RAÍCES COMUNITARIAS PARA LA RESILIENCIA
HISTORIAS HUMANITARIAS
RAÍCES COMUNITARIAS PARA LA RESILIENCIA
HISTORIAS HUMANITARIAS
I. Presentación
II. Prólogo
III. Historias de éxito
De la apatía comunitaria a la empatía integral de salud en Zulia
Sin agua no hay salud en comunidad rural de Bolívar
Abuela en la Gira siembra su independencia y felicidad
Huerto familiar: razón para no emigrar de Caroní
El hielo de la Loma del Viento limitaba a José
¿Agua para mi bebé? Madre de Miranda defiende la lactancia
Parásitos vivían en el agua turbia de Los Cedros
En Táchira enfermera limpia heridas con agua de tobo
IV. Conclusión
V. Agradecimientos
Presentación
RET International (www.retamercias.org) es una organización internacional, independiente, imparcial, de carácter no gubernamental, sin filiación partidista o religiosa, con sede en Ginebra (Suiza) y con oficina regional para América Latina y el Caribe en Ciudad de Panamá. Fundada en el año 2000 por la Sra. Sadako Ogata, en ese entonces Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), con el propósito de responder a las necesidades educativas, en el sentido más amplio, de niños, niñas, adolescentes y jóvenes en condiciones de vulnerabilidad.
En la actualidad, una de las regiones en la cual RET tiene presencia es América Latina y el Caribe, con acciones enfocadas en Belice, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Perú y Venezuela. Nuestro mandato de “protección a través de la educación” incorpora un enfoque ampliado de derechos y respuesta a diversos factores socioculturales como la discriminación, la exclusión, la violencia basada en género, la explotación, el trabajo infantil y la exposición de la población a condiciones de riesgo generado por eventos de origen natural y respuesta ante situaciones de desastre o crisis.
Las Raíces Comunitarias para la Resiliencia. Historias Humanitarias: son historias que ayudan a educar a las partes interesadas y al público sobre el impacto que tenemos en la vida de las personas con la intervención del proyecto Respuesta de Asistencia Humanitaria en los sectores de Agricultura y Seguridad Alimentaria; Salud; y Agua, Saneamiento e Higiene, a las poblaciones afectadas por la profundización de la crisis socioeconómica y el colapso de los servicios básicos en 5 estados de Venezuela.
El compromiso de RET es garantizar cambios duraderos en las comunidades vulnerables para que logren ser autónomas en su desarrollo, mejorando significativamente la calidad de vida de los pobladores y de las nuevas generaciones. Mediante el acompañamiento y el apoyo de la institución, se brindan herramientas más allá de los equipos de terreno para fortalecer el empoderamiento, la independencia, la resiliencia y la superación social.
Con los programas y las capacitaciones de RET se logra el liderazgo social con acciones de cambio hacia un futuro más inclusivo con enfoque ambientalista donde la seguridad y protección se basa en la unión y la cooperación de los involucrados. Para RET – Venezuela el proceso transformador en las comunidades ha marcado una huella indeleble en su calidad de vida.
Unimos esfuerzos, unimos a personas y empoderamos a comunidades que son las protagonistas de estas historias contadas por los rostros de hombres y mujeres líderes. RET ha asistido a los campos de Venezuela, hasta los pueblos y las ciudades para conocer las distintas realidades y necesidades de las familias interviniendo en su salud,
alimentación y acceso a servicios básicos para garantizar un impacto positivo.
Junto al Dr. Rixy conoceremos la importancia de la actualización médica para los estudiantes de medicina de último año, así como para la comunidad en general quienes se hacen partícipes y promotores de las buenas prácticas en salud. La doctora Marianyelis se une para demostrar cómo la vocación permite superar todas las adversidades en un centro de salud cuando no se cuenta con un servicio básico como el agua.
Fernanda, una cariñosa abuela, se preocupa por el bienestar de sus nietos en edad escolar, por eso dedicó sus días a plantar y cosechar productos naturales que prepara gustosamente para alimentar a su familia. José, en cambio, consiguió en la huerta familiar una razón para no emigrar de Venezuela, ahora puede visualizar un mejor futuro junto a sus seres queridos.
El agua, un factor que RET considera primordial para satisfacer una de las necesidades básicas de la población y que para Arianis fue un motivo que la hizo defender su lactancia materna exclusiva. En Trujillo, para Yosmary fue el sinónimo de salud al recibir agua potable para toda su comunidad, así los parásitos quedaron en el pasado. Finalmente, la enfermera Blanca dejó de curar a los pacientes con agua de tobo para gozar la comodidad de tener un lavamanos.
Concluimos con el caso de José Villanueva, hombre valiente que apuesta a la educación para sentirse más conectado con su comunidad. Cada historia, cada rostro es una muestra del trabajo de RET donde los beneficios también escalan a las emociones y a las relaciones que se forjan gracias a la educación y al aprendizaje.
