Cirrosis #3

Page 1

Marzo 2014, playa del carmen, q.roo no.3

CIROSIS.indd 1

10/03/14 11:11


CIROSIS.indd 2

10/03/14 11:11


CIROSIS.indd 3

10/03/14 11:11


DIRECTORIO Consejo Editorial: Arturo Valdez Castro / Carlos Underwood Diseño: Jorge A. Muñoz Manzo

Editorial............................................................................................5 Hendaya, cuando Adolfo encontró a Paco

(Carla Guimarães y José Macías)......................................................6

Soneto “Filosófico” sabatino y a güevo

(Saúl Ibargoyen).............................................................................14

Selección de poemas

(Alejandro Rosas Espinosa).............................................................15

Esbozos para una ciencia cinematográfica

(Mariana Rosemberg).....................................................................16

Diálogos con Béla Tarr y Michel Gondry

(Francisco Valenzuela)..................................................................17

Hombres de Negro IV

(Francisco Valenzuela)..................................................................19

Marlene

(Rodrigo Medina Montero).............................................................22

Coleccion “El espíritu bipolar”

(Mauricio Medalat)..........................................................................26

Davie Road

(Alex Gennari).................................................................................28

Selección de poemas

(Leopoldo María Panero (†).............................................................29

Vidamarga

(Roberto Cuevas)...........................................................................32

Guerrilleras

(Rebecka Bíró y Victoria Montero)....................................................36

Impresa en 1Sur, Mza. 227, Col. Ejidal, C.P. 77710, Playa del Carmen Quintana Roo, México

Índice

Revista de literatura y arte. Los textos publicados son responsabilidad del lector. Registro en trámite. revistacirrosis@hotmail.com Playa del Carmen, Quintana Roo, México. CIRROSISREVISTA @REVISTACIRROSI

Fichas Saúl Ibargoyen (Montevideo, Uruguay, 1930) Poeta, novelista, cuentista, traductor, periodista cultural, editor, coordinador de talleres de poesía. Miembro de la Academia Nacional de Letras de Uruguay, editor de la Revista de Literatura Mexicana Contemporánea y maestro en la escuela de escritores de la Sogem. Ha dado a conocer setenta y tres títulos de poesía, novela, cuento y ensayo. Ha merecido decenas de reconocimientos y premios, como el Premio Nacional de Poesía “Carlos Pellicer” 2002, por su libro El escriba de pie.

CIROSIS.indd 4

Carla Guimarães (Salvador Bahía, Brasil)

Alex Gennari (Sao Paulo, Brasil, 1963)

Dramaturga, guionista y escritora. Guionista del cortometraje Lotação (premiado en el Festival de Cine Pobre de Cuba, 2005), de Hendaya, cuando Adolfo encontró a Paco (ganador de una decena de premios en España y Premio al Mejor Guión en el FilmLab de Italia), del largometraje Estranhos (producido por Araçá Azul Cinema e Video, estrenado en 2010), y del largometraje Perto do Céu (producido por Araçá Azul, 2011). Guionista del programa Destino Sudáfrica para HBO. Mención al Mejor Guión Original en el Festival Latinoamericano de Cine de Cuba por O Filho da Puta (2008).

Guionista, dramaturgo y editor. Escribió los cortometraje Os Sons do Divino e o Espírito Santo do Silêncio, bajo la dirección de Claudia Pinheiro, y Ouço passos no escuro, de Edivaldo dos Santos. Ha publicado el cuentario + 1 ano que não terminou, y Descaminho, una obra compuesta por dos libros: O Sorriso do Gato y Boca do Cachorro, de la (Editorial Scortecci). El cuento publicado pertenece al libro inédito de cuentos Pequenas tragédias do dia-a-dia.

10/03/14 11:11


Editorial no se ha explorado nada detesto el cine, pero es imposible ignorarlo. es como una plaga de cucarachas una enfermedad que recorre el sistema nervioso central para atrofiarlo. y no sé si eso es importante pero mi vecina se muere de ganas por ver la última película de Lars Von Trier después la de Tarantino sexo sexo sexo muerte la vida es sexo y muerte dice mi vecina y me habla de Kurosawa Woody Allen los hermanos Coen Coppola Stone Hitchcock como si hubieran sido sus maestros en primaria como si se hubiera acostado con ellos. el viaje apenas inicia, dice mientras se arregla y se pone más guapa de lo que normalmente es y posa frente al espejo

Roberto Cuevas (Ciudad de México, 1957) Escritor, narrador oral escénico y productor de radio. Premio Nacional de Radio, Premio Iberoamericano “Chamán-Ciudad de México”, de Narración Oral Escénica, en 1997. Ganador en dos ocasiones del Premio Alejandrina (UAQ), en el año 2000 por el cuento El sueño de las monedas de Adoración Arcángel, y en 2004 por el poemario Donde el amor tuvo sus jaulas llenas.

Rodrigo Medina Montero (Mérida, Yucatán) Estudio Letras Hispánicas en la UV. He publicado en una revista del DF llamada Revuelta. También en revistas electrónicas como Cinosargo y el Fanzine de Ciudad de México/Monterrey, Punxruotine. Me gusta

CIROSIS.indd 5

y vuelve a insistir en que vayamos a la función de las ocho es dos por uno va a estar buena la peli te vas a distraer te va a gustar insiste y recuerda la época de las salas gigantescas la de los autocinemas me gustaba fajar en esos lugares y hace gestos y sonríe como esas actrices con cierto olor a fracaso muchachas que salen en películas chafas o exitosas no hay mucha diferencia el cine es el trauma de un sueño en sí mismo lleva ya su fracaso no soporta la soledad pero mi vecina es hermosa las películas deberían estar hechas por pintores, no por escritores dice ella que dijo Greenaway a veces me siento como en una cinta de Lynch, dice, y saca su cámara y me pide que le tome una foto.

ponerme borracho con lo que sea menos vodka. Pero igual me da lo mismo. Esto último es lo más importante. Salud.

Francisco Valenzuela (México, DF, 1976) Radica en Michoacán desde su mediana infancia. Es economista y cursa la maestría en Periodismo Digital. Dirige el sitio electrónico Revés On line, colabora en los programas de radio Noches de Cine y Pastel. Ha escrito en revistas, antologías y periódicos. Contacto: valenzuelareves@gmail.com.

Mauricio Madalat Pintor, escultor y fotógrafo. Estudió en la École des Beaux-Arts, en Francia. Ha expuesto en países como Francia, España, Italia, Alemania y México.

Rebecka Bíró (Suecia, 1980) y Victoria Montero (Argentina, 1983) Su interés en común por la fotografía documental las llevó a realizar un viaje por Centroamérica, investigando en particular la historia de la guerra civil en El Salvador (1980-1992). Actualmente se encuentra en etapa de postproducción e idearon el proyecto fotográfico Guerrilleras, premiado por La Caixa.

Mariana L. Rosemberg (ciudad de México, 1968) Estudió Filosofía en la Faculta de Filosofía y Letras. Ha colaborado en diferentes proyectos cinematográficos. Se ha enfocado a la crítica de cine y arte. Prepara su primer libro de ensayos, del cual se publica en este número un fragmento.

10/03/14 11:11


Cuando Adolfo encontró a Paco 1. Imágenes de Archivo. Ext/Día Imagen de la cabecera del NODO. Vemos a Hitler esperando a Franco en la estación de Hendaya, frontera entre Francia y España. Llega el tren, Franco se baja, se saludan y marchan delante de los soldados que están en el andén. VOZ EN OFF: El 23 de octubre del año 1940, en la estación de Hendaya, se llevó a cabo el encuentro entre dos grandes líderes mundiales: Adolfo Hitler, y su excelencia el generalísimo don Francisco Franco Bahamonde, caudillo de España por la gracia de Dios, paladín de la justicia y estandarte de la elegancia. Miren que uniforme lleva, ¡monísimo! Tras derrotar a Polonia, Bélgica, Holanda, Grecia y Francia, Adolfo Hitler viene a pedir ayuda al aguerrido y entrenado ejército español. Sin embargo, el cuadillo dio la talla y se negó a entrar en la contienda, salvando a España de una guerra que asoló Europa. ¿Que pasó en esas siete horas de reunión? ¿Cómo soportó nuestro caudillo la presión del Führer? ¿Qué ocurrió realmente en el interior del vagón de Hendaya? Franco y Hitler entran en el tren. Desde una ventana vemos como una mano baja la persiana. 2. Int/Día. Tren Desde dentro, vemos al ministro de exteriores alemán, el Barón Von Ribbentrop, cerrando la ventana. Él se pilla los dedos y grita. BARÓN: Damm, Idiot, Arschloch… [6]

CIROSIS.indd 6

10/03/14 11:11


Entran Franco y su ministro de Exteriores, Serrano Suñer. FRANCO (a Suñer): Cuñao, ¿Qué ha dicho? SUÑER: No sé, yo el euskera no lo domino... FRANCO: ¿Y el intérprete? HITLER (con acento): No es necesario. Entendemos perfectamente el español. Franco y Suñer se sorprenden. BARÓN: Vamos mucho a Mallorca. FRANCO: Ah, mira tú que bien. Franco hace una indicación a Suñer, que asiente y, muy servil, coge una tortilla española. SUÑER: Hemos traído unos presentes. (entregando la tortilla al Baron) Una tortilla española. FRANCO: La ha hecho mi mujer, Carmen. Íbamos a traer judías, pero me dijeron que no era de su agrado. El Barón coge la tortilla y la prueba, da su conformidad y le da un trozo a Hitler. HITLER: Nosotros también… (probando la tortilla) Hummm… Barón Von Ribbentrop. Hace una indicación al Barón que, no sabiendo donde poner la tortilla, se la pasa a Hitler y el trozo que tenía en la mano lo pone en la boca del Führer. El Barón le da un cuadro a Suñer, que se lo pasa a Franco. HITLER (con la boca llena): Lo he pintado yo. Franco lo mira. FRANCO: Es muy bonito. HITLER: Está al revés. [7]

CIROSIS.indd 7

10/03/14 11:11


Suñer servilmente le da la vuelta y Franco mira la parte detrás del marco. FRANCO: Es muy bonito. BARÓN: En fin. Vamos al grano. Hitler lo mira con reprobación. El Barón baja la cabeza como un niño al que le regañan. HITLER: En fin. Vamos al grano. Como sabrán toda Europa continental pertenece al imperio alemán. FRANCO (a Suñer): Menos España. HITLER: ¿Puedo seguir? FRANCO (sentándose): Siga usted, siga. Si es que estaba hablando aquí con mi cuñao... Que además es Ministro, Serrano Suñer, pero como es muy largo, yo le llamo cuñao. Suñer sonríe, orgulloso. HITLER: Muy interesante. En fin, a lo que iba. La caída de Inglaterra y Rusia es inminente y después de eso conquistaremos el mundo. El Barón suelta una risa de villano. Hitler le mira con reproche. BARON: Perdón, creí que venía a cuento. SUÑER: Conocemos la actual situación socio-política de Alemania. Y estamos dispuestos a llegar a un acuerdo si se tienen en cuenta los siguientes puntos… ¿Voy bien, generalísimo? FRANCO: Muy bien, cuñao, dale duro. SUÑER: Primero: retornar Gibraltar a manos españolas. FRANCO: Ahí ahí, cuñao, dale caña. SUÑER: Segundo… [8]

CIROSIS.indd 8

10/03/14 11:11


HITLER (interrumpiéndole): En realidad vengo a proponer otro tipo de intercambio... (y hacia Franco) Hace tiempo que me vengo fijando en usted…(y le toca la barbilla a Franco, examinando su rostro) FRANCO (incómodo): Cuñao, ¿este señor me está tocando? SUÑER: Tranquilo, no le diré nada a Carmen. Hitler se da cuenta del equívoco y quita la mano. HITLER: Ahora que estoy a punto de ser el dueño del mundo… Y el Barón vuelve a reírse como villano. Hitler le reprocha con la mirada otra vez. Él se calla. BARON: Aquí tampoco, ¿verdad? HITLER: Como decía… Ahora que estoy a punto de ser el dueño del mundo… (mira al Barón, el Barón mira hacia arriba… Ahora que mis principios son el escudo que defiende a Alemania ¡Ahora que estoy a punto de tenerlo todo! (cambiando el tono) Me he dado cuenta de que nada de eso merece la pena… No es lo que yo pensaba. Demasiado estrés, no duermo bien, tengo úlcera… En fin, que no me compensa. Franco lo mira extrañado. FRANCO: Me parece muy bien, señor “Furi”, pero yo… HITLER: Exacto, usted. Usted es la solución para mi problema. Quiero que tú seas yo. Franco asiente como si lo comprendiera, mira a Suñer y vuelve a mirar a Hitler. FRANCO: ¿Mande? SUÑER: Imagino que Herr Führer habla en sentido metafórico… BARÓN: En absoluto. El Barón abraza a Suñer amistosamente, trayéndole para su lado. [9]

