Revista
ISSN en trámite
Azcapotzalco Número 1 / invierno, 2020 / Distribución gratuita
Historia, Arte y Literatura
El centro de “El Hormiguero”
Revista Azcapotzalco / 2
El Centro del Hormiguero por Vidal Llerenas Alcalde de Azcapotzalco
E
s probable que muchos no lo sepan, pero la primera mención explícita sobre Azcapotzalco está registrada en los Anales de Tlatelolco hace 865 años, en el 1155 d.C., con la llegada de los chichimecas. Esto convierte a nuestra alcaldía en una de las más antiguas, cuya existencia milenaria le ha permitido generar y acumular una vasta riqueza histórica y cultural. De ahí la pertinencia y relevancia que tiene la presente Revista Azcapotzalco: Historia, Arte y Literatura. Única en su tipo, constituye una suerte de caleidoscopio que nos devela a lo largo de sus coloridas hojas diversas joyas artísticas, arquitectónicas y culturales, al tiempo de recorrer algunos de los pasajes históricos que han ido moldeando carácter, identidad y orgullo de sus habitantes, los chintololos. Este primer número está enfocado en explorar su centro histórico por el cual se han cruzado, desde hace muchísimo tiempo, innumerables narraciones, tanto de oriundos como de avecindados y visitantes que han contribuido a forjar esta esforzada y noble tierra. Revista Azacapotzalco: Historia, Arte y Literatura se ha elaborado desde la mirada histórica, literaria y fotográfica. Es un ilustrativo recorrido que inicia con los hallazgos arqueológicos de su vasto patrimonio cultural y con las noticias de los asentamientos precursores de su actual urbanización, dando un vistazo a la época virreinal y a las edificaciones que se realizaron durante el Porfiriato hasta la modernidad del siglo XX. Siempre acompañado por leyendas y tradiciones que palpitan en el espíritu de todo chintololo. En este número inaugural se dan cita reconocidos y prestigiosos especialistas en sus respectivas áreas de investigación y materia. En este ámbito, llama la atención el hecho de que varios de los colaboradores, además de sus afanes profesionales, sean cronistas de Azcapotzalco, lo que sin duda manifiesta el talento que lo nutre. Estoy seguro de que más de un lector se llevará una agradable sorpresa y verá con otros ojos este atractivo territorio cargado de historia e historias que se quedan a vivir en nuestra mente y que nos invita a visitar, recorrer y transportarnos a su pasado y disfrutar de su presente. Azcapotzalco es un tesoro viviente de la Ciudad de México. Bienvenidos a descubrir el Centro del Hormiguero.
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Revista Azcapotzalco / 3
Revista
Azcapotzalco Historia, Arte y Literatura
Esta revista está realizada con el apoyo de la Alcaldía Azcapotzalco y de su titular el Doctor Vidal Llerenas Morales in memoriam Elisa Vargaslugo Rangel
Imagen en portada: Retablo de Santa Rosa de Lima Iglesia de los Santos Apóstoles Felipe y Santiago Fotografía: Sayabil Yac Cruz Sánchez
A quien redescubrió parte del patrimonio virreinal de Azcapotzalco
Revista Azcapotzalco. Historia, Arte y Literatura. Número 1 / El centro de “El hormiguero” / Invierno 2020
Alcaldía Azcapotzalco Alcalde de Azcapotzalco Vidal Llerenas Morales Director General de Desarrollo Social y Bienestar Arturo Vinicio Barajas Chávez Directora de Derechos Culturales, Recreativos y Educativos Piedad Melgarejo Torres Coordinadores de este número Julio Arellano Velázquez Piedad Melgarejo Torres Sergio Anzaldo Baeza Edición de este número Editorial Sello Grulla Fernanda Alva Ruiz-Cabañas - Editora
Consejo editorial Mtro. Alejandro Julián Andrade Campos, Mtra. Juana Cecilia Ángeles Cañedo, Dra. Clementina Battcock, Dra. Julie Anne Boudreau, Arqlgo. Luis Córdoba Barradas, Dr. José Antonio González Gomez, Dr. Daniel de Lira Luna, Mtra. Gabriela Olmos Rosas, Dra. Ramona Pérez Bertruy, Dra. Teresita Quiroz Ávila, Dr. Mario Rufer, Dr. Arturo Talavera González.
Imagen carta editorial: Foto área del Centro de Azcapotzalco, 1929. Atlas geográfico del D.F. Colección Villasana-Torres
Coordinación artística Atómica. Plataforma Multidisciplinaria Coordinadora Claudia Perulles Diseño e Ilustración Brenda Hinojosa Ch. Asistencia de Diseño y Arte Carlos Pacheco
revistaazcapotzalco@gmail.com Los textos aquí publicados son responsabilidad de sus autores. Reservados todos los derechos y prohibida la reproducción total y/o parcial sin autorización por escrito de sus autores. CC BY-NC-ND 4.0 D.R. Fototeca Nacional y Mediateca del Instituto Nacional de Antropología e Historia, México: 77_20140827-134500:3673, 77_20140827-134500:757284, 77_20140827-134500:689644, 77_20140827-134500:670491, 77_20140827-134500:824699 D. R. © “Mapoteca Orozco y Berra” administrada por el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera: 695-OYB-725-A, 2629-OYB-725-A, 2571-OYB-725-A, 0400-CGE-725-B D.R. © Colección Villasana-Torres D.R. © Colección Dux de Venecia D.R. © Atómica. Plataforma Multidisciplinaria 2020 ISSN en trámite
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Imagen Contraportada: “Mapa Atzcapotzalco”, 1929 MAPOTECA: 10400-CGE-725-B Agradecimientos Juan Carlos Chávez Becerril, Secretario Particular; Yuri Alejandro Meza Gómez, JUD de Centros Culturales, Cultura Comunitaria, Servicios Educativos y Bibliotecas / Monseñor Adolfo Miguel Castaño Foncesa, Obispo de Azcapotzalco y a los miembros de la Diócesis de Azcapotzalco / Arqlga. Nancy Domínguez Rosas, Enrique Escandón Valencia, Contador Othón Sánchez de la Barquera, relojero Armando Pérez Vega e hijos, Carlos Villasana Suverza, Jonas Zavala, Contador Público Alejandro Zanela / Baños Costa Azul, Café Sabami, Cantina Dux de Venecia, Papelería y mercería Casa Olivo.
Contenido El centro de “El hormiguero” Número 1 / invierno, 2020
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Carta Editorial
Vidal Llerenas Morales
Historia de una cabecera: invitación a conocer el centro de Azcapotzalco José Antonio González Gómez
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Trama y urdimbre: análisis en torno al emplazamiento urbano del Azcapotzalco prehispánico Las tecpan de Azcapotzalco: casas de gobierno de un pueblo José Antonio González Gómez
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Un barrio residencial en Azcapotzalco durante el Posclásico Tardío Nancy G. Domínguez Rosas
24
La historia antigua de Azcapotzalco a través de sus gobernantes Clementina Battcock
28
El corazón del hormiguero: apuntes a la historia del Centro de Azcapotzalco Julio Arellano Velázquez
37
Retablo de Santa Rosa de Lima de Cristóbal de Villalpando Luis Ignacio Sáinz
44 54
Ariel de la Riva Valdés
16
Gabriela Sánchez Reyes
Historiadores del arte y el conjunto conventual de Azcapotzalco Julio Arellano Velázquez
Radio Mictlan. Las voces del inframundo Miguel Ángel Pineda
12
La devoción de Santa Rosa de Lima, el retablo de Azcapotzalco y sus donantes
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Salón Cervantino Miguel Ángel Pineda
Azcapotzalco de Porfirio Díaz (extracto) Francisco Paez Moreno
58
El Dux de Azcapotzalco. 100 años de cantina Julio Arellano Velázquez
67
Corrido Dux de Venecia
68
10 datos sobre la Casa de la Cultura
72
Pochtecayotl (fragmento)
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Relatos de “El Hormiguero”
María Elena Solórzano
Julio Arellano Velázquez
Alejandro Brito Altamirano
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Blandina Gerardo Soriano Ángel “Permutas pasionales” Alberto Carbó Fernández
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Crónicas hormigas
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Yolanda García Bustos
Prólogo
Historia de una cabecera:
invitación a conocer el centro de Azcapotzalco por José Antonio González Gómez1 Hablar del centro histórico de Azcapotzalco inevitablemente nos lleva a invitar al lector a conocer las expresiones materiales y espaciales de historias heroicas, sórdidas, conocidas e ignoradas presentes en el corazón de la demarcación.
C
omo zona arquitectónica, el centro histórico de la alcaldía de Azcapotzalco ocupa 65 manzanas en un área aproximada de 0.99 kms.2 y, según la declaratoria presidencial de 1986, 151 edificios son considerados monumentos históricos, en los que se desplazan de forma apresurada y cotidiana, cientos e incluso miles de residentes y visitantes. Barrios, casonas, templos, plazas y avenidas que se localizan entre lo que fue la plaza principal del pueblo de Azcapotzalco, el antiguo palacio municipal, la iglesia parroquial de Felipe y Santiago con su antiguo convento dominico y los barrios de la Concepción Huitznahuac y San Simón Pochtlán, son escenarios de historias que generalmente utilizan los integrantes memoriosos de los pueblos originarios azcapotzalcas, para fijar imágenes de la riqueza de un pasado prehispánico, centrado en fiestas patronales, convivencias comunitarias y supervivencias étnicas de tepanecas y mexicanos. El pasado prehispánico en Azcapotzalco se muestra para propios y extraños con la alcaldía en su centro, más allá de la tradición y los documentos de archivo; y nos observa con fría mirada a través de la cabeza de la diosa Cihuacoatl-Malinalli, empotrada en la pared oeste de la fachada del templo de San Simón Pochtlán, en la parte intermedia de la estructura de su campanario, y se hace presente en las excavaciones arqueológicas que se realizan desde 1909 mostrando al público partes de plazas y plataformas constructivas con recubrimientos de estuco, millares de fragmentos cerámicos, malacates textiles y de figurillas antropomorfas, restos líticos que van desde metates, hasta navajillas prismáticas de obsidiana, y entierros con ofrendas, entre otros. 1
Agradecemos la introducción del doctor González Gomez, sus tesis de Maestría y Doctorado en Historia
y Etnohistoria, junto con los múltiples artículos que ha publicado sobre Azcapotzalco, son punto de partida del primero número de la Revista Azcapotzalco: Historia, Arte y Literatura.
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José Antonio González Gómez
Panorámica del Centro de Azcapotzalco donde se puede ver la Casa de la Cultura y la Catedral, 2020. Foto: Jorge Luis González Reyes La inclemencia del tiempo ha desaparecido templos y plazas prehispánicas, mercados y juegos de pelota, los edificios de gobierno o casas Tecpan de las antiguas parcialidades tepanecas y mexicas, aunque estas últimas siguieron funcionando hasta las primeras décadas del siglo XIX, cuando fueron ocupadas por las autoridades municipales de Azcapotzalco; sin embargo, muchas muestras del pasado colonial y decimonónico de la alcaldía y de sus historias, pueden ser apreciadas en nuestro centro histórico por propios y extraños. La riqueza y complejidad de la vida religiosa de los barrios y cabecera del Azcapotzalco colonial se aprecia en su arquitectura, ornamentos, esculturas y retablos sobrevivientes que están presentes, tanto en la iglesia parroquial de Felipe y Santiago Azcapotzalco, como en su convento y las capillas de barrio abiertas al culto. La información documental refiere además el gran patrimonio acumulado por las instituciones religiosas establecidas en Azcapotzalco como, por ejemplo, el de la Cofradía de la Virgen del Ro-
sario fundada a finales del siglo XVII por el capitán Roque Ruiz en el sitio de la primitiva iglesia parroquial franciscana, en pleno centro del Azcapotzalco prehispánico. Dicha cofradía que agrupó a los notables de Azcapotzalco mientras existió, pudo hacer su propia capilla ricamente decorada con retablos, pinturas y esculturas además de proporcionar culto a la Virgen que rivalizó con las fiestas patronales de Azcapotzalco, logrando
acumular por compras, donaciones y herencias, bienes preciosos como la nave de plata maciza sobre la que se sostenía la imagen mariana junto con la del Niño Jesús, lámparas, candelabros, custodias, cálices de metales preciosos e innumerables alhajas y adornos, como coronas de plata con sus piedras, collares y pulseras de perlas, lazos de esmeraldas, calabacillas engastadas en perlas, oro y plata, aretes de oro con esmeraldas, rosarios de
Monolito incrustado en el primer cuerpo de la torre del templo de San Simón y San Judas Tadeo, Barrio de Pochtlán (“Lugar de los comerciantes”), 2020. Foto: Karen Paredes Ávalos
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Prólogo
Fachada del templo de los Santos Apóstoles San Simón y San Judas Tadeo. La construcción data de finales del XVI, pero tuvo importantes transformaciones e intervenciones arquitectónicas en el siglo XVIII , 2020. Foto: Karen Paredes Ávalos
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José Antonio González Gómez
Vista área del Jardín Hidalgo, antigua plaza principal del pueblo de Azcapotzalco, 2020. Foto: Jorge Luis González Reyes filigrana y sandalias de plata sobredoradas, cintillos con piedras verdes y labores de oro, etc., que desafortunadamente fueron mermadas y desaparecieron por sucesivos robos cometidos a manos de sacristanes indígenas, sacerdotes y ladrones comunes, en los años de 1719, 1828, 1873, 1890 y 1896. Frente a la centenaria iglesia parroquial (levantada en el siglo XVI y reconstruida luego del temblor de 1653) se encuentra la antigua plaza colonial de Azcapotzalco , hoy Jardín Hidalgo. Como muchos saben, la plaza fue escenario junto con el vecino atrio, de la última batalla por la Independencia, el 19 y 20 de agosto de 1821, entre las fuerzas realistas de la ciudad de México y las tropas del Ejército Trigarante de los generales Anastasio Bustamante y Luis de Quintanar. El día 19, horas antes de la batalla, los generales ordenaron al cabildo de Azcapotzalco, que los naturales del pueblo, construyeran un parapeto y muros de tierra para los fusileros, frente al atrio, iglesia y convento, donde se resguardaban las tropas realistas. Pero pocos conocen que en esa misma plaza, años antes, cuando las partidas insurgentes bajo el mando de Antonio Cañas, Pedro “El Negro”, Manuel González y otros, hostigaban ranchos, haciendas y pueblos cercanos a la capital por órdenes de Morelos, llevó a la instalación en 1812 de un batallón de patriotas realistas en Azcapotzalco, formando cuartel al lado de la plaza, contando aproximadamente con cincuenta elementos armados de trabucos. Dicho batallón, estuvo formado por criollos oriundos de Azcapotzalco y Tacuba, cuya participación radicaba en las labores de reconocimiento y defensa contra las gavillas insurgentes. Sin embargo, este cuerpo perdió todas sus armas durante la noche del 24 de junio de 1813, cuando un pequeño grupo de insurgentes entró al pueblo de Azcapotzalco en silencio,
llegando al cuartel de los patriotas realistas que se encontraba desprotegido, pudiendo así llevarse todas las armas de fuego, huyendo sin dificultad, pese a la movilización de los vecinos y los patriotas desarmados. Se acusó a los militares que por estar jugando billar dentro del cuartel, habían descuidado sus deberes. Además, esta misma plaza mayor de Azcapotzalco fue escenario de ceremonias cívicas como la del 16 de diciembre de 1898, donde se nombró oficialmente a la villa de Azcapotzalco como “Azcapotzalco de Porfirio Díaz”, y lugar también del posterior acto oficial de septiembre de 1915, con las autoridades municipales revolucionarias, de cambiar el nombre a la villa de “Azcapotzalco de Porfirio Díaz”, por el de “Villa Azcapotzalco “, en ceremonia presidida por el prefecto político de Tacuba. En adición a eventos políticos y militares, la plaza fue el espacio donde se llevaron a cabo a finales del siglo XIX, las fiestas anuales de la Villa de Azcapotzalco visitadas por cientos de capitalinos, donde hubo verbenas, corridas de toros y bailes, así como la atracción principal, los juegos de azar en forma de ruletas, mesas de apuestas, y partidas de tres cartas y del ocho, que ocupaban no solo la plaza, sino también la calle principal (Avenida Azcapotzalco), junto con los portales, casas y zaguanes aledaños al centro de la villa. Historias como estas, son parte del centro histórico de Azcapotzalco y de su población; para conocerlas y gustar de ellas, solo se requiere ir allá, con la mente abierta y el ánimo dispuesto, y encontrar que la Historia de nuestra alcaldía, es una relación activa y significativa de sus habitantes con un pasado, que de ninguna manera está muerto y enterrado, sino que es guía que se compara con un presente mutable pero fijo en raíces antiguas y ancestrales. •
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Narrativa
Radio Mictlan Las voces del inframundo por Miguel Ángel Pineda1
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onocí a Marcela en la UAM- Azcapotzalco, había llegado de Bogotá, Colombia, a cursar un seminario sobre Biotecnología como parte de un intercambio estudiantil. Me cayó bien a partir de una plática que tuvimos en el receso, el mismo día que nos convocaron para el acto de bienvenida. Durante esa reunión, el director del programa advirtió a los estudiantes extranjeros que por ningún motivo tomaran la ruta que va hacia Tacuba y que pasa por Azcapotzalco, recomendaba que era más seguro llegar directamente al metro Rosario. En ese momento formaba parte del comité estudiantil que daba la bienvenida, ya apunto de despedirme de Marcela le comenté que vivía precisamente cerca del centro de Azcapotzalco, de pronto noté su gran entusiasmo por conocer ese lugar al que tanto habían advertido que no se acercaran. Sobre eso Marcela me dijo: Rocío, en Colombia le dicen lo mismo a los extranjeros, que no vayas por ahí, que no andes por allá, pero lo que yo he aprendido en mi área de estudios es meterme en los lugares donde hay más restricciones, con la debida precaución. Acordamos que nos reuniríamos la siguiente semana, al terminar la clase. Nos vimos el 2 de noviembre, la UAM decidió suspender sus actividades hasta el mediodía, lo que nos permitió salir hacia el centro de Azcapotzalco. Inmedia-
1
tamente pasó a nuestro lado un grupo de niños disfrazados de monstruos. Más adelante se detuvo en el semáforo una caravana de autos cubiertos con lodo y decorados con una especie de mezcla entre personajes de películas de terror y esqueletos que hacían alusión al tradicional Día de muertos. Marcela no lo podía creer, quedó impactada, se rehusó a tomar fotografías o videos con su celular. Ella conocía mucho sobre historia, especialmente sobre las civilizaciones antiguas de América, como las de Perú y México. Sentía que formaba parte de algún relato que leyó en otro momento, aunque reconoció que su imaginación no se hubiera aproximado a lo que veía. Hicimos un recorrido por Avenida Azcapotzalco, una vialidad que había sido remodelada, dando prioridad a los peatones y las actividades artísticas, la gente que por ahí circulaba prefería en todo caso usar bicicleta. Dimos vuelta por una calle y llegamos a las ofrendas que la Alcaldía ponía cada año en la explanada, el colorido era inmenso, pasamos por el mercado, lleno de flores de cempasúchil, nos dirigimos hacia la iglesia, y al terminar de contarle la leyenda de la hormiga en el campanario, dijo que era como si estuviéramos viajando al mismísimo Mictlan. Afuera, a un lado de la Casa de la Cultura, desfilaban por la calle personajes con trajes de Catrinas, Calaveras y Lloronas, en la parte final de
Miguel Ángel Pineda, Maestro en Letras Mexicanas por la FFyL, UNAM. Actualmente trabaja en la Casa de la Cultura de Azcapotzalco.
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José Antonio González Gómez la fila, avanzaba un camión con una plataforma sobre la que bailaba un grupo caracterizado como “pachucos “ y “rumberas”, con el rostro pintado de calavera. Venía alguien hablando por micrófono a la comunidad para que participaran en su recorrido, decía: “Radio Mictlan. Las voces del inframundo... está transmitiendo en vivo y directo...los invitamos para que nos acompañen a recorrer el centro de Azcapotzalco”. Decidimos acompañarlos, no sin antes pedirle a alguien de la caravana que nos proporcionara un poco de maquillaje para pintar nuestro rostro y formar así parte del grupo. En uno de los contingentes venían jóvenes a bordo de unos triciclos, eran los “tlachicletos” vendían pulque. Le invité a Marcela un curado de tuna, no sin antes explicarle brevemente el mito de Quetzalcóatl, y lo representativo que es el pulque para los mexicanos. En el Jardín Hidalgo ya todo era prácticamente una fiesta. En cada comercio había una ofrenda, se notaba el mejor esfuerzo y creatividad de la gente, además había bailes tradicionales, teatro y música de todo tipo. De ahí nos fuimos con el grupo de “rumberas y “pachucos””. Nos cayó bien el locutor de la radio, llegamos al pueblo de San Juan Tlilhuaca, en donde cuentan que hay brujos y unas personas a las que llaman “animeras”. Regresamos al barrio de Nextengo, el amigo de la radio nos presentó a María Elena Solórzano y
Julio Arellano, entre otros cronistas importantes de Azcapotzalco, mismos que darían una plática en un lugar conocido como la Casa de la Palabra. Al llegar ahí, nos dieron nuestra “calaverita”, que consistía en una bolsa con dulces y frutas. Nos explicaron todo lo referente al México prehispánico, la época colonial, y así hasta la actualidad, momento en el que se estaban llevando amplios proyectos de recuperación del patrimonio histórico y su pertinente modernización. Conocimos la casa en donde vivió el cantante José José, muy admirado en Colombia, me contó Marcela. Cerca de aquella casa se encontraba una escultura, en un parque al que llamaban, el parque de la China. En un rincón se reunían un grupo de cantantes, que imitaban a José José pero disfrazados de calaveras. Invitaban a los que pasaban una prueba de mezcal o tequila. Nuestro amigo debía transmitir un programa más de radio, y nos invitó a un lugar, “El Dux de Venecia”, en el piso de arriba, alrededor de una mesa, se realizaba un homenaje póstumo a los poetas que habían muerto ese año. Al finalizar apreciamos la lectura del trabajo de todos los poetas de Azcapotzalco, duró toda la noche. Al abrir la puerta nos lastimó los ojos la luz del sol, fue como despertar de un sueño del que no se quiere despertar. Ahí mismo tomamos el transporte que nos llevaría de regreso a la UAM. •
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Textos Universitarios
Trama y urdimbre:
análisis en torno al emplazamiento urbano del Azcapotzalco prehispánico* por Ariel de la Riva Valdés1
L
as ciudades son por definición conjuntos de sistemas que ejercen poderes políticos, administrativos, económicos y religiosos dentro de una región geográfica y una condición histórica, establecidas en un ambiente natural que ha sido forzado por el empuje de estos conjuntos a modificarse e incluso a desaparecer. Azcapotzalco fue uno de esos asentamientos que alcanzó su importancia regional después de estar sujeto por un largo tiempo a otros señoríos como Tenayuca. A lo largo de su historia como pueblo-sujeto, tributó a estos señoríos y a la caída de estos, Azcapotzalco fue uno de los pueblos que recibió a los pobladores inmigrantes. Este territorio ha sido transformado constantemente. Se pueden considerar cuando menos seis grandes cambios en el paisaje urbano de Azcapotzalco y que son relativos al propio “espíritu del tiempo”: prehispánico, colonial, decimonónico, porfiriano, siglo XX y contemporáneo. Si bien los periodos en los que se debe extender la comprensión de la evolución del paisaje urbano son muchos, este artículo se enfoca en la interpretación de los puntos de asentamiento en la etapa prehispánica. Estos puntos de asentamiento aún son visibles como centros de los pueblos y barrios originarios, y guardan en su interconexión la clave del desarrollo territorial hasta nuestros días. A través de estos puntos de asentamiento se pueden descifrar los modelos de
emplazamiento urbano que definieron los modos de habitar de los antiguos pobladores de Azcapotzalco. En la época tepaneca los principales ejes estaban dados por corresponder una ruta paralela al lago de México (norte-sur), que permitía mantener el control del lago desde el noroeste del valle, también dos ejes perpendiculares entre sí y a 45° del eje norte sur, que conectaban a Azcapotzalco con México-Tlatelolco, Naucalpan, Tlalnepantla y los poblados ribereños. De esta manera, existía el control dado desde el centro de Azcapotzalco, en donde autoridades religiosas y políticas tenían interacción con los habitantes y representantes de cada uno de los barrios y poblados bajo su dominio.
