En defensa de la mala poesía

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E n d e f e n s a d e l a m a l a p o e s í a N a t h a n a e l L . P . 1 2 ª E D I C I Ó N

Todos son poetas hoy. Profesión arcaica y desprestigiada o tag de Instagram para los pretenciosos. “Es que soy poeta” dice la persona que más odias, mientras te mira por encima del hombro porque está inscrito en algo que tú nunca, nunca vas a entender. ¿Y cómo podrías entender algo tan místico como la poesía? Es tan antigua como la vida misma y parece que ya es tarde para empezar a escribir. No se te ocurren metáforas extraordinarias, apenas si sabes contar sílabas, y pareciera que te llevan años de ventaja.

No naciste con la vena poética y eso nadie lo va a cambiar, simplemente tuviste mala suerte Quizás no te leyeron Rubén Darío de bebé y por eso no entiendes el poder sinestésico de un buen poema, mucho menos sabes escribirlo. Podrías intentar leer los versos completos de mil poetas y aun así no encontrarías el secreto que guardan entre ellos, esa perlita tan custodiada que los hace especiales, estéticos, trascendentes.

Para consuelo de nuestra especie, las radiografías aún no muestran el hueso especial que produce la poesía La mayoría de poetas famosos ya son polvo y se han llevado consigo su receta mágica, así que la cancha está libre, ¿no?

¿Por qué no escribir? ¿Porque no vas a ser el nuevo Shakespeare? Eso es como quitarle las crayolas a un niño porque nunca va a pintar un Van Gogh Escribe poesía, escríbela mal Abre un bloc de notas en tu celular y escribe. Pon tu poesía en una historia y súbelo a cualquier red social. Cómprate un cuaderno estúpidamente caro y llénale las páginas de poemas. Dicen los estudiosos que la poesía está en todo, ¿por qué no iba a estar en ti?

¿Que a la gente no le va a gustar? Claramente. Los autores publicados en Seix Barral te dirán que eres una mierda Que cómo te atreves a escribir

poesía cuando lo haces sin consideración, sin forma, sin estudio La verdad es que para algunos de nosotros la poesía se comporta como un parásito alojado en la médula ósea, un organismo externo e invasor que se alimenta del tedio (y júbilo) de vivir. Como una molesta enfermedad la poesía debe salir de los cuerpos por fuerza de la homeostasis. Su presencia ponzoñosa es inevitablemente vomitada en un papel para ser apreciada en toda su horrible gloria, o para ser guardada como un oscuro secreto.

Algunos grandes intelectuales desprecian esta forma de escribir, porque la poesía no existe para servir los sentimientos de los hombres.

Puede que eso sea cierto, pero para escribir mala poesía solo necesitas querer hacerlo, el programita viene preinstalado junto con tus otros sentidos. Mejor ser mal poeta que quedarte sin probar el dulce licor de las letras.

Sé que escribir malos poemas es vergonzoso, pero para no quedarme en la mera predicación, aquí muestro uno de los míos.

Oh mi sagrado protector, a tu guerrero le quedan pocas fuerzas.

Ha estado navegando sin rumbo y no encuentra refugio de la lluvia y la tormenta

Las cuerdas de la lira se han roto y ha olvidado los versos de la poesía. Su yelmo está oxidado y frágil, está sangrando de las sienes.

Las correas de las grebas ya no sirven para nada y su lanza se ha partido en dos Ha perdido todo cuanto poseía.

No habrá pingües muslos en este último sacrificio. Oh patrón divino, ¿por qué has sabido abandonarme?

No soy más que un hombre tratando de volver a la patria con la dolorosa certeza de encontrarla destruida.

Clamo a ti como un cachorro hambriento, ¿Es que ya no soy digno?

¿Mi efímera vida ya no te divierte?

Quizás sea ingenuo aferrarme a tu indiferencia. No eres más que un débil reflejo de mi propia soledad.

Un espíritu inerte que aparece cuando quiere y me arroja a la voluntad de la tempestad. Acudo a ti con el aire del naufragio incrustado entre las costillas, suplicando por una gota de clemencia, una gota de tu éxtasis que sane esta garganta chamuscada.

Pero sé que no habrá respuesta a mi plegaria, mis manos magulladas continuaran soltando su carne en tiras, ya mi vida no participará de tu fervor, y mi noche quedará en silencio.

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