Del por qué las vidas garífunas importan

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Desaparición forzada de jóvenes garífunas en Triunfo de la Cruz y la música como lenguaje para la memoria

Del por qué las vidas garífunas importan Jose na Dobinger - Álvarez Quioto

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Del porque las vidas garífunas importan Desaparición forzada de jóvenes garífunas en Triunfo de la Cruz y la música como lenguaje para la memoria Josefina Dobinger - Álvarez Quioto Investigadora social Viena, Austria - 2020 Proyecto Mujeres creadoras | Mujeres en las Artes “Leticia de Oyuela” - MUA Edición de texto: María Eugenía Ramos Fotografías: Javier Maradiaga Melara “Ritual Garífuna”en la comunidad de San José de la Punta, departamento de Colon, 12 de abril de 2010 Diseño y diagramación: VeRo - Comunicación MUA Tegucigalpa, Honduras Agosto, 2020


...Por eso navegamos y navegamos de costa en costa, buscando a nuestros hermanos garífunas… Yurumei. Canto garífuna


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nte el silencio del Estado hondureño frente al rapto de jóvenes garífunas de la comunidad de Triunfo de la Cruz, sumamos voces a las luchas emprendidas desde la Organización Fraternal Negra Hondureña (Ofraneh) y al reclamo como pueblo respecto a la urgencia que se cumpla de manera efectiva la sentencia emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 2015: el Estado de Honduras está obligado a establecer garantías para la paz y seguridad de la comunidad, nos recordó Ofraneh.

son algunos de mis referentes. No pretendo plantear aquí ideas absolutas; al contrario, tejo a partir de interrogantes que cuentan mi experiencia subjetiva y buscan abrir un espacio para el diálogo, haciendo uso de los lenguajes estéticos, en particular las fotografías de Javier Maradiaga Melara Rituales garífunas, la música y las experiencias comunitarias de lucha del pueblo garífuna. El presente texto forma parte de una propuesta investigativa mucho más amplia que espero poder compartir más adelante, una vez concluida.

Ante este nuevo crimen de desaparición forzada, como he escrito en otras reflexiones, caminar/viajar se vuelve la expresión de la necesidad de buscar justicia y dignidad, abrazando así la demanda de que se respete la vida de los jóvenes de Triunfo de la Cruz, de nuestras comunidades, los territorios del pueblo garífuna y de toda nuestra amada Honduras.

Se interviene porque las vidas garífunas importan. En mi caso particular, pronunciarme implica la urgencia de realizar un viaje por el tiempo, circunvolando territorios —recordar para volver al corazón—, sobre todo en estos momentos en los que la pandemia del COVID-19 trastoca la existencia y supervivencia, el tiempo afectivo, efectivo y los duelos; igualmente, evidencia nuestra fragilidad, que afecta con mayor intensidad a la gran mayoría de la población hondureña, espejo de las profundas desigualdades económicas y sociales. Al mismo tiempo, aflora el sufrimiento que se incrementa frente a las promesas no cumplidas que salen a la luz a través de la carroñera oleada de corrupción institucional que nos sobrepasa como sociedad.

En principio, la intención del presente tejido, narrado en primera persona, es hacer un trabajo de memoria que me permita comprender y poner en palabras una de las problemáticas más silenciadas en nuestro país, que penetra en lo más profundo de nuestra existencia y profundiza, no solo en los discursos, sino también en nuestros cuerpos, el daño y las heridas provocadas por la ideología del mestizaje que se expresa a través del racismo. Me expreso desde mi ser indígena mi color de piel oscuro y negra, mujer garífuna urbana, racializada, migrante con formación en historia, estudios de la mujer, educación-trabajo, y actualmente cursando estudios afrolatinoamericanos y caribeños de posgrado; estos

Durante los últimos meses —tiempos de incertidumbre—, he huido hacia un refugio interior; sin embargo, es imposible guardar silencio ante esta embestida contra la vida de los jóvenes garífunas, que nos afecta a todo el pueblo hondureño. Como expresa la poeta Georgina Herrera en su hermoso poema «Elogio