Emplazamiento Azcatl-poxcalli-co (“El lugar de la casa de las hormigas”), fue una ciudad tepaneca ribereña al noroeste de la actual cuenca de México. Su emplazamiento dependía de 3 factores: primero, por la relación con el eje 45° que la conectaba con Teotihuacán; segundo, su proximidad con el lago; y tercero, la ubicación de los ríos que escurrían de la sierra de Los Remedios a través de este territorio, los cuales proveían de agua dulce a las poblaciones alejados de la ribera.
* Extracto de la tesis de licenciatura Centro Nutricional de Producción Urbana de Alimentos de la Facultad de Arquitectura de la UNAM. 1
Arquitecto de formación. Estudió la carrera en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, con una estancia de un año en la Universidad de
Sevilla, España. Actualmente es Jefe de la Unidad Departamental de Estudios y Proyectos de la Dirección General de Obras de Azcapotzalco.
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Ariel de la Riva Valdés
Cercanías y lejanías
Conjunto Su traza urbana comprendía un esquema en forma de caracol que interconectaba los poblados periféricos (concha) hacia el centro religioso (ápice), lo cual permitía tener comunicación efectiva con el centro urbano y de esta manera hacer eficientes los intercambios comerciales y la protección ante posibles amenazas. Había tres tipos de poblados: los ubicados en la planicie, los de marisma o playa de lago (con sistemas de chinampas), y los isleños, estos últimos conectados a través de rutas acuáticas. El conjunto de caminos que conectaban con el centro, guarda una relación de distancia que se puede recorrer en lapsos de entre 6 a 8 minutos en trote ligero, lo cual nos indica que los poblados entre sí conservaban una óptima comunicación; la relación de distancia es progresiva a partir del centro y hacia los extremos, lo cual sugiere que al entrar en Azcapotzalco se tenía la sensación de arribar con inmediatez hasta el centro urbano, teniendo la sensación opuesta al partir.
La relación que existe entre poblados está determinada a partir de la proporción 1:1.5c de manera intermitente, es decir, que los intervalos que generan con respecto el centro de Azcapotzalco a partir de los primeros 260 metros guardan una regularidad de 1 hasta 1.5 veces su distancia.
Intersecciones Los poblados se insertan en lugares estratégicos ya sea para dominar una zona con recursos naturales (agua dulce, madera, arcillas, minería, animales de cacería, etc.) así como llanuras de cultivo. Esta configuración convergente en el centro de Azcapotzalco se ordena a través de caminos. Estos caminos a su vez confluyen con el modelo de espiral logarítmica o caracol que emplaza a los pueblos, en donde podría estar indicando poblaciones que desaparecieron como Ahuehuetitlán, barrio de Tlilhuacán, o probables puntos de desarrollo habitacional o de reunión militar.
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Textos Universitarios
Atrio Son 12 los caminos entre los poblados y el centro, que conservan una relación de cercanía con un camino próximo, generando 5 grupos de caminos, y otros 2 caminos norte y sur. Emplazan 7 áreas vestibulares o atrios al pie de la Ciudad en un perímetro cuadrangular de 470 m por lado; Estas áreas vestibulares no solo son arribo de mercancías para Azcapotzalco, sino también son indicativas de la ruta a seguir para llegar a cualquier población.
Jerarquía La ubicación tentativa de lo que fue el punto fundacional o de convergencia de los poblados de Azcapotzalco se encuentra en la proximidad de la Catedral de Azcapotzalco. Al desarrollar la espiral logarítmica emplazada con los asentamientos urbanos tenemos el ápice del caracol que nos indica que el Centro primigenio de Azcapotzalco (acaso del Huey
Teocalli) en el sector que comprende la intersección de la calle de Tepanecos y Belisario Domínguez en su sector norte-este, y un cuadrángulo de 46 m por lado. La condición actual de Azcapotzalco nos orilla a replantearnos el entendimiento de la ciudad, a través de su trama y urdimbre trastocada con parches, remiendos, extensiones y roturas. Ante tal situación, es menester comprender los hilos que fueron configurando y emplazando el “aquí” y el “allá” de esta urbanidad chintolola. Se puede afirmar que vivimos en conjuntos de sistemas que a su vez pertenecen a sistemas más grandes, y de los cuales dependen otros más pequeños. Una característica entonces de la ciudad es el propio caos derivado de sus procesos y que puede ser ordenado de maneras más o menos eficientes, siempre que se conozcan las diversas interacciones que hay entre estos, entendiendo que todos estos procesos derivan de sistemas de mayor media o menor escala, dependiendo en que parte de esta estructura se encuentre el Habitador. •
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Ariel de la Riva Valdés
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Poblados Nahuatlacas de Azcatlpoxcallico 5 Tetecallan
Donde hay muchas casas de piedra
13 Huexotitla
Donde abundan los Huejotes o Sauces
20 Ahuehuetitlan Donde abundan los ahuehuetes
27 Xalpan Sobre la arena
6,7 Izquitlan
Lugar del maíz Tostado
14 Tlamatzinco Lugar de Tlamatzincatl, advocación del Dios Tezcatlipoca
21,22 Tetlanmann
Azcatlpoxcallico Casa de las Hormigas
8,9 Atenco
A la orilla de; 8 Embarcadero de Acalotenco
15 Tomatlan En donde abundan los tomates
23 Acolnahuac Amolonco
Donde se encienden teas; Lugar de la Diosa Cuauxolotl Chantico
Junto a los Acolhuas; Amolonco: donde borbotea el agua
28 Tlilhuacan
29 Huautla
Lugar donde tienen lo negro
Donde abunda el huautli, amaranto
2 Huitznahuac Lugar rodeado de espinas; los Dioses de las estrellas del sur
10 Nextengo En el Cerco de Ceniza
16,17 Acahualtongo En el lugar del acahualli, la hierba seca
24 Amantlan Huexotla
Entre los artesanos o amantecas; Huexotla: entre los ahuejotes
30 Coltongo
En el lugar de Coltzin, el venerable encorvado
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3 Pochtlan
Lugar de los comerciantes; Dios Yacatecuhtli
11 Acayocan
Lugar lleno de cañas, o cañaveral
18 Atzacualco En la represa o construcción para el agua
25 Xochinahuac Junto a las �lores
31 Xocotitlan
En donde está Xocotl Otontecuhtli, dios del fuego de los otomíes
4 Amalinaltzinco En lugar del pequeño Malinalli, o hierba torcida de agua
12 Xaltelolco Tequitl
Lugar del montículo redondo de arena; Tequitl: tributo
19 Cuauhcalco Entre la casa de las águilas
26 Ahuexotlan
Entre los ahuejotes; árboles de sauce de agua
32 Xochimanca
Lugar de los artesanos xochimanque, oficiales que elaboran adornos de �lores
Artículo
Las tecpan de Azcapotzalco: casas de gobierno de un pueblo* por José Antonio González Gómez1
A
ntes de la conquista militar del ejército hispano de Cortés y de sus aliados indígenas, el gobierno de las comunidades rurales y urbanas en la mayor parte de Mesoamérica radicaba en edificios llamados en náhuatl, Tecpan, en maya Noj najil jala’ach, y en purepécha Yrechecuaro. Los testimonios documentales y las investigaciones arqueológicas parecen indicar que al menos en el centro de México, cada tecpan como casa de gobierno, tenía un doble carácter, el de ser la casa y espacio de la comunidad gobernada, además de ser vivienda del linaje de los gobernantes o tlaloques, “los que mandan”, que dirigían toda una jurisdicción o territorio.
Los tecpan prehispánicos
U
n tecpan prehispánico en su carácter de palacio de gobierno, podía comprender una estructura arquitectónica conformada por cuartos, grandes salas, corredores, patios interiores y exteriores, accesos, así como por una barda perimetral, pudiendo tener uno o dos niveles constructivos, y se podía definir no sólo por su tamaño y elaboración sino también por su multifuncionalidad, ya que en él se podían realizar simultáneamente, distintas actividades políticas, jurídicas, ceremoniales, sociales y económicas, individuales, grupales y/o colectivas, en sus distintos espacios
y estructuras. Para mantener estos tecpan y a sus ocupantes, existían tierras asociadas denominadas en la Cuenca de México, tecpantlalli (tierras del tecpan), que los macehuales del territorio trabajan por obligación para que los productos cultivados financiaran la existencia de esa casa de gobierno y de sus ocupantes. Las representaciones jeroglíficas de los tecpan que aparecían en los códices prehispánicos, enlazaban en la mente de los lectores, las características de prestigio, riqueza y poder adscritas a un edificio, a través de la composición gráfica de combinar el copilli, o diadema en punta usada por los tlatoques, a la estructura arquitectónica, junto con un friso de discos sobre el dintel de acceso, donde estos discos horadados color verde o blanco, representaban las cuentas preciosas de chalchihuitl, símbolos de la riqueza y la fertilidad (Ver Fig. 1). Dicho motivo de disco, como símbolo de lo precioso, fue usado para denotar la virtud de la autoridad política, y siguió asociado al tecpan hasta la época colonial (Ver Fig. 2). Después de la conquista, algunos tecpan sobrevivieron a la época virreinal, aunque conquistadores y encomenderos se apropiaron de los principales, mientras que otros por diversas causas se destruyeron con el paso de los años, o bien algunos fueron vendidos como terrenos y otros más se convirtieron en bancos de materiales para la construcción de los nuevos edificios novohispanos.
* El presente texto es una síntesis del ensayo “Las tecapan de Azcapotzalco: conflicto, propiedad e identidad en un pueblo de la Cuenca de México, a principios del siglo XIX”, de José Antonio González Gómez, publicado en línea, en el portal red social para académicos, Academia.edu: https://www.academia.edu/39330867/ Las_Tecpan_de_Azcapotzalco_Conflicto_propiedad_e_identidad_en_un_pueblo_de_la_Cuenca_de_M%C3%A9xico_a_principios_del_siglo_XIX 1
Doctor en Historia y Etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología. Colaborador en la Dirección de Etnohistoria, INAH.
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José Antonio González Gómez
Fig.1
Fig.2
Fig. 1. Glifo de Tecpan con el copilli y chachihuites del Códice Mendoza en Susan T. Evans, 2005 Fig. 2. Tecpan de San Juan Moyotla (1565) de la Ciudad de México del Códice Osuna en Susan T. Evans, 2005
Los tecpan coloniales
L
os tecpan que siguieron funcionando en el periodo colonial, continuaron siendo asiento de gobierno de comunidades indígenas, tal y como se observa en los tecpan dibujados en el Mapa de México de 1550, depositado en la Biblioteca de la Universidad de Uppsala, Suecia.El estudio que realizó la Dra. Susan T. Evans de este importante documento, reveló la existencia de tres tipos de tecpan, que fueron: 1. El típico tecpan (A), representado como una visión frontal del glifo prehispánico, probablemente como sede de una variedad de gobiernos indígenas menores. (Ver Fig. 3) 2. Un tecpan individualizado (B), donde la forma típica se combinó con arquerías y torrecillas de estilo europeo. Estos tecpan fueron sedes de cabeceras políticas indígenas mayores análogas a la alcaldía mayor o al corregimiento. (Ver Fig. 4) 3. Los tecpan como auténticos palacios y grandes mansiones de estilo europeo (C), con variaciones individualizadas de los frisos, probables residencias de una nobleza indígena e hispana. (Ver Fig. 5) Estos distintos tipos de tecpan, aparecieron por desarrollos socioeconómicos distintos y simultáneos. Como gran mansión de estilo europeo, este tipo de tecpan surgió de la unión de encomenderos y grandes funcionarios hispanos con los linajes indígenas que conservaron riqueza y poder, dando origen a este tipo de construcción entre 1525-1550. En el mismo periodo, los otros dos tipos de tecpan coloniales, conservaron y fortalecieron su doble carácter de casa de comunidad indígena, centro político, administrativo local y regional de un orden colonial, abandonándose paulatinamente su anterior carácter de residencia familiar del gobernante en turno.
Fig.3
Fig.4
Fig.5 Fig. 3. Casa Tecpan del Mapa de México de 1550 que se localizaba entre Coyoacán y Mixcoac Fig. 4. Casa Tecpan en la vecindad de la Iglesia de San Hipólito, al lado del acueducto que venía de Chapultepec a la ciudad de México Fig. 5. Casa Tecpan dentro de la traza de la ciudad de México. Se encontraba entre el convento de San Francisco y la Plaza Mayor
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Artículo Éstos fueron los casos de las casas tecpan de los tipos A y B, como las casas tecpan de Metztitlán (con su cárcel de carácter local en 1725 para indios deudores de tributos o reos de causas ligeras), el tecpan del pueblo de Chalco y su casa de cabildo, transformado en 1759 en cárcel y casas reales, el tecpan de Santiago Tlatelolco, como cárcel, juzgado y escuela en los siglos XVII y XVIII, el Real tecpan de San Juan Tenochtitlán constituido en el siglo XVIII, como juzgado, cárcel y casas reales, y el tecpan del pueblo de San Gabriel Tacuba, sede del Corregimiento del mismo nombre, con su cárcel y cabildo para los siglos XVII y XVIII
Las casas tecpan de Azcapotzalco
N
o hay datos arqueológicos sobre el o los tecpan prehispánicos en Azcapotzalco; se ha planteado que a principios del siglo XVI, en el gobierno y territorio de Azcapotzalco, denominado altepetl en náhuatl, dependiente de la ciudad vecina de Tlacopan y tributario de México-Tenochtitlán, había un tlatoque que gobernaba y administraba dos parcialidades étnicas distintas (tepanecos y mexicanos), cada una con sus propios funcionarios, dependientes de este mencionado tlatoque, que era reconocido por los señores de Tlacopan, e impuesto por los de México-Tenochtitlán, al seleccionarlo de entre los miembros menores de la dinastía real de la ciudad. En este contexto, se puede plantear la posibilidad que en el Azcapotzalco del Posclásico tardío, solo había un tecpan, el de la parcialidad mexicana, donde gobernaba el tlatoque nahua que estaba emparentado con los señores de México-Tenochtitlán, y donde dentro de un área secundaria de este tecpan, funcionaba la jefatura tepaneca. Esto se explica porque en Azcapotzalco las dos parcialidades no estaban en relación de equidad política, pues la mexicana se imponía políticamente por sobre la tepaneca, como consecuencia de haber sido vencedores en la Guerra contra Azcapotzalco de 1430, y esto implicaba que aunque cada parcialidad tenía su propia jefatura, éstas no necesariamente contaban con su respectivo tecpan, ya que un tecpan proporciona prestigio y poder a la jefatura menor tepaneca, rivalizando así con un gobernante mexica foráneo, impuesto y reconocido por las estructuras políticas de la Triple Alianza, de México-Tenochtitlán y de Tlacopan. Ante estas condiciones, es más verosímil plantear que para principios del siglo XVI, el tlatoani de Azcapotzalco residiera y gobernara en un tecpan situado en el centro cívico-religioso del altepetl, posiblemente donde el Cabildo de la Ciudad de México, diera el 14 de agosto de 1528, un solar en mer-
ced denominado Tepancale al Adelantado Francisco de Montejo, encomendero de Azcapotzalco, a través de su hermano, Juan de Montejo, administrador de su encomienda, para que el Adelantado construyese allí su casa. Posiblemente este predio donde se construyó la casa del encomendero y donde vivieron los mayordomos y administradores de los Montejo, mientras estos disfrutaron la encomienda, sea el sitio del Tecpancalli o casa del gobierno del altepetl de Azcapotzalco. Esto sugeriría que las casas tecpan de las parcialidades de mexicanos y tepanecas, se construyeron entre 1530 y 1550, como espacios políticos y construcciones coloniales, que primero fueron ocupados por los caciques-gobernadores, y luego de sucesivos oficiales nombrados por la administración colonial, hasta finalmente por los cabildos indígenas de cada parcialidad étnica, teniendo estas casas tecpan como referencia espacial y política, el antiguo sitio del Tecpancalli, ocupado ya por la casa de la encomienda de Montejo, localizada al parecer al oeste de la antigua plaza mayor de Azcapotzalco, frente a la iglesia y convento dominico. En una serie de descripciones tardías y fragmentarias de principios del siglo XIX, que provienen de un expediente del Archivo General de la Nación, se puede proponer de manera general, que las dos casas tecpan de Azcapotzalco, contaban con su muro perimetral, un patio externo y posiblemente patio interno, corredores, una sala capitular, su respectiva capilla con la imagen del Divino Señor, varias recámaras y cuartos, además de la cárcel local, que estaba anexa a la casa tecpan de mexicanos. Según un mapa de 1854 (Ver Fig. 6), las casas tecpan de mexicanos y tepanecos, se localizaban un tanto alejadas del eje principal de la traza del pueblo, estando la casa tecpan de tepanecos al frente a la parroquia de San Felipe y Santiago el Menor, y la casa tecpan de los mexicanos, de menor extensión, se encontraba a un costado de la misma (Ver Figs. 7,8,9 y 10). Los datos documentales del expediente denominado “Los vecinos de Azcapotzalco, sobre que se trasladen a sus antiguas capillas, las dos imágenes que se colocaron en la Parroquia”, localizado en el AGN, Ramo Bienes Nacionales, Año de 1826, Vol. 1172, exp. 2, fojas 1-28, indican que durante toda la época colonial y principios del siglo XIX, las casas tecpan de Azcapotzalco fueron centros activos y bien cuidados de una organización jerárquica y étnica de carácter político-territorial, que funcionaba localmente con gran representatividad, bajo el liderazgo de los funcionarios indígenas locales, con la cobertura religiosa de una mayordomía dedicada al Divino Señor, un culto que permitió hasta 1826, la guarda y continuación del orden tradicional y la identidad comunitaria de la población de naturales mexicanos y tepanecos de Azcapotzalco. •
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Fig.6 “Plano topográfico de la Villa de Bustamante y Quintanar. Antiguo pueblo de Atzcapotzalco”, 1854. Colección Mapoteca Orozco y Berra. MAPOTECA: 695-OYB-725-A
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Artículo
Fig.7
Fig.8 Fig.7 “Plano de Azcapotzalco. Año de 1857”, Colección Mapoteca Orozco y Berra NO.MAPOTECA: 2629-OYB-725-A Fig.8 Detalle del “Plano de Azcapotzalco. Año de 1857” Fig.9 Detalle del “Plano Topográfico de la Villa de Bustamante y Quintanar”, 1854
Fig.9
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T
M
Fig.10 Ubicación de las casas tecpan en plano de la actual Alcaldía de Azcapotzalco, Google Earth 2020 T: La Tecpan de Tapanecos estuvo en el predio que fue de los Talleres de la extinta R-100 M: La Tecpan de Mexicanos estuvo en el predio que hoy ocupa la escuela primaria Vicente Alcaraz
Referencias ▶▶ Carballo, David M., “La casa en Mesoamérica”, Arqueología Mexicana, Vol. XXV, Núm. 140, julio – agosto, 2016, pp. 30-35. ▶▶ Castañeda De La Paz, María, “Dos parcialidades étnicas en Azcapotzalco: Mexicapan y Tepanecapan”, Estudios de Cultura Náhuatl, No. 46, julio-diciembre, 2013, pp. 223-248. ▶▶ Córdoba Barradas, Luis, “Los barrios tepanecas y mexicas en Azcapotzalco a partir de los trabajos de salvamento”, Arqueología Mexicana, Vol. 23, Núm. 136, noviembre-diciembre, 2015, pp. 46-49. ▶▶ Evans, Susan Toby, “Architecture and authority in an Aztec Village: Forma and function of the tecpan”, en Harvey, Herbert R. (ed.) Land and Politics in the Valley of Mexico. A two Thousand Year Perspective, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1991, pp. 63-97. ▶▶ Evans, Susan Toby, “Disk Motits in the Mapa de Mexico de 1550 (Uppsala Map or Mapa de Santa Cruz)” en Kepecs, Susan y Rani T. Alexander (eds.), The Postclassic to Spanish-Era Transition in Mesoamerica: Archaeological Perspectives, Albuquerque, University of New Mexico Press, 2005, pp. 13-36. ▶▶ León-portilla, Miguel y Carmen Aguilera, Mapa de México Tenochtitlán y sus contornos hacia 1550, IIH - UNAM, 2016, México. ▶▶ Rocha Miranda, Evelyn Citlali, La conformación del paisaje urbano en Atzcapotzalco, Tesis de Licenciatura de Arquitectura Paisajista, México, UAM-Azcapotzalco, 2004.
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Novedades
Un barrio residencial en Azcapotzalco durante el Posclásico Tardío* por Nancy G. Domínguez Rosas1 Los códices, documentos coloniales y excavaciones arqueológicas en la demarcación de la actual alcaldía de Azcapotzalco, han sido una inagotable fuente de información sobre lo que pudo ser la traza urbana de este altépetl durante el posclásico tardío. Sin embargo, hasta el momento no se había logrado definir con certeza la ubicación de las zonas habitacionales que conformaron el núcleo de la ciudad.
Plataforma doméstica mexica, Posclásico Tardío (1350-1520 d.C.). Vista general. Foto Arqlga. Nancy G. Domínguez Rosas. Archivo del Proyecto Arqueológico Nueva Jerusalén, Paseo de las Hormigas. DSA-INAH. 1
Arqueóloga e investigadora de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH.
*Toda la información aquí contenida es propiedad de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH, cualquier uso indebido respecto a ella será sancionado de acuerdo a la legislación vigente.
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Nancy G. Domínguez Rosas
I
nvestigaciones recientes en el Centro de Azcapotzalco arrojaron a la luz una de las plataformas prehispánicas más grandes registradas en el área. Con una extensión de seis metros de largo por ocho de ancho, vinculada a otras estructuras de menores dimensiones, se ostenta como uno de los complejos habitacionales más importantes descubiertos hasta el día de hoy, puesto que proporciona valiosa información acerca de la disposición y uso de los espacios, así como de la estratificación social y cotidianeidad de quienes lo habitaron. La historia de esta plataforma comienza después de 1428, año de la caída de Azcapotzalco ante la triple alianza mexica conformada por Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan. Tras esta victoria, Izcoatl, tlatoani de Tenochtitlán, impone severas sanciones a los tepanecas. La primera fue nombrar a su aliado Tlacopan el Tepanecatl Tecuhtli (nueva cabecera tepaneca) la segunda fue asirse con todo el territorio perteneciente a la ya existente parcialidad de Mexicapan, convirtiendo así a Azcapotzalco en un altépetl compuesto dividido en dos parcialidades: Tepanecapan al occidente con doce barrios o tlaxilacalli y Mexicapan al oriente con catorce barrios. El complejo habitacional del Paseo de las Hormigas se ubica espacialmente dentro de la parcialidad de Mexicapan, los materiales arqueológicos asociados sugieren que su ocupación se dio durante el Posclásico Tardío. Dicho complejo
está integrado por una plataforma que consta de dos etapas constructivas correspondientes a diferentes momentos en el tiempo y se acompaña de otra sección de estructuras de menores dimensiones hacia el este y oeste. El espacio habitacional principal consta de un patio central vinculado a un cuarto, espacio que fue rediseñado y ampliado durante la segunda etapa de construcción . Con respecto a los materiales constructivos, estos van desde cantos rodados, piedra cantera, adobes, pisos y recubrimientos de estuco en los muros. Es importante mencionar que en tiempos prehispánicos este tipo de materiales eran utilizados únicamente por los grupos de élite, a los cuales pertenecían nobles, guerreros de alto rango, artesanos o comerciantes. Tal y como se mencionó anteriormente, este hallazgo nos permite integrar a los espacios domésticos de elite dentro del núcleo urbano del centro cívico ceremonial de Azcapotzalco, el cual se piensa estuvo ubicado a 288 metros de distancia donde se encuentra la actual catedral y ex convento de San Felipe y Santiago Apóstoles. Nuevas líneas de investigación apuntan a definir las distintas áreas de actividad dentro de este complejo y la integración del mismo en los estudios de urbanismo prehispánico, con lo cual podremos conocer un poco más acerca de la sociedad prehispánica que le dio forma. •
Bibliografía ▶▶ Alva Ixtlilxóchitl, Fernando de, Historia de la nación chichimeca, edición y estudio introductorio por Germán Vázquez Chamorro, Madrid, Dastin, 2003. ▶▶ Barlow, Robert H., Tlatelolco, Fuentes e historia. Obras de Robert H. Barlow, vol. 2, edición Jesús Monjarás-Ruiz, Elena Limón, María de la Cruz Paillés, México, INAH, UDLA, 1989. ▶▶ Barlow, Robert H., La extensión del imperio de los culhua mexica. Obras de Robert H. Barlow, vol. 4, edición Jesús MonjarásRuiz, Elena Limón, María de la Cruz Paillés, México, INAH, UDLA, 1992. ▶▶ Borboa, Martín, Itzcóatl. Emperador Mexica, México, Plaza y Valdés, 2004. ▶▶ Sahagún, fray Bernardino de, Historia de las cosas de la Nueva España, México, Porrúa, 1985. (Sepan Cuantos, 300). ▶▶ Tena, Rafael (introd., paleog. y trad.), Anales de Tlatelolco, México, Conaculta, 2004. ▶▶ Tena, Rafael (introd., paleog. y trad.), Anales de Cuauhtitlan, México, Conaculta, 2011.
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Artículo académico (texto inédito)
La historia antigua de Azcapotzalco a través de sus gobernantes por Clementina Battcock* Dirección de Estudios Históricos-INAH
P
ensar a Azcapotzalco durante el periodo prehispánico es señalar que este centro fue un altepetl periférico al poderío de la Excan Tlatoloyan, nombre nahua de una estrategia de gobierno tripartito formada a fines del periodo Posclásico Tardío Mesoamericano (1450-1521). Esta estrategia localizaba el poderío político y económico nahua en torno a una triple alianza entre los gobernantes de Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan, ubicados en la cuenca lacustre del Altiplano Central 1. Sin embargo, debo aclarar que esta coalición tripartita fue configurada con anterioridad durante el proceso de reorganización de las poblaciones de la Cuenca. Según se establece en los relatos míticos fundacionales sobre las migraciones norteñas provenientes de las tradiciones nahuas de Chicomoztoc, las cuales eran lideradas por el chichimeca Xolotl, la reorganización del centro político tepaneca partió de *
Glifos de las tres capitales de la última Excan tlahtoloyan: Tetzcoco-Mexico-Tlacopan. Códice Osuna, fol. 496 [34] f. Biblioteca Digital Mundial la alianza matrimonial de Acolhua, gobernante azcapotzalca tepaneca, con Cuetlaxxochitzin, una mujer que era la hija del propio Xolotl.2 Desde ese espacio se constituyó una primera dinámica tripartita de gobierno, que Azcapotzalco compartió con los
centros de Coatlinchan y Culhuacan. Sin embargo, este hecho no descarta que Azcapotzalco fuera un centro político de menor relevancia durante una etapa previa a esta alianza, pues los datos arqueológicos confirman su amplia ocupación durante el periodo Clásico
Doctora en Historia por la UNAM, especializada en estudios sobre las crónicas novohispanas de tradición indígena novohispana y andina. Desde 2013
es Profesora Investigadora de la Dirección de Estudios Históricos del INAH. 1
Clementina Battcock, “La conformación de la última ‘Triple Alianza’ en la Cuenca de México: problemas, interrogantes y propuestas”, Revista Dimensión
Antropológica, año 18, vol. 52, mayo/agosto de 2011, pp. 7-30. En línea. Disponible en https://www.dimensionantropologica.inah.gob.mx/?p=6931 (Consultado el 7 de julio de 2020). 2
María Castañeda de la Paz, “Dos parcialidades étnicas en Azcapotzalco: Mexicapan y Tepanecapan”, Estudios de Cultura Náhuatl, vol. 46, 2013, pp. 223-
248. En línea. Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/revistas/nahuatl/pdf/ecn46/949.pdf (Consultado el 7 de julio de 2020).
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Clementina Battcock
El gobernante chichimeca Xolotl de Tenayuca realiza alianzas matrimoniales con Acolhua, Chiconcuauh y Tzontecoma para el asentamiento respectivo de tepanecas, otomíes y acolhuas en el Altiplano Central. Lámina II del Códice Xolotl. Biblioteca Nacional de Francia como enclave de la presencia de Teotihuacan en el área. 3 Aunque resulta altamente probable que la formación social de Azcapotzalco haya sido multiétnica desde el periodo anterior a la hegemonía tenochca, fue durante la migración de los mexicas a la cuenca cuando se dio una re-estructuración significativa del asentamiento azcapotzalca que se sostuvo incluso durante todo el régimen virreinal novohispano: la formación de un “calpulli” llamado Mexicapan en un Azcapotzalco gobernado por Acolnahuacatl, posteriormente denominado como “barrio” o “parcialidad” en los tiempos virreinales.4 Mexicapan fue un espacio donde, según el Memorial de Culhuacan del cronista indígena novohispano chalca Chimalpahin, los teno3
Muerte y funerales de Tezozómoc, gobernante de Azcapotzalco. Lámina VIII del Códice Xolotl. Biblioteca Nacional de Francia
Raúl García Chávez, Desarrollo cultural en Azcapotzalco y el área suroccidental de la cuenca de México desde el Preclásico medio hasta el Epiclásico, Distrito Federal,
Escuela Nacional de Antropología e Historia, 1991; Linda Manzanilla, “La esfera de influencia de Teotihuacan y los corredores de sitios aliados”, Teotihuacan, Ciudad excepcional de Mesoamérica, México, El Colegio Nacional, 2017 pp. 99-110. En línea. Disponible en: http://www.iia.unam.mx/directorio/archivos/ MANL510125/2017_Manzanilla-TeotihuacanOpusculos_ColegioNacional.pdf (Consultado el 7 de julio de 2020). 4
Eugenia Acosta Sol, “Del calpulli al barrio colonial”, Revista esencia y espacio, febrero, 1999, pp. 16-20.
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Artículo académico (texto inédito) chcas se ocultaron tras ser expulsados de Chapultepec por los guerreros de Culhuacan.5 En correlación a esta narrativa, en la Tira de la Peregrinación – Códice Boturini se representó al sucesor del gobernante azcapotzalca Acolhua, de nombre Tezozómoc, en clara referencia a que el tlatoani azcapotzalca permitió que los tenochcas se asentaran en sus territorios, y con ello establecieron una compleja relación entre ambos grupos. Tezozómoc también fue representado en el códice Xolotl durante su lecho de muerte, hecho que desencadenó el proceso por el que se modificó el equilibrio de poder en la región.6 Maxtla, hijo de
Tezozómoc, tomó el cargo de tlatoani de Azcapotzalco, y atacó a los tenochcas que se asentaban en un islote del lago de Texcoco, asesinando a su gobernante Chimalpopoca en el proceso.7 De aquí se derivan una serie de conjeturas que demuestran lo problemático de las filiaciones políticas y sus narrativas de legitimidad: a Tezozómoc en Azcapotzalco le siguió como gobernante el polémico Maxtla, quien dirigía el asentamiento tepaneca de Coyoacán.8 Para acceder al poder Azcapotzalca, Maxtla desconoció la sucesión que, según los “linajes gobernantes” tradicionales, correspondía a su her-
Tezozomoc y el glifo de Azcapotzalco. Tira de la Peregrinación o Códice Boturini, lámina XVII
mano Tayatzin. En consonancia a ello, algunas fuentes también informan que el sucesor de Chimalpopoca en Tenochtitlan, Itzcoatl, fue cuestionado por algunos grupos, pues, aunque era descendiente de Acamapichtli,9 (hombre fundador del linaje gobernante de Tenochtitlan) su madre no pertenecía al grupo privilegiado de Tenochtitlan, pues estaba relacionada al “barrio” tenochca azcapotzalca: el ya mencionado Mexicapan.10 A partir de la guerra emprendida por Itzcoatl, la “cabecera” del poder tepaneca pasó a manos de Tlacopan,11 y en Azcapotzalco se establecieron dos Tlatoque gobernantes: uno para Tepanecapan, donde residía el grupo “vencido” y otro más para Mexicapan, elevado de barrio a altépetl y con un gobernante que era hijo del propio Itzcoatl llamado, paradójicamente, Tezozómoc.12 Este Tezozómoc, que no debe confundirse con el antiguo gobernante que precedió a Maxtla, tuvo tres hijos que en determinado momento accedieron al cargo de tlatoani en Tenochtitlan: Axayacatl, Tizoc y Ahuizotl. Sería un hijo de Axayacatl, quien volvería a Azcapotzalco Mexicapan a tomar el cargo de tlatoani y que aparentemente sería castigado con la muerte por “cometer incesto”, según la Historia de la nación Chichimeca del texcocano Fernando de
Domingo Francisco de San Antón Muñon Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin, Memorial breve acerca de la fundación de la ciudad de Culhuacan, estudio,
5
paleografía y traducción Victor Castillo Farreras, México, Instituto de Investigaciones Históricas – UNAM, 2016, p. 143. En línea. Disponible en: http://www. historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/memorial/culhuacan.html (Consultado el 7 de julio de 2020). Clementina Battcock, “Entre los sueños de Tezozomoc y la caída de Azcapotzalco. Lo onírico y el poder en la cuenca de México”, Mexicon. Revista sobre
6
Estudios Mesoamericanos, vol. XL, no. 6, diciembre de 2018. En línea. Disponible en: https://mexicon.de/wp-content/uploads/2019/05/Mexicon_XL6_2018_ WEB-1.pdf (Consultado el 7 de julio de 2020). 7
Patrick Lesbre, “Sucesión en Azcapotzalco”, Arqueología Mexicana, no. 112, pp.36-41.
8
Clementina Battcock, “Aspectos simbólicos, representaciones y significaciones de las diferentes muertes de Maxtla. Una propuesta de Análisis”,
Estudios de Cultura Náhuatl, vol. 40, 2013, pp.215-234. 9
María Castañeda de la Paz, “El árbol genealógico de la Casa Real de Tenochtitlan según el códice mexicanus, Itinerarios. Revista de estudios lingüísticos,
literarios, históricos y antropológicos, no. 24, 2016, pp. 123-146. 10
María Castañeda de la Paz, “Dos parcialidades étnicas…”
11
Ibíd.
12
Ibíd.
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Clementina Battcock nó Diego de León Tocnotlatémol, que además fue procesado en 1538 por resguardar bultos sagrados y ejercer la religión prehispánica desafiando a las autoridades novohispanas, aunque no hay certezas sobre si estos gobernantes fueron descendientes de Maxtla o del primer Tezozómoc tepaneca al que hice referencia anteriormente.17
Encomendero y división de Azcapotzalco en dos parcialidades: tepanecapan y mexicapan. Códice Osuna. Biblioteca Digital Mundial Alva Ixtlilxochitl.13 El nombre de este “ajusticiado” habría sido el de Tezozómoc Acolnahuacatl, nombre que vale recordar, pues lo compartió con su ancestro gobernante tepaneca que dio tierras a los tenochcas en Azcapotzalco después de ser desalojados de Chapultepec. Este tercer Tezozómoc tendría dos hijos a los que les tocaría enfrentar la guerra con los castellanos y la subsecuente reestructuración del gobierno virreinal tras la conquista. Ambos hombres serían bautizados, tomarían un nombre “cristiano” y ocuparían posiciones en la naciente estructura de gobierno de las “repúblicas de indios”: el primero sería Diego Huanitzin, quien fue gobernador del Altepetl de Ecatepec, y que
después de la conquista fue nombrado gobernador de San Juan Tenochtitlan. El segundo hijo de Tezozómoc Acolnahuacatl tomaría el nombre de Carlos Oquiztzin,14 quien fue tlatoani de Azcapotzalco Mexicapan antes, durante y después del colapso tenochca, según se narra en la Crónica Mexicayotl, que además fue escrita por un sobrino suyo a principios del siglo XVII, pues era hijo de Diego Huanitzin: se trata de Hernando de Alvarado Tezozómoc,15 cuya obra sería transcrita y anotada por el cronista chalca Chimapahin pocos años después de ser registrada.16 En cambio, en el altepetl de Azcapotzalco Tepanecapan se sabe que en 1519 gobernaba un tlatoani de nombre Teutlehucatzin. Posterior a él, gober-
Cada una de estas notas demuestra la necesidad historiográfica de revisar los procesos sociales que dieron origen a los entramados de parentesco entre los diferentes linajes principales de la Cuenca de México, pues nos dan indicios sobre las estratégicas alianzas de los centros políticos del periodo prehispánico, además de dotarnos de información sobre los reacomodos sociales de la nobleza indígena virreinal. El caso azcapotzalca resulta emblemático en el sentido de que denota la crisis mediante la cual perdió la hegemonía nahua del territorio, ruptura en la que debió articularse a un nuevo grupo social que rápidamente consiguió afianzar su presencia bélica dentro y fuera del Altiplano Central mesoamericano. Tras ello, podemos identificar que la historia de las relaciones de los antiguos gobernantes tepanecas, sus juicios y sus escrituras se encuentra la interpretación del devenir histórico que ubicó los privilegios de los indígenas principales en pocos espacios del aparato de gobierno castellano, reducidos por la inercia misma del control peninsular. Asistimos pues a la deriva política de la tradición y a la invención del reino novohispano. •
13
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, “Historia de la nación chichimeca”, Obras Históricas, Tomo II, México, UNAM, 1985, p. 180.
14
Luis Córdoba Barradas, “Los barrios tepanecas y mexicas en Azcapotzalco a partir de los trabajos de salvamento”,Arqueología Mexicana, no. 136, pp. 46-49.
15
José Rubén Romero Galván, Los privilegios perdidos. Hernando Alvarado Tezozómoc. Su tiempo, su nobleza y su Crónica Mexicana, México, UNAM, 2003.
16
Hernando Alvarado Tezozómoc y Domingo de San Antón Muñón Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin, Crónica mexicayotl, tomo II, edición crítica de
Gabriel Kruell, 2015, pp. 190-191 (pdf). 17
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Artículo
El corazón del hormiguero:
apuntes a la historia del
Centro de Azcapotzalco por Julio Arellano Velázquez1 Los hallazgos arqueológicos de la calle Jerusalem esquina con avenida Azcapotzalco en enero de 2020 han intensificado nuestras preguntas y dudas históricas por el centro de Azcapotzalco.
Cúpula del siglo XVIII con vitrales diseñados por el alemán Mathias Goeritz colocados entre 1961 y 1962. Foto aérea: Jorge Luis González Reyes 1
Investigador independiente. Historiador de la FFyL de la UNAM, miembro del Colegio de Cronistas de la Ciudad de México, antiguo director del Archivo
Histórico de Azcapotzalco.
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Julio Arellano Velázquez
El edificio originalmente albergó las bombas de agua de la Colonia, décadas después tuvo diversos usos, entre ellos acuario y sede del Archivo Histórico Arriba: “Fachada del edificio del Pozo y Bomba de Agua en Azcapotzalco”, ca. 1945. Fototeca Nacional INAH. MEDIATECA - MID: 77_20140827-134500:757284 Izquierda: Foto del Archivo Histórico de Azcapotzalco
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na zona que ha transitado desde época prehispánica hasta el siglo XXI heredando modificaciones por casi mil años; lo que la ha convertido en una constelación de referencias históricas: inmuebles virreinales como la (ahora) Catedral o las parroquias de los poblados circundantes; caminos prehispánicos que fueron puntos de partida para la traza colonial, que aún perduran a pesar de su constante modificación; los edificios del siglo XIX como el antiguo Ayuntamiento, ahora Casa de la Cultura; o negocios centenarios entre los que se encuentran la cantina El Dux de Venecia y la vinatería La Luna. Delimitar históricamente el centro de Azcapotzalco es complicado ya que la división actual de la Colonia Centro no es exactamente la que existió en otras épocas. Por ejemplo, algunos tramos de calles no existían hasta después de la posrevolución como es el caso de 16 de septiembre-Manuel Acuña, tramo que unió la calzada Camarones con el camino a Santa Lucía (décadas antes de que se abriera el Eje vial) separando al barrio de la Conchita del primer cuadro de Azcapotzalco. De igual manera, la avenida Aquiles Serdán creó un muro vehícular que ahora dificulta ver la continuidad del camino que iba del centro de Azcapotzalco a San Juan Tlilhuaca (calle Miguel Hidalgo). La ocupación material tampoco ha
sido continua, la manzana del actual edificio de la Alcaldía aparece desocupada en los mapas del siglo XIX, ahora sabemos que en una de sus esquinas hubo edificación prehispánica y seguramente virreinal. Por el contrario, el terreno donde estuvo el mercado porfiriano ahora se encuentra sin construcción dando espacio libre para el jardín Siglo XXI. Además de estos cambios y discontinuos urbanos, no contamos con todas las fuentes históricas que necesitamos para investigar más sobre el pasado, y las que conservamos deben ser trabajadas con cuidado, por ejemplo, hay que recordar que los documentos fueron creados con propósitos específicos que pueden tener muchos errores o bien que están codificados en términos distintos a los nuestros, por lo que no debe ser seguida al pie de la letra. De ahí que sea tan importante cruzar referencias, verificarlas, entender los iconos y los símbolos de otras épocas, además de entender nuestro “vicios” actuales como es el gusto por homogeneizar todo. El pasado no es igual, y lo que se está registrado en un mapa o documento antiguo no puede ser aplicado a todas las etapas. La historia de Azcapotzalco se encuentra en todos lados, en su etapa antigua, mezclando las épocas de tanta historia que la acompañan. Las iglesias han sido profundamente modificadas, las calles ampliadas, algunos edificios actuales
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Artículo como la Casa de Bombas que se construyeron con estética antigua y muchos de los negocios han cambiado de locación o cerrado momentáneamente evidenciando que la única constante es el cambio.
Azcapotzalco antes de los tepanecas
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a historia de Azcapotzalco prehispánico puede ser dividida en tres grandes etapas: la pre-tepaneca, la tepaneca y la tenochca. Está partición no es académica, ya que no se ha hecho ninguna investigación que la proponga y menos que la confirme; además de que sigue siendo muy general, ya que refiere a la etnia que encabeza el gobierno y no a la diversidad de grupos que existieron, sin embargo es útil para agrupar por orden temporal las culturas o poblaciones que se han asentado aquí. Por ello es importante recordar que estas divisiones nunca son categorías inmóviles, sino sólo una propuesta que permite ordenar los datos del pasado.
Las fechas de los asentamientos de los poblados del poniente de la Alcaldía de Azcapotzalco son mucho más antiguas que las de su Centro, solo después de la llegada de los tepanecas en los siglos XI-XII se entrecruzan sus historias. En Amantla, su población data de la época del apogeo y la caída de Cuicuilco (800 a. C. - 250 d. C.) en el llamado Preclásico mesoamericano. De la época del Clásico (200-900 d. C.) se hallaron vestigios habitacionales y cerámicos estilo teotihuacano en Tomatlán, Ahuizotla, Acayucan y Amantla, específicamente en el predio Van Beurer (ahora parque Azcatl-Paqui); y del Epiclásico (650 - 1, 000 d.C.) se encontró en excavaciones el sitio “El Corral” en la Loma de Coyotlatelco (identificada en Santiago Ahuizotla, pero sin poder ser localizada con exactitud). Tras la recomposición política y social provocada por la caída de Tollan-Xicocotitlan (ahora conocida simplemente como Tula) en el siglo XII el crecimiento de las poblaciones de la zona aumentaron. Aunque hubo poblaciones y edificaciones en esta región desde el Preclásico hasta el Posclásico temprano donde todavía no se identificaban con el nombre de Azcapotzalco. No fue hasta la llegada de las migraciones del siglo XII en época del gobernante Xólotl de Tenayuca que inició la historia del poblado llamado Azcapotzalco, que se convirtió en cabecera de su zona y después encabezó una confederación en la Cuenca de México.
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“Escultura, excavaciones del sitio arqueológico de Azcapotzalco”, ca. 1930. Fototeca Nacional del INAH. MEDIATECA, MID: 77_20140827-134500:689644
Azcapotzalco Centro
ctualmente en la explanada de la Alcaldía hay un monumento dedicado a Matlaccohuatl y Azcueitl, la llamada pareja fundadora de Azcapotzalco. En los Anales de Tlatelolco se registró la genealogía de los gobernantes de Azcapotzalco la cual, según el documento colonial del siglo XVI, fue iniciada por estos personajes. Este texto marcó la fundación de Azcapotzalco en 1155 con la llegada de grupos chichimecas a la cuenca de México, aunque hay otras fuentes históricas que registran migraciones desde un siglo antes. Tenemos poca información sobre el aspecto urbano de Azcapotzalco prehispánico. Al respecto, los asentamientos que la historiadora Nuria Salazar de Garza recuperó para su Breve historia de Azcapotzalco, la frase del fraile dominico Diego Durán en el que indica que en tiempos de Xolotl, líder de los chichimecas en Tenayuca: “los de Azcapotzalco habían vivido en grutas y cavernas, después construyeron sus casas sin orden alguno formado una traza irregular, sus templos eran de piedra que extraían del yacimiento de los Remedios”. Llama la atención su mención a las grutas o cavernas porque
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En el primer plano se ve la escultura realizada por Regina Gätsi y Hardin Zamora de los llamados fundadores de Azcapotzalco, la cual cuenta con una copia de menor escala en Casa de la Cultura. Al fondo se alcanza a ver la escultura de Tezozomoc que realizó en la década de los 70 del siglo pasado. Foto Julio Arellano ningún poblado del actual Azcapotzalco está en zona montañosa, pero hace pensar que tal vez se refiere a sus precedentes o cercanías. La descripción recuerda mucho a la que se hizo en la Relación de la Genealogía y linaje de los pueblos otomíes, quienes “tienen morada, pero en los montes, entre sierras y lugares apartados, e son rústicos y se amotinan y mudan de una parte a otra cuando se les antoja”. Este grupo ya se encontraba en el poniente de la Cuenca desde el posclásico temprano, antes de la llegada de los tepanecas a Azcapotzalco. Por el nombre de los barrios y gracias a los documentos virreinales de tradición indígena como códices o crónicas, y también a los documentos legales o administrativos como leyes, mercedes o actas matrimoniales sabemos de la diversidad étnica de la zona, tal vez las más irónicamente olvidada es la de los otomíes, quienes aparecen constantemente como referencia, pero pocas veces son asociados con el hormiguero. No sabemos si la traza irregular que refiere Durán es la del poblado de Azcapotzalco o a la de sus barrios, o si solo aplica a su etapa tepaneca y no a la tenochca, dado que la información que nos proporciona el fraile son versiones
mexicas en época del virreinato. Gracias al trabajo exhaustivo de la historiadora Clementina Battcock en su libro Construcciones y significaciones de un hecho histórico donde analizó con profundidad la guerra entre México-Tenochtitlan y Azcapotzalco, y revisó con rigurosidad las fuentes que relatan dicho evento, he podido rescatar algunas noticias sobre los edificios prehispánicos. En algunos documentos virreinales como es el caso del Códice Xolotl se menciona la edificación de nuevos palacios tras la muerte de Tezozomoc; y en las narraciones de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl se mencioan que tras la guerra de 1428 la ciudad de Azcapotzalco fue quemada y destruida. Estas citas más que pruebas son pistas para adentrarnos en la historia urbana prehispánica. Otras noticias que nos pueden dar auxilio son los reportes de las excavaciones arqueológicas, las cuales iniciaron en Azcapotzalco durante la época de Porfirio Díaz a principios del siglo XX. Fue Manuel Gamio quien durante su jornada de 1918 realizó trabajos en el centro de Azcapotzalco, específicamente en el atrio de la iglesia de los Santos Apóstoles, y encontró un piso de estuco debajo del atrio de la parroquia, pero al encontrarse muy cerca del manto freático decidió no continuar.
