Narrativas desde el aula de clase

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Z ÁNDE N R E SH CARLO entero Cu

HENDER HIGUERA Pintor

Narrativas desde el aula de clase El siguiente producto periodístico muestra el trabajo de los alumnos de Comunicación Social, de la Universidad de Pamplona, sede Cúcuta. Los estudiantes trabajaron el género PERFIL para dar a conocer historias de personajes que pasan inadvertidos en la ciudad, a pesar de su cotidianidad.

DIEGO BARAJAS Dibujante


CONTENIDO

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ANTONIO MONTES Dios está envejeciendo LUCHO Del amor a la maldad solo hay un paso LA FLAUTISTA MISTERIOSA Una evangelista de calle JOSE MARIA ‘El Cachones’ JEISON RODRÍGUEZ Pasos de gigante JOSÉ ÁNGEL JAIMES El eterno zapatero JESÚS SALCEDO “En la gloria de Dios”

Cúcuta, capital de Norte de Santander, guarda en sus adentros personajes que, aunque populares en algunos sectores, pocos ciudadanos los conoces. Esos hombres y mujeres que pasan la vida refundidos entre la sociedad que los admira o los rechaza viven a su ritmo, que en ocasiones se torna acelerado y en momentos calmados. Van y vienen por las calles despreocupados, viven en el mundo que eligieron y ahí gozan a sus anchas de lo que tienen. Unos, artistas, creadores, pintores, dibujantes, que tienen por universo lo que ven y sienten para plasmar la mejor obra cada día. Otros, en cambio, están sumergidos en el espacio en el que construyen vivencias que disfruta a sus anchas. El perfil permite conocer a fondo a estos seres que actúan de acuerdo con esa filosofía que aprendieron en cualquier lugar y que practican sin mirar a los lados. Estos relatos, salidos del aula de clase, busca visibilizarlos y mostrarlos en la esfera que los cubre y los protege de quienes no comulgan con su religión.


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MALUMA ¿Inspector de Policía? EDUARDO VÉLEZ CONTRERAS “Un sueño que jamás pensé cumplir” GENARO LEÓN El monstruo de las cometas ENRIQUE LERISIT El señor de los perros MARCELINA Y SU DON ¿El mal de ojo existe? SALVADOR SÁNCHEZ “El futbol es mi vida” FELIPE SANTOS ‘El capitán anti multas’

El perfil periodístico: pintar con palabras Paula Delgado celee.uao.edu.c “El perfil es un género periodístico, de forma predominantemente narrativa, cuya función consiste en contar fielmente quién es una persona de actualidad (o del común), mediante un proceso caracterizador que articula e integra acciones sobre su vida con rasgos de su carácter”. Características del perfil periodístico Es un texto centrado en la vida o en la obra de una persona. No se elabora solo de personas destacadas y reconocidas socialmente, también personas del común pueden ser objeto de este modelo periodístico. Es un relato de información que mantiene el equilibrio entre lo positivo y lo negativo del ser humano objeto del texto. Requiere de un trabajo previo de reportería, entrevistando no sólo a la persona sobre la cual se escribirá el perfil, sino de personas cercanas, tanto opositores como observadores y seguidores. Un buen perfil cuenta con picos emocionales, escenas, problemas y soluciones. También desarrolla temas, bloques temporales y puntos de vista. Es esencial combinar la narración con la descripción y el diálogo.


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PERFILES

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Carlos Hernández. Una vida, mil historias por contar

No es usual iniciar un día en una de las ciudades más calurosas, con un clima frío y tranquilo, lejos del estrés y del sonido insistente de los carros. Los conductores, desesperados, suplican en cada semáforo el verde para llegar lo más pronto al siguiente paradero. Ese miércoles, amaneció con otra cara, parecía una mañana fresca y con brisa que entusiasmaba a salir para recorrer las calles en procura de cumplir una cita especial con ese personaje que haría hacer volar la imaginación y soltar estruendosas carcajadas.


PERFILES El destino final era el barrio Torcoroma (Cúcuta). Al llegar, llama la atención la casa adornada con calabazas, en señal de que está cerca el Halloween. Unos angelitos en piyama se acercaban a los padres, uno tras de otro a cada minuto. Esperaban al hombre que los alegraría esa mañana. De repente, hacia las 7:30 de la mañana, apareció un taxi. Del vehículo descendió un hombre apuesto, simpático y elegante, con lentes pequeños y bigote canoso. A la vista reflejaba 60 años. - Buenos días, Carlos Alberto Hernández - dijo una de las mujeres que se encontraban allí. Le dieron la bienvenida con una taza de café y por su expresión se notó que le gustó y pidió más. Es un hombre alto, de ojos café. Llegó al Instituto Pedagógico San José de Torcoroma para contar historias basadas en enseñanza e identidad cultural. La primera narración empezó… “Vivían en el pueblo de Santo Domingo, dos Domingos, uno bueno y otro malo…”. Los niños se concentraron y quisieron saber más. Carlos Alberto Hernández Batista es contador de historias, el término cuentero no es de su agrado. El 10 de septiembre de 1959, abrió los ojos por primera vez. Eddy María, su mamá, sabía que había traído al mundo una creación divina.

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La alegría de los niños es tener el autógrafo del personaje, y Carlos Hernández les cumplió ese sueño. Los primeros años los vivió en el barrio El Contento. Al pasar el tiempo creció el potencial narrativo y decidió ingresar a la Universidad Francisco de Paula Santander. En diciembre de 1988, era promotor cultural. “Fue un aborto”, porque sería la primera promoción y la última de ese programa en la UFPS.


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PERFILES

CARLOS HERNÁNDEZ, el cuentero.

La situación en la ciudad no estaba fácil y lo llevó a decidir irse para Mérida (Venezuela) unos años. Allá era conocido como ‘Carlos café’, porque hacía uno que otro trabajo artesanal. Este hombre es amante del arte y de la vida, aunque diga que ese pájaro quiere volar a otro mundo. Es reservado al hablar, no le gusta conversar sobre su vida, porque nadie le debe importar lo que haga. Esta manera de pensar no impidió descubrir su esencia cultural ni sus gustos musicales. No dudó en decir que la música colombiana es maravillosa y hay que entender lo que realmente puede llamarse música. La del maestro Jorge Velosa no le incomoda, y tarareó ‘Julia, Julia, de mi amor’. Los inicios como contador de historias se remontan a los años 80 del siglo 20, cuando animaba fiestas y bautizos. Por medio de las narraciones contaba la identidad cultural y las raíces de los pueblos. Una de las experiencias más bonitas la vivió en Andalucía (Caldas), donde participó en el Festival Internacional de Teatro 25 años.


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PERFILES

En Villa de Leiva tuvo la oportunidad de compartir con Alberto Salcedo Ramos, cronista reconocido del país. En ese viaje aprovechó para mirar qué podía representar en un personaje que estaba en construcción para Norte de Santander y sobre el café. Mientras caminaba por las calles, un sombrero blanco le llamó la atención y lo compró. Esa prenda le ha servido para presentar en Bogotá el personaje en la exposición del café. Ese recuerdo lo hace sentir feliz. Ha tenido reconocimientos departamentales como mejor contador de historias. Es autor del libro ‘Los elementos de la voz’ y conferenciante en seminarios sobre habilidades de expresión oral. Es concejero cultural en Los Patios, donde vive solo. Mientras, la mamá continúa en el barrio que lo vio crecer. Es formador de valores culturales en niños y jóvenes, y seguirá en esa labor con mucha luz. - No hay que maldecir la vida, hay que aprender de ella - dijo Hernández. Así, el ultimo vaso de bebida terminó y también el recorrido por Torcoroma, un bello barrio de la ciudad. Quedan los cuentos, las risas y las enseñanzas que dejó Carlos Alberto Hernández Batista no se olvidarán. Es formador de valores culturales en niños y jóvenes, y ANDREA BAUTISTA - CC.co seguirá en esa labor con mucha luz.


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Frases, versículos y pasajes bíblicos son escritos a mano

Gustavo Montes. Dios está envejeciendo Letras que, juntas forman frases bíblicas, versículos o pasajes, escritas a mano con témperas, permanecen en el interior de una casa, de El Zulia, hace 25 años. Algunas palabras resaltan más que otras por tener un color diferente debajo. Lo cierto es que no todas llevan mucho tiempo, porque son borradas con pintura marrón para escribir nuevas. Antes de saber qué oraciones estarán en las paredes, toma la Biblia, periódicos eclesiásticos y folletos de los testigos de Jehová para subrayar qué escribirá.uito de texto


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Es curioso ver que en muchas alabanzas el nombre de Dios es remplazado por el de Gustavo. Por ejemplo, “Gustavo es el altar”, cuando en realidad debería ser “Dios es el altar". Este hombre que se autoproclama Dios en el hogar, tiene 75 años, mide 177 centímetros, el cabello es negro, la piel blanca bronceada, de contextura gruesa y mirada perdida. Viste pantalones rojos cortos, calza sandalias negras acompañadas de medias grises y no lleva puesta camisa. Nació, el primero de diciembre de 1944, en El Zulia, donde vive. A los 23 años, empezó a trabajar como maletero en la Terminal de Transportes de Cúcuta; luego, pasó a vender lotería en las calles, y tiempo después, la madre le dejó en herencia un terreno en el barrio El Triunfo, diagonal a la Alcaldía. Al entrar a la casa se ve la sala vacía, solo una carretilla vieja, recostada contra la pared aparece a manera de mueble. El techo es de láminas de zinc; el piso, en gran parte, es de cemento. Su habitación queda al respaldo de la pared que divide la sala y el patio. No tiene servicio de energía eléctrica, por seguridad y para no electrocutarse al jugar con los cables. Lo que le da vida a la morada es la decoración con oraciones escritas en colores y diversos tamaños. Ama la privacidad, permanece solo y encerrado. Al llegar a los 30 años, ninguno de los familiares pensó en que heredaría la enfermedad que afectó al abuelo, esquizofrenia paranoide. Una de las principales consecuencias es que afecta la personalidad d el individuo, y las áreas de la sicología. Lo llevaban seguido al hospital y al siquiatra para que lo atendieran de los ataques que le daban. Poco a poco fue recuperándose y convirtiéndose en Dios. “He venido al mundo, porque está en su perdición”. Gustavo ama la privacidad, permanece solo y encerrado.


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En secreto, sin decir que era Dios, se sentaba en las últimas bancas para ver a los que ese día iban al templo.

Continuamente, visitaba la iglesia. En secreto, sin decir que era Dios, se sentaba en las últimas bancas para ver a los que ese día iban al templo y se fijaba cómo los fieles le cantaban y lo adoraban. Escuchaba cómo le hacían peticiones. Al salir de misa sentía felicidad al ver cómo algunos alcanzaban la salvación. Afirmó con total autoridad que “no rezo, a mí me rezan”. El hermano Antonio Montes, de 64 años, de piel morena, cabello blanco, 2,0 metros de estatura y contextura delgada,

Está al tanto de la comida y la salud, y le compra las témperas. Un día, se fijó en que su hermano tropezaba seguido y tardaba en tomar cualquier objeto. Los resultados, tras una prueba, es que tenía cataratas en los ojos. “Hace 8 meses no puede asistir a misa. Además, le quité las pinturas y la Biblia para que no forzará los ojos, hasta que lo operen”.


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Antonio Montes contó la anécdota cuando llegó un sacerdote a tomar agua de coco a un negocio al lado de la casa de Gustavo. Al verlo, entró a la casa, llenó un balde con agua y lo vertió sobre el padre. Antonio le preguntó por qué había sido grosero y Gustavo le respondió, porque “se cree más que yo, porque es sacerdote y no se fija que soy Dios”. Odia a la familia Mogrovejo, que vive a una cuadra de distancia y cada vez que se golpea corre a decirle a Antonio que alguno de ellos lo lastimó. Yulitza Mogrovejo aseguró que prefieren no pasar frente a Gustavo para evitar inconvenientes. Además, no Lo que le da vida a la morada es la decoración con oraciones escritas en colores y diversos tamaños. entiende por qué los acusa de lo ocurrido. Antonio sabía que inventaba esas historias. Antiguamente, atacaba a los que veía pasar, porque creía que hablaban mal de él y escuchaba voces. Estos son síntomas de la enfermedad. Hace 20 años, a veces pierde la mirada y el hilo del tema de conversación. Tiene momentos de comportamiento agresivo y ofensivo. Tratarlo con respeto es la mejor opción para que no tome una actitud violenta. Desea volver a practicar la única actividad que lo hace feliz, escribir la palabra bíblica en las paredes. “Ojalá todos mis fieles llenaran sus casas con mí escritura sagrada”. Antonio quiere verlo envejecer y descansar en paz en donde habita. JHON ARBENIS GALVIS IBARRA - CC. Al entrar a la casa se ve la sala vacía, solo una carretilla vieja, recostada contra la pared aparece a manera de mueble.


JEISON RODRร GUEZ

El cuarto hombre mรกs alto del mundo vive en la frontera


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A los 12 años, medía 2,12 metros y calzaba 50.

Próximo a cumplir 8 años, Jeison se percató de que su estatura era igual o superior a la de su padre. Medía 1,72 metros y los pies eran más grandes que los de los amigos, con quienes a menudo comparaba el tamaño y sobresalía por varios centímetros. El nacimiento fue normal. Midió 51 centímetros y pesó 4,5 kilos. Las primeras ocho primaveras llegaron acompañadas de fuertes dolores de cabeza, que marcaron el comienzo de la enfermedad. A los 10 años, los huesos le traqueaban y los quebrantos eran frecuentes.

A los 12 años, medía 2,12 metros y calzaba 50. Los médicos detectaron que padecía de acromegalia, acompañada de gigantismo, como en dos por uno. "Era el más alto de mis compañeros. Los zapatos me duraban una semana y media. Les rompía la parte de adelante y me dolía mucho, así que usaba cotizas”. ‘Manoplas’, ‘Gigante’, ‘Patón’, ‘Torre’, fueron algunos de los sobrenombres que recibió por parte de los compañeros en tercer grado. “Me decían muchas cosas feas, me trataban mal, me caían a golpes”. Pelear hizo que ganara respeto y admiración entre los demás niños. Cuando lo molestaban era agresivo. Los maestros creían que padecía problemas sicológicos. Le hicieron una prueba con 300 preguntas, y sacó cien sobre cien. Solo ha tenido una pelea en la vida, porque no puede controlar las fuerzas. “Soy como el agua, tranquilo, pero cuando llega la tormenta, nadie me para”. Lo disgusta que le hagan algo a la familia o que interrumpan la tranquilidad de un niño. Nació en el seno de una familia humilde, el 16 de octubre de 1995, en Maracay (Venezuela). Los padres lo criaron con valores cristianos, le han enseñado la importancia y el valor del mundo. “Le dijimos que iba a ser famoso. Pero no como los famosos de dinero, porque no tienen a Dios en el corazón. Famoso de amor, de bondad, de esperanza”, dijo el orgulloso padre Jairo Rodríguez.


