ÍNDICE 2 Editorial ALCOHOL(ICOS) & BORRACHOS 4 Vida que medra en las alcantarillas > Alberto Romandía Peñaflor 6 De artistas bohemios y alcoholesencias > José Eduardo Aguirre 8 La verga me han de pelar > Alí Torruco 9 Soportar un mundo canalla > Alfonso Morcillo 10 Escrito de un borracho enojado y putón > El Toalla 11 El mundo es una puta, una puta ebria > Jergo Xx 12 Pidiendo canciones > Manuel Noctis & Daniel Wence 13 Borrachera > Francisco Enríquez Muñoz 14 Chúpate ésta… > Fernando Abreu 16 Una peda que recordarse > Christian Fajardo 17 Tales of the last boy scout. Apocalipsis Yesterday > Carlos Camaleón 18 La resaca after party > Manuel Noctis 20 Tragos de lirio > Jorge Arturo Hernández 22 Hipster be bop > Juan Beat 23 Canto alarido > Jorge Contreras 24 Cobardía > Indira Figueroa Torres 25 Chorrito de frescura > María Elena Solórzano 27 Un trago entre la vida y la muerte > Obed González 28 Delirio > Rogelio Dueñas 29 Sin huevos para clavarse un cuchillo en el corazón > Manuel Felipe CAMPO NUDISTA 31 Vasos comunicantes > Manolo Espinosa 33 Rafa Flores: entre los ligamentos del sueño y el deseo > Alejandro Delgado EN EL DEBRAYE… 35 Manifiesto para una nueva literatura independiente > Pablo Paniagua 36 Un Escritor independiente > Mauricio Bares 37 Un margen en alerta: 40 Barcos de guerra > Hiram Barrios CRÓNICAS DE UN ENTE SIN OFICIO 40 Fiesta en el barrio > Manuel Noctis LA VACALOKA 44 Fanzine del cuento en-corto -”Monstruos” … Francisco E. Muñóz -”La Chica del lapicero” … Jesús Duque -”Inédita” … Arturo Accio
Imagen: “Autorretrato como Cristo en una cantina”. Felipe Gaytán.
l a i r o t Edi
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El alcohol es una bebida que se ha mantenido en el consiente colectivo de las sociedades a través de los años, décadas y siglos. Existe desde tiempos remotos, siempre presente dentro del festín conmemorativo. Quién no se acuerda del buen Dionisio, o de que Jesús (sí, el salvador) en algún momento convirtió el agua en vino (y qué buenas pedas se habrán puesto). Hay que ver también que el alcohol está presente en una gran parte de la Biblia, donde se menciona de todas las maneras posibles, y así como estos, existen muchos más casos que han alentado la conmemoración del vino y del alcohol. Por eso en esta ocasión le dedicamos un espacio a esta bebida de los dioses, porque también a Clarimonda le han sucedido varios de los mejores momentos al calor de unas chelas, porque ha conocido a sus mejores camaradas brindando con copa en mano. En esta edición recibimos colaboraciones (como siempre) de distintos puntos del país, del defe, guanatos y pocos locales – irónico pero cierto– que manifiestan su (in)cordura etílica en cada uno de sus textos, y como lo menciona Alfonso Morcillo en el suyo: “admiro la lucidez de quienes escriben desde su ebriedad”, porque como ya lo había mencionado anteriormente el viejo indecente de Bukowski:“el alcohol, es posible-
mente una de las cosas más grandiosas que llegaron a la Tierra…” Así sea! SALUD!!!
DIRECTORIO Director: Manuel Noctis (manuelnoctis@gmail.com) Consejo Editorial y Consultivo: Alejandro Torres “El Champi”, Christian Fajardo, Cloe X. Pérez Valladares, Daniel Wence, Luis E. Sánchez “Kikoy” | Arte y Diseño: Manuel Noctis | Secciones: “Desde el Gabo”, Gaulo Amézcua. “Campo Nudista”, Manolo Espinosa. Colaboradores: Eugenio Justiniani Ortiz “Keño”, Alex Barrios, Daniela Cervantes González, Mario A. López “Bubba”, Luis D. Morales “El Boske”. CLARIMONDA -Soul Rebel-. Revista alternativa y de autogestión editada por Manuel Alejandro Ayala Chávez | Morelia, Michoacán, México. 2010 | Número 23, Año 6 | Víctima: Alcohol(icos) & Borrachos | Logo oficial Clarimonda: Gustavo Santiago López (Veracruz) | Logo Secundario: Luz Koreysi Ugalde (Guadalajara) | Cada texto firmado es responsabilidad de su autor y no necesariamente responde a las políticas de Clarimonda | [COPIA Y DIFUNDE] Se permite la reproducción total o parcial del material, siempre y cuando se cite la fuente y el autor. Contacto y Colaboraciones: revistaclarimonda@gmail.com Web: www.revista-clarimonda.blogspot.com | www.myspace.com/revistaclarimonda
Diseño de portada: Mario Resist (elmarioresiste@hotmail.com)
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Así pues, seguiremos esperando que las sombras dominen al día, para que la Noche le brinde a Clarimonda una víctima más, esperando que ningún loco despistado logre profanar su tumba y le robe su eternidad.
Imagen: “La Pulquería”. Mauricio Vega V.
Vida que medra en las alcantarillas Alberto Romandía Peñaflor Lo más maravilloso de las aventuras difíciles es que nos dotan para enfrentarnos con aventuras más difíciles Ramón Martínez Ocaranza Nada de remordimientos, de epidérmicas antisepsias (cutres cosméticas), ni de “conciencias” tratando de echar mano de actos de caridad con veladas intenciones: ¿quién más vulgar, cuando no más similar al idiota jugando al mecías, que quien sueña en sacralizar los tufos del mundillo? Si por ejemplo, invito a mi chavola a algún pordiosero (de preferencia cubierto de costra y rasta, aparejado con atavíos tipo gris-aceitemugre), jamás procedo a ello con la cola entre las patas, queriendo ganarme el cielo o mitigar mi espeso karma: es el gozo puro (Deleuze) y en estado salvaje lo que a ello me conmina; tampoco me manejo partiendo de presupuestos subrepticios de magnanimidad –¿quién soy yo para representar semejantes malabares?– o pretendiendo dar cátedra a helmintos de arriba para abajo: postura rancia y en lo que respecta a la pedagogía, aciaga, maleducadota No, señores y donceles, damitas, señoras mías (y poniendo énfasis en estas últimas, ante todo en las adúlteras y sinvergüenzas): mi acción se sustenta en el divertimento y sobre la mera pasión de congeniar con tipos tan ilustres y transmutados, antiquísimos y postcivilizados, como lo son esos vagabundos sin dharma. (Nada tan dionisíaco como el convivio y trueque entre los gremios.) Quizá haya también algo de (comunicante) coincidencia, entre corchetes, en el placer hallado a lo ancho de la calle y en la vida marginal. Simplemente poco me complace echar mano de imperativos categóricos dieciochescos y percudidos: holgadamente me confío en lo que es menos que una convicción (propia de quien quiso ser no siendo) y quizá algo más que
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al nómada golfante mi presencia muy sin cuidado lo tiene, y poco le desvela quién ha de convidarlo a su mesa –casi cualquiera, desnaturalizadamente, claro está– o cuándo habría de prestarse la oportunidad para saciar su espíritu parasitario; ni aún le afecta el no menos burdo cómo con que otros mistifican lo que suponen denominarse “clientelismo”. Carpe diem y punto. Unas cuantas monedas para alcohol y dispersión serían mi más grata recompensa en una sociedad precaria [o presocial y denigradora de planetas por ella misma carcomidos, engullidos cuántas veces no en esta ñoña farsa de antropocidas; como quien quisiese revelar nuestra nulidad a cada bocado y esnifada, saboreando una victoria jamás a término culminada, al punto del esplín y del desquicio], lo mismo que contenedores de impurezas bien surtidos (deshechos y despojos, lixiviados). Toda mi aspiración terrenal podría cifrarse en arribar a puentes y parques (eriales), covachas, palacetes. ¡Oh harto dichoso sería entonces! Pero nada de eso. Como que no me alcanza.
Por más que intento allegarme algo de gracia sólo recolecto infierno de entre el asfalto y los motivosos semblantes, la morralla; razón de más, visto el caso desde su cara amable, para apelar en lo muy particular (niños: no lo intenten en sus casas) a la diosa melopea –yo, dipsómano atascado– hasta lograr el estado de equilibrio, esto es, ponerme bastardo, botar la conciencia en algún resquicio incalculable de cantina. Por lo demás, no encuentro motivos (que no son lo mismo que razones) para sustentar una postura sobria, ni menos para hacer panchos y alharaca – acaso irremediar la riñas justificantes. Si, por una parte, cuido tener en mente las peroratas nietzscheana y sádica contra los débiles, el lumpen y la limosna, ya por la otra y a destiempo recuerdo que en budismo ‘compasión’ significa antes que otra cosa el recto modo elevado, por excelencia, de la comprensión. Luego, me resta si acaso 1- echar los pies en polvorosa, a la primera ocasión, del predatorio contexto en que mutó lo social (Kierkegaard) o bien; 2- rastrear las concordancias (: reconciliaciones) entre posturas –sólo en apariencia– tan ambiguas y contrarias como lo son el intelecto y la estulticia. Analogías. Pero por otra arista del discurso, ¿no somos nosotros mismos constructores de las letrinas donde solemos arrojar nuestra vapuleada pertenencia al género? Ello me recuerda al término alemán Trugschluss, que vendría a simbolizar algo así como la rata que, por imprudente y advenediza, termina mordiéndose la cola. Algo habrá pues que hacer para evitar los precipicios (o lo que viene a ser lo mismo: conservar la presencia de la nada); tal vez comenzar por arrojarse a ellos. Ya que donde yace el peligro, si no mal recuerdo al clarividente Hölderlin, ronda a la par lo que salva.
Amén de que dar forma a algo, definirlo (lo que sea, por reprochable que os parezca. Qué sé yo, una idea, los sentimiento rositas o cualquiera entre los básicos instintos), es el modo más eficaz de perpetuarlo en las tinieblas; y a la inversa: ponerse rudo, hegeliano, pretender anular a ese algo –como quienes a sus rupestres autoridades atacan; que les devuelvan la bofetada es lo que de mínimo éstas esperan, y por tanto significa también seguirles la jugada– mediante truculentas dialécticas (: ardides), se resuelve en no ir más allá de lo que significa el término obediencia: rendir culto al daimon de las quimeras, concederle dominio sobre nos a ajenas voluntades (Foucault), carroñeras. A todo esto, podríamos bien puentearles la dinámica a los amos, boicotearles. ¿Pero cómo? Precisamente deviniendo impredecibles, adelantando un pasito (o un par) a los herrumbrosos mecanismos de sus psiques podridas. De lo anterior se desprende, al menos en mi caso, una seria consideración en torno a la vigilia que es noche que es aquelarre, festín, orgía (Bajtín) y cese de la conciencia vertical: abrir de tajo el horizonte mental mediante el tótem etílico: la curda. De ahí que estos crepusculares fríos arrecien, devengan un hervidero al cabo de la risa. Tales paisajillos me consuelan del tedio, deshilvanan recuerdos, amainan la obsesión que es la alegría, y amplifican los sonidos ignorados. En esta penumbra o quizá al amanecer asomará su rostro apabullante el deleite puro y sin estorbos. Miedo sólo a qué habrán de decir los carrizales (posterior ya a toda moralia y dictadura de los egos). Mañana, al dar comienzo la resaca –iniciático estado, en verdad metapoyético– podré haber bien realizado mi ensayado acto de escapismo (el salto mortal), así como burlado a las púas que pretendían descuartizarme: la vida es una botella. Yo por lo pronto haré mi esmerada y solemne contribución por vomitar esta humanidad mía por las banquetas, por evidenciar sus huellas: lanzarme en loca búsqueda tras el picaporte que intestinos y bofes reaviva.
“La charité est cette clef. — Cette inspiration prouve que j'ai rêvé” Jean Arthur Rimbaud.
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De artistas bohemios y alcoholesencias José Eduardo Aguirre A mis queridos amigos del ‘Mendiolas Le Club’: Luis Lopez, pintor y Antonio Mendiola, poeta Desde los tiempos más memorables de la bohemia moderna entre los artistas, el alcohol ha estado sin cielo y sin infierno. Es, simple y sencillamente, un actor etílico en el espíritu del gremio; el compañero infaltable y necesario en las conversaciones con los colegas alejados de las hipocresías de los abstemios, el testigo de nuestras soledades y secretos, el invocado invitado no pocas veces llorado por el sufrimiento que provoca no conseguir ‘lana pal pomo’. Y es que se le extraña por tradición de nobleza poética. Vayamos a la época de los geniales impresionistas para festejar el afamado ajenjo vinculado al paladar de Vincent Van Gogh, Paul Gauguin, Manet, Mallarmé, Monet, Toulouse Lautrec y las aventuras en el Moulin Rouge. Va una anécdota, se cuenta que borrachos de ajenjo VanGogh y Gauguin se pelearon una puta que le gustaba a Van Gogh, éste, celoso porque la liviana escogió a Gauguin para irse a la cama, sacó una navaja y amenazó a su amigo, pero Gauguin le recriminó su conducta gritándole: ¡Qué vas a hacer! Lo que provocó en Van Gogh tal arrepentimiento que se fue a su casa para intentar un suicidio que sólo llegó a cortarse la oreja en terrible mutilación. Gauguin le abandonaría por esto en la casa de Arles, marchándose posteriormente a pintar las bellas aborígenes de la isla de Tahití. También se dice que el famoso poema referente al cigarro nació al calor del ajenjo en conversaciones de la amistad entre Manet y Mallarmé, el poeta visitó a su entrañable amigo pintor todas los días durante una década en su estudio. Después de su clase en el liceo, Mallarmé iba a pasar la tarde en casa del pintor, y estos dos espíritus refinados que se comprendían y se compenetraban plenamente sostenían conversaciones interminables. Lo único que rompió esta amistad fue la muerte de Manet, tan sentida por el poeta que en 1884 escribía a Verlaine: “Durante los últimos diez años he visto todos los días a mi querido amigo Manet, cuya ausencia me parece ahora increíble”. Evoquemos los versos de Mallarmé: Toute l’ame resumee/Quand lente nous l’expi-
rons/Dans plusieurs ronds de fumee/Abolis en d’autres ronds. / Atteste quelque cigare/ Brulant savamment pour peu/ Que la cendre se separe/ De son clair baiser de feu. Traduzco: Toda el alma resumida/cuando lenta la consumo/ entre cada rueda de humo/ por cada rueda abolida. / El cigarro dice luego/por poco que arda a conciencia/ la ceniza es decadencia/ del claro beso de fuego. En México, extraordinarios literatos han defendido el alcohol; por ejemplo, Efraín Huerta, quien sentenció en uno de sus famosos poemínimos: Jamás se dirá de mí/ que nunca cumplí/ con mi beber. Escuché alguna vez al ‘Rayo Macói’ Rafael Ramírez Heredia en una de las sesiones de su taller literario en Coyoacán que Juan Rulfo al dejar de escribir habría comenzado a beber. Quizá.
