Ex-Libris 150: "Momentos"

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Ex-Libris cultura editada ISSN 1692-7516 / Ediciรณn 150 - Momentos / www.revistaexlibris.com


Homenaje a Pamela Colman Smith La ilustración de la portada de esta edición es un homenaje a Pamela Colman Smith, artista e ilustradora inglesa de altísima sensibilidad cuya obra simbolista alcanza su cenit en los dibujos que acompañan el Tarot del místico americano Arthur Edward Waite elaborado en 1910. Portada por Iván Andrés Benavides Carmona ivanquio@gmail.com

Revista Ex-Libris 2018 / Número 150 / ISSN 1692-7516 Contacto del grupo Revista Ex-libris www.revistaexlibris.com info@ revistaexlibris.com Facebook/RevistaExlibris Twitter/@RevistaExlibris Instagram/@RevistaExlibris Issuu.com/revista_exlibris

La presente publicación se realizó gracias a la Beca para proyectos editoriales independientes y emergentes en literatura, concedida por el programa Distrital de Estímulos de Idartes 2018.


Ilustraciรณn: Juan Camilo Sierra - VOEX


Comité Editorial Daniel Mauricio Vanegas Restrepo. Director dmvanegasr@unal.edu.co Me dedicaré a aprender cómo la historia crea libros, pinturas, esculturas, fotografías; arte. También me gusta azotar baldosa al son de una buena salsa. Omar Camilo Moreno. Editor camil69@hotmail.es Un animalito silvestre. Brigitte Gissel Jiménez Rojo. Directora de Redacción bjjimenezr@unal.edu.co Ente despeinado con gran amor por los mundos (especialmente los literarios). Catalina Mendoza Tovar Directora de Diagramación catamentova@gmail.com Museóloga, docente, feminista, madre gatuna y mamerta que se describe con etiquetas. Nicolás Andrés García Dorado Director de Arte niagarciado@unal.edu.co Como su seudónimo -KHAOS- lo dice, un cuerpo sin alma en medio de un caos que poco a poco logra entender. Proyecto eterno de diseñador gráfico, ilustrador y fotógrafo.


6 Editorial: Cadáver exquisito Daniel Camilo Vanegas Moreno 8 Colaboradores 10 PHYSIS 12 Zugzwang: Cuando la única jugada es no mover Ángela Sanclemente Delgado 15 Stalin K488 Julián Martínez Herrera

Índice

16 Los instantes que se convierten en la memoria de tu cuerpo Brigitte Jiménez Rojo 19 Volavérunt de Bigas Luna y el convulso Madrid del siglo XIX Julio Zeballos Gutiérrez

25 LOGOS 28 “Murmullos: lo que reúne, lo que dispersa” de Viviana González: materialidades del ruido iridiscente. Carlos Orlando Fino Gómez 30 Esta es la historia de un momento histórico y mi lucha momentáneaa por ganar 10 minutos de fama en una convocatoria. Laura Catalina Mendoza 33 Bici & viceversa Andrés Eduardo Zárate Orjuela 37 La navaja contra el asentador Juan Lemus 38 Crónica sobre una crónica en La Perla Éel María Angulo Hernández 41 Momentos Ex-Libris Carolina Patiño Cuéllar

20 El paso infinito Alejandro Ávila

42 Miguel Bustos - ZURSOIF Ilustrador invitado

23 La comedia Balzaciana Andrés Gulla-Ván

44 EROS

24 Daniela Storti Fotógrafo invitado

46 AMOR: Una guía médica Erick Sebastián Cárdenas Benavides 49 Árboles de hojas amarillas Ángela Valeria Dimaté Campos 50 Viejo juego ahora recobrado Juan Trujillo Rubio 53 Remanente Ana Violeta Granados Roa 54 Buen rato. Gracias, Zapato. Esteban Fierro 56 Tres días en París Martín Seoane 58 Cómic Miguel Vallejo - Gusanillo de Tierra


Por: Daniel Camilo Vanegas Moreno Fotografía: Samia Bohórquez Camargo

Cadáver

El recuerdo es falso, el presente es lo real. La paradoja se hace evidente: el presente siempre se pierde y no nos queda otra cosa que el consuelo de recordar. Vivimos rodeados de fantasías que nos acompañan un ratico, nos saludan y se van. Lo que nos queda es una mano tendida y rápidos presentimientos que desaparecen y se exageran en el recuerdo. Con esto, se convierte en una valiosa mentira: un trazo que se amontona con otros y da forma a un rostro que no es más que un reflejo en el espejo del tiempo. Ese puñado de engaños, olvidos y confusiones delinean la difusa

LA RIQUEZA MÁS MENTIROSA ES LA DEL TIEMPO. Perdemos días, horas, medias horas, un ahorita, un ya casi y unos eternos ya voy. Él fluye y nos enriquece de altura, cintura, barba, pestañas y juventud. Eterno tesoro. Del fluir guardamos momentos, pequeños charcos de ese río que reflejan instantes, segundos que reproducimos sedientos de pasado u otros que nos ahogan de culpa. También existen arroyuelos compartidos. De cauce infinito o temporal, al juntarse nos brindan más riqueza, más sacos llenos de horas eternas, vivas sólo en su instante.

Editorial

Por ello editar es tan erótico e intenso: es un juego en el que la única victoria consiste en hacer que las palabras sean más fuertes que la piedra, el papel o el fuego.Tras 25 años Exlibris ha vivido a través del papel, de la tinta, de los tipos de metal, de los de caucho, de lápiz, esfero y ahora continúa en los pixeles. Reunimos la voz de algunos que hemos decidido entregarnos a este proyecto, a mantenerlo en el tiempo, a prolongar su existencia sumando momentos. Fundado en 1992, Ex-libris ha sido casa de

silueta con la que damos la cara al futuro. Una segunda paradoja se hace evidente: desde la nada nos enfrentamos en cada momento al mundo para luego abandonarlo. ¿Quién dijo que todos los círculos eran viciosos? De la nada a lo real fluyen rocas, metales, muros, tablas, pergaminos y mares de papel. Se prensó y empacó. Se enseñó y se quemó. Se tachó y finalmente se editó. ¿Qué material es más real? La roca eterna, inalterable, y por lo tanto “ineditable”, vive en un tiempo más sincero. ¿Y el papel? Está condenado al fuego o al moho y por ello debe brillar tanto como sea posible. Su vida es corta, debe ser la mejor.

ex qui sito ¡Que viva! ¡Que siempre viva Ex-libris!

¡Que siga! que siga otros diez, quince, veinte y cincuenta años más, que lleguemos a cien y que esta escuela se vuelva de miles, se vuelva de todos.

cientos, pero sobre todo escuela. Aprendiendo a dibujar, a escribir, a editar, a gestionar y a crear esta publicación, crecimos. Ahora es el momento de sentarnos nuevamente, de mirar a través de estas páginas un momento que cumple veinticinco años, uno que ahora tiene historia y vive.



Jhonny Andrés Bravo Narvaéz jandresbravo94@gmail.com

Brandon Steeven Martínez branmart27@hotmail.com

dores

Colabora-

Gustavo Adolfo Moreno Caro Errante urbano. Idealista ambulante. Realista decadente. Cafeinofilo. Típicamente polintoxicado.

Flor Méndez Loca y cantante. Digo, socióloga.

Brigitte Gissel Jiménez Rojo. bjjimenezr@unal.edu.co Ente despeinado con gran amor por los mundos (especialmente los literarios).

Henry Córdoba hdcordobav@unal.edu.co Nacido en Bogotá. Estudió en las aulas de la Universidad Nacional. Escritor y poeta.

Carolina Patiño Cuellar caro.p.cuellar@hotmail.com Filósofa y Máster en Project Management. Transformo con, desde, por y para la Educación. Directora Capital Junior College.

María Camila Duque Lopera duqueloperacamila@gmail.com (1992). Profesora de historia de la arquitectura. Collagista de quimeras. Creadora de Paradoja Ediciones. Le gustan las palabras de ocho letras.

Juan Felipe Espinosa juan.f.espinosa.m@gmail.com Fácil de distraer, difícil de convencer, imposible de amarrar. Domina varios acentos, su preferido: Rolo angustiado por su salud emocional.

Iván Andrés Benavides Carmona ivanquio@gmail.com Un solitario bien acompañado, un pesimista que espera que las cosas salgan bien.

Éel María Angulo Hernández eelmaria.anguloh@gmail.com Periodista que no quería ser periodista. Ganadora del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Becaria de la FNPI.

Angie Daniela Mora Acosta amora28@estudiantes.areandina.edu.co

Ángela María Sanclemente Delgado amsanclemented@unal.edu.co Soy estudiante de literatura, me encanta leer e investigar. Siento gran amor por los libros de caballerías

Angela Patricia Solórzano Galán asolorzano3@estudiantes.areandina.edu.co

Art e

Queremos agradecer a estos diseñadores en formación que colaboraron fuertemente en el proceso de creación de la publicación 150.

Redacción

Mención especial


Juan Carlos Lemus Polanía elmohan@me.com Tan local como en donde esté mi cabeza. Con muchos gustos, pero con el tiempo limitado para disfrutar solo tangencialmente de ellos.

Andrés Eduardo Zárate Orjuela zaratustra29@gmail.com Escritor de medio tiempo y de medio pelo. Gran parte de lo que escribo son cosas que pasan en realidad, en la que creo cada vez que escribo.

Carlos Orlando Fino carlos_fino@hotmail.com Ex director de ex-libris, escritor, premio Casa de las Américas en ensayo artístico-literario.

Alejandro Ávila alejoavilas@gmail.com Historiador y melómano. Amante del son y el guaguanco.

Julio Zeballos Gutiérrez misterbang.wordpress.com Nací en Cusco y soy economista por cosas del destino. Escribo en La Tundra y en mi blog personal.

Julián Martínez Herrera juamartinezhe@unal.edu.co Es simple, mi mundo se compone de sonidos e imágenes.

Andrés Gulla-Ván fabian.gulla@gmail.com Literato. Escritor, editor y estudiante de la Maestría en Estudios Editoriales del Instituto Caro y Cuervo.

Autores

Juan David Rincón Yo no estudio literatura, yo pago para que me digan que leer.

Alexander Martinez Ama leer, escribir, traducir y enseñar. Espera vivir de leer, escribir, traducir y enseñar; ya casi Lic. de Francés. Cortazariano profeso.

Nicolás Andrés García Dorado niagarciado@unal.edu.co Como su seudónimo -KHAOS- lo dice, un cuerpo sin alma en medio de un caos que poco a poco logra entender. Proyecto eterno de diseñador gráfico, ilustrador y fotógrafo

Catalina Mendoza Tovar catamentova@gmail.com Museóloga, docente, feminista, madre gatuna y mamerta que se describe con etiquetas.

