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Contenido El cañón del río Melcocho. Una comunidad entre los árboles Yeison Castro Trujillo
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De la vida cotidiana y nuestras raíces. Introducción
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El trabajo comunitario y la vida campesina en el cañón del río Melcocho: dignidad, patrimonio y autonomía Valentina Franco Manchola
La tradición musical campesina del cañón del río Melcocho: un patrimonio vivo en el territorio Yoly Bileny Orozco Orozco
Saberes ancestrales: la medicina tradicional como patrimonio vivo en el cañón del río Melcocho
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María Fernanda Arbeláez Muñoz
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Vivacidad de lo simple: el trapiche de La Cristalina Julián González Ríos
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Comentario final
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Bibliografía
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Paisaje cañón del Melcocho. Fotografía Fabián Rendón Morales
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El cañón del río Melcocho. Una comunidad entre los árboles Por Yeison Castro Trujillo, director Instituto de Cultura El Carmen de Viboral Es natural que establezcamos un vínculo sentimental con el lugar que habitamos, con ese trozo de tierra que plantamos, abonamos y regamos. Los territorios son eso, son en su esencia hechos culturales, una composición de hábitos, tiempos y conocimientos, se constituyen a partir de la valoración de quienes los pueblan, de su relación con ellos, del vínculo que existe entre éstos y sus moradores, de la huella que se dejan tras su paso; realmente es en la construcción de un nosotros como estos se consolidan.
contundencia e interdependencia la relación existente entre las especies como de los saberes en estas veredas. No obstante, ahora aquí, entre los árboles habita un pueblo, un grupo de personas, de quienes se dice incluso que cuentan con la capacidad de distinguir los árboles con solo escuchar el sonido que éstos hacen al viento. Habitantes de un bosque, que viven y trabajan en él. Un pueblo de una tradición casi estrictamente oral, que registra su historia grabada en sus cosas, sus casas, en sus hábitos, en sus gestos de trabajo, en su vida cotidiana, en su entorno.
En el caso singular de las comunidades del cañón del río Melcocho, incluso desde el origen mismo de su nombre, esto es visible y notable. Estamos hablando de un territorio singular, de uno entre aquellos que otrora estuvieron situados entre los espacios en blanco de algunos de los mapas oficiales, lejos de la civilización y la providencia, y en el que su misma comunidad nos narra con una fecunda metáfora visual, su llegada a esta comarca.
Este documento que aquí presentamos tiene una finalidad tal vez un tanto ambiciosa: promover un conocimiento del mundo circundante del cañón del río Melcocho, de su naturaleza, no solo en su amplitud, sino también en su profunda intimidad. En esta ocasión, Camino de la Vereda se constituye en un propósito por avanzar en la descripción de las coordenadas sobre las cuales puede ser posible conocer de un modo más íntimo y cercano el cañón del río Melcocho, mirar por sus intrínsecos alrededores y tratar abrirnos paso y conocer el mapa mental de las preferencias y pasiones de sus residentes y condensarlas en esta reflexión desde sus dimensiones de la vida social y cultural.
El Melcocho ya no solo es el nombre de un árbol (Minquartia guianensis), que recuerda vivamente a un par de generaciones atrás y a aquel territorio inhóspito que posteriormente fue habitado con recias cuadrillas de caballos transportando madera en sus primeras veces. El “Melcocho”, en el presente, es un concepto mucho más amplio cargado de múltiples significados que se expresa como un bosque de símbolos, ahora hace parte de las ciencias de la vida y de la sabiduría acerca de cómo vivir en este lugar, sintetiza la interacción dinámica de una comunidad con su propio entorno e ilustra con absoluta
No queriendo decir con esto que el significado esencial de este proceso resida en una propuesta que sintetice una suma de conocimientos, sino, y más bien, se quiere expresar como un sencillo intento de documentar la vía de conocimiento que la misma 5
comunidad nos abre y que en el dominio de su experiencia y sus prácticas ha venido consolidando en su historia, su familiaridad, en su propio universo simbólico y su estructura social.
Es claro que cada uno de estos árboles y de los seres que habitan estos bosques tiene su propia historia. Cada roca, cada planta, cada práctica, tradición y saber encierra un enigma y cada uno de esos enigmas es un secreto de un pasado. Aunque no aspiramos a despojar de cada roca la corteza que cubre su imagen esencial, si nos interesa rastrear y conocer cómo fueron estas tierras y sus hábitos. Camino de la Vereda se propone como un acto cotidiano, como un paseo, una caminata nómada por nuestro territorio, como una apuesta para el reconocimiento mutuo de lo que somos, y para fabricar confianza en crear nuestras propias narrativas.
Así pues, se propone acercarnos a una experiencia inicial con el reino de las formas vivas y de la naturaleza que reside en el cañón del río Melcocho, con su gracia sin artificios, nacida de lo extraordinario y de la propia experiencia. Lo que aquí se exhibe entonces, es solo un primer recorrido, un paseo lento para conocer el Melcocho, sus conocimientos, sus experiencias, un corto viaje de descenso en mula desde las altas montañas, temprano, de mañana, lento, con un suave trote amoroso, una manera desprevenida y atenta para contemplar el paisaje, el río, el cielo entre los árboles, su danza de sombras y la comunidad que habita en él.
Paisaje cañón del Melcocho. Fotografía Julián González Ríos
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Paisaje cañón del Melcocho. Fotografía Yeison Castro Trujillo
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De la vida cotidiana y nuestras raíces. Introducción Estas páginas constituyen una defensa de las prácticas y expresiones culturales que recuerdan nuestras raíces, a las cuales, por mucho tiempo, no hemos prestado la atención suficiente como parte esencial de la historia y de los valores que han guiado la vida comunitaria de los habitantes de la ruralidad de El Carmen de Viboral.
visitantes, para quienes constituye uno de los mayores atractivos turísticos. Al pensar en el Melcocho, entonces, lo hacemos especialmente para resaltar su riqueza natural y aunque durante los últimos años ha habido un interés creciente por hablar del lugar alrededor de la cultura de sus habitantes, los esfuerzos siguen siendo limitados para reconocer la amplitud y la particularidad de las manifestaciones y expresiones que allí se concretan.
Una vez más, volvemos la mirada sobre nuestra zona rural (ahora hacia las veredas que conforman el cañón del río Melcocho), para evidenciar la riqueza relacionada con el patrimonio cultural inmaterial que reside en sus habitantes, convencidos de la importancia de documentar sus experiencias, tradiciones y saberes en un ejercicio de reconocimiento de la cultura campesina que reclama con urgencia escenarios para su comprensión y especialmente para su salvaguardia frente a los ritmos de vida y los procesos territoriales que empiezan a incidir en el modo como se presenta actualmente la ocupación del territorio.
En este sentido, esta cartilla se constituye como un insumo para ilustrar la riqueza cultural de las comunidades que habitan el cañón del río Melcocho, es la síntesis de una indagación que pone en el centro de la conversación a aquellas personas que han construido el territorio para así reflexionar y entender con las palabras de sus mayores conocedores sus distintos modos de ser. Por esta razón, la herramienta esencial de esta narración construida a muchas voces es el diálogo con las portadoras y portadores de la memoria y de los saberes que conforman el patrimonio vivo del cañón del río Melcocho. Con ello, buscamos la superación de las intuiciones sobre sus conocimientos y modos de vida para revelar el sentido y la consistencia de esa serie de prácticas y saberes que son el reflejo de su historia y que dan forma a su identidad cultural.
Sobre el cañón del río Melcocho, habitualmente escuchamos que es un ecosistema natural marcado por su riqueza hídrica y una prominente biodiversidad de flora y fauna, pues en él se encuentran diferentes especies susceptibles de conservación y protección debido a los riesgos que enfrenta su sostenibilidad o dado su valor ecológico y científico.
Como en el pasado, apelamos a los testimonios que resaltan la importancia de lo que fue para evitar que el mundo que nos rodea se esfume en lo indistinto, para descifrar las condiciones de reconocimiento que encierra lo simple, lo cotidiano, aquello que con el tiempo se vuelve trascendente para hablar de las personas, de sus lugares, de lo que hacen, de lo que piensan y de lo que
Cuando hablamos del cañón del río Melcocho es común evocar imágenes de bellos paisajes, conformados por un extenso conjunto de montañas, senderos, árboles antiguos, caídas de agua, caminos de herradura y, por supuesto, el río, que ha tomado el lugar de símbolo representativo del lugar tanto para las comunidades como los 8
sienten porque sin ello no podríamos entender lo que son.
sustentados en el espíritu imperecedero y desinteresadamente solidario con la mirada puesta en el bienestar colectivo ya fuera para construir una escuela, ayudar a un vecino en un momento difícil o cuidar los caminos. La organización social es una práctica que el devenir y el continuo movimiento plural de la existencia han consolidado en el tiempo como una herencia viva para el fortalecimiento de la comunidad en general.
Por ello, nuestro interés recae en los actores que crean, portan y difunden las distintas expresiones de la cultura campesina en el cañón del río Melcocho, expresiones que son síntesis de un legado sostenido por generaciones que nos permite describir lo que pasa en el territorio carmelitano desde su diversidad geográfica y cultural. Para entender esta diversidad basta con reconocer las capacidades propias de los grupos humanos situados en un contexto determinado. En esta medida, Camino de la Vereda 2023, propone una conversación que indaga por el patrimonio cultural inmaterial de las veredas El Cocuyo, El Porvenir, El Retiro, El Roblal y La Cristalina, alrededor de un conjunto de prácticas, expresiones y saberes colectivos que encuentran posibilidades de existencia gracias a una serie de relaciones sociales, económicas y comunitarias determinadas por el estrecho vínculo material con el entorno habitado.
A través de las artes, particularmente en la música campesina, identificamos un modo de creación, expresión y apropiación de narrativas sobre el territorio, sus gentes, sus hitos, sus historias de vida, sus fiestas o formas de encuentro. En la música hallamos un referente identitario del ser campesino: es un modo de relatar y hacer memoria, es un medio de expresión estética de la experiencia de vivir en el cañón del Melcocho, es una muestra de la relación con el espacio y los símbolos que se construyen en él: la afirmación de la vida comunitaria, la tradición oral, el agua, la naturaleza en general, entre otros. Su importancia está determinada por los significados construidos a su alrededor, por representar una manera de nombrar los sucesos y las cosas de modo espontáneo y dejar para el presente y el futuro huellas del entendimiento y la interpretación sobre lugares y eventos determinados a cargo de las personas que los han vivido.
Llegamos al encuentro de los temas aquí desarrollados en la búsqueda de las formas particulares de representar la vida en comunidad y las interacciones que se tejen a su alrededor; en este sentido, indagamos sobre la organización social, la música, la medicina y la producción tradicional en tanto son manifestaciones significativas del territorio y como muestra del testimonio privilegiado del constante movimiento de la vida y la conformación de la identidad local.
Por otro lado, la identificación de saberes asociados con la medicina tradicional constituye un campo del patrimonio cultural inmaterial cuyos resultados son invaluables por ser un tema que enfatiza la dimensión colectiva de dichos saberes toda vez que forman parte de la memoria de los distintos grupos humanos y se continúan aprendiendo y transmitiendo de una generación a otra en un acto de conocimiento del entorno natural que ha permitido conservar y emplear distintas elementos para el cuidado de la salud. Al
Reconocemos en la organización comunitaria la centralidad en el proceso de gestión del territorio del cañón del río Melcocho. Una generación tras otra, han asumido como herencia de sus padres y abuelos una práctica de integración comunitaria para resolver sus necesidades básicas; este es el principio de su desarrollo y la manera de hacer del futuro soñado el presente posible, 9
tiempo, la medicina tradicional permite la comprensión de la integralidad del patrimonio (es decir, la interdependencia existente con otros tipos de patrimonio, por ejemplo, el natural), ya que es posible de manera condicionada al cuidado del medio ambiente, por lo tanto, históricamente ha sido una práctica que promueve la conciencia ambiental para garantizar su sostenibilidad.
sus saberes, el territorio, su memoria y el modo en que llegaron a ser el producto de una amplia herencia de experiencias que concretan la esencia misma de la cultura y de la vida campesina. Por lo anterior, esta es una exploración hacia el conocimiento de nuestras raíces para revitalizar el patrimonio, para hacer uso de él y consolidarlo como algo vivo al habitarlo.
Finalmente, una dimensión ineludible de la ocupación del campo es el uso y la vocación productiva del suelo ya que, en la mayoría de los casos, es el medio principal para derivar el sustento familiar ya sea a través de labores de recolección, cultivo o producción; y es que tanto teórica como empíricamente el ser campesino implica un vínculo directo con la tierra donde se materializan las formas de producción tradicionales o propias, algunas de las cuales se han constituido en referentes de determinados lugares. Con la apertura de este horizonte analítico, es de especial interés el abordaje de los oficios que encierra el proceso de producción de la panela en los trapiches artesanales, pues allí se emplean un conjunto de saberes muy específicos alrededor de una práctica productiva convertida en tradición e identidad de la comunidad, al tiempo que es un escenario ideal para destacar el papel de los oficios tradicionales que, en sí mismos, hacen parte del patrimonio inmaterial del cañón.
Sin las portadoras y portadores de este patrimonio no tendríamos como hablar de la cultura campesina carmelitana, por eso es necesario defender la importancia y el rol que desempeñan todos los habitantes del cañón del río Melcocho, en su configuración espacial y cultural. Cuidar el medio es cuidar la cultura y proteger la cultura es proteger a las mismas comunidades, por eso actuando alrededor del patrimonio transitamos los caminos que dan apertura al fortalecimiento de la cohesión social, la participación y la apropiación de sus valores comunitarios. Esta es pues una invitación a abrazar, conocer y salvaguardar no solo las expresiones de la cultura carmelitana que se reproducen en estas páginas, sino, de manera integral y general, de todas las manifestaciones del patrimonio cultural inmaterial y demás formas de representación y expresión de la cultura del municipio.
