A veces salto fuera de lo humano Antonio Deltoro Prólogo de Francisco José Cruz
Annapurna. La montaña empírica. (Fábulas de un funcionario cuasimetafísico) Igor Barreto Prólogo de Gina Saraceni
Gina Saraceni ADRIÁTICO
OTROS TÍTULOS DE LA COLECCIÓN
n adriático la poesía une las islas separadas y provoca nuevas cartografías imaginarias, a partir de la síntesis simbólica de lugares distantes y distintos que mantienen sus bellos nombres originales y que perviven en la memoria y en el afecto. Cada nombre es un pequeño altar en el que se adora algún lar ligado a la tierra ancestral, la tierra adriática del padre y de la madre, pero también a los dioses nuevos, los hallados, los encontrados y a la vez construidos. La magnífica flora de los trópicos y sus aves llamativas siempre están presentes en las escenas que el poema dibuja, con la mirada puesta en la lontananza adriática constante.
GINA SARACENI Caracas, 1966
ADRIÁTICO
Gina Saraceni
Rafael Castillo Zapata
Prólogo de Rafael Castillo Zapata
No permitan que el ayer se vaya lejos Humberto Ak’abal
COLECCIÓN POESÍA
Prólogo de Francisco José Cruz
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Crítica, poeta, investigadora y profesora. Es licenciada en Letras, magíster en Literatura Latinoamericana y doctora en Letras de la Universidad Simón Bolívar de Caracas, en la que fue profesora titular desde 1995 hasta el 2016. Actualmente, es profesora asociada del Departamento de Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá y editora de la revista Cuadernos de Literatura. Con el poemario Entre objetos respirando ganó el Concurso de Poesía Víctor José Cedillo (1995); con Salobre, la Bienal de Coro Elías David Curiel (2001); y con Casa de pisar duro, el XI Concurso Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana (2011). Es autora de En-obra. Antología de la poesía venezolana contemporánea (1983-2008) (2008) y de El verde más oculto. Antología poética de Fabio Morábito (2002). Es coautora con Antonio López Ortega y Miguel Gomes de Rasgos comunes. Antología de la poesía venezolana del siglo xx (2019). Ha traducido al italiano a Rafael Cadenas (L’isola e altre poesie, 2007) y a Yolanda Pantin (I bassi sentimenti, 2008), y al español a Alda Merini.
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Gina Saraceni
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Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © Gina Saraceni Primera edición: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá D. C., mayo de 2021. isbn (impreso): 978-958-781-603-7 isbn (digital): 978-958-781-604-4 doi: https://doi.org/10.11144/ Javeriana.9789587816044 Número de ejemplares: 300 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7.ª n.º 37-25, oficina 13-01 Edificio Lutaima Teléfono: 3208320 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial Pontificia Universidad Javeriana | Vigila da Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.
Cuidado de texto: Felipe Pardo Diseño de pauta gráfica: Ignacio Martínez-Villalba Diagramación: María Victoria Mora Diseño de carátula: Ignacio Martínez-Villalba Imágenes: Archivo de la autora Impresión: DGP Editores S. A. S.
MIEMBRO DE LA
RED DE EDITORIALES UNIVERSITARIAS DE AUSJAL ASOCIACIÓN DE UNIVERSIDADES CONFIADAS A LA COMPAÑIA DE JESÚS EN AMÉRICA LATINA
www.ausjal.org
Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin la autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana
Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J. Catalogación en la publicación Saraceni Carlini, Gina Alessandra, autora Adriático / Gina Saraceni ; Prólogo de Rafael Castillo Zapata. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2021. (Colección poesía) 108 páginas ; 20 cm ISBN: 978-958-781-603-7 (impreso) ISBN: 978-958-781-604-4 (digital) 1. Poesía venezolana 2. Literatura venezolana 3. Creación literaria I. Castillo Zapata, Rafael, 1958-, prologuista II. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Ciencias Sociales CDD V861 edición 21 inp 24/03/2021
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A Pedro Varguillas, a Rosa María Carlini, a la memoria de Alessandro Carlini, a la memoria de Lidia Carchini.
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Un paese ci vuole, non fosse che per il gusto di andarsene via. Un paese vuol dire non essere soli, sapere che nella gente, nelle piante, nella terra c’è qualcosa di tuo, che anche quando non ci sei resta ad aspettarti. CESARE PAVESE
Settembre, andiamo. È tempo di migrare. Ora in terra d’Abruzzi i miei pastori lascian gli stazzi e vanno verso il mare: scendono all’Adriatico selvaggio che verde è come i pascoli dei monti. GABRIELE D’ANNUNZIO
Perto de muita agua, tudo é feliz. JOAO GUIMARAES ROSA
Por volver a estar juntos, yo encuentro mi propia alegría. CHARLES SIMIC
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La luz de nuestro litoral está hecha de una intensa blancura calina que nos contrae las pupilas como en pocas latitudes de la tierra. Los viajeros venidos de países lejanos, sobre todo los que provienen de regiones septentrionales, pronto advierten que aquí el hombre está obligado a mirar de manera distinta, y acaso no poco del atractivo que el trópico les proporciona arraiga en esa nueva sensación de la mirada a que naturalmente han de someterse. Las cosas no se perciben tanto por la precisión de sus contornos o por las aristas de sus volúmenes; se nos vienen encima, querámoslo o no, casi disueltas en bultos de flotantes esfuminos. En los ardientes mediodías, aun bajo el ala del sombrero, los párpados se pliegan hasta casi cerrarse, defendiéndose de la abrasiva claridad. Muchos hombres de nuestras costas guardan el hábito de verlo todo, aunque haya caído la noche, por una breve hendija que no deja adivinarles el color de los ojos. Ven como si durmieran. EUGENIO MONTEJO
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CONTENIDO
PEQUEÑA BALADA PARA ACOMPAÑAR UN ADRIÁTICO Rafael Castillo Zapata 17
ADRIÁTICO Radici 27 Trabocco 28 Edad 29 Isole Tremiti 31 Uccelli migranti 32 La Guaira 34 Napoli 35 Sendero 36 Paranza 37 Rosamaría 38
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Avenida Caroní 39 Piso 6 42 Geografía 43 Infancia 45 Bologna (1984) 46 Bogotá 47 Via Venezia 48 Puerto Azul 50 Sequía 52 Litoral 53 Transmilenio 54 Capra di San Nicola 55 Isla de mar afuera 56 Olimpia 57 Materias 59 Via del Piombo 60 Gran Roque 61 Acqua alta 62 5 a. m. 63 Turchino 64 Belvedere 65 Colegio Codazzi 66 Paisaje del río Villeta 67 Mal tiempo 68 Los pequeños mundos 69 Agosto 70 Ymagua 71 Paisaje 72 Ramal 73 Cayo Sardina 74 Manglar 75 Noticias del mar 76 Almendrón 78 San Domino 79
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Marina Grande 81 Pausa 82 Carmen de Uria (1999) 83 Ráfaga 85 Montegranaro 86 Ofrenda 87 Perros de playa 88 Mangos 89 Cata 91 Bireno 92 Adriático 93 Desolación 94 Rebaño 95 Capperi 96 Uvero 97 Carenero 98 Molo di San Vito 99 Marea 100 AGRADECIMIENTOS 103
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P E Q U E ÑA B A L A DA PA R A AC O M PA ÑA R U N A D R I ÁT IC O
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I
Una de las primeras emociones que despierta este Adriático elocuente es el goce que provoca el despliegue jubiloso de esa toponimia cargada de resonancias afectivas que lo puebla. Los nombres de lugares, de un lado a otro de los mares, se entrecruzan para crear luminosas letanías celebratorias. San Vito, Forracesia, San Nicola, Vómero, Napoli, San Domino, Aleppo, Montegranaro vibran melodiosamente con Carenero, Cayo Sardina, Cata, Carmen de Uria o el Gran Roque: Nos acompañaron los perros cuando subimos la breve montaña del Gran Roque. En el camino, esperaba que apareciera la cabra de San Nicola,
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que era también esta isla donde un faro envejecía en la cima. La poesía crea archipiélagos imposibles.
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La poesía une las islas separadas, provoca nuevas cartografías imaginarias a partir de la síntesis simbólica de lugares distantes y distintos que mantienen, por supuesto, sus bellos nombres originales, pero para aludir ahora a territorios y climas traslocados, que solo viven y perviven en la memoria y en el afecto. Cada nombre que se nombra es un pequeño altar en el que se adora algún lar ligado a la tierra ancestral, la tierra adriática del padre y de la madre, pero también a los dioses nuevos, los hallados, los encontrados y a la vez construidos como templos, en la tierra de gracia bañada por el otro mar, tierra del Caribe y de caribes, desde donde el canto anuda sus cordajes armónicos, sus acotadas melodías reverentes. Y así los nombres de animales y de plantas, la magnífica flora de los trópicos y sus aves llamativas de canto escandaloso están presentes en las escenas que el poema dibuja, con la mirada puesta en la lontananza adriática constante: Entrar con los ojos cerrados. Quedarse inmóvil mientras los insectos vibran y el mundo se detiene ante el trópico que respira. Gritan las guacharacas a lo lejos.
Este ir y venir, fluir de un mar a otro mar, en perenne travesía, geográfica y verbal, con la memoria del viaje iniciático
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del padre que se lanza a la aventura más allá del terruño, planta su casa, engendra, nutre y puebla las acogedoras estancias de la tierra de llegada, y adopta sus costumbres y se aclimata a sus ritmos y sus idiosincrasias. De este Ulises pionero, le viene a Saraceni la avidez del viaje, la perenne nostalgia del retorno a casa, la insistente confianza en la promesa del mar. Todo Adriático es una elegía al padre, una elegía, serena y precisa, al fundador de la familia, desplegada en una longitud de onda que la emparienta, inevitablemente, con uno de los libros tutelares de nuestra poesía moderna, Mi padre el inmigrante (1945), de Vicente Gerbasi, punto de referencia obligado a la hora de cantar, entre nosotros, las sagas paternas, las fábulas legendarias del viaje migratorio y el encuentro con el asombro y la maravilla de las vastas regiones nuestras, equinocciales. Así, Adriático arraiga sólido en un suelo poético muy fértil y convive en él, entonces, con los avisados poetas láricos que ha ido acumulando nuestra tradición: Ramón Palomares, José Barroeta, Luis Alberto Crespo, Yolanda Pantin, Igor Barreto, entre otros. Es un libro, pues, que dialoga con una vena sustanciosa de la poesía venezolana. Y no solo con ella: también resuenan en él voces menos provinciales, digamos, menos rurales, más urbanas, como la magnífica voz que puebla la poesía de Márgara Russotto, otra hija de inmigrantes que ha sabido asumir en su trabajo el desafío de integrar dos culturas a través de un idioma nuevo, que inaugura una nueva expresividad impregnada de ironía y de elegancia enunciativa. Raíces que se entreveran en el humus nutricio donde hunde sus tobillos firmes la poesía de Saraceni, al lado de una Antonia Pozzi o de una Luz Machado, por ejemplo. Al lado de poetas, de una y otra vertiente de los dos mares con sus lares y avatares, como Antonio Gamoneda, Umberto Saba, Eugenio Montale y Eugenio Montejo. De esta rica y poderosa familia viene Adriático, a esa parentela se une, a esas presencias se acoge, se resguarda bajo su sombra, y se proyecta hacia un descampado donde crece
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a sus anchas, en plena luz, golpeado por los más emotivos vendavales marinos. II
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Por eso, el paisaje es tan importante en esta poesía profundamente visual: todos los poemas de Adriático aluden a un escenario geográfico cautelosamente calculado. Leyendo a José Watanabe, otro de sus poetas tutelares, Saraceni ha aprendido a enfocar la mirada sobre la naturaleza para captar en ella lo esencial. Lo que dibujan sus poemas más perfectos, me parece, tiene el aire de familia de los poemas estacionales de los grandes maestros japoneses, Basho, Kobayashi: Los manglares viven a flor de agua, abrazan el mar por dentro.
En estos paisajes, siempre aparece un animal en el Adriático. Hay una predisposición anímica en Saraceni a tomar el partido de la bestia, una predisposición que es al mismo tiempo admiración y compasión, extrañeza e intimidad, cercanía profunda, compenetración. Algunas veces esta proximidad se manifiesta en el relámpago de una epifanía contundente: El saltamonte desaparece con un brinco. Su existencia se mide en la ráfaga de un salto, en su elástica presencia en el mundo.
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Otras, la cercanía extrema con el animal se organiza bajo la forma de una conmoción compartida, como cuando contempla un cuadro del pintor colombiano Ricardo Gómez Campuzano y escribe: Una vaca llora en el paisaje. Nadie escucha su bramido que colma el abismo donde el becerro cayó. Su desolación es blanca como la leche, dura como el picacho.
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Es muy tarde para que algo aparezca. Mira lejos la vaca del sufrimiento. III
Pero no solo ha cumplido la poeta el mandato de la abuela materna que, en uno de los memoriosos poemas del libro, le señala: “guarda la natura”, como una ley de vida; y, obedeciéndola, la heredera ha contemplado a fondo la naturaleza y se ha compenetrado con ella, agreste y salobre, piadosa y sensual, levantando a pulso sus leves y breves paisajes japoneses. También es posible encontrar, como delicadas tablas holandesas, en algunos de sus poemas, sutiles escenas de interior, donde un sesgo de visión captura un instante doméstico lleno de dramática pulcritud:
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El silencio de mi madre es un paisaje: blanco solo irreparable. Nadie oye la vejez. IV
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En una poesía tan plástica, tan visual y sensual, no podía faltar, por supuesto, la mirada de Eros: en este Adriático de amplias vertientes y corrientes de mareas que dialogan de un extremo a otro de dos continentes, de dos climas, de dos lenguas, el humano amor no se separa de la exuberancia de esa natura colmada de significados de la que pende y depende la voz de Saraceni: Los mangos crecen amarillos en el corazón que me dejas cada noche entre las manos. Te cumples en mi sangre como materia que cae y golpea la vida en el extremo de la lengua. Cuando un mango toca la tierra enloquece el amarillo y grita el jugo de su pulpa para que vuelvas.
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Libro de amor en muchos sentidos: de amorosa memoria de las raíces ancestrales de la casa familiar, de amorosa exaltación frente a la plenitud existencial del animal, de amorosa veneración y celebración del cuerpo en la fiebre de sus lujos, Adriático se cierra con un poema sorprendente, organizado como un mito. El amor tiene a veces la fuerza de crear un mito, de provocar un relato que no puede ser de otro modo que legendario, fabuloso, terrenal y, a la vez, extraterreno, fantástico, misterioso. Saraceni no tiene miedo de seguirle la corriente a esta impulsión mítica del amor que se levanta temerario, dispuesto a todo, y hace, entonces, del Adriático, un personaje, cifra del amado y del amante, con el que celebra bodas felices. Bella corona para un libro como este, sensual y gozoso, que no hace más que tentar la plenitud.
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RAFAEL CASTILLO ZAPATA
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ADRIÁTICO
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RADICI
Como planta que busca la luz y se tuerce hacia ella, la casa huye hacia el mar, atraviesa mesetas, sabanas, montes, llega a la playa, a las olas que retumban con las aves del verano, a la vida de un pez que ensancha el mundo, a la raíz del padre que se llama Adriático: así el mar, así la casa.
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TRABOCCO
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En el litoral abruzzese hay un animal prehistórico que sobrevivió a la extinción. Entre el mar y las rocas su cuerpo de madera resiste el golpe de las olas. Parece un insecto gigante con patas desiguales y una larga cola que llega hasta la orilla. Esta antigua estructura, —similar a un palafito— sirvió durante siglos para la pesca con redes. El poeta Gabriele D’Annunzio —nativo de esta costa— dijo de él que parecía el colosal esqueleto de un anfibio antediluviano. No hay Adriático sin este insecto de madera que pide que lo salvemos de la destrucción.
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EDAD
El Adriático se arroja a la orilla, se retira, vuelve a desplomarse sobre las piedras. Parece cansado de esta repetición que lo ensancha y lo encoge sin cesar.
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Lo miro envejecer en el invierno cuando cierran los balnearios de San Vito y Fossacesia y los pescadores reparan sus barcos en la playa. Por esta costa pasaba el tren y los pasajeros saludaban a los bañistas agitando las manos desde las ventanillas.
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La velocidad de la máquina hacía temblar el paisaje. Ahora la estación está abandonada. Entre sus ruinas reconozco la emoción de los reencuentros.
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Camino hacia el trabocco que se recorta en la distancia, antiguo como este viejo mar. Me detengo para escuchar en otra edad.
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A veces salto fuera de lo humano Antonio Deltoro Prólogo de Francisco José Cruz
Annapurna. La montaña empírica. (Fábulas de un funcionario cuasimetafísico) Igor Barreto Prólogo de Gina Saraceni
Gina Saraceni ADRIÁTICO
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GINA SARACENI Caracas, 1966
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Gina Saraceni
Rafael Castillo Zapata
Prólogo de Rafael Castillo Zapata
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Crítica, poeta, investigadora y profesora. Es licenciada en Letras, magíster en Literatura Latinoamericana y doctora en Letras de la Universidad Simón Bolívar de Caracas, en la que fue profesora titular desde 1995 hasta el 2016. Actualmente, es profesora asociada del Departamento de Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá y editora de la revista Cuadernos de Literatura. Con el poemario Entre objetos respirando ganó el Concurso de Poesía Víctor José Cedillo (1995); con Salobre, la Bienal de Coro Elías David Curiel (2001); y con Casa de pisar duro, el XI Concurso Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana (2011). Es autora de En-obra. Antología de la poesía venezolana contemporánea (1983-2008) (2008) y de El verde más oculto. Antología poética de Fabio Morábito (2002). Es coautora con Antonio López Ortega y Miguel Gomes de Rasgos comunes. Antología de la poesía venezolana del siglo xx (2019). Ha traducido al italiano a Rafael Cadenas (L’isola e altre poesie, 2007) y a Yolanda Pantin (I bassi sentimenti, 2008), y al español a Alda Merini.
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