Ex-libris 149: "Luz y Oscuridad"

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Ex-libris cultura editada ISSN 1692-7516 / Agosto 2016 / www.revistaexlibris.com

NĂşmero 149


Revista ExLibris 2016 / Numero 149 / ISSN 1692-7516

RECTOR Ignacio Mantilla Prada

AVAL DOCENTE Ángela Mayerly Zambrano

DISEÑO DE PORTADA Jhonny Núñez

Universidad Nacional de Colombia FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS

VICERRECTOR María Clemencia Vargas /Diego Fernando Hernández

COORDINACIÓN GENERAL Daniel Mauricio Vanegas

CORRECCIÓN DE ESTILO Diana Consuelo Luque Villegas (PGP)

Revista Ex-libris es una publicación interuniversitaria e interdisciplinar, producto del trabajo voluntario de un colectivo de estudiantes, egresados y personas interesadas en los procesos editoriales que conlleva la publicación. Contacto del grupo Revista ExLibris www.revistaexlibris.com info@revistaexlibris.com b Facebook/RevistaExlibris a Twitter @RevistaExlibris j Instagram @RevisaExlibris Issuu.com/revista_exlibris

DIRECTOR BIENESTAR SEDE BOGOTÁ Oscar Oliveros COORDINADORA PROGRAMA GESTIÓN DE PROYECTOS Elizabeth Moreno DIRECTORA BIENESTAR FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Susana Barrera Lobatón DECANO FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Ricardo Sánchez Ángel

EDICIÓN Omar Camilo Moreno DIRECCIÓN ARTE Angélica Conde Nicolás García DIRECCIÓN DIAGRAMACIÓN Luisa María Burgos COMITÉ EDITORIAL John Jairo Ortega Flor Méndez Juan David Rincón Angélica González

Revista Ex-libris es una revista de periodismo cultural, apoyada por la Universidad Nacional de Colombia y por los estudiantes vinculados al proyecto estudiantil Revista Ex-libris.

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA Cra 45 No 26-85 Edificio Uriel Gutiérrez Sede Bogotá www.unal.edu.co

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Los textos presentados en la siguiente publicación expresan la opinión de sus respectivos autores y la Universidad Nacional no se compromete directamente con la opinión que estos puedan suscitar.

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Modus Operandi Modus Operandi El papel ilumina. Bueno, en particular, las letras plasmadas en él. Por algo al siglo xviii se le llamó “El siglo de las luces”; claro, fueron más los libros leídos al año que los baños. Medio sucios, pero al menos la cabeza les alumbraba. Pero ¿y si no sé qué es una letra? ¿Si mi “a” de árbol no tiene curvas, pero sí un olor a bosque y una tosca corteza? ¿Si mi América no cabe en el mapamundi, pero sí en mi oído cuando me dicen quiubo, ché, chingón, chamo, cachai, volviéndose así, más interessante? ¿Qué pasa si mi lenguaje está en mis manos? Para ilustrar lo anterior, Exlibris le presenta a la fina y coqueta Aguja. Ya verá como algunas hojas brillan de letras y puntos esperando a ser empujados por ella. Cuando quiera, úsela. Sin miedo. Una vez termine la delicada labor, cierre los ojos, abra la revista de nuevo, e ilumínese las manos.


ÍNDICE ÍNDI C E 5 Editorial Cuando todo es nada 6 Colaboradores

8 | 9 Invitado Ilustración 52 | 53 Invitado Fotografía

54 | 55 Cómic

Physis Physis 12 El camino 15 Kage Ilustraciones por Leslie Guzmán

17 Habitar páginas oscuras (Una mirada a una novela sobre la ceguera) 18 Color: Luz y significación. Un perfil de Paola Rojas H.

Logos Logos 22 Alabaos, ritos de la muerte en el pacífico colombiano

Eros Eros

25 De apagones y ausencias

36 Carniceros

27 El lado oscuro de la luz

39 Invención 40 ¿Doris?

29 Intermitencia urbana 30 Bogotá, la de la Santa Fe 33 Cementerio central Una mirada a lo sacro y a lo profano

43 Hänsel von Wanderlust 44 Noche 47 Cajuelas 48 Claroscuro 50 ¿Cómo decidir si un árbol muere para ser poema o si un hombre nace para ser mariposa?



Editorial

Editorial

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N AD A

Cierto profesor solía apagar la radio para comenzar a hablar de la raíz de la fuerza poética que colma al universo y la vida. El nuevo silencio

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era un acto ritual que invitaba a caminar por ahí, en la sala, en la biblioteca, no importaba. No era un filósofo, ni un literato, era un tipo al que apenas conocí, pues nunca terminé su taller de escritura creativa. Decía que la poesía era un ejercicio de atrapar el mundo con el lenguaje, o mejor, de condensar el todo en unas pocas palabras. Era, entonces, contraponer la totalidad de las cosas a la unidad de una frase, reducir el caos del universo al movimiento suave de los labios; en

definitiva, es hacer del todo, la nada. Acaso ¿no es evidente la arbitrariedad de este contraste?, ¿No es inquietante que estos dos extremos absolutos tengan un encuentro tan íntimo en la palabra? Al final se descubre que esta intersección no es otra cosa que la pista de un orden que se encuentra más allá (o más acá) de nuestra mirada cotidiana; es la puerta a toda maravilla. Así, la contradicción es un signo del camino oculto, donde la lucha no es más que su forma de expresión. En este sendero, la luz y la oscuridad son un pretexto para hablar de Bogotá, de los cantos, del amor, de la filosofía, de los libros, del miedo, de la música, de la desesperanza, de la religión, de las mentiras y de las verdades. O quizá sea al contrario. Sin nada más que decir, o más bien mucho, lo invito a que ande por los senderos que hemos construido para usted y no se olvide de que la puerta a lo desconocido es siempre la mejor y más temeraria apuesta.

ex-libris / luz y oscuridad

Fotog rafí a: Horus len c her

Por: Camilo Moreno Fotografía: Horus Déclencher

Cierto profesor solía apagar la radio para comenzar a hablar de la raíz de la fuerza poética que colma al universo y la vida. El nuevo silencio era un acto ritual que invitaba a caminar por ahí, en la sala, en la biblioteca, no importaba. No era un filósofo, ni un literato, era un tipo al que apenas conocí, pues nunca terminé su taller de escritura creativa. Decía que la poesía era un ejercicio de atrapar el mundo con el lenguaje, o mejor, de condensar el todo en unas pocas palabras. Era, entonces, contraponer la totalidad de las cosas a la unidad de una frase, reducir el caos del universo al movimiento suave de los labios; en definitiva, es hacer del todo, la nada. Acaso ¿no es evidente la arbitrariedad de este contraste?, ¿No es inquietante que estos dos extremos absolutos tengan un encuentro tan íntimo en la palabra? Al final se descubre que esta intersección no es otra cosa que la pista de un orden que se encuentra más allá (o más acá) de nuestra mirada cotidiana; es la puerta a toda maravilla. Así, la contradicción es un signo del camino oculto, donde la lucha no es más que su forma de expresión. En este sendero, la luz y la oscuridad son un pretexto para hablar de Bogotá, de los cantos, del amor, de la filosofía, de los libros, del miedo, de la música, de la desesperanza, de la religión, de las mentiras y de las verdades. O quizá sea al contrario. Sin nada más que decir, o más bien mucho, lo invito a que ande por los senderos que hemos construido para usted, y no se olvide de que la puerta a lo desconocido es siempre la mejor y más temeraria apuesta.

Por : C amilo Moreno

CU A N D O T O D O E S N A D A CU A N D O


Carlos Leonardo Mahecha Parra Carlos Leonardo Mahecha Parra

COMITÉ EDITORIAL

c omit é ed it o r i al

C O L A B O R A D O R E S C O L A BO R A D O R E S

Coordinación general Daniel Mauricio Vanegas Daniel Mauricio Vanegas dmvanegasr@unal.edu.co || Me dedicaré a aprender cómo la historia crea libros, pinturas, esculturas, fotografías; arte. También me gusta azotar baldosa al son de una buena salsa. Edición Omar Camilo Moreno Camilo Moreno ocmorenoc@unal.edu.co || Collage de filosofía, un poco de letras y calle, mezclado con un poco de alcohol, cigarrillo y postpunk. En esencia carmesí.

clmahechap@unal.edu.co || Ingeniero de Sistemas, estudiante de Maestría en

administración. Algo poetáfilo, algo narratófono, y alguna experiencia en cursos y talleres literarios, escribo para ver. Andrés Eduardo Zárate Orjuela Andrés Eduardo Zárate Orjuela aezarateo@unal.edu.co || Sociólogo. Escritor de medio tiempo y de medio pelo. Gran

parte de lo que escribo son cosas que pasan en realidad, es decir, en la realidad que yo creo cada vez que escribo. Andoenbiciyjuegofútbol. Ingrid Alejandra Linares Fajardo Ingrid Alejandra Linares Fajardo ialinaresf@unal.edu.co || Estudiante de filosofía, escritora auto proclamada y polí-

glota a medias. Escribo por el placer de esconder a plena vista, entre palabras, lo que quiero y lo que no quiero, lo que amo y lo que detesto. Santiago Flórez Sánchez Santiago Flórez Sánchez

Dirección de arte Angélica Conde Angélica Conde angelicacondeg@gmail.com || Fotógrafa Bogotana entregada a la indagación en los nuevos medios, buscando nuevas ideas a partir de dispositivos no fotográficos. Scanography es uno de los medios de su expresión artística.

aflorezsa@unal.edu.co || Soy Santiago, de Cali; pero según mis cálculos ya soy casi

Nicolás Andrés García (Khaos) Nicolás Andrés García nikore.agd@hotmail.com || Futuro ilustrador y diseñador, que vive el día a día sin afán. Amante del caos y del desorden creador de mundo y nuevas ideas. El mismo caos que le dio origen a todo lo que nos rodea.

que me hago justicia en intentar compartir el mío. Desde 2011 escribo mis cavilaciones. Desde 2015 estudio en la Universidad Nacional.

Diseño y diagramación Luisa María Burgos Luisa María Burgos burgosbal@gmail.com || Noctámbula desde el 93, vegetariana desde el 96 y diseñadora gráfica hasta la fecha. Se encarta con facilidad. De hobbies, los garabatos, el piano y las canciones entonadas en la ducha.

un 5% bogotano. Me apasiona la escritura y el cine. Y estudio filosofía pues desde que me enamoré de ella la veo en todas partes. Esteban Fierro Díaz Esteban Fierro Díaz efierrod@unal.edu.co || Todos tenemos un mundo maravilloso por dentro, y pienso

Juan Sebastián Barrera Cely jsbarrerac@unal.edu.co jsbarrerac@unal.edu.co || Tunjano, modelo 89. Amante de las librerías y las curvas de guitarra; de escuchar rock clásico y bailar salsa vieja. En ratos libres, ingeniero mecánico. José David Nieto José David Nieto jdnv.123@gmail.com || Todero profesional. Después de una breve producción de

cuentos, poemas y ensayos, sólo queda la certeza de que cuando todo se marchite en los jardines, las flores de papel guiarán el camino.

AU TORES AUTO RE S Andrés Gullaván Andrés Gullaván fabian.gulla@gmail.com || Editor, corrector de estilo y escritor. Profesional en Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia. 24 años; cucuteño. Juan David Rincón Juan David Rincón judarhu_correo@hotmail.com || No necesito que alguien venga a rescatarme, porque en el mar en el que me estoy hundiendo sólo hay espacio para una persona. Fernanda Trías Fernanda Trías fertrias@gmail.com || Narradora y traductora uruguaya radicada en Bogotá, se graduó de la Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad de Nueva York (NYU). Es autora de las novelas Cuaderno para un solo ojo (Uru., 2002), La azotea (Uru., 2001; Venezuela, 2010; y Colombia, 2015 por Laguna Libros) y La ciudad invencible (Chile/NY, 2013, bajo el título de Bienes muebles; España, 2014; y Uru., 2015). Flor Méndez Flor Méndez famendezl@unal.edu.co || Socióloga de la UNAL y cantante en formación. Me inte-

resa investigar la música como cultura en el país. Alejandra Camacho Alejandra Camacho aleli.camacho94@gmail.com || Modelo 94. Soy más luz que oscuridad y más alegrías que tristezas. Estoy más rota que armada y tengo más dudas que certezas. Periodista.Respiro radio, pero escribir me mantiene viva. Gustavo Moreno Gustavo Moreno gmoreno.5@hotmail.com || Soy del 95. Mido 1, 77. Estudio de Sociología en la Nacional. Me gusta andar por los sitios más limpios y más sucios de la urbe. Creo que la ciudad está entre cuadras. Amo pegarle patadas a un balón.

Daniel Sierra Daniel Sierra dastsier@gmail.com || Amante de la filosofía, politólogo y estudiante de la

Maestría en Creación Literaria de la U Central, enfoca su trabajo en la relación entre arte, memoria y cultura.

R E D A C C I Ó N R E D A C C IÓ N John Jairo Ortega Angulo John Jairo Ortega Angulo jota.ortega@gmail.com || http://jotaortega.tumblr.com. Soy comunicador, locutor,

pedagogo y aprendiz de escritor. Me interesan las letras en todas sus dimensiones. Creo en los actos de honestidad individuales como principio de la paz colectiva. Adoro las panaderías. Alexander Martínez Alexander Martínez johnderson1111@hotmail.com || Alexánder Martínez, (ya casi) Lic. en francés. Le gusta leer y escribir. Vive de leer y escribir. Rulfiano novato. Cortazariano profeso. Traductor en ciernes. Ángela Blanco Ángela Blanco cerdosenelviento@gmail.com || En un planeta rojo una oveja quiere ser nube. Pero no

es más que un fardo de lana que escribe sobre cerdos, que mastica tronchos de col y que intenta dibujar flores, hojas y el sonido del mar Ángela Sanclemente Ángela Sanclemente amsanclemented@unal.edu.co || Soy estudiante de literatura en la Universidad

Nacional, me encanta leer y escribir. Me gusta ir a talleres de escritura y estar en nuevos proyectos para aprender cada vez más. Daniela Méndez Daniela Méndez dmendezg@unal.edu.co || Daniela Méndez. Estudiante de Filosofía. Lectora

Liliana Andrea Daza Liliana Andrea Daza ladazam@unal.edu.co || Soy estudiante de lingüística, Me gusta soñar y hacer realidad los sueños de los que me rodean, servir es mi lema, que tu mano izquierda no vea lo que hace la derecha. Jorge Ocampo Jorge Ocampo jorarocdi@hotmail.com || Diseñador Gráfico amante de las letras. Estudiante de

Lenguas -buenas, malas, y perversas- Escribo para entender mi mundo y luego ilustro mundos nuevos cuando el real me resulta demasiado real.

Daniela Rodríguez Daniela Rodríguez danielarodriguezrey1@gmail.com || Estudio literatura en la Universidad Nacional, voy en tercer semestre. Me gusta mucho mi carrera, la literatura es algo que me ha gustado desde muy pequeña y la disfruto mucho. Ivonne Pinzón Ivonne Pinzón ivonatty123@gmail.com || He elaborado un cuento que pretende evidenciar la presencia de la luz y la oscuridad en la esquizofrenia.


Alejandra Isaza Sanchez Alej andra Is aza S an c hez designer.alejandra@gmail.com || Diseñadora gráfica con una cámara desde los tres años. Viajera de la gama tonal de la vida. Aficionada a la línea, el punto y el plano.

Lorena Islas (Tuzeitor) Loren a Islas hellotuzeitor@gmail.com || Tuzeitor hace cómics, ilustración y es clarividente. Su objetivo en la vida es hacerte reír, reírse ella misma de ella misma y hacer que todos se rían un huevo y mueran de ello. Actualmente malvive y la lía parda en Barcelona ciudad.

Alfonso Rueda Alfonso Rued a walfonsorueda@me.com || Soy Alfonso Rueda, tengo 26 años, hago fotografía hace 5 años, y vivo de ella hace 3, lo que he aprendido ha sido en su mayoría autodidacta, soy el dueño de “Bogota Street Photography” un proyecto que pueden buscar en Facebook.

luciadiego.xxy@gmail.com || Lucía Diegó es un realizador audiovisual y artista visual

mutante que hace investigación y producción artística y académica en las áreas de cuerpos, géneros y sexualidades. De profesión: comunicador social raya periodista.

Andrea Bermúdez C uervo Andrea Bermúdez C uervo apbermudezc@unal.edu.co || Nacida el 28 de agosto de 1989, Reside y trabaja en la ciudad de Bogotá Como artista independiente y tatuadora. Sus principales intereses son el dibujo, pintura y fotografía.

Luis C. Acosta (Lucaro) Luis C. Ac ost a tallerfoto.lucaro@gmail.com || Lic. en Fotografía de la Universidad de Palermo (Arg). Observador compulsivo y navegante de imágenes. Apasionado de la experimentación fotográfica con medios analógicos y digitales.

Andrés Díaz Ortiz Andrés Díaz Ortiz afdiazo@unal.edu.co || 1995. Estudiante de diseño gráfico de la universidad de Colombia.

Manuel Jacobo Monroy M anuel J ac obo Monroy maganalig_system@hotmail.com || Ilustrador Cosmitropicumbietalesalsero.

Camila Acosta Alzate C amila Ac ost a Alzate acostalzate@gmail.com || Tomo fotos para no olvidar, para coleccionar instantes en mi memoria y hacerlos perdurar en el tiempo, mi trabajo hoy en día consiste en una exploración personal constante, una indagación por mis gustos.

Maria Angelica Martinez (María Chucena) Maria Angelica Martinez maria24w@gmail.com || Artista visual, ilustradora y docente. Ganadora en la categoría dibujo en el 5to Salón Metropolitano de artes visuales MIRE. Ha publicado sus ilustraciones en diferentes revistas, entre ellas Revista contraluz y Revista etcétera #5 soundtrack.

Cristian Mosquera C risti an Mosquera horusdeclencher@gmail.com || Horus Déclencher: Apasionado por capturar la muerte de instantes y el cambio de ideas. Daniela Rojas Vizcaíno D aniela Roj as Vizc aíno nanirouge.photogdesign@gmail.com || Diseñadora gráfica junior y fotógrafa egresada de la Universidad Jorge Tadeo Lozano Diana Duarte Di an a Duarte bydiana.duarte@gmail.com || Bogotana, 23 años. Estudió diseño gráfico en San Pablo Apóstol, tiene conocimientos en artes gráficas. Es realizadora audiovisual en proceso, estudia en la CUN. Le gusta el cine y la foto, se hace llamar “unadelasdianas”. Ha participado en la realización de cortometrajes y documental. German Escobar Germ an Es c obar 22 años. Miope, entumecido y enamoradizo. Hago dibujitos y libros para niños. Me cansé de ser diseñador y ahora estudio esos modernos gabinetes de curiosidades que llaman museos. El color me sucede, sin forzarlo; con un café es suficiente. Siéntase libre de leerme. Jair Rodríguez Rodríguez Jair Rodríguez Rodríguez jair3337@hotmail.com || Nací el 24 de abril de 1991 en Bogotá Colombia, desde pequeño mi pasatiempo incluía un lápiz viejo, borrador y unas cuantas hojas de papel. Jhonny Nuñez Jhonny Nuñez [Portada] dblackhand@hotmail.com || Soy diseñador gráfico e ilustrador profesional mi carrera está enfocada a la ilustración publicitaria y editorial, tengo el honor de haber trabajo para marcas como Microsoft, Wetransfer, Unilver entre otros más. Soy de Cali (Colombia) pero actualmente vivo en Rusia en donde tengo un modesto estudio de ilustración. Juan Camilo Sierra Juan Camilo Sierra [Cómic] jcsz94@hotmail.com || Bogotá, Colombia. Estudio diseño gráfico y me siento atraído hacia la búsqueda del conocimiento y la creación de historias y narrativas en áreas como la historia, artes visuales, música, literatura y teatro.

Nancy Zapata N an c y Zap at a nancypzapata@hotmail.com || Mi nombre es Nancy Zapata, soy egresada de la Universidad Nacional, actualmente estoy finalizando Animación 3D en el Sena. He trabajado en algunos proyectos de ilustración y me interesan mucho las artes manuales. Roció Mikulic Roció Mikuli c mosca_surrealista@hotmail.com || Vive en Puerto Iguazú, Argentina. Desarrolla a la par su producción artística y proyectos de ilustración. Su trabajo gira en torno al monstruo y a las criaturas fantásticas. Roger López Roger López [Apertura Physis] ralopez793@gmail.com || Soy Roger López, tengo 22 años vivo en Bogotá. Soy una persona apasionada por la fotografía que le gusta robarles pequeños momentos de realidad a la vida, así como crear algunos otros. Sergio Iván Ortiz Sergio Iván Ortiz sergio.ortiz23@hotmail.com || Ser humano con habilidades para rayar y tramar, nada le es imposible

D I A G R A M A C I Ó N D I A G R A M A C IÓ N Angélica Altamar Angélica Altamar altamarios@hotmail.com || www.design-altamar.com Diseñadora apasionada por lo editorial, la ilustración, la animación, la fotografía… en resumen un poco confundida. Bailarina y trasnochadora por costumbre. Camila Malaver Herreño Camila Malaver Herreño camila.m1@outlook.es || Caracterizar personajes y cambiar la forma en que los vemos,

esa es mi pasión. Aprendo a realizar todo lo que me pongan y a aprovecho todas las oportunidades que me da la vida. Laura Ángel García (Vanille) Laura Ángel García lauraangelgarcia@gmail.com || Loca por los libros, colores, noches, canciones, el olor

del amanecer, el piar de los pájaros en las tardes húmedas, el color de las nubes al atardecer y el helado de vainilla, cereza o pistacho. Margarita Bernal Margarita Bernal margaritalbernal@gmail.com || Dibujante, ilustradora y futura artista visual.

Apasionada por la literatura infantil y el color.

Juan Felipe Espinosa Juan Felipe Espinosa juan.f.espinosa.m@gmail.com || Me gusta disrtaemre, puede que a veces dude o no de las cosas, lo cuestiono ¿casi todo? y la mayoría de las noches escribo bobadas hasta quedarme dorm

mikec.ramirez@gmail.com || Bogotano. Diseñador gráfico de la UN. Dibujante de

Juan Saénz Juan Saénz [Apertura Eros] juansaenz.fimage@gmail.com || Crecer al lado de mujeres despertó en mí desde pequeño un interés por la moda y la mujer, sin imaginar que 22 años luego fueran presicamente sus deseos, historia y conflictos la base de mi trabajo.

palozanoe@unal.edu.co || Diseñadora y soñadora de tiempo completo. En esencia soy

Mike Ramírez Mike Ramírez manchas y perros. Diagramador por accidente. Creo en los proyectos y en los sueños detrás de ellos. Paula Andrea Lozano Paula Andrea Lozano una chica de 20 años encerrada en un cuerpo de 15; adicta al sueño, aunque mis ojeras no lo comprueben.

