Periódico El Gesto Noble No. 17, julio 23 de 2021 ISSN 2805-5918

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Periódico El Gesto Noble No. 17 Julio 23 de 2021 ISSN 2805-5918 El Carmen de Viboral, Antioquia-Colombia

Fotografía: Fabián Rendón Morales

Más Cultura Más Oportunidades John Fredy Quintero Zuluaga Alcalde El Carmen de Viboral

Es un honor recibir en nuestro municipio grupos artísticos de Suiza, Ecuador, Argentina y de otros lugares de Colombia, quienes aportan a la cultura carmelitana, a sus historias, sus personajes y sus épocas a través del teatro. El Gesto Noble es la oportunidad de volvernos a encontrar después de un encierro obligatorio, y la prueba de que sí es posible tener espectáculos de gran impacto cumpliendo todos los protocolos de bioseguridad. Nuestra apuesta es fortalecer los espacios culturales desde todas

las instancias y visiones, por ello, en esta Administración, junto al representante a la Cámara Esteban Quintero, adelantamos las gestiones ante el Ministerio de Cultura con el fin de materializar el tan anhelado Teatro Municipal y gracias a esos esfuerzos, nos entregaron 6 mil millones de pesos. Se debe reconocer el trabajo del Concejo Municipal que también le ha apostado a la cultura carmelitana. Algunos recursos del empréstito que aprobaron en 2020 se destinarán a esta importante obra. Asimismo, seguimos con las gestiones ante la Gobernación de Antioquia y otras entidades. El sueño de un Teatro Municipal a la altura de la cultura del municipio muy pronto

empezará a convertirse en una realidad. De igual manera, desde la Administración Municipal se aumentaron los recursos para el Programa Municipal de Estímulos de Creación y Proyección Cultural, 6ta versión, porque estamos convencidos de que un municipio cultural es un municipio que valora, respeta y cuida la vida. El arte nos hace mejores personas y ese capital humano es el que debe reinar en un territorio como el nuestro donde nuestras costumbres e identidades se reflejan en la música, la danza, la pintura, la cerámica, el teatro y demás expresiones artísticas. Nos alegra ver a propios y visitantes disfrutando de cada ac-

tividad que con tanto amor hemos preparado. Nos tendremos que seguir cuidando puesto que la pandemia aún no termina, sin embargo, debemos apoyar los eventos masivos y volver a apropiarnos de las calles cuidándonos y cuidando a quienes nos rodean. Es la única forma de reactivar el sector cultural y muchos otros sectores. Las puertas de El Carmen de Viboral siempre estarán abiertas para El Gesto Noble, este año lo recordaremos por sobreponernos a una pandemia, y desde ya, estamos pensando en la edición del año entrante que seguro será muchísimo mejor para el disfrute de todos.


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XXVI Festival Internacional de Teatro El Gesto Noble

Mirarse en el acto de mirar. Apuntes sobre el comportamiento escénico de un territorio Yeison Castro Trujillo Todo pueblo cuenta con un carácter único que se manifiesta en sus costumbres y tradiciones. En el caso de El Carmen de Viboral habrá que decir que es un pueblo que debe su grandeza entre otras cosas, a su irradiación cultural y artística, esa es la raíz que establece su orden social y vital. El Carmen de Viboral, para explicarlo en términos simples, es un pueblo con una indomable vida cultural, no porque en él la vida gire solo en torno al arte y las manifestaciones artísticas, sino justamente, por lo contrario, porque el arte gira entorno a la vida, de una forma más cercana, cotidiana y doméstica, como potencia objetiva, fuerza creadora, estética de la existencia. No obstante, pensar en el Festival Internacional de Teatro El Gesto Noble, en su poder, en su influjo, se nos presenta con tal fuerza y tal contundencia que,

quienes disfrutamos y nos detenemos en él, reconocemos en cada una de sus versiones una visión propia, inédita y original, el despliegue de un mundo, de un nuevo mundo que antes desconocíamos. Es por esto que existe El Gesto Noble, no se trata únicamente de un escenario para reconocer los frutos de una cultura, sino más bien para recibirla y elevar-

la a nuevas cimas. Es un festival hecho para pensar, para imaginar la vida, no solo para sentirla. De ahí esa actitud cómplice, casi religiosamente camuflada de quienes bebemos del recurrente anhelo de habitar en un mundo mejor cuando llega El Festival. El Gesto Noble representa eso, el poder hacernos partícipes de una experiencia estética donde la imaginación creativa es nuestra mejor herramienta de reciprocidad y reconocimiento. Eso es lo que es, la invención de un paisaje, de un jardín, de un arte vivo, un cultivo para la con-

Fotografía: Mateo Rivas

Periódico El Gesto Noble No. 17 Julio 23 de 2021 ISSN 2805-5918 El Carmen de Viboral, Antioquia-Colombia Editor: Instituto de Cultura El Carmen de Viboral Alcalde Municipal John Fredy Quintero Zuluaga Director Instituto de Cultura Yeison Castro Trujillo Dirección Periódico El Gesto Noble, 17ª edición Paula Toro Sierra Asesor Wilson Escobar Ramírez Curaduría de textos Ricardo Ospina Gallego y Paula Toro Sierra Oficina de Comunicaciones Fabián Rendón Morales y Laura Zuluaga Mejía Fotografías Valentín Betancur Fabián Rendón Morales Mateo Rivas

templación y el goce del espíritu, un escenario para recuperar la dicha de la creación y la fuerza vivificante de las ideas. Queremos cimentar esa intención, esa imagen. Aspiramos a que con asombrosa solidez podamos vigorizar las raíces que sustentan El Festival, mirarlo para ser mirados, para fortalecer su influjo recíproco, mutuo, para disfrutar con la naturalidad de nuestros sentimientos la belleza salvaje con la que cuidadosamente nos vamos perfeccionando con el tiempo, mientras nos fortalecemos con sus elementos estéticos y valores diversos, con nuestras costumbres y tradiciones. La invitación es que El Gesto Noble florezca como centro de vida cultural para El Carmen de Viboral y para el mundo, pero además florezca como posibilidad de enraizar con mayor consistencia sus apuestas, para enriquecer y recrear la existencia desde la diversidad de puntos de vista de quienes participan en él, y descifrar a través de ellos la misteriosa alquimia de mirarnos en el acto de mirar.

Escriben en esta edición Eisen Hawer López Chica Lizeth Ramírez Tangarife Juan Felipe Ospina Villada Flora Quijano Upegui Juan José Ossa Zuluaga Mónica Cuadros Guisao Juan Jacobo Ortiz Zuluaga Edwin Villa Betancur Ricardo Ospina Gallego Juan Camilo Ramírez Betancur Wilson Escobar Ramírez Yeison Castro Trujilllo Cortesía dossier grupos Teatro Malayerba Teatro Hora 25 Diagramación Alejandra Londoño Rodríguez Ilustración Laura Mejía Echeverri Litografía Editorial La Patria S.A.


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XXVI Festival Internacional de Teatro El Gesto Noble

sultó en un caldo de cultivo para la vida y el arte.

