cuenta que la Carretera Austral está fragmentada, por eso hay puntos que solo pueden ser unidos cruzando los fiordos en barcos o barcazas (algunos son gratuitos y otros pagos). En Candelario Mancilla el cruce dependerá de las condiciones climáticas. Del otro lado del lago, un cartel nos da la bienvenida: “Fin de la Carretera Austral: 1247 km”. ¿Fin? Sí: acá la ruta termina. Nosotros decidimos empezar desde el sur porque al comenzar el viaje en verano el clima iba a ser mucho más amigable yendo hacia el norte que al revés. A medida que uno sube las temperaturas se vuelven más cálidas y eso era lo que buscábamos: no pasar tanto frío en uno de los lugares más lluviosos de la Patagonia austral. En Villa O’Higgins aprovechamos para comprar comida, descansar el cuerpo post cruce y refugiarnos de la lluvia. El primer día de ruta le damos la bienvenida al ripio y nos damos cuenta que este es un viaje para los sentidos: vemos hojas del tamaño de orejas de elefante, curvas larguísimas con un lago que tiene el mismo sonido que el mar, montañas con glaciares colgantes, colibríes y flores rojas, amarillas y blancas en la banquina, cinco cascadas en una misma montaña y viento que hace bailar a los árboles.
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