LA PIEL DEL CONFLICTO
Autores
Isabel Cuellar Ríos
Diana L. Matallana Eslava
Carlos Gómez-Restrepo
Fotografías
Javier Aulí Carrasco. MD Psiquiatra. Facultad de Medicina, Departamento de Psiquiatría y Salud Mental.
Germán Ortegón Pérez. Facultad de Comunicación Social y Lenguaje.
Entrevistas
Carlos Gómez-Restrepo. Decano de Facultad de Medicina. Departamento de Psiquiatría y Salud Mental.
Diana L. Matallana Eslava. Facultad de Medicina. Departamento de Psiquiatría y Salud Mental. Profesora Programa de Doctorado Neurociencias e Instituto de Envejecimiento.
José Miguel Uribe-Restrepo. Facultad de Medicina. Director Departamento de Psiquiatría y Salud Mental.
Juan David Páramo Díaz. Facultad de Medicina. Departamento de Psiquiatría y Salud Mental.
Isabel Cuellar Ríos. Facultad de Medicina. Departamento de Medicina Interna. Directora de Unidad de Dermatología. Directora Posgrados.
Examen dermatológico
Isabel Cuellar Ríos. Facultad de Medicina. Departamento de Medicina Interna, Unidad de Dermatología.
Daniela Chaparro. Facultad de Medicina. Departamento de Medicina Interna, Unidad de Dermatología.
Enlace
Liliana Gaitán Londoño. Signataria del Acuerdo Final de Paz con el Estado Colombiano en el año 2016.
Narrativas Edición Preliminar
Natalia Salamanca Sarmiento. Facultad de Comunicación Social y Lenguaje.
Diana L. Matallana Eslava. Facultad de Medicina.
LA PIEL DEL CONFLICTO
Voces de Vista Hermosa
Isabel Cuellar Ríos Diana L. Matallana Eslava Carlos Gómez-Restrepo Autores
Reservados todos los derechos
© Pontificia Universidad Javeriana
© Isabel Cuellar Ríos, Diana L. Matallana Eslava y Carlos Gómez-Restrepo
Primera edición: noviembre de 2022
ISBN (impreso): 978-958-781-783-6
ISBN (digital): 978-958-781-784-3
DOI: https://doi.org/10.11144/ Javeriana.9789587817843
Número de ejemplares: 400
Impreso y hecho en Colombia PrintedandmadeinColombia
Editorial Pontificia Universidad Javeriana
Carrera 7.ª n.º 37-25, oficina 1301 Bogotá, Edificio Lutaima Teléfono: (57)601320 8320, ext. 4205 www.javeriana.edu.co/editorial editorialpuj@javeriana.edu.co Edición y corrección de estilo: Manuela Fajardo González Diseño de pauta y diagramación: Carmen Villegas Villa
Diseño de cubierta: Carmen Villegas Villa Impresión: Editorial Nomos S.A.
Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J. Catalogación en la publicación Cuellar Ríos, Isabel Cristina, autora La piel del conflicto / Isabel Cristina Cuellar, Diana L. Matallana Eslava, Carlos Gómez-Restrepo. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2022.
192 páginas ; 24 x 22 cm
ISBN: 978-958-781-783-6 (impreso)
ISBN: 978-958-781-784-3 (electrónico)
1. Guerra - Vistahermosa (Meta, Colombia) 2. Conflicto armado - Vistahermosa (Meta, Colombia) 3. Víctimas de la violencia - Vistahermosa (Meta, Colombia)Relatos personales 4. Salud mental - Vistahermosa (Meta, Colombia) 5. Rehabilitación médica - Vistahermosa (Meta, Colombia) I. Matallana Eslava, Diana L., autora, II. Gómez-Restrepo, Carlos, autor III. Pontificia Universidad Javeriana.
CDD 306.66 edición 21 inp 20/10/2022
Pontificia Universidad Javeriana | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1270 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento como personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.
A todos aquellos quienes nos dieron los testimonios, nos permitieron ver su piel y de quienes aprendimos algo de su historia personal, la cual no se apartó del continuo aprendizaje de nuestra propia historia.
A los excombatientes en proceso de reincorporación a la vida civil en las Nuevas Áreas de reincorporación y Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación –ETCR– de Vista Hermosa, Meta, y aquellos que residen actualmente en la capital del país.
A la población civil, hombres y mujeres que permanecieron en su territorio Vista Hermosa, Meta.
A los directivos, médicos y enfermeras del Hospital de Vista Hermosa, Meta.
ÍNDICE
PRÓLOGO INTRODUCCIÓN
El Proyecto
Vista Hermosa: conflicto, salud mental y huellas en la piel
Caracterización de Vista Hermosa
Conflicto armado en Vista Hermosa Salud mental y conflicto armado Salud mental y piel
CAPÍTULO 01. Piel y cicatrices
CAPÍTULO 02. Piel y sol
CAPÍTULO 03. Piel y estrés
CAPÍTULO 04. Piel y enfermedades tropicales
La voz de la piel de la guerra PRÓLOGO
Este texto es la voz de la piel de la guerra. Cada diálogo de entrevistador y entrevistado llega hasta la herida y se mete en ella. Muestra los guerreros, embravecidos en el combate, concentrados en conseguir la muerte del enemigo; los instantes humanos, de cuidado del otro, de amor de pareja en las noches que amanece en batalla; el fragor de balas que pegan sin dolor como golpes brutales; el sufrimiento y silencio y aislamiento cuando paran las explosiones; el campo de muertos; el quedar inconscientes y despertar en hospitales de cambuche, en enfermerías enemigas; el encontrarse perplejos ante el futuro, con la marca en la piel, con el órgano destruido o desaparecido para siempre. Así, surge la pregunta de si vale la pena seguir viviendo cuando los compañeros pasaron al otro lado, con el interrogante ¿para qué sirvió esto?
Después, la piel de la familia, de la madre y de los hijos que reciben la herida. Porque si todavía hay un hogar, todo cambia para siempre. El desafío del guerrero de cuerpo mutilado es si tendrá la audacia que quererse a sí mismo. El desafío para la familia es si el amor les va a alcanzar para recoger al otro que es una herida viva y sigue siendo el mismo.
En el texto, que no pierde la mirada clínica, el episodio se repite en un manojo de conversaciones francas, directas bastan para dar a comprender la magnitud de la herida. Miles de jóvenes colombianos. Ellos mismos, ellas mismas son herida viva sobreviviente y sangrante de batallas inmensas y largas de la guerra inútil. Soldados y policías unos, paramilitares otros, guerrilleros de las FARC y del ELN y de otros grupos otros. Muchos están muertos, nunca salieron de la emboscada, del momento en que se acabó la munición, de cuando los triplicaron en número.
Así durante más de cincuenta años.
La mancha química llegó para agigantar la herida. La locura de dinero para financiar la expansión de la guerra inútil hizo el frenesí de las siembras de coca y de los laboratorios. Y la herida se hizo color
de plomo tostado en el rostro, los brazos y las piernas del guerrero. Y la locura pasó a codicia porque el dinero permitía extorsionar, corromper, gobernar, abusar. Desde todos los lados la mancha acrecentó la herida, mucho más allá de los campos de batalla.
En Colombia, entre tanto, optamos por aceptar normal vivir así. Hacer cultura y deporte, escuelas y universidades, industria y comercio, bancos y seguros, espiritualidad y religión, vida social, como si la herida no fuera con nosotros, no creciera con nosotros. Como si la herida concomitante de la piel, del cuerpo de la nación, no fuera creciendo todos los días. Nos hicimos a la idea de que así tocaba. Pusimos la seguridad en casi medio millón de hombres y mujeres con armas legítimas para contener al enemigo y otro medio millón de guardias privados para protegernos con fusiles del peligro de los otros colombianos. Preferimos esto a la tarea humana, grande, de crear confianza, de educar confianza en la diferencia y la inclusión.
Pretendimos hacer sociedad como si el cuerpo que somos como nación no estuviera en muchos lugares gangrenado, amputado, desangrante, asfixiado, roto, quebrado. Decenas de miles de secuestrados, millones de desplazados, centenares de miles de desaparecidos, jóvenes asesinados como falsos positivos, despedazados de minas antipersona, y la mancha química penetrando todo con corrupción, impunidad e ilegalidad.
