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Mercedes Rosende. Una mujer fatal
from Dossier 57
CON MERCEDES ROSENDE
Una mujer fatal
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Por Nelson Díaz
Fotos: Celeste Carnevale
Con una aguda observación de la realidad, escapando a los estereotipos del género policial y mediante una narración sólida, Mercedes Rosende se ha consolidado como una de las escritoras actuales más importantes del panorama nacional y con proyección internacional. En diálogo con Dossier habló de su obra, del proceso creativo y de sus personajes.
El título de esta entrevista no remite a la condición de Mercedes Rosende. De hecho, sin conocernos ni percatarnos el uno del otro, nos hemos visto algunas veces en encuentros de escritores, por lo que no podría afirmar qué tan fatal puede llegar a ser “la Rosende”. Refiere a uno de los personajes mejor logrados de los últimos tiempos en el género policial uruguayo: la fatal Úrsula López, ese personaje ambiguo heroína/antiheroína que aparece en sus últimas novelas. Tiempo atrás, en una entrevista la escritora afirmó que su único compromiso era con la buena literatura. La frase pudo haber sonado pedante, pero lo cierto es que esa expresión resume, con precisión, su trabajo literario.
Sos magíster en Derecho y experta en procesos electorales en América, profesiones que, para el imaginario colectivo, están lejos de las letras. ¿Cómo nació tu vocación por la escritura? ¿O, mejor dicho, cuándo te diste cuenta de que querías ser escritora?
No sé si soy escritora, a veces me parece que soy una impostora que escribe solamente para ser otras personas. Siempre quise ser otros, y la manera más fácil de ser un ladrón o una asesina o un policía corrupto, sin el peligro de ir a la cárcel o de que me maten, es la literatura. Así nace la vocación de escritora, ligada a esa curiosidad por la vida del otro, a esas ganas de meterme en el pellejo de los demás.
Mujer equivocada comienza con un error de unos delincuentes novatos que raptan a un empresario y se contactan con Úrsula, quien decide seguirles el juego. El comienzo me recordó La ciudad de cristal, de Paul Auster. ¿Cómo nació la idea de la novela?
En el texto original de Mujer equivocada que publicó Random House iba a ir una referencia a La trilogía de Nueva York, justamente a la primera parte, Ciudad de cristal, por que esa llamada a la persona equivocada fue el disparador de mi novela. Después la mención se perdió, no apareció en la edición, y todavía tengo una deuda pendiente de reconocimiento a Auster, como él a su vez dice tenerla con [Jorge Luis] Borges. Pero no tengo solo una deuda con Auster, también la tengo con mi abuela, que tuvo una relación amistosa y telefónica de muchísimos años con alguien que llamó a su casa de madrugada equivocado.
Además de Auster, ¿qué deuda o influencia tenés de otros autores?
La verdad es que Auster me parece un gran escritor y le debo haberme inspirado un texto, pero no lo siento una influencia. En algún momento, especialmente cuando empecé a escribir y a publicar, leí por primera vez y quise parecerme a John Cheever; estudiaba sus métodos y supongo que los copiaba. Me parece un escritor fascinante, de otro planeta. Quiero creer que en ese tiempo en que daba mis primeros pasos recogí alguna influencia de Raymond Carver y de John Updike, del propio [William] Faulkner, de [Truman] Capote o de [Ernest] Hemingway, y más adelante de Foster Wallace, Lorrie Moore, Richard Ford. Sí, tuve una obsesión con la literatura norteamericana, ahora que lo pienso. Hoy mis gustos y seguramente mis influencias son más difusas en el globo terráqueo: Patrick Modiano, [J. M.] Coetzee, Ian McEwan, Junot Díaz, Alice Munro, [Antonio] Muñoz Molina, [Ricardo] Piglia, Roberto Bolaño. Pero si tengo que mencionar hoy a un escritor que me fascina y me conmueve, que suscribiría cada uno de sus textos, que lo leo y quiero escribir así, sin cambiar una coma de lugar, ese es el brasileño Rubem Fonseca.
Úrsula López es un personaje ambiguo. Es gorda, maltratada por su sobrepeso en un mundo en el que impera la dictadura de cierto estereotipo de belleza; incluso su padre, desde el más allá, la atormenta por su físico. También es una mujer descreída y cínica. Esa ambigüedad puede llevarla de víctima a victimaria. ¿Cómo surge el personaje?