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Artículo
En la foja 5v del códice Mendoza (realizado aproximadamente en 1541) está registrado el glifo de Azcapotzalco. El teocalli, o casa, en llamas representa la conquista de Azcapotzalco tras la guerra de 1428. Imagen tomada de la versión digital del INAH Comúnmente se dice que ese piso correspondía a una importante edificación. La hipótesis de suponer que un templo prehispánico se halló donde ahora se encuentra la iglesia de Azcapotzalco no es descabellada, sin embargo necesitamos mayor información para afirmar dicha tesis. La derrota de los tepanecas de Azcapotzalco por la mexicas de Tenochtitlán y los acolhuas de Texcoco a mediados del siglo XV nos hace pensar en las implicaciones en términos urbanos que hubo para Azcapotzalco y sus barrios: ¿Los tenochcas mantuvieron palacios de gobierno y templos de deidades locales? ¿se edificaron nuevos? ¿qué pasó con las redes comerciales tepanecas y sus poblados aliados o sometidos? ¿éstos dejaron de atravesar el hormiguero? De lo poco que sabemos es que tras la derrota de Azcapotzalco las tierras de sus barrios fueron organizadas en dos parcialidades Azcapotzalco-Tepanecapan del centro al poniente, y Azcapotzalco Mexicapan del centro al oriente. En este momento de cambio de poder es cuando la avenida Azcapotzalco tomó mayor relevancia. Tlacopan (hoy Tacuba), antiguo poblado aliado de Azcapotzalco, siendo el tercer integrante de la última Triple Alianza de la Cuenca de México, albergó a la nobleza tepaneca tras la derrota del linaje de Tezozomoc. A Tlacopan se redirigió el tributo y comercio que Azcapotzalco antes había controlado, mientras que el hormiguero se quedó con el mercado de esclavos que anteriormente estaba en Cuautitlán, aunque hay versiones que mencionan que ese traslado sucedió desde mucho antes de la derrota azcapotzalca. En los Anales de Cuauhtitlan se registró que el mercado fue llevado a Azcapotzalco por los te-
panecas cuando éstos conquistaron a Cuauhtitlan en el siglo XIV, pero el texcocano fallecido en el siglo XVII, Alva Ixtlilxochitl afirmó que fue Nezahualcóyotl quien “mando que de allí adelante [en Azcapotzalco] no fuese sino un lugar donde se vendiesen esclavos por ignominia suya.” Lo que no queda duda es que para la época de la hegemonía tenochca-texcocana en la Cuenca de México el mercado de esclavos ya estaba en Azcapotzalco y dicho comercio fue vigilado por Tlacopan. Siendo así, la comunicación entre ambos poblados tuvo que ser muy intensa y vigilada. Desde la época del poderío tepaneca los caminos fueron prioridad para el control de la zona, Torquemada mencionó que cuando Itzcóatl, conquistador de Azcapotzalco, fue elegido tlatoani de Tenochtitlan tras la muerte de Chimalpopoca, Azcapotzalco, Tlacopan y Coyoacán decidieron poner guardias en los caminos. Diego Durán en su capítulo VIII de su Historia General... comparte está versión y nos da más información al decirnos que esos guardias se colocaron en la “calzada de Tacuba y en la de Chapultepec y en la de Tlatelulco, no dejando entrar en la ciudad a ninguna persona de las de Azcaputzalco, ni en Azcaputzalco de las de México.” El camino a Tlacopan conectaba con todas las poblaciones tepanecas del poniente de la cuenca, desde Azcapotzalco hasta Coyoacán, pero ahora su prioridad se desviaba hacia Tenochtitlan. Tal vez esta es una de las razones por la que generalmente suponemos que este camino es el más antiguo de la demarcación, por su fuerte presencia justo antes de la Conquista europea y por ser la que aprovecharon y narraron los españoles en el siglo XVI, sin embargo Azcapotzalco desde que fue cabecera de barrios estuvo comunicada por más de un camino.
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Avenida Azcapotzalco
a traza del centro de Azcapotzalco es de época virreinal, pero varios de sus caminos y distribución de edificios son de herencia prehispánica. No tenemos mucha de la información que nos permita indicar con precisión los límites o la antigüedad de sus calles en las que actualmente transitamos, algunas de ellas han cambiado de nombre o extensión; aunque tenemos constantes que nos permiten orientarnos, por ejemplo, la avenida Azcapotzalco aparece en todos los mapas del siglo XIX y en los mapas virreinales que registran el hormiguero, aunque en éstos últimos no se explicita el nombre del camino. La pista a seguir es la conexión directa hacia Tacuba. El inicio o final de un camino siempre es revelador porque el trabajo de abrir uno nunca es arbitrario. La calle debe
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Julio Arellano Velázquez vincular dos puntos de importancia entre ella. Los caminos permiten el comercio entre poblados, son necesarios para el pago de tributo o la defensa del territorio, por ello nos hace pensar que además de la calle que conectó Azcapotzalco y Tacuba tuvo que haber calles que conectaron al hormiguero con otros pueblos tan antiguos como éste, sobre todo con Tenayuca, ya que las crónicas establecen que fue Xólotl quien otorgó las tierras a los tepanecas en Azcapotzalco. Sería imposible que los tepanecas como tributarios o aliados de los tenayucos no estuvieran vinculados geográficamente con ellos. En la mapa de 1550 que resguarda la Universidad de Uppsala en Suecia se registró a la Ciudad de México y sus alrededores, en el cual se incluyó Azcapotzalco. Gracias al proyecto Map of Mexico 1550, a digital facsimile podemos identificar los barrios y los caminos: al sur con Tacuba (avenida Azcapotzalco), al oriente con Tlatelolco (posiblemente Camarones, ya que se colocó a la mitad del camino el poblado de Acolnahuac hoy identificado como el barrio de San Bernabé), al poniente el camino que cruza Teocalhueyacan (el actual san Andrés Atenco a tres kilómetros de Tlalnepantla); y al norte se registró un camino que se bifurca, una división hacia Tultitlán y otra hacia Tenayuca. Hay que atender al camino que va o viene del desaparecido rancho Camarones, cerca del pueblo de San Salvador Xochimanca, hacia Xocoyahualco, barrio que se quedó bajo
la administración de Tlalnepantla tras la división del (entonces) Distrito Federal en 1824, pero que originariamente era de Azcapotzalco. Esta ruta que cruza el Centro divide en diagonal la Alcaldía y muy seguramente es de origen prehispánico. Lo interesante es que parece que su punto de llegada o de origen es Azcapotzalco, porque no se puede continuar sin atravesar el hormiguero. Ahora calzada Camarones se une con la calle 16 de septiembre que tras cruzar avenida Azcapotzalco se llama Manuel Acuña, para después continuar por el eje, sin embargo también toca un extremo del Camino a San Lucía, el cual además de conectar los barrios del poniente con Azcapotzalco centro, permitió una salida al pueblo de Naucalpan el cual es tan antiguo como el hormiguero y un centro otomí hasta la época de la conquista. Actualmente la segunda peregrinación más grande de Azcapotzalco va de Santiago Ahuizotla a la basílica de Los Remedios en Naucalpan por medio de caminos y veredas que seguramente debieron conectar ambos poblados desde época prehispánica. De igual manera, el Camino a Nextengo y la ahora llamada calle Miguel Hidalgo muestran la comunicación entre los barrios con el Centro, el caso más claro es el de Tlilhuaca que fue el centro tepaneca tras la guerra de 1428 y tuvo una camino directo y recto hacia la plaza principal virreinal ahora Jardín Hidalgo. Es decir, que no estamos frente a una solo calle prehispánica, sino ante una red de caminos que permitieron que Azcapotzalco estuviera conectado.
Detalle del mapa deUppsala, 1550. Se observa el registro del camino que conecta Tlacopan o Tacuba y Azcapotzalco y los cuatro caminos principales de Azcapotzalco.Biblioteca Digital Mundial
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Artículo
Vista parcial del atrio de la Parroquia, de Azcapotzalco, ca. 1930. Foto Casasola, Fototeca Nacional del INAH. MEDIATECA - MID: 77_20140827-134500:3673
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Una retícula hormigueante
a llegada de los tepanecas transformó lo que ahora es la Alcaldía de Azcapotzalco. Los mexicas cambiaron esa transformación, y sin duda alguna la llegada de los europeos le dio su cariz propio y adecuaron sus conocimientos y necesidades al poblado. El más notorio es la aplicación de la retícula. No es que no hubiera caminos rectos, como las calzadas de Tenochtitlán o la propia avenida Azcapotzalco, sino que la repartición de tierras, primeramente entre conquistadores, después con los evangelizadores y finalmente con vecinos de origen español o nobles indígenas, requirió de la división de solares (medida para los terrenos, lo que ahora llamaríamos manzanas) que terminó por reorganizar a los poblados prehispánicos. También es importante recordar que los poblados fueron profundamente modificados por las leyes de poblamiento, que inclusive atendió la distancia entre lospoblados, por ello ahora no estamos viendo la distribución prehispánica, sino una rica y compleja historia urbana. La historiadora Alejandra González Leyva ha observado en la fundación de diversos conventos, especialmente los que se encuentran en las vertientes del Popocatépetl, como la traza de las ciudades al margen de los caminos indígenas priorizaron el conocimiento renacentista para distribuir las ciudades, y como después de repartir los solares se realizaba la fundación del convento, es decir se indicaba cuál sería el lugar donde después se construiría el convento y la iglesia. En estos conventos ahora morelenses y poblanos son donde se dio origen a lo que denominó la historiadora como “arquitectura experimental”: el atrio, las capillas abiertas y las capillas posas, son una aportación del mundo novohispano a la
arquitectura religiosa. Lo interesante es que gracias a estos elementos urbanos podemos hacer una historia del Centro, ya que desde su construcción suelen aparecen registrados en planos y descritos en crónicas. El arqueólogo e historiador José González Gómez realizó la paleografía del documento que registró la autorización para el reparto de tierras de Azcapotzalco, Tenayuca y Tacuba entre conquistadores y pobladores antiguos, que se firmó el 27 de octubre de 1535. En dicho documento se indicó que en esas tierras no podían venderse los terrenos a la iglesia, ni a monasterios o personas eclesiásticas, lo cual hace pensar que aún no se habían asignado terrenos a los dominicos, los cuales fueron los segundos en llegar al poblado tras la visita de los franciscanos. La orden mendicante de San Francisco fue la primera en llegar a Azcapotzalco y desde su cabecera de doctrina en Tacuba edificaron una capilla de visita (la actual capilla de San Francisco de Asís al interior del convento) para realizar los trabajos de evangelización. Esta traza también le dio orden al poder administrativo, político y económico del poblado colocándolos alrededor de una plaza pública. González Gómez en su artículo sobre los tecpan de Azcapotzalco (uno de mexicanos y otro de tepanecos) mencionó que la casa del encomendero de Azcapotzalco, Francisco Montejo, se halló al norte de la antigua plaza ahora Jardín Hidalgo. Ahí es donde actualmente se encuentra la única edificación del siglo XVIII de esta zona. Viendo una toma aérea actual de Azcapotzalco centro y en mapas del siglo XIX podemos notar como hay intentos por tener terrenos rectangulares del mismo tamaño. Algunas manzanas eran mucho más grandes que las actuales, aún en los mapas del siglo XIX y fotos de principios del XX no aparece la calle Morelos, pero definitivamente no se logra ver con perfecta rectitud el corte de las manzanas como se puede observar en las grandes ciudades novohispanas; tal vez porque no fue un agrimensor experto a quien le tocó trazar el poblado, o bien porque desde el origen la traza fue irregular. Azcapotzalco no se escapa de este conjunto de líneas dispuestas en forma de red, pero deja entrever su personalidad. Ya que un hormiguero además de referir a un sistema constructivo, también nos hace imaginar a caminos irregulares que convergen en un punto, como todavía sucede con las múltiples calles que llegan al corazón de Azcapotzalco. •
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“Plano de la Municipalidad de Atzcapotzalco” donde todavía aparece Xocoyahualco y Santa Cruz del Monte como barrios de Azcapotzalco. El mapa no tiene fecha, pero es probable que sean de finales del siglo XIX. MAPOTECA 2571-OYB-725-A
Referencias ▶▶ Battocock, Clamentina, Construcciones y significaciones de un hecho histórico: la guerra entre México-Tenochtitlan y Azcapotzalco, Saarbrücken, Alemania, Editorial Académica Española, 2008. ▶▶ Durán, Fray Diego, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la tierra firme, 2 v., México, Porrúa, 1967. ▶▶ González Gómez, José Antonio, Anexo documentales de la tesis doctoral de Hacienda y comunidades en Azcapotzalco [PDF], consultado el 9 de marzo de 2020 en Academia.edu. ▶▶ ---, “Los tecpan de Azcapotzalco: conflicto, propiedad e identidad en un pueblo de la Cuenca de México, a principios del siglo XIX ” [PDF], consultado el 9 de marzo de 2020 en Academia.edu. ▶▶ Pérez Rico, Gilberto, “Arqueología e Historia en Azcapotzalco”, consulado el 9 de marzo de 2020 en monografias.com. ▶▶ “Relación de la genealogía y linaje”, en Pomar, Juan Bautista, Relaciones de Texcoco y de la Nueva España, México, Salvador Chávez Hayhnme, 1941. ▶▶ Salazar de Garza, Nuria, “Breve historia de Azcapotzalco”, en Martínez Rodríguez, Armando (coord.), Catálogo Nacional de Monumentos Históricos Inmuebles Azcapotzalco D.F., México, INAH, 1897.
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Artículo
Escenas del Retablo de Santa Rosa de Lima (SR)
SR apartada
SR orando ante un Cristo con la balanza de la justicia
SR en penitencia
SR intercediendo por las ánimas del Purgatorio
SR pretendida por un caballero
SR con la Virgen del Rosario, escena que revela su filiación dominica
SR acompañada de un Niño Dios, imagen asociada con la oración ermitaña
SR caminando con el Niño Dios SR con la Virgen María
SR con Cristo resucitado
Nacimiento de Santa Rosa
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SR en penitencia
SR abraza a Cristo crucificado
SR acompañada en oración con Cristo
Extremaunción y muerte de SR
SR atendida
Luis Ignacio Saínz
Retablo de Santa Rosa de Lima de Cristóbal de Villalpando por Luis Ignacio Sáinz1
E
n el templo del convento de San Felipe y Santiago apóstoles de la Orden de Frailes Predicadores2 en Azcapotzalco, se encuentra resguardado un secreto plástico de primerísima magnitud. Se trata del retablo de Santa Rosa de Lima (1586-1617, canonizada por el pontífice Clemente X en 167), dedicado a la primera santa de América. Una de las manifestaciones más cabales y mejor logradas del barroco novohispano, del pincel de Cristóbal de Villalpando (ca. 1649, Ciudad de México - 1714, enterrado en la iglesia de San Agustín, sede de la Biblioteca Nacional entre 1884 y 1979), compuesta por dieciséis pinturas, todas escenas que representan episodios, visiones o apoteosis de la mística. Los dominicos se establecieron en esta ribera de la cuenca lacustre desde 1529. El recinto dedicado a los mártires honrados el 3 de mayo, inició su construcción en 1565 por fray Lorenzo de la Asunción, plenamente terminada hacia 1720 tras una serie de calamidades naturales. Destaca que la fachada está labrada en andesita rosa, la piedra utilizada para varios de los monolitos mexicas, entre ellos la Tlaltecuhtli, hallada el 2 de octubre de 2006 en lo que fuera la Casa de las Ajaracas, inmueble levantado en la traza del recinto ceremonial del Templo Mayor. 1
Durante el siglo XVII, hacia 1653, un fuerte sismo derribó gran parte del templo, que sería reedificado y consagrado el domingo 8 de octubre de 1702. En 1654, una de las campanas de la parroquia fue donada por la feligresía de Azcapotzalco, para que se integrara en la Catedral metropolitana. De principios del XVIII son la actual fachada de la parroquia, la ampliación de la sacristía y la Capilla del Rosario, la cual se concluyó el día 20 de enero de 1720. La estructura arquitectónica del retablo se encuentra coronada por una serie de lienzos provenientes de la misma mano plástica; arcángeles guardianes, virtuosos y entregados, que flanquean el primer basamento o hilera de momentos de la vida de la Santa, y por encima de ellos el ascenso cumplido de la Virgen en un extremo, linternilla-ventana mediante, Dios padre en el otro polo, entronizado y a cargo de la marcha de los asuntos terrenales, celestes y del inframundo. Un lustro después, el más solvente de nuestros pinceles coloniales insistirá en fatigar esta temática con los Desposorios místicos de Santa Rosa de Lima, localizado en la Universidad de California en Santa Bárbara. Estilísticamente este Retablo coincide con su afiliación en las filas del tenebrismo, y si bien no goza de la monumen-
Politólogo y crítico de arte. Ha desempeñado los cargos de Director de Difusión Cultural de la Universidad Autónoma Metropolitana y Subdirector del
Instituto Nacional de Antropología e Historia. 2
Fundada en 1215 por Santo Domingo de Guzmán (1170-1221). El hábito blanco con capa negra distingue hasta nuestros días a la familia dominica,
integrada por tres ramas: la masculina, de sacerdotes y frailes; la femenina, de hermanas religiosas y monjas y, la seglar, compuesta por fraternidades laicales e institutos seculares. La Iglesia ha elevado a la dignidad de los altares a 159 de sus miembros; miembros del santoral, entre los que destacan Santa Rosa de Lima, Santo Tomás de Aquino, San Vicente Ferrer, Santa Catalina de Siena y San Martín de Porres.
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Artículo talidad de sus mejores composiciones, sí nos convida una habilidad única por resolver estaciones en la biografía de la Santa con inusitada espontaneidad, pincel suave y terso, y profundidad evangélica. Recordemos que los muros y las telas son para la época los soportes de la enseñanza de aquellos que leen en la observación de imágenes, suerte de pizarrones primitivos, pero igualmente eficaces en la formación de la conciencia de los creyentes. El mismo culto a Santa Rosa de Lima revela la estrategia de inclusión de las poblaciones originarias en el rito católico, habida cuenta que se trata de una oriunda del virreinato peruano. Como es sabido, Villalpando -al igual que muchos artistas de su época- utilizó con frecuencia estampas europeas como visualidad original, modelo o fuente de inspiración de sus obras. Iniciado en el taller de Baltasar de Echave Rioja (1632-1682) pronto sigue a Bartolomé Esteban Murillo (16181682) y Juan de Valdés Leal (1622-1690). El barroco se afirmó en Nueva España a partir de 1680, justo cuando Villalpando, con seguridad, ya dispone de obrador propio. En estos años se acentúa la influencia de Pedro Pablo Rubens (1577-1640) sobre nuestro pintor. Tras su incursión en el convento de Huaquechula (1675), Puebla, y su intervención más reposada en Azcapotzalco (1681), donde asomó un retintín conceptual en los quehaceres icónicos posteriores al encargo de “los perros de Dios”; un poco más tarde se dedicará a ornamentar la Sacristía de la Catedral metropolitana (1684-1686), con la lectura iconográfica más fina del Triunfo de la religión y Los oficios del orden eclesiástico, con resonancias del propio maestro holandés, aunado a los aportes de los creadores flamencos
Martín de Vos (1532-1603) y Adriaen Collaert (ca.1560-1618). En paralelo sería nombrado veedor del gremio de pintores y doradores a la orden del virrey, razón por la cual se convirtió en una clase de maestro para los nuevos pintores que ingresaban a dicha cofradía. En 1687 se trasladó a Guadalajara para acometer una miscelánea de obras para la Catedral: La iglesia militante y La iglesia triunfante, glosas o variantes de sus similares de México, también de dimensiones colosales. Cierra el periplo en Puebla en 1688 desarrollando una versión extraordinaria de la Apoteosis de la eucaristía, pintada al óleo en la cúpula del Altar de los Reyes en la Catedral de Puebla, que demuestra su debilidad por el dibujo suelto, teatral, al modo de los artistas andaluces manieristas, que le dedican todo el fuste y energía de su fábrica a la expresión por encima de la forma. Con la clausura de esta fase de sus encargos, el retorno al corazón novohispano será definitivo. Mostrará su perplejidad y enamoramiento por la urbe con la Vista de la Plaza Mayor (1695). 1710 será el año en que se fechen sus últimas composiciones en el colegio jesuita de Tepotzotlán: los 22 medios puntos con pasajes de la biografía de San Ignacio de Loyola (1491-1556). Los mencionados serán los puntos cenitales de su fábrica, no los únicos. Prolífico a más no poder, desigual sin ambages, de estilo propio ajeno en gran medida a los lenguajes europeos, Cristóbal de Villalpando ilumina como nadie, antes o después, el orbe hispánico con su mirada penetrante, su paleta refinada y su composición sofisticada. Y una de sus más notables obras se atesora en Azcapotzalco en el templo del convento de San Felipe y Santiago apóstoles, el Retablo de Santa Rosa de Lima. •
Más información ▶▶ Cardini, Franco y Montesano, Marina, La lunga storia dell’inquisizione: luci e ombre della “leggenda nera”, Roma, Cittá Nova, 2005. ▶▶ Castañón Lobo, Delfino, Historia de la Orden de Predicadores, Málaga, Edibesa, 1995. ▶▶ Marqués, Luis Carlos L., “Rosa de Lima”, en Leonardi, Claudio, Andrea Riccardi y Gabriella Zarri, (eds.), Diccionario de los santos, tomo II, Madrid, San Pablo, 2000, pp. 2003-2006.
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Gabriela Sánchez Reyes
La devoción de Santa Rosa de Lima,
el retablo de Azcapotzalco y sus donantes
Pocos son los trabajos sobre la iglesia de los Santos Apóstoles Felipe y Santiago, exceptuando la monografía que realizó Jorge Alberto Manrique publicado en 1963, todos los demás son artículos especializados que analizan una obra (pintura o retablo) o un espacio en específico (como la Capilla del Rosario); o bien, abordan otros fenómenos relacionados con la iglesia como es el caso de las cofradías. No fue hasta 1997 cuando Gabriela Sánchez Reyes se dedicó a la iconografía e iconología de los retablos de la Iglesia y la Capilla del Rosario de Azcapotzalco sistematizando y ampliando documentalmente la información que se tenía hasta el momento.
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e esta investigación hemos retomado la información que presentó sobre el retablo de Santa Rosa de Lima, pieza artística-arquitectónica que es nuestra portada dada su belleza y excepcionalidad artística. Es importante mencionar, como lo hace la autora, que el análisis de esta obra sería imposible sin el trabajo previo de Elisa Vargaslugo, quien además de haber descubierto e identificado el retablo del pintor novohispano Juan Correa, también analizó la devoción de la santa limeña, a quien está dedicado el único retablo que se encuentra en la nave principal de la Catedral del hormiguero. Tras la restauración de los retablos realizada en el año 2000, Gabriela se dedicó a la investigación de las cartelas (tipo tarjeta que sirve para colocar texto) donde aparecían el nombre de los donantes de la obra. Este trabajo le permitió conocer parte del contexto histórico y social de la villa de Azcapotzalco en el siglo XVIII, además de complejizar la elaboración del arte en la época novohispana. Por ello, creemos imprescindibles los trabajos de Gabriela Sánchez Reyes para conocer el patrimonio virreinal de Azcapotzalco. Imagen del muro norte de la iglesia de Azcapotzalco tras haber sido desmontado el retablo para su restauración, 2000. Fotografía de Gabriela Sánchez Reyes
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Paráfrasis
Dibujo arquitectónico del Retablo de Santa Rosa de Lima de Azcapotzalco del Arq. Luis Caballero Quiroz. Dicha imagen fue realizada para La Iglesia y la Capilla del Rosario de Azcapotzalco. Iconografía e iconología de sus retablos de Gabriela Sánchez Reyes
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Gabriela Sánchez Reyes Aquí unos datos seleccionados por los editores para conocer mejor el Retablo de Santa Rosa de Lima y el culto religioso asociado a la primera santa americana.
Vida Hija de Gaspar de Flores y María de Oliva, nació el 20 de abril de 1586, en Ciudad de los Reyes, después Lima, Perú. Su hagiografía (historias de la vida de un santa o santo) dice que en una ocasión apareció su rostro semioculto por una gran rosa y de ahí que fuera bautizada con ese nombre. Se vinculó con la Orden de Predicadores (también conocidos como Dominicos) desde muy joven, después, en 1606 tomó el hábito de terciaria dominica (laicos que buscan vivir bajo el carisma o espíritu de la Orden sin haber sido profesados). Murió en 1617.
Santa
En 1664 el Papa Alejandro VI aprobó la averiguación para su canonización. Antes de ser beata se le declaró Patrona del Perú. Fue hasta 1671 que se logró su canonización y se nombró Patrona de América, Filipinas e Indias. Desde antes de la canonización hubo biografías como las del dominico Leonardo Hansen en 1664 y dos años después la de Ferrer de Valdecebro. El 30 de agosto se fijó el día de su celebración.
Investigaciones sobre el retablo Fue consignado por primera vez en 1958 por Manuel Toussaint como dedicado a Santa Teresa, pero en 1953 Abelardo Carrillo y Curiel rectificó su dedicación a la santa limeña, la cual fue confirmada en 1962 por el estudio que Jorge Alberto Manrique hizo de sus lienzos. Héctor Schenone propuso un plan iconográfico para identificar los pasajes biográficos de cada cuadro. Los lienzos del retablo están firmados por uno de los pintores más reconocidos del siglo XVII y XVIII: Cristóbal de Villalpando, los cuales fueron analizados por Elisa Vargaslugo. En 1997 Gabriela Sánchez Reyes analizó en su tesis de licenciatura los retablos y en 2014 el perfil de los donantes registrados. Este es el segundo retablo más antiguo dedicado a la Santa después del ubicado en la capilla de San Felipe de Jesús en la Catedral Metropolitana realizado entre 1695-1697. Se realizó poco después de haberse concluido la remodelación del templo de Azcapotzalco el 8 de octubre de 1702, según registró el diarista Antonio de Robles.
Culto Retomando la propuesta de Elisa Vargaslugo hubo tres etapas: Un Galardón del cielo. Fue en este momento que iniciaron los cambios de su iconografía, por ejemplo, se le vistió de monja profesa cuando solo fue terciaria (es decir debería ser representada vestida con el hábito blanco; y no el velo blanco y negro así como la capa negra). La estrella del Perú. La devoción es aceptada por las otras órdenes religiosas. Bandera del criollismo. La santa contribuye a la formación de un naciente nacionalismo en diferentes puntos de América, incluida Nueva España.
Lienzo de Cristóbal de Villalpando donde aparece Santa Rosa con el atuendo de monja profesa. Detalle de la fotografía de Sayabil Yac Cruz Sánchez
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Paráfrasis
Remate de tres calles del retablo de Santa Rosa de Lima. Arriba y a los costados también se hayan lienzos de Cristóbal de Villalpando. Todo el conjunto es iluminado por uno de los doce vitrales que realizó Mathias Goeritz entre 1961-1962. Detalle de la fotografía de Sayabil Yac Cruz Sánchez
Ubicación Retablo Es el único en su género que se conserva en la nave de la iglesia; incluso el altar mayor de la misma fue sustituido por uno de estilo neoclásico. Sabemos que en la nave existieron pequeños altares neoclásicos de madera que fueron retirados en 1960. En 1697 el viajero Gemelli Careri describió la iglesia adornada con veinte altares, muy posiblemente distribuidos entre la iglesia y la Capilla de San Francisco ya que la Capilla del Rosario aún no había sido edificada.
Aspectos formales Es un retablo salomónico (columnas helicoidales) que consta de un sotabanco (parte inferior de un retablo), predela (encima del sotabanco y la primera parte del retablo con pinturas) dos cuerpos (o niveles) y un remate (la parte superior del retablo). Los cuerpos están divididos en cinco calles y el remate en tres (es decir, cinco divisiones verticales y después solo en tres). En la calle central del primer cuerpo se localiza el único nicho del retablo. En la década de 1920 aún se hallaban otros altares en la nave principal de la iglesia de Azcapotzalco. Entrada a la capilla de Azcapotzalco, ca.1923. Archivo Casasola. Fototeca Nacional de INAH. MEDIATECA:77_20140827-1345500:828068
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Gabriela Sánchez Reyes Donantes
Biografía de Ignacio Carlos
Eran las personas que costeaban una obra, miembros importantes en su comunidad puesto que donaron parte de su hacienda (bienes o dinero) para muebles litúrgicos. Quedaban representados a través del retrato en actitud orante o por sus nombres inscritos en una cartela pintada. La edificación de iglesias y capillas en el periodo virreinal se debe en buena medida a los recursos monetarios de algunos particulares.
Ignacio Carlos fue natural de Granada y vecino de Sevilla, España, donde tuvo un almacén y casa. Nació en 1646 y murió en 1726. Llegó a Nueva España alrededor de 1668. Se casó en México el 8 de septiembre de 1674 con Josefa de Avendaño (natural de Guatemala e hija de Juan de Avendaño y Beatriz de Obesa y Oria) quien murió en 1707. Ignacio Carlos vivió en la calle de Donceles, fundó la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen del convento de San Sebastián de México. Fue sepultado en la Casa de la Profesa de la Ciudad de México. Josefa e Ignacio Carlos tuvieron 5 hijos: Ignacio Juan, María Jacinta, José Manuel, Ignacio Joaquín, Micaela Ignacia y Ana María Rosa (estas dos últimas hijas tomarían los hábitos). Ignacio Carlos compró una celda para su hija Micaela en el convento de la Concepción, el nombre de profesa que ella recibió fue el de Santa Rosa. •
Donantes de Azcapotzalco Los nombres de los donantes de Azcapotzalco fueron pintados en cartelas del retablo, durante mucho tiempo no habían sido más que unas grafías que a través del tiempo dejaron de tener significado entre la población, permaneciendo ignorados. A través de la investigación documental ha sido posible reconstruir fragmentos de historias familiares, así como la recuperación de algunos aspectos de la historiaregional de Azcapotzalco virreinal.
Cartelas del retablo Durante la restauración en el año 2000 apareció nueva información en el sotabanco del retablo: dos cartelas, con fragmentos incompletos que permitieron identificar a Ignacio Carlos de Avendaño y su hijo José de Avendaño como los donantes del retablo. En paleografía (a la derecha), el nombre ilegible en la cartela es el de Ignacio, según se ve en los documentos analizados por la autora.
En el sotabanco del retablo se hallan las dos cartelas donde se indican el nombre de los donantes. Detalle de la fotografía de Sayabil Yac Cruz Sánchez
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“M [...] yl[ilegible] uic[ilegible] que a [ilegible] De vocion de D[ilegible] cio* Carlos de Ave ndaño y D. Joseph de Abendaño [ilegible] bessi [ilegible]”
Galería de imágenes
Historiadores del arte y el conjunto conventual de Azcapotzalco por Julio Arellano Velázquez Sin duda alguna el trabajo de profesionistas que han estudiado la iglesia principal de Azcapotzalco como historiadores, arquitectos, arqueólogos, periodistas o literatos, es de enorme importancia, en esta ocasión hemos tomado la mirada de los historiadores del arte debido a la naturaleza de uno de los principales atractivos de este conjunto arquitectónico: la experiencia estética.
Camarín de la Virgen. Es una capilla pequeña ubicada detrás del altar de la Virgen del Rosario donde se resguardaban sus joyas y vestidos
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Julio Arellano Velázquez
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a Historia del Arte en México tuvo sus primeros pasos a finales del siglo XIX, y es hasta principios del XX que se encaminó como una disciplina profesional. La preocupación académica por la época virreinal en el arte es incluso posterior, debido a que los templos eran considerados lugares de culto antes de ser “sitios históricos”, fue con la posrevolución que hubo una gran inquietud ante la destrucción de las iglesias o la desaparición de sus obras. La Historia del Arte tiene diferentes parámetros para analizar una obra: los estilos, su aspecto material, la psicología del autor, la iconografía de sus símbolos, entre muchas otras. A veces esas miradas se suman y en otras se contraponen en sus conclusiones, pero todas ellas son puntos de partida para conocer mejor el patrimonio y repensar su importancia; sin embargo, es importante reconocer cuándo se dio la interpretación y qué motivos y conocimientos tuvo el investigador para hacerla.
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Hemos seleccionado fragmentos de importantes investigadores citandolos como un homenaje, y para recordar que el ex-convento de Azcapotzalco y su iglesia, la parroquia de los Santos Apóstoles Felipe y Santiago, han sido parte de la Historia del Arte, algunas veces como tema principal de la investigación como el texto clásico Los dominicos y Azcapotzalco de Jorge Alberto Manrique o como apostillas a un trabajo más amplio. Nota a los lectores: En esta galería de imágenes encontrarán una breve introducción que presenta un elemento arquitectónico, o bien, una pieza artística. Después aparecerá la cita del historiador o historiadora con su respectiva referencia bibliográfica. Los textos son acompañados por las fotografías de Sayabil Yac Cruz Sánchez, con excepción de la foto área de Jorge Luis González Reyes.
Atrio
l espacio abierto que da entrada a las iglesias y conventos en México es conocido como atrio, lo cierto es que las fuentes documentales de la época también lo registran como patio. En los atrios no sólo se practicó la liturgia y algunos sacramentos como el bautismo, también fue espacio didáctico, ahí fue donde inicialmente los indígenas fueron evangelizados y aprendieron los procedimientos y los símbolos del cristianismo.
“Cierto que los muros actuales son muy posteriores y que se encuentra cubierto de árboles, y aun de juegos infantiles y monumentos a la Inmaculada, pero en esencia, el atrio -gran extensión abiertacorresponde al siglo XVI.” Jorge Alberto Manrique en Los dominicos y Azcapotzalco, 1963
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Fachada de la Parroquia de los Santos Apóstoles Felipe y Santiago
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orge Alberto Manrique denominó a la última modalidad del estilo barroco como Neóstilo, no fue una palabra utilizada por los novohispanos y el propio autor reconoce que el concepto es un instrumento para facilitar la compresión de una obra o monumento artístico del pasado. Dicha modalidad se desarrolló durante el siglo XVIII, tras una fase de columnas salomónicas (una columna torcida) y otra fase de estípite (una columna o pilastra con forma de cono invertido), volviendo a la forma cilíndrica de sus soportes.
“Tiene una sencilla portada, de jambas que se continúa más arriba del dintel, cuyos únicos adornos son la clave trabajada elegantemente y un frontón mixtilíneo que la corona; esta portada, que da a la antesacristía, fue agregada en el siglo XVIII, al mismo tiempo que se hacían otras reformas al edificio.”
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Jorge Alberto Manrique en Los dominicos y Azcapotzalco, 1963
Julio Arellano Velázquez
La pintura mural en el Convento
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a orden de los dominicos fue la encargada de evangelizar el pueblo de Azcapotzalco durante el siglo XVI. A principios del siglo XX en los muros del convento, incluida la portería (entrada al claustro) se hallaron pinturas murales cubiertas de cal.
“La iglesia vieja ha desaparecido y del convento sólo queda el viejo claustro, en cuyas paredes fueron descubiertas recientemente porciones de pinturas decorativas de gran interés. Más aún lo tienen las que se encontraron en la portería del convento: es una serie de retratos de frailes, de cuerpo entero, en nicho. Para la historia de nuestra pintura colonial son fundamentales”. p. 47
Manuel Toussaint en Iglesias de México. Volumen VI. 1525-1925, 1927
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Retablo de la Virgen del Rosario
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l culto a la Virgen del Rosario está asociado con la orden dominica porque se creyó que la oración fue transmitida en un sueño a su fundador Santo Domingo de Guzmán. El papa Sixto IV extendió unas bulas que concedieron indulgencias especiales a los miembros de la cofradía de esta Virgen para eximirlos de culpas, lo cual concedió gran popularidad a dicha advocación.
“El retablo mayor, el que ocupa el teatro de la capilla, está dedicado a la Virgen del Rosario. Según queda dicho, es muy tardío (1770-1779)... No hay columnas ni pilastras, ni nichos. Todo se fía a los infinitos elementos decorativos; la decoración se ha impuesto sobre los elementos de arquitectura, se los ha tragado, y se muestra, espléndida, como la razón de ser de la obra... ...Podemos decir que el retablo de la Virgen del Rosario tiene por tema la familia material y la familia espiritual de María. De este modo, el cuerpo bajo correspondía a la familia material: a sus lados, sus padres; después un poco más abajo, sus primos Santa Isabel y San Zacarías… Sobre María misma y relacionándola simbólicamente con la ‘familia espiritual’ está la parte más cercana de su parentela: San José y Jesús. En el cuerpo superior, a los lados están los dos Juanes, Bautista a la izquierda y Evangelista a la derecha… Al centro están los dos pilares máximos de la primera Iglesia Cristiana, San Pedro y San Pablo...” Jorge Alberto Manrique en “Los retablos de la Capilla del Rosario de Azcapotzalco”, 1962
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Retablo de Santa Ana de Juan Correa en la capilla del Rosario
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n 1975 cuando Elisa Vargaslugo colaboraba con Francisco de la Maza en la investigación El pintor Cristóbal de Villalpando, descubrió en uno de los retablos de la capilla de Azcapotzalco cuadros del pintor Juan Correa dedicados a la vida de Santa Ana (madre de la Virgen María).
“Es probable que el retablo proceda de la iglesia grande de este mismo monasterio, pues la fecha que ostenta la pintura, es anterior a la construcción de la capilla en donde actualmente se aloja.” p. 67 Elisa Vargas Lugo en Juan Correa. Su Vida y su Obra. Tomo II, primera parte, 1985
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Columnas salomónicas
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as columnas helicoidales, esas columnas que parecen que hubiesen sido torcidas, fue una de las novedades del arte del siglo XVII. El retablo dedicado a Santa Rosa de Lima de la nave principal y el de Santa Ana en la capilla del Rosario poseen este componente arquitectónico, que a decir de Martha Fernández no fue uno más, sino que fue el primer elemento tectónico del arte llamado barroco.
“En relación con el retablo de Santa Ana de la capilla del Rosario del convento de Azcapotzalco, su fechamiento se basa en las pinturas que posee, realizadas por Juan Correa en el año de 1681… Como el retablo fue cambiado de sitio y rearmado, no podemos confiar en que se haya respetado el sentido giratorio original de las columnas salomónicas, pues en cada uno de los dos pares que flanquean la calle central la dirección es diferente…” Martha Fernández en Cristóbal de Medina y Vargas y la arquitectura salomónica en la Nueva España del siglo XVIII, 2002
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Julio Arellano Velázquez
Las pinturas en la Capilla del Rosario de Pedro Ramírez
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edro Ramírez hijo fue un pintor del siglo XVII de la etapa claroscurista en la Nueva España. El claroscuro es una técnica que se refiere al uso de contrastes entre volúmenes, unos iluminados y otros ensombrecidos.
“En la capilla de la Virgen del Rosario en la iglesia del ex convento dominicano de Azcapotzalco se conservan, aunque en mal estado, dos lienzos alargados en sentido vertical, de gran belleza, en los que está representado dos veces el arcángel san Miguel, en compañía de la Inmaculada, la Asunción y las santas Teresa de Ávila y Rosa de Lima. El hecho de que aparezca la santa limeña permite inferir al maestro Jorge Alberto Manrique que se trata de una obra difícilmente anterior al año de 1670, puesto que Santa Rosa fue beatificada en 1668 y canonizada en 1671.” José Rogelio Ruiz Gomar en “Nuevas noticias sobre los Ramírez, artistas novohispanos del siglo XVII”, 2000
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Retablo de San José en la Capilla del Rosario
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ste retablo ha sufrido múltiples modificaciones: robo de pintura y cambio de escultura. Hubo una cartela (aquél espacio donde se coloca texto dentro de las pinturas) que dejaba saber que el retablo fue mandado hacer en 1738 por los donantes Hipólito de Ocampo, vecino de Azcapotzalco y Tomás Paredes, y trasladado a la capilla en 1779.
“El retablo corresponde al barroco estípite… una pilastra que consta de una basa, estípo o pirámide invertida, cubo y capitel que está ornada por medallones, guirnaldas, ramos y festones. Cabe señalar que los retablos que se crearon bajo este estilo comprenden los años 1738 a 1783 apróximadamente.” “... la dedicación del retablo que, si bien en un principio lo estuvo a San José, en la actualidad se le conoce por ser la Virgen del Carmen quien ocupa el lugar del fanal, es decir, el espacio donde se sitúa la imagen del santo patrón del retablo.” Gabriela Sánchez Reyes en La iglesia y capilla del rosario de Azcapotzalco, 1997
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Julio Arellano Velázquez
Retablo de la Virgen de Guadalupe en la Capilla del Rosario
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no de los últimos retablos que se incluyó en la Capilla del Rosario. Esta estructura arquitectónica posee ocho pinturas, la principal es la dedicada a la Virgen de Guadalupe, flanqueada por cuatro medallones en los que se representan las apariciones. En el segundo cuerpo (parte superior) al centro se encuentra una pintura de San Miguel Arcángel, y a sus costados el padre y madre de la virgen María: a la izquierda San Joaquín y a la derecha Santa Ana.
“En relación con el autor de los lienzos, debemos apuntar que uno de ellos está firmado por José Padilla con fecha de 1771 lo que nos lleva a pensar que las demás pinturas también así lo sean; este pintor pertenece de acuerdo con Manuel Toussaint al grupo de ‘pintores secundarios’ del siglo XVIII…” Gabriela Sánchez Reyes en La iglesia y capilla del rosario de Azcapotzalco, 1997
Referencias: ▶▶ Fernández, Martha, Cristóbal de Medina y Vargas y la arquitectura salomónica en Nueva España durante el siglo XVII, México, IIE-UNAM, 2002. ▶▶ Manrique, Jorge Alberto, Los Dominicos y Azcapotzalco, Veracruz, FFyL- Universidad Veracruzana, 1963. --- “El ‘neóstilo’: la última carta del barroco mexicano”, Historia Mexicana, vol. 20, núm 3 (79) enero-marzo, 1971. ---, “Los retablos de la capilla del Rosario de Azcapotzalco”, La Palabra y el Hombre, núm 23, julio-septiembre, 1962. ▶▶ Ruiz Gomar, Rogelio, “Nuevas noticias sobre los Ramírez, artistas novohispanos del siglo XVII”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, vol. 22, núm. 77, septiembre-diciembre, 2000. ▶▶ Sánchez Reyes, Gabriela, La iglesia y la capilla del Rosario de Azcapotzalco. Iconografía e iconología de sus retablos [Tesis], México, Claustro de Sor Juana, 1997. ▶▶ Toussaint, Manuel, Iglesias de México volumen VI, México, Secretaría de Hacienda, 1927. ▶▶ Vargas Lugo, Elisa et al., Juan Correa. Su vida y obra, tomo II primera parte, México, IIE-UNAM, 1985.
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Prosa
Salón Cervantino
Fotografía: Karen Paredes Ávalos, 2020
por Miguel Ángel Pineda
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Miguel Ángel Pineda
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esde hace tiempo te miro a través de este amplio ventanal en donde cabe todo el universo. Hay luna llena, recuerdo una vieja melodía en la que me pierdo en medio de la noche, tratando de extender una y otra nota en mi inútil afán de tocarte. Para cuando Beethoven, Chopin y Lizt, compusieron sus mejores obras, tú ya estabas ahí, intemporal y distante. Aquí han venido muchas personas a platicar de ti, no se han dado cuenta de mi presencia, de que poseo como nadie la virtud de escuchar. Me fascina saber sobre tu origen, de tu pasado, de tus motivos en este mundo. Te veo frágil, tan diminuta que me resulta casi imposible creer que tus delicados pasos puedan acabar con el planeta entero. Aunque de tanto contemplarte, en verdad ya no sé si tú eres quien avanza o soy yo quien se va hundiendo. Evoco la Quinta sinfonía y se confunde con el sonido de las campanas, presiento que no me oyes y que tampoco me ves, pero sabes que estoy cerca de ti. Te he dicho que poseo un fino oído, con el que escucho como se mueve la tierra desde la profundidad de sus entrañas, con mi paciencia para escuchar me doy cuenta de que tus movimientos reúnen infinitos compases de silencios. Para serte sincero, preferiría terminar consumido en alguna febril danza moderna o ensordecerme en las manos de aquel torpe aprendiz. Lo que no quiero es presenciar tu derrumbe y darme cuenta que no eras más que un bello mito. En todo, caso mi mayor consuelo sería desaparecer el mismo día que toques el campanario, al mismo tiempo que vibra la última de mis teclas.
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Textos Universitarios
Azcapotzalco de Porfirio Díaz (Extracto)*
por Francisco Paez Moreno1
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n 1889 la apertura de calles en el centro de Azcapotzalco estaba en concordancia con el nuevo modelo urbano que el gobierno retomaba de las ciudades europeas y que ponían mayor orden en la circulación de personas, así como en la higiene del aire. En este mantenimiento y planeación de calles, podemos encontrar la preocupación por renovar los espacios cotidianos y también el de difundir en la sociedad la importancia de algunos personajes de la historia.
Vista área del Centro de Azcapotzalco, 1930. Atlas general del Distrito Federal. Colección Villasana-Torres *
Extracto de la tesis de licenciatura en Historia Azcapotzalco de Porfirio Díaz (1900-1910). Un laboratorio para la modernidad urbana.
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Historiador por la FES Acatlán de la UNAM. Actualmente coordina las actividades que promueven la cultura y el acercamiento de los jóvenes con
museos de la Ciudad de México en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo y el INJUVE.
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Francisco Paez Moreno
Trenes de mulitas en Azcapotzalco, 1898. Archivo Casasola. Fototeca Nacional del INAH. Mediateca: 77_20140827-134500:670491
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sí, hallamos los nombres de los héroes, próceres históricos del siglo XIX (Ignacio López Rayón, Nicolás Bravo e Ignacio Zaragoza) pero también de personajes políticos que dieron forma a la República (Melchor Ocampo, Benito Juárez, Miguel Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz) y a los que contribuyeron a la cultura desde antes que existiera México y durante los años de la paz republicana (Netzahualcóyotl y Manuel Acuña). Además de los nombres, las fechas cobrarían importancia como el “2 de abril” que da una amplia valoración con el régimen de Porfirio Díaz. Finalmente, otras calles recordaban los rasgos de la identidad local, las raíces indígenas en las calles de Aztecas y Tepanecos; también fueron integradas las ideas del gobierno como la del mestizaje y la identidad nacional con la identificación de las calles de “Mexicanos”, además de transitar por uno de los ideales del gobierno al nombrar una calle “Progreso” para hacer referencia al paso del país en esa dirección. La expansión de una red de transporte entre la ciudad de México y las cabeceras de las municipalidades más cercanas había dado comienzo con los tranvías de tracción animal,
pero con el avance del servicio eléctrico y de las nuevas tecnologías el siguiente paso fue modernizar su servicio y hacerlo eléctrico. La modernización fue una oportunidad para mejorar las rutas, por ello las concesionarias del transporte firmaron acuerdos con las autoridades del Distrito Federal, para crear condiciones de mayor accesibilidad en cada municipalidad en la que se extendía el servicio. Para el caso de Azcapotzalco el principal problema era la circulación del tranvía por una única vía de acceso, usada para el ingreso y regreso, que dificultaba la marcha constante del tranvía. La solución fue la apertura de una nueva vía, paralela a la ya existente, que facilitara la llegada y salida del tranvía que venía desde el Zócalo de la Ciudad de México, que hacía una escala en la cabecera de Tacuba y terminaba en la cabecera de la Prefectura de Azcapotzalco de Porfirio Díaz. Para mejorar el servicio en el año de 1907 intervino la Dirección de Obras Públicas del Distrito Federal para realizar la prolongación de la Avenida Azcapotzalco y a la avenida al sur de la municipalidad, para que se extendiera hasta la cabecera. •
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Crónica Histórica
El Dux de Azcapotzalco 100 años de cantina por Julio Arellano Velázquez A Enrique Escandón Valencia
La cantina El Dux de Venecia ha cumplido 100 años. A lo largo de un siglo el local ha sobrevivido a los cambios políticos y sociales debido a la administración de tres hombres distintos con el mismo nombre: Enrique Escandón. Gracias a la tradición oral que se ha trasmitido desde el abuelo hasta el nieto, y la documentación que ellos han conservado, es posible conocer la vida de este emblemático lugar de Azcapotzalco.
Tienda de ultramarinos finos El Mundo de Colón. Fotografía de principios del siglo XX, probablemente después de 1922, ya que los cereales Kellogg’s llegaron a México como productos importados ese año
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Julio Arellano Velázquez
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Los orígenes
oda narración tiene siempre un capítulo anterior. La historia comenzó a finales del siglo XIX, durante los inicios del régimen porfiriano. En esos años llegó un veneciano a Azcapotzalco. Desconocemos su nombre, pero sabemos que abrió una tienda de abarrotes ultramarinos llamada El Dux de Venecia. Esto nos cuenta Enrique Diego Escandón Valencia, tercera generación, y dueño actual de la cantina. Sabemos que la tienda se encontraba sobre la calle principal de la localidad, que seguramente aún se llamaba Santo Domingo, en el primer cuadro de la entonces Villa de Azcapotzalco. Bastaba caminar unos pasos para llegar a la plaza principal, hoy Jardín Hidalgo, con su fuente al centro, frondosos árboles y un kiosco de madera, según lo describió Manuel Rivera Cambas en su México pintoresco... casi enfrente, aunque abandonado, aún existía el convento de Santo Domingo a un lado de la parroquia de los Santos Apóstoles Felipe y Santiago. En el atrio todavía se hallaba el cementerio que según el cronista veracruzano estaba “sembrado de tumbas con inscripciones”. La demarcación seguía siendo un lugar de cultivo, había “…por todas partes huertas y jardines cubiertos de verdura y esmaltado por las flores, aún en el rigor del invierno.” Como buen hormiguero, Azcapotzalco era campestre y agrícola. Rivera Cambas enfáticamente remarca que cuando llegó el tren a Azcapotzalco en 1870, los antiguos mesones y fondas estaban desapareciendo de la cabecera de la Municipalidad. Estos lugares daban un “aspecto disgustante… los comerciantes que venían del interior y muchos malhechores encontraban a poco precio abrigo y lecho…”. El alojamiento costaba un real diario, el viajero tenía que cuidar su cabalgadu-
ra y podía comer económicamente en la fonda que generalmente se hallaba a lado de estos establecimientos. En contraste, en la Ciudad de México desde décadas atrás se había instalado un nuevo tipo de giro comercial: la cantina. Artemio de Valle Arizpe afirmaba que “…las cantinas o bares a la manera americana, sobria y pulcra, no proceden en México sino de la era en que gobernaba el general don Porfirio. Antes de esos años pacíficos no eran conocidos tales establecimientos para la bebida… Lo que existía antes de esos años eran las clásicas vinaterías procedentes de las del viejo tiempo de la Colonia”. Jorge Garibay Álvarez escribió que: “En el siglo XIX apareció propiamente el término ‘cantina’ que sustituyó al de vinatería y al de taberna. La sociedad tenía en sí consumidores que se situaban, según el gusto, en bebedores de cerveza, de vinos y de pulques.” Sin embargo, Salvador Novo aseveró que el término apareció tras la invasión norteamericana de 1847, cuando los soldados yanquis buscaron licores y bebidas mezcladas al American Style. Para 1864 en la capital había 14 restaurantes, 84 cafés y 111 cantinas y pulquerías.
¿Pero qué sucedía en la periferia, esa que se cree espejo desgastado de la Ciudad de México? El Dux de Venecia fue parte de una nueva etapa en los negocios del Hormiguero. Aunque los vecinos no solían comer fuera de casa, sí regalaban “… con refrescos, dulce, chocolate, bizcochos y vino a los amigos de las familias regularmente acomodadas…”, escribió Rivera Camba. Estos productos provenían de locales austeros. La venta de ultramarinos parecía en cambio ser un asunto de prestigio, de renovación de gustos. Tal vez ésta fue la estampa que atrajo a un joven de 14 años nacido en Asturias, España, pariente del veneciano: Enrique Escandón Ruiloba. El nacimiento de Enrique Escandón Ruiloba está registrado en el juzgado municipal de Llanes el 11 de agosto de 1886, en la localidad de La Borbolla en Asturias, al norte de España. Sin embargo su tarjeta de migración lo registra un año más joven. Sus padres fueron Segundo Escandón Trespalacios y María Ruiloba. Entró por el puerto de Veracruz el 2 de julio de 1901.
Todas las imágenes de este artículo son parte de la colección del Dux de Venecia. Ficha de migración de Enrique Escandón Ruiloba, 1901
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Crónica Histórica
Ultramarinos y casa de empeño. Fotografía de principios del siglo XX, probablemente entre 1910-1918
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El Gran Duque
zcapotzalco fue cobijado por el régimen de Díaz. Desde los primeros años del siglo XX la cabecera de la localidad se electrificó, renovó su mobiliario urbano, amplió sus calles principales, y sobre todo estableció vínculos con el presidente: se sumó al nombre de la Municipalidad el de él, llamándose por casi 25 años “Atzcapotzalco de Porfirio Díaz”. Se cree que para celebrar dicho evento el mandatario regaló un reloj francés para el nuevo Palacio municipal, que aún se conserva, y que actualmente es la Casa de la Cultura Delegacional. El Centro obtuvo su nueva nomenclatura civil. Los nombres cambiaron con los festejos del Centenario de la Independencia, cuando Díaz pidió que las calles, parques, y demás espacios públicos se llamaran como los próceres de la Patria. Desde entonces la tienda de ultramarinos se registró en la calle Juárez, ahora avenida Azcapotzalco. Pero esta época de aparente tranquilidad fue interrumpida desde el mismo día de la Decena Trágica, cuando el joven Don Enrique fue en-
carcelado por unas horas sin motivo aparente. La abundancia también desapareció. Cuando llegó la Revolución y la gente no pudo pagar las cuentas, dicen, dejaban “a prenda” su ropa para poder saldar su deuda. Así el local también se convirtió en casa de empeño. Por esa época el veneciano prefirió hacer maletas y traspasar el negocio al joven Escandón Ruiloba. Ya desde principios de siglo era una costumbre que las tiendas crecieran o abrieran una accesoria contigua; la gente se quedaba a comer cerca de la tienda y se acomodaba en donde podía, incluso en el piso. A Don Enrique no le gustaba ver que los clientes se sentaran en el suelo, así que puso mesas y sillas. Más tarde, en 1918, estableció a lado de la tienda una cantina con el nombre renovado de El Gran Dux de Venecia. La tienda de ultramarinos renació como El mundo de Colón. La primera ubicación de ambos locales fue a un par de predios de donde se encuentra ahora la cantina. En ese momento había arcos sobre la avenida de los comercios, y aunque el tranvía eléctrico había sustituido al “de mulitas”, Azcapotzalco seguía siendo ranchero: los parroquianos aún llegaban a caballo y junto al negocio había un expendio
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Julio Arellano Velázquez
Clientela del Gran Dux de Venecia sobre avenida Azcapotzalco. Fotografía de 1926
de forrajes, como puede verse en la icónica foto de la familia Escandón. En su registro de Extranjeros del Servicio de Migración mexicano se establece que a los 40 años de edad, Don Enrique vivía sobre la calle principal de Azcapotzalco. Era católico y casado. Tenía una constitución física regular, medía 1.76, pelo, cejas y ojos castaños, mentón ovalado, barba y bigotes, sin señas particulares. Para ese entonces Escandón Ruiloba era un personaje de la localidad, no sólo era dueño de El mundo de Colón, El Dux de Venecia, y una pulquería en el barrio de los brujos (San Juan Tlilhuaca, Azcapotzalco), también fue caporal de la hacienda más importante de la zona, La Careaga, después conocido como El Rosario. Don Enrique también fue integrante de la cofradía de la Vela del Marino, aquella que se fundó tras la colocación del exvoto en la basílica de Guadalupe por los tripulantes que sobrevivieron al naufragio de un barco español del siglo XVIII. Organizó grupos deportivos locales, como el de béisbol y la peña taurina, que en realidad era una tropa de vecinos aficionados a la tauromaquia que iban “en el carro del abuelo” a la plaza de toros Condesa. Don Enrique falleció en el año de 1965.
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El perdedor de almas
antiago Enrique Escandón Alatorre fue la segunda generación en dirigir la cantina y el primer chintololo (oriundo de Azcapotzalco) de la familia. A él le tocó la transición de lo rural a lo urbano. El hormiguero se convirtió en Delegación y desapareció el adjetivo del nombre para volver a ser sólo El Dux de Venecia. Desde 1930 la compañía de petróleo El Águila obtuvo el permiso para construir una refinería. Los gases y olores de la destilación provocaron la salida de las clases acomodadas de la población. Por el contrario, la modernización generó fraccionamientos para trabajadores y colonias populares. Veinte años después la parte oriente de la Delegación se convirtió en la zona industrial Vallejo. En ese tiempo se construyó el Hospital La Raza, y para los años setenta casi todos los terrenos de la Hacienda El Rosario, antes Careaga, habrían sido utilizados para levantar parte de la unidad habitacional más grande de América Latina. Parecía que no había rastro ya de la vida rural de Azcapotzalco, pero no por ello dejó de
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Crónica Histórica llamado Juan Casarín preparaba durante los años 60 para los empleados. Poco a poco fue solicitada por los comensales, aunque la pedían con “piquete”. Otras cantinas la ofrecen ahora como El Limón del Dux, y programas gastronómicos como el de Rick Stein de la BBC han registrado su preparación. En 1982, Carlos Hank González, entonces Jefe del Departamento del Distrito Federal, emitió un decreto en el que se derogó la prohibición de las mujeres en las cantinas. Uno de los espacios de sociabilidad masculina terminó y causó mucho descontento; se la consideraba un lugar de desahogo para los hombres. Esta modificación cambió el ritmo del establecimiento desde el primer día. Escandón Valencia recuerda que su papá tuvo que mandar construir un baño para mujeres de la noche a la mañana, ya que la disposición había llegado sin previo aviso. Después tuvo que lidiar con el enojo de los clientes. Muchas cantinas no lograron este tránsito, el Dux sí. Detalle de documento de 1930. ser pueblerina. Las fiestas patronales y hábitos tradicionales siguieron existiendo gracias a las familias de los pueblos y barrios. La vida que se entendió como popular empezó a ser relegada. El México moderno de “El regente de hierro” rechazó los lugares tradicionales de reunión. La cantina fue uno de los establecimientos que más sufrió. Las declaraciones públicas de Ernesto P. Uruchurtu proclamaban la intención de “moralizar la ciudad” y librar a sus áreas centrales de elementos e instituciones que amenazaban la salud de la nación: desde prostitutas y vendedores callejeros hasta cantinas y cabarets. Con él se dejó de expedir esa licencia, aquella que permitía que los clientes bebieran sin comer, a favor de la de restaurantes y bares. Cuenta Enrique Diego Escandón Valencia que pese a que su padre fue miembro de las asociaciones de empresarios y vecino conocido de la comunidad, era visto como “el perdedor de almas” por ser el dueño del Dux. Sin embargo, no fue época de escasez; los visitantes, todos ellos hombres, seguían acudiendo al lugar. Era el sitio donde se veía el box en televisión y se escuchaba la música en vivo de algún guitarrista solitario. Durante la gestión de la segunda generación aparecieron las bebidas icónicas del lugar: La Prodigiosa y El Limón. La primera es un trago dulce a base de un licor de hierbas que llevan el mismo nombre mezclado con anís, vodka y un dash de Fernet que aseguran cura cualquier resaca. La segunda es un agua fresca de color verde intenso, que un cantinero
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Un nuevo siglo
n 2005 falleció Santiago Enrique Escandón, y la familia se planteó el dilema de seguir con el negocio. Finalmente el hijo mayor de Santiago, Enrique Diego, tomó el control de la cantina. Aunque vinieron algunos cambios al local, se atesora buena parte de la estética del lugar de mediados de siglo, convirtiéndolo en un túnel del tiempo. El viaje inicia cuando uno atraviesa el umbral de dos puertas de vaivén. Desde ahí, el olor de los guisos lo reciben a uno. Durante el tiempo en que no pudieron entrar las mujeres a las cantinas, los platillos eran cocinados en casa y llevados al local. Nos cuenta Enrique que su mamá hacía todos los guisados, y fue en la cocina del hogar donde aprendió el sazón de cantina. Su madre, sin estar en el local, era pieza angular del negocio de la familia. Actualmente, en la entrada, de lado izquierdo, está doña Maribel Carrillo y Leonarda Cordero. Las cocineras del Dux. Ellas preparan las famosas botanas de cantina que se sirven gratis si se consumen varios tragos. Algunas de ellas son la mexicanización de la cocina española, como es el caso de los caracoles con mole. También se encuentra la gastronomía caliente y picosa mexicana, como el caldo de oso, los frijoles puercos, el pozole blanco, el caldo tlalpeño, el menudo, la pancita y el mole de olla. También hay chamorros, chicharrón en salsa roja y, por supuesto, las albóndigas en chipotle, porque como bien dice Enrique es “uno de los platillos que no pueden faltar en las botanas de cualquier cantina que se diga decente.”
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Arriba: Tapanco o segundo piso de la cantina, 2018. Abajo: Vista desde el tapanco, 2018
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Crónica Histórica Pasos adelante del fogón comienza la barra de madera de casi 10 metros de longitud con su descansa-pies. Atrás de ella están colocadas las repisas con la colección de cervezas y botellas para los cócteles. Ahí se halla la sinécdoque del negocio: el cantinero. Jesús Pérez no sólo atiende la barra, también es el encargado de la conversación; en ella no se ofrecen soluciones ni juicios. La verdadera función es el desahogo, ella es la clave en este espacio. Uno va a la cantina por la plática, la risa, el albur y la cantada. Frente la barra y en el tapanco se encuentran las mesas cuadradas que todavía tiene portavasos en las patas. Haciendo guardia junto a ellas están los meseros: Juan, para los amigos Juanito, Eusebio, el trabajador con más antigüedad y Bernardino. Sin ellos la experiencia se encuentra incompleta.
Los muros cubiertos con azulejos color plomo están decorados con algunas réplicas de la colección de fotografías históricas de la familia; recuerdos deportivos, como un guante de box firmado por el ex campeón José Ángel “Mantequilla” Nápoles, noticias de revistas, periódicos y reconocimientos. Uno siempre puede encontrarse personajes inesperados como el merenguero, siempre dispuesto aceptar un duelo de volados, o la enfermera Mari, quien va a tomar la presión de los comensales. Y claro, los boleros. La cantina siempre se encuentra envuelta de los saludos, los brindis, el sonido de la cristalería chocando sobre la mesa, los chiflidos de cuando se rompe algo o la campana del gol. Todo ello reafirma que uno va por el ambiente. Es un refugio del estrés de la Ciudad, por ello los parroquianos asisten regular-
Barra del Dux, 2018
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mente, porque la cantina no es un lugar de excepción sino de rutina. Algunos de ellos, como Ricardo “Capi” Cárdenas, la visitaron durante 40 años. Hay quienes afirman que la historia del Dux de Venecia es la de Azcapotzalco. Por ello con Limón en mano, brindamos por ciento dos años de cantina chintolola. •
c Dirección:
Av. Azcapotzalco 586-A, Centro de Azcapotzalco, Azcapotzalco, 02000, Ciudad de México.
Teléfono: 55 7029 6567
http://www.elduxdevenecia.com/
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Julio Arellano Velázquez
Referencias ▶▶ Connolly, Priscilla, “Azcapotzalco un collage urbano”, Artes de México, Núm. 101, 2010, p. 56-63. ▶▶ De Gortari, Hira y Regina Hernández, Memoria y encuentros: la Ciudad de México y el Distrito Federal (1824-1928), México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Mora, 1988. ▶▶ Novo, Salvador, Cocina mexicana: historia gastronómica de la Ciudad de México, México, Porrúa, 2010. ▶▶ Garibay Álvarez, Jorge, Las cantinas. Donde la palabra se humedece. México: EDAMEX, 1997. ▶▶ González Gómez, José Antonio, “Espacios urbanos y sociales en Azcapotzalco” [pdf], 2006, recuperado en: https://independent.academia.edu/Jagonzalezg. ▶▶
Pérez Bertruy, Ramona I., “Obras emblemáticas del primer Centenario de la Independencia [pdf]”, Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas-UNAM, 2001, recuperado en: http://publicaciones.iib.unam.mx/index.php/boletin/ article/ viewFile/44/41.
▶▶ Mateos-Vega, Mónica entrevista a Armando Jiménez, “Las cantinas sirven para la amistad y los negocios”, La Jornada, 7 de enero de 2004. ▶▶ Rivera Cambas, Manuel, México pintoresco, artístico y monumental v.2 [pdf], México, Imprenta de Reforma, 1880, recuperado en: https://archive.org/details/gri_mexicopintor01rive ▶▶ Rocha Osorio, Víctor Hugo, La evolución social del barrio de Tepito como importante centro de comercio informal de la Ciudad de México [Tesis de licenciatura], México, FFyL-UNAM, 2004, recuperado en: https://repositorio.unam.mx/ contenidos/105977
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Corrido
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María Elena Solórzano
corrido
Dux de Venecia por María Elena Solórzano 1
Voy a contarles señores un hecho muy singular, la historia de esta cantina, de ambiente tradicional.
En novecientos dieciocho el local se dividió, abre puertas allí mismo tienda Mundo de Colón.
Una de las más antiguas de México la ciudad, mil ochocientos noventa es la fecha que nos dan.
En la otra mitad se instala una cantina formal, llamada El Dux de Venecia, nombre para recordar.
Enrique Diego Escandón llega en barco desde España y es aquí en Azcapotzalco donde decide vivir.
Novecientos sesenta y cuatro ya la tiene otro Enrique. Enrique Diego Escandón en dos mil cinco la toma.
Primero abrió una tiendota completa y muy bien surtida, a todos los chintololos ultramarinos vendía.
Todos son bien recibidos por este nuevo patrón, una sonrisa en los labios será su presentación
En los portales plantó algunas mesas y sillas, la atención fue de primera, a todo el pueblo conquistó.
Vuela, vuela palomita invita a toda la gente a saborear en copa grande: hierbabuena con limón.
A degustar vino tinto, botanitas a probar, ni qué decir del buen pulque, de Tlilhuacan. Sí señor.
Vuela, vuela palomita y dile a toda la gente: cantina El Dux de Venecia de lo más tradición.
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Licenciada en Letras. Cronista y poeta de Azcapotzalco, cuenta con más de una veintena de publicaciones entre los que se encuentran Clavería Centenaria
y Panteón Vecinal de San Juan Tlilhuacan
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Anecdotario
10 datos sobre
la Casa de la Cultura por Julio Arellano Velázquez
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Los terrenos donde se encuentra la Casa de la Cultura originalmente fueron parte de las huertas del ex convento dominico y la parroquia de los Santos Apóstoles, en 1888 por decreto de Porfirio Díaz se adquirió una parte para construir el Palacio Municipal. La obra se concluyó en 1891, quedando el año registrado en la piedra clave del arco de la entrada del edificio. Originalmente la manzana del convento continuaba hasta la calle Miguel Lerdo de Tejada, fue hasta los años 20 del siglo XX que se abrió la calle Morelos y Pavón dividiéndola en dos.
Izquierda: Detalle del “Plano topográfico de la Villa de Bustamante y Quintanar. Antiguo pueblo de Atzcapotzalco” MAPOTECA: 695-OYB-725-A Derecha: Detalle “Atzcapotzalco”, 1929.MAPOTECA: 10400-CGE-725-B
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Julio Arellano Velázquez
El reloj continúa en uso y se puede observar en la fachada de la Casa de Cultura de la Alcaldía. Fotografía: Karen Paredes Ávalos
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El 06 de abril de 1899 el periódico La Patria reprodujo parte de la carta que el ayuntamiento de Azcapotzalco dirigió al presidente de la República Porfirio Díaz, en la cual le pidió su ayuda para colocar un reloj público debido a que no podía realizarlo con sus propios recursos. En la carta también se indicó que les gustaría inaugurarlo el 21 de junio para conmemorar el día que Díaz tuvo “la gloria de ocupar la capital de la República, y cuya fecha, nunca olvidada por este pueblo...”. Hoy en día la maquinaria todavía sigue funcionando gracias al mantenimiento de Armando Pérez Vega e hijos.
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En el muro lateral norte se conservó la fachada de una de las capillas posas del conjunto conventual. Existían una en cada esquina del atrio y cuando una escultura salía en procesión en las capillas se posaba el cristo, la virgen o de un santo para ser venerado y después continuar su recorrido.
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Para 1928, la división política del D.F. que constaba de 17 municipios se transformó en un departamento central y 13 delegaciones. Fue entonces que surgió en el antiguo Palacio Municipal la Delegación Política de Azcapotzalco.
Es probable que el arco pertenezca las décadas finales del siglo XVI debido a que todavía sigue las reglas renacentistas que llegaron durante la evangelización y las primeros años de la colonia: arco de medio punto, comunas clásicas y entablamento completo: alquitrane, friso y cornisa
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Anecdotario
Edificio delegacional de Azcapotzalco, Atlas General del Distrito Federal, 1930. Colección Villasana-Torres.
“Vista lateral de la fachada del Palacio Municipal de Azcapotzalco”, 1915. Colección Casasola, Fototeca Nacional. MEDIATECA / MID:77_20140827-134500:824699
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En la foto de la Delegación de 1929 que apareció Atlas General del Distrito Federal, Geográfico, Histórico, Comercial, Estadístico, Agrario se puede observar que las ventanas de planta baja están protegidas por rejas de hierro forjado, que el acceso tiene dos ménsulas de hierro forjado que debieron de soportar una marquesina igualmente de fierro; y que el pretil en el que se inserta el reloj y su maquinaria no estaba recubierto de piedra.
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Durante sus años de vida civil en el edificio se efectuaron servicios médicos y de tesorería, fue juzgado calificador, anfiteatro donde se depositaban los cadáveres de las personas que fallecían por asesinato o accidente. También albergó la cárcel local conformada por tres secciones: una para varones y dos para mujeres, y el Registro Civil. Ahí se hallaron las oficinas de Tránsito y Vialidad, la junta de reclutamiento para el servicio militar y la Junta de Vecinos.
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La escalera tipo imperial, las fuentes y los brazos traseros fueron añadidos en los años 70. En dichas modificaciones se priorizó la “estética antigua” para homogeneizar la arquitectura del edificio.
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El mural Herencia tepaneca en el umbral del tercer milenio (1926-2017) es obra de Arturo García Bustos, quien fue uno de los últimos alumnos de Frida Kahlo, ahora conocido como “los Fridos”. En dicho mural inaugurado en marzo de 1999 se pueden observar iconos de la historia de Azcapotzalco: su interpretación del glifo (una hormiga sobre en cerro), los frailes dominicos con su hábito blanco y negro o las escaleras del metro Refinería. También hay referencias poco conocidas como las representaciones del niño Nazario Chacón Pineda, poeta que vivió en Azcapotzalco, José Vasconcelos que mandó hacer la primera biblioteca de la localidad: la Fray Bartolomé de la Casas, o Juan O’Gorman quien realizó unos de sus primeros murales en dicha biblioteca.
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Uno de los salones que da la bienvenida al inmueble se llaman Antonio Valeriano por el gobernador indígena de Azcapotzalco del siglo XVI, al que se le atribuyen las primeras narraciones de la virgen de Guadalupe el Nican Mopohua. •
Panorámica del mural de Arturo García Bustos, 2020. Fotografía de Sayabil Yac Cruz Sánchez
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Fragmento
Pochtecayotl (fragmento)
por Alejandro Brito Altamirano1 Durante el siglo XIX el comercio en Azcapotzalco fue caótico. Saqueos de los ejércitos liberales y conservadores, secuestros a comerciantes, frecuentes asaltos, además de las peleas por el poder y el desorden político. La situación mejoró hasta la época de Porfirio Díaz quien gustaba venir a pasear a la demarcación y promovió la economía de la zona.
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n 1896 se rediseñó la antigua Plaza de Armas convirtiéndola en el Jardín Hidalgo con un quiosco alto y dos estatuas de leones. Se reubicó el tianguis de la Plaza junto al atrio de la parroquia de Azcapotzalco y se elevó la venta nómada de pregoneros y vendedores ambulantes. En el año 1900 se construyó el Mercado Siglo XX en la calle Tepanecos y Porfirio Díaz Mori (un tramo de avenida Azcapotzalco), el cual ayudó a promover la salubridad y mejora de las condiciones en la compra y venta de diversos productos. Sin embargo cayó el chahuistle con el movimiento de la Revolución y la situación volvió a ser adversa, los ejércitos que cruzaban Azcapotzalco se llevaban todo lo que podían para alimentarse, arrasando con sembradíos, parcelas y/o huertas. Hubo poca comida y un mínimo intercambio de bienes, así pues, el mercado figuró muy poco durante la Revolución. Al término del movimiento, la economía se recuperó lentamente hasta la Guerra Cristera, con la cual el comercio disminuyó una vez más. 1
Las imágenes del antiguo mercado de Azcapotzalco aparecieron en un reportaje del periódico El Mundo Ilustrado. Gracias a la investigación iconográfica de Carlos Villasana Suverza podemos compartir dichas fotografías. Colección Villasana-Torres Fue en este momento que los estanquillos y las tiendas de conveniencia inundaron las colonias y los pueblos de Azcapotzalco. En los años cincuenta el gobierno de la CDMX construyó los típicos mercados que se ven en muchas colonias, sin ser la excepción aquí, el nuevo mercado de Azcapotzalco se edificó en la manzana de avenida Azcapotzalco, Rayón,
Esperanza y Jerusalén. Se inauguró el 9 de mayo de 1957 con verdulerías, carnicerías, locales de ropa, zapatos, abarrotes, comida, antojitos y dulces. Los locatarios, muchos de ellos, herederos de tres o cuatro generaciones siguen fieles a sus tradiciones y dedicación ofreciendo un trato amable a sus marchantes, que en algunos casos llegan hasta la amistad. Tanto como
Actualmente es Presidente Ejecutivo del Consejo de la Crónica, Director del Colegio de Cronistas y Presidente Ejecutivo del Patronato del Centro
Histórico, Pueblos y Barrios de Azcapotzalco. Cuenta con más de 40 publicaciones entre las que se encuentran Azcapotzalco Documentos Históricos.
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Alejandro Brito Altamirano
pueden, tratan por mantener limpios sus lugares y propiciar el libre paso de los clientes, dan mantenimiento adecuado periódicamente, además de mejorar la calidad en todos los productos que ofertan. En cada época navideña, Día de muertos, Reyes, San Valentín o fiestas patrias, el mercado se viste del tema y la venta se extiende a sus alrededores. Como programa especial, se planeó realizar el último viernes de cada mes la “Noche de Mercados” extendiendo su horario de ventas hasta las 11:00 de la noche, incluyendo variedad, música, sorpresas y precios especiales. Algunos locatarios no querían participar en este programa, y no porque
hay detalles chuscos que sucedan en un mercado, gritos con doble sentido y accidentes como al que se le cayó una cabeza de pollo sobre la cara de una señora, sino porque cuenta la leyenda que hay un animal de horrible aspecto que por las noches sale de una alcantarilla interna y merodea entre los puestos robando comida. Pero fuera de las leyendas urbanas, mi experiencia desde niñez y juventud ha sido bastante grata porque frecuento este mercado desde entonces, y no solo para comprar víveres, sino también para consumir sus deliciosos licuados, birria, mariscos o pastelillos, a la par de una agradable plática con el dueño o empleado del local, o con algún cliente con el que coin-
Foto área del actual mercado de Azcapotzalco, 2020.Foto de Jorge Luis González Reyes
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cida en el momento. Siempre disfruto del ambiente general y de la colorida vista del conjunto de puestos pletóricos con infinidad de alimentos. Guardo entre mis más viejos recuerdos los restos del antiguo Mercado Siglo XX, donde mis mejores vivencias han quedado en la construcción cincuentera tan nuestra, tan familiar. Este mercado ha tenido varias remodelaciones debido a su edad de más de 60 años. Ha resistido terremotos, tormentas de lluvia y algún maltrato de vándalos. Este octubre 14 se suscitó un incendio en el local 79 donde se repara calzado. Un corto circuito causó el siniestro y tuvieron que suspender actividades unos minutos después de las 9:00 de la mañana. Los bomberos atendieron la conflagración pronta y efectivamente, gracias a que su estación se encuentra a escasa cuadra del mercado, sin alguna víctima más que la pérdida de la mercancía para el dueño, se reanudaron actividades en cuanto los bomberos terminaron. La lección por aprender está relacionada con la antigüedad de las instalaciones eléctricas. No se puede negar que la competencia de los supermercados modernos ha afectado, pero donde nunca tendrán competencia son en las extraordinarias malteadas que uno puede tomar allí o los variados pastelillos para degustar mientras se observa nuestro folklore, netamente mexicano. •
Cuentos
Relatos de
“El centro del Hormiguero” ❦
Blandina
por Gerardo Soriano Ángel1
L
a casa ardía al calor de las teas, como encendidas por los gritos y maldiciones que los pobladores lanzaban al monstruo de fuego en que se había convertido la casa de madera. Los brazos de humo se elevaban buscando tocar las nubes y hacer caer una lluvia de ceniza sobre los campesinos. El aroma a café de grano y a nixtamal a la leña que escapaba de las casas de carrizo del pueblo, era abrasado por el olor a maldad despedido por el fuego de la chabola incendiada. Algunas mujeres se persignaban luego de aventar piedras a las llamas, mientras otras escupían hebras de alacranes al suelo. En el campo, algunos hombres dejaron sobre los surcos el odre de puerco en el que llevaban el pulque, ultrajado de los magueyes y corrían al sitio donde, semejante a una gran pira funeraria, ardía la charca, habitada por Blandina, mujer de piel color del amate, donde la fatalidad y la sensualidad marcaban sus grafías. A no pocos metros de distancia, un cortejo fúnebre apareció en el paisaje de tierra seca, árboles oxidados y cerros agonizantes. En un principio la hilera de dolientes lucía famélica, como los cuerpos de quienes la integraban. Al acercarse los deudos al lugar donde los habitantes de San Martín arremetían contra la propiedad de Blandina, una de los indígenas, curtida por siglos de rencor, y que maldecía, distinguió a el eco agudo y manso de una chirimía y entonces se tragó sus gritos, mientras clavaba el aguijón de sus ojos parcos en la columna mortuoria que se acercaba. Una a uno los demás indígenas la imitaron y le dieron la espalda a las lla1
maradas. Al pasar junto a ellos, poco a poco se engrosó la fila de la muerte. El silencio que se creó, era apenas interrumpido por la música oscura de la chirimía y por el coro siniestro que escupía el fuego, cuyo calor cobijaba a los afligidos. Un anciano, vestido con calzón y camisa de manta, era quien interpretaba la chirimía y guiaba el paso de los apesadumbrados por las calles silenciosas del pueblo rumbo a la iglesia. De las casas y del almacén de semillas, salían hombres y mujeres, quienes se unían también a la fila de desconsolados, como si con ese acto, los pobladores de San Martín buscarán exorcizar su maldición. El grupo aumentó de tal forma, que en el templo no cabía nadie más, por lo que un descompuesto y colérico sacerdote organizó a los feligreses para que estos permitieran el paso de quienes llevaban la caja del angelito, asesinado la noche anterior. Frente al altar y sobre una cruz de pétalos blancos, reposaba la caja pequeña, de menos de un metro de largo de inocencia. La serpentina aromática del incienso, de la flor de nube y de las gladiolas enlazaba la pena de quienes desbordaban el templo colonial. En primera fila, los abuelos: Él, sin atreverse a despegar la mirada del suelo; ella, sin dejar de interrogar entre lágrimas, al cristo que presidía el retablo apolillado. A su lado, la madre, quien escuchaba el eco lejano del sermón y quien ni un solo instante apartó su mirada resquebrajada del féretro donde yacían los restos de su hijo. Distante de ellos, el padre, quien a pesar de todo lo ocurrido y al mismo tiempo que el cura ofrendaba el cuerpo y la
Licenciado en Lengua y Literatura Hispánica por la UNAM. Periodista y docente, actualmente es Coordinador Académico del Área de Español y
Literatura en el Instituto Juventud del Estado de México.
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Alberto Carbó Fernández/ Gerardo Soriano Ángel sangre de Dios, no dejaba de pensar en la piel suave y morena de Blandina, en sus labios de maracuyá y en su sexo infinito. Acaso no era el único que pensaba en esa mujer, justo en el momento del arrepentimiento. Tal vez, muy en el fondo de sus sentidos y de sus pensamientos, muchos de los hombres acudían, más que a honrar el alma del angelito, a solidarizarse con el padre de la criatura. II Desde que por vez primera Noé poseyó y fue poseído por el cuerpo de Blandina, perdió la razón. Fue encadenado a las piernas portentosas y voraces de aquella hembra. Él nunca había estado con una mujer como Blandina, ser hecho para el placer, sacerdotisa que le revelaba los secretos ocultos bajo los senos y el ombligo de ella. Noé se perdía en la negrura espesa de su infinita piel. En no pocas veces él se cubrió el rostro con el cabello azabache de ella. Le fascinaba besarla y probar sus dientes blancos con su lengua, luego de perderse en sus ojos que brillaban como la luna cuando se reflejaba en el río de los Remedios, tan salvaje y claro. Cuando él la contemplaba, en las pocas ocasiones en que a ella la vencía primero el sueño, despreciaba los rumores de la gente: Blandina no podía ser una bruja que hechizaba a los hombres para apartarlos de sus esposas y dejarlas, vencidos por sus encantos. A pesar de ello y como muchos hombres del pueblo, Noé también tenía mujer: Luz del Carmen, quien no poseía razón alguna para ruborizarse frente a la belleza de Blandina. Acaso, la única diferencia entre ambas, era la manera de entregarse al otro. Tras meses de ver a Blandina, pudo más en Noé la costumbre, el apego a la familia, pero sobre todo, el rol de padre que en unos días le tocaría interpretar. Intentando engañarse a sí mismo, Noé fue con Blandina y le informó los hechos. Lo miró de arriba abajo, con unos ojos de fuego, que aún en plena misa de cuerpo presente de su hijo, no podía borrar de su memoria: ¿Quién te crees infeliz, que te atreves a alejarte de mí?, escuchó él que ella le soltaba, antes de advertirle: “Vete pues con esa santa, pero pronto sabrás de mí”. III El olor que emanaba del incensario le recordó que a Noé, que se encontraba en la misa. Los feligreses caminaban frente al altar a despedirse del angelito y luego de mojar un ramo de flores en agua bendita, rociaban con ésta la caja: el aroma del incienso regresaba a Noé al pasado. Era como si todos lo supieran, menos él. El deseo pudo más que su voluntad de dedicarse a los suyos. Desespera-
do por la cuarentena de Luz después del nacimiento de su hijo, Noé volvió a buscar a Blandina, pero ella lo rechazó. Entonces, Noé acudió con las muchachas bajo el cuidado de la matrona del pueblo. Era inútil, ni la más profesional de las jóvenes pudo hacerle olvidar el aroma de Blandina. Una noche Luz del Carmen mecía la hamaca donde descansaba su primogénito, mientras Noé la observaba entre la penumbra y una pócima de hierbas curativas hervía en la leña. La fragancia del brebaje lo inquietó: Una ocasión en que besaba el monte de Venus de Blandina, sus sentidos se perturbaron cuando distinguió que de entre el sexo de ella, emanaba un aroma a incienso y mirra. Otra vez, Blandina adornó su pubis con pétalos de margaritas, era como si de su sexo salieran flamas. Incluso, Blandina llegó a colocar entre los vellos de su sexo trocitos de durazno, para que Noé los probara. Él no escuchó cuando Luz le habló. En silencio la miró: Nunca podría encontrar en su esposa lo que Blandina le ofrecía. Ni siquiera su hijo la haría olvidarla. Sin mediar palabra y como un fantasma, salió de la casa. En el fuego, el té de hierbas curativas, se desbordaba del recipiente de barro. Esa noche, la luna brillaba vanidosamente en medio de un majestuoso manto de luciérnagas inquietas. Las calles del pueblo se llenaban del polvo que levantaba el viento. Los perros se reunían en manadas y ladraban salvajemente. Desde el campo, Noé alcanzaba a escuchar esos ladridos. Corría a prisa, desesperadamente mientras el sudor le llenaba la espalda y sus pies quebraban todo a su paso. Al llegar a la casa de Blandina, Noé bordeó la habitación principal y miró por la ventana: No había nadie. En el suelo, se encontraba un petate cubierto con unas cobijas desacomodadas, las mismas que lo cobijaban en madrugadas de entrega sin fin. Del otro lado del cuarto, se encontraba el comedor de madera, escoltado por cuatro sillas. Detrás de sí, Noé escuchó una voz que provenía de la cocina de carrizo. Era una voz muy aguda, chillona, que él no reconocía. Muy despacio, él caminó hacia aquel sitio. Al estar frente a la pared, se puso en cuclillas y miró entre los huecos que dejaban dos carrizos: Blandina no era la misma de antes. Sus ojos claros parecían dos esferas de fuego, sus dientes habían perdido toda armonía y delicadeza; aunque ella portaba un vestido blanco, su cabello había perdido el brillo. Un hilillo de sangre escurría de la boca de Blandina y caía en unos senos antes firmes. Aunque sudaba, Noé sintió un frío que lo helaba cuando miró cuando aquel ser infernal doblaba su cuerpo y colocaba su rostro frente a sus rodillas y sin ningún dolor ni ruido ni queja, arrancaba sus pantorrillas. Después, suspendida en el aire y sosteniendo cada extremidad en sus manos, Blandina se dirigía al fondo de la cocina, donde se
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Cuentos encontraba el rescoldo del tlecuil, esas tres piedras sobre las cuales las mujeres ponían el comal de barro, quitaba éste y sobre los pedruscos depositaba sus piernas. En ese instante, ella volteó sorpresivamente y miró el ojo de Noé entre los carrizos y soltó una carcajada siniestra que pareció que se escuchaba hasta el pueblo e hizo aullar a los perros y despertar a los habitantes de San Martín. Tirado, Noé vio cómo Blandina salía de la cocina. Fuera de la casa y al roce del pliegue de la falda, las puntas de la hierba se iban incendiando, una a una. Las llamas ascendían poco a poco por el cuerpo de Blandina, hasta convertirse en una enorme bola de fuego. Entonces, esa gran esfera ardiente se dirigió hacia el pueblo, con una velocidad inaudita, incomprensible para Noé. Cuando éste se recuperó del asombró, echó a correr impotentemente tras el globo centelleante. Aunque iba a gran velocidad, Noé sentía que no avanzaba, como si el camino se hiciera más largo. En su mente se traspusieron una detrás de otra la imagen de Luz al alumbrar a su hijo, el sexo de Blandina, su propio nacimiento y su misma muerte. No pudo más y cayó antes de llegar al río de los Remedios, cuyas aguas esa noche parecieron enloquecer y salirse de su cauce. Al volver en sí, vio a lo lejos que un grupo de hombres y mujeres, con trozos de ocote ardiendo se dirigían a la casa de Blandina. Noé fue tras ello, con paso torpe. Al verlo de fren-
te, Ramiro, quien más tarde sería uno de los hombres que cargaría la caja del angelito, le ordenó enérgicamente: “Corre rápido a tu casa, Luz te necesita”. Cuando por fin llegó, Noé encontró que varios vecinos y curiosos se asomaban por la puerta al interior de su casa. Al verlo llegar, uno a uno le flanquearon el paso, mientras Noé sentía sus miradas de desprecio. De rodillas, al pie de la hamaca y llorando, Luz del Carmen sostenía entre sus brazos el cuerpo diminuto de su pequeño. Al sentir unos pasos abruptos, Luz levantó el rostro. Sin decir palabra alguna y aguantando el llanto, le mostró el cuerpo del bebé a Noé. El niño tenía en la mollera una enorme mordida rodeada de sangre. “Se lo chupó la bruja, se lo chupó la bruja”, dijo uno de los presentes mientras los demás se persignaban, menos Noé y Luz. Un sol ardiente, se adueñó del amanecer en San Martín. IV Al mismo tiempo en que los dolientes enterraban el cuerpo del angelito, en el pueblo vecino de San Miguel Amantla, desde el interior de una de las tiendas de abarrotes y vinos, un hombre joven vio pasar a una hermosa mujer de piel color amate y cabello azabache. Tras pagar, él salió detrás de ella quien volteó a mirarlo, mientras le sonreía maliciosamente.
“Permutas pasionales” 1 por Alberto Carbó Fernández 2
A
medianoche sonó el viejo reloj de la mansión Alcurnia, se oyó el timbre. A la entrada, la veterana mucama dejó entrar al comedor al jefe policiaco, J. Ponce. Aguardaron nerviosos nueve jóvenes desenmascarados de los disfraces. Como nadie reveló nada, la empleada explicó la razón. Hallar al homicida. El agente se acercó a la occisa desgargantada y recostada sobre el sillón. Se tomaron las huellas. La hija Alcurnia lo llevó a la biblioteca. Ella fue la primera interrogada, luego el resto. Se anotó cada declaración y detalle del relato. El matrimonio Alcurnia viajó a París. La hija festejó el Día de Muertos, en la mansión. Sus amistades se disfrazarían de personajes tétricos de las leyendas mexicanas. La mucama se disfrazaría, recibiría a la juventud y serviría la cena. Doña Ernestina se opuso, pero la pudo convencer. Se celebró a es-
condida esa fiesta. La anfitriona se salió. Ella y el novio se disfrazarían y despistarían a los demás. Se deleitarían romances. Dieron las 21:00 horas. La Hechicera estuvo atenta. Sonó el timbre. Dio la silenciosa bienvenida a cada pareja. Antes de pasar a la puerta, ella indicó callar. Entró la terrible Muerte al ladear su guadaña y el Verdugo al balancear su hacha. Llegó la entristecida Llorona y el Fantasma arrastró la pesada cadena. Siguió la horrible Tarántula y Alebrije colorido. Después ese Chupa Cabras afiló una garra y la Momia de Guanajuato envolvió su venda. Finalmente el terrorífico Diablo con su tridente y la lóbrega Viuda Negra. La Hechicera puso música para bailar. Acabó la primera pieza. Las parejas intercambiaron otros besos y caricias en ciertos lugares. La Hechicera apagó la luz y para suspender la travesura erótica, contó cinco minutos.
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En Cuentos desventurados.
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Licenciado en Trabajo Social por la UNAM, donde actualmente es profesor adjunto. Es articulista de varios medios impresos como Quórum y Asamblea.
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Alberto Carbó Fernández/ Gerardo Soriano Ángel Unos se reconocieron y jugaron, pero no expresaron palabras pasionales. El Fantasma y la Momia fueron a la sala, el Alebrije y la Muerte al comedor, la Tarántula y el Chupa Cabras a la biblioteca, el Diablo y la Viuda Negra al jardín, la Llorona y el Verdugo a la escalera central. Después cambiaron esas rondas. Ellas eligieron a ellos pero volvieron a los mismos sitios. El Diablo honró su temple, su mirada reflejó el deseo erótico y la atracción apasionante. Entre sus brazos las damas se sintieron amadas, con sus fogosos besos sensuales, vibraron candentes. El atrevido seductor no midió su acción, porque cada una deseó permanecer demasiado tiempo. La más sensual fue la atractiva Viuda Negra con su provocativo vestuario y su mirada seductora. Sus risas coquetas y caricias llamaron atenciones varoniles. Cada uno no resistió esa oportunidad de poseerla. Disfrutaron abrazos y besos por breves instantes. El Fantasma era inexperto seductor. Sus desatinados movimientos y gemidos ocasionaron risas de las acompañantes. Se le respetó, porque fue bondadoso con quien estuvo a su lado. La Momia de Guanajuato tampoco expresó su encanto, la venda en la cara le dificultó el goce. No obstante, se entusiasmó al besar a algún experto sensual y disimuló su expresión con alguien novato. El Chupa Cabras fue algo inexpresivo al mostrar la sensualidad. Si una mujer era audaz, él también lo fue, pero si era lo contrario se comportó respetuoso y evitó algún mal entendido. Otra novata fue esa enigmática Muerte. Aunque algunos se le acercaron, no estuvieron seguros ante esas miradas indiferentes. No obstante, poco a poco, manifestó su habilidad sensual, pero jamás superó esa experiencia erótica de mujer erótica. La Llorona reveló su desconsoladora debilidad. En ningún momento dejó su frialdad con quien estuvo presente. Aunque fue muy amable con cada amistad, siempre puso cierto límite al juego del erotismo. El único sin tanta suerte fue el Verdugo, pero no se venció. Aunque siempre mostró optimismo, a ni una mujer gustó su táctica. No se le quiso desilusionar. Más lo sobrellevaron en aquellos instantes. Sólo la Hechicera mantuvo su neutralidad en la eventualidad extravagante. Si bien no estuvo de acuerdo, tampoco se
opuso a esa alocada decisión juvenil. Sólo ansió acabar pronto. Durante la última fase, el Diablo se separó de la Momia, fumó en el pasillo y su amiga descansó. Todo era quietud. De pronto, alguien se acercó sigiloso, la sujetó por detrás, le tapó la boca y le cercenó la garganta, porque le rechazó su amor. El responsable se fugó, pero nadie atestiguó el crimen. La Hechicera encendió la luz, llamó para cenar. Los jóvenes se quitaron sus máscaras. En el comedor se platicó destreza. Expresaron sus comentarios. Se oyó toda opinión sobre besar, abrazar, acariciar, sonreír, rociar, perfumar o ver sutil. La inmóvil Momia llamó la atención. El Fantasma la convidó a cenar, pero no oyó respuesta. Cuando la zarandeó, ella cayó pesada al suelo. El Diablo le alzó la cabeza y se descubrió la sangre en el cuello del cadáver. Retrocedieron. La Muerte se desmayó. El Fantasma y el Diablo recostaron a la occisa al sofá. Se buscó una solución. El Alebrije propuso traer a la policía. Las mujeres se opusieron. La Tarántula propuso escapar, pero el Alebrije se opuso. Sería como complicidad. Se decidió telefonear a la policía. El agente oyó a la Hechicera, no intercambió beso y caricia, prometió callar el caso. Ponce envió por la madre de la occisa. Sondeó esas respuestas, fueron similares. Nadie miró, ni oyó algo extraño del asesinato o sospechó de alguien. Analizó el itinerario. El último con la Momia fue el Diablo, pero éste aseguró su inocencia. En la herida mortal de esa víctima no había huella. Oyó un grito. Se lanzó un cuchillo a la Llorona en la sala. Las chicas se defendieron, estuvieron en la cocina, El Fantasma, el Diablo y el Chupa Cabras en el jardín. El Verdugo vio una foto y el Alebrije fumó fuera. Ponce ordenó estar juntos. Tiempo después, el agente enteró el deceso a la madre, quien abofeteó a la Viuda Negra, la culpó y se desmayó. Cuando se recuperó, le narró a Ponce la vida de su difunta hija. Al investigador algo le llamó la atención y telefoneó. En la sala reveló al homicida. Recordó un comentario de la hija Alcurnia, la Momia rechazó al Verdugo. Ellas lo confirmaron porque no lo admiraron. El presionado confesó. No soportó ningún rechazo femenil y acuchilló a la Momia. La “Muerte” recordó algo, él sugirió la fiesta para seducir, pero fracasó. Al final se le entregó a la policía, porque también intentó matar a la Llorona. •
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Crónica
Crónicas hormigas por Yolanda García Bustos1
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Baño de recuerdos fotografías de Karen Paredes Ávalos, 2019
A mediados del siglo pasado, los baños públicos de nuestra Ciudad vivían su época de oro, década a década han ido decreciendo. En los años sesenta muchas casas en Azcapotzalco todavía carecían de redes de agua potable, se extraía por pozos que a veces no suministraban suficiente, lo que provocaba que mi Madre me diera la orden —preparas tu maletita: toalla, ropa interior y jabón porque nos vamos a los Baños Públicos, no se te ocurra olvidar tus chanclas—.
