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Contra el populismo, elección a la vasca

El autor analiza cómo el mecanismo de elección del lehendakari por el Parlamento Vasco puede ser útil para fijar un cordón sanitario frente a los populismos.

Federico López

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Una ola de populismo azota las democracias liberales y, aunque ninguna esté exenta de caer en sus garras, parece que los modelos parlamentarios se han podido defender algo mejor.

Trump, Lula, Castillo, Petro y varias decenas de populistas alcanzaron la presidencia de sus respectivos países en un contexto de elevada polarización y por la mínima. Así, en 2022, el colombiano Gustavo Petro le sacó sólo 687.000 votos a otro populista, el derechista Rodolfo Hernández. Por otro lado, Lula se impuso hace unos meses a Bolsonaro por tan sólo 1,8 puntos, amplia distancia si se compara con los 0,26 que separaron a Pedro Castillo y Keiko Fujimori en Perú, en 2021. Caso paradigmático es el de Donald Trump en 2016, ya que con un par de millones de votos menos que su adversaria demócrata se hizo con los suficientes votos electorales para ocupar el Despacho Oval durante cuatro años.

Estos resultados no son casuales, todo el continente americano tiene un problema estructural y se llama presidencialismo. Esto no quiere decir que todos los problemas que sufre la región se deban a este sistema. Sin ir más lejos, es evidente que hay una gran diferencia entre los Estados Unidos y la mejor democracia latinoamericana. El presidencialismo es un factor, pero no el único.

Esto tampoco significa que el parlamentarismo sea inmune a la expansión populista. Hungría, Italia y Polonia, son regímenes parlamentarios y el nacionalpopulismo gobierna en ellos con el mismo o más poder que en los mencionados sistemas presidencialistas. Pero este no es sólo un fenómeno de derechas. Grecia ya paso por las manos de Syriza y en España, los martes, en el Consejo de Ministros se sientan al menos tres comunistas orgullosamente autodenominados con esa etiqueta.

Aún así, es evidente que el populismo lo tiene algo más difícil en los sistemas parlamentarios, al menos para obtener mayorías absolutas, pues compiten frente una pluralidad de partidos evitando situaciones tan polarizantes como las segundas vueltas en Latinoamérica. No obstante, como ocurre en España, los partidos de extrema izquierda y derecha pueden entrar en los ejecutivos de otra forma: pactando. Es ahí donde las formaciones pertenecientes al marco de la democracia liberal tienen que ser fuertes en valores y poner un cordón sanitario a toda forma de populismo.

Sin duda, esto puede generar preocupación y ansiedad en los partidos hegemónicos del centroizquierda y centroderecha, sobre todo cuando no han sido claros desde el principio en su veto a las formaciones extremistas, viéndose como un mal menor mucho más asumible que pactar con el “enemigo” de toda la vida. A fin de evitar este desagradable trago y mientras no tengan la suficiente altura moral para que se les revuelvan las tripas sólo de pensar en pactar con determinados partidos, una solución podría ser reformar el sistema de nombramiento de los presidentes del gobierno tomando como ejemplo el Parlamento Vasco.

En Euskadi, varios candidatos pueden participar en la sesión de investidura y no sólo uno, siempre y cuando hayan sido propuestos por un grupo parlamentario. Durante la sesión, todos los candidatos presentan su programa y se inicia un debate. Una vez finalizado se procede a la votación y aunque en la primera se requiere mayoría absoluta para ser elegido lehendakari, en la segunda será escogido el que más apoyos obtenga.

Con este sistema se evitan lo bloqueos, pues al menos en segunda votación siempre saldrá elegido un presidente del gobierno. Además, esto anima a los partidos a presentar sus candidatos y a llegar a acuerdos. Por poner un ejemplo, si en un parlamento de con cien escaños el partido de extrema izquierda obtiene quince; el de centroizquierda cuarenta; el de centroderecha treinta y cinco; y la extrema derecha diez, podrá ser elegido en segunda vuelta un gobierno de centro-izquierda con tan sólo un 40% de los votos afirmativos, cuando de otra manera, tendría que haber buscado el apoyo del partido de extrema izquierda para alcanzar los cincuenta y cinco escaños. Además, aumentan las posibilidades de que el partido de centroderecha desee pactar con el partido de centroizquierda, pues tienen un mayor incentivo a alcanzar cotas de poder apoyando a un gobierno que de todas formas iba a ser elegido, asegurando así una mayor estabilidad parlamentaria.

Este sistema de elección, además de mantener con mayor eficacia a los extremos populistas lejos del poder ejecutivo, proporciona una mayor estabilidad al sistema, a la vez que otorga un mayor poder a la cámara representativa de la sociedad.

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