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La Comisión de la Verdad en Colombia, un proceso exitoso que debe mantenerse
Egoitz Gago*
El acuerdo de La Habana firmado entre la extinta guerrilla de las Farc y el gobierno colombiano es un ejemplo en cuanto a los sistemas de justicia transicional presentados. Bajo el largo acrónimo SIVJRNR (Sistema Integral de Justicia, Reparación y No repetición), se presentan los diferentes mecanismos para tratar los aspectos centrales de todo proceso de superación de un conflicto armado: delitos de lesa humanidad, personas desaparecidas y memoria. Cada uno de ellos tiene una institución creada ad hoc para tal efecto, siendo la JEP (Jurisdicción Especial para la Paz) la encargada de tratar los delitos de lesa humanidad, la UBPD (Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas), la encargada de rastrear a las personas que sufrieron la lacra de la desaparición forzada y la Comisión de la Verdad, el organismo encargado del relato y la memoria del conflicto armado.
Las comisiones de la verdad son mecanismos ampliamente utilizados en todos los procesos de construcción de paz resultado de un acuerdo. Estos organismos recuperan los relatos de la violencia, no para ensalzarla, sino para presentar una memoria de los hechos que garantice la no repetición. El modelo usado en Colombia es modélico. Con 13 comisionados y comisionadas y liderada por el padre Francisco de Roux, S.J., la comisión tiene como mandato la compilación de los sucesos dolorosos ocurridos durante los años del conflicto armado en todas sus dimensiones, desde el impacto en las víctimas hasta los efectos de este en el proceso político. Por lo tanto, la Comisión de la Verdad en Colombia tiene como tarea la aproximación a todos los actores relacionados con el conflicto que, en un caso como el colombiano, son la inmensa mayoría de las personas e instituciones.
Es importante recalcar que esa tarea se hace en conjunto con las otras dos entidades presentes dentro del proceso de justicia transicional, con unas características diferenciadoras importantes. Los testimonios recogidos por la Comisión no pueden ser utilizados por la JEP, por ejemplo. Este hecho garantiza la participación de la mayoría de los sectores posibles en la recolección del relato.
Durante el mandato de la Comisión de la Verdad se han dado avances significativos en este punto. Los comisionados y comisionadas han recorrido el país buscando las distintas visiones del impacto de la violencia armada y han conseguido una cantidad de material de incalculable valor para las generaciones venideras. Hay que recordar una máxima de los estudios de paz: sin memoria no hay garantías de no repetición. Y la memoria significa recordar. Además, no hay que ignorar el impacto que este trabajo tendrá en las distintas investigaciones respecto al entendimiento de la violencia y de los procesos de construcción de paz, tanto en clave académica como práctica.
Todo este trabajo no ha estado exento de problemas, como el triste fallecimiento de los comisionados Ángela Salazar y Alfredo Molano. Pero, sin lugar a dudas, el problema más grave ha sido la oposición del actual gobierno a las actividades de la comisión. En los procesos de construcción de paz siempre hay figuras que se oponen al mismo, sin embargo, es raro que el mayor saboteador de un proceso de implementación sea el principal actor, en este caso el Estado. Además, la Comisión de la Verdad se ha visto bajo la presión de ser usada como actor político. No hay que olvidar la escena del padre De Roux con el exsenador Álvaro Uribe. Sin embargo, bajo esas presiones y dificultades, la Comisión de la Verdad ha sabido mantenerse independiente y actos como el mencionado son percibidos como éxito.
En estos momentos, la Comisión de la Verdad intenta ampliar su mandato. Este proceso es normal en los entornos de construcción de paz, ya que a los procesos de memoria y justicia es difícil ponerle fechas límites. De hecho, en los casos donde eso ha ocurrido, ha sido necesaria la creación de mecanismos que garanticen la memoria a largo plazo. Por lo tanto, es una decisión sabia permitir el funcionamiento de la Comisión de la Verdad por un amplio periodo de tiempo.
La Comisión de la Verdad en Colombia ha sido uno de los pocos mecanismos resultantes de los Acuerdos de La Habana que ha tenido un éxito claro. Sin embargo, su labor está lejos de terminarse. Por ello, y teniendo en cuenta la excepcionalidad de sus logros, se hace necesario el mantenerla, no ya por meses, sino por un periodo mucho mas largo. Una deuda del país que la Comisión ayuda a saldar es la de dar voz a los que más han sufrido el conflicto armado. Su mandato debería finalizar una vez esta tarea se ha realizado de forma completa.
* Doctor en Estudios de Paz y director de la Maestría de Estudios de Paz y Especialización en Resolución de Conflictos de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales