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Hidrocarburos
Un análisis desde el ojo experto
Kurt Bayer y Alberto Moncada, Miembros de la Comisión Intergremial de Hidrocarburos Asociación Colombiana de Ingenieros de Petróleos (Acipet)
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PPII: Para tomar decisiones basadas en evidencias técnicas
Según investigaciones especializadas las lutitas y las calizas de la Formación La Luna, en el Valle Medio del Magdalena y la de Cesar-Ranchería, tienen volúmenes muy importantes de reservas de hidrocarburos. Según Ecopetrol pueden llegar a la suma de 2.400 y 7.000 millones de barriles de petróleo equivalente.
Mucho se ha dicho del Fracking, pero casi nada basado en evidencia técnica y científica de las cuencas colombianas, donde hay posibilidades de encontrar Yacimientos No Convencionales (YNC) asociados a lutitas generadoras de petróleo y gas.
Las investigaciones llevadas a cabo por la industria petrolera, demuestran que las lutitas y las calizas de la Formación La Luna, en la cuenca del Valle Medio del Magdalena y la de Cesar – Ranchería, tienen características excepcionales para almacenar volúmenes muy importantes
de reservas de hidrocarburos, que de acuerdo a Ecopetrol pueden llegar a la no despreciable suma de 2.400 a 7.000 millones de barriles de petróleo equivalente.
Aun cuando desde el punto de vista ambiental hay argumentos en contra muy significativos, muchos de ellos se basan en el resultado de prácticas industriales poco rigurosas que, en los inicios de la aplicación del fracturamiento hidráulico en pozos horizontales causaron impactos importantes, especialmente en las aguas subterráneas y superficiales.
Después de 20 años, el Estado y las compañías han establecido un conjunto de prácticas que garantizan, por una parte, conocimiento previo de las condiciones socio-ambientales del entorno donde se realizará la perforación y producción de los pozos, y por el otro, productos químicos, equipos y procedimientos que protegen los acuíferos, minimizan la sismicidad inducida, evitan las emisiones y los efectos negativos sobre la salud. Es mucho lo que se ha avanzado en una curva de aprendizaje que ya suma más de 300.000 pozos en YNC similares a las lutitas de la Formación la Luna.
Es por lo anterior que, en buena hora, la Comisión de Expertos convocada por el Ministerio de Minas y Energía recomendó la ejecución de los Proyectos Piloto de Investigación Integral (PPII), en cuyo diseño, ejecución y evaluación es fundamental la participación de las comunidades, academia, entidades del Estado, industria y asociaciones profesionales, para garantizar transparencia, generar confianza y tomar decisiones basados en la evidencia y no en argumentos apasionados alejados de la discusión racional y científica.
Nuevas evidencias científicas y técnicas, especialmente en Estados Unidos, demuestran que los riesgos e impactos del fracking son controlables si se aplican las mejores prácticas y se diseñan adecuadamente los pozos. Un ejemplo, fue el sitio de prueba de fracturamiento hidráulico ubicado al occidente del estado de Texas, en la prolífica cuenca Permian, una formación sedimentaria que se conoce con el nombre de Wolfcamp, muy similar a la Formación La Luna.
Durante dos años, entre febrero 2015 y enero 2017, con una inversión de 25 millones de dólares, el Departamento de Energía de los Estados Unidos, junto con centros de investigación, universidades, 13 compañías petroleras realizaron una serie de pruebas y experimentos para evaluar, no solamente la tecnología del fracking, sino también su impacto en las
aguas subterráneas y el medio ambiente. Algo muy similar a lo que ha recomendado la Comisión de Expertos.
En los aspectos relacionados con el medio ambiente, se diseñó un monitoreo exhaustivo. Para ello colocaron equipos que evaluaron la calidad del aire, uno antes del sitio de prueba en la dirección del viento, y otro después de la localización, de tal manera que se pudiera medir con detalle los efectos durante las 24 horas de operación y los 2 años que duró la prueba. Previo al inicio de las actividades fue construida una línea base ambiental, no solamente del aire, sino de las aguas subterráneas presentes en la zona.
Para su monitoreo, la compañía Laredo Petroleum tomó agua de 5 pozos en los cuales fueron instalados equipos, para registrar variaciones en el nivel del agua y permanentemente tomaron muestras para evaluar su calidad, presencia de sólidos o contaminantes que pudieran provenir de los químicos inyectados con el fluido
de fracturamiento o del hidrocarburo almacenado en las formaciones.
En total perforaron 11 pozos a una profundidad vertical de 2.400 metros y una longitud horizontal de 2.900 metros. Durante el fracturamiento hicieron 400 etapas, de tal manera que en cada pozo realizaron en promedio 36 etapas de fracturamiento. Este número de fracturamientos permitió probar, en forma exhaustiva, los efectos e impactos sobre las formaciones rocosas y el medio ambiente. Cabe anotar, que en una operación normal se realizan muchos menos fracturamientos en el mismo sitio.
Una vez terminado el fracturamiento, fue extraído un núcleo de 180 metros de roca a través de la zona fracturada. Este esfuerzo tenía como objetivo evaluar las propiedades físicas de las fracturas naturales e inducidas, cómo se propagan en el subsuelo, así como valorar el rendimiento individual de cada etapa de fracturamiento.
Es el conjunto de datos más significativo obtenido hasta la fecha y proporciona evidencias científicas y técnicas fundamentales para comprender las fracturas, validar y desarrollar modelos y estimar cómo el análisis predictivo puede mejorar los procesos.
Desde el punto de vista ambiental, las evaluaciones y monitoreo de la calidad del aire y del agua subterránea, indican que las actividades y operaciones realizadas en el sitio de prueba tuvieron un impacto mínimo en las concentraciones locales de emisiones. El análisis de la calidad del agua no encontró evidencias de la migración del gas natural, químicos o del agua producida al acuífero subterráneo. Tampoco fue observada la presencia de sismicidad inducida por las 400 etapas de fracturamiento.
Estas evidencias, junto con la información geológica ya disponible en las áreas más promisorias para inferir la presencia de YNC en lutitas, permiten concluir que en Colombia un primer paso es realizar los PPII en las cuencas del Valle Medio del Magdalena y la de Cesar – Ranchería.
Para la ejecución de estos pilotos es clave constituir un grupo multidisciplinario integrado por la academia y asociaciones profesionales, el Gobierno, industria y especialmente las comunidades y organizaciones ambientales.
Es importante señalar que, en el caso de las comunidades su participación debe ir más allá de simples espectadores, sino con una adecuada capacitación, que les permita realizar una intervención informada durante el diseño, identificando los parámetros críticos que deben ser monitoreados en cada sitio, para garantizar un manejo riguroso de los riesgos e impactos ambientales. Solo así se logrará construir entre todos un ambiente de credibilidad y mutua confianza que redunde en mayor bienestar y progreso regional y nacional.
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