Un vago escalofrío

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Hábito del tiempo Ramón Cote Baraibar Prólogo de Jorge Cadavid

El torso de Venus Elkin Restrepo Prólogo de Jorge Cadavid

Insertar Coloquio de los animalesJuan Felipe Segunda edición aumentada Robledo NOTA: por favor, Eduardo Chirinos dejar con el mismo Prólogo de Fernando Iwasaki formato que Jorge Cadavid.

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Francisco José Cruz

Alcalá del Río, Sevilla, 1962

UN VAGO ESCALOFRÍO

Francisco José Cruz

Antonio Deltoro

COLECCIÓN POESÍA

OTROS TÍTULOS DE LA COLECCIÓN

FRANCISCO JOSÉ CRUZ

UN VAGO ESCALOFRÍO

poemas de Francisco José Cruz, generalmente pequeños, con rimas asonantes, distribuidos en estrofas, tienen una estructura muy sólida, bien pensada. Cada poema de Francisco José Cruz, de igual manera, aspira a ser uno, con contornos, con rasgos, con una ley y una manera de ser. Me asombra en esta poesía su capacidad para darnos un mundo complejo y poblado, con seres que se pueden individualizar, al mismo tiempo que son productos de una perseverancia en la verdad que rechaza sin contemplaciones la mentira: los versos de Francisco José Cruz nos sueltan verdades muy fuertes, justo porque son las que todos los hombres enfrentamos; las expone encarnadas y amargas, sí, pero en poemas muy bellos, cada uno con su materia y su sueño. os

Ha publicado los siguientes libros de poemas: Prehistoria de los ángeles (Premio Barro de Poesía, Sevilla, 1984), Bajo el velar del tiempo (Sagunto, 1987), Maneras de vivir (Primer Premio Renacimiento de Poesía, Sevilla, 1998; México, 2004; Bogotá, 2006), A morir no se aprende (Málaga, 2003; Bogotá, 2006), Hasta el último hueso. Poemas reunidos 1998-2007 (Mérida, Venezuela, 2007), El espanto seguro (Sevilla, 2010) y Con la mosca detrás de la oreja (antología personal, Bogotá, 2011). Fue codirector de la revista de creación Ritmo de viento (1986-1989) y dirige en Carmona (España), desde su fundación en 1990, la revista y la colección Palimpsesto. Es autor de varias compilaciones y ediciones, entre ellas: Roberto Juarroz, Poesía Vertical (Madrid, 1991), José Manuel Arango, Poesía completa (Sevilla, 2009), Poesía de la intemperie. Selección de coplas flamencas (Carmona, 2010), Carlos Germán Belli, Los poemas elegidos (Valencia, 2011) y Pedro Lastra, Al fin del día 1958-2013 (Sevilla, 2013). Creó el proyecto Casa de los Poetas de Sevilla y actualmente es asesor literario de la Biblioteca SibilaFundación bbva de Poesía en Español.

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Facultad de Ciencias Sociales

Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © Francisco José Cruz Miembros del comité editorial: Giovanni Quessep Ramón Cote Baraibar Federico Díaz-Granados Cristo Rafael Figueroa Sánchez Juan Felipe Robledo Jorge Cadavid Primera edición: agosto del 2015 Bogotá, D. C. isbn: 978-958-716-834-1 Número de ejemplares: 200 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7ª n.º 37-25, oficina 13-01 Edificio Lutaima Teléfono: 3208320 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial

Cuidado de texto: Óscar Daniel Campo Becerra Diseño de pauta gráfica: Ignacio Martínez-Villalba Diagramación: María Victoria Mora Diseño de carátula: Ignacio Martínez-Villalba Impresión: Javegraf

MIEMBRO DE LA

ASOCIACIÓN DE UNIVERSIDADES CONFIADAS A LA COMPAÑIA DE JESÚS EN AMÉRICA LATINA

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Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin la autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana

Cruz Pérez, Francisco José, 1962Un vago escalofrío / Francisco José Cruz Pérez. -- 1a ed. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2015. -- (Colección poesía) 74 p. ; 24 cm. ISBN : 978-958-716-834-1 1. POESÍA ESPAÑOLA. 2. LITERATURA ESPAÑOLA. 3. LITERATURA EUROPEA. I. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Ciencias Sociales. CDD 861 ed. 21 Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J. opg.

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CONTENIDO

A TUMBA ABIERTA Antonio Deltoro 9

¡Ay del Carpe Diem! 21 No te quites la máscara 22 El abrazo 23 A Jaume d’Olesa 24 A un caracol 26 Dos sillas en la azotea 27 En bicicleta 28 Mi vieja máquina 29 Cumpleaños 30 Hombre y perro 31 Desde entonces 32 Canción de la marea 33 Ante la tumba de Joseph Brodsky 35 En el tren 37

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Tórtolas turcas 38 Aquí y ahora 39 Bajamar 40 Cogiditos de la mano 41 Esos recuerdos 42 Monólogo de la nieve 43 Carrera de caballos 45 Arte poética 46 El tren de los niños 47 Este pañuelo 48 Un patito en el agua 49 De estreno 50 La rata 51 Ante el David de Miguel Ángel 53 Carta póstuma a Wisława Szymborska 54 Después de tanto amor 56 Cantos de un triste gallo 57 Con Gerardo Diego en Soria 58 Paloma muriéndose 59 No me importaría 60 Si las paredes hablaran 61 En la playa 62 La perra 63 Testamento 64 Lamento de Lázaro 65 Vía crucis 66

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A T U M B A A B I E RTA

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M

E ES DIFÍCIL escribir sobre la poesía de Francisco José Cruz por la adhesión y simpatía que tengo con ella. A tal sintonía cordial, se añade otra dificultad: sus versos dicen lo que dicen con justeza y verdad indudables, y puede uno quedar, si se atreve a una glosa, en ridículo. Por eso he permanecido, salvo alguna excepción, en silencio, escuchando germinar su belleza estricta, que no necesita más palabras que las suyas. Sin embargo, como los editores y el poeta mismo me pidieron el prólogo de Un vago escalofrío, por amor de lector y de amigo, no puedo rehusarme, pero lo haré a condición de que me permitan, cosa que no es usual en un prólogo, transcribir algunos poemas completos. Por otra parte, quisiera hacer una advertencia: me concentraré, casi exclusivamente, en una veta de la poesía de Francisco José Cruz y en la manera en que en este libro se hace más ancha, proliferante y profunda. El miedo, que en esta poesía desempeña un papel protagónico y por lo tanto muy característico e incluso estructural, es

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un miedo, paradójicamente, valiente. Nace de mantener una actitud que encara a la muerte desde la vertical, sin adornarla ni huirle. Esto se manifiesta, aun más allá de los títulos de los libros, en la sobriedad de las formas y en la diversidad de situaciones cotidianas, ordinarias y humanas que provocan sus versos, a los que rodea la muerte, a veces, por ejemplo, convertida en una mosca. No conozco otro caso de sequedad mayor, de adhesión a la realidad cruda, a ras de existencia, tan de frente, sin tapujos ni componendas, a tumba abierta, pero con piedad y simpatía, que los poemas de Francisco José Cruz. Sus formas, desde las más técnicas a las más personales, sus maneras de vivir y de enfrentarse al “espanto seguro de estar mañana muerto” llevan rima asonante, en grado humano, no son consonantes, a lo divino: ponen en versos medidos la incertidumbre. La belleza de esta poesía proviene de su humanidad rigurosa, atenida al sentido común, sin ornamentos, que sigue como línea la dignidad, que la hace posible y compatible con ella. Pese a que Francisco José Cruz ciñe el verso a la experiencia, logra que el verso nos hable de frente y al sesgo. Al sesgo nos dice una verdad poética; de frente, un hecho. A veces lo que nos dice al sesgo entra tan profundo como un machetazo de belleza; a veces también el hecho, no por cotidiano, es menos terrible. Creo que para él no hay hecho que no tenga su sesgo de misterio y de sueño, a veces de pesadilla. Un vago escalofrío se titula este libro. Dos libros anteriores de Francisco José Cruz se llaman: A morir no se aprende y El espanto seguro. En los tres títulos asoma el temor a la muerte y la fascinación ante nuestra predestinación a ella, que vuelve un misterio nuestra vida habitual y, a veces, incluso, un afortunado misterio, que se manifiesta con alegría (véase en este libro, por ejemplo, “Monólogo de la nieve”). El título de un libro anterior a estos dos, Maneras de vivir, parece que mira las cosas con otro fondo, pero en él también está la muerte, claro, vista desde las

