The Ramblas

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revista para gente curiosa y diferente

THE RAMBLAS 04 A単o 2


© Roger Castillejo. Serie La ambigüedad de las puertas. Fotografía, impresión Glicee sobre papel mate Velvet Fine Art 260g/m2. 32,9 x 48,3 cm. Ed. 5 ej. 2009.


© Roger Castillejo. Serie La ambigüedad de las puertas. Fotografía, impresión Glicee sobre papel mate Velvet Fine Art 260g/m2. 32,9 x 48,3 cm. Ed. 5 ej. 2009.


Contenido

Editorial

a media noche

El camino que nos hemos propuesto con este proyecto editorial se hace cada día más agradable. Y hay razones de peso que lo hacen posible: la respuesta que recibimos cada vez que sacamos un número de la revista, el interés por los contenidos que vamos desarrollando y los seguidores que se nos van sumando en la redes sociales; y especialmente la incorporación de nuevos colaboradores que expanden nuestros horizontes con nuevas propuestas y que, con su valioso talento, y su tiempo van enriqueciendo nuestras páginas. Especialmente damos la bienvenida Eugenia, desde Rotterdam e Isabel, desde San Francisco, lo que le da un punto de internalización que no teníamos previsto inicialmente. La presente edición tiene una particularidad: está centrada en las artes visuales. Pintores, escultores, grabadores y fotógrafos muestran su talento en nuestras páginas. También nos place publicar en primicia un maravilloso cuento de una joven promesa de las letras españolas, Juan Bautista Durán —cuya primera novela editamos el pasado verano con el sello The Ramblas Projects— acompañado de un clásico de Poe. Además en el espacio temporal entre el número tres y el cuatro remodelamos la estructura de la web con el objetivo de centrar nuestro proyecto en la gestión y promoción de artes visuales y artistas, así como abrir un canal para los servicios editoriales para autores y editores. Están todas las puertas abiertas por si quieres pasar y comentar, colaborar y sugerir, en definitiva conectar con nosotros por las vías que hay disponibles, dar a conocer tu obra, visual o literaria. Seguimos siendo una revista gratuita, que ha se pasea por el formato on-line, pero si la prefieres en papel, puedes ordenar tu copia en Magcloud, un servicio de impresión bajo demanda que llega a todos los rincones del mundo. TRP

05¦Sonoratta. Andrés Dengra horizontes y perfiles

09îFlyHard. Valentina Vives libertad de palabra

12îPerejaume sabe hacer de todo. Eugenia Codina-Miró horizontes y perfiles

13îIan Montgomery. Entrevista de Isabel Koopman el apeadero

24¶Blasi a tres bandas. Juan Bautista Durán 28¶La caída de la Casa Usher. Edgar Alan Poe 35¶Un mismo destino. Antares galerías

37¶Jordi Riera. Artista 43¶Montse Martín. Artista 49¶Agustín Rolando Rojas. Artista horizontes y perfiles

54¦Bookad. Valentina Vives desde mi ventana

55îEl atrevimiento de Andreas Englund Eugenia Codina-Miró 48¦Street Art. Antares 62¦Agenga BCN 63îKap En portada: fotografía de Ian Montgomery. Editor: The Ramblas Project Dirección de Arte: Roger Castillejo Olán Jefa de Redacción: Araceli Martí Fuentes Redacción San Francisco: Isabel Koopman e-mail: editor@theramblas.com / info@theramblas.com Tel.: 668 829 610 / www.theramblas.com Colaboradores: Juan Bautista Durán, Kap (Jaume Capdevila), Eugenia Codina-Miró, Ian Montgomery, Valentina Vives, Jordi Riera, Isabel Koopman, Agustín Rolando Rojas, Montse Martín, Andrés Dengra, Bookad, Andreas Englund, Cristina Gallego, FlyHard, Antares. Patrocinadores: Centre Veterinari de Cornellà {www.veterinario.es}; Art Coach International {www.artcoachinternational.com} Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de la revista por cualquier medio, mecánico o electrónico sin la autorización previa del editor.

The Ramblas cree en la libertad de opinión, y en la responsabilidad de quienes la ejercen, y no necesariemente tiene que estar de acuerdo con las mismas.


a media noche

Sonoratta por Andrés Dengra

ese marco mucho más audible, encontramos soundscapes o sus afiladas incursiones puntuales distorsionadas, punzantes que realmente son marca de la casa. Y para rizar el rizo, acompañando a estos tres grandes músicos, la base rítmica de la última formación de King Crimson, la del 40 aniversario, Tony Levin al bajo y stick y Gavin Harrison (Porcupine Tree) a la batería, tocando de forma más orgánica y jazzística de lo que normalmente suele aportar con Porcupine Tree. Un gran disco para sentarse y disfrutarlo minuto a minuto.

Jakszyk, Fripp and Collins A Scarcity of Miracles Panegyric 2011 Nueva grabación de Robert Fripp alrededor de sus proyectos paralelos a King Crimson, en este caso con miembros de diferentes encarnaciones de King Crimson, exceptuando a Jakko M. Jakszyk, que si forma parte del Crimson Jazz, un grupo que interpreta obras de King Crimson en clave de Jazz. Aunque se haya clasificado como “A King Crimson ProjeKct”, realmente no estamos delante de un disco de King Crimson. Casi todas las canciones son relativamente accesibles a cualquier oído amante de la buena música. No hay experimentaciones drásticas. Las melodías vocales son muy agradables al oído. Como alguno de los miembros de esta formación declaró, “… es el disco romántico de King Crimson…” y realmente se acerca mucho. Canciones como “The Price we pay”, con una gran melodía vocal, “Secrets” o “This house” trasmiten ese ambiente pausado. Todas las composiciones se mueven en un clima relajado, donde el saxo de Mel Collins, muy jazzístico e improvisador, le dan un toque sensual a todas las canciones. Desde hace mucho tiempo, en un disco de Crimson no se escuchaban guitarras acústicas, cosa que para la ocasión si se han utilizado, de forma puntual y magistral. Fripp sigue estando presente con todas sus experimentaciones, aunque dentro de

con orquestra del tema “Mirrorball” del disco de 2008. Lo más curioso es que solo hay que escuchar dos notas realizadas por la voz de Guy Garvey para hacer una comparación con la de Peter Gabriel, son muy parecidas. “Build a rocket boys!”, aun siendo una gran continuación de “Seldom”, le falta un pequeño ápice para igualar a su predecesor. El ambiente de todo el disco es mucho más pausado, excepto en canciones como “Neat Little rows”, donde la percusión por fin coge un poco de protagonismo, perdida en buena parte del disco. Se pueden escuchar influencias del góspel más relajado en “Lippy kids”, una canción que se acomoda en unos acordes de piano in crescendo. Las melodías son uno de los elementos destacados de estas dos últimas producciones. Realmente están llenas de muy buenas melodías vocales que fácilmente vuelves a tararear en cualquier momento, llegando a “Open arms” que podría tratarse de un himno en toda su envergadura. Y como colofón “Dear friends”, un gran canción de cierre, melancolía y amistad.

ELBOW Build a rocket boys! Polydor 2011 Se podría decir que este disco es la continuación de su anterior obra “The Seldom Seen Kid” (2008), ganadora de diversos premios y que realmente llevó el grupo de ser una formación de clubes a festivales y espacios de concierto más amplios. Que ambos discos tienen una relación directa está claro, sobre todo por los conciertos de su última gira, donde solo tocaban canciones de estas dos últimas obras. La evolución del grupo, de un rock alternativo elaborado, a este rock con regusto clásico, con cuerdas clásicas y cierta épica en algunos fragmentos, los ha llevado a un escalón más alto. El reconocimiento es tal que el propio Peter Gabriel hizo una versión

Explosions in the sky Take care, take care, take care Bellaunion 2011 Esta magnífica banda de rock instrumental, por olvidarnos de etiquetas como postrock, etc… ha ido evolucionando de una forma apasionante hasta la edición de lo que po-

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a media noche dría ser su disco clave. “Take care, take care, take care” es un disco increíble, exquisito, positivo y enérgico. Se trata de un conjunto de canciones donde el instrumento principal es la guitarra eléctrica. Pero no pensemos en grupos de guitarras a lo Steve Vai o Satriani, cuyo virtuosismo llega a ser cargante; no, estamos ante un grupo que crea paisajes sonoros gracias a la contraposición de acordes, notas repetidas, como suelen realizar Mogwai, pioneros de este género. Pero en este caso, en lugar de enfrentarnos a un muro sónico, nos enfrentamos a auténticos paisajes sonoros como los del primer corte “Last known surroundings”. “Human qualities” comienza con unos acordes ejecutados como si de una canción de autor se tratara, para que rápidamente una segunda guitarra introduzca la melodía y una tercera cree unos efectos sonoros de violín rascado que rápidamente enamoran y van in crescendo, para en el momento justo explosionar sónicamente con todo el grupo dando el máximo de energía. Lo mejor es que todo se agrupa y da una sensación de sencillez que no podría ser posible en un grupo instrumental, pero así es. Las melodías también están dentro de esa sencillez, y posiblemente sea eso lo que las hace tan buenas y originales. “Trembling hands” es la única canción donde el grupo introduce la voz, pero se trata de un instrumento más, ya que no expresa ninguna palabra, solo notas musicales repetitivas que crean la textura apropiada para la canción, de un dinamismo “tembloroso” como el título nos da a conocer. “Be comfortable, creature” es una canción tranquila, mientras que “Postcard from 1952” comienza discretamente tranquila para poco a poco coger energía. Esta canción tiene una referencia física en la edición del disco, ya que los créditos se han editado en un formato postal. Con “Let me back in” vuelven a la fórmula del primer corte poniendo del derecho y del revés los acordes, pero con una continuidad melódica. En definitiva, “Take care” es todo un compendio de música excelente, que te hará imaginar y soñar despierto.

Dredg Chuckles and Mr. Squeezy Superball Music 2011 Dredg, posiblemente uno de los grupos más desconocidos y con una calidad indiscutible del panorama musical actual, ha creado una obra que da un paso más en el sonido de la banda. De una orientación mucho más pop que sus obras anteriores, no deja de sorprender que puedan llegar a composiciones tan bien hechas, musicalmente y melódicamente hablando. Otros grupos podrían caer en clichés al intentar cambiar su sonoridad, pero Dredg mantiene su originalidad intacta. El primer gran cambio es la elección del productor, Dan The Automator, relacionado con bandas como Gorillaz o Kasabian, de estilo completamente diferente a Dredg. La voz ha dado un salto musical, y las melodías son mucho más trabajadas que en sus discos anteriores. A nivel de letras, a pesar del cambio estilístico, muestran la parte oscura de la humanidad, la pérdida, el sufrimiento, el engaño, la mentira. “Another tribe” nos transmite un cierto ambiente retro jazzístico muy interesante. “Upon returning” en cambio, nos presenta un potente pero simple riff de guitarra, con pasajes muy rítmicos, cercanos a la electrónica, o el drum&bass, pero con la sonoridad natural de los instrumentos clásicos del rock (guitarra, bajo, batería) “The Tent” crea un ambiente cercano al trip-hop con elementos jazz. “Somebody is laughing” nos habla de la ignorancia de la mayoría sobre quienes realmente juegan con los hilos del mundo y se ríe de esa ignorancia, todo junto a una magnifica melodía vocal y un ritmo muy marcado. “Down without a fight” posiblemente sea el ejemplo más electrónico del

disco, con una melodía de sintetizador muy marcada y rítmica. “The ornament”, dentro de la gran variedad estilística del disco, sería la parte más jazz/soul, incluyendo esa cierta autodestrucción emotiva que algunas de las grandes canciones del soul expresan. La letra habla de la más absoluta soledad del ser humano. “The thought of losing you” es la canción estrella del disco. Una canción completa, llena de melodías, simple, pero absolutamente redonda. “Kalathat” nos explica la historia de un hombre que quería resolver sus problemas y los de los demás. Cantada con la única compañía de una guitarra acústica, que aunque parece simple, tiene una ejecución enrevesada, y que por lo que se escucha, parece grabada de una sola toma tanto la voz como la guitarra. “Where I’ll end up” melódicamente es la cara amable del grupo con una letra que entra en el tema del vaso medio lleno o medio vacío. “Before it began” posiblemente fuera de nuestras fronteras sea mejor recibida, pero el ambiente aflamencado de la canción, no juega demasiado a su favor. Es una especie de tributo hispano, un poco tópico, pero para un estadounidense quizá sea una incursión folk exótica. Tienen el perdón por ser un grupo de su calidad. Si realmente querían librarse de las etiquetas “metal” o “progresivo”, con la primera de ellas lo han conseguido sobradamente, pero la segunda, con tal variedad estilística, posiblemente la hayan acentuado en un sentido amplio del término “progresivo”, entendido como la mezcla estilística con el eje común del rock.

Blackfield Welcome to my DNA KScope 2011 Este es el tercer album de este duo formado por Aviv Geffen, músico israelí muy popular en su país y casi desconocido hasta el momento en que formó Blackfield junto a


a media noche Steven Wilson, músico prolífico que forma parte de bandas como Porcupine Tree, Bass Communion o No-Man. Los dos, junto a otros músicos de soporte, casi todos isrelíes, han creado una vez más un disco de Pop Rock de una calidad indudable. Siguiendo la línea de sus anteriores trabajos, en esta ocasión, y por falta de tiempo, la aportación a la composición es mayor por parte de Aviv Geffen que de Steven Wilson, lo cual no desmerece en absoluto el resultado, al contrario, se ha enriquecido sobremanera. Aviv Geffen, en el primer disco de Blackfield recuperó canciones de su repertorio y las adaptó al inglés y al formato del grupo. Su canción estrella “Cloudy Now”, es una protesta de como una generación de jóvenes ha de vivir con la sensación de que hoy es su último día de vida. Fue adaptada con un resultado casi escalofriante si se sitúa en contexto. En el caso de su tercer álbum, la protesta ha llegado al minimalismo con un lenguaje políticamente incorrecto en la canción “Go to hell”. La letra son únicamente estas palabras: “Fuck you all, fuck you. I don’t care. Go to hell”, acompañadas de una instrumentación en progresión continua de una guitarra acústica hasta un grupo de rock y orquestra juntos, similar en “Dissolving with night” pero en este caso con letras más extensas. Las interpretaciones de “Go to hell” son múltiples y sobradas dado el inconformismo de los dos protagonistas, uno a nivel político, Geffen es un “enfant terrible” en su país, y Wilson con su inconformismo musical y del negocio. Todas las composiciones, exceptuando “Waving”, que es de Wilson y que fue escogida por la discográfica para promocionar el disco con un video completamente horrendo, son de Geffen, pero con el dúo vocal de ambos hace que el espíritu de Blackfield quede intacto, dejando sobre la mesa composiciones de pop y rock con miles de influencias, incluyendo en este caso las folclóricas y tradicionales del medio oriente en “Blood”. Destacar especialmente la composición “Oxygen” con un mensaje completamente trágico de la vida en el planeta, dejándolo sin oxígeno en un sentido ético y moral, más que en el lógicamente físico. No se si anteriormente alguien había dedicado una canción al zigoto, pero aquí al menos tenemos una, “Zigota”, con un melodía dulce y melancólica y una letra completamente amarga que acaba en un portentoso final instrumental, como si del momento del nacimiento se tratase, interpretado como un momento realmente duro y traumàtico.

“Welcome to my DNA” cubre todo un espectro de temas alrededor del hombre y su situación actual en la tierra en que vivimos.

tos electrónicos, y cierta influencia del rock progresivo actual, aunque también podemos ver ciertos timbres de rock épico, muy a la U2 o Coldplay, pero son más bien esporádicos y concentrados en “Critical distance”. “Words for Arabella” sigue con los arreglos orquestales ya encontrados en las primeras canciones del disco, aun más acentuados y de tintes muy cinematográficos cuando hace acto de presencia la guitarra distorsionada, para acabar con la melodía principal interpretada en un instrumento de juguete y el continuo rítmico de unas palmas. Un disco muy enérgico y lleno de detalles. Muestra como el grupo va madurando, desde un primer disco realmente potente y ruidoso, hasta los matices y la producción más refinada de este último.

Maybeshewill I was here for a moment, then I was gone Function Records 2011 En esta tercera entrega, aunque aún conservan parte de la dureza de guitarras de sus creaciones anteriores, en la composición y el ambiente general han madurado extraordinariamente, con la incorporación evidente de arreglos de cuerda y orquestales que han hecho que la música vaya hacia otro nivel de calidad. Siguiendo la línea del llamado “Post Rock”, Maybeshewill se mueve en terrenos diferentes, mucho más metal en algunos casos, pero conservando el espíritu instrumental de esta categoría musical, sin la frialdad de algunos de estos ejemplos. “Opening” es la canción de obertura muy influenciada por la música contemporánea de Philip Glass, con pianos de esquemas repetitivos y cruzados, y unas voces, en su sentido coral, y orquesta que van acompañando y a la vez dando la melodía para desembocar en una explosión de rock guitarrero en “Take this to heart”, que aun bebe de las cuerdas de la anterior, y juega con cambios de ritmo de suaves a fuertes, in crescendos, etc… y así continúan en la mayoría de composiciones del grupo. Estas dos primeras composiciones ya nos han hecho la declaración de lo que vamos a encontrar en el resto del disco, rock instrumental de alta calidad. Son capaces de crea ambientes musicales, pero ellos prefieren generar canciones de una estructura más tradicional, sin grandes espacios, de gran concentración, con inclusiones de elemen-

Anneke van Giersbergen Everithing is changing PIAS Holland 2012 Este es ya el tercer disco en solitario de Anneke van Giersbergen después de bajarse del tren de The Gathering. Con ella el grupo llego a unas cotas muy altas de calidad, pasando del metal gótico a lo que bautizaron como trip rock, como el trip hop aplicado al rock. Discos como “Souvenirs” o “Home” ilustran perfectamente lo que quieren expresar con ese trip rock. Incluso cuando Anneke dejó la banda, ellos continuaron editando un disco que seguía la línea de los anteriores “The West Pole”, de gran calidad. Anneke en solitario, ya bajo su propio nombre o bajo el nombre de Agua de Annique, ha realizado incursiones de las más variadas. Con su primer disco, Air, había una clara influencia del rock alternativo de los últimos Radiohead y compañía. Fue un cambio con lo que había hecho hasta el momento con The Gathering, más orien-

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tado al rock/metal. Con “In your room”, su segundo disco en solitario, el acento se hizo más profundo en las melodías pop, con un optimismo y una alegría muy pegadiza. Ahora con este “Everything is changing”, hace honor al título, un nuevo cambio en la dirección musical. Para eso es una artista independiente, para poder hacer lo que quiera y cuando quiera. Las guitarras y todo el ambiente general del disco apuntan más hacia el rock, incluyendo algún guiño a su pasado en The Gathering, con canciones más próximas al metal de sus inicios. El disco comienza con una canción con una melodía pegadiza, “Feel alive”, que es un buen comienzo para el disco. “Everithing is changing” está en la línea ambiental que tanto habían utilizado The Gathering, aunque en este caso con menos capas, mucho más simple, pero no por ello falto de calidad. “Take me home” junto a “I wake up” recuperan programaciones electrónicas y sintetizadores en primer plano, aunque en “Take me home” se hace evidente el espíritu roquero del disco. Esta canción podríamos decir que es el segundo sencillo del disco, al menos segundo video editado en el momento de la publicación

Reediciones

El 2011 estuvo cargado de autenticas reediciones que son pequeñas joyas, ya no solo por los formatos de lujo que las acompañaban, sino por el material que contenían. Hay que destacar en primer lugar dos discos claves para la historia del rock que se vieron reeditados. “Dark Side of the Moon” y “Wish you were here” de Pink Floyd vieron de nuevo la luz, junto a toda la discografía del grupo. Estas reediciones remasterizadas de las ya remasterizadas, pero en este caso con el formato mini vinilo en las ediciones normales, ya empiezan a oler un poco raro… no? Pero las ediciones Immersion de los dos discos antes citados es otra cosa. El precio posiblemente sea desorbitado (alrededor de los 90/100 €, que en los tiempos que corren hay que pensárselo dos o tres veces), pero lo que aporta a nivel visual y musical su precio es incalculable. Solo el mero hecho de haber disfrutado de ambos discos en 5.1, con una claridad de sonido espectacular, eso casi no tiene precio. Si además se le añaden los multiples y más variados extras (versiones cuadrafónicas originales, versiones

del disco, previamente como adelanto se había publicado “Feel Alive”. “I wake up” sigue la línea etérea antes comentada, aunque amplificada con buenas guitarras. “Circles” es la canción lenta del disco. Únicamente podemos disfrutar de la voz de Anneke, un piano y un arreglo de cuerdas, todo en un ambiente dramático/romántico, perfecto para su voz versátil. Hemos de recordar que ha colaborado con una gran cantidad de artistas, tanto nacionales de los Paises Bajos, como internacionales, como John Wetton (Asia, King Crimson), Ayreon, Moonspell, Within Temptation, Devin Townsend entre otros. El toque retro a lo Joy Division lo pone la canción “My Boy” sobre todo por el bajo predominante y los teclados. De “Stay” hasta el final del disco nos transporta de nuevo a los años del metal, tanto en su versión de riffs de guitarra pesada, “Too late”, como a la versión más etérea del metal que ya había realizado con su anterior grupo, “1000 miles away from home”. Creo que Anneke necesitaba publicar un disco de este tipo, recuperando sus raíces en el rock pero actualizándolas con todo su background en solitario. Por ahora es su

mejor disco en solitario a nivel compositivo. Posiblemente la producción podría ser un poco mejor, pero en general es un auténtico sobresaliente, y un buen referente para empezar el año 2012. Solo hay un pequeño problema con este disco. No tiene distribución oficial en España… entonces? Si sois de los que necesitan un formato físico, en este caso CD, comprarlo a la artista es la mejor opción, al menos sabes que tu dinero irá a parar a sus manos. Si se prefiere en digital, muchas de las tiendas internacionales de música lo tienen en disponibilidad de descarga legal. www.annekevangiersbergen.com

alternativas, filmaciones utilizadas en las giras, etc…) al final puede ser que tengan un precio más o menos justo, y si todo eso viene envuelto en un diseño de Storm Thorgerson, sabemos que tenemos una pequeña joya entre las manos. Y en febrero de 2012 saldrá la versión Immersion de “The Wall”. Steven Wilson, líder y componente de bandas como Porcupine Tree, Blackfield, etc… se está convirtiendo en uno de los productores y remezcladores especializados en la recuperación de joyas de los años setenta para convertirlas en auténticas obras sónicas del momento y de la tecnología actual. Ya había sido nominado varias veces al Grammy a la mejor producción en 5.1 de sus discos con Porcupine Tree o en solitario. Su maestría con el sonido ha hecho y ha transformado obras tan significativas como toda la discografía de King Crimson, de los que por ahora llevan editados un buen número de ellos, destacando “In the court of the Crimson King”, “Red”, o la nueva vida que les ha dado a discos como “Lizard”

o “Islands”. Pero no solo Fripp ha confiado en sus manos, sino que también se ha encargado de traer al siglo XXI una joya como el “Aqualung” de Jethro Tull, también editado en varias versiones. Pero destaca la versión de lujo con todos los formatos disponibles hasta el momento (vinilo, CD, DVD y BluRay), que contienen todas las versiones y reversiones que pueda tener el disco clave de la historia de este grupo y de los años setenta. También ha realizado la remasterización y la mezcla en 5.1 de otro disco importante en la historia del rock “In the land of grey and pink” de Caravan. Realmente la tecnología actual y las mezclas en 5.1 están dando una nueva vida a todos estos discos clásicos, y sobre todo, a los que disfrutamos con ellos, nos dan una nueva oportunidad y perspectiva para disfrutarlos con matices nuevos que no dejan de sorprender en cada escucha, cosa que formatos como el mp3, nunca nos darán la oportunidad de apreciar y matizar.


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FlyHard ¶¶Valentina Vives

1-¿ Cómo surge el proyecto de creación de la Compañía Flyhard? Flyhard es una compañía teatral creada por Jordi Casanovas, Roser Blanch y Xavi Vallès a finales de 2004. El mismo equipo ya había realizado otros proyectos y había estrenado diversos espectáculos, pero la necesidad de definir un estilo propio necesitaba de un nombre. Bajo el nombre de Flyhard se empezó a desarrollar un teatro actual para un público joven, a menudo, poco interesado en el teatro que podemos ver actualmente en la cartelera. A finales de 2005 se inicia el proyecto Hardcore Videogames: Una Trilogia con Roser Blanch, Clara Cols, Pablo Lammers, Sergio Matamala y Jordi Casanovas. Este proyecto, formado por las obras Wolfenstein, Tetris y City/Simcity, ha significado la consagración de este nuevo estilo. Wolfenstein y Tetris se estrenaron en la Plataforma AreaTangent el 2006 y se reestrenaron en el Versus Teatre en sesión doble el junio de 2007; mientras que City/ Simcity abrió el ciclo “2007. Tot un any de teatre català” de la Sala Beckett. LA TRILOGIA obtuvo el Premi Revelació de la Crítica Teatral de Barcelona 2006-2007 y el Premi Crítica Serra d’Or 2006, y dos nominaciones a los Max 2008: mejor autor en lengua catalana por Tetris y Espectáculo Revelación (Catalunya) por City/Simcity. La SALA Flyhard, abierta al público en octubre de 2010, representa un paso más hacia la consolidación del trabajo de compañía y de productora. La SALA Flyhard es un teatro de pequeño formato donde se estrenan producciones de la compañía, siempre a partir de textos catalanes contemporáneos. 2- ¿Cuáles son las ventajas y los inconvenientes de representar obras de pequeño formato? Uno de los inconvenientes es por supuesto, de tipo económico ya que se venden menos entradas y por tanto la ganancia es menor.


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horizontes y perfiles Respecto a las ventajas, quiero destacar la interacción siempre enriquecedora con el público; y el hecho de poder realizar un trabajo minucioso que nos lleva a un estilo casi cinematográfico. 3-¿Las características de la sala influyen en la relación con el público? ¡Por supuesto! El hecho de que las butacas se encuentren al mismo nivel del escenario facilita la participación del público y nos da a los actores mucha información sobre como se recibe la obra, de manera instantánea. Te explicaré una anécdota: mientras representábamos la obra Nit de ràdio dos punt zero, un lunes, la gente apenas sonreía y en cambio el sábado, el público participaba con sus comentarios y reía a carcajadas. 4- Antes has comentado que la compañía hace un teatro dirigido a los jóvenes. ¿Crees que las obras pueden interesar igualmente a un público adulto? Tanto Jordi Casanovas, el director de la compañía, como los actores y colaboradores, nos encontramos en la treintena y por eso queremos hablar de cosas que nos resulten próximas. Sin embargo hay muchos aspectos de las obras que pueden resultar interesantes para públicos de otras edades.

la compañía, FLYHARD también participa en la producción de textos de otros autores. Éste es el caso de la obra VOLEM ANAR AL TIBIDABO, escrita y dirigida por Cristina Clemente, o de la lectura dramatizada que se llevó a cabo en la Sala Beckett a partir del texto de Emiliano Pastor MERCEDES BENZS SEGONS ELS OCELLS. La voluntad de la compañía y productora es establecer un diálogo con dramaturgos que tengan líneas de trabajo, a nivel de dirección y de interpretación, similares a las de FLYHARD. En el caso de VOLEM ANAR AL TIBIDABO la compañía, en calidad de productora, también se ha ocupado de la distribución de la obra, que ha salido de gira por Catalunya durante las temporadas 2009-2010 y 2010-2011. 9- ¿Cuáles son los próximos proyectos? El próximo 12 de enero estrenamos en la Sala Flyhard, BURUNDANGA, una divertida comedia escrita por Jordi Galcerán y dirigida por Jordi Casanovas. Y a mediados de febrero estrenamos LA TERRA OBLIDADA, un montaje de Llàtzer Garcia. ¦ Mas info en la web: www.flyhard.org

5- ¿Cómo ves el teatro catalán de hoy en día? ¿Hay suficientes espacios de creatividad? Si, creo que hay mucho movimiento en la escena teatral catalana. Pese al discurso victimista que surge por todas partes, creo que sencillamente se trata de trabajar mucho y ofrecer propuestas de calidad. 6- ¿Con qué actor/actriz te gustaría trabajar? Cuando interpreto una obra me gusta entrar en la historia. Opino que los actores somos únicamente un canal para explicar dicha historia, y por tanto, no estoy interesada en la vertiente glamorosa que a veces, rodea a los actores. 7-¿ Recibís algún tipo de subvención? Si, a lo largo de los últimos dos años hemos recibido subvenciones del CONCA. 8- ¿Estáis abiertos a valorar manuscritos de dramaturgos catalanes desconocidos? Paralelamente a la puesta en escena de textos escritos y dirigidos por Jordi Casanovas e interpretados por el equipo de actores de

Fotos: Joan Mundet.

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Exposición de Perejaume en la Pedrera

Perejaume sabe hacer de todo ¶¶Eugenia Codina-Miró Aprovecho que estoy en Barcelona para visitar la exposición en La Pedrera. Hasta febrero del 2012 hay una exposición del, llamésmole artista, Perejaume. Le llamamos artista aunque le podríamos llamar creador ya que Perejaume crea artefactos de todo tipo para enviar su mensaje: hay fotos, pinturas, collages, vídeos, instalaciones, dibujos y poemas. Este hombre sabe hacer de todo. Lo que en otro artista podría llevar a cierta falta de foco y dispersión, en el caso de Perejaume es una muestra de coherencia. Los medios que usa son variados pero la voz del autor es clara y contudente. La sensación que prevalece cuando se va paseando de una sala a otra es de diversión y de reto intelectual. Por fin un autor que es capaz de mirar la vida con humor, a la manera de los surrealistas y los dadaístas. Eso sí,con un humor irónico y socarrón, por favor, que no se pierda nadie el vídeo Cant dels Ocells tocado en una sola nota. Además de mirarse el mundo con cierta ironía cariñosa, Perejaume intelectualiza el arte porque apela a la razón más que a la emoción. Muchas de sus obras son casi jeroglíficos y poemas en clave. Es una forma de arte racional en la que la palabra, el título de la obra, forma parte del significado. Otras obras retan al espectador usando combinaciones de arte figurativo para dar un mensaje abstracto. Qué bien, ver la obra de un artista que sabe lo qué quiere decir, sabe cómo decirlo y no me usa a mí, el espectador, para experimentar. Qué alivio. En fin, que no se pierda nadie esta exposición que además de ser gratis, está ubicada en uno de los lugares más bonitos de Barcelona. ¦

http://eugeniacodina.blogspot.com


Ian Montgomery www.montyphotos.com



Ian Montgomery es fotógrafo, film editor y músico. Vive en San Francisco, California. Una de sus frases favoritas es “Hago arte como el que mea. Fluye de mi cuerpo”. Pero no es solo eso, Ian ama a las mujeres y se nota en su obra.

Ian Montgomery

La

primera impresión que tuve cuando le conocí fue la de una persona amable, sensible y a afable que filtra todo lo que ve o siente a través del cerebro. Tuve el privilegio de conocer a Ian M. en su exposición en San Francisco. La revista me había pedido que me pusiera en contacto con él. El editor había visto algunas de sus fotos en internet y me dijo que lo quería para el próximo número de la revista. Tenía ya la impresión de que era una persona agradable a través de las conversaciones que había tenido con él por teléfono. Hablamos y decidimos quedar en su exposición en el centro de San Francisco. Aunque yo llegué con algo de retraso, a causa del tráfico provocado por el Año Nuevo Chino en el centro de la ciudad, Ian me esperó con toda educación. Me alegró ver, una vez ante sus fotos, que eran mucho más inquietantes vistas al natural. Las fotos de Ian no son solo desnudos, cuentan una historia, permiten que tu mente vaya libremente allí donde el cerebro quiera llevarte. Durante la exposición tuve la oportunidad de conocer a una de sus modelos. Me dijo lo agradable y cortés que era Ian y lo fácil que era posar para él. Al cabo de unos minutos se presentó una pareja para hablar con Ian. Ella estaba de

¶¶Isabel Koopman tres meses. Ian iba a hacer la colección de fotos del proceso de su embarazo. Aprovechando que yo estaba allí, decidieron tomar las fotos aquella noche para que pudiera ver a Ian trabajando. Todo lo que dice en la entrevista parece ser que es verdad. Al principio de la sesión se le veía más vulnerable que la modelo. Al principio parecía algo nervioso, pero se calmó cuando empezó a hacer fotos y fue sumergiéndose en su trabajo. Rápidamente consiguió que todos nos encontráramos a gusto y relajados. Solo me resta decir que fue todo un placer verle trabajando y conocer a su perro, Rudy. Cuéntanos un poco sobre Ian Soy un aficionado a la fotografía, un editor profesional de cine y un músico semi-profesional. He llevado una vida extremadamente afortunada ya que he sido capaz de mantenerme a mí mismo como artista de algún tipo desde que deje la escuela hace 350 años. La influencia definitiva en mi vida y lo que soy en este momento se lo debo al amor que siento por mi amiga de cuatro patas. Ruby es un perro de rescate de 14 años de edad y me ha rescatado más de una vez. Honestamente puedo decir que la quiero más de lo que he amado a otro ser vivo. Debo tener más de 100.000 fotos de ella. Creo que a veces puedo oír sus suspiros, cuando enciendo la cámara de fotos. ¿Dónde está tu casa? San Francisco es mi hogar ahora que he vivido aquí siete años. Yo soy australiano y la mayor parte de mi vida viví en Sydney, pero naci en una ciudad dos horas al norte de Newcastle.

También pasé cuatro años viviendo en Nueva Zelanda. ¿Cuánto tiempo hace que eres fotógrafo? Yo realmente empecé a tomar fotos de una hora en la escuela secundaria. Mi primer trabajo fue en un laboratorio de fotos donde había además un pequeño estudio en el que hacían fotos de bebés, Papá Noel y cosas por el estilo. Realmente terribles. Volví a la Universidad después de un tiempo para estudiar fotografía y medios de comunicación. Después trabajé diez años como cámara de noticias de televisión. Tuve que viajar por el mundo y ver y hacer algunas cosas sorprendentes. Con el tiempo el lado malo del trabajo me robó mi deseo de ver el mundo a través de una lente. He visto demasiadas cosas que nunca podré borrar de mi mente. Cuando empecé a editar, lentamente mi amor por la fotografía volvió. Conseguí mi primera réflex digital hace sólo dos años y medio debido a que el batería de mi banda me debía dinero para el alquiler de nuestro estudio. Tenía una cámara de repuesto, así que tomé eso. Actualmente la estoy usando todavía, a pesar de que es terrible. Alrededor del 80 por ciento de las personas cuando miran mis fotos lo primero que dicen es: “¡Guau, qué tipo de cámara tienes!”. Lo que realmente me molesta, así que tengo el propósito de seguir disparando con una cámara muy barata y técnicamente imperfecta. ¿Qué o quién consiguió que se te iniciaras en la fotografía erótica? Un fin de semana largo mi mejor amiga Mónica me pidió que le hiciera unas fotos. Cuando llegamos al lugar,por mi mente


cruzó el pensamiento de qué tipo de fotos íbamos a hacer. Esto se basa en el hecho de que Mónica y yo habíamos estado en el hot tubbed juntos muchas veces y también en que ella hace y edita pornografía fetiche. Dejé que ella se cambiara y fui a buscar algo de beber. Cuando volví estaba deambulando desnuda y yo pensé “Bueno, supongo que estamos rodando desnudos.” Ese trabajo sigue siendo uno de los mejores que he hecho en mi vida. Parecía surgir fácilmente y yo creo que es porque aunque yo no las entiendo, me parece que todas las mujeres son bellas. Después la gente empezó a pedirme que les hiciera fotos . De hecho, yo casi nunca pido a nadie que haga de modelo para mí. Sobre todo debido al estigma de ser un fotógrafo erótico, hay tipos que utilizan esto para insinuarse de una forma deshonesta y dan a los verdaderos artistas eróticos un mal nombre. Muchas veces he dejado desnudos de este tipo, porque no me gusta la reacción de mucha gente cuando les digo qué tipo de fotografía hago. Pero sigo volviendo de nuevo a ello, porque hay tan pocas cosas en la vida para las cuales soy realmente bueno y hacer caso omiso de eso es una locura e imposible en última instancia. ¿Cómo describirías tu estilo? Mi estilo yo diría que es “modesto”? Yo casi nunca muestro desnudos completos. Me gusta mucho más “la desnudez implícita “porque creo que el cerebro y la imaginación es mucho más poderosa cuando se tiene que llenar los espacios en blanco. Una de mis citas favoritas de todos los tiempos es “la anticipación, mejor que el hecho en sí mismo.” Sé que no se puede aplicar totalmente a mis fotos, pero su concepto es el mismo ... dejar que el cerebro, no los ojos hagan todo el trabajo. ¿Qué tipo de cámara utilizas ? Una Canon Rebel XTi con un lente 4-5.6 super lento estándar zoom de Canon . Es suave y es lento y me encuentro a menudo muy limitado por la cámara, pero también me gusta eso. Las cámaras no hacen fotos, la gente las hace. Sin embargo, estoy pensando en comprar un equipo mejor, porque mis fotos están empezando a ser utilizadas en revistas e impresos para las exposiciones. Además deben verse bien online, ya que una vez impresas no se ven tan bien. Yo generalmente uso luz de tungsteno, fue una elección basada en la economía. Soy socio de una compañía de producción







de vídeo y, como tal, puedo usar las luces tanto para imágenes fijas como para video. He estado experimentando con el mapeo de proyección con algunos proyectores de alta potencia de video que compré muy baratos en eBay. En realidad no he dominado esta técnica hasta ahora, debido a su consumo de tiempo. Además las modelos tienen que ser capaces de seguir posando durante un largo período de tiempo, mientras les asigno una imagen a través del proyector. ¿Es importante Photoshop en tus imágenes?, ¿Cuál es tu herramienta de Photoshop más útil? Photoshop es muy importante, sin embargo yo utilizo cada vez más Lightroom para poder procesar mis imágenes. Lightroom es muy fácil de usar y al tener todos los archivos a la vista tiene más ventajas que Photoshop. Tuve la suerte de comenzar en la fotografía cuando todavía existían los cuartos oscuros. Y me encantaba estar en ellos, habia algo tan misterioso y atractivo al entrar en uno de ellos, con las luces de color rojo oscuro, el aroma embriagador de los productos químicos y grabados colgados en cadena como la ropa a secar. Considero que grabar la imagen en el disco, es sólo la mitad del trabajo, la otra mitad está en el proceso y realmente me gusta ese lado de la fotografía. Creo que Photoshop es el programa de ordenador más increíble que jamás se ha hecho. Podría pasar el resto de mi vida aprendiendo y solo conseguiría arañar la superficie de su capacidad. También uso un par de plugins de Nik que me gustan mucho.

Elijo artistas para estas entrevistas porque su trabajo me inspira ¿Qué te da ideas y te inspira para crear tu obra? La gente me inspira más que cualquier otra cosa. Como he dicho antes, creo que todas las mujeres son tan confusas y tan hermosas al mismo tiempo que siempre me inspiran para crear. A veces me resulta frustrante porque tengo una idea y paso un largo rato preparando la sesión y cuando viene la modelo en diez minutos tengo una idea totalmente diferente . Me gusta fotografiar la misma modelo por lo menos tres o cuatro veces, repartido en cuatro-seis semanas. Este tipo de fotografía requiere una cantidad increíble de confianza entre la modelo y el fotógrafo . Si la modelo no confía en mí, no va a ser capaz de sentirse sexy y si ella no se siente sexy, el resultado final no será el mismo. ¿Cuál ha sido tu trabajo más memorable y por qué? Por supuesto, la primera vez que hice desnudos fue memorable por muchas razones y todavía me encantan esas fotos, sin embargo puedo decir honestamente que cada sesion que hago es memorable de alguna manera. Es un honor que la gente quiera crear arte conmigo y me siento muy honrado por su confianza y generosidad. Nunca se da por supuesto. Hice recientemente una sesión en una House of Dominance en una parte muy desagradable de Oakland. Parece cualquier otra casa de las afueras , pero se encuentra a una o dos calles de distancia de una zona muy desagradable y peligrosa del mundo. Salí del coche y lo primero que oí fue un disparo de arma de fuego. Miré al asistente que sabiamente decidi llevar conmigo en el ultimo minuto y ambos teníamos la misma mirada de “¿Qué coño estamos haciendo aquí?” Se hizo aún más extraño cuando una niña vestida de Comandante del Ejército ruso vino abrir la puerta. Eran todas tan hermosas e increíblemente bien enraizadas en la realidad que la sesión fue muy bien. ¿Hay fotógrafos que te inspiran? Yo no soy muy bueno conociendo fotógrafos que deberia conocer. Lo más inspirado que he estado alguna vez con el trabajo de otro fotógrafo creo que es por Dave Hill de Los Angeles. Él realmente marcó el comienzo de la fotografía HDR. Su obra es, sencillamente, diferente a la de los otros fotógrafos que he visto. Es un tipo de arte como el que no he visto en mucho tiempo, creo que es

increíble. Me encanta la forma en que utiliza el humor en casi todo lo que hace. Tengo mayor respeto por él después de ver sus fotos ‘personales’, que son todo lo contrario de sus fotos comerciales. Paisajes en blanco y negro de una belleza increíble y retratos. Es evidente que él es el verdadero negocio y no sólo alguien que tenía una buena idea. La fotografía está en constante evolución. ¿Cuál crees que será la mayor diferencia entre la fotografía, ahora y dentro de cinco años? Yo soy un fan de toda la tecnología y estoy constantemente a la caza de las nuevas tecnologías en los medios de comunicación, ya sea fotografía, música o difusión. Como editor de película, los cambios que ocurren casi a diario son alucinantes. Ser un ayudante de editor es muy difícil en estos tiempos porque tienen que estar al tanto de todos los formatos de la nueva cámara y el codec de compresión y cómo trabajar con ellos. Puedo ver cada vez más una convergencia de las cámaras de fotos y de movimiento como la evolución réflex digital que se ha iniciado los últimos años. El Red Scarlett publicado el año pasado volcó esta tendencia a la inversa con un movimiento la cámara ofrece ahora la capacidad de tomar imágenes fijas con una resolución increíble. Finalmente, estoy seguro de que la misma cámara que se utiliza en las películas de Hollywood, se utilizará para tomar fotos y videos de tu bebé en casa. Probablemente también será el teléfono y el ordenador. Será


que he tomado de las películas que he visto, y creo que todo influye en todo. Mis experiencias contribuyen a lo que yo soy como persona y como que yo soy el que toma las fotos me deben influir de alguna manera. No sé quien dijo esto, pero recuerdo haber leído una cita de algún artista histórico muy famoso cuando se le preguntó de donde venia su inspiración dijo: “Yo hago el arte como hago el pipí, fluye de mí” o dijo algo así, .... ¿Eliges una modelo específica por sus características especiales? ¿Te planteas lo que quieres de ella antes de tomar la foto? Sólo en raras ocasiones suelo pedirle a alguien que haga de modelo para mí, normalmente se acercan a mí. No me gusta la idea de que yo soy el tipo que se arrastra preguntando a las niñas que se quiten la ropa para que pueda fotografiarlas. Como he dicho antes, no importa la preparación que hago para una sesión, siempre cambia cuando me encuentro con la modelo. A veces tengo tomas específicas que realmente quiero probar, pero por lo general cuando tengo las ideas tan bien pensadas, le pido a Monica que haga de modelo para mí, porque ella lo entiende. ¿Hay una historia concreta detrás de cada imagen? Yo realmente no profundizo tanto en mis fotografías. Me gusta la idea de que cada una de ellas cuenta una historia diferente para cada persona. Eso es el panorama con lo que hago, no mostrar demasiada desnudez en cada fotografia, de modo que el espectador pueda ir con ello donde quiera. Si 500 personas ven una de mis fotos y ven 500 historias diferentes, yo soy muy feliz. interesante ver si la Cámara de Lytro puede hacerlo. Por el momento la resolución de las imágenes sigue siendo bastante pobre, pero estoy seguro de que es sólo cuestión de tiempo. Creo que la tecnología dará la vuelta por completo a este mundo cuando la hayan perfeccionado. Sin embargo, esto es sólo tecnología aplicada a la fotografía y es el artista el que acaba creando “arte”. La tecnología no va a cambiar el hecho de que necesita a alguien que tiene una idea o se encuentra en el lugar y el momento adecuados para capturar el momento. Esto es lo grande de la fotografía,

¿Tus películas favoritas y como influyen en tu trabajo? Debo confesar que a pesar de que tengo un masters en cine, mis películas favoritas son por lo general películas cómicas. Películas como Old School, Zoolander, The Jerk, El hombre con dos cerebros son las que mas he visto y disfrutado una y otra vez. ¿Por qué estas películas que entretienen a millones de personas nunca ganan premios? No hay nada más difícil que hacer una película cómica , hacer reír a alguien, especialmente cuando puede ver la misma película veinte veces y se ríen aún, eso es el genio a un nivel totalmente distinto. No puedo decir específicamente lo

¿En qué estás trabajando ahora mismo? En cualquier momento tengo cuatro o cinco proyectos y parece que nunca tengo suficiente tiempo para todo. Así que me gustaría decir que estoy trabajando en hacer menos, pero eso sería una mentira. Ahora mismo estoy editando un documental sobre el autismo, tratando de grabar con mi banda y mostrar la exposición en San Francisco. Acabo de empezar una serie de fotografías con mi amiga Larissa que está embarazada. Vamos a hacer tres sesiones en el transcurso de su embarazo y ver lo que puedo construir con ello. ­ ¦


El apeadero / ficción

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Blasi a tres bandas

A

¶¶Juan Bautista Durán

menudo Blasi echaba a andar sin ton ni son, y habría llegado al fin del mundo de no ser porque siempre había un momento en que daba la vuelta e iniciaba el regreso a la casa. Otra ruta u otra expectativa, tal vez, nada más que para distraer la mente, así como lo distraía un whisky o una charla futbolística. Blasi era una persona de ideas fijas, y según se alejaba de la casa se sentía disperso y aún debilitado. A su mujer no le gustaba que anduviera tanto por la casa, se molestaba, a decir verdad, y cada vez que lo intuía dándose la vuelta para retomar el camino se le hacía un nudo en la garganta. Cada minuto que pasaba podía cambiarle de golpe el humor, y es que la suerte de Blasi era un poco su suerte, por lo que la casa y los que ahí se asomaban eran un puente demasiado incómodo entre ambos. Blasi caminaba al buen tuntún, no siempre solo, pero sí con un aire próximo al extravío. Salía del trabajo en torno a las siete de la tarde, con una puntualidad que luego perdía en el andar. De ahí lo de ‹‹la casa››. No fue cosa suya, sino de Sofía, que estaba todas las tardes desde antes que él, y lo cierto era que esta circunstancia comenzaba a llamarle la atención. Solía variar las calles por las que pasaba, no tanto para despistar a algún posible perseguidor (¿a su mujer?) cuanto a sí mismo. Su trayecto empezaba en un punto y acababa en otro, siempre igual, por más que éste no fuera su propósito al cerrar las carpetas de la oficina y recoger sus bártulos. Pensó que a lo mejor se debía a Sofía, una treintañera de sonrisa amable y generosa con la que no vacilaba en tomarse algunas copas día sí y día también, un día tras otro, se diría, así como paso tras paso se conducía a la casa. Y eso le preocupaba, que de repente fuera Sofía, su tono pálido encendido después del primer trago, quien con sus historias lo atrajera al bar. —A la casa, Blasi —le decía—. Esto es como nuestra casa.

La primera vez tuvo mucha gracia. Blasi se rió, mirando entre feliz e incrédulo a Josefa, la dueña del bar, riéndose también al otro lado de la barra. Desde luego podían comenzar a llamarlo su casa, con las horas que allí pasaban y lo mucho que se relajaban: una primera copa, otra copa, la última, otra última, etcétera. Josefa se las servía, no tenía problema. Eso sí, cuando se animaban demasiado, la última de veras la decidía ella. Y si se ponían muy tercos, Blasi o Sofía o ambos, se las servía sin alcohol (era fácil tomarles el pelo, entonces) y de este modo quizá contribuía a que les bajara lo que habían bebido. A diferencia de Blasi, que no bien encaminaba sus pasos a la casa dejaba el trabajo a un lado, Sofía andaba a vueltas con el suyo, lo que la hacía más cercana y pesada a la vez, algo que el propio Blasi alcanzaba a percibir pero no a calibrar. No sabía si debía hacerse a un lado y charlar con otro, por ejemplo con Josefa, o bien prestarle atención y tratar de darle alguna respuesta a sus problemas. Sofía tenía una tienda de ropa y se quejaba de que el género que entraba no gustaba o por el contrario sólo gustaban determinadas prendas, las camisetas más económicas, encima, en detrimento de esos vestiditos que con tanto celo eligió y no había manera de colocar. —Quizá deberías estar más rato en la tienda, tenerla abierta al menos hasta las nueve, que es cuando más gente anda por la calle —le dijo un día, en un tono serio aunque levemente afectado. —Si ya lo sé —dijo ella—, por eso puse una dependienta, pero veremos si me da para pagarle el sueldo. Josefa se sonrió y masculló cuatro palabras que Blasi no escuchó bien, probablemente acerca de la tienda. ‹‹Deberías quedarte tú››, pudo haberle dicho, difícil saberlo ya. Luego dijo que la invitaba a una caña, lo que solía tomar Sofía, porque era la bebida más económica y asimismo porque no tenía tantos grados de alcohol. Ella llegaba y nada


ficción / El apeadero más saludar mostraba un dedo que apuntaba derecho a la máquina de cerveza, una caña, a lo que Josefa iba presta, tal como hizo cuando la invitó, sonriente y conversadora. (Josefa no tenía reparos en hablar de cualquier tema y con cualquier cliente, a los que arropaba en el bar con sus cuidados y su palabra suelta.) También a Blasi lo invitó a una copa, como no podía ser menos, a pesar de que él tomaba whisky en vez de cerveza. Le rellenó el vaso, para ser más precisos. —A esta ronda invito yo —dijo. Fue entonces cuando Sofía, algo mustia por cómo le estaban yendo las cosas, se abrazó a Blasi, y mirándolos, a él y a Josefa y quizá a alguien más, dijo aquello de la casa. —Pues cómo queréis que me quede en la tienda, si venir aquí es una gozada, es como estar en casa. Lo dijo con una emoción que les caló hondo a Josefa y a Blasi, de tan sentidas sus palabras, sinceras y pausadas, dudando acaso de si al decirlas se estaría pasando de la raya (aunque a Sofía las dudas no le callaban las palabras). Los tres entrechocaron sus vasos en un brindis de miradas fijas y alegres. Blasi estaba tan contento que más tarde, en cuanto llegó a su casa, donde su mujer le esperaba medio preocupada y enfurruñada, con la cena ya servida, no pudo evitar referírselo. —¿Dónde te habías metido? —le preguntó ella. —En seguida te lo cuento —le respondió con sinceridad según dejaba sus cosas, la chaqueta y la maleta que todos los días trasegaba de casa a la oficina, a menudo en balde, por simple rutina. No hacía demasiado tiempo que había descubierto el bar y pensó que lo raro no era esto, y es que, al fin y al cabo, la mayor parte de sus compañeros de trabajo se metían en un pub irlandés no bien salían de la oficina; lo raro era no habérselo contado a su mujer, con quien apenas tenía secretos y quien sabía de sobra que a él la cultura de bar no le iba. Se sentaron a la mesa uno al lado del otro, en sus sitios habituales, que únicamente echaban en falta la presencia del hijo, quien formaba una especie de triángulo en la mesa redonda. Se había ido un año atrás, al finalizar los estudios universitarios y empezar a trabajar. Una suerte, se dijeron a la sazón, sobre todo que hubiera tenido la iniciativa y las ganas de buscarse un apartamento a compartir con otros compañeros. Al principio se sintieron muy orgullosos, pero al paso del tiempo era inevitable extrañar su silueta en la mesa o bien su manera de sentarse en el sofá, los programas de fútbol que insistía en mirar, sus charlas siempre veladas y la ropa sucia, sí, la mujer de Blasi echaba en falta la ropa sucia de su hijo, las camisetas con chinas o manchas de grasa, la ropa de deporte sudada y las camisas de los fines de semana, a las que acercaba la nariz y olisqueaba tontamente,

pensando en quién se habría arrimado a ellas, qué muchacha habría soltado ahí un beso tímido y agradable, un beso lleno de tanto cariño como el suyo al recordarlo. La marcha del hijo les dejó un poco sin palabras. Ya habían hablado mucho de él y los silencios de pronto cobraban visos de secretos vacíos, en los que nada había. Por eso Blasi pensó que lo raro era no haberle comentado ni media a su mujer acerca del bar, adonde estaba yendo regular y absurdamente, a dispersarse tan sólo. Más inconsciente que confiado, mientras cenaban, le contó que algunos días, cuando salía de la oficina, echaba a andar y se llegaba al bar, un sitio pequeño, en verdad, apenas cinco mesas y una larga barra, detrás de la cual siempre estaba la dueña, una muchacha estupenda. ‹‹Incluso algunos clientes habituales ya van conociéndome››, dijo, y pensaba en Sofía, pero en el rostro de su mujer advirtió una mueca torcida y tensa, acaso desaprobatoria, que lo calló al instante. Sofía, ahora, era un nombre equivocado. —Pues podrías haberme avisado —le dijo ella—, en vez de tenerme aquí esperándote hasta las tantas. Las palabras de su mujer le llevaron la vista al reloj de un modo tan inmediato como automático, y es que era tarde, en torno a las diez, cuando en su casa lo normal era cenar al filo de las nueve. Blasi sabía que se había equivocado, y puso los brazos encima de la mesa, uno a cada lado del plato, imitando una posición en la que había visto muchas veces a su hijo: su mujer hablando y los dos brazos ahí, como aguantando el chaparrón. No encontró disculpa alguna, solamente diversos atenuantes que su mujer ni siquiera tomó en cuenta: los despreció con la fuerza de su enfado, desde luego, ella creyendo que las tardanzas se debían al trabajo, el cual se acumulaba y no daba abasto. Ésta habría sido una buena razón, pensó Blasi, pero como era tarde para rectificar permaneció callado, con los dos brazos encima de la mesa. —Ya decía yo…, hueles a whisky por las noches —espetó al fin su mujer—. Peor que tu hijo cuando regresaba de juerga. Blasi la miró levantarse con los platos para dirigirse a la cocina, con un paso cansado y duro, un paso que sacudía las paredes y que sintió muy fuerte allí sentado. Desde la marcha del hijo no podía ver partidos de fútbol ni nada por el estilo, el mando de su mujer se había endurecido y le sabía mal que le diese tan poco espacio a su libre albedrío. Pero tampoco quería ir de víctima. Las cosas nunca son gratuitas y por supuesto que ella echaba de menos al hijo, incluidas las discusiones en las que se enzarzaban sin tregua, sobre horarios, compañías y los estudios (la gran baza del hijo), yendo de un lado para otro de la casa, como objetos que no llegaban a impactar contra ninguna pared.

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El apeadero / ficción Ahora apenas si los visitaba, un par de veces en el último año, aunque sin quitarse un carácter agrio que en seguida se encontraba con el de su madre. Blasi deseaba que se reconciliaran, la distancia que habían puesto por medio era propicia a esa resolución que sin embargo no se producía. Algunas conversaciones telefónicas que avanzaban bien, la madre melosa y el hijo, intuía Blasi, apaciguado, tranquilo en su refugio de joven ejecutivo (para lo que brillantemente había estudiado) y con la suficiente libertad para llamar a su madre a la hora que le diese la gana o por el contrario no llamarla, que era lo más habitual y casi la mejor opción, en vista de lo que duraban los respectivos tonos apaciguado y meloso. Blasi seguía las expresiones de su mujer cuando sujetaba el teléfono y a los cinco minutos le hacía algún gesto cariñoso, detrás de la oreja, en el muslo, una sonrisa, gestos con los que intentaba que finalizara la conversación y colgase el aparato. Cinco minutos eran suficientes, tampoco hacía falta contarse la vida entera y volver a aquellas cosas que inevitablemente les enfadaban. Blasi sabía que una charla dulce entre madre e hijo le daría al menos para ver un rato el fútbol. Como no había manera, aprendió a escaparse los días de fútbol con los compañeros de la oficina, o en cualquier caso a decir que iba con ellos, cuando en realidad se iba a la casa, donde también ponían los partidos. Echaba a andar al buen tuntún, a veces sin la idea firme, hasta que se descubría frente a la puerta del bar de Josefa. Después del encontronazo con su mujer tardó unos días en ir, en torno a dos semanas, más o menos, unos días de lo más pesados en que anduvo taciturno y temía la vuelta a casa. Iba compungido…, dudaba si una llamada del hijo podría solventar la situación o por el contrario agravarla. —Qué pronto llegas estos días —le decía su mujer. —Y pues…, me preocupas. Blasi no sabía andarse con rodeos cuando se trataba de su mujer; sus esfuerzos, más bien, estribaban en evitar la sinceridad. Por eso el día que decidió volver al bar tuvo que concienciarse de que había tenido mucho trabajo en la oficina, lo que no era verdad ni mentira, menos aún después de decirle a Josefa que sus dos semanas de ausencia se debían nada menos que al trabajo. Blasi se lo dijo tal cual, porque para confiarle sus problemas prefería a Sofía, que no estaba. —Lleva varios días sin venir, estará en la tienda —le dijo Josefa desde el otro lado de la barra. Los dos intercambiaron unas sonrisas, reconociendo que eso estaba bien. Blasi se tomaba un whisky, mientras ella entraba y salía de la barra para atender a los clientes. No había fútbol, con lo cual el ambiente se reducía a las voces y a la música que sonaba de fondo.

Lo más probable era que Sofía hubiese tenido que prescindir de la empleada. Era obvio, si no vendía no podía permitirse a una muchacha que realizase su trabajo. Sofía era un tanto soñadora, en seguida se crecía y se lanzaba a lo que le echasen, una actitud muy franca y bonita, acerca de la cual se habló bastante en la casa, adonde ya no regresó más que en contadas ocasiones. Para verla había que ir a la tienda y eso ya era demasiado. Blasi fue algún día, como escurriéndose en sus paseos sin ton ni son. Pero no fue el único que se acercó, eso lo fue descubriendo en las diversas charlas que tuvieron lugar en torno a Sofía, todos sentados junto a la barra y Josefa detrás, a guisa de simpática moderadora. —La casa ha perdido a un componente importante —decía uno. —Y que lo digas, la predilecta —añadía otro. —Encontraremos a otra. ¿Verdad, Josefa? Eso lo decía Luis, un muchacho próximo a la treintena que coincidió poco con Sofía pero que era igual muy conocido en la casa. Intervenía en gran parte de las conversaciones y tenía un trato excelente con Josefa. A menudo insinuaba que la única reina de la casa era ella, qué Sofía ni qué diosa de Venus, Josefa, con lo que zanjaba diálogos absurdos en torno a aquélla, sobre todo los días en que no había fútbol, porque a Luis le gustaba mucho y no se perdía un solo partido. Se sentaba en una esquina de la barra, la más cercana al televisor, y veía el partido entero. Lo mismo daba que jugaran unos que otros, él no tenía equipo, le gustaba el fútbol. Uno de sus compañeros habituales era Blasi, quien trataba de llegar pronto cuando había fútbol para sentarse a su lado y comentar juntos el partido: ése bien, el otro mal, ahí había un espacio bonito… Vivían el fútbol como si estuvieran en el campo, con la añadida comodidad del bar y el servicio de Josefa. Lo cierto es que esos días se lo veía a Blasi mucho más relajado y sonriente, similar a cuando charlaba con Sofía y se reían de buena gana, fuere cual fuere la tontada que soltase. Josefa les servía unas copas, y al rato, en cuanto Blasi se retiraba, se lo veía un hombre satisfecho y positivo, un hombre capaz de contarle un chiste verde a su mujer. Por supuesto que esto no lo hacía. Rara vez contó chistes verdes y menos aún a su mujer, una persona seria y recta que a pesar del fútbol lo esperaba para cenar. Se negaba a cenar sola, pudiendo hacerlo con su marido. Cenaban al filo de las diez y nunca hablaban del partido, ambos lo evitaban, así como evitaban hablar del hijo, quien cada vez llamaba menos y su madre se preguntaba si debería dar su brazo a torcer y telefonearlo. Lo decía muy dubitativa, como esperando a que fuese el padre quien cogiera el aparato y marcase el número. Pero Blasi no lo hizo, se limitó a darle la razón. ‹‹Si no llama él, tendremos que llamarlo nosotros.››


ficción / El apeadero Decirlo era tan fácil como confiar en que lo hiciese La aparición de Luis en la casa fue providenel otro, y es que a ambos les dolía ese silencio. Nin- cial, cayó en ella como un centro perfecto al área guna madre acepta estar lejos de su hijo, Blasi lo para que Blasi rematara a gol. Sentados junto a la sabía y pensó que cuando hablara con él se lo diría. barra (a veces también alrededor de una mesa) No era complicado, jamás se había enfadado de echaban a hablar de cualquier tema, pese a que el veras con su hijo, sólo que los enfados de la madre fútbol venía siendo el que más alegrías les deparaafectaban por igual a los tres. Decían que iban a ba, figuras de antaño, jugadores que van despunllamarlo pero no se decidían, dejaban pasar el rato tando, otros que se apagan… Coincidían bastante hasta que ya era demasiado tarde, porque incluso en sus opiniones. Y era el propio Luis quien a para llamar a un hijo hay horarios, que Blasi y su partir de las ocho y media le recordaba que debía mujer no querían romper. ‹‹Lo intentaremos mejor regresar a casa si no quería que su mujer se enfamañana››, ésa era la frase que más repetían, y sin dara, lo último por supuesto que deseaba Blasi, embargo al día siguiente volvía a ocurrir lo mismo. de manera que se terminaba la copa de whisky o Blasi se acostumbró a llegar a la hora de la ya simplemente se despedía para echar a andar cena, si bien con la mente en otra parte, todavía en pensando en su mujer, a quien le apetecía decírseel bar, tal vez, donde habría estado charlando con lo y además sabía que tarde o temprano lo haría, Luis y éste no era un buen tema de conversación porque esto era lo natural, pero le daba miedo para su mujer, ni Luis ni la casa ni los vericuetos imaginar cuál sería su reacción al contarle que en de la temporada futbolística, tampoco Josefa o la el bar se ve con su hijo. ausencia de Sofía, era absurdo, su mujer servía los platos y cenaban mirando la televisión. Entre Juan Bautista Durán ambos se fue abriendo un abismo que fijaron en la Barcelona, septiembre de 2009 silla del hijo, en eso sí estaban de acuerdo, miraban la televisión y de reojo vigilaban la silla vacía, como si fuera a moverse o bien a ocuparse. Les habría gustado que de pronto se sentara su hijo en ella, sobre todo a la madre, que era quien peor se sentía con todo este asunto. —¿Crees que va a llamar? —interrumpía a veces un diálogo de la televisión. Blasi le respondía positivamente, le hablaba de lo buena persona que era su hijo y de que estas cosas ocurren, que no se preocupara, siempre hay baches en la vida familiar. Lo decía sin gran afectación, tratando únicamente de calmar a su mujer. Para él todo era Luis, de repente, y estaba bien que así fuera, porque de algún modo su presencia le quitaba de la cabeza la idea de que se asomaba al bar por Sofía, a quien ya rara vez veía, sólo si alguno de sus paseos lo conducía a la tienda. En efecto, tuvo que prescindir de la dependienta y quedarse ella hasta el cierre, cosa que la cansaba un montón, en sus propias palabras, y le quitaba las ganas de visitar mo luego a Josefa y a cuantos se reunían en la casa. 1985, aparece co 11 de marzo de el a on el rc ar Ba —Pero esto es nuestra casa —decía—; tranquiado enm car nacido en davía nadie ha os to Bautista Durán, e qu an al Ju o, ism s sí m los que volveré. tos más llamativo escritor hecho a yos son los cuen Su . un insólito caso de la ño Su mirada resplandeciente denotaba que lo pa do es la a ca ndo la actual narrativ títulos de tan ho decía en serio, aunque a Blasi ya poco le imporen el torrente de nacionales, con s io ed m s lo da en ofundi d emotiva temente taba. Prefería el placer de charlar con ella un día ueza estética y pr riq publicados recien ya cu , ce do s se da la medida o Nicolás de la cualquiera a encontrársela en la barra toda vez que va más allá, que e qu r como El ascensor to au un ar o de se asomaba por ahí. Su presencia revolucionaba la habilidad de cont lar el eco mediátic see la compleja po han logrado acal e qu y es e aj te on és pues casa, desde Josefa a los propios clientes, quienes evo pers como cuentista, o éxito en cada nu ism su m sí de a o rid la refe no podían estar allí sin estar al mismo tiempo con que bien merece s ocasiones se ha nero, dice, por el gé historias. En varia un e, ella, Sofía, capaz de contagiar a todos de cuanto nt sie se e más a gusto la preocupaba. Día a día los habituales del bar la el género en el qu obra. blas Projects). e anonimato de su visitaban en la tienda, salvo Luis, que no llegó a Valdés (The Ram o pena el miserabl sc ci an Fr de s vela Las tres pipa conocerla demasiado bien y por tanto no tenía Ha publicado la no nada que contarle.

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El apeadero / clásicos

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Edgar Allan Poe

La caída de la Casa Usher

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urante todo un día de otoño, triste, oscuro, silencioso, cuando las nubes se cernían bajas y pesadas en el cielo, crucé solo, a caballo, una región singularmente lúgubre del país; y, al fin, al acercarse las sombras de la noche, me encontré a la vista de la melancólica Casa Usher. No sé cómo fue, pero a la primera mirada que eché al edificio invadió mi espíritu un sentimiento de insoportable tristeza. Digo insoportable porque no lo atemperaba ninguno de esos sentimientos semiagradables, por ser poéticos, con los cuales recibe el espíritu aún las más austeras imágenes naturales de lo desolado o lo terrible. Miré el escenario que tenía delante —la casa y el sencillo paisaje del dominio, las paredes desnudas, las ventanas como ojos vacíos, los ralos y siniestros juncos, y los escasos troncos de árboles agostados— con una fuerte depresión de ánimo únicamente comparable, como sensación terrena, al despertar del fumador de opio, la amarga caída en la existencia cotidiana, el horrible descorrerse del velo. Era una frialdad, un abatimiento, un malestar del corazón, una irremediable tristeza mental que ningún acicate de la imaginación podía desviar hacia forma alguna de lo sublime. ¿Qué era —me detuve a pensar—, qué era lo que así me desalentaba en la contemplación de la Casa Usher? Misterio insoluble; y yo no podía luchar con los sombríos pensamientos que se congregaban a mi alrededor mientras reflexionaba. Me vi obligado a incurrir en la insatisfactoria conclusión de que mientras hay, fuera de toda duda, combinaciones de simplísimos objetos naturales que tienen el poder de afectarnos así, el análisis de este poder se encuentra aún entre las consideraciones que están más allá de nuestro alcance. Era posible, reflexioné, que una simple disposición diferente de los elementos de la escena, de los detalles del cuadro, fuera suficiente para modificar o quizá anular su poder de impresión dolorosa; y, procediendo de acuerdo con esta idea, empujé mi caballo a la escarpada orilla de un estanque negro y fantástico que extendía su brillo tranquilo junto a la mansión;

Son coeur est un luth suspendu; Sitôt qu’ on le touche, il résonne. De Béranger pero con un estremecimiento aún más sobrecogedor que antes contemplé la imagen reflejada e invertida de los juncos grises, y los espectrales troncos, y las vacías ventanas como ojos. En esa mansión de melancolía, sin embargo, proyectaba pasar algunas semanas. Su propietario, Roderick Usher, había sido uno de mis alegres compañeros de adolescencia; pero muchos años habían transcurrido desde nuestro último encuentro. Sin embargo, acababa de recibir una carta en una región distinta del país —una carta suya—, la cual, por su tono exasperadamente apremiante, no admitía otra respuesta que la presencia personal. La escritura denotaba agitación nerviosa. El autor hablaba de una enfermedad física aguda, de un desorden mental que le oprimía y de un intenso deseo de verme por ser su mejor y, en realidad, su único amigo personal, con el propósito de lograr, gracias a la jovialidad de mi compañía, algún alivio a su mal. La manera en que se decía esto y mucho más, este pedido hecho de todo corazón, no me permitieron vacilar y, en consecuencia, obedecí de inmediato al que, no obstante, consideraba un requerimiento singularísimo. Aunque de muchachos habíamos sido camaradas íntimos, en realidad poco sabía de mi amigo. Siempre se había mostrado excesivamente reservado. Yo sabía, sin embargo, que su antiquísima familia se había destacado desde tiempos inmemoriales por una peculiar sensibilidad de temperamento desplegada, a lo largo de muchos años, en numerosas y elevadas concepciones artísticas y manifestada, recientemente, en repetidas obras de caridad generosas, aunque discretas, así como en una apasionada devoción a las dificultades más que a las bellezas ortodoxas y fácilmente reconocibles de la ciencia musical. Conocía también el hecho notabilísimo de que la estirpe de los Usher, siempre venerable, no había producido, en ningún periodo, una rama duradera; en otras palabras, que toda la familia se limitaba a la línea de descendencia directa y siempre, con insignificantes


clásicos / El apeadero y transitorias variaciones, había sido así. Esta ausencia, pensé, mientras revisaba mentalmente el perfecto acuerdo del carácter de la propiedad con el que distinguía a sus habitantes, reflexionando sobre la posible influencia que la primera, a lo largo de tantos siglos, podía haber ejercido sobre los segundos, esta ausencia, quizá, de ramas colaterales, y la consiguiente transmisión constante de padre a hijo, del patrimonio junto con el nombre, era la que, al fin, identificaba tanto a los dos, hasta el punto de fundir el título originario del dominio en el extraño y equívoco nombre de Casa Usher, nombre que parecía incluir, entre los campesinos que lo usaban, la familia y la mansión familiar. He dicho que el solo efecto de mi experimento un tanto infantil —el de mirar en el estanque— había ahondado la primera y singular impresión. No cabe duda de que la conciencia del rápido crecimiento de mi superstición —pues, ¿por qué no he de darle este nombre?— servía especialmente para acelerar su crecimiento mismo. Tal es, lo sé de antiguo, la paradójica ley de todos los sentimientos que tienen como base el terror. Y debe de haber sido por esta sola razón que, cuando de nuevo alcé los ojos hacia la casa desde su imagen en el estanque, surgió en mi mente una extraña fantasía, fantasía tan ridícula, en verdad, que sólo la menciono para mostrar la vívida fuerza de las sensaciones que me oprimían. Mi imaginación estaba excitada al punto de convencerme de que se cernía sobre toda la casa y el dominio una atmósfera propia de ambos y de su inmediata vecindad, una atmósfera sin afinidad con el aire del cielo, exhalada por los árboles marchitos, por los muros grises, por el estanque silencioso, un vapor pestilente y místico, opaco, pesado, apenas perceptible, de color plomizo. Sacudiendo de mi espíritu eso que tenía que ser un sueño, examiné más de cerca el verdadero aspecto del edificio. Su rasgo dominante parecía ser una excesiva antigüedad. Grande era la decoloración producida por el tiempo. Menudos hongos se extendían por toda la superficie, suspendidos desde el alero en una fina y enmarañada tela de araña. Pero esto nada tenía que ver con ninguna forma de destrucción. No había caído parte alguna de la mampostería, y parecía haber una extraña incongruencia entre la perfecta adaptación de las partes y la disgregación de cada piedra. Esto me recordaba mucho la aparente integridad de ciertos maderajes que se han podrido largo tiempo en alguna cripta descuidada, sin que intervenga el soplo del aire exterior. Aparte de este indicio de ruina general la fábrica daba pocas señales de inestabilidad. Quizá el ojo de un observador minucioso hubiera podido descubrir una fisura apenas perceptible que, extendiéndose desde el tejado del edificio, en el frente, se abría camino pared abajo, en zig-zag, hasta perderse en las sombrías aguas del estanque. Mientras observaba estas cosas cabalgué por una breve calzada hasta la casa. Un sirviente que aguardaba tomó mi caballo, y entré en la bóveda gótica del vestíbulo. Un criado de paso furtivo me condujo desde allí, en silencio, a través de varios pasadizos oscuros e intrincados, hacia el gabinete de su amo. Mucho de lo que encontré en el camino contribuyó, no sé cómo, a avivar los vagos sentimientos de los cuales he hablado ya. Mientras los objetos circundantes —los relieves de los cielorrasos, los oscuros tapices de las paredes, el ébano negro de los pisos y los fantasmagóricos trofeos heráldicos que rechinaban a mi paso— eran cosas a las cuales, o a sus semejantes, estaba

acostumbrado desde la infancia, mientras cavilaba en reconocer lo familiar que era todo aquello, me asombraban por lo insólitas las fantasías que esas imágenes no habituales provocaban en mí. En una de las escaleras encontré al médico de la familia. La expresión de su rostro, pensé, era una mezcla de baja astucia y de perplejidad. El criado abrió entonces una puerta y me dejó en presencia de su amo. La habitación donde me hallaba era muy amplia y alta. Tenía ventanas largas, estrechas y puntiagudas, y a distancia tan grande del piso de roble negro, que resultaban absolutamente inaccesibles desde dentro. Débiles fulgores de luz carmesí se abrían paso a través de los cristales enrejados y servían para diferenciar suficientemente los principales objetos; los ojos, sin embargo, luchaban en vano para alcanzar los más remotos ángulos del aposento, a los huecos del techo abovedado y esculpido. Oscuros tapices colgaban de las paredes. El moblaje general era profuso, incómodo, antiguo y destartalado. Había muchos libros e instrumentos musicales en desorden, que no lograban dar ninguna vitalidad a la escena. Sentí que respiraba una atmósfera de dolor. Un aire de dura, profunda e irremediable melancolía lo envolvía y penetraba todo. A mi entrada, Usher se incorporó de un sofá donde estaba tendido cuan largo era y me recibió con calurosa vivacidad, que mucho tenía, pensé al principio, de cordialidad excesiva, del esfuerzo obligado del hombre de mundo ennuyé. Pero una mirada a su semblante me convenció de su perfecta sinceridad. Nos sentamos y, durante unos instantes, mientras no hablaba, lo observé con un sentimiento en parte de compasión, en parte de espanto. ¡Seguramente hombre alguno hasta entonces había cambiado tan terriblemente, en un periodo tan breve, como Roderick Usher! A duras penas pude llegar a admitir la identidad del ser exangüe que tenía ante mí, con el compañero de mi adolescencia. Sin embargo, el carácter de su rostro había sido siempre notable. La tez cadavérica; los ojos, grandes, líquidos, incomparablemente luminosos; los labios, un tanto finos y muy pálidos, pero de una curva extraordinariamente hermosa; la nariz, de delicado tipo hebreo, pero de ventanillas más abiertas de lo que es habitual en ellas; el mentón, finamente modelado, revelador, en su falta de prominencia, de una falta de energía moral; los cabellos, más suaves y más tenues que tela de araña: estos rasgos y el excesivo desarrollo de la región frontal constituían una fisonomía difícil de olvidar. Y ahora la simple exageración del carácter dominante de esas facciones y de su expresión habitual revelaban un cambio tan grande, que dudé de la persona con quien estaba hablando. La palidez espectral de la piel, el brillo milagroso de los ojos, sobre todas las cosas me sobresaltaron y aún me aterraron. El sedoso cabello, además, había crecido al descuido y, como en su desordenada textura de telaraña flotaba más que caía alrededor del rostro, me era imposible, aún haciendo un esfuerzo, relacionar su enmarañada apariencia con idea alguna de simple humanidad. En las maneras de mi amigo me sorprendió encontrar incoherencia, inconsistencia, y pronto descubrí que era motivada por una serie de débiles y fútiles intentos de vencer un azoramiento habitual, una excesiva agitación nerviosa. A decir verdad, ya estaba preparado para algo de esta naturaleza, no menos por su carta que por reminiscencias de ciertos rasgos juveniles y por las conclusiones deducidas de su peculiar conformación

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El apeadero / clásicos física y su temperamento. Sus gestos eran alternativamente vivaces y lentos. Su voz pasaba de una indecisión trémula (cuando su espíritu vital parecía en completa latencia) a esa especie de concisión enérgica, esa manera de hablar abrupta, pesada, lenta, hueca; a esa pronunciación gutural, densa, equilibrada, perfectamente modulada que puede observarse en el borracho perdido o en el opiómano incorregible durante los periodos de mayor excitación. Así me habló del objeto de mi visita, de su vehemente deseo de verme y del solaz que aguardaba de mí. Abordó con cierta extensión lo que él consideraba la naturaleza de su enfermedad. Era, dijo, un mal constitucional y familiar, y desesperaba de hallarle remedio; una simple afección nerviosa, añadió de inmediato, que indudablemente pasaría pronto. Se manifestaba en una multitud de sensaciones anormales. Algunas de ellas, cuando las detalló, me interesaron y me desconcertaron, aunque sin duda tuvieron importancia los términos y el estilo general del relato. Padecía mucho de una acuidad mórbida de los sentidos; apenas soportaba los alimentos más insípidos; no podía vestir sino ropas de cierta textura; los perfumes de todas las flores le eran opresivos; aún la luz más débil torturaba sus ojos, y sólo pocos sonidos peculiares, y éstos de instrumentos de cuerda, no le inspiraban horror. Vi que era un esclavo sometido a una suerte anormal de terror. “Moriré —dijo—, tengo que morir de esta deplorable locura. Así, así y no de otro modo me perderé. Temo los sucesos del futuro, no por sí mismos, sino por sus resultados. Me estremezco pensando en cualquier incidente, aún el más trivial, que pueda actuar sobre esta intolerable agitación. No aborrezco el peligro, como no sea por su efecto absoluto: el terror. En este desaliento, en esta lamentable condición, siento que tarde o temprano llegará el periodo en que deba abandonar vida y razón a un tiempo, en alguna lucha con el torvo fantasma: el miedo.” Conocí además por intervalos, y a través de insinuaciones interrumpidas y ambiguas, otro rasgo singular de su condición mental. Estaba dominado por ciertas impresiones supersticiosas relativas a la morada que ocupaba y de donde, durante muchos años, nunca se había aventurado a salir. Supersticiones relativas a una influencia cuya supuesta energía fue descrita en términos demasiado sombríos para repetirlos aquí; influencia que algunas peculiaridades de la simple forma y material de la casa familiar habían ejercido sobre su espíritu, decía, a fuerza de soportarlas largo tiempo; efecto que el aspecto físico de los muros y las torrecillas grises y el oscuro estanque en el cual éstos se miraban había producido, a la larga, en la moral de su existencia. Admitía, sin embargo, aunque con vacilación, que podía buscarse un origen más natural y más palpable a mucho de la peculiar melancolía que así lo afectaba: la cruel y prolongada enfermedad, la disolución evidentemente próxima de una hermana tiernamente querida, su única compañía durante muchos años, su último y solo pariente sobre la tierra. “Su muerte — decía con una amargura que nunca podré olvidar— hará de mí (de mí, el desesperado, el frágil) el último de la antigua raza de los Usher.” Mientras hablaba, Madeline (que así se llamaba) pasó lentamente por un lugar apartado del aposento y, sin notar mi presencia, desapareció. La miré con extremado asombro, no desprovisto de temor, y sin embargo me es imposible explicar estos sentimientos. Una sensación de estupor me oprimió, mien-

tras seguía con la mirada sus pasos que se alejaban. Cuando por fin una puerta se cerró tras ella, mis ojos buscaron instintiva y ansiosamente el semblante del hermano, pero éste había hundido la cara entre las manos y sólo pude percibir que una palidez mayor que la habitual se extendía en los dedos descarnados, por entre los cuales se filtraban apasionadas lágrimas. La enfermedad de Madeline había burlado durante mucho tiempo la ciencia de sus médicos. Una apatía permanente, un agotamiento gradual de su persona y frecuentes aunque transitorios accesos de carácter parcialmente cataléptico eran el diagnóstico insólito. Hasta entonces había soportado con firmeza la carga de su enfermedad, negándose a guardar cama; pero, al caer la tarde de mi llegada a la casa, sucumbió (como me lo dijo esa noche su hermano con inexpresable agitación) al poder aplastante del destructor, y supe que la breve visión que yo había tenido de su persona sería probablemente la última para mí, que nunca más vería a Madeline, por lo menos en vida. En los varios días posteriores, ni Usher ni yo mencionamos su nombre, y durante este periodo me entregué a vehementes esfuerzos para aliviar la melancolía de mi amigo. Pintábamos y leíamos juntos; o yo escuchaba, como en un sueño, las extrañas improvisaciones de su elocuente guitarra. Y así, a medida que una intimidad cada vez más estrecha me introducía sin reserva en lo más recóndito de su alma, iba advirtiendo con amargura la futileza de todo intento de alegrar un espíritu cuya oscuridad, como una cualidad positiva, inherente, se derramaba sobre todos los objetos del universo físico y moral, en una incesante irradiación de tinieblas. Siempre tendré presente el recuerdo de las muchas horas solemnes que pasé a solas con el amo de la Casa Usher. Sin embargo, fracasaría en todo intento de dar una idea sobre el exacto carácter de los estudios o las ocupaciones a los cuales me inducía o cuyo camino me mostraba. Una idealidad exaltada, enfermiza, arrojaba un fulgor sulfúreo sobre todas las cosas. Sus largos e improvisados cantos fúnebres resonarán eternamente en mis oídos. Entre otras cosas, conservo dolorosamente en la memoria cierta singular perversión y amplificación del extraño aire del último vals de Von Weber. De las pinturas que nutrían su laboriosa imaginación y cuya vaguedad crecía a cada pincelada, vaguedad que me causaba un estremecimiento tanto más penetrante, cuanto que ignoraba su causa; de esas pinturas (tan vívidas que aún tengo sus imágenes ante mí) sería inútil mi intento de presentar algo más que la pequeña porción comprendida en los límites de las meras palabras escritas. Por su extremada simplicidad, por la desnudez de sus diseños, atraían la atención y la subyugaban. Si jamás un mortal pintó una idea, ese mortal fue Roderick Usher. Para mí, al menos —en las circunstancias que entonces me rodeaban—, surgía de las puras abstracciones que el hipocondríaco lograba proyectar en la tela, una intensidad de intolerable espanto, cuya sombra nunca he sentido, ni siquiera en la contemplación de las fantasías de Fuseli, resplandecientes, por cierto, pero demasiado concretas. Una de las fantasmagóricas concepciones de mi amigo, que no participaba con tanto rigor del espíritu de abstracción, puede ser vagamente esbozada, aunque de una manera indecisa, débil, en palabras. El pequeño cuadro representaba el interior de una bóveda o túnel inmensamente largo, rectangular, con paredes bajas, lisas, blancas, sin interrupción ni adorno alguno. Ciertos


clásicos / El apeadero elementos accesorios del diseño servían para dar la idea de que esa excavación se hallaba a mucha profundidad bajo la superficie de la tierra. No se observaba ninguna saliencia en toda la vasta extensión, ni se discernía una antorcha o cualquier otra fuente artificial de luz; sin embargo, flotaba por todo el espacio una ola de intensos rayos que bañaban el conjunto con un esplendor inadecuado y espectral. He hablado ya de ese estado mórbido del nervio auditivo que hacía intolerable al paciente toda música, con excepción de ciertos efectos de instrumentos de cuerda. Quizá los estrechos límites en los cuales se había confinado con la guitarra fueron los que originaron, en gran medida, el carácter fantástico de sus obras. Pero no es posible explicar de la misma manera la fogosa facilidad de sus impromptus. Debían de ser —y lo eran, tanto las notas como las palabras de sus extrañas fantasías (pues no pocas veces se acompañaba con improvisaciones verbales rimadas)—, debían de ser los resultados de ese intenso recogimiento y concentración mental a los cuales he aludido antes y que eran observables sólo en ciertos momentos de la más alta excitación mental. Recuerdo fácilmente las palabras de una de esas rapsodias. Quizá fue la que me impresionó con más fuerza cuando la dijo, porque en la corriente interna o mística de su sentido creí percibir, y por primera vez, una acabada conciencia por parte de Usher de que su encumbrada razón vacilaba sobre su trono. Los versos, que él tituló El palacio encantado, decían poco más o menos así: En el más verde de los valles que habitan ángeles benéficos, erguíase un palacio lleno de majestad y hermosura. ¡Dominio del rey Pensamiento, allí se alzaba! Y nunca un serafín batió sus alas sobre cosa tan bella. Amarillos pendones, sobre el techo flotaban, áureos y gloriosos (todo eso fue hace mucho, en los más viejos tiempos); y con la brisa que jugaba en tan gozosos días, por las almenas se expandía una fragancia alada. Y los que erraban en el valle, por dos ventanas luminosas a los espíritus veían danzar al ritmo de laúdes, en torno al trono donde (¡porfirogéneto!) envuelto en merecida pompa, sentábase el señor del reino. Y de rubíes y de perlas era la puerta del palacio, de donde como un río fluían, fluían centelleando,

los Ecos, de gentil tarea: la de cantar con altas voces el genio y el ingenio de su rey soberano. Mas criaturas malignas invadieron, vestidas de tristeza, aquel dominio. (¡Ah, duelo y luto! ¡Nunca más nacerá otra alborada!) Y en torno del palacio, la hermosura que antaño florecía entre rubores, es sólo una olvidada historia sepulta en viejos tiempos. Y los viajeros, desde el valle, por las ventanas ahora rojas, ven vastas formas que se mueven en fantasmales discordancias, mientras, cual espectral torrente, por la pálida puerta sale una horrenda multitud que ríe... pues la sonrisa ha muerto. Recuerdo bien que las sugestiones nacidas de esta balada nos lanzaron a una corriente de pensamientos donde se manifestó una opinión de Usher que menciono, no por su novedad (pues otros hombres han pensado así), sino para explicar la obstinación con que la defendió. En líneas generales afirmaba la sensibilidad de todos los seres vegetales. Pero en su desordenada fantasía la idea había asumido un carácter más audaz e invadía, bajo ciertas condiciones, el reino de lo inorgánico. Me faltan palabras para expresar todo el alcance, o el vehemente abandono de su persuasión. La creencia, sin embargo, se vinculaba (como ya lo he insinuado) con las piedras grises de la casa de sus antepasados. Las condiciones de la sensibilidad habían sido satisfechas, imaginaba él, por el método de colocación de esas piedras, por el orden en que estaban dispuestas, así como por los numerosos hongos que las cubrían y los marchitos árboles circundantes, pero, sobre todo, por la prolongación inmodificada de este orden y su duplicación en las quietas aguas del estanque. Su evidencia —la evidencia de esa sensibilidad— podía comprobarse, dijo (y al oírlo me estremecí), en la gradual pero segura condensación de una atmósfera propia en torno a las aguas y a los muros. El resultado era discernible, añadió, en esa silenciosa, mas importuna y terrible influencia que durante siglos había modelado los destinos de la familia, haciendo de él eso que ahora estaba yo viendo, eso que él era. Tales opiniones no necesitan comentario, y no haré ninguno. Nuestros libros —los libros que durante años constituyeran no pequeña parte de la existencia intelectual del enfermo— estaban, como puede suponerse, en estricto acuerdo con este carácter espectral. Estudiábamos juntos obras tales como el Verver et Chartreuse, de Gresset; el Belfegor, de Maquiavelo; Del cielo y del infierno, de Swedenborg; el Viaje subterráneo de Nicolás Klim, de Holberg; la Quiromancia de Robert Flud, de Jean D’Indaginé y De la Chambre; el Viaje a la distancia azul, de Tieck; y La ciudad del sol, de Campanella. Nuestro libro favorito era un pequeño volumen en octavo del Directorium

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El apeadero / clásicos Inquisitorium, del dominico Eymeric de Gironne, y había pasajes de Pomponius Mela sobre los viejos sátiros africanos y egibanos, con los cuales Usher soñaba horas enteras. Pero encontraba su principal deleite en la lectura cuidadosa de un rarísimo y curioso libro gótico en cuarto —el manual de una iglesia olvidada—, las Vigiliæ Mortuorum Chorum Eclesiæ Maguntiæ. No podía dejar de pensar en el extraño ritual de esa obra y en su probable influencia sobre el hipocondríaco, cuando una noche, tras informarme bruscamente que Madeline había dejado de existir, declaró su intención de preservar su cuerpo durante quince días (antes de su inhumación definitiva) en una de las numerosas criptas del edificio. El humano motivo que alegaba para justificar esta singular conducta no me dejó en libertad de discutir. El hermano había llegado a esta decisión (así me dijo) considerando el carácter insólito de la enfermedad de la difunta, ciertas importunas y ansiosas averiguaciones por parte de sus médicos, la remota y expuesta situación del cementerio familiar. No he de negar que, cuando evoqué el siniestro aspecto de la persona con quien me cruzara en la escalera el día de mi llegada a la casa, no tuve deseo de oponerme a lo que consideré una precaución inofensiva y en modo alguno extraña. A pedido de Usher, lo ayudé personalmente en los preparativos de la sepultura temporaria. Ya en el ataúd, los dos solos llevamos el cuerpo a su lugar de descanso. La cripta donde lo depositamos (por tanto tiempo clausurada que las antorchas casi se apagaron en su atmósfera opresiva, dándonos poca oportunidad para examinarla) era pequeña, húmeda y desprovista de toda fuente de luz; estaba a gran profundidad, justamente bajo la parte de la casa que ocupaba mi dormitorio. Evidentemente había desempeñado, en remotos tiempos feudales, el siniestro oficio de mazmorra, y en los últimos tiempos el de depósito de pólvora o alguna otra sustancia combustible, pues una parte del piso y todo el interior del largo pasillo abovedado que nos llevara hasta allí estaban cuidadosamente revestidos de cobre. La puerta, de hierro macizo, tenía una protección semejante. Su inmenso peso, al moverse sobre los goznes, producía un chirrido agudo, insólito. Una vez depositada la fúnebre carga sobre los caballetes, en aquella región de horror, retiramos parcialmente hacia un lado la tapa todavía suelta del ataúd, y miramos la cara de su ocupante. Un sorprendente parecido entre el hermano y la hermana fue lo primero que atrajo mi atención, y Usher, adivinando quizá mis pensamientos, murmuró algunas palabras, por las cuales supe que la muerta y él eran mellizos y que entre ambos habían existido siempre simpatías casi inexplicables. Nuestros ojos, sin embargo, no se detuvieron mucho en la muerta, porque no podíamos mirarla sin espanto. El mal que llevara a Madeline a la tumba en la fuerza de la juventud había dejado, como es frecuente en todas las enfermedades de naturaleza estrictamente cataléptica, la ironía de un débil rubor en el pecho y la cara, y esa sonrisa suspicaz, lánguida, que es tan terrible en la muerte. Volvimos la tapa a su sitio, la atornillamos y, asegurada la puerta de hierro, emprendimos camino, con fatiga, hacia los aposentos apenas menos lúgubres de la parte superior de la casa. Y entonces, transcurridos algunos días de amarga pena, sobrevino un cambio visible en las características del desorden mental de mi amigo. Sus maneras habituales habían desaparecido. Descuidaba u olvidaba sus ocupaciones comunes. Erraba de

aposento en aposento con paso presuroso, desigual, sin rumbo. La palidez de su semblante había adquirido, si era posible tal cosa, un tinte más espectral, pero la luminosidad de sus ojos había desaparecido por completo. El tono a veces ronco de su voz ya no se oía, y una vacilación trémula, como en el colmo del terror, caracterizaba ahora su pronunciación. Por momentos, en verdad, pensé que algún secreto opresivo dominaba su mente agitada sin descanso, y que luchaba por conseguir valor suficiente para divulgarlo. Otras veces, en cambio, me veía obligado a reducirlo todo a las meras e inexplicables divagaciones de la locura, pues lo veía contemplar el vacío horas enteras, en actitud de profundísima atención, como si escuchara algún sonido imaginario. No es de extrañar que su estado me aterrara, que me inficionara. Sentía que a mi alrededor, a pasos lentos pero seguros, se deslizaban las extrañas influencias de sus supersticiones fantásticas y contagiosas. Al retirarme a mi dormitorio la noche del séptimo u octavo día después de que Madeline fuera depositada en la mazmorra, y siendo ya muy tarde, experimenté de manera especial y con toda su fuerza esos sentimientos. El sueño no se acercaba a mi lecho y las horas pasaban y pasaban. Luché por racionalizar la nerviosismo que me dominaba. Traté de convencerme de que mucho, si no todo lo que sentía, era causado por la desconcertante influencia del lúgubre mobiliario de la habitación, de los tapices oscuros y raídos que, atormentados por el soplo de una tempestad incipiente, se balanceaban espasmódicos de aquí para allá sobre los muros y crujían desagradablemente alrededor de los adornos del lecho. Pero mis esfuerzos eran infructuosos. Un temblor incontenible fue invadiendo gradualmente mi cuerpo, y al fin se instaló sobre mi propio corazón un íncubo, el peso de una alarma por completo inmotivada. Lo sacudí, jadeando, luchando, me incorporé sobre las almohadas y, mientras miraba ansiosamente en la intensa oscuridad del aposento, presté atención —ignoro por qué, salvo que me impulsó una fuerza instintiva— a ciertos sonidos ahogados, indefinidos, que llegaban en las pausas de la tormenta, con largos intervalos, no sé de dónde. Dominado por un intenso sentimiento de horror, inexplicable pero insoportable, me vestí aprisa (pues sabía que no iba a dormir más durante la noche) e intenté salir de la lamentable condición en que había caído, recorriendo rápidamente la habitación de un extremo al otro. Había dado unas pocas vueltas, cuando un ligero paso en una escalera contigua atrajo mi atención. Reconocí entonces el paso de Usher. Un instante después llamaba con un toque suave a mi puerta y entraba con una lámpara. Su semblante tenía, como de costumbre, una palidez cadavérica, pero además había en sus ojos una especie de loca hilaridad, una histeria evidentemente reprimida en toda su actitud. Su aire me espantó, pero todo era preferible a la soledad que había soportado tanto tiempo, y hasta acogí su presencia con alivio. —¿No lo has visto? —dijo bruscamente, después de echar una mirada a su alrededor, en silencio—. ¿No lo has visto? Pues aguarda, lo verás —y diciendo esto protegió cuidadosamente la lámpara, se precipitó a una de las ventanas y la abrió de par en par a la tormenta. La ráfaga entró con furia tan impetuosa que estuvo a punto de levantarnos del suelo. Era, en verdad, una noche tempestuosa, pero de una belleza severa, extrañamente singular en su


clásicos / El apeadero terror y en su hermosura. Al parecer, un torbellino desplegaba su fuerza en nuestra vecindad, pues había frecuentes y violentos cambios en la dirección del viento; y la excesiva densidad de las nubes (tan bajas que oprimían casi las torrecillas de la casa) no nos impedía advertir la viviente velocidad con que acudían de todos los puntos, mezclándose unas con otras sin alejarse. Digo que aún su excesiva densidad no nos impedía advertirlo, y sin embargo no nos llegaba ni un atisbo de la luna o de las estrellas, ni se veía el brillo de un relámpago. Pero las superficies inferiores de las grandes masas de agitado vapor, así como todos los objetos terrestres que nos rodeaban, resplandecían en la luz extranatural de una exhalación gaseosa, apenas luminosa y claramente visible, que se cernía sobre la casa y la amortajaba. —¡No debes mirar, no mirarás eso! —dije, estremeciéndome, mientras con suave violencia apartaba a Usher de la ventana para conducirlo a un asiento—. Estos espectáculos, que te confunden, son simples fenómenos eléctricos nada extraños, o quizá tengan su horrible origen en el miasma corrupto del estanque. Cerremos esta ventana; el aire está frío y es peligroso para tu salud. Aquí tienes una de tus novelas favoritas. Yo leeré y me escucharás, y así pasaremos juntos esta noche terrible. El antiguo volumen que había tomado era Mad Trist, de Launcelot Canning; pero lo había calificado de favorito de Usher más por triste broma que en serio, pues poco había en su prolijidad tosca, sin imaginación, que pudiera interesar a la elevada e ideal espiritualidad de mi amigo. Pero era el único libro que tenía a mano, y alimenté la vaga esperanza de que la excitación que en ese momento agitaba al hipocondríaco pudiera hallar alivio (pues la historia de los trastornos mentales está llena de anomalías semejantes) aún en la exageración de la locura que yo iba a leerle. De haber juzgado, a decir verdad, por la extraña y tensa vivacidad con que escuchaba o parecía escuchar las palabras de la historia, me hubiera felicitado por el éxito de mi idea. Había llegado a esa parte bien conocida de la historia en que Ethelred, el héroe del Trist, después de sus vanos intentos de introducirse por las buenas en la morada del eremita, procede a entrar por la fuerza. Aquí, se recordará, las palabras del relator son las siguientes: “Y Ethelred, que era por naturaleza un corazón valeroso, y fortalecido, además, gracias al poder del vino que había bebido, no aguardó el momento de parlamentar con el eremita, quien, en realidad, era de índole obstinada y maligna; mas sintiendo la lluvia sobre sus hombros, y temiendo el estallido de la tempestad, alzó resueltamente su maza y a golpes abrió un rápido camino en las tablas de la puerta para su mano con guantelete, y, tirando con fuerza hacia sí, rajó, rompió, lo destrozó todo en tal forma que el ruido de la madera seca y hueca retumbó en el bosque y lo llenó de alarma.” Al termiar esta frase me sobresalté y por un momento me detuve, pues me pareció (aunque en seguida concluí que mi excitada imaginación me había engañado), me pareció que, de alguna remotísima parte de la mansión, llegaba confusamente a mis oídos algo que podía ser, por su exacta similitud, el eco (aunque sofocado y sordo, por cierto) del mismo ruido de rotura, de destrozo que Launcelot había descrito con tanto detalle. Fue, sin duda alguna, la coincidencia lo que atrajo mi atención pues, entre el crujir de los bastidores de las ventanas y los mez-

clados ruidos habituales de la tormenta creciente, el sonido en sí mismo nada tenía, a buen seguro, que pudiera interesarme o distraerme. Continué el relato: “Pero el buen campeón Ethelred pasó la puerta y quedó muy furioso y sorprendido al no percibir señales del maligno eremita y encontrar, en cambio, un dragón prodigioso, cubierto de escamas, con lengua de fuego, sentado en guardia delante de un palacio de oro con piso de plata, y del muro colgaba un escudo de bronce reluciente con esta leyenda: Quien entre aquí, conquistador será; Quien mate al dragón, el escudo ganará. “Y Ethelred levantó su maza y golpeó la cabeza del dragón, que cayó a sus pies y lanzó su apestado aliento con un rugido tan hórrido y bronco y además tan penetrante que Ethelred se tapó de buena gana los oídos con las manos para no escuchar el horrible ruido, tal como jamás se había oído hasta entonces.” Aquí me detuve otra vez bruscamente, y ahora con un sentimiento de violento asombro, pues no podía dudar de que en esta oportunidad había escuchado realmente (aunque me resultaba imposible decir de qué dirección procedía) un grito insólito, un sonido chirriante, sofocado y aparentemente lejano, pero áspero, prolongado, la exacta réplica de lo que mi imaginación atribuyera al extranatural alarido del dragón, tal como lo describía el novelista. Oprimido, como por cierto lo estaba desde la segunda y más extraordinaria coincidencia, por mil sensaciones contradictorias, en las cuales predominaban el asombro y un extremado terror, conservé, sin embargo, suficiente presencia de ánimo para no excitar con ninguna observación la sensibilidad nerviosa de mi compañero. No era nada seguro que hubiese advertido los sonidos en cuestión, aunque se había producido durante los últimos minutos una evidente y extraña alteración en su apariencia. Desde su posición frente a mí había hecho girar gradualmente su silla, de modo que estaba sentado mirando hacia la puerta de la habitación, y así sólo en parte podía ver yo sus facciones, aunque percibía sus labios temblorosos, como si murmuraran algo inaudible. Tenía la cabeza caída sobre el pecho, pero supe que no estaba dormido por los ojos muy abiertos, fijos, que vi al echarle una mirada de perfil. El movimiento del cuerpo contradecía también esta idea, pues se mecía de un lado a otro con un balanceo suave, pero constante y uniforme. Luego de advertir rápidamente todo esto, proseguí el relato de Launcelot, que decía así: “Y entonces el campeón, después de escapar a la terrible furia del dragón, se acordó del escudo de bronce y del encantamiento roto, apartó el cuerpo muerto de su camino y avanzó valerosamente sobre el argentado pavimento del castillo hasta donde colgaba del muro el escudo, el cual, entonces, no esperó su llegada, sino que cayó a sus pies sobre el piso de plata con grandísimo y terrible fragor.” Apenas habían salido de mis labios estas palabras, cuando —como si realmente un escudo de bronce, en ese momento, hubiera caído con todo su peso sobre un pavimento de plata— percibí un eco claro, profundo, metálico y resonante, aunque en apariencia sofocado. Incapaz de dominar mis nervios, me puse en pie de un salto; pero el acompasado movimiento de Usher no

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El apeadero / clásicos

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se interrumpió. Me precipité al sillón donde estaba sentado. Sus ojos miraban fijos hacia adelante y dominaba su persona una rigidez pétrea. Pero, cuando posé mi mano sobre su hombro, un fuerte estremecimiento recorrió su cuerpo; una sonrisa malsana tembló en sus labios, y vi que hablaba con un murmullo bajo, apresurado, ininteligible, como si no advirtiera mi presencia. Inclinándome sobre él, muy cerca, bebí, por fin, el horrible significado de sus palabras: —¿No lo oyes? Sí, yo lo oigo y lo he oído. Mucho, mucho, mucho tiempo... muchos minutos, muchas horas, muchos días lo he oído, pero no me atrevía... ¡Ah, compadéceme, mísero de mí, desventurado! ¡No me atrevía... no me atrevía a hablar! ¡La encerramos viva en la tumba! ¿No dije que mis sentidos eran agudos? Ahora te digo que oí sus primeros movimientos, débiles, en el fondo del ataúd. Los oí hace muchos, muchos días, y no me atreví, ¡no me atrevía hablar! ¡Y ahora, esta noche, Ethelred, ja, ja! ¡La puerta rota del eremita, y el grito de muerte del dragón, y el estruendo del escudo!... ¡Di, mejor, el ruido del ataúd al rajarse, y el chirriar de los férreos goznes de su prisión, y sus luchas dentro de la cripta, por el pasillo abovedado, revestido de cobre! ¡Oh! ¿Adónde huiré? ¿No estará aquí pronto? ¿No se precipita a reprocharme mi prisa? ¿No he oído sus pasos en la escalera? ¿No distingo el pesado y horrible latido de su corazón? ¡INSENSATO! —y aquí, furioso, de un salto, se puso de pie y gritó estas palabras, como si en ese esfuerzo entregara su alma—: ¡INSENSATO! ¡TE DIGO QUE ESTÁ DEL OTRO LADO DE LA PUERTA!

Como si la sobrehumana energía de su voz tuviera la fuerza de un sortilegio, los enormes y antiguos batientes que Usher señalaba abrieron lentamente, en ese momento, sus pesadas mandíbulas de ébano. Era obra de la violenta ráfaga, pero allí, del otro lado de la puerta, ESTABA la alta y amortajada figura de Madeline Usher. Había sangre en sus ropas blancas, y huellas de acerba lucha en cada parte de su descarnada persona. Por un momento permaneció temblorosa, tambaleándose en el umbral; luego, con un lamento sofocado, cayó pesadamente hacia adentro, sobre el cuerpo de su hermano, y en su violenta agonía final lo arrastró al suelo, muerto, víctima de los terrores que había anticipado. De aquel aposento, de aquella mansión huí aterrado. Afuera seguía la tormenta en toda su ira cuando me encontré cruzando la vieja avenida. De pronto surgió en el sendero una luz extraña y me volví para ver de dónde podía salir fulgor tan insólito, pues la vasta casa y sus sombras quedaban solas a mis espaldas. El resplandor venía de la luna llena, roja como la sangre, que brillaba ahora a través de aquella fisura casi imperceptible dibujada en zig-zag desde el tejado del edificio hasta la base. Mientras la contemplaba, la figura se ensanchó rápidamente, pasó un furioso soplo del torbellino, todo el disco del satélite irrumpió de pronto ante mis ojos y mi espíritu vaciló al ver desmoronarse los poderosos muros, y hubo un largo y tumultuoso clamor como la voz de mil torrentes, y a mis pies el profundo y corrompido estanque se cerró sombrío, silencioso, sobre los restos de la Casa Usher. FIN

Edgar Allan Poe (Boston, Estados Unidos, 19 de enero de 1809 – Baltimore, Estados Unidos, 7 de octubre de 1849) fue un escritor, poeta, crítico y periodista romántico estadounidense, generalmente reconocido como uno de los maestros universales del relato corto, del cual fue uno de los primeros practicantes en su país. Fue renovador de la novela gótica, recordado especialmente por sus cuentos de terror. Considerado el inventor del relato detectivesco, contribuyó asimismo con varias obras al género emergente de la ciencia-ficción. Por otra parte, fue el primer escritor estadounidense de renombre que intentó hacer de la escritura su modus vivendi, lo que tuvo para él lamentables consecuencias. Fue bautizado como Edgar Poe en Boston, Massachusetts, y sus padres murieron cuando era niño. Fue recogido por un matrimonio adinerado de Richmond, Virginia, Frances y John Allan, aunque nunca fue adoptado oficialmente. Pasó un curso académico en la Universidad de Virginia y posteriormente se enroló, también por breve tiempo, en el ejército. Sus relaciones con los Allan se rompieron en esa época, debido a las continuas desavenencias con su padrastro, quien a menudo desoyó sus peticiones de ayuda y acabó desheredándolo. Su carrera literaria se inició con un libro de poemas, Tamerlane and Other Poems (1827). Por motivos económicos, pronto dirigió sus esfuerzos a la prosa, escribiendo relatos y crítica literaria para algunos periódicos de la época; llegó a adquirir cierta notoriedad por su estilo cáustico y elegante. Debido a su trabajo, vivió en varias ciudades: Baltimore, Filadelfia y Nueva York. En Baltimore, en 1835, contrajo matrimonio con su prima Virginia Clemm, que contaba a la sazón trece años de edad. En enero de 1845, publicó un poema que le haría célebre: “El cuervo”. Su mujer murió de tuberculosis dos años más tarde. El gran sueño del escritor, editar su propio periódico (que iba a llamarse The Stylus), nunca se cumplió. Murió el 7 de octubre de 1849, en la ciudad de Baltimore, cuando contaba apenas cuarenta años de edad. La causa exacta de su muerte nunca fue aclarada. Se atribuyó al alcohol, a congestión cerebral, cólera, drogas, fallo cardíaco, rabia, suicidio, tuberculosis y otras causas. La figura del escritor, tanto como su obra, marcó profundamente la literatura de su país y puede decirse que de todo el mundo. Ejerció gran influencia en la literatura simbolista francesa y, a través de ésta, en el surrealismo, pero su impronta llega mucho más lejos: son deudores suyos toda la literatura de fantasmas victoriana y, en mayor o menor medida, autores tan dispares e importantes como Charles Baudelaire, Fedor Dostoyevski, William Faulkner, Franz Kafka, H. P. Lovecraft, Ambrose Bierce, Guy de Maupassant, Thomas Mann, Jorge Luis Borges, Clemente Palma, Julio Cortázar, etc. El poeta nicaragüense Rubén Darío le dedicó un ensayo en su libro Los raros. Poe hizo incursiones asimismo en campos tan heterogéneos como la cosmología, la criptografía y el mesmerismo. Su trabajo ha sido asimilado por la cultura popular a través de la literatura, la música, tanto moderna como clásica, el cine (por ejemplo, las muchas adaptaciones de sus relatos realizadas por el director estadounidense Roger Corman), el cómic, la pintura (varias obras de Gustave Doré, v. gr.) y la televisión (cientos de adaptaciones, como las españolas para la serie Historias para no dormir). (Vid. Repercusión de Edgar Allan Poe.) Para el poeta francés Stéphane Mallarmé, Poe fue «el dios intelectual» de su siglo. http://es.wikipedia.org


ficción / El apeadero

Un mismo destino ¶¶Roger Csatillejo Olán

El

aviso sonoro de las puertas y el golpe silencioso de la inercia rompe suavemente la espera anunciando la puesta en marcha del tren. Algunos viajeros se van acomodando y los que ya están sentados siguen con pasiva rutina en sus asuntos. Otros, entre los que me incluyo, simplemente estudiamos con falsa discreción a los recién incorporados a la ruta. Una esbelta figura comienza a destacar por el pasillo mientras avanza aparentemente despreocupada. Está prácticamente frente a mí, y sin intercambiar palabra, me trasmite con su mirada un vago, familiar y silencioso saludo de cortesía. Mientras tanto, muy despacio, casi en un susurro, coloca algunas de las cosas que lleva sobre el asiento: un elegante bolso de diseño, una bolsa mas corriente con el logotipo de una tienda, incluso un diario gratuito. Todo se libera discretamente de sus manos y es depositado suavemente, como una advertencia, para ir marcando el territorio, como el estandarte del conquistador, señalando la tierra que le pertenece. He notado, en alguna otra ocasión, que siempre entra por la misma puerta del vagón, la segunda desde la cola del tren, y busca un sitio concreto para sentarse: cerca de la puerta de entrada, en sentido de la marcha y del lado del pasillo. Justo ahora delante de mí. Si el asiento se encuentra ocupado, intenta mantenerse por esa misma zona, al acecho de alguna vacante en la próxima parada. Quizá sea un hábito, un reflejo o simplemente un especial sentido de propiedad sobre el espacio lo que la motiva a no cambiar de vagón. Cuando todos, o casi todos sus accesorios se encuentran sobre el asiento comienzo a tomar conciencia de la música que va acompañando la escena que estamos viviendo. Suena algo suave, lo que no impide que, gradualmente, las notas se

introduzcan en su cuerpo, que comienza a sentir la música con ritmo pausado, lascivo y constante. Hoy suena You Must Believe in Spring de Bill Evans. Si cada día cambiara la música, seguramente la tónica del ritmo y el tempo sería el mismo. La música tiene la particularidad de gobernar la cadencia del cuerpo, mientras sus manos se balancean dejando caer algunas prendas de ropa. Los sonidos del piano marcan los movimientos, ajustándose a las curvas casi imperceptibles de sus caderas. Es invierno, lo que explica las altas temperatura de los trenes. La diferencia con el exterior provoca un dulce contraste visual entre los que ya viajan, algo ligeros de ropa, y los que se incorporan completamente abrigados. Así, cuando suben al tren, no resulta extraño vivir la transmutación del invierno a la primavera en muy pocos segundos. Abrigos calados y camisetas en un mismo entorno. Me despisto un segundo en esas reflexiones. Vuelvo a tener conciencia de su presencia, y veo el pañuelo, que magistralmente lleva protegiendo el cuello, se libera siguiendo el contorno del cuello, para quedar graciosamente colgado entre sus hombros. El fino contorno de la tela permite ver la suavidad de la piel que reluce con la delicadeza de las pintadas por Leonardo. Lo que me reafirma en mi creencia de que el cuello es una de las zonas más sensuales de su cuerpo. Sin apenas darme tiempo a disfrutar de su cuello, extiende el brazo hacia delante, llamando mi atención sobre la finura de sus alargadas manos y se libera finalmente del pañuelo, dejándolo cuidadosamente sobre el bulto que se ha ido formando en el asiento. Casi en el mismo movimiento, después de llevar los brazos a su postura natural, comienza a quitarse la primera —o la última según como se mire— cubierta de

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El apeadero / ficción

invierno, dejando entrever un vientre moreno, plano y una corta camiseta negra, de tirantes, que deja al desnudo sus hombros. Ese es el límite, la frontera, una fina camiseta que separan sus pechos de mi mirada. Cuando se siente observada me mira fijamente a los ojos, y lo que para mí es una situación incómoda, para ella es una fiesta. Intento mantener la situación bajo control mirando fijamente a sus ojos, pero evidentemente es ella la que domina el ritmo de los acontecimientos. Me pierdo en su rostro, en sus labios sensuales con la sonrisa a punto de desatarse, dejando entrever los dientes. Ojos redondos con párpados robados a la mediterránea, morenas, con el pelo que desciende en descuidada línea recta hacia los hombros. Me he perdido, y descubro que se ha quitado la camiseta, y que sus pechos de adolescente acarician el espacio que nos separa al compás de la música. Siento el aire que rodea sus pechos avanzar sobre mí, entrecierro los ojos y preparo mi rostro para recibir su cálido impacto transformador. La música suena, retumba y acelera también todo mi cuerpo. Su cuerpo asume con naturalidad las vibraciones que se escapan de el mío, como si gobernara con su pecho todas las notas del piano que están dentro de el mí. Comienzo a tener conciencia del calor que ha ido acumulando mi cuerpo, y de golpe, como un salvaje golpe de martillo en la cabeza, suenan los altavoces del tren anunciando parada en la próxima estación. Regreso de no sé donde y la veo sentada delante de mi, contestando mensajes en su Blackberry, vestida —naturalmente—, como todos los que vamos en el tren. Sabemos que no vamos al mismo sitio, pero bajamos en la misma estación. Su mirada se clava en mis ojos y sonríe abiertamente. Sus manos se posan en mis piernas apretando mis muslos con malicia, posiblemente buscando algo más que llamar mi atención y susurra: —¿He cumplido tus expectativas hoy? Mañana soy yo quien quiere verte vestido de competición, todo de cuero y bien ajustado, con un casco en las manos que me impresione... y un número, no sé, el cuarenta y seis, por ejemplo. Y botas, que será lo primero que te vas a quitar. ¿De acuerdo? —Sí, lo haré por ti —respondí. Y entre risas cómplices, agarré sus cosas del asiento y bajamos del tren sin cogernos de las manos, le ayudé a poner cada cosa en su sitio, me dio un beso y cada uno caminó hacia lados opuestos del andén. Antares. Terrassa, Catalunya 2011.


Jordi Riera

www.jordirieraescultor.com






¶¶Fotos: Roger C.


Montse Martín

www.montsemartin.com

Nacida en Lleida y residente en Barcelona, es el claro reflejo de la artista total. De familia íntimamente vinculada al mundo del arte y la cultura, era inevitable que destacara en la danza, la interpretación, la ilustración y la pintura. El “leidmotive” de toda su obra es la Mujer. Una Mujer elegante, frágil y fuerte a la vez, en ocasiones madre y en ocasiones niña, pero siempre muy femenina. Y es que todo lo que roza su pincel queda impregnado de su profunda sensibilidad y de un velado atractivo que nos susurra incansablemente: “Yo soy Montse Martin…”






www.artcoachinternational.com


AgustĂ­n Rolando Rojas

www.agustinrolandorojas.com






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Una nueva red social dedicada a la cultura.

Bookad Bookad es un proyecto basado en fomentar nuevas formas de relación cultural y basado en democratizar el acceso, la producción y la promoción cultural desde todos los ámbitos posibles. Bookad nace en Barcelona como una editorial que rechaza los caprichos del mercado, el prestigio y los vaivenes económicos. En definitiva, una editorial que naturaliza las relaciones de la producción cultural entre todos sus componentes. Pero Bookad, no es solo una editorial sino el exponente de una nueva forma de pensar. La editorial Bookad es un elemento más dentro de una comunidad mayor. Su compromiso estriba en generar un espacio virtual dedicado a la cultura donde personas de todo el mundo puedan hablar de su trabajo, sus gustos y sus inquietudes. Un espacio pensado para que todas las formas culturales puedan relacionarse y darse a conocer.

El Laboratorio Bookad

Es el espacio donde nuevas formas de relación, creación y producción se hacen posibles. Ofrece una red social dedicada a la cultura donde los usuarios pueden encontrar un espacio accesible para darse a conocer y además encontrar tendencias y proyectos. El laboratorio es un lugar donde los miembros pueden mostrar sus trabajos además de ver los trabajos de otros, donde pueden hacer propuestas, discutir, imaginar y tal vez asociarse en nuevas formas de interpretación y creación. Bookad apoya la cultura en todas sus expresiones y apuesta por aquellos talentos que llevan años luchando por abrirse camino.

Iniciativas

A lo largo del último trimestre del 2011, se pusieron en marcha varios proyectos. Entre ellos, el de publicar un blog en soporte físico. Los miembros de Bookad votaron el mejor blog entre los que habían sido seleccionados. Otra iniciativa fue la primera edición del concurso literario, dirigida a los miembros de la comunidad de Bookad y cuyo premio consistió en la publicación de la obra ganadora.Actualmente, ya está en marcha una revista que se perfila como otro canal de difusión de todo tipo de proyectos culturales. ¦

www.bookad.es (editorial) www.bookad.co (red cultural; Laboratorio Bookad)


El atrevimiento de Andreas Englund

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http://artofdala.com

desde mi ventana


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desde mi ventana

El artista sueco Andreas Englund es el autor de una colección de pinturas con el paradójico título: El héroe envejece. Porque a ver, ¿a quién se le ocurre pintar a un héroe avejentado comiéndose una mandarina en la soledad de su comedor de diseño?. Las pinturas de Englund son más que una paradoja. Parecen sacadas de un cómic pero no lo son, nos recuerdan una película sin serlo, son tan realistas que podrían ser una foto, si el tema no fuera tan absurdo. Gracias a su maestría técnica su colección El héroe envejece es todo esto y no lo es. Cuando miramos estas grandes telas en las que un superhéroe envejecido con una cara tiernamente humana y real intenta abrir inútilmente un tarro de mermelada (como todos los mortales de más de cincuenta años) nos sorprende porque un superhéroe decrépito es intrinsecamente imposible. La originalidad de Englund radica en la frescura y el aplomo con el que transgrede disciplinas y estereotipos. Englund trabaja como director artístico, y como tal, sabe lo importante que es la narración. Si miramos la colección en su totalidad vemos como la decrepitud se va manifestando en cada

aspecto nimio de la vida de nuestro superhéroe. Cada cuadro individualmente cuenta también la historia: nuestro superhéroe envejece y se enfrenta con las mismas limitaciones con las que nos enfrentamos todos los humanos. El talento de Englund está en la visualización de estas limitaciones llevándolas al detalle. Por ejemplo, cuando vemos que al superhéroe se le ha caído la bolsa de la compra y se le han roto los prosaicos huevos justo antes de entrar en el supercoche en plan Batmóvil. Son estos detalles tan realistas los que nos hacen sonreír y sentir empatía por el héroe en apuros. En una entrevista Andreas Englund menciona como sus maestros a Anders Zorn, Edward Hopper y Simon Bisley. Se entiende que admire a estos grandes creadores y que se haya inspirado en ellos. Sin embargo, la obra de Englund tiene algo más, algo que la hace muy personal, muy Englund. Reconozco en Englund la ambición por llegar a la perfección técnica de Anders Zorn y veo que comparte su fascinación por el cuerpo humano. Reconozco el baño de soledad en el


desde mi ventana ©Andreas Englund - http://artofdala.com Todas las imágenes cortesía del artista

que Hopper tan poéticamente sumergía a su obra figurativa. Y también reconozco la estética cómic robusta y dinámica de Simon Bisley. Lo que no veo en estas fuentes de inspiración de Englund es el humor, este humor que caracteriza su obra y que casi la frivoliza, digo casi, porque su técnica es tan perfecta que a pesar de divertirnos también nos hace sentir compasión y empatía por la decrepitud del héroe. Andreas Englund va a exponer su colección este año en Los Angeles. No me extraña, su narrativa recuerda más las películas americanas que la pintura. En realidad, es esta combinación la que hace su obra tan atractiva. Esperemos que podamos verla también alguna vez en Europa. De momento nos tenemos que conformar con ver su obra por internet. Tiene una página en Facebook en la que podemos seguir sus exposiciones. ¦

¶¶Eugenia Codina-Miró

http://eugeniacodina.blogspot.com

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Delacroix

Goya Luces y sombras

Del 15 de febrero al 20 de mayo de 2012. CaixaForum, Barcelona

Del 16 de marzo al 24 de junio de 2012. CaixaForum, Barcelona

La exposición reúne más de cien obras del gran pintor francés Eugène Delacroix

Femmes d’Alger dans leur appartement.

Delacroix (1798-1863), una de las figuras más destacadas del Romanticismo. Entre ellas, algunos de
sus óleos más conocidos, como Grecia expirando sobre las ruinas de Missolonghi (Museo de Bellas Artes, Burdeos), uno de los bocetos de Muerte de Sardanápalo (Museo del Louvre, París) o Las mujeres de Argel en su aposento (Museo del Louvre, París), excepcionalmente prestada para la muestra.

Esta exposición, organizada conjuntamente por la Obra Social “la Caixa” y el Museo del Louvre en el marco de un acuerdo de colaboración, es la más importante que se ha
organizado en España en torno a la figura de Delacroix.
Cuenta con préstamos de instituciones tan importantes como la National Gallery de Londres, el Metropolitan Museum de Nueva York o el Art Institute de Chicago.
Se trata de un recorrido por las diferentes etapas de su producción, desde las primeras obras, que buscan la inspiración en el museo, hasta la etapa de madurez, en la que
el artista extrae sus temas de la realidad, haciendo especial hincapié en sus obras de historia así como las orientalistas, reunidas por

primera vez desde 1963, cuando el Museo del Louvre organizó una gran retrospectiva con motivo del centenario de su muerte.

Goya. La maja vestida

Formada por casi un centenar de obras, “Goya. Luces y sombras” ofrece un recorrido cronológico por la obra del genial maestro. Una nutrida e importantísima selección
que, sin pretender ser exhaustiva, se articula en forma de pequeños relatos visuales que analizan los grandes temas abordados por el artista a lo largo de su vida.

La exposición se presenta en Barcelona en el marco del acuerdo de colaboración entre la Obra Social “la Caixa” y el Museo del Prado, e incluye piezas tan destacadas
y apreciadas por el público como La maja vestida, La sombrilla, Vuelo de brujas o Todavía aprendo.

Los distintos microrrelatos planteados reflejan la realidad social de la época en que vivió Goya, protagonizada tanto por la realeza y las clases privilegiadas como por los
intelectuales, amigos del artista y el pueblo. Se evidencia, de este modo, la riqueza temática y la impresionante técnica de Goya, así como la simultaneidad de las composiciones
de encargo y aquellas más libres y críticas, nacidas del propio deseo expresivo del artista.

Una parte importante de la exposición está centrada en mostrar el sorprendente dominio de las diferentes técnicas usadas por el pintor, que avanzaron el camino
hacia la liberación moderna del arte. A lo largo del itinerario propuesto se van descubriendo los vínculos con artistas posteriores, tanto técnicamente como ideológicamente, un
camino singular y propio que ha hecho de Goya “el primer artista moderno”.


©Kap / www.kap.cx


© Agustín Rolando Rojas. Déjame abrazarte. Punta seca, 65x46cm. www.agustinrolandorojas.com


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