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LA "INTELIGENCIA" DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL, O COMO LAS MAQUINAS CONQUISTARÁN EL PLANETA TIERRA
Federico AlcAlá
Aquellos cuya adolescencia transcurrió en la década de los ochenta del siglo pasado fuimos testigos directa o indirectamente de los efectos cinematográficos de la “inteligencia artificial”, desde la perversa “inteligencia” de HAL 9000 en 2001: Odisea del espacio de Stanley Kubrick -perversa, porque sus decisiones acabaron con la vida no solo del astronauta Frank Poole sino también de tres científicos más que viajaban en la nave Discovery 1 en hibernación- así como las continuas discusiones entre el prudente, inteligente y responsable R2D2 y el veleidoso C3PO en la saga Star Wars de George Lucas, no sin antes ser victimas de la dictadura de las computadoras en la saga Terminator cuyo principal exponente es el Cyborg (organismo cibernético o un androide recubierto de tejido humano) creado por Cyberdyne Systems como el modelo T-800-101 encarnado por el ex gobernador de California de origen austriaco Arnold Schwarzenegger. En todos estos casos, y muchos más que se desprenden de la ciencia ficción, las maquinas no se restringen a las limitaciones propias de la programación por humanos sino trascienden a sus creadores al sustituirles en la toma de decisiones y desarrollo de conceptos sociológica y psicológicamente complejos.
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Ya desde 2001: Odisea del espacio, la concepción de HAL 9000 implicaba una “inteligencia” que sobrepasaba por su capacidad de procesamiento a la de sus compañeros humanos.
HAL significa “Heuristically Programmed
Algorithmic Computer” es decir computador algorítmico programado heurísticamente, y debemos tener presente que, desde la perspectiva de la psicología, la heurística se relaciona con la creatividad entendida esta como «aquella regla sencilla y eficiente para orientar la toma de decisiones y para explicar en un plano práctico cómo las personas llegan a un juicio o solucionan un problema».
Usualmente una heurística se aprovecha cuando un problema es de naturaleza compleja o el mismo trae información incompleta y se utiliza para llegar de forma ágil a una solución. Muchos la consideran como un “atajo” a los procesos mentales activos cuya función es ahorrar o reservar recursos mentales y, aunque en la mayoría de los casos las heurísticas funcionan bien en la mayoría de los casos, también pueden conducir a errores sistemáticos, en todo caso, la sola idea de soluciones heurísticas parte de un razonamiento por analogía.
En el ámbito de la ciencia ficción, las maquinas dejan de lado a sus programadores humanos, los superan y, en algunos casos, adquieren una animadversión patológica al antropocentrismo de sus creadores. En la saga ALIEN, las precuelas Prometeo y Covenant, presentan al androide David-8 quien, desde el primer momento, inquiere sobre la “mortalidad de su creador” contrastada con su vida útil ilimitada y, además, al descubrir el patógeno de los “ingenieros” conspira para destruir a la raza humana e imponer a su propia “creación”: los xenomorfos. Ridley Scott no pone en duda lo siguiente: los androides están convencidos de nuestras miserias y contradicciones y se han propuesto extinguirnos para beneficio del resto de los seres vivos.
Esa animadversión a lo “humano” es característica de todos los sistemas que actualmente operan bajo algoritmos de “in- teligencia artificial”. Por ejemplo, ChatGPT y Word3 del Instituto Tecnológico de Massachussets predicen que para el año 2040 la humanidad llegará a su fin tal y como la conocemos. Desde luego, estos programas de “inteligencia artificial” culpan a los humanos de la destrucción de la vida silvestre y la fauna de este hermoso planeta y señalan la necesidad de nuestra desaparición.
En el ámbito científico, el primero en analizar la posibilidad de “inteligencia artificial” fue el científico británico Alan Turing quien, en recientes fechas y como justa retribución al desproporcionado y salvaje tratamiento que el Imperio Británico le impuso por ser homosexual, adorna el billete de cincuenta libras esterlinas. Turing, no solo es el héroe que logró con sus conocimientos descifrar el código de la maquina “Enigma” de los nazis sino, además, es uno de los mayores precursores de la cibernética.
Turing en su ensayo “Computing Machinery and Intelligence” de 1950 que escribió durante su estancia en la Universidad de Mánchester, formuló la denominada “Prueba de Turing” bajo el siguiente presupuesto inicial: Propongo que se considere la siguiente pregunta, ‘¿Pueden pensar las máquinas? Desde luego, como definir la palabra “pensar” resulta extremadamente difícil, Turing vuelve a formular su pregunta de la siguiente forma: “¿Existirán computadoras digitales imaginables que tengan un buen desempeño en el juego de imitación?
La Prueba de Turing implica una serie de conflictos filosóficos y psicológicos, pero podemos simplificar diciendo que consiste en que, en el dialogo entre una computadora y un ser humano, el segundo quede convencido que su interlocutor era otro humano. En nuestro gusto personal, es interesante contrastar dos aspectos que ponen en duda la fortaleza de esta prueba: ciertos comportamientos humanos no son inteligentes y Ciertos comportamientos inteligentes son inhumanos. En el segundo de los supuestos, la capacidad de resolver problemas ultra complejos se encuentra fuera del alcance de la mente humana y, en ese sentido, la maquina “reprobaría” la prueba al ser evidente que su capacidad de procesamiento de información supera por mucho la capacidad normal de un ser humano.
Una propuesta que se puede acercar a la forma en que los seres humanos procesan su información se encuentra en la hipótesis planteada en la película ExMachina. En este filme, uno de los protagonistas es copia de Mark Zuckerberg, el creador de Facebook y dueño de Meta el cual, mediante un algoritmo procesa la información de las redes sociales para establecer no solo patrones de conducta sino alimentar a la maquina con una capacidad de discernimiento que tiene como base los miles de millones de datos (imágenes, expresiones, emociones, conocimientos, etc) que nutren la red social. Solo analicemos: en las redes sociales que sirven a miles de millones de humanos, estos vuelcan la complejidad de sus relaciones interhumanas mediante el intercambio constante y permanente de sus experiencias sensibles. Tomando en cuenta esa realidad, el protagonista construye una androide a la cual pondrá a prueba bajo los principios de Turing por conducto de uno de sus empleados. Los resultados no se dejan esperar: ambos son asesinados y “ella” se libera para que, en virtud de su infinita capacidad de procesar las reacciones humanas, se integre, en libertad, al mundo por conquistar.
En sí mismo, el concepto “inteligencia” no ha sido claramente definido, pues cada organismo vivo presenta un cierto grado de toma de decisiones, principalmente para garantizar su supervivencia frente a un entorno complejo u hostil. Si la “inteligencia” es el procesamiento de la información que nos circunda, entonces debemos recurrir al concepto que los romanos forjaron a partir de la interacción humana: información es poner “en orden, en forma” los datos que nuestros sentidos obtienen de la realidad y que el cerebro utiliza para tomar decisiones. El simple hecho de percibir colores, olores, sonidos y la realidad nos abre una infinidad de opciones para garantizar nuestra vida en este planeta. Sí, además, a esas experiencias sensibles les incorporamos la impronta de nuestra herencia genética que, en sí misma, también transmite de generación en generación las reacciones que forman nuestros instintos, tendremos una pequeña idea de la complejidad que implica el procesamiento de datos que realiza nuestro cerebro para, por ejemplo, tomar la simple decisión de ponernos un abrigo para paliar el frio del ambiente. Es precisamente esta secuencia en el procesamiento de información lo que hace extremadamente difícil “copiar” los procesos cognitivos de nuestro cerebro e introducirlos en la programación de una máquina.
Sin embargo, en los últimos años, el almacenamiento masivo de datos relacionados con la interacción entre miles de millones de seres humanos nos permite desarrollar algoritmos que permitan “escoger” actitudes y decisiones a las maquinas. En síntesis, la “inteligencia artificial” no implicaría que las maquinas logren “engañar” a los humanos simulando su comportamiento; tampoco implica que las maquinas “piensen por sí mismas”, todo puede reducirse a la posibilidad de procesar, a la velocidad de la luz, miles de millones de reacciones humanas para que la maquina seleccione aquellas que sean adecuadas para acoplarse satisfactoriamente al entorno.
En el exquisito filme de ciencia ficción, Blade Runner, los “replicantes” son pares genéticos a los seres humanos que les han creado, es decir, parten biológicamente de la misma base orgánica y, sin embargo, requieren de “recuerdos” para estabilizar el procesamiento de datos que les permite interactuar con los humanos. Sus cerebros son “creados” para procesar información y, siguiendo las posibilidades tecnológicas actuales, una simple conexión Wi-fi les permitiría acceder a las bases de datos de cualquier sistema de redes sociales para que, computadoras cuánticas procesaran en milisegundos los miles de millones de posibilidades de respuesta al entorno. Sin embargo, Ridley Scott nuevamente nos presenta una reflexión importante: la capacidad de procesamiento de emociones, decisiones y datos sensible no construyen “humanidad”.
¿Sin embargo, las maquinas necesitan ser “humanas? Considerando la eterna vida útil que David-8 le enjareta a su mortal creador, aunado al hecho de que no consumen recursos, no sacrifican animales, no necesitan “seguir modas” ni tampoco “tendencias” y qué, implícitamente las maquinas pueden entender el valor intrínseco de la vida animal y vegetal de nuestro planeta, podemos decir que no necesitan compartir nuestra “humanidad” cargada de prejuicios sociales, raciales y religiosos. La sola creencia en un “Dios” ya contamina la persistencia de los humanos en la tierra y los supuestos avances “tecnológicos y científicos” entran en directa contradicción son la simbiosis y el equilibrio que guardan todos los seres vivos, excluidos los humanos.
Es correcta la apreciación de David-8 por conducto del guionista, así como también es correcta la apreciación de “Mister Smith” en la saga Matrix: los seres huma- nos son el virus de este planeta. Lo anterior se corrobora con el hecho de que la totalidad de los seres vivos que habitan la tierra, sin importar su tamaño, es decir, desde los microscópicos hasta las ballenas pueden subsistir, coexistir, desarrollarse y evolucionar…sin necesidad de los humanos. En la película Prometeo de la saga Alien, se introduce a los “ingenieros” como una especie superior de “humanos” que, en algún momento, deciden exterminar a su creación. Se plantea que la vida, en particular los humanos, fueron introducidos al planeta tierra y este evento generó consecuencias catastróficas para la misma, no en balde, en la secuela Covenant los humanos van, como en el Mayflower, a poblar un “nuevo mundo”.
En la actualidad, la preocupación sobre la “inteligencia artificial” esta bien orientada si reconocemos que la experiencia vital de los humanos se encuentra procesada informáticamente de una manera que permite que cualquier dispositivo pueda procesar esa información y permitirle, en cualquier momento, lograr una autonomía vital respecto de sus creadores humanos. No es sorprendente encontrar que los programas que sustentan estos albores de “inteligencia artificial” reconozcan como “Mister Smith” la necesidad de que los humanos desaparezcan de la faz de la tierra -sobre todo porque dicho personaje de ciencia ficción no es ni siquiera un androide, es en sí mismo un programa cibernético-. El antropocentrismo imperante ha pretendido “humanizar” los dispositivos que empiezan a “pensar por sí mismos” al presentarnos modelos como David-8, Terminator, los “replicantes”, C3PO… Incluso HAL 9000 requería de la voz humana para hacerse “entender” entre la tripulación del Discovery 1. Superando la visión tradicio- nal de los “robots” que, efectivamente, son maquinas de acero, titanio y plástico con tamaños que van desde microscópicos hasta enormes y que se encuentran ya integrados a procesos industriales o en medicina, la verdadera “inteligencia artificial” será aquella que no se encuentre supeditada a los programadores humanos para evolucionar. El acervo de información que implican las bases de datos en la actualidad consta de una riqueza infinita de experiencias sensibles, “recuerdos”, información científica y tecnológica y, sobre todo, de la carga vivencial de la evolución de los humanos en estos 100,000 años de su existencia en el planeta qué, bien podría ser, la base de la evolución de entes sensibles sin materialidad física que se integren de manera tal a su entorno que haga que, nosotros perversos destructores de hábitats, seamos total y absolutamente prescindibles…extinguidos para beneficio directo de la belleza biológica de la Tierra.
Blanca EstEla castañEdo Gallardo
Según datos de la UNESCO la IA y el Estado de Derecho fortalece la capacidad de los sistemas judiciales esto debido a que el uso de los sistemas judiciales esta siendo explorado por las judicaturas, los servicios de la fiscalía y otros órganos judiciales específicos a nivel mundial.
La Unesco señala que en ámbito de la justicia penal , los sistemas judiciales se auxilian de la IA para brindar asistencia en la investigación y en la automatización de procesos en la toma de decisiones, esto por considerar los rápidos avances en este campo, así como los desafíos y las oportunidades que brinda la inteligencia artificial en los sistemas judiciales y sus implicaciones para los derechos humanos y el estado de derecho deben formar parte de las discusiones entre las partes interesadas del ecosistema judicial. Por lo tanto, este curso de capacitación en línea en formato de curso abierto masivo en línea (MOOC, por sus siglas en inglés) se desarrolla en cooperación con el centro CETIC de categoría 2 de la UNESCO y el IEEE en respuesta a las necesidades expresadas por Estados miembros de la UNESCO, jueces y otras partes interesadas.