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reconocimiento de CRISTO REY

ras el fallecimiento de León XIII, el 4 de agosto de 1903, Su Eminencia el Cardenal Giuseppe Melchiorre Sarto, Patriarca de Venecia, era elegido Papa adoptando el nombre de Pío X y como lema de su pontificado «¡Omnia instaurare in Christo!», instaurarlo todo en Cristo.

Transcurridos dos meses de haber sido electo, S.S. Pio X –el 4 de octubre de 1903–publicó su primera encíclica «E Supremi», sobre la restauración de todas las cosas en Cristo, dirigida a los patriarcas, primados, arzobispos, obispos y otros ordinarios, en la que presentaba el programa de su pontificado, de la que extraemos algunos párrafos a manera de resumen:

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¿quién puede dejar de ver que la sociedad está en el momento presente, más que en cualquier época pasada, sufriendo de una terrible y profunda enfermedad que, desarrollándose cada día y carcomiendo hasta lo más íntimo de su ser, la está arrastrando a la destrucción?

Vosotros comprendéis, Venerables Hermanos, qué es esta enfermedad: la apostasía de Dios, que en verdad nada está más relacionado con la ruina, según la palabra del Profeta: “Porque he aquí, los que se alejan de Ti perecerán” ( Sal ... 1xxii., 17). Vimos, pues, que, en virtud del ministerio del Pontificado, que nos había de ser confiado, debemos apresurarnos a encontrar un remedio para este gran mal…

… poniéndonos a trabajar, confiando en el poder de Dios, proclamamos que no tenemos otro programa en el Sumo Pontificado sino el de “restaurar todas las cosas en Cristo” (Efesios 1, 10), para que “Cristo sea todo y en todos” (Colosenses. iii, 2).

Seguramente se encontrarán algunos que, midiendo las cosas Divinas con patrones humanos, buscarán descubrir fines secretos Nuestros, distorsionándolos a un alcance terrenal y a designios partidistas. Para eliminar toda vanidad de los tales, les decimos con énfasis que no queremos ser, y con la asistencia divina nunca será nada ante la sociedad humana sino el Ministro de Dios, de cuya autoridad somos depositarios. Los intereses de Dios serán Nuestro interés, y por ellos estamos resueltos a gastar todas Nuestras fuerzas y Nuestra misma vida. Por eso, si alguien nos pide un símbolo como expresión de nuestra voluntad, le daremos este y no otro: “Renovar todas las cosas en Cristo”.

… la audacia y la ira empleadas por doquier en perseguir la religión, en combatir los dogmas de la fe, en el esfuerzo descarado por desarraigar y destruir todas las relaciones entre el hombre y la Divinidad. Mientras que, por otra parte, y esto según el mismo apóstol es el signo distintivo del Anticristo, el hombre se ha puesto con infinita temeridad en el lugar de Dios, elevándose por encima de todo lo que se llama Dios; de tal manera que, aunque no puede extinguir por completo en sí mismo todo conocimiento de Dios, ha despreciado la majestad de Dios y, por así decirlo, ha hecho del universo un templo en el que él mismo debe ser adorado. “Él se sienta en el templo de Dios, mostrándose como si fuera Dios” (II. Thess . ii., 2).

… ¿quién puede evitar espantarse y afligirse cuando contempla, en medio de un progreso de la civilización que es justamente exaltado, la mayor parte de la humanidad peleando entre sí tan salvajemente como para hacer parecer que la lucha fuera universal? El deseo de paz se alberga ciertamente en cada pecho, y no hay quien no lo invoque con ardor. Pero querer la paz sin Dios es un absurdo, ya que donde Dios está ausente también vuela la justicia, y cuando se quita la justicia, es vano abrigar la esperanza de la paz. “La paz es obra de la justicia” (Is . XXXII, 17). Son muchos, lo sabemos muy bien, los que, en su anhelo de paz, es decir, de la tranquilidad del orden, se agrupan en sociedades y partidos, a los que llaman partidos del orden.

Esperanza y trabajo perdidos. Porque solo hay un partido del orden capaz de restaurar la paz en medio de toda esta agitación, y ese es el partido de Dios. Es este partido, por lo tanto, que debemos avanzar, y atraer a él tantos como sea posible, si estamos realmente impulsados por el amor a la paz.

… nunca, por mucho que nos esforcemos, lograremos llamar a los hombres a la majestad e imperio de Dios, sino por medio de Jesucristo. “Nadie –nos advierte el Apóstol– puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”. (I. Cor ., iii., II.) Es solo Cristo “a quien el Padre santificó y envió a este mundo” (Is . x., 36), “esplendor del Padre e imagen de su sustancia” (Hebr .i., 3), verdadero Dios y verdadero hombre: sin el cual nadie puede conocer a Dios con el conocimiento para la salvación, “nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.” (Matemáticas. xi., 27.) De ahí se sigue que restaurar todas las cosas en Cristo y conducir a los hombres de nuevo a la sumisión a Dios es un mismo objetivo.

Seglares, clero y jerarquía animan la consagración de la nación mexicana al Sagrado Corazón de Jesús y a Cristo Rey

Se tiene el registro de que en 1908, el arzobispo de México, D. Próspero María Alarcón, consagró a México al Sagrado Corazón1, motivado muy probablemente por su experiencia vivida en el Concilio Plenario Latinoamericano convocado por el Papa León XIII en 1898, en el que los padres conciliares dadas las circunstancias de conflicto que se vivían en los diversos países latinoamericanos consagraron el subcontinente al Sagrado Corazón de Jesús. Su Excelencia Mons. Próspero María Alarcón hizo esta consagración de México de cara al contexto en que las tensiones políticas y sociales debidas al agotamiento del porfiriato iban en aumento.

Tras la caída de Porfirio Díaz, 21 de mayo de 1911, se acentuaron las tensiones y violencia entre las facciones revolucionarias que se mataban entre sí por adueñarse del poder, generando entre la población un clima de

1 MORENO CHÁVEZ José Alberto, “Devociones políticas: cultura católica y politización en la Arquidiócesis de México, 1880-1920”, México, El Colegio de México, 2013, p. 215, citado en “Consagrar a México al Sagrado Corazón de Jesús en 1914: dos lecturas desde la historia cultural” por J Preciado • 2019 http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-44202019000100130#fn7 inseguridad y terror. Ante este escenario floreció en círculos católicos la idea de proclamar solemnemente el reinado del Sagrado Corazón de Jesús en México. Los obispos mexicanos en apoyo a esta iniciativa de los fieles solicitaron a S.S. Pío X su beneplácito para coronar al Sagrado Corazón.

Los Prelados de la Jerarquía Católica en México, en Carta Pastoral Colectiva del 19 de marzo de 1913 señalaban:

“se pidió a la Santa Sede facultad de coronar las Imágenes del mismo Corazón Deífico, en señal de sumisión y humilde vasallaje a la innata realeza de Cristo Redentor”; rogativa de la que el sacerdote mexicano Pbro. Dr. Roberto Ornelas expresó: “Esta es la primera vez en la historia en que se hace semejante petición a la Santa Sede, por lo que constituye para México un timbre de gloria en la historia del Reinado de Cristo”. 2

Su santidad Pío X acogió benignamente la súplica, cuya respuesta la dio el 12 de noviembre de 1913, mediante el

Breve Consilium aperuistis cum vobis:

“A Nuestros Venerables Hermanos los Arzobispos y Obispos de la República Mexicana.– Pío Papa X.– Venerables Hermanos: Salud y Apostólica Bendición.– Nos habéis propuesto un proyecto, tanto más honroso para vosotros, cuanto para Nos indeciblemente grato.– Porque meditando vosotros con grande atención lo que Nuestro Predecesor León XIII, de feliz memoria, escribió el año de 1899, en su Encíclica Annum Sacrum, relativo a la consagración de los hombres al Corazón Sacratísimo de Jesús, habéis resuelto consagrar, el próximo día seis de enero, al mismo Corazón Divino, Rey Inmortal de los siglos, la República de México, y para dar mayor solemnidad a esta consagración que pensáis hacer, y mostrar a vuestros pueblos toda la importancia trascendental de ella, determináis decorar las imágenes del Corazón de Jesucristo con las insignias de la realeza.– Todo esto, Nos lo aprobamos de buen grado.–Mas como quiera que el Rey de gloria eterna haya sido ornado con corona de espinas, la cual mucho más hermosa aún que el oro y las piedras preciosas vence en esplendor a las coronas de estrellas: las insignias de majestad regia, es a saber, la corona y el cetro, habrán de colocarse a los pies de las sagradas imágenes.–Desde hace ya mucho tiempo que con grande solicitud hemos considerado a vuestra Nación y a vuestros asuntos perturbados por graves desórdenes, y bien sabemos que para conservar y sostener la salud y la paz de los pueblos, es de todo punto necesario conducir a los hombres a este puerto seguro de salvación, a este sagrario de la paz que Dios, por su infinita benignidad se dignó abrir al humano linaje, en el Corazón augusto de Cristo su Hijo.– De ese Corazón brote para vosotros, venerables Hermanos, y para vuestra Nación entera, agitada rudamente por incesantes discordias, la gracia que habéis menester para la salvación eterna, y la paz que como fuente inagotable de todos los bienes, con tan indecible ansia anhelan a una voz vuestros conciudadanos.–En presagio de ambos bienes y en testimonio de Nuestra benevolencia, sea ésta Nuestra Bendición Apostólica, la cual, a vosotros, Venerables Hermanos, lo mismo que al Clero y al pueblo encomendados a cada uno de vosotros, de lo íntimo de Nuestro corazón enviamos en el Señor.–Dado en Roma, junto a San Pedro, el día doce de noviembre de mil novecientos trece, año undécimo de Nuestro Pontificado.—PÍO

PAPA X”. ³

J. R. Carrión SJ, en El Mensajero del Corazón de Jesús correspondiente a enero de 1914, en relación a la Consagración de la República de México al Sagrado Corazón de Jesús, comentaba que no se trataba de una consagración, sino de la Renovación solemne de la Consagración de México al Divino Corazón de Jesús. La primera Consagración, junto con las naciones latinoamericanas, refiere Carrión, se realizó en Roma, el 11 de junio de 1899 por los obispos que concurrieron al Concilio Plenario de la América Latina. 4

La cuarta sesión Solemne del Concilio Plenario Latinoamericano, efectuada el 11 de junio de 1899, contó con la asistencia del cardenal Domingo M. Jacobini; se celebró la Misa del Espíritu Santo y se hizo la consagración al S. Corazón de Jesús y a la Purísima Concepción de María, con la invocación a los santos y bienaventurados de la América Latina. En la ceremonia –dice el resumen del Acta– se notó especialmente la unión de los Padres, «porque si desde el

Abril 2023

principio del Concilio Plenario los Rmos. Padres fueron siempre un solo corazón y una sola alma, esta unión resplandeció con brillo especial en esta tiernísima solemnidad, que mostró a toda la América Latina adunada, unida y congregada en el S. Corazón de Jesús y en la Purísima Concepción de María».5

En referencia a la Consagración, el Primado del Ecuador expresó:

“Jamás olvidaremos aquellos momentos en que la América Latina, en la persona de sus Pastores, caía de rodillas ante el Rey de los siglos, para encomendarle sus más caros intereses y pedirle que levantara un trono de amor sobre todos los corazones que le consagraban, desde México hasta la Tierra del Fuego. ¡América entera, en los trémulos brazos del anciano León XIII, recibió en su joven frente el beso del Rey de los corazones, el beso dulcísimo de Cristo! ¡Cómo debieran surcar las páginas de las Historias Patrias las memorias de aquellos Pastores de Israel, puestos por el Espíritu Santo para gobernar la Iglesia en América! Cristo Rey, título abominable para el mundo que no conoce otra soberanía que la que dimana de sus propios vicios y ansía sacudir las ligaduras de la Ley Sinaítica, cuya fuente es Dios, cuyo territorio es el universo y cuyo Maestro, Redentor y Rey es Cristo”. ⁶

Consagración al Sagrado Corazón de Jesús

La ceremonia en honor del Sagrado Corazón de Jesús celebrada en la Santa Iglesia Catedral principió a las ocho y media de la mañana del 6 de enero de 1914, la procesión llevando la imagen del Sagrado Corazón estaba formada por centenares de personas de distintas Congregaciones; los señores generales Ángel Ortiz Monasterio y Eduardo Paz llevaban la Corona y el Cetro, a continuación caminaba el Ilustrísimo señor Arzobispo. Al llegar la procesión al presbiterio el Ilustrísimo señor Arzobispo bendijo el cetro y la corona y las depositó a los pies del Sagrado Corazón. En este momento estalló el regocijo, la emoción se desbordó, entre aplausos y hosannas por primera vez en México se escuchó ¡Viva Cristo Rey! La imagen de la Reina de los Mexicanos, la Santísima Virgen de Guadalupe, colocada abajo del cetro y la corona, representaba a todos los mexicanos. Con el canto

3 Traducción reproducida en el número de enero de 1914 de El Mensajero del Corazón de Jesús, revista editada por la Compañía de Jesús en la ciudad de México, que advirtió que tomaba la traducción del famoso diario católico, también publicado en la ciudad de México, El País. [Citado en BARQUIN Y RUIZ Andrés, “Cristo Rey de México”, Ed. JUS, México, 1967 p. 124, p. 126]

4 BARQUIN Y RUIZ Andrés, “Cristo Rey de México”, Ed. JUS, México, 1967, pp. 126-129

5 PICCARDO Diego R., “Historia del Concilio Plenario Latinoamericano (Roma, 1899)”, Extracto de la Tesis Doctoral presentada en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra Universidad de Navarra - Facultad de Teología, Pamplona 2012, p. 461. Publicado en cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 59 / 2012

6 BARQUIN Y RUIZ Andrés, “Cristo Rey de México”, Ed. JUS, México, 1967, pp. 129 del Tantum ergo se descubrió el Santísimo, se rezó la fórmula de consagración y se impartió bendición con el Santísimo.

Homenaje Nacional a Jesucristo Rey

La Mesa Directiva del Centro de Estudiantes Católicos Mexicanos, en diciembre de 1913 presentó a Mons. Mora y del Río, en bien sencilla entrevista privada, el proyecto de proclamar el imperio de la Realeza Temporal de Cristo en México, por medio de una manifestación cívica de católicos varones, que sería oficialmente denominada “Homenaje Nacional a Jesucristo Rey”.

y bendijo la realización del proyecto y se procedió a integrar el Comité Organizador y se convocó a la población a participar el 11 de enero de 1914 en la manifestación cívica en diversas ciudades de la nación, misma que contó con la bendición de S.S. Pío X.

“S. S. Pío X Bendice la obra del Homenaje Nacional. El Ilmo Sr. Arzobispo de México tuvo la bondad de solicitar una bendición especial de S. S. el Papa, en favor de la obra del Homenaje Nacional a Jesucristo-Rey, por medio de un mensaje dirigido a Roma el jueves último y del que ayer recibió contestación favorable. El texto de ambos mensajes es el siguiente: México, Enero 8 de 1914. Cardenal Merry del Val. Vaticano, Roma. Estudiantes católicos organizarán domingo once solemnísimo homenaje Cristo Rey. Imploran bendición

7 BARQUIN Y RUIZ Andrés, “Cristo Rey de México”, Ed. JUS, México, 1967, p.148 apostólica. Arzobispo de México. 197. Roma 12 CBW. Enero 9 de 1914. Arzobispo México. Santo Padre Envíale pedida bendición apostólica. Cardenal Merry del Val. 3 24 PMC”.7

Para tener una idea del acto cívico “Homenaje Nacional a Jesucristo Rey”, tomo parte de la narrativa, omitiendo calificativos e interpretaciones de la autora J. Preciado.8

A las ocho de la mañana, más de diez mil católicos se reunieron en la Plaza de Carlos IV; a las diez, la impotente columna de manifestantes se encontraba perfectamente organizada esperando únicamente la señal de marcha, que las personas que abrían la comitiva habían de dar a los jefes y ayudantes de las secciones y grupos. La enorme columna avanzó con lentitud. Los gendarmes de a pie, vestidos de rigurosa gala, se pusieron al frente; le siguió la banda de los colegios salesianos, conformada por 40 alumnos, las asociaciones, los gremios y los obreros católicos: el Centro Católico de Estudiantes Mexicanos; las Congregaciones Marianas, asociaciones piadosas de varones, los Caballeros de

8 PRECIADO Julia, “Consagrar a México al Sagrado Corazón de Jesús en 1914: dos lecturas desde la historia cultural”, http://www.scielo.org. mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-44202019000100130

Colón; siguieron a éstos los abogados y notarios, luego los médicos y farmacéuticos, los ingenieros y arquitectos, profesionistas diversos.

Un grupo importante dentro de la procesión fue el de la prensa católica, representada por publicaciones de Aguascalientes, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nuevo León, Zacatecas, Oaxaca, Puebla, Territorio de Tepic, Veracruz, Yucatán y Distrito Federal. Detrás de la prensa asomaron los industriales, comerciantes, propietarios y agricultores. Después de ellos venían los católicos extranjeros: españoles, alemanes, franceses e italianos. A continuación, los empleados. Desfilaron luego las agrupaciones obreras católicas, que fueron las que más personas reunieron.

Diez mil personas formaron una columna que los periodistas calificaron de poderosa e imponente; peregrinación monstruo”. Ordenada y compacta, ésta avanzó pausadamente. Como enorme serpiente se desplazó por la avenida Juárez y, a su paso, los asistentes la homenajearon con ramos de flores.

Hora y media después de que iniciara la marcha, conforme la columna se aproximaba a la Catedral, las puertas se abrieron para permitir el ingreso… la curia diocesana -encabezada por el arzobispo de México, José Mora y del Río- aguardó su arribo al seno de la Catedral. Mora y del Río reportó más tarde que, en la peregrinación “monstruo”, “no hubo en la calle nota alguna discordante y todo lo hecho causó honda impresión muy grata.

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