Teatrero tenía que ser: reconocimiento a Kamber Flora Quijano Upegui Fotografía: Valentín Betancur

Érase una vez un muchacho terco con un sueño revolucionario que le acompañaba desde chiquitico, un sueño nacido desde la imaginación infantil y que comenzó como un juego con títeres de medias en las ventanas de la casa, transformadas en improvisados teatrinos. Poco a poco se fue convirtiendo en un propósito de vida que se materializó por primera vez en abril de 1988 con el nacimiento del grupo Tespys: un puñado de jóvenes peludos, dirigidos por nuestro protagonista, cuyo nombre de nacimiento casi queda ya en el olvido: Carlos Mario Betancur Ramírez. Tespys se dio a conocer el día

del Idioma de ese mismo año cuando presentaron una creación propia “Sin voz, pero con alma”. Con esta primera dramaturgia, vinieron muchas más a hacer parte del creciente repertorio del grupo; eran obras que el joven director escribía en su cotidianidad con conocimientos muy contados sobre la teoría dramatúrgica, pero con muchas ganas de crear y aprender. Algunas de estas creaciones eran medio existencialistas, a veces panfletarias, a veces juguetonas; obras que no solo exploraban el teatro de sala, sino también la calle, un escenario poco utilizado en el entonces silencioso El Carmen de Viboral, a causa del conflicto armado que pronto re-

Los primeros pasos fueron dados en medio de la incertidumbre, como si se abrieran camino en medio de una selva espesa, y adelante, en la cabeza de la comitiva, se encontraba siempre a Kamber, como se le llamó desde muy pronto, quien se atrevió a continuar la arriesgada empresa del teatro, aun teniendo la posibilidad de llevar una vida más tranquila con el trabajo que tuvo en las fábricas textiles de “Coltejer”, pero al que renunció por amor al arte, ¡teatrero tenía que ser! A pesar de todo, su constancia lo ha llevado lejos, lo ha posicionado en cargos públicos como el de director del Instituto de Cultura de El Carmen de Viboral entre 2005-2008. En 2003, Tespys fue invitado al Encuentro de Teatro Popular Latinoamericano en Ecuador; con esa salida, vinieron muchas más a diversos países como Italia, Cuba, Brasil. En 2007, gracias a la gestión de Kamber y a manera de reconocimiento del Estado, viajó por primera vez a Cuba, donde creó vínculos con el teatro de la isla y con figuras reconocidas, los maestros Rolando Hernández Jaime y Vivian Martínez Peláez, acogiéndolo en la Casa de las

Américas. Enumerar la cantidad de logros que acompañan la vida de Kamber no es posible en esta corta semblanza, pero sí es posible ver las transformaciones por las que ha pasado El Carmen de Viboral desde aquel lejano abril de 1988, propiciadas por la figura alta e inconfundible que deambula a zancadas con su larga cabellera por las calles del pueblo. En la noche del 18 de julio de 2021 se organizó una velada de reconocimiento a Kamber; en secreto los invitados fueron poblando la Casa Tespys, entre ellos Patricia Ariza y los candelarios, actores y actrices de la red Carmentea, sus padres Rubiela Ramírez y Gustavo Betancur, y la variopinta compañía de los amigos de sus aventuras; un homenaje que seguramente se cristalizará con la construcción del Teatro Municipal, con el que se completará uno de sus sueños. Para asombro del homenajeado que no paraba de decir: “yo solo vine a orinar”, esta velada fue la primera realizada a su nombre dentro de la historia de El Gesto Noble, reconocimiento que ahora se le dedica a un maestro y artista que a todos sigue enseñando con su generosidad y nobleza: “el Kamber de Viboral”.

“La Chava” y “El Gordo”: una fusión entre vida y arte Juan Camilo Ramírez Betancur Con gran emoción se vivió la velada de reconocimientos de El Gesto Noble, durante la noche del 19 de julio que tuvo como homenajeados a María Isabel García “La Chava” del Colectivo Teatral Matacandelas y a Luis Fernando García Arboleda “El Gordo” de la Corporación Cultural Barrio Comparsa. Dos artistas de Medellín que han trabajado incansablemente por la cultura nacional e internacional y que han acompañado este festival más de una vez.

graciosamente Cristóbal Peláez, refiriéndose al hecho de que las mujeres aún estaban condicionadas por los hombres al final de la década del setenta. Hacer teatro para una mujer era un acto revolucionario, y “La Chava” encarnó esa rebeldía expresada desde el arte, una rebeldía alegre basada en el teatro político y contestatario que ha hecho que las obras se mantengan en el tiempo como representaciones que cuestionan la realidad del país.

“La Chava” ha dedicado toda su vida al teatro como principio espiritual; desde muy joven llegó al mundo del Matacandelas que solo llevaba un año de creación. Tal vez por eso, 41 años después, nos dice que no podría separar la historia de su vida personal de la historia del Colectivo Teatral Matacandelas. Contaba 17 años cuando ingresó en una época en la que el teatro era mal visto, no habían mujeres actrices, “habían señoras” como lo contó

Luis Fernando “El Gordo”, creó en 1991 la Corporación Cultural Barrio Comparsa y con ella, se ha encargado de recuperar y recrear el espacio público en los barrios de Medellín. Su vida se puede describir como una lucha por la unificación de las comunas, librada contra las fronteras invisibles que separaban los barrios populares de Medellín como también han estado separados los pueblos de América. Desde joven inició su trabajo con

las comunidades más populares creando talleres de sensibilización para impulsar el teatro entre los niños. Este trabajo tuvo como resultado una obra llamada “Los sueños del arlequín” presentada por el entonces naciente canal regional “Teleantioquia”, en 1985; esa fue la primera semilla para un movimiento que hoy se toma el país y que ha llegado hasta el exterior. Desde entonces se crearon talleres de danza, música y teatro que gestaron la propuesta de la Corporación Cultural Barrio Comparsa. Fue otro acto revolucionario que logró vencer el eterno toque de queda que reinaba en los años noventa en Medellín y unificar a una sociedad fragmentada por la violencia. “El Gordo” y “La Ghava” hicieron que la vida y el arte se fundieran en una sola expresión, uno desde las calles, la otra desde la sala de teatro.

Caricatura: Ricardo Ospina


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XXVI Festival Internacional de Teatro El Gesto Noble

Un gesto femenino: directoras y creadoras teatrales en el Festival Eisen Hawer López Chica

Fotografía: Valentín Betancur

Este año, la XXVI versión de El Gesto Noble cuenta con una participación femenina notable, y no solo en lo que a números se refiere. La presencia de la mujer se destaca desde la dirección de varias de las obras y compañías de teatro invitadas como la maestra Patricia Ariza del Teatro La Candelaria y Tramaluna, ambas de Bogotá, Ca-

rolina Vivas Ferreira de Umbral Teatro de Bogotá, Carolina Vascones del Teatro MalaYerba de Quito-Ecuador, Carola Martínez Bandera del Teatro La Hora 25 de Medellín y Sandra Restrepo de Dramaleón Teatro y Títeres de El Carmen de Viboral; la co-creación de Natalia Duque, en Jabrú Teatro de Títeres. Pero también resalta la pre-

Conversación colectiva con Patricia Ariza y las actrices de La Candelaria La historia del soldado y el combatiente Ricardo Ospina Gallego Patricia Ariza capta el carácter circular de la escena política colombiana, tanto desde su militancia, inconcebible sin el contacto con los sentimientos y preguntas de quienes terminamos por llamar los actores del conflicto armado, como también desde la experiencia teatral con los actores y actrices de La Candelaria, escuchando en unos, el clamor, la desorientación o la esperanza que circula en sus corazones, y en otros, sus propuestas de creación colectiva; y entre ambos, no dejando de escuchar las impresiones y preguntas de los espectadores al salir de la sala. Escuchar con serenidad puede ser el acto político de la maestra Patricia para proponer una salida del círculo, una salida que no puede ser mas que una pregunta que se ofrece en la forma de voces que prestan su historia a las acciones de los actores. En “La historia del soldado y el combatiente”, escuchamos unos hablantes y vemos unos actores que realizan las acciones, pero también percibimos un experimento con la disociación: las acciones ejecutadas

por los actores pretenden sostener la paradoja de la ilustración de la fábula política que consiste en evitar la mímesis. La obra fue concebida para escenificarse con la orquesta filarmónica de Bogotá que se presentará en el Teatro Colón el próximo 6 de noviembre cuando se cumplan los cinco años de los acuerdos de La Habana. La historia del soldado de Charles Ferdinand Ramuz fue montada una primera vez por el grupo en los ochenta, y ahora crea una variante, incluye al combatiente al lado del soldado: dos jóvenes que marchan juntos y que están en bandos opuestos, condenados a ser enemigos, lo primero que hacen al encontrarse, es sacar las armas. Entre hablante-actor y actor-actante hay un distanciamiento, el distanciamiento entre lo verbal y lo no verbal. En el montaje no se pudo contar con la música de Stravinsky por asuntos de derechos de autor, tampoco fue posible tener en la escena a la filarmónica; a cambio, la proyección de los músicos en pantalla, interpreta a Beethoven, Ravel y Saint-Saëns. Para pensar la propuesta visitaron las llamadas “zonas de normalización”, la de los insurgen-

sencia femenina en torno a las distinciones de El Gesto Noble. Por un lado, el homenaje a una mujer que ha dedicado su alma y entregado su energía vital a la proyección en los escenarios, a representar y realzar el poder inimaginable de las artes y, más exactamente, el teatro, María Isabel García Marín “La Chava” del Colectivo Teatral Matacandelas. En contraste, otro homenaje, esta vez a las mujeres vulnerables, a las que han carecido de la oportunidad para estudiar, comer, jugar y vivir sus vidas libres, a ser autónomas y en paz. Para estas mujeres, que dejaron pedazos de su historia en las memorias de la compañía suiza Andrayas Mamafele, presentamos “Whomyng. Homenaje esculpido a las mujeres del mundo”. No hubo una planeación previa que pusiera el tema de manifiesto y condicionara la participación de los grupos en el Festival. Pero esto no debe ser entendido como una simple

y afortunada coincidencia. Es, más bien, la confirmación de lo que ha sido siempre y que quizá hemos obviado: las mujeres han sido partícipes y edificadoras de El Festival a lo largo de su historia, han actuado, dirigido, producido, conversado, escrito y entregado sus seres en los teatros, parques, calles y diferentes escenarios donde el teatro y el arte han tenido cabida. Esta versión no es otra cosa que la confluencia de la creciente participación de las mujeres en el teatro colombiano y mundial, de que las mujeres han estado acompañando el arte desde tiempos remotos, una voz propia a la que no le hace falta que exista una equidad por el hecho obligante de la ley para manifestarse: no puede haber teatro sin mujeres; no puede haber arte sin mujeres; no puede haber vida, ni inventarse alguna siquiera, sin la presencia creadora de las mujeres.

tes desmovilizados; conversaron con ellos, evitaron tratarlos como combatientes para poder mirar el ser humano que había tras los uniformes, mirar las ilusiones que tenían de encontrarse con sus novias, sus familias, sus pueblos. Los verdaderos responsables de su sufrimiento son los terceros, los que dan las órdenes, los manipuladores, el mismísimo diablo. El diablo es una metáfora, tiene toda la capacidad de engañar, es el que pone el combate, el fratricidio, el incumplimiento de la palabra, de los acuerdos, el saboteo permanente a la paz.

parte de los actores de pie, leyendo, haciendo las voces que no encajaban con las acciones del resto de los actores, la obra les suscitó muchas preguntas. Otra cosa sucedió con un público menos predispuesto, pero mas sensible por su experiencia: Los exinsurgentes que la vieron, cuenta Patricia, no pararon de llorar, y eso es mas importante a la hora de preguntarnos por el espectador concernido y por los efectos del teatro en la sensibilidad y la conciencia de quienes padecen el conflicto.

Austera por sus recursos y no menos manierista como la aparición del diablo en una torre, el velo rojo, los pocos objetos, los movimientos retardados, la pantalla larga, el fondo negro, la fáustica alfombra voladora, el tambor y el violín que el diablo quiere apropiarse, la historia del soldado y el combatiente es la visión de la paz diferida. Al regresar a sus pueblos todo es espejismo, nadie los reconoce, ni la novia, ni la madre, ni los vecinos. El diablo juega con los fantasmas, con los recuerdos de los personajes, con sus afectos, les transmuta el tiempo.

A nosotros se nos abre la esperanza, pero también vuelve la imagen del círculo, la historia de Colombia es una repetición, es la historia de José Antonio Galán, el comunero, y de Guadalupe Salcedo. Hay acciones que se abren a la esperanza cuando aparece la madre y la novia, pero vuelve el espectro de la traición y la alevosía, somos el autosacramental de la repetición, el círculo vicioso de la guerra y el poder. Hemos hablado mucho de la espiral de la violencia, ojalá estemos a la medida de esa imagen, si es una espiral al menos uno de sus brazos podrá tender hacia una nueva realidad, por lo pronto la obra no se cierra, se abre a las preguntas que aguardan en la trasescena.

Algunos espectadores de la obra entraron con el propósito de encontrarse con lo que siempre habían visto de La Candelaria: escenas en grande, acciones físicas, una epopeya musical de la historia colombiana; al ver a una


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XXVI Festival Internacional de Teatro El Gesto Noble

Guadalupe circular Juan Felipe Ospina Se presentó en El Gesto Noble la obra “Guadalupe años sin cuenta”, dirigida por Patricia Ariza e interpretada por Tramaluna Corporación Colombiana de Teatro, y la inquietud que me asaltó de entrada fue cómo encajar este reciente montaje de la obra legendaria en un contexto de estallido social como el actual. Cómo entender los signos de esta nueva versión representada casi al pie de la letra en relación con el guion original, montado por primera vez hace casi medio siglo. Pienso, entre otras muchas, en dos posibilidades. En su función más allá de artefacto artístico definido ya desde su misma creación, es decir, en la obra como documento histórico, como memoria necesaria en un país tan dado al olvido; pero,

Fotografía: Fabián Rendón Morales

también, en su valor simbólico, en las posibilidades de significación que propone para el presente, en su participación viva en la historia contemporánea. Guadalupe es un hito del teatro colombiano. Nació en 1975 en los talleres de investigación e improvisación del grupo La Candelaria, al fragor de las luchas revolucionarias que habían derivado de la violencia partidista, y se convirtió en paradigma latinoamericano de creación colectiva en la dinámica escena teatral de aquellos tiempos. La obra cuenta la historia de Guadalupe Salcedo Unda, comandante de las guerrillas liberales de los Llanos Orientales, quien, después de haber pactado un cese al fuego con el gobierno conservador, es acribillado a traición por el ejército. A través de pequeños cuadros

divididos entre sí por un coro de música llanera en formato tradicional (arpa, cuatro y capachos), y la participación alternada de los actores en función de corifeos-cantores, el público va armándose un modelo a escala de la realidad del país que, a pesar del paso de los años y el cambio de las modas, nos sigue siendo familiar. El coro se ocupa de recontar, o incluso a veces anticipar, lo ocurrido en las sucesivas escenas, de modo que el espectador puede retener mejor el sentido de lo representado. Además, el empleo de personajes arquetípicos muy reconocibles de nuestra vida cultural y el rescate casi etnográfico de cierta estética popular en el vestuario y la música campesina, están tramados con acierto, logrando una naturalidad que consigue desvanecer el anacronismo. En términos narrativos, la obra presenta una circularidad que se abre con la reconstrucción de los hechos en torno a la muerte del guerrillero por parte de un perito judicial, y se cierra con la representación de la balacera en la que pierde la vida Salcedo. Simbólicamente, la circularidad de la acción funciona como es-

Un mar de gatos Malayerba reflexiona sobre el enjambre digital Wilson Escobar Ramírez

“Toda la obra está escrita dentro de la casa... El universo es la casa. Junto a nuestra casa hay una casa abandonada donde una gata hizo una colonia... Nosotros hemos pasado años alimentando, esterilizando, salvando y adoptando gatos. Dentro de la casa viven gatos salvajes y fuera de la casa también. Vivimos en un mar de gatos”. Así explica Carolina Vascones la imagen que da nombre al último montaje del Grupo Malayerba, “Mar de gatos”, una obra con la que cierra la XXVI edición de El Gesto Noble. Un mar de gatos es una obra nacida en medio de la pandemia, como tantas otras, pero que habla como pocas de todo el universo emocional y existencial que ha despertado el actual estado de emergencia en el que se encuentra el mundo. Allegada desde el mundo de la danza y la coreografía, Carolina Vascones se decide a escribir una dramaturgia para y sobre Gerson Guerra, actor del grupo. “Es una obra que nace en la co-

Fotografía: Jabiera Guerra

tidianidad de su casa, nuestra casa, en la intimidad del hogar”, explica la autora y directora del montaje. Tal vez por ello sea difícil encontrar en esta creación el rastro de la poética de Malayerba que se ha podido ver en el festival carmelitano, anclada ésta en temas de la memoria, el poder, el exilio… Aunque sí, tal vez acá las une el exilio interior de un personaje al que la tecnología digital lo ha atravesado; un ser sumido en una vorágine de información que actúa como una barrera de coral digital y que le impide comunicarse con el mundo, con la naturaleza.

Para hablar de esta condición existencial, Carolina ha acudido a la filosofía, que está en la base de su formación académica, en particular a la obra “Enjambre”, del filósofo coreano Byung Chul Han, de la que extrae esa necesaria reflexión sobre el hombre infoxicado. “Chul Han tiene un metalenguaje sencillo, es muy actual y te habla directamente”, reflexiona la dramaturga, y explica: “La obra está escrita en varias capas, una de ellas es la digital, lo que me permite hablar de la incapacidad para comunicarnos, de este tiempo que es tan rápido, que te atropella,

pejo de la circularidad de nuestro destino como nación. La traición sufrida por Guadalupe Salcedo es también la traición que sufre cada colombiano, a quien le roban a diario un país mejor para vivir. Para sobrellevar la desgracia la obra emplea humor trágico, muy propio de la colombianidad, y se dedica a perfilar heroísmos y mezquindades. Es tal vez esta esta lucidez de la risa la que arroja más claridad sobre lo que tendríamos que cambiar y no repetir nunca. Al final, cuando la compañía se ha ganado la empatía de los espectadores, en el último coro, en un contrapunteo entre mujeres y hombres, los personajes interpelan directamente al público, llamándolo a la conciencia. Éramos muy pocos allí, a la media noche, la víspera del 20 de julio, y lamenté por el aforo reducido por pandemia no permitiera una multitud. El sentido pleno en este tipo de teatro popular encuentra su realización en salas abiertas, en teatros y plazas llenas. Será solo rodeado por el pueblo que, a lo mejor, pueda Guadalupe empezar a contar, esta vez sí, sus años en paz. en el que todo se diluye, donde no hay conversaciones y donde todo es instantáneo, todo se olvida”. En tanto se trata de una dramaturgia que nace por fuera del grupo, que no procede de una creación en colectivo a partir de un texto que habitualmente escribiría Arístides Vargas, “Un mar de gatos” pareciera incursionar en una poética distinta en el proceso creador de Malayerba. Sin embargo, como explica Carolina Vascones, “mi maestro en dramaturgia ha sido Arístides. Después de tantos años de expectar la obra de Malayerba me imagino que de alguna manera me ha tallado, me ha forjado, pero la poética es otra”. Una poética con la mirada de una mujer creadora, que observa a su pareja en la intimidad de un hogar sitiado por la tecnología digital y que siente la necesidad de hablar de un mundo que le es cercano: “Simpatizo mucho con el feminismo, pero no soy una feminista a ultranza. Creo en el ser humano, que nosotras tenemos que cambiar la manera en que percibimos el mundo y las relaciones”.


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XXVI Festival Internacional de Teatro El Gesto Noble

La víbora festiva. Crónica Juan Felipe Ospina Villada El Carmen de Viboral, 1 p.m. El pueblo hierve en las calles. El cielo, evolucionando en azules y grises, está lleno de sol. Busco en la plaza la sombra de los castillos inflables, a la espera de las comparsas. Hay dos fiestas hoy, la del teatro y la de la Virgen, y nadie parece estar en su casa. Mientas camino imagino que las calles de El Carmen dibujan una gran espina de pez. Veo muchos carros, muchas motos, cierta alegría impregnada en la gente. Dirijo los pasos lejos, a la periferia, cerca del Parque Educativo, y, para esperar al desfile, me acuesto en un pradito y me adormezco. Son más de las 4:40 p.m. Despierto y tengo la sensación de que algún hechizo vibra en el

aire. La realidad me parece una mezcla extraña entre la blandura de la hierba y el silbido de la música a lo lejos. Algo de frío me cala al fondo de la chaqueta mientras camino paralelo al jolgorio. Es la segunda vez que veo las comparsas. La primera terminé saltando y gritando en una fiesta de tambores junto a cientos de personas en la plaza del pueblo. Esta vez los asistentes llevamos tapaboca, lo que no viene mal, imprime cierto artificio, cierta suplantación teatral de las narices y las bocas. El tapaboca es, de golpe, no una mascarilla profiláctica sino un vestuario, un disfraz, de modo que todos, sobre todo yo, terminamos siendo actores.


XXVI Festival Internacional de Teatro El Gesto Noble

Me conmueven dos cosas: las aceras llenas de gente esperando a que pase la fiesta, y el trance de los espectadores convertidos en personajes cuando los grupos pasaban. La comparsa es un organismo vivo serpenteando por las calles, ejecutando su encantamiento. Este es el espíritu de la víbora festiva. Veo esto: un chamán sonando cascabeles como un auténtico nahual; una batucada de hinchas de América, Medellín y Nacional tomándose los chorros a tapaboca suelto; un viejo de bastón y pancarta bailando al lado de unas señoras; una carroza imitando el escenario del Víboral Rock, con rockeros fingiendo tocar, muy a destiempo, matador; música campesina en vivo sonando en los

parlantes de la cantina “Culo estrecho”; algo religioso, una virgen repolluda y amarilla, representada por la cometa quiteña; zanqueros, animales sin nombre, ratas monociclistas, madremontes, brujas, trompetas, clarinetes y tambores. Y si hay tambores, hay fiesta. ¿De dónde salió toda esta gente? Este pueblo está vivo. La naturalidad de los comparseros, la falta, en muchos, de formación y experiencia teatral, y el tumulto de todas estas personas juntas, diversas, por unos momentos coincidiendo en la realidad alterada de la comparsa, en la realidad alterada de la peste, es necesariamente un trance. Un trance de la alegría, inserto en la realidad desalmada de este país, un bálsamo paliativo, un veneno amoroso.

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XXVI Festival Internacional de Teatro El Gesto Noble

Deconstrucción de sí mismo El teatro documental en El Gesto Noble Juan José Ossa Zuluaga Actuar puede ser visto como habitar en un cuerpo ajeno y conectarse con emociones y situaciones que no son las que vive quien las personifica en el escenario, pero ¿qué pasaría si esto no fuera así? “La que no fue”, explora desde la perspectiva de sus cinco actrices, la pregunta ¿quién soy? Esto lleva al espectador a un viaje íntimo por sus memorias. Vivir esta obra es una experiencia profunda, no solo por las cualidades escénicas de las actrices, sino por la forma directa en la que transcurren los microrrelatos, una muestra de teatro documental como se ha nombrado esta forma de construir la escena. Con situaciones cotidianas, se devela una sociedad que ve a las mujeres como objeto de deseo, productos de lujo y de canje, además de hacer una crítica al ideal de la mujer como sostén del hogar y ama de casa abnegada, tal como se ve en los primeros minutos de la obra, donde al fondo del teatro, mientras Carolina Beltrán, Andrea Sánchez, Diana Jaramillo, Reina Sánchez y Luisa Acuña, permanecen de pie y se reproducen imágenes que se asemejan a propagandas de electrodomésticos de los años cincuenta con mensajes alusivos a las cualidades de una esposa ideal. Los ancestros La historia de sus abuelas. Aquí se devela un entramado de sucesos dolorosos, de maltrato físico y emocional, de situaciones que en su momento fueron escandalosas como el ser madre soltera en una época donde la virginidad era el bien más preciado y se debía guardar hasta el matrimonio; casamientos arreglados, familias numerosas y disfuncionales; pobreza, esposos alcohólicos, entre otros elementos que inevitablemente tocan fibras, ya que todos hemos vivido situaciones semejantes dentro de nuestro entorno social y familiar.

