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TRANSMISIÓN DE VALORES

OPINIÓN ALMA MATER 16

Por Alfredo Arnold Morales LAE y periodista

Hay algo en lo que estamos de acuerdo casi todos los mexicanos y los habitantes de gran parte del mundo: urge recuperar los valores morales que en alguna época permitieron la convivencia armónica de la sociedad, a pesar de las diferencias entre los individuos. Me llama la atención, por ejemplo, el honor: en la guerra de Independencia de México, los jefes de ejércitos rivales se enviaban cartas sumamente respetuosas aun en víspera de la batalla, se deseaban suerte, y daban al enemigo un trato comedido cuando este era capturado, e incluso cuando lo iban a fusilar.

El respeto, la empatía, la responsabilidad, la solidaridad, la voluntad, la honestidad, la compasión, el amor, el perdón, la gratitud, la tolerancia y la humildad son solo unos cuantos valores humanos de una larga lista que quisiéramos se inculcara en la sociedad moderna. En este anhelo coinciden gobernantes, educadores, iglesias… casi todos, decíamos.

El problema es cómo transmitirlos a los jóvenes, sobre todo cuando estos ya están fuertemente condicionados por conductas y modas contrarias. El experimentado hermano marista Carlos Martínez Lavín nos propone un método para la transmisión de valores a los jóvenes. Lo llama las “5-E”, y consta de igual número de pasos, brevísimamente descritos a continuación: 1. Exhortación. Hacer un llamado a los jóvenes para que adopten los valores morales. 2. Explicación. Decirles qué y cuáles son los valores y por qué es importante practicarlos. 3. Experiencias. Hacerlos participar en actividades (juegos, excursiones, tareas, etc.) donde se apliquen distintos valores.

4. Ecosistemas. Rodearse de entornos reales donde resplandezca la aplicación o el rechazo a los valores, y analizar los resultados a que conducen unas y otras actitudes. 5.Ejemplo. La persona que propone los valores debe actuar en absoluta congruencia con ellos.

Es claro que la transmisión efectiva de los valores no se logra de un día para otro; se trata de un proceso que incluye conceptos y acciones que tocan la mente, el corazón y la puesta en movimiento de los jóvenes. Requiere asertividad y paciencia por parte del transmisor.

Pero la buena noticia es que puede tomarse un atajo, y consiste en comenzar por el último paso, el 5; es decir, con el ejemplo. Si el joven recibe buenos ejemplos en el seno familiar, en el aula, en la iglesia; si advierte buenas conductas de los gobernantes, de los medios de comunicación y de los principales actores sociales, seguramente desde su infancia irá adquiriendo valores de manera natural, por contacto, por ósmosis, y e irá desarrollándolos a medida que se convierta en adolescente, joven y adulto. Con el tiempo formarán parte indisoluble de su personalidad.

Pues bien, sea a través de un proceso o mediante el poder del buen ejemplo, es urgente para esta humanidad, que parece ir en reversa, volver a dar vigencia a los valores morales.

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