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¿Y QUÉ HACEMOS AHORA?
Por Martha Ivette Flores Aceves Diplomada en Gerontología Psicoanalítica
Vivimos en una sociedad donde la vida apresurada y lo virtual han cobrado valor y se han convertido en protagonistas en las relaciones interpersonales. Según la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH), en 2018, los usuarios de internet en México utilizaron la red para comunicarse (90.3%) y para obtener información (86.3%). Comunicarse y obtener información son las dos funciones principales de estos dispositivos.
El impacto de estos datos es enorme. Nos hemos acostumbrado a un ritmo de vida rápido, con múltiples traslados. Las horas en automóvil o el transporte público forman parte de nuestra cotidianidad, lo que nos obliga a mirar constantemente el celular. La gran mayoría regresa a su hogar cansado, haciendo tareas pendientes de la casa, de los hijos, y listos para tomar el celular, revisar algunas redes sociales y dormir.
Sin embargo, la situación del mundo con el covid-19 cambió las reglas; nos llevó a permanecer más tiempo en casa, lo que implica convivir con la familia y preocuparnos por los que están lejos; también a pasar tiempo en soledad, modificar las actividades diarias, de trabajo, así como reorganizar cada uno su tiempo y vida. Entonces, esta necesidad nos planteó una pregunta interesante: “¿Y qué hacemos ahora?”
Al estar encerrados, muchos tomaron en cuenta la necesidad de mantener una rutina, tener actividades como hacer ejercicio, aprender a cocinar, hacer ese rompecabezas imposible y otras.
Otros decidieron reflexionar sobre sí mismos, su vida y quienes la comparten. Recordar quiénes somos y las cosas que nos gusta hacer cuando no estamos corriendo pudo ser un tema, y es buena idea seguir haciéndolo después de la emergencia. Encontrar nuestro lado artístico, bailar, cantar, actuar, leer, escribir, pintar, dibujar… estoy segura de que muchos exploraron esas habilidades.
Fue tiempo de conocer y reconocer a la gente que está a nuestro alrededor, dedicar tiempo de calidad a las personas que queremos y podemos tener cerca, y hacer uso de lo virtual para reconectar con quienes están lejos, preguntar cómo están y escuchar, contestar cómo estamos y responder con más que un simple “bien”.
Si no fue así, creo que es momento de ponernos imaginativos, desempolvar la creatividad y la empatía humana que siempre han estado ahí esperando, y así encontrar respuestas, ya sea con los seres queridos o con uno mismo.
El planeta necesitaba un respiro. Nosotros también lo necesitamos, pero si no nos dimos el tiempo, aprovechemos para llenar nuestros pulmones con aire renovado. Seamos más conscientes de que estamos vivos, cuidemos de nosotros mismos y de los otros a nuestro alrededor; aprendamos a jugar, y demos paso también a la contemplación, la oración y reflexión, no solo en tiempos de emergencia, también en los de paz, cuando pase la tormenta. Siempre.