Diagramación

Federico Rosas federico.rosas1986@gmail.com Siendo estudiante de literatura en un momento de inspiración decidí pasar al otro lado: salí de la academia para ser leído con inocencia.

Ángela Valeria Dimaté Campos valeriadimatecampos@gmail.com Literata de la Universidad Nacional de Colombia, hace un máster en Literatura en la Universidad de Barcelona. Sensitiva, visceral, bogotana.

Martín Seoane martinbox20@hotmail.com 29 años, de Montevideo, Uruguay. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y, sobre todo, escritor. Ana Violeta Granados Roa avgranadosr@unal.edu.co Estudiante de Psicología, amante de los libros, las casas antiguas, los cielos apocalípticos y los gatos. Poetisa sin poemas.

Esteban Fierro efierrod@unal.edu.co Embauca a la gente diciendo ser escritor, pero pierde su tiempo libre estudiando de hipnosis, videojuegos, natación, meditación y mimando a su gatito a las 5a.m. y a las 9 p.m., horas en que juiciosamente se acurruca en su regazo.

Erick Sebastian Cárdenas Benavides escardenasb@unal.edu.co Estudiante de Psicología cuyo escritor favorito es Marcel Proust.

Samia Bohórquez Camargo samiaboca@gmail.com Soñadora incansable. La fotografía es mi refugio. Mi vida es una analogía a las películas de superhéroes, todas mis victorias las he construido en la adversidad. La creatividad sale a la luz gracias al dolor. Amante leal del cine y el viaje.

Juan Camilo Sierra - VOEX Jcsz94@hotmail.com Orbito alrededor de la historia, artes, literatura, ciencia, música, teatro, poesía, y una infinidad más de facetas de la humanidad, siempre buscando aprender un poco más de lo que sea.

Miguel Vallejo gusanillodetierra@hotmail.com Gusanillo es un pequeño dibujante suachuno que decidió perderse entre viñetas de linea temblorosa para encontrar algo de luz.

Daniela Storti danielastorti@hotmail.com Soy una fotógrafa amateur y autodidacta con curiosidad por descubrir y capturar detalles de lo cotidiano a través del mundo analógico

Miguel Bustos - Zursoif zursoif@gmail.com Dibujante; profesor de Dibujo Anatómico e Ilustración. Dibuja en casa. Trabaja en Casatinta.

Leslie Guzmán Cortés lesmalzana@gmail.com Ilustro como canto

Diana Marcela Duarte Cárdenas bydiana.duarte@gmail.com Guardar memorias en píxeles y transmitir lo que se siente, de cuadro en cuadro, es la intención de lo aprendido. Soy Diana Duarte realizadora audiovisual y diseñadora gráfica.



P h y s i s Ahora, mรกs que nunca, cada segundo estรก cargado de historias ocultas. Para poder vivirlas necesitamos con urgencia abrirnos a mundos distintos, abrumadores, dramรกticos sucios y fosforescentes. Para ello y mucho mรกs existe Physis


Zugzwang:

Cuando la única

es NO MOVER

jugada

12 Si pudieras tener la certeza de que, al hablarle, esa persona se convertiría en el amor de tu vida pero que gracias a un destino inevitable se alejarían con un rastro sublime de odio y un profundo e insuperable dolor ¿Tomarías esta decisión? Sin embargo, si no le hablas, nunca sentirás el amor con tanta intensidad.

Tal vez tú te preguntes que habría pasado si le hubieras hablado a esa persona que te sonrió en el Transmilenio de camino a la universidad ¿será que habrías conocido al amor de tu vida? No lo sabes, pero decidiste no hacerlo y ahora no hay modo alguno de saber qué pudo pasar.

SI LAS EXPERIENCIAS QUE vivimos son las que nos llevan al lugar en el que estamos, entonces las decisiones que tomamos a lo largo de nuestras vidas forman el camino por el que transitamos hacia el futuro. Siendo así, es inevitable preguntarse qué habría pasado si hubiéramos tomado otro camino.

Es imperdonable perderse esta película, que, además de estar cargada sentimientos, historias de amor, el drama familiar tras la separación de los padres y las diferentes vidas que pudo tener Mr. Nobody, también hace uso del efecto mariposa (¿Puede el aleteo de una mariposa causar una tormenta al otro lado del mundo?). Por otra parte, surge una pregunta que se han hecho muchas personas en el mundo ¿Dónde estamos antes de nacer?

Con estos dilemas se enfrenta el protagonista de la película Mr. Nobody, dirigida por Jaco Van Dormael. En ella, el protagonista se enfrenta a una decisión imposible y, por cuestiones de la vida, sabe lo que sucederá dependiendo de cada elección que tome a lo largo de su vida. Sin embargo, ¿Cómo saber cuándo los resultados son seguros y las consecuencias de cualquier camino serán difíciles de asumir?

¿Cómo enfrentarse a una decisión en la que cualquier camino conduce inevitablemente al fracaso?

Autor: Ángela Sanclemente Delgado Ilustración: María Camila Duque Lopera Nombre: Las vidas posibles de Mr. Nobody Director: Jaco Van Dormael Año: 2009 Género: Cine dramático / Cine de ciencia ficción

1. aetas : carpe diem, quam minimum credula postero. (Vive el día de hoy. Captúralo, no fíes del incierto mañana.). Horacio


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2. ludite: eunt anni more fluentis aquae; (no malgastéis el tiempo, pues los días pasan como las ondas de un río),


Autor: Julián Martínez Herrera Ilustración: María Camila Duque Lopera Nombre: Concierto 23 K488 para piano y orquesta Autor: Wolfgang Amadeus Mozart Año de composición: 1786 Intérprete: María Veniamínovna Yúdina 1944 Género: Música Clásica

Movimientos

¿Qué relación existe entre el concierto 23 K488 de Wolfgang Amadeus Mozart y el dictador soviético Iósif Vissariónovich Stalin? 1. Allegro en la mayor

3. Allegro assai en la mayor y alla breve.

María Veniamínovna Yúdina es el punto de conexión entre el compositor de Salzburgo (Austria) y el tirano de Gori (pequeña ciudad de Georgia).

Tiempo después María es notificada que fue la ganadora del Premio Stalin que incluía una remuneración de 20000 rublos (toda una fortuna, sabiendo que el sueldo promedio de un trabajador eran 40 rublos). Pero María es fuerte, no se vende por unas monedas, su opinión frente al régimen no ha cambiado. Le responde al líder que el dinero lo utilizará para la reconstrucción de una iglesia y el perdón de todos sus pecados contra el pueblo ruso. Nunca fue enviada al gulag.

Corre el año 1944, la Segunda Guerra Mundial se encuentra en un punto álgido, millones de personas mueren en el frente. Solo hay dolor e incertidumbre. María lleva mucho tiempo sin dar conciertos y sin un empleo estable, vive al borde de la miseria. Muchos amigos la ayudan a sobrevivir. Ni siquiera tiene un piano propio, además, sus convicciones políticas y religiosas le han traído muchos problemas. Un día de tantos, es llamada por el Comité Central de Radio de la URSS, era requerida para interpretar el concierto 23 en A menor de Mozart. Fue un momento que se quedó en la memoria de todos los que escucharon su magistral interpretación. En ese tiempo eran habituales las transmisiones en vivo y entre los radioescuchas se encontraba Stalin. Al parecer fue tanta su emoción que pidió una copia del concierto, era un capricho del tirano. No hay objeciones, hay que cumplirlo a cabalidad. 2. Adagio en fa sostenido menor A las 10 pm, María fue llevada por la NKVD (antigua policía secreta, antecesora de la KGB) a la fuerza en un auto sin explicarle el motivo de su detención. Eran tiempos difíciles, unos a otros se delataban y eran enviados al gulag por la más mínima falta. María estaba preparada para lo peor. Al bajarse del coche se encontró de nuevo en el comité de radio, tenía que grabar el concierto.

Se dice que el día en que murió Stalin, la grabación de ese concierto estaba en su gramófono. Hay momentos que simplemente no tienen ninguna explicación. Está interpretación carga con toda esta historia. Es maravillosa la forma de tocar de Yúdina, fuerte, ligera y a la vez le da importancia a cada nota. En cada movimiento muestra todo lo que ella y su pueblo sienten. Momentos de ternura y melancolía se pueden encontrar en este concierto, tres movimientos llenos de misterio, tres momentos de humanidad. 72 años después de esta grabación puedo sentir el clamor de la gente, un sonido que cobra vida, que penetra en lo más hondo de mi alma. Es un momento de libertad en el que una mujer se alzó contra un régimen por medio de su instrumento. Cada interpretación de Yúdina es magistral, gracias a ella creo en la libertad del arte, en la libertad del hombre contra todo lo que lo ata. No creo en Dios, pero con ella se manifiesta todo lo divino, todo lo que se escapa de nuestro razonamiento.

Todos lloraban, desde la pianista hasta los músicos de la orquesta, era el dolor de un pueblo.

nec aquae praeteriit, hora redire potest. (y ni la onda que pasa vuelve hacia su fuente, ni la hora perdida puede tampoco recuperarse.) Ovidio

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No me he podido zafar aún de la gran impresión que me causó. Mi piel (ya no tan propia) fue expuesta a una balacera tan vívida que pude sentir los proyectiles que me impactaban y comprometían con las heridas en el cuerpo del Otro (en el cuerpo social). Era Mercedes, quien se tatuó en lo profundo de mi alma, ella logró que sus heridas (en casi dos horas mágicas) se trasmutaran en las mías. Mercedes, junto a todos los demás actores, se prestó, no solamente para encarnar un personaje, sino que dio sus heridas propias para exponerlas. Ella me invitaba a recordar instantes de su vida, de todas las vidas. Eran fragmentos trascendentes de su existencia que se rebelaban contra el olvido. Esta invitación no solo era a recordar, era a permitirme hacerlo a través de la piel, de los músculos, de las venas y del alma. Esta puesta en escena me llevó, mientras recorría los rincones emblemáticos del hogar del teatro la Candelaria, a internarme en una fiesta presentada en su ambivalencia inexorable: la expresión del dolor y la alegría corpórea. Esta obra me comprometió a luchar contra el olvido de la violencia y la guerra. Expone la barbarie y la muerte desde un rostro terrenal y, por tanto, desde un drama muy humano. Me contó no solo como espectador que se enfrenta tras un cristal al acto violento, sino como un ser activo en la representación, en donde:la muerte también te toca.

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Autor: Brigitte Jiménez Rojo Ilustración: María Camila Duque Lopera Nombre: Soma Mnemosine (El cuerpo de la memoria) Teatro: La Candelaria (Colombia) Director: Patricia Ariza 3. La vida es una obra de teatro que no permite ensayos.


Por eso, canta, rĂ­e, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida antes que el telĂłn baje y la obra termine sin aplausos. Charles Chaplin

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4. Saca de paseo a tus instintos y ventĂ­lalos al sol, y no dosifiques los placeres, si puedes, derrĂłchalos. Joan Manuel Serrat


Volavérunt de Bigas Luna y el convulso Madrid del siglo

A principios del siglo XIX en Europa comenzaban a sonar los tambores de guerra y las endebles monarquías europeas se preparaban para enfrentar el cambio político y social ocasionado por la Revolución Francesa. Napoleón ­–el pequeño caporal–, después de salir victorioso en la batalla de Jena (1806) y de poner de rodillas a cualquier adversario, al cortar de manera definitiva el nudo gordiano del Sacro Imperio Romano o Germánico de la misma manera que lo había hecho Alejandro Magno en Frigia (Turquía), era descrito por Hegel así “He visto al espíritu del mundo, sentado en un caballo”. Por aquel entonces la dinastía española de los Borbones comenzaba a trastabillar por las intrigas y las confabulaciones que iba tramando el joven Fernando VII contra su padre Carlos IV, que también iban dirigidas contra su plenipotenciario ministro Manuel Godoy. En ese escenario convulso y complejo es que aparece la figura de uno de los mejores artistas que haya podido nacer –Goya–. Dentro del mundo cinematográfico, Francisco de Goya y Lucientes inspiró diversos títulos de cine y biopics en su nombre: La Maja Desnuda (1951) de Henry Koster, Goya en Burdeos (1999) de Carlos Saura y Los Fantasmas de Goya (2006) de Milos Forman con una interpretación soberbia de Javier Bardem y en uno de los roles más cambiantes y conmovedores de Natalie Portman.

Autor: Julio Zeballos Gutiérrez Ilustración: María Camila Duque Lopera Nombre: Volavérunt Director: Bigas Luna Año: 1999 Género: Drama

Además, está Volavérunt, una adaptación de una novela de Antonio Larreta (Premio Planeta), dirigida por Bigas Luna. Entre sus mejores películas destacan: Las edades de Lulú (1990), las peleas con jamones ibéricos de Jamón, Jamón (1992), entre otros. En esta ocasión, el director, muy influido por el cine erótico y fetichista del estilo de Tinto Brass, no llega al extremo facilista de la pornografía barata. Es curioso que, teniendo en cuenta su vasta producción fílmica, Bigas Luna no se encuentra dentro de la ‘Escuela de Barcelona’ junto a Gonzalo Suárez y Vicente Aranda, máximos estandartes de esta escuela de cine que recibió influencias de la Nouvelle Vague y el Free cinema británico. La carrera de Bigas Luna ha abordado diferentes corrientes artísticas. En Volavérunt (volaron, en latín), inspirado en un aguafuerte de Goya, el director logró abordar el ascenso político del controvertido Manuel Godoy, sus amoríos y aventuras palaciegas como amante de la Reina, la duquesa de Alba y su misteriosa muerte, además de su affaire con la misteriosa Pepita Tudó, quienes inspiraron el lienzo La maja desnuda y vestida. También muestra cómo fue testigo de las maquinaciones Napoleónicas para desplomar a la monarquía de turno, y como terminó sus días en un exilio forzoso y enterrado finalmente en el cementerio de Pére Lachaise. La película hace una apreciación del estilo de vida de aquella época, la tumultuosa independencia española.

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El

paso

del caminante Por: Alejandro Ávila Ilustración: María Camila Duque Lopera

La mayoría de veces que me involucro en una conversación sobre música, luego de discurrir en un monólogo sobre una serie de experiencias, datos, conjeturas, exageraciones y divagaciones, no puedo evitar sentirme avergonzado con mi interlocutor. Sinceramente sé, aunque muchos de mis conocidos no lo manifiesten, que suelo parecer un tipo monotemático. “Es que Alejo siempre habla de salsa” me dicen ciertas personas, algunas con hastío (y justa razón) y otras con el ánimo de “seguirme la cuerda”. Precisamente mi propósito aquí, es motivarle a que “nos sigamos la cuerda” y para ello quisiera compartirle algunos de los momentos más significativos que he vivido en torno a esa música que conocemos como “salsa”. Si bien, lo último que deseo es parecerle egocéntrico con estas líneas, mi intención es que usted también pueda pensar en esos momentos y experiencias subjetivas que vive en torno a la música que escucha y que, si coincidimos en uno que otro título de canción, sea motivo para recordar y evocar una que otra vivencia.

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5. Así que toma este mundo y agítalo/ Ven y sácale el jugo al día. Metallica


Debo admitir que la “salsa” me tomó desprevenido, de la misma manera como a muchos nos llega el amor, la muerte o la vida. Hace algunos años (unos diez) cuando escuchaba la palabra “salsa”, prácticamente podía establecer solo tres relaciones con ella: la primera, alusiva a propuestas como Eddie Santiago, Lalo Rodríguez, Rey Ruiz, Gilberto Santa Rosa y otros tantos por ese estilo, que sólo me hacían recordar la música que amablemente (y con cierto volumen) compartían mi madre y mi tía con medio vecindario en las tardes de sábado. Además, para entonces era solo un niño, por ello me hacían sonrojar con sus letras acerca de amantes, cuartos de motel, medias mitades y conteos regresivos (cosas poco comprensibles para un caldero de hormonas que aún no había empezado a hervir). La segunda, un poco más tardía que la primera, la establecía con relación a la música de Fruko y sus Tesos, Nelson y sus Estrellas y el Grupo Niche. Seguramente usted, como yo, escucha en más de una reunión familiar, matrimonio, bautizo, fiesta de quince o novena bailable canciones como El Ausente, El Preso, El Emperadorcito o el infaltable Cali Pachanguero. Pero la experiencia más significativa llegaría en plena adolescencia, cuando evocaba canciones “que alguna vez escuché, pero no recuerdo cuando” del corte de Anacaona, Lluvia con nieve, Sonido bestial o Rumbón meló; con este tipo de música la relación era extraña, cual si se tratase de algo exótico, incomprensible, pero a la vez muy familiar.

A los dieciséis años mis gustos musicales compendian un abanico que abarcaba desde los Talking Heads, pasando por Bob Dylan los Smashing Pumpkins, Oasis, Pixies y The Strokes. En ese momento, mi relación con la salsa no se cimentaba en mi ignorancia exclusivamente, también existía una necesidad imperante de aprender uno que otro paso de baile a fin de no quedarme sentado en cuanta fiesta me invitaran. Bajo dicha emergencia, rescaté algunas canciones que había descargado a través del “Ares” unos años atrás y que estaban compiladas en el reproductor bajo el título de unknown artist, perdidas entre muchas otras cosas de habla inglesa que para entonces ya conseguía a través del Utorrent. Fue de este modo como volvieron a mi vida canciones como Lluvia con nieve, Agúzate, Periódico de ayer, Usted abusó, La tumbas, Guaguancó del adiós y otras que, como he dicho previamente, “alguna vez escuché pero no recuerdo cuando”. Dentro de este listado de canciones (que desde sus primeras difusiones han sido muy sonadas y conocidas), encontré una que otra canción suelta cuyos intérpretes, a pesar de tener buena reputación entre diversos públicos, pueden no ser tan conocidos como el Sonero mayor o El cantante de los cantantes: pianistas como los hermanos Palmiei, el percusionista Ray Barretto, Wayne Gorbea, Willie Rosario o soneros de primera línea como Ismael Quintana, personajes que para mi eran entonces auténticos desconocidos.

A pesar de que dicho material no superaba las treinta canciones, recuerdo que tenía cosas tan interesantes como Tumbao moderno de La Charanga Moderna de Ray Barretto, La pachanga se baila así de la Charanga La Duboney de Charlie Palmieri o Mi debilidad escrita e interpretada por Ismael Quintana. Así fue mi primer encuentro con la “salsa”, inducido por la casualidad y patrocinado por la curiosidad. Impresionado por la calidad.

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6. Goza cuello, cabello, labio y frente,/Antes que lo que fue en tu edad dorada/ Oro, lilio, clavel, cristal luciente,/


La comedia

Hacerle “la competencia al registro civil”, eso es lo que quería Balzac (1799-1850) cuando tuvo claro su enorme proyecto literario. Las 87 novelas y 7 relatos que componen La comedia humana, aunque inacaba por otros 50 títulos planeados, son producto del titánico esfuerzo de un hombre que con gran disciplina (y deudas) se sometió a jornadas de escritura sobrenaturales (15 horas de trabajo nocturno, avivados por litros de café). Este autor francés no solo se asumió como hijo de su época, además fue su notario, biógrafo, registrador e historiador. También fue impresor, papelero, periodista, fundidor de tipos móviles, dueño de minas y estuvo involucrado en negocios tan enredados que terminaron desangrando su fortuna. Por: Andrés Gulla-Ván Ilustración: María Camila Duque Lopera

BALZA CIANA

La obra de Honoré de Balzac, empaquetada en el costumbrismo, es la cúspide estilística del siglo XIX. Sus variopintos personajes aparecen atravesados en varias novelas y escenas, y aunque Balzac logra un perfecto retrato de cada clase social, el máximo despliegue de su increíble narrativa se centra en poetas y literatos. Su plan se podría resumir en algo como: Balzac quiere entender las especies sociales, así como los biólogos analizan las especies zoológicas. Para lograrlo se empeña en describir las interrelaciones entre personas, clases sociales, instituciones y momento histórico. Obras famosas*: Piel de zapa (1831), Eugenia Grandet 1833), que será el primer gran éxito de ventas; Papá Goriot (1835), una de sus novelas más famosas, y Las ilusionas perdidas, la trilogía de novelas que sintetiza su genio. Esta narra la historia de Lucien de Rubempré y David Séchard, dos jóvenes provincianos, grandes amigos, el primero quiere ser poeta y ansía el reconocimiento social en París y el segundo es impresor e inventor de un método más eficiente de producción de papel, pero pésimo en los negocios. La pluma de Balzac es radiografía de su historia. *Las novelas acá mentadas son las más famosas y fáciles de encontrar en librerías. No sólo en plata o vïola/ troncada/ Se vuelva, más tú y ello juntamente/ En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada. Luis de Góngora

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Daniela Storti Fotรณgrafo Invitado

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L o g o s

Existen ahoras decisivos. Estos no se documentan solos, necesitan de la reflexiรณn y de una voz profunda que los muestre en toda su potencia, sin encubrimientos ni falsificaciones. La verdad: este es el compromiso de Logos.


de Viviana González: materialidades del ruido iridiscente.

28 Pocos eventos pueden resultar tan conmemorativos, pero a su vez ser tan efímeros por su condición en la duración, que las exposiciones artísticas. A veces de una exposición itinerante solo quedan esos pequeños momentos que secuenciados configuran un recuerdo expuestos a la danza de los años que los convierte en tenues, vaporosos. Pero si además de esa condición, condición paradojal ya que la obra en la concepción más clásica nace para la permanencia, en algunas obras de arte contemporáneas dicha condición se convierte en una variante ya que el tiempo afecta la materialidad de la obra. En las obras en las que el tiempo se convierte en el material mismo las posibilidades de rememorar quedan si acaso restringidas por algún medio indirecto de registro, que no es la obra misma, sino acaso un fragmento de tiempo o un destello espectral.

“Murmullos: lo que reúne, lo que dispersa.”

Por: Carlos Orlando Fino Gómez Fotografía: Diana Duarte

7. Coged de vuestra alegre primavera/ el dulce fruto, antes que el tiempo airado/ cubra de nieve la hermosa cumbre. Garcilaso de la Vega

Las tesis de los artistas difícilmente se pueden volver a ver, ya que una estimable proporción se convierte en procesos previos de exploración en obras consecuentes o si acaso se anexan como registros de portafolio, en los casos más afortunados. Los textos y las reseñas de las exposiciones se convierten en gotas de tiempo que aspiran referenciar la vivencia, siempre de manera tangencial. En tal contexto deseo referirme por la impregnación que en el tiempo tienen las experiencias estéticas, por esa conmoción que producen en nuestros sentimientos y anudadas configuran pequeñas secuenciaciones de momentos.


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La temática de la obra puede ser entendida gracias a distintas teorías, desde interpretaciones asociadas al monismo, a la magia simpatética, como lo estudia en La rama dorada, George Frazer, así como a la teoría de la relatividad, perteneciente a la física del siglo XX y también desde distintas cosmovisiones de las culturas latinoamericanas. La cosmovisión aimara, es una de las tantas en América Latina que ofrece conceptos como el Ajayu, que ayudan a explicar la energía que se encuentra depositada en las cosas, a pesar de su cadena de transformaciones. El Ajayu es un referente latente que se incorpora como criterio en la investigación material en la obra de Viviana González.

Murmullos: lo que reúne, lo que dispersa, de Viviana González, es una propuesta artística que impela e interpela los campos del arte: las artes plásticas y la música. No se sitúa tanto en los límites de ambos campos, sino más bien en la transformación de objetos plásticos traslados a través de varias metáforas visuales, al lenguaje auditivo y de este a la estructuración musical. La llegada de la obra a la música no es un planteamiento o propósito inicial, sino una consecuencia de su exploración plástica.

A veces en ellas cruje, murmura el tiempo contenido: Murmullos: lo que reúne, lo que dispersa, de Viviana González, expuesta en la galería Nebeex entre el 13 de octubre y el 4 de noviembre de 2016 y en el edificio de Diseño Gráfico de la Universidad Nacional de Colombia, tiene como una de sus temáticas principales y veladas, la temporalidad: tanto la íntima de los objetos que se encuentra en la marca espectral de su materialidad y se puede datar por métodos de radiación; la del proceso cultural que hace que los objetos proyecten su energía; así como la temporalidad de las civilizaciones, y en especial de sus símbolos, las urbes, que son máquinas transformadoras de objetos, hasta el punto de convertirlos, después de largas cadenas procesuales, en desechos urbanos.

Continúa en la web***

Esta exposición invita a la meditación entre los límites del tema y los métodos de creación artística ya que su metodología de investigación plástica es a su vez parte del tema de investigación: esto produce un bucle no cerrado en donde la finalización de un proceso abre, casi, inmediatamente la puerta para uno nuevo. Delimitando aún más, el tema tiene que ver con el acopio de ruido urbano, de desechos, no en forma auditiva, sino en forma de objetos que han cumplido su ciclo de utilidad, los cuales se centran en dos de los varios tipos posibles, a saber, botellas y palos. Botellas y palos se artizan a través de la labor de clasificación y transformación; experimentan la constitución formal de estos objetos que por su valor residual pertenecen a lo informe, lo fragmentario, para buscar a través de la experimentación de las estructuras, la transformación del fragmento plástico en sonido y de los sonidos contenidos en los objetos, en música. Ahora: ¿qué estructura el ruido? o ¿cómo se reconstruye el residuo?

Según la teoría de la relatividad y apoyada en la teoría del espectro electromagnético, cada objeto refleja o absorbe la radiación de distintas bandas según sus propiedades físicas. Las configuraciones electromagnéticas de cada objeto constituyen eso que se conoce como su marca espectral, que no es otra cosa que una organización de valores frecuenciales en las distintas bandas del espectro electromagnético. Esta marca espectral puede ser visualizada como un arreglo de colores o de sonidos mediante una transformación valuativa bien sea a las escalas visuales o musicales. Por tanto, suponer que los objetos suenan o murmuran, no es descabellado. El sonido es o puede ser entendido como una manifestación de los distintos arreglos electromagnéticos que lo rodean, así los objetos tengan aspecto de sólidos o silentes. En dicho contexto quiero situar la exploración plástico-sonora de Murmullos.


momento histórico Esta es la historia de un

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y mi lucha momentánea por ganar

Por: Catalina Mendoza Tovar Fotografía: Diana Duarte

en una convocatoria

Mi nombre es Catalina, soy artista plástica y estoy cansada de presentarme a convocatorias de arte que tengan que hablar de postconflicto.

El concepto de “práctica artística contemporánea” se ha popularizado y vulgarizado casi tanto como el sobrenombre de “mediador”. Es algo así, como para que usted lo entienda, como un renombramiento de oficios que se dio de un tiempo para acá en las ventas de autos: de simple vendedor a asesor comercial. En el mundo artistoide, de guía (persona que trabaja con público y normalmente hace los recorridos en una galería o museo) a mediador (persona que trabaja con público y normalmente hace los recorridos en una galería o museo y “media”).

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8. “Coged las rosas mientras podáis,/ veloz el tiempo vuela./ La misma flor que hoy admiráis,/ mañana estará muerta.” Walt Whitman


Sin ánimo de desanimar a los futuros posmilenials (otro concepto snob de moda), la producción artística contemporánea también está llena de maneras de repensar el arte y continúa constituyéndose entre procesos de legitimación. Uno de ellos son las convocatorias administradas por los entes gubernamentales colombianos, con bolsas de estímulos destinadas a proyectos que nos sitúan en una labor permanente, a saber: entender la práctica artística contemporánea como un espacio para hablar en torno al postconflicto, trabajar con población vulnerable y, en general, “hacerle un bien a la comunidad”. La promoción de bolsas de estímulos no es en vano. Se ha preguntado qué tanto ha aumentado el número de búsquedas en la redes relacionadas con turismo e inversión en Colombia y si las convocatorias públicas de arte tendrán algo que ver con la promoción y publicidad del postconflicto.

A través de la herramienta Google Analytics, he rastreado información sobre las consultas en los sitios web y concluí que una de las páginas con mayor número de búsquedas por usuarios nacionales y extranjeros es www. colombia.travel/es, un sitio web especializado en turismo. El nombre de la página es “Colombia es realismo mágico”, marca país renovada el 7 de septiembre de 2012, cuya divulgación costó $7.000 millones de pesos, según el diario El País. La marca país trabaja para resaltar y explotar las razones que atraen a los turistas e inversionistas, haciéndoles creer que Colombia es el destino ideal para vivir una experiencia única. Y en gran medida lo es. Colombia es el único país donde se respira el realismo mágico y mediático. Basta con recordar a Ana Pacheco, exguerrillera de las FARC, estrella de la televisión Colombiana, modelo de Soho y bailarina del reality de por la noche del cual también hacía parte el pinchao del Frank, un militar secuestrado que logró fugársele a este grupo; o el reciente video que tomé de la página de las FARC (http://www.farc-ep.co/biblioteca/video.html), en el que se presenta “un día normal en la guerrillerada” que incluye juegos de cartas, ajedrez, estudio gratuito, tertulias nocturnas y bailoteo. La verdad, no me extrañaría ver en unos meses a Timochenko de invitado especial en el sofá de Jota Mario.

A mí mis papás sí me dijeron que “eso de estudiar arte no era tarea fácil” y quizás por eso es que no he tenido mucho éxito. Pero, como dicen, “al mal tiempo buena cara” y “la esperanza es lo último que se pierde”. Siempre habrá otras opciones para saltar rápidamente a la fama: hacer un performance desnudo que incluya preferiblemente contenido violento relacionado con autoflagelación, presentarse a una convocatoria privada donde se reserven el derecho de admisión a través de una ardua selección que cuesta entre trescientos y quinientos mil pesos como mínimo o escribir un artículo de 598 palabras con la esperanza de que sea publicado.

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Por: Andrés Eduardo Zárate Orjuela Fotografía: Diana Duarte

CADA VEZ SE HACE MÁS frecuente y

masivo el uso de la bicicleta en Bogotá. Yo digo que se ha incrementado a razón de propaganda absurda, del evidente negocio en el que se ha convertido la industria deportiva y bla bla bla.

Eso ha llegado a calar tanto en la rutina de la gente que ahora hasta quienes no somos deportistas sino aficionados, con un rendimiento medio y bajísima concentración, creemos el cuento de lo que significa pensar montado en una extensión del cuerpo que funciona echando pedal.

Los pensamientos: ninguno más que el hambre constante (o gula más bien). Seguir pedaleando. El trayecto y el camino: Bogotá. Localidad Kennedy. Av. Ciudad de Cali. Puente de Guadua Calle 80 y salí. De ahí en adelante dependía de mis piernas… “Hasta que el cuerpo aguante”, decía mi canción de colegio. La vía es ancha y tranquila, los carros pasan lejos, el aire se nota diferente; todavía persiguen los pensamientos pero ya son más llevaderos, piensa o pedalea, o las dos al tiempo con los pedales, el uno jala al otro.

El reposo: ni cochina idea dónde estaba, no había salido. Un letrero decía Yo no creo mucho en lo que “Alto del Vino”, pero yo digo, pero sí es cierto que mejor me tomé un juguito habituarse a montar bicicleta decía mi canción de de naranja. ¿Ese era el es una experiencia que nunca colegio. límite? ¿Qué opina? Le pierde la gracia y con lo pregunté a la bici pero no me que se promueve la salud y el respondió, miraba las montañas “bienestar” del cuerpo, en una y el verde que se veía lleno de síntesis de exploración personal y carpas con flores o casas diminutas a reflexiva sobre el ser humano y su espíritu, lo lejos. No estábamos lejos, todavía faltaba ahora que tanto se dice del autocultivo. mucho andar para exorcizarnos. Entonces nos devolvimos, antes de que diera hambre y fuera Esto, por fortuna o infortunio, no es una preocupante. Todavía se podía hacer algo. disertación filosófica sobre el presente homus bicicletus, ni nada por el estilo. Más bien es De regreso: ¿En qué momento se me ocurrió “el empujón”, un recomendado para mantener salir de mi cama? Yo lo tenía todo, no tenía contentos a los editores, y que otros amateurs que hacerlo. Pero momento, valió la pena. de la bici se crean un poco el cuento. Entonces, Me digo: “¡esfuércese, no se puede hacer para recomendar qué hacer mas no cómo el güe***!”. El Parque de la Florida es un hacerlo, acá el brevísimo itinerario de mi primer Simón Bolívar, de vuelta pasé por ahí y entré recorrido fuera de Bogotá en bicicleta y solo. a conocerlo. Luego la paridera normal, pero la satisfacción plena y el cansancio que se lo De ida: salí de mi casa no tan temprano, recuerda a uno. Yo no soy un ciclista propio y después de vencer los obstáculos más grandes: menos un deportista, pero aficionado sí. De los el sueño, la plenitud de despertar un domingo, que se toman en serio el papel y creen que es el aburrimiento de estar en casa y demás. El posible ser y andar en bicicleta. ¿Cómo será clima normal, como el de la sabana; límite aún el día que decida irme más allá de donde he no había, hasta donde diera el cuerpo y no creía ido y así sucesivamente? que fuera más allá de la urbe.

“Hasta que el cuerpo aguante”,

9. Algunas personas enfocan su vida de modo que viven con entremeses y guarniciones. El plato principal nunca lo conocen. José Ortega y Gasset

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Like

someone

Por: Henry Córdoba Fotografía: Diana Duarte

in

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LO VE La posibilidad de experimentar el presente implica la posibilidad de entenderlo desde su particularidad, desde un número de combinaciones que no se repetirán más. No lo tengo del todo claro pero se asemeja a la noción elaborada por Sören Kierkegaard: la repetición. No es sencillo de explicar, aunque de eso trata la filosofía: pensar el mundo con conceptos.

El jueves 4 de marzo de 2014 fui al teatro Jorge Eliécer Gaitán. El director de cine Abbas Kiarostami visitó el país, viajó al Festival de Cine en Cartagena, y de paso, armó un taller en Bogotá. Participar en él era similar a una cosa que oí de Herzog, pero a la larga interesante, porque consistió en “vivir” con el director durante diez días o dos semanas, con el resultado final de un corto. Además de una circunstancia adicional: una clase abierta al público. A esa clase me vi participando con sorpresa. Ese día fui a clase, almorcé, me fumé unos cigarros, me despedí con abrazos, tomé el bus, otro cigarro, llegar al teatro, entrar, ir al baño, entrar a la sala, perderse en la oscuridad, tropezar con las sillas, sentarse, abrir los ojos. La película había comenzado unos minutos antes. Se titula Like someone in love. Fueron dos horas en una sala, extasiado, pero también desconcertado. Kiarostami se distingue por sus películas lentas, muy lentas, en las que el incauto cree que no sucede nada, cuando sucede de todo.

De lo que se trata aquí es de experimentar la vida no en tanto recuerdo, recordar: volver a pasar por el corazón, como anclaje de instantes y sucesos en tiempo pasado, o en tiempo futuro, en cualquier lugar que no sea el aquí y el ahora, sino repetición, cada vez como la posibilidad de suceder como la primera vez. Por más que nos encontremos para volver a conversar sobre lo mismo una y otra vez, o así la rutina encuentre placer en asfixiar la espuma de los días, cada instante es único, cada cosa y acontecimiento es primero y último, de nuevo, Nic Dwa Razy en polaco, en palabras de Szymborksa, “nothing happens twice”: nada sucede dos veces. 10. Para la mayoría de nosotros la verdadera vida es la vida que no llevamos. Oscar Wilde


La imagen-movimiento y la imagentiempo son conceptos empleados por Gilles Deleuze para pensar el invento de los hermanos Lumière. No es más que filosofía del cine o el cine como filosofía. En el comienzo con el descubrimiento del cine, el movimiento adquirió otra connotación: ya no era aprehender el movimiento como pose, tal como la paradoja de Zenón —razón por la que Aquiles jamás alcanza la tortuga— sino el movimiento en tanto duración, el movimiento se aprehende en cortes, la unidad filosófica del cine en la imagen. Con la invención del montaje, la imagen adquirió carácter en la acción. Es muy fácil entender cualquier película comercial, cuando se interpreta en términos de la acción. Con la Segunda Guerra Mundial acontece una revolución al interior del cine. Es el paso de la imagen-movimiento a la imagen-tiempo, ya no es la acción la que determina el curso de los acontecimientos, sino la exploración personal del tiempo que hace cada director a través de las imágenes. Desde luego, el tiempo ha sido siempre un elemento importante del séptimo arte. Pero en este sentido, se trata de la connotación subjetiva del tiempo. Un eterno plano secuencia: tiempo interior, tiempo del mundo. Es la mirada vacía en el horizonte abierto, abismo del ser. De esta manera películas de Antonioni o Tarkovsky logran desnudarse por completo ante el espectador mientras son vistas.

Abbas Kiarostami es un director de cine iraní, antes de la revolución islámica, trabajaba como diseñador gráfico y poco a poco se vio inmerso en el cine. Se quedó en su país tras el cambio de régimen y, desde finales de los ochenta, empezó a ganar notoriedad en el resto del mundo. Para 1997, la película El sabor de las cerezas ganó la Palma de Oro en Cannes. Es la historia de un hombre que busca un lugar para morir y mientras sucede los distintos tipos y retratos de su país pasan por sus ojos. Desde entonces ha filmado películas que podría resumir en detalles: escenas muy largas y pocos cortes como si el filme transcurriera en tiempo real, uso de actores naturales, escasas referencias cinematográficas, un estilo cuidado, y diálogos que curiosamente suceden dentro de automóviles. Like Someone in Love, era algo así: filmada en Japón, solo había tres personajes y muchos diálogos. Pero lo que más hablaba, eran los ojos, las bocas en silencio y los rostros. Por cerca de dos horas, un triángulo amoroso atípico tenía los espectadores a la espera de un desenvolvimiento, aguardábamos un poco más de acción. Pero las escenas transcurrían y no sucedía nada nuevo. Hasta que en un instante indeterminado, una piedra rompe una ventana, una bala perfora un cuerpo y éste cae con estrepito sobre la madera de un cuarto. La pantalla se corta y en reemplazo un cuadro negro. Una canción de Ella Fitzgerald y los créditos: Like Someone in Love.

Los créditos concluyeron y las luces del auditorio se encendieron. Estaba muy solo en la sala y pensé en quedarme mientras comenzaba la charla. Pero no, una persona de logística al observar la cabeza blanda en un puesto, fue hasta allá y me sacó a empellones. Nadie puede quedarse aquí, todos deben abandonar la sala. Me vi afuera, solo, aburrido, pero consternado y feliz por la película. Me fumé un cigarro afuera y un hombre viejo me hizo la charla. Era un belga que empezó a soltar historias sin que se lo pidiera, me contó que alguna vez. No sé si en Irán o en Bélgica, había trabajado con Kiarostami en el montaje de unas instalaciones y que, por tanto, lo recomendaba en persona y no perdía la oportunidad para encontrárselo si la vida le daba la oportunidad. Me dijo de una vaina extraña que apenas entendí, unas celebraciones chiíes, similares a la semana santa, en la que los creyentes se azotan a sí mismos hasta el paroxismo. Dijo que estaba en Colombia trabajando en un proyecto teatral. Concluyó, lanzó la colilla al viento y se despidió con un apretón de manos. Continúa en la web***

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11. Hay lugares que siempre recordarĂŠ en mi vida, aunque algunos hayan cambiado. The Beatles


La

navaja contra el

El año pasado, en esta misma revista escribía sobre la película por la cual Steven Spielberg pasaría de ser el más conocido de los directores de cine a ser considerado por muchos críticos “serios” como un autor. Y es que fue hace ya treinta y un años cuando vio la luz su en el proyecto de adaptación de la novela Alice Walker del mismo nombre de su filme; hablo de El Color Púrpura. Un film donde la adaptación hecha por Menno Meyjes vuela por cuenta de Spielberg y sus colaboradores, encabezados por la arrebatadora Woopie Goldberg, Celie y Danny Glover, Albert; siendo secundados por Margaret Avery, Shug, y Oprah Winfrey, Sofia.

Por: Juan Lemus Fotografía: Diana Duarte

asentador

Además Spielberg se rodeó de Quincy Jones en la musicalización; Robert W. Welch en la dirección artística; Allen Daviau en la fotografía y Michael Kahn en el montaje; para sacar un trabajo que va más allá del melodrama social-racial, o el feminista que se deja ver en la superficie. Pasado el meridiano de El Color Púrpura oímos los gritos de Albert: Look at you! You’re black, you’re poor, you’re ugly, you’re women, you’ve nothing at all. Es el momento de emancipación de Celie, que ronda los cuarenta años, de todo lo que era cierto en su mundo de sometimiento físico, moral y psicológico. Es el comienzo un viaje de autodescubrimiento, el instante donde se decide a marcharse dejándole una maldición a su carcelero. Pero quiero hablar de un momento previo donde todo el poder de sincretismo del cine se manifiesta a través de la maestría de Spielberg. Celia había empezado a leer las cartas de su hermana Nattie, escondidas desde hace años por su marido, y descubiertas por Shug.

A través del montaje, gran trabajo de Michael Kahn, vemos como ella imagina a su hermana en África, feliz y que se sobrepone a su propio infierno presente. A ella le acaban de romper la cara y Albert le espeta que espera que lo afeiten. Lo hace con tanta seguridad que ahonda el sometimiento de nuestra heroína. Los sonidos frenéticos de percusiones y cantos africanos, el maltrato verbal, los movimientos lentos y metódicos de Celie suavizando el filo de la navaja contra el asentador, los primerísimos planos de las caras de sus hijos en medio un rito de iniciación en la estepa africana, el fuego, imágenes de animales salvajes, las piernas y el vestido rojo de Shug que corre hacia la casa de los Johnson, los gritos de Albert, la lenta respuesta y la orden tranquila que Celie le da a Albert. Gritos, sangre, intensidad de los primeros planos que van de unos ojos cerrados y unos muy abiertos. La respiración de Shug. Un clímax en el que vemos el futuro que viene detrás de ella. Pero el realizador no se atrevió a ir más allá ¿o será el guión? No lo sé. Aunque la escritora le reclamó al director su falta de coraje, porque apenas muestra una solidaridad femenina entre estas dos mujeres cuando su libro es el lesbianismo que transgrede esa sociedad patriarcal donde tiene lugar la obra, no deja de ser El Color Púrpura, y esta escena en particular, un momento donde el cine reclama para sí el lugar como el arte de nuestra era. Uno que es capaz de absorber a los otros y no quedar con indigestión. Allí está una cámara que mira a los ojos a esta mujer arrastrada pero no lo hace lastimeramente, no juega sucio. La fotografía de Daviau (E.T., El Imperio del Sol) es delicada en el día y contrastada en las escenas nocturnas, capta una luz que hace juego con la voz en off del tono epistolar de la historia que se combina grácil con la música de Jones. También es de resaltar otras partes del entramado que apoyan la verosimilitud de lo que vemos, hablo del vestuario y los decorados que le debemos a Welsh. Es de esta forma que un momento dentro de una gran obra la encumbra. Es ese lugar en el tiempo de la película al que queremos volver una y otra vez para fijarnos aún más en los detalles que nos han agarrado, y para descubrir nuevos cuando que muchas veces no sabemos el porqué. De esos momentos son de los que hablamos cuando decimos cine.

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crónica sobre una

crónica en

Por: Éel María Angulo Hernández Fotografía: Diana Duarte

LA PERLA Esta es la crónica de las ganas de escribir una crónica sobre la primera panadería de la barriada La Perla, en San Juan, Puerto Rico. La crónica de cómo escribir esa crónica, encomendada por el maestro Juan Cruz, se convirtió en un deseo implacable, pero en espera. En espera porque por cuenta del mismo maestro, mi imaginación voló, despegó de la isla y viajó para abrazar a mi mamá, en Barranquilla, Colombia, quien no paraba de llorar gracias a la historia sobre la vocación de mi no-vocación publicada por Cruz en el diario El País.

La noche del viernes 18 de marzo la pasé en el noveno piso del Hotel Sheraton, en el Convention Boulevard de San Juan, la capital del Borinquén. Llevaba cuatro noches en la misma cama. La vista era el moderno Centro de Convenciones Pedro Rosselló. Mientras escribía, recostada sobre un par de almohadas y con las piernas hacia arriba, veía mi reflejo en la ventana de cristal. Era, yo. Era, Éel. La misma periodista colombiana que no quería ser periodista. La misma a la que Cruz convirtió en protagonista de una historia sobre el oficio que ama y que descubrió desde los 13 años. La misma a la que Martín Caparrós comprometió a hacerse cargo de los comentarios de Cruz.

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-“Y dime, cuál es tu nombre”- Dijo Caparrós cuando le pedí que me firmara el libro ‘Lacrónica’. Sí. Así, pegado, que compré por 32 dólares con 95 centavos en uno de los ocho puestos que los organizadores del VII Congreso Internacional de la Lengua Española, CILE, permitieron ubicar cerca a las escaleras eléctricas del segundo piso del centro de convenciones solo para antojarnos. Para tentar a los que, literalmente, se nos hacían agua los ojos al no encontrar ni un ejemplar de El estilo del periodista, de Álex Grijelmo, pues los pocos que tenían volaron, como volvió a hacerlo mi imaginación cuando Caparrós escuchó mi respuesta.

– “Soy Éel”-, le dije. –“Ah, ¿eres Éel? Juan Cruz me habló de ti. Dijo que eres buena. Ahora tienes que hacerte cargo de eso”– No supe qué decirle, lo confieso. Fue un comentario para el cual no estaba preparada, más cuando acababa de almorzar bajo el picante sol borinqueño y de rematar con postre, una copa de un dulce y cremoso arroz con leche espolvoreado con canela y decorado con un cigarrillo de chocolate. Quienes me conocen saben del trastorno involuntario que sufro luego de almorzar y de cuánto se complica la situación si hay brisa, pues caigo en una suerte de hipnosis en la que el sueño me cierra los párpados y los bostezos se me escapan como saludos. Pero esta vez fue diferente. El comentario de Caparrós me despertó. No era para menos. Lo que Cruz había contado sobre la historia de mi historia corrió como pólvora en mi ciudad, La Arenosa, la misma en la que Gabo se casó con Mercedes Barcha, desde donde amigos y familiares me enviaron mensajes de felicitación. ¿Cómo reaccionar ante ello? No sé, solo puedo decir que la descripción de Cruz me quitó el hambre. Leer bajo el rótulo del diario más importante de habla hispana el texto en el que me citaba como aquella chica de la tierra de Gabo (a quienes “los que la han leído consideran que tiene las agallas de un pez invencible”) logró congelarme por un rato en una especie de alegría sobrenatural. No sé si, como dice Juan, un día por la calle dejaré de mirar a los maestros para que otros me miren a mí, pero de lo que estoy segura es de que el espíritu de estar en esto, en el periodismo, seguirá; de que las ganas de vivir en función de ello desde que amanece hasta que acaba el día, rebuscando en mi interior, no se apagarán; de que no hacerle mala cara a los encargos, sino de buscar historias como Vázquez Montealbán, no dejará de ser lo mío. Y de que la convicción se reflejará en el brillo de mis ojos cada vez más. Mi primer café Traté de pensar en otra cosa. Recorrí la habitación un par de veces. Me comí una manzana verde, mastiqué las semillas, me supieron a tierra. No tomo café. No me gusta. Pero necesitaba concentrarme y, como los periodistas “normales” lo toman, me aventuré a prepárame el primero. Continúa en la web***

12. Todos esos lugares tuvieron sus momentos/con amantes y amigos que aún rememoro. The Beatles


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13. RĂ­ete y goza. Ama./ Y enciĂŠndete en la noche que ahora empieza,/


Momentos

Por: Carolina Patiño Cuéllar Fotografía: Diana Duarte

EX-LIBRIS 1. Caminar sola por Corferias era lo más cercano a vida de grande con 14 años. Tenía mi bohína, mi mochila y cinco mil pesos para tomarme un cafecito mientras volvía a encontrarme con mamá. Entonces, encontré en el pabellón de diseño (que se convirtió en caricaturistas, peluches y stickers de timoteo) un stand que carecía de decoración, en el que regalaban un periódico que hablaba sin tapujos sobre la feria.

2. Devoré y perseguí ese periódico en la Feria del Libro versión 2006, 2007, 2008, 2009 y 2010. 3. En el 2008 a puertas de graduarme del colegio y con motivo de alguna tarea de literatura, lleve mi colección de ese periódico. En la hora de descanso alguien le hizo una cortadita sutil de 5 cms a todas las hojas de una edición (probablemente la misma persona que me dañó varios trabajos y que si mi stalkeo no me falla, actualmente estudia comunicación social). Lo guardé como trofeo de batalla, como si supiera lo que se vendría.

4. Estudié Filosofía en la Universidad Nacional. Un amigo me dijo que si quería escribir un artículo sobre la Feria del Libro para un fanzine. Dije que sí y desde entonces engaño a la filosofía cada vez que quiero, para eso de explicar conceptos densos con ideas simples, y de ponerle más atención a lo que pasa en la calle que a lo que pasa en los supuestos kantianos. En ese año Ecuador fue el país invitado. Y aunque he regresado a todos los países invitados, aún me maravilla recordar cómo ese en especial convirtió un cubo aburrido en tres pisos, una exposición de fotografías, trajes típicos, comida y las entrañas mismas de mitad del mundo y de montaña andina. Detrás del arcoíris metálico se llama ese artículo, por los colores del país vecino detrás del arco de entrada de Corferias. 5. El último día de esa feria pude entrar. Busqué el stand del fanzine tal como me indicaron, en el pabellón de publicaciones nacionales. Encontré un sofá y muchos postit que formaban las palabras: Ex-libris. El periódico se había transformado en fanzine y me habían publicado. Carolina de 14 años abrazo a Carolina de 18 años, le susurró un ‘quién se iba a imaginar’ y las dos se sonrieron. 6. Fui redactora, jefe de redacción y directora de esto que usted está leyendo. Pasaron materias, amistades, amores, tusas, viajes, cumpleaños y lanzamientos. Momentos. Aún se me ablanda el corazón cuando recuerdo, el espíritu de comunicar siempre y comunicar todo, partiendo de que todos siempre tenemos algo por decir sea con palabras, imágenes o fotos. Que los estudiantes sigan siendo dueños de este proyecto que no tiene dueño, que se transforma y reinventa, que se rediseña. 7. Una vez Exlibris, siempre Exlibris.

y entre tantos amigos (y conmigo)/ abre los grandes ojos a la vida/ con la avidez preciosa de tus años. Francisco Brines

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Miguel Bustos - ZURSOIF Ilustrador Invitado

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E r o s No hay ficción más grande que la de la vida. A los ojos del cosmos no somos nada y desde siempre y hasta ahora, todo se ha perdido. Crear es la senda que deja una huella en lo efímero, una historia que se hila infinitas veces en un segundo. Eros no es más que esta apuesta.


El amor es un veneno tan delicioso que estamos dispuestos a morir sólo por probarlo. Como los venenos más mortales, el amor va debilitando lentamente a su víctima hasta llevarlo a un estado de total dolor y humillación tanto pública como privada. Sus efectos sólo se sienten cuando el suministro del veneno (léase, la persona amada) se encuentra lejos por causas naturales o empujada bruscamente fuera del alcance. Este último, es el caso más enfermizo, pues el amor no sólo es venenoso sino adictivo y por ello, el cuerpo, la mente y el corazón entran en un estado de privación con todos los síntomas clásicos del síndrome de abstinencia: Sudor, lágrimas excesivas; espasmos musculares, largas caminatas en los lugares frecuentados con la persona amada; náusea, un sentimiento de impotencia general al sentirse abandonado sin que haya nada que se pueda hacer, y por supuesto culpa, por ser el responsable de haber alejado a la fuente de tan delicioso elixir.

AMOR: Una guía

médica

Por: Erick Sebastián Cárdenas Benavides Ilustración: Leslie Guzmán Cortés

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14. Sigue tu deseo y tu felicidad, colma tu destino sobre la tierra./ El canto del arpista


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• Distorsión perceptual: Este síntoma abarca varios fenómenos: primero, una percepción exacerbada de las características propias de la fuente de veneno, entre ellas se encuentran colores, como los del cabello y ojos, identificados ahora en otras personas. Segundo, distorsión de la percepción temporal. La mente al estar tan sujeta al pensamiento hacia una sola persona, parece estancada en una brea negra que consume los días como segundos, aunque cada segundo parezca un día.

• Anti-romanticismo: Este síntoma se caracteriza por un odio o desprecio generalizado a todas las muestras de afecto de otras parejas, que usualmente se juran amor eterno sin saber que el veneno que están tomando hace que tengan los días contados.

• Náuseas: Este síntoma está asociado a la impotencia que se siente al no tener cerca la fuente de amor, el no poder tomarlo por la fuerza genera que el sujeto se sienta estúpido e incapaz (como usualmente suele ser).

