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Bitácora de la facultad de Ciencias SocialeS Edición 5/2015
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Latitudes
Temas de central importancia para las ciencias sociales y para nuestra Facultad.
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Una iniciativa interdisciplinaria de Universidad: conflicto, construcción de paz y transiciones
04 Rector Pablo Navas Sanz de Santamaría
El proceso de paz. Los retos para la sociedad colombiana
Vicerrector Administrativo y Financiero Javier Serrano Vicerrector de Asuntos Académicos Carl Langebaek Vicerrector de Desarrollo y Egresados Mauricio Sanz de Santamaría Vicerrectora de Investigaciones y Posgrados Silvia Restrepo Decano - Facultad de Ciencias Sociales Hugo Fazio
C corrientes
Experiencias docentes y retos e innovaciones en pedagogía de ciencias sociales.
edición [5] ISSN 2322-8091 Enero 2015
Dirección Mauricio Nieto Edición Margarita Sierra Ana María Bermúdez Ilustración Ana María Castro Diseño y diagramación Ana María Castro Víctor Gómez Equipo Sextante Catalina García Martha Lux
Impresión Panamericana Formas e Impresos, quien solo actúa como impresor.
Facultad de Ciencias Sociales Universidad de los Andes Carrera 1 # 18 A-12 Edificio Roberto Franco, sexto piso Teléfono: 339 49 49 Ext.: 3330 sextante@uniandes.edu.co http://sextante.uniandes.edu.co Bogotá, Colombia
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¿Es verdad que hay ratones en Psicología?
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Seminario Números y Personas
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Cooperación Internacional y posconflicto en Colombia: más allá de los recursos económicos
Construcción de paz: Algunas lecciones
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Ante el dolor de los demás: la construcción de una ética de la escucha
La construcción de paz desde la perspectiva del desarrollo: una agenda teórica y aplicada
Las biografías de la nación
Perspectivas interdisciplinares sobre la memoria
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Hacer visibles las voces invisibles
El castigo y la reconciliación. La experiencia del Grupo de Prisiones
H Horizontes
Proyectos de investigación y diversos frentes de trabajo de los profesores de la Facultad.
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Expresiones de territorialidad urbana
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Comprender a los militares: un ejercicio necesario en Colombia
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El bottom-up approach: la apuesta de Labbog por pensarse la ciudad
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Arquitectura y agua para la reconciliación social y ambiental en Colombia
Más allá de la política del consenso y de la reconciliación: repensar la construcción de paz
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De problemas, soluciones y disputas: construyendo y deconstruyendo el posconflicto en el país
Después de la guerra: ¿Cuál futuro para las mujeres?
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La paz en plural
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R Rumbos
Dibujar y pintar el mundo
Producción académica y publicaciones de la Facultad.
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Títulos en Acceso Abierto
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itinerarios
Novedades y eventos.
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Lanzamiento de Publicaciones 2014
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Nuevas Colecciones y Revistas de la Facultad
Tomada de: http://news.sponli.com
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Obra selecta del profesor Álvaro Camacho
1° Congreso Internacional Diálogos con China
25 Aniversario de Antropología y Psicología
24 Nuevos integrantes de la Facultad
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El proceso de paz. Los retos para la sociedad colombiana Ricardo Arias Trujillo. Profesor asociado, Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes. n jarias@uniandes.edu.co
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La historia reciente colombiana ha tenido varios procesos de paz, escenarios para disputas, reflexiones y soluciones. Habría que tener esto en cuenta para enfrentar los retos que supondría una posible firma de paz con las FARC.
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l proceso de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC ha avanzado de manera significativa. De los seis puntos que hacen parte de la agenda de negociación (“Desarrollo agrario integral”, “Participación política”, “Solución al problema de las drogas ilícitas”, “Fin del conflicto”, “Víctimas”, “Implementación, verificación y refrendación”), los tres primeros fueron abordados y sobre ellos ya hay acuerdos entre las partes. A pesar de las enormes dificultades que aún deben superarse, es posible que dentro de unos meses se logre poner fin al dramático conflicto que ha vivido el país a lo largo de medio siglo. En las líneas que siguen, quisiera hacer unas cuantas observaciones sobre las implicaciones de un proceso de paz y sobre algunos de los retos que deberá enfrentar la sociedad colombiana una vez se logre llegar a un acuerdo con las FARC.
Procesos de paz Colombia cuenta con una larga experiencia en materia de diálogos entre los gobiernos y diversas agrupaciones armadas ilegales. Desde 1982, con la llegada al poder de Belisario Betancur, el diálogo como mecanismo para superar los conflictos armados ha sido una herramienta para alcanzar la reconciliación entre las partes enfrentadas. El diálogo implica, en principio, que los adversarios se reconozcan como interlocutores, que la contraparte merezca ser escuchada, que la vía militar no sea suficiente para superar el enfrentamiento armado. El diálogo significa, también, negociar, discutir en torno a los graves problemas que, desde tiempo atrás, han afectado a la sociedad, y tratar de encontrar acuerdos para darles una solución. Desde que iniciaron las negociaciones en los años ochenta, las discusiones, en términos muy generales, se han centrado en aspectos políticos, sociales y jurídicos: ¿Cómo reformar un sistema político para hacerlo más “democrático”, “incluyente” y “representativo” a los intereses nacionales? ¿Qué medidas adoptar para disminuir los índices de pobreza que afectan a buena parte de la población? ¿Cuáles son los mecanismos jurídicos más adecuados para que los guerrilleros puedan reinsertarse en la sociedad? A partir de ese “modelo”, los resultados de los procesos de paz no son desdeñables: la mayor parte de los grupos guerrilleros, o facciones importantes de ellos, se desmovilizaron a finales de los años ochenta y comienzos de la siguiente década. Además de las partes involucradas, la participación de otros sectores ha sido sin duda un factor clave en los avances de los diálogos. En un nuevo contexto internacional (derrumbe de los Estados comunistas) y nacional (nueva carta constitucional), importantes dirigentes guerrilleros y numerosos simpatizantes de la izquierda, que hasta los años noventa no ocultaban su desconfianza hacia el Estado y hacia sus propuestas de paz, se libraron a una autocrítica en torno a la lucha armada, tras la cual decidieron aceptar los retos de lanzarse a la legalidad. Desde la orilla opuesta, la Iglesia católica, que también se había opuesto a los diálogos, empezó a mostrar una nueva actitud, motivada seguramente por el evidente debilitamiento del tan temido comunismo. De esa manera, los diagnósticos que, hasta principios de los años noventa se empecinaban en hacer de la “crisis moral” y del “alejamiento de Dios” las principales causas para explicar los problemas del país, comenzaron a dar cabida a la pobreza, a la corrupción, al desplazamiento forzado, a la violación de los DD.HH, es decir, decidieron tomar en cuenta la compleja realidad nacional. Hoy en día, la participación en las negociaciones incluye, por fin, a las víctimas del conflicto, a los militares y a otros sectores de la sociedad civil. Más allá de los avances alcanzados, aún quedan por resolver puntos muy delicados. Uno de ellos, sin duda, concierne el marco jurídico que decida la suerte de los guerrilleros, muchos de ellos acusados de crímenes que no son susceptibles de quedar en la impunidad. ¿Cómo resolver el dilema entre la aplicación de la justicia y la desmovilización de una guerrilla que difícilmente contemplaría la opción del diálogo si su futuro fuese la cárcel?
Justicia y memoria La justicia transicional es un mecanismo que busca asegurar los derechos de las víctimas de violaciones del Derecho Humanitario en aquellos Estados que pretenden transitar de una etapa de conflictos o de dictadura hacia la democracia. Esto implica, en primer lugar, esclarecer los crímenes que se cometieron durante el conflicto, en segundo, castigar a los responsables y, finalmente, reparar a las víctimas, ya sea material o simbólicamente. Este tipo de justicia se inscribe en un nuevo contexto jurídico, en el que una serie de instancias internacionales impiden que las iniciativas de los Estados nacionales tiendan a fomentar el perdón y el olvido de lo que sucedió. Inevitablemente, se producen una serie de tensiones entre los imperativos jurídicos –castigar a los culpables– y los ideales políticos –alcanzar la paz–. Esas tensiones plantean preguntas muy complejas, por ejemplo: ¿Es posible, es deseable, es benéfico que la justicia se muestre flexible si tal es el precio que hay que reconocer para asegurar el éxito de las negociaciones? El gobierno, acompañado por otros sectores, ha evocado argumentos para legitimar ciertas dosis de impunidad, para defender los beneficios de un acuerdo que pone fin al conflicto armado con la guerrilla. Pero de igual forma, y formulados con la misma convicción, se escuchan los reparos por lo que puede significar un perdón que no implique castigo. ¿El crimen paga? Éticamente, ¿es posible que delitos repudiables, que no debían tener cabida en una sociedad que aspira a ser democrática, sean objeto de perdón y olvido? Las sociedades en las que han tenido lugar esos procesos suelen quedar profundamente fraccionadas (el caso chileno o el sudafricano son ejemplos emblemáticos). En el caso colombiano, las divisiones entre unos y otros son de todos conocidas. Las mismas dificultades, con los mismos riesgos de polarización, se pueden observar en todo aquello que se relaciona con la reparación y la reconciliación. La primera de ellas puede ser, como se dijo, material o simbólica: un dinero, una tierra con los que el Estado intenta reparar a las víctimas por los daños sufridos, o la creación de espacios de memoria con los cuales se aspira a rendir homenaje a los muertos, como pueden serlo un parque, un museo, una calle. Vuelven las preguntas: ¿Vale la pena recordar, si lo que se quiere es mirar hacia el mañana? ¿Qué es lo que se debe rememorar? “La memoria no registra, sino que construye”1. Construimos la memoria a partir de nuestras propias vivencias, de nuestros recuerdos particulares, de nuestros intereses. ¿Cómo llegar entonces a una memoria que cobije a los diferentes sectores de la sociedad? Está claro que, en el marco de los procesos de paz, se trata de rescatar, de visibilizar, de mantener viva la memoria de las víctimas. Pero ¿de cuáles víctimas? Hay tantos frentes de guerra que no hay un solo tipo de víctima... Las luchas simbólicas por la memoria, como se ve, hacen parte de las luchas políticas. En cierta medida, podría decirse que la firma de los acuerdos de paz puede ser considerada no tanto como el punto final del conflicto, sino como una nueva etapa, el comienzo de nuevos retos para la sociedad colombiana.
El tema del conflicto armado colombiano y, por supuesto, el del llamado “posconflicto”, debe cobrar particular importancia en los círculos académicos. Las universidades, como centros de investigación y docencia, pueden, en efecto, jugar un gran papel en todo lo relacionado con el enfrentamiento bélico y con el proceso de paz. En muy buena medida, porque tienen una responsabilidad ética y académica frente a los estudiantes en particular y también frente a la sociedad en general. Los trabajos de los académicos en torno a la historia del conflicto cumplen varias funciones. Por una parte, pueden contribuir, a la comprensión de un problema sumamente complejo. Por otra, porque el trabajo investigativo, por sus propias características, ofrece una diversidad de versiones, –y en ocasiones contrapuestas– a los discursos oficiales o a las interpretaciones de las partes involucradas. La importancia de escuchar múltiples voces resulta muy útil para entender no solo el origen, el desarrollo, o el estado actual del enfrentamiento armado; de cara al posconflicto, resulta igualmente fundamental conocer diagnósticos, propuestas, alternativas que, atentos a factores políticos, culturales, sociales, económicos, contribuyan a trazar nuevos derroteros para el país. Es un desafío particularmente relevante para el mundo universitario colombiano.
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Vilar, Pierre, Iniciación al vocabulario del análisis histórico, Barcelona, Crítica, 1982, p. 29.
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Una iniciativa interdisciplinaria de Universidad: conflicto, construcción de paz y transiciones Laura Betancur Restrepo. Estudiante del Doctorado en Derecho, Universidad de los Andes. n l.betancur52@uniandes.edu.co
El proceso de paz con la guerrilla de las FARC ha despertado múltiples debates y preguntas, lo que ha hecho que la Universidad de los Andes repiense su rol interdisciplinar en un posible escenario de posconflicto.
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l rol que puede y debe tener la Universidad de los Andes frente a los temas que aquejan la actualidad colombiana no es una preocupación menor ni desconocida. Dentro de esos temas, la preocupación relacionada con el conflicto, su solución y la construcción de paz ha sido una constante en la Academia colombiana y en la Universidad. Son muchos y diversos los profesores que han trabajado aspectos del conflicto armado y las violencias que afligen al país, los diferentes escenarios y las necesidades del posconflicto y la transición, así como las similitudes y diferencias con otros países de la región y del mundo. Sin duda, esta preocupación se ha incrementado con la coyuntura nacional y el proceso de paz con la guerrilla de las FARC. Esto ha despertado múltiples preguntas y debates nacionales, aumentando la convicción de que son necesarios esfuerzos adicionales para preparar, capacitar, investigar, criticar y profundizar mejor los retos que una transición y un posconflicto necesitarían. Con esta inquietud en mente, hace cerca de un año algunas Facultades tuvieron la iniciativa de trabajar conjunta e interdisciplinariamente temas relacionados con el conflicto y la construcción de paz. Esfuerzos que provenieran de todas las áreas del conocimiento, que incluyeran experiencias y aprendizajes de otras latitudes y que también destacaran las enseñanzas que se desprenden del caso colombiano para el mundo. Sin olvidar que estos temas ya han sido abordados desde diversas unidades, se plantea ahora la idea de construir un proyecto de Universidad en donde quepan todas las disciplinas que quisieran participar desde sus intereses y capacidades. Un proyecto que invite a los profesores a
❧ Un proyecto que dé un aporte concreto, útil e innovador a uno de los temas centrales de la realidad colombiana; que alimente la discusión intelectual tan necesaria (y a veces escasa) sobre temas que van mucho más allá de la coyuntura actual y que se relacionan directamente con el futuro que queremos construir y los legados que podemos ofrecer ❧
conocer el trabajo de sus pares de otras disciplinas y unidades, y que incite al diálogo de diversas perspectivas sobre problemáticas complementarias. Pero ante todo, que sea un proyecto que dé un aporte concreto, útil e innovador a uno de los temas centrales de la realidad colombiana; alimentar la discusión intelectual tan necesaria (y a veces escasa) sobre temas que van mucho más allá de la coyuntura actual y que se relacionan directamente con el futuro que queremos construir y los legados que podemos ofrecer. Esta iniciativa, que desde el principio quería salirse de los tradicionales límites de las Ciencias Sociales y del Derecho, comenzó por indagar el interés de los profesores en la Universidad. La respuesta fue avasalladora: manifestaron interés en participar más de cincuenta profesores de casi todas las Facultades y centros de investigación. Dentro de este grupo se encuentran profesores para quienes estos temas han sido el centro de sus preocupaciones académicas, pero también hay muchos con un enorme interés e iniciativas, que no habían encontrado el espacio ni la oportunidad de integrar ese diálogo. En este sentido, se detectaron por lo menos tres áreas importantes desde las cuales podrían hacerse aportes precisos y complementarios: • Ofrecer capacitaciones técnicas mediante diplomas y cursos no formales de Educación Continuada, que integran aspectos interdisciplinarios y que apuntan a satisfacer necesidades de formación y actualización de conocimientos a funcionarios, activistas y otros profesionales que trabajan en áreas relacionadas con el conflicto, la paz y la transición. • Incentivar investigaciones y proyectos académicos conjuntos entre profesores de diferentes Facultades que versen sobre los temas en cuestión. • Crear una Maestría interdisciplinaria, tanto de investigación como de profundización, orientada a formar profesionales y académicos que quieran trabajar o investigar sobre estos temas. Esto, dentro de un programa que incluya seminarios provenientes de las diferentes Maestrías existentes en la Universidad con el fin de ofrecer un panorama interdisciplinario. Por la importancia e impacto que pueda tener y el tiempo que requiere para consolidarse y ofrecerse, los esfuerzos del último semestre se han concentrado particularmente en la creación de la Maestría. Con el apoyo de directivas de la Universidad, se presentaron los primeros avances y resultados del proyecto al Consejo Académico y se invitó a todas las Facultades a participar. Este proyecto busca sentar unas primeras bases concertadas que permitan ponerlo en marcha, que se renueve y alimente constantemente de todos aquellos que quieran sumarse a él. Desde entonces, todos los temas incluidos y las áreas propuestas se han discutido y acordado con las Facultades que han manifestado interés en participar. A nivel de decanaturas, directores, profesores delegados y el equipo de trabajo, se ha hecho un importante esfuerzo por dialogar y articular lo que cada uno reconoce como esencial y desde dónde quiere participar. El proyecto está en construcción y son numerosos los retos para hacerlo posible. Sin duda son muchos los frentes que no hemos detectado y que necesitan enriquecerse. Hay retos institucionales y administrativos sobre cómo favorecer e incentivar desde la Universidad el interés de los profesores para trabajar conjuntamente sin que riña con los deberes y obligaciones de cada uno; retos de coordinación y financiación para hacerlo viable; retos sobre cómo extender de manera efectiva y a la vez factible esta experiencia desde los Andes hacia las regiones; retos sobre cómo lograr una articulación adecuada entre profesores y grupos de investigación para favorecer una interdisciplinariedad amplia y coherente en donde el objetivo sea ensanchar los horizontes mas no perderse entre las posibilidades; y retos sobre cómo imaginar otras formas de trabajo colectivo que tal vez han quedado por fuera. Ya hemos dado un primer paso emocionante y prometedor en un país cuya Academia ha estudiado el conflicto y la reconciliación, pero que pocas veces se ha sentado a trabajar de manera colectiva y diversa sobre el tema. Que este sea el momento para reiterar que todos los aportes son bienvenidos a este proyecto que nace y se quiere para toda la comunidad uniandina. En aras de incentivar este diálogo, este número del Sextante abre sus puertas a las diferentes propuestas e iniciativas de los profesores de la Universidad para poder difundir y compartir la riqueza y variedad que hay sobre temas como construcción de paz, transiciones, conflicto y víctimas, temas que sin duda son una preocupación común en el campo académico por el momento histórico que atraviesa actualmente el país. Es así como esta sexta entrega se presenta como un inventario, incompleto pero nutrido, de la gran oferta y diversidad existente en la Universidad y que deja entrever el enorme potencial desde el que este proyecto se quiere erigir.
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Construcción de paz: Algunas lecciones Angelika Rettberg. Directora Posgrados, Departamento de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales y Directora Programa de Investigación sobre Conflicto Armado y Construcción de Paz (ConPaz), Universidad de los Andes. n rettberg@uniandes.edu.co
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Las negociaciones de paz en La Habana no deben verse como un proceso estrictamente coyuntural, ni mediático. Un posible acuerdo entre las partes debe llevarnos a pensar que la construcción de paz implica el involucramiento de diversos actores y de pensar que los costos no solo son materiales, sino también simbólicos.
