Humberto Ak’abal Yolanda Pantin Prólogo de Santos López
De moscas y de ángeles Rómulo Bustos Aguirre Prólogo de Samuel Vásquez
Libro de grabados Gustavo Adolfo Garcés Prólogo de Pablo Montoya
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Francisco José Cruz
NO PERMITAN QUE EL AYER SE VAYA LEJOS
Humberto Ak’abal Prólogo y selección de Francisco José Cruz
COLECCIÓN POESÍA
Bellas ficciones
a poesía de ak’abal, mediante expresiones orales de su pueblo y las bien dosificadas repeticiones, echa sus raíces tanto en el canto como en el cuento, hasta enlazarlos en una suerte de sortilegio en que el nostálgico presente convoca al armonioso pasado de sus ancestros, con tal fuerza revitalizadora que todo parece estar aún en su sitio, aunque el tiempo de hoy sea otro, descreído y corrupto.
NO PERMITAN QUE EL AYER SE VAYA LEJOS
OTROS TÍTULOS DE LA COLECCIÓN
HUMBERTO AK’ABAL Momostenango (Guatemala), 1952-Ciudad de Guatemala, 2019 Hablaba, leía y escribía maya-quiché y español. En 1995, obtuvo el Diploma Emeritissimum por la Facultad de Humanidades de la Universidad San Carlos de Guatemala y recibió el Premio Internacional de Poesía Blaise Cendrars (Suiza, 1997), el Premio Continental Canto de América (unesco, México, 1998), el Premio Internacional de Poesía Pier Paolo Pasolini (Italia, 2004) y el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias, que rechazó. En 2005, el Ministerio de Cultura y Comunicación de Francia lo condecoró como Caballero en la Orden de las Artes y las Letras. Entre sus libros de poemas destacan El animalero (1990), Guardián de la caída de agua (1993), Hojas del árbol pajarero (1995), Lluvia de luna en la cipresalada (1996), Retoño salvaje (1997), Con los ojos después del mar (2000), Oscureciendo (2002), La danza del espanto (2007), Las palabras crecen (2009) y Las caras del tiempo (2017).
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NO PERMITAN QUE EL AYER SE VAYA LEJOS Antología poética
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NO PERMITAN QUE EL AYER SE VAYA LEJOS Antología poética
Humberto Ak’abal
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Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © Humberto Ak’abal © Del heredero, Nakil Yannick Ak’abal Bieri Primera edición: abril de 2019 Bogotá, D. C. isbn: 978-958-781-335-7 Número de ejemplares: 300 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7.ª n.º 37-25, oficina 13-01 Edificio Lutaima Teléfono: 3208320 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial Pontificia Universidad Javeriana | Vigila da Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.
Cuidado de texto: Felipe Pardo Diseño de pauta gráfica: Ignacio Martínez-Villalba Diagramación: María Victoria Mora Diseño de carátula: Ignacio Martínez-Villalba Impresión: Javegraf
MIEMBRO DE LA
ASOCIACIÓN DE UNIVERSIDADES CONFIADAS A LA COMPAÑIA DE JESÚS EN AMÉRICA LATINA
RED DE EDITORIALES UNIVERSITARIAS DE AUSJAL www.ausjal.org
Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin la autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana
Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J. Catalogación en la publicación Ak’abal, Humberto, 1952-, autor No permitan que el ayer se vaya lejos: antología poética / Humberto Ak’abal. -Primera edición. -- Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2019. 142 páginas; 12.5 x 20 cm isbn: 978-958-781-335-7 1. Poesía guatemalteca 2. Literatura guatemalteca I. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Ciencias Sociales CDD G861 edición 21 inp 13/03/2019
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CONTENIDO
HUMBERTO AK’ABAL: EL CANTOR QUE CUENTA Francisco José Cruz 11
NOTA A ESTA EDICIÓN Francisco José Cruz 17
El canto viejo de la sangre 21 Hoy 22 Mi hermana 23 Canto de la lavandera 25 Canto de pájaros 26 Como el cenzontle 28 Piedras 29 Leñador 30 El puente 31 Saqué de mi cabeza tu nombre 32 La danza de los azacuanes 33
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Salvaje 35 Rija-La casa 36 El agua y el fuego 37 El fuego 38 Ollas 39 La coyota 40 Tormenta 41 El ropero 42 La muñeca de paja 43 Mi vecino 45 El chucho 46 Ligeramente torcido 47 La luna en el agua 48 Ángel desnudo 49 Voces 50 El juramento 51 El predicador 52 El rostro del viento 53 Grillos 54 Kitanatana 55 En el suelo 56 Soledad 57 El trecho 58 El sabor 59 El pedidor 60 Vergüenza 61 Los tecolotes 62 Carácter 63 Piedras 64 La última sonrisa 65 La cuerda del silencio 66 Innecesaria luz 67 La tardanza de las palabras 68 Jaguar 69
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EL sol 70 Jarro nuevo 71 Celos 72 El artesano 73 La carta 74 Esperar 77 La joroba 78 La coneja 79 La butaca 80 Camposanto 81 El perro de Dios 83 Para ver 84 Amarillo viejo 85 Tiernas y marchitas 86 El amanecer 87 El sueño 88 Voces del agua 89 Solot 90 La cuachera 91 Las palabras crecen 92 Poeta empírico 93 Oración 94 Pies viejos 95 La estatua 96 Colores 97 El poncho 98 Recuerdos 99 El día que envejecí 100 Manos 101 Años 102 Caracol 103 Ajxojolob’ (Los bailadores) 104 El enano 105 El campanero 106
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Roto remendado 107 El triste 108 La caja del muerto 109 Serenidad 110 Viento de hielo 111 Sombras 112 El espejo 113 Juez de mí mismo 114 Cantor 115 Me gusta 116 El payaso viejo 117 El tanate 118 Una tabla 119 La campana de Sandaiakushi 120 Las pulseras 121 La risa de los perros 122 Solo quiero 123 Las puertas 124 Esta tristeza 125 El otro lado 126 Llover llorando 127 Corazón roto 128 Bataneo 129 Sus uñas 130 Venado 131 Y como te decía… 132 Volviendo a ti 133 La maleta 135
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H U M B E RT O A K’A B A L : E L C A N T O R Q U E C U E N TA
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C
uando leí, hace casi dos décadas, unos pocos poemas de Humberto Ak’abal —muy breves— en un número de la Revista Casa Silva, no sospeché, ni por asomo, que eran en realidad autotraducciones del maya quiché ni que adquirían su cabal sentido en el conjunto de una obra arraigada con tenaz ahínco en los mitos y tradiciones de su cultura indígena, al punto de convertirse —pese a su delicada intimidad— en la voz y la memoria de un pueblo zarandeado por los violentos vientos de incesantes avatares históricos. Sin embargo, no debemos confundir la condición étnica de Humberto Ak’abal —como por desgracia le sucede a una parte de la crítica— con los valores estéticos de su escritura. Aquella nos interesa solo en la medida en que nutre el lenguaje y los temas más propios de este genuino poeta de dos lenguas y un mundo. La sutileza y deliberada ingenuidad que encontré entonces en esos poemas me animaron a buscar de inmediato a su autor y, tras familiarizarme con su creación poética, proponerle realizar una antología de su obra en la colección de libros
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de la revista carmonense Palimpsesto, que yo mismo llevaría a cabo en el año 2000. Mientras la elaboraba, me daba cuenta de que estaba entrando en un mundo tan personal como intransferible, hecho de esas recurrentes correspondencias que urden la coherencia interna de toda obra auténtica. La antología me confirmó que la fidelidad del poeta guatemalteco a sus registros formales y temáticos es tal, que, a diferencia de esos autores que necesitan crear un clima distinto en cada libro, los suyos conforman uno solo, cuyo despliegue es hacia dentro y no hacia adelante, como reflejo de su noción circular de la existencia. Sin embargo, al entreverar la sencillez del tono conversacional con el más depurado lirismo, la gama de matices de esos registros —que van del amago humorístico al sentencioso, pasando por el detalle descriptivo y el diálogo directo— lo salvan, sin romper la unidad de fondo, de la monotonía o el estancamiento. La condición bilingüe de Ak’abal no se queda en el hecho de que él mismo traduce sus poemas, sino que determina la perspectiva desde donde los escribe. Poemas como “Sombras” o “Rija-La casa” no tendrían sentido en su lengua materna, se atienen a una fórmula verbal híbrida, donde la intención didáctica se convierte también en un recurso estético para dar a conocer, a quienes no pertenecemos a la cultura maya, el espíritu de imbricación del quiché con los seres naturales, elementos y ámbitos cotidianos: Sombras La sombra de una casa, de un árbol, de un muro, o de una roca… en nuestra lengua se dice mu’ j.
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La sombra de uno se llama nonoch’; es la compañera que uno trae cuando nace y la que se lleva cuando se muere.
Toda la poesía de Ak’abal, de un modo más o menos soterrado, guarda este afán pedagógico y supone, en primera instancia, un tapiz de personajes, costumbres y creencias tan verazmente tejido, que lo que pudiera parecernos incluso mera superstición, lo aceptamos como signo primordial, heredado de una larga experiencia de esa realidad que el poeta recuerda o vive. Una realidad imbuida de una dimensión sagrada en la que, según sus palabras, “todo tiene habla” (p. 16)1 y los seres animados e inanimados encuentran su sentido, adverso o favorable, dentro del flujo temporal que comunica al pasado, al presente y al futuro entre sí, en una cosmovisión llena de señales. La autenticidad de estos poemas nace, en gran medida, de la actitud comprensiva y entrañable —pero no complaciente— con que Ak’abal se refiere a cualquier aspecto de su entorno y, en consecuencia, de la falta de conclusiones o afirmaciones tajantes —salvo salpicados poemas de corte aforístico o denuncia social— que pudieran llevarlo al pintoresquismo o, peor aún, al exotismo de cartón piedra. Ak’abal casi nunca opina, presenta hechos, situaciones, sensaciones y personajes, dejando el silencio justo para que lo no dicho flote en lo dicho como un temblor sobreentendido y sugerente. Es este despojamiento el que le da a su poesía el carácter íntimo e individual. El poeta habla, en última instancia, de su mundo para reconocerse y, a través de esos hábitos y vestigios ancestrales, hacernos sentir su
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Ak’abal, H. (2001). “A un lado del camino”. Todo tiene habla. Carmona: Colección Palimpsesto. Ayuntamiento de Carmona, 15-18.
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inquietud y las incertidumbres de su propia vida. Así sucede en poemas como “Viento de hielo” o “La cuerda del silencio”, donde los espantos —suerte de indicios premonitorios, presencias intuidas o enmascaradas, a la vez físicas e imaginarias— son, en palabras de Ak’abal, “maneras de comprender lo inexplicable con su contexto de símbolos”2. Los espantos suspenden de súbito el curso normal de las cosas hasta recoger, con la fuerza de una imagen elemental, la inocencia primigenia del miedo. Esta misma inocencia —que es simple reconocimiento del misterio de todo— hace de su poesía un modo acogedor de estar en el mundo, sin imponerse a nada. La onomatopeya cumple una función central en la obra de Ak’abal porque le permite oír a los seres y a las cosas y, por tanto, entenderlos y atenderlos. La onomatopeya nunca es aquí gratuita, se integra en el fraseo de un poema para completar su significado, no para reiterarlo, añadiendo una sensación física que el nivel semántico no alcanza a transmitir, como por ejemplo en la canción de cuna “Kitanatana”. La máxima expresión de este recurso aparece en “Cantos de pájaros” o en “Voces del agua”, poemas sostenidos enteramente por la regular repetición de grupos silábicos distintos para recrear, en el primero, el concierto polifónico de las aves y, en el segundo, la variada gama de sonidos de la lluvia, del río, del estanque o de la charca. Sonido y sentido, pues, como aspiraba Valéry, se funden. Ak’abal no nos cuenta qué dicen las cosas, nos las pone al oído, y quizá los poemas onomatopéyicos —que logran su plena belleza cuando el poeta los recita en público con una suave entonación salmódica— supongan la total decantación de su espíritu animista. Esta riqueza espiritual no excluye la conciencia de la pobreza material. Ambas constituyen las dos caras de una moneda,
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Ak’abal, H. (2010). El pájaro encadenado. Guatemala: Talleres K’ururup.
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cuyo borde sería la forma breve de casi todos estos poemas. La brevedad casa tanto con el silencio contemplativo o el sentimiento más delicado como con la evidencia de la precariedad, donde una imagen, en ambos casos, basta para decirlo todo, sin insistencia alguna. Por ejemplo, “La luna en el agua” se acerca a la inasible fulguración de un haikú: No era bella, pero la sentía en mí como la luna en el agua.
Mientras que “Solot”, a la áspera intemperie de una copla flamenca:
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Yo me peinaba con un peine hecho con un manojo de raíces de un arbusto llamado solot, mi espejo era un charco color de lodo.
Este mismo don de la brevedad —que calla más que afirma, que muestra más que insiste— lo posee, a pesar de su inusual extensión en esta escritura, “La carta”, cuyas virtudes narrativas apuntan a la dramática indefensión de algunos relatos de Humberto Ak’abal, ya implícitas en muchos de sus poemas más cortos como “El pedidor”, “La muñeca de paja”, “El puente” o “Mi vecino”, no exentos de un incipiente desarrollo argumental. La brevedad y la ingenuidad dan a estos versos un aire de apuntes sin pretensiones, como salidos de un tirón. Sin embargo, una y otra son el resultado de un orden expositivo que reparte, con audacia técnica, los elementos formales y temáticos que conviene resaltar, en cada momento, para no caer en lo anecdótico. De ahí, la tendencia al equilibrio estrófico y la sensación de no estar leyendo unos poemas traducidos; unos
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poemas que nacen, según el poeta maya, de “la mirada de un niño en las palabras de un hombre” (p. 41)3. En definitiva, la poesía de Ak’abal, mediante expresiones orales de su pueblo y las bien dosificadas repeticiones, echa sus raíces tanto en el canto como en el cuento, hasta enlazarlos en una suerte de sortilegio en que el nostálgico presente convoca al armonioso pasado de sus ancestros con tal fuerza revitalizadora que todo parece estar aún en su sitio, aunque el tiempo de hoy sea otro, descreído y corrupto. De ahí que, en “El juramento”, escuchemos esta súplica de sus mayores a los dioses: 16
No permitan que el ayer se vaya lejos.
FRANCISCO JOSÉ CRUZ CARMONA, SEPTIEMBRE DE 2018
Ak’abal, H. (2006). “Un fuego que se quema a sí mismo”. Palimpsesto, Revista de Creación n.º 21, 41-43.