Estas manifestaciones son el testimonio privilegiado del constante movimiento de la vida cotidiana de cuantos han dado vida al territorio carmelitano, de su aprendizaje y del legado que ahora nos enseñan y que vale la pena conocer, valorar, pero, sobre todo, generarle condiciones para su salvaguardia y apropiación social. Estas iniciativas de inventario del patrimonio nos sirven para identificar y valorar la realidad, para comprender la red de relaciones entre las comunidades, 10
Paisaje cañón del Melcocho. Fotografía Fabián Rendón Morales
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El trabajo comunitario y la vida campesina en el cañón del río Melcocho: dignidad, patrimonio y autonomía
Por Valentina Franco Manchola
La cotidianidad de las campesinas y campesinos en las montañas del cañón del río Melcocho durante más de un siglo de habitarlo ha estado marcada por la capacidad organizativa de sus pobladores para resolver las necesidades básicas de la vida; prácticas autónomas del hacer que dan cuenta de un espíritu solidario con vocación de servicio y comunidad. Así lo narran las voces de quienes lo han habitado, hijos e hijas, nietos y nietas de los primeros colonos, generaciones herederas de unas prácticas de trabajo colaborativo que hoy por hoy se siguen encontrando y que resguardan en su memoria como algo lleno de significado, como relata Cruz Elisa Buitrago:
La consolidación de la organización comunitaria se dio por las necesidades propias de un territorio tan apartado de los centros urbanos, un actuar comunal con vocación de servicio que se expresa de diferentes maneras: quiénes abrían caminos, quiénes ayudaban a la construcción de la escuela, quiénes trabajaban en tiempos de cosecha, o las parteras, mujeres que trabajaron no solamente en el acompañamiento de la gestación y el nacimiento de los bebés si no también durante la enfermedad de quienes necesitaran de su conocimiento en el uso de las plantas medicinales de los bosques cercanos. Un sentido de pertenencia y organización arraigado hace parte de las generaciones de pobladores de este territorio que hoy, reconocido principalmente por la belleza de sus aguas y la abundancia de sus bosques, también debe ser reconocido por ser un referente de vida en comunidad.
Yo siempre, desde muy niña, admiraba mucho las historias que contaban los abuelos y es algo que me ha acompañado toda la vida, la historia de cuando se organizaron las pocas familias que estaban en El Porvenir en demanda de educación para sus hijos. Estas familias se organizaron, una donó el terreno, entre todas pagaron la profesora. Entonces yo creo que todas las características del territorio obligan a que te organices. Igual pasó para abrir los caminos, o para el tiempo de cosecha, o cuando había necesidad de sacar para el pueblo un enfermo o sacar un cadáver: se armaban convites para hacer la camilla, los fiambres, se involucraban todos, entonces lo que más recuerdo eran las historias de ese tejido social (C. E. Buitrago, Comunicación personal, 11 de noviembre de 2023).
Y es que allí donde las montañas están atravesadas por uno de los ríos más cristalinos de Colombia, hay amplia evidencia de historias de trabajo colectivo y solidario, pero también de resistencia y de defensa de un territorio rico en biodiversidad que ha representado constantes retos para las comunidades campesinas que lo habitan. Como señala Laura Cuadros (2019) estos, los territorios del Oriente lejano del departamento han estado “constantemente amenazados y puestos en tensión por las lógicas de reproducción del capital, principalmente a través de distintas dinámicas y estrategias de inserción del modelo de desarrollo capitalista en el Oriente Antioqueño” (p. 6). 12
El origen del poblamiento en el cañón del río Melcocho
Alrededor de esa defensa del territorio y las resistencias para protegerlo también hay evidencias de organización comunitaria en el cañón, sin embargo, hubo un tiempo en el que esta no era una preocupación, en ese tiempo anterior a la guerra, el entramado comunitario estaba enfocado en resolver las necesidades cotidianas: el alimento, la infraestructura, la educación, la salud y el ocio. Sobre esto, Cruz Elisa Buitrago, oriunda de la vereda El Porvenir señala:
Antes de continuar detallando las diferentes formas de organización social de las que hay evidencia en el cañón del Melcocho es necesario responder a las preguntas que quizás quién lee estas páginas se puede plantear. ¿Cómo y por qué llegaron hasta allí los primeros colonos? ¿Por dónde lo hicieron? Es importante detenerse en ese contexto, para entender por qué llegaron hasta estas montañas los ancestros de quienes hoy las siguen habitando, pero sobre todo para entender el origen de la cohesión social que permitió muchas formas organizativas que han sostenido la vida de varias generaciones campesinas del cañón del Melcocho.
La organización comunal siempre se ha desarrollado en torno a las necesidades que existen en el territorio. Hay sin embargo una brecha grande en cuanto a esa gestión antes de la guerra, cuando la organización comunitaria era para suplir necesidades muy básicas y la defensa del territorio no estaba presente en ese trabajo organizativo que había. Luego en el tiempo de guerra y ante el cambio climático se provocaron espacios para gestionar desde otras perspectivas (C. E. Buitrago, Comunicación personal, 11 de noviembre de 2023).
Los primeros pobladores llegaron al cañón en las primeras décadas del siglo XX para aprovechar la madera del árbol “Melcocho” (Minquartia guianensis) y otras especies de madera fina que fueron usadas para la construcción del Ferrocarril de Antioquia; sin embargo, sobre la historia del proceso de colonización del cañón “no existe una bibliografía disponible, así que la información es una reconstrucción basada en los testimonios y entrevistas realizadas con pobladores y líderes habitantes de los cañones” (Cornare, 2016, p. 169).
Camino antiguo. Fotografía Yeison Castro Trujillo
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Cruz Elisa Buitrago, sobre el origen del poblamiento del cañón, señala que:
de existencia y agenciamiento que luchan por la dignidad y la autonomía (Cuadros, 2019, p. 23).
La llegada de los primeros colonos a la zona, se dio por el sector de Río Verde Los Henaos y Río Verde Los Montes (Sonsón) alrededor de 1919 y una década después, al subir “La Cuchilla” estos colonos se encontraron con que las montañas a las que habían dado la espalda eran también generosas en los árboles que buscaban; así pues, dos o tres familias se asentaron en lo que hoy se conoce como la vereda El Porvenir alrededor de 1932. Con el tiempo esas familias crecieron y llevaron a otras familias cercanas (C. E. Buitrago, Comunicación personal, 11 de noviembre de 2023).
La violencia de los cincuenta, los megaproyectos de infraestructura asociada a la generación de energía en las décadas sesenta y setenta, el movimiento cívico regional de los ochenta y la guerra en la década de los noventa fueron sucesos que marcaron la subregión en la que se encuentra inmersa el cañón del río Melcocho (García, 2007); si bien este texto no ahondará en el detalle de estos sucesos, se considera importante nombrarlos en tanto trazan una linealidad histórica que sucedía en simultáneo a la consolidación de una comunidad campesina en las montañas del cañón del río Melcocho y en consecuencia fueron determinantes en el devenir del entramado comunitario que los ha definido durante casi un siglo.
Lo anterior nos lleva a suponer que el poblamiento del cañón en sus orígenes se basó en núcleos que, unidos por vínculos de consanguinidad se fueron entrelazando, lo que puede servir para entender el profundo sentido de trabajo colaborativo y solidario sobre el que se cimentó el devenir de estos pobladores como comunidad.
Formas de organización en el cañón del río Melcocho: patrimonio inmaterial de un territorio
Sin embargo, el entramado de capacidades comunitarias para sostener ejercicios solidarios de colaboración en comunidad va mucho más allá de este origen familiar y es que si bien hoy hay unos apellidos predominantes que dan cuenta de unos lazos familiares entre pobladores (Martínez, Ciro, Orozco, Bonilla, Valencia, Estrada), entender las dinámicas organizativas tiene que ver con tener perspectiva frente a circunstancias históricas; adicionalmente, vale la pena señalar que:
Las apuestas e iniciativas de los campesinos y campesinas del cañón del río Melcocho se enmarcan principalmente en las siguientes formas de organización, las cuáles se han desarrollado como estrategias para defender sus modos y sus espacios de vida en un contexto que los ha obligado a enfrentar condiciones difíciles e incluso la guerra; dicha organización se convierte así en un modo de producción de un orden simbólico propio.
No conviene idealizar al campesinado por el simple hecho de su condición, sino que es importante comprender, a partir de sus condiciones situadas en tiempo y espacio, los procesos bajo los que se encuentran inmersos, y rescatar desde su hacer cotidiano formas
Las mingas o convites son encuentros de trabajo comunitario cuyo principal valor radica en la reciprocidad que comparten los miembros de una comunidad con un objetivo común. El intercambio de
La minga o los convites
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esfuerzos realizados para dicho objetivo en el que se encuentran familias y vecinos al momento de ejecutar una tarea compartida permite redimensionar el valor habitual que desde una perspectiva capitalista damos al trabajo, en tanto este no se realiza por un valor de cambio si no por el bienestar comunitario, bienestar que ratifica “los vínculos, los lazos y compromisos; trabajos comunitarios o actividades colectivas que permiten agenciar y gestionar la recuperación y reproducción de la existencia campesina” (Cuadros, 2019, p. 81).
de la cancha trabajamos mujeres, niños, todos. La arena la sacamos del río, las mismas mulitas de la vereda fueron las que se usaron para mover todo el material. Nos repartimos jornadas de siete y ocho personas cada día semanalmente y la hicimos en diez convites. El total del proyecto tuvo un costo de 33 millones de pesos de los cuáles 25 millones fueron aportes de la comunidad con mano de obra, alimentación y demás esfuerzos. Al convite aportamos todos, desde un niño hasta un adulto y el que no pueda aporta el dinero, se consigue un colaborador y ya, vamos todos unidos. Los niños, por ejemplo, se encargan de recoger escombros, de estar pendientes del agua, de llevarnos las bebidas y las mujeres hacen lo mismo que los señores, “volear pala”, pero además se encargan de la comida (E. Blandón, Comunicación personal, 30 de octubre de 2023).
El convite es en el presente de las comunidades del cañón una de las formas de organización social vigentes, pues se practica cotidianamente para resolver retos particulares de infraestructura tales como mejoramientos de vivienda o construcción de equipamientos y también para el mantenimiento de los caminos, entre otras necesidades que puedan surgir. Un convite reciente, sucedido en 2023 alrededor de la construcción de la cancha de la vereda El Roblal, permite documentar cómo hoy las comunidades del cañón se siguen encontrando para sacar adelante iniciativas de interés colectivo. Sobre esto Edisson Blandón habitante de la vereda El Roblal cuenta que:
Este relato resulta ilustrativo sobre la dinámica de los convites, pues da cuenta de cómo el esfuerzo colectivo allí compartido no consiste estrictamente en el trabajo de la mano de obra, sino también, por ejemplo, en la capacidad de gestionar ante instituciones gubernamentales los recursos necesarios, o en la distribución de las funciones de acuerdo a lo que cada persona de la comunidad puede aportar bien sea en recurso económico, trabajo físico, preparación de la alimentación, entre otros compromisos.
Una vez nos reunimos en la escuela y viendo que los niños se caían o se aporreaban tomamos la decisión de hacer la cancha nosotros mismos pues fueron años de incumplimiento por parte del Estado. Teníamos oficiales empíricos, pero con experiencia, teníamos el material y la capacidad de gestión con la alcaldía, entonces solicitamos 100 bultos de cemento que nos llegaron a El Retiro y ya con eso nosotros empezamos la obra a partir de puros convites. En la construcción
Resulta llamativo que, sobre la capacidad de trabajo de las generaciones actuales, Edisson Blandón reconozca que, en relación con las generaciones de sus padres y abuelos su capacidad de trabajo ha disminuido, algo que contrasta con un evidente espíritu del encuentro para el trabajo colectivo que sigue presente hoy: 15
En esta vereda está la cultura del convite o mingas que llamamos, aunque nos pasó que trabajando en esa cancha nos reíamos porque llegábamos a la conclusión de que si la hubieran construido nuestros padres la hubiesen hecho más pronto porque ellos eran rápidos, entonces nos preguntamos, ¿cómo irá a ser la próxima generación, la de nuestros hijos? Porque si a nosotros nos cuesta, ¿qué irá a suceder con las generaciones de los que hoy son niños? Un señor de los mayores nos gozaba porque nos decía “¡no mijitos, ustedes se van a morir de viejos haciendo esa cancha!” Porque la verdad es que sí, ¡nos tomó mucho tiempo! (E. Blandón, Comunicación personal, 30 de octubre de 2023).
identificar las necesidades compartidas entre ellas, sabiendo reconocer, más allá de los límites territoriales, que las necesidades comunes se resuelven mejor convocando esfuerzos de trabajo colectivo, sobre esto, Edisson cierra su relato contando que: Aquí en El Roblal a punta de convites mantenemos lo que es el camino, el sendero por el río, el sendero de Puente Amarillo, e incluso el mismo Puente Amarillo cuando hace un año hubo que reformarlo porque estaba deteriorado y era un peligro para los visitantes y le hicimos una base para que el puente no se fuera al río. Cuando se trata de convites para hacerle mantenimiento al camino ahí nos juntamos con personas de las otras veredas: La Cristalina, Santa Rita, El Porvenir, El Cocuyo, todos unidos, pero por sectores (E. Blandón, Comunicación personal, 30 de octubre de 2023).
Puede intuirse a partir de este relato que las diferentes veredas y familias del cañón se han mantenido hermanadas gracias a la capacidad que han tenido para Convite. Fotografía Valentina Franco Manchola
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La práctica de los convites y las mingas persistente hasta nuestros días devela con claridad cómo “las comunidades campesinas han encontrado o recuperado maneras y espacios donde les es posible actuar de manera relativamente autónoma a partir de sus modos de vida” (Cuadros, 2019, p. 92). El testimonio de Edisson, deja en evidencia, sin embargo, que la práctica actual de estas formas de organización no las libra de ser frágiles ante el cambio en los modos de vida actuales, un motivo más para exaltarlas y reconocerlas en su importancia cultural como patrimonio de este territorio.
Hay que reconocer que ya la población es muy poquita, por ejemplo ya estamos hablando que en El Porvenir somos 80 personas más o menos; lo rico de todo es que aunque la población es menos, las cosas que hacemos son las mismas, nada se ha dejado de hacer porque las personas se han ido, aquí siempre está esa organización comunitaria donde los caminos permanecen muy bien arreglados porque la gente hace los convites, si hay que hacer una obra la gente así sea poquita se enfrenta a todo eso que hay que hacer, entonces es algo muy positivo y lo que ha logrado que nosotros aún tengamos esa organización (Radialistas por la paz, 2015).
Es necesario sin embargo un llamado a la esperanza frente a que estas son prácticas tan arraigadas que incluso se han sostenido a pesar de las vivencias más difíciles, las del despojo y desplazamiento, pues el saber heredado de las generaciones que les precedieron frente al trabajo organizado y comunitario persiste hasta estos días y de hecho fue fundamental para retornar a las montañas tras el desplazamiento por la guerra, pues:
La mano cambiada (o mano prestada) En la historia de la economía solidaria la mano cambiada se encuentra como una práctica asociativa ancestral, muy común entre indígenas y campesinado en diferentes regiones del país. Quienes han habitado el cañón del Melcocho pueden dar cuenta de esta práctica que consiste en otra modalidad de intercambio de trabajo en la que la reciprocidad también es el valor que la sustenta.
Sin la activación de la memoria de las mingas y los convites no hubiera sido posible la recuperación de sus modos de vida, pues fueron estas formas de trabajo comunitario las que posibilitaron la apertura de los caminos y reconstrucción de las casas y escuelas que encontraron “enmontadas” (Cuadros, 2019, p. 81).
La práctica de la mano cambiada consiste en un “trueque de oficio”, es decir el trueque de trabajo de un grupo o de un miembro de la comunidad en la tierra o en la casa de uno de ellos, que luego se retribuirá con trabajo en la tierra o en la casa del otro, de acuerdo con sus capacidades.
La vida campesina de quiénes hoy habitan el cañón se vio interrumpida por el desplazamiento provocado por la guerra a finales de los noventa y comienzos del año 2000; es importante mencionar esto porque los desplazamientos y el posterior retorno de quienes decidieron retomar la vida campesina en las montañas, no significó la pérdida de las prácticas que hacen parte de su origen como comunidades y que hasta la fecha siguen haciendo parte de su cotidianidad:
Dentro de los habitantes del cañón esta práctica es reconocida como una manera de apoyarse mutuamente para el devenir de la cotidianidad sobre todo en tiempos de altos niveles de trabajo bien sea por las cosechas, o en tiempos más recientes por la llegada de turistas; 17
Las Juntas de Acción Comunal
utilizada habitualmente en entornos de intercambio más cercanos y familiares, en la actualidad, es menos común que en el pasado, sin embargo, algunas personas dan cuenta de hacer uso de ella. Yoly Orozco de la vereda El Porvenir cuenta a modo de ejemplo de esta práctica:
Para entender la importancia de las Juntas de Acción Comunal y su peso dentro del desarrollo de sus comunidades es importante resaltar el origen campesino de estas en el país, al respecto, el siguiente apartado lo explica:
Yo por ejemplo pinté la fachada de la casa de Ledis a cambio del trabajo que ella nos brindó en la nuestra durante semanas en las que por algún motivo tuve que salir del cañón y necesitamos de su apoyo en las labores domésticas de la mía; también, hicimos el mismo intercambio con Mary, en donde a cambio de su trabajo doméstico en mi casa intercambié la instalación de un mosaico en la fachada de la suya (Y. Orozco, Comunicación personal, 7 de noviembre de 2023).
En 1958 a través del trabajo realizado por el sociólogo Orlando Fals Borda, un grupo de campesinos de la vereda Saucio, en Chocontá, Cundinamarca, se organizó para construir colectivamente la escuela de la vereda. La comunidad denominó esta experiencia “Junta de Vecinos de Saucio”, que se considera la primera organización comunal en la historia del país (Alcaldía de Bogotá, s.f.). De alguna manera su nacimiento se explica por la visibilización de la incapacidad del régimen político para dar respuesta a las necesidades de desarrollo comunitario de un país principalmente rural en aquel entonces, al tiempo que permite reconocer la capacidad organizativa de las comunidades campesinas alrededor de la resolución de sus necesidades más importantes, pues este ejercicio instituyó la cooperación como la base para el desarrollo comunitario (Fals, 1961).
El valor patrimonial de esta práctica radica entonces en cómo comunidades campesinas han implementado formas de agenciamiento que les han dado autonomía y capacidad productiva sin regirse por el pago de dinero y haciéndolo desde el reconocimiento de las capacidades del otro o de la otra en busca de un beneficio común.
Paisaje cañón del Melcocho. Fotografía Yeison Castro Trujillo
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Como resultado de esta experiencia, el gobierno colombiano institucionalizó la Acción Comunal, mediante la Ley 19 de 1958, cuyo artículo 22 contempla que:
posibilidades de interacción con otras comunidades campesinas organizadas alrededor de la misma figura” (C. E. Buitrago, Comunicación personal, 11 de noviembre de 2023). Sobre esto último ella misma señala que:
Los Concejos Municipales, las Asambleas Departamentales y el Gobierno Nacional podrán encomendar a las Juntas de Acción Comunal integradas por vecinos de cada distrito y que se organicen de acuerdo con las normas que expidan los respectivos concejos, y a otras entidades locales, funciones de control y vigilancia de determinados servicios públicos, o dar a esas juntas cierta intervención en el manejo de los mismos (Alcaldía de Bogotá, s.f.).
La consolidación de las Juntas expandió el horizonte de encuentro con campesinos de otros territorios pues desde estas fue posible acercarnos a las Asocomunales1, espacios en los que nos encontrábamos con las Juntas de Acción Comunal de otras veredas y desde ahí entender que lo que nos pasaba a nosotros también les pasaba a otros; además de la posibilidad de gestionar proyectos a nivel municipal y departamental (C. E. Buitrago, Comunicación personal, 11 de noviembre de 2023).
Al igual que en otros territorios rurales del país en aquel entonces, la necesidad de los pobladores del cañón del río Melcocho por ejercer capacidad organizativa para sacar adelante iniciativas que les permitiera resolver con autonomía sus necesidades ante el Estado, fue la motivación principal para comenzar este ejercicio formal de trabajo comunitario, en consecuencia, las Juntas de Acción Comunal de las veredas del cañón del río Melcocho desde sus orígenes fueron tan importantes para sus comunidades como lo fueron para otras comunidades rurales y campesinas del país, pues desde su nacimiento con la primera de ellas en la década de 1970 en la vereda El Porvenir hasta nuestros días, estas corresponden a la principal figura organizativa de este territorio.
El surgimiento de las Juntas significó entonces un paso importante en el fortalecimiento de los ejercicios organizativos y comunitarios, pues dieron lugar a la gestión de iniciativas ante el Estado y a la formalización de esa figura comunitaria; vale señalar que dicha formalización no significó el que las comunidades asumieran un rol de Estado y que estas si bien: No se han quedado quietas frente a la inoperancia del Estado en materia de reparación y derechos fundamentales, sí lo reconocen como el actor que tiene deberes sobre asuntos importantes para su existencia como lo son la construcción de los caminos, el mejoramiento de las escuelas y puestos de salud, entre otros. En
Las Juntas, en el caso particular del cañón, dieron un espacio de formalidad al ejercicio ya organizado del trabajo comunitario que desde décadas atrás se había gestado para hacer posible la vida en este territorio; su surgimiento marca un hito, según cuenta Cruz Elisa Buitrago, pues en estas “comienzan a organizarse comités temáticos: deporte, salud, educación, que enfocaron aún más los esfuerzos colectivos y abrieron otras
1 Las Asocomunales se forman a partir 1973 como un espacio de interrelacionamiento de las Juntas para poder incidir en el ámbito municipal. Tras la conformación de estas se crean las Federaciones Departamentales y Municipales de Acción Comunal, generándose un espacio representativo para la interlocución con los gobiernos departamentales y ciudades capitales (Organizaciones de Acción Comunal, s.f.).
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El Centro de Atención, de Información y Cultura Ambiental -CAICA- como hito organizativo de las comunidades del cañón del río Melcocho
ese sentido, la autonomía no puede entenderse aislada a las formas de relacionamiento con el Estado, sino más bien, como una reivindicación política que busca descentralizar las maneras de operar de las instituciones estatales (Cuadros, 2019, p. 93).
Desde el año 2020, y a raíz de la pandemia de COVID-19, las comunidades de las veredas del cañón del río Melcocho se encontraron en el interés de generar una iniciativa que les permitiese desarrollar un ejercicio organizado alrededor del creciente turismo que hacía unos años comenzó a llegar a las montañas de este territorio en búsqueda de sus aguas cristalinas, su aire limpio y la belleza de sus bosques.
Para Edisson Blandón, integrante de la Junta de Acción Comunal de la vereda El Roblal: Hoy las Juntas de Acción Comunal del cañón se encuentran en crisis, su principal carencia radica en que jurídicamente no se encuentran al día, es decir no se encuentran formalizadas de manera que puedan ejecutar contratos o presentarse a convocatorias públicas (E. Blandón, Comunicación personal, 30 de octubre de 2023).
Como quedó en evidencia anteriormente, las prácticas organizativas que allí han tenido lugar no han encontrado en los límites territoriales un obstáculo para convocarse en propósitos comunes, este caso lejos de ser la excepción vuelve a reunir a las diferentes veredas en un propósito: encontrarse en una visión compartida de territorio y en la proyección del mismo.
Esto sucede aun cuando en la práctica siguen siendo espacios de encuentro y de gestión de iniciativas comunitarias; valdría la pena convocar iniciativas actuales que puedan ayudar a fortalecer sus capacidades de autogestión, proponiendo a las nuevas generaciones de líderes espacios formativos que les permitan adquirir herramientas para preservar estos espacios de larga trayectoria que merecen ser cuidados y conservados.
Escuela en el cañón del Melcocho. Archivo Instituto de Cultura El Carmen de Viboral
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El entramado comunitario como patrimonio inmaterial del cañón del río Melcocho
El CAICA, hoy se materializa como un punto de control de ingreso al cañón, sin embargo, como su nombre lo indica tiene una intención profunda en su alcance, intención que busca ir más allá de ser un punto de parada obligatoria para concientizar a los turistas respecto al lugar al que se dirigen y ser también un espacio de gestión de iniciativas que permitan enriquecer y fortalecer las capacidades de los pobladores de sus montañas y su rol como protagonistas y custodios de la riqueza natural y cultural que allí se encuentra; en últimas, ser una iniciativa que amplíe su horizonte de posibilidades como campesinado organizado alrededor de una visión compartida respecto a las dinámicas que allí tienen lugar.
La defensa de la vida y los bienes comunes han sido determinantes para procurar “la permanencia, la autonomía, la recuperación y reproducción de los modos de vida campesinos” (Cuadros, 2019, p. 6) y esto se ha manifestado a través de las diferentes formas de encontrarse en el trabajo compartido, muchas sin estar mediadas o condicionadas por el dinero y siempre teniendo en el centro la búsqueda por el bienestar colectivo y la permanencia en un territorio. Reconocer estas prácticas como patrimonio inmaterial permite ampliar la visión que en años recientes se ha establecido frente al cañón del río Melcocho como un lugar atravesado por un río de sublime belleza, y enriquecer la visión de este como hábitat de unas comunidades que durante un siglo han sabido convivir con sus bosques, hacer uso de sus plantas, heredar los oficios y sus prácticas comunitarias por generaciones, sobreponerse a la adversidad de la guerra y el despojo.
Tras la declaratoria del territorio que comprende el cañón del río Melcocho como Reserva Forestal Protectora Regional en el año 2015 por parte de Cornare, el reconocimiento de este como un territorio rico en biodiversidad pone el foco en la importancia de proteger sus bosques, sus aguas y su entramado comunitario, y de esta manera brinda un marco desde el cual proyectar esa visión común sobre cuál debe ser su horizonte. Aunque desde entonces han sido diferentes las iniciativas institucionales que han llegado allí para documentarlo y reforzar con evidencia esa riqueza y su importancia ecosistémica, hoy la voluntad comunitaria de conformar un espacio como el CAICA, requiere de un fortalecimiento estratégico que le permita consolidar con éxito esta iniciativa, pues si bien desde una perspectiva histórica los ejercicios organizativos del cañón dejan ver una capacidad arraigada de autogestión (siendo el CAICA una manifestación más de ello) por otra parte, esto no va en contravía de que hoy sea urgente e importante contar con apoyos institucionales sólidos y sostenidos que les permitan seguir fortaleciéndose en su propósito.
El recorrido ofrecido por este texto a través de las diferentes formas de organización que las comunidades del cañón del río Melcocho han encontrado para procurarse una vida digna y autónoma es una exaltación a la capacidad organizativa del campesinado de este territorio; también una exploración para entender cómo esa capacidad de encuentro en la visión común sobre sí mismos (que les ha permitido sostener durante un siglo la vida en las montañas), hoy puede seguir siendo el sustento de la vida en comunidad para las nuevas generaciones campesinas y una oportunidad para definir la planificación de su territorio.
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Alambique artesanal. Archivo Instituto de Cultura El Carmen de Viboral
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La tradición musical campesina del cañón del río Melcocho: un patrimonio vivo en el territorio Por Yoly Bileny Orozco Orozco
Introducción ¿A qué suena el Melcocho?
sonidos de guerra, de injusticia y de violencias, sonidos de despojos, de desplazamiento, de rezos y del llanto por lo que simplemente no se podía resolver.
El Melcocho es un constante arrullo de sonidos. Suena el río bravío o en calma, suenan las quebradas, los pájaros, suena el viento y así mismo la danza de los árboles, suenan los pasos de mulas, hombres y mujeres por el camino de herradura en una algarabía de historias, risas e insultos que se han vuelto tradición, suena la noche con su auténtico sin fin de bichos y sapos, suena la lluvia en los techos de zinc, suena el trueno con agudos acentos que resuenan en el cañón, se oye en las casas campesinas el canto de los gallos en la madrugada y los terneros con sus bramidos llaman las vacas al corral.
En este ir y venir de lenguajes sonoros transcurre la vida y con ella las vivencias, aprendizajes y anécdotas que luego algunos habitantes transforman en canción. La música ha permanecido durante varias generaciones y aún hoy sigue viva para narrar distintos aspectos de territorio desde la mirada propia de músicos y compositores que lo habitan.
Música y memoria: las tradiciones campesinas del cañón del río Melcocho El presente texto, describe algunas características centrales de las músicas campesinas propias del cañón del río Melcocho, explorando diversas líneas temáticas recurrentes de las composiciones, a partir de las cuales se ha narrado la memoria histórica del territorio, por medio de las canciones compuestas e interpretadas durante diferentes generaciones de personas que aprendieron el oficio de la música por lo general de manera empírica.
Empieza el día con sonidos estrepitosos combinados con silbidos y cantos indicando que la familia campesina ha retomado las tareas habituales: juntar el fogón de leña, pilar el maíz (que dará como resultado un apetitoso claro y mazamorra fresca), suena la máquina de moler el maíz, apurando el ritmo porque están a punto de perderse las brasas para asar las arepas, resuena el hacha rajando la leña, suena el machete deshierbando el pastizal, un martillo suena con tonos pausados herrando la mula que pronto será enjalmada… A esto y otras cosas suena un despertar en una casita del Melcocho.
Para dar cuenta de ello, se propone una clasificación muy generalizada, a partir de la selección de algunas composiciones musicales de las líneas temáticas reiterativas que abordan las composiciones de la música melcocheña. En este sentido, se retoman como aspectos centrales a resaltar: la situación sociopolítica del territorio, los saberes ancestrales, las descripciones del paisaje y la vida cotidiana del campesino.
Estas sinfonías pertenecen a la memoria de aquel que visita o habita las montañas del cañón, puede decirse que tiene un sello identitario con lenguajes simples conjugados entre naturaleza y gente. Es preciso recordar que en el pasado sonaron metrallas y bombardeos, 23
Posteriormente, se comparte una retrospectiva frente a las generaciones de músicos del cañón, describiendo de manera muy resumida su aporte a la tradición propia, por medio de una serie de narraciones de algunos personajes que, siendo intérpretes y compositores, surgen como figuras representativas de diferentes generaciones de esta comunidad. Específicamente, se compartirá parte de las historias de: Luz Amanda Martínez, Uriel Valencia, Lucélida Martínez, Juan Gabriel Martínez y Daniela Ciro como representantes de la cultura e identidad de las personas oriundas del cañón del río Melcocho.
Para hablar de tradiciones campesinas es importante tener un contexto, aunque sea muy general, sobre el origen y en parte, el sentido de identidad que cada comunidad le imprime, de acuerdo a sus características territoriales y sociohistóricas. Para el caso del cañón del río Melcocho, Alejandro Trujillo (2018), plantea que la tradición musical del cañón: Se ha desarrollado a partir de una influencia de otras músicas que se han instalado en la memoria musical de la comunidad a través de canciones […] las temáticas más recurrentes de estas músicas son el despecho, el amor y los asuntos de la vida cotidiana. Todas estas canciones responden a la música escuchada en la radio o las vitrolas, sin embargo, son pocas las canciones que ellos recuerdan que sean de los compositores de su territorio, lo que refleja en cierta medida una necesidad de reconocer y valorar las expresiones propias (pp. 146-147).
Identidad: la música como instrumento para narrar los territorios La música es un tejido cuyos hilos tienen una raíz familiar que favorece los vínculos y relaciones. Así, un músico para la familia representa la alegría en las fiestas y celebraciones (Trujillo, 2018, p. 235).
Paisaje cañón del Melcocho. Fotografía Yeison Castro Trujillo
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De acuerdo con el autor los tipos de sonoridades de la música melcocheña, dan cuenta de las características propias de las múltiples y específicas dinámicas que se van llevando a cabo en el territorio, desde la llegada de los primeros pobladores, hasta la actualidad, de acuerdo a las experiencias y los sentidos de lugar propios de las personas que vienen habitado el cañón en diferentes épocas, en este sentido:
Pensando la música como oficio, pasatiempo, o un tipo de labor especial, dentro de las dinámicas comunitarias, es decir, la vida cotidiana de los habitantes del Melcocho, el ser músico, es percibido como un oficio que se transmite, generacionalmente, por parte de algunas de las familias tradicionales del territorio, a partir de la observación y la práctica. Frente a este tema, Trujillo plantea que: Es importante considerar que las formas de transmisión de estas prácticas son definidas en cierta medida por aquellas condiciones ambientales, educativas y culturales del territorio. En el caso de las comunidades rurales del cañón del río Melcocho, dichas prácticas son el resultado de unas dinámicas sociales y familiares particulares en el que la música se crea en un contexto de oralidad y transmisión del saber por medio de la imitación (p. 234).
Estas músicas campesinas son el reflejo vivo de múltiples mezclas que como pueblos hemos tenido, no solo los instrumentos y los ritmos reflejan esos amasijos culturales, también las tradiciones, los gestos y celebraciones irradian esta urdimbre multicultural. Por eso hablar de música campesina del cañón del río Melcocho si bien nos remite a un territorio en particular, también tiene lazos culturales con otros lugares del mundo (pp. 238239).
Fonda vereda El Porvenir. Fotografía Yeison Castro Trujillo
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La música, en el caso de la compuesta e interpretada por los habitantes del cañón del río Melcocho, representa una narrativa, que retrata aspectos propios de la vida cotidiana de la comunidad, a partir de temas que cuentan las historias comunes, con las que se identifican sus habitantes. De esta manera las músicas campesinas, incluyendo las propias del Melcocho, se configuran como uno de los patrimonios culturales vivos, que narran las diversas veredas de El Carmen de Viboral, motivo principal por el que se hace necesario resguardar los saberes y difundir las obras de las personas que continúan ejerciendo el oficio de la música, en este sentido:
(letras) de personajes del cañón del río Melcocho que nos llevarán a un viaje por los sucesos, sensaciones y experiencias que dan cuenta de la riqueza patrimonial que tiene este territorio, pero además de las resistencias y las luchas que implica permanecer habitando las orillas del río y la montaña del cañón. Las descripciones de cada personaje nos permitirán adentrarnos a las características propias de los habitantes del cañón, que a través de las prácticas y costumbres han adoptado unas formas propias en su lenguaje, sus cuerpos y en la relación cultural y social; las descripciones sirven para revelar porque hay unos elementos del contexto y lo cotidiano que los compositores siguen evocando a la hora de escribir sus canciones.
Las músicas campesinas del cañón del río Melcocho [...] constituyen un sustrato de la expresión y memoria de las tradiciones y cosmovisiones de la zona, aportando a la construcción de identidades de las comunidades rurales e incluso urbanas. Son el reflejo del contexto geográfico y evidencian en su estructura, diversos fenómenos políticos y sociales que acontecen en la ruralidad del departamento de Antioquia (p. 233).
Las matronas del Melcocho con Luz Amanda Martínez Luz Amanda vive en la vereda La Cristalina y aunque no sabe el lugar exacto donde nació si está claro que pertenece a una de las primeras familias que poblaron el cañón, estas personas se han caracterizado por ser muy extrovertidas y unidas. Según relata, “yo nací aquí mismo en esta vereda La Cristalina, aunque creo que fue en Agua Bonita, porque cuando yo fui creciendo y a darme cuenta de la vida estaba allá” (Asociación Ecológica Madremonte, Fundación Benedikta, 2022).
De acuerdo con lo anterior y dimensionando la importancia que tiene para la cultura propia del municipio salvaguardar el patrimonio sonoro de las músicas campesinas, este trabajo pretende aportar a la documentación de la memoria local sobre las músicas campesinas en diversas generaciones, desde unas descripciones generales de las líneas temáticas que en ellas se abordan y que se presentan a continuación.
Amanda como las demás mujeres adultas del Melcocho está fielmente ligada a la cocina y el fogón de leña, ella es como esas mujeres para las cuales constituye un lugar sagrado por lo tanto siempre hay alimento abundante y fresco, no dejan apagar la llama, el rostro es el reflejo de lo que ha significado lidiar con el humo por siempre… Algunas arrugas marcadas en la nariz y la frente son la evidencia de esta tarea, sus cuerpos son anchos como sinónimo de
Un recorrido por algunos personajes de la tradición musical melcocheña En este apartado, el texto trae una pócima de composiciones musicales 26
cobijo y protección están al cuidado del otro y ellas nunca están como prioridad, quieren tener el control de todo incluso de las tareas del exterior, cuidar animales, sembrar y administrar, sufren de las rodillas consecuencia de caminar y lavar ropa en las quebradas, tienen pieles hermosas y miradas tranquilas.
de lo que le gustaría hacer se llena de ilusión de poder algún día grabar una canción. Cuando se le da la oportunidad de hacer alguna presentación lo hace con interés y compromiso. Mientras sostiene en las manos un cuaderno en el que se lee en un índice más de treinta canciones escritas por ella misma, Luz Amanda recuerda sus inicios de compositora: “fue con el último de mis hijos que me dio por ponerme a escribir canciones, sin saber que hacer ahí en la cama acostada, entonces me puse a inventar canciones y así fue” (Asociación Ecológica Madremonte, Fundación Benedikta, 2022).
Este tipo de mujeres evocan con frecuencia la memoria y sus palabras están cargadas de recuerdos y sabidurías, saben de las plantas y sus múltiples beneficios. son católicas, pacientes y abnegadas: Cuando hay picadura de culebra cogen eso y lo machacan y le ponen sobre la picadura un emplasto […] usted la reconoce porque la pellizca y es olorosa. Es un bejuco con hojas lenguetuditas y angostas que nacen en las partes humedonas, en las orillas de los rastrojos (Asociación Ecológica Madremonte, Fundación Benedikta, 2022).
Del amplio repertorio de Luz Amanda, a continuación, se muestra una canción inspirada en las frutas, como una simbología del arraigo que existe entre los mayores del cañón y las plantas. Es importante enaltecer la sensibilidad de la compositora para dejarse sorprender por lo cotidiano y dar voz al paisaje documentando en un lenguaje propio y cercano diversos elementos que hacen parte de un lugar marcado por la biodiversidad.
Luz Amanda Martínez no tuvo la suerte de aprender a tocar la guitarra. Ella viene de una época de menos oportunidades, pero siempre ha tenido interés por la música. Sumida en sus obligaciones y quehaceres diarios ella se inspira en diversos temas para seguir ampliando la lista de canciones y cuando se le pregunta
Paisaje cañón del Melcocho. Fotografía Carlos Pineda Núñez
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Por la orilla del río Andando en la orilla del río Divisando el panorama Miraba a todos lados Miraba todas las ramas
Le cogí todas las frutas Y las puse a cocinar Luego uno las amaja y de ahí Sale este gran pan
Cuando de pronto encontré Un gran palo de zapote Y me puse a reparar Tenía uno todo grandote
Y luego más adelante Como para ganar la fama Allí vi un grandote palo Todito lleno guamas
Coro Me lo logré, me lo logré muchachos me lo logré
Y ya cansada de andar Me salí para el camino Y allí vi un grandote árbol Llenito de mandarinas
Y luego más adelante Encontré un ramo de corozo Si no saben a qué sabe Esto en dulce es muy sabroso
Y ya para terminar Me salí para la orilla Allí vi una hermosa piña Y allí le volie peinilla
Y luego más adelante Rondaba sin mucho afán Cuando de pronto encontré Este árbol es el del buen pan
Letra: Luz Amanda Martínez Valencia
Paisaje cañón del Melcocho. Fotografía Fabián Rendón Morales
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Los cantos del hombre arriero con Uriel Valencia
alrededor, como el baile y compartir una cerveza o la tapetusa aflora otras formas humanas en las relaciones y es así como de manera conjunta la vida se transforma en fiesta.
Uriel es un habitante de la vereda El Cocuyo, como la mayoría de los hombres van de sombrero, botas y poncho. Puede decirse que ha recorrido todos los caminos de esta región y que puede dar respuesta a las preguntas que le hagan acerca de los distintos temas que implican vivir allí. Es importante reconocer que los caminos no se definen únicamente por las líneas que se muestran en un mapa, más bien son el conjunto de interpretaciones que pueda hacerse del mismo y es aquí donde resulta importante conectar con los personajes que siempre han habitado estos territorios para comprender la grandeza natural y cultural que tiene esta región.
Los hombres del cañón están en constante silencio ya que salir a cultivar y arrear sus mulas es un trabajo que se hace en la mayoría de los casos de forma individual, suelen compartir con el perro o los caballos, el bosque y sus cultivos, es así como Uriel encontró una manera creativa de expresarse por medio de escribir canciones, pero también lo han motivado otros músicos de la vereda de los que se acompañan en las parrandas y reuniones. Dice Uriel que cuando se desplazó se encontró con otros amigos y aprendió de la guitarra: “ahora me ocupo de trabajar, pero mi mente está ocupada haciendo canciones, las estudio en la mente y después las canto. Todas las noches en mi casa toco la guitarra” (U. Valencia, Comunicación personal, 10 de noviembre de 2023).
Uriel lleva el legado de su padre por esta razón sigue sembrando y cuidando sus animales domésticos, también se dedica al oficio de la arriería. Vive solo. Esta es una característica común de algunos hombres del cañón porque luego del desplazamiento muchos de ellos regresaron y dejaron su familia en otros lugares de Colombia: “yo siembro yuca, plátano, maíz, frijol y café, yo estoy en lo mío haciendo lo que mi papá me enseño”, y complementa diciendo que: “la mujer no me quiso seguir, pero yo me vine a mi tierra donde está la gente que me quiere y me estima”. Es un hombre muy trabajador, sociable y colaborador y con todas las habilidades que implica habitar el campo, Uriel sabe: “cocinar, sembrar, hacer escobas, esterillas y esteras, arriar mulas lo considero mi profesión, sé cosas básicas de construcción… Hago mucha cosita” (U. Valencia, Comunicación personal, 10 de noviembre de 2023).
Uriel escribió una canción sobre la arriería para el Festival de la Montaña 2023, llamada “Las huellas de la arriería” aquí se habla de una actividad que sigue siendo importante en el cañón del río Melcocho, pues los habitantes de estas comunidades abrieron caminos con el fin de conectarse con municipios como Mesopotamia y Cocorná para sacar maderas finas, pero hoy es la manera como el alimento llega a sus casas, también es el único medio de transporte de visitantes y locales.
Cuando está en las faenas del día muestra un poco de rudeza, pero cuando tiene la posibilidad de encontrarse con el otro en lo cotidiano o alrededor de la música la vida se transforma en sonrisas y lenguajes jocosos. La música y lo que sucede 29
Las huellas de la arriería
Rostros femeninos: transformaciones de la mujer rural con Lucélida Martínez
Al camino pues mulita No se me vaya a corcovear Maneje bien la retranca Que las voy a cargar
Hablar de Lucélida trae al pensamiento la alegría, la fuerza y la berraquera. Es una mujer que puede ser la descripción de la mujer melcocheña: hacendosas, creativas, lideresas y de espíritu aguerrido, mujeres cuidadoras de la vida, de sus hijos y de la comunidad, preocupadas por ser mejor cada día, de carácter, tomadoras de decisiones, creyentes, parranderas bonitas, con cuerpos firmes pero delicados.
Apúrense pues mulita Lejos tenemos que ir Estamos llegando A la vereda El Porvenir Hágale pues mulita Que estamos llegando al jardín Hay que descargar ligero Para volvernos a ir
Las mujeres de esta generación son la combinación de la mujer abuela: dedicadas, cercanas a las plantas, excelentes cocineras, serviciales y nobles,
Letra: Uriel de Jesús Valencia Gaviria
Mulero. Fotografía Yeison Castro Trujillo
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pero más arriesgadas, con sueños y metas, dispuestas a aprovechar cada oportunidad que se presenta y se han abierto camino a la participación comunitaria, el acceso a la educación y la innovación de nuevos emprendimientos.
tener una artista local cercana y sensible a este tema. Ella cuenta qué significó escribir esta canción: Escribir la canción de las parteras fue un reto muy grande para mí ya que mis composiciones han sido hechas a mi gusto no sugeridas. Esta letra fue dura ya que eran varias historias en una canción, me tocó leer mucho y repasar el texto, pero al fin Dios me dio la manito y creo que pude lograr lo que me pidieron. Me gustó mucho hacer parte de este proyecto y hacer un homenaje a mis ancestras (L. Martínez, Comunicación personal, 10 de noviembre de 2023).
Lucélida aprendió a tocar la guitarra y componer canciones desde muy joven al lado de su familia y desde este momento ha puesto sus sueños como una prioridad, ha hecho renuncias y defendido la idea de seguir cantando. En sus propias palabras: No renunciar a la música significa una lucha diaria por los sueños y una satisfacción entre lo amargo y lo dulce. Lo amargo, mi lucha interna y dejar ir cosas de mi vida personal, lo dulce es poder llevar ese mensaje de amor a la gente hecha canción (L. Martínez, Comunicación personal, 10 de noviembre de 2023).
Esta letra da cuenta de lo que les ha tocado enfrentar a las mujeres del cañón teniendo a sus hijos. Evocar historias pasadas resulta importante no solo como un reconocimiento a las mujeres, el patrimonio y la memoria histórica sino también como un punto de partida para reflexionar acerca de la vulnerabilidad que representa para las mujeres habitar el campo, visibilizar estos temas es un aporte para estrechar las brechas de igualdad y derecho de las mujeres del campo.
Su grupo es “Tradición Melcocheña” compuesto por su hijo Juan Yamid Ciro y su hermano Arbey Martínez, juntos participan en concursos y amenizan distintos encuentros. Además de esto Lucélida canta y acompaña a distintos músicos del cañón a quienes motiva y da confianza por su manera espontánea y segura para enfrentarse al público. También convoca personas para enseñarles a tocar la guitarra y así arman tertulias alrededor de la música. Ella es quizá la única persona del cañón que se enfrenta sola a dar un concierto, con su guitarra y su voz recrea distintos espacios. Lucélida compone canciones de temas que la motivan y la inspiran, pero además compone canciones que las personas le sugieren hacer. Así encontraremos en su repertorio una canción relacionada con la partería que se logró a partir del proyecto “Dar a luz la memoria, historias de partería en el cañón del río Melcocho”, esta compositora fue convocada para escribir y cantar esta canción, siendo algo muy significativo por la posibilidad de 31
Homenaje a las parteras Recordando a mis ancestras En el pasado me encuentro Con mujeres tan valientes Que había en aquellos tiempos
Coro Lo contaba la partera Lo confirmaba mi abuela Mijita los hermanitos Los trajeron la cigüeña
Fueron madres vulneradas Aquí en esta sociedad Por nacer en cuna pobre Sin una oportunidad
Como olvidar esos tiempos De nuestras madres valientes Con muchas madres valientes Un bebe entre sus brazos Y con otro en su vientre
Entre montañas y ríos Se oye el canto de los niños Nacían las esperanzas En un mundo tan vacío
Que injusticia pa’ esas madres Les tocó dura la vida a ellas Tenían a sus hijos colgadas De una manila
Muchas madres que parían En medio de tanta guerra Solo tenían el consuelo De su amiga la partera
La misión de las parteras Muchas madres practicaron Ayudando a sus vecinas Y muchas vidas se salvaron
Coro Lo contaba la partera Lo confirmaba mi abuela Mijita los hermanitos Los trajeron la cigüeña
Cruzaban ríos y montañas En tanta desolación Salían a medianoche A cumplir con su misión
Fueron muchos, muchos Partos que llegaron complicados Cuando perdían la esperanza Dios les hacía el milagro
Coro Lo contaba la partera Lo confirmaba mi abuela Mijita los hermanitos Los trajeron la cigüeña
Para salvar estas vidas Ellas no tenían fronteras Plantillas de agua caliente Y las ramitas caseras
Quiero hacer un homenaje A estas mujeres guerreras Por esta linda labor Y que vivan las parteras (bis)
Entre balas que cruzaban Y mucho desplazamiento Nacieron muchos niñitos En medio del sufrimiento
Letra: Lucélida Martínez Villegas
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Juventudes del Melcocho, visiones y pensamiento crítico con Juan Gabriel Martínez
Juan Gabriel ha vivido en la zona urbana por lo tanto no representa un típico joven del Melcocho en las múltiples habilidades técnicas del mundo campesino que los demás han adquirido en su día a día. Características como la fuerza, la habilidad para caminar largas distancias, sembrar, trabajar con un machete, ensillar o enjalmar una mula, vacunar o curar el ganado, hacer nudos, enfrentarse a las inclemencias de la lluvia, el sol la noche y el peligro. Un típico joven del Melcocho tiene unas características condicionadas por la actividad constante, son hombres altos, delgados, con cuerpos atléticos y fuertes y su postura es encogida además de lo físico. Habitar la montaña los ha dotado de sabidurías por la constante observación y atención de los signos naturales: escuchar la creciente del río, reconocer la nube que traerá el aguacero, observar atentos para no ser picados de una serpiente, tener la táctica para relacionarse con ganado y caballos de mal carácter. Si bien el personaje de nuestra historia no tiene algunas de estas características si tiene mucha admiración por ellos. Reconoce que han aprendido a sortearse la vida en el campo y han desarrollado habilidades que en la zona urbana sería imposible. Estos elementos con otra referencia del mundo de afuera al que han podido acceder desde lo tecnológico, técnico e intelectual han definido jóvenes atentos y críticos a las nuevas circunstancias con capacidad para transformar ideas y habitar el territorio de otras formas. Juan Gabriel, relata que:
Juan Gabriel Martínez es una inspiración para las nuevas generaciones del cañón, ha podido acceder a otras oportunidades fuera de él, pero no ha perdido la esencia de ser un auténtico melcocheño: es alegre, buen conversador, bailarín, solidario y con iniciativa. Heredó de los abuelos el valor del respeto y el amor por su tierra, pero además tiene otras aperturas heredadas de sus padres y tíos, quienes han contado historias de desafíos y luchas para abrir otros horizontes. También se suma a este personaje la posibilidad que ha tenido para estar cerca de la academia y esto lo ha hecho más sensible a la vida, los animales y la naturaleza. Habitar otros espacios no lo ha vuelto ajeno a cuestionarse por qué la gente del campo ha tenido que enfrentar tantos desafíos para seguir habitando sus montañas y su río. Su constante asombro por el patrimonio del Melcocho lo ha inspirado a componer canciones que relatan las maravillas de su tierra y también propone temas reflexivos, críticos y políticos, partiendo de las realidades de su propio territorio: Considero que la música, y el arte en general, son una herramienta de introspección que nos permite recrear la realidad que percibimos, nos ayuda a legitimar la memoria y nos da la posibilidad de crear emociones que nos llevan a la reflexión y aunque en términos generales la música campesina se ha utilizado con fines recreativos, siempre busco en mis obras dejar algún mensaje positivo que permita generar una crítica a la realidad y sobre todo fomentar el amor y el arraigo por nuestra tierra (J. Martínez, Comunicación personal, 7 de noviembre de 2023).
Me siento muy orgulloso de mis raíces y aunque agradezco a la vida la posibilidad de haber ido a la universidad y crecer con todas las oportunidades que la modernidad ofrece, siento en mi corazón un gran dolor por el exilio al que se vieron enfrentados mis padres, tanto por la violencia como por la falta de oportunidades. Tengo un gran respeto y una profunda admiración por los jóvenes que crecieron en el 33
campo, envidio sus capacidades físicas, su habilidad para el trabajo, la berraquera y la alegría con la que se levantan todos los días a forjar un futuro empuñando un machete y no hay momento donde me sienta más digno de ser campesino que cuando puedo tocar una guitarra junto a ellos (J. Martínez, Comunicación personal, 7 de noviembre de 2023).
Dentro de la música campesina se pueden distinguir cuatro ritmos, dos utilizados principalmente para bailar (porro y merengue) y otros dos empleados en canciones de amor y despecho (vals y corrido). El ritmo de merengue es mi favorito para escribirle canciones al campo, su estructura 6/8 a sincopada tiene cuerpo de carranga y alma de bambuco y aunque la gran mayoría de canciones se caracterizan por su contenido jocoso, humorístico y de doble sentido, yo intento combinarlo con letras un poco más poéticas y profundas (J. Martínez, Comunicación personal, 7 de noviembre de 2023).
La propuesta musical de Juan Gabriel sigue obedeciendo a la tradicional música del Melcocho, pero con un toque más alternativo. Él piensa que ampliar su propuesta permite llevar a otros públicos los relatos de su tierra sin perder su esencia y tradición, considera que no hay que olvidar de donde viene, porque es ahí donde está el sentido de lo que él escribe:
Aquí una canción de Juan Gabriel donde se evidencian las resistencias del campo por continuar habitando los territorios.
Presentación Tradición Melcocheña. Archivo Instituto de Cultura El Carmen de Viboral
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Las infancias: iluminadores del paisaje
Triunfó la vida Estrofa 1 Con ideas de otros mundos Defendidas con fusiles Irrumpieron nuestra paz Desplazaron nuestra fe
Daniela es hija de Carlos Ciro, un personaje bien conocido en la región, su madre es Magdalena Estrada, ambos de apellido de tradición. Son católicos como la gran mayoría de las familias que habitan el cañón. Daniela es una niña más de las que viven en el Melcocho y como los demás, se ocupa de ayudar en las tareas sencillas como cuidar los animales domésticos, hacer mandados, ayudar a su mamá en los oficios de casa e ir a estudiar. “Me hace el favor y se pone a desgranar maíz para los pollos”, le ordena Carlos, “por eso desgrana tres mazorcas con rapidez, llena una coca plástica que le entrega a su padre y corre a la cocina para preparar la melaza del macho, a quien bautizó como niño. Echa agua en un balde curtido, se arrodilla y mete su brazo para diluir la miel (Ortiz, 2018).
Estrofa 2 Defensores no pedidos Llegaron a arrebatar Con su guerra nuestras tierras Nuestros frutos nuestros hijos Pre coro Pero firmes estuvimos Con machete y azadón Cultivando el futuro Dando golpes de esperanza Coro Y triunfó Triunfó la vida Por la fuerza y el amor De mi gente campesina
Daniela siempre está sonriente y con mucha energía para lo que le toque hacer, ella participa de manera muy activa en las ofertas de talleres o eventos que llegan a la vereda de esta manera tuvo sus primeros acercamientos a la música. Esto le ha permitido reunirse con otros niños, jóvenes y adultos de la vereda con un mismo propósito: aprender a tocar la guitarra y componer canciones.
Y triunfó Triunfó la vida Por la fuerza y el amor De mi gente campesina
Si bien hemos hablado de los silencios a los que se enfrenta el hombre de antaño en nuestra segunda historia, los niños del cañón también lo viven mientras van a la escuela o hacen mandados, así mismo una de las primeras relaciones que ellos tienen, es con el paisaje cotidiano. Referirnos a la música del Melcocho es encontrarnos con las impresiones que los autores imprimen a partir de lo que se ha vuelto importante en el modo de habitar los lugares. Daniela en especial escribe canciones sobre el agua, las mariposas y los animales. Así como otras generaciones han cantado a las sensaciones y sentires del momento,
Estrofa 3 Con sus minas de dolor A mi hermano vi sufrir Y con falsos positivos A mi padre vi partir Estrofa 4 Ni derecha ni izquierda Yo tan solo soy de aquí Y lo único que quiero Es la paz en mi país Letra: Juan Gabriel Martínez Martínez 35
¿A qué le cantan en el Melcocho? Los paisajes sonoros de la música hecha en la montaña
Daniela canta a la vida. A continuación, citamos una canción que ha cantado en distintos espacios de encuentro y que está inspirada en un pájaro muy común en el Melcocho.
El pechicolorado
Del acervo de composiciones que se resguardan en la memoria colectiva de los habitantes del cañón del río Melcocho que hoy se disfrutan y que comienza a aumentar a partir del interés de generaciones recientes conformadas por una serie de personajes con mucho talento para componer e interpretar, es posible clasificar con base en los temas en que se basan sus composiciones las siguientes líneas temáticas:
Coro Pajarito, pajarito pechicolorado (bis) El pechicolorado es un pájaro Que vuela todo el día en el cielo Vuela en la vereda Coro Pajarito, pajarito pechicolorado (bis)
La situación socio-política del territorio
Mira como vuela el pechicolorado Es hermoso y colorido El pechicolorado
Canciones que retratan el desarrollo y la incidencia del conflicto armado colombiano en el territorio del cañón del río Melcocho –especialmente desde finales de la década de 1990 y comienzos de la década del 2000–, como las consecuencias que produjo para los habitantes de esta región el desplazamiento forzado, las injusticias
Coro Pajarito, pajarito pechicolorado (bis) Letra: Daniela Ciro Estrada
Paisaje cañón del Melcocho. Fotografía Fabián Rendón Morales
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vividas, las historias de desarraigos que décadas después se transforman en historias de retornos, volver a habitar el territorio, sin el miedo a la guerra, hablar de la belleza de sus paisajes y de la tranquilidad que inspira el lugar, demuestra también estas transformaciones socio-políticas que se vienen gestando.
recreando el paisaje y el clima de la región. Actualmente, la articulación de la población melcocheña con las dinámicas culturales y comunitarias del centro poblado del municipio, por medio de iniciativas como el Festival de la Montaña, han incentivado especialmente a las nuevas generaciones de intérpretes/ compositores a mantener su producción musical activa, con propuestas muy consolidadas que enriquecen las músicas campesinas.
Los saberes ancestrales Entre ellos se destacan algunas composiciones recientes sobre temas como la partería o la arriería, manifestaciones del patrimonio cultural inmaterial del territorio. Dentro de esta categoría de composiciones, se encuentran canciones que abordan otros temas como la gastronomía, las plantas medicinales, las frutas, las bebidas espirituosas –especialmente la tapetusa– y en general, aspectos de la vida cotidiana y las celebraciones propias del ser campesino del cañón.
Finalmente, es necesario resaltar la importancia de promover en las nuevas generaciones el interés por estas costumbres y tradiciones ya que siguen siendo motivo de encuentro y un medio para la construcción colectiva del territorio. Los espacios comunitarios han sido el mecanismo para conocer y salvaguardar los saberes y tradiciones del cañón, por lo cual es muy importante encaminar acciones que reconozcan, fortalezcan y protejan los valores identitarios de este lugar y sus comunidades.
Los elementos del paisaje La fauna, el río y la montaña son las principales fuentes de inspiración para los compositores que describen en sus canciones estos elementos,
Conmemoración Semana Santa cañón del Melcocho. Fotografía Carlos Pineda Núñez
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Árbol Melcocho. Fotografía Yeison Castro Trujillo
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Saberes ancestrales: la medicina tradicional como patrimonio vivo en el cañón del río Melcocho
Por María Fernanda Arbeláez Muñoz
La medicina tradicional hace parte de la memoria e identidad de la comunidad del cañón del río Melcocho, una práctica que encierra múltiples saberes que han sido transmitidos a través de la observación y la oralidad a lo largo de las generaciones, ayudando a atender las necesidades primarias en salud que se presentan en el territorio, basándose principalmente en el uso de las plantas que se encuentran a su disposición para el tratamiento de las afectaciones de los distintos miembros de la población.
personas mayores, quienes a lo largo de los años han divulgado los beneficios a partir de la experiencia de los recursos que están a disposición, revelando la estrecha relación que se presenta entre aquellos que habitan el territorio y su entorno, expresión de cómo las personas han adaptado sus conocimientos a las condiciones particulares del ambiente. Esto ha mostrado que los saberes individuales contribuyen a la atención y a la construcción colectiva, pues se complementan a partir de las vivencias personales y, desde allí, es compartido y difundido a los demás miembros de la comunidad por medio de las interacciones que ocurren en los espacios de encuentro aún comunes en la ruralidad.
En este aspecto, el campo de la medicina tradicional más común en los habitantes del cañón es el uso de plantas consideradas medicinales, varias de ellas sembradas en las huertas caseras o recolectadas en medio del bosque, en los caminos o cerca a los afluentes de agua, utilizadas de distinta forma, como: infusiones, baños, ungüentos y vapores. De igual manera, esta práctica fortalece otros campos de la medicina, como la partería, que incluye los cuidados durante la gestación, parto y posparto, así como la de él o la sobandera, donde se hace uso de los recursos naturales como elementos importantes dentro de los cuidados y la atención.
Al hablar de la medicina tradicional que se da en el Melcocho, es necesario destacar el papel de la mujer como la guardiana y poseedora principal de esta práctica que aporta al bienestar, puesto que, por lo general, son quienes se han ocupado de desempeñar tradicionalmente las labores de cuidado en los hogares, pero se trasciende este espacio para instalarse como parte importante de atención en la comunidad.
Los conocimientos que integran las prácticas vinculadas con la medicina tradicional, se dan en pro de ayudar y acompañar a quien lo necesita, un saber que se ha forjado y fortalecido de manera colectiva, tal y como lo menciona Natalia Soto: “si uno tiene y sabe que la otra persona está enferma y esa planta le sirve, uno la comparte con el vecino, con el que la necesite” (N. Soto, Comunicación personal, 31 de octubre de 2023), reflejo de la herencia que han dejado principalmente las
Frente a aquellos conocimientos relacionados a las plantas de uso medicinal, son las mujeres rurales las que a menudo están más vinculadas con la naturaleza en su vida diaria, ya que son las encargadas de sembrar, cuidar y mantener la huerta casera, donde además de cultivar los productos relacionados con la alimentación también cultivan variedad de plantas medicinales.
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Es de anotar que, en algunos casos, incluso aquellas plantas, verduras, frutas y hortalizas asociadas al consumo en el hogar también cumplen un papel curativo, frente a esto Mariluz García, habitante de la vereda El Cocuyo, nombra que: “el guanábano es una fruta pero también es medicinal, se utiliza para bebidas y baños cuando se tiene fiebre y se dice que para el cáncer también es buena” (M. García, Comunicación personal, 31 de octubre de 2023), por lo cual se considera que la mayoría de productos obtenidos en las huertas pueden ser aprovechados en su totalidad de distintas maneras, utilizando el fruto, hojas, cáscara, raíces y corteza, variando su preparación según la intención que se tenga.
Las mujeres han sido las principales cuidadoras de la salud tanto en el hogar como fuera de él por medio de métodos y técnicas tradicionales para tratar enfermedades comunes, brindando cuidados preventivos a los miembros de la familia y la comunidad. Su rol como guardianas, el reconocimiento de su memoria y de sus saberes posibilita la continuidad de la tradición médica que, sin embargo, debe fortalecerse con espacios de diálogo, encuentro y reflexión; potenciando la capacidad de identificar las plantas, qué elementos y en qué cantidad, es un saber que se debe salvaguardar y crear las condiciones para su continuidad, ya que ellas desempeñan un papel multifacético esencial, aportan conocimientos, habilidades específicas, asimismo tienen una conexión especial con la naturaleza y todos los seres que la habitan, su participación activa contribuye significativamente a la salud y el bienestar de las comunidades en contextos rurales.
Continuando con lo anterior, las mujeres han sido parte relevante en la conservación de esta práctica, puesto que se han encargado en muchos casos de la transmisión de generación en generación, de los modos de uso de los distintos elementos asociados a la curación, las propiedades de las plantas y sus formas de preparación, reconociendo que “ellas aprendieron de sus madres o de otras mujeres a preparar y administrar los más diversos remedios, en todas las formas posibles” (Letras, colores y vidas, 2018, p. 23).
Una de las prácticas en las que se destaca el rol de la mujer y que está en estrecha relación con la medicina tradicional es la partería, en esta han tenido una incidencia significativa, impulsada por la capacidad de establecer lazos de
Paisaje cañón del Melcocho. Fotografía Fabián Rendón Morales
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confianza entre ellas; la atención durante el parto, facilitada por mujeres para mujeres, se apoya en la creación de un ambiente de confianza y comprensión mutua, “en este sentido, la partería tradicional campesina, podría nombrarse como el oficio de acompañar a la mujer gestante durante el trabajo de parto, pero además en su preparación y posparto inmediato” (Carmona, 2022, p.4).
Es importante porque uno no sabe cuando pueda haber una materna que lo necesite, después de que uno esté en embarazo uno no sabe cuando puede necesitar de una persona que sepa, si hay una persona que sepa en la vereda muy bueno (N. Soto, Comunicación personal, 31 de octubre de 2023). Estas mujeres atienden a quienes requieren de los servicios y se adaptan a las condiciones desafiantes que en ocasiones tiene el entorno, evidenciando una capacidad para ajustarse a los recursos disponibles en el territorio. En algunas oportunidades, llevan a cabo esta labor de manera altruista, mostrando compromiso y vocación por el trabajo en la comunidad, en este contexto, se convierte en un testimonio vivo de cómo el patrimonio cultural se entrelaza con las interacciones humanas y se nutre de las conexiones compartidas en el tejido social.
El hecho de tener la posibilidad de ser acompañada durante este proceso brinda garantías importantes de atención, dado que las condiciones geográficas dificultan en algunos casos el traslado oportuno a los centros de salud. Por lo que la presencia de parteras capacitadas contribuye significativamente a la reducción de la mortalidad materna e infantil, la intervención oportuna y adecuada ayuda a prevenir complicaciones durante el parto y a garantizar un entorno seguro tanto para la madre como para el recién nacido. Frente al tema de la partería, Natalia Soto destaca que:
Paisaje cañón del Melcocho. Fotografía Fabián Rendón Morales
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Durante el periodo de embarazo, cuando una mujer está a punto de dar a luz, es común recibir recomendaciones sobre el consumo de aromáticas y bebidas calientes para promover su bienestar y preparar el cuerpo para el parto. Entre las opciones sugeridas, destaca el uso de ingredientes naturales como la canela y los retoños de caña, los cuales se utilizan para preparar tés que favorecen la salud de las maternas. La canela, conocida por sus propiedades medicinales, se incorpora a menudo en infusiones que se consideran beneficiosas durante el embarazo. Del mismo modo, los retoños de caña, reconocidos por sus propiedades reconfortantes, son utilizados para elaborar tés que se consideran provechosos en esta etapa.
A pesar de reconocer la importancia social de la medicina tradicional, esta se ha transformado a lo largo del tiempo, revelando que los saberes, costumbres y modos de vida no son estáticos y están influenciados por el contexto que les rodea. En este caso, la globalización refuerza la idea de la medicina oficial como único saber válido, donde se han negado los saberes ancestrales y ha llevado al detrimento de esta tradición. Esta situación no ha sido ajena a lo que se vive hoy en el cañón del Melcocho, pues existe la tendencia a que algunos jóvenes no permanezcan en la ruralidad o a interesarse por aprender las prácticas que han sido tradicionales, por lo que “gran parte de los conocimientos y saberes médicos populares se han ido olvidando y quedando solo en la memoria de las personas mayores” (Ocampo, 2022, p. 22). En diversas circunstancias, la medicina tradicional enfrenta un desafío significativo: la ausencia de un relevo generacional, la carencia de sucesores es un asunto problemático ya que es una cuestión crucial para la conservación y salvaguardia de las prácticas medicinales que han estado arraigadas en las comunidades.
Como lo menciona Natalia Soto: “cuando una mujer está embarazada, a punto de dar a luz, recomiendan tomar aromáticas, bebidas calientes… Lo que es la canela, los retoños de caña, les dan un té de esos, que es muy bueno” (N. Soto, Comunicación personal, 31 de octubre de 2023). Estas prácticas reflejan la integración de la medicina tradicional en el cuidado materno, destacando la importancia de las infusiones naturales en la preparación para el parto y el bienestar de la mujer embarazada.
Fogón de leña. Fotografía Fabián Rendón Morales
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La falta de un relevo generacional amenaza con disolver la continuidad de la medicina tradicional, este fenómeno puede atribuirse a varios factores, incluyendo los cambios en la percepción de las nuevas generaciones hacia estas prácticas, la migración hacia entornos urbanos y la influencia de la globalización. A pesar de la importancia intrínseca de la medicina tradicional, su viabilidad como alternativa de atención en salud se ve comprometida por la ausencia de un relevo generacional sólido. Así, su preservación no solo implica la transmisión de conocimientos y prácticas, sino también la creación de condiciones que fomenten la continuidad intergeneracional de la herencia cultural.
medicamentos farmacéuticos han contribuido a la percepción de que estos enfoques son más rápidos, efectivos y, en algunos casos, más seguros que las prácticas tradicionales. Hoy en día predomina la atención médica convencional, por lo que el conocimiento sobre las propiedades curativas de las plantas no es tan presente en algunos sectores de la población, como lo menciona Mariluz García, una de las habitantes de la vereda El Cocuyo: “se busca lo más fácil, una pastilla; yo me acuerdo que anteriormente uno se enfermaba y le hacían una ollada de bebida para tomar durante todo el día” (M. García, Comunicación personal, 31 de octubre de 2023), revelando la transformación que se ha dado en la atención de las necesidades relacionadas con el campo de la salud.
La disminución de mujeres que practican esta manifestación patrimonial es evidente en la actualidad, una tendencia que se relaciona directamente con los cambios en los modos de vida, que en ocasiones está mediada por la influencia de los medios de comunicación e información, los cuales han generado un declive en la demanda de los servicios asociados a la medicina tradicional por la mejora de las condiciones para acceder a los servicios de salud oficiales, las comunidades han experimentado una transición hacia la utilización de métodos más convencionales.
Pese a ello, prácticas tradicionales arraigadas en el territorio como la partería, continúan siendo significativas en la actualidad, considerando que en el pasado la partera desempeñaba la figura principal en la atención a mujeres gestantes. Hace algunos años, la mayoría de las mujeres daban a luz en sus propios hogares, donde se preparaban para la llegada del recién nacido; sin embargo, se han transformado las preferencias de las maternas, ya que se evidencia una mayor inclinación hacia los servicios de salud más formales y centralizados en lugar de las prácticas tradicionales de partería en el entorno rural, como se destaca en las conversaciones alrededor del tema con Rosa Aristizábal: “anteriormente habían muchas parteras, ahora años la gente tenía hijos en el campo” (R. Aristizábal, Comunicación personal, 31 de Octubre de 2023).
El servicio de partería y el conocimiento de las propiedades curativas de las plantas han perdido relevancia, sustituidos en gran medida por la preferencia de recurrir a fármacos para atender dolencias y enfermedades de menor gravedad que anteriormente eran tratadas a partir de remedios caseros, “siempre se ha perdido la tradición del uso de las plantas, porque ahora todo el mundo se va donde el médico y hay gente que ya no tiene mucho conocimiento acerca de eso” (N. Soto, Comunicación personal, 31 de octubre de 2023). El avance de la medicina moderna y la disponibilidad generalizada de
Por lo que hablar de medicina tradicional evoca a los recuerdos de las prácticas transmitidas por generaciones en el Melcocho, ejercidas por abuelos y abuelas, y que persisten en la memoria colectiva de la comunidad, formando 43
parte esencial de su identidad territorial y de su patrimonio inmaterial. Estas experiencias son plasmadas a través de las narrativas que se tejen en torno a las historias de vida y las anécdotas que son rememoradas desde la voz de quienes habitan el territorio, convirtiéndolas en un legado que trasciende en el tiempo.
Finalmente, es de reconocer la importancia de la medicina tradicional como forma de conocimiento profundamente arraigada en la historia y la cultura de la población, que desempeña un papel esencial en la construcción y preservación del patrimonio, a través de la transmisión oral, no solo se salvaguardan las prácticas médicas transmitidas de generación en generación, sino que también se preservan las narrativas, mitos y creencias vinculadas a la salud y el bienestar. Este legado contribuye significativamente al patrimonio cultural, ofreciendo una perspectiva única sobre la relación entre la comunidad y sus tradiciones curativas, por lo que fomentar la protección y el respeto por la medicina tradicional se revela como un empeño crucial para mantener la diversidad del conocimiento de quienes habitan el territorio y de estas prácticas como parte de su identidad e historia.
El Melcocho encuentra en esta práctica ancestral un vínculo intangible con sus antepasados, lazo especialmente evidente al mencionar la partería, donde las raíces de estas prácticas se entrelazan con la historia y la esencia misma del lugar. Aunque el uso de plantas medicinales ha experimentado cambios en su relevancia, su presencia persiste como un aspecto cotidiano arraigado en las dinámicas familiares, promovido por madres y adultas mayores que continúan siendo guardianas de un saber ancestral que se ha resistido al paso del tiempo y las transformaciones sociales. Casa campesina. Fotografía Yeison Castro Trujillo
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De esta manera, es preciso implementar acciones y estrategias dirigidas a lograr el reconocimiento de la medicina tradicional tanto por la comunidad como por externos, por medio de iniciativas que faciliten el registro y documentación de la memoria de las personas mayores, con el objetivo de preservar y transmitir el conocimiento ancestral asociado con esta práctica, así como fomentar su reconocimiento a partir de encuentros comunitarios y
formativos que promuevan la reflexión y sensibilización, especialmente entre las generaciones más jóvenes a través del encuentro intergeneracional y el diálogo de saberes, proporcionando un espacio para la transmisión activa de conocimientos. Además de validar el saber ancestral como una práctica relevante no solo en el territorio local, sino también fuera de él, reconociendo la riqueza cultural que aporta a la identidad de la comunidad.