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no de los activos que tiene Colombia de cara al proceso actual entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) es la amplia experiencia que ha acumulado en temas de construcción de paz. En el país se ha desarrollado un conocimiento que nos informa, más allá de las pretensiones de gobiernos individuales, acerca de las posibilidades y retos de la realización de tareas afines a la eventual superación del conflicto armado interno: desde las negociaciones de paz de los años ochenta, pasando por los procesos de desmovilización que conformaron la Asamblea Nacional Constituyente y la promulgación
Cooperación Internacional y posconflicto en Colombia: más allá de los recursos económicos Juana García. Profesora asociada, Facultad de Administración y profesora adjunta al Centro de Estudios Internacionales (CEI), Universidad de los Andes. n juanagarcia@uniandes.edu.co
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La posibilidad de una firma de un acuerdo para la finalización del conflicto armado con las FARC, ha despertado gran interés en la comunidad internacional. Pero, ¿cuál puede ser su rol en la etapa del posconflicto? En este artículo la autora se concentra en la cooperación que podría ofrecer la comunidad internacional para la implementación del esperado acuerdo, más allá de los recursos económicos.
de una nueva Constitución en 1991; desde la crisis humanitaria y el escalamiento de la guerra en los años noventa, pasando por el fallido proceso de paz del Caguán y la apuesta a la seguridad democrática, hasta el proceso actual. De esta vasta experiencia se pueden extraer algunas lecciones, que aplican tanto para el caso colombiano como para el de otros países. En los siguientes párrafos discuto algunas de ellas. La construcción de paz es un proceso político. La pregunta por el poder está presente en todas partes. Así, en temas obvios como la definición de las condiciones para la participación política de organizaciones armadas desmovilizadas y en la manera en la que se define el alcance de la justicia transicional para las Fuerzas Armadas hay una discusión de cómo se reparten, promueven, sosegan o desactivan los poderes de los grupos involucrados. Pero temas menos debatidos también son políticos. Las verdades que han ido aflorando en torno a la participación de distintos sectores de la vida nacional en la reproducción de la violencia serán integradas en la reconfiguración de la enseñanza de la historia nacional en nuestros colegios o la definición de los alcances presupuestales para la reparación de las víctimas. Esto riñe con expectativas de que una normatividad internacional, basada en principios supremos, pueda aplicarse en forma neutra y desarticulada en constelaciones políticas nacionales, y resuelva el debate acerca de la capacidad de agencia de las instituciones y los actores locales en los países transicionales. Esta lección también sugiere que la construcción de paz puede resultar costosa, política y económicamente, para distintos actores. Por consiguiente, defensores de la construcción de paz y académicos por igual harían bien en elaborar un balance juicioso de los ganadores y perdedores de cada política, para derivar de ahí tanto las posibles fuentes de apoyo como de oposición en el corto y mediano plazo. La construcción de paz es un proceso con altibajos, dinámico, sin secuencias claras, pero con inercia. Como bien lo atestigua la experiencia nacional, el proceso de construcción de paz de las tres décadas pasadas ha atravesado por diferentes momentos y ha sido liderado por una gran diversidad de actores domésticos (locales, regionales y nacionales) e internacionales.
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n Colombia, a finales de los años noventa, en medio de los diálogos fallidos del presidente Andrés Pastrana, el gobierno inició la Diplomacia por la Paz para conseguir el apoyo de la comunidad internacional. Fruto de esta, y luego de realizar tres mesas de donantes entre el 2000 y 2001 en Madrid, Bogotá y Bruselas, el país logró incrementar los recursos de cooperación de 100 millones de dólares anuales a 500 millones en promedio hasta la fecha, a través de la figura de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD). A pesar de la ruptura de los diálogos en febrero del 2002, los principales donantes continuaron destinando recursos a Colombia, convirtiéndose en estos últimos años en el principal receptor de recursos de cooperación internacional en la región. Durante este tiempo, los principales donantes asignaron recursos al país a través de programas que en la mayoría de los casos se concentraban en contribuir a eliminar las causas –la propiedad de la tierra, la participación política, el narcotráfico entro otros– y a asumir las consecuencias del conflicto colombiano, en áreas como la atención a las víctimas o la reintegración. Estados Unidos a través del Plan Colombia, y la Unión Europea a través de los Laboratorios de Paz, con recursos propios y sumando a los demás países europeos, se convirtieron en los principales donantes. Si bien se incrementaron los recursos de los cooperantes, tanto el Plan Colombia como los Laboratorios de Paz, evidenciaban una visión y posición distinta frente a la solución del conflicto. Esto marcó la forma cómo fueron elaborados y ejecutados los programas entre los principales cooperantes, diferenciándose en su forma de actuar. Adicionalmente la situación de la cooperación internacional de hace catorce años era también caracterizada por el compromiso de la mayoría de los países donantes de incrementar su AOD con el fin de aproximarse al cumplimiento del 0,7% del PIB. Para ello desarrollaron nuevas estrategias, buscando focalizar su actuación en menos países y lograr una mejor eficacia de la ayuda. La mayoría de los donantes también mantuvieron e incrementaron los recursos en Colombia por el conflicto. La situación actual, por el contrario, es distinta para las partes: Colombia con un crecimiento sostenido, entre los más altos de la región, entró en el 2010 a ser parte de los CIVETS, uno de los acrónimos de los nuevos países emergentes. Durante los últimos diez años, los niveles de exportación y de inversión extranjera crecieron año tras año y el país, desde el 2010, hace gestiones para ingresar a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)-, popularmente considerado el club de los países ricos. Al mismo tiempo, mientras el panorama para los países emergentes y para los países latinoamericanos ha sido positivo, los países tradicionalmente donantes se han visto afectados por la crisis financiera del 2008 y por duras políticas de austeridad, llevándoles a reducir considerablemente los recursos de ayuda externa y concentrándose en los países más necesitados y con desempeños económicos más modestos que el colombiano.
universidad de los andes
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Esa variación, sujeta a condiciones políticas internas y externas, sugiere la dificultad de que se sigan protocolos uniformes, derivados de la experiencia de otros países. Al mismo tiempo, es un riesgo caer en el extremo de sugerir que el particularismo de una determinada situación la hace incomprensible para externos. Lo importante es que, por encima y más allá de cualquier negociación de paz, puede haber y ha habido construcción de paz. La construcción de paz es un proceso en el que se encuentran, y a veces chocan, las necesidades de la paz con las del desarrollo. Si hay un mantra que comparten practicantes y estudiosos de la construcción de paz es el de los riesgos de fundir (y confundir) las agendas de la paz y del desarrollo. Esta distinción obedece a criterios de comparabilidad y de eficacia. No todos los países sub-desarrollados enfrentan problemas de conflicto armado. Por otro lado, si a la paz se le deja la tarea de transformaciones profundas de la sociedad, por encima y más allá del fin del conflicto, se pone en riesgo su legitimidad, pues si la transformación no se alcanza, todos los demás logros se verán opacados. Al mismo tiempo, no es práctico mantener las agendas completamente separadas: La discriminación afirmativa que favorece a grupos específicamente relacionados con los conflictos, como las víctimas y los desmovilizados, arriesga abrir nuevas brechas y agravios por parte de comunidades no beneficiarias, especialmente cuando se trata de repartir los costos. Además, algunas formas urgentes de abordar las secuelas de la guerra, como reparar un acueducto destruido por un ataque, construir un puente para acerca comunidades divididas o invertir en escuelas para que niños desplazados por la violencia puedan llenar su vacío educativo, tienen un claro componente de desarrollo. Sin embargo, hay un riesgo real en llamar “construcción de paz” cada iniciativa de desarrollo, pues se puede perder claridad acerca de cuánto se está superando el sub-desarrollo y cómo se están creando las bases para una paz sostenible, medida específicamente como una reducción de homicidios asociados con el conflicto armado interno. La construcción de paz genera expectativas que es preciso cumplir y también delimitar. A medida que se desarrollan las políticas de construcción de paz, se generan estructuras de incentivos frente
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Enmarcados en esta situación, se puede afirmar que la posible firma de un acuerdo para poner fin al conflicto armado, sí genera un interés suficiente para que los principales cooperantes aporten recursos, pero probablemente serán limitados, puntuales, algunos canalizados a través de programas ya en curso y otros solo para la etapa inicial de implementación del acuerdo en negociación. Pero más allá de los montos, la cooperación internacional puede tener un papel crucial en la etapa posconflicto. Es decir, en el contexto actual de disminución de los recursos de cooperación internacional en un país de renta media alta, el valor de esa cooperación no se expresa tanto en términos económicos sino más bien en términos de calidad, gracias a aspectos como la celeridad, la agilidad y la flexibilidad en la movilización de los recursos, la transparencia en la asignación, su presencia en territorios de difícil acceso, las lecciones aprendidas de otros procesos de posconflicto, el reconocimiento como un actor de paz o un actor neutro y la legitimización del proceso de paz. Es en ese sentido que la cooperación internacional puede tener un valor específico en varios componentes del posconflicto. Los donantes generalmente distinguen entre necesidades de corto plazo en el inmediato posconflicto, como son recursos para apoyar las reformas legislativas e institucionales necesarias para la implementación del acuerdo, la desmovilización, el desarme y al reintegración (DDR), las misiones de verificación, entre otros, en donde además de agilidad y flexibilidad, se necesita una respuesta con experiencia y conocimiento de procesos comparables. Por otro lado, los donantes identifican necesidades de mediano a largo plazo concerniente a la implementación de nuevas políticas estructurales que la cooperación internacional puede facilitar y apoyar bajo liderazgo del gobierno. Adicionalmente, la experiencia con otros conflictos internos muestra que el período inmediato después de la firma de un acuerdo de paz es frágil e inestable, y que el riesgo de recaída es alto durante los primeros doce meses. Muestra también, que el desarrollo de proyectos de impacto rápido que aumenten la seguridad básica y demuestren los beneficios de la paz, generen confianza en el proceso político y fortalecen la capacidad nacional para dirigir los esfuerzos de construcción de paz. Así ese tipo de acciones de la cooperación internacional en el corto plazo pueden contribuir significativamente a reducir el riesgo de recaída, sentando las bases para un desarrollo sostenible. La cooperación puede tener un rol particular en la implementación de los acuerdos a nivel local, mitigando las debilidades institucionales en las zonas del conflicto con procesos de fortalecimiento institucional local. En efecto, la cooperación internacional tiene presencia en territorios apartados del país. Mientras se toman las medidas necesarias para la implementación de los acuerdos, el Estado puede apalancar y apoyarse en ese trabajo, así como en experiencias previas de los cooperantes en otros países.
❧ Hay un riesgo real en llamar “construcción de paz” cada iniciativa de desarrollo, pues se puede perder claridad acerca de cuánto se está superando el sub-desarrollo y cómo se están creando las bases para una paz sostenible, medida específicamente como una reducción de homicidios asociados con el conflicto armado interno ❧
a las cuales se constituyen actores políticos (stakeholders) los cuales, a su vez, desarrollan expectativas y preferencias frente a los contenidos y los beneficios de las políticas. Ese grupo es fundamental conocerlo y atraerlo hacia la agenda de la construcción de paz, para promover la legitimidad y sostenibilidad de las medidas adoptadas. Al mismo tiempo, la experiencia de muchos países transicionales sugiere que la magnitud de la tarea que involucra la creación de las bases para una paz sostenible, incluyendo reformas institucionales profundas y generación de recursos materiales, no debe ser subestimada. Muchas de las expectativas generadas tienden a no cumplirse. Ello ilustra las tensiones entre la naturaleza política de las medidas de construcción de paz y la competencia por recursos limitados, por un lado, y la existencia de metas normativas intrínsecas y descontextualizadas, por el otro. Como consecuencia, es posible que logros y avances reales sean desconocidos, o que fallas y vacíos sean sobredimensionados. Eso apunta al riesgo de que la construcción de paz, ante una avalancha de expectativas y demandas, entre en moratoria, poniendo en riesgo la viabilidad y sostenibilidad de las medidas adoptadas. Pensar en el día después y en las maneras de lograr que llegue más pronto es la meta central de la construcción de paz. Considerar algunas de las lecciones presentadas aquí será crucial para evitar decepciones, evaluar logros de forma realista y proponer políticas sostenibles.
❧ La cooperación puede tener un rol particular en la implementación de los acuerdos a nivel local, mitigando las debilidades institucionales en las zonas del conflicto con procesos de fortalecimiento institucional local ❧
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Otro rol fundamental de la cooperación internacional, es el acercamiento e involucramiento de la sociedad civil para lograr una participación efectiva en la discusión de los temas de la agenda de negociación y en la implementación de los acuerdos. Este rol neutral de la cooperación internacional en terreno, puede generar credibilidad y legitimidad en el proceso. Finalmente, es indudable que la comunidad internacional puede tener aportes valiosos para la implementación del posible acuerdo, y es también necesario que ella aspire a la eficacia de su ayuda. En varias reuniones del Foro de Alto Nivel de Eficacia de la Ayuda, París (2003), Accra (2008) y Busán (2011), donantes y países receptores acordaron mejorar la eficacia de la ayuda para tener un mejor impacto en el desarrollo. Esto contrarresta el hecho de que los recursos de cooperación internacional son limitados y valida el rol que puede tener a nivel internacional. En ese contexto, cabe resaltar que los cooperantes en sus proyectos actuales, y pensando en la que podría ser la etapa posconflicto, vienen haciendo un trabajo de coordinación y búsqueda de sinergias. La mayoría apoya programas en áreas temáticas que son objeto de negociación en La Habana, tal como el desarrollo rural y de tierras o la atención a víctimas. Esos dos sectores son los que concentran el mayor número de cooperantes y la mayor parte de estos recursos. Otros sectores de particular relevancia para el postconflicto reciben menos atención de parte de la cooperación internacional. Ante ese panorama un ejercicio de división de trabajo entre los cooperantes parece imponerse. Un ingrediente esencial para lograr esa mayor eficacia e idealmente una división de trabajo entre cooperantes, es un claro liderazgo de parte del gobierno a través de la institución responsable. De hecho hay varias experiencias internacionales que evidencian la importancia de un liderazgo del gobierno en esta etapa frente a los donantes y la alineación de la ayuda a las prioridades definidas para el posconflicto. En suma, la cooperación internacional mantiene su relevancia y su valor para múltiples aspectos del posconflicto en la medida que sea capaz de coordinarse bajo un decidido liderazgo del gobierno nacional, el cual tendrá que definir precisamente sus prioridades en términos de cooperación.
S e xta n t e b i táco r a d e l a fac u lta d d e c i e n c i as s o c i a l e s
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La construcción de paz desde la perspectiva del desarrollo: una agenda teórica y aplicada Gonzalo A. Vargas. Profesor del Centro Interdisciplinario de Estudios del Desarrollo (CIDER), Universidad de los Andes. n govargas@uniandes.edu.co
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unque algunos conciben la construcción de paz como “hacer las paces”, diversos hallazgos empíricos indican que los conflictos armados y otros fenómenos de inseguridad tienen raíces en condiciones económicas, sociales y políticas como la exclusión, la falta de oportunidades e incluso, sorprendentemente, el crecimiento económico. Estudiar la construcción de paz desde la perspectiva de los estudios del desarrollo implica identificar esos factores y también, interrogarse sobre los efectos de la violencia, y de la paz, en los patrones de cambio económico y social y en la distribución de recursos y oportunidades en las sociedades. Se trata de una agenda muy amplia y en este artículo expondré brevemente aquellos asuntos que han atraído mi atención como investigador en años recientes. Para empezar, en 2013 participé en un proyecto sobre desarrollo regional, paz y estabilidad en Colombia, dirigido por mi colega Mauricio Uribe López y contratado con la Universidad por la Unión Europea y el Departamento para la Prosperidad Social. En ese trabajo tuvimos la oportunidad de identificar algunos de los retos que se derivarían de la eventual firma de un acuerdo de paz. Por ejemplo, en relación con la política agraria, planteamos la necesidad de un ordenamiento rural que definiera áreas diferenciadas para la economía campesina y para la agroindustria, y políticas orientadas en el primer caso a la construcción de paz, en el segundo, la competitividad internacional. Subrayamos también la necesidad de mejorar la coordinación interinstitucional de las entidades del sector rural y la importancia de evitar su captura por parte de élites que usan sus recursos y competencias para beneficio privado. En el mismo proyecto también advertimos que sería ingenuo suponer que una eventual desmovilización de las FARC acabaría con la producción y tráfico de narcóticos y recomendamos usar los cuerpos de inteligencia para interceptar comunicaciones privadas contra las organizaciones criminales. Pero, con o sin acuerdo, hay otros retos que persistirán como es el caso de la prevención del reclutamiento de menores (que continúan vinculándose a grupos criminales), la reintegración social y económica de menores desvinculados del conflicto, y la implementación de la política de atención a las víctimas. He venido trabajando recientemente en estos temas con colegas, estudiantes y egresados del CIDER, y un aspecto que me interesa explorar en el futuro es de qué manera la innovación social puede contribuir a desarrollar y replicar soluciones eficaces a estos problemas. El segundo asunto dentro de esa faceta aplicada ha sido explorar el potencial del sector privado en la construcción de paz. Las empresas que operan en contextos de conflicto armado o inseguridad enfrentan diversos retos y oportunidades: pueden empeorar las condiciones que prolongan la violencia, así como también reducir los factores económicos, sociales y culturales que alimentan la violencia. Con ayuda del Fondo de Apoyo a Profesores Asistentes de la Universidad de los Andes, he publicado recientemente un “Cuaderno en Desarrollo” del CIDER donde planteo un marco analítico para comprender el alcance de la responsabilidad social empresarial en la construcción de paz, identifico algunas herramientas que pueden adoptar las empresas, y las iniciativas globales a las que se pueden adherir. Además, propongo una agenda de investigación orientada a explorar el origen, naturaleza e impacto de las acciones de las empresas en este sentido. He venido estudiando los reportes de sostenibilidad de grandes empresas colombianas de diversos sectores y entrevistando a los responsables de diseñar e implementar sus políticas de responsabilidad social. Algunas preguntas que me interesa resolver son: ¿Por qué algunas empresas se vinculan de manera activa y abierta en iniciativas de construcción de paz mientras otras permanecen indiferentes? ¿Qué tan efectivas son sus intervenciones? Publicaré muy pronto resultados empíricos de este trabajo. Las cuestiones que he planteado hasta aquí tienen un carácter aplicado pues se enfocan en resolver cuestiones urgentes en el panorama nacional. Sin embargo, en el futuro próximo aspiro a profundizar en estos temas desde una perspectiva teórica y crítica. En particular, me interesa explorar las nociones de seguridad, paz y desarrollo que orientan las políticas y proyectos de agencias estatales, organismos internacionales, organizaciones sociales y actores privados en regiones afectadas por la violencia. Del mismo modo, quisiera “mapear” los intereses de los actores que intervienen en su implementación y explorar cómo facilitan, modifican o bloquean dichas políticas y proyectos, adaptándolas a sus capacidades e intereses. Finalmente, me interesa examinar sus impactos sobre las economías locales y los medios de subsistencia de los hogares que allí habitan. En suma, se trata de explorar cómo diversos agentes intervienen en el territorio y transforman las condiciones de vida de sus habitantes en nombre de la paz y la seguridad. Me inclino por explorar estos temas desde una perspectiva interdisciplinaria, es decir, integrando conceptos y métodos de diferentes disciplinas siempre que sea pertinente.
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Ante el dolor de los demás: la construcción de una ética de la escucha Juan Pablo Aranguren Romero. Profesor asistente, Departamento de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes. n jp.aranguren@uniandes.edu.co
Qué implica estar ante el dolor de los demás? ¿Cómo se reciben sus palabras o sus silencios, su cuerpo violentado… una vida fracturada? ¿Cómo escuchar más allá del cuerpo sufriente? Esta investigación desarrolla un recorrido por la violencia política en Colombia, a partir de la indagación por las prácticas de escucha de quienes se han situado de alguna manera ante el dolor de los demás, como lo llamó Susan Sontag en un ensayo publicado en 2003. Hoy, este proyecto se concentra en las experiencias de los y las profesionales que han desarrollado trabajo psicosocial con víctimas de violencia política, y pretende comprender sus estrategias, narrativas y formas de acción contenidas en sus prácticas cotidianas. Asimismo, aborda las narrativas de quienes, en medio de un escenario de violencia política y de guerra, asumen un rol de soporte, atención, acompañamiento o un estar ahí respecto de situaciones límite (situaciones que están más allá del control humano) que bordean, igualmente, los límites de lo narrable. Se busca entonces proponer una reflexión sobre la experiencia cotidiana de jueces, fiscales, forenses, líderes, profesionales de la salud mental, acompañantes de comunidades, fotógrafos/as, periodistas, académicos/as y activistas que se han situado de algún modo ante el dolor de la violencia política y la guerra. Al abordar sus trayectorias profesionales, académicas y vitales, la investigación transita entre los repertorios, las metodologías y las herramientas institucionales, al ámbito de la experiencia cotidiana en donde se evidencia tanto el sujeto implicado en el acto de testimoniar su dolor como aquél situado a la escucha de estas experiencias. Se trata de conocer el contexto relacional en el que se gesta la escucha. Concentrarse en la cotidianidad es ahondar en las maneras en que estos profesionales, investigadores o activistas se sitúan en relación con el contexto sociopolítico, reconociendo cómo se han tejido las relaciones intersubjetivas con víctimas y sobrevivientes. Desde allí es necesario preguntarse por las implicaciones éticas y políticas que supone estar ante el dolor de los demás y por las maneras en que este dolor se gesta en la escucha del otro. Así, resulta relevante comprender las prácticas de autocuidado, los dilemas metodológicos, éticos y políticos que supone escuchar estas voces de dolor y sufrimiento también en un contexto de amenaza y zozobra, de incertidumbre, miedo y violencia. Finalmente, resulta necesario entrever cómo se reconoce en esta voz –o en sus silencios– algo más que el daño y se descubre un sujeto implicado que es mucho más que un cuerpo sufriente. Se descubre, de otro modo, que la palabra no es el acto liberador por excelencia, sino, más bien, la relación que se establece entre quien opta por hablar y quien lo esucha. Actualmente, se han realizado cinco espacios de diálogo colaborativo con diferentes organizaciones que han compartido su experiencia de acompañamiento, intervención o investigación en escenarios de violencia política. Asimismo, se han realizado entrevistas a diferentes profesionales que desarrollan intervención o acompañamiento psicosocial con víctimas del conflicto armado interno. Se espera realizar alrededor de noventa entrevistas más y nuevos puntos de diálogo, no solamente con quienes se enfocan en el trabajo psicosocial, sino también con quienes, de otro modo, se sitúan ante la experiencia de dolor y sufrimiento. A partir de estos diálogos se busca crear un laboratorio para conocer las experiencias de la escucha, para aprender de la experiencia de quienes han estado ante el dolor de los demás.