Esta incapacidad de mirarnos, de asumir lo que estaba pasando, de conducirlo éticamente, educativamente, políticamente, tenía que llevar a que la herida creciente de nuestro propio cuerpo de nación se metiera en nuestras mentes. Nos hicimos a vivir al modo de ser en guerra. La herida descuidada o negada de la que prescindíamos, poco a poco se metió en nuestras emociones en forma de sospechas, señalamientos, desconfianzas, exclusiones, temores, en la percepción de enemigos internos de lado y lado.
Poco a poco fuimos haciendo una forma de seguridad propia del modo de guerra. Decidimos poner en manos de otros, y con armas, la seguridad para que la herida no avanzara. La pusimos en manos de los militares y los policías y decidimos que si no lo lograban eran responsables. Decidimos que jóvenes colombianos fueran a morir en batallas inútiles. Sin caer en la cuenta de que el origen de la herida tenía que ver con nosotros mismos. Que actuábamos como el enfermo que no acepta que es él el origen de su propia enfermedad y que nadie puede darle la salud si todo el organismo, empezando por sus propios hábitos, por su modo de vivir, no cambian.
Esta es la verdad que tenemos que mirar de frente. Que tenemos que conversar, discutir, apropiar. Esta herida brutal, inmensa, viva. Parte de nuestra propia identidad. Como son parte de nuestra identidad el paisaje de Vista Hermosa, los ríos de la Orinoquía y la selva amazónica y los que en Cauca bajan al Pacífico; y es parte de nuestra identidad la guabina y la cumbia, la salsa caleña y el vallenato, el mapalé y el currulao, CienAñosdeSoledady la Semana Santa de Popayán. Y la energía de nuestros pueblos afrocolombianos y la perspicacia y creatividad de decenas de etnias indígenas, y la pasión de una población joven. La verdad es mirar sin miedo, tener el coraje de aceptar y comprender y reconocer, desde todos los lados y en todo, la herida que somos.
Si no lo hacemos seguirán los campos de batalla inútiles y la inseguridad y la tragedia. Porque una comunidad que se resiste a ser humana no puede pretender negar la herida que seguirá rompiendo
la dignidad de cada uno y de todos mientras no se la asuma con grandeza, como parte de la propia identidad. Es la pregunta ¿cómo se atreven a pretenderse humanos si no aceptan que llevan como nación la herida?
Si lo hacemos será posible sanar, será posible rescatarnos como seres humanos, cargar la cicatriz como memoria viva para construir en las diferencias políticas, culturales, étnicas, de género y de espiritualidades, el cuerpo de nación que soñamos cuando cantamos “cesó la horrible noche”.
Lo significativo de este libro que recoge pedazos de la herida, al lado de los análisis científicos de las afectaciones de la piel en medio de los distintos impactos del conflicto, es la perspectiva de futuro y el mensaje optimista de sanación. Las entrevistas son de hombres que, en Vista Hermosa, después de haber vivido la guerra, han conocido la paz a fondo, desde su propia historia y quieren construir nación con los demás colombianos. Han experimentado lo que significa la paz y nunca van a regresar a la guerra. Cargan la herida como memoria de lo que nunca será más para sus hijos, para las niñas y niños de Colombia, son parte de un proyecto de futuro.
Este texto es la voz de la piel de la guerra. Cada diálogo de entrevistador y entrevistado llega hasta la herida y se mete en ella. Muestra los guerreros, embravecidos en el combate, concentrados en conseguir la muerte del enemigo; los instantes humanos, de cuidado del otro, de amor de pareja en las noches que amanece en batalla; el fragor de balas que pegan sin dolor como golpes brutales; el sufrimiento y silencio y aislamiento cuando paran las explosiones; el campo de muertos; el quedar inconscientes y despertar en hospitales de cambuche, en enfermerías enemigas; el encontrarse perplejos ante el futuro, con la marca en la piel, con el órgano destruido o desaparecido para siempre. Así, surge la pregunta de si vale la pena seguir viviendo cuando los compañeros pasaron al otro lado, con el interrogante ¿para qué sirvió esto?
Francisco de Roux, S. J.