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En la escuela se sentía mal, tanto que perdía el conocimiento. Gracias a Dios y al apoyo familiar ha logrado aceptarse como es. “Cuando me decían cosas malas lo que hacía era respirar y respondía con una sonrisa”. Recalcó la importancia de vivir la vida con alegría y entusiasmo, pese a las adversidades. “He pasado unas vivencias que a nadie se las deseo, a nadie”, afirmó Jeison. A los 12 años, dejó la escuela. Lo internaron en el hospital y estuvieron a poco de operarlo de la glándula pituitaria. “Me tenían en el quirófano y de repente llegó la doctora como una bendición. Dijo que no me operarán, porque si lo hacían quedaba en estado vegetativo o podía morirme”. En el barrio donde se crió abundaban las drogas y las malas compañías. El primer trabajo lo desempeñó a los 15 años, se trataba de recoger botellas en la calle, en la bicicleta rosa que le regalé el padre. En oportunidades llegaban los amigos con pistolas y drogas a invitarlo a seguir esos pasos. Por esta razón, en la actualidad hace parte de la ‘Campaña gigante contra la explotación sexual y comercial de niños y adolescentes, y no a las drogas’, que adelanta la Policía de Infancia y Adolescencia de Cúcuta. La sociedad lo ve como un ícono y orgullo venezolano. Los padres, como el ‘bebé Gerber’, en alusión a las compotas. El rostro y las actitudes son los de un jovencito que todavía parece no acostumbrarse a la desmedida atención que despierta cada vez que sale a la calle. “Las personas, a veces, parecen no ser conscientes. Duro hasta dos horas parado tomándome fotos”. El pie derecho mide 41,1 centímetros y el izquierdo, 36,06 centímetros. Cuando no encontraba zapatos en Maracay, utilizaba sandalias hechas de llantas viejas y de tela para llegar a la escuela o a otras citas. Georg Wessels, dueño de una fábrica de zapatos en Alemania, creó los nuevos zapatos de material, diseñados solo para Jeison. ‘Manoplas’, ‘Gigante’, ‘Patón’, ‘Torre’, fueron algunos de los sobrenombres que recibió por parte de los compañeros.


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El primer par lo diseñó en el 2011, cuando viajó a Venezuela. Al encontrarse le dio la noticia que tenía los pies más grandes del mundo. “Georg se llevó mis sandalias a un museo que tiene en Alemania y me puso zapatos nuevos”.

El mayor logro es haber obtenido el Guinness World Records, en el 2014. Jeison es el cuarto hombre más grande del mundo y el primero de Latinoamérica. Mide 2 metros con 36 centímetros.

Trabaja como carretillero en la frontera y con lo que le ayuda la gente y que se rebusca compra las pastillas, porque las inyecciones valen 4,5 millones de bolívares, precio inasequible a los recursos económicos de la familia.

“Las inyecciones me ayudan a regular las hormonas de crecimiento, la glándula pituitaria. Tengo 4 años que no me las aplico y eso hace que crezca cada vez más”. Se considera exitoso y ha tenido la oportunidad de conocer celebridades del mundo y viajar por Francia, Holanda, Alemania, Roma e Italia. Tiene grandes ambiciones. Quiere convertirse en chef reconocido mundialmente y si eso falla volverse estrella de cine. Le encantaría ayudar a quienes sufren de anomalías y cuidar de niños y embarazadas. Es honesto, respetuoso y no dice malas palabras. JASBLEIDY JAIMES - CC.co


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José Ángel Jaimes.

El eterno zapatero

A pesar de la larga edad aún labora con calidad y entusiasmo.

Una aguja, hormas y otros implementos han acompañado, desde los 12 años, a José Ángel Jaimes, zapatero que hoy reside en Los Patios y que a pesar de la larga edad aún labora con calidad y entusiasmo. De niño, comenzó como ayudante, por iniciativa de su padre, que a pesar de ser obrero de construcción pagó por el aprendizaje del hijo. Fueron 10 años de esfuerzo y dedicación. Es amable, respetuoso y honesto. Trabaja en el porche de la casa, en el barrio 11 de Noviembre, donde tiene arrendada una pieza. Sentado en la desgastada silla de oficina, cubre las piernas con una bermuda que lo protege de pinturas, pegantes y demás materiales que utiliza a diario. Tiene 82 años y quienes conocen de su trabajo llegan desde Cúcuta en busca de sus servicios. Nació en la Loma de Bolívar, criado y educado por su padre, es uno de los primeros habitantes de ese barrio y de los primeros en construir casa allí. Su madre Ernestina Cáceres de Jaimes murió hace 60 años. El gusto por ir a la escuela no era mucho. Una vez lo llevaron a la escuela y se desmayó al entrar.


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Vivía traumado, porque los amigos le contaban que los profesores les pegaban a los alumnos con reglas. Desde entonces nunca volvió a un claustro educativo e incluso evadía pasar por allí cuando vendía pasteles y morcillas. A las 8:00 de la noche, se iba a un punto específico del barrio con seis timbos a hacer la fila para obtener agua. Esperaba hasta las 2:00 de la mañana, cuando el padre llevara los recipientes llenos a casa. A las 5:00 de la mañana, se levantaba y salía a vender arepas. Después, se dirigía al mercado a comprar el menudo para hacer las morcillas que vendía en la tarde. Llegaba a las 9:00 de la mañana, se tomaba una changua con yuca asada y sin reposo emprendía camino a vender pasteles. Finalizado el oficio, le llevaba el almuerzo al padre, quien laboraba en construcción en el barrio Colsag. El largo recorrido lo hacía por potreros para llegar a la hoy conocida Avenida Guaimaral.

Todas las mañanas, atiende en la esquina de la calle 21 con avenida 7 del barrio 11 de Noviembre, en Los Patios.

No tuvo una infancia normal. Salía de una tarea para meterse en otra y al atardecer, luego de vender las morcillas, regresaba al taller a practicar con aguja, pinzas y martillo lo que ahora, todas las mañanas, lleva a cabo en la esquina de la calle 21 con avenida 7 del barrio 11 de Noviembre, en Los Patios.

Una tarde de 1955, a los 22 años, fue reclutado por el Ejército y se convirtió en el primero de la familia en prestar el servicio militar. No recuerda dónde cumplió el periodo de entrenamiento; en cambio, sí tiene presente que los días como escolta y soldado los vivió en Pamplona y Socorro (Santander).


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Treinta meses de servició lo encaminaron a la nueva vida, situándolo en Bucaramanga. Allí, “cometí el peor error, papá”. Con sentimiento de culpa y arrepentido dijo que cayó en manos de una mujer. En una feria de la Ciudad Bonita, influenciado por una amiga, entabló relación con la hembra que lo cautivó, se casaron y tuvieron tres niñas y un varón. Se las ingenió para abrir un restaurante y, poco a poco, con trabajo, unión y sazón creció. La especialidad era la lechona tolimense, que aprendió a preparar. El negocio prosperó al punto de tener seis empleadas y una acabó con el matrimonio. “La embarré mano. Hoy me pesa, pero qué se puede hacer”. Arrepentido, se dirigió a Los Patios con cuatro hijos y separado. Empezó a trabajar en un taller de zapatería en Cúcuta, cerca al monumento del Indio Motilón. Las dificultades fueron tantas que no tuvo tiempo para mirar a otra mujer y recomponer el estado sentimental. Crio a los hijos hasta cuando el menor tenía 12 años y la mayor 16. La exesposa Ana Cecilia volvió, luego de 10 años, con el objetivo de llevarse a los hijos a España. Agradeció el esfuerzo del hombre por haber formado y mantenido a los niños durante tanto tiempo.

Con sentimiento de culpa y arrepentido dijo que cayó en manos de una mujer.

“La embarré mano. Hoy me pesa, pero qué se puede hacer”.


José jugó fútbol en Los Patios, lo llamaban ‘El cucho’, por ser el veterano del equipo. En la vida tuvo otras recaídas leves. El gusto por el baile y la fiesta no fue una prioridad. Durante los últimos 30 años se ha dedicado a la zapatería y al cuidado de abuelos. Estuvo pendiente de su hermana y de un hombre, en Guaimaral. Tendía las camas, los bañaba, los acompañaba y dialogaba con ellos, sin llegar a tratarlos como seres inservibles. También, cuidó de su padre, que quedó paralitico. “Un día, le estábamos dando el desayuno. Lo sostenía con mis brazos para que comiera, cuando en un momento puso la cabeza sobre mi pecho y murió”, dijo con la voz Nació en la Loma de temblorosa y los ojos llorosos. Aspira a tener un lugar para cuidar Bolívar. Fue criado y educado abuelos, brindarles aprecio y buena atención. La exesposa le ha propuesto por su padre. Es uno de los primeros que le presta dinero, pero no sabe habitantes de ese cómo proyectar esa idea. Le barrio y de los pide a Dios que si el destino lo golpea primeros con una enfermedad, que los que lo rodean tengan el mismo cuidado y en construir casa allí. cariño que tuvo para con los abuelos que ha acompañado.

JHON MORANTES

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Jesús Salcedo

“En la gloria de Dios”


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Nació en Puerto Rico, el 8 de octubre de 1998, y a pesar de que esa es su nacionalidad no tiene recuerdos claros de ese país.

Jesús Salcedo, puertorriqueño de nacimiento y criado en Venezuela, canta para ganarse la vida y habla “para entonar alegría”. Cúcuta, a la 5:00 de la tarde, es como Bogotá en la hora pico. El ruido de los cláxones de las busetas, el humo negro carbón de los vehículos, los vendedores ambulantes que gritan con todas sus fuerzas para vender el último dulce, hacen parte del caos en calles y avenidas. En medio de la bulla, el ruido y los gritos, a lo lejos se escucha algo que contrasta con el desastre. Una voz melodiosa, acompañada por una guitarra afinada en quinta bemol, entona la canción que inspira rabia y decisión. El cantante, Jesús, de 1,75 metros de estatura, pelo largo, negro y mojado, pantalones azules y rotos, y camisa sin botones. La guitarra roja, de madera, y cuerdas de nailon, es la compañera de guerra y de vida; es el medio para un fin: sobrevivir. Entre canción y canción, cuenta cómo terminó aquí y cómo pasó del segundo semestre de ingeniería de sistemas a interpretar ‘La gloria de Dios’, de Ricardo Montaner, cada vez que el semáforo detiene los vehículos.


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Nació en Puerto Rico, el 8 de octubre de 1998, y a pesar de que esa es su nacionalidad no tiene recuerdos claros de ese país. Es más venezolano que puertorriqueño. A los 3 años llegó a Venezuela con la mitad de la familia: la madre, un hermano mayor y sin el padre. Este hecho lo ha marcado, porque su padre era “el amor y el odio en su vida”. Al recordar la niñez se retrotrae a los 8 años, en la calurosa Maracaibo. La cancha de barro que construyeron frente a la casa se volvió el segundo hogar y el balón su pasión. La vida trascurrió así, corriendo detrás de la pelota con la esperanza de que entrará alguna vez en el arco contrario. Los siguientes ocho años los vivió junto a Pacho, el hermano menor, el mayor cómplice, no solo de las travesuras, sino para cumplir los sueños. A los 16 años, entró a la universidad. La madre tenía la cualidad de ponerle los pies en la tierra. Sabía que del fútbol no comería, sino del conocimiento y de la preparación académica. Los números, las fórmulas y los códigos son sus preferidos. En la universidad destacó entre los mejores estudiantes, con promedio que le alcanzaba para ayudar financieramente a la madre. La educación era un gasto menos y un orgullo más, aunque más adelante se convirtió en frustración.

La guitarra roja, de madera, y cuerdas de nailon, es la compañera de guerra y de vida; es el medio para un fin: sobrevivir.


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Empezó a trabajar a los 16 años en restaurantes, bares y en los oficios en los que un buen universitario, laboralmente, sobresale.

Antes de migrar a Colombia por la crisis humana que afronta el país vecino, había tomado una de las decisiones más difíciles para la vida, declararse independiente. Empezó a trabajar a los 16 años en restaurantes, bares y en los oficios en los que un buen universitario, laboralmente, sobresale. Por haber tomado esa decisión a temprana edad, la crisis en Venezuela no le pegó duro. Desde tiempo atrás afrontaba la vida con responsabilidad, dedicación y esfuerzo. Sin embargo, lo que ocurre en su país no solo le quitó los estudios, sino la familia. Ahora, intenta cubrir, cada día, esos

vacíos con fe en Dios y en la religión, que se han convertido en su cubierta y su salida para seguir en pie. ¿Cuándo entra la música en la historia de Jesús? Pues, no tiene historia, porque hasta ahora empieza a escribirla. Al llegar a Colombia conseguir empleo resultó complejo y decidió sobrevivir por otros medios. Ahí aparece la música. Conoció a cinco pelados que trabajan cerca donde labora. Con observación, apuntes y práctica ha logrado convertirse, en tiempo récord, en intérprete con estilo propio, el rap. Escribe poemas y canciones de amor, guerra y paz.


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Tiene sentido de pertenencia para con su país y le canta a cada instante. Militó en un partido político que le dio profundo amor por la prosperidad y el orden venezolanos. Sentado espera el nuevo cambio del semáforo que le marca la entrada al concierto que hace a cada momento, durante muchas horas. Aún es joven y puede soñar que alcanzará lo que anhela. Entre las múltiples aspiraciones está estudiar música profesional. Ha decidido que dejará la ingeniería de sistemas para abrirles espacio a las melodías, porque es lo que realmente lo apasiona. JUAN SEBASTIÁN LAGUNA

La educación era un gasto menos y un orgullo más, aunque más adelante se convirtió en frustración.

Anhela llegar a España con la música e interpretar ‘Victoria’, composición que considera un hit. Un amigo de la infancia lo espera el país ibérico. Anhela traer a la familia desde Venezuela y darle comodidad y tranquilidad, permitir que el hermano menor no abandone los estudios y que la madre recupere la paz que la caracterizaba. Canta una canción más y decide volver a entre las busetas, erguido y con la frente en alto para dar otro concierto con su guitarra, su voz y su estilo. Pese a que cambiará de semáforo durante la semana y el panorama se ve agotador esta decidió a cumplir los sueños, las metas y los anhelos “en la gloria de Dios”.


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A las 4:00 de la mañana, Maluma sale a trabajar. Tiene al cuidado cuatro CAI en Cúcuta, Los Patios y Chinácota. En la noche o en días de descanso, canta. Sentado en las afueras de un gimnasio de Los Patios, espera la salida de la hija del jefe William Villamizar, para salvaguardarla de cualquier peligro. Mientras la joven termina los ejercicios, Maluma observa a quienes entran al establecimiento. Tiene la mirada perdida y los parpados denotan cansancio. Viste pantalones y camiseta deportiva grises, franelilla negra y zapatos blancos. Esa noche recordó el día que viajó de Medellín, lugar donde nació hace 21 años.

Añadir un poquito de texto

Maluma ¿inspector de Policía?

Los padres y los hermanos se quedaron en la ciudad de la eterna primavera, no quisieron conocer la capital del pastel de garbanzo. En Cúcuta vive con la abuela, quien está orgullosa del trabajo que cumple y lo espera para darle de comer. No le gusta que lo llame cuando está en cumplimiento del deber, porque las mujeres con las que comparte el día son celosas y cansonas. Maluma tiene un objetivo claro y las mujeres no están en ese paseo. “Uno trabaja y hace los deberes, después, uno puede ver a la mujer, la novia o lo que tenga. Si debo esperar 15 días para verla, espero. El deber me llama y eso es lo importante”. A los 8 años, descubrió su carisma artístico.


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A los 8 años, descubrió su carisma artístico.

Hoy, ofrece conciertos en Cúcuta, acompaña los cumpleaños o los festejos de la ciudad. Mide 1,70 metros, lleva el cabello teñido en rubio con rayos azules, largo en la parte superior de la cabeza y rapado a los lados. Está peinado al estilo ‘lamido de vaca’. La lluvia se insinúa. Maluma decide acabar la conversación y propuso un segundo encuentro en la sede de la Gobernación de Norte de Santander, su otro lugar de trabajo. No siempre está en tarima, escribiendo las letras de las canciones o en plan de conquista.