• Dolor de pecho: El lazo que ata los corazones, al irse alejando la persona amada, estruja el corazón provocándole un intenso dolor. El corazón expulsa un gran número de elementos, entre los cuales se encuentran: memorias de momentos felices y tristes, un líquido espeso y azul que demanda la entonación de melodías de Ella FitzGerald y Billy Holiday; odio hacia la persona amada (el odio es estructuralmente igual que el amor por ello se le suele confundir y en ocasiones uno transmuta en el otro con bastante rapidez.)

Algo curioso es que este veneno es exclusivo del Homo Estupidus. Por lo que parece haber una relación entre el consumo de este veneno y el desarrollo de los individuos de su especie. Dentro de sus síntomas se encuentran:

Este veneno deja cicatrices, especialmente en el músculo cardíaco. La cantidad de cicatrices es proporcional a la cantidad de veces que el paciente ha probado el veneno. Un corazón saludable estará lleno de cicatrices.

Casos de privación total de este veneno se han dado en sujetos totalmente desajustados, pero también en grandes personalidades (Léase el caso de Flannery O’connor). Por ello, la posología recomendada es entrar en baños de cuerpo entero de este veneno cada dos o tres años, hasta poder entender las dinámicas del compromiso.

Para una rápida recuperación sumerja el miembro afectado en una infusión de amores carnales pasajeros, acompañados con una alta dosis de látex para evitar contraindicaciones.

Sin embargo, no es el final. Luego de la muerte de la víctima está renace con relativa rapidez, lo que le permite volver a sus andadas sexuales o laborales.

Desafortunadamente la concentración del amor suele ser alta, por lo que aunque parezca que se está consumiendo poco, la cantidad total en sangre siempre es elevada. Esto lleva a que todas las personas que hayan entrado en contacto con la sustancia deban ser desahuciadas (para una descripción detallada de procesos de muerte por amor consúltese el manual del doctor Marcel Proust en sus siete volúmenes)

Diagnóstico


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15. No expongas tu corazón a la inquietud hasta el día en que te/alcance la lamentación fúnebre...”


Árboles

hojas de

Por: Ángela Valeria Dimaté Campos Ilustración: Leslie Guzmán Cortés

amarillas

Hoy tengo veintidós años, treinta y uno, seis. Con treinta y uno abro los ojos en la mañana y me decido a correr. Mis piernas, por elemental que parezca, no son las mismas que cuando tenía seis y eso no deja de impresionarme vivamente. Con todo, hoy tengo seis,. aquella niña lejana me regala hoy su respiración aún nueva y la ilusión de lo desconocido. La de veintidós, entre escéptica y entregada, mira con desconfianza a la niña que fue sin sospechar que aún lo es.

El canto del arpista

Algo así como los pulmones hinchados y la sangre agolpada en las venas empujan mi espalda, y me encuentro sentada en mi nueva cama. Al lado de la ventana que mira hacia unos árboles cuyas hojas, en el día, se ven color amarillo otoñal aunque sea febrero, y que de noche se pintan de verde por la gracia de algún brochazo anónimo del verano. Miro mis piernas extendidas y me pregunto si la piel rugosa de las rodillas que acaricia mis manos es la misma que tenía veinticinco años atrás, ¿se ha estirado acaso, y acarició la misma piel que mi mamá consentía cuando me caía, me raspaba, lloraba? ¿O acaso esta es una piel germinal que ha mudado por temporadas, como regalándome los dones de las serpientes?

La joven de veintidós me mira de soslayo para recordarme, entre tímida y agresiva, que la de seis no fue siempre feliz, y que los seis no significan solo inocencia y vigor. No hay voces en mi cabeza, el grande y distante espejo de enfrente refleja lo que habita el cuarto en el que duermo, y el estómago gruñe porque anoche no le di de comer. Tampoco hay sombras, no tuve pesadillas, no hay pesadez. No sé distinguir si estas tres presencias se potencian gracias al recuerdo, o si las tres han estado conmigo cada vez que los segundos marcan nuevas líneas en el reloj. Quién soy cuando tengo raíces certeras en mi Historia, cuando escucho la voz de mi hermano saludarme sin que él esté presente, cuando mi papá es cómplice en la certidumbre de una genética ineludible, cuando me desgarra la distancia, y de repente me hallo en esta tierra nueva y la vida continúa sin que le interesen nada aquellas tres sombras, ni el aliento confundido de enero, ni los pelitos huracanados de mi piel que traen a la memoria unas caricias que parecen remotas. Hoy tengo veintidós años, treinta y uno, seis. Un ímpetu inusitado nos levanta de la cama y las tres nos preparamos para correr. Escogemos la ropa de la de veintidós y nos reímos de la tontería que supone ser al mismo tiempo tres y la misma, lo que nos a decidir entre costumbres distintas; ropa de diferentes tallas, la misma emoción con otras texturas. Luego de un desayuno que no ha variado con el paso de los años: chocolate, pan, huevos, queso, tal vez jugo de naranja; salimos de la casa y visitamos los árboles de hojas amarillas que se veían desde la ventana. Empezamos a correr como si estuviésemos justo al frente de la vida y detrás esta se sumiera en un delicioso sueño. La velocidad se mantiene aunque los latidos del corazón brinquen con mayor violencia, nos maravillamos al darnos cuenta de que estamos creando viento con cada zancada, nos zambullimos en la embriaguez que del dolor en las rodillas conduce al olvido del mismo dolor, de apostar al vértigo de amanecer mañana teniendo sesenta, once, veintitrés. De repente alguna punzada en el corazón, quizás la discordia aun en la dicha. De repente la soledad se agazapa pese a todo. De pronto se encoge el ruido y el silencio de nosotras tres basta para trazar las pisadas hasta el final de la carrera de esta mañana.

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VIEJO juego

recobrado ahora

Por: Federico Rosas Ilustración: Leslie Guzmán Cortés

La luz del fuego dentro de la casa tenía una lucha con el sol que entraba por la ventana. Había entonces dos colores muy distintos y un límite muy definido que cambiaba toda la sala si era cruzado. El amarillo anaranjado del fuego siempre significó frío fuera de la casa y calor cuando se estaba muy cerca de él. Su fuerza aumentaba en contraste con la oscuridad del cuarto en el que estaba. Por esta razón, siempre fue sinónimo de hogar, de compañía de madre, de cobija que nos abriga. Color muy cercano a mí en ese tiempo, pero ahora tan lejano como la luna que me abriga esta noche sin calor y que me recuerda aquello que no supe sino mucho después del día de la batalla del sol contra el fuego: que habrá alguna noche en que sea la última vez que lo vea.

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Gran parte del cuarto era coloreado por las brasas y no por el sol. Fue esta una razón por la que crecí imaginando al sol como algo minúsculo y con poca fuerza. También se debió al asociar el color blanco que reflejaba en la ventana con un sentimiento de debilidad y languidez. Todo adentro, con la oscuridad, el fuego y la humedad, construía un lugar que se me hacía muy antiguo. Tal vez, un castillo medieval con sus antorchas en las paredes de piedra, los caballeros caminando por entre los muebles con su armadura reluciente, haciéndola sonar a cada paso, y el hombre grande del hacha que la arrastraba por el piso haciéndola rechinar y marcando en el suelo una línea poco definida. ¡Ah, sí! Y como la oscuridad es la amiga de la imaginación, porque deja muchas cosas sin definir, yo hacía aparecer ojos en las esquinas más oscuras, y estos me observaban en silencio. Ojos que me hacían ir de un lado a otro de la sala escapando de su angustiosa cercanía. Estos seres silenciosos, solo presentes en la oscuridad, desaparecían cuando un viento entraba en la habitación y movía un poco las llamas del fuego, haciendo que su luz iluminase una parte normalmente oscura. Podía ver que allí no había unos ojos ni mucho menos; sólo estaba la aburrida pared.

16. Coged las rosas mientras podáis,/ya que veloz el tiempo vuela, Robert Herrick


El límite solo era cruzado por la curiosidad de querer ver la lluvia más de cerca y, al ver ya las gotas resbalando por el cristal, era este el llanto del jardín que me llamaba a salir; pero qué madre no me dejaba visitar. Y las hojas que rebosantes de agua ya no apuntaban al cielo, tenían las puntas cabizbajas y me hacían muecas al sentirse aprisionadas por tanta agua que se acumulaba en ellas. Ya se ve cuán delicado y suave era este lugar de la habitación para mí. Y estando el cielo así de congestionado, el sol apenas llegaba a mi rostro con algo de calor. Era nada más luz amarilla. La luz no solo era pálida, era un baño de leche fría con pétalos de margarita del jardín del frente, era el dulce del beso de madre cuando me despertaba en mi cuarto de paredes blancas. Era, en fin, la tranquilidad perdida de la niñez.

El jugar entre estos dos cuadros opuestos fue mi infancia.

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17. Que los primeros aĂąos son lo mejor,/cuando juventud y sangre aĂşn queman,/ Robert Herrick


remanente

Por: Ana Violeta Granados Roa Ilustración: Leslie Guzmán Cortés

¿Y quién va a pensar en el pobre pozo viejo? Si no es más que un montón de barro que no ha resuelto convertirse en polvo, aunque ya no le quede nada. Nadie pensaría en un viejo pozo que se secó hace decenios y que ya no sirve ni de refugio para las ratas. Nadie piensa en el pozo, más el pozo no hace más que recordar. Estuvo ahí cuando el más viejo del pueblo nacía, lo vio florecer y marchitarse. Estuvo ahí cuando el más joven del pueblo decidió marcharse para nunca más volver; lloró su partida mientras se alegraba por su espíritu y coraje cuando emprendió lo que muchos desean, pero no se atreven a intentar. Cuando el tiempo no era más que una idea, el pozo ya era viejo. Antes de los “antes” ya estaba ahí.

Es un pobre pozo, viejo como el pueblo casi desierto en el que habita, fantasmal. Viejo como el trupillo del centro de la plaza, cuyas hojas perdieron el verdor mucho tiempo atrás. Viejo como el más solitario de los hombres puede sentirse. Viejo como él mismo, viejo como nadie más. Sin embargo, en este momento, se da el lujo de existir. Cuando muchos ya se han transformado en polvo dispersado por el viento, el pozo persevera en su tarea de «permanecer». Tal vez lo haga hasta el fin de los tiempos. Marchito, seco, roto e inmortal. Cuando ya no haya un ser viviente sobre la tierra el pozo seguirá dando lo único que posee: su incesante testimonio de lo que fue y ya nunca más será.

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Buen rato.

Gracias, Por: Esteban Fierro Ilustración: Leslie Guzmán Cortés

Zapato

ESTABA COMPLETAMENTE solo y aburrido, con varias desgracias a mi espalda, en una sala de espera de un barrio con calles sin pavimentar. Curiosamente, no me sentía del todo mal. Miré a un zapato mugroso y chamuscado colgado de un cable de electricidad. Comencé a tener un episodio de sensibilidad y retumbaban estas palabras en mi cabeza: Dichosos aquellos que no esperan unmundo mejor.

