Túmulo 1 (Necrópolis V) de 'El Cascarujo’ (Alcañiz).

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KALATHOS 26-27 REVISTA DEL Seminario de Arqueología y Etnología Turolense

CAMPUS UNIVERSITARIO DE TERUEL

TERUEL 2013-2014


DIRECTOR: Francisco Burillo Mozota COMITÉ DE REDACCIÓN: Alfredo Jimeno, Dpto. de Prehistoria, Universidad Complutense. Emilio Junyent, Dpto. de Arqueología, Universidad de Lleida. Consuelo Mata, Dpto. de Prehistoria i Arqueología, Valencia. Carmen Olaria, LAP, Universitat Jaume I, Castellón. Arturo Ruiz, Dpto. de Prehistoria, Universidad de Jaén. Gonzalo Ruiz, Dpto. de Prehistoria, Universidad Complutense, Madrid Vicente Salvatierra, Dpto. de Patrimonio Histórico, Universidad de Jaén. Alexia Sanz, Dpto. Sociología, Ftad. de Ciencias Sociales, Teruel. CONSEJO DE REDACCIÓN: E. Javier Ibáñez, Seminario de Arqueología y Etnología Turolense. Ángel Gonzalvo, Seminario de Arqueología y Etnología Turolense. José Palomar, Seminario de Arqueología y Etnología Turolense. Jesús V. Picazo, Seminario de Arqueología y Etnología Turolense. SECRETARIA: Carolina Villargordo Ros. COMPOSICIÓN DEL TEXTO Y MAQUETACIÓN: Clemente Polo Cuando.

La dirección de esta revista no se responsabiliza de las opiniones de los autores

Para información, intercambios y suscripciones, dirigirse al SEMINARIO DE ARQUEOLOGÍA Y ETNOLOGÍA TUROLENSE Campus Universitario de Teruel Ciudad Escolar s/n, 44003 TERUEL Tel. 978 618 119. Fax: 978 618 103

ESTA PUBLICACIÓN HA SIDO SUBVENCIONADA POR INSTITUTO DE ESTUDIOS TUROLENSES, FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES DE TERUEL Y CAJA RURAL DE TERUEL

Dibujo de la portada: Fusayola de la tumba 120 de la necrópolis de La Yunta (Giadalajara). ISSN: 0211-5840 DEPÓSITO LEGAL: TE-203-2014 EDITA: S.A.E.T. IMPRIME: COMETA S.A.


HOMENAJE

RICARDO ALCÓN ALCÓN



KALATHOS 26-27 Revista del S.A.E.T. Teruel / 2013-2014 / pp. 193-209

Primera campaña de excavaciones en el Complejo Arqueológico de “El Cascarujo” (Alcañiz): Resultados preliminares RAúl BAlSERA*, JESúS BERmEJo**, luiS FATáS***, RAimon GRAEllS****, RAFEl JoRnET***** y SAmuEl SARdà****** *Arqueólogo. universitat Autònoma de Barcelona. raulbalsera@terra.es **CSiC-CCHS, instituto de Historia. C/Albasanz 26 28037 madrid. jbermejo@cchs.csic.es ***dirección General de Patrimonio Cultural. Gobierno de Aragón. Grupo de investigación PPVE. lfatas@aragon.es ****Forschungsstipendiat der Alexander von Humboldt-Stiftung. Römisch-Germanisches Zentralmuseum – mainz. Alemania. graells@rgzm.de *****Arqueólogo. universitat de Barcelona / mÓn iBER RoCS Sl. rafeljornet.rocs@gmail.com ******Seminari de Protohistòria i Arqueologia. universitat Rovira i Virgili. samuel.sarda@urv.cat

RESumEn En el presente trabajo se ofrece una noticia inicial acerca de los resultados de una intervención arqueológica en el yacimiento protohistórico de El Cascarujo (Alcañiz, Teruel). Ésta se centró fundamentalmente en la excavación de los restos de una estructura tumular así como de algunas cistas funerarias a ella asociadas. Se ofrece información preliminar acerca de la estratigrafía, las estructuras y algunos detalles sobre los materiales recuperados. Se concluye proponiendo una reflexión sobre la significación de estos hallazgos en el contexto de la investigación sobre las prácticas funerarias en la protohistoria del Bajo Aragón. Palabras Clave: El Cascarujo, Túmulo, Guadalope, Bajo Aragón, Edad del Hierro

AbSTRACT This paper provides a brief report about an archaeological intervention developed in the protohistorical site of El Cascarujo (Alcañiz, Teruel). These works have been focused on the excavation of one tumular structure and some associated funerary cists. Preliminary information about stratigraphy, architectonical remains, and finds is exposed. The paper concludes with some thoughts on the importance of these finds for the study of funerary practices in the protohistory of Bajo Aragón region. Key words: El Cascarujo, Tumulus (Burial mound), Guadalope, Bajo Aragón, iron Age.


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InTROduCCIón. El yacimiento de El Cascarujo se localiza en el término municipal de Alcañiz (Bajo Aragón, Teruel), junto al mas de Palomar, y próximo al límite con Caspe. Parcialmente excavado en los años 20 por Vicente Bardavíu, Adrián Bruhl, discípulo de Pierre Paris, retomaría los trabajos arqueológicos en la siguiente década (1932). Recientemente el proyecto “Íberos del Bajo Aragón” ha actuado en parte de su necrópolis para adecuar la visita. En esta intervención se han reexcavado y consolidado las estructuras funerarias y se han señalizado con paneles explicativos. El yacimiento está conformado por un poblado y distintas áreas funerarias. El conjunto es en su mayor parte desconocido a pesar de la publicación de la primera intervención (Bruhl, 1932), del estudio de Enric Sanmartí (1984) y de algunos trabajos de síntesis sobre el mundo funerario bajo-aragonés (Tomás maigí, 1959, 1960; Rafel, 2003; Fatás y Graells, 2010). la posición del poblado, en un cerro amesetado de forma ligeramente romboidal, a unos 346 metros sobre el nivel del mar, le otorga una posición dominante sobre el valle del Guadalope y el camino que comunica con Caspe, atravesando el conjunto (poblado y las necrópolis) de la loma de los Brunos. las cinco zonas tumulares presentan un total aproximado de un centenar de tumbas conservadas –la apertura de caminos, la extensión de los cultivos y la propia erosión del terreno han acabado probablemente con un cierto número de éstas-. A pesar de ello, tal y como se desprende de los datos de la intervención de consolidación llevadas a cabo por el consorcio “iberos en Aragón”, no se ha agotado la información de las necrópolis ni ha sido destruida la totalidad de las estratigrafías de las estructuras saqueadas. Por un lado el desconocimiento y por otro la potencialidad de un conjunto arqueológico como el de El Cascarujo nos animó a iniciar un proyecto de investigación para el que se definió un plan de trabajo que tenía como objetivo la excavación en un área funeraria ajena a las que están siendo consolidadas en el marco de la “Ruta de los Íberos del Bajo Aragón”. El área de necrópolis intervenida en este año 2010 se adscribe a la agrupación tumular nº iV que Adrián Bruhl definiera en 1932. Esta agrupación se sitúa en la ribera izquierda del río Guadalope, entre los barrancos o cauces estacionales de Val de Sedanta, al Suroeste, y de Val de Prior, al noreste. la necrópolis se ubica a una cota que ronda los 300 m.s.n.m. y se sitúa justo al borde de una terraza fluvial que finaliza en un cordón rocoso compuesto por grandes ortoestatos de arenisca. Bajo esta terraza se disponen otras dos que se asoman al actual cauce del Guadalope y convergen en una hoz del río que gira dirección Este. Estas terrazas naturales se encuentran actualmente ocupadas por campos de cultivo, siendo cruzada la última de ellas por la carretera comarcal que bordea el curso del Guadalope y lo acompaña, dirección Caspe, hacia su desembocadura con el Ebro. orográficamente, este espacio de necrópolis, se encuentra al abrigo de tres elevaciones que la circunscriben. Por el Este está protegido por una cresta que alcanza una altura máxima de 349 m.s.n.m., en cuya vertiente noreste se sitúa el poblado de El

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Fig. 1.- detalle de localización del yacimiento.

Cascarujo. Por el norte queda cerrado por otra elevación que discurre Este-oeste y alcanza los 394 m.s.n.m., mientras que por el oeste está delimitado por un promontorio más suave dispuesto en dos alturas, 329 y 316 m.s.n.m., en cuya vertiente noroeste se establecen campos de cultivo. AnTECEdEnTES las primeras intervenciones en el complejo fueron impulsadas por Vicente Bardavíu en la década de los años veinte del siglo pasado, si bien su alcance resulta desconocido a causa de no haber sido publicados los resultados. Parece que el núcleo de intervenciones en el poblado se debe a Adrián Bruhl, quien entre el 20 de abril y la primera semana de junio del año 1931 (Bruhl, 1932: 7), desarrolla los trabajos que probablemente Pierre Paris no pudo ejecutar a causa de su avanzada edad (moret, 2005: 42). la campaña de 1931 supuso una intervención en dos frentes. Por una parte se excavó parcialmente el poblado, obteniéndose como resultado la primera planimetría. Sin embargo, tal y como señala el propio Bruhl y como se observa en la documentación gráfica disponible, únicamente excavaron la tierra que cubría los muros, sin poder asegurarse que en dichas zonas agotaran la estratigrafía. los materiales observados en esta campaña, sobre los que apenas se hace un pequeño comentario, coincidirían con los que Enric Sanmartí recogió en una exploración superficial realizada a inicios de los años ochenta (Sanmartí, 1984), permitiendo situar el yacimiento, entre la Primera Edad del Hierro e inicios de la Segunda, es decir, entre el período Preibérico y el ibérico Antiguo. En cualquier caso se puede señalar que el hábitat resulta casi desconocido y apenas interpretable en la actualidad. la segunda de las áreas intervenidas en 1931 se centró en las estructuras tumulares distribuidas en torno al poblado. En ellas se documentó la existencia de cámaras funerarias bajo la propia cista, llegándose a identificar en una ocasión, una subdivisión inter-

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na en dos espacios (Bruhl, 1932: 15-17), aspecto constructivo que en nuestra intervención ha sido tenido en cuenta. los elementos materiales procedentes de estos túmulos, entre los que cabe destacar sus urnas funerarias y un par de elementos de bronce, apenas son tratados en la bibliografía, y actualmente son imposibles de revisar debido a que, tal y como sucedió con los materiales en posesión de Vicente Bardavíu -extraviados tras su fallecimiento-, los materiales recuperados por Adrián Bruhl en estos trabajos, también acabaron por perderse (moret, 2005: 45). Por estos motivos, a pesar del gran interés que presenta este excepcional complejo arqueológico, iniciamos la investigación con una información extremadamente limitada, dándonos cuenta de que la gran mayoría de los datos que hemos obtenido en esta intervención representan los primeros datos procedentes de una excavación regular y siendo también los primeros procedentes de las necrópolis, tratados con una metodología científica. Pero la dificultad más dolorosa a la que hacemos frente, observable a simple vista en una visita a este complejo arqueológico, es que la gran visibilidad de las estructuras tumulares ha propiciado que a lo largo de los años se hayan realizado saqueos continuos, aunque sorprendentemente, y como se pudo observar en la intervención de consolidación que se llevó a cabo, estas necrópolis no parecen haberse destruido en su totalidad, conservándose incluso en algunos casos la estratigrafía en las estructuras saqueadas, y sirva como ejemplo esperanzador los resultados obtenidos en esta intervención del año 2010. CAmPAñA dEL AñO 2010. la campaña de trabajo correspondiente al año 2010 se ha desarrollado entre las fechas del 15 de Agosto y 21 de ese mismo mes. En ella han participado los arqueólogos Raúl Balsera moraño, Jesús Bermejo Tirado, Eva miguel Gascón, dr. Raimon Graells i Fabregat y Rafel Jornet i niella, asumiendo la dirección técnica los doctores luis Fatás Fernández y Samuel Sardà Seuma. Esta campaña responde a la voluntad de obtener una visión global sobre la protohistoria del Bajo Aragón en general, y de su Primera Edad del Hierro en particular, y se adscribe al proyecto del Plan General de investigación del Gobierno de Aragón “mecanismos de la emergencia aristocrática durante la Primera Edad del Hierro en el Bajo Aragón: Tumbas, hábitats y materiales”. Si por un lado las intervenciones arqueológicas recientes se han centrado en contextos de hábitat, los contextos funerarios del área de Alcañiz continúan siendo poco conocidos. Es necesario para obtener una visión de conjunto y valorar el significado de los datos arqueológicos, considerar en la manera de lo posible tanto los contextos domésticos como los funerarios e interrelacionarlos. Hoy disponemos de una abundante información de las dinámicas funerarias en la zona del matarraña y de la Terra Alta, gracias a recientes trabajos (Rafel, 1989: 1993 y 2003; Fatás y Graells, 2010), pero el comportamiento funerario en el valle del Guadalope, del que básicamente conocemos los datos de la necrópolis de la loma de los Brunos (Eiroa, 1982), es prácticamente inédito.

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El Poblado El plan de trabajo presentado para incluir el proyecto dentro del Plan General de investigación del Gobierno de Aragón planteaba un doble frente de actuación destinado a obtener una visión global del conjunto arqueológico de El Cascarujo. uno de ellos, al que nos referiremos en profundidad en otro apartado, suponía la intervención en un túmulo de una de las áreas de necrópolis del yacimiento. Sumado a este primer objetivo, se planteaba un segundo, dirigido a tratar de obtener información estratigráfica que permitiera confirmar o desmentir las hipótesis existentes sobre las fases de ocupación del poblado y su cronología. Este trabajo planteaba la limpieza de algunos de los cortes resultantes de las intervenciones de Adrián Bruhl, presuponiendo que quizás tampoco hubiera agotado los contextos estratigráficos –tal y como se ha documentado en otros yacimientos excavados a principio de siglo-, así como la excavación total de un ámbito o la realización de un sondeo en un punto propicio del yacimiento en el que obtener información concluyente al respecto. Sin embargo, las dimensiones del área intervenida en el punto seleccionado de necrópolis y la complejidad y grado de conservación de las estructuras localizadas, implicaron toda nuestra atención y tiempo disponible. Esta situación provocó que en el poblado únicamente se llevara a cabo una prospección de superficie, así como una pequeña adecuación de la zona, recogiendo material en superficie, planteando sobre el terreno la futura intervención. Estos trabajos permitieron documentar en la zona del acceso del pequeño cerro donde se ubica el poblado de El Cascarujo, un amontonamiento o “tell” de unos dos metros de alto por cuatro de ancho que cierra transversalmente el único acceso al poblado (Fig. 2). una característica propia de algunos asentamientos ibéricos llamados “de barrera” (Sanmartí, Santacana, 1994) cuyos ejemplos durante la protohistoria del Bajo Aragón, matarraña y Cataluña meridional están bien atestiguados, encontrando ejemplos como la Tallada de Caspe en la misma cuenca del río Guadalope (s.iV-i a.C.), Cabezo de San Pedro de oliete, en el río martín (s.iii-i a.C.), Els Castellans entre Cretas y Calaceite, en el río matarraña (s.Vi-ii a.C.), Sant miquel de Vinebre (s.ii-i a.C.), Castellet de Banyoles en Tivissa (s. iii a.C.), Castellot de la Roca Roja en Benifallet (s.Vi-iii a.C.) o l’Assut en Tivenys (s.Vi-ii a.C.) en la cuenca del Ebro, como paralelos más cercanos.

Fig. 2.- Planimetría del poblado de El Cascarujo (modificado de Bruhl, 1932).

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uno de los objetivos planteados en la zona del poblado en los próximos años es la de poder establecer mediante un sondeo estratigráfico diferentes fases cronológicas y relacionarlas, si es posible, con los resultados de la necrópolis Adrián Bruhl ya dibujaba un horizonte cronológico que fechaba entre los siglos Vii-Vi a.C. (Bruhl, 1932)-. Todo ello, sin desestimar la posibilidad de una excavación extensiva para un mayor conocimiento del aparentemente complejo urbaFig. 3.- Vista tomada desde una elevación situada al nismo de El Cascarujo en el Hierro i y, noroeste. Se observa también el valle del rio Guadalope y la sobre todo, para conocer su evolución y orografía que caracteriza al paisaje. tránsito al ibérico Antiguo, horizonte cuyos referentes arqueológicos de tipo hábitat no son muy bien conocidos en esta zona del Bajo Aragón, pudiéndolo hacer extensivo en todo el noreste peninsular. (Burillo, 1989-1990, Burillo, Picazo 1994; moret, 1994). El material observado en esta zona, incluye algunas cerámicas manufacturadas –entre las que se observaron cordones aplicados-, así como unos pocos fragmentos a torno. un conjunto, en definitiva poco concluyente. Por este motivo, confiamos en que las futuras actuaciones proyectadas aporten datos de mayor interés. La necrópolis. Zona IV. El área de excavación se dispuso sobre una estructura tumular claramente observable a simple vista (E-1), la cual se amplió en sentido Este para abarcar una cista abierta muy próxima (E-2) que todavía conservaba algunas de sus grandes lajas verticales. otra formación de tipo tumular de menores dimensiones, la E-4, aún estando incorporada parcialmente en la cuadrícula no fue totalmente excavada, aunque sí se estudió su relación estratigráfica en su fase final o de derrumbe respecto al túmulo principal. la dimensión de esta cuadrícula alcanzó los 64 m2, superando la extensión máxima de la estructura E-1, ya que desde antes del inicio de la intervención nos habíamos propuesto como requisito fundamental no sólo conocer el funcionamiento particular de cada uno de los túmulos, sino establecer sus relaciones estratigráficas en extensión respecto a estructuras contiguas y también a la sedimentación antrópica o natural depositada sobre el paraje en cuestión. las tres estructuras se encontraban cubiertas por un manto vegetal, consistente fundamentalmente por herbáceas y por romeros y tomillos, las cuales fueron retiradas manualmente, pero también se disponían sobre ellas elementos arbustivos de mayor entidad, tales como enebros, que fueron retirados mecánicamente. Estas últimas tareas de adecuación del espacio a excavar fueron realizadas por el Taller de Arqueología de Alcañiz1. 1.- A quienes agradecemos que nos ayudaran a seleccionar el lugar idóneo en el que realizar esta intervención, en especial al arqueólogo Sr. José Antonio Benavente.

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Fig. 4.- Vista inicial de la estructura funeraria E-1 desde el noroeste antes del inicio de los trabajos arqueológicos, tras la limpieza previa.

la unidad estratigráfica 1 se asignó a toda esta capa vegetal y también a las numerosas piedras desprendidas o movidas que se extendían por todo el espacio de excavación y que fundamentalmente se disponían en caída sobre el anillo exterior (uE 17) del túmulo principal (E-1). El proceso de retirada de estas piedras permitió observar progresivamente el muro del tambor interior (uE 18). una característica física de estas piedras expuestas a los agentes atmosféricos era que mostraban líquenes adheridos y un color negruzco causado por la meteorización que las hacía fácilmente distinguibles de las que se encontraban soterradas. una vez retirada esta capa vegetal y las piedras desplazadas que descansaban sobre ella (uE 1), se definieron con claridad las dimensiones totales de la estructura funeraria E-1, que alcanzó un diámetro aproximado de 6.4 m, y parcialmente las características de la formación tumular de menor tamaño E-4. Al realizar esta limpieza inicial se detectó entre ambas estructuras tumulares (E-1 y E-4) una peculiar diferencia constructiva basada en la utilización de un distinto tipo de piedra para elevar sus respectivos anillos centrales, utilizándose para el túmulo principal E-1 una composición lítica de grano más fino, como es el caso de la arenisca, y para la E-4 un tipo de roca calcárea de arista más viva. Al retirarse la uE 1 también pudo identificarse que la cista anexa E-2, de unas dimensiones regulares de 1.40 por 1.05 m, a pesar de mostrarse próxima al túmulo E-1, no se encontraba en contacto directo con su anillo exterior (uE 17), aunque no descartamos que en algún momento esta cista anexa (E-2) se adosara a una parte del túmulo hoy erosionada2. 2.- Como sucede en: el sepulcro 13 de mas de Flandí en Calaceite (Bosch, 1915-20: fig. 483, pág. 650; Fatás y Graells, 2010: 130-131; Rafel, 2003: 60-63) que tampoco mostró signos de poseer cobertura tumular; las unidades 4 y 5 del sector Calars del Coll del moro de Gandesa (Rafel, 1989: 86); las unidades 10 y 11 del sector Calars del Coll del moro de Gandesa (Rafel, 1989: 88); la unidad 18 del sector Calars del Coll del moro de Gandesa (Rafel, 1989: 90); las unidades 7 a 15 del sector Teuler del Coll del moro de Gandesa (Rafel, 1989: 96); las unidades 18 y 19 del sector Teuler del Coll del moro de Gandesa (Rafel, 1989: 98); las unidades 22, 23 y 24 del sector Teuler del Coll del moro de Gandesa (Rafel 1989, 100); las unidades 32 y 33 del sector Teuler del Coll del moro de Gandesa (Rafel, 1989: 103); las unidades 6 y 8 del sector maries del Coll del moro de Gandesa (Rafel, 1989: 116) y la unidad 16 del sector maries del Coll del moro de Gandesa (Rafel, 1989: 118).

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Fig. 5.- Planta general de la intervención realizada en la necrópolis número iii de El Cascarujo durante la campaña.

Concretamente, y en el caso del túmulo principal E-1, al retirarse esta capa vegetal y las piedras superficiales, quedó al descubierto sobre el anillo exterior (uE 17) otro conjunto de piedras ligeramente sujetas por un sedimento arcilloso de matriz fina (uE 3). Sobre éste descansaba a su vez una segunda serie de piedras desplazadas a las que se les identificó con la uE 2. Fue en el momento en el que se retiraron estos estratos cuando pudo definirse en extensión la totalidad de elementos arquitectónicos que componen esta estructura.

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Fig. 6.-Vista desde el ángulo norte. Se observa la uE 4 de color rojizo sobre la que descansa el anillo exterior (uE 17) y que ha sido recortada para encajar las lajas verticales que componen la cista anexa E-2.

la excavación permitió confirmar que el anillo exterior (uE 17) era resultado de una acción constructiva intencionada y no fruto del derrumbe del núcleo del túmulo. la disposición oblicua de muchas de sus piedras, dispuestas sobre la uE 4 –un estrato de color rojizo con pequeñas piedras que se distribuye por toda el área excavada, probablemente correspondiente al antiguo paleosuelo–, la coincidente altura del anillo exterior con el nivel de piso interior de la cista principal, enlazándose a la misma cota a través del acceso sellado (uE 38), y la incorporación en este mismo anillo exterior de una pequeña cista periférica (E-3), dejan fuera de dudas la posibilidad de que nos encontremos ante una unidad de derrumbe.

Fig. 7.- Vista desde el este. Se observa en primer plano la proximidad de la cista anexa E-2 y los recortes realizados para encajar sus lajas verticales, cuya creación no afecta al anillo exterior (uE 17) del túmulo E-1.

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En esta fase de la intervención, también pudo definirse en extensión el muro del tambor central (uE 18), algo afectado en su sector Este, y del que han llegado a conservarse dos hileras a la vista. Por otra parte, al sondearse el anillo exterior y ser retiradas las piedras que lo componían, se detectaron otras dos hileras cubiertas, determinándose también que este anillo externo es constructivamente posterior al núcleo del túmulo, ya que las piedras que lo componen se adosan a las piedras del muro exterior del núcleo.


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Fue en este sondeo en el que se detectó un dato que afecta al conocimiento que se posee actualmente sobre el sistema constructivo y la solidez arquitectónica de algunas de estas estructuras funerarias que, en casos como el túmulo E-1 de El Cascarujo, adopta formas que pueden considerarse monumentales. Concretamente se detectó una trinchera de cimentación (uE 26) excavada en el suelo geológico, realizada para encajar el muro perimetral del núcleo interno, y probablemente del relleno de éste, siendo incorporados a su vez en los espacios entre el geológico y el muro de cierre piedras de menor tamaño (uE 40). Al ser levantadas las piedras alteradas dispuestas sobre el tambor interior y sobre el anillo exterior, y retirado el Fig. 8.- Vista del sondeo realizado en el anillo extesedimento suelto de la uE 3, se definió rior del túmulo E-1. En él se observa el sistema constructivo de también la parte superior de la cista prin- esta estructura tumular. cipal (uE 9). Esta caja, de forma rectangular, tiene unas dimensiones interiores de 1.90 m de largo por 0.86/0.88 m de ancho3, y conserva una potencia máxima de 0.60 m Su orientación es exactamente Este-oeste y se dispone en posición excéntrica respecto al centro geométrico del anillo interior, ligeramente desplazada hacia su lado Sur. otro elemento destacado de esta caja funeraria, además de sus dimensiones, es que es posible acceder desde el anillo externo a su interior a pie plano y sin obstáculos, a través de una entrada abierta intencionadamente en el muro externo (uE 18) del tambor. destaca sobremanera que esta entrada se encontró tapiada por un pequeño muro (uE 38) compuesto por pequeñas piedras, ligeramente vencido hacia su interior, que sellaba el acceso a la cámara. dentro de la cista se encontró la urna funeraria fragmentada, que aparecía aplastada parcialmente por una tapadera de piedra, que a causa de su deficiente estado de conservación fue imposible recuperar. igualmente, aparecían restos óseos bastante fragmentados. Vale la pena destacar también en la presentación de esta noticia otro elemento constructivo significativo, como es que el suelo de la cista se encontraba pavimentado 2.- las dimensiones de esta cista encuentran, dentro del ámbito bajoaragonés, un único paralelo en el Sepulcro 33 del inventario del iEC que corresponde al mas d’en Toribio 7 y presenta unas dimensiones de 0,95 x 200 cm (en un túmulo de 5 m de diámetro). de menores dimensiones se conoce el Sepulcro 22 iEC, en el mas del Roig, con 0,90 x 175 cm y un diámetro del túmulo desconocido. El resto de túmulos documentados presentan cistas más cortas, con longitudes máximas de 165 cm, aunque sus anchuras puedan ser superiores a las de la estructura aquí comentada (hasta 115 cm en el Sepulcro 40 iEC del mas d’en Baqué).

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Fig. 9.- Acceso cerrado de la cista principal identificado tras retirar las piedras desplazadas del tambor interior (uE 20) y del anillo exterior (uE 17) y el sedimento suelto (uE 3).

por una preparación mixta de arcilla y adobes, de entre 3 y 5 cm de potencia, sobre la que se dispusieron los diferentes elementos funerarios. También en esta fase de la intervención y una vez retirada la capa vegetal (uE 1), las piedras desplazadas que conforman la uE 2 y el sedimento de la uE 3, se identificó el último elemento estructural documentado en esta intervención. Este hallazgo consistió en la localización de una cista secundaria (E-3) insertada en el anillo exterior del túmulo E-1 que presentaba una forma cuadrangular y unas dimensiones de 0.65 por 0.70 m. Esta cista se encontraba sedimentada por un estrato compacto que no daba signos de alteraciones recientes. En su interior únicamente se recuperó la base fracturada de un vaso cerámico con tres perforaciones en su fondo, sin documentarse en el estrato uE 12, que lo cubría, el menor rastro de restos antropológicos o fragmentos cerámicos que nos indicaran un antiguo expolio de una cista con función funeraria. 4. COnCLuSIOnES. las características formales de las estructuras intervenidas y los restos muebles recuperados en su interior las sitúan cronológicamente en el horizonte de los túmulos adscribibles a la Primera Edad del Hierro del Bajo Aragón, fechados entre los siglos Vii

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Fig. 10.- Vista desde el lado suroeste con identificación de la cista periférica E-3 insertada en el anillo exterior (uE 17).

y Vi a.C. Hay que decir que los materiales de esta intervención, entre los que destacan elementos pertenecientes a dos urnas realizadas a mano que proceden de dos cistas distintas (E-1 y E-3), se encuentran actualmente en curso de estudio pero, su análisis preliminar las identifica en este marco cronológico. un aspecto especialmente relevante de esta intervención que merece ser destacado, y sobre el que profundizaremos en próximos trabajos, consiste en la posibilidad de analizar en detalle el comportamiento constructivo, aunque también de uso, de la estructura tumular E-1 que, sin duda alguna, permitirá aportar nuevas luces sobre este tipo de construcciones funerarias que conforman el Grupo Bajo-Aragonés. Este grupo integra en sus diferentes áreas un conjunto muy variado de estructuras funerarias (túmulos circulares, túmulos rectangulares, túmulos cuadrangulares, loculi). Aunque el elemento que mejor caracteriza las necrópolis de incineración de esta región, son los túmulos de planta circular de cista excéntrica. Esta peculiar estructura funeraria suele presentar un diámetro que oscila entre 2.7 y 4.5 metros, aunque algunos ejemplos del Coll del moro en Gandesa llegan a superar los 5 metros y en el caso del Salbimec (mazaleón), de los 9 túmulos reconocidos, 6 sobrepasan los 6 metros (Rafel, 2003: 72). En cuanto al espacio habilitado para depositar la urna y el ajuar suele corresponder a una cista de planta rectangular, construida con distintos aparejos, siendo el más habitual la caja de losas de gran tamaño. Presentan habitualmente unas dimensiones aproximadas de

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entre 0.7 y 2 metros de longitud por un ancho que varía entre los 0.45 y 0.90 mts, manteniendo una relación estable de 2x1. la cista se ubica en posición excéntrica dentro del túmulo y su eje presenta en general una orientación este-oeste con la apertura situada a poniente. Si bien, el caso concreto del túmulo excavado no se correspondería exactamente con esta tipología concreta de cista excéntrica, sí que el resto de características coincide con bastante exactitud con las evidencias documentadas en la reciente excavación realizada en el sector iV de la necrópolis de El Cascarujo. la arquitectura funeraria característica de las necrópolis tumulares bajo-aragonesas evidencia la voluntad expresa de comunicar una escenografía monumental. En este sentido, debemos tener en cuenta que esta monumentalidad en las tumbas corresponde a la materialización de la acción ritual en el registro funerario. Por lo tanto, si partimos de la idea de que la actividad arquitectónica que se desarrolla en un espacio funerario tiene como finalidad principal la construcción de la memoria social y la perduración del recuerdo de los difuntos, parece evidente que los enterramientos en túmulo disponen de un destacado potencial simbólico para comunicar significados rituales, en comparación con aquellos enterramientos en fosa (loculi) que no poseen una estructura exterior tan destacada, la existencia de los cuales se documenta también en las necrópolis bajo-aragonesas en plena convivencia. En las últimas décadas, la arqueología ha incidido notablemente en el estudio de los significados y las causas de la monumentalidad funeraria, valorando los distintos motivos que pueden explicar la construcción de tumbas destinadas a desarrollar un papel especial como referente visual en el paisaje (Parker-Pearson, 1999). Ello nos lleva a pensar de inmediato en el carácter especialmente simbólico que podrían llegar a ostentar algunos de los túmulos bajo-aragoneses (Fatás y Graells, 2010: 15-18 y 51), puesto que se trata de estructuras con una importante inversión de trabajo colectivo, lo cual contribuye a incluirlos en la categoría de acciones humanas que no tienen un sentido exclusivamente práctico –como la de depositar únicamente los restos incinerados de un difunto-, sino que estarían mayoritariamente destinadas a cumplir unas funciones ideológicas en las que se recrea una metáfora, probablemente no lineal, de la sociedad de los vivos, por lo que nos encontraríamos claramente ante estructuras cargadas de la simbología social del grupo humano que las construye, aunque estemos lejos de entender toda su complejidad. En este sentido, la presencia de tumbas monumentalizadas, nos induce a pensar en la idea de que estas necrópolis pudieran funcionar también como auténticos espacios cultuales, no sólo con relación a todo el ceremonial religioso asociado al funeral, sino con la práctica periódica de ciertas celebraciones en honor a los antepasados (Colonna, 2000: 256). obviamente, la gran visibilidad y presencia de estas estructuras en el paisaje favorecen la aceptación de otras interpretaciones en la línea de entenderlas como hitos de frontera o signos físicos de propiedad del territorio (naso, 1996: 74, n.20; Rendelli, 1993: 297; Zifferero, 1991). no somos partidarios sin embargo, o por lo menos hasta que no haya datos contrastados al respecto, de la teoría que relacionaba las poblaciones pastoriles con la construcción de monumentos funerarios visibles (Pellicer, 1987).

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de hecho, aunque se ha señalado que a nivel de riqueza y complejidad de los ajuares no existen grandes diferencias entre las necrópolis tumulares y las necrópolis “planas” con loculi, lo cierto es que en el área del curso inferior del Ebro, las diferencias entre algunos de los conjuntos documentados en la Terra Alta y en la comarca del matarraña, como por ejemplo las tumbas m.4, m.9, m.16 y m.23 del sector maries del Coll del moro (Gandesa), el sepulcro 2 de la Clota (Calaceite), el sepulcro 13 de mas Flandí (Calaceite) o la tumba de les Ferreres (Calaceite), contrastan notablemente con los ajuares, mucho más sencillos, que se han podido identificar en otras necrópolis más orientales como Santa madrona (Riba-roja), Sebes (Flix) o El Calvari (El molar). Ciertamente, podríamos llegar a plantear que las tumbas tumulares de tipo bajo-aragonés presentan generalmente un tipo de cista que proporciona un depósito funerario de mayores dimensiones con mayores posibilidades para contener unos ajuares más ricos intrínsecamente, pero también más complejos socialmente. no obstante, la voluntad de amortizar unos determinados materiales en el ajuar de una tumba (vasos de acompañamiento, objetos personales, ofrendas alimentarias) es un hecho cultural que obedece a distintas motivaciones sociales y que depende, en definitiva, del grado de elaboración que cada comunidad aplica en el ritual funerario y, concretamente, en la materialización simbólica de los ítems que incorpora en la tumba. En todo caso, es indudable que la lectura social de las áreas de enterramiento bajoaragonesas es a día de hoy, una de los aspectos arqueológicos que más interrogantes presenta, pero al mismo tiempo, más posibilidades de avance ofrece, ya que buena parte de los datos conocidos hasta el momento son ciertamente muy parciales y exiguos, tanto por la antigüedad de los trabajos arqueológicos efectuados en la mayoría de los casos, como por la gran cantidad de información que ha sido literalmente “borrada”, fruto de los expolios sistemáticos a los que han sido sometidas este tipo de tumbas. Se carece fundamentalmente de la posibilidad de contrastar datos concretos extraídos de las necrópolis bajo-aragonesas con sus respectivos asentamientos. En este sentido, pensamos que la continuidad de las investigaciones en el complejo arqueológico de El Cascarujo puede aportar novedades muy importantes para intentar aportar nueva información sobre esta cuestión, ya que se trata de un yacimiento donde existe la opción real de trabajar el binomio hábitat-necrópolis. de hecho, en el caso del Coll del moro (Gandesa), que es el conjunto tumular de tipo bajo-aragonés mejor conocido, lo cierto es que no es posible tratar en profundizad este aspecto, ya que se desconoce el hábitat sincrónico asociado al funcionamiento de las áreas de enterramiento estudiadas. En todo caso, se ha propuesto el uso compartido de la necrópolis por distintas comunidades, ya que se trata de un espacio funerario que se ubica en un punto estratégico de paso entre el interior y el litoral mediterráneo. de hecho, la existencia de distintas áreas o sectores de enterramiento (sector Calars, sector Teuler y sector maries) podría ser un indicador del potencial simbólico que tendría una necrópolis a la hora de reforzar los vínculos identitarios y de cohesión entre diferentes grupos que habitaran una región e hicieran uso de un mismo espacio funerario. Ahora bien, ello únicamente puede plantearse a modo de hipótesis, ya que en el caso de El Cascarujo, la proximidad de los 5 sectores o áreas de enterramiento documentadas con relación a la ubicación del poblado, que aunque podrían reflejar una segmentación de las áreas funerarias

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por motivos diversos (parentales; de grupos de población que, aún perteneciendo a esta comunidad, habitaran en su entorno inmediato y que eso fuese causa de diferenciación a la hora de ser enterrado; que estas mismas agrupaciones tumulares tuviesen una respuesta paralela sobre el entramado urbanístico del poblado, si no arquitectónica tal vez sí funcional), podría responder también a otras realidades. muchas son las posibilidades e interrogantes que se nos plantean, y muchas también las dificultades a las que nos deberemos enfrentar para intentar extraer un mínimo de significado social ponderado de los contextos funerarios y de hábitat.

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bIbLIOgRAfíA Bosch Gimpera, P., 1915-1920, “les investigacions de la cultura ibérica al Baix Aragó”. Anuari l´Institut d´Estudis Catalans, Vi, pp. 641-671. Bruhl, A., 1932, “Excavaciones en el Cabezo del Cascarujo, término de Alcañiz (Teruel)”. Memorias JSEA. madrid. Burillo, F. (1989-1990): “la crisis del ibérico Antiguo y su incidencia sobre los Campos de urnas finales del Bajo Aragón”, Kalathos, 9-10, pp. 95-124. Burillo, F. y Picazo, J. V. (1994): “l’urbanisme protohistòric a la vall mitjana de l’Ebre”. Cota Zero 10, pp. 102-114. Colonna, G., 2000, “Populonia e l’architettura funeraria etrusca”, en L’architettura funeraria a Populonia tra IX e VI secolo a.C., atti del Convengo Castello di Populonia 30-31 ottobre 1997, quaderni del dipartimento di archaeologia e storia delle arti sezione archeologica, 47, A.Zifferero (a cura di), pp. 253-260. Eiroa, J. J., 1982, La Loma de los Brunos y los Campos de Urnas del Bajo Aragón. institución Fernando el Católico. Zaragoza. Fatás, l. y Graells, R., 2010, Historia gráfica de los túmulos protohistóricos del Bajo Aragón. Consorcio Ruta de los iberos en Aragón. Alcañiz. moret, P., 1994, “Alguns aspectes del desenvolupament de l’hàbitat organitzat a l’àrea ibèrica”. Cota Zero 10, pp. 19-26. moret, P., 2005, “ibérisation archéologique, ibérisation linguistique: le cas du Bas Aragon”. Paleohispanica, Revista sobre lenguas y culturas de la Hispania antigua, 5, pp. 274-293. naso, A., 1996, “osservazioni dull’origine dei tumuli monumentali nell’italia centrale”, Opuscula Romana, xx, pp. 69-85. Parker-Pearson, m., 1982, "mortuary Practices, Society and ideology: an Ethnoarchaeological Study", en Symbolic and Structural Archaeology, Hodder, i. (ed.), Cambridge university Press, pp. 99- 113. Parker-Pearson, m., 1999, The Archaeology of Death and Burial. Sutton. Pellicer, m., 1987, “origen del urbanismo y de las necrópolis tumulares de incineración del Valle medio del Ebro”, APL, xVii, Homenaje a d.d.Fletcher, pp. 157-175. Rafel, n., 1989, La necròpolis del Coll del Moro de Gandesa: Les estructures funeràries, Col·lecció monografies, 1, Tarragona. Rafel, n., 1993, Necròpolis del Coll del Moro (Gandesa, Terra Alta). Campanyes del 1984 al 1987. Excavacions Arqueològiques a Cataluña, 12, Barcelona. Rafel, n., 2003, Les necròpolis tumulàries de tipus baixaragonès: les campanyes de l´Institut d´Estudis Catalans al Matarranya. monografies mAC-Barcelona, 4. Barcelona. Rendelli, m., 1993, Città aperte. Ambiente e paesaggio rurale organizzato nell’Etruria meridionale costiera durante l’età orientalizzante ed arcaica, Terra italia, 1, Roma. Sanmartí Grego, E., 1984, “notas sobre el poblado protohistórico del Cabezo del Cascarujo, en Alcañiz (Teruel)”. Información Arqueológica, 42, pp. 28-41.

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PRESENTACIÓN

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DEDICATORIA A RICARDO ALCÓN

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ARQUEOLOGÍA Manuel Alberto Fernández Götz. etnicidad y Arqueología: viejas propuestas, nuevas perspectivas....................................... raimon GrAells i FAbreGAt. notas sobre la exposición de Arte Prehistórico de 1921 en las cartas de H. Obermaier a H. breuil (1919-1921) ................................................................ Jordi dilOli FOns y samuel sArdà seuMA. Vías de comunicación y territorialidad: relaciones entre el bajo ebro y la terra Alta- Matarranya durante la antigüedad..................................... borja díAz AriñO, raúl leOrzA álVArez de ArcAyA, Alberto MAyAyO cAtAlán y Francisco Javier ruiz ruiz. el cabezo del lugar (Azaila, teruel): un poblado de la primera edad del hierro ............................................................................ núria rAFel, david GArcíA i rubert y rafael JOrnet i niellA. nuevos datos sobre la evolución del poblamiento en la cataluña meridional entre el siglo Vii ane y época romana: el coll del Moro de Gandesa...................................................... Víctor e.M. MAturén. la excavación arqueológica del yacimiento ibérico de Venta rosa (teruel) ................................................... raúl bAlserA, Jesús berMeJO, luis FAtás, raimon GrAells, rafel JOrnet y samuel sArdà. Primera campaña de excavaciones en el complejo Arqueológico de “el cascarujo” (Alcañiz): resultados preliminares ............................................ Marta cHOrdá Pérez, Octavio cOllAdO y emilio nietO. las tumbas inéditas de la necrópolis celtibérica de “el cuarto” (Griegos, teruel)......................................................................... roger rierA VArGAs. Aproximación al cálculo de población en el siglo iii a.n.e.: el caso layetano..................................................

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55

91

113 173

193

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A. dOMínGuez ArrAnz. la presencia de cerámica ibérica en el litoral de etruria meridional: la castellina, al sur de civitavechia ................................................................................ 257 Gloria Pérez GArcíA. la ciudad de Aratikos.................................. 277 Mª del rosario GArcíA HuertA. las fusayolas de la necrópolis celtibérica de la yunta (Guadalajara) ........................................ 297 ANTROPOLOGÍA Juan José bArrAGán VillAGrAsA. el Patrimonio industrial molinero de Fuentes calientes: las piedras de Molienda y otros materiales.................................................................................... 325 Pilar PAscuAl MAyOrAl y Pedro GArcíA ruiz. Moleros y técnicas de trabajo en la sierra del Madero: cantera Peña el Mirón, trébago (soria) ........................................................................... 345 HISPANOCÉLTICA serafín OlcOz yAnGuAs y Manuel MedrAnO MArqués. revisión paleográfica de varias inscripciones celtibéricas de los valles del Jiloca y Huerva...........................................................

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