Premio Nacional de Poesía Ministerio de Cultura 2019
Morderse las uñas Itzel Guevara del Ángel IV Premio Nacional de Novela Corta
9 789587
813951
Pontificia Universidad Javeriana
CamisaInvisible.indd 6,8,10
Durante un fin de semana inevitable, una mujer que recuerda casi todo cae en la tentación de ensamblar los olvidos de su abuela. Une retazos, indaga, empieza a encajar los fragmentos, pero, junto con lo perdurable, lo digno del recuerdo oficial, se le revelan las circunstancias jamás evocadas, las abandonadas capas abajo, intangibles pero vivas, que siempre han estado reformulándose en espera del código idóneo para colapsarlo todo.
Las costuras invisibles
Las costuras invisibles
De moscas y de ángeles Rómulo Bustos Aguirre
Yeniter Poleo
Otros títulos de la Editorial Pontificia Universidad Javeriana
Las costuras invisibles Yeniter Poleo
Yeniter Poleo Nació en Caracas. Se mudó a Bogotá en 2008 para desarrollar su proyecto literario, y de allí surgió, entre otros materiales, su primera novela, La ciudad vencida (2014), finalista del Premio de la Crítica a la Novela del Año en Venezuela. Graduada en Comunicación Social, con estudios de Maestría en Historia y con título de Experta en Comunicación y Arte por la Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado para varios medios impresos como periodista de investigación y editora. Vive a mitad de camino entre sus dos nacionalidades.
18/11/19 17:29
Las costuras invisibles Yeniter Poleo
Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © Yeniter Escalona Poleo Primera edición: Bogotá, noviembre de 2019 Número de ejemplares: 300 ISBN: 978-958-781-395-1 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7.a núm. 37-25 oficina 1301 Teléfono: 2870691 ext. 4752 editorialpuj@javeriana.edu.co
Cuidado de texto: Víctor Alarcón Diseño de páginas interiores: El Peregrino Ediciones Diseño de carátula: lacentraldediseno.com Diagramación: Carmen Villegas Villa Impresión: Javegraf
Pontificia Universidad Javeriana | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.
Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J. Catalogación en la publicación Escalona Poleo, Yeniter, autora Las costuras invisibles / Yeniter Escalona Poleo. -- Primera edición. – Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2019. 74 páginas ; 14 x 21 cm isbn : 978-958-781-395-1 1. Novela venezolana 2. Literatura venezolana I. Pontificia Universidad Javeriana. CDD V863 edición 21 inp
24/10/2019
Mi gratitud a Angie Castro, Ana Cecilia Quintero, Sara Castro y Natalia Acero por su generosidad y serena compaĂąĂa. Sin ellas esta y otras historias no habrĂan hallado su tiempo y espacio.
…y no lo sabía tampoco su abuela, cuya imagen le afloró desde el recuerdo como desde un pozo enterrado, qué extraño, porque no era el recuerdo de una persona, era el recuerdo de una persona que le habían contado, ella no llegó a conocer a su abuela, ¿cómo podía acordarse tan bien de un rostro que nunca había visto? El tiempo envejece de prisa, Antonio Tabucchi
Dime dónde, dónde las guardaste, insiste ella mientras voy poniendo en su lugar todo lo que va sacando, descolocando, regando por el piso. Le pido detalles, dónde las pusiste, cuándo fue la última vez que las viste, pero mi abuela no escucha o no le interesan las preguntas, solo las respuestas. Se queda quieta, me mira de arriba a abajo con desprecio y alza la cara con expresión altanera; al siguiente segundo ya se ha replegado en el rincón gimoteando como niña desamparada. Paso de la rabia a la frustración y de la frustración doy un salto a la piedad. Me acerco, pretendo consolarla, pero me repele agitando las manos como si yo fuera un perro olisqueando su plato de comida. No sé qué busca. A lo mejor son unas llaves, unas medias, unas tazas, unas monedas. Desde hace tiempo vive recogiendo objetos dispersos y escondiéndolos en sitios insospechados, objetos que no son suyos. Sus hijas, mi madre y mis dos tías, están preocupadas por su salud aunque, después de los últimos exámenes, todo parece indicar que mi abuela tiene el organismo más sano de la familia.