También, es inspector de Policía y ejerce esa función desde el palacio de la Cúpula Chata. El nombre real es Luis y pocos lo saben. No le gusta estar atado a nada y la libertad es su mayor ambición. No le gusta que lo manden y cada palabra que sale de la boca la dice con seguridad y firmeza. Le encanta visitar a los amigos para comentarles lo que hizo en el trabajo y hablar sobre temas de interés.

Es apasionado por la política, dice que los jóvenes deben ejercer el derecho al voto, porque obtienen beneficios y serán los protagonistas del futuro. Le disgusta lo que murmuran del alcalde de Cúcuta, César Rojas y lo tiene clasificado como un hombre diferente, amable y respetuoso, que le cuenta experiencias que nunca esperó que le confiara. Para ser el inspector de Policía prestigioso que es pasó por muchos trabajos. “Fue duro, pero lo importante es lograrlo y aquí estoy”. La mirada acusa fatiga y de la frente bajan gotas de sudor. Sin pudor las limpia con la mano derecha.


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Quiere llegar a ser coronel de la Policía, inspirado en el ejemplo de su jefe Rodolfo Palomino. Los compañeros de la institución le permiten estar a gusto en el puesto de trabajo, así al final termine destrozado.

Primero fue servidor público, después mensajero y luego subcontralor de Norte de Santander. El tiempo que lleva en los cargos ha sido grato, se siente a gusto y espera seguir ese sueño. Cumplirle a la comunidad es el deber más grande como inspector de policía. Ubicado en la esquina de la avenida 5 con calle 13, ronda los parqueaderos de la Gobernación. Luce camisa de vestir manga corta de cuadros azules con blanco, pantalón de dril ajustado con correa y corbata. El respeto es el mayor valor para Luis y ha notado que los cucuteños no se burlan tanto de su función. Ahora, el cariño de la gente es motivación para trabajar y luchar por la ciudad. Ahí está para ayudar y velar porque haya seguridad en las calles.

El nombre real es Luis y pocos lo saben. No le gusta estar atado a nada y la libertad es su mayor ambición.


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Maluma tiene un objetivo claro y las mujeres no están en ese paseo

No opina acerca de la crisis humanitaria que afronta el departamento por la llegada de migrantes, no quiere sonar xenófobo y tampoco excluir a “los nuevos habitantes”, como los llama. Tampoco quiere tener conflictos con nadie. La mirada somnolienta y despistada deja ver los ojos aguamelados, que resplandecen al hablar del trabajo.

Eso es Luis o Maluma, como lo llaman. Un hombre que no se cansa de vivir al límite. Sin importarle el qué dirán trabaja como inspector de policía, aunque la gente diga que es mentira. No deja de madrugar para asistir a la Gobernación y continuar en el mundo que imagina y disfruta. KARIME POVEDA


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Manuel Dolores. Una esperanza que no se pierde La mañana del 9 de septiembre de 1971, llegó el anhelado nacimiento del tercer hijo de María Clementina Vargas. Mientras la partera atendía el alumbramiento en una habitación de la casa, el esposo y demás familiares esperaban en la sala. Querían escuchar el llanto del bebé al momento de nacer. Ansiosos y nerviosos, pero al mismo tiempo felices y deseosos de conocer al nuevo miembro de la familia, aguardaban con paciencia el trabajo de parto. A las 10:00 de la mañana, a lo lejos, escucharon el anuncio de la llegada de la criatura. El papá corrió para ver al hijo. Era varón, de piel blanca, cabello negro y pequeño como un peluche de felpa.

Manuel Dolores Ríos Vargas estaba ahí para alegrar y motivar el hogar. Nadie podía imaginar lo que años después ocurriría con ese niño. Vivió la infancia en La Gabarra (Norte de Santander). Allí creció entre los familiares y mostró el gusto por el trabajo. “Era un niño normal, sin problema o discapacidad, era alegre y trabajador”, dijo María Clementina. A los 20 años, era de contextura gruesa, medía 1,71 metros y guapo. A esa edad empezó a sentir dolores extraños en la cabeza. “Trabajaba en La Gabarra y salía cada fin de semana a los bares. En una de esas salidas una mujer se enamoró de mi”.


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Muchos especulaban que Manuel tenía problemas mentales, que se había vuelto loco, que estaba poseído por espíritus y que le habían hecho brujería. Hoy tiene 48 años, es de piel morena quemada por el sol, porque deambula por el barrio Nuevo Horizonte, en Cúcuta. Los habitantes no conocen por qué se la pasa en la calle o por qué se inclina a orar en cada templo católico que encuentra en su caminar. “Cuando la señora me contó que estaba enamorada de mí y que quería tener algo serio conmigo, me asombré. En ese entonces estaba joven, tenía 20 años, y lo que hice fue contestarle que no quería nada con ella, que quería estar solo”. A partir de ese momento cambió la vida. Empezó a ser agresivo y nadie encontraba una explicación. Lo llevaron a un centro de salud y no les dieron resultados. El papá, en aquel tiempo, tenía recursos y decidió pagar a uno de los mejores brujos para que le dijera que tenía el hijo. Viajar a encontrarse con el hechicero y les dijo que “a Manuel le hicieron brujería. Aquella mujer que rechazó le dio un bebedizo y enterró un objeto diciendo que si Manuel no era para ella no sería para nadie. La única manera de que vuelva a ser como antes es que esa mujer desentierre la brujería”, relató Evelia Vargas, hermana de Manuel. Decidieron buscar a la mujer para pedirle que remediara aquella maldad, pero esa mujer había desaparecido.

Manuel Dolores Ríos Vargas estaba ahí para alegrar y motivar el hogar. Nadie podía imaginar lo que años después ocurriría con ese niño.


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En el momento que el joven enfermó los padres se mudaron a Cúcuta. Tiempo después los médicos le diagnosticaron esquizofrenia y hoy tiene que tomar dos pastilla diarias. Aunque tiene dificultades para hablar, y a pesar de llevar 28 años con la enfermedad o brujería, es alegre y ha dejado la agresividad.

Vuelve a casa a la hora de almorzar o cenar, se cambia de ropa y sale a caminar mientras llega la hora de dormir. Viste sudadera gris con camisa azul, pantuflas negras y lleva la biblia debajo del brazo izquierdo. Se inclina en la mitad de la calle y empieza a orar.

Los habitantes no conocen por qué se la pasa en la calle o por qué se inclina a orar en cada templo católico que encuentra en su caminar.

Sale de casa a las 7:00 de la mañana a caminar por el barrio, pide monedas y cigarrillos, y ora en la calle cada vez que quiere. La familia dice que los ataques le dan son producto de la brujería y que tiene muchos espíritus que lo persiguen. La mujer que ocasioné el daño murió. Los familiares especulan que Manuel no tendrá remedio y que quedará así hasta la muerte.

Esta acción ocurre en cualquier momento o en medio de cualquier actividad u oficio. “No le gusta que lo manden a bañar o que esté en la calle y le digan loco. Cuando lo tratan así se vuelve agresivo y reacciona contra quienes le gritan”, dijo la sobrina Sindy.


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Manuel habla incoherencias cuando le dan ataques y empieza a decirle a la gente que va a comprar una finca, una casa, un carro, que va a viajar y que va a tener mucha plata. Aunque la gente se burla y le dice loco, la familia se ríe al escuchar las mentiras que dice la gente. El papá, en aquel tiempo, tenía recursos y decidió pagar a uno de los mejores brujos para que le dijera que tenía el hijo. A la mamá le da tristeza ver en lo que el hijo se convirtió, después de ser un niño y luego un joven lleno de felicidad y humildad. “Solo espero que Dios haga su voluntad y si es de llevárselo que se lo lleve, o si es de sanarlo lo sanará. No quiero que sufra”, afirmo María Clementina Vargas. KATHERIN DAYANA BARRERA

Vuelve a casa a la hora de almorzar o cenar, se cambia de ropa y sale a caminar mientras llega la hora de dormir.


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Jesús Eduardo. Un 'gato' sin Barrera


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A veces héroes, en otras ocasiones villanos; siempre criticados y con una de las profesiones más duras y desagradecidas que existen. Esa es la realidad de los árbitros de fútbol. Los jueces de este deporte que controlan los partidos y sancionan a aquellos que violan el reglamento en el campo de juego. Las tierras rojinegras no solo han sacado grandes futbolistas, como Germán González, Rolando Serrano, Braynner García, Gilberto Ramírez, Rubén Darío Bustos y, el más famoso, James Rodríguez. La Perla del Norte también ha dado luz a excelentes árbitros. Un caso es este personaje de 62 años, nacido el 8 de junio de 1957. Siempre movido por su pasión, el fútbol, quiso ser futbolista y la vida le tenía preparados otros planes.

En Corral de Piedra comenzó la próspera carrera de 10 años mientras impartía justicia en los escenarios colombianos.

Jugó divisiones menores con el Cúcuta Deportivo, se graduó de contador público y fue empleado de Telecom. Se considera justo, honesto y bendecido, porque hizo parte de la época ‘dorada’ del balompié nacional. Apodado ‘Gato’ por la hermana, empezó a demostrar los dotes de felino en el fútbol cuando joven.

Logró cinco anotaciones, que no fueron solo una anécdota, sino que lo ayudaron a conseguir trabajo formal. “En la cancha del 20 de Julio me llamaron para jugar. Ganamos 50, marqué todos los goles y al día siguiente estaba firmando contrato con Telecom”.


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Tras varios años de labores, decidió volver al lugar donde era feliz, el fútbol. A los 27 años, tomó la decisión de formarse para ser árbitro. En Corral de Piedra comenzó la próspera carrera de 10 años mientras impartía justicia en los escenarios colombianos. Uno de esos momentos que recuerda con cariño, es el primer juego que dirigió como profesional. Alianza Petrolera y Rionegro se enfrentaron en Barrancabermeja. Este hombre de piel morena, pelo corto y estatura promedio, no escatimó en dar buenas actuaciones que lo llevaron a cumplir 103 partidos arbitrados, 16 en segunda división y 87 en la máxima categoría colombiana. “Un juez llega a pitar casi 300 compromisos en la carrera. Solo estuve como profesional 4 años y en momentos claves de una gran época en el país”.

A pesar del buen rendimiento, no pudo asentarse como central y llevó la mayoría de la carrera como juez de línea.


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Se caracteriza por gustarle la justicia fuera y dentro del deporte

A pesar del buen rendimiento, no pudo asentarse como central y llevó la mayoría de la carrera como juez de línea. Tampoco contó con suerte en los sorteos para ser el principal de los partidos. Para subsistir, siguió en la Empresa de Telecomunicaciones y se jubiló, hace unos meses, al cumplir 62 años. El temperamento en la cancha, la constancia y la pasión llevaron a este oriundo del barrio San Luis a ser llamado para el diplomado que llevó a cabo la Fifa en Bogotá.

Solo 25 jueces tuvieron el privilegio de asistir y llevarse la certificación firmada por Joseph Blatter, máxima autoridad del principal organismo internacional de esta disciplina. Una de las mejores historias lo remonta al Metropolitano de Barranquilla. ‘Gato’ pitó el partido del Junior y tenía vuelo de regreso con conexión en Bogotá hacia Cúcuta, programado para esa noche.


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Cumplió 103 partidos arbitrados, 16 en segunda división y 87 en la máxima categoría colombiana.

Al día siguiente debía reportarse en el puesto de trabajo. Al terminar el juego le pidió al coronel Hugo Riago que retrasara el despegue. Salió para el aeropuerto y al abordar el avión fue recibido con aplausos. No conocía a ninguno de los pasajeros y se imagina que el recibimiento se dio porque la espera había terminado. La vida es de contrastes, y así como hay momentos de reconocimiento para los jueces del balompié, hay otros en los que son catalogados como villanos. Le correspondió ser juez de línea en las finales del campeonato Nacional contra Medellín. Si ganaban los verdolagas se alzaba con el trofeo el América de Cali. La anotación se dio tras un fuera de juego claro, levantó la bandera para señalar la posición ilícita, el central (hincha americano), validó el gol y a pesar de la conversación entre los dos, no pasó nada y el partido finalizó con victoria para Nacional. Esa es la única polémica en la carrera. Tras la jubilación del antiguo Telecom, Jesús Eduardo Barrera no volvió a arbitrar. Vive en San Eduardo, barrio futbolero de Cúcuta, donde disfruta del retiro, hace ejercicio y aprovecha el tiempo vestido con pantalones cortos y camisetas deportivas para anotar goles en las porterías de la cancha de tierra de la zona. No ha perdido la pasión por el fútbol que lo llevó a ser reconocido en el país.


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La publicación de un libro podría hacer justicia para reconocer a uno de los mejores árbitros de Norte de Santander, profesional correcto y persona intachable.

Se caracteriza por gustarle la justicia fuera y dentro del deporte. Es tranquilo, solidario y le gusta que todo salga como debe salir. Su imagen es importante, es ordenado, viste acorde con la ocasión y el ímpetu de obrar de la mejor manera lo ha llevado por el camino que quiso. Las anécdotas de esta icónica figura del arbitraje colombiano son tantas que jamás terminarían de contarse. La publicación de un libro podría hacer justicia para reconocer a uno de los mejores árbitros de Norte de Santander, profesional correcto y persona intachable. RAFAEL DAVID ARÁMBULA


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Fermín Sánchez. Docente, escritor y tibuyano de corazón "Allí me criaron mis padres, fui a sus escuelas y colegios. Soy docente de profesión. Con honor y esmero, los títulos van conmigo, los guarda mi pecho y si de algo me siento orgulloso es de haber crecido orondo bajo el cielo hermoso y claro de Campo Dos y Tibú".


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Nació en El Tarra, cuando era corregimiento de San Calixto. Fermín Sánchez Vargas guarda enorme cariño por la tierra que lo vio crecer y describe a Tibú como el lugar maravilloso que puede brindar enormes riquezas, pero los malos manejos administrativos y la violencia que lo ha rodeado no lo dejan avanzar. Docente de profesión y escritor por pasión.

“Siempre tuve la vocación de enseñar, fui catequista para alfabetizar, y también cuando estuve en el ejército”. Tuvo la oportunidad de unirse a la docencia en la época en la que no era necesario tener estudios. Luego, se convirtió en normalista y, posteriormente, alcanzó la licenciatura en ciencias sociales en la Universidad de Pamplona.

Algunos de los poemas fueron escritos hace más de 20 años. Nunca había sentido la valentía de publicarlos.


Mediante la tranquilidad demuestra sabiduría y bondad en su ser. Habla atenuado por el problema de salud que le perjudicó la voz, que le costó lágrimas y que lo llevó a retirarse de la docencia. Los ojos se entristecen al recordar el enero del primer año que no trabajó en el colegio. “Ver pasar a los estudiantes y que preguntaran cuándo volvía me afectaba”. El primer lugar en donde ejerció su labor, fue en la escuela de Caño Victoria Sur. A pesar de ser de difícil acceso, en ese entonces era una vereda hermosa, “rodeada de árboles” y estaba en la mitad de la nada. Fermín mide 1,60 metros, piel morena y cabello canoso, con rastros de haber sido oscuro. Estos rasgos demuestran la madurez que plasma en los poemas. ‘Lamento Motilón’, es el libro que recoge su obra y el nombre del poema insignia. Relata el sufrimiento de El Catatumbo a lo largo de la historia. Especialmente, narra cómo luchó esa cultura cuando el blanco llegó a tomarse la región y a explotar el petróleo. “La raza motilona fue diezmada”, por el clono que quería quedarse con la riqueza natural.