quita la media y la pone en su mano como si fuera un títere, abre y cierra la boca para imitar la voz de su madre que suena al fondo del teatro. La voz femenina desaparece, el calcetín ahora es su padre, quien le dice que tiene unas piernas bonitas, la besa, la toca, la acosa, ella trata de gritar, mientras la alegría se transforma en miedo, la tensión se siente, se escuchan los murmullos de los asistentes y el llanto apagado de algunos. Para todos es claro lo que está pasando. Al igual que en esta escena, la obra comprende diferentes elementos que quedan grabados en el espectador, que lo conmueven al borde de las lágrimas, lo alegran o lo incomodan. Todo transcurre mientras en el fondo del escenario se presentan fotografías de las mujeres de quienes se narran los sucesos, las actrices usan ropa semejante a la de las fotografías, sus facciones al ser familia son semejantes y sus historias están ligadas en sucesos que transitan desde los relatos de sus abuelas y madres, hasta su historia personal. Una charla con la directora Umbral Teatro, es una compañía de la ciudad de Bogotá que cumple en el 2021, 30 años de labores continuas; cuenta con 14 obras de repertorio, 10 que son de producción propia, según las cuentas hechas por Carolina Vivas dramaturga, actriz y directora del grupo. Durante su estadía en El Carmen de Viboral, hablamos de la obra que presentó en el Festival. Juan José. ¿Cómo fue el proceso de montaje de “La que no fue”? Carolina Vivas. En ese momento estaba muy en boga una pre-

gunta desde el teatro contemporáneo, que tenía que ver con la presentación y la representación, entonces lo que le dije a la gente fue “Los personajes son ustedes”. Empezamos a trabajar sobre esa base y eso es muy extraño, pues uno siempre presenta o representa a otros. Cuando yo le digo a alguien, el personaje es usted, la pregunta que surge es ¿quién soy? Es muy difícil describir quien soy, pero en realidad, todos somos cosas sencillas, nadie es un héroe, ni el ave fénix. Uno es la chica que come chocolates, que tiene un gato. Cosas simples. Llegamos a responder la pregunta ¿quién soy?, desde un ángulo primero muy honesto, muy alejado del deseo y de lo que yo quisiera. Primero vino el ‘yo soy’, luego vino la descripción de ¿quién es mi madre?, y para entender quién es mi madre yo tengo que entender ¿quién es mi abuela?, entonces fueron apareciendo nuevos elementos. JJ. ¿Cuáles son las preocupaciones que tienes al momento de transmitir un mensaje desde la dramaturgia? CV. En general yo no le quiero transmitir nada al espectador; creo que no hay un deber ser en la dramaturgia, pero a mi juicio si hay una regla de oro: yo no me puedo poner sobre el material. Por eso te digo que yo no quiero decir nada, porque de querer decir algo, hago un ensayo o escribo un discurso. La imagen artística es algo que supera el discurso, lo que yo quiero es oír el material. La imagen no quiere decir, la imagen dice. La asociación libre siempre es más rica que la enciclopedia, y ver el material y tomar una distancia frente a él, me permite mirar su

Un calcetín Una de las actrices representa a su madre cuando era niña, tiene el cabello peinado con dos coletas, vestido y un par de medias que llega casi a las rodillas. Ella juega, se ríe inocentemente, se

Fotografía: Fabián Rendón Morales

potencia. Ahora, uno tiene obsesiones. Nosotros como grupo tenemos la preocupación por el presente del país; si yo reviso mi dramaturgia y lo que hemos hecho, pues hemos tocado la guerra de los mil días, la violencia de los cincuenta, la de los sesenta, la de hoy, la de los falsos positivos, todas las violencias del país, en realidad las hemos tocado desde nuestra dramaturgia y no necesariamente desde una perspectiva trágica. JJ. Eso me acuerda mucho de la tesis que dice que las guerras en Colombia se reciclarán, ¿crees que eso pasa, que en Colombia la violencia se recicla? CV. Todas nuestras obras reposan en el Centro Nacional de Memoria Histórica. Hay un interés ahí. Yo creo que hay un gran valor en la ficción, pero para yo llegar allí, parto de la realidad. Es decir, de la realidad concebida de manera directa. Nosotros tenemos como grupo un trabajo intenso en las regiones del país y en zonas de conflicto; y no ahora que está de moda, sino desde siempre, cuando era peligroso. Por ejemplo “Rumor”, que es mi penúltima obra, está construida con testimonios de gente de San Onofre y Libertad, que es un corregimiento de este pueblo. Un territorio sometido al poder paramilitar durante nueve años, con la anuencia y el silencio del Estado. Fue un lugar donde se ejerció la violencia sobre el cuerpo de la mujer como territorio de guerra, y ese es el tema de esa obra. En “La que no fue”, lo que me gusta es que es una obra super privada, íntima, pero el país se percibe como telón de fondo y la obra tiene solamente cinco alusiones históricas que se dan desde una forma muy personal; lo que pasa es que la historia del país es la historia de su gente, y un desaparecido es en primer lugar un lugar vacío en la mesa. No es que se recicla, sino que es una sola. Una cosa es recordar los hechos, otra es buscar las causas, no solo económicas, y resulta que toda esta barbarie está cimentada en valores-anti valores, que nos atraviesan como cultura, que son el patriarcado, el racismo y el clasismo, en esos tres aspectos, es donde se sustentan esos conflictos.


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XXVI Festival Internacional de Teatro El Gesto Noble

Carola Martínez:

El teatro es un lienzo donde se pinta o una hoja de papel donde se escribe Lizeth Ramírez Tangarife

Fotografía: Bibiana Castaño

El teatro llega a la vida de Carola Martínez como un juego de niños a la edad de 9 años, cuando representaba con sus hermanos un cuento o un poema para iniciar una celebración familiar. Desde entonces ha dedicado más de 30 años a las Artes Escénicas, la mayoría en el Teatro La Hora 25, fundado por su mentor Farley Velásquez. Tras la desaparición de este actor y director en 2015, Carola asume el rol como directora del colectivo artístico y a partir de este momento ha vivido un proceso de permanente aprendizaje. “Farley nos enseñó la pasión, la disciplina y la fuerza en las tablas. Antes de su partida nos dijo que todos éramos creadores. Y en ese ejercicio por redescubrir el camino de nuestro proceso artístico, nos reencontramos con esas palabras. Asumirlas fue para mí encontrarme con ese mundo maravilloso y doloroso de la creación. Empezar a crear tus obras desde tu voz y tu sentir implica una conversación conti-

go misma de una forma mucho más profunda”, dice la directora.

reglas y no hay fórmulas en la búsqueda de esa expresión.

Este colectivo escénico es un teatro visceral. Sus creaciones involucran mucho cuerpo. Se busca que las acciones físicas de cada actor surjan de la danza, la música, la pintura o la escultura. Los actores se nutren de estas manifestaciones y de lo que ven en lo cotidiano. “Todos los integrantes de La Hora 25 participan de la creación colectiva desde la experimentación, el disfrute, el respeto y la complicidad. Nos hemos dedicado a construir el poema”, menciona la actriz y directora.

El proyecto en gestación titulado “La casa de las muñecas” promete poner en escena a mujeres que no han sido visibles o quedaron olvidadas: las que siembran la tierra, las que educan a sus aprendices, las que han tenido que pagar con su vida el defender una idea, un pueblo o una comunidad; lo que se tomará La Hora 25 como una oportunidad para establecer un diálogo con estas feminidades. En mi caso, dice Carola Martínez, “las tablas se vuelven un espacio donde mi cuerpo, mi espiritualidad y mente puede preguntarse y construir distintos mundos junto a otros seres, un espacio para hablar con el espectador de otro modo y provocarle otras miradas... Es un lienzo donde se pinta, o una hoja de papel donde se escribe. Por eso sigo en la decisión quijotesca de hacer teatro desde la actuación y la dirección...”