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No lo sabremos a ciencia cierta porque citar a Rulfo es un verdadero enigma. Lo cierto es que se encerró a piedra y lodo, se volvió hijo del silencio en su casa de Coyoacán, vecino de Fernando Benítez quien vivía enfrente y que contaba: ‘Recuerdo que cuando visitaba a Juan lo envolvía una niebla de humo de cigarro en su biblioteca’. Han existido grandes bebedores: Francisco Elizalde, Alí Chumacero; vaya poetaza este Alí. Hace ya varios años de un homenaje que se le hizo en Morelia. Moderaba yo una de las mesas de poetas y constantemente me interrumpía bajita la voz el poeta: ¿Ya van a acabar? ‘No maestro, todavía falta.’ Luego, otra vez: ¿Ahora sí ya van a acabar? ‘Ya mero maestro, nada más falta Marco Antonio Regalado y ya’. Cuando Marco terminó su lectura volvió a preguntarme: ¿Ahora sí ya terminamos? ‘Ahora si, maestro. ¡Acabamos!’ ¡Ah bueno, entonces ya vámonos a chupar!!- me dijo, y estalló en sonora carcajada. Efectivamente, aquella noche chupamos con Alí Chumacero a morir en ‘Las Mercedes’ y todavía creo que la seguimos después en la calle. El alcohol ha sido homenajeado en el arte de tipo comercial, baste recordar la botella del Tequila Centenario diseñada por el creador de las Torres de Satélite, arquitecto Luis Barragán.En el siglo pasado el centro de la Ciudad de México se distinguió por ser el núcleo de célebres cantinas, desde la tradicional tepachería ‘La hija de los apaches’ (Guardería de pulques finos), hasta el bar ‘La Opera’ que reunió a reconocidos literatos: Juan José Arreola, Juan Rulfo, Renato Leduc, Carlos Monsiváis, Octavio Paz, Vicente Leñero, José Agustín, Jaime Sabines.
Platicar con el veterano periodista Hugo Martínez, andariego de estos lares actualmente radicado en Morelia y refugiado del Bar Casino se vuelve un homenaje al ‘Sábado Distrito Federal’. Iba de cantina en cantina auspiciado por sus amigos, quienes invitaban tragos al periodista pobre; entre ellos Arreola y su gran amigo Renato Leduc. En Morelia fue de gran celebridad en la década de los setentas hasta principios de los ochenta, el sitio conocido como ‘La Capilla’, ubicado en las inmediaciones del templo y el mercado del Santo Niño en el centro de la ciudad. No fue cantina sino más bien lugar de esparcimiento gremial, siendo cronista de esta época el gran Rafael Gama. En su libro “La Capilla y sus bohemios”, relata que el destacado personaje fue un tipo al cual se le conocía con el mote de ‘El diablo’ pero tenía varios apodos: Chamuco, Coyote de San Jasmeo, Lucifer, Vampirín, Luzbel, etc. Se cuenta que de entre los famosos parroquianos a este recinto del dios Baco, húbo un doctor que curó a un desahuciado que había ido a Houston buscando alivio a una extraña enfermedad del hígado. Pues lo que no le hallaron en Houston con sus eminencias vino a curarle aquel médico capillense con unas “pastillitas”, lo que causó el asombro y la admiración de todos los asiduos a La Capilla.
En La Capilla era chupe oficial el Tequila Cuervo y en el patio había un busto del Dr. Ignacio Chávez, un baño y camastros para amortiguar “las pedas”. Solían curárselas en las carnitas del mercado del Sto. Niño, o la seguían allí mismo e iban a visitar las casas de los amigos “pa’ la coperacha”. Fue tan célebre con tantos personajes conocidos que en alguna ocasión enviaron patrullas reportando a la XEI ‘Micrófono Abierto’ que en ese lugar se hacían escándalos. Luego resultó que los patrulleros iban a ese lugar a beber, pues aquí se daban cita: músicos, artistas, licenciados, políticos, periodistas, profesionistas, etc. Al Colectivo Artístico Morelia solían llamarle “Alcoholectivo” por las borracheras de sus integrantes: José Luis Rodríguez (quien hace ya unos años que se volvió abstemio), Carlos Oseguera, Carlos Arenas q.e.p.d, Juan Iriarte, Emeterio Payá Valera q.e.p.d, Heriberto Guzmán, Gilberto Ramírez q.e.p.d. y otros más quienes le entraban duro al chupe. De la época un poco posterior a la bohemia cultural festiva del colectivo me hice amigo de Emeterio Payá Valera (quien llegó a México procedente de España en los años treintas, siendo uno de los famosos ‘Niños de Morelia’ que fundaron el internado España-México). Contaba: por Lalo Aguirre “el chaval” conozco casi todas las cantinas de Morelia. Tenía razón. Lo llevé al Artista Jr., a El Oasis, a El Juguete, al Marle, al Bar Casino, a La Enramada, incluso a cantinas en los arrabales de la ciudad como El Saturno y La Iguana. Al calor de las pedas Emeterio llegó a evocar su memoria de la España Republicana, el dolor del exilio y el sufrimiento que le provocaba su propia familia el incomprenderlo en su historia. El poeta republicano Pedro Garfias vivió en Morelia una temporada, del cual Emeterio me contó: Pedro llegó un día a la casa de un amigo suyo a dormir, pero iba acompañado de un perro callejero que le había seguido durante el día. Su amigo viendo al compañero de marras, dijo ‘el perro no puede entrar’. A lo que el poeta respondió: ‘Entonces nos vamos porque vengo con el perro y si no hay lugar para mi amigo, no hay lugar para nadie’. Y se fue. Pedro Garfias murió de tristeza por el dolor que le provocaba el exilio. En Morelia escribía sus poemas en las servilletas de las fondas donde podía comer. De memorable historia son ‘Los Precios de México’, lugar del que me precio haber sido su cronista en la despedida. Y es que reunió a personajes de la talla de Pito Pérez (¿ah, verdad? pa’ los que crean que fue invento de José Rubén Romero), Ramon Martínez Ocaranza y Pablo Neruda. Antes cantina funcionó como “chelería” camuflada de esquina abandonada en las calles de Abasolo y San Cristóbal Ecatepec, allá a mediados de los años ochenta durando hasta finales de los noventa. Rogelio, su dueño, a quien llamábamos ‘Roger’, fue el gran protagonista de este otróra entrañable sitio de México. Y como el tiempo y el espacio es efímero para seguir evocando recuerdos mejor aquí le paramos, esperando que lo aquí expuesto pueda servirles de material para alguna pronta ‘convebencia etílica’. Me despido porque ya me seco. ¡Salud y buena fortuna! –dijera otro gran ebrio, amigo y pintor moreliano q.e.p.d : Manuel Sordo.
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La verga me han de pelar Alí Torruco
“Borracho dormido Culo perdido”. Dicho popular Mi padre llegaba pedo -cuando llegaba-, con ganas de romperle la madre a mi madre. Al amigo de un amigo le metieron la verga mientras se cogía –pedo- a la mujer de su mejor amigo. Uno de mis tíos llegó con un brazo cortado a machete, casi sin cara y suplicando que lo escondieran, porque en la mera peda, un primo de él -que es tío segundo mío- lo retó a gritarle a una camioneta llena de en ese tiempo de judiciales: “¡ora pinches putos!, chinguen a su puerca madre”. Dicho lo cuál corrió tanto como el alcohol le permitió, junto con mis otros parientes, y logró salvar la vida. Casi pierde el brazo y tiene cicatrices terribles en la cara, afortunadamente los judiciales estaban más pedos que él y se conformaron con sangrarlo nada más. Podría continuar con estos cuentos. Todos los que leen esto saben que así es. Lo que es más. Esto que escribo no es nada. Cualquiera podría decir más que yo. Unos pierden la virginidad. Otros violan. Unos chocan en el carro; todos mueren, menos él o ella que por casualidad andaban hasta el hocico. Otros roban, agandallan, pierden un chingo de varo, empeñan hasta las nalgas, o más bien, empeñan para empezar las nalgas. Pero la verdad es que, sin excepción, a todos nos encanta tragar mierda. Se empieza con charanda en la secundaria, cartones de chela en la prepa, tequila del más culero, bebiditas para las señoritas, cubas, ron solito, vodka jodido, y como dice Bukowski: Cerveza, ríos de cerveza, manantiales de cerveza, la cerveza es sangre que corre. Y cerveza es todo lo que hay. Cerveza quemada como nuestros putos gobernantes. Cerveza de a diez varos. Cerveza con mota. Cerveza tibia. Cerveza para los ejércitos de maniáticos que andamos tras un desmadrecito, pa’ sobrellevar al calentamiento global, el cáncer y el gobierno que nos chinga a todos. Once mil chelas al año. Tejuino chihuahuense, bacanora de Sonora, vino de la Baja, mezcalito de la sierra oaxaqueña, xtabentún de Yucatán, alcohol del 96 o perfumes robados. Sí. Pa’ ponerse pedo cada lugar se pinta solo. Pistear, chupar, beber, echar, ponerse bolo, andar meco, briago, etílico, y así sucesivamente. Goran Bregovic, el que hizo la música para Underground de Kusturica, su último disco se llama así: Alkohol, y este vato dice que no es posible hacer música sin estar borracho. Opino igual, pero para todas las artes. Baudelaire decía que debía buscarse la embriaguez en los paraísos artificiales, en la virtud, o en el libertinaje, pero que debía estarse embriagado. Esta que además de potente es legal, está mercantilizada, es decir emputecida por las leyes del mercado, con sus porquerías implícitas, como toda droga. Y nos vale madre como buenos alcohólicos: la familia, el trabajo, o el escrito que hay que terminar y enviar, el cuál por supuesto no hemos terminado por andar en la peda. Y como debe ser, escribo esto a punto de vomitar de tanto puto alcohol, y espero se publique, y si no, pues ni pedo, me hago a la idea, y digo como el inventor de la charanda: ¡la verga me han de pelar! Salud.
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Soportar un mundo canalla Alfonso Morcillo
el refri y lo único que y que bebo una cerveza. Abrí a ñan ma de es que do ien dic resaca. Iniciaré este texto vacía sobre la mesa. No tengo ía luc to tin de ella bot a Un nar regreso y me había era una par de cervezas. comprar el periódico y desayu a ir sal de ego Lu . ido lúc o Creo que estoy un poc ra relación de ya más de en el alcohol y en mí, en nuest nso Pie ra. ritu esc la úo tin siento aquí y con lcolm Lowry, a 100 20 años. logía de Bajo el Volcán, de Ma apo a un ía hac o lor Vil n Jua s ohol. Hace Hace un par de día un número especial sobre alc tó edi xos Ne ses me de par un ada Borrachos años de su nacimiento. Hace en homenaje a Bukowski llam gía olo ant a un en tos tex os ohol y creación en el un año colaboré con un ón editó un librito llamado Alc aci ner Ge ista rev la s año de la ciudad Fest. Hace un par en el dizque barrio chino de ba, iza Or a tin can la re sob a mí que incluyeron una crónica de México. o del hígado y que quizás Dicen por ahí que está enferm o. im uís flaq , igo am un a vi s más alcohol y Hace unos día gastó el dinero del vuelo en se él y él por a n aro nd ma pronto muera. Sus padres n esteatosis. ¿Qué cosa tres en realidad, me detectaro i cas ya s, año de par un ce eatosis seguro drogas. Ha ocida como hígado graso, la est con n bié Tam is. ros cir la a via inente junto con rara es eso? La enfermedad pre casos severos la cirrosis es inm los En . ero sev y ado der mo tiene tres niveles, leve dejado el todas sus derivaciones. Yo me cuido, solo un poco. He ro. mi Los go. taz har el ta has o cerveza y tinto un Varios de mis amigos beben ocasiones excepcionales. Beb a par l zca me el y y isk wh el vodka y el tequila y s. 6 de 7 días como hace unos año zcal Pierde alpar de veces a la semana y no editorial Alamadía dieron me la de io sar ver ani el por ón o en que perdí la noHace poco, en la celebraci dad que tenía. Luego de un rat mi ani ecu la der per por né tido un ácimas. Con eso termi biera comido un peyote o me hu me si mo Co s. one aci cin an. Una alucinación ción regresé en mí y tuve alu repleto de plantas que colgab do, tan flo o com s, lejo lo a do. Veía el escenario nuido. Ignoro creada con mezcal. tolerancia alcohólica han dismi y a nci iste res Mi . día o otr garnachas y como No les cuento la resaca del de comer alimentos grasos y ado dej he s pue d eda erm enf la evolución de mi ar que extraño los días en que si he de ser sincero debo confes o Per a. agu s má o beb y as ía escribir y leer más verdur la lucidez y el paso recto. Pod o nd nie nte ma ana sem a un la compostura. podía pasar ebrio hasta a caminar, ir a fiestas sin perder ir sal las, ícu pel ver no, ma en ta al salir de con una cerveza se caminando de manera rec ner nte ma de pue en qui a o su ebriedad y la El día de hoy sigo admirand idez de quienes escriben desde luc la ro mi Ad . nos me os pes l una cantina con 2 mi . Admiro la resistencia de sin que se les trabe la lengua lar hab al s ada res exp as ide hígado por riclaridad de sus debería haber trasplantes de que en o sad pen He s. one riñ sus hígados y páncreas y un hígado. doy un riñón sano a cambio de padeñones en intercambio. Yo te incrementado las neurosis y los han me Se . llas adi pes res peo os tantos. No he Estando sobrio he padecido las igos, aunque ebrio perdí a otr am s cho mu de jé ale me rio cimientos por estrés. Sob ndo estás en la miseria ni cuando pones los tragos y cua o sól s igo am es tien que de sentido aquello tura y castigo tener quien te invite un taco. de mi vida. Será bastante tor tad mi la de s má a oy est s Si calculo vivir 70 año de soportar a este mundo caque irme buscando la forma dré Ten . rio sob s año 32 os y lúcido mueque pasar otr en que permaneciendo ebrio do mo el r sca Bu . aún jor me O nalla desde la sobriedad. o caso. Que el alcohol o eso no lo decido yo, en tod Per ta. edi exp , nta pro y ida ra de manera ráp amente al matadero. guíe nuestros pasos, y no precis
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Escrito de un borracho enojado y putón
Texto y foto: El Toalla
Esta es la actitud de la raza política: Te quieres convencido, para qué deseas eso. Desea algo que te haga ser una puta acurrucada en un altar de virgen, para que se te inclinen los fervientes feligreses por ser eso, una puta o puto. Jamás me gustaron las distinciones de género, he nacido en otro tiempo, cuál, otro. Mujer y Hombre son la misma mula pero revolcada. Es decir, es decir. Atrás se quedaron los intentos de una narración coherente, puedes abandonar la lectura en este momento. Vamos, hazlo ahora, antes de que el gallo cante diez veces; es un gallo importado de China, un gallo medio chafa, breve en vida. Tú aceptaste tu cuerpo y ahora continúas viviendo en él, esa es la regla. Olvida las aboliciones perpetuas que originan sólo una metáfora de ti, la vida de quien no la ha vivido no es la tuya. De acuerdo a los propósitos de la semana pasada, hoy tendría que ser el día triunfador. Pesa, de verdad. Los dichos del loco, el drogadicto: este papel es muy largo para el pequeño culo que tenemos. Dios nos lo ha dado, EL MUNDO, y se ha sentado a la orilla del bar. Dios no tomes más de esa cerveza: TÚ QUE ESTÁS SENTADO A LA ORILLA DEL BAR. La guanábana de Yucatán es una palabra fruta. Libro que utilizas este recurso, TEN PIEDAD DE NOSOTROS. No gustó la muerte del tal Artemio Cruz y la vida de Henry Miller cruzando océanos y personas es más luminosa que la de Buda. Hasta aquí dejar de pensar en automático. Nadie lo olvide: la MEDIOCRIDAD es el pilar de la cultura, no lo parece pero así es. Más bien lo perece. Todos preguntan si terminará nuestra civilización, ¿cuál POLIS? El término civilización es una tomadura de pelo. Todo representa un problema sabiéndolo problematizar. Para esto sólo quería que el que dé, dé de sí mismo, aunque nadie explique esto, ni yo, ni tú, ni ellos, ni nosotros, ni aquellos que están sentados a la derecha del padre. Bendícenos, Señor, por no saber conjugar.
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El mundo es una puta, puta ebria a n u Jergo Xx -¡Oh puta! Ohhh, ohhh, ¡So puta! Sigue, sigue. -¡Hey, papi! ¿Qué cojones crees que haces? No le tomé importancia. Seguí meando. Oh mierda. Eran las once o doce de la noche, qué se yo, la oscuridad es igual. Traía una peda enorme y por los mierdecillas reguetoneros aparcados en cada esquina mirándome, supuse que estaba por el oriente de la capital. No me importaban, ni yo a ellos. Lo único que quería era terminar con esta meada, era una buena meada, larga y salpicante. -¡Ohhhh meada! Aaggghhrrrrr!! Aaaaaahhh! Oh puta. Terminé de mear y voltee hacia la puta que interrumpió mi meada, mi buena meada. La miré; de los tacones a las tetas y de regreso. Era una morenaza de barrio, con un culazo y unas tetazas enormes, sólo como la mexicana sabe. No las prefiero así, pero mi ebriedad sí. Me acerqué un poco y la miré corrientemente mientras terminaba de guardarme el pene y subirme la cremallera, ella sólo miraba, con mirada tonta, sólo como la mexicana sabe. Pensé en sacar mi pene nuevamente, pero estaba jodido, había sido una buena peda, una salvaje, de esas que terminas con el pito oliendo a cerveza y la boca oliendo a meados. No aguantaría ni una erección más. Di media vuelta y me fui, o eso intente. A dos pasos de distancia mi ebriedad me recordó que estaba ebrio y tropecé con algo, tal vez con mi ebriedad. Ya con mis mejillas tocando el suelo y con la imposibilidad de levantarme, se me acercó la puta de las tetazas, acercó sus labios a mi oído y susurró algo que no comprendí, fue lo último que vi antes de cerrar los ojos, ya estaba muerto, muerto etílicamente.
- ¡Qué demonios! ¿Dónde putas estoy? Desperté con una resaca tremenda y acostado sobre una banca de madera. Aquel lugar apestaba a llanto y hacía demasiado frío, me levanté de la banca y refugié mis manos en los bolcillos del pantalón. No encontré ni dinero, ni nada, como cada que estoy resacoso. -Uhmmm, con que aquí es donde acabamos los derrotados- pensé. Estaba en una iglesia. -¡Esa puta! Esa puta. Me trajo a una iglesia. ¡Esa puta! En fin, era esto o la cárcel, aunque son casi lo mismo; comida gratis, no hay renta, llenas de derrotados y sexo gay. Pero en una hay policías, nunca me han gustado los policías. Me dieron ganas de tirar una meada, pero primero tenía que salir de ahí. Me dirigí a la puerta. -¿A dónde crees que vas?- una voz amarga retumbo en mis oídos resacosos. -Me largo- dije sin siquiera voltear. Llegue a la puerta, cerrada, dos candados. Y yo, con más ganas de mear. -Escucha, no sé qué hago ni cómo llegué aquí, no creo en tu basura. Abre esta maldita puerta, yo me largo. -No lo creo, por qué no te sientas y te tranquilizas. Nuestro Señor Jesucristo fue el que te trajo, nadie más. -Pues que culo y que tetas las del Señor. -¿Qué? -Olvídalo. Me acerqué al padre o cura o padrote, no sé. Su cara era obesa, apenas tenía cabello y su mirada se me hizo algo conocida. Me paré cerca de él y lo miré fijamente con mi cara llena de resaca. -Tengo que mear- le dije -¡Natalia!- gritó
Se escucho el rechinido de una puerta y unas pisadas ligeras que se acercaban lentamente a nosotros. La vi llegar. Era hermosa. De unos diecipocos años, apenas menor que yo, llevaba una especie de vestido café que le llegaba a la mitad de la pantorrilla, iba descalza y con mirada fija en su siguiente pisada. -Por favor llévalo al sanitario- le dijo el padre o cura o lo que fuese. Ella me lanzó una mirada corta y tímida. -Síguela- me dijo él. La seguí, a ella y a su rítmico culo compacto. *** Termine de mear, lavé la resaca de mi rostro y volví a mear, tenía que no usaba un retrete limpio, o al menos con papel. Cuando salí del baño la chica del culo compacto aun estaba ahí. Sonreí, y entendí su espera. -Esa es la puerta de salida –dijo señalando al final del pasillo- puedes irte, o puedes venir conmigo. ¿Libertad o sexo?, mierda, una mujer, siempre es por una mujer. Decidí quedarme. Una cogida es una cogida. Libertad, ¡Mis bolas! Entramos por una puertecilla vieja, el cuarto era demasiado oscuro. Encendió una lámpara, la única. Y, oh mierda, oh mierda. Eso era demasiado para mí. Decenas y decenas de vino. -Eras una ebria- le dije. -No lo creo. -¿Cómo terminaste aquí? -Me abandonó mi madre, o algo así. -Uh, te diría que la vida es igual de mierda para todos, pero, llegué con tenisElla seguía descalza. Vio sus pies y soltó una risita.
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-Al Padre Jeremías le gusta, no me permite usar calzado. A veces se pasa horas y horas observándolos, también los toca y a veces los besa. A mí no me importa, y creo que son hermosos. De verdad eran hermosos. Los lamería si fueran el camino a su himenoso coño. Tomó dos botellas y las descorchó, me pasó una. Me agradaba esa chica. Antes de terminar mi botella, ya tenía mi lengua recorriendo sus píes. Los dedos, la planta, el tobillo, todo. Ella lanzaba pequeños gemiditos tiernos después de cada trago. Le levanté el vestido y miré sus bragas, eran pequeñas y delgadas, como las de una niñita, su vagina se le marcaba. Me puso duro. Subí por la pantorrilla, luego las rodillas, pausé en la entrepierna. Ella seguía bebiendo y gimiendo. Lo sabía, ese era el camino. Le quite las bragas y me baje el pantalón.
Demonios, yo estaba demasiado duro, ese coño te ponía sólo con verlo. Me emparejé a su boca y la besé, un beso largo y ebrio, mientras, ella dirigía mi pene. Tres orgasmos y cuatro botellas después, supe que eso era todo. Me levanté y me vestí. -¿Vienes?- le dije. -Mi coño es del Señor- me respondió seca y ebriamente, con tono de prostituta cualquiera -Adiós. -Adiós. Tomé una botella y me marché de ese basural. Era de noche, tal vez las once o doce, qué sé yo, la oscuridad es igual. Traía una peda enorme y por los mierdecillas reguetoneros aparcados en cada esquina mirándome, supuse que estaba por el oriente de la capital. No me importaban, ni yo a ellos. Lo único que quería era mear…
Pidiendo canciones Manuel Noctis & Daniel Wence Con 1 chela en mano varias botellas vacías sobre la mesa 1 cartón + x pedir / & / 1 servilleta sucia (10.12.04)
Bebiendo y gozando en esta noche La gente pasa y nos maldice Pero que importa Si no saben ni lo que dicen Refundidos en este bar Cantando y pidiendo canciones Queriendo de puro encanto Cagarnos hasta en los calzones Y que venga la tierra y nos trague Que venga el cielo y nos consuma Que venga el infierno y nos escupa Que venga la vida y nos llore Arrodillada ante el alcohol que no nos confunde: Que nos lleva a una realidad más sincera Perdidos en un bar cualquiera.
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Borrachera Francisco Enríquez Muñoz
Dos vasos, uno ya lleno, el otro siendo llenado por el cantinero. Dos hombres están inclinados sobre la barra, uno al lado del otro. Los hombres son del tipo promedio, hombres de oficina entrados en los cuarenta. Se encuentran sentados frente a los escoceses con agua que el cantinero les acaba de servir. Dos meseros, cada uno armado con un trapo, se dedican a limpiar la mesa que otros dos hombres del tipo promedio se disponen a ensuciar. Los demás parroquianos que abarrotan el bar son del sexo femenino. Ella tiene su cara habitual de mala noche, y sus ojos están tan ansiosos como siempre detrás de los lentes, y se le vuelven aún más ansiosos cuando se queda observando abiertamente el contorno de tus senos, que están bajo ese escotado vestido de falda cortísima, y tú, que te has dedicado a emitir deliciosas guarradas luego de vaciar la sexta jarra de cerveza, cuando tanto sobriedad como pudor ya se habían largado a dormir, callas un instante. El instante se alarga, amenazando con transformarse en un lapso. En este entretanto puedes advertir que a ella le pasan por la cara las ráfagas de antojo que irradian las dos toronjas de carne que balanceas al ritmo del blues que surge de la rockola, y eso te hace sentir orgullosa; en ti surge, incluso en esta realidad cuya textura onírica es de borrachera, un sentimiento de poder. Ella echa la cabeza algo hacia atrás y, dada la mala posición en que está sentada, las micas de sus lentes reflejan la luz, de modo que tú ves un par de discos blancos en lugar de ojos. Al mirar ese rostro desprovisto de globos oculares, constelado de acné, notas que definitivamente sí te atrae. Sabes que eres hetero, pues tu cuerpo te lo ha dicho, pero te gustaría hacer el amor con ella sólo una vez. Ella se mueve y estira el brazo derecho como si buscara algo, hasta que la piel de tu pierna izquierda, al principio reacia, luego cada vez más dócil, se acomoda a la palma de su mano. Y como si el calor de los dedos que te acarician te transmitiera también cierta impaciencia, acercas tus labios y susurras algo en su oído derecho. Ella se queda estupefacta, sí, ella, tan lesbiana y valemadrista, con la frente sudada, pero, estupefacta y todo, le hace señas a un mesero y le pide que traiga la cuenta, bueno, nada más con una mano, como escribiendo en el aire. Tus ojos se quedan clavados en la ventana que da al mar. Ves, gracias a la claridad vespertina, que las olas se acercan a la playa de tres en tres, pues cuando rompe la primera ya la segunda avanza para imitarla y una tercera comienza a formarse. Despacio, moviendo los labios en silencio, articulas el nombre de tu esposo. Tu esposo murió hace tres años en un momento de fatalidad irreparable. Desde chiquillo había sido buen nadador, valiente y aventurado. Como creía que el mar estaba a sus órdenes, dio un grito de alegría una tarde en la playa y entró corriendo a las olas gigantescas. No lo volviste a ver, el mar no lo devolvió nunca. Su ausencia es por ello doble. No tienes el estigma, por terrible que sea, de un cadáver. Tratas de fijar su recuerdo en las últimas fotos de su existencia. Has procurado olvidar la contienda que te enfrentó con tu cuñada. Tu cuñada quería dragar el fondo del mar y explorar toda la costa, escarbar en la arena y perforar la roca, agotar el océano hasta recuperar los restos de su hermano, y tú pediste serenidad, resignación, y la ofendiste al declarar no lo quiero volver a ver quiero recordarlo como era. En consecuencia, se pelearon como perras. Luego no volvieron a hablar del asunto. Ahora el mesero le tiende la cuenta a ella como si la amenazara con una pistola, y tú te llevas las manos a los ojos, necesitas hacerlo porque estás viendo mal, pero no te asustas, después de todo sólo son lágrimas.
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Chúpate ésta… Fernando Abreu
A Charles Bukowski. ¿Piedra, polvo, o cerveza? Así me decía el hijo de la chingada antes de tener sexo. Y después, nada. Nada que me la metía, sólo ahí embrutecido por la piedra, como fantasma, todo idiota, tanto que me rogaba lo acompañase, incluso un par de veces escapando del congal, casi cada noche, a su casa, y lo único era drogarse. En serio manita, te lo digo de verdad. Pero que diferente fue al principio, cuando lo conocí. Yo ya estaba media peda, se me acercó y me dijo que si no quería sentarme y tomarme una chela con él. Le dije que sólo copas, ya sabes, pura pinche caribe cooler rebajada. Luego que me habla bonito, muy respetuoso, con voz deliciosa dijo que le gustaba mi compañía, y que era más chula que las putas flacas que se encueran en la tarima ¿Qué hice después? Pues tu sabrás manita que ya tomada una se pone cachonda, que sí, que no, que te dejas tocar una nalga, te animas, hasta lo besas. Y te vale madre si le apesta la boca. Esa noche terminamos bebiendo tequila, le conté que me gusta fichar pero me encabrona tomar copas. A mí dame caguamas, no chingaderas, le dije. Y que soltamos la carcajada. Entonces se me acercó al oído diciéndome que quería estar conmigo a solas. Le expliqué el rollo, pagó mi salida, Pedro se molestó un poco, no me quería dejar ir, yo creo le dieron celos. Sí, ese mismo, hermano de Polo, antes de tener este congal trabajaron en el Black Gold, allá en Playa Norte. Pues te sigo contando. Me dijo que después de que cantaran podía irme, entonces se juntó con sus hermanos y tocaron cinco canciones. Mi cliente estaba encabronado, pero no me la hizo de a pedos, incluso entonamos juntos una de El Chapo de Sinaloa. Al terminar el grupo, bajó Pedro y se puso de mamón, dijo que si me largaba no iba a darme lo de las fichas. Lo mandé a la verga, y me fui. El tipo pagó un taxi y nos lanzamos a su casa. Era un departamento cerca de la Morelos, en la treinta y cinco.
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No era la gran cosa pero estaba bien. Me invitó a pasar, yo andaba mareadísima, me recosté en un sillón de madera, fue por unas chelas a la cocina y me ofreció un cigarro, entonces que me acaricia la espalda y empieza a morderme una teta. Estás buenísima, susurró. Yo me le restregaba todita, me desabroché la falda, sentí su excitación. Se puso de pie, prendió el estéreo y puso un cede de K-paz de la sierra. Luego se dirige a un buró y saca una bolsita. Pues tenía coca, no te dije. El güey aspira y aspira, entonces voltea a verme y empieza a reír como imbécil. Se acerca. Me tomó de la cintura y nos metimos a su cuarto. Adentro me pide que le haga un teibol, y yo de pendeja, que se lo hago. El cabrón se acomoda en una silla frente a la cama, saca papel aluminio de su camisa, el encendedor, y empieza a fumar piedra. Entonces el hijoeputa se empieza a masturbar mientras me pide que me meta el dedo. No quiero la servilleta, no creas que voy a llorar, es solamente rabia manita, deja que te cuente. Camina hasta mí. Me agarra de los cabellos poniendo su pene junto a mi cara, y luego pide que se la chupe. Se la empiezo a chupar y… Te juro que no lo entiendo, por diosito, y mira que todo era distinto al día siguiente. Me invitó a comer mariscos al Alvaradeño, me platicó de su trabajo en plataforma, muy galante se preocupó de que nos atendieran bien. Después fuimos a caminar al malecón, nos agarramos de la mano, él muy sonriente, y yo, pues muy cariñosa. Comimos un helado, nos sentamos en una orilla viendo el atardecer, los barcos, sintiendo todita la brisa. Fue el mejor día que he tenido. Con decirte que hasta un celular me compró. A eso de las seis me presenté aquí en La Bamba, Polo me dio chance de fichar, aunque Pedro seguía encabronado, el muy puto se paró junto a la barra como esperando que lo saludara, me di la vuelta. A eso de las once que llega mi cliente. Venía acompañado por un güey flaco, moreno, todo jodido; eso sí, con su pinche overol de PEMEX. Me sentó y empezamos a beber.
Al cabo de dos horas paga mi salida y los tres fuimos a su departamento. Entrando entrando, nos hace la pregunta. Rápidamente el flaquito se sienta en la mesa y empieza a meterse polvo por las narices, mientras Andrés. Pues así se llamaba el cabroncito. Bueno, continúo. Me fajaba en la cocina con hartas ganas, yo sentía que mis piernas se caían, y un calorcito bien rico en el vientre me puso completamente loca. Llegamos a su cuarto, me desnudó. Entonces que aparece el flaquito, Andrés lo mira con ojos saltones y le dice: cógetela. ¡Si coño, estoy nerviosa!, ya no me mires así. Escucha. A pesar de la humillación no estaba dispuesta a hacerle caso. Andrés animaba a su amigo, el flaquito quiso tomarme de los hombros y que le sorrajo una cachetada. Empecé a gritarle pendejadas, pero el muy maricón de Andrés me pegó un madrazo que me rompió la boca. Ya iba yo a devolverle el golpe cuando éste saca una navaja y la pone en mi cuello. Me horroricé, dijo que iba a cortarme si no le hacía caso. El otro hijoeputa ya confiado metía las manos en todo mi cuerpo, cerré los ojos y apreté los dientes, lloraba. Ya sé que tienes que atender las mesas, pero pon atención, ya voy a terminar. Andrés de nuevo se sentó, fumó la piedra, y al rato comenzaba a masturbarse. Hervía mi sangre solo de verlo, cuantimás acercó su pene para chupársela, es ahí donde venía lo peor. Ya sé que afuera hay una troca llena de policías y que están hablando con Polo, hazme caso.
Detesto a Andrés y lo que hizo, pero al despertar era otra persona, jugaba conmigo, me hacía reír. Traté de que explicara su comportamiento. Pero nada. Y eso se repetía todas las noches. Hasta ayer. Cálmate, soy puta pero no pendeja, ya sé que la policía viene por mí, pero quiero sepas que lo que hice tiene justificación. Ese pinche Andrés sólo le gustaba ver que me cogieran. Ayer salimos del congal, nos pusimos una buena peda. Como siempre fuimos a su departamento. Adentro tomamos un six. Al ratito su amigo ya estaba encuerado, hizo una línea, la respiró, yo también hice una; que más valía drogarme ya. Nos metimos los tres al cuarto, me arrodillaron para que se los chupara a los dos, luego, el flaquito me llevó a la cama y empieza a besar mis tetas, le pido a Andrés que se acerque, le dije que sabía que todo eso le gustaba, lo comencé a acariciar. La cargaba en la bolsita, no se dio cuenta cuando la saqué. Ya enfrente de mí, ¡zaz! Qué desmadre manita, pegó un grito espantoso, bañado todito en sangre de la cintura para abajo, neta, pues si le tasajié todo el pito. ¡Quítenme las manos de encima cabrones!, sépanse que lo hice por mero gusto, y te juro mana que lo peor no fue que se la chupara sino que el muy puto obligaba a tragarme el semen, pero se jodió, todavía lo vi a los ojos y le dije: a ver, chúpate ésta.
Imagen: “La última cena”. Felipe Gaytán.
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Una peda que recordarse Christian Fajardo
Entre verso y verso / risa de las lágrimas y el salud próximo de las manos tan amigas hace como unos 10 minutos de transparentarse las nalguitas de un posible / Rubén siéntate y dime por qué el cielo es de color azul al oído y las rololonas que te me inventabas en el aire sin ningún versículo punzocortante de los que te miran y todos mostrando a ese niño que llevamos dentro / de cualquier nota corporal hay pedo en que se quede estático no no no estoy loco por completo aún puedo leerme al mundo si tartamudear / las nalgas su boca por del flato a perro muerto: primera orden: 3 tacos de pastor 2 de bistec: con cebollita cilantro salsita de la mera buena y 1 litro de cerveza oscura por favor y al dar el primer putapapilazo en desconfigurar la imagen por la semiósis en el pantalón de los signos entretejiendo la abstracción //// sacar la denotación para establecer el tripeo de sus miradas para poder generar un cuadro con las posibles connotaciones que me pueden volar pirata la manera en que se restablece resuelve todo : un poco pasado en primo y los muros se hacen desiertos de almapenadando / lo que nunca pudo ser y será solo un ilusión del que según tú dejavú que borró y cuenta nueva se vale se vale queda queda la cuestión de nuestra cagada comedia y la ida con la y las idas y venidas porentre / los 9 aros y te conocí la historia de tu hija que se moría en el pasado y de tu carnal el Caín que después de matarte / te volvió a matar en la muerte misma de siempre la roca al corazón y para guerra y fue cuando saqué mis plumas las de los eructos verdes / la historia la escritura que hacía para ponerte en el espacio de los inmortales instantáneos el más alto de una servilleta las veces que tornamos la cabeza para vernos el culo si caído o qué pedo con todos sufriendo la música de clavos en los pies //// los gestos y las pasiones a medida no sé la noche que se tendía sobrentre nosotros acariciándonos las barbas haciéndonos piojito ../..
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Tales of the last boy scout Apocalipsis Yesterday Carlos Camaleón
Después de conocer el centro de la Ciudad de México, y saber de gente que se enfermaba tan sólo de ir a comprar a sus hermosas calles llenas de basura, borrachos, prostitutas regordetas, puestos de quesadillas y puercos en uniformes policíacos, me di cuenta de que en éste mundo todavía existen formas de sobrevivir aunque sea golpeado. Te levantas y la realidad te mienta la madre sin remordimientos, con un dolor de muelas, una cruda, o el simple recibo de luz sobre la mesa llena de botes vacíos de kosacos y cascos de chela agria que alguien no pudo terminar la noche anterior, pero la realidad a su vez, sabe que es una mentada de madre a la existencia. Aún así, mis investigaciones han descubierto que el mundo no está tan mal, pues aún cuando la catedral en reparación parece un gigante deforme por bombazos de la segunda guerra mundial y sale humo (o vapor, quién sabe) de las coladeras, asaltan y violan franceses pensando que son gringos y en el metro zócalo puedes observar fríamente como un par de vagos golpean en la cabeza a una anciana indígena que vende chicles, y se ríen viendo la cabeza blanca abierta por una grieta roja, tenemos lugares como la tienda que abre las 24 horas del día los 365 días del año enfrente del palacio de bellas artes cuyas guamas puedes tomártelas justo ahí, impunemente en la calle, en una banca pública, una puta que parece estudiante del itc o del conalep que se viste como niña, con todo y calcetitas esquivando la mirada y te cobra 200 por tres posiciones y un francés (tarifas de 2001), ofertas en chelas y kosacos, tequila y exposiciones gratuitas en los museos donde puede ir a beber gratis cualquier fulano que no sepa ni qué es performance, todavía hay amaneceres en que puedes despertar soñando con una vieja que vende ropa en una tienda departamental, fumarte un cigarro de desayuno y dormirte con la ropa puesta y bueno, también tacos sino de a varo, si de a uno veinte que alguna vez creí extintos, y me ha llegado el rumor de que todavía los hay en la Doctores, con todo y consomé gratis. Ah, puta madre, somos perdedores, sueños que un wey dejó vaciarse en la repisa de sus olvidos, somos manchas debajo del mantel, polvo bajo la alfombra, somos la cerveza derramada en las tetas de la puta vida que nadie quiso sorber. Mírense al espejo y piensen: valemos nada, menos que nada. ¡Sonrían, hijos de perra!
Por: José Zarzi
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La resaca after party* Manuel Noctis
Para mi carnal el Boske Tomates o no tomates / también preguntan mis suegros y yo nunca les respondo / porque con vino me alegro que chingados les importa / si tomo con mi dinero. KDT’s. “Tomates o no tomates”
Siempre lo mejor de una buena peda, pero de esas pedotas bien tripeadas, es el día siguiente. El after with after party. Cuando te despiertas después de haber dormido tan solo tres o cuatro horas, con la sensación aún entre las piernas porque te cogiste a la morra de la casa, a su prima o a una de sus amigas que andaban ya bien pasoneadas. En ese momento que la cabeza está de puta madre y los ojos que te arden machinzote. Luego te das cuenta que tu camarada con el que llegaste ahí ya no está, que se fue tal vez pa’ no embarrarse en el rollo, porque resulta que el muy cabrón escuchó todo el coge&gritos, ¡Chale! Lo chido es que aún siguen dormidos los demás y aprovechas para huir de ahí, pero antes, recabrón que hasta te das el lujo de dejar bien tendida la cama, o en el otro extremo de los casos, recoger las cobijas del suelo y dejarlas bien dobladitas, o simplemente acomodar los pinches cojines del sillón. Cuando sales de la casa se sacude más el pedo porque resulta que no sabes ni donde jodidos estás, y nuevamente dices ¡Puta madre! Pero eso sí, antes de regresarte a preguntarle a alguien de los que se quedaron que cómo chingaos sales de ahí, te pones tus lentes negros y te sigues caminando sin sentido, esperando encontrar un lugar reconocible o que te oriente a saber donde andas, para eso uno busca siempre en cada esquina, a lo lejos, una calle donde se vea que circulen varios carros. Cuando te empiezas o orientar y vez más o menos cómo está el pedo pues te lanzas a tu cantón, Go home homie! Pero en otras ocasiones uno se sienta en donde no pegue el sol, y ahí te quedas un rato(te) como pendejo, pensando en todo menos en como caerle ya pa’ la casa.
Se sale uno del trance cuando las tripas te tripean y no sólo eso, se deviene con ello una sensación cabrona, la sed maldita, esa que te hizo soñar -lo poco que dormiste- que te bebías las mejores aguas frescas de doña Mary (¿Quién es doña Mary?) y si traes lana ya chingaste, porque vas a la tienda y en vez de comprar precisamente un agua o una bebida rehidratante, agarras una Cocacola de lata bien fría (el mejor remedio para la sed y la cruda, según don Dionisio, un gurú de la peda severa) pero si no traes varo ¡Puta madre! Otra vez. Tan solo traes como siete, ocho varos y todavía hay que agarrar chombi pal chante ¡Verga (con todo y venas)! Pues ya de rato te subes a la combi o al camión el pesebre perfecto para desollar el sueño un ratón- inesperadamente comienzas a sentir que te miran y te observan y lo peor, que hablan entre dientes de ti; pero pues como no habrían de hacerlo, si el pinche tufazo a cerveza, charanda, aguacrazy, cigarro, mota, sexo sin condón, perfume barato, desodorante rancio, sudor y demás madres andan recios a tu alrededor, a veces hasta a miados o vómito hueles cabrón ¿Qué no te da pena? Y todavía sínicamente dices: ¡Ah chinga! Me hubiera puesto Astringosol de perdis. Así transcurre el tour entre la bestiandad puritana que ya se imagina lo peor, y que muy seguramente lo que le dice la señora cuarentona a su viejo es: Mira nomás a los jóvenes de ahora, cómo desperdician su vida, hay dios mío, ampáralos. Eso en el mejor de los casos, porque en el peor dirían:
Mira nomás ese pinche muchacho apestoso viejo, quesque tan jóvenes y ya perdidos en el vicio, de seguro anda drogado el condenado, dios mío. (Aquí ya no te amparan).
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Igual tú no te freekeas tanto por eso, porque como aún andas medio pedo y sayqueado te vale madre, lo culero es que de antemano sabes que ese camión en que vas no es el que te lleva a tu casa, sino el que te deja relativamente más cerca, y todavía hay que caminar un chingo; con la cabeza a reventar, el estómago retorciéndose, bajo el sol de medio día ¡No mames! Pero pues ni pedo –dijo el tapado- y le sigues en el vía crisis. Aunque en algunas otras ocasiones suele suceder que te quedas dormido y su madre, hay que regresarse caminando. En esos momentos piensas que igual lo mejor hubiera sido haberle caído a algún compa y que alivianara con unas tortas ahogadas o ya de perdis con unas de jamón con puro pan Bimbo y mayonesa –bate que bate mayonesa- o en el reputísimo caso de que recibes un mensaje en tu celphone de mierda diciéndote: ¡Qué onda chavos! ¿Por qué se fueron? ¡Acá ahorita vamos a preparar unas carnes azadas! Y tú dices otra vez, pero más recargado: ¡La reputa madre que te parió! ¡No mames! Eso pasa por pendejo. Y bueno, ya estás a unos pasos de tu cuchitril, pero antes de entrar, así como a manera de triunfo porque has llegado, sacas de la bolsa del pantalón el cigarro que te ratiaste antes de salir de aquella casa, pero el culero está roto, le haces al médico y lo recompones o a la vale madre, te lo fumas de a Farito, a pelo. Con toda la sed que te cargas y el vacío en el estómago se siente recabrón después de la tercera fumada y mejor lo tiras, o te lo chingas aunque se sienta culero. Ya para concluir la jornada, te metes a tu chante y lo primero que haces es ir al refri a buscar comida y tomar agua o ir al baño a tirar el miedo. Y meas y comes y tomas agua y prendes la tele o pones música, y ahí estás otra vez, como buey, pensando en infinidad de cosas que cuando dejes de pensarlas se te olvidarán; que si Martita ya compraría su pastilladeldíasiguiente, que dónde andará el cabrón de tu compa, haces cuentas porque no sabes cómo te pudiste haber gastado los quinientos varos en una noche, y por más que le buscas no das con respuestas, entonces te paras y optas por echarte la dormidita. ¡Ah cabrón, espérense, esa no! Sino que una jetita pa’ descansar, aunque tu jefa ya te esté gritando madres, ¡Queliase! Aún así lo mejor de todo esto es que ya estás a punto de caer en el sueño profundo cuando te levanta un mensaje o una llamada para decirte que la peda ya ha comenzado otra vez y que te están esperando en el centro, entonces te das un shower o si no chingue su, como pa’ luego es tarde, nomás te cambias la playera, te desodoranteas y ya estás peinao pa’tras, bien pilas para el segundo round. * Texto incluido en el libro “What is the fucking problem?” (Tortillería Editorial, 2010)
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Tragos de lirio Jorge Arturo Hernández
Palabra que yo clarito vi que eran tres marranos. Ahí estaban, gruñendo y con ganas de atacarme. Por eso tuve que hacerles lo que ya se sabe… Te vieron entrar a Mi Nuevo Amor a las ocho de la noche. Llevabas tu acordeón al frente y un ramo de flores que era para tu mujer; ya se te veía el miedo en la mirada. Te sentaste ante una mesa, junto a la rocola, y comenzaste a observar a quienes estaban alrededor. Ordenaste una cerveza mientras sonaba una canción de José Alfredo. Ella quiso quedarse cuando vio mi tristeza… De un trago bebiste la mitad de la botella, tenías sed y sentías cansancio por el mucho caminar entre las calles del centro, de cantina en cantina, recolectando monedas a cambio de hacer sonar tu potente voz y las notas del viejo acordeón. No había sido tu mejor tarde. Tu esposa y tus hijos te esperaban para cenar. Rosario, tu mujer, había preparado el caldo tlalpeño que tanto te gusta. Antes de salir te lo dijo: –A ver si te apuras, viejo; voy a hacerte tu caldito pa’ que cuando regreses te eches un plato… Le dijiste que sí, que estaba bien. Pensaste que a las nueve estarías de vuelta y le llevarías el dinero a tu Chayito, también compraste las flores porque creíste que le agradarían. No tenías ni la menor idea de lo que se gestaba en tu mente, ni siquiera estaba en tus planes emborracharte como lo hiciste. A las nueve y media llevabas ocho cervezas y el dinero ya no te alcanzaría para más. Por eso pediste permiso para cantar. Pronto hubo peticiones pero antes cantaste la que te gusta: Te escribí
una carta y no me contestaste. / Fui a buscarte: ya cambiaste dirección… “Tres por cincuenta”, le señalaste al hombre gordo de la mesa de junto. Te pagaron e invitaron un par de cervezas. En ese momento se te acercó Roxana, la fichera cuarentona de grandes senos. Te agradaron sus ojos al tenerla cerca. –Qué bonito cantas, hombre… –Gracias –dijiste apenas sin dejar de mirar los ojos. –¿Me puedo sentar? –Sí; pero te advierto que no traigo para pagar tus tragos, el día ha estado muy jodido y no ajusto para comprar otros vicios que no sean los míos. –Hombre, no vengo a “sangrarte”; me dieron ganas de platicar contigo por tu voz, ¿sabes? Te cargas buena voz, mi amigo. Un cliente se puso de pie y caminó hacia la sinfonola. Mientras elegía las canciones no dejaba de ladearse y observabas cada uno de sus movimientos. Parecía que en cualquier momento se iría de espalda. De repente sentiste en los tuyos los labios de Roxana, suaves y fríos por la cerveza.
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Foto: “Briagoberta”. Francisco Enríquez Muñóz
Ahí estaba su mirada a escasos centímetros de la tuya. Te separaste. –Pídete una, pues –diste tu mano a torcer. El Señor de las Sombras sonaba pleno: Siéntate a mi
lado, mi reciente amiga. / Tómate una copa, mientras escuchamos aquella canción… –Es el más grande –hablaste, quedito, como si sostuvieras una conversación contigo mismo–. Nunca va a haber otro como Javier Solís –la espuma de la cerveza comenzaba a hacerte olvidar el coraje por el dinero no obtenido. Te perdiste un rato en los ojos de Roxana, en su agua quieta, al tiempo que ella correspondía a tu encantamiento sin parpadear.
Sus labios mostraron la sonrisa que te dejó temblando de pura rabia por no tener billetes para llevarla a otro lado saliendo de su turno. …Tú no me cono-
ces, ni yo te conozco, / pero este momento quiero ser tu amigo por una ocasión… ¿Te acuerdas?
No sé por qué razón no la invité a seguir la fiesta en otro lugar. Habría sido mejor dormir con ella y volver a casa en la mañanita. Pero uno es pendejo siempre y así se anda todos los años… La cerveza número quince te supo a poco. Por eso alzaste la botella para que te llevaran otra. Un hombre llegó a tu lado y te pidió que cantaras la que le llega, la misma que le recuerda a su “chatita” muerta. Te puso un billete en frente para que la repitieras tres veces. Trigueñita hermosa, linda vas cre-
ciendo, / como los capomos que se encuentran en la flor… Todos lo vieron llorar y empinarse una botella de tequila. Tu voz entonces ya se tambaleaba, se te escurrían las palabras de cuando en cuando y alguna saltaba de tu boca al piso y ahí se quedaba quieta, muerta. Roxana comenzó a sentir el mareo. –Yo nomás te invité una –le recordaste–. ¿Por qué seguiste pidiendo? ¿Tú las vas a pagar? No te dijo nada. Te mostró sus pechos y viste cuatro. Cerraste los ojos y te sacudiste con ganas de ver sólo dos bultos de carne ahí, asomándose. Afirmaste con un movimiento de cabeza. Terminaste la otra cerveza y te quedaste dormido.
Tú dirás que no es cierto, Román, pero verdad de Dios que te hablo con la puritita verdad, mi amigo. Después me despertó el mesero para pedirme que pagara la cuenta. Nomás mis cervezas porque la vieja esa pagó las suyas. Me alcanzó y todavía compré una botellita de mezcal barato. Roxana ya no estaba. Serían las doce, yo creo. Ya nomás quedábamos tres y nos estaban corriendo. Le di un sorbo al chínguere y me quemó las tripas. Ya de ahí no me acuerdo de mucho. Llegaste casi a rastras a tu casa. Rosario estaba despierta todavía, con el Jesús en la boca. Otra vez ibas a llegar borracho. Apenas entraste, ella te quitó el acordeón y te tumbaste sobre una silla y de tu mano cayeron un billete de a cincuenta y los lirios, rotos ya; luego te volviste a dormir. Ya no podías ni con tu alma por la briaguera que te cargabas.
El frío poco a poco fue en aumento. Temblabas. Tu mujer se dio cuenta y te echó encima una cobija para calentarte. Despertaste en seguida y todo estaba oscuro, según tu percepción. Pero no era cierto; el sueño y la borrachera se mezclaron y te hicieron ver otras cosas. En realidad había mucha luz. Fue cuando te levantaste, asustado, ¿te acuerdas? Chayito te quiso abrazar y la aventaste al piso, la pateaste, la azotaste. Quién sabe qué tantas cosas gritaste y el escándalo hizo que tus hijos se despertaran. Corrieron a tu lado pero también los abriste. Rosario lloraba, igual que los niños. Escuchaste sus gruñidos y sentiste miedo, frío, odio… De tu bolsa sacaste una navaja. Los gruñidos de los cerdos no cesaban en tu mente y viste seis pares de colmillos rodear tu cuerpo. Pensaste que te iban a hacer pedazos. Empuñaste la navaja y comenzaste a tirar golpes a diestra y siniestra. La carne blanda, la sangre escurriendo de las entrañas de tu esposa e hijos.
Por Dios que les vi forma de puercos, Román, por ésta que sí… Tus vecinos te vieron salir con dificultad después de que escucharon los gritos de tu familia. Llevabas la ropa manchada de sangre. Estabas perdido, caminaste sólo por caminar entre el lodo de la calle porque no sabías nada en ese momento. La noche te envolvió con sus garras y te marcó la frente. Todavía seguías borracho, mareado, con el miedo bien embarrado en tu cara deforme, salpicada del rojo muerte. Dejaste la puerta abierta y la señora Rutila, junto con su nieta Nancy, sintió curiosidad por ir a ver el motivo de esos gritotes. Tu vecina la más chismosa. Cuando entró estuvo a punto de desmayarse de la impresión, por eso se regresó de inmediato para que la niña no viera los tres cuerpos destrozados en medio de una laguna de sangre y vísceras regadas por todas partes. Llamaron a la policía para informar de los muertos; tú a esa hora estabas tirado a dos cuadras, en una esquina, sobre tus meados. También te vomitaste y quisiste dormir pero no te dejaron los tres uniformados que te levantaron a punta de patadas y toletazos. Esos madrazos te devolvieron algo de la conciencia perdida y entre los tres hombres te condujeron a tu domicilio. Se te hizo raro que las luces estuvieran encendidas y la puerta abierta.
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Adentro gritaste, lloraste, maldijiste, te rasgaste la ropa, aventaste las sillas y mordiste tu lengua. También de ti escurrió algo de sangre. –¿Los reconoces, pendejo? –te preguntó el que seguramente era el comandante–. Bonita fiesta se te va a armar, pinche briago. No entendiste por qué dijo eso y preguntaste quién había matado a tu esposa y a tus hijos. Fue entonces que te diste cuenta de las manchas de sangre en tu vestimenta, en tus manos. Ya no dijiste nada cuando te subieron a la patrulla y el montón de vecinos que se había juntado te miró, con miedo, entre murmullos: “Estaba borracho”… “A lo mejor hasta mariguano, tú”… “Ya se veía que estaba loco”… “Tan buena que era esa mujer con él y con todos”… “¡Ay, Dios”… “Él los mató.”
Por eso me trajeron aquí y dicen que vivo no voy a salir ni aunque le rece a cuanto santo conozca. Ya no tengo ánimo de nada, Román. Dice el doctor que fue una cosa que él llama delirium tremens lo que me hizo ver cerdos. La verdad no sé lo que pasó, pero te juro que yo clarito vi tres marranos que me iban a atacar con unos colmillotes como del tamaño de un cigarro, palabra.
Hipster be bop Juan Beat
No recuerdo cuándo fue la primera vez que estuve junto a un junky, quizá haya sido cuando comencé a beber; y posiblemente, lo que desencadenó haberme dado cuenta que. desde hace tiempo era "algo así" como un hombre-derrotado, fue dormir durante varios meses frente a la puerta de la casa de Idalia, con el bop saliendo de mi walkman a todo volumen, cargando una vieja edición norteamericana de "On the Road"; y mientras, conversaba con ancianos raquíticos, y pensaba en Idalia como una hipster; no tan desarrapada como Esperanza Villanueva (Tristessa), pero sí desecha, convertida en un pedazo anacrónico de alguna parte perdida de mi infancia, tan perdida como Ella Fitzgerald y ese acetato de Kerouac del cual ya no he podido escuchar —Charlie parker looked like buddha—; y a veces, aún con dolores estomacales y tirándome pedos, caminaba al Salón Orizaba, para terminar bebiendo al lado de putas horrorosas y estridentes risotadas de "alegría".
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Canto alarido Jorge Contreras
Con ajúas y ayayays con verdadero dolor aullado canto alarido ranchero con estrías en la garganta untadas de alcohol y fuego restriego mi costra con sal :rotos vidrios de yodo que quisieron ser llanto. Cómo no me va a doler perderte si trencé la horca con mis propios nervios te amarré la reata con abrazo tierno y arden los raspones que tus caricias surcaron y velo tu memoria con un tequila por cada beso. Yo me quedo con el dolor con el duelo soy tu viudo.
Imagen: “Punki Guadalupano”. José Zarzi
Cobardía Indira Figueroa Torres
Desprendiendo la mente del cuerpo Llenando el vacío interior con la botella de ron Escapando de los fantasmas de la soledad A través de cada trago envolviéndome en cada historia Llegando a viajes del subconsciente Sintiendo como el cuerpo se balancea como el agua de mar Involuntariamente salen las palabras incoherentes Pareciendo que fluyen con naturalidad Tratando de huir de la necesidad emocional Intentando olvidar sin éxito alguno Botella tras botella sin ver qué es, Sea cerveza, tequila o vodka Revolviendo no usual pero concurrente Tratando de llenar con cada copa mi vacio Envolviéndome en las telarañas del pasado Corriendo como una cobarde de lo actual Rompiendo la moral que dije tener Cada trago recorriendo mi cuerpo Terminando en mi cabeza con lágrimas mudas en los ojos aventando lo que se me ponga enfrente creyendo que así me sentiré bien, transformando la decepción en lágrimas y furia tratando de olvidar el tigre de nuestro interior orgulloso y sin humildad cegando la realidad queriendo salir corriendo de una habitación siendo esta mi propia conciencia tratando de escapar de la verdad con la ilusión de que todo es un juego, jugando con el destino del que huí con tanta cobardía teniendo al final como resultado dolor y llanto incontrolable decepción objetivo no cumplido sintiendo como la lluvia recorre el cuerpo como el alcohol ingerido tras un llanto ahogado innecesario inconsciente pateando lo que encuentre en frente sin importar que sea buscando nuevas salidas para olvidar tratando de buscar realidades creadas por mí fantasías absurdas de cobardía hundiéndome en el licor de la soledad huyendo de mi realidad tal y como una cobarde sin valor.
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Chorrito de frescura María Elena Solórzano
Imagen: “La guitarra”. Mauricio Vega V.
La sed abrasadora de todos los desiertos la quemaba, tenía que salir a buscar la frescura de un oasis. La feminidad de Tere naufragaba con los vapores del licor, el brillo de sus pupilas se convertía en la mirada de un bovino moribundo, el guiño coqueto en una mueca; las enaguas ya no se movían con donaire sino con torpeza y descuido, la cara un borrón, un alma soñadora se diluía entre las natas del pulque o la cerveza. ¿Era mejor el mundo que ella se construía entre los tornillos de neutle y el aserrín del piso de la pulcata? Así es la vida, no sabemos cuándo ni por qué algo soterrado sale a la luz y nos atormenta; entonces caemos, caemos. Su enfermedad empeoró. Llegó a dormir sobre las banquetas, los muchachos se acercaban y le hacían cosquillas en la nariz con una ramita y los más atrevidos levantaban su falda para verle las piernas.
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Más tarde padeció el tormento del “delirium tremens”. Unas veces sentía como cientos de tarántulas araban su piel, en un intento por quitarlas de encima se arañaba. Otras ocasiones era una enorme víbora que la apretaba en un abrazo sofocante, estrellaba su cuerpo contra la pared tratando de matar al animal. Veía rostros, escuchaba voces y si dormía era presa de pesadillas. Como esculpida en cera, recostada en su antigua cama de latón, una hermosa colcha tejida con ganchillo la cubre parcialmente. Las mujeres de la casa lavan su cuerpo con una toalla impregnada de agua jabonosa, la secan, la perfuman. Le ponen pantaletas, sostén con adornos de encaje, medias de seda, el traje que ella guardaba para estrenarlo en una ocasión especial y le calzan zapatos blancos de tacones altos. Peinan sus ondulados cabellos, la maquillan con sumo cuidado como si fuera a una fiesta. Cruzan sus brazos y dejan entre sus manos un crucifijo. Los vecinos retiran cubetas y tendederos, lavan las baldosas con detergente de olor, en medio del patio se coloca la caja con un cirio en cada esquina y la rodean con gladiolas blancas. Debajo del ataúd dibujan una cruz de cal y colocan una olla con vinagre para que el cáncer que todo cadáver tiene no se les pase a los vivos. Sacan las sillas que tienen disponibles para la gente que va llegando. Las señoras amigas de la difunta preparan café de olla con canela. Los hombres llevan aguardiente, cervezas y cigarros pues la noche es larga. Al caer la última paletada de tierra, toda la gente empieza a aplaudir. ¡Adiós Tere, hasta pronto! En el patio de la vecindad se reúnen todos los vecinos para recordarla y rezar los nueve días por la salvación de su alma. Al final se sirve café de olla con “piquete” y para los niños un exquisito pan de dulce: gendarme, chilindrina o polvorón. Clemencia pone en el nicho de la entrada un vaso con agua bendita y a los lados del zaguán un ramo de flores blancas para atajar a los demonios. Ahí, dentro de su cajón forrado de seda gris, durmiendo la última “mona” está doña Tere. Los rosarios se susurran uno tras otro: Padre nuestro… sin pecado concebida… puerta del cielo… perdónala Señor… descanse en paz. A las siete de la noche llega a hacer guardia ante el ataúd un teporochito con una banda de música.
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-Adiós Tere, a ti te gustaba tomar, como a mí me gusta, pero eras buena y te encantaba la música, por eso te la traje por última vez. Órale muchachos, toquen, toquen: “Morir por tu amor” y “Viva mi desgracia”. Un violín desafinado, un acordeón y dos guitarras colmaron el aire con sus notas. El hombre, mientras el grupo tocaba, permaneció de pie junto a uno de los cirios y gruesas lágrimas resbalaron por sus mejillas. En verdad deseo que cuando yo muera alguien vierta unas lágrimas tan sinceras como esas. En la calle los hombres narran cuentos colorados y toman café negro con licor, a eso de las tres de la mañana, los “machitos” lloran a lágrima viva, igual que las mujeres, el alcohol termina por ponerlos sentimentales. A las once parte el cortejo, todo el barrio la acompaña a su última morada, al llegar la carroza fúnebre bajan la caja que es cargada por su esposo y sus hermanos. La fosa parece un abismo donde se perderá para siempre. Mientras desciende un trío entona algunos boleros, las lágrimas se entremezclan con las melodías:…“sin ti no podré vivir jamás!/ y pensar que nunca más/ estarás junto a mí.” Las guitarras también lloran. Todo mundo dice: “Era muy simpática ¡Lástima!”
