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Un árbol de zafiros
es responsabilidad, es acción, es un estado, es una condición, es poder, es un valor, es libre albedrío. Y, ¿qué más podría ser eso que llamamos libertad?, ¿se huele, se siente, se actúa, se vive, se respira, se construye, se otorga, se enseña? En nuestro diario vivir la mencionamos, jugamos con ella, la anhelamos, la deseamos, y sí, queremos hacerla nuestra.
Porque hablamos de la posibilidad de tener nuestro punto de vista distinto o parecido al de los demás, nuestra propia ideología, y no por eso ser coaccionados, la tan llamada libertad de opinión.
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Hay un tipo de libertad que implica opinar de manera distinta, igual o diferente a la de otros, a la de los demás y dar a conocer esa opinión a través de lo que pensamos, decimos y accionamos de manera abierta sin menoscabar su intrínseca garantía: es la libertad de expresión.
También tenemos la capacidad de escoger de entre todas las posibles oportunidades y circunstancias, de Study of a Torso for The Raft of the Medusa, Jean Louis Théodore Géricault, 1818
Mireya Cruz atencioncomunidad.cchn2@gmail.com
Obligados a ser libres
“No hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”.
Es una diosa, es facultad, es derecho, es elección,
Virginia Woolf. elegir lo que queremos, lo que hacemos y cómo lo hacemos, de manifestar lo que consideramos negativo o benéfico y expresarlo públicamente, de manera individual, colectiva o masiva.
Y el derecho de movernos sin restricciones dentro de nuestro territorio el mundo sin discriminarnos y discriminar a otros por motivos de género, credo, religión, raza u orientación sexual. Elegimos qué aprender, qué enseñar, los parámetros y directrices, de la posibilidad de hacer, pero también de interferir en otros y en nosotros mismos. Reza de manera constante la frase popular: “Tu libertad termina donde empieza la mía”. ¿No es acaso una forma de poseer la libertad, y al otro?
Hay un juego dual en este vaivén, no dejo el lugar de poder propio frente a los demás. ¿Qué delimita hasta dónde puedo llegar?
Percibimos, sentimos, pensamos, creamos y recreamos, construimos y deconstruimos en nuestras mentes, y en la acción ¿qué sucede? Sublimamos nuestra incapacidad de ser incoherentes y apáticos coartando la acción de la libertad en nuestra cotidianidad.
El miedo a ser señalados, discriminados, apartados de la sociedad nos limita. El miedo a ser nosotros mismos nos limita.
Ser libre implica asumir la obligación que conlleva su propio derecho inalienable. Porque no hay derecho sin obligación, ni obligación sin derecho.
Hay una disciplina implícita, estamos obligados a concedernos ser libres y dejar a los otros serlo también. Esto que vivimos actualmente, pone en juego nuestro ser auténtico, nos enseña a ser libres desde dentro, con nosotros mismos, no es el espacio, no es el otro, el camino se encuentra en nosotros, en cada uno. Atreverse a andarlo nos conduce a vulnerarnos, a deshacernos, quebrarnos, desgarrarnos, despersonalizarnos, romper viejos patrones y, finalmente, escuchar nuestros sentimientos, sensaciones y necesidades, conocernos, explorarnos, explotar nuestros sentimientos, habilidades, romper nuestras barreras, quitar los cerrojos y ser libres.