Sobre Lúdica
Sobre Lúdica
Lúdica surge como un espacio para el intercambio de ideas y
conocimientos psicoanalíticos estimulando propuestas novedo
sas que jueguen con las clásicas fundamentales del psicoanálisis. Reconociendo los alcances de los diversos enfoques
psicoanalíticos, se abre este espacio para complementar las
diversas perspectivas que componen este campo, brindando mayor riqueza al quehacer clínico al estimular nuevas inquietudes y nuevos senderos en la práctica clínica.
En estas páginas fundamos un lugar de respeto y diálogo para las distintas teorías psicoanalíticas con el objetivo de inaugurar
un nuevo espacio psíquico convergente para quien acuda a su lectura.
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EDICIÓN Claudia Castro Claudia Melville Liza M. Zachrisson DISEÑO Álvaro Marroquín Liza M. Zachrisson REDACCIÓN Coralia López-Selva PORTADA Diseño Rafael Aycinena Imágen Valeria Dicker EXPRESIONES Inés Verdugo
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AUTORES Susana Dicker Norberto C. Marucco Natalia Méndez-Ruiz Andrea Vargas IMÁGENES Nicoletta Ceccoli Caspar David Valeria Dicker Gustav Klimt Carlos Pérez Gabriel Ubilla José Jorge Vallegos Paulina Zaid EN CARTELERA Rodrigo Barahona
Contacto: Revista Lúdica 6a av. 6-63 zona 1 0, Edificio Sixtino 1 , oficina 301 Guatemala, Guatemala
Índice
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Sobre Lúdica Escritos
Pero...¿quién es el papá? Natalia MéndezRuiz de Biegler
El tabú de la muerte y el sostén familiar: elaboración del duelo en la niñez Andrea Vargas
Clínica psicoanalítica con adolescentes Susana Dicker
Trauma sexual y muerte psíquica: Violencia sexual, incidencias en la construcción de la subjetividad Norberto C. Marucco
Expresiones Puro Arte
Inés Verdugo
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Conceptos
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En el taller
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En cartelera *SEGMENTO EN ESTRENO*
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Sobre autores
Fortda
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Escritos Novedades
Pero. . . ¿quién es el papá?
Natalia Méndez-Ruiz de Biegler
La clínica da cuenta, cada vez más, de la importancia de la función paterna en la estructuración del psiquismo de los niños. No obstante, poco se habla respecto de la constitución de esta función; mientras sabemos mucho acerca del nacimiento de un niño e incluso del nacimiento de una madre, rara vez se habla sobre las condiciones mínimas que deberían darse para que un padre pueda nacer también.
Desde los inicios del Psicoanálisis, Freud hace hincapié en el importante papel que juegan los padres, voluntaria o involuntariamente, en la formación del aparato psíquico de los niños. Dice, en su texto La Novela Familiar de los Neuróticos (1908), “Para el niño pequeño, los padres son al comienzo la única autoridad y la fuente de toda creencia. Llegar a parecerse a ellos vale decir, al progenitor de igual sexo a ser grande como el padre y la madre: he ahí el deseo más intenso y más grávi do en consecuencias de esos años infantiles” (Tomo III, 465).
No es extraño para nosotros como analistas (no lo es incluso para quienes sólo conocen de Psicoanálisis for Dummies o trabajan desde una perspectiva distinta), que los padres son la primera referencia de los niños respecto del mundo que les rodea. Desde la clínica, inclusive, tal como indicaría Dio Bleichmar (2005), sabemos que “los padres son el origen y la fuente del mundo interno del niño, una relación diaria y actual; son los que mantienen el 3
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tratamiento ya sea colaborando o perturbando el mismo” (421). Más específicamente, conocemos de la importancia de la madre como primera fuente de supervivencia y cuidados, tal como lo explicaría Stern (1997) con el concepto de constelación maternal; la conocemos como primera fuente de cariño y ternura, e incluso primera fuente de lenguaje (aludiendo a la famosa lengua materna a la que nos referimos al pensar en nuestro idioma de origen). Desde que un niño nace, sabemos con certeza quién es la madre, pero en muchos casos cabe la pregunta (que, no dudo, hemos escuchado todos más de alguna vez), pero… ¿quién es el papá? Y es desde este punto que se despliega una serie de cuestiones que circulan alrededor del papel del padre en el desarrollo del psiquismo infantil. El psicoanálisis lacaniano continúa la difusión de la importancia de la diferenciación entre función paterna y
función materna, a partir del concepto de estructura edípica, y la circulación del falo, como significante que determina las posiciones de cada uno dentro de la trama familiar. La función materna sería, en este escenario, el alojamiento del niño en un deseo particular como aquello de lo cual se carece; la función paterna, por su parte, ejercería como tal al brindar al niño una posibilidad en el deseo para lograr la subjetivación a través de lo simbólico (Dio Bleichmar, 2005). En este sentido, más allá de plantear al padre como quien salva al niño del deseo de la madre sofocante, observamos la importancia de la función paterna como alteridad –otherness, como lo leemos en Winnicott (Rodulfo, 2009). Alteridad más allá del Edipo, más allá de la castración, más allá del triángulo propuesto por el psicoanálisis clásico. La alteridad que introduce el
padre (eficaz) en la vida del niño genera más bien una capacidad de desear, de conocer lo externo a sí mismo. La función paterna, en tanto reconoce al niño como sujeto otro, abre un campo identificatorio en el que se puede transicionar, jugar, entrar y salir, y otorga al niño una capacidad de reconocerse a sí mismo como distinto, inaugurando distintas líneas de intersubjetividad (Benjamin, 1990), posibilitando la apertura de otras nuevas.
Recientemente, en un artículo de Fabio Buritica (1993) en la Revista Colombiana de Psicología, leí un pasaje que me resultó especialmente genial: “A partir de las nociones winnicottianas de objetos y fenómenos transicionales, se postula al padre real como el objeto transicional por excelencia, quien reviste y representa para el niño un valor de uso y una ley manual. En condiciones adecuadas, el padre y la
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ley como objetos transicionales son sustituidos por el Padre y la Ley Simbólica que representa” (15). Esto remite a la importancia de la función paterna y, más aún, a la importancia de la presencia, sosteniendo el concepto de padre real como cualquier persona que pueda sostenerse y representar ese papel, procurando una inscripción positiva en el psiquismo del niño. Es decir, el padre función paterna debe hacerse un lugar en el espacio de irvenir entre el bebé y la madre, al tiempo que ella además permite dicho espacio. El padre es el primer ser humano No yo, el primer objeto singular y distinto. Si bien la relación entre el bebé y la madre constituye un primer momento del devenir simbólico (el primer objeto subjetivo creado encontrado por el bebé), el padre, en tanto presencia (y función), termina de conectar al niño con el
"el padre, en tanto presencia (y función), termina de conectar al niño con el mundo exterior, con lo metaforizable y simbolizable, al hacerle un llamado a desear aquello que está fuera y permitirle jugar con ese espacio a la vez externo e interno, el espacio transicional."
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mundo exterior, con lo metaforizable y simbolizable, al hacerle un llamado a desear aquello que está fuera y permitirle jugar con ese espacio a la vez externo e interno: el espacio transicional. La función paterna es aquella que puede reconocer el juego y, en efecto, contestar al juego con juego (Rodulfo, 2009).
En su texto “Dietantes y anoréxicas, una delimitación necesaria”, Marisa Rodulfo (2006) destaca la necesidad de las niñas y los niños de ser reconocidos por el padre como sujetos deseantes, distintos, en el desarrollo puberal y en la formación narcisística. Este reconocimiento, esta investidura, permite el despliegue de la genitalización sana del cuerpo, pues es la continuación de un proceso identificatorio que, al mismo tiempo, constituye un camino de separaciónindividuación en tanto permite, a niños y niñas, “salir” al mundo como sujetos deseantes. Tanto varones como niñas se encuentran inicialmente con un deseo de semejanza respecto al padre, con quien buscan un lazo identificatorio en la diferencia (distinto de él o de ella, distinto de la madre), más allá de un amor heterosexual derivado del conflicto edípico freudiano. Para la niña, específicamente, posterior a esta identificación homoerótica, el reconocimiento del padre respecto a ella como tal (mujer) permite que se instaure su identidad femenina. De no ser así la joven puede recurrir a alternativas identificatorias patológicas (Rodulfo, 2006).
Como bien propone Benjamin (1990), el niño constituye en sí mismo una subjetividad que converge con las subjetividades de sus padres, y es ahí donde se produce la intersubjetividad, a partir del reconocimiento mutuo. El niño es reconocido como sujeto, por lo que puede 5
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reconocer la subjetividad de los otros y es ahí donde cada interacción es única e irrepetible, tanto con la madre como con el padre. Niños y niñas necesitan alternativas, espacios distintos entre los cuales puedan transitar de forma fluida; subjetividades con las cuales puedan formar vínculos que se puedan reformular constantemente en el ir y venir característico de la relación humana: (función) Mamá y (función) Papá. En este sentido, remitiendo a la intersubjetividad y la consecuente reformulación constante de los vínculos, es interesante profundizar en el tema del padre que nace también cuando nace la madre y cuando se confirma la existencia del hijo, más allá de pensar sólo en lo que sucede con el niño o con la niña. Ya sea el marido de la madre, la madre de la madre, el padre de la madre o el hermano de ésta, esa persona que se dispone a hacer presencia y a asumir la función paterna se encuentra con modificaciones en su ser, posiblemente tanto como la madre en formación. Es por ello que, en la clínica vincular, el objetivo primordial constituye combatir la resistencia y la inflexibilidad individual que insiste en determinar la configuración familiar partiendo del destino personal. Muchas veces nos encontramos con que los padres tienen dificultad de incorporar a los niños a su vida como nuevos elementos de la familia, o bien, modificar el vínculo que una vez los unió como pareja y ahora los une (¿o separa?) como padres (Berenstein, 2011). Es evidente e innegable que el conocimiento de que viene un bebé al mundo no siempre implica un reconocimiento. No todos los psiquismos están preparados para la restructuración inherente a la integración de una nueva persona, una nueva subjetividad, al propio
Escritos plan de vida. Hace resonancia un texto de Silvia Gomel, en el que plantea “(…) El encuentro con el mundo fantasmático del otro, su realidad psíquica diferencial, moviliza y relanza el andamiaje representacio nal, pues perturba total o parcialmente el conjunto de significaciones constru idas hasta ese momento (…) el encuentro vincular al mismo tiempo construye y reconstruye, enlaza y desenlaza” (96). Las vicisitudes del inicio de una familia implican siempre una modificación subjetiva de cada miembro, sea cual sea la configuración familiar. En la actualidad, y cada vez con mayor frecuencia, la identidad masculina se ha modificado en tanto los nuevos padres se muestran más accesibles para responder a las necesidades de crianza temprana de sus hijos, lo cual no sólo reformula la individualidad masculina sino también la identidad de la pareja. En los mejores casos, la madre se siente apoyada por esta función paterna en tanto participante activo y el padre pasa a ser un acompañante, más allá de un tercero que debe competir con el bebé por
el amor de la madre (Dio Bleichmar, 2005). No obstante, no todos los hombres se sienten cómodos en esta posición maternalizada (Stern, 1997) y no todas las mujeres se sienten en disposición de ceder la fantasía de omnipotencia característica del período puerperal y el goce de ser ese objeto único que da vida y mantiene vivo a su bebé.
"La Familia" de Gustav Klimt
Asimismo, puede que un padre se ocupe en ciertos momentos de los cuidados del hijo, pero que no se ocupe de la madre como mujer en proceso de convertirse en madre.
Es interesante la postura de Laura Gutman (2003) en relación a la función del padre en cuanto a la nueva madre y el nuevo bebé, remitiendo a lo LÚDICA
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"Niños y niñas necesitan
alternativas,
espacios distintos entre los cuales
transitar de forma fluida;
subjetividades con las cuales formar vínculos que puedan
reformularse
constantemente en el ir y venir
característico de la relación humana:
(función) Mamá y (función) Papá."
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propuesto en el párrafo anterior. Por una parte, se encuentra la función activa de sostener(la) para que ella pueda cumplir con la maternidad; debe permitir y defender la fusión mamá bebé, alejando de la mente de ella toda preocupación en torno a lo económico, a los cuidados del hogar, a todo lo que respecta al mundo exterior. Vemos nuevamente cómo el padre cumple, por excelencia, el papel de conexión hacia lo externo, invistiendo la fusión mamábebé sin intentar comprender, sino acompañando a atravesar (122). Atinadamente afirma, “el padre no tiene que maternar, tiene que apoyar a la madre en su rol de maternaje” (123). En todo caso, podemos hablar de la función paterna en tanto pueda cumplir estas tareas de continuar invistiendo a la madre como tal y, además, como mujer.
Muchas veces escuchamos a las mujeres quejarse de que sus maridos no hacen suficiente, de que el padre de sus hijos no está presente cuando debería, de que no puede hacer nada en la casa, de que no se encarga del bebé… en fin, el hombre queda inutilizado, muchas veces incluso delante de sus hijos. Entonces, ¿qué hay del
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padre? ¿Quién lo inviste a él como tal y además como hombre? Incluso en la literatura difícilmente encontramos datos respecto del nacimiento de un padre; la madre y el niño, por excelencia, han sido objeto de estudio. Si bien es cierto, como se menciona al inicio de este documento, que la madre es el primer objeto en la vida del niño, en nuestra época moderna observamos una mayor participación de los padres en la crianza de sus hijos y también, en clínica, observamos la magna importancia de las inscripciones negativas, las ausencias y otros tipos de violencia que un padre puede infligir en un niño, aún sin quererlo. Nuevamente hago referencia a Gutman, quien destaca, “(…) con frecuencia, las madres se quejan de la falta de interés que algunos varones manifiestan con respecto de los bebés. Y esto es así ya que el acercamiento de un hombre hacia el hijo pequeño es un proceso de acercamiento sostenido por amor hacia la mujer que se ha convertido en madre del niño” (231). Si el padre es capaz de sostener afectivamente a la madre, ella en un caso típico podrá relacionarse mejor con el bebé y, por lo tanto, investir
de vuelta al padre al sentirse protegida y apoyada en su papel. Ella podrá investirlo como varón y como función paterna, transmitiendo al hijo señales de afecto y respeto en torno a esa figura ajena a ellos dos; figura con la cual el niño (o la niña) posteriormente podrá identificarse. En otras palabras, mientras el padre representa un nexo entre mamábebé y el mundo exterior, la madre funciona como un nexo entre el padre y el bebé. Una madre con alguna patología difícilmente puede propiciar o incluso permitir un vínculo sano entre sus hijos y el padre de éstos. En mi experiencia clínica, he encontrado
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repetidamente que el trabajo con padres posibilita y habilita mecanismos de funcionamiento sano en los niños, con el trabajo a través de sesiones vinculares e individuales que invisten a los padres (varones) como tales, procurando su disposición de adoptar un papel activo de sostén y separación en la relación madre hijo (incluso en casos en que padre y madre no conviven como pareja). Este proceso de parentalización en muchos casos se ha visto truncado debido a la obstaculización de la madre y a la poca insistencia del padre, quien posiblemente está marcado por una falla narcisística que no le permite asumir su función como
"Wanderer above the sea" de Caspar David
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presencia eficaz, o más aún, puede borrarlo por completo (voluntaria o involuntariamente) de la vida del hijo.
Entonces, la pregunta no es ¿quién es el padre?, sino ¿quién es el papá? Vaya pregunta difícil, pero al mismo tiempo muy fácil de responder. Papá es aquel que funge como apoyo para el desarrollo del niño y para su devenir púber, en el sentido de reconocerlo, permitirle identificarse con él, sostenerlo y proporcionarle un espacio al cual salir como sujeto deseante. Es aquel que inviste al varón y a la niña como tales, con la ternura y la autoridad necesarias para fortalecer las funciones del yo respetando el momento evolutivo individual. Papá es quien, apoyándose recíprocamente en la madre, inscribe positivamente en el psiquismo del niño y constantemente deposita en su narcisismo, también haciéndose un lugar como objeto de amor alternativo a la madre. Asimismo, papá es aquel a quien mamá inviste como tal y a quien cede espacio para vincularse con sus hijos. Es de quien mamá habla desde la verdad y también desde la fantasía para brindar a sus hijos una figura cuyas cualidades sean dignas de imitar. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Benjamin, J. (1990) An outline of intersubjectivity: The development of recognition. Psychoanalytic Psychology, 7S: 3346 Berenstein, I.; Puget, J. (2011) Las familias y las parejas: Dispositivos e Intervenciones. Curso de Posgrado, Hospital Italiano de Buenos Aires Buritica, F. (1993) Del padre a la ley como objetos transicionales (entre la palabra y la sangre). Revista colombiana de psicologia, 2: 1521, Bogotá.
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Dio Bleichmar, E. (2005) Manual de psicoterapia de la relación padres e hijos. Barcelona: Paidós Freud, S. (1968) Obras Completas (I, II, III), (trad. Ramón Rey Ardid). Madrid: Biblioteca Nueva Gomel, S. (2000) Problemáticas de la representación/presentificación. En Berenstein, I. (Comp.) Clínica Familiar Psicoanalítica: Estructura y Acontecimiento. Buenos Aires: Paidós. Gutman, L. (2003) La maternidad y el encuentro con la propia sombra. Buenos Aires: Del Nuevo Extremo Rodulfo, M. (2006) Dietantes y anoréxicas una delimitación necesaria. En Rother, C. (Comp.) Adolescencias: Trayectorias Turbulentas. Buenos Aires: Paidós Rodulfo, R. (2009) Trabajos de la lectura, lecturas de la violencia: Lo creativolo destructivo en el pensamiento de Winnicott. Buenos Aires: Paidós Stern, D. (1997) La constelación maternal. Barcelona, Paidós
Escritos
El tabú de la muerte y el sostén familiar: elaboración del duelo en la niñez
Recorrido de lo que se ha teorizado acerca de los duelos en la niñez y acerca de la semiología del medio, tanto de la familia como de la sociedad. El negarle al niño el hecho de la muerte y las percepciones que él tiene; así como, no permitirle participar de los ritos funerarios y no contar con la presencia reconfortante de un adulto; no sólo dificulta la elaboración del duelo sino que también puede obstruir las capacidades de sentir, pensar e imaginar del niño.
DUELO EN LA NIÑEZ
Inicialmente, una pregunta que generó controversia fue si los niños son capaces de atravesar un proceso de duelo y distintas opiniones surgieron como respuesta. Entre ellas encontramos dos posturas opuestas. Por un lado, hay quienes sostienen que el niño no puede realizar un trabajo de duelo por un predominio del mecanismo de renegación, su inmadurez y por depender tanto de sus progenitores; por otro lado, hay quienes afirman que el niño sí es capaz de atravesar el duelo, pero que para ello se requiere de ciertas condiciones. Los autores que sostienen que el niño sí es capaz de atravesar un proceso de duelo conceptualizan la muerte de un familiar cercano al niño como un acontecimiento biográfico en la vida del niño. Este acontecimiento, problemático y problematizante, aumenta la exigencia de trabajo pero no es necesariamente
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patógeno.
Estos autores afirman que las condiciones que sirven de apoyo, evitando que se den fallas en el proceso de metabolización, y que la pérdida se constituya como trauma son: un apoyo informativo que lo acompañe a representar lo sucedido, que algún adulto contenga la experiencia del niño sin invadirlo, que no se le nieguen percepciones y que se permitan ciertas conductas regresivas.
Con respecto del mecanismo de renegación, estos autores sostienen que éste es estructurante en el proceso de subjetivación del niño. Y de ahí la necesidad de evaluar cuándo permitirle al niño una moratoria benéfica y cuándo se constituye un indicador de patología.
Todas estas cuestiones referentes al posicionamiento simbólico de los adultos a cargo del niño me hacen pensar en las LÚDICA 10
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"Twinss" de Nicoletta Ceccoli
dificultades que tuvo Alan, un paciente con el que trabajé, para poder elaborar la muerte de sus padres. Al morir los padres, los parientes que se quedaron a cargo de Alan atravesaban su propio duelo, negándose a sí mismos el fallecimiento de los padres de Alan. Esto produjo que el apoyo fracasara. Al negar el hecho de la muerte, no se le bridaba a Alan
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representaciones/ información para ir asimilando lo acontecido y, aunque Alan fue testigo del accidente que le arrebató a sus padres, se le negaban el hecho y las percepciones que él tenía de ese momento y de lo que él después percibía, sentía y escuchaba con respecto de la muerte de sus padres. Una pregunta que me
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surgía del material clínico era que si el hecho de negar la muerte hacía que el evento quedara congelado y que si la excesiva protección por parte de los adultos que se quedaron a cargo impedía que circulara la cuota de dolor necesaria para empezar a elaborar lo que había sucedido. Otra cuestión era que, habiendo estado presente en el accidente automovilístico y no haber muerto, ¿convertía a Alan en sobreviviente o en víctima? El hecho de que le negaran las percepciones era un tema preocupante no sólo porque le dificultaba elaborar el duelo, sino que también porque podrían surgir consecuencias en su subjetividad. Por otro lado, que él fuera el único que iba a análisis y empezara a elaborar algo de lo sucedido, podría invertir la situación y ser él quien aceptara aquello que los adultos a cargo no podían aceptar. Así, se hace evidente que Alan no cuenta con la condición fundamental que pone en marcha el proceso de duelo; es decir, la información adecuada de la muerte de la persona y de su causa. Esto justamente se vincula con lo que Freud denominó examen de realidad. Aunque Alan estuvo presente en el accidente, los familiares le dicen que sus padres están
de viaje en otro país y que en algún momento regresarán. De esta manera, Alan no puede afirmar si la ausencia es momentánea o irreversible; la incertidumbre reemplaza los juicios de atribución y de negación.
Todas estas fallas del medio me llevaron a intentar comprender, por un lado, las dificultades de los familiares y de la cultura occidental actual para acompañar en el proceso de duelo a los niños y, por otro lado, qué consecuencias podría tener esta falta de apoyo en el psiquismo de Alan. SEMIOLOGÍA DEL MEDIO
De acuerdo a Winnicott, “Una descripción emocional de una subjetividad no puede hacerse sólo en términos de ésta, sino que la conducta del ambiente es parte del desarrollo personal del individuo y por lo tanto hay que incluirla”.
En el presente apartado haré referencia, inicialmente, a la familia como ambiente y más adelante a la sociedad occidental actual también como ese medio al que es fundamental comprender ya que forma parte del espacio transicional donde más que habitarlo, somos con él. Familia
Winnicott (1991) sostiene que una de las funciones de la familia es brindarle al niño en crecimiento protección contra el trauma.
Específicamente, Bowlby (2009) opina que son tres las condiciones necesarias para el duelo en la niñez atraviese un curso satisfactorio: • Primero, que el niño haya gozado de una relación razonablemente segura con sus padres antes de sufrir la pérdida. • Segundo, que se le dé pronta y exacta información y se le permita
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hacer preguntas y participar en el dolor de la familia. • Tercero, que cuente con la presencia reconfortante del padre sobreviviente o de un sustituto de confianza.
En el caso de Alan, se hace evidente que las últimas dos condiciones no se cumplen. A él se le niega que los padres hayan fallecido y los familiares que se quedaron a cargo tienen dificultades para enfrentar su propio proceso de duelo. En lo que respecta a la muerte de un padre durante la niñez, Bowlby realiza un estudio acerca de qué se les dice a los niños y cuándo.
Él sostiene que en las sociedades occidentales los niños no suelen hallarse presentes en el momento de la muerte y no pocas veces la información del deceso les llega mucho después y aun entonces a menudo en forma equívoca. Así, afirma, la
"Es necesario un sostén informativo que lo acompañe a ir representando lo
sucedido, que algún adulto contenga la experiencia del niño sin invadirlo y que no se le nieguen percepciones."
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"Independiente mente de cuál pueda ser la
capacidad de los niños, no
pocas veces los adultos mismos son incapaces de soportar el
dolor del duelo, y tal vez son capaces de
soportar el dolor de su propio duelo, pero
ciertamente no
el de los niños y menos aun
compartir el
dolor del duelo con ellos."
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explicación se demora, se extiende semanas y hasta meses, a los niños se les dice que el padre se ha ido de viaje o ha sido trasladado a otro hospital. En estos casos, para el niño, el regreso del padre desaparecido es sólo una cuestión de tiempo.
De acuerdo a Bowlby, las personas que se quedan a cargo del niño intentan escudarlo de la impresión de la muerte y del dolor del duelo, suelen considerar que hablar sobre la muerte renueva con demasiada crudeza la realidad de los hechos. Así, en general, no se lleva a los niños al entierro o, si se los lleva, no se les explica la razón. Todo esto provoca que la información que se da a los niños sea tardía y equívoca y los adultos que se quedan a cargo suelen ponerse ansiosos, evitando así comunicar al niño su propia aflicción y tristeza.
De manera que, lejos de ayudar a los niños a expresar sus sentimientos, los adultos que se quedan a cargo hacen casi lo imposible para que aquellos no los expresen. Los niños prontamente entienden está dinámica y empiezan a ocultar sus sentimientos y a dejar de preguntar.
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Bowlby afirma que independientemente de cuál pueda ser la capacidad de los niños, no pocas veces los adultos mismos son incapaces de soportar el dolor del duelo. Y los que tal vez son capaces de soportar el dolor de su propio duelo, no comprenden el de los niños y menos aún comparten el dolor con ellos.
Así, sostiene que únicamente confusión y patología pueden nacer de ocultar o deformar a los niños la muerte de un padre, así como también ocurre cuando implícita o explícitamente los adultos hacen que los niños frenen la expresión de sus sentimientos. De acuerdo a Bowlby, las dos informaciones decisivas que tarde o temprano un niño necesita conocer son dos: primero, que el padre muerto no regresará y, segundo, que su cuerpo está sepultado en la tierra o reducido a cenizas después de la cremación. Sociedad
En su libro “Morir en Occidente” (2000), Ariés realiza un recorrido acerca de la noción que se tiene de la muerte en la cultura occidental desde la Edad Media hasta la Época Contemporánea. Aunque mi intención en el presente apartado es enfatizar únicamente la postura que se
tiene en la época actual frente a la muerte, haré una breve referencia a lo que sucedía en épocas anteriores.
En la Edad Media había dos aspectos fundamentales: primero, que la muerte se esperaba y, segundo, que la muerte era una ceremonia pública y organizada, de la cual los niños participaban. Los ritos de la muerte eran aceptados y cumplidos.
Con el pasar del tiempo y cambios que se fueron produciendo en la cultura con respecto del reconocimiento de la individualidad, del cuestionamiento sobre la propia muerte y la muerte del otro, así como otros cambios de pensamiento y el advenimiento de eventos históricos, llegamos a la noción que se tiene
"Crows" de Nicoletta Ceccoli
actualmente de la muerte.
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Ariés afirma que la muerte, antaño tan presente y familiar, tiende a ocultarse y desaparecer. Se volvió vergonzosa y objeto de censura.
La verdad comenzó a producir controversias. Se empezó a evitar no sólo al moribundo sino a la sociedad y al entorno el malestar y la emoción intensa o insostenible provocados por la agonía y la irrupción de la muerte en medio de la felicidad de la vida. Ahora, el deudo sólo tiene derecho a emocionarse en privado; es decir, a escondidas. No se tiene derecho a llorar salvo que nadie vea ni escuche; el duelo
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Escritos pasó a ser solitario y vergonzoso. Se intenta que los niños perciban el mínimo de manifestaciones sobre la muerte, para evitar impresionarlos. Cabe mencionar que la represión de la pena, la prohibición de su manifestación pública y la obligación de sufrir a solas y a escondidas agravan el traumatismo de la pérdida de un ser querido.
Ariés sostiene que la muerte se ha convertido en tabú. Se prohíbe aceptar la muerte para preservar la felicidad. La necesidad de la felicidad, el deber moral y la obligación social de contribuir a la felicidad colectiva evita todo motivo de tristeza o malestar, conservando la apariencia de sentirse siempre feliz, incluso en lo profundo del desamparo. Al mostrar alguna señal de tristeza, se peca contra la felicidad y se la cuestiona, y la sociedad corre entonces el riesgo de perder su razón de ser.
El duelo, entonces, ya no es un lapso necesario cuyo respeto lo exige la sociedad; se ha convertido en un estado mórbido que es preciso controlar, abreviar, borrar. 15
Braun y Pelento (1991) sostienen que una de las condiciones que permite que el proceso de duelo se ponga en marcha y pueda ser sostenido es la existencia de ciertos elementos simbólicos, entre los que se incluyen los rituales funerarios, las prácticas comunitarias y una adecuada respuesta social. Estas autoras toman lo propuesto por Freud en “Totem y Tabú” (1913) y sostienen que los rituales funerarios posibilitan que los deudos se beneficien por su efecto catártico y ordenador de las cargas de amor, odio y culpa. Así, los rituales funerarios, las condolencias y las ceremonias recordatorias favorecen el reconocimiento de la muerte y de los afectos que ésta despierta. Estas autoras sostienen que estas prácticas son imprescindibles ya que, al exteriorizar la situación de duelo, ayudan a su elaboración. Asimismo, afirman que los diferentes indicios y enunciados jurídicos, religiosos, sociales, etc. portadores de un saber certificado sobre la muerte ocurrida, funcionan para el deudo como puntos de
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certeza.
Regresando al caso de Alan, el hecho de que sus familiares le nieguen que sus padres hayan muerto evita estas prácticas sociales de apoyo y sustraen los indicios que le servirían como puntos de certeza. Braun y Pelento afirman que sin el sostén de lo simbólico, el objeto desaparecido adquiere en el psiquismo una representación fantasmática. Así, el vacío, que ocupa en un primerísimo momento el lugar de la ausencia, es poblado inmediatamente por demonios fantasmas. Ellas, siguiendo a Freud, sostienen que estas representaciones deslizan las vivencias al campo de lo siniestro y afirman que frecuentemente su representación en la mente es la de un tormento al cual no se le puede poner fin. Otra consecuencia terrible para el deudo es que el enmascaramiento de los hechos desestructura aun más su aparato psíquico al ser atacado su pensamiento y obturado su saber. Luego del recorrido de lo que se ha teorizado acerca de la elaboración de duelos específicamente en niños y de la semiología del medio,
Escritos tanto de la familia como de la sociedad actual, es decir, del tabú acerca de la muerte en la época contemporánea y de las fallas que se pueden producir en el ambiente con respecto al sostén necesario para la elaboración de duelos en los niños, me propongo realizar un primer acercamiento a tan compleja temática. Es necesario seguir pensando, cuestionando y profundizando.
Dentro de las características del ambiente social y familiar que interfieren en la elaboración del duelo en los niños podemos encontrar: • Que los adultos que se queden a cargo del niño le nieguen no sólo el hecho de la muerte sino que también le nieguen al niño las percepciones que tiene tanto del hecho como de las cuestiones posteriores que él perciba, sienta y/o escuche. • Que no se le dé al niño una pronta y exacta información de la muerte de la persona y de su causa, lo cual no le permitirá formular preguntas ni participar en el dolor de la familia. Esto provocaría que el niño no cuente con un sostén informativo que lo acompañe a ir representando lo sucedido. • Que el niño no cuente con ciertos elementos simbólicos o de prácticas sociales – como los rituales funerarios – que
favorezcan el reconocimiento de la muerte y de los afectos que ésta despierta. • Que el niño no cuente con la presencia reconfortante del padre sobreviviente o de un sustituto de confianza, que contenga la experiencia del niño sin invadirlo. Con respecto a las posibles dificultades que pueden enfrentar los niños que deberían estar atravesando el duelo pero cuyo ambiente no facilita el proceso, se encuentran: • Que el niño esté confundido y con incertidumbre. • Que se obstaculicen las capacidades de sentir, de pensar y de imaginar del niño. Así, que el niño oculte sus sentimientos, deje de preguntar y sea atacado su pensamiento y obturado su saber. • Que se produzca un congelamiento del evento en su psiquismo que dificulte se inicie la elaboración del duelo. • Que al no elaborarse el duelo, sea un clivaje que constituya para las futuras generaciones una verdadera prehistoria de su historia personal.
"La represión de la pena, la
prohibición de su manifestación pública, la
obligación a
sufrir a solas y a escondidas, agravan el
traumatismo de
la pérdida de un ser querido."
Finalmente, intentaré enumerar algunas intervenciones que pueden realizarse para facilitar el duelo en niños en la época actual.
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Escritos
• Asesorar a los adultos que se quedan a cargo del niño a fin de que éstos sirvan de apoyo. Es fundamental que los adultos a cargo cuenten con un apoyo familiar/ social que los contenga y puedan así elaborar su propio duelo. • Los adultos, al estar en mejores condiciones, pueden expresar su dolor e incluir al niño en el proceso de duelo. Así, los adultos le brindarán al niño información verdadera acerca de sus sentimientos y del hecho de la muerte. • Es fundamental acompañar al niño que elabora lo acontecido. Si hubiese una vivencia traumática, ésta no debe ser suprimida, pero puede perder su efecto patógeno si se incluye como una vivencia penosa a ser elaborada. (Benyakar, M.; Lezica, A.) Asimismo, de haber sensaciones y emociones como parte del complejo traumático, es fundamental que tras el trabajo de análisis éstas puedan adquirir la dimensión de tiempo y espacio; es decir, que se transformen en sentimientos.
Tras todo lo anteriormente mencionado se hace evidente que el tabú acerca de la muerte en la época contemporánea y la falta de apoyo familiar no sólo dificultan la elaboración de duelos en los niños sino que pueden generar patología. Asimismo, se evidencia que el conocimiento acerca de esta problemática puede funcionar con un carácter preventivo. En nuestro quehacer como agentes de salud se puede difundir esta información, así como acompañar a los familiares que se queden a cargo de un niño para que éstos puedan apoyar al niño durante su proceso de duelo.
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Referencias Bibliográficas Ariès, P. (2000). Morir en Occidente: desde la Edad Media hasta nuestros días. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora. Benyakar, M.; Lezica, A. (2005). Lo traumático, Buenos Aires: Biblos. Tomo 1, segunda parte, cap. 2 y Tomo 2, Addenda.
Bowlby, J. (2009). La pérdida, Vol. 3 de la trilogía El apego y la pérdida, Buenos Aires: Paidós. Cap. 1 y parte 3. Braun, J.; Pelento, M. (1991). “Las vicisitudes de la pulsión de saber en ciertos duelos especiales” en Puget y Kaes (comp.) Violencia de estado y psicoanálisis. Buenos Aires: CEAL. Casanova, E.; Merea, A.; Morici, S.; Pelento, M.; Popiloff, T.; Wainer, A. (1993). “Algunas consideraciones sobre los duelos en la infancia” en Diarios Clínicos 6 Duelo y Trauma. Buenos Aires: Lugar Editorial. Winnicott, D. (1991). Exploraciones Psicoanalíticas I. Buenos Aires: Paidós, cap. 22.
Escritos
Clínica psicoanalítica con adolescentes
Tres viñetas clínicas serán el testimonio de la variedad de una clínica donde la inhibición, el síntoma y la angustia se visten de soledad, de desorientación, de desilusión respecto a los padres, pero también de desafíos y actuaciones. Con este título abordaré un tema que nos presenta varias aristas y respecto al cual resultan importantes ciertas puntualizaciones. Por un lado, la clínica psicoanalítica no es una clínica del desarrollo, sino una clínica estructural. ¿Qué significa esto respecto a una clínica con adolescentes? Que no hay una “especialización en adolescentes”, así como no la hay respecto a los niños. Sin embargo no podemos negar que hay cuestiones específicas a las que nos enfrentamos en ambos casos, más allá de que la clínica psicoanalítica sea una clínica del sujeto del inconciente, es decir, de un sujeto que hace síntomas como respuesta al deseo, pero también como modo de satisfacción pulsional. Esto mismo nos pone ante una cuestión de importancia fundamental en esta clínica: el lugar de los referentes. Tanto en el caso de niños como de adolescentes, generalmente son los padres o algún tutor quienes hacen el pedido de tratamiento, quienes traen una versión de lo que ocurre con estos jóvenes. Tenemos, entonces, las palabras de estos “adultos” como referente y también la tienen los niños o los adolescentes. Son palabras que buscan informarnos – y forman o han formado a estos jóvenes pero también hacen obstáculo para poder escucharlos en su
Susana Dicker
singularidad.
Pero también hay otros referentes que orientan y hacen obstáculo al mismo tiempo: la concepción de qué es un niño, de qué es un adolescente, qué se espera de una cura en cualquiera de los dos casos, etc. A esto se suman la referencia de la teoría en la que cada uno se apoya, la escuela, que ya tiene una idea del niño o el adolescente y lo que se espera de él, la sociedad, la derivación de un médico si es el caso, etc. Pero esos referentes están ahí, no podemos negarlos. La cuestión es cómo ubicarlos, qué lugar darles para poder hacer con ellos pero, en particular, poder llevar adelante esa cura con el niño o el adolescente sin perder de vista que es con ellos con quienes tenemos el compromiso fundamental. Otra cuestión que es imposible de soslayar en psicoanálisis: el tema de la transferencia y, en estos casos, tanto con el sujeto en análisis como con los padres o encargados. Poder hacer ahí es una pieza clave en el éxito que pueda lograrse. Y hay una gran cantidad de variables por las que se presenta: lograr la confianza con los padres pero, al mismo tiempo, dejar claro que el espacio es del hijo y que hay un secreto a respetar. Esto mismo se LÚDICA 18
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Escritos
debe consignar desde el principio con el joven al que admitamos como paciente. Los padres quieren que todo funcione, pero no es extraño que aparezca en alguno de ellos la cuestión de los celos o la desconfianza, cuando la transferencia se afianza en el hijo o cuando los movimientos subjetivos en éste no van en la dirección de los intereses de esos padres, de lo que ellos esperaban como resultado de la cura. También aquí no podemos descuidar el lado del analista. Si ve a los padres como padres y no como sujetos que consultan por un adolescente o por un niño, está el riesgo que el propio analista inconscientemente esté en la posición de hijo o no pueda consentir a que tiene frente a él a un hombre y una mujer con sus propias vicisitudes en la vida. El tema de la transferencia también es de suma importancia en el vínculo que se instale con la escuela o el médico que hace la referencia, pues puede propiciar que se constituya “una transferencia de trabajo” que iría en beneficio de los resultados o, por el contrario, contribuir a la instalación de un obstáculo muy difícil 19
de resolver. Un tema central que se agrega en la clínica contemporánea es el de la impulsividad en los adolescentes. Cada vez más, se trata de una clínica donde hay más actuaciones que síntomas, en el sentido de un síntoma formalizado, de eso que el psicoanálisis considera como “la envoltura formal del síntoma”. Esto va de la mano de lo que podríamos llamar cierta dificultad en el establecimiento de los lazos sociales. Los adolescentes cada vez hablan menos, incluso con sus pares; las “conversaciones” son lacónicas; intercambios de “sí”, “no”, “qué pasó”… no van más allá de eso; los mensajes por celulares son mensajes de texto, el chat con monosílabos ha sustituido la conversación, etc.
Tenemos, entonces, por un lado, la particularidad del dispositivo que proponemos para trabajar con un adolescente y que tiene que ver con los principios de la práctica analítica. Principios que no dejan de ser una apuesta a la palabra. Y, por otro lado, la incidencia de la vida contemporánea en la subjetividad y en los lazos familiares y sociales, lo que produce también un giro
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en nuestra clínica.
A partir de algunas viñetas me propongo desplegar cuestiones que surgen en la experiencia con adolescentes. Las mismas no agotan el tema porque entran en él tantas variantes como ejemplos se presenten en nuestra práctica. Son tres casos de adolescentes donde se destaca la actuación, la impulsividad, más que el síntoma en el sentido psicoanalítico, que el síntoma y su formalización. Pero, además, son tres casos donde lo fundamental del conflicto y de la demanda, están relacionados con los padres. Esto nos pone ante la evidencia de que, en la medida en que en esos vínculos hay cuestiones sin resolver, absorben la subjetividad del hijo y no dejan el camino despejado para que puedan tramitar sus preguntas, temores, elecciones en el plano de la sexualidad, de su compromiso social, etc. La adolescencia de la que Freud prefiere hablar en términos de pubertad es la época en que se reactualizan las posibilidades de efectuar un número importante de
Escritos
"El teatro de las máscaras" de Valeria Dicker
elecciones y de rectificar retroactivamente lo que se construyó en el tiempo lógico de la infancia. El púber está ante el hecho de que puede elegir, que “todo es posible” pero, al mismo tiempo, esa elección se le hace imposible, lo que lo enfrenta con la castración y su concomitante de angustia. Por un lado, entonces, hay respuestas que puede elaborar en sus relaciones sociales, respecto a una posición sexuada, en su negociación con los ideales, caídas de algunos en particular en referencia a sus
padres y apoyo en otros que extrae de lo social.
La insuficiencia de los saberes de la infancia produce un impacto sobre sus certezas. Antes, a sus preguntas por el deseo del Otro qué quiere mi madre, qué espera mi padre de mí como hijo respondía con la identificación (quieren que sea un lindo muchachito, un niño bien portado, un estudiante ejemplar… o simplemente un rebelde). Ahora el Otro le es insuficiente, inconsistente, está castrado, él mismo ya no sabe quién es. LÚDICA
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Flaquea como modelo de identificación. Esto es algo frecuente en estos momentos: padres que trastabillan en sus propios proyectos e identificaciones, en casi todos los órdenes de su vida.
Por el lado del encuentro con la sexualidad, con una sexualidad distinta a la de la infancia, se enfrenta con una falta de saber sobre el encuentro entre un hombre y una mujer, a pesar de la información que extrae de los medios. La adolescencia implica una incursión del sexo con el otro, pasar la sexualidad por el otro, más allá del cuerpo propio. Esto implica que se amplía su responsabilidad subjetiva, ausente en la infancia. A esto se agrega que el cuerpo real del adolescente se modifica, sufre cambios morfológicos y para algunos está la dificultad para simbolizarlos y asumirlos como parte de la vida. Se trata de una exigencia simbólica que, en lugar de convertir al adolescente en un ser más responsable y respetuoso de lo establecido, produce el efecto contrario: no quiere saber nada de responsabilidades.
Tomaré como ejemplos tres pequeñas viñetas clínicas, heterogéneas entre sí, así como singulares son los sujetos y los padecimientos que los traen a consulta. No obstante, hay algo en común que pone en serie los tres ejemplos: detrás de la singularidad del síntoma, en los tres casos
hay padres jóvenes y exitosos, tomados totalmente por el empuje exitista de la época.
C es una adolescente de catorce años, cuya madre pide una cita, angustiada, después de que su hija llegara una noche presa de una fuerte borrachera. Buena estudiante, hija ordenada, hasta ahora no había traído dificultades en su crianza, salvo un novio un poco mayor y de otra raza, lo que no es recibido con agrado por parte de sus padres. A través de las sesiones con C, lo que más se destaca es cierta tristeza que atribuye a una ausencia de los padres. Ambos, ejecutivos de jerarquía en empresas importantes, trabajan todo el día. Llegan a la noche, cansados y no se comparte nada familiar, a lo sumo una película por TV. Alguna vez esta hija les llevó la queja y la respuesta fue: “¿Qué quieres? Trabajamos para que tengas ese auto de tal marca, para que tengas tus vacaciones, para que tengas tu linda casa”. L tiene 12 años y sus padres llaman, afligidos, pues está a punto de perder el año en el colegio e, incluso, cabe la posibilidad de que sea expulsado del mismo. Ha decaído en sus estudios pero, además, es acusado de varios actings severos donde los afectados son sus compañeros. Sus padres, jóvenes ejecutivos, no están todo el día que, para L, transcurre entre sus tareas, la compañía
"Ahora el Otro le es insuficiente, inconsistente, está castrado, él mismo ya no sabe quién es. Flaquea como modelo de identificación."
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del chofer y los juegos con sus hermanitos más pequeños y la empleada de la casa. Aquí ocurre algo similar que con C: “tenemos que trabajar si quieres todo lo que tienes”.
M, de 16 años, tiene atemorizados a sus padres pues “está deprimido”; pero, más allá, se enfrenta a su madre en discusiones explosivas que les hace muy difícil la convivencia. Su padre, un alto ejecutivo de una multinacional, ha sido trasladado a este país y a M le cuesta la adaptación a sus compañeros, a “esta cultura”, a perder a sus amigos con cada cambio de país, etc. No encuentra mucho sentido a la vida, después de dos desilusiones amorosas. Decepcionado de las mujeres, un mes después de iniciadas las entrevistas, confiesa lo que considera es su inclinación homosexual. Ahí viene la actuación: escribe a unos amigos y les cuenta, incluso está seguro de estar enamorado de uno de ellos, hasta que un hermano descubre sus correos, alerta a los padres, estos se desesperan, se angustian, piden una cita… y M cede. En una sesión dice: “Eso ya estuvo, ya pasó, lo tengo que olvidar”. Ahora sucede algo nuevo: el padre decide dejar la
multinacional, quiere afincarse en un solo lugar por su hijo… y éste se aflige, porque el nombre de la empresa es lo que representa al padre y lo representa a él. Algo tambalea sin el respaldo de esa representación que parece venir al lugar de una nominación desfalleciente. Aunque la clínica psicoanalítica se ocupa del sujeto singular, de la causa de su sufrimiento, de su síntoma, interrogar la época y sus efectos sobre el púber o el adolescente en el caso de esta presentación es parte del compromiso de los analistas que, desde su práctica, son testigos de los mismos. Pero no meros testigos puesto que, de un modo o de otro, están llamados a dar respuesta al sufrimiento de quienes consultan. ¿Qué hay de común en la queja de estos tres adolescentes, cuando son escuchados en sesión? Justamente algo que hace eco de lo que no dejamos de leer en la actualidad: cada vez hay menos “hogares”. Las casas se constituyen en lugares de relevo, de paso para quienes las habitan. Entrar y salir en los intervalos que deja la vida laboral y profesional, sin que haya
Escritos
espacio ni tolerancia para demorarse por un momento con el otro, para libidinizar los intercambios en un encuentro que, las más de las veces, son vividos como un entorpecimiento a la eficiencia. Intercambios libidinales que son sustituidos por llamadas al celular de cada hijo desde el celular de cada padre: “¿cómo te fue hoy?”, “¿estás haciendo tus tareas?”, “No te olvides que tienes clases de…” allí donde cada padre trata de alinear su función con tantas otras que lo atrapan a diario, haciendo de agente del orden. Conciencia que se acalla pero que no puede dar respuesta a qué es ser padre, en tanto da lugar a la norma pero no se constituye en un acto con consecuencias. Lacan en “Dos notas sobre el niño”1 define las funciones del padre y de la madre. Para ésta “en tanto sus cuidados están signados por un interés particularizado, así sea como respuesta a sus propias carencias”. Para el padre, “en tanto que su nombre representa la ley del deseo”, en tanto se define por “tomar a una mujer como causa de su deseo y volverse responsable del niño que LÚDICA
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con ella trajo al mundo”…
¿Qué ocurre, entonces, cuando la impronta simbólica de la familia, a través de esas funciones, se ve obstaculizada y, en su lugar, se produce un borramiento de esas funciones y una dispersión de las identificaciones? ¿Qué ocurre cuando la familia como institución sufre las consecuencias de los avatares de la época y flaquea en su lugar de alojar las subjetividades de sus miembros y producir significaciones y referencias de identificación y de filiación?
E. Laurent cita a Lacan cuando rescata el sueño del neurótico, el famil, el deseo de completarse con una familia y dice: “El padre no es más que un sueño del neurótico quien, para inscribirse en el Otro, desea ser padre de familia”2. Un padre de familia que no necesariamente será quien sostenga esa función de ordenador del goce del sujeto, quien pueda transmitir lo que es posible y lo que no, para que cada quien pueda inscribirse en la cultura y en la civilización.
laboral; no pueden detenerse porque quedarían del lado de los “loosers”; no pueden detenerse porque todo un entorno social aprueba su esfuerzo y su capacidad; no pueden detenerse porque no se atreverían a hacer otra cosa; no pueden detenerse y aquí la paradoja está hecha de goce porque también estos hijos que ahora se quejan de soledad, quieren un padre representado por el nombre de una multinacional, quieren el carro de la marca más afamada, quieren las vacaciones en una pista de esquí, quieren el juego de última generación, etc. El neurótico quiere ganarlas todas, aunque sea a costa de inhibición, síntoma y angustia. Y eso revela la clínica con estos adolescentes: su soledad, su desorientación, la desilusión respecto a sus
Historias de familias bien constituidas, hechas de padres con buenas intenciones, padres de familia con un ideal a sostener para sus hijos, para su familia, para ellos mismos. ¿Se puede hacer una crítica de ello? El punto está en el momento en que ese Ideal se convierte en mandato superyoico y no da respiro; allí donde estos padres de familia son presas de esa dictadura que “hace estallar el matrimonio, dispersa la familia, modifica los cuerpos”3.
C, L y M saben qué quieren sus padres: no pueden detenerse porque quedarían fuera de la maquinaria del mercado 23
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padres y, sin embargo la otra cara que se desliza en sus discursos: el orgullo por unos padres que saben hacer en este mundo competitivo, unos padres que están del lado de los triunfadores, unos padres a los que se puede nombrar: “es presidente de…”, “es gerente de…”, aunque ellos también paguen con la libra de carne de su ansiedad, de sus síntomas somáticos, de la deuda con sus hijos, que es deuda de deseo.
Actualidad que no podemos desconocer ni juzgar porque no estamos fuera de ella. Pero estamos advertidos de las bondades del lazo social, del lazo al Otro a través del deseo y del amor, y de las consecuencias de que los objetos tras los cuales corren padres e hijos, los objetos que la civilización no deja de ofertar, son simplemente objetos que pasan, que se desplazan, sin dejar efectos en la subjetividad. Allí está el espacio que ofrece el analista, otro objeto del mercado, dice Lacan. ¿Qué implica esa oferta que hacemos los analistas? Que nos orientamos por lo real del síntoma, por ese imposible que es causa del síntoma, pero que también es causa del lazo social. Y si es así, es una oportunidad para la transferencia con el niño o el adolescente, pero también con sus padres. Oportunidad para
poner la libido en movimiento. Oportunidad de un paréntesis en el tiempo loco del mandato superyoico y una apuesta a los tiempos lógicos en un análisis: instante de ver, tiempo de comprender y momento de concluir.
C, L y M, cada uno en su estilo y cada uno en sus propios tiempos, abren en el análisis sus preguntas, pero también van encontrando respuestas para “soportar la inconsistencia del Otro”, la inconsistencia de esos padres que tropiezan en sus propias vicisitudes y que hacen sus propios síntomas. Estos tres adolescentes encuentran el modo de hacer una demanda allí donde antes estaba la queja silenciosa y la complicidad del síntoma, del acting out o del pasaje al acto; pero también van encontrando sus respuestas singulares para poner un límite a ese goce mortífero del síntoma, del acting out, de la depresión, en que quedan presos. En el caso de C, la adolescente de 14 años, que asustó un día a sus padres con su borrachera, el trabajo que realizó en la clínica fue ir encontrando una respuesta singular a qué es la relación entre un hombre y una mujer. Aceptar los estilos de alianza entre los sexos. Aceptar, en la pareja de sus padres, que están sostenidos fundamentalmente por sus
Novedades Escritos
"Por el lado del encuentro con la
sexualidad, con una sexualidad distinta a la de la infancia, se enfrenta con una falta de
saber sobre el
encuentro entre un hombre y
una mujer, a pesar de la
información que extrae de los medios."
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éxitos como ejecutivos y con poca evidencia del deseo. Por el lado de ella, la renuncia al “primer amor” y sus ensayos con nuevos vínculos que se van abriendo. Soportar el notodo, pero que eso mismo que falta permite nuevas búsquedas.
Por el lado de L, un trabajo exquisito a los 12 años, donde su “batalla fantasmática” pasaba por admitir al padre y hacerse un lugar en él. Un niño joven que entró al análisis haciendo toda su apuesta al inconciente. En este caso, sesiones con los padres y la transferencia que se pudo instalar con ellos y con L, produjeron un acceso al saber inconciente que permitió la desaparición de los actings que habían llegado a una dimensión que puso en riesgo su lugar en el colegio. Un acceso a ese saber sobre la satisfacción en el síntoma, que permite reforzar la apuesta al trabajo con púberes y adolescentes. Con M, las sesiones transcurrieron sin la inclusión de los padres hasta el momento en que se produjo la zozobra familiar por sus declaraciones respecto a su supuesta homosexualidad.
Un adolescente “adorador de la fantasía”, un cultor del enamoramiento, un
enamorado del amor, de la poesía, de la música, de un lenguaje más “culturalizado” que el del resto de sus compañeros. Un inconforme con el Otro social, un nostálgico de los amigos y de los lugares que fueron dejando con los desplazamientos laborales del padre. La transferencia se instaló cuando pudo encontrar en el espacio de la clínica, un lugar para hablar del “Quijote” de Cervantes, pero también de la música, su proyecto para el futuro, de la manera en que podía negociar un piercing y el cabello largo con un padre formal y estricto. Desde el lugar del “inconforme”, el cuestionamiento a sus padres era la batalla que se desplegaba a diario y a sus hermanos mayores acusaba de ser unos sometidos al régimen del Otro. Son tres adolescentes muy distintos, aunque la queja de los tres haya venido por el lado de las consecuencias del éxito de los padres.
Para finalizar tomaré una pregunta que se hace Eric Laurent y que emplea como subtítulo 4: “¿Qué cambia entre el niño y el adulto?”. La respuesta la encuentra en Lacan: lo que los separa es la ética que cada uno se hace de su goce. La “grande
"Aunque la clínica psicoanalítica se ocupa del sujeto singular, de la causa de su sufrimiento, de su síntoma, interrogar la época y sus efectos sobre el púber o el adolescente en el caso de esta presentación es parte del
compromiso de los analistas que, desde su práctica, son testigos de los
mismos. Pero no meros testigos puesto que, de un modo o de otro, están llamados a dar respuesta al sufrimiento de quienes consultan. "
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personne” es aquella que se hace responsable de su goce.
Esto vectoriza la particularidad del psicoanálisis y del psicoanalista cuando asume la responsabilidad de conducir un análisis. Pero también nos pone atentos a la salida que Laurent propone para el análisis de un niño: la construcción de ficciones reguladoras que le permitan operar de algún modo y donde se trata de no apostar sólo al padre. Se trata, entonces, de saber hacer con lo simbólico y lo imaginario a partir de lo real, de un real imposible de soportar. ¿Puede ser ésta una salida para nuestros adolescentes en la época de la declinación del padre?
Escritos
Referencias Bibliográficas
Lacan, J. (1969): “Nota sobre el niño” en “Otros Escritos”, Paidós, Argentina, 2012, p 393 Laurent, E. (2007): “Las nuevas inscripciones del sufrimiento en el niño” en “psicoanálisis con niños y adolescentes”, Grama ediciones, Bs As, p 46 Miller, J. A. (2008): “Una fantasía”, en “Lacaniana 3”, Revista de la EOL, Bs As, citado por Fabián Naparstek en: “La ciudad de la fiesta”, en “Patologías de la identificación en los lazos familiares y sociales”, Grama Ediciones, Bs As, p 19 Laurent, E. (2003): ¿Hay un fin de análisis para los niños? , Colección Diva, Bs As, p 30
"Fuego al través" de Valeria Dicker
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Trauma sexual y muerte psíquica: violencia sexual, incidencias en la construcción de la subj etividad
Norberto C. Marucco
El trauma sexual
En esta ocasión nos adentrarnos en un tema muy significativo en nuestros días como es el “trauma sexual y la muerte psíquica”. Es una temática difícil, compleja tanto en la teoría como en la clínica representa un gran desafío ya que está directamente vinculada con el problema que refleja el título que nos convoca: la violencia sexual y su incidencia en la construcción de la subjetividad. Organizaré mi relato haciendo en primer término algunas consideraciones con relación al trauma sexual. Me referiré luego a los efectos del trauma sexual en la constitución del yo. Y, finalmente, intentaré transmitirles algunas reflexiones en torno a la relación entre la idea de “Yo”, de subjetividad, y de muerte psíquica.
En cuando al primer punto: el trauma sexual, creo que abarca un amplio abanico de expresiones. De cualquier modo, y desde todos los enfoques posibles, se trata de un tema de importancia fundamental para el psicoanálisis, y de indudable actualidad. Por otro lado resulta difícil soslayar la mención, por ejemplo, de la violencia sexual como hecho social, con sus tremendos efectos; tema que concita todo nuestro interés y sobre el que podemos y debemos aportar nuestro buen saber y entender. Pero el trauma sexual en sí mismo constituye una entidad de índole específicamente psicoanalítica. El término “trauma” sexual remite también a la 27
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manera como se constituye y va conformando el aparato psíquico. Quizás deba aclarar, antes de seguir adelante, que me encuentro ubicado entre aquellos analistas que consideramos la constitución del psiquismo como el efecto de un trauma, producto de una asimetría fundacional entre un otro adulto y el niño que nace. Siguiendo algunas ideas de Laplanche en este sentido podríamos plantear este trauma como el producto no sólo de la relación entre realidad psíquica y realidad material (que es en la que Freud mantuvo su dialéctica), sino en una tercera realidad que Laplanche define como “la realidad del mensaje”. Es decir: como aquello que proviene del otro (de la madre, específicamente) y contiene no sólo
significantes verbales sino además eso otro singular que le es propio, lo sensorial y primario. Es en ese encuentro entre la madre y el bebé donde se transmite algo de ese “otro” que contiene en sí mismo un inconciente sexual. Esto enigmático que se mantiene en el plano de lo inconciente también para la madre, se introduce en el intercambio primero con el bebé. Entonces, el aparato psíquico se irá constituyendo desde aquello que es comprendido, traducido, y que conforma al yo, y aquello que no siendo comprendido conformará el inconciente originario, reprimido. Inconciente reprimido originario que a su vez estará conformado por lo que Freud denominara “representación de cosa” que deviene luego “representación de palabra”, y que podríamos ubicar dentro del concepto de “significantes enigmáticos”. Origen del deseo, y origen en última instancia de ese proyecto en la vida siempre inalcanzable. Y origen también del fenómeno de la transferencia, ese motor por el cual se busca en el otro algo que le dé respuesta a los propios enigmas. El hombre, en última instancia, constituye
su subjetividad en este desencuentro que se produce entre él (en creación) con un otro asimétricamente creado que es el adulto materno.
En esta constitución del psiquismo de manera traumática, en este trauma sexual, hay algo que proviene también de la realidad del mensaje que podríamos pensar como equivalente al concepto de pulsión de muerte en Freud. Se trata de aquello que podría definirse como significantes designificados, restos de cosas, que se traducen en ese hervidero pulsional que habita en el individuo y que lo lleva a actuar, empujándolo hacia la descarga pulsional, la violencia de las pulsiones. Entonces, algo de lo traumático constituye la subjetividad naciente, y se instala como un enigma que buscará respuestas a lo largo de toda la vida. Enigma que no debería cerrarse, obturarse, con una hermenéutica forzada. Este cierre, “ptolomeico”, podríamos decir, es un cierre sobre el yo. Pero el psicoanálisis debería apuntar a mantener abierto el enigma, lo no conocido, aquello por conocer... y de esta forma alimentar el desarrollo y la continuidad
del deseo.
Escritos
Otra situación es la que se genera cuando el trauma sexual se produce en un aparato psíquico constituido por identificaciones primarias y secundarias del final del complejo de Edipo. Vale decir, constituido por representaciones preconcientes que van a conformar parte del yo, y que implican también un yo con ciertas funciones. El abuso o el trauma sexual sobre un psiquismo humano así constituido es también producto de una asimetría con otro, pero su efecto traumático lo produce el carácter de incomprensibilidad para el niño. Esta “no comprensión” requiere de un segundo tiempo: un segundo momento en el que el trauma pueda ser resignificado. Así se constituyen los síntomas de la neurosis. Quizás no haya neurosis que no tenga en algún intersticio esta zona donde el contacto con el otro adulto tiene algo de “abuso” que es inconciente para él mismo. Al decir esto me estoy ocupando de la “víctima”, del objeto pasivo que padece el trauma sexual. Ubicado desde ese lugar intentaré discriminar los LÚDICA
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Escritos Expresiones "El abuso o el trauma sexual sobre un psiquismo humano así constituido es también producto de una asimetría con otro, pero su efecto traumático lo produce el carácter de incomprensibilidad para el niño. "
niveles de violencia implicados en el hecho traumático, ya que de ellos dependerá, en una parte, la importancia o gravedad de los efectos psíquicos que aquel pueda producir. Si bien en algunos casos la intensidad del hecho traumático no implica la pérdida de la condición de sujeto, en otros puede llevarlos a la mera condición de objeto; y en un nivel mayor de daño psíquico, el trauma sexual puede reducirlo a la nada. La idea de “nadificación”, cercana al concepto de afanisis, correspondería a la noción de “muerte psíquica”.
Si bien no es éste el punto en que me voy a centrar, conviene puntualizar que considero que ocuparse de la psicopatología del violador requiere ir más allá del modo clásico de operar del psicoanálisis. Cabe entonces recordar que ciertos niveles de perversión, que entrarían dentro del campo de los “delitos sexuales”, nos convocan hoy más que nunca a una profunda investigación. El trauma sexual en dos tiempos al que me refería antes es el trauma sexual sintomático (que fue ubicado durante mucho tiempo en la histeria pero que uno podría ubicar en cualquier neurosis), y es producto de un abuso sexual no recordado, por no haber sido significado ni reconocido como tal, y que un suceso trivial resignifica en el a posteriori. Esto tiene 29
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consecuencias importantísimas para el psicoanálisis como es la de pensar una temporalidad que escapando a la linealidad de la cronología, al determinismo del pasado hacia el presente invierta los términos en una direccionalidad que desde el presente “vuelva” hacia el pasado que resulta transformado por la resignificación. Los efectos del trauma sexual en la constitución del yo y la muerte psíquica
En primer lugar, “muerte psíquica” no es un término muy explorado en el ámbito psicoanalítico. Voy a tratar entonces de adelantar algunas ideas que quizás puedan servir de sendero para el intercambio y para futuros desarrollos. El tema es convocante. Uno ve individuos que en la vida viven con un psiquismo casi muerto, en sentido metafórico. Pero no resulta nada fácil precisar desde el punto de vista metapsicológico a qué nos referimos con la denominación muerte psíquica, y, en particular, cuál es su relación con el trauma sexual. Creo que debo remitirme aquí a los efectos del trauma sexual sobre el yo y la constitución del yo. En la constitución del yo intervienen identificaciones primarias y secundarias. Las primarias tienen que ver con la apropiación, según Freud, de la figura paterna, vía una identificación inicial que
se produce, en sus palabras, con “el padre de la prehistoria personal” (aunque a pie de página dice que es en realidad con “los progenitores”). Esta identificación con un ideal es a mi entender constitutiva de la conformación del psiquismo. ¿Cómo se produce esta identificación que es previa a toda carga de objeto, y que es producto, quizás, de la falta de mediatización, de ese encuentro de cuerpos, en el que se da la relación con la madre? Tal vez sea esta menor proximidad de la
figura paterna la que provoque el fenómeno de su apropiación vía identificación. Pero tiendo a pensar, como hace ya mucho tiempo postulo, que parte de la construcción del ideal ocurre por la implantación parental del propio yo ideal de los progenitores (en etapa previa al reconocimiento de la diferencia de los sexos). Son quienes que le dieron la vida, y sienten que en el hijo que nace, renace también algo de ellos mismos que ha quedado atrás en el tiempo: su antiguo narcisismo perdido. Instalan
Escritos
entonces en él aquel ideal que quisieron ser y no fueron. Freud lo expresa con certeza: “El niño deberá ser el sueño irrealizado de sus progenitores”. Ahora bien, este ideal así constituido conformará a su vez el núcleo de una trama, de una malla, en la que se irá instalando progresivamente el sistema representacional del individuo. Los significados inconscientes del ideal estarán siempre presentes, de uno u otro modo, en su manera de comprender los sucesos de la vida. Y toda su vida se resolverá, en última instancia, en la relación que se juega entre su yo y el ideal. Relación de cuyas vicisitudes dependerán los niveles de su sentimiento de sí, de su autoestima, su autovaloración. Ahora bien, la denomina ción de “trauma sexual” también alude a ese trauma que es producto de la acción violenta ejercida por un individuo sobre otro con la intención de intrusarlo física y/o psíquicamente. Violación que no sólo afecta su integridad psicofísica, sino que constituye en realidad un ataque a su misma condición de sujeto. Creo que es aquí donde LÚDICA
"The Chocolate Boy" de Carlos Pérez
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podemos hablar de la posibilidad de una muerte psíquica. En referencia a este tipo de trauma me interesa subrayar el desmantelamiento psíquico, la “desmentalización”; o, en otros términos, la “pérdida representacional”; pero, fundamentalmente, la “caída” de aquella identificación inicial con el ideal paterno. Sin este núcleo, sostén inicial de la capacidad de representar el mundo y de representar se, el aparato psíquico se desmorona y se produce la muerte psíquica. ¿Cuándo ocurre esto? Cuando coincide entre ese ideal inconsciente generador de la metáfora paterna con la realidad de un objeto violador cuyo desplazamiento el aparato psíquico no pudo realizar. Cuando la realidad acerca y condensa al objeto violador y la metáfora paterna, el aparato psíquico no puede producir el efecto de
desplazamiento. En ese caso se produce la caída del ideal, la pérdida del ordenamiento simbólico que puede contener en su trama la violencia pulsional del ello en su aspecto destructivo y en su aspecto sexual de descarga. Entonces el individuo (por esa efracción que se produce en su mundo representacional) queda a merced de su violencia pulsional, o, mejor dicho, pasional. A través de esta “muerte psíquica” puede producirse desde un borramiento de la pulsión con la pérdida de los enigmas, hasta una descarga pulsional sexual que se desarrolla en el pasaje al acto o en el cuerpo, pasando por la acción de la pulsión destructiva a través del crimen, del suicidio, o de la enfermedad somática grave. Entonces, para sintetizar: creo que la sexualidad del
“otro” adulto constitutiva del aparato psíquico y la subjetividad del niño, puede tener a su vez un efecto devastador sobre él cuando se vuelve intrusiva de su psiquismo. En otras palabras: los mismos objetos que dan origen a la vida psíquica pueden, por su intromisión avasalladora y por la imposibilidad del sujeto de hacer un desplazamiento, producir ese agujero en la malla representacional por donde se va escapando su vida. La “muerte psíquica” implica, entonces, quedar atrapado en una compulsión a la repetición por la que la temporalidad tiende a desaparecer. Esta temporalidad “asesinada” equivaldría a la “muerte psíquica” producto de este específico trauma sexual. Para concluir lo diría así: la muerte psíquica de un violentado sexualmente es la vida “detenida” en el tiempo coagulado y muerto de la repetición. De la recuperación de esta
"la denominación de “trauma sexual” también alude a ese trauma que es
producto de la acción violenta ejercida por un individuo sobre otro con la intención de intrusarlo física y/o psíquicamente. Violación que no sólo
afecta su integridad psicofísica, sino que constituye en realidad un ataque a su misma condición de sujeto. "
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temporalidad tratará la acción terapéutica del psicoanálisis. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Freud, S.,(1914c), Introducción del narcisismo, A.E.: Buenos Aires. Freud, S.,(1920g), Más allá del principio de placer, A.E.: Buenos Aires Freud, S.,(1923b), El yo y el ello, A.E.: Buenos Aires
"El vuelo (flight)" de Carlos Pérez Green, A., (2001), El tiempo fragmentado, A.E.: Buenos Aires Green, A., (2005), Ideas directrices para un psicoanálisis contemporáneo, A.E.: Buenos Aires Laplanche, J., (1996), La prioridad del otro, A.E.: Buenos Aires Marucco, N., (1999), Cura analítica y transferencia, A.E.: Buenos Aires
Freud, S.,(1927e), El fetichismo, A.E.: Buenos Aires Green, A., (1990),De locuras privadas, A.E.: Buenos Aires
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Expresiones
Puro Arte Inés Verdugo
“Estamos dedicados a la idea de que todo el mundo, independientemente de lo severas que sean sus discapacidades tienen un potencial creativo. “ Elias Katz
Centro Puro Arte es un centro de creación artística dirigido a personas con alguna deficiencia neurológica. Actualmente asisten al centro niños, jóvenes y adultos con autismo, síndrome de down y discapacidad intelectual entre otros. Puro Arte proporciona programas artísticos dentro de un espacio donde se desarrolla la expresividad y creatividad como medio de comunicación para fortalecer el desarrollo personal y social. "Caballo, toro y lobo" de Gabriel Ubilla
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Expresiones
"El caballo salvador" de Gabriel Ubilla
El mayor objetivo del centro se enfoca en formar artistas desarrollando su potencial creativo donde lo importante es la persona y no su condición. No se interpreta el arte para tratar estados psicológicos o patologías clínicas. No se busca la mejora personal a través de una terapia sino un rico desarrollo a través de la creación artística. Dentro del centro los alumnos tienen acceso al contacto con diversos materiales que les serán útiles para la creación. El método de aprendizaje es basado en satisfacer las necesidades creativas de cada uno sin imponer métodos de creación.
"Interactuando actuando" de Gabriel Ubilla
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Expresiones
"Antigua" de José Jorge Vallegos
Al iniciar un programa con algún alumno éste es adaptado a sus necesidades e intereses. La búsqueda creativa se realiza tomando contacto con las distintas herramientas artísticas como acuarela, cera, lápiz, collage, pintura, escultura, dibujo donde el alumno tiene la independencia de decidir cuál es el campo en el que quiere desarrollarse.
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de Paulina Zaid
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de Paulina Zaid
Artistas o profesores de arte serán los encargados de llevar a los alumnos a expresarse al máximo usando toda la extensión de su creatividad. Puro Arte es un centro que estimula y que da soporte sin presión, sin competencia desarrollando un trabajo creativo; donde el alumno al final del curso expone su trabajo de forma colectiva o individual.
de Paulina Zaid
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Expresiones
Temporalmente la cede del Centro Puro Arte se encuentra dentro de las instalaciones del Centro de Desarrollo Humano ubicado en la Colonia El Prado Zona 10 en la ciudad de Guatemala.
En el 2013 El Centro Puro Arte tendrá una cede independiente donde contara con una academia y Galería de Arte para sus alumnos, ubicada en la zona 9 en la ciudad de Guatemala.
de Paulina Zaid
El Centro Creativo Puro Arte invita a su IV Exposición colectiva en la que se muestran los trabajos realizados durante el 2012 por los artistas del centro, el sábado 17 de noviembre en Galería Kunst.
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de Paulina Zaid
Conceptos
Fort-da
Pareja simbólica de exclamaciones elementales que
determinan un momento constitutivo de la historia del
sujeto. Freud observó a uno de sus nietos de dieciocho meses en un juego en el que teniendo en su mano la
punta de un hilo de un carretel, el niño lo arrojaba a su cuna pronunciando el sonido prolongado oooo,
que constituía un esbozo de la palabra fort (“lejos” en alemán). Luego lo volvía a traer hábilmente hacia él
exclamando “Da!” (acá en alemán). Freud remite con facilidad este juego a la situación en la que se
encontraba el niño en esa época. Estando su madre
ausente por largas horas, nunca se quejaba, pero muy probablemente sufría mucho por ello, tanto más
cuanto que estaba muy ligado a esta madre que lo había educado ella sola. El juego reproducía la desaparición y la reaparición de la madre.
Freud le da un lugar importante a la idea de que el niño, que ante el acontecimiento se encuentra en actitud pasiva, asume en el juego un papel activo, haciéndose dueño de él. Mejor aún, se venga con él de la madre. Es como si le dijese “sí, sí, vete, no te
necesito, yo mismo te echo”… el acento debe ser puesto en la repetición de una
separación, de una pérdida. Por ello el juego del niño es una de las introducciones a la pulsión de muerte.
Lacan establece una relación contemporánea entre la pérdida de la relación directa con la cosa y el acceso al lenguaje “la palabra es el asesinato de la cosa”. El niño de dieciocho meses ya dispone de lo esencial, de una pareja de fonemas en oposición
renunciando a la cosa, especialmente aunque no exclusivamente a la madre como primer objeto de deseo.
Chemama, R. & Vandermersch, B. (2004). Diccionario del psicoanálisis (2ª ed). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu. pp. 274275.
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En el taller Te invitamos a participar en los siguientes eventos académicos:
"Clínica con Adultos" Seminario presencial impartido por Lila Isacovich, Daniel Braun, Graciela Kahanoff, Viviana Fanés, Silvia Cislaghi, Carmen Palmieri, Silvana Dal Maso y Julieta Médici en Fundación Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina miércoles de abril a diciembre 8:00 pm. a 9:30 pm. contacto: info@fundacionbsas.org.ar "Clínica con Niños y Adolescentes" Seminario presencial impartido por Belén Ibalo, Daniel Ripesi, Marcos Bertorello, María Rizzi, Sonia Canullo, María Fernanda Sommer, Claudia Yasan, Silvia Hernández, y Cintia Izrael en Fundación Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina jueves de abril a diciembre 8:00 pm. a 9:30 pm. contacto: info@fundacionbsas.org.ar
"Entre la mujer y lo femenino: un desafío en la clínica actual" Conferencia presencial impartido por Claudia Melville en Universidad Rafael Landívar, Guatemala, Guatemala viernes 12 de octubre 9:00 am. contacto: info@encuentropsicoanaliticogt.org
www.revistaludica.com info@revistaludica.com Revista Lúdica
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En cartelera
Análisis de Dr. Rodrigo Barahona
¿Por qué analizamos películas? O mejor dicho, ¿Qué nos puede decir el cine sobre nosotros mismos, nuestras motivaciones, pulsiones y deseo? No hace falta señalar que el cine se relaciona con la cultura de la misma forma que nuestros sueños o síntomas se relacionan con nuestra psique. Pienso que el éxito que puede tener una película depende de su habilidad para capturar las esquinas más oscuras y las idealizaciones más brillantes de nuestra psique, de manera que genere suficiente grado de ansiedad, siempre y cuando no pase de lo aceptable para nuestros censores morales. La pantalla contiene nuestros angustiantes contenidos, los mantiene seguros, los transforma, o los vuelve a reprimir cuando regresamos a casa. Un buen director de cine, a mi juicio , es alguien que puede juntar todos estos elementos de manera estéticamente placentera y a la vez, movernos, perturbarnos. Pienso en el cine de la misma manera que los psicoanalistas piensan en el sueño. Para Freud, el sueño está compuesto de deseos cumplidos pero disfrazados. Se forma en dos pasos generalesse moviliza un deseo, y se satisface ese deseo de forma disfrazada, ya que el deseo contiene impulsos y fantasías indeseables. De esa manera, el sueño aparece por lo general como algo confuso y placentero a la vez. El propósito del sueño es asegurar que el soñador se mantenga dormido, ya que la ansiedad generada por el deseo, despertaría al soñadorpor eso el LÚDICA
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En cartelera disfraz. Una película ‘suficientemente buena’ parafraseando a Winnicott, funciona de la misma manera: estimula curiosidad en el espectador, provee excitaciones, da la sensación de satisfacción de algún tipo, y luego, al día siguiente , se olvida. Una película como Imperdonable, sin embargo, funciona más como una pesadilla que como un sueño normal. Una pesadilla es un sueño donde, según Freud, el deseo no asume un disfraz, mostrándose tal y como es, despertando angustia en el soñador. Imperdonable, para mí, es una de esas películas inolvidables, aunque la primera vez que la vi quería reprimirla inmediatamente. Ahora reconozco que trataba de cosas que preferiría no pensar. Tal y como una pesadilla nos obliga a confrontar lo que de otra manera no nos podríamos decir, Imperdonable retornaba en escenas cotidianas, en conversaciones con amigos, en los discursos de mis pacientes, en artículos leídos, camino al trabajo o donde fuera. Las películas, como los sueños, son formas de representar deseos no representables—para Freud uno nunca se encuentra con el deseo en forma pura, sólo con sus derivativos, por ejemplo síntomas, fantasías, el arte y la cultura.
Imperdonable discursa sobre la naturaleza del deseo en sí. Tenemos a un protagonista, Francis, un escritor envejecido recién trasladado a Venecia con la esperanza de inspirarse con la ciudad y así poder escribir su libro. Necesita vivir suficientemente lejos de su fuente de inspiración para sentirse cómodo. Acepta la sugerencia de Judith de vivir en San Erasmo. Luego de que Judith le deja claro que no está interesada en él, Francis insiste y, un año después viven casados en San Erasmo. Alice, la hija de Francis, visita pero pronto desaparece. Parece que Francis no sabe qué se ha hecho, pero después de un tiempo el espectador sospecha que Francis ignora pero sabe que su hija se encuentra con Alvise, su novio narcotraficante y aristócrata. Aparece la perturbarte escena donde Alice le manda a su padre un video pornográfico donde, acostándose con Alvise declara su independencia. A Francis se le empieza a dificultar bastante escribir su novela. Su relación con Judith empeora ya que ella siempre está ocupada con su trabajo en bienes raíces y él siente que nunca la ve. Contrata a Jeremie, el atractivo hijo recién salido de la cárcel de Ana María, una ex amante de Judith, para que la siga, ya que sospecha que está escondiendo un affaire (al igual que anteriormente había contratado a Ana María para que siguiera a Alice en París). Apenas se da cuenta de lo que Francis espera de ella, Judith se acuesta con Jeremie, y luego se lo confiesa a Francis. Es difícil descifrar la reacción de Francisuna mezcla entre disgusto y distanciamiento. Finalmente, puede terminar su novela que contiene un personaje parecido a Judith. Ésta regresa a Venecia, dejando a Francis quien, antes de partir de la ciudad la busca y la reconquista. La trama central pasa por muchos vértices, siguiendo 41
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En cartelera distintas líneas narrativas, cada una suficientemente valiosa para seguir por sí misma. Sin embargo, quiero enfocarme en la relación que tiene Francis con Judith y Alice, ya que revelan algo fundamental sobre el deseo humano. Cuando Lacan hablaba del deseo, enfatizaba que no tiene objeto, es decir, cuando se obtiene lo deseado, se deja de desear. La satisfacción que se encuentra, por ejemplo, en un buen sueño, mata el deseo.
Judith, al igual que Alice, encarna una estructura histérica, y el equilibrio psíquico de ambas depende de que sean la causa del deseo del otro. Es difícil saber qué es lo que desea Judith. Rechaza los avances de Francis pero éste fácilmente le pasa por encima, convenciéndola, minutos después de conocerla, que vivan juntos. Como si no tuviera más deseo que ser y hacer lo que el otro quiere, se casa con Francis. Con Ana María había pasado algo similar. Ésta intuye la falta de deseo propio de Judith, recordándole lo bella e inolvidable que es, pero advirtiéndole que ella es incapaz de amar, que alborota a todos pero no es alborotada por nadie. Entendemos que de joven era muy promiscua y el centro de atención de muchos, y posiblemente fue amante de Alvise. Éste la llama ‘Cherubina’, tal vez en referencia a Cherubino, un personaje en “Las Bodas de Fígaro” de Mozart quien seduce a todas las mujeres. Con ese apodo Alvise le está indicando que aunque no se da cuenta, aunque no sabe lo que quiere, se las arregla para seducir a todos a su alrededor. El aria que canta Cherubino en “Fígaro” se llama “Ya no sé quién soy”, una descripción precisa de la psicología de Judith. En una escena extraña, Judith visita a Alvise en la cárcel, y nos preguntamos, ¿por qué tiene él la impresión de que ella aceptaría lavar dinero por él, si no fuera que, por experiencia, sabe que ella haría cualquier cosa que le pidan para poder mantener su identidad a costa de su deseo? También vemos cómo, sin sentido de agencia propia, se acuesta con Jeremie y se colapsa como un cadáver, desam parada y vulnerable al deseo del otro.
Por otro lado, vemos cómo Francis habita lo que llamamos deseo obsesivo. Este deseo se mantiene imposible, sin poderse realizar, para que Francis, como sujeto pueda seguir sintiéndose viv o. La satisfacción del deseo se torna una verdadera pesadilla para el obsesivo. Adquirir lo que realmente quiere equivale a revelar su grado de dependencia hacia el otro, una dependencia que amenaza su sentido de auto contención y coherencia. Así, Francis viaja hasta Venecia para sentir inspiración manteniéndose un poco lejos, sin acercarse mucho. El corazón de su amada se conserva a distancia. Así,la indiferencia de Judith le provoca proponerle matrimonio. Cuando ya se encuentra viviendo con ella, ¿qué necesita hacer para evitar la domesticación de su deseo? Imaginar su desaparición—fantasearla con otro. Vemos cómo esa fantasía reanima a Francis quien, con su LÚDICA
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En cartelera novela al igual que con su mundo interno ya se está dejando enterrar por el desvanecimiento de su deseo. ¿Qué es lo que realmente desea? Se molesta cuando le recuerdan los días locos de la joven Judith, pero, ¿por qué si extrae una excitación secreta de estos relatos? Pienso que el espectador estaría de acuerdo conmigo que Francis recibe lo que realmente deseaba cuando Judith finalmente se acuesta con Jeremie. ¿Qué otra razón habría para asignarle el trabajo de seguirla a un joven, buen mozo, recién salido de la cárcel? En el psicoanálisis le llamamos identificación proyectiva cuando, por ejemplo en una pareja, uno de los miembros presiona al otro, interpersonalmente, conductualmente, a actuar o sentir lo que él o ella no se permite pensar o sentir. Cuando Judith entiende el guión que ya Francis, inconscientemente, le había escrito, se siente compelida a actuar su fantasía para así mantener su posición de objeto de deseo. Por su parte, él no se sorprende cuando descubre su propio deseo, que lo despierta de repente como si fuera una pesadilla. Ejerciendo su fantasía puede continuar escribiendo: sobre un hombre, parecido a él, casado con una mujer llamada Judith, a quien le dan la oportunidad de regresar a la tierra y a la vida—que ama más que a cualquier otra cosa, pero por un sólo día. Como ama tanto a la vida decide rechazar la oportunidad, y así mantener su deseo en el mundo de lo imposible.
Imperdonable representa dinámicas comunes entre parejas, y las categorías histeria y obsesión reflejan actitudes y perspectivas inconscientes, estructurales en cada uno de nosotros, en parte porque el deseo tal y como se presenta aquí es algo universal (por lo menos en occidente), podemos ver muchas similitudes entre esta película y Vértigo de Hitchcock, obra que presenta de forma bella las fantasías y ansiedades, todavía actuales, de la psique occidental. Recordemos cómo Scotty persigue a Madeline, dando vueltas por las esquinas de las calles de San Fransico, y pensemos cómo Jeremie hacía lo mismo con Judith en Venecia. Galvin Ester, antiguo amigo de Scotty, le pide que persiga a su esposa con la agenda consciente, sin que Scotty lo sepa, de que éste se enamore de ella. Scotty le pide lo mismo a Jeremie inconscientemente, pero de manera necesaria para que se lleve algo acabo que reanimara su novela. ¿Y por qué se enamora Scotty de Madeline, quien encarna el espíritu de otra mujer, una mujer muerta, CarlottaValdes, real objeto de su deseo? Recordamos que Scotty piensa que Madeline se suicidó tirándose de la torre en la misión de San Juan Bautista . Después se deprime culpándose por su muerte, ya que, por culpa de su vértigo, no pudo subir las gradas de la misión y salvarla. Saliendo de su estadía en un hospital psiquiátrico, la ve en todas las esquinas, ya que la única manera de volver a la vida es continuando con su affaire con la mujer que, ahora sí, está muerta—hasta que conoce a Judy (interesante 43 LÚDICA
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similitud entre los nombres Judy y Judith, por supuesto). Judy es muy semejante a Madeline, y nos percatamos antes que Scotty que ella es Madeline, es decir, Judy se pasaba por Madeline en un complot hecho por su amante, Galvin Ester, para asesinar a la verdadera Madeline, su esposa, ya que ésta hubiera muerto en un suicidio del cual Scotty sería testigo. Sin saber lo que está pasando, para seguir deseando a Judy necesita apresurarla a que se vaya transformando, poco a poco, en Madeline, cambiando su estilo de pelo y ropa para que refleje lo que Madeline tenía puesto el día de su muerte. Aunque perturbada, Judy no le dice a Scotty la verdad sobre su identidad, porque, al igual que Judith en Imperdonable, depende del deseo del otro para mantener el sentido de coherencia en su self. Está preparada para sacrificar su identidad real para encarnar la imagen de la mujer muerta que Scotty desea y en la escena final de la película, una que tiene muchas interpretaciones, también cae a su muerte de la misma torre que Madeline. Supuestamente se resbala, pero como psicoanalista uno se pregunta sobre “accidentes” como éste, ya que, con su muerte, ¿no terminó realizando completamente su deseo de ser la mujer (muerta) tan ansiosamente deseada por Scotty? Podemos así entender la expresión agonizada de Scotty cuando ve caer a Judy y realiza, tal vez, que su muerte actualizaba la única manera de realizar su deseo—quería una mujer muerta y la consiguió.
Si utilizamos, entonces, a Vértigo como lente, ¿cómo podemos entender la perturbante escena donde Alice le envía a su padre su video pornográfico? Pisando tierra sobre San Erasmo es advertida por su padre de no buscar a Alvise. Por supuesto es la primera cosa que hace. Desaparece y Francis se angustia porque aunque sabe, quiere ignorar dónde está. ¿Podemos ver cómo este miedo también oculta un deseo? Siendo un objeto de amor más para su padre, Alice también recibe sus proyecciones. Sabe que para asegurar su amor tendrá que mantenerlo permanentemente insatisfecho, que la única manera de realmente estar presente en su mente es ausentarse. Para no desaparecer completamente, necesita desaparecer. Fiel a su estructura histérica, e igual que Judy, necesita mantener insatisfecho el deseo manifiesto del otro para retener su estatus de objeto frustrante y perdido del deseo secreto y latente del otro. Darse completamente al otro, y cuantas veces no vemos esto en la clínica con pacientes renuentes a establecer relaciones satisfactorias con otros—darse completamente al otro significa la muerte de su ser. Por eso vemos cómo se confunde y deprime después de que Alvise se cansa de ella. Ahora, imaginémonos a Alice, ya acostumbrada a escuchar las sospechosas LÚDICA
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En cartelera advertencias de su papá, interpretando su deseo que ella se mantenga cerca imaginando que el padre la ve como una mujer promiscua que sólo puede estimular su interés haciendo el amor con otro hombre. Acierta sobre su deseo y le ofrece la interpretación que parecía estar desesperadamente pidiendo. Le manda el video pornográfico en donde pareciera que le transmite la pregunta: ¿esto es lo que querías de mí?, ¿así me imaginabas? Le transmite así el mensaje de atenerse a su deseo ya que éste se puede cumplir. Ahora, la interpretación simple de acuerdo con lo que he propuesto es que Alice y Judith le dan a Francis lo que él inconscientemente les pide—un video pornográfico y un affaire con Jeremie, para así mantener sus estatus de objetos deseados. Sus identidades dependen del deseo del otro. En Vértigo, al suicidarse Judy se convierte en Madeline y preserva su lugar en la mente de Scotty para siempre. Judith se acuesta con Jeremie como diciendo ¿así me imaginas? , ¿lo que te excita es mi infidelidad? Me pregunto si, ¿ al sellar sus identidades como objeto del deseo prohibido del otro no se están también liberando del deseo terrible, todo consumidor del otro? Es posible que la única forma de liberarse Judy del deseo obsesivo de Scotty era mostrándole lo que no podía aceptar como naturaleza verdadera de su deseo. Y esa es unas de las lecciones importantes del psicoanálisis, que el deseo, en su forma pura, nos perturba. Su esencia es angustia. Entendiéndose un poco más, Francis logra terminar su novela y tal vez puede seguir adelante, relacionándose con su esposa e hija basándose en algo más que sus proyecciones. Seguir adelante sólo es posible, se percata Francis, enfrentándose con la naturaleza aterrorizadora del deseo detrás de sus sueños.
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Sobre autores Rodrigo Barahona
Psicólogo psicoanalista, en práctica privada en Brookline, Massachusetts, EEUU. Fue director del Hospital Psiquiátrico Parcial Latino en Boston, Massachusetts. Graduado del Boston Graduate School of Psychoanalysis, y actualmente cursa su segundo entrenamiento analítico en el Psychoanalytic Institute of New England. Autor de los libros “Conflict and Deficit in Modern Psychoanalysis” (2004), “The narration of a nightmare as enactment of the original traumatic scene (La narración de una pesadilla como reactuación del escenario traumático original)” (2008), “Shared unconscious fantasy: When resistance is an artifact of the analytic interaction (La fantasía inconsciente compartida: cuando la resistencia aparece como artefacto de la interacción analítica)” (2010). En colaboración ha publicado “Attitudes towards War, Peace, and Torture in Costa Rica. State Violence and the Right to Peace: An International Survey of the Views of the Ordinary People (2009). rodbarahona@gmail.com
Susana Dicker
Psicoanalista, miembro ( AME) de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Nueva Escuela Lacaniana (NEL), directora y docente del CID (Centro de Investigación y Docencia) de la NELGuatemala, responsable del Seminario Anual en el espacio de formación de analistas en la NELGuatemala, miembro del Consejo Federativo de la NEL Región, miembro de la Comisión Científica de las VII Jornadas de la NEL: “El sexo y el amor en el siglo XXI ¿De qué satisfacción se trata? “, a realizarse en Medellín, Colombia, del 26 al 28 de octubre de 2012, catedrática de la Universidad Francisco Marroquin (UFM), titular de la cátedra Técnicas de Psicoterapia IV, publicaciones en revistas especializadas del país y el extranjero, panelista y conferencista en jornadas y congresos de psicoanálisis. Fue integrante del Comité Ejecutivo de la NEL Región Escuela perteneciente a la Asociación Mundial de Psicoanálisis entre 2008 y 2010, asesora de la Revista Metaphora (Publicación del que fuera Grupo de Estudios Psicoanalíticos de Guatemala y ahora es NELGuatemala), directora de la NEL Guatemala, prrofesora titular de las cátedras: “Estructuras Clínicas”, “Teoría Psicodinámica” y “Grupos, Dinámica y estructura” en la carrera de Psicología de la UFM, profesora titular de la cátedra "Psicoterapia individual I. Práctica del modelo psicodinámico" de la Universidad Rafael Landívar (1996 y 1997), profesor colaborador en la maestría de Psicología Social y Violencia Política de la Universidad San Carlos de Guatemala, profesor adjunto en la cátedra “Grupos, Estructura y Dinámica” en la Universidad Nacional de Tucumán en Argentina. Graduada en la Universidad Nacional de Tucumán (Argentina) con el título de Licenciada en Psicología. lsdicker@gmail.com LÚDICA
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Sobre autores Norberto C. Marucco
Miembro Pleno de la International PsychoAnalytical Association (IPA), y Miembro Titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), de la que fue Presidente (20042008) y Secretario Científico (19972000). Fue Presidente del Primer Comité Editorial para América Latina del IJPA/IRPA publicado por el Instituto de Psicoanálisis de la British PsychoAnalytical Society (19831988). Participó en carácter de Relator Oficial de América Latina en los Congresos Internacionales de Barcelona (1997) y Berlín (2007). Es el actual Coordinador de la Comisión de Educación de la Federación Psicoanalítica de América Latina (FEPAL), e integra las Comisiones de la Asociación Psicoanalítica Internacional “Analytic Practice and Scientific Activities Committee (CAPSA)” y “Subcommittee on Latin America of the International New Groups Committee”. Recibió el "Premio Konex 2006: Diploma al Mérito", una distinción que reciben importantes personalidades de la cultura en Argentina, por su trayectoria en la disciplina ‘psicoanálisis’ durante los últimos diez años. Es autor de “Cura analítica y transferencia. De la represión a la desmentida” (1998). En colaboración a publicado los libros: “Psychoanalysis in Argentina. Selected articles 1942 – 1997” (1997), “Volviendo a pensar con Willy y Madeleine Baranger: nuevos desarrollos” (1999), “Penser les Limites. Ecrits en l’honneur d’André Green” (2002), “Sobre psicanálise & psicanalistas” (2003), “Psicoterapia de orientación analítica: teoría y práctica” (2004), “Truth, reality, and the psychoanalyst: latin american contributions to psychoanalysis” (2005), “Psicosomática. Aportes teórico – clínicos en el siglo XXI Maladesky Alfredo entre otros” (2005), “Les voies nouvelles de la thérapeutique psychanalytique. Le dedans et le dehors” (2006), “The unconscious. Further reflections”, (2007). marucco@fibertel.com.ar
Natalia Méndez-Ruiz de Biegler
Licenciada en psicología clínica de la Universidad Francisco Marroquín. Posgrado en Intervención con Familias y Parejas del Hospital Italiano de Buenos Aires. Trabaja en clínica privada en Guatemala. nataliamendezruiz@gmail.com
Andrea Vargas
Licenciada en Psicología Clínica (UFM). Con Posgrado en Clínica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes y Especializada en Prevención y Asistencia Psicológica en Infancia y Niñez en la Universidad de Buenos Aires. Catedrática titular de la materia Psicología del Niño y del Adolescente (UFM). Miembro Vocal del Centro de Estudios Freudianos. Con experiencia clínica supervisada en práctica privada, hospital, educación especial y peritaje a partir de un marco psicoanalítico en Buenos Aires y actualmente en Guatemala. andrea.rosal@hotmail.com 47
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Sobre autores Inés Verdugo
Profesorado en Educación Especial en la Universidad del Valle de Guatemala, Cursos de Arteterapia y Experto en Educación Artística en la Universidad Complutense de Madrid. Directora y fundadora del Centro Puro Arte info@puroartegt.com
LÚDICA
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Lúdica, octubre 2 0 1 2 , pg. 4 8