EDICIÓN DE OCTUBRE 2016

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OCTUBRE 2016, nº 106

EL MIMBRE, de Roblería CARBÓN ARTESANAL, de Nahueltoro PESCADO A LA PIEDRA, Rapa Nui PULMAI, insular VIDA EN EL PAPEL , el Fio Fio



EL MIMBRE, de roblería “Una niñita pobre que miraba el cielo cada vez que tenia pena se le apareció un hada… Pídeme una merced… le dijo el hada. Soy pobre… contestó la niña… tengo muchas necesidades. Toma entonces esta varillita de virtud, plántala… y con ella harás de todo…”

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PESCADO A LA PIEDRA, rapa nui Cuando arribaron los primeros europeos a Rapa Nui, ya habían pasado al menos ciento cincuenta años desde que el apogeo de esta cultura se terminó, pero así como legaron un sin fin de misterios...

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CARBÓN ARTESANAL, de Nahueltoro En la tradicional comuna de Coihueco en la provincia del Ñuble, viajamos por las campiñas decoradas con añosos álamos que se inclinan todos para un mismo lado...

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EL PULMAI, caleta inio, chiloé En un Chiloé casi desconocido, para muchos, en el extremo sur de esta mágica isla, donde terminan las leyendas y comienza lo indómito o el Chiloé salvaje...

VIDA EN EL PAPEL, el fio fio Del orden de los Paseriformes y la familia de los Tiránidos, el fío-fío (Eleania albiceps), llamado por los mapuche wiyu, onomatopeya evidente de su fresco canto...




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“Una ninita pobre que miraba el cielo cada vez que tenia pena se le aparecio un hada Pideme una merced.. le dijo el hada. Soy pobre.. contesto la nina.. tengo muchas necesidades. Toma entonces esta varillita de virtud, plantala y con ella haras de todo.. � Asi nacio el mimbre.

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n Chile el mimbre tiene una identidad tan arraigada como la artesanía en cobre o greda, su factura es un proceso de mucha nobleza y trabajo dedicado que se mantiene vivo por generaciones. Estamos en el sector de Roblería, en la región de Ñuble, un paisaje esencialmente campesino que a simple vista parece no haber cambiado mucho desde la época de la colonia. El tiempo corre lento, tal ves ni siquiera corre aquí en Roblería, se trata de una calle sin pavimentar que se curva rodeada de añosos robles y álamos que parecen inclinarse al paso de alguna carreta que se resiste a morir. Nuestro dato nos lleva hasta la casa de la señora Mónica Galdames, la encontramos en su taller, el que al entrar nos llena la visión con millares de tiras de mimbre que cubren cada rincón de las paredes y el techo, a la espera de su turno para convertirse en alguna obra minuciosa de la blanquecina caña. El mimbre tiene una larga historia en el quehacer artesanal en nuestro país, Chimbarongo, en la provincia de Colchagua ha sido prácticamente la cuna de este oficio artesanal por décadas. Haciendo un poco de historia, durante el reinado de Ramses II, Moises fue rescatado de las aguas del Nilo en un Cesto de Mimbre, y para qué mencionar que la misteriosa ciudad de Ur se han hallado sarcófagos de mimbre con una data de más de 5000 años.

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El origen, como muchos tiene una data imprecisa, sobre todo por tratarse de una especie de presencia natural, es decir no cultivada intencionalmente, en el 370 antes del presente ya se hablaba de su elasticidad y ligereza, ideal para la fabricación de escudos guerreros y en Roma durante el siglo I ya se desarrollaba el cultivo sistemático de esta especie. Pero como nos hemos de enterar aquí en la región del Ñuble también hay mucha inspiración y esmero, es un arte que genera buenas ganancias sin invertir demasiado para solventar la creación, sólo basta con sembrar y cosechar. Los mimbrerales se dan por sí solos, en las orillas de los ríos, acequias o canales, en fin donde haya abundancia de agua y humedad. La señora Mónica nos cuenta que el mimbre se da con facilidad, no requiere cuidados dedicados, basta con mantener libre de malezas el lugar, la cosecha de la varilla y la poda se realiza una vez al año. En su destreza ya desarrolla al punto de la excelencia, nuestra amiga pela las varillas con una navaja retirando la corteza, escogiendo posteriormente las más largas, sin nudos y del mismo grosor. Las sumerge en agua por unas tres horas y quedan con la elasticidad necesaria para evitar que se quiebren durante el proceso de tejido. Vemos en sus manos que se mueven tan rápido que escapan a la velocidad de obturación de la cámara, que usa dos tipos de varillas para crear un canasto sencillo, una varilla entera para el armado del mismo y una partida o “huira” para el tejido. 15





