Hace parte del proceso de la vida. Es tan natural como nuestro ímpetu por detenerla, por retrasarla, por prevenirla; como un respiro contenido que se aferra a su última exhalación hasta esfumarse.
Enfrentarse a la sensación del fin, sin un horizonte visible, la inquietud sobre lo que existe entre esas espirales nebulosas. Acercarse a las dos columnas y desechar el non plus ultra. ¿Qué nos queda después del final? Que vengan las extinciones.