11 minute read

ELECCIONES, REFORMA ELECTORAL Y LOS CIRCULOS OSCUROS DEL PODER

Federico AlcAlá

El planteamiento de una reforma integral al marco normativo que regula la función electoral del Estado Mexicano y que fue presentada por el titular del Ejecutivo Federal se topo con pared frente, al breve pero eficaz, empoderamiento de una oposición conformada por los representantes de los más abyectos intereses políticos y económicos, ¿Cuál hubiera sido el resultado de esa votación sí, para esas fechas, se hubiera tenido ya el veredicto de culpable que hoy pesa sobre Genaro García Luna?

Advertisement

Al no tener en el Congreso de la Unión la mayoría calificada, es decir, dos terceras partes de los votos, la iniciativa de reforma constitucional quedo, al igual que la reforma eléctrica, congelada de manera tal que no pudiera ser objeto nuevamente de una iniciativa presidencial. Es claro que los intereses para impedir su aprobación no se concretaron al rechazo ya inveterado a cualquier política pública o reforma legal que pretenda implementar el gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador, sino que, además, se adentran a los oscuros intereses económicos y políticos de una casta de personajes que, a la luz de las recientes investigaciones judiciales, se encuentran estrechamente ligados a negocios ilícitos, lavado de dinero y corrupción de cuello blanco.

En los próximos meses de 2023 nos encontraremos en la más encarnizada lucha política pues se disputan dos entidades que, por décadas y décadas, fueron bastiones priistas: el Estado de México y Coahuila. En ese sentido, seremos testigos de las ríspidas relaciones de poder que surgen del conflicto entre la supuesta “alianza opositora”, los representantes de esa casta política que se antoja, ahora más que nunca, como reminiscencias atávicas de un pasado caduco y el instinto de supervivencia de varias de las fracciones políticas concentradas ahora en partidos muy próximos a perder su registro. Por otro lado, la consolidación política de Morena se va perfilando invencible, considerando como antecedente cercano el triunfo en Tamaulipas que garantizó al partido del presidente una curul más en el Senado.

Ahora bien, ¿en que debemos concentrar nuestro análisis? El mal denominado “Plan B”, que denota el fracaso de no lograr la aprobación de la reforma integral y, al que la militancia de Morena ahora bien denomina la “Reforma Electoral del Pueblo”, tiene como principales antagonistas a dos de los personajes más controversiales de la política reciente de nuestro país: Lorenzo Cordova Vianello y Ciro Murayama Rendón. Ambos personajes, en breve, deberán dejar sus correspondientes asientos en el Consejo General del Instituto Nacional Electoral y, sin embargo, han trastocado su función de árbitros imparciales para promover una narrativa que pretende desdibujar la realidad del alcance de las reformas qué, ya no integrales, sí se concentran en disminuir sustancialmente los costos de operación de dicho órgano constitucional autónomo, desaparecer varios de los privilegios que durante años beneficiaron a sus titulares y optimizar la función electoral.

En los pasados meses se les ha visto rodeados de los más nefandos personajes de la política nacional como puede ser el caso particular de Roberto Madrazo a quien se le vincula directamente con la plataforma antigubernamental Latinus. Asimismo, se han vinculado al sector económico opositor a las políticas de la actual administración cuyo principal exponente es el heredero del emporio Kimberly –Clark de México, el activista político Claudio X. González Guajardo. Con recursos que bien pueden provenir de sus sustanciosos sueldos como Consejeros o, ya directamente con aportaciones de sus patrocinadores, estos dos servidores públicos no solo han realizado una campaña sistemática de desinformación desde los canales oficiales del INE, sino además han publicado sendos libros qué, teniendo como narrativa aquello de “el INE no se toca”, se asumen como únicos intérpretes del concepto “democracia” hasta el grado tal de señalar sin empacho que esta, es decir, la construcción de la participación política de las mexicanas y los mexicanos que den como resultado gobiernos que reflejen sus ideales, no se encuentra en su “ADN”. ¿En que momento estos servidores públicos del ámbito electoral se convirtieron en genetistas?