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grande para mí misma», este es un momento para sacar la voz y dar significado a las batallas culturales emprendidas por nuestros ancestros y ancestros: «No hay trampa por sobre la que no haya saltado, no han encontrado nunca las huellas que conduzcan a mi palenque». Frantz Fanon señaló: «La colonización no se satisface tan solo con retener a una comunidad bajo su yugo y vaciar el cerebro del nativo de toda forma y contenido, sino que, debido a una clase de lógica perversa, esta colonización se vuelve hacia el pasado del pueblo oprimido, y lo tergiversa, lo desfigura y lo destruye» (citado por Suart Hall, 2010). En este momento, el llamado de los tambores que narran las memorias ancestrales del pueblo indígena garínagu —caribes negros— evidencia la violencia y la exclusión histórica dentro de un sistema patriarcal marcado estructuralmente por el racismo. También afecta las emociones, las subjetividades, porque es imposible cerrar los ojos ante la discriminación que marca nuestros cuerpos. Desde este espíritu, este tejido-texto responde a la necesidad sentida de hacer uso de mi derecho a la palabra, a las expresiones estéticas culturales de nuestra Honduras, desde mi ser garífuna - caribe negra, territoriocuerpo desde el cual dirijo la mirada a una historia que da cuenta sobre las maneras en que los pueblos indígenas y negros de Honduras formamos parte central del proceso de nación que seguimos soñando en Honduras. El 1 de abril de 2011, Ofraneh movilizó a tres mil garínagu hacia la ciudad de Tegucigalpa, bajo la consigna: «La marcha de los 214 tambores garífunas. No hay nada que celebrar». Desde un espacio cimarrón, universo de sentido para la memoria, como lo llama Jesús García, se manifestaron sentimientos y emociones rechazando las políticas neoliberales que causaron y siguen causando el sufrimiento del pueblo garífuna y del país en general. Estas agonías se incrementaron después del golpe de Estado de 2009, año en que, paradójicamente, se declara en Durban el año internacional de la afrodescendencia.

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En la marcha de 2011 también se hizo presente el espacio religioso, la música sagrada (García, 1994), por medio del llamado de los tambores, símbolo de resistencia que convocan a los ancestros, ritual que anuncia la rebelión frente a las estrategias de expulsión que inducen desalojos violentos en perjuicio de las comunidades. Canto, ritmo, sonido, música y cuerpo; «renovando y reavivando su memoria musical con golpes de tambor, gritos y danzas» (Du Bois, 1903-1999), golpes sonoros que recordaban 214 años del arribo del pueblo garífuna a tierras hondureñas.1 En este año 2020, el 1 de abril, se conmemoraron 228 años de nuestra llegada a territorio hondureño, luego de que nuestro pueblo fuera expulsado por los ingleses de los territorios ancestrales en la Isla de San Vicente. Son 228 años de participación organizativa y comunitaria garífuna como hondureñas y hondureños, si bien al momento de nuestra llegada Honduras no existía como nación. Y hoy, como aconteció en 2011, se ha activado una nueva embestida por parte del Estado hondureño, recordándonos que la historia no es estática y Honduras continúa lejos de construir una sociedad que valore la naturaleza y la vida de las personas que llevamos su tierra, su paisaje marcado en nuestros cuerpos. «…un lamento triste siempre se hizo eco, desde que el indio guerrero entró en cautiverio, y de allí cantó. Negro entonó, un canto de rebelión por los aires… en donde se refugió. Fuera de la lucha de los conspiradores, por romper lo establecido, nada funcionó. Y de guerra en paz, de paz en guerra, todo pueblo de esa tierra, cuando puede cantar, canta de dolor.» (Canto das Três Raças, 1942.)

1| Véase el documental “La marcha de los 214 tambores garífunas”, Ofraneh, 2011. https:// www.youtube.com/watch?v=D7yO5rUJA7c


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Reflexionar sobre la relación entre las prácticas musicales desde los espacios cimarrón y religioso requiere cruzar etapas sociales históricas en diálogo con las prácticas barriales y comunitarias, sobre la base de una memoria sonora/musical performática: la memoria que se usaba para aliviar el dolor, reverenciar los cultos o expresar alegría, diría Du Bois; el mundo Atlántico Negro que abraza estructuras de sentimientos, producción, comunicación y memoria —formas estereofónicas, bilingües/bifocales—, en palabras de Gilroy (2001). Son estos cuadros sociales los que sirven para recomponer una imagen del pasado que combina en cada época los pensamientos dominantes de la sociedad, como apunta Mukumba (1979), con un llamado a no olvidar las búsquedas que interroguen por los «elementos que no están en los discursos, pero pueden buscarse en la memoria; lo cotidiano, las emociones y sentimientos» (Sepúlveda, 1999). En la política del texto que se rememora, es decir, en las propias prácticas musicales en los barrios, comunidades, y también en la música actual, como las producciones «Ruguma»2 y «Wanisichigu»3, se recuerda la historia negra enterrada en la memoria, la de las poblaciones africanas y sus descendientes esclavizados y esclavizadas durante el período colonial de Honduras, previo al arribo de los garífunas a Honduras en 1797. También se recuerda la discriminación de la que han sido objeto los pueblos indígenas. La organización cultural tiene principios desde su propia variabilidad y manifestación particular —álgebra sonora socialmente compartida— que rigen la música y el performance, apunta Ferreira (2005). Desde esta herramienta conceptual me acerco a mirar las prácticas musicales en los barrios y comunidades del Atlántico Negro de la nación garífuna en Honduras. El corazón de la religiosidad garífuna, expresada por medio de la música 2| Véase https://www.youtube.com/watch?v=XbCCN5Pqm9I 3| Véase https://www.youtube.com/watch?v=mkiwigxCzig

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y la danza, es el culto a los ancestros por medio de ritos y ceremonias que narran sobre la muerte de familiares y la vida después de esta, así como la naturaleza del mundo espiritual (González, 2008). «Para el pueblo garínagu, el culto a las ancestras y los ancestros es una pulsión vital que se concibe como un rito sanador al concederle un sentido particular de unidad a la comunidad» (Dobinger, 2018:310). La música garífuna refiere a sonidos y ritmos que dan voz a eventos sanadores ante el sufrimiento que por lo general no encuentra palabra, cuando el alma se siente abandonada, desgarrada, rota, como sucede ante hechos como la desaparición forzada de los jóvenes garífunas o los desalojos forzados de comunidades. En el caso de la tradición garífuna, hoy como ayer, invita a recordar el valor de la unidad y búsqueda de justicia —volver a pasar por el corazón lo vivido— a partir de la escucha del llamado de los tambores que acompañan los ritos ancestrales. Así se puede observar en la herencia de estos rituales y musicalidades transmitidas en las actuales producciones colectivas musicales como «Wanisichigu» («Nuestros ancestros»), de mi hermano Emilio Álvarez Quioto, que, como su nombre lo indica, rinde homenaje a los ancestros; o la canción «Binsienhabu» («Tu amor»)4 que a mi parecer es un espacio de refugio para la emoción, la traducción de sentimientos y «un horizonte de diálogo», como apuntó William Du Bois sobre la música que llamó sorrow songs, canciones del dolor. Du Bois afirmó que la “tradición oral” no es la del significado de las palabras, sino el significado de la música. En 1903 dijo lo siguiente: «¿Qué son estas canciones y qué significan? Entiendo poco de música y no puedo decir nada en términos técnicos, pero conozco algo sobre los hombres y, conociéndolos, sé que estas canciones son el mensaje que el esclavo articuló para el mundo».

4| Véase https://www.youtube.com/watch?v=rI4DYdwetJs


En otro orden de ideas, Ruy Galvao de Andrade Cohelo (1995) señaló que hay indicios de un culto de procedencia arawak dedicado a los ancestros, y descripciones de ritos fúnebres en donde los chamanes conducían las ceremonias con danzas y cantos, fiestas ofrecidas a los espíritus de los ancestros. Los tambores garífunas, los códigos archivados en la memoria sonora y el color de la piel -—huella del Atlántico Negro¬— narran un mismo caribe negro a través de la música y cantos ancestrales —la lengua¬— desde la cual se refuerza la ancestralidad indígena. Este es un tema que ha producido, en diferentes momentos históricos, perturbaciones respecto a temas centrales como la identidad/etnicidad en nuestro país, en tanto ronda una incomodidad, una arritmia frente a un deber ser; o se es negro o indígena, cuando ambos mundos de creación, amerindio y africano, configuran, se silencian, patologizan o desentonan con la concepción estática de raza preponderante en la cultura hondureña dominante.

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Los múltiples flujos migratorios, temporalidades y devenir garífunas implicaron lo que Glissant (2006) llamó huellas, en tanto errancia que orienta. En este contexto se inscriben los caribes rojos, amerindios que, según datos historiográficos, desde hace veinte siglos han poblado la isla de San Vicente. Con la llegada de los españoles en el siglo XVII y las luchas desatadas permanentemente entre los kalina (caribes guerreros feroces) y los Iñeris (arawakos) se configuran dos grupos; los caliganos, que reúne a los hombres, y los caliponan, que reúne a las mujeres (Arrivillaga, p. 19). Fue con el naufragio de dos barcos negreros en 1635 y 1637 que los caribes ejecutan a los españoles y esclavizan a más de mil africanos, provenientes de África central y occidental; Nigeria, Costa de Oro, Dahomey y el Congo. Para Young, provenían de Nigeria del sur (Cohelo) (Arrivillaga, 2010:19). Los negros se rebelaron y se apoderaron de las mujeres, refugiándose en las montañas de la isla. Este cimarronaje derivó en el pueblo garífuna o caribes negros, cuyo idioma fue y es predominantemente caribe. Los enfrentamientos garífunas contra los franceses, españoles e ingleses, dan cuenta de una tradición guerrera y también de relaciones que han dejado marcas, «la huella es al camino igual que la rebelión a la intimación, el júbilo al garrote», diría Glissant. Mi intención es explorar la etapa que Jesús García llamó continuidad musical afrosubsariana en las Américas y los Caribes, con la intención de establecer una relación con las prácticas musicales comunitarias y barriales que para el pueblo garífuna se tejen desde la espiritualidad, muy de la mano con los cultos a los ancestros, pero también las festividades católicas y mundanas. La música y la danza, así como las pulsiones del corazón, son el centro del credo garífuna. «Para los negros caribes, lo único que distingue a las festividades religiosas de las mundanas es el propósito por el cual se celebran. La etiqueta no los obliga a adoptar una actitud seria y solemne cuando están ‘honrando a sus muertos’; por el contrario, se supone que los ancestros encuentran

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mucho más agradable un homenaje donde prevalece la risa y la alegría» (De Andrade, 1995:191). Ahora, el flujo migratorio garífuna se extiende musicalmente por Centroamérica y continúa en ciudades como Nueva York y Los Ángeles. «Los toques del tambor son el motor de los ritos de posesión dedicados al contacto con los áhari (espíritus). Se tocan en número de tres y se asocian al pasado, el presente y el futuro, respectivamente. El del centro es conocido como lanigui garawou, el corazón del tambor, un término que acuña el mismo sentido del Hüngühüledi, el latido del corazón» (Arrivillaga, 2010:40). «La marcha de los 214 tambores garífunas. No hay nada que celebrar» encarnó en 2011 la incansable lucha por el territorio y el manifiesto de un ethos guerrero, como señala Ferreira. Sobre todo, hace referencia a una batalla por la existencia, como reza el canto Yurumei del pueblo garínagu, que forma parte del culto a los ancestros; es un lamento marcado por el desarraigo y la esperanza de regresar a San Vicente y de encontrar a sus hermanas y hermanos garífunas. Hoy, en 2020 se escucha el llamado de 228 tambores, uno por año de nuestra llegada al actual territorio hondureño, que claman por la aparición con vida de nuestros hermanos garífunas de la comunidad de Triunfo de la Cruz, y en protesta por los asesinatos contra lideresas y líderes, casos que aún se encuentran en la impunidad. Julio, 2020 | Viena, Austria.


Bugawaguwadiva Yurumein giñe Waluwaheinaña muñasu. Ligia buga wayabibei faya haña dügü Lechu Waluwahwinañanu Garínagu Waladei. Yurumein nege buga wagerirabei Bugarügü hamutiwa harutiña ñigiñe. Burariba negetia wagei eh Lagiweriha negué Wayuna waba ou.

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(Nos han expulsado de Yurumein [San Vicente]. Andamos en busca de un territorio. Por eso navegamos y navegamos de costa en costa, buscando a nuestros hermanos garífunas. Yurumein era nuestro territorio; los blancos nos expulsaron de allí. Viajaremos en balsas construidas por nuestros bisabuelos.) (Arrivillaga, 2010:61)

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Josefina Dobinger - Álvarez Quioto (HON-AUT)

Javier Maradiaga Melara (HON)

Investigadora social, hondureña con nacionalidad austriaca. Cofundadora de Mujeres en las Artes “Leticia de Oyuela” MUA. Asesora del proyecto Mujeres Creadoras - MUA. Experta en prevención y seguimiento (en calidad de asesora psicosocial) de afectaciones provocadas por el delito de trata de personas y violencia sexual que impactan y causan sufrimiento a niñas, jóvenes y mujeres. Así mismo, dedico una elevada atención a la gestión cultural y artística con énfasis en intervenciones creativas-resilientes, a manera de puentes que comunican y agencian el despertar de refugios imaginarios al interior de la sociedad a fin de dar comienzo a nuevos desarrollos personales y sociales. Actualmente reside en Viena, Austria.

Fotógrafo, biólogo y documentalista. Ganador del premio ICARO 2007; ganador de la Primera Bienal de Fotografía Centroamericana (2008) también del Premio Nacional del Ambiente con el proyecto fotográfico La Ruta Moskitia, Honduras 2009. Autor de los libros fotográfico Cambio climático, pequeña agricultura en Honduras y La Mujer campesina y su papel en el desarrollo de Honduras (2010). Sus fotografías han participado en distintas muestras colectivas en diferentes países como España, Estados Unidos, México, Guatemala, El Salvador, Ecuador, Bolivia y Honduras. Sus imágenes de la naturaleza han sido publicadas en la revista virtual de National Geographic. Actualmente es fotógrafo independiente radicado en la ciudad de Washington DC. USA. Fuente: https://www.revistaagrafos.com/

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Referencias bibliográficas ARRIVILLAGA, Alfonso (2010). «Del tambor africano a la música garífuna». En En clave afrocaribe: expresiones musicales de la población afrodescendiente de la costa Caribe de Centroamérica, República Dominicana y Haití, 18-61. San José: Aecid. DE ANDRADE COELHO, Ruy Galvao (1995). Los negros caribes de Honduras. Tegucigalpa: Editorial Guaymuras. DU BOIS, William E.B. «As Sorrow Songs». En: As almas da gente negra [The Souls of Black Folk, 1903], pp. 297-311. Río de Janeiro: Lacerda, 1999. Traduc. LF al castellano, con agregado de enlaces. FERREIRA, Luis (2005). «Conectando estructuras musicales con significados culturales: un estudio sobre sistemas de tamboreo en el Atlántico Negro». En: Anales del VI Congreso de la IASPMAL, Buenos Aires. Segunda parte: Significados. GLISSANT, Édouard (2017). La poética de la relación. Argentina: Universidad de Quilmes. GLISSANT Édouard (2006). Tratado del Todo-mundo. España: El Cobre. GONZÁLEZ, Nancie L. (2008). Peregrinos del Caribe. Etnogénesis y etnohistoria de los garífunas. Tegucigalpa: Editorial Guaymuras. HALL, Stuart (2010). «Identidad cultural y diáspora» [1994]. En: Sin garantías: Trayectorias y problemáticas en estudios culturales, pp. 349-361. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana; Instituto de Estudios Peruano; Universidad Andina Simón Bolívar - Sede Ecuador; Envión Editores.

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MUKUNA, Kazadi wa (1979). Contribução Bantu na Música Popular Brasileira. São Paulo: Global. SANDRONI, Carlos (1996). «Mudanças de padrão rítmico no samba carioca, 1917-1937». En: Revista Transcultural de Música, n.o 2. DOS SANTOS, Myrian Sepúlveda (1999). «O batuque negro das Escolas de Samba». En: Estudos Afro-Asiáticos, n.o 35, CEAA-UCAM, pp. 43-66. Videos Nunes, Clara (2012). «Canto de las tres razas». Recuperado de https://www.youtube.com/ watch?v=63TNghYjK1U Ofraneh (2011). «La marcha de los 2014 tambores garífunas». Recuperado de https://www.youtube.com/ watch?v=D7yO5rUJA7c Vanguardia Producciones TV (2014). «Demo Rúguma». Recuperado de https://www.youtube. com/watch?v=XbCCN5Pqm9I _____ (2020). «Santa Barbara - Wanichigu». Recuperado de https://www.youtube.com/ watch?v=mkiwigxCzig _____ (2020). «Binsiehabu - Tu amor». Recuperado de https://www.youtube.com/ watch?v=rI4DYdwetJs


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“Cuanto más uniformizada la desidia, más suscita la conciencia rebelde” Glissant, 2017


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