Prólogo
Esta publicación presenta la historia de 8 casos de éxito:
• De la apatía comunitaria a la empatía integral de salud en Zulia.
• Sin agua no hay salud en comunidad rural de Bolívar.
• Abuela en la Gira siembra su independencia y felicidad.
• Huerto familiar: razón para no emigrar de Caroní.
• ¿Agua para mi bebé? Madre de Miranda defiende la lactancia exclusiva.
• Parásitos vivían en el agua turbia de Los Cedros.
• En Táchira enfermera limpia heridas con agua de tobo.
• El hielo de la Loma del Viento limitaba a José.
Cada uno tuvo un cambio positivo, marcando un antes y después en donde RET – Venezuela tuvo lugar mediante la aplicación del programa Respuesta de Asistencia Humanitaria en los sectores de Agricultura y Seguridad Alimentaria; Salud; y Agua, Saneamiento e Higiene a poblaciones afectadas por la profundización de la crisis socioeconómica y el colapso de los servicios básicos en 5 estados de Venezuela (Bolívar, Miranda, Táchira Trujillo y Zulia).
El mismo tuvo una duración de 21 meses con 37.136 beneficiarios. Para ilustrar los procesos de enseñanza y aprendizaje de parte de los beneficiados se recurrió a un estilo narrativo con aportes visuales para ofrecer una experiencia al lector que enriquezca su comprensión sobre el complejo escenario socioeconómico de Venezuela.
SALUD
De la apatía comunitaria a la empatía integral de salud en Zulia
Desde que el Dr. Rixy Cubillán llegó al centro de salud, las áreas no eran adecuadas para brindar la atención que se requería. Sin sala de rayos X, sin insumos médicos ni fármacos para la comunidad, tampoco acceso al agua… así vivió la situación de emergencia por más de 5 años.
Como médico internista, Rixy vivió de cerca el colapso de los servicios y la palpable crisis de salud en Venezuela donde la escasez de medicinas favoreció la aparición y el desarrollo de enfermedades. En especial la falta de asistencia para pacientes con hipertensión arterial y diabetes.
“Este ambulatorio estaba bastante desasistido antes de la llegada de RET. Se había perdido un poco, incluyendo a los pacientes que en vista de la falta de los medicamentos y del personal médico, perdieron toda la confianza en el centro de salud… La comunidad se alejó por la falta de apoyo”, comenta Rixy, especialista ocupacional y ecografista de 61 años; con su voz calmada repite una palabra que resume la principal problemática de la comunidad: desidia. Sin un baño público, sin medicamentos ni equipos médicos en buen estado, todo provocó que las personas desistieran tratar su salud haciendo que la desidia se propagara como una enfermedad.
Otra de las áreas gravemente afectadas
fue la sala de radiografía: “Esto estaba lleno de moho y óxido”, por lo que no funcionaba, explica Rixy. Pero esa situación empezó a cambiar y sigue cambiando mediante el proyecto de RET para la mejora y el mantenimiento de las instalaciones, así como la donación de suministros consumibles y la formación del personal. Con el apoyo de líderes médicos y comunitarios, se logró detectar las principales carencias de 16 centros de salud para resolverlas y garantizar un ambiente adecuado tanto para el personal como a los usuarios de cada comunidad asistida en los diferentes estados de Venezuela.
“RET nos trajo conocimientos y avances tecnológicos, también insumos y medicinas. Nos dieron cursos, charlas y entrenamientos que fuimos aprovechando para implementarlos en la misma comunidad. Incluso nos capacitaron en medicina crítica y de emergencia, nos enseñaron técnicas para hacer un traslado rápido y salvar la vida de los pacientes”. Con una sonrisa Rixy recuerda estos talleres que impactaron en la vida de muchas personas, incluyendo la de futuros médicos, estudiantes de la universidad pública, quienes hicieron prácticas profesionales en el centro de salud afianzando y actualizando sus conocimientos en diferentes áreas, permitiéndoles mejorar la atención a sus pacientes.
“La estructura también cambió. Nos brindaron el apoyo y ahora los baños mejoraron en un 100%. Podemos usarlos tranquilamente”. La mejoría del centro animó a pacientes y profesionales por igual, permitiendo controlar y abordar las enfermedades a tiempo. “Desde hace 3 años notamos el cambio, ahora atendemos de 35 a 60 hipertensos a la semana, cuando antes eran apenas 2 o 3. Los adolescentes también son parte de este cambio porque antes no se veían y ahora tratamos a unos 60 a la semana”. Además de esto, Rixy dice con alegría que gracias a las capacitaciones de RET se logró recuperar el club de diabetes e impulsar la atención a pacientes con hipertensión arterial.
Una nueva cara con más oportunidades para el ambulatorio
“Los medicamentos fueron un punto clave porque después de pasar 5 o 6 meses sin ver alguno, ahora hemos podido darlos a la gente que de verdad los necesita”. Rixy resalta que la comunidad se ha integrado más, haciendo los cursos de preparación y capacitación, los cuales impactan de forma positiva a las familias en general.
Pasaron de la apatía y la desidia a la dedicación y a la alegría. “Antes la comunidad era muy apática, ahora están más al pendiente y más en contacto, se ve otro ambiente. La comunidad se ha beneficiado al 100%, tanto así que ahora es una comunidad integrada a nosotros”, sonríe Rixy.
“Seguiremos formando a nuevos muchachos del último año de medicina y a los médicos recién graduados, enseñándoles nuevas técnicas de trabajo que hay en el exterior”, asegura el doctor.
SALUD
SALUD
Sin agua no hay salud en comunidad rural de Bolívar
La comunidad de Sierra III no tenía atención sanitaria. El ambulatorio de la zona estaba abandonado y azotado por la delincuencia, no había médicos laborando y el personal de apoyo sentía miedo de permanecer en aquel lugar por un claro motivo: falta de agua. El riesgo de contraer una infección era alto.
Sin medicinas para tratar esa o cualquier otra enfermedad, no se podía atender de ninguna manera a los pacientes que debían recorrer varios kilómetros para recibir la atención en un hospital. Lamentablemente, esta no era una opción para todas las familias, pues aquellas de bajos recursos no podían permitirse pagar un pasaje, quedando descuidados.
Para Marianyelis García, joven médico de 25 años, esta situación fue frustrante como miembro de la comunidad y como profesional de la salud. “Muchos de mis vecinos llegaban a mi casa diciéndome que los ayudara porque no había médicos entonces decidí aplicar un contrato para el ambulatorio, para asistir a esta comunidad”, ella cuenta que luego de la jubilación de un antiguo doctor, no hubo más asignaciones de especialistas lo que dejó a la población de tres sectores (Manotiar, San José y Sierra III) sin atención en salud, afectando a muchas personas. Al llegar al ambulatorio, Marianyelis se consiguió con un escenario desolado donde no podía, ni siquiera, usar el baño.
5 años pasaron en el ambulatorio sin servicio de agua. El desaseo de las áreas, de los instrumentos y del equipo
médico ponían en peligro la vida de las pocas personas que se acercaban en busca de atención. Para Marianyelis su jornada laboral también significaba un riesgo potencial de sufrir una infección urinaria. “No íbamos al baño. Había que aguantar. Eso era una problemática de salud tanto para nosotros mismos como para los pacientes porque se podía sufrir una cistitis por no tener baño”. RET se ocupó de esta situación de emergencia mediante un plan de acción donde se ejecutaron obras de construcción para la recuperación tres baños.
Las áreas de ginecología y obstetricia que, sin agua, no funcionaban pasaron a prestar sus servicios, así que las pacientes acudieron más tranquilas a sus consultas luego de eliminarse el riesgo de contagio de enfermedades de transmisión sexual e infecciones, como el VIH, por la falta de la limpieza de equipos médicos.
Marianyelis también notó que con el lavado de manos disminuyó la incidencia de casos de gripe. “Antes si usábamos materiales con un paciente, ya no se podía usar con otro porque no había forma de lavarlo”, recuerda la joven doctora y con voz apagada añade “muchos no asistían por el simple hecho de no haber agua. Apenas una media de 5 pacientes”. Al restablecerse el servicio, las personas comenzaron a asistir al ambulatorio hasta llenarse la consulta de Marianyelis con unos 50 pacientes diariamente.
Atención más segura con nuevos conocimientos
“Ahora se ven más pacientes y no solamente los diagnosticamos, sino que con el aporte de las medicinas de RET, ya se pueden tratar y darles un seguimiento”, comenta Marianyelis más animada. Con la dotación de medicinas e insumos se hizo posible que el personal médico retomara las visitas casa por casa, tanto para la atención como para el seguimiento de los pacientes.
Sobre las capacitaciones, Marianyelis se siente muy feliz porque ha aprendido temas importantes como la lactancia materna y la prevención de violencia basada en género, también sobre la seguridad laboral. “En las comunidades se ven muchos casos de violencia. Nos dieron un violentómetro y un folleto con números para comunicar estos asuntos, yo no lo sabía”, admite.
Marianyelis recuerda un sensible caso de una madre con antecedente de aborto que llegó al ambulatorio por su nueva gestación.
“La paciente Alejandra de control prenatal es de muy bajos recursos. En el embarazo tomó vitaminas que hay aquí porque las aportó RET”, la doctora dice que gracias a esto se previno una segunda pérdida.
Actualmente en el ambulatorio se cubren las necesidades sanitarias de todas las personas, incluso de sectores cercanos. Marianyelis nota cómo en su comunidad ha mejorado el servicio de salud de forma generalizada.
“La comunidad ha estado más receptiva de venir”, asegura alegremente mientras resalta que ahora nadie debe viajar lejos en busca de ayuda.
Abuela en la Gira siembra
su independencia y felicidad
Además de la inestabilidad económica presente en los hogares de Venezuela, aquellas familias que viven en las comunidades rurales suman otra clase de problemáticas como la falta de transporte público, los cortes de energía eléctrica sin aviso previo y el escaso acceso al agua potable, aunque para muchos lo que más preocupa es el sustento diario.