El tema no es para menos. Debemos rescatar de la plataforma de YouTube aquella conversación entre Lorenzo Cordova y otro de los grandes privilegiados en la estructura administrativa del INE, Edmundo Jacobo… aquella en la cual, el personaje que debiera ser el principal exponente de la imparcialidad y la promoción de los valores democráticos, entre ellos, uno fundamental, la participación política de nuestros pueblos originarios, se regodea en exponer sus más íntimos prejuicios no solo respecto de la apariencia de sus interlocutores, sino además de sus lenguas y usos y costumbres. En cualquier lugar en que la decencia estuviera presente, este suceso ameritaba la renuncia. En nuestro perverso entorno político se redujo a la cínica declaración de que la grabación fue obtenida por medios “ilícitos” y con un “usted disculpe” queda zanjado el asunto. Por lo visto, la lección no fue aprendida –los prejuicios nunca fueron exorcizados- pues, para el Consejero Presidente, la democracia no se encuentra en el ADN de las mexicanas y mexicano, como tampoco la belleza de sus profundos ojos azules.

¿Pero cual concepto de democracia impera en su mente? Por décadas y desde que el proceso electoral migro de las turbias profundidades de la Secretaría de Gobernación al entonces Instituto Federal Electoral, se ha pretendido desde los centros de poder establecer un sistema político bipartidista que replique en nuestro país el modelo norteamericano. Bien se dice, si copiamos el federalis mo, la idea de una “Suprema Corte” y tropicalizamos el concepto de democracia de nuestros vecinos del norte, ¿Por qué no copiar su esquema bipartidista?

Un esquema en el cual las minorías progresistas o las izquierdas están política mente anuladas y los grandes capitales e intereses políticos se reúnen en torno a dos grandes “clubes”, unos llamados republicanos…los otros demócratas. Una lógica en la que la política se reduce a dos contrincantes que comparten sus raíces, sus intereses, sus prejuicios y solo se someten, como en un Super Bowl, a una disputa meramente deportiva.

Ese modelo se pretendió implementar a partir de la negociada transición política del año 2000 en la que se experimento la transmisión del poder al Partido Acción Nacional, cada vez más alejado de sus principios y valores, en la figura de un personaje que, ahora se antoja ridículo, pero que en aquellos ayeres despertó en la población la esperanza de un cambio: Vicente Fox Quezada. De ahí al “haiga sido, como haiga sido” nos quedo el mal sabor de un fraude evidente orquestado desde los pasillos del gobierno y con plena complicidad del entonces arbitro electoral, el IFE. La figura de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa se encuentra ahora vinculada a la condena impuesta a su “Súper Policía” Genaro García Luna. No solo la mortandad que generó con una supuesta guerra al narcotráfico, sino también con la evidente violencia política y social imperante en nuestro país, aunada a la corrupción que ahora es evidenciada, es que llegamos a un “Estado Fallido” que, en vez de recomponerse, se orientó nuevamente hacia el cumplimiento del pacto de bipartidismo con el apoyo al candidato del Partido Revolucionario Institucional. De nueva cuenta, las instituciones del Estado Mexicano se vieron involucradas en garantizar que la continuidad del plan se llevara a buen puerto. Y, nuevamente, el garante de la imparcialidad en el proceso electoral mostró su verdadera cara al encubrir la cínica compra de votos y el financiamiento ilegal de la campaña de Enrique Peña Nieto. Y, es a partir de estos momentos en que los actuales personajes de esta opereta política, Lorenzo Cordova y Ciro Murayama entran en el escenario. Sus supuestos orígenes “ciudadanos” cubrieron con eficacia sus verdaderos trasfondos políticos.