CIROSIS.indd 9

10/03/14 11:11


BARÓN: La propuesta es que el general Franco se convierta en Herr Hitler HITLER: Y yo pase a ser el general Franco. FRANCO: Y el cuñao Imperio Argentina Suñer hace cara de que le gusta la idea. BARÓN: Es muy sencillo… HITLER: Usted termina de conquistar el mundo en mi lugar, disfrazado de mí, como si yo nunca me hubiera ido. Y yo sigo como dictador, que mola, pero con menos estrés. BARÓN: Primero pensamos en Mussolini. HITLER: Pero era muy alto y gordo… BARÓN: Buscábamos a alguien bajito y carismático… HITLER: Y tú cumples la mitad de los requisitos… ¿Qué me dices? FRANCO: ¿Qué digo? Que es la cosa más absurda que me han propuesto estando vestido. ¿Se estás cachondeando de mí Señor “Furi”? ¿Quiere reírse a mi costa? ¡Vámonos cuñao! Franco golpea la mesa y se levanta, decidido. Suñer le sigue. HITLER: Pero… Eres un estratega, es tu oportunidad de seguir ganando guerras. FRANCO: ¡Eso es una estupidez! SUÑER: Hitler es Hitler y Franco es Franco, se darían cuenta del cambio. Los dos se dan la espalda para salir cuando… HITLER (imitando la voz aflautada de Franco): Yo no estaría tan seguro, cuñao. [10]

CIROSIS.indd 10

10/03/14 11:11


Franco y Suñer giran, asustados. Hitler levanta y se acerca al oído de Franco.

se

HITLER (imitando a Franco): Te has quedado flipado, eh. BARÓN: Nuestro segundo regimiento de maquilladores nazi ya lo tiene todo preparado. HITLER: Además el Barón te ayudará en lo que haga falta. Y yo espero también contar con su ayuda (y le toca el hombro a Suñer), ¿verdad? SUÑER: Claro… El Barón vuelve a abrazar a Suñer, intentando hacer de él un aliado. Suñer sonríe con timidez, el barón se ríe y Hitler se une a ellos. Las risas van aumentando en una espiral absurda hasta que todos ríen como villanos a unísono, menos Franco. FRANCO: ¡¿Pero os habéis vuelto todos locos?! ¡No puedo creer que yo sea el único cuerdo de esa reunión! SUÑER: Tranquilo, Excelencia. BARÓN: Pero, general. FRANCO: ¡Generalísimo! HITLER: Generalísimo, no puede usted irse así. FRANCO: Sí puedo, mira como me voy. Franco abre la puerta, pero Hitler se adelanta y pone la mano sobre su hombro, deteniéndole. HITLER: ¿Quiere gobernar un país en ruinas o ser el dueño del mundo? El Barón se ríe otra vez como villano y esta vez Hitler le hace una mirada de aprobación. FRANCO (deteniéndose): No voy a abandonar mi país, a mi pueblo, a mi familia... SUÑER: A su esposa [11]

CIROSIS.indd 11

10/03/14 11:11


Franco se queda pensativo. 3. Imágenes de Archivo. Ext/Día Estación de Hendaya, el tren está parado. 4. Int/Día. Tren. Franco se está mirando en un espejo. Suñer se acerca. Franco está caracterizado como Hitler y viceversa. SUÑER: Impresionante, el parecido es impresionante. BARÓN: Se lo dijimos. ¡Buen trabajo chicos! Vemos dos maquilladores afeminados, con bata blanca y esvástica en el brazo, que saludan como nazis y se van. Franco deja el espejo. Hitler y Franco se miran frente a frente, uno se ve reflejado en el otro. Suñer y el Barón se miran e intercambian sus sitios. HITLER (caracterizado de Franco): Espero que tenga suerte, será una dura carga. FRANCO (caracterizado de Hitler): No te preocupes por mí. HITLER (caracterizado de Franco): Hablaba con el Barón. FRANCO (caracterizado de Hitler): Carga la que te viene encima, no has visto a Carmen recién levantada(risueño). Franco caracterizado de Hitler se va, acompañado del Barón. FRANCO (caracterizado de Hitler): Ahora vamos a conquistar Polonia. BARON: Ya está conquistada. FRANCO (caracterizado de Hitler): Bueno, pues ¡La reconquistamos! Se cierra la puerta. Hitler caracterizado de Franco se queda solo con Suñer. Hitler suspira. SUÑER: ¿Echará de menos Alemania? [12]

CIROSIS.indd 12

10/03/14 11:11


HITLER (caracterizado de Franco): Sólo espero que Alemania no me eche de menos a mí. Ellos salen y nos quedamos con el cuadro y la tortilla, olvidados sobre la mesa. 5. Animación con fotos de Hitler y Franco de la época: VOZ EN OFF: Tras la entrevista de Hendaya, Adolf Hitler acabó perdiendo una guerra que parecía ganada mientras Franco instauraba una férrea dictadura que duró 40 años. Hitler se muerte no que murió ga agonía

suicidó en 1945, y desde su volvió a hablar con Franco, 30 años después, tras una larjunto a su esposa, Carmen.

6. Epílogo: Canción “Allá en Hendaya” y títulos de crédito. En el escenario vacío del vagón, Franco canta una balada romántica mientras los demás bailan detrás. FRANCO: Desde aquella vez que te vi En aquél tren Supe que esto iba a ser así Que nunca iba a volverte a ver Tú me ofreciste más De lo que pude imaginar No pude decir no A esta historia de amor Allá en Hendaya Tú fuiste yo, yo fui tú Allá en Hendaya Canté mi último blues Allá en Hendaya Yo fui tú, tú fuiste yo Allá en Hendaya Nuestra canción terminó. FIN

Créditos Carla Guimarães y José Macías (Con la colaboración de David Pérez)

[13]

CIROSIS.indd 13

10/03/14 11:11


Saúl Ibargoyen

Soneto “Filosófico” sabatino y a güevo Qué principio pudo haber para las cosas si la Nada se encuentra entre nosotros. De qué lugar vinieron las hermosas figuras tan ajenas a los otros. Entre el todo y la nada: quién pregunta si el inicio fugaz del universo se incluye en esta luz que ahora se junta con la sombra de aquel espejo inverso. Podremos ver el eco del vacío rodando entre las fibras de un espacio que nos aterra pues oscuro y frío porque todo es veloz y va despacio en la alta dimensión que apenas vemos como un mar que naufraga entre tus remos.

III Para Claudia San Román

En medio de las calles del fétido mercado, como un torpe payaso que no pide limosna por el trabajo diario de cantar tus nombres con voces ajenas al ritual del dolor; y también como un vuelo de pájaro insultado que choca contra la fina reja que lo aparta del aire; y como esos huesos de árboles de invierno cuyo verdor se ha extraviado en la memoria; y como ese anciano rosal que no renuncia a sus rosas, y que, sin embargo, abandona sus negras espinas; y como ese espejo donde mueren mil rostros que las luces confusas del tiempo al fin diluyen, así yo, libre de toda esperanza y de toda pasión, me levanto estremecido ante la sombra de tu amor.

VII Para Ana Rodriguez

En estas escrituras habrás de encontrar los vocablos no dichos, los silencios rechazados, los ácidos suspiros, los golpes fecales, las alucinaciones del odio, las babas del rencor. También estarán, como mercancías del caos, como instrumentos de la impaciencia, como utensilios de la desarmonía, como herramientas del deshacer, como atristados animales infecundos, como hermosísimas bestias carcomidas, tus versos inseguros, tu ternura indecisa, tu temor antiguo, tus orgullos solitarios, tus pezones arrugándose y tu clítoris reseco en testimonio de tanto haber amado lo poco que te amé. [14]

CIROSIS.indd 14

10/03/14 11:11


Alejandro Rosas Espinosa “Lo mismo mi felicidad que mi desdicha las debo al amor del placer; del sexo, los viajes, la lectura, la conversación (el oírme a mí mismo), la buena comida, la bebida, el tabaco y el bañarme con agua caliente” CYRIL CONNOLLY

COÑAC EN el sillón verde donde solía sentarse mi abuela, desde aquí te homenajeamos Javier Solis, junto al fino licor que baña nuestras gargantas, y de paso bendecimos la amistad en horas como éstas. Recorremos palmo a palmo cada una de tus canciones y pedimos sutilmente ser más fuertes que el amor y el desamor. Ser más osados y cruzar la frontera hacia el olvido. El café hierve en la estufa mientras frágil se cimbra la piel, cuando ante las copas que brindan en el aire escapa una frase: ¿Qué será de mi suerte, que de mí no se acuerda ni Dios? Y la madrugada es un mar obscuro del que no se quiere salir. Hemos repetido una y otra vez, Échame a mi la culpa, y el tiempo es una caricia desesperada en la piel de un loco. Alguien se encierra en las notas de Mi viejo San Juan, y llora a escondidas un delirio, el aroma de una tierra lejana, en vano, como la sabiduría que se pierde bajo el fuego y sus cenizas, en vano como un cuerpo amado en el alba del engaño. Y el buqué del vino vuelve seco, rasante, en el fragor de su brillo portentoso y el deslumbre de la botella que yace vacía ante nosotros. Mañana o al rato, que más da, vendrá otro cataclismo.

MEZCAL COMO si la cabeza de la medusa rodara ante nuestros pies y comprendiésemos al fin causa y destino de otros hombres; como si la pócima y el veneno, el pegaso o las harpías dieran vida al eco de una misma ansiedad eterna o proviniesen de una idéntica suerte. Como si la sentencia de todo olvido nos hiciera trampa, nos jugara sucio, pero a la vez nos develara un íntimo secreto. Mientras las paces con nuestra alma fueran acto simple como servirse un trago y al besar dejáramos en el aliento el otro rostro de la muerte o el deseo, y en el amor un escorpión bajo las sábanas. Como si el látigo de la virtud o el fracaso, fuesen el acento conciliador que sueña el sabio y el sonido seco de un puño en el aire nos volviera más simples que mortales. Como si la sangre cumpliese con el requisito unánime para contener ira y naturaleza del mismo Dios y aniquiláramos de una vez por todas miedo y encanto con el colmillo de la bestia. Por si acaso la última cena ante el espejo diario fuese rescribir el mejor cuento de hadas y arrojar carnazas o perlas negras al viento, donde el héroe sucumbe, no sin antes, haber señalado con el índice la luna, esa antigua disyuntiva de besar o no, la derrota, y mirar en paz la luz secreta de los ruiseñores.

RON ¿A dónde van a parar aquellos restos de saliva y palabras envueltas en ácidos y alcohol? ¿Dónde trazó la lumbre su ráfaga de precisión y deseo antes que durmieras en brazos extraños? ¿En qué cama, vigilados por la mano de no sé qué dios, yacen los aromas de tu sexo? ¿A qué remoto paraje habitado por veladores ciegos entregaste el cuerpo de Léda y su silueta lastimada, con la tan repetida promesa de amarnos? ¿Y en qué cantina de asombros y expresiones mustias, acallas lo que ha sido mi nombre, hembra de los precipicios; después de soltar los demonios de la ebriedad junto a la rueda de la superstición y los temores que hacen humedecer mis manos cuando no te tengo? * Poemas del libro: Virtud Veneno. XXXVII Premio Internacional de Poesía para México y el Caribe “San Román 2012“.

[15]

CIROSIS.indd 15

10/03/14 11:11


Esbozos para una ciencia cinematogràáaáfica Mariana Rosemberg El cine y la literatura no tienen nada en común, aunque quizá tienen puntos extremos que se tocan: personajes, situaciones, locuras; y algo inevitable: tratan los temas de la condición humana. En el fondo son enemigos acérrimos. No se llevan. Son como el agua y el aceite, como una puta y una monja. Como un borracho y un abstemio. Obvio, el agua es la literatura, cuando es clara y directa; el cine es el aceite, cuando sabe ser pesado. La literatura es la puta y el borracho. El cine no conoce la soledad. Se requieren millones de dólares para concluir una película y llegar hasta su punto final: la proyección de la cinta en una pantalla para miles de espectadores. La literatura es un ejercicio de soledades, tanto para el escritor como para el lector. Producir una obra literaria requiere cinco cosas básicas: papel, lápiz, goma de borrar, diccionario y concentración absoluta. O dos: computadora y concentración absoluta. Para producir una película se requiere de un chingo de gente (decir dos es ya decir un chingo), y muchísimo equipo, material, locaciones. El talento para ambos casos es otra cosa. El éxito en ninguno de los dos está garantizado; de hecho es lo que menos debería importar a quien emprende estos trabajos. La literatura abre tu imaginación. El cine te la cierra. En el primer caso, las palabras ya son de por sí una fuente inagotable de posibilidades, uno puede quedarse ahí, en su sonido y en su forma, o descender al fondo de sus definiciones, de sus abismos, hasta la ilación desesperada de sus conceptos. En el segundo, las imágenes se presentan ya de por sí y se cierran a lo que son en sí. En Los amantes del Puente Nuevo, Michèle es Juliette Binoche besando a Alex o, mejor dicho, a Denis Lavant. No hay más. Es decir, a menos que no veas a Binoche en la pantalla, Michèle no tendrá

otro rostro. En la literatura no hay rostros o la mente del lector deforma hasta la descripción más meticulosa del escritor. No hay límites. El escritor puede imaginar rostros que no se parezcan a ningún otro rostro. El cine abona el camino para el público y éste se sienta satisfecho de que le den ya conformado un rostro fijo, una protagonista que puede ser Salma Hayek. Y no tiene escapatoria, ni el director del film. Chance un poco el guionista, aunque seguro le han dicho que la protagonista del guión que le han pedido es Uma Thurman o que será Roberto Sosa. Aunque están alejados, Borges prefería leer las obras de Shakespeare que asistir a sus representaciones porque, aseguraba, toda la genial de sus tragedias se perdía en las puestas en escena y la imagen que se tenía de un Hamlet de un Otelo, desmerecían. Ocurre así con el cine. Pobre Rimbaud que le pusieron el rostro de Leonardo Di Capprio. El cine está hecho para pensar lo más mínimo. La literatura –hasta la más gacha– es un ejercicio de pensamiento constante. Lo peor del cine son las secuelas producidas en el público, desde que la locomotora filmada asustó a la audiencia, hasta el terror a los tiburones o las infinitas persecuciones donde ocurre si acaso un leve rasguño. En la literatura puede ocurrir lo mismo. Ambos caminos de expresión están llenos de mentiras y se puede correr el riesgo de asegurar que las cosas son así. El cine cada vez tiene más adeptos y jóvenes que quieren dedicarse a su creación. La literatura se ha mantenido desde hace siglos y es indestructible. El cine debe renacer en otra inspiración, si no morirá en el baúl de las vanidades y levedades. La literatura se mantiene viva porque todavía palpitan corazones desesperados en algunas obras escritas con el pulso de un suicida.

[16]

CIROSIS.indd 16

10/03/14 11:11


aman, cómo mueren. Ese es el primer acercamiento con la realidad, cuando te encuentras con estos casos ya no eres un cineasta, eres un simple ser humano que quiere entender, que necesita empatía para entender a la otra persona. Eres él o ella. En ese sentido, a mí no me importa la fama, me empuja querer compartir historias y no me importan las demás circunstancias. Es curioso que haya gente que vio una película que hice hace 34 años, cuando muchos de ellos no habían nacido, pero la ven, están abiertos. Ya nada importa cuando conoces a estas personas, y pasa igual en la pantalla. Eso es todo.

Diálogos con Béla Tarr y Michel Gondry Francisco Valenzuela

El observador Béla Tarr es un tipo congruente. Como pasa en sus películas, te mira a los ojos, te observa bien, te responde de forma pausada y sobre todo sincera. No hay en él pretensiones ni líos, pues le queda claro de lo que quiere hablar: nada de política, pues “esa gente es de plástico y abordar dichos temas implica un poco de mierda”. Es modesto en exceso y no se desgasta por describirse de ningún modo, más bien parece exagerar cuando dice que ignora lo que es el arte, que sus películas son muy concretas y que, en general, el color le molesta mucho, y que por eso siempre filma en blanco y negro. En 2012 visitó México y tuve la oportunidad de hacerle algunas preguntas junto a otros dos colegas de la prensa. Valenzuela (V): Es difícil conseguir muchas de sus películas en México, así que lo conocemos por las reseñas, por los críticos. Algunos de ellos ven en su cine poesía, otros ven obsesiones por la forma y unos más lo consideran un provocador; ¿usted cómo ve sus películas? Tarr (T): No he aportado ni quitado nada, son sólo películas, cintas donde puedes ver a algunas personas a sus ojos, cómo se hablan unos a otros, cómo pelean por la vida y cómo

(V): Su cine nos comparte historias de vida, muy humanas, y nos regala estéticas muy naturales. Sin embargo, parte de la sociedad contemporánea está obsesionada por las cosas artificiales, por la tecnología cara y muchas veces inalcanzable. ¿Cómo ve este contraste? (T): La sociedad somos todos. Ustedes y yo la estamos construyendo, la hicimos juntos. Cuando yo te muestro algo en una película, sólo quiero que sea algo más general, más universal, que perdure en el tiempo. No escucho las estupideces sobre la Bolsa de Valores o la industria del espectáculo; no me interesa. En razón de ello, no veo el caso de gastar tanto dinero en aparatos sofisticados, en esa tecnología que cuando la dominas ya te está vendiendo otra nueva y diferente. Te doy un ejemplo simple: odio la comida rápida, las hamburguesas, eso que te ponen en la boca y te quita el hambre; prefiero una cena familiar, hecha en casa. Prefiero sentir el amor de una madre, verla cómo cocina, cómo prepara los ingredientes con el corazón. Eso es lo que yo hago: una película para ti con mi corazón. Recuerda sus sueños de juventud y los analiza con la experiencia de un viejo sabio; “No podemos cambiar al mundo, no es como hacer un spot de televisión. No sé la forma correcta de hacer las cosas, no tengo la receta, no puedo dar esa clase de mensajes. Tú eres la receta, tú eres quien tiene que hacerlo, nadie más”. Denota sinceridad sin cortapisas cuando se niega a hablar lo que sea de México: “No me pregunten eso porque llevo unas cuantas horas en este país, y por más que uno lea cosas por ahí, no puedes hablar de algo que no conoces”. Pero tampoco se quiere referir a su país natal, aduce que él no es nadie para opinar de Hungría en una nación distinta; “lo que opino ya lo he dicho, es público y no lo quiero repetir”. Su sentido del humor se deja ver entre líneas, en cada forma de responder a la preguntas; juega con cosas que se plantean con toda seriedad, como cuando se le cuestiona la forma en la que elige acudir a un festival de cine. “Cuando haces una película es como cuando tienes un perro; llevas a tus cachorros a una exhibición y entonces los vendes con una ganancia. Eso pasa con la película: la llevas a

[17]

CIROSIS.indd 17

10/03/14 11:11


Cannes, a Berlín, a Venecia. Luego decides si la llevas a otras partes pero ahí ya entras tú como persona, porque eso te implica muchos viajes, es cansado. Aceptas las invitaciones si tienes una buena razón; si te dan algún premio, si hacen alguna retrospectiva de tu carrera”. Odia la palabra jubilación, insiste en que no abandonará el cine, que quiere cobijar a nuevos realizadores bajo una productora: “Quiero defenderlos de toda la mierda de la industria, quiero que tengan la libertad de hacer lo que quieran; yo me encargaré de que los estúpidos banqueros se relajen. Esa es la función de un productor, encontrar el dinero, que la película se haga a tiempo, pero que dejen que los directores hagan su trabajo”. Mira su reloj de bolsillo, una hermosa reliquia que nos deslumbra a todos. Ya es tarde, pero hay tiempo para una pregunta más:

fruto al máximo porque siempre me involucro demasiado en sus producciones”. Ese es uno de los motivos para que tantos jóvenes lo admiren, esa generación que, como él, sabe mucho más de videos programados en el antiguo MTV que de pretenciosas cintas de arte. Acepta que tiene una forma particular de trabajar, que es un tipo solitario al que le cuesta un poco de trabajo formar equipo, “hay quienes me consideran indisciplinado, pero esta es una profesión donde tienes que lidiar con eso”. Una chica le cuestiona sobre su última película, El Avispón Verde; es una suerte de reclamo por dirigir un proyecto más cercano a lo comercial que a lo independiente o alternativo. Michel no se inmuta y aclara que desde hace varios años había trabajado con este personaje y que por azares del destino regresó a él. “A muchos niños les encantó la película, otros la odiaron, pero creo que no tiré el dinero a la basura, aunque sí me hubiera gustado darle más toques personales”. Mientras responde a cada cuestionamiento, confiesa en voz alta que ya casi recuerda el nombre de una película mexicana, que seguramente le llegará en cualquier momento, pero mientras eso sucede, se excusa, podemos continuar con la conferencia. Insiste en que no hay reglas para el éxito; es más, la probabilidad de fracasar siempre estará latente, “pero se aprende mucho del fracaso… es cosa de tener paciencia, a veces tu proyecto no se llevará a cabo, otras tardará mucho para concretarse; ni modo, es el riesgo que hay que correr”. No sabe en qué medida te pueda servir estudiar cine porque él nunca lo hizo, se aventó al ruedo siendo autodidacta, rompiendo algunas reglas y sin hacer caso a las advertencias. Quiere buscar algún ejemplo concreto y entonces hace un gesto de victoria porque, según él, ya recordó una película mexicana: “Miren lo que pasó con María llena eres de gracia, ¿esa es mexicana, cierto?”, pero cuando le aclaran que no, que es colombiana, se lamenta por la fatal memoria y termina el comentario diciendo que en ese caso la cinta fue realizada por un recién egresado, alguien sin experiencia, en referencia a Joshua Marston. Ya sabemos que Michel Gondry es de esos hombres que disfrutan lo que hacen, es más, pareciera que siempre hace lo que quiere, pero no, nos aclara que esto es un trabajo y a veces hay que ceder. “Si los Rolling Stones me piden hacer un video no les voy a decir que no; a lo mejor no es la canción que yo hubiera querido grabar, pero vamos, son los Rolling Stones o es Paul McCartney, a quien pude hacerlo tocar los instrumentos a mi manera, y lograr algo así con alguien como él, no es cosa fácil”. La charla ha concluido y entonces varios jóvenes se arremolinan para que el videoasta-cineasta les firme posters de películas, libros de un DVD o cualquier hoja en blanco. Y Michel accede de buena gana, se hinca y firma cada cosa que le dan. Salió feliz, relajado. Pero no, nunca logró recordar el título de alguna película mexicana.

(V): Si tuviera más tiempo de ocio, ¿en qué lo ocuparía? (T): Tengo tres montañas en mi casa y en la oficina; una es de guiones, otra de libros y una más de películas. Si me paso cada día de los siguientes tres años en estas lecturas y películas, seguramente habré saldado una cuenta pendiente con la vida.

El desmemoriado Michel Gondry es un buen cineasta, es un gran tipo; es famoso por sus videos con Björk y respetado por sacarle a Jim Carrey su mejor actuación en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Pero Michel Gondry es un francés de muy mala memoria, y hace un par de años, cuando visitó a Morelia y su festival, nunca logró recordar el título de una película mexicana, primera pregunta que le lanzaron desde las butacas de un foro universitario. Habló de cómo ha trabajado en su carrera, de la satisfacción que le dio La ciencia del sueño, donde Gael García Bernal interpreta a un tipo raro, desbordado en su imaginación, tal vez un retrato del propio director. Sin embargo, también ha recordado que cuando vino a la Ciudad de México a promover esta cinta el público reaccionó con cierta frialdad: “la proyectamos en un lugar muy grande, histórico, en el centro, pero… mmm, no me acuerdo cómo se llama”. Entre los asistentes alguien le cuestiona sobre estéticas cinematográficas y narraciones contemplativas, sobre posibles influencias de grandes directores, y entonces el galo alza los hombros, levanta las cejas y refunfuña: “¡Me hacen preguntas muy intelectuales!”, pero medio contesta al afirmar que prefiere no sentirse impresionado por Stanley Kubrick o Martin Scorsese, pues a veces seguir a alguien con tanta devoción impide desarrollar la originalidad, que es, afirma, lo que te hace diferente a los demás. Agrega que pertenece a una generación de directores que iniciaron grabando videos musicales, y vaya que sabe de eso, pues su trayectoria incluye clips de aristas como The White Stripes, Paul McCartney, Devendra Banhart, Chemical Brothers, los Rolling Stones y desde luego Björk, que es casi como su alma gemela y cuya música, dice el francés, “no dis-

[18]

CIROSIS.indd 18

10/03/14 11:11


Francisco Valenzuela

Era inicio de semana, de esos lunes con cara de pocos amigos. Llegué a la oficina un poco enfadado, como esos perros callejeros que no han conseguido comida y encima los ha pescado un aguacero. Noté que a mi escritorio lo cubría una densa capa de polvo, así que pasé el dedo índice para escribir una de mis frases predilectas: Puta Madre. Entré a la pequeña cocina y me preparé un café, sin azúcar, pues los tipos duros como yo no deben estar por ahí, endulzando las cosas, como si se tratara de una mariconada. Aún no daban las nueve, por lo que Laura, mi asistente, venía en camino. Además nunca llegaba puntual, pues antes paraba en la escuela primaria para llevar a su hijo, un bastardillo fruto de calenturas pasadas. A pesar de ser una señora entrada en los 30, Laura conservaba un cuerpo agradable, no estoy diciendo que fuera la gran cosa, o que cualquier falo se pusiera duro tras observarla, pero hay mujeres de su edad que uno prefiere apartar de la mirada, decirles ¡muévete de aquí y no jodas mi vista, vieja! Esa mañana elegí un poco de informalidad, pues no había reuniones con gente importante; era, como decía, un lunes cruel, un día hosco y bravo, duro como la quijada de un toro amargado. Mis pantalones de mezclilla lucían bien con mi camisa a cuadros, más unos zapatos cafés recién comprados. También llevaba mis gafas, pues un policía debe tener dos cosas inseparables: su pistola y sus gafas. A mí me gustan esas gafas ovaladas, no tan oscuras, más bien un poco cafés, y grandes, que cubran buena parte del rostro. No quiero que piensen: “este tipo se la pasa viéndose al espejo como un cabrón vanidoso”. No hay tal, me basta con echar un vistazo al retrovisor de la patrulla y decirme, oye chico, hoy será un día brutal pero luces bien, luces en forma incluso para morir. La muerte siempre nos espera, está sentada junto a uno, pellizcándole el ombligo, pasando su lengua por nuestras orejas, nos avienta su aliento apestoso, su tufo rancio, su aire hediondo. Pero hay que encontrar la forma de escabullirse, de zafar la mordida y reírse en la cara de esa ramera. Apenas miraba yo las noticias en Internet cuando de reojo vi entrar a Miguel, un judicial recién asignado a mi región, la llamada Tierra Caliente michoacana, que no es otra cosa que un hoyo sobre las fauces de Satanás. Miguel aparentaba ser un policía como cualquier otro: corrupto, malencarado, sin estudios y sin futuro. Le gustaba leer el Libro Vaquero y en su casa miraba telenovelas con su esposa, mientras los hijos se idiotizaban en otro televisor. Cuando entró andaba como siempre, con sus botas negras desgastadas y su pantalón oficial. No me entretuve en mirarlo a los ojos porque uno sólo mira a los ojos a las hembras de semblante amable. -Hermano, ¿qué te trae por esta pocilga de oficina? -La pregunta la hice sin dejar de ver la nota sobre otros colegas acribillados por los gángsters. -Javier, tienes que escucharme, te lo ruego. Pensé que el tipo se había metido en un lío de dinero. Mientras encendía un cigarrillo deduje, por otra parte, que mi amigo la había cagado con su mujer. Luego pensé que lo tenían amenazado. -Amigo, cálmate y pásame los periódicos, quiero entrar al baño antes de que mi estómago se ponga duro. -Javier, mírame por favor. Antes de levantar la cabeza y mirar a mi compañero, traté de identificar si entre los masacrados que reportaba la nota había algún conocido. Nada, eran unos no-

[19]

CIROSIS.indd 19

10/03/14 11:11


que nos niños ambio u , a p m a en la tr e y a c ir un dulc e cayeron vatos qu boca para recib alas afiladas. b la abrieron tieron decenas de té la mirada e n a m v s le le e u lo so fue q Entonces e sangre. uién d o ñ l ba , ¿pero q y vi aque mames, Miguel! -!No rguesto? s te hizo on ese temple y o cae n ro b ca c , u o s Mi amig zaba, sostenía cha. caracteri ano dere llo que le s dedos de la m an a sus pelo b beza con chuecos empuña cuello sólo u s s o d e e D d . abía Sus renos o m y que ya h s re io g c n n a ra s s e d lo un chorro des de la oficina. no quebrotaba re a p s de Laura al o la manchad nsé- la orgullosa enseguida volví e ro p e p jo , -Cara guero fue ado, r este re ues quién a de cand e sangre, un lobo q li rb p a rrá limpia me competía. x b e n e o que m ue gordo, c on sed d asunto q siéntate. Quiero la cabeza. rio. Era un poco holo cualquiera c to ri c s l, e ó e l c u e n c sobre -Mig uta que te arra - rapado, un u cabeza p fe. ció impru iguelazo? rían el hijo de se sentó y puso s sco pero me pare briento, je te propusieron, M patrullajes, que m a h l s a e é re lo e u u p d ig e Q la o ¿ d M c e po o bajo informes l dinero d rodujo un tenía tod o sé -Querían jército, querían e la iglesia. lo , Eso me p le algo. é id u n c e asa, s de cir e des os al dente de te juro que no m e metieron a mi c la televi- que sacáram ipal y las limosna puto helado de s o , ic d s n s fe n u e e y a n J m ¿ u ir ro sidencia hingada madre, esos cab ué ahí estaban, m ro e p l, C o g tr e oracon cuando ll itas. en la corp olo ? í ro n u . e re y q p k a ie , u is o ie h q d m s m n có ían qué lo alo un w que na ramos ta a, le hab miendo p me serví -Les dije er, que é ejos que sad sión y co scucho -le dije y r ya estaba muert cabrón le o p to n un os ta pend uje -Te e s manos cula ción tenem ñón, los primeros no que cuida a ora mi m a ara esa h , con una de esa viendo una pelí a m P c u e h carne d talla, el escudo manos Estaban s . o la tr a o o b d l a a la rguas cort ro? len a o, estoy o s palomit lis. s de Neg res. ig la o re m ri b a a e b p m n a u o s ie s H il a p n W los uy b ue sale e le Bruce -Hiciste m donde sa ruce Willis es el q . ap? . ith -¿B s Will Sm cipe del R lloso de ti racias, Javier. No, ese e ue salía en El Prín G o g excusas o, ¿y lue ith es el q -¿Y? e dar mis chazo y rie! Buen d e s é -¿Will Sm a in s e rm a staba l. -No te dio un c Desper -Sí, es é es, ¡cómo me gu gran puta olo me h . la c s a e l p e d m a a s p o o m l de nada, cuand -No sos hij mos un costa empo de , estába ? uno de e caí como inutos después apagadas. qué pasó to abrí la puerta, chivo. No tuve ti e n ces os m -En cua con su cuerno d lver. as de esa té un patio, con las lu ecedor, algo rd e u c ó v a tó n rd en mi dar mi re n su caballo, ¿te me apu emido enso desenfun re hé un ru me recordó mis ti c la u c e s d E r imposible tiempo de monta te Fernández. e e que , debe s en vo muy fuert dor. -No tu es de Vic mucho más vieja e fuiste u q o re ta c n es s de la mames, ¿a poco ió o c p n a canción, c a -No fe, es i -No, je . Ciudad H n r? ió o ? c talad havo, en s de buen vieja Revolu c ta e ¿ d , s í, e S am tonelada era, -No m ue sí, jefe. ndíamos e V q . o o na mad re lg a C d . re d a m -Puta dre. -Puta ma qué pasó, Miguel? s y les pre zo o -¿Y lueg o levanté los bra ijos de la y h s , e s u o hij -Ah, p en a mis levantó, tenía n e ti e d n ó gunté: ¿d Entonces uno se ente diabó? a d adam a g in h c encabron a. Me dijo que s á m a d la mira en mi vid ro que si yo he visto e lica que staban a salvo, p e s o ij h … mis se entonces , ¡¿cómo la cagaba os de la chingada -Hij les turas?! n las cria . Así que c meten o o pensé yo, jefe a mis hijos -Es toquen se rones, no ieran!” Fue que e b a !C “ : e u d q dij o e ñ u u q p un o lo y yo hag otro, todavía con l [20] levantó e en el hocico. s a it m palo CIROSIS.indd 20

10/03/14 11:11


evos? an sus hu er gente b a rr a g a cita v que se -¿Cómo reo que les ex c o -Sí, y . memuriendo s locos. s y pro e o d a e n h c ro b in m a -P bien enc en cuanto -Salieron uiente, por eso, as el sig ado un e tú serí dvertirte. u q n has gan or inro e e a T ti ra l. a e p u s o Mig vine e am y nadie n desperté iciste muy bien, gallardía, por es o dinero as. h c e H u d m a tr s s o id esa mue l orden. ganábam puestos ni mord amarada. c enso por cia las fuerzas de scenso? im , c s s a o a b ll e ra u b . q co al ha , he junta ¿Un a pos a empos condicion Hablas en serio? y viejo y cansado a cosa, -Qué tiem ue eran buenos ti ero? -¿ q e a otr ya esto -Sí, vaya cías con tanto din , y con lo demás icolín, yo y quiero dedicarmr carros y ven a M a fa h je i é u m a -¿Y q , compra uiero de dinero e la daba un poco un bar en la playa mo, pero ya no q a parte s rogas y viejas. o n . d U n ló e u is r ig una sé, pone alcohol, d e da lo m pinche M me metía , qué buena vida scuchaba era de de no os, lo que sea, m e derl -Tsss lugar? . estia esa ara ido que muertitos s que yo tome tu que estás listo p ues el ru ndió el Diablo, la b s p á , o m n e u re r m a e ie -B o c tr u h n s l Q e o e ¿ a m s de ien ere a. L s frases b cabas de detalle, creo que s el único motosierr torva. a a n e u s M a c a re s o demás, e o que otr la mirada Miguel, a veces te ígueme contando. - Salvo un mar mi puesto. A mucha ventaja. e e s . p h r, o to c e o s v in c e a -P o n s i ero de eal para to dijo que s ión, eso e cabrón. P os sacó do, elegantes lo se acercó y me hijos lo verían to - bre id ide de la corporac o el Presidente n e la había a d b u is -El Dia a a matar, que m nunca se les borr a andro -¿Sabes?, cuan la policía pensé q e somos u rí a e ib q s la u , o e b q n a m rn ó h ra z raba ne ra tí que ivir pa ra mete e e v a ti . p m a e rí ja u ro n a ja q p a h e ra sé sold dos la g que los d erdo. Entonces le l jefe, que el jefe ero ahora encibles y leales í a Miguel en p , o d e u a c g n v ca ra ese re e tú hablarías co su otro jefe. rio y fund os, sus in e no qu on us soldad levanté del escrito nmovió, y aunqu de c s fe je e s contigo, o e e l. c d e y M a e u id fe m ig ió n je a u jo, M ocurr n su palabrerí na oport blaría co , eres bien pende ioso y no se me brazo. Su , supe que era u rda. Los androia n s u rv e e m n a ie -No m pero estaba muy í del todo bonito y on da esa m bamos c - le cre ra zafarme de to o uno les habla toestisé, tá s a e Y e u d q do, preo ro pa cuan de au ue sí a to . no se me dar- o s son crédulos y s activa un chip mo su caotra cosa hubieras dicho q os con ustedes, re e le n d c e e é a s as as serv ó -Le os estam ga”. Pero no, ahí v mete cos mos al baño y ob ómo aquel robot tr ro o p s o n r, c ti ño pa me ras unos . Nos me e origen, ellos. “Se para eso se nos abronó y s ma volvía al lugar d nista de circo. T os mis e c . u n fe q e je n e e s to p d sio iera pu cu bú beza bando to ía cual ilu l jefe del he Belce ello. Hub los con e no, pues el pinc sierra por el cu rotó. reconstru rostro cambió, ro de mis arrugas. e s -Bue en la moto vertida y segundos su angre b más inad cir, Javier, te dejo as ientes de ndalo y cuánta s ban la carcajada d la s ta lo s a ó h s y á e , c lta pa rasgos no te va quiero d omás so pinche es -Miguel, o tarda en llegar, etela, que visto qué os compinches n an sus huevos. n ó b deja, c g . Laura Los otr se agarra tu oficina lanza, pero si se e a pasar d abrosa. s n ie última está b galé una salir, re le , s cia de pertenen rta. Antes Cogí mis me dirigí a la pue ltima pregunta. ú y palmada vuelta e hice una a el actor que ia m a d ll e e m s o o es di la uel, ¿cóm Negro, el que n ig M e ombres d sale en H h? Will Smit my Lee Jones. ? m o T eno, ¿no re, es bu yo. d a m ta u -P iría onazo, d ando te -Un ching uel, le cierras cu ig -Adiós, M vayas.

[21]

CIROSIS.indd 21

10/03/14 11:11


o ter

ina

go

ri od

R

Acababa de llegar a la cantina. Me gustaba el lugar por la enorme barra que lo atravesaba y el nombre en francés: Montparnasse. En Francia, Montparnasse era conocida como la calle de los poetas y las putas. Blaise Cendrars y Ezra Pound habían escrito y vivido en esa calle, al igual que un sinnúmero de artistas de la época. Ninguno de ellos era tan importante como las putas, pero bueno, yo no estaba en Francia. Aun así, supongo que el olor y el motivo siguen siendo los mismos. Tomé asiento en la barra junto a un vendedor de crucifijos, quiso venderme uno, le dije que no, se volteó a hacer lo mismo con el de al lado. No era un buen día para creer en dios con los 42 grados de calor en el infierno de allá afuera. Era medio día, el lugar se encontraba en la profundidad del centro histórico. Estaba repleto de trabajadores de horario cortado que pasaban el tiempo ahí, esperando entrar de nuevo a la jornada, a la vez que ahorraban unos pocos pesos llenando sus estómagos con las botanas que venían incluidas con la cerveza. Una mujer que entraba se sentó junto al vendedor de crucifijos, sus ademanes eran marcados y balbuceaba cosas inentendibles, era sordomuda y también gorda; el vendedor de crucifijos le rodeó la cadera con el brazo, poco a poco iba bajando la mano hacía las nalgas, ella lo dispersaba con un movimien-

d Me

n Mo

to brusco, y un ademán de “estate quieto”. Reían, parecía un juego de niños. Yo veía el humo que emanaba de mi boca. En la televisión pasaban un programa familiar. Era sábado. Alguien adentro del recuadro en el aparato, tenía que atravesar una piscina llena de pirañas, luego otra llena de cocodrilos y después un escampado con hienas adultas, todo esto mientras iba vestido con un traje de conejo rosado. Si completaba la travesía, ganaba un viaje todo pagado a un hotel de lujo en Cancún. Contaría con chofer para ir a dar vueltas de medio día a las plazas comerciales, y con chalán para cargar con las compras y las sombrillas para el sol. El hotel tenía spa, restaurante gourmet internacional, show de delfines amaestrados, e instructores que amenizaban el ambiente en la piscina con juegos de pelota y gimnasia. Estaba inmerso en el programa. Alguien tomó el control remoto y cambió de canal a una repetición de la pelea de box de la noche anterior. No logré saber si el concursante ganó el viaje o si lo sacaron moribundo a causa de las pirañas, los cocodrilos o las hienas. Si lo primero pasaba, tal vez los dioses marcarían su sentencia y sería decenas de veces peor que luchar contra las alimañas. Ojalá, sea lo que sea que haya pasado, encuentre pronto la fortuna que busca. Cavilaba cuando sentí una mano en mi hombro, era la sordomuda, sus señas eran claras y directas; quería un cigarrillo. Se lo ofrecí, le acerqué el encendedor y le di fuego, me miró a los ojos y empezó a mover ambas manos. Hizo repetidas veces el mismo movimiento y alzó los brazos un poco, haciéndome una pregunta.

[22]

CIROSIS.indd 22

10/03/14 11:11


Quería s las man aber por qué o importa s. Contesté. me temblaba A n m a r ró n Por el g cia. Apenas quello no ten n d p ía e ude ex s t o del c p iente. L e la cerveza cerveza . Contin igarro, me in plicarlo. vestido a mujer era m llenaba el rec movimie uó hac vitó un ia ie n t n o do repe s con pequeñ negro. Desco ayor, llevaba u do cos la t id lo a n s o a uso, se s marcas pr rido, con un la cabe s que no ent manos relata s a o nendía. za dicié remend notaba que ducidas por s Yo mov entiend n d o le e h a “ o ía llar y a rlo ella mism abía intentad l ción pe ”. Al cabo de sí, sí, entiend r e a o r to, rec tes de fantas . Tenía un c o la parte dió el sentido un rato la situ , ié o a , forma d n lavado, tamía, el pelo sue garros de atrás. Le d vi una mesa e le b y le di la l e n sus sen escote reve ién negro. L Tomé a s gracia jé un par de c la o a s b s i, estab sé que domud iento. Pasado s por la bebid an bron a la mitad de n a se m a o cead . u n a r p eran m ato a lida de aduras ropósito. Su os. Penl bar, s rchó. Parada , la sor, s r ecían c n e desp la mano ansada o tan viejas, pier nas idió de en la say p o c p e ro p a nía la p s. Le c uando mí; mo justo e alm vía n mas, m mucho 45 añ alculé unos 4 misma el corazón, le a en el pech os. Cóm 0, e p re g u forma. o, contest ¿Ezra, é de la qué tip ntó. Ezra, le o te llaLa noc od co tengo id he sup últimos e a , t a l e n o m b re e s n t e s t é . lía a la r a y o s s es er. Ento v tarde, lo lentame de sol nces, e ez es bíblico. e? No s n s e t e d a s e a s t res alg las de nto. T Pued la cant ravés de las vanecían Le preg al vez. ¿Tú c o así como u e ina. Era portezu nítida. ó u e P u ticamo nté. Marlene mo te llama n veían la or debajo de na luz naran s? s , re s p o n la ja s piern la r , g s pue or ojos qu saba. E a e se en ato. Había alg dió. Plaché un s de la gente rtas, se cendía lo atrib o en su hombre a mirad que pa p u s que era í a la bebida oco a poco. S s otros b solos ocupa a al bar, vario . a todos a algo más. ¿S Después sup e ta, la r ilaban, la bar ban las mesa s quí bus abes?, e isa y lo ra esta s, cas? N b la atmó s o busc can algo. ¿Tú me dijo, sfera a insultos hum a repleo nada res? Te que bu grados umenta edecía . s v , n siento es diferente, ¿A qué te refi entraba aún de noch do el calor. 3 n c e e e n las un hijo, omo si te con so quiero dec mujeres . Poco a po 5 ban las ir c m o s e o s las. Oc as junto nas era Roberto. Lo tu ociera. Yo ten , mayoría u ía p v a a lo puta de una adolesc e cuando ap mujer s adultas y alg s hombres. L e e unas jó educía a nas sup su padre me nte. El hijo d venes. maba a al hom a o e b L s que est andonó tuve el poco d iento. El hom bre y luego t a a a b a p e e t m ie o e b baraz mpo que se mesero su bebida en re le servía u debe, t para darle la ada. No s ponía n u n v ús aso el día y a mesa. E n lo deja abes. Trabaja tención l viejo o inmediatame que los s b e ba tod a n m r t d c e ed en. on en la A me refi an las parejas una amiga. N o e r a m i s í e n t r a ro n e , tu v ejempla ro. Nunca tu sabes a lo qu o Pregun r no. Hola, ¿p arias mujere v r, e o una tó. Soy or qué s, p ero le d Cuando imagen ta vienen d i t o d o c a bebe e esos hom n sólo? r cuan eció d ro g a s to. Dije b , cosas , se metió en to pude. . ¿Te m r solos, com res que pan p il ara ser e o Claro q o un mod gales. ¿Quién dillas, ue no, lesta que me el resd ía, a él g a r ro t e elo de adelant era y siente r policías y a varios los autoridad? U o llené; m o trajo un va e. Respondí. ? d , El so par e gusta metiero respondiero etuvieron uno n a ba ver n a ba n cuatr s cómo e ella, lo la mulo d o l cuerp erecho , uno le alcan zos. Le o . cer el c z uerpo, Cuando fui a ó el póestaba comple reconotament e

[23]

CIROSIS.indd 23

10/03/14 11:11


desfigurado del rostro. Como puedes ver, no tengo mucho, pero tenía ese motivo, mi hijo. Una mujer, sea lo que sea que haga, o a lo que se dedique, aprende a ser madre, y sabe dios que yo era una buena madre. Pero quiero decirte algo, no acostumbro hablar de esto, es algo que guardo dentro y no lo comparto. Nadie tendría por qué saberlo. Cuando te vi, sentí la necesidad de hablarte. Hay algo en tus ojos que me orilló a hacerlo. Ahora me he dado cuenta, eres muy parecido a mi hijo, quiero decir, físicamente. Pienso que si él siguiera vivo, tendría tu edad, era muy apuesto. Siempre pensé que podía conseguirse a cualquier mujer si se lo proponía. No me lo tomes a mal, eres muy guapo. Era necesario que te dijera esto. Espero no incomodarte, como te digo, no suelo decirle esto a nadie… Las palabras salían de su boca como una cascada. El rostro de la mujer se quebraba, sólo podía pensar en el rojo de sus labios y en el calor que iba en aumento. Cuando terminó de hablar, prendí un cigarro, le ofrecí uno, se lo encendí, el fuego era lento y tenaz. Le dije que no se preocupara. Que no había nada de qué disculparse. No le dije que la entendía. Solamente que no se disculpara. Fue lo único que pude decirle. Desconfié. No iba de bar en bar tragándome todo lo que me decían. Eso sí, alguna vez escuché que en el reino animal, cuando las serpientes seducen y te hablan con la mirada, nunca mienten. Los ojos de Marlene se humedecieron y fue como el final de un gran círculo. En fin, no estamos aquí por eso, bailemos un poco. Asentí. Nos pusimos al lado de unas parejas que llevaban rato bailando. Marlene me sujetó de la cintura. No se me da el baile, así que dejé que me guiara.

Muévete con el ritmo, no es difícil, dijo. Dejé que la cosa surgiera por sí sola. Ya le iba agarrando, ella era una mujer muy capaz. El calor de su cuerpo era cómodo. Mi sangre empezaba a calentarse. En realidad era algo colectivo. Las parejas alrededor estaban en lo suyo. Un viejo besaba a un travesti sin importarle un carajo el mundo. Empecé a sentirlo, había caído en su juego, ya no me importaba si la mujer decía o no la verdad. Estaba encantado, el alcohol había hecho su trabajo. En ese momento pensé que todos en el bar estábamos convencidos de eso. A nadie le importaba nada. Todos cedían al calor y a la luz que apenas abrazaba sus cuerpos. A lo efímero. Si la muerte se atrevía a entrar, habría un brindis por ella, era bienvenida. Te mentí, le dije, no me llamo Ezra, soy Ricardo. Nos besamos. Deslicé mis manos por su vestido, hasta las nalgas. Marlene hizo lo mismo. Terminamos de bailar y nos sentamos. Veía todo como en ráfagas. Encendí un cigarro. Marlene no dejaba de mirarme, se mordía los labios. Estaba posesa, yo también. Era tarde. El bar estaba a punto de cerrar. El lugar seguía un poco lleno. Todos seguían en lo suyo. Las mujeres, los hombres, eran todos como un gran equipo. Yo y Marlene bebíamos un licor de caña, PP López. Una pequeña botella. Lo servíamos en las rocas. El licor entraba como una Cobra recorriendo nuestro torrente sanguíneo, la dirección se había marcado. ¡Vamos a cerrar! Gritó el encargado. Nadie quería dejar el lugar.

[24]

CIROSIS.indd 24

10/03/14 11:11


No queríamos vernos abandonados a la noche, a la humedad allá afuera. No queríamos dejar nuestro templo, nuestro paraíso. Salir a la tierra, como escupidos por un dios insensible. Vámonos, conozco un lugar aquí cerca dónde podemos quedarnos, dijo. La seguí, llevábamos la botella en mano. Caminamos unas cuadras mientras reíamos como enfermos. Eres maravillosa, le dije. Nos besamos. Sujetaba sus nalgas con ambas manos. Sabíamos qué pasaría después. Nos apresuramos a llegar a la cama más cercana. Mira, entremos aquí, ya me conocen, no hay problema, luego pagamos. Subimos las escaleras del lugar, Marlene ya llevaba llaves. Me sentía cada vez más sorprendido por ella. Abrió la puerta rápido. El cuarto era un agujero. Eso nos importaba menos que la mierda. Voy al baño. La seguí, la tomé de espaldas, subí mis manos por su cadera hasta sus pechos, los apreté con fuerza. Quítate esto, le dije. Se quitó el vestido con cuidado. Pensé que lo hacía de esa manera más por pre-

caución, que por otra cosa. La prenda estaba a punto de caerse a pedazos. Nos tiramos en la cama, lo hicimos como animales desesperados. Como si nuestra vida dependiera de ello. Sigue, sigue Ricardo, no pares, ¡no pares! A penas podía mantener el ritmo, estaba cegado por el alcohol, pero la excitación era mayor, sentía el fuego de su sexo cubriendo mi miembro. Era una explosión. La cama rechinaba, parecía quejarse. Tenía a la mujer encima, viéndome a los ojos, sujetándome. De pronto me llamó Roberto. No supe que decir. Pereció no darse cuenta. Sigue, sigue así. Me gusta. Sentí que la situación estaba tomando un rumbo diferente al que pensaba, pero traté de evadir eso, tenía que concentrarme. Más, más, ya casi llego, ¡Más rápido! Marlene apretaba mi pecho con ambas manos. Cerraba los ojos y entreabría la boca. Cuando estuvo a punto de llegar se reclinó hacía atrás, revelando sus costillas que se marcaban como cicatrices. En esa posición, su cuerpo se asemejaba a la forma de un arpa. Hacíamos una música increíble. No pares Roberto, no pares, sigue así, hijo. Cuando llegó, soltó un grito y se echó para adelante, moviendo la cintura, sintiendo todo el peso de su sangre subir de arriba para abajo, de adelante hacia atrás. La electricidad recorría el cuarto. Las bombillas de luz cálida y tenue palpitaban. Estábamos vencidos. Marlene me rodeó el estómago con el brazo y colocó su cabeza en mi pecho. La luz del cuarto era opaca. En el techo la pintura se resquebrajaba. Unos bichos circulaban sin esperanza al rededor del foco. Lo había conseguido, pensé. La mujer dormía. Sentía su aliento y el rumor del alcohol que salía de su boca. Pensé en irme, no tenía caso seguir ahí. Se rompería el encanto, ambos éramos solitarios, y debíamos continuar así. Entonces la mujer despertó como de un horrible sueño, se incorporó, me miró como lo había hecho a lo largo de la noche y dijo: Roberto, hijo mío, sabía que no estabas muerto, sabía que con el tiempo regresarías.

[25]

CIROSIS.indd 25

10/03/14 11:11


“La reinvindicación de las evidencias” Mixta sobre tela 160 x 160 cms CIROSIS.indd 26

10/03/14 11:11


Mauricio Medalat El espíritu bipolar “La creación de la personalidad” Mixta sobre tela 200 x 95 cms

“Una falsa estabilidad” Mixta sobre tela 220 x 100 cms (díptico)

“El fin de los espejismos” Mixta sobre tela 160 x 122 cms (díptico)

“Al ocultar se devela” Mixta sobre tela 200 x 180 cms

[27]

CIROSIS.indd 27

10/03/14 11:11


Davie Road Alex Gennari

Melissa aún podía sentir el contacto de Harry en su rostro y, con un mínimo esfuerzo, oír su voz otra vez y observar su boca sonreír. Ella sabía que él no estaba más ahí, ni en algún otro lugar. En el mundo real no escucharía más su voz, no sentiría más su presencia, no vería más su sonrisa... En un inicio lloró para que se terminara, dejó correr la vida sin rumbo y, apática, se rindió. Al transcurrir el tiempo, la indiferencia al dolor humano después de días, semanas y meses, percibió que no tenía otra opción. El mundo seguía adelante a pesar de la inesperada muerte de Harry. Las personas continuaban con su trabajo, comiendo, haciendo el amor y sujetos a la televisión... todos viviendo sus propias vidas, con excepción de él, que no la tenía más... ¡Como Melissa, como yo... y como tú! Entre más ella pensaba era mayor la confusión; hasta que desistió y se conformó con lo inevitable. El conformismo y una cierta indiferencia, substituyeron su sensación de vacío e impotencia. Era así que se sentía ahora: distante e irremediablemente conforme. Algo en ella mudaría, sabía que no sería más la misma, la vida ganaría un nuevo sentido. No se preocuparía más por el azar. ¿Para qué? La única preocupación era la absoluta falta de sentido en las cosas. Fotografía 1: En las orillas de la highway, en un ligero desnivel, a cien metros de la pista, un edificio inmenso en forma de pirámide es formado por grandes piedras color cobre. A la izquierda, destaca un único árbol de un jardín bien cuidado. Pequeñas lápidas de piedra desparramadas. Más a la izquierda la Davie Road, cercando un lago artificial de aguas azul oscuro. Fotografía 2: Día de sol anaranjado, cielo azul tan claro que lastima la vista. La inmensa pirámide color cobre... el impecable jardín verde... carros que cruzan la Davie Road sin parar... el lago de aguas azul oscuro brilla al reflejar el sol... Sentada al lado de una lápida de piedra, una joven de largos cabellos dorados, lentes oscuros y vestido blanco, sostiene entre sus manos una flor roja.

En ese mismo lugar, en una tarde de abril, Melissa dispersará los restos de Harry por el jardín. De polvo a polvo en veinte y pocos años. Y nada más... Después, se acostumbraría a conversar con él como si pudiese escucharla. Contaría novedades, haría preguntas, pero siempre terminaría lamentándose, insultando dioses y religiones. La ilusión de las filosofías, de los cultos, de las creencias que tenían la pretensión de transformar el horror de la muerte en algo lógico y hasta justo. La única verdad para ella es que descubriría el amor a lado de Harry. En una noche, dormiría abrazada en la superficie suave del cuerpo de la muerte. Descubriría que el dolor de la pérdida es como un orificio oscuro, un vacío interior... lleno en un primer momento. Chupado, liquidificado en un segundo instante. En un tercer momento, a penas el vacío y la laguna dentro de sí.

Pero en aquél día de sol anaranjado y cielo azul, al parar al lado de la lápida con el nombre de Harry, sujetando aquella flor llena de vida y color, sintió que todo podía ser diferente. Un aire fresco, una brisa suave rozaba su rostro. Pensó en la redención, en exorcizar el pasado, en el dolor, en las heridas. Pensó en librarse, sintió el mundo aclararse a su alrededor y una suave energía girar sobre su cuerpo. Miró hacia el nombre de Harry escrito en la piedra, cerró los ojos y se dejó transportar por la extraña brisa. Abrió los ojos, podría jurar que algo había cambiado, todo parecía en calma e iluminado. En aquella tarde no le dijo nada a él... No tenía nada qué decir. Sentía que podían, de alguna forma, compartir aquel momento. Eso le daría más sentido a cualquier palabra que pudiese usar. Fotografía 3: Noche... La oscuridad envuelve todo el escenario. No se puede ver el lago cubierto por la brea. Las luces a lo largo de la Davie Road titilan. No se puede ver el jardín y de la gran pirámide sólo se distingue el contorno, sombrío y casi indescifrable. Brilla una estrella, clara y perfectamente trazada en la negrura del cielo.

[28]

CIROSIS.indd 28

10/03/14 11:11


PROYECTO DE UN BESO

Leopoldo María Panero (†)

EL LOCO He vivido entre los arrabales, pareciendo un mono, he vivido en la alcantarilla transportando las heces, he vivido dos años en el Pueblo de las Moscas y aprendido a nutrirme de lo que suelto. Fui una culebra deslizándose por la ruina del hombre, gritando aforismos en pie sobre los muertos, atravesando mares de carne desconocida con mis logaritmos. Y sólo pude pensar que de niño me secuestraron para una alucinante batalla y que mis padres me sedujeron para ejecutar el sacrilegio, entre ancianos y muertos. He enseñado a moverse a las larvas sobre los cuerpos, y a las mujeres a oír cómo cantan los árboles al crepúsculo, y lloran. Y los hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar, y decían con los ojos «fuera de la vida», o bien «no hay nada que pueda ser menos todavía que tu alma», o bien «cómo te llamas» y «qué oscuro es tu nombre». He vivido los blancos de la vida, sus equivocaciones, sus olvidos, su torpeza incesante y recuerdo su misterio brutal, y el tentáculo suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies frenéticos de huida. He vivido su tentación, y he vivido el pecado del que nadie cabe nunca nos absuelva.

Te mataré mañana cuando la luna salga y el primer somormujo me diga su palabra te mataré mañana poco antes del alba cuando estés en el lecho, perdida entre los sueños y será como cópula o semen en los labios como beso o abrazo, o como acción de gracias te mataré mañana cuando la luna salga y el primer somormujo me diga su palabra y en el pico me traiga la orden de tu muerte que será como beso o como acción de gracias o como una oración porque el día no salga te mataré mañana cuando la luna salga y ladre el tercer perro en la hora novena en el décimo árbol sin hojas ya ni savia que nadie sabe ya por qué está en pie en la tierra te mataré mañana cuando caiga la hoja decimotercera al suelo de miseria y serás tú una hoja o algún tordo pálido que vuelve en el secreto remoto de la tarde te mataré mañana, y pedirás perdón por esa carne obscena, por ese sexo oscuro que va a tener por falo el brillo de este hierro que va a tener por beso el sepulcro, el olvido te mataré mañana cuando la luna salga y verás cómo eres de bella cuando muerta toda llena de flores, y los brazos cruzados y los labios cerrados como cuando rezabas o cuando me implorabas otra vez la palabra te mataré mañana cuando la luna salga, y así desde aquel cielo que dicen las leyendas pedirás ya mañana por mí y mi salvación te mataré mañana cuando la luna salga cuando veas a un ángel armado de una daga desnudo y en silencio frente a tu cama pálida te mataré mañana y verás que eyaculas cuando pase aquel frío por entre tus dos piernas te mataré mañana cuando la luna salga te mataré mañana y amaré tu fantasma y correré a tu tumba las noches en que ardan de nuevo en ese falo tembloroso que tengo los ensueños del sexo, los misterios del semen y será así tu lápida para mí el primer lecho para soñar con dioses, y árboles, y madres para jugar también con los dados de noche te mataré mañana cuando la luna salga y el primer somormujo me diga su palabra.

[29]

CIROSIS.indd 29

10/03/14 11:11


Vidamarga Roberto Cuevas

La luna se llenó de presagios la primera noche que Prudencio Ballesteros estuvo con Damiana Albores. A esa misma hora, del otro lado del pueblo, esas fueron las horas de agonía de Severina Alegría, su mujer. Y esa fue la hora también en que Magdalena, la hija de Matías el Gallero, mientras le ponía flores al altar de San Antonio de Padua, creyó escuchar la voz de Ausencio Peralta. Función

La noche de la muerte de Severina, Soledad, la esposa del coronel Ausencio Peralta, tocaba por primera vez a la puerta de la casa de Areopagita la Yerbera.

También a esa hora, en el panteón, se quebró la losa del mausoleo de los Alegría Alcántar.

Cuando en una buhardilla de París comenzaban a sonar los acordes del Rondó brillant en mi bemol mayor, Op. 29, de Felix Mendelssohn, a dos casas de la de Mauro y Severina, cuatro personas hablaron con el ánima de un conquistador español, pero el único que lo supo fue Néstor.

En el mismo instante en que Soledad tocaba, por primera vez, a la puerta de la casa de Areopagita, el hijo de la yerbera, allá en París, iniciaba la ejecución del Rondó brillant en mi bemol mayor, Op. 29, de Felix Mendelssohn.

A esa hora, ladraron todos los perros del pueblo. A esa hora, alguien recordó el día en que tres santos del templo de San Isidro bajaron de sus pedestales.

Estaba también el escollo de la sobrinitud. Prudencio decía sobrinitud, qué se le va a hacer. También decía escollo, en vez de problema. Así era Prudencio, nunca se conformaba con la palabra que a todo mundo se le ocurriría. Le gustaba hablar de congojas, de parabienes, de estipendios, de escollos y sobrinitudes. Cuando felicitaba a alguien por su santo, daba parabienes por el onomástico. Sobrinazgo, decía el diccionario, pero a él no le gustó, al menos no para el caso de Damiana. Sonaba muy marcial, y lo que sentía por la hija de su prima

A esa hora, cantó el gallo, se juntaron las manecillas de todos los relojes del pueblo, se rezó en muchas casas, Ausencio Peralta perdió el oído, Carlota soñó eróticamente con el general Mariano Escobedo, se levantó a trabajar Sebastián el panadero, murieron veinte reses en el cortijo de La Cañada, Néstor comenzó la narración de estos hechos, una escopeta se disparó sola, y la luna se llenó de presagios. La luna fue plena de presagios la madrugada en que murió Severina Alegría; en ese mismo momento, Damiana Albores y Prudencio Ballesteros miraban la luna, desde la cama, a través de la ventana.

[30]

CIROSIS.indd 30

10/03/14 11:11


Mercedes no tenía esas sonoridades: verla caminar rumbo a la acequia tenía la cadencia de un suave arrullo; mirarla bordar era como escuchar un vals vienés; en fin, los pasos de Damiana por el mundo, desde la mirada de Prudencio, eran una canción para contemplar el crepúsculo. Incluso sobrinitud sonaba un poco áspero, pero no se le ocurrió en ese momento otra forma de referirse a ese parentesco que resultaba un considerable inconveniente. “Sí, ese es un escollo preponderante”, pensaba Prudencio mientras, ya sin darse cuenta, seguía tallando una y otra vez la punta de su taco con la tiza. Miraba la disposición de las bolas sobre el paño y sabía que era su turno, pero en vez de tomar una decisión sobre su tiro, seguía pensando en el escollo preponderante que era el sobrinazgo, o la sobrinitud de Damiana. Se le venía a la memoria esa sonrisa con que los labios de la muchacha curvaban el misterio. “Lo peor es que no parece percatarse de que estamos enamorados”. Para enamorados no encontró palabra alternativa. Pensó en enamoramiento, y se dijo enamorados. “Qué dislates estoy discurriendo. ¿Cómo va a ser que, si estamos enamorados, ambos, ella lo ignore. Pero así es: estamos enamorados; sólo que ella aún no lo sabe. ¿O sí lo sabrá?”. Ya no pudo responderse, porque sintió un golpe en la cabeza. Era Matías el Gallero quien, pegándole suavemente con el taco, lo apremiaba para que tirara o cediera su turno al siguiente. —No, no. Realizo mi tiro. Faltaba más. Sólo estaba deliberando mi táctica. —Pues más bien parecías ausente. Ni siquiera nos escuchabas. Prudencio golpeó de cualquier manera la pelota, pero para su fortuna le salió la jugada. Hizo una tacada de tres, y volvió a perderse en el recuerdo de Damiana, en la consideración del gran escollo de la sobrinitud. Si fueran primos, no importaría tanto. Todo el tiempo, hasta donde se podía barruntar (palabra de Pruden-

cio), en el pueblo la gente se casaba con parientes, pero siempre entre la misma generación, nunca cuando la relación era de sobrinitud, ¿o tiazgo? Ahora le daba lo mismo la progenie de las palabras, lo que le preocupaba era la suya propia. “Qué ineptas mis cavilaciones”. ¿Y si fuera ella misma el escollo? ¿Si ella no lo quisiera como él esperaba? “Lo callaría; dolorosamente, lo callaría, pero no podría permitirme dejar de alojar en mi corazón esta melodía suave y sinuosa”. Sería una melodía silenciosa, pero una melodía eterna, por lo menos vitalicia. Metió la mano en el bolsillo del pantalón y, lo más discretamente que pudo, palpó la medallita dorada. Sintió lo dorado en sus dedos y sintió con los dedos la luz que parecía rondar todo el tiempo a Damiana. Esa medallita la habían regalado a los invitados, la mayoría familiares, Mercedes y Dámaso el día del bautizo de su segunda hija, el día del bautizo de Damiana. Pasó años guardada en un cofre que contenía recuerdos varios, todos los años en que fue un recuerdo más, un pedazo de metal brillante que se suponía destinado a recordar el bautismo de una sobrina más. Pero diecinueve años después, cuando se convirtió en la medalla dorada, que no sólo le recordaba a Damiana, sino que le daba la ilusión de tener consigo una parte de ella; lo acompañaba en el bolsillo todo el tiempo, como parte de la melodía suave y sinuosa que albergaba en el corazón cada vez que pensaba en ella. En un principio quiso ponérsela en el cuello pero, aunque era remota la posibilidad, por la desidia sexual que vivían, temió que la viera alguna vez Severina, quien desde hacía meses había comenzado a sospechar lo que pasaba entre Damiana y su tío. Bueno, más bien con Prudencio respecto a su sobrina. ¿Por qué no podía ver como un escollo su matrimonio con Severina? La sobrinitud, sí; el desdén de Damiana, también; pero la severidad, no. ¿La severinidad?

[31]

CIROSIS.indd 31

10/03/14 11:11


Le dio risa su juego de palabras, pero se le diluyó cuando Matías más rugió que dijo: —Bueno, tú. ¿Tiras o no? Es más, ¿juegas o no juegas? Tal parece que estás enamorado. “Sí, lo estoy. Lastimosamente, lo estoy. Sin esperanzas, pero lo estoy; irremediablemente, lo estoy”, pensó, y tiró de cualquier manera. Esta vez erró el tiro.

Tenquique menos. Vinemos de acá, de este otro lado, y de este otro lado, de donde vinemos, casi no se mienta la guerra, y lo que se mienta se nos olvida rapidito porque no lo volvemos a mentar. —Ándele. Ándele, sí. —A veces llegan así, uniformados. Munchos. Y se llevan a los muchachos, a los que no pueden esconderse a tiempo, y se los llevan también para la guerra. A esos también los dejamos de mentar y hasta se nos olvida quiénes eran. ¿Verdad, Nacio? —Ándele. Ándele. Verdad, sí. Nacio era el del guaje. —Pues, “ándenle”, que Dios los encamine —les dijo Soledad. —Ya vendrá la tropa que dicen que tiene que regresar hoy. Les agradezco mucho. El del guaje volvió a montar y ambos arrieros continuaron su camino. Soledad volvió a quedarse sola, con su espera de eternidad y su impaciencia de los minutos, con la mirada fija en aquel final visible del camino, esperando que, de más allá, del rumbo donde la guerra no se olvidaba ni se aplazaba, regresara Ausencio, o por lo menos noticias sobre él.

Una eternidad, había dicho. “Te esperaré una eternidad, pero vuelve vivo”, había añadido, y fue sincera. ¿Por qué, entonces, ahora era tan poco paciente con estas cuantas horas? ¿Por qué entonces esta desazón mientras miraba el camino vacío que se perdía entre piedras y matorrales, doscientos pasos allá adelante, hacia el rumbo de las noticias sobre la guerra? El camino venía de los rumbos del encono y la sangre. ¿De dónde, esta gredosa ansiedad que no sabría esperar ni media hora más? Sin embargo, sabía que era capaz de esa espera sin plazo alguno. Lo que no soportaba era esta espera de lo que ya deseaba inmediato. Hacía diez minutos habían pasado unos arrieros que venían, según dijeron, de por El Espinal. Se detuvieron frente a ella; uno incluso se apeó para refrescarse, con un guaje. Dijeron que ellos no sabían gran cosa de la guerra, y menos sabían los resultados de las batallas. —¿En Tenquique, dice? ¿Oyites, Nacio? Para ver si tú sabes darle razón a la señora. —Ándele, sí —dijo el otro, pero nada añadió. No supo tampoco dar razón de lo ocurrido en la batalla de Atenquique. Unos soldados que habían pasado por ahí meses antes le habían dicho a Soledad que la última vez que se vio a Ausencio Peralta, el coronel, fue en los preparativos de la batalla de Atenquique. —Tenquique, no. Atenquique—corrigió ella. —Ándele —y nada más. —No, pues no; ninguno de nosotros habemos oyido mentar ningún Tenquique, ni

Acababa de sonar la llamada a misa de siete, en el templo de San Isidro, cuando Matías el Gallero volvió a su casa. Se limpió el estiércol de las aves en el petate, se quitó las botas, las dejó ahí afuera y abrió la pesada puerta con una pesada llave que, luego luego, colgó de un clavo oxidado. Entró en calcetines. Con la claridad apenas naciente, como tizne transparente, se orientó hasta su cuarto e, inquieto, se sentó en su cama para terminar de descalzarse. Todavía le impresionaba la forma en que las nubes cubrían a medias la luna llena cuando salió muy temprano para dirigirse a los corrales. Se bajó los tirantes y se echó hacia atrás, cerrando los ojos. Más bien los ojos se le cerraron sin que él supiera por qué. Ese cansancio no era el de todos los

[32]

CIROSIS.indd 32

10/03/14 11:11


culando en el atrio acompañados del padre Montañez. Abrió y preguntó: —¿Qué pasa ahí? ¿Por qué no inician la misa sin tanto argüende? —Se los robaron —le respondió uno, que estaba en camisa de dormir y con los tirantes sueltos por las caderas. Era su vecino Miguel. — Se robaron las estatuas de San Antonio, San José y San Benito. —Ah, carambas, ¿cómo estuvo eso? ¿Quién fue? —Cómo si ellos fueran videntes. ¿Cómo van a saber, papá? Lo sorprendió la voz de su hija, quien de pronto, como una aparición, estaba a sus espaldas. La luz de la aurora le daba un aspecto de fantasma. —Y no se los robaron. Ellos se fueron. Anoche se bajaron de sus pedestales. Fue una noche extraña. Tal vez por eso me habló el coronel Ausencio. Algo habrá querido avisarnos. —¿Qué va a ser? Ese coronel ya debe estar bien muerto. Hace años que se fue por enésima vez a la guerra y ya no regresó. Para mí que sus restos han de estar por ahí, en algún campo de batalla, secos por el sol y comidos por los animales. Por primera vez, Matías el Gallero miró a su hija como si fuera un espectro. Se asustó, pero no le dijo nada, porque no quiso alarmarla. Todo esto pasó, pero el único que lo supo fue Néstor.

días; en realidad su rutina no lo cansaba nunca. Hoy había hecho lo de siempre: levantarse una hora antes del alba e irles a dar de comer a los gallos; luego, a las gallinas. Limpiar el estiércol que caía a través de las rejas de las jaulas, trapear con creolina y salir a fumarse un cigarro fuera del techo de tejas. Mientras fumaba se acordó de su compadre Prudencio. —¿Qué tarugadas estás diciendo? —Pues… eso. —¿Que ella todavía no sabe que tú y ella están enamorados? —Sí, eso. Ella todavía no lo sabe, pero estamos enamorados. Esa es la irremisible realidad. —Ay, compa, de verdad que estás bien lurias. —Sé que sueña extrañísimo, pero indefectiblemente es así. Tengo un pálpito de que así es. Así son las corazonadas; son como epifanías. —Qué pifias ni qué ocho cuartos, compadre. Oye, ¿y ya pensaste en todos los inconvenientes? No sólo eres casado, sino que ella es tu sobrina y demasiado joven para ti. ¿Qué puedes ofrecerle? ¿Por qué habría de quererte de la manera en que tú quieres que te quiera? ¿Por qué no te conformas con el gran cariño que te tiene, igual que sus hermanas, igual que tus otras sobrinas, igual que tus hijos? ¿No te has detenido a pensar en todas estas inconveniencias? —Sí, he pensado en todos los escollos, en la sobrinitud. He pensado… En esa parte de la rememoración con los ojos cerrados iba, cuando comenzó a escuchar un griterío que venía desde el atrio de San Isidro. No alcanzaba a distinguir qué decían esas voces alarmadas: algo sobre un robo, pero no sabía de qué. Con gran esfuerzo, debido al extraño cansancio, abrió los ojos. La claridad mugrienta del amanecer le pareció un mal augurio. Con esfuerzo mayor se incorporó y se asomó a la ventana. Vio a los primeros feligreses gesti-

Por la tarde del día que siguió a la noche de presagios lunares, Ramiro Güémez vio llegar a su pulquería a tres personajes. Estaban vestidos como los muñequitos del nacimiento que ponía en el atrio de San Isidro el padre Montañez. Le llamó la atención lo extraño de la piel, tan tersa y brillosa, como si fueran de madera pintada. Los tres aldabonazos resonaron en la madrugada, como un anuncio funesto, y se metieron

[33]

CIROSIS.indd 33

10/03/14 11:11


bre y Areopagita se encaminó a encender el quinqué, y luego al anafre. La habitación olía a caléndula, hinojo y alcanfor, sobre todo a alcanfor. Cuando el té estuvo listo, Areopagita le dio un jarro a Soledad, y comenzó a beber de otro. Tuvo el impulso de bostezar, pero se contuvo. “¿A quién se parecía Jacinto?”, se preguntó. “Sé que a alguien del pueblo”. —A ver, mujer. Me tienes toda embrollada. ¿Cómo está eso de que no es que lo sepas pero estás segura? —Porque soñé que Magdalena y Ausencio hablaban, en el panteón, pero Ausencio le decía a la muchacha que no sabía dónde estaba. Y él no la escuchaba a ella, sólo hablaba, pero cuando Magdalena le preguntaba que qué hacía en su casa, él no podía oírla. —Vamos, mujer, pero es un sueño. —Vengo de verla, Areopagita, y me confirmó que Ausencio estuvo hablando con ella. —Sería otro sueño. —Ella afirma que no, que estaba levantada y todo, poniéndole flores al altar de San Antonio de Padua, y lo vio allí, en medio de su cuarto, pero como transparente. Además, ¿ya ve que el panteón tiene unos cipreses? Cuando yo desperté, estaba cubierta por hojas de ciprés, como ésta.

en el sueño de Areopagita. Soñaba con una batalla, o algo así, porque el caballo del coronel Ausencio Peralta tenía la apariencia de un piano encabritado. “Hola, madre. ¿Estás orgullosa de tu hijo Jacinto?”, dijo el coronel, que se había transformado, y disparó su pistola; ese fue el primer aldabonazo “¿Qué haces aquí? Tú estás en París, estudiando música” Otra detonación, el segundo aldabonazo, y la bala zumbo junto al oído del músico coronel. Areopagita se asustó y ya iba a abrazar a su hijo cuando una bomba estalló, haciendo saltar al piano en fragmentos y astillas de madera. Ese fue el aldabonazo que la despertó. Ya despierta, olvidó el sueño, pero Néstor sí lo supo. “¿Quién tocará a estas horas?”, se preguntó, aunque en realidad no sabía qué horas eran; sólo se le figuró que era de madrugada. Con la bata a medio cerrar, se acercó a la puerta y preguntó: —¿Quién? —Yo, Areopagita. Soledad, la del coronel. —Ya va. Ya va. Quitó la tranca y abrió. —Pero, mujer, ¿qué haces aquí a esta hora? ¿Qué horas son? —Como las tres y media… Perdón. Es que de verdad necesito hablar con usted. —Pues, ¿qué ocurre? —Ay, Areopagita. Yo creo que ahora sí… —¿Que ahora sí qué, Soledad? —Me lo mataron. La Yerbera tuvo un atisbo fugaz de su sueño, pero sólo el piano y su hijo en una batalla. —¿A Ausencio? ¿En la guerra? ¿Y cómo lo sabes? —No es que lo sepa, pero estoy segura. Ay, Dios mío. Soledad estrujaba un rosario entre sus manos. —A ver, cálmate y vamos a ver. Primero vamos a quitarnos del frío. Pásale y te preparo un té de tila. Soledad se sentó en una silla de mim-

Prudencio le dijo a Damiana que le diera la espalda, y le puso la medalla en el cuello de Severina quedó roto, y ella en el piso con la mirada, que comenzaba a vaciarse, como si alguien le hubiera quitado el tapón del alma, mirando hacia el templo de San Isidro se abrió a las siete, como siempre, pero todo el mundo se dio cuenta de que, en tres de los altares que estaban a la derecha mirando hacia el altar, faltaban los santos comenzaron a caminar por la calle de Belén, como sombras bajo la luz de la luna se llenó de presagios la noche en que Magdalena, la hija de Matías el Gallero escuchó por primera vez la voz como

[34]

CIROSIS.indd 34

10/03/14 11:11


dos reyes magos se sumaran a la carcajada del entusiasmado. —Tufo de ardilla, tufo de ardilla, al atardecer —decía el que antes había hablado de anaqueles. El que desviaba la mirada se había levantado ya, y desde la espalda le tocaba los senos a Miriam. Ella trató de morderle un brazo, pero desistió cuando comprobó con la mano la dureza como de madera del antebrazo. —Suéltala, animal —le gritó Ramiro al del tufo y corrió hacia la pared donde tenía colgado un machete. Para su infortunio, arrobas lo alcanzó antes, y con él en la mano le hizo un gesto de advertencia; luego lo blandió por arriba de su cabeza mientras vociferaba: —Canuto. Canuto, indigna la soledad. Desarmado pero decidido a defender a su hija, Ramiro se puso en guardia frente a él, temblando de miedo, eso sí. Pero Canuto, en vez de atacarlo, señaló con su dedo al de la mirada desviada, quien ya estaba sobre los toneles, orinando dentro de ellos. Entonces aprovechó la supuesta distracción Ramiro para golpearlo en el mentón. Canuto no se lo permitió; puso de canto el machete y en él se estrelló el puño de Ramiro, quien se agachó con ambas manos metidas entre las piernas y soltando un aullido. —Rajatabla, bribón. Anudados los tambores, no gemimos más inmortal paradoja. Alpargata de reina no germina en telones —lo amenazó, pero divertido. A pesar del dolor en sus nudillos y de lo precario de la situación, Ramiro pensó: “no, de verdad. Nadie va a entender”. Súbitamente, los tres disfrazados cesaron la actividad en que estaban, se alinearon de uno en fondo frente a la puerta, y salieron en orden. —Aturde la plata, aturde la plata, aturde la plata —se fueron repitiendo, imitando el ritmo del ruido de las locomotoras, que se fue perdiendo en la arboleda cercana. Mientras, en la pulquería, el silencio se adensó.

de río que arrastra muchas piedras de Ausencio Peralta comenzó a notar que perdía el oído, por efectos del cañonazo en la batalla de Atenquique, y soñó que hablaba con Magdalena en el panteón lleno de esas hojas de ciprés cubrieron el cuerpo de Soledad al despertar del sueño de la muerte de su esposo y por eso fue a tocar por primera vez a la puerta de la casa de Areopagita la Yerbera soñó una batalla donde su hijo, en París inició la ejecución del Rondó brillant en mi bemol mayor, Op. 29, de Felix Mendelssohn. Eso supo Néstor, ante la hoja en blanco que estaba en el rollo de la Remington frente a él, en su escritorio. Todavía muy extrañado por los visitantes, Ramiro embarró el pulque, que había dejado rueditas sobre la mesa, con el polvo, pero lo distribuyó con su trapo ya medio tieso de tantas limpiadas. “Han de estar ensayando el papel de los Reyes Magos para la pastorela del templo”, pensó. —¿Qué les sirvo? —Desviamos la mirada —dijo uno. —Anaqueles de ultramarinos —dijo el otro. —Arrobas, arrobas —terció el tercero, entusiasmado. Como después de todo no había mucha variedad en la oferta de su local, encogiéndose de hombros, Ramiro fue a servirles curado de guayaba. Detrás de los toneles, el pulquero los seguía observando. “Si esos son los parlamentos de la obra, no creo que la gente le vaya a entender mucho”. Miriam, la hija, se acercó a los disfrazados con las tres bebidas y comenzó a colocarlas sobre la mesa. Uno de ellos, el que hablaba entusiasmado de arrobas, le tocó la nalga, y se rió de una forma extraña. La muchacha le cruzó la cara de un manotazo y por poco se quiebra los dedos. Lanzó un grito agudo que hizo que los otros

[35]

CIROSIS.indd 35

10/03/14 11:11


[36]

CIROSIS.indd 36

10/03/14 11:11


Rebecka Bíró y Victoria Montero Guerrilleras es un proyecto fotográfico sobre la guerra civil de El Salvador con una perspectiva de género. A través de la experiencia personal de 14 mujeres se pretenden conocer los motivos de incorporación a la lucha armada, cómo fue su participación y cómo es su vida actual. Igual que en la guerra, donde vida y muerte se debaten cada día, el trabajo fotográfico oscilará entre metáfora y realidad y será la herramienta para acercarle al público cada una de estas mujeres en un diálogo íntimo. Apoyado en sus testimonios, las fotógrafas se sumergirán en un mundo donde prima lo efímero, la esperanza, el caos, el amor, el miedo y la valentía. Los espacios que hoy habitan fueron testigos de la represión y la lucha y solamente a través de su memoria podemos reconocerlos. Las montañas que las rodean todavía resguardan los cuerpos de sus seres queridos y las paredes antes manchadas con sangre ahora lucen impecables y desmemoriadas.

[37]

CIROSIS.indd 37

10/03/14 11:11


Un oleaje de olvido después de la ternura a Leopoldo María Panero

acaricias tus muslos y recuerdas la luz de sangre que cortó la piel de tus muslos y se oían los gritos cerrar la garganta fría que fría como la luz cortó tus muslos y abrió tu piel en un filo de navaja y oía tus gritos y movías los ojos para observar el movimiento zurdo de mis muñecas hasta que se escuchó el silencio y ya no te movías y me mirabas con el ojo del culo y me iba perdiendo en un rumor de púas y oscuridad y frío como la luz que cortó tus muslos y un vacío de metal lamento abrió la piel fría de tus muslos y ya no oía los gritos y sobre el abismo del silencio una luz de sangre oscura acariciaba la piel de tus muslos y ya no movías los ojos y la navaja estremecía los gritos y honda y sin vena y sin llanto y acariciabas tus muslos y recuerdas cómo la luz abrió tu piel en un filo de navaja y se escuchó el silencio y el zurdo movimiento de mis muñecas y la luz recorría la oscuridad y el silencio después del grito después el silencio y movías el ojo del culo y un filo de navaja cortó tus muslos y abrió tu piel con la luz del filo y caíste y apretaste los dientes y brotó la sangre y cerraste los ojos y se abrió la piel y se escuchó el silencio y ya no te movías y ya no acariciabas tus muslos y oía la luz y la garganta fría cerró en húmedo sonido y suave y lamento sonidos y recuerdas tus muslos sobre el suelo y sobre el abismo del silencio y ya no te movías y la sangre oscura acariciaba la piel de tus muslos y te miraba con el zurdo movimiento de mis muñecas y no decía nada y no decías nada y no decía nada y movías el ojo del culo y no decías nada pero mirabas mis ojos y apretabas los dientes y la luz ya no era luz y tus muslos ya no eran muslos y recuerdas cómo me decías nada y un odio amarillo y luminoso se escuchó de tus labios y abrió el silencio de navaja como un oleaje de olvido y cortó el movimiento zurdo de mis muñecas y abrió la piel de tus muslos y oía una lágrima-llanto-grito-lamento-quejido-clamor-lágrima caer y acariciar tu piel y tus muslos fríos y amarillos como la luz y el ojo del culo que movías después de la ternura de un beso que no era beso era odio y sangre —QUÉDATE EN EL SUELO— y aprietas los dientes con la fuerza de un susurro y hay un eco de expresión en tu ensayo de mujer herida y me miras nuevamente con esos ojos amarillos de luz y odio y navaja y lamento que es lágrima y guardas entre labios un PLOP y el PLOP que hace la piel-navaja y recuerdas que abrió tus muslos y PLOP-PLOP-PLOP-PLOP y brotó la sangre de luz oscura y ya no acaricias tus muslos y ya no recuerdas la luz de sangre que cortó tu piel y ya no recuerdas tus muslos y no recuerdas el zurdo movimiento de mis muñecas y no recuerdas los gritos y tus muslos y mi rostro y recuerdas tan sólo la luz de sangre que cortó la piel de tus muslos y un odio amarillo y luminoso que abrió el silencio

[38]

CIROSIS.indd 38

10/03/14 11:11


CIROSIS.indd 39

10/03/14 11:11


CIROSIS.indd 40

10/03/14 11:12


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.