Árbol Melcocho. Fotografía Yeison Castro Trujillo
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Producción agrícola. Archivo Instituto de Cultura El Carmen de Viboral
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Vivacidad de lo simple: el trapiche de La Cristalina Por Julián González Ríos Más allá de las generalizaciones que definen la vocación y prácticas productivas de los territorios rurales y que las delimitan a la realización de actividades de cultivo y recolección de productos de primera necesidad o de aquellos que por condiciones geográficas, climáticas o ecológicas tienen posibilidades de permanencia en lugares específicos, es importante analizar la interacción de las comunidades con el territorio que habitan para distinguir en la totalidad indistinta de prácticas que realizan, aquello que se presenta de manera singular y por causa de las condiciones del contexto y que, por lo tanto, llega a constituirse en un elemento esencial de la identidad de las veredas y sus comunidades.
campo de las conmemoraciones o actos festivos, la profundidad de su tradición oral, la fabricación de objetos artesanales o, como nos interesa reflejar en este caso, la producción tradicional. Allí se halla el sentido de buscar la profundidad y con ello los significados de las prácticas asociadas al trapiche de producción artesanal de panela ubicado en la vereda La Cristalina. Por medio de su descripción es posible hacernos conscientes de que, como experiencia productiva, representa una posibilidad de desarrollo además de fuente de ingresos para sus portadores, pero su importancia y alcance trascienden el ámbito económico y permite rastrear su valor social y patrimonial hasta el punto de ser un referente en la construcción de identidad en la vereda.
El cañón del río Melcocho puede caracterizarse como una particular y extensa cadena de montañas de grandes relieves, entrelazadas y conectadas por estrechos caminos, pero especialmente por las relaciones sociales y de producción tejidas por los grupos humanos que lo habitan. En la riqueza natural del lugar encuentran las condiciones necesarias para derivar parte de su sustento y por ende han desarrollado a lo largo de los años una cultura que está completamente ligada al espacio de producción. Entre los cultivos más característicos se halla el de yuca, frijol, maíz y plátano, a ellos se suman algunos que, aparte de suplir las necesidades del consumo familiar, se conciben para su transformación y comercialización, este es el caso, por ejemplo, del café o la caña de azúcar.
El enfoque a través del cual se analizará su importancia es la identificación de los oficios tradicionales que implica el funcionamiento del trapiche y que en sí mismos son una muestra de los saberes y las capacidades que alcanzan grados de especificidad enormes y que se desarrollan alrededor de la producción haciendo de sus sabedores auténticos portadores de tradición. En este sentido, este escrito es un reconocimiento del patrimonio cultural inmaterial contenido en aquellos oficios que con perseverancia y dedicación han contribuido a trazar en el mapa de la vereda La Cristalina las líneas que dibujan una manifestación cultural que, aunque se realiza en muchos lugares de la región, no existen referencias suficientes que permitan abordarlos como parte constitutiva del patrimonio local.
Cabe resaltar que, en la aparente indivisibilidad del territorio, tanto por las disposiciones del espacio como por la manera en que sus pobladores lo han moldeado, tienen lugar prácticas distintivas que a veces se expresan en el
La descripción del proceso de producción tradicional de la panela 47
enfrenta el riesgo, como cualquier otro intento de descripción de la realidad, de ser incompleto; sin embargo, su valor se refleja en la posibilidad de realizar un ejercicio de reconocimiento de los saberes y destrezas desarrollados por sus portadores y de ejemplificar la integralidad del patrimonio abordándolo con relación al contexto donde tiene lugar y frente a otras formas de expresión que se le vinculan.
cultivo esté, como se dice habitualmente, “bien administrado”, de lo contrario, el tiempo es mayor. El proceso de siembra empieza por rozar y preparar el terreno. El cultivador se encarga de seleccionar los cogollos de tallos robustos de otras matas de caña. Luego, para conformar una mata de caña se hacen tres huecos en la tierra separados por unos 15 centímetros, utilizando una barra y formando de triángulo. El cultivo se dispone a manera de hilos con una distancia promedio de un metro entre las matas de caña para facilitar su expansión.
De manera concreta, se necesitan siete personas trabajando simultáneamente para realizar el proceso de molienda de la caña en el trapiche. Sin embargo, son alrededor de 17 los oficios que se deben desempeñar para llevar a cabo este proceso de producción, solo que algunos de ellos se hacen previamente o de manera casi disimulada mientras se cumple con una función que parece más relevante. En este constante ir y venir, en el hacer y deshacer acciones se concreta la esencia misma de oficios sin los cuales no es posible el desarrollo integral del proceso de fabricación de la panela.
El cuidado del cultivo implica deshojar las partes secas de la mata de caña, deshierbar, abonar o cubrirlas con rastrojo que cumple una función similar, para que los tallos puedan engruesar mucho más; adicionalmente, el cultivador de caña selecciona los macollos que van creciendo dejando solo los mejores para que le entre más aire y más sol a la mata y para dejar espacio a su crecimiento. Al momento de la cosecha, el cortador de caña o cosechero se encarga de seleccionar los tallos maduros que cumplen con las condiciones para ser recolectados. El cortador “entresaca la caña”, es decir, no puede cortarla toda, solo la más jecha. Su especialidad está
Si parte de cero, es decir, si se empieza un cultivo sembrando colino, un cultivador de caña deberá esperar alrededor de 16 o 18 meses después de sembrarla para tener una cosecha; esto en caso de que el
Paisaje cañón del Melcocho. Fotografía Yeison Castro Trujillo
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en saber identificarla y en la manera en que realiza su corte ya que no debe hacerse de un solo golpe; por lo general, esta labor se realiza con machete, pero anteriormente se utilizaba la herramienta conocida como calabozo que permite un corte parcial del tallo que se termina de arrancar de manera que deje una cepa que retoñará de nuevo, pues si la mata se arranca totalmente se pierden las posibilidades de que crezca otra vez. Dependiendo de las condiciones de la estancia (nombre con el que se referencia habitualmente el cultivo) después de realizar el corte (si queda muy pelada o con buena caña), el tiempo para cosechar caña otra vez ronda alrededor de los tres o cuatro meses.
para obtener un par de panela (una relación que ilustra la cantidad de trabajo necesario para su producción) y que de una angarillada pueden salir 20 pares de panela o sea que, se necesitan cinco angarilladas para sacar una carga de panela que está conformada por 96 pares. Finalmente, el transportador conduce la mula hasta la ramada donde realiza el descargue y almacenamiento de la caña. Antes de continuar con la descripción del proceso de la molienda, a modo de comentario general, es importante destacar un aspecto que en ocasiones se da por sentado: la construcción y el mantenimiento de la infraestructura necesaria para desarrollarlo y que, como tal, precisa de la aplicación de una serie de conocimientos muchas veces desarrollados y perfeccionados por medio de la experimentación empírica y la construcción colectiva con personas vinculadas al oficio.
Después de cortarla, el cosechero deshoja los tallos, los apila y lleva hasta el lugar de carga para que el apoderado de transportar la caña la disponga en la mula y la conduzca desde la estancia, hasta el lugar de la molienda, conocido como, la ramada.
La adecuación de los espacios tanto naturales como de producción también implica una serie de conocimientos que cuanto más especializados son más escasos en el territorio, pero de los cuales se conserva una parte de su memoria.
El transportador carga la angarilla de la mula con unas cuatro o cinco brazadas de caña, en el plano empírico esto se convierte en una unidad de medida aproximada para calcular los resultados de la producción: técnicamente se dice que se necesitan 10 kilos de caña
Acequia, trapiche La Cristalina. Fotografía Julián González Ríos
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Los constructores de acequias (que desviaron la quebrada, trazaron las zanjas y fabricaron los canales para conducir el agua hasta la ramada), o de hornos y chimeneas (que aprendieron a fabricarlas con buen tiro para que se conservara el calor el interior del horno), o de herramientas y utensilios como la batea, el revolvedor, la espátula y el pisador (que implicaba la selección, corte y transformación de maderas locales), forman parte esencial del conjunto de saberes que posibilitan la consolidación del espacio de producción, aunque cada vez se conserven, empleen y apropien menos, al punto de que su recopilación y documentación es una tarea incompleta con la cantidad tan reducida de personas que habitan la vereda La Cristalina en la actualidad.
para esto, hay que destapar la acequia que conduce el agua desde la parte alta de la montaña a la orilla de la quebrada (en un sitio que la comunidad referencia como la bocatoma), retirando las piedras y los plásticos que habitualmente la tapan con el fin de disminuir las filtraciones de agua en los momentos en que no se emplea para evitar el deterioro del canal. Regularmente se realiza la limpieza de las acequias para que el agua baje sin interferencias, pues sin una buena presión de agua, se paraliza el trapiche (como sucede en las épocas en que la quebrada se seca un poco), por eso, los sabedores reconocen si la presión del agua es suficiente observando el nivel con que se llena el canal. Esta es una característica muy especial del trapiche de La Cristalina: la generación de energía de manera hidráulica que hace que a través de un sistema de canalización de las aguas y una rueda Pelton, genera el movimiento de la molienda que arrastra la caña y extrae el guarapo.
Lo anterior, evidencia las consecuencias que a largo plazo dejó el desplazamiento de las familias que habitaron este territorio antes de que la agudización del conflicto armado en esta zona irrumpiera en la cotidianidad de sus vidas. A esto se le suma que muchos adultos mayores, algunos de los cuales tuvieron relación directa con oficios asociados al trapiche, dieron un nuevo comienzo a su historia en otros lugares de la región.
De los trapiches existentes en la región, este tiene esta particularidad que resalta el vínculo de una práctica productiva con el aprovechamiento de los recursos naturales y por lo tanto implica una forma de relación distinta con el cuidado y la conservación de la naturaleza para mantener sus condiciones de funcionamiento. Al mismo tiempo, es un rasgo significativo del carácter artesanal del trapiche que a pesar de los cambios que incorpora con el tiempo, resguarda la memoria de unos métodos de producción empleados desde su establecimiento.
Sin embargo, esto no significa que en La Cristalina o a lo largo y ancho del cañón del Melcocho no habiten los saberes y la memoria de esta manifestación: el funcionamiento del trapiche en la actualidad (y que nunca haya cesado su movimiento, ni siquiera durante los años de desarrollo de la guerra en este territorio) es muestra de que en realidad permanecen allí, son algunos fragmentos de su historia los que se encuentran dispersos del lugar.
La rueda Pelton se encuentra unida por un eje a la máquina de la molienda que arrastra la caña, de modo que aquí empieza a evidenciar su transformación. En este espacio el protagonista es el encargado del molino y su función es “machacar la caña”, introduciéndola en la molienda. A este oficio se le conoce
Retomando el hilo argumental, en la ramada, tienen lugar las acciones puntuales de la molienda, es decir, allí se concreta el proceso de producción de la panela. El trabajo de la molienda empieza por poner en movimiento la rueda Pelton; 50
comúnmente como metecaña. Al pasar por la molienda, se extrae el guarapo de la caña y se separa el bagazo. El guarapo es conducido a través de un tubo a un tanque de almacenamiento llamado pozuelo donde se hace un primer filtro de limpieza para separar algunas de sus impurezas o suciedades con un colador. A su vez, este tanque se conecta por medio de una tubería con la primera de tres falcas (ollas de gran tamaño que se emplean para purificar el guarapo), con las que cuenta el horno.
transportador la ha dejado antes en puestos predeterminados de modo que haya que recorrer distancias cortas. Esta función la desempeña el bagazeador o bagazero, aunque su rol principal es recoger, apilar y almacenar con un costal el bagazo verde que sale de la molienda amontonándolo en hileras altas y clasificándolo molienda por molienda para dejarlo secar durante un mes o mes y medio y utilizarlo en futuras moliendas en el proceso de combustión y atizado del horno.
Normalmente el metecaña tiene el apoyo de otra persona que está pasándole caña constantemente, tomándola del lugar de almacenamiento donde el
En esta medida, el atizador selecciona el bagazo del lugar de almacenamiento teniendo en cuenta el orden de secado y lo lleva a la parrilla del horno. El atizador
Rueda Pelton, trapiche La Cristalina. Fotografía Julián González Ríos
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inicia prendiendo el horno introduciendo una primera carga de bagazo y leña, preferiblemente un tronco largo y grueso que recibe el nombre de guía que favorece la persistencia del calor y facilita el aumento inicial de temperatura. La especialidad del atizador es mantener la temperatura del horno para no romper la continuidad del proceso de limpieza del guarapo y su condensación, formando la miel que se convertirá en panela. Por otro lado, debe estar atento a retirar la ceniza que se acumula bajo el emparrillado, aunque esto no es algo que se efectúa tan frecuentemente.
El uso del balso se relaciona directamente con el conocimiento y el aprovechamiento de los recursos naturales, por fortuna la presencia de este árbol es la zona es muy común. Con su empleo, se evita el uso de colorantes y conservantes que intentan mejorar su calidad del producto final, además, la panela adquiere buen sabor y se sostiene una práctica que ha sido constante en la comunidad: la realización del proceso de forma natural. El trabajo del machacador consiste en preparar las cáscaras de balso utilizando un mazo de madera para golpearlas hasta que sueltan una especie de baba, al llegar a este punto se dejan remojando en un balde con agua para que la mezcla se diluya. Teniendo en cuenta la calidad de la caña se define la cantidad de balso a utilizar, pero es un aproximado de dos litros y medio por falca; otro modo de emplear el balso es sumergiendo la cáscara directamente en el guarapo.
Previamente, el proveedor de leña ha cortado, transportado y almacenado las cargas que se utilizan para el funcionamiento del horno, sin el cumplimiento de esta tarea se pone en riesgo el funcionamiento general del trapiche pues, en cuanto el horno se enciende se activa toda una cadena de trabajo que no debe verse interrumpida. En este punto empieza el proceso de limpieza del guarapo que se encuentra sin clarificar, a esto se le conoce como descachazar el guarapo e inicia destapando el pozuelo ubicado al lado de la molienda para que el guarapo pase al proceso de cocción en el horno en la primera falca. Una vez allí, el descachazador, debe retirar las impurezas y suciedades del guarapo para que la panela quede limpia.
El descachazador mezcla el balso con el guarapo contenido en la falca, que empieza a hervir rápidamente; con un utensilio llamado remellón (recipiente similar a una olla, pero de fondo redondo amarrado a un palo por su parte superior que además se emplea para pasar el guarapo o la miel de un fondo a otro) se recoge y deposita la cachaza en la cachazera (tanque destinado al almacenamiento de la cachaza con un orificio de desagüe en la parte inferior), empleando movimientos circulares hacia un solo lado, pues si se hacen en varias direcciones, la cachaza no sale. Al tirar la cachaza en la cachazera, se debe hacer con cuidado y por las orillas para que no se revuelva más y se pueda asentar el guarapo que luego saldrá por el orificio que tiene en la parte inferior reutilizándolo en la primera falca; a este proceso se le conoce como “ordeñe”.