Ese trozo de calzado, en ese preciso momento, me estaba insinuando que debería, de vez en cuando, perder toda esperanza. ¡Muy dichosos, de verdad, aquellos que ya ni esperan un mundo mejor! Otro día, el zapato parecería el símbolo por excelencia del deterioro y la pobreza cotidianos. Hoy, el zapato es un zapato y no un emisario del asco. Está quemado: quemado podría ser el incienso, también. Quemado. Y no está mal, no sé quién me enseñó que los zapatos quemados no merecen ser apreciados también. Y si miro el tosco nudo pienso que fue hecho con cuidado: es un diseño de la casualidad, casi. Inconscientemente siendo un equilibrio duradero que hace lo que hace: colgar al zapato y amarrarlo. ¿Conjeturará el zapato que su razón de existencia es nunca tocar la polvorosa calle bajo sí? Probablemente no.

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Y si miro el tosco nudo pienso que fue hecho con cuidado: es un diseño de la casualidad, casi. Inconscientemente siendo un equilibrio duradero que hace lo que hace: colgar al zapato y amarrarlo. ¿Conjeturará el zapato que su razón de existencia es nunca tocar la polvorosa calle bajo sí? Probablemente no. Sonrío. Eso de dar razones es para nosotros humanos. El zapato, más inteligente, no se encierra en pensar sobre no tocar la calle o sobre qué significaría eso de estar quemado. Algunos días se encontrará suspendido en cielos de un vasto azul o en noches en donde se proyecten las luces del universo distante. Carl Sagan dijo que los ingredientes para hacer un pie de manzana incluyen —además de la harina, la manzana y el azúcar —al universo entero, con sus gracias de química y leyes de termodinámica o gravedad; con las historias enteras del trigo, de la manzana y de la papila gustativa. Lo mismo ocurre con el zapato, que no es sólo un zapato, desnudo y solo en la existencia, sino un reflejo sintomático del fabricante, de las manos que lo amarraron y lanzaron, del sol mismo que ayudó a componer al caucho y el algodón; que ayudó a ennegrecerlo otra vez. En ese zapato empiezo a ver al infinito. Me río. Me parece hermoso. En la misma sala en donde me siento, otros hombres me miran, más en sus ojos sé que no miran como yo miro (al zapato). Pensarán que me río por una razón específica. Una vez identificado el sujeto, vuelven la mirada a un punto invisible en la pared. Soy malo para identificar, entonces sigo mirando al zapato, riéndome como un desquiciado: a veces veo al universo en un zapato.


18. y, al consumirlos lo peor es que/buenos o malos, nunca regresan. Robert Herrick

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TRES días en Por: Martín Seoane Ilustración: Leslie Guzmán Cortés

Siempre pensé que para ser escritor hay que vivir un invierno en París. Tiene que ser un invierno, con un verano no alcanza, y cuantos más inviernos se viven en París mejor escritor se llega a ser. Los mejores lo supieron siempre. Todos escribieron algún cuento sentados en un café desde el que se puede ver, lejana y oscura, la punta de la Torre Eiffel, o en un hotelito venido a menos de la rue de no sé qué con los ojos clavados allá entre el río y los edificios, y después se tiraron en los Jardines de Luxemburgo orgullosos de los dos o tres párrafos que habían escrito aquel día. Pero claro, solo con vivir no alcanza. Hay que levantarse temprano todas las mañanas, tomar café y escribir en un cuaderno sin renglones. Hay que ponerle un poco de nieve recién caída al alcohol antes de tomárselo de un trago. Hay que convertirse en el amante de alguna mujer de piel muy blanca y labios muy rojos que se niegue a hablar en cualquier idioma extranjero. Todo eso hay que hacer. Me lo dijo un escritor que llevaba un invierno y medio en París, aunque me lo encontré una tarde de lluvia en un bar de Montevideo. Cuando le pregunté por cuánto tiempo pensaba quedarse acá o por qué había vuelto. Me dijo que de París no se vuelve nunca, que él todavía estaba allá. Yo me reí y me quedé mirándolo pero él no se rió. Ahora no recuerdo su nombre. Tal vez lo recuerde más tarde. Lo que sí sé es que estaba por publicar su primer libro. Era una novela sobre dos maricones que decidían robar un banco o algo así. Creo que él también era maricón. Sino no se explica. Recuerdo que cuando mencionó lo de la nieve y el alcohol estaba borracho. Habíamos tomado un licor que prendía fuego a la garganta así que no supe si creerle. Lo del cuaderno sin renglones también me pareció raro. Unos meses después de nuestro encuentro decidí leer su novela. La busqué por todos lados. Entraba a las librerías y como no recordaba su nombre ni el del libro trataba de explicar de qué se trataba. No debió vender mucho porque nadie sabía de lo que hablaba y una vez me miraron como si estuviera loco. Renuncié a encontrarla cuando de una librería me echo uno de los tipos de seguridad.

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París

Yo estuve tres días en París. Hacía frío pero cuando llegué el invierno ya había terminado. Eso explica algunas cosas. La estadía no alcanzó para convertirme en escritor. Solo logró meterme en el cuerpo esta necesidad de intentarlo cada tanto. Además, en aquella época leía mucho pero no escribía nada, así que los ojos con los que miré la ciudad no fueron los ojos de alguien que escribe, fueron otros, distintos, unos que no se detenían tanto en las cosas, que resbalaban un poco más. No recuerdo demasiado. Un escritor hubiera aprovechado aquellos días de otra manera. Recuerdo la sensación que tuve mientras el avión despegaba, ya de regreso a casa, de que algo se me estaba escapando, como un tren que no se detiene o como un domingo que termina y, para colmo, la lluvia. A veces pienso que lo único que necesito para hacerlo mejor es volver el próximo invierno, redimirme, cagarme de frío hasta que las manos se me pongan azules, después volver y escribir.

19. Tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad,


Recuerdos torpes, amontonados, de aquellos tres días en París. Me quedé en un hotel de los baratos. Apenas tenía dos o tres pisos y para prender la luz del pasillo había que tantear la pared en la oscuridad hasta dar con el interruptor. Parecía vacío. No se veían otros huéspedes ni en el desayuno. La habitación era diminuta y daba a un pozo de aire al que iban a cagar todas las palomas de la ciudad. Una noche sonó el teléfono, a eso de las tres de la mañana. Atendí. Era el tipo de la recepción que en un inglés de piedra me decía que había un error en mi reserva, que tenía que llamar a la agencia de viajes y arreglar el problema con ellos. Le pregunté si no podía esperar. En mi país a esta hora está todo el mundo durmiendo, está todo cerrado, dije. Él me dijo que no, que tenía que solucionarlo. Entonces colgué el teléfono después de asegurarle que iba a llamar, cerré los ojos y me dormí. En un momento me pareció que golpearon la puerta. A la mañana siguiente, cuando bajé a desayunar, el tipo ya no estaba. Había otro, uno más amable. Le pregunté si había algún problema con mi reserva. Se fijó en la computadora y me dijo que no. Esa noche volvió a sonar el teléfono. Otra vez aquel inglés extraño, duro, como de malo de película de acción. Alguien está tirando papel en el wáter, dijo esta vez. Demoré unos segundos en contestar. ¿Y vos cómo sabés?, pregunté. Él también se tomó unos segundos para hablar. Eso no importa, dijo después. Y cortó. Esa fue mi última noche en aquel hotel.

Pocas veces caminé tanto como en París. Iba de un monumento a otro tachando en una lista que tenía en mi cabeza los lugares conocidos como si fueran cosas que agarraba y tiraba en el canasto del supermercado. Cada tanto paraba y comía pizza, siempre pizza. Después volvía a caminar. No recuerdo haber comprado un libro, ni sentarme a escribir en un café. A veces intento recordarme haciendo esas cosas que nunca hice, ponerme ahí a la fuerza, con una edición de Rayuela de cinco euros bajo el brazo que nunca hubiera podido terminar porque no entiendo a Cortázar. Sí, es una forma extraña de recordar, ya lo sé, pero logra aliviar la pena del viaje desaprovechado. Ademá como rifles de francotirador. Había en todo un dejo a desilusión. Tiempo después un amigo me preguntó por dónde había andado, qué había visitado, si había aprendido algo. Yo le dije que sí. A Napoleón lo enterraron en una caja de zapatos, enorme, elegante, pero una caja de zapatos. Él se rió. Yo no pude, todos los días puede aparecer un recuerdo nuevo, algo que no sabía que estaba ahí. Ya lo escribió Borges, quizás en París: “Mi relato será fiel a la realidad o, en todo caso, a mi recuerdo personal de la realidad, lo cual es lo mismo.” Tal vez más adelante aparezca uno de esos recuerdos. Ahora podría ponerme a pensar un poco más. Porque era París. ¡Vamos! París. La ciudad luz, la ciudad del amor y todo eso que dicen que es París además de París. Algo más tiene que haber.

que olvidamos lo único realmente importante: vivir. Robert Louis Stevenson.

La primera vez que vi la Torre Eiffel era de noche. Bajé del avión, dejé la valija en el hotel y salí a buscarla sin un mapa, como deben buscarse las cosas que de verdad queremos encontrar. Después de caminar un rato noté que una luz iluminaba las nubes que se mantenían inmóviles en el cielo. Giraba, como si saliera de un faro. Le pregunté a un tipo que pasaba por ahí si era la torre. Me dijo que sí. Después le pregunté cómo podía llegar. Antes de hablar suspiró, como un profesor cansado de explicar la misma ecuación, y me dio una serie de instrucciones en un francés demasiado rápido, imposible de entender. No me animé a repetirle la pregunta, así que le agradecí y seguí caminando en la dirección que había señalado. No demoré demasiado en verla. Estaba allá, lejana, brillante, amarilla y anunciándose enorme a pesar de la distancia. Me acerqué bordeando el río. Cada una hora unas luces blancas la iluminaban, pestañeaban durante un minuto y después volvían a apagarse. Demoré cerca de dos horas en llegar y en el instante exacto en el que lo hice las luces se encendieron, pestañearon y se apagaron de nuevo. Pero esta vez fue diferente. Se apagó todo. Las luces blancas y también esa aura amarilla que rodeaba la torre desde que se escondía el sol. Ahora era un fémur negro camuflado en la oscuridad. En aquel momento no pude entenderlo, creí que se trataba de mala suerte, pero ahora, a la distancia, lo veo más claro, había algo extraño en todo aquello, una especie de mensaje oculto, algo que me decía que eso no era lo que tenía que ver, como si la propia torre me estuviera diciendo que me fuera a otro lado, a conocer ese otro París hecho de bares y cafés y libros, y que a ella la dejara para los recién casados, los turistas con agenda y los chinos con cámaras

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Miguel Vallejo - Gusanillo de tierra Cรณmic

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