P
agaba dos regaderas individuales a diez pesos cada una, aunque también había las generales que eran más económicas pero que Mamá no rentaba porque decía eran antihigiénicas, ¡por mi mejor! Ya que en la intimidad de la individual permanecía bajo el chorro de agua caliente sin que nadie me dijera —¡ya ciérrale a esa llave, que el agua no la regalan!— O la amenaza —¡nada más no te lavas bien las rodillas y los codos y te voy a tallar con piedra pómez!— El Tíber, Mercado, San José, Azteca, Azcapotzalco, Clavería, de todos los que conocí en esa época, sólo sobreviven los Costa Azul en la calle de Esperanza. En ese entonces no existía la amenaza de campañas de ahorro de agua; por mí, podría haber pasado toda la vida bajo la regadera de los plebeyos y hormigueantes Baños Mercado (donde ahora está Copel), aunque se cumpliera la amenaza materna de que me iba a convertir en pez. Me despertaban de mi sueño los estridentes golpes en la puerta con el grito de mi Madre ¡Que pasó ya acabaste! y a mi relajada respuesta ¡Yaaa vooooy! Su orden autoritaria ¡Apúrate chamaco que se hace tarde! 1
“Falleció en 1998, para renacer como La Catrina en 1999. Dedicándose a las artes literarias y escénicas, retomó su formación académica consiguiendo
titularse con mención honorífica como Licenciada en Arte y Patrimonio Cultural”.
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Yolanda García Bustos
Los baños de vapor eran más solicitados en los discretos Baños Clavería, su imagen reservada se hacía cómplice de los hombres adultos, que olvidando sus profesiones o estrato, se reunían en esos lugares considerados de diálogo social y en los que dicen se formaban reñidos debates sobre política, pero también podían platicar abiertamente de teatro, mujeres o box, sabiendo de antemano que todo lo tratado en ese recinto allí se quedaría, lo pronunciado se evaporaría sin dificultad. Los que siempre parecían condenados a muerte eran los Azteca con paredes de palidez enfermiza y focos que emanaban infinita tristeza, que contagiaban su dolor a todo aquél que osaba pasar por ahí, su padecimiento fue largo, pues todavía se pueden ver sus ruinas en contra esquina del Seguro Social con un letrero que reza: “Se vende como terreno”. En actitud opuesta estaban los rumbosos e inquietos Baños Azcapotzalco que en permanente bullicio y alegría recibían con los brazos abiertos a quien se acercara, por lo que nadie se explicó su deceso para ceder su espacio a la erudita y cautelosa Casa del Libro. Como mediadores funcionaban prudentemente los Baños San José, allá por las vías, que en su papel de Celestina cobijaba los efluvios de amor de algunas parejas de pocos ingresos económicos. A las normas ambientales, y licencias para funcionar han logrado salir airosos los Baños Costa Azul, que en los setenta ya tenían su peluquería exclusiva para hombres, sintiéndose
uno con más confianza para platicar, ahí me enteré que el cilindro luminoso con el que se anuncian se le llama ‘Caramelo’ y sus colores azul, rojo y blanco significan que el barbero además de cortar el pelo, arreglaba electrodomésticos y era una especie de doctor. Un mediodía, no habiendo clientes, sólo interrumpidos por el volumen discreto de una radio de bulbos sintonizado en el fonógrafo, Cuco, el peluquero que siempre me atendía, después de colocarme la capa blanca sobre los hombros con su habitual cortesía y de manera velada sacó de un cajoncito de madera una revista “Caballero” ofreciéndomela sin hacer comentarios, yo empecé a hojearla, pasaba con rapidez las páginas en donde aparecían las chavas semidesnudas, como si me interesara sólo en los artículos, el sonido de la navaja asemejando el canto de un grillo iba aumentando al ritmo que elevaba mis latidos del corazón por la vergüenza de saber que Cuco me estaba observando, sentía que mi semblante y hasta las orejas se me afiebraban al tratar de aparentar, a mis trece años, ser un hombre de mundo, cuando él vio aparecer en la página principal a una güera despampanante me dijo: ¡Esa vieja esta re´buena! Tartamudeando contesté: ¡Sssí verdad!, al tiempo que nerviosamente cerraba la revista fingiendo tener sueño. La fila de la nostalgia se engrosa con el recuerdo de la invitación que me hacía mi Tío: ¡ándale trae tu traje de baño y tu toalla porque vamos al Tíber! De espacios enormes, abarcaban de Avenida Azcapotzalco hasta la calle de Centenario,
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Crónica
era un lugar que se envanecía de sí mismo y se jactaba de su poderío, pues ingresar tenía un alto costo para esos tiempos; entre elegantes muros de azulejo y loseta azul verdoso brotaban al fondo espejos para los que gustaban el ejercicio con pesas; tres filas interminables de lockers cuyas llaves resguardaba Toño, que lo mismo cuidaba el área, que rentaba aletas, conseguía flotadores o hasta snorckels, los Baños Tíber también se preocupaban por dar privacía con vestidores separados de hombres y mujeres; su zona ajardinada alrededor de la alberca y fuente de sodas con mesas que cual capullos de flores brotaban de entre el pasto. Eso sí, imposible visitarlos en Semana Santa porque era la época en que parecían vacacionar ahí todos los chintololos, pues la piscina ha sido, por tradición, un lugar donde los mexicanos se reúnen para relajarse, hacer ejercicio y aprender a nadar. Cerca del agua, acariciante e hipnótica, se cuentan historias; se intercambian noticias de familias, amigos y de la comunidad. Desafortunadamente en este siglo veintiuno muchos de los lugares que como testigos silenciosos, me vieron crecer en mi Azcapotzalco están desapareciendo, lo vivido en ellos siempre permanecerá en mi memoria, aunque dicen que no hay mayor dolor que recordar en la miseria los tiempos felices, yo seguiré en ese viaje de descubrimiento no en busca de paisajes nuevos, sino con ojos nuevos, ya que los recuerdos son las únicas cosas que la modernidad no me puede arrebatar, ni los chinos piratear. Septiembre, año siete. Actualizado ante la demolición de los Baños Clavería en 2013.
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Yolanda García Bustos
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Sorbos de querubines
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l año pasado María Luisa acompañada de Othón su esposo, festejó su cumpleaños jugando en el Bingo de Polanco, hicieron varios intentos para que las suerte les sonriera sin lograr éxito, pero esto, no les amargó la noche. Se retiraron de ahí felices. Al transitar por Ejército Nacional un vehículo conducido por un ebrio los embistió; a pesar de que la aseguradora declaró como pérdida total al auto, ellos: no sufrieron ni un rasguño, sólo el susto. Este evento hizo recordar a María Luisa que en 1997, también el día de su cumpleaños, debido a unos intensos dolores de cabeza que estaba padeciendo decidió regalarse una visita al médico, quien ya no la dejó salir del hospital tras detectarle tres aneurismas en el cerebro, requería de cirugía inmediata. A toda la familia tomó por sorpresa la noticia, e intensificaron sus muestras de amor. Después de una larga recuperación decidieron quitar su negocio de fotocopiado pero ella insistía en no estar encerrada en su casa el resto de su vida, ya que todavía no cumplía ni los cincuenta años; es así como acordaron abrir una cafetería confiando en su magia para preparar un buen café y conjugar en el negocio su buen gusto, pues ella es una mujer de personalidad elegante y discreta, sonriente, de conversación interesante, y palabra amable. Esos hechos surgidos coincidentemente en el aniversario de su nacimiento María Luisa los atribuye a que Dios la ama, le ha puesto pruebas y le ha brindado otra oportunidad. Aunque parece que la ocasión se le ha brindado a la comunidad de Azcapotzalco, ya que así fue como nació la cafetería “SABAMI” avecindada en el Jardín Siglo XX a un costado de la Parroquia de los Santos Apóstoles Felipe y Santiago, todos los días (a excepción de los martes) se puede disfrutar de café americano, express o alguna de las diferentes mezclas creadas por ella con sabores exquisitos al paladar y a la vista, acompañados de una dulce compañía, como son sus diferentes postres caseros.
Su ubicación en el rincón de ese jardín que tiene olores y sabores pueblerinos, fascina y antoja para compartirlo en una conversación profunda con algún amigo; invocar a los fantasmas del pasado; o simplemente cambiar al mundo e idear la manera en que deberían actuar nuestros políticos para lograr una economía como la japonesa; todo esto se logra tras una taza de café que produce alivio a nuestro espíritu, y una gran pasión por vivir borrando tristezas y frustraciones. Si bien, dicen que hacer el amor se disfruta con los cinco sentidos, ante la soledad obligada, tal vez una taza de café podría sustituir ese sentimiento y las emociones que conlleva, ¿qué cómo?: escuchar su preparación y cómo lo vierten fascina el sentido del oído; observando lo espumoso en una taza de cerámica, con su galleta recién horneada hechiza la vista; nos satisface al olfato con su aroma; nos incita al primer sorbo, su calor inunda todo nuestro cuerpo y el gusto está cubierto; a la tercera taza podremos empezar a sentir ese cosquilleo en la piel que termina por halagarnos el tacto, permitiéndonos percibir los latidos de nuestro corazón y ese nerviosismo en el estómago propio de los enamorados. Para degustar el tempranero nada como un Veracruzano por suave y delicado; después de comer y porque está algo fuerte con aroma limpio que se disipa con rapidez se aconseja el Chiapaneco; para el nocturno puede ser un Oaxaqueño que es ligero, sutil y frutal. Pero como bien aconsejó Talleyrand: —El café debe tomarse negro como la noche, caliente como el infierno, puro como un ángel, y dulce como el amor— Entonces ¡Qué importa que nos llamen reincidentes!... ¡el último y nos vamos!
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A Marzo, año cinco.
Crónica ❦ El frágil corazón de Azcapotzalco fotografías de Karen Paredes Ávalos
Preciso tiempo...para mirar un árbol, o un farol para morir un poco y nacer enseguida y para darme cuenta y para darme cuerda, preciso tiempo, el necesario para chapotear unas horas en la vida... Mario Benedetti
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cababa de cumplir los diecisiete años cuando empecé a ganarme la vida en “México Watch” una armadora de relojes, allá por el Centro, me impresionaba mucho ese mundo de máquinas dividiendo el día en horas, minutos y segundos; pero la necesidad económica me hizo cambiar de trabajo. Entré a la Refresquera Mundet aprendí a hacer los tapones para las sidras, me quedé buen tiempo pues había mucho compañerismo, yo llevaba mi guitarra y cuando salíamos a comer les interpretaba las canciones que estaban de moda como esa de “Reloj no marques las horas/porque voy a enloquecer/ella se irá para siempre/cuando amanezca otra vez...” Ahí tuve la suerte de hacerme amigo de un muchacho que había heredado de su padre los secretos de la relojería, no era egoísta, por eso compartió conmigo todo su conocimiento respecto de esas máquinas que nos recuerdan que el tiempo no pasa en balde. Así me fui perfeccionando, pues “la práctica hace al maestro”, arreglábamos relojes a todos los compañeros. Después conseguí un empleo de cocinero en el comedor de la Ford, se corrió la voz de que yo era relojero y hasta los ejecutivos tenían la confianza de dármelos a reparar, allí duré veintiún años, pero hubo recorte de personal y me liquidaron, el dinero que me dieron me permitió independizarme. En la época en que era Delegado de Azcapotzalco Pablo Moctezuma Barragán, pude entrar a trabajar como empleado de la Demarcación, dando cursos de relojería. Y aprovechando que el reloj de la torre de Casa de Cultura no funcionaba, pues me ofrecí para componerlo, cobrando quinientos pesos mensuales por su mantenimiento, incluía darle cuerda semanalmente, los convencí pronto pues les di mi cotización y al compararla se dieron cuenta que yo les convenía.
Ese reloj, me cautivó desde el primer día en que conocí su fragilidad, es francés, su alma es de bronce, de mil novecientos dos. Atrás de su carátula está un cuartito sobre el que descansan, a cielo raso, las tres campanas de setenta y cinco centímetros; pobre reloj, estaba muy abandonado, por eso le repinté los números ya no se veían. Su enorme valor radica en que es mecánico, movido por pesas, una para cada manecilla; su gran maquinaria es de casi tres metros de diámetro; a medida que el péndulo oscila de un lado a otro deja avanzar el tren de engranajes lo que causa el “Tic-Tac” las pesas enrolladas van bajando por un riel a una especie de pozo cuyo fondo es la chimenea que está en el Salón Acolhua, por eso hay que volverlas a subir, dándoles cuerda cada ocho días, tanto al tiempo como a las campanas. ¿Ha escuchado sus sonerías que son de horas, medias y cuartos?
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Yolanda García Bustos
Le tomé tal cariño que llegó un momento en que ya no cobraba por su mantenimiento, los únicos que teníamos llave de ese cuartito era el Jefe y yo. Un mal día llegué, ya le habían cambiado el candado. Entonces me di cuenta que ya no querían mis servicios. Me enfermé, me detectaron cáncer y debido a las quimioterapias, me prohibieron hacer esfuerzos o levantar cosas pesadas, ¡a mí que siempre me había gustado hacer deporte! Cuando me repuse, regresé y oí el relojito ¡echando sus campanas al vuelo! Escucharlo me dio el valor para entrar a Casa de Cultura a pedir que me permitieran volver a trabajar en él, pero me entristeció saber que ya habían contratado a otro relojero, me dije ¡ojalá sea bueno, le agarre el modo y sepa que cualquier reloj necesita su mantenimiento anual, hay que darle su limpiada, lavarlo y aceitarlo, pues entre más antiguo, más amor necesita, hay que darle cariño! Pero no me decaí, porque me mantengo reparando relojes de pared y de pulso: aunque el oficio de relojero ya no es lucrativo, pues desde que se inventaron los de cuarzo no se puede cobrar mucho, nada más limpiarlos y cambiarles la pila. En cambio a los antiguos, los de cuerda, es un gusto contemplar su esqueleto, hacerlos marchar, aunque ya no venden casi refacciones para ellos, pero los que tenemos experiencia sabemos hacer las piezas, yo tengo mi torno. De los de Torre, vetustos, como el de Casa de Cultura, sólo hay una familia que los construye en México, pues los han desbanca-
do la modernidad y los chinos. Aparte de ajustarlos, los colecciono, tengo cien de pulsera; algunos de bolsillo esos se mueven por medio de un resorte en espiral para impulsarlos; y varios de pared. Todas mis noches al sonar las doce se desata el estruendo de timbres y campanas tocando al unísono. Haga de cuenta que estoy en una de esas fiestas de parroquia en las que al mismo tiempo que truenan los cohetones, las bengalas y las campanas anunciando la gloria. Esta profesión me ha dado muchas satisfacciones, un arquitecto me consiguió trabajo en el Palacio Nacional, ahí eché a andar dos relojes de repisa, en las entonces oficinas de Fox. El guardia que me acompañaba durante los tres meses que estuve yendo a remozarlos, se hizo mi amigo, le pedí que me mostrara la silla presidencial, me llevó a la de Fox pero es común y corriente y le dije ¿pues qué no tienen la Silla que sale en las películas? Y me llevó a la mismísima silla de Porfirio Díaz, le pedí que me dejara sentarme y accedió, le solicité me sacara una foto y también accedió. ¡Sí señorita: está usted frente a José Ruelas Gómez que a sus setenta y un años ya estuvo en la Silla presidencial y a quien el único sueño que le falta realizar es volver a la Casa de Cultura de Azcapotzalco, para darle cuerda a su reloj, esa maquinaria llena de historia, que seguirá marcando el tiempo del corazón de Azcapotzalco.
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Julio, año seis.
Crónica
e Papelería y mercería Casa Olivo
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livo Zanella Fiori es el nombre original del fundador de uno de los negocios familiares más antiguos de Azcapotzalco “Papelería y Mercería Casa Olivo”. Sus padres, como todos los inmigrantes italianos, llevaban en su mente encontrar un país donde hubiese paz, trabajo y un lugar con características similares a su patria. En 1890, siendo él un bebé, arribaron al estado de Morelos donde Porfirio Díaz les firmó escrituras cediéndoles unas tierras para que las cultivaran, lo que hicieron con mucho ímpetu. Sin embargo, la Revolución les arrebató todo y vinieron al DF, castellanizando sus apellidos por Zanela Flores al obtener la nacionalidad mexicana. Azcapotzalco se convirtió en su segunda patria. México enfrentaba años difíciles, el periodo posrevolucionario de 1925 prometía un mejor futuro. Todos luchaban por recuperar el tiempo perdido. El florecimiento de la agricultura, la introducción del tranvía, así como el incremento de la población, propiciaron el auge de la actividad comercial de la población Azcapotzalca. Olivo, que ya era un joven inició su mercería vendiendo en la calle por un breve lapso, pues al poco tiempo se instaló formalmente a un costado de la iglesia de los Santos Apóstoles Felipe y Santiago, dentro del entonces Mercado Siglo XX, construido en 1905, de estructura de acero rematado por una cúpula de cristal. La ancha puerta de la derecha, de herrería afrancesada, remitía al puesto destinado a esa mercería que lucía las peinetas de carey al lado de los multicolores estambres y agujas para tejer. Los hilos vela pintaban su arcoíris iluminando la fila de las canicas cristalinas que se alineaban a los lados para esperar la marcha de los ejércitos de soldaditos de madera o de plomo, ante las muñecas de cartón o de trapo que sonreían coquetas. Era una época en que las mujeres manufacturaban toda su ropa cosiéndola a mano y tomaban medidas con cuarta, jeme y dedos por lo que la apertura de la Merceria Olivo,
como referían, —Nos cayó de perlas, pues ahí compramos los brillantes cordones para las trenzas, las cintas métricas que entonces eran de caucho, conseguimos el huevo de madera que servía para zurcir los calcetines y hasta botones de todos tamaños, así como antifaces de cartón con diamantina para ataviar alegremente a los niños en días de feria—Pocas familias podían darse el lujo de tener la máquina de coser de la marca La Nueva Nacional —se giraba la polea con una mano y con la otra se guiaba la costura con los dedos pulgar e índice, por lo que agujas, tijeras y dedales nunca estaban de sobra en una casa—. En ese tiempo, muchas mujeres no sabían leer ni escribir, pero eran expertas en el deshilado, bordado y tejidos de gancho por lo que ellas fueron las más favorecidas al poder encontrar en esa Mercería las primeras revistas de punto de cruz y todos los instrumentos que requerían para sus labores; como aquellos famosos pañuelos blancos para bordar la inicial del pretendiente o del marido con la inicial de ella y así ganar la aceptación de la suegra. En 1955 , Olivo se sometió a una sencilla cirugía pero la negligencia médica provocó su muerte. Él, que hasta entonces había atendido la mercería, ya había sembrado en sus hijos la pasión por ese comercio y transferido toda la información, conocimiento y relaciones a su noveno hijo al que también había bautizado con el nombre de Olivo Zanela Navarro. Éste para superar el dolor de la pérdida de su padre, se dedicó con ímpetu a tomar las riendas del negocio apoyado por su esposa Tere Sierra logrando trasladarse en julio de ese mismo año a la acera de enfrente, inaugurando así la “Papelería y Mercería Casa Olivo” tal y como se le conoce desde entonces. Ellos procrearon cinco hijos: Esilda quien actualmente radica en Guadalajara atendiendo su negocio de ropa, Tere que vive en Tijuana, José Luis un apasionado por la música, baterista, productor de espectáculos y dedicado a la política; Olivo y Alejandro, egresados como contadores públicos de la Universidad Iberoamericana y del ITAM, respectivamente, pero ambos vertiendo los conocimientos de su profesión y su
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Yolanda García Bustos visión aplicada a expandir ese negocio familiar, pues como ellos dicen: —Lo que definió nuestra decisión de conservarla y que fructificara fue el hecho de que desde los ocho años de edad Papá nos exigía trabajar con él, lo hacíamos como cualquier niño, como diversión, pues en casa vivíamos cómodamente, comíamos muy bien, íbamos a la escuela, jugábamos y mientras trabajábamos nos daba tiempo de hacer las tareas, eran días en que el tiempo alcanzaba para todo—. Ya poseen otra papelería en la calle de Esperanza, así como sucursales en Atizapán y Satélite, resolviéndonos a todos las listas de útiles que asoman al iniciar ciclo escolar o las urgencias que aparecen los fatigados domingos al atardecer, en que algún infante recuerda que no ha hecho la tarea y recuerda que la maestra pidió que llevaran dos pliegos de cartulina y la monografía de la vaca, para el lunes. La mayor gloria de la Papelería y Mercería Casa Olivo no depende de su capital económico, su gloria está en su edad, ha cumplido ochenta y tres años y sigue conservando ese sabor pueblerino, pero con el ímpetu suficiente de moderniza-
ción y con mucha energía para luchar ante la embestida de los tigres asiáticos. No puede distraer tiempo en divertirse, su único afán es sobrevivir dignamente, vigilante y simpática para nosotros, haciendo hasta lo imposible para cumplir su único objetivo: ¡que la curiosidad y el asombro infantil se apoderen de nuestro ser por los maravillosos descubrimientos que observamos en sus vitrinas! Ella se entrega incondicionalmente pues ya es patrimonio de los habitantes de Azcapotzalco.
Marzo, año ocho.
Para esta crónica se contó con el invaluable testimonio del contador público Alejandro Zanela y del Contador Othón Sánchez de la Barquera.
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Epílogo-Foto de archivo
El periódico La voz de Azcapotzalco registró la inauguración de un moderno banco en mayo de 1962
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