Este proceso se facilita empleando cáscara de un árbol llamado balso (solo se echa en la primera falca), para que le corte la cachaza al guarapo y esta se encime. Previamente, el machacador que a la vez es recolector del balso, se caracteriza por su experiencia que se refleja en la capacidad de reconocer el punto en que debe cosecharlo ya que el árbol no puede ser muy viejo porque al machacarlo se desastilla y no debe ser muy niñito porque no suelta la baba que se necesita.
El jugo de la caña, en un estado mucho más limpio, pasa a la segunda falca donde se continúa clarificando, para 52
pasar a la tercera falca donde acaba de purificar y está listo para empezar el proceso de melado. El método para determinar el estado del guarapo es esencialmente la observación, no hay una unidad de medida o comparación distinta pues solo tiene que ver con la experiencia de quienes desempeñan el oficio. En esta falca, el guarapo se somete a evaporación lo cual aumenta su concentración de azúcares, consiguiendo que del guarapo salga la miel que se convertirá en panela.
las mieles no se quemen, echándolas a la batea cuando alcanzan el punto y volviendo a echar guarapo en los fondos para hacer más sacas. En consecuencia, el oficio del melador implica un conocimiento más especializado pues requiere mayor atención y destreza para el reconocimiento de la consistencia de la miel cuya calidad se relaciona directamente con las condiciones finales de la panela. Para darle punto a la panela, el melador se moja la mano y luego la mete al fondo donde se encuentra la miel, la retira rápidamente y la introduce en un balde con agua. Palpa la textura de la mezcla y de acuerdo a su solidez determina si está lista o no: no puede ser como gelatina, debe estar tostada, ahí ya es panela y hay que apresurarse para que no se queme. Otra forma de referencia para medir el punto es en el peso del remellón debido a la espesura de la miel, pero esto es menos preciso porque la densidad de las mieles tiene puntos altos de variación. El melador debe asegurarse del punto de la panela porque si al echarla en la batea está muy biche (o sea que le falta tiempo de cocción) no cuaja, y si está muy pasada, se polvea (se seca y endurece muy rápido).
Después de la limpieza en las falcas, el guarapo se pasa a los mieleros, unos fondos más pequeños donde el melador se encarga de la condensación del guarapo y de hacer “la saca”, es decir, hacer que la miel esté lista para pasar a la batea, pues alcanza el punto de la panela. Es importante insistir en que durante todo este proceso el atizador del horno ha tenido que desarrollar su oficio para que el descachazador y el melador puedan hacer el suyo. El melador tiene a su cargo cinco fondos por donde están pasando las mieles y en los cuales tienen una consistencia distinta. Los dos primeros son fondos donde el guarapo empieza a secar y convertirse en una mezcla más espesa, los dos siguientes están hechos de cobre y son los saqueros, en ellos se forman las sacas (la miel que tiene el punto de la panela) y el quinto es el cebador, allí se almacena guarapo crudo para utilizar cuando las mieles están muy espesas, se están requemando o para refrescar el fondo cuando se saca la saca.
Terminado el proceso de limpieza, evaporación y condensación, la miel que ya es panela se deposita en la batea (fabricadas con madera de un árbol conocido como Canelo), que el pesador alistó con anticipación junto con los moldes donde se formará la panela. En las bateas, el pesador revuelve la panela líquida unos 15 o 20 minutos antes de pasarla a los moldes con el fin de evitar que queden troncos muy secos o muy delgados, la intensión es que quede pareja; el proceso consiste en encimar la miel que está por debajo con un recatón pues, aunque ya no está expuesta al fuego aún se puede quemar la saca.
Aspectos como el cambio de color (algo verdoso cuando está crudo o un poco rojizo cuando empieza a melar), o el grado de condensación permiten identificar el estado en que se encuentran las mieles para definir el tiempo y el lugar que deben permanecer en determinado fondo. De este modo el melador va formando las sacas, poniendo plena atención a que
El melador hace la saca en la batea depositando de nueve a once 53
remellonados de miel, se realiza de este modo para evitar que la saca se dañe pues con una cantidad mayor, tardaría mucho tiempo en secarse. En esta instancia, el pesador se encarga de acomodar los moldes o formaletas y con un coco de madera que tiene el tamaño de una medida de libra pasa la saca de la batea a la formaleta para darle el aspecto final a la panela.
se hace de manera natural y cambia dependiendo la calidad de la panela. Si es buena en cinco o diez minutos se seca, de lo contrario puede tardar hasta 25 o 30 minutos, tiempo tras el cual el pesador retira las formaletas y dispone la panela en el sitio de almacenamiento donde termina de enfriar para que el empacador la organice primero por pares en bolsas transparentes y luego en bolsas de papel de 48 libras. Finalmente, la panela se almacena, se carga y transporta en mulas para su comercialización, finalizando así todo el proceso.
De manera concreta, pesar la panela es llenar la medida con la saca y tirarla a los moldes; con el rayador (utensilio de madera en forma de espátula) se ajusta la medida de libra devolviendo el exceso a la batea; el contenido del coco se tira en los huecos de la formaleta y se palmotea (con la mano húmeda para evitar quemaduras), para que la panela asiente y se ajuste bien al espacio del molde. Luego, el pisador (que recibe su nombre de la herramienta que utiliza), usa un pisón de madera como una especie de sello con la figura de una cruz que le da la forma final a la panela y facilita que al endurecer pueda ser partida con facilidad.
Este breve recorrido por el proceso de funcionamiento del trapiche bajo el marco de observación de los oficios que le dan vida es una muestra de cómo se mezclan y transforman fragmentos separados en una obra unitaria. En este sentido, la molienda es resultado de la suma de capacidades físicas y habilidades individuales convertidas en saberes colectivos cuya importancia no se percibe por completo en la cotidianidad, aunque existe una marcada relación de dependencia de unos con otros.
Posteriormente, viene el tiempo de enfriamiento donde la panela adquiere su estado de dureza; este proceso
Almacenamiento de bagazo, trapiche La Cristalina. Fotografía Julián González Ríos
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En los oficios tradicionales se halla la posibilidad de revelar la consciencia de los lazos que unen las vidas al interior de una comunidad, pues no se trata solamente de realizar un proceso de producción sino, de lo que se construye a su alrededor, por ejemplo, la transmisión de conocimientos sobre prácticas o costumbres representativas del lugar.
simplifica debido a la relación constante con ellos pero que externamente resulta novedoso y complejo; en esta medida, el lenguaje asociado a los oficios tradicionales se ha cimentado a lo largo de la historia y está cargado conceptualmente por más que para los que lo emplean sea habitual. El conjunto de saberes sobre la transformación de la caña, la memoria existente sobre el trapiche e incluso las personas que desempeñan las labores relacionadas con él, hacen parte del patrimonio vivo de esta manifestación que da cuenta de aspectos particulares de la vida productiva de una comunidad; su valor se evidencia en el aprendizaje y la adaptación a un entorno natural y en la especialidad de los conocimientos que se han desarrollado allí durante décadas.
Hay cosas que simplemente no se enseñan por medio de los escenarios formales de transmisión de conocimiento, por ejemplo, ¿cómo enseñar algo que se sabe por intuición? En el caso de los saberes relacionados con el trapiche, la familia y la ramada se convierten en facilitadores de estos procesos de enseñanza, porque en la primera permanecen los portadores de los saberes que son compartidos con los hijos y porque la segunda es el espacio de intervención y aplicación de conocimientos de los portadores, convirtiéndola en un lugar idóneo para la observación y la práctica.
Por eso, esta iniciativa es una forma de avanzar en el interminable camino de revelar las partes de nuestra realidad que todavía nos resultan inconscientes, para reconocer además las manifestaciones sobre las que se ha fundamentado el territorio carmelitano, sus modos de desarrollo y su importancia para las comunidades que las portan.
A pesar de que en la actualidad es posible encontrar en el mercado instrumentos para la medición de temperaturas e incluso la consistencia de la miel, se mantiene el uso de técnicas artesanales que privilegian el desarrollo de las capacidades humanas o la agudización de los sentidos a partir de la experiencia. ¿Cómo se puede enseñar a alguien que uno y no otro es el punto para la miel cuando no hay una fórmula estandarizada que lo demuestra y la respuesta se encuentra en los hábitos y en la práctica? Quienes lo entienden parecen decirnos que el saber es un acto cotidiano.
Más allá de los oficios, hay diversas maneras de seguir reflexionando y documentando el patrimonio relacionado con el trapiche. En realidad, se puede considerar que como tal, el trapiche es una excusa para indagar por el patrimonio rural considerándolo en su integralidad. En el ámbito del patrimonio material inmueble, por ejemplo, es posible justificar que en sí misma, la ramada es patrimonio. Hace aproximadamente 25 años que se construyó del modo en que está en la actualidad y el acuerdo al que llegaron en ese momento fue que en adelante el trapiche iba a ser comunitario y es un hecho que se sostiene y se defiende hasta el día de hoy; al no tener un único dueño, ha posibilitado que se tenga dentro de las consideraciones del espacio
Desde el lenguaje empleado en el ámbito práctico podemos ver la singularidad del conocimiento de las personas que conocen el trapiche y el proceso de producción, porque hablar de molienda, de cachazeros, de la saca o el remellón, implica clasificar y caracterizar algo que existe ahí en la cotidianidad que se 55
colectivo que sirve y les pertenece como comunidad de la vereda La Cristalina.
conocimiento sobre la naturaleza, la relación con la cocina y la elaboración de dulces derivados de la panela o la tradición oral que se le relaciona.
Por otro lado, es complementario y muy oportuno explorar la dimensión del patrimonio material mueble asociado con esta manifestación, elaborando un inventario de herramientas, utensilios y equipamientos empleados en las etapas del proceso productivo, con el fin de documentar sus usos, formas de elaboración, estados de conservación, entre otros. Y, finalmente, para ir más lejos vale la pena profundizar el vínculo del trapiche con otras manifestaciones del patrimonio inmaterial como el
Todos estos son caminos válidos para fortalecer nuestro acercamiento con el patrimonio local, para conocer, entender y valorar aquello que simplemente pudo ser efímero, pero resultó siendo trascendente en el ámbito personal, de la historia comunitaria y de las formas de desarrollo de la cultura y de apropiación del territorio que los habitantes de la vereda La Cristalina, en el cañón del río Melcocho, han desarrollado.
Fondos producción de panela, trapiche La Cristalina. Fotografía Julián González Ríos
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Paisaje cañón del Melcocho. Fotografía Fabián Rendón Morales
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Comentario final Lejos de todo impulso extractivo de los saberes comunitarios, el espíritu de esta iniciativa es facilitar la identificación de una serie de prácticas, tradiciones y conocimientos de gran valor y significado que nacen, permanecen y se transforman en nuestro territorio rural. El estudio de la cultura es una oportunidad para reivindicar el lugar de los saberes campesinos más allá de una simple enumeración sin buscar relaciones concretas con el lugar habitado, resaltando sus formas de transmisión, sus procesos de cambio y el significado que tienen para sus portadoras y portadores.
de estas páginas intenta recoger un panorama general que integra años de experiencia de la mano de los intérpretes más cercanos a lo que pasa en el territorio: sus habitantes y a la vez portadores de los saberes. No buscamos (ni podríamos) ocultar los vacíos e irresoluciones frente al entendimiento de la cultura carmelitana: ellas son nuestra excusa y el fundamento de la amplitud y renovación constante de las posibilidades de realizar nuevos estudios sobre dicha multiplicidad de expresiones y manifestaciones. Por eso, este ejercicio estuvo guiado por el afán de descubrir y retener ese cúmulo de experiencias que han forjado un territorio y la imaginación y sensibilidad de quienes lo han moldeado.
Para reconocer esa cultura es necesario detenernos en lo cotidiano e indagar sobre su profundidad: hay que mirar a los hombres y a las mujeres, las cosas, los acontecimientos, las formas de relación y todo cuanto nos ayuda a ahondar progresivamente en el entendimiento de lo que fuimos admitiendo que, en ocasiones, incluso la experiencia resulta insuficiente para explicar lo que somos.
Hablamos de cuatro manifestaciones del patrimonio cultural inmaterial llenas de significados y oportunidades y que a la vez integran otras formas de expresión del patrimonio. En ninguno de los casos fue posible pensar la inmaterialidad sin reconocer el papel determinante que juega el patrimonio natural en su consolidación.
Por intactas que parezcan las costumbres, prácticas y tradiciones, siempre será necesario dar las razones de su mantenimiento y sus nuevas posibilidades de desarrollo, ya sea que hablemos de la música, la producción, la medicina tradicional, la organización social o cualquier otra manifestación. En la forma de ser en el presente encontramos las cosas pasadas; en este sentido, el acercamiento a las comunidades que habitan el cañón del río Melcocho representa una oportunidad de confrontar realidades diversas, pero también parecidas, con unos orígenes marcados por dificultades similares, pero también por una sensibilidad comunitaria invaluable.
La cultura se presenta como algo objetivo, autónomo, y, sin embargo, está entrelazada, de una manera difícil de expresar, con los lugares, con las personas y especialmente con la vitalidad que fluye a través de ellas. La cultura, por esencia y sentido nada sabe de individualidad, aunque es la unión de múltiples fragmentos, esto es parte de lo que hemos pretendido mostrar en cada una de las miradas que recoge esta cartilla. ¿A caso los oficios, las prácticas y los saberes no son el reflejo de una fuerza unificadora del alma con el territorio que dan forma a expresiones de algo único que es la cultura? En lo inmaterial, es
El conocimiento del presente importa de una manera directa para la comprensión del pasado, por esta razón, la escritura 58
decir, en los saberes, se entrecruzan la experiencia empírica, la creatividad y la fuerza unificadora con los lugares que permiten su surgimiento.
Por eso, esta propuesta consolida una visión de territorio sustentada en el reconocimiento de las dimensiones de la vida social y cultural del Melcocho conjugadas con los intereses de la misma comunidad, para enfatizar su importancia en la configuración espacial, vocacional y cultural del territorio visibilizando el lugar que ocupan en él y la necesidad de su reconocimiento como actores estratégicos en su gestión y como portadores de manifestaciones significativas del patrimonio cultural inmaterial de El Carmen de Viboral para que las conozcamos, salvaguardemos y apropiemos de manera integral y avancemos en que nuestra memoria sea para siempre.
Nuestro objetivo ha sido pues encontrar en la memoria y la vida cotidiana los hilos delgados, los gruesos, los cortos, los que parecen romperse y los que se muestran eternos y que se unen para formar un solo tejido, el de la cultura carmelitana. Por esta razón, si hay un valor determinante en las comunidades del Melcocho, es la visión comunitaria que tienen sobre sí mismos, que enfatiza la importancia de percibir la existencia con los otros en la consciencia plena del valor de la unidad.
Paisaje cañón del Melcocho. Fotografía Fabián Rendón Morales
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Paisaje cañón del Melcocho. Fotografía Fabián Rendón Morales
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