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Las varillas gruesas y resistentes, dan forma o la estructura al canasto, el fondo y el esqueleto, mientras Mónica con sus ojos verdes muy claros selecciona las varillas delgadas y las parte hasta en cuatro partes, para eso hace un pequeño corte en el extremo más grueso de esta en forma de cruz, luego utiliza un “partidor”, una rudimentaria herramienta pero tan eficaz como ninguna, se trata de un trozo de madera dura del tamaño que cabe en la palma de la mano y que se asemeja en un extremo a un exprimidor de limones, salvo que tiene sólo cuatro canales para partir la varilla. Pero no termina ahí, de las cuatro varillitas, Mónica hace uso de una maquina llamada descarnadora, esta tiene cuchillas que cortan la varilla, que al colocarlas con el corazón hacia arriba, obteniendo verdaderas cintas o huiras que quedan listas para el tejido. Con las materias primas ya listas, Mónica comienza con la magia, arma el fondo, luego teje y termina con la “oreja” de donde se toma el canasto y antes que nos demos cuenta, esta artesana nos sorprende con un canasto terminado y listo para su uso. La maravilla de la creación y la habilidad humana, no nos deja de sorprender y ante este oficio hecho arte, sólo esperamos verlo proliferar como un patrimonio material de valor incalculable para la identidad artística chilena. Revista BIOMA 2016




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uando arribaron los primeros europeos a Rapa Nui, ya habían pasado al menos ciento cincuenta años desde que el apogeo de esta cultura se terminó, pero así como legaron un sin fin de misterios y secretos sin resolver, mantuvieron costumbres y tradiciones culinarias rudimentarias pero exquisitas como ninguna. Una de estas es la preparación de sus recursos marinos, que en una época fueron tan abundantes que cuando arribó la avanzada del rey Hotu Matua a Hanga Tepou una playa de Vinapu (zona sur de la isla) la exploraron de extremo a extremo por la costa y según cuenta la leyenda llegó el momento en que estos exploradores polinesios sintieron hambre y lanzándose al mar tomaron a los peces entre las piernas, era tal la abundancia que esta técnica la llamaron “pesca entre muslos”. Naturalmente una vez llegada ya la misión del mismo rey Hotu Matua a la isla esta acción de pesca y explotación de los recursos no disminuyó sino muy por el contrario, aumentó paulatinamente según la exitosa proliferación humana en esta solitaria isla del pacifico sur. Sin duda la técnica mejoró y por ende se hizo más sistemática, como la utilización de embarcaciones diseñadas cada una para un uso y fin determinado, por ejemplo, quien manejaba una embarcación (Vaka) era llamado Tagnata Tere Vaka para los que existían dos tipos de bajel, uno el

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Vaka Poe Poe que era de gran tamaño en forma de lanchón y los Vaka Ama (como una piragua) que en términos prácticos era un bote pequeño con un balancín en la una borda generalmente a estribor para alzar las redes babor. La pesca era una actividad fundamental en la isla, había muchas familias que alimentar, para esto se requerían de redes llamadas Kupena, hechas de fibras de árboles como Hau Hau o Mahute y que variaban su tamaño y nombre según su uso, kupena Koreva, Kupena Ature y la Kupena Maito que en ese orden iba desde la más fina, pequeña y finalmente la de malla grande. Pero los peces eran lo principal siempre, existieron una gran variedad de especies y los Rapa Nui eran eximios maestros de nado, apnea y pesca con anzuelos de obsidiana o hueso (especialmente humano), los peces también variaban sus nombres de acuerdo a su color, tamaño, sabor y forma. Por ejemplo la Kotea Mea por su color rojo y el Kotea Uri por su color negro, o como también el Pua llamado Nanue más pequeño de carne blanca y sabrosa asi mismo el Nanue (hotu o para) es grande y de carne más dura. Otro ejemplo de esta variopinta nomenclatura marina es el Po’Opo’O que tiene cuatro nombres distintos durante su crecimiento, pequeño y nuevo Nau Mata Hauru en tamaño mediano es Nau o de regular tamaño es Po’Opo’O y ya mas grande y largo se le llamaba Pe’I..

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Pero este resumen histórico respecto a la alimentación de los antiguos Rapa Nui, que evoca una perfeccionista y bella manera de buscar el preciado producto del mar se resume en una receta hermosamente simple. Luego de una limpieza parcial (escamas y tripas) el pescado no se troza ni filetea, se juntan maderos y ramas para hacer un fogata en un hoyo o rincón protegido del viento, una ves ya vivo el fuego se colocan piedras volcánicas que se distribuyen ordenadamente como una cama y al calentarse rápidamente, no resta mas que colocar los pescados tendidos sobre ellas y sola se produce esta sencilla pero mágica preparación centenaria. Y finalmente antes de proceder a comer, cuentan que invocaban a los espíritus de los muertos antiguos para invitarlos a compartir la comida como una manera de agradecer lo que el mar les había entregado.

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n la tradicional comuna de Coihueco en la provincia del Ñuble, viajamos por las campiñas decoradas con añosos álamos que se inclinan todos para un mismo lado, son hectáreas tras hectáreas de siembra y caseríos que se pierden en el horizonte, viajamos por una carretera aparentemente nueva, sin baches ni tramos de tierra, sin embargo como nuestro destino es el afamado sector de Nahueltoro, tendremos que desviarnos unos kilómetros por caminos más rupestres que nos transportan inevitablemente hacia el pasado. Aquí, el pasado tiene un antes y un después, de eso no hay duda, en realidad no se puede hablar de Nahueltoro sin que nos venga a la memoria el “Chacal de Nahueltoro”, francamente es una página bastante oscura de la historia del país y de esta región que se ha convertido en parte de la memoria colectiva local, sinónimo por cierto de muchas cosas, como crueldad, muerte, justicia ciega, etc. por nombrar algunos epítetos que este trágico evento evoca para cada persona y que fácilmente inicia largas conversaciones que rememoran un crimen que caló hondo en la sociedad de 1960 y que hoy aún no se disipa de las crónicas policiales.

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No obstante, el contenido de nuestro reportaje es bastante diferente a lo anterior, pero no podíamos dejar de mencionar este lamentable hecho que parece no querer ser olvidado. Dentro del contexto del pasado de la zona, imaginamos la vida de campo de antaño, aquella que cuando uno la proyecta en la mente, parece que viene en blanco y negro, eran tiempos de muchas falencias tanto económicas como tecnológicas, no obstante se suplían con ingenio, creatividad y arduo trabajo pero lamentablemente también sin ninguna conciencia ecológica, con bastante descontrol en el sentido de la sustentabilidad de los recursos y ni hablar de la conservación. Cuando comenzaron a llegar las forestales a la zona, los locales vieron que el Pino entraba a la escena económica local como un verdadero beneficio y no una amenaza, un producto tanto más valioso –para ellosque los mismos bosques nativos que pintaban cada montaña y cada valle de toda la ecoregión del Bio Bio. Talaban y talaban para dar paso a los pinos, tanto que conseguían –por las buenas o por las malas- matas pequeñas para plantar en sus propios predios, el pino servia como combustible para las cocinas y chimeneas a leña, para la



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construcción o la mueblería. En este escenario, que nadie fue capaz de prever su negativo progreso, surgió una nueva aplicación para el uso de esta madera, comenzaron a brotar por doquier los hornos de barro para producir carbón de pino, un negocio floreciente en la época que sostuvo una cadena de emprendimientos, que traían una alternativa accesible para la subsistencia de las familias campesinas que quedaron fuera del quehacer de las otras actividades agrícolas de la zona. Nos cuentan que cada uno de estos hornos era capaz de “cocinar” hasta 25 sacos de carbón en un lapso de seis días que se dividían en tres días de quema y otros tres días para enfriarse, en el presente eso no ha cambiado en nada, al menos el carbón elaborado artesanalmente, que luego de estar listo se rompe el sello de barro del horno y es embolsado para venderlo en los supermercados. No podemos evitar encontrarnos hoy con dos puntos de vista, controversiales y yuxtapuestos el uno con el otro, por un lado tenemos el perjudicial y desastroso panorama de una actividad que no sólo se alimenta de una especie invasora como el pino, sino que genera contaminación a la atmosfera que se adiciona además a la quema de leña verde en cocinas y chimeneas así como también a la quema de pastizales tan común en el campo.


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Y por otro lado esta un tema cultural, que si bien no tiene la fuerza de otras tradiciones más alegóricas o conocidas, sí pertenece a una arista de este abanico de oficios antiguos que aún se practican y que no sólo consiste en la quema u horneado de carbón, sino que en su entorno incita a la realización de actividades tradicionales del campo, tanto en lo culinario como en lo folclórico. Es similar a lo que sucede hoy en día con la negativa imagen que se crea en torno al rodeo en Chile, por el evidente maltrato animal, pero que a su vez está encadenado a la imagen de una actividad tradicional y folclórica que es parte de la identidad del país. Ciertamente estamos frente a esta disyuntiva, que por un lado nos dice que debería desaparecer la quema de madera para dar paso a un medio ambiente libre de contaminantes y por otro lado se trata de un oficio tradicional que es parte del patrimonio inmaterial chileno. ​

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"El que nos encontremos tan a gusto en plena naturaleza proviene de que esta no tiene opinion sobre nosotros."

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n un Chiloé casi desconocido, para muchos, en el extremo sur de esta mágica isla, donde terminan las leyendas y comienza lo indómito o el Chiloé salvaje, hay comunidades que guardan grandes semejanzas físicas y costumbres que sus antepasados los Chonos que habitaron toda la Patagonia insular entre los archipiélagos de Chiloé hasta la Península de Taitao y el Golfo de Penas, por ello recibió el nombre de Archipiélago de Chonos. Luego de navegar varias horas por el Golfo del Corcovado desde Quellón hasta Inio, puerta de entrada sur al

Parque Tantauco, cruzamos con marea baja el río Inio por un paisaje rodeado de densos bosques nativos y entre la espesura, casi sin afectar el intenso verdor, una pequeña casa, que fue traída en una memorable Minga que atravesó un río casi entero para llegar donde esta hoy. Se trata de una pequeña familia, de cuatro personas, mamá, papá y dos inquietos hijos. La señora Lorena, la dueña de casa, en un frío atardecer saca de un balde plástico un montón de conchas de choro zapato y choritos, extraídos por su esposo Don Manuel







Hueicha, durante la mañana en el fondo de un estuario frente al Golfo del Corcovado.Ella cuece cuidadosamente papas sacadas durante la tarde de su “papal” (que rinde en promedio cinco o seis sacos que equivalen a 40 kilos cada uno de papas frescas) para que lleguen a un punto medio de cocción en que las pueda moler y mezclar con harina y sal, para luego moldearlas en pequeños panes tan blancos como las nubes del día más calmo y soleado del sur. En eso, -“un Pudú…un Pudú…”exclaman exaltados sus pequeños hijos avisando que un Pudú se ha asomado entre unos arbustos a unos cien metros más allá de donde sus gallinas se pasean tranquilamente. No es habitual que se acerquen tanto, donde habitan los humanos. Ella sonríe, como si se tratara de una broma, continua preparando y cortando unas hojas verdes para que sirvan de tapa, que detenga el vapor en el interior de la gran olla. El gato de la casa se recuesta a un costado de la cocina a leña para disfrutar del calor sin impórtale el alboroto que provoca el pequeño ciervo.





Antes que nos demos cuenta la olla expele un aroma a papa cocida y mariscos, no hay gran ciencia en la preparación, pero sí en el resultado, una olla repleta de Pulmai como se conoce al Curanto en olla en el sur, ¡esta servido!, es el llamado que esperábamos ansiosos. El caldillo del cocimiento se derrama suavemente por los chapaleles, los gigantescos bivalvos cocidos están boquiabiertos, exhibiendo su apetecible carnosidad interior, mientras el pan amasado aun humea, el ciervo ya se fue, la lluvia se comienza a dejar sentir, los paladares a disfrutar y las palabras de halagos a estas exquisiteces para Don Manuel y la Señora Lorena sobran. ​

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Donde haya un arbol que plantar, plantalo tu. Donde haya un error que enmendar, enmiendalo tĂşu. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tu. Se tu el que aparta la piedra del camino.



Del orden de los Paseriformes y la familia de los Tiránidos, el fío-fío (Eleania albiceps), llamado por los mapuche wiyu, onomatopeya evidente de su fresco canto. De longitud de 15 cm. Partes superiores gris ceniza con tintes oliváceos. Cabeza del mismo color presentando una cresta eréctil blanca generalmente oculta. Garganta y pecho gris oliváceo y centro del abdomen blanco sucio con tinte amarillento en flancos y subcaudales. Alas grisáceas oscuras, casi negras, con ligero tinte oliváceo y dos bandas transversales blanco amarillento que corresponden a las coberteras. Cola negruzca. Pico fino y negro, patas del mismo color. Fácilmente reconocible por su silbido, del cual su nombre es la onomatopeya. Muy arborícola, se alimenta de insectos entre la vegetación. También consume larvas, bayas, semillas y brotes tiernos de árboles frutales.

Nidifica entre noviembre y enero. Su nido tipo taza muy bien entretejido de hierbas, ramas, raíces, musgos y líquenes con su interior revestido de plumas, lo sitúa en árboles frondosos o en la bifurcación de una rama a 1,5 o 2 m del suelo. Pone 3, a veces 2, huevos blancos con pintas rojizas en el polo mayor. Medidas: 20 x 15 mm aproximadamente. Residente migratorio. Visitante estival muy común en las penínsulas de Tumbes y Hualpén, humedales, cerros y quebradas. También en sectores urbanos arbolados. Al llegar el otoño migra a la zona amazónica.

Arte: Amalia Guerrero Frugone Para Revista BIOMA 2016



www.revistabioma.cl

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