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El problema de la desconfianza
En todas las relaciones la confianza juega un papel determinante. Por ejemplo, cuando visitamos al médico y junto con el diagnóstico, él nos entrega una fórmula con los medicamentos recetados, procedemos a tomarlos sin dudar sobre los buenos efectos que traerán para nuestra salud. Esto no es otra cosa que una demostración de confianza en el profesional que nos atendió y su competencia para tratarnos. Algo similar ocurre cuando abordamos un avión de la aerolínea que nos ha de prestar el servicio. De ninguna manera ocuparíamos la silla señalada en el pasaje si no confiáramos en la seguridad de la aeronave y la pericia de los pilotos. Otro caso en el que la confianza se pone a prueba nos lo ofrecen los bancos, esas entidades en las que consignamos nuestros recursos económicos para que queden, como se dice coloquialmente, ‘a buen recaudo’, es decir, seguros y exentos de riesgo. Es indudable que la confianza genera tranquilidad y favorece el buen desarrollo de un tratamiento médico, de un vuelo en avión o del manejo del dinero.
En un plano diferente, podríamos hablar de una institución educativa, como lo es la Javeriana, en la que los alumnos y, en especial, sus padres depositan su confianza en lo relativo a su formación universitaria. Ellos saben que pueden hacerlo y se sienten tranquilos porque hay indicadores claros acerca de la calidad de la labor que realizamos y de la responsabilidad con que atendemos nuestros compromisos. Está claro que la confianza no es gratuita, se gana y se acredita con el tiempo.
Ahora bien, las relaciones forjadas entre los ciudadanos y las instituciones que dan vida a una nación, responsables de procurar el bienestar de la sociedad en general, se ven afectadas seriamente por la falta de confianza que a veces estas pueden merecer. El tema se puso de nuevo en la agenda debido al reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo titulado Confianza: la clave de la cohesión social y el crecimiento en América Latina y el Caribe (enero de 2022), en el que es señalada “la falta de confianza como un problema agudo que limita el desarrollo socioeconómico de la región y afecta la capacidad de sus países para resolver retos complejos, como el cambio climático”. En un comunicado sobre este informe, el presidente del BID, Mauricio Claver-Carone, explicó lo que significa “mayor confianza”, señalando tres puntos. En primer lugar, destacó su relación con “la burocracia que daña a los negocios, a las inversiones y a la innovación”. Hacer crecer sin necesidad el número de funcionarios y los trámites en el aparato del Estado es algo que se debe combatir. El segundo factor que afecta la confianza tiene que ver con la transparencia en los gobiernos que, a juicio suyo, se evidencia en su compromiso para “cumplir sus promesas y rendir cuentas”. Todos sabemos la brecha que por lo general se abre entre lo que dice una persona como candidato y lo que hace una vez ha sido elegida, perjudicando su credibilidad y la de la institución a su cargo. La última consideración del presidente del BID se enfoca en los ciudadanos, planteando como una necesidad que sean “comprometidos, que den voz a sus opiniones y participen activamente para realzar las democracias y apoyar la construcción de sociedades más inclusivas”. En otras palabras, se podría decir que para mejorar la confianza en las instituciones debemos luchar contra tres grandes flagelos: la burocracia del Estado, la irresponsabilidad de gobernantes y políticos, y la indiferencia de los ciudadanos.
Hace poco, en los medios de comunicación se registró la conclusión de una investigación realizada por la firma de inversiones filantrópicas Luminate: los jóvenes en Colombia “tienen una profunda desconfianza en instituciones como el Congreso, el Poder Judicial, el Ejército y la Policía, percepción que está asociada a fenómenos como la corrupción y a la falta de aten- Debemos luchar ción a los intereses de los ciudadanos” contra tres (El Tiempo, p. 1.3, 9 de febrero de grandes flagelos: 2022). Por fortuna, el estudio también la burocracia reveló que estos muchachos “sí creen del Estado, la en la importancia de votar”, uno de los irresponsabilidad caminos que puede llevarnos a cambiar de gobernantes las cosas que generan desconfianza. y políticos, y la
En este contexto, cobra especial impor- indiferencia de tancia, por una parte, asegurar la transpa- los ciudadanos. rencia en el proceso electoral, eliminando todo riesgo de cuestionamiento sobre los resultados de las votaciones. Ejemplos tenemos de peligrosas fisuras abiertas al respecto en países de larga y sólida tradición democrática. Además, es fundamental una alta participación de los ciudadanos en las elecciones para demostrar así su interés en el manejo de la cosa pública. Pero aquí no termina lo que debemos hacer en Colombia para recuperar y fortalecer la confianza en las instituciones. Es necesario que la justicia actúe con eficacia y la política sea ejercida con dignidad. Solo así se establecerá un verdadero cerco a los delincuentes y los corruptos que acaban con la confianza en las instituciones y amenazan el Estado de derecho. *** Nos complace anunciar a nuestros lectores que con esta edición de Hoy en la Javeriana retomamos la versión impresa de la revista, que dejó de circular en marzo de 2020 debido a la pandemia. Esperamos que disfruten su lectura de nuevo en este formato