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diferentes maneras de vivir, a través de las huellas que imprime a todo lo que vive. El verso del cual Un vago escalofrío toma el título pertenece al poema “Lamento de Lázaro”. Quisiera valerme de este poema, que es el penúltimo del libro: Qué desgracia, Jesús, que tú así te dejaras llevar por el inmenso dolor de mis hermanas. 11

Ahora, en el fondo, nadie desea estar conmigo y a ellas mismas les doy un vago escalofrío. Te olvidaste de mí ante la maravilla de levantar mi cuerpo e infundirle la vida. Tu maldito poder, ay, cómo me condena a morir otra vez. La conciencia de su predestinación a la muerte le viene a Lázaro reforzada por su resurrección, de allí su terror y el terror de los que lo rodean: Lázaro, en este poema, no es un héroe, sino una víctima, un pobre hombre, un ser como todos, escogido como un ejemplo del “maldito poder”. Incluso sus hermanas, que lo querían hasta el grado de provocar un milagro, le temen y le huyen. Hay otro poema, terrible y muy humano en un libro anterior, El espanto seguro, que vinculo con este de Lázaro:

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Pesadilla Mis padres murieron hace doce años. A veces sueño que vuelven y que tratan de vivir como si fuéramos los mismos y desde entonces nada hubiera cambiado. Cómo explicarles que ya no tienen casa, que muebles y dinero los repartimos, 12

naturalmente, entre todos los hermanos. Nos miramos sin decir una palabra hasta que me despierto con gran alivio. Regresar de la muerte a la vida implica un estigma y un desastre, porque lo natural, aunque terrible, es ir de la vida a la muerte: para vivir tenemos que dar la espalda a los muertos (a los padres, sobre todo), desolidarizarnos con ellos y asumir que esto mismo tendrán que hacer los que nos sobrevivan. Hay un poema sobre este asunto en este libro, “Testamento” (que por cierto está escrito en liras, como varios de este libro, entre ellos, el inicial y el final) y recuerdo un poema sobre el mismo tema de A morir no se aprende, “Imaginaciones mías”, del que transcribo, como excepción, solamente un fragmento: Y en el sopor severo de la siesta, imagino que he muerto hace unos meses y que tras el desorden y el dolor de semanas incrédulas, absortas, mi mujer reanuda su vida con la niña como antes de morirme.

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La vida está irremediablemente aquí, de este lado, y nada ni nadie nos puede decir qué pasa, si algo pasa, al otro lado, pero esto no puede dejar de inquietarnos y de ser asunto de especulación y pesadillas. La poesía de Francisco José Cruz abunda en especulaciones y pesadillas de lo que les sucede a algunos seres que sobreviven la existencia a la que estaban destinados y continúan viviendo o muriendo en un nicho, como Lázaro, separados de todos los seres que solo viven y mueren una vez. Hay innumerables poemas y seres de este tipo en la poesía de Francisco José Cruz. Aunque esto sucede de forma especial en Maneras de vivir, también en Un vago escalofrío hay unos cuantos, pero me estoy distrayendo y, de paso, distrayendo al lector. En casi todos los poemas de Francisco José Cruz hay una comprensión lúcida y terrible, al tiempo cómplice y piadosa, de lo que significa vivir la muerte en carne viva. En una entrevista, que le hicimos Fabio Morábito y yo, con motivo de su libro Maneras de vivir, a una pregunta sobre la influencia del flamenco en su poesía, citaba una copla anónima de los gitanos andaluces que contiene tanto la perplejidad ante la muerte como la economía de recursos a la que aspira nuestro poeta:

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Que quieres que tenga, que m’han dicho qu’a tu cuerpo se lo va comé la tierra. Este asombro, del que nunca se acaba de salir, adquiere en Un vago escalofrío una particularidad notable. En sus páginas la muerte acecha a una pareja de amantes y amenaza dejar al que quede con vida en un desamparo incomparablemente mayor que la muerte. En Un vago escalofrío, la condena a una terrible sobrevida, a morir dos veces como Lázaro, a un espantoso paréntesis entre la muerte y la muerte, se condensa en la certeza de que se disolverá el vínculo de por vida entre el poeta y su mujer: solo es cuestión de tiempo.

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El abrazo Este miedo a quedarnos el uno sin el otro, a no morirnos juntos —hagamos lo que hagamos, aunque estemos absortos cada cual en lo suyo— 14

nos trenza en un abrazo tan carnal y redondo que da la vuelta al mundo, como si así los años no pasaran del todo mientras seamos uno… hasta que ya el cansancio de la vida, a su modo, desate nuestros músculos y quede entre mis brazos tu ausencia sin contorno o la mía en los tuyos. En Un vago escalofrío, desde un punto de vista y de ánimo diferentes, se reitera, en varios poemas, el tema de la separación de los amantes. Pero ya en El espanto seguro hay un poema que lo trata:

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Coplilla de amor Quédate conmigo, no me faltes nunca, que me vaya yo antes por mucho que sufras. En este tema, como en otros cuantos, Francisco José Cruz se repite para profundizar. En un mundo que tiende a abarcar, a engrandecerse, a presumir, a hincharse, a desparramarse, a no contenerse, que admira al ambicioso, al hombre que se afana y tiene metas, Francisco José Cruz permanece en sí mismo, fiel a sus afectos, no se mueve demasiado: ¿para qué, si la tierra se mueve y con ella los muertos y los vivos? Tampoco es partidario de cambiarse de máscara:

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No te quites la máscara No te quites la máscara, confúndete con ella hasta ajustártela célula a célula. No te la quites ni en soledad siquiera, para que olvides que la tienes puesta. No te quites la máscara aunque suenen huecas a veces tus palabras a través de ella.

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No te la quites nunca ni pruebes otras nuevas, confórmate con una, la que mejor te queda.

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De aceptar la máscara, en su búsqueda de unidad y duración, de congruencia con sus modos y maneras, Francisco José Cruz adopta solo una. Lo caracteriza la identidad con él mismo durante, que yo sepa, toda la vida, exigiéndose una conducta, una forma de ser que vive el binomio poesía y verdad como vive el amor, la pareja protagonista de su libro, o de por vida. Así como todos sus libros están dedicados a su mujer, en todos se rinde tributo al romance: al “romance, río de la lengua”, como diría Juan Ramón Jiménez, presencia tutelar de la relación amorosa que está en el fondo de este libro. En Un vago escalofrío hay muchos romances (como hay muchas liras y canciones), entre ellos uno, cuyo título es el que sigue: “A Jaume d’Olesa, quien en 1421, siendo estudiante en Bolonia, copió el romance más antiguo que se conserva”. Conjeturo que, escritos para durar, para permanecer en la memoria, algunos de los poemas que contiene este libro, al igual que el romance copiado en el siglo xv, perdurarán, quizás anónimos, dentro de seis siglos, inmersos en el río de la lengua. Los poemas de Francisco José Cruz, generalmente pequeños, con rimas asonantes, distribuidos en estrofas, tienen una estructura muy sólida, bien pensada. Están sentidos con mucho tiempo, con una actitud que practica la congruencia y la fidelidad, a la que asombra, sí, la diversidad, pero sobre todo que cada uno sea uno. Cada poema de Francisco José Cruz, de igual manera, aspira a ser uno, con contornos, con rasgos, con una ley y una manera de ser. Me asombra en esta poesía su capacidad para darnos un mundo complejo y poblado, con seres que se pueden individualizar, al mismo tiempo que son productos

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de una perseverancia en la verdad que rechaza sin contemplaciones la mentira: los versos de Francisco José Cruz nos sueltan verdades muy fuertes, justo porque son las que todos los hombres enfrentamos; las expone encarnadas y amargas, sí, pero en poemas muy bellos, cada uno con su materia y su sueño. La idea que Francisco José Cruz tiene del poeta es la de un ser responsable, por eso es reacio a la pose o a la presunción en el poema o fuera de él. Le bastan las personas y las cosas más próximas, habitantes de una geografía sentimental de radio pequeño, pero sentida y pensada con profundidad, que toca al lector para siempre. Le bastan también unas pocas formas que mezcla con maestría. Todo lo que escribe revela al andaluz seco, no florido, cuyo aspecto es el del junco bien plantado en medio de una corriente de agua; por mucho que se mueva siempre vuelve a la vertical y no pierde la compostura. A Francisco José Cruz esta posición le viene, en gran parte, de la conciencia de que esta única vida, que irremediablemente está destinada a un final, hay que salvaguardarla con honor para hacerla muy digna. Este honor, que no es el del señorito, sino el del hombre que sabe que va a morir y se comporta, es el que le exige las formas, al mismo tiempo sobrias y musicales, que su poesía practica. Ya a punto de terminar este texto me doy cuenta de que he bordeado una idea que no me he atrevido a decir plenamente y en pocas palabras: Un vago escalofrío es, fundamentalmente y por encima de todo, un libro de amor, de un amor no simultáneo, sino único, a una mujer y a la poesía:

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Desde entonces Como leemos juntos desde hace tanto tiempo, ya tu voz son mis ojos

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y al oírte hasta veo los espacios en blanco y la pausa final de cada verso. Así, de línea en línea, como en lúcido sueño, nos fundimos en uno durante todo el texto hasta oírme en tu voz y tú callarte en mi absorto silencio. 18

Una noche de agosto, frente al mar sanluqueño, sacaste de tu bolso un librito de versos de Juan Ramón Jiménez, cuyas hojas aún las mueve el viento. Me leíste —leímos— un rato en el paseo marítimo. Esa noche la carne se hizo verbo o el verbo se hizo carne y desde entonces vivimos completos.

ANTONIO DELTORO CIUDAD DE MÉXICO, FEBRERO DEL 2015

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A Chari, que estรก en todos mis versos.

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¡AY DEL CARPE DIEM!

Con qué facilidad nos vamos del momento en el que estamos, lamentando su fuga aun antes de que pase, sin haberlo vivido plenamente. Con qué sorda insistencia recuerdos y temores nos distraen, dejándonos así con un pie en el ahora y el otro en el ayer o en el mañana.

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Tanto desequilibrio a cierta altura de la edad nos lleva, involuntariamente, de una cosa a otra cosa hasta que a duras penas nos centramos.

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Un vago escalofrío se compuso con tipografía de la fuente Granjon. Se terminó de imprimir en los talleres de Javegraf en el mes de agosto del 2015.

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OTROS TÍTULOS DE LA COLECCIÓN

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poemas de Francisco José Cruz, generalmente pequeños, con rimas asonantes, distribuidos en estrofas, tienen una estructura muy sólida, bien pensada. Cada poema de Francisco José Cruz, de igual manera, aspira a ser uno, con contornos, con rasgos, con una ley y una manera de ser. Me asombra en esta poesía su capacidad para darnos un mundo complejo y poblado, con seres que se pueden individualizar, al mismo tiempo que son productos de una perseverancia en la verdad que rechaza sin contemplaciones la mentira: los versos de Francisco José Cruz nos sueltan verdades muy fuertes, justo porque son las que todos los hombres enfrentamos; las expone encarnadas y amargas, sí, pero en poemas muy bellos, cada uno con su materia y su sueño. os

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Francisco José Cruz

Antonio Deltoro

Segunda edición aumentada Eduardo Chirinos COLECCIÓN POESÍA

Prólogo de Fernando Iwasaki

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Ha publicado los siguientes libros de poemas: Prehistoria de los ángeles (Premio Barro de Poesía, Sevilla, 1984), Bajo el velar del tiempo (Sagunto, 1987), Maneras de vivir (Primer Premio Renacimiento de Poesía, Sevilla, 1998; México, 2004; Bogotá, 2006), A morir no se aprende (Málaga, 2003; Bogotá, 2006), Hasta el último hueso. Poemas reunidos 1998-2007 (Mérida, Venezuela, 2007), El espanto seguro (Sevilla, 2010) y Con la mosca detrás de la oreja (antología personal, Bogotá, 2011). Fue codirector de la revista de creación Ritmo de viento (1986-1989) y dirige en Carmona (España), desde su fundación en 1990, la revista y la colección Palimpsesto. Es autor de varias compilaciones y ediciones, entre ellas: Roberto Juarroz, Poesía Vertical (Madrid, 1991), José Manuel Arango, Poesía completa (Sevilla, 2009), Poesía de la intemperie. Selección de coplas flamencas (Carmona, 2010), Carlos Germán Belli, Los poemas elegidos (Valencia, 2011) y Pedro Lastra, Al fin del día 1958-2013 (Sevilla, 2013). Creó el proyecto Casa de los Poetas de Sevilla y actualmente es asesor literario de la Biblioteca SibilaFundación bbva de Poesía en Español.

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