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DE NACIONALISMO AL AUTORITARISMO FASCISTA

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DEPRESIÓN

DEPRESIÓN

Mtro Said Vázquez

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Durante los cuatro años del régimen actual, éste ha evidenciado que no es una transformación. Para los que crecimos durante el régimen PRIista conocemos el modo de manipular el quehacer público y cómo permeó incuso lo privado, de alguna forma es una forma sistémica de ser y hacer tan enraizada en la vida cotidiana que resulta familiar en el ejercicio público de la actual administración y en este sentido, igual al régimen PRIista.

La autodenominada cuarta transformación, por más que su líder repita incansablemente el mantra “No somos iguales” cada vez que sus prácticas hacen evidente la simulación y revelan lo parecida al antiguo régimen, es decir, parafraseando a Silvio Rodríguez, uno de sus cantautores preferidos: No son lo mismo, pero son igual. En este sentido, por una razón diacrónica tendríamos que conceptualizar para diferenciarlos como: El contemporáneo antiguo régimen.

Este contemporáneo antiguo régimen, durante estos cuatro años se ha distinguido de su antecesor al evidenciar su lado más corrupto, autoritario, demagogo, inepto y cínico del partido de Estado.

Partido que por cierto no sólo institucionalizó la revolución, sino también las ya mencionadas características y las hizo parte de la cultura mexicana.

La cultura PRIista logró incluso en sectores iletrados hacerles creer que el “partido”, encarnaba el Estado, a la propia patria. Cuestionar al régimen, era en ese sentido, poner en duda al Estado, ser una apátrida, un conservador vende patria. Quizá esta ideologización del nacionalismo, en parte, podría explicarse sociológicamente en la necesidad de reconstruir un tejido social roto por la revolución. La tarea era encontrar en el nacionalismo algo que amalgamara un país socialmente partido. Así no sólo el PRI adopto los colores nacionales, sino también los ritos laicos inventados para crear y reforzar la identidad nacional en los llamados “días patrios”.

Los seguidores de la cuarta transformación se asumen como los únicos autorizados y representantes de la madre patria, en cierto sentido, lo que está detrás de este imaginario, es en primer lugar (no sólo entrerrenglones) adjudicarse como los legítimos herederos de los forjadores de nación, una especie de sacerdotes autorizados para usar los símbolos patrios y que los conservadores tomaron de manera espuria el poder. Para ellos la patria legitima y el poder se reinventó con la cuarta transformación, pues antes eran ilegítimos los que ejercían el poder pues devenía del sistema corrupto.

En segundo lugar y quizá con el que hay que tener más cuidado es esa falsa idea de un nacionalismo legítimo, único y verdadero porque esta idea está muy cerca de la línea que delimita el fascismo, en el que sólo hay una única forma de pensar la nación; en el no hay lugar para diversidad; para la libertad de pensar diferente.

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