9
Ha visto el mundo girar durante ochenta y cinco años. Me pongo en su lugar, es demasiada información. Es lógico, si no necesario, bloquear el acceso a nuevos datos y preservar los de mayor relevancia, por eso no tiene claro dónde las puso, sea lo que sea que esté buscando. Según su doctor, la realidad le sucede demasiado rápido a mi abuela y por eso no alcanza a asimilarla. Yo, que lo tengo en baja estima —repite explicaciones idénticas ante distintas inquietudes—, creo que no es un asunto de velocidad sino de interés. Nada alrededor cautiva la atención de mi abuela, nada resulta relevante, es como si se hubiese convertido en una ermitaña mental. Si así fuera habría algo de voluntad en ello, por ende, algo de dignidad o pragmatismo, quién sabe. Cuando yo estaba en bachillerato solíamos reunirnos en casa de Tomás, a quien criaba su abuela, una señora gruesa, a ratos severa, muy buena conversadora, o quizás era yo el factor estimulante de sus remembranzas debido a mis preguntas sobre su vida como actriz de radio. Me sorprendía hasta el punto de la incredulidad cuando ella contaba alguna anécdota sobre sus años dorados, y en medio de la descripción se detenía a decir que había olvidado esto o aquello, o no tenía claro un porqué. Yo no podía creer que, en medio de tanta precisión, las luces, la cabina, el público en vivo, su vestido, ella no pudiera recordar la totalidad de los detalles. Me apasionaban sus cuentos, y por eso le pedía más y más precisiones, por dónde pasaba el bus desde su casa a la emisora, el título de alguna radionovela, o si
10
había visto merodear esbirros de la dictadura pendientes de censurar transmisiones. Siempre he tenido el afán de acopiar información y en esa etapa temprana pude haber cruzado el umbral de la cordialidad brindado por aquella señora. Más de una vez pasé de curiosearle las vivencias a casi interrogarla con linterna ante sus ojos; sin embargo, ella aceptaba sus lagunas como un desgaste natural, me pedía calma, se reía del perfeccionismo que yo deseaba y proseguía su relato sin alterarse por los datos que no me proporcionaba. Más adelante, esa contrariedad se tornó recurrente hasta el punto de la irritación. Asuntos salidos de la rutina, graves o jocosos, puntos de inflexión en mis relaciones, solo los recordaba yo. Una vez R. y yo nos escapamos a un motel, no usamos el jacuzzi, pero dejamos rastros de nuestro sudor por toda la habitación. Cuando llegó la hora de la partida, descubrimos que las llaves del carro se habían quedado dentro del vehículo y, por motivos obvios, R. no podía llamar a su consorte para que le acercara las de repuesto. Habría sido el fin de sus tiempos. Le pedimos al recepcionista un gancho de metal para guindar la ropa, pero solo consiguió un alambre. Lo doblé para formar una especie de ganzúa y con paciencia fui intentando alcanzar el dispositivo del seguro a través del mínimo espacio que quedaba entre el vidrio y la puerta. Nunca antes lo había hecho, pero podría asegurar que me demoré en lograrlo más por nuestros ataques de risa, que por la dificultad de la tarea.
11
Cuatro años después nos topamos en una fiesta. R. no recordaba la anécdota. Algo semejante me sucedió con N. Su relación con su hermana era terrible, se hablaban poco y rudo, además tenía un novio imbécil, muy difícil de tragar. Cuando se aproximaba el cumpleaños número sesenta del papá, N. quiso hacer una celebración inolvidable y nos dispusimos a planificar una fiesta sorpresa. Demás está decir que su hermana apenas contribuyó con la logística y de nuestro lado quedó el peso del 90% de los gastos. Yo me ocupé de cocinar, N. se apertrechó con los cocteles, la música, la decoración. Fue un éxito familiar arrollador y, con absoluta emoción, su padre nos unió en un abrazo a N., a su hermana, a su novio y a mí, y festejó que hubiésemos apartado nuestras diferencias para hacerle esa reunión maravillosa. Cinco años más tarde, N. no tenía claro qué se había comido esa noche ni quién lo había cocinado. Comida. Preparo unos espaguetis con ajo, mantequilla y queso. Sirvo los dos platos y voy a buscar a mi abuela. Está sobre la cama, con la espalda pegada a la pared, de frente al televisor encendido pero sin verlo. Si se lo cambiara por una pintura de Botero o una caja de zapatos lo mismo daría. Tiene el ceño fruncido, parpadea poco, como si tuviera por delante un microscopio y acabara de identificar un peligroso bacilo. Le hago señas pero no pestañea, parece verificar con celo su importante descubrimiento. —Vamos para que comas.
12
Premio Nacional de Poesía Ministerio de Cultura 2019
Morderse las uñas Itzel Guevara del Ángel IV Premio Nacional de Novela Corta
9 789587
813951
Pontificia Universidad Javeriana
CamisaInvisible.indd 6,8,10
Durante un fin de semana inevitable, una mujer que recuerda casi todo cae en la tentación de ensamblar los olvidos de su abuela. Une retazos, indaga, empieza a encajar los fragmentos, pero, junto con lo perdurable, lo digno del recuerdo oficial, se le revelan las circunstancias jamás evocadas, las abandonadas capas abajo, intangibles pero vivas, que siempre han estado reformulándose en espera del código idóneo para colapsarlo todo.
Las costuras invisibles
Las costuras invisibles
De moscas y de ángeles Rómulo Bustos Aguirre
Yeniter Poleo
Otros títulos de la Editorial Pontificia Universidad Javeriana
Las costuras invisibles Yeniter Poleo
Yeniter Poleo Nació en Caracas. Se mudó a Bogotá en 2008 para desarrollar su proyecto literario, y de allí surgió, entre otros materiales, su primera novela, La ciudad vencida (2014), finalista del Premio de la Crítica a la Novela del Año en Venezuela. Graduada en Comunicación Social, con estudios de Maestría en Historia y con título de Experta en Comunicación y Arte por la Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado para varios medios impresos como periodista de investigación y editora. Vive a mitad de camino entre sus dos nacionalidades.
18/11/19 17:29