Foto: Francisco Enríquez Muñóz
Un trago entre la vida y la muerte Obed González
¡Qué no se escape ese hijo de la chingada! ¡Qué no se escape cabrones! ¡Hay qué darle en toda la madre! ¡Vas a sentir la verga! ¡Ya te cargó la chingada cabrón! Veloces zapatos raspan el suelo y rozan el aire caliente, levantan tormentas en charcos, sumen en la tierra los pensamientos de José, pisan sus talones. La sangre como perra rabiosa transita vertiginosa por todas sus arterias. Los hombres tras de él, navajas, tubos y palos tras su sombra y el recuerdo sobre su angustia: Sobre las banquetas los rotos Converse negros temerosos pisan manchas de grasa; botellas de plástico, viejos carteles y colillas de cigarro. Se detienen en una esquina donde el vapor de la reciente orina de un perro sube hasta las fosas nasales de José “Malamadre”. Su garganta se mueve como culebra, el líquido de la pequeña garrafa que sostiene su mano izquierda hierve en su interior en espera de aplacar su ansiedad. Los camiones transitan, engordan la avenida, el negro humo de sus escapes forman remolinos bajo las llantas, levantan polvo, papeles, historias. Su temblorosa cabeza se mueve hacia los lados con rapidez nerviosa; su frente comienza a brillar, un hilo de sudor empieza a correr hasta convertirse en una gota que columpia en la punta de su nariz. Vuelve a beber, cierra los ojos, le viene al pensamiento la primera vez que vio a aquella hermosa y misteriosa mujer en una revista de bellezas mitológicas. Recordó cuando la tomó entre la podredumbre de aquel contenedor de basura a orillas de la ciudad, la gran impresión que causó en él, una sensación y un deseo jamás experimentado. Los momentos, los días, los meses, los años que el alcohol dominó su vida, si nunca hizo daño a alguien, tampoco hizo bien a nadie. Su mente se volcó a aquella vez en la oscuridad de la madrugada, en lo recóndito de la ebriedad y el sueño cuando la hermosa aparición le brindó sus senos desnudos, sus húmedos labios, el calor de su cuerpo y sus tersos y amorosos brazos. Los momentos eternos, llenos de amor, de consuelo, de desesperación reprimida. A él, que nada le había ofrecido la vida.
Recordó la promesa hecha a las palabras de aquella diosa quien prometió que para estar con ella toda la eternidad sólo tenía que tributarle un diminuto deseo, algo que era muy poco pero de suma importancia para su amada: Reconquistar la fe, que como él, antes le habían tenido. Le demandó una prenda, una falda, una nagua hecha con brazos humanos, una pollera cocida con extremidades de mujeres puras. Tenía que cumplir aquella promesa, no podía dejar evaporar la posibilidad de ser feliz, la única en su estacionaria y gris vida. Sabía lo que acarrearía cumplir una promesa de esa magnitud. Lo pensó pero no quería encontrarle el lado oscuro. Haber encontrado el amor lo justificaba todo. En sus oídos le taladraban los gritos, golpes y lloros de las casi niñas que sacrificó en pago a su promesa de amor: Bajo sus párpados vio las manos en el cuello, sus manos ensangrentadas entre las piernas de sus elegidas, sangre que constataba la pureza. Los cuerpos desmembrados; los murmullos, las pláticas, los rumores, los chismes y las amenazas de linchamiento. Recordó cuando después de hilar ocho brazos, su amada le pidió adornarla con dos serpientes en los extremos: la medallita que guardó de una de las sacrificadas y que entregó como pago de las dos serpientes, la cara de la vendedora de chueco, cuando lo reconoció, su grito, los furiosos hombres tras de él, el hombre que mató en su huida, la noche arrinconado bajo el puente, los relámpagos y la lluvia afuera, la mirada del amigo que lo ayudó, las húmedas ratas correr entre sus piernas, los perros que iracundos le ladraron cuando intentó orinar, el oscuro amanecer, el violento temblor en su cuerpo y la ansiedad que lo obligaron a salir en búsqueda de alcohol.
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Unos gritos lo hacen saltar, abrir los ojos, la garrafa cae de la mano, rebota en el suelo. Los Converse levantan lodo, resbalan, tropiezan, se voltean. ¡Qué no se escape ese hijo de la chingada! ¡Qué no se escape cabrones! ¡Hay que darle en toda la madre! ¡Vas a sentir la verga! ¡Ya te cargó la chingada cabrón! José “malamadre” cae, un mundo de zapatos impactan su cuerpo, las navajas se hunden en su carne, salen y entran, los palos se astillan en su cabeza, medianos trozos de piel escapan de su cuerpo, sus párpados se inflaman, no puede abrirlos, por una estrecha herida en uno de ellos logra ver, una ola de tiernos y escamosos brazos que lo esperan.
Delirio Rogelio Dueñas
Bajarán del cielo cuatro jinetes, un Dios juzgará a todos los pecadores y yo estaré borracho. Alegremente saldré a las calle a pasear con una puta tan embriagada como yo en alcohol y en tristeza. Caerán gobiernos e instituciones, volverás para pedirme un ultimo beso en una oscuridad funeraria. Ya en la ciudad casi extinta, seguiré bebiendo tranquilo bajo un roble leyendo a Girondo ó a Bakunin. Empapado en cerveza romperé burlonamente escaparates, le haré el amor a un maniquí. Me bañaré en mezcal dándole de beber a las ratas el vino de consagrar, haciendo una gran peda en medio del Apocalipsis. Pero tú permanece tranquila, amor que aquí está tu quijotesco alcohólico, tu centinela, desnúdate y embriágate
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Sin huevos para clavarse un cuchillo en el corazón Manuel Felipe
Mis compañeros resultaron ser de lo más locos, uno de ellos era un tipo de veinticinco años, con dos hijos, los cuales viven con la que fue su mujer, ellos no saben nada de él y él no quiere que sepan, poco interesado está en volver a verlos, hace tres años que no lo hace. Ahora vive con otra mujer, rentan un cuartucho y cuando están juntos sólo se dedican a tomar cervezas y fornicar, están dispuestos a dar la vida por sus excesos. En una ocasión me invitó a donde vive, el lugar era de lo más decadente y rastrero, Sandra, su mujer, no dejó de hablarme de cómo había conocido a Salvador, de cómo la había engatuzado para que dejara a sus padres y vivieran juntos. Para ella, Salvador era un hijodesuputísimamadre pero que lo amaba más que a ella misma, aunque menos que todo el alcohol habido y por haber. Ella quiere acabarse todo el alcohol del mundo. Lo mejor de Salvador –dice ella– es que raja parejo conmigo, nunca se acobarda y siempre termina hasta la madre igual que yo. Salvador la miraba de reojo mientras se empinaba una caguama. Y no sólo eso, -siguió contando con hipos constantes- también es un ardiente en la cama, aunque últimamente, de tan borrachos que estamos, ya casi no cogemos. Tomé un rato con ellos y antes de irme, Chava me pidió para una caguama, le di veinte pesos. Al día siguiente lo corrieron de la farmacia, era la quinta vez que llegaba tarde y además se le notaba lo borracho, me pidió lo fuera a ver a su casa cuando saliera.
Sandra no estaba, él continuaba embriagándose, me ofreció de su caguama. No acepté. –No mames, éntrale, chupa conmigo, –le sonreí, la verdad tenía más ganas de irme que de estar con él. Permaneció un rato callado, entonces le dije que ya me iba. –Espérate, no te vayas aún, –la forma en que lo dijo me pareció enigmática, sentí que me diría la razón por la cual Sandra no estaba. Fue hacia la cocina o al menos a lo que se podría llamar una cocina, y regresó con un cuchillo. –Vamos, clávamelo en el corazón, yo no tengo los huevos para hacerlo, –lo miré más con desidia que sorprendido. –¿Y qué te hace pensar que yo si tendré lo huevos para hacerlo? .
Dibujo: “Perro borracho”. José Zarzi
–me quedó viendo con ojos saltones –Lo supe desde que entraste a la farmacia, supe que tú podrías ayudarme, por eso te pedí que vinieras hoy, aprovechando que Sandra no está. –Por cierto, ¿dónde anda ella? –al preguntarle esto su expresión fue la de un hombre asustado pero que después se da cuenta que no hay de que preocuparse. –No sé, desde anoche salió, se supone que iba a conseguir dinero para comprar unas caguamas pero no ha regresado, seguro fue a ver a su hermana. –¿Y no te preocupa que no llegue?
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Imagen: “El Mariachi”. Mauricio Vega V.
–Me preocupa que llegue con las manos vacías, por eso mejor clávame este cuchillo en el corazón. –No lo haré, no tengo los huevos que piensas, –en ese momento me dirigí hacia la puerta y caminé hasta mi casa. Antes que saliera de la farmacia, Salvador llegó a verme, portaba la misma ropa que el día anterior y tenía el aliento más hediondo que he sentido en toda mi vida, se notaba que no había dejado de tomar. Hice un esfuerzo loable para que se fuera, prometiéndole que lo iría a ver a su casa en cuanto saliera. Pedro tiene 23 años, no tiene vicios, pero le gusta joder a las personas. Es una de las personas más entrometidas que he conocido, Salvador y él se llevaban bien, a secas, lo cual quiere decir que después del trabajo cada quien su patín o su onda o su vida (como mejor entiendan). Me comentó su deseo por conocer donde vivía Salvador, le dije que me acompañara al salir, pero que no lo molestara con sus cosas. Consintió. Lo encontramos tirado en el piso de su casa, el cual, como era de esperar, se encontraba sucio y pegajoso, con botellas y vasos regados, alguno de estos con cucarachas adentro. –No mames pinche Chava –gritó Pedro–, como verga puedes vivir en este cochinero. Volteé a verlo con cierta molestia. –No te claves, ni siquiera se da cuenta de que estoy aquí, que no ves que está hasta la madre. Pedro tenía razón, Salvador estaba hasta la madre. Lo arrastré hasta la cama y sólo alcanzó a decirme que no tenía los huevos para clavarse el cuchillo. Me pidió otra vez se lo enterrara en el corazón. –Duerme un rato, –le dije. –No puedo cabrón, Sandra no ha llegado, –comentó con aflicción, de pronto comenzó a llorar. –Cálmate wey, ya llegará. –No va llegar puta madre, yo sé que no va a llegar. Pedro husmeaba por el cuartucho y cada que encontraba algo asqueroso gritaba estupideces. Varias veces le tuve que decir que se callara. Salvador seguía repitiendo que Sandra no llegaría y no tardé en darme cuenta que estaba delirando. “Palaverga”, grito el cabrón de Pedro, “Ven a ver esta madre”. Me dirigí hacia al patio, por la expresión de Pedro, supe que se trataba de algo repugnante. Volteé hacia donde él miraba, permanecí turbado un buen rato, al reaccionar, Salvador ya había dejado su delirio, nunca más lo volvería a hacer. Pedro se acercó, con un trapo había tomado varios trozos de Sandra. –¿Armamos el rompecabezas?
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Vasos comunicantes Manolo Espinosa
Cómo podemos relacionar la intencionalidad encontrada en el trabajo fotográfico de distintos artistas, con afinidades notablemente marcadas, pero que han vivido en épocas y contextos totalmente diferentes. Iniciemos imaginado la vida en México durante la década de los 20s, es en esta época cuando la obra de Juan Crisóstomo Méndez (Puebla, 1885-1962) emerge. Fotógrafo mexicano muy poco conocido, poseedor de una capacidad imaginativa que le ha permitido trascender hasta nuestros días. Un sentimiento de incomodidad enmarca su trabajo, reflejo fehaciente de la oscuridad íntima del ser, materializada generalmente concupiscente y mórbida, emoción acallada (inútilmente) mediante el endurecimiento de las posturas sociales, pero que irrumpe de forma cíclica como una especie de válvula de escape. Es dentro de uno de estos ciclos donde aparecen Irina Ionesco (Rumanía, 1935) y Joel Peter Witkin (Brooklyn, Nueva York, 1939), fotógrafos iconoclastas, emparentados implícitamente con Crisóstomo Méndez, como se percibe, pertenecen a entornos distintos, sin embargo los une el hilo invisible de lo sórdido, que en el caso de Irina, la condujo a elevar a su propia hija Eva al grado de ídolo sexual a una edad muy temprana, con las consecuencias previsibles, escándalos internacionales y censura que siguen escandalizando a muchos, pero fascinado a muchos otros, tal es el caso de la sociedad japonesa, donde se le rinde una especie de culto exacerbado, sacrílego y fetichista.
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Joel Peter Witkin representa un intento transgresor, enfocado hacia una sociedad perfeccionista como la norteamericana, mostrándonos la belleza de lo efímero, la corrupción corpórea como elemento visual central, con el cual fustiga a las buenas conciencias, intoxicadas de un puritanismo hipócrita, una doble moral que niega lo que Witkin plasma bajo el velo protector del arte, algo que no pudieron lograr algunos de sus antecesores, como Mapplethorpe o Sturges (por cierto, considerados en la actualidad como maestros de la fotografía, satanizados y censurados en su tiempo).
Existe la posibilidad de que otro fotógrafo comparta condiciones similares a las de Crisóstomo Méndez, además de que vivieron la misma etapa histórica, en distintos países: John Ernest Joseph Bellocq (1873 1949) vivió en Nueva Orleans, donde tuvo la oportunidad de trabajar como fotógrafo profesional en buques y maquinaria para empresas locales, el lado oculto de su historia fue desarrollado de forma alterna, cuando plasmó parte importante de la vida erótica norteamericana de la primera mitad de la década de 1920. Las fotografías de Storyville fueron publicadas después de su muerte, en 1971 y 1996, convirtiéndose de inmediato en objetos de deseo. Se creía que todos sus negativos habían sido destruidos, sin embargo, esta serie de negativos en cristal fue hallada escondida dentro de un sofá. La legalización de la prostitución dentro del Distrito Rojo en Nueva Orleans permitió a este fotógrafo captar la transgresora inocencia de una época olvidada, impregnada de una especie de nostalgia primigenia, que las imágenes de estos artistas cristalizan de forma imperecedera.
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Rafa Flores:
Entre los ligamentos del sueño y el deseo Alejandro Delgado
Mirando algunas fotografías de Meter Biziou, las pinturas de Rafael Flores llegaron a mi memoria como mensajes de recados que algunos enamorados olvidados abandonan por ahí. Y es que existe una tradición del desnudo mexicano difícil de localizar, en medio de un mundo poblado de cuerpos anunciándose al lado de automóviles, perfumes y demás productos de lavandería cerebral. Pero el Tótem y los Tabús siguen ahí tras millones de hojaldras que se publican pretendiendo el desnudo como novedad, siendo que el desnudo original fue históricamente más arropado por los pudores religiosos que por textiles de verdad. Dicen, sin embargo, que el ropaje sustituyó al pelambre simio en un intercambio evolutivo que todavía intenta defensa y protección de las inclemencias medio ambientales. No por ello nos seguimos cobijando intentando desvanecer nuestra desnudes. Entre todo esto hay muchas variantes de cómo asumir e intentar perpetuar el gesto y las expresiones del cuerpo, desde los arcanos dibujos lineales rupestres hasta los más sofistas imagos digitalizados, la cinematografía y el video. Algún renacentista, amante de lo ajeno (el modelo desnudo ajenos es), recomendara a sus discípulos que no era posible pintar el desnudo en su realidad sin antes desnudar el alma del que pretende pintarlo. Da Vinci, ofreció magistralmente otra forma de desnudes ahondando en el contenido psicológico del cuerpo de la modelo, pronto sus contemporáneos aprendieron la lección explorando las posibles posiciones del cuerpo, emulando sus movimientos. Desde entonces hasta la contemporaneidad la realización de desnudos por medios pictóricos o de mecánicas visuales se ha convertido en un campo de degustación por excelencia, donde las escuelas y tendencias no han podido anclar sus deducciones, siempre tendientes a perpetuar establecimientos (que Francis Bacon, prácticamente descarna y derrama en sus cuerpos vestidos de una ambigua e intransigente desnudes).
Pintura: Rafael Flores
De la Croix lamentaba y preveía la futura prevalencia de la fotografía en el oficio del retrato y el desnudo, que más tarde Man Ray desmitificó en sus fotografías pictogramas, que marcaron el inicio del pictorisismo fotográfico. El medio cobra importancia cuando no se le confiere un valor como fin.
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Edward Muybridge somete el desnudo al análisis de la decomposición del movimiento (de hecho sus estudios fotográficos seriales constituyeron conceptualmente la más tarde inventada cinematografía), y es a partir del estudio de la gradualidad del movimiento del cuerpo cuando el desnudo cobra su factura en la permanencia: el desnudo pictórico se erige en el Tótem Tabú del dominio y habilidad técnico psicológico que se construye en muchas sesiones de tiempo pero cuya eternización se capta en solo instante. Los fotógrafos aprendieron de los pintores que el medio debía tomar el necesario tiempo para realmente desnudar un cuerpo. Contrario a Meter Biziou, quien irrumpe las sinuosidades del desnudo con objetos, cuya forma y color contrastan con la forma y la piel del los cuerpos, Rafael Flores integra las piedras y los caracoles al desnudo a manera de planetas o satélites que lo orbitan. En cierta forma Rafa se transmigra en un Rabelais pintando, lo que pueden parecer motivos decorantes, exabruptos romances que se distinguen por adicionarse al cuerpo para enaltecer su desnudes. El dominio de la forma anatómica se hace esencial entonces, no deja lugar a la duda cutánea ni subcutánea, el desnudo en la técnica de Rafa es el Séptimo Sello del deseo ilusorio, que es, o el portón de acceso al deseo real o un testimonio del sueño del deseo. Pero todo buen arte tiene su contradictoria cualidad, puede ser a la vez visión de la posibilidad o decidirse en decoración. Finalmente es el observador quien confiere o determina la finalidad de lo que observa, lo que me hace entender menos la obstinación de los “teóricos” por convencernos de una “naturaleza” semiótica predeterminada, ni siquiera por el autor, sino por una supuesta “reflexión crítica” de la obra, que en verdad siempre está escapando a asideros de toda clase. El desnudo sigue siendo una praxis inasible, como la fantasía, la ilusión y el sueño. El fotógrafo de Adrian Lyne Meter Biziou, Nueve y Media Semanas), remarca el desnudo de la Bassinger con la inclusión de yemas y claras de huevos, que asocian la piel con la densidad, plasticidad y elasticidad del nonato aviar.
La calidad viscosa de los elementos introduce una novedad de movilidad que se antoja extraña al cuadro, la melambrea es también un reto de la imaginación ante la rigidez o flacidez cutánea del desnudo, pero también un elemento de ligamento suavizador del contexto visual. Sensualidad gastronomista, diría alguno. La mirada juega entre situarse asiéndose al desnudo o al pelambre, sitúa al deseo en la indecisión y la entrega, como entre el sueño y el despertar. Francis Bacon, deforma los cuerpos como si estuvieran cambiándose entre estado sólido y viscoso, cuerpos que bien pudieran estar siendo embarrados en el contexto del hábitat o éste escurriendo ansias y desesperación al cuerpo. Rafael deposita los elementos ajenos al deseante cuerpo, al deseo que parece inmóvil pero inmerso en su propia angustia de placer. Tal vez la afrenta de Rafa es una oculta pulsión táctil, un deseo irrefrenable de la caricia por encima de la posesión, lo impostergable del tacto ante la relatividad de la penetración. Cosa, asunto de asociaciones, soñando la lógica de lo que es humo fuego fue. Los desnudos en los cuadros de Rafael Flores son de artesanía pura con incrustaciones que provienen de los huertos vivos, de las arenas caprichosas del tiempo, de los sonidos elípticos de las conchas y de los caracoles donde el tiempo siempre encuentra su propia perdición. Más que menos, eso son, los desnudos meta somáticos del Rafa Flores, recados para la imaginación y el tacto del observador hundido en sus sueños por enamorar, atado a sus recuerdos por seducir.
Pintura: Rafael Flores
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Manifiesto para una nueva literatura independiente Pablo Paniagua Estoy convencido de que la literatura vive en un estado de permanente emergencia. La industria editorial, casi en su conjunto, dejó de apoyar a los autores noveles que enfrentan su trabajo con honestidad, para promover un tipo de producto pseudoliterario que rebaja la percepción general de lo que antes se entendía como literatura. Ahora, por ejemplo, David Trías, editor de Plaza & Janés (del grupo Random House Mondadori), proclama con descaro la conveniencia de la novela como producto consumible, mientras que el “mundillo literario” aplaude la concesión del Premio Cervantes a un escritor, como Juan Marsé, que plaga sus novelas con adverbios terminados en “mente” y cuya obra supone el estancamiento de un género que sigue los cánones del siglo XIX. Y es que la banalidad y la simulación de la Civilización Supermoderna lo empapa todo, hasta el punto de equiparar el éxito de ventas con la calidad. Hoy las historias de contenidos superficiales, bajo una deficiente forma y sin fondo, son las que reinan en el panorama literario, mientras asistimos a la derrota de la Gran Literatura. Da la sensación de que una parte de los involucrados en el proceso editorial (escritores, agentes literarios, editores, críticos y periodistas), están planeando y ejecutando la muerte de la literatura, su asesinato, mientras los lectores, alienados por la simulación, aplauden como si estuvieran viendo tal acto sentados frente a un televisor. Es la “cultura del entretenimiento” la que se superpone a la “cultura del pensamiento”, donde enanos mentales, como Francis Fukuyama, tan festejado por los medios de comunicación de masas, son los grandes pensadores de la Época Supermoderna. Pero dicha civilización parece que naufraga, en la propia crisis generada por la ausencia de valores espirituales, cuando el Becerro de Oro que todos idolatran se desquebraja como el mismo modelo económico en el que se sustenta.
Y aquí la historia bíblica toma la forma de la parábola para repetirse en los tiempos de hoy, con un dios supletorio que nos conduce hacia la distopía. Ésta es nuestra civilización fracasada, la Humanidad ante el callejón sin salida, donde el ídolo monetario refulge con el fuego de la avaricia y la especulación, y donde la literatura, como un apéndice corrupto, rebaja su esencia para ir a la búsqueda exclusiva del logro económico, y así mostrar su rostro más siniestro. Ante lo arriba expuesto, hago de mi palabra un grito para promover una nueva “literatura independiente” que ha de enfrentar, criticar y señalar, los males de la Época Supermoderna y su banalidad, para así alejarse de la inercia que supone la muerte de la literatura. Como escritores tenemos que recuperar, con esfuerzo y dedicación, los espacios que nos están robando, encontrar nuevas estrategias para la supervivencia y no desistir en mostrar muestro trabajo al mundo. Para ello, hay que crear editoriales independientes (las nuevas tecnologías de impresión propician dicha vía, cuando negocios como “Lulu.com” o “Bubok.com” son salidas demasiado fáciles y, por tanto, bajo el influjo de la mediocridad), autogestionar nuestra obra, formar colectivos y grupos que dejen de mirar hacia el fondo del callejón sin salida, y así hacer que nuestra voz permanezca y sea escuchada; es indispensable suscitar la ruptura, crear el espíritu crítico que nos distinga frente a los narradores de lo banal, y recuperar la palabra: porque el paso del tiempo siempre hace justicia a los que no la traicionaron.
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Ahora que el negocio editorial se está transformando, gracias a las nuevas tecnologías de impresión, más la venta y promoción de contenidos literarios a través de Internet, podemos ir de manera resuelta al encuentro de los lectores. Es necesario, en consecuencia, establecer los procesos de divulgación y promoción que nos permitan evadir el anonimato, y presentarnos como una alternativa literaria independiente. Cualquier iniciativa es mejor que quedarse con los brazos cruzados, pues podemos vender nuestro trabajo, además de por Internet, en las calles, plazas, librerías, centros culturales, cafés y bares de nuestra ciudad (así como lo hacía, por ejemplo, Georges Bataille con sus ediciones caseras en la noche parisina). Es posible, les aseguro, vivir de la literatura sin rendirse a la superficialidad, sin tener que abandonar nuestros principios de honestidad literaria ni claudicar ante los equiparan el libro, como producto, a una hamburguesa de McDonalds´s o una lata de Coca-Cola. Siempre es duro nadar a contracorriente, ser marcado y mirado con recelo por los traidores de la palabra, pero incluso así merece la pena continuar. Es el simple acto de esta rebeldía el que nos diferencia, el motor de la ilusión que pretenden pisotear, cuando el camino embrozado al que nos arrojaron se convierte en el estímulo para avanzar hacia el futuro. Hoy, sin duda alguna, es la hora de luchar por este gran sueño. Imágenes tomadas de: www.literaturaindie.mex.tl
Un escritor independiente Mauricio Bares Desde hace unos años vienen en aumento los encuentros de escritores independientes en el país. Uno de ellos, de hecho, se celebra en Morelia. Pero pensar en escritores independientes implica pensar, primero, que existen escritores dependientes. ¿Dependientes de qué? Eso es lo que debemos ir indagando. Cuando menos desde Shakespeare y Cervantes, la literatura más importante ha sido mordaz con las sociedades donde surge. Y parte de su vigencia se debe a que las sociedades, en el fondo, no han cambiando mucho desde entonces. México no es ninguna excepción sino un magnífico ejemplo. Como legado prehispánico y colonial, aún tenemos una sociedad ceñidamente piramidal, jerárquica, impositiva; una estructura que se mueve utilizando mecanismos señoriales, hereditarios, y mediante esas extensiones familiares –tan mexicanas– como son el compadrazgo y el amiguismo.
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Así funcionan la política, las finanzas, las familias. Así se maneja la educación, la televisión, el deporte. Y también se mueve así la cultura. Las posturas seudo críticas y las actitudes lánguidas de los “artistas” no deben engañarnos, porque también somos un país de apariencias, sólo que quizá hemos llegado a un punto histórico en que las apariencias ya no son suficientes. Es indudable que en México existen buenos autores, libros, editores, funcionarios, promotores culturales. Incluso suman un buen número. Pero a la hora de los porcentajes y las proporciones, resulta que son pocos. Que el medio editorial y literario está plagado de mediocres, incapaces, frustrados y resentidos. Gente que anheló una carrera como escritores y se quemó las pestañas estudiando Letras y Literatura Hispánicas o Inglesas o Francesas, para darse cuenta que la carrera nunca abarca la creación ni el ejercicio. Aspirantes a escritores que tras muchos años de estudio, terminaron prácticamente igual que cuando empezaron la carrera.
Y para ese momento, cuando ya hay que pagar el sustento y quizá hasta mantener a un hijo, entienden que sus posibilidades están más cargadas hacia las relaciones públicas que hacia la creación de obra. Pero incluso allí todo puede estar bien y resultar funcional; son momentos por los que todos podemos pasar y aceptar. El problema comienza cuando la frustración y el resentimiento se convierten en una deuda que los demás debemos pagar. Porque dentro de esta estructura de amigos y compadres, resulta que todos son los mismos: editores, jurados, dictaminadores, funcionarios, etcétera. Los compromisos se convierten en lo más importante. En un país dominado por las apariencias, en un medio dominado por las apariencias, es obvio que se privilegie a las obras que son hijas de las apariencias. Cualquier obra que tenga una propuesta nueva, crítica, mordaz, quedará relegada de la estructura. Lo bueno comienza cuando el autor decide que la obra merece publicarse. Y más aún cuando le surgen lectores. Desde mi punto de vista, cada proyecto independiente que logra cierto arrastre, significa un fracaso para el medio editorial y literario. Porque el oficio de escritor ya implica una connotación heroica, sobre todo en un país donde la gente no lee. Si además un escritor –o un grupo de escritores– utiliza otra parte de su tiempo en generar dinero para la producción de libros o revistas, así como para su venta y distribución, estamos hablando de gente que no está en esto por glamour o por hobbie. Y significa que se trata de gente que ya intentó publicar por los medios “disponibles” y no logró nada. Repito: cada proyecto independiente con arrastre, significa un fracaso para el medio editorial y literario. Y, lamentablemente por un lado, afortunadamente por otro, cada vez son más.
Un margen en alerta:
40 Barcos de guerra
© Acamonchi. Dot stencils series 2005.
Hiram Barrios
40 Barcos de guerra. Antología de poesía y sus editoriales, exordio de Enrique González Rojo-Artur, presentación de Adriano Rémora, Edición Independiente, 2009. Hay muchos poetas, hombres y mujeres, por descubrir o redescubrir, sobre todo en provincia ENRIQUE GONZÁLEZ ROJO-ARTHUR
I La creación de antologías ha sido una práctica consecuente en el ambiente literario de las últimas décadas. Bajo distintos criterios de selección, extrapoéticos en su mayoría, se han presentado compilaciones de todo tipo: generales, regionales, temáticas y, sobre todo, generacionales. Infortunadamente, se percibe en casi todas el vicio que alienta su proliferación: la promoción grupal. Los ejemplos al respecto sobran: “anti-logías” que “van dando nombre”, o, mejor dicho, currículum a la luz del amiguismo, o bien el cinismo “antojo-lógico” de los que se compendian porque, sin mayor trámite, “se quieren tanto”. La polémica que despierta la publicación de una nueva antología —apenas superada por la que generan los premios literarios, como el Aguascalientes o el Gilberto Owen—, se debe en gran medida a falta de un método congruente de selección que, casi siempre, apuntala más a las inquietudes del antologador que a la esencia misma del material tratado. En este espectáculo “perverso” que construye prestigio de forma artificial, no siempre es fácil apreciar una propuesta legítima.
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40 Barcos de guerra. Antología de poesía y sus editoriales (Edición Independiente, 2009) difiere significativamente de las recopilaciones que buscan promocionar a un grupúsculo cualquiera. No hubo un “compilador” que le diera vida, sino una convocatoria abierta. Participan editoriales independientes (como Amarillo Editores, Vesodestierro, Garabatos o El Arlequín etc.), talleres literarios (Amanuense, Cantera Verde o el Taller de Poesía Cartago), casas de cultura (Casa de Arte de Comitán o Las Dos Fridas) y revistas literarias (ARCA, Blasfemia, Clarimonda o Metáfora) de todo el país. 42 proyectos y 168 voces que no comparten un denominador común. Conviven, en el mismo espacio, poetas octogenarios con extensa trayectoria y jóvenes nacidos en los noventa que, en algunos casos, publican por primera vez. La idea rompe con la trillada manufactura antológica por generaciones, o la selección supeditada a un lapso temporal específico. Pero la pluralidad es, según se juzgue, un acierto o una tara del libro: por una parte, se ofrece un panorama extenso del quehacer poético en la actualidad, por otra, ser incluyente y rigurosos al mismo tiempo es prácticamente imposible y no por otra cosa la antología está llena de altibajos. Sin embargo, el concepto antológico no deja de llamar la atención pues, como afirma Adriano Rémora en el prefacio, la propuesta “es inédita por lo menos en México. No existe registro en donde 42 proyectos independientes de manera autogestiva, contraria a la mente tradicional, se aventuren a conformar un libro de poesía con 42 ópticas diferentes”. Y en esta extensa gama de posibilidades, ¿qué puede encontrar el lector? Tras una primera lectura, las respuestas afloran: 40 barcos de guerra es una guía de propuestas editoriales y de poetas que las representan, un libro de consulta que permite trazar rutas escriturales al margen del oficialismo y con ello un acercamiento a los poetas que desde distintos puntos de la república toman la palabra: Norma Bazúa (1928) en Sinaloa o María Rivera Valdez (1954) en Chihuahua, Jesús Bartolo Bello (1970) en Guerrero, Lorenzo Morales Malasangre (1973) en Tabasco, Leopoldo Ayala (1939) e Iván Leroy (1966) en la Ciudad de México o Yabel René (1968) y Porfirio García Trejo (1957) en el Estado de México, por mencionar unos ejemplos. Autores que a pesar de ser conocidos, no son reconocidos por un grupo amplio de lectores y esto no se debe al aparente localismo en el que proyectan su obra sino a su independencia frente a los aparatos de poder: no juegan en el equipo oficial. La antología es un mapa poético interesante porque, de otra forma, sería imposible conjuntar a las voces aquí expuestas. El título beligerante no es en vano. La antología representa una lucha contra las mafias literarias —oficiales o no— que viene a demostrar que la edición independiente, lejos de ser expresiones subterráneas o poco meritorias —un samizdat, como lo bautizó Nicolái Glazkov—, es una forma de entablar un diálogo desde los márgenes de lo establecido.
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La antología cobija propuestas no del todo aceptadas por la mirada canónica de las instituciones culturales: Clarimonda, revista alternativa de Morelia, Michoacán, Mezcalero Brother’s Ediciones, del contracultural Tinguis del Chopo, los Poetas en Construcción A.C. de Ciudad Nezahualcóyotl, con casi veinte años de trabajo y más de cincuenta títulos publicados, o bien nombres como Bruno Montané Krebs o Mario Raúl Guzmán, que algún tiempo fueron poetas del movimiento infrarrealistas (uno de los episodios más ninguneados en la historia de nuestras letras). Más importante: éste es un itinerario que compendia el trabajo independiente que se realiza en los rincones de la provincia y que no siempre tiene resonancia en el centro: Garabatos en Sonora, un estado con menos de diez librerías; La Tarántula Dormida, en Guerrero; Ediciones La Cuadrilla de la Langosta, proyecto MéxicoChicago o Placa, plataforma de artistas ChilangoAndaluces (también resulta interesante la nómina de autores nacidos en otras latitudes, que escriben en México o que mantienen contacto gracias a estas ediciones transnacionales: Sofía Faddeeva, de origen ruso, Eduardo Lucio Molino y Vedia, argentino, o Diego Vaya, español, entre otros).
Portada libro “40 barcos de guerra”
II Hace ochenta años “El grupo sin número y sin nombre” proclama la inserción de las provincias en el quehacer artístico de la nación. La agrupación jalisciense pretendía la apertura de la periferia, confinada en una suerte de anonimato debido a la exclusión del foco artístico capitalino. Aunque no se trata de la primera disputa entre las demarcaciones y el centro, el hecho en cuestión registra una de las confrontaciones más significativas por la descentralización del medio cultural. 40 Barcos de guerra se inserta en esta confrontación, pero su disputa es contra las pandillas literarias que dominan los espacios oficiales. El libro nace en el marco del Homenaje Nacional al Poeta y Filósofo Enrique González Rojo-Arthur y el hecho me parece bastante significativo: González Rojo, autor de “Prolegómenos a una sociología de la mafias literarias” y responsable de los libros El rey va desnudo (1989) y Cuando el rey se hace cortesano (1990), desaparecidos desde su publicación porque cuestionan y ponen al descubiertos los nexos entre Octavio Paz y el salinismo, es acaso el mejor ejemplo de escritura independiente al Estado y al margen del amiguismo. No está demás suscribir algunas palabras en el exordio de 40 barcos de guerra, preparado por González Rojo:
las instituciones culturales del gobierno […] junto a una mafias y ‘capillitas privadas’ […] nos muestran el espectáculo triste y desolador de un puñado de poetas que son ganados por el afán de poder, el ansia de reconocimiento y hasta por las prebendas malolientes que se pueden obtener en un mundo cultural como el nuestro. En cierto sentido —no soy el primero en asentarlo, pues se trata de un lugar común— la historia de la poesía mexicana es la historia de sus mafias. La lucha por la apertura democrática de los espacios que generan mayor impulso, ubicados principalmente en el “centro”, no ha dado su última batalla pero es indiscutible que la presencia de las provincias ha estimulado la creación de tradiciones “aledañas” que han enriquecido considerablemente el panorama de nuestras letras: a principios de los 80’ Sandro Cohen sostenía que, después del D. F., los estados de Jalisco, Chiapas y Veracruz eran los más importantes por su larga historia literaria, y en los últimos años la frontera norte ha reclamado su lugar en la República de las Letras como portavoz de las nuevas tendencias (la Estética de los confines, para decirlo con Javier Perucho, o la “tradición tijuanense”, como sugiere Heriberto Yépez). Si, como se ha dicho, la historia de un libro se escribe cincuenta años después de su publicación, falta mucho para conocer la trascendencia, si es que la tiene, de esta antología. Será importante el trabajo de difusión que cada una de las editoriales haga al respecto para colocar este libro en los estantes “adecuados”. Por el momento, 40 Barcos de guerra es una importante invitación a sopesar el trabajo literario independiente de la actualidad. Una mirada a los márgenes escriturales en alerta a las inquietudes y necesidades del medio cultural.
Manifiesto Clarimondiano “Porque la poesía también se encuentra en las calles / Porque el Arte también es de barrio / Porque las cantinas /
las fondas / los mercados & los arrabales también son fuente propia de inspiración & porque el trabajo independiente o de autogestión siempre lo valen”.
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FIESTA EN EL BARRIO 5° Aniversario de Clarimonda
Por Manuel Noctis
En el preámbulo de la fiesta Todo sucedió hace un mes cuando nos reunimos algunos integrantes del Clan de la reva para programar y hacer todo el armado del evento, opiniones encontradas, ideas preconcebidas y chelas con camaradas fue lo que nos rodeó en ese momento. Al principio la idea era muy ambiciosa, en el sentido de que queríamos incluir varias actividades, entre ellas que nos acompañaran algunos camaradas del Defe y otro de Chihuahua para presentar sus fanzines, su música y su debraye en general, cosa que hacía suponer que necesitaríamos de alguien que nos apoyara económicamente, fue así como recurrimos a los patrocinadores. Pero todo terminó siendo pura participación local, no se concretaron todas las actividades (por pedos de patrocinio que más abajo se detallan) y se realizó como le caracteriza a esta reva, todo la última semana, con presiones y estrés, pero de ese chingón que te lleva a hacer mejor las cosas (jaja) porque todo sale con esencia y con una espontaneidad muy especial. La onda es que el patrocinador que haría paro nos dejó abajo una vez más (por eso nos caga trabajar con gente de la cual se depende directa o indirectamente) y de nuevo nos tocó armarnos de huevos y ver la manera de cómo sacábamos esto adelante.
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Afortunadamente durante el trayecto de este proyecto hemos afianzado un grupo de personas que se la rifan haciendo paro, y que en esta ocasión nos apoyaron; las bandas, los músicos, los camaradas y mi family en especial que me ayudaron chingón. Fue así como se concretó este debraye de festejar los 5 añotes de la Clarimonda. Pero aún había un pedo un día antes de la fiesta: no teníamos el número de la reva listo. Como no teníamos el suficiente varo no pudimos armar las portadas en imprenta (como es la idea), cosa que nos tenía acá medio estresados, pero bueno, como decía antes, por fortuna en este tipo de casos siempre sale alguien que te echa la mano.
Fue el Oscar del Cyber Mamá Cua Cuá que nos imprimió el contenido y otro compa del Cyber Clandestinito quien nos imprimió las portadas a precio bien banda (cosa que se agradece) y así pudimos armar solo 15 ejemplares. Ya con las revas en mano, las bandas y músicos confirmados, los flyers circulando por la red y de mano en mano, pues nos salimos el viernes (25/Sep. Día oficial del aniversario Clarimonda) a quitarnos la tensión con unas buenas cumbias de los Matanzas y unas cuantas chelas bien frías pa’ que amarrara la onda. Nos propusimos no enfiestarnos tanto esa noche para que no sucediera lo mismo de cada evento que se arma la Clarimonda: llegar crudos y desvelados. Pero bueno, una cosa es decir lo que se va a hacer y otra muy diferente hacer lo que se dice, y que nos agarra la peda, todo gracias al carnal del Bubba que se estuvo invitando las caguamongas, luego que nos envuelve la noche en su manto y después la madrugada y chingo a su madre el plan A, entonces tenía que hacer algo y pues que me aplico el plan B (el de siempre) un buen baño con agua fría al día siguiente, unas buenas bebidas rehidratantes y unas buenas comidas para recuperar las energías invertidas. Todo esto con la firme intensión de que la fiesta se armara a toda madre y sin pedos.
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El día de la party El sábado (26/sep) me levante muy temprano, para aplicar el tan famoso plan B que ya les comentaba antes, después me salí para imprimir los gafetes del Clan de la reva y unos carteles a color. Después fui a recoger a una de las damas de honor, quien sorprendió excesivamente a este pobre incauto, ya que la chica traía consigo una caracterización pachuquilla de barrio muy ad hoc para homenajear al maestro Tin Tan, y que sirvió para darle promoción y sobretodo realce al evento. Después ya no pudimos enmicar los gafetes, pero no hubo pedo, realmente no eran tan necesarios. Lo que si causó un poco de desmadre fue la coordinación en la puerta para estar cobrando, revisando y demás detalles que se nos pasaban. El evento dio inicio a las 10:15 pm (porque está registrada la hora en las fotos jaja) con un choro/debraye que me aventé, en realidad leí un textodiscurso que había estado preparando días antes pero que nunca terminé, entonces lo leí así en borrador, sin concluir y todo revuelto, que se complementó con parte del rollo que traía en mente y que al parecer el público lo entendió y al mismo tiempo le pareció gracioso (habrá sido porque ya traía unas chelas encima). Luego continuó el show hiphopero, que de manera original y artística se presentó en combinación entre el Draf, Proyecto Kujo (Eder&Boske) y Fatrack (dj’s). Una serie de rolas programadas por los dj’s y que de manera alterna iban presentando cada uno de los exponentes, desde lo más reciente a promocionar como el caso del Draf, como lo ya antes publicado en el caso del Eder y del Boske (quien además es un buen productor de varios mc’s), lo cual envolvió al público por esa variedad de conceptos, beats, letras y maneras de rapear de cada uno de ellos. Cabe mencionar que está fue la primera participación de cada uno de ellos en los eventos Clarimondianos. Después el turno llegó para el Bubba MC, un viejo camarada ya de la Clarimonda, que siempre está presente haciendo paro para la edición de la revista como para los eventos. Él nos mostró parte de su reciente trabajo con Kujos Melody, proyectando esa esencia y presencia escénica que ya bien ganada la tiene este compa. Él también se hizo acompañar de los Fatrack, quienes programaban sus rolas. Bubba dejó muestra una vez más de su desarrollo continuo como exponente del hip hop.
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A continuación vendría la presentación del número de Barrio, yo ya estaba en el escenario, con varias chelas ponedoras corriendo por mis venas y bien listo para dar comienzo a la presentación, pero en ese mismo momento un conato de bronca se hacía presente abajo, unos cholos madreando a un solo vato, yo la neta nunca me enteré a ciencia cierta cómo inició el pedo pero el chiste es que se madrearon, lo chido fue que la banda reaccionó de inmediato y los sacaron a la calle. Por un momento pensé que la fiesta valdría madre, que llegaría Ayuntamiento o los puercos y que se cancelaría el evento, pero afortunadamente se fueron estos morros. La presentación ya ni se hizo y en algún momento hubo cierta incertidumbre. Lo chingón fue que La Mooska Muerta –encabezada por el Pazuzu- se armó de huevos, se subió al escenario, probaron un poco el sonido y reiniciaron la pachanga. Puro ska machín que reventó solo a unos cuantos en el slam, no porque no estuviera chingón, sino porque de alguna manera la mayoría estaba medio sacado de onda por la bronca que había pasado unos minutos antes. Ya después nos fuimos acoplando de nuevo y un surfito prendió al público. Ésta también fue la primera vez que la Mooska ha participado en estos eventos Clarimondianos, con sus nuevos integrantes poniendo a bailar y brincar un rato a la gente. Para ese momento los del Clan ya andábamos desvariando etílicamente, era un ir y venir de chelas, yo perdí la cuenta pero nunca el equilibrio. Todavía me alcanzó para bailar con la bandota de Macehual, quien nuevamente nos acompañó para engalanar el evento. Ésta banda ya reconocida dentro del ambiente reggae moreliano nos puso también a mover las cabezas y todo el cuerpo con sus rolas cumbiancheras, aquí la gente si ya se liberó de manera completa, todos disfrutábamos de su música naturalista, mística, prehispánica, etc. Un proyecto bien original que augura un futuro promisorio. El paro de esta banda nuevamente fue grande, el público siempre agradece este tipo de cosas y nosotros estamos muy satisfechos de poder contar con ellos. Al final ya un tanto desmadrosón el asunto me presenté con el proyecto de La Curva Villera, era poca la gente que aún quedaba, pero querían seguir disfrutando de esta gran fiestota, así que programamos unas buenas cumbias villeras, cumbias sonideras, unas buenas salsitas y por si fuera poco, el Cucho y el Negro invadieron el set para que programáramos cumbias viejitas, banda, y hasta quebradita (jajaja), la poca bandita que se quedó estaba bien prendida, le bailaban a todo sin pedos y sin prejuicios, en fin, era una fiesta de barrio, y en el barrio todo puede pasar.
De regreso en el barrio. Director, diseño, difusión y más..._Manuel Noctis Coordinador Editorial_Alex Barrios Pa’l cementerio se va la vaca de mala leche, pudriéndose la sociedad... fanzine_lavacaloka@live.com.mx
Manu Chao. Próxima Estación: Esperanza.
AHÍ LES VA EL CHORO (La Editorial pues) Ésta pinche Vacaloka ya se le hizo costumbre aparecerse cuando se le pega su chingada gana, pero que importa, si cuando regresa viene cargada de microcuentos siempre tan bizarros. Esta vez es una pequeña selección, pero esperamos que cada día se alimente más la sección con pequeñas chingaderas y ocurrencias de nuestros queridos colaboradores. Chido carnales. Buena Vibra!!!
MONSTRUOS Francisco Enríquez Muñoz De pronto los militares que se hallaban dentro de la casa salen llevando a empujones y culatazos al diablo. Detrás de ellos corre una bruja más o menos joven gritando y tomando de las mangas al conscripto de la retaguardia. Éste le da un codazo. Desde el suelo la bruja grita CRIMINALES HIJOS DE PUTA. El soldado se vuelve, le apunta y dispara, mientras ya al diablo lo están subiendo al camión. Detrás de la bruja que se desangra, viene un diablito de pantalón corto llorando y dando gritos. El soldado le apunta y por segunda vez hace fuego, demostrando su perfecta puntería. En pocos minutos el camión parte y, salvo dos cadáveres bajo el foco esquinero, la tranquilidad retorna al pueblo. LA CHICA DEL LAPICERO Jesús Duque Nadia tenía la manía de atorarse el lapicero en la parte interna de la pretina del pantalón y usar una blusita ombliguera.... ¡Cuanto envidiaba yo aquél lapicero!…
INÉDITA Arturo Accio Se había dedicado a rentar de manera compulsiva cada película del catalogo blockbuster hasta que resultó imposible esperar tanto por los estrenos; enfadado, sin nada nuevo que ver, dirigió su video cámara en un buen ángulo del baño, apunto el revolver a la cien y disparó. PLANETA TRAMPA. SIGLO 21. NÚMERO 2. ENERO 2010.