8 minute read

Historias con sabor a censura

Historias con sabor

aCENSURA

Advertisement

Autor: Christian David Acosta Silva Fotógrafo: Felipe Carrero

«Tres generaciones que vieron sus espacios favoritos apagarse por completo.»

En una noche como hoy, todos estaban riendo. Todos estaban alegres. Un grupo de amigos se encontraba en un bar de la ciudad, disfrutando de uno de los mejores comediantes del momento. Especialistas en sacar sonrisas diarias llevando casos de la vida real a sus rutinas y generando tanta identificación en su público, que las sonrisas estaban prácticamente aseguradas. Usan el humor como una herramienta para llevar entretenimiento en cada instante que pueden. Pero no es la única perspectiva que tenemos de nuestros amigos humoristas. Hay muchos otros que protestan, critican y evalúan distintas aristas de una sociedad que tiene infinidad de problemas por resolver. Personajes que llegan a nuestras vidas, despiertan nuestras conciencias y todo, a través del humor. Unos lo hacen en la radio, otros tantos en la televisión, muchos aparecen en los medios impresos y, recientemente, distintos humoristas nos llegan desde plataformas digitales.

Cada día, encontramos, conocemos o descubrimos profesionales que nos ayudan a entender la realidad que vivimos y que logran, a partir de su humor, llevar sátira política al mundo. Pero la vida no es color de rosa (y ellos mismos lo aceptan). Muchos han dado sus vidas por tocar temas muy sensibles, molestar personajes inestables o contar verdades sencillamente incómodas. La risa y el humor se han intentado apagar en tantas ocasiones, que generaciones enteras han visto cómo casos de censura y el asesinato se han llevado sus espacios de humor, entretención y debate.

Entonces, como si la historia tendiera a repetirse, nuestros abuelos, nuestros padres y nosotros mismos vivimos momentos muy similares. Tres generaciones que vieron sus espacios favoritos apagarse por completo.

2015, un año oscuro para la sátira política

La historia nos lleva a uno de los más grandes semanarios del mundo: Charlie Hebdo. Ubicado en el XI Distrito de París, goza de gran renombre dentro de su rama periodística. Creado en 1969, lleva más de medio siglo presentando reportajes, chistes y su reconocido humor gráfico. Básicamente esa es su bandera. Con altibajos en su historia, se había mantenido a flote, hasta ese momento.

Transcurría una tranquila mañana en las oficinas del semanario. Recién iniciaba el año y apenas estaban cerrando su primera semana del 2015. Estaba por finalizar la mañana del 7 de enero, cuando dos hombres con atuendos negros ingresaron a las instalaciones de la publicación disparando de manera indiscriminada contra todo personal que se encontraba en el momento. A Corinne Rey, dibujante de una de las secciones, la tomaron como rehén para facilitar el acceso a la oficina de redacción. Ella, tratando de evitar la tragedia que minutos después sucedería, los llevó al tercer piso del edificio (la sala de redacción está en el segundo piso). Ese intento no surtió efecto y, en menos de un cuarto de hora, ya se encontraban en la sala de redacción de Charlie Hebdo.

Una vez dentro de las oficinas de redacción fueron directamente a la sala de reuniones y preguntaron por Charb, uno de los redactores en jefe del semanario. Una vez identificado, lo abatieron

rápidamente y, tan pronto habían logrado su primer objetivo, dispararon contra el resto de los periodistas y dibujantes. En su cometido, asesinaron a un total de ocho miembros del equipo de redacción, al escolta de Charb y a un invitado que, infortunadamente, había llegado temprano a su reunión.

Las investigaciones posteriores revelaron que la razón que —posiblemente— motivó este atentado fue la sátira política que se divulgaba por medio de la publicación. Sus múltiples ediciones en las que criticaba abiertamente los grupos extremistas musulmanes ocasionaron la ira de estos al punto que intentaron exterminarlos en esa fatídica mañana del 2015. Nuestra generación tuvo que conocer en Charlie Hebdo el horror del terrorismo con fines de censura.

Pero no fue el primer caso: nuestros abuelos también vivieron casos de persecución por la relación entre el humor y la crítica política llevada a casos muy exitosos. Por eso, ahora conozcamos El pereque, un programa radial que se emitió en los años cincuenta en la naciente radio colombiana.

El pereque: cuando la radio unió el humor y la política

En la juventud de nuestros abuelos, no había internet y apenas llegaba la televisión. Una manera que tenían de acceder a algún tipo de entretenimiento o información era por medio de la radio. Familias enteras se reunían cada tarde o noche a compartir de la mano de distintos programas que tenían repercusión nacional en la década de los cincuenta.

Cuando el reloj marcaba las seis en punto, toda la familia se sentaba alrededor de su inmenso aparato radiofónico y escuchaba El pereque, un programa que combinaba el humor, la política y la locución (cualquier parecido con La luciérnaga es pura coincidencia). Tan pronto iniciaba el programa por la emisora Radio Santa Fe, que llegaba a los hogares colombianos, se escuchaba la voz de Humberto Martínez Salcedo. Despertaba el sentir político de la gente haciéndolos reír. Todos los días lanzaba pullas políticas de la manera más fuerte y exquisita que podrías pedir para el contexto en el que vivía la población colombiana durante esta época.

«Con su picardía y su talento, se unió a las voces del pueblo.»

«Con altibajos en su historia, se había mantenido a flote, hasta ese momento.»

Con su ironía, su picardía y su talento, se unió a las voces del pueblo, que reclamaba mejores condiciones sociales y laborales. Tanto así, que ningún presidente se salvó de sus constantes debates. Por sus micrófonos pasaron críticas a León Valencia, Carlos Lleras, Misael Pastrana y Alberto Lleras Camargo. Su audiencia gozaba con su humor, mientras que la clase política sufría con él. Esta sátira —como sería natural— levantó el descontento de la clase dirigente, quienes movieron cielo y tierra para detenerlo. A finales de los sesenta, lo consiguieron.

A finales de los sesenta, Radio Santa Fe se enfrentaba a multas por la emisión de este, lo que precipitó la salida de Martínez Salcedo de la estación. Con el cierre de El pereque, se perdía una oportunidad de oro para la ciudad, que vio perdidas sus esperanzas ante esta situación. Martínez Salcedo se reinventó años más tarde en otros programas y en otras emisoras, donde recuperaría la audiencia que pedía a gritos su picardía política.

Décadas más tarde surgió una figura con un destino mucho más trágico que el suyo: Jaime Garzón. Desde la televisión, logró despertar la indignación política por parte de nuestros padres. Pero su desenlace fue, de lejos, el peor que podríamos haber presenciado.

El día que Colombia perdió a Heriberto

Empezaba la década de los noventa, la última del siglo XX en una Colombia convulsionada, y conocimos en la televisión a un personaje que marcaría la vida de toda una generación: Jaime Garzón. Fue una de las grandes personalidades que tuvimos durante esta década. Logró, por medio del humor, llegar a muchos hogares colombianos y, así como Humberto Martínez Salcedo fue considerado pionero en el humor político a través de la radio, Jaime Garzón hizo lo suyo a través de la televisión, un medio de comunicación que se consolidó por estos años.

El mundo lo conoció en 1992 en un programa que nuestros padres recuerdan con nostalgia llamado Zoociedad TV, en el que retomaron la idea de sátira política desde la imitación misma. Los colombianos rieron sin cansancio de cada una de las ocurrencias que tenía Garzón y sus fuertes críticas frente al incremento de la inseguridad en toda Colombia. Luego, en 1995, lo volvimos a ver en ¡Quac! El Noticero, un programa humorístico y de corte periodístico que criticaría nuevamente la clase política de Colombia; el sonado caso 8000, que implicó al entonces presidente Samper; y la expansión paramilitar.

Pero dos años después, llegó el personaje que al son de hoy aún lo guardamos en un espacio de nuestras memorias: Heriberto de la Calle. Fue una creación para el programa La lechuza, que se emitía por el canal CM&. Un noble lustrabotas entrevistaba a personalidades de la política y la farándula en un formato completamente alternativo y no convencional. Sus entrevistas, aunque cortas, tuvieron gran repercusión en el país. Sus chistes irreverentes pusieron en evidencia a más de un político y mostraron la cruda realidad de nuestro país. El genio detrás de todo esto era Garzón. Su labor por cerrar brechas sociales y una búsqueda incansable de la verdad fue lo que hizo que se ganara enemigos peligrosos. Enemigos que buscarían silenciar su voz, objetivo que tuvo éxito en agosto de 1999.

Apenas empezaba este viernes 13 de agosto en la fría Bogotá, cuando Garzón se dirigía a los estudios de Radionet a emitir uno de los programas radiales que acostumbraba hacer. A la altura de Corferias, fue interceptado, en el semáforo de la calle 22F con carrera 42B, por dos sujetos que, sin mediar palabra, le dispararon seis veces. Ese día, Colombia conoció a través de la voz entrecortada de Yamid Amat los horrores de la escena y el significado que tendría esta para el país. Los colombianos, sin saberlo, perderían a las 5:45 a.m. de ese viernes 13 de agosto de 1999 a uno de sus más grandes exponentes de humor político. Centenares de personas lo despidieron con honores en los días posteriores a este atentado.

Estas tres historias son parte de las muchas que hay en el mundo entero, historias que han costado vidas, que han cerrado programas, que han segado poblaciones. Son tres historias de días en que la risa sí se apagó. El humor político y la sátira inmersa en él se encomiendan como una forma de protesta social. Sus inesperados resultados, sus esperadas presiones lo caracterizan. Infinidad de historias difíciles de medir. Personajes que son seguidos. Hoy por hoy tenemos muchos más profesionales de la sátira política que antes, humoristas imprudentes, expresivos y temerarios. Esperemos que estas tres historias no vuelvan a suceder a próximas generaciones.

«...historias de días en que la risa sí se apagó.»

This article is from: