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Editorial

Diversos especialistas —entre ellos el destacado doctor Alfredo Jalife-Rahme— se han dedicado a analizar los objetivos principales del neoliberalismo durante el período presidencial de Donald Trump. En el transcurso de sus exposiciones fueron precisando dichos objetivos, conceptualizándolos a través de los verbos que reproducimos enseguida con sus respectivas connotaciones.

Centrados en el grupo de los países llamados eufemísticamente del tercer mundo, subdesarrollados o emergentes, del cual México forma parte, y después de caracterizar el neoliberalismo trumpiano como anarcocapitalismo, enuncian los siguientes objetivos: enfriar la economía, fenómeno denominado industricidio; vaciar las grandes empresas estatales, o sea, adelgazar el Estado a través de la privatización de los bienes públicos; destruir los mercados internos, es decir, desregularizar sus procesos; cooptar a las organizaciones sindicales, en otras palabras, corromperlas; tercerizar a los trabajadores, práctica equivalente a la “flexibilización laboral”; satanizar a lo movimientos sociales degradando sus causas; y perseguir “legalmente” tanto a los líderes sociales como a los dirigentes políticos culpándolos de delitos tipificados para reprimirlos.

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En el caso nuestro, enarbolando esas banderas han actuado los aliados del neoliberalismo sumergido hoy en una profunda crisis, la crisis de los supremos valores humanos: la empatía y la solidaridad social. Recuperar estos valores es el reto que enfrentamos los mexicanos en esta época.

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