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Documentales para tiempos de crisis // Sergio Osvaldo Valdés

En estos tiempos de adversidad, el cine y las series de televisión han sido una de las actividades primordiales a las que muchos de nosotros hemos tenido que recurrir para distraernos y sobrellevar el día a día. Gracias a las estrategias del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE) y de la plataforma digital FilminLatino, en conjunto con las iniciativas y programaciones en línea de festivales nacionales e internacionales de cine como Morelia y Ambulante, he estado viendo muchos documentales en los últimos meses; películas que, en muchos casos, resuenan con los acontecimientos que estamos viviendo en la actualidad sobre realidades muy concretas, más allá de la pandemia.

Esta breve selección de largometrajes revelan fallas sistemáticas que imposibilitan el desarrollo pleno de la vida, el entorno y la comunidad, apostando por nuevos cambios urgentes, además de sobresalir por su eco rotundo en temas de sociedad, derechos humanos, medio ambiente y, en el caso de algunos de ellos, proveer una luz de esperanza y empatía que no está de más recibir ante la frenética incertidumbre del mañana.

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Resurrección (2016) Dir. Eugenio Polgovsky

La muerte rodea a las comunidades de El Salto y Juanacatlán, Jalisco, municipios marginados que conviven junto al río Santiago que, a su vez, alberga las cataratas de Juanacatlán, el olvidado “Niágara mexicano”, que durante el siglo pasado, fue un destacado centro turístico para los extranjeros. Lo que antes representaba un símbolo de prosperidad, abundancia y de la conexión de sus habitantes con la naturaleza, décadas más tarde se vio corrompido por la llegada del “progreso” mediante la instalación de diversas fábricas y empresas, trayendo consigo empleos, pero también contaminación, enfermedad y deterioro.

Lo que queda no es más que una espuma blanca de la muerte que decora al río, arrasando con cualquier rastro de vida que se le interponga en su alcance y en el que los personajes de la localidad sufren día con día, año tras año, las consecuencias de un siniestro impune.

Lo que queda no es más que una espuma blanca de la muerte… y la memoria de lo que alguna vez hubo. De la grandeza de semejante paisaje, de la vida que alguna vez albergó, de la nostalgia por lo que alguna vez fueron tiempos más sencillos. En efecto, hay una memoria que viene impregnada en el documental y que toma conciencia al señalar lo que ocasionó este sendero de desechos y sustancias tóxicas. Una memoria que es representada mediante distintos elementos, entre ellos, el acervo y material de archivo, así como el testimonio directo con los pobladores y sus valiosas anécdotas.

Cuenta la historia de la desaparición de "El Salto de Juanacatlán".

Por su presentación, el cuarto y último largometraje de Eugenio Polgovsky —quien falleció en agosto de 2017— Resurrección, parece ser un documental lleno de contradicciones. Por un lado es muy bello, pues tiene la gracia digna, poética y curiosa del director mexicano detrás de cámaras; por otro, las imágenes de niños afectados por la contaminación te acompañarán aún después de haberlo terminado. De una u otra manera, sientes que la situación te supera.

No cabe duda que es un documental difícil de ver, al desplegar una realidad digna de una verdadera cinta de terror, y que dicta sentimientos de impotencia, horror y desesperanza. Al ser esta la segunda vez que la veo, puedo decir que la experiencia ha sido igual de retadora. Sin embargo, reconozco y aprecio su valor pues creo que es uno de los retratos más importantes del cine documental mexicano y que, al mismo tiempo, hace alusión de las problemáticas que estamos viviendo no solo en el país, sino en el resto del mundo: la idea del progreso a la merced de todo, incluso de la dignidad misma de las personas, y el abandono completo de las autoridades.

Resurrección es un duelo constante entre dos extremos, vida y muerte; una denuncia que aboga por los sueños que se perdieron, por la posibilidad de un cambio y el renacer de un río. La ausencia de Polgovsky en el cine mexicano resulta abrumadora no solo por su talento, sino también por su mirada y el interés innato de contar las historias que nadie más se ha atrevido, al menos no con la misma sensibilidad. Y fue quizás en su última obra, en la que une todas sus inquietudes con mayor contundencia, siendo esta la razón por la cual no puedo evitar volver a ella.

No vietnamese ever called me nigger / Ningún vietnamita me ha llamado negro (1968) Dir. David Loeb Weiss

Este es un impresionante documental en el que se discuten temas sobre el racismo, patriotismo y la dignidad humana en Estados Unidos durante plena guerra de Vietnam, a través de las distintas entrevistas de una protesta, llevada a cabo en Harlem, en contra de la guerra, y las reflexiones de tres soldados veteranos de la misma.

Resulta muy poderoso e impactante oír de primera mano las experiencias que enfrenta la comunidad afroamericana bajo este contexto, el cómo las estadísticas apuntaban a un mayor número de muertes de soldados negros que de blancos, cómo estos seguían sufriendo la discriminación en el ejército y de regreso a casa, incluyendo las precarias condiciones de vivienda en los barrios de la ciudad, pues el verdadero enemigo para ellos nunca ha sido extranjero, sino parte de su misma comunidad.

Intercala una conversación entre tres hombres veteranos de la guerra de Vietnam.

La marcha de Harlem aboga por la defensa de la vida, exponiendo simpatizantes y detractores de esta causa, cuyas imágenes bien pudieron haber sido tomadas este mismo año —ante las protestas que desató el asesinato de George Floyd en Minneapolis, Minnesota—, atestiguando el hartazgo de cientos de individuos que, en realidad, representan a millones a lo largo de la historia, así como la xenofobia y supremacía de los estadounidenses blancos que en tiempos de Donald Trump siguen ejerciendo su intolerancia con absoluta libertad.

Y justo esta es la peor parte: el hecho de que, por más que los tiempos hayan cambiado, la especie humana no ha sido capaz de superar un problema tan severo como es el racismo, lo cual dota a este documental de una vigencia atemporal casi siniestra; sin embargo, el valor testimonial de esa época, está fincado en la voz de los afroamericanos que la vivieron en carne propia, por esta condición, hoy resulta imprescindible, contundente e igual de valioso, como lo fue hace 52 años.

El sembrador (2018) Dir. Melissa Elizondo

¿Quién dijo que la educación no puede ser divertida? Para el maestro Bartolomé Vázquez y los niños y niñas de la escuela primaria Mariano Escobedo en Chiapas, no pueden concebirse una sin la otra. De esta manera, la palabra educar significa una guía o modelo humanista de respeto, valores, curiosidad, risas y libertad.

El sembrador es un documental sobre la educación en zonas rurales que cotidianamente enfrentan problemas de marginación, violencia, desigualdad, falta de oportunidades y abandono por parte del Estado; sin embargo, desde una óptica llena de empatía, la directora Melissa Elizondo plantea un relato que pone en el centro la vocación de un maestro ejemplar cuya importante labor vemos reflejada en sus alumnos, quienes ejercen su filosofía pedagógica de la mejor manera.

Si bien el protagonista es aquel venerado sembrador del conocimiento —cuyos efectivos métodos van más allá del salón de clases y promueven la solidaridad, la comprensión, la inclusión y la felicidad—, el corazón del filme es su misma cosecha: un valioso alumnado al que tenemos el privilegio de escuchar y conocer, aunque sea un poco; saber de sus intereses, verlos cómo se desenvuelven en grupo, lo que piensan, lo que los emociona y, desde luego, lo que les gustaría ser de grandes.

Un maestro rural en Chiapas, se dedica a sembrar la semilla del aprendizaje.

Son estas voces tan enriquecedoras a las que se atiende a lo largo de los 85 minutos del largometraje, acompañadas por lo que, para algunos, representa una figura paterna que, además de formarlos, los motiva a soñar y saberse parte de su comunidad, confiando en sus capacidades, sin atreverse nunca a limitarlos. El futuro de México está aquí, construyéndose día con día en miles de escuelas que no siempre cuentan con los recursos suficientes o en casos como el del profesor Bartolomé. Conocerlos es un brillo de esperanza que resplandece en la sonrisa de cada niño al jugar, cuyos aprendizajes humanitarios llevarán consigo aún y después de haberse graduado.

Así es cómo se inician los verdaderos cambios que este país tanto necesita, a través de una educación sana que siembre en cada niño herramientas básicas como el amor, el respeto y la equidad; asimismo los criterios necesarios para entender el mundo en el que vivimos y proponer soluciones que nos eviten caer en los mismos problemas, sin perder nunca de vista la curiosidad y la pasión de seguir aprendiendo.

Llévate mis amores (2014) Dir. Arturo González Villaseñor

De 25 mujeres que iniciaron en 1995, ahora sólo quedan 14 familiares —entre ellas primas, madres, tías, hijas y una abuela— acompañadas de un par de hombres que se dedican a preparar y repartir bolsas de comida para los migrantes centroamericanos que vienen a toda velocidad en el tren “La Bestia”, con rumbo a los Estados Unidos, en busca de una mejor vida.

Ellas son Las Patronas, cuyo nombre proviene de una localidad en el estado de Veracruz, quienes a pesar de enfrentar decepciones amorosas y abusos, entre otras difíciles situaciones, encontraron la vocación de servir al prójimo, que en este caso específico, la mayoría de las veces su supervivencia depende de la compasión de los demás. De esta manera, Las Patronas rompen con los prejuicios instaurados en la sociedad mexicana, rompen con las injustas normas autoritarias que los discriminan y criminalizan; por el contrario, ellas los protegen y cuidan cuando es necesario en lo que representa una labor diaria que resume la humildad, calidez, voluntad y fortaleza del ser humano.

Arturo González Villaseñor, Llévate mis amores, 2014.

Llévate mis amores es un documental sobre la empatía como un acto de resistencia, en el que encontrarás increíbles relatos sobre las vivencias de este grupo de mujeres, acompañadas de secuencias que te robarán el aliento, ya sea por lo sorprendente que es verlas en acción, como por sus increíbles anécdotas o por el impacto que han causado en las personas que se han encontrando con el paso del tiempo. Esta es una bella y conmovedora carta de amor que, por medio de sus extraordinarios personajes, restaura nuestra fe en la humanidad.

¿Qué les pasó a las abejas? (2018) Dir. Adriana Otero y Robin Canul

La deforestación de sierras mayas por parte de empresas trasnacionales como Monsanto, que compran estos terrenos para la siembra de soya transgénica, utilizan pesticidas y herbicidas que han disminuido la población de las abejas de esta zona, afectando en su paso un valioso ecosistema milenario. Por medio de dos apicultores mayas, Gustavo Huchín y Leydi Pech, somos parte de un panorama de lucha de las comunidades de Campeche y Yucatán en defensa de su patrimonio sagrado.

La falta de un ser vivo tan diminuto pero esencial como lo son las abejas desencadena toda una movilización fundamentada en la protección de la naturaleza y el derecho de los pueblos originarios por defender sus territorios, enfatizando en las necesidades, los valores y la herencia maya ante semejante adversidad, dando como resultado una reflexión sobre la resistencia de estas comunidades y su búsqueda por nuevas formas de desarrollo.

El documental retrata la lucha por la preservación de la biodiversidad en las comunidades mayas afectadas por el cultivo de soya transgénica en sus territorios.

¿Qué les pasó a las abejas? adopta el importante rol de no solamente seguir a sus protagonistas en su admirable travesía, sino de volverse un portavoz de sus preocupaciones y demandas. Resalto este último punto en particular pues es una cuestión que ellos mismos expresan: el abandono por parte de las autoridades a favor de los intereses económicos de empresas extranjeras que terminan por perjudicar a la población y cuyos megaproyectos se llevan a cabo sin realizar una consulta previa.

El documental hace un gran trabajo al denunciar una problemática que existe a escala global y, a la vez al presentar un dúo capacitado para hacerle frente. Es por eso que resulta inevitable aplaudir su coraje, su tenacidad y perseverancia, así como su respeto por el medio ambiente.

Para quienes estén interesados en ver al menos dos de estos documentales: Resurrección está disponible en las plataformas de FilminLatino y Cinépolis Klic; en tanto que Llévate mis amores lo está en FilminLatino, iTunes y Google Play Movies.

Notas

Artìculo tomado de: Valdés Arriaga, S. O. (19 de junio de 2020). El rincón de la reseña: Documentales para tiempos de crisis (Junio 2020). Sergio Osvaldo Valdés Arriaga. https://sergioosvaldovaldesarriaga.tumblr.com/post/621377125391400960/el-rinc%-C3%B3n-de-la-rese%C3%B1a-documentales-para-el-fin

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