Colaboradores

Constanza Solórzano C onst anza Solórzano [Apertura Logos] constanza.solorzano@gmail.com || Fotógrafa y antropóloga. Más que la luz veo las sombras y no puedo evitar imaginarme (a colores) los microcosmos personales de desconocidos. Un día quiero ser como Pierre Verger.

Lucía Diegó Lucí a Diegó

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A RTE Ar t e

Leslie Guzmán Cortés Leslie Guzmán C ortés lgguzmanc@unal.edu.co || Jugamos a capturar la luz para criogenizar la memoria. Y a mí, me gusta mucho jugar.


Ilustradora invitada || María Chucena • Ilustradora invitada || María Chicena


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Invitado


Physis

Compartir es mucho más que una opción de las publicaciones de Facebook, se trata de dar a los demás la oportunidad de conocernos un poquitico más. Por eso, cuando hablamos de lo que nos gusta, hablamos de nosotros mismos. Así, esta sección es un espacio para descubrirnos como autores y como lectores.

Physis Compartir es mucho más que una opción de las publicaciones de Facebook, se trata de dar a los demás la oportunidad de conocernos un poquitico más. Por eso, cuando hablamos de lo que nos gusta, hablamos de nosotros mismos. Así, esta sección es un espacio para descubrirnos como autores y como lectores.



-I- Ambas cosas, Ser y No-Ser, tienen el mismo origen, aunque distinto nombre. Su identidad es el Misterio. Y en este Misterio se halla la puerta de toda maravilla. Cap. 1

El camino Quiero improvisar una imagen en mi mente, algo simple y monocromático, o lo que es lo mismo, algo con todos los colores del mundo: un sendero. Quiero empezar por las alas de la mariposa, los dientes de los castores, las cataratas infinitas y el viento de la Tatacoa, todos huyéndole a la muerte en un camino que solo conduce a ella; el mismo que transitamos. Quiero contar las diez mil historias que componen la existencia y resumirlas en una: la de un viajero que con sus pasos abre un sendero siempre nuevo y antiguo. Quiero hablar de los rastros y los dones, de los rostros y las dádivas, de los reinados y las decadencias; para ya no confundir nada y maldecirlo todo. Quiero ver lo bello y lo insignificante, lo grande y lo microscópico, lo simple Por: Omar Camilo Moreno Ilustración: Jair Rodríguez

Autor: Lao Tze Título: Tao Te Ching Género: Filosofía/poesía/literatura Año: 500 A.C


-I- Ambas cosas, Ser y No-Ser, tienen el mismo origen, aunque distinto nombre. Su identidad es el Misterio. Y en este Misterio se halla la puerta de toda maravilla. Cap. 1

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Physis

[Pocos han leído el Tao Te Ching, muchos menos lo entienden. Seguramente no hago parte de los segundos y no me importa. No quiero. Quizá porque añoro que este libro sea siempre un misterio, que me sirva de puerta a toda maravilla.]

y lo absurdo, lo blanco y lo invisible, el sexo y la inercia, el ying y el yang. Quiero que en frente mío no haya más que el borde entre lo claro y lo ominoso, las ruinas de la lucha entre lo eterno y lo verdadero, y, por fin, el beso frívolo y ardiente entre Dios y el diablo. ¿Veo ese pequeño espacio? ¿Esa sonrisa en las flores? ¿La verdad que solo se alcanza con la vida en la muerte? ¿Acaso no eres tú quien en un sueño diste vida a este relato? ¿O el sueño soy yo? ¿Una mariposa? Este borde, este espacio, esta milésima de segundo, es el Tao, el camino, o lo que es lo mismo: la nada.

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Kage Por: Daniel Mauricio Vanegas Fotografía: Andrés Felipe Díaz

Me gustan los días largos, y las noches, aún más. En la Biblioteca Luis Ángel Arango, en el piso de Artes y Humanidades, me siento mirando a la ventana. Café y turbia, pero ventana al fin y al cabo. A medida que la Bogotá de día, da paso a la de noche, ya debo haber terminado mi lectura o escrito algunas páginas. En la Biblioteca Virgilio Barco, en el segundo piso, encontrando la vista al Parque Simón Bolívar, veo nuevamente cómo, a medida que pasa del verde al gris, el día le da paso a la noche. En mi casa, ya a oscuras y sin ventana qué mirar, el juego de luces lo hago yo. El elogio de la sombra del japonés Jun’ichir Tanizaki, libro de 95 páginas, explica cómo la sombra es el eje del sentido estético japonés, que se contrapone a la exuberante iluminación occidental. Pienso, por ejemplo, en una habitación con un shöji que inunda el lugar de luz lentamente en vez de la dura pared, o por otro lado, hallar gusto en el plato de sopa oscuro que obliga a concentrarnos solo en el olor, o sumergir un yökan “en una sombra tal, que apenas podamos distinguir su color”, y sé que son pensamientos totalmente extraños. En la noche, procurando apagar todo, prendo la pantalla del celular para iluminar un Título: El elogio poco mí cama. Comparo el afiche de la sombra black and white en la pared con Autor: Jun’ichirō la iluminación, e intentando no Tanizaki oír las tuberías, deseo elaborar un toko no ma en mi cuarto, es Año: 1994 decir, un espacio en el dormitorio donde la sombra toca hasta donde una luz en abanico le hace frente, uniéndosele en simple comunión. Siento, así sea con dificultad y sólo a la media noche, un poco de Japón en Bogotá.

-II- Hace su trabajo sin acumular nada por él. Cumple su tarea sin vanagloriarse de ella, y, precisamente por no vanagloriarse, nadie se la puede quitar. Cap. 2


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-II- Hace su trabajo sin acumular nada por ĂŠl. Cumple su tarea sin vanagloriarse de ella, y, precisamente por no vanagloriarse, nadie se la puede quitar. Cap. 2


Habitar páginas oscuras Una mirada a una novela sobre la ceguera Por: Juan David Rincón Fotografía: Lucaro

Tengo miopía y astigmatismo, uso lentes desde los diez años. Hace un tiempo, en una de las consultas médicas del proceso de admisión al pregrado, me enteré que mi ojo izquierdo se irá desviando progresivamente. Por eso, además de las sesiones de ortóptica y las visitas al optómetra, los cambios de gafas y otras rutinas, cada mañana una de las cosas que primero hago, es dirigirme al espejo a ver el estado de esa mirada que me devuelve la mirada, temiendo el momento en que ese ‘progresivamente’ se convierta en un ‘ya está pasando’. Hay algo que la literatura puede haberme enseñado durante todo este tiempo de gastarme la vista frente a la luz reveladora de los libros: existe cierto arquetipo por el cual se cree que los ciegos tienen el don de una visión más allá de lo evidente, de predicción, si se quiere, o de una comunicación con una naturaleza sobrehumana que se escapa al ojo caprichoso de aquellos que pueden ver. Más allá de esta concepción, perder la visión es algo que me produce sobrecogimiento, incluso pensando que esa hipotética ceguera me llegue en una futura vejez. Es como si, en vez de ojos, tuvieras un par de piedras inútiles que alguien te ha ensartado a la fuerza en medio de la cara. Sin embargo, poder ver cada objeto irradiado por la luz que le otorga un color es algo por lo que doy gracias cada día. Por ello, temo que vivir entre las sombras deje de ser una simple metáfora. Soy de los que no teme a la muerte, claro, mientras pueda verlo todo de aquí a que llegue. Así que le temo a la ceguera. Esta divagación cobra sentido porque es esta mala vista la que me ha acompañado en los días y noches de lectura. Este miedo anticipado encuentra un eco literario en uno de tantos personajes encontrados en el camino de vasos comunicantes, entre libros y escritores, realidades y ficciones, que desembocan en El huésped de Guadalupe Nettel.

-III- El sabio es imparcial: ve a la gente como simulaciones. El universo es como un fuelle, vacío, pero nunca agotado. Cuanto más se mueve, más produce. Cap. 5


-III- El sabio es imparcial: ve a la gente como simulaciones. El universo es como un fuelle, vacío, pero nunca agotado. Cuanto más se mueve, más produce. Cap. 5

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En esta primera novela de la autora mexicana, se construye una metáfora sobre la despedida del sentido de la vista, por medio de la transformación de su protagonista y de un desdoblamiento (inquietante y sutilmente monstruoso) que se da en paralelo entre el cuerpo y la ciudad. Ana es una chica que ha vivido y soñado su vida en tonos carboncillo negro, y que siente una doble presencia en su cuerpo de alguien que la irá arrastrando progresivamente al mundo de la oscuridad. El huésped o ‘La cosa’ la ha acompañado (a veces discreta a veces catastrófica) en cada momento de su vida y se ha visto asociada a la desgracia familiar y personal de Ana. Todo en medio de la Ciudad de México, una ciudad claroscura que también se va disgregando en múltiples focos, en un sinfín de aristas, en medio de Autor: Guadalupe Nettel una luz evanescente que devela otra ciudad insospeTítulo: El huésped chada. Al igual que el cuerpo de Ana es el espacio de Editorial: Anagrama confluencia de dos personalidades, la Ciudad de México Año: 2006 es entonces dos ciudades opuestas y paradójicamente inseparables, que batallan por un mismo espacio. Una de ellas está habitada subterráneamente, a través del Metro de la ciudad en una geografía oculta que es el reino de los invidentes; pero también está esa otra que está a la vista de todos, contemplada con recelo por aquellos outsiders que no encajan del todo en la realidad que comparten con aquellos ciudadanos del lado luminoso de este mundo. En medio de estas dos ciudades, está Ana que transita entre una y otra, gracias en parte a esa cosa que la acompaña y por la cual se sumerge en el territorio destinado a los ciegos. El trabajo narrativo de Nettel se ha visto constantemente asociado con una poética de la visión y la ceguera, una de sus mayores obsesiones, que es recurrente en sus textos junto a las manías de personajes fácilmente catalogables como anormales. Esto se ve, por ejemplo, en su novela El cuerpo en que nací (Anagrama, 2011) de un manifiesto tono autobiográfico y su libro Pétalos y otras historias incómodas, donde uno de sus cuentos se centra en un fotógrafo dedicado a retratar parpados imperfectos, explorando así la imposibilidad de ver igual que los demás. Ella misma, Guadalupe, ha visto su vida marcada por un hecho: desde su nacimiento ha tenido un defecto físico en un ojo, el cual generó problemas de visión a lo largo de su vida y fue especialmente fuerte en su infancia. En El huésped, esa presencia convulsa rehúye de la luz y usa otros mecanismos para testimoniar su existencia: una relación con el mundo de los olores y una comunicación por medio de sonidos imperceptibles, con un espectro distinto. Así mismo, la novela es la exploración a través de cierta sensibilidad familiar de la autora frente a la ceguera. Esta no solo se da cómo el encuentro con la oscuridad, sino también representada por medio de los impulsos incontrolables del individuo, ese cariz iluminado por una luz distinta, esa otra cara del sujeto que viene a ser ‘La cosa’, el lado secreto, monstruoso y frenético. Cierta la belleza subliminal que hay en todos.


-IV- Cuando actĂşes, has de saber escoger el momento oportuno. El Sabio que consiente en ello no rivaliza con los otros, y, por lo tanto, no se equivoca.


Por: Andrés Gulla-Ván Fotografía: Angélica Conde

Como la mayoría, me encontré la obra de Paola Rojas H. a través de las redes sociales y de conocidos que compartían sus fotografías. Primero sentí sobresalto, pues apreciaba el minimalismo de recursos llevado al extremo de la optimización en cuanto producción. Sus fotos son simples, no tienen muchos adornos, pero a la vez, y gracias a su ojo, son increíblemente complejas y llenas de significados. Sencillo: la limitación le inspira. No tener a la mano todo lo que quisiera, pero sí lo que necesita, ha sido el hilo que la lleva por los laberintos de la creatividad. Se las arregla con lo que tiene en casa: telas, espejos, tijeras; y al final encuentra aquello que le resulta indispensable en cada proyecto: color.

Nos citamos una tarde en medio del pasto. Ella tenía puesto un vestido color rojo con cuadros dibujados en negro y en blanco; encima portaba un saco color gris y un cuello tejido en lana. Recuerdo su cabello lacio que le llegaba hasta los hombros. Su mirada directa, seria; su voz que pintaba matices de ser alguien firme y estricta. Hablamos por un poco más de una hora, hasta que el sol se llevó consigo la luz y el calor. [Para ver este perfil completo y desnudo, ingresa a la sección Physis en nuestro portal oficial: revistaexlibris.com]

-IV- Cuando actúes, has de saber escoger el momento oportuno. El Sabio que consiente en ello no rivaliza con los otros, y, por lo tanto, no se equivoca.

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Un perfil de Paola Rojas H.

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Color: luz y significación



Logos Cuando pensamos en la curiosidad, nos damos cuenta de que es como un tire y afloje. Como una búsqueda. ¿De qué?, ¿de la verdad?, ¿de los hechos? La lección es que, en nuestras búsquedas, no queremos encontrar algo, sino dar con una perspectiva propia en el reflejo de lo desconocido que peligrosamente se esconde en frente nuestro.

Logos

Cuando pensamos en la curiosidad, nos damos cuenta de que es como un tire y afloje. Como una búsqueda. ¿De qué?, ¿de la verdad?, ¿de los hechos? La lección es que, en nuestras búsquedas, no queremos encontrar algo, sino dar con una perspectiva propia en el reflejo de lo desconocido que peligrosamente se esconde en frente nuestro.


Alabaos, ritos de la muerte en el pacĂ­fico colombiano -V- El rico y orgulloso se pierde a sĂ­ mismo, y, en consecuencia, atraerĂĄ la desgracia. El hombre que surca el Sendero del Cielo se retira luego de finalizar su obra. Cap. 9


-V- El rico y orgulloso se pierde a sí mismo, y, en consecuencia, atraerá la desgracia. El hombre que surca el Sendero del Cielo se retira luego de finalizar su obra. Cap. 9

Por Flor Méndez Ilustración: Lucía Diegó

ex-libris / luz y oscuridad

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La muerte, ‘la parca’ o ‘la negra’ como algunos le dicen, se considera un tema fundamental en las prácticas culturales de cientos de comunidades alrededor del mundo. En México, Bolivia y otros países de Latinoamérica, el día de los muertos, por ejemplo, es una conmemoración multicolor llena de cantos, bailes y ritos religiosos. En el pacífico colombiano, a pesar de que esta conmemoración no hace parte de la tradición establecida, se realizan una serie de ritos mortuorios acompañados al son de los cantos (alabaos) entonados por mujeres. Los alabaos son cantos fúnebres entonados durante la velación y en el último día del novenario para despedir al difunto o ‘finado’. A su ritmo, hombres y mujeres se alegran por la partida del difunto hacía el reino de Dios, a pesar de la tristeza de su ausencia. Es el claroscuro de la vida y la muerte representado en la música. Se trata de una composición dialogada y cantada que se emplea para alabar a Dios y a los Santos especialmente en comunidades afrocolombianas del pacífico. Los alabaos son el resultado de la adaptación y apropiación de las poblaciones afrodescendientes que habitan el Chocó, por ello conservan elementos españoles y africanos. Así, los cantos gregorianos, la letra inspirada en romances y coplas de antigua poesía popular hispánica más los matices, sentir e inflexiones vocales característica de los cantos negros, resultó en los alabaos. Llegaron a Colombia desde la época de la colonia pues cientos de africanos fueron extraídos de diferentes regiones y etnias. Los imperios franceses, españoles e ingleses, entre otros, se encargaron de esclavizarlos y transportarlos a diferentes colonias. En nuestro caso, España necesitaba mano de obra para explotar las minas de oro existentes en el territorio de la Nueva Granada. Así, arribaron a Cartagena africanos jóvenes con diferentes lenguas,

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costumbres y algunas enfermedades contraídas en el camino. Obligados, de esta manera, a dejar de lado sus manifestaciones culturales y cosmogónicas para adoptar la religión judeo–cristiana como prisma en la interpretación del mundo, los africanos provenientes de diversas etnias y regiones de áfrica subsahariana transfiguraron su relación con la religión. Según Manuel Zapata Olivella hubo varios elementos que permitieron la pervivencia de tradiciones, aspectos espirituales y culturales para las comunidades africanas. En primera medida, la importancia de la vida, pues el individuo nace con un compromiso con sus ancestros y con el mundo. Asimismo, la conexión espiritual con ellos y la preponderancia de los abuelos, pues ellos son los depositarios de la experiencia milenaria. Por último, su ubicación frente a la naturaleza: “el sistema religioso africano considera al individuo en una posición igual a las distintas formas de vida: animales, seres humanos vegetales; a las cosas que le sirven: tierra, agua, aire, fuego, estrella. Y a los muertos.” (Zapata, 1989: 98). Sin embargo, los africanos tuvieron que lidiar con la ausencia de sabedores ancianos en el territorio. Ello no impidió que la música se cantara y bailara en el territorio. La música constituyó un espacio de libertad, afirmación étnica y cultural que se encuentra vigente hasta hoy en día.

«A su ritmo, hombres y mujeres se alegran por la partida del difunto hacía el reino de Dios, a pesar de la tristeza de su ausencia».


De apagones y ausencias “No hay pura luz ni sombra en los recuerdos: éstos se hicieron cárdena ceniza o pavimento sucio” Neruda Por: Fernanda Trías Ilustración: Juan Felipe Espinosa

Primera lluvia desde el incendio y yo pienso —ilusa o ignorante— que esto alcanzará para apagar un monte en llamas. Ahí la primera constatación: confío demasiado en el trópico. Y la segunda: difícil apagar la luz de un fuego que arde, viejo ya, dueño de la tierra. Duermo, pero en el sueño puedo distinguir tanto el odio por los destrozos del fuego como el asombro, casi la admiración, por la resistencia de su luz. Despierto al mediodía con fiebre; la claridad escasea en los bordes de la cortina. La tormenta solo se oye, postrada como estoy sobre cinco almohadas. Oigo la lluvia. No, la escucho. Quiero creer que la fiebre me conecta de algún modo con el incendio (¿o soy yo el incendio y esta lluvia logrará apagarme?). El granizo se convierte en ruido cuando toca la ventana. Nada veo, el oído me guía

contínuo

con torpeza, pero sé que la tierra seguirá ardiendo después del incendio; un calor que ya no arrojará luz sino tizne y desechos de ceniza. Insisto varias veces con el interruptor de la lámpara antes de entender que hay corte de luz. Espero. No me queda más que esperar —la luz impone su ausencia—. Espero, hundida en las almohadas, la nuca húmeda, un charco de agua en la sábana que antes perteneció a mi cuerpo. Agua enferma, o agua llena de enfermedad, arrastrando lo innecesario. La oscuridad me calma. Yo vengo de una ciudad gris, de una casa oscura cuyas tres ventanas miran a un paredón agrietado y donde el único milagro son las plantas frondosas que siguen creciendo, aun sin fotosíntesis. Vengo de un Norte donde la noche se instala antes de las cuatro y donde el sol de invierno es una idea astuta al ras del horizonte. Cuando otra vez despierto, a las seis, la luz no ha regresado. Pienso en la comida llenándose de hongos, en el charco de hielo derretido que se fuga como un último hilo de vida entre la goma floja de la heladera. Tengo tiempo de indignarme, porque ahora el tiempo sobra y ya no es esa caja con veinticuatro compartimentos que una llena de distracciones más o menos útiles, más o menos satisfactorias. El tiempo se ha detenido, o eso parece, y a su vez nunca antes ha sido tan largo. “¿Cómo pueden dejar a la gente así?”, pienso, y en mi dizque justa indignación imagino a una señora vieja, sola, en silla de ruedas y con un pulmotor. Imagino la lentitud con que se va a apa-


-VI- Unir cuerpo y mente en un conjunto del que no puedan disociarse. Equilibrar el Chi hasta hacerlo tan armónico como el de un recién nacido. Cap. 10

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Apenas un farol de mantilla, con la llama azul y tenue del kerosén, y unos calderines. Nos metíamos hasta las rodillas en el agua oscura e indescifrable buscando peces dormidos. En ese balneario sin luz eléctrica, salíamos a mirar el cielo. Mi padre desplegaba su mapa de estrellas y nos enseñaba las constelaciones que solo se veían en el Sur. Había un orgullo enorme en eso, la Cruz del Sur, nuestra, brillante, y los Siete Cabritos que hasta podían contarse sin problema. El Cinturón de Orión, un guerrero cabeza abajo, y su tenue espada. Pero también nos contaba sobre la Osa Mayor y su compañera, la Osa Menor, y estas dos osas que yo imaginaba con total claridad me llenaban de intriga, porque nunca se verían desde el Sur. En el techo de mi cuarto brillaban las estrellas fluorescentes que había pegado con dedicación y que absorbían luz durante el día. La oscuridad, en aquellos años, era el respeto a los murciélagos y al mundo de los animales que nacían con ojos grandes solo para moverse en la noche como nosotros en el día. El lémur, por ejemplo: la adaptación natural que las personas íbamos perdiendo, lentamente, como pintura descascarada. La oscuridad, antes de convertirse en un estado del alma, significó el misterio bondadoso de los elementos. Las diez o las once, calculé. Casi doce horas de apagón. Para entonces ya habrían muerto los bebés en sus incubadoras y todos los enfermos de cuidados intensivos. Yo no podía ducharme ni prender las hornallas para comer el único plato del día. No quedaba más que rogarle a la fiebre que me llevara de nuevo, aunque solo fuera a sus pesadillas de enfermedad y de muerte. La oscuridad no es lo opuesto de la luz; la oscuridad es lo que hace la luz posible. Recordé otra vez las estrellas fluorescentes en el techo de mi cuarto: al menos ahora estarían brillando; al menos ahora el sol que habían robado vendría a aliviar esta ceguera. El estómago me rugía, los ojos se me cerraban. Difuso en la memoria sonaba un poema de Dylan Thomas, que tampoco pude leer hasta la mañana siguiente: “Light breaks where no sun shines”*. *La luz irrumpe donde el sol no brilla.

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gando el respirador eléctrico. ¿¡Cómo dejan a la gente así, abandonada!? Pero lo cierto, la purísima verdad, es que me indigno solo por mí. Todos mis aparatos «Yo vengo de se han quedado sin batería. Una no se acuesta pensando que al día siguiente la una ciudad gris, luz habrá desaparecido como desaparede una casa ce la luna. La batería del celular late en rojo, oscura cuyas tres igual que el corazón de la pobre vieja que han dejado morir en el piso de arriba. ventanas miran Son las siete y media de la tarde y yo me a un paredón aferro a ese gramo de luz roja que ya ni siquiera permite hacer llamadas. Pronto agrietado y ella también se apaga y pierdo toda nodonde el único ción del tiempo. Dormito, vuelvo a despertar: ¿cuántas horas habrán pasado? milagro son las El silencio va bien con la oscuridad, diría que se pertenecen. Ni una sola voz en el plantas frondosas edificio o en los de atrás. Los tacones de que siguen la vecina, mudos: ha llegado el apocalipsis. ¿Y si pasó algo, otra cosa, una catáscreciendo, aun trofe de la que no estoy enterada? ¿Y si sin fotosíntesis » han evacuado la ciudad? Eros, pulsión esporádica en mí, enseguida se pone alerta. Empiezo a maquinar soluciones. No tengo velas ese anacronismo que se ha ido ganado nuestro desprecio no por obsoleto, sino por new age . No tengo fósforos ni yesquero, y qué daría por ser uno de esos humanos precavidos que aún guardan pilas. De niña me gustaban los apagones, algo común durante la dictadura. Estaban los de verdad y los que provocábamos nosotros, apagando las luces a la hora indicada para salir con nuestras cacerolas a los balcones y golpearlas con cucharones de lata. Queríamos libertad, pero para los niños como yo, la libertad ocurría durante el apagón: esconderse dentro del ropero lleno de frazadas pinchudas a leer los libros prohibidos bajo la luz amarilla de la linterna a pilas (siempre gastadas) u organizar guerras de almohadones. No me asustaba la oscuridad. El tiempo no era una malla viscosa ni algo que se padecía. El tiempo se contaba en las cuadras que había entre mi casa y la de Angelina, la de los ojos verdes, o en los minutos que faltaban para que el camión de la basura vaciara los tachos que luego serían nuestro refugio. El tiempo de la fiebre, en cambio, se cuenta en intervalos confusos de vigilia; la voluntad depone las armas ante el sueño, casi lo agradece. Cierro los ojos, aunque poco cambia entre el negro del aire y el negro verdoso de mis párpados. Por las noches, en el balneario, mi padre nos llevaba a pescar a la encandilada.


El lado oscuro de la luz Por: Alejandra Camacho Fotografía: Alfonso Rueda

Una de las mejores vistas que tienen los edificios altos o las terrazas en Bogotá es la de la ciudad de noche. ¡Qué espectáculo! Las pequeñas lucecitas de colores que perfilan de a pocos una urbe de altos edificios y largas filas automovilísticas; de calles iluminadas y árboles oscurecidos; de inmensos valles urbanos que parecen inacabables. Sin embargo, estoy segura de que la mayoría de nosotros ha querido, más allá del paisaje bogotano, ver el manto que cubre nuestras noches y, es probable que, en la mayoría de los casos, solo hayan logrado ver la luna, ni una estrella; pues el cielo se ve exageradamente iluminado, no precisamente por este satélite natural, sino por todas las luces artificiales que se riegan en el suelo citadino. Este fenó-

-VII- Se abren puertas y ventanas en los muros de una casa, y es el vacío lo que permite habitarla. En el Ser centramos nuestro interés, pero del No-Ser depende la utilidad. Cap. 11


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«La verdadera oscuridad es abrir los ojos y no ver nada más que negro, ni siluetas ni sombras: ceguera total». se repara. Por lo que, sí se abusa del uso de esta luz, el sistema de estrés se prolonga y se produce un desgaste físico y mental”. No solo para los humanos es dañino, este tipo de contaminación afecta particularmente a las aves nocturnas, pues (…) a pesar de que están acostumbradas a volar en la oscuridad y a la luz natural de la Luna –que no produce contaminación lumínica–, muchas veces se sienten atraídas por la luz artificial y enloquecen o pueden llegar a morir. Muchas veces las crías, en su primer vuelo, se ven deslumbradas por estas instalaciones de alumbrado y terminan cayendo en zonas urbanas y en el peor de los casos mueren al estrellarse contra paredes o edificios. Los insectos también pueden sufrir este tipo de fenómeno. Además, el metabolismo de muchos animales nocturnos corre el riesgo de desequilibrarse hasta el punto de provocar la muerte.

-VII- Se abren puertas y ventanas en los muros de una casa, y es el vacío lo que permite habitarla. En el Ser centramos nuestro interés, pero del No-Ser depende la utilidad. Cap. 11

ex-libris / luz y oscuridad

meno es relativamente reciente y es conocido con el nombre de contaminación lumínica. De acuerdo con el Observatorio Ambiental de Bogotá, la contaminación lumínica es el brillo o resplandor de luz en el cielo nocturno, producido por la reflexión y difusión de luz artificial en las partículas del aire por el uso de luminarias inadecuadas o excesos de iluminación. En otras palabras, el mal uso que se le da a la iluminación de exteriores lanza luz de forma directa hacia el cielo en vez de enviarla al suelo. La verdadera oscuridad es abrir los ojos y no ver nada más que negro, ni siluetas ni sombras: ceguera total. ¿Recuerda sentir alguna vez esto en Bogotá cuando se levanta a las 3 de la mañana a ir al baño? Es probable que no, porque la percepción de oscuridad en ámbitos urbanos es distinta debido a la cantidad de luz artificial que nos rodea. Esto puede generar afectaciones en el ecosistema y en la salud, como procesos irritativos visuales en personas susceptibles o alteraciones en los ciclos de sueño ante exposiciones prolongadas. No solo la oscuridad oculta, la luz también ¿Cuántas cosas dejamos de ver por pasar las noches ‘encandelillados’?, ¿cuántas estrellas?, ¿cuántas aves e insectos?, ¿cuántas sombras se esconden entre las luces de las zonas rosas de la ciudad?, ¿cuántos seres y personajes están detrás de aquellas luces de neón? Incluso ¿cuántas horas de descanso perdemos por el exceso de luz? La oscuridad es necesaria porque nos permite ver lo que de día no podríamos ver, pero, en una ciudad en la que la inseguridad y la vida nocturna de una metrópoli exigen que la media noche parezca medio día, es imposible observar o determinar los pequeños espectáculos que la naturaleza oscura trae consigo. Sí, la luz asimismo tiene su lado oscuro. Aunque parezca increíble, la contaminación lumínica puede producir efectos nocivos para el ser humano: “Existen impactos en el lugar donde se encuentran los focos o fuentes contaminantes. Estos, gracias al deslumbramiento y al exceso de iluminación, producen: Inseguridad vial, derroche energético, estrés, vandalismo, disconfort visual, entre otros.” afirma Carlos Parrada, experto en contaminación y recursos naturales. Por su parte, Rafael luz artificial altera la manera en la que el cuerpo se desgasta y Suárez, experto en salud ocupacional, asegura lo siguiente “La


Intermitencia urbana Por: Gustavo Moreno Ilustración: Rocío Mikulic

El camino es angosto, la densidad se impone en el espacio. El ritmo de los transeúntes se torna más lento. El pasaje es acompañado por los exaltados anuncios de los vendedores ambulantes de la zona, el susurro de algún proxeneta lujurioso y el humo de los buses que ayudan a llenar de personas el centro de la ciudad. El gris del ambiente es interrumpido por la obra de Omar Rayo que reposa sobre el asfalto. Este es el resultado de una apuesta distrital que busca revitalizar el centro de la ciudad. ¿El lugar está (o estuvo) muerto? ¿El sitio revivió? ¿Resucitó? Yo solo veo un zombi maltrecho. Un espectro que condensa vida y muerte. Es la calle Jiménez con Carrera décima. La mariposa de Negret se posa a la vista. La potencia abstracta de la escultura se consolida en los rayones amorfos que la visten. Desde allí, San Victorino parece un paisaje mal coloreado. Es medio día. El sol inclemente ilumina la oscuridad del sitio. Se pueden ver los rastros de la calle en los rostros desesperanzados de los indigentes que deambulan sin destino por la urbe. Este lugar es la obertura a mi paseo por la Avenida Jiménez, lugar que antaño fue un rio nombrado por los Muiscas como Bicacha, al que los españoles denominaron San Francisco y al que hoy llamamos La Jiménez. Rio de asfalto que se mueve por incontables matices, donde los límites de la luz y la oscuridad son casi difusos, indistinguibles. Con paso apresurado llego a la Jiménez con Caracas. Una mirada de norte a sur me muestra dos largos caminos casi infinitos, como el trancón que a menudo se vive allí. Nada se mueve. Buses atestados de almas urbanas, esas que están acostumbradas a verse sin mirarse. Luz verde. Avanzo mi marcha. Después de unos minutos caminando, aparece la iglesia de San Francisco. El coloso sagrado se alza al costado norte de la carrera séptima con

Av. Jiménez, junto a la iglesia de la tercera y La Veracruz completa la triada que se posa en la zona, baluarte de la ocupación española. Estas aparecieron en la época colonial para iluminar a los indígenas, para limpiar su naturaleza impía, su alma perecedera y sus hábitos mundanos. Pareciera que aquí la sacralidad de la luz se basa en la oscuridad material de los templos. Los destellos de luz caen sobre los creyentes que yacen arrodillados con los ojos cerrados. En la luz está la oscuridad. Los rieles del tranvía que subyacen al asfalto en este punto del recorrido, recuerdan la ciudad de mitad de siglo. En aquel tiempo, los límites de la capital eran mucho menos extensos y el medio de transporte tradicional era ese mismo, el tranvía. Era la tarde del 9 de abril de 1948. Un idolatrado y carismático caudillo liberal salió a almorzar y un sicario llamado Juan Roa Sierra le disparó. Gaitán murió. Este hecho desembocó una época nublada por saqueos, destrucción e indignación que los historiadores hoy denominan el Bogotazo. Ese día se destruyó el tranvía. Este evento histórico inauguró una seguidilla de actos cruentos y violentos alentados por fanatismos partidistas a lo largo de todo el país. Al caminar unas cuantas cuadras hacia el sur, se pueden encontrar múltiples placas en honor al caído Jorge Eliecer Gaitán. La carrera séptima con avenida Jiménez, es un lugar de la memoria colectiva bogotana. Unas calles al oriente se empiezan a divisar el Eje Ambiental. La obra del arquitecto colombiano Rogelio Salmona se construyó sobre el curso que recorría el Rio San Francisco. Entre la carrera tercera y quinta se puede ver un largo espejo de agua que intenta rescatar al Bicacha del olvido. Como pasa con la gran mayoría de los monumentos de la ciudad, no hay una apropiación simbólica ni material. ¿Qué quiero decir? Simple: pocos recuerdan el significado del monumento y muchos se encargan de deteriorar su estructura física. La tentativa

-VIII- (1) Por esto, quien estime al mundo igual a la fortuna de su propio cuerpo, puede gobernar el mundo.

«Una mirada de norte a sur me muestra dos largos caminos casi infinitos, como el trancón que a menudo se vive allí. Nada se mueve».


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estatal apunta a crear un pasado común, iluminar un fragmento de la historia bogotana a partir de la exaltación de ciertos símbolos. No funciona. Aquel destello artificial es eclipsado por el olvido y el descuido de los monumentos. Lo que quedan son un montón de piedras sin nombre ni autor, con rostros desfallecientes y tristes. Para la fecha el 50% de los monumentos de la ciudad se encuentran rayados con marcadores, aerosoles y navajas. Se oscurece un pasado que, si no es digno de idolatrar, vale la pena conocer y criticar. Así es la Jiménez, un pasillo urbano decorado por la intermitencia, por el jugueteo incesante de pares de opuestos, un vaivén perpetuo entre lo sagrado y lo profano, entre lo limpio y lo sucio, entre la luz y la oscuridad.

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(1) Por esto, quien estime al mundo igual a la fortuna de su propio cuerpo, puede gobernar el mundo.


Texto por: Jorge Ocampo

para dejar q gue. Son va estรกn en nu taciรณn de D En definitiv con su fe y s La hist iglesia en m oriente a oc corriente, l idea de esta todo lo pue con una fur Ubique dora iglesia de su fachad claro que es escenario p iluminaciรณn autorizada sonajes o la Un lugar de en medio de Su primer r

-VIII- (2) Quien ame al mundo como a su propio cuerpo, se le puede confiar el mundo. Cap. 13


marzo) de 1585, pero resulta tan fresca como un adorno navideño al cual solo es cuestión de desempol«Con negro profundo varlo para que vuelva a relucir. Tal en sus vestimentas, vez, y solo tal vez, se habrá pensado como un pedacito de cielo iluminade apagado sentir del do en esta tierra llena de sombras errantes. momento y de oscura Sobre la Avenida Chile se posa simpatía hacia el ciclo una luminaria santa que pareciera sacada de un cuento de bosque, de de la vida». esos en donde las princesas rosadas se casan con príncipes azules que no destiñen. En medio del agite y el glamour de la calle 72, la iglesia de Nuestra señora arden hasta la última gota de de los Ángeles de la Porciúncula, contrasta lo mejor cera, fuego en la mirada de de la arquitectura eclesiástica con las edificaciones sus sufridos santos, fuego inmodernas que la circundan. Tiene un estilo neogócesante que no es lo suficientico tardío, pues se construyó en la segunda década temente fuerte para iluminar del siglo XX (1921 exactamente); no obstante, sus este mausoleo santo, al que lo elementos funcionales y formales corresponden al cubre una capa de oscuridad a neogótico que se desarrolló en el siglo XIX. Es un la que no se le puede catalogar pequeño castillo al mejor estilo Disneyland, pero como densa o ligera. Es, sin la alegría que lo precede, puesto que es la iglesia simplemente, un manto que con el mayor registro de honras fúnebres por día apaga la serenidad y enciende en toda la ciudad. Un escenario lleno de dolor, de el sentimiento de culpa y el caras tristes lavadas por cientos de lágrimas. Todo remordimiento de quienes un cortejo de personas con negro profundo en sus han mal obrado. Apaga todo vestimentas, de apagado sentir del momento y de lo que nos define como humaoscura simpatía hacia el ciclo de la vida. nos y nos deja en la oscuridad En la Avenida Jiménez, se posa la iglesia de San del juicio divino. Francisco. Esta se construyó entre 1557 y 1595, de La Santa Fé de Bolas más antiguas en esta urbe. Lúgubre, silenciosa gotá está llena de luces y y con un eterno aroma a incienso. Estas caracsombras que contrastan, terísticas hacen, de este espacio, un lugar propicio pelean, se encuentran y se para acercarse a lo que sería el purgatorio, lleno de dan espacio en este pedazo enormes cuadros opacos con escenas dolorosas, de tierra que busca iluminar trágicas y de flagelos. Hay fuego en las velas que espíritus apagados.

-VIII- (2) Quien ame al mundo como a su propio cuerpo, se le puede confiar el mundo. Cap. 13

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Fotografía: Andrea Bermúdez

A 2.600 metros más cerca de la estratosfera, se edificó hace ya unas centurias Bogotá. Al recorrerla, cualquiera se puede fascinar con muchas cosas y dejarse entretener por otras; sin embargo, si hay algo que resaltar entre tanto paisaje vertical de concreto, son sus templos religiosos, que más que eso son huellas arquitectónicas de una innegable herencia española. No se tiene un registro oficial de cuantas parroquias erguidas en suelo capitalino habría que visitar, que el alma se ilumine o el miedo se apaarias las edificaciones de campanario que uestra grande de la sabana en represenDios, como imagen convertida en piedra. va, son el lugar de encuentro del hombre su religiosidad. toria de Bogotá comienza con una medio de doce chozas. De ahí que de ccidente, de Soacha a Chía en contralas iglesias estén presentes, y en ellas la ar más cerca de un ser extraterrenal que ede y que todo perdona, pero que castiga ria inclemente a la cual hay que temer. emos, en Usaquén, una sencilla y acogea; la Iglesia de Santa Bárbara. El blanco da y la traslucidez de su interior dejan s un lugar de paz y de armonía, excelente para quienes acuden a sacros actos de n y aceptación al culto; una entrada bajo el nombre de tres importantes pera unión de cuerpos, almas y corazones. e luz en un pequeñísimo oasis colonial e lo cosmopolita y moderno de Usaquén. registro data del 23 de febrero (o tal vez

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Bogotá, la de la Santa Fe


Cementerio central, una mirada a lo sacro y a lo profano Por: Liliana Andrea Daza Ilustraciones: Leslie Guzmán

Una tarde, hablando con un amigo cercano, surgió el tema. Misael me comentó que había trabajado en un cementerio ubicado en la avenida Matatigres (hacia el sur de la ciudad). Lo que me comentó luego de hacerle algunas preguntas me dio la idea para el título de este escrito: “las cosas que se ven yo no las había visto antes”. Al principio, solo recordé las palabras de mi tía Esperanza, a quien un día escuché hablar sobre una visita que hizo junto a mi abuela Beatriz al cementerio central. Ellas fueron a visitar la tumba de mi bisabuela Rafaela. Cuando estaban adentro, de repente, un vigilante las detuvo y les revisó las carteras en busca de algo más que un arma. Ellas me contaron que el celador les dijo que muchas brujas van a hacer sus cosas en el cementerio y, como ellas dieron muchas vueltas (ya que no

recordaban donde estaba mi bisabuela), él había sospechado de ellas. Volviendo a Misael, recuerdo que, en medio de las muchas cosas que me contó sobre las almas del purgatorio y los rituales de brujería, me dijo algo que mi tía y mi abuela me habían dicho también: “las brujas no existen pero que las hay las hay”. Quizá sea pura superstición, quizá sea un secreto a gritos. En cierta visita que hice al cementerio central, recuerdo ver un hombre haciendo un pago al famoso hombre del billete de veinte mil por un favor recibido. Según los visitantes, el difunto Garavito les concede dinero si van y frotan la tumba con un billete. También, dicen que aquellos a los que les hace el milagro vuelven y le prenden velas amarradas que parecen los restos rituales de una secta desconocida. Estos

«Quizá sea pura superstición, quizá sea un secreto a gritos» los distribuyen en la entrada del cementerio, lo curioso es que en ese lugar hay también un lugar destinado para hacer el ritual a las benditas almas del purgatorio, dado el caso de que el billete de veinte mil no funcione. Cerca de allí está el lugar donde algunos hacen sus respectivos pagos a las almas. Por allí pasan a diario varios creyentes realizando una novena y cierto ritual en la

-IX- (1) Es eterno y no puede ser nombrado, retorna al no-ser de las cosas. Es la forma sin forma y la imagen sin imagen.


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entrada principal del cementerio. Una imagen desconcertante, pues da un giro irreal en el público y cotidiano escenario sobre el cual sonríe el brillo de la oz que sostiene un ángel de la muerte sin rostro. Ciertas tumbas tienen un desarrollo ritual interesante. Por ejemplo la de Leo Kopp, el alemán que fundó Bavaria. Cerca de ella se realiza la misa el día lunes y la visitan quienes le van a pedir favores al oído y quienes le dejan flores por algún favor recibido. Quizá, esta tumba es más visitada que la de los mártires o la de los presidentes, lo cual es muy diciente sobre nuestro sentido de partencia con el país y con la cerveza. Las tumbas del señor caído de Monserrate y Luis Carlos Galán Sarmiento hacen parte de ciertos ritos que no se dejan descifrar fácilmente; estos sirven de referencia para ilustrar cierta visión de una visita cualquiera a este lugar tan sencillo y misterioso. Por una parte, hay cierta sacralidad en los rituales que realizan algunos religiosos el día de las almas. Este es similar al que realizan algunas

personas en las tumbas. Cabe aclarar que quienes realizan esta práctica suelen acercarse en grupos, por familia o amigos, se ubican alrededor de las tumbas y fuman marihuana mientras realizan el ritual. Por otra, hay mausoleos donde se pueden ver las flores y las lápidas en buen estado, solo algunas muestran deterioro y, al parecer, esconden algo más que lo evidente. Por razones de seguridad y recomendación de mi amigo Misael, me abstuve de revisar o sacar fotos, teniendo en cuenta que el lunes es el predilecto para realizar ritos y los celadores están más atentos este día. Por último, quisiera algún día agregar fotos de un pasaje nauseabundo, en el que se cree que se realizan rituales para adorar al oscuro. Pero, todo esto hace parte de las cosas que oculta la luz o ausencia de oscuridad, y como todos sabemos, este lugar, como casi todo cementerio, tiene una gran cantidad de prácticas, tan distintas unas de otras, tan variadas como la escala de colores que van desde el negro más oscuro al blanco más brillante.

-IX- (1) Es eterno y no puede ser nombrado, retorna al no-ser de las cosas. Es la forma sin forma y la imagen sin imagen.


Eros

¿Qué es un misterio? Quizá sea un juego interminable entre lo que se deja ver y lo que no quiere salir a la luz. Muestra de ello es que nunca un misterio está completamente resuelto; debemos resignarnos a ver siempre la punta del iceberg y soñar con imaginarlo todo. Una probable justificación de la escritura.

Eros

¿Qué es un misterio? Quizá sea un juego interminable entre lo que se deja ver y lo que no quiere salir a la luz. Muestra de ello es que nunca un misterio está completamente resuelto; debemos resignarnos a ver siempre la punta del iceberg y soñar con imaginarlo todo. Una probable justificación de la escritura.



-IX- Es lo confuso e inasible. De frente, no ves su rostro; por detrás, no ves su espalda. Cap. 14

Por: Andrés Eduardo Zárate Ilustración: Sergio Iván Ortíz

Raimundo entra al lugar con la maleta de cuero café con que llegó a esa ciudad siendo un campesino del norte: sin nada. Pasa por el pasillo y recuerda la tarde en que el ‘italiano’ le dijo en el mercado: Raimundo, esto es el arte de las artes: la carnicería . En la sala observa a sus convocantes: los tres carniceros, él es el tercero. No sabe bien por qué merece ser llamado a este club, pero sabe que es por una buena causa: hallar al cuarto. Los mosqueteros no estuvieron completos hasta que apareció un cuarto mosquetero. ¡Mierda, Rai! Ahora lees libros, ¿cambiaste el culo de Joao por literatura? Vi la película.

Carniceros


-IX- Es lo confuso e inasible. De frente, no ves su rostro; por detrás, no ves su espalda. Cap. 14

ex-libris / luz y oscuridad

Eros

Don Arsenio Diatlov es un tipo fofo y tosco. Casi calvo; con una barriga enorme que se marca en sangre sobre el delantal blanco impermeable; el que usa para trabajar y que tenía puesto cuando desmembró su primer víctima en el platón de los cerdos. Nació en una vereda de Ráquira en Boyacá; su padre –carnicero también- le enseñó a cortar carne a través de un libro de anatomía de modelos dibujados por Da Vinci, y técnicas para descuartizar cuerpos en un país de Asia. Diatlov asesinó a los carniceros. Al encontrarse con los otros, el feroz boyacense de ascendencia rusa trozó de dos tajos la garganta de sus colegas. Asediado por la ansiedad y el hambre, los devoró con especias y a mordiscos, ojos extrañamente envueltos en una luz brillante y repitiendo sin control que él no era el ‘carnicero de Rostov’.

***

*** De cualquier manera, nuestra presencia en el lugar no se debía a un asunto tan importante, podría faltar alguno, pero era necesario que todos nos enteráramos. Cada uno había recibido una carta en su domicilio con detalles claros del sitio y la manera de llegar, sin embargo, solo Bill sabía para qué estábamos allí. La carta llegó por correo tres días antes, pasada por el borde de la ventana. Sin remitente ni destinatario. Quien la envió sabía que cuando la recibiera estaría en casa ordenando mi fuga. El día anterior de su llegada había atomizado las energías que mantuve intactas y latentes desde el amanecer del 9 de marzo: una madrugada espesa que ya no recordaría más. Me había desahogado de tal manera que había expulsado mis demonios. Cuando desperté, sentía la magnificencia del aire puro, cargado de hierro. La sensación metálica de los olores que salía de mi ropa me hacía aspirar con calidez cada mácula dilatada. Había limpiado y secado los instrumentos dos veces, exponiéndolos al calor y al detergente. Sin pistas. Recordé las emociones y pulsiones de hombres aguerridos, siendo yo uno de ellos. Las lecciones sobre la comida, el tiempo, los instrumentos, las especias y la propia miseria después del cansancio, así como la mañana regada de frío y ansiedad, me habían enseñado a cocinar. Abrir la carne, paso fundamental. El filo del cuchillo hacia un lado; carne lista, fresca, roja. Deslizar el cuchillo con suavidad y firmeza hacia abajo mientras el filo gira lento, empujando hacia un lado el resto de la masa carnuda. Y la carne se abre. Así, según la dirección en la que van las estrías de los músculos, mientras desciende el filo y gira, más penetra y más rápido abre la carne. Consejos eternos para mí, que tres días antes de recibir la carta, los había puesto en práctica con la delicadeza y fluidez de la sevicia, abriendo la carne y haciendo sangrar al animal, esta vez vivo y asustado, por el cuello. Con tal experiencia y reunión de saberes en un sitio, estábamos listos para buscar al cuarto carnicero. Por supuesto, la sombra que nos hablaba, indicando detalles de la búsqueda resaltando que debía ser un tipo ágil, habilidoso, elegante y con olor a muerte , era también uno de los tres: era Bill ‘el carnicero’.

Mientras Raimundo se acomoda en la sala y deja su maleta en el suelo esa que reclamó después de pagar 12 años de cárcel por apuñalar a su jefe y, cercenar el culo de su ex novia para freír un trozo de nalga en la cocina del Rizzoto- observa una sombra atenta en la ventana. ¿De quién es la silueta del fondo? pregunta. Soy Bill, de Nueva York responde la sombra Pero atendamos el motivo de esta reunión, algo simple y sencillo.

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Invención Por: Carlos Mahecha Ilustración: Nancy Zapata

La noche es artificio. Yo no existía en la noche, nadie. ¿qué era? ¿qué nos hacía sentir pavor, qué nos hacía hincar las rodillas y pedir devotos? ¿la extensión del hilo en las manos de la Moira? ¿la prolongación de la vida? A esta hora miro el reloj con cautela cuando la última luz se ha repartido entre los hombres, la ciudad se llena de fantasmas. Yo conocí a alguien que inventó la noche en el ochenta y tres. Sofía, Sofía, dos veces tu nombre para que no lo olvide nunca, entregada para siempre a la ciudad, como una ofrenda, como queriendo tregua con algo incomprensible. ¿Qué causa? ¿qué ritual redentor? ¿qué ardid fue capaz de librarte de la culpa y la desolación que te acosaban? Recuerdo el día: dos años y tres meses, lunes, en que dejó la casa y anduvo derecho hasta la veintiséis para coger un taxi. Para entonces la noche no existía, era apenas una trémula intención en la idea de los hombres. Calles desiertas, nauseabundas, monumentos, ruinas, llanto de los extraviados. Dicen unos que vivió una vida particular, una existencia para nada secreta, otros dicen que, en los últimos días, antes de su regreso terminal, la ciudad la llamaba ‘hija de mi sangre, de mi entraña’. Yo la esperé en esta misma casa frente a esta ventana, y nunca supe bien, ni sabré, porque cuando volvió luego de haber brillado el doble, luego de haber saciado su sed en tantas bocas, su urgencia en tantos cuerpos que ansiosos la buscaron y la llamaron suya, ¡Sofía, hija de Adán y de los corazones tallados en la piedra! subió derecho al baño, navaja en mano, y cerró la puerta con pasador. Eran las seis de la tarde cuando empezó a oscurecer.

-X- (1) Cuando se abandona el Tao aparecen la “ética” y la “moral”. Con la “verdad” y la “justicia” surgen los grandes hipócritas.


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-X- (1) Cuando se abandona el Tao aparecen la “ética” y la “moral”. Con la “verdad” y la “justicia” surgen los grandes hipócritas.


-X- (2)Cuando no existe armonía entre los parientes, hablan de “lealtad a la familia” y de “honrar a los padres”. Cap. 18


ganas’, estaba enamorado de sus playeras de niño que le quedaban grandes, estaba enamorado de estar enamorado de ella. Tirado en la cama olía su perfume ácido mientras veía el techo blanco. Sentía los besos bajándole por el cuello como cálidas gotas efervescentes, sin acordarse en qué momento se había recostado. Tomó un poco de ginger y se sentó en el taburete del bar. ¿No estaba acostado? Pensó. Alcanzaba a escuchar un tambor lejos acercándose. —¿Qué está pasando? ¡Mierda!— gritó con fuerza, y una gota de sudor frío le bajó por la frente. El viento helado le movía el pelo. El tambor sonaba débil, pero cada vez más cerca. Los arboles crujían con la noche. Los escalofríos se apoderaron de su cuerpo en convulsiones. El bosque escondía los pasos del tamborilero aproximándose. Ya se estaba enloqueciendo, o ya se había enloquecido. Toc, toc. Todo se quedó en silencio. Apenas se escuchaban los murmullos de una sola voz. Sonó la puerta sin abrirse y un grito que nadie gritó lo despertó. Abrió los ojos de golpe y miró a la mucama pálida. No entendía. Se intentó poner de pie, pero no pudo, estaba agotado. Sintió húmedo el suelo y al fin vio a su alrededor: dos tarros de jarabe flotaban en un charco de sangre que nacía en sus venas, en el charco que flotaba él mismo. Lo recordó todo. —¿Doris?— alcanzó a decir.

-X- (2)Cuando no existe armonía entre los parientes, hablan de “lealtad a la familia” y de “honrar a los padres”. Cap. 18

41 ex-libris / luz y oscuridad

Por: Santiago Flórez Sánchez Fotografía: Diana Duarte

Sentado en la ventana se le escapaba el humo por la boca, prendió otro cigarrillo y siguió esperando. Quería sentir el fuego de las mariposas en llamas revoloteando por su estómago, quería cocinar su cruda existencia. Estaba enamorado de estar enamorado. No había otra forma, pensaba él, de sobrellevar la vida. El olor a tabaco y marihuana se acariciaban cerca a la bombilla que alumbraba de amarillo la habitación del hotel. Los mosquitos se paraban eventualmente en su piel desnuda, pero ya no los sentía. Botó la colilla que le quedaba y se limpió las lágrimas sin acordarse de porqué estaba llorando. Se dejó caer en el sillón que tenía al lado y se quedó viendo la puerta. Sonaban los cuerpos, al caer en el asfalto, de los segundos que se lanzaban desde lo alto. Tic, tac. Uno detrás de otro. Sonrió, y la perilla giró lento. —¿Doris?— murmuró. —No me pude aguantar las ganas— le respondió cuando ya había entrado. Cerró la puerta y caminó hacia él sin clase. Se le sentó en las piernas y le besó la mejilla suavemente, deslizándole los labios hasta la comisura de la boca. Él terminó mordiéndole los labios, halándolos dulcemente. Estaba enamorado de sus besos, de sus labios, de la forma en que decía ‘no me pude aguantar las

Eros

¿Doris?


Hänsel von Wanderlust Por: Esteban Fierro Ilustración: Tuzeitor

El aire estaba vuelto un chiflón violador: frío, y a todas luces un comienzo de tormenta. Hänsel Von Wanderlust sujetaba su sombrero y miraba al cielo como si acabara de ser hechizado. Me contó que adoraba cuando la tarde se ponía así: a un lado, un horizonte lleno de nubes tan negras que parecía fuera a llover tinta; al otro, el sol en puesta tranquila. Las hojas secas revoloteaban contentas porque, en ese instante —supe yo —presencié el alma del señor Wanderlust. Tengo una fascinación por la luz y la sombra en la rotación de Nave Espacial Tierra. Me gusta creer que nosotros, los tripulantes, secretamente adoramos una parte específica del día. Así, jugamos a formar bandos y buscar a nuestros semejantes. Varias veces me he enamorado de las Auroras: las recuerdo tetonas y saltarinas, con los dientes destapados en nombre del Sol y hablando a voces altas. Presencié al alma de Penélope Féliz cuando de repente la encontré suspirando con sus gafas de sol puestas bajo el Perfecto Cielo Azul: “por cierto; te amo.”, me decía. Y volvía a poner una sonrisa irresistible; casi histérica. Luego sus labios se batían como diciendo “bésame” pero cantando una de esas canciones pegachentas que ponen a todo volumen para alegrar a la familia.

-XI- ¿Qué diferencia hay entre el sí y el no? ¿Qué diferencia hay entre el bien y el mal? Cap. 20


-XI- ¿Qué diferencia hay entre el sí y el no? ¿Qué diferencia hay entre el bien y el mal? Cap. 20

Eros

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Las penumbras tienen fulgores discretos en sus ojos. Cuando encontré a Violeta Bellobosque, por ejemplo, estaba envuelta en telas negras y se deslizaba como una anguila hacia el zaguán de su casa. Oía a los grillos cantando mientras entrábamos como ladrones bajo la luz de la luna a su madriguera de gitana, adornada con tejidos arco-iris en zig-zag; donde hasta las sombras parecen oler a mirra y poseer colores propios. “Todos estos años he estado persiguiendo al silencio de mi antigua casita de vereda.” Yo también lo recuerdo: su piel olía a lavanda y podíamos mirar por el barranco y las hojas de eucalipto dejaban de acariciarse y las luces del pueblo abajo parecían más lejanas que las estrellas. Los auroras odian al silencio (de verdad, les he preguntado) y siembran el jolgorio; los penumbras buscan tranquilidad y exploran en lo oscuro. Así se persiguen como el día persigue a la noche. Los demás estamos en el intersticio entre el alba y el anochecer. Somos medias luces. Las hay chicas que adoran al sol cuando se acuesta en azul y se viste con ámbar; hombres fascinados con el cielo tormentoso de una tarde casi inglesa; o yo, con miedo a la oscuridad y unas ganas vehementes por sangrar el alma por los dedos cuando nadie está despierto y son las dos de la mañana bajo una débil luz amarilla. Tenemos al alma capturada en instantáneas alrededor del día. Estamos grabados en la atmósfera, cada uno en un puntito de la circunferencia de la tierra. Y ella se hace acariciar del sol y la luna sobre cada puntito conforme hace su ballet por la Vía Láctea. O eso me gusta pensar.


-XII- Lo único permanente es el cambio, hablar poco es lo natural. Un huracán no dura toda la mañana. Un aguacero no dura todo el día. ¿Quién hace estas cosas? Cap. 23


Noche

Eros

Por: Alejandra Linares Fotografia: Daniela Rojas

¿Qué ha sido de nosotros, envueltos entre humo de cigarrillo, con doce botellas vacías y un par de pipas que ya hicieron lo que debían? ¿Cómo llegamos a esta monotonía de horarios rotos y sueños atrasados? Cada uno de nosotros, hundido en algún sofá viejo, sobre algún cojín raído por polillas y ratas. Todo lo que oímos es la estática en la radio y entre sombras vemos la ciudad tras la ventana. Los focos amarillos sobre la calle como estrellas caídas, las luces traseras de los carros como un rio de sangre sobre la acera y nosotros entre sombras, con medio rostro en brumas y el otro medio iluminado. Solo en la madrugada se siente la belleza de la ceguera. Miro a un lado, alguien que parece dormido. Miro al otro, alguien que ve a través de un cristal opaco las luces de la ciudad. De nuevo ¿Cómo caímos en este baile en penumbra? ¿Ahora vemos el brillo de la noche atravesar la oscuridad y lo opacamos con sueños ligeros y botellas vacías? ¿Cómo llegué a esta impotencia? ¿Cómo caí en este letargo? ¿Cómo me dejé complacer por la calma de una habitación oscura y sillón mullido? Sí, ahora recuerdo nuestras mañanas y nuestras tardes, el resplandor que nos cegaba y nos dejaba caminando a tientas; el estupor de la vida, la confusión abstraída. Recuerdo las rutinas demandantes, y las fatigas entre amantes. Los vapores de suspiros y susurros danzan sobre nuestras cabezas y recuerdo las decepciones, las tristezas, el llanto los viernes a las cuatro, los susurros cubiertos por la lluvia. Recuerdo nuestra sombra, oscura como tinta, caminando bajo el sol, abrumados por el furor, cansados, desgastados. Estamos bien en nuestra indulgencia. Conducimos lentamente hacia esta caverna, solo vemos las sombras de lo que realmente éramos, solo vemos cómo se mueven rojas las luces en la avenida, atravesando las calles sin prestarnos atención. Ya nadie nos ve, ya no estamos frente al escenario. Corrimos, bajamos de la tarima entre risas y llantos y tomamos asiento en el claroscuro donde se refugian los espectadores. Está bien descansar en el residuo del día, está bien ser movido por el espíritu dionisiaco, encarnar a Eros, está bien ser abrazado por la noche, y esconderse en el humo. No nos hubiéramos arrastrado hacia ella, si no hubiéramos caminado a tientas en el día; ni hubiésemos caminado a tientas en el día, si no supiéramos que la noche nos habría de acoger en su abrazo. Ahora recibimos su dulce beso y nos cubre el velo de Morfeo. Regocijémonos en silencio, que en la mañana tendremos que caminar de nuevo.

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-XII- Lo único permanente es el cambio, hablar poco es lo natural. Un huracán no dura toda la mañana. Un aguacero no dura todo el día. ¿Quién hace estas cosas? Cap. 23


Cajuelas

Por: José David Nieto Ilustración: Manuel Monroy

La mano salió de la olla de chocolate. Sus pequeñas manos (las manos de la mano, que tenían por brazos los mismos dedos) la permitieron asirse del fino borde de la olleta. Al impulso de las manos de la mano se vio al brazo salir como en un florecimiento, pero al continuar su salida hacia afuera de la olla, vi que sólo era un dedo más. A una distancia segura con un tenedor como arma preventiva – esperé. La experiencia ya me indicaba que el recién aparecido podía tomar la decisión de revelar hordas de ojos por debajo del lomo, que empezaran a ahogarme y enmarañarme con sus escleróticas verdosas e iris lavanda o carbón; bien podría hacer bocas con los dedos como labios y lanzarse a amainar su apetencia con la madera de los muebles. Tras acabar de salir y hacer que el chocolate, hasta entonces próximo a hervir, se regara sobre el fogón a fuego medio, ahora chispeando y asfixiándose por la leche derramada, la mano gateó sobre sus manos con agilidad aérea por el mesón de la cocina. En el proceso, mientras la mano daba vueltas conociendo su nuevo territorio, saqué del bolsillo trasero de mi pantalón la usual bolsa negra, siempre preparada para lo fortuito. Acercándome lentamente, pendiente a la posibilidad de tener que atajar una huida brusca o un movimiento ofensivo, desenvolví la bolsa, desdoblándola cuadro a cuadro, oyendo las palmadas agudas y desesperadas que chocaban con fuerza contra el mármol. Mientras reducía la distancia, la trayectoria de la criatura se hacía errática y desesperada, previendo el peligro, el enfrentamiento y el llamado. El chocolate humeaba sobre las mesas y la estufa, se oía a la nevera vibrar y susurrar en el silencio muerto.

Me lancé a atraparla. Fracasé; había evadido la tentativa rodando hacia la izquierda un par de veces con velocidad pasmosa. Engomó las palmas a la pared chasqueando las manos con potencia y trepó por la despensa hasta el techo, donde rodeó un par de veces un bombillo (cuestiones del instinto, quizá) y se posó sobre él. Su carne era traslúcida; se veían, oscuras, por efecto del contraluz ante el foco, delgados hilos de lana tensionarse o relajarse en respuesta a la motricidad de la mano y congregarse en los carretes que hacían el papel de articulaciones. Agarré el spray del limpiavidrios y le disparé un par de veces. Al contacto del líquido la piel rociada, se erizaron minúsculos picos en la piel de la mano, la cual se estremeció, tembló y se arrastró por el techo, lamentándose con silbidos agudos y brillantes que se interponían entre sí como voces crepitantes, sonando desde distintas partes de la mano e incluso la habitación. Los dedos de las manos de la mano a su derecha intentaron defenderse saltando hacia la zona atacada. Las otras manos (y sus dedos, o manos) no resolvieron un acuerdo y la gran mano, finalmente, cayó del techo. Sin darle un respiro la metí con un par de patadas torpes en la bolsa, asegurando el trabajo con un nudo doble y una bolsa más por seguridad. El paquete convulsionaba con violencia, e incluso parecía que todavía intentaba trepar hacia la luz. Evitando perder el tiempo, introduje la bolsa trémula en la caja apta más cercana y, cargándola, salí de la cocina. Al bajar las escaleras, sin tomarme el cuidado de apagar la luz de la sala ni recordar las prevenciones de antemano, abrí la puerta del sótano. Se oyeron entonces los rugidos, los golpes, los gritos roncos y los metales que sonaban agredidos, la angustia y los llantos y las carcajadas, el roce de las garras contra las jaulas, las cajuelas y las cadenas, los sonidos de una jauría que todavía, aún con tal tamaño y después de tanto tiempo, no podía saber si guardaban esperanza de la luz o temor de la oscuridad. Aventé la caja dentro y cerré la puerta. La agresividad de los gimoteos hacía temblar las tablas del suelo viejo, pero tras un tiempo, la multitud desistió. Después un par de suspiros tranquilizantes, limpié el sudor recién notado en mi frente, me acomodé la camisa y, tras de lavarme las manos, me dispuse a prepararme un chocolate de nuevo.

-XIII- En el Universo hay cuatro cosas grandes, y el Hombre es una de ellas. El Hombre fluye de la Tierra. La Tierra fluye del Cielo. El Cielo fluye del Tao. El Tao fluye por sí mismo. Cap. 25


Eros ex-libris / luz y oscuridad

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-XIII- En el Universo hay cuatro cosas grandes, y el Hombre es una de ellas. El Hombre fluye de la Tierra. La Tierra fluye del Cielo. El Cielo fluye del Tao. El Tao fluye por sĂ­ mismo. Cap. 25


-XIV- Un buen caminante no deja huellas. Cap. 26


Eros Por: Nadia Melissa González Fotografía: Camila Acosta

Claroscuro Odessa, Texas. 1982. Chris tiene ocho años y está sentado a la mesa del comedor. En la cabecera se encuentra su padre, un hombre de rudas maneras, ajeno a los dilemas de la gente común. A la derecha del padre, la madre, se encuentra oculta tras unas gafas siempre empañadas. Junto a Chris está Jeff, el hermano menor. Un moretón bajo su ojo derecho confirma que ha llevado la peor parte en una riña escolar. Chris escucha a su padre vociferar sobre ovejas y perros ovejeros y lo inaceptable que es la cobardía, no solo en su casa, sino en el mundo entero, repleto de lobos hambrientos. El padre retira su cinturón del pantalón y con gesto amenazante conduce al pequeño Jeff a su habitación, mientras Chris y su madre salen al pórtico a observar en silencio un perro huesudo que les devuelve la mirada con desconfianza. Fundido a negro.

Bagdad, Irak, 2002. Al sentir bajar el sudor por su espalda, Chris, acostado boca abajo en la terraza de un edificio en ruinas, acomoda el rifle y contiene la respiración, tal y como le enseñó su padre cuando salían a cazar. Un tatuaje de corona de espinas rodea su brazo izquierdo. Su compañero de patrulla susurra “tengo miedo” y entonces Chris finalmente lo ve, enmarcado en la mirilla del rifle, aquel hombre de ojos oscuros que de repente cae desplomado mirando al cielo, como suplicando a Alá una respuesta imposible. “¡Mierda!”, grita el compañero de patrulla. “Dios ha guiado esta bala”, sentencia Chris, sacando de su bolsillo un teléfono celular. Del otro lado de la línea una voz somnolienta dice, “¿Chris?”. Con un nudo en la garganta él responde: “Amor, ya quiero regresar a casa”. Fundido a negro.

-XIV- Un buen caminante no deja huellas. Cap. 26

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-XV- El Tao en el Universo es comparable al torrente de un valle que fluye hacia el rĂ­o y el mar. Cap. 32


Vivimos en el claro-oscuro que se convierte en las cenizas del destierro, Fuimos árboles llenos de cavernas donde habitó la memoria que se siembra en el eco de las miradas.

Caminos cansados que saben a polvo, pulmones secos de tristezas que vuelan como la cometa cuando le falta aire a la vida. Desesperos que laten en medio del campo donde la soledad de lo moderno colma el límite, que rebosa la copa de la muerte.

Buscamos una madre que vive en el despojo de sus raíces atormentada por sus apegos, y encontramos una abuela envuelta en las arrugas y los productos del tiempo. Una generación que se siembra en el desespero y canta como la mirla que entrega sus plumas al fuego de la caña, una caña que muere para dar vida a la agonía de la tierra. No nacimos pa’ semilla pero somos sombras que habitan los escombros de las cuevas en las que el destino nos apremia.

-XV- El Tao en el Universo es comparable al torrente de un valle que fluye hacia el río y el mar. Cap. 32

Eros

Nacimos pa’ semilla, dando luz a la muerte, y habitamos la sombra del abandono que se posa al atardecer.

51 ex-libris / luz y oscuridad

Por: Daniel Sierra Ilustración: Germán Escobar

¿Cómo decidir si un árbol nace para ser poema o si un hombre muere para ser mariposa?


Fotรณgrafa invitada || Alejandra Isaza โ ข Fotรณgrafa invitada || Alejandra Isaza


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La luz irrumpe donde el sol no brilla • Página 25 •



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