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Tránsitos nostálgicos recorre la trayectoria de aquel mito en Colombia, en el que lo humano y lo monstruoso solo tienen ciertas posibilidades. Así, enuncia el pecado como la apariencia discursiva que, en nuestro periodo colonial, tomaron las experiencias de travestimiento; explica los significados de enfermedad y de criminalidad con los que la ciencia del siglo XIX resignificó la experiencia; y, finalmente, revela la manera en la que, contemporáneamente, el dispositivo de lo religioso, lo jurídico y lo científico enfrenta la reescritura de un mito herido, cuya sutura está en la afirmación colectiva y en el camino de regreso al cuerpo que nos pertenece.
Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas: Colección Encuentros
Sus libros se destacan por la construcción de un problema de investigación interdisciplinario, el desarrollo de un trayecto de indagación original y el diálogo crítico con diversidad de enfoques, perspectivas y opciones teóricas de las ciencias sociales y las humanidades.
mito de lo monstruoso. De esta manera, el mito del minotauro, a quien Teseo da muerte en el centro del laberinto, da cuenta de una monstruosidad problemática que se construye en la marginalización de una experiencia otra. Las disidencias sexuales y de género han encarnado este enfrentamiento, en el que los cuerpos que atraviesan una experiencia de vida trans configuran la amenaza de un sistema de desigualdad que se reproduce en aquella lógica binaria. Debido a esto, ciertos cuerpos han sido condenados al ostracismo, al encierro y hasta a la muerte, tal como le ocurre a aquel “monstruo” del mito antiguo. Pero ¿quién ha visto al monstruo? ¿Quién puede reconocer a sus víctimas? Y, sobre todo, ¿quién enuncia su monstruosidad?
catherine bermejo camacho
en Ciencias Sociales y Humanas de la Pontificia Universidad Javeriana. En ella se publican significativos trabajos de investigación doctoral por sus aportes temáticos, su pertinencia social y su profundidad analítica y metodológica.
la idea de lo humano ha dependido siempre de la construcción del
tránsitos nostálgicos
e n c u e n t r o s es una colección del Doctorado
catherine bermejo camacho
tránsitos nostálgicos
Habitando las posibilidades de lo trans y su vinculación errática con lo monstruoso
catherine bermejo camacho es doctora en Ciencias Sociales y Humanas de la Pontificia Universidad Javeriana, magíster en Literatura Comparada de la Universidad París IV París-Sorbona y profesional en Estudios Literarios de la Pontificia Universidad Javeriana. Actualmente, es profesora de cátedra de la Facultad de Comunicación y Lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana en el área de Lengua Materna y en la Maestría de Lingüística Aplicada para la Enseñanza de ELE. De la misma manera, participa como docente en el Doctorado de Comunicación, Lenguajes e Información y en el Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas. Entre sus artículos recientes se destacan “Le tragique: sur la comparaison entre la Phèdre de Racine et celle de’Euripide d’A.W. Schlegel” (2017) y “Cuerpos nefandos: mostruosidad y travestismo en la Colonia” (2021).
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Tr á n si to s no stál gi c o s
Pontificia Universidad Javeriana
Tr á n si to s no stál gi c o s Habitando las posibilidades de lo trans y su vinculación errática con lo monstruoso
Catherine Bermejo Camacho ◉
Facultad de Ciencias Sociales Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas
Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © Catherine Bermejo Camacho Primera edición: Bogotá, diciembre de 2021 ISBN (impreso): 978-958-781-661-7 ISBN (digital): 978-958-781-662-4 DOI: http://doi.org/ Javeriana.9789587816624 Número de ejemplares: 300 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7.a n.° 37-25, oficina 1301 Edificio Lutaima Teléfono: 320 8320 ext. 4205 www.javeriana.edu.co/editorial Bogotá, D. C.
Corrección de estilo: Paula Andrea Quintero Celis Diagramación: Marcela Godoy Diseño de cubierta: Camilo Umaña Impresión: Nomos S. A.
Pontificia Universidad Javeriana | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.
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Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J. Catalogación en la publicación Bermejo Camacho, Ingrid Catherine, autora Tránsitos nostálgicos : habitando las posibilidades de lo trans y su vinculación errática con lo monstruoso / Ingrid Catherine Bermejo Camacho. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2021. (Colección Encuentros) 304 páginas ; 24 cm Incluye referencias bibliográficas. ISBN: 978-958-781-661-7 (impreso) ISBN: 978-958-781-662-4 (electrónico) 1. Transgeneristas 2. Estudios de género 3. Análisis del discurso 4. Sexualidad - Aspectos sociales 5. Identidad sexual - Aspectos sociales I. Pontificia Universidad Javeriana. Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas CDD 306.768 edición 23 ___________________________________________________________________________ inp 14/10/2021 Prohibida la reproducción total o parcial de este material sin la autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana. Las ideas expresadas en este libro son responsabilidad de su autora y no reflejan necesariamente la opinión de la Pontificia Universidad Javeriana.
c on tenid o
Introducción
E n unc iand o l o monstruo s o : pec ad o y c rimen c ontra natu ra
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A manera de preámbulo
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De las herencias coloniales y otras nefandas monstruosidades
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El Nuevo Mundo y sus nuevos monstruos: cusmos... travestidos
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Tradición científica colonial: la mujer como varón imperfecto
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Hermafroditismo, travestismo y ciencia en el Virreinato de Nueva Granada: el caso Martina Parra (1803) 56
E xplic and o l o monstruo s o : ¿ innato o ad quirid o?
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A manera de preámbulo
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Primera parte
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Segunda parte
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Itala María Lebranch, Kaperuzza, Georgette y Sussel Orsini
151
Revel and o l o mon struo s o : per sonal y p olític o, p ol ític o y…
169
A manera de preámbulo
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Laberintos simultáneos
180
Aphrodisias, carne y sexualidad
195
Devenir monstruo: una oportunidad política
213
Laura Weinstein, Bibian Sophia Cáceres, Alejandra Adarme, Yeison Villamil, Miguel Pineda, Daniel González, Martín Fonseca y Gabriele Carvajal
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C on c lusión
281
Re f erenc ias
287
Para José, Myriam y Vladimir
Introdu c ción
En 1936, Marguerite Yourcenar publicó Fuegos, nueve prosas líricas en donde reescribió los mitos clásicos de la literatura griega. En mi adolescencia, leí por primera vez dos episodios de esa obra que marcaron mis futuras reflexiones en torno a las relaciones homoeróticas, el travestismo y la inversión de los roles de género. Por un lado, Yourcenar retomaba bajo su pluma el momento en el que el héroe Aquiles se travestía en la isla del rey Licómedes; por el otro, contaba la historia de la amazona Pentesilea, que se atrevía a cortarse un seno, para así tensar el arco y poder ir a la guerra. Los mitos de Aquiles y Pentesilea habían llegado a Yourcenar a través del poeta latino Estacio, quien en su inconclusa y clásica Aquileida,1 se dio a la tarea de narrar las hazañas clásicas del héroe. Por vía de la Antigüedad clásica y a la espera de las reescrituras de Yourcenar en los años treinta, lo que se conocía sobre Aquiles era el relato en el que el oráculo anunciaba su joven muerte en la guerra de Troya. Era bien conocida la estrategia de Tetis, la madre del héroe, en la que para impedir que los griegos se lo llevaran a la guerra, decide vestirlo de mujer y esconderlo en la isla donde el rey Licómedes vive con todas sus hijas. Así, Ulises y Diomedes —sabiendo que para ganar la guerra necesitan a Aquiles— crean un plan en el que, disfrazados de mercaderes, ofrecen joyas y armas en la isla de Esciro. Las hijas de Licómedes se lanzan sobre las joyas, pero Aquiles —vestido de mujer— se deja traicionar por su impulso guerrero y, sin pensar, escoge una espada. Es así como el héroe griego queda al descubierto y debe partir a la guerra de Troya, en donde tienen lugar las proezas que la literatura occidental ha hecho célebres. En Troya, después de perder a su compañero, Patroclo —relación que ha sido ambiguamente caracterizada entre la amistad y el amor—, Aquiles 1 No se conoce con precisión la fecha del poema. Aproximadamente, por referencias que se encuentran a lo largo de la obra de Estacio, se piensa que se escribió entre el año 94 y 96 de nuestra era.
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Tránsitos nostálgicos
se entrega a la venganza y mata a la amazona Pentesilea en el combate, quien está en las filas troyanas. Cuando el cuerpo de la guerrera cae en el campo de batalla, conmovido por la belleza de la reina de las amazonas, Aquiles se enamora de aquella mujer que acaba de dejar sin vida. Yourcenar, en sus Fuegos, nos contaba básicamente la misma historia. Salvo que, en el episodio de la isla de Esciro, Aquiles disfrutaba de su travestimiento, se fascinaba tocando las telas de sus vestidos y tenía una verdadera dificultad para escoger entre las armas y las joyas. Y cuando finalmente se decidía por la espada, lo hacía para matar a una de las hijas de Licómedes, que le robaba la atención de su amado Patroclo, una mujer que, como nos recuerda la autora francesa, “él había tratado, no solo de poseer, sino de ser” (Yourcenar, 2002, p. 37). En cuanto a Pentesilea, la historia de amor y muerte era narrada por Yourcenar con una adenda: si Aquiles se enamoraba del cuerpo al que le acababa de dar muerte, solo lo hacía porque ese cuerpo mutilado (sin senos), casi masculino, “era el único ser en el mundo que se parecía a Patroclo” (Yourcenar, 2002, p. 49). Yourcenar homenajeaba aquellas formas extraordinarias de relacionarse con el cuerpo, de interrogar los roles femeninos y masculinos; interpelaba bellamente los personajes que estamos acostumbrados a encontrar en cualquier relato. Más que imaginar otros finales para aquellos mitos, Yourcenar posibilitaba otros comienzos: lo que habían enunciado los mitos de Aquiles y Pentesilea ahora revelaba otras posibles explicaciones. La ficción: una estructura racional A contrapelo de lo que comúnmente pensamos, la Antigüedad clásica no fue tan explícita en sus apreciaciones sobre el homoerotismo y la inversión de los roles de género. Por un lado, como hemos aprendido con Foucault, si “el amor de los muchachos” (Platón, 383-379/2014, p. 74) o el amor por el propio sexo no se hubiese constituido en un problema para los filósofos griegos, estos “habrían hablado de esos amores en los mismos términos utilizados para referirse al amor entre hombres y mujeres” (Foucault, 2013a, p. 128). Sin embargo, aunque las relaciones
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Introducción
homoeróticas no fueron condenadas en sí mismas por los autores clásicos, los miramientos con relación a aquellas prácticas tuvieron que ver, principalmente, con la pasividad y el exceso. Un hombre que aspiraba a ser libre no podía ocupar una posición pasiva, esta era reservada a las mujeres y a los esclavos; un hombre que aspiraba a ser libre no podía amar en exceso, debía actuar con prudencia, alcanzar el dominio de sí. Por su parte, la inversión de los roles de género y la posibilidad de hibridez en el cuerpo aparecieron vinculadas a la monstruosidad en el mundo griego. Como lo explica Luc Brisson en Le sexe incertain: Androgynie et hermaphrodisme dans l’Antiquité gréco-romaine (2008), la Antigüedad tuvo una suerte de obsesión por buscar en los cuerpos de los recién nacidos el rastro que anunciaba la desaparición de la especie humana. Así, la bisexualidad —que para los antiguos era la aparición simultánea de los dos sexos en el cuerpo— se constituyó en ese hecho amenazante. La hibridez del cuerpo se traducía en la imposibilidad de concebir o de reproducir el orden social que se sostenía en la diferencia sexual, por ello, las expresiones andrógino, hermafrodita o bisexual se constituyeron en “atributos infames vinculados al nombre de aquellos que, en la sociedad, se negaban a sostener el rol tradicional de hombre o mujer, razón por la cual la bisexualidad tomó un lugar esencial en la mitología” (Brisson, 2008, p. 13; traducción propia). Conocemos, con Ovidio, el famoso mito de Hermafrodito, el hijo de Hermes y Afrodita que, después de rechazar el amor de la ninfa Salmacis, accede empero a bañarse en sus aguas. La ninfa, ofendida, consigue que los dos cuerpos se fundan en uno solo —de doble sexo—, gracias a que los dioses compadecidos acceden a sus súplicas. Hermafrodito ruega enfurecido a sus padres que “el que llegue varón a estas fuentes, salga de aquí medio varón, afeminado tan pronto toque sus aguas”, y completa Ovidio: “Conmovidos los dos padres por las palabras de su hijo biforme las ratificaron infectando la fuente con incestuosa sustancia” (Ovidio, 8 d. C./2000, p. 156). Sabemos, por el mismo autor, que Tiresias —el sabio conocedor del porvenir griego— es castigado a vivir siete otoños como mujer y siete otoños como hombre, por haber golpeado con su bastón a dos serpientes que copulaban en
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Tránsitos nostálgicos
la selva (Ovidio, 8 d. C./2000, p. 130); y que Sitón, entre muchos otros personajes, se convierte en mujer como castigo de la diosa Artemisa, al haber sido descubierta por este mientras se bañaba desnuda (Ovidio, 8 d. C./2000, p. 153). El hecho de que la mitología griega hable explícitamente de la hibridez, no quiere decir que de esa forma la promueva, sino que a través de ese tipo de narraciones propaga su íntima relación con la monstruosidad: el doble sexo, la indeterminación, la androginia, la fusión, la metamorfosis y la transformación traen consigo una larga tradición vinculada al castigo divino. Podría referirme a otro tipo de relatos en donde la relación con el cuerpo y los roles de género se problematizaran de manera distinta; sin embargo, la violenta occidentalización de la que hemos sido parte en el territorio americano ha estado profundamente marcada por tradiciones que legitiman y reproducen, desde diferentes lugares, aquellos mitos griegos. Sin duda, las interpretaciones que hizo el cristianismo sobre dichos relatos, que pasaron a nosotros a través de la llamada “conquista”, permearon las formas en las que se ha narrado la figura de lo humano, siempre enfrentada a lo monstruoso. De esta manera, este texto pretende seguir la manera en la que de forma camuflada dichos relatos clásicos (con sus mitos de lo monstruoso y de lo humano) apalancaron los enunciados y explicaciones religiosas, jurídicas y científicas que aún laten y separan peligrosamente a unos cuerpos de otros. Me serviré, entonces, del devenir de un mito; es decir, de las múltiples reescrituras que ha tenido, para mostrar, a través de la metáfora que nombra, el difícil camino recorrido por las experiencias de vida trans en nuestro territorio.2 Mi intención será 2 Digo metonímicamente “en nuestro territorio”, en lugar de decir “Bogotá”, aunque los límites de este trabajo estén en el marco de la capital. Sin decir, con lo anterior, que lo que ocurre en Bogotá contiene la totalidad de experiencias rurales o de otras ciudades, es importante precisar que el imaginario que existe sobre la capital —y que en ocasiones termina siendo solo una ilusión— ha contribuido a que muchas personas con experiencia de vida trans migren hacia ella, en busca de mejores oportunidades. Como veremos en esta investigación, hablar de las experiencias trans en Bogotá será también hablar de aquellas personas que, sin haber nacido en la capital, la habitaron trayendo consigo el halo de sus regiones.
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Introducción
evidenciar ese errático vínculo entre ciertos cuerpos y experiencias con la monstruosidad infundada de sus prácticas: el minotauro, aquel monstruo clásico encerrado en el laberinto, será la figura que me ayudará a desenredar el hilo de Ariadna, para así poder tejer este texto. ¿Por qué razón está encerrado el monstruoso minotauro en el laberinto? La respuesta que ofrecen las versiones clásicas es solo una: su doble figura amenaza a la humanidad. Ingeniosa y bellamente, Paul Veyne nos preguntó con el título de su obra de 1983 ¿Creyeron los griegos en sus mitos?, posibilitando otras preguntas: ¿creyeron que en realidad la reina Pasifae había tenido relaciones sexuales con un toro blanco, y que fruto de esa relación había nacido un personaje con cabeza de toro y cuerpo de hombre? ¿Creyeron que el minotauro estaba encerrado en el laberinto y que en el centro de su morada devoraba a sus víctimas humanas? ¿Creyeron que el héroe Teseo había entrado al laberinto y había matado a la bestia? ¿Los mitos son solamente ficciones o la complejidad de dichos relatos se encuentra, precisamente, en su asentamiento en lo real? Jacques Rancière en El hilo perdido (2015) nos regaló una posible respuesta a aquellos interrogantes: La ficción, como sabemos desde Aristóteles, no es la invención de mundos imaginarios. Es ante todo una estructura de racionalidad: un modo de presentación que vuelve perceptibles e inteligibles las cosas, las situaciones o los acontecimientos; un modo de vinculación que construye formas de coexistencia, de sucesión y de encadenamiento causal entre acontecimientos, y da a esas formas los caracteres de lo posible, de lo real o de lo necesario. Se requiere esta doble operación, además, en todas partes donde se trata de construir cierto sentido de realidad y de formular su inteligibilidad. La acción política que nombra sujetos, identifica situaciones, vincula acontecimientos y deduce de ellos posibles e imposibles. (Rancière, 2015, p. 12)
La ficción del minotauro se convirtió en mito, para decirlo con Véronique Gély (2006), en el momento en el que entró en una memoria común, en el momento en el que a través de variaciones inventivas
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reescribimos la monstruosidad y la ajustamos a nuestros miedos. Si nos detenemos por un instante en las personas con experiencia de vida trans, que históricamente han sido condenadas a todo tipo de encierro: el de sus propios cuerpos como pecadores, criminales o enfermos, en zonas específicas de la ciudad (el barrio Santa Fe, por ejemplo), en profesiones específicas (el trabajo sexual, la peluquería, el espectáculo), esos espacios se erigirían como aquellas construcciones laberínticas. El sujeto masculinizado, blanqueado, heterosexualizado y burgués encarnaría a Teseo, condenado a descubrir que el monstruo es tan solo el relato de una peligrosidad infundada que legitima su supuesta superioridad, basada en la idea de “lo humano”. Profanar el mito clásico es uno de los objetivos de esta investigación, interpelar la supuesta humanidad de Teseo y la supuesta “monstruosidad” del minotauro. “¿Cómo curar un mito herido?”, se preguntó alguna vez nuestro poeta colombiano Juan Manuel Roca; me atrevo a decir que la única salida está en su reescritura. Enunciación, explicación y revelación de lo monstruoso La pregunta de este texto es de carácter genealógico, explora todas aquellas prácticas que, siendo problemáticas en nuestro presente, reconocen su múltiple emergencia en la arbitrariedad de enunciados disciplinares y explicaciones científicas: ¿Cómo se han vinculado las experiencias de vida trans, en Bogotá, a la problemática categoría de lo monstruoso? A partir de la definición que Pierre Brunel nos regala del mito en el prefacio de su Dictionnaire des mythes littéraires (1988) —caracterizándolo a partir de sus tres funciones: “El mito cuenta, el mito explica, el mito revela” (pp. 8-9; traducción propia)—, tejeré mi investigación en tres capítulos, que evidencien cómo a partir de dolorosas estrategias y estimulantes tácticas se ha hecho posible variar inventivamente el mito. El primer capítulo, “Enunciando lo monstruoso: pecado y crimen contra natura”, es un ejercicio de prolepsis y analepsis narrativa. Bogotá sufre hoy de una avalancha de discursos conservadores y
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Introducción
reaccionarios en contra de las personas con experiencia de vida trans. Estos discursos son apalancados por un fantasma llamado “ideología de género”, que propaga la inofensiva idea de que el género es una construcción social y cultural, asunto que amenazaría, supuestamente, a los niños, niñas y familias colombianas. Los argumentos de esta estrategia transnacional (las marchas contra la ideología de género se han dado en múltiples latitudes) están asentados en discursos religiosos, legales y científicos que no tienen nada de novedosos; por el contrario, apelan a asuntos que fueron enunciados siglos atrás, en el marco de aquello que se considera lo natural. En nuestra ciudad, los mensajes que de forma violenta y discriminatoria hacen circular aquellos que están en contra de la “ideología de género”, repiten frases como “Los niños nacen siendo niños, las niñas nacen siendo niñas. Es biología, no ideología”, que atacan a un sujeto particular del colectivo lgbti: las personas trans. Dicho ataque proviene de ciertas ideas que, durante siglos de historia del continente americano, han tenido maduración en diferentes niveles, vinculando las sexualidades disidentes con una idea de lo abyecto. Por ello, en este capítulo reviso las condiciones de posibilidad enunciativas que llevaron a que esos mensajes tomaran fuerza. Para hacerlo, regreso3 al periodo colonial del continente americano, centrándome específicamente en el concepto de pecado nefando. Este último concepto, que los llamados “conquistadores” y cronistas de Indias definieron como lo innombrable, abominable y contranatural, contuvo las prácticas en las que la unión sexual no estaba destinada a fines procreadores. Es decir, los y las amerindias que practicaban lo que hoy conocemos como homoerotismo, travestismo e inversión de los roles de género fueron condenados como nefandos pecadores porque con su sexualidad no emulaban, a partir de la procreación, la obra divina. Las crónicas de Indias de fray Bartolomé de Las Casas, Lucas Fernández de Piedrahita y Gonzalo Fernández de Oviedo 3 La etimología de la palabra nostalgia, que hace parte del título de esta investigación, proviene del griego νόστος/nóstos, que significa ‘regreso’.
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darán cuenta, en este capítulo, de la manera en la que los españoles, sorprendidos ante las prácticas nativas, empezaron a vincular con la monstruosidad todo aquello que estaba por fuera de sus límites. Según estos autores, el proyecto “civilizatorio” urgía y era legítimo, porque los indios eran inducidos por el demonio al afeminamiento (Las Casas, 1967, p. 232). De esos textos pasaré a la normatividad española que nos rigió durante dicho periodo. Las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio y Las Pragmáticas de los Reyes Católicos me servirán para mostrar la manera en la que el pecado nefando fue condenado en dichas leyes, convirtiéndose en un crimen de herejía (contra Dios) y en uno de lesa majestad (contra los Reyes Católicos). Con relación a los discursos de la ciencia, me limitaré a mostrar en este capítulo, a partir de un famoso expediente judicial,4 la forma en la que la monstruosidad, que había sido enunciada desde lo religioso, empezaba a hacer su entrada en las explicaciones del discurso científico. Es decir, mostraré cómo se transformó la medicina en España —y por extensión en el territorio americano— con la influencia de la ciencia ilustrada, trayendo consigo el desplazamiento del pecado nefando como argumento de condena a las disidencias sexuales dentro del marco jurídico: la medicina hizo su entrada triunfal en la resolución de los juicios que criminalizaban las experiencias a partir de la auscultación de los cuerpos. Conclusión: el monstruo debía estar encerrado en su laberinto. El segundo capítulo, “Explicando lo monstruoso: ¿innato o adquirido?”, se divide en dos partes. En la primera sigo el rastro de una Scientia Sexualis (Foucault, 1976/2003, p. 86), es decir, de la emergencia de discursos que produjeron reflexiones con pretensiones de cientificidad sobre la sexualidad. Las discusiones y el marco en el que aparecen estos conceptos en el siglo XIX, en Alemania, tienen como centro del debate evaluar si las “perversiones sexuales” (la 4 Me refiero a famoso en la historiografía, lugar en donde ha sido mayormente estudiado el caso de Martina Parra, acusada por su patrona de hermafroditismo e intento de violación en 1803, en Suesca.