Los elementos de toda obra de este colectivo son la pasión, la pregunta, el riesgo, el misticismo, el respeto por el cuerpo, la voz y el escenario, observar siempre el mundo y nutrirse de él, transformar los problemas en poesía y explorar lo desconocido. Es un laboratorio permanente, el actor de La Hora 25 no debe tener miedo, pues se rompen las

La última victoria de Prometeo Juan Jacobo Ortiz Zuluaga

El Gesto Noble cerrará con el regreso del Teatro La Hora 25 con “La caída de los discursos”, reciente estreno del grupo fundado en Medellín hace 26 años. La obra, inspirada en el poema “Prometeo” de Goethe, se enlaza temática y narrativamente con los eventos ocurridos en la obra “Las criaturas de un día”, estrenada en el año 2018, ambas bajo la adaptación y dirección de Carola Martínez Bandera. “Las criaturas de un día”, se basa en la tragedia “Prometeo encadenado” de Esquilo, el titán Prometeo es condenado

del titán. En “Las criaturas de un día” Paulina Hincapié, en el papel de Prometeo, colgaba de unas largas telas que hacían las veces de cadenas que lo apresaban contra la roca, y que la hacía pender en el vacío sin nunca tocar el suelo.

por Zeus a ser amarrado a una roca y a ser todos los días visitado por un águila que se come su hígado, luego de haber raptado el fuego a los dioses para dárselo a los mortales, criaturas de barro creadas por él a su imagen y semejanza y que penaban bajo capricho de los dioses. La obra hace parte de la “Prometheida” de Esquilo compuesta además por “Prometeo Liberado” y “Prometeo Portador del Fuego”, dramaturgias de las cuales solo se conservan pequeños fragmentos que narran los eventos posteriores al castigo

sagrados, dan cuenta de esos orígenes. El Teatro La Hora 25 genera un interesante sincretismo que ubica la obra en una atemporalidad, un no lugar y un no tiempo que permite situarla tanto en el pasado como en el presente y que incluso nos interpela a futuro.

Por el contrario, “La caída de los discursos” ubica a Prometeo en la tierra, al nivel de su creación, ahora mira hacia arriba para buscar a los dioses. Este increpa a Zeus y se atreve a cuestionar su poder. La pieza teatral indaga sobre esta perspectiva del personaje, una que nos sitúa justo antes de la condena. Nos plantea a un Prometeo que ha aceptado su tortuoso destino y que no dejará derrumbar sus convicciones frente a las persuasiones de los dioses.

Esta producción teatral ahonda en la exploración de personajes ya visitados en “Las criaturas de un día”: Gustavo García hace el papel de Hefesto, dios de la forja y herrero de los dioses, Andrés Ramírez como Hermes, un sensacionalista y arrogante mensajero de los dioses, Océano, interpretado por Raúl Ávalos, es un titán que se compadece de Prometeo, Jorge Pérez se presenta como Fuerza, violento criado y carcelero de Zeus y Manuel Vásquez como el representante de la nueva humanidad, la criatura de un día.

En algunas teorías se vinculan los orígenes del mito de Prometeo con el “Bhagavata-purana”, texto religioso del hinduismo. En el montaje, los numerosos símbolos en sánscrito y algunas acciones físicas influenciadas por los mudras, gestos rituales hinduistas o budistas realizados con las manos y considerados

Así como Prometeo tenía el don de ver el futuro, lo que exalta aún más su valiente acto de rebeldía, sabiendo la severidad de su castigo, “La caída de los discursos” nos concede el derecho, como a Prometeo, de vivir el presente, aunque sepamos con antelación lo que le deparará el inalterable destino.


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XXVI Festival Internacional de Teatro El Gesto Noble

Una mirada a las mujeres a través de los objetos Mónica Cuadros Guisao Schmid, uno de los directores de la Compagnie Andrayas-Mamafele.

Fotografía: Valentín Betancur

En el Festival se mira hacia lo que nos atraviesa socialmente, porque el teatro transversaliza la vida misma, y por ello en esta ocasión en la obra “Whomyn –Homenaje esculpido a las mujeres del mundo”, las experiencias de viajes han sido la forma en que el teatro ha revivido las historias de muchas mujeres en el cuerpo de un hombre. “Pero el reflejo de la obra tiene un carácter femenino”, dice Markus

En esta obra, el actor encarna la vida de mujeres de culturas diferentes como las de India, Perú, Paraguay, Himalaya y Camboya; la obra trabajada desde el teatro físico, con un actor y dos músicos, con un montaje de objetos en escena, da muestra del recorrido que hicieron Markus Schmid y su compañera, María Isabel Gómez, durante cinco años entre el 2012 y 2017. La pareja inició un viaje sin ninguna idea preconcebida de los hallazgos que iban a encontrar, del mundo de matices sociales y de creación teatral que resultarían de esa experiencia. Todo comenzó porque María Isabel, en su labor de bióloga, observó diferentes situaciones socioambientales que afectaban especialmente a las mujeres debido a la contaminación de las aguas por la megaminería. Junto con Markus, investigaron la situación y obtuvieron los datos que les per-

Un poema llamado “Antínoo” Edwin Villa Betancur “Antínoo” es una adaptación teatral del Colectivo Teatral Matacandelas basada en el poema homónimo de Fernando Pessoa. El poema narra el sufrimiento del emperador Adriano cuando encuentra el cuerpo sin vida de Antínoo, sobre las aguas del Nilo. La idea de representar el poema surgió luego del “ocultamiento” del actor Diego Sánchez como una forma de rendirle un homenaje y ayudar a los integrantes del Matacandelas a elaborar el duelo, pero también de la idea de representar en las tablas el amor absoluto que Pessoa desarrolla en su poema. Al entrar al teatro una densa neblina lo cubre todo y transmite ese aire fúnebre, tétrico en el que se desenvuelve la obra. Lue­ go, “Antínoo” es narrado o cantado por voces que pa­recen estáticas, pero no con el estatismo inerte de una efigie, sino con el estatismo vivo de una planta a la que el viento le mece las hojas. La obra está llena de imágenes y gestos simbólicos que pueden interpretarse de diversas formas: el sonido de una gota que nunca cesa por completo

puede representar el constante sufrimiento del emperador o el recuerdo del amado que regresa cada tanto a su memoria; la antorcha puede representar el intento del emperador de revivir con el fuego de la palabra, al cuerpo gélido que yace sobre el mármol o hacer alusión al mito de Prometeo. Para su director, Cristóbal Peláez, en sus obras “lo ambiguo es lo importante, no lo confuso”. Y es que son tantas las imágenes, son tantos los símbolos de los que se nutre la obra, que por momentos cae en lo ambiguo, pero en una ambigüedad que despierta la imaginación al obligar al espectador a ir más allá de lo que sus ojos logran abstraer. “Hay que confiar en la imaginación del espectador”, decía también Cristóbal y, en el caso de “Antínoo”, la confianza se convierte en un acto de fe. “Antínoo” es representado por una mujer, creando un importante efecto visual y estético. Amén de que atiende a la descripción que Pessoa hace sobre el efebo: “¡Oh desnudo cuerpo, femenil y viril como la apariencia

mitieron la creación de una obra medioambiental que se fue extendiendo por estos países. En este trasegar, llegaron a los lugares periféricos de las urbes hasta las comunidades más vulnerables por las problemáticas sociales; la intuición no les engañó, y las mujeres se identificaron con las obras. En estos lugares apartados donde la cotidianidad más dura contrastaba con paisajes poéticos, contaron con una ONG dirigida por las mismas mujeres que se habían unido para defender sus derechos y proteger a las niñas de las violencias que ellas habían vivido. Con sus historias fue naciendo la construcción de la obra “Whomyn”, una palabra cuya referencia política alude al feminismo alternativo incluyendo a las transgénero y a la mujer étnica o a “la madre tierra”. La palabra Whomyn también es el sonido coloquial del vocablo “Women”, “mujeres” en inglés, que para los viajeros se convirtió en el puente de comunicación de un dios ante los humanos!”. Por otro lado, la obra nos muestra a un Adriano solemne, pero al mismo tiempo frágil, consciente de su propia humanidad. Un emperador que, al perder a su amado, pierde también todo poder. El erotismo y la lujuria también están presentes en la obra: en un emperador que en medio de su fatalidad recuerda las noches efervescentes que pasaba con su amado. Pero también, en los gestos de los personajes, en la provocativa figura de Venus cubierta por el manto con el que al final Antínoo también es cubierto y sobre el que reposan en latín las últimas palabras del emperador. La puesta en escena es, además, un viaje hacia el mundo de lo onírico: desde el juego de luces y sombras, los sonidos, el vestuario de los personajes, todo remite a la ensoñación. En la escena final, cuando las luces proyectan la imagen del universo como en un epítome de la eternidad, el público cae tan profundo en el sueño que cuando la obra finaliza es incapaz de moverse del escenario.

entre las luchas de las comunidades de mujeres y sus búsquedas estéticas. La escena se llena de colores, y de los objetos que conectan con un mundo que les es propio y ajeno a la vez: propio porque es lo que se vive cada día, sus utensilios de cocina y elementos naturales del paisajes; y ajeno porque hay un poder social, económico y político que les expropia su cuerpo y el lugar que habitan. “Whomyn” hace una tentativa disruptiva en términos visuales, ya que esculpe las historias en la escena a través de los objetos que son la conexión con la memoria de cada mujer. De allí, la importancia crucial de lo objetual en la representación teatral al tiempo que nos descubre la realidad de las culturas: la cítara hindú, las máscaras africanas, los chamizos de la selva paraguaya; por esto es un homenaje esculpido porque “las esculturas viven cuando les damos manipulación”, termina diciendo su director. nografía” como señala el mismo Pessoa, por medio de un poema dramático con el que buscaba hacer un recorrido por el círculo del fenómeno amoroso. Lo que Cristóbal Peláez nos confirma: “la poesía es enemiga de la poesía y por eso hay que ponerle freno”. En esta oportunidad, Matacandelas consigue hacer de la poesía una aliada, casi una amiga y ponerle freno, lo que hace ganarse la ovación del público con aplausos que parecían nunca acabar.

La poesía que nos trae Matacandelas con esta obra no es ampulosa, ni recae en lo floripondio, es una poesía contundente que logra “desprenderse de toda porFotografía: Mateo Rivas


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XXVI Festival Internacional de Teatro El Gesto Noble

Una trágica peregrinación al monte calvo Eisen Hawer López Chica La entrada a la obra “Monte calvo” estaba precedida por un café bar. Llegué temprano y bebí un café en la barra. Se sentía una alegría en el ambiente, propia de una víspera de independencia, de la conmemoración teatral y, cómo no, de la del lugar. Anunciaron la entrada. La sala de Teatro FarZantes queda al fondo del café atravesando el espacio, detrás de unas cortinas negras que hacen las veces de puerta. Al entrar en la sala hacía frío, o no. Más bien la atmósfera que creaba el escenario, la luz y el sonido, transmitía una sensación de frío inevitable. Durante casi una hora, fuimos testigos de una pequeñísima aproximación a los trastornos que dejó una de las tantas guerras que ha presenciado –y padecido- la humanidad. En marzo de 1953, más de mil soldados colombianos fueron enviados a pelear en la Guerra de Corea. Colombia fue el único país suramericano que participó de este enfrentamiento. ¿Qué tenían que ver los soldados colom-

bianos con la guerra de Corea? ¿Qué consecuencias nefastas dejó esa participación en los soldados que estuvieron allí? Quizá fueron algunas de las preguntas que se hizo Jairo Aníbal Niño cuando escribió “El monte calvo” en 1966. A Jairo Aníbal lo recordamos principalmente por su narrativa infantil, y en esta obra no se escapa esa mirada tierna, inocente y casi ingenua que se encarna en el personaje de Canuto, un expayaso que dialoga con Sebastián, un excombatiente de la nombrada guerra, y con un coronel delirante que deja en evidencia los traumas de la beligerancia. La versión del grupo Teatro Estudio, nos propone un paralelo inteligente entre esa guerra, la falsa esperanza del porvenir prometedor que nunca fue, y el ahora “¡Ajúa!” Se oye en la sala, y nos transportamos entre el ayer y el hoy, una y otra guerra. La obra ronda la sátira y la parodia: dos conceptos que parecen haberse incrustado en la realidad actual del país, una realidad que

Usted mira hacia atrás y ya se fue Una coreografía conversada entre Alejandro Pérez fundador y director de Ballet House, y Juan Felipe Ospina Villada La razón de ser de la especie humana es lo sensible. El intelecto es otra expresión de lo sensible, no el punto de llegada. Queremos abrir la discusión acerca de este hecho, acerca de lo que se siente y no puede expresarse porque el intelecto unas veces no llega hasta allí o de repente, lo censura. Desde tres obras procuramos deshacer la idea del dualismo de género: niña – niño, azul - rosado... “Seducción”, basada en Jean Baudrillard, en la que analizamos cómo abordar al Otro, al deseo, al espacio; “Ello”, que es una obra pensada a través de las teorías de Freud y la exploración del inconsciente; y “Narciso”, en

Fotografía: Valentín Betancur

donde la investigación-creación, partió del pensamiento de Gilles Lipovetsky, obra que se presentó en el Festival. A diferencia del teatro, la danza no se apalanca en la palabra sino en el movimiento, lo que quiere decir que nosotros no pensamos en obras determinadas por la dramaturgia, toda vez que la danza contemporánea habla desde los bailarines y no desde los personajes. El bailarín no está metido en una representación, no está metido en un papel. Habría que explicar qué es danza contemporánea. Hay muchas frases hechas para decir qué es, pero, en últimas, danzar es mo-

parece una parodia de sí misma, y una sátira de todo lo que llamamos “patria”. La voluntad inquebrantable del soldado, a quien parece no importarle el hambre, ni su miembro mutilado, ni el frío o la soledad, todo por la gloria y la patria, la valentía y el orgullo de ser un combatiente de la nación, se contrapone a la lectura que Canuto, a pesar de su analfabetismo, hace de la realidad, una comprensión y entendimiento que se escapa a cualquier teoría, idea, política o discurso. Dice una canción que: “A la tristeza del payaso le hacen falta aplausos”, no es el caso en la obra. La crueldad de la risa y el aplauso, derramados sin tregua sobre la tristeza real de Canuto, sin actuaciones ni dramas, encarnan la crueldad humana. Con no más que las luces, los sonidos y la teatralidad de los rir, caer, porque el movimiento se desplaza y va dejando de ser a medida que va siendo. Cuando usted quiere llegar a un punto determinado y acciona el movimiento, muere para el lugar en donde estaba. Usted mira hacia atrás y ya se fue. El movimiento es inexorable. La danza es como una muerte porque te tienes que deshacer, te tienes que romper, te tienes que dejar atrás. “Narciso”, por ejemplo, usa el mito no para representar o recontar de nuevo esa historia, pero sí para traerla a la contemporaneidad como una posibilidad de comprender las formas del presente: nuestras prácticas de consumo, las formas de relacionarnos con los objetos, las identidades que creamos a través de ellos. A partir de ahí, permitimos que la danza se desplace y encuentre la forma de expresar el concepto. Hay una cosa que me gusta decir: si alguien quiere entender una obra de danza, no debe buscar la narración aristotélica, estructurada en inicio, nudo y desenlace. La danza no sigue un modelo aristotélico, empezando porque no se hace con palabras. Hay que instalarse en otros códigos, que pasan necesariamente

Fotografía: Mateo Rivas

personajes, nos transportamos a diferentes escenarios sin lograr estar físicamente en uno definido. Una historia que bien podría desarrollarse en la nada, pero que nos lleva por diferentes espacios y crea tantas emociones como preguntas. En el acto final, el estallido traidor evapora la tristeza y el hambre del payaso. Hay silencio. Nos levantamos y aplaudimos. Ya no hace frío, porque acabamos de entender que lo que se le contrapone a la guerra es el arte, y es en un espacio de arte donde nos encontramos. “Tener las salas llenas es un acto de rebeldía, de paz. Necesitamos abrazarnos de nuevo, la vida está en los escenarios”, concluye Carlos Soto, director de Teatro Estudio, al finalizar la obra. El monte calvo se queda nuevamente detrás de las cortinas negras, esperando no atestiguar nunca otra trágica peregrinación. por el cuerpo, que nos permiten unas posturas y unas imposturas desde donde expresarse. Hay ahí una clara diferencia con el teatro. Salvo con el más contemporáneo, que combina otras técnicas del cuerpo, difuminándose, extralimitándose, expandiéndose. Estamos abiertos a las artes vivas, porque no se trata de qué rótulo le pongas sino de qué capacidad expresiva tienes, qué espacio te haces, cómo formalizas tu idea. Sería una locura que nosotros, latinoamericanos, la simbiosis de la simbiosis, lo mestizo de lo mestizo, nos encasilláramos, nos parcializáramos en favor de la unanimidad. Lo que ocurre acá adentro nunca es complaciente. Entrenamos nuestros cuerpos, para que el lenguaje que comunique la danza pueda cumplir con ciertos principios, para poder ser elocuentes, para poder construir una gramática. Nuestra propuesta en términos investigativos es conocer nuestra historia, nuestro folclor, nuestras tradiciones, para romperlas. Porque si no terminaríamos no diciendo nada, haciendo una propuesta lejana y trabajando unas obras tremendamente superficiales.