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N O TA A E S TA E D I C I Ó N
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A
principio de mayo de 2018, Humberto Ak’abal, a instancias del poeta Jorge Cadavid, me pidió que preparara para la colección de poesía de la Editorial Pontificia Universidad Javeriana una representativa muestra de su obra. A primeros de octubre de dicho año, en cuanto terminé tan grato encargo, le envié el prólogo y la selección, a los cuales dio el visto bueno con la generosidad que le caracterizaba, confesándome además, en una de sus cartas, que esta antología “será un bello recuerdo de nuestro paso por este mundo”. Así pues, el lector tiene en sus manos el mismo libro, sin cambio alguno, que nuestro poeta revisó, incluidas las siguientes líneas que, antes de su inesperada muerte, ocurrida el 28 de enero de 2019, conformaban la nota a esta edición. Humberto Ak’abal divide todos sus libros en cuatro partes temáticas hasta la fecha, salvo El animalero, el primero de los suyos. Siguiendo el ejemplo de este, he colocado un poema detrás de otro, sin siquiera orden cronológico, alternando motivos y tonos en pos de un mayor dinamismo y de la férrea
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unidad de fondo de esta poesía que, lejos de evolucionar en algún aspecto, siempre vuelve sobre sí misma porque, como dice uno de sus poemas: Para ver bien el camino, hay que dar un paso atrás.
FRANCISCO JOSÉ CRUZ CARMONA, 14 DE FEBRERO DE 2019
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ANTOLOGÍA POÉTICA
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EL CANTO VIEJO DE LA SANGRE
Yo no mamé la lengua castellana cuando llegué al mundo. Mi lengua nació entre árboles y tiene sabor de tierra; la lengua de mis abuelos es mi casa.
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Y si uso esta lengua que no es mía, lo hago como quien usa una llave nueva y abre otra puerta y entra a otro mundo donde las palabras tienen otra voz y otro modo de sentir la tierra. Esta lengua es el recuerdo de un dolor y la hablo sin temor ni vergüenza porque fue comprada con la sangre de mis ancestros. En esta nueva lengua te muestro las flores de mi canto, te traigo el sabor de otras tristezas y el color de otras alegrías… Esta lengua es solo una llave más para cantar el canto viejo de mi sangre.
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Directores de la colección: Juan Felipe Robledo Jorge Cadavid
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Miembros del comité editorial: Giovanni Quessep Ramón Cote Baraibar Federico Díaz-Granados Cristo Rafael Figueroa Sánchez Óscar Alberto Torres Duque
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COLECCIÓN POESÍA
Bellas ficciones, Yolanda Pantin De moscas y de ángeles, antología poética, Rómulo Bustos Aguirre Libro de grabados, antología poética, Gustavo Adolfo Garcés Dicen de ti, Santiago Mutis D. Adiós a Lenin, antología poética, Federico Díaz-Granados El libro de los muertos, antología poética, Jaime Manrique No me despiertes si tiembla, antología poética, Fabio Morábito Palabras de un prefantasma, antología poética, Óscar Hahn Moradas interiores, Amalia Moreno Restrepo, María Paz Guerrero, Tania Ganitsky y María Gómez Lara La risa del ahorcado, Henry Luque Muñoz Un vago escalofrío, Francisco José Cruz El torso de Venus, Elkin Restrepo Coloquio de los animales, Eduardo Chirinos Hábito del tiempo, Ramón Cote Baraibar Campo de estacas, Carlos López Degregori Programa de mano, Pablo Montoya Lo que vive y tiembla, antología poética, Hugo Mujica Entrópicos/Entropics, Graciela Maglia, traducido por María Roof El ángel en la hoguera, Augusto Pinilla Llévame como un verso, Luz Mary Giraldo Corazón abismo, Martha L. Canfield Oda a John Wayne, Óscar Torres Duque Heráclito inasible, Jorge Cadavid El don de la renuncia, Juan Felipe Robledo
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No permitan que el ayer se vaya lejos se compuso con tipografĂa de la fuente Granjon. Se terminĂł de imprimir en los talleres de Javegraf en el mes de abril de 2019.
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Humberto Ak’abal Yolanda Pantin Prólogo de Santos López
De moscas y de ángeles Rómulo Bustos Aguirre Prólogo de Samuel Vásquez
Libro de grabados Gustavo Adolfo Garcés Prólogo de Pablo Montoya
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Francisco José Cruz
NO PERMITAN QUE EL AYER SE VAYA LEJOS
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