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homosexualidad y el travestismo entre ellas) eran innatas o adquiridas. Por ello, recorreré la espinosa y contradictoria aparición de estos asuntos en Europa y su calco arbitrario en nuestro territorio. En Colombia, después de las luchas independentistas y con el reto de crear nuestros propios códigos penales, los invertidos de KrafftEbing, los desviados de Hirschfeld y los pervertidos de Freud, es decir, el lenguaje “científico”, se apoderó de una normatividad que, aunque camuflaba la moral cristiana para condenar las sexualidades no normativas, terminó por entronizar el discurso médico que criminalizaba las prácticas. A lo largo del siglo XIX, con relación a la manera en la que se explicó el carácter monstruoso de las experiencias que trastocaban los órdenes de género y sexuales, se impusieron violencias más sofisticadas que persuadían al transgresor de reafirmar el límite, convenciendo al “monstruo” de su condición patológica: los códigos civiles, la transformación de la medicina y las notas de la prensa darán cuenta de ello. Lo anterior redundó en las primeras décadas del siglo XX, en donde las disidencias sexuales siguieron siendo explicadas por la ciencia como perversas, y el discurso legal no escapó a condenarlas en el marco de una monstruosidad que se justificaba en el crimen: en Bogotá, los médicos higienistas definieron las sexualidades transgresoras en términos de perversión sexual (como tristemente lo había hecho Freud), por ello, la homosexualidad y el travestismo se constituyeron en uno de los síntomas de la degeneración de la raza. En el tránsito hacia la segunda parte de este capítulo, me sirvo de los conceptos de estrategia (la manipulación de las relaciones de fuerza) y táctica (el arte del débil) de Michel De Certeau, para mostrar la forma en la que la constelación de lo religioso, lo jurídico y lo científico se condensó estratégicamente, ofreciendo una imagen de delincuencia y de peligrosidad con la transgresión de los roles de género: la del degenerado. Sin embargo, a la par de ese proceso mostraré cómo aquellas personas condenadas a la marginalidad, vigilando tácticamente el espacio de su opresor, aparecieron inesperadamente en lugares como la prensa: el “monstruo” empezaba a asomarse por las galerías de su laberinto.
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Tránsitos nostálgicos
En la segunda parte de este capítulo exploro, propiamente, el concepto de dispositivo y sus desarrollos teóricos en Foucault, Deleuze y Agamben. Si antes había hablado de una constelación que se formaba lentamente entre el discurso religioso, jurídico y científico, ahora me permitiré, con la aparición del presupuesto teórico, establecer aquellos juegos en los que se privilegia y entroniza estratégicamente alguno de sus nodos. La tesis que defenderé aquí, con la ayuda de Agamben, es que el “monstruo” se erige como dispositivo y contradispositivo, es decir, la estrategia que debemos adoptar en nuestro cuerpo a cuerpo frente a los dispositivos no puede ser simple. De hecho, se trata de liberar aquello que ha sido apropiado y separado por los dispositivos para situarlo en el uso común […]. La profanación es el contradispositivo. (Agamben, 2011, pp. 259-260)
A esa profanación de los discursos religiosos, jurídicos y científicos, es decir, a la profanación del mito de lo monstruoso, llegué a partir de algunas experiencias travestis, transgénero y transexuales que me ofreció en sus páginas la revista Vea, que circuló en Bogotá entre 1971 y 2001. Con lo anterior, no quiero decir que dicha profanación no se dio antes, sino que en este capítulo toma forma a través de dichas experiencias: con la revisión de 1536 ejemplares en los que encontré 129 artículos que hablaban directamente de las experiencias de vida trans, pude poner sobre la mesa la forma en la que la prensa consignó en sus páginas ese vínculo con la monstruosidad en dos sentidos. Por un lado, la revista dio cuenta del tercer sexo, de la transexualidad y del travestismo con las líneas de fuerza que el dispositivo había afianzado: las experiencias trans estuvieron vinculadas al crimen, a la delincuencia y a la enfermedad en artículos en donde se hablaba con médicos, psiquiatras y abogados que insistían en mantener al “monstruo” en la misma cárcel en donde se había encerrado. Por otro lado, la revista también se interesó en dar una explicación de las prácticas de travestismo, transexualismo y transgenerismo
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desde las voces de aquellos y aquellas que las habitaban, personas que hablaban de sus reasignaciones de sexo, que contaban sus procesos, o que se manifestaban sobre el tema de la ampliación de derechos. Entre todos esos artículos apareció un asunto que me hizo tomar el rumbo más íntimo de la investigación: los relatos de vida. La revista Vea publicó las fotografías de las fiestas y reinados clandestinos de las personas trans (travestis, transformistas, transgénero, transexuales) que tuvieron lugar en Bogotá durante los años setenta y ochenta. En esas páginas, encontré rostros y nombres que después se materializaron en encuentros con los que pude potenciar este texto: Itala María Lebranch, Kaperuzza, Georgette Álvarez y Susell Orsini, a través de sus valiosos y generosos relatos, me ayudaron a reconducir la manera en la que entendía las prácticas de reunión, las búsquedas y las luchas que la revista cubría. El minotauro, no sin contradicciones, se atrevía a salir del Laberinto para habitar la vida nocturna de la ciudad y las experiencias de vida de estas mujeres daban cuenta de ello. El tercer capítulo, “Revelando lo monstruoso: personal y político, político y…”, se detiene en dos asuntos: la ampliación de derechos posibilitada a partir de aquella oportunidad política que fue la Constitución de 1991 y el entronque de aquellas movilizaciones con las reflexiones académicas en torno a los asuntos del complejo sistema sexo-género. En términos teóricos me apropio aquí, especialmente, de la categoría de heterosexualidad obligatoria, de Monique Wittig, para evidenciar el régimen sexual bajo el que se construye la monstruosidad en Colombia: todo aquello que no encaja en el modelo de la familia nuclear burguesa, se sigue condenando a contrapelo de las batallas legales ganadas. Me detengo, de igual manera, en aquella Historia de la sexualidad foucaultiana, reconociendo la gran influencia que esta obra ha tenido en aquellos estudios que, como el mío, se lanzan a trazar una genealogía sobre alguno de los rostros discursivos de la sexualidad. Sin embargo, mi objetivo principal al detenerme allí es, tanto a la luz de las oportunidades políticas que han tenido las personas con experiencia de vida trans en los últimos años como a la luz de los múltiples
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retos que afrontan con la actual incertidumbre política, reflexionar en torno a si esa “estética de la existencia” —que Foucault encontró en los griegos y que ofrece como apuesta— trae consigo un carácter realmente emancipador. El título de este capítulo se encuentra suspendido, precisamente, porque después de que los movimientos feministas insertaron como frase de lucha aquel “lo personal es político”, pareciera precisar aclaración que no todo lo político puede ser personal y que es justo allí, en lo personal, donde se activa la potencia de lo colectivo; tal vez sea eso aquello que revela el mito. Los relatos de vida de este capítulo final, los de Laura Weinstein, Bibian Sophia Cáceres, Alejandra Adarme, Daniel González, Miguel Pineda, Martín Fonseca, Yeison Villamil y Gabriele Carvajal, representan aquella revelación, sus experiencias toman forma gracias a múltiples esfuerzos colectivos. Ellos y ellas —con muchos retos por delante— están dispuestos a seguir desenredando la madeja, para poder continuar con la reescritura de este mito herido. Quiero agradecer a la Pontificia Universidad Javeriana por el apoyo que permitió una dedicación completa a esta investigación durante tres años. De igual manera, agradezco a la Freie Universität Berlin y al programa Erasmus+ por la beca que me permitió visitar la Biblioteca del Instituto Iberoamericano de Berlín, donde pude desarrollar y potenciar mis búsquedas. A Margarita Echeverry, quien se comprometió con mi trabajo en un momento de difíciles reescrituras, su honestidad intelectual, su generosidad y la atención que le regaló a los detalles, inspirarán mis futuras búsquedas. Agradezco la manera en la que me insistió, amorosamente, en no dejar lo literario y regresar siempre al “monstruo”. Mis profesores del Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas Luis Antonio Cifuentes, Amada Carolina Pérez, Juan Daniel Gómez, Santiago Castro-Gómez, Eduardo Rueda y Jefferson Jaramillo dejaron una impronta vital en mi camino. En un acto de amor, Prometeo roba el fuego a Zeus para entregárselo a los hombres, ellos son para mí la actualidad de ese mito. Gracias por el fuego. Jorge Palomino, Julián Arango Osorio y Carolina Hernández
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Introducción
Latorre hicieron, con su amistad, que mi angustia regresara en forma de energía al trabajo. Mimi, Mercedes, Elsa, Andrea, Alejandra, Martina y Charles entendieron mis ausencias, mis desapegos, mis renuncias y mis largas horas de biblioteca. Agradezco especialmente a Andrea Bermejo, pues revisamos juntas la fase final de la revista Vea, en la Biblioteca Nacional, y su ayuda invaluable me permitió continuar el viaje. José Bermejo Hernández, el primer feminista que conocí, donde está, sé que reconoce mi trabajo. Gracias a Vladimir Núñez, quien amorosamente me empujó al abismo, su entrega y generosidad no me dejaron perder el aliento. Sus sacrificios, sus silencios, sus renuncias, sus esperas, sus palabras, sus libros, sus composiciones, sus lecturas, sus consejos y su amor incondicional hicieron posible este trabajo. Agradezco, especialmente, nuestras discusiones febriles en torno a las teorías posestructuralistas. Una investigación en el registro de las ciencias sociales permite abordar un problema social y humano contemporáneo, hace que como investigadores dejemos el libro y la biblioteca, que se convierten en nuestro caparazón y morada. Este trabajo me dejó la aventura de entrar al laberinto y borrar los márgenes de mi propio pensamiento, allí conocí personajes que se inscribían en un centro excéntrico, y que poco tenían que ver con la descripción del minotauro del siglo V. A esos minotauros contemporáneos, que conocí y que iluminaron esta tesis, gracias por desdibujar el Teseo que habitaba en mí. Es por Jaime Orozco Kaperuzza, Itala María Lebranch, Georgette Álvarez, Susell Orsini, Laura Frida Weinstein, Bibian Sophia Cáceres, Alejandra Adarme, Daniel González, Miguel Pineda, Yeison Villamil, Martín Fonseca y Gabriele Carvajal que estos tránsitos nostálgicos cobraron sentido: la nostalgia, es decir, el camino de regreso que recorrieron hacia el hogar que habitan —hacia sus bellos cuerpos—, no tiene paralelo en mi universo.
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Tránsitos nostálgicos recorre la trayectoria de aquel mito en Colombia, en el que lo humano y lo monstruoso solo tienen ciertas posibilidades. Así, enuncia el pecado como la apariencia discursiva que, en nuestro periodo colonial, tomaron las experiencias de travestimiento; explica los significados de enfermedad y de criminalidad con los que la ciencia del siglo XIX resignificó la experiencia; y, finalmente, revela la manera en la que, contemporáneamente, el dispositivo de lo religioso, lo jurídico y lo científico enfrenta la reescritura de un mito herido, cuya sutura está en la afirmación colectiva y en el camino de regreso al cuerpo que nos pertenece.
Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas: Colección Encuentros
Sus libros se destacan por la construcción de un problema de investigación interdisciplinario, el desarrollo de un trayecto de indagación original y el diálogo crítico con diversidad de enfoques, perspectivas y opciones teóricas de las ciencias sociales y las humanidades.
mito de lo monstruoso. De esta manera, el mito del minotauro, a quien Teseo da muerte en el centro del laberinto, da cuenta de una monstruosidad problemática que se construye en la marginalización de una experiencia otra. Las disidencias sexuales y de género han encarnado este enfrentamiento, en el que los cuerpos que atraviesan una experiencia de vida trans configuran la amenaza de un sistema de desigualdad que se reproduce en aquella lógica binaria. Debido a esto, ciertos cuerpos han sido condenados al ostracismo, al encierro y hasta a la muerte, tal como le ocurre a aquel “monstruo” del mito antiguo. Pero ¿quién ha visto al monstruo? ¿Quién puede reconocer a sus víctimas? Y, sobre todo, ¿quién enuncia su monstruosidad?
catherine bermejo camacho
en Ciencias Sociales y Humanas de la Pontificia Universidad Javeriana. En ella se publican significativos trabajos de investigación doctoral por sus aportes temáticos, su pertinencia social y su profundidad analítica y metodológica.
la idea de lo humano ha dependido siempre de la construcción del
tránsitos nostálgicos
e n c u e n t r o s es una colección del Doctorado
catherine bermejo camacho
tránsitos nostálgicos
Habitando las posibilidades de lo trans y su vinculación errática con lo monstruoso
catherine bermejo camacho es doctora en Ciencias Sociales y Humanas de la Pontificia Universidad Javeriana, magíster en Literatura Comparada de la Universidad París IV París-Sorbona y profesional en Estudios Literarios de la Pontificia Universidad Javeriana. Actualmente, es profesora de cátedra de la Facultad de Comunicación y Lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana en el área de Lengua Materna y en la Maestría de Lingüística Aplicada para la Enseñanza de ELE. De la misma manera, participa como docente en el Doctorado de Comunicación, Lenguajes e Información y en el Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas. Entre sus artículos recientes se destacan “Le tragique: sur la comparaison entre la Phèdre de Racine et celle de’Euripide d’A.W. Schlegel” (2017) y “Cuerpos nefandos: mostruosidad y travestismo en la Colonia” (2021).
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