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DIV-1. Virus Iridiscente de los Decápodos. Una amenaza potencial para la camaronicultura latinoamericana
Autor:
Ing. Alexander Varela Mejías Consultor en diagnóstico y sanidad acuícola. Sonora, México
alexander.varela@gmail.com
El Iridovirus de los Decápodos DIV-1, llamado inicialmente Virus Iridiscente de los hemocitos del camarón, fue reportado en el año 2014, generando afectaciones variables en granjas ubicadas en China. Durante este año 2020, el impacto de este agente se ha visto incrementado considerablemente, tanto en área como en tasa de morbilidad y letalidad, convirtiéndose en una amenaza latente para los cultivos de camarón en Asia y otras áreas geográficas.
Con el fin de conocer esta patología, se describen la signología clínica, las principales lesiones, se citan algunas de las especies susceptibles reportadas, las técnicas de diagnóstico actuales y se recomiendan medidas de bioseguridad que deberían implementarse con la finalidad de evitar el ingreso de este patógeno en nuestro continente. L a aparición o reaparición de patógenos, ya sea el continente americano o fuera de él, representa una amenaza latente e importante para el sector camaronero. La globalización de los productos, indispensable en la actualidad para el mercado de consumo y la economía, también ha dado lugar a una aceleración en los tiempos de propagación de los agentes infecciosos (Varela y Peña, 2017).
Actualmente, las fronteras y distancias no representan mayor obstáculo para la diseminación de patógenos, lo cual ha sido demostrado en múltiples ocasiones. Siendo los casos de mayor impacto para nuestra región, el ingreso del Virus de las manchas blancas a América. Considerándose a la importación de camarones infectados desde Asia hacia Estados Unidos en 1995 como la ruta más probable de ingreso (Lightner y Pantoja, 2001). Posteriormente ingresó al continente la Enfermedad de la Necrosis Aguda del Hepatopáncreas AHPND en el año 2014, cuya vía de ingreso continúa sin esclarecerse (Nunan et al., 2014; Pantoja y Lightner, 2014, Varela et al., 2017).
Más recientemente, se confirmó la presencia del Enterocytozoon hepatopenaei (EHP), hongo causante de la Microsporidiosis del hepatopáncreas, el cual ha sido detectado en Venezuela (Tang et al., 2017) y se sospecha que esté presente en Centroamérica (Su et al., 2017), sin haberse confirmado oficialmente (Varela et al., 2019).
Durante el año 2014 en China, se reportaron mortalidades atípicas, cuyo agente causal era desconocido en ese entonces, afectando a los camarones de cultivo de algunas regiones. Las investigaciones realizadas revelaron que las mortalidades eran causadas por el que sería llamado Virus Iridiscente de los Hemocitos del Camarón (SHIV, por sus siglas en inglés), noticia a la cual se le dio poco seguimiento externo, posiblemente por su limitado impacto aparente.
Sin embargo, durante el mes de febrero de este año 2020, se han presentado brotes de este virus de mayores proporciones, afectando una gran cantidad de granjas camaroneras en China, amenazando con propagarse fuera de esa región.
Nuevo agente: Iridovirus de los Decápodos. DIV-1 Los Iridovirus pertenecen a la subfamilia Alphairidovirinae, sus viriones son icosaédricos, sin envoltura. Poseen grandes dimensiones que van desde los 120 hasta los 350nm entre vértices. Su genoma está formado por ADN bicatenario, el cual, típicamente presenta secuencias repetitivas terminales, con longitudes que varían entre 140 y 300 kpb, dependiendo de la especie. Este grupo de virus actúa sobre un amplio rango de hospedadores, entre los que se encuentran invertebrados, vertebrados poiquilotermos, anfibios y reptiles (Qiu et al., 2017).
Existen publicaciones previas de Iridovirus en crustáceos, tal como el Iridovirus de los camarones sergéstidos (Tang et al., 2007), pero sin reportar efectos graves aparentes en camarones de cultivo.
Fig. 1. Penaeus vannamei afectados por el DIV-1, nótese el deterioro, decoloración y atrofia del hepatopáncreas. Fuente: NACA, 2020. Original de Qiu et al., 2017.
En la publicación para el SHIV, se reportó un genoma constituido por una cadena doble de ADN, cuya longitud es de 165,809 bp. Los análisis filogenéticos realizados, usando las secuencias de los aminoácidos de la mayor proteína de la cápsula (MCP) y la ATPasa sugieren que pertenece al género propuesto “Xiairidovirus” (Qiu et al., 2018).
Los análisis indicaron que el SHIV y el Iridovirus que afecta a la langosta Cherax quadricarinatus (CQIV) reportada ese mismo año, estaban fuertemente relacionados, conformando un nuevo género dentro de la familia Iridoviridae. Comparaciones de las secuencias genómicas completas sugieren que estos dos agentes podrían de hecho, ser diferentes genotipos de un mismo complejo, denominado ahora Virus Iridiscente de los Decápodos (DIV-1), nombre aceptado por el Comité Internacional de Taxonomía de Virus (Qiu et al., 2019).
Entre las especies afectadas identificadas en la actualidad, tanto en infecciones experimentales como naturales, se encuentran la langosta Cherax quadricarinatus (Srisala et al., 2020), los camarones Penaeus vannamei (Chen et al., 2019; DOA, 2019; Qiu et al., 2017), Exopalaemon carinicauda (Chen et al., 2019), Penaeus monodon, P. chinensis y los langostinos Procambarus clarkii y Macrobrachium rosenbergii (Qiu et al 2019; Srisala et al., 2020), M. nipponense y M. superbum (Qiu et al 2019) y Fenneropenaeus chinensis (Qiu et al., 2018), cangrejos como Eriocheir sinensis y Pachygrapsus crassipes han sido infectados experimentalmente mediante inyecciones intramusculares de tejidos infectados, sin demostrarse aún que puedan infectarse naturalmente (NACA, 2020).
Clínicamente los animales afectados por el DIV-1 presentan signos inespecíficos como letargia y anorexia, tractos vacíos y pigmentaciones atípicas, pudiendo lucir pálidos o en ocasiones con coloración rojiza, frecuentemente presentan cutículas suaves, antenas mutiladas y hepatopáncreas pálidos y atrofiados. Estos animales registran altas mortalidades en pocos días después del inicio de la signología clínica, las cuales podrían ser superiores al 80% de la población infectada. Afecta a los camarones en todos sus estadíos de desarrollo, desde larvas, juveniles y adultos. Se considera, además, que las bajas temperaturas pueden ser un factor de riesgo para que se exacerben los brotes infecciosos (DOA, 2019).
Histopatológicamente y como su nombre lo indica, este Iridovirus infecta y se replica dentro de los hemocitos, ya sean circulantes o en formación en los lóbulos hematopoyéticos, los cuales en ocasiones presentan “espacios vacíos” o “vacantes”, así como en tejidos y regiones altamente irrigados por la hemolinfa.
Su principal efecto citopático consiste en el desarrollo de cuerpos de inclusión eosinofílicos oscuros o débilmente basofílicos de tamaño variable. Los cuales
han observado en branquias, órgano linfoide, glándula antenal, senos hemales, espacios intertubulares del hepatopáncreas, tejido muscular y epitelios. Además, se presenta picnosis y cariorexis en algunas de las células afectadas (Chen et al., 2019; DOA, 2019, Sanguanrut et al., 2020; Qiu et al., 2017; Qiu et al., 2018).
Recientemente se reportó que en el órgano linfoide se genera una fuerte desorganización de la matriz de los túbulos, la cual puede estar acompañada de picnosis y cariorexis. Se enfatiza en la utilidad y practicidad de las observaciones del órgano linfoide para su diagnóstico, lugar en el cual se presentan a menudo las lesiones descritas (Sanguanrut et al., 2020).
Cabe destacar que, pese a tratarse de un virus cuyo genoma está compuesto por ADN, sus cuerpos de inclusión se presentan en el citoplasma, algo que es característico de los Iridovirus, pero ajeno a otros virus que afectan a los camarones, siendo por tanto una lesión patognomónica.
Las técnicas diagnósticas actualmente disponibles para el DIV-1 son la signología clínica (presuntiva e inespecífica), la histopatología, la utilización de sondas moleculares, el PCR (en sus diferentes modalidades) y la microscopía electrónica (Chen et al., 2019; Sanguanrut et al., 2020; Qiu et al., 2017; Qiu et al., 2018).
Por tratarse de un agente viral, no se dispone de tratamientos eficaces para su tratamiento, siendo la exclusión la única estrategia disponible.
Se trata de un agente con potencial de propagación, Srisala y colaboradores (2020) lo detectaron mediante PCR en muestras de P. monodon de captura en la India, sin confirmar la infección. Adicionalmente, se informó un aparente aumento en la prevalencia de DIV1 en Vietnam, donde el virus se detectó en poliquetos importados de China, utilizados para alimentar a los reproductores, así como en granjas (George Chamberlain, en Seafoodsourse.com, 2020). Esto advierte los riesgos y da una señal de alarma para desarrollar e implementar medidas de bioseguridad, contención y vigilancia activa.
Fig. 2. Corte histológico de hepatopáncreas de P. vannamei afectado por DIV-1. Se observan células con cuerpos de inclusión basofílicos (flechas blancas), una célula con cariorexis (flecha negra). Así como algunas células epiteliales aparentemente normales. Tinción H&E. Fuente: Qiu et al. 2017.
Debido a la variedad de especies afectadas, su impacto en las poblaciones y su riesgo de propagación, conviene establecer medidas de bioseguridad estrictas que permitan detener o al menos mitigar o retrasar su ingreso a nuevas áreas geográficas. Estas medidas deben incluir forzosamente, la disponibilidad de técnicas diagnósticas con suficiente especificidad y sensibilidad, las cuales deben estar estandarizadas, se debe brindar capacitación al personal oficial, a los centros de investigación y a los productores, preparándolos para un monitoreo conjunto efectivo. Se debe impedir el ingreso de animales vivos o congelados positivos para el DIV-1, los reproductores, nauplios y larvas adquiridos para su ingreso a los centros de producción deben ser certificados como spf. Los insumos acuícolas provenientes de las áreas afectadas contaminados con el virus deben ser también monitoreados meticulosamente. Incluidos los alimentos frescos o congelados y los subproductos. Para ello, se deben establecer lineamientos de control.
Adicionalmente, se debe establecer y mantener un seguimiento constante y confiable sobre la situación internacional del virus, con el fin de que todos los sectores involucrados se mantengan informados ante posibles incrementos de su distribución geográfica o virulencia. Sin excluir la vigilancia sobre otros patógenos exóticos que también son un riesgo actual, como el EHP, ya citado.
La industria acuícola no puede ni debe, quedarse de brazos cruzados ante el ingreso de más patógenos en regiones en las cuales aún no se ha logrado una recuperación total de las epizootias previas.
Finalmente, la prevención, la aplicación de medidas de bioseguridad, el análisis y monitoreo de animales, productos, subproductos e insumos ingresantes, la aplicación de buenas prácticas acuícolas, así como la comunicación, capacitación y formación continua del personal, son nuestra mejor arma para enfrentar los desafíos de esta hermosa e importante actividad•
Este es un extracto del artículo original, para mayor información escriba a:
alexander.varela@gmail.com