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XXVI Festival Internacional de Teatro El Gesto Noble

Caminorrial:

cuando la mirada infantil y la magia del teatro se vuelven cómplices Flora Quijano Upegui Antes de comenzar la función, se le pide público que deje al adulto a fuera y saque al niño para que sea él quien vea la obra. Con estas palabras es anunciada la última creación de Teatro Tespys “Caminorrial”. Esta obra es ambientada en el cañón del río Melcocho, al sur de El Carmen de Viboral; sus protagonistas, Ancízar y Esmeralda, son dos niños de la vereda El Porvenir, a los que su madre, Doña Pastora, les encarga la misión de viajar hasta El Retiro, otra vereda de la zona, y reclamar una carga urgente para la romería que anda organizando como presidenta de la junta de acción comunal. La carga es transportada en la escalera del medio día y es menester que llegue al Porvenir antes de que anochezca. El trayecto por recorrer no tardará en mostrar sus más engañosos trucos a los inexpertos arrieros, que a pesar de la dificultad e incluso el miedo, los sortearán intuitivamente en compañía de la mula Mariposa y el perro Confite. Trochas empinadas, barrancos azarosos, paisajes que parecen salidos de la fantasía; todo esto retratado en las tablas con una escenografía simple y fácilmen-

te trasladable: cuatro butacas, una guitarra, un tiple, un tambor, variados instrumentos de viento que imitan el canto de las aves y los insectos que abundan en esas tierras, además de otros elementos que irán apareciendo desde la trasescena, cada uno aportando su pincelada para que el avance de los pequeños arrieros sea vivido por el espectador, pasando del silencioso monte a una concurrida cantina campesina, sin saturar de cachivaches su percepción. A esta miscelánea teatral se le suma otro ingrediente clave en la caracterización de cada fragmento de la travesía: las luces. Luces frías, azuladas o verdosas para el bosque profundo, generando el efecto de la abundante vegetación que hay alrededor. Luces cálidas para los momentos fuera de la arboleda, aquellos donde la civilización vuelve y se hace presente en medio del monte. Luces de color azul oscuro para cuando llega la noche o también para concederle un halo de misterio a la aparición de algunos personajes, como el Culebrero y la Bruja, quienes rondan los caminos de herradura como espectros silenciosos. Luces, penumbras y oscuridad juegan intercalán-

Cajas mágicas que guardan universos y sentires. II Encuentro de Cajas Misteriosas o Teatro Lambe Lambe Lizeth Ramírez Tangarife En el marco del Festival se realizó el II Encuentro de Cajas Misteriosas, Mágicas o Teatro Lambe Lambe, el pasado martes 20 de Julio de 2021. Como preámbulo a este encuentro, el Festival realizó un Taller Central y una muestra de creación de Cajas Misteriosas, dirigido por el grupo Jabrú Teatro de Títeres. Manuela Ayala, una de las participantes del Taller Central afirma que las Cajas Mágicas remiten al pasado y tienen la capacidad de contener en un espacio pequeño múltiples sentidos: “Son una forma de teatro viajero y pueden convertir cualquier cosa de la vida: un momento o una historia en un elemento poético y estético”, dice la joven lamberista. En el II Encuentro de Cajas Misteriosas los carmelitanos pudie-

ron conocer Cajas Misteriosas cuyas historias hablaban desde el juego, la cotidianidad de los animales, la guerra o de figuras de otros mundos; también se exhibieron miniteatros que contenían historias escondidas en el alma de cada lamberista. La Caja Mágica de Manuela, por ejemplo, es una expresión ritual por el duelo de la partida de su padre, fallecido hace menos de un mes a causa del Covid-19; una ofrenda de gratitud por su compañía y apoyo en el camino del arte, según lo expresa Manuela. Esta Caja fue construida de forma minuciosa y está compuesta en un baúl de recuerdos que guarda un reloj del padre como símbolo del tiempo, un títere, una pluma que representa el alma, y el agua y la luz de las velas como símbolos del senti-

dose de forma armoniosa entre escena y escena. Complementando el juego de la luz, el sonido para armonizar el avance de la travesía. Las canciones en vivo se alzan a través de los instrumentos que reposan al fondo del escenario adquiriendo su razón de ser dentro de la aventura. El tiple y la guitarra se transforman en dos componentes inseparables de la obra dando voz a la tradición musical campesina y acompañando el camino de los viajantes en el goce y la dificultad como otra pareja de personajes. Las canciones engloban el ambiente con las letras y ritmos que permanecen en la cabeza del espectador y lo hacen cómplice. Como ocurre en la escena de la romería, cuando todos los personajes se unen en la canción final, en la que resuenan estrofas: “El verde caminorrial / de historias y de flores / me dio cantos campesinos / y el amor de mis amores” (…), junto a los diálogos de los actores, el batir de palmas y algunas voces tímidas que salen del público (incluyendo la mía). En este intenso momento que no ha de durar diez minutos, el ambiente se respira distinto: la sala está llena de niños, queda poco o ningún rastro de los adultos que entraron al principio, todos estamos riendo, cantando, fundiéndonos con la visión infantil.

miento que brota con su pérdida. “La intención que tengo con la Caja Mágica, es hablar a la fracción del alma del espectador y provocarle una reflexión alrededor de cómo va a entrar a la muerte o más bien, ¿cómo quiere vivir?. Es conectar al espectador con el espacio místico de la caja, en donde soy yo la que le hablo al oído. Es mi voz, mi sentir y la evocación de mi padre”, confirma Manuela. Cuando las funciones de estos miniteatros llegan a su fin, los espectadores regalan una sonrisa al lamberista, aplauden o lanzan frases al siguiente espectador sobre la obra que verán a continuación. En el caso de Manuela, algunos espectadores le ofrecen una mirada, un abrazo y un gesto de fraternidad.

Al compás de mi gato Juan Camilo Ramírez Betancur Es la cuarta ocasión que Jabrú Teatro de Títeres de Medellín, acompaña El Festival. Desde el año 2003 han trabajado en la escena los conceptos de lo absurdo, lo cómico y la imagen plástica en movimiento, recreando el antiguo oficio del titiritero. “Al compás de mi gato” es una obra del género farsa cómica para público infantil. Surge de un proceso de creación colectiva de los titiriteros Jorge Libreros y Natalia Duque. La obra tiene la intención de llevar realidades comunes a un estado poético y sensibilizar sobre la importancia de las mascotas como parte del hogar. Totoro, es un gato travieso que se ve inmerso en situaciones cotidianas, se comunica con su amo en un lenguaje basado en movimientos y maullidos. Un fondo negro con luces blancas y azules ilumina el teatro dentro de una pequeña escenografía céntrica. Totoro come, duerme e irrumpe entre los espectadores persiguiendo a una mariposa. Una de sus tantas travesuras lo lleva a terminar por accidente en el estuche del instrumento de su amo, quien sale urgido a su concierto, sin saber que lo que lleva dentro es a su gato. Los elementos escénicos usados son sutiles: objetos creados con sombras, efectos de luces y sonidos, acompañados de los cuerpos y movimientos de los titiriteros, cuya representación logra elevarlos a la categoría de realidad: una motocicleta hecha de sombras y de humo, la lluvia azul acompañada del sonido de las tormentas y un fondo musical que cambia con las sensaciones de los personajes. En la oscuridad del escenario se hacían invisibles los actores que le daban vida a los muñecos, esto hizo que realidad e imaginación se integraran en una sola escena. Los títeres sin decir una palabra encarnaron la vida que deliberadamente les otorgaron sus creadores olvidándose de las manos que los conducen para imponerse como los únicos personajes sobre el escenario. “Al compás de mi gato” es una obra transgresora y poética que explora todas las posibilidades del gesto, desde los sonidos y los movimientos corporales configurando un teatro mudo que logra una risa sincera y llena de amor en los espectadores.


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