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Perspectivas interdisciplinares sobre la memoria Tatjana Louis. Profesora asistente, Departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes. n tlouis@uniandes.edu.co Alessandra Merlo. Profesora asociada, Departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes. n amerlo@uniandes.edu.co
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principios de septiembre de 2014 se realizó en Berlín el Segundo Taller de la Red Interdisciplinaria de Estudios sobre Memoria Latinoamericana. Esta Red nace en el marco de la cooperación entre el prestigioso Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlín y el Departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales, en el año 2010. Un primer encuentro de los investigadores de Alemania y Colombia tuvo lugar en la Universidad de los Andes en agosto de 2012 bajo el título “Memoria y conflicto, memorias en conflicto”. El workshop de Berlín en el que participamos, ha sido nuevamente la ocasión para que investigadores en Historia, Antropología, Literatura y Estudios Culturales volvieran a discutir sobre las inevitables similitudes y grandes diferencias que significa enfrentar y usar la memoria en América Latina. De Brasil a Colombia, de Chile a El Salvador, de Perú a México, la preocupación respecto a la memoria (individual y colectiva) parece catalizar intereses y disciplinas alrededor de la construcción y, a veces, alrededor de la oficialización de esa historia reciente que todos los países citados han visto atravesada por la violencia. Por lo tanto, la memoria se vuelve un mecanismo transversal necesario de auto-reflexión. En el trabajo de investigación, y en las ponencias de Berlín, los contextos concretos de estudio han sido los museos de la memoria, el uso y abuso del concepto y término de “holocausto” en contextos aparentemente ajenos a su origen, la relación entre individuo y narración histórica y, por supuesto, el valor de conciencia histórica colectiva que podemos o queremos darle a las series televisivas, las fotos periodísticas, la literatura, los libros escolares, por mencionar algunos. En otras palabras, la categoría conceptual de memoria parece permitir un diálogo, que de otra manera no sería tan fácil entablar, entre disciplinas que defienden campos y métodos propios. Permite abrir espacios donde podemos poner uno al lado del otro el trabajo con comunidades, con desplazados de la violencia, la reflexión sobre las políticas públicas y las prácticas privadas. Por otro lado, desde un punto de vista contextual, la interdisciplinariedad propia de la memoria puede ser un instrumento valioso para cruzar experiencias y reflexiones en el contexto latinoamericano. Ahora, si reconstruimos un mapa de las inquietudes y los intereses generales que surgieron al interior de la Red, podemos señalar dos ejes centrales. Por un lado, la preocupación por quién gestiona la memoria de nuestras sociedades, puesto que solo hasta cierto punto podemos pensar en un fenómeno individual. El ciudadano es entonces el primer destinatario de las políticas institucionalizadas por el Estado, la administración local o los grupos económicos (pensemos en las productoras televisivas o en las editoriales de libros escolares). Por otro lado, hay que pensar en las formas de transmitir y de construir memoria; aparecen entonces las narrativas y retóricas de la memoria, su elaboración discursiva relacionada con relatos verbales en unos casos, icónicos en otros, mixtos la mayoría de las veces. Estas preocupaciones son vivas en toda América Latina, en Colombia, de forma todavía más urgente frente a un conflicto que ya llamamos pos- y que sin embargo sigue presente. El Taller de Berlín ha sido en este sentido no solo la posibilidad de comparar problemas colombianos con experiencias de otros países, sino también la
ocasión para proponer y discutir temas que desde Colombia nos interesan específicamente. Vale la pena señalar que casi la mitad de las ponencias se referían a nuestro país. Para entrar en más detalles quisiéramos por lo menos citar los temas que nosotras propusimos.
“Escenarios de visibilidad. Reflexiones sobre el manejo de la imagen en la historia reciente colombiana” (A. Merlo) La intervención nacía de una pregunta aparentemente sencilla: ¿Cuál ha sido la visibilidad de la violencia y del conflicto colombiano? La visibilidad corresponde, en este caso, al dispositivo que define lo que se puede ver y lo que no se puede ver, materializándose en las imágenes concretas, pensemos en las fotografías, que los medios han propuesto y han hecho circular. Ahora, ese fragmento visible está vinculado a ciertas dinámicas de poder que ha construido la relación que todos nosotros tenemos con esa memoria nacional sobre el conflicto. El interés está entonces en rastrear un puñado de imágenes significativas que se adscriben a dos categorías que, de alguna manera, son complementarias. Por un lado, está el término propuesto por Cornelia Brink “íconos seculares”, donde aparecen imágenes que han simbolizado momentos cruciales y constituyen una especie de patrimonio icónico colectivo: los tranvías en llamas del 9 de abril, los tanques que entran al Palacio de Justicia, el cuerpo sin vida de Pablo Escobar, la foto de Ingrid Betancourt en algún lugar de la selva colombiana. Por otro lado, hay que considerar el uso que los medios de comunicación hacen cotidianamente de imágenes en contextos específicos, que en ocasiones olvidamos, pero que en su momento contribuyeron a esa construcción de imagen del conflicto. Es interesante pensar, por ejemplo, en cómo se exhibieron los cuerpos de los jefes guerrilleros abatidos entre 2008 y 2011: cómo se construyó y justificó esa visibilidad en ese momento específico a través de hechos de imagen singulares, es decir, de actos enunciativos de carácter visual.
❧ Ni los íconos seculares ni las imágenes son neutros. La historia con el pasado y presente visible siempre implica un ocultamiento. En este sentido, las pocas imágenes que marcan la historia colombiana siempre esconden otras ❧
Por supuesto, ni los íconos seculares ni los hechos de imagen son neutros. La historia con el pasado y presente visible siempre implica un ocultamiento. En este sentido, las pocas imágenes que marcan la historia colombiana siempre esconden otras: el interior del Palacio de Justicia, la foto de unos policías exultantes al lado del cuerpo abatido de Pablo Escobar, las fotos probatorias de los falsos positivos, entre otras. Deberíamos saber que el trabajo con y sobre nuestras imágenes, nuestro álbum nacional, es una parte indispensable de la definición de nuestra identidad, y que Colombia no puede seguir siendo un país invisible. Valdría la pena seguir
Foto tomada del folleto del Segundo Taller de la Red Interdisciplinaria de Estudios sobre Memoria Latinoamericana.
extrayendo del olvido, para nuestra propia memoria, más fragmentos para el álbum fotográfico nacional. Ese trabajo haría quizás parte de una más amplia arqueología del saber de las imágenes, como Georges Didi-Huberman propuso en alguna ocasión.
“El conflicto colombiano en los textos escolares de historia” (T. Louis) La pregunta central de esta ponencia indagaba sobre los manuales escolares de historia y su contribución al desarrollo de una conciencia histórica crítica y democrática. Por su carácter institucionalizado y obligatorio, la clase de historia en los colegios colombianos juega un papel fundamental para la percepción de qué imágenes del pasado se consideran válidas y verdaderas. En el contexto del proceso de paz, donde la apropiación democrática y multi-perspectiva del pasado contribuye a la construcción de una paz social duradera, el análisis de aquellos discursos e imágenes del pasado que se transmiten en los colegios es indispensable. Tomando como ejemplo los conflictos colombianos del siglo XIX y XX, se analizó entonces su integración en una narrativa coherente, la perspectiva que se adopta frente al pasado y el sentido que se le asigna dentro del relato colombiano. En un segundo paso se evaluaron la implementación y el entrenamiento de aquellas competencias históricas que contribuyen a la formación de una conciencia histórica crítica, a saber las capacidades de analizar fuentes originales, de evaluar de manera crítica diferentes perspectivas y procesos históricos o de entender las relaciones que existen entre las condiciones sociales actuales y pasadas. Los textos que se evaluaron para la ponencia contribuyen a la formación de una conciencia histórica crítica solo hasta cierto punto. La narrativa que se presenta se basa casi exclusivamente en el texto de autor. La ausencia casi total de fuentes originales lleva a que los estudiantes no conozcan interpretaciones alternativas de los hechos, no adquieran las competencias históricas pretendidas, y no sean capaces de reconocer el texto de autor como construcción. En varias ocasiones, los textos escolares estudiados no logran (o no quieren) integrar los conflictos en un relato coherente. Es decir, están separados de sus contextos y los presentan sin ningún tipo de relación, completamente aislados. Esto ocasiona que la creación y asignación de sentido no se puede dar y, como consecuencia, la formación de una conciencia histórica. Además, la perspectiva de las víctimas y de los grupos que se consideran ilegítimos se oculta. Se habla sobre ellos, pero en ningún momento tienen voz para proponer su punto de vista.
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Las biografías de la nación Tatjana Louis. Profesora asistente, Departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes. n tlouis@uniandes.edu.co
Los manuales de historia explican cómo se formaron el país y la sociedad donde vivimos y qué logros alcanzados en el pasado debemos cuidar y proteger. Tales logros juegan un papel decisivo en la formación y la transmisión de una conciencia histórica, y en la consolidación del concepto actual de identidad. Con el fin de conocer estos imaginarios y discursos, el presente artículo muestra un avance del análisis sobre los contenidos de la clase de historia en los colegios.
N 1911, Jesús María Henao y Gerardo Arrubla afirmaron en el prefacio de su premiada Historia de Colombia: “Para cultivar el amor entrañable, puro y vivo de la patria, es necesario imprimir a la enseñanza de su historia un carácter de veracidad, seriedad, rectitud y sinceridad tales, que se objetive a fin de que se palpe, se aprenda a estimar en su justo valor y se ame de corazón”. Allí resumieron la función de la enseñanza de la historia en la escuela y aclararon la finalidad de su obra. Hoy en día, se habla, de manera más prudente, de competencias cívicas y conciencia histórica, pero en el fondo, la función y la finalidad de la historia escolar siguen siendo las de Henao y Arrubla: transmitir aquellos conocimientos históricos que una sociedad considera relevantes para su concepto identitario actual. Los discursos del pasado deben contribuir a formar una auto-imagen positiva y estable, deben organizar los eventos y procesos históricos a partir del hilo conductor del relato aceptado por la sociedad, con el fin de fortalecer la percepción de una continuidad histórica y de un futuro común.
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❧ La clase de historia juega un papel tan importante como decisivo en cuanto a la formación de una conciencia histórica, y tiene tanta influencia en lo que se va a considerar como “la verdad”, que es útil revisar qué está pasando en los salones de clase del país ❧
La forma más eficaz para transmitir los discursos e imágenes del pasado y obligar a los futuros ciudadanos a conocer estas interpretaciones dominantes es la clase de historia en el colegio. Los libros de texto y manuales de historia juegan un papel fundamental en este proceso, y no deben subestimarse puesto que son medios masivos de gran alcance. Por su simplificación didáctica, los manuales remiten de manera precisa a aquellas preguntas, perspectivas y conocimientos científicos que se cree deben inscribir dentro de la memoria cultural de la sociedad. Así, los manuales reflejan los discursos dominantes del pasado y las constelaciones del poder presente dentro de una sociedad; cuentan con la gran autoridad del saber especializado del autor, el cual, raras veces, es puesto en duda por el público lector. La clase de historia juega un papel importante en el proceso de formación de una conciencia histórica. En las sociedades democráticas, las imágenes históricas y los discursos del pasado son el resultado de negociaciones histórico-políticas que se han dado entre diferentes actores políticos y sociales. En este campo de batalla, los manuales ocupan un lugar estratégico puesto que con su autoridad institucional, fijan lo que es “verdad” y logran obligar a los futuros ciudadanos a adoptar aquella interpretación del pasado. En muchos países, por ende, los lineamientos curriculares para la enseñanza de la historia en los colegios, al igual que los manuales escolares, están bajo una supervisión estatal. En lo que respecta a Colombia, se puede constatar que los lineamientos curriculares que rigen para las Ciencias Sociales definen claramente las competencias cívicas que los estudiantes deben tener al graduarse del colegio. Sin embargo, en cuanto a los contenidos concretos de la clase de historia, se nota una cierta reticencia a la precisión. En contraposición a esto, el Ministerio de Educación Nacional1 considera que: “Es poco probable que alguien pueda hacer una
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propuesta de orientación curricular que goce de aceptación generalizada, incluso duda que fuese algo deseable dada la necesidad de adecuar la enseñanza, en la medida de lo posible, a las diferentes circunstancias problemáticas que rodean cada situación de aprendizaje y a la sociedad en la que viven las y los estudiantes”1. Colombia, en efecto, tiene que enfrentarse a un desafío particular. No solo se está exigiendo, desde los años noventa del siglo pasado, propiciar una apropiación democrática e inclusiva de la propia historia, con miras a revisar la visión tradicional heroica que se ha trasmitido del pasado. También, en este momento, se está negociando intensamente el pasado reciente en el marco del proceso de paz y su política de la memoria. No sorprende, entonces, que aún no haya una posición clara frente al propio pasado. Sin embargo, la clase de historia se enmarca dentro del programa de Ciencias Sociales. En la práctica diaria, los profesores tienen que llenar la clase con algún contenido y, cuando los lineamientos curriculares carecen de precisión, el texto guía se vuelve el currículo secreto del profesor. La clase de historia juega entonces un papel tan importante como decisivo en cuanto a la formación de una conciencia histórica, y tiene tanta influencia en lo que se va a considerar como “la verdad”, que es útil revisar qué está pasando en los salones de clase del país. Con este proyecto, se busca identificar las condiciones exteriores de la enseñanza de la historia en los colegios colombianos, con el fin de determinar a qué ofertas didácticas recurren los profesores y qué contenidos concretos prescriben los programas de los colegios para esta materia. También se analizarán los manuales usados en las aulas de clase. Las preguntas claves del proyecto serán: ¿Cómo definen los libros las metas y competencias que los alumnos deben desarrollar? ¿Qué narrativas se están transmitiendo en cuanto a los imaginarios de nación, conflicto y Estado? ¿Qué concepto identitario se está apoyando y qué sentido se les está asignando a las discontinuidades históricas? Actualmente, en Colombia se están haciendo muy pocos estudios sobre la didáctica de la historia y, muchas veces, el enfoque está en el análisis de manuales escolares históricos. Como ejemplos se pueden mencionar el libro editado por los profesores Luis Weisner García y Javier Guerrero Barón ¿Para qué enseñar la Historia? (Ensayos para) educar aprendiendo de la Historia de las ciencias sociales (2011); el libro Las luchas por la memoria (2009) de los profesores Absalón Jiménez becerra y Francisco Guerra; y la investigación de la profesora Martha Cecilia Herrera La identidad nacional en los textos escolares de ciencias sociales. Colombia 1900-1950 (2003). En escenarios transicionales, como en el que se encuentra Colombia en este momento, la importancia de la memoria histórica –a la cual se le atribuyen poderes de reconciliación y, de alguna manera, de sanación– se vuelve cada día más evidente. La escuela es un escenario esencial para las batallas de la memoria, ya que literalmente todos tienen que pasar por ella. Así tiene un alcance y una autoridad fijadora de los cuales gozan solo pocas instituciones. Un estudio riguroso de los contenidos actuales que se abordan en clase (los lineamientos curriculares, los programas de colegio, los manuales escolares de historia y de ciencias sociales), puede servir para comprender mejor los imaginarios y discursos que se están transmitiendo, para identificar la actitud actual que hay en el país frente a la enseñanza de la historia y, de esta manera, fomentar un debate sobre el sentido del pasado.
Ministerio de Educación Nacional (2005): Serie lineamientos curriculares, Ciencias Sociales, http://www.mineducacion.gov.co/1621/articles-89869_archivo_pdf.pdf, 16.10.2014.
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Hacer visibles las voces invisibles miedo que percibía en la sociedad, estaba mezclado con sentimientos de rabia e impotencia que me motivaron aún más para trabajar. Realicé una serie de dibujos de luz, A través del Cuerpo (2003 - 2008), en la que ¿Cómo explorar desde el arte formas de expresaba la impotencia de muchos ante la fuerza de la violencia y la indiferencia cuestionar y traer a la conciencia situaciones de otros que no querían ver, reconocer, ni relacionadas con las causas y los efectos del recordar lo que sucedía y mucho menos tratar de entender las causas o conseconflicto en nuestra sociedad? ¿Cuál es el papel cuencias de esta situación. Al principio del arte en este proceso de construcción de recogí las historias de los medios y reamemoria y de reconstrucción del tejido social? licé trabajo de archivo. Estas no dejaban de ser anecdóticas, pero luego, el interés por estas historias particulares se trasladó a situaciones más generales que se hicieron visibles en imágenes abstractas. La serie terminó cuando entendí que debía entrar en contacto directo con aquellas personas cuyas historias me impactaban y así poder dibujar ese mapa del dolor que percibía. De esta manera me interesé por conocer situaciones concretas de primera mano y me di cuenta que mirar el territorio necesariamente implicaba un contacto con las personas que allí habitaban. En el año 2009, desarrollé el proyecto Zonas Vulnerables Tolima1 donde, en un primer acercamiento, pude conocer algunas de las zonas más sensibles del 1. país. Esto me llevó, curiosamente, a lugares vinculados con transiciones económicas y productivas. omencé mi trabajo como artista, Fue precisamente en Ibagué y sus inmediaciones buscando formas de expresar donde comencé una serie de ejercicios de explorasituaciones complejas como las ción plástica y de reconocimiento del entorno tanto que dieron origen a la violencia de físico como social. De esta forma, el interés inicial finales del siglo XX y, en la última por el territorio develó un sinnúmero de situaciones década, me concentré en la exploy problemáticas sociales, económicas y políticas que ración de la atmósfera emocional de la sociedad. transformé en pequeños gestos, imágenes y accioBásicamente, me interesaba contribuir a hacer nes creadas con la comunidad local. visibles situaciones relacionadas con las secuelas emocionales del conflicto. Quiero entonces con❧ A diferencia del miedo tar algunas reflexiones sobre mi trabajo y quizás que paraliza, ese miedo así los lectores elaboren su propia teoría sobre el que percibía en la sociedad, papel del arte en una sociedad que atraviesa una estaba mezclado con etapa tan compleja como la nuestra. A finales del siglo XX, la sociedad colomsentimientos de rabia e biana era en general muy permisiva, tanto con impotencia que me motivaron las condiciones de inequidad que dieron origen aún más a trabajar ❧ al conflicto, como con el disfrute del poder que traían los dineros del narcotráfico. Este poder del dinero fue utilizado como un acto violento, Entre el 2010 y 2012, emprendí el proyecto como una forma de coerción social y política. La Coordenadas Móviles, una serie en la cual me refería a sociedad empezó a verse cada vez más afectada, situaciones complejas relacionadas con las causas pero a pesar de esto, sus reacciones aún no eran del conflicto de una forma más abstracta. Buscaba contundentes. Me impresionaba la indiferencia profundizar el potencial de la cartografía física que con la que se hablaba de secuestros, masacres, visitaba de forma recurrente, y usarla para expresar torturas, retenes y amenazas. La apatía hacia percepciones subjetivas del territorio. Utilicé pinlas manifestaciones de violencia que todos estos turas, collages, ensamblajes de objetos encontrafenómenos generaron, me empezó a parecer dos, entre otros. Más adelante, en Impacto Mínimo intolerable, en particular hacia las víctimas de (2013), desarrollé un trabajo en Santa Marta con una todos estos episodios de violencia que estudian comunidad de pescadores de la playa Pozos Coloralas Ciencias Sociales. Con el paso de los años, el dos. Empleé de manera intuitiva una metodología conflicto se agudizó. Se borraron los límites del cercana a la Acción Participativa, sin saber que esta respeto al otro, si es que algún día existieron, existía, buscando expresar las contradicciones que intervinieron nuevos actores y la sociedad pasó hay en el hecho de sobrevivir de un oficio artesanal, la de la indiferencia al miedo y del miedo a la inmopesca, en medio de un territorio invadido por la crevilidad. Solo hasta hace unos años empezamos ciente industria del turismo y la minería, en particua ver reacciones masivas en contra de la violenlar la explotación del carbón en territorios aledaños. cia y últimamente, manifestaciones por la paz como un propósito colectivo. En este contexto de incertidumbre, comencé a construir imágenes que trataran de pintar esa 1 Zonas Vulnerables Tolima se realizó en el año 2009 en el compleja atmósfera emocional de la sociedad en marco del programa Obra Viva apoyado por el Banco medio del conflicto, y luego acudir a lenguajes de la República. El reconocimiento del territorio como que fuesen más precisos. Observé durante mucho espacio físico y como espacio social permitió que, tiempo la degradación de las formas de abusar, en conjunto con un pequeño grupo de habitantes del Tolima, pudieran hacerse evidentes algunas desconocer y presionar a los “enemigos” de cada problemáticas que afectaban y aun afectan a este lugar. bando, a través del cuerpo torturado, masacrado En este departamento, se desarrolla actualmente la y violentado, pero me encontraba con el impediexplotación de oro de la mina la Colosa en Cajamarca. mento ético de no querer reproducir esa violenLa riqueza del territorio paradójicamente genera situaciones complejas entre la población que antes vivía cia, ni de utilizar a las víctimas bajo ninguna cirde la agricultura en la zona. cunstancia. A diferencia del miedo que paraliza, ese Lina Espinosa. Profesora asociada, Departamento de Arte, Facultad de Artes y Humanidades, Universidad de los Andes. n www.linaespinosa.com · lespinos@uniandes.edu.co
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El manejo deficiente de los recursos naturales, como el agua, ha traído contaminación y ha alterado la única fuente de recursos de este tipo de comunidades: el mar. El trabajo que realicé con estos pescadores me permitió señalar esta situación por medio de dos instalaciones en las que se hacía evidente cómo sus redes, que antes estaban rebosantes de peces, ahora atrapaban más botellas, empaques y otros residuos de basura arrojados por nativos y turistas durante las últimas décadas.
2.
De esta experiencia surgió Flores Negras, una serie de imágenes elaboradas a partir del croquis del departamento del Magdalena y de muestras recogidas de arenas del mar en distintas playas de la región. Planeo continuar con este proyecto, esta vez ampliando la zona de influencia para enriquecer el análisis sobre la complejidad de las tensiones que se generan en lo que yo llamo “Zonas Vulnerables”. Es decir, aquellas cuyas poblaciones se encuentran en riesgo por una mezcla compleja de factores que incluyen el potencial industrial de una región, el abandono del Estado, y la interferencia de actores del conflicto en pugna por el territorio, que presionan a la comunidad para desplazarse a otros lugares, bien sea mediante amenazas o actos de violencia directos.
3.
Actualmente, existen pequeñas comunidades vulnerables en el país con la necesidad de comunicar sus preocupaciones y emociones. Algunas están en medio de las tensiones que produce la imposición de proyectos industriales en zonas agrícolas y mineras, otras han sufrido el desplazamiento forzado a causa de distintos actores. Muchas de estas comunidades aún carecen de herramientas para hacer visible su situación, sus emociones o preocupaciones; otras logran organizarse y buscan expresar su descontento, pero permanecen bajo la presión de grupos que intentan, por medio de la violencia, impedir que esas voces sean escuchadas. Una mirada interdisciplinaria enriquecería la visión tanto de las Ciencias Sociales como del Arte y permitiría establecer un acercamiento respetuoso y acertado a estas comunidades para construir memorias y relatos hacia el futuro. Yo creo que el arte tiene el poder de mostrar lo que la sociedad no quiere ver, de traer a la conciencia situaciones relacionadas con las causas y consecuencias del conflicto, para evitar que el olvido nos haga continuar repitiendo la misma historia sin sentido.
1. Relieve, 2013. 2. Red, De la serie Impacto Mínimo,2013. 3. Flor Negra 4, 2013. © Lina Espinosa
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El castigo y la reconciliación. La experiencia del Grupo de Prisiones
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Libardo José Ariza. Profesor asociado, Facultad de Derecho, Universidad de los Andes. n lj.ariza20@uniandes.edu.co Manuel Iturralde. Profesor asociado, Facultad de Derecho, Universidad de los Andes. n miturral@uniandes.edu.co
a discusión sobre el castigo en los procesos de transición generalmente se ha concentrado en la decisión sobre a quién castigar, por qué crímenes y durante cuánto tiempo. Pero poco se ha discutido sobre la fase de ejecución de la pena en los procesos transicionales y sus efectos sobre los principios fundamentales que inspiran tales procesos. Esto puede ser un error de importantes dimensiones, pues una ejecución de la pena contraria a los principios de la justicia transicional puede debilitar dicho proceso en lugar de garantizarlo. Lo anterior, además de buscar establecer parámetros básicos de verdad, justicia y reparación de las víctimas del conflicto, debe propender la reconciliación entre víctimas, victimarios y la sociedad en general. Así, el tiempo que pasen en prisión los perpetradores de violaciones graves a los derechos humanos, no puede ser entendido simplemente como el término de un castigo impuesto por el Estado y/o la sociedad, sino como una oportunidad para que los victimarios, bajo el control del Estado, se responsabilicen por sus actos, cuenten la verdad sobre lo sucedido, sientan empatía por sus víctimas, estén en condiciones de pedir perdón y de retornar a una sociedad que esté dispuesta a perdonarlos. Esto implica un proceso complejo de acompañamiento y sensibilización de personas que han vivido en medio de la guerra y que han cometido y presenciado actos terribles, de los cuales posiblemente también fueron víctimas. Para que dicho proceso tenga una oportunidad de funcionar, que en el argot penitenciario se conoce como resocialización, debe gozar de unos requisitos mínimos para su implementación, algo que ya es difícil en medio del encierro carcelario. Tales requisitos implican condiciones humanas de reclusión, entendidas básicamente como una infraestructura y servicios que permitan a las personas recluidas habitar, convivir y desarrollar actividades de forma digna: dormitorios adecuados; acceso a servicios sanitarios y de salud; espacios de recreación y capacitación; contacto con el mundo exterior, particularmente con los seres queridos; acceso a programas de educación, trabajo, atención psicosocial, entre otros.
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❧ es una oportunidad para que los victimarios se responsabilicen por sus actos, cuenten la verdad sobre lo sucedido, sientan empatía por sus víctimas, estén en condiciones de pedir perdón y de retornar a una sociedad que esté dispuesta a perdonarlos. ❧ Sin estas condiciones básicas es imposible propiciar procesos de reconfiguración individual que a su vez permitan a los excombatientes tener una perspectiva de un futuro mejor y de estar en condiciones de identificarse con el dolor de sus víctimas y de reconocer honestamente el mal que han podido causar a la sociedad. No obstante, en Colombia sucede todo lo contrario, como lo ha mostrado la experiencia de Justicia y Paz. Ya comienzan a cumplirse los ocho años de pena a la que se sometieron varios paramilitares responsables de delitos atroces como parte de lo acordado en el proceso de desmovilización con el Estado
colombiano. Durante un año de investigación en los pabellones de Justicia y Paz de la Penitenciaría La Picota y la Reclusión de Mujeres El Buen Pastor, el Grupo de Prisiones pudo constatar cómo durante estos ocho años la mayoría de los postulados/as, no han tenido acceso a programas de educación y trabajo, y han sufrido la crisis del sistema penitenciario colombiano, caracterizado por el hacinamiento, las condiciones indignas de reclusión, la falta de acceso a servicios básicos, el trato discriminatorio, donde quienes cuentan con más recursos o más poder tienen acceso a mejores condiciones. Muchos pensarán que este es el trato que merecen los perpetradores de las más graves violaciones a los derechos humanos, pero esta es una visión errada y contraproducente dentro de un proceso de justicia transicional. Esta visión, en lugar de lograr la reconciliación social, la aleja. Los victimarios se sienten engañados por el Estado, el cual les había prometido una oportunidad de reintegración a cambio de que dejaran las armas, dijeran la verdad y repararan a las víctimas. Varios de los paramilitares detenidos y que el Grupo de Prisiones entrevistó, alegan que no han podido contar su verdad porque, habiéndose prácticamente cumplido su tiempo de reclusión, no han sido llamados a las audiencias en las que deben confesar sus delitos; o que no han podido pedir perdón a sus víctimas, porque ni siquiera saben cómo hacerlo. Nada ni nadie los ha preparado para enfrentar un proceso que es exigente emocional y psicológicamente. Cerca de cumplir el tiempo para salir, muchos no saben qué van a hacer, pues el Estado no les ha procurado la información ni la capacitación suficiente para enfrentar un nuevo futuro. Así, el temor de muchos de ellos es que mueran una vez vuelvan a la libertad, bien sea porque los familiares de sus víctimas quieran vengarse, o porque los miembros de grupos armados o bandas criminales deseen matarlos; por no aceptar unirse a tales grupos o por evitar que confiesen verdades incómodas. De esta forma, la opción que se plantean varios postulados/as es volver a integrar grupos armados como forma de subsistencia, pues es lo que saben hacer, o esperar a morir de forma violenta tarde o temprano. Varios de los postulados/as de Justicia y Paz, miembros rasos de los grupos paramilitares y de origen campesino, sueñan con volver al campo y dedicarse a actividades agropecuarias, pero no desean volver a sus territorios de origen por temor a sus víctimas o a los grupos armados que aún tienen presencia allí. De esta forma, aunque los excombatientes tengan añoranza de un futuro distinto y en paz, son pocas las herramientas con que cuentan para enfrentarlo. Saben que una vez salgan en libertad pueden ser beneficiarios de los programas de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), pero se preguntan por qué durante ocho años nadie los preparó para ese momento. Vieron pasar las horas y los días desde sus celdas y patios hacinados, donde se distraían con juegos de azar, mientras esperaban a que algo sucediera, a que alguna agencia estatal se acordara de ellos. Los postulados/as y sus familias deben empezar de cero. La sensación que queda después de visitar los pabellones de Justicia y Paz es que el Estado y la sociedad colombiana perdieron una oportunidad de reconciliación con quien urge reconciliarse, pues muchos de estos excombatientes saldrán con resentimiento, incertidumbre y temor, más que esperanza por el futuro. Y estos son ingredientes peligrosos pues pueden llevar a la reproducción de ciclos de violencia, más que a su superación. Por esto es importante entender que la ejecución de la pena dentro de un proceso de justicia transicional no es un accesorio que solo se mide en términos de tiempo. La ejecución de la pena es una oportunidad de trabajar con los condenados para que redefinan su identidad, sientan que la sociedad y el Estado no los castigan, sino que los preparan para enfrentar un futuro con armas distintas a las que conocieron durante la guerra.
Comprender a los militares: un ejercicio necesario en Colombia Ana María Forero Ángel. Profesora asistente, Departamento de Antropología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes. n am.forero260@uniandes.edu.co
La permanente imposición del Estado de Sitio en Colombia hizo que las fuerzas militares, especialmente el Ejército, tuvieran autonomía en el manejo del orden público. Esto ocasionó que la institución influyera en la constitución geopolítica de la nación, de sus regiones y en la definición del enemigo interno. Ocuparse entonces de cómo los altos mandos del Ejército (activos y en retiro) conciben su misión, definen al enemigo e inventan su tradición, permite acercarse a una de las instituciones protagonistas de la turbulenta vida nacional. En la coyuntura de los actuales diálogos en La Habana, el Ejército se prepara para un eventual escenario pos-firma en el que algunas de sus representaciones/ creencias se cuestionan. A saber: el enemigo a quien por más de cincuenta años se ha combatido pasará a ser parte de la sociedad a defender, el conflicto al que las tropas y los oficiales están acostumbrados cambiará y la institución deberá adaptar su mística, su forma de actuar y su tecnología a los nuevos escenarios. Siguiendo este norte, las investigaciones en las que me encuentro trabajando se ocupan de dos preguntas: ¿Qué sentimientos despierta el diálogo adelantado en La Habana entre los miembros del Ejército (oficiales y soldados rasos)? y ¿Cuáles son las definiciones que altos mandos y tropas construyen de víctima y victimario? La primera pregunta cobra sentido al tratar de entender la hetereogeneidad de opiniones y de tendencias que entran en tensión en el horizonte militar. No todos los oficiales están de acuerdo con el diálogo y quienes lo están, no necesariamente comparten los derroteros del gobierno actual. Es importante recordar que los diálogos se inscriben en la tradición militar y que no necesariamente se entienden como un camino a la reconciliación, o a la mejoría de las condiciones de vida de los colombianos. Todo lo contrario, se producen narrativas en las que los oficiales ven a las guerrillas como el enemigo “que ha robado el corazón de los colombianos”. La segunda pregunta comprende las inconformidades existentes entre las tropas y los altos mandos cuando son definidos como victimarios. Muchas veces se olvida que la lógica de la guerra pone en tela de juicio la tajante división víctima/victimario; es decir, los soldados hacen frente a sus miedos, reaccionan a ataques no convencionales por parte de sus enemigos, y lidian con las pasiones del campo de batalla, entre otros. Por lo tanto, y siguiendo las afirmaciones de los soldados, al describir a los guerreros como perpetradores se desconoce “el sacrificio de centenares de hombres”, lo que afecta “la moral de la institución”. Vale la pena mencionar que en sus narrativas los oficiales y los soldados exigen ser considerados como víctimas: unos y otros afirman sufrir por “desamor de amplios sectores del pueblo colombiano” y por las heridas físicas, psicológicas y emocionales que deja la guerra. En un hipotético escenario pos-firma, las reformas que se hagan para adaptar la institución al nuevo contexto deberán lidiar con los dolores y las emociones incorporadas en las filas. Para responder ambas preguntas, me inscribo en el marco de la antropología interpretativa que, palabras más, palabras menos, resalta la importancia de entender el significado de las acciones sociales en el contexto de su producción. Es decir, comprender las narrativas de los oficiales y de los soldados rasos implica conocer los escenarios en las que estas cobran vida y adquieren sentido. Lejos de promover una mirada acrítica de los discursos de las fuerzas militares, intento comprender su carácter de ficción. Más allá de la veracidad o la falsedad de los hechos narrados, me interesa conocer el sentido de las acciones sociales y de las narraciones que configuran los fundamentos sobre los que soldados y oficiales legitiman sus acciones. Cuestión que es indispensable para formular e impulsar reformas y políticas públicas eficaces que promuevan el desarrollo de las fuerzas militares en un contexto de pos-firma en el que su imagen de mundo y sus certezas serán discutidas constantemente.
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El bottom-up approach: la apuesta de Labbog por pensarse la ciudad Camilo Salazar Ferro. Profesor asociado, Departamento de Arquitectura, Universidad de los Andes. n csalazar@uniandes.edu.co Carolina Blanco Manchola. Profesora, Departamento de Arquitectura, Universidad de los Andes. n ac.blanco@uniandes.edu.co Tatiana Urrea Uyabán. Profesora de cátedra, Departamento de Arquitectura, Universidad de los Andes. n turrea@uniandes.edu.co
En la ciudad contemporánea, lugar de comunicación, estructuras, historias, memorias, recorridos y situaciones, las acciones urbanas hacen posible la construcción de tejidos físicos y sociales. Estas actuaciones, que parten del trabajo con la comunidad, reactivan, transforman y otorgan nuevos significados al espacio público; se proponen convertir al ciudadano en constructor de la acción, en protagonista del espacio y en protector de su futuro. as Acciones Urbanas, también conocidas como el bottom-up approach, son aquellas actuaciones que proponen un urbanismo dirigido en un sentido opuesto al planteado por la planeación tradicional de la ciudad; se origina desde abajo hacia arriba en una natural contrariedad ante lo establecido y como propuesta ante el olvido y el abandono. Provienen de una comunidad emprendedora y de colectivos sociales, que a través de sus propios recursos, proponen soluciones ante los problemas que aún no han sido asumidos por parte de la administración de la ciudad. Estas acciones se caracterizan por involucrar formas creativas de actuar que necesariamente afectan a la comunidad que habita las áreas de intervención, se hacen con recursos limitados aprovechados al máximo y tienen un impacto máximo sobre los espacios públicos intervenidos. Cada vez más se involucran los colectivos sociales o grupos de conciencia –donde actúan profesionales y estudiantes–, ayudando con su experiencia en la organización de comunidades, orientándolas en la realización de las intervenciones o en la consecución de recursos y algunas veces midiendo el impacto que las ha hecho posibles, exitosas o fallidas. Las Acciones Urbanas se desarrollan desde la colectividad, ya que la participación de los habitantes es imprescindible para su realización y sostenibilidad en el tiempo. Esta fuerza de la “dimensión humana” de la ciudad ha sido protagónica en momentos históricos complejos, cuando procesos como la industrialización, la invasión de los automóviles o la urgente necesidad de renovación de áreas deprimidas de la ciudad, por mencionar algunos casos, se han usado como motivos para adelantar propuestas. Por ejemplo, la construcción de nuevas estructuras viales, el aprovechamiento máximo del suelo urbanizado en detrimento de humedales y zonas verdes, y los programas de redensificación, implican demoliciones extensivas. Las zonificaciones a vuelo de pájaro a escala 1:5000, no contemplan la experiencia de la comunidad inmersa en estas dinámicas. En Estados Unidos, los urbanistas Jane Jacobs y William Whyte , documentan y cuestionan esta fractura de escalas y de diferencias no solo tácticas, sino de experiencia entre el planeador y el habitante, y ponen sobre la mesa su reflexión a favor de una ciudad a escala del individuo. De manera más reciente, el arquitecto danés Jan Gehl propone devolver la vitalidad a las ciudades a través de las actividades y la interacción humana. El procedimiento para realizar una Acción Urbana, sus tiempos breves, sus procesos concertados, su gestión que se procura ágil, su concreción autosostenible y la utilización de recursos limitados para lograr resultados inmediatos, concretos y ejemplares, puede llegar a convertirse en una posibilidad para la construcción de un proyecto colectivo que contribuya a la paz.
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Es claro que una vez se llegue a la paz y empiece la etapa del posconflicto en Colombia, el lugar por excelencia de la convivencia y la reconciliación de los actores desmovilizados serán las ciudades; en especial, las grandes urbes serán su destino y por lo tanto deberán estar preparadas para otros tiempos. Contemplados desde esta perspectiva, estos conglomerados urbanos pueden llegar a ser gigantescos recintos en donde las nuevas formas de convivencia con los nuevos habitantes deberán ser experimentadas. Al involucrar diversos estamentos sociales, la Acción Urbana envuelve los conceptos de solidaridad, tolerancia y unión, como pilares fundamentales para la convivencia y el mejoramiento de la calidad de vida. En su desarrollo, contempla como horizonte la creación de la noción de comunidad y de posibilidad de salir adelante en un trabajo aunado con el vecino y con aquél que, viniendo de lejos, puede ayudar con su conocimiento. Durante los dos últimos años, el Laboratorio Bogotá (Labbog1) ha trabajado en diversos temas que profundizan en la realidad de la ciudad, rescatando el trabajo que diversos colectivos sociales hacen sobre los espacios urbanos e involucrando a los estudiantes mediante su participación activa en las realidades cotidianas. Desde Labbog coincidimos con estos intereses y, motivados por el cada vez más precario y desolador estado del espacio público de Bogotá, proponemos a profesores y estudiantes actuar: hacer nuestra ciudad desde la reflexión académica. Es necesario romper la distancia entre las Facultades de Arquitectura y la realidad, es preciso involucrar a la comunidad universitaria en la construcción cotidiana de su propia ciudad, en su funcionamiento y en los problemas menores, que en muchos casos y con la creatividad necesaria, requieren de soluciones muy simples. A partir de estos derroteros se ha puesto en marcha el programa que hemos denominado Acciones Urbanas (AU), del que hemos venido hablando, primero desde nuestros propios cursos como ejercicios reflexivos que incitan a la conexión con la realidad y a la rápida acción a través de actos creativos sobre el espacio público de la ciudad. Después, a través del Foro Internacional de Acciones Urbanas (FIAU), realizado en abril de 2014 con la asistencia de representantes de más de once países y, actualmente, el Labbog desarrolla una investigación sobre “Lugares de creatividad urbana en Bogotá”, en asocio con el Laboratorio Q de Sevilla, España. Esta ruta ha permitido construir un estado del arte sobre las acciones urbanas a nivel internacional, nacional y local. Su revisión nos ha permitido ponernos en contexto, pues en Colombia hay una historia sobre este tipo de actuaciones que es
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Programa de investigación del Departamento de Arquitectura de la Universidad de los Andes, Colombia.
“Niza”. Jessica Vargas, María Fernanda Zambrano, yuly Daniela López Laura Camila Aldana.
“Plaza de la Concordia”. Camilo Eduardo Espitia y Luisa Fernanda Mosquera.
necesario visibilizar frente a un entorno europeo y norteamericano, por citar solo unos ámbitos, en donde estos ejercicios de apropiación y reflexión son ya habituales y reconocidos. De esta forma, delimitar, ordenar o recuperar un espacio público, convertir un área inútil en un lugar para jugar, pintar un paso peatonal, restaurar un jardín, limpiar un lote baldío y otorgarle un nuevo uso, emprender campañas de cultura ciudadana o simplemente concientizar sobre el buen uso de los espacios urbanos, se convierten en ejercicios permanentes de nuestros cursos que en su mayoría concluyen en propuestas imaginativas para la recuperación de distintos espacios urbanos de nuestra ciudad. En todos los casos, devuelve a la ciudad la mirada y participación de los estudiantes, cada vez menos pasivos y más conscientes de la realidad de su entorno, y se convierte ella misma en la mejor de las herramientas de nuestro Laboratorio, en el escenario de la vida para sus habitantes. Bogotá es así campo de experimentación y aprendizaje. En la medida en que los habitantes se unan, ya sea a disfrutar del espacio abierto inspirados por la posibilidad de generar una acción colectiva para aportarle a su ciudad y desarrollen planes conjuntos de acción, las ciudades tendrán la posibilidad de cambiar lo aparentemente inamovible, expresándose contra corrientes de desarrollo o de aparente involución, resolviendo conflictos de aseo, tráfico, crimen, polución, entre otros.
S e xta n t e b i táco r a d e l a fac u lta d d e c i e n c i as s o c i a l e s
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Expresiones de territorialidad urbana Henry Osorio Campillo. Profesor asociado, Departamento de Diseño, Facultad de Arquitectura y Diseño, Universidad de los Andes. n heosorio@uniandes.edu.co
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Una oportunidad para comprender, desde el fenómeno migratorio interno, cómo la cultura se convierte en una fuerza transformadora de territorio. Las siguientes reflexiones buscan cuestionar la realidad de los asentamientos en las periferias de las grandes ciudades colombianas, construidas en los últimos cincuenta años por el conflicto armado, como una responsabilidad colectiva de todos los actores sociales del país en distintos tipos de escenarios complejos.
a relación entre espacio, habitar y cultura cotidiana es una ventana abierta hacia la profundización e investigación en el campo de las interacciones entre seres humanos, sus emocionalidades y el territorio habitable. Esta emocionalidad vinculante con una espacialidad en proceso de apropiación, construcción y adaptación al entorno, se proyecta cargada de memorias, imaginarios, sueños y proyectos de vida, forjando su propia identidad. Encarar el estudio del territorio, como el lugar donde ocurren innumerables procesos de cambio y transformaciones ocasionadas por condiciones interpretativas, simbolizaciones, metáforas y semejanzas subjetivas, permite obtener lecturas cualitativas que ayudan a decodificar el hábitat relacionado con el papel de la cultura en la sociedad. Lo anterior, permite allanar caminos hacia el entendimiento de una cultura modificadora del espacio y el paisaje urbano mediante intervenciones casuales del ser ciudadano. En lo referente a la movilidad, como acto innato de supervivencia, el desplazamiento de un individuo en compañía de otros durante sus recorridos en la ciudad, lleva a pensar que las calles no son una singularidad ajena al colectivo, más bien se convierten en universos receptores de imaginarios del residente y del migrante, invitándolos a interactuar y socializar, para hacer del espacio un facto plural de diversidad y acción social.
En nuestras periferias urbanas existen huellas de tipo cultural y social que ocasionan migraciones internas y generan hibridaciones, dada la diversidad de la procedencia del migrante que ocupa y transforma determinado territorio. Estas migraciones se reflejan en el cotidiano de la movilidad, el trabajo, el ocio, entre otros, tanto de aquel que migra como del residente. El impacto de este encuentro propicia nuevos comportamientos, actitudes y orientaciones que permiten la gestación de paisajes en continuo proceso de cambio, tanto en estructuras físicas como sociales. La fragmentación de la ciudad periférica contribuye a la desigualdad en cuanto encuentra variables políticas, sociales, económicas y urbanísticas que propician y acentúan una atmósfera de pobreza y de exclusión. Hoy, se deben regenerar los tejidos sociales fracturados, conjuntamente con las poblaciones en estado de vulnerabilidad, permitiéndoles explorar sus propias alternativas. Una de ellas son las nuevas políticas de intervención urbana colectiva, centradas en el ser humano. Dichas políticas pretenden enfrentar y conciliar con éxito los múltiples intereses de algunos planificadores con los residentes del lugar, para así plantear las mejoras en la vivienda y en la función original del espacio público. La “etno-geografía”, como metodología, emerge como un puente que visibiliza las posibles “conexiones” entre migrante y entorno, entre cotidianidad y propósito de vida, analizando los vínculos que este ❧ La fragmentación de la ciudad desarrolla desde su cuerpo con el periférica contribuye a la espacio. Así se convierte el territorio en una experiencia cercana, con idendesigualdad en cuanto encuentra tidad, que reconfigura el territorio de variables políticas, sociales, arribo y se readapta al medio. económicas y urbanísticas que Sin duda, la Academia es un actor propician y acentúan una atmósfera fundamental en este complejo escede pobreza y de exclusión ❧ nario, por sus características espacio temporales, que la enmarcan desde la interdisciplinariedad. Se convierte en un lugar propicio para una discusión crítico-analítica, estructuradora e independiente, a partir de la investigación y la acción. Esto amplía las fronteras del conocimiento y contribuye a la restitución del tejido social desde una mirada innovadora, fresca y prometedora, que invite a una reflexión entre posturas encontradas. Asegurar una comprensión holística del problema es pensar interdisciplinariamente, ya que esta acción previene el aislamiento de las posturas confrontadas frente a un hecho tan diverso y complejo. Por ello, de manera transversal, las disciplinas existentes descifran caminos hacia una temprana etapa de conciliación que permita a los distintos actores del saber, aportar soluciones a los pobladores desplazados para que adquieran una vivienda digna y se adapten en los territorios en proceso de consolidación desde las mesas de reasentamiento. Así, se pueden vislumbrar algunas expresiones de territorialidad. Igualmente, los desplazamientos intraregionales ocasionados por territorios en disputa entre multinacionales, intereses estatales y par-
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ticulares, desencadenan cambios drásticos en los lugares de arribo llamados fronteras, bordes o periferias de la urbe. Estos cambios colosales que sufre el migrante-desplazado se visibilizan a través de conductas que son rápidamente expresadas desde diversas manifestaciones artísticas como la música (hip-hop), la pintura (graffiti), algunos sketch escénicos callejeros, y las ventas ambulantes en espacios públicos, las cuales son consideradas expresiones de inconformidad y sobrevivencia, como un sentir y deseo por transcribir y transgredir las fronteras de múltiples lenguajes establecidos, que aún no aceptan las diferencias y hacen del habitar una quimera. Las expresiones de territorialidad dentro de las grandes ciudades, se presentan hoy como manifestaciones donde el desplazado intenta establecerse en un territorio desconocido y ajeno desde sus patrones culturales de origen, y desde los distintos códigos de comportamiento y estructura social, política, económica del sistema propio de la ciudad a la cual llega. El paisaje urbano se modifica, en términos formales y visuales, espaciales y estéticos, simbólicos y culturales, a partir de la creación de nuevos lazos sociales y otras formas de aprehensión, experiencia y apropiación, convirtiendo las grandes urbes colombianas en sociedades pluriculturales y con oportunidades de integración e inclusión dirigidas al desplazado. Visualizar estas nuevas espacialidades emergentes como un “hablar y un habitar”, según lo plantea Roberto Doberti en su libro espacialidades (2008), es intentar aproximarse a una perspectiva más constructiva desde lo humano con miras a encontrar nuevos espacios donde los actores del conflicto se acerquen a establecer diálogos, en torno a la cultura y el arte. Se convierten en mediadores para aproximar las diferencias, donde los espacios de interacción entre individuos y colectivos se transformen en generadores y articuladores de oportunidades que amplíen acciones de inercias propias a un nivel local y nacional. Esta es una poderosa alternativa para propiciar lugares de distención y transición dotados de características propias que permitan vislumbrar y actuar en las fronteras difusas e invisibles del conflicto. Espacios con una impronta caracterizada por “la neutralidad”, donde se acepte la pluralidad y se proteja la vida, y diseñados por el mismo poblador residente, directo transformador de territorios adaptables y habitables, que inviten a contar historias que renueven la memoria y se recuperen los aspectos culturales más relevantes de cada diversidad regional. Solo así se podrá empoderar a los migrantes desde sus propias organizaciones socioculturales, transfiriendo conocimiento a través de la construcción de unidades de negocio participativo, valorando sus habilidades y competencias para evitar la marginalización, buscando la integración desde la autogestión como herramienta de inclusión hacia la producción, y entendiendo el nuevo territorio como un encuentro entre culturas económicas, sociales y políticas.
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Arquitectura y agua para la reconciliación social y ambiental en Colombia1 Juan Pablo Aschner Rosselli. Profesor asociado, Departamento de Arquitectura, Facultad de Arquitectura y Diseño, Universidad de los Andes. n jaschner@uniandes.edu.co
A partir de los usos terapéuticos del agua, ¿cómo crear espacios que permitan encontrar, sanar y reconciliar los rastros de la guerra?
olombia cuenta con un potencial natural excepcional. De los diversos ámbitos geográficos nacionales, aquellos vivencialmente más conmovedores, y de mayor riqueza hídrica, suelen encontrarse en las regiones más apartadas y olvidadas de Colombia. Estas regiones, pese a su enorme riqueza geográfica, son escenarios de la violencia y de desplazamientos internos forzosos. Es por lo anterior que estos lugares y su población merecen y necesitan especial atención y reivindicación. La arquitectura (en tanto mediador o facilitador espacial para la coexistencia entre los seres humanos y la naturaleza), se presenta como un espacio ideal para que la reconciliación social y ambiental tenga lugar cuando sus propiedades terapéuticas se intensifican. Este breve texto refiere a una investigación interdisciplinar que identifica algunos aspectos de la compleja problemática social y ambiental que se vive en Colombia, y que plantea, a partir de lo estudiado, propuestas teóricas y espaciales en las que el agua, el entorno natural y la población afectada por el conflicto armado puedan converger en arquitecturas que faciliten procesos terapéuticos. Del mismo modo se explora en este trabajo el potencial terapéutico de la arquitectura cuando media con el agua y con el entorno natural y social en el que se emplaza. El agua se entiende aquí como un elemento natural necesario para la sanación y la reparación física y anímica de seres humanos y ecosistemas. En la medida en que esta investigación comienza a encaminarse surgen varias preguntas orientadoras: ¿Cómo se configura un espacio terapéutico para el encuentro y para la reconciliación? ¿Qué tipo de equipamiento público se necesita y bajo qué modelo de gestión se podría financiar e implementar? ¿Cómo contribuye la arquitectura al posconflicto y a la resolución de problemáticas ambientales? Los equipamientos públicos, en general, y gracias a iniciativas gubernamentales, son edificaciones y espacios abiertos de carácter dotacional que cumplen con procurar soluciones espaciales a carencias en áreas tan importantes como la educación, la cultura, el deporte o la salud. Pero hacen falta iniciativas espaciales para la reparación anímica y emocional, que promuevan la reconciliación con el medio ambiente y con la población en comunidades vulneradas. Con esta investigación planteo, a manera de hipótesis, la posibilidad de que dicha reconciliación pueda acontecer y verse favorecida por un ámbito congregacional equivalente a un balneario o spa de carácter público que faculte y estimule encuentros igualitarios y transparentes entre seres humanos y con la naturaleza, rescatando, para tal fin, conceptos y estrategias concretas de culturas ancestrales y populares, tanto locales como globales. La hidroterapia es una de estas estrategias a estudiar e implementar. Consiste en la utilización
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Investigación presentada en el XXV Congreso Mundial de la Unión Internacional de Arquitectos en Durban, Sudáfrica, agosto de 2014.
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del agua como agente terapéutico, en cualquier forma, estado o temperatura en la prevención y en el tratamiento de enfermedades y lesiones. La utilización del término y las prácticas hidroterápicas vienen realizándose en Occidente desde la antigua Grecia. Paralela a la práctica de la hidroterapia, existe una gran diversidad de tradiciones que emplean el agua en actos o rituales asociados a la purificación tanto corporal como espiritual. Por ejemplo, encontramos inmersiones en las culturas precolombinas suramericanas, los saunas en el pueblo Sami escandinavo, los onsen o baños termales en Japón, los hamam islámicos y los baños judíos, los balnearios en India e Indonesia, o los baños termales en Rotorua, Nueva Zelanda. Las propiedades terapéuticas del agua nos permiten sentar una base elemental en el tratamiento de las alteraciones físicas y emocionales del ser humano. Además, el ámbito en el que estas prácticas se realizan es crucial en la efectividad de dichos tratamientos. La arquitectura asociada a la construcción de baños, balnearios, termas, saunas o spas demanda consideraciones espaciales y técnicas tan precisas que sus resultados devienen de construcciones significativas y ejemplarizantes desde el punto de vista disciplinar. Por otra parte, el uso de un recurso natural sagrado como el agua, en un entorno ambiental sensible, demanda de la arquitectura consideraciones especiales hacia el entorno natural. De lo anterior resulta que en el panorama contemporáneo occidental, el diseño y la construcción de baños, balnearios y spas es cada vez más frecuente y sus resultados son ampliamente reseñados y estudiados, aunque desde el punto de vista social dichos espacios se conciben y proyectan para favorecer el turismo de personas con un poder adquisitivo alto y se sitúan por lo general, en contextos culturales o sociales económicamente excluyentes. Pero estas arquitecturas, desarrolladas con altos estándares técnicos, materiales y espaciales, y por arquitectos reconocidos (ejemplos como las Termas en Vals, Suiza de Peter Zumthor o el spa-paisaje en Puritama, Chile de Germán del Sol), pueden servir de casos de estudio que faciliten la proyección, en contextos rurales en crisis, de ámbitos públicos, gratuitos, ambientalmente sensibles y socialmente responsables que beneficien a poblaciones afectadas por la violencia. Los balnearios o spas (acrónimo de salus per aquam) que aquí se espera proponer, están pensados como equipamientos públicos que promuevan y estimulen el retorno de población desplazada, llamen una positiva y tangible atención hacia zonas marginales y remotas del país, inciten la recuperación y estimulación de estructuras sociales comunitarias mediante estrategias que promuevan una cultura y una economía a partir de la diversificación y buen uso del agua. Y sobre todo, que sirvan de espacios terapéuticos para que tengan lugar la reconciliación y la sanación anímica y emocional en las comunidades. Para iniciar esta investigación se ha recogido y confrontado cartografía e información documental de las zonas de mayor riqueza hídrica, y de zonas en conflicto, que presentan desplazamiento
Foto tomada por Juan Pablo Aschner.
forzoso y que se ha podido notar que son fenómenos alarmantemente coincidentes. En las zonas donde se registran las correspondencias cartográficas entre riqueza hídrica y conflicto armado se requiere identificar espacios de muestreo más precisos, o casos de estudio para la implementación de arquitecturas ambiental y socialmente responsables. En paralelo, es necesaria la conformación de un equipo interdisciplinar que direccione la construcción de un modelo teórico que pueda desencadenar modelos espaciales. En la primera fase, se ha entablado contacto con los profesores de Arquitectura Antonio Manrique y Carolina Blanco, y con el profesor de Psicología Juan Pablo Aranguren. Se aspira poder enriquecer la discusión con expertos que desde disciplinas como la Antropología, la Administración, la Geografía o la Ingeniería Ambiental, puedan dar sustento y realidad a esta iniciativa. Para la última instancia de carácter aplicado, se ha considerado el espacio académico como campo de experimentación a la vez que se involucran estudiantes en la resolución espacial de problemáticas de actualidad nacional. Con el desarrollo de un taller se aspira profundizar en la espacialización del modelo teórico y su posible implementación en lugares concretos. Al interior de este taller se elaborarán anteproyectos que sirvan de prototipos para algunos de los lugares y comunidades escogidas como casos de estudio, sin descuidar, paralelamente, la reflexión teórica
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sobre el tema, al planear una estrategia de acercamiento a las comunidades que nos permita, con el apoyo público y privado, presentar los proyectos para su desarrollo a futuro. Acciones como la contaminación o la violencia y que inciden negativamente sobre el agua y sobre la vida humana (nociones profundamente imbricadas entre sí), evidencian síntomas de deterioro más profundo del medio ambiente y de la sociedad. Colombia, escenario de un grave conflicto armado, experimenta también un deterioro ambiental que amenaza su gran riqueza hídrica. La reparación social y ambiental en el posconflicto no es solo necesaria sino también complementaria. De tiempo atrás, diferentes agencias y entidades públicas y privadas están trabajando en procesos de reparación. Las iniciativas de respaldo a estas acciones provienen de profesionales en las Ciencias Sociales y de otras disciplinas afines como el Derecho, la Economía o la Administración. El desempeño lógico desde una disciplina como la Arquitectura sería el de aguardar la identificación de problemas para dar respuesta física a las necesidades urbanas y espaciales de la población vulnerada siguiendo programas y lineamientos dados. Sin embargo, podemos repensar la participación de la Arquitectura anticipando caminos alternativos a la resolución de problemas que comparte el entorno natural con la población. Se pueden plantear adecuados espacios de encuentro y reconciliación desde una disciplina preocupada por la resolución espacial.
Foto tomada por Juan Pablo Aschner.
De problemas, soluciones y disputas: construyendo y deconstruyendo el posconflicto en el país Juan Ricardo Aparicio. Director del Centro de Estudios Culturales, Maestría en Estudios Culturales, Departamento de Lenguajes y Estudios Culturales, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes n japarici@uniandes.edu.co
En la solución de emergencias humanitarias se ha privilegiado por excelencia la mirada experta. Ante un panorama de posconflicto esta mirada tendrá que reevaluarse para incluir las reconfiguraciones y reapropiaciones que organizaciones y movimientos sociales hacen de dicho conocimiento. esde hace más de una década me ha interesado entender los mundos morales y las prácticas específicas por medio de las cuales colectivos e individuos se embarcan en una serie muy diversa de actividades para aliviar el dolor y la tragedia de otros. Varias preguntas han surgido y las he intentado responder en artículos, libros, conferencias, cursos e investigaciones: ¿Por qué interesa el dolor y sufrimiento del otro, necesariamente extraño y que vive a cientos y miles de kilómetros de donde estamos, quizás a océanos de distancia? ¿Un otro, que quizás ya no está en el presente? ¿Por qué el sufrimiento de un otro animal embarca a miles de personas en campañas internacionales contra su abuso? ¿O de un otro niño desahuciado a punto de ser devorado por un ave carroñera, para recordar las imágenes de Kevin Carter? ¿Por qué y cómo respondo yo a ese llamado? Estas preguntas se transforman en escenas que hoy en día viajan en campañas publicitarias o en noticieros globales, a las que se les atribuyen una condición de “emergencia” para poder contrastarlas con el transcurso “normal” de las sociedades e indicar la llegada de lo excepcional y lo sublime, como bien decía Kant en su famoso relato sobre el terremoto de Lisboa en 1755. Para el caso colombiano, pienso en la imagen de la famosa y tristemente célebre Omaira de la tragedia de Armero, quien despertó intensas campañas de solidaridad en el país. Pienso también en aquellas escenas de “desplazados internos” que, con fotocopias bajo el brazo y estacionados en las esquinas de Bogotá, piden ayuda a los transeúntes. Ciertamente, habría que problematizar los mismos modos de pensamiento que han categorizado estos eventos como dramáticos o excepcionales con el efecto de mirar otros eventos menos llamativos y más cotidianos como la pobreza estructural o la marginación, las cuales ocasionan muchas más muertes silenciosas e intempestivas.
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❧ Me interesa comprender qué otro tipo de prácticas (económicas, políticas y sociales) de habitar el territorio y proyectos éticos se ponen en movimiento para hacer frente a los procesos que buscan convertir estos territorios en enclaves económicos, y a sus pobladores en la necesaria e indispensable fuerza de trabajo ❧
Médicos, sacerdotes, activistas, abogados, economistas, funcionarios, entre otros, en Bogotá, en Apartadó y también en ciudades como Ginebra, Suiza o Washington DC, constantemente intentan aliviar a los “extraños que sufren”, como los nombró Luc Boltanski en alguna ocasión. Trato de entender cuáles son las distintas opciones de ayuda que tienen estos colectivos e individuos y por qué deciden tomar unas y dejar otras de lado. Por supuesto, el lenguaje, los enunciados y las categorías de pensamiento empleadas para darle sentido a estas “emergencias” han sido centrales en mis investigaciones. He entendido que una solución muy común a estas emergencias es la producción de una serie de enunciados disímiles pero encadenados por distintos actores e instituciones, que aparecen altamente regulados con el paso del tiempo. Es lo que Foucault llamó como una regularidad discursiva al describir la continuidad y discontinuidad de las mismas formas de lo que es pensable y decible en un momento determinado. En la creación de enunciados existe una historia y una materialidad que permite ver las racionalidades, las justificaciones y las disputas que hay detrás de estos instrumentos y prácticas para aliviar a los “nuevos” extraños que sufren. Otras preguntas asaltan mi cabeza: ¿Por qué han primado las recetas de los saberes expertos en la toma de decisiones sobre lo que debe hacerse en este tipo de situaciones, casi siempre gracias a la subalternización de cualquier conocimiento local? ¿Cómo han cambiado a lo largo del tiempo? ¿Por qué la respuesta sobre “lo que hay que hacer” es siempre disputada por distintos actores que ven unas opciones como más legítimas que otras? ¿Cómo las respuestas promovidas por estas instituciones han sido deseadas, adaptadas, reconfiguradas y resistidas por organizaciones y movimientos sociales? Desde las famosas manillas compradas que servían como donaciones para los habitantes de El Salado, Bolívar, hasta la llegada de los jeeps blancos a las áreas de conflicto armado en el país; desde la llegada de las promesas de la agroindustria a territorios que una vez fueron testigos de masacres y desplazamientos, hasta la elaboración de informes de memoria histórica; desde la psicologización de la
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Después de la guerra: ¿Cuál futuro para las mujeres? Julieta Lemaitre Ripoll. Profesora asociada, Facultad de Derecho, Universidad de los Andes. Global Fellow PRIO. Robina Human Rights Visiting Fellow Yale Law School n jlemaitr@uniandes.edu.co
víctima, hasta su conversión en un emprendedor bajo esquemas de autoresponsabilidad y productividad. La lista podría ser interminable, y debería también aparecer “la llegada del Estado” con sus diversas instituciones y planes de consolidación, así como la reconquista militar de territorios en manos de “para-Estados”, grupos armados, bandas criminales, entre otros. En la primera mitad de mi libro publicado en el 2012, Rumores, residuos y estado en la mejor esquina de Sudamérica: una cartografía de lo humanitario en Colombia, me propuse realizar una genealogía del desplazado a través de eventos, actores y discursos. Pero la segunda parte es quizás la que actualmente más me inquieta, pues busca entender las disputas antagónicas entre los programas ideados por grupos de actores e instituciones y los proyectos promovidos por organizaciones y movimientos sociales. Estoy hablando de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, que fue objeto de mi libro, y más adelante, de las Zonas de Reserva Campesina de Cabrera y de algunos colectivos de campesinos de los Montes de María, a partir de otras investigaciones realizadas en años recientes. Muchas de estas organizaciones surgieron justamente por los vocabularios, demandas y derechos introducidos por instituciones estatales y no estatales, nacionales e internacionales; pero articuladas por demandas populares, deseos y proyectos morales locales. Así, me interesa comprender qué otro tipo de prácticas (económicas, políticas y sociales) de habitar el territorio y proyectos éticos se ponen en movimiento para hacer frente a los procesos que buscan convertir estos territorios en enclaves económicos, y a sus pobladores en la necesaria e indispensable fuerza de trabajo. Quiero entender la movilización de estas prácticas de diferenciación frente a las decididas por las anteriores instituciones, que antes que encontrar salidas claras y contundentes, quizás se caracterizan simplemente por su incapacidad de cambiar. En definitiva, es evidente que la fabricación de futuros dentro de los momentos transicionales y de construcción de paz por los cuales aparentemente transitamos en la actualidad, es una disputada por distintas instituciones, colectivos y grupos sociales. Nuevas preguntas aparecen: ¿Podrán estar todas juntas dentro del nuevo discurso mecanizado del consenso? ¿Serán ecológicamente sostenibles, y por esto entiendo también la sobrevivencia de proyectos de vida ligados a nociones de territorialidad y buen vivir? O por el contrario, ¿terminará imponiéndose lo que la ambientalista Vandana Shiva denominó como “una monocultura de la mente”? Espero que mis investigaciones, que incluyen el diálogo permanente con organizaciones sociales y con las mencionadas instituciones puedan llamar la atención sobre los peligros y las posibilidades que hay en los desafíos expuestos.
Después de tres años de investigación, la autora reflexiona sobre las dos grandes preocupaciones de un grupo de mujeres desplazadas: la pobreza y la inseguridad. Al iniciarse las negociaciones en La Habana, se suma la pregunta de cómo construirán su futuro y mantendrán la esperanza. n mayo de 2013 organizamos, con un grupo de estudiantes de posgrado, un evento titulado “Después de la guerra: ¿Cuál futuro para las mujeres?” como conclusión a tres años de investigación sobre la organización de base de mujeres desplazadas en Colombia. Fue un proyecto extenso en el tiempo, en el espacio y en la enorme cantidad de material que produjimos entre los estudiantes, mi socia Kristin Sandvik de PRIO en Noruega, y yo. Este evento esperaba catalizar y proyectar algunas conclusiones de un trabajo que, y hablaré a nombre propio a pesar del carácter grupal de buena parte de la experiencia, transformó mi comprensión del país y de la época que nos ha tocado vivir. El planteamiento inicial surgió de la presencia de asociaciones de mujeres desplazadas ante la Corte Constitucional, haciendo demandas de derechos en la sentencia T-025 de 2004 y en sus autos de seguimiento1. El trasegar de las mujeres desplazadas y de las ONG que las representaban por los corredores del Palacio de Justicia me llevó a preguntar qué hacían allí, cómo se organizaban, cuáles eran sus aspiraciones y cómo pensaban que el derecho constitucional podría ayudarlas. Al iniciar el 2010 y con financiación del Consejo de Investigación Noruego, empezamos un ambicioso proyecto de investigación que incluyó: dos estudios de caso a profundidad, el diseño y aplicación de dos encuestas colaborativas con organizaciones de mujeres desplazadas, y cuatro estudios de casos adicionales, así como entrevistas a profundidad a mujeres líderes (65), a funcionarios públicos y de agencias de cooperación (30) y a expertos/as (10). El proyecto además produjo decenas de entradas en nuestros diarios de campo con observaciones de encuentros entre funcionarios y líderes, y de visitas a los hogares y sedes de organizaciones de mujeres desplazadas en diez ciudades diferentes del país, cubriendo tres años de muchas transformaciones. Una de estas fue que el 2011, la ley aplicable al desplazamiento forzado cambió con la adopción de la Ley de Víctimas y con su implementación a través de una enorme burocracia nacional. Las mujeres con las que trabajábamos y los/as funcionarios públicos y activistas que entrevistamos debieron adaptarse, apropiarse y resistir el cambio que representó pasar de desplazados a víctimas. El ajuste al marco legal no dejó de preocuparnos. En el primer estudio de caso, sobre la Liga de Mujeres Desplazadas en Cartagena y Turbaco, Bolívar, al
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La T-025 de 2004 acumuló en un solo caso cientos de tutelas de desplazados internos, y declaró un estado de cosas inconstitucional. Ello llevó a un largo periodo de seguimiento por parte de la Corte de la respuesta humanitaria del Estado, seguimiento que aún continúa.
tiempo que documentábamos los sorprendentes éxitos para encontrar recursos, subsidios y donaciones, hallamos su angustiante falta de ingresos, la persistencia del hambre en las familias de la Liga y el probable impacto del hambre en la baja talla y peso de sus hijos. Nos preguntábamos si las reparaciones del nuevo régimen contribuirían a superar la pobreza o simplemente a exonerar al Estado de responsabilidad por ella. El proyecto nos enseñó que la preocupación central de estas mujeres era la pobreza, la acuciante pobreza del presente, antes que el desplazamiento y la victimización del pasado. La pobreza era generalizada: incluso las organizaciones que lograron que sus miembros accedieran a casa propia tenían serios problemas en la consecución de ingresos para todos sus miembros. Como me dijo una mujer en Putumayo que había sido beneficiaria de una casa donada: “Usted mira la casa y piensa que estamos bien, pero la despensa siempre está vacía”. Aprendimos también a mirar con recelo la reacción de activistas, funcionarios y académicos que veían en la agobiante pobreza un hecho natural, como parte del paisaje, y no como un resultado de una injusticia comparable a las de la guerra. Después de la pobreza, lo segundo que más preocupaba a estas mujeres era la inseguridad. En una encuesta en Mocoa, representativa para todos los desplazados de la capital del Putumayo, encontramos que el 9,4% de todos los desplazados recibieron amenazas después del desplazamiento o las recibió algún miembro de su hogar. Entre las personas que pertenecían a una asociación2, el 31,2% estaba amenazado. Esto era acorde con nuestros datos cualitativos donde el 42% de las líderes de población desplazada y todas las activistas de ONG que entrevistamos, habían recibido amenazas. Además, hubo casos menos frecuentes de atentados y seguimientos, provocando en ocasiones nuevos desplazamientos así como estrategias de autoprotección que también empezamos a documentar. La inseguridad era tan prevalente que lamenté muchas veces haberle asegurado a mi socia de Noruega que el proyecto no representaba riesgos pues estaríamos en los lugares a donde llega la gente huyendo de la guerra, y no en los sitios donde estaba la guerra. En estos tres años aprendí que una guerra contrainsurgente como el conflicto colombiano es una guerra que por definición involucra a civiles desarmados, y en donde los civiles son parte, a menudo activa, de la guerra. La distinción entre civiles y armados es legalmente necesaria y moralmente indispensable, pero no corresponde
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Si bien la muestra ya no era representativa por su tamaño (el 20% de una muestra representativa de 485).
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❧ Los chicos señalados de “desmovilizados” que se agrupaban en las esquinas con corte de pelo militar, o que manejaban los mototaxi y tomaban cerveza en algunos locales, y que nos intimidaban con su presencia y su mirada, eran también, en muchas ocasiones, los hijos de algunas de las mujeres con las que estábamos trabajando ❧
a la experiencia cotidiana donde densas redes de familia y afecto unen a combatientes y civiles. Esto lo entendí al ver que los chicos señalados de “desmovilizados” que se agrupaban en las esquinas con corte de pelo militar, o que manejaban los mototaxi y tomaban cerveza en algunos locales, y que nos intimidaban con su presencia y su mirada, eran también, en muchas ocasiones, los hijos de algunas de las mujeres con las que estábamos trabajando. Una y otra vez nos encontramos con el sorprendente hecho de mujeres que mantenían las vidas de las comunidades y de sus familias en medio de circunstancias adversas. Navegando en las turbulentas aguas de la resistencia y de la colaboración, algunas habían logrado sobrevivir en tierras de guerra durante años, participando no solo en la unidad productiva de su hogar sino en los ritmos de la vida comunitaria. Al ser desplazadas, se habían asociado, con mayor o menor suerte, para ayudarse las unas a las otras, para conseguir recursos a través de donaciones y subsidios, y para a través de tutelas y derechos de petición hacer exigencias al Estado. Aprendimos que el repertorio de la organización comunitaria sigue los pasos de la memoria colectiva: década tras década en el campo y en los barrios empobrecidos de las ciudades, las mujeres organizan fiestas de Navidad con regalos para los niños y hacen rifas para conjurar las urgencias de unas y otras; cocinan ollas comunitarias, se cuidan los niños entre ellas y saben cómo invadir un terreno, alzar refugios, sembrar maíz y hacer fila desde las tres de la mañana; también saben interponer una tutela, un derecho de petición o llenar un formulario. Una y otra vez nos explicaron que “pa’lante es pa´llá” o que el futuro espera y trabajar por él era lo que tenían a la mano para seguir viviendo. El futuro se convirtió en una preocupación acuciante del proyecto. ¿Qué futuro le espera a estas mujeres? Al iniciarse las negociaciones en La Habana y mientras el aparato estatal crecía y se reproducía en varias agencias anunciando el posconflicto, la pregunta por el futuro de estas mujeres aparecía sin respuesta. Fue por eso que en mayo de 2013 invitamos a varias profesoras e investigadoras, escogidas todas por su experiencia, sensibilidad y conocimiento de la guerra, a imaginar el futuro de las mujeres “después de la guerra”: Maria Emma Wills, Helena Alviar, Camila Gamboa, Donny Meertens, Angelika Rettberg, Veena Das, Lucie White y Ruth Rubio Marín. También invitamos a varias de las líderes con las que trabajamos para oírlas. Pero las académicas, sin excepción, hablaron del pasado, de su peso ineluctable, y aunque hubo destellos de esperanza, fueron pocos y breves. Hablaron escépticas frente a las reparaciones que pudieran transformar la cultura que asigna roles asimétricos y pobres, a hombres y mujeres; incrédulas ante reparaciones que pudieran distribuir mejor los bienes. Al parecer en la Academia recordamos con más facilidad la destrucción de vidas que la esperanza, y desconfiamos de la posibilidad del cambio y de un futuro diferente. ¿Cómo recuperar todas las pérdidas de la guerra y construir el futuro ansiado? Hoy, desde una universidad extranjera y viendo cambiar los colores de las hojas de los árboles, oigo una y otra vez las mismas entrevistas, grabadas entre 2010 y 2013. Las oigo hablar de sus sueños y de sus dolores. Oigo entre líneas el peso de no haber podido cuidar a los hijos, de no haber podido ser quien hubieran querido ser y de no haber podido vivir de acuerdo a los propios criterios morales; de los años pasados ocultándose detrás de las paredes y las puertas de una casa. Y los sueños de una vida donde la tranquilidad y la felicidad se representan a menudo en largas y detalladas listas de comida que tenían a la mano en la tierra que perdieron, tanto en la aspiración de una casa propia como en la educación de sus hijos. Pero oigo también su esperanza.
La solución, la única que proponen las mujeres con las que hablamos una y otra vez frente a un pasado que prefieren olvidar es la de “pa’lante es pa´llá”; la de desprenderse de ese pasado y buscar la vida buena en el futuro y no mirar atrás. Es una fuerza que se presenta contravía con la prescripción dominante de que no hay futuro sin hablar del pasado, la problemática y ubicua afirmación que la verdad sobre el pasado es la que nos libera. Prescripción que viene acompañada del mandato burocrático a las víctimas de producir datos y detalles veraces sobre lo que sucede en medio de la niebla de la guerra, ocultando los vínculos de vida que las unen a los guerreros. En la distancia, a medida que se enfrían las notas y los recuerdos, se decanta la idea de imaginar un futuro, y no la de recordar el pasado. Esta es la tarea que también tenemos nosotros como comunidad académica, además de ser memoria y crítica, y es la tarea que a menudo siento que, con creces, me supera.
Los productos iniciales de este proyecto, elaborados con los estudiantes y las activistas, están disponibles para su descarga gratuita en el website de PRIO y en el de Justicia Global de la Universidad de los Andes http://www.justiciaglobal.net Lemaitre Ripoll, Julieta; Sandvik, Kristin Bergtora; López, Eva Sol; Mosquera, Juan Pablo; Gómez, Juliana Vargas; & Guerrero, Patricia (2014) “Sueño de vida digna” La Liga de Mujeres Desplazadas: Estudio de caso en mejores prácticas de organización de base para el goce efectivo de derechos. Bogotá: Universidad De Los Andes (Justicia Global7). Lemaitre Ripoll, Julieta; López, Eva Sol; Mosquera, Juan Pablo; Sandvik, Kristin Bergtora; & Gómez, Juliana Vargas (2014) De desplazados a víctimas. Los cambios legales y la participación de la Mesa de Víctimas de Mocoa, Putumayo..] Colombia: Universidad De Los Andes (Justicia Global 8). Lemaitre Ripoll, Julieta; Sandvik, Kristin Bergtora; Villalba, Luz Estella Romero; Arias, Ana Manuela Ochoa; Villegas, Valentina González; & Mahecha, Sandra Vargas (2014) Defensoras de derechos humanos Tres estudios de casos de ONG y su respuesta al desplazamiento forzado, Bogotá: Universidad De Los Andes (Justicia Global 9). Lemaitre Ripoll, Julieta; Sandvik, Kristin Bergtora; & Gómez, Juliana Vargas (2014) Organización comunitaria y derechos humanos. La movilización legal de las mujeres desplazadas en Colombia. Bogotá: Universidad De Los Andes (Justicia Global 10).
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Más allá de la política del consenso y de la reconciliación: repensar la construcción de paz Laura Quintana. Profesora asociada, Departamento de Filosofía, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes. n lquintan@uniandes.edu.co
¿Por qué identificar los retos de un proceso de construcción de paz con los desafíos del posconflicto y de una política de la reconciliación? n mi investigación actual, llevada a cabo en común con algunos colegas y estudiantes, he intentado confrontarme críticamente con los términos que están en juego en esta pregunta, desde tres frentes de trabajo distinguibles, pero vinculados entre sí. Desde un frente teórico-crítico, me ha interesado problematizar ciertas comprensiones de la política que están en juego en algunas visiones muy influyentes del conflicto armado colombiano y de los retos de un proceso de construcción de paz. En primer lugar, se encuentra una comprensión gubernamental de la democracia, que la reduce a un aparato de gestión encargado de conciliar las exigencias jurídicas del Estado de derecho liberal con las dinámicas de la lógica del mercado, en un difícil balance en el cual las normas de negocios terminan muchas veces sobreponiéndose a los criterios jurídicos, a la vez que el criterio de una élite de tecnócratas termina decidiendo sobre
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las cuestiones que afectan a las comunidades. En segundo lugar, se encuentra una comprensión jurídico-social que entiende únicamente la participación democrática en términos de la posibilidad de tomar parte en elecciones, partidos políticos, instituciones representativas y asociaciones de la sociedad civil; y que asume que el carácter democrático de las decisiones depende de la posibilidad de que estas puedan ser el resultado de un proceso de deliberación pública, que permita transformar tanto los conflictos, como las reacciones violentas, en posturas argumentadas divergentes, que podrían resolver o negociar sus desacuerdos, al regirse por los procedimientos y presupuestos ya establecidos para la deliberación. Aunque en el primer caso el conflicto armado tiende a entenderse como una guerra entre un Estado legítimo y una organización criminal, y la paz como la neutralización de toda forma de violencia que exceda la violencia “legítima” del Estado, y que atente contra la seguridad y productividad del sistema social; y en el segundo caso, se reconoce que el conflicto armado responde a una diversidad de formas de violencia directa y estructural que se derivan de la incapacidad del Estado para garantizar los derechos políticos, civiles y sociales, tal y como es exigido por los Derechos Humanos; en ambos casos, con sus matices e importantes diferencias, se tiende a asumir que la construcción de la paz implica la idea de una sociedad que solo se reconoce plural en la medida en que esa pluralidad pueda integrarse en un país tan homogéneo y reconciliado, como libre de conflictualidad. Así estas dos visiones, con todo y sus diferencias, impiden ver formas de violencia simbólica que han atravesado y estructurado a la sociedad colombiana, en un vínculo estrecho con las formas de violencia estructural; y tampoco logran reconocer el papel que juegan para la construcción de paz formas de tratamiento de esas violencias, emergidas en los territorios y en las comunidades locales, que aún sirviéndose de los mecanismos legales vigentes para construir sus exigencias, no se acogen simplemente a los canales de participación institucionalizados que pretenden garantizar el consenso y la reconciliación. Teniendo esto a la vista, y sirviéndome de autores centrales en la filosofía política contemporánea como Hannah Arendt, Jacques Rancière, Michel Foucault, Étienne Balibar, así como de la experiencia de ciertos movimientos populares, me ha interesado reflexionar sobre una comprensión alternativa de lo político que permita reconocer que la democracia es un espacio abierto y expuesto al conflicto, si el pueblo de la democracia más que una unidad que debe adaptarse o conformarse a ciertas mentalidades para lograr su “propio progreso social”, es una pluralidad que excede siempre los mecanismos jurídicos y gubernamentales mediante los cuales pretende ser representada. Por eso, desde este punto de vista, lo que estaría en juego en una construcción de paz democrática no es meramente neutralizar los conflictos ni integrarlos en el Estado reconciliado del posconflicto; lo que estaría en juego es permitir que el conflicto pueda manifestarse políticamente en formas de organización y experiencias que confronten las formas de inclusión y exclusión, ya siempre producidas por las fronteras que delimitan un espacio colectivo. Y esto supone aceptar entre otras cosas: (i) que los diseños institucionales puedan abrir el espacio para el despliegue de formas de organización y proyectos económicos que se están dando en los territorios, aunque estos confronten lineamientos gubernamentales; (ii) que puedan problematizarse políticas públicas que privilegian el criterio de expertos tecnócratas que deciden sobre las cuestiones que afectan a las comunidades locales; (iii) que puedan formularse otras formas de intervención social que dejen de ser tan asistencialistas y victimizantes, tan humanitarias como poco emancipadoras.
❧ me ha interesado reflexionar sobre una comprensión alternativa de lo político que permita reconocer que la democracia es un espacio abierto y expuesto al conflicto ❧
Esta es una comprensión de la construcción de la paz, que he encontrado desplegada en varios movimientos populares y comunidades en resistencia, y esto me ha conducido al segundo frente de mi investigación, estrechamente vinculado con el primero: aproximarme a las prácticas y producciones discursivas de algunas de estas formas de organización popular, teniendo en cuenta cómo en ellas se está repensando la democracia y la construcción de paz, desde la creación de modos de relación que permiten elaborar colectivamente sus problemas y comprensiones del buen vivir, pero sobre todo, que intentan hacer ver, desde su contingencia local, que se trata de cuestiones que atañen a la manera en que comprendemos y distribuimos lo común1. Asimismo, el reconocimiento de que en estas experiencias populares se produce un pensamiento político fecundo y pertinente para reflexionar sobre la construcción de paz en nuestra localización histórica, me ha conducido a pensar cómo en las experiencias colectivas se producen formas de saber y de manifestación, dispositivos estéticos y discursivos, práticas con las corporalidades, y formas diversas de asumir la cotidianidad. Y esto me ha llevado a interesarme, he aquí el tercero y más reciente frente de investigación, por la manera en que los conflictos, las huellas y los trazos de violencia se elaboran también en las prácticas triviales más cotidianas, y cómo en ellas se crean formas de transfiguración que dan lugar a otros tejidos de relación y a posibilidades transformativas que no cierran, ni dejan atrás los daños padecidos, pero tampoco meramente los fijan y reiteran2. Así, estos tres frentes apuntan a problematizar que la construcción de la paz tenga que pensarse como un estado de reconciliación, que privilegia el consenso por encima del tratamiento y elaboración del conflicto.
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La reflexión en estos dos frentes de trabajo es algo que hemos emprendido quienes hacemos parte del proyecto ECOS/Nord (“comprender la subjetivación política hoy”); y es algo que acomuna a quienes participamos de la línea “formas de participación política desde la sociedad civil” del Centro Colombia Contemporánea de la Facultad. Esto es algo que estoy explorando en común con el colectivo Las disensuales, a través del proyecto “Olvidos, intervalos y memorias en la cotidianidad de cuerpos femeninos”, que hace parte del proyecto del Ministerio de Cultura “Museo efímero del olvido”.
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¿Es verdad que hay ratones en Psicología?
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Fernando Cardenas P. Profesor asociado y director del Laboratorio de Neurociencia y Comportamiento, Departamento de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes. n lucarden@uniandes.edu.co Laura Andrea León. Profesora de cátedra, Departamento de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes. n la-leon@uniandes.edu.co
Con el gran salto en el desarrollo científico, visto en el siglo pasado, la utilización de modelos animales se popularizó enormemente a tal grado que grandes industrias fueron creadas para proveer animales de calidad para la experimentación, entre ellas, los laboratorios Charles River y Harlan en Estados Unidos, que internacionalmente son los más reconocidos en la venta de animales de laboratorio. Algunas características fisiológicas, genéticas y comportamentales hicieron que ratas y ratones fueran quizá las dos especies preferidas para el estudio científico y, hoy en día, son tal vez los modelos animales más utilizados y mejor documentados1. Los ratones y las ratas son roedores que, debido a su enorme habilidad de adaptación a muy diversos medios y a su gran capacidad de reproducción, han sido considerados como una plaga, quizá desde muy temprano en la historia de la humanidad. A veces se escucha decir que los ratones domésticos (aquellos que comúnmente viven con grupos humanos), al crecer se vuelven ratas, lo que es un error. Tampoco es cierto que el ratón sea el macho de la rata: existen ratones machos y ratones hembras (ratonas), y ratas machos y ratas hembras. No pueden cruzarse entre sí, pues su conformación genética no es compatible. Se conocen muchas variedades distintas de ratas y ratones: los hay grandes, pequeños, negros, cafés, marrones oscuros, blancos, manchados, calvos. Frecuentemente son confundidos entre sí, sin embargo, existen cerca de cuarenta especies distintas de ratones y alrededor de setenta especies de ratas. El nombre científico genérico dado a los ratones es mus, en tanto que el dado a las ratas es rattus. Ratas y ratones son especies distintas, aunque pertenecientes a la misma familia de los múridos. Comparten su gran fertilidad, corta duración de la gestación y lactancia, y la rapidez para alcanzar la madurez sexual, lo que hace que muchas generaciones sean estudiadas a bajo costo y en corto tiempo, algo imposible con otras especies. De otro lado, el hecho de que su fisiología, genética y comportamiento sean tan similares al de los humanos, permite estudiar los principios básicos subyacentes a casi cualquier proceso biológico de interés, tanto en lo normal, como en lo patológico. Son muchas las situaciones experimentales que han sido desarrolladas para estudiar los mecanismos neurobiológicos subyacentes al comportamiento, situaciones conocidas con el nombre de “modelos animales”. La visión retrospectiva de la historia de la experimentación animal muestra que todos los logros de la medicina actual, incluyendo procedimientos quirúrgicos, medicamentos para el control de condiciones médicas, compuestos anestésicos, analgésicos, vacunas, terapias de estimulación intracerebral para control de enfermedades como el Parkinson, discinesias o depresión, y terapias genéticas (aún no muy desarrolladas), han sido posibles gracias a la experimentación animal de forma directa o indirecta. Actualmente, el estado mundial de concientización sobre el maltrato animal ha permitido la clara legislación de las prácticas
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experimentales que involucran el uso de humanos y de animales. De hecho, en este momento es imposible que se permita la realización de experimentos animales en condiciones que no sean perfectamente conocidas y aprobadas por los comités de ética de uso y cuidado animal. Según el Institute for Laboratory Animal Research (ILAR - 2008) de Estados Unidos, todas las universidades, institutos, laboratorios y centros que requieran del uso de animales de experimentación deben, necesariamente, poseer comités de ética y desarrollar políticas institucionales de cuidado animal, fundamentadas en las leyes vigentes en cada país. Recientemente y como consecuencia del enorme avance tecnológico y conceptual en la neurociencia, ha habido una reorientación y un resurgimiento mundial de laboratorios de comportamiento animal en las Facultades de Psicología. De hecho, con pocas excepciones, casi todas las Facultades de Psicología a nivel mundial, poseen una unidad de neurociencia en la cual se trabaja con ratas y en ocasiones ratones, en áreas como la psicofarmacología, la neuropsicología y la neurociencia o neurobiología comportamental. Adicionalmente, debido a que la formación en posgrado exige siempre la integración multidisciplinar, es evidente que una de las disciplinas con mejores condiciones para esta integración es la neurociencia, pues puede ser incluida en lo básico, lo aplicado y lo translacional. La respuesta a la pregunta del título de esta nota es NO. En el Departamento de Psicología no hay ratones, hay una colonia de ratas albinas Wistar exocriada, traída del Laboratorio Charles River de Estados Unidos, que se están usando para la investigación sobre el comportamiento y la neurociencia comportamental. Las variedades albinas, que son especímenes que carecen de pigmentación en todo su organismo (distintas a las variedades blancas, en las que la ausencia de pigmentación se restringe al pelo), son especiales dentro de los laboratorios de experimentación. En la Universidad, la investigación se centra en el estudio de los principios generales de la memoria, se simulan condiciones similares a algunos síndromes neuropsicológicos y neuropsiquiátricos, y se analizan factores asociados con procesos como la resiliencia y la vulnerabilidad al estrés, todo bajo el control estricto del Comité institucional de uso y cuidado de animales de laboratorio (CICUAL - Uniandes). Otras especies animales son también utilizadas en diferentes laboratorios de la Universidad, incluyendo ratones, cerdos, peces y ranas, con diferentes fines investigativos. Naturalmente, un ambiente académico e investigativo requiere del trabajo mancomunado con modelos animales desde muchas perspectivas: farmacológica, toxicológica, comportamental, biomecánico, entre otros, razón por la cual el trabajo realizado en el Laboratorio de Neurociencia y Comportamiento hace parte de este proceso a través de la integración con otros grupos de investigación.
Seminario Números y Personas Santiago Amaya. Profesor asistente, Departamento de Filosofía, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes. n samaya@uniandes.edu.co
En el segundo semestre de 2014, la Facultad de Ciencias Sociales ofreció el seminario “La voz del otro”, curso que por primera vez le apostó a superar las barreras disciplinarias tradicionales para una mejor comprensión de los problemas desde cierta promiscuidad metodológica. Para dar continuidad a esta propuesta pedagógica, en el primer semestre del 2015, se abrió el seminario “Números y personas”. Algunas de las preguntas que dan origen a este curso son: ¿En qué medida metodologías cuantitativas y formales pueden hacer justicia de la complejidad de nuestra vida social? ¿Cómo construir y validar indicadores tanto a nivel individual como social? ¿Pueden estas aproximaciones ayudar a cerrar la brecha entre la comprensión de fenómenos individuales y fenómenos sociales? Muchos científicos sociales han adoptado la frase del psicólogo Edward Thorndike: “Todo lo que existe, existe en alguna cantidad”. Algunos de ellos también han adaptado el corolario que parece seguirse de ella: “Todo lo que existe, por tanto, puede ser cuantificado”. El seminario “Números y personas” busca reflexionar sobre la concepción de investigación en Ciencias Sociales detrás de estas afirmaciones. Se estudiarán algunos problemas, retos y posibilidades de la aplicación de métodos cuantitativos a fenómenos tradicionalmente estudiados por las Ciencias Sociales. El énfasis está en las preguntas metodológicas. Nos interesa preguntarnos por el uso de diferentes técnicas de estimación, medición y formalización. Para ello discutiremos ejemplos concretos de varias metodologías actualmente usadas en las Ciencias Sociales. Estos incluyen modelos para la representación de preferencias, medición de diferencias individuales de inteligencia, análisis cuantitativos de redes sociales y construcción de indicadores de pobreza y desigualdad. La aproximación del seminario es interdisciplinaria. Contaremos con la participación de profesores de varios departamentos de la Facultad. El objetivo es que los estudiantes se familiaricen con herramientas conceptuales y técnicas que les permitan aproximarse con originalidad a problemas de su propia disciplina. El seminario no presupone familiaridad con métodos cuantitativos de las Ciencias Sociales. Todos los estudiantes de posgrado de la Facultad y de la Universidad, sin importar su nivel de formación matemática, están invitados a participar.
Una búsqueda por las palabras rat y mouse en la base de datos PubMed, arroja en promedio 1.550.000 y 1.350.000 registros, respectivamente.
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Lanzamiento de Publicaciones 2014 El 13 de noviembre de 2014 se realizó el lanzamiento de publicaciones de la Facultad, como se ha hecho desde hace más de quince años, con la presentación de veinticinco nuevos títulos. Este número que puede parecer reducido, como lo señaló el Decano el día del evento, refleja solamente un tercio de la cantidad total de los manuscritos que se encuentran en alguna fase del proceso editorial. En esta ocasión nos acompañó como invitado especial el profesor Robert Darnton, director de la Biblioteca de la Universidad de Harvard. En la conferencia inaugural conversó de la era digital, las bibliotecas y el acceso libre de los contenidos, reflexionando sobre la importancia de tener bibliotecas digitales y seguir conservando los contenidos en formato de papel. Si bien Darnton ha liderado procesos como el proyecto Gutenberg, es enfático en señalar la relevancia de las bibliotecas con contenidos impresos, que no compiten en la consulta con los contenidos digitales, y por el contrario deben complementarse. En su experta opinión, la era digital no desplazará las consultas en las bibliotecas, ni el formato de los libros en papel, porque no se puede simplificar a uno u otro formato a un público variado de lectores, que pueden estar interesados, dependiendo de intereses y circunstancias, en los formatos digital o impreso. Una invitación que hizo Darnton a quienes asistieron a la conferencia, es que los contenidos que aparecen en nuestros libros impresos, que se encuentran a la venta, puedan convertirse en poco tiempo de acceso abierto a la comunidad.
Nuevas Colecciones de la Facultad La Facultad abrió dos nuevas colecciones para responder a la inclusión de contenidos que sobrepasaban la capacidad de las antiguas colecciones. Una es la Colección Ágora, dirigida a públicos amplios o relevantes, y sus libros pueden entenderse como textos de interés para un público general, de jóvenes o adultos, pero también públicos más específicos, con materiales útiles para la docencia, tales como manuales, cartillas, trabajos de divulgación científica, libros o textos escolares; igualmente, materiales de interés para grupos sociales particulares, gremios, colectividades, entidades o funcionarios del Gobierno. La otra es la Colección Nuevas Voces, que busca albergar la producción de libros que sean resultados de las monografías de doctorado, que tengan la recomendación explícita de los jurados de la tesis de su publicación en formato de libro. Estas propuestas deben cumplir con los estándares más altos de calidad académica, evaluadas con los mismos criterios de las propuestas que se reciben para la Colección General.
Revistas de la Facultad Los invitamos a consultar los últimos números de las cuatro revistas de la Facultad:
Si quiere ver la conferencia del profesor Darnton ingrese a: http://www.uniandes.edu.co/noticias/informacion-general/envivo
Antípoda 20 Problemas Contemporáneos
Títulos en Acceso Abierto
A partir del segundo semestre de 2014, la Facultad cuenta con setenta libros en acceso abierto de los seis Departamentos. Se espera que la plataforma se vaya nutriendo con más títulos.
Colombia Internacional 82 Populismos y neopopulismos en América Latina
Historia Crítica 54 - Temas diversos desde diferentes geografías
Libros en Acceso Abierto
¡Consúltelos y compártalos! http://publicacionesfaciso.uniandes.edu.co/index.php/acceso-abierto
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Revista de Estudios Sociales 50 Edición especial
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Obra selecta del profesor Álvaro Camacho La Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes, en coedición con la Universidad del Valle, recopilaron la obra del fallecido profesor Álvaro Camacho, quien durante muchos años fue director del CESO, Centro que buscó aglutinar y hacer visibles los resultados de las investigaciones y la zSelecta de Álvaro Camacho se compiló en cuatro tomos divididos en ejes temáticos, de la siguiente manera:
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Otras publicaciones Facultad de economía Costos económicos y sociales del conflicto en Colombia ¿Cómo construir un posconflicto sostenible? Maria Alejandra Arias, Adriana Camacho, Ana María Ibáñez, Daniel Mejía y Catherine Rodriguez (compiladores)
El conflicto armado en Colombia ha impuesto costos económicos y sociales sobre el país y la población por más de cinco décadas. Si bien durante los últimos años se han llevado a cabo estudios para cuantificar cómo afecta la economía, los esfuerzos han sido aislados y se han publicado en un lenguaje académico que restringe su difusión y discusión. El propósito principal de este libro es estudiar los beneficios económicos y sociales que traería para el país el fin de la guerra. Para esto se centra en tres objetivos: el primero, proveer evidencia específica sobre los costos monetarios y no monetarios del conflicto en Colombia; el segundo, aportar ideas para un eventual proceso de posconflicto, y el tercero, trascender las audiencias académicas para proveer un análisis riguroso en un lenguaje sencillo. Los autores proponen que las discusiones en torno al proceso de paz deben partir de posiciones informadas y precisas. Aunque se deben tener en cuenta las altas inversiones que se requerirán para alcanzar un posconflicto sostenible, también se deben considerar los beneficios de largo plazo que recibirían los colombianos en un país en paz.
El texto introductorio del Volumen I, estuvo a cargo de Alberto Valencia Gutiérrez, y se titula Academia y Sociedad. Allí se recogen una serie de textos diversos escritos antes de 1990, que nos permiten comprender su concepción de la sociología como un oficio y del sociólogo como un artesano intelectual, consciente y crítico; el tipo de investigación que realizaba y las diferentes etapas de su producción intelectual. El lector encuentra aquí no solamente aportes valiosos que siguen siendo vigentes a pesar del paso del tiempo, sino también documentos muy útiles para el estudio de las orientaciones y las características de la producción sociológica en Colombia, en sus primeras tres décadas de vida, ya que el autor perteneció a la tercera generación que se formó en la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia (fundada en 1959) y fue un representante del nuevo tipo de intelectual y de investigador que irrumpe en el escenario cultural que se inaugura en esa época. El volumen recopila igualmente los resultados de la investigación realizada por el autor durante la primera mitad de la década de 1980 sobre el tema del trabajo informal, que en ese momento había pasado a un primer plano de la agenda pública. Y como esta publicación constituye una conmemoración, hemos incluido un apéndice con el testimonio de algunas de las personas más próximas a su trabajo, ya que parte fundamental de su obra fue su propia vida, la que compartió con sus amigos y la que sobrevive en el recuerdo de los que estuvimos cerca. Para el caso del Volumen II, Estructura y coyuntura social y política en Colombia, Luis Javier Orjuela escribió su introducción. En el volumen se hace una reflexión de las primeras generaciones de sociólogos que fueron pioneras en el desarrollo de las ciencias sociales en Colombia, y dejaron un legado intelectual para la comprensión de los problemas del país, que aún hoy, después de más de tres décadas, sigue vigente. Este Volumen II recoge, principalmente, sus escritos sobre la estructura y la coyuntura de la realidad sociopolítica del país, entre los años 1970 y 2000, en los cuales se nota un influjo del marxismo y de la teoría de la dependencia. El hilo conductor de este tomo, que podría servir de clave de lectura de los textos que en él se recogen, es el esfuerzo del autor por relacionar los fenómenos políticos con la dinámica de la acumulación de capital y el desarrollo del país, lo cual nos habla de la perspectiva estructuralista y, por lo tanto, de largo plazo, que subyace a dichos análisis, pero sin descuidar las necesarias particularidades atribuibles al enfoque coyuntural o de corto plazo. La articulación de estas dos perspectivas nos permite afirmar que los hombres hacen su propia historia, pero no en las condiciones de su elección, como decía Marx en El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, que Camacho solía citar en sus clases, como un ejemplo de un clásico análisis político que articulaba la estructura con la coyuntura. El Volumen III, Violencia y conflicto en Colombia, es introducido por Álvaro Guzmán Barney y contiene los textos que se ocupan de las violencias, la democratización y la seguridad ciudadana. En su conjunto muestra, de manera paradigmática, los rasgos de un intelectual universitario que, desde la sociología, procura identificar rasgos centrales de estructuración de la sociedad colombiana. Lo hace de manera “contenciosa”, es decir, mostrando el papel de las clases y de los grupos subalternos, en los marcos de formas de dominación autoritarias y no pocas veces sostenidas a sangre y fuego. Pero no solamente se preocupó por hacer análisis. Tuvo una inclinación muy grande por traducir sus interpretaciones en recomendaciones y en políticas que pudieran ser apropiadas por los actores estatales o colectivos de ciudadanos. Así, jugó un papel clave en la Comisión de Estudios sobre la Violencia, nombrada por el presidente Barco en 1987, en la Comisión para la Reforma de la Policía de 1993 o bien, en años más recientes, como miembro del Centro Nacional de Memoria Histórica, en trabajos como el dedicado a Trujillo. Aunque estudioso de las violencias, su motivación central era la de politizar la vida social, contrarrestar la idea profundamente arraigada en nuestra sociedad de que solo las armas tienen capacidad de triunfo y fortalecer el tejido social y estatal con los valores de la civilidad y la democracia, o la democratización de nuestra sociedad, que era su objetivo, académico y político. Todos estos aspectos el lector los puede encontrar desarrollados en este volumen de su Obra selecta. Por último, el Volumen IV que lleva por título El narcotráfico en la sociedad colombiana, presentando por Nicolás Rodríguez, se ocupa del narcotráfico, y con seguridad es uno de los tópicos sobre los que más investigó y escribió Álvaro Camacho. Los textos aquí reunidos son importantes por varias razones. Mencionemos tres: la postura ética y esperanzadora frente al prohibicionismo, el cual sigue siendo un lastre moral que pesa sobre el país, más allá de que en los Estados Unidos ya se empiecen a ver cambios tectónicos en el discurso político y la legislación frente al consumo de marihuana; el tono desenfadado pero respetuoso con que acometió un tema tan serio y difícil como puede ser el de la violencia; y la posibilidad de inmersión que brindan los textos en un testimonio académico que abarca las últimas tres décadas de historia colombiana. Un testimonio privilegiado que permite que presenciemos no solo las certezas personales de un intelectual formado en la década de los sesenta, sino los desengaños políticos y las frustraciones, los anhelos y también sus contradicciones.
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Dibujar y pintar el mundo 5º simposio Iberoamericano de Historia de la Cartografía en los Andes Mauricio Nieto. Vicedecano de Investigaciones y Posgrados, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes. n mnieto@uniandes.edu.co
Entre el 24 y el 27 de septiembre del 2014 tuvo lugar en la Universidad de los Andes el 5º Simposio Iberoamericano de Historia de la Cartografía, en esta oportunidad los cerca de sesenta conferencistas de más de diez países se ocuparon de reflexionar sobre las relaciones entre la cartografía, el arte y la política. Con una nutrida asistencia de más de qui-
La paz en plural Alejandro Castillejo Cuéllar. Profesor asociado, Departamento de Antropología, Director del Programa Estudios Críticos de las Transiciones Políticas (PECT) y del Comité de Estudios sobre la Violencia, la Subjetividad y la Cultura, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes. n http://curlinea.uniandes.edu.co/alejo_castillejo/antropographias · acastill@uniandes.edu.co
nientos participantes, la Universidad fue escenario de múltiples debates sobre las dimensiones culturales, estéticas y políticas de los mapas. En ocasiones los asistentes podrían preguntarse si el evento era de historia política, de historia del arte, de antropología o de cartogra-
A finales de octubre de 2014, y con el apoyo de la Facultad de Ciencias Sociales y de su Vicedecanatura de Investigaciones y Posgrados, se realizó el II Encuentro de Estudios Críticos de las Transiciones Políticas: La vida cotidiana como problema para la paz. El evento fue coordinado por el Programa de Estudios Críticos de las Transiciones Políticas (PECT), el cual se constituye como una plataforma interdisciplinaria de investigación y debate público gestado desde el Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes. A través de una convocatoria nacional, y con la colaboración de diversas instituciones universitarias, radios comunitarias, organizaciones sociales e instituciones del Estado, el evento se concentró en explorar las relaciones que existen entre la “vida cotidiana” (el ámbito de encuentros cara a cara en donde se configuran órdenes sociales de significado) y la “paz” en el actual “escenario transicional” colombiano. Parte de sus objetivos era, precisamente, indagar los retos posibles que la sociedad colombiana podría afrontar a la hora de poner fin a un conflicto político y social. Con una masiva asistencia, representando a los más diversos sectores de la sociedad colombiana y una docena de países, el evento reunió a más de cien panelistas en veintiún mesas de trabajo. Adicionalmente, acogió la exhibición “El acto de testimoniar”, con la participación de reconocidos artistas nacionales, al igual que la dieciséis Muestra de Cine Documental de Bogotá. Finalmente, uno de los eventos centrales fue el foro sobre una posible comisión de la verdad en Colombia. En este sentido, el II Encuentro exploró “la serie espacios sociales (y sus dispositivos legales, geográficos, productivos, imaginarios y sensoriales) que se gestan como producto de la aplicación de lo que se podrían llamar, de manera genérica, leyes de unidad nacional y reconciliación. En general, estos “espacios” se caracterizan por ensambles de prácticas institucionales, operaciones políticas, conocimientos expertos y discursos globales (como lo es el “evangelio global del perdón y la reconciliación”) que se entrecruzan en un contexto histórico concreto con el objeto de enfrentar graves violaciones a los derechos humanos y otras modalidades de violencia”. El estudio de estos escenarios es importante, pues es en estos ámbitos donde socialmente se negocia la configuración de lo que significa el pasado, el presente y lo que podemos llamar la imaginación social del futuro. Varias podrían ser las conclusiones luego de tres días de trabajo. Quizás la más importante: que hay un importante momentum en la investigación nacional que problematiza el conocimiento recibido del “fenómeno” transicional. Para muchos de los presentes fue claro que las complejidades de la paz, en tanto proceso social, se produce también (y sobre todo) en el terreno de lo cotidiano, en cómo re-articulamos como sociedad las relaciones de projimidad que la guerra está destruyendo, donde el territorio, el cuerpo y la subjetividad son teatros de operaciones. Es en ese “terreno” de reproducción de sentidos donde se requiere de una investigación social de largo aliento que con creatividad intelectual y ética evidencie que la paz, más que una negociación de bloques de poder, se construye en plural, entre personas, experiencias y epistemologías locales. Buena parte de la complejidad de una nueva sociedad imaginada radica, precisamente, en entender la sutileza de estas modulaciones sociales de cara a modelos y tecnologías globales de gobernabilidad. Si desea ampliar la información del II Encuentro, lo invitamos a que ingrese a: http://pect.uniandes.edu.co/index.php/encuentro
fía, pero siempre existió un objeto de reflexión común: los mapas. Los mapas, podemos concluir de las intervenciones de expertos mundiales, son objetos complejos, son productos culturales en los cuales se conjugan elementos técnicos, estéticos, simbólico y políticos. Son el resultado de tradiciones científicas complejas, un capítulo clave para entender la ciencia moderna en Occidente. Al mismo tiempo son artefactos muy poderosos y buena parte de los ponentes mostraron las indisolubles relaciones entre los mapas y la historia política moderna. Este ha sido uno de los ejes centrales de la investigación histórica de la cartografía, pero quisimos conocer otras perspectivas de análisis y abrir una reflexión sobre los elementos artísticos y estéticos de la historia de la cartografía. El simposio de Bogotá dejó muy claro que las normas y las convenciones occidentales modernas no son las únicas formas posibles de representar el espacio, y que tenemos mucho que aprender de otras formas de representar el espacio que hacen parte de la historia de otros pueblos y otras culturas. Además de la Universidad de los Andes, la Facultad de Ciencias Sociales y la Rectoría, el evento contó con el apoyo de Colciencias, la Biblioteca Nacional de Colombia, el Archivo General de la Nación, la Universidad la Gran Colombia, la Sociedad Geográfica de Colombia, Expo Geográfica 2014, la Universidad Nacional de Colombia y el Museo de Bogotá. Pronto se harán públicas las memorias del evento y podremos circular las contribuciones de los invitados y las más recientes formas de pensar sobre los mapas y su historia. El programa y los temas específicos se pueden conocer en: http://5siahc.uniandes.edu.co/
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nueva integrante de la facultad i
1° Congreso Internacional Diálogos con China: un nuevo espacio para los estudios chinos en la Universidad de los Andes Laura Pérez. Gestora administrativa, Instituto Confucio, Departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes. n laur-per@uniandes.edu.co
Los días 28 y 29 de octubre de 2014 se realizó el 1° Congreso Internacional Diálogos con China, organizado por el Instituto Confucio con el apoyo del Departamento de Humanidades y Literatura, y la Facultad de Ciencias Sociales. Este primer congreso trató temas como literatura china, primeros encuentros de China y Occidente, e historia contemporánea china, y contó con distintos invitados internacionales. El programa abrió con la presentación de la Directora del Departamento de Literatura China en la Universidad Nankai, Qiao Yigang, “The History of Chinese Female Literature”. Yu Peiwen, Directora del Instituto Confucio de la Universidad de La Habana, expuso “Study on English Translation of The Four Books”, y Ma Zheng Hong de la Universidad del Valle explicó “La imagen del negro: un aliado en la lucha ideológica de la República Popular China”. Desde El Colegio de México, José Antonio Cervera, habló de “Los jesuitas astrónomos y matemáticos en China: de Matteo Ricci a Ferdinand Verbiest”, y Marisela Connelly enseñó sobre “China, México y la Comintern: dos estrategias revolucionarias y sus resultados”. Carlos García Tobón trató el tema de “La Ruta de la Seda Marítima entre Manila y Acapulco”, y el Director chino del Instituto Confucio de Medellín, Gao Zhengyue, presentó “Los eventos que marcaron la China contemporánea”. Por su parte, en representación de la Universidad de los Andes habló el Director del Departamento de Humanidades y Literatura, Hugo Ramírez, quien expuso sobre “La imagen de China en tres piezas de teatro del Siglo de Oro español”, y el Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Hugo Fazio, cerró con su ponencia “El impacto de China en el desarrollo del presente histórico contemporáneo”. Este congreso se realizará anualmente y busca que académicos de diferentes disciplinas y desde diversas aproximaciones dialoguen sobre un tema en común: China. En su próxima versión, el Congreso Internacional tendrá como tema central el comercio con este país asiático.
Ana María Forero Ángel Es Antropóloga y Filósofa de la Universidad de los Andes con Doctorado en Antropología de la Universidad La Sapienza de Roma. Sus intereses se enmarcan en la Antropología del Estado y de las élites. Actualmente coordina dos investigaciones: “Significado de las comisiones de la verdad en altos mandos militares” y “Concepciones de seguridad en clases altas y medias de la ciudad de Bogotá”. La pregunta guía de la primera investigación se basa en la necesidad de comprender las reacciones que despierta, entre los soldados rasos y los oficiales, la posibilidad de enfrentar una comisión de la verdad. La segunda pregunta da vida a la investigación que se desarrolla de manera conjunta con el Grupo Conflicto y Violencia de la Universidad Nacional de Colombia e inquiere por cuáles son las demandas que los sectores pertenecientes a los estratos altos y medios tienen en materia de seguridad, y cuáles son las respuestas dadas por las agencias privadas de seguridad, algunas de ellas administradas por militares en retiro. Actualmente es profesora asistente del Departamento de Antropología e investigadora del grupo ‘Comité Interdisciplinario de Estudios sobre Violencia, Subjetividad y Cultura’.
Para mayor información sobre el Instituto Confucio de la Universidad de los Andes, visite: http://confucio.uniandes.edu.co/
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50 años del Departamento de Antropología El Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes celebró durante el segundo semestre del 2014 los 50 años de apertura del primer curso formal en Licenciatura en Antropología. Durante esos años, el Departamento se ha constituido en un agente innovador dentro del campo disciplinar antropológico en Colombia, tanto en el terreno de la investigación como en el de la difusión del conocimiento antropológico. Como parte de las actividades asociadas a la conmemoración de una década de trayectoria, el Departamento organizó una serie de eventos con una amplia diversidad de temáticas. Desde conferencias, conversatorios y talleres, hasta exposiciones y muestras de cine. Igualmente, se publicó el primer volumen recopilatorio de la producción investigativa de la última década, el cual incluye libros, documentos CESO, monografías de pregrado, tesis de maestría y doctorado, y el Boletín OPCA. También aparecen los números de Antípoda, Revista de Antropología y Arqueología, y El Etnógrafo, revista semestral de los estudiantes. Los últimos números de ambas publicaciones conmemoran dicha celebración.
El Departamento de Antropología se creó en 1964 y fue el primero en ser fundado en una universidad colombiana. Desde sus inicios, la actividad del Departamento se centró en la formación de antropólogos a nivel de pregrado. En 1984 se organizó el primer programa de posgrado en Antropología del país: el programa de Etnolingüística. En el 2001, se inauguraron los programas de Maestría en Antropología Social y Cultural, y en Arqueología y Bioantropología, lo que posteriormente, en 2009, se ampliaría en un programa doctoral. En la actualidad, el Departamento tiene una planta de quince profesores de tiempo completo, todos con título de posgrado. Además, cada semestre un número variable de profesores de cátedra apoya en la docencia de los cursos del pregrado.
Los 40 años del Departamento de Psicología El departamento es una vibrante comunidad de académicos jóvenes y otros más experimentados Jorge Larreamendy
Resumir la trayectoria del Departamento de Psicología no es tarea fácil y mucho menos cuando se trata de cuarenta años. Serían innumerables las historias o anécdotas de encuentros y desencuentros que profesores y egresados del Departamento, que son más de 1900 sumando los de pregrado y posgrado, podrían contar. El propósito aquí es mucho más modesto y es el de conmemorar el recorrido de uno de los Departamentos de Psicología con mayor trayectoria del país. Podría decirse, sin el ánimo de generalizar, que este Departamento es uno de los más reconocidos en su campo debido a que desde sus inicios, una de sus principales preocupaciones ha sido la de preguntarse por cómo se enseña la Psicología en Colombia. Indagar por la forma en que se enseña es preguntarse también por la disciplina y la forma en la que esta se aplica: cómo se entiende, cuáles han sido sus alcances, sus debilidades y por supuesto, sus posibilidades. Este permanente cuestionamiento se ha visto reflejado a lo largo de estas cuatro décadas en las diferentes reformas curriculares, que se han caracterizado por ofrecer a los estudiantes una mirada amplia y diversa de la Psicología. Hoy en día, por ejemplo, el rol de los profesionales en Psicología es primordial y mucho más cuando se está hablando de posconflicto. Este es uno de los múltiples problemas a los que se enfrentan estos profesionales. Así, es común encontrar psicólogos interviniendo en ámbitos clínicos, organizacionales, educativos, comunitarios y judiciales, entre muchos otros, no solo del país sino del mundo. Para una de las profesoras del Departamento, todos los problemas tienen una dimensión psicológica. En este sentido, los psicólogos deben tener la capacidad de entender la realidad, pero sobre todo, de actuar sobre ella. Es allí donde radica la importancia de formar profesionales que sean capaces de tomar decisiones fundamentadas y que aporten a la solución de problemáticas de diversa naturaleza. Por ello, si se pudiera resumir cuál ha sido uno de los grandes aportes del Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes al país, este sería la de siempre mirar con ojo crítico la formación de profesionales que inciden en el desarrollo y el cambio de la sociedad para que los ciudadanos tengan acceso a mejores condiciones de vida, no en el sentido material, sino en una perspectiva psicosocial.
Así fue Para conmemorar sus cuarenta años de fundación, se realizó un evento académico en el que participaron Facultades y Departamentos de Psicología de todo el país. El encuentro se llamó “La calidad de la formación en Psicología en Colombia” y se realizó con el apoyo del Colegio Colombiano de Psicólogos (COLPSIC) y de la Asociación Colombiana de Facultades de Psicología (ASCOFAPSI) el pasado 18 y 19 de noviembre de 2014 en la Universidad de los Andes. El evento contó con la participación de invitados internacionales como: William Buskist (Auburn University, Estados Unidos); Elizabeth Hammer (Xavier University Louisiana, Estados Unidos); William Gomes (Universidad Federal de Rio Grande del Sur, Brasil); Marcela Paz González (Universidad Nacional de Educación a Distancia, España); y Steve De Mers (CEO The Association of State and Provincial Psychology Boards, Estados Unidos). En representación de Colombia estuvieron los siguientes invitados: Eduardo Escallón (Universidad de los Andes), Martha Rocha (ICFES), Germán Gutiérrez y María Clara Rodríguez (Colegio Colombiano de Psicólogos), Aura Nidia Herrera (Universidad Nacional), Silvia Restrepo (Universidad de los Andes), Germán Barragán (Red de Instituciones de Servicios Universitarios de Atención Psicológica) y Luz Adriana Osorio (Universidad de los Andes). Estos estuvieron hablando sobre la enseñanza en Psicología, los sistemas de evaluación y acreditación, las competencias en el ejercicio profesional y formación en investigación, y la legislación y prácticas profesionales en la formación de pregrado. La jornada finalizó con una copa de vino que compartieron profesores y egresados de diversas generaciones. No se trató solo de un Departamento que conmemoró cuarenta años de existencia, sino también de la Facultad de Ciencias Sociales, que junto con sus profesores, estudiantes, egresados y administrativos celebraron este largo recorrido que continua construyéndose.
S e xta n t e b i táco r a d e l a fac u lta d d e c i e n c i as s o c i a l e s
La Facultad de Ciencias Sociales es una unidad académica orientada hacia la formación de ciudadanos críticos y responsables, capacitados para asumir posiciones de liderazgo en los diferentes campos disciplinarios. A través de sus 6 departamentos —Antropología, Ciencia Política, Filosofía, Historia, Lenguajes y Estudios Socioculturales y Psicología—, la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes se posiciona como una de las mejores del país por la calidad de sus programas académicos, el impacto de sus investigaciones y publicaciones, y la contribución de sus egresados al desarrollo del país.
Fac u lta d de
ciencias sociales
Ilustración: Martha Herrera Ángel
inscripciones abiertas posgrado
Su oferta académica es:
Pregrados en
Maestrías en
Antropología
Antropología
Ciencia Política
Ciencia Política
Filosofía
Estudios Culturales
Historia
Estudios Internacionales
Lenguajes y Estudios Socioculturales
Filosofía
Psicología
SNIES: 53332
SNIES: 1531
SNIES: 13595
SNIES: 1534
SNIES: 1573
SNIES: 1537
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SNIES: 3918
SNIES: 102379
SNIES: 1538 SNIES: 1532
SNIES: 20943
Geografía Historia
SNIES: 19931
Pedagogía de Lenguas Extranjeras SNIES: 101271
Psicología SNIES: 11273
Psicología Clínica y de la Salud SNIES: 53940
Doctorados en Antropología SNIES: 53895
Ciencia Política SNIES: 54025
Filosofía
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