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4. Cómo definir nuestro objetivo de investigación

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Cómo definir nuestro objetivo de investigación

Una vez que hayamos definido el contexto y el ámbito geográfico donde se van a desarrollar nuestras intervenciones, tenemos que definir nuestro objetivo de investigación. Para ello tenemos que interrogarnos: ¿Qué tipo de datos queremos y para qué los queremos?

En el caso de los datos existen dos tipos: los datos duros y los datos blandos. Los datos duros son mediciones de la realidad lo más cercano al universo total de la población y tomados en un lapso de tiempo. Por ejemplo, censos de población, índice de pobreza, etc. Normalmente este tipo de datos varían poco y para que ocurra esta variación se requerirían intervenciones grandes.

Los datos blandos son los que capturan percepciones y opiniones sobre determinados temas, por ejemplo: la aprobación de una autoridad, la intención de voto, etc. Este tipo de datos son fluctuantes y bastante influenciables por escándalos o errores de comunicación.

La recolección de datos duros normalmente la hace el Estado a través de sus diferentes organismos para poder tener indicadores fiables con los cuales medir el éxito o fracaso de las políticas públicas implementadas y su costo de recolección es alto. Sin embargo un partido político pude recoger este tipo de información en ámbitos geográficos pequeños, donde pueda costear el estudio.

Los datos blandos son los que generalmente se reúnen en una campaña electoral; son más económicos de recolectar ya que se basan en una muestra representativa del universo, es decir, involucra menos personas. En periodos no electorales sirven como termómetro para medir la popularidad del gobernante entre otros ejemplos.

La pregunta que debemos plantearnos es para qué queremos los datos. Si queremos una aproximación real de lo que sucede en nuestro contexto y trabajar con datos para mostrar resultados, necesitamos datos duros. Podemos utilizar diferentes tipos de fuentes que complementarán nuestra

propia investigación, como los recogidos por fuentes oficiales que deben ser procesados y analizados de acuerdo a nuestros objetivos.

Si por el contrario nuestro objetivo de investigación es recolectar datos que nos muestren lo que la gente está pensando en ese momento, lo más recomendable es la recolección de datos blandos. Para ello podemos diseñar un plan de recolección según nuestra principal interrogante, ya sea para una acción que se ha desarrollado o una que se planea desarrollar. Por ejemplo, para medir el impacto en la opinión de los ciudadanos de la distribución gratuita de la “píldora del día después”.

Si bien en este manual vamos a dar algunos consejos de cómo procesar los datos duros, esencialmente vamos a concentrarnos en la recolección de datos blandos, ya sea de forma cuantitativa o cualitativa.

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