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El beneficio de la habitualidad y las Normas Internacionales de Información Financiera

se permitió que algunos derechos denominados en moneda extranjera se catalogaran como patrimonio. Sin embargo, la aplicación de las guías de la NIC 32 se modificó en diciembre de 2011 para abordar algunas incongruencias relacionadas con los criterios de compensación de activos financieros y pasivos financieros. Ahora bien, en lo relacionado con la NIIF 7, la IASB también modificó este estándar. Por ese motivo, en 2009 se incluyó información relativa a la clasificación de pasivos financieros, como respuesta a lo establecido en la fase I de la NIIF 9. En 2010 se ampliaron los requerimientos de revelación relacionada con los activos financieros transferidos que no han sido dados de baja, es decir, cuando se mantenga alguna implicación continuada. En 2011 se ampliaron las revelaciones en acuerdos de compensación asociados con activos y pasivos financieros. Finalmente, la NIIF 9 fue emitida en su versión completa en el año 2014, proyectando una aplicación obligatoria a partir del primero de enero de 2018.

El beneficio de la habitualidad y las Normas Internacionales de Información Financiera

La habitualidad en materia contable es equivalente al concepto de persistencia de la utilidad, el cual se entiende como la probabilidad de que un nivel de utilidad vuelva a presentarse en el futuro de una compañía (Nichols y Wahlen, 2004). La frecuencia con la que una partida dentro de un estado financiero se repita a lo largo del tiempo podría ser un indicador de la capacidad de generar flujos de efectivo en el futuro. Esta particularidad es abordada por las NIIF, según las cuales la información contable es relevante cuando tiene carácter predictivo, a saber:

La información financiera tiene valor predictivo si puede utilizarse como un dato de entrada en los procesos empleados por usuarios para predecir resultados futuros. La información financiera no necesita ser una predicción o una previsión para tener valor predictivo. La información financiera con valor predictivo es empleada por los usuarios para llevar a cabo sus propias predicciones. (International Accounting Standards Board [IASB], 2010a, p. 34) Un primer ejemplo sobre la utilidad del valor predictivo se refleja en la presentación de las partidas del estado de resultados. Este informe financiero clasifica los ingresos y los gastos de acuerdo con su habitualidad, facilitando así que un usuario de la información pueda identificar patrones

históricos que le permitan proyectar comportamientos. En el caso de los instrumentos financieros, puntualmente sobre la clasificación de los activos financieros, la NIIF 9, Instrumentos Financieros, introduce el concepto modelo de gestión, que comprende la política con la cual una entidad administra el efectivo. Esta aproximación es compatible con el de habitualidad al girar en torno a la frecuencia con la cual las partidas se registran en los instrumentos financieros y, en el caso particular del efectivo, define la frecuencia con la cual se hacen efectivos los respectivos flujos. Una manera de identificar el modelo de gestión es separar la administración de la liquidez en dos momentos: corto y largo plazo. El efectivo gestionado sobre el corto plazo está asociado principalmente a las necesidades de capital de trabajo, como por ejemplo el pago de proveedores o de la nómina. En consecuencia, cualquier activo financiero que se haya clasificado en esta categoría deberá contar con una enorme liquidez y con precios actualizados. Adicionalmente, si se prevén pagos de intereses sobre dicho activo financiero, estos no serán de enorme importancia en tanto predomine el precio y no los pagos asociados al elemento. Por su parte, en el largo plazo, la compañía espera que el activo financiero genere flujos de efectivo junto con las valorizaciones de mercado. En este orden de ideas, es normal que una organización considere atractivos los intereses, y que estos sean una razón importante para conservar el activo dentro del portafolio de activos. Por lo tanto, la clasificación requerida por la NIIF 9 para activos financieros se realiza en las siguientes categorías: costo amortizado, valor razonable con cambios en el resultado integral y valor razonable con cambios en el resultado. El costo amortizado refleja el deseo de la compañía por mantener el activo financiero en el largo plazo, lo que es equivalente a mantenerlo hasta el vencimiento. Se esperaría, entonces, que los flujos de efectivo que genera el activo financiero se presenten de manera habitual, para lo cual un inversionista podría prever que, durante el plazo del instrumento, la compañía contará con unos recursos que la norma define como contractuales. Adicionalmente, dado que los flujos de efectivo se proyectan con cierta facilidad en fechas específicas, el activo financiero se medirá contablemente utilizando la TIR o tasa de interés efectiva. En la categoría del valor razonable con cambios en el resultado integral, la intención de la organización obedece a una mezcla que valora, más o

menos en la misma medida, los flujos de efectivo que genera el activo financiero y lo que podría obtenerse a través de su disposición o venta. En esta categoría, cualquier variación en los precios del activo financiero será contabilizada como un menor o mayor valor de este contra una cuenta patrimonial, lo cual reduce la exposición del resultado a las volatilidades asociadas a los precios de mercado del activo. Por ello, es absolutamente normal que si la intención es mantener un activo financiero a largo plazo y se esperan aprovechar tanto los flujos como la variación de precio, las volatilidades negativas no perjudiquen los resultados, pues se esperarían recuperaciones futuras y en este caso podrían realizarse mediante la venta. Así, un inversionista identificará que la compañía no espera vender el activo, sino que tan solo recibirá de manera “habitual” los flujos contractuales, pero también estará advertido de que una apreciación podría significar un flujo de caja importante derivado de la venta. Finalmente, la compañía puede clasificar sus activos financieros en la categoría de valor razonable con cambios en resultados. Aquí las variaciones en el precio lideran el modelo de gestión del efectivo y el administrador estará dispuesto a disponer el activo en cualquier momento que considere que puede ganar o, simplemente, evitar una mayor pérdida. En consecuencia, no resulta confiable que se esperen obtener rendimientos futuros vía flujos contractuales sobre estos activos, ya que probablemente están supeditados a un plazo muy largo que la compañía no está dispuesta a sostener. Ahora bien, clasificar adecuadamente los instrumentos financieros de acuerdo con la manera como se gestiona el efectivo es una tarea de extremo cuidado y con una importancia absoluta. La capacidad de predecir el flujo de efectivo, como se ha visto, no solo podría definir el valor de un proyecto, sino también el de una compañía entera. El diagrama 6 muestra la interrelación entre la contabilidad y las finanzas, en la que predomina como factor común el efectivo como determinante de valor. El modelo desarrollado esquematiza cómo las ganancias contables de una compañía, si bien no representan efectivo, sí permiten su predicción. Dado que la información financiera, como se ejemplificó con el caso de los instrumentos financieros, se clasifica contablemente de acuerdo con su habitualidad, muchas de las partidas del resultado explican las ganancias contables actuales. Ahora bien, puesto que dichas partidas se repiten a lo

1. Ganancias contables actuales

Las ganancias actuales proveen información sobre las ganancias futuras.

4. Precio actual de la acción

El precio actual de la acción es el valor presente de los flujos futuros de efectivo. 2. Ganancias contables futuras

Las ganancias actuales y las futuras esperadas determinan la capacidad de pago de los dividendos.

Los dividendos futuros corresponden a los flujos futuros de una acción.

3. Dividendos futuros

Diagrama 6. Relación entre las ganancias contables y los retornos de una acción

Fuente: Nichols y Wahlen (2004).

largo del tiempo, y se espera que así lo sigan haciendo en el futuro, las ganancias contables pueden predecirse, lo que a su vez significa que la base para la distribución de dividendos también puede proyectarse. Estar en la capacidad de proyectar dividendos futuros es equivalente, desde el punto de vista de un inversionista o potencial inversionista, a identificar los flujos futuros del activo y, por consiguiente, este podría descontarlos con su tasa de oportunidad para definir su precio actual. Si en este proceso el inversionista identifica que se ha generado valor, estará dispuesto a invertir en la organización mediante la inyección de recursos clave para su desarrollo, repitiendo así el ciclo. Ahora, desde el punto de vista de la financiación, la normatividad internacional no contempla el concepto de gestión de pasivos financieros, en su lugar se concentra en la clasificación de los instrumentos de deuda y patrimonio de acuerdo con el nivel de exigibilidad por parte de los acreedores. Este tratamiento se considera en armonía con el concepto de habitualidad, toda vez que está diseñado para permitir identificar tendencias o patrones

en el compartimiento de los flujos de efectivo que destina la empresa para atender las obligaciones deuda y patrimonio. La NIIF 9, en lo concerniente a la clasificación de pasivos financieros, contempla las siguientes categorías: costo amortizado y valor razonable con cambios en resultados. La categoría de costo amortizado es aplicable para la gran mayoría de pasivos financieros y consiste en el reconocimiento de la obligación a través de la tasa interna de retorno, tal y como se expuso anteriormente. No obstante, los pasivos que se gestionen sobre la base del valor de mercado se pueden clasificar en la categoría de valor razonable con cambios en el resultado.

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