En la casa de Fernanda Pérez llevar los platos a la mesa era un motivo de angustia. Especialmente a la hora del almuerzo cuando sus nietos llegaban de estudiar. Sin supermercados cerca ni venta de víveres en la comunidad, ella debía caminar 8 kilómetros para poder abastecer a su familia. Esta inseguridad alimentaria estaba afectando su salud física y emocional.
“Mi mayor preocupación era la alimentación, ¿cómo alimentarse? Era más costoso porque tenía que salir a comprar de la Gira a Betijoque a pie entonces caminaba unos 8 kilómetros. Me iba antes de las ocho de la mañana y llegaba al mediodía. Los muchachos venían de la escuela y llegaban con hambre”, cuenta Fernanda. A sus 61 años se mantiene activa, participa en la comunidad y es querida por sus vecinos, se muestra como una mujer alegre, pero en aquella época la situación era crítica. Entre tomate, caraota y algunos granos de café cultivados empíricamente, Fernanda trataba de cubrir las necesidades nutricionales de su familia. “Apenas eran 2 o 3 maticas porque uno no sabía hacer la semilla”, recuerda.
Fernanda no contaba con las herramientas ni los conocimientos adecuados para sembrar un huerto familiar, así que RET se trasladó hasta su comunidad para ofrecer capacitaciones teóricas y prácticas con la finalidad de promover la producción agrícola sostenible. “Cuando llegó la RET dijimos ‘bueno mi gente a ponerse las pilas porque ahora sí vamos a ponernos en las buenas: vamos a sembrar, vamos a tener, vamos a cambiar y vamos a ver qué hacemos todos’. Todo lo que nos enseñaron fue algo muy diferente, muchas cosas buenas y bonitas sobre la siembra. Antes ni siquiera sabíamos preparar un semillero, ahora hemos aprendido muchas cosas”, comenta Fernanda, siempre haciendo énfasis y extendiendo la palabra “muchas”.
De la siembra de caraota que regaba con agua de la lluvia y esperaba que, con el tiempo, pudiera crecer, ahora Fernanda conoce las técnicas para tratar y conservar las semillas, también cómo mantener sus cultivos sanos para lograr una buena cosecha. “Nos ha enseñado a hacer de todo: desde una nevera artificial bien bonita y que enfría bastante, hasta filtros y cómo dejar semillas de la siembra” explica alegremente Fernanda sonriendo y agrega, “Cuando veo la camioneta de RET me emociono y digo ‘Ahí viene la RET. Vamos a ver qué semillas y qué cosas nuevas traen’”. Con la asistencia de la organización, los productores como Fernanda reciben semillas certificadas, insumos agrícolas y herramientas de labranza para sus huertos.
“Me siento más empoderada, independiente y feliz”
Fernanda carga a uno de sus nietos entre los sembradíos de auyama, tomate y ají con una gran sonrisa porque ellos son su motivación y apoyo. Ahora la angustia por la comida es cosa del pasado. “Uno no se preocupa porque con esta enseñanza yo he sembrado de todo”:
Con las cosechas de su huerto familiar, ahora Fernanda puede cambiar productos por otros alimentos y comidas, mejorando su alimentación. “Me siento en la capacidad de ayudar y de enseñarle a otra persona porque he aprendido mucho. No dependo de nadie. Ya uno sabe cómo sembrar”, asegura Fernanda.
“Nunca había visto algo tan realista, tan bonito y tan sincero como ha sido la RET con nosotros todos estos años. Yo digo ‘¿Por qué no vinieron cuándo estaba más joven?’” bromea Fernanda, riéndose. El huerto familiar se convirtió en una solución y motivo de alegría para esta abuela que dedica sus horas a cuidar de la siembra.
Huerto familiar: razón para no emigrar de Caroní
En el seno de una familia campesina de Bolívar la situación era insostenible. José García, padre de cuatro y orgullosamente casado, pensaba en emigrar de Venezuela como la solución para llevar dinero y comida a su hogar. Cada vez más los alimentos escaseaban, ya los platos vacíos y los precarios ingresos de él lo hacían sentirse “ahorcado”, aun cuando trabajaba.
La presión por la crisis económica y social, lo obligaron a planificar su salida como muchos de los migrantes venezolanos que dejan el país por caminos y fronteras ilegales. Podría poner en riesgo su vida y alejar su familia para siempre, pues el futuro fuera de su nación era incierto.
“Me voy porque no hay esperanza”, fueron las palabras que este joven padre de 33 años se decía mientras organizaba la maleta. “Yo me dedicaba al cultivo de yuca y como es de largo plazo son casi 6 meses o un año para la cosecha. Era extenso y eso me estaba afligiendo”, recuerda emotivo porque hablar de emigrar también significaba despedirse de sus hijos sin saber cuándo volvería a verlos. La comunidad de José se caracteriza por producir maíz y yuca de forma masiva, haciendo uso de productos químicos que contaminan el suelo fértil, el agua, el aire y la salud de los trabajadores del campo y sus familias. Esta práctica no es sustentable ni rentable para personas como José que se preocupan por mantener la seguridad del medioambiente.
Como parte del compromiso de RET, se desarrolló un proyecto para la capacitación de huertos familiares con productos
agroecológicos, así que cuando un vecino le preguntó a José si le interesaba el tema, él decidió darle una oportunidad a pesar de sus dudas. “Pensaba que eran otras personas más que iban a jugar con los sentimientos de los campesinos porque a veces vienen, prometen y nunca cumplen. Pero me di cuenta de que la institución era seria cuando empezaron los ingenieros y las personas capacitadas a incluirnos en las siembras y el proceso productivo. Me di cuenta de que se le iba a sacar provecho”, cuenta José un poco avergonzado por su desconfianza inicial.
En el sector de José se insertó la siembra hortícola, lo que cambió por completo las prácticas acostumbradas por los agricultores quienes no tenían ese conocimiento. “RET me enseñó cómo preparar los canteros, qué tiempo debe pegarle el sol. Yo no tenía conocimiento antes, muchas veces quería sembrar cebollín y lo hacía en la sombra porque pensé que no podía pegarle el sol”, dice José, añadiendo “hasta nos enseñaron a cocinar”. Una de las cosas que más impactaron al padre de familia fue la preparación de biofertilizantes y biocontroladores 100% naturales que no contaminan al medioambiente. “También preparamos el bocachi que se hace con desechos de hortalizas y frutas. Anteriormente la botábamos y ahora no”, explica.
“Tengo sembrado berenjena, unas 180 matas. Ají dulce hay 500 en total. Los primeros fueron canteros de 25 metros que tenían como 20 plántulas de ají. Como estaba comenzando, tenía miedo. A
medida que fui adquiriendo conocimiento dije ‘ahora sí’”, comparte alegremente José. Ahora él se ha convertido en una pieza clave para otras 6 familias de la zona a las que les enseña técnicas y metodologías aprendidas por RET, siempre está dispuesto a compartir sus nuevos conocimientos porque cree que: “Con este proyecto se recuperó muchas familias, rescató muchas familias. Todos aprendemos, hay personas que ven y se incentivan”.
“Ahora tenemos productos frescos, hortalizas frescas. Podemos salir adelante. No emigré porque RET nos ayudó bastante. Me orientó y ahora es muy diferente porque tenemos los aliños, la berenjena, la parte de frutas lechosa y melón, esto nos ayudó”.
Para José una de las ventajas de su huerto es poder consumir productos sanos, 100% orgánicos.
“Me siento capaz de hacerlo solo, vale la pena el esfuerzo. Como familia siento que podemos surgir”. El cambio ha sido muy importante para José y su familia, pues él admite que si no hubiese sido así ya habría emigrado, abandonando a su familia.
De la nada pasaron a alimentarse naturalmente con productos 100% órganicos y naturales.
El hielo de la Loma del Viento limitaba a José
José Villanueva vive en lo alto de una montaña del Táchira, las condiciones climáticas y de terreno dificultan el día a día de este hombre de 39 años que usa bastones para poder caminar. Alejado de la ciudad, él y sus padres tienen problemas económicos.
El dinero es escaso y más aún cuando su padre con Alzheimer no puede salir a trabajar. La alimentación no es la suficiente ni la adecuada para esta familia de cuatro que vive en una modesta vivienda.
En la noche la temperatura puede ser de 14° centígrados, de acuerdo con José este clima no es favorable para la siembra por lo que antes él y su mamá intentaban plantar cebollín y cilantro que era lo que podía crecer en su patio, la mayoría de las veces. Ese “hielo”, como lo describe José, fue una de las principales limitantes para su proyecto de huerto familiar. Necesitaban emprender en la agricultura para aliviar sus necesidades alimenticias, por eso cuando RET llegó a la comunidad José decidió asistir a cada uno de los talleres
para aprender nuevos conocimientos y así ayudar a sus padres.
Con sus muletas rudimentarias, José bordeaba la montaña para llegar al lugar donde se impartían las capacitaciones. “He asistido a todas las capacitaciones menos a dos porque me dio una gripe muy fuerte”, cuenta. “Siento que aprendí algo nuevo. Aprendí que por lo menos para fumigar servía la ceniza, yo no sabía eso. La ceniza se saca, se hierve con jabón rallado y se le echa a las matas para fumigar”, explica muy emocionado José. Además de los talleres, a José y su familia se les entregaron herramientas de labranza para preparar el terreno destinado a la siembra, también sistemas de riego y un conservador de alimentos, pero quizá lo que más sorprendió a José fue la cocina artesanal porque “ahora puedo calentar agua para bañarme”, celebra diciendo entre risas.
José planta las semillas en potes reutilizables y luego, cuando germina la planta, le pide a su madre trasplantarla al
terreno ya preparado, pues él no puede agacharse para hacerlo. El “hielo”, un factor que preocupaba a José, ya se ha solucionado minimizando el impacto de la baja temperatura para la siembra. “La sábila se adhiere a la mata y las protege del hielo que las quema, antes no conocía esta técnica”, cuenta. “Ahora en el huerto se nos da todo y nos beneficia bastante para la economía. Nos da tranquilidad económicamente”, él se ve muy alegre y dice que parte de su alegría se debe a que se siente útil y de ayuda para sus padres.
José aprendió muchas cosas sobre la siembra y la agricultura, gracias a esta actividad se entretiene diariamente e incluso ha podido mejorar la relación con sus vecinos cuando se reúnen para intercambiar conocimientos y técnicas. “Tengo más conexión con la comunidad y los vecinos. Estamos más unidos”, resalta.
“Si RET se va, puedo seguir sembrando y puedo ayudar a otras familias con sus huertos”, ahora José es una parte fundamental para sus padres y comunidad, su compromiso con la siembra continúa porque ve los resultados económicos y emocionales que tiene.
Para José el aprendizaje con RET ha ido de la mano del entretenimiento.
NUTRICIÓN NUTRICIÓN
¿Agua para mi bebé?
Madre de Miranda defiende la lactancia exclusiva
Las creencias de los familiares de Arianis Hernández le exigían darle agua a su bebé. En un país donde la desinformación de la lactancia materna es alta, esta madre fue criticada. Con una hija mayor de 6 y los gastos diarios en una Venezuela inestable, la lactancia fue un salvavidas para su nueva bebé.
Por instinto Arianis empezó a darle pecho porque sabía que sería algo bueno. Además de que así se ahorraría dinero en leche de fórmula y medicinas que podría necesitar su bebé, Isabela. Pero se sentía presionada por su familia quienes no creían en los beneficios de la lactancia exclusiva.
“Conocí a RET a través de un taller que se realizó en la escuela y que fue de mucha ayuda porque se aclararon temas de los que teníamos alguna duda. En ese momento la bebé tenía 20 días de nacida, solo le daba lactancia exclusiva”. La madre de 30 años había escuchado de una prima y amigas que la mejor opción era dar lactancia exclusiva, pero no entendía realmente su importancia por lo que, en ocasiones, hablar del tema le parecía “fastidioso”. Cuando asistió a la charla comprendió que con la lactancia materna exclusiva Isabela estaría protegida de diferentes enfermedades, su sistema inmune sería más fuerte y su desarrollo
sería sano.
Otro punto que sorprende a Arianis es el vínculo que tiene con su bebé. “La conexión que uno tiene con su hijo al momento de lactar es algo único y hermoso. Es un vínculo que se afianza cada vez más. Aprendes a conocer a tu bebé. Yo estoy lejos y yo sé que mi hija quiere pecho, lo siento. Yo sé cuándo se va a despertar porque ella quiere pecho. Tengo esa conexión con ella”, afirma alegremente Arianis con una sonrisa, mientras mira a Isabela jugar junto a ella. El único obstáculo en su camino por la lactancia exclusiva ha sido su familia. “Era una lucha constante con ellos porque querían que le diera agua a la bebé, me decían que la hacía pasar sed. Pero ya tenía el conocimiento que con solo la lactancia ya era suficiente”, defiende la madre.
Sin la orientación de RET, Arianis se preguntaba si estaba haciendo las cosas bien o no. La presión familiar siempre estaba presente y ella cuestionó sus decisiones, pero al recibir la capacitación aumentó su confianza y no le hizo caso a los comentarios negativos que recibía.
“Yo les decía que la bebé estaba bien, estaba segura y no dudé. Aumentó mi confianza y ya estaba segura de que lo estaba haciendo bien”, relata convencida Arianis. “Aprendí que los intestinos de ellos no están totalmente preparados y no es el deber ser darles otra cosa. Con solo un poquito de agua ya se rompe la lactancia exclusiva, entonces eso fue una de las cosas como que más me quedó. Es una manera de cuidarlos”, asegura la joven madre.
Isabela ahora tiene 11 meses y Arianis está complementando su dieta siguiendo el esquema brindado por RET que se enfoca en probar la tolerancia de los alimentos. “Después de los 6 meses es importante ir de a poco introduciendo los alimentos, probar uno por uno”, explica la madre.
Entre risas, dice Arianis calmada: “Ahora sí, le encanta el agua”. Aunque los beneficios de la lactancia exclusiva son innumerables, para las madres como Arianis el principal es la salud y la seguridad que les brinda a sus bebés.
“Sin miedo me siento empoderada y con la autoridad de decirle a mi familia ‘no, no le des eso’ así ellos se molesten. Les he recomendado a mis amistades que den lactancia materna. Les digo que les den exclusivamente la lactancia a los bebés”, sostiene Arianis con total seguridad.
De la lactancia exclusiva a la alimentación complementaria, RET sirvió de apoyo para asegurar la adecuada y sana transición a nuevas comidas.
Parásitos vivían en el agua turbia de Los
Cedros
Una comunidad olvidada de Trujillo no tenía acceso al agua desde hace unos 40 años, las familias se enfermaban por consumir agua no tratada, en especial los niños que presentaban cuadros de diarrea frecuentes a causa de los parásitos. Yosmary del Valle recuerda que la vida siempre fue así.
Ella cuenta que, en el mejor de los casos, podían tener agua día por medio porque no había un sistema de agua activo y en funcionamiento. Las mangueras estaban rotas y en muy malas condiciones, eso no les permitía a 140 familias de la zona surtir agua.
Desde el 2019 se inició un proyecto para brindar acceso al agua potable y adecuar instalaciones de saneamiento e higiene, junto a talleres de capacitación para miembros de las comunidades vulnerables como Yosmary. “La Gira, parroquia Los Cedros, es una comunidad que no había sido tomada en cuenta para nada. No contábamos con una red de agua, teníamos tiempo solicitando ayuda a otras instituciones y nada, no se recibía”, ella recuerda que debía buscar agua en tobos a una naciente de la parte más alta de la montaña para almacenarla en su casa y
poder cocinar, hacer la limpieza y el aseo, aunque el agua era sucia llena de partículas y barro. No había forma de potabilizarla en ese momento.
“Cuando RET nos hizo la entrega de la manguera para nosotros fue sorprendente, nos dieron 100 metros de manguera con lo que pudimos alargar el sistema de agua. Nos donaron tres llaves de 3 pulgadas y una llave de 2 pulgadas. Pudimos mantener el tanque, gracias a las tapas que nos obsequiaron. Nos trajeron las uniones, todos los implementos que necesitábamos para que se nos diera el plan de saneamiento que no habíamos visto en años porque no contábamos con esos recursos”, detalla muy contenta Yosmary quien vivió de cerca este proceso ayudando a instalar las tuberías de agua que permiten la conexión desde la naciente a un tanque comunitario de agua adecuado para su correcto almacenamiento; todo esto luego de que ella aprendiera los conocimientos necesarios en los talleres de capacitación que se ofrecieron para la comunidad.
Una vez se instaló el sistema para que el agua llegara a través de unas tuberías a los hogares, Yosmary se sintió realizada porque fue un logro que jamás se había visto en su comunidad. Junto a eso, otra técnica que marcó una importante diferencia en la salud de todas las familias fue la capacitación para el uso de los filtros de agua. “Nos enseñaron todos los implementos para hacer filtros, para mí fue la experiencia más grata para nosotros porque no sabíamos lo que era un filtro. Nos enseñaron cómo se mantiene el agua a través de unos químicos
hechos por uno mismo. Ya los muchachos de nuestras escuelas saben hacer un filtro”, relata emocionada.
“Una de las cosas que más me gustaron fue una dinámica que nos hizo ser más sociales y unidos. Antes de RET cada quién hacía su vida, nadie estaba pendiente de nada. Cuando ellos llegaron nos enseñaron a hacer unidos y que las cosas son de todos, no de una sola persona. Felicito a los instructores, nos enseñaron a hacer unidos y a conformar este comité que fue lo máximo, se unieron 58 familias”, dice Yosmary con una sonrisa amable. El Comité Local de Agua Natural La Gira, primero y único en su clase, se encarga de mantener la limpieza y la seguridad de las fuentes de agua como las quebradas y sus adyacencias, también visitan las casas de la comunidad para dictar talleres de saneamiento e higiene.
Con la instalación de agua potable las familias notaron cambios positivos en su
salud, ya no se enferman de virus y parásitos como antes. Sienten que consumen agua limpia y libre de riesgos. “Ahora podemos sembrar ahí mismo en las casas porque tenemos agua diaria”, declara Yosmary.
“Como líder me superé mucho en la parte
emocional, social y profesional. Me siento muy capaz de pararme donde sea para representar a mi comunidad”, asegura firmemente Yosmary con la certeza de ser una comunidad autosuficiente.
De desconocidos la comunidad pasó a conformar un comité unido y fortalecido para cuidar del agua.
En Táchira enfermera
limpia heridas con agua de tobo
Dos veces por semana llegaba el agua al Ambulatorio I de Providencia, en ese momento el poco personal del lugar debía llenar tobos para almacenar el agua suficiente que permitiera atender las necesidades básicas de los usuarios del centro de salud.
Blanca tiene 22 años trabajando en el ambulatorio y durante ese tiempo no se ha tenido un baño funcional, apenas contaban con 1 para el uso tanto de pacientes como del personal de salud. Tampoco tenían un lavamanos para poder limpiar instrumentos y heridas con agua corriente.
“La parte de atrás de los baños parecía un basurero, con la falta de agua estaban cochinísimos”, recuerda Blanca quien como coordinadora de enfermería del ambulatorio pasaba su jornada laboral evitando usar el único baño del que disponían, muchas veces aguantando las ganas de orinar. Con la llegada de la pandemia el riesgo que corría era evidente porque no podía lavar sus manos de forma correcta. El miedo por contagiarse
de la COVID-19 junto a los problemas de la infraestructura del ambulatorio, considerando que además de los baños tampoco había bombillos para iluminar las áreas en la noche; provocó que la comunidad se alejara del centro asistencial.
“Antes había un lavaplatos donde hacíamos las curas de los pacientes que llegaban aquí y se le limpiaba las heridas con agua de los tobos. Para lavarnos las manos teníamos que ir hasta el lavadero”, Blanca de 55 años cuenta cómo hacía su trabajo con la poca agua que almacenaban, pero hubo momentos en los que se agotaba por completo y el ambulatorio quedaba inhabilitado. Sin embargo, RET intervino en la situación mediante la restauración de las áreas y la instalación de un nuevo tanque de agua. “Gracias al tanque que nos dieron tenemos, aproximadamente, 2.500 litros de agua, si el agua de la comunidad falla entonces tenemos agua ahí. También tenemos un tanque de agua pluvial que es exclusivo para los baños. Funciona bien, es con agua de lluvia”, explica Blanca animada.
Junto a la comunidad, se diseñó un plan de acción para la limpieza, la restauración de la pintura de las paredes, la colocación de bombillos y lámparas, así como la construcción de baños adecuados para suplir las necesidades de las personas.
“Ahora tenemos un baño para caballeros, uno para damas y otro privado para el personal de salud. Todos los baños tienen lavamanos, es la primera vez que tenemos algo así de bonito”, sonríe Blanca mientras lo dice. El cambio lo ha notado
Mejoró la infraestructura y mejoró la atención.
la comunidad que ahora, de acuerdo con ella, exclaman ‘Uy esto ya se ve mucho mejor, ya provoca venir’.
“Ahora nosotros trabajamos normal y bien. Ya la gente tiene acceso a los baños, pueden lavarse las manos en un lavamanos. Estamos satisfechos porque se ha beneficiado el personal, la comunidad y los pacientes que ahora sí vienen. Me siento mejor por las instalaciones cómodas y la atención que se da”, confiesa Blanca.
Algo que también resalta Blanca es la educación que recibió, en especial los talleres semanales. “Fue enriquecedor para mí porque los conocimientos estaban, pero refrescarlos fue ideal para todos”, declara con entusiasmo.
Las personas de esta zona de Táchira ahora asisten al ambulatorio con la certeza de recibir una mejor atención gracias a los servicios básicos en funcionamiento.
“Gracias a la ayuda humanitaria de RET estamos satisfechos y contentos porque la
Conclusión Agradecimientos
En cada comunidad se sembró la semilla de la autonomía, las historias aquí descritas tienen ese punto en común y es que, actualmente, cada persona cuenta con las herramientas y los conocimientos para continuar labrando un mejor futuro. Futuro donde la salud, la alimentación y la seguridad se respaldan a través de las acciones que cada individuo aporta en su comunidad.
A pesar de las dificultades y las limitantes de cada estado, los valores como la resiliencia, la humildad, el compañerismo, la cooperación y la solidaridad fueron factores claves para superar cualquier obstáculo. Así el compromiso y la receptividad de todos hicieron posible los cambios.
RET – Venezuela continuará apostando por la educación como medio transformador de las realidades humanas.
Se agradece especialmente el apoyo recibido para que esta publicación fuera posible a:
Equipo de Coordinadores Locales
Sergio Mendoza, Bolívar.
Katherin Berbesi, Táchira.
Andrea Colmenares, Miranda.
Sol Guerrero, Zulia y Trujillo.
Equipos de Oficiales Locales de Monitoreo y Evaluación
Jeisson Carreño, OL Bolívar.
Karis Ramírez, OL Táchira.
Esther Subero, OL Miranda.
Andrés Sánchez, OL Zulia y Trujillo.
Oficina para las Américas
Vicepresidente, Remi Mannaert.
Directora de Planificación Estratégica y Técnica, Ángela María Escobar.
Gerente Técnica, Paula Andrea Uribe.
Coordinadora de Comunicaciones, Karina Núñez.
Gerente de Monitoreo, Alejandra Bravo.
Oficina Nacional RET en Venezuela
Dunia de Barnola, Directora de País.
Loraine Giraud, Gerente de Monitoreo, Evaluación y Técnica.
Mauricio Rivas, Coordinador Nacional de Monitoreo y Evaluación.
Freddy Parada, Oficial Nacional de Monitoreo y Evaluación.
A las personas participantes de las comunidades, escuelas y centros de salud de: Bolívar, Miranda, Táchira, Trujillo y Zulia que con su capacidad de resiliencia lograron desarrollar con éxito los proyectos propuestos.
Fotografías y documentación de:
Mauro Medina, fotógrafo y productor audiovisual. María Becerra, comunicadora social.
Diseño gráfico a cargo de:
Sol Apitz y Paola Otero.