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AUTONOMÍA UNIVERSITARIA
Con esta edición de Hoy en la Javeriana, iniciamos una serie de editoriales dedicados a temas de especial relevancia para la Universidad. Se trata de promover un mejor conocimiento del marco de referencia que inspira nuestra labor y al mismo tiempo de incentivar la reflexión correspondiente por parte de todos los miembros de la Comunidad Educativa, de tal forma que podamos participar con la debida ilustración en los debates que se tienen al respecto.
Cuando se habla de autonomía nos referimos a la capacidad que tiene una persona o una institución para darse y seguir sus propias normas. En la reflexión política Rousseau unió magistralmente autonomía, libertad y bien común: somos libres porque obedecemos a nosotros mismos, buscando siempre el bien común.
En la vida cotidiana podemos ilustrar este concepto con la relación que se desarrolla entre padres e hijos. En un principio, a los padres les corresponde poner las normas sobre todas las cosas relativas al hijo pequeño, buscando su seguridad y bienestar, contrariando a veces su iniciativa.
De esta manera, una persona, a muy temprana edad, descubre el enfrentamiento entre la heteronomía, lo que puede y no puede hacer, de acuerdo con una norma o criterio que proviene del medio externo, y lo que ella quisiera hacer en virtud de sus capacidades, sus intereses y gustos. Diversos autores coinciden en definir la educación como ese proceso que permite a un individuo crecer en autonomía y, por lo tanto, en capacidad de darse y asumir sus propias normas buscando el bien y reconociendo que hay límites que le impone la realidad, que no está solo, sino que existen ‘otros’ y que, por lo tanto, es un ser en relación.
Sin lugar a dudas, los padres son verdaderos expertos en esta materia. Desde los inicios, las primeras corporaciones de profesores y estudiantes reclamaron autonomía frente a los poderes medievales. Esta autonomía no es un capricho infantil, sino que se funda en la autonomía propia del poder de la ciencia y del saber, que define su naturaleza y métodos; pero teniendo en cuenta su función social y cultural y su contexto, que le lleva a definir los alcances y límites de su acción, según lo explica Alfonso Borrero, S.J. en su obra sobre la Universidad (2008).
La Javeriana de tiempo atrás ha reflexionado sobre su autonomía. En 1971 se publicó el texto Principios Universitarios, que inspira nuestros Estatutos. En el aparte dedicado a la “Naturaleza de la Universidad” se recordaron “sus notas fundamentales: corporativa, universal, científica y autónoma”, y se advirtió que “esta última, emergente del vigor interno de las tres primeras, es connatural a la universidad y no un donativo gratuito definible por poderes externos”.
Los actuales Estatutos de la Javeriana recogen en cinco numerales nuestro pensamiento sobre la autonomía universitaria; en el primero de ellos, la Javeriana “reafirma su autonomía para organizarse, gobernarse y administrarse, dentro de las libertades garantizadas por la Constitución y la Ley colombianas y los pactos internacionales” (n. 24). Más adelante, se indica que “la Universidad considera su autonomía como presupuesto para integrarse a la sociedad colombiana y a la Iglesia Católica en el país, en términos de participación cualificada y específica para el bienestar y progreso comunes” (n.26); de lo cual se deriva que “la Universidad ejerce su autonomía dentro del orden jurídico y teniendo en cuenta su relación con la Santa Sede, con la Iglesia Católica en Colombia y con la Compañía de Jesús como entidad fundadora y regente” (n. 27).
Por su parte, la Constitución de Colombia reconoce la autonomía universitaria en los siguientes términos: “Se garantiza la autonomía universitaria. Las universidades podrán darse sus directivas y regirse por sus estatutos, de acuerdo con la Ley” (art. 69).
Dicho lo anterior, queda claro que la autonomía universitaria no es absoluta, sino situada y referenciada; que implica una permanente articulación entre lo que decide ser y hacer una institución determinada y lo que esos otros actores piensan y disponen al respecto, así solo sea de manera general.
La libertad de pensamiento y el ejercicio del saber se enfrentan en no pocas ocasiones con intereses y criterios económicos y políticos.
Históricamente, las universidades han luchado por ejercer su autonomía frente a los poderes que han buscado intervenir en su actividad académica y en su gestión administrativa, porque la libertad de pensamiento y el ejercicio del saber se enfrentan en no pocas ocasiones con intereses y criterios económicos y políticos.
La Javeriana, como otras universidades -oficiales y no oficiales-, es un patrimonio social y cultural de Colombia y para seguir siendo reconocida como tal, deberá continuar esforzándose por ser lo que es, con profundidad y compromiso. La autonomía se puede reivindicar gracias a que cumplimos con responsabilidad la misión que nos hemos dado.
En este contexto, recogeremos nuestro ejercicio de planeación de los últimos años y daremos inicio a un nuevo ciclo donde, como comunidad, tenemos que pensar los mejores caminos para cumplir la misión de la Universidad