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Tibú pareciera tener los más hermosos atardeceres y ni la sangre que ha corrido por sus tierras ha logrado borrarlos. Entristece al rememorar cuando debía movilizarse del casco urbano del municipio a la escuela en la zona rural durante la época en la que el paramilitarismo azotó con fuerza esa zona de Colombia. “Pasábamos hasta por dos o tres retenes antes de llegar a la vereda. Nos pedían la cédula y revisaban la lista. También, hacían muchas preguntas”. A pesar de no deber nada, el miedo era inminente. “¡Cuántas lágrimas y gritos! ¡Cuántos huérfanos y viudas quedaron desamparados sin hacer nada, por temor a la represión, mientras los asesinos se paseaban por mi pueblo!”. Esa noche oscura para El Catatumbo aclaró un poco. Fermín Sánchez Vargas, tibuyano no de nacimiento, sino de corazón, espera que este capítulo tan largo de violencia que arropa al municipio que lo vio crecer, algún día termine.

ADRIANA LUCÍA DELGADO

Sánchez tomó como fuente de inspiración las historias que le contaban los padres. Se extasiaba al escuchar a otras personas sobre la tenacidad y los lamentos motilones. Algunos de los poemas fueron escritos hace más de 20 años. Nunca había sentido la valentía de publicarlos, hasta que familiares y amigos le dieron la idea de hacer el poemario, y ahora es realidad. Al comienzo de la vida como docente, encontró a la mujer con quien compartiría la vida. Rosa Elena Rodríguez es su esposa y tienen cinco hijos. Los dos mayores no son biológicos y lo enseñaron a ser padre. Por esa razón los quiere tanto o igual como a los otros tres. “¡Ay! como dos de mi encanto. Donde el río baja sonriendo, donde el sol del mediodía pareciera fuego, dibujando hermosas tardes que adornan el firmamento”.


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Genaro Leรณn.

El monstruo de las cometas


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“Es la manera de sentirme en el cielo y ser libre”, dijo Genaro León, quien quisiera reencarnar en el espíritu de una cometa. Esos artefactos son sinónimo de independiente, solitario, soñador y frágil. Es idealista, con imaginarios de alas que, a pesar de tener heridas y lágrimas de dolor, genera sueños y admiración. Cada paso que da marca la diferencia detrás de la pobreza que no lo deja volar. Se elevan y surcan el cielo, las hay de diferentes colores, formas y tamaños. La tradición dice que aparecen en agosto, el mes de los vientos. Las lágrimas cubren los ojos cafés claros del llamado ‘monstruo de las cometas’ al recordar algunos momentos de su historia y su trayectoria.


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Lleva más de 55 años en este maravilloso mundo de las cometas y ha robado más de una sonrisa.

Parejas, padres e hijos, siguen el hábito heredado de la cultura china. Tienen como rito elaborar o comprar una cometa, salir de día de campo, divertirse viendo cómo toman altura y se funden con el cielo. Hoy recuerda a don Rosario con gran admiración. Aquel hombre sentado en la mecedora de la casa, solitario y con la mirada apagada, le enseñó lo que sabe. Con curiosidad de niño pasaba horas viendo cómo almidonar las puntas de las cometas, cómo hacer cada amarre y corte para que volaran a la perfección.

La primera cometa la elaboró a los 8 años y fue la preferida, la que volaba por los aires de agosto o en cualquier momento del año. Sentía cómo se movía cada centímetro del cuerpo y anhelaba ser la cometa enredada en los aires. Quiso ser zapatero y no le gustó. Probó ser albañil y nunca se conformó.


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Sin dinero y con mil ilusiones prometió que, así como le regalaban una sonrisa sin tener nada, daría la vida por ver que los niños sonrieran como lo hacía aquel día que tuvo en las manos la cometa verde que tanto amó. Muestra felicidad en el rostro y se le marcan algunas líneas ganadas por la experiencia y la ebriedad. Calza sandalias gastadas y luce el uniforme de la selección Colombia, como señal del amor por el fútbol. Mueve la cabeza con preocupación. Las lágrimas escurren por las mejillas como gotas de lluvia. La voz se interrumpe al hablar y las manos no dejan de moverse.

El monstruo de las cometas’ hizo volar una cometa de 7 centímetros en El Malecón, en el 2013.

Recalca la pasión por este arte, que lo ha llevado a ganarse, a su manera, lo poco que tiene y que reparte entre los demás sin medir consecuencias. No le importa que no haya sido exitoso en otros ámbitos de la vida, se considera triunfador y héroe de los niños. A lo largo de 68 años ha pasado por muchas situaciones que lo han llevado a formar su carácter. Es sensible a lo que pasa a su alrededor, se siente solo y así lo expresa. La piel es morena y el cabello blanco se entremezcla con el castaño claro.

Mide 1.60 metros y de contextura delgada. Regala una sonrisa al cielo, mientras permanece sentado en la esquina de la calle 15, entre avenidas 12 y 13. El mayor anhelo es compartir con los hermanos, a quienes no ve hace mucho tiempo. Revivir algún agosto o cualquier día del año, esos momentos en los que jugaba sin parar con las cometas al lado de ellos. Lo llaman ‘Yoyo’, apodo que hace algunos años le puso un vecino, porque no recordó el nombre. Genaro ha participado en concursos informales y festivales que lo han hecho ganador de premios.


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A lo largo de 68 años ha pasado por muchas situaciones que lo han llevado a formar su carácter.

El monstruo de las cometas’ hizo volar una cometa de 7 centímetros en El Malecón, en el 2013. Ganó dinero y se llevó el sentimiento de admiración del jurado. Lleva más de 55 años en este maravilloso mundo de las cometas y ha robado más de una sonrisa. Es visto por los niños como el medio para sentirse en el cielo. Cada corte, forma y base hacen de esta actividad una tradición cucuteña. Ha elaborado más de 3000 cometas. Más allá de ser un juego tradicional para divertirse con los vientos de agosto, esta es una práctica que aporta beneficios a los pequeños. MARÍA ALEJANDRA CÁRDENAS

La costumbre, sin par en Colombia, es muestra de ingenio que permite el sustento para la vida diaria y el amor por la familia. El futuro es incierto, la vida pasa lenta y a veces no avisa. Eso hace que Genaro León, el héroe de los niños del barrio El Contento, sueñe con ser el espíritu de aquellas cometas que tantas risas le han dado. Es ganador por excelencia y se despide con euforia. Sabe que será recordado no por el dinero o el poder, sino por la humildad y el ánimo de luchar en medio de la pobreza. Así, este hombre ha dejado huella en los corazones de los más pequeños, aquellos que siempre lo llamarán ‘el monstruo de las cometas. “El héroe sin capa”.


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Felipe Santos. Detrás de la máscara Valiente, comprometido y trabajador, así describen los compañeros de trabajo a Felipe Santos, ‘El capitán anti multas’. Muchos lo tildarán de loco; otros, de revolucionario, y algunos lo considerarán héroe. Este patiense de 28 años expresa inconformidad con las foto multas de manera des complicada y creativa para generar cultura vial.

Mide 1,80 metros de estatura, tiene ojos negros y piel oscura; viste traje amarillo, casco, mangas, antifaz y cinturón con múltiples bolsillos en verde militar. Las botas negras, talla 40, contrastan con el escudo rojo con letras blancas, semejante a la señal de pare. En el pecho luce un corazón con los colores de la bandera municipal.


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‘El capitán’ fue domiciliario, y de tantas foto multas quedó con deudas hasta perder la motocicleta, la familia y el hogar. Después de un mes, se dedicó a trabajar en oficios varios y logró pagar las obligaciones con Tránsito. Ahora, cumple esta labor en favor de los patienses para que no caigan en este castigo y no les suceda lo mismo que le sucedió. Proviene de familia religiosa y trabajadora. Estudió primaria en el colegio Técnico Municipal de Los Patios y en los tiempos libres ayudaba al padre con la limpieza de los juguetes que tenía para la venta. Los maestros lo consideraban estudioso, servicial y tímido.

Hace poco, ‘La capitana vial’ se unió a la campaña y juntos planean terminar con las maquinarias que mandan en Tránsito y las foto multas.

A los 6 años, un trágico acontecimiento marcó la infancia. El niño de pocas palabras presenció cómo un automóvil arrollaba a su mascota y mejor amigo, Ángel. La tristeza se notó dos días seguidos. “No quería comer, no quería salir, y durante ese tiempo no fui a la escuela”.

El pequeño era amante de los superhéroes y su personaje favorito ha sido el Capitán América, al que considera fuerte, valiente, perseverante, responsable y ejemplo de vida. Debido a la influencia del abuelo se convirtió en aficionado del fútbol.


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Mide 1,80 metros de estatura, tiene ojos negros y piel oscura; viste traje amarillo, casco, mangas, antifaz y cinturón con múltiples bolsillos en verde militar.

Cuando no tenía tareas ni juguetes para limpiar, salía a jugar con los amigos y participaba en torneos colegiales. Continuó el proceso escolar en el instituto, considerado uno de los mejores de la municipalidad. En los primeros cuatro años de secundaria se le dificultaron varias materias. En inglés tenía más bajo rendimiento. Dejó de molestar en clase y se unió a los compañeros que lo ayudaron a recuperarse en las áreas que estaba en la cuerda floja. A los 15 años, se empleó como mesero en un restaurante cercano a la casa. El sueldo era bueno, pero alcanzaba para comparar los productos de aseo y ropa. Así ahorraba dinero a los padres. A medida que creció se interesó por la música romántica, poniéndola en primer lugar como pasatiempo favorito.

Escucha a Ricardo Arjona y se identifica con la canción ‘El amor’, porque muestra los lados de ese sentimiento. Compartió esa experiencia con la novia. El segundo lugar entre los entretenimiento lo ocupa el cine de terror. “La película que más me ha gustado y que me he visto más de cinco veces es ‘El conjuro’”. Considera este filme como la mejor ha visto, debido a que fue un caso real. El podio finaliza con el deporte, principalmente, el fútbol. Ahora disfruta viendo campeonatos municipales o en la televisión. Este justiciero recorre colegios, ancianatos, empresas y otros lugares para promover la campaña ‘Cultura vial’.


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Hace poco, ‘La capitana vial’ se unió a la campaña y juntos planean terminar con las maquinarias que mandan en Tránsito y las foto multas. “Acabar ese mal” es la frase que lo representa como hombre y como superhéroe. En el futuro se ve en la universidad Simón Bolívar, para estudiar derecho, carrera que lo apasiona. Le gustaría asistir casos familiares y de violencia. “Me gustaría ser recordado como luchador, servicial y legal”. Quiere que ese personaje pase de generación en generación, que siga parado en los semáforos, que visite colegios y que ayude a crear conciencia ciudadana para lograr un mejor lugar para habitar.

ORIANA ANTELIZ

Las botas negras, talla 40, contrastan con el escudo rojo con letras blancas, semejante a la señal de pare.


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Álvaro Rondón.

El amante de la literatura

“A los 16 años, comencé a organizar el grupo literario y eso les gustó a los mayores”, dijo Álvaro Rondón Espinosa, de 70 años. En cuarto grado de primaria empezó el gusto por la literatura. El 12 de julio de 1966, fundó el movimiento Círculo Rojo, en Pamplona. En la escuela de música organizaba veladas, en las que declamaba poemas. Junto a compañeros de estudio de varios centros educativos y con la asesoría de los docentes, promovió el movimiento ‘Club juvenil 13’. Dos años después, tomó el nombre de Círculo Rojo.

Mediante relatos personales y palabras significativas empezó a redactar el libro ‘El arte de escribir bien’.


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A través de los años, ha fomentado nuevas amistades en lo laboral y en lo profesional que lo han ayudado a cumplir los objetivos. Fue un niño extrovertido, jugaba con trompos y metras, pelotas y a las escondidas. Asistí a la escuela hasta los sábados y hacer tareas sin bibliotecas, terminando su primaria en una escuela urbana. Con sus pantalones cortos, camisas tres cuartos, Ha desempeñado cargos en la Superintendencia Nacional de paso toda su infancia con el amor de su Cooperativas en Norte de Santander (1977) y la gerencia en varias empresas. familia y amigos. Es hijo de Ramón Desde pequeño vivió en varias ciudades del país, que al Rondón y Rita pasar el tiempo conoció a una joven toleada de quien se Espinosa, quienes enamoró y conformo una familia. Álvaro nació el 12 de tuvieron diez hijos el julio de 1949 en el municipio de Villa del Rosario. En la cual, cuatro de sus adolescencia, vestía pantalón largo, camisa informal. Era un joven que tenía muchas aspiraciones en la vida. hermanos fallecieron.

Practicó artes, teatro y poesía. Los fines de semana organizaba actos culturales, paseos a quebradas, asistencia a misa dominical. No era bueno en los deportes y prefirió la literatura. Tiene varios estudios en las universidades UPB (Medellín) y Javeriana (Bogotá), y en el Instituto de Teología Madrid (España); lingüística y literatura en Pamplona y Bogotá. Fue docente de los colegios Provincial San José de Pamplona (1971), La Salle Cúcuta (1972), San Medardo y Normal San Vicente en Neiva (1973). Impartió a los jóvenes el amor a la literatura.


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Deja una enseñanza a jóvenes y adultos que quieran mejorar la redacción personal y profesional.

Álvaro, de 70 años, es amable y cortés. Viste bluyín y camisa polo. En cuatro portafolios guarda recortes de periódicos con algunas de sus experiencias y trabajos. Uno de los reconocimientos que lo hace sentir orgulloso es el premio de poesía publicado, en La Opinión, el 21 de diciembre de 2001. Trabajó en el periódico local, en 1998, como corrector de textos. Un año después, empezó a laborar como corresponsal en Pamplona. Así, conoció a varios colegas con los que sigue en contacto. A través de los años ha recibido distinciones por la labor en la prensa y la radio. En la Ciudad Mitrada estuvo al frente del programa cultural en Radio Cariongo (1967). El primer escrito lo llamó 'Luces del alma', con prólogo del maestro Augusto Ramírez Villamizar (1969). Una de las distinciones que lo ha marcado es haber sido declarado hombre de frontera en cultura (2007) por la organización mundial de turismo. El premio lo recibió en Cúcuta.


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Aunque lo importante son las relaciones humanas, dijo que es un fracaso que la sociedad no le diera la oportunidad a Álvaro Gómez de ser presidente.

Donde deja una enseñanza a jóvenes y adultos que quieran mejorar la redacción personal y profesional. En la actualidad trabaja en un proyecto que se basa en recopilar la historia y la información de los 40 municipios de Norte de Santander para que en Colombia y fuera del país se conozca más sobre el departamento. Álvaro Rondón es un hombre con mucha historia por contar, con conocimientos adquiridos en la vida tanto profesional y personal. Dejó una enseñanza a jóvenes y niños para que la adquieran y la apropien en la vida.

“Que es largo el camino. Vivir por vivir no es vivir, vivir por hacer no es hacer, vivir para servir es hacer, amar y vivir”.

Mediante relatos personales y palabras significativas empezó a redactar el libro ‘El arte de escribir bien’.

ANGIE SELENE YEPES


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