comunista. Como conclusão geral, verifica-se um forte confronto de políticas de memória (comunismo, anticomunismo) e, nas obras literárias dos primeiros viajantes portugueses, divulgam-se aspectos relevantes das novas vivências comunistas pós-revolucionárias (símbolos, política, educação, espiritualidade, sociedade, economia ou costumes), o que configura importantes registos históricos para a comparação civilizacional.

1. A inquietação do diplomata Jaime Batalha Reis A recepção imediata em Portugal da Revolução Russa de 25 de outubro de 1917 —7 de novembro, no calendário gregoriano ocidental, que é o calendário juliano corrigido— foi noticiada de forma confusa, alimentada através da contrainformação das agências noticiosas francesas e inglesas, pelos principais jornais de Lisboa, do Porto, de Coimbra e de outras cidades portuguesas, e por diversos jornais ligados a grupos e partidos políticos republicanos e monárquicos. Um tema já estudado, como se afirmou anteriormente, mostrando essa recepção na imprensa portuguesa alguma surpresa e incompreensão em face do desenvolvimento de um processo de ruptura civilizacional dentro da “outra Europa”, de que falou Fernand Braudel: “A outra Europa, também ela de desenvolvimento tardio, tão tardio como a América, mas situada no próprio continente europeu, portanto colada ao Ocidente, é a Rússia, a antiga Moscóvia […], cujo prestígio se deve sem dúvida ao facto de ser o país da grande experiência revolucionária, mas também, cada vez mais, ao facto de ter indubitavelmente realizado, num tempo recorde, a sua Revolução industrial”6. No diversificado espaço geográfico e etnocultural imperial russo, iniciou-se, nos finais de 1917, uma revolução portadora de um mito de fundação, que se constituirá em mito político de salvação ou, para os opositores, em contramito político de perdição; moldada pela visão ideológica de Lenine sobre o marxismo e a revolução que está expressa principalmente nos seus textos Que fazer? (março de 1902), As tarefas do proletariado na nossa revolução [Teses de Abril] (abril de 1917) e O Estado e a Revolução (agosto de 1917). Aí se valorizavam o messianismo político, o par-

5

César Oliveira, A Revolução Russa na Imprensa Portuguesa da Época (Lisboa: Diabril, 1976); Paulo J. A. Guinote, A Revolução Russa na Imprensa Portuguesa. 1917-1918. <https://umbigoaoquadrado.files.wordpress.com/2007/11/ revrussia.pdf>; Pedro Soares Ferreira, Entre o terror e a esperança. A Revolução Russa na sociedade portuguesa, 1917-1921 (Casal de Cambra: Caleidoscópio, 2011); Marcos Nunes de Vilhena, Receção e Perceção da Revolução Russa na Crise do Sistema Demoliberal Português. Uma Análise de Imprensa (Lisboa: ISCTE-IUL, 2013).

6 Fernand Braudel, Gramática das Civilizações (Lisboa: Teorema, 1989), 475.

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tido de revolucionários profissionais, o centralismo democrático, o aparelho organizativo, o espírito de disciplina, a revolução violenta, a ditadura do proletariado, a revolução social ou o ideal comunista como milenarismo laico, numa demarcação, dentro das esquerdas, em face do anarquismo, do socialismo democrático e da social-democracia. O leninismo exprimiu a reinterpretação do marxismo na Rússia, sociedade dominantemente agrária e em vias de industrialização, onde a religião cristã ortodoxa detinha uma importante função simbólica agregadora da consciência nacional. O representante diplomático português no Império Russo em 1917 era Jaime Batalha Reis, um republicano de matriz demossocialista, e a Legação de Portugal como as outras estava localizada em Petrogrado7. Foi ele que redigiu os primeiros telegramas oficiais enviados ao Governo Português sobre o acontecimento revolucionário8. No dia 13 de outubro de 1917, noticiava a declaração de guerra do Soviete de Petrogrado, presidido por Trotsky, ao último Governo de Kerensky, constituído a 7 de outubro9, e, a 8 de novembro de 1917, comunicava a primeira informação sobre a revolução ocorrida em Petrogrado no dia 25 de outubro de 1917: “Petrogrado todos serviços e instituições públicas em poder Bolcheviques Ministro Negócios Estrangeiros preso. Destino desconhecido presidente do Conselho Ministros Governo provisório desaparecido. Diz-se duvidosamente tropas marcham sobre S. Petersburgo tentar restabelecer a ordem Governo provisório. Palácio de Inverno bombardeado por fortalezas e cruzadores barricadas combatentes sangrentos nas ruas dia e noite”10. No telegrama de 18 de novembro de 1917, o diplomata português identificava os principais líderes bolcheviques e as bases das novas políticas: “Governo Bolchevique parcialmente constituído sob a presidência do notório Lenine e Trotsky judeu alemão ministro dos Negócios Estrangeiros. Todos funcionários dos N. E. e outros ministros recusam servir com ministro bolchevique. Programa governo Bolchevique imediatamente paz com a Alemanha abolição direito de propriedade imediata divisão terras por mujiques fábricas dirigidas por operários bancos nacionalizados todas as nacionalidades da Rússia independentes entretanto 7 governos diferentes estão neste momento em vias de formação dos quais 4 em S. Petersburgo”11.

Por meio do telegrama diplomático de 21 de novembro de 1917, Jaime Batalha Reis expandia a informação sobre o domínio militar bolchevique: “Revolução em Moscovo luta durante oito dias entre bolcheviques e tropas do Governo provisório cidade bombardeada Kremlin duas vezes tomado e perdido catedral histórica e outros edifícios arruinados ruas ardendo saqueada a cidade mais de […] mortos. Bolcheviques dominam Moscovo como S. Petersburgo. General Kaledin ataca todos os cossacos proclama-se ditador territórios

7 Essa cidade capital teve a seguinte evolução de nome: São Petersburgo (1703-1914), Petrogrado (1914-1924), Leninegrado (1924-1991) e novamente São Petersburgo (1991). Nos finais de outubro de 1917, a capital mudou para Moscovo. 8 Joaquim Palminha Silva, Jaime Batalha Reis na Rússia dos Sovietes ou Dez Dias que Abalaram um Diplomata Português (Porto: Afrontamento, 1984),144-183. 9

Os telegramas diplomáticos têm a data do calendário juliano russo (menos treze dias do que o calendário juliano reformado ou gregoriano ocidental). Em 1918, o governo russo adoptou o calendário ocidental na parte oeste e, em 1920, na parte este.

10 Silva, Jaime Batalha Reis, 144, 152-153. 11 Silva, Jaime Batalha Reis, 157-158.


Hist. Crit. No. 64 · Abril-junio · Pp 39-60 · ISSN 0121-1617 · e-ISSN 1900-6152 doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit64.2017.03

Don e sul da Rússia. Guerra civil em toda a Rússia. Enquanto tropas russas assim trabalham realização dos planos da Alemanha exército alemão diminuindo conserva-se imóvel fronteira”12.

Os telegramas diplomáticos seguintes davam a conhecer as diligências diplomáticas russas junto de todas as embaixadas e legações para o imediato armistício e o início das negociações de paz. No dia 7 de dezembro de 1917, informava que “Acabou a guerra [Primeira Guerra Mundial] na Rússia” e, no dia 20 de dezembro de 1917, que foi “assinada a Convenção Armistício entre a Rússia e potências Centrais até 14 de janeiro”13. Entretanto, importantes áreas do antigo Império Russo declaravam a independência: Ucrânia, Estónia, Finlândia, Moldávia e Letónia. Concluiu Martin Gilbert que o “poder da Rússia de fazer a guerra, até então o braço oriental dos Aliados, estava destruído […]. Com a capacidade bélica da Rússia reduzida a zero”14. A situação do corpo diplomático ocidental complicou-se com o avanço do processo revolucionário. No dia 30 de dezembro de 1917, Jaime Batalha Reis comunicou: “Foram nacionalizados e reunidos ao banco do Estado em poder dos bolcheviques todos os bancos particulares tomados seus depósitos e cofres a seus cargos. Todos bancos fechados transacções paradas fome crescente em Petrogrado. Lojas casas assaltadas por soldados e operários. Vivo com minha família há pelo menos seis meses em perigo de vida permanente agravada por falta de dinheiro. Tenho tido fome e frio terei de partir inopinadamente com dificuldade. Suplico a V. Ex.ª [Sidónio Pais, Presidente da República, Chefe do Governo e Ministro dos Negócios Estrangeiros] leia meu telegrama último sobre assunto não respondido e mande pôr urgentemente à minha ordem Provincial National Bank Londres pelo menos mil libras esterlinas extraordinárias. Sinto-me abandonado”15.

Após a decisão da retirada de Petrogrado de todas as embaixadas e legações dos países aliados, o que movimentaria mais de quinhentas pessoas, Jaime Batalha Reis seguiu o itinerário estabelecido, conforme escreveu no relatório de abandono da Rússia, com ida para a estação ferroviária Finlândia em Petrogrado (28 de fevereiro de 1918), saída do porto marítimo de Murmansk (27 de abril de 1918) e chegada a Newcastle (4 de maio de 1918)16.

2. Confronto de visões políticas e ideológicas A Revolução Russa de Outubro de 1917 corporizou no momento fundador os “dez dias que abalaram o mundo”, segundo o título do livro mediático e comprometido do repórter de guerra norte-americano John Reed17, testemunha dos acontecimentos de Petrogrado Vermelho. Publicado nos Estados Unidos da América em 1919 e na União das Repúblicas Socialistas Soviéticas em

12 Silva, Jaime Batalha Reis, 160-161. 13 Silva, Jaime Batalha Reis, 173, 178. 14 Martin Gilbert, A Primeira Guerra Mundial (Lisboa: A Esfera dos Livros, 2007), 555, 560. 15 Silva, Jaime Batalha Reis, 182-183. 16 João Medina, As Conferências do Casino e o Socialismo em Portugal (Lisboa: Dom Quixote, 1984), 443-466. 17 John Reed, Dez Dias que Abalaram o Mundo, traduzido por A. Dias Gomes e H. S. N. (Mem Martins/Sintra: Europa-América, 1976 [1919]).

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A Revolução Russa de Outubro de 1917 e os primórdios do regime comunista Ernesto Castro Leal

1923, Lenine, no prefácio à edição americana, escreveu uma mensagem revolucionária legitimadora e redentorista: “Li com imenso interesse e a mesma atenção, até ao fim, o livro de John Reed. Do fundo do coração, aconselho a sua leitura aos operários de todos os países. Desejaria que esse livro circulasse por milhões de exemplares e fosse traduzido para todas as línguas, porque traça um quadro exacto e extraordinariamente vivo de acontecimentos de enorme importância para o conhecimento da revolução proletária, da ditadura do proletariado. Essas questões são, nos nossos dias, objecto de discussão geral, mas, antes de aceitar ou rejeitar as ideias que representam, é indispensável compreender todo o significado do partido que se deve tomar. O livro de John Reed ajudará, sem dúvida, a fazer luz sobre este problema do movimento operário universal”18.

Para José Ortega y Gasset, essa revolução era paradoxal: “O que é inconcebível e anacrónico é que um comunista de 1917 se lance a fazer uma revolução que é na sua forma idêntica a todas as que houve antes e em que não se corrijam no mais mínimo os defeitos e erros das antigas”19. Após o triunfo da Revolução de Outubro, iniciou-se o projecto utópico de criação de uma civilização proletária e comunista alternativa à civilização burguesa e democrática, que estava anunciada desde 1848, no Manifesto do Partido Comunista, de Karl Marx e Friedrich Engels: “Anda um espectro pela Europa —o espectro do Comunismo. Todos os poderes da velha Europa se aliaram para uma santa caçada a este espectro, o papa e o tsar, Metternich e Guizot, radicais franceses e polícias alemães […]. Os comunistas rejeitam dissimular as suas perspectivas e propósitos. Declaram abertamente que os seus fins só podem ser alcançados pelo derrube violento de toda a ordem social até aqui. Podem as classes dominantes tremer ante uma revolução comunista! Nela os proletários nada têm a perder a não ser as suas cadeias. Têm um mundo a ganhar. Proletários de todos os países, uni-vos!”20.

A Revolução de Outubro, divulgada como maximalismo (revolução levada ao máximo), alimentou, no ano de 1918 e nos princípios de 1919, uma vaga revolucionária europeia (Baviera, Hungria, França, Itália ou Polónia)21, e seduziu em Portugal militantes do campo ideológico sindicalista revolucionário, anarquista e anarcossindicalista, dada a fraqueza do campo ideológico socialista, acreditando alguns na imagem mítica transmitida pelos vencedores sobre o poder soberano dos sovietes, que a dinâmica política havia de subalternizar em relação à lógica de poder do partido comunista e das estruturas estaduais hierarquizadas. Nesse processo de sedução política e estética, alguns sindicalistas revolucionários e anarcossindicalistas criaram, em maio de 1919, a Federação Maximalista Portuguesa e iniciariam uma viragem para o comunismo22, por vezes de forma equívoca (casos de Manuel Ribeiro ou de José Carlos Rates, que repudiaram o comunismo na segunda metade de 1925), fundando, em março de 1921, o Partido Comunista Português (PCP): “O processo de demarcação 18 Reed, Dez Dias que Abalaram, 5. 19 José Ortega y Gasset, A Rebelião das Massas, traduzido por Artur Guerra (Lisboa: Relógio d’Água, 1997 [1930]), 99. 20 Karl Marx e Friedrich Engels, Manifesto do Partido Comunista, traduzido por José Barata-Moura e Francisco Melo (Lisboa: “Avante!”, 1997 [1848]), 35, 73. 21 Jean Carpentier e François Lebrun, História da Europa (Lisboa: Estampa, 1993), 384-387. 22 José Pacheco Pereira, Questões sobre o Movimento Operário Português e a Revolução Russa (Porto: Edição do Autor, 1971).


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ideológica com os anarquistas e com a CGT [Confederação Geral do Trabalho] faz sair do Partido muitos destes aderentes da primeira hora. Mas, a partir de 1923, o PCP já se pretende mais um partido, no sentido tradicional da palavra, e menos um grupo ideológico e de propaganda”23. A Revolução de Outubro teve um significativo impacto na política e na sociedade portuguesas, com destaque para o mundo associativo operário e popular. Assistiu-se a um debate entre socialistas, anarquistas, anarcossindicalistas, sindicalistas revolucionários e os primeiros comunistas24. Um exemplo paradigmático desse entusiasmo ocorreu na classe metalúrgica, na qual se destacaram os dirigentes do Sindicato Único das Classes Metalúrgicas, António Peixe e Raul Batista, que aderiram ao ideal comunista. Durante algum tempo, as instalações desse sindicato estiveram abertas durante o dia e a noite para a organização de cursos de propaganda ideológica do marxismo e do bolchevismo25. Nos finais de fevereiro de 1920, decorreu na sede desse sindicato uma sessão de propaganda “Pelo Bolchevismo”, que se prolongou durante seis horas consecutivas26. A primeira tribuna portuguesa divulgadora da Revolução de Outubro, apesar de assinalar a deficiente informação, foi a revista anarquista A Sementeira, “publicação mensal ilustrada — crítica e sociologia”, publicada em Lisboa e dirigida por Hilário Marques27. Aí pode ler-se várias advertências sobre o risco do jacobinismo, do estadualismo, do terror revolucionário ou da limitação à dinâmica dos sovietes. Como também sobre a insuficiência das condições educacionais, técnicas e industriais, que podiam constituir obstáculos ao desenvolvimento do novo regime político. Em dezembro de 1917, no artigo “O momento russo”, faz-se uma pergunta essencial, para além do “aparato exterior da Revolução”: “E qual é a extensão, a profundidade, o movimento íntimo? Até onde vai nela a acção popular?”28. Em abril de 1918, essa revista divulgou a conferência de propaganda bolchevista realizada em Genebra pelo socialista russo Holzman —em viagem de missionação revolucionária pela Inglaterra, França e Suíça29— e, no mês seguinte, surgiu o depoimento do socialista suíço Fritz Platten, narrando com euforia a viagem que tinha feito à Rússia comunista em janeiro e fevereiro de 191830. Ao entusiasmo inicial de janeiro de 1918, quando se afirmava que a revolução social russa “abre

23 José Pacheco Pereira, “Contribuição para a história do Partido Comunista Português na I República (19211926)”. Análise Social n.º 67-69 (1981): 706-707. 24 Maria Filomena Mónica, O Movimento Socialista em Portugal (1875-1934) (Lisboa: Imprensa Nacional-Casa da Moeda/Instituto de Estudos para o Desenvolvimento, 1985), 127-146; João Freire, Anarquistas e Operários. Ideologia, ofício e práticas sociais: o anarquismo e o operariado em Portugal, 1900-1940 (Porto: Afrontamento, 1992), 332-337; Joana Dias Pereira, Sindicalismo Revolucionário. A História de uma “Idéa” (Casal de Cambra: Caleidoscópio, 2011), 117-159; Carlos Aberto Cunha, “Comunismo”, em Dicionário de História de Portugal. Volume VII. Suplemento A/E, coordenado por António Barreto e Maria Filomena Mónica (Porto/Lisboa: Figueirinhas, 1999), 387-388; João Arsénio Nunes, “Comunismo”, em Dicionário de História da I República e do Republicanismo. Volume I: A-E, coordenado por Maria Fernanda Rollo (Lisboa: Assembleia da República/ Centenário da República, 2013), 821-829. 25 Miriam Halpern Pereira, A Primeira República. Na fronteira do liberalismo e da democracia (Lisboa: Gradiva, 2016), 121. 26 “Pelo Bolchevismo!...”, Bandeira Vermelha, 1 de março, 1920, 1-2. 27 João Freire, “A Sementeira, do arsenalista Hilário Marques”, Análise Social n.º 67-69 (1981): 767-826. 28 “O momento russo”, A Sementeira, dezembro, 1917, 370. 29 “A revolução social russa. Um correio maximalista”, A Sementeira, abril, 1918, 49-50. 30 “A revolução russa. Depoimento dum socialista suíço”, A Sementeira, maio, 1918, 65-66.

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um período glorioso de revoluções sociais e inicia uma nova era, a era socialista”31, seguiram-se a desilusão e a resistência ideológica, registada em junho seguinte: “A revolução socialista russa não é certamente o non plus ultra das revoluções, e nós, se vivêssemos na Rússia, faríamos, como os anarquistas russos, oposição ao governo maximalista e a todos os jacobinismos, mesmo socialistas, procurando contribuir para o alargamento das liberdades ganhas […]. Mas, se não confiamos na capacidade educativa do Estado, nas ditaduras iluminadas e fautores de progresso, nos governos que preparam… a emancipação das massas, isto é, se somos anarquistas, força nos é aceitar a necessidade da revolução”32.

O aparecimento em 23 de fevereiro de 1919 do jornal diário anarcossindicalista A Batalha, “porta-voz da organização operária portuguesa” (redactor principal, Alexandre Vieira), potenciou a propaganda bolchevista em Portugal33. O periódico abriu a nova secção “A revolução social na Rússia”, em 25 de fevereiro de 1919, para publicitar documentos dos revolucionários russos que circulavam na imprensa internacional. O primeiro documento foi o “Apelo ao Proletariado”, manifesto escrito pelo escritor Maksim Gorky (ou Maxim Gorki), dirigido aos trabalhadores de todo o mundo, datado de Petrogrado, em 1 de dezembro de 1918. Gorki afirmava ter sido opositor até há pouco tempo do novo Governo dos Sovietes, que cometera destruições e violências inúteis, mas reconhecia a importância do processo para a “felicidade do trabalho livre, na fraternidade dos povos”, e para a imagem revolucionária da Rússia, visto terem sido “os primeiros a abrir o caminho para o esmagamento da organização capitalista das sociedades” 34. Nessa secção do jornal, publicaram-se vários documentos sobre os preliminares da revolução, o primeiro período revolucionário e o pacto fundamental da República dos Sovietes; nos finais de abril de 1919, era divulgado o artigo de Trotsky, “Novo Estado Russo”35. Também Manuel Ribeiro, na sua secção “Na linha de fogo”36, publicou artigos apologéticos sobre a legislação soviética em relação ao matrimónio37 e sobre as realizações económicas e a obra dos sovietes38. Por sua vez, os socialistas portugueses, após saudarem a luta dos trabalhadores russos por melhores condições de vida, exprimiram uma posição cautelosa: “Na República: avançados; no Bolchevismo: conservadores! Duma ou outra maneira —sempre socialistas. Ninguém se canse em rebuscar nesta nossa atitude uma dualidade de princípios que não existe!”39. A primeira tomada de posição oficial da Confederação Geral do Trabalho (de orientação anarcossindicalista) de apoio à Revolução

31 “A nova grande revolução”, A Sementeira, janeiro, 1918, 1. 32 “A queda da Rússia”, A Sementeira, junho, 1918, 81. 33 Jacinto Baptista, “Surgindo vem ao longe a nova aurora…”. Para a história do diário sindicalista “A Batalha” (1919-1927) (Venda-Nova: Bertrand, 1977). 34 Máximo Gorki, “Apelo ao Proletariado”, A Batalha, 25 de fevereiro, 1919, 3. 35 Leão Trotsky, “Novo Estado Russo”, A Batalha, 29 de abril, 1919, 2. 36 Todos os artigos dessa secção do jornal A Batalha foram editados em Manuel Ribeiro, Na Linha de Fogo. Crónicas subversivas (Lisboa: Empresa Editora Popular, 1920). 37 Manuel Ribeiro, “Na linha de fogo. Bolchevismo. Uma calúnia que se desfaz. O amor livre obrigatório”, A Batalha, 23 de março, 1919, 1. 38 Manuel Ribeiro, “Na linha de fogo. Um ano de trabalho sovietista. A obra do Soviete Superior de Economia Social”, A Batalha, 27 de março, 1919, 1. 39 “Ao Surgir”, A Comuna, 30 de abril, 1919, 1.


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de Outubro surgiu em 15 de fevereiro de 1920, o que é um facto ideológico relevante no debate interno do anarquismo e do anarcossindicalismo40. Essa propaganda adquiriu novas qualidades com o jornal Bandeira Vermelha, “semanário comunista” (director, Manuel Ribeiro), órgão da Federação Maximalista Portuguesa, que foi publicado entre outubro de 1919 e junho de 1921, e depois com o semanário O Comunista, “órgão do Partido Comunista Português” (redactor principal-director, Manuel Ribeiro), a partir de outubro de 1921. O primeiro jornal consubstanciou um espaço de divulgação de tópicos do bolchevismo: novas tendências sociais, objectivos da revolução, política de alianças sociais, revolução imediata, revolução ibérica, organismo político extrassindical, frente única ou sindicalismo41. No segundo jornal, já se tratava de construir em Portugal um Partido Comunista, dotando-o de uma estrutura enraizada nos movimentos sociais operários (Lisboa e Porto) e camponeses (Évora e Beja), daí a dominância de artigos sobre organização interna, relação entre o partido e os sindicatos, meios de propaganda, conteúdos ideológico-políticos (ditadura do proletariado, frente única, aliança operária-camponesa)42. Nesse campo político, debateu-se a revolução social imediata, mas não havia a percepção clara do significado da Revolução de Outubro, nem se constituía a União do Proletariado Revolucionário, nem a construção do Partido Comunista Português seria um processo pacífico. Manuel Ribeiro, fundador da Federação Maximalista Portuguesa e do Partido Comunista Português, respondendo, em setembro de 1920, ao oficial do Exército Liberato Pinto, comandante da Guarda Nacional Republicana (Chefe do Governo republicano entre 30 de novembro de 1920 e 2 de março de 1921), a propósito da repressão policial contra os grevistas dos Caminhos de Ferro do Estado, afirmou: “Suponho que não será tão falho de inteligência que vá imaginar que a Revolução Social na Europa terá neste país a sua eclosão. A revolução ocidental será inglesa ou francesa. E, quando ela vier, suponhamos da Inglaterra, de que é que lhe servirão as metralhadoras e as baionetas de que o senhor quixotescamente está enchendo Portugal? Acaso é tão imbecil que ignore que Portugal é um país enormemente deficitário, […] dependendo política, económica e financeiramente do auxílio da Grã-Bretanha, da qual foi sempre um feudo? […] Admite-se que na França e na Inglaterra se tomem certas precauções, porque a Revolução tem ali os seus pontos vulneráveis. Mas em Portugal!…”43.

Em abril de 1919, José Carlos Rates, também simpatizante do bolchevismo, tinha escrito algo de semelhante: “É desnecessário e inútil o movimento insurrecional porque: 1.º A estabilização do regime socialista em Portugal é impossível quando não seja um reflexo da revolução socialista mundial; 2.º O triunfo do proletariado na Espanha e na Inglaterra coloca a burguesia nacional na situação de capitular sem condições, anulada de facto a ideia de resistência. Sendo esta a situação e não outra, como pode o governo, este ou outros, impedir a nossa acção, se não saímos do terreno da legalidade?”44. 40 António Ventura, “Os primeiros contactos. Portugal e a Rússia soviética”. História n.º 30 (1981): 44-46. 41 João G. P. Quintela, Para a história do movimento comunista em Portugal: 1. A construção do Partido (1.º período, 1919-1929) (Porto: Afrontamento, 1976), 88-153. 42 Quintela, Para a história, 154-293. 43 M.R. [Manuel Ribeiro], “Carta aberta ao sr. Liberato Pinto”, Bandeira Vermelha, 26 de setembro, 1920, 1. 44 J. [ José] Carlos Rates, “O perigo bolxevista [sic]”, A Batalha, 7 de abril, 1919, 1.

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Outro importante meio de circulação dos ideais comunistas foi a edição de livros de autores portugueses e de traduções de autores estrangeiros. Quanto aos primeiros, deve destacar-se Eduardo Metzner45 e José Carlos Rates46; quanto aos segundos, saliente-se Lev Trotsky, Henriette Roland, Étienne Antonelli e Émile Vandervelde, sendo o deste último um relato da missão do Partido Socialista Belga à Rússia em maio e junho de 1917, em que defendeu as posições bolchevistas47. A Constituição Russa de 1 de julho de 1918 apareceu publicada nas obras de Metzner, A Verdade acerca da Revolução Russa, e de Trotsky, A República dos Sovietes. No campo político republicano, durante a segunda metade da I República (1919-1926), constituíram-se novos partidos políticos, uns moderados, outros radicais, mas só o programa político actualizado de 1925 do Partido Republicano Radical (fundado em 1923), inscreveu a necessidade de estabelecer relações diplomáticas com a URSS, na forma de “reconhecimento dos Sovietes”48. O ideário comunista do novo regime russo motivou o aparecimento de uma literatura crítica. Circunstância agravada a partir do I Congresso de março de 1919 da III Internacional (Komintern, Internacional Comunista), quando Lenine, no discurso de encerramento (7 de março de 1919), concluiu: “O movimento em favor dos Sovietes estende-se cada vez mais longe, não só nos países da Europa Oriental, mas também nos da Europa Ocidental […]. A vitória da revolução proletária está assegurada no mundo inteiro: a constituição da República Soviética Internacional está em marcha!”49. Ideia mítica reforçada por Lenine perante uma multidão, nas comemorações em Moscovo do dia 1 de maio de 1919, conforme o citou Martin Gilbert: “Hoje a classe trabalhadora libertada está a celebrar abertamente e em liberdade o seu aniversário —não só na Rússia Soviética mas também na Hungria Soviética e na Baviera Soviética”; mas, observa de seguida Martin Gilbert que a “verdade é que em Munique, nesse dia, não houve comemorações mas sim ferozes combates de rua”50. Para corporizar essa lógica de revolução mundial será criada a III Internacional, promovendo a partir de Moscovo partidos comunistas nacionais; por outro lado, “em conformidade com a lógica dos bolchevistas, revoluções proletárias deveriam inevitavelmente ocorrer nos Estados participantes na Primeira Guerra Mundial, e esta guerra deveria ser transformada de imperialista em civil”51. Lenine, chefe profético, que se pode inserir dentro do mito do Salvador no modelo de 45 Ed. [Eduardo] Metzner, A Verdade acerca da Revolução Russa. Notas e impressões. Factos-Documentos (Lisboa: Empresa Editora Popular, 1919). 46 J. [ José] Carlos Rates, A Ditadura do Proletariado (Lisboa: “A Batalha”, 1920); J. [ José] Carlos Rates, A Rússia dos Sovietes. As teorias revolucionárias — Como se faz a revolução — Os homens e os factos — A vida económica e social — Aspectos da Rússia (Lisboa: Guimarães & C.ª, 1925). 47 Leão Trotsky, A República dos Sovietes. Sua organização e objectivo, traduzido por Eduardo Metzner (Lisboa: Empresa Editora Popular, 1919), com três edições no mesmo ano; Henriette Roland, A Rússia Nova. Um ano de ditadura proletária, com introdução de Perfeito de Carvalho (Lisboa: Empresa Editora Popular, 1919); Étienne Antonelli, A Rússia Bolchevista. A doutrina — Os homens — A propriedade — O regime industrial — Política interna e externa — Documentos oficiais, traduzido por Manuel Ribeiro (Lisboa: Arte & Vida, 1919), com 2.ª edição em 1921; Émile Vandervelde, Três Aspectos da Revolução Russa, traduzido por Campos Lima (Lisboa: Spartacus, 1925). 48 Ernesto Castro Leal, Partidos e Programas. O campo partidário republicano português (1910-1926) (Coimbra: Imprensa da Universidade de Coimbra, 2008), 93. 49 Manifestos, Teses e Resoluções dos Quatro Primeiros Congressos da Internacional Comunista (1919-1923). Volume 1 (Lisboa: Slemes, 1976), 74. 50 Martin Gilbert, História do Século XX. Volume 2 (1914-1925) (Lisboa: Dom Quixote/“Expresso”, 2013), 43. 51 José Milhazes, Rússia e Europa: uma parte do todo (Lisboa: Fundação Francisco Manuel dos Santos, 2016), 40.


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Moisés tipificado por Raoul Girardet52, líder do Partido Comunista (bolchevique) e primeiro presidente do Conselho dos Comissários do Povo53, Trotsky, chefe do Exército Vermelho e Comissário dos Negócios Estrangeiros, Kamenev, casado com a irmã de Trotsky e vice-presidente do Conselho dos Comissários do Povo e do Conselho do Trabalho e da Defesa, Estaline, Comissário das Nacionalidades, Zinoviev, presidente da III Internacional, e Bukharin, economista político, eram os protagonistas políticos russos mais relevantes. O “perigo do comunismo” constituiu um referente dos discursos ideológicos das direitas portuguesas, que procuravam uma solução para o problema da ordem pública nos anos 20-30 do século XX, decorrente da crise do Estado liberal, vindo a confluir no sincretismo nacionalista, católico, autoritário, colonial e corporativo da ditadura do “Estado Novo” (Salazarismo)54. No manifesto “À Nação”, de 20 de março de 1921, da Cruzada Nacional D. Nuno Álvares Pereira, movimento político que congregava personalidades das direitas republicanas, monárquicas e católicas, coloca-se assim a geopolítica contemporânea: “A guerra e o problema russo dividiram o mundo em dois campos distintos e opostos. Dum lado, a ordem, do outro lado, a anarquia. Dum lado, a reivindicação da autoridade imperial da velha Europa dos séculos XIV e XV; do outro, a revolução, desencadeada por messianismo sacrílego que já começa a fundar-se na própria tormenta que provocou. Entre tradição e revolução não há partidos nem estados intermédios. Entre tradição e revolução —há um abismo”55.

Um exemplo da propaganda anticomunista é o pequeno opúsculo de António Cabreira —secretário perpétuo da Academia das Ciências de Lisboa—, O que é o “Bolchevismo”. Diálogo popular oferecido aos Soldados Portugueses. Foi encomendado pelo Governo, presidido pelo major Alfredo de Sá Cardoso (dirigente do Partido Republicano Português), e distribuído massivamente nas unidades militares. Representou um instrumento de formação da mentalidade anticomunista, apelando aos valores das sociedades europeias ocidentais (tradição histórica, moral cristã, família tradicional ou propriedade privada). Ao longo de sete páginas, a narrativa é constituída por um diálogo entre Pedro (faz perguntas) e Paulo (dá respostas), no qual se denunciava o bolchevismo enquanto “conjunto de todos os crimes que o homem tem inventado!”56, salientando-se a negação 52 Raoul Girardet, Mitos e Mitologias Políticas (São Paulo: Companhia das Letras, 1987), 78-80. 53 A herança política de Lenine foi também apropriada por Gorbachev dentro do processo político de legitimação da perestroika soviética (1985-1991): “Recorrendo a Lenine, uma fonte ideológica da perestroika. […] As obras de Lenine e os seus ideais de socialismo continuam a ser para nós uma inexaurível fonte de pensamento dialéctico criativo, riqueza teórica e sagacidade política. A sua própria imagem é um exemplo imortal de sublime força moral, de uma versátil e ampla cultura espiritual e de desinteressada devoção à causa do povo e do socialismo. Lenine vive nas mentes e corações de milhões de pessoas […]. As obras de Lenine dos últimos anos da sua vida despertaram uma atenção particular […]. Hoje temos uma melhor compreensão das últimas obras de Lenine, que em essência constituíram o seu legado político, e compreendemos com mais clareza porque é que essas obras apareceram”, em Mikhail Gorbachev, Perestroika: novo pensamento para o nosso país e para o mundo (Mem Martins/Sintra: Publicações Europa-América, 1987), 34-35. 54 Manuel Braga da Cruz, O Partido e o Estado no Salazarismo (Lisboa: Presença, 1988), 48-76; Ernesto Castro Leal, Nação e Nacionalismos. A Cruzada Nacional D. Nuno Álvares Pereira e as origens do Estado Novo (19181938) (Lisboa: Cosmos, 1999), 167-276. 55 Leal, Nação e Nacionalismos, 462. 56 António Cabreira, O que é o “Bolchevismo”. Diálogo popular oferecido aos soldados portugueses (Lisboa: Liberty, 1919), 3.

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do direito à vida (morte dos opositores), do direito de propriedade (nacionalização das terras, das casas ou dos papéis de crédito) e dos princípios da moral cristã (honra e família). Após divulgar que o bolchevismo tinha feito a ruína da Rússia e promovido o terror, exortava a fazer “guerra de morte às ideias desses bandidos e dando a ler este papel aos teus companheiros”57. A promoção do medo em face do bolchevismo exprime-se de forma radical neste pequeno diálogo: “ — Então eles tentaram contra a Honra e a Família?! — Da forma mais miserável. Não admitindo o direito de propriedade, nos outros, negam ao marido o direito à posse da esposa e ao pai o dever de proteger as filhas. E, assim, dispuseram de todas as mulheres novas para a satisfação dos seus instintos bestiais. Desmancharam todos os lares, ficando as mulheres constituindo um verdadeiro rebanho às ordens da comunidade, dos machos, que é como quem diz, daqueles animais ferozes que, por um erro da natureza, têm figura de homens”58.

Novo exemplo da mesma natureza anticomunista, mas mais complexo, percorre o livro O Bolchevismo na Rússia, de autoria do republicano histórico conservador Francisco Manuel Homem Cristo. Nesse livro, como no opúsculo anterior, partilha-se as mesmas conclusões quanto ao impacto negativo da governação comunista. O ataque à interligação do poder central forte (czarismo) e da fé (religião cristã ortodoxa) era apresentado como dois elementos centrais da estratégia revolucionária, visto ter sido esse o laço identitário essencial que tinha dado unidade política e moral ao Império Russo. O autor apresenta a lógica bolchevique da necessidade da guerra civil para afirmação do poder, exercendo o terror, o despotismo militar, a censura, a abolição dos direitos individuais e das liberdades públicas ou as expropriações e nacionalizações, que provocaram a ruína económica, financeira e social da Rússia59: “A Rússia é um calvário da humanidade, tamanho e tão cruel que nem Jesus o imaginou assim negro e monstruoso. Abaixo o bolchevismo, portugueses! Unamos todos os nossos esforços, ponhamos em campo todas as nossas energias para salvar Portugal”60. Diagnosticando uma crise profunda em Portugal, diante do perigo comunista universal, Homem Cristo sugeria que a nação se organizasse em sólidas instituições, fora da lógica dos partidos políticos, que “deram a toda a nação o exemplo funesto da mais espantosa falta de civismo”, recusando a “idólatra e abjecta mania dos messias” salvadores dos governos e dos povos, para o que seria necessário a Liga de Educação Nacional: “A acção da Liga exercer-se-ia, sobretudo, por uma grande propaganda, que esclareça, que oriente, que ensine e moralize. Propaganda feita pelo folheto, a revista, o jornal, a conferência, a palestra, a conversa, o teatro, o desenho, enfim por todos os meios de manifestação do pensamento”61. Inserido nessa campanha pública anticomunista refira-se também o opúsculo Na Rússia Vermelha, escrito por Damião do Rio, dentro da visão ideológica tradicionalista contrarrevolucionária, propagandeada pelo movimento político e cultural monárquico do Integralismo Lusitano, chefiado

57 Cabreira, O que é o “Bolchevismo”, 7. 58 Cabreira, O que é o “Bolchevismo”, 6. 59 Homem Cristo, O Bolchevismo na Rússia (Aveiro: Edição do Autor, 1919), 45-47. 60 Cristo, O Bolchevismo na Rússia, 64. 61 Cristo, O Bolchevismo na Rússia, 61-62. Destaque do documento original.


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pelo intelectual António Sardinha62. No balanço de dois anos de bolchevismo (1917-1919), o autor enumera sangrentas batalhas, milhares de mortos, caótica situação económica e financeira, falta de artigos de primeira necessidade, doenças epidémicas ou supressão das liberdades políticas, de imprensa e de reunião, concluindo que a “ditadura do proletariado transformou-se na ditadura ‘contra’ o proletariado, contra os camponeses, contra o povo inteiro. A bandeira vermelha, arvorada actualmente na Rússia, mais que emblema do socialismo, simboliza o sangue, que corre a mares”63.

3. Imagens da nova Rússia comunista: versões dos primeiros viajantes O operário comunista José Carlos Rates foi o primeiro português a visitar a Rússia comunista, após a fase da guerra civil e do comunismo de guerra (1917-1921). A sua actividade política começou como dirigente sindicalista revolucionário, participando nos Congressos Sindicalistas portugueses de 1909, 1911, 1914 e 1919. Aderiu ao ideal comunista em 1920 e pertenceu à Comissão Organizadora dos Trabalhos para a Constituição do Partido Comunista Português, fundado em março de 1921. Eleito Secretário-geral da Comissão Central do Partido Comunista Português (secção da Internacional Comunista) no I Congresso, em novembro de 1923, iniciou uma viragem ideológica para a direita nos finais de 1925, entrando para redactor do diário O Século, de Lisboa, jornal mítico da propaganda republicana desde 1880 (ano das comemorações do III Centenário da Morte de Luís de Camões), que será comprado em 1924 por vários capitalistas da Associação Comercial de Lisboa e transformado, sob a direcção de Henrique Trindade Coelho, num dos periódicos que mais contribuiu nos anos de 1925-1926 para a crítica radical do regime político da I República e para o apoio ao movimento conspirativo civil e militar que se manifestou no golpe militar de 28 de maio de 1926, abrindo o caminho à longa ditadura do “Estado Novo”. José Carlos Rates foi expulso do Partido Comunista Português no mês de outubro de 1925 —Rodrigues Loureiro será nomeado Secretário-geral interino da Comissão Central—, em virtude de ter aceitado ser jornalista no diário “burguês” O Século, contrariando o que estava disposto na primeira das 21 condições de admissão dos partidos comunistas na III Internacional, aprovadas no seu II Congresso (julho de 1920)64. Saudou a Ditadura Militar e filiou-se em julho de 1931 na União Nacional, que será o partido único do “Estado Novo”. Na carta de adesão à União Nacional, publicada no Diário da Manhã, jornal oficial do novo regime autoritário, escreveu: “Aceito pois as responsabilidades da filiação [na União Nacional] e com ela as da Ditadura”. Ao terminar a carta, reafirmava a sua crítica antiga ao sistema oligárquico de partidos políticos da I República e apresentava algumas advertências aos novos governantes: acatar a autonomia do movimento sindical —“este pode ser o ponto fraco da Ditadura”; manter por tempo mais longo o período de transição revolucionária até se reestruturar os diversos departamentos do Estado (dá o exemplo do trabalho feito por Oliveira Salazar como Ministro das Finanças nesse Ministério); lançar as bases de uma 62 Manuel Braga da Cruz, “O integralismo lusitano nas origens do salazarismo”, Análise Social n.º 70 (1982): 137182; Ana Isabel Sardinha Desvignes, António Sardinha (1887-1925): um intelectual no século (Lisboa: Imprensa de Ciências Sociais, 2006). 63 Damião do Rio, Na Rússia Vermelha (Mangualde: Edição de Henrique Luís Ferreira, 1920), 3-5. 64 Ao terminar a primeira dessas 21 condições, afirma-se esta obrigação dos comunistas: “Nas colunas da imprensa, nas reuniões públicas, nos sindicatos, nas cooperativas, em todo o lado aonde os partidários da III Internacional tiverem acesso, deverão denunciar sistemática e implacavelmente a burguesia, mas também os seus cúmplices, os reformistas de todas as tendência”, em Manifestos, Teses e Resoluções, 90.

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democracia estável, com a adopção da representação proporcional, a regularização das incompatibilidades políticas e das responsabilidades ministeriais, a actualização dos direitos de associação e de reunião, a criação de uma Liga de Extinção do Analfabetismo e das Faculdades Operárias65. Teve um percurso ideológico pouco comum —sindicalismo revolucionário, depois comunismo e, por fim, salazarismo ambíguo. Não será tão radical como o do seu companheiro político Eduardo Frias —anarcossindicalismo, depois comunismo, de seguida nacional-sindicalismo (com seduções nazis) e, por fim, salazarismo comprometido. Apesar de expor factos que lhe desagradaram, não se pode concluir da leitura de A Rússia dos Sovietes, incluindo o texto final “Em terras russas” 66, no qual relata vivências ocorridas durante os dois últimos dias de julho e o mês de agosto de 1924, que aí se encontra a raiz da sua mudança política. O livro A Rússia dos Sovietes foi dedicado, com a data de fevereiro de 1925, “Aos meus camaradas Jules Humbert Droz67 e Dupuis, soldados infatigáveis da Internacional Comunista e fiéis defensores do leninismo, que, enviados a Portugal, ilustram com o seu saber, a sua experiência e a sua dedicação os trabalhos da Secção Portuguesa”, e em “Duas Palavras” escreveu que o “vulto de Lenine se destaca como um sol de primeira grandeza”68. José Carlos Rates visitou a Rússia em missão oficial da Secção Portuguesa da Internacional Comunista, sendo Secretário-geral do Partido Comunista Português, para participar em Moscovo como delegado português no V Congresso da III Internacional. A viagem começou em Lisboa, seguindo até Paris e, depois, Berlim. Daí chegou a Riga e foi de comboio até Moscovo. Passou a fronteira russa a 30 de julho de 1924 e, no dia seguinte, estava em Moscovo, alojando-se no Hotel Lux com as outras delegações internacionais. Transmite uma primeira reflexão de comparação civilizacional: “Eu ficara estonteado com a civilização requintada, com o aspecto monumental de Paris e Berlim. O vestuário mesmo, toda a aparência exterior das populações, é bem mais agradável naquelas duas cidades cosmopolitas do que o que eu haveria de ver depois em Moscovo”69. Que outras representações civilizacionais sobre a terra, as gentes e o quotidiano observou durante a viagem de Riga até Moscovo, em Moscovo e em Leninegrado? Pela janela da carruagem em andamento, via terrenos cultivados de legumes e cereais, pastos naturais com animais, dezenas de izbas (casas de madeira cobertas de colmo), densas florestas, camponeses descuidados no vestuário mas sorridentes, cuja condição afirma ter melhorado com a Revolução de Outubro, comboios que partiam e chegavam pontualmente. Moscovo “não tem beleza; tem, no entanto, muita 65 “Uma adesão à União Nacional”, Diário da Manhã, 16 de julho, 1931, 1. 66 Rates, A Rússia dos Sovietes, 237-254. 67 Jules Humbert Droz, delegado da III Internacional, fez um discurso no I Congresso do Partido Comunista Português, realizado em Lisboa nos dias 11-12 de novembro de 1923. Afirmou: “Brevemente a Rússia dos Sovietes vai deixar de ser a fortaleza isolada do proletariado revolucionário. O proletariado alemão, reduzido a um estado miserável crescente, prepara o seu levantamento contra os magnates industriais e os generais do antigo regime. A Revolução Alemã é uma questão de semanas, não irá além de 1924 […]. O vosso partido tem também em Portugal uma grande tarefa a levar a cabo. Deveis intensificar a vossa propaganda para convencer os camaradas anarco-sindicalistas e os operários reformistas [alusão aos filiados no Partido Socialista Português], da necessidade de aplicar os métodos comunistas […]. Este primeiro congresso do vosso partido, no qual verifico com prazer, um importante número de camponeses, é um acontecimento na vida política de Portugal. É o nascimento de uma Secção da Internacional Comunista”, em César Oliveira, O Primeiro Congresso do Partido Comunista Português (Lisboa: Seara Nova, 1975), 64, 65, 67. 68 Rates, A Rússia dos Sovietes, 7. 69 Rates, A Rússia dos Sovietes, 237.


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originalidade”, escreveu José Carlos Rates, referindo as “mil e seiscentas igrejas”, muito concorridas aos domingos, e concluía que havia liberdade de culto, apesar de estar pintada a grandes letras, numa praça pública, a frase programática de Karl Marx (“A religião é o ópio do povo”). A URSS tinha transigido com algumas tradições religiosas, fazendo alusão às festividades do dia 6 de Agosto (dia em que as Igrejas Ortodoxas celebravam a “Transfiguração do Senhor”), a que assistiu70. Transmitiu o intenso movimento de pessoas e a vida comercial activa nas ruas e avenidas de Moscovo, prostituição e mendicidade, reparando na “má conservação da maior parte dos edifícios”, sinal da anterior guerra civil. Quanto ao património construído, destacou o Kremlin, “uma cidade dentro de Moscovo”, o Grande Teatro, administrado pelo Soviete de Moscovo e destinado só ao teatro clássico e aos autores novos, os teatros, os hotéis e os cinemas geridos por particulares, as enormes fábricas, os Armazéns Universais, na Praça Vermelha, que ocupavam um espaço dez vezes maior do que os Armazéns Grandela de Lisboa, ou a avenida Petrovska, uma das melhores e mais lindas de Moscovo, “com pavimento asfaltado, tem também espaçosos e luxuosos estabelecimentos71”. Ao contrário de Moscovo, Leninegrado era uma bela cidade europeia com semelhanças em relação a Paris e a Berlim, pela largura e comprimento das ruas, e abundância e grandiosidade dos monumentos. Salienta a avenida principal Nevsky e, apesar dos vários edifícios destruídos, ficou admirado com a manutenção dos monumentos a Pedro I, Catarina II, Nicolau II, Alexandre III, e outros, numa cidade que tinha iniciado violentamente a Revolução de Outubro, ao contrário de Moscovo, onde se derrubaram as estátuas de imperadores e de generais. A vida pública era animada por pessoas e actividades como ocorria em Moscovo, referindo edifícios emblemáticos: Fortaleza de S. Pedro e S. Paulo, Palácio de Inverno, Catedral e Museu Hermitage. Que outros sinais identitários comunicou desse despontar do nacional-comunismo russo? Em primeiro lugar, a emancipação da mulher, depois a “pobreza do vestuário” de Kalinin, Presidente da República, ou os pobres mas audazes soldados-camponeses do Exército Vermelho a contrastarem com um militar da Tcheka (polícia política), “elegantemente vestido, calça preta, à Chantilly, bota alta envernizada, esporas tilintando, pistola à cintura, sobre os cabelos louros um boné encarnado de pala lustrosa”, que tinha entrado no comboio em Riga para controlo dos passageiros72. Registou lugares simbólicos do novo imaginário comunista: o Túmulo de Lenine (o cadáver embalsado era a relíquia do novo regime), na Praça Vermelha; a Sede da Internacional Comunista; a Casa dos Sindicatos (antigo Clube da Nobreza); imponentes manifestações de massas e festas militares; saraus culturais; escolas, institutos sociais e sindicatos a funcionarem em antigos conventos e palácios. Anne-Marie Thiesse diagnosticou que, em face desse tempo presente soviético propagandeado como libertador, o tempo passado russo surgia como alienante, tendo ocorrido, nos anos 30-40 do século XX, a bolchevização da tradição popular russa, como por exemplo, do folclore oral, ao lado da invenção bolchevique de uma estética de vanguarda revolucionária legitimadora, destacando o cinema de massas (O Couraçado Potemkin, 1925; Outubro, 1927; Tempestade na Ásia, 1929; Tchapaiev, 1934)73. A reflexão final de José Carlos Rates mostrava evidentes equívocos históricos: 70 Rates, A Rússia dos Sovietes, 241-242. 71 Rates, A Rússia dos Sovietes, 248. 72 Rates, A Rússia dos Sovietes, 238. 73 Anne-Marie Thiesse, A Criação das Identidades Nacionais. Europa, séculos XVIII-XX (Lisboa: Temas e Debates, 2000), 268-275.

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“[…] não há dúvida, na Rússia é o proletariado quem dirige e domina […]. A minha estadia na Rússia influiu de maneira decisiva para varrer de vez do meu espírito um certo número de ilusões que conservava ainda […]. Vejo hoje nitidamente que o comunismo nada tem a ganhar com a conquista dos intelectuais que não estejam dispostos a proletarizar-se nos hábitos e na ideologia […]. Por violento que pareça o espírito de nivelamento que impôs a Revolução russa, ele é absolutamente necessário ao seu triunfo definitivo […]. As calças coçadas de Zinoviev e o casaco desbotado de Kamenev têm uma influência enorme no prestígio incontestável que exercem o poder soviético e o P.C.R. no povo russo”74.

Na verdade, após a Revolução de Outubro e a guerra civil, o que os comunistas criaram não foi o mítico poder dos sovietes de operários, camponeses, soldados e marinheiros, mas sim uma estrutura de governo e de administração pública centralizada, com um exército de cerca de cinco milhões de homens em 1920, controlado pelo Partido Comunista (bolchevique), evidenciando novos segmentos das elites emergentes (políticos, militares, técnicos, burocratas, intelectuais). Reflectiu a propósito Charles Tilly: “[…] a desmobilização [após a guerra civil] veio assim a constituir uma séria ameaça para todo o sistema de governação comunista. Os comunistas resolveram esse problema, na medida em que o fizeram, através da substituição da burocracia civil, formada por um elevado número de funcionários pré-revolucionários, pelo Exército; e inseriram também nessa burocracia um Partido Comunista altamente disciplinado, apesar de tacticamente flexível75”. César Porto foi o segundo português a visitar a Rússia comunista e conheceu algumas partes de outras Repúblicas soviéticas, como a Geórgia. Mostra uma atitude tolerante em face das intenções ideológicas do regime e simpatia pela pedagogia e organização escolar soviéticas. Democrata, republicano, com ligações ao anarcossindicalismo, sem nunca ter aderido ao ideal comunista, participou nos Congressos Pedagógicos portugueses de 1908 e 1909 promovidos pela Liga Nacional de Instrução e foi um activo dirigente associativo das organizações de professores, com presença em congressos internacionais sobre educação. Será opositor à Ditadura Militar (1926-1932), vindo a ser preso logo em 1927, e à ditadura do “Estado Novo” desde 1933. Figura grande da pedagogia portuguesa da primeira metade do século XX, leccionou as disciplinas de português e sociologia, tendo formação em antropologia e história, e foi director das escolas-oficinas 1 e 2. Dinamizou o movimento da Escola Nova em Portugal, seduzido pelo ideário pedagógico de Johann Heinrich Pestalozzi, que propunha a articulação da formação moral e intelectual com a formação de trabalho manual e de educação física —era o self-government dentro de uma escola-oficina para a formação integral da juventude. No início do livro A Rússia, Hoje e Amanhã, o autor definiu a sua posição: “Se somos contra o sovietismo, nada nos impedirá de admitir, entre outras mil conjecturas, que a maioria dos cidadãos é desditosa; se somos pró, podemos afirmar, afora certa falta de bom senso, que são todos afortunados, dum modo irrepreensível”76. César Porto pretendeu, de forma independente, escrever sobre a revolução e a transformação soviéticas, em particular sobre o ensino e a pedagogia. Referindo-se à obra A Rússia dos Sovietes, de José Carlos Rates, afirmou: “[…] até à data em que parti, apenas um 74 Rates, A Rússia dos Sovietes, 252-253. 75 Charles Tilly, As Revoluções Europeias, 1492-1992 (Lisboa: Presença, 1996), 267. 76 César Porto, A Rússia, Hoje e Amanhã. Uma excursão ao país dos sovietes (Lisboa: Livraria Peninsular Editora de José da Silva Oliveira, 1929), 7.


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português —e esse, operário— tinha ousado tratar de perto com a Rússia revolucionária”77. Esteve na Rússia em agosto-setembro de 1925 a convite da Federação Pan-Russa dos Trabalhadores de Ensino e foi integrado num grupo de catorze enviados ocidentais da Internacional de Ensino, que tinha a sede em Bruxelas: um português, cinco franceses, quatro alemães, dois luxemburgueses, um belga e um italiano. Ao contrário de José Carlos Rates, chegou primeiro a Leninegrado, instalando-se no sumptuoso Hotel Europa, depois visitou Moscovo e conheceu partes de Saratov (margens do rio Volga) e de Tblisi (Geórgia). Esse livro é o primeiro grande guia português sobre algumas mudanças ocorridas na cultura, na vida social ou no território do novo regime comunista. César Porto reconheceu a acção renovadora dos processos de ensino e aprendizagem que presenciou e a preocupação das autoridades soviéticas com o combate ao analfabetismo e pela elevação do nível cultural e profissional dos operários e camponeses. Nas escolas onde esteve, observou um ensino teórico-prático dos jovens para a sua formação cidadã integral, dentro da perspectiva utilitarista, que defendia, e comunicou “o desenvolvimento da instrução e a espantosa criação de instituições educativas, depois da revolução de outubro”. Entusiasmado, chegou a afirmar: “Esta criançada soviética é realmente feliz”78. Criticou quer a visão ideológica dogmática da educação de classe, na defesa da hegemonia operária e camponesa, reduzindo a liberdade de pensamento, quer a excessiva autonomia dada aos alunos, enfraquecendo a liderança dos professores, que não deviam ser déspotas, mas não podiam abdicar da liderança de ensinar a instrução pública e a educação cívica. Dentre as instituições educativas ou profissionais que conheceu, destacou a Aldeia das Crianças (arredores de Leninegrado), a Casa Central da Mãe e da Criança (Moscovo), a Cidade Vermelha Infantil, “Escola de revolucionários” (Saratov), o Palácio do Trabalho (Leninegrado) e a Casa Central dos Trabalhadores do Ensino (Tbilisi). Na área da investigação científica, assinalou o Instituto Biológico e as Faculdades Operárias, e, no plano social, referiu as Casas de Repouso, compartilhadas por intelectuais e classes populares, comunicando que o “interesse pelo camponês e pelo operário, é sincero, é positivo, na Rússia” e que as “massas têm benefícios abundantes, que desconhecem noutros países”79. Em Leninegrado, também valorizou o Palácio do Inverno, o Museu da Revolução ou o Museu Hermitage; em Moscovo, salientou o Kremlin, o Túmulo de Lenine ou o Museu Kustary. A concluir o seu depoimento, César Porto formulou uma advertência crítica: “[…] a sociedade soviética —que não é a justiça completa nem uma organização perfeita, que será amanhã excedida nesses ou noutros sentidos— é obrigada todavia a adquirir, mais que nenhuma existente, compreensão da vida social (se quiser subsistir)”80. Os republicanos democratas, Herlander Ribeiro e Carlos Santos, foram os dois viajantes seguintes à Rússia comunista, inseridos numa excursão promovida pela agência Derutra, aí permanecendo nos meses de agosto-setembro de 1926, tendo escrito livros reflexivos: o primeiro, as Crónicas da Rússia dos Soviets81, que estavam dispersas em artigos publicados no periódico Diário de Lisboa; o segundo, Como Eu Vi a Rússia82. Nota-se alguns aspectos comuns descritos anterior-

77 Porto, A Rússia, Hoje e Amanhã, V-VI. 78 Porto, A Rússia, Hoje e Amanhã, 43. 79 Porto, A Rússia, Hoje e Amanhã, 307. 80 Porto, A Rússia, Hoje e Amanhã, 310. 81 Herlander Ribeiro, Crónicas da Rússia dos Soviets (Lisboa: Edição do Autor, 1927). 82 Carlos Santos, Como Eu Vi a Rússia (Porto: Livraria Civilização Editora, 1927).

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mente por José Carlos Rates e César Porto, quer em Leninegrado, quer em Moscovo, quanto à cultura política, ao comportamento das pessoas, ao urbanismo e ao património edificado. O jornalista Herlander Ribeiro destacou em Leninegrado o Hotel Europa (“belo hotel”) e o antigo Palácio de Catarina (Catarina, a Grande), de estilo artístico rococó, residência de verão dos Czares, a cerca de 25 quilómetros da cidade, transformado em sanatório para crianças, filhas de operários; em Moscovo, salientou o Grande Hotel, a Praça da Revolução, com um mercado de legumes, frutas e flores, o Túmulo de Lenine e a existência de livros dos autores portugueses Alexandre Herculano, Almeida Garrett, Camilo Castelo Branco, Eça de Queiroz, Oliveira Martins e Ramalho Ortigão na biblioteca da repartição do Comissariado da Instrução Pública. Observou que, em Leninegrado e Moscovo, o serviço de condução de eléctricos era feito por mulheres, como o de agulheiros83, sinais de emancipação feminina, e espantou-se com o comboio que utilizou: “[…] o comboio em que viajei é um esplêndido expresso, com bons restaurantes e wagons-leitos limpos”84. Carlos Santos, professor de história no Liceu Rodrigues de Freitas (cidade do Porto), é mais interrogativo sobre os ambientes vividos. Denunciou a intolerância política, a falta de liberdade de pensamento ou o desprezo pela recuperação de cidades (como Leninegrado), mas valorizou a obra pedagógica, a política de emancipação da mulher pelo trabalho e a tendência para o igualitarismo social. Contrapõe a alegria da vida pública em Moscovo (com marcas arquitectónicas de orientalismo) à tristeza de Leninegrado, comunicando as novas funções de alguns monumentos históricos: por exemplo, o Palácio de Inverno (residência dos Imperadores desde Pedro I) estava transformado em museu. Quanto à “alma russa”, descreveu-a como “fatalista e resignada até certo ponto”, mas “brutal e em reacção desmedida, se a medida dos seus sofrimentos for ultrapassada”85. Concluiu que o regime era uma “nova espécie de autocracia”, visto que a “URSS é, de facto, uma união soviética, mas está longe de ser uma república socialista. Os três lemas liberais e democráticos —liberdade, igualdade e fraternidade— faltam quase por completo nas novas instituições da Rússia, como primam pela ausência na sua maior parte as bases em que um racional socialismo devia assentar”86.

Conclusão O artigo pretende contribuir para o aumento do conhecimento historiográfico por meio de uma nova síntese sobre as representações políticas da Revolução Russa de Outubro de 1917 e sobre os primórdios da Rússia comunista, divulgados em Portugal entre 1917 e 1926, a partir, fundamentalmente, de três tipos de fontes: telegramas diplomáticos enviados pelo representante português no Império Russo ( Jaime Batalha Reis); “fontes primárias bibliográficas” (textos políticos e textos literários); artigos políticos publicados na imprensa anarquista e anarcossindicalista para justificar a sedução de alguns militantes operários pelo “maximalismo” russo e a progressiva adesão de alguns ao “sovietismo” (comunismo), sendo exemplos maiores os de Manuel Ribeiro e de José Carlos Rates. Se a recepção da Revolução de Outubro na imprensa portuguesa já foi estudada,

83 Ribeiro, Crónicas da Rússia, 109. 84 Ribeiro, Crónicas da Rússia, 191. 85 Santos, Como Eu Vi a Rússia, 291. 86 Santos, Como Eu Vi a Rússia, 501.


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salientando-se o pioneirismo de César Oliveira, este artigo coloca-se no campo de estudo da primeira recepção diplomática desses acontecimentos revolucionários, da guerra de propaganda entre comunistas e anticomunistas, da dinâmica político-ideológica conflitual entre o anarquismo, o anarcossindicalismo e o comunismo, interpretado inicialmente como “maximalismo”, e das representações transmitidas pelos primeiros viajantes políticos e intelectuais portugueses. A utilização dos telegramas diplomáticos enviados das embaixadas e legações dos países aliados presentes em Petrogrado para os respectivos Ministérios dos Negócios Estrangeiros permite definir uma linha de investigação para o estudo comparado e transnacional das informações transmitidas num momento de grande tensão revolucionária, que decorreu entre outubro e dezembro de 1917. Da parte portuguesa, Jaime Batalha Reis deu um contributo de vivência pessoal e de caracterização dos acontecimentos. Encontram-se nos registos de memória que produziram os quatro primeiros viajantes portugueses à Rússia comunista várias representações civilizacionais, que configuram um meio de observação crítica para mostrar vínculos de politização da memória, num momento de confronto ideológico-político entre a democracia liberal, o fascismo e o comunismo. Apesar da filiação comunista, José Carlos Rates não produziu só uma apologia política do que presenciou na Rússia comunista em 1924, anotando traços da nova civilização emergente sem ocultar situações que lhe desagradaram. O pedagogo César Porto destacou o novo modelo utilitarista de ensino-aprendizagem (teórico-prático). Herlander Ribeiro e Carlos Santos forneceram visões panorâmicas sobre aspectos do território, da sociedade e da cultura, por vezes com um fino olhar analítico. O uso internacional desse tipo de memorialismo abre outra importante linha de investigação de história comparada sobre o contacto e a comparação civilizacionais e os usos do presente vivido e representado.

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35. 36. 37. 38. 39. 40. 41. 42. 43. 44. 45. 46. 47. 48.

49. 50. 51. 52. 53. 54. 55. 56. 57. 58. 59.

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A Revolução Russa de Outubro de 1917 e os primórdios do regime comunista Ernesto Castro Leal

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❧ Ernesto Castro Leal Professor associado com agregação do Departamento de História e investigador integrado do Centro de História da Universidade de Lisboa (Portugal). Pertence ao grupo de investigação Usos do Passado da linha de investigação em Estudos Atlânticos (CH-ULisboa). Licenciado em história, mestre e doutor em história contemporânea na mesma Universidade. Entre as suas publicações recentes, encontram-se: Manifestos, Estatutos e Programas Republicanos Portugueses (1873-1926). Antologia crítica (Lisboa: Imprensa Nacional-Casa da Moeda/Centenário da República, 2014); “Ordem e Progresso: autoridade política e imaginário social”, em Gilberto Freyre. Novas leituras do outro lado do Atlântico, editado por Marcos Cardão e Cláudia Castelo (São Paulo: Editora da Universidade de São Paulo, 2015), 49-60; e “The Political and Ideological Origins of the Estado Novo in Portugal”. Portuguese Studies 32, n.º 2 (2016): 128-148, doi: dx.doi.org/10.5699/portstudies.32.2.0128. castroleal@letras.ulisboa.pt


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Bolcheviquismo isleño: Rusia y la Tercera Internacional en los imaginarios revolucionarios puertorriqueños, 1919-1936❧ Sandra Pujals

Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit64.2017.04

Artículo recibido: 05 de julio de 2016/ Aprobado: 21 de septiembre de 2016/ Modificado: 08 de noviembre de 2016

Resumen: Este artículo explora el significado de la Revolución Bolchevique y la fundación de la Internacional Comunista (Comintern) como íconos revolucionarios para el entorno obrerista puertorriqueño entre 1919 y 1936. El análisis se enfoca en las construcciones, los mecanismos discursivos y las referencias alegóricas sobre dichos temas, a través de una selección de prensa obrera local de tendencia internacionalista, que se observan durante tres etapas (1919-1921, 1927, 1934-1936) del desarrollo del radicalismo comunista local. Se presentan ejemplos sobre la construcción del concepto bolcheviquismo y el comunismo internacional más allá del contexto ideológico y político, en los que se sugiere una evolución de una cultura obrera de tono anarquista hacia una de enfoque cada vez más clasista. Las fuentes, tanto de la prensa obrera radical como de publicaciones oficiales del Partido Comunista, aportan un cuadro preliminar sobre actitudes y sueños revolucionarios que servirían de base cultural y genealogía para el comunismo local en una etapa crucial del proceso de formación ideológica y política de la Isla. Palabras clave: Puerto Rico, Rusia (Thesaurus); Comintern, comunismo internacional, anarquismo puertorriqueño, cultura obrera (Autor).

Island Bolshevism: Russia and the Third International in Puerto Rican Revolutionary Imaginaries, 1919-1936 Abstract: This article explores the meaning of the Bolshevik Revolution and the founding of the Communist International (Comintern) as revolutionary icons for the “workerist” environment in Puerto Rico between 1919 and 1936. The analysis focuses on the constructions, discursive mechanisms and allegorical references to these topics through a selection of items from the local internationalist-oriented workers press, covering three stages (1919-1921, 1927, 1934-1936) in the development of local communist radicalism. It presents examples on the construction of the concepts of bolshevism and international communism beyond the ideological and political context, suggesting an evolution from an anarchistic type of workers culture to one increasingly based on class struggle. The sources, taken from both the radical workers press and official Communist Party publications, provide a preliminary picture of revolutionary attitudes and dreams that would serve as the cultural and genealogical basis for local communism at a crucial stage in the island’s process of ideological and political formation. Keywords: Puerto Rico, Russia (Thesaurus); Comintern, international communism, worker culture, revolutionary imaginaries (Author). ❧ Esta investigación forma parte de un estudio más amplio sobre la gestión de la Internacional Comunista en el Caribe,

y en particular en Puerto Rico, entre 1919 y 1943. La misma se lleva a cabo con el apoyo de varias becas: Beca FIPI del Decanato de Estudios Graduados e Investigación (DEGI) de la Universidad de Puerto Rico, Beca de Investigación de Iniciativas de Investigación y Actividad Creativa Subgraduada (iINAS), y una Beca de Verano del Kennan Institute del Wilson Center de Washington D.C. (Estados Unidos). La autora agradece a Christian Vélez, asistente de investigación para este proyecto y estudiante doctoral del Departamento de Historia de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, cuya labor en la identificación de fuentes ha sido primordial para el resultado de este artículo. También agradece a Tal Nadan y Katie O’Connell de la División de Manuscritos y Archivos de la Biblioteca Pública de Nueva York, por su gestión y acceso a los documentos de Jaime Nevares-Sager en la Colección de Bertram Wolfe.


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Bolcheviquismo isleño: Rusia y la Tercera Internacional en los imaginarios revolucionarios puertorriqueños, 1919-1936 Sandra Pujals

Bolchevismo islenho: Rússia e a Terceira Internacional nos imaginários revolucionários porto-riquenhos, 1919-1936 Resumo: Este artigo explora o significado da Revolução Bolchevique e a fundação da Internacional Comunista (Comintern) como ícones revolucionários para o contexto operário porto-riquenho entre 1919 e 1936. A análise foca as construções, os mecanismos discursivos e as referências alegóricas sobre esses temas, por meio de uma seleção de imprensa operária local de tendência internacionalista, que se observam durante três etapas (1919-1921, 1927, 1934-1936) do desenvolvimento do radicalismo comunista local. Apresentam-se exemplos sobre a construção do conceito bolchevismo e o comunismo internacional mais além do contexto ideológico e político, nos quais se sugere uma evolução de uma cultura operária em tom anarquista para uma abordagem cada vez mais classista. As fontes, tanto da imprensa operária radical quanto de publicações oficiais do Partido Comunista, contribuem com um quadro preliminar sobre atitudes e sonhos revolucionários que serviriam de base cultural e genealogia para o comunismo local numa etapa crucial do processo de formação ideológica e política da ilha. Palavras-chave: Porto Rico, Rússia (Thesaurus); Comintern, comunismo internacional, cultura operária, imaginários revolucionários (Autor).

Introducción En 1917, dos eventos inconexos a ambos lados del planeta se convertirían en catalítico histórico para el encuentro entre puntos geográficos que rara vez habían tenido un contacto directo: Rusia y Puerto Rico. No obstante, a partir de dichos sucesos se generarían elementos que facilitarían una confluencia de estas historias paralelas. En Rusia, dos revoluciones, en febrero y octubre, darían paso al establecimiento del primer régimen comunista en el mundo y a una transformación política, social, económica y cultural sin precedentes. Ese mismo año, en Puerto Rico entraba en vigor la Ley Orgánica Jones, que convertía a los nativos en ciudadanos estadounidenses y propiciaba cambios en el sistema político y sus instituciones, incluido el acceso al entorno oficialista para el Partido Socialista1. Dos años más tarde, en Moscú, el establecimiento de una organización internacional para la promoción del comunismo alrededor del mundo —la Internacional Comunista o “Comintern”— convirtió el modelo político y social bolchevique en un ícono cultural de alcance global y un producto ideológico de exportación2. En el escenario radical latinoamericano, incluido el puertorriqueño, el advenimiento de la nueva agencia provocaría tanto nuevas alianzas como irreconciliables desacuerdos, al embestir las estructuras tradicionales del radicalismo local y regional con la nueva propuesta revolucionaria y proletaria. El impacto del comunismo internacionalista y la Internacional Comunista (Comintern), y el elemento soviético en América Latina y el Caribe en la primera mitad del siglo XX, representan una de las más recientes tendencias dentro de la historiografía de los procesos políticos, el radicalismo y “las izquierdas” de la región durante esa época3. Durante la mayor parte del siglo pasado,

1 Gonzalo F. Córdova, Resident Commissioner Santiago Iglesias Pantín and His Times (Río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1993). 2 Steven Marks, How Russia Shaped the Modern World: From Art to Anti-Semitism, From Ballet to Bolshevism (Princeton: Princeton University Press, 2004). 3 Los trabajos más extensos y significativos son los de los historiadores rusos Lazar Jeifets y su hijo, Victor Jeifets, algunos de los cuales se citan más adelante. Ver también: Elvira Concheiro, Massimo Modonesi y Horacio Crespo, eds., El comunismo: otras miradas desde América Latina (México: UNAM, 2007).


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su presencia se mantendría relegada a debates ideológicos —tanto dentro como fuera del entorno académico—, por lo que la exploración objetiva de su efecto en el ambiente local y regional era limitada. En el caso particular de Puerto Rico, la influencia internacionalista —en el movimiento obrero organizado, así como en agrupaciones revolucionarias autónomas—, rara vez se tomaba en cuenta como factor en el análisis, al considerarse poco significativa y prácticamente inexistente4. No obstante, la apertura de los archivos de la Comintern en Moscú a finales del siglo pasado ha propiciado una ola de investigaciones que apuntan a una dinámica interacción entre entidades políticas del hemisferio americano y los organismos internacionalistas manejados por la Comintern5. En Puerto Rico, por ejemplo, la documentación consultada registra una comunicación entre agentes cominternistas y miembros de grupos locales desde la primera mitad de la década de 1920, e incluso un incongruente acercamiento al liderato del incipiente partido nacionalista6. Los archivos, además, constatan la intervención directa del Buró del Caribe de la Comintern en la fundación del Partido Comunista Puertorriqueño en 1934, así como en la selección de sus líderes principales, algunos de los cuales habían sido enviados desde la sede del Buró en Nueva York anticipadamente7. Ahora bien, en las pasadas dos décadas, los avances historiográficos en relación con este tema han contribuido a un panorama cada vez mejor estructurado en lo que respecta a la influencia de las agencias de la Comintern en el hemisferio americano y, en particular, en el entorno latinoamericano y caribeño8. Sin embargo, a pesar de que se han identificado componentes que confirman el impacto político y organizativo de las agencias cominternistas —o de sus colaboradores y afiliados—, el alcance de la empresa internacionalista en términos culturales apenas ha recibido la atención que merece como elemento de identidad para el radicalismo local, o para el proceso de cristalización de la mentalidad obrera de la época. Este artículo, buscando aportar a estas ausencias, explora el significado de la Revolución Bolchevique y la fundación de la Internacional Comunista como íconos revolucionarios para el 4

Una importante excepción es el artículo de Georg H. Fromm sobre la huelga cañera de 1934. Por su contribución al tema y por su amabilidad al compartir información al respecto, este artículo está dedicado por la autora a él. Ver: Georg Fromm, “La huelga de 1934; una interpretación marxista (II)”, Claridad, En Rojo (1977): 4-5, y del mismo autor, “El nacionalismo y el movimiento obrero en la década del 30”. Revista del Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico n.° 5 (1990): 94. Ver también: Miles Galvin, The Organized Labor Movement in Puerto Rico (Londres: Associated University Press, 1979).

5 La más reciente edición (tercera) del diccionario biográfico, para el personal cominternista en la región, identifica más de mil hombres y mujeres nativos e internacionales a lo largo de la vigencia de la entidad. Ver: Lazar Jeifets y Victor Jeifets, América Latina en la Internacional Comunista, 1919-1943. Diccionario biográfico (Santiago: Ediciones Ariadna, 2015). 6 Sandra Pujals, “¿Una perla en el Caribe soviético? Puerto Rico en los archivos de la Komintern en Moscú”. Revista del Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico n.° 17 (2006/2007): 117-157; Lazar Jeifets y Victor Jeifets, “Jaime Nevares y la fundación del movimiento comunista y antiimperialista en Puerto Rico”. Pacarina del Sur 5, n.° 21 (2014): s/p. 7 Sandra Pujals, “De un pájaro las tres alas: El Buró del Caribe de la Comintern, Cuba y el radicalismo comunista en Puerto Rico, 1931-1936”. Revista del Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico n.° 21 (2012/2013): 255-284. 8 Ver, entre otros: Jeifets y Jeifets, América Latina en la Internacional; Klaus Meschkat y José María Rojas, eds., Liquidando el pasado. La izquierda colombiana en los archivos de la Unión Soviética (Bogotá: Taurus/Fescol, 2009); Daniel Kersfeld, Contra el imperio: Historia de la Liga Antiimperialista de las Américas (México: Siglo XXI, 2012); Ricardo Melgar Bao, Haya de la Torre y Julio Antonio Mella en México, el exilio y sus querellas, 1928 (Buenos Aires: Ediciones del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, 2013).

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entorno obrerista puertorriqueño entre 1919 y 1936. Así, pues, este texto constituye uno de los primeros análisis de este tipo tanto para Puerto Rico como para América Latina. Más que observaciones sobre el efecto político e ideológico del fenómeno, se pretende analizar las secuelas de estos factores históricos en términos culturales, con el propósito de aportar elementos que permitan delinear un panorama más complejo del entorno cultural obrerista y la mentalidad radical en un período trascendental del movimiento obrero local. De ahí que este artículo se enfoque en ofrecer una muestra de mecanismos discursivos y referencias alegóricas en torno a estos temas en la prensa obrera puertorriqueña de tendencia internacionalista, durante tres etapas significativas del desarrollo del radicalismo comunista local: los dos primeros años de actividad cominternista, entre 1919 y 1921; la evolución hacia un movimiento ideológicamente sovietizado para la segunda mitad de la década, y, finalmente, la consolidación de un bolchevismo militante y proletarizado a partir del establecimiento del Partido Comunista de la Isla en 1934. Cabe señalar que, al proponer observaciones al respecto, se tienen en cuenta las limitaciones de la evidencia. No obstante, las fuentes que fundamentan esta investigación aportan un cuadro preliminar sobre actitudes y sueños revolucionarios, que servirían de base cultural y genealogía para el comunismo local en una etapa crucial del proceso de formación ideológica y política de la Isla9. Como punto de partida, este artículo se plantea entonces varios interrogantes: ¿Cuáles fueron los efectos de la Revolución Rusa de 1917 y del establecimiento de la Tercera Internacional para el radicalismo puertorriqueño de la época? ¿Qué significaron el “bolchevismo” y la Comintern en términos culturales y políticos para el obrerismo local? ¿Qué elementos representan al bolchevismo (o bolcheviquismo) como construcción cultural y estrategia discursiva? ¿Qué visiones se fueron forjando sobre la Rusia soviética y su expresión internacional, y qué sugieren dichas utopías sobre el radicalismo local de la época en Puerto Rico? La presencia de elementos relacionados con la Revolución Rusa y la Tercera Internacional en la prensa obrera puertorriqueña y sus representaciones alegóricas indican que, a pesar de su aparente insignificancia para la población local, estos componentes deberían tomarse en cuenta al estructurar panoramas historiográficos sobre la época, particularmente en lo que respecta a la cultura política del entorno radical. El uso, por ejemplo, del concepto bocheviquismo y el movimiento internacionalista, como parámetros didácticos de comportamiento obrero solidario y vertical, o como íconos discursivos para lo correcto o justo, ofrecen indicios de su valor cultural, más que de su sentido ideológico. Por otro lado, términos del obrerismo tradicional anarquista, tales como unidad, progreso, antorcha y humanidad —articulados en relación con la nueva realidad política de la Rusia revolucionaria—, sugieren también una transición hacia una cosmovisión e interpretación de fundamentos revolucionarios más a tono con tendencias ideológicas nuevas y acontecimientos del momento. También, la construcción de un imaginario revolucionario con Rusia soviética y la Comintern como paradigmas heroicos proletarios sugiere no sólo el efecto de estos factores en las representa9 Juan José Baldrich, Sembraron la no siembra: los cosecheros de tabaco puertorriqueños frente a las corporaciones tabacaleras, 1920-1934 (Río Piedras: Ediciones Huracán, 1988); Carlos Sanabria, “Samuel Gompers and the American Federation of Labor in Puerto Rico”. Centro Journal XVII, n.° 1 (2005): 140-161; José Joaquín Rodríguez, “Auge y crisis en las filas del movimiento obrero puertorriqueño, 1900-1924” (tesis de Maestría, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 1989); Gervasio García y Ángel Quintero Rivera, Desafío y solidaridad: breve historia del movimiento obrero puertorriqueño (Río Piedras: Ediciones Huracán, 1986); Gervasio García, “Los orígenes del movimiento obrero en Puerto Rico: mitos y problemas”, en Historia crítica, historia sin coartadas, algunos problemas de la historia de Puerto Rico (Río Piedras: Ediciones Huracán, 1985).


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ciones culturales del radicalismo obrero, sino además el significado de este elemento internacional como nuevo jugador político e ideológico en la esfera local y regional. De aquí que el estudio proponga el valor de la Revolución Rusa y el advenimiento del comunismo internacionalista como agente catalizador y encrucijada en la historiografía del movimiento socialista y el obrerismo radical puertorriqueño, al tratarse de eventos políticos foráneos que, no obstante, servirían de vehículos discursivos para el reavivamiento de imaginarios revolucionarios autóctonos.

1. El radicalismo local y la llegada del comunismo internacional a Puerto Rico Las revoluciones que sacudieron a Rusia en 1917 abrieron paso a una concreta articulación política y social de los sueños revolucionarios de varias generaciones, dando lugar así a lo que algunos académicos definen como “el experimento soviético”10. En 1919, el establecimiento en Moscú de la Tercera Internacional (Comunista) o Comintern como un organismo multinacional y agencia central para la promoción mundial del comunismo convertiría el experimento revolucionario bolchevique en una propuesta global y un fenómeno transnacional11. La nueva Internacional se representaba como la heredera de la tradición internacionalista de los años de Karl Marx y la Primera Internacional, ante lo que los marxistas más radicales consideraban la “traición” al proletariado de los líderes socialistas de la Segunda Internacional, a consecuencia de su apoyo a la Primera Guerra Mundial12. El objetivo inicial de la nueva organización era reanimar el espíritu internacionalista del socialismo radical en Europa, por lo que la nueva entidad abarcaba todo un abanico ideológico de fuerzas que favorecía la revolución como vía de cambio político y social, incluidos antiguos grupos anarquistas y socialistas agrarios que habían apoyado a los bolcheviques. Por otro lado, la empresa cominternista buscaba llevar el movimiento a un plano auténticamente internacional e internacionalista más allá del entorno europeo. Con este objetivo, el primer congreso de la Internacional Comunista, en marzo de 1919, impulsó un éxodo de agentes cominternistas —rusos de etnia judía en su mayoría—, con la misión de consolidar el apoyo de grupos radicales en varias regiones fuera de Europa, incluidos América Latina y el Caribe, donde se generaron los primeros contactos apenas varios meses después del evento13. La llegada de los agentes cominternistas al hemisferio americano provocó una turbulenta reorganización de las fuerzas del obrerismo y el radicalismo político local, al proponer un pro10 Richard Stites, Revolutionary Dreams: Utopian Visions and Experimental Life in the Russian Revolution (Nueva York: Oxford University Press, 1991); Ronald Grigor Suny, The Soviet Experiment: Russia, the USSR, and the Successor State (Nueva York: Oxford University Press, 2010 [1998]); Sheila Fitzpatrick, Alexander Rabinowitch y Richard Stites, eds., Russia in the Era of NEP: Explorations in Soviet Society and Culture (Bloomington: Indiana University Press, 1991). 11 Kevin McDermott y Jeremy Agnew, The Comintern: A History of International Communism from Lenin to Stalin (DeKalb: St. Martin Press, 1998); Tim Reese y Andrew Thorpe, eds., International Communism and the Communist International, 1919-43 (Manchester/Nueva York: Manchester University Press, 1998). 12 Milorad M. Drachkovitch, ed., The Revolutionary Internationals, 1864-1943 (Stanford: Hoover Institution on War, Revolution, and Peace, 1966); R. Craig Nation, War on War: Lenin, the Zimmerwald Left, and the Origins of Communist Internationalism (Durham/Londres: Duke University Press, 1989); Olga Hess Gankin y H. H. Fisher, eds., The Bolsheviks and the First World War: The Origins of the Third International (Stanford: Stanford University Press, 1940). 13 Daniela Spenser, Stumbling Its Way Through Mexico: The Early Years of the Communist International (Tuscaloosa: University of Alabama Press, 2011).

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grama mucho más definido de acuerdo con políticas atemperadas por la experiencia práctica de la Revolución Bolchevique. En Puerto Rico, la noticia renovaría los ánimos de un pequeño grupo de líderes obreristas de inclinación anarquista a la vez que internacionalista —artesanos, así como agricultores de tabaco—, para quienes la consolidación del sistema colonial significaba una amenaza directa en contra del trabajador nativo14. A lo largo de la década de 1920, breves e insignificantes encuentros con elementos de la red radical cominternista, no obstante, abrirían una brecha para la comunicación entre fuerzas del comunismo internacional y el radicalismo local. La experiencia también construiría cimientos, tanto políticos como culturales, para una nueva generación representativa de la tradición revolucionaria local, la cual entendía el apoyo de elementos fuera de la Isla como primordial15. Pero además, al igual que muchos otros territorios latinoamericanos, Puerto Rico tenía una tradición radical fundamentada en planteamientos anarquistas, corriente importada a lo largo de las décadas finales del siglo XIX por inmigrantes radicalizados, particularmente españoles16. A pesar de no haberse concretizado como fuerza política local, el espíritu ideológico anarquista serviría de enlace y puente hacia una nueva etapa del radicalismo puertorriqueño, como resultado de un enfrentamiento entre las fuerzas moderadas y los grupos revolucionarios del obrerismo local. Entre finales del siglo XIX y la primera década del nuevo siglo, Santiago Iglesias Pantín, inmigrante gallego y otrora anarquista, comenzó su evolución política como organizador obrero hasta convertirse en el presidente del sindicato principal, la Federación Libre de Trabajadores (FLT), que más tarde se afiliaría al conglomerado estadounidense American Federation of Labor (AFL). En 1915, Iglesias Pantín fundó uno de los principales partidos de la época, el Partido Socialista de Puerto Rico (PS), el cual se distinguiría por una postura reformista y moderada muy similar a la de los otros partidos socialistas de aquel momento. Poco después del establecimiento de la entidad, Iglesias Pantín se convirtió también en uno de los promotores de la nueva estructura política para la Isla bajo la “Ley Jones” de 1917, la cual, entre varios otros derechos, otorgaba la ciudadanía estadounidense a los nativos17. Para algunos líderes obreros locales, sin embargo, el protagonismo de Iglesias Pantín en el afianzamiento del esquema colonial para la Isla sería el impulso para un movimiento de oposición. En particular, el otorgamiento de la ciudadanía y la consiguiente movilización de soldados puertorriqueños al Canal de Panamá actuaron como agente catalítico para la activación de un obrerismo mucho más radical. Las controversiales medidas provocaron una ola de demostraciones en diferentes lugares de la Isla, seguidas por una serie de huelgas, principalmente en las comarcas tabacaleras. El éxito del movimiento de protesta y huelga entre 1917 y 1918 cristalizó también la organización de una pequeña pero beligerante facción radical obrera dentro del Partido Socialista conocida como el “bloque de Bayamón”, al ser muchos de sus miembros parte del núcleo agrícola 14 Por ejemplo: Baldrich, Sembraron la no siembra. 15 El movimiento independentista de la segunda mitad del siglo anterior tenía también una base internacionalista. La interacción entre líderes de Puerto Rico y Cuba, y la idea de revoluciones concomitantes como estrategia, sería fundamento clave del movimiento. Ver: Félix Ojeda Reyes, El desterrado de París: Biografía del Dr. Ramón Emeterio Betances (1827-1898) (San Juan: Ediciones Puerto, 2001); Kirwin R. Shaffer, Black Flag Boricuas: Anarchism, Antiauthoritarism, and the Left in Puerto Rico, 1897-1921 (Champaign: The Illinois University Press, 2013). 16 Jorell A. Meléndez Badillo, Voces libertarias: orígenes del anarquismo en Puerto Rico (Nueva York: Secret Sailor Press, 2013); Shaffer, Black Flag Boricuas, 25-45. 17 Gonzalo F. Córdova, Santiago Iglesias Pantín, creador del movimiento obrero de Puerto Rico (Río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1980).


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tabacalero de dicho pueblo18. Algunos de sus líderes, al parecer, pronto se transformarían en un grupo de apoyo local para un acercamiento de las fuerzas cominternistas para 1920, después de los primeros contactos entre el enviado soviético y algunos minúsculos círculos radicales en México, Cuba y España19. Entre 1920 y 1921, varios miembros del bloque de Bayamón publicaron El Comunista, un periódico de tradición anarquista salpicado de noticias internacionales, enfrentamientos editoriales en contra de los socialistas de Santiago Iglesias y llamados a la unidad obrera de acuerdo con una agenda combativa. A pesar de identificarse como “libertario”, el semanario representaría también una transición y una nueva etapa para el radicalismo local, al estar alineado, si bien de forma sugerida, con las propuestas revolucionarias del comunismo internacionalista y de la Rusia soviética. El semanario se publicó solamente un año, pero se convirtió en el fundamento para una tendencia obrera radical, la cual representaría la vía revolucionaria para el cambio político y social en la Isla, además de la liquidación del dominio estadounidense sobre el territorio.

2. Hacia un nuevo paradigma radical: el “Bocheviquismo” en su contexto criollo Para 1919, el tema de la Revolución Rusa y los “bolcheviquís” había ya comenzado a aparecer en algunas páginas de la prensa local como ícono discursivo genérico con cierto matiz popular. Sin embargo, su uso y significado estaban relacionados con un contexto metafórico, más que con su auténtico significado político, por lo que se utilizarían para identificar situaciones, comportamientos o personas, de forma tanto negativa como positiva. En los círculos más conservadores, por ejemplo, el vocablo servía a veces para definir la actitud desafiante y el comportamiento desordenado o extremo de la generación joven, tanto en términos personales como en relación con una postura política20. Para los más idealistas dentro del movimiento obrero, por otro lado, el fenómeno bolchevique se transformaría en pendón y panacea nuevos, es decir, un surtidor de alegrías o un vengador de injusticias que acabaría con todos los males de la humanidad esclavizada. En medio de un embate huelguístico en algunos sectores de la Isla en 1919, el líder anarquista Bolívar Ochart, encolerizado por los abusos de la Policía contra los obreros en huelga, utilizaría el término como amenaza y respuesta imaginaria a la represión policiaca local: “No es extraño que la ola de Bolcheviquismo siga y que todos los bandidos representativos, desde el rey al simple policía, reciban su merecido a tiempo”21. 18 “Huelgas Agrícolas”, Unión Obrera, 22 de enero, 1920, 6. Sobre el “bloque de Bayamón”, ver: Shaffer, Black Flag Boricuas, 123-140, y Baldrich, Sembraron la no siembra, 21-38. 19 Sobre esos primeros contactos, por ejemplo: Blas Nabel Pérez Camejo, “Cuba en el archivo de la Internacional Comunista”. Boletín del Archivo Nacional n.° 18-19-20 (2012): 120-125; Lazar Jeifets y Victor Jeifets, “Mikhail Borodin’s Mission to the Western Hemisphere in 1919-1920 and the Formation of the Communist Party of Spain”. History: Journal of Education and Science 2, n.° 8 (2011): s/p. 20 Por ejemplo, algunos líderes socialistas maduros atacaban al joven líder socialista Luis Muñoz Marín con el epíteto bolcheviquí, por sus posturas radicales. Mayra Rosario, “Las elecciones de 1920 en Puerto Rico” (ponencia presentada en el Ciclo de ponencias sobre las elecciones en Puerto Rico de la Fundación Luis Muñoz Marín, Trujillo Alto, 7 de marzo, 2002). 21 Bolívar Ochart, La noche del 12 de marzo de 1919 en Fajardo (Humacao: Tipografía Conciencia Popular, 1919), 45, citado por Ricardo Campos Orta, “Apuntes sobre la expresión cultural obrera en Puerto Rico (Parte 3)” (trabajo presentado en la Conferencia de Historiografía Puertorriqueña, Nueva York, 1973), <http://www. manuelfranciscorojas.com/mfr/apuntes-sobre-la-expresion-cultural-obrera-en-puerto-rico-%E2%80%94-3/>.

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Desde muy temprano, el concepto bolcheviquismo también funcionaría como alegoría política para definir una postura crítica ante la tácita cooperación entre los socialistas y el gobierno insular, una actitud similar a la que los bolcheviques habían asumido en contra de los partidos socialdemócratas europeos desde la Primera Guerra Mundial22. En 1919, el Partido Socialista obtuvo acceso a representación en una codiciada Junta Insular de Elecciones, en la que su líder máximo, Santiago Iglesias Pantín, tuvo una participación23. Ese mismo año, el panfleto “Páginas Rojas” del zapatero y líder obrero Juan S. Marcano, y “¿Qué es el Bolcheviquismo?” de Eduardo Conde, publicado en su libro Acusación y protesta, se convirtieron en portavoces de una representación local de la postura bolchevique, en respuesta a la situación interna del PS24. Sus autores, ambos parte de la facción radical dentro del partido, utilizaron el término y el color que lo representaba como plataforma metafórica una denuncia contra la postura servil de los líderes socialistas moderados. En este caso, ser “bolchevique” insinuaba una actitud tajante en contra de cualquier trato con las fuerzas oficialistas. En vista de los beneficios que el liderato del PS había recibido del gobierno colonial, es posible que los ensayos tuvieran como objetivo censurar el comportamiento alevoso de los socialistas utilizando como alegoría la postura bolchevique, la cual denunciaba el aburguesamiento de la socialdemocracia europea, su pacto con las fuerzas antiobreras y su traición al proletariado. Para principios de 1920, un artículo del periódico socialista Unión Obrera sugería, además, la criollización del término “bolcheviquismo”, al relacionarlo metafóricamente con disturbios obreros locales. El reportaje informaba que la Policía de un pequeño pueblo de la costa había arrestado a un joven “por dar vivas al Bolcheviquismo” desde un automóvil. El incidente, al parecer, estaba relacionado con el clima político local, ya que “en aquel pueblo desde hace varios días hay una activa campaña de los elementos populares que tiene intranquila a la comunidad [...]”. El autor, quien reproducía la noticia de un diario local, señalaba cínicamente que la “comunidad” a la que se refería el informe eran probablemente los burgueses del pueblo, por ser los únicos que podían sentirse intranquilos ahora que los obreros comenzaban a dar muestras de resistencia en contra de sus prácticas injustas. El escrito dejaba también establecida, de hecho, la fórmula alegórica que al parecer representaba culturalmente el concepto en aquel momento: “Menos mal que ahora se les llama Bolcheviquís, que para algunos burgueses es sinónimo de bandidos y para otros humanitarismo social”25.

22 David Kirby, “Zimmerwald and the Origins of the Third International”, en International Communism and the Communist International, 1919-43, editado por Tim Reese y Andrew Thorpe (Manchester/Nueva York: Manchester University Press, 1998); Nation, War on War; Hess Gankin y Fisher, The Bolsheviks and the First World War, 309-311. 23 Micah Wright, “Mobilization, Partisanship and Political Party Dynamics in Puerto Rico, 1917-1920’s”. Caribbean Studies 42, n.° 2 (2014): 61, doi: dx.doi.org/10.1353/crb.2014.0023 24 Juan S. Marcano, “Páginas Rojas. Unidos Venceremos”, en Lucha Obrera: Antología de grandes documentos en la historia obrera puertorriqueña, editado por Ángel Quintero Rivera (Río Piedras: CEREP, 1973 [1919]), 59-70; Eduardo Conde, Acusación y protesta (San Juan: Biblioteca Obrera, 1919). 25 “¡Viva el Bolchevikismo!”, Unión Obrera, 22 de enero, 1920. No queda claro, sin embargo, por qué se transliteraba el término de la forma exacta como se pronuncia en ruso, y no de la forma que se pronunciaría lógicamente en español —bolcheviquis—, con el acento en la primera “i”.


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3. Rusia y la Tercera Internacional en el imaginario revolucionario isleño, 1920-1921 Para comienzos de 1920 se estableció en Bayamón el pequeño pero bien estructurado semanario radical El Comunista (1920-1921), en el cual algunos líderes obreristas radicales articularían su postura ante lo que entendían como una “nueva orientación” en el movimiento obrero alrededor del mundo. Este semanario, que se identificaba como “Semanal Libertario” y “Periódico de Doctrina y de Combate”, incluía entre sus editores a varios de los líderes del “bloque de Bayamón”, Ventura Mijón, Antonio Palau y Emiliano Ramos26. Además de su evidente inclinación “libertaria” anarquista, el periódico demostraría empeño en aportar un panorama internacional a las discusiones. De acuerdo con uno de los editores, Emiliano Ramos, el periódico tenía “relaciones exteriores”, aunque sin especificar de qué se trataba esta supuesta conexión con el extranjero27. Por ejemplo, uno de sus primeros editoriales, titulado “El Ideal”, en el que se discutían los objetivos revolucionarios anarquistas, y se proclamaba el compromiso con “la Revolución” que diera paso a “esa hermosa sociedad futura que tanto anhelamos”, era en realidad una reproducción de un artículo publicado en Acción Libertaria, un periódico anarquista de Madrid28. Algunos de los números del semanario incluían también una sección especial titulada “Mirando Hacia Afuera”, en la que se informaba sobre noticias políticas de otros lugares y eventos relacionados con el movimiento obrero en el extranjero, de acuerdo con una óptica radical, como parte de la “educación revolucionaria” que el periódico tenía como misión29. Por otra parte, algunas noticias relataban sucesos obreros en Cuba y en Tampa, lo cual indica algún tipo de comunicación con personas o grupos de esas regiones30. A pesar de estar escritos por individuos de pocos ingresos y nivel social modesto, la discusión y los comentarios sobre temas internacionales demostraban un buen conocimiento de la situación actual fuera de la Isla, además de una formación intelectual, elegancia en la expresión y destreza en la redacción. Si bien el paradigma revolucionario francés de “libertad, igualdad, fraternidad” había representado hasta entonces los ideales universalistas de un anarquismo internacionalista31, la Revolución Bolchevique ahora irrumpía como nuevo arquetipo. Rusia tendría un papel protagónico en muchas

26 Ver: Kerwin R. Shaffer, “Contesting Internationalists: Transnational Anarchism, Anti-Imperialism and the US Expansion in the Caribbean, 1890-1920’s”. Estudios Interdisciplinarios de América Latina 22, n.° 2 (2011): 11-38. La propuesta de Shaffer, sin embargo, ha sido cuestionada por otros historiadores. Ver la reseña del libro Black Flag Boricuas: Anarchism, Antiauthoritarianism, and the Left in Puerto Rico, 1897-1921 de Kirwin R. Shaffer, escrita por Jorell A. Meléndez Badillo, en Caribbean Studies 41, n.° 2 (2013): 259-262. 27 “Carta de Emiliano Ramos a Jaime Nevares Sager”, Cayey, 4 de marzo de 1926, en New York Public Library (NYPL), Nueva York-Estados Unidos, Manuscripts and Archives Division (MAD), Colección “Bertram David Wolfe papers, 1924-1937” (BDWP), caja 1, Correspondencia, “Letters to Jaime Nevares Sager, 1925-1927 n.d.”. 28 Reproducido de Acción Libertaria de Madrid, “El Ideal”, El Comunista [año 1, n.° 1], 1 de mayo, 1920, 4. 29 “Mirando Hacia Afuera”, El Comunista [año 1, n.° 1], 1 de mayo,1920, 3-4; “Educación Revolucionaria”, El Comunista [año 1, n.° 4], 22 de mayo, 1920, 1 y 4; Amelio Morasin, “Mirando Hacia Afuera”, El Comunista [año 1, n.° 4], 22 de mayo, 1920, 3; Amelio Morasin, “Mirando Hacia Afuera”, El Comunista [año 1, n.° 9], 26 de junio, 1920, 6; Amelio Morasin, “Mirando Hacia Afuera”, El Comunista [año 1, n.° 10], 3 de julio, 1920, 4. 30 Amelio Morasin, “Mirando Hacia Afuera”, El Comunista [año 1, n.° 13], 31 de julio, 1920, 2. 31 Campos Orta, “Apuntes sobre la expresión cultural”.

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de las discusiones de El Comunista, como “nuevo faro de la libertad”32. A lo largo del año en el que se publicó regularmente, el periódico además contó con lectores suscritos en varios importantes centros de inmigración puertorriqueña en Estados Unidos, tales como la ciudad de Nueva York33. Uno de los números incluía también una carta del representante de un comité en favor de las víctimas del bloqueo aliado a Rusia, enviada desde Nueva York, en la que se pedía ayuda económica principalmente para medicinas. El documento iba acompañado de una lista de los contribuyentes, incluido Luis Muñoz Marín, futuro gobernador del primer gobierno constitucional de la Isla (1952) y célebre político, entonces joven socialista34. Como modelo, Rusia también servía de ejemplo más allá de su función metafórica en discusiones políticas o ideológicas. En uno de los números se incluyó una noticia en la que se infería la transformación del país en un nuevo centro de migración obrera. “Rusia”, señalaba el informe, “necesita trabajadores hábiles y prácticos en todas la industrias”. Los obreros podían ahora hacer realidad sus sueños revolucionarios de un mejor mañana en Rusia, que construía ese futuro soñado en tiempo presente: “Todos los trabajadores manuales que se sientan hombres libres [...] pueden encontrar en Rusia un sitio decente para desarrollar toda su actividad como jamás se ha disfrutado en el mundo bajo la dictadura capitalista”. El reportaje además indicaba que en Moscú (identificado como “Moscow”), el gobierno se esforzaba por mejorar los servicios, particularmente las condiciones higiénicas de la ciudad, y añadía un comentario cínico que sugería que la administración pública del gobierno insular podía aprender del ejemplo soviético: “La flamante Sanidad de Puerto Rico, que tan cara nos cuesta, debía tomar en consideración esta nota [sobre Rusia] [...]”35. Además de refugio proletario y modelo por emular, Rusia funcionaba como ícono heroico colectivo en el imaginario revolucionario proyectado en las páginas de El Comunista. El paradigma enaltecía el valor del sufrimiento, el sacrifico y la tenacidad de todo un pueblo para lograr finalmente el triunfo contra la injusticia, representada por el sistema capitalista y la burguesía36. El resultado del proceso revolucionario y la realidad del momento histórico que vivía el país todavía se definían muchas veces con imágenes quiméricas que delataban la herencia anarquista de la narrativa. Dentro de la fórmula discursiva, por ejemplo, la meta de la revolución en Rusia se idealizaba prácticamente como un regreso al paraíso perdido, por medio del cual la humanidad, comenzando por el “pueblo bueno” de Rusia, regresaba a su estado idílico y natural: “Un sol de venturas no soñadas lanzaría sus rayos bienhechores sobre un pueblo trabajador dichoso que, entregado a sus labores, entonaba su dulce canción entre sonrisas de bondad infinita ¡que buena es la vida, cuando no hay pesares, todos somos libres, felices e iguales!”. El avance de Rusia hacia un triunfo seguro servía subliminalmente también de representación para una marcha a la que se habían unido otros: “¡Adelante, Rusia invencible, a tu lado estamos todos los hambrientos é [sic.] inconformes del mundo!”37.

32 “Educación Revolucionaria”, El Comunista, [año 1, n.° 4], 22 de mayo, 1920, 2. 33 Shaffer, Black Flag Boricuas, 158-159. 34 “Pro-Víctimas de Rusia”, El Comunista, [año 1, n.° 8], 19 de junio, 1920, 2. 35 Amelio Morasin, “Mirando Hacia Afuera”, El Comunista [año 1, n.° 10], 3 de julio, 1920, 4. 36 Morasin, “Mirando Hacia Afuera”, El Comunista [año 1, n.° 9], 6; “La Rusia Roja”, El Comunista [año 1, núm. 9], 26 de junio, 920, 5; “La Bárbara Rusia Soviet”, El Comunista [año 1, n.° 13], 31 de julio, 1920, 3. 37 Morasin, “Mirando Hacia Afuera”, 6.


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La Tercera Internacional sería también otro elemento sobresaliente en muchos artículos desde los comienzos de este semanario. Es del todo probable que sus editores hayan entablado algún tipo de conexión con miembros afiliados a la red radical que la Internacional Comunista comenzaba a organizar desde México vía Cuba y/o España38. Uno de los primeros números del periódico incluía un artículo titulado “La Tercera Internacional Es Una Realidad”, reproducido del periódico libertario España Nueva, y servía de contestación a las declaraciones de “ciertos elementos que pretenden dar la sensación de que la Tercera Internacional no existe nada más que en el papel”, proclamando la autenticidad de la organización recién establecida39. “La Tercera Internacional”, insistía el autor, “no solo es la que ha recogido el depósito sagrado del ideal socialista [...], [sino] también el organismo que suma mayores contingentes socialistas y que cuenta con Secciones en más países”. El ensayo terminaba declarando: “Pretender impedir el avance de la Tercera Internacional es como tratar de detener la marcha de la Tierra. La Tercera Internacional ha nacido, vive y se consolida porque responde [...] a la necesidad que siente el proletariado de forjar un instrumento que coordine e intensifique su acción revolucionaria en todos los países”40. Además del concepto de la Tercera Internacional como organismo vivo integrado por grandes “contingentes”, la entidad serviría alegóricamente como reivindicación de los ideales anarquistas. “Ya no son solamente los espiritualistas anarquistas”, señalaba otro artículo, “los que dedican sus energías a la defensa de los ideales comunistas [...] Ya no es el comunismo una idea embrionaria, confusa, incomprensible, es una realidad clara, precisa [...]”41. En esta etapa inicial del movimiento cominternista, además, conceptos como internacionalismo, y hasta el propio comunismo internacionalista, confluían con los objetivos de la tradición obrerista radical local, al tratarse de términos que también habían representado propuestas y consignas anarquistas de épocas anteriores. El imaginario de unidad sin obstáculos ni fronteras que la Internacional representaba era también reminiscente del ideal anarquista. El hecho de que fueran líderes de tradición anarquista los que tradujeran para los obreros el significado de la organización, claro está, influiría subjetivamente en la imagen proyectada. Por ejemplo, la meta de la organización se definía como una de unión sin límites: “Busca la alianza entre todos los trabajadores del mundo [...] y borrar las fronteras establecidas por los enemigos de la libertad humana, declarando a la tierra toda la patria única, común de todos”42. El semanario desapareció al año siguiente, probablemente a causa de la vigilancia y la represión de su junta editora y de la presión de la metrópolis estadounidense al gobierno local, a raíz de la ola de “red scare” anticomunista allí43. Por otro lado, estaba el desencanto de los radicales con el rumbo que había tomado la Rusia soviética, no sólo por su regreso a un sistema semicapitalista bajo la Nueva Política Económica (NEP) de Lenin, sino también por la violenta represión del régimen bolchevique en contra de grupos opuestos a la dictadura “del proletariado”. Por último, la euforia 38 Charles Shipman, It Had To Be a Revolution: Memoirs of an American Radical (Ithaca: Cornell University Press, 1993), 82-134. 39 Mariano García Cortes, “La Tercera Internacional Es Una Realidad”. El Comunista [año 1, n. º 4], 22 de mayo, 1920, 1. 40 Mariano García Cortes, “La Tercera Internacional Es Una Realidad”, [año 1, n. º 2], 8 de mayo, 1920, 3-4. 41 “Educación Revolucionaria”, [año 1, n. º 4], 22 de mayo, 1920, 1. 42 “Tercera Internacional”, El Comunista, [año 1, n. º 10], 3 de julio, 1920, 3. 43 Robert K. Murray, Red Scare: A Study in National Hysteria, 1919-1920 (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1955); Regin Schmidt, Red Scare: FBI and the Origins of Anticommunism in the United States, 1919-1943 (Copenhague: Museum Tusculanums Forlag/ Københavns Universitet, 2000).

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cominternista de los primeros dos años había disminuido considerablemente, por lo que la utilidad de organizar una red radical internacionalista en la región latinoamericana dejó de ser una prioridad. Como resultado, se desvanecería también la posibilidad de un apoyo internacional para un movimiento como el que los imaginarios discursivos de El Comunista proponían.

4. Hacia una proletarización de los imaginarios revolucionarios: la Liga Comunista de Puerto Rico, 1926-1927 Después de la desaparición del periódico El Comunista, el radicalismo obrerista quedó rezagado y aislado del entorno político isleño, así como del internacional. En 1925, cuando un joven comunista de nombre James Sager ( Jaime Nevares) llegó a la Isla en busca de empleo, no encontró “ningún grupo comunista” local44. El futuro organizador de la primera entidad comunista local, la Liga Comunista de Puerto Rico, pronto se dio a la tarea de invitar a varios líderes del entorno radical a su movimiento internacionalista, incluido uno de los antiguos editores de El Comunista, Emiliano Ramos. La respuesta de Ramos, sin embargo, fue categórica: podía ser solidario en el plano personal pero no en términos ideológicos ni políticos. Ramos, quien al parecer se ganaba entonces la vida vendiendo productos en un carretón, todavía conservaba la elegancia discursiva que había distinguido a los editores del semanario, al señalarle amablemente a Sager: “te estimo desde hoy como un hermano [...] [porque la] fraternidad debía ser vínculo obligado entre los hombres [...]”. Por otra parte, sus palabras insinuaban un cambio de parecer en torno a las propuestas que El Comunista había representado: “[Y]o no soy amigo de los comunistas de ahora [...], los comunistas a la rusa [...], [quienes] aspiran a gobernar a los demás”45. No obstante, Sager explotaría la tradición radical que el llamado “bloque de Bayamón” había representado. La reunión preliminar para la fundación de la Liga Comunista se llevó a cabo el 9 de mayo de 1926 en Bayamón, en el litoral, y territorio político del “bloque de Bayamón” y de varios de los miembros de la antigua junta editora de El Comunista46. En 1927 se estableció oficialmente la Liga Comunista en el pueblo de Ponce, una pequeña agrupación de apenas una decena de miembros, pero con gran ánimo y entrega. En la declaración que promulgaron en los diarios locales se presentaban no sólo los objetivos de la nueva organización, sino también algunos postulados representativos que los distinguían. La proclama comenzaba ofreciendo el cuadro social y económico que definía al obrero de la Isla en aquel momento y el ethos del nuevo movimiento: “En estos momentos de crisis en que las grandes masas de campesinos y obreros están afrontando una crisis en la cual corre peligro hasta su propia exis44 Para un recuento de la gestión de Sager en Puerto Rico, ver los artículos de Sandra Pujals: “¡Embarcados!: James Sager, la Sección Puertorriqueña de la Liga Anti-Imperialista de las Américas y el Partido Nacionalista de Puerto Rico, 1925-1927”. Revista del Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico n.° 22 (2013/2014): 105-139, y “Becoming Jaime Nevares: Imagination, False Identity and Historical Misconstruction in the Communist International’s Latin American Network, 1925-1979”, en The Wider Arc of Revolution, editado por Choi Chatterjee, Steven Marks, Mary Neuberger y Steve Sabol (Bloomington: Indiana Press University/ Slavica Publishers [en prensa]). 45 “Carta de Emiliano Ramos a Jaime Nevares Sager”. 46 “Partido Comunista Americao [sic.] Sección Americana de la III Internacional - Grupo de Puerto Rico. Acta de la sesión preliminar”, Bayamón, 9 de mayo de 1926, en NYPL, MAD, BDWP, caja 2, “Puerto Rico”. Pero además se puede consultar: Pujals, “!Embarcados!: James Sager”, 128-129.


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tencia [...], [y] en que el ‘llamado Partido Socialista’ [...] [demuestra] su vergonzosa colaboración y alianza con los enemigos de los trabajadores [...], ahora es que las masas trabajadoras necesitan [...] líderes políticos abnegados [...] para guiarlos hacia las filas del ejército militante [...]”47. El vocabulario, beligerante como muy pocas veces en los escritos de la prensa radical local, pregonaba el advenimiento de una nueva actitud, de acuerdo con mensajes mucho más claros. Primeramente, el hecho de que la crisis a la que aludía la declaración amenazara la vida misma del obrero sugería una justificación para una guerra defensiva. De aquí que se consolidara la idea subliminal de que unirse al movimiento comunista significaba integrarse a un auténtico “ejército”48. El concepto tradicional de unidad del legado anarquista, ahora quedaba además reconstituido bajo la definición bolchevique, en la que el partido era el eje organizativo primordial. Los trabajadores deseaban, por ejemplo, “una dirección de tipo revolucionario que los guíe hacia la unificación política de los grupos más avanzados [...]”. Ahora, no se trataba de una condición “decente” para toda una “humanidad” obrera, sino de un estado ideológico “avanzado” para un grupo específico, identificado esta vez como “grupos proletarios”, estrictamente. Por otra parte, el objetivo no era ya forjar un movimiento que llevara a un estado obrero ideal como Rusia había señalado con su ejemplo, ni tampoco era Rusia el modelo idealista por seguir. Se trataba ahora de un paradigma heroico nuevo —el Partido Comunista— como “guía”, que llevaría a cabo “la unificación como partido político del proletariado”, y de una agrupación preliminar —la Liga Comunista— que prepararía “el camino para la formación” de dicha organización en un futuro. “La Liga Comunista de Puerto Rico”, continuaba la declaración, “reconoce que la lucha y propósito final del proletariado universal son comunes, y que solo realizarán estos propósitos cuando se unan firmemente en una Internacional”. La proclama terminaba señalando que la Liga no tenía duda del éxito de la lucha de las “masas explotadas de Puerto Rico, si acepta la dirección y disciplina comunistas”, y si se unía a la Internacional Comunista49. Cabe señalar que es muy posible que las fórmulas discursivas articuladas en las proclamas de ambas agrupaciones fueran copias al carbón de consignas ideadas y dictadas por los representantes cominternistas de las agencias centrales. En el caso concreto de Puerto Rico, muchas de las estrategias organizativas y los manifiestos estaban dirigidos por el jefe de Sager, un agente comunista estadounidense en Chicago con el alias de “Manuel Gómez”. En cualquier caso, el movimiento local no llegaría a mucho y desapareció muy pronto después de que Sager abandonara la Isla, en abril de 1927. El propio Sager, convertido en un agente cominternista con el alias de “Jaime Nevares”, seguiría su labor organizativa en la frontera entre Venezuela y Colombia, donde participó en la huelga bananera de 1928 en Colombia, y en el establecimiento del primer Partido Comunista oficial allí50. Pese a su breve vigencia, esta fugaz experiencia internacionalista representó la transición a una nueva etapa organizativa, en la que los organismos centrales dirigirían cada vez más rigurosa47 Liga Comunista de Puerto Rico, “Declaración de la Liga Comunista de Puerto Rico”, Ponce, 6 de mayo de 1927, en NYPL, MAD, BDWP, caja 2, “Puerto Rico”. 48 Liga Comunista de Puerto Rico, “Declaración de la Liga Comunista de Puerto Rico”. 49 Liga Comunista de Puerto Rico, “Declaración de la Liga Comunista de Puerto Rico”. 50 Para un recuento de los documentos en torno a Nevares-Sager en Colombia, ver: Lazar Jeifets y Victor Jeifets, “Krasnyi piligrim: Epizody zhizny Dzheimsa Khartfilda” [El peregrino rojo. Episodios de la vida de James Heartfield]. Latinskaya Amerika n.° 7 (2015): 67-85. La verdadera identidad de Jaime Nevares, no obstante, ha sido establecida gracias al descubrimiento de la documentación de James Sager en la Biblioteca Pública de Nueva York. Ver: Pujals, “!Embarcados!: James Sager”, 133-134.

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mente, desde Moscú, el contenido metafórico de las consignas comunistas en términos globales. Al menos en su contexto cultural obrero, la Sección Puertorriqueña de la Liga Anti-imperialista y la Liga Comunista de Puerto Rico constituyeron un puente entre el perfil híbrido del radicalismo de herencia anarquista de los primeros años de la Comintern y la nueva generación militante, identificada con parámetros teóricos más definidos. El proceso de apropiación, control y centralización de la construcción de los imaginarios revolucionarios se haría aún más evidente para comienzos de la próxima década.

5. Hacia un paradigma estalinista: el futuro ahora y Rusia como patria proletaria A partir de 1931, la Isla reapareció en la agenda cominternista, cuando el Buró del Caribe de la Comintern decidió enviar desde Nueva York a un representante del PC estadounidense a establecer contacto con algunos simpatizantes comunistas allí. Para 1934, el movimiento obrero radical en Puerto Rico quedó finalmente integrado a la red cominternista oficialmente, luego del establecimiento del Partido Comunista de Puerto Rico (PCPR). Al igual que en la época de la Liga Comunista, Ponce volvía a sobresalir como centro del radicalismo local al inicio de los años treinta, esta vez como cuna de la nueva entidad comunista51. De todos los miembros del recién fundado partido, José Lanauze Rolón fue no sólo un elocuente orador y ensayista en periódicos locales, sino tal vez el más comprometido con el aspecto internacionalista del movimiento52. Es quizás por esta razón que pronto se convertiría además en portavoz de los nuevos fundamentos del imaginario comunista. De intelecto sobresaliente a pesar de su humilde trasfondo familiar, Lanauze había estudiado Medicina en la Universidad de Howard, célebre institución académica para afroamericanos en Washington D.C. (Estados Unidos). A su regreso a Ponce, publicó en 1916 un poemario y colección de anécdotas, en el que ya exponía su actitud ideológica universalista: “No busquéis con las galas del lirismo, Al raquítico y viejo patriotismo En el apostolado de mi verso ¡Tanto creo en el cosmopolitismo, Que mi patria la forma el Universo! [...]”53.

En 1932, luego de más de una década dedicado casi exclusivamente a su profesión, Lanauze publicó su primera tesis auténticamente política, Por los caminos de la violencia: la idea comunista, una declaración de su postura ideológica, además de una reivindicación de la Revolución como vehículo de cambio. En el prólogo del libro, el doctor trató de inmediato el tema de la Rusia soviética como ejemplo, ofreciendo un imaginario revolucionario que, aunque todavía insinuaba elementos

51 Pujals, “De un pájaro”, y de la misma autora: “A ‘Soviet Caribbean’: The Comintern, New York’s Immigrant Community, and the Forging of Caribbean Visions, 1931-1936”. Russian History 41, n.° 2 (2014): 255-268, doi: dx.doi.org/10.1163/18763316-04102011 52 Lanauze había escrito varios panfletos y colaborado con artículos para el periódico radical La Tribuna y la Gaceta Comunista, fundada en 1933 por otro de los miembros del partido, Miguel Bahamonde. 53 José A. Lanauze Rolón, Momentos. Poesías y Cuentos Fantásticos (Ponce: Tipografía “El Águila”, 1916), 3. Cursiva del documento original.


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tradicionales de la primera época cominternista, también incluía una definición ideológica mucho más clara que las propuestas de la década anterior. La diferencia fundamental era la inclusión de aspectos dialécticos del marxismo que poco tenían que ver con las idealizaciones de otros tiempos: “Rusia Soviética significa lucha desesperada e intensa, contradicciones violentas, capitalismo y comunismo, ateísmo y humanismo, dictadura y democracia, organización y caos”. Por otro lado, también se sugerían rastros de viejos arquetipos, como el de la paradoja del “bolcheviquismo”: “Rusia para unos es terror; para otros, promesas de un mundo mejor”54. La representación de la Rusia soviética que ofrecía Lanauze era una mezcla de realidad e idealismo. La importancia de Rusia, por ejemplo, estaba relacionada “con los avances realizados en el enorme y trascendental experimento social que allí se desarrolla”. Por otro lado, el autor definía el país de acuerdo con una fórmula paradigmática muy cercana a la tradicional de la década anterior: “Para mi, Rusia es como la aurora de un mundo mejor”. Igual que los pasados imaginarios internacionalistas, el de Lanauze sobresalía como paladín y propuesta de un mejor futuro, un “régimen comunista en el mundo” que pondría fin “al desempleo” y a otros tantos males, luego de lo cual “el hombre podrá ser más culto, más generoso, más feliz”. “Tengo el íntimo convencimiento”, añadía, “que lo mejor y más noble que uno puede realizar en este mundo hoy es contribuir en la medida de sus fuerzas [...] al advenimiento de ese régimen más científico y más humano”55. Varios años más tarde, Lanauze regresaría a algunos de los temas de su libro en un discurso radial para conmemorar el 19 aniversario de la Revolución de Octubre56. El discurso daba clara indicación de la transformación del movimiento comunista local después del establecimiento oficial del partido en 1934. Las fórmulas estalinistas que ya definían el internacionalismo cominternista suplantaban ahora el idealismo tradicional de otrora. Según Lanauze, la Revolución Rusa había abierto paso “a una nueva etapa en los dilatados horizontes de la historia humana”. El discurso proclamaba el protagonismo de “la teoría Marxista” y relacionaba el proceso de transformación con una “energía suprema”, componentes discursivos de la militancia estalinista. Más importante aún, la figura de Lenin como “jefe máximo” de la Revolución, y los atributos absolutistas del paradigma oficial como “el líder más popular, más querido, más poderoso, más admirado y más querido en todos los climas y bajo todos los cielos, el líder indiscutible de las masas trabajadoras”, calcaban la fórmula discursiva del culto a Lenin57. Más allá de alegorías idealizadas de un mejor mañana, resaltaba ahora la construcción del futuro obrero en el aquí y ahora, con ejemplos políticos reales como el de la Unión Soviética y el de la España republicana, además del desglose de un sinnúmero de artículos de la nueva Constitución soviética. Lanauze terminaba declarando la necesidad de formar un “Frente Unido Antimperialista” que reuniera a los Nacionalistas, y a varias organizaciones más, incluidos “los independentistas de todos los matices y los Comunistas [...]”, con el propósito de convocar “la primera Convención 54 José A. Lanauze Rolón, Los caminos de la violencia: la idea comunista (Ponce: Casa Editorial América, 1932), 3-4. 55 Lanauze Rolón, Los caminos, 7. 56 El discurso se transmitió el 7 de noviembre de 1936 por WKAQ, una estación de radio privada de San Juan, y más tarde fue publicado en un panfleto. El discurso incluía una sección en la que Lanauze presentaba el programa del PC de Puerto Rico y sus objetivos, la cual fue censurada y eliminada: José A. Lanauze Rolón, La Revolución Rusa: 19 aniversario (San Juan: s/e., 1936). 57 Lanauze Rolón, La Revolución Rusa, 3. Sobre el culto a Lenin como parte esencial del desarrollo del culto a la personalidad de Stalin, ver: Nina Tumarkin, Lenin Lives! The Lenin Cult in Soviet Russia (Cambridge: Harvard University Press, 1997).

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Panamericana Antiimperialista del Nuevo Mundo”, que nunca llegó a realizarse58. Entre 1937 y 1941, la derrota republicana en España, el pacto entre los nazis y los soviéticos y el estallido de la Segunda Guerra Mundial separaron cada vez más al comunismo internacionalista del entorno obrerista radical de la Isla. En 1944, el PC de Puerto Rico aprobó el desmantelamiento oficial de la entidad, un año después de la liquidación de la Comintern59.

6. Comentarios finales Entre 1917 y 1919, el Partido Socialista de Puerto Rico y su brazo obrero, la Federación Libre de Trabajadores, devendrían cada vez más en apéndice y apoyo social para el gobierno colonial de la Isla, provocando así un conflicto en las filas de la entidad entre una mayoría moderada y el minúsculo grupo radical. Ese mismo período también vio el surgimiento de un nuevo contingente revolucionario e internacionalista con la Revolución Bolchevique como vanguardia y modelo para una nueva propuesta obrera radical. Durante la próxima década y media, los nuevos paradigmas ofrecerían al obrerismo radical puertorriqueño la posibilidad de reanimar y reestructurar sueños revolucionarios, primero como reconstituidos imaginarios anarquistas de una etapa anterior, y más tarde como paradigmas del éxito de la agenda proletaria soviética. Este artículo señala algunos ejemplos de la construcción del concepto bolcheviquismo y el comunismo internacional más allá del contexto ideológico y político, como vehículo discursivo para una variedad de representaciones, entre las que se incluían también elementos y conceptos representativos de la tradición cultural anarquista de épocas anteriores. Durante los primeros años de la década de 1920 se entrevé una apropiación popular y genérica del concepto bolcheviquismo como representación de desafío a la autoridad o paladín de la justicia. Se vislumbra además una cierta acogida al fenómeno político como nueva plataforma obrera y revolucionaria, al menos en los círculos más extremos, articulada por medio de simbología anarquista como, por ejemplo, la antorcha que ilumina el camino de la humanidad hacia un mejor futuro. Para la segunda mitad de la década, el extremismo obrerista local se identifica cada vez más por una línea organizativa e ideológica centralizada y manejada desde fuera del entorno local por fuerzas militantes de tendencia estalinista. De aquí que en esta etapa también se insinúe el desencanto ante la rigidez ideológica de un bolcheviquismo denominado “a la rusa”, en el que las lealtades proletarias comienzan a definir la identidad radical obrerista como alternativa a un socialismo sometido y colonizado. Finalmente, el tercer período se ve marcado por una sovietización de la izquierda radical local para la segunda mitad de los años treinta, entre el establecimiento del Partido Comunista Puertorriqueño en 1934 y el estallido de la Guerra Civil Española en 1936. Si bien todavía híbridas en su espíritu ideológico “obrero y campesino”, las fórmulas discursivas de esta nueva etapa indican ya cambios elementales en las representaciones posteriores de la época del Partido Comunista de Puerto Rico (1934-1944), tales como un paradigma obrero estrictamente proletario, un enfoque en un movimiento “de masas” y la fidelidad al Partido Comunista como vanguardia de dicha colectividad.

58 Tumarkin, Lenin Lives!, 7-11 y 12-14. 59 Juan Santos Rivera, Puerto Rico ayer, hoy y mañana: Informe al Comité Central del Partido Comunista Puertorriqueño (San Juan: s/e., 1944).


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En este contexto, el presente artículo sugiere que la evolución del radicalismo puertorriqueño a lo largo de las primeras décadas del siglo XX no respondió sólo a sucesos locales —tales como la consolidación del sistema colonial estadounidense, el establecimiento de partidos representativos de los intereses elitistas o el empobrecimiento del sector agrícola—, sino también a eventos aparentemente insignificantes y lejanos que cambiarían de una vez y para siempre el mapa ideológico y político mundial. Estos ejemplos también señalan la importancia de considerar el tema del radicalismo local bajo una perspectiva transnacional y globalista, en la que los sucesos locales y regionales se entienden intrínsecamente ligados al escenario internacional. Aun cuando muy poco significativo como práctica política, el uso metafórico de temas relacionados con la Revolución Rusa y el comunismo internacional apunta al alcance de estos elementos más allá del plano ideológico y político, como alegorías y referencias distanciadas para la realidad local o para los designios de un grupo representativo de la postura obrerista revolucionaria.

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❧ Sandra Pujals Catedrática del Departamento de Historia de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Magíster en Estudios Regionales de Rusia y la Unión Soviética y doctora en Historia de Rusia por la Georgetown University (Estados Unidos). Su enfoque investigativo incluye cultura popular y cultura revolucionaria soviética, y cine. Entre sus más recientes trabajos se incluyen la edición de un dossier para Cuadernos de Historia Contemporánea, titulado “En cuerpo y alma: Rusia y España bajo la perspectiva transnacionalista”, y el capítulo de libro “Becoming Jaime Nevares: Imagination, False Identity and Historical Misconstruction in the Communist International’s Latin American Network, 1925-1979”, en The Wider Arc of Revolution, editado por Choi Chatterjee, Steven Marks, Mary Neuberger y Steve Sabol (Bloomington: Indiana Press University/Slavica Publishers [en prensa]). spuprrp@gmail.com/ sandra.pujals@upr.edu


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El encuentro de la izquierda cubana con la Revolución Rusa: el Partido Comunista y la Comintern❧ Víctor Jeifets

Universidad Estatal de San Petersburgo, Rusia

Lazar Jeifets

Universidad Estatal de San Petersburgo, Rusia

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit64.2017.05

Artículo recibo: 29 de junio de 2016/ Aceptado: 17 de noviembre de 2016/ Modificado: 30 de noviembre de 2016

Resumen: Este artículo analiza los antecedentes y evolución de la afiliación de la izquierda cubana con la Comintern (Internacional Comunista), desde sus primeros contactos con la Revolución Bolchevique hasta finales de la década de 1920. Los autores recuperan una historia poco conocida en la historiografía, con el objetivo de demostrar que durante una serie de desacuerdos entre Moscú y el comunismo cubano, la influencia de la Comintern estaba lejos de ser considerada una institución desfavorable a los intereses del movimiento comunista de Cuba, y, más bien, contribuyó al fortalecimiento de la izquierda nacional. Palabras clave: revolución, Rusia (Thesaurus); Partido Comunista de Cuba, Comintern, izquierda (Autores).

The Encounter between the Cuban Left and the Russian Revolution: The Communist Party and the Comintern Abstract: This article analyzes the background and evolution of the affiliation of the Cuban left with the Comintern (Communist International), from their first contacts with the Bolshevik Revolution until the end of the 1920s. The authors recover a little-known history in historiography to show that, despite a series of disagreements between Moscow and Cuban communism, Comintern influence was by no means considered unfavorable to interests for Cuba’s communist movement. In fact, it helped to strengthen the left in that nation. Keywords: revolution, Russia (Thesaurus); Communist Party of Cuba, Comintern, the left (Author's).

O encontro da esquerda cubana com a Revolução Russa: o Partido Comunista e a Comintern Resumo: Este artigo analisa os antecedentes e a evolução da afiliação da esquerda cubana com a Comintern (Internacional Comunista), desde seus primeiros contatos com a Revolução Bolchevique até o final da década de 1920. Os autores recuperam uma história pouco conhecida na historiografia com o objetivo de demonstrar que, durante uma série de desacordos entre Moscou e o comunismo cubano, a influência da Comintern estava longe de ser considerada uma instituição desfavorável aos interesses do movimento comunista em Cuba, e sim contribuiu para o fortalecimento da esquerda nacional. Palavras-chave: revolução, Rússia (Thesaurus); Comintern, esquerda, Partido Comunista de Cuba (Autores).

❧ Este artículo es resultado de una investigación financiada por la Fundación Científica Rusa de Humanidades

(RGNF) 2016-2018 (proyecto núm. 16-01-00138).


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El encuentro de la izquierda cubana con la Revolución Rusa: el Partido Comunista y la Comintern Víctor Jeifets | Lazar Jeifets

Introducción La historiografía del movimiento comunista cubano está llena de vacíos y representa un claro ejemplo del predominio de enfoques alejados de la idea de objetividad de las ciencias sociales. El Instituto de Historia de Cuba, por ejemplo, no se ha planteado la necesidad de recopilar la historia del “primer partido marxista-leninista de Cuba” —es decir, lo ocurrido entre 1925 y 1961—, aunque dispone de todas las herramientas para realizar dicho trabajo. En especial, cuando su director era Fabio Grobart, que contaba con sesenta años de pertenencia a la dirigencia del Partido, y entre sus investigadores trabajaban los veteranos del Partido Comunista de Cuba (PCC) Ramón Nicolau (egresado de la Escuela Leninista Internacional y miembro del Buró Político) y Pedro Serviat (primer director de la Escuela Nacional del Partido). Aunque Serviat da algunas evidencias sobre los lazos internacionales de los comunistas cubanos en 40 años de la fundación del Partido Comunista, este libro carece prácticamente de un análisis de las relaciones entre el PCC y la Internacional Comunista (Comintern, o la III Internacional)1, y esto es así, no porque faltaran fuentes fidedignas para llevar a cabo esta tarea —como lo demuestra el trabajo del historiador australiano Barry Carr, quien utilizó de manera exitosa los documentos de los archivos—2. De igual forma, numerosas entrevistas con los veteranos del movimiento comunista describen la historia del PCC, pero en estas aparecen constantemente personajes silenciados. Esto bien puede responder a que la historiografía cubana evita aclarar los detalles de la expulsión del PCC de su líder Julio Antonio Mella y hace caso omiso a los primeros contactos de la izquierda cubana con el país, donde en 1917 triunfó la Revolución de Octubre. Los “historiógrafos oficiales” han estado con “la espada de Damocles”, en el caso de poner mal los hincapiés ideológicos. En tanto, no podían utilizar memorias de aquellos participantes de los hechos históricos que habían quedado fuera del movimiento comunista. Los pocos académicos, que gracias a la voluntad de la jerarquía partidaria recibieron luz verde para utilizar el sanctasanctórum —el Archivo de la Comintern—, se encontraban con ciertos conflictos y dilemas. Por un lado, tenían en las manos documentos que requerían un cambio de enfoques, y, por el otro, no tenían más remedio que utilizar aquellos personajes silenciados, evitando una avalancha de preguntas que pondrían en duda los viejos estereotipos sobre formación y actuación del PCC expresados en la historiografía oficialista. A este respecto, la historiografía no marxista llenó varios huecos sobre la historia de las relaciones de la izquierda cubana con la Comintern entre 1950-1960, pero siempre tuvo su punto débil: muchas conclusiones se debían a supuestos y conjeturas, como lo aceptó el autor de la obra Communism in Latin America3. En este contexto era habitual exagerar y ampliar la importancia de la actividad de los “agentes de la Comintern”. Así, por ejemplo, el fundador del Movimiento Demócrata Cristiano, Luis Aguilar —más tarde profesor de Columbia University, en Nueva York (Estados Unidos)—, afir-

1 Pedro Serviat, 40 años de la fundación del Partido Comunista (La Habana: Editora Popular, 1965). 2 Barry Carr, “From Caribbean Backwater to Revolutionary Opportunity: Cuba’s Evolving Relationship with the Comintern, 1925-34”, en International Communism and the Communist International, 1919-43, editado por Tim Reese y Andrew Thorpe (Manchester: Manchester University Press, 1998), 234-253. Carr también produjo artículos brillantes sobre el sector comunista del movimiento obrero cubano; sin embargo, estos aspectos quedan fuera del tema de esta investigación. 3 Robert Alexander, Communism in Latin America (Nueva Brunswick: Rutgers University Press, 1957).


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maba que los líderes del PCC “no conocían los principales conceptos marxistas”, y que la actividad teórica del partido era dirigida por el extranjero Grobart. El autor acusaba al PCC de ser “un partido pequeño, cuyos miembros podían reunirse en una habitación”, donde él, “siguiendo servilmente la estrategia de la lucha de la Comintern, desde 1927 se negó a cooperar con otros grupos revolucionarios”. Aguilar ignoraba los planes rebeldes de Mella entre 1927 y 19294. Esta misma tendencia caracteriza los trabajos de Alonso Ávila y Jorge García Montes5. La situación empezó a cambiar lentamente en los años noventa con la aparición de un conjunto de trabajos respaldados por la investigación en archivos. Los Jeifets publicaron documentos que demostraban las contradicciones entre Mella y los dirigentes del PCC6; el análisis del tema fue profundizado por Christine Hatzky, quien sacó a la luz algunos episodios ocultos de la historia del comunismo cubano7. La publicación de la obra escrita por Angelina Rojas Blaquier, profesora cubana, resultó una ruptura con la historiografía anterior, pero incluso este libro carece de un análisis pormenorizado de los lazos internacionales del PCC8. Cabe resaltar además el estudio de Rafael Soler Martínez sobre el trotskismo cubano, que se concentra sobre todo en de la década de los años treinta9. Al mismo tiempo, el trabajo reciente de Blas Nabel Pérez Camejo se limita a reproducir los planteamientos realizados con anterioridad por otros investigadores10. Es en este contexto historiográfico que la historia de las complejas relaciones entre el comunismo cubano y la Comintern merece ser recuperada con estudios, sobre la base de fuentes primarias contenidas en los archivos de la Internacional Comunista, resguardados en Moscú (Rusia). En este artículo, además, se está de acuerdo con el enfoque de Maurice Duverger: “todos los partidos se ven impactados fuertemente por su origen”11. Este archivo es un auténtico tesoro para los investigadores tomando en cuenta el papel desempeñado por los representantes de la Comintern en este proceso. Desde esta perspectiva, se considera que la propuesta analítica de Gramsci, que se usa comúnmente para el marco teórico de investigaciones acerca de los comunismos nacionales (poner mayor énfasis en la integración de la historia del partido en la historia de la sociedad12), no cuenta con suficiente poder explicativo, si se tiene en cuenta que, en muchos países latinoamericanos, el nacimiento de la izquierda no necesariamente estaba vinculado con la anterior evolución del movimiento obrero. Más si se tiene en cuenta que durante años y décadas, la lógica de desarrollo 4 Luis Aguilar, Cuba 1933, Prologue to Revolution (Ithaca/Londres: Cornell University Press, 1973). 5 Alonso Ávila y Jorge García Montes, Historia del Partido Comunista de Cuba (Miami: Ediciones Universal, 1970). 6 Víctor Jeifets y Lazar Jeifets, “El acusado es Julio Antonio Mella”. Latinskaia Amerika n.° 7-8 (1998): 64-89. 7 Christine Hatzky, Julio Antonio Mella (1903-1929). Eine Biografie (Fráncfort del Meno: Vervuert, 2004). 8 Sobre este tema puede consultarse las obras de Angelina Rojas Blaquier: Primer Partido Comunista de Cuba. Sus tácticas y estrategias, 1925-1935, t. 1 (Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 2005); Primer Partido Comunista de Cuba. Pensamiento político y experiencia práctica. 1925-1952, t. 2 (Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 2005); Primer Partido Comunista de Cuba, vol. 3. El partido socialista popular, su contribución al proceso nacional liberador cubano entre 1952-1961. Estrategia y táctica (Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 2009). 9 Rafael Soler Martínez, “El trotskismo en la Revolución del 30” (tesis de doctorado, Universidad de Oriente, 1997). 10 Blas Nabel Pérez Camejo, “Cuba en el Archivo de la Internacional Comunista”. Boletín del Archivo Nacional n.° 18-19-20 (2012): 119-137. 11 Maurice Duverger, Les partis politiques (París: A. P. Colin, 1951), 12. 12 Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno (Buenos Aires/Madrid: Ediciones Nueva Versión, 1980), 24.

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de los partidos comunistas estaba subordinada a los estándares universales impuestos por la III Internacional, y es más pertinente enfocarse en el análisis de dichos enlaces entre la sede de la Comintern y la izquierda de cualquier país latinoamericano. En este orden de ideas, las principales preguntas que se pretende resolver son las siguientes: ¿Cómo se establecen los primeros enlaces de la izquierda cubana con la Revolución Bolchevique y la sede de la revolución mundial?, ¿Quiénes eran los emisarios de la Comintern que adiestraban a los militantes de la izquierda?, ¿Cuál era el balance de las relaciones entre la izquierda cubana, la Rusia Soviética y la Comintern entre 1919 y 1930? Por lo que se cree que es necesario matizar y profundizar esta área de investigación. Se parte entonces del planteamiento sobre la importancia de la inserción internacional de la izquierda cubana, considerando que esta se pensaba como parte inseparable de la Revolución Bolchevique. En este artículo se analiza cómo evolucionó la relación entre la izquierda cubana y la revolución mundial. Para alcanzar este objetivo se ha elaborado un texto dividido en cuatro partes. La primera parte se centra en los orígenes de esta relación. La segunda investiga los intentos de restablecer los enlaces perdidos a través de la sección hebrea de la Agrupación Comunista de La Habana. En la tercera parte se analizan los pormenores del juicio político emprendido por el PCC en contra de Mella y cómo este fue percibido por la Comintern. Por lo último, se enfoca en la investigación acerca del replanteamiento de la relaciones entre la izquierda cubana y la Comintern en la segunda parte de la década de los veinte, terminando con el análisis del balance de estas relaciones. Para ello se utilizan fuentes como las memorias de los militantes comunistas, aunque la base clave del artículo son los documentos de archivos rusos referentes al PCC. Así, pues, cotejando las fuentes de archivo con la bibliografía existente y las memorias, se buscará entender de manera adecuada los pormenores de la historia de los encuentros y desencuentros de la izquierda comunista cubana con la Revolución Rusa.

1. Los primeros emisarios de la Comintern en la Isla y la izquierda comunista La situación social y económica en Cuba durante el período de la “Pseudo República”, cuya soberanía estaba restringida por la “enmienda Platt”, contribuía al crecimiento de sentimientos antiimperialistas y de simpatías hacia el movimiento obrero y hacia la ideología de la Revolución Bolchevique. La particularidad importante en la experiencia revolucionaria cubana fue la aproximación de las organizaciones obreras y estudiantiles, sobre la base ideológica del antiimperialismo y la solidaridad con la Rusia Soviética. El factor subjetivo tuvo un papel importante en ello: el líder carismático estudiantil Julio Antonio Mella reunió bajo la bandera comunista a muchos militantes de la Liga Antiimperialista, de la Universidad Popular José Martí, de la Federación de Estudiantes Universitarios y del grupo “Renovación”, fundado bajo su liderazgo. Más tarde, esto permitió al PCC convertirse en una organización nacional de masas y actor activo del movimiento revolucionario internacional. El primer encuentro del Partido Comunista Internacional con el movimiento de izquierda de la “Perla de las Antillas” se puede fechar en diciembre de 1919. El emisario de la Comintern, Mijaíl Borodin, durante su regreso a Europa tras cumplir una misión en México, hizo una escala en La Habana y envió a la ciudad a su ayudante, Charles Phillips (uno de los fundadores del Partido Comunista Mexicano), para dialogar con el líder del “unionismo radical y clasista”, Marcelo Salinas —miembro de Industrial Workers of the World, la organización internacional anarcosindicalista, y


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fundador del periódico Hombre Nuevo—, con el objetivo de estudiar las perspectivas de organizar a los obreros con base en los principios de la III Internacional. Phillips regresó: “[…] sumamente contento y feliz. Dijo que no solo había buenas perspectivas para la organización a base de los principios de la Comintern, sino que hace un par de horas había sido organizada la Sección Comunista de Cuba [SCC] encabezada por Salinas y adaptada la resolución sobre la afiliación con la III Internacional y la dictadura del proletariado”13.

A pesar de la aparente frivolidad de los sucesos, este grupo tenía las bases sólidas. Los nombres de Salinas y del dirigente de la Unión de Obreros Gráficos Antonio Penichet (también participaba en la charla con Phillips y se convirtió en miembro del Comité Ejecutivo Provisional y del Comité de la Propaganda de la SCC) fueron bien conocidos dentro y fuera del país; por estas razones, el encuentro con los líderes obreros de Cuba fue determinado con anterioridad14. A decir verdad, el delegado de Moscú valoró la creación de la SCC como “un acto bastante interesante e importante que demuestra hasta qué punto puede llegar el así llamado el comunismo de izquierda, como puede degradar hasta la completa negación del partido político”. El caso era que, a la pregunta de Borodin: ¿Por qué los partidarios de Salinas se llamaron “sección”, y no “partido”?, Phillips contestó: “Porque ellos no creen en esas cosas. Para ellos ‘el partido’ significa un palabra prohibida”15. La mala reputación de los “partidos” no impidió que Salinas enviara al Comité Ejecutivo de la III Internacional (CEIC) la petición para la afiliación al Partido Internacional Comunista y declarara la voluntad de “luchar [...] por la proliferación de sus ideas [de la Comintern]”16. También apoyó la idea de convocar el Congreso Comunista Latinoamericano, demostrando su deseo de participar plenamente en las actividades cominternistas. El escepticismo de Borodin respecto al izquierdismo de la SCC no le impidió a su lugarteniente Phillips anhelar el derecho a representar a los partidarios de Salinas en el Segundo Congreso de la Comintern17. La Comisión de credenciales pospuso la decisión “hasta conferir el mandato”18, pero la SCC fue invitada al III Congreso (en 1921)19. No obstante, la invitación no sirvió para nada. La SCC —incapaz de conciliar la ideología del anarquismo con la férrea disciplina comunista— se desintegró después de menos de un año de funcionamiento.

2. La Comintern y los comunistas de Cuba retoman sus contactos Debido a que los fundadores de la Sección no participaron en las actividades de las nuevas organizaciones comunistas, estas tenían que buscar nuevos caminos para mantener contacto con la 13 Michael Borodin, “The Diary”, 1920, en Rossiiskii gosudarstvennyi arkhiv sotsial´no-politicheskoi istorii (RGASPI) [Archivo Estatal Ruso de Historia Social y Política], Moscú-Rusia, Fondo 497, Inventario 2, carpeta 7, f. 92. 14 “Informe sobre la sección comunista de Cuba”, 20 de enero de 1920, en RGASPI, Fondo 495, Inventario 105, carpeta 2, f. 2. 15 Borodin, “The Diary”, f. 92. 16 Marcelo Salinas, “Carta al Camarada Secretario General de la III Internacional de Moscú”, 6 de diciembre de 1919, La Habana, en RGASPI, 495,105, carpeta 2, f. 1. 17 Michael Borodin, “Letter to the Comintern”, 4 de enero de 1920, Madrid, en RGASPI, 497, Inventario 2, carpeta 1, f. 1. 18 “El borrador del acta de reunión de la comisión de credenciales”, 17 de julio de 1920, Petrogrado, en RGASPI, Fondo 489, Inventario 1, carpeta 27, ff. 1-1v. 19 Comintern, El III Congreso Mundial de la Internacional Comunista. Informe taquigráfico (Petrogrado: Gosizdat, 1922) 8-9.

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Comintern. La Asamblea Extraordinaria de la Agrupación Socialista de La Habana (ASH), el 16 de julio de 1922, por iniciativa de su dirigente Carlos Baliño, adoptó una “Declaración de Principios” que estaba en armonía con la táctica de la III Internacional20. Este documento aparentemente no llegó al CEIC, y la ASH sufrió una escisión. En marzo de 1923, Baliño y sus seguidores fundaron la Agrupación Comunista de La Habana (ACH), una pequeña organización de seguidores de la Revolución Rusa (apenas veintisiete miembros). Además, funcionaban los grupos comunistas de Guanabacoa, Manzanillo y San Antonio de los Baños, pero ninguno de ellos tenía contactos internacionales21. El primer esfuerzo por establecer contactos directos con Moscú fue realizado por la Sección Hebrea de la ACH (fundada en 1924 por los emigrantes de Polonia y Lituania, que estaban mal integrados en el movimiento obrero de la Isla, por el conocimiento escaso del idioma), que envió, a través del Comité Central de las Secciones Hebreas del CC del Partido Comunista Ruso (PCR), la carta al CEIC, esperando lograr el interés de la Comintern en el movimiento comunista cubano. El secretario de la sección, Abraham Simjovich —después conocido como Fabio Grobart—22, indicaba la necesidad de reunir los grupos comunistas dispersos creando el partido único que encabezaría la clase obrera. En la carta enviada con el objetivo de expresar este asunto se ponía énfasis sobre una particularidad importante de la ACH: su influencia entre los estudiantes, lo que abría la posibilidad de “convertir a los estudiantes en los dirigentes de los trabajadores”. La Sección Hebrea de la ACH insistía en el establecimiento de contactos directos con el PC Ruso pidiendo “órdenes y consejos en el trabajo [...]”23. Sobre este asunto cabría preguntarse: ¿Por qué la carta no fue enviada directamente a la Comintern, sino al PCR? Para los miembros de la sección que no sabían idiomas extranjeros era más fácil dirigirse en yidis al CC de las secciones hebreas del PCR, que comunicarse con los camaradas mexicanos o americanos. La segunda explicación puede hallarse en la existencia de lazos personales, lo que parece natural, dada la procedencia de los miembros del grupo del territorio del ex-Imperio ruso. De todos modos, en vísperas de la Asamblea Constituyente del PCC, el CEIC y el Comité Central del PCR tenían la información precisa, aunque breve, sobre el movimiento comunista cubano. Para el momento en que la carta llegó a Moscú, la situación en Cuba había cambiado. El presidente de la ACH, Carlos Baliño, envió en mayo de 1924 una carta al Partido Comunista americano sobre la actividad del grupo. El jefe de Workers’ (Communist) Party of America (W[C] PA), Jay Lovestone, expresó su deseo de establecer contactos con la ACH. Las relaciones entre los comunistas de Cuba y México pasaron al ámbito práctico después de la formación de la sección cubana de la

20 Fabio Grobart, “El aniversario glorioso de los comunistas cubanos. El cincuentenario de la fundación del primer Partido Comunista de Cuba”. Kommunist n.° 11 (1975): 93-103. 21 “Convocatoria y actas del congreso de fundación del primer Partido marxista-leninista de Cuba. Acta de la primer sesión”, en El movimiento obrero cubano. Documentos y artículos, editado por el Instituto de Historia del Movimiento Comunista de la Revolución Socialista de Cuba, t. 1, 1865-1925 (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1981), 445. 22 Daniel Kersffeld, “‘Polacos’ en Cuba: primeros pasos del comunismo judío en la Isla”. Estudios (San José) n° 23 (2010): s/f. 23 “Traducción de la carta del secretario de la sección hebrea del Partido Comunista de Cuba A.Yunger”, 1925, Moscú, en RGASPI, 495, 105, carpeta 2, ff. 54-55.


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Liga Antiimperialista de las Américas (LADLA)24. La ACH solicitó al Partido Comunista de México (PCM) enviar a Cuba algunos asistentes técnicos para llevar a cabo el Congreso Unificador de los Grupos Comunistas. A la Isla viajó el miembro del CC del PCM Enrique Flores, y durante tres meses, junto con los cubanos, se preparó la creación del PCC. Tras el informe de Flores sobre las decisiones antes aprobadas por la III Internacional, los delegados del congreso reconocieron a la Comintern como el órgano supremo para el PCC, y a través del PCM pidieron a Moscú admitirlo en el seno del Partido Comunista mundial25. Una petición similar fue enviada a la Comintern por el W(C)PA26. El delegado del I Congreso del PCC, Alfonso Bernal del Riesgo, da testimonio sobre el envío a La Habana de un representante del Secretariado Sudamericano de la Comintern (SSAIC), el argentino Hipólito Echevere27. Los documentos cominternistas corrigen esa información: Echevere ( Jorge Paz) apareció en Cuba después del Congreso, y no estaba autorizado por el SSAIC; además, declaró a Mella la imposibilidad de participar en las actividades del PCC recién fundado, ya que había sido expulsado del PC argentino (PCA) por pertenecer al grupo de “chispistas”28. No obstante, los cubanos decidieron recurrir a su ayuda, y el argentino llevaba a cabo las “misiones técnicas” del CC del PCC29. Los dirigentes del PCC no ostentaban la situación personal de Echevere, permitiendo a los miembros del partido considerarlo como delegado del SSAIC para hacer creer a los jóvenes comunistas que su actividad encontraba apoyo no sólo en el vecino México, sino en la lejana Argentina.

3. Los primeros desencuentros entre el PCC y Moscú: el “caso Mella” El PСС no tenía obstáculos aparentes para alinearse a la Сomintern, pues cumplía las “21 condiciones” y tenía apoyo de las secciones mexicana y americana. No obstante, la misma dirección del partido dificultó el proceso al expulsar a uno de sus fundadores, J. A. Mella. Su nombre (en la actualidad símbolo del partido) podría aparecer en la historia oficial del PCC bajo la marca del “renegado” y “traidor”30. El presidente de Cuba, general Gerardo Machado, consideró como una amenaza la creación del PCC u otras organizaciones radicales y prometió perseguir a los comunistas. Ya en agosto de 1925, la mayor parte de los militantes del PCC aparecieron ante el juzgado, ya que les imputaban la preparación de una insurrección; unos trecientos dirigentes sindicales acusados de actividades bolcheviques fueron deportados31. Liberados pronto bajo fianza, los militantes tuvieron que refu-

24 Concepción Duchesne, “Las agrupaciones comunistas de Cuba y su primer congreso nacional”. Bohemia n° 28 (1975): 91. 25 “El informe de A. Sotomayor sobre Cuba”, 31 de diciembre de 1926, Moscú, en RGASPI, 495, 105, carpeta 1, ff. 38-39. 26 “Carta del Secretario General del W(C)PA a J. Mella”, 14 de noviembre de 1925, en RGASPI, Fondo 515, Inventario 1, carpeta 480, f. 28. 27 Julio A. Mella, “Los jóvenes rebeldes de ayer, comunistas de hoy”, Juventud Rebelde, 9 de enero, 1975. 28 El Partido Comunista Revolucionario fundado tras la ruptura dentro del PCA. 29 H. Echevere, “Autobiografía”, en RGASPI, 495, Inventario 190, carpeta 113, f. 53. 30 Jeifets y Jeifets, “El acusado es Julio Antonio Mella”, 64-89; Hatzky, Julio Antonio Mella, 35-70. 31 “Fundación del primer partido marxista leninista. De las memorias y relatos póstumos del doctor Alfonso Bernal”, Juventud Rebelde, 20 de agosto, 1982.

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giarse en la clandestinidad. En noviembre fueron formulados cargos contra el PCC y la Federación Obrera de La Habana por su presunta implicación en una serie de atentados terroristas. El 27 de noviembre, Mella fue encarcelado otra vez, y el 5 de diciembre anunció una huelga de hambre, que duró dieciocho días32. Esto conllevó una campaña de solidaridad con Mella desplegada en toda América Latina, que está bien recogida y descrita en la literatura33. Mientras tanto, el papel de los comunistas en la campaña se limitó a la publicación del manifiesto de protesta contra la encarcelación de los activistas. El Comité “Pro Mella” estaba compuesto de personas que tenían contactos estrechos con la actividad de la Liga Antiimperialista de las Américas (LADLA), la Universidad Popular; sin embargo, no contaba con los dirigentes del PCC. Hasta hace poco, la historiografía oficial cubana silenciaba el hecho de que, al salir de la cárcel, Julio Antonio fue acusado por el tribunal del PCC por falta de disciplina e insubordinación a las decisiones del CC, al mantener lazos personales con la burguesía en contra del proletariado; pero además, luego fue expulsado del PCC (la única historiadora cubana que trabaja en Brasil, Olga Cabrera, en su artículo publicado en México, indicó que la expulsión había sido un “error grave” cometido por el CC)34. Al mismo tiempo, el secretario del CC del PCC, Lionel Soto, describió la situación como “desacuerdos dentro del CC sobre la huelga de hambre”, aclarando que los dirigentes comunistas sólo temían por la vida de Mella. Soto desaprobó las “diferentes especulaciones a posteriori” referentes al “distanciamiento de Mella de la mayoría del Comité Central del Partido [...] La desaprobación de los actos de Mella por el Partido no cambió ni el destino del Partido, ni el destino de Mella. El acuerdo nunca ha sido publicado o difundido”35. Los motivos de Soto, que quería guardar las apariencias del “primer partido marxista-leninista de Cuba”, son evidentes. Aun así, no permiten estar de acuerdo con él: el “caso de Mella” causó una crisis profunda en el mismo PCC y lo llevó al conflicto grave con el PCM y la Comintern. Recién salido del hospital carcelario, devastado física y psicológicamente, Mella exigía una sesión extraordinaria del CC para discutir las acusaciones formuladas en su contra; sin embargo, el tribunal del PCC sesionó en ausencia de Mella negando rotundamente todos sus argumentos36. Fue el trabajo con las organizaciones del frente comunista lo que más tarde hizo del PCC una fuerza política clave de Cuba, pero en aquel momento fue considerado por los dirigentes comunistas como un crimen contra el PCC. El tribunal no tenía confianza en los “íntimos amigos” de Mella. Pero sólo con listar sus nombres, el lector que apenas conoce la historia del movimiento comunista de América Latina estará impresionado: futuros dirigentes del PCC, Jorge Vivó37 y Rubén Martínez Villena; futuros líderes de la izquierda venezolana, Gustavo Machado y Salvador de la Plaza; el peruano Jacobo 32 Pedro Luis Padrón, Julio Antonio Mella y el movimiento obrero (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1980), 138-154. 33 Sobre este punto: Yuri Pogosov, Mella (Moscú: Molodaya Gvardiya, 1968), 48-62; Daniel Kersffeld, Contra el Imperio. Historia de la Liga Antiimperialista de las Américas (México: Siglo XXI, 2012), 80-82. 34 “Acta del juicio del Partido en el caso de J. A. Mella”, en RGASPI, 495, 105, carpeta 2, ff. 13; “Carta del PCC al Secretario General de la Comintern”, en RGASPI, 495, 105, carpeta 2, f. 22; Olga Сabrera, “La Tercera Internacional y su influencia en Cuba. 1919-1935”. Sociedad/Estado n.° 2 (1989): 53. 35 Lionel Soto, La revolución del 33, t. I (La Habana: Editorial de la Osa, 1979), 363. Cursivas del documento original. 36 Mella explicaba que no tenía posibilidad de informar al CC y esclarecía que su huelga de hambre no estaba dirigida “en contra de los métodos proletarios de lucha”. “Acta del juicio del Partido en el caso de J. A. Mella”, ff. 13-14. 37 Sobre Vivó, véase en: Víctor Jeifets y Lazar Jeifets, “La odisea roja. Varias líneas al retrato político de Jorge Vivó d’Escoto”. CS n.° 14 (2014): 167-200, doi: dx.doi.org/10.18046/recs.i14.1844


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Hurwitz —futuro jefe del Comité “¡Manos fuera de Nicaragua!”—; el venezolano Carlos Aponte, militante de la lucha antidictatorial en varios países del continente38. El tribunal del PCC pronunció un veredicto severo: se prohibía al Secretario de Propaganda del CC participar en la actividad política durante tres meses y trabajar en el PCC durante tres años. El recién nacido y minúsculo partido clandestino (que en el momento de su fundación contaba con apenas 57 personas)39, que estaba obligado a cambiar durante cinco meses de existencia a varios secretarios generales, condenó al único dirigente bien conocido, no sólo en Cuba, sino en otros países del continente. Tal vez esa popularidad fue la causa desconocida que impulsó a sus colegas del PCC a perseguir la idea de su expulsión. El intelecto y carisma de Mella aparentemente asustaban a sus compañeros en el PCC. Pero no era un simple pleito por liderazgo, sino el conflicto entre obrerismo e intelectualismo, aspecto muy típico en el comunismo latinoamericano de aquella época. Mella, que sufría el ostracismo impuesto por el PCC, era al mismo tiempo perseguido por las autoridades y salió de Cuba sin informar a los dirigentes del partido, lo que fue visto como un nuevo “acto de desobediencia al CCE [Comité Central Ejecutivo] del PCC”. En México se convirtió en miembro del CC del PCM y del CE de la LADLA, trabajó en el periódico El Machete y la revista Libertador. Estas actividades motivaron protestas por parte de los dirigentes del PCC, que, con una insistencia que merecía otro buen uso, intentaban convencer al PCM y al CEIC de la justeza de la decisión tomada por los cubanos. De hecho, todos los contactos internacionales del PCC de 1926 y 1927 se centraron en el “caso de Mella”. Por suerte para Mella, el planteamiento absurdo del PCC estaba claro para muchos. El funcionario del Consejo Internacional Campesino “Banderas” (bajo este nombre trabajaba el exrepresentante plenipotenciario de la URSS en México, Stanislav Pestkovsky) en La Habana advirtió al PCC que “había cometido un suicidio”40. Lo mismo decía a los miembros del CC del PCM el dirigente del PCM R.Carrillo: “quedarán solos”, por su postura en el caso de Mella. El delegado del W(C)PA en el IV Congreso del PCM y el emisario de la III Internacional, “Stirner” (Edgar Woog), exigieron la rehabilitación inmediata de Mella41. En los primeros meses de existencia del PCC, Julio Antonio era la única fuente de información sobre la situación en Cuba para el W(C)PA. La respuesta de Charles Ruthenberg sobre este asunto fue esperadamente drástica: “Si nosotros, como comunistas, no podemos mantener buenas relaciones con las fuerzas políticas cercanas, ¿cómo podemos aspirar a atraer a las más alejadas?”42. Los comunistas estadounidenses vieron en la huelga de hambre un acto de “heroísmo” y llamaron la atención de los cubanos sobre la escasez de líderes en el PCC, explicando que tal situación “no les permitía el lujo de liberarse de una persona como Mella, [...] que en un futuro podría tener mucha importancia para el movimiento comunista en Cuba”43. Aparentemente irritado por estas posturas, el PCC, el 23 de marzo de 1926, exigió a sus correligionarios mexicanos considerar a Mella como un persona expulsada que pasó del “oportunismo y deserción” a la “traición de nuestros ideales”. El CC 38 Kersffeld, Contra el Imperio, 87. 39 “El Censo de los afiliados al Partido Comunista de Cuba”, 21 de mayo de 1927, en RGASPI, 495, 105, carpeta 8, f. 1. 40 “El informe de A. Sotomayor sobre Cuba”, f. 41. 41 “Carta de M. Gómez”, México, 4 de mayo de 1926, en RGASPI, 515, 1, carpeta 311, f. 9v. 42 “Carta del Secretario General del W(C)PA al PC de Cuba”, 15 de julio de 1926, en RGASPI, 515, 1, carpeta 917, ff. 81-82; “La respuesta del Secretario General del W(C)PA a la carta de J. A. Mella fechada el 5 de noviembre”, Chicago, 13 de noviembre de 1925, en RGASPI, 515, 1, carpeta 480, f. 26. 43 “El CC del W(C)PA al CC del PCC”, 1926, en RGASPI, 515, 1, carpeta 635, f. 66.

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del PCC insistía en que los mexicanos debían cortar toda relación con Mella44. La I Conferencia del PCC (el 20 de mayo de 1926) acusó a Mella de ser responsable de las divergencias surgidas entre la Universidad Popular, la Liga Antiimperialista y la dirección del PCC. En tal sentido, su actividad fue caracterizada como un “mellismo comunista”, “irresponsable, sospechoso y malintencionado, oportunista y amarillista”. La grandeza del personaje era tan evidente, que incluso sus adversarios tenían que aceptar: “Mella tuvo la oportunidad de bolchevizar a la ‘Liga Anti-imperialista’”. No obstante, enseguida, como si cambiaran de opinión, volvían a su idea fija: “si se hubiera sometido a la disciplina de los partidos de la I.C.”45. “El caso de Mella” se convirtió para el PCC en un obstáculo insuperable en el camino del reconocimiento oficial por parte de la Comintern. El Secretariado Latino del CEIC, en enero de 1927, discutió el asunto tres veces. Al escuchar los informes del argentino Victorio Codovilla y del delegado cubano Rafael Sainz (“Sotomayor”), elaboró un borrador de la resolución cubana del CEIC46, reconociendo como éxitos importantes del PCC la fundación de la Liga Antiimperialista, que “inició el movimiento verdaderamente de masas” y la creación de la Confederación Nacional Obrera47. El “caso de Mella” era el punto clave de la resolución. El CEIC encontró dentro del movimiento obrero cubano una equivocación, expresada en la “manera individualista” causada, por un lado, por la tradición anarcosindicalista muy fuerte, y, por el otro lado, por la psicología de los intelectuales, admitiendo que el dirigente estudiantil Mella ingresó en el PCC sin entender la necesidad de “una disciplina colectiva estricta”. Al mismo tiempo consideró como un error grave la postura del CC del PCC de no entender la necesidad de realizar “la educación comunista en vez de purificar el partido a través de las expulsiones, que convertían el Partido en una secta”. Al fin y al cabo, los altos dirigentes de la Comintern resolvieron aceptar al PCC como la sección de la III Internacional apreciando sus intentos sinceros de realizar “trabajo revolucionario y comunista”48. El 29 de mayo de 1927, el PCC anunció la rehabilitación de Mella reconociendo sus plenos derechos y obligaciones de militante. Los dirigentes del PCC se rindieron bajo la influencia del CEIC y del PCM. Con un tono irritado, la declaración de CC del PCC destacaba la importancia de la resolución de la Comintern en la revisión del veredicto49. Con la intención de guardar las apariencias en las condiciones no favorables, el PCC informó que si la misma situación se repitiera, el partido tendría que tomar las medidas establecidas por los Estatutos. Para aquel momento, Mella había vuelto de Europa, donde participó en el Congreso Antiimperialista en Bruselas y visitó la URSS. En Moscú, junto con Rafael Sainz, informó al CEIC sobre la preparación por los nacionalistas de una rebelión en Cuba, pidiendo determinar si los comunistas podrían participar. El viaje del cubano a Europa fue organizado por Stanislav Pestkovsky, pues el exdiplomático soviético participaba 44 “Copia de la carta dirigida a Rafael Carrillo”, La Habana, 23 de marzo de 1926, en RGASPI, 495, Inventario 105, carpeta 2, f. 23. Rojas Blaquier plantea que esta carta fue falseada por la Policía, pero consideramos que no hay razones para tal afirmación. Rojas Blaquier, Primer Partido Comunista de Cuba, t. 1, 58. 45 “Carta del Presídium de la I Conferencia del PCC al CC del PCM”, La Habana, 31 de mayo de 1926, en RGASPI, Fondo 495, 105, carpeta 2, ff. 44-45. 46 “Actas de reunión del Secretariado Latino”, Moscú, 6, 13 y 26 de enero de 1927, en RGASPI, Fondo 495, Inventario 32, carpeta 11, ff. 2, 12, 16. 47 “Resolución sobre Cuba”, 28 de enero de 1928, en RGASPI, 495, 105, carpeta 5, f. 6. 48 “Resolución sobre Cuba”, 28 de enero de 1928, en RGASPI, 495, 105, carpeta 5, ff. 12-13. 49 “Carta del CCE del PCC al CCE de la Internacional Comunista”, La Habana, 29 de mayo de 1927, en RGASPI, 495, 105, carpeta 8, f. 13.


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también en la discusión del asunto cubano en la Comintern. La amistad personal de Mella con personas que determinaban la política latinoamericana de la Comintern, su papel activo durante las discusiones sobre los problemas del movimiento revolucionario cubano y latinoamericano en CEIC y el Consejo Internacional Campesino (Krestintern), sin duda, influyeron en el contenido de la resolución de la Comintern. El regreso de Mella al PCC contribuyó, a fin de cuentas, a lanzar su estrategia personal de crear muchas organizaciones que estaban bajo la influencia del PCC, pero que tenían cierta autonomía. La atracción a través de estas organizaciones al movimiento comunista de representantes de diversos sectores sociales (incluso a la élite intelectual del país) convirtió el PCC en uno de los más influyentes en el continente durante las décadas de 1930 y 1940. Algunos funcionarios de la Comintern tenían dudas referentes a la personalidad de Mella, bajo la sospecha de su trotskismo, y por el viaje no autorizado a Estados Unidos. El argentino Victorio Codovilla y el venezolano Ricardo Martínez pusieron trabas para la elección del cubano en el Buró Central de la Internacional Sindical Roja, a pesar de las defensas del CC del PCM, que señalaban que Mella había luchado contra el trotskismo y había viajado a Estados Unidos para negociar con la delegación de la Unión Nacionalista, con la autorización de los dirigentes del PCM, y luego había presentado informe pormenorizado sobre las pláticas50. Aparentemente, la protesta de la sección mexicana de la Comintern fue inspirada por el mismo Mella, que en aquel momento estaba en el cargo de Secretario General del PCM. Este conflicto creó los rumores sobre la disidencia de Mella51. El acusador mayor de Mella, Victorio Codovilla, tuvo que defenderse desde Buenos Aires (donde encabezó el trabajo del SSAIC), confirmando, de hecho, la artificiosidad de las razones de cerrar las puertas de la Internacional Sindical Roja (ISR) al cubano. Entre estas, nombró el deseo de dar acceso a los órganos de dirección sindical “a los obreros organizados que tenían relaciones directas con el movimiento sindical de dicho país”, mientras que Mella “no estaba en Cuba más de dos años, no era ni líder sindical, y ni siquiera obrero”. Este argumento podría parecer lógico y objetivo, a no ser que el puesto al que aspiraba Mella lo obtuviera Ricardo Martínez, representante de una organización virtual de trabajadores, la Unión Obrera Venezolana en Estados Unidos, que no tenía acreditación por parte de los sindicatos, ni por parte del Partido Comunista de su país, por una simple razón: en aquel momento no existía. Otro argumento que hizo la candidatura de Mella “incómoda” era que “no se sabía la opinión del PCC”, mientras existía “el problema disciplinario relacionado con su expulsión”. El argentino acusó a Mella de apoyar la idea de fundar el Partido Revolucionario Nacional con base en la alianza obrera-campesina y la creación de una nueva central sindical en México, planteando que esto contradecía la política de la Comintern. A Codovilla le importaba poco el hecho de que el CEIC todavía estaba definiendo la decisión sobre ambos asuntos52. Entre 1927 y 1929, la Comintern estaba discutiendo seriamente el proyecto de creación de una alianza amplia en contra del régimen dictatorial en Cuba. Un papel importante en dicho asunto lo desempeñaba la Unión Nacionalista (UN), fundada en 1927 por los opositores a los planes de una 50 “Carta del CC del PCM al Secretariado Latino de la Comintern”, 14 de junio de 1928, en RGASPI, Fondo 495, Inventario 108, carpeta 84, f. 42. 51 Rafael Soler Martínez, “Los orígenes del trotskismo en Cuba”. Defensa de Marxismo n.° 20 (1998): s/p. La discusión del asunto en: Gary Tennant, The Hidden Pearl of the Caribbean (Londres: Porcupine Press, 2000). 52 Victorio Codovilla, “Carta al Secretariado Latino de la Comintern sobre el ‘caso de Mella’”, Buenos Aires, 18 de agosto de 1928, en RGASPI, Fondo 503, Inventario 1, carpeta 19, ff. 32-34.

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reforma constitucional propuesta por Gerardo Machado. El líder de la UN era el coronel Carlos Mendieta, rival de Machado en la lucha por ser candidato a la presidencia del Partido Liberal en 192453. Los comunistas no creían en la “fuerza revolucionaria” de los nacionalistas, pero consideraban posible cooperar con ellos, dado su prestigio entre las masas54. La dirección del PCC consideraba entonces dos opciones: sabotear el plebiscito sobre la prórroga de la presidencia de Machado o recomendar a los obreros votar por los nacionalistas. Esto, porque a la UN se le prohibía obtener el registro y participar en las elecciones en 1928; además, la segunda opción no se hizo válida. En estas condiciones cambiantes, el PCC decidió organizar una red con los comités revolucionarios para preparar una huelga política general55. A su vez, el Secretariado Político del CEIC consideró que los nacionalistas tenían perspectivas de convertirse en el centro de la unión de diferentes capas de trabajadores opositoras al machadismo, y que estaban a favor de las libertades civiles, y también vio “la jeta antiimperialista” de Mendieta (“en los ojos de las masas”). Como resultado, la Comintern exigió al PCC formar el frente revolucionario-nacionalista antiimperialista, “a base de su propio programa y reivindicaciones”. Los nacionalistas obtendrían el papel de simples participantes del frente, junto a “otras organizaciones revolucionarias de trabajadores y campesinos”. En Moscú, nadie veía la contradicción y utopía del proyecto: plantear ante el PCC (un partido con falta de experiencia política, con pocos militantes y debilidad teórica) la tarea de encabezar tal frente56. La Comintern no veía la posibilidad inmediata de una insurgencia armada e instaba al partido a “luchar firmemente contra los sentimientos golpistas”57. Sin negar la posibilidad de las insurgencias revolucionarias “en un futuro más o menos lejano”, Moscú no expresó ni una sola palabra sobre la posibilidad de proporcionar ayuda técnica y financiera para organizar la oposición antidictatorial armada. Al PCC se le ofrecía “promover la UN sin ir, al mismo tiempo, a los compromisos en cuestiones sensibles” y, paralelamente, movilizar las masas de obreros y campesinos a la lucha bajo la hegemonía comunista, “imponiendo su voluntad a todo el movimiento”58. El programa de “cooperación” era más parecido al programa de enfrentamiento, y sólo podría embrollar al PCC haciendo creer que se llevaba la lucha no tanto contra la dictadura, sino contra el movimiento opositor pequeñoburgués: el objetivo principal (el derrocamiento de Machado) se quedaba en la sombra. Para Mella, la clave de la relación con los nacionalistas radicaba en la posibilidad de organizar una rebelión en Cuba. Sus ideas insurgentes se basaban en la experiencia histórica de los pueblos latinoamericanos, que obtuvieron la independencia con las armas en la mano. Ya en mayo de 1927, en su discurso a los miembros del Directorio de los Estudiantes Universitarios, refiriéndose a los países con un fuerte movimiento antiimperialista, proponía llevar la lucha antidictatorial por medios violentos: “La libertad nacional y social no llegarán con la caridad. Vayamos a seguir el ejemplo de China, México, Nicaragua”59. Al mismo tiempo, veía la garantía de éxito en la “unifica53 Lionel Soto, La revolución del 33, 394, 415, 454. 54 “Formación del Partido Unión Nacionalista”, en RGASPI, 495, 105, carpeta 8, ff. 25-26. 55 “Informe del CCE del PCC”, 1928, en RGASPI, 495, 105, carpeta 20, f. 19. 56 “Carta del Secretariado Político del CEIC al CC del PCC”, 8 de febrero de 1928, en RGASPI, 495, 105, carpeta 10, ff. 83, 85, 87. 57 “Borrador de carta al CC del PCC”, 1928, en RGASPI, Fondo 495, Inventario 1, carpeta 10, f. 20. 58 “Carta del Secretariado Político del CEIC al CC del PCC”, f. 89. 59 Julio Antonio Mella, Documentos y Artículos (La Habana: Editora Política, 1975), 279.


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ción internacional de la lucha” tomando en cuenta la similitud de los problemas cubanos con los de Haití, Santo Domingo, Puerto Rico, México y América Central. Para el comunista Mella, los actos de rebeldía antidictatorial no eran un nuevo pronunciamiento, sino la etapa de la liberación nacional en el camino al socialismo. Esta etapa requería el trabajo conjunto con la UN, que aglutinaba grandes masas: “Para la nación la esperanza sólo puede aparecer en el movimiento nacionalista y proletario. El primer movimiento atrajo a todo el pueblo consolidado bajo sus banderas [...] y que desea las acciones en marcha, que, en este caso, serían en algún modo violentas”60. Como una de sus tareas, Mella veía importante acelerar el movimiento por la liberación nacional; por eso destacaba la unión entre los trabajadores y la conspiración nacionalista llamando a los obreros a apoyar el movimiento insurgente a través del sabotaje, la huelga, entre otros. La alianza con los nacionalistas no se consideraba como una mera participación en su insurgencia como un socio menor. Al estar convencido de la aproximación en Cuba de la revolución al “estilo clásico para la América Latina”, Mella planteaba la urgencia de convertir el PCC en una estructura capaz de dirigir una lucha antiimperialista similar al movimiento armado en contra de la intervención estadounidense en Nicaragua, desplegado por Augusto César Sandino. Creía que las masas obreras cubanas serían el factor clave en esta lucha: “Puede ser que tengamos el segundo Nicaragua en América con una sola diferencia que aquí tendremos el partido y la clase obrera más o menos organizada”61. Entendiendo las escasas posibilidades de que el PCC fuera la pieza clave de la acción armada, Mella y sus compañeros, a finales de abril de 1928, fundaron la organización que debería generar fuera del país las condiciones favorables para el éxito de los planes insurgentes: la Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos (ANERC). El objetivo de la ANERC era preparar una expedición armada desde el territorio mexicano o estadounidense, esperando que fuera respaldada por las fuerzas opositoras dentro del país62. La ANERC simbolizaba “el puente entre obreros y estudiantes que tenían que irse al exilio y [...] que en el exilio entendieron la necesidad de reunir sus fuerzas en base a los ideales socialistas para lograr la independencia de Cuba”63. La Comintern aparentemente dejó de entender la diversificación de los planes revolucionarios de Mella, para formar organizaciones del “frente comunista”, y —queriendo evitar la desviación de la disciplina comunista internacional— insistía en que los exiliados cubanos se unieran a los partidos comunistas de los países donde residían. Ahora bien, el grupo de Mella tenía sus propios recursos financieros. Tras el derrumbe de los planes del Partido Revolucionario Venezolano de una expedición en contra del dictador venezolano Juan Vicente Gómez, Mella (quien había ayudado a organizar el transporte ilegal de armas) mantuvo parte de las armas resguardadas en México64. El hecho pasó desapercibido, incluso para sus camaradas más cercanos, a excepción de Leonardo Fernández Sánchez. Al mismo tiempo, en caso de no concretarse una alianza entre el PCC y la UN, el joven revolucionario cubano planeaba actuar de manera autónoma. La expedición se preparaba en Yucatán, Veracruz u otros lugares; además, el mismo Mella buscaba una opción para volver ilegalmente a Cuba y preparar el desplie-

60 Olga Cabrera, “Julio Antonio Mella, dirigente de liberación nacional” [Artículo inédito]. 61 Julio Antonio Mella, “Carta a V. Codovilla”, París, 1927, en RGASPI, Fondo 542, Inventario 1, carpeta 18, f. 15. 62 L. Torres Hernández, “La ANERC una combativa organización antimperialista”. Bohemia n.° 23 (1975): 88-92. 63 Julio Antonio Mella, Documentos y Artículos, 435. 64 R. Rodríguez, “La forja de una amistad entrañable. Un pasaje poco conocido de Mella”. Granma 1 (1991).

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gue en la Isla. Pero al no encontrar la posibilidad, envió a Fernández Sánchez a La Habana con una misión secreta; este se reunió con el nuevo líder del PCC, Rubén Martínez Villena, el secretario general del PCC, Joaquín Valdez, y otros miembros del CC que apoyaron el plan de la lucha armada65. Tras los intentos fallidos de pactar con el “caudillo” nacionalista Mendieta, Fernández Sánchez habló con un miembro del Directorio de la UN, el general mambí Francisco Peraza Delgado, que encabezaba el grupo más radical de los nacionalistas. El veterano de la Guerra por la Libertad aprobó todas las propuestas de Mella señalando: “Yo me veo a mí mismo comunista”66. La encarcelación de Fernández Sánchez cortó todas las relaciones con el ala radical de la UN. En la prisión se enteró sobre un plan gubernamental para asesinar a Mella, y, al volver a Nueva York, notificó a su amigo sobre la partida a México de un grupo de esbirros; sin embargo, ya era demasiado tarde67. La muerte de Mella destruyó finalmente el plan de la lucha armada conjunta contra Machado; así, el PCC tuvo que volver a empezar los contactos con la UN prácticamente desde cero.

4. Replanteamiento de relaciones entre el PCC y la Comintern a finales de la década de los veinte Las discusiones sobre la UN fueron replanteadas durante la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana (Buenos Aires, 1929), cuando se discutía el nuevo giro en la estrategia de los nacionalistas: sus líderes tendían a apoyar la idea de derrumbar a Machado con la ayuda estadounidense. El PCC se indignó abiertamente por la postura de Mendieta sobre las carteras ministeriales para los comunistas, en caso de que apoyaran la revolución nacionalista, y declaró que para ellos eran más importantes la libertad de la actividad sindical y la legalización del PCC. Los comunistas cubanos concluyeron que Mendieta no tenía perspectiva política “para realizar la revolución” y terminaron sus relaciones con los nacionalistas. El funcionario argentino de la Comintern, Codovilla, apoyó tal planteamiento considerando que el PCC “no debe ayudar a una revolución democrática burguesa sostenida por el imperialismo”68. El delegado de la Comintern, Humbert-Droz, precisó la estrategia del PCC: participar en el movimiento revolucionario como una fuerza independiente, con el objetivo de convertir el movimiento en una revolución proletaria. No todos los dirigentes del PCC compartían este enfoque; la resolución del CC del 10 de marzo de 1929 decía: “Nuestras relaciones con el partido nacionalista tienen que respetar la postura del último en relación al imperialismo”69. El representante del PCC, Simjovich, en el verano de 1929, admitió que en Moscú conocían mal los asuntos cubanos. Quedaba fuera de la lógica de la Comintern la necesidad vital de derrocar a Machado, el “presidente de los mil asesinatos”, calificado de tal modo por la violencia desatada en contra de los opositores. El temor de los comunistas

65 Ana Cairo Ballester, El Movimiento de Veteranos y Patriotas (apuntes para el estudio ideológico del año 1923) (La Habana: Editorial Arte y Literatura, 1976), 97, 102. 66 Raúl Roa, La semilla en un surco de fuego (La Habana: Letras Cubanas, 1982), 238-239. 67 Leonardo Fernández Sánchez, “Julio Antonio Mella”. Bohemia n.° 24 (1970): 101-102; Hortensia Pichardo, Documentos para la historia de Cuba, t. III (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1973), 311. 68 “Plática con la delegación cubana acerca del Partido Nacionalista”, 12 de junio de 1929, en RGASPI, Fondo 495, Inventario 79, carpeta 73, f. 75. 69 “Al CC del PC de Cuba”, 1929, en RGASPI, Fondo 495, Inventario 3, carpeta 159, ff. 107-112v.


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de establecer compromisos con otras fuerzas antimachadistas llevó, al fin de cuentas, al famoso “error de agosto” de 1933, cuando se negaron la oportunidad de formar un nuevo gobierno. El ala radical de los nacionalistas, en agosto de 1931, fracasó en su intento de destruir la dictadura a través de medios violentos. Por cierto, entre los participantes del intento del golpe fallido había miembros de ANERC, incluido el doctor Aldereguía, amigo de Mella; participó también el periodista Sergio Carbó, quien había visitado Moscú durante la celebración del X Aniversario de la Revolución de Octubre, en 192770. El tiempo mostró que la Comintern se equivocó sobre el potencial de los nacionalistas; mientras que el 18 de enero de 1934, Mendieta asumió provisionalmente la Presidencia de Cuba para formar “el gobierno de concentración”, compuesto por la UN y el Partido ABC, que reprimía brutalmente al movimiento obrero y campesino. El nuevo problema en las relaciones de la III Internacional con su sección cubana surgió con respecto a la aparición del segundo PCC, “apócrifo”, en la Conferencia en Buenos Aires (Argentina). Ambos PCC pretendían ser representantes del movimiento comunista isleño, y aparentemente no había diferencias ideológicas entre ellos. Fue allí cuando salió a la luz que el SSAIC mantenía durante meses contactos con el Grupo Comunista de Guanabacoa pensando que era la sección cubana de la Comintern, e incluso financió el envío de dos militantes suyos a estudiar en Moscú. Se supo que el Grupo había intentado comunicarse con el PCM, pero los exiliados cubanos en México nunca comunicaron a nadie en la Comintern la existencia del otro PCC. A fin de cuentas, Codovilla declaró que era imposible entender si todos los miembros del Grupo “eran aventureros”; por lo que los delegados cubanos fueron autorizados a traer “personas sinceras, si hay, a las filas de nuestro Partido”. Hasta el momento de aclarar los detalles, el SSAIC congeló la relación con el Grupo de Guanabacoa. El Presídium del CEIC, a su vez, ordenó detener la lucha entre los dos PCC y llevar a cabo su unificación71. Moscú intentaba hacer cumplir sin excusas uno de los términos de la pertenencia a la III Internacional: en el país sólo puede haber un Partido Comunista, que incluya a todos los elementos revolucionarios del proletariado72. Aparentemente, Moscú deseaba corregir el error cometido por el SSAIC, que había tomado al partido “apócrifo” por el PCC. Aceptar el malentendido era más difícil que exigir la unión, mientras que la información sobre el segundo partido era muy escasa. El PCC consideraba que su actividad no había merecido la atención suficiente por el CEIC y los PP. CC., “hermanos mayores”; y eso a pesar de que los problemas claves del comunismo en la “Perla de las Antillas” fueron discutidos repetidas veces en los altos órganos de la III Internacional, y que los delegados del PCC visitaban Moscú más a menudo que los delegados de algunos partidos latinoamericanos. Aun así, la mayor parte de ellos (Mella, Fernández Sánchez, Alejandro Barreiro) no regresaban a la patria, y por eso las recomendaciones del CEIC llegaban al partido con retraso. Otros emisarios que llegaban a Cuba trabajaban allí hasta su encarcelación inevitable, que ocurría

70 Gustavo Aldereguía, “En el 50 aniversario de la expedición de Gibara”, Juventud Rebelde, 20 de agosto, 1981. Unos meses antes del asalto al Moncada, Fidel Castro platicó con Aldereguía sobre los detalles de organización del despliegue. Así, se puede hablar del uso práctico de las ideas mellistas en la revolución castrista de 1953-1959. 71 Puede consultarse: “Acta de reunión del Secretariado Político”, 13 de septiembre de 1929, en RGASPI, 495, 3, carpeta 159, f. 2; “Actas de reunión del Presídium del CEIC”, 17 y 30 de septiembre de 1929, en RGASPI, Fondo 495, Inventario 2, carpeta 4, ff. 1, 19. Así como Rojas Blaquier asegura que el segundo partido fue formado por la Policía. Angelina Rojas Blaquier, Primer Partido Comunista de Cuba, t. 1, 91-94. 72 “Plática con la delegación cubana”, f. 77.

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habitualmente al poco tiempo. Este plazo no era suficiente para tomar, junto con el PCC, decisiones cruciales en circunstancias de clandestinidad. La Comintern no siempre era capaz de dar seguimiento a sus directivas. Por ejemplo, Humbert-Droz, estando solo en Buenos Aires, averiguó que Fernández Sánchez había entregado la carta política de la III Internacional al PCC, y sobre un informe partidario enviado como respuesta73. Si Fernández Sánchez entregó la carta personalmente, esto pudo ocurrir sólo a finales de 1928. Este hecho dice mucho: hasta mayo de 1929, el dirigente del Secretariado Latinoamericano no sabía si el PCC había recibido la directriz de la III Internacional emitida el año anterior. El primer delegado oficial del Partido (Sainz) estuvo en Europa durante meses “en estado de inactividad”, según su propia estimación, después de que el PCC le declaró “la imposibilidad de regresar”74. El PCC indudablemente creía que Sainz recibiría ayuda por parte del Partido Comunista de Francia. Pero eso no era cierto, y el cubano vivía al parecer en la miseria comiendo sólo una vez al día, gracias al apoyo de viejos conocidos españoles y del uruguayo Carlos Quijano, líder de la Asociación General de los Estudiantes de América Latina. El nuevo delegado del PCC en Moscú, Simjovich, defendía con orgullo los intereses de su partido ante la Comintern, insistiendo en la necesidad de la atención más detallada, ya que las decisiones del CEIC “serían claves para el funcionamiento de nuestro partido en Cuba”75. No entendía por qué, después de superar los serios obstáculos para realizar el viaje, nadie tenía prisa por escucharlo. Al exigir la discusión urgente de la situación del PCC, propuso una serie de condiciones para su funcionamiento eficiente: financiar la compra de una imprenta y la creación del Secretariado del CC, formular las directrices sobre la creación de las organizaciones ilegales antiimperialistas, de la Defensa Obrera y la Liga de la Juventud Comunista, y ayudarle con dinero. En la postura del PCC había aparentes contradicciones. Mientras los delegados comunistas cubanos en Buenos Aires demostraban su lealtad al SSAIC, el representante del PCC en Moscú expresaba las inquietudes por la falta de atención de la Comintern. Una simple razón para ello era la discordancia entre las actitudes de la dirección del PCC en el país (que no entendía bien las concordancias de fuerzas dentro de la III Internacional) y los grupos de exiliados, que no siempre conocían la situación dentro de Cuba76. El PCC, al considerar “la vecindad de los acontecimientos revolucionarios, tal vez, clásicos para América Latina”, insistía en la necesidad de celebrar un congreso. Sin embargo, el CEIC relacionaba la celebración del fórum nacional del PCC con la participación obligatoria de un delegado del PCM como representante de la Comintern77. Esa fue la postura de Mella, apoyada por la dirección del PCM, algo que el CC del PCC veía con escepticismo. Asignar a un mexicano el cargo de observador en el Congreso (lo que había causado una euforia durante la fundación del partido), ahora se consideraba como “una señal de poca credulidad”. Los orgullosos neófitos cubanos del

73 “Acta de reunión sobre Cuba”, en RGASPI, 495, 79, carpeta 73, f. 67. 74 Ángel Sotomayor, “Carta a V. Codovilla”, París, 5 de julio de 1927, en RGASPI, 495, 105, carpeta 8, f. 34. 75 “Memorándum de A. Simjovich al Lender-Secretariado Latinoamericano del CEIC”, 13 de agosto de 1929, en RGASPI, 495, 79, carpeta 64, ff. 6-7. 76 Estas discordias aparecieron durante todo el curso de la historia del movimiento comunista latinoamericano, en aquellos países donde dos centros se ocupaban de dirigir los partidos. Los ejemplos más brillantes son las crisis en el PC de Chile durante la dictadura de Pinochet y en el PC brasileño durante el régimen militar. 77 Mella, “Carta a V. Codovilla”, f. 15.


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movimiento comunista no negaban sus errores, pero tampoco aceptaban que la Comintern y los partidos “hermanos mayores” tuvieran derecho a “mirarlos por encima de hombro”78. Los comunistas cubanos conocían muy bien la idiosincrasia de “las visitas breves turísticas” de sus correligionarios mexicanos, quienes, al estar de paso en La Habana, hacían propuestas de estrechar la relación entre el PCM y el PCC, que duraban “solamente hasta el momento cuando el barco zarpaba de nuestro puerto”79. Estas quejas aparentemente eran muy subjetivas: el PCM regularmente informaba a Moscú sobre la situación en Cuba e intentaba ayudar al PCC en el trabajo organizativo. Los delegados cubanos de la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana plantearon la necesidad del viaje a Cuba del emisario plenipotenciario del aparato central de la Comintern; sin embargo —a pesar de las promesas—, el delegado del CEIC, Mijaíl Grollman, nunca fue a la Isla80. El asunto sobre la celebración del Congreso del PCC se estancó en los despachos de la Comintern por un tiempo infinito. Aunque el CEIC no estaba en contra, tampoco hacía nada para realizar el evento. Dos años más tarde, después de la primera solicitud del PCC, el CEIC le propuso resolver el problema con recursos propios, sin dar instrucciones concretas81. Finalmente, el Segundo Congreso del PCC se realizó en 1934, después de la “Revolución de Agosto”. Los cubanos, irritados por los trámites burocráticos, propusieron cambiar el sistema de relaciones en el triángulo PCC-PCM-PC de Estados Unidos. Su plan suponía obtener las instrucciones directas de los emisarios de la sección estadounidense de la Comintern para el trabajo permanente. El PCC pedía a Moscú asignarle fondos mensuales permanentes —150 dólares para pagar la estancia del funcionario comunista norteamericano y 100 dólares para el trabajo del PCC—. En el programa de cooperación se ponía énfasis en la necesidad de realizar en Estados Unidos una campaña de propaganda sobre el viaje del presidente Coolidge a La Habana, contra el terror de Machado, y cubrir ampliamente los problemas cubanos en el Daily Worker. Las relaciones entre Nueva York, La Habana y Veracruz debían mantenerse gracias a la ayuda de los marineros comunistas82. A decir verdad, los comunistas exigían de la Comintern realizar el principio rector de sus propios Estatutos fundacionales: el manejo eficiente de toda la estructura del Partido Comunista mundial, el derecho de las secciones nacionales al apoyo de la dirección internacional. Junto a ello, al realizar esos principios se suponía el mantenimiento de la autonomía de las secciones nacionales. Y aunque en el futuro (en los años treinta y cuarenta) fue el PCC el que logró en mayor grado acercarse a este modelo, en comparación con otros partidos comunistas latinoamericanos, se trató de una excepción que afirmaba la regla: el cumplimiento de todos los principios del centralismo democrático conducía a la unificación inevitable. Esta fue precisamente una de las razones de la aniquilación de la Comintern en 1943. Varios dirigentes del PCC llegaron (por motivos diferentes) a Moscú entre 1930 y 1931: Rubén Martínez Villena, Alejandro Barreiro y Joaquín Ordoqui (este último era representante del PCC en el Buró del Caribe; tras la victoria de Castro, ocupó el puesto de viceministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, hasta que fue separado de sus cargos en 1964). Indudablemente, esta

78 Sotomayor, “Carta a V. Codovilla”, ff. 33-34. 79 “Informe del Partido Comunista cubano”, 1929, en RGASPI, 495, 105, carpeta 20, f. 19. 80 “Plática con la delegación cubana acerca del Partido Nacionalista”, f. 77. 81 “Al CC del PC de Cuba”, ff. 110-112v. 82 “Informe sobre la situación en Cuba”, en RGASPI, 495, 105, carpeta 20, f. 43.

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situación contribuyó a que la Comintern se enterara mejor de los asuntos cubanos. Al mismo tiempo, el CC del PCC se privó de sus mejores militantes por hallarse en el extranjero. Después del arresto por la Policía de un grupo de miembros del CC del PCC, el 29 de mayo de 1930, el trabajo del partido se quedó efectivamente paralizado. El Buró del Caribe tuvo que enviar a Cuba a Jorge Vivó desde Nueva York; en septiembre de 1931 ocupó el puesto de Secretario General del PCC. Desde aquel momento se mejoraron los contactos entre el PCC, la oficina regional de la Comintern y el mismo Estado Mayor de la revolución mundial. Era el inicio de una nueva fase de la historia del comunismo cubano y de la preparación del PCC para los enfrentamientos revolucionarios importantes de la década de 1930.

Conclusión A través de este estudio se han analizado las relaciones establecidas entre varios grupos de la izquierda comunista сubana desde su inserción en la órbita de la Revolución Rusa, en 1919. Este análisis deja en evidencia que el movimiento revolucionario influenciado por la Revolución Bolchevique contaba no solamente con comunistas, sino también con anarquistas, que fueron los primeros en afiliarse a la III Internacional, fundada en Moscú. Muestra al mismo tiempo que el camino hacia la “Meca comunista” era largo y espinoso. Antes de la creación del “primer partido marxista-leninista de Cuba”, los dispersos grupos comunistas intentaron fortalecer los enlaces con la Rusia Soviética y la Comintern a través de los partidos comunistas de México y de Estados Unidos. Tras la fundación del PCC en 1925, el partido tardó bastante para convertirse en la sección de la Comintern, porque la expulsión de uno de sus dirigentes, Julio Antonio Mella, puso a los comunistas cubanos en un completo desacuerdo con Moscú y los comunistas de México y Estados Unidos. El movimiento comunista internacional insistió en que las perspectivas de captar nuevos militantes y enraizarse entre las masas exigían mayor flexibilidad del PCC, y en restablecer al carismático líder estudiantil en las filas comunistas. En ese aspecto, se puede detectar una influencia decisiva y positiva de la Comintern sobre el PCC. Con el regreso de Mella y el fortalecimiento de la línea planteada por él dentro del PCC, los comunistas cubanos sentaron las bases para convertirse en una fuerza con amplias bases de apoyo capaz de desempeñar un papel importante en la vida política nacional a partir de la década de 1930.

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❧ Víctor Jeifets Profesor de la Universidad Estatal de San Petersburgo (Rusia). Egresado de la Facultad de Ciencias Sociales y Magíster en Historia por la Universidad Estatal Pedagógica Rusa. Doctor en Historia y doctor titular en Historia Universal por la Universidad Estatal de San Petersburgo (Rusia). Entre sus publicaciones más recientes se encuentran, en coautoría con Lazar Jeifets, América Latina en la Internacional Comunista, 1919-1945 (Santiago de Chile: Ariadna Editores, 2015), y “Reflexiones sobre el centenario de la participación rusa en la Primera Guerra Mundial: entre olvido histórico y los mitos modernos”. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 42, n.° 2 (2015): 177-201, doi: dx.doi. org/10.15446/achsc.v42n2.53334. jeifets@gmail.com

Lazar Jeifets

Profesor de la Universidad Estatal de San Petersburgo (Rusia). Egresado de la Facultad de Historia, Magíster en Historia y Doctor en Historia por el Instituto Pedagógico Leningradense (Rusia), y Doctor titular en Historia Universal por el Instituto de América Latina de la Academia de Ciencias de Rusia. Algunas de sus publicaciones, en coautoría con Víctor Jeifets, son América Latina en la Internacional Comunista, 1919-1945 (Santiago de Chile: Ariadna Editores, 2015), y “The International Insertion of the Communist Left-Wing anti-Gómez Tendency of the Venezuelan Exiles, the First Years”. Revista Izquierdas n.° 25 (2015): 1-28, doi: dx.doi.org/10.4067/S0718-50492015000400001. jeifets@gmail.com


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La Internacional Comunista y los comienzos del Secretariado Sudamericano a través de la sistematización regional del proceso de bolchevización❧ Víctor Augusto Piemonte

Universidad de Buenos Aires, Argentina doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit64.2017.06

Artículo recibido: 06 de octubre de 2016/ Aprobado: 07 de febrero de 2017/ Modificado: 10 de marzo de 2017

Resumen: El Secretariado Sudamericano (SSA) de la Internacional Comunista (IC) fue creado a comienzos de 1925, con el objetivo de reforzar los lazos entre los movimientos obrero y campesino de Sudamérica y Moscú. De gran relevancia para el desarrollo del comunismo en la región, el SSA no resultó destinatario de estudios específicos que lo tuvieran como centro del análisis. Este artículo propone que, si bien la IC se propuso desde un principio ejercer una marcada injerencia sobre el Secretariado, los partidos sudamericanos se mostraron orgullosos de sus márgenes de independencia respecto de Moscú y forjaron una relación de competencia con los agentes que enviaba la IC. La reconstrucción analítica de los términos teórico-prácticos en que tuvo lugar la recepción de la orden de bolchevizar los partidos comunistas integrados en el SSA permite dar cuenta de esta situación compleja. Palabras clave: Imperialismo (Thesaurus); Internacional Comunista, Secretariado Sudamericano, partidos comunistas, bolchevización, organización celular (Autor).

The Communist International and the Beginnings of the South American Secretariat through Regional Systematization of the Bolshevization Process Abstract: The South American Secretariat (SAS) of the Communist International (CI) was created in early 1925 for the purpose of reinforcing the ties between the workers and farmers movements of South America and Moscow. Despite its great relevance for the development of communism in the region, no specific studies were done on the SAS as the central subject of analysis. This article argues that even though the Communist International always sought to exert a marked influence on the Secretariat, the parties in South America were proud of their relative independence from Moscow and forged a competitive relationship with agents sent by the CI. The analytical reconstruction of the theoretical-practical terms in which they received the order to Bolshevize the SAS Communist parties helps to explain this complex situation. Keywords: Imperialism (Thesaurus); Communist International, South American Secretariat, Communist parties, Bolshevization, cellular organization (Author).

A Internacional Comunista e o início do Secretariado Sul-americano por meio da sistematização regional do processo de bolchevização Resumo: o Secretariado Sul-americano (SSA) da Internacional Comunista (IC) foi criado no início de 1925 com o objetivo de reforçar os laços entre o movimento operário e camponês da América do Sul e o de Moscou. De grande relevância para o desenvolvimento do comunismo na região, o SSA não resultou objeto de estudos específicos que o tivesse como centro de análise. Este artigo propõe que, embora a IC tenha se ❧ Este artículo es parte del proyecto de doctorado realizado por el autor y financiado por el CONICET.


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proposto desde um princípio a exercer uma marcada intervenção sobre o SSA, os partidos sul-americanos se mostraram orgulhos de suas margens de independência a respeito de Moscou e estabeleceram uma relação de concorrência com os agentes que a IC enviava. A reconstrução analítica dos termos teórico-práticos em que aconteceu a recepção da ordem de bolchevizar os partidos comunistas integrados no SSA permite entender essa situação complexa. Palavras-chave: Imperialismo (Thesaurus); Bolchevização, Internacional Comunista, Organização Celular, Partidos Comunistas, Secretariado Sul-americano (Autor).

Introducción La derrota del intento revolucionario alemán en octubre de 1923 trajo aparejado el enaltecimiento del modelo de partido diseñado por los bolcheviques con vistas a la toma del poder1. De este modo, a partir de mediados de 1925 se dispuso en Moscú que, a fin de que la Internacional Comunista (IC) fuera convertida en un “Partido Bolchevique universal imbuido de leninismo”2, las secciones afiliadas debían “bolchevizarse”. La bolchevización implicó, en esencia, la homogeneización ideológica de los partidos comunistas y su organización con base en células de fábrica y de calle consistentes en grupos de tres a veinte personas. La fase de estabilización que se encontraba atravesando el capitalismo planteaba al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista (CEIC) la cuestión referida a la plausibilidad de la bolchevización, en un contexto en que el movimiento obrero internacional veía en casi todo el mundo aletargar su marcha hacia la emancipación. El momento se presentaba propicio para la “acumulación de fuerzas”, con vistas a la preparación de un gran proceso de luchas posterior3. En este sentido, con motivo de la realización de su V Congreso, entre junio y julio de 1924, la IC resolvió que sus secciones nacionales sentarían las bases para conducir un proceso interno de bolchevización de las estructuras partidarias. Como parte de la compleja estructura que pretendía conducir el desarrollo del movimiento comunista4 en un plano internacional, resultó creado a comienzos de 1925 el Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista (SSA), con el objetivo de reforzar los lazos entre los movimientos obreros y campesinos de Sudamérica y Moscú. En el momento de comenzar las planificaciones para la formación del SSA existían partidos comunistas en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. Se destacó igualmente la

1 Edward Hallett Carr, “El V Congreso de la Internacional Comunista”, en V Congreso de la Internacional Comunista (17 de junio - 8 de julio de 1924): primera parte, editado por Internacional Comunista (Córdoba: Cuadernos de Pasado y Presente, 1975), 5-6. Vale recordar que hasta ese momento, la IC se mantuvo más permeable a los debates y propuestas nacidos al calor de las necesidades prácticas de otros partidos distintos del ruso. Tal el caso del Partido Comunista de Alemania, conducido por Paul Levi, y su configuración, entre marzo de 1920 y enero de 1921, de la táctica del frente único. Véase: Miloš Hájek, Historia de la Tercera Internacional. La política de frente único (19211935) (Barcelona: Crítica, 1984 [1969]), 15-80; Daniel Gaido, “Paul Levi y los orígenes del comunismo alemán: el KPD y las raíces de la política de Frente Único (enero 1919-marzo 1921)”. Revista Izquierdas n.° 22 (2015): 20-47. 2

Internacional Comunista, ed., V Congreso de la Internacional Comunista (17 de junio - 8 de julio de 1924): segunda parte (Córdoba: Cuadernos de Pasado y Presente, 1975), 60.

3 Dmitri Manouilsky, “Les enseignements de la crise tchécoslovaque”, L’Internationale Communiste. Organe du Comité Exécutif de L’Internationale Communiste [n.° 1], julio, 1925, 18. 4 Se utiliza aquí la categoría “movimiento comunista”, no para referir al conjunto de las corrientes que integraron el amplio espectro de las izquierdas marxistas, sino en el sentido preciso que refiere “a la matriz tercer-internacionalista”. Massimo Modonesi, “El bosque y los árboles. Reflexiones sobre el estudio del movimiento socialista y comunista en América Latina”, en El comunismo: otras miradas desde América Latina, coordinado por Elvira Concheiro, Massimo Modonesi y Horacio Crespo (México: UNAM, 2007), 62.


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importancia de contar con la participación de los comunistas carentes de partidos afiliados a la IC en el resto de los países sudamericanos. Se propone aquí que el motivo para la conformación de un organismo subsidiario de la IC residió principalmente en el proceso centralizador consolidado a partir de la bolchevización, impuesto en un contexto signado por la doctrina del “socialismo en un solo país” y el avance del imperialismo norteamericano. Esta situación permite entender el hecho de que la IC se haya lanzado a crear un organismo exclusivo de América del Sur, incluso antes de reconocer la importancia relativa de Latinoamérica, lo que ocurrió finalmente en 1928. El VI Congreso de la IC, celebrado en 1928, marcó un hito en la consideración de Moscú acerca del comunismo latinoamericano, dando lugar al llamado “descubrimiento de América”. No obstante, los comunistas sudamericanos llevaban dos años forjando una experiencia organizativa integral propia, y lo hacían encabezados por el Partido Comunista de la Argentina (PCA), que hasta entonces había demostrado intenciones de conservar cierta autonomía respecto de la Unión Soviética. La planificación teórica del CEIC para el SSA no siempre era correspondida en los hechos. Durante sus primeros años de existencia, los partidos sudamericanos gozaron de márgenes de independencia respecto de Moscú y forjaron una relación de competencia con los agentes que enviaba la IC5. La disposición a analizar la conveniencia de la aplicabilidad de los grandes lineamientos programáticos de la IC en las remotas regiones sudamericanas se vio incrementada desde la jefatura del SSA, ejercida por José Penelón, figura eminente del PCA, propenso a privilegiar sobre el internacionalismo, el desarrollo de un trabajo nacional del comunismo. En este sentido, y a diferencia de lo sostenido por el exjefe de la Agencia de Noticias Telegráficas de la Unión Soviética en Buenos Aires, Isidoro Gilbert, si bien se considera aquí que la bolchevización implicó indefectiblemente la rusificación de los partidos sudamericanos, es necesario entender qué lejos se estaba todavía de encontrar en los primeros años de su implementación la realización de una “subordinación absoluta”6. La hipótesis de este trabajo es, por tanto, que antes de ingresar de manera plena en el radar del CEIC, el comunismo sudamericano llevó adelante una experiencia de organización regional signada por un interés estratégico que no significó, en primera instancia, la pérdida de cierta autonomía relativa, que por entonces disfrutaban las primeras secciones sudamericanas; en esta hipótesis —a pesar del enorme acervo documental puesto al servicio de este sentido— se procura reconstruir y analizar los términos teórico-prácticos en que 5 Algunos estudios desarrollados en esta línea de análisis sobre los dos partidos más importantes de la región durante el período abordado por Olga Ulianova, “Develando un mito: emisarios de la Internacional Comunista en Chile”. Historia 41, n.° 1 (2008): 99-164; “El Partido Comunista chileno durante la dictadura de Carlos Ibáñez (1927-1931): primera clandestinidad y ‘bolchevización’ estaliniana”. Boletín de la Academia Chilena de la Historia n.° 111 (2002): 385-436; Olga Ulianova, “Primeros contactos entre el Partido Comunista de Chile y Komintern: 1922-1927”, Chile en los archivos soviéticos 1922-1991, t. 1. Komintern y Chile 1922-1931, editado por Olga Ulianova y Alfredo Riquelme Segovia (Santiago de Chile: LOM, 2005), 93-110; y por Víctor Augusto Piemonte, “Lucha de facciones al interior del Partido Comunista de la Argentina hacia fines de los años veinte: la ‘cuestión Penelón’ y el rol de la Tercera Internacional”. Cuadernos de Historia n.° 43 (2015): 31-58, doi: dx.doi.org/10.4067/ S0719-12432015000200002; “La compleja relación entre la dirección del Partido Comunista de la Argentina y la representación de la Comintern ante la ruptura de 1928”. Políticas de la Memoria. Anuario de Investigación del CeDInCI n.° 16 (2015/16): 236-244; “Comunistas oficiales y extraoficiales en competencia: el rol asignado a la Internacional ante el surgimiento de la facción ‘chispista’ del PC de la Argentina”. Archivos de Historia del Movimiento Obrero y la Izquierda n.° 5 (2014): 93-112; “La Internacional Comunista y su Sección Argentina: discordia en torno del ‘frente único’ a comienzos de la década de 1920”. Revista Izquierdas n.° 19 (2014): 172-193. 6 Isidoro Gilbert, El oro de Moscú. Historia secreta de la diplomacia, el comercio y la inteligencia soviética en la Argentina (Buenos Aires: Sudamericana, 2007), 45.

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tuvo lugar la recepción de la orden de bolchevizar los partidos comunistas integrados en el SSA. Tal como señala Serge Wolikow7, la historiografía de las últimas décadas que se ha volcado al estudio del comunismo puso su atención en las experiencias nacionales, antes que en las prácticas organizativas internacionales del movimiento comunista. Por su parte, Lazar y Víctor Jeifets afirman que, respecto al conocimiento actual sobre la IC, los investigadores en la actualidad continúan, en términos generales, habitando en penumbras y sin poder desprenderse de inexactitudes ideológicas propias de los protagonistas del pasado8. En efecto, la apertura de los archivos soviéticos sienta las bases para el análisis privilegiado del carácter internacional del comunismo en los años de la IC. Pero existen también publicaciones de primer orden que contribuyen de manera enorme a reconstruir analíticamente los procesos políticos abordados, y que no siempre han sido destinatarias de estudios exhaustivos. En especial, el órgano oficial del SSA, La Correspondencia Sudamericana, constituye un recurso heurístico de vital relevancia para el tratamiento de las problemáticas aquí planteadas.

1. El Partido Comunista de la Argentina: guía regional de la bolchevización La redacción de la resolución por la cual la IC aceptaba formalmente en 1921 la incorporación del PCA había recaído en uno de los fundadores del PC de Suiza y jefe del Secretariado Latino del CEIC, Jules Humbert-Droz. Cuatro años más tarde, Humbert-Droz recordaba que la fidelidad de los comunistas argentinos al bolchevismo se remontaba a la campaña contra la guerra impulsada por Lenin, con anterioridad al triunfo de la Revolución de Octubre9. Los comunistas argentinos encontraban así un aliado de peso para revalidar ante Moscú el lugar de privilegio que habían ganado: el PCA seguía siendo el interlocutor principal de la Unión Soviética en el sur del continente americano. Así fue como Humbert-Droz envió, en febrero de 1925, una carta al PCA comunicando la intención del CEIC de ocuparse de la situación de los partidos comunistas sudamericanos. Con tal propósito, se decidió promover la creación del SSA, que debía funcionar a partir del 1° de marzo como correa de transmisión entre la IC y sus secciones sudamericanas. El SSA rendía cuentas al CEIC, del que recibía las tácticas y directivas a partir de las cuales debía realizar su trabajo cotidiano. La Comisión de Presupuesto de la IC aprobó un desembolso de dinero para financiar el sostenimiento del SSA, incluidos el pago de salarios de los delegados y una cantidad extraordinaria para contribuir al lanzamiento de la revista quincenal que publicaba en Buenos Aires10. La táctica del frente único fue diseñada para favorecer la unidad de los trabajadores por abajo, quitándoles fuerza a los líderes socialdemócratas11. En el SSA reconocían que los intentos por forjar el frente único no habían obtenido los resultados esperados, ya que el grueso de los traba7 Serge Wolikow, “Alle origini della galassia comunista: l’Internazionale”, en Il secolo dei comunismo, editado por Michel Dreyfus, Bruno Groppo et al. (Milán: Marco Tropea Editore, 2001), 206. 8 Lazar Jeifets y Víctor Jeifets, “Pora otkazat’sia ot tendentsioznosti i naivnosti”. Latinskaia Amerika n.° 4 (1995): 110-114. 9 Jules Humbert-Droz, “Al C.E. del P.C. de la Argentina”, Moscú, enero de 1925, en Biblioteca del Congreso de la Nación Argentina (BCNA), Buenos Aires-Argentina, Archivo de la Internacional Comunista (AIC), rollo 3, sección 19 [Los documentos consultados en este archivo se encuentran microfilmados]. 10 Jules Humbert-Droz, “Comité Exécutif du Parti Communiste Argentin”, 16 de febrero de 1925, en BCNA, AIC, rollo 3, sección 19. 11 Internacional Comunista, V Congreso de la Internacional, 53.


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jadores sudamericanos permanecía impermeable a la propuesta comunista. Una causa central de este fracaso era encontrada en la falta de organicidad con que se conducían los partidos, pues todas las secciones sudamericanas necesitaban reforzar su trabajo sobre la coordinación de sus agrupaciones y militantes, y favorecer la formación de cuadros idóneos12. La IC esperaba remediar esta situación adversa y crear las condiciones para desarrollar el potencial revolucionario de las masas obreras y campesinas de Sudamérica, las cuales debían recibir una adecuada educación política, a fin de contribuir a la formación de verdaderos partidos comunistas. Entre sus prácticas habituales, en las vísperas de los congresos que debían celebrar las secciones sudamericanas, el CEIC se permitía opinar y brindar directivas respecto de la línea política y las tareas urgentes que debían asumir. Sobre la base de los informes escritos presentados por los delegados, el CEIC tomaba conocimiento del orden del día trazado para los próximos congresos y diseñaba directivas políticas precisas para su discusión, en función de los análisis sobre la realidad sociopolítica de sus países. Las ocupaciones del SSA incluían propender al mejoramiento en la formación comunista de dirigentes y afiliados, y la coordinación del trabajo de las secciones sudamericanas, por lo que se impulsó la creación de una revista en castellano destinada al análisis del movimiento revolucionario en América Latina. Así nació La Correspondencia Sudamericana, publicación quincenal financiada por la IC que se editó en Buenos Aires a partir del 15 de abril de 1926. En la declaración de intenciones que abría el número inaugural de la revista se dejaba constancia en la primera línea sobre la importancia de contribuir a la formación teórica de los militantes sudamericanos: “Nuestro inolvidable maestro, Lenin, nos decía que sin teoría revolucionaria no podía existir un verdadero Partido Comunista, un verdadero partido de vanguardia. LA CORRESPONDENCIA SUDAMERICANA se propone dar a nuestros Partidos y militantes de Sud América esa capacitación teórica que contribuya eficazmente a hacer de ellos verdaderos bolcheviques”13. Como parte de la concepción leninista que se buscaba impartir a los partidos comunistas, la homogeneización ideológica contenida en la campaña de bolchevización implicó también la supresión de las facciones intrapartidarias. Vale recordar que en su X Congreso, celebrado en 1921, el Partido Bolchevique había adoptado el fin de la existencia de disidencias internas14. Esta resolución otorgaba al Comité Central la facultad de expulsar a aquellos miembros que hubieran sido encontrados culpables de faccionalismo. La homogeneización ideológica comenzó a ser implantada internacionalmente a través del II Congreso de la IC. A partir de entonces, en todos los partidos comunistas del mundo se acentuó “la tendencia a la centralización y a la idealización de la disciplina”15. La implementación de esta centralización sistematizada en Sudamérica quedó claramente expuesta cuando se produjo la ruptura “chispista” en el PCA en 1925, y se vio confirmada en la lucha contra el ala “socialdemócrata” del Partido Comunista de Chile (PCCh), un año más tarde.

12 “Lucha por el Frente Único en los Países Sud-Americanos”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n° 12], 30 de septiembre, 1926, 1. 13 “Propósitos”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n.° 1], 15 de abril, 1926, 1. Mayúsculas del documento original. 14 Véase: Simon Pirani, The Russian Revolution in Retreat, 1920-24. Soviet Workers and the New Communist Elite (Londres/Nueva York: Routledge, 2008), 90-114. 15 Claude Pennetier y Bernard Pudal, “Dal partito bolscevico al partito staliniano”, en Il secolo dei comunismi, editado por Michel Dreyfus, Bruno Groppo et al. (Milán: Marco Tropea Editore, 2001), 341 [traducción del autor].

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De igual modo, la bolchevización supuso “una actitud de desconfianza”16 hacia los intelectuales que tomaban posición en el campo de la izquierda revolucionaria y que podían introducir en el partido elementos de la ideología pequeñoburguesa. El sábado 27 de junio de 1925 comenzaron las sesiones del Comité Ejecutivo Ampliado del PCA, en donde se dio a conocer el informe realizado por Codovilla, presente en el último Ampliado Internacional de Moscú, a propósito de las cuestiones allí tratadas, donde destaca en particular la bolchevización de los partidos comunistas. Por su parte, Penelón se ocupó de preparar un informe relativo a la aplicación de la bolchevización en el entorno específico en que se hallaba inserto el PCA. El CE Ampliado decidió aconsejar a las células y los centros del partido la lectura pormenorizada y el intercambio de opiniones a propósito de la Carta Abierta de la IC, con el objeto de confirmar en la práctica la aceptación de la resolución en favor de la bolchevización, cuya adopción concreta dependía de la formación previa de una ideología homogénea y de la profundización en la reorganización celular del partido. La primera vez que en el órgano del SSA se hizo mención de la aplicación práctica del proceso de bolchevización tuvo lugar a propósito de la experiencia argentina, presentada como exitosa “en todos los órdenes de la actividad revolucionaria”17. Sin embargo, esta afirmación no era sustentada en función de la penetración que el partido había logrado en el movimiento obrero, sino que se apoyaba en el leve mejoramiento de los resultados electorales obtenidos en la ciudad de Buenos Aires, donde pasó de conseguir 3.194 sufragios en 1924 a 4.389 en 1926, registrando un incremento del 40,5% en su caudal de votos18. Se ratificaba, mediante estos datos, la apreciación cominternista acerca de las ventajas electorales contenidas en la organización basada en células. Pero, además, el PCA había hecho una modificación importante a las resoluciones de la IC, limitando los alcances prácticos de la organización celular. Entendiendo que las células de calle corrían el riego de reproducir los centros existentes, la dirección del PCA decidió revisar las disposiciones acordadas por su propio Congreso Nacional y optó por concentrar el trabajo de reorganización en las células de fábrica. La causa residía en la poca preparación y el bajo compromiso de muchos afiliados, y además, las células de fábrica efectivamente organizadas, por su parte, eran pocas y mayoritariamente heterogéneas19. No obstante, esto no devaluaba la consideración de que el PCA era quien, contando con la “mejor preparación teórica y política”20, se encontraba en posición de conducir el proceso por la educación comunista que debían encarar los PP. CC. sudamericanos. La dirección del PCA

16 Gerardo Leibner, Camaradas y compañeros. Una historia política y social de los comunistas del Uruguay (Montevideo: Trilce, 2011), 35. 17 “Los progresos del Comunismo en la Argentina”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n.° 1], 15 de abril, 1926, 27. 18 De igual modo, se mostraba como un triunfo por considerar el hecho de que en la sección tercera de la Provincia de Buenos Aires, el PCA pasó de 250 a 547 votos. “El aumento de las fuerzas comunistas en la Argentina”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n.° 2], 30 de abril, 1926, 28-30. 19 “Comité Ejecutivo Ampliado. Informe del compañero Penelón en el C.E. Ampliado sobre la bolchevización de nuestro partido”, Buenos Aires, 30 de junio de 1925, en BCNA, AIC, rollo 3, sección 24. 20 Jules Humbert-Droz, “Comité Exécutif du Parti Communiste Argentin”, Moscú, 16 de febrero de 1925, en BCNA, AIC, rollo 3, sección 19.


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ejercería un trabajo consultivo y un control sobre el trabajo del SSA21. Esta situación determinó el hecho de que la IC fijara en Buenos Aires la residencia del SSA. El CEIC designó de manera unilateral al principal fundador del PCA, José Penelón, en el cargo de secretario del nuevo organismo. En su intención de supervisar de manera directa y constante las tareas del SSA, el CEIC exigía a los partidos de la región que remitieran a Penelón sus publicaciones, correspondencia e informes para que pudieran ser destinados a su vez a Moscú. La preponderancia del PCA llevaba a que, por ejemplo, fuera el secretario general del PCA, Pedro Romo, quien escribiera los informes referidos al imperialismo y la producción agrícola en Paraguay22. El CEIC envió a Argentina una carta fechada el 12 de mayo de 1926 y firmada por Ercoli (seudónimo del comunista italiano Palmiro Togliatti), cuyo tema central era el trabajo de bolchevización llevado a cabo por el CE del PCA, de manera especial a partir de la ruptura de la corriente “chispista” y la subsiguiente conformación del Partido Comunista Obrero. La carta fue confeccionada a partir de los informes y documentos que habían enviado los delegados argentinos a Moscú. Afirmando que la dirección del PCA había hecho una acertada lectura de la carta abierta —que le había enviado en enero de 1925 para manifestar los lineamientos centrales con base en los cuales debía ser conducido el proceso de bolchevización23—, el CEIC entendía que la experiencia argentina brindaba lecciones para el conjunto de las secciones sudamericanas. Los objetivos que se debían alcanzar en esta nueva etapa de la configuración del PCA eran: realizar una autocrítica del viejo programa y dotar al partido de un nuevo programa que contemplara las reivindicaciones inmediatas de las masas trabajadoras, avanzar en la reorganización del partido en células, luchar contra las desviaciones y los resabios anarquistas que redundaban en faccionalismos y atentaban contra la unidad ideológica del partido, y ampliar su influencia entre los obreros. En la perspectiva del CEIC, el PCA se encontraba cumpliendo “un buen trabajo en todos esos dominios”, lo que permitía a la sección argentina contar con “una base segura para el desenvolvimiento de un Partido Comunista de masas”24. La adopción de la estructura celular, como forma de organizar el trabajo cotidiano de los militantes de base, fue uno de los primeros y más significativos cambios dirigidos en ese sentido. Las instrucciones para la bolchevización llegaron a las secciones del SSA con unos pocos meses de diferencia, respecto de sus homólogas europeas, y si bien desde las páginas de La Correspondencia Sudamericana se objetó en numerosos casos la falta del desarrollo de estructuras celulares indispensables para conducir el proceso de centralización rusificada, lo cierto es que en la misma situación se encontraba por entonces gran parte de los partidos comunistas del mundo25. Para Codovilla, la organización celular en el PCA no sólo era posible, sino antes que todo necesaria, ya que había dado muestras de ser la garantía para dotar al partido de “una base genuina21 Humbert-Droz, “Carta al Comité Ejecutivo del Partido”. 22 Pedro Romo, “Sobre el imperialismo en el Paraguay”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n° 5], 15 de junio, 1926, 15-17. 23 Véase: Daniel Kersffeld, “‘Chispismo’ y comunismo: crónica de una disidencia en la izquierda argentina de los años ‘20”. Revista Estudios 26, n.° 1 (2013): 63-86. 24 CEIC, “Carta del Presidium de la Internacional Comunista al Partido Comunista de la Argentina”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n° 7], 15 de julio, 1926, 2. 25 Olga Ulianova, “Cuando los archivos hablaron (Evolución de la estructura organizativa, de la doctrina y línea política del Komintern a partir de sus archivos)”, en Chile en los archivos soviéticos 1922-1991, t. 1. Komintern y Chile 19221931, editado por Olga Ulianova y Alfredo Riquelme Segovia (Santiago de Chile: LOM, 2005), 35 [nota 77].

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mente proletaria” al provocar en los afiliados el convencimiento de estar “realizando una actividad útil y con una finalidad superior”26. El PCA había logrado así duplicar sus filas en el lapso de un año y medio, siendo que, de la totalidad de los afiliados, un 45,16% ya integraban el partido, en tanto que el 54,84% restante se había incorporado con posterioridad al inicio de la reorganización del partido. El partido mostraba además homogeneidad ideológica, según se desprendía de los debates mantenidos durante la Segunda Conferencia Regional de Buenos Aires27.

2. Las secciones de Chile, Brasil y Uruguay bajo la óptica del SSA Según los términos trazados por el jefe de la IC, Grigori Zinóviev, el PCA se encontraba más próximo a pertenecer al grupo de aquellos partidos integrados en la IC que conducían “luchas más o menos agudas y a masas considerables”, que al grupo de partidos “que están aún en el período propagandístico, y dan sus primeros pasos destinados a reunir a las masas bajo las banderas del comunismo”28. De este último segmento formaban parte los partidos comunistas de Brasil, Chile y Uruguay. Por ejemplo, el PC de Uruguay (PCU) fue fundado el 21 de septiembre de 1921. El desarrollo industrial se hallaba muy poco extendido en Uruguay, el proletariado industrial apenas existía, y era marcado el predominio de la pequeña industria basada en el trabajo artesano. Se trataba de un país de perfil agrícola-ganadero, en donde “el proceso de diferenciación de las diversas clases sociales es muy lento”29. En La Correspondencia Sudamericana se dio a conocer un fragmento del informe enviado por el PCU al SSA, firmado por su Secretario General, Eugenio Gómez, en donde se reconocían la extrema fragilidad y la profunda dispersión que por entonces padecía el movimiento obrero de ese país, el cual contaba con cerca de 6.500 obreros sindicalizados, de una población total que se aproximaba a los dos millones de habitantes. El estado embrionario de la organización obrera se traducía en la ausencia de sindicatos de industria y en la proliferación de numerosas agrupaciones de oficio —dominadas por el anarcosindicalismo—, que se concentraban en la Unión Sindical Uruguaya y en la Federación Obrera Regional Uruguaya30. No obstante, el PCU también daba algunas señales de crecimiento a través de su desempeño electoral. Habiendo obtenido 2.966 votos en 1922, pasa a hacerse con un total de 4.838 sufragios en 1925, logrando dos bancas en la Cámara de Diputados de la Nación y cuatro diputaciones departamentales. Pero lo más importante era que una parte significativa de los 4.011 votos logrados en Montevideo por los comunistas provenían de “secciones netamente obreras”, en las cuales el par26 Victorio Codovilla, “Informe al VII Congreso”, reproducido por Emilio Corbière, en Orígenes del comunismo argentino (El Partido Socialista Internacional) (Buenos Aires: CEAL, 1984), 118. 27 “De la Vida Proletaria y Comunista Sudamericana”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n.° 11], 15 de septiembre, 1926, 31-32. 28 Grigori Zinóviev, “Tesis sobre la bolchevización de los partidos de la Internacional Comunista adoptadas por el V° Pleno Ampliado del Ejecutivo de la Internacional Comunista”, en Internacional Comunista, V Congreso de la Internacional Comunista (17 de junio - 8 de julio de 1924). Segunda parte (Córdoba: Cuadernos de Pasado y Presente, 1975), 186. 29 Jules Humbert-Droz, “Carta del C.E. de la Internacional Comunista al Partido Comunista del Uruguay”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n.° 18], 31 de diciembre, 1926, 1. 30 “La situación del Movimiento Obrero en el Uruguay”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n.° 1], 15 de abril, 1926, 19-21.


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tido pasaba de 903 votos a 1.630, lo que representaba un incremento del 180,5% en el transcurso de tres años31. Estos resultados electorales llevaban al SSA a suponer que la sección uruguaya de la IC estaba demostrando transitar, paulatina pero rigurosamente, la senda de la proletarización. Bajo la óptica del SSA, el PC de Uruguay demostró una vez más estar conduciendo con éxito su bolchevización cuando, al señalar los errores cometidos por el diputado comunista Celestino Mibelli —bajo el influjo de una mentalidad pequeñoburguesa—, le exigió la renuncia a su banca. En las sesiones del Comité Ejecutivo Ampliado participaron el delegado de la IC, Boris Mijailov32, y el delegado del SSA, Rodolfo Ghioldi. Para su ratificación, la resolución del Comité Ejecutivo Ampliado fue puesta bajo consideración de las células. El caso Mibelli arrojaba luz sobre la necesidad imperiosa de purgar de las filas del PC uruguayo a sus miembros no comunistas. Pero, antes de pasar a la liquidación de aquellos comunistas que sufrían “desviaciones de distinto orden”, era advertida la importancia de efectuar antes un proceso clave para una adecuada bolchevización, consistente en el trabajo de capacitación de los partidos. Sólo por ese medio se estaría en condiciones de “constatar claramente cuáles son los militantes que pueden ser ganados a la causa comunista y cuáles son los que deben sufrir esas depuraciones”33. Por su parte, el PCCh, fundado en enero de 1922, fue criticado por el SSA a causa de su carácter fuertemente electoralista y la tendencia derechista impulsada por el grueso de la fracción parlamentaria. No obstante, la dirección del SSA confiaba en que no fuera necesario tomar medidas disciplinarias que llevaran a la expulsión de los parlamentaristas. Entendiendo que se trataba de un error de concepción ideológica provocado por la falta de una adecuada formación política, se propuso como medio de corrección el trabajo metódico destinado a la formación de cuadros34. Penelón se había ocupado de comunicar a la dirección del PC chileno la necesidad de que adoptaran las indicaciones pertinentes para organizar el frente único proletario, luchar por la unidad sindical y trabajar en favor de la afiliación de obreros no organizados. Entre las directivas señaladas, a fin de conducir a la sección chilena por la senda de la bolchevización, no se explicitaba la importancia de basar la organización en células. El SSA había elegido al argentino Miguel Contreras para supervisar durante el lapso de un mes las acciones tomadas por los comunistas chilenos en el partido y en el movimiento sindical. Se esperaba que la presencia de Contreras contribuyera a preparar la celebración de los congresos del PC chileno y de la Federación Obrera de Chile, originalmente planeados para el mes de diciembre35. 31 Homero Peyrot, “Los Partidos Políticos y las Clases en el Uruguay”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n.° 2], 30 de abril, 1926, 14-15. 32 El revolucionario ruso Boris Mijailov realizó trabajos de supervisión entre los comunistas sudamericanos en 1926 y 1927, utilizando los seudónimos “Raymond” y “Williams”, con los cuales es referida su persona en los documentos soviéticos y en la prensa comunista de Sudamérica. Véase Lazar Jeifets, Víctor Jeifets y Peter Huber, La Internacional Comunista y América Latina, 1919-1943. Diccionario biográfico (Moscú/Ginebra: Instituto de Latinoamérica de la Academia de Ciencias/Institut pour l’histoire du communisme, 2004), 213-214. 33 “De la Vida Proletaria y Comunista Sudamericana”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n.° 11], 15 de septiembre, 1926, 30. 34 “Carta abierta del Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista a todos los miembros del Partido Comunista de Chile con motivo del próximo Congreso”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n.° 16], 30 de noviembre, 1926, 3-13. 35 José Penelón, “Carta del Secretario del SSA José Penelón a los Secretarios del CE de Komintern J. Humbert-Droz y P. Togliatti (Ercoli), 09.11.1926”. Reproducido en Chile en los archivos soviéticos 1922-1991, t. 1. Komintern y Chile 1922-1931, editado por Olga Ulianova y Alfredo Riquelme Segovia (Santiago de Chile: LOM, 2005), 169-170.

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Hasta entonces, el SSA había recogido las observaciones de la IC acerca de que el PCCh no había en realidad dado ningún paso hacia su bolchevización. Lejos de organizarse en células de fábricas, seguía organizado con base en asambleas; tampoco se habían realizado los esfuerzos necesarios para incorporar en sus filas aquel nutrido grupo de obreros que eran requeridos para que el partido adquiriera una fisonomía proletaria; no habían sido debidamente delimitadas las funciones que debía desarrollar el partido, y aquellas que les cabían a los sindicatos; el Comité Central no ejercía con pericia las prácticas signadas por el centralismo democrático, y el trabajo parlamentario era desempeñado de manera indisciplinada36. En su VIII Congreso Nacional, finalmente celebrado los días 1 y 2 de enero de 1927, el PCCh aceptó de manera unánime los lineamientos vertidos en la carta abierta del SSA. Se acordó allí adoptar la organización partidaria con base en células, implementar el principio del centralismo democrático (que conllevó la conversión del Comité Ejecutivo Nacional en Comité Central) y proceder a la formación de Comités Locales y Regionales. Esta situación llevaba a la dirección chilena a decir que se había tratado de “un verdadero congreso de bolchevización”37, en donde el SSA desempeñó un papel central durante la preparación de las discusiones, e incluso contó con la presencia activa de dos representantes en el desarrollo del Congreso Nacional. Según la autocrítica del Comité Central del PCCh, los errores que hasta entonces se habían cometido eran involuntarios, producto de la impericia en que podía caer un partido tan joven. La capacitación política de los miembros del partido se convertía, así, en una cuestión central que debía ser atendida con urgencia. La mayor virulencia destinada por la dictadura de Ibánez al PCCh era motivada, según la perspectiva de este último, por el fortalecimiento, la disciplina y la homogeneidad ideológico-política alcanzados tras las resoluciones del VIII Congreso. Por su parte, a comienzos del siglo XX, el movimiento obrero brasileño se encontraba hegemonizado desde hacía tiempo por el anarquismo. En el momento de producirse la Revolución de Octubre, muchos anarquistas se volcaron al anarcobolchevismo, y el PC de Brasil (PCB), si bien fue fundado el 25 de marzo de 1922, encontró su germen el 7 de noviembre de 1921, mediante la creación en Río de Janeiro de un grupo comunista compuesto por apenas una docena de activistas. Destinatarios de las persecuciones ejercidas por el gobierno de Epitácio Pessoa, los sindicatos eran débiles y reunían una pequeña minoría de los asalariados. Octávio Brandão confirmó que en el Segundo Congreso del PCB, realizado en mayo de 1925, se trataron en profundidad “las tres cuestiones principales del momento: organización del Partido Comunista sobre la base de células, agitación y propaganda y organización sindical”38. Los comunistas brasileros atravesaban grandes complicaciones para sortear la represión policial y hacer llegar clandestinamente sus publicaciones a los obreros del país. El aparato de distribución ilegal montado por el partido había logrado repartir 255 mil ejemplares de diversas publicaciones hasta el 31 de diciembre de 1925. Sin embargo, al promediar el año 1926, el PCB se vio en la necesidad de interrumpir los cursos de marxismo-leninismo que se

36 “Directive from the South America Secretariat of the Comintern for the Bolchevization of the Chilean Comunist Party”, citado por Jaime Massardo, La formación del imaginario político de Luis Emilio Recabarren. Contribución al estudio crítico de la cultura política de las clases subalternas de la sociedad chilena (Santiago de Chile: LOM, 2008), 42-43. 37 “El Congreso Comunista Chileno”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n° 20-21], 15 de marzo, 1927, 47. 38 Octávio Brandão, “El Partido Comunista del Brasil”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n.° 1], 15 de abril, 1926, 22.


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encontraba llevando a cabo. Varios de sus participantes habían sido golpeados y encarcelados39. Aunque no reparaba en situaciones de represión como las que sufría el PCB, la IC había destacado la importancia del trabajo colectivo por la educación comunista, que debían desarrollar las células, incluso en aquellos casos en que no fuera factible la organización de cursos regulares. En dichas circunstancias se podían realizar lecturas grupales de folletos y de artículos destacados de los órganos teóricos comunistas40. Como parte de una intensa campaña de persecución policial que se inició en junio de 1925 y se extendió con especial fuerza —pero sin extinguirse luego— hasta abril de 1926, el periódico del PCB, A Classe Operária, fue clausurado el 18 de julio de 192541. En el resto de Sudamérica no habían surgido todavía partidos comunistas, si bien existieron grupos comunistas más inorgánicos en Bolivia desde 1920, en Colombia desde 1922 y en Ecuador desde 192542. En estos países, el movimiento obrero se encontraba en un estado embrionario, por lo que, siguiendo el razonamiento del comunista alemán Walter Ulbricht referido a la aplicabilidad del principio de centralismo democrático, “dependiente de las condiciones objetivas (legalidad o ilegalidad), de las experiencias de lucha y de la composición social del partido”43, era esperable que las agrupaciones revolucionarias se rigieran allí por “tendencias federalistas”. La jefatura argentina del SSA, más interesada en desarrollar el comunismo a nivel local, hizo pocos esfuerzos reales para revertir esta situación. Según han demostrado Lazar y Víctor Jeifets a partir del caso ecuatoriano, el SSA destacaba ante Moscú la importancia de aquellos países en los cuales las condiciones materiales de existencia de las masas trabajadoras era tan deficitarias y su grado de explotación tan intenso44, que se debían todavía sentar las bases para la creación de partidos comunistas, pero no hacía nada para avanzar en esa dirección, puesto que su verdadera finalidad era conseguir mayores recursos financieros45. Fue necesario esperar a que se produjera el alejamiento del PCA de Penelón y su reemplazo por el sector internacionalista, conducido por Rodolfo Ghioldi, Pedro Romo y Victorio Codovilla, para que, ayudados por el SSA, lograran su afiliación a la IC los partidos comunistas del resto de Sudamérica.

39 Octávio Brandão, “La Propaganda Comunista en el Brasil”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n.° 8], 31 de julio, 1926, 21-22. 40 “Instrucciones sobre la Estructura y el Funcionamiento de las Células de empresa y de Calle”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n° 9-10], 15-30 de agosto, 1926, 25. 41 Octávio Brandão, “La Reacción en el Brasil”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n.° 11], 15 de septiembre, 1926, 11-14. 42 Jaime Massardo, “Apuntes para una relectura de la historia del marxismo en América Latina”, en El comunismo: otras miradas desde América Latina, coordinado por Elvira Concheiro, Massimo Modonesi y Horacio Crespo (México: UNAM, 2007), 126. 43 Walter Ulbricht, “Les questions fondamentales de la politique d’organisation communiste”, La Correspondance Internationale. Bi-hebdomadaire paraissant le mercredi et le samedi [n.° 14], 2 de febrero, 1926, 112. 44 Según informaba el órgano del SSA, los salarios de los trabajadores ecuatorianos no llegaban en la gran mayoría de los casos a cubrir las necesidades básicas de los obreros, mientras que la jornada de trabajo se encontraba casi siempre por encima de las ocho horas. “La lucha de clases en el Ecuador”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n°. 1], 15 de abril, 1926, 31-32. 45 Lazar Jeiftes y Víctor Jeifets, “Los orígenes del Partido Comunista del Ecuador y la Tercera Internacional”. Revista Izquierdas n.° 6 (2010): s/p.

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3. La relación con los sindicatos El SSA compartió con la IC el diagnóstico referido a la recuperación del capitalismo mundial, que conllevaba un incremento en los niveles de explotación. El incremento de la desocupación y la conformación de un ejército de reserva cada vez más populoso facilitaban las condiciones para que tuvieran lugar, de manera simultánea, un incremento en las jornadas de trabajo y una disminución de los salarios reales. Esta situación se reflejaba en Sudamérica en la creciente penetración del imperialismo, principalmente de origen norteamericano. En la lucha contra la miseria generada por la burguesía internacional, el 1° de Mayo era percibido como un momento de singular importancia para avanzar en la conformación de un frente único obrero y campesino de Sudamérica. Ya la Internacional Sindical Roja (ISR) se había ocupado de señalar que, ante el atropello de la burguesía, en su búsqueda de reducir los costos de producción, los trabajadores de todo el mundo oponían su resistencia, “muchas veces a pesar de la voluntad de los leaders reformistas”46. El desarrollo de los acontecimientos internacionales estaba generando, entre las masas trabajadoras de América Latina, un escenario propicio para que los comunistas adquirieran un papel de liderazgo en la lucha de clases. La decadencia general del anarcosindicalismo coincidía con el creciente “espíritu unitario entre las masas”47. Gran parte de la acción dirigida en ese sentido recaía en la responsabilidad comunista de lograr la unidad sindical nacional e internacional. En este sentido, el SSA convocó en mayo de 1926 a todos los partidos que lo integraban a plegarse a la convocatoria de solidaridad con los mineros ingleses en huelga, lanzada por la IC y la ISR. La lucha que los trabajadores de las minas se encontraban librando contra la disminución de sus salarios y el incremento de su jornada laboral tenía repercusiones para el movimiento obrero internacional. El Socorro Rojo Internacional organizó colectas para contribuir al sostenimiento de los mineros ingleses. Las secciones sudamericanas de la IC recogieron dicha iniciativa y llevaron a cabo recaudaciones en sus países48. No obstante, quedaba en claro la necesidad de emprender también acciones de lucha coordinadas en la región. Si bien el movimiento obrero se encontraba en un proceso inicial de desarrollo en toda la región, ante la crisis que atravesaba gran parte de los países sudamericanos, el SSA se mostraba confiado en que: “Se acerca el momento en que las condiciones serán objetivamente favorables para la iniciación de un nuevo período de actividad y de organización de las masas explotadas sudamericanas, impulsadas por su bajo nivel de vida que la burguesía trata de mantener por todos los medios: medidas de reacción violenta, en unos; medidas legales con las que trata de canalizar el movimiento obrero en sentido contrario a la lucha de clases, en otros; aumento de los impuestos que gravan a la clase obrera, medidas tendientes a desvalorizar la moneda y aumentar el grado de explotación, proteccionismo llevado al extremo, en fin, por todos los medios, las clases gobernantes de Sud América buscan mantener y aumentar el grado de explotación, ya intolerable, de la 46 CEIC, “1° de Mayo, día de lucha de clases. ¡Por la unidad sindical! (Llamado de la I.C. a los obreros y obreras de todos los países)”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n.° 1], 30 de abril, 1926, 5. 47 Victorio Codovilla, “El movimiento obrero en la A. Latina”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n°. 30-31], 15 de septiembre, 1927, 10. 48 El Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista, “¡Por los huelguistas ingleses! Llamado del Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n.° 2], 15 de mayo, 1926, 1-2.


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clase obrera y de los campesinos pobres. La reacción del proletariado por sus necesidades vitales inmediatas no puede tardar mucho. Cunde el descontento entre las masas que, volvemos a repetirlo, hasta el presente estaban completamente alejadas de toda actividad de clase”49.

La crisis latinoamericana redundaba en la reacción capitalista, ante la cual era necesario consolidar los partidos comunistas y su relación con las organizaciones obreras. La unidad sindical que exigía la política de frente único debía llevarse a cabo en Argentina a través de la organización de una única central sindical. El divisionismo en los mundos del trabajo era “el mejor auxiliar del capitalismo que tiene así toda la libertad para redoblar sus ataques contra la clase explotada”50. Además de favorecer la unidad del proletariado nacional, era necesario que el movimiento obrero argentino estrechara lazos con los trabajadores del resto de América y del mundo. Esto último conectaba de manera lógica con el reclamo de apoyo por parte de los trabajadores de países donde imperaban las reglas de capitalismo periférico, en favor de las luchas y reivindicaciones enarboladas por los obreros de los países con capitalismo central, lo cual cristalizaba en la experiencia de los mineros ingleses en huelga. Para la ISR, la tarea más urgente de los trabajadores de Argentina era lograr la unidad en torno a una única central sindical. La Unión Sindical Argentina (USA), de orientación reformista, estaba llamada a ser el núcleo de la eventual concentración de fuerzas proletarias. Una vez cumplido este objetivo, se podía pasar a promover la adhesión de la USA a la ISR. Pero los comunistas argentinos plantearon la cuestión sindical de otro modo, ya que notaron que la USA se encontraba atravesando un período de reflujo. En el lapso de un año había visto reducir su número de cotizantes a la mitad, registrando casi 16.000 cotizaciones mensuales para 1925. El SSA comprendía que, entre las razones por las que el movimiento obrero argentino se había estancado y la USA decrecía, ocupaban un lugar destacado las “malas artes” con que imprimía su sello la “dirección sectaria”. Su relación con las masas era cada vez más lejana. Sintomático de ello era el hecho de que la USA agrupara a menos del 1% de la población total del país. Ante esta coyuntura negativa, los líderes socialistas intentaban ganar lugar entre los trabajadores al organizar una nueva central obrera: la Confederación Obrera Argentina. Además de contribuir a ahondar la división del proletariado, la creación de una central socialista, en momentos en que la USA perdía gravitación social, le abría las puertas en la región a la Internacional Sindical de Ámsterdam, constituyendo así una seria amenaza a los intentos de conformar un bloque obrero coordinado en Sudamérica51. La dirección del PCA se mantuvo firme, sin llegar a definirse abiertamente, en su intención de profundizar sus simpatías a través de un acercamiento más franco con la Confederación Obrera Argentina. El CE de la ISR envió también una carta a los obreros ecuatorianos, en momentos en que estos celebraban el Congreso Sindical del Ecuador. El mensaje abundaba en generalidades y expresiones desiderativas, a propósito del alto grado de explotación padecido por los trabajadores latinoameri49 “De la Vida Proletaria y Comunista Sudamericana”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n. ° 11], 15 de septiembre, 1926, 27. 50 Comité Ejecutivo de la I.S.R., “La Internacional Sindical Roja saluda al Congreso de la Unión Sindical Argentina”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n. °4], 30 de mayo, 1926, 27. 51 “Sobre el Congreso de la U. S. Argentina. La composición del Congreso. Consideraciones que sugiere”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n.° 5], 15 de junio, 1926, 5.

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canos a manos de la burguesía local y el imperialismo internacional. El hincapié estaba puesto en la necesidad de organizar adecuadamente al proletariado en una central sindical fuerte, que echara por tierra la dispersión encarnada por un puñado de organizaciones sumamente frágiles. Al mismo tiempo, se mencionaba la importancia de conectar la lucha de clases nacional con el conjunto del estado del movimiento obrero de América Central y del Sur52. Además de la cuestión de la organización, la ISR destacaba la urgencia de que el sindicalismo ecuatoriano se diera un programa de reivindicaciones inmediatas, centrado principalmente en la defensa salarial y la promoción de la jornada laboral de ocho horas53. Los agrupamientos sindicales latinoamericanos debían aunar esfuerzos en su lucha contra el imperialismo norteamericano, que sindicalmente se traducía en el proselitismo para que los sindicatos se unieran a la Federación Panamericana del Trabajo, y no a la ISR. Por último, en las referencias de la ISR al movimiento obrero sudamericano recogidas por La Correspondencia Sudamericana se incluían unas pocas observaciones positivas, descriptivas, antes que interpretativas, a propósito del trabajo sindical llevado a cabo en Chile y Uruguay. Se destacó, así, el hecho de que la Convención industrial de los trabajadores del cuero de Chile, reunida entre el 1 y el 3 de mayo de 1926, tuvo entre sus objetivos principales la promoción de reivindicaciones inmediatas y la conformación de un frente único en la Unión Industrial del Cuero y Anexos y el Sindicato Autónomo de Zapateros54. En cuanto a Uruguay, se destacaba la situación del Sindicato del Calzado. Contando con poco más de seiscientos cotizantes mensuales, los comunistas Justo Presa y Lorenzo Fabani informaban al Comité Central Sindical del PC uruguayo que el número de sus afiliados era mucho mayor, e incluía a mujeres y niños que se desempeñaban en el rubro. Esta situación hacía del sindicato del calzado “una de las organizaciones más fuertes y estables del país”. Sin embargo, la principal preocupación que atravesaba el sindicato en su desarrollo era la descentralización de la actividad del calzado. La causa principal residía en el incremento constante del trabajo a domicilio, que se reflejaba en el traslado de las actividades laborales de más del 20% de los obreros de los talleres a sus propias casas55. Por todo ello, se hacía evidente que la ISR consideraba, una vez más, al PCA como la sección nacional más apta para organizar el trabajo del comunismo sudamericano, también en el terreno sindical. Al mismo tiempo, la dirección argentina dejaba al descubierto nuevas discrepancias con las perspectivas que había trazado el CEIC, en su intención de favorecer la implementación de la bolchevización, al tiempo que demostraba un magro interés por contribuir al diseño de tácticas para la penetración comunista en los movimientos obreros de los demás países de Sudamérica. Otro fue el derrotero de las directivas sindicales emanadas por Moscú cuando, ya producida la expulsión de Penelón y su grupo del PCA, se trató la adopción de la línea ultraizquierdista de “clase contra clase”56. 52 “Un llamado de la I.S.R. al Congreso Sindical del Ecuador”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n.° 4], 30 de mayo, 1926, 28. 53 “Un llamado de la I.S.R.”, 29. 54 “La convención de los trabajadores del cuero de Chile. Un paso hacia la unidad”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n.° 5], 15 de junio, 1926, 11-13. 55 Justo Presa y Lorenzo Fabani, “Historia sucinta del Sindicato de Obreros en Calzado del Uruguay”, La Correspondencia Sudamericana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Americano de la Internacional Comunista [n.° 5], 15 de junio, 1926, 15. 56 Véase: Hernán Camarero, “El tercer período de la Comintern en versión criolla. Avatares de una orientación combativa y sectaria del Partido Comunista hacia el movimiento obrero argentino”. A Contracorriente 8, n.° 3 (2011): 203-232.


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Conclusiones A la hora de organizar el SSA, la opinión de Jules Humbert-Droz sobre el PCA había sido decisoria para que el CEIC depositara en la dirección argentina la responsabilidad de dirigir el proceso. Humbert-Droz había sostenido que la sección argentina era la más idónea para encabezar los trabajos de preparación teórica y política entre los países sudamericanos. Esta situación, de hecho, fue la que determinó el establecimiento en Buenos Aires de la sede del SSA y de la redacción de La Correspondencia Sudamericana. Sin embargo, Humbert-Droz parecía olvidar el hecho de que, muy poco tiempo después de haber sido formalmente aceptado el PCA en la IC, su dirección había discontinuado en forma permanente el envío a Moscú de aquellos informes y noticias a través de los cuales el CEIC trazaba su línea política para el país. La argentina no fue la única sección sudamericana que incumplió el envío regular de informes. Antes bien, fue una práctica común del conjunto de partidos sudamericanos. No obstante, si la responsabilidad por la ausencia de envíos del PCA recaía fuertemente en los líderes argentinos, en el caso de las demás secciones encontraba justificación en dificultades técnicas que tenían que ver con el encarecimiento del traslado de delegados y la censura a la que eran sometidos los correos —padecida en especial por el PC de Brasil—57. El caso chileno es muy representativo de la relación construida por la dirección comunista de Santiago con la IC, pero también ilustra y permite comprender más profundamente el vínculo generado por la dirección argentina con Moscú. Habiéndose presentado desde un comienzo como el portavoz de la Revolución Rusa en Sudamérica, el PCA recurrió a la intervención de la IC en los tres episodios críticos que atravesó en la década de 1920, y que se zanjaron, en cada oportunidad, con el desprendimiento de la facción disidente minoritaria. El PCCh siguió otro camino muy distinto. Al no existir una legitimación basada en la correspondencia directa con la IC, la cual era monopolizada a nivel regional por el PCA, la sección chilena decidió internamente la resolución de sus conflictos entre facciones. Más aún, ni la mayoría dentro del Comité Central del PC chileno ni la oposición minoritaria liderada por Manuel Hidalgo habían destinado energías para comunicar la evolución y el derrotero de los acontecimientos al SSA. Esta situación de maximización de la relación de las secciones sudamericanas, consistente en el aprovechamiento del prestigio que les brindaba la adscripción al proceso revolucionario abierto con la Revolución de Octubre, se expresó en forma sutil durante la implementación de la bolchevización. La habitual exageración ante el CEIC de los logros obtenidos, así como las consideraciones manifiestas ante la adopción de las directivas moscovitas referidas a la organización celular, el trabajo sindical y el análisis sobre el imperialismo, dan cuenta del relativo pero importante margen de autonomía respecto del Partido Bolchevique del que gozaban por entonces las secciones sudamericanas. En este sentido, coincidimos con Olga Ulianova en el señalamiento de que, si bien la bolchevización se inició a nivel partidario desde 1926, no fue sino hasta que tuvo lugar la separación de dirigentes más autónomos y su reemplazo por otros más apegados a las directivas del CEIC, que el mismo proceso se abrió paso en las filas del SSA58.

57 Raymond, “Carta de Raymond [B. D. Mikhailov] a Michele [I. A. Piatnitski], 28.08.1926”. Reproducido en Chile en los archivos soviéticos 1922-1991, t. 1. Komintern y Chile 1922-1931, editado por Olga Ulianova y Alfredo Riquelme Segovia (Santiago de Chile: LOM, 2005), 159. 58 Olga Ulianova, “Crisis e ilusión revolucionaria. Partido Comunista de Chile y Comintern, 1931-1934”, en El comunismo: otras miradas desde América Latina, coordinado por Elvira Concheiro, Massimo Modonesi y Horacio Crespo (México: UNAM, 2007), 279-280.

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Puede advertirse, a partir de la línea de investigación desarrollada en este artículo, que nada de fortuito ni de repentino hubo en el hecho de que la IC incrementara la representación del movimiento comunista sudamericano en su VI Congreso de 1928, llegando al punto de incluir un representante de cada uno de los partidos comunistas de Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. Anteriormente, el CEIC tan sólo contaba con la representación de los delegados de Argentina y de México. Esta situación se debió al interés cada vez mayor destinado por la IC a Latinoamérica59. La doctrina del “socialismo en un solo país” tuvo un rol central en esta reconsideración, por la necesidad abierta para el conjunto de los partidos comunistas del mundo de contribuir al sostenimiento de la Unión Soviética asediada. A partir de entonces, los países latinoamericanos, en su calidad de centro mundial productor de materias primas disputado por el imperialismo británico y el imperialismo norteamericano, cobraron nuevo interés para la IC. Todo cuanto ha sido aquí expuesto conduce a revalidar las palabras del delegado del PCB al VI Congreso de la IC, Paulo de Lacerda, cuando, rebatiendo las palabras previas de Bujarin, sostuvo que el CEIC se interesaba por primera vez en el movimiento comunista latinoamericano, pero que, en realidad, este ya existía desde los inicios de la década de 192060. Hemos intentado aquí profundizar en esta afirmación, recomponiendo analíticamente la dinámica integral de las secciones de la IC, encarnadas en la experiencia regional del Secretariado Sudamericano durante los comienzos de su existencia.

Bibliografía Fuentes primarias Archivo: 1.

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Documentación primaria impresa: 5.

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59 A esta misma formulación arriban Lazar y Víctor Jeifets a partir del análisis del caso del PC de Colombia. Lazar Jeifets y Víctor Jeifets, “El Partido Comunista Colombiano, desde su fundación y orientación hacia la ‘transformación bolchevique’. Varios episodios de la historia de las relaciones entre Moscú y el comunismo colombiano”. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura n° 28 (2001): 7-37. 60 “Intervenciones de la delegación latinoamericana sobre el informe Bujarin”, en VI Congreso de la Internacional Comunista. Informes y discusiones. Segunda parte, editado por Internacional Comunista (México: Cuadernos de Pasado y Presente, 1978), 82.


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Internacional Comunista, editor. V Congreso de la Internacional Comunista (17 de junio - 8 de julio de 1924): segunda parte. Córdoba: Cuadernos de Pasado y Presente, 1975. Internacional Comunista, editor. VI Congreso de la Internacional Comunista. Informes y discusiones: segunda parte. México: Cuadernos de Pasado y Presente, 1978.

Fuentes secundarias: 8.

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❧ Víctor Augusto Piemonte Docente en la materia Historia de Rusia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Profesor y Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires. Becario posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) (Argentina). Entre sus últimas publicaciones se destacan los artículos: “Inmigrantes rusos y cultura política euroasiática en Argentina. La revista Tierra Rusa, 1941-1943”. Anuario de la Escuela de Historia Virtual n.° 10 (2016): 24-45; “La dirección del Partido Comunista de la Argentina en la España republicana y su significado en relación a la Internacional Comunista”. Historia Contemporánea 1, n.° 52 (2016): 179-209, y “El socialismo europeo en la encrucijada: debates sobre cuestión nacional y revolución social en la Segunda Internacional”. Trabajos y Comunicaciones. Segunda Época n.° 41 (2015): 1-17. augusto.piemonte@gmail.com


Tema abierto



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La política chilena en la postguerra del Pacífico: poder, influencia y relaciones con Ecuador❧ Claudio Tapia Figueroa

Universidad Técnica Federico Santa María, Chile doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit64.2017.07

Artículo recibido: 01 de abril de 2016/ Aprobado: 10 de agosto de 2016/ Modificado: 12 de septiembre de 2016

Resumen: ¿Cómo se transformó la política sudamericana al término de la guerra del Pacífico? ¿Qué rol cumplió Ecuador en este escenario? Estas interrogantes permiten establecer el objetivo de este artículo: el estudio de la política exterior de Chile una vez finalizada la guerra del Pacífico y el reordenamiento que se produjo como consecuencia. Así, interesa demostrar que el Chile de postguerra transitó desde el uso de su poder duro (fuerza militar) hacia una política de influencia (poder blando), siendo el caso más evidente el ejercicio de poder hacia Ecuador. Para ello se emplearon fuentes primarias, principalmente documentación diplomática, discursos y fuentes secundarias. Palabras clave: relaciones bilaterales, Chile, Ecuador (Thesaurus); guerra del Pacífico, poder blando (Autor).

Chile’s Post-War Policy in the Pacific: Power, Influence and Relations with Ecuador Abstract: How was South American politics transformed at the end of the war in the Pacific? What role did Ecuador play in that scenario? These questions establish the objective of this article: the study of Chile’s foreign policy once the war in the Pacific was over and the consequent reordering took place. It thus seeks to demonstrate that post-war Chile moved from the use of hard power (military force) to a policy of influence (soft power), the most evident case being the exertion of its power over Ecuador. Primary sources -mainly diplomatic documents and discourses- and secondary sources were used for this purpose. Keywords: bilateral relations, Chile, Ecuador (Thesaurus); war in the Pacific, soft power (Author).

A política chilena pós-guerra do Pacífico: poder, influência e relações com o Equador Resumo: Como a política sul-americana se transformou com o final da guerra do Pacífico? Que papel o Equador ocupou nesse contexto? Essas questões permitem estabelecer o objetivo deste artigo: o estudo da política exterior do Chile quando a guerra do Pacífico terminou e o reordenamento que foi produzido como consequência. Assim, procura-se demonstrar que o Chile do pós-guerra transitou desde o uso de seu poder duro (força militar, hard power) até uma política de influência (poder brando, soft power), sendo o caso mais evidente o exercício de poder sobre o Equador. Para isso, empregaram-se fontes primárias, principalmente documentação diplomática, discursos e fontes secundárias. Palavras-chave: Chile, Equador (Thesaurus); guerra do Pacífico, poder suave, relações bilaterais (Autor).

❧ Esta publicación es parte de los avances de investigación en el proyecto de FONDECYT de Iniciación en investi-

gación (CONICYT) N°11130693, “El factor Ecuador en las relaciones vecinales chileno-peruanas en el Pacífico Sudamericano: una aproximación desde la historia. 1880-1910”, siendo el autor el Investigador Responsable.


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La política chilena en la postguerra del Pacífico: poder, influencia y relaciones con Ecuador Claudio Tapia Figueroa

Introducción Los estudios concernientes a las relaciones entre los Estados, tradicionalmente centran su mirada en las relaciones bilaterales, situación común, debido a la relevancia que presentan los procesos de construcción de fronteras, de manera especial en el contexto de la organización y consolidación del país. En el caso de la historia chilena, no son pocas las investigaciones en diferentes momentos de la historia dedicadas a la discusión sobre temas bilaterales y la consolidación de la frontera. Desde los clásicos de Jaime Eyzaguirre, Guillermo Lagos y Mario Barros hasta los ensayos y reflexiones del ya desaparecido Oscar Pinochet, y los más actuales de José Rodríguez sobre la frontera nacional: su construcción, sus reclamaciones y los escenarios actuales1. Si a ellos se suman las obras que relacionan la consolidación de la frontera con el proceso de la guerra del Pacífico se obtiene un resultado que sobrepasaría el millar, ya que el proceso bélico incluye la acción diplomática a lo largo de los años de la guerra. Una de las particularidades que se pueden encontrar en la mayoría de los trabajos sobre el tema es que tanto el conflicto como el proceso de consolidación fronteriza se estudian a partir sólo de los involucrados más directos, o países a quienes se les ha vinculado históricamente con motivaciones sobre esos territorios. Si bien el estudio de estas problemáticas es completamente válido, este artículo se plantea desde una mirada más amplia, tratando de comprender el rol de países que, en apariencia, no tendrían una mayor intervención en el proceso, lo cual —revisando fuentes documentales, y bajo un análisis crítico de los testimonios y acciones desarrolladas antes, durante y después del proceso bélico— permite incorporar nuevos actores políticos en el estudio de la guerra y la postguerra del Pacífico, en especial la actitud chilena hacia esos Estados que habían tenido un rol secundario en la tradición historiográfica. Bajo esa consideración, se analiza aquí como principal problema el rol que cumplió Ecuador durante los años de la guerra y postguerra del Pacífico, bajo la consideración que su condición de Estado paravecino implica tener al menos un parecer diplomático sobre la guerra que su vecino Perú enfrentó con Chile. Así, se tiene como premisa que el Estado chileno, luego de su triunfo militar, logró posicionarse en la región y que ejerció esa injerencia, especialmente en los Estados ribereños del Pacífico, donde se destacó Ecuador. Cabe señalar que este artículo busca ampliar los estudios sobre política exterior de Chile, en el contexto de la creación de nexos con otros Estados de la región tras el impacto que generó la guerra del Pacífico, y sus respectivos efectos en el posicionamiento de Chile en América Latina. En especial, bajo la consideración que, desde la mirada de la historia de las relaciones internacionales, las características del Chile de postguerra le permitieron construir una imagen de potencia regional con capacidad de influenciar las relaciones entre Estados de la región; situación que se trató de mantener en el tiempo, transitando desde el ejercicio de un poder duro hasta uno blando, donde la diplomacia, la economía y el aporte cultural fueron las herramientas empleadas para tal efecto.

1 Jaime Eyzaguirre, Chile y Bolivia: esquema de un proceso diplomático (Santiago: Zig-Zag, 1963); Guillermo Lagos, Historia de las fronteras de Chile (Santiago: Andrés Bello, 1981); Mario Barros, Historia diplomática de Chile (Santiago: Andrés Bello, 1990); Oscar Pinochet, Resumen de la guerra del Pacífico (Santiago: Editorial del Pacífico, 1976); José Rodríguez, Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile (Santiago: Editorial El Mercurio-Aguilar, 2014).


Hist. Crit. No. 64 · Abril-junio · Pp 121-139 · ISSN 0121-1617 · e-ISSN 1900-6152 doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit64.2017.07

Este escrito está dividido en tres partes, tituladas, en primer lugar, “El escenario territorial en el Pacífico sudamericano en el siglo XIX”, donde se aborda la configuración territorial de los países del Cono Sur, en especial los ribereños al Pacífico. En el segundo apartado, titulado “La construcción del discurso realista en la política exterior chilena”, se busca explicar la configuración teórica en la que se asienta el comportamiento exterior de Chile en el período de estudio. El tercer acápite, “El cambio de paradigma y la aplicación del poder suave: el caso ecuatoriano”, busca explicar cómo el Estado chileno, a través de la práctica de las relaciones bilaterales, mantiene la influencia sobre otro país, en este caso Ecuador, ya no a partir de la amenaza implícita del poder militar, sino de un poder blando. Por último, en las “Conclusiones” se trata de exponer de manera sintética cómo la acción chilena fue parte del proceso de construcción de una política exterior que le otorgó una identidad al país.

1. El escenario territorial en el Pacífico sudamericano en el siglo XIX El Estado chileno, que se independizó en 1818, se caracterizó por su marcada condición geográfica de aislacionismo, particularidad que con el paso del tiempo se transformó en una de las características de la población y de la propia clase política, que se resume en una actitud provinciana ensimismada y escasamente vinculada a los escenarios de poder regional o mundial. A pesar de esto, hacia 1836, Diego Portales —entonces ministro del Interior del Gobierno chileno, y, para muchos investigadores, el verdadero mandatario en la sombra— previó la amenaza de una Confederación de países, cuyo poder podría afectar la propia existencia de Chile, y optó por desarrollar una guerra preventiva hacia esa alianza, compuesta por Bolivia, el Norte y el Sur peruanos, encabezada por el mariscal Andrés Santa Cruz —caudillo formado en el Ejército realista durante los inicios del proceso de emancipación, y que luego se sumó a la causa patriota—. Si bien la primera expedición no fue exitosa, tanto por los problemas logísticos como por el escaso apoyo peruano ofrecido por el mariscal Agustín Gamarra a las fuerzas chilenas, la segunda etapa terminó con la victoria del denominado “Ejército Restaurador”. Portales no pudo ver el triunfo de las fuerzas chilenas y peruanas en la batalla de Yungay, el 20 de enero de 18392, ya que fue asesinado el 6 de junio de 1837, pero su pensamiento se consolidó como el primer antecedente en cuanto a una mirada internacional del país, robusteciéndose además la idea de un Estado-nación, que se alejaba de la percepción de una región imbuida del caudillismo político. Empero, la visión portaleana del dominio del Pacífico Sur americano se fue desdibujando en el tiempo, entre otras cosas, por el rechazo de buena parte de la clase política chilena a la figura del ministro Portales3. Fue sólo el gobierno de Manuel Bulnes, el general victorioso de la guerra contra la Confederación, el que de alguna forma incursionó en una lógica de proyección espacial, aunque más bien pensada desde la necesidad de la ocupación del territorio interior, un proceso que lo llevó a enviar misiones a los extremos norte y sur del país para tomar posesión de ellos, según los derechos que consideraba tener. Ejemplo de ello es la misión destinada al estrecho de Magallanes, con la fundación de un poblado (Punta Arenas, con el tiempo) y la penetración en la zona norte del canal de Chacao, para lo que se recurrió a población migrante (en la actualidad, Puerto Montt, Frutillar y Puerto Varas).

2 Gonzalo Bulnes, Historia de la Campaña del Perú en 1838 (Santiago: Imprenta Los Tiempos, 1878), 417-422. 3 Raúl Silva Castro, Ideas y confesiones de Portales (Santiago: Zig-Zag, 1968), 19-26.

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Esta política implicó los primeros desacuerdos con los países vecinos, Bolivia y Argentina4, siendo en el primero de los casos más ostensible el problema, pero que no llegó a una acción armada, entre otras cosas, por las propias dinámicas internas del país altiplánico; situación que se extendió hasta la década de 1860, cuando se produjeron dos transformaciones en la relación vecinal: la primera tiene que ver con el cambio de gobierno en Chile, de una orientación política conservadora a una liberal, influenciada por procesos en desarrollo en el Viejo Continente, cuya injerencia en los jóvenes intelectuales de los años cuarenta consolidó, con el paso del tiempo, la tendencia en torno a principios pacifistas, la vigencia del derecho para la resolución de disputas entre los Estados. La segunda transformación hace referencia a la mirada crítica respecto de la acción de los imperios europeos y sus intereses en territorios americanos. El resultado de estos dos factores derivó en la conformación de una corriente americanista que rechazaba la intervención de potencias extranjeras, y que a la vez buscó acercar a los países en un tono de amistad regional. El Estado chileno llevó el americanismo más lejos, cuando, en un acto de solidaridad hacia Perú, terminó declarándole la guerra a España por la acción de esta potencia europea de ocupación de territorio peruano, a saber, las Islas Chincha. Este proceso fue devastador para Chile, ya que el principal punto de conexión con el comercio internacional, Valparaíso, fue destruido por la escuadra hispana, quedando las arcas fiscales en condiciones paupérrimas. Y aunque el ataque al principal puerto se repitió en el Callao, su resultado fue diferente, debido a las fortificaciones existentes desde la época virreinal, siendo las naves atacantes las que llevaron la peor parte, ya que las baterías de costa propinaron duros golpes a las embarcaciones españolas, que terminaron por retirarse sin cumplir el objetivo. Esto permitió que Perú recuperara su relevancia política y comercial, iniciando un proceso de expansión y ocupando, así, el sitio de puerto principal que dejó Valparaíso. Una de las consecuencias positivas, al menos desde la óptica americanista, fue que Chile firmó con Bolivia un acuerdo de límites en 1866, que tendería a cautelar los intereses de ambos Estados en el territorio del desierto de Atacama, fijando el límite en el paralelo 24° Latitud Sur, y estableciendo, entre el 23° y el 25° Latitud Sur, una zona de medianería en el cobro de impuestos a la producción salitrera. Al poco tiempo, este acuerdo se hizo impracticable, dadas las condiciones que estipulaba la idea de la medianería en el cobro de tributos, tanto por los problemas administrativos como por los cambios internos en la organización política del país altiplánico, y por la incapacidad de cuantificar realmente la producción. Así, mientras se buscaba un nuevo acuerdo entre las autoridades chilenas y bolivianas se firmó una nueva alianza entre Perú y Bolivia hacia 1873, con la finalidad de defenderse mutuamente frente a acciones hostiles de otras potencias. Al año siguiente se acordó un nuevo trato entre Bolivia y Chile, que intentaba generar la estabilidad en la zona, manteniendo el límite en el paralelo 24° L.S. y cautelando los intereses de los empresarios chilenos en la zona de Antofagasta que quedaba bajo administración boliviana, en donde, por un período de veinticinco años, no sufrirían el alza de impuestos a la explotación de salitre5.

4 En el caso de la frontera con Argentina, las reclamaciones por una definición fronteriza con Chile a partir de 1856, que se extendieron en una primera fase hasta 1881, año en que se firma el Tratado de Límites, que definió en términos generales la delimitación entre Chile y Argentina. 5 Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, Tratados, Convenciones y Arreglos Internacionales de Chile. 1810-1976, t. II de Tratados bilaterales Chile-Bolivia (Santiago: Ministerio de RR. EE. de Chile/Dirección de Documentación, 1977), 48-49.


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Mientras tanto, la relación de Chile con Perú en los años que siguieron a la confrontación contra España se caracterizó por el distanciamiento, primero, por los efectos en el comercio regional, como también por los intereses en juego que se comenzaron a visualizar en Atacama: el guano y el salitre, siendo el segundo el más apetecido por inversionistas, dada su proyección en el mercado internacional; de esta forma, tanto peruanos como chilenos y bolivianos buscaron obtener la posición más ventajosa en la disputa por el nitrato. Hacia fines de la década, el americanismo fue superado por los intereses económicos. En 1878, en Bolivia, un golpe de fuerza del general Daza lo puso en el poder, iniciando un cambio hacia Chile al desconocer el acuerdo alcanzado en 1874, declarando la necesidad de subir impuestos a los capitales chilenos en Antofagasta y amenazando con el remate, de no cumplirse su orden. La crisis escaló a conflicto el 14 de febrero de 1879, cuando desembarcaron en Antofagasta tropas chilenas, con la argumentación que, al violarse el acuerdo bilateral, se anulaba todo tipo de delimitación territorial, lo cual permitía que Chile convocara sus títulos coloniales, bajo la consideración del uti possidetis juris, con el que se habían fijado las primeras delimitaciones nacionales, hacia 1810. La guerra no tardó en llegar. Bolivia y Perú6 se enfrentaron a Chile en la denominada guerra del Pacífico, del Salitre o de los Diez Centavos, entre 1879 y 1884. De forma paralela, desde la Cancillería santiaguina se hacían esfuerzos por mantener controlados los problemas territoriales que persistían con Argentina, que en el contexto de la guerra amenazaban con convertirse en un tercer beligerante en su contra7. En tal sentido, el proceso territorial que se configura en el escenario de la guerra del Pacífico implicó una acción en extremo compleja, si se consideran además los intereses de las potencias europeas y de Estados Unidos en torno al comercio salitrero, que agregaban un componente adicional al esfuerzo diplomático chileno, que debió desdoblarse para poder defender su posición.

2. La construcción del discurso realista en la política exterior chilena Desde los estudios de las relaciones internacionales, el escenario de la guerra del Pacífico es identificable con los estudios más clásicos del comportamiento de los Estados, entendiendo estos como las principales unidades de decisión en asuntos de política exterior, en un escenario donde la anarquía internacional es una constante, donde los intereses propios determinan el tipo de relación en el entorno. Si bien estas categorías de estudio corresponden a teorías más cercanas a mediados del siglo XX —en especial, si se mira desde la tradición politológica estadounidense encabezada por Hans Morgenthau8 o la francesa de Raymond Aron9—, no se puede desconocer que el escenario descrito anteriormente se encuentra arraigado en las conceptualizaciones de la Realpolitik alemana de mediados del siglo XIX10. En la práctica, el Estado chileno debió generar un esfuerzo diplomático, con la conciencia de que su base de conocimiento en el ámbito de las prácticas internacionales era, al menos, limi6 Por el acuerdo firmado en 1873, que implicó para Perú enfrentar el mayor peso de la guerra, tras la retirada de las tropas bolivianas en la batalla de Tacna o Campo de la Alianza, el 26 de mayo de 1880. 7 Barros, Historia diplomática, 383. 8

Hans Morgenthau, La lucha por el poder y por la paz (Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano, 1993), 27-34.

9 Raymond Aron, Paz y guerra entre las naciones (Madrid: Alianza, 1985), 577-581. 10 Luis Oro Tapia, “En torno a la noción de realismo político”. Enfoques VII, n.° 10 (2009): 15-46.

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tada. Una muestra de esto es que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile se había creado como tal en 187111. Los principales representantes de la diplomacia eran intelectuales, literatos e historiadores, además de políticos cercanos al gobierno de turno, que, en muchos de los casos, desconocían los rituales diplomáticos, y más aún las prácticas políticas y estrategias para desenvolverse en el escenario internacional, y como si no fuera lo suficientemente compleja la tarea, ella debía realizarse en un ambiente de guerra, donde la principal misión del representante diplomático es buscar apoyos de la comunidad internacional a la posición del país. Con este panorama, no resulta extraño que Mario Barros se refiriera a este período como aquel en el que el Estado chileno debió levantar en el escenario bélico un “frente” para defender los intereses nacionales en un ambiente hostil, donde existía una desventaja frente a la diplomacia peruana, por poseer esta una mayor tradición en el escenario internacional12. El Estado chileno, frente al contexto de la guerra, logró modificar su estructura como país conformando un ejército sin comparación en la región13; la idea de la “nación en armas” prevaleció en el conflicto armado imponiéndose a través de la capacidad de su fuerza militar, que, en términos contemporáneos, definidos por J. Nye14, significaba el empleo de un poder duro (hard power). La guerra del Pacífico representa, así, las prácticas del realismo político clásico, donde predomina el interés nacional en el comportamiento de un país. En efecto, la búsqueda del propio beneficio, incluso a costa de la confrontación armada, bajo la justificación del bien superior del Estado. Todo ello inserto en un sistema internacional, donde no existían organismos supranacionales que buscaran acuerdos entre las partes, sometiéndose a principios del derecho internacional (que, pese a los avances conseguidos durante el siglo XIX, todavía estaba lejos de ser un referente en el comportamiento de las “potencias”); por el contrario, lo que predominaba en la práctica era un escenario anárquico, según la conceptualización de Hedley Bull, donde cada Estado, en la prosecución de sus intereses, busca imponerse a través del uso de las herramientas políticas que posee, siendo la principal el empleo de la fuerza15. Si la confrontación armada fue ardua, la discusión diplomática fue igual de compleja. La necesidad de conseguir apoyos llevó a los beligerantes a tratar de aproximarse a los Estados más cercanos a la región, en donde Chile corría con la desventaja del escenario vecinal, ya que a la situación con los beligerantes se sumaba la definición de límite con Argentina. Este proceso tuvo momentos complejos cuando el gobierno transandino cerró unilateralmente las negociaciones, que sólo, tras los avances del Ejército chileno en territorio peruano, permitió destrabar el proceso y reanudar la discusión entre las partes. El rol de los diplomáticos chilenos mostraba de nuevo las falencias de la falta de experiencia. A ello se debe sumar que Brasil, en su calidad de imperio, no se involucró en el conflicto; sin embargo, el no cerrar las puertas a los representantes chilenos generó la duda de un potencial apoyo a esa causa y produjo preocupación en la Cancillería argentina.

11 Barros, Historia diplomática, 283-284. 12 Barros, Historia diplomática, 373-377. 13 Emilio Ugarte, “La Guerra del Pacífico como referente nacional y punto condicionante de las relaciones chilenoperuanas”. Si Somos Americanos 14, n.° 2 (2014): 159-185, doi: dx.doi.org/10.4067/S0719-09482014000200007 14 Joseph Nye, “The Changing Nature of Power”. Political Science Quarterly 105, n.º 2 (1990): 177-192, doi: dx.doi. org/10.2307/2151022 15 Hedley Bull, La sociedad anárquica (Madrid: Los Libros de la Catarata, 2005), 156-157.


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En la actualidad está confirmado que ese potencial apoyo no fue más que un mito creado por los representantes argentinos en Brasil16, pero dichas especulaciones terminaron por favorecer a la posición chilena, ya que desde Buenos Aires miraron el conflicto a la distancia; con la excepción de algunos voluntarios de ese país que estuvieron a favor de la causa aliada, siendo el más renombrado de ellos Roque Sáenz Peña, que cayó prisionero en el Morro de Arica el 7 de junio de 1880, mientras se desempeñaba como Comandante del regimiento peruano “Iquique”. Tras meses prisionero en Santiago, a instancias de la familia, y como parte de negociaciones con el Gobierno chileno, retornaría a su país a fines de ese año. Finalmente, hacia 1881, con la firma del tratado de límites se daba por terminado el problema de fronteras chileno-argentino —al menos por algunos años17—, con el establecimiento de la línea fronteriza en las más altas cumbres y en la divisoria de las aguas. Por otra parte, Venezuela manifestaba desconfianzas respecto a la postura chilena, a través de discursos de su mandatario Antonio Guzmán Blanco, abiertamente contrario a la acción bélica, ya que su actuar era la demostración de la actitud arrogante y antiamericanista de Chile frente a la región. De igual forma, Colombia manifestó su malestar por la confrontación armada, y aunque rápidamente declaró su neutralidad en el proceso, se produjo un importante roce con el Gobierno chileno, cuando afirmó que por el territorio de Panamá (territorio colombiano por esos años) se estaba realizando el tránsito de armas y otros pertrechos de guerra para los aliados. Esta situación, que buscó ser frenada de manera infructuosa por parte de los plenipotenciarios de Chile durante los primeros años de la guerra, sólo tendría un mayor logro tras la llegada de José Antonio Soffia como representante al país, tal como lo señala el historiador Mauricio Rubilar18. Ecuador merece un análisis aparte, ya que reviste varios elementos que lo hacen relevante en este escenario bélico. Primero, por su posición geográfica, como vecino directo de Perú, ya que tomar partido por alguno de los involucrados le podía reportar beneficios, en función de su interés nacional. En efecto, en las relaciones ecuatoriano-peruanas existía una antigua disputa territorial desde 1830, que no se resolvía aún, y, en un momento dado, podía ese Estado tomar ventaja del escenario bélico, imponiendo sus intereses a costa de su vecino. Esta posibilidad fue percibida desde Chile, el cual envió una misión especial para persuadir al Gobierno de ese país de apoyarlos en la confrontación19. Por su parte, desde Perú, donde existía una conciencia de que podría ser un flanco complejo, se produjo un apresuramiento diplomático para lograr también el apoyo ecuatoriano a la causa peruana. Al respecto, el diplomático peruano Emilio Bonifaz, representante en Ecuador, al inicio de la guerra señaló, en una memoria al Gobierno central de su país, su tarea en el contexto de la contienda con Chile: “[...] instrucciones sobre establecer una alianza con Ecuador [...] evitar una alianza de Ecuador con Chile [...] solicitar del gobierno de esa república la prestación de su bandera para obtener buques y armamento y solicitar en último caso una declaración de neutralidad 16 Luís Cláudio Villafañe Gomes Santos, El Imperio del Brasil y las repúblicas del Pacífico, 1822-1889 (Quito: Corporación Editora Nacional, 2007), 128-132. 17 Pablo Lacoste, La imagen del otro en las relaciones de la Argentina y Chile (1534-2000) (Buenos Aires: FCE, 2003), 293-294. 18 Mauricio Rubilar, “Guerra y diplomacia: las relaciones chileno-colombianas durante la guerra y postguerra del Pacífico (1879-1886)”. Universum 19, n.° 1 (2004): 148-175, doi: dx.doi.org/10.4067/S0718-23762004000100009 19 “Copiador de correspondencia enviada por el Ministerio de RR. EE. de Chile a los Agentes Diplomáticos de Chile en América y Europa”, en Archivo General Histórico (AGH), Santiago-Chile, 1879, Fondo Histórico, vol. 62-A. Misión Joaquín Godoy en Ecuador.

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absoluta”20. Como finalmente sólo se obtuvo una declaración de neutralidad, el Gobierno limeño estableció una estrategia basada en el comercio bilateral como moneda de cambio, por un apoyo a su esfuerzo bélico, situación que se corrobora en la adquisición de materias primas y productos vegetales a comerciantes guayaquileños. Una segunda característica es la condición paravecinal de Ecuador con respecto a Chile, definida como “la proximidad territorial no inmediata”21. Sin embargo, es necesario señalar que la idea de lo “paravecinal” en las relaciones internacionales es un concepto en construcción, cuyos límites teóricos se vinculan a la consideración que es el Estado-nación el principal actor de las relaciones internacionales, y que está guiado por los intereses nacionales de cada unidad política, por lo que, en la medida que exista una mayor sintonía de intereses, mayor es el potencial de acercamiento entre dos o más Estados. De esta forma, es posible comprender que Estados paravecinos sean más o menos relevantes respecto al interés del otro, para conseguir los objetivos nacionales. Así, a medida que la mancomunidad de intereses sea mayor, el grado de interrelación debería tender a aumentar, profundizando la relación en diversas áreas sensibles para ambos, y donde se pueda generar la idea de reciprocidad en beneficio de dicha interacción. Dicha correlación puede ser orientada en varios ámbitos, por ejemplo: lo económico, social y/o cultural, pero también en aspectos más políticos, como el establecimiento de alianzas entre gobiernos o reparticiones, como por ejemplo, Fuerzas Armadas. Bajo esta lógica, la relación chileno-ecuatoriana en el contexto bélico de 1879 otorgaba una serie de posibilidades para establecer una relación paravecinal intensa, en especial por el problema territorial ecuatoriano-peruano, que podía ser útil abriendo un segundo frente en Perú, debiendo este distraer esfuerzos militares, lo cual favorecía entonces la posición chilena. Sin embargo, lo que ocurrió fue que el general Ignacio Veintemilla optó por mantener la neutralidad de su gobierno, debido principalmente a las presiones internas y la debilidad de su poder, amparado en las Fuerzas Armadas y una parte de la élite comercial, principalmente de Guayaquil, y que enfrentaba la oposición de la élite política de Quito, además de la constante presión de militares y políticos de las provincias más lejanas, lo que configuraba la fuerte complejidad política ecuatoriana: “Los partidos políticos empezaron a formarse en la década de 1870 en momentos en que la economía estaba en expansión y el país empezaba a modernizarse. Entre 1875 y 1878 emergieron tres grandes grupos políticos: los conservadores que apoyaron la política autoritaria y proclerical de García Moreno; los progresistas moderados interesados en reformas limitadas, entre ellos se encontraban algunos antiguos conservadores que habían abandonado el partido después del asesinato de García Moreno, y los liberales. Desde la independencia había habido individuos que se autodefinían como liberales, pero el partido liberal fue organizado oficialmente en 1878 por el general Ignacio Veintemilla, ‘radical’, según su propia definición, que se había apoderado de la presidencia”22.

20 Informe de Emilio Bonifaz sobre su actuación en Ecuador durante la guerra del Pacífico. “Memoria de Emilio Bonifaz”, Lima, 18 de enero de 1884, en Archivo Central (AC), Lima-Perú, Serie Correspondencia, caja 289, carpeta 4, n.° 15, 1884. 21 Irene Acevedo, Abraham Quezada y Jorge Riquelme, “Una mirada a las relaciones paravecinales de Chile: Los casos de Brasil y Ecuador (1990-2010)”. Si Somos Americanos 13, n.° 1 (2013): 149-170, doi: dx.doi.org/10.4067/ S0719-09482013000100007 22 Linda Alexandre Rodríguez, “Política y poder en el Ecuador, 1830-1925”. Quinto Centenario 7 (1984): 17-53.


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Con esa dinámica de tensión constante, el gobierno de este mandatario enfrentaba la posibilidad cierta de ser derrocado en cualquier momento, o bajo cualquier circunstancia, ante decisiones de política interna e internacional. Paralelamente a los procesos diplomáticos con los países de la región, el Estado chileno debía lidiar también con la presión de potencias extrarregionales. Mientras que Gran Bretaña y Alemania manifestaron su preocupación por los acontecimientos —tanto por las inversiones de los primeros como por ser los segundos los principales compradores de salitre—, los intereses de franceses e italianos eran más limitados, restringiéndose a algunos capitales salitreros y a casas comerciales instaladas en los territorios donde se desarrolló la confrontación. No obstante, la mayor presión en todo el proceso fue la acción de Estados Unidos, que poseía importantes intereses en las salitreras de Tarapacá, por lo que los agentes diplomáticos chilenos debieron reaccionar constantemente a opiniones y críticas por parte de actores internacionales respecto a la posición del país23. La acción estadounidense fue de constante cuestionamiento a la posición chilena. Esta se demostró con mayor fuerza en el momento en que Chile ocupó Lima, a partir de enero de 1881, ya que la idea de los aliados era que el Departamento de Estado intervendría en su favor, lo que se transformó en un ejercicio complejo en la relación chileno-estadounidense, caracterizada por la desconfianza. Tal como lo señala José Morandé: “La actuación de Estados Unidos en el conflicto de la Guerra del Pacífico, ahondó aún más las diferencias bilaterales entre Chile y Estados Unidos, diferencias hostiles que se manifiestan no sólo durante el conflicto sino que posteriormente en la fase de negociación entre Chile y Perú, en la que Washington buscó desempeñar un ‘papel decisivo’ en Tratado de Ancón de 1883”24.

En 1882 se produjeron dos situaciones determinantes en el cambio de la relación bilateral: por una parte, la demostración del poder naval chileno25, que no dejó indiferente a los mandos del país del norte, y el cambio de mandatario, al asumir Chester Alan Arthur, lo que implicó un rediseño de la política exterior, con la salida del secretario James G. Blaine del Departamento de Estado. Así, bajó la tensión entre ambos países, favoreciendo con ello el predominio de la posición chilena en esta pugna, y con los claros efectos en las conversaciones con los Aliados. Con el triunfo militar y los procesos anexos, Chile quedó en una posición dominante de las relaciones en el Cono Sur26. Pese a ello, se mantuvieron proyectos diplomáticos que afectarían al país en el tiempo, específicamente, en lo relativo a la “política boliviana”, defendida por Domingo Santa María, primero como Ministro y luego como Presidente (atraer a Bolivia a la influencia chilena, rompiendo la posibilidad de nuevas alianzas con Perú). Para ello, se pusieron en la mesa los 23 Peter Schlinger, “Las armas diplomáticas de inversionistas internacionales durante la guerra del Pacífico”, en 150 años de política exterior, editado por Walter Sánchez y Teresa Pereira (Santiago: Editorial Universitaria, 1977), 44-64. 24 José Morandé, “Chile y los Estados Unidos: distanciamientos y aproximaciones”. Estudios Internacionales 25, n.° 97 (1992): 9, doi: dx.doi.org/10.5354/0719-3769.1992.15472 25 Emilio Meneses, El factor naval en las relaciones entre Chile y los Estados Unidos (1881-1951) (Santiago: Ediciones Pedagógicas Chilenas, 1989), 34-36. 26 Cristian Medina y Mauricio Rubilar, “Chile, de la finis terrae a la inserción en la política mundial: perspectivas historiográficas, desarrollo de su política exterior y desencuentros con las grandes potencias en el siglo XIX”, en Los nuevos Estados latinoamericanos y su inserción en el contexto internacional, compilado por Agustín Sánchez Andrés y Almudena Delgado Larios (Morelia: Universidad Michoacana San Miguel Hidalgo/Université Grenoble Alpes, 2012), 404.

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territorios de Tacna y Arica, lo que afectó directamente el Tratado de Ancón, que se constituyó en la base de los futuros problemas del Estado chileno con ambos países. Desde una perspectiva internacional, el poder de Chile se incrementó, a la vez que su idea de equilibrio (statu quo) se definió en términos de mantener y resguardar los territorios conquistados, apelando en esa defensa al uso de su poderío militar, y con el respaldo de la riqueza salitrera. Para ello, se modernizaron las instituciones armadas, proceso que se inició en 1885 con la llegada de una misión militar alemana, encabezada por Emilio Körner, que se dio a la tarea de transformar al Ejército de Chile, comenzando con la reestructuración de su educación, la modificación de la enseñanza en la Escuela Militar, la creación de una Academia de Guerra y de una Escuela de Clases, lo que le valió un esfuerzo no menor en consideración a las precarias condiciones preexistentes en la institución castrense27. Al poco tiempo, el progreso de esos cambios permitió la creación de un pensamiento militar propio, inspirado en el modelo alemán, pero teniendo en cuenta aspectos de la cultura chilena, tanto en lo social como en lo político, donde las consideraciones territoriales se transformaban en la base de los principios de la defensa nacional28. Entre 1883 y 1890, la política exterior chilena hacia la región debió tener presente el factor de la amenaza a sus intereses de mantenimiento de una posición de poder, lo que obligó a desarrollar acciones tendientes a demostrar su capacidad disuasiva terrestre y naval. Así, se estrenó la idea de la “diplomacia de los cañones”29 a partir del conflicto colombo-estadounidense en la zona de Panamá en 1885, al cual envió Chile el crucero Esmeralda, en apoyo de Colombia. Paralelamente, crecía la preocupación por la frontera Este, ya que en Argentina, el poder de Chile era percibido como una amenaza directa. El resultado fue el inicio de una carrera armamentista en ambos lados de la cordillera. La política exterior chilena de postguerra debió enfrentar, en la década de 1890, algunos procesos que marcaron profundamente la estabilidad interna e internacional. En primer lugar, la crisis política y la guerra civil entre balmacedistas y congresistas30 en 1891, donde estos últimos triunfaron generando un cambio de paradigma político interno, en el que predominó el poder del Parlamento frente al del Ejecutivo. Por su parte, el caso “Baltimore” (16 de octubre de 1891) trajo consecuencias insospechadas para Chile: una riña entre marineros estadounidenses y chilenos en un burdel de Valparaíso derivó en un conflicto bilateral con ribetes de potencial confrontación armada31, ante la exigencia de indemnización por parte del Gobierno estadounidense, por los perjuicios sufridos y la ofensa moral a su bandera32. Ambas situaciones pusieron a las autoridades chilenas en alerta, que iniciaron una estrategia exterior orientada a buscar apoyo en otros países, para hacer frente a la presión estadounidense. 27 Emilio Körner, “El desarrollo histórico del ejército chileno”, en El prusianismo en las fuerzas armadas chilenas, editado por Patricio Quiroga y Carlos Maldonado (Santiago: Ediciones del Ornitorrinco, 1988), 181-224. 28 Enrique Brahm, Preparados para la guerra. Pensamiento militar chileno bajo influencia alemana 1885-1930 (Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2003), 31. 29 Rubilar, “Guerra y diplomacia”, 174. 30 Confrontación breve pero muy violenta, donde se dividió el Ejército en ambos bandos, mientras que la sociedad se vio afectada por la división política. Además, se produjo un impacto económico por la paralización del comercio salitrero, que afectó a capitales internacionales. 31 Sobre el tema, se recomienda la obra de José Miguel Barros Franco, El caso “Baltimore”. Apuntes para la Historia Diplomática de Chile (Santiago: Universidad de Chile, 1950). 32 Germán Bravo, El incidente del USS Baltimore (Santiago: Altazor, 2002).


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Una situación que se estaba manifestando desde 1889, año en que el Departamento de Estado convocó a una Conferencia Panamericana en Washington, bajo la idea de generar una mayor vinculación entre las naciones americanas, pero, pese a este buen deseo, la tensión entre ambos se siguió manifestando33. Así, Estados Unidos y Argentina fueron entonces los principales referentes que obligaron al Gobierno chileno a modificar su conducta en cuanto a las relaciones con los países de la región, que desarrolló entonces una acción política en la que se buscaron puntos de coincidencia, empleando como estrategia el componente económico y cultural en la acción exterior. Esta postura más bien funcional a los intereses del Estado chileno se fue consolidando en dos frentes, primero, respecto a la política estadounidense y los efectos de su intervención en las negociaciones pendientes de Chile con Perú y Bolivia. A la vez, los efectos derivados del tratado chileno-argentino de 1881 determinaron que se iniciaran acercamientos con países que mantenían también problemas con los transandinos. Así comenzó una etapa de las relaciones exteriores de los Estados del Cono Sur, orientada hacia una política de alianzas, que se podría denominar “ententes latinoamericanas”, y que, al igual que en Europa, representan la lucha por alterar el statu quo imperante en la región, basada en el equilibrio de poder, propio del realismo político, manifestado a través de prácticas como la paz armada en las potencias rivales34. Fue en esta lógica que el Gobierno chileno se dio a la tarea de crear un espacio internacional funcional a sus intereses nacionales, desarrollando políticas de aproximación con Estados que podrían generar empatía, orientada a la prosecución de sus intereses, donde Ecuador se transformaría, en poco tiempo, en el principal pilar de esta política.

3. El cambio de paradigma y la aplicación del poder suave: el caso ecuatoriano Al finalizar el siglo XIX, el Estado chileno comenzó a definir su política exterior de largo plazo, basado en una estrategia donde el poder militar no era suficiente como mecanismo de disuasión, es decir, la idea de potencia regional, que se gestó al término de la guerra del Pacífico, se vio modificada, al tener que diseñar una acción más amplia, en la que se debían emplear mecanismos diplomáticos para mantener una posición relevante en el escenario regional, como contrapeso a influencias de otras potencias que buscaban establecer la hegemonía en América del Sur. En esta dinámica, Ecuador pasó a ser un actor relevante para esta política chilena, de manera especial tras la llegada del general Eloy Alfaro y su proyecto político liberal35. La relación entre Ecuador y Chile tuvo vaivenes tras el término de la guerra, primero, por las reclamaciones de ciudadanos ecuatorianos a causa de los perjuicios de esta. Pese a ello, las relaciones comerciales comenzaron a fortalecerse, en especial con el auge cacaotero. En 1884, por ejemplo, se inició la avanzada económica, encabezada por la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), asociación de empresarios chilenos dedicados a la explotación de tierras, para buscar oportunidades comerciales. La estrategia estaba diseñada sobre tres ejes: la expansión de los mer-

33 Claudio Tapia, “La conferencia Panamericana de 1889-1890: Entre el realismo y la cooperación en las relaciones entre Chile y los Estados Unidos”. Bicentenario 10, n.° 2 (2011): 97-113. 34 Charles Zorghibe, Historia de las relaciones internacionales, vol. 1 (Barcelona: Alianza, 1997), 96-105. 35 Galo Plaza Lasso, “La opción democrática en el Ecuador, 1880-1930”, en Política y sociedad. Ecuador. 18301980, coordinado por Luis Mora Ortega (Quito: Corporación Editora Nacional, 1980), 57-58.

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cados, la educación agrícola y la creación de una unidad específica de negocios entre ambos países, teniendo como punto de partida el acercamiento con el puerto de Guayaquil. La explotación de materias primas (tanto el salitre en Chile como el cacao en Ecuador) obligaba a las autoridades nacionales a mejorar su red de contactos en el exterior, a fin de posicionar sus productos en los mercados europeos. Por su parte, los capitales provenientes de Europa —principalmente de Inglaterra— también actuaban sobre ambas economías, por lo que resultaba interesante a los ecuatorianos acercarse al comercio chileno, como país con mayor peso en el escenario regional para asimilar las eventuales innovaciones que estos realizaran, a fin de instalar los productos en el exterior con un mayor retorno a las arcas fiscales. Todo ello bajo la concepción de que la venta de materias primas era, por sí misma, el mejor de los negocios que se podía realizar, sin considerar siquiera el desarrollo de una industria nacional. Las redes de comercio requerían el apoyo de los avances tecnológicos, situación que Chile había comenzado a desarrollar empleando las redes ferroviarias y creando la Empresa de Ferrocarriles del Estado. Por su parte, Ecuador, que necesitaba también progresar, siguió el referente chileno, pero, al no tener el país recursos para establecer su propia red, optó por otorgar concesiones a capitales privados, a fin de desarrollar las obras. De manera paralela, Estados Unidos convocó en 1889 a una Conferencia Panamericana, bajo la consigna de buscar acuerdos comerciales regionales, mientras que el Estado chileno ya había avanzado en relaciones comerciales con los países que eran de su interés desde los ámbitos económico y político. Desde la administración chilena se estudió de manera cuidadosa el espectro hacia donde desembocaría el esfuerzo político internacional de Estados Unidos. El presidente chileno José Manuel Balmaceda señaló en su cuenta pública: “Invitados por el Gobierno de los Estados Unidos a la conferencia internacional de Washington, aceptamos la invitación, más por deferencia respetuosa a un gobierno amigo, que por la esperanza de obtener en ella resultados inmediatos y verdaderamente positivos para el bienestar de ambas Américas. En conformidad a las declaraciones previas hechas al agente especial del Gobierno que gestionaba la conferencia, se dieron instrucciones dirigidas a estimular el desenlace de las cuestiones económicas o comerciales, que pudieran interesar a la comunidad de las naciones representadas en la conferencia. Creímos que debían ser eliminadas las cuestiones políticas o de principios para establecer un derecho especial americano, o que debíamos abstenernos de abrir controversia sobre ella”36.

Este escenario reforzó, a la vista de las autoridades chilenas, la importancia que tomarían los temas comerciales en las relaciones con los países latinoamericanos. Esta postura representaba en sí un cambio de mirada de la política generada tras la guerra del Pacífico, y se sostenía por el nuevo escenario regional, marcado por la renovada acción estadounidense. Así, a la búsqueda de ventajas comerciales se sumó la necesidad de frenar intromisiones políticas, elementos que encauzaron una mirada diplomática chilena hacia la región y, de manera particular, el Pacífico sudamericano, aunque esta práctica también fue llevada a países centroamericanos. Un ejemplo fue que, hacia

36 José Manuel Balmaceda, “Mensaje del Presidente al Congreso Nacional. Año 1890”, en El pasado republicano de Chile, o sea, Colección de discursos pronunciados por los Presidentes de la República ante el congreso Nacional al inaugurar cada año el período legislativo 1832-1900, t. II (Concepción: Imprenta de El País, 1899), 292.


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finales del siglo XIX, se avanzó con Guatemala en esa dirección37. Ello fue la demostración de la necesidad de generar acercamientos con Estados con los que no se tenía frontera, pero que podían ayudar a Chile frente a la acción de sus vecinos, todo ello en un escenario regional vertiginoso. El mayor intercambio comercial estuvo acompañado de la designación de más representantes consulares ecuatorianos en distintos puertos chilenos, con el fin de promover los productos de su país y, en algunos casos, buscar alianzas con productores locales. En consecuencia, con alguna regularidad se pueden encontrar en este período consulados del Ecuador en Arica, Iquique, Antofagasta, Valparaíso (Consulado General), Santiago, Talcahuano, todos ellos lugares de interés para el desarrollo del comercio bilateral (el norte salitrero; el sur, relacionado con el desarrollo naval y agrícola), y en donde la promoción de productos chilenos resultaba destacada38. El resultado de ello fue una mayor presencia de Chile en el comercio ecuatoriano, tal como se demuestra en la tabla 1. Tabla 1. Exportaciones e importaciones del Ecuador en 1889 Exportaciones

Importaciones

País

Valor declarado

Derechos

País

Valor declarado

Derechos

Alemania

1.222.969,62

40.266,26

Alemania

1.331.248,66

285.998,17

Colombia

351.063,40

4.064,93

Colombia

423.679,61

17.105,20

Chile

349.096,21

2.922,16

Chile

845.277,84

106.706,88

España

1.671.829,50

26.995,01

España

1.671.829,50

26.995,01

Francia

1.944.534,79

20.896,75

Francia

1.989.426,26

445.249,69

Inglaterra

1.275.145,79

21.304,62

Inglaterra

2.350.500,71

435.877,71

N. América

731.097,36

20.091,68

N. América

377.522,73

384.389,71

Perú

173.074,58

3.943,71

Perú

740.331,56

75.292,29

Otros*

191.798,96

2.081

Otros*

250.127,47

50.298,28

* Se incluyen Bélgica, Cuba, China, Holanda, Italia, Suiza, Argentina, Centroamérica, México y Uruguay. Fuente: Enrique Ayala Mora, Lucha política y origen de los partidos en el Ecuador (Quito: Corporación Editora Nacional, 1982), 213.

Pero la intensificación de las relaciones chileno-ecuatorianas no sólo quedó reducida a temas económicos. Durante los años siguientes, las autoridades ecuatorianas comenzaron a pedir a sus representantes en Chile la recopilación de códigos, leyes administrativas o documentos sobre diversas organizaciones chilenas, todo bajo la posibilidad de que estas se pudieran adaptar a la realidad de su país. Con ello, entonces, se empezaba a manifestar el interés en la profundización del vínculo con Chile, al considerarlo como un referente. La señal fue recogida en la Cancillería santiaguina, y al poco tiempo no era de extrañar que se remitieran directamente a ese país recopi-

37 Antecedentes Tratado de Comercio y Navegación entre Chile y Guatemala. “Copiador de Correspondencia ordinaria y reservada recibida de la Legación de Chile en Ecuador, Colombia y Centro América”, 1900, en AGH, Histórico, Ministerio de Relaciones Exteriores, vol. 273. 38 La posibilidad de copiar modelos de desarrollo agrícola chileno en Ecuador. Copiador de Agentes diplomáticos y consulares del Ecuador en el extranjero, “Nota sobre desarrollo agrícola”, Santiago, 5 de julio de 1889, en Archivo Histórico “Alfredo Pareja Diezcanseco” (AHAPD), Quito-Ecuador, Fondo Ministerio, K.42.15.

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laciones de leyes y manuales y otros materiales referidos a la estructura política y administrativa del país. Se hicieron campañas para recopilar reglamentos y cartillas sobre el funcionamiento de diferentes industrias (incluida la minera), se sumaron textos de estudio para la formación de profesores normalistas y los textos de enseñanza de diversas materias. Además, se hizo una campaña de recolección de libros para colaborar con la implementación de bibliotecas ecuatorianas, con donaciones de privados. Esto, según consta en la documentación de la Cancillería ecuatoriana, donde incluso Victoria Subercaseaux, viuda de Benjamín Vicuña Mackenna, tomó la tarea de reunir volúmenes para ser enviados a Quito39. Como ya se señaló, desde 1891 se hizo notar más la presión estadounidense y argentina, por lo que el acercamiento con Ecuador fue más relevante para la posición chilena en la región. De este modo, las autoridades nacionales asumieron que el poder militar ya no era suficiente para mantener un rol preponderante en la región, por lo que la política exterior chilena debió enfocarse en mecanismos como la persuasión, un mejor manejo diplomático, la incidencia en la economía y la cultura; en otras palabras, la aplicación de un poder blando, que, en el caso de Chile frente a Ecuador, se estaba comenzando a consolidar. La información sobre avances y modificaciones de las estructuras del aparato público chileno era requerida por los funcionarios ecuatorianos40. Para la última década del siglo XIX, la conciencia tanto de alianzas como de injerencias en otros países era parte de la política nacional, y Ecuador pasó a ser un actor relevante de ella. Prueba de esto son las comunicaciones diplomáticas y las reuniones bilaterales que se fueron desarrollando con más continuidad, tal como se informaba hacia 1894 desde la embajada de Ecuador en Santiago de Chile: “El gobierno de esta república está animado de la mejor buena voluntad respecto del Ecuador y la promesa de que procurará, en todo lo posible, hacer notoria y práctica tan buena voluntad”41. Dicha demostración de buena voluntad se manifestó fuertemente hacia temas económicos. En 1895 se produjeron dos situaciones relevantes en la relación chileno-ecuatoriana, que determinarían efectos en el tiempo: el destape del proceso de venta del crucero chileno Esmeralda a Ecuador, pero que terminó sirviendo en Japón, porque fue considerado por parte de la clase política como una transacción escandalosa42, que complicó seriamente al Gobierno ecuatoriano43, y las consecuencias de ese hecho, ya que el Gobierno de ese país, que se había sostenido en un tenue equilibrio entre las fuerzas internas, terminó por caer, lo que implicó la llegada del general Eloy Alfaro al poder44. Este concibió un proyecto político liberal que tuvo profundas repercusiones en su país. Por otra parte, este mandatario sería clave para comprender la influencia chilena en Ecuador, ello debido a la aproximación que inició en su mandato y que se plasmó en las acciones políticas a partir de su ascenso al poder: en economía, instituciones administrativas, educación, que incluye39 Sobre campaña de libros para Ecuador: “Nota”, Santiago, 29 de septiembre de 1890, en AHAPD, Ministerio, t. I. Comunicaciones recibidas del Consulado de Ecuador en Santiago (1832-1901), vol. D.14.1. 40 Sobre necesidad de fomentar relación con Chile: “Nota”, Santiago, 10 de abril de 1894, en AHAPD, Ministerio, t. II. Comunicaciones recibidas de la legación del Ecuador en Chile (1869-1903), vol. C.14.2. 41 Sobre relaciones bilaterales: “Nota N° 2”, Santiago, 9 de mayo de 1894, en AHAPD, Ministerio, Copiador Agentes diplomáticos y consulares en el extranjero, vol. K.42.19. 42 “Antecedentes venta del Crucero ‘Esmeralda’ a Ecuador”, en AGH, Histórico, vol. 227. ff. 290-291; 301-302. 43 Para este tema se recomienda la reciente obra de María Barrera-Agarwal, Anatomía de una traición. La venta de la bandera (Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana/Sur Ediciones, 2015). 44 Enrique Ayala Mora, “Acta del pronunciamiento del 5 de junio de 1895”, en Nueva historia del Ecuador. Documentos de la historia del Ecuador, vol. 15 (Quito: Corporación Editora Nacional/Grijalbo, 1995), 202-204.


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ron, por supuesto, a las Fuerzas Armadas. El Estado chileno tuvo, a partir de la llegada de Alfaro a la Presidencia de Ecuador, las facilidades para proyectar su política exterior, en función de los propios intereses, contando con un aliado en el Pacífico, que siguió sin mayores reparos su accionar. Así, al poco andar, se inició la discusión por establecer un tratado comercial bilateral amplio, que apuntaba hacia una integración comercial poco desarrollada hasta ese entonces, donde el presidente Alfaro concentró mucha de su iniciativa para convencer a los grupos más reticentes, en especial comerciantes, por un acuerdo que era más favorable a Chile, ya que el mandatario lo consideraba de gran importancia, en el entendido que las relaciones bilaterales serían más unidas y que, a la larga, ello sería de mayor beneficio para su país45. Lo anterior, pensando en el proceso de industrialización que el proyecto liberal buscaba establecer como parte de su aporte al país, ello porque, hasta ese momento, las condiciones de desarrollo industrial eran escasas, mayormente limitadas a talleres artesanales46. Al Estado chileno, la postura de Alfaro le era completamente funcional a sus intereses, permitiendo proyectar su política exterior, y consiguiendo un aliado clave en la región, para colaborar en el mantenimiento del statu quo frente a las pretensiones argentinas y a los problemas no resueltos con Bolivia y Perú. Además, se agregaba en la relación chileno-ecuatoriana un aspecto más favorable a esta alianza: los problemas territoriales entre Ecuador y Perú, lo que en la práctica significaba tener un adversario común. Convencido de esta situación, Alfaro diseñó su política exterior alineada con la chilena, ello especialmente desde los fracasos en las negociaciones con el Gobierno peruano realizadas entre 1887 y 189247. Alfaro defendía a ultranza en 1898 la consolidación del acuerdo comercial ecuatoriano-chileno, pese a estar consciente de que era inconveniente para su mercado. Ello porque el análisis sobre el acuerdo no se limitaba a reflexiones de carácter económico, sino netamente a una visión de un realismo político de conseguir con esto demostrar un interés de mantener una alianza con Chile, lo cual queda demostrado en el discurso al Congreso Nacional de ese año: “Con módicos derechos de exportación, dispuestos oportunamente a ese fácil y abundante tráfico, el fisco resarcirá de lo que deje de percibir por las franquicias que se otorgan en el Tratado de Comercio con Chile”.

En este mensaje, a continuación se agregaba: “Sin embargo considero el referido convenio como un ensayo que tiende a ensancharse y perfeccionarse con la práctica, y que contribuirá, por modo eficaz a realizar el inmenso bien de estrechar con los vínculos de la intimidad sincera y provechosa, a dos pueblos hermanos”48.

Bajo esta situación, no es de extrañar que, al poco tiempo, la preocupación de la diplomacia chilena derivara en un análisis de las relaciones comerciales, llegando a tener espacios en las Memo-

45 Sobre conversaciones proyecto de acuerdo comercial bilateral: “Nota de Beltrán Mathieu”, Quito, 17 de noviembre de 1898, en AHAPD, Ministerio, t. II. Comunicaciones recibidas de la Legación de Chile (18831907), vol. B.13.2. 46 Víctor Torres, Estado e industrialización en Ecuador (Quito: Forum/Universidad Técnica Salesiana, 2012), 24-27. 47 Arturo Lecaros Bustamante, El problema territorial con el Perú desde la perspectiva diplomática (Quito: AFESE, 1997), 45. 48 Eloy Alfaro, Mensaje del Presidente de la República al Congreso Nacional (Quito: Imprenta Nacional, 1898), 6.

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rias que se remitían al Gobierno central49. Pero, más allá del tema económico, se abrió otra arista en la integración bilateral: la educación y la cultura. En tal sentido, las solicitudes del Gobierno ecuatoriano de becas para cursar estudios en la Escuela Normal de Preceptores, por ser relevantes para el progreso de su país. La comunidad de intereses y los buenos resultados de las primeras gestiones se repitieron a inicios del siglo XX, cuando las autoridades ecuatorianas volvieron a solicitar apoyo para mejorar su proyecto educacional, con la solicitud de profesores chilenos para que realizaran clases en escuelas del país. En efecto, la información proveniente de la Cancillería ecuatoriana permite establecer que durante 1900 se llevaron a cabo las gestiones conducentes a la contratación de profesores chilenos, a fin de ejercer docencia en Quito, Cuenca y Guayaquil50. Por otra parte, es interesante destacar que por esos años continuaron las solicitudes del Gobierno ecuatoriano a instituciones chilenas; esta vez, el foco de atención se dirigió hacia el sistema judicial chileno, en especial, en busca de procedimientos que se pudieran aplicar en el país51. A su vez, existía el interés por parte de las autoridades ecuatorianas de hacer un seguimiento de cómo se percibía a Ecuador en Chile, específicamente, en la opinión pública y las principales instituciones. Así, se hacía un constante seguimiento a las publicaciones periódicas, los informes o cualquier otra nota que apareciera sobre la vida interna o exterior de Ecuador, lo cual también era parte de las tareas que tenían los representantes de dicho país en las ciudades donde mantenían consulados, como en la capital, donde estaba la representación diplomática, situación que se registraba y posteriormente era enviada al Gobierno central, a fin de contar con información permanente que pudiera ser útil en el mantenimiento de buenas relaciones bilaterales. Para el Estado chileno, la oportunidad que se generó en las relaciones con Ecuador implicó, además, diseñar políticas sistemáticas, destinando esfuerzos de los representantes chilenos en el vecino país. El caso de Beltrán Mathieu es destacable por su labor, especialmente en la profundización de la injerencia en aspectos de vinculación tanto comerciales como de otra índole, incluida la defensa52.

Conclusión El período tras el término de la guerra del Pacífico puede ser calificado como de fuerte tensión regional, ya que, pese a los acuerdos de paz, no se logró generar condiciones que coadyuvaran a este mantenimiento de buenas relaciones con los países de la región. Por el contrario, el Estado chileno asumió una posición de poder regional, especialmente en la relación con los Estados del Pacífico Sur americano, donde predominó en un comienzo la mirada desdeñosa y desconfiada a los Estados latinoamericanos, privilegiando la relación con las potencias europeas, en relación con su “nuevo estatus”. 49 Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores, Culto y Colonización, Memoria del Consulado General de Chile en Guayaquil (Santiago: Imprenta Nacional, 1900). 50 Contratación de docentes chilenos para trabajar en Ecuador: “Nota N° 386”, 27 de agosto de 1900, en AHAPD, Ministerio, Agentes diplomáticos y consulares del Ecuador en el extranjero, vol. K.42.22, ff. 240-241. 51 Solicitud de códigos de justicia y procedimientos judiciales: “Nota N° 529”, 30 de octubre de 1900, AHAPD, Ministerio, Agentes diplomáticos y consulares del Ecuador en el extranjero, vol. K.42.22, f. 334. 52 Sobre el acercamiento chileno-ecuatoriano en el contexto regional: “Nota Reservada N° 21” de Beltrán Mathieu. Legación de Chile en Ecuador. Ministerio de RR. EE. de Chile. Oficios confidenciales y reservados recibidos de las Legaciones de Chile en América y Europa, en AGH, Histórico, vol. 261-A.


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La reacción de la región, si bien es cierto que no estaba consensuada, tenía elementos influenciados por la diplomacia de los aliados en el conflicto, como lo demuestran las declaraciones de Colombia y Venezuela, además de los propios aspectos que dejan pendientes el término del conflicto armado, el plebiscito en Tacna y Arica y un acuerdo definitivo de paz en el caso boliviano, sumados a la desconfianza bilateral con Argentina, que derivó en una escalada armamentista sin comparación en la historia de América Latina, y que se fue frenando, a partir de 1902, tras la firma de los Pactos de Mayo, todo ello bajo la permanente mirada de Estados Unidos y sus afanes de establecer su hegemonía regional. En este escenario se representan a cabalidad los planteamientos de los estudiosos de las relaciones internacionales, en atención a la permanente anarquía internacional, donde los intereses del Estado predominan sobre cualquier otra consideración. Y en donde el poder militar corresponde a la principal fuerza profunda con la que se garantiza el statu quo, situación que Chile mantuvo, al menos, durante la primera década tras el conflicto. Sin embargo, tras esta primera aplicación de poder duro, debió necesariamente iniciar un giro en su comportamiento hacia la región, en la idea de que debía transar apoyo en los foros internacionales de los que no se podía mantener ajeno. Así, se optó por buscar en los Estados con los que no poseía fronteras y que, de forma alguna, mantenían cierto rechazo a la postura de estos actores internacionales de los que Chile tenía recelo, para conformar vínculos de interés común, en especial a partir de un intercambio comercial, como mecanismo de persuasión, para obtener su apoyo en el momento de debatir posibles intervenciones en asuntos bilaterales. De esta forma, este trabajo busca establecer el tránsito de una política de postguerra, marcadamente apoyada por el poder militar, hacia una acción de política de influencia, donde priman el intercambio comercial, la persuasión diplomática, destacando en ella el rol que adquieren los Estados paravecinos, siendo Ecuador un actor fundamental en esta acción, que derivó, con el trascurso de los años, en la consolidación de relaciones bilaterales durante las décadas siguientes. A más de un siglo de estas prácticas, cabe reflexionar acerca de si este comportamiento político, instaurado en los primeros años de la postguerra del Pacífico, se fue sosteniendo en el tiempo sólo con este país, llegando a ser parte de la práctica internacional del Estado chileno, incluso hasta nuestros días, o si se trató de aplicar en otras relaciones paravecinales.

Bibliografía Fuentes primarias Archivos: 1. 2. 3.

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Documentación primaria impresa: 4. 5.

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❧ Claudio Tapia Figueroa Profesor del Departamento de Estudios Humanísticos en la Universidad Técnica Federico Santa María (Chile). Licenciado en Historia por la Universidad de Valparaíso (Chile), Magíster en Estudios Internacionales por la Universidad de Chile y Doctor en Estudios Americanos por la Universidad de Santiago de Chile. Sus áreas de investigación son la Historia de América y la Historia de las relaciones internacionales. Entre sus últimas publicaciones se destacan: “Ecuadorian Foreign Policy during the War of the Pacific: An Analysis from the Balances of Power Outlook in Latin America”. Revista Brasileira de História 36, n.° 72 (2016), doi: dx.doi.org/10.1590/1806-93472016v36n72_008; “Entre la integración regional y la legitimación democrática: las convenciones de Lima de 1993 entre Chile y Perú”, en Integración y democracia en América Latina, compilado por Máximo Quitral y Jorge Riquelme (Santiago: Universidad Arturo Prat/ RIL Editores, 2016); y “Política exterior de Chile hacia el Paraguay. 1990-2009”, en La política exterior de Chile, 1990-2009: del aislamiento a la integración global, volumen 2, editado por Mario Artaza y César Ross (Santiago: Universidad de Santiago de Chile/RIL Editores, 2015). claudio.tapia@usm.cl

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¿Cuántos somos? Una historia de los censos civiles y de la organización estadística en Colombia en la primera mitad del siglo XX❧ Victoria Estrada Orrego

Universidad Nacional de Colombia doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit64.2017.08

Artículo recibido: 01 de abril de 2016/ Aprobado: 19 de agosto de 2016/ Modificado: 21 de septiembre de 2016

Resumen: Este artículo estudia el proceso de configuración de las estadísticas censales en la primera mitad del siglo XX en Colombia. Se señalan las singularidades de la producción y de los usos de estas cifras, y se describen los problemas que enfrentó el Estado colombiano para producir estadísticas demográficas con carácter científico y fiables, como imperativo de la modernidad. El análisis de la documentación mostró que los censos de 1905, 1912 y 1918 buscaron cuantificar principalmente la población masculina con derecho al voto y apta para el servicio militar. Además, se pusieron en evidencia la fragilidad administrativa de los servicios de estadística oficial y la participación de expertos internacionales en la elaboración de los censos posteriores. Palabras clave: Censo de población, Colombia, historia, estadística (Thesaurus); siglo XX (Autor).

How Many Are We? A History of Civil Censuses and Statistical Organization in Colombia in the First Half of the 20th Century Abstract: This article studies the process of the configuration of census statistics in the first half of the 20th century in Colombia. It indicates the singularities of the production and uses of these figures, and describes the problems that the Colombian state faced in producing scientifically reliable demographic statistics, as an imperative of modernity. Analysis of the documentation showed that the censuses of 1905, 1912 and 1918 aimed mainly to quantify the male population who had the right to vote and were fit for military service. It also showed the administrative weakness of the official statistics services and the participation of international experts in the elaboration of subsequent censuses. Keywords: population census, Colombia, history, statistics (Thesaurus); 20th century (Author).

Quantos somos? Uma história dos censos civis e da organização estatística na Colômbia na primeira metade do século XX Resumo: Este artigo estuda o processo de configuração das estatísticas de censo na primeira metade do século XX na Colômbia. Indicam-se as singularidades da produção e dos usos dessas cifras, e descrevem-se os problemas que o Estado colombiano enfrentou para produzir estatísticas demográficas com caráter científico e confiáveis, como imperativo da modernidade. A análise da documentação mostrou que os censos de 1905, 1912 e 1918 procuraram quantificar principalmente a população masculina com direito ao voto e apta ao serviço militar. Além disso, evidenciaram-se a fragilidade administrativa dos serviços de estatística oficial e a participação de especialistas internacionais na elaboração dos censos posteriores. Palavras-chave: Colômbia, estatística, história (Thesaurus); censo populacional, século XX (Autor). ❧ Este artículo presenta los resultados de uno de los capítulos de la tesis doctoral en Historia “La valeur des chi-

ffres: La production et les usages des statistiques démographiques et de santé publique en Colombie 1886-1947” (tesis de doctorado, École des Hautes Études en Sciences Sociales, 2015), realizada bajo la dirección de Gérard Jorland y con recursos económicos de la autora.


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¿Cuántos somos? Una historia de los censos civiles y de la organización estadística en Colombia en la primera mitad del siglo XX Victoria Estrada Orrego

Introducción Los censos, como práctica administrativa y herramienta de conocimiento y de representación de la población, son un objeto de investigación histórica que comienza a abrirse paso en los países sudamericanos, en donde se destacan trabajos realizados para Brasil, Argentina y Chile1. La historiografía colombiana, por el contrario, no le ha dedicado muchas páginas al tema, por lo que se encuentran de manera usual en algunos censos comentarios históricos sucintos o compilaciones legislativas en orden cronológico. No obstante, en las últimas décadas algunos estudios se han interesado en la calidad y validez de las cifras, o han analizado su producción para un período concreto de la historia nacional2. En 2012, por ejemplo, el DANE publicó el libro Historia de los censos en Colombia, obra que sintetiza los principales hitos de la historia censal colombiana, y de un indiscutible carácter factual y poco interpretativo3. Más allá de intentar llenar un vacío historiográfico, este artículo busca aproximarse al problema de historia censal guiado por dos ideas: la primera, considera que los censos son instrumentos de objetivación de la población, y la segunda, que existe una estrecha relación entre la consolidación del Estado y la producción oficial de estadísticas. Si, a primera vista, la población es el objeto de los censos, esto no es tan simple cuando se trata de su historia, porque cada censo posee su contexto histórico y sus propias condiciones de posibilidad y producción. En el período estudiado en este artículo, situado en una época en la que la estandarización de los censos según parámetros internacionales estaba en proceso de consolidación, se analiza cómo los censos obedecieron a diferentes objetivos y cómo sus preguntas y categorías poblacionales no fueron del todo uniformes. Por otro lado, este artículo busca mostrar que, en efecto, el saber de la estadística se desarrolla de forma simultánea y concomitante con el proceso de consolidación del Estado nacional. Este estuvo marcado por tensiones entre el poder central y los poderes locales, puesto que los censos son expresión de la historia de la adopción de la estadística como práctica de Estado y muestran cómo se objetivó la población en distintos momentos de la historia de Colombia. Este artículo analiza entonces el proceso de configuración de las estadísticas censales en la primera mitad del siglo XX en Colombia, señalando las singularidades de la producción y de los usos de estas cifras. Por tanto, busca poner en evidencia los problemas que enfrentó el Estado

1 Sobre este punto puede consultarse: Tarcisio Rodrigues Botelho, “Censos nacionais brasileiros: da estatística à demografia”, en Estatísticas nas Américas: por uma agenda de estudos históricos comparados (Río de Janeiro: IBGE, Centro de Documentação e Disseminação de Informações, 2010); Nelson de Castro Senra, “Síntese da ‘História das Estatísticas Brasileiras: 1822-2002’ feita no IBGE, com sugestões de pesquisas”, en Estatísticas nas Américas: por uma agenda de estudos históricos comparados (Río de Janeiro: IBGE, Centro de Documentação e Disseminação de Informações, 2010); Hernán Otero, Estadística y nación: una historia conceptual del pensamiento censal de la Argentina moderna, 1869-1914 (Buenos Aires: Prometeo Libros Editorial, 2006); República de Chile, Retratos de nuestra identidad: los censos de población en Chile y su evolución histórica hacia el bicentenario (Santiago: Instituto Nacional de Estadísticas [INE], 2009). 2 Fernando Gómez, “Los censos en Colombia antes de 1905”, en Estudio de estadísticas históricas de Colombia, editado por Miguel Urrutia y Mario Arrubla (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1970), 9-18; Hermes Tovar, Jorge Andrés Tovar y Camilo Ernesto Tovar, Convocatoria al poder del número: censos y estadísticas de la Nueva Granada, 1750-1830 (Bogotá: Archivo General de la Nación, 1994); Fabián Prieto, “Una anatomía de la población colombiana: la técnica estadística en Colombia y el levantamiento del censo de población de 1912”. Memoria y Sociedad 9, n.o 19 (2005): 55-67. 3 José Olinto Rueda, Historia de los censos en Colombia (Bogotá: DANE, 2012).


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colombiano para producir estadísticas demográficas con carácter científico y fiables, propias de los imperativos de un Estado moderno. No debe olvidarse, como lo sugiere Ian Hacking en su libro The Taming of Chance, que, bajo el principio de la necesidad de disponer de información apropiada para el ejercicio del buen gobierno, todo Estado fue (es) estadístico a su manera y que las estadísticas de cada Estado son testimonio tanto de sus problemas como de sus inquietudes4.

1. Las cifras de la nación colombiana: los censos de 1905 y 1912 Las constantes transformaciones político-administrativas y las numerosas guerras civiles que tuvieron lugar a lo largo del siglo XIX en Colombia impidieron la consolidación de un sistema único y de larga duración para la producción de cifras oficiales sobre la población. Frente a una administración pública diseminada y frágil, un sistema de estadísticas públicas tuvo problemas para emerger, a lo que se suma que una parte importante de la población evitaba los censos por temor a que le impusieran nuevas contribuciones fiscales o el servicio militar. De los seis censos realizados durante el siglo XIX (1825, 1835, 1843, 1851, 1864 y 1870), solamente el último contabilizó los habitantes según la edad, el sexo, el estado civil y la profesión. Durante las últimas tres décadas del siglo no se realizó ningún otro censo. Fue necesario esperar hasta 1905 para que se realizara un nuevo censo en el país. La ley previó su ejecución entre el 1 y el 15 de junio. La información solicitada era: nombre completo, origen, sexo, edad, estado civil, profesión, religión y personas que saben leer y escribir. También se debían incluir el número de enfermos de lepra, los ciegos y los pobres de solemnidad. Los funcionarios responsables del censo fueron gobernadores, alcaldes y ediles. Los departamentos debían compilar los resultados y enviarlos a la Oficina Central de Estadística (OCE)5. A pesar de la legislación, la recolección de datos falló. La población total se estableció en 4.143.632 habitantes. Pero, debido a significativas dificultades técnicas, los resultados fueron considerados como deficientes, y no se publicaron hasta 1917. Esto generó obstáculos de tipo fiscal y electoral para la actividad administrativa y política en el país6. A pesar de la insuficiente información obtenida en este censo civil, fue significativa la aparición, por vía legislativa, de nuevas variables, que analizamos a continuación. La pregunta sobre el origen, ligada a la raza o al color de piel, no aparecía en los censos decimonónicos. Este hecho podría servir de prueba a la afirmación, a menudo reiterada en el contexto latinoamericano, que señala que este tipo de preguntas tuvieron tendencia a desaparecer de los censos del siglo XIX, no solamente para evitar distinciones raciales ofensivas propias del pasado colonial, sino sobre todo como consecuencia del acelerado mestizaje y de cambios en la percepción de la sociedad a partir del liberalismo y del principio de igualdad7. Lo sorprendente entonces es que, en Colombia, la variable raza reaparece en los censos de 1905, 1912 y 1918. ¿Cómo explicar el retorno de esta noción? Se ha señalado que el proyecto de nación, iniciado en 1886, mediante la reconfiguración de un Estado centralizado, tuvo raíces hispanas y 4 Ian Hacking, The Taming of Chance (Cambridge: Cambridge University Press, 1990), 16-18. 5 Colombia y Ministerio de Gobierno, Censo general de la república de Colombia levantado el 5 de marzo de 1912 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1912), I, 6-7. 6 Sólo se publicó la población total por municipio, provincia y departamento. Alberto Charry Lara, Desarrollo histórico de la estadística nacional en Colombia (Bogotá: Departamento Administrativo de Planeación, 1954), 42-43. 7 Hernán Otero, “Estadística censal y construcción de la nación. El caso argentino, 1869-1914”. Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” n.o 16-17 (1998): 126-127.

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católicas, que excluyeron a las mayorías mestizas e indígenas. Aunque hubo intentos por incorporar a Colombia en la economía global, a través de la modernización del aparato estatal, los impuestos y aduanas, en el ámbito cultural hubo obstáculos a las ideas que sostenían un nuevo modelo de Estado moderno. En el país, esta especie de revisión de la modernidad también se hizo mediante el control de la educación nacional por parte de la Iglesia católica. Este proyecto de nación estuvo definido por el lema “Una nación, una raza, un solo Dios”8. Las preguntas del censo estaban destinadas a cuantificar el número de hombres de cierta edad, propietarios, que sabían leer y escribir, es decir, la población con derecho al voto. Las preguntas sobre la raza y la religión pertenecen al modelo hispánico que todavía perduraba en el país. Además, las restricciones introducidas por la élite al derecho al voto eliminaban gran parte de la población masculina (indígenas, negros y mestizos). De esta manera, las ideas de ciudadanía estaban asociadas a ideales de blancura9. Otra variable, la de los leprosos, está relacionada con la campaña de control de la enfermedad iniciada en 1905 para luchar contra la imagen del país como “potencia leprosa”. Sin embargo, requirió un estudio independiente10. Caso distinto el del interés por los ciegos y los pobres de solemnidad. Muy lejos de cualquier preocupación por la salud pública, estas dos variables buscaban establecer la población que subsistía gracias a las instituciones de beneficencia y de caridad cristiana, al mismo tiempo que cuantificaban la población inepta (ciegos) o apta (los pobres) para prestar servicio militar. A pesar de los intentos de 1905, la ausencia de datos demográficos nacionales actualizados fue una realidad durante la primera década del siglo XX. Para superar esa dificultad, el Gobierno ordenó la realización de un nuevo censo en 1912. Con la voluntad de seguir las normas internacionales, en la medida de lo posible, se llevó a cabo por primera vez el censo en un mismo día con la población inmovilizada en casa. En cuanto a la población indígena, se determinó que los misioneros católicos debían asegurar la cuantificación de las comunidades “civilizadas” y estimar las restantes. De igual forma, el Gobierno Central estaba encargado de la producción y distribución de los formularios en los que se debía consignar para cada individuo: nombre completo, sexo, edad, estado civil, nacionalidad, lugar de nacimiento (para los colombianos), residencia, parentesco con el jefe de la familia, religión, si sabe leer, si sabe escribir, raza, profesión, ocupación o ingresos, número de hijos, si es ciego o sordomudo, y si ha sido vacunado11. Los formularios se dejaban en cada casa y se recogían al día siguiente. Si nadie sabía leer ni escribir, los comisarios del censo debían llenarlos, mientras que los inspectores eran responsables de revisar y consolidar los datos y entregarlos a los concejos municipales. Pero para condensar la información departamental se prepararon y distribuyeron otros formularios. Además, todas las personas mayores de 16 años censadas debían recibir la cédula de vecindad, un documento esencial para que los hombres mayores de 21 años pudieran votar. Otra singularidad de este censo fue la solicitud hecha a la prensa y a las autoridades eclesiásticas para facilitar la participación de la población y difundir el censo: 8

Erna von der Walde Uribe, “Lengua y poder: el proyecto de nación en Colombia a finales del siglo XIX”. Estudios de Lingüística Española 16 (2002), <http://elies.rediris.es/elies16/Erna.html>.

9 Claudia Leal León, “Usos del concepto de ‘raza’ en Colombia”, en Debates sobre ciudadanía y políticas raciales en las Américas negras, editado por Claudia Mosquera Rosero-Labbé, Agustín Laó-Montes y César Rodríguez Garavito (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia/Editorial Universidad del Valle, 2010), 394-395. 10 Juan B. Montoya y Flórez, Contribución al estudio de la lepra en Colombia (Medellín: Imp. Editorial, 1910). 11 Colombia y Ministerio de Gobierno, Censo general de la República de Colombia, 7-10.


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“Cuando todo el país conozca el censo general y pueda inquirir la situación social que detalle el escrutinio y condiciones de cada pueblo; cuando palpe la capacidad productora de la Nación; cuando conozca el número de hombres hábiles para recibir instrucción militar y manejar las armas, renacerá indudablemente el sentimiento de orgullo nacional”12.

Una función simbólica crucial, ya que la construcción de una identidad nacional había sido duramente golpeada por las guerras civiles y la pérdida de Panamá (1903). El Gobierno intentó reforzar el sentimiento nacionalista con la publicación del censo para celebrar el Centenario de la Independencia, y mediante su circulación internacional buscó difundir una imagen moderna de la nación colombiana. Con este objetivo, según las autoridades de la época, el censo de 1912 estaría en el centro de la administración pública y sería fundamental en los estudios sociales destinados a analizar la vida nacional y responder a las necesidades de la población13. A pesar de pretender estadísticas actualizadas para su contexto, se puede cuestionar su carácter moderno. Esto si se tienen en cuenta que las características generales de este tipo de censos son: existencia de un organismo único encargado de realizarlo, uniformidad de las preguntas para todos los habitantes del territorio, simultaneidad de la encuesta y, en especial, ausencia de consideraciones religiosas, fiscales o militares14. Aunque se realizó en una sola jornada y sus preguntas fueron uniformes, aún prevalecía la presencia de preguntas sobre la religión y la propiedad, así como el énfasis en cuantificar la población masculina con derecho al voto y apta para el servicio militar. El servicio militar, que se ubica dentro de las finalidades extraestadísticas, acerca este censo al registro colonial15. Es importante recordar que, debido a las frecuentes guerras civiles del siglo XIX, la consolidación de un Ejército nacional era una prioridad del Gobierno. La organización del servicio militar obligatorio fue propuesta en 1896 e impuso a hombres de 21 a 40 años la escogencia por sorteo. Los municipios tenían la obligación de preparar las listas y enviarlas al Ministerio de la Guerra, pero los recursos para poner en práctica la normativa eran escasos —en especial durante la Guerra de los Mil Días—, por lo que la fuerza y la violencia fueron los medios privilegiados para obligar a los ciudadanos a prestar el servicio militar. En cuanto a los indígenas, la oposición etnocéntrica “civilizado”/“salvaje” fue crucial en este censo. La población aborigen se estimó—no es claro a partir de qué criterios— bajo las categorías “salvajes” e “irreductibles”16. Por tanto, se trata de un tema que estuvo presente en las políticas del Estado colombiano y que continuó materializándose en este censo. Ahora bien, por problemas de tiempo y de personal, el escrutinio completo de los datos de las mujeres no se realizó, dejando de lado, por ejemplo, su cuantificación por edad, así como su medición en edad de procrear. El interés general de este censo fue la enumeración específica de los ciudadanos, y no la cuantificación de toda la población17. A pesar de esto, la publicación incluye un cuadro que presenta los resultados generales del número de hombres y mujeres por municipalidad, 12 Colombia y Ministerio de Gobierno, Censo general de la República de Colombia, 14. 13 Colombia y Ministerio de Gobierno, Censo general de la República de Colombia, 14. 14 Otero, Estadística y nación, 184. 15 Las prioridades de las estadísticas del censo de población en el antiguo régimen colonial eran el control social y religioso de la población, y las necesidades presupuestales y de impuestos del Imperio español. Otero, Estadística y nación, 208. 16 Colombia y Ministerio de Gobierno, Censo general de la República de Colombia, 50. 17 Prieto, “Una anatomía de la población colombiana”, 62.

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y algunos datos de tipo geográfico. Las cifras restantes fueron presentadas por departamentos en capítulos separados. ¿Cómo interpretar la ausencia de cuadros que condensaran las cifras, según las diferentes categorías de análisis de la población, para todo el territorio nacional? La primera explicación radica en las dificultades para establecer un sistema único en el recuento, pues cada Consejo Regional, según su capacidad de maniobra, debía preparar los cuadros y enviarlos al Consejo Nacional, pero la disparidad en los procesos afectó el escrutinio. Una segunda explicación tiene que ver con la oposición entre los departamentos y el Estado central: la descentralización contra la centralización. Esta oposición está en el centro de los debates nacionales a lo largo del siglo XIX y una parte del XX, y entorpecía los proyectos de construcción de la nación colombiana. Los datos se publicaron de manera desagregada. Así, por ejemplo, para saber cuántos hombres sabían leer y escribir, o cuántos extranjeros se encontraban en el territorio, era necesario sumar los totales de los diferentes capítulos. La preeminencia de los datos departamentales sobre los nacionales parece reforzada además por la inclusión de monografías, que destacan las riquezas potenciales de cada departamento. En suma, la perspectiva general del país resulta difícil de aprehender, y la publicación de cifras absolutas desprovistas de análisis no facilita la tarea. Por otro lado, los registros demográficos departamentales fueron organizados en cuatro tipos de cuadros, por municipalidad. El primer tipo recapitula los hombres por grupo de edad, los que saben leer, los que saben escribir, quienes van a la escuela y los vacunados. Datos que, por demás, permiten cuantificar la población apta para el servicio militar y el número de electores. Otra de las preguntas está relacionada con la vacunación, que está ligada a la lucha contra la viruela, intensificada por el Acuerdo 6 de 1905, que impedía la inscripción de niños en las escuelas sin certificado de vacunación18. Esta pregunta también se encuentra en los censos chilenos de 1843, 1885 y 1895, pero, para el caso colombiano, parece una singularidad de los censos de las primeras décadas del siglo XX19. El segundo tipo de cuadro discrimina los datos por estado civil y profesión. Según los organizadores del censo, el análisis de esta última categoría permite el estudio de la población como “cofactor de la riqueza pública”, una idea propia de la estadística del siglo XIX20. El tercer modelo de cuadro, más ecléctico, presenta las cifras por raza, nacionalidad, religión, tipo de trabajo y propiedad. Las variables utilizadas para la categoría raza hacen referencia a los orígenes o al color de la piel: blancos, negros, indígenas y “mezclados”. La categoría parece escapar a toda interrogación reflexiva por parte de los organizadores, y la definición de sus variables no está incluida en las disposiciones de la Junta Central del Centro Nacional ( JCCN). Hay que anotar también que esta categoría no hace parte de los criterios propuestos por las conferencias estadísticas internacionales, que servían de modelo a los funcionarios locales de la época21. En el caso de la categoría nacionalidad, las opciones son: colombiano, extranjero o extranjero nacionalizado. La limitada atención a la nacionalidad se explica por el número reducido de extranjeros que habitaban el país. En cuanto a la variable religión, la fuerte influencia de la Igle18 Pablo García Medina, Compilación de las leyes, decretos, acuerdos y resoluciones vigentes sobre higiene y sanidad en Colombia, vol. I (Bogotá: Imprenta Nacional, 1932), 139-140. 19 “Anexo: Cuadro comparativo de categorías en censos de población”, República de Chile, Retratos de nuestra identidad, 176-179. 20 Colombia y Ministerio de Gobierno, Censo general de la República de Colombia, 15. 21 Samuel Brown, “Report on the Eighth International Statistical Congress, Held at St. Petersburg, 22nd/10th August to 29th/17th, 1872”. Journal of the Statistical Society of London 35, n.o 4 (1872): 431-457.


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sia católica, confirmada tras la firma del Concordato, en 1887, está sin duda en el origen de la dupla “católico” u “otro”, cuyas cifras reafirman el carácter católico de la población. Para la rúbrica tipo de trabajo, las variables del escrutinio consideraron: “por cuenta propia”, “por cuenta ajena”, “incapacitado para trabajar”. En tanto, según las disposiciones de la JCCN, era necesario hacer una recapitulación de los tipos de invalidez física, pero tal parece que el tema se abordó de forma indiferenciada. La categoría propiedad, cuyas variables son “propietarios rurales”, “propietarios urbanos” y sumatoria, permite registrar la distribución de la propiedad y circunscribir la población susceptible de votar y de ser elegida. Hay que recordar que quienes no sabían leer ni escribir, pero demostraban ingresos superiores a $300 o una propiedad por valor de $1.000 podían votar, mientras que quienes querían ser senadores estaban obligados a demostrar ingresos superiores a $1.20022. Este interés proviene también de la premisa que consideraba que la mayor cantidad de propietarios, es decir, de “personas ricas y prósperas”, acrecentaba la riqueza de la nación. El cuarto cuadro usado considera los niños de 7 a 14 años analfabetas (es decir, aquellos que no saben leer, ni escribir, ni van a la escuela). Debido a que muchos departamentos no presentan esta información o lo hacen de forma arbitraria, es imposible calcular la cifra para el territorio nacional. En resumen, lo que se observa es que el censo de 1912 fue una operación estadística más bien elemental, y es difícil creer que la producción de estas cifras haya podido guiar la acción pública, tal y como lo pretendían sus organizadores.

2. El censo de 1918: ¿cifras modernas? La historiografía nacional considera el año 1915 como el comienzo de la modernización de la estadística colombiana, por las reformas para centralizar la estadística nacional y la aparición de los anuarios estadísticos23. Una mirada menos entusiasta revela que si la Ley 63 de 1914 intenta reforzar la Dirección General de Estadística (DGE) y crea las direcciones regionales en todos los departamentos del país24, la instauración de esta estructura administrativa no fue rápida, ni tampoco la producción de los anuarios. Desde su creación en 1906, la DGE formó parte del Ministerio de Hacienda, aunque para 1917, y según su director, “la organización de las estadísticas era indispensable para formular un plan fiscal, científico y acorde con la equidad, base imprescindible en la aplicación del servicio militar obligatorio y en la solución de muchos otros problemas que interesan de modo directo al progreso y a la seguridad de la República”25. La identificación administrativa del territorio era también una prioridad en este contexto. De ahí que, en 1917, se preparara una guía territorial, administrativa, política y judicial del país26, información pertinente para el desarrollo de las elecciones presidenciales de 1918.

22 “Historia del Congreso de la República de Colombia”, Senado de Colombia (15 de abril de 2015) <http://www. senado.gov.co/el-senado/historia>. 23 Luis Vidales, Historia de la estadística en Colombia (Bogotá: Banco de la República, 1978), 79. 24 Carlos Lleras Restrepo, La estadística nacional: su organización, sus problemas (Bogotá: Imprenta Nacional, 1938), 7-8. 25 Colombia y Dirección General de Estadística, Anuario estadístico 1915 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1917). 26 Dicha guía es un inventario de todos los municipios del país, que indica si existen puesto de correo y oficina de telégrafo, la jurisdicción notarial, judicial y electoral, y las cifras de la población de los censos de 1905 y 1912. Tomás Angulo C. y Nicolás Aristizábal, Guía territorial, administrativa, política y judicial de Colombia (Bogotá: Imp. de La Luz, 1917).

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La no aprobación por parte del Congreso colombiano del censo de 1912 no impidió la utilización de sus cifras, pero forzó la realización de uno nuevo. Así, la Ley 67 de 1917 ordenó la realización de este censo en 1918 y la ejecución de uno cada diez años27. En este nuevo censo, la identificación de la población susceptible de votar y de prestar servicio militar fue aún prioritaria. La rejilla no tuvo cambios, y las categorías de análisis eran las mismas que en 1912, pero, gracias a la existencia de cierto número de funcionarios dedicados, o al menos habituados a la compilación de datos estadísticos, el escrutinio se realizó de forma más organizada. El personal de las oficinas de estadísticas municipales participó en su realización, y en los municipios donde estas no existían, personas “reputadas” de la población conformaban las juntas censales; también, la participación de los párrocos fue constante. La DGE propuso nuevas disposiciones considerando la distribución y la recuperación de los formularios, los métodos de recolección, la división de las tareas y las nomenclaturas, que, según el director, “servían para clasificar y estudiar a los habitantes de un país civilizado”28. El desprecio por la población indígena no tuvo variaciones, y su cuantificación como colectivo indiferenciado se hizo bajo la rúbrica “tribus salvajes”. En esta ocasión, y a diferencia del censo anterior, la población de las tres leproserías se cuantificó distinguiendo los habitantes enfermos de los sanos. La población se censó bajo las categorías “población de hecho”, “población de derecho”, “población flotante” y “población aglomerada”, todas retomadas de las directrices internacionales29. Hay que anotar que para condensar los datos se preparó una quincena de formularios, cuya elaboración revela el interés de los funcionarios por la composición de la población entera en sus diferentes aspectos, al establecerse la distribución por edades de la población, lo que fue una novedad. Para ello, se recurrió a la clasificación de rangos de edad propuesta por Bertillon: 0-1, 1-4, 5-9, 10-14, 15-19, 20-24, y así hasta 100 años. También se buscó cuantificar las personas con defectos físicos y mentales30. Esta última cuantificación no fue una particularidad del censo colombiano, ya que incluso hace parte del cuestionario propuesto, en 1872, por el VIII Congreso Internacional de Estadística31. Se encuentra, por ejemplo, en los censos canadienses de 1881, 1891, 1901, 1911, que cuantifican los ciegos, los sordomudos y los alienados. No obstante, las funciones efectivas de esta cuantificación no son las mismas para los contextos donde se aplicó. En Canadá, por ejemplo, la pregunta hace parte de una aproximación más amplia, porque busca determinar si los defectos tienen un origen hereditario32. Por el contrario, en Colombia, esta cuantificación buscaba establecer la población incapaz de trabajar; por eso su cifra se presentó global, sin discriminar el tipo de defecto. Los resultados del censo de 1918 fueron aprobados por el Congreso de la República en septiembre de 1921 y se publicaron en 1923. Allí se consideran el total de habitantes y las cifras de hombres menores de 21 años, mayores de 21 y “no especificados”, distribuidos por municipio y departamento.

27 Colombia y Contraloría General de la República, Memoria y cuadros del censo de 1928 (Bogotá: Editorial Librería Nueva, 1930), 9. 28 Colombia y Departamento de Contraloría, Censo de población de la República de Colombia levantado el 14 de octubre de 1918 y aprobado el 19 de septiembre de 1921 por la ley 8a. del mismo año (Bogotá: Imprenta Nacional, 1924), 10. 29 Brown, “Report on the Eighth”, 443. 30 Colombia y Departamento de Contraloría, Censo de población, 1924, 6. 31 Según este congreso, se debía indicar si se era ciego, sordomudo, cretino, imbécil o débil de espíritu. Brown, “Report on the Eighth”, 444. 32 Canada. Census and Statistics Office y Archibald Blue, Fifth Census of Canada, 1911, vol. II. Population (Ottawa: C. H. Parmelee, 1912).


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Se trata de un conteo de toda importancia, porque la ley disponía que en el momento de los escrutinios electorales, los comités debían anular las elecciones si el número de votos resultaba superior al número de ciudadanos habilitados para votar en cada municipio. Paradójicamente, la distribución por rangos de edad de Bertillon, utilizada en el escrutinio y prescrita por directrices internacionales, no permitía establecer de forma exacta la cifra de hombres menores de 21 años, de manera que los funcionarios colombianos debieron estimarla. En esta ocasión, la población total ascendió a 5.855.07733. Por último, los resultados que consideraban toda la población (hombres y mujeres) fueron publicados en 1924. En esta obra, los datos se condensan en cuatro modelos de cuadros que, desde un punto de vista práctico, limitan el uso de las cifras, ya que impiden el cruce de variables. Un elemento significativo de este censo es la aparición de cuadros recapitulativos para todo el territorio nacional, con cifras comparativas por departamentos de los censos de 1912 y 1918. Estos cuadros también organizan la distribución de la población según edad y sexo, estado civil e instrucción pública, escolarización y vacunación. La aparición de estos cuadros para todo el país muestra un esfuerzo de las autoridades por consolidar, de manera cuantitativa, la imagen de un Estado capaz de dar cuenta de su población y de su territorio, y, por esta vía, de consolidar la nación colombiana, anhelo permanente desde la Independencia. Otra singularidad de la obra de 1924 es la aparición en los datos geográficos de un inventario de los municipios, donde se yuxtaponen datos de los censos de 1912 y 1918, y se indica el crecimiento o decrecimiento de la población en cifras absolutas y en porcentaje34.

2.1. Los conflictos entre el poder central y los poderes locales Las decisiones aprobadas por la Junta Central del censo de 1918 no siempre fueron aceptadas por los departamentos. El caso de la Oficina de Estadística Municipal de Medellín es un buen ejemplo de los conflictos entre el poder central y la provincia. Esta oficina se crea en 1914, y, a pesar de las dificultades iniciales, en 1916 tenía un oficial de estadística dedicado exclusivamente a las actividades de la oficina, para producir los datos exigidos por el Gobierno nacional y las estadísticas de interés local35. Tenía además una junta asesora, conformada por los ingenieros Jorge Rodríguez y Alejandro López36. Con este objetivo, en abril de 1918 se crea también la Junta Municipal del Censo de Medellín ( JMCM), compuesta por el alcalde, el presidente del Concejo municipal, el personero y tres funcionarios de la oficina de estadística (López, Rodríguez y Manuel T. Yépez). El censo se realizó en la noche del 14 al 15 de octubre, momento en que los jefes de familia debían llenar las cédulas o boletines dispuestos para este fin por la Dirección General del Censo (DGC). Los boletines, según la JMCM, estaban mal preparados, “contenían investigaciones inútiles o difíciles de hacer con exactitud”, pero no se les hizo ninguna variación, porque tenían que ceñirse al plan ordenado por la DGC. En el momento de la publicación del censo municipal, el vicepresidente de la JMCM, Alejandro López, reconoció que todas las variables de los boletines se recogieron, a excepción de las profesiones, porque estas no entraban en ninguna “clasificación 33 Colombia y Dirección General de Estadística, Censo de población de la República de Colombia, levantado en octubre de 1918 con especificación de los varones mayores y menores de 21 años (Bogotá: Imprenta Nacional, 1923). 34 Colombia y Departamento de Contraloría, Censo de población, 1924. 35 Oficina de Estadística Municipal, Anuario estadístico del distrito de Medellín 1915 (Medellín: J. L. Arango, 1916), 5-6. 36 Este último introdujo, en 1912, la enseñanza de la estadística en la Escuela Nacional de Minas. Alberto Mayor Mora, “La Escuela Nacional de Minas de Medellín y los orígenes de la estadística en Colombia, 1900-1940”. Revista Colombiana de Estadística 25, n.o 2 (2002): 75-78.

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científica” y los registros iniciales eran deficientes37. Además, la JMCM decidió, de forma unilateral, no volver a copiar todos los boletines en forma de listas, como lo exigía la DGC, al considerar que este procedimiento era costoso y poco informativo. También decidieron realizar conteos complementarios como el de los niños de 7 a 14 años que no asistían a la escuela —cuestión presente en el censo de 1912 y que desaparece en el de 1918—, pero que, según la JMCM, permitían establecer la cantidad de niños que “crecen en la ignorancia”, y los distritos carentes de escuela. De igual forma, ordenó el conteo de los hombres mayores de 21 años, y de los que sabían leer y escribir, cifra decisiva para fines electorales y civiles. Ante este panorama, López señalaba con inquietud que el censo cuantificó 15.770 ciudadanos que sabían leer y escribir, pero en las listas electorales, la cifra ascendía a más de 20.00038. Otras categorías criticadas por la JMCM fueron la vacunación y el tema de la raza. En cuanto al primer asunto, y suponiendo que las personas respondieran correctamente si estaban vacunadas o no, para López la pregunta era inútil porque no se indicaba el tipo de vacunación (viruela, fiebre tifoidea, otra), y quizás —desde el punto de vista de la salud pública— era diferente estar vacunado hace un año o hace diez; puesto que la vacuna de la fiebre tifoidea requería una segunda dosis, estas críticas tenían fundamento. En el tema de la raza, López señalaba que la mayoría de las personas tienen dificultades para saber de forma estricta si son blancos, negros, indígenas o mezclados. Así, estas variables eran sobre todo utilizadas para marcar diferencias de orden social que no aportaban a los estudios demográficos39. La desaparición de ambas categorías del censo de 1928 no parece arbitraria. En cuanto a la primera crítica, las discusiones e incertidumbres ligadas a los procesos de inmunización se inscriben en un contexto mundial de desconfianza. Algunas vacunas habían sido incluso denunciadas como poco eficaces o riesgosas (fiebre tifoidea, tuberculosis)40. Aunque la inoculación de la viruela estaba estandarizada, era mundialmente aceptada y obligatoria en la mayoría de los países. La gran diversidad de reacciones a los microorganismos y productos biológicos preventivos provocaba más dudas que certezas. En cuanto a la segunda crítica, las dudas relativas a la influencia de las características raciales sobre el estado biológico presente o futuro de la población colombiana estaban generalizadas en el cuerpo médico colombiano. La oposición a las tesis eugenésicas tuvo ciertas repercusiones políticas, como la negativa a legislar sobre este tema41.

3. Cifras no aprobadas: el censo de 1928 Aunado a lo anterior, durante el período intercensal, 1918-1928, la organización estadística nacional sufrió transformaciones considerables. Por una parte, en 1923, el Gobierno trajo al país una 37 Oficina de Estadística Municipal, Anuario estadístico del distrito de Medellín 1918 (Medellín: J. L. Arango, 1919), 5-6. 38 La JMCM también cuantificó las mujeres de 15 a 45 años solteras y viudas. Oficina de Estadística Municipal, Anuario estadístico del distrito de Medellín 1918, 24-25. 39 Oficina de Estadística Municipal, Anuario estadístico del distrito de Medellín 1918, 7-8. 40 Derek S. Linton, “Was Typhoid Inoculation Safe and Effective During World War I? Debates within German Military Medicine”. Journal of the History of Medicine and Allied Sciences 55, n.o 2 (2000): 101-133, doi: dx.doi. org/10.1093/jhmas/55.2.101; Christian Bonah, “Packaging BCG: Standardizing an Anti-tuberculosis Vaccine in Interwar Europe”. Science in Context 21, n.o 2 (2008): 279-310, doi: dx.doi.org/10.1017/S0269889708001725 41 Carlos Ernesto Noguera R., Medicina y política: discurso médico y prácticas higiénicas durante la primera mitad del siglo XX en Colombia (Medellín: Universidad EAFIT, 2003), 74-80.


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misión norteamericana para reorganizar las finanzas. La misión Kemmerer, como se la conoció, recomendó, entre otros, una reforma fiscal y la creación de una banca central y del Departamento de la Contraloría (DC). La creación de este departamento administrativo independiente, dedicado a la contabilidad oficial, se hizo según el modelo inglés del Comptroller General, utilizado años atrás en Inglaterra y puesto en funcionamiento en Estados Unidos en 192042. En su libro sobre la historia de la estadística en Colombia, Vidales sugiere que la misión Kemmerer propuso la centralización de las estadísticas43. Sin embargo, el memorándum de entrevista entre Kemmerer y el jefe de la DGE, Alberto Schlesinger, demuestra que es el funcionario colombiano quien presenta el proyecto para reorganizar las estadísticas. De hecho, es la falta de aprobación lo que impulsa a Schlesinger a pedirle a Kemmerer que respalde su iniciativa para lograr que la reforma sea atendida por el Gobierno nacional. También se discutieron los problemas en el funcionamiento de la DGE, ya que, según Schlesinger, el reclutamiento de personal calificado se veía afectado por los bajos salarios y la contratación influenciada por filiaciones políticas44. Las principales funciones del DC fueron supervisar la gestión de los fondos públicos, establecer las cuentas nacionales y centralizar las estadísticas oficiales45. Dicha centralización era crucial, puesto que: “La estadística expresa los datos fundamentales concernientes a los recursos de la Nación, a su comercio, sus industrias, sus transportes, sus finanzas y su salubridad pública. Por medio de la estadística el pueblo colombiano podrá conocer su situación económica y apreciar mejor su progreso comercial e industrial. La estadística oficial es también, para los extranjeros que se proponen hacer negocios en Colombia y efectuar inversiones en seguridades colombianas, el medio principal de formar su juicio respecto del país”46.

Por otra parte, en 1925, y debido a una reorganización administrativa, la Dirección Nacional de Higiene y Asistencia Pública (DNHAP) es designada como el organismo responsable de llevar los registros de las estadísticas demográficas y nosológicas del país47. La creación de un servicio de estadística vital fue lenta y carecía de presupuesto y de personal calificado; además, su pertenencia a la DNHAP no perduró, y en 1934 la Contraloría retomó el control de estas estadísticas48. Con esto, la organización de la estadística nacional también sufrió cambios. En 1916, la legislación dispuso la creación de Oficinas Subalternas de Estadística en los departamentos, y a la par, algunos departamentos crearon Oficinas Departamentales de Estadísticas (ODE). Los dos tipos de oficinas tenían programas similares, pero la aparición de diferencias en los resultados generó situaciones de 42 Colombia, Leyes presentadas al gobierno de Colombia por la Misión de expertos financieros americanos y exposición de motivos de éstas (Bogotá: Editorial de Cromos, 1923), 132-133. 43 Luis Vidales, Historia de la estadística en Colombia (Bogotá: Banco de la República, 1978). 44 Edwin Walter Kemmerer, Kemmerer y el Banco de la República: diarios y documentos, editado por Adolfo Meisel Roca, Alejandro López Mejía y Francisco Ruiz (Bogotá: Banco de la República, 1994), 199-201. 45 Colombia y Ministerio del Tesoro, “Ley 42 de 1923 (julio 19) sobre la reorganización de la contabilidad oficial y la creación del Departamento de la Contraloría”, Diario Oficial, 26 de julio de 1923, 185-188. 46 Colombia, Leyes presentadas al gobierno de Colombia, 145. 47 Colombia, “Ley 15 de 1925 (enero 31) sobre la higiene social y la asistencia pública”, Diario Oficial, 25 de febrero de 1925, 223. 48 Victoria Estrada Orrego, “La valeur des chiffres: la production et les usages des statistiques démographiques et de santé publique en Colombie1886-1947” (tesis de doctorado, Écoles des Hautes Études en Science Sociales, 2015), 314-319.

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conflicto. La rivalidad era usual, y las disputas venían con frecuencia de saber quién tenía el control de la oficina y de sus funcionarios: el poder central o el departamental. Para detener la redundancia de su trabajo se abolieron las Oficinas subalternas y se dictó que las ODE estarían bajo el control de la dirección técnica de la DGE49. En aras de una aplicación más eficiente de sus funciones y una mayor unidad de las actividades, la Contraloría fue sometida a una reestructuración en 1928. Las ocho secciones existentes se fusionaron en tres: la Oficialía Mayor, la Sección de Cuentas y la Sección de Estadística. Este última era la responsable de la estadística de la nación, y la Dirección del Censo (DirC) hacía parte de ella50. La separación de la DGE del Ministerio de Hacienda y su incorporación a la Contraloría fue también utilizada por los funcionarios para transformar la imagen, profundamente arraigada en la población, de los intereses fiscales y militares subyacentes en las encuestas estadísticas demográficas. Puesto que la ley ordenaba la realización de los censos de población cada diez años, el siguiente estaba previsto para 1928. La ejecución de sus actividades no fue óptima. El Gobierno se enfrentaba a una situación política y fiscal compleja, la situación social era tensa, y las huelgas de empleados fueron catalogadas por el Gobierno como una amenaza “socialista” que atacaba la estabilidad nacional. Para combatirlas se prohibió cualquier manifestación o huelga que atacara la legitimidad de los derechos de propiedad y se castigó la propaganda opositora. Las elecciones legislativas municipales tendrían lugar en 1929, lo que intensificó las tensiones partidistas51. Así que el escenario para la ejecución del censo no era ideal. La DirC comenzó a funcionar en marzo, y las Juntas Departamentales del Censo ( JDC) se instalaron, en su mayoría, entre junio y julio. La fecha prevista del censo era octubre y se aplazó para noviembre. El período de preparación fue muy breve: la ejecución estaba a cargo de la Contraloría, la DirC, los inspectores y las JDC. Estas últimas — conformadas por el presidente y el secretario del Concejo municipal, el alcalde, el cura de la localidad y el director de la escuela de varones— designaban los inspectores, los comisarios y los visitadores oficiales52. La participación del cura y del director de la escuela garantizaba la participación de ambas instituciones como lugares privilegiados de comunicación con la población por censar. A excepción de la presencia de los directores departamentales de estadística en las JDC, es notoria la participación limitada, o incluso inexistente, de los funcionarios de las oficinas de estadística. Se constata además que, en 1928, la DRG estaba a cargo de Belisario Arenas Paz, quien ocupaba el puesto desde 1924 y fue reemplazado por Luis Medina R., hermano del nuevo contralor. A diferencia del Censo de 1918, la DGE no controlaría las actividades del de 192853. Contrario a lo que la situación 49 Charry Lara, Desarrollo histórico de la estadística nacional en Colombia, 52. 50 Contraloría General de la República, “Nueva reorganización de la Contraloría”, Boletín de la Contraloría General de la República 2, n.o 9 (1928): 4-6. 51 Además, en diciembre de 1928, para reprimir una huelga, la Policía disparó contra trabajadores de la empresa United Fruit Company. La masacre afectó la imagen del Gobierno. La hegemonía conservadora, detentadora del poder desde hacía décadas, estaba en peligro, y los conservadores buscaron ganar las elecciones presidenciales de 1930. Jorge Orlando Melo, “La ley heroica de 1928” (28 de julio de 2015), Colombia es un Tema, <www.jorgeorlandomelo.com/leyheroica.htm>. 52 Contraloría General de la República, “Resolución número 47 (junio 4) por la cual se reglamenta la formación del censo civil”. Boletín de la Contraloría General de la República 2, n.o 11 (1928): 165-172; Contraloría General de la República, “Censo civil. Información de las labores realizadas”. Boletín de la Contraloría General de la República 2, n.o 12-13 (1928): 265-279. 53 Boletín de la Contraloría General de la República 4, n.° 30 (1930).


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pudiera exigir, la persona escogida para dirigir el censo, Jorge Wills Pradilla, tenía una trayectoria profesional más próxima a la cultura y las artes que a la estadística nacional54. Las redes de favoritismos políticos y sociales, muy frecuentes en el país, muy seguramente orientaron este nombramiento. ¿Por qué la organización del censo no buscó la participación activa de los funcionarios de estadística? Quizá la respuesta se encuentra en la débil estructura de los servicios de estadística del país, que se había observado en los censos anteriores. Aunque la ley imponía la creación de estas oficinas, solamente los municipios adinerados lograban establecerlas y pagar un funcionario dedicado exclusivamente a esta función. En los distritos pobres, los responsables de seguir las estadísticas eran los alcaldes o sus secretarios. A esto se suma que, a comienzos de los años 1930, la constitución de una burocracia competente, especializada en la producción de cifras oficiales, no era todavía una realidad en el país. Con antelación al censo de población se realizó un censo de viviendas, cuyo principal objetivo era disponer de una base y un control para el empadronamiento civil. En la mayoría de los departamentos, la información consideraba solamente el número de viviendas y su ubicación (urbana o rural), pero departamentos como Antioquia y Cundinamarca aprovecharon la ocasión para estimar el número de habitantes. Según las normativas, las capitales departamentales eran responsables de efectuar el recuento, a pesar de que sólo Bogotá disponía de máquinas tabuladoras. Así, el proceso de escrutinio fue muy dispendioso, y la primera publicación de resultados apareció en 1930. El conteo estableció 7.851.110 habitantes, una cifra exagerada, en comparación con la del censo de 1918, que impidió su aprobación. La DirC era consciente de la falta de fiabilidad de las cifras; razón por la cual los funcionarios habían informado que, en algunos departamentos, el recuento fue ejecutado de manera deficiente y que en algunos municipios las cifras del censo fueron notoriamente infladas sin justificación. Como las JDC habían aprobado las cifras, la DirC no tenía recursos legales para impugnar los resultados. En cualquier caso, y a pesar de algunas inconsistencias, Wills Pradilla no rechazó las cifras al considerar que el aumento era poco significativo, pues fue “sólo cercano al 6%” de la cifra estimada para el censo55. Las dudas respecto a las cifras no eran insignificantes. Los datos oficiales del número de habitantes eran necesarios para la composición del Senado, la Cámara, las asambleas departamentales, así como para la división política (creación de departamentos y creación o supresión de municipios). También tenían una incidencia importante en la distribución de las ayudas financieras nacionales, en las listas de reclutamiento y en las listas electorales. Las redes de políticos y de funcionarios eran bastante complejas, y frecuentemente favorecían los fraudes, así que era vox populi que los diputados metían la mano en las contralorías departamentales. Puesto que ellas participaban en la formación de las estadísticas demográficas de las ciudades, eran consideradas como botines claves para manipular las elecciones56. La desconfianza respecto a los datos del censo

54 Publicó, en la década de 1910, una compilación de poesía colombiana y un cuento. En 1924 participó en la creación de los Primeros Juegos Nacionales y publicó su obra Carmela. Después de su participación en la DirC, escribió otras obras literarias. 55 La diferencia entre los dos censos fue cercana a medio millón de individuos. El caso más controversial fue el de Cali, que registró un incremento del 174,26%. Colombia y Contraloría General de la República, Memoria y cuadros del censo de 1928. 56 Eduardo Posada Carbó, “Las elecciones presidenciales de Colombia en 1930”. Revista de Estudios Sociales n.o 7 (2000): 35-47.

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de 1928 no se disipó, y, un decenio más tarde, las cifras usadas para realizar comparaciones con el nuevo censo fueron las registradas en 1918.

4. El censo de 1938: los comités de expertos internacionales Debido a la crisis económica internacional de 1929, el presidente liberal Enrique Olaya Herrera debió hacerle frente a la caída inversionista, a su llegada al poder en 1930. Olaya Herrera puso en marcha una reforma del organismo encargado de la higiene y la asistencia pública y buscó de nuevo la asesoría de los expertos extranjeros de la misión Kemmerer, para estudiar las finanzas nacionales. La misión no propuso cambios estructurales a la sección de la Contraloría, encargada de la estadística nacional. En 1935, bajo el gobierno liberal de Alfonso López Pumarejo, se realiza una nueva reforma y se crea la Dirección Nacional de Estadística (DNE). Esta sigue adscrita a la Contraloría e incorpora todas las secciones de estadística de los ministerios y la sección de estadística vital existente en el Departamento de Higiene57. Esta reforma buscó la centralización técnica de las estadísticas nacionales y, por este camino, la reducción de los conflictos de competencia y autoridad existentes en ciertas direcciones departamentales de estadística. De nuevo, las rivalidades entre el poder central y el poder local atravesaron el funcionamiento de numerosos sectores de la administración pública colombiana, afectando en ocasiones de forma notable su funcionamiento, con el trasfondo de partidarios pertenecientes a facciones políticas opuestas. Para consolidar esta centralización, en septiembre de 1936 se creó el Centro de Estudios y Coordinación Estadística (CECE). Este centro fue el responsable del diseño y la coordinación de un programa de investigación estadística, incluidos la descripción de los métodos de investigación, el desarrollo de formularios y tablas de datos, y la revisión de los resultados de las investigaciones del momento. La estandarización de las estadísticas era uno de los requisitos previos para producir cifras que cumplieran con los requisitos internacionales y fueran comparables entre los departamentos. El CECE también supervisaba la organización de las oficinas estadísticas, la selección de los delegados y su capacitación. Este último punto es crucial, ya que la mayoría de los funcionarios del sector carecían de formación en el campo y realizaban su trabajo de forma empírica58. En este contexto, el siguiente censo del país estaba previsto para 1938, y en la nueva organización de la DNE se estableció una Oficina Preparatoria del Censo. La primera decisión que se tomó fue la de enviar un delegado a un país latinoamericano de condiciones similares a las colombianas, pero cuyos censos se hubieran realizado de forma exitosa. El país escogido fue México. El delegado seleccionado para el viaje, Antonio Suárez Rivadeneira, trabajaba desde tiempo atrás en la Contraloría en estudios demográficos. El viaje estuvo centrado en la revisión de los documentos relativos a la organización de los censos en el país, y se realizaron varias reuniones con el director de la Estadística de México, responsable del censo realizado en 1930, cuyos resultados fueron aprobados por organismos internacionales de estadística59.

57 Colombia, “Ley 82 de 1935 (23 de diciembre) sobre estadística”, Diario Oficial, 4 de enero de 1936, 25-26. 58 Lleras Restrepo, La estadística nacional, 10-23. 59 Colombia y Contraloría General de la República, Censo general de población, 5 de julio de 1938. Ordenado por la Ley 67 de 1917, vol. 1. Departamento de Antioquia (Bogotá: Imprenta Nacional, 1940), XVI-XVII.


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Los funcionarios colombianos también buscaban la aprobación de las cifras nacionales. De hecho, en 1935 tuvo lugar un intercambio epistolar entre el director Nacional de Estadística colombiano, Marco Tulio Gómez, y el director de la Sección Financiera y de Servicios Económicos de la Sociedad de las Naciones, A. Rosenberg. En este encuentro, los funcionarios discutieron las cifras de los censos colombianos entre 1905 y 1928 y la tasa de crecimiento de la población nacional. Según Rosenberg, quien debía usar las cifras colombianas para la publicación de una obra sobre las estadísticas americanas, el director nacional de estadística cometía un error en el análisis cuando concluía que las cifras del censo de 1928 eran exageradas. Una situación completamente opuesta a la de otros países, donde, con el paso de las décadas, los censos ganaban en precisión. Puesto que las vicisitudes nacionales escapaban a la lógica de los organismos internacionales, la explicación más plausible para Rosenberg eran inexactitudes en las cifras de los censos precedentes, y no aquella propuesta por el funcionario local. Al respecto, fueron necesarias explicaciones más precisas por parte del funcionario colombiano sobre la producción de cifras en el país60. En la organización del nuevo censo se siguieron el plan propuesto por Suárez Rivadeneira y las recomendaciones de un comité de expertos de Londres y de la Sociedad de las Naciones. Como resultado, la antigua estructura, que comprendía al secretario del Concejo municipal, el alcalde, el cura y el director de la escuela de varones, se suprimió. En su lugar, se realizó un concurso a fin de seleccionar el personal para ejecutar el censo. Para luchar contra la manipulación de las cifras, los empleados subalternos ejercieron un control sobre municipios que pertenecían a distritos electorales diferentes. El procedimiento de entrega y retiro de los cuestionarios fue reemplazado por el sistema directo de agentes censores formados que visitaban cada sitio y consignaban la información en formularios colectivos. Además, para garantizar la unidad estadística de los resultados, las cifras de todos los formularios fueron centralizadas en Bogotá, y el escrutinio se realizó con equipos electromecánicos Hollerith (máquina de tarjetas perforadas) asegurando una precisión y una economía del trabajo superiores a aquellas del escrutinio manual. De acuerdo con las propias autoridades nacionales, esto demostraba el progreso de las estadísticas censales en Colombia61. Como Brasil en 192062, México en 192563 y Chile en 193064, Colombia introdujo en 1938 como novedad las máquinas tabuladoras Hollerith65. Si bien desde finales del siglo XIX esta técnica era utilizada en varios países, los problemas fiscales de Colombia y la falta de estadísticas centralizadas no permitían su uso para todo el país. Ahora bien, las variables utilizadas en el censo de 1938 fueron: sexo, edad, estado civil, religión, nacionalidad, ramas de la actividad económica, población

60 A. Rosenberg y Marco Tulio Gómez, “La población colombiana”. La Demografía Colombiana 1, n.o 1 (1936): 28-35. 61 Colombia y Contraloría General de la República, Censo general de población, 5 de julio de 1938, VII-XX. 62 Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística, ed., Bulhões de Carvalho: um médico cuidando da estadística brasileira (Río de Janeiro: IBGE/Memória Institucional, 2007), 16. 63 Instituto Nacional de Estadística y Geografía (México), 125 años de la Dirección General de Estadística 1882-2007 (México: INEG, 2009), 47. 64 República de Chile, Retratos de nuestra identidad, 130. 65 El escrutinio del censo se realizó mediante un contrato de ocho meses, por la empresa International Business Machine Company (IBM). Paul Hermberg, “Las actividades estadísticas de Colombia”. Anales de Economía y Estadísticas IV, n.o 8 (1941): 27.

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activa e inactiva, población urbana y rural. De manera simultánea, y por primera vez, se realizó un censo de edificios, que discriminaba: edificios con acueducto, con electricidad, con alcantarillado, ocupados por propietarios o por arrendatarios, edificios pertenecientes a extranjeros y a nacionales, y clasificaba los edificios en función de su utilización. Esto ofrecía un panorama más amplio de la población colombiana y de sus condiciones de vida. En este censo también se destaca la publicación rápida y exhaustiva de los resultados en dieciséis volúmenes, que comprenden índices, cruces de variables, comparaciones nacionales e internacionales y comentarios sobre las cifras, como un signo claro de las diferencias técnicas en relación con los censos precedentes realizados en el país. Con la demostración de un control superior de las cifras, la estadística pública comienza a reforzar su legitimidad. El recurso a una experticia administrativa naciente, la sistematización del escrutinio, y las acciones emprendidas para reducir las intervenciones políticas en los resultados del censo de 1938, facilitaron la aprobación unánime de las cifras por el Congreso, en noviembre de 193966. A partir de 1951, la actividad censal del país se inscribe en el marco del programa Censo de las Américas, apadrinado por la Organización de los Estados Americanos y el Instituto Interamericano de Estadística, y cuyo objetivo era la estandarización de las cifras. Bajo este programa, los censos nacionales debían realizarse respetando definiciones, con clasificaciones uniformes y procedimientos comunes, para asegurar una comparabilidad suficiente y la mayor utilidad de los análisis demográficos, sociales y económicos. La aprobación por parte de los expertos internaciones de la información registrada en el censo de 1951 fue de nuevo prioridad de las autoridades colombianas. Así, técnicos de las Naciones Unidas examinaron los formularios censales y estimaron cuál sería la población que no quedaría por fuera del censo, debido a los problemas políticos que se presentaban en el momento de su realización67.

Conclusión Durante la primera mitad del siglo XX se opera un cambio en los censos colombianos como instrumentos de captura de información demográfica. En el curso de las primeras décadas, el interés por la población estaba restringido al número de habitantes con derecho al voto y aptos para el servicio militar; las autoridades tenían la premisa de seguir los criterios internacionales, pero las diferencias eran tales que en el censo de 1912, la información correspondiente a las mujeres ni siquiera fue publicada. Además, en los censos de 1912 y 1918 persisten criterios propios del registro colonial. Todo ello sin olvidar la influencia considerable de las autoridades católicas en el censo de 1928. A partir de los años 1920 se realizaron nuevos esfuerzos para centralizar los servicios de estadística pública, aunque la aplicación de reformas no siempre fue afortunada. Los conflictos entre el poder central y el poder local fueron frecuentes en las tentativas de organización del sistema de estadística nacional, a tal punto que la dolosa manipulación de las cifras del censo de 1928 impidió su aprobación. La ausencia de una red de personal técnico en estadística fue un obstáculo importante en la consolidación de las estadísticas censales del país. Además, en ciertos casos, la designación de partidarios políticos en las oficinas de estadística prevaleció sobre la selección de 66 Colombia y Contraloría General de la República, Censo general de población, 5 de julio de 1938, 176-179. 67 Colombia y Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), Censo de población de Colombia 1951. Resumen (Bogotá: DANE, 1954), 10.


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personal experimentado según los méritos. La creación de una dirección técnica, en 1936, en la DNE para evaluar y controlar la producción de estadísticas en el país fue un intento por suplir esta laguna. Otra estrategia fue la instauración de cursos especiales en la Contraloría para el personal de las oficinas de estadística. Después del primer curso de demografía, realizado en octubre y noviembre de 1935, se constituyó la Sociedad Colombiana de Demografía, cuya revista, Demografía Colombiana, apareció en 1936. Desgraciadamente, esta iniciativa no perduró, pero su corta existencia hace visibles los esfuerzos de los funcionarios colombianos para ocuparse del problema de manera menos empírica68. La participación de expertos internacionales en la configuración de un sistema nacional de estadística no fue insignificante. Así, por ejemplo, el reordenamiento de la DGE, existente desde 1914, como una sección de la Contraloría fue propuesto por la misión Kemmerer, la cual, retomando un proyecto local, recomendó la centralización de las estadísticas oficiales. La formalización de dicha centralización fue lenta, y aún en 1935 era discutida. En cuanto a la realización de censos de población, y en el contexto de la internacionalización de las estadísticas, desde 1912 las autoridades nacionales buscaron seguir los lineamientos propuestos por los comités de expertos extranjeros. La introducción de ciertas categorías usadas en otros países tuvo poco éxito en los censos de 1912 y 1928. En el censo de 1938, la participación internacional es un hecho incontestable. Expertos de la Sociedad de las Naciones hicieron sugerencias sobre el procedimiento y la nomenclatura de las actividades profesionales; además, una vez finalizado el censo, el Gobierno nacional pidió la aprobación de los resultados. El Gobierno no adoptó de forma rigurosa las categorías sociodemográficas y optó además por usar nociones de la población activa e inactiva más próximas a la realidad colombiana69. Por otro lado, el desarrollo de un modelo centralista para las estadísticas oficiales se reafirmó, y la homogenización de las categorías demográficas a nivel mundial se impuso como un imperativo en el país. Por esta vía, el censo programado para 1948 se aplazó para 1950, con el fin de ajustarse a las sugerencias de las conferencias estadísticas internacionales, según las cuales los censos debían realizarse cada diez años, durante los años terminados en 0. Bajo la presidencia conservadora de Mariano Ospina Pérez, el país entró en una situación política y social turbulenta. El candidato liberal a la Presidencia, Jorge Eliécer Gaitán, fue asesinado el 9 de abril de 1948 y se produjeron protestas y revueltas urbanas que se prolongaron durante varios días. Estas revueltas y su violenta represión llevaron a la destrucción de una parte importante de la ciudad de Bogotá. Al año siguiente, el Partido Liberal obtuvo las mayorías en las elecciones legislativas. Los enfrentamientos entre conservadores y liberales continuaron, y la violencia partidista se extendió a todo el país. Debido a la violencia en diferentes regiones, y para evitar las acusaciones de la Cámara de Representantes, Ospina Pérez declaró el 9 de noviembre de 1949 el estado de sitio para todo el territorio nacional, ordenó el cierre del Congreso y de las asambleas departamentales, e impuso una censura a la prensa y las comunicaciones. En este mismo mes se realizaron las elecciones presidenciales, que tuvieron un carácter irregular, debido a la renuncia del candidato

68 Emilio C. Guthardt, “La sociedad colombiana de demografía”. La Demografía Colombiana 1, n.o 1 (1936): 1-9. 69 Si bien el comité de expertos estadísticos de la Sociedad de las Naciones había recomendado considerar como población activa a todas las personas que habían tenido una ocupación pagada, pero que se encontraban sin empleo en el momento del censo, las autoridades colombianas consideraron más apropiado para las condiciones del país catalogar todos los desempleados como inactivos. Colombia y Contraloría General de la República, Censo general de población, 5 de julio de 1938, XIII.

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liberal, Darío Echandía. El candidato conservador, Laureano Gómez, ganó sin oposición, y los liberales decidieron no reconocer al nuevo gobierno70. Con la difícil situación nacional, el censo programado para 1950 se aplazó para 1951. Su ejecución, inscrita en el marco estandarizado para toda América, se realizó bajo un panorama político complejo y una violencia partidista extrema71.

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70 James D. Henderson, Modernization in Colombia: The Laureano Gómez Years, 1889-1965 (Gainesville: University Press of Florida, 2001), 309-325. 71 Colombia y Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), Censo de población, 1954.


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❧ Victoria Estrada Orrego Investigadora del Grupo PROCIRCAS (Categoría A en Colciencias) de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Bióloga de la Universidad de Antioquia (Colombia) e Historiadora de la Universidad Nacional de Colombia, Magíster en Humanidades, Lenguaje y Cultura de l’Université de Bourgogne (Francia) y Doctora en Historia de l’École des Hautes Études en Sciences Sociales (Francia). Entre sus publicaciones se encuentran, en coautoría con Oscar Gallo y Jorge Márquez V., “Retórica de la cuantificación: Tuberculosis, estadística y mundo laboral en Colombia, 1916-1946”. História, Ciências, Saúde – Manguinhos 23, n.o 2 (2016): 277-299, doi: doi.dx.org/10.1590/S0104-59702015005000013; y, con Jorge Márquez V., “El acontecimiento de la clonación de Dolly: imaginarios del doble en la prensa colombiana”. Iatreia 22, n.o 4 (2009): 330-341. vickyestrada68@gmail.com


Los árbitros de este número de la revista fueron: Jorge Barrientos Valverde, Universidad de Costa Rica Hernán Camarero, Universidad de Buenos Aires, Argentina Barry Carr, La Trobe University, Australia Gonzalo Cataño, Universidad Externado de Colombia Diego Ceruso, Universidad de Buenos Aires, Argentina Jorge Conde Calderón, Universidad del Atlántico, Colombia Alberto Consuegra Sanfiel, Universidad Nacional de La Plata, Argentina Fábio da Silva Sousa, Universidade Federal de Mato Grosso do Sul, Brasil Alejandro Garcés H., Universidad Católica del Norte, Chile Pío García, Universidad Externado de Colombia Antonio González Capitel, Universidad Politécnica de Madrid, España Tanya Harmer, London School of Economics and Political Science, Reino Unido Patricio Ibarra Cifuentes, Universidad Bernardo O’Higgins, Chile Leandro Lichtmajer, Universidad Nacional de Tucumán, Argentina Andrés Alejandro Londoño Tamayo, Universidad Nacional Autónoma de México Gaspar Manuel Martins Pereira, Universidade do Porto, Portugal José Milhazes, Sociedade Independente de Comunicação (SIC), Portugal Javier Ortiz, Universidad Nacional de Colombia Samuel Ortiz Velásquez, Universidad Nacional Autónoma de México Hernán Otero, UNCPBA, Argentina Alberto Pena-Rodríguez, Universidad de Vigo, España Claudio Pérez Silva, Universidad de Santiago de Chile María Mercedes Prol, Universidad Nacional de Rosario, Argentina Alfredo Riquelme Segovia, Pontificia Universidad Católica de Chile Mauricio Rubilar, Universidad Católica de la Santísima Concepción, Chile Ricardo Antonio Souza Mendes, Universidade do Estado do Rio de Janeiro, Brasil Francesco Tamburini, Università di Pisa, Italia Ian D. Thatcher, Ulster University, Reino Unido Verónica Trpin, Universidad Nacional del Comahue, Argentina Tristano Volpato, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, México María Victoria Zardoya, Universidad Tecnológica de La Habana “José Antonio Echeverría”, Cuba


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Normas para los autores Tipo de artículos, fechas y modalidad de recepción

Historia Crítica tiene como objetivo publicar artículos inéditos de autores nacionales y extranjeros, que contribuyan al estudio de la Historia y al de las Ciencias Sociales y Humanas, para una mejor comprensión de los entornos sociales, políticos, económicos y culturales del pasado y del presente. En este sentido, busca fortalecer la investigación histórica, la reflexión y la elaboración de balances historiográficos actualizados, que permitan construir diálogos en la comunidad académica nacional e internacional. La Revista es una publicación trimestral (enero-marzo, abril-junio, julio-septiembre y octubre-diciembre), que se publica al inicio de cada período señalado, creada en 1989 y financiada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia). La Revista publica artículos en español, inglés y portugués, también recibe la versión inicial a evaluar en idiomas como francés, italiano y alemán. Los artículos aprobados en estos idiomas deben ser traducidos por el autor a una de las tres lenguas declaradas por la Revista. Los artículos publicados cuentan con un número de identificación DOI, que de acuerdo con las políticas editoriales internacionales, debe ser citado por los autores que utilizan los contenidos, al igual que el título abreviado de la Revista: Hist. Crit. • Las fechas de recepción de artículos de Tema libre y para los Dossiers se informan en las respectivas convocatorias. • Los artículos y otros contenidos (reseñas, ensayos bibliográficos, entrevistas, etcétera) deben ser remitidos al correo electrónico hcritica@uniandes.edu.co • Los artículos enviados a Historia Crítica no pueden estar simultáneamente en proceso de evaluación en otra publicación. • La Revista somete todos los artículos que recibe en sus convocatorias a la herramienta de detección de plagio. Cuando se detecta total o parcialmente plagio (sin la citación correspondiente), el texto no se envía a evaluación y se notifica al autor el motivo del rechazo.

• Teniendo en cuenta la cantidad de artículos que recibe Historia Crítica en cada convocatoria, no se publican artículos de un mismo autor en un período de dos años.

Evaluación de los artículos y proceso editorial

A la recepción de un artículo, el Equipo Editorial evalúa si cumple con los requisitos básicos exigidos (normas de citación y presentación formal), así como su pertinencia para figurar en una publicación de carácter histórico (objetivo, marco teórico, metodología, conclusiones y bibliografía). A continuación, los artículos se someten a la evaluación de dos árbitros anónimos, nacionales e internacionales (al menos el 50% con afiliación internacional) y al concepto del Equipo Editorial. Durante la evaluación, tanto los nombres de los autores como los de los evaluadores se mantienen en el anonimato. Los resultados de la evaluación se informan a los autores en un plazo máximo de seis meses a partir de la recepción del artículo, en caso de superar este tiempo la Revista se comunica con los autores. La decisión final de publicar o rechazar los artículos se notifica por medio de un concepto escrito emitido por el Equipo Editorial. Los autores deben realizar los ajustes solicitados por los evaluadores y el Equipo Editorial en el plazo que se le señale. Luego de recibir el artículo modificado, se les informa a los autores acerca de su aprobación. La Revista se reserva la última palabra sobre la publicación de los artículos y el número en el cual se incluye, lo que depende del cumplimiento en la entrega de la documentación solicitada. La revista Historia Crítica no cobra a los autores los costos de los procesos editoriales. Durante el proceso de edición, los autores pueden ser consultados por el Equipo Editorial para resolver las inquietudes existentes. No obstante, la Revista se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo. En el proceso de evaluación y de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores. Los autores de los textos aceptados autorizan a la Universidad de los Andes, mediante la firma del ‘Documento de autorización de uso de derechos de propiedad intelectual’, la utilización de los derechos


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patrimoniales de autor (reproducción, comunicación pública, transformación y distribución), para incluir el texto en Historia Crítica (versión impresa y versión electrónica). En este mismo documento los autores confirman que el texto es de su autoría, inédito, y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros. Los autores reciben dos ejemplares del número en el que participan.

Procedimiento con las reseñas y los ensayos bibliográficos

Historia Crítica procede de dos formas para conseguir reseñas. Por un lado, los autores pueden remitir sus reseñas al correo electrónico de la Revista. Lo mismo se aplica a los ensayos bibliográficos. Por otro lado, la Revista recibe libros a su dirección postal (Cra. 1 No. 18 A- 10, Edificio Roberto Franco, of. GB-417, Bogotá, Colombia) previo aviso por correo electrónico e indicando nombres de posibles reseñadores. Las reseñas deben ser críticas y versar sobre libros pertinentes para la disciplina histórica, las ciencias sociales y humanas que hayan sido publicados en los cinco últimos años. Los ensayos bibliográficos deben discutir críticamente una, dos o más obras. Las reseñas y los ensayos bibliográficos son sometidos a revisión del Equipo Editorial y, de ser aprobados, a eventuales modificaciones.

Presentación general de los artículos

• Los artículos no deben tener más de once mil palabras (18-22 páginas) incluyendo resumen, notas de pie de página, bibliografía, cuadros, gráficas, ilustraciones, fotografías y mapas. • Letra Times New Roman tamaño 12, a espacio sencillo, con márgenes de 3 cm, paginado y en papel tamaño carta. • Las notas van a pie de página, en letra Times New Roman tamaño 10 y a espacio sencillo. • En la primera página, debe figurar un resumen en español de máximo 100 palabras. El resumen debe ser analítico (presentar los objetivos del artículo, su contenido y sus resultados). • El resumen, las palabras clave y el título deben presentarse también en inglés. • Luego del resumen, se debe adjuntar un listado de tres a seis palabras clave, que se eligen preferiblemente en el Thesaurus de la Unesco (http:// databases.unesco.org/thessp/) o, en su defecto, en otro thesaurus reconocido cuyo nombre debe informarse a la Revista. Cuando una palabra no se encuentre normalizada en Thesaurus, debe señalarse. • El nombre del autor no debe figurar en el artículo. • Los datos del autor deben entregarse en un

documento adjunto e incluir nombre, dirección, teléfono, dirección electrónica, grupo o líneas de investigación (si aplica), títulos académicos, afiliación institucional, cargos actuales y publicaciones en libros y revistas. • Es necesario indicar de qué investigación es resultado el artículo y si contó o no con financiación. • Cuando los contenidos utilizados tengan un número de identificación DOI, éste debe incluirse en el listado de referencias.

Presentación general de las reseñas y de los ensayos bibliográficos

Las reseñas y los ensayos bibliográficos deben presentarse a espacio sencillo, en letra Times New Roman tamaño 12, con márgenes de 3 cm y en papel tamaño carta. Las obras citadas en el texto deberán ser referenciadas a pie de página. La extensión de las reseñas es de hasta tres páginas y los ensayos bibliográficos entre 8 y 12 páginas.

Reglas de edición

• Las subdivisiones en el cuerpo del texto (capítulos, subcapítulos, etcétera) deben ir en números arábigos, excepto la introducción y la conclusión que no se numeran. • Los términos en latín y las palabras en idiomas diferentes al del artículo deben figurar en letra itálica. • La primera vez que se use una abreviatura, debe ir entre paréntesis después de la fórmula completa; las siguientes veces se usa únicamente la abreviatura. • Las citas textuales que sobrepasen cuatro renglones deben colocarse en formato de cita larga, entre comillas, a espacio sencillo, tamaño de letra 11 y márgenes reducidos. • Los párrafos deben ir sin sangría y con espacio entre uno y otro. • Los cuadros, gráficas, ilustraciones, fotografías y mapas deben aparecer referenciados y explicados en el texto. Deben estar, asimismo, titulados, numerados secuencialmente y acompañados por sus respectivos pies de imagen y fuente(s). Se ubican enseguida del párrafo donde se anuncian. Las imágenes se entregan en formato digital (jpg o tiff 300 y 240 dpi) en alta resolución. En caso de no cumplir con la calidad solicitada, Historia Crítica no se compromete con su publicación. Es responsabilidad del autor entregar a la Revista el permiso para la publicación de las imágenes que lo requieran. • Las notas a pie de página deben aparecer en números arábigos. • Al final del artículo debe ubicarse la bibliografía, escrita en letra Times New Roman tamaño

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11, a espacio sencillo y numerada. Se organizan en fuentes primarias (archivo, publicaciones periódicas, documentación primaria impresa, entrevistas, etcétera) y secundarias. En la bibliografía deben presentarse en orden alfabético las referencias completas de todas las obras utilizadas en el artículo, que estén referenciados en las notas a pie.

Referencias

Historia Crítica utiliza Chicago Manual of Style, en su última edición, versión Notes and bibliography. A continuación se utilizaran tres abreviaturas que permiten ver las diferencias entre la forma de citar en las notas a pie de página (N), nota abreviada (NA) y en la bibliografía (B):

Libros o partes de libros: De un solo autor N Nombre Apellido(s), Título completo (Ciudad: Editorial, año), páginas consultadas. NA Apellido(s), Título resumido, páginas consultadas B Apellido(s), Nombre. Título completo. Ciudad: Editorial, año. Dos o tres autores N Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s), Título completo (Ciudad: Editorial, año), páginas consultadas. NA Apellido(s) y apellido(s), Título resumido, páginas consultadas B Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s). Título completo. Ciudad: Editorial, año. Cuatro o más autores N Nombre Apellido(s) et al., Título completo (Ciudad: Editorial, año), páginas consultadas. NA Apellido et al, Título resumido, páginas consultadas B Apellido(s), Nombre, Nombre Apellido(s), Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Título completo. Ciudad: Editorial, año. Capítulos de libros N Nombre Apellido(s), “Título artículo”, en Título completo, editado/compilado/coordinado por Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s) (Ciudad: Editorial, año), páginas consultadas. NA Apellido(s), “Título (resumido) del capítulo”, páginas consultadas. B Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. En Título completo, editado/compilado/coordinado por Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Ciudad: Editorial, año, páginas consultadas.

Artículo dentro de la compilación N Nombre Apellido(s), Título, editado, compilado o traducido por Nombre Apellido, vols. (Ciudad: Editorial, año), páginas consultadas. NA Nombre Apellido(s), Título, páginas consultadas. B Apellido(s), Nombre. Título, editado, compilado o traducido por Nombre Apellido, volumen(es). Ciudad: Editorial, año. Introducciones, prefacios o presentaciones N Nombre Apellido(s), Introducción/Prefacio/ Presentaciones a Título Completo (Ciudad: editorial, año), páginas consultadas. NA Apellido(s), Introducción/Prefacio/Presentaciones a Título resumido, páginas consultadas. B Apellido(s), Nombre. Introducción/Prefacio/ Presentaciones a Título Completo, de Nombre Apellido, intervalo de páginas. Ciudad: Editorial, año. Introducciones, prefacios o presentaciones (diferente al autor principal) N Nombre Apellido(s), Introducción/Prefacios/Presentaciones a Título Completo, de Nombre Autor (Ciudad: editorial, año), páginas consultadas. NA Apellido(s), Introducción/Prefacios/Presentaciones a Título resumido, páginas consultadas. B Apellido(s), Nombre. Introducción/Prefacios/Presentaciones a Título Completo, de Nombre Apellido, intervalo de páginas. Ciudad: Editorial, año. Compilaciones (editor, traductor o compilador además del autor) N Nombre Apellido(s), Título completo, ed./ comp./trad. Nombre y Apellido del compilador (Ciudad: Editorial, año), páginas consultadas. NA Apellido(s), Título resumido, páginas consultadas. B Apellido(s), Nombre. Título Completo. Compilado/editado/traducido por Nombre y Apellido. Ciudad: Editorial, año.

Artículos de revista, prensa y tesis Artículo de revistas académicas N Nombre Apellido(s), “Título artículo”. Título revista volumen, n° número (año): páginas consultadas, doi. NA Apellido(s), “Título (resumido) del artículo”, páginas consultadas. B Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. Título revista volumen, n° número (año): páginas consultadas, doi.


Políticas Editoriales

Número especiales de revistas N Nombre Apellido(s), “Título artículo”, en “Título número especial o dossier revista”, ed., Nombre Apellido(s), dossier o número especial, Título dossier o número especial volumen, n.° número (año): páginas consultadas, doi. NA Apellido(s), “Título (resumido) del artículo”, páginas consultadas. B Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. Dossier o Número especial, revista volumen, n.° número (año). Artículo de prensa (con autor o sin él): N Nombre Apellido(s), “Título artículo”, Título periódico, día y mes, año, páginas consultadas [URL, si se toma referencia de internet]. NA Apellido(s), “Título (resumido) del artículo”, páginas consultadas. B Título periódico. Ciudad, año. Tesis: N Nombre Apellido(s), “Título tesis” (Tesis de pregrado/maestría/doctorado, Institución, año), páginas consultadas. NA Apellido(s), “Título (resumido) de tesis”, páginas consultadas. B Apellido(s), Nombre. “Título tesis”. Tesis pregrado/maestría/doctorado, Institución, año).

Entrevistas y comunicaciones personales Personal N Nombre Apellido(s) entrevistado (profesión), en discusión con el autor, día mes año. NA Apellido(s) entrevistado, discusión, entrevista. B Apellido(s) Nombre entrevistado. En discusión con el autor. Día mes año. Publicada N “Título entrevista”, por Nombre Apellido(s), nombre publicación, fecha de consulta (día mes año), URL o doi. NA Título (resumido) entrevista. B “Título entrevista”, por Nombre Apellido(s). Nombre publicación, fecha de consulta (día mes año), URL o doi. URL o doi. Correo electrónico N Nombre Apellido(s), correo electrónico al autor, fecha de consulta (día mes año), URL o doi. NA Apellido(s), correo. B Nombre Apellido(s), correo electrónico al autor. Fecha de consulta (día mes año) URL o doi.

Referencias tomadas de internet Si un libro/artículo está disponible en más de un formato, se cita la versión que fue consultada. Para libros se referencia el URL y para artículos el DOI (Digital Object Identifier) o en su defecto el URL. Cuando sea URL se debe poner así: Libros digitales N Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s), eds., Título completo (Ciudad: Editorial, año), páginas consultadas, doi, URL, Kindle edition, PDF e-book, Microsof Reader e-book (según sea el caso). NA Apellido(s), Título (resumido) del libro, páginas consultadas. B Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s), eds. Título completo. Ciudad: Editorial, año, doi, URL, Kindle edition, PDF e-book, Microsof Reader e-book (según sea el caso). Artículo de revistas académicas en línea N Nombre Apellido(s), “Título artículo”. Título revista Vol: No (año): 45, volumen, n.° número (año): páginas consultadas, URL o doi. NA Apellido(s), “Título (resumido) del artículo”, páginas consultadas. B Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. Título revista volumen, n.° número (año): páginas consultadas, URL o doi. Páginas de internet Se hace referencia a una colección de documentos (páginas) o de un individuo o de una organización, disponible en una localización específica de la world wide web. N “Título de la página”, Título del sitio virtual, fecha de consulta (día mes año), URL o doi. NA “Título (resumido) de la página”. B “Título de la página”. Título del sitio virtual, URL o doi.

Fuentes de archivo N

Nombre Apellido(s) (si aplica), “Título del documento”, lugar y fecha (si aplica), en Siglas del archivo, Sección, Fondo, vol./leg./t., f. o ff. La primera vez se cita el nombre completo del archivo, la abreviatura entre paréntesis y, enseguida, ciudad-país. NA Apellido(s), “Título del documento”, fólios o páginas consultadas. B Nombre completo del archivo (sigla), Ciudad-País. Sección, Fondo (según corresponda al artículo).

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Políticas Editoriales

Nota: Luego de la primera citación se procede así: Apellido, dos o tres palabras del título, páginas consultadas. No se utiliza Ibid., ibidem, cfr. ni op. cit.

Políticas éticas Publicación y autoría:

La revista Historia Crítica es financiada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia). La oficina de la Revista está ubicada en el Edificio Franco (GB-417). La dirección de la página web es https://historiacritica.uniandes.edu.co, el correo electrónico hcritica@uniandes.edu.co y el teléfono de contacto 3394949, extensión 3716. La Revista tiene la siguiente estructura: Equipo Editorial —compuesto por el Director del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia), Editor y Gestor Editorial—, Consejo Editorial (Comité Editorial y Comité Científico), Comité de Revistas de la Facultad y equipo de soporte administrativo y técnico. Los miembros del Consejo Editorial son evaluados bianualmente en función de su prestigio en la disciplina y producción académica. Los artículos presentados a Historia Crítica deben ser originales e inéditos y no deben estar simultáneamente en proceso de evaluación ni tener compromisos editoriales con ninguna otra publicación. Si el autor de un artículo publicado en Historia Crítica quiere incluirlo posteriormente en otra publicación (revista, compilación o libro) debe contar con la autorización del Editor señalar los datos de la publicación original. Asimismo, cuando la Revista tenga interés en reproducir un artículo previamente publicado, se compromete a pedir la autorización correspondiente a la editorial donde apareció por primera vez.

Responsabilidades de los autores:

Los autores deben remitir los artículos al siguiente correo electrónico: hcritica@uniandes.edu.co en las fechas establecidas en cada convocatoria. La Revista tiene normas para los autores, de acceso público, con los requisitos para la presentación de artículos, reseñas y ensayos bibliográficos, así como las reglas de edición. Pueden consultarse en: Política Editorial o al final de la versión impresa de la Revista. Aunque el Equipo Editorial es responsable de aprobar los artículos con base en criterios de calidad, rigurosidad investigativa y teniendo en cuenta las evaluaciones realizada por dos pares académicos, nacionales e internacionales, los autores son los res-

ponsables de las ideas allí expresadas, así como de la idoneidad ética del artículo. Los autores tienen que hacer explícito que el texto es de su autoría y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros. También es responsabilidad de los autores asegurarse de tener las autorizaciones para usar, reproducir e imprimir el material que no sea de su propiedad/autoría (cuadros, gráficas, mapas, diagramas, fotografías, etcétera). Los autores aceptan someter los textos a la evaluación de pares externos y se comprometen a tener en cuenta sus observaciones así como las del Equipo Editorial, al momento de revisar el documento. Estas modificaciones deben realizarse en el plazo que el Editor indique. Luego que la Revista reciba el artículo modificado, se les informa a los autores acerca de su aprobación definitiva. Cuando los textos sometidos a Historia Crítica no son aceptados para publicación, el Equipo Editorial envía una notificación a los autores explicando los motivos de esta decisión. Durante el proceso de edición, el Equipo Editorial puede consultar a los autores para resolver inquietudes, pero se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo al documento antes de la publicación. En el proceso de evaluación y de edición, el correo electrónico es el medio de comunicación privilegiado entre la Revista y los autores. El Equipo Editorial se reserva la última palabra sobre la publicación de los artículos y el número en el cual se publica. Esa fecha se cumple siempre y cuando los autores entreguen toda la documentación solicitada en el plazo indicado. Los autores de los textos aceptados deben autorizar a la Universidad de los Andes a usar los derechos patrimoniales de autor (reproducción, comunicación pública, transformación y distribución), mediante la firma del “Documento de autorización de uso de derechos de propiedad intelectual”, para incluir el texto en Historia Crítica (versión electrónica e impresa). En este mismo documento los autores confirman que el texto es de su autoría y que respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros.

Revisión por pares/responsabilidades de los evaluadores:

Cuando se recibe un artículo, el Equipo Editorial evalúa si cumple con los requisitos básicos exigidos por la Revista, teniendo en cuenta formato, calidad (objetivo, marco teórico, metodología, conclusiones y bibliografía) y pertinencia del documento. Después de esta primera revisión, se definen los artículos que inician el proceso de arbitraje. Los textos son, en esta instancia, sometidos a la evaluación de dos pares académicos, nacionales e internacionales (al menos el 50% con afiliación internacional) y al concepto del


Políticas Editoriales

Equipo Editorial, quien se reserva la última palabra de los contenidos a publicar. El resultado se comunica a los autores en un período de máximo seis meses a partir de la recepción del artículo. Cuando el proceso de evaluación exceda este plazo, el Equipo Editorial informa a los autores. Los evaluadores deben declarar en el formato de evaluación que no tienen conflicto de interés con los autores y con los temas sobre los que van a conceptuar. Ante cualquier duda se reemplaza al evaluador. La Revista tiene un formato de evaluación que incluye preguntas con criterios cuidadosamente definidos. Los evaluadores tienen la responsabilidad de sugerir la aceptación, rechazo o aprobación con modificación del artículo arbitrado. Durante la evaluación, los nombres de los autores y de los evaluadores son mantenidos en anonimato.

Responsabilidades editoriales:

El Equipo Editorial, junto con el Consejo Editorial, es responsable de definir las políticas editoriales para que la Revista cumpla con los estándares que permitan su posicionamiento como una publicación académica de reconocida calidad internacional. La revisión continua de estos parámetros asegura que la Revista mejore y satisfaga las expectativas de la comunidad académica. Así como la Revista publica normas editoriales, que se espera sean cumplidas, también se compromete a publicar correcciones, aclaraciones, rectificaciones y dar justificaciones cuando la situación lo amerite. El Equipo Editorial es responsable de seleccionar los mejores artículos para la publicación. Esta selección se hace con base en las

recomendaciones derivadas del proceso de evaluación y revisión editorial del artículo, en el que se tienen en cuenta criterios de calidad, relevancia, originalidad y contribución a la disciplina. En este mismo sentido, cuando un artículo es rechazado la justificación que se le da a los autores debe orientarse hacia estos aspectos. El Equipo Editorial es responsable de vigilar el proceso de los artículos que se postulan a la Revista, y debe desarrollar mecanismos de confidencialidad durante el proceso de evaluación por pares hasta su publicación o rechazo. Cuando la Revista recibe quejas de cualquier tipo, el Equipo Editorial debe responder prontamente de acuerdo a las normas establecidas por la publicación; en caso de que el reclamo lo amerite, debe asegurarse de que se lleve a cabo la adecuada investigación tendiente a la resolución del problema. Cuando se reconozca falta de exactitud en un contenido publicado, se hace las correcciones y/o aclaraciones en la página web de la Revista. Tan pronto un número de la Revista es publicado el Equipo Editorial y el Equipo de Publicaciones son responsables de la difusión y distribución entre los colaboradores, evaluadores, y las entidades con las que se hayan establecido acuerdos de intercambio, así como a los repositorios y sistemas de indexación nacionales e internacionales, y de hacer los envíos a los suscriptores activos.

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Editorial Policies

Instructions for authors Type of article, dates and form of reception

The objective of Historia Crítica is to publish previously unpublished articles written by national and international authors that will contribute to the study of History and the Social and Human Sciences, for a better understanding of the social, political, economic and cultural environment of the past and the present. In this sense, it seeks to strengthen historical research, academic reflection and the elaboration of updated balances that will make it possible to construct dialogues within the national and international academic community. The journal is a quarterly publication ( January-March, April-June, July-September and October-December) that comes out at the beginning of each of the periods indicated, created in 1989 and funded by the School of Social Sciences of the Universidad de los Andes (Colombia). The journal publishes articles in Spanish, English and Portuguese, and it also receives initial versions for evaluation in languages such as French, Italian and German. Articles approved in these languages must subsequently be translated by the author into one of the three languages used by the journal. All articles published have a DOI identification number that, in accordance with international editorial policies, must be cited by authors who use the contents, along with the abbreviated title of the journal: Hist. Crit. • The dates of reception for Open Theme articles and articles for the Dossiers are announced in the respective calls for articles. • Articles and other contents (reviews, bibliographical essays, interviews, etc.) should be sent to our email address hcritica@uniandes.edu.co . • Articles sent to Historia Crítica must not be simultaneously undergoing any process of evaluation for another publication. • The journal subjects all the articles it receives in response to its calls for articles to a plagiarism detection test. When total or partial plagiarism (i.e., without the corresponding citation) is detected, the text is not sent for evaluation and the author is notified of the reason for the rejection. • Considering the number of articles that Historia Crítica receives in response to each call for articles, no more than one article by the same author will be published within a two-year period.

Evaluation of articles and the editorial process

Upon receiving an article, the Editorial Team evaluates whether it fulfills the basic established requirements (norms for citation and formal presentation), as well as its relevance for appearing in a publication in the field of history (objective, theoretical framework, methodology, conclusions and bibliography). The articles are then subjected to evaluation by two anonymous arbiters, national and international (at least 50% with international affiliation) and to the opinion of the Editorial Team. During the evaluation, the names of the authors and of the evaluators are kept anonymous. Authors are informed of the results of the evaluation within a maximum period of six months from the date of receipt of the article, and if the process exceeds this time limit, the journal communicates with the authors. Authors are informed of the final decision to publish or reject their articles by means of a written notification issued by the Editorial Team. Authors must make the changes requested by the evaluators and the Editorial Team within the indicated time limit. After the modified article has been received and reviewed, the author is informed regarding its approval. The journal reserves the last word on the publication of articles and the issue in which they are to be included, which depends on the author’s compliance in delivering the documentation requested. Historia Crítica does not charge the authors for the costs of the editorial processes. During the publishing process, the authors may be consulted by the Editorial Team to solve any concerns regarding their articles. Nonetheless, the journal reserves the right to make minor corrections of style. Email is the preferred means of communication with the authors throughout the process of evaluating and editing each issue. The authors of the texts that are accepted must authorize the Universidad de los Andes, by signing the ‘Document of Authorization of Use of Intellectual Property Rights,’ to use the author’s economic rights (reproduction, public communication, transformation and distribution), to include the text in Historia Crítica (print version and electronic version). In the same document the authors confirm the fact that the text is of their own authorship, unpublished, and that the


Editorial Policies

intellectual property rights of third parties are respected in it. The authors receive two copies of the issue in which they participate.

Procedure with reviews and bibliographical essays

Historia Crítica proceeds to obtain reviews in two different ways. On the one hand, authors may remit their reviews to the journal’s email address. The same applies to bibliographical essays. On the other hand, the journal receives books at its postal address (Cra.1 No. 18 A- 10, Roberto Franco Building, Off. GB-417, Bogota, Colombia) following notification by email indicating the names of possible reviewers. Reviews should be critical and deal with books relevant to the discipline of history, social sciences and human sciences that have been published within the past five years. The bibliographical essays should critically discuss one, two, or more works. The reviews are subjected to review by the Editorial Team and, if approved, to possible modifications.

General presentation of articles

Articles should be not exceed eleven thousand words in length (18-22 pages) including the abstract, footnotes, bibliography, charts, diagrams, illustrations, photographs and maps. • Times New Roman font, type size 12, single-spaced, with 3 cm margins, paginated and on letter size paper. • The notes go at the foot of the page, in Times New Roman font, type size 10 and single-spaced. • On the first page, there should be an abstract in Spanish of no more than 100 words. The abstract should be analytical (presenting the objectives of the article, its content and results). • The abstract, keywords and title should be presented in English as well as Spanish. • Following the abstract, a list of three to six keywords should be added, preferably chosen from the UNESCO Thesaurus (http://databases.unesco.org/thessp/) or, if not, from another recognized thesaurus the name of which should be noted for the journal. When a word is not found normalized in Thesaurus, this fact should be pointed out. • The author’s name should not appear in the article. • The author’s data should be delivered in an attached document and include the name, address, telephone number, email address, research group (if applicable), academic degrees, institutional affiliation, current posts and publications in books and journals.

• It is necessary to indicate what research gave rise to the article, and whether or not it received funding. • When the contents used have a DOI identification number, it must be included in the list of references.

General presentation of reviews and bibliographical essays

Reviews and bibliographical essays should be presented single-spaced, in Times New Roman font, type size 12, with 3 cm margins on letter size paper. The works cited in the text should be referenced at the foot of the page. The reviews should be no more than three pages long and the bibliographical between 8 and 12 pages long.

Editing rules

• The subdivisions within the body of the text (chapters, subchapters, etc.) should be numbered with Arabic numerals, except for the introduction and the conclusion, which are not numbered. • Terms in Latin and words from languages other than the language in which the article is written should appear in italics. • The first time an abbreviation is used, it should be placed in parenthesis after the complete form; the abbreviation is used alone on subsequent occasions. • Quotations that are more than four lines long should be placed in the format for long quotations, with quotation marks, single-spaced, type size 11 and reduced margins. • Paragraphs should not be indented, but space should be left between them. • Charts, diagrams, illustrations, photographs and maps should be referenced and explained in the text. They should also be titled, sequentially numbered and accompanied by their respective captions and source(s). They are placed immediately after the paragraph in which they are announced. Images should be presented in high-resolution digital format (jpg or tiff 300 and 240 dpi). If an item does not meet the standards of quality requested, Historia Crítica does not commit itself to publishing it. The author is responsible for delivering permission to publish the images that require it to the journal. • Footnotes should be numbered with Arabic numerals. • The bibliography should appear at the end of the article, written in Times New Roman font, type size 11, single-spaced and numbered. References are subdivided into primary sources (archives, periodical publications, primary printed documentation, interviews, etc.) and secondary sources. The complete references for all the

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Editorial Policies

faces or Presentations to Complete Title. City: Publisher, Year, consulted page.

works used in the article must be presented in alphabetical order in the bibliography.

References

Historia Crítica uses the Notes-Bibliography style of referencing as outlined in the latest edition of the Chicago Manual of Style. In what follows, three abbreviations will be used that make it possible to see the differences between the form of citation in footnotes (N), abbreviated notes (NA), and in the bibliography (B).

Book: Single Author N First Name Last Name(s), Complete Title (City: Publisher, Year), consulted page. NA Last Name, Short Title, consulted page. B Last Name(s), First Name. Complete Title. City: Publisher, Year. Two Authors N First Name Last Name(s) and First Name Last Name(s), Complete Title (City: Publisher, Year), consulted page. NA Last Name(s) and Last Name(s), Short Title, consulted page. B Last Name(s), First Name, and First Name Last Name(s). Complete Title. City: Publisher, Year. Four or more authors N First Name Last Name(s) et al., Complete Title (City: Publisher, Year), consulted page. NA Last Name(s) and Last Name(s), Last Name(s), Last Name(s), Short Title, consulted page. B Last Name(s), First Name, First Name Last Name(s), First Name Last Name(s) and First Name Last Name(s). Complete Title. City: Publisher, Year. Book Chapters N First Name Last Name(s), “Article Name”, in Complete Title, edited, compiled, coordinated by First Name Last Name(s) and First Name Last Name(s) (City: Publisher, Year), consulted page. NA Last Name(s), “Short Article Name”, consulted page. B Last Name(s), First Name. “Article Name.” In Complete Title, edited, compiled, and coordinated by First Name Last Name(s) and First Name Last Name(s). City: Publisher, Year, consulted page. Introductions, Prefaces or Presentations N First Name Last Name(s), Introductions, Prefaces or Presentations to Complete Title (City: Publisher, Year), consulted page. NA Last Name(s), Introductions, Prefaces or Presentations a Short Title, consulted page. B Last Name(s), First Name. Introductions, Pre-

Compilations (editor, translator or compiler in addition to author) N First Name Last Name(s), Complete Title, ed./ comp./trad. First Name and Last Name compiler (City: Publisher, Year), consulted page. NA Last Name(s), Short Title, consulted page. B Last Name(s), First Name. Complete Title. Compiled/edited /translated by First Name and Last Name(s). City: Publisher, Year.

Article in Journal, Press and Theses Article in Journal N

First Name Last Name(s), “Article Name,” Journal Name, Vol: No (Year): consulted page. NA Last Name(s), “Short Article Name”, consulted page. B Last Name(s), First Name. “Article Name.”Journal Name, Vol: No (Year): consulted page. Press N First Name Last Name(s), “Article Name,” Newspaper Name, City, Day and Month, Year, consulted page. NA Last Name(s), “Article (summary) Name,” consulted page. B Newspaper Name. City, Year. Thesis: N First Name Last Name(s), “Thesis Title” (Undergraduate/Master’s/PhD thesis in, University, Year), consulted page. NA Last Name(s), “Title (summary) Thesis,” consulted page. B Last Name(s), First Name. “Thesis Title.” Undergraduate/Master’s/PhD thesis in, University, Year.

Interviews and personal communications Personal N First Name Last Name(s), person interviewed (profession), in discussion whit the author, Day and Month, Year. NA Last Name(s), discussion. B Last Name(s), First Name person interviewed. In discussion whit the author, Day and Month, Year. Published N “Title interview,” by First Name Last Name(s), publication name, date of consultation (day month year), url o doi. NA “Title (summary) interview.” B “Title interview,” by First Name Last Name(s).


Editorial Policies

Publication name, date of consultation (day month year), url o doi. Electronic mailing list N First Name Last Name(s), email the author, date of consultation (day month year), url o doi. NA Last Name(s), email. B Last Name(s), First Name. Email the author, date of consultation (day month year), url o doi.

Internet Publications Electronic Book N First Name Last Name(s), Complete Title (City: Publisher, Year), consulted page, doi, url, Kindle edition, PDF e-book, Microsof Reader e-book. NA Last Name, Short Title, consulted page. B Last Name(s), First Name. Complete Title. City: Publisher, Year, doi, url, Kindle edition, PDF e-book, Microsof Reader e-book. Electronic journal article N First Name Last Name(s), “Article Name,”Journal Name, Vol: No (Year): consulted page, url o doi. NA Last Name(s), “Short Article Name,”consulted page. B Last Name(s), First Name. “Article Name.” Journal Name, Vol: No (Year): consulted page, url o doi. Internet Publications N “Page title”, Title virtual site, consultation date (day month year), url o doi. NA “Title (summarized) of the page.” B “Page title”. Title virtual site, url o doi. Archive Source N “Document Name”, place, date, and other pertinent data (if applicable), in Archive Abbreviation, Section, Fund, vol./leg./t., f. o ff. The first time it is quoted the full name of the Archive is mentioned followed by the abbreviation in parenthesis, followed by City-Country. B Full name of the Archive (abbreviation), City-Country, Section(s), Fund(s).

Note: After the first quotation, proceed as follows: Last Name, two or three words of the title, consulted page. Do not use Ibid., ibidem, cfr. or op.cit. Consult the “Instructions for authors” in Spanish, English and Portuguese on http://historiacritica. uniandes.edu.co

Ethic Guidelines of the Journal Publication and authorship

Historia Crítica was created in 1989 and funded by the School of Social Sciences of the Universidad de los Andes (Colombia). The office of the journal is located in the Franco Building, Off. GB-417; the web page is http://historiacritica.uniandes.edu.co ; the email address is hcritica@uniandes.edu.co ; and the telephone number is 339 4999, extension 3716. The journal has the following structure: Editorial Team —composed of the Director, the of History Department the Universidad de los Andes (Colombia), the Editor and the Editorial Manager—, Editorial Council (Editorial Committee and Scientific Committee), Board of Journals of the School of Social Sciences and the Administrative and Technical Support Team. The members of the Editorial Council are evaluated biannually with respect to their prestige within the discipline and their academic production. Articles presented to the Historia Crítica must be original and unpublished and must not be simultaneously undergoing a process of evaluation or have editorial commitments with any other publication. If the authors of an article published in the journal wish to include it in another publication at a later date (journal, compilation or book) they must obtain the authorization of the editor and indicate the data of the original publication. In the same way, when the journal has an interest in reproducing a previously published article, it is committed to requesting the corresponding authorization from the original publisher.

Responsibilities of the authors

The authors should remit their articles to the email address: hcritica@uniandes.edu.co within the time limits established in each call for articles. The journal has publicly accessible norms for authors, with the requirements for the presentation of articles, as well as the editing rules that can be consulted through: Política Editorial on the web page or at the end of the printed version of the journal. Even though the Editorial Team is responsible for approving articles based on criteria of quality and investigative excellence and taking into account the evaluations done by two academic peers, national and international, the authors are responsible for the ideas expressed in them, as well as for its ethical standards. The authors must explicitly state that the text is of their own authorship and that the intellectual property rights of third parties are respected in it. It is also the responsibility of the authors to make sure to have the authorizations to use, reproduce and print the material that is not their property or of their own authorship (charts, graphs, maps, diagrams, photographs, etc.).

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Editorial Policies

The authors agree to submit their texts to evaluation by external peers and commit themselves to taking the evaluators’ observations into account, as well as those made by the Editorial Team in reviewing the document. These modifications must be made within the time period indicated by the Editorial Team. After the journal receives the modified article, the authors are informed of its final approval. When texts submitted to the Historia Crítica are not accepted for publication, the Editorial Team notifies the authors and explains the reasons for the decision. During the editing process, the Editorial Team may consult the authors to resolve concerns regarding the articles. In the process of evaluation and editing, email is the preferred means of communication between the journal and the authors. The Editorial Team reserves the last word regarding the publication of articles and the issues in which they are to be published. The publication date will be respected as long as the authors deliver all the requested documentation within the indicated time limit. The journal reserves the right to make minor corrections of style before the document is published. The authors of texts that are accepted must authorize the Universidad de los Andes to use the author’s economic rights (reproduction, public communication, transformation and distribution), by signing the “Document of Authorization of Use of Intellectual Property Rights,” to include the text in the Historia Crítica (electronic and printed version). In the same document the authors must confirm the fact that the text is of their own authorship and that the intellectual property rights of third parties are respected in it. Peer review/responsibilities of the evaluators When an article is received, the Editorial Team checks to see if it fulfills the basic requirements established by the journal, taking into account the format, quality (objective, theoretical framework, methodology, conclusions and bibliography) and relevance of the document. After this first review, the articles that will begin the arbitration process are selected. In this stage the texts are subjected to evaluation by two academic peers, national and international (at least 50% with international affiliation) and to the opinion of the Editorial Team, which reserves the last word regarding which contents are to be published. The results are communicated to the authors within a maximum period of six months from the date of receipt of the article. When the process of evaluation exceeds this time limit, the Editorial Team must inform the authors. The evaluators must declare on the evaluation format that they have no conflict of interest with the authors or with the topics on which they

are going to render judgment. When there is any doubt, the evaluator is replaced. The journal has an evaluation format that includes questions with carefully defined criteria. The evaluators have the responsibility of suggesting the acceptance, rejection, or approval with modification of the arbitrated article. During the evaluation, the names of the authors and of the evaluators are kept anonymous.

Editorial responsibilities

The Editorial Team, together with the Editorial Council, is responsible for defining the editorial policies so that the journal meets the standards that will make it possible to position it as an academic publication of internationally recognized quality. The continual revision of these parameters ensures that the journal will continue to improve and fulfill the expectations of the academic community. Just as the journal publishes the editorial norms that it expects the authors to comply with, it is also committed to publishing corrections, clarifications, rectifications and to justifying its decisions when the situation warrants it. The Editorial Team is responsible for selecting the best articles for publication. The selection is done on the basis of the recommendations derived from the process of evaluation and editorial review of the article, in which the criteria of quality, relevance, originality and contribution to the discipline are taken into account. In this same sense, when an article is rejected, the explanation given to the authors should be oriented towards these aspects. The Editorial Team is responsible for overseeing the editorial process of all the articles submitted to the journal, and it must develop mechanisms for ensuring confidentiality during the process from the time of evaluation by peers until its approval for publication or rejection. When the journal receives complaints of any type, the Editorial Team must respond promptly, in accordance with the norms it has established and, when warranted, it must ensure that the case is investigated properly so as to bring about a rapid resolution of the problem. When a lack of precision or an error in a published content is recognized, the corrections and/or clarifications are made on the journal’s web page. As soon as an issue of the journal is published, the Editorial Team and the Publications Team take charge of its dissemination and distribution among collaborators, evaluators, and entities with which exchange agreements have been established, and national and international repositories and indexation systems, as well as the mailings to active subscribers.


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Políticas editoriais

Normas para os autores Tipo de artigos, datas e modalidade de recepção

A revista Historia Crítica tem como objetivo publicar artigos inéditos de autores nacionais e internacionais que contribuam para o estudo da história e das ciências sociais e humanas para uma melhor compreensão dos contextos sociais, políticos, econômicos e culturais do passado e do presente. Nesse sentido, a Revista busca fortalecer a pesquisa histórica, a reflexão acadêmica e a elaboração de balanços historiográficos atualizados que permitam construir diálogos na comunidade acadêmica nacional e internacional. Trata-se de uma publicação trimestral (janeiro-março, abril-junho, julho-setembro e outubro-dezembro), que se publica no início de cada período mencionado. Criada em 1989 e financiada pela Faculdade de Ciências Sociais da Universidad de Los Andes (Colômbia). A Revista publica artigos em espanhol, inglês e português; também recebe a versão inicial para avaliar de artigos em francês, italiano e alemão, os quais, se aprovados, devem ser traduzidos pelos autores a uma das três línguas declaradas pela Revista. Os artigos publicados contam com um número de identificação DOI, que, de acordo com as políticas editoriais internacionais, deve ser citado pelos autores que utilizam os conteúdos, assim como o título abreviado da Revista: Hist. Crit. • As datas de recepção de artigos de Tema libre e para o Dossiê são informadas nos respectivos editais. • Os artigos e outros conteúdos (resenhas, ensaios bibliográficos, entrevistas etc.) devem ser enviados ao e-mail hcritica@uniandes.edu.co. • Os artigos enviados à Historia Crítica não podem estar em processo simultâneo de avaliação em outro periódico. • A Revista submete todos os artigos recebidos em seus editais à ferramenta de detecção de plágio. Quando este for detectado total ou parcialmente (sem a citação correspondente, por exemplo), o texto não se envia à avaliação e notifica-se o autor do motivo da recusa.

Considerando a quantidade de artigos que a revista Historia Crítica recebe em cada edital, não se publicam artigos de um mesmo autor durante um período de dois anos.

Parecer de artigos e processo editorial

Ao receber um artigo, a Equipe Editorial confere se este cumpre com os requisitos básicos exigidos (normas de citação e apresentação formal) e sua pertinência para estar numa publicação de caráter histórico (objetivo, referencial teórico, metodologia, conclusões e bibliografia). Em seguida, os artigos são submetidos ao parecer de dois árbitros, nacionais e internacionais (com, pelo menos, 50% de afiliação internacional) e ao conceito da Equipe Editorial. Durante a avaliação, tanto os nomes dos autores quanto os dos pareceristas são mantidos no anonimato. O parecer é informado aos autores num prazo máximo de seis meses a partir da recepção do artigo. Caso se ultrapasse esse tempo, a Revista se comunica com os autores. A decisão final de publicar ou recusar um artigo é notificada por meio de um conceito escrito emitido pela Equipe Editorial. Os autores devem realizar os ajustes solicitados pelos pareceristas e pela Equipe Editorial no prazo que lhe for indicado. Após receber o artigo modificado, a Revista informa os autores da sua aprovação. A Historia Crítica tem a última palavra sobre a publicação dos artigos e o número no qual serão incluídos, o que depende do cumprimento na entrega da documentação solicitada. A Revista não cobra dos autores pelos custos dos processos editoriais. Durante o processo de edição, os autores poderão ser consultados pela Equipe Editorial para resolver dúvidas existentes. No entanto, a Revista se reserva o direito de fazer correções de forma e adaptações ao seu perfil gráfico. No processo de avaliação e edição, a comunicação com os autores será feita por e-mail. Os autores dos textos aceitos autorizam à Universidad de Los Andes, por meio da assinatura do “Documento de autorização de uso de direitos de propriedade intelectual”, a utilização dos direitos patrimoniais de autor (reprodução, comunicação pública, transformação e distribuição) para incluir o texto na


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Historia Crítica (versão impressa e eletrônica). Nesse mesmo documento, os autores confirmam que o texto é de sua autoria, inédito e que respeitam os direitos de propriedade intelectual de terreiros. Os autores receberão dois exemplares do número do qual participaram.

Procedimento com as resenhas e os ensaios bibliográficos

Historia Crítica procede de duas formas para conseguir resenhas. Por um lado, os autores podem enviar suas resenhas ao e-mail da Revista. Isso também se aplica aos ensaios bibliográficos. Por outro lado, a Revista recebe livros em seu endereço postal (Cra. 1, n. 18 A-10, Edifício Roberto Franco, GB-417, Bogotá, Colômbia), contanto que se avise previamente a Revista por e-mail, no qual se indiquem os nomes de possíveis resenhistas. As resenhas devem ser críticas e tratar sobre livros pertinentes para a disciplina histórica, as ciências sociais e humanas, que tenham sido publicados nos últimos cinco anos. Os ensaios bibliográficos devem discutir criticamente uma, duas ou mais obras. As resenhas e o ensaios bibliográficos são submetidos ao parecer da Equipe Editorial e, se forem aprovados, a eventuais modificações.

Apresentação geral dos artigos

• Os artigos não devem ter mais de 11 mil palavras (18-22 laudas), o que inclui resumo, notas de rodapé, bibliografia, quadros, gráficos, ilustrações, fotografias e mapas. • O documento deve ser apresentado em Word, fonte Times New Roman, corpo 12, espaço de entrelinhas simples, margens de 3 cm, paginado e em papel tamanho carta. • As notas vão em rodapé, em fonte Times New Roman, corpo 10 e espaço de entrelinhas simples. • Na primeira página, deve aparecer um resumo em espanhole português de no máximo 100 palavras. O resumo deve ser analítico (apresentar os objetivos do artigo, seu conteúdo e resultados). • O resumo, as palavras-chave e o título devem ser apresentados também em inglês. • Depois do resumo, deve-se anexar uma lista de três a seis palavras-chave, que são escolhidas de preferência no Tesauro da Unesco (http://databases.unesco.org/thessp/) ou em algum outro tesauro reconhecido, cujo nome deve ser informado à Revista. Quando uma palavra não estiver normalizada no Tesauro, deve ser indicada. • O nome dos autores não deve aparecer no artigo. Os dados deles devem ser entregues numa folha de rosto (nome completo, endereço postal e eletrônico, telefone, grupo de pesquisa —se for o

caso—, títulos acadêmicos, afiliação institucional, cargo atual e publicações em livros e revistas). • É necessário indicar se o artigo é resultado de pesquisa e se esta contou ou não com financiamento. • Quando os conteúdos utilizados tiverem um número de identificação DOI, este deve ser incluído na lista de referências.

Apresentação das resenhas e dos ensaios bibliográficos

As resenhas e os ensaios bibliográficos devem ser apresentados em documento Word, com espaço de entrelinhas simples, em Times New Roman, corpo 12, com margens de 3 cm e papel tamanho carta. As obras citadas no texto deverão ser referenciadas em nota de rodapé. A extensão das resenhas é de até três páginas; a dos ensaios bibliográficos, entre 8 e 12 páginas.

Regras de edição

• As subdivisões no corpo do texto (capítulos, subcapítulos, subtítulos primários etc.) devem estar em números arábicos, exceto a introdução e a conclusão. • Os termos em latim e as palavras estrangeiras devem estar em itálico. • Quando forem usadas siglas, explicá-las na primeira vez que surgirem. Nas seguintes menções, usar somente a sigla ou a abreviatura. • As citações textuais que ultrapassarem quatro linhas devem ser colocadas como citação longa, com espaço entrelinhas simples, corpo 11 e margens reduzidas. • Os parágrafos devem ser tabulados e com espaço entre um e outro. • Quadros, gráficos, ilustrações, fotografias e mapas devem estar referenciados e explicados no corpo do texto. Além disso, devem conter títulos, estar numerados na sequência e acompanhados por suas respectivas legenda e fonte. Localizam-se logo após o parágrafo em que forem mencionados. As imagens devem ser entregues em formato digital (jpg ou tiff 300 e 240 dpi) em alta resolução. Caso não se cumpra com a qualidade solicitada, a Historia Crítica não se compromete com sua publicação. É responsabilidade do autor entregar à Revista a autorização para a publicação das imagens que assim exigirem. • As notas de rodapé devem estar em números arábicos. • No final do artigo, deve estar a lista de bibliografia, escrita em Times New Roman, corpo 11, espaço de entrelinhas simples e numerada. Organizam-se em fontes primárias (arquivos, publicações periódicas, documentação impressa,


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entrevistas etc.) e secundárias. Na bibliografia, devem ser apresentadas em ordem alfabética as referências completas das obras utilizadas no artigo que estiverem em notas de rodapé.

Referências

A Historia Crítica utiliza o sistema Chicago Manual of Style, última edição, versão Notes and bibliografhy. A seguir, utilizaram-se três abreviaturas que permitem ver as diferenças entre a forma de citar nas notas de rodapé (N), nota abreviada (NA) e nas referências (B):

Livro o parte do livro: De um só autor N Nome Sobrenome(s), Título completo (Cidade: Editora, ano), páginas consultadas. NA Sobrenome(s), Título resumido, página consultado. B Sobrenome(s), Nome. Título completo. Cidade: Editora, ano. Dois o três autores N Nome Sobrenome(s) e Nome Sobrenome(s), Título completo (Cidade: Editora, ano), páginas consultadas. NA Sobrenome(s), Título resumido, página consultado. B Sobrenome(s), Nome, e Nome Sobrenome(s). Título completo. Cidade: Editora, ano. Quatro ou mais autores N Nome Sobrenome(s) et al., Título completo (Cidade: Editora, ano), páginas consultadas. NA Sobrenome(s) et al, Título resumido, página consultadas. B Sobrenome(s), Nome, Nome Sobrenome(s), Nome Sobrenome(s) e Nome Sobrenome(s). Título completo. Cidade: Editora, ano. Capítulo em livro N Nome Sobrenome(s), “Título artigo”, em Título completo, editor/compilador/coordenada pela Nome Sobrenome(s) e Nome Sobrenome(s) (Cidade: Editora, ano), páginas consultadas. NA Sobrenome(s), “Título (resumido) do capítulo”, página consultadas. B Sobrenome(s), Nome. “Título artigo”. Em Título completo, editado por Nome Sobrenome(s) e Nome Sobrenome(s). Cidade: Editora, ano, 45-90. Introdução/Prefácio/Apresentações N Nome Sobrenome(s), Introdução/Prefácio/ Apresentações Título completo (Cidade: Editora, ano), páginas consultadas.

NA Sobrenome(s), Introdução/Prefácio/Apresentações Título resumido, páginas consultadas. B Sobrenome(s), Nome. Introdução/Prefácio/ Apresentações. Cidade: Editora, ano. Compilação (editor/tradutor ou compilador ademais do autor) N Nome Sobrenome(s), Título completo, ed./ comp./trad. Nome Sobrenome(s), do compilador (Cidade: Editora, ano), páginas consultadas. NA Sobrenome(s), Título resumido, páginas consultadas. B Sobrenome(s), Nome. Título Completo. Compilado/editado/traduzido por Nome Sobrenome(s). Cidade: Editora, ano.

Artigo da revista, impresa e tese Artigo da revisto N Nome Sobrenome(s), “Título artigo”, Título revista, Volume, n.° número (ano): páginas consultadas, doi. NA Sobrenome(s), “Título (resumido) do artigo”, páginas consultadas. B Sobrenome(s), Nome. “Título artigo”. Título revista, Volume, n.° número (ano): páginas consultadas, doi. Número especial das revistas N Nome Sobrenome(s), “Título artigo”, em “Título número especiais o dossiê revista”, ed., Nome Sobrenome(s), dossiê o número especiais, Título revista, volume, n.° número (ano): páginas consultadas, doi. NA Sobrenome(s), “Título (resumido) do artigo”, páginas consultadas. B Nome Sobrenome(s). “Título artigo”. Dossiê o Número especiais, Título dossiê o número especiais volume, n.° número (ano). Artigo de imprensa (com ou sem autor) N Nome Sobrenome(s), “Título artigo”, Título periódico/jornal, Cidade, dia y mês, ano, páginas consultadas [se a referência é tomada de internet]. NA Sobrenome(s), “Título (resumido) do artigo”, páginas consultadas. B Título periódico/jornal. Cidade, ano. Tese N Nome Sobrenome(s), “Título tese” (tese graduação/PhD/Mestrado, Universidade, ano), páginas consultadas. NA Sobrenome(s), “Título (resumido) da tese”, páginas consultadas. B Sobrenome(s), Nome. “Título tese”. Tese graduação/PhD/Mestrado, Universidade, ano.

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Entrevista e comunicações pessoais Perssoal N Nome Sobrenome(s), entrevistado (profissão), em discussão com autor, dia mês ano. NA Sobrenome(s), entrevistado, discussão, entrevista. B Sobrenome(s), Nome entrevistado. Em discussão com o autor. Dia mês ano. Publicado N “Título entrevista publicada”, Nome da publicação, data completa (dia mês ano), url o doi. NA “Título (resumido) entrevista”. B “Título entrevista publicada”. Nome da publicação, data completa (dia mês ano) url o doi. Correio eletrônico N Nome Sobrenome(s), correio eletrônico o autor, data completa (dia mês ano), url o doi. NA Sobrenome(s), correio. B Sobrenome(s), Nome. Correio eletrônico o autor. Data completa(dia mês ano) url o doi.

Publicações na internet Livro N Nome Sobrenome(s), Título completo (Cidade: Editora, ano), páginas consultadas, doi, url, Kindle edition, PDF e-book, Microsof Reader e-book (conforme o caso). NA Sobrenome(s), Título resumido, página consultado. B Sobrenome(s), Nome. Título completo. Cidade: Editora, ano. , doi, url, Kindle edition, PDF e-book, Microsof Reader e-book (conforme o caso). Artigo das revistas N Nome Sobrenome(s), “Título artigo”, Título revista Volume, n.° número (ano): páginas consultadas, url ou doi. NA Sobrenome(s), “Título (resumido) do artigo”, páginas consultadas. B Sobrenome(s), Nome. “Título artigo”. Título revista Volume, n.° número (ano): páginas consultadas, url ou doi. Publicações na internet N “Título da página”, Título site virtual, data de consulta (dia mês ano), url o doi. NA “Título (resumido) da página”. B “Título da página”. Título site virtual, url o doi. Fontes de arquivo N “Título documento”, lugar y data, e outros dados pertinentes (se aplicável), em Siglas

B

do arquivo, Seção, Fundo, vol./leg./t., f. ou ff. Na primeira vez se cita o nome completo do arquivo e a abreviatura entre parêntesis, e Cidade-País. Nome completo do arquivo (sigla), Cidade-País, Seção, Fundo (s).

Nota: Logo após a primeira citação, procede-se assim: Sobrenome, duas ou três palavras do título, página consultado. Não se utiliza nem Ibid., ibidem, cfr. ou op. cit. Consulte as “Normas para os autores” em espanhol, inglês e português em http://historiacritica.uniandes.edu.co

Guia Políticas éticas da Revista Publicação e autoria

Historia Crítica faz parte da Faculdade de Ciências Sociais da Universidad de los Andes (Bogotá-Colombia), encarregada do suporte financeiro da publicação. Sua sede se encontra no Edifício Franco, escritório GB-417; página web http://historiacritica.uniandes.edu.co; o e seu e-mail é hcritica@ uniandes.edu.co; o e telefone para contato é (57 1) 339-4999, ramais 3716. A Revista tem a seguinte estrutura: Equipe Editorial —composta pelo Diretor, Departamento de História do Universidad de los Andes (Colômbia), Editor e Gestor Editorial—, Conselho Editorial —Comissão Editorial e Comissão Científica—, Comissão de Revistas da Faculdade e Equipe de Suporte Administrativo e Técnico. Os membros do Conselho Editorial são avaliados bianualmente em função de seu prestígio na disciplina e produção acadêmica. Os artigos apresentados à Historia Crítica devem ser originais e inéditos e não devem estar em processo simultâneo de avaliação nem ter compromissos editoriais com outro periódico. Se os autores de um artigo publicado na Revista querem incluí-lo depois em outra publicação (revista, compilação ou livro), devem contar com a autorização do Editor e indicar os dados da publicação original. Da mesma forma, quando a Revista tiver interesse em reproduzir um artigo já publicado, compromete-se em pedir a autorização correspondente à editora onde ele apareceu pela primeira vez.

Responsabilidades do Autor

Os autores devem enviar os artigos pelo e-mail hcritica@uniandes.edu.co nas datas estabelecidas em


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cada edital. A Revista tem instruções aos autores, de acesso público, com os requisitos para a apresentação de artigos, bem como as regras de edição, que podem ser consultadas em Políticas editoriais ou no final da versão impressa da Revista. Embora a Equipe Editorial seja responsável pela aprovação dos artigos com base em critérios de qualidade, rigorosidade investigativa e considere a avaliação dos pareceristas, nacionais e internacionais, os autores são os responsáveis pelas ideias expressas no texto, bem como pela idoneidade ética do artigo. Os autores têm que deixar explícito que o texto é de sua autoria e que respeitam os direitos de propriedade intelectual de terceiros. Também é responsabilidade dos autores garantirem as autorizações para usar, reproduzir e imprimir o material que não for de sua propriedade ou autoria (quadros, gráficos, mapas, ilustrações, fotografias etc.). Os autores aceitam submeter os textos à avaliação de pareceristas externos e comprometem-se a considerar suas observações, bem como as da Equipe Editorial, no momento de revisar o documento. Essas modificações devem ser realizadas no prazo que a Equipe Editorial indicar. Assim que a Revista receber o artigo modificado e forem verificadas as modificações, ela informará os autores da aprovação definitiva. Quando os textos submetidos à Historia Crítica não são aceitos para publicação, a Equipe Editorial envia uma notificação aos autores na qual explica os motivos dessa decisão. Durante o processo de edição, a Equipe Editorial pode consultar os autores para resolver dúvidas. No processo de avaliação e de edição, a comunicação com os autores será feita por e-mail. A Equipe Editorial tem a última palavra sobre a publicação de um artigo e o número em que será publicado. Isso acontece contanto que os autores entreguem toda a documentação solicitada no prazo indicado. A Revista se reserva o direito de fazer correções de forma e adequações ao perfil gráfico no documento antes de sua publicação. Os autores dos textos aceitos devem autorizar a Universidad de los Andes a usar os direitos patrimoniais de autor (reprodução, comunicação pública, transformação e distribuição) mediante a assinatura do “Documento de autorização de uso de direitos de propriedade intelectual” para incluir o texto na Historia Crítica (versão eletrônica e impressa). Nesse mesmo documento, os autores confirmam que o texto é de sua autoria e que respeitam os direitos de propriedade intelectual de terceiros.

Avaliação por pares/responsabilidades dos pareceristas

Quando a Equipe Editorial recebe um artigo, avalia

se este cumpre com os requisitos básicos exigidos pela Revista, considerando o formato, a qualidade (objetivo, referencial teórico, metodologia, conclusões e bibliografia) e a pertinência do trabalho. Depois dessa primeira conferência, selecionam-se os artigos que iniciam o processo de arbitragem. Os textos são, nesse momento, submetidos ao parecer de dois pares acadêmicos, nacionais e internacionais (com, pelo menos, 50% de afiliação internacional), e ao conceito da Equipe Editorial, que tem a última palavra dos conteúdos a publicar. O resultado é comunicado aos autores num período máximo de seis meses a partir da recepção do artigo. Quando o processo de avaliação ultrapassar esse prazo, a Equipe Editorial deve informar os autores. Os pareceristas devem declarar, no formulário de avaliação, que não têm conflito de interesse com os autores e com os temas sobre os quais emitirão o parecer. Diante de qualquer dúvida, a Revista substituirá o(s) parecerista(s). A Revista tem um formulário de avaliação que inclui perguntas com critérios cuidadosamente definidos. Os pareceristas têm a responsabilidade de sugerir a aceitação, a recusa ou a aceitação com modificações do artigo arbitrado. Durante a avaliação, os nomes dos autores e dos avaliadores são mantidos em anonimato.

Responsabilidades editoriais

A Equipe Editorial, junto com o Conselho Editorial, é responsável pela definição das políticas editoriais para que a Revista cumpra com os padrões que permitem seu posicionamento como publicação acadêmica de reconhecida qualidade internacional. A revisão contínua desses parâmetros garante que ela melhore e satisfaça as expectativas da comunidade acadêmica. Da mesma forma que a Revista publica regras de edição, que espera serem cumpridas, também se compromete a publicar correções, esclarecimentos, retificações e justificativas quando for necessário. A Equipe Editorial é responsável pela seleção dos melhores artigos para publicação. Essa seleção se faz com base nas recomendações derivadas do processo de avaliação e revisão editorial do artigo, em que se têm em conta critérios de qualidade, relevância, originalidade e contribuição para a disciplina. Nesse mesmo sentido, quando um artigo é recusado, a justificativa dada aos autores deve ser orientada a esses aspectos. A Equipe Editorial é responsável por zelar pelo processo editorial de todos os artigos que são submetidos à Revista e deve desenvolver mecanismos de confidencialidade durante o processo de avaliação por pares até sua publicação ou recusa. Quando a Revista receber reclamações de qual-

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quer tipo, a Equipe Editorial deve responder com prontidão, de acordo com as normas estabelecidas por ela; caso a reclamação exigir, deve assegurar-se de realizar a adequada investigação com vistas à rápida resolução do problema. Quando se reconhece uma falta de exatidão ou um erro num conteúdo publicado, fazem-se as correções ou esclarecimentos na página web da Revista.

Assim que um número da Revista for publicado, a Equipe Editorial e a Equipe de Publicações são as responsáveis pela difusão e pela distribuição entre colaboradores, pareceristas e entidades com as quais têm convênios de intercâmbio, bem como entre os repositórios e os sistemas de indexação nacionais e internacionais; além disso, são responsáveis por fazer o envio aos seus assinantes ativos.


REVISTAS ACADÉMICAS

FACU LTA D D E C I E N C I AS S O C I A L ES

Antípoda Revista de Antropología y Arqueología http://antipoda.uniandes.edu.co

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Carta a los lectores · 9-10

Artículos dossier: La Revolución Rusa (octubre de 1917): impacto en Europa y América Latina Presentation: On the studies about the Russian Revolution of 1917 conducted in Latin America· 13-26 Renán Silva, Universidad de los Andes, Colombia

La Revolución Rusa de 1917: dilemas e interpretación · 27-38 Hugo Fazio Vengoa, Universidad de los Andes, Colombia

A Revolução Russa de Outubro de 1917 e os primórdios do regime comunista: aspectos da recepção pública e da dinâmica política em Portugal (1917-1926) · 39-60 Ernesto Castro Leal, Universidade de Lisboa, Portugal

Bolcheviquismo isleño: Rusia y la Tercera Internacional en los imaginarios revolucionarios puertorriqueños, 1919-1936 · 61-80 Sandra Pujals, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras

El encuentro de la izquierda cubana con la Revolución Rusa: el Partido Comunista y la Comintern · 81-100 Víctor Jeifets · Lazar Jeifets, Universidad Estatal de San Petersburgo, Rusia

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Tema abierto La política chilena en la postguerra del Pacífico: poder, influencia y relaciones con Ecuador · 121-139 Claudio Tapia Figueroa, Universidad Técnica Federico Santa María, Chile

¿Cuántos somos? Una historia de los censos civiles y de la organización estadística en Colombia en la primera mitad del siglo XX · 141-160 Victoria Estrada Orrego, Universidad Nacional de Colombia

Publicaciones · Facultad de Ciencias Sociales · Universidad de los Andes Carrera 1 No. 18A-12 Bogotá, D.C., Colombia Tels: +571 339 4999 Ext 5567 Fax: +57(1) 332 4539 http://publicacionesfaciso.uniandes.edu.co publicacionesfaciso@uniandes.edu.co

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