Surge mientras un hombre, que acabo de conocer, me habla de su ex esposa, una mujer bella y gorda, inteligente y un poco malvada, que fue maltratada por su propia familia por negarse a ser como ellos creían que debía ser. El tipo me hablaba de una mujer en permanente conflicto con el mundo por culpa de su cuerpo, del mandato, de la dictadura estética que impone ser así y asá. Cuando
Una aproximación a Úrsula
Dos y media de la madrugada.
Úrsula tiene las dos hojas de la ventana abiertas, las cortinas de tela opaca corridas y la persiana a medio bajar, tiene la habitación a media luz y termina de apoyar el catalejo en el trípode que armó hace un momento. Cinco pisos más abajo pasa un taxi haciendo barullo sobre el empedrado de la calle Sarandí, pasa un homeless arrastrando un carro de supermercado que traquetea sobre el pavimento irregular, pasa un perro callejero que renguea de una pata delantera. Ella los mira desde su torre de vigía, centinela en su atalaya improvisado. ¿Improvisado? No tanto. No es casual que esté aquí en la ventana y a esta hora terminando de armar su observatorio, no es la primera vez ni será la última que la haga. Habría que hablar de por qué no consigue dormir, por qué se levanta en medio de la noche, qué busca fisgoneando a estas horas, pero para eso habría que remontarse al pasado más remoto, y eso no es posible: a Úrsula no le gusta revolver en su historia, no lo logra ni con su analista.
Para ella, el hecho de espiar a sus vecinos atraviesa tres fases: primero, el mal humor que le provoca esa situación poco práctica, cerrar la persiana y apagar las luces, armar el catalejo que sacó de su sitio y que después tendrá que desarmar y volver a guardar; segundo, el sentimiento que se apodera de ella cuando se asoma a las vidas ajenas, la excitación sin control; y por último, la culpa por hacer algo impropio, el arrepentimiento que llega al final, la certeza de que se fue ese límite que ya no deberá volver a trasponer.
Aunque sabe, oh, sí, sabe, que su arrepentimiento no es más que lágrimas de cocodrilo, que ella volverá, que siempre volverá a espiar y a arrepentirse y a volver a espiar.
Fragmento de El miserere de los cocodrilos, Editorial Estuario.
Libros y premios
Ha publicado y participado como columnista y panelista en medios escritos, radiales y televisivos. Escribió Demasiados blues; La muerte tendrá tus ojos (Sudamericana/ Random-House, Montevideo, 2008), que obtuvo el primer premio del Premio Anual de Literatura del Ministerio de Educación y Cultura; Mujer equivocada (Sudamericana/ Random House, Montevideo, 2011; Código Negro, Buenos Aires, 2014; El Búho de Minerva, Valencia, 2016; Hum, Montevideo, 2017). Su novela más reciente es El miserere de los cocodrilos (Hum, Cosecha Roja, Montevideo, 2016; Unionsverlage, Zúrich, 2018). Al cierre de esta edición está nominada al LiBeraturpreis 2019.
terminó la historia cambió de tema y yo le dije: ¿no podés hablarme un poco más de tu ex? Le expliqué que veía un personaje, se rio y pasó las horas siguientes contándome sobre la que después, con algunos cambios (no tengo motivos para creer que la real sea una asesina), sería mi Úrsula. Sin embargo, la preocupación por la tiranía que se ejerce sobre el cuerpo de la mujer ya estaba, el tema me daba vueltas desde que empecé a escribir y lo veo claramente cuando releo mis cuentos: siempre hay mujeres en conflicto por culpa del insensato deber ser social. Madre, esposa, flaca, bella, eternamente joven; la lista de nuestras obligaciones es infinita.
Te lo pregunto porque Úrsula está alejada de los cánones utilizados hasta el cansancio en las novelas policiales: mujeres curvilíneas, sexis, seductoras.
No pierdo oportunidad de decir que Úrsula, a su manera y lejos de las tapas de revistas, es una bella mujer. Leonilda, la comisaria de El miserere de los cocodrilos, es un poco estrábica y su pelo nunca está donde debería estar, pero ella también sería una linda mujer si no fuera por todos esos esquemas rígidos y culturales. El tema es para mí tan fuerte que a veces me obligo a centrarme en la trama, a no perder de vista que la literatura, aunque muestre la realidad, no debe ser panfleto sino literatura.
Hay en la novela una serie de equívocos de seres perdedores, acaso como la vida misma.
Trabajo las tramas planteando equívocos, coincidencias, trato de llevar al límite la verosimilitud, intento poner a prueba el pacto ficcional con el lector. En mi primera novela, La muerte tendrá tus ojos, la protagonista camina por Montevideo con una bolsa negra de basura con una cabeza humana que lleva para enterrar en el jardín de la casa de su tía. Hace una década quizá sonase disparatado; hoy ya no tanto, porque la vida es dinámica, resulta difícil de prever o hasta de creer, y lo que ayer era ficción hoy es una realidad que no sorprende. En cuanto al cliché de los perdedores, tan recurrente en la novela negra, me parece que es uno de sus mayores logros: esos personajes que tropiezan, que se equivocan, gente que se ensucia en el barro, con quienes puede identificarse el lector.
Los personajes perdedores suelen ser seductores para el escritor y para el lector.
Lo digo sin el menor cinismo: para escribir sobre perdedores no hay más que mirar dentro de uno mismo, porque todos somos una historia de continuos fracasos que nos llevaron a donde estamos.
En El miserere de los cocodrilos narrás la historia de Germán, un convicto que sale de la cárcel, un “perejil” en la jerga, al que le encargan asaltar un camión blindado. Esta vez Úrsula, que estuvo involucrada en el secuestro que lo llevó a la cárcel, decide ayudarlo. El azar y una serie de equívocos están nuevamente presentes en la trama.
Te confieso que tengo una idea fija con el azar, con las coincidencias y con los equívocos; son un pozo sin fondo para la inspiración literaria. Ponele que una mujer recibe una llamada que no es para ella, sale en plena noche y se hace pasar por otra, de la que sabe solo el nombre. ¿Por qué no? Úrsula es capaz de eso. Y entonces cambia su vida.
El azar también está muy presente en la obra de Paul Auster.
Justamente la obra de Auster tiene al azar, a la magia del azar casi como leitmotiv. Su obra es un ejercicio sobre los cambios radicales que puede sufrir de un minuto a otro la vida de alguien por obra y gracia del azar, de una pequeña coincidencia, de algún hecho tan inusual como inesperado.
En El miserere… planteás además una historia paralela. Úrsula desde un apartamento en la Ciudad Vieja espía a sus vecinos mientras contempla estatuillas japonesas y tra ma su venganza. Tus personajes no suelen ser inocentes. ¿Quién es inocente? Trato de mostrar otros crímenes que no sean solamente homicidios. ¿La contaminación no es un crimen? ¿Y las políticas económicas que empujan a la miseria a millones de personas? ¿Y la corrupción política? Tampoco lo son Ricardo el Roto, el comisario Leiva y el abogado Antinucci. Una de las características de la novela negra es que debe tener personajes secundarios y subtramas que funcionen. Eso intento.
¿Cuánto te sirvió, si es que así fue, tu profesión de abogada a la hora de escribir novelas policiales? ¿Por qué elegiste este género?
Nada. O me sirvió muy poco. Aunque no puedo evitar pensar con una mentalidad jurídica, trato de que ese conocimiento salpique lo menos posible en la novela, porque si no la anécdota legal se come la trama y termino escribiendo como esos abogados estadounidenses que escriben para abogados. Nunca elegí escribir novelas de crímenes. Cuando terminé la primera se la di a leer a varios amigos y me dijeron que era una novela policial: me quedé sorprendida porque no había sido mi intención.
El policial siempre fue considerado un subgénero, un género menor. Sin embargo, El largo adiós, de Chandler, El halcón maltés, de Dashiell Hammett, o las novelas protagonizadas por Tom Ripley, de Patricia Highsmith, son obras mayores.
Y hay muchas más, ¿Acaso no matan a los caballos? [de Horace McCoy] y 1.280 almas [de Jim Thompson] son también clásicos ineludibles. Pero no es necesario remontarse en el tiempo, hay novelas de crímenes de calidad contemporáneas: todo Henning Mankell, algo de [John] Connolly o [James] Ellroy. Y nombres cercanos: muchos argentinos, como Claudia Piñeiro, Ernesto Mallo, María Inés Krimer, Guillermo Orsi, Leonardo Oyola, Mercedes Giuffré y Miguel Molfino; los brasileños Rubem Fonseca y Tabajara Rúa; los mexicanos Paco Taibo, Élmer Mendoza y Francisco Haghenbeck; los uruguayos Gabriel Sosa, Pedro Peña, Hugo Burel, Rodolfo Santullo, Renzo Rossello, Eduardo Pérez Vázquez, Milton Fornaro, Henry Trujillo, Laura Santullo y Hugo Fontana, algunos de ellos reunidos en la colección Cosecha Roja, de Hum Estuario, a cargo de Marcela Saborido y Martín Fernández.
La novela policial se ha actualizado. Ahora, si bien se cumple la regla del crimen y el misterio, se introducen temas sociales. Lo hizo Manuel Vázquez Montalbán, también Stieg Larsson con la saga Millennium. Lo hace Andrea Camilleri con su personaje Salvo Montalbano para denunciar la mafia italiana o la corrupción política y de la Iglesia, o Petros Márkaris con su comisario Kostas Jaritos para retratar la situación en Grecia. ¿Qué opinión te merece?
La novela policíaca desconfía de la sociedad y de sus instituciones, las considera injustas o hasta inmorales, un reflejo del dominio de los poderosos sobre los débiles, y denuncia la explotación, la violencia, la corrupción. Sin embargo, esa denuncia nunca debería ser un panfleto, porque al final hablamos de literatura.
¿Cómo es el proceso a la hora de escribir? ¿Cuál es el disparador, una frase, una imagen?
En cada texto funcionó diferente: en La muerte tendrá tus ojos el disparador fue una escena que vi en una comisaría, en Mujer equivocada la llamada que recibe el personaje de La ciudad de cristal, y en El miserere de los cocodrilos me inspiré en una escena de Prótesis, el asalto a un blindado de una novela del español Andreu Martín. En la que escribo ahora el proceso es muy diferente, ya no parto de la nada sino de una historia que fui desarrollando en las dos novelas anteriores, y el meollo de la trama es un escape a través del famoso túnel de la fuga de los 111 tupamaros de la cárcel de Punta Carretas. La razón es muy sencilla: siempre quise ese túnel para mi literatura.
Lo pregunto porque tus novelas son muy visuales.
No hay una voluntad deliberada de ser visual o cinematográfica, como no la tuve de escribir novela de crímenes.
Has recibido varios reconocimientos –Premio Municipal de Narrativa, Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Educación y Cultura y el concurso de Cuentos de BAN! Bue nos Aires Negra–, ¿qué importancia les das a los premios?
Cuando empezás a escribir los concursos tienen la importancia de la compulsa con tus pares, la de “medir” tu literatura, saber, en definitiva, si tiene cierto nivel mínimo. Tu texto es anónimo y alguien que sabe de literatura lo leerá (presumimos) sin prejuicios, con objetividad, y decidirá en qué lugar lo pone, si en el podio de los ganadores o en el pelotón de los que seguirán anónimos. Pero nunca hay que perder de vista lo esencial: más allá de que el jurado sepa de literatura, siempre es una cuestión de gusto personal. Y ganar un concurso se reduce a gustarle a dos jurados de tres, o a tres de cinco. Nada más.
En las décadas de 1960 y 1970 se hablaba del compromiso social del escritor. ¿Cuál sería el rol del escritor en estos tiempos?
No me animo a decir cuál es el rol o compromiso o deber ser de la literatura de los otros. Tengo algunas obsesiones que aparecen en mis textos: el uso abusivo del poder, el lugar de la mujer y de su cuerpo en la sociedad, la violencia, la marginalidad. Y esos temas salen a la luz aunque esté escribiendo sobre carteras Louis Vuitton. Dije en una entrevista que mi único compromiso era con la buena literatura, y después cuando lo leí me sonó desagradable, arrogante. No era esa la intención, no quise decir “yo escribo bien”, sino transmitir que me esfuerzo por entregar el mejor trabajo que soy capaz de hacer. D
Nelson Díaz. Periodista cultural en medios nacionales y extranjeros. Escritor, ha publicado poesía, narrativa y biografía.