Por ejemplo, ¿quien es en realidad Lorenzo Cordova? A primera vista todos lo podrían relacionar con su padre, el maestro Arnaldo Cordova, un eminente historiador, politólogo, jurista y profesor universitario de evidente pensamiento de izquierda. Arnaldo Cordova no solo fue fundador del Partido Socialista Unificado de México, sino que, además se desempeño como uno de los poquísimos legisladores de izquierda en los años de mayor cerrazón política del PRI de 1982 a 1985. También fue militante del Movimiento de Regeneración Nacional hoy el partido político Morena. Militante del Partido Comunista desde 1956 y fuerte critico de las estructuras del PRD al cual también perteneció. Pareciera ser evidente que el hijo de un sesudo historiador del cardenismo asumiera sus valores y su ideología de izquierda, sin embargo Lorenzo asumió su gatopardismo político en el momento mismo en que se incorpora al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, un centro de evidente operación política del viejo régimen priista en el cual la vieja guardia mantenía un control ideológico total, al grado de que los pocos ejemplos de pluralidad como el jurista argentino Oscar Correas eran expulsados.

En ese entorno, y ante la necesidad de que las cosas permanecieran como siempre, pero con la evidente simulación de un cambio –he ahí el principio de Giuseppe Tomasi di Lampedusa…cambiar todo, para que no cambie nada- la figura de Lorenzo Cordova se va perfilando como el personaje ideal para mantener la idea de una verdadera ciudadanización del arbitro electoral, pero sin perturbar en lo sustancial los oscuros intereses políticos que lo rodean. Recordemos que es la fase en que se lleva a cabo la reforma electoral que transformó el Instituto Federal Electoral, vinculado todavía a la estructura política del Estado, en lo que ahora conocemos como Instituto Nacional Electoral conformado jurídicamente como un órgano constitucionalmente autónomo, con plena autonomía administrativa y presupuestal.

El joven jurista, doctorado en Italia, hijo de un eminente representante de la izquierda mexicana, pero formado bajo el manto protector de la vieja guardia priista pasa de consejero a Consejero Presidente en una estructura en donde le rodean otros representantes de esos oscuros intereses políticos: Marco Antonio Baños Martínez, Ciro Murayama Rendón y Edmundo Jacobo Molina. Queda así armado el aparato de operación política al interior del flamante órgano electoral. No solo se tiene la estructura, sino qué, además, se cuenta con la posibilidad de aprovechar un enorme presupuesto libre de cualquier fiscalización, la contratación de servicios y asesores para abonar al pago de favores políticos y un equipo de consejeros electorales muy dispuestos a beneficiarse de estas infinitas posibilidades.

Sin embargo, hacia el exterior del instituto la realidad política se encuentra en una fase de conflictos. La evidente descomposición de la administración de Enrique Peña Nieto aunada a los escandalosos ejemplos de corrupción durante su gestión y la fal- ta de una verdadera integración política de las bases populares del PRI dan como resultado la postulación de un candidato que, no solo carecía de la experiencia necesaria, sino que además no cubría el perfil tradicional del político priista. José Antonio Meade Kuribreña pertenece al modelo de tecnócrata perfecto, con dos carreras –derecho y economía- y e hijo de un eminente priista –Dionisio- y de la sobrina de uno de los fundadores del Partido Acción Nacional, su madre Lucia Kuribreña, sin embargo es un personaje insípido y completamente dependiente de la operación política de su partido, en el cual no todos lo aceptan ni respaldan. En el otro extremo del escenario del bipartidismo en contienda, el Partido Acción Nacional postula a un ser con evidentes carencias en materia política pero con un carisma propio de la juventud, el otrora secretario particular del gobernador queretano Francisco Garrido, el controversial Ricardo Anaya Cortes.

Frente a este evidente contubernio, aflora la creciente presencia política del Movimiento de Regeneración Nacional constituido a partir de la evidente fractura con las estructuras políticas de un PRD vendidas al denominado “Pacto por México”. Su líder, Andrés Manuel López Obrador no solo representa la lucha política de los movimientos de izquierda, sino además ha sido victima directa de la persecución política, del fraude electoral y de diversas campañas de guerra sucia. En él se van depositando las esperanzas de aquellas mayorías que constituyen la población más vulnerable de nuestro país y, que desde el inicio del movimiento, han sido escuchadas de manera personal y directa. López Obrador es en la historia moderna de nuestro país uno de los pocos políticos que ha recorrido en toda su extensión el territorio nacional, teniendo así la percepción directa de sus problemas sociales y de la complejidad de sus estructuras comunitarias. Ya constituido el movimiento como partido político, este carismático político tabasqueño –que recuerda en su proceder a la lucha política de su paisano Carlos Alberto Madrazo Becerra, presuntamente asesinado por el régimen al que demandaba mayor apertura democrática- esta listo para enfrentar, en los comicios de 2018, al aparato político y a sus oscuros intereses económicos.

Y, 2018 es el momento en que se rompen todas las expectativas del bipartidismo soñado. En un proceso donde se contabilizan 55,039,913 votos validos, Morena y su candidato Andrés Manuel López Obrador obtienen 30, 113, 483 millones de sufragios. Este resultado implica el 53.19% de la votación en un proceso electoral en donde, la posibilidad de fraude electoral queda anulada por la avalancha incontenible de ese triunfo evidente, pero no esperado por las viejas estructuras políticas de este país. Una noche en la cual no solo los representantes del PRI, del PAN y del PRD ante el Consejo General del INE rompen en llanto, sino además estos resultados dejan boquiabiertos y sorprendidos al Consejero Presidente y a sus más cercanos colabo- radores. El que esto escribe fue testigo y en algún momento, en abrazo fraterno, le recordó a Lorenzo Cordova que su padre, el eminente representante de la izquierda mexicana, estaría orgulloso. Su respuesta…un temblor corporal incontrolable y un chasquido de dientes.

A partir de ese momento, los oscuros intereses que pregonaban que López Obrador era “un peligro para México” se han convocado en un aquelarre permanente en donde la narrativa tiene como objetivo destruir la percepción sobre los avances de esta administración. No solo los efectos sociales de la pandemia han dificultado el transito de la denominada “cuarta transformación” sino que, además el entorno internacional se ha vuelto hostil. Durante más de treinta años, el neoliberalismo vendió a lo largo y ancho del orbe la falacia de la “globalización” la cual mostró en pocos años el daño que causo a las económicas más vulnerables, entre ellas las de los países latinoamericanos. Hoy por hoy, un nuevo orden mundial en donde China –la fabrica del mundo- y Rusia se disputan junto con los BRICS la supremacía mundial frente a los Estados Unidos de Norteamérica, el triunfo de Luis Ignacio Lula da Silva nos muestra que el modelo de bipartidismo que se pretendió imponer ha fracasado y que el mundo se esta sacudiendo de una hegemonía económica obsoleta.

Y, es en este entorno que llegamos en nuestro país a una “recta final” en donde la construcción de falsas narrativas se confronta a la necesidad de transformación que exige la mayoría de mexicanas y mexicanos. Nos enfrentamos nuevamente a los falsos prejuicios que pregonan que nuestro pueblo se encuentra incapacitado para decidir sobre sus destino político, que somos un pueblo de infantes e incapacitados, qué, en nuestro ADN no se encuentra la herencia de más de doscientos años de lucha social y qué, además, somos un cumulo de “indios patarajadas” incapaces de percibir los beneficios de un bipartidismo inspirado en la raza superior que son nuestros vecinos del norte.

El resto de este 2023 y el camino que se nos abre para 2024 serán trascendentales para la evolución social, económica y política de nuestro pueblo. En estas reflexiones hemos analizado como los más oscuros círculos de poder han pervertido a su favor a personas que otrora considerábamos de solidas e imparciales simientes democráticas. Hemos sido contaminados por una narrativa de guerra sucia propia de estos tiempos de guerra y reacomodo político. Seremos, nuevamente afectados por los procesos políticos de nuestro vecino del norte en donde la confrontación entre ambas visiones de su política bipartidista chocarán entre las pretensiones de reelección de Biden y quien resulte vencedor del conflicto en el lado republicano. Y, con la eminente confrontación de Occidente y el nuevo orden mundial de China y Rusia las cosas tampoco se ven favorables para el resto de la humanidad y este pobre planeta Tierra.

Bis vincit qui se vincit in victoria publius

This article is from: