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3.5. “Las Sororas”: un caucus feminista por la legalización del aborto15
En 2018 ocurrió algo inédito en la historia legislativa argentina. Por primera vez se lograban las mayorías necesarias para que un proyecto de ley para legalizar la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) tuviera tratamiento en las comisiones del Congreso. El proyecto de ley había sido presentado cada año desde el 2000 por la Campaña por el Aborto Legal, una coalición feminista de Organizaciones de la Sociedad Civil, instituciones de investigación académica, intelectuales y activistas.
Una señal de “no objeción” del presidente Macri permitió que la primera minoría, que era el oficialismo, diera vía libre al debate en las Comisiones de Salud, de Familia, de Presupuesto y de Legislación General de la Cámara de Diputados. A partir de allí, comenzó un largo debate en comisiones durante los meses de abril y mayo. Esas comisiones se constituyeron en un plenario conjunto e invitaron, a sugerencia de los distintos sectores, a expertos en salud, biología, derecho, género y a activistas de la causa de la prohibición y de la legalización a que expusieran argumentos ante el conjunto de las comisiones. La posición favorable a la legalización logró dictamen y dos semanas más tarde se trataría en el recinto de la Cámara. Allí, obtuvo una mayoría cómoda y pasó al Senado. En el Senado, sin embargo, el resultado se revirtió y el proyecto no fue aprobado. Pasaron dos años hasta que otro presidente, Alberto Fernández, de otro signo político, envió un nuevo proyecto de ley que logró ser aprobado por ambas cámaras y se convirtió en ley la república.
Una profunda transformación cultural se hizo visible en ese bienio. Desde el comienzo de las exposiciones de disertantes invitados al plenario de comisiones en 2018, el movimiento feminista en todas sus vertientes ideológicas se volvió protagonista del debate público y también de la presencia en el espacio público. En efecto, la presencia de las activistas de pañuelos verdes (las y los activistas pro legalización se identificaban por el uso de pañuelos verdes, mientras que los que se oponían, con pañuelos celestes) durante las audiencias, en el plenario de comisiones y en las vigilias masivas de las partidarias de la legalización, hicieron de las mujeres y especialmente de las mujeres jóvenes, protagonistas de la escena política. Esta presencia había hecho su irrupción en 2014 con las manifestaciones contra la violencia de género conocidas como “Ni una menos”. Esta vez, habían logrado elevar la voz por una reivindicación que hasta entonces había sido coordinada inclusive por presidentes auto percibidos como “progresistas”, como la presidenta Cristina Fernández.
En ese contexto, se formó un grupo multipartidario de diputadas favorables a la legalización, “Las Sororas”. Esta iniciativa comenzó al coincidir un grupo de once diputadas mujeres y un varón, pertenecientes al entonces bloque oficialista y a diversos partidos de oposición peronista y de izquierda, en las reuniones plenarias de comisiones y, en ese contexto, al comenzar a coordinar actividades. Estas reuniones duraban hasta diez horas, se transmitían en tiempo real, y en ellas desfilaban ponentes convocados por ambos “bandos”.
15 Fuentes: Entrevista con la diputada Karina Banfi (24/10/2021) y artículos periodísticos. Ver https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-55482291, https://latfem.org/aborto-cronologia-de-una-ley-empujada-por-el-feminismo/,
Las legisladoras, que en algunos casos tenían antecedentes de haber sido extremadamente agresivas por sus diferencias políticas en la descalificación de otras con las que ahora coincidían en este tema, comenzaron a acercarse y a generar una coordinación espontánea para formular preguntas a los ponentes contrarios al proyecto, para apoyar a los favorables, y para confeccionar la lista de invitados. Esa tarea era clave porque, con la transmisión en vivo se generó una reacción en redes sociales que comentaba permanentemente lo que ocurría en las audiencias.
A partir de ese momento se puso en funcionamiento un grupo de WhatsApp con ese nombre, que tenía el objetivo de intercambiar información. Con posterioridad, se comenzó a buscar una mayor coordinación y el objetivo se volvió más ambicioso: lograr juntos la mayoría necesaria para la aprobación de la ley, al menos, en la Cámara de Diputados. Para eso llevaban juntas planillas de cálculo con la evolución de las posiciones de todos los legisladores, sus antecedentes y tendencias en el tema. Asimismo, planificaban visitas de activistas según el tipo de afinidad con los legisladores indecisos a los que había que convencer. Había grupos de activistas feministas de larga trayectoria, pero también actrices, periodistas y artistas que, según los intereses y perfiles de los legisladores, podían tener mejor recepción. Esa tarea de inteligencia hacia el interior de cada uno de los bloques la realizaron “Las Sororas”.
Otro rol clave en el que la coordinación multipartidaria resultó decisiva, fue la simultánea negociación con los indecisos y la interlocución con la sociedad civil. Había discusiones y modificaciones producto de las negociaciones que imponían los indecisos que impactaban en el texto del proyecto. Temas como la cantidad de semanas de embarazo admitidas para el aborto legal y la extensión del concepto de objeción de conciencia para los profesionales de la salud, por ejemplo, eran objeto de conversación y negociación. Esto también generaba reacciones del lado de la sociedad civil que impulsaba el proyecto. Lograr un acuerdo político con legisladores que no provocara una ruptura con las activistas era un equilibrio complejo. Negociar, hacer circular la información, moderar las expectativas, eran funciones clave en las que la multiplicidad partidaria ofrecía el desafío de ecualizar los intereses y la ventaja de potenciar la capacidad de interlocución con diversos sectores.
Luego de un debate de casi 24 horas, la Cámara de Diputados logró una mayoría favorable al proyecto de legalización, con una multitud congregada en la plaza frente al Congreso Nacional Argentino. Esa multitud estaba dividida entre “verdes” y “celestes, pero con una amplia mayoría de los primeros, especialmente de las jóvenes. “Las sororas” se hicieron presentes ante la multitud, algo poco común en un país con alta polarización política. Con 129 votos a favor y 127 en contra, el proyecto recibió media sanción sin ausentes, algo excepcional.
Para la aprobación en el Senado, el grupo siguió una metodología similar en el seguimiento y convencimiento de legislador por legislador, con cada miembro del grupo trabajando sobre su propio partido y compartiendo información con las demás. El hecho de un grupo de diputadas cabildeando sobre los senadores era también extremadamente inusual, ya que en la tradición parlamentaria argentina
hay una clara división y los miembros de una cámara no se meten en los asuntos de la otra. Sin llegar a constituir un grupo de senadoras similar, lograron establecer interlocución con las senadoras verdes, e incluso con sectores indecisos con potencial de votar a favor. Sin embargo, en aquella ocasión, y a pesar del esfuerzo conjunto, el Senado rechazó el proyecto por 38 votos contra 31 y una abstención, de nuevo sin ausentes en el recinto.
Dos años más tarde, luego de un recambio legislativo y bajo una nueva presidencia, el Poder Ejecutivo envió un nuevo proyecto de legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Durante 2020, debido a la pandemia de COVID-19 y a las medidas de confinamiento, el funcionamiento del Congreso había sido complejo, durante varios meses en suspenso y luego con uso de tecnologías digitales. En esas circunstancias, el modo de funcionamiento del congreso en situación de cuarentena había sido un campo de batalla entre el nuevo oficialismo y la nueva oposición.
Sin embargo “Las Sororas” volvieron a funcionar en equipo. Para esa ocasión, el grupo se había reducido a la mitad, ya que con la renovación de la Cámara varias diputadas no habían renovado sus bancas. Este grupo, sin embargo, volvió a encarar la tarea con el mismo entusiasmo, a pesar de haber pasado por una muy dura campaña presidencial en 2019 que había polarizado fuertemente a la sociedad argentina. Sin embargo, a pesar de las diferencias partidarias agudizadas, la afinidad en esta agenda se mantuvo fuerte. Nuevamente realizaron la tarea de convencimiento interno, coordinación de visitas de cabildeo por parte de intelectuales, artistas, periodistas y activistas, así como también la acción sobre los medios de comunicación, logrando nuevamente la aprobación en la Cámara de Diputados.
Ampliando el margen, por 131 votos a favor y 117 en contra, “Las Sororas” lograban otra vez triunfar en su Cámara el 12 de diciembre de 2020. Quedaba por delante nuevamente el Senado en el que se había fracasado dos años y medio antes. Debido a que la representación en el Senado es de tres legisladores por provincia, sin relación con la población (a diferencia de la Cámara de Diputados), existe una representación mayor de las provincias con menor población, que es en donde los sectores conservadores contrarios a la legalización ponían en práctica con frecuencia técnicas de estigmatización y de bochorno público contra quienes osaran dudar de su voto, y por lo tanto, los condicionamientos eran mayores. A su vez, la presidencia del Senado, en manos de la actual vicepresidente Cristina Fernández, figura polarizante en Argentina, hacía aún más difícil la búsqueda de acuerdos y mucho menos de coordinación en esa Cámara. El trabajo de puesta en común del grupo multipartidario era entonces, aún más importante. La extrema dificultad de comunicación entre los verdes de uno y otro lado en el Senado fue mitigada gracias a la acción de circulación de información y complementación que realizaron las diputadas, dando seguimiento al estado de ánimo de los indecisos y facilitando las tareas de cabildeo de la sociedad civil. Finalmente, el 29 de diciembre de 2020 se legalizó el aborto en Argentina, con una mayoría de 38 votos contra 29.
4. Conclusiones y propuestas:
4.1. Un acercamiento a las experiencias:
4.2. Identidades: diversidad y tensiones
Dos años más tarde, luego de un recambio legislativo y bajo una nueva presidencia, el Poder Ejecutivo envió un nuevo proyecto de legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Durante 2020, debido a la pandemia de COVID-19 y a las medidas de confinamiento, el funcionamiento del Congreso había sido complejo, durante varios meses en suspenso y luego con uso de tecnologías digitales. En esas circunstancias, el modo de funcionamiento del congreso en situación de cuarentena había sido un campo de batalla entre el nuevo oficialismo y la nueva oposición.
En todos los casos reseñados encontramos que el eje es la diversidad de partidos y, por lo tanto, de expresiones ideológicas. En todos los casos la amplitud es significativa y muestra una apertura importante en la convocatoria y en la aceptación recíproca de las diferencias; esa amplitud encontró algunos límites en ciertos casos.
Por ejemplo, en el caso colombiano de la Mesa Multipartidaria LGTBI hubo partidos de la coalición oficialista que no sólo no se sumaron, sino que tuvieron posiciones de total rechazo a esa agenda. En el caso de la ciudad de Buenos Aires, las expresiones más radicalizadas del oficialismo tampoco fueron parte de la iniciativa pluralista. En este caso, la radicalización del discurso y la estrategia de confrontación de este sector político hacía que su potencial inclusión tuviera más oportunidades de resultar disruptiva que de aportar a la construcción de un diálogo, aún en la diferencia.
El patrón común en estos dos casos es que hay sectores que por su propia definición ideológica y por sus estrategias de construcción de identidad reducen las posibilidades de participación en experiencias de este tipo. En el caso colombiano, la agenda anti-LGBTI había definido la identidad y el discurso de los principales partidos de la coalición gobernante y, por lo tanto, estaban construidos por oposición a la propuesta. En el caso argentino, una estrategia de polarización permanente y una estrategia “amigo-enemigo”, más allá de las posibles diferencias ideológicas, hacían de la participación de ese sector clave del oficialismo nacional un actor no sólo poco interesado en la participación, sino potencialmente contrario a ella. En síntesis, podemos encontrar actores cuya auto-definición anticipe la imposibilidad de su participación.
Como se puede apreciar, la convivencia y la capacidad de generar sinergias dentro de la diversidad es el nudo de las experiencias descritas aquí. En todos lo casos, la aceptación de la diferencia es el primer paso para el avance del proyecto. En algunos, es necesario ahuyentar algunos fantasmas más específicos. En la mesa colombiana LGBTI, era necesario ahuyentar la idea de estar creando un “partido gay”, y por el contrario, construir la idea de impacto en cada uno de los partidos. Este último punto es compartido por la otra experiencia colombiana, la de la Mesa Afrodescendiente. En efecto, en ambos casos de lo que se trata no es -al menos,
no principalmente- de hacer lobby en favor de una agenda común y general, sino de lograr el avance del reconocimiento de minorías en las distintas estructuras partidarias representadas. En este caso, sin embargo, se presentó el contraste entre una amplitud mayor que en el primer caso -al menos un partido de la coalición de gobierno forma parte en la Mesa Afrodescendiente- y la necesidad de construir confianza y credibilidad para los partidos más “a la derecha”.
En el caso mexicano, los promotores de la sinergia entre los distintos bloques legislativos locales de CDMX tuvieron la lucidez de explotar las diferencias en favor de los acuerdos. En efecto, los diferentes sectores económicos afines a los distintos partidos del arco de derecha a izquierda lograron ser representados y complementados en una agenda que transformó la competencia entre “los formales” y “los informales” en un proyecto legislativo que ecualizaba sus asimetrías. En el caso de la ciudad de Buenos Aires, un componente clave fue el interés común en demostrar que era posible construir una agenda más allá de la polarización. Una década y media de política polarizada ha generado, al menos en una parte muy importante del arco político, la necesidad de encontrar puntos de contacto, aunque sea como mínimo, metodológicos: demostrar que es posible construir en la diferencia, al menos la capacidad de diálogo, mucho antes de llegar a imaginar ningún consenso sustantivo.
El caso de “Las Sororas”, por el contrario, logró contener en su seno a una diversidad mayor del arco político, ya que sectores de la entonces oposición peronista más dura y de la izquierda trotskista convivieron con los sectores de centro izquierda y centro derecha aglutinados en torno del entonces oficialismo del presidente Macri. Este grupo, que coordinó acciones, se presentó públicamente como un grupo, y sostuvo su misión durante los dos años que transcurrieron entre el primer y el segundo debate legislativo, contenía una diversidad inimaginable en cualquier otra agenda. Posiblemente el compromiso personal de cada integrante con la legalización del aborto y la agenda feminista en general, logró un común denominador lo suficientemente cohesivo. También la amplitud y la diversidad hacia adentro de cada una de las dos coaliciones permitieron encontrar esa afinidad entre legisladoras más cercana en esta dimensión de política pública.
Descubrir y construir objetivos comunes constituyen ejes de cohesión de las experiencias colectivas pluralistas. La certeza de la existencia de un objetivo común postergado, especialmente en el caso de minorías y grupos desaventajados, se presenta con mayor evidencia con una historia que da más claridad a la agenda común, pero que también plantea el desafío de armonizar una agenda que contenga a todos los participantes sin transformarse en un arma para atacar a los oficialismos.
Las agendas de los grupos desaventajados pueden plantear reivindicaciones que tienen costos económicos o políticos para los gobiernos. En casos como los de
4.3. Objetivos comunes
minorías raciales, sexuales y de género, por ejemplo, si los grupos multipartidarios plantean agendas muy confrontativas o demandas de alto costo, pueden resultar en la “armamentización” de la experiencia en contra del gobierno y, por lo tanto, dificultar la participación de los partidos oficialistas. Inclusive si las demandas no llegaran a ser tan costosas, la falla del gobierno estaría en cumplir lo que podría considerarse como “mínimos” en el avance de la agenda. En ese caso, también habría una situación compleja para los participantes oficialistas, ya que la falla del gobierno los deja expuestos frente a sus interlocutores, y las críticas de estos al gobierno los expone frente a sus partidos.
Estas mismas condiciones pueden ser manipuladas por los representantes de la oposición para generar un costo al oficialismo, maximizando sus demandas para encontrar el punto de no-cooperación. Las consecuencias son las mismas que se plantearon más arriba: puede terminar con la cohesión del grupo por la confrontación entre oficialistas y opositores.
Cuando las agendas de los grupos pluralistas no responden a historias de reivindicaciones de minorías previamente identificadas como tales, la labor de definir el contenido del trabajo en común es una tarea en sí misma. En el caso “chilango”, FESPEP tenía como meta inicial contribuir a mejorar la situación de un sector (el comercio informal callejero) y para ello trabajó en la discusión de intereses contrapuestos con otros sectores (especialmente el comercio formal y las grandes empresas minoristas). De esa discusión resultó un proyecto legislativo tendiente a la inclusión social, pero también a la compensación de asimetrías entre todos los sectores. Fue la claridad del beneficio para todos los sectores lo que permitió una cooperación interpartidaria, ya que cada partido, al contribuir a la redacción y favorecer la aprobación, tenía la posibilidad de recoger ganancias políticas frente a sus votantes y frente al público general.
En el caso porteño, fue la voluntad de cooperar la que antecedió a la definición de objetivos. Fue la idea de que los centros de estudios y pensamiento políticos tenían un rol que cumplir en la mejora de la conversación pública la que condujo al colectivo hacia temas de interés común y a un trabajo colectivo de elaboración conceptual, una serie de mapas conceptuales para futuros acuerdos, pero también una conexión en red inédita, que demostró capacidad de generar resultados que podría diversificarse a otros temas y aspirar a mayor influencia en el futuro. Si en algún momento hubiera convocatorias de alto nivel, los centros de pensamiento demostraron su conectividad y una capacidad aplicable a otros campos. El convencimiento del objetivo inicial y la elaboración conjunta de objetivos en campos temáticos específicos generó incentivos para que el número de miembros del grupo se mantuviera estable y se ampliara con el tiempo. Vale la pena recordar que estos incentivos generaron la suficiente atracción como para lograr mantener viva la conversación aún en un período de campaña electoral legislativa de medio término.
En ninguno de los casos la proposición de objetivos fue espontánea ni obvia. En todos requirió de dedicación específica, de liderazgos y, en la mayoría de los casos,
de algún tipo de metodología. Si el objetivo común es lo que puede dar sustento a los incentivos para cooperar y neutralizar los incentivos a competir, a romper, y -en ámbitos polarizados- a desconocer y descalificar al otro, entonces es necesario darle un espacio y un tiempo propios en la actividad común. Por lo tanto, la credibilidad de dicho objetivo común es un insumo fundamental para construir la confianza en que cada miembro tiene verdaderamente un interés común, distinto del particular.
4.4. Membresías, coordinación y liderazgo
La composición de los grupos multipartidarios varió, así como también los roles de liderazgo, convocatoria y coordinación. En los dos casos colombianos, fueron funcionarios de partidos, personas dedicadas en una medida importante o la totalidad de su tiempo a esas organizaciones, quienes compusieron los grupos. La convocatoria, la coordinación y la facilitación fue de NDI, cuya iniciativa es reconocida y valorada por los participantes en ambos casos.
En el caso colombiano la composición de esos dos grupos con personas que tienen carreras partidarias, necesariamente iba a impactar sus objetivos y estrategias de avanzar los derechos de las minorías dentro de la estructura y actividades de los partidos. La acción de convocatoria, coordinación y facilitación por parte de NDI fue esencial para descubrir la capacidad de cooperación de los actores y para darle un cauce. El prestigio y la experiencia previa de NDI con esos actores fueron determinantes para lograr la confianza de los miembros. En situaciones de “normalidad” es posible que los partidos y sus dirigentes actúen como compartimientos estancos. La presencia de un catalizador que impulse y acelere procesos colaborativos puede hacer la diferencia entre que la experiencia de cooperación ocurra o no.
La experiencia de FEPESP resulta similar en este aspecto. Se trata de un impulsor, acelerador y coordinador de la experiencia, primero, de los actores económicos y luego, de los bloques legislativos. Estrictamente hablando, estos últimos fueron más bien interlocutores de la experiencia multisectorial de armonizar los intereses económicos en un proyecto legislativo. Pero fue esa capacidad de arribar a un proyecto común de los actores económicos lo que hizo posible que FEPESP también articulara las diversas voluntades políticas para construir un proyecto perfeccionado y aumentara sus posibilidades de aprobación. Si bien los miembros de FEPESP tienen un pasado reciente en un partido político y una clara adscripción ideológica a la centroizquierda, sus “horas de vuelo” y conocimiento con los actores políticos de todo el espectro contribuyeron a dar credibilidad al centro de pensamiento.
El caso de Buenos Aires tiene la particularidad de que un actor gubernamental -y por lo tanto, vinculado a un partido político, el de gobierno- logró reunir una diversidad de identidades en torno de un proyecto común. Resulta un desafío que alguien que puede ser visto como portador de un interés político reúna la confianza de competidores. Sin embargo, el desplazamiento que implica que los miembros no sean los partidos en sí, sino sus centros de pensamiento, también logra desplazar el foco de la competencia en la coyuntura política hacia el campo de las políticas del mediano y del largo plazo, que es el campo de estos actores. También el prestigio logrado a lo largo de 5 años por el programa Dialogando BA como un espacio pluralista, fue un factor coadyuvante. Una buena parte de los actores conocía e inclusive había participado de experiencias de diálogo en otros eventos.
Por otro lado, el caso del grupo legislativo para la legalización del aborto tiene características propias. Por una parte, sus miembros eran todas legisladoras mujeres, con algunos aliados masculinos. Por otro, se trataba de líderes dentro de sus propios bloques de las agendas de género, pero también de otras agendas de política pública (transparencia, ambiente, reforma política, medios de comunicación). Esto, a su vez, generó una modalidad horizontal e igualitaria en la coordinación, que no tuvo ni un coordinador externo ni un “primus inter pares”. La emergencia de la situación de tener que lograr la aprobación de la norma, posiblemente evidenció el objetivo común e hizo menos necesario un impulso externo para buscar el común denominador que estaba impuesto por la situación en sí.
Como se puede ver, existe una multiplicidad de modalidades en las que los partidos pueden participar de experiencias cooperativas: a través de sus funcionarios, a través de sus legisladores o a través de sus centros de pensamiento. En algunos casos, la existencia de un impulso y una coordinación por parte de un actor enfocado en esa tarea, hace la diferencia, particularmente cuando las agendas no son de coyuntura o inmediatas. Cuando existe ese tipo de actores, puede tratarse de terceros imparciales o no o de actores que tienen algún interés y alguna identidad en juego. Sin embargo, el prestigio y el conocimiento previo son factores necesarios en todos los casos, tanto en los vínculos entre miembros, como en la función de coordinación.
Lograr que una conversación derive hacia acciones y objetivos, documentarla y transformarla en un producto colaborativo, así como también planificar esas acciones y objetivos, requiere de metodologías y de técnicas de coordinación. Es posible que en algunos casos estos recursos estén conceptualizados y documentados; es posible que en otros casos se creen de manera espontánea y ad hoc. Las experiencias que hemos visitado muestran tal variedad.
4.5. Lecciones y perspectivas
Dialogando BA es posiblemente el caso de mayor formalización de sus instrumentos de identificación de actores, definición de temas, convocatoria, desarrollo de eventos participativos y redacción colaborativa de minutas y documentos. La reunión de los centros de pensamiento en un primer evento derivó en una primera minuta con propuestas que sirvió como insumo para una serie de reuniones posteriores. El proceso de identificación de los actores, de toma de notas, de definición de temas, de redacción de documentos y de realización de eventos públicos participativos, respondió a una metodología desarrollada y documentada desde 2016. Por este motivo los actores conocían de antemano el ciclo del proceso y nada de lo que se hacía resultaba una sorpresa. Por el contrario, cada paso estaba justificado en documentos metodológicos y en experiencias previas. Este tipo de previsibilidad es clave para la construcción de confianza entre actores que pueden estar en tensión.
En los casos coordinados por NDI, los actores destacaron el valor agregado por la facilitación de reuniones y especialmente por la toma de notas y redacción
de documentos para su publicación. En el caso de la Mesa Multipartidaria Afrodescendiente, esta agregación de valor permitió publicar cuatro documentos con una hoja de ruta de reivindicaciones y objetivos que constituye un acervo común para los participantes. En el caso mexicano también se mencionó la existencia de experiencia previa y conocimiento en metodologías de facilitación de reuniones y de toma de notas para la redacción de documentos que fueron la base del proyecto legislativo.El caso de “Las Sororas” no se contó con ese tipo de instrumentos, pero desarrolló mecanismos de coordinación y de comunicación para hacer más eficiente la tarea de sumar voluntades favorables a la aprobación del proyecto de ley de legalización. La necesidad de alcanzar a un número alto de legisladores en ambas cámaras y de coordinar con actores clave de la sociedad civil obligó a una comunicación permanente que permitiera maximizar las posibilidades de cabildeo y a saber con certeza cuántos votos favorables se conseguían.
Las experiencias abordadas muestran que es necesario contar o desarrollar con métodos y técnicas que maximicen la sinergia entre los actores. Desde el acto de la conversación, hasta el desarrollo de acciones de cabildeo o la organización de un evento público, es posible apoyarse en instrumentos que garanticen la previsibilidad de los procesos y, así, la confianza de los actores.
La revisión de la secuencia de desarrollo de las experiencias de cooperación multipartidaria y de sus componentes principales muestran que hay mucho por delante si se quiere abrir un camino para fortalecer la democracia a través de mejorar la conversación pública en América Latina. El desarrollo de metodologías de trabajo colectivo, el fortalecimiento de actores-catalizadores de esos procesos, el descubrimiento de objetivos comunes, la detección de nuevos actores y oportunidades, requieren de un esfuerzo enfocado en esa agenda.
En la medida en que la escena pública global y regional conviven con amenazas cada vez más agresivas contra la convivencia y el pluralismo, este es un camino que ofrece alternativas a quienes aún creen en la diversidad de pensamiento. Así mismo, en una escena política en la que la ira y la construcción de identidades irreductibles parece una opción cada vez más frecuente y redituable y en la que los regímenes autoritarios no sólo sobreviven, sino que aumentan en cantidad, y los liderazgos democráticos coquetean con sobrepasar sus límites, desarrollar una conversación pública pluralista que tenga efectos concretos sobre la vida social, resulta estratégico.
Esta preocupación por la conversación pública, la civilidad y el rol de la política ha sido abordada desde distintas perspectivas por centros de pensamiento, organizaciones de la sociedad civil, universidades y agencias de cooperación. Un plan de trabajo de largo plazo que tienda a revertir el deterioro de la convivencia y del pluralismo podría establecer nexos entre estas distintas iniciativas y lograr sinergias que potenciaran posibles actividades de visibilidad, capacitación y multiplicación de experiencias16 .
Es posible detectar y fortalecer actores de los partidos, de la academia, de los gobiernos y de la sociedad civil con voluntad de participar e inclusive liderar experiencias de este tipo. También hay margen para desarrollar metodologías que
garanticen la participación, la previsibilidad y la obtención de resultados. Para eso, es necesario incrementar su difusión, el intercambio de experiencias y la capacitación, que deriven en la exploración de nuevos territorios geográficos y temáticos. Esto no solamente permitirá crear canales y códigos alternativos de comunicación entre los partidos, sino que les dará la oportunidad de mostrar que son capaces de ejercitar el músculo del consenso para resolver problemas reales. Por lo anterior, las experiencias reseñadas muestran que estas iniciativas no sólo generan espacios de convivencia, sino que aumentan la eficacia de los partidos en la gestión de problemas de corto, mediano y de largo plazo. De lo que se trata es de construir alternativas a los discursos polarizantes y a las estrategias identitarias en política para mostrar que existe un instrumental apto para avanzar agendas sin romper la convivencia, resaltando la importancia de los partidos políticos.
Entre las lecciones aprendidas también se destacan algunos patrones de impulso, organización y continuidad de las iniciativas pluripartidistas. Los pasos clave a tener en cuenta en la organización de este tipo de experiencias son a) convocatoria, motivación e incentivos, b) desarrollo y continuidad, c) obtención de resultados, d) fortalecimiento de lazos. En cada uno de esos pasos se identifican y se trabaja sobre algunos de los elementos mencionados en las secciones anteriores: pluralismo de identidades; condiciones de membresía; liderazgo y coordinación; metodología y facilitación.
a)Convocatoria, motivación e incentivos. Definir los miembros, el alcance del pluralismo y la elección de un tema de interés común constituye un primer umbral. Cuando una institución decide convocar una multiplicidad de actores partidarios tiene que tener en cuenta, en primer término, su propio lugar de enunciación para la invitación. La principal diferencia entre una Organización de la Sociedad Civil nacional o internacional, una institución académica, un actor gubernamental, un legislador, es qué clase de incentivos se puede prever (o inclusive: prejuzgar) que tiene y formular la invitación de modo tal que cualquier sospecha de interés particular pueda disolverse en un interés colectivo claro, que desplace toda sospecha. Así como hemos visto, en el caso de Dialogando BA fue clave que el rédito pudiera ser capitalizado por todos los participantes, que hubiera igualdad en la visibilidad en la comunicación entre el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y los centros de pensamiento, para evitar suspicacias de un aprovechamiento partidario del oficialismo.
El tema o motivo de reunión y de trabajo conjunto es clave en este sentido. Por una parte, este tipo de iniciativas tienen en el ejercicio de la pluralidad y del logro
16 Entre otros, puede explorarse entre quienes se enfocan en el diálogo y la integridad en los partidos políticos, como IDEA International y Netherlands Institute for Multiparty Democracy; el diálogo constructivo de agendas públicas como Chatham House y More in Common; la mejora del debate político a nivel local en EEUU Next Generation; perspectivas académicas sobre la democracia deliberativa en PSA Democracy, también la Kettering Foundation tiene una larga tradición de fomento de la participación y la discusión públicas no sólo en EEUU sino en apoyo de iniciativas en todo el mundo.https://www.pagina12.com.ar/272163-las-artifices-de-la-media-sancion
de resultados comunes un fin en sí mismo, pero ese fin no puede ser autónomo de una agenda concreta de impacto en políticas públicas. En este sentido, es imprescindible que el contenido de la convocatoria remita a un tema de interés en el que, aún con diferencias ideológicas importantes, la conversación no sea imposible y no se “armamentice” con el fin de construir identidades. El ejemplo de CDMX es claro en cuanto a que la temática puede reunir intereses contrapuestos e inclusive armonizarlos. Es interesante que en tres casos la agenda involucrara directamente a los protagonistas políticos en tanto que indivduos: las agendas LGBTIQ++, feminista y contra el racismo cortan transversalmente a los partidos e involucran directamente a los dirigentes partidarios en su fuero personal. Como se verá, esto también impacta en la relevancia de los resultados al final del camino.
Otra cuestión clave al momento de convocar es la conciencia sobre el alcance y los límites del mapa político. No puede haber exclusiones a priori, por motivos ideológicos o de coyuntura política, porque eso desacreditaría el pretendido pluralismo. Pero, al mismo tiempo, hay límites que tienen que ver con la viabilidad de la conversación, y también deben ser tenidos en cuenta porque, de lo contrario, se corre el riesgo de incluir actores disruptivos cuyo interés no sea alcanzar ningún consenso, o, inclusive, cuya ganancia política sea demostrar su imposibilidad.
Delimitada esta cuestión, también es importante definir qué segmento de las organizaciones partidarias tiene mayor sentido convocar. Hemos visto que los miembros pueden ser centros de pensamiento, legisladores, cuadros partidarios, entre otros. En buena medida, la disponibilidad de cierto tipo de actores es heterogénea en la región: no en todos los países hay centros de pensamiento partidarios. También el tema determina a los invitados: temas que importan a las estructuras partidarias involucrarán a cuadros partidarios; temas legislativos, a legisladores; temas técnicos sustantivos de mediano y largo plazo, a centros de pensamiento. Como veremos más adelante, quiénes son estas personas en particular, su trayectoria y respeto mutuo, son asuntos estratégicos. En consecuencia, la conversación individual con cada identidad política invitada es una instancia imprescindible para definir, intercambiar e inclusive modificar aspectos clave del rol de la organización convocante y de las convocadas, la definición de la agenda y el alcance de la invitación. No se puede saltar directamente a la formación del colectivo; es necesario un trabajo previo, radial con cada posible miembro, a fin de que en la situación de plenario se minimicen los malentendidos y se maximice la posibilidad de comenzar el trabajo coordinado.
b)Desarrollo y continuidad. Un proceso pluralista requiere compartir una visión del proceso y del resultado. Sólo una metodología que sostenga la conversación en el tiempo puede lograrlo. Esta es la instancia en la que el proyecto colectivo comienza a volverse realidad. Es imprescindible que cada miembro se sienta igualmente protagonista. Para eso, es necesario asegurarse que los temas elegidos, las metas establecidas y las tareas asignadas resulten plenamente satisfactorias para cada miembro. En las reuniones, es fundamental revisar que esta sea efectivamente la situación y dar lugar a modificaciones.
Tener metas claras, plazos y actividades específicas en una planificación en conjunto, es imprescindible. Hay que evitar que las reuniones y la experiencia en su conjunto sean percibidas como etéreas y faltas de objetivos. Buscar resultados concretos, tales como la realización de eventos públicos, la redacción y presentación de documentos, la propuesta de reformas legislativas es parte de ese proceso. El logro colectivo de metas establece, simultáneamente, la calidad de los vínculos, affectio societatis, (ver punto d) y la capacidad de avanzar agendas concretas (ver punto c).
El trabajo en redes siempre contiene un problema de acción colectiva. Se trata del desafío de agregar a cada miembro una nueva tarea que no formaba parte de su rutina hasta ese momento, a cambio de un beneficio que no alcanzará en el corto plazo y que -en nuestro caso- deberá compartir con quienes son sus competidores en el área electoral (y esto en el mejor de los escenarios de confianza, de lo contrario, también podría sospechar de que se trabajará para beneficio del impulsor de la iniciativa).
Así, la construcción de confianza no es necesaria solamente para que la conversación entre puntos de vista diversos sea posible, sino también para que se sostenga en el tiempo. En ese contexto, contar con un apoyo externo para garantizar una metodología que guíe las reuniones grupales, que facilite la generación de insumos y los transforme en elementos aptos para la planificación y la ejecución de una tarea colectiva resulta clave (ver 4.5.). El camino a un resultado requiere de una visualización conjunta del proceso, de los roles de cada uno, y de una ratificación de la idea común en cada paso. Eso no se logra de manera espontánea ni improvisada; se necesita la facilitación de la conversación y la sistematización de los procesos.
c)Obtención de resultados. Hacer una diferencia: Qué hay para cada uno. Como se señaló, la obtención de resultados resulta clave en un doble sentido: le da un propósito al grupo, y así cimienta sus lazos, pero también produce una diferencia en el mundo, mejora algún aspecto de la vida social. El descrédito de los partidos políticos es extremo, al punto que en varios países de la región han perdido por completo su relevancia como organizaciones estables para la representación de ideas e intereses. Si existe un proceso organizado para que la
confianza y la affectio societatis se transformen en un plan en común, y este plan se implemente y obtenga resultados, entonces el grupo agrega un tercer nivel de propósito: los partidos políticos son los que logran el resultado y demuestran tanto capacidad de acordar, como de transformar.
Para definir el resultado a buscar es necesario un equilibrio entre los mínimos denominadores comunes y una meta ambiciosa que desafíe el sentido común de cada partido. Una meta excesivamente ambiciosa puede generar una tensión entre las diversas identidades y poner en una situación más compleja a los partidos con mayores responsabilidades (es decir, a los oficialismos). Así mismo, una meta demasiado cercana de los mínimos denominadores comunes puede ser percibida como irrelevante y no llegar a generar el sentido común de misión.
Parte de este proceso de definición de resultados tiene que ver con la tarea metodológica señalada en el punto anterior. Que un facilitador de apoyo en el proceso de definición dé metas es una ayuda importante, para que se encauce, pero también es una decisión política que requiere de una construcción de consensos en la que el liderazgo es clave. Se trate de una coordinación externa o de un “primus inter pares”, la tarea de encontrar el punto exacto entre aquello que es accesible pero poco interesante y aquello que es desafiante pero pone en riesgo el equilibrio de fuerzas es una tarea eminentemente política que requiere capacidad de componer los intereses y situaciones diversas.
d)Fortalecimiento de lazos. Sostener los incentivos de “ser parte” durante todo el ciclo. Tanto en la convocatoria, como en el desarrollo y en los resultados es clave enfocarse en la presencia de incentivos para el mantenimiento de la cooperación. En la fase de la convocatoria hay al menos dos variables que deben ser tenidas en cuenta. Por un lado, el alcance de la invitación: ¿Es este un club al que vale la pena pertenecer?; ¿La membresía del grupo agrega valor a cada participante? El “seniority” de cada invitado, la trayectoria, el capital social y el respeto que inspiran es clave.
Otra cuestión fundamental es neutralizar la disrupción. ¿Hay participantes cuya estrategia política se enfoque en la descalificación absoluta de uno o más de los otros? Esta última variable se puede verificar en el comportamiento público de los partidos, de sus voceros, y de los invitados a participar en particular. Por otro lado, hay que tener en cuenta el atractivo del eje temático de la iniciativa: ¿es este un tema que fortalece las estrategias de los partidos convocados -ya sea que forma parte del foco de interés de su base electoral o que, al no formar parte hasta el momento,
implica una posibilidad de ampliación? ¿O se trata de temas de interés secundario o hasta contradictorio con las estrategias de los partidos?. En esta primera instancia, seleccionar correctamente a quienes formarán parte de la iniciativa y en torno a qué tema trabajarán juntos constituye el primer conjunto de incentivos que ligará a los participantes.
Una vez que el proceso se pone en marcha y comienza el debate sobre metas y actividades para lograrlas, una visualización del rol propio y del proceso en su conjunto es lo que sostiene la pertenencia a este conjunto heterogéneo. En efecto, la heterogeneidad, así, se vuelve parte de un proyecto que simultáneamente genera un propósito común y asigna un rol específico a cada miembro. Nuevamente, hay una tarea de facilitación y de seguimiento metodológico que debe mantener el foco durante el desarrollo de las reuniones y en la redacción de las minutas y documentos. Pero, además, hay una función estratégica de liderazgo que debe monitorear permanentemente que cada miembro se encuentre entusiasmado con su rol y comprometido con la meta. El sostenimiento de comunicaciones uno a uno, de modo radial, en los períodos entre reuniones del grupo, es clave para ratificar la apropiación de cada miembro del objetivo común y de su rol específico.
Finalmente, los resultados previstos deben tener un potencial claro de ganancia política para los partidos y para sus representantes, de modo tal que a la pregunta acerca de ¿qué hay aquí para mí/ para mi partido? se pueda contestar concretamente. En primer lugar, la comunicación de los resultados debe ser extremadamente equilibrada para reconocer los roles personales de cada participante y de cada partido. También tiene que tratarse de resultados tangibles, que muestren con claridad la capacidad de los partidos de impactar en la realidad. Cuando los ejes temáticos se vinculan con temas de importancia vital para los participantes (como en los casos colombiano y en el de “Las Sororas”), el vínculo con el resultado resulta más estrecho y el incentivo más potente. Sin embargo, cuando se trata de cuestiones programáticas más generales, es clave que el resultado tenga un potencial de fortalecimiento de la situación del participante en su contexto político -por ejemplo, fortalecer su liderazgo interno en la agenda temática de la que se trate.
En síntesis, las iniciativas cooperativas multipartidarias tienen un rol clave en mejorar la conversación pública, ya que el mero hecho de que representantes de los partidos participen y comiencen un intercambio, implica un umbral de civilidad y de reconocimientos mutuos. En segundo lugar, el desarrollo de un debate orientado a buscar temas de interés común y a elaborar un plan para producir resultados en esos temas genera un vínculo nuevo, cooperativo, con especializaciones funcionales y con solidaridad hacia un resultado. Por último, la obtención de resultados refuerza los vínculos, agrega valor a los partidos como herramientas de transformación política y social y hace progresar agendas temáticas. En todos los puntos de esa secuencia, es clave que el liderazgo y la coordinación cuenten con capacidades políticas de vinculación con cada participante y con capacidades metodológicas que hagan más fluida la comunicación, la planificación y la obtención de resultados.