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EDUCAR A LA BASE ELECTORAL
(SEGUNDA PARTE)
Israel aram Guerrero
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En la entrega anterior sustentaba que la calidad de la democracia se apoya en el ejercicio de los derechos educativos y culturales, así como la importancia de determinar las herramientas y el tiempo que se requiere –dentro y más allá de la escuela– para pagar la deuda histórica culpable de tantas brechas.
Para muchos, dentro de los que me incluyo, una buena educación media ayudaría a resolver el problema porque no está cumpliendo bien sus funciones, fundamentalmente la de prepa- ración para la educación superior (el tránsito inmediato es del 38,7 %, datos de 2018).
Una manera matizada de ver el problema es que, además, la educación media sufre las consecuencias de las fallas de la primaria y la básica secundaria. Corregir a los 14-15 años los efectos de nueve años de educación de regular calidad es muy difícil.
El marco más amplio que luce pertinente es el siguiente:
1) Preescolar “obligatorio y universal” desde los tres años,
2) 12 años de escolaridad, como en muchos países desarrollados, y
3) Preparatoria o Bachillerato a los 18 años.
Mi propuesta es agregar un nuevo grado a la básica secundaria y que se mantenga la media en dos años.
El marco amplio de política educativa que suscribo contiene otra diferencia con la realidad: el rol de la educación media de preparación para el mercado laboral no debe implicar la “especialización” prematura en trabajos mecánicos, pues esto reproduce la desigualdad.
Necesitamos que la clase dirigente no piense que la “media técnica” es para los pobres y los menos talentosos, sino que esta debe formar competencias generales para el trabajo y permitir comprender los fundamentos prácticos de muchas tecnologías productivas.
Una educación media de calidad pondría al egresado en capacidad de adquirir en corto tiempo (dos o tres meses) certificaciones de competencias equivalentes a las del técnico laboral, y no solo una sino varias, por los fundamentos aprendidos.
Es decir, esta vía de reforma haría que la media contribuyera más y mejor al tránsito al mercado laboral, sin estrechar los horizontes de vida de tantos jóvenes. La productividad y la movilidad social se verían mejor servidas. Se presionarían, de paso, mejoras en calidad en la postsecundaria “técnica y tecnológica”.
Naturalmente, se necesitaría más y mejor gasto fiscal (se puede comenzar por esto último), más psicólogos y trabajadores sociales en los colegios (no hay), más calificación docente, más transporte escolar, más articulación institucional, un gran compromiso de la Secretaría de Educación Pública, hoy ausente en los debates educativos. Y, sí, más cobertura, pero lo menciono de último porque el dato preocupante es la permanencia y la continuidad.
Se debe pensar en un Servicio Social Obligatorio en educación media puesto que se crea un vínculo con el trabajo y con la disciplina que forja la experiencia que sector público y privado piden a los recién egresados, de tal forma que podamos modificar el propósito principal de integrarse a la comunidad para contribuir a su mejoramiento social, cultural y económico” para que sea de “exploración vocacional y socio-ocupacional con proyectos de impacto social. Es aquí donde podemos incidir, como se ha mencionado: unos ciudadanos educados toman mejores decisiones y unos votantes educados ponderan la democracia.
#SePuede y #SeDebe Tw: @israel_aram